Dossier Milenio del Reino de Almería

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MILENIO DEL REINO DE
ALMERÍA
DELEGACIÓN TERRITORIAL EN ALMERÍA
DE LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE
JUNTA DE ANDALUCÍA
2014
INTRODUCCIÓN
Almería es una ciudad milenaria. En julio del 1014 Jairán la proclama como
reino taifa independiente de Córdoba y comienza su andadura autónoma, dentro del
proceso de división del califato.
Para conmemorar la efeméride se va celebrar un amplio programa de
actividades culturales y lúdicas desde el verano de 2014 al de 2015, actividades que
desean proyectar y difundir esa etapa de nuestra memoria histórica para el conjunto
de los ciudadanos.
Este hecho trascendental para la memoria histórica almeriense no debe pasar
desapercibido y la celebración del Milenio puede suponer una magnífica oportunidad
para la provincia, y en este caso la fecha de julio de 1014 marca la conquista de
Almería por Jairán, un eslavo eunuco y general del ejército califal, que inicia un reino
que llegará a abarcar gran parte de la Andalucía Oriental y el Sudeste peninsular,
llegando incluso hasta Alicante.
Cuando Jairán proclamó el Reino Taifa, Almería era ya uno de los puertos
más importantes del Mediterráneo, su fortaleza (la Alcazaba) era reconocida como
casi inexpugnable, y contaba con más de 30.000 habitantes, población poco usual
en la época. Su prosperidad económica era elevada, su nivel cultural y social muy
alto, y su poder militar importante, basado sobre todo en la flota que atracaba en su
puerto, lo que siguió ocurriendo durante la dominación almorávide, durante la cual
continuó controlando la navegación por el Mediterráneo, conociéndose la existencia
de expediciones militares a Constantinopla, capital del imperio bizantino, y a las
costas de Arabia. Incluso en el periodo almohade, a pesar de su evidente
decadencia, el puerto siguió teniendo una actividad significativa, tanto militar como
comercial, en cumplimiento de su función de puerta de Oriente.
No obstante, Jairán iba a mejorar esa situación, que llegaría a su máximo
esplendor bajo el reinado de la dinastía Sumadih, durante casi toda la segunda
mitad del siglo XI (1044-1091). Refiriéndose sobre todo a este periodo, el insigne
historiador y geógrafo Ibn Jaldún escribió en el siglo XIV una obra con el título
significativo de “La superioridad de Almería entre todos los territorios andalusíes”.
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MEMORIA HISTÓRICA
El siglo XI es la época de esplendor de la Almería musulmana, que llegará a
albergar a 30.000 habitantes (una cifra considerable para esta incipiente época
medieval) y dominar gran parte del Mediterráneo occidental, lo que le permitió ganar
el nombre de “Puerta de Oriente”. Almería era en esta época una gran ciudad
industrial y comercial. Destacaba en la producción de tejidos, sobre todo los de seda
alpujarreña, actividad que mantenía a finales del XI y comienzos del XII unos 500
telares en funcionamiento. Tenían también importancia el trabajo del mármol de
Macael, la madera, la fabricación de armas y de utensilios de cobre e hierro.
El puerto, que fue desde tiempos de Abd al-Rahmán III sede de la flota califal,
era el eje de una intensa vida comercial, y a través de él Almería mantenía contactos
todo el Mediterráneo. Llegó a contar con un muelle a levante del fondeadero que
garantizaba la seguridad de los barcos.
