ACTAS V REUNION 3 PRUEBA(7) CORRECIONES JM 25-9

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JOSÉ MIGUEL NOGUERA CELDRÁN
ELENA CONDE GUERRI
Editores científicos
ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA
V
MURCIA 2008
ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA, V
Actas de la reunión internacional celebrada en Murcia
del 9 al 11 de noviembre de 2005
Fundación Cajamurcia – Centro Cultural Las Claras
Universidad de Murcia – Facultad de Letras
Organizan
Patrocinan
Editores científicos
José Miguel Noguera Celdrán
Elena Conde Guerri
Comité organizador
Presidente: José Miguel Noguera Celdrán
Secretaria: Maravillas Pérez Moya
Vocales: Elena Conde Guerri y Pascual Martínez Ortiz
Comité científico
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Trinidad Nogales Basarrate, Museo Nacional de Arte Romano de Mérida
Sebastián F. Ramallo Asensio, Universidad de Murcia
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Pedro Rodríguez Oliva, Universidad de Málaga
José Miguel Noguera Celdrán, Universidad de Murcia
Coordinación general
Maravillas Pérez Moya
Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales
Región de Murcia
Coordinación editorial
Begoña Soler Huertas, Universidad de Murcia
El volumen Escultura Romana en Hispania V se enmarca en el proyecto de investigación BHA 2002-01845, financiado por
la Dirección General de Investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, cofinanciado con fondos FEDER.
Reservados todos los derechos. Queda prohibido reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información
y transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (electrónico, mecánico, fotocopia,
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ISBN: 978-84-95815-14-9
Depósito Legal: MU-2383-2008
Impreso en España / Printed in Spain
Índice
PRESENTACIONES
PEDRO ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
JOSÉ ANTONIO COBACHO GÓMEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
CARLOS EGEA KRAUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
INTRODUCCIÓN
JOSÉ MIGUEL NOGUERA CELDRÁN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
CONFERENCIAS INVITADAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
L’AULA DEL COLOSSO NEL FORO DI AUGUSTO: ARCHITETTURA E DECORAZIONE SCULTOREA . 29
LUCREZIA UNGARO
LA POLICROMIA DELLE STATUE ANTICHE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
PAOLO LIVERANI
TOMOGRAFÍA DE LA ESCULTURA ANTIGUA SEGÚN EL ERUDITO Y ACADÉMICO FRANCÉS
CONDE DE CLARAC (†1847) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
ELENA CONDE GUERRI
ARGUMENTOS GENERALES Y COLECCIONISMO MODERNO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
RETRATOS IMPERIALES DE HISPANIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
JOSÉ ANTONIO GARRIGUET MATA
LAS ESTATUAS FEMENINAS EN HISPANIA: CONSIDERACIONES ACERCA
DEL CONCEPTO DE CIUDADANÍA VISTO A TRAVÉS DE LOS SIGNOS EXTERNOS
. . . . . . . . . . . . 149
CARMEN MARCKS
CULTI ORIENTALI IN SPAGNA: ALCUNE OSSERVAZIONI ICONOGRAFICHE. . . . . . . . . . . . . . . 163
BEATRICE CACCIOTTI
LOS RETRATOS IMPERIALES DE TORTOSA (TARRAGONA): ¿COPIAS DEL RENACIMIENTO? . . . . 187
EVA MARÍA KOPPEL
IMITACIONES Y FALSIFICACIONES DE SARCÓFAGOS ROMANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. . . . 209
MARKUS TRUNK
TARRACONENSE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
EL PRIMER HORIZONTE DE ESCULTURA CELTÍBERO-ROMANA EN LA MESETA:
LAS ESTELAS DE GUERREROS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
JOSÉ ANTONIO ABÁSOLO ÁLVAREZ
LOS JULIO-CLAUDIOS EN BILBILIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
MARÍA LUISA CANCELA RAMÍREZ DE ARELLANO Y MANUEL MARTÍN-BUENO
LA ESCULTURA FUNERARIA TARDORROMANA DE LA PROVINCIA DE TOLEDO:
NUEVAS APORTACIONES PARA SU ESTUDIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
SERGIO VIDAL ÁLVAREZ
EL PROGRAMA ESCULTÓRICO DEL FORO DE SEGOBRIGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
JOSÉ MIGUEL NOGUERA, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
LOS ALTARES MONUMENTALES CON PULVINI DEL NORDESTE PENINSULAR . . . . . . . . . . . . . . 345
MONTSERRAT CLAVERIA
LA DECORACIÓN ESCULTÓRICA EN LOS MONUMENTOS
FUNERARIOS ROMANOS DEL ÁREA VALENCIANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ SALVADOR
LA PEQUEÑA ESCULTURA EN BRONCE DE ÉPOCA IMPERIAL EN EL PAÍS VALENCIANO . . . . . . 425
FERRÁN ARASA I GIL
UN FRAGMENTO DE ESTATUA MONUMENTAL DE BRONCE DE LUCENTUM . . . . . . . . . . . . . 457
MANUEL OLCINA DOMÉNECH
HALLAZGOS ESCULTÓRICOS EN LA COLONIA ROMANA
DE LIBISOSA (LEZUZA, ALBACETE) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 481
ANTONIO M. POVEDA NAVARRO, JOSÉ UROZ SÁEZ Y F. JAVIER MUÑOZ
BÉTICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 499
ESCULTURAS ROMANAS DE CONOBARIA (LAS CABEZAS DE SAN JUAN)
Y VRSO (OSUNA). LA ADOPCIÓN DEL MÁRMOL EN LOS PROGRAMAS ESTATUARIOS
DE DOS CIUDADES DE LA BAETICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501
JOSÉ BELTRÁN FORTES
TRABAJOS PREPARATORIOS PARA LA ELABORACIÓN DEL C.S.I.R. DEL SUR DE ESPAÑA . . . . . 545
LUIS BAENA DEL ALCÁZAR
LAS ESCULTURAS ROMANAS DEL MUSEO LORINGIANO DE MÁLAGA.
HISTORIA DE LA COLECCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 565
PEDRO RODRÍGUEZ OLIVA
ESCULTURAS DE VRSO (OSUNA, SEVILLA) CONOCIDAS POR REFERENCIAS
LITERARIAS Y OTRAS INTERPRETACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643
ISABEL LÓPEZ GARCÍA
LUSITANIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 653
PROGRAMAS DECORATIVOS PÚBLICOS DE LUSITANIA: AUGUSTA EMERITA
COMO PARADIGMA EN ALGUNOS EJEMPLOS PROVINCIALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 655
TRINIDAD NOGALES BASARRATE Y LUÍS JORGE GONÇALVES
LA CARIÁTIDE DE SÃO MIGUEL DA MOTA Y SU RELACIÓN
CON LAS CARIÁTIDES DE MÉRIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 697
THOMAS G. SCHATTNER, CARLOS FABIÃO Y AMÍLCAR GUERRA
RESÚMENES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 731
RELACIÓN DE AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 745
La cariátide de São Miguel da Mota y
su relación con las cariátides de Mérida
Thomas G. Schattner
Instituto Arqueológico Alemán de Madrid
Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Universidade de Lisboa
I. EL ENTORNO DEL HALLAZGO
I.1. El sitio de São Miguel da Mota (lám. 1), una pequeña elevación que sobresale en la margen izquierda de la Ribeira de Lucefit1, se encuentra administrativamente en Terena, municipio de Alandroal (Évora, Portugal), integrando la Región de Alentejo. El lugar se sitúa cerca
de la confluencia de este curso de agua con el Guadiana, el antiguo Anas, que genéricamente sirvió como frontera entre las provincias romanas de Lusitania y Bética2.
Se trata de uno de los lugares más emblemáticos de la arqueología portuguesa3, especialmente por la notoriedad que obtuvo Endovélico, la divinidad que allí tenía su santuario. Esta
entidad y su santuario se conocen desde antiguo, por lo menos desde el siglo XVI. Las primeras noticias se deben a D. Teodósio de Bragança que retiró del sitio de la ermita de São
Miguel algunos monumentos, entre ellos, un conjunto de siete inscripciones que había recogido en Vila Viçosa y que integró en la fachada del convento de los Agustinos (Resende,
1593, p. 231-236). A este erudito debemos las primeras referencias escritas, constantes de
varios volúmenes de Os livros das muitas cousas, de las cuales nos da noticia Caetano de Sousa
(Sousa, 1739-1748, VI, p. 78), así como de las primeras transcripciones que circularon, según
la tradición de la época, en colecciones manuscritas sobre epígrafes. En ocasiones, estos
materiales eran organizados en fichas sueltas (schedae), que los hombres cultos del “cinquecento” y “seicento”, hacían circular entre sí, copiando de otros y transcribiendo sus lecturas,
1 Esta designación toponímica, que figura en la cartografía actual, tiene claramente un aspecto algo “sospechoso”. Su
forma latina denuncia, con bastante evidencia, una designación recreada por algún erudito, teniendo como base un
nombre precedente, de sonoridad semejante. Las atestaciones medievales parecen confirmar esta aserción, ya que registran las variantes de oydaluiceuez (1231) y udialuiciuez (1262). Sobre el eventual significado de este hidrónimo y su eventual relación con el culto de Endovélico vid., más recientemente, Ribeiro, 2002, p. 82-83.
2 Aunque se trata de una información que se repite en la literatura clásica, constituye hoy un dato adquirido el hecho que
el curso del río no siempre correspondía al límite de las dos provincias romanas.
3 Atestiguando su excepcional importancia y notoriedad, se puede referir que el nombre de “Endovélico” le ha sido dado,
significativamente, teniendo como referencia la base nacional de datos arqueológicos de Portugal.
ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA V, 2008, p. 697-730
698
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Lámina 1. Fotografía general del cabezo de São Miguel da Mota (fot. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).
sin que resulte posible determinar su origen en la mayoría de las ocasiones. Debió ser así como
la noticia sobre tales vestigios llegó a oídas de Giovanni Battista Venturini, parte del séquito del
cardenal Alejandrino que, en su visita a D. Sebastião como legado del papa Pío V, pasó por
Lisboa en 1572 y quien finalmente los plasmó en sus relatos de viaje (Vasconcellos, 1905, p. 112113). De esta obra, subsisten actualmente diversos manuscritos en fondos europeos en los
que se transmite un conjunto sustancial de epígrafes romanos del territorio portugués, en
particular de Lisboa (Silva, 1944, p. 15).
Sin embargo, es probable que la notoriedad del santuario y de los epígrafes allí documentados surgiera como consecuencia de la atención que les dedicó el conocido humanista portugués André de Resende en su principal trabajo impreso, De antiquitatibus Lusitania, así
como a través de su obra manuscrita y la correspondencia mantenida con otros eruditos coetáneos, en gran medida responsables de la divulgación de las transcripciones resendianas4.
En aquella famosa publicación póstuma se daban a conocer ocho inscripciones procedentes
de S. Miguel da Mota (las siete referidas y una más existente en el castillo de Alandroal), “ex
antiquo fano, quod extat iuxta oppidum Therennam”, según la expresión del propio autor
(Resende, 1593, p. 231). En un breve texto, en el que aún se cuestiona sobre el significado
del teónimo, manifestaba una de las primeras y más acertadas consideraciones sobre el lugar,
4 Sobre algunos resultados concretos, aunque no relativos a estos epígrafes, de la correspondencia de André de Resende
con otros eruditos quinientistas hispánicos: Gimeno, 1997, p. 157-159.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
699
interpretándolo como el derivado de un nombre del lugar vecino, cuya forma sería eventualmente Endovelia5.
