ROBESPIERRE, ver cita 1.

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EL LIBERALISMO
Los jacobinos eran una facción de la izquierda, a la que solemos denominar la
montaña, y que tenía otra tendencia más a la izquierda, que denominamos los cordeliers, los
más radicales representantes de los sans-culottes. Como hemos señalado antes, los jacobinos
practicaron una dictadura apoyándose en las “masas” (muy especialmente parisinas).
Conscientes de la necesidad de encontrar un consenso social al régimen, llevaron a cabo
políticas de atracción de las “masas”, pero sin consentir que estas tomasen el control del poder.
El objetivo final era controlar el movimiento popular, introducir a las “masas” en el estado que la
revolución (la élite innovadora) había creado. No se trataba sólo de “aprovecharse” o utilizar a
las “masas”, se trataba de hacerles un sitio en el “nuevo régimen”. En nuestra opinión, si las
intenciones de una política se miden por sus resultados, la dictadura jacobina no fue la
dictadura del pueblo de París, sino que fue la que acabó con el afán reivindicativo de ese
mismo pueblo: en junio del 94, sus principales líderes habrán sido ejecutados o estarán en la
cárcel, las estructuras organizativas populares habrán sido destruidas o habrán sido asimiladas
por el régimen, y sus reivindicaciones aparecerán como utopías o las habrá hecho suyas el
nuevo estado.
En general, se puede decir que las bases del jacobinismo eran las pequeñas
burguesías precapitalistas (artesanos, pequeños comerciantes...), apartadas por el
censitarismo del poder y sometidas por el avance de la libertad de mercado y la
protoindustrialización a un proceso de deterioro inapelable; aunque contó con el apoyo de los
“desarrapados” o sans-culottes, que veían en el gobierno jacobinos la conclusión de la
revolución y el pago a sus esfuerzos y movilizaciones desde 1789., la extracción social de sus
dirigentes se corresponde con la de los grupos sociales de la élite innovadora: “nosotros que
éramos, nada menos, hombres bien nacidos u hombres bien criados, honradas gentes y gentes
como se debe ser, hombres de leyes y financieros, togados u hombres de espada...”
(ROBESPIERRE, en el Discurso sobre la Constitución, el 10 de mayo de 1793).
Pasamos a analizar los principales aspectos del ideario jacobino:
-El eje sobre el que se produce esa “atracción” de las “masas” es la idea de igualdad. Si para
los girondinos y la derecha igualdad era igualdad ante la ley, para los jacobinos “la enorme
desproporción entre los recursos es la fuente de muchos males... Pero no por ello estamos
menos persuadidos de que la igualdad de bienes es una quimera". Igualdad, pues, como
equilibrio que evite desigualdades excesivas, que suavice la miseria, porque la propiedad no se
pone en duda, pero se le ponen ciertos límites: ¿cuál es el primer objetivo de la sociedad?
Garantizar los derechos imprescindibles del hombre. ¿Cuál es el primero de estos derechos?
El de existir. La primera ley social es, pues, aquella que garantiza a todos los miembros de la
sociedad los medios para existir: todas las demás están subordinadas a ella. La propiedad sólo
ha sido instituida o garantizada para cimentarla, y es, ante todo, para vivir para lo que se tienen
propiedades...” de donde deviene, según Robespierre, que “todo aquello que es imprescindible
para conservarla (la vida) es una propiedad común a la sociedad entera. Sólo los excedentes
son una propiedad individual”.
Este concepto de propiedad encuentra sus límites, pues, en el derecho a la
supervivencia de los demás, pero este derecho no justifica el ataque a la propiedad ajena, sino
que ampara el derecho del Estado para regular la economía: con un sistema fiscal progresivo,
con requisiciones de productos, con la regulación del mercado, etc...
