surgimiento y caída del imperio mexicano

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surgimiento
y caída
del imperio
mexicano
Lord Acton
Presentación, traducción y notas de Adolfo Castañón
The Mexican Cultural Centre (MCC), Reino Unido.
Colec. Traducciones y Clásicos.
Biblioteca Digital MCC.
http://mexicanculturalcentre.com
Eduardo Estala Rojas
Director General
Adolfo A. Laborde Carranco, Adriana E. Vera Pérez, Ana L. Pazos González, Bertha A. Denton Casillas, José L. Santos López, Paniel O. Reyes Cárdenas, Rafael Gutiérrez Mercadillo.
Consejo Consultivo
Título original: “The Rise and Fall of the Mexican Empire.”
D.R. © “Selected Writings. Vol. 3. Historiography, Addresses, Essays and Lectures.” Ed. J. Rufus Fears.
Indianapolis, 1986, Liberty Classics/Liberty Fund, pp. 173-197.
D.R. © “Surgimiento y caída del Imperio Mexicano” de Lord Acton.
D.R. © Primera edición: julio de 2015.
D.R. © De la presentación, traducción y notas: Adolfo Castañón.
D.R. © De la edición: The Mexican Cultural Centre (MCC), Reino Unido.
D.R. © Del arte de la portada: José L. Santos López. http://www.jsantos.co.uk/
D.R. © De la serie: “Crushing in the image, 2015.” Técnica: cochinilla en papel algodón, 85x 60cm.
D.R. © Del diseño: Olivia Liendo.
Este libro no puede ser fotocopiado ni reproducido total o parcialmente por ningún otro medio o método
sin la autorización por escrito del Mexican Cultural Centre (MCC), Reino Unido.
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Fundado el 16 de septiembre de 2013. Es el primer centro virtual sin fines de lucro, registrado en el Reino
Unido, que promueve y difunde la cultura mexicana. En colaboración internacional con proyectos académicos, culturales y artísticos. Publicación de artículos, reportajes, poesías, cuentos, ensayos, traducciones y libros.
Organización de simposios, presentaciones editoriales, proyecciones cinematográficas en universidades, museos,
ferias de libro y centros culturales. El MCC trabaja en colaboración con la revista cultural Bicaalú, México D.F., la
Sociedad Mexicana de Metafísica y Filosofía de la Ciencia, México-Reino Unido, Colectivo Escénico: Dragones en
el Horizonte, Tijuana, Baja California, México, The Onion Films, Guanajuato, México.
ÍNDICE
7PRESENTACIÓN
ADOLFO CASTAÑÓN
12
SURGIMIENTO Y CAÍDA DEL IMPERIO MEXICANO
LORD ACTON
33
CRONOLOGÍA DE LORD ACTON
36BIBLIOGRAFÍA
38
BIOGRAFÍA DEL TRADUCTOR
PRESENTACIÓN
Pocos saben que el autor de la frase: “El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente” es el
historiador y pensador político Lord Acton (1834-1902). John Emerich Edgard Dalberg Acton fue una de las figuras más sobresalientes del paisaje intelectual y de la vida pública de la Inglaterra gobernada por la reina Victoria.
Cambridge se rehusó admitirlo como estudiante a causa de su religión católica. Acton se educó en Alemania bajo la
tutela del gran historiador y teólogo Ignaz von Döllinger (1799-1890) de quien aprendió los cimientos del método
histórico y en cuyas enseñanzas históricas, filosóficas y humanas abrevó el resuelto y austero liberalismo que llegó
a ser su rasgo distintivo. Su amistad con el Primer Ministro, William Gladstone (1809-1898), lo llevó a ejercer un
profundo ascendiente en la vida política de su país y aun de la época. Su poderosa y activa personalidad, su infatigable actividad editorial y periodística (en la revista católica The Rambler, en The Home and Foreign Review, en The
Chronicle y en The North British Review), sus artículos, reseñas e intervenciones oportunas y puntuales lo llevaron
a jugar un papel de primer orden en el movimiento católico liberal británico y aun europeo. Durante toda su vida
trabajó por liberalizar el catolicismo y ponerlo en consonancia con el mundo moderno. En 1869, siguiendo a su
maestro Döllinger, entabló una vigorosa oposición en contra de la promulgación del dogma de la infalibilidad papal.
Luego de varios meses fue derrotado y estuvo a punto de ser excomulgado —como von Döllinger sí lo fue— y de
arruinar definitivamente su salud. Hijo de la tradición católica y romana, Acton en el orden de la política fue un
liberal convencido: “…inicié mi vida —decía— como sincero católico-liberal; en consecuencia, renuncié a lo que en
el catolicismo no era compatible con la libertad, y en la política a lo que era incompatible con el catolicismo”. En el
ámbito estrictamente universitario y académico, a través de su cátedra como Regius Professor de Historia Moderna
en Cambridge de 1895 a 1902, Acton fue muy importante en la transformación de la idea y de la escritura de la historia y de la historiografía en Gran Bretaña. Gracias a su severa tenacidad, la historia evolucionó hasta transformarse
en una disciplina rigurosa y científica, inspirada en el modelo de la investigación filológica alemana sin perder, al
menos en su caso, su calidad filosófica, literaria y aun poética. Contribuyó con su acción y sus investigaciones a la
fundación de la English Historical Review, en cuyo primer número publicaría un amplio y pormenorizado artículo
sobre los historiadores modernos alemanes.
Aunque Acton siempre vivió preocupado por alcanzar una cabal y plena objetividad en la investigación de
la verdad histórica, nunca dejó de hacerse cargo de la necesidad del juicio moral en la historia y de la imprescindible
dimensión ética que suponen las preguntas en torno a su significado. El concepto de la libertad humana tenía que
ser, por ende, medular en su geometría intelectual. A los ojos de Acton, la idea de libertad es la única posible en la
historia del mundo y el único principio rector de una filosofía de la historia. Este concepto lo lleva a ser uno de los
herederos más solventes de la tradición del liberalismo clásico, entronizándolo como un pensador de alto relieve
en el paisaje intelectual de su época y de la nuestra. Su análisis de la Revolución francesa y su evolución resultó
premonitorio; fue un crítico del nacionalismo y de la legitimación de las masacres por el Estado. Sus penetrantes
análisis de las fuerzas que alimentan y amenazan la libertad política e individual de las sociedades e individuos,
su desconfianza y resistencia ante el poder del Estado tienen mucho que decir al lector y al ciudadano de nuestra
crispada edad. Lord Acton se interesó, desde luego, en la historia de Europa y en esa otra historia paralela que es
la de Europa raptada en América. Viajó a los Estados Unidos en 1855, y en 1856 asistió a la coronación de Alejandro
II de Rusia. En 1857 visita Italia en compañía de su amigo y maestro Döllinger. De hecho, escribió extensamente
sobre la Guerra de Secesión o guerra civil que sacudió a los Estados Unidos de América a mediados del siglo antepasado (como
muestran sus ensayos “The Civil War in America: Its Place in History” y “Reports on the Civil War in
1
America”) . Sus opiniones pesaron tanto sobre el primer ministro Gladstone que en buena medida gracias a ellas,
Inglaterra tomó partido a favor de los confederados del Sur. La escritura de estos ensayos revela al historiador como
observador atento al menor detalle, al agente capaz de armar un paisaje inteligible con piezas sueltas y en movimiento. Estas mismas virtudes se transparentan en su breve y muy celebrado ensayo sobre “El surgimiento y caída
1 En: Lord Acton. Selected Writings. Vol. I. Essays in the History of Liberty. Indianapolis, Liberty Fund, 1985.
7
del imperio mexicano” de Maximiliano. Pronunciado el 10 de marzo de 1868 ante los miembros de la institución
literaria y científica de Bridgeworth, Inglaterra a once meses de verificados los hechos; el ensayo concentra, explaya
y ordena en pocas páginas un cúmulo poco habitual de información, pero sobre todo ofrece una visión nítida y
clara, a la vez veraz y humana de los hechos conocidos como Intervención Francesa y Segundo Imperio. La visión
que Lord Acton da de Benito Juárez no sólo es exacta sino que será la imagen que la historia retendrá del gran
estadista mexicano.
Por un momento, el que dura la lectura de esta pieza impecable, los actores y paisajes vuelven a cobrar
vida y recobran un sentido por así decir trascendente gracias a la mirada penetrante y acuciosa del historiador. Leer
a Lord Acton no sólo es un buen ejercicio intelectual, es, además y ante todo, un placer para la inteligencia y la
memoria. Es fama que Acton fue uno de los hombres más cultos de su época. Leía y escribía con la misma facilidad
en inglés, alemán, francés, español e italiano.
En México, la lectura de Lord Acton ha quedado reducida a círculos no por eminentes excesivamente
limitados. En 1996, el benévolo y sagaz Natán Warman hizo circular una traducción suya del volumen I de las
Conferencias sobre la Revolución Francesa. Esta traducción tomaba como punto de partida la edición que J. N. Figgis,
C. R. Litty, R. V. Laurence, M. A., prepararon para MacMillan de Londres en 1910. En España sus Ensayos sobre la
libertad y el poder fueron traducidos por Enrique Tierno Galván y presentados por Gertrude Himmelfarb para el
Instituto de Estudios Políticos de Madrid en 1959. Cuatro décadas más tarde, en 1999, el mismo Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales de Madrid, publicó una selección titulada Ensayos sobre la libertad, el poder y la religión,
en traducción de Beatriz Álvarez Tardío y con un estudio preliminar, edición y notas de Manuel Álvarez Tardío. La
presente traducción puede ser leída también como una invitación abierta para todos los interesados en las cuestiones que asocian el mundo de la ética y el conocimiento de la política y de la historia.
En vida Lord Acton no publicó ningún libro, pero la gran Cambridge Modern History en doce volúmenes
fue una idea suya y existe como un monumento a su memoria, aunque sólo alcanzó a ver terminado el primero y la
mitad del segundo. Dejó una biblioteca de 70 mil volúmenes que, junto con las notas de investigación que tomó a lo
largo de toda una vida consagrada al estudio de la historia, pasaron a formar parte de la biblioteca de la Universidad
de Cambridge. Como datos curiosos, habría que apuntar que, al igual que Maximiliano de Habsburgo, Lord Acton
moriría un 19 de junio —pero de 1902— y que su hijo nacido en 1870 se llamó Ricardo Maximiliano.
Una selección de sus escritos, conferencias, artículos y ensayos se pueden encontrar en los tres volúmenes
publicados por Liberty Press bajo el cuidado editorial de J. Rufus Fears. Una selección de las obras de Lord Acton
ha sido publicada por Liberty Fund de Indianápolis, en los Estados Unidos de Norteamérica (1985), bajo el cuidado
editorial del mencionado estudioso J. Rufus Fears. El ensayo sobre el imperio de México se encuentra en el tomo II
de esta edición que lleva por título Essays in the Study of Writing History.
Adolfo Castañón
8
surgimiento
y caída
del imperio
mexicano*
Lord Acton
* Esta conferencia de Lord Acton (1834-1902) fue leída el 10 de marzo de 1868 en la “Literary and Scientific
Institution of Bridgenorth” y fue publicada en el Bridgenorth Journal. Ha sido reimpresa en sus Historical Essays (pp.
214-242). Aquí se toma de Lord Acton: Selected Writings. Vol. 3. Historiography, Addresses, Essays and Lectures. Ed. J.
Rufus Fears. Indianapolis, 1986, Liberty Classics/Liberty Fund, pp. 173-197. Este ensayo ha sido considerado como la
conferencia pública más acabada y fina de cuantas dio Lord Acton.
a escena de la tragedia que intentaré describir tiene lugar en un país sobre el cual una mano pródiga
ha derramado los dones más preciados de la naturaleza, pero donde el hombre ha hecho hasta lo
imposible por frustrar los designios de la Providencia. Su condición social está tan alejada de nuestra experiencia que debo pedir a ustedes que por esta noche olviden las máximas y aun los términos
políticos que empleamos habitualmente.
México posee un territorio tres veces mayor que el de Francia, con la fertilidad de los trópicos y el clima de la
zona templada, asentado entre dos océanos y en el futuro centro del comercio del mundo. Su riqueza en metales
preciosos es tan formidable que llegará el tiempo en que el mercado se verá inundado con su plata, y su precio no
permitirá que las minas de otros países trabajen con beneficios. Las únicas restricciones a su prosperidad son la
precariedad de los puertos, la excesiva aridez de las planicies y la desaparición de la corteza forestal, una maldición
que ha seguido casi siempre como una sombra los pasos del español.
1
Cuando Inglaterra reconoció la independencia de las colonias españolas, Canning declaró que se había
traído a la existencia un nuevo mundo para enderezar el equilibrio del viejo. Pero tendría que pasar mucho
tiempo antes de que los nuevos estados justificaran esa exaltada afirmación, y todavía se cree por lo general que,
en cuanto a logros políticos y materiales, contrastan para su desventaja con los de la república norteamericana.
Esto ha dejado de ser cierto en la mayor parte de América del Sur, pues en algunas de estas vastas comunidades
la población y el comercio crecen a un ritmo que excede al de la Unión.
México es la excepción más triste y más notable en medio del mejoramiento general. México es el orgullo del
sistema colonial español, y el mérito por el cual fue superior al nuestro estriba en que logró preservar y civilizar
parcialmente a la raza nativa. Los ingleses se asentaron en una región donde los nativos eran cazadores y recolectores nómadas que carecían de destreza para el cultivo de la tierra y erraban por el occidente para eludir la mano
de la civilización o evitar extinguirse a su contacto. Los colonos conservaron sus leyes heredadas, se mantuvo la
pureza de la sangre europea, y el ominoso problema de la raza fue felizmente conjurado. Pero en México Hernán
Cortés encontró a una población numerosa y ya establecida, que se asentaba en poblaciones, que trabajaba la tierra
y, aunque brillante, superficialmente civilizada. Proteger, preservar y convertir a los súbditos, cuyo número excedía
enormemente a los de sus conquistadores, era parte medular del sistema español; surgió entre ellos un pueblo de
sangre mestiza, y así se dieron tres razas, separadas por una línea muy ancha, y aisladas por el orgullo y por la envidia
del color. La nobleza india fue casi totalmente exterminada, y la tierra se distribuyó entre las familias de un puñado
de conquistadores. Este ordenamiento de la propiedad subsiste sin cambios. Los nativos siguen sin tener ningún
interés en la propiedad, y los inmensos latifundios no han sido subdivididos. En uno de los más ricos distritos sobre
el Atlántico, a orillas de la costa y a lo largo de ciento cincuenta millas, un solo propietario es dueño de la tierra.
