ART 4 TERAPIA MARITAL - Fundación Universitaria Konrad

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TERAPIA MARITAL INTEGRATIVA
JOHANNA BARRERO OSUNA
REVISTA DIGITAL DE PSICOLOGÍA
VOL.3 / ART.4 / PAG. 95 - 111 / 2008
LA TERAPIA MARITAL INTEGRATIVA:
UNA PROPUESTA PARA LA INTERVENCIÓN DEL
CONFLICTO MARITAL
Johanna Barrero Osuna 
Fundación Universitaria Konrad Lorenz, Bogotá-Colombia
RESUMEN
Este artículo hace una breve revisión teórica del surgimiento y propuesta general de la
Terapia Marital Integrativa (TMI) para la resolución de los conflictos en la relación de
pareja. Inicialmente se hace una descripción del surgimiento de las terapias orientadas
a la intervención de los conflictos maritales como la Terapia Conductual Tradicional y
posteriormente se plantea los puntos críticos que ésta tiene y de la cual surge la
propuesta de la TMI.
Palabras Clave: Conflicto de pareja, Terapia Conductual Tradicional (TCT), Terapia
Marital Integrativa (TMI).
ABSTRACT
This article makes a brief theoretical revision of the sprouting and general proposal of
Integrative Marital Therapy (IMT) for the resolution of the conflicts in the pair relation.
Initially a description is made of the sprouting of the therapies oriented to the
intervention of the marital conflicts as the Traditional Behavioural Therapy (TBT) and
later considers the tactically important points who this one has and of which arises the
proposal from the IMT.
Keywords: Conflict of pair, Traditional Behavioural Therapy (TBT), Integrative Marital
Therapy (IMT).

Coordinadora Académica Psicología - FUKL. E-mail: [email protected]
Í
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Introducción
Si bien es cierto que el núcleo central de la sociedad es la familia, uno de los
núcleos familiares es la pareja; y la pareja en su esencia depende de las relaciones
que se establezcan en esta relación que no es más que un intercambio de
negociaciones entre dos personas. Sin embargo, por estar la pareja conformada por
dos personas con características individuales particulares e historias de aprendizaje
diferentes se generan diferencias que en muchas ocasiones terminan en conflictos que
puede ir desde una simple discusión a un deterioro progresivo de la relación. El
conflicto de pareja no es un trastorno pero si es una problemática real y frecuente por
la que diversas personas consultan. Es por esta razón que es de vital importancia
conocer las propuestas de intervención que han mostrado ser efectivas para la
resolución de esta problemática y de las nuevas propuestas para el mejoramiento de
la relación al interior de pareja.
Desde el surgimiento de la terapia del comportamiento, donde se hicieron
aplicaciones sistemáticas de los principios del aprendizaje, surgieron diversos
procedimientos para la prevención e intervención de problemáticas socialmente
relevantes. Una de las problemáticas relevantes que ha sido el motivo de muchas
intervenciones es el conflicto de pareja. Las primeras aplicaciones de los principios del
aprendizaje para el tratamiento de las parejas fueron hechas por Richard Stuart (1969)
quien junto con sus colaboradores en la Universidad de Michigan comenzó a aplicar
técnicas y metodologías para las dificultades maritales.
Uno de los autores que continuo con el trabajo propuesto por Stuart (1969) fue
Jacobson, quien se interesó por liderar investigaciones sobre la misma temática;
fueron los primeros ensayos clínicos estandarizados que se realizaron para evaluar la
eficacia de las intervenciones en la terapia de pareja. Los resultados de sus
investigaciones mostraron que si habían efectos significativos en el tratamiento
conductual para la intervención en esta población.
