JOSÉ CHAMIZO, SACERDOTE

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JOSÉ CHAMIZO, SACERDOTE
Es un cura de rompe y rasga. De los capaces de casar la caridad
con la justicia. A pesar de llevar ya 10 años como Defensor del
Pueblo andaluz, José Chamizo sigue conservando intacta la misma
capacidad de denuncia profética que le caracterizó a lo largo de su
trayectoria personal y pastoral. En una España donde la Iglesia es
una de las instituciones que menos confianza inspira, el sacerdote andaluz dirige una instancia
que opina, interviene, critica y es tenida en cuenta por todas las fuerzas sociales y políticas. Un
cura de la estirpe del fallecido Diamantino García.
Chamizo llevaba muchos años en la brecha de la defensa de los pobres cuando fue
nombrado Defensor del Pueblo andaluz. Nacido en Los Barrios (Cádiz) en 1949, iba para cura
intelectual. Tanto que hasta se licenció en Historia por la Universidad Gregoriana de Roma.
Pero en su camino se cruzaron los esclavos de la droga y, al conocer a fondo ese mundillo,
decidió aparcar sus sueños de profesor para movilizar a las asociaciones de madres de
toxicómanos en el Campo de Gibraltar. Para intentar que sus hijos viesen la luz al final del túnel
y, mientras tanto, no muriesen por un pico adulterado.
Y a la droga se le fueron añadiendo otros retos, todos nacidos de la pobreza y de la exclusión
social: emigración, enfermos de Sida y niños y mujeres maltratadas. Llegó a fundar más de 20
asociaciones
diferentes.
En el verano de 1996, recibió una llamada insólita. Nada menos que el presidente de Andalucía,
Manuel Chaves, ofreciéndole el cargo de Defensor del Pueblo. Y, desde entonces, es el cura
que defiende a todos los andaluces. Sean del color que sean. Pero se le nota una querencia
especial por los más pobres. Le llaman el “defensor de los pobres andaluces”
1
PALOMA AGUIRRE, RELIGIOSA SS.CC.
Que Paloma es mujer tocada por el Espíritu, nadie lo duda. Tal es su
equilibrio, su madurez humana y religiosa. Destacamos aquí su don
de sabiduría, que viene de “sabor” (sapor, sapientia, en latín). Y es
que Paloma se diría que tiene un conocimiento sabroso de Dios. Lo
saborea con increíble naturalidad y soltura. Y, sobre todo, hace
saborear a los demás las ricuras de la fe y la vida. Su presencia
transmite paz, seguridad. Su palabra es siempre acogedora y
positiva.
Sabia. De entrada, sí. Todo es bueno, mientras no se pruebe lo
contrario. Mujer libre, de visión, de luces largas, le gusta libar la
flor abierta, ecuménica, del Vaticano II. El Concilio es para María Paloma un traje hecho a su
medida. Las responsabilidades de su vida le han permitido pasarlo al mundo. Nacida en Madrid,
1928, licenciada en filosofía, Paloma Aguirre lo ha sido casi todo, y no sólo en su congregación:
Superiora Provincial, General, miembro de la Unión de Superioras Generales en Roma,
Vicepresidenta de la CONFER de los religiosos en España.
Además, Paloma ha tenido también su punto de sana locura: Asia. Fascinada por Anthony de
Mello, bebió de su pozo en India, durante casi un año, las aguas proféticas del maestro
Anthony. Por eso, en 1998, al acabar sus tareas en Roma, vuelve Paloma a Asia, sin tener en
cuenta su edad. Esta vez, para animar su congregación. Allí ha vivido siete años, “ligera de
equipaje”, entre Indonesia, India, Singapur, Filipinas... Hasta que el cuerpo aguantó. Desde
hace un año, sigue saboreando a Dios y la vida al frente de un grupo de religiosas
mayores y enfermas, en El Escorial. Ella, contagiosamente joven.