Una sociedad así constituida no podía forjar una nación. No había clase media, no había impulso a la industria,
ni civilización común, ni espíritu público, ni sentido del patriotismo. No se toleraba que los indios adquirieran
riqueza o conocimiento, y cada una de las clases era mantenida en la ignorancia de las otras y en un riguroso aislamiento; cuando, más adelante, los mexicanos se hicieron independientes, la dificultad estribaba no en deshacerse de
las cadenas de la servidumbre sino en romper con la condición de menores de edad en que habían sido mantenidos,
y en superar la incapacidad mental, la falta de espíritu de empresa, la falta de convivencia ente ellos mismos, y la
ausencia de una ilustración que sólo nace en el intercambio con otras naciones. Formaron una república siguiendo
el modelo de sus vecinos más afortunados, y aceptaron esos principios que son tan inflexibles en sus consecuencias
como intransigentes en su aplicación. Pronto se comprobó que no había en el Estado un poder emprendedor capaz
de equipararse al pesado lastre de una población semi-bárbara. La minoría inteligente era demasiado indisciplinada
L
1 George Canning (1770-1827), escritor y político británico de filiación liberal. Fue muy respetado en su tiempo y tuvo diversos cargos,
además de ser un eminente miembro del Parlamento. A su muerte, se dijo de él que había sido “el más inglés de los hombres de Estado
y el más patriota de los ingleses”.
12
y estaba demasiado desmoralizada para elevar y sacudir a los millones de la raza india degradada. Los usos y costumbres de la autoridad y de la subordinación se fueron con los españoles, y la capacidad de organización no podía
existir en un pueblo que nunca había aprendido a ayudarse a sí mismo. No surgió ningún hombre de carácter y
entendimiento superior. Los hombres eminentes de las diversas provincias aspiraron a conservar su propio poder
mediante la continuidad de la anarquía; pactaban con la autoridad central tan pronto como cambiaba de manos, y
destituyeron a treinta presidentes en treinta años. No existían las condiciones necesarias para un gobierno republicano. Había la mayor desigualdad social concebible entre los terratenientes acaudalados y las masas de indios,
que no eran dueños ni de la independencia mental que confiere la educación ni de la independencia material que
acompaña a la propiedad. Si había democracia en el Estado, la sociedad estaba intensamente dividida.
En México, la Iglesia era el mayor terrateniente, y no había tolerancia religiosa. La Iglesia lo era de toda la
nación, ella era para los nativos el único maestro de la ley moral, el canal único a través del cual el pueblo podía
tener acceso a la civilización de la cristiandad. De ahí que el clero gozara de una influencia de la que no ha
habido ejemplo en Europa en los últimos quinientos años, y que formara la base poderosa de una aristocracia y
el más serio obstáculo para la realización del principio democrático que prevalecía nominalmente. Para establecer una democracia real,
lo primero que había que hacer era reducir este inmenso
y artificial influjo. Durante
2
3
los últimos doce años , éste había sido el objeto constante del Partido Liberal . Para cada bando, era una guerra
de principios, una lucha por la existencia en la cual resultaba imposible la conciliación y que sólo podía concluir
con la ruina de una de las dos fuerzas contendientes.
Ahora, y mientras el conflicto sólo estuviese confinado a América, los liberales mexicanos no podían ser
completamente derrotados, pues no podían caer ni de la indudable simpatía popular ni ignorar los recursos de los
Estados Unidos. Tarde o temprano, el fin llegaría, se confiscarían todas esas tierras en manos muertas, y se daría
la caída de los conservadores. Su única esperanza podía venir de la ayuda de Europa, y del establecimiento de una
monarquía bajo la protección extranjera. Mucho antes de que el antagonismo llegara a ser tan definitivo y extremo,
había empezado a ganar terreno la idea de que una monarquía era la única forma de gobierno que podía adaptarse al
carácter de la sociedad mexicana, la única capaz de detener su decadencia; y el monarca había de ser el cabecilla de
un partido, tenía que ser un príncipe europeo. Las4negociaciones con este objeto se iniciaron desde 1846: actuando5
de concierto con quien entonces era el presidente , los emisarios mexicanos se dirigieron al Príncipe Mettternich ,
2 Es decir, en 1855. Con el triunfo del Plan de Ayutla en ese año se acentuó el movimiento para enajenar los bienes de la Iglesia por
parte del Estado. El presidente Comonfort expidió una serie de leyes que franqueaban la intervención del gobierno en los bienes de la
Iglesia, en particular la llamada Ley Lerdo.
3 Acton escribe en realidad, Democratic Party, pero se trata del Partido Liberal, fórmula que se ha adoptado a lo largo de esta versión.
4 Mariano Paredes Arrillaga (1797-1846). Desconoció al Presidente Santa Anna en octubre de 1843. El nuevo presidente, José Joaquín de
Herrera, le confió la defensa del país ya en guerra con Estados Unidos, pero se sublevó y en enero de 1846 fue nombrado Presidente de la
República por una junta de representantes departamentales designados por él mismo. Paredes pensaba que la mejor defensa contra los
Estados Unidos era constituir en México una monarquía regida por un soberano español.
5 El nombre de la familia Metternich recorre la historia de Europa a lo largo del siglo XIX. El Príncipe de Metternich (1773-1859) fue desde
su juventud un acérrimo defensor del legitimismo y un político muy activo. Ayudó a organizar el Congreso de Viena de 1814 que intentaba
restablecer el orden monárquico después de la Revolución Francesa y del Emperador Napoleón. Era conocido por su gran influencia en la
política europea de la primera mitad del siglo XIX. Su hijo, Richard Clemens Lothar Metternich (1829-1895) heredó algunas de las relaciones y
habilidades de su padre, y fungía como consejero de algunas cortes europeas.
13
6
quien los recibió fríamente,
luego fueron a Baviera , luego a Francia, donde el plan fue acogido favorablemente
7
pero la revolución de 1848 lo interrumpió. La evolución de los acontecimientos en México lo revivió doce años más
tarde. En 1857, el Partido Liberal trajo una nueva Constitución, que abrogaba los privilegios del clero, y que
incluía
8
una ley contra la propiedad en manos muertas que obligaba a la conversión de los latifundios
en
dinero
.
9
Esta fue la señal de la guerra civil. Dirigidos por un hombre joven, Miguel Miramón , quien a la edad de veintisiete años había demostrado una notable capacidad para la guerra, los conservadores tomaron posesión de la
capital y su Presidente
fue reconocido por Europa. El Presidente Constitucional mantenía el importante puerto
10
de Vera Cruz, y fue reconocido por los 11Estados Unidos. Su nombre, destinado como el de su rival a una vasta y
melancólica celebridad, era Benito Juárez . Era un indio de pura raza, casi de sesenta años de edad. Había ascendido
al poder gracias a su eminencia como abogado, y porque, en medio de la corrupción casi universal, se le reputaba
incorruptible. A diferencia de los intrigantes y mercenarios que eran sus rivales, se había levantado lentamente, sin
perfidia y sin violencia —un hombre paciente y de inmutable solidez y, por así decir, un hombre de las más severas
opiniones. Parecía que en el seno de este indio educado, ambicioso y exitoso, el odio de la raza oprimida hacia el
opresor hubiese aflorado conformando una poderosa motivación política; y que estuviese luchando por la emancipación social y política de su pueblo cuando echó por tierra los privilegios y aniquiló el poder de la clase que los
gobernaba. Profesaba los principios de 1789, los mismos que habían triunfado en Francia gracias a una guerra civil, a
un reino del terror, a diez años de despotismo militar y sesenta de intermitente revolución. No había ninguna razón
El emisario mexicano a que alude Lord Acton es José María Gutiérrez de Estrada, quien es autor, entre otros textos de una Carta
dirigida al Excmo. Presidente de la República sobre la necesidad de buscar en una convención el posible remedio de los males que
aquejan a la República y opiniones del autor acerca del mismo asunto. México, 1840. También es autor de una comunicación directamente dirigida al príncipe Metternnich, es decir el hijo del legendario estadista austriaco quien estuvo muy cerca de Napoleón III a lo
largo de la cuestión mexicana y célebre organizador del Congreso de Viena.
6 En Baviera reinaba Maximiliano II (1811-1864), hijo de Luis I y Teresa de Saxe. Luego de un inicio liberal, su gobierno tiende al absolutismo.
Trabajó activamente para crear una liga de pequeños príncipes germánicos para oponerse al poder prusiano-asutríaco.
7 Desde 1845 hasta 1847, en Francia, presidió el Consejo de Ministros, Jean de Dieu Soult (1769-1851); lo sucede el escritor y político
François Guizot (1787-1874), todos ellos bajo la monarquía del rey Luis Felipe de la Casa de Orleáns quien reinó desde 1830 hasta 1848.
La revolución iniciada en Francia el 25 de febrero de 1848, creó las condiciones que llevarían al poder, primero presidencial (10 de
diciembre de 1848), luego dictatorial (2 de diciembre de 1851, aniversario de la victoria de Napoleón I sobre Rusia y Austria), y finalmente imperial (2 de diciembre de 1852) a Napoleón III (1808-1873) quien supo jugar hábilmente con el temor a la Restauración del
poder de la nobleza y el miedo al fantasma rojo de la revolución social.
8 La Constitución de 1857.
9 Miguel de Miramón (1832-1867) fue el jefe del partido clerical que enfrentó a Benito Juárez y a los liberales. El 6 de enero de 1859 fue
proclamado Presidente pero fue depuesto por Zuloaga. En 1864, Maximiliano lo nombra primer ministro. El 19 de julio de 1867 cae
fusilado junto con Maximiliano y Mejía.
10 Se conserva la grafía original.
11 Benito Juárez (1806-1872). Las líneas que le dedica Acton a don Benito Juárez son parcas pero exactas. Aunque quizá sus simpatías
hubieran podido oscilar hacia Maximiliano, la figura que de Benito Juárez se desprende en esta conferencia sorprende por un comprensivo respeto rayano en la estima admirativa.
14
para pensar que podían tener éxito en un país tan atrasado como México, pero Juárez estaba dispuesto a perseverar.
Como no había un sistema uniforme de impuestos, y todos los artículos manufacturados eran importados por mar,
las aduanas eran la fuente principal de ingresos para el Estado. Para Juárez era una ventaja estar en posesión del
puerto principal del país, y mientras se mantenía firme bajo el cañón de los soldados europeos, cuidaba de no robar
a los extranjeros para no hacerse de enemigos.
Miramón en el interior no tenía ni los mismos recursos ni la misma circunspección. No había otro dinero
que el de los extranjeros o el de la Iglesia. Como no podía robar12a su propio partido, decidió volverse hacia la otra
fuente de abasto. Usó su poder así, y su lugarteniente, Márquez , actuó con tal ferocidad que el embajador inglés
dejó México cuando Miramón se apoderó de una suma de £130,000, que los terratenientes
británicos habían
13
depositado en la legación. También contrajo un préstamo con el banquero suizo Jecker , en términos tan exorbitantes que más bien parecía una estratagema para poner en aprietos a quienes vendrían después de él. Estas dos
medidas serían eventualmente fatales para Miramón, pues fueron la causa de la Intervención Europea. Al prometer que restituiría el dinero robado, y que daría satisfacción a otras exigencias de los británicos, Juárez obtuvo de
inmediato su reconocimiento por parte de Inglaterra. Hizo las mismas promesas a Francia. Con su apoyo moral y,
comprometiéndose a no dejar en manos de sus propios partidarios las propiedades de la Iglesia, obtuvo los medios
para expulsar a Miramón de México, y en 1861 fue electo presidente por un periodo de cuatro años. De inmediato
14
despidió a los enviados del Papa y de los españoles, decretó la confiscación absoluta de las tierras de la Iglesia y
llevó adelante con energía inflexible el triunfo de sus opiniones. Pero demostró ser incapaz como gobernante, y en
extremo inequitativo para llevar a cabo la desesperada tarea de restaurar el orden en un país desordenado por la
pasión y arruinado por la anarquía.
15
El estado de los asuntos en el verano de 1861 es descrito por el embajador inglés en los siguientes pasajes, que
resultan importantes porque decidieron la política de Inglaterra:
“Mientras la presente administración, deshonesta e incapaz, siga en el poder, las cosas irán de mal en peor;
pero con un gobierno conformado por hombres respetables, si es que pudieran encontrarse, los recursos
del país son tan grandes, que éste podría cumplir con sus compromisos con la mayor facilidad, y aumentar
12 Leonardo Márquez Araujo (1820-1913) llegó a ser general en jefe y lugarteniente del imperio. En 1864 fue enviado por Maximiliano con el
encargo de procurar comprar para México los Santos Lugares. Al retirarse los franceses, Maximiliano le propuso a él y a Miramón que organizaran el ejército imperial. Maximiliano decidió nombrar a Márquez lugarteniente del imperio y lo envió desde Querétaro, junto con Santiago
Vidaurri, ministro de Hacienda, para que consiguiera refuerzos en México. Retuvo la capital durante 70 días pero el 19 de junio —el mismo día
del fusilamiento de Maximiliano— renunció a su cargo y desapareció misteriosamente, para reaparecer meses después en La Habana.
13 Jean B. Jecker (1810-1871), comerciante y accionista principal de la Casa Jecker de la Torre y Compañía. Jecker se vio mezclado en diversas
actividades comerciales cuyo común denominador era una desmedida ambición personal capaz de lesionar la soberanía nacional como fue el
caso de las minas de Arizona, las invasiones de los filibusteros franceses en Sonora y, en fin, los preludios de la Intervención Francesa, precipitada por el préstamo al 90% de interés anual (los famosos “Bonos Jecker”) que hizo a Jecker Miguel Miramón. Juárez, al ocupar la silla presidencial, en enero de 1861, declaró nulo dicho contrato. Entre los socios de Jecker estaba el Duque de Morny, medio hermano de Napoleón III.
Esta situación es uno de los factores que dará cuerpo a la Intervención Francesa.
14 De hecho, el presidente Benito Juárez se limitó a llevar a la práctica la Ley de desamortización o Ley Lerdo, el 25 de junio de 1856, cuyos 35
artículos establecían la forma de adjudicación y remate de las fincas eclesiásticas.
15 Se trata de Sir Charles L. Wyke, a quien las fuentes británicas proporcionan el título de Comisionado del gobierno de Su Majestad
Británica en México. Naturalmente, dirigía sus informes diplomáticos a Lord Russell, Secretario de la Foreign Office en aquellos años.
