Cap08 Bajoelsignodelaesperanza

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C a p ítu lo
VIII
BAJO EL SIGNO DE
LA ESPERANZA
( A ño d e l T e r c e r C o n g r e s o )
C ontactos
d ir e c t o s
Todos los que seguían con atención el rumbo que tomaba América
Latina en 1926, encontraban un proceso paralelo o parecido en muchos
sentidos al que se vivía en Colombia. Era un ramillete de realidades similares
en cuanto a historia, desarrollo y vida de sus pueblos, unos más adelante,
otros menos y cada cual con sus propias características; éstas incidían en el
pensamiento y la acción de los socialistas colombianos que se empeñaban
en hacer posible sus sueños, al querer dejar el mundo diferente a como lo
encontraron. Las noticias llegaban, pero era necesario profundizar algunos
acontecimientos y sólo existían unos pocos aunque importantes canales
directos. Con los socialistas ecuatorianos Ignacio sostenía correspondencia,
había estado allí intercambiando experiencias con sus dirigentes y conocía
la situación. En el hermano país estaba creciendo la simpatía por las ideas
socialistas y se preparaba la fundación del Partido Socialista Revolucio­
nario Ecuatoriano para el mes de mayo. Pero a diferencia de Colombia,
era el movimiento estudiantil y sus campañas contra los retardatarios y
anquilosados profesores quienes jalonaban ese proceso, apoyados por un
Núcleo Central-, el movimiento obrero y popular estaba aún lejos de tener
la magnitud que aquí ya existía y el Ecuador no había emprendido su
etapa de industrialización. La otra diferencia era el clero, más sectario y
omnipotente que el colombiano, inquisitorial si se quiere, porque azuzaba
y hacía salir a la gente armada de palos y piedras para atacar a quienes se
dijeran socialistas. Sin embargo el P S R y el PSRE, guardadas proporciones,
tuvieron vidas paralelas y finales políticos con una misma particularidad:
fueron suprimidos por mandato de la IC en 1930.
María, Ignacio y Francisco De Heredia se carteaban con amigos pana­
meños, costarricenses, mexicanos y otros. No solo Ignacio había estado en
Panamá en ese año, tam bién De Heredia y se encontraron allí, conocieron y
se reunieron con líderes de otros países, se incorporaron a la Liga Mundial
Anti-imperialista y se comprometieron a organizar la Sección Colombia a su
regreso. Por esas cartas los socialistas se enteraban, hasta donde era posible,
de los acontecim ientos en Nicaragua. Precisamente este país soportaba la
nueva intervención norteamericana en ese año de 1926, en momentos en
que el Congreso destituía al presidente Bautista; la respuesta masiva se
estaba desatando a través de la resistencia popular dirigida por Augusto
César Sandino, que iniciaba la lucha armada contra la Guardia Nacional y
las tropas de invasión gringas. Francisco De Heredia debía hacer otro viaje a
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San José y Panamá para establecer nuevos contactos, viaje que fue pospuesto
para el año siguiente, cuando el PRS estuviera pisando duro en la escena
nacional y se despejara la situación en Panamá, bastante peligrosa en razón
de que los EE.UU. acababan de ampliar los territorios ocupados en la Zona
del Canal mediante nuevo tratado. Esa situación estaba causando malestar
y represión por las protestas callejeras y a nadie se le escapaba que ciertas
autoridades panameñas tenían entre ojos a los colombianos.
La comunicación con los venezolanos inicialmente a cargo de Tomás,
se hacía a través de varios canales; con familias amigas en Caracas que pa­
saban las cartas directamente a los revolucionarios o a la mano de llaneros
amigos y tam bién con un italiano de nombre Enrique del Vechio, residente
en Colombia desde hacía años. La situación de Venezuela era otra historia
de atropellos y usurpaciones de los más fuertes sobre los más débiles.
Con dos y medio millones de habitantes en los años Veinte, ese país
había vivido de la exportación del cacao y el café hasta que apareció el
petróleo en la Costa O riental del Lago de Maracaibo, en la primera década
del siglo. Como Colombia, era un país rural en un 80% pero su desarrollo
industrial era mínimo. Apareciendo el petróleo y tras una corta pero in­
tensa historia de rapiña de las compañías norteamericanas por arrebatarlo,
finalm ente ganaron la partida al imponer a su hombre de confianza en el
poder: Juan Vicente Gómez; por ello el imperialismo no necesitó propiciar
golpes de Estado ni desembarcar marinería, pues contaba con un gobierno
de traición nacional. La “dictadura petrolera” funcionó entonces: "a la sombra
de Ju a n Vicente Gómez la oligarquía caraqueña comenzó a satisfacer sus apetitos
de riqueza a costa de cualquier precio y perdido todo sentimiento de dignidad
n acional"30. El dictador era dueño de la tercera parte de la tierra venezolana
y sus bienes se calculaban en 800 millones de bolívares. Ingresos extras por
vender pedazos de patria llenos de ese barro negro que además
Fue por este tiem po cuando se llevó a cabo el magno robo histórico
a través de barcos con doble fondo: primero llenaban el espacio no oficial
y luego empezaban a cargar los barcos oficialm ente; “La Shell”, la “Con­
trolled” y la “Texas” pagaban solamente la cantidad de barriles que estaba
en la parte de arriba, el resto... y esto sucedió por años.
Al igual que en la Barrancabermeja de Colombia, en los campamentos
petroleros venezolanos de la cerca para adentro estaba el lujo, las canchas
30
Brito Figueroa, Federico. Historia economica y social de Venezuela, Caracas.
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] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tener congreso)
de golf, las casas ostentosas, los convertibles de Henry Ford; de la cerca
para afuera los ranchos de los trabajadores con niños barrigones, sin salud
y mujeres vencidas por la necesidad y la pobreza crítica. Pero no solo unos
cuantos trabajadores vivían así, eran todos, con sus familias, los que so­
portaban esta situación, razón por la cual los socialistas-revolucionarios se
solidarizaron con los trabajadores petroleros del vecino país y con la lucha
de Arévalo Cedeño, a quien Tomás llamó “el Sandino Venezolano” en el
perdido “Libro Azul”.
Este tipo de sucesos internacionales del Ecuador, Panamá, Centroamérica, Venezuela y M éxico tuvieron mucho peso en las publicaciones
del PSR. Cada noticia, cada rumor que corriera sobre ciertos aconteci­
mientos era trabajo para mover mimeógrafos y pequeñas rotativas, así
multiplicaron la información de América Latina y el mundo destacando
lo fundamental.
P
r e n s a o b r e r a y p r e n s a a l ia d a
La prensa constituyó en la época el medio de comunicación por
excelencia. Además de la liberal y la conservadora esta fue la forma más
utilizada para la difusión de la corriente nueva. Los periódicos de cobertura
local eran la herramienta ideal para nuclear, organizar, saber qué pasaba en
la familia social de los de a bajo y qué en la familia de arriba. Uno de ellos fue
Vanguardia Obrera que Mahecha reproducía con la famosa imprenta cargada
en una muía; con ella recorría de la ceca a la meca editando ejemplares en
cada región y enseñando a los trabajadores no solo la parte técnica sino
redacción, con su correspondiente ortografía. De ello fue testigo el propio
Tomás, con quien M ahecha discutía ideas para Vanguardia Obrera, pues
en alguna ocasión se encontraron haciendo el periódico sobre un champán
aguas abajo del río Magdalena, con muía y equipo, en medio de un grupo
de bogas.
El número de periódicos socialistas-revolucionarios llegó a ser de 19
en el país. Los principales fueron:
Vox Populi en Bucaramanga, dirigido en su primera etapa por los
hermanos Cote y en su segunda por Jorge Uribe Márquez. En 1927 se
convirtió en un diario.
La H um anidad en Cali, dirigido por Torres Giraldo, diario a partir
de 1927.
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V anguardia O brera de Barranca, Puerto Berrío, Puerto Wilches,
etcétera, dirigido por Mahecha.
La Ju sticia en Medellín, dirigido en su segunda etapa por María Cano,
semanario.
La Chispa en Bogotá, 1926, dirigido por Tomás, irregular. "Nueva
Era" de Bogotá, 1927.
Revolución de Bogotá, dirigido por Tomás en su primera etapa, luego
por el “Negro” Guerrero, quincenal.
El Pueblo en Girardot, dirección de Urbano Trujillo y Ángel María
Cano, semanario.
Por la Unión en Ciénaga, Magdalena (no hay datos)
Bohem ia Libre en Buenaventura (sin datos).
Quindío en Quindío (sin datos).
El Factor en Fusa, (sin datos).
El M icrobio en Riosucio, Caldas (sin datos).
