MATERIA PREVISIONAL. CONCUBINATO. PRUEBA. A y S, tomo 2, pág. 21 En la ciudad de Santa Fe, a los diecisiete días del mes de mayo del año dos mil cinco, se reunieron en acuerdo los señores Jueces de la Cámara de lo Contencioso Administrativo N/ 1, doctores Alfredo Gabriel Palacios y Luis Alberto De Mattia, con la presidencia del titular doctor Federico José Lisa, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “INSAURRALDI, Carmen Hilda contra PROVINCIA DE SANTA FE sobre RECURSO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO” (Expte. C.C.A.1 n/ 159, año 2002). Se resolvió someter a decisión las siguientes cuestiones: PRIMERA: ¿es admisible el recurso interpuesto?; SEGUNDA: en su caso, ¿es procedente?; TERCERA: en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?. Asimismo, se emitieron los votos en el orden que realizaron el estudio de la causa, o sea doctores Lisa, Palacios y De Mattia. A la primera cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: I.1. La señora Car men Hilda Insaurraldi promueve recurso contencioso administrativo contra la Provincia de Santa Fe, tendente a que la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia le acuerde el beneficio de pensión por el fallecimiento del señor José María Pereyra, abonándosele el retroactivo generado por los haberes impagos desde la fecha de dicho fallecimiento, con más intereses y costas. Al efecto relata que del matrimonio contraído con el señor José María Pereyra y la señora Teres a Celestina Fernández nacieron seis hijos; que la convivencia entre ambos terminó por la s razones a que alude; que aproximadamente en el año 1969 comenzó la convivencia entre el causa nte y ella de cuya unión nació, el 28.1.1974, Sandra Isabel Pereyra; y que con ella también convivían cuatro de los seis hijos que el causante tuvo con Fernández (Carlos Marcelo, Silvia Edit, Stella Maris y Bibiana Beatriz Pereyra). Agrega que el 2.7.1974 falleció el señor Pereyra; que por resolución 3922 del 4.10.1974, la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia acordó el beneficio de pensión a la señora Teresa Celestina Ferná ndez y a los siete hijos menores del causante; que cuando Sandra Isa bel Pereyra alcanzó la mayoría de edad, perdió el beneficio de pensión; y que el 15.9.1995 lo solicitó acompañando como prueba copia de los autos “Insaurraldi, Carmen H. s/ sumaria información” (Expte. 614/95) tramitados ante el Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Civil y Comercial N / 9 de esta ciudad. Expresa que el 16.3.1998 la Caja denegó el beneficio mediante resolución 1167, y, luego de describir las secuencias siguientes del procedimiento administrativo de impugnación, afirma la admisibilidad del recurso y la configuración de un supuesto de denegación presunta. En cuanto a su procedencia, señala que al momento del fallecimiento del causante no estaba previsto por la ley 6915 el beneficio de pensión para la concubina; y que, sin perjuicio del carácter irrenunciable de los beneficios de la seguridad social, la Corte local se pronunció expresamente sobre este tema en autos “Mesa” (A. y S. T. 94, pág. 152). Considera que las pruebas ofrecidas en sede administrativa son suficientes para acreditar su derecho a la pensión. En ese sentido, afirma que está fuera de duda que Sandra Isabel Pereyra es hija suya y del causante, lo que -dice- constituye un indicio muy importante de la existencia de la relación concubinaria; y que las declaraciones testimoniales producidas -las que, considera , deben ser valoradas de conformidad a los criterios jurisprudenciales que cita-, también prueban el concubinato. Recuerda que la Caja denegó el beneficio con fundamento en la supuesta diferencia de domicilios entre el causante y ella; y señala, al respecto, que de acuerdo al informe de la Secretaría Electoral el señor Pereyra cambió su domicilio únicamente por el intervalo de siete meses, como así también que aun estando casado con la señora Fernández aquél no hizo cambio de domicilio, lo que no fue tenido en cuenta al momento de otorgarle la pensión. Agrega, sobre el punto, que en la partida de nacimiento de Sandra Isabel Pereyra ambos progenitores declararon estar domiciliados en “55 s/n/ y Caffera ta” de esta ciudad. Concluye destacando que no existe ningún argumento sólido para negar la convivencia; que la Caja valoró las pruebas existentes de la forma más perjudicial a sus intereses; y, con cita de jurisprudencia, que en el campo de la previsión social no cabe extremar el rigor de los razonamientos lógicos, ni de las formas particulares del derecho civil para reconocer beneficios, pues lo esencial es cubrir riesgos de subsistencia y ancianidad que acontecen a todas las persona s, encontrándose el aseguramiento de lo necesario a tales fines por encima de la regularidad de la unión de la pareja. 