2
MARI PATXI AYERRA, CRISTIANA DE BASE
El sentido del humor que caracteriza a la navarra Mari Patxi Ayerra no le permitiría tomarse en
serio como profeta, y mucho menos alumbrada por el don de la fortaleza. Esta seglar militante,
madre de tres hijos, y abuela de otros tantos nietos, hace años que puso todas sus fuerzas al
servicio de una Iglesia más humana, una familia más cristiana, unas relaciones más ricas y
sabias. Levanta su voz en Asociaciones de Vecinos, aulas de Formación de Adultos, catequesis
prematrimoniales o grupos de mujeres.
Siempre empeñada en dibujar una sonrisa al lado más oscuro de la fe y quitar plomo a la
vida. Aquejada en los últimos tiempos de una enfermedad que le pone pidrecitas en su camino
evangelizador, le habla al dolor de tú a tú y encara cada mañana el día como venga, convertida
a sí misma hace ya tanto en huracán que revoluciona a su paso. Las páginas de las revistas Sal
Terrae, Humanizar o Reinado Social, le han servido de altavoces para su misión.
Pero han sido sus libros, libres, liberadores, acogedores divulgadores, humanizadores, los que
han hecho de ella profeta en todas las tierras de la geografía parroquial española. Aún hoy, tras
sus charlas, se acercan mujeres acomplejadas a pedirle consejo, sacerdotes que se ruborizan
cuando la oyen hablar de sexualidad, y teólogos de prestigio admirados de su capacidad de
comunicar. A todos ellos les habla de un Dios tiernito que achucha, que no condena ni
castiga. Ese Dios que le da la fuerza para seguir gritando el regalo del amor y la invita a vestirse
el cuerpo y el alma de fiesta para dar gracias por la vida.
3
CHEMA CABALLERO, MISIONERO JAVERIANO
Es uno de los miles de santos anónimos que se dejan la piel y la vida en las misiones de todo el
mundo. José María Caballero, misionero javeriano, decidió plantar cara a asesinos, violadores,
mutiladores y caníbales. Sólo con la palabra y con el amor. Anunciando la esperanza a los
más desgraciados de la barbarie de la guerra: los niños soldados, criaturas sin infancia y
condenados a no tener futuro.
Nacido en Castuera (Badajoz) hace 42 años, ingresó pronto en los Javerianos, se hizo
misionero y se licenció en Derecho con un master en Derechos Humanos. Esos mismos que vio
pisoteados como nunca durante la guerra que asoló Sierra Leona, a donde le mandaron sus
superiores.
En aquella guerra, miles de pequeños fueron raptados de sus aldeas y convertidos en soldados
a la fuerza. Tras el alto al fuego de 2002, el misionero español fundó el Centro de Acogida y
Rehabilitación de Niños Soldados Saint Michael en los alrededores de Freetown, la capital de
Sierra Leona.
Cuenta que muchos de estos niños “querían morir para escapar y sólo les mantenía en pie el
recuerdo de sus madres”, pero que la mayoría consigue olvidar sus antiguos demonios y
reinsertarse. Actualmente, centra su labor en la región selvática, en la zona que fue santuario
de los rebeldes. Y para promover su causa, escribió, junto a Gervasio Sánchez, el libro Salvar a
los niños soldados. Y sigue denunciando, como buen profeta: “Lo que hacemos en
África no sirve para nada si no cambiamos la sociedad de aquí”.
4
ADELA CORTINA, CATEDRÁTICA DE ÉTICA
La catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, ha visto
reconocida numerosas veces su capacidad para discernir. Pero, además, ella ha decidido
ponerla al servicio de los valores evangélicos a través de la Fundación ETNOR, que
promueve el comportamiento ético y solidario de las empresas.
Nacida en Valencia en 1933, lleva años escribiendo sobre Filosofía, Moral, Democracia o
Sociedad Civil, entre otras muchas cosas. Declarada públicamente cristiana, se ha ganado a
pulso un lugar de honor en cualquier comité ético que se precie, ya sea para abordar los límites
a la reproducción asistida o para analizar la moda del márketing con causa.
