Primera jornada VIERNES POR LA MAÑANA Carmen Lucía Díaz L. La primera sesión de estas jornadas introdujo, bajo la perspectiva del arte, la historia y el psicoanálisis, el reconocimiento de la complejidad y la riqueza que la problemática del mestizaje implica. En "La imagen híbrida", texto presentado por N a d í n Ospina, aparece la dimensión estética como u n ámbito propicio para la exposición y resolución de conflictos surgidos por encuentros entre culturas. El autor resalta las construcciones y los simbolismos creados en el intercambio de una cultura avasalladora con otra conquistada y dominada, emergiendo en ese interjuego el mestizaje como resultante, como mezcla y fusión en diversos niveles, producto de "un proceso cultural con profundas raíces psicológicas". Esta dinámica se expresa con toda su fuerza en el arte. La cultura dominante impone sus ideales estéticos denigrando o buscando aniquilar los ideales del vencido, pero aquéllos son transformados porque "la forma excluida vence en secreto a la forma dominante": la cultura del subyugado irrumpe seduciendo y trastocando lo foráneo. Guiomar Dueñas, en su conferencia sobre "El mestizaje en la transición de Colonia a República" nos muestra, a lo largo de un recorrido histórico, la situación del mestizo durante la Colonia en la sociedad neogranadina, su origen, su lugar o, de manera más precisa, su no lugar entre dos mundos, el del español y el del indígena. Se destaca su paulatino posicionamiento en 19 C A R M E N L U C I A DÍAZ L. el entramado social, señalando su papel en el movimiento de la independencia. El mestizaje, nos recuerda la autora, inicialmente es producto del engaño, del uso y de la seducción de la mujer indígena por parte del blanco, pero al mismo tiempo ese blanqueamiento va convirtiéndose en la forma que miembros de la comunidad subordinada y considerada inferior, la indígena, descubren como gancho para el ascenso social. Se exponen las atribuciones signadas por el español al mestizo: legitimidad y exclusión, manchado de tierra, depravación e infamia. También resulta indeseado para las comunidades indígenas por romper su tejido social. De una forma dramática, sin derechos, sin deberes y sin reconocimiento, el mestizo aprovecha ese aspecto según su conveniencia, para hacerse a u n lugar. Así, de una no existencia legal acompañada simultáneamente de vejámenes y acusaciones, pasan a constituirse en una fuerza social creciente que desestabiliza el orden público hasta llegar a tener u n papel protagónico en el proceso de independencia. Pío Eduardo Sanmiguel introduce y finaliza su conferencia, "Lógica mestiza", advirtiendo el acierto en la elección del nombre para las jornadas y el modo interrogado de su presentación, ¿Mestizo yo?, en razón de las múltiples evocaciones que surgen con el juego de esos significantes, pertinentes a la temática en cuestión: la interrogación demanda mantener la pregunta por la identidad, aspecto crucial para el mestizo, por cuanto no soporta ser adherido a ninguna. E n el texto se indica la necesidad de partir del estudio del lazo social en el análisis de la psicopatología de nuestra vida cotidiana y evitar la patologización de los individuos, en la cual caen muchas elaboraciones que intentan explicar las dificultades de la vida social. Reconoce características del lazo que nos vincula a unos y otros, cuya lógica puede entenderse a partir de ciertos elementos de la teoría psicoanalí- Viernes por la mañana tica de las perversiones. Al poner el acento en el lazo social, el autor no renuncia a reconocer la presencia de un sujeto allí, ante todo supuesto e historizado, y es por vía de la historia que llega al encuentro con el mestizo, revelándose la lógica del lazo social asociada a la lógica del mestizo. El sujeto ubicado allí toma el estatuto de sujeto psicoanalítico por descubrírsele deseante y distanciado del Otro. La lógica mestiza o lógica perversa está en continuidad con el discurso capitalista; en ella la producción de objetos de consumo resulta esencial y el sujeto es aniquilado, situándoselo como objeto de goce del otro; sin embargo, hay algo que hace ruptura en el mestizo: su farsa, su engaño y la producción de objetos inasimilables por el otro: es ésta su forma de distanciamiento. E n las tres conferencias, podrían reconocerse varios puntos de convergencia. Deseo detenerme en uno específico que cobra relieve y de forma imperiosa llama a ser destacado. Los textos, con su mirada específica, señalan el movimiento por sofocar y hacer desaparecer al mestizo, su palabra, su producto, su arte, su existencia. Él, prójimo despreciado e infame (sin fama), halla, generalmente de manera subrepticia y connivente, el modo de arreglárselas para surgir, para no ser aniquilado por el amo, para hacer valer lo suyo como sujeto deseante y distinto de quien lo quiere borrar. Es cierto que por este camino una estela de sangre, destrucción y engaño ha quedado, pero asimismo es cierto que ha sido necesario exacerbar el humor, la creatividad y el ingenio para poder sobrevivir. LA IMAGEN HÍBRIDA Nadín Ospina Esta conferencia se propone explorar, desde la óptica del pensamiento visual, aspectos de nuestra cultura relacionados con el tema del mestizaje y abordar la dimensión estética como representación o resolución del conflicto latente que significa la interacción transcultural. Una propuesta ya clásica en la ciencia es que las diferencias raciales deberían ser abolidas como categoría o como taxonomía. Esta proposición se fundamenta en el principio de que la raza h u m a n a es una sola, como su estructura genética fundamental así lo indica, y que por ende el mestizaje sería también un asunto irrelevante; sin embargo, este principio se halla muy lejos de la praxis que la humanidad ha mantenido, enfrentada a la experiencia de las diferencias. Dos aspectos fundamentales se ponen aquí de presente: los factores físicos que generan la experiencia sensible de la diferencia y la construcción simbólica derivada de la diferencia física propiamente dicha. Las diferencias en el aspecto físico de los seres humanos han generado a través de la historia, debido al concurso de factores económicos y políticos, una serie de categorías basadas en juicios meramente subjetivos. Esta formulación de categorías generó la estructura del arquetipo, que designa las características humanas ideales o el modelo de perfección anatómica que debe ser enaltecido sobre todos los demás, sumando a características 23 NADIN OSPINA físicas cualidades abstractas correspondientes, por ejemplo, a los aspectos éticos o religiosos. Esta construcción cultural de categorías y diferenciaciones tiene como propósito final el sojuzga miento de amplios grupos humanos y el establecimiento en el poder de una minoría que se autoproclama eugenésicamente superior. Es aquí cuando el arte y las expresiones estéticas entran a cumplir un papel fundamental como constructores del símbolo en su manifestación física. A partir del neolítico, y como consecuencia de la transformación de las sociedades recolectoras en asentamientos agrarios, con la consecuente generación de estructuras de poder y dominación, el artista comienza a ser requerido para que ejecute ídolos, amuletos, símbolos sagrados y de poder, ofrendas votivas y monumentos funerarios. El arte del neolítico introduce una idealización y una estilización de la realidad empírica, en contraposición con el arte del paleolítico, que intenta reproducir fielmente la naturaleza, adquiriendo el arte una dimensión eminentemente simbólica, adecuada para el desarrollo de un estilo estereotipado de representación cultural. Todos los pueblos y grupos dominantes generan un tipo de arte altamente conservador y convencional, que tiene como propósito comunicar los modelos ideales y así perpetuarse en el poder, llevando el arquetipo al paradójico extremo de que, partiendo de un modelo real, sobrepasa la realidad, como lo expresa Arnold Hauser con relación al Imperio medio en Egipto: 24 [...] las rígidas formas ceremoniales del arte cortesano son antiindividualistas, estáticas y convencionales porque son las formas expresivas de un concepto del mundo según el cual el origen, la clase, la pertenencia a una casta o grupo poseen La imagen híbrida un grado de realidad tan alto como la esencia y modo de ser de cada individuo, y las reglas abstractas de conducta y el código moral tienen una evidencia mucho más inmediata que todo lo que el individuo puede sentir, pensar o querer. Para los privilegiados de esta sociedad, todos ios bienes y atractivos de la vida estaban vinculados a su separación de las demás clases; las máximas que siguen adoptan más o menos el carácter de reglas de conducta y de etiqueta. Esta conducta y esta etiqueta y toda la autoestilización de la clase elevada exigen que no permitan ser retratadas como realmente son, sino como tienen que aparecer de acuerdo con ciertos sagrados modelos tradicionales, lejanos de la realidad y del presente. Este aspecto simbólico, que tiene que ver con las cualidades estéticas de representación, es lo que más me interesa analizar, pues estoy convencido de que el mestizaje, antes que la fusión física, es u n proceso cultural con profundas raíces psicológicas. La expansión y consolidación de la hegemonía de los pueblos dominantes y sus clases dirigentes están basadas fundamentalmente en el ejercicio de la violencia o la amenaza de ella, a u n q u e en no pocos casos la sumisión pacífica se da por razones de conveniencia o motivos religiosos. Estas expansiones y consolidaciones, además de la confrontación bélica, implican una inevitable confrontación cultural en muchas ocasiones más sutil, pero no menos real. E n los casos en que la acción violenta es particularmente cruenta, la desaparición física del enemigo conquistado puede ser tan radical que, junto con los pueblos exterminados o en fuga, desaparezca toda su cultura viva. 25 NADIN OSPINA Por lo general, los grupos dominantes ejercen una amplia influencia cultural en los pueblos dominados, sin que ello implique más que el ejercicio de ostentación de su estatus, en un complejo y sofisticado sistema de interrelaciones que incluso es hoy la forma más insidiosa y efectiva de dominación cultural, como bien lo expresa Thorstein Veblen en su Teoría de la clase ociosa: "Aparte del instinto de conservación, la propensión a la emulación probablemente constituya la motivación económica más fuerte, alerta y persistente". En cuanto a este instinto emulador, dice Marvin Harris: Nuestra susceptibilidad a tales deseos es de origen social y alberga motivos y consecuencias que van más allá de la mera pretensión o la apariencia de un rango elevado: en la perspectiva de la evolución era parte integrante y práctica del proceso de formación de las clases dirigentes, del acceso a las esferas sociales más elevadas y de la permanencia en las mismas. 26 Por otro lado, la seducción del vencedor por parte de la cultura vencida se evidencia en no pocas ocasiones, como lo explica Baudrillard: "La forma excluida vence en secreto a la forma dominante. La forma seductiva vence a la forma productiva". Por ejemplo, se sabe que Alejando Magno, tras someter por las armas a persas y babilonios, adoptó no sólo su idioma, sino sus costumbres, transformando los modos de su corte macedónica en los de una satrapía oriental. Esto no debe resultarnos extraño, pues los más preciados botines de las razzias de los pueblos invasores son los tesoros artísticos de los vencidos, que en m u chos casos terminan por hacer parte del acervo cultural propio, como lo describe Mary Renault en su libro Juegos funerarios: La imagen híbrida La alcoba de Nabucodonosor, en un tiempo pesadamente asiria, se había vuelto cada vez más persa por obra de los reyes, desde Ciro en adelante. Cambises había colgado en un costado la túnica dorada de Atenea, robada del Partenón, y el segundo Artajerjes había traído artesanos de Persépolis para que construyeran la gran cama donde Alejandro ahora agonizaba. De todos los procesos de fusión transcultural, implique ésta una fusión étnica o no y sea por la emulación del poder o por la seducción de lo exótico, el arte ha dejado testimonio. Para acotar el tema con parámetros más cercanos, sin desconocer que la historia de la humanidad - e n toda su antigüedad— es la historia de la interacción transcultural, cabe afirmar que la colonización y la exploración del m u n d o , tal como io conocemos hoy, se iniciaron con los viajes de Colón, a finales del siglo XV. En una bella evocación literaria, Alejo Carpentier describe el ambiente colonial de Sevilla, donde Juan de Amberes, su personaje, se embarca para América, del siguiente modo: En eso del color, mejor hubiera sido no entrar en distingos, buscándose matices de pera cocida o no, porque Juan, en sus andanzas por el laberinto hético, se asombraba ante el gran portento de los humanos colores. Y no eran tan sólo los negros horros que esperaban el día de salir en las flotas, loros como brea o con el pellejo de berenjena; no eran tan sólo las morenas del paracumbé, guineas alcojoladas, mulatas de Zofalá, sino que se veían, en estas vísperas de salida, muchos indios que aguardaban el regreso a sus patrias en el séquito de prelados o capitanes venidos a tratar negocios en la Corte. 27 NADIN OSPINA El solo Chantre Mayor de Guatemala, que embarcaría en la Flota, se traía tres criados, de color aceitunado, con las frentes cejudas por tiras bordadas, y una manta de lana espesa, con los colores del arco iris, metida por la cabeza a modo de capisayo. Los tres llevaban cruces al cuello, pero sabe Dios de qué paganismo hablarían, en su idioma de respirar para adentro, que más sonaba a protesta de sordomudo que a lengua de cristiano. Había indios de la Española, yucatecos que llevaban calzones blancos y otros, de cabeza redonda, bocas belfudas y pelo espeso, cortado como a medida de cuenco, que eran de la Tierra firme, y hasta aparecían en misa, algunas veces, los ocho mexicanos de la casa de Medina Sidonia, que habían tocado chirimías —y muy diestramente, por cierto— en las fiestas dadas para celebrar el encuentro de Doña María con el Príncipe Felipe, en Salamanca. Todo aquel mundo alborotado y raro, tornasolado de telas gritonas, de abalorios y de plumas, donde no faltaban eunucos de Argel y esclavas moras con las caras marcadas al hierro, ponían un estupendo olor de aventura en las narices de Juan de Amberes. Y para poner de plano el asunto en su momento más álgido, recordemos el relato mismo de Colón sobre los sucesos del 12 de octubre, que es la primera crónica del encuentro con esos otros que eran los pobladores de América: 28 Entre los que vimos, sólo una mujer era bastante joven y ninguno de los hombres tenía más de treinta años. Por lo demás eran gentes bien formadas, de hermosa presencia y de agradable rostro. Sus cabellos, gruesos como las cerdas, les caían por delante hasta las cejas, y por detrás les colgaba La imagen híbrida un largo mechón que nunca cortaban. Hay algunos que se pintan de un color obscuro, pero generalmente son del mismo color que los habitantes de las islas Canarias, ni negros ni blancos; los hay también que se pintan de blanco o de rojo, o con cualquier otro color, ya sea todo el cuerpo o solamente la cara, los ojos o la nariz. Ahora bien, como la historia se escribe en dos orillas, veamos la "visión de los vencidos". Las notas de los informantes de fray Bernardino de Sahagún registradas en el Códice florentino describen así lo que vieron los mensajeros de Motecuhzoma enviados tras saber de la llegada de los españoles: Los soportan en sus lomos sus "venados". Tan altos están como techos. [...] Por todas partes vienen envueltos sus cuerpos, solamente aparecen sus caras. Son blancas, son como si fueran cal. Tienen el cabello amarillo, aunque algunos lo tienen negro. Larga su barba es, también amarilla; el bigote también tienen amarillo. Son de pelo crespo y fino, un poco encarrujado. La imagen presentida E n el encuentro de culturas, u n o de los aspectos más interesantes y que revela con mayor intensidad la dimensión psicológica que lo fundamenta es el tema de la fantasía respecto a aquello que es desconocido: la resolución mitológica de las tierras por descubrir y las gentes y las circunstancias por hallar o la distorsión de las ya encontradas con propósitos económicos y propagandísticos o como resultado de la fantasía y la imaginación de las mentes excitadas por la novedad. 29 NADIN OSPINA E n su libro Cristóbal Colón, dice Julio Verne: Los habitantes de las Azores encontraban frecuentemente en sus playas pinos gigantescos de una especie desconocida [...] y un día recogieron dos cuerpos humanos: cadáveres de ancha faz, dice el cronista Herrera, y que no se parecerían a los cristianos. Relatos como éste inflamaban la imaginación de los europeos con la idea de que había otras tierras allende la mar, y daban pie para toda clase de conjeturas respecto de lo que allí se podía encontrar. La fantasía de los artistas europeos, dibujantes, pintores y grabadores, quienes en su mayoría jamás vinieron a América, creó u n imaginario de las nuevas tierras que nada tenía que ver con la realidad y que denota una dificultad en la aproximación a la nueva situación, al hecho cierto y real del descubrimiento de u n m u n d o diferente, poblado de gentes diversas y con circunstancias distintas. En este punto los antiguos códigos estéticos comienzan a imponerse sobre los "nuevos", con una gran intolerancia, sustentada en una supuesta superioridad cultural y religiosa. 30 De esta manera encontramos, por ejemplo, los famosos grabados de De Bry, realizados en Frankfurt en 1591. E n esta serie se describen, con una intención de documentación científica, las especies, la geografía y las gentes de las nuevas tierras. La dificultad estriba en el hecho de que la estética con que están resueltos no difiere en nada de la pintura medioeval, y los prototipos humanos son descritos con los cánones grecorromanos, creando una curiosa mixtura de imágenes que evidencia la interacción transcultural. La imagen híbrida Esta construcción, arbitraria y fantástica, resulta clave para entender la naturaleza del pensamiento mestizo que se mueve en los límites difusos de la realidad y de la ficción, una ambigüedad generadora de fuerzas creadoras pero también de profundas dificultades de autorreconocimiento. La piel mirada Una vez consumado el proceso de mestizaje, nos encontramos ante nuevas circunstancias, nuevos hombres, nuevos nombres, nuevas pieles y, desde luego, nuevos ojos. Las pinturas de las castas fueron una manifestación artística propia de la Colonia. Esos cuadros, aparte su interés estético y su pretendido ánimo científico, tenían el propósito esencial de ilustrar con claridad las clasificaciones de los distintos grados de la mezcla racial, de la cual se podía inferir el rango, la posición social y, desde luego, los derechos de u n subdito de la Corona. "El producto de la mezcla de blanco e indio se denomina mestizo o coyote o montañés o ladino o cariboca o mulato" reza una de las intrincadas taxonomías de estos cuadros. Así, la mezcla de indio y negro produce lobo, zambo, chino, zambaigo, mulato, zambo de negro, cambujo, zambo de indio o jarocho. Y encontramos, en fin, infames clasificaciones, como la siguiente: La La La negro. La atrás. mezcla de blanco y negro produce mulato. mezcla de blanco y mulato produce cuarterón. mezcla de blanco y cuarterón produce ochavón de mezcla de blanco y ochavón de negro produce salta 31 NADIN OSPINA La mezcla de blanco y salta atrás produce tente-en-elaire. La mezcla de blanco y tente-en-el-aire produce casi limpio de su origen. Siete generaciones de mezcla entre blancos y mestizos con una sola filiación negra en su genealogía resultaron incapaces de limpiar, para los ojos de los eugenistas españoles, la mancha atávica. También los indios, confrontados con el "otro diferente", la señalaron, al decir de los informantes de Sahagún: Motecuhzoma tenía la creencia de que ellos (los españoles) eran dioses, por dioses los tenía y como a dioses los adoraba. Por esto fueron llamados [...] "Dioses venidos del cielo". Y en cuanto a los negros, fueron dichos: "divinos sucios". La piel que mira Dice Marduk Antonio: "¿Quién oye? Oye la boca. ¿Quién ve? Ve la piel. ¿Quién de las partes del cuerpo no piensa? N i n g u na". Así, no sólo los nativos fueron interpretados por los españoles. El mestizaje crea manifestaciones de arte híbrido que se apropian de los códigos dominantes, los subvierten, los transgreden y generan u n nuevo hecho estético, del que hallamos múltiples manifestaciones en la arquitectura, el arte "culto" y el arte "popular" de toda América. 32 U n ejemplo singular de ello es la iglesia de Santa María Tonantzintla, en Puebla, donde las tallas barrocas fueron transmutadas en fantásticas creaciones que aunan la intención doctrinal del arte religioso europeo con el poder expresivo del más auténtico arte mexica. La imagen híbrida E n Colombia, el proceso de mestizaje ha sido mucho más complejo y su asunción mucho más difícil y dolorosa. Aquí sí que resulta verdad la afirmación de Carlos Fuentes: "A los indios los queremos más en los museos que en las calles". C o n u n glorioso pasado de deslumbrante arte precolombino, fruto de una refinada civilización de la cual, hasta cierto punto, se enorgullecen sólo algunos intelectuales, el colombiano promedio se niega a aceptar cualquier filiación interracial, discriminando, excluyendo y autoexcluyéndose de la posibilidad de construir una identidad real. E n el prólogo del libro Mitos, leyendas y dioses chibchas, de Jesús Arango Cano, del que se han hecho varias ediciones y que se encuentra actualmente en cualquier librería, escribe Silvio Villegas respecto de la admiración de Arango Cano por el arte precolombino: Sinceramente debemos declarar que no compartimos su entusiasmo. Para nosotros la orfebrería y alfarería de las diversas tribus indígenas que poblaron nuestro suelo —muiscas, calimas, sinúes, quimbayas— tienen un valor arqueológico y folclórico, pero carecen de toda belleza formal y de todo sentido estético. Se trata de piezas y figuras burdamente fabricadas, que sólo logran emocionar y exaltar la imaginación de nuestros devotos guaqueros, o del esnobismo internacional. Como lo afirmaba Ruskín, sólo en la Europa cristiana existe un arte puro y preciso, pues no hay ninguno en América, ni en Asia, ni en África. Cavilando en el fervor de ciertos aficionados y de algunos arqueólogos por estos cachivaches indígenas, creemos encontrar la clave en estas reflexiones del docto arqueólogo profesor Pérez de Barradas en su Introducción a la orfebrería 33 NADIN OSPINA prehispánica de Colombia: "Cuando entre los impresionistas franceses nació el gusto por la pintura japonesa [...], cuando Gauguin exaltó el arte oceánico, y cuando los artistas aún más modernos, como Picasso, consideraron el arte negro como un arte verdadero, [tuvieron] lugar el desarrollo y el estudio del arte exótico y [éste] se apreció como tal. Mientras tanto los etnólogos y los prehistoriadores luchaban en vano, cuando luchaban, por ese reconocimiento. El cubismo y el arte abstracto, al presentar interés [en el] problema de la forma, han ayudado a ver lo que hay de creador en el arte primitivo. El expresionismo abrió nuestros ojos para modelos de expresión más sencillos y más intensos, y el surrealismo, al valorar lo irracional y lo instintivo, hizo comprender los productos de la fantasía primitiva [...]