Suprema Corte: El titular del Juzgado Nacional de Ejecución Penal

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"L
s.c.
, Abel Alberto sI causa n° 4335".
L 533; L. XLI.
Suprema
Corte:
1
El titular del Juzgado Nacional de Ejecución Penal nO 3
concedió la libertad asistida a Abel Alberto L
, respecto de la
sentencia del 23 de mayo de 2000 dictada por el Tribunal Oral en 10
Criminal n° 13, que le impuso la pena única de prisión perpetua y 10
declaró reincidente. El magistrado dejó en suspenso la ejecución de su
fallo hasta tanto quedara firme (arts. 54 y concordantes de la ley 24.660
y 491 in fine del Código Procesal Penal de la N ación).
Para así decidir, valoró que a la fecha de la resolución
(19 de abril de 2004) el nombrado computaba veinticuatro años, siete
meses y veintitrés días de prisión; que desde el 22 octubre de 2002
gozaba del beneficio de las salidas transitorias; su evolución favorable
desde entonces; su conducta ejemplar (10) y su concepto muy bueno (8) y
que según el servicio criminológico su egreso anticipado no constituirá
grave nesgo para el condenado o para la sociedad. También consideró
que la ley 24.660 establece que el régimen penitenciario se basa en la
progresividad, que procura limitar la permanencia en establecimientos
cerrados y que su finalidad de lograr la adecuada reinserción social se
vería frustrada
SI
por la pena aplicada a L
su encierro fuera
"indeterminado" .
Con
invocación
de
un
precedente
de
la
Cámara
N acional de Casación Penal, consideró el juez que su situación no podía
ser más gravosa que la de un reincidente múltiple condenado a prisión
perpetua con la accesoria del artículo 52 del Código Penal, para quien
procede la libertad condicional.
Frente
a
la
opinión
adversa
que
sostuvo
el
representante del Ministerio Público, agregó que de seguirse ese criterio
la finalidad de reforma y readaptación social de los condenados que
persiguen las penas privativas de libertad se frustraría, pues se trata de
un caso en que no procede la libertad condicional (art. 14 del Código
Penal) ni la libertad asistida por falta de vencimiento de la sanción;
1
aunque sí las salidas transitorias, admitidas para este supuesto (arts. 14 y
15 de la ley 24.660).
En tal sentido, añadió que sin el régimen de libertad
asistida se condenaría a L
"de por vida a que egrese del
establecimiento sólo de modo transitorio y no definitivo" y que teniendo
en cuenta que la pena máxima establecida en el Código Penal es de
veinticinco años de prisión, es posible concederla seis meses antes. Para
adoptar ese criterio valoró que el artículo 54 de la citada ley prevé que
ese beneficio sólo puede ser negado excepcionalmente en supuestos de
riesgo ausentes en el sub júdice.
Esta
resolución
fue
impugnada
por
el
Ministerio
Público mediante recurso de casación, que fue concedido (ver fs. 1 a 10
de estas actuaciones).
II
Al tomar intervención la Sala II de la Cámara Nacional
de Casación Penal, revocó lo resuelto por interpretar que la libertad
asistida no es aplicable a los condenados a prisión perpetua que, además,
son reincidentes.
Con invocación de los artículos 13 y 14 del Código
Penal, afirmó que al hallarse vedada la libertad condicional a los
reincidentes, no es posible fij ar el agotamiento de la pena de prisión o
reclusión, que es uno de los requisitos previstos para la concesión de la
libertad asistida. Asimismo sostuvo que el legislador dispuso de manera
expresa qué condenados podían acceder a este régimen, sin que casos
como el sub exámine hayan sido contemplados.
Añadió que al Poder Judicial no le es posible crear un
supuesto no previsto en la ley, pues en tal caso podría arrogarse
atribuciones
propias
del
Poder
Legislativo;
y,
con
sustento
en
jurisprudencia de V.E., sostuvo que no cabe suponer la inconsecuencia o
falta de previsión del legislador y que debe adoptarse una exégesis que
concilie las normas entre sí y las deje a todas con valor y efecto.
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, Abel Alberto si causa n° 4335".
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Descartó
la
aplicación
del
precedente
que
había
invocado el juez de grado, pues se refiere al cese de la accesoria de
reclusión por tiempo indeterminado; y también que, sobre esa base,
pudiera afectarse la garantía de igualdad ante la ley.
En definitiva, afirmó que al no reunir L
los
requisitos del artículo 54 de la ley 24.660, la resolución dictada había
prescindido del texto legal y debía descalificarse por arbitraria (ver fs.
11/14).
III
Frente a ello, el afectado expresó su voluntad recursiva
y la defensa oficial fundó el respectivo remedio extraordinario. Se
agravió allí de la inconstitucionalidad parcial en la aplicación efectuada
del artículo 14 del Código Penal, pues a su criterio 10 resuelto "justifica
la imposición de una sanción de tan extrema gravedad como es la prisión
perpetua indeterminada a quien ya tuvo tratamiento carcelario previo,
ponderando la peligrosidad del delincuente supuestamente derivada de la
ocurrencia de otros delitos cometidos con anterioridad que fueron
oportunamente juzgados, es decir, tomando en cuenta -nuevamentedelitos ya penados". De ese modo, afirma, la sentencia consiente la
agudización del reproche generando un castigo que vulnera las garantías
de los artículos 18 y 19 de la Constitución Nacional, los principios non
bis in idem y de culpabilidad, y los tratados de derechos humanos.