De donde deviene otro elemento trascendental: su concepción de la “libertad de
mercado”: “la libertad del comercio es necesaria hasta que la codicia homicida comienza a
abusar de ella1”. Así, la libertad económica es buena, genera desarrollo y riqueza, pero no es
un valor absoluto, como tampoco lo es la propiedad, requiere moderación que evite el
ahondamiento en la miseria de los más desfavorecidos. Los limites que los jacobinos ponen
(influidos por la coyuntura a la que les tocó hacer frente) son la regulación parcial del comercio
de granos en caso de escasez, la implantación de una “economía de guerra” en esas
circunstancias especiales y la evitación del monopolio, la especulación-acaparamiento y el trato
de favor. En realidad, vemos que se trata de regulación en circunstancias especiales y de
medidas que perfeccionan el mercado.
1
ROBESPIERRE, ver cita 1.
EL LIBERALISMO
Así, el mismo Robespierre, en el discurso de presentación de la nueva Declaración de
Derechos, decía: “¡almas de cántaro que sólo estimáis el oro! No voy a embolsarme vuestros
tesoros, por muy impuro que sea su origen...” dejaba claro, para tranquilizar a los sectores de
la llanura, que no pretendía cambiar el sistema de propiedad, ni a realizar ninguna reforma
agraria. La igualdad que predican se queda en el subsidio a los indigentes y pobres (para los
que se dictaron normas para el establecimiento del primer sistema de seguridad social) y en la
evitación de situaciones de dislocación del mercado (carestías y escaseces), que son
analizadas por los jacobinos en la vertiente moral -injusticia- y política -crea el malestar entre
los sans-culottes-.
-Desde el punto de vista político, destacaremos varias ideas clave:
a/ Los jacobinos se autodefinen como patriotas, en el sentido en que anteponen los
intereses de la revolución a los suyos propios, acuñando el tipo de militante concienciado,
auténtica vanguardia de las masas. A partir de este momento, jacobinismo se asociará a
conspirador, a sociedad secreta y a heroísmo. El romanticismo exaltará esta imagen de la
entrega por unos valores superiores. Robespierre definía así a su grupo: “desde el comienzo
de la revolución, han permanecido ajenos a todas las facciones, imperturbablemente ligados a
la causa del pueblo... han seguido por el mismo camino en busca del único objetivo de toda
constitución libre, el reino de la justicia y de la igualdad... se han dado a conocer en la
Revolución del 10 de agosto y... quieren que haya sido hecha para el pueblo y no para una
facción...” (La influencia de la calumnia sobre la Revolución, discurso del 26 de octubre de
1792). Frente a ellos, los moderados y los girondinos son políticos interesados, que ponen la
acción al servicio de su beneficio, son traidores y engañan-utilizan al pueblo. Para los
jacobinos, todos los grupos a su derecha son representantes de los intereses aristocráticos,
que materializan en: defensa de la monarquía, del censitarismo y de la desigualdad.
A la izquierda, los cordeliers son tachados de servir a los intereses de la
contrarrevolución. El argumento es muy significativo: aquellos que luchan desde fuera del
sistema y contra él, debilitan la revolución y hacen el juego a la reacción. Las soluciones no se
encuentran fuera del Estado, sino dentro de él, en la lucha política por llegar al poder. La crítica
a la utopía y a los “excesos” se centra en el debilitamiento del estado y en el alejamiento del
pueblo del mismo. Decíamos significativo porque señala muy bien el papel que les tocó jugar a
los jacobinos: el asentamiento del Estado, con el consenso de las “masas”. “Los conjurados
predicaban la pobreza. Hambrientos de oro y de poder, predicaban insolentemente la igualdad
para hacerla odiosa. La libertad era para ellos la insolencia del crimen; la revolución, un
comercio; el pueblo, un instrumento; la patria, una presa. Incluso el poco bien que trataban de
hacer no era sino un pérfida estratagema para ocasionarnos más fácilmente daños
irreparables... No se atrevían a decirle (al pueblo): el hijo del tirano, u otro Borbón, o bien uno
de los hijos del rey Jorge, te harían feliz. Le decían, en cambio: eres desgraciado. Le dibujaban
el cuadro de la escasez que ellos mismos trataban de aumentar... No le decían que su libertad
valiese algo; que la humillación de sus opresores y las restantes consecuencias de la
Revolución fuesen bienes muy apreciables, que siguiera combatiendo por ellos...”