Efectivamente la ciudad se convirtió en la capital de uno de los reinos de taifas
que se formaron tras la crisis del Califato. Su paz y su prosperidad, en un periodo de
guerras internas generalizadas, actuó de imán para multitud de personas de otros
reinos. Así, con el crecimiento demográfico, surgieron nuevos arrabales que los reyes
almerienses hubieron de amurallar. Jairán (1012-1020) cercó el arrabal oriental de la
Musalla (Oratorio) y Zuhayr (1028-1038) el arrabal occidental de Hawd (Aljibe). De
esta forma, Almería pasó a convertirse, después de Córdoba y Toledo, en la ciudad
hispanomusulmana más poblada y su Alcazaba en el máximo exponente del
esplendor de la ciudad. Al Mutasim edifica entonces en el segundo recinto un
magnífico palacio, sede de una corte en la que se congregaban muchos de los poetas,
escritores, médicos, científicos y filósofos de la época.
La ciudad contaba con tres grandes barrios presididos por la Alcazaba, de la
que arrancaban las murallas que cercaban y protegían cada uno de los recintos
urbanos. El central y más importante de ellos era la Medina, cuyas murallas discurrían
por la actual calle de la Reina, rambla de la Chanca y Parque de Nicolás Salmerón, de
cuyos torreones quedan vestigios aún en la actualidad.
En la Medina se encontraba la Mezquita Mayor, cuyo mihrab se conserva en la
actual iglesia de San Juan, la Alcaicería, zona destinada al almacenaje y comercio de
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productos suntuosos como la seda, y las Atarazanas, arsenal militar marítimo y lugar
donde se construían y reparaban barcos. Los zocos se situarían en torno a la calle
principal, que atravesaba diagonalmente la medina de la Puerta de la Sortija a la de la
Imagen (actual calle de la Almedina).
El arrabal de El Hawd (el aljibe), situado a poniente de la medina, era un
importante enclave comercial que contaba con decenas de talleres, alhóndigas y
hospederías. Parece que debe su nombre a un gran aljibe o cisterna situado en su
extremo suroccidental y también es probable que en este arrabal se encontrara la
Judería. Sufrió un duro golpe con la conquista cristiana de 1147 y a finales del siglo
XIV estaba despoblado.
La Musalla (Oratorio) era el arrabal más oriental y también el de mayor
extensión. Formado en torno a los antiguos caminos a Pechina y a la vega, contaba
dentro de su recinto con gran cantidad de huertos y espacios sin construir. En él se
encontraba la Plaza del Juego de Cañas, actual Plaza Vieja, que llegaría a ser la
principal de la ciudad a partir de la época nazarí. Algunas de sus principales vías eran
la calle Real de Pechina o calle de la Lencería (actual calle de las Tiendas) y la calle
del Mar, (actual calle del Real), ambas de creciente importancia comercial.
Esta prosperidad quedó interrumpida con la conquista de Alfonso VII en 1147.
Casas y edificios públicos fueron destruidos, el barrio del Aljibe quedó arrasado y la
base económica recibió un golpe mortal. Por eso, la reconquista de la ciudad por los
almohades una década más tarde (1157), no logró restablecer el antiguo esplendor.
Almería entró en una crisis de varios siglos en los que la Alcazaba continúa
presidiendo y defendiendo con éxito la ciudad, como ocurrió en 1309 en que sufrió el
asedio de las tropas de Jaime II.
Esta impresionante historia de creación de un estado, apogeo y crisis, vitalidad
económica y vocación mediterránea, que ha dejado abundantes testimonios
patrimoniales, tanto materiales como inmateriales, donde La Alcazaba o las murallas
de la Cortina de La Hoya y el Cerro de San Cristóbal representan la máxima
expresión, constituye una inmejorable oportunidad para editar un sello conmemorativo
dedicado monográficamente a tal celebración.
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3.1. EL NACIMIENTO DE ALMERÍA
La desembocadura del río Andarax formaba un delta y un amplio estuario que
permitía navegarlo curso arriba. Por eso los yemeníes que conquistaron esta zona
decidieron ubicar Bayyana en el interior, a varias millas de la desembocadura del río,
en su margen izquierdo y enfrente de la ibera Urci. Desde su fundación esta ciudad
asumió el papel de puerto del emirato y principal sede de la conexión marítima con
Oriente.