Tal afirmación provocó que la excepcionalidad de estas manifestaciones epigráficas fuera
muy comentada, discutiéndose en algunos medios eruditos europeos la peculiar naturaleza
de la entidad divina que les era asociada. Asimismo, se convirtió en responsable de una multiplicación de los estudios de calidad muy diversa6, hasta el punto que, tanto la divinidad
como su santuario terminaron por asumir una importante relevancia, no sólo en el estudio
de la religiosidad antigua, sino también desde el punto de vista historiográfico.
El impacto de toda esta producción científica tuvo igualmente su reflejo en obras literarias
que han creado una imagen, casi siempre irreal, del antiguo santuario de Endovélico. La más
conocida se debe a Brás Garcia de Mascarenhas quien, en su poema épico Viriato Trágico, imaginaba al protagonista surgiendo de las ruinas del templo entre “sarcophagos tristes, de amorosos / trophéus quinda letreiros manifestam” (“sarcófagos tristes, de amorosos / trofeos que
todavía los letreros manifiestan”). Se trata, naturalmente, de una descripción sin correspondencia con la realidad, resultado de las libertades poéticas y de los tópicos literarios, más que
de un conocimiento concreto del sitio, circunstancia que se repite en otras referencias al santuario.
En este sentido, y salvo alguna rara excepción, la información sobre el santuario se limitó a
la documentación epigráfica, incluyendo algunas consideraciones relacionadas con la divinidad, tomadas de aquellos estudios ya publicados sobre la entidad religiosa referida o a la
localización inconcreta del lugar de culto en lo alto de una colina; una realidad que se mantendría sin cambios hasta la segunda mitad del siglo XIX.
I.2. Aunque se tenía certeza de la localización del santuario, la primera intervención arqueológica en el lugar fue llevada a cabo en 1890, bajo la dirección de J. Leite de Vasconcellos. El
desarrollo de estos primeros trabajos arqueológicos en la zona fue planteado con carácter de
urgencia debido a la sucesión de noticias y estudios de diversa índole en los que se hacía referencia al hallazgo de materiales inéditos que, una vez más, reflejaban las peculiaridades del
dios y su santuario. Además de la recopilación promovida por Hübner, Vasconcellos ensalzó
las publicaciones de Rocha Espanca (1882) y, en especial, de Gabriel Pereira (1889), autor
que incluía por primera vez un plano de la ermita de São Miguel, alertando del estado de
degradación del inmueble, así como sobre la necesidad de reunir los monumentos epigráficos en un museo “antes de que un curioso nacional o extranjero aproveche las piedras”
(Pereira, 1889, p. 145-149).
5 Nominis Endouellici causam, aut originem ego penitus ignoro. Nisi si ab oppido propinquo, quod Endouellia forte diceretur, nomen
esset impositum (Resende, 1593, p. 236). Sobre la validez de esta propuesta: Búa, 2000, p. 184-185; Ribeiro, 2002, p. 86.
Para destacar la importancia de las primeras consideraciones sobre esta cuestión regístrese que, en los escolios de Diogo
Mendes de Vasconcelos a este pasaje, se señalan algunas hipótesis alternativas, entre ellas una hipótesis ajena, según la
cual, en el teónimo se debería relacionar con el elemento endon-, de origen griego, que significa “dentro” (sobre la reanudación de una interpretación idéntica: Búa, 2000, p. 73; Prósper, 2002, p. 351).
6 Una síntesis sobre los estudios dedicados a este sitio, en particular a la divinidad allí venerada, se puede encontrar en
la publicación fundamental de Vasconcellos (1905, p. 112-122). Gracias a la amabilidad de Juan Manuel Abascal, a
quien le agradecemos cordialmente, tomamos recientemente conocimiento de nuevas contribuciones inéditas existentes en el riquísimo espolio manuscrito de la Real Academia de la Historia, que se pueden añadir a la ya extensa lista
antes referida. De una forma general, estos incluyen la transcripción de algunos epígrafes, por vía general tomadas de
otros, pero en algunos casos puntuales se hicieron consideraciones sobre la propia naturaleza de la divinidad y de su
culto. Sobre ellos esperamos poder dar noticia en futuros trabajos.
700
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Y fue precisamente la urgencia en documentar los restos del santuario, unido al excepcional
interés del sitio, lo que llevó a José Leite de Vasconcellos a encargarse de su excavación como
estreno de su actividad arqueológica (Vasconcellos, 1905, p. 112). En esencia, los trabajos se
destinaron a recuperar un representativo volumen de material marmóreo que aparecía reutilizado en la construcción de la ermita de São Miguel, construcción que, según el autor, se
asentaba en el área del primitivo templo (ibid., p. 131-132). No obstante, los resultados de
esta intervención arqueológica fueron sumamente positivos; por un lado, el estudioso portugués consiguió recuperar una excepcional colección de piezas epigráficas y escultóricas de tal
entidad que, años más tarde, constituiría el núcleo expositivo del Museu Ethnológico creado
por iniciativa propia. Por otro, el desarrollo de esta primera intervención permitió documentar un contexto arqueológico completamente distinto del transmitido por la tradición,
derivado exclusivamente de la documentación epigráfica. En este sentido, si bien es cierto
que las inscripciones siguieron afirmándose como uno de los componentes fundamentales
del expolio documentado, aumentando sustancialmente el número de los monumentos
conocidos, el desarrollo de los trabajos arqueológicos permitió caracterizar el yacimiento,
poniendo de manifiesto la diversidad e importancia de los restos materiales de cara a la definición cronológica y caracterización cultural de ese establecimiento. Aunque Leite de
Vasconcellos no ofreciera ninguna información sobre gran parte de los vestigios por él recogidos, consiguió esbozar un panorama en el que asumieron un papel preponderante los
datos relativos a la escultura y, en menor grado, la documentación concerniente a los elementos constructivos, al expolio numismático y al material cerámico.
El programa escultórico recuperado ha constituido desde entonces el conjunto más numeroso del territorio portugués, asumiendo un importante protagonismo en los círculos eruditos y académicos del momento. Sin embargo, los estudios de Leite de Vasconcellos se dirigieron fundamentalmente a la estatuaria con el fin de caracterizar a la divinidad, así como
las manifestaciones religiosas asociadas a aquel lugar de culto, limitando sustancialmente
sus referencias a aquellos aspectos relacionados con la esfera de lo sagrado ya publicados. Por
un lado, presentaba un conjunto de piezas catalogadas como representaciones de una divinidad, la cual identificó, no sin ciertas reservas, con una cabeza barbada convertida, desde
entonces, en el principal símbolo del dios y en uno de los elementos más conocidos de la
estatuaria religiosa occidental. Pero, sobre todo, consiguió compendiar una serie de elementos de naturaleza distinta que permitieron una mejor comprensión de aspectos concretos de
la religiosidad asociada a aquel santuario, entre ellos, algunos elementos decorativos de las
aras y, en particular, las representaciones de los propios oferentes dedicadas como exvotos a
la divinidad, constituyendo la mayoría de las esculturas presentadas por el autor (ibid., p.
127-130; 139-144).
Finalmente, la puesta en valor de otros elementos arqueológicos, como el material cerámico
y numismático expoliado, contribuyó a la comprensión del sitio, aportando algunas apreciaciones cronológicas sobre el yacimiento. En este sentido, fue la colección numismática la que
permitió a Vasconcellos asentar una cronología centrada en el siglo IV, planteamiento que fundamentó en un dilatado mantenimiento del culto en el lugar que, según su criterio, se habría
cristianizado en época temprana bajo la invocación de São Miguel (ibid., p. 145). Aunque no
lo indica explícitamente, es probable que tomara como referencia para esta nueva fase los elementos generalmente definidos como visigóticos (Almeida, 1962, p. 214, figs. 192-193), que
se corresponderían con una transformación sustancial del culto en este período. Esta hipóte-
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
701
sis, ampliamente discutida y muy difícil de comprobar (vid., más recientemente, Ribeiro,
2002, p. 81-82), se fundamentaba, según Leite de Vasconcellos, en la constatación de que los
restos materiales de las estructuras sacras perduraron prácticamente hasta su tiempo. No obstante, los indicadores cronológicos hasta hoy identificados se hallan insertos en una amplia
diacronía, exceptuando las realidades del período romano y las que corresponden a la ermita de São Miguel. La problemática se centra, como ocurre con frecuencia, en la carencia de
documentación estratigráfica y material relevante, lo que no impide, sin embargo, que la teoría de la continuidad deba ser considerada como una hipótesis válida. Igualmente problemática resulta la datación del santuario y su evolución en época romana, que según Maria
Manuela Alves Dias y Luís Coelho (1995-1997, p. 252) habría que situar entre mediados de
los siglos I y III de la Era.
I.3. Podríamos decir que la intervención dirigida por el fundador del Museu Ethnologico
Português fue bastante reducida en el espacio, en el tiempo, y en sus objetivos, limitándose casi
exclusivamente a la recuperación de material epigráfico y escultórico, sobre los que pesaba una
seria amenaza. Sin embargo, su trabajo también sirvió para fundamentar cuestiones esenciales
en cuanto a la comprensión del santuario, aunque muchas no hayan obtenido una respuesta.
En este sentido, su desconocimiento acerca del edificio o edificios vinculados a todos aquellos
vestigios no le impidió conjeturar que el eventual santuario se pudiera localizar en la zona alta
de la elevación de manera similar a lo que pasaría según la tradición germánica o en algunos
lugares del mundo romano (Vasconcellos, 1905, p. 125-128, 132); una hipótesis que fundamentaba en la existencia de restos estructurales en la ladera del cerro y, más concretamente, en
una especie de aterrazamiento que él mismo interpretó como los restos de una fortificación de
características afines con los castros (ibid., p. 125).
Es posible que Vasconcellos tuviera en mente el desarrollo de nuevas intervenciones arqueológicas en la zona que le permitieran ampliar la documentación del yacimiento y que nunca
llegaron a realizarse; y es probable que éste fuera el principal motivo por el que Vasconcellos
no llegó a publicar su anunciada monografía sobre el santuario, fundamentando el repertorio que trazó en el segundo volumen de la obra Religiões da Lusitana, el corto pero sugestivo
perfil de esta entidad, que todavía hoy constituye una contribución esencial para su estudio
y el de su santuario.
El núcleo de inscripciones, integrado ya por varias decenas, fue presentado sumariamente en
su estudio, contra la forma de proceder con el resto de las divinidades, de las que se publicaban, sistemáticamente los vestigios epigráficos. El hecho de circunscribir la publicación de
los epígrafes a un núcleo muy restringido debió encontrar su justificación en su elevado
número, así como en su manifiesta intención de dedicar al tema una monografía. Fuera
como fuese, seleccionó un conjunto de documentos epigráficos que testificaban el culto asociado a un oráculo y a procesos de incubatio, que las expresiones ex imperato averno, ex responsu, ex religione iussu numinis o ex visu allí documentadas, ponían de manifiesto. Asimismo,
consiguió demostrar el amplio cuadro social abarcado y la larga difusión que su culto habrá
adquirido, tanto por la variedad formal de los monumentos como por la diversidad de sus
textos y de la onomástica personal.