. Son los balbuceos de una cultura embrionaria, los delirios de mentes alucinadas, la impura fealdad derribando el templo de las Musas". 34 Este ominoso comentario refleja claramente la absoluta falta de reconocimiento de los valores propios que aún permean nuestro pensamiento, dándose incluso entre gentes de formación intelectual, entre las cuales uno esperaría u n análisis más juicioso de la realidad cultural. Para enfocar el problema de una forma más positiva quiero dar algunos ejemplos de cómo el arte y la literatura pueden dar u n sentido resolutivo al problema de la alteridad, como formación de una posible identidad o reclamo del reconocimiento de la individualidad y la diferencia. E n 1928, el poeta brasileño Oswald de Andrade, luego de ver el cuadro Come hombre, de la artista Tarsilia de Amaral, escribe el Manifiesto antropófago, en el cual propone con mucha ironía y h u m o r una especie de revancha de los pueblos cultu- La imagen híbrida raímente dominados, en lo que podría interpretarse como una lúcida premonición de la globalización y, como alternativa, ia propuesta de asumir la cultura universal sin olvidar las raíces. E n algunos apartes el manifiesto dice: Sólo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente. Sólo me interesa lo que no es mío. Ley del hombre. Ley del antropófago. El instinto caribe. Y en otro aparte: Pero no fueron cruzados los que vinieron. Fueron fugitivos de una civilización que estamos comiendo, porque somos fuertes y vengativos como el Yabutí. Quiero cerrar este artículo con u n texto de Borges que revela una esperanzadora voluntad de autorreconocimiento: [...] en aquellos tiempos, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban aislados entre sí. Eran además muy diferentes: ni los seres, ni las formas, ni los colores coincidían. Los dos reinos, el de los espejos y el humano, vivían en paz. Se entraba y se saltaba de los espejos. Una noche, la gente de los espejos invadió la tierra. Su fuerza era grande, pero después de sangrantes batallas las artes mágicas del Emperador Amarillo prevalecieron. Rechazó a los invasores, los aprisionó en los espejos y les impuso la tarea de repetir como en una especie de sueño todas las acciones de los hombres. Les privó de su fuerza y de su figura y los redujo a simples reflejos serviles. Un día, sin embargo, se liberarán de este letargo mágico [...]. Las formas comen- 35 NADIN OSPINA zarán a despertarse. Diferirán poco a poco de nosotros, nos imitarán cada vez menos. Romperán las barreras de cristal y de metal y esta vez no serán vencidas. Conclusión Frente al tema del mestizaje, debemos asumir que, pese a los virulentos brotes de racismo e intolerancia, la humanidad tiende a una simple ley física, a la desaparición de las diferencias externas. La facilidad de desplazamiento, las migraciones y la interacción transcultural nos llevan a pensar en u n tipo h u m a no de los próximos siglos que compartirá características de todos los grupos étnicos, llegando, como se ha proclamado, a la conclusión de que raza no hay sino una: la raza humana. Mucho más complejo y preocupante es el problema cultural, ese otro aspecto étnico que a veces omitimos privilegiando nuestro interés en el color de la piel. Enfrentados a la contemporaneidad, con los procesos de globalización y masificación impuestos por el consumo y la tecnociencia, los habitantes de la periferia, geográfica o cultural, se ven abocados a la desaparición o la dilución paulatina de su acervo cultural. 36 El dominio del idioma prevalente, el conocimiento y el acceso a la tecnología y las comunicaciones son nuevos elementos culturales que crean formas de exclusión tan abominables y nefastas como la exclusión racial. Así de necesario como el reconocimiento de nosotros mismos en cuanto seres humanos con características físicas particulares, valiosas y bellas, es el reconocimiento de la identidad cultural nuestra y de su valor como riqueza espiritual, acervo y patrimonio, para aportar con plena conciencia y dignidad a la creación del futuro de la humanidad. La imagen híbrida Bibliografía Arango Cano, Jesús. Mitos, leyendas y dioses chibchas. Manizales: Plaza y Janes Editores, 1965. Baudrillard, Jean. El crimen perfecto. Barcelona: Editorial Anagrama, 1996. Borges, Jorge Luis. "La fiesta de los espejos". Obras completas. Buenos Aires: Emecé Editores, 1974. Carpentier, Alejo. Guerra del tiempo. Barcelona: Barral Editores, 1970. Harris, Marvin./e/ei-, cabecillas, abusones. Madrid: Alianza Editorial, 1995. Hauser, Arnold. Historia social de la literatura y del arte. Barcelona: Editorial Labor, 1978. Verne, Julio. Cristóbal Colón. Historia de los grandes viajes. México: Edición Bustamante, 1929. 37 E L M E S T I Z A J E E N LA T R A N S I C I Ó N DE COLONIA A REPÚBLICA Guiomar Dueñas Los mestizos eran una anomalía en la historia colonial de H i s panoamérica. Junto a la población negra, fueron el grupo racial con la peor imagen en el variopinto contexto colonial, con el agravante de que, a diferencia de los esclavos y de los indígenas, no tenían un espacio legítimo ni en el ordenamiento territorial, ni en la legislación española, ni en la economía, ni en la estructura social. Su ausencia en el orden jurídico y su invisibilidad intencional en censos y documentos reales contrastan con su vigorosa capacidad de multiplicación y de presencia a lo largo de los siglos coloniales. Al final de la Colonia, este grupo invisibilizado, y maltratado por tres siglos, fue clave en el proceso independentista y en el nacimiento de la nueva república. E n este artículo exploro el origen de los mestizos, los mecanismos empleados por ellos para pelearse u n lugar en el espacio social y económico, en contra del mismo Estado colonial, y sus triunfos pírricos en el nuevo ordenamiento republicano. El origen dañado del mestizo El mestizaje inicial, el fruto de la seducción o la violación de las mujeres indígenas por parte del conquistador, fue rechazado como indeseable por las comunidades indígenas al igual que por la Iglesia y el Estado español. 39 GUIOMAR DUEÑAS Para las primeras, significó la destrucción del tejido de la vida social, el deterioro de la vida económica y del orden cultural y la ruptura de las normas de parentesco y familia. E n este proceso las mujeres probaron ser las más vulnerables. La transformación de las indígenas en prostitutas fue uno de los subproductos de la imposición de las tradiciones de género occidentales sobre la sociedad americana. Como amargamente lo señala Felipe Guarnan Poma de Ayala, las indígenas fueron, en su orden, engañadas, seducidas, usadas y rebajadas por hombres de autoridad. La tragedia, no obstante, reside en el hecho de que esas mujeres cayeron en la trampa insalvable de convertirse en parias y forasteras en sus propias comunidades. El mestizaje, de acuerdo con el cronista amerindio, amenazó la habilidad de supervivencia de la sociedad indígena, ya que éste estuvo ligado al abandono de pueblos y a la alarmante disminución de la población americana 1 . Poma de Ayala tenía razón. E n las sociedades indígenas, la posición social estaba estrechamente ligada a la pertenencia al grupo. Un indio o una india reclamaban su posición en la sociedad y su participación en los bienes en virtud de su lugar en esa red de relaciones de parentesco desde la unidad familiar. El grupo de parentesco era base del intercambio y fuente de trabajo. Los lazos de parentesco, que articulaban derechos y responsabilidades recíprocas, aseguraban el acceso a la tierra y la ayuda para cooperar en la siembra y la cosecha, la construcción de vivienda y las labores cotidianas de supervivencia. Salir de esa red intrincada de reciprocidades suponía la muerte del indígena. 1 40 Irene Silverblatt, Moon, Sun, and Witches. Gender Ideologies and Class in Inca and Colonial Perú (New Jersey: Princeton University Press, 1987), pp. 146-148. E l mestizaje en la transición de Colonia a República El mestizo frente a la Iglesia y al Estado colonial Para la Corona y la Iglesia, los mestizos no tenían u n lugar preasignado en el organigrama colonial. La Iglesia, por su origen dañado (ilegitimidad), los estigmatizaba. Se fustigaba al español incontinente y a la indígena sin principios. El agustino fray Juan Vásquez ilustra así la posición de las órdenes religiosas, respecto a la conducta de los españoles: [...] no cuidando de los partos de su delito, quedan [los mestizos] sólo al cuidado de las madres y como éstas son como ignorantes, indias, incapaces de dar a los indios la doctrina que necesitan para crecer en el temor de Dios, suelen salir de depravadas costumbres2. El Estado no previo su surgimiento; para ambos, las mezclas eran una calamidad. Decía Solórzano, jurista del siglo XVII: [...] lo más ordinario, nacen de adulterio o de otros ilícitos y punibles ayuntamientos, porque pocos españoles de honra hay que casen con indias o negras. Son infames. Por lo menos infamia factt i . E l no-lugar del mestizo Su exclusión del orden normativo los redujo a la marginalidad en el campo laboral y social. A diferencia de los indígenas, y de Eduardo Cárdenas, S. J., "Los mestizos hispanoamericanos como destinatarios del Evangelio" (Ciudad del Vaticano: Simposio Internacional, mayo de 1992), p. 387. 3 Juan de Solórzano, Política indiana, libro 2, capítulo 30, números 18 y 19. 41 GUIOMAR DUEÑAS la población blanca, no pueden acceder a la tierra en calidad de propietarios. Se les impide la tenencia de encomiendas, asumir oficios reales públicos, detentar cargos como alcaldes mayores, corregidores y caciques. Su posibilidad de supervivencia en las zonas rurales los empuja masivamente a las ciudades, constituyéndose en los estratos más deprimidos. Allí, su localización en nichos económicos no sería fácil. E n las ciudades, los artesanos se organizaban en corporaciones y cofradías que garantizaban sus derechos y privilegios. Tales organizaciones permitían, al menos en los primeros años, la participación de indígenas. N o ocurrió lo mismo con las castas. A los mestizos usualmente se les impedía el acceso a la actividad artesanal urbana organizada. Era casi imposible acceder al cargo de maestro artesanal, lo cual borraba cualquier posibilidad a las castas de participar activamente en la vida política de las corporaciones de oficios. El monopolio en la dirección de las cofradías lo detentaban españoles, la mayoría de ellos pobres. Para mantener este liderazgo, era preciso segregar a la población mestiza de su participación en las artesanías; esto les garantizaba un mayor estatus y una participación activa en la vida de la ciudad. Los mestizos y la vagancia 42 La sistemática exclusión del mestizo de nichos económicos que garantizaran su supervivencia contrasta con el enjuiciamiento severo de las autoridades coloniales por su falta de diligencia y de amor al trabajo. Al mestizo se le acusa en forma reiterada de ser vago, no pertenecer a las cofradías y carecer de propiedades. La vagancia del mestizo no es vista como el resultado de las múltiples barreras interpuestas por el gobierno español para impedir su enganche laboral. La vagancia es sinónimo de pereza, de E l mestizaje en la transición de Colonia a República indolencia. E n un informe de la Audiencia de Quito, en 1573, se los describe así: Comúnmente de buen talle, aunque algo se diferencian de los españoles. Comúnmente son mentirosos, chismosos, noveleros, glotones; aunque hay otros virtuosos, toda su ocupación es el ocio4. La tan manida ociosidad del mestizo es vista además como algo peligroso por sus efectos deletéreos sobre la población indígena. La incursión de mestizos en los pueblos de indios es interpretada como u n problema de orden público que debe atender la Corona con urgencia. Los vagabundos no solamente pecaban por no desempeñar una función social apropiada en la sociedad, sino por dislocar la sociedad indígena. "Los mestizos maltratan a los indios y les enseñan malas costumbres, su pereza y vagamundería, además de otros vicios y errores", decía un funcionario al servicio real, en el siglo XVIII. Pero lo más importante era que no estaban bajo un firme control español; mientras permanecieran fuera del alcance de las autoridades, no había u n mecanismo que controlara su conducta antisocial. Los impuestos constituían una forma de dominarlos, pero los mestizos no pagaban el tributo real y no se hallaban sujetos al trabajo mitayo; en parte por ello quedaban libres del acoso y seguimiento de los recaudadores imperiales. Los mestizos, como ningún otro grupo racial, tuvieron el poder de movilizarse libremente por el territorio virreinal. E n ello consistía su fuerza: podían escapar sin dejar rastro alguno. N o 4 Cita de Eduardo Cárdenas, p. 368. 43 GUIOMAR DUEÑAS aparecen en padrones ni en listados tributarios; no se les sigue la huella para que respondan a u n Estado confiscatorio. Así, no resulta gratuito el afán imperial por proteger a los indios, por garantizar que éstos se casaran como era debido y tuvieran una abundante prole. Todo esto aseguraba que las arcas reales permanecieran llenas. Es por ello que el inefable Juan de Solórzano aconsejaba a la Corona implantar controles efectivos: Para que hombres de tales mezclas y viciosos por la mayor parte no ocasionen daños y alteraciones en el Reino, cosa que siempre se puede recelar de estos semejantes, y sobre los pecados a que los llama su mal nacimiento, añadir otros que provienen de la ociosidad, mala enseñanza y educación, conviene obligarlos a pagar tributo y llevarlos también a ellos al trabajo en las minas 5 . La república de blancos... ahora tiene mestizos El aumento de las castas y su temible desorden llevó a la Corona a tomar medidas tendientes a sujetarlas de alguna manera. Eso se hizo reforzando el concepto de separación de las dos repúblicas. La república de indios se segregó completamente de cualquier otro segmento étnico y se prohibió de un modo terminante que a ella se incorporaran blancos, mulatos o mestizos, todos ellos, según la autoridad colonial, elementos perniciosos y dañinos para los crédulos y vulnerables indígenas. Se buscaba liberar al indio de la mala influencia del mestizo y del blanco pobre. A la república de blancos se incorporó el 44 ^ Colorado, p. 27. E l mestizaje en la transición de Colonia a República temido contingente de castas. Cabría pensar que con la nueva visibilidad física del mestizo en los centros urbanos se produciría una incorporación efectiva en el ordenamiento colonial y un reconocimiento en el campo jurídico. Por desgracia no fue así. La cercanía habitacional de mezclas, criollos y españoles produjo el refinamiento de categorías de separación racial y étnica en el medio urbano. Al dualismo inicial de ambas repúblicas se añadió uno nuevo, que tomaba lugar dentro de la república de blancos. Surgió entonces una nueva forma binaria de categoría racial, ya no entre indios y blancos, sino entre castas y blancos. E n teoría, el principio racial dividía a ia sociedad colonial urbana en dos grupos: Blanco / Casta. Cristiano viejo / Cristiano nuevo. Legítimo / Ilegítimo. Pureza de sangre / Manchado de tierra. Honorable / Infame. Observador de la ley / Criminal. Rico / Pobre. Noble / Plebeyo. Trabajo intelectual / Trabajo manual 6 . Hay que subrayar, no obstante, el carácter teórico de esta clasificación, que hace relación al mestizo típico, el ilegítimo, el que ha sido socializado por madre indígena. Las primeras generaciones de mestizos fueron integradas rápidamente al hogar de los padres españoles, en donde se socializaron dentro de 6 R. Douglas Cope, The Limits of Racial Domination. Plebeian Society in Colonial México City, 1660-1720 (Wisconsin: University of Wisconsin Press, 1994), p. 19. 45 GUIOMAR DUEÑAS la cultura hispánica, pues la calidad de bastardo se desteñía por el reconocimiento paterno y la lejanía definitiva de la cultura indígena de la madre. E n esta categoría se hallaban los mestizos fruto de matrimonios consagrados por la Iglesia, los cuales ocuparon un lugar estratégico en la sociedad de los inicios de la Colonia, ya que fueron mediadores entre los españoles y los indígenas, además de facilitar la comunicación y propiciar la cristianización de pueblos indígenas. Sin embargo, las uniones consagradas no abundaron en el Nuevo Reino de Granada. La legislación no prohibía el matrimonio interracial, pero tampoco lo estimulaba, salvo para remediar uniones de concubinato. La atracción sexual entre personas de distintas razas dio lugar a encuentros que resultaron fugaces, cuando no permanentes, pero la distancia social entre ellas fue u n obstáculo insalvable para la realización de matrimonios. En realidad, si bien se puede hablar de un grupo privilegiado de mestizos, éstos fueron una minoría dentro del conjunto de relaciones interraciales coloniales. E l blanqueamiento, una vía de ascenso social 46 N o obstante la intención separatista de las autoridades virreinales, la integración de las castas a la cultura y la vida económica de cuño hispánico fue un proceso que se aceleró a finales del período colonial. Con la merma de la población indígena, las castas la sustituyeron como mano de obra. El siglo XVIII presenció la integración lenta pero sostenida de las castas en la vida económica de las ciudades y su ingreso en las actividades comerciales de los blancos. Las barreras legales eran fácilmente salvables por los mestizos que penetraban el m u n d o de las artesanías controladas por blancos pobres. Las calles de las ciudades se llenaron El mestizaje en la transición de Colonia a República de vendedores ambulantes que expendían alimentos y bebidas a los parroquianos. Las chicherías, los negocios más florecientes a finales de la Colonia, estaban en manos de mestizas. Los oficiales españoles que seguían embebidos en los viejos estereotipos raciales tuvieron que acomodarse a las nuevas realidades económicas y permitir el acceso de los distintos grupos de mezcla a las cofradías de artesanos, las actividades comerciales urbanas y las ventas en las plazas de mercado, controladas por placeras de origen mestizo. Una vez que las castas se localizaron en la economía colonial, los controles sociales probaron no tener sentido, las castas habían logrado legitimarse en el m u n d o social y económico. Las estructuras abiertas que habían facilitado la espontaneidad en las relaciones sociales interraciales probaron su eficacia para el ascenso social de los mestizos en el medio urbano. Las ciudades coloniales tenían a un buen número de españoles pobres que en su estilo de vida, sus creencias, sus formas de diversión, sus expectativas y sus frustraciones en nada se distinguían de los mestizos. Su encuentro amoroso fue inmediato y el camino del blanqueamiento quedó establecido. La convivencia y la cotidianidad con los sectores blancos pobres llevaba paulatinamente al blanqueamiento de los mestizos y a la integración de un conglomerado social que compartía hábitos, ingresos y maneras de sociabilidad que los diferenciaban de la élite burocrática y política. Los mestizos y la Independencia El gradual proceso de hispanización de los mestizos y de las otras castas a través del blanqueamiento, de su penetración en las actividades económicas reservadas a blancos, del ascenso en 47 GUIOMAR DUEÑAS su estatus social y cultural, se constituyó en fuente de preocupación y ansiedad política para los sectores de poder colonial. Como acertadamente lo señala el historiador Claudio Esteva Fabregat, las élites buscaron desde siempre impedir el ascenso de etnias americanas, por lo que esto significaba en términos de pérdida de poder real de los grupos peninsulares: En el fondo de las regulaciones destinadas a controlar las relaciones interraciales durante la época virreinal estuvo siempre el temor de que las ideas y las instituciones puras de la Corona acabaran contagiándose de los principios de desorganización moral que acompañaban el desorden en las uniones sexuales y a la ilegitimidad de muchos de los productos de mezcla, no tanto porque se tratara de mestizos, mulatos o zambos, sino porque el desarrollo del volumen demográfico de éstos y su estatus social marginal, se convertía en un problema para la integración estable del sistema político español 7 . E n efecto, a finales de la Colonia, las castas representaban el conglomerado de mayor densidad poblacional: acorralaban literalmente en número a los criollos y peninsulares, se desparramaban hacia los poblados de indios, cuyo número se había reducido, y presionaron hacia arriba con mayor fuerza y sin el obstáculo insalvable del color por efectos del blanqueamiento. Ahora, en verdad, eran un problema político. Iberoamérica, en vísperas de la Independencia, era u n caldero étnico hirviente, en busca del principio de americanidad. 