El diablo como protagonista en el Poema de Fernán González: un concepto clerical de la historia Matthew Bailey The University of Texas, Austin Una de las principales innovaciones del Poema de Fernán González es la integración de una dimensión sobrenatural a la narración de las hazañas legendarias del conde Fernán González.1 A través de una serie de semejanzas y contrastes articulados por medio de un extenso lenguaje figurado, el autor del poema logra añadir esa segunda dimensión a la gesta tradicional de la lucha por la independencia de Castilla.2 El propósito del presente ensayo es ilustrar la articulación de la dimensión sobrenatural del poema, afirmándola como innovación del poeta arlantino que fue rechazada posteriormente por los árbitros del heroísmo castellano, los redactores alfonsíes de la Estoria de España.3 El poema revela un marcado esfuerzo creador en el lenguaje figurado empleado en la descripción del moro como enemigo de la fe cristiana: la gente descreyda (60b), (89b), (102d), (175a), (187b), (191c), (232c), (239a), el pueblo descreido (82a), (117c), (166d), (186b), (515a), el pueblo descreyente (109b), (254a), (520d), descreyntes (252b), los non vautyzantes (103c), la gente pagana (232b), (433c), las fazes paganas (543d), los pueblos paganos (142a), (271d), (275a), (294b), (411b), (412c), (507c), (509b), (539c), (542a), (566b), (630a), (738c), los paganos (16b), (73a), (81c), (253b), (519c), (682b), la gente maldicta (395a), la gente rrenegada (74a), (444a), los pueblos rrenegados (205a). Otros términos, igualmente peyorativos pero menos enfocados en lo religioso, son canes (162d) y la mala semiente (520c).4 172 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 Hay otra serie de términos figurados que designan al diablo y a su ejército: el mortal enemigo (6c), (217a), el vestyan mascaryento (11d), el vestyon fanbryento (493d), el pecado (32b), (101a), (255c), (340b), (340d), (370c), (741d), la ueste antygua (341c), los falsos carvonientos (481d), la vestya (485a).5 Los ejemplos citados forman parte de un notable esfuerzo artístico destinado a ilustrar la importancia del papel desempeñado por los mahometanos y el diablo en la diáspora castellana. La unión de estas dos fuerzas enemigas contra la cristiandad hace posible la destrucción de España y la opresión en que viven los castellanos cuando Fernán González asume el caudillaje de Castilla. Este conde de Castilla conduce a su ejército a victorias en batallas contra los moros al igual que contra reyes cristianos, pero en la concepción arlantina de esa histórica empresa el caudillo se enfrenta también al diablo. El reconocimiento de la presencia del diablo entre las fuerzas enemigas de los castellanos es el aspecto fundamental de la singularidad de este poema arlantino elaborado sobre una base de uno o varios cantares sobre Fernán González. El estudio del lenguaje figurado destinado a la descripción de los enemigos de los castellanos servirá para deslindar mejor la interpretación de la historia ofrecida por el autor del poema. Empecemos el análisis con la descripción de la traición hecha por el conde Julián al rey Rodrigo y, consecuentemente, al resto de la España cristiana. Los detalles de la traición son conocidos por el público (42a); la novedad ofrecida por la narración poética es la participación del diablo en la empresa: Estava la fazienda toda en ygual estado avya con este vyen grran pesar el diablo rrevolvyo atal cosa el mal aventurado el gozo que avya en llanto fue tornado Fyjos vautyzados non devyeran nasçer que esos comen çaron trayçiom a fazer Bailey / El diablo como protagonista 173 envolvyo lo el diablo e metyo y su poder esto fue el escomien ço de a España perder El conde don Yllam commo avedes oydo commo ovo por las paryas a Maruecos torçido ovo en esto comedio tal cosa conteçido por que ovo el rreyno de ser todo destruydo (40-42) Estos versos presuponen un conocimiento de los hechos esenciales de la traición, limitándose a una referencia breve al conde y su encargo (42a-b). Lo que sí describen en detalle es el papel del diablo como instigador de las traiciones que llevaron a la pérdida de una edad dorada de la religión cristiana (véanse también los versos 6c, 37c, 68b, 70c-d, 101a).6 Para una mayor apreciación de la peculiaridad de la versión poética del momento definitivo en la historia del pueblo godo, veamos varias narraciones de la conquista de España por los moros ofrecidas por las crónicas alfonsíes. En las