I.4. Cuando se plantea el problema de la integración administrativa de este santuario en el
período romano, parece claro que se considera únicamente la opción entre la colonia de
702
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Augusta Emerita y el municipio de Ebora, una vez que éstas serían las dos únicas entidades de
la Lusitania que potencialmente podrían extender su ámbito hasta esta región (fig. 1). La
delimitación puntual del ager de un antiguo municipio o colonia resulta siempre una tarea
arriesgada, ya que los elementos fiables para tal son bastante escasos y esta situación concreta, en este caso tratando simultáneamente del problema de los límites entre los conuentus
Emeritensis y Pacensis, no escapa a la regla general. Falta, concretamente para esta zona, cualquier vestigio de termini augustales bien representados en áreas más septentrionales de la
misma provincia, pero que aquí están totalmente ausentes; una carencia que, aun así, puede
ser suplida con el recurso a otros medios.
A pesar de las limitaciones con las que deben ser encarados estos elementos, la indicación
del nombre de la tribu con la que se identifican los ciudadanos sigue siendo el dato más
fiable para decidir del ámbito geográfico de estas entidades administrativas. La información es, sin duda, relevante puesto que se da la circunstancia que los ciudadanos de
Emerita y Ebora aparecen inscritos en tribus distintas: la primera en la tribu Papiria, la
segunda en la Galeria. Analizada la información epigráfica pertinente, en la región de Elvas
se verifica una especial concentración de individuos integrados en la Papiria, en Veiros
(IRCP 442 y 461). Por el contrario, al sur y al oeste se constatan los registros de personajes inscritos en la tribu Galeria, documentados concretamente en São Pedro do Corval
(IRCP 425) y Azaruja (IRCP 407). En lo que afecta específicamente al área que nos ocupa,
la que se encuentra más cerca del Guadiana, hay que referir dos elementos de especial interés para el análisis de esta cuestión: en Bencatel (Vila Viçosa, Portugal) fue sepultado
Q(uintus) Romanius Q(uinti) f(ilius) Gal(eria tribu) Tuscus (IRCP 467) y, aproximadamente
por la misma latitud y junto al citado río, en la Herdade do Monte Branco, Juromenha
(Alandroal, Portugal) se registra el nombre del ciudadano, por supuesto un emeritense,
L(ucius) Caecilius C(aii) f(ilius) Pap(iria tribu) [---] (IRCP 449). Sería por tanto viable que
el ager eborensis se separara del emeritensis por una línea oblicua, que colocaría a cada uno
de los individuos aquí documentados en ámbitos administrativos distintos. De ese modo,
podríamos pensar que los dos territorios fueran limitados por una frontera cuya orientación tomara el sentido NW-SE y que, en estas circunstancias, no debería pasar lejos de la
zona en la que se sitúa el cabezo de São Miguel7. Entre los testigos del culto en la epigrafía de este santuario se encuentra precisamente Q(uintus) Seuius Q(uinti) f(ilius) Pap(iria)
Firmanus, circunstancia que no es determinante para decidir sobre la integración administrativa de este lugar donde, seguramente, confluyeron personas de diversos orígenes y,
como es natural, muchos ciudadanos emeritenses. En este orden de cosas, parece más probable la localización de la sepultura de Q(uintus) Romanius Tuscus al norte del cabezo de
São Miguel da Mota, a poco más de unos diez kilómetros, lo cual podría dar más consistencia a la hipótesis de que una eventual línea limítrofe dejara el santuario del lado eborense.
Aun así, deberíamos considerar seriamente la posibilidad de que ese importante lugar de
culto no perteneciera administrativamente a ninguna de las entidades referidas, sino que
constituyera una realidad autónoma y, por lo tanto, excluida de integración territorial en una
de esas rei publicae. De hecho, la existencia de un santuario de estas dimensiones, con una
importancia que lo proyectaba mucho más allá de su región, debía ser conocida por buena
7 Sobre este asunto vid. también: Encarnação, 1984, p. 7; Calado, 1993, p. 158; Guerra, 1996, p. 24-26.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
703
Figura 1. Mapa de la localización del santuario en el contexto de la Lusitania (dib. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).
parte de la población, siendo más que probable una situación especial también en el plano
administrativo.
I.5. Fuera como fuese, este espacio sagrado actuó como punto de convergencia de una
comunidad profundamente romanizada, que confirió a las manifestaciones religiosas
una marcada identidad romana, una realidad que se contradice, aparentemente, con la
naturaleza del propio nombre de la divinidad. Esta constatación parece contrastar igualmente con una arraigada tradición que prefirió destacar la naturaleza indígena prerromana de esta entidad, aspecto que, aún hoy, sigue marcando la investigación sobre la religiosidad antigua de Hispania. Endovélico figura en todas las obras de la especialidad
como una divinidad indígena, pero esa clasificación tiene como único fundamento el
propio teónimo. Este aspecto suele tener sin embargo un peso considerable, presentándose con frecuencia como decisivo a la hora de analizar la integración cultural de las entidades divinas.
En estos casos se suele aplicar la aserción según la cual, lo que no se integra en el mundo clásico (griego, latino u oriental) pertenece, por exclusión, al ámbito indígena, pues una vez
constatado que el nombre del dios no se encuentra en el panteón de estas áreas culturales,
parece natural que se integre en el cuadro de las religiones prerromanas. En ese sentido, la
inclusión de Endovélico en la lista de los dioses locales parecería lógica, aspecto que nunca
ha sufrido una evidente contestación.
Sin embargo, este caso es lo suficientemente significativo como para que se pondere lo que
significa realmente “divinidad indígena” o cualquier otro apelativo semejante. En este sentido, ninguno de los materiales documentados en el proceso de expolio e São Miguel de la
704
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Mota, ya fueran de naturaleza arqueológica, numismática o epigráfica, pertenece cronológica o culturalmente al mundo prerromano, razón por la cual, habría que tener muy en cuenta la posible interpretación del teónimo como un derivado de base toponímica, y que
Endovelicus fuera solamente un epíteto relativo al lugar donde se practicaba el culto. De ser
cierto este planteamiento, no existiría ninguna base argumental que permitiera integrar este
santuario y sus manifestaciones en una esfera distinta de la romana.
De hecho, esa faceta itálica se refleja claramente en la amplia “mármorización” del sitio, tal
y como confirman los vestigios materiales documentados hasta la fecha, pertenecientes no
sólo al ámbito de los elementos arquitectónicos y ornamentales, sino también de aquellos
elementos muebles asociados al culto; una circunstancia que se vio propiciada por la existencia de canteras de mármol en la zona, así como por la presencia de talleres capaces de
satisfacer las exigencias de este rico santuario.
Al contrario de lo que sucede en la mayoría de los paralelos documentados dentro del territorio peninsular, el santuario de S. Miguel de la Mota ha ofrecido un significativo conjunto
de vestigios escultóricos que permiten caracterizar ampliamente la entidad de la divinidad y
de sus devotos. Ya Vasconcellos había identificado con alguna hesitación alguno de los elementos figurativos de la divinidad (Vasconcellos, 1905, p. 140 y fig. 26), aunque no siempre
comprendió el significado de sus representaciones. Parece existir, en este dominio, un largo
camino a recorrer.
I.6. El año de 2002, se retomaron las excavaciones en el sitio, cuyos resultados se dieron a
conocer en un informe preliminar publicado en versión portuguesa (Guerra – Fabião –
Schattner – Almeida, 2003) y alemana (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2005). La
intervención resultó de una colaboración entre el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid,
en el ámbito del que se desarrolla el proyecto “Die Romanisierung einheimischer
Heiligtümer und Kulte im Westen der Iberischen Halbinsel”, bajo la responsabilidad de
Thomas Schattner, y un equipo de la Universidad de Lisboa, dirigido por Carlos Fabião y
Amílcar Guerra. Previamente a esa primera intervención se establecieron los límites de algunos objetivos generales, que guiaron los trabajos allí desarrollados, para los que se proyectó
una intervención preliminar de una única expedición, a la que le siguió un programa cuatrienal de trabajos.
Con este programa de trabajo se pretendía, en primer lugar, elaborar un levantamiento topográfico, tarea nunca llevada a cabo, a pesar de la importancia que unánimemente se reconoce a este sitio (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2003, p. 420-423). De este modo, se
suplía una de las principales carencias arqueológicas relativas al santuario, debido al hecho
de que la preocupación por un registro topográfico fiable no sea práctica habitual en la
arqueología portuguesa del siglo XIX, al tiempo que se verificaba un abandono casi sistemático del lugar por parte de los investigadores, sólo interrumpido por algunas acciones esporádicas, entre las que cabría destacar la elaboración de la carta arqueológica del municipio
de Alandroal (Calado, 1993).
Además, se establecía como uno de los principales objetivos del proyecto la limitación del
área de interés arqueológico, hasta entonces vagamente definida como el espacio correspondiente al cabezo donde se situaba la ermita. A través de un conjunto de acciones de diversa
naturaleza, en especial de la recogida sistemática de vestigios existentes en la superficie y su
tratamiento estadístico y de prospecciones geofísicas, fue posible circunscribir el ámbito del
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
705
sitio fundamentalmente en lo alto de la elevación y en su vertiente oriental. En esta fase del
proyecto, se dedicó una especial atención a la identificación y registro de todos los elementos pétreos ajenos al sitio, en concreto fragmentos de mármol y granito, posibles indicadores de las estructuras construidas en fase romana (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida,
2003, p. 418-420).
Finalmente, se trazó un programa de sondeo que se iniciaría con la excavación del espacio
donde se presumía la localización de la ermita de S. Miguel y en la que Leite de Vasconcelos
había centrado su acción (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2003, p. 434-455). En realidad, y tal como esperábamos, esta tarea consistió en gran medida en una reexcavación de
un área ya intervenida anteriormente, pero que permitió comprender la dimensión y la naturaleza de los trabajos allí realizados. La estrategia de actuación pretendía dar una respuesta
por lo menos a dos cuestiones esenciales, por sí solas ya suficientemente importantes: por
un lado establecer la localización exacta de la ermita de São Miguel da Mota y evaluar la fiabilidad del plan levantado por Gabriel Pereira; por otro establecer de forma categórica la
existencia, por debajo de esa construcción, de vestigios de antiguas construcciones romanas
y, en caso afirmativo, si pudieron corresponder al templo que siempre allí se ha imaginado
(Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2003, p. 434-435).