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Posteriormente, Jacobson y Anderson (1980) enfatizaron en la importancia de
implementar procedimientos directivos para la modificación en la comunicación y
habilidades en solución de conflictos y de esta forma lograr una generalización a
diversas situaciones de interacción en la que las parejas pudieran resolver el conflicto
en general y de esta forma afianzar el aprendizaje de estas nuevas habilidades. Para
los años 70’s Margolin y Jacobson escribieron un documento basado en un estudio de
caso donde se hace una aproximación a los factores cognitivos que eran importantes
trabajar en un proceso de intervención en pareja. (Jacobson , Christensen, 1996)
Se han llevado a cabo diversos estudios en los que se han comparado los
efectos en la satisfacción marital de la intervención en pareja vs la no intervención y
como lo menciona Christensen y cols (1999) la terapia en pareja incrementa mucho
más la satisfacción en comparación con la ausencia del tratamiento. Por muchos años
han surgido una gran variedad de terapias de pareja que de una u otra forma son
capaces de resolver o solucionar el problema particular que se esté presentando
dentro de la relación. Podrían mencionarse varios tipos de terapias que han apuntado
a la solución de la insatisfacción marital como la Terapia Conductual de pareja, que ha
mostrado un efecto positivo en la modificación de comportamientos y patrones de
comunicación dentro de la relación, la Terapia Cognitiva de pareja que se ha centrado
en la identificación y modificación de esquemas cognitivos que conducen al conflicto y
por ende a la insatisfacción marital y la Terapia centrada en la emocionalidad que se
enfoca, como su nombre lo indica, en el afecto y emoción a lo largo de la relación.
(Jonson & Greenberg 1985 citado por Jacobson y cols 2000).
La Terapia Conductual Tradicional (TCT) también conocida como Terapia
Marital Conductual (Jacobson, Margolin, 1979) ha sido la terapia más estudiada para
la intervención en parejas y su eficacia ha sido demostrada continuamente en más de
20 ensayos clínicos. (Jacobson y cols 2000) Pese a que se han realizado estudios
para validar de forma empírica varias terapias de pareja, la TCT es la única que
cumple con los criterios más altos de validación empírica y ha mostrado eficacia y
especificidad en el tratamiento, es decir, que ha demostrado ser más efectiva que la
ausencia del tratamiento o los tratamientos alternativos. La TCT tiene dos
componentes principales: el cambio conductual y el entrenamiento en comunicación y
solución de problemas.
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En los modelos de aprendizaje social existen diversos presupuestos referente a
la explicación de lo induce a la presentación de conflicto marital. Los procedimientos
de intercambio conductual iniciaron con técnicas derivadas del área del intercambio
social y los principios del aprendizaje. Los diversos procedimientos apuntan al
incremento de la proporción de comportamientos positivos y negativos intercambiados
por los miembros de la pareja. Es por esta razón que Jacobson y Christensen definen
a la TCT como instigadora, debido a que su función es incrementar comportamientos
positivos y disminuir los comportamientos negativos en casa. Este último aspecto
haciendo referencia a componentes de modificación concretos en reciprocidad,
comunicación y solución de problemas. Los componentes de la terapia anteriormente
mencionados requieren que el terapeuta le ayude a la pareja a identificar acciones
positivas que los lleven a que aumente la probabilidad de ocurrencia de los mismos.
Por medio de instrucciones, modelamiento y retroalimentación de sus
comportamientos; se enseña a la pareja a comunicarse adecuadamente y a solucionar
problemas con mayor exactitud disminuyendo los periodos de conflicto. En la medida
que la pareja haga una adecuada transferencia de lo aprendido al contexto real, el
papel del terapeuta es menos directivo con el objetivo de fortalecer la generalización
de su aprendizaje al contexto diario. El entrenamiento en comunicación y solución de
problemas es la antítesis del intercambio conductual, en la medida en que a mediano y
largo plazo los cambios en la proporción de intercambio de comportamientos positivos
y negativos deja de ser relevante y se le brindan las herramientas a los pacientes para
que se conviertan en su propio terapeuta por medio de la utilización de un
procedimiento de comunicación y solución de conflicto estructurado, de esta forma se
garantiza que en futuras situaciones exista una menor probabilidad de conflicto
permanente en la relación de pareja. (Jacobson, Christensen, 1996)
Sin embargo, la TCT ha tenido dificultades en cuanto al mantenimiento de los
resultados a lo largo del tiempo. La TCT le da un gran énfasis a la acomodación,
compromiso y colaboración; si estos factores están presentes al inicio del proceso la
terapia podrá continuar sin mayores inconvenientes. Sin embargo, cuando las parejas
no están interesadas en comprometerse, acomodarse o colaborar, la Terapia
Tradicional Conductual no podrá ayudar a resolver estas dificultades porque los
cambios que se estaban generando estaban gobernadas por reglas y no se mantenían
por contingencias naturales. (Jacobson, Christensen, 1996)
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La TCT solo puede trabajar con parejas que tengan la capacidad y el deseo de
cambiar. Pero la gran dificultad es que no siempre las parejas cumplen con estas
características y en estos casos la única forma de generar una mejora en la relación
es promover la aceptación de lo que se considera en primera instancia muy
complicado. De acuerdo a lo anterior la aceptación es el factor faltante en la TCT.