La prosperidad material que estas actividades produjeron fue acompañada
por un gran enriquecimiento espiritual. En Bayyana se establecieron algunos
discípulos del sufí cordobés Ibn Massarra, fundando la Escuela de Almería en la que
se desarrollaron sus doctrinas sobre la espiritualidad islámica y se estudiaron a los
maestros de Oriente, la filosofía gnóstica y las de Empédocles, Plotino y Aristóteles,
sentando las bases del sufismo ibérico, que llegaría a influir en el misticismo
cristiano de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, casi siete siglos
después.
Uno de los gobernadores de la cora o provincia decidió la construcción de una
torre vigía en la costa inmediata, desde la que se pudiera alertar de la llegada por el
mar de posibles peligros para la ciudad. Es la colina de La Alcazaba, última
estribación accesible de la Sierra de Gádor, desde donde se domina toda la llanura
de la desembocadura del Andarax y una gran extensión del Mediterráneo.
La construcción de la atalaya con fines de vigilancia y defensivos facilitó la
instalación en torno a ella de una primera población que se dedicaba sobre todo a la
pesca, que se llamó Almariyyat Bayyana nombre seguramente derivado de la torre
vigía (al-Miraya en árabe).
El 912 fue proclamado como emir Abderramán III, que fue el representante
más brillante de la dinastía Omeya. Tras acabar con las múltiples disensiones
internas, se proclamó califa en el 929 y gobernó durante otros 32 años, en los que
su corte llegó a ser la más prestigiosa del mundo desde que se estableció en Medina
Azahara, la fastuosa ciudad palatina que él mismo promovió construir cerca de
Córdoba.
En relación con Almería, el nuevo califa decidió potenciar su actividad
portuaria, impulsando sus funciones comerciales. Fijó en él la sede de su flota, que
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contaba con más de trescientos navíos de guerra. Para ello el 955 ordenó construir
una gran Alcazaba (al-qasbah = ciudadela) en el mismo lugar en el que existía la
torre vigía protectora de Bayyana. Una nueva ciudad se construyó a los pies de la
fortaleza, con un trazado de planta califal, típicamente musulmán.
La ciudad creció rápidamente y en poco tiempo superó en tamaño y en
importancia a la vecina Bayyana. A la riqueza que proporcionaba el control de las
actividades comerciales e industriales se unió su papel militar. El principal enemigo
de Córdoba por el Sur era entonces el califato fatimí establecido en Túnez, lo que
exigía contar con una poderosa flota de guerra y una ciudad bien fortificada que le
ofreciera un refugio seguro. Por eso el ambicioso proyecto de Abderramán III incluía
la construcción de una sólida muralla a lo largo de todo su perímetro, que enlazaba
con la Alcazaba, cuyos 43.000 m2 la constituyeron en la fortaleza mayor de
Occidente, con capacidad para alojar a más de 20.000 soldados y de refugiar a la
población. Además del gobernador de la ciudad, vivía en ella el Almirante de la flota
califal, que ocupaba de hecho el segundo lugar en el rango de poder del califato.
Abderramán III murió en el 961, tras 50 años de próspero reinado, durante el
cual Córdoba vivió los momentos más esplendorosos de su historia, llegando a tener
un millón de habitantes, y rivalizando con Bagdad y Constantinopla, sedes
respectivamente del Califato Abasí y del Imperio Bizantino. Le sucedió su hijo AlHakam II (o Hixem II), quien gobernó durante 15 años, en los cuales se inició un
proceso de decadencia irreversible. El poder emergente y dictatorial del primer
ministro Almanzor (el victorioso) se consolidó cuando con tan solo 11 años de edad
Hixem II asciende al califato por el fallecimiento de su padre.
El ambicioso Almanzor consiguió en 984 que el joven califa delegara en él
todos los poderes, y dirigió feroces campañas militares (razias) contra los reinos
cristianos, hasta que en el año 1002 fue derrotado en Catalañazor y falleció días
después en Medinaceli.