Cortafrío, El Tábano y El Colorado en El Líbano, dos de ellos dirigidos
por Pedro Narváez y Segundo Piraquive con sus hijos.
La L ibertad en Bogotá, dirigida por Mancera y su esposa Carlina.
1925-1928. Mensual.
Germina! en Puerto Wilches (sin datos).
Correo Rojo en el Cauca (sin datos).
En esta lista no aparecen los periódicos de los sindicatos y las Fede­
raciones de la CON, como el de los obreros de la industria Flarinera en
Bogotá o El Ferroviario de Girardot y otros.
Pero aquel periodismo era también producto de muchos sacrificios y
es oportuno contar cómo lo hacían. Por lo general, cada periódico era res­
ponsabilidad de dos, tres o cuatro personas incluido el jovenzuelo ayudante,
y tam bién por lo general operaban en el cuarto de atrás de alguna casa o
en la enramada de un solar. Digamos sin exagerar que el director, el jefe de
redacción y el gerente administrativo debían turnarse para organizar los
chivaletes, buscar el tipo, armar el molde renglón por renglón, ajustarlo,
diseñar, entintar la máquina, colocar el papel, mover la imprenta a mano,
sacar las pruebas, corregir, imprimir y compaginar el periódico. Barrer y
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] [ Bajo el signo de Ia esperanza (Año de! tercer congreso)
salir a vocearlo donde no hubiera policías era ya tarea de los “correos rojos”,
aunque no siempre: aún a Francisco De Heredia se le veía abriéndose paso
con el claxon de su Ford tres patadas en sus tardes de libertad para llevar
La Chispa a las concentraciones obreras.
Obviamente el estilo carecía de rigideces o academicismos, simple­
mente el periodista era un hombre que enseñaba que todo podía cambiar
porque todo estaba en ellos mismos.
Su objetivo era m ostrar al ojo las cosas que todavía no se veían
bien. Porque había un desfase entre lo que se decía y lo que se vivía, era
necesario hacer ver lo político como algo que servía para comprender las
cosas de la vida, dando a conocer las reglas del juego, para que así la gente
no tuviera dificultades en participar en ellas y a su vez distinguiera entre
lo político y la politiquería. Pero la idea de cambiar el mundo sin cambiar
el interior del Hombre era imposible; de ahí que estos pioneros crearon
cultura al difundir y ejercer su propia ideología y la de sus compañeros,
pues al lado de las olas de reclamos, las noticias de América y el mundo
y lo em inentem ente político hacían cuadros de honor, resaltaban los
rasgos de la personalidad de algún trabajador o la actitud sobresaliente
que hubiese tenido en una huelga. También hicieron campañas contra el
alcoholismo, el vicio del juego, la indolencia frente a la miseria humana,
la caridad capitalista; o en pro de algo: no olvidar a los enfermos de Agua
de Dios, la ciudad del olvido. O tra campaña que prendió como fuego fue
la que adelantó el dirigente sindical, profesor Fideligno Cuéllar en 1927,
para que se considerara la Educación Física y el ajedrez como materias
obligatorias entre los niños y los jóvenes.
Las recomendaciones también constituyeron tema permanente: el
trato deferente a los ancianos, la responsabilidad frente a los hijos, el respeto
a la mujer. En aquel periodismo la ética y la cultura se vincularon al trabajo
y ya sabemos que estos valores e intereses son serios.
Hablando en términos más amplios, en ese gremio muchos empe­
zaron su carrera como tipógrafos, otros eran profesionales -especialmente
abogados-era también trabajo de intelectuales, de trabajadores de distintos
oficios u obreros prácticos en redacción de artículos. La profesión no se
hacía en academias, nadie se diplomaba; sin embargo, ni en la Universidad
se hubiera podido hacer el tipo de periodismo de aquel tiempo. Fueron
periodistas metidos en política, economía, historia, geografía, y se caracte­
rizaron por su entrega al trabajo.
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F id e lig n o C u e lla r Jim é n e z. 1 8 8 5 - 1 9 6 6 .
El cambio experimentado en la conciencia universal cuyo eco llegó a
Colombia en esos años y los cambios radicales que se dieron al interior de nues­
tro país, los colocaba en la obligación de ofrecer otra visión del mundo.
Fueron muchos los periodistas y no pocos los periódicos aliados del
socialismo revolucionario. Pero no se crea que el gobierno de Abadía Méndez
miró con tolerancia estos periódicos de carácter político más amplio, ni por
supuesto la prensa socialista. Toda esa actividad fue reprimida: periódicos
clausurados, cerrados, espiados; correspondencia interceptada y leída; vigi­
lancia a parientes y amigos; jueces de Prensa y Orden Público para el delito
de prensa. Aquella fue una labor titánica en aras del triunfo de la alegría y
la justicia humanas, ejercida por escritores medio bohemios que buscaban
el sustento diario. De ellos dijo alguien, si bien estos periodistas y escritores no
lograron cam biar la sociedad, a l menos consiguieron cam biar ¡a sensibilidad.
L os
“c o rre o s ro jo s ”
Aquel periodismo dejó escuela o por lo menos alumnos. En la prensa
obrera de Bogotá laboraban los correos rojos y en ese proceso no pocos se
convirtieron años más tarde en sindicalistas eficientes y buenos periodistas.
Pero ¿quiénes eran los correos rojos, qué hacían^
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Los AÑOS
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] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
Eran niños de diez a dieciséis años y a ellos es justo dedicar unas
líneas. De los galopines del PSR se dijeron y repitieron tantas cosas y casos
que hoy es imposible recopilarlo todo, de cualquier manera, decir correo
rojo era referirse a un muchacho vivaz, capaz de retener razones, resuelto y
curioso, listo a salirle al paso a lo que fuera. Especie de diablillos hacelotodo
estos chicos se formaron para la calle y la plaza aprendiendo verdades por
sí mismos y al pie de los mayores.
La organización de los correos rojos se debió a la necesidad que tenían
los socialistas de enviar ciertas cartas directamente, por la evidente violación
de la correspondencia. Por ello se procuraron otras formas de comunicación,
lentas, rudimentarias y limitadas a casos especiales, pero formas al fin que
hicieron parte de la inventiva revolucionaria de esos tiempos. Una de ellas
estuvo a cargo de algunos voluntarios que entrenaron palomas mensajeras.
En otras oportunidades colaboraban los muchachos. Ese fue el aporte de
jóvenes o casi niños colombianitos -n o se sabe cuantos- hijos de trabajadores
o trabajadores ellos mismos, que aprendieron a caminar grandes distancias,
atravesar ríos crecidos, vivir lo bello, lo malo y lo enigmático del trópico y
desarrollar argucias frente a lo desconocido.
Entre sus aventuras de razoneros, vendeperiódicos, repartidores de
hojas y correos estaban las propias de la edad y la época, que consistían en
echar trompo, coleccionar y cambiar películas, jugar bolas o hacer pillerías.
Por la escuela pasaron interm itentem ente, quizá por eso y por los hábitos
adquiridos en el PSR y de sus propios padres, aquellos muchachos además
de aprender un oficio se hicieron en su mayoría autodidactas.
L O S FERROVIARIOS
Los ferroviarios fueron la auténtica raíz de la clase obrera colombiana;
antes que los trabajadores de la Zona Bananera, los petroleros, los trabajadores
de las obras públicas o cualquier otro gremio ellos fueron su origen. El primer
ferrocarril, nacido en el siglo X IX , funcionó en Panamá cuando ese país era
departamento de Colombia; sus primeros obreros fueron esclavos libertos,
uno de ellos, Pedro Prestán, fue el primer trabajador mártir: colgado de un
poste en el ferrocarril de Colón por hacer un reclamo. Estos obreros cons­
truyeron las líneas del ferrocarril y luego movieron los trenes. Después
~ya lo sabemos- se extendieron las redes por todo el territorio nacional y
para esa labor trajeron panameños experimentados.
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Uno de los dirigentes socialistas, de la familia ferroviaria de Cundinamarca, era el encargado de dar el primer largo pitazo para anunciar la
huelga. De allí en adelante y mientras durara el conflicto los prolongados
lamentos de las locomotoras se sucederían uno a continuación de otro, noche
y día. Los trenes que fumaban y que muchas veces se quedaban parados en
medio de la selva ahora estaban quietos en la Estación de la Sabana, como
dormidos en brazos de los maquinistas y los fogoneros que habían decretado
la huelga de los ferrocarriles de Cundinamarca. Fue esta la primera de las tres
grandes huelgas de ferroviarios en este año y el primero de los 17 conflictos
obreros desatados en 1926, que tuvieron la particularidad de ser un rosario
de solidaridad, sucediéndose unos en apoyo de otros.