(Jacobson, Christensen, 1996) Debido a sus limitaciones se generó una nueva terapia
que aunque se construye con base en la TCT incluye un énfasis en la aceptación
emocional.
La Terapia de Pareja Conductual Integrativa (TCI) se desarrolló con el
propósito de ayudar a las parejas a aceptar patrones que no son aceptables dentro de
la relación. Sin embargo, el objetivo de la “aceptación” no es generar resignación hacia
la pareja sino más bien enseñar a la pareja a que tomen sus problemas irresolubles
como un medio para establecer mayor cercanía e intimidad. Como lo mencionan
Jacobson y Christensen (1996) la aceptación tiene dos componentes fundamentales:
El primero es el intento de convertir los problemas en vehículos para la intimidad. La
aproximación integrativa se centra en la premisa de que si las condiciones propias de
una relación se desarrollan en la terapia, las parejas pueden construir una relación
más cercana, más intima con base en las áreas que se han identificado de conflicto
más bien que verlas como las causantes y limitarse a profundizar en las mismas para
generar discordia. La segunda dimensión o componente de la aceptación se deriva de
la ayuda que se le da a las parejas para que no perduren en la lucha de generar
cambios en el otro. Esta última dimensión debe enfocarse en que las parejas no
perduren en la idea de que las diferencias que existen entre ellos no son tolerantes y
también en desvirtuar y dejar a un lado la idealización de lo que es para cada uno la
pareja ideal.
Como lo definen Christensen y Doss (2006) en el área de las relaciones
afectivas la aceptación ha llegado a ser uno de las tendencias en la prevención y en el
tratamiento del conflicto de pareja. La aceptación en la relación de pareja es una
reacción afectiva – cognitiva a un evento, usualmente a un comportamiento de la
pareja. La aceptación hace referencia al nivel de aprobación o recepción positiva a
cualquier evento, bien sea este positivo o negativo.
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La TCI asume que hay incompatibilidades en todas las parejas que no están
sujetas o disponibles para un cambio, por ejemplo los patrones de reacción emocional
pueden generar tanto conflicto como los comportamientos en sí mismos; es por esta
razón que la TCI enfoca la aceptación emocional como el objetivo terapéutico principal
de las parejas que se encuentran en conflicto. Es por esta razón que la TCI buscar
promover mayor intimidad en la relación haciendo uso de esas incompatibilidades,
diferencias irreconciliables y problemas irresolubles como métodos para generar
cercanía más bien que erradicarlos. Existen tres formas en que las intervenciones de
aceptación ayudan a las parejas: generando mayor intimidad, tolerancia y generando
cambio. Paradójicamente, las intervenciones que se centran en la aceptación también
generan cambios además de aceptación y a menudo de una forma más eficiente que
el cambio directo que se puede generar por medio de estrategias particulares como las
que trabaja la Terapia Conductual Tradicional, debido a que en muchas ocasiones la
presión para que se genere el cambio es el factor que previene que ocurra. (Jacobson
y cols, 2000)
De acuerdo a la definición que realizan Christensen y Jacobson (1996) las
incompatibilidades significan que uno o ambos miembros de la pareja están
deprivados de refuerzo y están expuestos a una estimulación aversiva. A lo largo de
las fases de la relación de pareja las incompatibilidades varían; por ejemplo, en la
etapa de conquista se tiende a presentar que las parejas dejen pasar ciertos factores y
se acomoden a ellos por el entusiasmo del inicio de esa relación e inhiban muchos de
sus deseos o los expresen de una forma gentil y positiva.