48 Claudio Esteva Fabregat, El mestizaje en Iberoamérica, p. 50. El mestizaje en la transición de Colonia a República Las sublevaciones y las revueltas de las poblaciones indígenas, mestizas y mulatas eran el pan de cada día: en Perú, el mestizo T ú p a c Amaru asume la bandera de los indígenas; en Socorro, el movimiento convoca a los sectores plebeyos (integrados por blancos pobres y segmentos de varias etnias), pero se extiende a los poblados indígenas circunvecinos; en Ecuador, durante el siglo XVIII, se suceden sin parar revueltas de indígenas y mestizos; en Venezuela, como antesala a las guerras independentistas, el movimiento de los pardos es radical y político. Los frutos de esa etapa de insurrección de indígenas, de mulatos y de mestizos fueron capitalizados por las élites criollas en el período independentista. E n algunas partes de Iberoamérica, la propuesta de los grupos blancos era francamente antirrevolucionaria. E n México, las banderas indigenistas ondeadas por el mestizo padre Hidalgo fueron morigeradas con adhesiones indebidas a la Corona española, y lo mismo pasó en Caracas y en Cartagena. E n todos aquellos lugares en donde la población de castas representaba una amenaza para el poder de los blancos, se optó por una separación política de la madre España. E n lo demás, todo continuó tal cual. Las ciudades, las haciendas, los grupos étnicos, las regiones, retuvieron sus características coloniales. Si hubo cambios, éstos ocurrieron dentro de los cauces ya conocidos. La historiografía tradicional rescata la participación de las castas en los ejércitos independentistas. Se dice que la composición de éstos reflejaba la composición general de la población. La oficialidad estaba integrada por los prominentes locales; los humildes —blancos pobres, mestizos, negros mulatos o indígen a s - constituían la soldadesca. Ellos presionaron en el período independentista por mejorar su posición en las economías urbana y rural. Al fin y al cabo, se lo habían ganado en la guerra. 49 GUIOMAR DUEÑAS D e una forma extraordinaria, la actitud de las élites criollas resultó ambivalente a la hora de encarar las consecuencias sociorraciales del movimiento que habían emprendido. Por u n lado, estaban sus temores y el deseo de conservar su privilegiada posición; por el otro, las ideas de igualdad de la Revolución Francesa que habían inspirado sus deseos de autonomía política. La aplicación de los principios sobre los que se hizo la Revolución tuvo escaso cumplimiento. Las castas no poseían las condiciones para participar activamente en los nuevos gobiernos. La ambivalencia de los criollos se ilustra bien en el pensamiento de Bolívar: si en la Carta de Jamaica se muestra defensor de la necesidad de proporcionar igualdad civil a todos los "físicamente desiguales", achaca al origen mezclado la incapacidad de autogobierno de las nuevas repúblicas, como se aprecia en el mensaje dirigido al general Santander en relación con la subordinación del general Páez. Dice así el Libertador: Estamos lejos de los tiempos maravillosos de Atenas y Roma y no debemos compararnos de ningún modo con nada europeo. Los orígenes de nuestra existencia son impuros. Todo lo que nos ha precedido está envuelto en la cloaca negra del crimen. Somos los abominables hijos de aquellas bestias salvajes que vinieron a América a derramar su sangre y a engendrar con sus víctimas antes de sacrificarlas. Más tarde, los frutos de esas uniones se mezclaron con esclavos desarraigados del África. Con tal mezcla física y tales elementos morales, ¿podemos colocar las leyes sobre los héroes y los principios sobre los hombres?8. 8 5o Magnus Morner, Race Mixture in the History of Latin America (Montreal: Little Brown and Co., 1967), pp. 87-88. El mestizaje en la transición de Colonia a República Las nuevas repúblicas debieron abolir las denominaciones raciales instauradas en la Colonia. Así, en alguna parroquia de México apareció en 1822 el siguiente aviso: Por orden del gobierno superior se hizo una proclama pública el día 14 del mes de enero, ordenando que las calidades de españoles, indios, mulatos, etc. no se vuelvan a especificar en los libros parroquiales, sino que cada cual reciba la calidad de americano. Esta orden se acatará de ahora en adelante9. La sociedad de castas fue abolida. Pero la estratificación en clases preservó la distancia tradicional entre los grupos étnicos, sólo que, en un nivel individual, la movilidad social, hacia arriba o hacia abajo, ahora como antes, afectaba a personas de color diferente 10 . Los prejuicios sociorraciales no desaparecieron; sus expresiones, no obstante, se recubrieron con el velo de la hipocresía. 9 Ibid. p. 86. Ibid. p. 90. 10 5i LÓGICA MESTIZA Pío Eduardo Sanmiguel A. N o podría empezar a hablar sin agradecer a quien no solamente lanzó la idea de hablar sobre el mestizo, sino que además (lo hemos visto trabajar) ha puesto todo su empeño para realizarla hasta el día de hoy, hasta tenernos aquí reunidos; él, Mario Figueroa, fue también responsable del nombre de estas jornadas, el que realmente llama, el que congrega. Para empezar, deseo llamar la atención de cada u n o de ustedes nuevamente sobre ese "¿Mestizo yo?", en forma interrogativa, por supuesto. Digo nuevamente, ya que puedo suponer que si ustedes están aquí es porque ya se detuvieron en ese título. Y voy a permitirme especular sobre lo que congrega, fundamentado en los comentarios que me han llegado entre tanto y, claro está, también en mis propias impresiones al respecto. Digamos que se trata de una gran molestia experimentada por cada cual pero, al mismo tiempo, de una extrema precisión en la formulación de lo que podemos llamar el estado actual de nuestra pregunta. Para precisarlo: hay algo ominoso en esta convocatoria. Yo creo que ciertamente la precisión con la que se formulan las preguntas es la que indica el camino de su eventual resolución o al menos el de la posibilidad de hallar algunas respuestas, aunque tales respuestas entrañen nuevas preguntas, capaces de relanzar la pregunta inicial en órdenes nuevos de elaboración. Y justamente, me parece que el filo cortante de nuestra presencia 53 P Í O E D U A R D O S A N M I G U E L A. hoy a q u í obedece indudablemente al carácter ominoso de la formulación de la pregunta. Se tratará entonces de intentar una respuesta o varias, pero al menos una que mantenga lo afilado, lo muy preciso que hallo en este esfuerzo por formular el problema. Paso a subrayar entonces, no una impresión mía, sino algo que escuché con nitidez en dos ocasiones y primero, hay que decirlo, en boca del mismo Mario. Ustedes dirán que se trata de una deformación profesional, y acaso tengan razón. Voy a deletrear esto que escuché: "¿e-s-t-i-z-o-y-o?", "¿es-ti-so-yo?", "¿esti-soy-yo?", hasta "¿éste soy yo?" y luego el "¿esto soy yo?" que se logra elidiendo, sofocando la eme inicial. Fue una agradable sorpresa porque, primero, de alguna manera constataba que la pregunta no podía quedar mejor formulada para ponernos a trabajar y, segundo, porque de alguna manera pensé que teníamos el público asegurado. Esto segundo no resulta nimio, en particular para nosotros, que nos arriesgamos en estas lides organizativas. Aquí ubico, entonces, la pregunta acerca de qué los convoca a ustedes, el auditorio, precisando que no por ello creo que lo que se diga aquí vaya a dejar satisfecho a alguien. Espero desarrollar esto más tarde. Por el momento propongo u n witz para ejemplificarlo, resultado de reintroducir ahora la eme antes sofocada, exagerando su tempo: "Mmmmm... ¿esti soy yo?". 54 Como digo, esto me permitió saber a quién me dirigía y desentenderme en adelante de si debía hablar en tal o cual nivel, con tal o cual lenguaje, etcétera, siempre y cuando n o olvidara esa pregunta. Justificada su presencia, ¿qué justifica la mía? Desde hace unos diez años ya, y por alguna razón, me intereso en fenómenos de la cotidianidad de índole muy diversa pero delimitable. Lógica mestiza En nuestro Grupo de Psicoanálisis formalizamos un proyecto que pretendía estudiar qué pasaba en el momento del encuentro entre un policía y u n ciudadano. La corrupción generalizada parecía ofrecer entonces (me refiero al momento en que un policía, el supuesto representante de la ley, se encuentra con un ciudadano infractor) una especie de pequeño laboratorio, siempre y cuando partiéramos de algo que nos parecía esencial considerar: ése no era u n problema aislado que necesitara un tratamiento especial o una explicación específica. Nos descubríamos llenos de observaciones, sobre la vida cotidiana y sobre el acaecer político y social, a las cuales no dejábamos de aplicarles una serie de categorías de pensamiento, sintiendo que disponíamos de una herramienta teórica invaluable, más en la medida en que sabíamos, y lo comentábamos de cuando en cuando, que el objeto de estudio no estaba sólo afuera, lo que hacía que las preguntas y también las respuestas nos atravesaran de lado a lado, sin más; quiero decir que también nosotros y los muy allegados entablábamos relaciones en las cuales era evidente que las mismas categorías, de ley y de goce, daban mucho de qué hablar; si bien se trataba de situaciones perfectamente anodinas y cotidianas, podría decirse, a la luz de otras muchas resultaban ciertamente equiparables en algún punto. Así veíamos sobrepasado ampliamente el estrecho límite del objeto primero. De este proyecto, cuyo destino fue u n tanto desventurado, quedó para mí un punto muy sólido: que para aproximarse a toda la psicopatología de nuestra vida cotidiana había que estudiar el lazo social o, mejor, abordar las cosas desde el punto de vista de la relación establecida entre los concurrentes, lo cual, entre otras, tenía la gran ventaja de cerrar de un solo portazo ese peligro que siempre ha existido de terminar patologizando individuos con las categorías de la psicopatología. 55 PIÓ EDUARDO SANMIGUEL A. Con esta herramienta pude volver sobre mis observaciones cotidianas y retomarlas justo en una formalización sobre el estado del lazo social, con u n a intuición adicional, que ya traía en elaboraciones anteriores: que había algo perverso en todo esto o que el rastro diferencial de esas situaciones parecía explicarse con algunos elementos de la teoría de las perversiones. Esto no me devolvía en absoluto al peligro de patologizar a los individuos, pero sí comportaba u n interrogante sobre la enfermedad del lazo social mismo. Ahora bien, con bastante rapidez me di cuenta de que, pese a ubicar mi reflexión sobre el lazo social, no por ello renunciaba a suponer u n sujeto en lo que sucedía. Fue ésta justamente mi pregunta a la señora MacCannell, una psicoanalista norteamericana que nos visitó para hablarnos sobre cómo veía ella el aumento de perversiones en lugares públicos de los Estados Unidos: "¿Y el sujeto?". Pero allí no había más que el que ella llamaba el petit pervers, el perversito, cuya arremetida hacia lo social llegaría hasta el punto de modificarlo. Me parecía a mí, en cambio, que se trataba, inversamente, de que lo público estaría marcado por u n rasgo de objetivación del lazo social que vendría a ser campo propicio para el perverso, hasta tal punto que ya no era necesario mantenerla en lo privado 1 . Esto me indicaba que había un sujeto en cuestión y que la cosa n o era sencillamente acéfala, es decir, que la respuesta no era simplemente: "Es el capitalismo". Resulta evidente que tal sujeto es supuesto, y yo lo ubicaba en esas relaciones sociales con que me encontraba y me encuentro cotidianamente. Y fue así que, después de extraer la lógica 56 ' J. F. MacCannell, "Perversión in Public Places", mecanoscrito, mayo de 1998. Lógica mestiza que gobernaba, por ejemplo, las ventas de objetos en los buses o la relación establecida entre u n taxista, su taxímetro, el espejo y su usuario, empezamos a historizar nuestros hallazgos, con elementos provenientes, entre otros momentos, de la Conquista y la Colonia, pues en ellos veíamos elementos claramente discernibles y relacionables con lo que descubríamos en el estudio del lazo social actual 2 . Y entonces llegamos a hablar del mestizo, digamos, por culpa de Guiomar Dueñas, en la medida en que justamente encontrábamos en ese personaje algo que no era sólo síntoma, sino que era u n sujeto, en el sentido psicoanalítico del término, es decir, u n movimiento que a pesar de y por efecto de la situación es capaz de llegar a plantearse como provisto de un deseo, tomando distancia, como puede, del discurso del Otro y de su ley. Éste es el elemento central que yo vislumbro cuando Guiomar Dueñas dice que el mestizo [...] es el avivato, el que no tiene leyes, que no tiene cómo participar pero que participa, que no puede casarse pero que produce mestizos todos los días, que no puede blanquearse porque está prohibido pero que se blanquea constantemente, que está al margen de la ley pero que le saca ventajas a la ley, que trampea, que contrabandea. Nuestra sociedad colonial es una sociedad de contrabandistas, ¿verdad? Porque no existen vías legales al comercio, los mestizos no comercian, les está prohibido participar en el comercio pero entonces se inventan el contrabando, y el contrabando fue una de las actividades más robustas, sistemáticas, permanentes, durante el R E. Sanmiguel, "Lazo social; ¿lazo perverso?", Post-Data. Boletín de la Asociación Lacaniana de Analistas de Bogotá, 3 (1998), pp. 3-15. 57 P I Ó E D U A R D O S A N M I G U E L A. período colonial, es decir, los mestizos vivían dinámicamente, en una forma muy activa, pero al margen de la ley, al margen del matrimonio, al margen de la legislación, etc.3. Fue así como quedó establecida la relación entre el estudio del lazo social, la lógica que yace bajo él y el mestizo. Imagino que eso justifica que haya sido invitado a hablar hoy, aunque, si se trata de formalizar el asunto de esa lógica, bien puedo prescindir enteramente, como se ve, de la referencia al mestizo. Pero no lo haré, porque creo que nos aporta precisiones que tal vez me permitan al menos dar un paso más. Como dije en otro lugar, no busco en algunos sucesos de la vida nacional la causa de lo actual. La referencia obligada a ellos tiene una importancia decisiva, pero n o hay q u e confundirla con la causa. La multicausalidad es una renuncia a buscar la suma de las causas. El psicoanálisis renuncia a la búsqueda de las causas e instaura en ese vacío otra causa: la causa eficiente. E n mi planteamiento, el lazo perverso como lazo social es la causa eficiente. Insisto en que ello n o les resta importancia a las referencias históricas, pues el sujeto que intentamos preservar no es ahistórico sino historizado; historizarlo, es decir, relatar los avatares de su urdimbre de lenguaje, las palabras con las que se inserta en el campo del Otro y en las que queda sujeto, no quiere decir confundirlo con esa historia misma. La referencia a la historia no implica su definición en términos de "el lloro de u n Eldorado perdido", menos la "búsqueda de u n origen último" ni "la añoranza de una lengua madre". 3 G. Dueñas, "Familia, mestizaje y formación de Estado", Post-Data. Boletín de la Asociación Lacaniana de Analistas de Bogotá, 3 (1998), pp. 17-25. Lógica mestiza Este último comentario tiene relación con lo que recientemente planteó uno de nosotros: "¡Ojo!, la referencia al mestizo es la vía por la cual el psicoanalista se extravía en los recovecos de las ciencias sociales hasta terminar abogando por una identidad para el sujeto y proponiendo una clínica de lo social, es decir, una forma de tratar el síntoma social mediante la recuperación de la identidad perdida o nunca asumida; esto no puede llevar sino a la renegación del concepto psicoanalítico, la segregación en nombre del ideal identificatorio y la asunción del discurso colonialista que se solaza en el reencuentro del buen salvaje". Éste es un argumento que comparto y que, como recordatorio, resulta importante. Pero como prohibición de hablar del mestizo (porque "mestizos somos todos", todos somos ilegítimos y todos hemos sido expulsados de la lengua madre, y el problema de la crisis de identidad no es exclusivo de los colombianos, sino que parece ser el síntoma de hoy, el postmoderno, ante lo cual sólo cabría hablar del sujeto psicoanalítico) me parece que acaba en una infatuación psicoanalítica, al menos sospechosa de querer guardarse para sí y sólo para sí la anhelada identidad o, mejor dicho, la pureza. Sucede qu el psicoanálisis y el psicoanalista pierden la pureza apenas abren la boca para hablar y, si a veces el anhelo puede ser justamente el de u n discurso sin palabras, surge un "¿cómo no hablar?" y ahí ya se colará todo el entramado de lenguaje en el que el sujeto se historiza. Los tres puntos contenidos en el párrafo anterior resultan igualmente importantes. Por eso mismo, sin embargo, el asunto de la identidad y del mestizo resulta tan central como el lugar que este concepto de identidad ocupa en el subtítulo, justo entre la diferencia y el inconsciente. A contracorriente, entonces, llamemos al mestizo al banquillo y preguntémosle qué tiene que decir acerca de la identidad, 59 PIÓ EDUARDO SANMIGUEL A. su propia identidad o su falta de identidad. Para responder esa pregunta, empezaré planteando qué entiendo por lógica mestiza o lógica perversa. Se trata de u n a lógica comandada por el imperativo de la producción de u n objeto de goce, dentro de un lazo social en el que aparentemente somos el partenaire de un vínculo que nos deja fuera del juego. Es una lógica discursiva caracterizada por el hondo estado de alienación en que el sujeto toma la palabra ante otro y por las nefastas consecuencias de su proceder, ias cuales parecen no tener otro efecto que devolvérsele, haciéndolo en apariencia (insisto en esta "en apariencia", pues a fin de cuentas ¡vaya uno a saber!) más miserable. Tal imperativo es inevitable y es un camino que no se evita ni se procura evitar en el lazo perverso. N o obstante, ese objeto tiene una particularidad aquí: el de producirse al margen de la ley y extraerse a costa de la vida, de la existencia del otro; el de producirse en u n excedente inimaginable no absorbible por las redes del intercambio; el de desaparecer tan pronto llega; el de hacer, como decía Gabriel García Márquez, "de u n bandolero un rey, de u n prófugo u n almirante, de una prostituta una gobernadora... y también todo lo contrario". Así él definía "el tamaño de nuestra realidad" 4 . El aumento en la producción de este objeto lleva a pensar, además, que ese objeto en este lazo no es algo ajeno, no es sólo ese objeto ahí, sino que es el sujeto mismo. Y éste resulta aniquilado, borrado, anonadado, queda reducido a parecer desechable, a ser objeto del goce del otro. Y el objeto es el sujeto, es el mestizo. 60 4 G. García Márquez, "Algo más sobre literatura y realidad", Notas de prensa (Santafe de Bogotá; Editorial Norma, 1995), pp. 154-157. Lógica mestiza Todo lo anterior resulta igualmente aplicable a lo que se llama discurso capitalista: imperativo de la producción de objetos y consumo y equivalencia entre el otro y el objeto, que abre las puertas a la explotación del hombre por el hombre. En tal sentido, no hay que hacerse ilusiones: el mestizo no inventa nada, no ha inventado u n nuevo lazo discursivo; solamente ha tomado el camino que le dicta el imperativo. Subrayemos cómo lo retoma: haciendo una comedia de él, una burla, una farsa. Y recordemos cómo lo hace: produciendo un objeto que jamás entrará en las redes del intercambio, es decir, del mercado. Por exceso o por defecto, la plusvalía producida no es asimilada por el sistema, a riesgo de hacerlo explotar. Y también aquí el objeto en sí se desvanece a favor de ese plus producido y también aquí el hombre pasa a ser otro, reducido de tal manera a objeto explotado que se ejerce sobre él una violencia ilimitada, la cual signa su desaparición. Surge entonces una parodia. ¿Por qué? Éste es el elemento diferencial, y no otro: porque los efectos de esta posición son justamente los de poner un tope al discurso del otro, que aquí he venido nombrando como capitalista. Esta teatralización tragicómica del discurso capitalista cobra un nuevo valor, que consiste en ofrecer alguna salida a una situación que de mantenerse —es decir, de quedar el sujeto asimilado, absorto, ahogado en el deseo de goce del O t r o - nos dejaría nuevamente ante la muerte del sujeto. Pero aquí, en este punto, me atrevo a hablar de sujeto, sin por ello apelar a sustancialidad alguna. Me atengo, en cambio, a algo que ya definí: el sujeto como pura distancia respecto del Otro. N o es gran cosa, y al mismo tiempo resulta fundamental; no digo que podamos apoyarnos sobre él para no sé qué pedagogía reeducativa, pero nos permite pasar del prestidigitador al alquimista, es decir, del 61 P I Ó E D U A R D O S A N M I G U E L A. que dedica su vida a hacer que el falo salte allí donde jamás lo hará, ¡porque definitivamente es imposible!, a pesar de su truco, al sujeto, es decir, a la diferencia per se. Hay que recordar, no obstante, hasta qué punto este sujeto sigue adherido a un objeto o a un producto que en otra ocasión llamé "oro u n año". Esto concierne a la manera como el sujeto se relaciona con estos objetos y con el hipermegaplus que produce, es decir: ¿cómo goza el mestizo? Solamente subrayaré al respecto que en último término es gracias a la pregunta por el lugar en donde se goza en el lazo social y el lazo perverso que se llega a mostrar de qué manera se organiza la relación tanto entre los semejantes en todo lazo social como particularmente en ese discurso del capitalismo que tiene como efecto la obliteración de todo sujeto que no sea el del consumo y el de la producción; además, justamente por esta vía de la producción de un goce propuesto por el otro es que éste, a quien nos hemos atrevido a llamar mestizo, logra u n espacio vacío, que es un espacio de nada. 62 Este espacio ¿significa simplemente que él es síntoma del discurso capitalista, en el sentido freudiano en que habría compromiso, para entregar algo de sí mismo para el goce del otro, con tal de salvar el pellejo? ¿En eso radica la toxicomanía, por ejemplo? O bien, a ese goce, en la medida en que justamente no puede ser asimilado por el otro (cachivaches que luego de ser vendidos demuestran pronto no servir para nada; dineros en tan enormes cantidades que se van tan pronto como llegan, que