Agregó
que
"la
valoración
de
los
antecedentes
condenatorios como justificativos de la razonabilidad de la denegatoria
de
la
soltura
por
agotamiento
de
la
pena
carece
de
sustento
constitucional". También sostuvo que la prisión perpetua impuesta a un
reincidente no posibilita el análisis de su proporcionalidad con la
conducta anteriormente desplegada por el sujeto, ni permite apreciar si es
una medida excesiva para la concreta situación por la que atraviesa el
condenado, a la vez que desnaturaliza la finalidad resocializadora de la
pena privativa de la libertad respecto de quien habrá de afrontar un
castigo indeterminado en el tiempo.
3
Asimismo, alegó que la perpetuidad inexorable no
consulta el comportamiento individual en libertad ni la menor o neutra
peligrosidad que pudo haber alcanzado luego de cumplidos 25 años de
prisión, sino exclusivamente el fracaso del tratamiento carcelario previo
o, paradójicamente, su éxito, como ocurre con L
. Sostuvo que
lo resuelto no ha considerado la situación actual del nombrado, sus
calificaciones, su conducta, el concepto que merece de sus guardadores,
su reintegro a la unidad luego de todas sus salidas transitorias, ni el
beneficio de una salida adicional que le fue concedido a propuesta del
propio servicio penitenciario que lo custodia.
También se agravió por interpretar que la aplicación
parcialmente inconstitucional del artículo 14 del Código Penal que
propone, neutraliza el derecho del justiciable a obtener la prescripción de
su condena en los términos del artículo 51, tercer párrafo, inciso 1 0, del
mismo cuerpo legal, pues la sentencia importa mantener la vigencia de
una pena para supuestos :'no abarcados en el ámbito material y espacial
de
confluencia
que
genera
lesión
al
derecho
sustancial
a
una
resocialización efectiva". En este sentido, puntualizó que el desacierto
radica "en el modo de contar los intervalos de derecho a los fines de
obtener el reintegro al medio libre de quien ha purgado su condena, y
sólo para los supuestos ocurrentes en ese ámbito, dejando incólume el
despliegue de todos los efectos que la reincidencia tiene en otros casos".
Sin perjuicio de ese planteo, en cuanto a la denegatoria
de la libertad asistida, la defensa tachó de arbitraria la interpretación de
la ley 24.660 por considerar que desconoció las garantías consagradas en
los artículos 5.6 y 29 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
y por no ponderar la resocialización del condenado, incluso en lo
sobreviniente a la presentación del recurso. Sostuvo que, en cambio, esas
circunstancias fueron rectamente valoradas por el juez de grado, que en
ejercicio de las facultades que reconocen los artículos 3° y 4° de aquella
norma y atendiendo a los principios pro hómine, de individualización del
tratamiento y de progresividad, autorizó la libertad asistida en aras de la
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plenitud de los fines de reforma y readaptación social que persIguen la
pena y el régimen penitenciario.
Destacó en tal sentido, que además de gozar desde
octubre de 2002 del beneficio de salidas transitorias sin haber incurrido
en ninguna falta, de los informes obrantes en el legajo surge que su
asistido "posee continencia afectiva" y que "su egreso anticipado no
constituirá grave riesgo para el condenado o para la sociedad". Inclusive
agregó que el Procurador Penitenciario, en calidad de amicus curia, se
expidió a favor de la libertad asistida. Añadió que cuenta con respaldo y
acompañamiento del grupo familiar de origen, integrado por su mujer y
tres hijos jóvenes, quienes están dispuestos a recibirlo en su domicilio al
momento del egreso.
Por último, el defensor oficial indicó que otro aspecto
que demuestra la resocialización de L
es su capacitación
durante el encierro, pues se encuentra en condiciones de graduarse en las
carreras universitarias de abogacía y ciencias económicas (ver fs. 18/36).
La Sala 11 del tribunal a quo declaró inadmisible la
apelación federal por considerar que la crítica sobre la revocatoria de la
libertad asistida y la aplicación de la ley 24.660, se refería a aspectos de
hecho, prueba y derecho común que, en principio, resultan ajenos a la vía
intentada y contaban con fundamentos suficientes. En cuanto al planteo
de in constitucionalidad del artículo 14 del Código Penal, 10 desestimó
por tardío al haber sido planteado recién en el recurso extraordinario,
pues al no haberse sometido a los jueces de la causa no correspondía su
tratamiento en esa instancia de excepción (ver fs. 39/40).
Frente a esa decisión adversa, el recurrente interpuso
esta queja ante V.E.
IV
La reseña hasta aquí efectuada permite advertir que
más allá de la inconstitucionalidad parcial en la aplicación del artículo
14 del Código Penal que tardíamente se postula, el planteo del recurrente
pretende la inclusión de su asistido en el régimen de libertad asistida que
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contempla el artículo 54 de la ley 24.660, pues a ello se limitó la
sentencia que fue revocada por el a qua. Más aun, surge de las
actuaciones principales que se encuentra pendiente de tratamiento en
primera instancia un pedido de libertad por agotamiento de la pena de
prisión perpetua que introdujo el propio L
(ver fs. 181, 185/6,
203,209 Y 213/14).
Por lo demás, al margen de la autoridad de cosa
juzgada que pesa sobre la sentencia en ejecución, tampoco se discute aquí
la validez constitucional de esa pena ni de la reincidencia en sí misma,
como así tampoco la imposibilidad de acceder a la libertad condicional
que de ella se deriva, aspectos estos últimos expresamente excluidos por
la defensa (ver fs. 63 vta. y 64 de estas actuaciones).
En tales condiciones y sin perjuicio de que el tenor de
algunos de los agravios parece exceder ese marco recursivo, en orden a la
procedencia formal de la queja estimo que al cuestionarse una decisión
adversa a un pedido de libertad asistida en favor de quien registra un
cómputo
superior a
los veinticinco
años
de
una pena
de
prisión
efectivamente perpetua, fundado en la finalidad de reinserción social que
por imperio constitucional y de los instrumentos de derechos humanos de
igual jerarquía deben tener las penas privativas de la libertad, el caso
encuadraprimafacie en el inciso 3° del artículo 14 de la ley 48.