Durante la noche los trabajadores prendían grandes fogatas y a la
luz de las llamas discutían sus asuntos, repartían la comida, recordaban
historias y no faltaba un tiple y alguien que entonara las canciones de moda.
Entre ellos sus familias; eran gentes que llevaban una pobreza con dignidad
en donde lo m aterial no contaba tanto, y la im portancia de la política se
ampliaba en su vida cotidiana como un estado ánimo, como una terapia de
choque que rompía la uniformidad de sus vidas.
En las fogatas nocturnas los obreros más viejos contaban a los jóve­
nes su origen, pero tam bién hablaban de lo nuevo; el saludable desorden
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] [ Bajo el signo de la esperanza (Ano del tercer congreso)
socialista del cual formaban parte en las grandes batallas y en las pequeñas
cosas. Contaban los antiguos ferroviarios que en vida del PSR los maqui­
nistas llevaban en sacos el correo: cartas, documentos y miles de volantes
que debían llegar a cercanas lejanías para ser leídos por alguien y luego
comentados. Los trenes de Bogotá a Girardot se encontraban a mitad de
camino y con previo pitazo -q u e era su lenguaje- paraban, así los trabaja­
dores podían intercambiar periódicos. Otra historia era la de la comida: las
mujeres entregaban a los fogoneros los almuerzos envueltos en hojas de
plátano y el guarapo en zurrones, para que en la parada los pasaran a sus
compañeros que venían en contravía.
También relataban entre risas los trabajadores de las líneas BogotáTunja y Bogotá-Girardot las peripecias de los más pacientes, encargados de
amaestrar las palomas para transportar los mensajes del PSR.
La huelga del ferrocarril de Cundinamarca fue reforzada con la
solidaridad de dos líneas anexas y en este punto el joven Joaquín Alonso
y veinte de sus compañeros fueron encarcelados. Hubo tristeza, se creía
paralizado el movimiento. Pero rápidamente las caras se tornaron alegres
por la respuesta sorpresiva de los trabajadores del ferrocarril de Girardot,
concentración obrera de más fuerza y prestigio cuyo paro asustó a los
gerentes. Susto que fue mayor cuando a estos últimos se unieron los tra­
bajadores del Alto Magdalena, Neiva a La Dorada, y a ellos siguieron más
de dos mil mujeres de las Trilladoras de café. Los periódicos llenaron sus
primeras planas, los militares enviaban batallones de esquiroles a diestra y
siniestra que causaban desastres por su impericia; los dirigentes socialistas
no dormían de tanta actividad; el abogado que coordinaba las acciones,
el “M ono” Dávila, soltaba latinajos que los obreros no entendían y los
niños, cuando veían en la calle a los uniformados se mofaban gritándoles
Pi... Pi...
Varios meses después, con toda la experiencia anterior, se vino la
extraordinaria huelga del ferrocarril del Pacífico. Torres Giraldo fue su
dirigente y por su acertada actuación se ganó merecidamente la autoridad
que le correspondió en el Tercer Congreso Obrero. Desde luego, contó con
compañeros de gran capacidad, firmeza y experiencia; nombres anónimos
que lograron paralizar todo el occidente del país. Gracias a esta batalla nada
fácil, los trabajadores obtuvieron para ellos y la posteridad la reivindicación
del descanso dom inical remunerado y un avance hacia la jornada de las ocho
horas diarias.
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IA GRAN HUELGA
SEGUN UN TE
LA « A 1)8 GIRARDOT CONTÌNOA SIN SOLUCIONAR;
E M SKIOKADO D £ l B . DK I„0ÜSTR1AS l EL HA 111)0 íiiF E C M A ( i f i í M l i (M R C IA IIK Dfi M O TA
j t n u a m a n eh m m asísmak a w intìsvem oh db. arrisa p la s cías, fijjviai.es ksi ah
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V
] [ Baje el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
e n a d il l o , a n t e s a l a d e l
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ercer
C o n g reso
Para dirigir las campañas preparatorias del Tercer Congreso la CON
designó como personeras a varias mujeres: María Cano en Antioquia,
Enriqueta y Elvira en Bogotá, Bertilda Forero en El Líbano, Clara Isabel
Clavijo en Ocaña, Soledad Herrera en Ibagué, Carlota Rúa, Magdalena
Soler y Segunda Rentería en la región de Honda, y otros cuantos dirigentes
en sus respectivas ciudades o regiones. Como responsable nacional de la
campaña fue designado Tomás, tarea que multiplicó su correspondencia,
viajes, trasnochadas, madrugadas y naturalmente la relación con muchos
trabajadores y líderes locales. Fue un espacio de tiempo sencillo, efectivo,
de acciones minuciosas, enlace de los tres Congresos y proyección al futuro.
El acompañante de todas las horas para Tomás fue el “Negro” Guerrero,
ambos planeaban y se movían entre una buena dosis de calor humano por
los recibimientos entusiastas y las despedidas recalcadas con un, ¡nos ventos
en Venadillo!
El “Negro” vino a ser -veinte años después- quien recordara las sali­
das sistemáticas o desorganizadas que hacían, las peripecias de sus viajes,
los nombres de la gente, las anécdotas. De manera muy viva relataba que
Higinio Forero y Piraquive, los líderes socialistas de El Líbano, le regalaron
a Tomás un caballo. Alguna vez al llegar allí les dieron la noticia de que el
animal estaba enfermo, acostado en el solar de la casa donde lo cuidaban.
Tomás que adoraba al jamelgo, decidió por compasión darle dos días de
plazo para suspenderle el sufrimiento con un tiro de gracia. Faltando poco
se presentó Bertilda con un campesino quien propuso aplazar la ejecución
por unas horas, plazo en el cual él con sus rezos lo haría revivir. Bertilda les
dijo: magia blanca! sin más explicación, refiriéndose a la operación oculta del
brujo. Era obvio que en esos lugares los rezos eran mágicos, pero mágico era
solamente una palabra, no una respuesta que explicara nada. Sin embargo,
sabiendo agotados todos los remedios, sin hablar pero incrédulos aceptaron
el rezo; el “Negro” decía que con ojos de clave! vieron al poco tiempo que el
caballo se recuperaba hasta pararse como si nada le hubiera acontecido.
Aparte de la anécdota, que no desprecié, vayamos a Venadillo, an­
tesala del Tercer Congreso. Este sitio fue escogido por quedar a mitad de
la gira de María, por la facilidad para el desplazamiento de indígenas y
campesinos, por ser punto de importancia de la línea ferroviaria que cu­
bría el nororiente del Tolima y ser otro hormiguero socialista. Comenzaba
noviembre, tiempo antes los comisionados se habían dedicado a trabajar
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con más com bustión y durante ese proceso preparatorio -aludido solo en
breves térm inos políticos- surgió un aspecto que vino a plasmarse en esa
Conferencia, luego se convirtió en sello de marca del Tercer Congreso y
term inó haciendo cuerpo con el PSR.
Sucedió que en las cartas y sin saber a qué horas una expresión
empezó a generalizarse reflejando un sentim iento espontáneo y propio
de la gente: la frase que llameara en todos los corazones era la de “Salud y
Revolución Social”, saludo o despedida que en principio solo se dio en las
cartas y después fue verbal. Quienes lo contaban no sabían precisar de donde
llegaron las primeras misivas con ese saludo, posiblemente — decían— fue
iniciativa de los socialistas de El Líbano; el hecho es que en la Conferen­
cia de Venadillo el térm ino ya era familiar. Allí mismo se decidió adoptar
como emblema la bandera roja con los tres ochos blancos. Esa bandera era
un distintivo mundial de los trabajadores en su lucha por obtener 8 horas
de trabajo, 8 de descanso y 8 de estudio. Su origen se remontaba más o
menos a 1860, ya había sido adoptada en otros países de América Latina y
en Venadillo alguien se apareció con una.
Aunque en su historia aquella bandera representaba solamente a la
clase obrera (hablando en términos europeos), aquí fue distinto: se vio enarbolada en las movilizaciones urbanas, en las huelgas, en las marchas cam­
pesinas; adornaba infinidad de viviendas de la ciudad y el campo, pequeños
talleres artesanales, se le veía en los champanes del río, en las cabinas de las
locomotoras o en los cafetales. Donde quiera que el PSR tuviera influencia,
o en sus actos, la bandera roja con los tres ochos blancos se desplegaba al
viento. Los socialistas se apoyaron en símbolos que resultaron poderosos,
necesarios y justos.