ninguna empresa logra lavar y que el sistema debe evitar porque no puede acogerlos sin explotar él mismo; drogas cuyo efecto sobre el cuerpo es tal que ningún cuerpo puede resistirlas; explotaciones que sólo pueden acabar en la muerte y en el asesinato), ¿no ha de dársele un estatuto distinto por el simple Lógica mestiza hecho de ser producido para no ser asimilado por el otro? Y si no logra ser asimilado, ¿podemos seguir hablando de síntoma como compromiso? Regresemos al asunto de la identidad. Plantearse la pregunta: "¿Mestizo yo?" no equivale a decir "yo no soy mestizo", lo cual, en lenguaje freudiano, sí equivaldría a decir "yo soy mestizo". "¿Mestizo yo?" es una fórmula absolutamente novedosa que, si no es negación, sólo forzadamente llega a ser una desmentida. "¿Mestizo yo?" es ante todo una interrogación de una identidad o de toda identidad, porque el mestizo no soporta identidad alguna, menos aún la de llamarse mestizo. Por eso, antes que afirmar que el mestizo no existe por ser éste el nombre que otro le dio, habría que decir que tal vez esa misma falta es la que lo hace ex-sistir (escrito así) con tal de no ser idéntico ni a sí mismo ni a su semejante. Examinemos ahora de nuevo aquel "¿éste soy yo?". Buscar una identidad difiere de interrogar siempre la identidad para justamente no cargar con una. Q u e no es asunto de búsqueda de identidad lo que aqueja al mestizo puede mostrarse quitando el "yo" final que en cierta forma sobra porque es el yo tácito que permite decir simplemente: "¿éste soy?". Y como "éste" suena siempre ajeno, exterior, hasta pedante, si decimos "¿esto soy?", entonces la pregunta original se convierte en interrogación de u n "esto", de u n "eso" de goce, que relanza la pregunta por ese modo de goce. 63 T A R D E D E L VIERNES Luis Santos Velásquez Esta sesión comenzó con la ponencia de Tania Roelens en la que señala cómo se puede comprobar, en muy distintos niveles de la realidad social, que Colombia sufre "una falta de credibilidad en la palabra, tanto en su expresión pública como en la interlocución". El mestizo está en el centro de u n devenir histórico que construye u n orden simbólico fundado en la escisión entre u n o y otro propia de u n discurso postcolonial, y la generación de una cultura mestiza construida sobre el horror y la ilegitimidad. La ley de un padre, rey, dios lejano, no pudo promover el reconocimiento de los sujetos como semejantes ni la construcción de un pacto simbólico común, pero sí la proliferación de las palabras engañosas y las leyes que no se cumplen. La autora explora, en los decires tanto del habla cotidiana como de sus analizantes, las palabras que anulan al otro, que expresan la dificultad para reconocerlo en su alteridad. El otro como objeto, la escisión radical entre el uno y el otro, la enorme dificultad para establecer u n pacto simbólico común, son algunas de las características del mestizaje latinoamericano que Colombia representa de manera conspicua. Las palabras que la autora explora, al mismo tiempo que ocultan, muestran las contradicciones sobre las que está construida nuestra identidad. ¿Qué palabras podrían mediar en esa "infernal confrontación con el otro"? E n todo caso, no las de los lenguajes que uni- 65 LUIS S A N T O S V E L Á S Q U E Z fican con su llamado a u n padre único: el amor, la ternura, los derechos humanos o el dios del monoteísmo. A su vez, Genoveva Iriarte Esguerra, con una perspectiva sociolingüística, cuestiona la pertinencia del término mestizo e intenta demostrar, en u n recorrido histórico, cómo su uso por parte de intelectuales y políticos colombianos ha estado ligado a u n a ideología discriminatoria, en el sentido de q u e establece una marca sociolingüística de la diferencia racial. Siguiendo a Hymes, aboga por una nueva concepción epistemológica en la cual se privilegien los contextos de modo que, primero, los actores se muestren cultural y comunicativamente competentes no ya en el manejo de una o de otra cultura, sino en el uso adecuado de reglas de acuerdo con el contexto; segundo, se reconozcan competencias culturales diferenciales y, tercero, se relativice el valor de la norma lingüística cultural. Con esta perspectiva, lo mestizo pierde su acepción de categoría y pasa a designar únicamente el autorreconocimiento y la valoración efectiva en ciertos escenarios, al tiempo que explícita una organización de la diversidad. Frente a ese planteamiento surge una pregunta, similar a la que trabaja Mará Viveros Vigoya al final de su ponencia sobre la identidad negra: ¿no se pierde la especificidad de las contradicciones inherentes a la condición del mestizo si se invalida el uso académico del término? 66 A partir del cruce de dos componentes de la identidad - l a raza y el sexo—, Mará Viveros Vigoya intenta una lectura de las relaciones interétnicas que ella estudia en el caso particular de la autovaloración sexual del negro quibdoseño como superior al blanco. E n sus observaciones encuentra también que el negro puede, de una forma contradictoria, adoptar la mirada del blanco, quien considera este alarde de superioridad como una Tarde del viernes muestra de atraso y primitivismo. En el primer caso habría una forma de resistencia ante el dominio del blanco; en el segundo, se trata de u n intento de adaptación que finalmente atentaría contra la afirmación de la identidad necesaria para sustentar la legitimidad de las luchas por la igualdad, en u n país en que las desigualdades tanto económicas como culturales entre las razas son prominentes. Esta autora termina planteando la pertinencia del método deconstructivo para reelaborar las diferencias étnico-raciales, lo que, a su juicio, permite evitar dos extremos: por u n lado, la sedimentación y la congelación de las diferencias; por el otro, su abolición. Tal alternativa ofrece la posibilidad de desestabilizar las identidades fijas y proponer un ámbito étnico-racial de diferencias múltiples, no binarias, fluidas y cambiantes. Sin embargo, Mará Viveros considera que queda abierta la pregunta sobre la conveniencia de esta opción deconstructiva en nuestro país, teniendo en cuenta que el fortalecimiento de la identidad negra y su inclusión como elemento diferenciado en la identidad nacional son procesos muy recientes y aún no lo bastante consolidados. 67 AVATARES DE LA PALABRA Y BÚSQUEDA DE NUEVOS LENGUAJES Tania Roelens No exageres el culto de la verdad, no hay hombre que al cabo de un día no haya mentido con razón muchas veces. J. L. BORGES Hace poco un artículo de E l Espectador lamentaba el hecho de que, en Colombia, la exquisitez del buen gusto y la educación refinada de algunos tuviera que padecer la grosería y la barbarie de otros, y sugería que los gobernantes fueran más guerreros y no tanto filósofos o poetas. Hace u n año oí a u n apreciado comentarista empezar una conferencia sobre cultura y paz con esta frase: "Éste es u n país de mentiras y de mentirosos" 1 . Con una ironía desesperada que provocaba aplausos entusiastas, él fustigaba la falsedad de una cultura que resumió en una frase: "Todo es para mostrar o para publicar y no para cumplir". ¿Cómo entender esta reciente noticia sobre la paz: "Hoy se reanudaron los diálogos, pero la negociación queda suspendida"? ¿Cómo entender la ausencia del comandante de las Farc 1 Antonio Caballero, "Conferencia sobre Cultura y Paz para el Ministerio de Cultura", El Tiempo, I o de febrero de 1998. 69 TANIA ROELENS en la primera mesa, cuando optó por dirigirse al gobierno con una carta que fue calificada de ser la de u n analfabeta? ¿Cómo entender que les corresponde a los excluidos, a los desarraigados, a los marginados, proclamar verdades que no combinan con el discurso de la gente de bien: un Fernando Vallejo2, que desde su exilio pone en cuestión la omnipotente y bondadosa madre; una Rosario Tijeras 3 , que muestra el terror a la sexualidad; un Barba Jacob, que expresa su inconformidad con la moralidad; un Alfredo Molano, que desde tierras periféricas desconocidas presta su voz a quienes no son escuchados? Colombia se queja de la falta de credibilidad de la palabra, tanto en su expresión pública como en la interlocución privada: una palabra que no circula impide acumular saberes. E n el ensayo "Lo que le falta a Colombia" 4 , William Ospina analiza esta simulación de ser una nación blanca, católica y liberal, promovida por el poder económico y político, mientras que la vida de la gente demuestra lo contrario y al mismo tiempo que sus ideales y sus virtudes, su autenticidad, son calificadas de pobres. Pone en perspectiva la agresividad como falta de carácter y la crueldad como falta de imaginación, junto con el silencio heroico del pueblo en una lucha de todos contra todos. Y evoca al mestizo como un protagonista que se ignora y busca en el otro al culpable del desastre, como el ciego Edipo o como Hamlet en la eterna postergación de su acto: es u n protagonista que está en paso de ser sujeto, con la condición de reconocer que "cada colombiano es el otro". 2 3 JO Fernando Vallejo, El río del tiempo (Bogotá: Alfaguara, 1999). Jorge Franco, Rosario Tijeras (Bogotá: Plaza y Janes, 1999). William Ospina, "Lo que le falta a Colombia", Número, 7, septiembre de 1995. Avalares de la palabra y búsqueda de nuevos lenguajes E l orden simbólico y las leyes del lenguaje El papel de la palabra y la función del lenguaje —desde Freud, con el descubrimiento del inconsciente y de Iztallringcure, hasta Lacan, con su formalización del sujeto y de los discursos que hacen lazo social— resultan esenciales en la historia del psicoanálisis para entender o atender a los misterios del alma h u m a na y aliviar la dificultad de ser. Lo que nos interesa es permitir que el paciente descubra que detrás del otro está el gran Otro, instancia simbólica que distingue los sexos y las generaciones, las alianzas y las filiaciones, las leyes y los mitos. A partir de este tesoro de los significantes que lo representa, el sujeto habla o desea y se organiza su vida psíquica: en la intimidad de una sesión el sujeto intenta situarse pese a los tropiezos de su palabra, los cuales traducen la singular organización inconsciente de la relación con los objetos causa de su deseo, así como los efectos de una relación originaria con el lenguaje. E n el contexto de la transferencia es posible expresar el inconsciente que es transindividual, ese lazo que crea un mismo espacio de lenguaje para dos sujetos e introduce un pacto simbólico a partir de u n contrato sencillo de horario y de pago, de secreto y palabra soberana. Este lazo es una manifestación del amor que permite hallar referentes en el Otro, con relieves particulares para cada sujeto, y nos recuerda aquella conocida expresión de Arthur Rimbaud: "Yo es otro". Hay una particularidad en el orden simbólico que subraya la actualidad del lazo social y la organización subjetiva y que, según la percibo, está fundamentada en dos elementos: —La escisión entre uno y otro, propia del lazo social postcolonial que fundó la modernidad, la cual se presentó aquí de 71 TAÑÍA R O E L E N S una forma brutal durante la Conquista y se apoderó paulatinamente del m u n d o occidental. —El invento propio de la cultura mestiza. Las condiciones singulares de encuentro entre dos mundos en la conquista de América inauguraron la constitución de un m u n d o simbólico inédito, que debió tratar en primer término con el vértigo físico y mental del descubrimiento de hombres y de naturaleza sin palabras para nombrarlos. Es de primer interés descubrir, en Las auroras desangre^, cómo Juan de Castellanos dedicó toda su vida a esa tarea en sus inagotables Elegías 6 , llenas de la necesidad de detenerse en cada detalle para identificarlo y nombrarlo. Forman u n canto lleno de escrúpulos, de asombro y de curiosidad, en el contexto de u n pensamiento en crisis (la del poder de España y del catolicismo). Estas cualidades, propias del Renacimiento, habrán de quedar calladas en América por una censura que dejó tras la Conquista una sola versión de dos caras: la vergüenza del crimen y la glorificación del amo: su color, su fuerza, sus armas, su religión, su lengua, el poder de sus castas. Es perturbador constatar que el discurso actual en Colombia acarrea esa misma apología, mientras que el crimen no deja de presentarse, contribuyendo a negar los significantes ancestrales y los paradójicos inventos, tachados de fantasiosos, mentirosos o perversos, que desde entonces las tres etnias, con sus mestizajes, han creado para convivir. Es difícil establecer un pacto simbólico común, si el miedo, la codicia y el genocidio imperan sobre la posibilidad de oír al 5 72 6 William Ospina, IMS auroras de sangre (Bogotá: Editorial Norma, 1999). Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias, 1600. Avatares de la palabra y búsqueda de nuevos lenguajes otro; cuando se lo reconoce como semejante con la condición de robarle a sus mujeres, ilegitimar su descendencia, someter o eliminar sus dioses y aniquilar sus autoridades; cuando se crea una aculturación traumática, una discrepancia con u n otro sobre el cual hay que reafirmar siempre u n dominio violento para que no vuelva a ser u n amo y gozar de él para que él no goce de uno. Se inaugura entonces u n lazo social que no fluye y que la Independencia no resolvió 7 . El Otro, que el mestizo ha tenido que generar, resulta una creación continua sobre las escisiones inaugurales de una cultura en la cual primaron el horror y la ilegitimidad. Con la imposición de u n solo padre, rey o dios lejano, a esos hijos que no se reconocían como semejantes, se ha generado una moralidad de doble filo, simbolizada en el dicho según el cual quien peca y reza empata, una ambivalencia con la ley social, hecha de una letra intransigente y de transgresión sin culpa, de cohabitación de múltiples lealtades que llevan a la inflación del "leguleyismo", el manejo estoico de valores propios, el recurso a modelos ajenos que impongan autoridad. U n a singular pugnacidad se ha desarrollado entre las mujeres —que tienen a cargo conservar los dioses arrebatados y detentar el poder simbólico— y los hombres —motivados por la persecución metonímica y azarosa de los objetos de goce y de los fetiches brillantes, por el culto a En sus artículos "El complejo de Colón" y "La casa grande de Senzala", en D'un inconscient post colonial, s'il existe (París: Association Freudiennc Internationale, 1995), Charles Melman establece la hipótesis de un discurso postcolonial como una variante del discurso del amo: se trata de una barra vertical que viene a separar nítidamente el agente y el otro, más que en las restantes organizaciones sociales; es una escisión que atañe al sujeto en su organización inconsciente y obstaculiza la rotación de los discursos del lazo social. 73 TANIA ROELENS la belleza y la libertad, ingeniosos y heroicos en la conquista de la tierra con su sagrado secreto, a la vez que ambivalentes en la dependencia hacia el hogar o la madre y vacilantes entre el autoritarismo y el desprendimiento en la función paterna—. Esta divinización de la letra y de lo ajeno, esa ambivalencia y esas ilusiones, en un destino tan real de pérdida y de muerte sin sepultura, parecen corresponder en el lazo social a los híbridos que la cultura mestiza 8 inventó, del barroco al realismo mágico, con sus divinidades antiguas, sus quimeras y fábulas, pasando por el costumbrismo sentimental. Las cosmovisiones premodernas mezclan, en su etiqueta de inscripción en el pensamiento occidental, un hondo politeísmo con un barniz monoteísta y un blanqueamiento atravesado y melancólico. El mestizo es u n híbrido creador de simpatía entre elementos irreconciliables: lector de los astros, humilde con el sino divino y la fuerza de una naturaleza no domesticable, fascinado por los espantos, apasionado por los últimos descubrimientos científicos. Ariel y Calibán, jugando con Próspero, crean u n m u n d o de alquimias y metamorfosis y hacen de Macondo u n territorio universal que ha conquistado el planeta por elevar la voz q u e todos los mestizajes de estos tiempos anhelan. Los avalares de la palabra Cómo no se reflejaría en la palabra este original orden simbólico, en continuas estrategias, engendros e híbridos, para tratar, en interlocución con el otro, de resolver sus imposibles y contradictorias aporías. Tenemos en el telón de fondo lo que el psico- 74 8 Serge Gruzinski, La culture métisse (París: s. d., 1999). Avalares de la palabra y búsqueda de nuevos lenguajes análisis ha explorado en el orden de la enunciación y lo que ha revelado de los mecanismos inconscientes que operan en el lenguaje para defender el sujeto de una representación o bien de un significante reprimidos y procesar su retorno. La negación, la renegación y la forclusión 9 son diversas formas de mantener y a la vez apartar esta representación al desplazarla, disfrazarla opresentificarla de una manera paradójica. El olvido, la mentira y otros inventos cotidianos proceden en diferentes grados de estos mecanismos. Intentaré compartir algunas observaciones q u e se me ocurrieron al sorprenderme de algunos hechos de palabra y al oír y aprender el habla colombiana. U n santandereano me comentaba cómo en su región "la palabra dice lo que quiere decir" y cómo él sufre en Bogotá de "lo retorcida y burlona" que es, cosa que induce en él cierta vivencia persecutoria. U n a muchacha bogotana enunciaba de esta forma la dificultad de diálogo con un colega en el trabajo: "Es curioso cómo cada uno queda parado en su posición, hay uno y otro polo, y yo creo que no tengo la estructura mental para que sea de otra forma, o es él quien tiene la razón o soy yo"; otra decía acerca de su pareja: "Somos dos extranjeros"; otra, madre de familia, se quejaba del estorbo que causa en su cotidianidad esta pregunta recurrente desde la infancia: "¿Por qué ellos sí, y yo no?". Son ejemplos, entre otros, en que se puede percibir una alteración entre "tú y yo" que ha de aparecer en muchas ocasiones como "tú o yo" por una insistente combinación de temor a la intrusión y de excluyente alteridad. La lengua busca cómo 9 Respectivamente, Vemeinung (en alemán) o dénégation (en francés), Verleugnung (en alemán) o déni, démenti (en francés), Verwerfung (en alemán) o forclusión (en francés). 75 TANIA ROELENS superar el obstáculo de diferentes maneras, borrándolo con el silencio o con el desalojo del uno o del otro, desplazándolo y presentificándolo, creando quizá a su modo formas divinas, fantasiosas, monstruosas, grotescas o quiméricas en la palabra, que resulta abusivo calificar de mentiras. El silencio constituye u n recurso común: cuando suspende su palabra, la persona evita hacerla ofensiva; se calla su opinión porque no entra en el código del otro; se encierra en su propia legitimidad, su propio sistema de valores, su ética. El temor a la humillación, a ser devorado por el otro, el terror que paraliza, el secreto que genera vergüenza, propician el silencio y por ende la resignación y el repliegue sobre el drama individual que hay que esconder. Y es también u n recurso colectivo, como lo hemos visto en la historia en las manifestaciones silenciosas, las de Jorge Eliécer Gaitán y las de las mujeres, que buscan hacer contrapeso al ruido de las armas y a la bulla de discursos excluyentes. Son protestas frenta a consignas que despiertan ideales sacrificiales y no hacen sino enmascarar intereses privados. Si el silencio es una defensa, es también parte de la llamada reserva andina y entra a propiciar el disimulo declarado propio de la malicia indígena. 76 Podemos observarlo en situaciones de ira o de furor, como vivencia extrema de la anulación del sujeto por el otro, cuando, como dice el dicho, "ésta es para matarlo", y no se encuentran palabras para expresarse, sino escorias, estallidos de palabra, pedazos de cuerpo más bien, como golpes o proyectiles, y así son las invectivas, los insultos y groserías que reducen al otro a un indiscutible desecho. La palabra hecha cuerpo y el cuerpo como vehículo de palabra dicen mucho sobre las sin salidas en el lenguaje, unos de esos engendros sobre u n fondo de lenguaje castizo que en algunas oportunidades hemos visto manejar con un Avalares de la palabra y búsqueda de nuevos lenguajes propósito pedagógico, buscando u n símbolo y un soporte de su mensaje en el gesto paradójico o en el silencio de los mimos. La burla y el sarcasmo, las payasadas o las muecas de la palabra en la interlocución tienen mucho éxito, pero dejan al otro sin palabra, haciéndolo cómplice de su destitución en una connivencia de mutua descalificación. E n cambio, aunque vulgar, el chiste, que en la sorpresa y el doble sentido desencadena la risa, permite gozar del encuentro con pulsiones y elementos inconscientes en la complicidad con el otro. H a y operaciones q u e se pueden notar sencillamente en el uso discreto de pasivos que ponen entre paréntesis la responsabilidad del sujeto en unos de sus actos: "Se me quedó", "se me perdió...", y el objeto mismo resulta animado por la intención de perderse o quedarse: "Se me fue la paloma...". El acto de desalojar al otro, en la dificultad de reconocerlo como semejante, se puede vislumbrar todavía en la denominación corriente de ciertos grupos de ciudadanos como "salvajes", ayer, y "bárbaros" o "desechables", hoy, palabras que enraizan en una concepción de la alteridad que vacila entre su exclusión de la humanidad misma, como monstruo u objeto, y su exclusión de la cultura. La posición del otro como objeto ni siquiera es discutida cuando se usa tan serenamente la expresión "pesca milagrosa", con su toque de brillo cristiano. El mismo uso común del "tú y del yo" nos puede orientar hacia la dificultad en la reciprocidad estructural que suponen estos términos. La diversidad de los usos para señalar la segunda persona incita, de antemano, a u n esfuerzo de adaptación, en el cual se soporta q u e el "tú" pueda ser "vos", "usted" o "su merced", según las procedencias regionales o sociales, dando lugar a infinitos juegos y chistes que no dejan de interrogar sobre la existencia de códigos tácitos de la interlocución, mucho más 77 TANIA ROELENS complejos que la nítida distinción entre la familiaridad y el respeto manejada en Europa. Con el "usted", típico de América Latina, se introduce en la forma verbal una tercera persona que sustituye a la segunda, como garantizando el trato respetuoso con el paso por la tercera. Es más sensible aún en el uso de "su merced", que remite a cierto tipo de sometimiento social en la historia. El "usted" entre los novios podría borrar el riesgo de falta de respeto que entraña la intimidad. El "tú", recién aparecido en las familias "bien" de la ciudad, puede ser visto como introductor de cierta grosería moderna. Sería u n detalle irrelevante del folclor, si a veces no pusiera al descubierto también un sentido profundo para el sujeto en su contradictoria relación con los demás, si las vicisitudes del uso lingüístico no tradujeran las sin salidas en ciertas relaciones familiares, por razones sociales o afectivas: u n secreto o el repudio de u n linaje. 