El sueño inalcanzable de la virtualidad en las facultades de Derecho

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28/2/2016
El sueño inalcanzable de la virtualidad en las facultades de Derecho ­ ambitojuridico.com Jurídico
El sueño inalcanzable de la virtualidad en las facultades de
Derecho
Carlos Mario Molina Betancur
Director Ejecutivo
Asociación Colombiana de Facultades de Derecho (Acofade)
Hablar de formación jurídica virtual en las facultades de Derecho parece todavía un
sueño al que muchos programas apuntan, pero pocos, en realidad, implementan, no por
ausencia de recursos, sino, más bien, por falta de comprensión de lo que es el mundo
actual de los adolescentes.
En efecto, muchas universidades abren semestralmente ofertas de programas en
Derecho, los cuales se encuentran, en su mayoría, consignados en plegables y pensum
que distribuyen en medios educativos y publicitarios; algunos utilizan pancartas,
volantes y llamativos anuncios de prensa o revistas especializadas.
Sin embargo, los jóvenes de hoy no leen prensa, ni revistas. Poco se interesan en la
publicidad escrita y casi nunca consultan las carteleras de las facultades de Derecho o
de las bibliotecas. Los más de 2.000 millones de jóvenes nacidos en el mundo de la
virtualidad utilizan, en su mayoría, redes sociales, música, videos y televisión. Es decir,
si alguna institución educativa quiere entrar al mundo de los jóvenes para atraerlos a la
universidad, lo primero que debe hacer es ir a encontrarlos en el planeta en que ellos
viven, denominado comúnmente la red.
En caso de ser atraídos, una vez que los jóvenes se acercan a las instituciones para
averiguar sobre las carreras profesionales, los planes de estudio y los costos de los
estudios, lo que encuentran inicialmente es una carga documental que los hace dudar
sobre qué tipo de profesión seguir. Además que muchas instituciones utilizan todavía las
filas, las fichas, los formularios, las encuestas, los plegables, las copias y las facturas de
pago de inscripción, algo que produce alergia a los incautos aspirantes, quienes, para
huir de tan aterrador tormento, buscan instintivamente la aplicación, la foto, la dirección
web, el video o la persona que pueda ahorrarles dicho bochorno.
Si no encuentran estos escapes modernos, prefieren renunciar y no volver jamás a la
institución. Pocas son las universidades que los acogen en las aulas de clase, que los
ponen en contacto con los profesores o egresados o les proyectan videos promocionales
o banners sobre el programa universitario. Casi ninguna institución tiene blog o
Facebook sobre el programa ni experiencias interactivas que se encuentren fácilmente
en las descargas web.
Herencia documental
En caso de alta motivación, el aspirante que decide inscribirse al programa de Derecho
encontrará un sinnúmero de certificados por aportar: documentos personales,
atestaciones, recomendaciones, proyecto de vida, hojas de vida, entrevistas, exámenes
corporales, pruebas Saber 11 y hasta facturas de servicios públicos de sus padres o
familiares.
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Sin embargo, el cerebro hiperconectado de un adolescente moderno no está adaptado
para realizar todos estos procedimientos documentales, generalmente lentos, aburridos
e innecesarios, que contradicen, en cierta forma, su naturaleza de seres instantáneos,
visuales y multimodales. Para esta generación, lo que no se puede encontrar en
internet, en Facebook, copiar en QR (Quick reponse code), gravar o enviar por
WhatsApp, en realidad no existe o no es interesante.
No muchas instituciones de educación superior utilizan estos medios modernos para
realizar los procesos de inscripción académica, algunas llevan a cabo cursos de
nivelación y otras prefieren hacer esperar a los ansiosos aspirantes a que llenen todos
los requisitos para poderlos citar a clase.
La realidad
Una vez en clase, la anhelada virtualidad comienza a mostrar sus promesas. De forma
general, los estudiantes deben asistir diariamente a clase, las jornadas de aprendizaje
pasivo son extensas y las aulas interactivas, casi inexistentes. Muchas facultades de
Derecho no utilizan las nuevas estrategias de aprendizaje ni los espacios virtuales de
enseñanza. Por ello, los intrépidos estudiantes se aburren en clase, detestan los libros y
se sumergen en las redes virtuales en plena conferencia magistral.
La mayoría de las instituciones educativas prohíbe los celulares en clase, los
computadores y todo medio electrónico que pueda distraer a los docentes. Estos
obedientes aprendices buscan por todos los medios escapar a tan cruel dictadura:
envían mensajes detrás de los compañeros, contestan llamadas en voz baja, chatean
computadores que parecen libros o utilizan manos libres para quedar conectados
permanentemente, enviando señales de auxilio de vez en cuando. Peor aún, muy pocas
instituciones enseñan en competencias virtuales o evalúan por medios electrónicos o
hacen uso de las teleconferencias, de los juegos o de las aulas inteligentes.
Aprendizaje visual
Lo anterior es una de las causas de la alta deserción de los estudiantes en las facultades
de Derecho, como también del mal aprendizaje y de la inadecuada manera en que
estamos formando los buenos abogados del futuro. Hay que comprender que las
competencias cognitivas de los adolescentes modernos han cambiado, que sus cerebros
funcionan de otra manera y que, por ello, el desentendimiento entre maestros y
aprendices es cada vez más grande.
Tal parece que el aprendizaje de los nuevos estudiantes es altamente visual, sus
cerebros piensan colectivamente y de forma multilateral e instantánea, no se detienen
en discursos largos e incoherentes, sus frases se han reducido a las abreviaciones y a
los emoticones, pero además necesitan de grandes descargas de adrenalina, que los
mismos videojuegos se han encargado de alimentar.
Estudios recientes demuestran que los jóvenes estudiantes de la generación virtual son
cerebros mutantes que han modificado considerablemente sus capacidades cognitivas.
Estos cerebros han mejorado su capacidad de conexión, absorbiendo información y
obteniendo respuesta a una velocidad récord, pero reduciendo considerablemente la
capacidad de almacenaje, reflexión y análisis de la información.
Además, la capacidad de resistencia y tolerancia parece cada vez más disminuida, sus
cerebros responden menos a las emociones, son solitarios y les gusta apartarse de la
realidad que los rodea.
Ante esta situación, es necesario dejar de soñar en una educación virtual que nunca se
materializa. El Ministerio de Educación sigue reacio a aprobar programas virtuales en
Derecho, no con justa razón sostiene que las ofertas virtuales de los programas de
Derecho se reducen a la consulta de PDF y a la búsqueda de información en internet, en
muchas ocasiones a abrir links o visionar imágenes o videos. Pero la realidad de la
virtualidad es otra. El mundo global, altamente informatizado y bidireccional, está
llegando a las aulas de todas las universidades del mundo, pero en nuestras facultades
de Derecho todavía es un sueño inalcanzable y difícil de realizar.
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