(Robespierre, Sobre las relaciones de las ideas religiosas y morales con los principios
republicanos y sobre las fiestas nacionales, 7 de mayo de 1794).
b/ Tradicionalmente se ha considerado a los jacobinos como los defensores de
gobiernos despóticos (“el despotismo de la libertad”), seguramente al hilo de las lecturas
marxistas de la revolución, que implican una fase de “dictadura del proletariado”. Ahora bien,
los jacobinos diferenciaron bien entre el modelo de gobierno que gobierno que correspondería
a una etapa de normalidad, de estabilidad, que se correspondería con lo que podemos
denominar “república constitucional", y el modelo de gobierno para momentos excepcionales,
en los que lo fundamental es defender la revolución: “la Revolución es la guerra de la libertad
contra sus enemigos; la Constitución es el régimen de la libertad victoriosa” (Discurso de
Robespierre a la convención, el 25 de diciembre de 1793). Esta excepcionalidad de la situación
viene de la declaración de la patria en peligro, peligro ocasionado por los enemigos exteriores e
interiores, que buscan el mismo objetivo: la destrucción de la revolución. Para ello, utilizan las
armas, la conspiración-debilitamiento del estado y el estrangulamiento económico. Por ello, se
impuso una política de guerra (“Entendamos, por fin, que estamos en estado de guerra, que la
EL LIBERALISMO
seguridad del pueblo es ley suprema, y que todo medio es bueno, cuando es eficaz, para
deshacerse de pérfidos enemigos que se han situado por encima de las leyes y que no dejan
de conspirar contra la felicidad pública2”), que tiene su principal arma en el terror, entendido
como ejercicio autoritario del poder y como utilización de la intimidación.
Para ejercer el terror se utilizaron varios instrumentos:
-La implantación de la idea de “sospechoso”.
-La institución de tribunales especiales y de procesos sin garantías.
-La utilización de medios arbitrarios en las detenciones y enjuiciamiento.
-El otorgamiento a instituciones populares irregulares del papel de la policía.
-Una escenificación (ejecuciones públicas) de los castigos.
-La utilización abundante de la pena capital.
No obstante, los jacobinos procuraron regular el terror, utilizándolo como arma política.
Desde su llegada al poder, intentaron frenar el terror ciego que encarnaban los movimientos
populares parisinos, procurando dosificarlo y, sobre todo, ponerlo bajo el control del Estado.
Las cifras que da Soboul son para París: 1.500 detenidos (en prisión) hasta finales de agosto
del 93, que se amplían a 2.398 a principios de octubre y 4.525 a finales de año; en el momento
de máximo apogeo, en junio del 94, las cárceles de París albergaban a 8.000 detenidos. En
cuanto a la aplicación de la pena capital, las cifras fueron en aumento, conforme se iba
“desgastando” el poder jacobino; así, entre octubre y diciembre, se quitó la vida a 177
personas, pero en junio del año siguiente, las cifras llegaban a 1.376. En provincias, el terror
dependió del afán represor de los representantes públicos y, especialmente, del grado de
sumisión que la población demostraba al nuevo régimen. Los casos más llamativos fueron
Nantes, donde entre 2.000 y 3.000 personas fueron eliminadas, entre diciembre y enero, por el
terrorífico sistema del ahogamiento en el río, como consecuencia del fracaso del movimiento de
la Vendé; y Lyón, donde se ejecutó a 1667 personas.