78 Ciertas formas de lenguaje apuntan efectivamente a hacer intervenir u n tercero que, manteniendo la distancia, positiva este vacío, desalojando la interlocución que queda, según un código complejo por fuera de una demostrativa palabra cuyo propósito no es convencer al otro, sino dejarlo callado. La más común es la sacralización de la palabra bien dicha, que es uno de los componentes de la urbanidad y que implica una actitud fetiche frente al discurso llamado a veces divino y apreciado por su brillo, el cual muestra cierta maestría en reproducir modelos que imponen autoridad, los dogmas de tipo religioso, académico o retórico, pero tiende a confundir el bien decir con una prenda de poder... al precio de descartar el valor de la elocuencia, la cual es apoyo para la argumentación cuando el estilo que hace al hombre deja pasar las vacilaciones, dudas y aproximaciones que permiten el diálogo. Avalares de la palabra y búsqueda de nuevos lenguajes La palabra, en este caso, tendría el valor de u n objeto escopleo y suscitaría la admiración antes que la escucha y la comprensión. Esta dimensión fascinante etimológicamente remite úfascinum, que en latín designaba al falo. Colocado del lado de quien tiene la palabra, no le hace lugar al otro, ni entra en resonancia con él, sino que lo paraliza. Sin duda, es una m a n e ra de contribuir a mantener el disfraz del amo como condición para la toma de palabra: ocultar tras la pureza del discurso los desbordamientos del sujeto. N o sobra reflexionar, en cuanto practicantes del lenguaje, acerca del culto que se rinde a la forma del discurso en u n país donde por tradición se habla el mejor castellano, con varios presidentes literatos, y en esta ciudad de la cual Bolívar decía que era una universidad —al mismo tiempo que Caracas era u n cuartel y Quito un convento—, nuestra Atenas latinoamericana cuya duplicidad reveló estegraffitto en una pared: "La tenaz latinoamericana, 2.600 metros de angustia sobre el nivel del mar". La palabra, en su vínculo singular con la mirada, no deja de remitirnos a la patología del mal de ojo y de la envidia y opera en ciertos usos insólitos del verbo ver: "A ver...", empieza a decir una persona que busca sus palabras cuando es solicitada para dar su opinión en condiciones incómodas, y "ver por alguien" sirve para decir "cuidar" o "responder por", lo cual incide en la dificultad de ciertos pacientes para seguir hablando cuando pasan del cara a cara al diván, como si, cuando se deja de ver al otro, el sujeto quedara sin asidero. Y eso puede darnos luces acerca de lo que encubren las solicitudes de "supervisión" como motivo de consulta, que pueden ser u n llamado a u n saber que ve sin tener que hablar. La búsqueda de nuevos lenguajes es una inquietud permanente de los que intentan encontrar en su manejo más armonía 79 TANIA ROELENS en medio de tanta pasión. N o nos puede resultar indiferente el panorama patético de los recursos de la palabra inaugurados por lo innominable, la extrema prevención hacia el otro, en medio de la cordialidad, y la escasez de los espacios para hablar de sí, cuando impera el dicho "al caído caerle" y cuando la fantasía pueda ser tachada de vergonzosa, intención real o crimen consumado. Podemos mediar la infernal confrontación imaginaria con el otro, esta pugna repetitiva de reconocimiento, de amor y de odio, de envidia y de resentimiento, introduciendo con paciencia los elementos del drama personal, u n trabajo de memoria, de acceso a los significantes censurados. El acto de relativizar el brillo mágico de los ideales y de los objetos, sin desconocer el deseo propio, pasa por u n recorrido a través del fantasma, el cual reúne al sujeto y al objeto, haciendo con su pincelada luminosa más amable al otro. Dar valor al mito, a la metáfora y a la metonimia en la palabra, al doble sentido, es contribuir a valorar el lenguaje y otorgar credibilidad del discurso, que cada vez más es sustituido por el carácter unívoco de las imágenes y la verdad indiscutible de las cifras. Por lo tanto, la tentación de recurrir a lenguajes que unifican, el amor, la ternura, la democracia, los derechos humanos..., no puede prescindir de la dimensión mítica de lo que opone y separa sin exponerse a repetir u n llamado desesperado a un padre único y real, a una igualdad en el oscurantismo, remitir a un saber totalizante que no hace sino multiplicar los pequeños amos. D e igual manera, tenemos que interrogarnos sobre el carácter central del goce fálico instituido por el monoteísmo, con el poder simbólico de un padre rival: el Otro que el mestizo se ha inventado es abarcador de diferencias, de metamorfosis y de alquimias, lo presentimos tanto en la literatura como en el arte, Avalares de la palabra y búsqueda de nuevos lenguajes y en el análisis personal de todo sujeto que, en busca de sentido para su vida, reconstruye y deconstruye el misterio de su origen en forma de aquella novela familiar que cualquier niño se inventa. Paciencia, don de sí, curiosidad, compromiso con la verdad de lo real y creación han de ser probablemente la vía del sujeto moderno para recoger las diferencias y la diversidad de las competencias, pasar de la pasión de tener al deseo de ser y reconocer en el otro su propia riqueza. U N A MIRADA D E S D E LA DIVERSIDAD A LA H I P Ó T E S I S D E L MESTIZAJE Genoveva Iriarte Esguerra La complejidad de los procesos de integración de las comunidades y las particularidades que responden a contextos pluriculturales requieren de una mirada desde la investigación que realce las diferencias y reconozca las distintas competencias culturales desde las cuales se construye una nueva identidad, basada en la organización de la diversidad. La forma pronominal del título de estas jornadas, ¿Mestizo yo?, es la marca de una pregunta que se hace el propio actor, a quien le ha caído la denominación de mestizo, y por cierto no el intérprete; pero casi con seguridad el actor le dirige la pregunta al intérprete. Con la voz del actor, cuestionemos entonces a ese intérprete: preguntémosle si no es la palabra mestizo una simple proyección de la relación objetiva que el mismo intérprete (sujeto de conocimiento) establece con el actor (objeto de estudio). Como dice Pierre Bourdieu, al cuestionar el discurso de los letrados: "lo previo a toda construcción objetiva es el control de la relación, a menudo inconsciente, oscura, con el objeto que se trata de construir"1. En nuestro caso, el intérprete ha intentado construir con la palabra un objeto de estudio, 1 P Bourdieu, "Lecture, lectcurs, lettres, littérature", Recherches sur la philosophie et le langage (Grenoble: Université des Sciences Sociales, Cahier du Groupe de Recherches sur la Philosophie et le Langage, 1981), pp. 5-16. 83 GENOVEVA IRIARTE ESGUERRA "el sujeto mestizo", pero no ha revelado, de modo explícito, las condiciones sociales de su relación con este objeto construido. Tampoco son evidentes las condiciones sociales de formación de cierto tipo de intérprete, culturalmente legitimado: el de la ciencia, el de la literatura. En torno a la particular utilización de la palabra mestizo por la tradición letrada (ciencia, literatura) y la consecuente "hipótesis del mestizaje", intentaré sustentar la necesidad de una nueva mirada desde la investigación social, que realce las diferencias, que reconozca la simultaneidad de distintas competencias culturales y que propicie la construcción de una identidad basada en la organización de la diversidad. Basada en los argumentos que propone una de las corrientes actuales de la sociolingüística, a saber, la etnografía del habla, para separarse del concepto de comunidad lingüística homogénea usado por la lingüística tradicional, pretendo mostrar la poca pertinencia que tiene la categoría de mestizo en la investigación social actual y, posiblemente, incluso su irrelevancia. Me apoyo en el trabajo de Bourdieu2 para identificar a los intérpretes, representantes de la tradición letrada. La tradición letrada que legitima el uso de la palabra mestizo se distingue por desconocer las prácticas operantes en la permanente transformación de sentido, producto de la transcripción y de la reinterpretación contextual. El intérprete, en especial el filólogo o el etnólogo en el caso de la ciencia, se sitúa fuera de lo que interpreta; capta la acción como un hecho que mantiene a distancia y que se presenta ante él como objeto finito, el cual aprehende con instrumentos de objetivación, como la misma palabra. 84 2 Ibid.,p.7. Una mirada desde la diversidad a la hipótesis del mestizaje Vale la pena agregar que el intérprete que impone su interpretación no es sólo aquel que tiene la última palabra en una discusión filológica o científica (posición tan válida como cualquiera). Muy a menudo es también aquel que tiene la última palabra en una lucha política: quien, apropiándose de la palabra, pone el sentido común de su lado. Hoy día, palabras como globalización, transnacionalización, pluriétnico y multicultural se encuentran en todos los discursos de los políticos, quienes le aseguran un sentido y, de esta manera, legitiman su particular manera de estructurar el m u n d o . Es así como el "estatuto y el poder de la palabra, la forma como nos escribimos en nuestra literatura" 3 se convierten en artefactos de poder (así como los esquemas, los diagramas, los cuadros estadísticos e incluso las genealogías y los sistemas de parentesco) que llevan fácilmente a la construcción de categorías vacías. E n los recientes estudios sobre "Lenguaje y poder colonial" -principalmente en África4, los cuales retoman los textos oficiales de los agentes coloniales, implícitamente entrenados para manejar las lenguas como instrumentos del poder hegemónico—, es significativo comprobar que la palabra mestizo casi no es utilizada por los intérpretes "locales" ni tampoco por los "letrados". Sin embargo, cuando aparece, se refiere fundamentalmente a cierto "cruce de raza o de casta" (acepción propia de la lengua inglesa: halfbreed, halfcaste). El aspecto cultural queda relegado a u n segundo plano. E n la colonización española, la Ver el programa de las Jornadas sobre Mestizaje en Colombia, realizadas los días 21 y 22 de mayo de 1999. 4 Véase, por ejemplo, J. Fabián, Language and Colonial Power. The Appropriation of Swahiliin the Former Belgian Congo, 1880-19ÍH (Berkeley: University of California Press, 1986). GENOVEVA IRIARTE ESGUERRA situación fue distinta, y esta tendencia la vislumbró Todorov 5 en el sincretismo religioso que marca la mirada del dominico Diego D u r a n a los rituales aztecas en el siglo XVI. Poco a poco, en el proceso de colonización española, el término mestizo va encontrando su lugar y adquiere la connotación cultural que no le asigna el diccionario, para ya no perderla. Los intérpretes del mestizaje (escribanos, religiosos, agentes coloniales locales y del Imperio) presencian la fusión no sólo de las razas, sino también de las costumbres y los valores culturales, pero no presencian la fusión de las lenguas. Es sintomático el escaso número de "pidgins" y "creóles" de base española en América. El más fuerte legado de la colonización de España fue, sin duda, su lengua; en ella se habla del mestizo, con ella el intérprete denomina al mestizo. El uso de esa denominación se convierte en una marca sociolingüística de las diferencias entre blanco, indígena y mestizo, no solamente desde el punto de vista de la identidad racial, sino también con respecto a la adscripción cultural del que la usa. Es así como esta particularidad se prolonga a lo largo de todos los años de colonización y aún se sostiene en nuestros días. E n su minucioso trabajo acerca de las dinámicas de las identidades raciales en Colombia 6 , Peter Wade documenta plenamente este recorrido para demostrar cómo reconocidos intérpretes del m u n d o de las letras con posiciones políticas influyentes (Marco Fidel Suárez, 1882; José María Samper, 1887) e incluso los gestores del pensamiento científico en Colombia, como los miem- 3 T. Todorov, "Duran, ou le métissagc des cultures", La conquete de VAmerique. La question de l'autre (París: De Minuit, 1982), pp. 212- 229. 6 E Wade, Blackness and Race Mixture. The Dynamics of Racial Identity in Colombia (Baltimore: John Hopkins University Press, 1993). Una mirada desde la diversidad a la hipótesis del mestizaje bros de la Comisión Corográfica (Agustín Codazzi y Santiago Pérez, 1850), utilizan la hipótesis del mestizaje con una fuerte connotación de blanqueamiento, afirmando que la búsqueda del progreso y la entrada del país a la modernidad estaban supeditadas a la superación del lastre de la mezcla racial. Connotados personajes como José Eusebio Caro, representativo pensador de finales del siglo XIX, tenían u n sueño significativamente utópico de u n futuro anglosajón 7 en el cual "terminara la diversidad de razas, porque la blanca absorberá y destruirá a la indígena, la negra, la amarilla, etc." 8 . Incluso para el siglo XX, Wade cita a personajes con tendencias claramente similares, como Laureano Gómez (1928), o con posiciones indecisas, como Luis López de Mesa (1934), quien evita hacer énfasis en la "contaminación" o en la "degeneración" porque llevaría a "una visión demasiado negativa de la nacionalidad colombiana y su futuro" 9 . Cabe suponer que este importante hombre de letras se sentía atraído por la filosofía nacionalista de entonces, basada en una ideología democrática general de "todos somos mestizos", en la cual radica la individualidad de la identidad latinoamericana. Ciertamente, su misma formación "liberal" no le permitía aliarse a otra variante del tema nacionalista, a saber, "la ideología discriminatoria que señala que algunos mestizos son más claros que otros, que se prefiere el más blanco al más negro o indígena y que se ve la consolidación de la nacionalidad en el proceso de blanqueamiento"1®. 7 Ibid., p. 45. Citado en Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento social colombiano en el siglo XIX (Santafé de Bogotá: Editorial Temis, 1964), p. 198. 9 Ibid, p. 48. i0 V. Wade, ibid., p. 42. 8 GENOVEVA IRIARTE ESGUERRA N o sólo la búsqueda de progreso y la entrada de nuestro país a la modernidad sesgaron el uso y el "abuso" de la hipótesis del mestizaje"11. En campos donde presuntamente realidades culturales como el reconocimiento de más de ochenta y tres lenguas indígenas en Colombia o la presencia de lenguas criollas como el palenquero de San Basilio no permitían dar falsas voces de alerta sobre el "degeneramiento" del español o la "hispanización" de las lenguas indígenas (como se hacía con respecto a la "raza blanca"), también se replicó la misma posición. Prueba de ello es la falta de interés por los estudios etnolingüísticos en nuestro país en la primera mitad del siglo, los cuales estuvieron prioritariamente en manos de las comunidades religiosas con estrictos fines evangelizadores (v. g. el Instituto Lingüístico de Verano). Asimismo, el avance en los estudios de "criollística" se debe en su mayoría a académicos extranjeros (con excepciones como Castillo Mathieu, 1982, y Patino Rosselli, 1983). En el esfuerzo de revelar las condiciones sociales de la relación que los intérpretes del momento establecen con su objeto de estudio, es preciso traer a cuento el marco epistemológico que sustentaba la tradición filológica de la época, así como los primeros intentos de enmarcar las investigaciones sobre el lenguaje en el contexto de las ciencias sociales. Me refiero tanto a la tradición de la lingüística histórica, que pasa del parentesco lingüístico a la unidad primitiva de la raza y a la consiguiente asimilación entre unidad lingüística y unidad racial 12 , como a las propuestas de Ferdinand de Saussure (1916) en Europa y de 1 ' Se deja de lado el enfoque sobre la validación del mestizaje por una gama de pensadores políticos de tendencia socialista, que cubre desde los años veinte y treinta hasta las posiciones asumidas por Carlos Pizarro Leongómez. 12 L. J. Calvct, Linguistique et Colonialisme (París: Payot, 1974), p. 35. Una mirada desde la diversidad a la hipótesis del mestizaje Edward Sapir (1921) en los Estados Unidos, las cuales, casi de manera simultánea, dan origen a la nueva ciencia de la lingüística. Tanto el estructuralismo como el relativismo lingüístico se convierten en la base de posteriores miradas sobre el lenguaje: de las formalistas (Hjelmslev, 1957) a las funcionalistas (Bloomfield, 1933; Jakobson, 1957, y Martinet, 1970) y las mentalistas (Sapir, 1933; Whorf, 1941), todas ellas sostenidas en la equivalencia unívoca entre el sistema lingüístico y el sistema social o cultural: "la lengua es un sistema social", "el lenguaje ya no es el reflejo de las estructuras sociales, culturales o síquicas, y se convierte en causa de ellas". Las posiciones de lingüistas contemporáneos, como N o a m Chomsky, tampoco logran traspasar el ámbito del sistema y la estructura. El racionalismo y el mentalismo chomskyanos abordan el lenguaje en su relación con el pensamiento y, para ello, interponen el concepto de "competencia lingüística" entre, por un lado, el sistema de reglas universales de la gramática y, por otro, ei conocimiento y las intuiciones de u n "hablante/oyente ideal", representante de una "comunidad lingüística", "homogénea" por supuesto. Para Chomsky, la competencia lingüística es el conocimiento subjetivo de un sistema de reglas universales de la gramática que, como facultad psicológica e innata 13 , permite generar u n número infinito de fragmentos lingüísticos. D e esta manera, Chomsky también mantiene la ilusión de una equivalencia entre el sistema de reglas gramaticales y la correspondiente "comunidad lingüística": la gramaticalidad o agramaticalidad de los fragmentos generados proviene del juicio del representante "ideal" de la comunidad lingüística. 13 N. Chomsky, Syntactic Structures (Tch Hague, 1957). 89 GENOVEVA IRIARTE ESGUERRA En todos los casos, tal asimilación del "sistema lingüístico" a las valoraciones idealizadas de la cultura, la sociedad o la comunidad, que ficticiamente lo legitiman, crea retóricamente la asignación de u n tipo de competencia lingüística para cada lengua y, por ende, induce a establecer la figura de compartimientos estancos integrados por cada una de las lenguas, con su respectivo "oyente/hablante ideal", competente en dicha lengua. E n teoría, el énfasis en el sistema impide aceptar que u n único individuo, en este caso "real", pueda ser competente en varias lenguas y que en él se presenten simultáneamente "competencias diferenciales" de acuerdo con los códigos y las situaciones de uso. E n definitiva, ese enfoque teórico no permite dar razón de los fenómenos de bilingüismo o plurilingüismo 1 4 . El énfasis de esta mirada "desde el sistema", no solamente al lenguaje sino, por efecto irradiador, a la sociedad y a la cultura, puede eventualmente explicar el afán de los intérpretes del mestizaje por establecer unas categorías culturales propiamente mestizas y, a partir de ellas, identificar a unos individuos que puedan ser descritos según esos criterios, sin perder de vista que el referente fundamental de dichas categorías es por necesidad otro compartimiento estanco ya establecido, a saber, el blanco con su lengua, y que el énfasis es obligatoriamente la homogeneidad de los comportamientos con base en el prototipo ideal. De esta forma, los intérpretes de las manifestaciones lingüísticas y de los comportamientos socioculturales se apresuran a expedir, como dice Bourdieu, "certificados de competencia o de 14 90 Una explicación más detallada de este planteamiento de la sociolingüística hymesiana se encuentra en G. triarte Esguerra, "Bilingüismo y sociolingüística", Bilingüismo, función cognoscitiva y educación. Seminario (Santafé de Bogotá: Fondo de Publicaciones del Gimnasio Moderno, 1997), pp. 68-79. Una mirada desde la diversidad a la hipótesis del mestizaje incompetencia" 13 lingüística, social y cultural de los actores o, en otros términos, a camuflar bajo el estatuto científico su ideología discriminatoria. Naturalmente, algunos investigadores han comenzado a zafarse del yugo impuesto por la hipótesis del mestizaje, la mirada del sistema que prevalece sobre la circunstancialidad del elemento. Es el caso de Armin Schwegler 16 , quien, en su afán por demostrar que la tipificación general del habla "congo" como "lengua mezclada y esencialmente erosionada" resulta esencialmente errónea, muestra que la "lengua" congo-cubana, al igual que la "lengua" criolla palenquera, la cual coexiste con el español dialectal (en su variante costeña), en un ambiente de codeswitching constante, [...] yuxtapone elementos africanos y españoles reflejando así un perfil lingüístico en que el constante y rapidísimo cambio de código intrasentencial (code switching y no code mixing) constituye uno de los aspectos más característicos del habla diaria17. Basado en esta comprobación, Schwegler llega fácilmente a afirmar que, lejos de ser un indicio ineludible de la progresiva degeneración y de la pronta extinción del código africano, "la alternancia de códigos en los textos rituales es u n indicador 15 P Bourdieu, ibid.,p. 137. A. Schwegler, "El vocabulario (ritual) bantú de Cuba. Parte 1. Acerca de la matriz africana de la 'lengua' congo en El monte y el vocabulario congo, de Lydia Cabrera", América Negra. Expedición humana a