En el lecho de muerte Almanzor designó sucesores a sus dos hijos,
nombramiento que provocó enfrentamientos en Córdoba entre sus partidarios y los
de los Omeya. En este ambiente de guerra civil se sucedieron hasta diez califas en
poco más de veinte años, hasta que el califato fue definitivamente abolido en el año
1031 y sustituido por una república.
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La descomposición del califato supuso una crisis general en todo el territorio
de los musulmanes. La protección de la ciudad de Almería fue abandonada al
enredarse su guarnición en las contiendas civiles, ocasión aprovechada por los
fatimíes tunecinos para someterla a varios saqueos. Al mismo tiempo diversas
facciones internas de las distintas etnias que convivían en el Califato se enfrentaron
por conseguir el poder, como estaba ocurriendo en la mayoría de las coras.
3.2. LA TAIFA DE ALMERÍA: ESPLENDOR.
La muerte sucesiva de los hijos de Almanzor desataron el comienzo de revueltas en
todas las coras (provincias) del Califato, y una situación de anarquía que se extendió
a todo el Estado islámico. Los integrantes de las principales familias locales,
cabecillas de las distintas etnias, y los oficiales del desmembrado ejército de
Almanzor vieron en la situación la oportunidad de aumentar su poder.
Así se produjo la desaparición definitiva del Califato, que existió formalmente
hasta que en 1031 fue derrocado el último califa Hixem III y proclamada la república.
El territorio sobre el que había reinado Abderramán III quedó paulatinamente dividido
hasta en 39 taifas, término que en árabe significa bando o facción.
Jairán al-Amiri era un eunuco eslavo que se convirtió en uno de los más
prestigiosos generales de Almanzor. Llegó a ser hagib (primer ministro) de Hixem II
por haber dirigido las operaciones que consiguieron su reposición en el Califato en el
1010. Había recibido de Almanzor el título de valí o señor de la ciudad de Almería.
Había dejado como gobernador a su lugarteniente Abu Hamit para acudir en socorro
del legítimo califa. En su ausencia se produjo la revuelta en la que triunfó el caudillo
eslavo Aftah (o Alafia) quien pretendió que Soliman nuevo califa le nombrara valí de
la plaza. Jairán había sido dado por muerto en la toma de Córdoba, pero lo cierto es
que solo resultó herido. Cuando se repuso, su prestigio le permitió reunir la tropa
suficiente para volver a Almería y después de veinte días de asedio, en julio de
1014 entrar en la ciudad erigiéndola capital de un reino independiente.
Almería contaba con una población de unos 30.000 habitantes cuando Jairán
la convirtió en taifa independiente del Califato. Era la ciudad más próspera de AlAndalus y uno de los puertos más importantes del Mediterráneo. El nuevo rey se
aplicó a mejorarla, empezando por la Alcazaba que reconstruyó desde los cimientos
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con su configuración actual, tan magnífica e inexpugnable que los propios árabes la
denominaron desde entonces la Caláa (Castillo) de Jairán. También ordenó la
reconstrucción de las murallas con nuevos lienzos, algunos de los cuales se
conservan aún, completando el perímetro más allá del anterior para envolver todo el
núcleo, incluso el barrio de la Musalla que se había extendido por la Hoya
extramuros. Dotó a la ciudad de nuevos aljibes y construyó nuevas mezquitas y
baños.
Su carácter afable y cercano y su honestidad le procuraron la simpatía y la
lealtad de la población. Protegió a artistas, poetas, científicos y filósofos que huyeron
de la anarquía cordobesa, e impulsó las actividades que producían la riqueza local,
consiguiendo que el prestigio y la prosperidad de Almería no solo se mantuvieran,
sino que aumentaran.