En
cuanto
a
la
causal
de
arbitrariedad
invocada
respecto de la aplicación de la ley 24.660, cuya naturaleza común ha
declarado V.E. en Fallos: 320:2729 y 325 :2031, aprecio que por tratarse
de un agravio inescindiblemente unido a la aludida cuestión federal,
corresponde su tratamiento conjunto (Fallos: 315:411; 321:703; 327:3536
y 3560, entre otros).
V
Pese a todos los reparos que se pueden formular a los
criterios preventivos especiales, asiste razón a la defensa, cuando predica
que por imperio constitucional, el derecho vigente prevé que la finalidad
resocializadora de las penas privativas de la libertad, requiere que el
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condenado cuente con la razonable expectativa de reinsertarse al medio
social luego del cumplimiento de la sanción aplicada.
Empero, la prisión perpetua con la declaración de
reincidente aplicada a L , tropieza no sólo con el impedimento
legal para acceder a la libertad condicional (art. 14 del Código Penal),
sino también para establecer la fecha en que pueda considerarse purgada,
pues tal como con calificadas citas de doctrina ha señalado el a quo,
"dentro del régimen actual la única pena forzosamente perpetua es la
prisión o reclusión aplicada a los reincidentes".
Esa situación de encierro indefinido, sm embargo, ha
sido morigerada mediante la sanción de la Ley de Ejecución Penal nO
24.660, bajo cuyo amparo L
y su defensa han solicitado el
beneficio que suscitó esta incidencia (ver fs. 109 Y 143/47 del principal).
Precisamente en aras del régimen de progresividad y reinserción social de
los condenados, esa norma contempla en su artículo 16 -como lo hacía
el decreto 412/58- el instituto de las salidas transitorias de las que el
nombrado goza satisfactoriamente desde el año 2002, en virtud de reunir
los requisitos previstos en el artículo 17 (ver resolución a fs. 51 ídem).
A los mismos fines, también ha incorporado otros
regímenes novedosos como la semilibertad (arts. 23 a 26), el programa de
prelibertad (arts. 30 y 31), la prisión discontinua y semidetención (arts.
35 a 40), la prisión diurna y nocturna (arts. 41 a 44), la libertad asistida
(arts. 54 a 56) y el sistema de recompensas (art. 105). En cada supuesto
se han determinado las condiciones necesarias para poder acceder a esos
institutos.
Específicamente, las fijadas por el artículo 54 para el
régimen de libertad asistida excluyen a quienes, como L
carecen de la posibilidad de establecer la fecha de agotamiento de la pena
que cumplen, tal como lo sostuvo el representante del Ministerio Público
a fojas 141.
Cabe señalar que este impedimento también fue puesto
de manifiesto por el Jefe del Servicio Criminológico de la unidad
penitenciaria a fojas 139, sin perjuicio de destacar el "óptimo pronóstico
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de reinserción social que presenta" y la inexistencia de riesgo para el
condenado o para la sociedad (ver fs. 138). En similares términos se
había expedido poco tiempo antes, por mayoría, el Consejo Correccional
de la Unidad 2 del Servicio Penitenciario Federal (ver fs. 115126).
En efecto, el citado artículo 54 prevé que la libertad
asistida permitirá al condenado sin la accesoria del artículo 52 del
Código Penal "el egreso anticipado y su reintegro al medio libre seIS
meses antes del agotamiento de la pena temporal". N o desconozco que,
tal como lo recuerda el. recurrente, la doctrina y jurisprudencia han
interpretado que se trata de un beneficio dirigido principalmente a quien
se encuentra impedido de acceder a la libertad condicional, sea por su
condición de reincidente o por aplicación del artículo 17 del Código
Penal.
En ese sentido, la figura alcanzaría a L
pues
por su condición de reincidente el artículo 14 del Código Penal le veda,
efectivamente,
el
acceso
a
la
libertad
condicional;
pero
ante
la
imposibilidad de determinar la fecha de agotamiento de la pena perpetua
-aun cuando registre un cómputo superior a los veinticinco años- su
situación no encuadra en la previsión legal, pues ésta supone la
existencia del dies ad quem para el cómputo de los últimos seis meses.
Estas circunstancias, precisamente, son las que obstan
-como lo señaló el a quo.- a la aplicación del precedente "Sobrero" que
invocó el juez de ejecución al autorizar la libertad asistida, pues si bien
se refería a un caso de pena de prisión perpetua, allí se había impuesto la
accesoria por tiempo indeterminado prevista por el artículo 52 del Código
Penal para el reincidente múltiple, cuya libertad -tanto condicional
como definitiva- sí se encuentra regulada en el artículo 53 de ese cuerpo
legal.
Es
detención de L
oportuno
mencionar
en
cuanto
al
tiempo
de
, que según surge de las constancias de fojas 5,
10 Y 111 de los autos principales, al efectuarse su cómputo se aplicó el
régimen de la ley 24.390, a resultas del cual la privación de libertad
durante trece años y diecisiete días por un hecho anterior, entre el 22 de
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enero de 1985 y el 8 de febrero de 1998, le permitió acceder al beneficio
de la libertad condicional que, por imperio del artículo 14 del Código
Penal, hubiera correspondido recién luego de veinte años, dada la pena de
prisión perpetua que entonces le fue aplicada.