la zaga de la América oculta, 15 (Santafé de Bogotá: Pontificia Universaidad Javeriana, 1998), pp. 137-185. " Ibid, pp. 177-178, 16 91 GENOVEVA 1R1ARTE ESGUERRA sugerente de competencia (no de incompetencia) lingüística completa en ambas lenguas" 18 y que es, además, una prueba de que esta alternancia era una característica del "habla" en ciertas comunidades negrocubanas y posiblemente palenqueras. Actualmente, \a. hipótesis del mestizaje en ninguna de sus dos variantes nacionalistas puede sostenerse por sí sola. Ni siquiera la biología se arriesga a defender su estatuto científico. Cada día son más frecuentes las situaciones de culturas en contacto, a la vez que se acentúa la complejidad de los procesos de interacción entre comunidades y se hacen más específicas las exigencias que permiten responder a los contextos pluriculturales Todo lo anterior requiere de una mirada desde la investigación que realce las diferencias y reconozca las distintas —y posiblemente yuxtapuestas— competencias lingüísticas, sociales y culturales, desde las cuales se construye una nueva identidad basada en la organización de la diversidad. Con esta nueva mirada al estudio del habla "en contexto" 19 , es importante establecer la distinción entre, de un lado, los contextos simbólicamente construidos en que viven los individuos y, de otro, el conocimiento, las actitudes, las interpretaciones y las valoraciones que requieren para operar apropiadamente desde su sitio en la cultura. La primera alternativa responde a una concepción de "cultura" entendida como producto de un sistema de características estables y permanentes, como lo plantea 18 92 Ibid. Uno de los grandes impulsadores de esa nueva posición ha sido Dell Hymes, quien a la "competencia lingüística" de Chomsky contrapone el novedoso concepto de "competencia comunicativa", la cual permite dar razón de problemas de bilingüismo y biculturalidad. Ver D. Hymes, Foundations in Sociolinguistics. An Ethnographic Approach (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1974). Una mirada desde la diversidad a la hipótesis del mestizaje la tradición científica anteriormente esbozada. La segunda alternativa atañe a elementos dinámicos que ayudan a conformar la cultura. E n la segunda concepción, el actor, que puede identificarse como miembro "real" de u n grupo, no "adquiere cultura"; más bien, se socializa en u n conjunto de prácticas que le permiten crear, recrear y vivir dentro de la cultura. Así se plantea, en relación con la alternativa anterior, una ruptura epistemológica entendida a la manera de Gastón Bachelard, a saber, como u n apoyo necesario sobre el momento epistemológico que lo precede, para superarlo. Son tres los aportes fundamentales de esa nueva concepción epistemológica. E n primer lugar, de forma simultánea el actor es miembro de dos o más comunidades y es competente comunicativo o culturalmente, no en el manejo de una u otra cultura independiente, sino en el uso apropiado de reglas según los contextos. E n segundo lugar, en consecuencia de lo anterior, se reconoce la existencia de "competencias diferenciales" en u n solo actor; es decir, no todos los individuos desarrollan de igual manera aspectos de su competencia comunicativa o cultural. Por último, se relativiza el valor de la norma lingüística o cultural y la competencia no se rige por u n ideal predeterminado. E n este marco de referencia, lo mestizo pierde su acepción de categoría o se convierte en categoría "sin sentido". Se trata, más bien, de crear, compartir y valorar u n conjunto de reglas sociales y culturales que permitan a los individuos comportarse de manera adecuada en una pluralidad de contextos socioculturales distintos e identificar los cambios que cada u n o de esos contextos exige. D e esa manera, como intérprete culturalmente legitimado por la ciencia, y más particularmente por las actuales condiciones de posibilidad de las ciencias sociales, no puedo designar al mestizo como u n a construcción objetiva que 93 GENOVEVA IR1ARTE ESGUERRA sólo hace sentido dentro de mi propia competencia cultural. Debo, más bien, dar razón de las condiciones socioculturales de posibilidad de los escenarios que favorecen las competencias culturales diferenciales de los distintos actores sociales, de suerte que se haga explícita una organización de su diversidad. Si, como actor, "soy mestizo", debo poder autorreconocer, valorar y demostrar mi propia y efectiva participación en varios escenarios, con base en unas reglas de juego por otros compartidas. Los problemas de diferencia y de identidad que afloran en el cuestionamiento de la categoría de mestizo deben ser afrontados con la complejidad de los procesos de integración de las comunidades y la aprehensión de las particularidades que responden a contextos de multiculturalidad y pluriculturalidad. Esta temática requiere de una mirada desde la investigación en ciencias sociales q u e realce las diferencias y reconozca las distintas competencias lingüísticas y culturales gracias a las cuales se construye una nueva identidad basada en la organización de la diversidad. Y esa nueva posición se construye con una mirada crítica a lo social. 94 DIONISIOS NEGROS. S E X U A L I D A D , CORPORALIDAD Y O R D E N RACIAL E N C O L O M B I A Mará Viveros Vigoya Moreno soy, porque nací de la rumba y el sabor yo lo heredé del guaguancó. BOBBY VALENTÍN, "Moreno soy" Cuando fui invitada a participar en el coloquio "¿Mestizo yo?" pensé inicialmente que no tenía mayor cosa qué decir, teniendo en cuenta que nunca había realizado una reflexión académica sobre el mestizaje colombiano. Sin embargo, aposterion, me sentí contenta de haber estado en el coloquio por haber hecho visible lo negro como ingrediente presente en el desarrollo del mestizaje colombiano. Si aceptamos el término mestizaje como la palabra utilizada para designar la diversidad de procesos que implican confluencias y "mezclas" raciales, hay que comenzar por subrayar la ambigüedad y la arbitrariedad de su contenido. Como lo señalan varios autores (Kingman et al., 1999; Baud et al., 1996), el mestizaje nunca se ha reducido a u n proceso biológico de mezcla de razas; al contrario, ha respondido a un proceso de cambio cultural que tampoco ha supuesto necesariamente u n blanqueamiento de la población. Así, el mestizaje puede aludir a mezclas culturales que rompen las referencias bipolares ("lo blanco" y "lo indio", "lo blanco" y "lo negro"), así como a estrategias individuales o colectivas de resistencia en contra de 95 M A R Á V I V E R O S VIGOYA las categorías coloniales y postcoloniales de etnicidad y de raza, pero también al discurso oficial de las naciones latinoamericanas sobre su conformación como naciones. A continuación voy a presentar un análisis de los usos sociales que hacen los varones negros de los estereotipos existentes en Colombia sobre ellos como seres dionisíacos y de su relación con una particular forma de ubicarse en el orden racial colombiano 1 . El examen de los nexos entre las interpretaciones de los entrevistados del estereotipo construido sobre sus talentos sensuales y sexuales y sus comentarios sobre los modelos y las identidades raciales permite avanzar en la reflexión sobre el proceso de mestizaje en Colombia y sus vínculos con la desigualdad social, política y cultural. Introducción E n Colombia, así como en el resto de América Latina (Bastide, 1970; Wade, 1997; Muteba Rahier, 1998), la imagen oficial de la identidad nacional ha sido elaborada por las élites blancas y blanco-mestizas en torno de la noción de mestizaje, entendida como blanqueamiento, lo cual vuelve invisible la diversidad racial y étnica. E n este contexto, "lo negro" ha sido desconocido como una parte integral de la sociedad colombiana, en la cual las categorías raciales expresan una relación jerárquica en que lo "blanco" se encuentra en la cúspide de la escala y lo "negro" se halla en su base. 1 96 Una versión previa de este documento fue presentada en la sesión titulada "Is There a Latin American Sexuality ?", en el marco del XXI Congreso Internacional déla Asociación de Estudios Latinoamericanos, LASA, que tuvo lugar en Chicago, Illinois, entre el 24 y el 26 de septiembre de 1998. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia En este artículo me referiré a lo negro 2 como elemento importante de la topografía cultural nacional y a Colombia como una nación multicultural y pluriétnica. E n particular, me interesa explorar las relaciones entre los negros y los no negros en el país, a través de una de las facetas más reveladoras de los implícitos de esta relación: los imaginarios en torno del erotismo y de la sensualidad de los negros, como una elaboración bilateral en la cual participan no sólo los no negros, sino también los negros, en u n juego de espejos múltiples. Si bien se ha hablado mucho de la fascinación blanca por los negros, en particular con el erotismo y la sensualidad de las mujeres negras, pocas veces han sido examinadas las respuestas de los mismos negros ante ese estereotipo que los define como seres con tendencias dionisíacas, es decir, interesados fundamentalmente en el goce de los sentidos con el consumo de alcohol, el baile y el placer sexual. Al respecto, es interesante analizar cómo utilizan su comprensión del imaginario que tienen los colombianos no negros sobre ellos: ¿lo asumen como algo negativo o por el contrario lo transforman en u n valor positivo? E n este caso, ¿de qué maneras puede interpretarse la transformación de u n elemento "negativo" de la identidad negra en un valor positivo: como una forma de resistencia, mediante la afirmación de la diferencia, o como una reelaboración de concepciones racistas? Para responder a esas preguntas voy a utilizar información proveniente de dos fuentes. E n primer lugar, de los resultados 2 Lo negro es entendido aquí no como una identidad esencializada, sino como un proceso personal, social, cultural, político y económico implantado en un contexto temporal y espacial particular, constituido en el interior de dimensiones locales, regionales, nacionales y transnacionales (Muteba Rahier, 1998). 9y M A R Á V I V E R O S VIGOYA preliminares de una investigación 3 sobre las identidades masculinas de los varones de sectores medios de Quibdó, la capital del departamento del Chocó, u n o de los departamentos más pobres del país, habitado por una población mayoritariamente negra. En segundo lugar, del análisis de dos entrevistas grupales 4 realizadas en Bogotá con varones y mujeres chocoanos, cuyas edades fluctúan entre los veinte y los treinta años para los varones, y entre los dieciocho y los veintiséis años para las mujeres, y que están estudiando o han realizado estudios superiores. Mi interés al incluir esta información es entender la relación entre negros y no negros, no sólo en u n contexto social y cultural cuya historia y cuya identidad han estado marcadas por la presencia de los negros, sino también en una ciudad como Bogotá, la capital del país, en la que, como dice Claudia Mosquera (1998), recogiendo una frase corriente del bogotano medio, "antes no se veían negros". Los estereotipos sexuales sobre los negros U n estereotipo es una idea o comportamiento caracterizado por su posibilidad de repetición automática a partir de u n modelo anterior, anónimo o impersonal, cuyos principios de clasificación no se verbalizan (Sumpf y Hugues, 1973). E n ese sentido, los estereotipos no son adquiridos por la experiencia, sino que 98 ! Me refiero al proyecto de investigación "Biografías y representaciones sociales de la masculinidad. El caso de los sectores medios de Armenia y Quibdó" (Viveros et a i , 1997). 4 Agradezco a William Cañón, Fredy Gómez y Marcela Rodríguez la participación en la recolección y la transcripción de la información proveniente de las entrevistas grupales. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia son transmitidos y recibidos a través de la comunicación de masas o del medio social en el cual se desenvuelven las personas: "Su primera y más evidente característica es su capacidad para introducirse en la vida cotidiana" (Barreto, citada en Mosquera, 1998: 69). Aunque se dice que los estereotipos se caracterizan por ser homogéneos y resistentes al cambio, en la práctica esta homogeneidad no es más que aparente. Los estereotipos contienen referencias diferentes que se asocian entre ellas bajo un mismo nombre. E n el caso de los estereotipos y prejuicios raciales sobre los negros, su existencia es larga, no sólo en el continente americano, sino también en el europeo. Como lo plantean Pinzón y Garay (1997), cuando los esclavos africanos llegaron a estas tierras americanas, ya tenían un lugar en el imaginario colonial regional. Ese imaginario había sido alimentado inicialmente por la imagen del negro en Europa, incluso antes de la conquista española, a raíz de los viajes de comercio y de conquista emprendidos hacia el África, y se hizo más complejo por la experiencia de esclavitud en América. El simbolismo cristiano contribuyó también a asociar lo negro con el mal y lo blanco con el bien: en la iconografía cristiana se representaba al diablo con piel negra, mientras los santos, las vírgenes y los ángeles eran representados con piel blanca. De otra parte, los poderes sexuales que les atribuían fueron percibidos como una fuerza amenazante para la institución familiar y actuaron como elementos catalizadores del dualismo cuerpo-espíritu, propio de esta tradición (Borja, 1993). Roger Bastide, en su libro Leprochain et le lointain, escrito en 1958, se refiere en u n capítulo titulado, en forma sugerente, "Venus noires et Apollons noirs", a la dimensión sexual del prejuicio racial. Bastide plantea que el racismo se desliza, en una 99 M A R Á V I V E R O S VIGOYA forma encubierta o explícita, justamente en las relaciones sexuales o en el cortejo que las precede, durante esos momentos privilegiados que parecen desafiar el racismo y redescubrir la unidad de la especie h u m a n a . Esto se explicaría desde su punto de vista porque, además del encuentro entre dos cuerpos, se produce un encuentro de personas sociales, dotadas cada una de ellas de memoria colectiva. Bastide sugiere que los encuentros sexuales interraciales no se dan a menudo en el respeto y en la igualdad de los sexos, sino a partir de estereotipos sobre las mujeres negras como objetos de placer, presas fáciles para los hombres blancos, y de los varones negros como virilmente superiores a los blancos. roo Sin embargo, vale la pena preguntarse si esa afirmación de Bastide, surgida de su experiencia en Brasil durante los años sesenta, es válida para el contexto colombiano a finales de los noventa. Parecería que no. Comparto el punto de vista crítico de Peter Wade en relación con el exceso de retórica de Bastide, por lo menos para el caso colombiano, cuando describe el encuentro sexual entre blancos y negros como el de "dos razas luchando a muerte". Wade plantea, a partir de su estudio sobre las relaciones interraciales en Medellín, que si Bastide halló que en el Brasil la pregunta "raza" siempre producía la respuesta "sexo", en Colombia esta asociación es posible, pero no obligatoria. El fuerte antagonismo en las relaciones sexuales interraciales, del que habla Bastide, se vería al menos relativizado por los datos de Wade sobre Medellín, que muestran una buena cantidad de matrimonios formales, además de los modelos clásicos de mestizaje de los hombres blancos unidos informalmente con mujeres negras o mulatas. Sin embargo, Wade reconoce que, en ciertas circunstancias, las ideas expresadas acerca de la sexualidad de los negros "indicarían una fuerte conexión entre raza y sexo Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia en la mente de la gente, en particular cuando los hombres blancos se refieren a las mujeres" (Wade, 1997:365). También es muy corriente escuchar a los varones no negros —incluso intelectuales— hablar de los varones negros como seres obsesionados por el sexo. De otra parte, es innegable que las jerarquías sociales están presentes en los procesos de mestizaje, con independencia de las circunstancias particulares en que se produzcan. E n otra perspectiva, es importante tener en cuenta la constatación de la antropóloga Anne-Marie Losonczy (1997), en relación con los descendientes de africanos que habitan algunas zonas rurales y suburbanas de América continental hispanófona y de una parte del Caribe. Esa autora plantea que estos grupos se diferencian de los mestizos, los indios y los blancos que los rodean, por sus actitudes corporales y una gestualidad que ellos mismos reconocen como su más potente marcador de identidad diferencial. E n este sentido, el lenguaje corporal, gestual y rítmico aparece como uno de los pilares más sólidos de diferenciación y autoidentificación de los negros frente a la América de los indígenas, los mestizos y los blancos, y como el sustrato más resistente de la memoria colectiva afroamericana. E n cuanto a la bebida, aparece como u n rito de interacción que alimenta y atraviesa todos los ritos colectivos. La práctica de la bebida se observa y se aprende desde una temprana edad, tanto en los espacios de sociabilidad masculina como en el baile, ese escenario privilegiado para el encuentro entre los sexos. Tanto las técnicas socializadas de resistir la cantidad de bebida que se ingiere como la de ofrecerla a otros con generosidad son consideradas como signos identificadores de una virilidad realizada. El consumo de alcohol resulta inseparable de una circulación de la palabra y de la escucha o de la ejecución de la m ú sica o del baile. i oi M A R Á V I V E R O S VIGOYA Varios autores (Bastide, 1970; Losonczy, 1997; Wade, 1997, entre otros) afirman que históricamente la música, el baile y las celebraciones de tipo religioso han sido focos culturales importantes para los negros. En Colombia, la música y el baile han sido dos núcleos constitutivos de la identidad negra y dos elementos a partir de los cuales los negros son percibidos y evaluados por las personas del interior, mestizas o blanco-mestizas. Si bien la música negra ha sido incorporada al repertorio musical de la sociedad colombiana, y resulta particularmente atractiva por encarnar cierto impulso dionisíaco, esto no significa que la relación que mantiene la sociedad blanca con lo negro esté desprovista de ambivalencia. Por una parte, el m u n d o de lo negro es considerado primitivo, subdesarrollado, incluso inferior moralmente; por otra, es percibido como poderoso y superior en el ámbito del baile, de la música y de las artes amatorias. Sin embargo, esta superioridad se refiere a u n campo que ha sido subvalorado en distintas perspectivas: la moral, porque el cuerpo y lo carnal han sido considerados los territorios del pecado; la material, porque estas destrezas y habilidades no generan riqueza económica, y la simbólica, porque en la escala de valores dominantes lo físico es inferior a lo espiritual. 102 Veamos entonces cuáles son algunas de las respuestas de los entrevistados ante ese imaginario construido sobre ellos, teniendo en cuenta que la atracción de la sociedad blanca por algunas características del m u n d o negro y la respuesta de éste frente a ella se presentan en un contexto de dominación-resistencia. Es decir, hay que considerar el lugar preeminente de la sociedad blanca, desde los puntos de vista económico y político, y la utilización de la música y del baile por parte de los negros como sus formas culturales de resistencia contra la dominación blanca (Wade, 1997). Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia Los estereotipos sexuales y la identidad racial El sabor se lleva en la sangre Los entrevistados, hombres y mujeres, evocan la propensión, la necesidad, el estilo y el talento para el baile, como atributos que les son propios, pues los llevan en la sangre, y como una característica diferencial de su existencia 5 . E n cuanto a la fuerza y la importancia de esta imagen, es importante tener en cuenta el papel que cumple el aspecto físico y corporal en la construcción del discurso sobre la raza y la ideología del racismo. Parece no existir la posibilidad de escapar a esa esencialización de la identidad racial y esa "naturalización" de la diferencia. Sin embargo, así lo sugiere Wade (1998), esa performance de la que se habla es socialmente construida y no genéticamente producida. E n muchos de ellos se puede entrever satisfacción por unos rasgos que parecen conferirles cierta superioridad y ser atributos compensatorios de su imagen en el contexto nacional, en el cual ser negro equivale a ser discriminado. "¿A usted no le gusta que la halaguen?, ¿no le gusta sentirse halagada?", me preguntaron sorprendidos por mi inquietud frente a su interpretación de esta imagen. "Es algo genético, está en la sangre, así somos". "Lo que pasa es que los negros tenemos sabor", dicen, definiéndose a sí mismos como el grupo que está en lo alto de la escala 5 Es interesante anotar que, en las entrevistas, la palabra misma de algunos es danzante y, acompañada por gestos faciales y movimientos de las manos, los brazos y la cintura, se entrecorta con risas. Esc uso permanente de gestos y movimientos y esa manera de reír al unísono los unifican como grupo, les brindan la oportunidad de poner en escena cl substrato no verbal, como una forma privilegiada de afirmación identitaria. I03 M A R Á V I V E R O S VIGOYA en cuanto a las capacidades y a las potencialidades corporales. Así lo expresa u n o de ellos, cuando describe las habilidades de los chocoanos para el baile como algo natural o que se aprende a través de la experiencia: Uno solamente baila porque es un sabor que uno lleva en la sangre. Desde pequeños nacemos en una tierra de diferentes folclores y eso nos esfuerza mucho a aprender a bailar, a mover el cuerpo. Desde niños ya sabemos mover la cintura [...]