Aunque en gran parte de su extensión quedaran solamente los indicios de las fosas de fundación de las estructuras de la referida capilla cristiana, los trabajos conducidos a lo largo de
tres campañas permitieron reconstituir integralmente su planta, constatándose, de una
forma general, que el antiguo levantamiento esquemático que nos servía de base correspondía, de hecho, a la realidad. Se verificó, además, que Leite de Vasconcellos y sus colaboradores adoptaron como estrategia el desmantelamiento sistemático del edificio en ruinas hasta
el nivel de las fundaciones. Sin embargo, esta tarea no fue integralmente cumplida, ya que
subsistieron todavía algunos vestigios del arranque de los muros de la ermita, en especial en
sus vertientes oriental y meridional, donde terminaron por ser identificados algunos elementos constructivos seguramente pertenecientes al período romano. Además de fragmentos marmóreos de clara función edilicia, se identificaron igualmente algunos restos de los
exvotos ofrecidos a la divinidad, en particular algunas aras con epígrafes, correspondientes
aproximadamente a una decena de monumentos distintos. Aunque era de esperar que nuevas inscripciones pudieran revelar en secuencia de los nuevos trabajos, parece sorprendente
que el equipo dirigido por Leite de Vasconcellos hubiera descuidado en algunos puntos concretos la búsqueda que realizaron de forma tan eficiente en la mayor parte de aquella estructura.
Más fácilmente se explica que, en algunos puntos, desistieran de levantar una parte del pavimento de la capilla, precisamente la que se situaba en la zona del altar y que, al final, terminó revelando en el excepcional hallazgo objeto de esta comunicación y otros hallazgos
semejantes.
En el espacio correspondiente al cruce de los sondeos 1C y 2B/2C, bajo la ladrillera que revestía el suelo, emergía una pequeña parte de un trozo de mármol esculpido, que por fin reveló
corresponder a la flexión de la rodilla de la cariátide que aquí se analiza (fig. 2, lám. 2). Al
lado de esta escultura y manteniendo la misma orientación, aparecieron, sucesivamente, una
figura femenina con traje, una figura portadora de ofrendas y un togado; en alineación contraria, estaban depositados un torso masculino con manto por el hombro y un jabalí. Se trataba, por lo tanto, de un importante conjunto de esculturas, intencionalmente depositadas
Figura 2. Plano del área en la que las estatuas se encuentran depositadas (dib. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).
Lámina 2. Fotografía de las estatuas in situ. (fot. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
707
bajo el altarmor de la ermita de São Miguel, constituido por seis piezas casi completas y en
buen estado de conservación. Este excepcional hallazgo contribuye de forma sustancial para
el repertorio conocido y abre camino para que se replantee la investigación sobre la naturaleza y significado de esta excavación en el contexto del santuario romano. Se trata de un recorrido que sólo puede partir de una comprensión integral de todo el espacio sagrado y que
exige, por eso, algunos elementos que faltaron a Vasconcellos, en particular aquellos que sólo
los restos de las estructuras constructivas podrían proporcionar.
Las intervenciones por nosotros realizadas no condujeron a la identificación de un eventual
templo que ya Vasconcellos buscara, ni de otras construcciones. No obstante, no quedan
dudas respecto a la existencia de varias estructuras, teniendo en consideración un buen
número de evidencias que señalan hacia esa dirección. Nos falta, sin embargo, su identificación concreta. Uno de los elementos que contribuyó a consolidar la idea de un santuario con
un conjunto construido de cierta dimensión e importancia ha sido precisamente la cariátide
en análisis, que debería integrarse en un edificio de considerable riqueza. Además, son
numerosos los elementos dispersos que pertenecieron seguramente a edificios romanos,
siendo fácil deducir su vinculación a las realidades cultuales.
En una de las largas decenas de epígrafes provenientes de São Miguel da Mota, precisamente
aquella en la que Leite de Vasconcellos pretendió ver representado a un hemipléjico (lám. 3),
se da cuenta de que aedeolu(m) C. S. Apro u(o)tum fecit (IRCP 523). En relación con la parte
escultórica de este monumento, se debería repasar la interpretación del personaje y del significado que el fundador del Museu Ethnologico le atribuyó (Vasconcellos, 1905, p. 128-129), en
el que desarrolló la hipótesis de que Endovélico fuera en buena parte una divinidad salutífera, eventualmente relacionada con el Esculapio latino, idea retomada por otros autores
(Lambrino, 1951, p. 112-113). Pero es cierto que Lambrino ya había alertado hacia el hecho
de que la figura representada no se correspondería con un devoto cualquiera, sino a la propia divinidad, debido al atributo de la nudez que la caracteriza.
En lo que toca a la naturaleza del aedeolum allí referido, las interpretaciones tampoco son
concordantes. Vasconcellos consideró que la realidad referida en este texto epigráfico correspondería a “imitaciones reducidas de templos” (Vasconcellos, 1905, p. 138) que se ofrecían
a la divinidad como exvotos, algo semejante a la figuración de una aedicula, semejante a la
que aparece representada en la Fonte do Ídolo, en Braga. Al revés, Scarlat Lambrino (1951,
p. 118-119) hizo corresponder este término a una verdadera construcción en piedra que, al
lado de varias otras y según su hipótesis, se situaría alrededor del templo central y en la que
se encontraría precisamente este monumento conteniendo simultáneamente la figuración
divina y la inscripción referida. A este respecto invoca este autor algunos paralelos subsistentes en el mundo romano provincial, los cuales podrían, en algunos casos, haber utilizado estructuras de madera, pero en cuyo interior se encontraba siempre una representación
del dios.
La abundancia de los indicios de elementos constructivos, tanto en mármol como en granito, permiten considerar que la hipótesis de que este aedeolum corresponda efectivamente a
un edificio, aunque de pequeñas dimensiones, tiene plena justificación y, justo como defiende Lambrino, no sería sorprendente que existieran varias estructuras de ese tipo en todo el
espacio sagrado. Es muy probable que los vestigios epigráficos y escultóricos de São Miguel
da Mota, por su cantidad y calidad, estuvieran asociados a un núcleo de construcciones de
naturaleza variada, cuya localización todavía no ha sido determinada.
708
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Lámina 3. Fotografía del epígrafe en el que se refiere el aedeolum (fot. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).
El núcleo escultórico objeto de esta contribución ya ha sido ampliamente divulgado a la
comunidad científica, en el ámbito de una publicación en la que se dio cuenta de los resultados de la primera campaña de las excavaciones recientes realizadas en S. Miguel da Mota
(Guerra – Schattner – Fabião – Almeida, 2003 y 2005). Carece sin embargo de un estudio
más minucioso y de un mejor encuadramiento, en gran parte dependiente de trabajos
arqueológicos en el sitio. De cualquier modo, desconociendo sus contextos originales, tiene
todo el sentido promover el estudio más detallado de algunas, por la circunstancia de que
han sido tan sintéticamente presentadas. Se dedica esta contribución específicamente al estudio de la cariátide, la mayor de las piezas de ese conjunto, especialmente a su análisis estilístico y a su encuadramiento en el ámbito de los hallazgos similares, en especial de los ejemplares de la vecina ciudad de Augusta Emerita.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
709
II. LA CARIÁTIDE
II.1. Hallazgo
La aparición de una estatua representando una cariátide8 (láms. 4-6) en el santuario de
Endovelico constituyó una sorpresa (Guerra – Schattner – Fabião – Almeida, 2003, p. 462).
Hay que tener en cuenta que el santuario se localiza en un lugar extraurbano y rural, bastante
lejos de las ciudades romanas más próximas que son Évora, a una distancia de más de 60 km,
y Mérida a más de 100 km (fig. 1).
II.2. Historia de la investigación de las cariátides emeritenses
Sorprende menos el descubrimiento, si tomamos en consideración que es de una de estas
ciudades, en concreto Mérida, donde se conoce el único conjunto de este tipo de estatuas en
la península Ibérica (por último De la Barrera, 2000, p. 158). Nos referimos a las famosas
cariátides halladas en el año de 1934 en un sitio llamado Pan Caliente, en el n.º 13 de la
calle Sagasta de la capital lusitana (lám. 7). Juntamente con otros fragmentos, unos 40, se
hallaron allí reaprovechados en una cloaca. Los fragmentos son altamente llamativos por la
calidad del trabajo escultórico y por el sujet representado. Destacan, entre ellos, además de
las cariátides, los clípeos con prótomos de cabezas representando a Medusa y Ammon y unos
frisos decorativos. Las piezas fueron publicadas por Álvarez Sáenz de Buruaga en el año
19439, pero se tornaron más conocidas al incorporarse en el catálogo magistral de Antonio
García y Bellido sobre las esculturas romanas de España y Portugal (García y Bellido, 1949,
p. 420 ss.). Mientras que este autor todavía dudaba si las figuras de todo el hallazgo pertenecían a un único complejo arquitectónico, ya A. Floriano en 1944 (Floriano, 1944, p. 179)
y posteriormente Maria Floriani Squarciapino en 1975 no tenían ninguna duda de ello, barajando varias posibilidades entre templos y pórticos de la zona del lugar de hallazgo
(Squarciapino, 1975, p. 59).
La confirmación llegó en 1980 y 1986, cuando una excavación sacó a la luz la esquina del
así llamado forum de Mármol (Marmorforum)10, cuya reconstrucción (fig. 3) permitió a José
Luis de la Barrera la incorporación de todos los fragmentos en cuestión (publicación definitiva De la Barrera, 2000, plano 8)11. El hallazgo allí mismo de cuatro cariátides más, elevan-
8 Vitruvio I 1, 5 utiliza el término de cariátide para figuras vestidas con largos paños (sobre este pasaje famoso véase principalmente Wesenberg, 1984, p. 172-185). La denominación kore aparece en la inscripción IG2 I 372 col. I 86, en la que
se hacen públicas las cuentas para la construcción del Erecteión de Atenas (sobre la denominación en este contexto,
véase por ejemplo Lauter, 1966, p. 9; Schmidt-Colinet, 1977, p. 20 con n. 71; Schmidt, 1973, p. 7 con n. 9). El uso de
los términos cariátide y kore en el presente artículo es sinónimo, no pretende expresar la adscripción a un determinado
tipo de indumentaria y corresponde al uso original de las designaciones; véase al respecto Wesenberg, 1984, p. 176, n.
83. Aunque la utilice como título para su libro, E. M. Schmidt, en un sentido restrictivo, limita el término cariátide a la
figura-pilar (Schmidt, 1982, p. 159).
9 MemMusAProvinc 4, 1943, p. 46.
10 Este pórtico aparece en la literatura con varios nombres, como “Pórtico del foro”, “foro de mármol”, “forum adiectum”;
véase la visión de conjunto de P. Mateos (2001, p. 194). Por último se propuso una identificación como Augusteum:
Álvarez – Nogales, 2003, p. 301.
11 Como expone R. Ayerbe Vélez (2004): Retrato del emperador Adriano hallado en Mérida, Memoria 7. Excavaciones
arqueológicas en Mérida, 2001, p. 357, n. 10, ocurre con alguna frecuencia en Mérida el hecho de que estatuas de tamaño grande se encuentren en excavaciones situadas bastante lejos de su ubicación original.
Lámina 4. Cariátide de São Miguel da Mota. a: lateral derecho; b: frente
(fots. DAInst-Madrid, a: R 40-03-9, b: R 39-03-3, M. Perkovc).
Lámina 5. Cariátide de São Miguel da Mota, a: lateral izquierdo; b: dorso
(fots. DAInst-Madrid, a: R 39-03-8, b: R 39-03-2, M. Perkovc).