En los últimos tiempos, además, alza su voz para provocarnos como ciudadanos y movilizarnos
como consumidores, convencida de nuestra capacidad para mejorar el mundo desde nuestra
pequeña parcela de autonomía. Promotora del comercio justo y del consumo responsable,
reclama el Estado del Bienser y de la Justicia. Y exige a todas las religiones –también a la suya,
la católica– pasar por el tamiz de los Derechos Humanos. Su voz clama casi siempre solitaria
en el desierto del consumismo, la apatía y los maximalismos. Pero esos son peajes que
deben pagar los profetas. Aunque cuenten con el don de la ciencia.
5
JUAN GONZÁLEZ-ANLEO, SOCIÓLOGO
Es sin duda la máxima autoridad en Sociología de la Religión de nuestro país, cuyas
constantes eclesiales viene auscultando desde la década de los 70. Juan González-Anleo,
catedrático emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca, reconoce que un sociólogo de la
religión como él es “una especie de profeta que denuncia una situación en la que la jerarquía de
la Iglesia tiene responsabilidad y, por eso, normalmente no es bien recibido en su tierra”.
Nacido el 1 de noviembre de 1929, estudió en la Complutense de Madrid, pero también en las
universidades de Friburgo y de Nueva York. Está casado y tiene un hijo de 33 años. Es autor de
los más completos informes sobre religión y juventud que se hayan hecho en España,
especialmente los patrocinados por la Fundación Santa María.
A su juicio, “mientras la cuestión religiosa tardó 150 años en sustanciarse en Europa, en
España lo hizo en cinco años. De ahí la caída de las creencias y el desconcierto de la
jerarquía”. Una jerarquía que ante los retratos sociológicos “a veces ha tratado de matar al
mensajero”.
Sus informes hacen pupa. En el último, publicado el mes pasado, constata, por ejemplo, que la
Iglesia es la institución en la que menos confía la sociedad española. Ante ese retrato, los
sectores más conservadores del episcopado han tratado de cuestionar hasta el método
sociológico del estudio. Pero González Anleo, a sus 77 años, dice “estar curado de espantos” y
asume las críticas, porque “siempre he cultivado el cinismo y la prudencia”. Un profeta
incómodo.
6
Mª ANTONIA LÓPEZ, RELIGIOSA
ADORATRIZ
La superiora provincial de las adoratrices desde enero viste vaqueros
porque ama la normalidad, “no entendida como mediocridad, sino
como el valor de de hacernos uno de tantos”. Pero no puede ser una de
tantos esta psicóloga nacida en Almoguera (Guadalajara) en 1962 que
ha sido hasta su reciente nombramiento directora de un centro para
personas drogodependientes de la agencia antidroga de la Comunidad
de Madrid.
Ahora como psicóloga educadora, trabaja en la atención a mujeres
embarazadas y en cumplimiento alternativo de prisión, en general con
una amplia trayectoria de dependencia, escasez de recursos y ausencia
de apoyo familiar.
“Expertas en sufrimiento y fortaleza”, las llama Mª Antonia. Con ellas
comparte la vida y su proceso de maduración, creyendo en ellas y aliviando su trayectoria de
sufrimiento y de dolor.. “Son para mí la universidad donde he aprendido humanidad”, afirma.
Para esta religiosa adoratriz, “escuchar el clamor de estas gentes y a la vez la voz de Dios en
medio de ellas, haciéndolo presente en medio de su mundo de sufrimiento e injusticia, es
ciertamente ser profeta”. Una labor que le parece en realidad muy sencilla porque, concluye,
“no se trata de dar grandes gritos sino de escuchar a los que gritan y no permanecer sordos a
su clamor. Escuchar a Dios, que invita a hacer justicia”.
7
JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MONGE,
JESUITA PSICOTERAPEUTA
Sin hacer demasiado ru
“unión entre acción y oración”, la unión entre los dos palos de la cruz: el vertical y el horizontal.