Entre las delegaciones que llegaron a Venadillo estaba la de la Zona
Bananera; sus dirigentes habían estado particularmente activos en los meses
anteriores fundando la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, en
esa explotación que contaba con 25.000 trabajadores. Presentes también
estaban los indígenas, que habían constituido el Supremo Consejo de In­
dios, representantes de sus Cabildos; los delegados del transporte fluvial;
los de las trilladoras de café de la región de El Líbano, que ocupaban 1.300
obreras y 400 obreros. Al decir de Torres Giraldo, había delegaciones de los
Departamentos del Tolima, Huila, Santander, Cundinamarca, Antioquia,
Valle y Caldas; si agregamos las reminiscencias de Elvira y Enriqueta, de
algo más de cien delegados por lo menos la cuarta parte eran mujeres.
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ESCONDIDOS
] [ Ba¡o el signo de Ia esperanza (Año del tercer congreso)
H u e lgu ista s en barranca, 1 9 2 7
Los AÑOS
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Una suma de factores hicieron de aquella Conferencia el aliento
esperanzador que sustentaba la lucha socialista: los temas de discusión ya
mencionados, el éxito de la gira de María, la nutrida y calificada concurrencia
y como resultado “el plan de Venadillo” que habría de presentarse al Tercer
Congreso para su aprobación. Según Tomás el “plan” estaba inacabado pero
interpretaba el sentir general sobre todo porque era el momento de forzar
la historia conformando sin tardar el partido, aún sin tener la organización
necesaria, la militancia disciplinada ni la teoría resuelta. Todos estaban
conscientes de que existía una cierta improvisación pero también seguros
de que sería una organización desarrollada en el movimiento popular; era
hora, entonces, de liquidar la etapa preparatoria, dar el salto y aunque no
esperaban el paraíso terrenal de la noche a la mañana, al menos sabían
dónde se estaba construyendo organización con más coherencia, cuál era
la relación entre los dirigentes y las bases, tenían una visión de conjunto
sobre los problemas nacionales y su práctica era colectiva, decisoria, desde
abajo.
Solo teniendo en cuenta los verídicos testim onios de compañeros
y familiares de Tomás, es posible reconstruir en parte algunos hechos de
esta etapa donde se aparejaron más triunfos que lágrimas, ternuras y des­
cubrimientos. Contaban que de Venadillo salieron para Ibagué, allí María
protagonizó la escena que agrandó su prestigio*. En cada estación les es­
peraban caras sonrientes, ¡vivas! tal cual totuma de guarapo y entusiasmo,
pero nada comparado con lo que les aguardaba en Girardot. Estaban los
huelguistas triunfantes, marineros y braceros, su huelga había trascendido
por el rosario de triunfos y acontecim ientos que se dieron en ella. Cuando
todo empezaba, Angel María Cano en calidad de dirigente de los huelguistas,
el “M ono” Dávila como personero y Julio Ocampo Vásquez fueron a hablar
con la primera autoridad municipal para arreglar las cosas; el alcalde, que
era quien había puesto la cita, en vez de dialogar los tomó presos. Y ¡ahí
fue Troya! Los trabajadores amarraron nueve barcos colombianos y otros
de una compañía gringa. En ese trance, el gobierno aventó al Batallón de
“Ferrocarrileros” como esquiroles pero ninguno de sus hombres pudo mover
un buque y se convirtieron en burlesco. Luego avisaron por toda la ciudad
que la tropa protegería a los obreros que se retiraran de la huelga, y no se
*
Tal hecho tuvo lugar en Ibagué, luego de una espléndida recepción popular, cuando
el Cabildo quiso “halagarla” con una copa de champaña en sus salones. El público se
aglomeró junto al edificio, ocupó patio y corredores mientras que los “escogidos” alzaban
sus copas. Como era de rigor, el oferente pronunció un discurso de fronda demagógica
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Los
AÑOS e s c o n d i d o s
] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
movió nadie. Resultado, alzando los puños los obreros consiguieron mejor
comida, diez minutos para el desayuno (que antes debían tomar parados),
media hora para el almuerzo, atención en caso de accidente y por primera
vez en la historia del país la siguiente reivindicación:
Punto 10: "En toda fiesta nacional y en la del trabajo (Primero
de M ayo) se reconocerá el jornal doble, si se trabaja, y sencillo si no se
trabaja".
En esa euforia, dirigentes, huelguistas y medio Girardot acudieron
al recibimiento de los que venían de Venadillo, citado en un acto de plaza;
ahí María arengó con su habitual capacidad de estremecimiento y desafió,
porque como era de esperarse la policía estuvo presente, pero posiblemente
al ver tanta gente dispuesta a lo que fuera optó por retirarse a prudente
distancia. El turno en la palabra fue del “M ono”, que cerró el acto con un
breve discurso tan político como poético.
La caravana que venía desde Venadillo se creció en Girardot y un tren
atiborrado de revolucionarios, con la bandera de los tres ochos flameando
en la locomotora llegó a Bogotá el 20 de noviembre de 1926, para acudir al
Tercer Congreso Obrero Nacional, que debía iniciarse en 24 horas.
En la “Casa del Angelito” la política estaba al rojo vivo, había que
dar ideas para cada necesidad, no olvidar un detalle, solucionar cien im­
previstos al tiempo, cosas que hacían con fervor, con pasión. Alguien se las
había arreglado para llegar con anterioridad a conseguir la tela para hacer
las banderas, Julia Bohóquez dirigía la hechura a un grupo de costureras en
la Casa del Pueblo. El acto iba a ser en el Teatro Bogotá, una sala inmensa
con arcos de madera llenos de arabescos a lado y lado; cada columna debía
adornarse con una bandera y habría otras cubriendo el telón y las mesas en
el gran escenario. En las numerosas sillas, cara al público, se sentarían los
integrantes del Estado Mayor de la CON y demás dirigentes.
En algún m om ento María, Elvira y Enriqueta se encerraron en una
habitación para dedicarle un mom ento a cierta situación de la que se rei­
rían por el resto de sus vidas. La amistad entre ellas ya era firme y por lo
mismo, cuando pasaban temporadas sin verse sabían que continuaba el
y lírica, al cual contestó la súper-emotiva revolucionaria arrojando la copa con violencia
al suelo para enseguida salir a un balcón y hablarle al pueblo. Tal hecho fue propalado
rápidamente y comentado, lógicamente, bajo muy contradictorios puntos de vista. Para
el pueblo llano, eso fue una machada!!, (libro citado, p. 840). Torres Giraldo.
189
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iía
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La cuididata de la prciua
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jefe del EJE«crro eh cibardot asigham a u u t o y e m o « t a a m i a io e u s a u . p u iíu l e s esta*
U S NAVIERAS UMJOU1CIO» DEL PAIOtOMO. El GIIAIKT IHTERESADAS EX ¡jUEJIOSISA U HUELGA
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mismo entendim iento en lo más importante y en lo trivial también. Para
esa ocasión, m om ento tan ansioso y largamente esperado, habían planeado
con anterioridad lucirse hermosas; no se trataba de agradar p a ra merecer
porque tenían objetivos concretos, simplemente, como las demás mortales,
del encanto fem enino nunca estuvieron ausentes. Elvirita se había encar­
gado de conseguir atuendos, lo que hizo con creces porque sus dos tías,
encanecidas y peripuestas, muy de acuerdo con las actividades de la joven,
sacaron lo que creyeron mejor de su baúl para que ella se presentara ante
sus compañeras con cajas que contenían vestidos de terciopelo, sombreros
recargados, bolsitos de brillantes y una colección de cuellos de encaje de
bolillo, como si se tratara de prendas para salir a una representación teatral.
Antes de abrir las cajas se sintieron abrumadas y curiosas, luego se midieron
la ropa y estando en esas Ies sobrevino una risa entrecortada que derivó
poco a poco en carcajadas porque no se veían a sí mismas elegantes sino
disfrazadas, o como vestidas por sus enemigos. Terminaron por hacer a un
lado tanto destello, flecos y lamés y se fueron al acto tal como eran.
Mientras tanto, en la casa del pueblo se agolpaba la gente; letreros de
bienvenida, hojitas de instrucciones, Tom ás y el “Negro” Guerrero firmando
credenciales, intercambio de periódicos. En la cocina habían montado las ollas
desde el alba y los niños repartían el “Romancero” que Doña Carlina y el señor
Mancera editaron para la ocasión. Contenía páginas ilustradas, versos de Julio
Flórez, frases de discursos vibrantes y la letra de un himno poco conocido
que el Maestro Gaona (padre) y el violinista Carlos Arturo Rodríguez habían
enseñado a niños, jóvenes y un grupo de mujeres para que lo cantaran por
primera vez al día siguiente: se llamaba “La Internacional”.
190
Los a ñ o s
ESCO ND ID OS
El
] [ Bajo el signo de Ia esperanza (Año del tercer congreso)
s o l de e s t a h is to ria
No era el inicio de una historia sino el capítulo siguiente, la conti­
nuación del pensamiento y acción de José Antonio Galán, en un evento que
no correspondió exactam ente a un Congreso sindical sino a un encuentro
abierto y revolucionario de organizaciones.