Lámina 6. Cariátide de São Miguel da Mota. a: vista del lado derecho con los encajes para
la inserción del brazo; b: vista de abajo (fots. a: DAInst-Madrid; b: A. Guerra).
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
713
Lámina 7. Cariátides de Mérida. a: tipo A; b: tipo B (fots. DAInst-Madrid, a: R 32-86-7; b: R 23-86-11, P. Witte).
do su número a un total de ocho, confirmó la adscripción de las estatuas al monumento. La
reconstrucción muestra una porticus con nichos en la pared de fondo, en cuyo ático se encuentran las cariátides alternando con los clípeos, que a su vez siguen un ritmo alternante, ya que
las de cabeza de Ammon se intercambian con las de Medusa. Mientras que los clípeos se
encuentran sobre los intercolumnios, las cariátides están colocadas en la zona del ático por
encima de las columnas, marcando de esta manera su carácter de soporte arquitectónico. A
partir del hallazgo de las cariátides, ya anteriormente se había observado un paralelismo con
el modelo del Foro de Augusto en Roma (Squarciapino, 1975, p. 58), que se extiende también a la arquitectura en la medida que, tanto en Roma como en Mérida, las cariátides están
insertas en el ático, formando parte de un entablamiento, en el que están colocadas sobre
consolas encima de la cornisa. De esta manera tienen carácter de figuras de un entablamiento
de consolas (Konsolengebälk)12.
La reconstrucción de las cariátides en toda su altura (fig. 4 a-b) fue posible gracias a un descubrimiento de Walter Trillmich, quién halló en los almacenes del Museo de Mérida dos de
las cabezas supuestamente pertenecientes a aquéllas (Trillmich, 1987, p. 312). Una de ellas
12 Sobre este tema en el caso del Foro de Augusto véase: Wesenberg, 1984, p. 177.
Figura 3. Reconstrucción del así llamado Forum de Mármol por José Luís de la Barrera (según De la Barrera, 2000, plano 8).
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
715
Figura 4. Reconstrucción, a: de una cariátide de Mérida (según Trillmich, 1987, 313 fig. 77, dib. U. Städtler);
b: en su contexto arquitectónico (según De la Barrera, 2000, plano 2).
ha sido ahora eliminada por José Luis de la Barrera13, quién, por otro lado, incorpora otra
recientemente hallada en las excavaciones (De la Barrera, 2000, p. 109, n.º 392; p. 162).
También proceden de allí dos fragmentos de los vasos que las kores llevaban sobre la cabeza
(De la Barrera, 2000, p. 110, n.º 395; Álvarez – Nogales, 2003, p. 244, n.º 39, p. 246, n.º 40).
De esta forma reconstruidas, podemos acercarnos a estas figuras y observarlas; figuras que
cuentan entre las esculturas que más éxito tuvieron a lo largo de la historia del arte, sobre
todo también en la arquitectura moderna de nuestras ciudades del siglo XIX y principios del
siglo XX14.
13 Se trata del ejemplar Trillmich, 1987, p. 312, lám. 26 b.
14 Ejemplos en Lauter, 1966, p. 9 con n. 34; Schmidt, 1973, p. 7, n. 3.
716
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
II.3. Indumentaria
La cariátide de Mérida (lám. 7) se muestra debidamente vestida con el chitón, visible en los
brazos y hombros, y por encima el peplos, que envuelve el cuerpo. Mientras que el chitón es
un tejido fino, el peplos es un tanto grueso. En su tipología es el típico peplos ático-jónico de
las cariátides del Foro de Augusto en Roma y del Erecteión de Atenas (Schmidt-Colinet,
1977, p. 42). Sobre la cuestión de si lleva el peplos cerrado o abierto, lo mejor será dejarla sin
responder, ya que las cariátides de Mérida en realidad son relieves, de manera que la zona en
cuestión, es decir, el lado de la estatua, aparece sólo parcialmente en su lado frontal. En todo
caso, no se ve ningún indicio para pensar en un peplos abierto.
Esta indumentaria no tiene ni costuras ni brazos, y se prepara doblando el paño15: primero
en la vertical sobre la mitad, después en la horizontal a la altura del tercio superior.
Seguidamente se viste, de forma que el apóptygma caiga sobre pecho y espaldas. Al vestirlo, la
parte cerrada queda al lado izquierdo de la persona, subido hasta debajo de las axilas, y el
lado abierto a la derecha. Por último, se alza el paño hasta la altura de los hombros, para que
allí se puedan fijar las partes delantera y trasera con alfileres o fíbulas. Mientras que el peplos
abierto ya se queda abierto por el lado derecho de la figura, en el caso del peplos cerrado, este
lado se cose y se cierra, produciendo de esta manera una indumentaria en forma de tubo,
cuya portadora se vestía por la cabeza.
El peplos de las cariátides de Mérida está ceñido, como se deduce del kolpos, es decir, de un
pedazo de paño que se tiraba por encima del cinturón, para dejarlo caer de forma regular y
ordenada por encima de este. Para rematar la descripción general llamamos la atención sobre
el gesto del brazo derecho, que está levantado para sujetar un vaso puesto encima de la cabeza. Más adelante volveremos sobre esta postura.
II.4. Estilo
Al estudiar las cuatro cariátides de Mérida conocidas hasta entonces, en 1975 Maria Floriani
Squarciapino había distinguido dos grupos entre ellas, una distinción perfectamente reconocible y aceptada unánimemente (por ejemplo Schmidt, 1982, p. 105, con n. 620-621).
Posteriormente, Walter Trillmich denominó estos grupos tipo A y tipo B (lám. 7). El método utilizado para distinguir los grupos es el estilístico. Observemos entonces las características de cada grupo contraponiendo un ejemplar de cada uno. La comparación es facilitada
por la postura idéntica de las estatuas, que es ponderada, es decir, distinguiendo pierna de
apoyo y pierna libre con el correspondiente contraposicionamiento oblicuo de los hombros
(contraposto). No se puede dejar de mencionar la colisión de motivo subyacente en la
estructura de las estatuas, originada por la ponderación por un lado, ya que genera un cierto desequilibrio en el cuerpo, y la función de soporte arquitectónico por otro, que exige una
vertical lineal en el centro del cuerpo para soportar el peso, como señalo Hans Lauter en su
día, a la hora de estudiar las cariátides del Erecteión (Lauter, 1976, p. 12).
De cara al estado de conservación de las estatuas de Mérida y también de la cariátide de São
Miguel da Mota, resulta oportuno centrar nuestras observaciones en los cuerpos de las estatuas.
15 Para esta cuestión véanse los dibujos ilustrativos en: Der Neue Pauly, Enzyklopädie der Antike (ed. H. Cancik – H.
Schneider) Altertum (1999): s.v. Kleidung, fig. en p. 507 (Hurschmann).
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
717
Los elementos característicos del tipo A son (lám. 7, a):
a) paño: una textura fina del paño, que de esta manera crea pliegues estrechos y ligeros, formando aristas un tanto agudas, sobre todo en aquellas partes en las que el paño está estirado o caído sobre los miembros del cuerpo, como en el caso de los senos, de los brazos y de
las piernas. Esa textura fina no corresponde con la caracterización habitual del peplos como
un tejido grueso.
b) pliegues: contrastando con estos pliegues, que son más bien pequeños y cortos, vemos grandes pliegues escarpados y profundos, cuya disposición crea sombras sobre todo desde la cintura hacia los pies. El contraste es fuerte. Estos pliegues se encuentran a los lados de la estatua y
además entre las piernas. Son pliegues que se destacan no solamente por su tamaño, sino
también por el hecho de que corren en líneas casi rectas, ligeramente curvadas, ensanchándose continuamente hacia abajo. Los remates de estos pliegues son muy parecidos, acabando en una línea curvada horizontal. Hay variaciones como se ve en el pliegue entre las piernas, cuyo remate aparece doblemente, uno por encima del otro, siendo el de abajo menos
hondo. En total, las korai de este tipo muestran una tendencia acentuada para enriquecer las
superficies con un juego muy diferenciado de los pliegues, visible sobre todo en el kolpos, que
muestra una variedad de formas, que contrasta con las grandes superficies creadas por el
paño estirado del apoptygma por un lado, y de las piernas por el otro.
c) volumen: los volúmenes de los cuerpos son redondos, tanto en el aspecto general del cuerpo como en los detalles de las extremidades, es decir, en los brazos, senos y piernas. La relación del paño con los miembros del cuerpo es ambiguo. Allí donde la representación del
cuerpo ofrece grandes superficies, el paño se ciñe estrechamente a él, como si estuviera estirado directamente sobre la superficie de la epidermis, cuando en realidad no lo es, ya que
por debajo del peplos la cariátide lleva vestido el chitón, como vimos. En las zonas, en las que
no hay contacto directo con los miembros del cuerpo, como entre las piernas, parece que la
textura de la indumentaria cambia, reflejando su carácter grueso y espeso.
Los elementos característicos del tipo B son (lám. 7, b):
a) paño y pliegues: una textura bastante más gruesa del paño, que de esta manera crea pliegues anchos, lineales, pesados y difíciles de doblar. De hecho, se trata de una representación
mucho más de acuerdo con la textura conocida del peplos (Schmidt, 1973, p. 8). Las aristas
de los pliegues son aplanadas y anchas, bastante más geométricas, con una caída mucho más
vertical, debido a su peso, y con distancias muy semejantes entre los pliegues, dándole un
cierto ritmo. En ninguna parte del cuerpo se crea la impresión de que el peplos esté ceñido al
cuerpo. Debido a su textura gruesa, los miembros del cuerpo femenino como los senos, brazos y piernas apenas son visibles debajo del paño. Tampoco hay variedad en la largura de los
pliegues y casi no hay plegados cortos. El kolpos se caracteriza menos por la individualidad
de sus pliegues que por su conjunto, que en sus detalles es repetitivo, con los pliegues formando unidades aisladas como si fueran cuerpos redondos marcados por el trépano con una
ranura única.
b) volumen: debido a las características expuestas, no se distinguen bien los volúmenes de
los miembros del cuerpo. En el tronco, los senos estan marcados, ya que de ellos cae el paño
del apoptygma. También la pierna libre tiene volumen; se distingue de la pierna de apoyo
inmediatamente porque es visible. La pierna de apoyo, sin embargo, se encuentra completamente envuelta en los pliegues verticales, dispuestos rígidamente uno al lado del otro con
718
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
sus ranuras. La superficie de estos pliegues, sin embargo, no forma un bulto redondo, sino
más bien una superficie aplanada como una pared, interpretando así de una forma muy estática la función que tiene de soporte arquitectónico.
De cara a las ocho estatuas descubiertas en Mérida hasta la fecha, podemos entonces proceder a la siguiente distinción tipológica según el catálogo en el anejo:
Tipo A: n.º 1 y 2 (dos estatuas)
Tipo B: n.º 3 a 8 (seis estatuas)
Nuestra observación mostró muy claramente las diferencias entre los tipos A y B. Se añade una
esencial, que es el uso del trépano16. Mientras que las estatuas del tipo A apenas reflejan el uso
de este aparato, estando ejecutadas las formas únicamente con el cincel, las del tipo B sí que lo
documentan, y además de una forma extensa, visible sobre todo en los pliegues del kolpos y
también en los pliegues cortos y estrechos del apoptygma y del peplos sobre las piernas.