VI
Ahora bien, no paso por alto que los muy favorables
informes que registra el condenado (ver fs. 293/4) autorizarían a sostener
-como lo afirma la empeñosa defensa oficial- que en su caso el
tratamiento penitenciario ha logrado,
en gran medida,
la finalidad
resocializadora que deben perseguir todas las penas privativas de la
libertad (cfr. art. 10 de la ley 24.660, énfasis agregado).
Sin embargo, de ello no se extrae necesariamente la
aplicación de un instituto cuyos requisitos no reúne L
, pues
dada la pena que se le aplicó, en su caso esa finalidad de la ley bien pudo
juzgarla cumplida el legislador con las salidas transitorias de las que
goza desde el año 2002 o con su eventual incorporación al régimen de
semilibertad (ver su presentación de fs. 281).
En
este
sentido,
la
autorización
de
una
salida
transitoria mensual adicional en el marco del sistema de recompensas que
regula el artículo 105 de la ley 24.660, es un elemento que refuerza el
alcance asignado a aquel objetivo de la ley (ver fs. 284, 293/97, 299 Y
306).
Por cierto que es una solución opinable, pero mientras
no sea irrazonable la última palabra le corresponde al legislador y no al
juez. En efecto, si bien la defensa, como lo hizo en su momento el juez
de ejecución, ha fundado su inteligencia de la cuestión en el tiempo de
detención que lleva cumplido L
, en sus calificaciones y en
aquellos principios que deben regIr para las penas privativas de la
libertad, ello no autoriza per se a que los jueces se aparten de la misión
que tienen constitucionalmente asignada, máxime cuando la norma que
deben aplicar es clara, no confronta de modo manifiesto con la Ley
9
Fundamental ni tampoco ha sido puesta en duda su validez desde ese
vértice del orden jurídico.
Sin perjuicio de ello, corresponde expresar que el
planteo de inconstitucionalidad parcial en la aplicación del artículo 14
del Código Penal, reseñado en el punto 111 de este dictamen, no guarda
relación directa con lo estrictamente discutido en el sub júdice. En
efecto, la defensa lo ha sustentado en la falta de proporcionalidad de lo
resuelto, en la afectación del principio de culpabilidad y en la garantía
que impide el non bis in idem, agravios que parecen dirigidos más bien a
cuestionar la pena firme que cumple su asistido y que se encuentra
expresamente al margen de esta impugnación, tal como se señaló en el
apartado IV del presente dictamen.
A igual conclusión cabe arribar sobre la alegada
neutralización de la "prescripción de la pena perpetua" que regula el
artículo 51, tercer párrafo, inciso 10, del mismo cuerpo legal, que además
de ese defecto formal resulta infundado desde que desconoce que a esa
pena se sumó, en el caso, la declaración de reincidencia, y que este
supuesto es ajeno al régimen de caducidad allí previsto.
Por lo demás y sin perjuicio de lo que a continuación
se
considerará,
L
corresponde
afirmar
que
la positiva evolución
de
en su tratamiento penitenciario, constituye un elemento de
JUICIO que es objeto de permanente valoración dentro del régimen de
salidas
transitorias
oportunamente
autorizado.
En
virtud
de
ello,
precisamente, pudo acceder al sistema de recompensas antes aludido,
como así también a las salidas extraordinarias (v. gro ver fs. 320/21 y
323/24 ).
VII
Así entendida la cuestión, apreCIO que las específicas
características que exhibe el caso imponen a este Ministerio Público
Fiscal presentar a V.E. otras consideraciones que, si bien exceden los
agravios que introdujo la' defensa, resultan procedentes en atención a la
10
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"L
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existencia de la cuestión federal señalada en el punto IV supra (Fallos:
314:1368; 316:2845; 328:110, 690 y 785, entre muchos otros).
Pero antes de profundizar en aquellas, es preciso hacer
una aclaración. Más allá de la opinión que he expresado acerca de los
fines de la pena, 10 cierto es que el legislador adoptó la llamada
prevención especial en su finalidad y no es función de este Ministerio
Público, ni corresponde a esta intervención (art. 33 inc. a) de la ley
24.946) transmitir puntos de vista personales.
Retomo
entonces
el
desarrollo
de
las
cuestiones
atinentes a la cuestión federal. Ellas se vinculan con la finalidad de
reinserción social de las penas privativas de la libertad que sustenta la
impugnación de la defensa en el sub lite, aunque
situaciones como la de L
no buscan remediar
a través de la declaración de
inconstitucionalidad, última ratio del orden jurídico (Fallos: 307:531;
328:91 y 1416, entre muchos otros), sino mediante la interpretación
armónica, dentro del régimen normativo vigente, de aquellos institutos
previstos para la consideración de situaciones como la del nombrado.
Este temperamento, por lo demás, observa la doctrina
que V.E. ha establecido para la inteligencia de la ley, en cuanto debe
preferirse aquélla que evite asignarle un sentido que ponga en pugna sus
disposiciones, destruyendo las unas por las otras, pues corresponde
adoptar como verdadero el criterio que las concilie y suponga la integral
armonización de sus preceptos (Fallos: 324: 1481 y sus citas, entre
muchos otros).
Un criterio similar al que habré de proponer, sostuve al
expedirme en el día de la fecha in re "Chueke, Daniel Isaac y otros si
homicidio agravado por el vínculo etc. -causa nO 1029-", expediente
Letra C n° 2641, Libro XXXIX, donde, entre otros agravios, se había
cuestionado la constitucionalidad de la prisión perpetua aplicada a un
reincidente.
Tal como sostuve en ese dictamen y por guardar
también vinculación con la cuestión articulada en el sub lite, considero
pertinente mencionar que en la actualidad integra el orden público
11
argentino (conf. arts. 27 y 31 de la Constitución Nacional) el "Estatuto
de Roma de la Corte Penal Internacional", adoptado el 17 de julio de
1998 en el ámbito de las Naciones Unidas y aprobado por ley 25.390,
cuya implementación ha sido recientemente dictada por el Congreso
mediante la sanción de la ley 26.200 (publicada en el Boletín Oficial el 9
de enero de 2007).