El teatro ya estaba lleno y aún quedaba afuera gente ansiosa por
entrar, por lo que invito al lector a imaginar la escena.
Cuando apareció en la calle el nutrido grupo de mujeres encabezado
por María Cano, los compañeros se quitaron el sombrero haciendo venias,
les cedieron el andén y como quiera que la presencia femenina infundía
ánimo, al entrar al teatro la ovación no se hizo esperar. Con otra aclamación
fueron recibidos tres hombres que llegaron en bloque con otros dirigentes:
Torres Giraldo, Tomás y Mahecha. Con anterioridad Mahecha había esta­
do encarcelado, mediante un buen m ontaje por la supuesta muerte de un
esquirol. Durante su cautiverio los socialistas multiplicaron sus petardos y
en actos públicos, varios de ellos protagonizados por María en Antioquia y
Tomás en Bogotá, reclamaron su libertad y la de diez compañeros más. Ese
día en el teatro, a manera de homenaje al líder, se fijó un inmenso cartel con
una frase que Mahecha esgrimió en la primera huelga: “Las libertades no
se piden, se toman”. En aquella época en que la consigna era novedosa,
esa frase -d ecían - se volvió nacional.
El gran ausente era Q uintín Lame. El “Cacique de Tierradentro”
una vez más estaba preso. “Cada indio de América debe ser dueño de un
pedazo de tierra” -h abía d ich o- “Mi compromiso es con mi pueblo, mi
misión es bajar del m onte al valle a defender la raza indígena proscrita”.
La liberación del dirigente indígena se convirtió allí mismo en un propó­
sito, cuestión encomendada a M aría Cano quien posteriorm ente no dejó
piedra sobre piedra para conseguirla; entraba sin permiso para hacerse
oír de m inistros y parlam entarios m ientras los socialistas convocaron al
pueblo bogotano a una dem ostración de fuerza que resultó sobrada, el 30
de noviembre de 1926.
Preso también estaba Vicente Adamo, extranjero para las autoridades,
hermano para los campesinos del Sinú y los revolucionarios de entonces que
valoraban en toda su dimensión el que alguien dejara su terruño para venir
a compartir la suerte. No se trataba de la sola prisión; como Savinski en los
días del Segundo Congreso, el turno de expulsión era ahora para Adamo,
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razón por la cual ni él ni la incansable Juana Julia Guzmán, su compañera,
pudieron asistir al congreso donde los esperaban.
Dos intervenciones femeninas enmarcaron el acto del Tercer Con­
greso: las palabras de inaguración de Sofía López, la “Flor del trabajo de
Bogotá” y el discurso final de María Cano. Entre las delegaciones, además
de las que venían de Venadillo estaban las representaciones de empresas
Públicas Urbanas, Ingenios Azucareros como “La M anuelita”, Agrícolas,
Petroleros, Inquilinos, de Transporte fluvial, Ferroviario, Obreros de la
Construcción, en fin, toda la gama de trabajadores de concentraciones
fundam entales elegidos en asambleas y conferencias regionales, lo que
garantizaba fuerza y respaldo para sus decisiones. De todos ellos emanó la
propuesta para los nombres de la mesa directiva, momento solemne porque
los aclamados juraron defender la bandera de tres ochos: ¡Salud y revolución
social! Luego se generalizó el coro con la letra de la introducción del Himno
Nacional de C olom bia’ : ¡Hoy que Ia am ada patria nos con vida/y que debemos
todos com batir/ hemos de d ar por ella nuestras vidas / que morir por la patria
no es m orir/ es vivir!. Y a continuación: Arriba los pobres del mundo/en pie
*
Esta disiente frase del Himnio Nacional fue suprimida sin saberse cuando ni por quienes.
192
Los
AÑOS e s c o n d i d o s
] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
los esclavos sin p a n / y gritemos todos unidos/ Viva Ia Internacional! Mientras
tanto se nombraba a Torres Giraldo como Presidente, María Cano Primera
Vicepresidenta, Mahecha Segundo Vicepresidente, Tomás Uribe Márquez
como Secretario General. El último día (4 de diciembre) se constituyó el
Comité Central Ejecutivo del PSR y en votación aparte se eligió como Se­
cretario General del partido a Tomás.
En ese mismo Comité Central quedaron Francisco De Heredia en el
Frente Internacional (específicamente para América Latina), Leopoldo Vela
Solórzano en el de Finanzas y Guillermo Hernández Rodríguez, estudian­
te de Derecho que atendió el Frente Estudiantil hasta casi dos años más
tarde, cuando gestionó su viaje a Moscú. El Frente Estudiantil nació allí
mismo con la presencia del grupo “radical de las juventudes y el obreris­
mo”, im portante sector del Externado de Derecho, Facultades de Medicina
e Ingeniería y algunos núcleos de bachillerato. Estos jóvenes se volvieron
pregoneros de las ideas y vincularon a muchos otros estudiantes al PSR, lo
que no era tan difícil porque en la Universidad circulaban las historias de
los triunfos revolucionarios, a tiempo que los estudiantes observaban que
la política de los dos partidos era estar cerca de los problemas pero muy
lejos de las soluciones.
Un gesto solidario de los estudiantes fué el de unirse a los delegados,
que en uno de los 14 días de sesiones fueron encargados por el Congreso
para solventar una situación de desastre en el sur de la ciudad; se trató de
un caso de emergencia por las inundaciones habidas después del torrencial
aguacero que en Bogotá se denominaba “cordonazo de San Francisco",
especie de diluvio del que no se escapaba la ciudad en los últimos días de
noviembre. Los delegados que vivían en aquel sector llegaron angustiados
y sin pensarlo dos veces, esa tarde medio Congreso salió en auxilio de las
familias víctimas de la lluvia.
Un
d e b a te
Habrían pasado pocas horas después de la inauguración cuando
Tomás le dio lectura al “Plan de Venadillo” en la plenaria, documento base
sobre el cual deberían trabajar las comisiones; sucedió entonces que Luis
A. Rozo y Carlos León se apartaron del problema fundamental, la creación
de un partido que enfrentara el poder en unas pocas manos. Ellos sostenían
193
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que "todo partido político es perjudicial a la acción económica del sindicalismo
y a los principios de la noción de clase"3'
Lo dijo Juan de Dios Romero y ahí mismo se formó un batiburrillo
fenomenal. Como es de suponer el chaparrón verbal no pasó a más porque
los contradictores eran pocos, pero básicamente porque su visión en ese
m om ento iba en contravía del cauce político del Congreso. Este grupo era
heterogéneo; los veteranos decían que no se podía confundir a Valencia con
Rozo o con León, ni a Juan de Dios, a quien le encantaba formar bochinches,
con aquellos dos. A pesar de las contradicciones reconocían sus actividades
y todo lo valioso de su lucha. De otra parte, el hecho mismo de que se les
firmara credencial conociendo de sobra cómo pensaban, demuestra que no
existía tem or alguno en aquel tiempo a planteamientos distintos. En sus
vivencias, Carlos Cuéllar hacía esta breve referencia:
Después de que se retiraron Rozo, León y Juan de Dios, las sesiones pa­
recían inspiradas por la cordialidad. Ellos se fueron a sacar unos carteles
contra la CON y el PSR, para su mal, y tuvimos que contestar con otro
que redactó Tomás con energía pero sin destemple, para no confundir
a los trabajadores. El “Negro”, D ’ Achiardi, el “M ono”, “Tata” y otros sí
tenían una pelea casada con los anarquistas, era una pelea política por­
que por otra parte si se necesitaban se buscaban... decían que fuera del
problema central no existían diferencias ideológicas irreconciliables... No
se trataba de luchas de poder, no había caso, lo que sí tenía un límite era
que trataran de obstaculizar la organización del partido...
Ese limite se presentó con el grupo mencionado que vivía en Bogotá,
por su rechazo a toda forma de autoridad. Rozo y León, pero particular­
m ente Juan de Dios tuvieron una labor de oposición y enfrentam iento que
los llevó a una relación equivocada con los socialistas la mayoría de las
veces. Pero no toda su labor fue negativa, porque, tal como lo vieron otros
ojos, ellos libraron muchas batallas contra la opresión y se entregaron a la
causa que consideraron justa.
