Descargar PDF

Anuncio
DESAMORTIZACIÓN Y LAICISMO
1'EMAS DE ESTIJDIO
Asociados numerarios de El Colegio de Jalisco
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
Gobierno del Estado de Jalisco
Universidad de Guadalajara
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Ayuntamiento de Zapopan
Ayuntamiento de Guadalajara
El Colegio de México, A. C.
El Colegio de Michoacán, A.C.
Subsecretaría de Educación Superior-SEP
José Luis Leal Sanabria
Presidente
Carlos G. Velasco Picaza
Secretario general
DESAMORTIZACIÓN Y LAICISMO
LA ENCRUCIJADA DE LA REFORMA
JAIME 0LVEDA
Coordinador
•
EL COLEGIO
- · - d.·e - -
JALJSCO
972.06
D441
Desamortización y laicismo :la encrucijada de la Reforma
-- Zapopan,Jal. : El Colegio de Jalisco, 2010.
192 p.; 21.5 cm.-- (Colección Temas de Estudio)
1 coord., Jaime Olveda. -- 1a
ed.
Contenido: Prefacio -- De la reforma borbónica a las Leyes de Reforma en México 1
Manuel Ceballos Ramírez -- La génesis de las Leyes de Reforma: entre la consagración del
ideario liberal y la ruptura con el pasado 1 Frédéric Johansson -- El punto de vista de la Iglesia
acerca de las Leyes de Reforma 1Jaime Olveda --La Ley de Desamortización de 25 de junio
de 1856 y las corporaciones civiles: orígenes, alcances y limitaciones 1 Luis Alberto Arrioja
Díaz Viruell, Carlos Sánchez Silva-- El efecto de la Ley de Desamortización en las comunidades indígenas de los estados de México, Oaxaca y Jalisco 1 Margarita Menegus --Entre el derecho y el hecho: algunas formas de eludir las Leyes de Reforma en la diócesis de Guadalajara
1 Francisco Barbosa Guzmán.
Incluye bibliografía: p. 175-191.
ISBN 978-607-7770-22-0
1. México - Historia - Constitución y reforma, 1855-1863. 2. México -Historia- Régimen
liberal - 1860-1863. 3. México - Historia - Intervención y segundo imperio, 1861-1867. 4.
México - Política y gobierno - 1821-1861. 5. Iglesia y Estado en México. 6. Iglesia- Bienes
- México. 7. Secularización - México. 8. Libertad religiosa - México. 9. Juárez, Benito Pablo,
Pres. México, 1806-1872. I. Olveda Legaspi,Jaime, coord.
© D.R. 201 O, El Colegio de Jalisco, A.C.
5 de Mayo 321
45100, Zapopan,Jalisco
Primera edición, 201 O
ISBN 978-607-7770-22-0
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico
ÍNDICE
9
PREFACIO
De la reforma borbónica a las Leyes de Reforma en México
Manuel Ceba/los Ramírez
15
La génesis de las Leyes de Reforma: entre la consagración
del ideario liberal y la ruptura con el pasado
Frédéric Johansson
27
El punto de vista de la Iglesia acerca de las Leyes de Reforma
Jaime Olveda
71
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
y las corporaciones civiles: orígenes, alcances y limitaciones
Luis Alberto Arrioja Díaz Virue/1
Carlos S ánchez Silva
91
El efecto de la Ley de Desamortización en las comunidades
indígenas de los estados de México, Oaxaca y Jalisco
Margarita Menegus
119
Entre el derecho y el hecho: algunas formas de eludir
las Leyes de Reforma en la diócesis de Guadalajara.
Francisco Barbosa Guzmán
139
BIBUOGRAFÍA GENERAL
177
[7]
LA LEY DE DESAMORTIZACIÓN DE 25 DE JUNIO DE 1856
Y LAS CORPORACIONES CIVILES:
ORÍGENES, ALCANCES Y LIMITACIONES
Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell
El Colegio de Michoacán
Carlos Sánchez Silva
Universidad Autón(Jma Benito Juárez de Oaxaca
Incuestionable es que no debe tolerarse la subsistencia de
comunidades de indígenas, procurándose por el contrario la
repartición de los bienes de que han sido propietarios y éste
es cabalmente uno de los principales preceptos de la ley.
Miguel Lerdo de Tejada, 1856
INTRODUCCIÓN
En una larga intervención ante el congreso extraordinario constituyente de
1855, el abogado potosino Ponciano Arriaga advirtió que, pese a las múltiples
leyes emitidas desde el siglo XVIII hasta 1855 para resolver los problemas de la
propiedad agraria en México, la realidad instaba al congreso a seguir legislando en esta materia, ya fuera por la indefinición de los derechos de propiedad
o por la acumulación de grandes propiedades en manos de corporaciones
civiles y religiosas. En este mismo orden, Arriaga subrayó la necesidad de
encauzar una reforma que hiciera "pedazos las restricciones y los lazos de la
servidumbre feudal . . . que derrumbe todos los monopolios agrarios y penetre en el corazón y en las venas de nuestra institución política el fecundo
elemento de la igualdad y el poderoso elemento de la soberanía popular ... ". 1
No cabe la menor duda de que, como los hechos posteriores lo demostraron,
el llamado de Arriaga cobró eco entre los miembros de la cámara, ya que
siete meses después la fracción liberal señaló que la única vía para modificar
1
Zarco, Historia del congreso extraordinario constiti!Jente, pp. 547-550.
[91]
Arrioja Díaz Virue/1y Sánchez Silva
la estructura agraria consistía en desamortizar las propiedades que las corporaciones acumulaban y mantenían ociosas. Así, el 25 de junio de 1856, el
congreso aprobó una ley federal que mandaba desamortizar todas las tierras y
bienes de las corporaciones civiles y religiosas. N os referimos a la llamada Ley
Lerdo o Ley de desamortización de fincas rústicas y urbanas propiedad de las
corporaciones civiles y religiosas, un instrumento encaminado a convertir los
bienes corporativos en activos líquidos y promover la creación de un sector
rural de pequeños propietarios que, a su vez, contribuyera al desarrollo económico y a la modernización del país.
Atendiendo los comentarios de Arriaga, bien puede decirse que la Ley
Lerdo fue la culminación de un largo proceso que buscaba eliminar la estructura que amortizaba y redimía los bienes de las corporaciones civiles y
religiosas. Dicho proceso fue impulsado por las ideas liberales que promovían
el fortalecimiento del Estado nacional y la desaparición de las estructuras
del antiguo régimen, entre otras, la desvinculación de los bienes del clero, de
los pueblos indios y de los ayuntamientos. 2 Es de advertir que esto no fue
privativo de México, puesto que muchos países americanos, con la excepción de Ecuador, también enfrentaron el fenómeno desamortizador desde
el siglo xvm hasta el XIX; incluso, la inmensa mayoría de los especialistas en
esta temática no duda en señalar que la desamortización civil fue un proceso
mediante el cual las sociedades campesinas experimentaron el desarrollo de
un régimen de propiedad coherente con el pensamiento liberal y contrario al
corporativismo estamental.3
Ahora bien, este proceso conocido como desamortización ha sido abordado ampliamente por la historiografía mexicana. Haciendo un breve balance, podemos decir que el grueso de los trabajos ha centrado su atención en
el influjo de la Ley Lerdo sobre las corporaciones religiosas,4 mientras que
2
3
4
Menegus, "Introducción", p. IX.
Para Alemania, Robert von Friedeburg, "La población agraria y los partidos en la Alemania Guillermina: la critica tradicional a la autoridad y la génesis del antiliberalismo", Revista de Historia
Agraria, núm. 14, 1997; para España, Tomás y Valiente, El marco político de la desamortización; Artola,
Antiguo Régimeny revolución liberal; Tomás y Valiente et aL, La hacienda pública espanola; Martí Gilabert,
La desamortización española.
Entre los estudios más representativos de esta tradición historiográfica, pueden destacarse Bazant,
''La desamortización de los bienes corporativos en 1856", pp. 193-212; Los bienes de la iglesia en México
92
La~
de Desamortización de 25 dejunio de 1856
una menor proporción se ha dedicado a estudiar lo acaecido en las corporaciones civiles. Sobre esto último existen importantes aportes tanto a nivel regional como local, sobre todo acerca del papel que desempeñaron los
pueblos indios, las corporaciones civiles y las contradicciones que acarreó la
desamortización en la estructura agraria indígena. 5 Revisando dichos aportes, sobresalen algunos elementos que son dignos de resaltar. De entrada, la
mayoría de los trabajos toma como eje analítico la Ley Lerdo y las múltiples
implicaciones que acarreó en las áreas rurales. Si bien es cierto que este enfoque ha permitido conocer, en parte, las tierras de común repartimiento que
fueron afectadas por la legislación liberal, también es verdad que ha omitido
el análisis de tópicos estrechamente ligados a este proceso, tal es el caso de
la desvinculación de terrenos adscritos a la nobleza indígena de Oaxaca, la
redención de censos enfitéuticos, la privatización de bosques, pastos y dehesas comunes, la adjudicación de bienes muebles e inmuebles en manos
de cofradías, y los múltiples procesos desvinculadores que antecedieron a la
citada ley. 6 En segundo lugar, destacan aquellos estudios que con perspectivas
regionales visualizan la Ley Lerdo como una etapa más del largo proceso de
transformaciones agrarias que impulsaron tanto el pensamiento liberal como
el capitalismo concurrencia!. 7 En este ensayo, rastrearemos los precedentes legislativos de la Ley de desamortización de 25 de junio de 1856, precisaremos
su influjo en las corporaciones civiles y anotaremos tanto los alcances como
los límites que tuvo su aplicación en la estructura agraria de los pueblos de
indios. Conviene puntualizar que el conocimiento de los precedentes legales
5
6
7
(1856-1973); Flores Caballero, "La consolidación de vales reales en la economía, la sociedad y la
política novohispana", pp. 334-378; Lavrin, "The Execution of the Law of Consolidation in New
Spain", pp. 475-510; Knowlton, Los bienes del clero y la reforma mexicana, 1856-1910.
