¿Por qué Marx? Por ANTONIO NEGRI ¿Por qué Marx? Porque el diálogo con Marx es esencial para quienes desarrollan la lucha de clases, sea en el centro o en las condiciones subalternas del imperio capitalista, y se proponen hoy una perspectiva comunista. La enseñanza de Marx y la discusión con Marx son decisivas por tres razones. La primera es política. El materialismo marxiano permite desmistificar el tipo de concepción progresiva y consensual del desarrollo capitalista y contrarrestarla al afirmar su carácter antagónico. El capital constituye una relación social antagonista; la política subversiva se coloca “dentro” de esta relación y emerge en igual medida el proletario, el militante, el filósofo. El Kampfplatz (campo de batalla) está “dentro y contra” el capital. La segunda razón por la cual no podemos renunciar a Marx es crítica. Marx sitúa la crítica en la ontología histórica, construida y atravesada siempre por la lucha de clases. La crítica es por lo tanto el “punto de vista” de la clase oprimida en movimiento y permite seguir el ciclo capitalista, comprender la crisis y, a contrapelo, describir la “composición técnica” de la clase oprimida y, eventualmente, organizar la “composición política” en la perspectiva de la revolución. La autonomía del “punto de vista de clase” está al centro de la crítica. La tercera razón para quedarse con Marx está en el hecho de que su elaboración teórica ha permitido, en el último siglo, seguir la profundización de la crisis del capitalismo maduro en su doble forma (liberal y socialista) y a la vez organizar los movimientos de liberación contra el poder colonial y el imperialismo. Hoy la teoría marxiana está confrontada a la convulsión de la organización del trabajo y de los mercados, de la división del trabajo y de la geografía del poder, en resumen, de una nueva configuración de las clases en lucha. Se trata de comprender si la teoría marxiana, confrontada a las nuevas figuras de la explotación, puede permitirnos comprender en ellas los puntos de crisis y, consecuentemente, liberar una adecuada imaginación del “común”. Después de la derrota del socialismo soviético necesitamos una nueva teoría del “valor-común”.