Enriqueta narraba historias personales y colectivas donde tenía
arraigo la com prensión para tratar de lograr m ejores formas de conviven­
cia: es cierto - d e c ía - q u e el anarquismo que estaba en cabeza de Rozo perdía cada
vez m ás terreno, pero es falso que hubiera desaparecido; Valencia trabajaba en
favor de los cam pesinos en Fusa, pero quería ser él solo; Ju an de Dios unas veces
nos insultaba y otras se acercaba a darnos la mano. Relataba ella que entre el
31
Periódico El Tiempo, noviembre 30 de 1926
194
Los
AÑOS ESCO ND ID OS
] [ Bajo el signo de ¡a esperanza (Año del tercer congreso)
escepticismo, la duda o la aceptación de sus compañeros había solicitado
que se le extendiera credencial a Juan de Dios, como se había hecho con
Valencia, León y otras personas. Hasta ahí esa amistad había sido estrecha
(quizás es un poco exagerado el verbo) aunque Enriqueta no le perdonaba
a Juan de Dios que entrara en cuanto corazón femenino latía. De ahí en
adelante los diálogos se espaciaron, las confidencias terminaron pero si­
guieron intercambiando favores, datos, libros y periódicos.
Fuera de Bogotá hubo otras corrientes anarquistas de significación,
como en la Costa, lejanas ya de las primeras etapas anarquistas europeas
porque no rechazaban las luchas económicas reivindicativas, ni a los in­
telectuales en el seno de las organizaciones obreras, ni invitaron a acción
alguna de tipo destructivo.
Com o correspondiera a tiem po más moderno y a otra realidad,
fueron grupos y personas que impulsaron las organizaciones sindicales
y crearon conciencia en varios sectores: la Zona Bananera, las Ligas
de Inquilinos, los m ism os petroleros, etc.; muchos dirigentes fueron
formados con sus enseñanzas y su ejem plo. Si en Colombia aquella
corriente no llegó a desarrollarse considerablem ente, como en algunos
países latinoam ericanos, seguramente se debió a que en su práctica, una
vez enfrentados a la solución directa de los problemas, recurrieron pre­
cisamente a las formas de organización que teóricam ente rechazaban:
en Barranquilla y en la Zona formaron sindicatos, en Bogotá se creó la
Unión Sindical, Juan de Dios gestionó docenas de personerías jurídicas y
así muchos otros ejemplos.
A PROPÓSITO DEL LIBRO “ L O S INCONFORMES”
de
T
o rres
G
Y
ir a l d o
Después del informe de la CON y de su decisión de crear la Federa­
ción Obrera Nacional de los transportes fluviales y terrestres, el Congreso
en pleno tom ó la de fundar el Partido. Para ese paso existió una comisión
de estudio, de la que habló Torres Giraldo en Los Inconformes (pág.846) así:
"La comisión creada especialmente para estudiar la iniciativa de la fundación
del partido presentó en la sesión plenaria del 2 de diciembre sus conclusiones
en todo favorables a l pensam iento mayoritario del Congreso". ?Cómo explicar
entonces que tres páginas antes (843) hubiera afirmado: "Debemos anotar
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que los dirigentes del Congreso no teníamos ni pensado ni previsto el caso, los
iniciadores del partido improvisaban y la m asa de los delegados espontaneista
y alegre, aplaudía".
Tal contradicción nunca se la explicaron los veteranos socialistas que
alcanzaron a conocer la primera edición, como tampoco la afirmación que
se encuentra al final del capítulo donde narra el Tercer Congreso: "Debemos
anotar aqu í que todos los miembros del prim er ejecutivo fueron después miembros
del PC” (848). Incomprensible -d ecían - porque fue de dominio público que
Tomás, Mahecha y María Cano nunca ingresaron al Partido Comunista.
Otros líderes socialistas comentaron que en 1930 Ignacio ya estaba más
cerca de los nuevos que de sus compañeros del PSR y agregaban: Desde
ese tiempo Torres Giraldo evitó cualquier posible influencia de estos tres
dirigentes. Cuando regresó de Moscú en 1935 fue nombrado Secretario
General del Partido Comunista hasta 1942, fecha en que ese partido pro­
dujo su expulsión, por sus métodos de trabajo, pero también con acusaciones
injustas e ignominiosas. Sin embargo, había compartido con ellos aquello
de que su pasado político en el PSR era pecaminoso.
En cambio, para nadie resultó sorpresa el tratam iento que le dio a
Mahecha en el siguiente capítulo, donde lo ataca sin ningún miramiento
y le desconoce su capacidad de organización. Quienes vivieron esa etapa
observaban que Torres Giraldo nunca sintió aprecio por el hombre que pre­
cisam ente organizó la Unión Sindical Obrera de Barranca. Era un problema
personal pero tam bién político: la formación en la URSS era inflexible, no
concebía autenticidad revolucionaria a quien estuviera por fuera o al margen
de los partidos com unistas. Según Torres Giraldo (de épocas posteriores
a los veinte), "... Los dirigentes pro-m arxistas hemos juzgado siempre la línea
revolucionaria por la actitud hacia la Unión Soviética” (1013) y la actitud de
Mahecha, si bien no fue contraria tampoco resultó incondicional. Esa misma
formación atribuía categoría política solo a quien recitara de memoria frases
de los clásicos. Que sea el libro el que hable: "... Sus discursos revelaban - dice
de M a h ech a - ausencia casi de todo conocimiento sobre la revolución soviética,
pero en cam bio rico arsen al en su memoria de grandes y pequeños episodios de
la s luchas popu lares en C olom bia...” (852).
En todo caso esas relaciones nunca marcharon bien. Mahecha le criti­
caba su sobredosis ególatra y a Torres Giraldo le desagradaba la personalidad
irreverente de M ahecha (incluyendo un chiflido deliberado que utilizaba
Mahecha para llamar a sus amigos). Dudo de que Ignacio fuese un hombre
196
Los
AÑOS e s c o n d i d o s
] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
amable, sospecho que era bastante difícil, frío, pero los hombres que han
influido en las organizaciones avanzadas no siempre han sido personas en­
cantadoras. Ignacio (1892-1968) era un hombre de figura elevada, delgado,
con una nuez prominente; hablaba a saltos, repetía las últimas palabras de
sus frases con énfasis y persistencia, se calmaba o enardecía según el caso.
Entonces me parecía que se aumentaba su estatura y a mis ojos de niña su
aspecto me hacía pensar que era un prestidigitador. Unas veces hablaba de
María exaltando su capacidad, otras la minimizaba (y esto hasta el fin de
sus días); si ella estaba presente simulaba no darle importancia; le corregía la
postura, las palabras, le anotaba el más pequeño detalle o se venía lanza en
ristre por su descote, su despeinado o las pepas que a él le parecían impúdicas
en su collar. Era en esos momentos que Enriqueta terciaba solidarizándose
con María, y él, agitando sus brazos como aspas de molino, escampaba los
chaparrones que “Tata” le enviaba con centellas de humor. Mientras tanto
María permanecía callada. No resulta sencillo comprender cómo una mujer
de las ideas y personalidad de María Cano se comportara con él con esa
mansedumbre. Enriqueta lo fustigaba y era directa: ?Y en la casa, cómo va
la democracia^ O ante sus justificaciones de ancestral machismo le decía:
Usted tiene recursos dialécticos para todo.
A Torres Giraldo debemos el que no se haya perdido definitivamente
la historia de esa época. Los Inconformes han sido el punto de partida, pero
quizá, por tratarse del único protagonista con un cargo directivo en el PSR,
se han tomado muchas de sus citas sin ningún reparo. Hay que reconocer la
197
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importancia de su trabajo y toda esa información consignada por años. Sin
embargo, Ignacio escribió sus libros muchos años después de haber regresado
de la URSS y haber sido el máximo dirigente del PC, por lo que sus conceptos
y la interpretación del papel jugado por el PSR ya habían cambiado.
Y una anotación para tener en cuenta finalmente, <jue no está por
demás, es la hipótesis, sostenida por diversas personas, que piensan que a
Los Inconformes, en su primera edición se le hicieron correcciones y cambios,
en relación con los originales manuscritos.
A
r t is t a s , in t e l e c t u a l e s y m a c h e t e r o s
Se ha dicho que la presencia campesina era mayoritaria en el Con­
greso. Cierto es, ante todo por el tipo y atuendo porque los obreros de
las plantaciones de cacao, caña, tabaco, las bananeras y otros se vestían,
pensaban y sentían como campesinos; al fin de cuentas era ese su origen.
Por entonces se usaban pañuelos “rabo de gallo”, sombreros “jipa”, ruanas
de lana o ponchos de algodón según el clima de donde procedieran e inva­
riablemente se colgaban al cinto machetes envainados en cuero limpio. De
ahí la palabra m acheteros, con la que en el PSR se denominó a la masa que
colmó sus filas, especialmente a los cortadores de caña de Puerto Tejada y
a los cortadores de banano.
