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abril 2008
La Biblioteca con…
De la II República
a la Guerra Civil
BIBLIOTECA CÁNOVAS DEL CASTILLO
1-29 . abril . 2008
abril 2008
La Biblioteca con…
De la II República
a la Guerra Civil
1. Málaga, de la República a la guerra
E
l 12 de abril de 1931 tienen lugar las
elecciones municipales que, en el caso de
Málaga, como en gran parte del país, darían
el triunfo a la Conjunción republicanosocialista, culminando en la proclamación
de la II República española.
Dos días más tarde, en un ambiente de
inusitada ilusión y esperanza, la bandera
republicana comenzaba a ondear desde
el balcón principal del Ayuntamiento,
convirtiéndose el abogado Emilio Baeza
Medina, en el primer alcalde de Málaga
dentro de esta etapa política.
Con la proclamación de la II República
se inicia el intento más serio de modernización de la historia
de España bajo un régimen democrático, a pesar de que las
circunstancias políticas y económicas nacionales críticas harían
muy dificultoso su intento regenerador, debido sobre todo a
una intensa presión sindical, política y huelguística, en la que
Málaga además destacaría muy pronto, con los sucesos de Mayo
de 1931, el episodio anticlerical más grave de los ocurridos en
España, que llevó a parte de la clase malagueña a identificar
en adelante el nuevo régimen con el ataque a la religión y a la
Iglesia y con el desorden, a pesar de los esfuerzos realizados por
las autoridades para impedir este tipo de comportamientos
Además, la conflictividad social y su virulencia, la fuerza del
anarcosindicalismo, la radicalización progresiva del socialismo
ugetista y la presencia activa del comunismo son algunas de
las claves explicativas de la ruptura del
consenso político y social durante la II
República en Málaga.
De hecho, el intento de golpe de 1932 fue
un primer aviso de la conspiración contra
la República de los sectores derechistas que
no habían aceptado el cambio de régimen.
Ya en 1933, el Partido Radical intentó
infructuosamente la experiencia de
orientar al centro a la República, con la
colaboración de la CEDA, un partido cuya
fidelidad a la misma era muy dudosa.
Así el bienio Radical-cedista supuso un
retroceso respecto a la etapa anterior, lo
que facilitó la convergencia de nuevo de las
izquierdas en torno al Frente Popular, que ganaría ampliamente
en Málaga las elecciones de febrero de 1936.
El triunfo del Frente Popular en las elecciones del 12 de
febrero de 1936 decidió a los conspiradores contra la República
a iniciar una sublevación militar que impusiese un régimen de
“orden” en el país.
Las instrucciones eran claras a este respecto: la
declaración del estado de sitio por los comandantes
militares en cada provincia y, en caso necesario, la ayuda
de las tropas de Africa. No esperaban sin embargo la
incontestable respuesta malagueña a la sublevación militar
y el movimiento político derechista que la acompañaba. Era el 18 de julio de 1936.
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2. Julio 1936 – febrero 1937
E
l 18 de julio, y tal y como estaba previsto, el capitán Huelin y el teniente Segalerva, sacan las tropas a la calle, recorriendo la ciudad en medio de la confusión. La
reacción sin embargo, no se hizo esperar,
siendo tiroteados y no pudiendo llegar a su
destino, el Gobierno Civil, defendido con
entrega por las fuerzas de Asalto.
Tal situación de resistencia al golpe por
parte de las organizaciones obreras y políticas fieles a la República, provocó la indecisión del general Patxot, que comandaba la IV Brigada, lo que unido a la actuación
decidida del gobernador civil de Izquierda Republicana, Antonio Fernández Vega, así como del capitán de la Guardia de
Asalto, Molino, llevó a un estado de pesimismo y frustración
que culminó en la retirada de las tropas rebeldes la madrugada
del 19 de julio.
La práctica totalidad de la oficialidad del Ejército fue detenida y encarcelada, teniendo esto consecuencias inmediatas
para la organización de la defensa militar de Málaga.
Ahora, la multitud que había quemado los conventos en
1931 reapareció con inusitada fuerza incendiando y destruyendo los bienes y símbolos de la burguesía y las clases altas
malagueñas.
Entre el fracaso rebelde y la euforia de los incontrolados se
iniciaba la guerra en Málaga.