García-Monge nació el 3 de marzo de 1934, estudió la carrera civil de Derecho, pero sintió la
llamada de Dios y se hizo jesuita. Y se especializó en Psicología de la religión. De esta
disciplina estuvo dando clases durante 35 años en la Universidad Pontificia de Comillas y se
convirtió en una autoridad mundial de la materia.
Además de su tarea docente, José Antonio se dedicó a escribir libros de espiritualidad y a
recorrer el mundo (“estuve hasta en China”, dice), para “visibilizar el Reino de Dios histórica
y humanamente”. Por sus cursos, ejercicios y retiros espirituales pasaron cientos de miles de
personas. Entre sus libros (más de dos docenas), se siente especialmente orgulloso de “30
palabras para la madurez”, que lleva ya 13 ediciones.
Se define como “escuchador y misericordioso” y, como psicoterapeuta creó escuela, la
Escuela humanista, en torno a la cual se aglutinan muchos discípulos y excelentes
profesionales de la psicoterapia. Una labor que define como “praxis de la liberación”.
A sus 71 años, sigue trabajando 10 horas diarias y “conviviendo con las goteras propias de la
edad, como huéspedes incómodos pero ya propios”. Todo un sabio y un profeta liberador de
conciencias.
8
ALBERTO INIESTA, OBISPO
Se le conoció durante años como “el obispo rojo de
Vallecas”. Alberto Iniesta fue uno de los abanderados del
divorcio de aquel matrimonio contra natura entre la
Iglesia y el franquismo. Uno de los profetas de la
transición,
junto al cardenal Tarancón.
Hasta Francisco
Umbral le dedicó columnas en las que se enorgullecía de contar con un
“amigo obispo y rojo y justo”. Pero monseñor Iniesta ni era rojo ni se
metía en política. Eso
sí, le consumía el celo por la justicia evangélica.
Nacido en Albacete el 4 de enero de 1923, entró en el seminario una vez terminado el
bachillerato. Estudió Teología en la Pontificia de Salamanca, donde se licenció en 1959. De
vuelta a su diócesis, comenzó a destacar por su hondura mística. Porque Iniesta siempre fue un
“místico encarnado”, como le decían sus amigos.
A los pocos años, el nuncio Dadaglio buscando cambiar la cara al episcopado español, le
nombró obispo auxiliar de Madrid. Y el cardenal Tarancón le encargó la vicaría de Vallecas, a
la que imprimió su sello especial.
Y en Vallecas descubrió la pobreza, la miseria y la explotación de la clase obrera. Y sin dejar a
Dios se unió al movimiento obrero, entonces clandestino. Y comenzó a tener problemas con el
régimen. Pero el profeta de Vallecas no callaba y denunciaba los atropellos de Franco,
especialmente los últimos cinco fusilamientos de 1975.
Alma de la Asamblea conjunta obispos-sacerdotes, un hito histórico en la Iglesia española, y
organizador de la Asamblea cristiana de Vallecas, prohibida por el régimen. En Vallecas siguió
hasta que la enfermedad le obligó a retirarse al seminario de Albacete. Desde allí sigue
iluminando con sus escritos. “Mi ministerio ahora es rezar a toda pastilla por la Iglesia y por
el mundo. Aunque no se vea, me parece que es un servicio muy eficaz”. El profeta rojo, el
místico de Dios.
9
LUCÍA CARAM, DOMINICA CONTEMPLATIVA
El monasterio de Santa Clara de la ciudad catalana de Manresa, se ha convertido en la
plataforma desde la que la religiosa dominica contemplativa Lucía Caram habla y es escuchada
por muchos. Sor Lucía se halla embarcada en una lucha “por darle a la esperanza una
oportunidad”. Así define esta religiosa nacida en Argentina pero española de corazón desde
que se trasladó aquí cuando tenía 22 años, su particular labor.