Para un excelente balance sobre los alcances y límites historiográficos en materia de desamortización civil, véase Menegus, Los indios en la histona de México, pp. 49-58; "Introducción", pp. ix-xxx.
Meyer, "La Ley Lerdo y la desamortización de las comunidades en Jalisco", pp. 195-197; Franco
Mendoza, La lryy la costumbre en la Canada de los once pueblos; Juárez Flores, "Las finanzas municipales
y la desamortización de los bienes corporativos en la ciudad de Tlaxcala, pp. 123-148.
Knowlton, "La individualización de la propiedad corporativa civil en el siglo XIX, pp. 24-61; Menegus, "Ocoyoacac, una comunidad agraria en el siglo XlX'', pp. 33-78"; Pastor, Campesinosy reformas;
Knowlton, "La división de las tierras de los pueblos durante el siglo XIX; Mendoza, Poder político y
económico de los pueblos; Sánchez Silva (coord.), La desamortiifición civil en Oaxaca; Velasco Toro y Garda
Ruiz, Perfiles de la desamortización civil en Veracruz.
93
Arrioja Díaz Virue/1y Sánchez Silva
resulta esencial para rastrear la progresiva transformación de las tierras comunales indígenas.
LOSANTECEDENTESCOLONULES
A juzgar por Mariano Peset y Margarita Menegus, la propiedad agraria en el
antiguo régimen español no sólo fue compleja, sino que correspondió a dos
aspectos esenciales. Primeramente, las relaciones de propiedad se hallaron
ligadas a relaciones privilegiadas; es decir, se vincularon a cuatro figuras: el rey,
la nobleza, la Iglesia y los consejos municipales. Es de advertir que ninguna
de estas figuras trabajó directamente sus propiedades, sino que las otorgó a
campesinos, comerciantes y vecinos de las ciudades en arrendamiento, por
medio de contratos, censos y aparcerías. 8 En segundo lugar, dichas propiedades vertebraron su concepción jurídica en la amortización. En este sentido,
la amortización fue más un estatus que un instrumento jurídico, ya que toda
propiedad bajo este ratio iuris se consideró inalienable e intransferible.
En el caso de las propiedades eclesiásticas, la razón amortizadora se basó
en el derecho canónico y se argumentó en la eternidad de los fines espirituales, en el carácter universalista de la Iglesia y en la necesidad de garantizar su
independencia frente a cualquier otra instancia. 9 En lo que corresponde a las
propiedades de los nobles, el argumento explicativo -semejante a la Iglesiaradicó en la búsqueda de normas que sostuvieran, eternizaran y conservaran
el poder señorial. El privilegio se cimentó en el derecho real y, principalmente,
en una institución jurídica denominada mayorazgo. Los concejos municipales, por su parte, amortizaron sus propiedades con la idea de procurar el bien
común, emprender obras públicas, garantizar los servicios ciudadanos y mantener autononúa institucional. Dicha amortización se ancló en el derecho real,
ya que las propiedades comunes eran de vital importancia para la ciudadanía
y debían protegerse. En este orden, podemos decir que la Iglesia, la nobleza y
8
9
Menegus, "Introducción", pp. x-xi; Peset, "La desamortización civil en España", pp. 14-16.
Lecuana Prats, La liberalización de la propiedad a finales del antiguo régimen, pp. 28-29.
94
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
los consejos municipales fueron corporaciones que amortizaron sus propiedades para perpetuar y mantener sus privilegios conquistados. 10
En contraste, la experiencia novohispana revela que la amortización y las
relaciones señoriales de propiedad no fueron el problema central durante el
siglo XVIII, ya que para estas fechas existían múltiples referencias de un amplio
mercado de tierras y un reducido número de relaciones señoriales. No obstante, a diferencia de lo sucedido en España, la Iglesia novohispana tenía importantes capitales invertidos en propiedades urbanas y rústicas. Ante esto, el
Estado colonial no dudó en promover una desamortización contra los bienes
del clero y, de paso, reformar aquellos que acumulaban las corporaciones civiles. Sobre las acciones en contra de la Iglesia, podemos decir que, desde 1737
hasta 1812, la corona española buscó reducir sus privilegios y secularizar, en
la medida de lo posible, sus bienes acumulados. Tan sólo en 1737 mandó que
todas las posesiones territoriales del clero tributaran; luego, entre 1789 y 1805,
instrumentó la Ley de Consolidación de Vales Reales, que implicaba la venta
forzosa de las propiedades eclesiásticas y la transferencia de dichos recursos a
la corona a manera de préstamos forzosos.
En cuanto a las medidas desplegadas contra las corporaciones civiles, es
sabido que desde mediados del siglo XVIIT la corona instrumentó en Nueva
España acciones que buscaban reformar las tierras comunales de los pueblos
indios. Cabe recordar que, desde el siglo XVI hasta avanzado el siglo XIX, las
tierras adscritas a los pueblos se rigieron bajo el régimen comunal, es decir
que no fueron enajenables, quedaron bajo el cuidado y administración de los
gobiernos indios y g?zaron del privilegio de la amortización. Si es cierto que
toda la tierra se consideró comunal, también es verdad que en su interior existieron diferencias, ya sea por el uso o la función que tuvieron. Haciendo una
revisión general del tipo de tierras comunes existentes en el periodo colonial
y en el republicano, saltan a la vista, grosso modo, cuatro variedades: el fundo
legal, las tierras de común repartimiento, los pastos y montes, y los propios.
El fundo legal comprendió tanto el simulacro de casco urbano como las propiedades rústicas de los pueblos, y se integró por un territorio de aproxima10
Lecuana Prats, La liberalización de la propiedad a finales del antiguo régimen, pp. 28-29; Martí Gilabert, La
desamortización española, pp. 17-20.
95
Arrioja Díaz Virue/1y Sánchez Silva
damente 600 varas, medidas por los cuatro puntos cardinales (algo así como 1
003 m~.U Cabe recordar que el fundo legal fue la extensión mínima de tierra
que cada pueblo conservó; no obstante, en la práctica, muchos tuvieron por
fundo extensiones que superaron esta medida. Las tierras de común repartimiento eran aquellas que los gobiernos indígenas asignaban a cada tributario para el usufructo familiar; los pastos y montes, se destinaron para el uso
colectivo y el ganado comunal; y los propios eran tierras destinadas para las
necesidades de los gobiernos nativos y del pueblo en general, y sirvieron para
pagar sueldos, sufragar pleitos judiciales, subsanar rezagos fiscales, fomentar
obras públicas, costear festividades y asuntos extraordinarios.
Por lo que corresponde a las primeras acciones anticorporativas que desplegó el Estado colonial en materia de tierras indígenas, bien puede decirse
que se materializaron por medio de las comunicaciones e instrucciones que,
entre 1740 y 17 50, emitieron tanto virreyes como los obispos, en parte como
un cambio en la política respecto de los pueblos de indios y, por la otra, como
reacción a las críticas que se lanzaron contra las corporaciones civiles, ya que
desde la perspectiva del Estado colonial dichas corporaciones eran un lastre,
puesto que acumulaban fondos y bienes que dejaban de circular, protegían a
los individuos necesitados y anulaban el estímulo que su desventura les había dado para trabajar. Por eso no fue extraño que el virrey Pedro Cebrían y
Agustín, conde de Fuenclara, dictara en 1742 una instrucción para que los
alcaldes mayores informaran sobre el estado que guardaban los bienes comunales de los pueblos adscritos a su jurisdicción; en dicho documento también
se ordenó señalar, en la medida de lo posible, el número de vecinos de cada
localidad, la cantidad de tierras comunes que poseían y los montos líquidos
que resguardaban las cajas de comunidad. 12 Obviamente, los resultados obtenidos reflejaron una compleja realidad, ya que mientras unos pueblos poseían
algunas milpas de comunidad con cuyos productos cubrían sus gastos y fies11
Sobre el fundo legal, véase Recopilación de leyes, voL II, Libro séptimo, título décimo, ley 5; Taylor, Terratenientesy campesinos, pp. 91-1 00; Menegus, "Los bienes de comunidad de los pueblos de indios a fines del
periodo colonial", pp. 89-91; García Martínez, Los pueblos de la sierra, pp. 239-240. Es importante
decir que una vara equivale a 0.836 metros, mientras que una legua a 5 572 metros.
12
Una prueba de este documento puede encontrarse en "Informes sobre los bienes de comunidad
en los pueblos de Villa Alta, (1743)", Ajva, Civil, leg. 11, exp. 17.
96
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
tas, otros decían tener ganado y cajas de comunidad con suficientes recursos,
y no faltaron quienes argumentaron que apenas disponían de pequeñas e infructuosas parcelas para suplir las necesidades de su población.