15
al triple el monto de sus exportaciones, no sólo de metales preciosos, sino de todos aquellos productos
por los cuales reciben a cambio bienes manufacturados de los británicos. México proporciona dos terceras
partes de la plata que circula ahora, y podría llegar a ser uno de los países más ricos y prósperos del mundo;
por eso el interés de Gran Bretaña estriba en poner un alto, si es necesario por la fuerza, al presente estado
de anarquía, y en insistir en que su gobierno vaya pagando lo que le debe a los súbditos británicos. Todas
las clases respetables miran con esperanza la intervención extranjera, como el único medio posible de
salvarlos de la ruina y de conjurar tanto la disolución de la Confederación como un alzamiento general
de los indios contra la población blanca. La experiencia de cada día tiende invariablemente a comprobar
el extremo absurdo de intentar gobernar el país con los muy limitados poderes concedidos al Ejecutivo
por la actual Constitución ultra-liberal, y no veo ninguna esperanza de mejoría a menos que provenga de
una intervención extranjera, o de la formación de un gobierno racional, compuesto por los cabecillas del
Partido moderado, quienes, en el momento presente, están desprovistos de ánimo y fuerza moral, y temen
hacer cualquier movimiento, a menos de tener algún tipo de respaldo proveniente del exterior. Si la pregunta es, ¿qué forma de gobierno sería la que mejor llevaría a la riqueza y al bienestar de México, mediante
el establecimiento del orden y un estado de cosas estable y permanente?, no hay duda alguna de que una
monarquía constitucional es la forma que con mayor probabilidad pudiera tener el poder central suficiente
para ser capaz de consolidar la nación, quizá la única forma de gobierno que pudiese dar alguna esperanza
de obtener tal resultado; pero como la pregunta no es qué es mejor para México, sino cuáles son los deseos
del pueblo mexicano, temo que la respuesta sea que la gran masa de la población inteligente de México está
a favor de las instituciones republicanas. Muchos individuos inteligentes y bien educados, dueños de una
buena posición en la sociedad, tienen un deseo bien arraigado de un gobierno fuerte, pero desafortunadamente esta gente es tímida, pasiva para la acción y aunque esté dispuesta a aceptar lo que se haga por ella,
es incapaz de hacer nada para realizar lo que desea.”
Como se revelaría pronto, estas palabras serían proféticas. La venta de las propiedades de la Iglesia se llevó
a cabo muy desordenadamente, y el dinero fue saqueado. Una propuesta para dar satisfacción a las apremiantes
exigencias europeas con dinero prestado por los Estados Unidos, aunque administrado por el gobierno norteamericano, fue rechazada por el Senado y en julio de 1861 el16Congreso Mexicano resolvió que todos los pagos a los
adeudos europeos deberían suspenderse durante dos años .
Las potencias más involucradas en este desconocimiento —Francia, España y Gran Bretaña— decidieron ahora
intervenir conjuntamente, y obtener por la fuerza de las armas alguna seguridad real para la propiedad de sus súbditos, y para el establecimiento, de ser17necesario, de un gobierno más confiable. La coyuntura era favorable pues
apenas se había iniciado la Guerra Civil en los Estados Unidos, y no había peligro inmediato de intervención desde
ese frente. España tomó la iniciativa, su base militar en Cuba le daba la posibilidad de actuar con rapidez, no sin
alguna intención apenas disimulada de recobrar sus antiguos dominios. Inglaterra la secundó con cautela, siempre
atenta únicamente a sus intereses mercantiles. Francia todavía no manifestaba sus intenciones, y probablemente
todavía no las había madurado.
16 La Ley del 17 de julio de 1861, promulgada por el Presidente Benito Juárez, establecía además que serían desconocidas todas las “convenciones extranjeras” concertadas para el pago de indemnizaciones pecuniarias. De hecho este decreto fue utilizado por Napoleón III como
pretexto para emprender la Intervención y buscar entronizar a un príncipe europeo a la cabeza del gobierno mexicano.
17 La guerra civil o guerra de secesión se inicia el 12 de abril de 1861 con el ataque a Fort Sumter, en Charleston, Carolina del Sur, por parte del
general confederado Pierre Beauregard. La guerra concluye cuando, en mayo de 1865, se rinden las últimas fuerzas confederadas, luego de la
capitulación del general confederado Joseph E. Johnston ante las fuerzas del general Sherman, cerca de Dirham, en Carolina del Norte.
16
Las fuerzas aliadas, que ascendían a cerca de 6,000 hombres, sin medios de transporte
ni materiales de
18
guerra para realizar una campaña en el interior, fueron puestas bajo el mando de Prim , general español, un
inteligente y ambicioso oficial de buena apariencia, pero un político caprichoso e inestable. A su llegada, el
pueblo y el fuerte de Vera Cruz fueron evacuados por las tropas mexicanas.
En esta situación extrema, Juárez
19
se supo fortalecer poniendo a la cabeza del Ministerio al General Doblado , cabecilla del partido moderado, un
hombre cuya fama de cauto y diestro era muy alta, y cuyos actos en el encargo oficial probarían que la tenía
muy bien merecida. En enero de 1862, se expidió un decreto que ordenaba que a todos aquellos que tomaran
las
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armas en contra de la República se les juzgara por una corte marcial y fueran muertos como traidores. Esta es
la ley por la cual habría de morir el Emperador, y la que le dio a su ejecución un carácter legal. Doblado tuvo una
entrevista con Prim, se explayó sobre las deplorables condiciones del país, y convino que las demandas legítimas
de los aliados serían cabalmente cumplidas, con tal de que reconocieran al gobierno existente. A los aliados,
que no estaban equipados para una campaña militar, estos términos les parecieron aceptables y le tomaron la
palabra a Doblado. Pero el acuerdo tenía que ser enviado a Europa para su aprobación, y mientras eso sucedía
se convino en que los aliados salieran de los pantanos pestilentes de Vera Cruz y llegaran a regiones más saludables, como las situadas en las primeras montañas y colinas. Esto los ponía dentro de la línea más alejada de
las defensas mexicanas, y quedó estipulado que si no se ratificaban los acuerdos preliminares, antes de que se
iniciaran las hostilidades, los aliados extranjeros se retirarían primero a los llanos de abajo.
Ahora tenían que puntualizarse las reclamaciones de las tres potencias. Las de España e Inglaterra eran
claras y fácilmente enunciables. Los miembros de la comisión francesa exigieron, además de otras grandes
sumas, tres millones de libras esterlinas para el banquero Jecker. Sus colegas protestaron contra estas demandas
excesivas. Afirmaron que la suma adelantada por el banquero a Miramón era solamente de £160,000, y además
subrayaron que Jecker no era francés sino suizo, y que la custodia de los intereses suizos en México pertenecía
a la legación norteamericana. De inmediato Jecker fue naturalizado francés, y el gobierno compró sus bonos.
Para este propósito se enviaron varios agentes con instrucciones selladas hacia los Estados Unidos; dos de ellos,
cuando descubrieron el encargo para el cual habían sido contratados, se deshicieron indignados de la comisión.
Mientras esta transacción estaba atizando la discordia en el campo aliado, algunos exiliados mexicanos del partido conservador hicieron su aparición en Vera Cruz. Uno de ellos era Miramón. Fue arrestado y expulsado por
el Almirante británico, sobre la base de que la expedición no podía asociarse con un partido opositor al mismo
tiempo que estaba reconociendo al gobierno del otro.
A Miramón lo siguió rápidamente el General Almonte, quien durante muchos años fue el jefe de los agentes
del partido conservador en Europa, así como el consejero secreto del gobierno francés, hombre de elevado carácter
18 Juan Prim y Prats (1814-1870). Militar español, hijo de un notario acaudalado, nombrado Conde de Reus y Vizconde del Burch, capitán
general de la isla de Puerto Rico, amigo de Napoleón III. Fue el Jefe de la Expedición Española que invadió México en 1861 conforme a la
Convención de Londres. Prim desembarca en Veracruz el 9 de enero de 1862 pero de acuerdo con el jefe inglés y los términos de la convención de Londres, decide no apoyar el proyecto francés de establecer una monarquía en México. Luego de conferenciar con Manuel Doblado
se retira junto con el representante inglés. Fue atacado duramente por el Senado Español
19 Manuel Doblado (1818-1865) se distinguió desde muy joven por su inteligencia y su habilidad como político, como lo prueba el hecho de
que haya logrado firmar El Tratado de la Soledad que luego violaron los franceses. Acompañó a Juárez, primero a Saltillo y Monterrey y, luego,
hasta Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez). Por razones de salud viajó a Nueva York donde murió.
20 El Decreto de enero de 1862 coincide con el inicio de la Intervención y el desembarco de las primeras tropas extranjeras.
17
21
y gran influencia. Declaró que venía desde Francia con la misión de establecer un gobierno provisional, introducir
una monarquía, y procurar la elección del Archiduque Maximiliano.
Los comisionados inglés y español exigieron su
22
expulsión, cuando, en ese momento, llegó el general Lorencez con refuerzos franceses, anunciando que Napoleón
había rechazado el acuerdo con Doblado, que había enviado a Almonte a México, y que sólo deseaba la guerra. La
alianza de las tres potencias se disolvió de inmediato; los españoles zarparon para Cuba en barcos ingleses, y Francia
fue dejada sola a su suerte, para que realizara el23plan ya confesado de erigir un trono allende el Atlántico.
En los designios del Emperador Napoleón , la expedición mexicana era el primer paso hacia la ejecución de
un esquema audaz y magnífico, al que dio por nombre el de la regeneración del Mundo Latino. La antigua rivalidad entre Francia e Inglaterra se ensanchó hacia la oposición entre la raza latina y la anglo-sajona. Si remontamos
nuestro pensamiento un siglo atrás, no será difícil encontrar en la historia de las dos naciones los motivos que sugirieron la idea. Apenas cien años antes, vastos territorios en Canadá, en el Mississippi y en las Indias Occidentales
pertenecieron a la Corona de Francia, y aventureros franceses de gran audacia y destreza estaban poniendo los
cimientos de un Imperio en Indostán. Una a una estas posesiones se fueron yendo, y Francia, vigilada por vecinos
celosos, había perdido prácticamente el poder de expansión en Europa.
¿Cuál había sido, entre tanto, el progreso de Inglaterra? Las colonias que
Francia ha perdido han sido casi todas
24
ganadas por ella. Inglaterra, no Francia, empuña el cetro del Gran Mogol. Su pueblo ha circunvalado el globo con
una guirnalda de asentamientos británicos. Casi podría decirse que nuevos continentes han surgido en el sur del
océano para recibir el flujo incesante de su población. Su imperio colonial es como un vivero de naciones poderosas
21 Juan Nepomuceno Almonte (1803-1868) inició muy joven su carrera militar pues el congreso de Chilpancingo, en 1824, lo nombró general
Brigadier. Formó parte de la comisión que envió Morelos a los Estados Unidos para buscar recursos y relaciones. Luego de una carrera militar, política y diplomática, formó parte de quienes ofrecen a Maximiliano la corona imperial, aunque ya desde años atrás había pedido –a
nombre de Zuloaga y luego de Miramón- la intervención extranjera en México. Maximiliano lo hizo objeto de diversas distinciones y en 1866
lo nombró su representante para conseguir la permanencia de las tropas francesas en México pero sus instrucciones fueron nulas. Murió en
París adonde se había quedado luego de la caída del Imperio.
22 Carlos Fernando Latrille, Conde de Lorencez (1814-1892). Desde marzo de 1862 encabezó el cuerpo expedicionario francés en México
al frente de 6,000 soldados. Fue sustituido en septiembre de ese año por el general Forcy, luego de haber sido rechazado tres veces por los
defensores de la ciudad de Puebla. Este revés militar causó profundo desconcierto en el ejército y en las altas esferas de Francia.
23 Napoleón III. Carlos Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873), emperador de Francia. Fue hijo de Luis Bonaparte, rey de Holanda, y de
Hortensia de Beauharnais. En diciembre de 1848 fue electo presidente de la Segunda República. Tres años después, gracias a un golpe de
Estado, amplió sus facultades y poderes, y se coronó emperador en diciembre de 1852. Durante algún tiempo fue un factor de equilibrio
entre las naciones de Europa, pero su declive se inicia a partir de 1861 cuando atiende las intrigas tentadoras de los mexicanos residentes
en Europa que veían la instauración de una anarquía en México. Las voces de la Emperatriz Eugenia y la de su medio hermano el conde de
Morny fueron preparando su ánimo para emprender la malograda intervención. Acicateado primero por la ambición de apoderarse de las
tierras de Sonora para su explotación minera y luego orillado por las fuerzas de los Estados Unidos a retirar sus tropas de México, finalmente
fue derrotado en la guerra franco-prusiana por el canciller Bismarck en 1870. Capturado en la Sedán, fue encarcelado en Alemania y pasó sus
últimos años enfermo y malhumorado en Chisleshurst, Kent, Inglaterra.
24 Se refiere al territorio dominado por el Imperio Mogol (cuyos soberanos pertenecían a una dinastía mahometana), que actualmente comprende India y Pakistán.
18
25
que lleva a los más distantes lugares de la tierra el idioma y las leyes del hogar inglés. Jorge III heredó dominios
habitados quizá por diez millones de seres humanos. En Norteamérica, los hijos de nuestra raza están esperando el
tiempo en que todo el continente sea suyo.
Pero en ese continente hay treinta millones de hombres, no de descendencia francesa, sino de unas amalgamas
aliadas con el francés, que derivan su cultura literaria y su impulso intelectual de París, cuyo tráfico es llevado a
través de puertos que miran a Francia como a su cabeza y se vuelven hacia ella en busca de protección para no ser
absorbidos por una raza extranjera. El comercio de Francia con América del Sur es casi equiparable a su comercio
con los Estados Unidos, y es más provechoso para ésta porque se transporta en barcos franceses. En los diez años
anteriores a la expedición, creció de £6’000,000 a £20’000,000. América del Sur es la más vasta y segura puerta
que le queda al desarrollo del comercio en Francia, el mercado con mayores perspectivas de crecimiento para la
industria francesa. Resultaba a todas luces manifiesto el interés de Francia en impedir que ese comercio cayera bajo
el control de la estrecha política mercantil de los Estados Unidos y en asegurar su propia influencia sobre naciones
con semejante futuro. En palabras del Emperador: “No está en nuestro interés que los Estados Unidos lleguen a
apoderarse de todo el Golfo de México, las Antillas y América del Sur, y logren a ser los únicos distribuidores de lo
que produce el Nuevo Mundo. La triste experiencia nos ha hecho ver cuán precario es el destino de una industria
que se ve obligada a buscar su materia prima en un mercado único, bajo todas las vicisitudes a que está expuesto
ese mercado.” El establecimiento de una dependencia francesa en México habría controlado el progreso de la Unión
hacia el Sur, y hubiera cortado al continente en dos.