Pero además de las diferencias, los dos tipos también muestran rasgos comunes (lám. 7).
Veamos solamente la manera como los pliegues están ordenados en el pecho: formando un
tipo de bolsas en forma de V, y seguidamente, por debajo, una serie de pliegues pendientes
entre los senos cuya posición es absolutamente idéntica en ambas. Otro ejemplo son los pliegues ceñidos a las piernas libres, de forma que originan grandes pliegues pendientes que
caen en forma curvada de fuera para dentro por encima de la rodilla. Estos rasgos comunes
los encontramos todos en las korés del Foro de Augusto (Schmidt, 1973, p. 8 AF 1 Taf. 2 a),
que a su vez utilizaron como prototipo las korai del Erecteión de Atenas. Como sabemos, no
todas las figuras del Erecteión sirvieron como modelo para el Foro de Augusto, sino solamente las dos korés n.º 3-4 (Lauter, 1966, p. 11 con fig. en p. 8 letras C y D). De cara a las
cariátides de Mérida, está claro que las korés del Foro de Augusto, u otras derivadas de éstas,
deben de haber servido como modelo a ambos tipos emeritenses. No es éste el lugar para el
estudio de las derivaciones estilísticas y de motivo sucesivas que tenemos que dejar para un
momento posterior, ya que tendrá que incluir también aquellas korés existentes en otras provincias romanas17.
Walter Trillmich observó que la distinción de los dos tipos conlleva, además, una distinción
de calidad, ya que el tipo A es cualitativamente bastante superior (Trillmich, 1987, p. 315).
Veamos, pues, la cariátide de São Miguel da Mota (láms. 4-5). Sólo faltándole la cabeza y los
brazos, se conserva casi entera, como las mejor conservadas de la capital lusitana. Después
de haber observado atentamente los dos tipos emeritenses, inmediatamente nos salta a la
vista que el ejemplar de São Miguel da Mota se compara directamente con el tipo A de
Mérida (lám. 7 a). Tenemos la misma distribución de pliegues en las piernas, estando los plegados un tanto ceñidos a los miembros y al mismo tiempo un conjunto de pliegues largos y
curvados muy juntos entre las piernas, con las distancias entre los pliegues muy parecidas, e
incluso el detalle del mismo remate horizontal casi a la misma altura. Además, es perfectamente comparable la manera como el peplos se ciñe a los miembros en la zona de la cadera
y debajo de los senos, donde el paño se ajusta de manera que los pliegues forman las mismas aristas estrechas constatadas en las cariátides del tipo A. Para finalizar, tampoco se nota
el uso del trépano.
16 El uso extensivo de esta herramienta en las estatuas ha sido señalado por primera vez por Schmidt-Colinet, 1977, p. 42.
17 Se tratará de un estudio sobre las korés en las provincias romanas fuera de Italia, en la línea de las obras de Lauter, 1976;
Schmidt, 1973.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
719
Pero también hay diferencias de motivo y de estilo. Así, por ejemplo, el motivo del pliegue
central formando una especie de tubo o bolsa en el pecho entre los senos, no aparece en el
ejemplar de Mérida, y el estilo de trabajo del kolpos del ejemplar de São Miguel da Mota resulta un tanto voluminoso, comparable muy bien, a su vez, con el kolpos de la cariátide tipo B
de Mérida. El hecho es destacable, porque de ello resulta una relación tanto con las figuras
del tipo A como con las del tipo B de Mérida. La observación aproxima aún más las estrechas similitudes entre los ejemplares de Mérida y de São Miguel da Mota. Sin embargo, hay
que señalar, de cara a las korés emeritenses, que la cariátide de São Miguel da Mota se
encuentra más cercana al modelo del Foro de Augusto en el hecho de que se trata de una
estatua en bulto redondo.
II.5. Motivos
El gesto de los brazos y de las manos de las figuras emeritenses es distinto. De las cariátides
suficientemente bien conservadas se puede deducir, claramente, que todas tienen un brazo
bajado para agarrar el paño del peplos con la mano, y un brazo levantado para sujetar de esta
forma el vaso que llevan encima de la cabeza (fig. 4 a-b). Mientras que las cariátides del tipo
A levantan aquel brazo, que se corresponde con la pierna libre, las del tipo B levantan aquel
que se corresponde a la pierna de apoyo (lám. 7). De esta forma, unas levantan el brazo derecho y, las otras, el brazo izquierdo. La observación se tuvo en cuenta a la hora de reconstruir
el alzado del foro de mármol emeritense (fig. 3), reconstituyendo unas figuras en un lado y,
las otras, en el otro (De la Barrera, 2000, plano 8), siguiendo una idea de W. Trillmich, quien
propuso esos lugares, es decir, la colocación de las cariátides del tipo A en un ala y las del
tipo B en otro ala del foro (Trillmich, 1987, p. 315). Pero también otros ritmos serían posibles, como la contraposición simétrica de una figura del tipo A con otra del tipo B por ejemplo (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42; Schmidt, 1982, p. 105). Desde luego, la colocación de las
estatuas según una secuencia simétrica o rítmica entre izquierdas y derechas, es decir piernas
libres y piernas de apoyo, es llamativa, exige un ritmo y una simetría, correspondiendo de
esta forma tanto al modelo de uso de las korai en Atenas y en Roma, y fue el principal argumento a la hora de la reconstrucción del ático del Foro de Augusto en la Casa dei Cavalieri di
Rodi en Roma (Giglioli, 1955, p. 156).
La postura de los brazos de las korai emeritenses se encuadra en toda una serie de representaciones del motivo paralelas y está documentada en la plástica de Roma desde época augustea como expuso Maria Antonietta Tomei, invocando ejemplos procedentes de todos los
géneros artísticos como son escultura, relieve y pintura (Tomei, 1990, p. 35 ss.).
De cara a la tipología de las cariátides/korés establecida por A. Schmidt-Colinet, las figuras
emeritenses se encuadran en el tipo Karyatidenschema, que se destaca por la particularidad del
motivo del levantamiento de uno de los brazos (Schmidt-Colinet, 1977, p. 35). Dentro de
ese tipo, sin embargo, este autor destaca que las figuras emeritenses están completamente
aisladas, ya que son las únicas que visten el peplos ático-jónico, usual, por otro lado, en las
figuras del tipo Korenschema, al que pertenecen las korés del Foro de Augusto en Roma y del
Erecteión de Atenas (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42). Este tipo se destaca por el motivo de los
dos brazos caídos y las manos libres. El hecho es llamativo, ya que documenta una penetración mutua de las dos formas tipológicas en los ejemplares emeritenses, que les proporciona un carácter tipológico poco homogéneo, por no decir de un pasticcio.
720
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
II.6. Datación
Para una valoración adecuada de las cariátides tenemos que concentrar nuestra atención en
el área de su contexto arquitectónico, ya que es a partir de ahí como obtienen su significado.
Como expuso A. Schmidt-Colinet, encontramos cariátides del tipo Korenschema en contexto
arquitectónico solamente en dos épocas, en la augustea y en la adrianea (Schmidt-Colinet,
1977, p. 25), siendo los máximos exponentes las figuras del foro de Augusto y de la Villa
Adriana, ambas copias exactas del modelo del Erecteón en cuanto a tamaño, motivo y estilo. Para las figuras de Mérida, la arqueología últimamente ha seguido de una forma prácticamente unánime la fecha claudio-neroniana propuesta por José Luis de la Barrera en su día
en base al encuadramiento cronológico de la decoración arquitectónica de ese foro (fig. 3)18.
Debido a ello, no se han tenido más en cuenta opiniones anteriores a la obra de José Luis de
la Barrera, que divergían y que barajaban una datación augustea (Picard, 1955, p. 277;
Trillmich, 1987, p. 315), posteriormente corregida para época flavia (Trillmich, 1994, p. 80
con n. 99), una fecha en época julio-claudio-flavia (Squarciapino, 1975, p. 58), una datación
o bien julio-claudia o bien adrianea (Squarciapino, 1982, p. 43), o el mismo período adrianeo/antonino (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42. 237 n.º W 56).
Consciente de seguir la aparente lectio dificilior, también nos inclinamos hacia una datación
de mediados del siglo II d.C. Los argumentos son distintos para cada tipo de cariátides. Para
el tipo A invocamos el argumento de la secura de las formas, de la cristalización de los pliegues de modo que parecen hechos de metal, la apariencia “congelada” de la indumentaria,
la preferencia de la forma pequeña (por ejemplo los pliegues amontonados a los lados de las
estatuas y entre sus piernas) a expensas de la forma grande, es decir, de la figura entera. Para
las figuras del tipo B señalamos el uso excesivo del trépano, que encontramos en los pliegues
sobre todo en los cortos en toda la figura, especialmente en el kolpos, conforme expusimos
más arriba. La obvia distancia entre los dos tipos de cariátides nunca planteó sorprendentemente la pregunta hacia una distancia cronológica, en teoría pensable. La razón está por un
lado en la pertenencia al mismo grupo escultórico evidente por las mismas medidas, materiales y la calidad de ser relieves y, por el otro, gracias a la ubicación de este grupo en Augusta
Emerita, en la capital de la lejana Lusitania, donde destaca por su singularidad. Las razones
son válidas, y de hecho no hay motivo para dudar de su contemporaneidad (Squarciapino,
1975, p. 58), sobre todo cuando los criterios de datación apuntan hacia una misma época,
la adrianea/antonina, conforme defendemos. Para explicar la ejecución diferente de los grupos se han invocado artistas (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42) o modelos (De la Barrera, 2000,
p. 162) distintos, pero siempre residentes en Augusta Emerita (Squarciapino, 1982, p. 43).
Para justificar la fecha aquí propuesta hacia la mitad del siglo II. d.C., además de los argumentos estilísticos expuestos hay otros. En su historia de las cariátides, A. Schmidt-Colinet
expone que justamente en época adrianea se produce un cambio en la concepción de la figura de soporte arquitectónico. Mientras que en el Foro de Augusto en Roma las figuras se
encuentran por delante de la pared manteniendo tanto la figura como la pared su identidad
18 Resulta imposible listar aquí las referencias bibliográficas todas de forma exhaustiva. Por eso limitamos las citas de una
manera un tanto aleatoria, remitiendo, sin embargo a la literatura citada en estas obras: Bendala–Álvarez, 1995, p. 182;
Trillmich, 1995, p. 276; Nogales, 1996, p. 116 con literatura en n. 9; Trillmich, 1996, p. 96; De la Barrera, 2000, p. 105
ss.; Mateos Cruz, 2001, p. 194; Álvarez–Nogales, 2003, p. 244.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
721
volumétrica, es decir, su bulto redondo en el caso de la cariátide, la época adrianea presenta
la creación de la figura-pilar, es decir los dos elementos se funden formando una unidad
(Schmidt-Colinet, 1977, p. 95). Es justamente eso lo que encontramos en las figuras, magistralmente reconstruidas en su contexto arquitectónico del Foro de Mármol por José Luis de
la Barrera (fig. 3). En la cornisa que se encuentra por encima del arquitrabe están colocados
los zócalos para las cariátides (fig. 4, b). Sus relieves se encuentran por delante de un pilar
(visible en el dibujo-corte en De la Barrera, 2000, plano 2). Relieve y pilar forman conjuntamente una nueva unidad19. Entre los pilares están puestas las placas con la representación de
los clípeos. A pesar de las diferencias en la concepción, el intento de mantener la ilusión, de
que el peso de la arquitectura lo soportan las cariátides, es un elemento característico tanto
de la arquitectura augustea como de la adrianea. En realidad, en el caso del Foro de Augusto
es una pared, en la que está insertado el capitel sobre la cabeza de la cariátide, y en el caso
del Foro de Mármol es un pilar con una inserción del capitel idéntica.