Al paso de estas primeras acciones, las autoridades virreinales siguieron
criticando la tenencia de la tierra y los bienes indígenas, ya sea porque obstaculizaban el afán individual de riqueza -germen de la riqueza general- o porque estimulaban la apatía de los recursos acumulados. En 1755, por ejemplo,
el virrey Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas, señaló el
desorden que reinaba en los bienes comunes de los pueblos; desorden que,
desde su perspectiva, redundaba en beneficio de caciques, indios gobernadores y curas doctrineros, y ponía en riesgo "la conservación de los indios en lo
espiritual y temporal ... y el desahogo de la Real Hacienda ... ". Para remediar
esto, subrayó la necesidad de reglar la administración de las tierras y bienes
comunes, ya que
se tiene entendido y observado que las más de las leyes de la Recopilación que regulan estos no se observan ni practican, en gravísimo perjuicio y desamparo de los indios, pues
por la mala administración de los bienes de comunidad, y por gastarse los pocos que les
quedan, a arbitrio de los indios gobernadores y curas doctrineros ... , está faltando a las
más comunidades de indios ... el socorro y caudal que antes tenían en las cajas y bienes
de comunidad para los accidentes de epidemias y mortandad ... y para los años estériles
de maíces en sus partidos ... 13
Con la llegada del visitador José de Gálvez a la Nueva España en 1765, las
medidas anticorporativas sobre las tierras y los bienes indígenas se intensificaron. En este mismo año se expidió una instrucción para arreglar los propios
y arbitrios de los pueblos de indios y de las villas españolas. Dicha instrucción
consideró la creación de una oficina general encargada de regular la administración de las finanzas municipales y de ejercer un mayor control sobre los
gastos de los bienes comunes, mejor conocida como Contaduría General de
Propios, Arbitrios y Bienes de Comunidad. Esta dependencia contó con una
estructura burocrática y legal que le permitió conocer los bienes que poseían
los pueblos indios y, sobre todo, reglamentar su manejo. A juzgar por el mis13
"Instrucción del virrey Agustín Ahumada y Villalón (1755)", Instruccionesy memorias de los virrgJes, p. 912.
97
Arrioja Díaz Virue/1y Sánchez Si/va
mo Gálvez, los bienes de los pueblos necesitaban de "cuidado y atención
... por el desbarato con que se manejan ... , pues donde no los han perdido
enteramente, invirtiendo todos sus productos por lo regular en fiestas y cofradías a que les inclinan sus curas por el interés que les resulta de semejantes
establecimientos que se hallan justamente prohibidos por las mismas leyes de
estos reinos ... ". 14 Con la idea de remediar este problema, el visitador ordenó
formular otros reglamentos para vigilar el uso de los bienes comunes indígenas. Para hacer efectiva esta política, la Contaduría General se dedicó por
más de veinte años a prepararlos para cada ciudad, villa y pueblo de Nueva
España. Por cierto, diversos estudios confirman que la base legal de dichas
medidas fue una ley española de 17 60 que ordenaba promover una nueva administración en las finanzas municipales y, sobre todo, el Libro VI, título rv de
la Recopilación de ~es de Indias. 15 Es de advertir que los reglamentos buscaron
eliminar el mal manejo de los recursos adscritos a los pueblos, especialmente
en relación con los propios y arbitrios, las cargas perpetuas, y los ingresos y
egresos de las cajas de comunidad. La Contaduría General fue la encargada de
fomentar el uso racional de estos recursos e invertirlos en la compra de fincas
con el propósito de ext:illguir arbitrios que gravaran al público. 16
Tras promover la redacción y la aplicación de los reglamentos, las autoridades coloniales continuaron cuestionando la propiedad y los bienes corporativos de los pueblos. Entre 1780 y 181 O, trataron de restringir los gastos
derivados de dichos rubros; incluso, llegaron a estipular que los pueblos sólo
podían gastar 32°/o de sus ingresos comunes y que estaban obligados a retener
el restante 68°/o. Como bien señala Dorothy Tanck, desde la perspectiva de las
autoridades, más importante que el ingreso común era la cantidad que se acumulaba anualmente, ya que en la práctica eran recursos líquidos que podían
emplearse como donativos o préstamos forzosos para una corona que trataba
de remediar sus apuros financieros. Así, tras visualizar que los recursos derivados de las tierras indígenas eran una fuente de divisas, las autoridades no
14
Gálvez, Informe general al excelentísimo senor virrry, p. 136.
Menegus, "Las reformas borbónicas en las comunidades de indios, pp. 755-776; Lira, ''La voz comunidad en la Recopilación de 1680", pp. 74-92; Tanck, Pueblos de indiosy educación en el México colonial, pp.
17-18, y "Fuentes para los impuestos, ingresos y gastos de los pueblos de indios en el siglo XVIII".
16
Menegus, "Introducción", pp. xiv-xv.
15
98
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
dudaron en requerirlos para financiar sus emergencias. En 1780, por ejemplo, cuando España enfrentaba el conflicto armado con Inglaterra, la corona
expidió una real cédula solicitando entre sus súbditos "donativos graciosos"
y préstamos forzosos. Respecto de estos últimos, se ordenó tomar a censo
redimible los capitales de las obras pías, capellanías y los sobrantes de los propios y arbitrios de las ciudades, villas y pueblos. Sobre esto, el virrey Martín
de Mayorga (1779-1783) advirtió sobre la dificultad de poner a prueba dicha
cédula, puesto que muchos pueblos y corporaciones religiosas se negaron a
transferir sus ahorros a manos de la coronaY U na vez depuesto Mayorga, su
sucesor, el virrey Matías de Gálvez (1783-1784), y el fiscal Manuel de Martín
Merino, propusieron a Carlos rn tomar a préstamo _los fondos acumulados en
los pueblos indios.
En un principio, el monarca rechazó la petición; no obstante, en 1784
mandó que las ciudades, villas y pueblos de España invirtieran sus recursos en
la fundación del Banco N acional ·de San Carlos. Enseguida, el virrey Gálvez
ordenó que los pueblos de indios respaldaran el establecimiento del banco
con los recursos que atesoraban en sus cajas de comunidad. Los pueblos de
19 jurisdicciones atendieron dicho mandato y depositaron en las arcas reales
alrededor de 134 400 pesos. Un año después, los pueblos de diez jurisdicciones donaron alrededor de. 96 187 pesos para el banco y la Compañía de
Filipinas. Tan sólo en el caso de Oaxaca, las cajas de comunidad otorgaron
aproximadamente 147 489 pesos. Las principales aportaciones procedieron
de tres alcaldías mayores: Teposc9lula, que contribuyó con 18.63°/o del total;
Villa Alta, con 18.54°/o; y las Cuatro Villas, con 12.81 por ciento. 18
Como era de esperarse, los .apuros financieros que acarreó el conflicto
armado con Francia entre 1790 y 1814 provocaron que la corona impulsara
nuevamente una política anticorporativa fundada en la solicitud de préstamos
forzosos. Tan sólo en 1793, el virrey segundo conde de Revillagigedo mandó
investigar los fondos que acumulaban las cajas de comunidad en las intendencias de Guanajuato, Guadalajara, México, Michoacán, Oaxaca y Puebla; meses
después, por medio de una real cédula, ordenó tomar a préstamo los capitales
17
18
Tanck, Pueblos de indiosy educación, pp. 117-118.
!bid., p. 120.
99
Arriqja Díaz Viruelly Sánchez Silva
acumulados. Tres intendencias cumplieron el mandato: Oaxaca aportó cerca
de 150 000 pesos, Puebla hizo lo mismo con 70 000 pesos y México entregó
alrededor de 100 000 pesos. En este mismo marco, el discurso contra las
tierras y bienes indigenas se agudizó, incluso se volvió más recurrente. Entre
1793 y 1794, el virrey segundo conde de Revillagigedo insistió en reformar
las tierras comunales de los pueblos por considerarlas "rústicas" y "ociosas".
Desde su visión, eran "ociosas" porque sólo servían para el sustento del indio
y para financiar las "fiestas votivas, los pleitos y las pretensiones que no siem~
pre se dirigen al bien público, sino al interés de algunos particulares ..."; incluso, llegó a decir que mientras los pueblos tuvieran este régimen de tenencia
"no proveerán alguna utilidad ... ni fruto alguno ... , y serán cortos los progresos de la agricultura ...". Ante esto, sugirió una reforma que permitiera repartir
las tierras nativas entre particulares, ya fuera para "cuidar sus providencias ... y
concebir en ellas "el estado de unas rentas importantes ...". 19
Cinco años después, en 1799, el obispo de Michoatán, Manuel Abad y
Queipo, retomó el discurso anticorporativo; incluso, señaló que las tierras indigenas "constituían un estado verdaderamente apático e inerte ... , ya que sólo
sirven para labrar cosas sin intereses inmediatos ...".2°Convencido de promover una reforma de la propiedad nativa, Abad y Queipo no dudó en presionar
a la corona para privatizar las tierras indigenas, puesto que su
indivisibilidad produce efectos muy funestos a la agricultura misma, a la población y al
Estado en general ... A la agricultura misma, por la imperfección y crecidos costos de
sus cultivos y beneficios, y aún mucho más por el poco consumo de sus frutos, a causa
de la escasez y miseria de sus consumidores. A la población, porque privado el pueblo
de medios de subsistencia, no ha podido ni puede aumentarse en la tercera parte que
exige la feracidad y abundartcia del suelo, Y al Estado en general, por que resultó y
resulta todavía de este sistema de cosas un pueblo dividido en clases de indios y castas
... , la primera aislada por unos privilegios de protección, que si le fueron útiles en los
momentos de la opresión, comenzaron a sede nocivos desde el instante mismo en que
19
"Instrucción del Virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco, (1794)", Instrucciones y memorias, vol. u,
pp. 1057-1059, 1102-1103.