26
Cuando Juárez repudió estos acuerdos con los acreedores europeos, los confederados habían ganado sus
primeras victorias, y el Norte no era capaz de repeler27 una intervención sobre su frontera. Poco después, los comisionados del Sur fueron capturados a bordo del Trent , e Inglaterra empezó a armarse. El Emperador francés calculó
proseguir su tarea sin interrupción, y pensó que, en caso necesario, Inglaterra lo ayudaría a dar apoyo al Sur. En
consecuencia, desde fines de 1861 empezó a prestar oídos atentos a los exiliados mexicanos, quienes se explayaban
sobre los sufrimientos y potencialidades de su país, agitando ante sus ojos el anzuelo de la visión espléndida de
una nación susceptible de ser regenerada por Francia. Lo convencieron de que la presencia de las tropas sería bienvenida, que no habría resistencia seria, y que un poderoso partido se aliaría naturalmente a sus propósitos. Con esta
creencia, y con Almonte de su lado, los franceses avanzaron hacia México, con una fuerza de 6,000 hombres. El 5
de mayo de 1862 hicieron su aparición ante Puebla, la segunda ciudad de aquella tierra, situada a medio camino de
Vera Cruz y de la capital. Fueron recibidos con una estampida de cañonazos tan vigorosos que tuvieron que retirarse
a una posición desde la cual fuera posible esperar refuerzos sin exponerse al peligro de ser desalojados. Después
de ese revés militar, la opinión pública en Francia dio su apoyo para que el Emperador despachara un ejército de
30,000 hombres, equipados con todos los pertrechos necesarios para la guerra. Desembarcaron en otoño, y el
invierno transcurrió entre preparativos.
Se había perdido un año completo antes de que cayera Puebla, tras una obstinada defensa, y en junio de 1863
los franceses hicieron su entrada en la ciudad de México. Los primeros reveses y las largas demoras de los franceses
25 George III (1738-1820) heredó de su abuelo George II el trono de Gran Bretaña. Durante su reinado se perdieron las colonias en
Norteamérica. A partir de 1810 su salud mental empezó a declinar y murió ciego y loco diez años después.
26 Las primeras batallas de la guerra civil en Norteamérica las ganó el general Robert Edward Lee quien era Jefe del Ejército de Virginia del
Norte. Pero en julio de 1863 fue vencido en la célebre batalla de Gettysburg y a partir de ese momento el ejército de los confederados se vió
obligado a pelear solamente batallas defensivas.
27 El 30 de noviembre de 1861 fueron capturados por el Vice-almirante Wilkes a bordo del Trent que navegaba por el canal de las Bahamas los
agentes confederados comisionados cuyos apellidos eran Mason y Sliddell.
19
consolidaron enormemente la posición de Juárez. La invasión exaltó al dirigente indígena de un partido sectario
transformándolo en un campeón de la dignidad y de la independencia de un país, y su tenacidad en sostener la
causa no permitió que esa aura se alejara de él, ni siquiera en los peores momentos. La capital no28estaba fortificada,
y, al aparecer los franceses, Juárez se llevó la silla de su gobierno a una de las ciudades del norte.
Se instituyó un nuevo gobierno provisional; en él Almonte quedaba vinculado con el Arzobispo de México
y con una asamblea de notables, seleccionada y convenida por los franceses, que se reunió para decidir sobre el
futuro del país. La mayoría de los hombres eminentes de la capital que habían sido invitados, se negaron a asistir,
y la reunión quedó compuesta por los conservadores que seguían las órdenes de Almonte y de los franceses. Las
órdenes eran proclamar una monarquía, y ofrecer la corona al Archiduque. Fueron obedecidas el 8 de julio de 1863.
Las esperanzas largamente postergadas de los realistas mexicanos parecían estar a punto de cristalizarse, cuando
una delegación se dirigió a Europa para invitar al Archiduque a que ascendiera al trono de Moctezuma. Fernando
Maximiliano, el hermano menor del Emperador
de Austria, había ocupado durante mucho tiempo una posición
29
peculiar y excepcional en su país natal. Había circunstancias que lo hacían aparecer como un posible rival de su
hermano, y los muchos errores de Francisco José, la confianza menguante en su suerte y en su capacidad de juicio,
mantenían viva la costumbre de volver la mirada hacia el Archiduque, que estaba completamente excluido de la
conducción de los asuntos de Estado y era considerado como un recurso posible en el último de los casos. Era dueño
de algunas de las más altas cualidades de un gobernante: honestidad y firmeza en los propósitos, un corazón bondadoso y sincero, y una mente puesta en los más altos designios. A pesar de muchas y muy variadas experiencias,
conservaba una facultad imaginativa poco práctica, cosa que a menudo está relacionada con una gran cultura, y
además una cierta generosidad impetuosa que a veces empañaba el efecto de su sagacidad. Aunque sin duda era
28 Benito Juárez pasó primero por San Luis Potosí, en mayo de 1863, luego por Saltillo, en diciembre, y por Monterrey de abril de 1864 al 15
de agosto del mismo año. De ahí continuó su viaje hacia el norte para alcanzar finalmente Chihuahua, donde residió del 12 de octubre de
1864 al 5 de agosto de 1865. Poco después se retira a Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, donde se vence su periodo presidencial que él prorroga de inmediato por todo el tiempo necesario, fuera del término ordinario prescrito por la Constitución. Sigue su errancia por el norte de
México durante fines de 1865 y todo 1866 hasta hacer su entrada triunfal el 15 de julio de 1867 en la ciudad de México.
29 Fernando Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) fue el segundo hijo de los archiduques Francisco Carlos y Sofía y fue por lo mismo el
hermano menor del Emperador de Austria-Hungría, Francisco José. Su preceptor, el Conde Enrique de Bombelles pudo influir por sus tendencias liberales en el carácter y el destino de Maximiliano, además de educarlo según un plan de estudios muy avanzados para su época.
Fue destinado por deseo propio a la marina y así pudo conocer Grecia, Italia, Francia, Tierra Santa, Egipto. Comandante en jefe y contraalmirante de la flota imperial austriaca desde 1854. Le presentó a su hermano un ambicioso plan para reorganizarla. Fue enviado a París en
1856 para informarse de los planes militares de Napoleón III. De vuelta a Austria y de paso por Bélgica conoce a la princesa Carlota, hija del
rey Leopoldo I de Bélgica con quien contraerá nupcias el 27 de julio de 1857, el mismo año en que es nombrado gobernador de las provincias
lombardo-venecianas. Poco antes visita Londres, invitado por la reina Victoria y se gana las simpatías y buena voluntad de la familia real
inglesa. Sus funciones de Virrey en Milán no son fáciles pues tiene que hacer frente a las consecuencias de las represalias que Austria impuso
al vencer los levantamientos populares de la Italia del Norte en 1848, y su política liberal es censurada en Viena. Se le confía un encargo
nominal: el mando de la Escuadra del Adriático. Poco después se retira a la vida privada y luego viaja a Brasil. Regresa a reunirse con su
esposa Carlota para vivir con ella en el Castillo de Miramar que desde 1854 se había empezado a levantar siguiendo los planes indicados por
él. Hacia 1860 empiezan a manifestarse los diversos acontecimientos que, luego de la guerra de Reforma, darán lugar a la Intervención. Y
algunos monárquicos mexicanos, como el ya mencionado José María Gutiérrez Estrada (miembro eminente de la aristocracia terrateniente
en Mérida, Yucatán) y don José Manuel Hidalgo, se acercan a Napoleón III en busca de un candidato para el trono de México. A partir de
ahí empieza a fraguarse el sueño trágico del Imperio que concluirá la mañana del 19 de junio de 1867 cuando Maximiliano es fusilado en
Querétaro junto con Miramón y Mejía. Como dato curioso hay que apuntar que Lord Acton moriría un 19 de junio –pero de 1902-, y que su
hijo, nacido en 1870, se llamaba Ricardo Maximiliano.
20
muy inteligente, resultaba tan frecuentemente víctima del engaño que debe haberle fallado algo en la facultad de
juzgar a los hombres y de elegir amigos y aliados, virtudes sin las cuales no hay éxito en el gobierno. Su espíritu
ardiente, orgulloso, invariablemente contenido, embebido en la insipidez ambiente, su egocentrismo y su incapacidad para lidiar en los asuntos de Austria, infundían cierta frialdad y sarcasmo a su carácter. Su censura en voz alta
de la política vacilante de su hermano causó
un extrañamiento entre ambos que fue creciendo cuando celebró su
30
matrimonio con la hija del sabio Leopoldo : ella era una mujer sagaz y hecha y derecha cuya familia había venido
a más al renunciar a aquellos principios de estricta legitimidad que Austria representa en especial. El Archiduque
fue el último gobernador austriaco de Lombardía. En ese ingrato oficio era imposible conciliar a los italianos, y él
no podía servir permanentemente los intereses de su país. Pero hizo muchos amigos, y muchos hombres creían
que hubiese podido desempeñar de buen grado el papel de Ministro en un sistema menos impopular. Incluso se
murmuraba que había acariciado la idea de erigir un trono para sí mismo en Lombardía y en Venecia, aparte de
la Monarquía austriaca. Al menos había abandonado lo suficiente los antiguos usos de la familia como para caer
en Viena bajo la condena de la desconfianza y de la sospecha. Por la época de su matrimonio con la Princesa Real,
Maximiliano visitó la Corte Británica e hizo ahí una impresión tan favorable que algunos lamentaron que no
hubiese habido a mano para él un prospecto de candidata. Pues ¿quién hubiese podido imaginar en31 ese momento
que el prusiano reservado y carente de pretensiones iba a pasar a ser el niño mimado de la victoria , mientras que
al genial, franco y brillante austriaco le estaba destinada una muerte de traidor? Él consagró su cuidadosa devoción
a la Marina, un departamento que invariablemente había sido descuidado en Austria, y las virtudes de su administración se hicieron manifiestas cuando la flota que él había creado ganó la mayor batalla marítima de nuestro
tiempo. La guerra de 1859 lo privó de esta alta posición, y de ahí se siguieron
reproches y recriminaciones que lo
32
apartaron todavía más del Emperador. Se paseaba en su castillo de Miramar , en la punta del Adriático, lamentando
sus talentos perdidos, una carrera arruinada y una ambición insatisfecha.
Muy pronto el prospecto de una nueva aventura se abrió ante él. En virtud de una extraña fatalidad, su esposa,
la hija de una Princesa de la Casa de Orleáns, era una bonapartista entusiasta, y no solo admiraba sino que deposi30 Carlota, Emperatriz de México (1840-1927), es decir María, Carlota, Amelia, Victoria, Clementina, Leopoldina, era hija de los reyes
de Bélgica, Leopoldo I y María Luisa de Orleáns. A pesar de que su padre era luterano, fue educada, al igual que sus hermanos, en la
religión católica. Su padre gozaba de gran prestigio internacional, era consejero del príncipe Alberto y de la reina Victoria y era considerado como “el juez de paz” de las cortes de Europa. Se casa con Maximiliano de Habsburgo en 1857, en una unión dictada por el amor.
Comparte con Maximiliano en Milán las tareas de gobierno de las provincias Lombardo-venecianas, y luego el retiro a la vida civil,
después de los desengaños y desencuentros e intrigas a que se ven expuestos por la corte de Viena. En este espinoso contexto resulta
plausible que haya prestado oídos atentos a las tentadoras proposiciones, primero de los mexicanos monarquistas y, luego, de los franceses. Su gestión como emperatriz no sólo atendió el decoro del boceto sino abrió su interés a las obras de asistencia en beneficio de
las clases necesitadas (fundó, por ejemplo, la Casa de Maternidad e Infancia) sino la suerte de los indios, su estado jurídico, sus manifestaciones artísticas. Sin embargo, su actitud y sus intenciones políticas no siempre fueron afortunadas. Viajó de regreso a Europa
el viernes 13 de julio de 1866 para buscar –infructuosamente- que continuara el apoyo del ejército francés y de Napoleón III para el
Imperio. El 27 de septiembre de 1866 tiene una audiencia con el Papa. A partir de ese momento se desencadena la marcha de su locura.
Morirá muchos años después (en 1927) en el Castillo de Bouchot adonde la había recluido su familia.
31 Se refiere a Otto, príncipe de Bismarck (1815-1898), también conocido como el Canciller Bismarck, autor de la unificación de Alemania;
militar y político de elevada estatura, vencedor de Napoleón III en la guerra Franco-alemana de 1870 en la que, por cierto, participarían
muchos de los oficiales que tomaron parte en la Intervención de México.
32 Castillo de Miramar: Maximiliano hizo construir este castillo cerca de Trieste, según planos que él mismo había diseñado. En ese castillo
se firmaron, en abril de 1864, los convenios de Miramar entre Napoleón III y Maximiliano.
21
taba su confianza en el Emperador Napoleón. Cuando éste, en consecuencia, propuso traspasarle su conquista al
Archiduque, con la esperanza de reconciliarse con Austria, la Archiduquesa Carlota, apremió a su esposo para que
aceptara. Su inestable posición debe haberse tornado por demás fastidiosa para ella, pues cuando más tarde dejaron
su casa, Maximiliano lloró amargamente, y ella no manifestó otras emociones que la alegría y la esperanza. El gobierno de su hermano empleó poderosas medidas para disuadir su aceptación, y se decidió que tenía que renunciar a
su lugar en la sucesión, y ser contado en el último sitio después de todos
los príncipes del linaje.
33
Cuando se le dio a conocer el voto de la Asamblea de Notables, él replicó que no podía aceptar la corona a
menos que se le asegurara el respaldo de las grandes potencias o hasta que le fuese ofrecida por la libre elección de
todo el pueblo mexicano. Los franceses son diestros en el arte de manipular la maquinaria de la elección espontánea, y en abril de 1864, una segunda delegación llevó a Miramar un cetro hecho de oro mexicano asegurándole
que la nación toda lo había elegido como Emperador. En realidad, los franceses tenían dominada una porción muy
pequeña del país, y la más vasta mayoría ni siquiera estaba registrada para poder votar. Donde los franceses estaban
presentes no había ninguna dificultad seria, aunque en algunos lugares los habitantes principales eran encarcelados
antes de que pudiesen manifestar o no su adhesión. Maximiliano fue plenamente
informado de que la presunta
34
elección no era más que una farsa ceremoniosa. Un republicano mexicano logró abrirse paso hasta Miramar, y le
advirtió que los sentimientos reales del país le eran adversos, y que la expedición podía terminar en un desastre.