Para finalizar la argumentación sobre la fecha adrianea/antonina de las cariátides emeritenses, remitimos a las observaciones de Erich Kukahn, quién en 1970 fechó la única cabeza,
hoy en día unánimemente atribuida a las cariátides20, en el siglo II d.C. (Kukahn, 1969). Su
opinión hay que tomarla especialmente en serio, porque es independiente, ya que Kukahn,
en su día, no tenía conocimiento de la pertenencia de la cabeza a las cariátides21.
Las nuevas dataciones presentadas tienen consecuencias para la historia de la construcción
del Foro de Mármol, que de esta forma tiene una fase adrianea o de mediados del siglo II
d.C.; mejor dicho, la planta superior del ático se construiría o se acabaría en ese momento22.
Como de este ático no pervive ningún elemento arquitectónico fechable (De la Barrera,
2000, p. 184-188), no se produce un problema de colisión de fechas. El edificio debió por
ello de permanecer incompleto desde su construcción en época claudia hasta su finalización
en época adrianea/antonina. Una secuencia histórica semejante se produce en el teatro, que
también recibe algunas de las estatuas solamente en época adrianea (Squarciapino, 1982, p. 47).
Al mismo tiempo hay un taller trabajando en la producción de capiteles corintios (De la
Barrera, 2000, p. 198 con n. 22-23). Puede ser que los ‘ajustes’ observados en passant en las
cariátides por W. Trillmich, y que este autor califica de posteriores (Trillmich, 1994, p. 88 discusión), como la reparación de plintos, y la ejecución de algún ejemplar en otro tipo de már19 Se encuadran en este contexto las famosas representaciones de provincias en el Hadrianeum en Roma (Schmidt-Colinet,
1977, p. 96), sobre éstas y su pendant en Córdoba, véase la aportación de A. Ventura en este volumen.
El caso de la representación de un “oriental” trabajado junto con un soporte en forma de pilar en el Foro de Caesarea
Mauretaniae fechado en época augustea (por último Landwehr, 2002, p. 102) parece contradecir la propuesta de SchmidtColinet. Sin embargo, la datación es cuestionable, ya que el foro en sí es de época severa (Landwehr, 2002, p. 102).
20 Se trata de la cabeza n.º 379 del catálogo de De la Barrera, 2000, p. 107.
21 Kukahn pensó en una representación de Meter.
22 La observación plantea una serie de problemas, para cuyo estudio no es éste el lugar. Sobre todo se trata de un nuevo
análisis de las cabezas de Amón y de Medusa de los clípeos emeritenses (por último De la Barrera, 2000, p. 158 ss.),
que se hace necesaria, porque la datación propuesta en época claudia tiene una base estrecha (De la Barrera, 2000, p.
160:”...el conjunto de clípeos emeritenses no permite aventurar propuestas cronológicas definitivas”). Así, comparando
la cabeza del famoso Pluto de época adrianea perteneciente al teatro de Mérida (García y Bellido, 1949, n.º 165 lám. 64;
Squarciapino, 1982, p. 47, fig. 14) con la cabeza de Amón, a pesar de las diferencias, muestra sorprendentes similitudes en el tratamiento de los mechones de la cabellera. Véase por ejemplo el hecho de disolver la masa cabellera en
mechones aislados, siendo cada mechón constituido por guedejas pequeñas. Los mechones tienen forma de ganchos
con las puntas enrolladas, muchas de ellas perforadas con trépano (compárese De la Barrera, 2000, lám. 89 a). Los
mechones aislados se encuentran enmarcados en tres registros. Éstos están colocados de forma intermitente, etc. De ser
correcta una fecha en época claudia para los clípeos, el Pórtico estaría completo en ese momento, faltándole solamente la colocación de las cariátides.
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Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
mol, sean relacionables con esta finalización tardía del Foro de Mármol y, de este modo, con
el deseo de dejar acabado de una vez un monumento que ya llevaba un siglo en un estado
inacabado. Habría que controlar si el uso del trépano mencionado por W. Trillmich, realmente se debe a un ajuste posterior como este autor piensa, o si se puede atribuir a la ejecución normal de las estatuas, encajando así perfectamente en el marco cronológico propuesto aquí.
II.7. La cariátide de São Miguel da Mota
El análisis demuestra que la cariátide de São Miguel da Mota (láms. 4-5) tiene estrechas relaciones con los ejemplares de Mérida. Sin embargo, resulta difícil fecharla. Tanto tiene una
cercanía al modelo del Foro de Augusto en Roma, conforme ya expusimos, es decir una ejecución au rond, como muestra un juego de pliegues que deja entrever todavía el modelo del
Erecteión en el modo como los pliegues cortos y diferenciados están colocados de manera
un tanto aleatoria sobre el cuerpo. Por otro lado, como describimos, estilísticamente hay
fuertes paralelismos con la cariátide tipo A de Mérida. Incluso las medidas se corresponden
conforme se puede observar en el gráfico de la fig. 5.
En su ponderación, la cariátide de São Miguel da Mota se asemeja a la tipología del ejemplar “de la izquierda” del Foro de Augusto (Schmidt, 1973, lám. 2 a (“linke Kore”), que a
su vez remonta a la koré n.º 4 del Erecteión (ibid., p. 8). De las características de estas
korés, como es la pierna izquierda siendo la pierna libre y la agitación de los pliegues del
apoptygma hacia su lado izquierdo, la cariátide de São Miguel da Mota sólo traduce el motivo de la posicion de las piernas de la estatua. Del motivo de sus pliegues, el observador
cree ver todavía reminiscencias del original de Roma en la disposición de los pliegues por
debajo del pecho izquierdo, donde encontramos una forma de V invertida, cuyas ramificaciones se extienden hasta el kolpos. De hecho, observando atentamente el original (ibid.,
lám. 3 a), se reconoce esa disposición perfectamente, al mismo tiempo que se aprecian los
cambios introducidos por el copista. A estos pertenece también la posición del brazo
izquierdo en la cariátide de São Miguel. Como vemos en la vista lateral (lám. 5 a), la figura conserva el codo, que forma un ángulo bastante recto entre brazo y antebrazo. De ello
podemos deducir que el antebrazo, o se encontraba en una posición casi horizontal o ligeramente bajada. Observando el original del Foro de Augusto en Roma (ibid., fig. 1 a; lám.
2 a; 3 a), vemos que el antebrazo está bajado, pero no en una línea vertical, sino un tanto
encogido. En todo caso, el ejemplar de São Miguel parece tener el antebrazo más levantado. El motivo tiene ciertos paralelos por ejemplo entre las tres danaides del Palatino
(Tomei, 1990, p. 36, fig. 1; p. 40, fig. 6; p. 42, fig. 10; p. 45, fig. 14), donde el gesto encuentra su explicación por el hecho de que las figuras levantan el tejido del peplos. Se trata del
gesto de las korés del Erecteión aquí modificado, ya que las cariátides del Palatino levantan el paño solamente con dos dedos de la mano, estirándolo para fuera. Un gesto tal, sin
embargo, se puede excluir para el ejemplar de São Miguel da Mota, ya que el peplos completamente conservado en esa zona no muestra ninguna huella correspondiente; de ahí
que haya que suponer que el antebrazo estuvo levantado, sin tocar el peplos.
El mejor paralelo lo encontramos en una cariátide conservada en el Museo Británico de
Londres (Smith, 1904, p. 99, n.º 1746; Schmidt, 1982, p. 111, lám. 23, 2), que por su procedencia de la villa suburbana de Herodes Atticus en la Via Appia, está bien fechada a media-
Figura 5. Relación de los tamaños de las cariátides de São Miguel da Mota y de Mérida según catálogo en anejo (gráfico L. de Frutos, fots P. Witte).
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Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
dos del siglo II. Su brazo derecho está levantado hacia adelante23, tal y como debemos reconstruir la estatua de São Miguel. El cambio izquierda/derecha se debe a que la figura tiene una
posición invertida con respecto a la cariátide lusitana. El otro brazo está bajado, y con la
mano recoge el peplos, como de costumbre. En el caso de la figura de São Miguel, su brazo
diestro hay que reconstruirlo bajado según documenta el encaje en ese lado a la altura de la
cintura, pero también sin tocar el peplos (láms. 4 a; 6 a). Como se ve por los encajes en el
hombro y sobre la cintura, todo el brazo derecho estaba trabajado aparte y aplicado posteriormente; el sistema de encaje no es vulgar24.
Resumiendo las observaciones, parece fundamentada una datación para la cariátide de São
Miguel da Mota hacia la mitad del siglo II d.C. Los argumentos son los estrechos paralelos
con las figuras de Mérida y el paralelismo con el motivo de la canefora en Londres, que tal
vez proporcione también el modelo para una reconstrucción de la cabeza.
De cara al carácter singular, por un lado, y los paralelismos con las figuras emeritenses, por
otro, no resulta atrevido afirmar que todas estas figuras lusitanas deben de haber sido trabajadas por escultores relacionados entre sí, o quizás procedentes de la misma escuela o incluso del mismo taller25. Acaso se puede describir la relación de los escultores como de artesano
y oficial26. De hecho, se trata de tres ejecuciones variadas sobre un mismo tema de cariátide.
Sin haber hecho análisis de laboratorio sobre el mármol utilizado en la figura del santuario
de Endovelico, no restan grandes dudas de que procede de las canteras de la zona de
Estremoz, situadas a apenas 10 km de São Miguel da Mota, o incluso de las canteras de Pardais
a solamente 5 km de distancia. En todo caso se trata del mismo mármol que el utilizado en
las figuras emeritenses, para el cuál se han propuesto varias procedencias dentro de la zona de
mármoles de Estremoz27. Las canteras de Estremoz empiezan a explorarse en época augustea,
y Augusta Emerita se sirve de ellas (De la Barrera, 2000, p. 197, con n. 20).
De la sorpresa que supuso el hallazgo de la cariátide en el santuario, no debe extrañarnos
que un taller de una capital de provincia trabajara para unas obras llevadas a cabo en estructuras alejadas de la capital, en ciudades o en el mismo campo. Así, como ejemplo, anotamos
la construcción del templo de Évora, en la que participan talleres emeritenses (Trillmich,
1995, p. 274) o la colocación de estatuaria en la villa de la Quinta das Longas, ya del siglo
IV, en la que también se verifica el trabajo de talleres emeritenses, que a su vez tienen conexiones con Afrodisias, tal y como puso de manifiesto Trinidad Nogales28.