20
"Representación de Manuel Abad y Queipo sobre la inmunidad personal del clero (1799)", Mora,
Obras completas, pp. 62-64.
100
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
cesó, que ha estado y está imposibilitada de tratar y contratar y mejorar su fortuna, y por
consiguiente envilecida en la indigencia y la miseria ... 21
Echando mano del mismo discurso, el virr~y José de Iturrigaray emitió
un bando en 1807 instando a los pueblos indios a que poblaran y cultivaran
sus tierras incultas y baldías, so pena de adj~dicarlas y rematarlas a los particulares que las reclamaran. Dicho bando tuvo como trasfondo la necesidad
de distribuir tierras entre el grueso de la población y, ante todo, fomentar las
actividades agrícolas del virreinato. 22 En este mismo orden, los funcionarios
liberales que participaron en las Cortes de Cádiz recibieron con buenos ojos
el discurso ilustrado de criticar y disolver las propiedades corporativas. Esas
propiedades, desde su perspectiva, contribuían al retraso de la agricultura y
entorpecían el desarrollo económico de los pueblos. En este sentido, no es
extraño que las Cortes se pronunciaran desde 1812 a favor de repartir las tierras comunales entre particulares, emplear los fondos comunes para alentar el
desarrollo de la agricultura y la ganadería, y obligar a los indios a trabajar las
tierras baldías para convertirlos en "hombres industriosos y aplicados". 23
Del mismo modo, en 1813 emitieron un decreto para reducir todos los
terrenos comunes a dominio particular, dando preferencia a los vecinos de
los mismos pueblos de indios; dicho pronunciamiento dispuso que todos los
terrenos baldíos y de propios, así en España como en las islas adyacentes y las
provincias de ultramar, se redujeran a propiedad particular; también dispusieron que dichos terrenos se deslindaran para evitar cualquier perjuicio y poder
así destinarlo para el trabajo agrícola. 24 Por si esto no bastara, el discurso en
contra de la propiedad indígena fue más allá y quedó plasrnado en diversos
instrumentos legales y tratados político-económicos de la época, tal fue el
caso de la Real Ordenanza de Intendent~s de l786, la Nueva ordenanza de intenden21
"Representación de Manuel Abad y Queipo a nombre de los labradores y comerciantes de Valladolid (1804)", Mora, Obra política, vol. m, p. 89.
22
"Bando del Virrey Iturrigaray fijando el plazo para explotar las tierras incultas (1807)", Solano,
Cedulario de tierras, pp. 542-543.
23
"Orden del Ministerio de Ultramar al Virrey de Nueva España para proceder el reparto de tierras
a los indígenas, (1812)", en Solano, Cedulario de tierras, pp. 545-546.
24
"Decreto de las Cortes para reducir los baldíos y terrenos comunes al dominio particular (1813)",
Solano, Cedulario de tierras, pp. 547-549.
101
Arrioja Díaz Virue/1y Sánchez Silva
tes de 1803, las disposiciones generadas por la Junta Superior de Propios y
Arbitrios, y los múltiples reglamentos para los bienes de comunidad de los
pueblos; incluso, las Gacetas de José Antonio de Alzate, el Enst!Jo político de
Alejandro de Humboldt y las· descripciones de Henry Ward in~luyeron, directa o indirectamente, propuestas p~a disolver la propiedad comunal indígena.
Lo interesante de resaltar es que, entre 1808 y 1821, estas medidas anticorporativas continuaron planteándose, mas ntinca se instrumentaron. Pero,
¿cómo explicar esta siruación? Ante-las urgencias econó'micas que acarrearon
las revoluciones atlánticas y la perspectiva de modificar el régimen comunal,
se tiene la impresión de que la corona aplazó la ofensiva desamortizadora
y toleró el disfrute colectivo del régimen de tierras y bienes comunes. Cabe
señalar que este régimen funcionÓ desde el siglo XVI como una base para que
los indios obtuvier~ y liquidaran los tributos, las obvenciones, las cargas comunitarias, los repartimientos y todos los gravámenes que afectaban su vida
económica. Obviamente, una modificación en el mismo hubiera trastocado
tanto los intereses de la Real Hacienda co~o la subsistencia de los pueblos indios. Ante esto, el régimen comuria_l tuvo que tolerarse aurique se hizo acompañar de un discurso oficial anticorporativo que a cada momento lo criticó,
amenazó e incluso condenó.
Los ANTECEDENTES REPUBUCANOS
Si bien es cierto que el Estado colonial elaboró un discurso y un proyecto
anticorporativo que le permitiera tener un mayor control sobre las tierras y
los bienes comunes indígenas, también es verdad que los políticos republicanos no se quedaron atrás, incluso llegaron a radicalizar ·estas acciones y
concretarlas en un proyecto de mayor envergadura. Al respecto, el historiador
Robert Knowlton señaló hace más de veinte años que desde la segunda mitad del siglo xvm la política del gobierno novohispano promovió la reforma
de los bienes controlados por las corpora~ones civiles. Aunque esa medida
nunca llegó a expropiar las tierras comunes de los pueblos, su esencia sería
en adelante algo más que ·un elemento central para los políticos sucesores de
Hidalgo y Morelos, quienes la abanderarían como una medida imprescindible
para el supuesto desarrollo económico de México; de ahí que promovieran en
102
La~
de Desamortización de 25 de junio de 1856
diversas etapas una serie de decretos y reflexiones encaminados a desamortizar 1os bienes y las tierras de los pueblos indios. 25
Las primeras acciones de este nuevo proyecto desamortizador o desvinculador cubren el periodo 1823-1830 y se materializaron en algunos estados
del centro, occidente y sur de México. Probablemente entre los autores que
coadyuvaron en la cimentación del proyecto e inauguraron la primera ofensiva desamortizadora destacó Francisco Severo Maldonado y Ocampo con su
obra Contrato de asociación para la república de los Estados Unidos deAnahuac (18221823), texto en el que advertía que, ante la miseria y los vicios que reinaban
en el campo mexicano, era necesario reformar el acceso y la distribución de la
tierra, especialmente aquellas que poseían los indígenas. Para ello, Maldonado
retomó los planteamientos de la Constitución gaditana de 1812 y propuso que
"todas las leyes contrarias a la libre circulación de tierras queden abolidas" y
que las tierras indígenas tanto las del fundo legal como las que se hubieren
comprado con dineros de la comunidad se dividieran en tantas porciones
iguales, "cuantas fueren las familias de los indios, y a cada una se le dará en
propiedad la que le toque, para que haga de ella el uso que quisiere ... " Desde
la perspectiva de este autor, mientras no se implementaran dichas acciones seguiría persistiendo la pobreza en el campo y las tierras agrícolas "no rendirán
jamás todos los productos que pueden dar ... ".26
En este mismo tenor, el prolífico Carlos María de Bustamante propuso
al primer congreso constituyente en 1823 que se eliminaran los vínculos señoriales y las condiciones de amortización de algunas propiedades en manos
de corporaciones. Tal parece que este llamamiento cobró efecto únicamente
sobre los vínculos señoriales, ya que el "Plan de la Constitución Política de
la N ación Mexicana" de 1823-1824 suprimió todos los vínculos que tenían
como figura el mayorazgo y el cacicazgo indígena: "los ciudadanos que componen la nación mexicana tienen derechos como ... el de igualdad, que es el
de ser regidos por una misma ley sin otras distinciones que las establecidas
por ella misma ... ; el de propiedad, que es el de consumir, donar, vender,
conservar o exportar lo que sea suyo, sin más limitaciones que las que designe
25
26
Knowlton, "La individualización de la propiedad corporativa civil", pp. 24-61 .
Maldonado y Ocampo, Contrato de asociación de la república de los Estados Unidos deAnahuac, pp. 122-124.
103
Arrioja Díaz Virue/1y Sánchez Silva
la ley; y el de no haber por ley sino aquella que fuese acordada por el congreso
de sus representantes ...".27
En opinión de Margarita Menegus, esta medida fue una de las primeras
acciones más contundentes del proyecto desamortizador republicano, ya que
no sólo suprimió la propiedad de la nobleza indígena, sino también transformó su titularidad privilegiada o amortizada en privada e individual. 28
No cabe la menor duda de que otros gobernantes estatales también se
sumaron al proyecto que buscaba desvincular las tierras comunes indígenas.
Entre los múltiples argumentos esgrimidos para justificar dicho proyecto, los
funcionarios públicos señalaban un incremento poblacional generalizado, una
progresiva presión sobre las tierras cultivables, una deficiente distribución de
la misma y, por ende, un reducido potencial agrícola. En este orden, el estado
de Jalisco fue de los primeros en pronunciarse a favor de reformar las tierras
comunales indígenas, al publicar el27 de febrero de 1821 una Instrucción para la
División de las tierras enforma de propiedadprivada; un año después, dicho proyecto
se ratificó en la Instrucción para el arreglo de los C!JUntamientos de su distrito} en el uso de
los terrenos comune~ en elfundo legal de cada pueblo ... , la cual mandaba -entre otras
cosas- arrendar en subasta pública todas las tierras del común y rematarlas al
mejor postor. 29 El estado de Oaxaca, por su parte, no se quedó atrás, ya que
en 1824 decretó
impulsar la agricultura, repartiendo con igualdad entre todos los ciudadanos los terrenos necesario que hasta ahora se ha verificado con la más injusta desproporción, pues al
paso que unos pueblos tienen inmensidad de terrenos, que por su extensión permanecen baldíos, mientras otros carecen de los precisos para sus alimentos ... , por lo cual en
lo sucesivo se prolube dar fundo legal en el territorio del Estado ... 30
Unos meses después, el24 de julio y el26 de noviembre de 1824, el congreso de Veracruz ordenó que, en lo sucesivo, los ayuntamientos constitucionales de Córdoba y Tlalixcoyan arrendaran y negociaran libremente sus terre27
"Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana (16 de mayo de 1823)", Tena Ramírez,
Lryes fundamentales de México, p. 148.