c/ Dejando de lado lo que consideramos régimen excepcional, los jacobinos realizaron
una constitución y reflexionaron sobre el modelo estado que se correspondía a su visión
política, elaborando varios conceptos de una gran modernidad. Parten de un concepto de
libertad como ejercicio de la participación: “la democracia es un estado en el que el pueblo
soberano, guiado por leyes que son obra suya, realiza por sí mismo cuanto puede realizar, y
por medio de delegados cuanto no puede realizar por sí mismo3". Pero no se trata de una
democracia directa, asamblearia, como defendían los cordeliers (“la democracia no es un
estado en el cual el pueblo, constantemente reunido, regule por sí mismo todos los asuntos
públicos... semejante gobierno no ha existido nunca, y si existiera sólo podría volver a llevar al
pueblo el despotismo”), sino del ejercicio de la participación y el control sobre las instituciones,
que se ejercita mediante la limitación del poder de las mismas, el desarrollo de instituciones
“populares” legales, la prensa (el caso de Marat es significativo) y la asunción del principio de la
responsabilidad de los gobernantes.
Frente a esta idea del poder compartido, se opone la libertad entendida como equilibrio
de poderes, que es censurada: “este equilibrio no puede ser más que una quimera o una
calamidad pública, que supondría la nulidad absoluta del gobierno, cuando no ocasionase
necesariamente la alianza de poderes rivales en contra del pueblo4". Así, el postulado liberal
según el cual la libertad dependía de la no opresión del estado, que se conseguía
neutralizando, por medio de la división de poderes, la tendencia de la autoridad a
extralimitarse, conducía a entender la libertad como un ejercicio individual garantizado por la no
intervención estatal. Los jacobinos comienzan a entrever un concepto más complejo y más
2
3
4
MARAT, Textos escogidos... pág. 205
ROBESPIERRE, Sobre los principios... pág. 141.
ROBESPIERRE, Sobre la Constitución...pág. 118
EL LIBERALISMO
moderno, la libertad como ejercicio del poder, como derecho a participar a intervenir en las
decisiones. En este sentido, sometieron su Constitución a referéndum e impusieron el sufragio
universal.
Pero el desarrollo de esta participación y, en general, el correcto funcionamiento del
Estado requieren del desarrollo del civismo, de la virtud, que los jacobinos entienden como una
mezcla de moral pública y privada, de capacidad para imponer los interés colectivos sobre los
privados, y que nosotros definiríamos como la imposición de la “hegemonía” ideológica: la
aceptación del Estado como el campo en el que se deben resolver los problemas. Este
desarrollo de la virtud se deja en manos de la educación, que es otro elemento de modernidad:
la implantación de una enseñanza pública, obligatoria y homogénea es el arma principal que
utiliza el Estado para crear a sus “ciudadanos modelo”. El nacionalismo será el que utilizará por
primera vez de forma consciente y sistemática este mecanismo, al que deben su éxito el idioma
alemán o el italiano.
d/ La Constitución de 1793. Fue redactado en muy pocos días, siete, y es la
plasmación del modelo de estado jacobino, que no se pudo llevar a cabo, porque el gobierno la
dejó en suspenso, adoptando formas de excepcionalidad, que se justificaron en la gravedad de
la situación que atravesaba el país. No obstante, conviene que resaltemos los aspectos más
destacados:
-La República aparece como el sistema más justo, porque “no reconoce otro poder que
el del pueblo soberano” (art. VI). La monarquía se corresponde a las formas de gobierno
aristocrático.
-Sustituyó el concepto de “nación” por el de pueblo, más amplio e igualitario. Así, se
establece el sufragio universal masculino para los mayores de 25 años.
-Da la primacía al poder legislativo que nombra y controla al ejecutivo. No obstante, se
deja a los poderes cantonales una amplia autonomía para realizar reglamentos y ordenanzas
que articulen la vida colectiva.
-Se establece la división de poderes y las limitaciones de estos, tanto temporales como
funcionales. Se manifiesta una gran preocupación por el mal ejercicio del poder: prevaricación
y corrupción, para lo que se establecen normas fiscalizadoras de las fortunas de los
representantes populares y un tribunal encargado de estos casos.