crónicas la victoria de los moros se atribuye a la traición del conde don Julián y también, en parte, por la falta de preparación de los godos para los rigores del campo de batalla: “ca por la luenga paz que ouieran desacostumbrandosse darmas non sabien ya nada de los grandes fechos que los godos fizieran en otro tiempo, et eran tornados uiles et flacos et couardes, et non pudieron soffrir la batalla, et tornaron las espaldas a sus enemigos; e non se podiendo amparar ni foyr, moriron y todos” (Primera crónica general, capítulo 556, p. 309 a48-b5).7 Notamos que el diablo no figura en la descripción de la traición del conde don Julián. Las crónicas dan explicaciones semejantes al referirse a otra batalla posterior en la defensa de la península por los godos, antes de concluir que la victoria final de los moros se debe al estado de enflaquecimiento de los crisitanos después de dos años de hambres y muertes (cap. 557, p. 309b 45-50). 174 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 Resulta ilustrativa una referencia al aspecto sobrenatural, si bien no incluye al diablo: “e la gracia de Dios auie se arredrada et alongada dellos et auie tollido el su poder et el su deffendimiento de los omnes de Espanna, ... aquella yente tan poderosa et tan onrrada fue essora toruada et crebantada por poder de los alaraues” (cap. 557, p. 310a 23-34). En resumidas cuentas, la traición del conde don Julián, en combinación con la falta de preparación para la guerra y el abandono de Dios, contribuyen a la la derrota de los godos. A continuación las crónicas ofrecen explicaciones más detalladas del abandono en que Dios tiene a los cristianos de la Península. Después de detallar su sufrimiento a manos de los moros invasores, explican la ira divina como una reacción a la traición y la decepción perpetradas por los reyes y otros nobles del reino de los godos en España: “algunos fueron alçados reyes por aleue, algunos por traycion de muerte de sus hermanos o de sus parientes, non guardando la uerdad nin el derecho que deuieran y guardar por quexa de ganar el sennorio mal et torticieramientre como non deuien” (cap. 559, p. 314a 12-17). Por tanto, la conquista de España por los moros es un castigo que Dios ha permitido: “e por esta razon auiuose la yra de Dios sobrellos, et desamparoles la tierra que les mantouiera et guardara fasta alli, et tollio dellos la su gracia” (cap. 559, p. 314a 20-23).8 Si las crónicas incluyen al diablo en su versión de la historia, éste no parece tener poder independientemente de Dios, como en el poema. Por ejemplo, antes de la traición del conde Julián el diablo figura en la descripción de las costumbres viles y pecaminosas de los godos durante el reinado de Vitiza. Tanto aquí como en otros lugares de la narración, el diablo puede influir en el comportaminiento de los hombres, pero sólo Dios tiene poder suficiente para controlar el destino. Así es que cuando Dios ve que los godos se han convertido en perezosos pecadores y en asesinos, decide castigarlos cediendo su poder al diablo quien obrará para su perdición: “auino assi por los peccados del rey Vitiza et de todas sus Bailey / El diablo como protagonista 175 yentes que quiso Dios crebantar la gloria et el poder de los godos de Espanna, e por ende metiosse Satanas en la paz que querie Vitiza mostrar por enfinta, et fue en esta guisa” (cap. 552, p. 306a 37-43). Las crónicas luego pasan a narrar los acontecimientos que llevarán a la invasión de los moros y a la destrucción de la España cristiana. La interpretación cronística de la historia castellana se enfrenta directamente a la del monje arlantino en la relación de las hazañas de Fernán González, ya que a partir de la estrofa 172 los cronistas dependen exclusivamente del poema arlantino (Menéndez-Pidal 61, Zamora Vicente 54, nota al verso 173a). Por lo tanto, las comparaciones directas entre los versos del poema y su prosificación en las crónicas ilustran claramente el rechazo por parte de los cronistas de la participación activa del diablo en las campañas contra los castellanos y su legendario conde. En el primer ejemplo los castellanos se preparan para entrar en la batalla de Lara, cuando de repente la tierra se abre y traga a uno de ellos. El diablo es la causa de este horror, como explica el poeta en sus versos introductorios del episodio: El conde don Fernando estava muy quexado queria moryr por ver se con los moros en el canpo byen cuydava ese dia rreynar ay el pecado que metyo grrande espanto en el pueblo cruzado(255) La versión cronística no hace ninguna mención del diablo al introducir el episodio: “Et el conde Fernan Gonçalez estava estonces quedo en un logar, et cobdiciaua ya uerse ayuntado con los moros. Et acaescio alli aquella ora el signo quel monge dixiera al conde” (cap. 691, p. 394b 17-21). Los acontecimientos son los mismos, pero la participación del diablo no se declara ni en la introducción al episodio ni en ninguna parte de su narración en la crónica. 