Pero las promesas de Francia eran excesivamente seductoras. El ejército francés estaba a punto de concluir la
pacificación del país, y un poderoso cuerpo iba a ser dejado durante varios años al servicio de Maximiliano. Francia
negoció un préstamo en su favor, y diecisiete grandes baúles repletos de monedas de oro llegaron hasta Miramar. El
Archiduque no estaba en posición de desdeñar tales estímulos, su fortuna privada estaba en desorden, y las primeras
£30,000 del préstamo mexicano fueron para limpiar sus deudas. Surgieron otros puntos que han sido mantenidos
en secreto, y los amigos de Maximiliano todavía esperan algunas revelaciones importantes.
Durante su juicio instruyó a su representante legal para que dijera que Napoleón había pedido la cesión de una
parte del territorio mexicano tan grande como Gran Bretaña, y que él, indignado, se había negado a desmembrar
el país que le había dado una corona. La había aceptado en un momento en que había bajado
la marea del éxito en
35
la Guerra Norteamericana y las expectativas de la Confederación ya no eran esperanzadoras . El Archiduque exigió
una promesa de que sería respaldado por una alianza militar en caso de guerra con los Estados Unidos; y se afirma
categóricamente que Napoleón accedió a dicho compromiso. Accedió en la creencia de que Inglaterra se adheriría al
reconocimiento del Sur en caso de que llegara a verse que su resistencia pudiera ser aplastada sin ayuda de Europa,
33 El 11 de junio, Forey “[…] expidió un decreto para la formación de una Junta Superior de Gobierno, compuesta por treinta y cinco personas, que nombraría tres ciudadanos para que ejercieran el poder ejecutivo, y dos suplentes, y eligiera a doscientos quince individuos que en
unión de la Junta formaran la Asamblea de Notables. Por acuerdo del 1° de julio, la Asamblea de Notables dio el título de Regencia al poder
ejecutivo.” (Historia general de México 2000. México, El Colegio de México, 2000, pp. 614 y ss.). Esta regencia designó a la comisión que llevó
la oferta de la corona imperial a Maximiliano a Miramar.
34 El 3 de marzo de 1864, visitó al futuro emperador Maximiliano el abogado y diplomático Jesús Terán (1821-1866), ministro plenipotenciario del gobierno liberal encabezado por Benito Juárez. Intentó en vano convencer a Maximiliano de que desistiera. Murió en
París en 1864; sus restos fueron repatriados en 1952.
35 A partir del mes de julio de 1863, fecha de la batalla de Gettysburg en que es derrotado el general R. E. Lee, empieza la cuenta regresiva que
culminará con la derrota del ejército confederado.
22
36
y llegó un momento en que Napoleón le hizo a Lord Palmerston la propuesta de un reconocimiento conjunto.
El azar quiso que dos de los estadistas más eminentes del Ministerio británico hicieran discursos en las provincias
que parecían mostrar una disposición favorable a los Confederados; y el Emperador creyó que arrastrarían a sus
colegas con ellos. Este fue el más grave y erróneo cálculo que hizo en todo el asunto mexicano. Tomando una de
las resoluciones más importantes nunca adoptada por un Ministerio, el Gabinete británico rechazó la propuesta, y
el Emperador se hundió en una guerra mano a mano con los Estados Unidos.
Maximiliano, de su lado, decidió pagar un millón al año mientras los franceses permanecieran en México, y
liquidar todas las deudas acumuladas que Juárez había repudiado. De hecho, se sometió a condiciones imposibles
de satisfacer, y dio principio a una administración predestinada a la ruina financiera. Llegó a México en junio de
1864, y fue recibido, si no cálida, sí favorablemente. Durante todo un año, los franceses habían controlado al país
a través de un gobierno provisional, con éxito militar casi ininterrumpido. Pero se encontraron con una dificultad
de un género tan inesperado como formidable. Hacía más de dos años que Juárez había logrado deshacerse del
clero, y sus propiedades habían pasado a manos de especuladores, en su mayoría extranjeros, quienes, se creía, no
serían fácilmente obligados a restaurarlas. El partido de la Iglesia había pedido una intervención con la esperanza
de recobrar esas pérdidas, y cuando los franceses pusieron a los líderes de ese partido a la cabeza del Estado, éstos
prefirieron dar razón a sus propias demandas personales, con segura esperanza de éxito.
En Francia, la Iglesia es subsidiada por el Estado, y no posee propiedades independientes. Los franceses supusieron que la práctica vigente en su propio país podía no ser inapropiada para México, donde sería necesaria una
revolución para restaurar el antiguo orden, y donde el clero no podía compararse con el sacerdocio asalariado de
Francia. La demanda fue rechazada tajantemente. El Episcopado se unió para denunciar a los invasores sacrílegos,
y el Arzobispo dejó de ser miembro del gobierno provisional. Por el momento, la ruptura era completa; y la única
esperanza para el clero estaba en Maximiliano. Él sabía que, para que un soberano tenga alguna fuerza, no debe identificarse con ningún partido. Su misión estaba en conciliar y llevar juntos intereses lastimados por años de antagonismos. Al declinar la corona por primera vez, había dado a entender que aceptaría recibirla sólo como un obsequio
de la nación toda. Al aceptarla más adelante, hizo saber que se consideraba a sí mismo el elegido de la nación, no el
nominado de un interés poderoso. Desde el momento mismo de su llegada, empuñó el ramo de olivo de los liberales,
y buscó su confianza dándoles un lugar y ofreciéndoles empleo y poder. Muchos aceptaron sus ofrecimientos, y se vio
rodeado por hombres que odiaban a aquellos que lo habían ayudado a sentarse en el trono. Al adoptar esta política
fue imposible trazar una línea, examinar antecedentes, o rechazar completamente a cualquier candidato por consideraciones amistosas. El Emperador solía quedar decepcionado, y perdía por un lado sin ganar por el otro.
Luego de una prolongada demora, que exasperó a los vacilantes tenedores de las propiedades de la Iglesia tanto
como a aquellos que habían sido despojados, Maximiliano tomó la decisión de que todas las ventas legales debían
ser confirmadas, y revisadas todas aquellas
que fuesen fraudulentas, pero que nada sería restituido al clero si debía
37
ser pagado por el Estado. El Nuncio se peleó con él sobre este punto, y dejó el país. Irritado por la actitud hostil del
clero, Maximiliano fue más allá, y restableció lo que era llamado el Exequatur, una ley que prohibía la publicación de
36 Henry John Temple Palmerston (1784-1865) fue ministro de Asuntos Extranjeros y primer ministro de Gran Bretaña en los años
conflictivos que van de 1830 a 1865, fecha de su fallecimiento. Aunque era de talante liberal, era contrario a las exigencias de la nueva
cultura democrática que surgió después de la Revolución Francesa.
37 Pedro Francisco Meglia fue el Nuncio Papal enviado a Maximiliano por el Papa Pío IX. Antes había sido arzobispo titular de Damasco
y secretario de la Nunciatura en París. Su intransigencia que de hecho hacía eco a la del propio Papa, chocó con las ideas liberales de
Maximiliano y las de Carlota y declaró que entre su posición –la devolución de los bienes de la Iglesia- y las de los emperadores había un foso
insondable. Por si fuera poco, publicó una carta en la cual hacía públicas sus desavenencias. Esta última imprudencia precipitó su partida de
México y la idea de Napoleón III, del Papa y del propio Maximiliano de firmar un concordato entre México y el Vaticano se malogró.
23
cualquier documento sobre asuntos eclesiásticos si no contaba con el consentimiento del poder civil. Este derecho
había sido abrogado por su hermano, en Austria; por el gobierno italiano, el año anterior; e incluso en México por
Juárez, quien adoptó, a este respecto, el criterio de un principio voluntario. No podía ser defendida como una ley
liberal, y su restitución parecía más bien una bofetada a la independencia de la religión. El clero alegó que no se
había soportado el peso de la guerra civil y traído un ejército extranjero al país sólo para que un príncipe elegido
por ellos mismos llegara para confirmar los decretos que habían hecho de su propiedad el botín de sus enemigos.
Declararon que su posición era peor bajo su amigo de lo que lo había sido bajo su perseguidor, Juárez. En consecuencia, retiraron su apoyo, observaron una hostil neutralidad, esperando el momento en el que el Emperador, tan
propenso a los extremos, estuviese listo para comprar su ayuda al precio de cualquier sacrificio que ellos llegaran a
exigir. En ciertos casos, incluso llegaron a atizar la oposición republicana.
Este fue el primer gran y visible desastre en que incurrió el Imperio. Otro muy pronto sería inminente. La
habilidad financiera, rara en cualquier país, no era fácil de encontrar en México; y Napoleón, quien deseaba que su
creación tuviese éxito, envió a un alto funcionario del Tesoro de Francia, acompañado de
un equipo de contadores.
38
Pero el consejero importado de la Hacienda francesa, murió y no pudo ser remplazado . Las finanzas sufrieron tal
quebranto que Maximiliano se vio obligado a pedir dinero a las arcas del ejército francés, y así cayó en el poder de
su comandante. Como no podía cumplir sus compromisos con el Emperador Napoleón, era culpable de una ruptura
del tratado firmado entre ambos, y así le dio a Francia una excusa para que, llegado el momento, quedara justificada
por su lado la ruptura del acuerdo de buena fe.
En lo general, el año 1865 transcurrió tranquilamente. Maximiliano visitó muchas ciudades, vio lo que pudo
con sus propios ojos, y consagró su tiempo a la fabricación de decretos por medio de los cuales tenía la esperanza de
regenerar al país. Por lo general, estos decretos son sensibles y justos; se orientan en el buen sentido, pero no siempre por el camino adecuado, y en ellos la ornamentación superflua suele usurpar el lugar de las cosas más difíciles y
esenciales. Maximiliano era un educador ansioso y decidido, y su celo es digno de todo elogio pues el noventa por
ciento de la gente no sabía ni leer ni escribir. Pero se demuestra una ausencia completa de sentido práctico cuando,
en una comunidad ayuna de los primeros elementos de la instrucción popular, el Soberano funda una Academia de
Ciencias, e inculca en sus ministros, con la mayor gravedad, la importancia de alentar el estudio de la metafísica. Se
encontró a sí mismo en la rara posición de un creador de leyes llamado a legislar en un país en el que todo estaba
por hacer, y que disfrutaba el lujo de llevar a cabo, al menos sobre el papel, sistemas incubados en los días de retiro
visionario. Le faltaron el tiempo y la fuerza para ejecutar mucho de lo que había proyectado.
Hubo una cuestión que solicitaba un acto de alto y generoso estadismo. Los indígenas habían sido reducidos por la pobreza y la falta de energía a la situación de siervos. Estaban en deuda con sus terratenientes, y el
producto de todo el trabajo desesperanzado de sus vidas, sin posibilidad alguna de beneficio o liberación, era
para sus acreedores. Habían saludado la llegada de Maximiliano como el amanecer de su liberación, y pudo
haberlos transformado en el motor voluntario del trono imperial. En las 800,000 millas cuadradas de México,
pobladas por 8’000,000 de habitantes, pero más que capaces de sostener a 100’000,000, hubiese sido fácil, sin
ningún despojo, distribuir la tierra entre los campesinos herederos de sus antiguos
propietarios. Maximiliano
39
adoptó una medida a medias. Abolió las deudas de los indios haciéndolos libres ; pero no hizo más, y los dejó
38 Se refiere al señor Langlais, consejero de Estado y alto funcionario de Hacienda en Francia, muy apreciado por Napoleón III quien,
en carta a Maximiliano, le dice: “Le envío al Sr. Langlais, consejero de Estado y hombre de la mayor probidad y de valor real. Es una
perla con la cual espero que su majestad sepa adornar su diadema” (Carta de Napoleón III a Maximiliano, 22.viii.1865 en Egon Caesar
Conde Corti, Maximiliano y Carlota, p. 607).
39 En una carta de Maximiliano a su suegro el rey Leopoldo, escrita desde la hacienda de Jalapilla a Orizaba el 12 de mayo de 1865, se decía:
“Pero los mejores son y siguen siendo los indios; para ellos he promulgado ahora una nueva Ley que crea un consejo que deberá ocuparse de
24
caer, bajo la presión de las antiguas causas, en la vieja degradación. Los indios no estaban satisfechos, y los
terratenientes estaban desconcertados.
Algo, pero no suficiente, se hizo en pro de la creación de un ejército nativo capaz de defender la Corona y el país
una vez que los franceses se hubieran ido. Se formó un regimiento belga y otro austriaco, pero
no respondieron a
40
las expectativas. Junto a los franceses, el cuerpo militar más eficiente era la división de Mejía , el general indígena,
un hombre de impecable fama. Pero los franceses tuvieron éxito en todo aquello que emprendieron durante el
año de 1865. Las fuerzas liberales estaban dispersas, muchos de sus generales se sometieron, y Juárez, empujado de
sitio en sitio, desapareció finalmente en cierto punto del extremo norte de México, en la frontera norteamericana,
a más de mil millas de la capital. Se decía que se había escapado hacia los Estados Unidos. También por esta época
expiraron los cuatro años para los cuales había sido electo presidente, y era imposible convocar a un Congreso para
realizar41una nueva elección. Muchos de sus seguidores sostenían que había dejado de gobernar, y el Vice-presidente
Ortega , el defensor de Puebla, pedía el puesto vacante. La estricta legalidad, que había sido la fuerza de la posición
de Juárez, estaba seriamente averiada, y su autoridad había sido incuestionablemente socavada. El país estaba en
un estado lastimoso de miseria e inseguridad. Los saqueadores y los asesinos se disfrazaban fácilmente de combatientes. La guerra en México suele ser difícilmente distinguible del robo armado y, como el plan de los liberales era
combatir en pequeñas bandas guerrilleras, no era fácil trazar la línea que separa al soldado del bandido. El gobierno
pensó que ya era tiempo de acabar con aquellas bandas y de proteger a sus habitantes contra sus incursiones. La
victoria sobre el ejército regular fue cabal y completa, y cuando ya había concluido la resistencia organizada, parecía
que los hombres que infestaban los caminos no merecían el tratamiento de prisioneros de guerra.
El 2 de octubre Maximiliano publicó un decreto ordenando que se fusilara a todo aquel que fuese sorprendido con las armas en la mano y, al firmarlo, firmó su propia42sentencia de muerte. Inmediatamente después de su
publicación una fuerza republicana, comandada por Arteaga , fue derrotada, y sus jefes capturados. Obedeciendo
ayudarlos atendiendo a sus deseos, quejas y necesidades. Esta medida parece haber producido muy buena impresión en todo el país.” Citada
en Egon Caesar Conte Corti, Maximiliano y Carlota; traducción de Vicente Caridad (edición original en alemán: 1924; 1ª reimpresión de la
tercera edición, 2003). Fondo de Cultura Económica, Sección Historia, p. 346.