-Los derechos individuales se recogen el la Declaración de 1793, que se establece
como el pilar de la Constitución:
-Derecho a la propiedad
-Derecho al trabajo y a la asistencia social (como limitación de la propiedad.
-Igualdad de derechos
-Derecho de reunión.
-Derecho a la educación.
-Derecho a todas las funciones públicas.
-Derecho a conocer las deliberaciones de las instituciones.
-Derecho a la insurrección frente a la opresión.
En general, podemos decir que es una constitución liberal que introduce tres variantes:
-Una ampliación de las libertades públicas.
-Un desarrollo de las medidas de protección social.
-El sufragio universal.
e/ El insurreccionalismo. El jacobinismo, tras su derrocamiento el 9 de termidor (27 de
julio de 1794), fue el alma de los movimientos revolucionarios hasta 1848. Su populismo, sus
propuestas, sus modelos organizativos y su moral militante están presentes en todos los
movimientos democráticos de la primera mitad del siglo XIX. Es más, las autoridades
constituidas tachaban de “jacobinos” a los movimientos que se les oponían, asociando la idea
de jacobino a la de “anarquía”, desorden y despotismo. La sombra del terror acompañó a la
imagen del jacobinismo durante mucho tiempo. No obstante, es cierto que el jacobinismo
acuñó una idea de la insurrección y, con sus hechos, dejó establecido un modelo.
Analicémoslo.
EL LIBERALISMO
El punto de partida es la idea de “orden”: “la fuente del orden es la justicia... la más
firme garantía de la tranquilidad pública es la felicidad de los ciudadanos... Las largas
convulsiones que desgarran a los Estados no son sino el combate de los prejuicios contra los
principios, del egoísmo contra el interés general5...” Por eso, todo régimen que se basa en la
desigualdad es opresor, y el pueblo tiene el derecho “natural” a rebelarse contra él, y el artículo
XXIX de la Declaración de Derechos lo plantea: “la insurrección es el más sagrado de los
derechos y el más indeclinable de los deberes del pueblo... cuando el gobierno viola los
derechos del pueblo”. No se trata de un argumento “presentista”, establecido al albur de los
acontecimientos, sino de un postulado político de calado: la insurrección es la manifestación
extrema del derecho a la participación, a la libertad. Robespierre, en el discurso del 28 de
octubre del 92, señalaba: “llamar doctrinas destructoras del orden público a las máximas
filosóficas aplicadas a la organización de las sociedades políticas; denominar anarquía al
derrocamiento de la tiranía; disturbios, desórdenes y facciones a los movimientos de la
Revolución...” es el argumento de la reacción para aniquilar el movimiento popular, porque “el
pueblo es naturalmente recto y pacífico... siempre lo guía una intención pura”, “los males de la
sociedad nunca vienen del pueblo, sino del gobierno... el interés del pueblo es el bien público,
el interés del hombre que tiene una cierta posición es un interés privado”. Pero hay peligros: “a
veces son los mismos hombres que soliviantan al pueblo para encontrar un pretexto de
degollarle y para convertir la propia libertad en algo terrible... (aunque) cualquiera que, sobre
todo, conozca al pueblo francés, sabe que no está al alcance de cualquier insensato o de
cualquier mal ciudadano sublevarlo sin ninguna razón contra las leyes que ama, y menos aún
contra los mandatarios que ha elegido y contra la libertad que ha conquistado...” El limite se
encuentra en la efectiva igualdad política, todo movimiento que conduzca a la primacía de unos
individuos sobre el conjunto es censurable: así, Robespierre critica (y condenó) a los
movimientos hebertistas porque “trataban de encadenarlo (al pueblo) por medio de la
subversión, por la rebelión...”