Sin embargo, con el pasar del tiempo esa forma de expresar y de percibir el
comportamiento del otro varía y comienza a ser costosa para la relación debido a que
resulta difícil negar la existencia de esas incompatibilidades; y por supuesto a nivel
individual, los miembros de la pareja pueden experimentar sentimientos de frustración,
rabia, tristeza llevando a que se presente el conflicto porque los deseos o sentimientos
frustrados
se
expresan
de
forma
negativa,
se
comienzan
a
evidenciar
comportamientos que tienen la finalidad exclusiva de someter o por lo menos de hacer
valer lo que se piensa o lo que se desea hacer y de esta forma satisfacer sus
necesidades propias.
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En este momento se genera dentro de la relación la coerción. En una
interacción coercitiva, un miembro de la pareja es coercitivo y estimula de forma
negativa al otro hasta que éste responda. La persona que ha sido coercitivo es
reforzada de forma positiva por su comportamiento, mientras que el otro es reforzado
negativamente por responder. Bajo este círculo vicioso la pareja aprende que para que
la otra persona responda se debe ser aversivo. (Patterson, 1975; Patterson & Hops,
1972, Citado por Christensen y cols, 1996).
Christensen y Jacobson (1996) plantean que existen dos métodos principales
que facilitan el desarrollo de una coerción mutua en la pareja: el primero de ellos es
que cada uno de los miembros de la pareja usan sus métodos de coerción para
conseguir objetivos personales específicos y el segundo método es que los miembros
de la pareja, por su lado, hacen grandes esfuerzos para contrarrestar el
comportamiento negativo del otro usando sus propias estrategias coercitivas. Al
interior del circulo vicioso del conflicto marital y en sí mismo del patrón coercitivo
Christensen y Pash (1993) han identificado tres patrones conductuales que se pueden
presentar en las parejas con conflicto: uno de ellos es la evitación mutua en la que no
es evidente la discusión abierta entre ellos sino que por el contrario prefieren evitarse;
un segundo patrón es la interacción negativa mutua, que a diferencia del primero,
ambos se atacan; y un tercer patrón es un patrón de retirada de atención en la que se
evidencia que uno de los miembros de la pareja inicia una interacción conflictiva
mientras la otra persona evita la interacción y le retira su atención.
Sin embargo, en el conflicto no solo se evidencian patrones comportamentales
sino que se pueden identificar fácilmente patrones cognitivos característicos de las
parejas en conflicto. Por lo general, en medio de su conflicto, la pareja intenta explicar
y encontrar una explicación o una causa del inicio del mismo, llegando a la conclusión
de que el conflicto se ha iniciado por “culpa” de su pareja. Esto se explica teóricamente
de acuerdo a lo planteado por la Teoría Atribucional la cual permite entender el
proceso psicológico que se debe llevar a cabo para el desarrollo y mantenimiento de
ideas erróneas. Igualmente, ésta plantea que las experiencias adversas representan
una interrupción en el significado en la medida en que atribuimos causalidad a los
eventos que nos rodean. (Beese, A; Stratton, P, 2004).