40 Tomas Mejía (1820-1867). Militar conservador, se adhirió a la Intervención y al Imperio participando en diversos combates como las
tomas de Ciudad Victoria y Matamoros, plaza que defendió con éxito contra las fuerzas del general Mariano Escobedo que sitiaban el
puerto (del 22 de octubre al 8 de noviembre de 1865). Por estos hechos, recibió una felicitación del emperador Maximiliano. Durante el
sitio de Querétaro se portó con valentía y arrojo hasta que fue hecho prisionero y fusilado junto con Emperador Maximiliano el 19 de
julio de 1867 en el Cerro de las Campanas.
41 Jesús González Ortega (1822-1881). Militar improvisado no exento de ilustración, Jesús González Ortega tuvo una brillante carrera
militar –venció a Miramón y a sus tropas compuestas por destacados oficiales conservadores. Fue elegido Presidente de la Suprema
Corte de Justicia, puesto que le daba la vicepresidencia de la República. A la muerte del general Zaragoza se le nombró jefe del Ejército
de Oriente. Defendió a la ciudad de Puebla contra los franceses durante 62 días hast que enterró los cañones y se entregó como prisionero a los franceses, pero escapó en Orizaba cuando ya lo llevaban hacia los Estados Unidos rumbo a Francia. Al concluir el periodo
para el cual Juárez había sido nombrado presidente, un grupo de militares y civiles mexicanos le pidieron a Juárez que le entregara el
mando en su calidad de vicepresidente y presidente de la Suprema Corte de Justicia, pero se prorrogó por decreto el periodo presidencial y Ortega fue perseguido por haber abandonado al país sin permiso. En 1866 lanzó un manifiesto contra Juárez y sin embargo
resultó elegido diputado. Murió en Santillo luego de haber sido nombrado general por el presidente Manuel González.
42 José María Arteaga (1827-1865), brillante e ilustre militar liberal. Muy joven fue nombrado coronel y luego general durante la guerra de
Reforma. Fue gobernador de Querétaro y de Jalisco. Por sus méritos contra los invasores fue nombrado general de División en 1864. Las
25
43
la nueva orden, el general Imperial Méndez procedió a darles muerte. Pero, aunque dispersos y desanimados, los
liberales no estaban destruidos. Un informe preparado para el Emperador en noviembre de 1865, estimaba que su
fuerza alcanzaba los 24,000 hombres y decía que Juárez no había abandonado la lucha. Permanecía en territorio
mexicano, en un pueblo del Río del Norte, desde el cual una lancha lo podía llevar en unos cuantos minutos a la
orilla en el país vecino, y mantenía contacto permanente con los generales de su partido. Ahí esperaba la liberación
que él sabía próxima. Pues en ese momento, a finales de 1865, su causa fue tomada por un aliado tan poderoso y tan
temible que podía ser capaz de expulsar a los franceses de México y echar por tierra al Imperio, sin disparar un solo
tiro ni desperdiciar una sola vida humana.
Los Estados Unidos habían visto la intervención y la erección del imperio con angustia y alarma. Sabían que
había surgido de un deseo de menguar su influencia, y no podían ser indiferentes a la presencia de un ejército
europeo en su frontera mientras estaban agobiados por una guerra civil. Negaban que el Imperio fuese fruto de la
libre elección de los mexicanos, y desaprobaban profundamente a un Emperador que era absoluto pues retenía en
sus manos todos los poderes del Estado. Se negaron a reconocerlo, pero permanecieron neutrales, decididos a no
actuar hasta no hacerlo en forma decisiva. Rechazaron varios planes para ayudar a Juárez a cambio de territorio, y
declinaron no sólo las propuestas de Napoleón sino las de aquél. Durante el sitio de Richmond, los Confederados
propusieron que los dos ejércitos se unieran
para lograr la conquista de México y de Canadá, pero el Norte se negó.
44
Cuando terminó la guerra de Secesión , el Gobierno de Washington sólo tuvo que aplicar una pequeña presión
diplomática al Emperador Napoleón para apresurar el retiro de sus tropas. La presión pronto tomó la forma de
amenazas, y Napoleón cedió muy rápidamente. En Europa estaban desarrollándose acontecimientos que apremiaban su impaciencia, en el sentido de que Maximiliano le devolviera sus legiones. En junio de 1866 la guerra estalló
en Italia y en Alemania, y en la primera semana de julio los prusianos dieron un golpe que puso a temblar a media
Europa, amenazando la supremacía militar y el orgullo de Francia. En estas
circunstancias, era seguro que el len45
guaje ofensivo de los Estados Unidos no podía pasarse por alto, y Seward usó esta ventaja con gustosa crueldad.
Napoleón informó a Maximiliano que debía bastarse a sí mismo, y le anunció al gobierno norteamericano que se
retiraría de México en marzo de 1867.
Los rumores de esta extraña correspondencia y de su probable resultado, llegaron a México, y dieron a los
liberales nuevos ánimos. Maximiliano le había negado a 25,000 soldados confederados el permiso para que se
establecieran en sus territorios; pero algunas de esas fuerzas dispersas se abrieron paso hacia el ejército de Juárez,
fuerzas del general Méndez lo hicieron prisionero en Santa Ana, Amacatlán, y fue fusilado en Uruapan, Michoacán.
43 Ramón Méndez (1834-1867) fue soldado en las filas conservadoras y participó activamente al lado de los imperialistas. Combatió contra
José María Arteaga y Carlos Salazar y los hizo fusilar. Más tarde participó en la defensa de Querétaro y fue fusilado al caer la plaza en cuya
defensa se distinguió.
44 La guerra de secesión o guerra civil entre los estados de la unión americana se inició el 12 de abril de 1861 y concluyó en mayo de 1865 al
rendirse las últimas fuerzas confederadas.
45 William Henry Seward (1801-1872) fue secretario de estado del gobierno norteamericano entre 1861 y 1869, es decir con Abraham
Lincoln durante los años de la guerra, luego de que el general Lee evacuara Richmond el 2 de abril y de que el 9 Courthouse capitulara
en Appomatox. Luego de la rendición de Appomatox, a instancias de Matías Romero, embajador mexicano en Washington, el gobierno
norteamericano envió a Texas varios regimientos. El despliegue de esas fuerzas alineadas a lo largo del Río Bravo influyó decisivamente en
el ánimo de Napoleón III y, a partir de ese momento, se hizo inevitable la retirada del ejército francés. De ahí que todos los historiadores
reconozcan la deuda contraída por el gobierno de Juárez con el ejército de los Estados Unidos. (Véase: Richard Blaire McCornack, “Juárez y la
armada norteamericana”, en Historia Mexicana, núm. 24, Vol. vi, abril-junio de 1957. México, El Colegio de México, pp. 492-509.)
26
y en junio46de 1866, la importante ciudad fronteriza de Matamoros, defendida por Mejía, tuvo que capitular ante
Escobedo. A partir de ese revés, la fortuna empezó a cambiar rápidamente, y los franceses tuvieron que empezar a
retirarse de los puestos más distantes, mientras enjambres de liberales aparecían
por todos los horizontes.
47
Cuando Maximiliano supo de las intenciones tornadizas de Napoleón , anticipó el final, y habló de abdicación. La Emperatriz lo convenció de que se quedara, mientras ella emprendía un viaje a Europa. Ella obligaría
al Emperador a cumplir sus promesas. Induciría al Papa a reconciliar
al clero con el Imperio. Fracasó comple48
tamente en ambos intentos, y en su última entrevista con Pío IX , al darse cuenta de que no había lugar para
ninguna esperanza, se volvió loca. Desde principios de octubre, las noticias alcanzaron a su marido, y entonces
todo su valor se hizo polvo. No hacía mucho había cambiado un Ministro liberal por uno conservador, y había
ofrecido a dos generales franceses los dos principales departamentos. Pero Napoleón les había prohibido aceptar, y todavía no llegaba ninguna ayuda substancial por parte del clero. Agobiado por la enfermedad y la pena,
desertado por todos lados y sabiendo que su Imperio se desmoronaba, Maximiliano salió hacia la costa con una
indefinida intención de zarpar hacia Europa.
El consejero al que mayor confianza le tenía depositada y el que
49
había acompañado a Europa a la Emperatriz , intentó en esta coyuntura sacarlo de ahí apelando a su ambición.
Describió el descontento de los austriacos humillados, y le aseguró que deseaban que su hermano abdicara
mientras las simpatías hacia él crecían a lo largo del país.
Francisco José estaba al corriente de esta intriga, pero hizo un último esfuerzo por salvar a su hermano restituyéndole, si regresaba, su posición a la cabeza de los príncipes de su sangre. Un edecán de Napoleón llegó a
México para apresurar la salida de las tropas y recibió instrucciones de emplear todos los medios, salvo la fuerza,
para inducir a Maximiliano a que abdicara. A los franceses no les gustaba la deshonra de dejarlo abandonado a su
suerte, y esperaban, si dejaba de reinar, hacer sus propios arreglos con los mexicanos, y dejar detrás de ellos un
gobierno que no les fuese completamente hostil. No se podía ocultar que la expedición había sido un gigantesco
fracaso, perjudicial y humillante para la reputación del ejército y la estabilidad del trono. Pero el golpe podía ser
más agudamente resentido si el hombre contra el cual habían hecho la guerra durante cuatro años y con quien se
habían negado a tener trato alguno, permanecía inconmovible en su cargo, victorioso sobre las armas y sobre las
46 Mariano Escobedo (1827-1902), adoptó en 1854 el Plan de Ayutla, participó en la guerra de Reforma e hizo toda la campaña contra los franceses. Participó en la toma de Querétaro donde ya era jefe de las operaciones del ejército republicano, designado por Juárez. Gobernador de
Nuevo León y de San Luis Potosí, diputado, ministro de guerra y marina y presidente de la Suprema Corte de Justicia Militar. Las fuerzas de
Mariano Escobedo tomaron el puerto de Matamoros, defendido por las fuerzas de Mejía, el 28 de junio de 1866, luego de un asedio.
47 Léonce Détroyat (1829-1898) vino a México con el fin de dirigir las finanzas del imperio. Leía, hablaba y escribía bien el español. En
1865 se le designó director general de la Marina en México y un poco después subsecretario de Estado. En 1866 sale a Europa acompañando a la emperatriz Carlota. Fue uno de los pocos que, comprobando la realidad de las cosas, aconsejó al emperador Maximiliano
que abdicara: “se juega la suerte del Imperio, ha caído el velo —según decía—, vuestra Majestad debe renunciar”. Con las consecuencias conocidas, su consejo no fue atendido. El velo al que se refería era de las intenciones de Napoleón III de romper sus promesas de
apoyo militar al Imperio mexicano de Maximiliano.
48 Giovanni María Mastai Ferreti, luego conocido como Pío IX (1792-1878) ejerció un largo pontificado que fue desde 1846 hasta su muerte.
Durante su pontificado fue hecho prisionero en dos ocasiones, primero en 1849 por la República de Manzini y luego por el monarca Víctor
Manuel en 1870, quien tomó Roma. Durante su prolongado y agitado pontificado, celebró concordatos y canonizaciones innumerables, proclamó fiestas, promulgó dogmas y lanzó encíclicas en las que puede leerse entre líneas la historia de la iglesia por esos años. La entrevista de
Carlota con el Papa tuvo lugar el 27 de septiembre de 1866.
49 Stephen Herzfeld.
27
habilidades de Napoleón III. Eran tan apremiantes en su deseo de que abdicara que Maximiliano se sintió insultado
y terminó creyendo que había sido traicionado.
Mientras estaba titubeando y vagando a lo largo 50de la costa, apareció una fragata norteamericana en Vera
Cruz transportando al general Sherman y a Campbell como enviados acreditados ante Juárez. Habían zarpado
de Nueva York el 11 de noviembre, cuando se suponía que Maximiliano había abdicado dejando a los franceses en
el país. El gobierno en Washington había decidido que en ese caso su candidato, y no el de Napoleón, debía prevalecer. Campbell estaba encargado de brindar apoyo y ayuda a la República, y la presencia del soldado más capaz
de la Unión indicaba ostensiblemente de qué índole iba a ser tal asistencia. Cuando estos enviados se encontraron
con que Maximiliano no se había ido, comprendieron que su misión era un fiasco y se retiraron. El Emperador no
podía creer que un Ministro norteamericano, escoltado por un personaje como Sherman, hubiese venido hasta Vera
Cruz y luego se hubiese ido sin hacer nada. Se convenció de que Francia y los Estados Unidos habían llegado a un
acuerdo, y habían entrado en una subasta cuyo precio era su corona. Las apremiantes invitaciones a irse junto con
los franceses le parecieron pérfidas, y pensó que era una desgracia que su vida fuese salvada por los mismos que
habían jugado al trueque con su trono.
Mientras tanto, el partido de la Iglesia, que durante tanto tiempo se mantuvo fríamente distanciado, pensó que
había llegado el momento de imponer sus propias condiciones. Se expuso al Emperador que, con la desaparición
de los invasores, se esfumaría la causa de su impopularidad, y que ahora lo apoyarían los
buenos patriotas que se
51
habían negado a reconocer a alguien designado por una potencia extranjera.
Miramón
llegó
desde Europa en el
52
momento crítico y ofreció su espada a Maximiliano. El embajador de Prusia también le aconsejó que se quedara. El
clero prometió su poderosa ayuda, y Maximiliano cedió. A sus ojos no había nada que esperar de Europa. Ninguna
carrera pública estaba abierta para el hombre que había fracasado tan señaladamente en una empresa que él mismo
había buscado. Si antes en Austria su posición había sido angustiosa, ahora sería intolerable. Se había peleado con
su familia, con su Iglesia, con el protector a cuyas tentaciones había prestado oídos. Y para él ya no podía haber la
felicidad del hogar doméstico.
En México no había esperanzas por las cuales vivir, pero todavía había una causa por la cual sería glorioso
morir. Había amigos a quienes no podía dejar perecer como expiación de las medidas en que había consistido su
trabajo. Sabía lo que sería la venganza de los vencedores. Sabía que quienes le habían sido más fieles serían seguramente objeto de una carnicería, y consideraba que él, a quien nunca se había visto en un campo de batalla, no tenía
derecho a huir sin pelear. Probablemente sentía que cuando un monarca no puede conservar su trono, nada puede
ser mejor para él que cavar su tumba bajo sus ruinas. Desistió, y huraño regresó lentamente a la capital. Quién sabe
qué concesiones pudo arrancar al partido en cuyas manos estaba. Pero le dirigió una carta al Papa expresando su
pena por la política en la que había fracasado, y en Roma, donde alguna vez fue considerado como un perseguidor
e incluso como un apóstata, la carta fue saludada como una retractación solemne y cabal.