. Uno en su tierra ve el baile como una recreación, como algo espontáneo, algo que se llama sabor, [se dice] "ese tipo tiene sabor", y eso es lo que a todos nos gusta, no es una profesión. U n a de las posibilidades de los entrevistados en relación con este imaginario es convertirlo en u n atributo positivo {cf Agier, 1992), invirtiendo los papeles de dominación. De esta manera, las habilidades para el baile y la música se convierten en características joviales de la raza y en una fuente de superioridad en relación con el manejo del cuerpo. Este recurso, utilizado por otros grupos dominados a través de la historia, como los movimientos feministas europeos del siglo XIX, es lo que Agier llama "el empleo de homologías formales de inversión y sobrenaturalización de la identidad". 104 Las tendencias dionisíacas, hasta ahora opuestas al progreso y al trabajo, son entonces transformadas en una competencia festiva de la raza, creadora de cultura y de diversiones mercantilizables (Agier, op. cit.). Este procedimiento, que permite constituir un sentido positivo para la identidad colectiva, es el que usan nuestros entrevistados cuando convierten el término niche - u n vocablo peyorativo empleado por los blancos para re- Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia ferirse a los negros- en signo de unión y solidaridad de los negros entre sí. Lo mismo sucede cuando retoman el término raza para elogiar las cualidades físicas, mentales y artísticas de la raza negra. Incluso la eventual asociación de lo negro con lo primitivo es convertida en expresión de la naturaleza pura, con toda la fuerza evocadora que puede tener esta imagen. Cuando los entrevistados idealizan la forma de vida de sus abuelos, que vivían sanos y felices en una naturaleza paradisíaca y daban prueba de sus capacidades sexuales al convivir con varias mujeres y engendrar muchos hijos, incluso en edades tardías, están retomando una visión romántica de la naturaleza y las ideas ampliamente extendidas sobre el "buen salvaje". Al respecto, uno de ellos afirma: Anteriormente, por lo menos en el Chocó, como que los hombres eran más ardientes. En el campo, los hombres tenían tres o cuatro mujeres y a todas las satisfacían y con todas tenían hijos [...]. Y) tengo un abuelo que tiene noventa y seis años y la última hija, yo no sé si sea de él, tiene quince años, y él está bien parado, y nietos somos como ochenta. Los entrevistados hablan con nostalgia de un pasado rural, en el que los varones negros hacían gala de todo su ardor "natural" y consumían alimentos naturales —desprovistos de elementos q u í m i c o s - que mantenían su potencia física y sexual, superior a la de los blancos 6 : 6 A muchos alimentos propios del Chocó, como el chontaduro y el borojó, se les atribuyen virtudes afrodisíacas, pero no sabemos si esa creencia proviene de la constatación del comportamiento polígamo de los varones o si, por el contrario, la potencia sexual cs percibida como el resultado de las propiedades de estos alimentos. 105 M A R Á V I V E R O S VIGOYA Anteriormente, en el campo, [para] los viejos allá, su comida toda era natural. Si querían tomate, eso decían: "Anda, cógeme el tomate de allá de la azotea", como decimos en el Chocó. Ahora todo lo que son los cultivos empiezan a utilizar plaguicidas, y eso son químicos, y va a afectar de una u otra forma alguna célula de la parte viril. Yo creo que eso [la capacidad viril] se ha ido perdiendo poco a poco... [aunque llegó el Viagra] y... [risas] y en eso ha influido mucho la alimentación... Algunos no ven esa supuesta superioridad como u n atributo natural, sino como u n producto de la cultura, esencializada, que transmite una relación distinta con el cuerpo y la sexualidad, pero también códigos amorosos y sexuales específicos: En nuestra cultura no es como acá [en Bogotá]. [Si] a uno allá [en Quibdó] una niña le gusta, uno se lo dice. No es como acá, que para hablarle a una muchacha tiene que ser por parte de un amigo que se la presente porque si no la conoce es imposible hablarle; en cambio, uno allá ve a una muchacha por primera vez y si a uno le gusta se lo dice. Uno le propone y ella dispone... y listo. Allá una diversión o estar con alguna muchacha es normal y uno busca la forma de hacerla sentir lo más bueno que se pueda. Allá, como el clima, así vive la gente: caliente, alborotada. Uno allá vive muy alborotado y se habla de mucha arrechera7 [...], y en eso influye mucho la forma de vestir. Tú sabes que todo entra por los 7 IOÓ En el diccionario de María Moliner se define arrecho como un término popular en algunos sitios -también usado en botánica- que significa rígido, erguido, garboso. Por extensión, arrechera se utiliza para designar la excitación sexual. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia ojos, por la vista, y las mujeres de allá andan en falditas, en shortcitos, en teteras, todo eso influye. Aquí, en Bogotá, toca andar bien abrigado por el clima. Aquí, con todo abrigado, la vista no se recrea y no le manda nada al cerebro, no manda la información necesaria [risas]. E n ese mismo sentido, otro de ellos explica: Uno desde que nace, desde niño, ya lleva un conocimiento hacia una mujer. No es como aquí, que los niños tienen un conocimiento más lejano y vienen a conocer la mujer después de los doce años o más. En cambio, allá uno desde niño ya comienza la curiosidad por tocar a una niña, por tocar a una mujer, desde los diez años... [risas]. Los del interior le dan la fama a uno N o todos los entrevistados afirman con tanto entusiasmo esta superioridad, ni desean enfatizar sus diferencias con los colombianos no negros. Por eso algunos insisten en señalar que estos supuestos poderes sexuales y sensuales son más una atribución hecha por sus compañeros de estudio y no reflejan su punto de vista. Así lo manifiestan si se los interroga sobre su conocimiento del estereotipo de los varones negros como diestros bailarines y amantes poderosos, y es importante recordar que los entrevistados son estudiantes de origen chocoano que viven en Bogotá desde hace por lo menos u n año y han migrado hacia la capital buscando mejores oportunidades educativas y laborales: Esa opinión la conocí desde que llegué aquí a Bogotá, me la hicieron conocer los compañeros, porque ellos dicen 107 M A R Á V I V E R O S VIGOYA que "ese moreno es una fiera para todo", pero a veces [...] para uno allá eso es algo sencillo y normal, en cambio para ustedes acá eso es algo [...] fuera de límite. Otros plantean con lucidez: No es que nos demos el prestigio nosotros, sino es que ellos nos dan el interés también. O sea otros hombres, los muchachos de la universidad. Ellos dicen "que el negro es tal cosa". No es que uno se sienta aprestigiado, sino es que ellos, los del interior, le dan la fama a uno. A veces exageran la fama que le dan a uno, ellos son los que le dan el prestigio a uno, y el desprestigio también... [muchas risas]. Por otra parte, como lo señalan ellos, son conscientes de la ambivalencia de esta imagen que representa, por una parte, un reconocimiento de sus destrezas y habilidades para el baile y la música, si bien, por otra, es una manera de inferiorizarlos: [...] uno se encuentra con los blancos y le dicen: "Ustedes lo que saben es bailar", y cuando te dicen así, lo toman como un desprestigio. Pero cuando te dicen: "Ustedes bailan muy bien", ahí lo toma uno como un halago. Ellos lo desprestigian a uno y también le dan halago, las dos cosas. 108 Como lo sugiere el comentario anterior, muchas veces ésta es una manera de mantenerlos a distancia, asignándoles el lugar de lo exótico y excitante. Algunos de ellos preferirían lograr la aceptación de sus pares sin que se subrayaran sus diferencias y entrar en un proceso de movilidad social ascendente por medio de la preparación académica. Por esta razón, se refieren a Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia aquel estereotipo como un obstáculo que les impide ser valorados en otros ámbitos: Ellos saben que uno tiene muchas capacidades intelectuales, demasiadas, y muchas veces no le ven por ese lado, sino por el lado del baile y del sexo, y no tratan de ver lo que realmente lleva uno por dentro o lo que uno es como persona. Cuando lo quieren desprestigiar le dicen eso a uno, y es más, le dan lengua, no de frente, sino por detrás, cosas que no son así. A mí me gustaría que la gente prestara más atención a las capacidades intelectuales que tenemos nosotros. Si tú no estudias no llegas a ser alguien Entre las jóvenes generaciones de los sectores medios de Quibdó, más familiarizadas con los discursos igualitaristas entre los sexos y más implicadas en una trayectoria ideológica de modernización y progreso, empiezan a perder legitimidad algunos de estos valores y a cobrar importancia los que los conducen a la obtención de otras metas sociales (Viveros, 1998). Así lo expresa u n o de los jóvenes entrevistados: La parte sexual no creo que le dé prestigio a una persona porque yo creo que la persona se da su prestigio y se hace respetar es por su personalidad y por su capacidad intelectual. En la vida eso [de la sexualidad y el baile] no es tan positivo. En la parte de la recreación, en el folclore, eso puede ser bueno, pero en la parte de formación, pues necesito formarme como un buen ciudadano, buscar un buen estatus, mirándolo desde ese punto de vista, el sexo no da prestigio para nada, porque no deja de ser simple folclore. [...] Uno 109 M A R Á VIVEROS VIGOYA tiene que prepararse intelectualmente para conseguir buen estatus y buen prestigio. Es necesario precisar que esta reflexión hace referencia a un contexto muy concreto: una región aislada de ciertos modelos de desarrollo, donde la pobreza limita buena parte de los anhelos y restringe críticamente las posibilidades de las personas y donde la posibilidad de u n trabajo para los negros como profesionales es relativamente reciente. Por esto muchos buscan capacitarse 8 , con la esperanza de romper el aislamiento, vencer la pobreza y obtener el reconocimiento social (Viveros, 1998): La cuestión es la siguiente: para uno llegar a ser visto de otra manera hay que demostrar que uno tiene capacidades, que uno es capaz, toca prepararse. Por eso estamos aquí en Bogotá. Para prepararnos y ser mañana personas que digan "allá va fulano que es contador o abogado", ser alguien. En Quibdó, si tú no estudias, no llegas a ser alguien. Como algunos lo expresan, la supuesta superioridad en el ámbito de la danza no aporta ventajas materiales ni modifica su posición en las jerarquías sociorraciales colombianas: Respecto de si la habilidad en el baile le hace subir el estatus a uno, pues yo creo que no. Tú solamente eres reconocido en la rumba cada vez que bailas bien, que bailas chévere. 8 110 Si bien las tasas de asistencia escolar del Chocó son más bajas que las nacionales, la educación es altamente apreciada y se ha convertido en la vía principal de ascenso y movilidad social de esta población. Como dato curioso, se puede señalar que durante la década del setenta el Chocó surtía de maestros al resto del país. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia Pero para subir de estatus le toca a u n o ganárselo, estudiar duro y tratar de salir adelante. E n el Chocó el folclore no es rentable, no es una empresa. Muchos bailarines compiten en el ámbito nacional y siempre ganan en muchos eventos, como por ejemplo ahora, q u e el grupo folclórico del Chocó es invitado especial en la semana cultural de Crea, pero no pasa de ser simple folclore. Allá todo se toma como folclore y no existe en el Chocó u n bailarín profesional, que viva de eso por bien que le vaya; no lo he visto, eso n o es rentable. Estereotipos sexuales y relaciones de género Ellas esperan m u c h o de u n o Los v a r o n e s e n t r e v i s t a d o s se a f i r m a n s u p e r i o r e s a los b l a n c o s c o m o a m a n t e s y d i c e n q u e las m u j e r e s , b l a n c a s o n e g r a s , p r e fieren el a m o r d e los n e g r o s . A f i r m a n q u e las m u j e r e s del " i n t e r i o r " se v u e l v e n locas p o r ellos, a u n q u e t e n g a n m a r i d o s : Ellas [las mujeres del interior] esperan m u c h o de uno... cuando ellas están con uno, van con uno... ellas ya van sometidas a lo que van a buscar, a lo que van a esperar. Por eso u n o trata de darles lo más q u e u n o pueda y tal vez eso sea cierto, de que u n o les da m u c h o . U n o aquí en el interior ha tenido relaciones con "rolas" 9 , con mujeres blancas, y se han sentido bien, me han dicho que... [expresa satisfacción con una mueca] y quieren repetir la acción... Conozco muchos amigos y más o menos el 97% de los quibdoseños como yo Apelativo para denominar a las mujeres originarias de Bogotá. III M A R Á V I V E R O S VIGOYA son ardientes; [aunque] hay otros que no lo son, [ellos] casi siempre que están con una niña, blanca o negra, demuestran sus habilidades. Uno es muy inquieto, yo soy muy inquieto haciendo el amor. A partir de observaciones en distintos lugares de diversión a los que asisten los jóvenes chocoanos, se puede afirmar que sus formas de bailar siguen unas reglas de juego que expresan el dominio masculino sobre la mujer y el tipo de relación que desean establecer con ella. C u a n d o a u n hombre le gusta una mujer busca un contacto corporal inmediato con ella a través del baile y utiliza sus habilidades en él para la conquista sexual: En las universidades, un viernes, "las rolas" o las muchachas están pendientes de nosotros [los negros] de que vamos allá [a discoteca] por la fama que nos dan de bailarines. Respecto a la conquista, el baile es un factor muy importante. Hablo por experiencia: aquí, en la universidad, uno se va a rumbear los fines de semana y a las compañeras les gusta es que uno las toque, las palpe, y el swing y el movimiento que uno tiene en la cintura es un factor importante. Los avances eróticos se manifiestan por unos contactos físicos cada vez más próximos, que van desde el acercamiento en el baile hasta el acto sexual propiamente dicho, sin tener que acudir a la mediación del lenguaje para expresar este progreso. La secuencia de aproximación física es descrita de la siguiente manera por uno de los entrevistados: 112 Usted sabe que hay mujeres que si ven bailar a un hombre que lo hace bien, que baila bonito, algunas quieren bai- Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombu lar con él y ahí está la caída, usted les calienta el oído [...]. A algunas mujeres les gusta hacer este movimiento y depende de como tú te muevas, se va penetrando hacia ella y ella se hace una idea más o menos de qué puede ser más adelante. La voluntad de "poseer" 10 una mujer no es entonces sólo la manifestación de una atracción sexual, sino también el deseo de expresar su superioridad sobre ella, máxime cuando por razones raciales o de clase social es una mujer "prohibida". Así lo dice uno de los entrevistados justificando por qué los hombres se jactan entre ellos de sus conquistas amorosas: De pronto la niña es la picadita11 del barrio y no ha querido acostarse con nadie y llega uno y lo logra, toca contar... Para muchos, el proceso de movilidad social ascendente pasa por diversas estrategias individuales, que incluyen las alianzas matrimoniales con cónyuges que aportan una situación superior, financiera o de prestigio, porque tienen, valga de ejemplo, una coloración de piel más clara. U n o de los entrevistados lo expresó de manera abierta: Soy una persona que aspira a demasiado, más allá de lo evidente. Aquí uno vive experimentando con muchos tipos de mujeres de acá, de Bogotá. Pero hay algo que me llama mucho la atención: uno es de bajos recursos y muchas veces '" El uso del término poseer en este contexto sexual es bien revelador de las relaciones de poder que atraviesan cl ejercicio de la sexualidad masculina. 11 En el lenguaje coloquial, una persona "picada" cs alguien pretensioso, muy convencido de su importancia. 113 M A R Á V I V E R O S VIGOYA agobiado, sin ver qué hacer y sin dinero, uno trata de buscar acá en Bogotá a la mujer que tenga dinero, que tenga buena posición y empezar desde allí a escalar... y algunos consiguen su objetivo y chao pescao... [risas]. Más que todo piensa uno en la familia. Aunque en ese comentario nunca se habla de color de la piel, la referencia a las mujeres "de acá de Bogotá" lleva implícita la alusión al color blanco o blanco-mestizo. Esa declaración suscitó en los otros entrevistados una fuerte reacción, pues consideraban que el único móvil para unirse con alguien era la posibilidad de ser felices y no la situación económica o el estatus del cónyuge. U n o de ellos intervino así: Yo no comparto la opinión de Javier... uno puede andar con muchas viejas que son profesionales, que trabajan bien, pero si uno va a buscar la vieja porque tiene dinero, uno no se va a sentir bien, entonces ¿qué hace uno ahí? Uno debe buscar la parte de la felicidad en sí. Yo creo que en el amor no debe haber interés, sino simplemente amor. Sin embargo, aunque idealmente la conquista amorosa se realiza con base en las cualidades personales de los miembros de la pareja, los hombres y las mujeres entrevistados reconocieron que el estatus económico y social son cruciales en el juego de la seducción. U n a de las participantes lo expresó así: 114 Uno se guía mucho por las cosas materiales: si él muchacho tiene algo, pues ya a uno le gusta, si el muchacho tiene moto, así sea feo, o si estudia en un buen colegio o ya va a la universidad, entonces ya también a uno le gusta. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia El que más haga el amor es el más bravo Las entrevistas en Quibdó muestran cuan entrelazadas están la identidad masculina y la identidad racial y cómo en la vida cotidiana la experiencia de ser varones y ser negros es simultánea y no secuencial (Viveros y Cañón, 1997; Viveros, 1998). Teniendo en cuenta que la identidad es una elaboración relacional, podemos entender que la identidad de los varones chocoanos se refiera de forma implícita o explícita a la identidad masculina de los varones no negros. E n esa comparación, el lugar dado a la corporalidad ha sido u n o de los elementos usados por unos y otros para diferenciarse. El cuerpo y las destrezas para el baile y la música, pero también para el desempeño sexual, son percibidos por ellos mismos y por los demás como una ventaja comparativa de los negros. Por esa razón pocos renuncian o se distancian de los valores que se asocian con ser "quebradores" 12 , ya que a través de éstos restablecen el equilibrio de su posición subjetiva frente a los varones de otras regiones. Por lo general, las relaciones intragénero de los varones negros adultos, salvo las que se dan entre las redes masculinas que tejen en torno de la familia y de ciertas afinidades personales, se caracterizan por ser potencialmente conflictivas y competitivas (Viveros, 1998). Algunos ejemplos de ese tipo de relaciones son los siguientes: 12 En Quibdó llaman quebrador al hombre que tiene el poder de conquistar a varias mujeres, al que se mueve entre una mujer y otra y cambia continuamente de compañeras. Desde temprana edad, los jóvenes aprenden que el más hombre es el que puede jactarse y probar ante su grupo de pares su poder de conquista y el que está siempre listo para participar en fiestas, tomando, bailando y mostrando sus habilidades físicas principalmente (Viveros, 1998). I I5 M A R Á V I V E R O S VIGOYA En Quibdó la competencia es el pan de cada día. El que más haga el amor es el más bravo, el "capo", al que buscan y el que manda la parada, y adonde llegue es sacando pecho, "ésa es mía", y a la niña que está con él la respetan. A nosotros los negros nos gusta mucho la competencia, nos gusta tirarnos entre nosotros. Cuando hay mucha competencia entre nosotros y alguien tiene una novia y le gusta, pero el otro la hace sentir mejor, se la quita y le cuenta y se burla de él... Hay mucha competencia y ninguno quiere quedarse atrás. En nuestra tierra influye mucho la mujer Si bien las estrategias de prestigio masculino se construyen entre varones, las relaciones de los hombres con las mujeres también intervienen en la negociación de su identidad masculina. Los varones chocoanos coinciden en expresar q u e las mujeres chocoanas, a diferencia de las de otras regiones del país, tienen una actitud más desenvuelta frente al sexo, participan activamente en el juego de la seducción y no tienen reparo en mostrarse interesadas por un hombre que consideran atractivo o en manifestar su insatisfacción frente a su desempeño sexual (Viveros y Cañón, 1997). Esto no quiere decir q u e las relaciones de poder entre hombres y mujeres no existan en este contexto, sino que sus manifestaciones son distintas de las de otras sociedades y dan lugar, por ejemplo, a la transformación de la sexualidad en un ámbito de resistencia para las mujeres, que es reconocido como tal por los varones: 116 En nuestra tierra influye mucho la mujer. Hay mujeres que a uno le exigen. Uno está con una mujer en la noche y uno está bien y al otro día viene la misma mujer y le cuenta Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia a la vecina o a la amiga que este hombre no le funcionó y que apenas le "echó dos"... [risas] y eso influye mucho y eso hace que uno sea más bravo para el sexo, un tigre. Eso influye mucho, eso se ha visto. El hombre chocoano sabe que debe cumplir ciertas obligaciones con su mujer principal, entre ellas las sexuales, si desea continuar manteniendo relaciones con otras mujeres; es decir, la condición para su éxito con otras mujeres está parcialmente relacionada con su capacidad para satisfacer sexualmente a su mujer principal: Uno está con la esposa o con una mujer y si hay un momento de disgusto, sale la otra con el chiste de que "vos no servís pa'nada, no eres un hombre en la cama" y que tal... Eso hace que uno sea un tigre y tenga que demostrarlo porque ellas le exigen a uno; además, como a uno, de negro, no le gusta estar con una sola mujer sino con varias, debe tener en cuenta que entre amigas se hablan de si uno es buen catre o no y se preguntan: "¿Funcionó o no funcionó?", "Sí, sí funcionó", y si no, pues ahí lo descartan a uno. Eso influye mucho. El amante ideal es blanco y es negro Las mujeres chocoanas a quienes entrevistamos no desmienten las opiniones sobre los supuestos poderes sexuales de los varones negros, pero aportan otros matices en sus declaraciones. Es importante subrayar que las mujeres entrevistadas dicen haber tenido experiencias erótico-afectivas con hombres de otras regiones que les permiten comparar los códigos amorosos que 117 M A R Á V I V E R O S VIGOYA manejan unos y otros. Ellas dicen, por ejemplo, que "los varones negros no son detallistas, no les dicen cosas bonitas antes del sexo, no manifiestan interés por ellas". Tanto los hombres como las mujeres que participaron en las entrevistas grupales coinciden en afirmar que los varones negros no acompañan de palabras los gestos durante el acto amoroso. Uno de ellos dice: El hombre del interior es más elegante en su conquista que el chocoano, es más detallista, echa más piropos. Nosotros somos más directos y menos atentos al detalle, aunque somos cariñosos también [...]