Autora de numerosos libros sobre los más variados temas, desde la homeopatía a un libro de
cucigramas sobre el evangelio, su Nueva oración de los fieles la ha vuelto popular en
numerosos ambientes eclesiales. Pero pocos conocen la campaña que ha iniciado a través de
internet para denunciar la corrupción moral y política que sume a su Tucumán natal en la
pobreza y recabar ayuda para los niños de aquella depauperada región argentina.
Convencida de que “el monasterio es un lugar privilegiado para auscultar diariamente el
corazón de Dios”, esta contemplativa en acción facilita atención médica y alimento a más de
500 niños y ancianos de un barrio de Tucumán a través de la fundación Mare de Déu de
Montserrat. Y está convencida de que “hemos de predicar la verdad a tiempo y a destiempo,
exhortando, reprochando, anunciando el Reino de Dios y al Dios del Reino”. Cualquier
momento es bueno y ningún lugar –aunque parezca tan poco probable como un monasterio–
parece malo para hacerlo. Y en esas, afirma valientemente que “poco importa que Europa se
diga cristiana. Mucho más me preocupa que los que nos decimos cristianos lo seamos en el
10
más genuino sentido del Evangelio”. Su fuerza y eficacia santificadoras, auténticamente
proféticas, parecen demostradas.
ENRIQUE FIGAREDO, OBISPO EN CAMBOYA
Viene de familia bien (es cuñado de Rodrigo Rato), nació en
Gijón el 21 de septiembre de 1959, pero desde muy joven,
Enrique Figaredo decidió optar por los más desfavorecidos
de la tierra. Con tan sólo 26 años, lo dejó todo para
presentarse como voluntario al Servicio Jesuita para los
refugiados. Era el año 1985, cuando lo destinaron a los
campos de refugiados camboyanos en Tailandia.
Y allí, en medio de los desgraciados, descubrió a los más desvalidos:
los mutilados. Y a ellos se dedicó, desde entonces, en cuerpo y alma. De vuelta a España,
terminó sus estudios y se hizo jesuita y, aunque se le auguraba una brillante carrera, su
corazón se había quedado con los mutilados. Y en 1993 volvió a instalarse definitivamente con
ellos. Esta vez ya en Camboya.
El mes de febrero del año 2000, Enrique Figaredo fue consagrado obispo de Battambang, pero
la gente le sigue llamando “el cura de las sillas de ruedas”. Porque, para salvar a los
mutilados de una muerte lenta, fundó una cooperativa en la que se fabrican sillas de ruedas.
Porque, como suele decir, “aquí, una simple silla de ruedas es un milagro o un lujo que cambia
la vida y proporciona integración, movilidad y dignidad de persona”. Un jesuita profeta de los
mutilados.
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PRIMITIVA VELA, MISIONERA EN INDIA
Hace 32 años que Primitiva Vela decidió unir su destino al de
los más pobres de los pobres en la India: las niñas
huérfanas de las castas inferiores, muchas de ellas prostitutas.
Todo ocurrió de una manera natural: nacida en Novallas
(Zaragoza) en 1944, Primi entra en la Congregación de las
Hermanas de la Caridad de Santa Ana en 1966. Estudia Teología y se marcha a la India en
1972, donde se dedica a la enseñanza durante siete años.
Pero su sentido de la justicia y su diálogo íntimo con Dios la llevan a apiadarse de los
marginados de toda índole que coexisten en la mal repartida nueva potencia económica india:
trabaja con enfermos de lepra, ancianos abandonados, aborígenes... hasta llegar al más
pequeño, al más discriminado, al más necesitado. Y funda el hogar Ankur para niñas, para
darles un futuro digno y feliz a las que nada tienen. Convencida de que “está a punto de
amanecer porque la noche más oscura es la que precede al amanecer”, Primitiva tira del sol
cada día para arrancarle nuevos rayos. Y en su lucha no se arredra ante nada ni nadie: critica al
gobierno Indio, el injusto sistema de castas, se enfrenta a las multinacionales que esquilman a
los agricultores y condenan al medio ambiente por codicia, acude al Foro Social Mundial y
apunta a Bush y sus guerras preventivas como uno de los mayores males de este mundo.