Y con los macheteros, nuevos y viejos intelectuales radicalizados,
entre ellos Abel Botero, Napoleón Molina, Pablo Emilio Sabogal, Castrillón,
M oisés Prieto; algunos quedaron vinculados al ejecutivo. O tro grupo de
ochenta estudiantes destacados, entre ellos José Francisco Socarrás formaron
parte de toda esa ola de apasionante fogosidad presente en el Congreso. El
acuerdo era transm itir a las organizaciones populares que organizaran la
resistencia. ¡Úsese la huelga! fue la orientación dada a los centros obreros y
sus órganos de prensa; perentoria advertencia de esa generación interesa­
da en provocar respuestas, plantear propuestas y dejar para sus hijos otra
manera de vivir.
Los demás puntos aprobados en la plataforma reiteraron y afian­
zaron acuerdos anteriores, con los cuales se id en tificaron los recién
ingresados:
-Trabajar prioritariamente entre los grandes sectores de trabajadores
de laciudad y el campo buscando preparar el terreno para la revolución
social.
198
Los AÑOS
e s c o n d id o s
] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
-B u sca r c o n ta c to con los m o v im ien to s rev o lu cio n a rio s del
Continente.
-Llevar a la práctica la huelga electoral.
Esta última cuestión nada fácil porque significaba un desafío abierto
para el régimen y un debate político de profundidad. Es de anotar que la
huelga electoral no tuvo para los socialistas carácter de principio.
Los fundadores del partido convocaron a corto plazo una Convención
Nacional en La Dorada con el fin de mejorar y activar los aspectos organizati­
vos, ampliar los Frentes Unicos y aprobar finalmente el programa. Asimismo,
reiteraron la atención a los presos sociales. En el plano sindical renovaron el
impulso a la CON, también denominado Secretariado, que creó a partir de
esa fecha la Sección de Trabajo anti-imperialistade la Confederación.
Para el primer período proyectaron como fundamental la búsqueda de
formas organizativas que garantizaran la ejecución de sus planes. El punto
de partida consistía en buscar un estilo de trabajo que generara : buenas
relaciones políticas cotidianas. A eso contribuía el libro que Tomás acababa
de escribir con el título Rebeldía y Acción,32 un documento que elaboró
para la futura formación de los jóvenes, en el que recogió lo que creyó mejor
del socialismo criollo a través de preguntas y respuestas. Después de la elec­
ción, su discurso copó el tema: "Valorar las capacidades de ¡a gente, rotar las
responsabilidades y darle paso a los jóvenes para que dirijan sus luchas". Entre
abrazos Tomás entregó el puesto de la CON a otro compañero pues "ningún
cargo será definitivo", para dedicarse por entero a la tarea del Partido.
Tocaba a su fin el Congreso. Los artistas que venían contribuyendo
en las veladas populares y obreras habían puesto el toque alegre con una
presentación teatral dirigida por el comediante Rafael Burgos, muy conocido
entonces por sus comedias ligeras y también trágicas. En los entreactos se
escuchaban flautas de millo, chuchos y peinillas envueltas en papel celo­
fán para acompañar sus cantos; y los siete hermanos Nieto, humoristas y
músicos, hacían reír y participar a la gente repitiendo estribillos y cantares
populares. Estos hermanos punteaban el tiple, tocaban las cucharas de
palo de naranjo y uno de ellos era un virtuoso de la bandola. En una de
las últimas noches de noviembre se fueron a dar una serenata a la casa del
Periódico La Humanidad, Cali, junio 26 de 1926; y en Archila Neira, Cultura c identidad
obrera, op. cit. pág. 115.
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AÑOS e s c o n d i d o s
] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
“Angelito” que alojaba en esas noches un número considerable de delegados;
la fiesta se prolongó hasta el amanecer y fue memorable, más que a nadie
para Tomás, por ser el día de su cumpleaños.
El 4 de diciembre fue fecha de despedidas: cuántos abrazos, caras
alegres, parabienes. El espíritu de los revolucionarios se había afinado en
las maratones del Tercer Congreso y el signo de la esperanza se les veía en
la frente. Cada quien retornaba a su plantación, a su mina, a su máquina,
a su hogar. Los socialistas bogotanos recogieron las banderas para otra oca­
sión y el grupo de costureras se fue a rezar el Angelus en acción de gracias,
a tiempo que los dirigentes se sentían más entusiastas, más decididos y
más inteligentes.
La adhesión a la Internacional Comunista, propuesta desde el Primer
Congreso por Luis Tejada y el grupo comunista, había sido aprobada. Este
punto también fue consignado por Torres Giraldo en sus libros. Valga ahora
actualizar las versiones de otros veteranos y algunos comentarios, para los
cuales pido de antemano la indulgencia de los entendidos y la paciencia de
los desentendidos.
C
o i n c id e n c ia s y
d if e r e n c ia s co n l a
IC
En aquel tiempo los revolucionarios colombianos no se oponían a la
IC o Komintern.* La adhesión a la IC les permitía a los socialistas establecer
coordinación con el movimiento obrero internacional y también necesitaban
de su apoyo; entendían que la revolución tenía un aspecto internacional y
al condenar en el Congreso la expansión del imperialismo norteamericano y
vigorizar sus contactos con otras organizaciones revolucionarias de América,
acrecentaban ese aspecto internacional.
Pero aquí surge una primera pregunta: ?en qué se identificaban con la
IC y qué los sep araba de ella¿
Las referencias, los escritos que se conservaron, los discursos, la plata­
forma, el posterior programa, pero sobre todo los hechos, registrados en su
El Komintern surgió como el Estado Mayor de la Tercera Internacional para centralizar
los partidos comunistas en forma rigurosa, trazando para todos ellos su estrategia y su
táctica, siendo, por tanto, un centro único de dirección mundial y dejando en la práctica
sin independencia a ningún partido. El PC soviético tenía influencia total en la Tercera
Internacional.
201
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m omento por los periódicos, son indicadores que pueden llevar a reflexionar
pese a que no se ha vislumbrado por ninguna parte una polémica rica sobre
estos temas. Es evidente una formulación marxista en su plataforma, por
las conclusiones, necesariamente desprendidas de análisis y además, de
acuerdo con los postulados en aquel m omento de la Tercera Internacional
(línea que vino a ser abandonada en 1935, a raíz del ascenso del fascismo
al poder). Se hablaba por entonces de “clase contra clase” para referirse a la
lucha del proletariado contra la burguesía hacia el socialismo. De acuerdo
con su visión, los socialistas-revolucionarios colombianos al adherirse a la
1C se adherían al mundo del futuro. Cuestión diferente es que como socia­
listas no existieran para la IC, puesto que una de las 21 condiciones para el
ingreso a ella era precisamente abolir ese nombre. La respuesta llegó hasta
después de pasados tres años.
En cuanto a la diferencia, ella estaba en el contenido asignado a los
términos porque no eran los mismos. El PSR arrancaba con una composición
social amplia, reivindicaba al campesinado como el sector mayoritario, resal­
taba de los indígenas su personalidad al conservar sus costumbres, lenguas
y formas colectivas de trabajo como bases materiales. En el térm ino clase
obrera -com o vimos anteriorm ente- incluían al artesanado y en general a la
gente que soportaba injusticias y pobreza entre ellos los artistas, escritores,
periodistas y demás trabajadores de la cultura: "obreros de la cultura" les lla­
maban. Ninguno de estos sectores ocupaba para el PSR un sitio exclusivo,
es decir, eran igualitarios.
Estas apreciaciones (o caracterizaciones) que hacía el PSR contraria­
ban la teoría de que el campesinado era una fuerza de pequeños propietarios
ávidos de tierra, de riqueza y por lo tanto antisocialistas, pensamiento
generalizado de los com unistas europeos. Sobre esto polemizaba la IC; esa
visión sostenía, además, la supremacía del proletariado y la sujeción del
campesinado a este último. El otro ingrediente era la realidad indígena,
de la que no se ocupó la IC, pero que para el caso de América Latina y
Colombia era fundamental. En sus escritos Tomás usaba la expresión "go­
bierno obrero y cam pesin o", pero haciendo referencia a los indígenas y con
dos particularidades: la primera, considerándolos como parte del sector
campesino, con especiales características; la segunda, no supeditándolos a
los campesinos o al proletariado. Reconoció la existencia de un problema
indígena en particular: el proletariado debía orientar su política en defensa
de sus propias reivindicaciones pero respetando las de los indígenas y aso­
ciando las dos hacia un mismo objetivo. En otra parte del mismo artículo
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Los AÑOS
ESCO ND ID OS
] [ Bajo el signo de la esperanza (Ano del tercer congreso)
anotaba, ya refiriéndose a la cuestión indígena: "El partido del proletariado
orienta su política en el sentido de asociar a las suyas las reivindicaciones de los
indígenas". (Ver anexo 2).