Por lo tanto, en la materia que aquí interesa es posible
acudir a ese instrumento internacional como fuente para la interpretación
del derecho interno (conf. Fallos: 315:1492, considerando 18).
Más allá de la finalidad de ese tratado y de la
competencia limitada y complementaria del tribunal supranacional así
creado, considero relevante señalar que al fijar el Estatuto las penas
aplicables para los delitos tipificados en sus artículos 6° a 8°, su artículo
77, inciso 1 0, estableció las siguientes: a) reclusión por un número
determinado de años que no exceda de treinta años; o b) reclusión a
perpetuidad cuando lo justifiquen la extrema gravedad del crimen y las
circunstancias personales del condenado. Cabe destacar que en virtud de
la ley 26.200 recién aludida, en el primer supuesto la pena se ha limitado
al término de veinticinco años de prisión, mientras que para el segundo,
sin afectarse el carácter absoluto de la sanción, sólo se precisaron las
condiciones para su aplicación "si ocurre la muerte" (arts. 8 a 10).
Además de reiterarse a través de aquel instrumento la
vigencia del encierro perpetuo en el ámbito del derecho internacional de
los derechos humanos, estimo oportuno mencionar las normas allí
previstas para la "reducción de la pena", pues a partir ellas podría
considerarse un régimen para morigerar en el derecho interno los efectos
de la sanción aplicada en autos.
El artículo 110 del Estatuto de Roma, que regula este
último instituto, determina que el recluso no será puesto en libertad antes
de que haya cumplido la pena impuesta por la Corte (inc. 1°); que, luego
de escuchar al recluso, sólo ella puede decidir la reducción (inc. 2°); y
que cuando haya cumplido las dos terceras partes de la pena o veinticinco
años de prisión en el caso de cadena perpetua, la Corte revisará la pena
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-nunca antes del cumplimiento de esos plazos- para determinar si ésta
puede reducirse (inc. 3°). Luego de describir los factores a tenerse en
cuenta a tal fin (inc. 4°), se prevé que si en un inicio se declara que no
procede la reducción de la pena, la cuestión debe volver a examinarse
con la periodicidad y con arreglo a los criterios indicados en las Reglas
de Procedimiento y Prueba (inc. 5°).
Esta
reseña
permite
apreCIar
que
la
finalidad
esencialmente resocializadora de las penas privativas de la libertad,
también ha sido reconocida por el Estatuto de Roma para la prisión
perpetua, pues la expectativa que en el plazo de veinticinco años pueda
examinarse la posibilidad de reducción que para ella contempla el
artículo 110, inciso 3 0, habrá de alentar la readaptación social del
condenado
a
esos
fines.
Más
aún,
de
las
aludidas
Reglas
de
Procedimiento y Prueba surge expresamente que en esa etapa la Corte
valorará, entre otras circunstancias, que la conducta del condenado
durante su detención revele una auténtica disociación de su crimen y sus
posibilidades de reinsertarse en la sociedad y reasentarse exitosamente
(regla n° 223).
Si bien esta limitación temporal de la prisión perpetua
no se vincula con la eventual reincidencia del condenado, la cual, como
tal, no ha sido contemplada en el Estatuto de Roma (ver art. 78, inc. 3°),
sus efectos coinciden, en lo sustancial, con el criterio de la invalidez
constitucional de la pena privativa de libertad realmente perpetua que
adelantaron algunos ministros de V.E. al dictar sentencia el 4 de julio
último en el caso "Giménez Ibáñez, Antonio Fidel s/libertad condicional"
(expte. Letra G nO 239, Libro XL) y también con el invocado por el
doctor Petracchi al fallar el 5 de septiembre pasado en la causa
caratulada "Gramajo, Marcelo Eduardo si robo en grado de tentativa causa nO 1573-" (expte. Letra G n° 560, Libro XL).
En su ilustrado voto, este último magistrado recordó
sobre la base de jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos y del Tribunal Constitucional Alemán, que las condenas a
enCIerro
13
por
tiempo
indeterminado
-incluidas
las
aplicadas
a
reincidentes
o
delincuentes
habituales-
son
compatibles
con
la
respectiva Convención Europea y con la Ley Fundamental de Alemania,
sólo bajo la premisa que se asegure debidamente el control judicial
periódico de las condiciones para la liberación y que haya existido un
examen concreto de la situación del afectado (ver considerando s nO 31 y
44, a los que me remito en razón de brevedad).
Precisamente, esa periodicidad ha sido prevista dentro
del ámbito del Estatuto de Roma en la regla procesal n° 224, que
establece la realización del examen de la reducción de la pena cada tres
años, a menos que los magistrados indiquen un intervalo más breve.