176 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 Aparece otro signo sobrenatural en la carrera de Fernán González y, una vez más, su presentación varía entre el poema y la crónica. En este segundo ejemplo el signo llega en forma de una serpiente sangrienta y rabiosa que viene por el aire echando fuego por la boca; aparece súbitamente entre el ejército cristiano en vísperas de la batalla de Hacinas. En el poema el conde, al informarse de la aparición, entiende inmediatamente que es una ilusión creada por el diablo para asustar a sus vasallos: Quando gelo contaron asy commo lo vyeron entendio byen el conde que grran miedo ovyeron que esta atal fygura que diablos la fyzieron a los pueblos cruzados reuoluer los quisieron (476) Fernán González también percibe que el diablo y su hueste infernal obran en solidaridad con los moros contra las tropas cristianas: A los moros tenian que los venian ayudar coydavan syn duda a los cristianos espantar por tal que los cruzados se ovyeron a tornar que quisyera en la veste algun fuego echar (477) El caudillo de los castellanos, que sin vacilación alguna ha comprendido que la serpiente es obra del diablo, necesita calmar a sus huestes antes de que abandonen la campaña. Decide explicarles la religión de los moros como una combinación de astrología (479) y magia negra (480), pasando luego a detallar sus diabólicos conjuros: Ayvntan los diablos con sus conjuramentos aliegan se con ellos e fazen sus conventos dizen de los pasados todos sus fallimientos todos fazen conçejo estos falsos carvonientos (481) Bailey / El diablo como protagonista 177 La serpiente surge a raíz de esta conjuración contra los cristianos: Algun moro astroso que sabe encantar fyzo aquel diablo en syerpe fygurar por amor que podiese a vos otrros espantar con este tal engaño cuydaron se nos toruar (482) De esa manera el protagonista explica las fuerzas invisibles que están detrás del espectro. A continuación Fernán González afirma el poder de Cristo sobre el diablo, y recalca que los cristianos deben obedecer y temer su poder, y ningún otro (484). El conde concluye su explicación dando amenazas sermonarias a sus vasallos con el fin de que pongan su fe en el dios cristiano y se olviden de la serpiente y de su impulso inicial de abandonar la batalla de Hacinas: Quien este Señor dexa e en la vestya fya tengo que es caydo al Señor Dios en vna gran yra anda en fallimiento la su alma mesquina quantos que ansyna andan el diablo los guia (485) El miedo expresado por las huestes cristianas a consecuencia de la aparición de la serpiente acaba siendo interpretado como indicio de su poca fe en el poder protector de su dios. El diablo no tiene ningún poder real contra Dios, quien es todopoderoso. La versión del mismo episodio en las crónicas tiene otro tono, que rápidamente desecha la idea de que la aparición pudiera ser algo más que un engaño ‘arteria’, y ridiculiza cualquier otro poder que no sea del dios cristiano: El conde, quando lo sopo et lo entendio, mando llamar a todos los de la hueste et dixoles assi: ‘Amigos, los moros son omnes que saben muchos encantamentos, et llaman los diablos con sus espiramientos que fazen; et algun moro astroso que sabe fazer estas cosas, 178 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 fizo aquella uision uenir por ell aer por espantarnos con esta arteria. Mas uos, como sodes omnes entendudos, bien deuedes saber que el diablo non nos puede fazer ningun mal, ca le tollo el poder Nuestro Sennor Jhesu Cristo. Et nos acomendemosnos a aquel sennero Dios que fizo todas las cosas del mundo et que es poderoso de dar et de toller a quien el quiere, et non demos nada por tales cosas (cap. 699, p. 402b1-17). Las crónicas narran el episodio de manera más sucinta, no cabe duda, pero es de notar que todo lo que se omite está relacionado con el diablo. Específicamente de la versión en prosa se omiten los cuatro versos que explican cómo Fernán González se da cuenta de que la horrible visión