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Así mismo Baucom, Epstein, Sayers, y Sher (1989) identificaron cinco tipos de
cogniciones que contribuyen al funcionamiento de la satisfacción marital. La primera,
son las suposiciones que se tienen hacia la pareja, las segundas son las expectativas
de eficacia y de los resultados asociados a los intentos de cambio del comportamiento,
las terceras son las percepciones que se tiene hacia la pareja y las interacciones que
se tienen en pareja, las cuartas son las atribuciones de las causas y responsabilidades
del conflicto marital y por último están los patrones de funcionalidad marital. A medida
que se incrementa el conflicto la pareja concentra su atención en su punto de vista
dejando a un lado lo que la otra persona pueda pensar o sentir dentro de esta
situación. Esta posición extrema es a lo que Christensen y Jacobson (1996)
denominan polarización, en donde se ejemplifica la deprivación. En la deprivación que
se presenta en las relaciones de pareja, debido al resentimiento y a una gran mezcla
de emociones negativas, los miembros de la pareja inhiben comportamientos positivos
que saben que son reforzantes para sus parejas y en efecto conduce a que se
incremente aun más el conflicto latente entre ellos.
De acuerdo a lo anterior, la Terapia Marital Integrativa busca la resolución de
esas incompatibilidades a partir, como en toda intervención, de una formulación que
permita saber con certeza las razones que han llevado a que esta pareja haya caído
en tan desafortunado resultado como es el deterioro progresivo e intenso de su
relación. Como lo establecen Christensen y Jacobson (1996) la formulación es el
principio fundamental de la Terapia Marital Integrativa. La formulación es definida
como un proceso dinámico que involucra un dialogo continuo entre el terapeuta y la
pareja; es decir que se orienta en una línea continua que va desde la formulación
hacia la reformulación permanente de la problemática.
El proceso de formulación no solo es benéfico para el terapeuta sino también
para la pareja. Al terapeuta le ayudará a observar cómo la pareja convierte las
diferencias en interacciones destructivas y además será un punto de partida o una
línea de base que contiene información suficiente para retomar en las situaciones de
conflicto. A la pareja le permitirá entender las causas de la problemática y de esta
forma identificar rápidamente, en futuras oportunidades, los eventos que están
llevando a que se inicie el clima de conflicto.
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Según Christensen y Jacobson (1996) para la Terapia Marital Integrativa la
formulación se estructura a partir de
tres componentes: un tema, un proceso de
polarización y una trampa mutua. El “tema” describe en palabras concretas el conflicto
principal de la pareja, desde una perspectiva conductual contemporánea este sería
una clase de respuesta que de acuerdo con Carr (1988, Citado por Halle, J; Meadan,
H, 2007) es un grupo de dos o más comportamientos diferentes topográficamente, los
cuales tienen el mismo efecto en el medio ambiente. El término de “generar el mismo
efecto en el ambiente” hace referencia a que los comportamientos se mantienen por
las mismas consecuencias o reforzadores. En este sentido, el objetivo de este
componente (el tema) es identificar la función del comportamiento de cada persona en
el conflicto. Esto a su vez ayudará a centrarse en aquellos comportamientos que al
modificarse en algún área puede generalizarse a otras áreas de la relación. Los
esfuerzos por cambiar el contexto en el que se presentan los conflictos son tanto
productivos para la aceptación como para las intervenciones tradicionales de cambio.
El “proceso de polarización” describe la interacción destructiva que se ha
establecido en la pareja. Por lo general, cuando las parejas se encuentran en conflicto
lo que se observa es que cada uno de ellos pretende cambiar al otro para que acoja su
punto de vista. Desde la Terapia Marital Tradicional una explicación viable del por qué
se pretende cambiar a la otra persona es porque existe una deficiencia en la
comunicación y en las habilidades para la solución de problemas. Sin embargo, desde
el punto de vista de la Terapia Marital Integrativa ésta falla es inherente al tema en sí
mismo. Si los conflictos se presentan por las diferencias e incompatibilidades entre los
miembros de la relación, cada esfuerzo de cambio directamente se opone a los
esfuerzos del otro por mantener esas diferencias. (Christensen y Jacobson, 1996)
La “trampa mutua” hace referencia al resultado del proceso de polarización, el
“estancamiento” que no le ha permitido a la pareja salirse del circulo vicioso y que lo
sigue hundiendo en la polarización. El atrapamiento es una experiencia que cada
persona tiene y debe ser discutido. Por lo general, el poderlo hablar le hará sentir a la
persona que es entendido debido a que el terapeuta le ha permitido articular su
experiencia pero al mismo tiempo lo confundirá porque le hará ver que su pareja tiene
la misma sensación, aspecto que se ignora o
no se discute en los periodos de
conflicto, llevando a que cada uno piense que el único que experimenta esta
sensación son ellos mismos.