28 Menegus, "La desvinculación y desamortización de la propiedad en Huajuapan, siglo XIX", pp. 32-33.
29
Meyer, "La Ley Lerdo y la desamortización de las comunidades en jalisco", pp. 195-197.
3
°Colección de Lryesy Decretos del Gobierno del Estado de Oaxaca, vol. I, p. 16-18.
104
La~
de Desamortización de 25 de junio de 1856
nos de propios, incluso parte del fundo legal, a favor de aquellos individuos
que los solicitaran formalmente. 31 Ese mismo año, la legislatura de Yucatán
estipuló que todos los terrenos baldíos se arrendaran al mejor postor y que
las tierras de las antiguas repúblicas de indios se cultivaran provechosamente
para evitar los estragos alimenticios entre la población. 32
Ciertamente, estas primeras acciones sentaron las bases legales que conducirían el proyecto desamortizador y, de paso, enriquecieron el discurso político que remarcaba el lamentable estado en el que se encontraban las tierras
comunales indígenas, e insistía en la transformación de su base legal. En este
orden, el estado de Nuevo León se sumó al proyecto desvinculador en 1825,
año en que aprobó la venta de los fundos legales y propiedades rústicas de los
pueblos "más pobres y necesitados de recursos económicos ... ";33 Veracruz,
por su parte, decretó en 1825 que las tierras repartidas entre los indios de
Orizaba podían venderse en el transcurso de cuatro años, pero en 1826 dispuso que todas las tierras comunales indígenas se redujeran a "propiedad particular, repartiéndose con igualdad a cada persona entre las de las poblaciones
y congregaciones de que se componga la comunidad ... ". 34
Jalisco continuó promulgando, entre 1825 y 1828, una serie de leyes que
declaraban propietarios a todos los indios que· poseyeran tierras en lo particular, negándoles la posibilidad de transferir dichas propiedades a manos de
corporaciones civiles y religiosas, e instando a repartir todas aquellas propiedades consideradas bajo el régimen comunal;35 Chiapas legisló un proyecto
agrarista en 1826 que ordenaba reducir a propiedad individual los terrenos
baldíos y las tierras comunes; Oaxaca, por su parte, emitió un decreto el26 de
septiembre de 1826 en el que facultó a las autoridades distritales a investigar
los tipos de propiedades agrarias que existían en el estado y, de paso, crearan
una ley agraria que reformara la propiedad comunal de los pueblos y promo31
Blázquez Domínguez y Corzo Ramírez, Colección de Leyesy decretos de Veracruz, 1824-1919, t. 1, 1824182~pp. 71,191.
.
32
Colección de Leyes, Decretos y Órdenes del Augusto Congreso del Estado Libre de Yucatán, 1823-1832, pp.
270-271, 378.
33
Maíz, "La desamortización de los bienes de propios y ejidos en Monterrey (1858-1870)", p. 123.
34
Blázquez Domínguez y Corzo Ramírez, Colección de Leyes, tomo 1, pp. 232, 444-445.
35
Colección de acuerdos, órdenesy decretos sobre tierras, casasy solares de Jos indígenas, bienes de sus comunidadesy
fundos legales de los pueblos del estado de Jalisco, vol. 1, pp. 131-132.
105
Arrioja Díaz Viruelly Sánchez Silva
viera la ocupación de los terrenos baldíos;36 Michoacán prohibió los vínculos
agrarios por medio de caciques o "ciudadanos agraciados descendientes de
familias primitivas" en 1825, luego mandó repartir las tierras comunales de
los pueblos en 1827 y, un año después, reglamentó los procedimientos para
llevar a cabo dicho reparto. 37
Como puede observarse, este proyecto de fomentar .una propiedad individual, unitaria, plena, libre y circulante no sólo fue refrendado, sino también
radicalizado por los primeros gobiernos republicanos. Desde su perspectiva,
estas medidas posibilitarían la unión de dos caminos que 300 años de vida colonial no habían podido lograr: transferir de las manos supuestamente improductivas indígenas las grandes riquezas naturales y humanas que mantenían
ociosas a hombres con iniciativa de trabajo y progreso, y con esto sentar las
bases del México moderno. Paradójicamente esta amplia legislación se instrumentó con desigual proporción, repitiendo consignas generales a favor de
la desamortización civil como liberalizar los bienes estancados en manos de
corporaciones, alentar la división de la tierra entre particulares, impulsar un
mercado libre de tierras y generar recursos fiscales en beneficio del naciente Estado republicano e integrando muchas ambigüedades, especialmente al
omitir el tipo de tierras comunes que debían desamortizarse y las medidas que
debían instrumentarse con los bienes adscritos a las mismas.
Durante el bienio 1832-1833, tanto las reflexiones como las medidas
contra las tierras indígenas volvieron a cobrar vigor, incluso inauguraron una
segunda etapa del proyecto anticorporativo. En este sentido, varios personajes ligados a la alta esfera política se pronunciaron a favor de una reforma
que eliminara los terrenos destinados para la agricultura de subsistencia y las
grandes extensiones que poseían las corporaciones civiles y religiosas. Entre
los personajes que impulsaron el citado proyecto destacaron Tadeo Ortiz de
Ayala, José María Luis Mora y Valentín Gómez Parías. En el caso de Ortiz
36
37
Colección de Lryes, vol. 1, pp. 303-304.
Decretos del Congreso Constit19ente del Estado de Michoacán, desde su instalación en 6 de abril de 1824 hasta
21 dejulio de 1825 en que cesó, pp. 56-57; Decretos delprimer Congreso Constituyente del Estado de Michoacán,
desde su instalación en 13 de agosto de 1825 hasta 3 de agosto de 1827, pp. 22-24; Colección de decretos del
Segundo Congreso Constitucional del estado de Michoacán. Se imprime por disposición de la comisión de polida de
la Cuarta Legislatura Constituciona~ cumpliendo con lo dispuesto por el decreto de 17 de septiembre de 1827, pp.
25-31, 32-35.
106
La~
de Desamortización de 25 de junio de 1856
de Ayala, sugirió puntualmente en su libro Páginas sobre la historiay geogrcifía de
México una serie de medidas para enfrentar los rezagos de la agricultura y de
la población indígena, consistentes en individualizar las tierras comunales y
fomentar su explotación agrícola. Desde la perspectiva de Ortiz, la solución
consistía en privatizar dichas tierras y exigjr que las corporaciones civiles cultivaran sus terrenos, ya que "más se fomenten estas propuestas, la tierra no se
deteriora ni se convertirá en erial, como acontece, permaneciendo inculta, y a
mayor abundamiento hay la fundada esperanza de que acreciente sus valores y
los brazos por la concurrencia de nuevos consumidores e industriales ... ". 38
En este mismo sentido se ubicaron ·los planteamientos del doctor José
María Luis Mora, un hombre que vio en las tierras comunes un problema que
imposibilitaba el desarrollo económico y social de los pueblos. A juzgar por
su Disertación sobre la naturalezay aplicación de las rentasy bienes. .. , el progreso de
los pueblos dependía de que las tierras comunes se dividieran y transmitieran
con cierta facilidad entre particulares; asimismo, en acabar con los múltiples
privilegios que facultaban a los pueblos para poseerlas, situación que, desde su
perspectiva, era "un mal para la sociedad, pues como los bienes sociales son
limitados, si una sola corporación los absorbe, los demás quedan sin ellos ... ".
Obviamente, Mora era partidario de fragmentar las tierras comunes, impulsar
la pequeña propiedad y alentar la aparición de propietarios individuales. En
este sentido, sostuvo que la tierra repartida entre particulares era capaz de "recibir todo el cultivo de que es susceptible ... entonces, los plantíos de árboles,
los acopios de agua, la cría de ganados y animales domésticos, la edificación
de habitaciones, derraman la alegría y aumentan los productos de la agricultura ... ",mientras que la tierra acumulada en corporaciones era "eriaza y sin
cultivos, con habitaciones escasas, como lo es la población misma, y el miserable jornalero como esclavo de ~a corporación] que es propietaria ... ''. 39
Siguiendo los planteamientos trazados por Mora, otro personaje que
compartió esta idea respecto de la privatización de las tierras comunes fue
Valentín Gómez Parías, un hombre que, desde su primera y corta incursión
38
39
Ortiz de Ayala, Páginas sobre historiay geografía de México.
Disertación sobre fa naturalezay aplicación de fas rentasy bienes eclesiásticos, y sobre fa autoridad a que se hallan
slfietos en cuanto a su creación, aumento, subsistencia o supresión, en Mora, Obras r;ompletas, Obra política m.