Agotado por las continuas contiendas y con la salud mermada por las muchas
heridas recibidas, que le tuvieron al menos un par de veces a las puertas de la
muerte, en 1028 Jairán se retiró a la ciudad y se recluyó en su Alcazaba, pero murió
poco después de su llegada, designando sucesor a su lugarteniente más próximo
Abulcasím Zohair Al-amerí, eunuco y eslavo como él, e incluso algunos cronistas le
consideran pariente. En su nombre había gobernado Murcia, Jaén, Calatrava, Baeza
y Denia, ciudades hasta donde había llegado el dominio de la taifa almeriense.
A pesar de ser también un hombre de armas que había acompañado a Jairán
en sus correrías, el nuevo rey de la taifa era un hombre de carácter pacífico y
conciliador, que se dedicó a continuar, consolidar y extender la herencia de su
antecesor, incrementando la riqueza y prosperidad de Almería, y ampliando el
territorio de la taifa hasta límites extraordinarios. Su reinado solo duró diez años: el 3
de agosto de 1038 cayó en una emboscada preparada por Badis rey de Granada,
cuyo padre Habús había sido su aliado.
El gobierno quedó en manos de Abú Bark al-Ramini, que era también eslavo y
es considerado el tercer rey de la taifa a pesar de la brevedad de su reinado. Al
conocer la muerte inesperada de Zohair, el rey de la taifa de Valencia Abd´al-Malik
ibn Abd´al Aziz, nieto de Almanzor, entró en Almería y se anexionó su próspero
reino, lo que suscitó la envidia y el temor de sus enemigos, e incluso de algunos de
sus súbditos, que intentaron apoderarse de Valencia aprovechando su ausencia.
Mientras sus tropas defendían su reino, el valí de Murcia Abentahir, nombrado por
Zohair, se sublevó y proclamó su independencia en 1041.
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En
unos pocos años
el vasto
reino
de
Almería
quedó
reducido
aproximadamente a los límites de la provincia actual: Toledo se anexionó Calatrava,
Murcia quedó independiente, y Badis, rey de Granada, se apoderó del territorio de
Jaén hasta las puertas de Córdoba. El gobernador de Almería Abulahvás, aislado de
su cuñado, decidió proclamarse cuarto rey de la taifa y primero de una dinastía bajo
la cual esta tierra iba a vivir el cenit de su historia.
Cuando Abulahvás muere en 1051 su hijo y heredero tenía 14 años, por lo
que algunos cortesanos ofrecieron la corona al hermano menor del fallecido Abu
Otba ben Somadih, quien se negó a usurpar los derechos de su sobrino, en contra
de lo que cuentan algunas crónicas. Así que Muhammad abu Yahya ben Man ben
Sumadih al-Tuyyibi conocido como al-Mut'asim Bi-llah (el Protegido de Dios), y en
castellano Almotacín, fue coronado rey de la taifa siendo apenas un adolescente,
bajo la regencia de su doble tío que la ejerció hasta su muerte en 1054.
El inmenso territorio que llegaron a dominar los reyes de la dinastía Sqlavi
había replegado sus límites a las Alpujarras, Baza y Lorca al advenimiento de los
Sumadih y continuó reduciéndose por el escaso espíritu belicoso y estratégico de los
monarcas y su desinterés territorial. Almotacín siguió en esto la política de su padre
y se concentró en el engrandecimiento de la ciudad, que vivió bajo su gobierno los
mejores años de su historia.
El florecimiento económico llegó a su máximo esplendor, basado sobre todo
en la industria de la seda. Al parecer la ciudad llegó a tener 10.000 telares que
fabricaban tejidos muy apreciados en todo el Mediterráneo. Pero además había
astilleros, alfarerías y fábricas de mosaicos, fundiciones y metalurgias en las que se
fabricaban objetos de cobre y de metales preciosos, factorías de sal y una próspera
industria de conservas de frutas. Todo esto, junto a materias primas (mármol y
minerales) y productos agrícolas, eran comercializados desde su puerto. Esplendor
apoyado en una paz completa y total que contrastaba con la agitada vida del resto
de la España musulmana.