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Es por esto, que el trabajo que se debe realizar en el proceso de aceptación es
generar empatía y compasión de la sensación de atrapamiento de su pareja; si se
logra este aspecto se está dando un gran paso a la aceptación emocional.
(Christensen y Jacobson, 1996). Una adecuada y acertada formulación llevará a un
plan de intervención efectivo. Sin embargo, vale la pena recordar, que pese a que las
“Terapias” propuestas para el manejo de problemáticas específicas establezcan una
serie de pasos para la intervención, el orden y la secuencia de las mismas dependerá
exclusivamente de “cliente”, en este caso, de cada pareja.
La Terapia Marital Integrativa hace un gran énfasis en la identificación de las
variables de control en las interacciones maritales. (Christensen y Jacobson, 1996).
Para lograr este fin se ayuda del análisis funcional, el cual permite examinar cuales
son las variables que controlan el comportamiento manipulando las condiciones que
anteceden al comportamiento y las consecuencias que se generan posterior al mismo.
Sin embargo, los mismos autores establecen que existen limitaciones importantes que
dificultan el análisis funcional en las relaciones de pareja; estas son: 1) debido a que
no se puede estar presente en la mayoría de las interacciones que la pareja tiene, el
terapeuta debe conformarse con los reportes verbales y escritos, por medio de los
registros, y adicionalmente en las pocas oportunidades de observación directa durante
las sesiones, 2) la naturaleza idiosincrásica de las historias de aprendizaje que a
menudo resultan en condiciones de estímulos o incluso en condiciones de estímulos
opuestos que tienen diversas funciones y 3) el tercer factor que, según los autores,
denotan como el más importante es que el terapeuta tiene un poder limitado en
influenciar de forma directa cualquier condición de la vida de la pareja. Es decir, el
terapeuta no puede manipular una serie de condiciones hasta que no se puedan
identificar las variables control.
Pese a las dificultades que se puedan presentar en la consecución exhaustiva
del análisis funcional de la problemática de la pareja una de las tareas que tiene el
terapeuta es lograr identificar las variables de control y una de las claves para la
obtención de esta información es la identificación de las expresiones de afecto que se
presentan entre ellos.
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La falta de muestras de afecto en la pareja sugiere una variable que es de poca
importancia para la pareja. Si, el terapeuta observa, por ejemplo, que el tiempo que
comparten juntos en actividades de ocio es muy poco, la pareja expresará poco afecto
frente a la aparente pérdida de estos espacios y es en este momento en donde el
terapeuta debe estar atento en la búsqueda de otras áreas. (Christensen y Jacobson,
1996).
Otra variable de control es la rabia o la ira. A menudo las parejas tienen la idea
de lo que es importante para el otro y en aquellas situaciones en las que se evidencia
el conflicto se utiliza esta información para atacar de forma directa. Estos ataques y la
ira que se genera pueden revelar una variable control. (Christensen y Jacobson,
1996).
Una vez identificados los factores expuestos previamente es posible proseguir
a la fase de intervención. Para la Terapia Marital Integrativa hay dos categorías de
intervención: las que se orientan a promover la aceptación y las que se centran en
promover el cambio. El terapeuta debe tomar la decisión, a partir de la formulación del
problema que se haya realizado, si su intervención estará orientada al cambio o a la
aceptación. Independientemente de la decisión que tome frente a estas dos
categorías, el terapeuta tiene dos opciones básicas de cambio y aceptación, cada una
de las cuales incluye un número de técnicas.