Por
su
parte,
el
aludido
Tribunal
Constitucional
también aplicó una interpretación similar al resolver que el cumplimiento
de
la
pena
privativa
de
la
libertad
a
perpetuidad
no
afecta
la
inviolabilidad de la dignidad del hombre que reconoce el artículo 1 0 ,
inciso 1 0, de la Ley Fundamental de Alemania. Para ello, además de
reiterar que toda pena debe estar en adecuada proporción con la gravedad
del
hecho
punible
y
la
culpa
del
delincuente,
sostuvo
que
las
disposiciones de la ley de ej ecución penal y la práctica allí vigente en
materia
de
indulto,
impedían
determinar
que
esa
pena
conduzca
obligatoriamente a daños irreparables de tipo físico o psíquico que
lesionen la existencia digna. Agregó que al condenado se le debe dar la
esperanza de volver a obtener su libertad y que si bien la posibilidad del
indulto no es por sí sólo suficiente, el principio del estado de derecho
ofrece los presupuestos bajo los cuales se puede suspender la ejecución
de una pena de prisión perpetua, así como para reglamentar el proceso
aplicable a tal efecto (ver sentencia 45,187 de la Sala Primera, del 21 de
JUnIO
de
1977
-IBvL
14/76-
reseñada
en
"Cincuenta
años
de
jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal Alemán", compilación
de Jürgen Schwabe, traducción de Marcela Anzola Gil,
Ediciones
Jurídicas Gustavo Ibáñez y Konrad-Adenauer-Stiftung, Bogotá 2003,
páginas 18 y 19).
VIII
14
•
"L
, Abel Alberto si causa n° 4335".
S.C. L 533; L. XLI.
Encuentro que las pautas hasta aquí enunciadas habrán
de resultar de utilidad en el sub júdice, a partir de la insoslayable
finalidad resocializadora que debe tener la aplicación de toda pena
privativa de la libertad por imperio del Pacto de San José de Costa Rica
(art. 5.6) y del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art.
10.3), los cuales cuentan con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22).
Ese objetivo también ha sido recogido por el legislador
en
la
Ley de
Ejecución
Penal
nO
24.660,
respecto
de
todas
las
modalidades de ejecución de pena privativa de libertad (art. 1°). A la
vez, su artículo 3 ° establece que el juez "garantizará el cumplimiento de
las normas constitucionales, los tratados internacionales ratificados por
la República Argentina
Este
"
plexo
normativo
refleja,
en
mI
opinión,
la
vigencia del mencionado "principio del estado de derecho" en el orden
público
argentino
que,
como
enseguida
se
verá,
cuenta
con
los
instrumentos normativos necesarios para asegurar su vigencia.
En tal sentido, creo oportuno recordar que a través del
artículo 2° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, los
Estados partes se han comprometido a adoptar las medidas legislativas o
de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos los derechos y
libertades en ella reconocidos. Una previsión similar contiene el artículo
2° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Respecto de esta obligación asumida por el Estado
argentino, en Fallos 318:514 se interpretó que corresponde a la Corte,
como órgano supremo de uno de los poderes del Gobierno Federal y en la
medida de su jurisdicción, aplicar aquélla Convención, ya que lo
contrario podría implicar responsabilidad de la N ación frente a la
comunidad internacional (considerando nO 12, donde se invocó la Opinión
Consultiva nO 11/90 de la Corte Interamericana).
Precisamente al emitir el tribunal supranacional esa
opinión había señalado, entre otros aspectos, que la obligación de
garantizar del artículo 1° del Pacto entraña "el deber de los Estados
Partes de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las
15
estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder
público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el
libre y pleno ejercicio de los derechos humanos" (párrafo nO 23). Allí
también consideró "que garantizar implica la obligación del Estado de
tomar todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que
puedan existir para que los individuos puedan disfrutar de los derechos
que la Convención reconoce" (párrafo n° 34).
Como
se
recordará,
en
ejercicio
de
esa potestad
soberana y en la medida' de su jurisdicción, en aquel precedente V.E,
declaró la invalidez constitucional de los límites recursivos del artículo
459, inciso 2°, del Código Procesal Penal la Nación, en cuanto vedaban
la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de los
tribunales en lo criminal en razón del monto de la pena.
También
precedente
"Giroldi"
en
recién
Fallos:
citado,
322:2488
la
Corte
y
con
declaró
remisión
la
al
invalidez
constitucional del artículo 87 de la ley 23.077, en cuanto obstaba a la
posibilidad de recurrir ante la Cámara Nacional de Casación Penal las
sentencias condenatorias dictadas por los tribunales de
acuerdo
al
procedimiento regulado por dicha normativa y, de ese modo, cercenaba la
garantía de la doble instancia en materia penal prevista en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
Algo similar propuso la minoría del Tribunal en Fallos:
323 :4130, al considerar que el Poder Ejecutivo estaba legitimado para
interponer el recurso de revisión en favor de quienes se hallaban
condenados por sentencia judicial firme, para dar cumplimiento a las
recomendaciones del Informe n° 55/97 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y garantizar el derecho a la doble instancia (ver en
especial votos de los doctores Fayt, Petracchi y Bossert). Aquí la medida
para cumplir con la obligación de garantizar había sido tomada por el
Poder Ejecutivo y la minoría de la máxima instancia judicilll la consideró
procedente.
Si bien es doctrina del Alto Tribunal que entre las
medidas necesarias en el orden jurídico interno para cumplir con el
16
•
"L
, Abel Alberto sI causa n° 4335".
S.C. L 533; L. XLI.
objeto y fin del Pacto de San José de Costa Rica se encuentran las
sentencias judiciales (Fallos: 315: 1492, considerando 22 de la mayoría y
considerando 18 del voto en disidencia de los doctores Petracchi y
Moliné O'Connor; y Fallos: 321:3555, considerando 16 del voto de los
doctores Boggiano y Bossert), en consonancia con el criterio que emana
de la Opinión Consultiva n° 11/90 Y frente a la decisión adversa de la
mayoría de V.E. en el precedente aludido en el párrafo anterior, pocos
días después de dictarse esa sentencia el Poder Ejecutivo Nacional,
también con invocación del citado Informe nO 55/97, utilizó la facultad
que reconoce el artículo 99, inciso 5°, de la Constitución Nacional y
conmutó las penas de los condenados (decreto 1263/2000 del 28 de
diciembre de 2000, publicado en el Boletín Oficial del 3 de enero de
2001).