107
Arriqja Díaz Viruelly S ánchez Silva
en el gobierno federal, criticó los privilegios de las corporaciones civiles y
religiosas. Dichas críticas no sólo se pronunciaron públicamente, sino que
inspiraron la creación de una legislación anticorporativa. Prueba de ello fue el
bando que sustrajo a los indígenas de las misiones de California, los reubicó
en asentamientos seculares y los dotó de terrenos privados para que cada familia tuviera su "gracioso desempeño individual";40 asimismo, la instrucción
que expropió todos los bienes y capitales que los misioneros de Filipinas habían depositado en manos de corporaciones civiles y cofradías en MéxicoY
También sobresale una orden que instó a los gobernadores a levantar informes estadísticos con el propósito de conocer el número de localidades
indígenas que existían, el tipo de tierras y bienes comunes que poseían, los
diferentes cultivos y actividades agrícolas que realizaban, y las capacidades
productivas de dichas tierras;42 por si esto no bastara, instruyó a las autoridades políticas del Distrito Federal para revisar el estado :financiero y material
que guardaban los bienes en manos de cofradías y archicofradías, ya que algunos habían sido "dilapidados y consumidos, particularmente con motivo de
la expulsión de españoles, sin que acaso haya quedado cuenta ni constancia
de su inversión ... "_43
Obviamente estos planteamientos fueron completados con una serie de
disposiciones que emanaron de aquellos gobiernos estatales que respaldaron
la administración federal de Gómez Parías. El gobierno de Jalisco, por ejemplo, promulgó el26 de marzo de 1833 un decreto para que los ayuntamientos
sucedieran a las extinguidas comunidades indígenas en todas las propiedades
que antiguamente poseían a título de corporación. Los gobernadores del estado de Oaxaca, por su parte, no dudaron en retomar esta política y señalar
40
"Bando que contiene la circular de la Secretaría de Justicia para que el gobierno proceda en la forma que se previene la secularización de las misiones de la Alta y Baja California (20 de agosto de
1833)", Valentín GómezFarías. Informesy disposiciones legislativas, pp. 104-105.
41
"Bando que contiene la circular de la Secretaría de Hacienda sobre las declaraciones relativas a todos los capitales que poseían los religiosos encargados de las misiones de Filipinas (1 de septiembre
de 1833)", Valentín GómezFarías. Informes y disposiciones legislativas, pp. 107-108.
42
"Circular de la Secretaría de Guerra sobre la reunión de datos para formar la estadística de la
república (13 de noviembre de 1833)", Valentín Gómez Parías. Informes y disposiciones legislativas, pp.
168-190.
43
''Bando sobre ventas, enajenaciones, imposiciones y redenciones de bienes y fincas en el Distrito Federal (20 de noviembre de 1833)", Valentín GómezFarías. Informesy disposiciones legislativas, pp. 266-267.
108
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
en sus Memorias administrativas la necesidad de que cada jefe departamental
se instruyera "de la situación topográfica de cada pueblo; la extensión de los
terrenos que poseen como propios sus habitantes y la de los que resultan
baldíos ... ; los ramos de industria que constituyen la subsistencia y riqueza de
cada población; los bienes de comunidad y los propios y arbitrios con que
cada uno cuenta ... ". Del mismo modo, ordenaron que luego de reunir los
datos solicitados se dieran a la tarea de elaborar un proyecto de ley agraria que
"distribuya en propiedades particulares esa multitud de terrenos que hoy tienen eriazos el común de los pueblos, a que corresponden se harán fructíferos
y aumentaran la riqueza pública ... ". 44
De igual manera, el congreso de Yucatán decretó el24 de febrero de 1832
vender en subasta pública los terrenos que correspondían a las haciendas
de cofradías, ya en manos de ayuntamientos o hermandades; incluso derogó
cualquier disposición que se opusiera a dicho decreto. 45 En este mismo orden,
el gobierno de Michoacán mandó que los pueblos activaran todas sus providencias para construir cementerios con auxilio de las tierras de propios. 46 Es
de advertir que estas iniciativas no sólo deben explicarse en el marco de una
ideología que buscaba liberar las tierras comunes de los vínculos que cimentaban su amortización y propiciaban su despropósito económico, sino también
en un periodo de crisis para el gobierno republicano. Cabe recordar que bajo
la administración de Gómez Parías se trató de rescatar la economía nacional,
buscando la mayor productividad de los bienes frente a la inmovilidad de los
mismos y frente a su exclusión del libre mercado. En este sentido, el proyecto
desamortizador sirvió como una medida ampliamente justificada para remediar los apuros de la hacienda pública, evitar la bancarrota del Estado y atraer
por todos los medios recursos que aminoraran el déficit público.
Hacia 1834, las medidas anticorporativas dejaron de emitirse, incluso muchas de ellas fueron derogadas por instrucciones de los gobiernos conservaMemoria que elgobernador del estado de Oaxaca presentó en la apertura de las sesiones ordinarias, pp. 6-7 y 15-16.
"Decreto sobre terrenos de cofradías (24 de febrero de 1832)", Colección de Leyes, Decretosy Órdenes
de/Augusto Congreso del Estado Libre de Yucatán} 1823-1832, p. 265.
46
"Decreto sobre la construcción de cementerios (20 de julio de 1833)", Recopilación de Lryes} Decretos,
Reglamentosy Circulares expedidas en el Estado de Michoacán. Formaday anotada por Amador Coromina} Oficial
Cuarto de la Secretaria de Gobierno} Tomo VI. De 5 de enero de 1833 a 20 de noviembre de 1834, pp. 39-41.
44
45
109
Am·q¡a Díaz Viruelly Sánchez Silva
dores que llegaron al poder nacional y de cada uno de los estados. En algunas
entidades, esta pausa se prolongó hasta 1847; no obstante, existieron excepciones. La junta departamental de Jalisco, por ejemplo, promovió entre ·1835
y 1843 una serie de acuerdos encaminados a hacer efectivos los repartos de
las tierras indígenas -ya sea concejiles, de comunidad o repartidas en enfiteusis- de pueblos adscritos a los distritos de Colodán, Tepic, Audán, Etzadán,
Sayula, Tepatidán, Lagos, La Barca y Guadalajara. 47
Por su parte, la de Michoacán decretó en 1842 una orden para que los
prefectos conocieran los bienes comunes de cada pueblo, con el objeto de
"que se les diese la aplicación debida, puesto que una dolorosa experiencia
acredita la arbitrariedad con que algunos indígenas disponen de los mismos,
en agravio de los demás ... ". Para ello, mandaron que los pueblos presentaran
sus cuentas de bienes comunes ante las autoridades provinciales; asimismo,
que dichas autoridades elaboraran un catálogo de los bienes referidos y, en
caso de distinguir excedentes, se destinaran para el mantenimiento de escuelas
públicas y para las urgencias de la junta departamental. 48 Debemos subrayar
que estas disposiciones de los gobiernos de Jalisco y Michoacán pueden explicarse en el marco de un proceso que buscaba indagar la situación agraria y
financiera de los pueblos, así como conocer los excedentes que podían llegar
a requerirse en momentos de crisis.
Hasta donde puede observarse, el marco jurídico del proyecto desamortizador volvió a cobrar ímpetu hacia los periodos 1848-1852 y 1854-1856,
fechas en que los liberales volvieron al poder y la economía nacional experimentó una profunda crisis derivada de la intervención norteamericana. En
este orden, las disposiciones no tardaron en pronunciarse e inaugurar una tercera etapa en la ofensiva contra las tierras y bienes comunes. Con la llegada de
Benito Juárez al gobierno de Oaxaca en 1847, el tema de la propiedad comunal volvió a ser objeto de discusión. Al cabo de unos años, el hijo de Guelatao
promovió dos decretos para repartir las posesiones de las corporaciones civi47
Aguirre Lo reto (comp.), Colección de acuerdos, órdenesy decretos sobre tierras, casasy solares de los indígenas,
bienes de sus comunidadesy fundos legales de los pueblos de jalisco, pp. 85-125.
48
"Reglamento sobre las cuentas de los bienes de comunidad de los pueblos (30 de junio de 1842)",
Recopilación de I...qes, Decretos, Reglamentosy Circulares expedidas en el Estado de Michoacán, t. VIII, pp. 82-90.
110
La Lry de Desamortización de 25 de junio de 1856
les entre particulares. En 1849, ordenó vender en subasta pública los bienes
de los ayuntamientos y repúblicas de indios;49 dos años después, dispuso que
todos los pueblos prepararan "una noticia de los fondos y valores que manejaban en su hacienda pública". 50 Se sabe que muchos pueblos desatendieron
y criticaron estas medidas; frente a la negativa, el gobernador exhortó a las
autoridades distritales a redoblar esfuerzos para poner en práctica las instrucciones referidas; sin embargo, los resultados fueron poco alentadores. Para
1852 Juárez señalaba en su Memoria administrativa que "no hay razón que baste
para persuadir la conformidad con los principios ... , pues los pueblos oponen
fuertes resistencias a la reforma de la tierra, aunque esta sea conveniente para
"51
. ultura ....
1a agnc
Un proceso semejante se experimentó en Michoacán, donde el congreso
mandó en julio de 1847 que todas las fincas rústicas del estado contribuyeran con un valor asignado en pesos, producto de sus bienes comunes, para
sufragar al gobierno central en la defensa contra los enemigos extranjeros;52
posteriormente, en septiembre de 1851, publicó un reglamento donde precisaba cómo debían repartirse las "propiedades de las·comunidades indígenas,
las fincas rústicas y urbanas compradas por ellos, y las adquiridas por cualquier
justo y legítimo título que se conozcan con el nombre de comunidad ... ".
