`El hombre del salto` el 11-S y los profundos trastornos que causó

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LA VANGUARDIA 31
MARTES, 11 SEPTIEMBRE 2007
Los sketches de
Monty Python,
en la Villarroel
Damien Hirst, mago del dinero, la provocación y
la muerte, página 33 / Miquel Barceló inicia su gigantesca obra en la sede de las Naciones Unidas
de Ginebra, página 34 CARTELERA PÁGINA 35
PÁGINA 32
UN RETO LITERARIO
La narrativa del terror
DeLillo aborda en ‘El hombre del salto’ el 11-S y los profundos trastornos que causó
de nueve años supera la muerte de su padre
en los rascacielos. William Gibson, el autor
de obras de ciencia ficción como Neuromante, logró su primer superventas con Pattern recognition, llena de ecos del 11-S. Martin
Amis, que se ha destacado por sus críticas al
islam, ha escrito el relato Los últimos días de
Mohamed Atta, y John Updike se ha atrevido
hace poco en la novela Terrorista a explicar el
radicalismo desde el punto de vista de un yihadista de 17 años, hijo de un inmigrante
egipcio y una mujer de origen irlandés. Por
no sumar a los autores de thriller habituales:
ahí está Frederick Forsyth con El afgano.
JUSTO BARRANCO
Barcelona
ara muchos, ya es la novela del
11-S: pocas han retratado de
manera tan convincente como
El hombre del salto (Seix Barral), de Don DeLillo, el cambio de coordenadas mentales,
de orden vital, el desconcierto producido hace ahora seis años en muchas gentes de Estados Unidos tras el derrumbe de las Torres Gemelas. Un derrumbe causado por unos terroristas suicidas que, como describe en su obra
DeLillo (Nueva York, 1936), también producen al estallar, literalmente, metralla orgánica, que a veces se introduce en los heridos... y
crece en ellos. Y no sólo eso. Se introduce también en el imaginario de todos, de modo que
el terrorista sustituye al artista a la hora de
imponer nuevas visiones del mundo. Visto
así, no es extraño que numerosos escritores y
cineastas aborden el tema del terrorismo, un
fenómeno que se ha acentuado desde el 11-S.
P
EL HOMBRE DEL SALTO. Pero ha sido El hom-
bre del salto de Don DeLillo, el autor de Cosmópolis o Submundo, la obra mejor acogida.
Su título hace alusión a la famosa foto del periodista Richard Drew de un hombre lanzándose desde una de las torres en los momentos
posteriores al atentado. Quizá porque los protagonistas de DeLillo sobreviven a las torres
pero caen con ellas. Ha vuelto la historia, ha
cambiado el orden mundial, pero sobre todo
han cambiado las personas. Sus vidas y su visión del mundo. Las torres han dejado un vacío de su mismo tamaño y la obra de DeLillo
les sigue en su evolución, describiendo incluso la influencia en los juegos de los niños, espiando el cielo con prismáticos. Inversamente, retrata también el camino hacia las torres
de uno de los terroristas, desde que era un soldado iraquí que tenía que masacrar a jóvenes
iraníes hasta Hamburgo y, luego, las escuelas
de aviación norteamericanas.
HISTORIAS DE TERROR. El tema no es precisamente del siglo XXI. Para no ir muy lejos,
es posible recordar a G.K. Chesterton y El
hombre que fue jueves, o a Albert Camus y
Los justos, donde se interroga por el tema a
través del terrorismo ruso de principios del siglo XX y un grupo que quiere acabar con la
vida del tío del zar, grupo en el que se mezcla
venganza y utopía y en el que la visión de la
víctima es un grave obstáculo. También Doris Lessing ha abordado el tema en La terrorista buena, a través de squatters británicos y
una vez más poniendo el acento en el camino
psicológico que desemboca en una acción terrorista. En el cine, un filme tan polémico como La tercera generación, de Fassbinder, recordaba el interés de los estados en el terrorismo como modo de control a través del miedo.
En España, novelas como Lectura insólita de
El Capital, de Raúl Guerra Garrido, han abordado el terrorismo vasco.
TRAS LAS TORRES GEMELAS. Pero tras los
atentados del 11-S y el recomienzo de la historia, hasta entonces enterrada por Fukuyama,
libros y cine han retomado el tema con nuevos bríos. Frédéric Beigbeder, el autor de
13,99 euros, retrató minuto a minuto en Windows on the world a un hombre que está con
sus hijos en un restaurante del rascacielos durante el atentado, añadiendo reflexiones sobre su propia vida y su profesión de fe proamericana. Jonathan Safran Foer se ha adentrado en Tan fuerte, tan cerca a cómo un niño
CONTRA EL TERROR. Como muchos han se-
RICHARD DREW / AP
Hombre cayendo de una de las torres del World Trade Center neoyorquino el 11-S
ñalado, que DeLillo escribiera esta novela era
casi obligado, dado que el terrorismo forma
parte de su obra desde hace muchos años, ya
sea en Jugadores (1977) o en Mao II (1991).
Precisamente en esa novela, en la que un escritor está secuestrado por un grupo maoísta,
uno de los protagonistas, también escritor, lamenta que los terroristas y los líderes totalitarios se están anexionando a través de “incursiones, ataques sobre la conciencia”, del territorio que una vez perteneció al artista, al novelista: la capacidad de alterar la vida interior
de la cultura. Los terroristas convierten la tierra en un lugar de odio y miedo y logran que
las “noticias del desastre sean las únicas que
la gente necesita, y cuanto más oscuras, mayor la narrativa”. DeLillo cree que la obligación del escritor es crear contranarrativas, narrativas alternativas, y El hombre del salto, como muchas de las nombradas, también forma parte de esta lucha de imaginarios.c
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