Por su parte, en el ámbito del Poder Legislativo
también se ha aplicado un temperamento análogo al sancionar la ley
24.198, que derogó el delito de desacato que tipificaba el artículo 244 del
Código Penal. Tal decisión se adoptó a partir de la solución amistosa
acordada en la denuncia presentada contra la República Argentina ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (conf. Informe n° 22/94,
del 20 de septiembre de 1994, referido al caso nO 11.012).
Como puede apreciarse luego de estas referencias, los
tres
poderes
soberanos
de
la
República
Argentina
han
decidido
oportunamente, dentro de sus respectivas jurisdicciones, las medidas
necesarias para garantizar los derechos que reconoce el Pacto de San José
de Costa Rica, tal como lo establece su artículo 2°. Inclusive la minoría
del precedente de Fallos: 323:4130, recién citado, también interpretó que
debía reconocerse legitimación en un proceso penal a quien carecía
formalmente de ella, a fin de asegurar la vigencia de esa obligación
internacional asumida por el Estado.
IX
En tales
condiciones,
si
bien "la Suprema Corte
representa en la esfera de sus atribuciones la soberanía Nacional, y es tan
17
independiente en su ejercicio como el Congreso y el Poder Ejecutivo en
los suyos" (Fallos: 12: 134 -año 1872-), teniendo presente que una de las
primordiales misiones del Poder Judicial es saber mantenerse dentro del
ámbito de su jurisdicción sin menoscabar las funciones que incumben a
los otros poderes del Estado (Fallos: 308:1848 y 2268; 310:1162;
311 :2580, 316:2732; 326:2004, entre muchos otros), considero que las
características del sub lite impiden a V.E. resolver sobre el planteo
referido a la incorporación de Abel Alberto L
al régimen de
libertad asistida, pues en el marco de la legislación vigente cualquier
determinación judicial al respecto involucraría cuestiones más propias
del Poder Legislativo o del Poder Ejecutivo (arts. 75, inc. 12, 77 Y 99,
inc. 5°, de la Constitución Nacional) los cuales, como se ha visto,
también se hallan facultados, dentro de los ámbitos de sus respectivas
competencias y en aplicación del recordado "principio del estado de
derecho", a adoptar medidas que sin las restricciones que rigen para la
jurisdicción extraordinaria de la Corte, podrían abarcar la objeción aquí
introducida por la defensa (conf. Fallos: 326:2968, voto de los doctores
Petracchi y López).
El temperamento anunciado coincide con el sostenido
por ese Alto Tribunal en cuanto a que "el ingente papel que en la
elaboración del derecho incumbe a los jueces -comprensivo de la
determinación de su conformidad con los principios y garantías de la Ley
Fundamental-, así como en la interpretación y sistematización de las
normas infraconstitucionales y la suplencia de sus lagunas (artículo 16
del Código Civil) no incluye, obviamente, la facultad de instituir la ley
misma. No es lícito que los magistrados judiciales argentinos procedan
con olvido de su carácter de órganos de aplicación del derecho 'vigente'
ni que se atribuyan ... potestades legislativas de las que carecen" (Fallos:
308: 1848, considerando 5° y sus citas; y más recientemente in re
"Badaro, Adolfo Valentín cl ANSeS. si reajustes varios", sentencia del 8
de agosto de 2006,
consid~rando
Asimismo,
lo
18 -expte. Letra B nO 675, Libro XLI-).
expuesto
guarda
armonía
con
lo
considerado en Fallos: 120:19 (año 1914), donde al referirse a la facultad
18
•
"L
Abel Alberto sI causa n° 4335".
S.C. L 533; L. XLI.
I
presidencial de indultar o conmutar las penas, la Corte afirmó que la
Constitución "ha querido prevenir los inconvenientes derivados de la
aplicación estricta de las leyes penales que no pueden prever todas las
modalidades de los casos particulares o como dice Story, porque ningún
sistema de leyes puede proveer para cada matiz posible de culpabilidad,
un grado proporcionado de castigo, lo más que se ha hecho y que ha
podido hacerse, es proveer al castigo de los crímenes por medio de
algunas reglas generales y dentro de algunas limitaciones también
generales ... Además, la ley puede ser violada hallándose el culpable
colocado en circunstancias que le hagan excusable ante la moral y la
justicia absoluta aunque no ante los términos estrictos de la ley (Comm.
párrafo 494: The Federalist número 74)".
x
En efecto, aun cuando pudiera interpretarse -como lo
ha hecho el Tribunal Constitucional Alemán- que en los casos de
encarcelamiento perpetuo el instituto del indulto no es suficiente para
asegurar la expectativa de retornar a la vida en libertad que inspira el fin
humanitario y resocializador de las penas, lo cierto es que en las aludidas
condiciones de vigencia de los instrumentos de derechos humanos, no
sólo a partir de su jerarquización constitucional sino también de los
mencionados pronunciamientos de V.E. en cuanto a su interpretación, no
es posible presumir que aquella facultad del Poder Ejecutivo, como poder
soberano del Estado, no sea ejercida, incluso en el marco de su propia
discrecionalidad y prudencia (Fallos: 220:730) con estricta observancia
de los compromisos internacionales asumidos, tal como lo hizo al dictar
el decreto 126312000, ya citado.
Esta afirmación cobra mayor entidad si se tiene en
cuenta que el artículo 104 de la ley 24.660 contempla expresamente que
la calificación de concepto -que en el caso de L
resulta
óptima- además de servir de base para la aplicación de la progresividad
del régimen y para el otorgamiento de los distintos institutos regulados
en la ley, también lo es "para la conmutación de pena e indulto". En este
19
sentido, es pertinente destacar el pedido de informe que el Subsecretario
de Asuntos Penitenciarios. del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
efectuó en los términos del artículo 99, inciso 5°, de la Constitución
Nacional
(expte.
nO
18776-00-1-4/00),
como
así
también
la
correspondiente respuesta del juez de ejecución (ver fs. 18/20 de los
autos principales).