El verdadero interés de Almotacín era la cultura en general y más
concretamente la poesía. A las muchas virtudes de su espíritu bondadoso, justiciero
y generoso, se añadía ser extremadamente culto y protector de cuantos literatos,
artistas y científicos se acogieron a su hospitalidad, de la que también se
beneficiaron políticos y hombres de armas que buscaron refugio en Almería.
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La intención del rey fue sin duda reproducir en su corte el esplendor cultural
que brilló en muchos periodos del Califato cordobés, y también en algunas etapas y
personalidades de la propia taifa almeriense y de algunas otras taifas
contemporáneas.
El 1085 Alfonso VI de Castilla conquista Toledo, ciudad que los musulmanes
consideraban inexpugnable. Alarmados por la fortaleza de los cristianos los reyes de
Sevilla, Granada y Badajoz decidieron pedir ayuda a los almorávidesa almeriense.
Obligado a tomar las armas y a colaborar con los nuevos ejércitos
musulmanes llegados del Norte de África y con los reyes vecinos, Almotacín vivió
amargado sus últimos años, falleciendo en 1092. Su hijo y sucesor Ahmed Mu´izz alDawla apenas consiguió reinar unos meses, siendo depuesto por los almorávides.
Éstos eran una especie de monjes-guerreros provenientes de las tribus
nómadas del Sur del Sahara que pastoreaban sus ganados entre los ríos Senegal y
Níger. Convertidos al Islam, adoptaron una interpretación rigorista de la doctrina de
Mahoma, e iniciaron la conquista hacia el Norte hasta llegar al Atlas y al
Mediterráneo. Crecieron rápidamente por la adhesión sucesiva de las tribus que
habitaban en las tierras por las que se iban extendiendo.
Respondiendo al llamamiento de las taifas peninsulares, un ejército de
100.000 almorávides al mando de Yusuf ben Techufín atravesó el Estrecho, se
apoderó de Algeciras y derrotó a Alfonso VI en la batalla de Zalaca, cerca de
Badajoz, en octubre de 1086. Al comprobar la fragmentación y la debilidad en la que
se encontraba Al- Ándalus y su riqueza, decidieron conquistarla, lo que no les costó
gran esfuerzo.
El cambio de dinastía gobernante no supuso grandes transformaciones en la
ciudad, que continuó con su actividad económica floreciente y con su autonomía,
dentro de lo que los historiadores han llamado Segundos Reinos de Taifas.
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3.3. LA CONQUISTA CRISTIANA Y LA DECADENCIA DE ALMERÍA.
La continuidad de la prosperidad almeriense y su emporio comercial representaba
un atractivo para los reinos cristianos de la península y una rivalidad intolerable para
las repúblicas italianas, por lo que aprovechando la convocatoria de la Segunda
Cruzada por el papa Eugenio III (predicada por San Bernardo de Claraval),
acordaron una alianza para conquistarla. El 17 de octubre de 1147 un ejército al
mando de Alfonso VII asedió la ciudad hasta que consiguió tomarla. Estaban
integradas en él no solo las fuerzas castellano-leonesas del emperador, sino
también soldados francos, catalanes, pisanos y genoveses. Éstos dieron su nombre
a la playa junto al Cabo de Gata en la que desembarcaron.
Tras los 55 años de gobierno almorávide, esta conquista cristiana de la ciudad
para saquear sus riquezas y acabar con su florecimiento significó una inflexión en su
historia y el inicio de su decadencia. Solo diez años duró su dependencia de Alfonso
VII, pero ya no volvería nunca más a vivir el esplendor de los 200 años anteriores.
En 1157 Almería es liberada de la ocupación cristiana por los almohades.
Este pueblo musulmán de origen bereber vivía en el Norte de África cuando el
Magreb fue ocupado por los almorávides, y ascendieron al poder cuando se
consideraron defraudadas las expectativas generadas por los ocupantes.