. Pero en el sentido de enamorar ellos son más detallistas. Desde otro punto de vista, podemos pensar que estas m u jeres jóvenes, más expuestas a los discursos modernos sobre la sexualidad femenina, aspiran a vivir unas relaciones amorosas más placenteras y menos orientadas por las pautas de comportamiento masculino. Por eso, cuando hablan del amante ideal, elaboran una imagen entre las cualidades de los varones blancos para el galanteo y la potencia sexual del varón negro: Un novio blanco es como más tierno, da piquitos, consiente más, es más afectuoso. En cambio, los negros son más reservados y les da como pena expresar, pero en la relación sexual me parece que los negros son como más calientes, más todo eso. 118 Cabe anotar que las entrevistadas no protestan por la imagen prevaleciente de que las mujeres negras son "calientes", si bien introducen una diferenciación importante entre ser calientes —es decir, ardientes sexualmente— y ser mujeres fáciles, a la Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia vez que manifiestan que permanentemente se confunden ambas cosas 13 . La necesidad que experimentan las mujeres de introducir esta distinción muestra que están menos autorizadas socialmente que los hombres para afirmar esos supuestos poderes sexuales. E n su caso, tales imágenes pueden convertirse fácilmente en acusaciones de inmoralidad y resultar lesivas para su honor (Wade, 1997). De las competencias sexuales al orden racial E n muchas ocasiones se ha hablado de q u e la sexualidad, por pertenecer al ámbito "privado" de las personas, es u n tema del que no resulta fácil hablar. Sin embargo, tal generalización no es válida en nuestro caso. Lo que hemos constatado en nuestro trabajo de campo en Quibdó y Bogotá con personas originarias de Chocó es que no existe mayor dificultad con ellas para abordar ese tópico de u n modo directo y espontáneo. El único tema de conversación acerca del sexo que suscitó emociones fuertes entre los varones fue la homosexualidad masculina: para m u chos de ellos ésta resulta incomprensible, pues el varón negro es percibido como "naturalmente" viril. Si Bastide {op. cit.) encontró en sus múltiples encuestas en Brasil que, cada vez que planteaba la pregunta sobre la raza, la respuesta tenía q u e ver con sexo, nuestros datos nos llevaron a recorrer el camino inverso. U n a vez se apagó la grabadora y dejamos de hablar de la sensualidad y la sexualidad de los negros, 13 El imaginario de las mujeres negras como fáciles está muy arraigado en las mentalidades y las prácticas, como lo ilustra el hecho de que las mujeres negras jóvenes que trabajan como empleadas domésticas aún son en muchas ocasiones las iniciadoras sexuales de los hijos adolescentes de las familias empleadoras. 119 M A R Á V I V E R O S VIGOYA surgió con gran fuerza el tema del racismo. La sensación que tuve durante estas conversaciones es que se estaba evocando un sujeto demasiado doloroso para abordarlo con serenidad 14 . Los comentarios fueron, en todos los casos, enfáticos y polarizados. Mientras algunos afirmaban que habían sido objeto de discriminación en distintos espacios, otros respondieron que eso era asunto del pasado y que, por lo tanto, no se debía seguir insistiendo en el tema. Algunos intentaron mostrar que reconocían la existencia del fenómeno, pero que éste no sólo no los afectaba, sino que incluso podían estar por encima de él: Cuando uno llega a Bogotá se da cuenta que lo miran raro y ahí comienza el trabajo de uno. A mí me decían que los negros se tenían que sentar en la parte de atrás y por eso yo siempre me siento en la parte delantera del bus. Algunos minimizaron la existencia del racismo y señalaron que las actitudes discriminatorias eran comunes a todas las sociedades, incluidas las que han sido objeto de discriminación: Pero sí existe discriminación en todas las sociedades, hasta entre los mismos negros. Yo salía con una chica negra de Buenaventura y me dijo que su mamá no me quería porque era chocoano. Y ambos teníamos el mismo color. Finalmente, uno de los participantes más activos en la entrevista grupal acogió el sentimiento de muchos de ellos y expresó H 120 La investigación de Claudia Mosquera (1998) reporta que, contra lo que muchos piensan, hablar de fenómenos como el racismo entre los implicados no es un ejercició fácil. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia el deseo de integración al medio social circundante sin tener que ser identificado por su color, asumiendo una postura crítica en relación con las medidas legislativas que se tomaron a partir del reconocimiento de los negros como grupo étnico: Yo no estoy de acuerdo con la ley 70 de las negritudes15. ¿Por qué deberían asignarle a alguien una tierra por ser negro, viviendo acá [en Bogotá] ? Lo que nosotros queremos es tener los mismos derechos que tienen todos los demás colombianos. No queremos ser reconocidos como negros, sino como colombianos16. Al relacionar las interpretaciones de los entrevistados ante el estereotipo construido sobre sus talentos sensuales y sexuales con sus comentarios sobre el racismo, encontramos elementos comunes entre unas y otros. Ambos se hallan directamente vinculados con su forma de ubicarse en el orden racial, entendido éste como "una estructura de modelos raciales y como las elecciones hechas por los individuos a propósito de las identidades raciales y étnicas". (Wade, 1997: 56). Las interpretaciones 1 La ley 70 del 27 de agosto de 1993 reconoce a la comunidad negra como un grupo étnico y le concede derechos de tenencia de tierra. Asimismo, contiene artículos diseñados para mejorar la educación, el adiestramiento, el acceso al crédito y las condiciones materiales de las comunidades negras del país; busca que su educación sea un reflejo de su especificidad cultural y establece un distrito electoral especial para elegir dos representantes al Congreso entre las comunidades negras (Wade, 1997). 16 El deseo de este entrevistado trae a colación un debate inconcluso en relación con las tensiones, entre el universalismo y el particularismo, presentes en la afirmación de cualquier identidad. Ser colombiano implica gozar de la igualdad de oportunidades, con independencia de la identidad étnico-racial, mientras ser reconocido como negro implica una diferenciación. Para un debate más en profundidad sobre el tema, consultar Wade (1998a) o Balibar y Wallerstein (1998). 121 M A R Á V I V E R O S VIGOYA que aceptan el contenido del estereotipo y afirman la diferencia de los negros, pero la convierten en una fuente de superioridad, tenderían a hacer la defensa de unas formas culturales que han sido identificadas como negras; aquellas que relativizan la importancia del estereotipo, porque no quieren subrayar ninguna diferencia o porque consideran que estas competencias no les reportan ningún dividendo social, se encaminarían hacia la asunción de normas y valores establecidos por las élites dominantes. Las primeras, al reafirmar el valor de la cultura negra, despreciada o aceptada sólo como exótica o excitante, están contrarrestando esta ambigüedad que rodea lo negro en Colombia y que acaba por presentarlo como u n asunto "personal" (Wade, 1997). Esta afirmación de una identidad positiva para los negros se cumple mediante procedimientos que buscan transformar en superioridad la diferencia y convertirla en fuente de dignidad para el grupo (una condición para la constitución de toda identidad colectiva, como lo señala E. Varikas en Agier, op. cit.). Sin embargo, el alcance de tal afirmación resulta limitado, pues estas operaciones de inversión no hacen sino reelaborar la sustancia de u n grupo cuyas fronteras han sido delimitadas por el sistema de dominación racial (Agier, op. cit.). La invención de una negritud para sí puede construirse difícilmente en el molde de unas relaciones raciales predefinidas. Algunos de los riesgos de una afirmación identitaria de esa naturaleza son, por una parte, la absolutización de la diferencia y, por otra, la esencialización de lo negro como una categoría natural. 122 Las segundas circunscriben la importancia de esas habilidades al ámbito de la fiesta y la diversión y subrayan que el único medio para obtener el reconocimiento social es la capacitación intelectual. Estas posiciones expresarían también el anhelo ex- Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia plícito de algunos negros de asimilarse al medio circundante, despojándose de todos los elementos de su identidad que pueden ser asociados a lo atrasado y lo primitivo, para así eludir la discriminación de que han sido objeto. E n la práctica, eso significaría adoptar una identidad negra vergonzante 17 y buscar la integración y la homogeneización cultural y racial, a través del mestizaje, como estrategia de ascenso social. Es importante señalar al respecto que en el contexto colombiano, en el cual el racismo adopta una forma de integración y dominación, no de exclusión ni de segregación, el ideal de blanqueamiento oculta una integración racial sesgada y marcada por u n racismo que presupone una concepción evolucionista, hacia cierta h u m a n i dad "mejorada" por la desaparición progresiva de las caracte- ..• " "18 nsticas negras . E n relación con estas posiciones, que parecen traducir los procesos muy bien descritos por Peter Wade —de resistencia y adaptación— en los que han participado los negros en Colombia, surgen varias preguntas: ¿existe para los negros colombianos la posibilidad de manipular este estereotipo sin caer en la trampa de la esencialización de su identidad? ¿Es factible para ellos realizar la defensa de u n espacio cultural y de u n capital simbólico propios sin tener que hacerla en oposición a, es decir, en el terreno determinado y delimitado por los no negros? ¿Es 17 Este deseo de indiferenciación puede encubrir la idea de eliminar los rasgos distintivos de una raza, que ha sido considerada intrínsecamente inferior, para adoptar las características de una raza percibida como superior. 18 David Brion Davis, citado por Wade (1989: 44), plantea que resulta "discutible si es más o menos racista la sociedad que ve en cada gota de sangre blanca un paso hacia la purificación [o] la sociedad que ve en el menor rastro de sangre negra una señal de degradación". 12 3 M A R Á V I V E R O S VIGOYA concebible pensar en una participación social de los negros en cuanto colectividad sin que la perspectiva sea por necesidad la figura delghetto? Por último, ¿es posible imaginar la indiferenciación etnocultural, sin que esto signifique en la práctica la primacía de la cultura occidental? Las respuestas a estas preguntas no son, por supuesto, sencillas. Intentar resolverlas implica tener en cuenta las tensiones que existen continuamente entre estas perspectivas: para precisar cuáles son algunas de ellas voy a referirme a u n debate que se ha presentado en Brasil, país que se ha considerado emblemático del mestizaje interracial y del mito de la llamada "democracia racial". 124 Algunos antropólogos como Darcy Ribeiro, especialista de la cuestión indígena y simpatizante de la lucha de los negros en Brasil, han comenzado a hablar de la unidad etnonacional, homogénea cultural y lingüísticamente en u n alto grado, constituida a partir de la desindianización forzada de los indígenas, de la desafricanización de los negros y del mestizaje interracial. Según Ribeiro, los brasileños estarían cada vez más integrados en u n Estado-nación, en razón del imperativo del proceso general de industrialización que afecta a todos y cada uno y de la acción uniformadora de los sistemas masivos de comunicación (Ribeiro, 1995). El mestizaje, fuertemente idealizado, es presentado por él como vía privilegiada de la asimilación por abolición de los rasgos distintivos entre grupos etno-culturales. Su presupuesto es que el mestizaje asegura la eliminación del racismo porque, si el racismo nace de la diferenciación, basta con indiferenciar u homogeneizar en el mestizaje para erradicarlo. Sin embargo, aunque Ribeiro es consciente de las ambigüedades de la asimilación, en particular de sus efectos nocivos sobre la identidad, la solidaridad y la combatividad de los negros, su Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia fórmula de Estado-nación ha sido duramente criticada, porque no otorga en la práctica el mismo valor a las culturas indígenas y afrobrasileñas que a la cultura occidental. Con una perspectiva contraria, líderes del movimiento negro brasileño, como Abdias do Nascimento, señalan los peligros de este mestizaje en el contexto de su país. Para este líder, el riesgo es que el proceso se convierta en una relación "etnocidiaria", una aculturación profunda que tendería a la desagregación de la población de origen africano, y en un instrumento ideológico destinado a inducir a los negros a considerar preferible la mezcla interracial y no la relación endogámica. Para él, el ideal pluriétnico y multicultural sería la igualdad de todas las razas, etnias o culturas en su diferencia. El Estado-nación derivado de este ideal debería manifestar simultáneamente el reconocimiento de las identidades étnicas y culturales particulares, la libertad de los grupos étnicos para escoger sus propios sistemas de valores y la igualdad de esos sistemas, sin el recurso a la violencia y a la opresión por parte del Estado (Do Nascimento, 1993; DAdesky, 1998). N o obstante, esa posición puede conducir a la perspectiva del ghetto a través de las distintas tentativas de delimitar un espacio aparte para los negros (búsqueda de territorios propios, propuestas de experiencia educativas autónomas), que convertirían el diálogo con la sociedad global en un asunto de menor importancia (Agier, 1992). Desde mi punto de vista, ambas posiciones, la de la indiferenciación racial y cultural a través del mestizaje y la de la permanente insistencia en la visibilidad de las diferencias étnicoculturales, son insatisfactorias. Al respecto, es sugestivo traer a colación el planteamiento de Rita Laura Segato (1992) cuando recuerda que en Brasil un grupo amplio de personas, no necesariamente negras, levanta las banderas de la "negritud" en busca 125 M A R Á V I V E R O S VIGOYA de subvertir el encuadramiento étnico por determinación racial y presentar resistencia contra el sometimiento a esa categoría de "negro" creada por el esencialismo occidental. 126 Para afinar las reflexiones acerca de las diferencias étnicoraciales, resulta de gran pertinencia la perspectiva del método deconstructivo, porque se opone a la sedimentación y la congelación de las diferencias, sin pretender abolirías, y ofrece la posibilidad de desestabilizar las identidades fijas. El punto no sería entonces, como en la propuesta de Ribeiro, disolver todas las diferencias raciales y culturales para lograr una identidad única y universal ni, como en la propuesta de D o Nascimento, apoyar la diferenciación de los grupos étnicos, sino deconstruir la noción de raza y proponer un ámbito étnico-racial de diferencias múltiples, no binarias, fluidas y cambiantes. Sin embargo, cabe recordar, con Fraser (1997), que los negros colombianos están sujetos a la injusticia no sólo cultural, sino económica, y por lo tanto exigen soluciones tanto de redistribución económica como de reconocimiento cultural. E n la práctica se ha visto que la persecución simultánea de redistribución y reconocimiento ha dado lugar a interferencias entre las medidas que se toman en uno y en otro campo. Por ello, una de las formas de eludir ese dilema entre redistribución y reconocimiento consiste en situarse en un campo más amplio, en el que se puedan librar múltiples e intersecadas luchas contra las diversas y cruzadas injusticias. Así, es necesario considerar que la etnia/raza se interrelaciona con los valores específicos de ciertos parámetros como clase, género, generación, sexualidad; que la experiencia concreta de los individuos se construye simultáneamente en relación con todos esos parámetros y, más aún, que las personas pueden estar subordinadas en todos los ejes o, al contrario, ser dominantes en unos y subordinados en otros. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia Reflexiones finales Dialogar con varones y mujeres chocoanos en torno de las supuestas tendencias dionisíacas de los negros fue una oportunidad de explorar —en ellos y en mí misma— hasta qué punto es factible manipular este estereotipo en el orden sociorracial colombiano, negociando un balance entre esta afirmación de la identidad negra, la capacidad autocrítica frente a la tendencia a la inversión de los papeles de dominación, la defensa de la importancia de la música, el baile y el erotismo en la cultura negra y el deseo personal de sostener que los aspectos dionisíacos de la vida no son incompatibles con sus facetas apolíneas ni son necesariamente "negros". Queda abierta, sin embargo, la pregunta sobre la opción deconstructiva de las identidades étnicoraciales en Colombia, país en el que apenas estamos asistiendo al surgimiento de una identidad negra más sólida que la previamente existente y a la inclusión de lo negro como u n elemento propio de la identidad nacional. Es importante señalar que el mestizaje, el núcleo de la definición de las naciones latinoamericanas, no ha incorporado lo negro ni lo indígena como elementos actuantes de la identidad nacional, sino en cuanto componentes en vía de desaparición, ya que se espera su integración final en una nación mestiza. Por esta razón, aunque teóricamente el mestizaje busque borrar las diferencias entre las personas, con independencia de sus identidades étnico-raciales, y construir las bases para el ejercicio de una ciudadanía plena, en la práctica ha sido entendido como un proceso de blanqueamiento que instaura jerarquías raciales en las distintas poblaciones y discrimina a las personas indígenas o negras (Wade, 1998a). Para modificar esta situación es necesario afirmar el valor y la contemporaneidad de las identidades 127 M A R Á V I V E R O S VIGOYA negras e indígenas colombianas en toda su diversidad, su complejidad y su dinamismo. Bibliografía 128 Agier, Michel. "Ethnopolitique: racisme, status etmouvement noir á Bahia". Cahiers d'Etudes Africaines, 125, XXXII (1992), pp. 53-81. Bastide, Roger. Le prochain et le lointain. París: Cujas, 1970. Balibar, Etienne; Wallerstein, Immanuel. Race, nation, classe. Les identités ambigúes. París: Editions La Découverte, 1988. Borja, Jaime: "Barbarización y redes de endoctrinamiento en los negros. Cosmovisiones en Cartagena, siglos XVII y XVIII". E n : Astrid Ulloa (compiladora), Contribución africana a la cultura de las Américas (Bogotá: Proyecto BioPacífico/lCAN, 1992), pp. 241-254. DAdesky, Jacques. "Racismes et antiracismes au Brasil". Hommes & Migrations. Des Amériques noires, 1.213 (mayo-junio de 1998), pp. 60-76. D o Nascimento, Abdias. O quilombismo. Petrópolis: Editora Vozes, 1980. . "Luchas raciales en Brasil". En: Astrid Ulloa (compiladora), Contribución africana a la cultura de las Américas (Bogotá: Proyecto BioPacífico/lCAN, 1992), pp. 33-44. Fraser, Nancy. lustitia interrupta. Reflexiones críticas desde la posición "postsocialista". Bogotá: Siglo del H o m b r e Editores, Universidad de los Andes, 1997. Losonczy, Anne-Marie. "Du corps-diaspora au corps nationalisé: rituel etgestuelle dans la corporéité négro-colombienne". Cahiers d'Etudes Africaines, 148, XXXVII (1997), pp. 891-906. Dionisios negros. Sexualidad, corporalidad y orden racial en Colombia Mosquera R., Claudia. "Acá antes no se veían negros". Cuadernos de Investigación. Estudios Monográficos (Bogotá: Observatorio de Cultura Urbana, 1998). Muteba Rahier, Jean. "Blackness, the Racial/Spatial Order, Migrations, and Miss Ecuador 1995-1996". American Anthropologtst, 100, 2 (1998), pp. 421-430. Pinzón, Carlos; Garay, Gloria. Violencia, cuerpo y persona. Capitalismo, multisubjetividad y cultura popular. Bogotá: E q u i po de Cultura y Salud ECSA, 1997. Ribeiro, Darcy. A povo brasileño. Aformaqao e o sentido do Brasil. Sao Paulo: Companhia das Letras, 1995. Segato, Rita Laura. "Ciudadanía: ¿por qué no? Estado y sociedad en el Brasil a la luz de u n discurso religioso afrobrasileño". E n : Astrid Ulloa (comp.), Contribución africana a la cultura de las Américas (Bogotá: Proyecto BioPacífico/lCAN, 1992), pp. 147-162. Sumpf, Joseph; Hugues, Michel. Dictionnaire de sociologie. París: Larousse, 1973. Viveros, Mará. "Quebradores y cumplidores. Biografías diversas de la masculinidad en Colombia". Ponencia presentada en la Conferencia Internacional "La equidad de género en América Latina y el Caribe: desafíos desde las identidades masculinas". Santiago de Chile, 8-11 de junio. ; Cañón, William. "Pa' bravo yo... soy candela, palo y piedra". En: Teresa Valdés y José Olavarría (eds.), Masculinidad/es. Poder y crisis (Santiago de Chile: ISIS Internacional, Flacso, s. f), pp. 125-139. Wade, Peter. "Población negra y la cuestión identitaria en América Latina". Ponencia presentada en el Seminario Internacional "Identidades y movilidades en el Pacífico colombiano". Cali: Univalle, CIDSE-Orstom, 9-11 de diciembre de 1998. 129 M A R Á V I V E R O S VIGOYA . "Racialised Identities, Essences and Bodies: an Anthropological Approach to Race". 1998. . Gente negra, nación mestiza. Dinámica de las identidades raciales en Colombia. Bogotá: Universidad de los Andes, Universidad de Antioquia, Siglo del Hombre, ICAN, 1997. . "Pautas de raza en Colombia". Informes Antropológicos, 3 (Bogotá: Colcultura, Instituto Colombiano de Antropología, 1989), pp. 33-46. 130