Como buena profeta, incomoda a cuantos le rodean, a pesar de lo cual el Gobierno de Aragón
le entregaba en 2002 la Medalla de Oro de Santa Isabel de Portugal a la Solidaridad. Pero no
es fácil para nosotros, habitantes del Occidente rico, digerir su discurso: “Convertíos”, decía en
una de sus últimas visitas a España. Y vaticinaba a los niños: “quien os va a juzgar a vosotros
no va a ser Dios, sino toda la infancia del Tercer Mundo”. ¿Su receta? Compartir. Y aplicar las
matemáticas de Dios.
12
ANA DOLORES CRUZ, MISIONERA
SEGLAR
Tras pensárselo unos segundos, Ana responde con
rotundidad que sí, que se siente profeta. Nacida en Jaén
en 1966, casada con Antonio y madre de dos hijos
adoptados de 3 y 5 años, lleva 5 años como misionera
laica en Ecuador participando de proyectos educativos,
pastoral carcelaria, y regentando en su propia residencia
un albergue de acogida para niños en riesgo: abandonados, huérfanos, o discapacitados
como ella, que
padece secuelas de la polio.
Su compromiso cristiano en Jaén con inmigrantes y discapacitados se les quedó pequeño y se
fueron a Ecuador, enganchados por sus gentes y su estilo de vida.
Como buenos profetas, se saben diferentes. “Cada vez nos vemos más como bichos raros.
Aunque los amigos y familiares te valoren a veces como si fueras un héroe, en realidad te ven
como un extraterrestre”. No sólo ellos. “Somos incómodos para la misma Iglesia porque su
misma gente no es tan radical. Somos una voz diferente que incomoda. Nuestra manera de
trabajar, nuestro estilo de vida, cuestiona. Incluso aquí, a pesar de la pobreza, también hay
consumismo y la gente busca tener más y se acomoda”. Ana se asusta de pensar en volver a
vivir en España y tener que adaptarse al modo de vida de aquí. Quiere seguir siendo voz de los
que no tienen voz. Y para ello, no duda en seguir “molestando, llamando a la puerta”. Está
hecha de la madera de los profetas.
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NICOLÁS CASTELLANOS, OBISPO
DIMISIONARIO
En el corazón boliviano, en Santa Cruz de la Sierra,
hay un arrabal en el que crecen las flores plantadas por
un cura. Porque hoy, Nicolás Castellanos es un simple
cura. Hace 15 años era el señor obispo de Palencia,
con catedral y palacio. Hoy, el padrecito, como le
llaman en el altiplano, ofrece cobijo, alimento,
educación y sanidad a los más pobres. El arrabal
florido de monseñor Castellanos se llama Plan 3.000,
en torno al cual sobreviven más de 150.000 personas.
Nacido en Mansilla del Páramo (León) el 18 de febrero de 1935, ingresó de niño en los frailes
agustinos, profesó y desempeñó en la orden diversos cargos de responsabilidad. Hasta que, en
1978, Roma le nombró obispo de Palencia, donde ejerció su ministerio de una forma sencilla y
cercana, siempre atento a los más desfavorecidos.
Pero un buen día del mes de septiembre de 1991, el obispo entonces joven seguramente
llamado a puestos más altos en la Iglesia española, se lió la manta a la cabeza y renunció a la
mitra. Para cruzar el charco, establecerse en Bolivia y plantar flores entre los barrizales y las
chabolas.
“Siempre tuve claro que eso de ser obispo no podía durar toda la vida. Vine a Bolivia para poner
en práctica todo lo que había predicado”, suele decir, sin darle mayor importancia a su gesto
profético. Un gesto que tuvo una mayor repercusión mediática en la España de entonces,
porque, por las mismas fechas, otro obispo progresista y conocido como “el azote de la jet”,
Ramón Buxarrais, también renunciaba al obispado de Málaga, para retirarse a Melilla a atender
a los presos y a los ancianos. Dos obispos profetas.
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