En 1145 los almohades habían desembarcado en la península e iniciaron una
guerra religiosa (yihad) contra los cristianos, a los que acabaron derrotando en
Alarcos, pero también contra todos los musulmanes que se opusieran a su intento
de unificar las taifas y de instaurar un nuevo orden basado en la pureza de la fe. Su
intento fracasó estrepitosamente por la contundente derrota de su califa Muhamad
An-Nasir en las Navas de Tolosa, y la resistencia de las poblaciones locales.
La conquista almohade de Almería en 1157 y su vuelta a un régimen islámico,
suscitó una cierta esperanza de recuperación. Al menos acabó el expolio sistemático
a que había sido sometida por los ocupantes cristianos, pero la desolación y
destrucción que dejaron tras de sí era difícilmente recuperable. Los nuevos
gobernantes impusieron además su fanatismo religioso, y presionaron a la población
local con elevados impuestos para financiar los fines de sus campañas. Esta asfixia
material y espiritual suscitó la desafección total de los almerienses hacia los recién
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llegados. Todo ello opuesto a lo que había sido la norma de convivencia en la ciudad
durante dos siglos. Por las mismas razones, la oposición de la población autóctona
hacia los almohades fue general en todo Al Ándalus. Por todas partes se originaron
revueltas y levantamientos que degeneraron en nuevos intentos de secesión
contrarios al intento de unificación promovido por los invasores. Por el contrario las
taifas se desmembraron con la autonomía de los señores locales. Estos Terceros
Reinos de Taifas resultaron más irrelevantes que los anteriores.
En la taifa de Almería no solo la capital, sino también los señores de Berja,
Dalías, Fiñana o Vera al frente de sus poblaciones se levantaron contra los
almohades, intentando constituir una especie de feudos independientes. Esta
situación los debilitó y los hizo extremadamente vulnerables, siendo incorporados al
incipiente Reino Nazarí de Granada. Abbu-i-Abbas fue nombrado valí (gobernador) e
intentó revitalizar la ciudad y recomponer su maltrecha economía basándose en la
agricultura, pero sus esfuerzos fracasaron definitivamente por una prolongada
sequía en 1237.
El comercio y todas las actividades de la ciudad fueron paralizándose
progresivamente. En poco tiempo el movimiento en su puerto quedó reducido a unos
pocos barcos de cabotaje y de pesca. Esta situación se prolongó durante el resto del
siglo y los dos siguientes, hasta que fue por fin conquistada por los Reyes Católicos
el 26 de diciembre de 1489. Abū `Abd Allāh Muhammad al-Zaghall, tío del rey
Boabdil, que gobernaba la ciudad, capituló pacíficamente.
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INFORMACIÓN EN RED
La delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte dispone de una
página donde aloja material didáctico e información sobre actividades educativas. La
dirección es : milenio.cepindalo.es
Existe una página que aglutina información de los colectivos y entidades
organizados en torno a la Plataforma del Milenio del Reino de Almería y la
Asociación de Amigos del Milenio del Reino de Almería cuya dirección es:
http://mileniodealmeria.es/home/
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15
IMÁGENES
La Alcazaba dominando la ciudad de Almería
Muralla de Jayrán del barranco de La Hoya ascendiendo al Cerro de San Cristóbal
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Muralla fortificada del siglo XI en el Cerro de San Cristóbal
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Torres circulares en el extremo del Cerro de San Cristóbal y conectando con la muralla
de Jairán
Interior de los aljibes islámicos de Jairán en la calle Tenor Iribarne
18
Interior de la iglesia de San Juan con el muro de la quibla de la antigua mezquita mayor
islámica, y detalle inferior del mihrab
19
20
Logo del Milenio del reino de Almería, ganador del concurso convocado
Reconstrucción idealizada de la Almería islámica en su esplendor del siglo XI
21
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