2. Declarada la admisibilidad del recurso (f. 23), se dispone emplazar a la demandada y citar a la señora Teresa Celestina Fernández (f. 25), quien, a pesar de haber sido debidamente notificada según constancia de foja 36/vto, no se presentó a estar a derecho. La Provincia comparece a foja 31 y contesta la demanda a fojas 42/45 vto. con expreso pedido de rechazo del recurso e imposición de costas. Después de una detallada negativa, opone, en primer término, defensa de prescripción respecto de todas las cantidades que pudieran corresponder a la actora en concepto de diferencias retroactivas anteriores al 15.9.1993, tomando en cuenta la fecha en la que solicitó el beneficio (15.9.1995) y lo dispuesto por el artículo 82 de la ley nacional 18.037. Seguidamente expone las razones por las que considera improcedente al recur so. En ese sentido, refiere a que la Caja, en fecha 2.7.1974, concedió el beneficio de pensión a la esposa del causante, a los seis hijos nacidos de ese matrimonio, y a la hija del causante con la actora, Sandra Isabel Pereyra; que el 15.9.1995 la recurrente solicitó el beneficio que le fue denegado por dicho organismo previsional mediante resolución 1167/98, al considerar insuficientes las pruebas aportadas para determinar la convivencia. Alude a que aquélla ofreció como prueba los testimonios producidos en el expediente administrativo, a los que corresponder agregar los que sur gen de la sumaria información allí obrante. Describe sucintamente dichas declara ciones, concluyendo en que no son suficientes en orden a la acreditación del concubinato. En cuanto al domicilio del causante, pone de relieve que no constituye una prueba relevante para probar el concubinato, puesto que hay personas que no denuncian oficialmente el cambio en cada oportunidad en que modifican su domicilio real. Y, en lo que al causante refiere, nunca registró el domicilio que la actora dice tenían en común, sino que sólo lo denunció juntamente con ella en ocasión de suscribirse el acta de nacimiento de la hija que Pereyra reconoció como suya. Por el contrario -expresa- el último domicilio real declarado data del año 1957 de calle Espora 3419 de esta ciudad, coincidente con el de su esposa legítima. Agrega que tampoco favorece a la actora el informe de la Caja de Previsión Social de los Agentes Civiles del Estado, conforme al cual el seguro habría sido percibido por la esposa del causante y todos sus hijos, incluida Sandra Isabel Pereyra, sin aparecer la recurrente como beneficiaria. Considera que la existencia de esta hija es pr ueba de que hubo entre ellos una relación íntima, pero no es suficiente para tener por acreditado el concubinato en base al cual la actora pretende obtener el beneficio de pensión. Señala, en el mismo sentido, que entre la fecha del fallecimiento del causante (2.7.1974) y aquella en la que la recurrente solicitó el beneficio (15.9.1995) transcurrieron más de 21 años, lo que dificulta la valoración de las pruebas en orden a tener por acreditado que la recurrente convivió con el causante durante el período exigido legalmente, agregándose la circunstancia de haber resultado infructuosa la citación de la esposa legítima efectuada en las actuaciones administrativas, quien, en el caso, percibe el 100% del beneficio, no habiendo elemento probatorio alguno acerca de que en vida del causante estuviesen separa dos de hecho o divorciados. Concluye en que el recurso es improcedente por cuanto no hay elementos de juicio suficientes como para tener fehacientemente probado el concubinato, y en orden a los requisitos exigidos por la ley aplicable para acceder al beneficio de pensión. 3. Abierta la causa a prueba (f. 48), y producida la que consta en el expediente, alegan las partes sobre su mérito (fs. 56/58 y 59/62). Dictada (f. 68) y consentida la providencia de autos, se encuentra la presente causa en estado de ser resuelta. 4. De confor midad al artículo 23, inciso a), de la ley 11.330 corresponde emitir pronunciamiento sobre la admisibilidad del recuso. Al respecto no se han invocado, ni se advierten, razones que autoricen a apartarse del auto dictado a foja 23 (A. T. 3, pág. 224). Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia coincidieron con lo expresado por el señor Juez de Cámara doctor Lisa , y votaron en igual sentido. A la segunda cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: II.1. Conforme surge del relato precedente, la demandada opone la prescripción de las sumas que pudieran corresponder a la actora en concepto de diferencias retroactivas anteriores al 15.9.1993, tomando en cuenta la fecha en la que solicitó el beneficio (15.9.1995) y lo dispuesto por el artículo 82 de la ley nacional 18.037. Atento a la incidencia que el reconocimiento del derecho postulado por la actora podría tener en actos administra tivos que no han sido impugnados por ella, no es dudoso que de hacerse lugar a su pedido, tal eventual reconocimiento cor respondería efectuarse “sin proyecciones retr oactivas”, conforme a lo juzgado por la Corte nacional in re “Villegas” (Fallos 289:185). Sin perjuicio de que, en tales condiciones, se tornaría inoficioso pronunciarse sobre la pr escripción alegada, considero, a todo evento, que dicha defensa debe prosperar, pues al demandar (ver fs. 7 y 10 vto.) la recurrente claramente extiende su pretensión a los retroactivos generados “desde la fecha de fa llecimiento del señor José María Pereyra”, ocurrida el 2.7.1974 (f. 15, expte. adm. 15101-0125424-V), alcance con el que insiste al alegar (f. 58 de autos). Por ende, y de conformidad a lo establecido en la mencionada ley, el recurso es desde ya improcedente en cuanto dirigido al pago de las sumas correspondientes al lapso comprendido entre el 2.7.1974 y el 15.9.1993. 2. En relación al beneficio de pensión, pretendido por la recurrente con base en la relación concubinaria que dice la vinculó con el causante, el caso propone el análisis de algunas cuestiones jurídicas, pero principalmente exige el examen de la cuestión fáctica referida a la existencia misma de la relación concubinaria, cuya dilucidación presenta cierta complejidad. 3. El tema jurídico a analizar se deriva de la circunstancia de que a la fecha del fallecimiento del causante no existía norma legal alguna que reconociera el derecho de pensión a la concubina. En este punto, le asiste razón a la actor a al invocar el criterio jurisprudencial -que se compar tesentado por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia en autos “Mesa” (A. y S. T. 94, pág. 152), reiterado -entre otros- in re “Navarro” (A. y S. T. 119, pág. 427), “Cáceres” (A. y S. T. 149, pág. 113), etc. , según el cual, tal ausencia normativa no es sin más óbice para el reconocimiento del beneficio cuando, con posterioridad, el legislador efectuó dicho reconocimiento, correspondiendo, en suma, “que la causa sea resulta con sujeción a lo que la nueva legislación dispone” (criterio citado en los mencionados autos “Mesa”). 4. En punto a la cuestión fáctica que propone el presente caso, vinculada a la existencia misma de la relación concubinaria entre la actora y el causante, ya se ha a delantado que reviste una mayor complejidad, constituyendo la cuestión principal a dilucidar y sobre la que en definitiva han debatido las partes, tanto en sede administrativa como en esta judicial. Tal complejidad se hace aún más patente a poco que se considere, por un lado, el prolongado tiempo transcurrido desde el fallecimiento del señor Pereyra, y, por el otro, la especial na turaleza de los bienes jurídicos en juego, a los que, como es sabido, el ordenamiento jurídico (incluso el de más alta grada) les otorga una decidida protección. Básicamente, la demandada sostiene que las pruebas aporta das en sede administrativa -en este proceso no se agregó ninguna más- son insuficientes para demostrar la relación concubinaria; relación esta a la cual, por su parte, la actora considera “debidamente acreditada” (f. 56). Corr esponde, pues, analizar si los elementos de prueba reunidos son o no suficientes para demostrar la condición que invoca la recurrente en sustento del derecho que postula. Adelanto mi opinión favorable a la procedencia del recurso, pues, frente a las especia les circunstancias que rodean al presente caso, el análisis conjunto de los distintos elementos de prueba permite considerar acreditada a la relación concubinaria que se invoca. Para así concluir, habrá de comenza rse por el examen