II.8. La cariátide de São Miguel da Mota en el contexto del Santuario de Endovelico
Es un dato nuevo la utilización de este tipo de estatuas relacionadas con el Foro de Augusto
en Roma a mediados del siglo II d.C. en el contexto rural de una provincia romana.
23 Aunque el brazo es restaurado, no cabe duda sobre su posición correcta, véase Smith, 1904, p. 100.
24 Tiene un paralelo en la conocida estatua de un general procedente del santuario de Hércules en Tívoli conservada en el
Museo Nazionale Romano, y fechada sobre los años 80-70 a.C.; para una buena fotografía véase: Himmelmann, 1989,
p. 220, fig. 12 d.
25 De cara a la atribución de una fecha augustea para las cariátides de Mérida, W. Trillmich supuso que se trataría del
mismo taller que ejecutó otras obras entre las cuales algunos de los famosos togados firmados (Trillmich, 1987, p. 315).
26 Agradezco a mi colega y compañero, el Dr. Michael Blech, su amabilidad, sabiduría y disposición de debatir los problemas de la estatua.
27 Véanse las citas de De la Barrera, 2000 en el catálogo de las estatuas de Mérida en el anejo de este artículo para las procedencias de los mármoles.
28 Nogales – Carvalho – Almeida, 2004, p. 143.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
725
Conocíamos ejemplos de Hispania en contextos urbanos, especialmente en las tres capitales
de provincia, Mérida, Tarragona y Córdoba, aunque en estas últimas el panorama de los
hallazgos hasta la fecha sea menos completo. Así, en Tarragona están documentados ricos
hallazgos de clipei sin cariátides (De la Barrera, 2000, p. 158, con n. 172), habiendo en contrapartida en Córdoba pocos hallazgos de clipei, pero tal vez también de cariátides (Álvarez –
Nogales, 2003, p. 245, n. 249). Una sorpresa supone en este contexto el descubrimiento de
clípeos en Itálica, todos de época adrianea, que S. Ahrens ha podido asignar ahora a dos templos distintos, el Traianeum y el Templo de Diana (Ahrens, 2005, p. 76, lám. 97). La supuesta cariátide de Itálica, también fechada en esa época, es en realidad un personaje representando una provincia romana, según opinión de A. Ventura29.
¿Cuál puede ser el significado de una figura de tipo cariátide en el contexto rural del santuario? La respuesta resulta difícil sobre todo de cara a la falta de datos de la investigación de
campo. Conforme se expuso en el capítulo I, el santuario apenas está excavado y todavía no
han aparecido cimientos. Sin embargo, hay algunos indicios que apuntan hacia la existencia
de edificios o construcciones30. Concretamente, se trata de tres edificios: uno documentado
por la gran cantidad de sillares de granito reaprovechados en las fincas cercanas31, otro por el
hallazgo de una piedra clave de bóveda, y un tercero por la mención de un aedeolum (lám. 3)
en una inscripción hallada en el santuario32. Como la piedra clave también es de granito,
puede pertenecer al mismo edificio de los sillares. En ese caso, edificios disponibles solamente
habría dos. De ellos el aedeolum de antemano tal vez sea un lugar más adecuado para la cariátide. Desde luego, la parte de abajo del plinto muestra una cavidad (lám. 6 b), por lo que se
supone que la figura estuvo insertada en algún tipo de base. Nos podemos imaginar un pequeño templo con columnas in antis, parecido al templo del puente de Alcántara33. Pero de cara
a los contextos en los que aparecen otras cariátides de esa época, otras soluciones son posibles. Así, para limitarnos a las piezas mencionadas en este artículo, tenemos:
- contextos de una porticus a través de las cariátides de Mérida,
- contexto de un foro a través del Foro de Augusto en Roma,
- contexto de la entrada a un templo a través de las Danaides del Palatino,
- contexto palaciego a través de la canéfora hallada en la villa de Herodes Atticus,
- contextos no arquitectónicos a través de las cariátides de Villa Adriana en Tivoli,
- contextos de teatros, especialmente de las provincias de las Galias, donde se conocen varias
representaciones de cariátides (Schmidt, 1982, p. 104).
Es evidente que todos estos contextos no nos satisfacen de cara al santuario de Endovelico,
ya que no proporcionan un paralelismo cercano. Sin embargo, el ejemplo de Villa Adriana
llama la atención porque muestra cómo una cariátide en esa época, no tiene a priori que
estar insertada en un contexto arquitectónico, aunque para el santuario de Endovelico parece lo más probable34. En todo caso, podemos suponer sin más la existencia de otros ejemplares de figuras de cariátides en el santuario pertenecientes a ese supuesto edificio, ya que
la colocación en un número grande forma parte de la característica especial de estas copias
(por último Wesenberg, 1984, p. 184).
29 Ventura – Márquez, 2005, p. 109-113.
30 Guerra – Schattner – Fabião – Almeida, 2003, p. 471; ead., 2005, p. 227.
31 Id., 2003, p. 425 fig. 7; id., 2005, p. 188, Tab. 1.
32 d’Encarnação, 1984, n.º 523.
33 Nünnerich-Asmus, 1993, p. 137, Abb. 63.
34 Sobre el papel de la plástica en contexto arquitectónico romano, que es de primera importancia, véase: Raeder, 1983, p. 243.
726
Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião
Además de las danaides, que por su forma de hermae podemos dejar fuera de consideración,
conocemos otras dos cariátides procedentes de un santuario, en concreto del recinto de
Demeter en Eleusis. Como expone E. M. Schmidt en una síntesis de la investigación, la datación de las estatuas no está clara, barajándose tanto la época tardo-helenística como la adrianea. La reconstrucción de H. Hörmann de 1932, colocando las estatuas a los lados del pasaje de acceso a través de las propylaias interiores ha sido contestada posteriormente por A. von
Gerkan, sin que hasta hoy se haya encontrado una solución unánimemente aceptada35. Para
el caso de São Miguel da Mota, la observación permite concluir que una colocación de la
cariátide en una puerta de acceso no sería descartable.
En resumen, el hallazgo de una cariátide en el santuario de Endovelico es un argumento más
para destacar su rango, ya anteriormente esclarecido tanto por la apariencia de un eques romanus entre los dedicantes (d’Encarnação, 1984, n.º 492), como por la calidad exquisita de
algunas de las piezas depositadas36. Referente a la distancia tanto espacial como cronológica
respecto al modelo del Foro de Augusto en Roma, sin duda determinante para todas las
representaciones en las provincias romanas, está claro que en el caso del santuario lusitano
de São Miguel da Mota no pueden valer las mismas premisas programáticas que condicionaron la colocación de cariátides en el Foro de Augusto. Si para estas fueron determinantes
factores de imitación en un intento de competición de las civilizaciones griega y romana, ya
que las cariátides del Foro de Augusto intentan aproximarse lo más posible a sus congéneres
del Erecteión, hasta el punto de que tienen exactamente las mismas medidas37, ya para la
erección de las cariátides de la Villa Adriana dominaron otros puntos de vista. Como expone J. Raeder en su monografía, el argumento para la introducción de las cariátides en la villa
del emperador fue la acentuación de su pietas (Raeder, 1980, p. 311 ss.).
De cara a la cariátide de São Miguel da Mota, los resultados de todas estas investigaciones hasta
la fecha no se pueden verificar, debido al estado insuficiente de la investigación de campo. Sin
embargo, como característica del arte romano, podemos suponer un contenido variable entre
una expresión programática y una función decorativa38. Desde luego, la costumbre de cargar
tradiciones religiosas antiguas con contenidos de política actuales, es bien conocida en el arte
romano (Schmidt, 1982, p. 104, con n. 611). Su carácter de sierva en el culto corresponde con
la colocación de estatuas en un santuario39. Con su aspecto ancestral y extraño, griego y exótico, la cariátide seguramente evocaría alguna perplejidad en los visitantes del santuario de
Endovelico. Sin embargo, solamente el visitante culto40 reconocería las múltiples asociaciones
contenidas y las alusiones temáticas. En efecto, la existencia de la cariátide implica la existen35 Schmidt, 1982, p. 101 con la literatura citada por extenso.
36 Véanse los catálogos de los hallazgos: Matos, 1995; id., 2002, p. 379-400. Resulta llamativo que también en el santuario de Panóias/Portugal es la figura de un senador romano quien instala la liturgia del culto, véase Alföldy, 1997.
37 Visión de conjunto en Wesenberg, 1984, p. 172-185. La opinión de Zanker, 1968, p. 30 seguida por otros (literatura
completa en Wesenberg, 1984, p. 172 con n. 65 a 68), quienes quisieron ver en las cariátides del Foro de Augusto una
exempla servitutis a partir de la famosa mención de Vitruvio (Vitr. 3,1,5), en un sentido de que las cariátides del Foro de
Augusto sean personificaciones de los pueblos humillados por Augusto, ha sido rechazada con razón por Evamaria
Schmidt (1982, p. 104), y por último exhaustivamente por B. Wesenberg (1984, p. 172-185). Según este autor, la ‘caryatide’ como elemento arquitectónico carece de un significado concreto. En el caso del Foro de Augusto, las cariátides
quieren ser interpretadas como citaciones del Erecteión de Atenas, como se puede observar también en formas peculiares de la arquitectura, como capiteles, bases e otros detalles más.
38 Sobre este tema véase la exposición: Borbein, 1968, p. 199 ss.
39 Véase al respecto: Schmidt, 1982, p. 78, p. 83, p. 160 sobre las cores del Erecteón.
40 Sobre esta figura véase Raeder, 1980, p. 254.
La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida
727
cia de visitantes y observadores cultos, capaces de ver la relación, tanto en la cercanía como en
la distancia, entre unas cariátides y otras, entre las de São Miguel da Mota, Augusta Emerita,
Roma y Atenas.
Anejo
Catálogo de las cariátides del Forum de Mármol de Mérida
1 García y Bellido, 1949, n.º 420, lám. 300; Squarciapino, 1975, lám. 29 a; Trillmich, 1987,
p. 311 con n. 94, Typ A, lám. 26 c; De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 377, lám. 132.
Fot.: DAInst-Madrid, R 32-86-7.
2 García y Bellido, 1949, n.º 421, lám. 301; Squarciapino, 1975, lám. 29 b; De la Barrera,
2000, p. 107, n.º 378, lám. 133.
Fot.: DAInst-Madrid, R 32-86-6
3 García y Bellido, 1949, n.º 422, lám. 301; Squarciapino, 1975, lám. 29 c; De la Barrera,
2000, p. 106, n.º 375, lám. 128.
Fot.: DAInst-Madrid, R 23-86-8
4 García y Bellido, 1949, n.º 423, lám. 301; Squarciapino, 1975, lám. 29 d; Trillmich, 1987,
p. 311 con n. 94, Typ B, lám. 26 d; De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 374, lám. 129.
Fot.: DAInst-Madrid, R 23-86-11
5 De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 373, lám. 131.
Fot.: DAInst-Madrid, R 23-86-4
6 Álvarez Martínez, 1983, p. 50; De la Barrera, 2000, p. 105, n.º 371, lám. 127.
Fot.: Hispania Antiqua, Denkmäler der Römerzeit, 1993, lám. 56 a.
7 De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 376, lám. 130.
8 De la Barrera, 2000, p. 105, n.º 372, lám. 134.
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