es obra del diablo (476), los cuatro versos que explícitamente revelan la conjuración entre el diablo y los moros cuyo fin es asustar a los cristianos y conseguir que abandonen la campaña (477), que en la crónica se reduce a algo mucho más superficial: “ca tenien que era sennal de ser uençudos” (cap. 699, p. 302a49-b1); se excluyen los cuatro versos que describen la astrología como elemento fundamental de la religión de los moros (479), al igual que los detalles de la magia negra que practican: “de rreuolver las nuves e de rrevolver los vyentos” (480c); también están ausentes de la versión cronística los cuatro versos en los que el conde revela los diabólicos conjuros de los moros (481) y el recurso sermonario del conde que cierra el episodio declarando que irán al infierno los vasallos que no pongan su fe en Dios (485). En fin, de la versión en prosa se excluye todo lo relacionado con los poderes del diablo y su capacidad para desviar a los cristianos de la fe verdadera y de llevarlos al infierno. A diferencia del poema, las cronistas tratan este episodio como una molestia que ha de incluirse, pero en su elaboración resta importancia a los aspectos sobrenaturales, produciendo así la descripción del mismo fenómeno insólito, Bailey / El diablo como protagonista 179 -pero sin la misma atención a los elementos sobrenaturales y religiosos del poema. En la narración del monje arlantino se entiende la guerra en el campo de batalla como una manifestación visible de la batalla por las almas en que se enfrentan continuamente Dios y el diablo. El hecho de que en el poema Fernán González explique pormenores de las prácticas religiosas de los moros y amenace a sus vasallos con el infierno indica que toma en serio los poderes del diablo para conmover a las huestes cristianas. A menudo en el poema se menciona como el diablo y los moros se unen para hacer frente a los castellanos y Cristo. Para reforzar la idea de esta alianza, el poeta emplea términos figurados para referirse a los mahometanos que enfatizan su oposición a la fe cristiana (los cuarenta y seis ejemplos anteriormente dados). Los cronistas, en cambio, ignoran las referencias anticristianas del poema y emplean la palabra moros, que aparece en el poema cincuenta y ocho veces. Tanto es así su preferencia que de las cuarenta y seis veces que se emplea uno de estos términos figurados en el poema, sólo en una ocasión se le incluye en la versión cronística del poema: la gente pagana (232b), “aquella yent pagana” (cap. 690, p. 393b22). Los cuarenta y cinco usos restantes son rechazados por los cronistas, en algunos casos emplean moros, yentes u otra palabra para personas, o simplemente usan el verbo en plural. La palabra moros no contradice las expresiones figuradas del poema, ya que se les ha considerado paganos, no creyentes o renegados religiosos, pero el énfasis en la oposición a la fe crisitiana no se nota en las crónicas. Por medio del lenguaje figurado del poema, sin embargo, las batallas entre moros y cristianos se convierten en conflictos religiosos en que la virtud más significativa es la fe en el dios cristiano. El enfoque de las crónicas en los aspectos más concretos y más visibles de los acontecimientos se aleja del mensaje tan claramente cristiano del poema y resalta las 180 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 consideraciones nacionalistas castellanas que entran en juego en las batallas. El lenguaje metafórico del poema lo distingue de las narraciones poéticas más tradicionales como el Poema del Cid, que es metonímico a todos los niveles de expresión (veáse Montgomery). Las distinciones entre estas dos formas de expresión se refleja en mayor grado en la dicotomía entre la prosa y la poesía. En la descripción de esa dicotomía Roman Jakobson considera que la poesía es principalmente metafórica y la prosa, metonímica, ya que el principio de la similitud sirve de base a la poesía, mientras que la prosa se construye en base a la contigüidad. En las formulaciones de Jakobson la poesía tiende hacia la expresión metafórica debido al paralelismo métrico de los versos o a la equivalencia fónica de las palabras que forman la rima (Jakobson 114). El poema clerical exhibe esas dos características poéticas en mayor grado que los poemas épicos más tradicionales como el Poema del Cid y las Mocedades de Rodrigo, y más todavía cuando es comparado con las crónicas en prosa. Es probable, por tanto, que el uso de la rima consonante en la cuaderna