Intervención Orientada a la Aceptación
En las intervenciones orientadas a la aceptación, Christensen y Jacobson
(1996) plantean dos técnicas principales: a) La utilización de la aceptación con el
objetivo de transformar los problemas en vehículos para la intimidad y b) la tolerancia.
En el primero de ellos se tiene la idea de que las parejas generalmente ingresan a
terapia buscando que los conflictos que se están presentando entre ellos deben
erradicarse con el único objetivo de mejorar la relación. Sin embargo, cuando las
razones del conflicto se sustentan en diferencias mutuas, este objetivo de “eliminar” el
problema es complicado, aunque no imposible.
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Sin embargo, el fin terapéutico debe estar orientado a brindar las herramientas
suficientes a la pareja para que observen sus diferencias de una forma más
constructiva. No es solo lograr que la pareja acepte sus diferencias sino que aprecien
las mismas y tengan la capacidad de utilizarlas como medios para desarrollar una
relación más cercana e íntima o que sean fuentes de fortaleza. Dentro de la guía
terapéutica de Christensen y Jacobson (1996) se hace énfasis en dos técnicas
principales que se utilizan para promover la aceptación e intimidad: 1) La unión
empática alrededor del problema y 2) la imparcialidad.
Es evidente que cuando una pareja inicia su proceso se muestren inconformes
hacia el otro debido al
contexto en el que se han venido presentando aquellos
comportamientos inadecuados. Así mismo, al preguntárseles cómo se sienten frente a
estos comportamientos se genera una cualificación como buena, mala, regular,
pésima, etc. Como lo mencionan los autores (Christensen y Jacobson, 1996) el
aceptar los comportamientos desagradables del otro es difícil cuando ocurre dentro del
contexto de este tipo de calificativos; llevando así, a que se generen atribuciones como
“me comporto de esta manera porque él (ella) es…”
Para crear aceptación a lo largo de la unión empática el terapeuta formula de
nuevo el problema y los comportamientos negativos de la pareja dentro del contexto
de la formulación. El comportamiento negativo es visto como un ejemplo de las
diferencias comunes entre las personas y el proceso de polarización como parte de
algo natural. Lo importante dentro de la reformulación es subrayar el dolor que cada
uno experimenta y los esfuerzos que cada uno hace para aliviar el dolor mutuo. Esto
se podría resumir en lo siguiente: “dolor mas acusación igual a inconformidad marital;
dolor menos acusación igual a aceptación”. (Christensen y Jacobson, 1996)
Cuando se le retroalimenta a la pareja el proceso de formulación y el de
reformulación de su problema; por lo general ellos reportan estar de acuerdo; sin que
esto signifique que se haya logrado una aceptación. Para esto, se requerirá que ellos
experimenten el problema en un contexto diferente, una y otra vez, o hablar al
respecto en muchas ocasiones hasta que se consiga una aceptación mutua. Referente
a este último factor de la comunicación, es importante que el terapeuta guíe a la pareja
en el manejo de una comunicación diferente a la que por lo general están utilizando.
Í
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El lenguaje de la aceptación enfatiza en que se expresen las ideas desde su
propia experiencia en vez de centrarse en lo que la otra persona ha hecho o dicho.
(Christensen y Jacobson, 1996).
Mientras que esta estrategia previa los autores (Christensen y Jacobson, 1996)
promueven la aceptación generando empatía y compasión entre ellos, la segunda
estrategia trabaja orientada hacia los mismos objetivo pero promoviendo la
imparcialidad. En vez de elicitar expresiones emocionales cálidas, esta aproximación
lleva a la pareja a que realice un análisis intelectual del problema. Es decir, que el
terapeuta involucra a la pareja en una conversación referente a la secuencia del
conflicto, acerca de los desencadenantes de la reacción de cada uno, y acerca de las
conexiones de incidentes específicos de cada uno y del problema particular. En esta
discusión el terapeuta evita un análisis evaluativo; el énfasis está en la imparcialidad
de la descripción de la secuencia de la problemática. Lo anterior se resume en “este
problema no es tuyo, o mío, sino que es esto”.