Dicho reglamento mandó repartir las fincas en igual cantidad y calidad a cada
uno de los indígenas que habitaban los pueblos, "cualquiera que sea su edad,
sexo y estado ... , y tienen también derecho a este reparto los que descienden
de sólo padre o madre indígena ... ";igualmente, ordenó dividir el numerario y
los bienes que acumulaban las comunidades, exceptuando "las tierras y solares
que forman las calles, plazas y cementerios, ni las consagradas a algún objeto
público, ni los fundos legales ni ejidos de los pueblos ... ". 53
Colección de Lryes, vol. rr, p. 89.
Memoria que elgobernador del estado de Oaxaca presentó en la apertura de las sesiones ordinarias, pp. 3-4.
51
Memoria que elgobernador del estado de Oaxacapresentó en la apertura de las sesiones ordinarias, pp. 10-11.
52
"Decreto sobre contribución de las aportaciones que deben hacer las fincas rústicas para combatir
al enemigo extranjero (5 de julio de 1847)", Recopilación de ~es, Decretos, Reglamentosy Circulares expedidas en el Estado de Michoacán, t. IX, pp. 42-44.
53
"Reglamento sobre la repartición de fincas rústicas y bienes de las comunidades indígenas (23 de
septiembre de 1851 )", Recoptlación de ~es, Decretos, Reglamentos y Circulares expedidas en el Estado de
Michoacán, t. XI, pp. 195-206.
49
50
111
Arriqja Díaz Virue/1y Sánchez Silva
El gobierno de Jalisco, a su vez, reanudó su política de privatizar las tierras y montes de los indígenas en mayo de 1847; no obstante, la inquietud y
molestia que esto acarreó propició que las autoridades suspendieran dichas
acciones en 1848. Un año después, el congreso rehabilitó esta política y dispuso la repartición de todos los terrenos de comunidad, menos las calles, plazas,
cementerios, iglesias y fundos legales de los pueblos. 54 En este mismo sentido,
las autoridades de Veracruz se pronunciaron en 1849 a favor de cuantificar las
fincas rústicas de los ayuntamientos con el objeto de impulsar su división y
privatización;55 de igual forma, en 1851, el gobernador del estado señaló que
entre los peores males que enfrentaba la agricultura destacaban las tierras comunes y la falta de hombres que las trabajaran provechosamente. Ante esto,
el ejecutivo sugirió que los únicos remedios, prontos y eficaces, para combatir
dichos males eran la privatización y la colonización; factores que arrastrarían
"los brazos y la industria que falta en el estado ... las mejoras que ha alcanzado en otras partes la agricultura ... y el progreso alcanzado en otras naciones
menos dotadas quizás de elementos a propósito que la nuestra ... ". 56 Por si
esto no fuera suficiente, en abril de 1856, el congreso veracruzano restableció
la ley de 22 de diciembre de 1826 que ordenaba "reducir a propiedad particular todos los terrenos de las comunidades indígenas ... ", debido a que eran
considerados un obstáculo para el desarrollo de la agricultura, el comercio y
la educación; además, dichos terrenos eran percibidos como un motivo de
discordia, ya que de "ellos provienen la multitud de litigios que sostienen las
comunidades con perjuicio no sólo de quienes los promueven sino también
de los colindantes ... ". 57
Habrá que señalar que estas medidas también se distinguieron por contener grandes ambigüedades que no sólo obstaculizaron su aplicación, sino
54
Meyer, "La Ley Lerdo y la desamortización de las comunidades en Jalisco", pp. 198-200.
"Decreto sobre la elaboración de un padrón de casas y fincas rústicas (25 de marzo de 1849)",
Blázquez Domínguez y Corzo Ramírez, Colección de ~es y decretos de Veracmií 1824-1919, t. m, pp.
197-198.
56
"Reseña sobre la administración pública, leída por el gobernador del estado de Veracruz, al abrirse
las sesiones del Honorable Congreso el día 1 de enero de 1851. .. ", Blázquez Domínguez (comp.),
Estado de Veracmz. Informe de sus gobernadores, 1826-1986, t. n, p. 565.
57
''Ley sobre repartición de terrenos pertenecientes a comunidades indígenas (7 de abril de 1856)", Blázquez Domínguez y Corzo Ramírez, Colección de ~esy decretos de Veracmií 1824-1919, t. m, pp. 495-503.
55
112
La Ley de Desamortización de 25 de junio de 1856
también provocaron movimientos de resistencias. Simplemente el lenguaje
empleado en dichas leyes fue confuso e impreciso, ya que incluía, indiscriminadamente, enunciados como "dividir", "repartir", "distribuir", "privatizar",
"individualizar", "enajenar", "adjudicar", "reducir" y "reformar"; términos
que, desde la perspectiva legal, se prestaron a confusión e imposibilitaron las
acciones desamortizadoras. A estas vaguedades se sumó el problema de distinguir los terrenos que se consideraban comunales, la situación legal de los
mismos al momento de la repartición, la integración de comisiones que instrumentaran esta reforma, la resolución de aquellos conflictos legales y sociales que surgieran al tiempo de repartir la tierra y, lo más complejo, la anuencia
de los pueblos para llevar a cabo este programa. Como era de esperarse, la
realidad resultó más compleja que el sentido de las leyes.
También hay que anotar que, al tiempo en que los congresos estatales
formulaban leyes anticorporativas, triunfó el Plan de Ayuda (17 de octubre
de 1855) y de conformidad con sus postulados se expidió la convocatoria
para integrar un congreso extraordinario constituyente. De hecho, entre los
integrantes a dicho congreso figuraron hombres que no sólo conocían detalladamente los problemas agrarios que existían en el país, sino que también estaban familiarizados con el proyecto desamortizador. Nos referimos a Ponciano
Arriaga,José María Castillo Velasco e Isidoro Olvera.
Acerca de Ponciano Arriaga, puede decirse que fue uno de los diputados
que expuso con mayor claridad el proyecto que buscaba transformar las propiedades comunales en privadas y abolir el ratio iuris que las hacia inalienables;
proyecto que, desde su perspectiva, buscaba erradicar las discordias y desventuras que provocaba el hecho de que "pocos individuos estén en posesión
de inmensos e incultos terrenos que podrían dar subsistencia para muchos
millones de hombres ... ". En este orden, Arriaga planteó la privatización
de los terrenos comunales con el propósito de hacerlos asequibles al mayor
número de individuos; asimismo, sugirió elevar esta propuesta al congreso
constituyente para formular leyes que "acaben con la mala organización de la
propiedad territorial en la República y con los infinitos abusos a que ha dado
margen ... ". 58
58
Zarco, Historia del Congreso Extraordinario, t. r, pp. 547-555.
113
Arrioja Díaz Virue/1y S ánchez Silva
El diputado José María Castillo Velasco, por su parte, presentó una feroz
defensa a favor de los indios, pero no en cuanto a su régimen de propiedad,
ya que lo percibía como una limitante de la libertad y el bienestar económico.
A juzgar por Castillo, el planteamiento de una reforma anticorporativa debía
precederse de una agenda política que, por un lado, combatiera la miseria de
los indígenas y, por otro, procurara el acceso a la tierra de aquella población
que no poseía siquiera un palmo para subsistir. Para ello, solicitaba la intervención del Estado para invertir suficientes recursos en la instrucción indígena con el objeto de combatir sus "vicios y costumbres . . . que fomentan
la abnegación para cumplir los preceptos que imponen las leyes ... ". En este
sentido, Castillo planteó la adición de una ley que facultara a los pueblos y
municipios para recaudar suficientes impuestos que, a su vez, se invirtieran en
la adquisición de terrenos que, posteriormente, serian vendidos entre los vecinos para cubrir sus necesidades. En caso de que esto no prosperara, el Estado
emplearía para dicho efecto "los terrenos baldíos que haya en su territorio y
las tierras de cofradías, comprando si necesario fuere, a los particulares ... ". 59
Hasta donde puede observarse, tal adición fue rechazada en el congreso con
el argumento de que era una apreciación secundaria que no debía incluirse en
la ley fundamental de la república.
Isidoro Olvera fue otro de los legisladores que intervino en las discusiones parlamentarias sobre la reforma de la propiedad comunal indígena.
Para este diputado, la tierra comunal era un tema que alteraba la tranquilidad
pública y mantenía en la miseria a la población nativa. El origen del problema radicaba en que una inmensa extensión de tierras se hallaba estancada en
manos que descuidaban su explotación, con lo que se privaba de medios de
subsistencia al indígena más necesitado; aunado a esto, se sumaban los continuos despojos agrarios que realizaban las corporaciones con el objeto de
satisfacer sus costumbres y tradiciones cívico-religiosas. Considerando que
este problema requería un remedio inmediato, Olvera elaboró una ley para regular la propiedad territorial en todo el país. Dicho instrumentó señalaba que
ningún propietario podía poseer más de diez leguas cuadradas de terrenos de
labor y aquellos que lo hicieran debían pagar un impuesto equivalente al dos
59
Ibid., t.
114
I,
pp. 513-517.