vía sea una consideración importante en las innovaciones léxicas comentadas en este ensayo. Examinemos los aspectos acústicos del empleo de los términos figurados dedicados a resaltar la alianza entre los mahometanos y al diablo. Conviene recordar que las exigencias métricas del mester de clerecía son mayores que las del verso épico tradicional y la maestría del poeta se nota sobre todo en su habilidad para completar la rima.9 En el Poema de Fernán González el autor parece explotar su lenguaje figurado para completar la rima de muchos versos. Concretamente, de las cuarenta y seis referencias figuradas referentes al moro, treinta y cinco se emplean a final de verso. De las once restantes, diez emplean pagano (la gente pagana, las fazes paganas, los pueblos paganos, los Bailey / El diablo como protagonista 181 paganos), que parece admitirse tanto en el interior de verso (las diez ocurrencias mencionadas) como para completar la rima (doce ocurrencias). La otra referencia figurada que no se encuentra en final de verso es canes, que es más tradicional ya que lo usa el Cid al condenar a los infantes de Carrión cuando ya no son sus yernos (Michael 1980:v. 3263). Todos los demás términos, que por cierto son los más innovadores y originales, ocurren exclusivamente a final de verso, completando la rima. Por el contrario, moro(s) aparece en el poema cincuenta y ocho veces y en un solo caso completa la rima de un verso (278c). Las otras palabras empleadas para completar la rima de esta estrofa demuestran lo insólito de una rima consonante con moro: “Fallaron en las tyendas soberano tesoro / muchas copas e vasos que eran de un fyno oro / nunca vyo atamaña rriqueza cristiano nin moro / serien ende abondados Alexander e Poro“(278). Si miramos la rima en las estrofas que emplean las términos más originales del poeta, observaremos la naturalidad de su expresión. Por ejemplo, al hablar el narrador del conde castellano, emplea gente descreyda al referirse a los moros: “Fyzo su oraçion el moço byen conplida / de coraçon la fizo byen le fuera oyda / fyzo grandes vatallas con la gente descreyda /mas nunca fue vençido en toda la su vyda” (191). Con la posible excepción de la expresión figurada, la rima se completa con palabras comunes, que bien podían emplearse en muchos contextos. Tanto en este ejemplo como en otros cabe la posibilidad de que los términos figurados del poema tengan su origen en la necesidad de acoplar la repetida mención de los moros y del diablo a las exigencias métricas del nuevo mester. En ese sentido es notable que en las ocho estrofas en que se emplea gente descreyda, las otras palabras que riman ocurren repetidamente (vida, cinco veces; partyda, cuatro; medida, cuatro; vertyda, dos; ayuda, dos; ésta última aún cuando no rima). Del mismo modo, en las cinco estrofas en que se 182 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 emplea pueblo descreido, movydos rima tres veces y guaridos, dos. Para apoyar la observación de que moro se presta a la rima consonante tan bien como las expresiones figuradas originales del poema, pongámonos como paralelo el ejemplo de diablo. Esta palabra ocurre trece veces en el poema y en ningún caso completa la rima. Sin embargo, las catorce ricas y variadas expresiones figuradas referentes al diablo completan la rima en doce ocasiones (excepciones son 341c y 485a). Estos datos y los anteriores sobre la rima parecen indicar la probabilidad de que las expresiones figuradas del poema sean un mecanismo artístico para incluir en la resonancia del poema los protagonistas vitales de la historia castellana según la interpretación del monje arlantino.10 Queda por resolver el problema del rechazo del lenguaje metafórico en la versión cronística del poema. Su ausencia es notable, sobre todo porque ese lenguaje permite al poeta construir una segunda dimensión de la actividad, en la que se revela un mundo de simpatías y antipatías entre las fuerzas sobrenaturales del bien aliadas con Fernán González por un lado y, por otro lado, las fuerzas del mal aliadas con los moros. El poema presenta algunos signos visibles de las fuerzas invisibles que obran en todo momento para efectuar sus designios entre los humanos. De ese modo el poeta ilustra para su público una dimensión nueva en los acontecimientos, ilustrando la validez del axioma que ofrece Michel Foucault para la época, “conocer es interpretar“/“to know is to interpret” (Foucault 32). El lenguaje figurado del poema construye