El descabezamiento militar tras
la sublevación dio lugar a la formación de milicias fuertemente
politizadas y mandadas por suboficiales. La fuerza del anarquismo en
Málaga en esos momentos se apreciaba en la figura del teniente co-
ronel Romero Bassart, comandante militar
de la provincia, cercano a sus tesis, y en su
influencia sobre el Comité de Enlace, que
coordinaba al resto de comités sectoriales.
Los socialistas tenían más presencia en las
debilitadas instituciones, y el Partido Comunista con el curso de la guerra fue convirtiéndose en la más fuerte e influyente de
todas las organizaciones, sobre todo con la
designación en noviembre del médico y diputado comunista Cayetano Bolívar como comisario político
de la provincia. El nombramiento de Largo Caballero como presidente del
Gobierno y ministro de la Guerra trajo consigo el intento de
poner fin a la revolución, reforzar las instituciones republicanas
y restablecer la disciplina militar. Pese a la oposición anarquista, se militarizó a las milicias, se puso freno a la represión, se
reorganizó la justicia popular y se procedió a nuevos nombramientos políticos y militares.
Sin embargo, la estructura del Estado estaba notablemente
debilitada, debido en gran parte a la actuación de los nuevos
e indisciplinados organismos revolucionarios, con atribuciones para organizar la producción (con una economía supeditada a las necesidades de la guerra y el abastecimiento de la
población) y la defensa en la provincia. Las tensiones entre
estos órganos y las instituciones, especialmente el Ayuntamiento y el
Gobierno Civil, constituyen uno de
los aspectos decisivos de la suerte de
la Málaga republicana en la Guerra
Civil, destacando especialmente la
actitud anarquista de no someterse
a la autoridad del Estado.
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3. Derrota, huida, represión
A
los problemas de falta de
cohesión política y organizativa de los que adolecía la
Málaga de finales de 1936, se
unían ahora otros como el de la
progresiva merma de recursos
de guerra, una crítica situación
que Largo Caballero intentaría
paliar desde su gestión como
Ministro de la Guerra.
Sin embargo, nada de ello
resultaría suficiente para detener el avance de las tropas
del general Queipo de Llano,
que a mediados de septiembre habían conquistado Antequera, Archidona y Ronda, y a principios de enero iniciaban una
ofensiva imparable que tenía como fin último la conquista de
la capital malagueña.
La desigual situación militar de ambos bandos, así como
la participación de los voluntarios italianos “Camisas negras”, así como la neutralización de la Armada republicana
en las costas de Málaga por alemanes e italianos, harían el
resto.
De hecho, la presión en todos los frentes sobre Málaga, el
bombardeo naval de la ciudad y el temor a que se cortase la
retirada por la carretera de Almería, decidió al coronel Villalba
y a Bolívar a abandonar la ciudad en esa dirección.
A primeras horas de la mañana del 8 de febrero de 1937 entraban las primeras tropas nacionales por Huelin, eliminando
rápidamente toda resistencia.
Se iniciaba ahora el calvario para quienes habían defendido la República, muchos de
los cuales habían emprendido
también la huida por la carretera de Almería.
No se habían cumplido las
previsiones de que una ciudad
dominada por las izquierdas
sería inexpugnable frente al
fascismo. Como en el resto de
España, la división interna así
como la ruptura de la línea jerárquica militar, fueron fatales
para la República en Málaga. Cuando empezaron a corregirse,
Málaga era prácticamente insalvable.
Ahora era la población civil malagueña la que comenzaba a
sufrir los rigores de la guerra con la cruel represión ejercida por
los vencedores, una de las más crueles de toda la Guerra Civil
y la Posguerra.
Al margen de la ruptura de mecanismos económicos y
políticos, de la desorganización interna y de los intentos
de restablecer la normalidad institucional y militar republicana, la caída de Málaga, se debió sobre todo a la superioridad manifiesta de los medios militares rebeldes cuando se decidió convertir a Málaga en la primera prueba de
las fuerzas expedicionarias italianas en España. Ello, unido
a la presencia de fuerzas navales y aéreas italianas y alemanas, disminuye el efecto de las acusaciones posteriores hacia el gobierno de haber abandonado Málaga a su suerte. BIBLIOTECA CÁNOVAS DEL CASTILLO
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