A partir de ese momento Maximiliano dejó de ser la cabeza de un gobierno nacional para pasar a ser un cabecilla sectario que ni siquiera tenía el control de su propio partido. Dejó de lado la pompa de la Majestad, y vivió
50 William T. Sherman (1820-1891) fue general de la Unión durante la guerra civil. Su hermano John (1823-1900) fue embajador y político.
Viajó en compañía del embajador Lewis David Campbell (1811-1882) el 22 de noviembre de 1866, con autorización para ofrecer al Presidente
Juárez el apoyo moral de los Estados Unidos y el uso de la fuerza militar para ayudar a la restauración de la República. Campbell permanecería en México en calidad de embajador hasta 1868.
51 Miramón había sido enviado a Europa por Maximiliano para que tomara cursos de estrategia militar en Alemania con el fin de alejarlo del ejército.
52 El Barón de Magnus.
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en residencias privadas, especialmente como huésped del clero. Declaró que sólo era provisionalmente el Jefe del
Estado, y que se mantendría en el cargo sólo hasta que una asamblea nacional decidiera cuál sería el futuro de
México. Invitó a Juárez a someter sus exigencias al mismo arbitraje pacífico, y propuso que hubiese una amnistía
general para detener el derramamiento de sangre. En todo esto los liberales sólo vieron signos de debilidad, y
supieron que su propio triunfo se acercaba. No opusieron obstáculos a los franceses que se iban, pero rodearon en
número abrumador al débil ejército del Imperio.
53
La derrota de Miramón en el gran camino del Norte obligó a Maximiliano a presentarse en el campo de
batalla. Por primera
vez se puso a sí mismo a la cabeza de las tropas, y se reunió con Miramón en Querétaro. Hace
54
un año en este día fue rodeado y sitiado por Escobedo a la cabeza de un ejército que rápidamente subió a más de
40,000 hombres. Márquez fue enviado a México por refuerzos pero nunca regresó, y gastó el poco tiempo que le
quedaba en sacarles dinero a los habitantes de esa ciudad. El sitio avanzaba lentamente, y el 24 de abril Miramón
hizo una salida exitosa y abrió por un momento el camino hacia la capital. Pero los hombres estaban exhaustos
por la pelea, y el Emperador se negó a abandonarlos. Declaró que no había ido a Querétaro a huir del peligro. A
quienes lo vieron durante estos días ansiosos, hosco y envejecido, con una barba que cubría su pecho, y la fiebre
de la desesperación en los ojos, conduciendo la defensa y constantemente bajo fuego, les pareció que anhelaba
la gloriosa muerte del soldado. Pronto los pertrechos estuvieron a punto de agotarse, la certeza de la traición de
Márquez disipó toda esperanza de ayuda, y se resolvió, el 15 de mayo, que
la guarnición intentaría abrirse camino a
55
través del enemigo. Era demasiado tarde. Desde hacía cuatro días, López , el segundo oficial al mando, había estado
en comunicación con Escobedo y había aceptado un soborno de 1,400 libras. Tarde en la noche del día 14, vio al
Emperador; y luego, a las dos de la mañana, introdujo a un general republicano en el fuerte. Este general estaba
disfrazado y llevaba ocultas las armas. Permaneció dos horas y examinó las maniobras por dentro. Entonces
López
56
hizo retirar a los centinelas, y sus puestos fueron sigilosamente ocupados por los soldados de Riva Palacio , el único
oficial que había sido exceptuado por su propio nombre del decreto de octubre.
Al despuntar el día, las campanas de las iglesias de Querétaro anunciaron al campo Republicano que el lugar
había sido ganado. El traidor subió al cuarto del Emperador y le dijo que el enemigo estaba ahí. Maximiliano
salió precipitadamente pero fue detenido por los soldados liberales que no lo reconocieron. López le susurró
al oficial quién era. Entonces el generoso mexicano le cedió al Emperador el paso pretendiendo que lo tomaba
por un civil; y se escapó a una posición fortificada a cierta distancia. Ahí se le unió el fiel Mejía, y todos los ofi53 Al regreso de su misión en Berlín, Miramón fue nombrado por Maximiliano jefe de uno de los tres grandes cuerpos en que se dividió el
ejército imperial. Realizó un ataque a Zacatecas, estuvo a punto de aprehender a Juárez pero finalmente fue derrotado y volvió a Querétaro
donde participó valientemente en al defensa de la plaza.
54 O sea, el 10 de marzo de 1867.
55 Miguel López (? – 1891) acompañó a Maximiliano desde su llegada a México formando parte de su séquito y durante el primer viaje de los
emperadores cabalgó al lado de la ventanilla de la diligencia. Bazaine le tenía aprecio y le concedió la cruz de oficial de la Legión de honor.
Años más tarde publicaría un panfleto en que exculpaba su traición: A ses concitoyens et au monde, México, 31 de julio de 1907.
56 Vicente Riva Palacio (1832-1896), político y escritor hijo de Mariano Riva Palacio (1803-1880), el defensor de Maximiliano durante el proceso
que se le siguió. Vicente Riva Palacio fue un hombre caballeroso y culto, de límpida prosapia liberal pues descendía por su madre, doña Dolores
Guerrero, del general Vicente Guerrero. Se recibió como abogado, rechazó la cartera de Hacienda que le fue ofrecida por Benito Juárez y abrazó
las armas en cuanto se inició la Intervención Francesa. A la muerte del general Arteaga, lo sucedió como jefe del Ejército del Centro. Participó en
el sitio de Toluca y de Querétaro. Fue un escritor prolífico, valioso y popular. Además fue el editor de la famosa obra México a través de los siglos y
del periódico El ahuehuete. También es célebre por sus novelas históricas y graciosos versos satíricos y de combate.
29
ciales y hombres que pudieron abrirse paso a través de las columnas de los liberales que ahora pululaban por el
pueblo. Sólo Miramón intentó una desesperada resistencia. Un disparo lo alcanzó en la cara y cayó, cegado por
su sangre, en manos de sus enemigos.
La posición ocupada por los imperialistas fue barrida por la artillería, no pudo ser defendida, y a las ocho de la
noche se57 rindieron. Entre los prisioneros estaba Méndez, el causante de que el decreto de octubre se ejecutara sobre
Arteaga y sus compañeros. Fue ejecutado el mismo día. El Emperador fue encerrado junto con Miramón y Mejía,
en una celda del convento de las capuchinas, y se les anunció que serían juzgados por una corte marcial, según el
decreto de enero. A partir de ese momento, Maximiliano ya no conservó ninguna esperanza de vida. Le regaló su
caballo a Riva Palacio, el más gentil y caballeroso de sus enemigos, y telegrafió a México al Ministro de Prusia pidiendo consejo legal para preparar su defensa.
México ya estaba sitiado por un ejército liberal, y la ciudad era bombardeada con proyectiles vacíos rellenos
con telegramas que proclamaban la caída de Querétaro. Pero Márquez, el más aborrecido de los generales imperiales, quería ganar tiempo y suprimió las noticias. Maximiliano había depositado su abdicación en las manos del
Presidente del Consejo para que la hiciera pública en caso de que muriera o cayera prisionero; pero Márquez lo
obligó a mantenerla en secreto e impidió durante algunos días la partida de los abogados defensores que habían sido
convocados. El más eminente de éstos era el abogado Riva Palacio, el padre del general, un eminente republicano
que había rechazado todas las solicitudes para servir al Emperador en los días de su mayor poder. Los otros parecen
haber sido menos distinguidos pero habían sido elegidos entre los liberales. El embajador de Prusia, el Barón de
Magnus, había vivido con el Emperador en la intimidad y había sido uno de los consejeros de la expedición que tan
fatalmente terminaría. Ninguna potencia europea estaba menos involucrada en los asuntos mexicanos o podía ser
menos perjudicial para el partido dominante, y se pensaba que el Barón de Magnus sería el mejor mediador.
La sede del gobierno estaba en la ciudad de San Luis, a 200 millas de Querétaro, pero las conectaba el telégrafo.
Dos abogados se quedaron con el Emperador, mientras Riva Palacio y el embajador de Prusia partieron hacia San
Luis para interceder ante Juárez. La corte marcial que juzgaría a los prisioneros se dio cita en el escenario del teatro
de Querétaro en la mañana del viernes 14 de junio. El lugar estaba iluminado y lleno de espectadores. Maximiliano
había estado enfermo en cama durante varios días, y el respeto hacia sí mismo le prohibía aparecer en tal escenario.
Los dos generales fueron presentados. Su caso era a todas luces desesperado; y sin embargo el abogado de Mejía
causó una profunda impresión cuando pidió para su cliente la misma clemencia que a pesar de los severos decretos
había mostrado siempre hacia sus cautivos, y apeló a Escobedo para que dijera cómo había sido tratado cuando
había sido prisionero de Mejía. La defensa de Miramón fue menos digna y menos leal. Alegó que no había tenido
ningún mando mientras los franceses estuvieron en el país, que él había sido hostil al Imperio que lo había enviado
a Europa en una misión inútil, y que había ofrecido sus servicios al jefe de la República. Estos hechos eran ciertos;
y en París, Miramón había dicho abiertamente que el fin de la Intervención era hacerlo Presidente de nuevo a él.
Maximiliano sabía todo esto, y sabía la manera en que plantearía su defensa. Esto no debe olvidarse cuando lleguemos a la última escena, y veamos cómo el Emperador se dirigió hacia el soldado gallardo pero ambicioso que había
estado dispuesto a desertar la causa en la que él iba a morir.
Los puntos más fuertes en la acusación contra Maximiliano eran que había conocido el decreto de enero de
1862 que había sido publicado mucho antes de que él llegara; que la necesidad de un apoyo extranjero le debía haber
probado que no era el Soberano legítimo y nacional, y que en conciencia no podía justificar el decreto de octubre
cuya aplicación le había costado la vida a 40,000 mexicanos (cifra muy exagerada); que era responsable de la continuación de la guerra civil después de la salida de los franceses y de la introducción de soldados belgas y austriacos
cuyos gobiernos no estaban en guerra con la República, y que en consecuencia habían llegado al país en carácter de
filibusteros o de asesinos. La respuesta a estos cargos fue estrecha y técnica y no fue digna de la ocasión. Equivalía
57 Véase nota 38, sobre José María Arteaga y nota 39, sobre Ramón Méndez.
30
en substancia a lo que el Emperador había dicho él mismo: “Pueden ustedes discutir sobre la probabilidad de mi
éxito, pero no de la sinceridad de mis motivos.” Por lo que hace al decreto de octubre de 1862, sus abogados desafiaron a la fiscalía a que nombrara un solo caso en que hubiese él negado un perdón.
Poco antes de la medianoche del quince, los prisioneros fueron declarados culpables, su sentencia fue confirmada
por Escobedo en la mañana del domingo, se les informó que serían fusilados a las tres del mismo día. Mientras tanto,
el desenlace del juicio había sido previsto, y los amigos del Emperador rogaban a Juárez su perdón. Desde el punto de
vista de la conveniencia política, su posición era indudablemente más favorable que la de los hombres restringidos a los
argumentos legales. Durante la guerra con México una lucha mucho más mortífera había desplegado su furia allende
la frontera norteamericana. El autor de la Secesión no era un extranjero como Maximiliano, sino un ciudadano del país
en el que había conspirado. Él también había sido derrotado y58capturado, y entonces, mientras las monarquías europeas
suprimían la revolución con crueldad atroz, Jefferson Davis había sido puesto en libertad por la gran República. En
consecuencia, el honor de las instituciones republicanas estaba en las manos de Juárez, y requería que México siguiera
el ejemplo de la clemencia triunfante, y que
no dejara translucir ni odio hacia el pasado ni temor hacia el futuro.
59
El Presidente y su ministro Lerdo escucharon en forma paciente pero fría. Dijeron que Europa no era
capaz de dar ninguna garantía de que no volvería a proseguir en el mismo intento, que, aun a pesar de sí mismo,
Maximiliano continuaría siendo un pretexto y un grito de unión para la facción que lo había entronizado y, en
fin, un instrumento por medio del cual las potencias extranjeras, cuando hubiese alguna complicación, podrían
ganar una partida en el país. El decreto de octubre pedía a gritos ser expiado, y la muerte de su autor les permitiría salvar al resto. Muchos mexicanos habían encontrado la muerte por el decreto de enero, y el castigo de
los de abajo no podía justificarse si la cabeza era perdonada. Al parecer creían que si las puertas de la República
estaban señaladas por la sangre de un príncipe, el ángel de la destrucción pasaría sin ver. No mostraron ninguna
inclinación a hacer descansar en otros la responsabilidad de su acto, pero resulta difícil creer que fue decidido
por una razón de Estado desapasionadamente ponderada.
Juárez sólo poseía una autoridad precaria sobre el ejército; y el ejército, enardecido por la lucha, estaba sediento de vengar a sus camaradas que habían sido ejecutados como asesinos. Podemos imaginar cuáles eran sus
sentimientos hacia el extranjero cuyo título había sido un voto extraído por las bayonetas de los invasores, el que
había ordenado que sus paisanos y que ellos mismos fueran sacrificados y que ahora estaba convicto por haber sido
un estafador y un usurpador, abanderado del partido más débil. Es probable que el autor real de la ejecución del
Emperador haya sido Escobedo, y que Juárez haya sido impotente para salvarlo. Cuando llegó a San Luis la noticia
de que moriría en tres horas, el embajador de Prusia pidió una breve demora. Sabía que Maximiliano tenía asuntos pendientes que arreglar antes de morir, y había cierta esperanza de que alguna intercesión extranjera llegara a
tiempo para salvar su vida. Pero el gobierno norteamericano, a petición del Emperador de Austria, ya había intercedido por su hermano, y lo había hecho en vano. Se concedió una demora de tres días, pero la orden no llegó a
Querétaro sino en el último momento, cuando los prisioneros ya estaban listos para la muerte inmediata. Es cierto
que, por lo que tocaba a sí mismo, Maximiliano no tenía ninguna esperanza y estaba perfectamente resignado. Un
rumor de que su mujer había muerto lo hizo enfrentar con alegría su último destino. En la víspera de su ejecución
telegrafió a Juárez pidiéndole ser la única víctima.
58 Jefferson Davis (1808-1889). Agricultor, productor de algodón, militar y político. Defendió el derecho de secesión y de formar una
Confederación del Sur de la que terminó presidiendo durante la guerra civil. Fue encarcelado el 10 de mayo de 1865 pero en 1867 se le autorizó trasladarse a Canadá.