una asociación evidente del moro con el enemigo malo, el diablo. Al vincularlos crea una fuerza de dos dimensiones que no cede ante ninguna fuerza que no se apoye también en lo sobrenatural. Los cronistas rechazan esta interpretación de la historia, amenguando el énfasis en la dependencia respecto a Dios demostrada por los castellanos, lo cual produce un enfoque más centrado en Fernán González como gran campeador y líder de su pueblo. La distinción no Bailey / El diablo como protagonista 183 es insignificante, ya que ahí se juega con la representación del mundo castellano y el reconocimiento debido a los responsables de sus meritorios logros. La insistencia cronística en la gesta humana al enfrentarse con el discurso del monje arlantino se acopla a la concepción del tiempo histórico de la crónica universal alfonsí notada ya por Francisco Rico. Según Rico, los cronistas distinguen dos etapas en la historia del mundo, separadas por la venida de Cristo. En la primera etapa los diablos campeaban por la tierra y maltraían a la humanidad, mientras que después de Jesús los diablos quedaron privados de tal facultad (Rico 68). Al ser así se revelan los criterios de los refundidores del episodio tratado aquí anteriormente, en que Fernán González explica a sus vasallos el engaño de la aparición de la serpiente. En los versos que los cronistas excluyeron de su prosa se reconoce el poder del diablo sobre el mundo natural, mientras que en los versos incluidos se niega el poder del diablo y se afirma el de Dios. El poder de Dios sobre el diablo libera al hombre para enfrentarse con el enemigo real. La aversión al lenguaje poético por parte de los compiladores alfonsíes ha sido notada por Brian Powell en otro contexto. Al comparar el Poema del Cid con su prosificación alfonsí en la Crónica de veinte reyes Powell observa que los cronistas conservaron aquellas partes de la historia que tenían un interés mayormente político o militar, omitiendo todo aquello que no sirviera a sus propósitos. Powell afirma la necesidad de los compiladores de ocultar la naturaleza poética de sus fuentes, lo cual los motivaba a alterar el vocabulario poético, los giros, el orden de las palabras, los epítetos, etc: “poetic vocabulary, turns of phrase, word order, epithets and so on” (Powell 109). De interés al presente trabajo son algunas omisiones notadas por Powell (91, 97-98), entre ellas toda la oración de Jimena (vv. 330-65) y la inclusión del nombre del arcángel Gabriel (v. 184 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 406), el mensajero divino que en un sueño le asegura al Cid el éxito en el exilio (404-12). Notamos que la aparición del arcángel y la oración de Jimena son las únicas ocasiones en el poema en que se establece una dependencia del Cid respecto a la voluntad divina, y parece ser en este caso también que los prosificadores prefirieron desviar el foco de la narración y centrarlo sólidamente sobre el héroe.11 La preferencia demostrada por los cronistas por enfocar el mundo objetivo en parte se debe a la naturaleza misma de la prosa que, como mantiene Jakobson, es fundamentalmente distinta a la poesía. Y en parte esa preferencia se deberá al deseo de explicar los éxitos políticos y militares de los castellanos en términos de los partícipes más importantes, los héroes tradicionales. La dimensión cristiana forma parte de esa historia, y Dios tiene un papel en ella, pero al insistir en la dimensión sobrenatural de la historia reciente se le resta algo a los logros de los héroes nacionales mejor conocidos y más admirados. La expresión metafórica en el poema se emplea no sólo para nombrar sino también para implicar al diablo en los asuntos humanos. A diferencia de los casos citados hasta ahora, los términos como tender/ordir rredes y ordir tela no tienen una función notable en el nivel acústico, ni se emplean en la asociación del diablo con los moros; más bien revelan la presencia del diablo entre los enemigos cristianos de los castellanos. El primer ejemplo que examinaremos ocurre en la narración de aquella traición del conde don Julián, quien acaba de convencer al rey Rodrigo de que sus vasallos pueden olvidarse de las guerras y dedicarse al cultivo de sus tierras ya que han conseguido establecer una paz duradera con los moros. El rey acepta las recomendaciones del conde y el narrador, antes de pasar a la descripción de la reacción de Bailey / El diablo como protagonista 185 los vasallos del rey, comenta lo