del acto administrativo de denegación expresa dictado en el caso por la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia. Mediante resolución 1167 del 16.3.1998 (f. 86, expte. adm. cit.), el mencionado ente previsional dispuso denegar la solicitud del beneficio de pensión “por no cumplimentar los requisitos exigidos por el artículo 25, inciso 4 bis, de la ley 6915” (artículo 1). En el tercer considerando de dicho acto administrativo se expresa que “analizados los antecedentes obrantes en autos, no surge que la recurrente compartiera un domicilio en común con el causante, siendo insuficientes además las pruebas aportadas para determinar la convivencia, como así también el informe del Seguro Mutual que no la incluye entre los beneficiarios [...]”. Entiendo que la Administra ción, al resolver como lo hizo, consideró genéricamente a los elementos probatorios prescindiendo no sólo de las explicaciones mínimas necesarias que podrían justificar nada menos que el rechazo de un beneficio previsional, sino también de circunstancias relevantes de la causa, signada -como se dijo y entre otras- por el transcurso de un prolonga do período de tiempo desde la muerte del causante. En ese sentido, debe señala rse que, aunque “no es necesario que el acto administrativo exponga detallada y minuciosamente el proceso de la voluntad administrativa” (“Cabral”, S. T. 1, pá g. 191), ello es así en tanto pueda deducirse, sin excesiva dificultad, el nexo existente entre las distintas argumentaciones (“Pistacchia”, A. y S. T. 165, pág. 135; “Del Pozo”, A. y S. T. 115, pág. 28; “Córdoba”, A. y S. T. 152, pag. 205), lo que, en verdad, no es posible establecer con claridad en el acto impugnado, cuyo escueto considerando (anteriormente transcripto) -y que constituye su única motivación- alude a conclusiones contrarias al derecho postulado, mas sin describir suficientemente las razones que habrían permitido arribar a las mismas. Es más, prescinde absolutamente de una valoración más particularizada de ciertos elementos probatorios que, en las especiales circunstancias señaladas, merecían cuanto menos alguna consideración antes de decidir el rechazo del beneficio previsional. Así, puede observar se que en el acto impugnado se afirma que “no surge que la recurrente compartiera un domicilio en común con el causante”, conclusión a la que se arriba una vez analizados genéricamente- “los antecedentes obrantes en autos”. Atento a que los testimonios producidos con anterioridad al dictado de ese acto (fs. 68/69, expte. adm. cit.) refieren a la convivencia en aparente matrimonio de la actora con el causante, debe entenderse que aquella afirmación se sustenta en los informes de la Secretaría Electoral, pues de haberse fundado en la prueba documental (partidas de nacimiento de los hijos matrimoniales, partida de defunción del causante, etc.), es claro que mínimamente la Administración debió hacerse cargo de la partida de nacimiento de la hija de la actora y el causante, Sandra Isabel Pereyra, en la que el actor, meses antes de morir, denunció (no meramente omitió) como domicilio de ambos, el de la recurrente (f. 24, expte. adm. cit.). Pues bien, aun admitiendo que los informes de la mencionada Secretaría no demuestran que la recurrente compartiera un domicilio en común con el causante, tampoco acreditan que no lo haya tenido en la realidad. Es que, como bien ahora lo afirma la propia demandada, la cuestión del domicilio del causante “no constituye una prueba relevante para probar el concubinato, puesto que hay personas que no denuncian oficialmente el cambio en cada oportunidad en que modifican su domicilio real” (f. 44 de autos). Por ello, es posible afirmar que, en principio, los elementos de prueba referidos a aspectos tales, pueden ser relevantes si de ellos surge un comportamiento positivo del causante, mas no cuando, como en el caso, los respectivos informes no despejan, por sí mismos, la posibilidad de que se trate de una mera omisión de denunciar un nuevo domicilio. A similar conclusión debe arribar se respecto a que “el informe del Seguro Mutual [...] no la incluye entre los beneficiarios”, lo que también sirvió de sustento para que la Caja rechazara el pedido. En efecto, no es dudosa la importancia que habría tenido en el caso la circunstancia de que el actor hubiese instituido como beneficiaria del seguro mutual a la actora; pero que no lo haya hecho no autoriza sin más a