La~
de Desamortización de 25 de junio de 1856
por ciento sobre el valor del terreno;·también estipulaba que los propietarios
de aguas y montes no podían negar el acceso y el usufructo de estos recursos
a los pueblos.colindantes y que, en lo sucesivo, todos los bienes cuya posesión
no estribara en títulos primitivos, pasarían a manos del Estado para rematarse en subasta pública. 6 Como puede observarse, la preocupación central de
Olvera radicaba en combatir la concentración de tierras en manos improductivas, fomentar la pequeña propiedad e impulsar el desarrollo agricola. Dicha
ley, al igual que los proyectos de Arriaga y Castillo, no sólo reprodujeron las
ambigüedades de la legislación anticorporativa, sino también carecieron de
una reflexión que definiera lo que se entendía por propiedad raíz, propiedad
individual, propiedad diVidida, propiedad plena y propiedad absoluta; vaguedades que, con el paso del tiempo, repercutirían en el corpus legal de la época y
en el proceso desamortizador.
Conviene señalar que, simultáneamente a estos debates legislativos, el país
experimentó una profunda crisis económica como resultado, entre otras cosas,
de la intervención extranjera, las luchas intestinas entre liberales y conservadores, el paso efímero de administraciones políticas y el progresivo empobrecimiento de la hacienda pública. Ante esto, el presidente Ignacio Comonfort
y sus colaboradores más cercanos, con apoyo de todas las reflexiones y leyes
emitidas en materia anticorporativa, llegaron a la conclusión de que México
no podría mejorar su situación financiera mientras los bienes y las tierras de
las corporaciones civiles y religiosas permanecieran estancadas. Dado esto,
expidieron la ley de 25 de junio de 1856, conocida como Ley Lerdo o Ley de
desamortización de fincas rústicas y urbanas propiedad de las corporaciones
civiles y religiosas, la cual fue enviada al congreso extraordinario para su aprobación, recibiendo .el respaldo absoluto de dicha asamblea.
En efecto, la Ley Lerdo consideró que las "fincas rústicas y urbanas" de
las corporaciones se adjudicaran en propiedad a quienes las arrendaban, por
el valor correspondiente a la renta que pagaban, calculada al seis por ciento
anual (art. 1); que las propiedades que no estuviesen arrendadas se adjudicaran
al mejor postor (art. 5); en caso de que los arrendatarios no compraran las
propiedades, se daba preferencia a un subarrendatario y si éste no adquiría la
°
60
Ibid., t.r, pp. 99-102.
115
Arriqja Díaz V irue/1y S ánchez Silva
propiedad, las tierras se remataban en subasta pública (art. 10). Cabe añadir
que la ley eximió de la desamortización únicamente los edificios de las municipalidades, las cárceles, los ejidos y los terrenos destinados exclusivamente al
servicio público (att. 8°). 61
En varios estadds del país, como Jalisco, México, Michoacán, Oaxaca y
Veracruz, la ley se divulgó en julio de 1856. Resulta pertinente resaltar que a
los pocos días de ser publicada, varias autoridades distritales comenzaron a
desamortizar los terrenos que poseían los pueblos indígenas, especialmente
en aquellos distritos donde existían tierras aptas para fomentar la agricultura
comercial y la ganadería. Dadas las imprecisiones de la ley, las adjudicaciones
no se ejecutaron sin que se presentaran problemas. Por ejemplo, en algunos
lugares se adjudicaron terrenos del fundo legal; en otros sitios se desamortizaron bosques y pastos que estaban destinados al servicio público.
Como puede observarse, el hecho de que la ley no especificara los tipos
de tierra para desamortizar, provocó equívocos en su aplicación. Por ende,
el gobierno federal se vio obligado a emitir un reglamento (31 de julio de
1856) y una circular (9 de octubre de 1856) donde precisaban que "todo
terreno valuado en menos de 200 pesos se adjudicará a los que lo tengan
como de repartimiento, ya perteneciera a los ayuntamientos, o estuviera de
cualquier otro modo sujeto a la desamortización sin que se les cobrara alcabala ni se les obligara a pagar derecho alguno y sin necesidad tampoco de
otorgar-la escritura de adjudicación, pues para constituirlos como dueños ...
bastará el título que les dará la autoridad política". 62
Así, entre julio y diciembre de 1856, se desamortizaron múltiples terrenos y bienes que estaban en manos de corporaciones civiles. Lo relevante del
caso es que con todo y las adiciones, dicha ley reprodujo las ambigüedades
anteriores y, por si no fuera suficiente, introdujo nuevos elementos que se
61
Bajo el nombre de corporaciones se comprenden todas las comunidades religiosas de ambos
sexos, cofradías y archicofradías, congregaciones, hermandades, parroquias, ayuntamientos, colegios, pueblos y, en general, todo establecimiento o fundación que tenga el carácter de duración
perpetúa o indefinida (art. 3°). Colección de Ley e.r, decretos y circulares relacionados con la desamortización y
nacionalización de bienesy materias conexas, pp. 3-8.
62
Gutiérrez Blas, Lqes de Reforma. Colección de disposiciones que se conocen con este nombre1 publicadas desde el
año de 1855 al de 1868, t. II, pp. 473-474.
116
La~
de Desamortización de 25 de junio de 1856
prestaron a vaguedades y malentendidos. U na prueba de ello fue el uso de tres
términos que eran, desde la perspectiva liberal, el eje central de la ley: adjudicar,
enqjenary traslado de dominio. A juzgar por el Diccionario &zonado de Legislacióny
Jurisprudencia de Joaquín Escriche (1851 ), referencia obligada de los jurisconsultos de la época, se entendía por adjudicar la acción de apropiarse que en
herencias, particiones o públicas subastas solia hacerse de una cosa mueble
o inmueble, de viva voz o por escrito, a favor de alguno con autorización del
juez. Entretanto, se concebía que enqjenar era un acto por el cual se transfería
a otro la propiedad de alguna cosa, la dominación, la venta o la permuta; esta
palabra también comprendía la enfiteusis, la prenda, la hipoteca y la constitución de servidumbre sobre un fondo. Por traslado de dominio se consideraba la
transmisión que un individuo hacía a otro de algún crédito, derecho o acción;
dicho traslado podía ser pleno y menos pleno; este último comprendía elementos como feudos, enfiteusis y derechos de superficie, mientras que el pleno o absoluto incluía todas las cosas posibles de enajenar, sin la dependencia
de otro. 63 Obviamente estas acepciones jurídicas se prestaron rápidamente a
una pluralidad de interpretaciones y, sobre todo, posibilitaron que se emprendieran acciones ilegales contra las tierras nativas. Al hacer un breve recuento
de lo sucedido en los estados del centro y sur de México, se percibe que la
desamortización implicó algunas variantes, como la adjudicación de tierras a
favor de personas que no radicaban en los pueblos, el reparto de tierras a favor de residentes que lindaban con las propiedades en cuestión, la utilización
de puestos públicos para beneficiarse de la repartidón agraria, la cancelación
de hipotecas, censos y préstamos de tierras a favor de la adjudicación, y transformación de usos y funciones de las tierras indígenas. No obst:ante, los cambios más radicales que acarreó la citada Ley Lerdo fueron tres: primeramente,
el hecho de que la propiedad en manos de las corporaciones se transformó
de comunal a individual, dejando a las corporaciones fuera del régimen titular;
en segundo lugar, que los viejos usufructuarios de las parcelas comunes se
transformaron en propietarios plenos de las mismas siempre que cumplieran
puntualmente con el proceso desamortizador y el pago de impuestos; en ter63
Escriche, Dicdonario razonado de legislacióny jurisprudencia por don .Joaquín Escriche, magistrado honorario de
la Audiencia de Madrid.
117
Arrioja Díaz V irue/1y Sánchez Silva
cer lugar, que las viejas estrategias de acceso y control de las tierras indígenas
se reemplazaron por regímenes titulares e individuales de propiedad plena.
CoMENTARIOS FINALES
Si bien es cierto que la Ley Lerdo fue un proyecto que buscó transformar el
orden jurídico de la propiedad corporada, también es verdad que al tiempo de
instrumentarse las cosas no caminaron como sus ideólogos habían pensado
y se dieron múltiples vaguedades que produjeron resultados inesperados en
la estructura agraria indígena y en la geografía económica del país. Como s~
sabe, la desamortización iniciada en 1856 experimentó una suspensión por
dos años debido a la guerra de reforma; no obstante, podemos decir que
inauguró una cuarta ofensiva contra las tierras comunales que se consolidó
durante la república restaurada y, especialmente, _durante el porfiriato.
_Recapitulando, puede decirse que _entre los múltiples motivos que inspiraron e impulsaron la desamortización civil en México, lo mismo que en
España y otros países de.América, fue la incompatibilidad de una estr:uctura
agrari4 inspirada en el antiguo régimen causante natural de la amortización y
la vinculación de tierras y bienes comunes con la, estructura preconizada por
el pensamj.ento liberal, la cual estaba basada en el dominio libre, individual,
exclusivo y pleno de la tierra. Obviamente el enfrentamiento entre uno y otro
proyecto provocó que el primero quedará subordinado al segundo.
A juzgar por la historiografía especializada, fue una decisión lógica, y~
que el .concepto individualista de propiedad era la mejor expresión de las ideas
filosóficas, políticas y económicas del último cuarto del siglo XVIII y la primera
mitad del XIX. En este sentido, no cabe duda de que ante una propiedad compartida y sujeta a las corporaciones, se contrapuso el ideal ~e la unidad, la plenitud de derechos y la libre circulación en el mercado. Desde una perspectiva
personal, la Ley Lerdo de 25 de junio de 1856 fue la expresión más clara de
este proceso; una expresión que resumió toda la codificación y reflexión encaminada a abolir la vinculación de bienes, la rede?ción de censos, la propiedad
corporativa, las cláusulas de indivisión e intransferencia y los privilegios perpetuos sobre la tierra.
118
Descargar