Si bien este vocabulario coincidía parcialmente con el de la IC, el
enfoque y análisis de las notas y artículos de Tomás, tanto para referirse
al problema agrario que fue al que más atención dio, como a otros temas,
no utilizó aquella denominación de "dictadura del proletariado". Es proba­
ble que él y obviamente sus compañeros vieran algunas noticias sobre las
polémicas de la IC.
Esas discusiones que eran el plato fuerte en Europa, eran también
novedad y el tema preferido de los círculos “cultos” en Bogotá. Los debates
sobre las tendencias y las inconsecuencias de la Segunda Internacional en
los años 22, 23 Y 24 se dieron sobre todo en el ambiente ameno de la tin­
torería de Savinski, donde se entendía el marxismo de diversas maneras.*
Pero al materializarse el trabajo revolucionario, las polémicas y los escasos
libros que despertaron interés no fueron suficientes (no podían serlo).
Para Tomás -lo repetía en las reuniones y almuerzos domingueros de su
última vivienda- esos análisis no se desprendieron de los libros sino de la
comprensión de la realidad indígena. Siempre admiró la conciencia de su
propio valor, opuesta -d ecía - como lo propio y auténtico, a la inautèntica y
ajena civilización europea. Para él era determinante el papel de los indígenas
en el proceso social colombiano: su resistencia para que subsistieran, sus
culturas. Resaltaba el peso de las intervenciones y la presencia de Quintín
Lame en los dos primeros Congresos.
Afirmar que en el PSR se precisaron las discrepancias con la IC es jus­
tamente lo que no hay que decir porque sería ir más allá de las circunstancias
conocidas. Recordemos que la documentación del Tercer Congreso corrió
la misma suerte de las anteriores y para completar, también desapareció el
informe escrito que Tomás llevó a la famosa reunión denominada “Amplia­
do” en 1930. ¡Qué inmenso vacío para la historia de aquella organización!
¡Qué lamentable que esas evidencias no hubieran servido para preservar la
memoria viva de nuestro pasado!
'
Luis Tejada en el Primer Congreso anotaba: “Esos 21 puntos no solo dejan la libertad;
sino “que expresan la necesidad de que cada partido socialista afiliado a la Tercera Inter­
nacional, conserve o asuma una fisonomía nacional, acorde con los problemas particula­
res del país donde exista o nazca". ("El Espectador", mayo 7 de 1924)
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Una segunda pregunta: ¿pasaron por alto la cuestión del nom breí Los
dirigentes del m omento, o por lo menos su núcleo central si bien se defi­
nían como revolucionarios se llamaban a sí mismos comunistas, solo que
al interior de su partido. Si no tomaron en consideración ese nombre ni
lo exigieron al conjunto de miembros y no lo hicieron público, fue porque
creyeron que lo acertado para Colombia era la creación de un PSR, que
con un lenguaje propio y una comprensión de la realidad nacional -d e la
que eran capaces- le diera cauce a sus objetivos. "Ese nombre despertaba
resistencias", afirmaban y fueron cautos en aquellos años. El núcleo que
he llamado central no ignoraba que nuestro pueblo y por tanto la base
social de su partido, especialmente la femenina, era católica. O tro de los
razonam ientos fue el de Torres Giraldo: "Los delegados", en su gran mayoría,
estábam os en la brecha del comunismo (...) Sin embargo, recelamos de crear un
partido comunista, sentimos temor de que pudiera aislarnos de las masas, de que
llegáram os a constituir una secta!" (844).
Y
por último: ¿De qué revolución hablaban¿ En varios países de América
Latina y en otros (de los que hoy llamamos Tercer Mundo), estaba la discu­
sión de qué se entendía por revolución, o mejor aún, qué tipo de revolución
se debía impulsar. Algunos creían que la lucha debía ser para desarrollar el
capitalismo y obtener así el propio desarrollo de la clase obrera, única llama­
da a hacer la revolución, seguida de los demás sectores. Esto suponía entrar
en alianza táctica con la burguesía progresista, no pelear con ella, porque era
esta burguesía la que proporcionaba el desarrollo de la industrialización y
tenía algún grado de independencia frente al imperialismo. La denominación
para esta perspectiva era la de revolución democrático-burguesa.
Para otros se trataba de una lucha no interrumpida que diera paso a la
revolución de tipo socialista, (en el futuro sería Cuba uno de esos ejemplos);
en este caso, por lo general, hablaban de revolución agraria-antim períalista.
Sea como fuere se trató de dos concepciones diferentes que dividieron al
mundo revolucionario (polémicas que cobran vigencia con las crisis y fra­
casos de los partidos comunistas a nivel mundial).
En aquella época se partía de analizar si un país era capitalista o no
lo era. Esto porque los teóricos m arxistas (muchos de ellos personas por
encima de toda sospecha) consideraban que los propietarios del campo, los
latifundistas y los terratenientes no eran capitalistas, sino señores feudales
que se oponían al desarrollo capitalista. A su juicio los capitalistas estaban
representados básicam ente por la burguesía industrial; de ahí que la lucha
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Los
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] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)
de los partidos comunistas fue, ante todo, antifeudal y procapitalista. La
cuestión originó una de las más grandes confusiones asentadas por años.
El quebradero de cabeza para los revolucionarios (sobre todo para los del
Tercer Mundo) era en síntesis, si su lucha debía ser porque se desarrollara
el capitalismo, por no existir, o si ella hacía parte de una lucha que pasara
directamente hacia el socialismo.
Tomás creyó en esta última alternativa y así se entiende al leer con
detenimiento sus cartas, diario y el único bloque de artículos que no se per­
dió. El hacía referencia a: "terratenientes-rentistas, terratenientes- empresarios...
Unos y otros son capitalistas; unos y otros son explotadores". Es decir, no hizo
ningún tipo de contradicción: "Si se es terrateniente se es capitalista". Hizo
referencias al hecho de que en Colombia sí existía un capitalismo y ana­
lizó por qué. Inclusive habló de los "capitalistas mestizos", y de "burguesía
mestiza". Este fue un punto de clarificación respecto a cuál era la etapa que
él preveía para el futuro.
En cuanto a su diario (escrito en 1929), en él aludía a su partido como
la organización que había iniciado la ruptura con el imperialismo tanto inglés
como norteamericano, su lucha contra el capitalismo y todas las desventuras
que este acarreaba, sin desconocer que introducía la modernización al mo­
dificar las estructuras feudales. En la lectura de esas páginas su prosa, que
había seguido el pulso de los terribles acontecimientos de la Zona Bananera,
también tenía la capacidad de desenmascarar el oportunismo y la traición,
y el trasfondo de cada tema era obsesivo: desarrollar métodos opuestos a la
politiquería criolla... en fin, eran ideas anotadas como políticas que habían
sido del PSR. Lo que no aparecía por ninguna parte era el tema de fortalecer
el capitalismo, ni saludaba su crecimiento (o sea que su camino no era el
europeo ni tenía una imagen lineal del etapismo*.
Es interesante señalar que en alguno de sus artículos apuntó: "La
revolución agraria que favorezca a los campesinos pobres y medios con la entrega
de tierras, la colectivización de las mismas, el trabajo moderno de la tierra a través
de Ia técnica y los sistemas de mercadeo, no serán posibles dentro de! capitalismo
"El paso de la revolución agraria-anti-im perialista a la revolución socialista será
’
Para analizar diferencias y particularidades producidas en el mundo a través del tiempo,
el materialismo histórico señaló grandes etapas: comunidad primitiva, esclavismo, feuda­
lismo, capitalismo. ...formas que no en todas partes del mundo tuvieron características
similares ni se produjeron en la misma época. El desarrollo de las organizaciones sociales
ha sido diferente en Europa, Asia y Africa, o América. Esta teoría agregó en continuidad
y hacia el futuro otros reagrupamientos: el socialismo y finalmente el comunismo.
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rápido". Estas ideas de Tomás muestran algunas metas o inquietudes que
tanto él como sus compañeros suponían para una Colombia socialista. Sin
embargo, como no se consumía marxismo y estos temas no eran de manejo
común por esos años, la disparidad con la IC no tuvo un giro nítido como
el que se le dio en el Perú y en otras partes... O por lo menos no quedaron
registros de debates. (Esos análisis tom arían mucha fuerza treinta años
más tarde a la luz de las revoluciones china y cubana). Entonces otras eran
sus preocupaciones: debían prepararse para resistir el gobierno de Abadía
Méndez, del cual estaban seguros, seguiría ensombreciendo gradualmente
la historia de Colom bia y por tanto alistarse para vivir una experiencia
en la que el horizonte era de desafío.
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