Es
que
frente
a
esa
herramienta
que
la
propia
Constitución reconoce en el ámbito interno, una decisión judicial como la
pretendida importaría una vedada extralimitación de la potestad del Poder
Judicial, tal como se consideró en el acápite anterior.
Ahora
bien,
aun
cuando
el
artículo
4.6
de
la
Convención Americana sobre Derechos Humanos sólo contempla el
"derecho a indulto o conmutación de pena" para quienes han sido
condenados a muerte, su expresa inclusión en ese tratado, al igual que en
el artículo 6.4 del Pacto .Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
permite afirmar que se trata de un instituto que no es ajeno al ámbito de
los derechos humanos, por lo que al hallarse contemplado en nuestra
Constitución con la sola restricción en cuanto a los casos en que acuse la
Cámara de Diputados, y sin perjuicio de que no exista un "derecho a
indulto" (Fallos:
136:244 y 220:730,
ver dictamen del Procurador
General en página 733), es posible su consideración en los términos
antedichos.
Por lo demás, estimo ilustrativo menCIOnar que la
solución que habré de postular en modo alguno resulta novedosa, pues ya
en precedentes fundacionales del Alto Tribunal se acudió a criterios
similares en casos en que la aplicación de la ley impedía al Poder
Judicial arribar a soluciones que entonces se consideraron más justas. En
efecto, así sucedió en Fallos: 3 :87 y 490 (año 1866), en los que al
confirmar las sentencias condenatorias y en razón de advertir que la
sanción prevista en el artículo 81, inciso 2°, de la ley penal del 14 de
septiembre de 1863 resultaba desproporcionada a las circunstancias de
los casos en que se trataba, respectivamente, del hurto de una botella de
aceite y de una pieza de cinta para cinchar, la Corte resolvió invitar al
20
"L
, Abel Alberto si causa n° 4335".
S.C. L 533; L. XLI.
Poder Ejecutivo a ejercer la facultad de indulto que le acuerda la
Constitución Nacional. Una decisión análoga se adoptó, de conformidad
con lo propuesto por el entonces Procurador General, en Fallos: 29:330
(año 1886).
Precisamente en este último precedente, referido a la
coloración y plateado de cuatro cobres de dos centavos moneda nacional
para darles apariencia de monedas de cincuenta centavos, el doctor
Eduardo Costa señaló en su dictamen que si bien se había probado el
hecho investigado y la sentencia debía confirmarse, la "única vacilación
que asalta al espíritu, principia con respecto a la aplicación de la pena, al
pretender proporcionarla a la importancia del delito". Si bien consideró
que el mínimo de cuatro años de presidio previsto para la figura de
falsificación
de
moneda
resultaba
de
un
ngor
exceSIVO
ante
la
insignificancia del caso, agregó que "esta es, empero, la ley, y no está en
las atribuciones de los jueces reformarla. La sentencia está arreglada a
ella, y no puede menos V.E. de confirmarla". En razón de tal situación, a
continuación solicitó al Tribunal que invitara al Poder Ejecutivo a "hacer
uso de la prerrogativa que la Constitución acuerda al Gefe del Estado".
La sentencia resolvió en igual sentido.
XI
Es que frente a aquella imposibilidad de los jueces de
"instituir la ley misma" por el "carácter de órganos de aplicación del
derecho vigente" (vid apartado IX supra) advierto que la pretensión de
incluir a L
en el régimen de libertad asistida del artículo 54 de
la ley 24.660, no previsto para los reincidentes que cumplen prisión
perpetua, constituye una solicitud que no sólo excede la potestad judicial
sino que, además, importa prescindir de la letra expresa de la ley y
conduce a un ámbito propio de la política criminal, desde el cual ya se ha
fijado un criterio opuesto al aquí pretendido. En este sentido, ha
sostenido V.E. que "el legislador se encuentra facultado para establecer,
dentro
21
del
amplio margen que le ofrece la política criminal, las
consecuencias jurídicas que estime conveniente para cada caso" (Fallos:
311: 1451, considerando 9°).
Lo recién afirmado cobra mayor sentido si se tiene en
cuenta que al introducir reformas a la ley 24.660 mediante la ley 25.948
(publicada en el Boletín Oficial del 12 de noviembre de 2004), el
Congreso impuso restricciones a la ejecución de las penas. En efecto, no
sólo excluyó de los beneficios del período de prueba a los condenados
por los delitos graves enumerados en el nuevo artículo 56 bis, sino que
también los excluyó de los regímenes de la prisión discontinua o
semidetención y de la libertad asistida. Asimismo, el nuevo artículo 56
agravó las condiciones de ejecución de la pena para los casos de
violación de las condiciones impuestas al momento de incorporación a la
libertad asistida. Aun cuando se trate de una modificación que no es
aplicable al sub exámine, resulta un elemento de juicio que corrobora el
criterio enunciado.
En estas condiciones, acceder al planteo del recurrente
encuadraría en un supuesto de arbitrariedad, tal como la Corte ha
declarado en numerosos precedentes (Fallos: 326:1389 y 4909, entre
muchos otros).
XII
Por ello, sm perJUIcIO de proponer la adopción del
temperamento analizado en los apartados IX y X del presente dictamen,
opino que V.E. debe desestimar la queja de fojas 44/71.
Buenos Aires, 2/!--de marzo de 2007.
ES COPIA
ESTEBAN RIGHI
22
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