siguiente, aparentemente al público: Fue fecha la varata atal como entendedes vya lo el diablo que tiende tales rredes testorno el çimiento cayeron se las paredes lo que estonçes perdiestes cobrar non lo podedes (68) Estos comentarios son concebidos como una guía para el público. El lenguaje figurado permite implicar al diablo en la destrucción de España iniciada por don Julián. De esa manera se interpretan la acción y los acontecimientos de la narración para el público por medio de unos términos figurados lo suficientemente abstractos como para aplicarse a muchas situaciones diferentes, pero al mismo tiempo lo suficientemente concretos como para comunicar culpabilidad. El verso final: “lo que estonçes perdiestes cobrar non lo podedes” (68d), conecta los acontecimientos de la narración al público, demostrándole que todavía sufre los efectos de la traición. El segundo ejemplo se relaciona con las maquinaciones de doña Sancha, reina de León, que vive para destruir a Fernán González desde que éste mató a su padre. Como parte de la trampa que le pretende tender al conde la reina le propone un matrimonio con su sobrina con el fingido propósito de reanudar la paz con don García, rey de Navarra y hermano de doña Sancha. En realidad la reina quiere sorprender al conde desprevenido y encerrarlo en prisión. El conde acepta la propuesta de matrimonio y el poeta no vacila al revelar que es obra del diablo: Quando oyeron las jentes aqueste casamiento todos tenian que era muy buen ayuntamieto que seria de la pas carrera y çemieto mas ordio otras rredes el diablo e çeniçieto (591) 186 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 En el último ejemplo el poeta representa al diablo como el responsable de una disputa entre los leoneses y los castellanos surgida a raíz de una correría hecha por Fernán González sin acompañamiento leonés. Los leoneses se ofenden y el poeta, aunque reconoce gratuitamente la maldad de la reina, realza al diablo para transformarlo en el culpable: Era de amas las partes la cosa ençendida sopo lo la reyna e touo se por guarida ay abia el diablo gran tela ordida mas fue por el buen rrey la pelea partida (744) Como apreciamos en los ejemplos dados, el lenguaje figurado se emplea para implicar al diablo, personaje que de otra manera no se incluiría en lo narrado. El poema lleva al público a otra dimensión en la que obran fuerzas invisibles. En su interpretación de la gesta legendaria del conde castellano los acontecimientos históricos por sí solos no son del todo comprensibles. Los protagonistas de la lucha por la independencia de Castilla ya no se limitan a los castellanos y sus enemigos históricos sino que incluyen a Dios y sus elegidos, san Pelayo, san Millán y Santiago, por un lado; al diablo y su hueste por otro lado. El autor arlantino implica al diablo en la derrota de la España goda y en los males de Castilla. De forma paralela en los éxitos participa Dios a través de su allegado Fernán González, gran campeador, no cabe duda, pero sólo porque Dios media por él. El uso del lenguaje figurado para implicar al mundo sobrenatural en acontecimientos históricos sugiere un público consciente de la gesta de Fernán González, pero incapaz de discernir las batallas entre Dios y el diablo que servían de trasfondo al drama nacional. El poema les revela un nuevo orden y otra manera de ver el mundo.12 El argumento más convincente de que el poema es una nueva y atrevida presentación de los sucesos más significativos de la historia de Castilla se encuentra en el hecho de que las crónicas alfonsíes la Bailey / El diablo como protagonista 187 rechazaron, admitiendo el poder del diablo sólo por el consentimiento de Dios. NOTAS 1 Se han formulado varios argumentos abogando por la existencia de un Can apreciado la pervivencia de una vieja materia épica que sirvió de base al autor del el romacero viejo (263). Un estudio más reciente y bastante completo Poema de Fernán González, volviendo a aparecer en las Mocedades de Rodrigo y en del tema aparece como obra póstuma de Menéndez Pidal en que ya no se habla de un *Cantar sino de uno o varios cantos sobre el conde rebelde (421-48, esp. 442, 446). Otros críticos resaltan paralelos entre el poema en cuaderna vía y algún precedente tradicional o foclórico (véanse Avalle-Arce 60-73; Geary 57-80. 2 Michel Foucault describe en detalle como hasta finales del siglo XVI las representaciones literarias del mundo visibl tar de Fernán González. Desde Manuel Milá y Fontanals se ha e e invisible tendían a estructurarse por medio de la articulación de semejanzas y contrastes (17-25). 