59 Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889), hermano menor de Miguel, uno de los promotores de las leyes de Reforma, gozó de la confianza de
Juárez y lo acompañó en su peregrinaje por el Norte de la República durante la invasión francesa y el Imperio. Se dice que influyó en el ánimo de
Juárez inclinándolo al rigor en el fusilamiento de Maximiliano. Fue uno de los políticos liberales más beligerantes y controvertidos.
31
A las seis de la mañana del jueves 19 de junio fue conducido hacia la fatalidad que no había merecido. Su
último acto antes de ir hacia el lugar de la ejecución fue escribir la siguiente carta a su implacable conquistador: “Renuncio a mi vida voluntariamente, si el sacrificio puede suscitar el bienestar de mi nuevo país. Pero
nada saludable puede crecer de un suelo saturado de sangre, y por eso lo conmino a que la mía sea la última
derramada. La fortaleza con que usted ha sostenido la causa que triunfa ahora ganó mi admiración en días más
felices, y ruego porque no mengue en la obra pacífica de conciliación que está por llegar.” Cuando llegaron al
lugar indicado, dio dinero a los soldados bajo cuyas manos iba a caer, pidiéndoles que apuntaran al corazón
pues deseaba que su madre pudiese ver su rostro de nuevo. El oficial que iba a dar la orden de “fuego” le aseguró
que detestaba ese deber, y le rogó que no muriera con una sombra de resentimiento hacia él. Maximiliano se
lo agradeció y dijo que debía obedecer las órdenes. Mejía estaba en la mayor aflicción y abatimiento. Su esposa
acababa de darle un hijo, y cuando dejaba la prisión la vio correr a través de las calles gritando enloquecida con
el niño en brazos. El Emperador se despidió de él afectuosamente diciendo: “General, lo que no es compensado
en la tierra lo será en el cielo”. Estaba de pie entre los dos mexicanos; pero ya sea por humildad, o magnanimidad o bien obedeciendo una memoria sagrada y solemne que se presentó a su mente en el último y horrible
momento, se volvió hacia Miramón y le dijo que en estima de su valentía le iba a ceder el sitio de honor. Sus
últimas palabras fueron: “Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi
sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Que Dios salve a México!” Luego cruzó sus manos sobre su pecho
y cayó atravesado por nueve balas.
Cayó, y se llevó con él en su caída la independencia del pueblo al que había venido a salvar. Desde entonces, nada
subsiste que pueda detener el asalto de los Estados Unidos en la anexión de la América Española. Si tienen la prudencia
de evitar la guerra con Europa y la suficiente sabiduría para arreglar entre sí sus propias discrepancias, podrán acaso
alcanzar la más gloriosa herencia que la tierra depara. La conquista de la América Española puede ser fácil y segura, pero
está sembrada de peligros. Una confederación pierde su verdadero carácter cuando se gobierna sobre dependencias; y
una democracia vive una vida amenazada, si admite a millones de seres de una raza extraña e inferior que no puede ser
ni asimilada ni absorbida. Es más probable que los norteamericanos logren atar a sus vecinos con tratados que serán
capaces de abrir a todo el continente a su propio influjo y empresa, sin destruir su existencia autónoma.
La memoria del extranjero de cabellos suaves que consagró su vida al bien de México, y que murió por una
culpa que no era la suya, vivirá entre la gente por la cual luchó en vano, en el dolor antes que en la ira. Ya desde
ahora podemos pronunciar el veredicto de la historia sobre su triste carrera —su peor crimen fue aceptar el regalo
traicionero del imperio, pero su desgracia fue mayor que su falta. Pienso que era con mucho el más noble de su raza,
y que cumplió la promesa encerrada en sus palabras: “La fama de mis antepasados no degenerará en mí.”
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CRONOLOGÍA DE LORD ACTON*
Acton nace en Nápoles.
1837
Fallece su padre, sir Ferdinand Richard Edgard Acton.
1840
Su madre contrae segundo matrimonio con lord Leveson Coger, conde de Granville.
1842
Estudia en Francia con monseñor Dupanloup.
1843
Ingresa en el St. Mary College de Oscott.
1850
Va a Munich para estudiar con Ignaz von Döllinger.
1853
Acompaña a lord Ellesmere en un viaje a los Estados Unidos de América.
1856
Viaja a Rusia y a Francia.
1857
Visita Italia y Roma con Döllinger.
1858
Publica “Reflexiones políticas sobre la Iglesia”.
1859
Se hace copropietario de la publicación mensual católica The Rambler, donde publicará sus primeros artículos.
1859-1865 Diputado whig por el distrito irlandés de Carlow.
1860
Fallece su madre, lady Granville.
1861
Publica “Cavour” y “Las causas políticas de la revolución americana”.
1862
The Rambler es sustituida por la publicación trimestral The Home and Foreign Review, de la que es
propietario y editor.
—
Publica “Nacionalidad” y “La teoría protestante de la persecución”.
Publica “Ultramontanismo”.
Cierre de The Home and Foreign Review.
—
Publica “Conflictos con Roma”.
—
Pío IX publica el Syllabus.
* Preparada por: Manuel Álvarez Tardío (1999).
33
1865
Contrae matrimonio con Marie von Arco-Valley.
—
Manning es nombrado nuevo arzobispo de Westminster, en sustitución de Wiseman.
1865-1866 Diputado por Bridgnorth.
1866
Nace su primera hija, Mary Elisabeth, que vivirá hasta 1955.
—
Pronuncia en Bridgnorth una conferencia sobre “La guerra civil de América”.
—
Realiza investigaciones sobre el Concilio de Trento.
1867
Colabora en el semanario The Chronicle, que cerrará en 1868, pasando entonces a colaborar con la
publicación trimestral North British Review.
1868
Termina su carrera parlamentaria.
—
Nace su segunda hija, Annie, que vivirá hasta 1917.
—El 10 de marzo leyó en la “Literary and Scientific Institution” de Bridgenorth, su célebre conferencia Surgimiento y caída del imperio mexicano que fue publicada en el Bridgenorth Journal. Ha sido
reimpresa en sus Historical Essays (pp. 214- 242). Aquí se toma de Lord Acton: Selected Writings.
Vol. 3. Historiography, Addresses, Essays and Lectures. Ed. J. Rufus Fears. Indianapolis, 1986, Liberty Classics/Liberty Fund, pp. 173-197. Este ensayo ha sido considerado como la conferencia pública
más acabada y fina de cuantas dio Lord Acton.
1869
Se establece en Roma para seguir el Concilio Vaticano I.
—
El gobierno de Gladstone propone su nombramiento como par.
—
Se publican las Quirinus Letters en Alemania.
—
Publica “El Concilio Vaticano”.
1870
Nace su primer hijo varón, Richard Maximiliam, que vivirá hasta 1924.
1871Döllinger y un grupo de católicos alemanes son excomulgados. Fundan la Iglesia de los Católicos
Viejos.
34
1872
Recibe el doctorado honorario de la Universidad de Munich.
—
Cesa la publicación de North British Review.
1873
Nace su segundo hijo varón, John, que vivirá sólo diez meses.
—
Es nombrado doctor honoris causa en derecho por la Universidad de Cambridge.
1874-1875 Gladstone publica “The Vatican Decrees in their Bearing on Civil Allegiance”.
—
Acton le contesta con cuatro cartas abiertas a The Times.
—
Nace su tercera hija, Elizabeth, que vivirá sólo siete años.
1876
Nace su última hija, Jeanne Marie, que vivirá hasta 1919.
1877
Pronuncia en Bridgnorth las dos conferencias: “La historia de la libertad en la Antigüedad” y “La
historia de la libertad en el cristianismo”.
1878
Muerte de Pío IX y ascenso al papado de León XIII.
—
Publica la recensión sobre La democracia en Europa de sir Erskine May.
1880-1885 Gladstone se hace cargo por segunda vez del gobierno.
—
Discusión del Irish Home Rule.
1886
Contribuye a la fundación de la English Historial Review, de la que es editor Creighton.
1889
Es nombrado doctor honoris causa en derecho civil por la Universidad de Oxford.
1890
Es elegido miembro de honor del All Souls de Oxford.
1892
Es nombrado Lord-in-Waiting de la reina Victoria, puesto que conservará hasta 1895.
1895
Es nombrado Regius Profesor of Modern History de la Universidad de Cambridge.
—
Lee su “Lección inaugural sobre el estudio de la historia”.
—
Imparte dos cursos de conferencias sobre historia moderna y la Revolución francesa.
1899
Se hace cargo de la edición de la Historia Moderna de Cambridge.
1902
Muere en Tegernsee (Baviera) a los sesenta y ocho años.
35
BIBLIOGRAFÍA
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inglesa: Thames and Hudson, Londres, 1956.
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First Baron Acton, Selected Writings of Lord Acton. Essays in the History of Liberty. Volume I [Edited by J. Rufus
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• [22] “Reports on the Civil War in America” [pp. 280-360], en John Emerich Edward Dalberg-Acton, First
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Indianapolis, Liberty Fund, 1985, 557 pp.
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36
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Caridad, trad.]; ed. original en alemán, 1924. México, Fondo de Cultura Económica, Col. Historia, 1ª reimp. de la
3ª ed., p. 346.
• Fears, R. J. [ed.], Essays in the Study and Writing History (Selected Writings of Lord Acton), vol. II, Hardcover, 1986.
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• Erika Pani, Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas. México, El Colegio de
México, Centro de Estudios Históricos / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1ª edición, 2001,
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• Egon Caesar Conti Corti, Maximiliano y Carlota [Traducción de Vicente Caridad]. México, Fondo de Cultura
Económica, Sección de Grandes Obras de Historia, 1ª reimpresión, 2003, 707 pp.
• Ernesto de la Torre Villar [Introducción, selección y notas], La Intervención francesa y el triunfo de la República.
México, Fondo de Cultura Económica, 1ª edición, 1968; 2ª edición, 2006, 449 pp.
37
BIOGRAFÍA DEL TRADUCTOR
Adolfo Castañón, México, D.F., 1952. Su vocación literaria se ha declinado en la lírica (Tránsito de Octavio Paz y
Recuerdos de Coyoacán incluidos en La campana y el tiempo, Las tres mitades del corazón), la narrativa (A veces prosa),
el ensayo y la crítica literaria (Alfonso Reyes: caballero de la voz errante, Por el país de Montaigne, la serie de Paseos,
Viaje a México o El sueño de las fronteras. Ensayos, apuntes, paseos), el aforismo (La belleza es lo esencial, Perfiles del
camino), la traducción (de J.-J. Rousseau, Paul Ricoeur, George Steiner, Alain Rey, Roland Barthes, Louis Panabière);
la gastronomía (Grano de sal y otros cristales). A ese oficio se añade un ejercicio práctico y reflexivo en el ámbito
editorial: su trabajo en el Fondo de Cultura Económica durante casi tres décadas, donde tuvo la oportunidad de
trabajar con José Luis Martínez, Jaime García Terrés y Alí Chumacero. Desde ese mirador privilegiado, trató a
muchos autores, por ejemplo, a Octavio Paz: tuvo a su cargo la edición del poema Pasado en claro (1974), los tres
tomos de México en la obra de Octavio Paz (1987) y, con un equipo, sus Obras completas. Trabajó con Carlos Fuentes
en la edición del Espejo enterrado; su oficio como editor de libros y revistas ha desembocado de un lado en obras
firmadas por él como Trópicos de Gutenberg, y, del otro, en series y colecciones como “Las semanas del jardín” publicada por Bonilla y Artigas o la serie de entrevistas “Los maestros detrás de las ideas” para TVUNAM. Ha practicado
el arte de la antología crítica como en La geometría de las horas de Eugenio Montejo, publicada con el sello de la
editorial de la Universidad Veracruzana. Ha trabajado en la edición del diario de Alfonso Reyes y en la edición y
notas del epistolario en prensa Alfonso Reyes / Pedro Henríquez Ureña (1914-1944) del cuál José Luis Martínez hizo
el primer tramo. Ha publicado con el sello de El Colegio de México: Primicias. Antología de José Luis Martínez en
2008; la selección, prólogo y notas de Alfonso Reyes: Cartas mexicanas 1905-1959 (2009); Algunas tardes con Alejandro
Rossi. Conversaciones, ensayos y apuntes (2010), Otras Españas. Antología sobre literatura del exilio de Ramón Xirau
(2011), José Medina Echavarría. Correspondencia, selección, prólogo y notas en colaboración con Álvaro Morcillo
(2010), entre otros títulos. Recibió el premio Xavier Villaurrutia en 2008 por el libro Viaje a México. El gobierno
francés lo distinguió con la orden de “Caballero de las Artes y de las Letras” en 2003. Es miembro de la Academia
Mexicana de la Lengua desde 2005 y la respuesta a su discurso la dictó José Luis Martínez. Se desempeña en esa
corporación como Bibliotecario Archivero. Ha colaborado en diversas revistas y suplementos como La cultura en
México, Sábado, Plural, Vuelta, Letras Libres, La Revista de la Universidad. Pertenece al Programa de Investigadores
Asociados de El Colegio de México. Colabora actualmente en Siglo XXI Editores. Tiene en prensa varias obras
como Visión de México, antología de escritos mexicanos de Alfonso Reyes, Tránsito de Octavio Paz (poemas, apuntes,
ensayos) y Por el país de Montaigne.
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La formación del “Surgimiento y caída del Imperio Mexicano” de Lord Acton,
el diseño fue de Olivia Liendo y la edición estuvo al cuidado del Mexican Cultural Centre (MCC), Reino Unido.
Registration number: 284686617.
“En México, la lectura de Lord Acton ha quedado reducida
a círculos no por eminentes excesivamente limitados. En
1996, el benévolo y sagaz Natán Warman hizo circular una
traducción suya del volumen I de las Conferencias sobre la
Revolución Francesa. Esta traducción tomaba como punto
de partida la edición que J. N. Figgis, C. R. Litty, R. V.
Laurence, M. A., prepararon para MacMillan de Londres en
1910. En España sus Ensayos sobre la libertad y el poder fueron
traducidos por Enrique Tierno Galván y presentados por
Gertrude Himmelfarb para el Instituto de Estudios Políticos
de Madrid en 1959. Cuatro décadas más tarde, en 1999, el
mismo Centro de Estudios Políticos y Constitucionales
de Madrid, publicó una selección titulada Ensayos sobre
la libertad, el poder y la religión, en traducción de Beatriz
Álvarez Tardío y con un estudio preliminar, edición y notas
de Manuel Álvarez Tardío. La presente traducción puede
ser leída también como una invitación abierta para todos
los interesados en las cuestiones que asocian el mundo de
la ética y el conocimiento de la política y de la historia”.
Adolfo Castañón
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua
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