La insurrección se establece, pues, como el arma definitiva, como la garantía de la
libertad y se desdramatiza la fenomenología revolucionaria y se asocia la idea de “orden” con la
de los intereses que la defienden. Marat señala: “es la moral de los hombres que han
conseguido dignidades y poder. Entre los abusos de la autoridad y los horrores de la tiranía, no
hablan más que de apaciguar al pueblo, no trabajan sino para impedir que se entregue a su
justo furor".
Pero este derecho a la insurrección tiene unos cauces en la Constitución: “cuando los
derechos del pueblo sean violados por un acto del poder legislativo o del gobierno cada
departamento podrá someterlo a examen del resto de la República, y las asambleas primarias
se reunirán en el plazo que se determine, para manifestar su opinión sobre este punto” (art.
XIX). El derecho de insurrección no es algo absoluto, hay que diferenciar situaciones: frente a
un estado esencialmente opresor, la insurrección se desarrolla contra ese estado para
establecer otro; frente a un estado no opresor, que comete errores, el movimiento se desarrolla
dentro del mismo. Asunto muy importante, pues, es la clave para entender el período jacobino:
apoyándose en el movimiento popular lo neutralizo como enemigo del sistema.
Veamos el modelo de insurrección contra el estado opresor, que es el que perdurará.
Se entiende al pueblo organizado en sociedades patrióticas, clubes, etc... que son los
mecanismos de concienciación y de acción. Acción sobre los centros de poder (toma de la
Asamblea e imposición de medidas, conquista de la guardia nacional...), por eso son
esencialmente urbanas (ya hemos señalado anteriormente la nueva configuración territorial que
se estaba imponiendo). En realidad, los movimientos populares del período adoptaron formas
de motín: levantamiento súbito y ataque directo contra la autoridad que se consideraba
culpable, por lo que se les podría considerar herederos de los motines del AR. No obstante,
hay una varias de novedades que los hacen distintos y contemporáneos:
-Exigen un trabajo previo de preparación (conjura o conspiración).
-Se plantean la toma del poder, para ejercerlo según sus intereses.
5
ROBESPIERRE, Sobre las subsistencias... pág. 63
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-Tienen objetivos políticos, aunque partan de reivindicaciones económicas.
No obstante, perviven elementos precedentes:
-Confían en el papel de una minoría de concienciados, no se plantean como un
movimiento de masas que cree una nueva “hegemonía”, sino como la acción contundente de
un grupo para conseguir unos fines concretos, confiando en que la bondad de esos fines
generará el consenso que justificará la acción. De aquí el extraordinario papel de París en el
proceso revolucionario
-Entienden el poder como el gobierno, la autoridad, sin entrar en consideraciones más
profundas sobre la raíz de ese poder o las múltiples formas en las que ese poder se ejerce a
nivel económico, social, cultural, etc...
-Carecen de alternativas globales, sólo pretenden cambios parciales.
-Se marcan un campo de acción limitado: la ciudad, la región, sin aspirar a extender el
movimiento más allá. Hacen suyo su territorio y esperan a que las fuerzas represivas del
Estado acudan para enfrentarse a ellas.
Los jacobinos accedieron al poder tras el levantamiento insurreccional del 2 de junio de
1793, pero, y a nosotros nos parece lo más importante, contaron con el respaldo de la mayoría
de la Convención, la llanura. En este sentido, no nos parece apropiado entender el período
jacobino como el resultado de la presión popular, preferimos interpretarlo como la adopción por
parte de la élite innovadora de la opción jacobina por las ventajas que reportaba y cayó cuando
esa mayoría de la Convención consideró que ya no se daban esas circunstancias
excepcionales y que esa dictadura ya había cumplido sus objetivos: victorias militares, paz
interior, inclusión del movimiento popular en el sistema. Como señala SOBOUL, “no teniendo
que temer una nueva jornada revolucionaria ahora que el movimiento popular había sido
domesticado, ¿qué razón podía haber para que la Convención soportase por más tiempo la
tutela de los comités”.
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