Con respecto a la segunda técnica cuando el terapeuta sugiere trabajar con la
tolerancia busca neutralizar el impacto del comportamiento negativo de la pareja y de
esta forma que sus efectos sean menos catastróficos de lo que suelen ser. Cuando
este tipo de intervención es efectiva, la pareja va a preferir que el conflicto no exista,
que el comportamiento negativo no se presente con tanta regularidad o que el
comportamiento positivo sea más frecuente. Sin embargo, el impacto de los
comportamientos negativos o la falta de comportamientos positivos son menos
estresantes y la recuperación referente al tiempo es más corta. (Christensen y
Jacobson, 1996). En conclusión estas dos estrategias lo que buscan es que los
conflictos contribuyan al crecimiento y desarrollo de la relación.
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Intervención Orientada al Cambio
Para las intervenciones orientadas al cambio se exponen dos técnicas: a) el
intercambio conductual y b) el entrenamiento en comunicación y solución de
problemas. Como se mencionó anteriormente, el intercambio conductual es una
técnica que forma parte de la Terapia de Pareja Tradicional, sin embargo Christensen
y Jacobson (1996) la consideran útil y la utilizan con frecuencia aunque no con todas
las parejas. Esta técnica es instigadora en la medida en que está diseñada
directamente para modificar los comportamientos problemáticos en una dirección
positiva por medio de instrucciones y un papel muy directivo por parte del terapeuta.
La segunda técnica es el entrenamiento en comunicación y solución de
problemas. Pese a que en una de las críticas que se realizaron de la Terapia
Tradicional de Pareja era que se creyera que los problemas maritales eran el resultado
de deficiencias en estas habilidades, el rol formal de este entrenamiento ha disminuido
enormemente en el planteamiento de la Terapia Integrativa de Pareja. Sin embargo,
existen algunas parejas que se benefician de este entrenamiento. Ésta técnica le
enseña a las pareja a escuchar y a expresarse así mismos de una forma directa pero
sin ofender a la otra persona, siempre acompañado de una trabajo de aceptación.
De esta manera Christensen y Jacobson (1996) expresan que por medio de
esta técnica, e inmersa dentro de la perspectiva integrativa, lo que se busca es
promover una atmósfera donde el dolor pueda expresarse sin ofensas y acusaciones
sino más bien en donde sus expresiones puedan ser percibidas por la otra persona sin
reacciones de defensa. De acuerdo a lo anterior, el entrenamiento en comunicación y
solución de problemas puede utilizarse como un medio para promover la aceptación y
el cambio.
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Conclusión
La propuesta terapéutica al conflicto marital ha sido muy amplia. Se ha
abordado desde diversas posturas dentro de las cuales se encuentran las de corte
conductual, cognitivo, centrado en las emociones, entre otras. La terapia conductual
integrativa forma parte de un gran movimiento inmerso dentro de la Terapia
Conductual. Así mimo, su planteamiento ha llegado a ser central para el trabajo en
diversas áreas, como por ejemplo las propuestas iniciales de Linehan para el
tratamiento de la personalidad límite, las contribuciones de los Hayes en la aplicación
de la Terapia de Aceptación y Compromiso, la Terapia Racional Emotiva de Ellis
orientada al planteamiento de la integración de la aceptación y el cambio.
Sin embargo, pese a que esta visión o forma de intervenir en problemas
específicos no es de ninguna manera reciente, si es necesario que los terapeutas
tengan un conocimiento amplio no solo de las técnicas posibles para la aplicación, sino
también del fundamento epistemológico del cual se desligan estas metodologías.
No se trata de generar un eclecticismo frente a la intervención; sino mas bien
generar una claridad conceptual que permita llevar a la validación de estas propuestas
terapéuticas en población colombiana y no redundar en solo conociendo de culturas
externas. Por esta razón, es de vital importancia ahondar más en esta propuesta
desde una visión investigativa de problemas socialmente relevantes y validar su
aplicabilidad y eficacia.
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