juzgar como si la relación concubinaria no hubiese efectivamente existido. Al respecto puede señalarse que, del hecho de que el seguro mutual haya sido liquidado en favor de la esposa e hijos del causante en el carácter de tales (f. 75, expte. adm. cit.), puede extraerse que el señor Pereyra no instituyó beneficiario, por lo que el reparto del seguro en el modo informado no responde más que al orden sucesivo dispuesto por el régimen entonces vigente (decreto-ley 10.539/57; de organización de la Caja de previsión social de los agentes civiles del Estado), en el que obviamente no se incluye a la concubina, disponiéndose, en cambio, que el seguro por fallecimiento se liquidaría “como bien ganancial” (artículo 17). Siguiendo con el análisis del acto impugnado, resta analizar el argumento allí expresado según el cual son “insuficientes además las pruebas aportadas pa ra determinar la convivencia”. Entiendo que tal afir mación soslaya aspectos que, confor me se ha anunciado, son decisivos en el caso: el tiempo transcurrido desde el fallecimiento del causante y la naturaleza del beneficio de que se trata; además, margina la pauta vincula da a las circunstancias socio-culturales de los interesados, eventualmente relevante en orden a la apreciación de la prueba testimonial en ausencia, que en el caso no es rigurosamente tal, de prueba documental. El excesivo tiempo transcurrido desde el deceso del señor Pereyra (ocurrido, se reitera, el 2.7.1974) es considerado por la demandada en esta sede como circunstancia que dificulta la valoración de las pruebas (f. 44 vto.). Aunque, a mi modo de ver, el lapso mencionado puede también incidir en la valora ción de la prueba, considero que ello es así, especialmente, porque su transcurso obstaculiza la producción misma de la actividad probatoria: en verdad, podría ser más fácil valorar una prueba sobre un hecho ocurrido hace ahora casi treinta y un años, que acreditarlo efectivamente una vez transcurrido, como en el caso, veintiuno. Por ende, las exigencias probatorias no podrían en el caso razonablemente medirse con el mismo rigor que, en principio, podrían juzgar se dichas cargas cuando se trata de relaciones concubinarias ocurridas e invocadas con cierta inmediatez al deceso del causante. Si se considera que el tiempo que pasa -como suele decirse- es la verdad que huye, sostener lo contrario podría en la práct ica traducirse en la posibilidad de denegar un beneficio previsional por el solo transcurso del tiempo, otorgándosele al mismo un efecto virtualmente similar al pr escriptivo que -como bien lo recuerda la actora- está vedado por el ordenamiento constitucional. Es por ello que no comparto el dictamen obrante a foja 83 del expediente administrativo citado, al cual remite el acto impugnado (último considerando), en cuanto refiere a “una presunción en contra de la presunta concubina el no haberse presentado contemporáneamente a la de la esposa y haber solicitado concurrir con ella, si su derecho era acreditable, como sostiene en la actualidad después de 21 años” (sic). Efectivamente, al margen de que no podría sostenerse que la actora debió haber reclamado cuando aún no contaba con ley favorable a su derecho (es decir, cua ndo tal derecho no le era, por ende, fácilmente “acreditable”), tal criterio hermenéutico tampoco resulta ajustado a la naturaleza previsional del beneficio perseguido -en principio extraño a presunciones contrarias a su goce-, y, en su aplicación concreta al caso, es tan errado como lo sería afirmar que constituye una presunción en contra de la viuda la circunstancia de que no haya comparecido ni en sede administrativa, ni en esta sede judicial, donde incluso se rechazó el pedido de la actora de que se la declarase rebelde (f. 40), precisamente, por no ser parte y, por tanto, no seguirse ninguna consecuencia substancial desfavorable de su sola incomparecencia. Por el contrario, al menos tratá ndose -como en el caso- de beneficios ordinarios, se tornan aplicables las reglas hermenéuticas por todos conocidas vinculadas a la amplitud de criterio con que los jueces deben apreciar las peticiones atinentes a la materia previsional, como así también los principios que imponen no desconocer derechos previsionales sino con extrema cautela; reglas estas seguidas tanto por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia (“Rojas”, A. y S. T. 115, pág. 16; entre muchos otr os), como por la nacional (Fallos 307-1:630; 308-1:236), las que reiteradamente han señalado -en criterio que ha compartido esta Cámara (“Vrillaud”, S. T. 2, pág. 325)- “que lo que importa es el reconocimiento exacto de los derechos declarados por las leyes” (Fallos: 228:186; 249:156; 278:85; 281:244; 302:342; etc.; C.S.J.P.: “Manzoli”, A. y S. T. 154, pág. 13; “Sanseovich”, A. y S. T. 158, pág. 268; entre muchos otros). Más específicamente, se ha considerado que, en este ámbito, las pretensiones deben interpretarse con amplitud para no frustrar “normas sobre seguridad social contenidas en el artículo 14 bis de la Constitución nacional, las cuales al propio tiempo que consagra n derechos para los jubilados, encomiendan expresamente al Esta do el otorgamiento de tales beneficios”, “mandato constitucional cuyo cumplimiento atañe a los Poderes Públicos dentro de la órbita de sus respectivas competencias” (C.S.J.P.: “Doldán”, A. y S. T. 98, pág. 348; “Argento”, A. y S. T. 145, pág. 255; etc.). Y bien, analizados los elementos de prueba a la luz de lo hasta ahora considerado, se concluye -como se adelantó- en la procedencia del recurso. La señora Nilda Luisa Müller (fs. 68 y 103; expte, adm. cit.) declaró judicialmente bajo juramento conocer a la actora desde aproximadamente el mes de mayo de 1968, en que juntas comenzaron un curso de peluquería; y que le consta que aquélla convivía en apar ente matrimonio con el señor José María Pereyra porque se visitaban a menudo. Al respecto explica que, en esa época que hacían el mencionado curso (se entiende que es por el año 1968; es decir, con posterioridad a que naciera el último hijo matrimonial del causante -f. 10, expte. adm. cit.-), conoció al concubino de la actora señor Pereyra. Por su parte, el señor Jua n Osvaldo Matos (fs. 69 y 103 vto.) dijo -también bajo juramento judicialconocer a la recurrente desde el año 1969, y que le consta que ella convivía en aparente matrimonio con el causa nte; así, porque vivían a una cuadra de distancia y siempre charla ban, conociendo su situación de concubinato. El señor Raúl Franciso Bassaga -quien dijo ser compañero de trabajo del causante- declaró en sede administra tiva (f. 110, expte. adm. cit.), oportunidad en la que expresó que la actora y el señor Pereyra convivieron por lo menos los últimos cinco o seis años anteriores al fallecimiento de éste; y que recuerda, con descripción del lugar, el domicilio donde aquéllos convivían, expresando que cree que “a la fecha la calle se llama Cafferatta”, y explicando que recuerda dicho lugar porque ayudó al causante “a realizar la loza de la casa”. Indicó también su conocimiento acerca de que la actora y el causante tuvieron una hija, y que aquélla crió incluso a los hijos del matrimonio (cree que a cuatro de ellos), agregando que el causante le comentó que los tenía atento el problema de salud de su ex-esposa. Por último, la señora Fr ancisca Fontana dijo que la recurrente convivió “por más de treinta años” con el causante, y que cuando los conoció -un tiempo antes de su casamiento (puede entenderse de la lectura de ambos testimonios que tal matrimonio fue celebrado en el año 1973)- ya estaban juntos. Añadió que el aludido conocimiento se basa en el hecho de que el causante era compañero de su esposo en la policía, “razón por la cual se frecuentaban las parejas”; y, respecto del domicilio de convivencia, dijo recordar que la casa que tenían era una que estaba al Norte y al fondo de la cárcel de Las Flores, y que aquella zona “era casi campo”. Por último, agregó que es cierto que la actor a atendió a los hijos del matrimonio anterior del causante, que eran menores, recordando que su madre estaba permanente internada. Pues bien, estos testimonios, además de ser -en lo substancial- coincidentes, no están completamente huérfanos de otra prueba que los avale. Por el contrario, puede aquí aludirse a dos circunstancias que -conforme se ha señalado- no han sido ni siquiera mencionadas por la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia al denegar el reclamo de la actora. En primer lugar, el ya referido nacimiento de una hija del causante y de la actora en fecha 28.1.1974, es decir, seis meses antes de la muerte de aquél, como así también el inmediato reconocimiento formal de los padres ante la autoridad civil, todo lo cual constituye, frente a aquellos testimonios, algo más que un mero indicio de que hubo una “relación íntima” entre ellos (así la