3 La Estoria de España no se acabó de redactar nunca, pero se ha demostrado que la Crónica de veinte reyes es la versión crítica sacada de los borradores alfonsíes de la historia de los reinos de León y Castilla y que hubiera formado parte de aquella obra cronística alfonsí (Fernández-Ordóñez 65-73). 4 Cito aquí y en adelante de la transcripción paleográfica del manuscrito único incluida en la presentación de la edición crítica de Menéndez Pidal (34-153). 5 Los términos figurados presentados aquí aparecen también en mi libro (Bailey 32-33), en el cual no se incluye, claro, el presente análisis. 6 En un acertado retrato del autor del poema, H. Salvador Martínez describe su concepto del pasado visigodo como una edad dorada de la religión cristiana (Martínez 28-35). 7 Cito de la edición de Menéndez Pidal (1906) porque sigue siendo la más asequible. Las citas ofrecidas en este ensayo son prácticamente idénticas a los mismos pasajes de la Crónica de veinte reyes, crónica que es probablemente anterior y más fiel a los borradores alfonsíes que la publicada por el maestro. 188 Olifant / Vol. 20, Nos. 1-4 8 Inés Fernández-Ordóñez cita lo mismo con otra valoración (Fernández-Ordóñez 34). De todos modos su enfoque ofrece un interesante paralelo a mi argumento. Sostiene que la interpretación de la pérdida de España en las crónicas alfonsíes formaba parte de un programa político de extensa aplicación para justificar las aspiraciones políticas del rey sabio (Fernández-Ordóñez 39). Es decir, que tanto en las crónicas alfonsíes como en el poema arlantino la historia se interpreta según criterios específicos. 9 Así lo declara el poeta del Libro de Alexandre en la segunda estrofa del poema: “Mester traigo fermoso, que no es de joglaría, / mester es sin pecado, ca es de clerezía / fablar curso rimado por la cuaderna vía, / a sílabas contadas, ca es grant maestría” (edición de Jesús Cañas 130-31). 10 John Geary incluye las expresiones figuradas estudiadas aquí en una lista de fórmulas semánticas que supuestamente comparten características estilísticas con fórmulas de otros cantares épicos (Geary 147-52). Sobra decir que entiendo la expresión del poema arlantino como fundamentalmente distinto de esos otros poemas. 11 Véase también mi capítulo sobre la oración de Jimena (Bailey 43-54). Un excelente y amplísimo análisis de los criterios empleados en las compilaciones cronísticas alfonsíes acompaña la edición de La versión crítica de la “Estoria de España” (Inés Fernández-Ordoñez 1993). En su estudio de la prosificación del Cantar del Bernaldo (176-85), la autora concluye: “Los objetivos perseguidos por el autor de esta Versión fueron depurar el texto de detalles excesivamente poéticos, no oportunos en una exposición “científica” del pasado, mejorar la verosimilitud del relato y defender una ideología claramente monárquica . . . .“ (185) 12 Al estudiar el empleo de adjetivos en la épica, Montgomery concluye, aunque con cautela respecto al Poema de Fernán González, que el idioma épico que no da cabida a la creación de metáforas, ya que al proponer analogías el poema se prestaría a un sinfin de interpretaciones: “[E]pic idiom, with little room for the creation of metaphors, which, by proposing resemblances, can too easily invite a proliferation of viewpoints” (Montgomery 175). La creación de expresiones figuradas por el poeta arlantino tiene el propósito de convertir al mundo sobrenatural en protagonista de las hazañas del héroe, lo cual es inusitado en la épica castellana y distingue al poeta arlantino y su creación de sus bases tradicionales y de otros poemas del género. Bailey / El diablo como protagonista 189 BIBLIOGRAFÍA CITADA Avalle-Arce, Juan B. “El Poema de Fernán González: clerecía y juglaría.” Philological Quarterly 51(1972): 60-73. Bailey, Matthew. The Poema del Cid and the Poema de Fernán González: The Transformation of an Epic Tradition. Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1993. Cañas, Jesús, ed. Libro de Alexandre. Madrid: Cátedra, 1988. Fernández-Ordóñez, Inés. Las ‘Estorias’ de Alfonso el sabio. Madrid: Istmo,1992. ---, ed. La versión crítica de la Estoria de España. Madrid: Fundación Ramon Menéndez Pidal, 1993. Foucault, Michel. The Order of Things: An Archeology of the Human Sciences. New York: Random House, 1973. Geary, John. 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