denomina la demandada a foja 44 vto. de autos). Y, en segundo lugar, el hecho -también mencionado- consistente en la decla ración del causante y la actora, ante aquella misma autoridad civil, indicando a las calles “55 s/nom. y Cafferata” como domicilio de ambos; declaración que fue formalizada -se insiste- poco meses antes de que Pereyra muriera, y de un modo que no puede sin más suponerse que se haya debido a un descuido o a un error involuntar io de su parte. En suma, sólo considerando aisladamente a cada uno de los distintos elementos probatorios; sólo analizándolos -a mi juicio erradamente- desde la concurrencia de una supuesta presunción en contra de la actora; y sólo prescindiendo de la naturaleza del beneficio pretendido, podría justificarse el rechazo del recurso, lo que, además, encarnar ía una valoración de la carga probatoria -tanto en su dimensión cualitativa como cuantitativa- prescindente también del ya mencionado excesivo tiempo transcur rido desde el fallecimiento del causante. Es esto último, reitero, lo que a mi criterio puede explicar y, por ende, justificar la escasa actividad probatoria de ambas partes. En ese orden, y atendiendo incluso a las condiciones sociales, culturales y económicas de las personas interesadas -invocadas por la actora y no negadas por la demandada (la que sólo niega que deban valorarse las pruebas a la luz de aquellas circunstancias)-, corresponde interr ogarse acer ca de qué mayores elementos de prueba (especialmente documental) que avalen esos testimonios podrían exigirse veintiún años después del fallecimiento del causante, y aun más años después de la convivencia, cuando los documentos que podrían hacer a la vida diaria, salvo los oficiales, no suelen normalmente conservarse por ese tiempo. Es más, el transcurso de semejante lapso podría incluso incidir en el número mismo de testigos a proponer, no pudiendo pretenderse, de los efectivamente propuestos, una exhaustiva precisión en sus declaraciones referidas a hechos tan remotos. Asimismo, en el caso no podría sin más pretenderse, por ejemplo, la presencia de testigos cuyo conocimiento sobre la convivencia haya estado fundado en relaciones de vecindad, cuando se ha declarado que, al año 1973, el lugar donde vivía la actora “era casi campo” (f. 111, expte. adm. cit.). Y, en fin, tampoco surge con evidencia qu e hayan debido rendir testimonio los hijos del causante, exponiéndolos incluso a la posibilidad de que perjudiquen los intereses de sus respectivas madres. Así lo debe haber entendido la Administración; de otro modo, su acotada actividad probatoria en su propia sede sólo podría explicarse desde el desconocimiento del elemental principio de la búsqueda de la verdad real en el procedimiento administrativo. Por lo demás, agrego que similar criter io al aquí postulado ha seguido el Alto Tribunal local en autos “Benmergui” (A. y S. T. 138, pág. 346), en los que reconoció, en fecha 6.8.1997, el derecho a pensión derivado de una jubilación que debió disponerse respecto de quien había cesado en el año 1967; lo que así dispuso con base en las ya mencionadas pautas interpretativas existentes en materia previsional, las que permitieron reconocer el derecho aun admitiendo la “situa ción de duda con respecto a las aptitudes labores del causante a la fecha del cese...”. Conclusión de lo hasta ahora expuesto es que deben entenderse acreditadas las exigencias legales que le atribuyen a la actora el derecho a concurrir, en el porcenta je de ley, en el goce del beneficio de pensión, lo que, de prosper ar es te voto, así habrá de declararse, debiéndose disponer que la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia dicte el respectivo acto de otorgamiento en esas condiciones, y -como se ha dichodesde la fecha de la solicitud (15.9.1995), es decir, “sin proyecciones retroactivas”, conforme a lo juzgado por la Corte nacional in re “Villegas” (Fallos 289:185, citado), y en criterio que ha sido mantenido tanto por la Corte local en la causa “Mesa” (citada por la actora) -entre muchos otros precedentes: “Villarroel”, A. y S. T. 119, pág. 195; “Rivera”, A. y S. T. 128, pág. 117; “Sovrán”, A. y S. T. 131, pág. 90; “Retamar”, A. y S. T. 140, pág. 403; “Farulla”, A. y S. T. 147, pág. 158; etc.-, como por esta Cámara (“Vrillaud”, citado; “Zarza”, S. T . 3, pág. 222; etc.). Más allá de que la señora Teresa Celestina Fernández no compareció en este juicio a pesar estar debidamente citada, puede tenerse en cuenta el criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación respecto a que “la inclusión de una beneficiaria (conviviente) que no desplaza a la anterior (esposa) sino en el porcentaje legal, resulta justa y coherente con el principio de solidaridad social y la finalidad de protección integral de la familia (art. 14 bis de la Constitución nacional), sin mengua de derechos adquiridos (por todos, “Colli”, del 5.11.1996). Y, asimismo, que “el hecho de que con arreglo a la legislación anterior se haya otorgado pensión a la esposa, no es óbice para que se incluya en el goce del beneficio a la persona que convivió con el causante después de la separación conyugal”; pues “el otorgamiento de la pensión a la conviviente no implica una violación de los derechos adquiridos por la viuda, sino una reducción de los haberes de ésta en la medida establecida por la ley” (C.S.J.N.: “Oliver”, también del 5.11.1996). En cuanto a la s costas, ellas se impondrán de conformidad al éxito obtenido, estimándose justo establecerlas en un 45% a cargo de la actora, y en el 55% restante a cargo de la demandada. Así, en razón de que si bien aquélla, de prosperar este voto, resulta perdidosa respecto de la mayoría de los períodos reclamados, es vencedora en la cuestión substancial debatida vinculada al beneficio de pensión. Voto, pues, parcialmente por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia, expresaron similares fundamentos a los vertidos por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y votaron, con el mismo alcance, en igual sentido. A la tercera cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: Atento el resultado obtenido al tratar la cuestión anterior, corresponde declarar parcialmente procedente el recurso interpuesto, y, en consecuencia, anular la resolución 1167/98 de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia. Disponer que dentro del término de treinta días de quedar firme esta sentencia, se dicte el acto de otorgamiento de la pensión en las condiciones que sur gen de las consideraciones que anteceden. Condenar a la demandada a pagar a la actora -en el plazo de treinta días de aprobada la liquidación que deberá ser practicada en un plazo no mayor de treinta días de quedar firme esta sentencia- los haberes respectivos; con más intereses desde que cada suma se debió percibir, a la tasa pasiva promedio mencionada en el artículo 10 del decreto nacional 941/91, o la que en su caso se demuestre pueda corresponder. Declarar improcedente el recurso en cuanto dirigido al pago de los haberes correspondientes al período comprendido entre el 2.7.1974 y el 14.9.1995. Costas en un 45% a la actora y el 55% restante a la demandada. Diferir la regulación de los honorarios profesionales hasta tanto se practiquen las liquidaciones pertinentes. Así voto. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia, dijeron que la resolución que correspondía adoptar era la propuesta por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y así votar on. En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Cámara de lo Contencioso Administrativo Nº 1 RESOLVIÓ: Declarar parcialmente procedente el recurso interpuesto, y, en consecuencia, anular la resolución 1167/98 de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia. Disponer que dentro del término de treinta días de quedar firme esta sentencia, se dicte el acto de otorgamiento de la pensión en las condiciones que surgen de las consideraciones que anteceden. Condenar a la demandada a pagar a la actora -en el plazo de treinta días de aprobada la liquidación que deberá ser practicada en un plazo no mayor de treinta días de quedar firme esta sentencia- los haberes respectivos; con más intereses desde que cada suma se debió percibir a la tasa pasiva promedio mencionada en el artículo 10 del decreto nacional 941/91, o la que en su caso se demuestre pueda corresponder . Declarar improcedente el recurso en cua nto dirigido al pago de los haberes correspondientes al período comprendido entre el 2.7.1974 y el 14.9.1995. Costas en un 45% a la actora y el 55% restante a la demandada. Diferir la regulación de los honorarios profesionales hasta tanto se practiquen las liquidaciones pertinentes. Registrarlo y hacerlo saber. Con lo que concluyó el acto, firmando los señores Jueces de Cámara por ante mí, doy fe. Fdo. DE MATTIA. LISA. PALACIOS. Barraguirre (Secretario)