18 La comunidad apostólica es una comunidad de hermanos que sirven

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La comunidad apostólica
es una comunidad de hermanos que sirven
Antes del encuentro
Preparar el lugar donde se va a reunir la comunidad.
Pedir a los participantes que lleven algo que simbolice
el servicio. Comenzar con un canto que subraye el valor del servicio, del amor recíproco, del perdón, etc.
La palabra de Dios
Así, pues, yo, el prisionero por el Señor, os ruego que
andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos
mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con
el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la
esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe,
un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio
de todos y está en todos (Ef 4, 1-6).
¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus
obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y
judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo,
que lo es todo, y en todos. Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados,
revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas
contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la
paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un
solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea
todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Col 3,
9-17).
(Pueden elegirse otros textos, por ejemplo, el lavatorio de los pies)
Según nuestras Constituciones y Reglas
Nuestras comunidades se distinguen por un espíritu de sencillez y alegría.
Compartiendo mutuamente lo que somos y lo que tenemos, hallaremos acogida y apoyo. Cada cual pondrá al servicio de todos, sus dones de amistad y
los talentos recibidos de Dios. Esta comunicación contribuirá a intensificar
nuestra vida espiritual, nuestro desarrollo intelectual y nuestra actividad
apostólica. Con la humildad y la fuerza de la caridad, expresaremos nuestra
responsabilidad para con los demás en la corrección fraterna y en el perdón
(C 39).
Según los escritos de san Eugenio de Mazenod
Se soportarán mutuamente con mucha mansedumbre y paciencia, emulándose en servicios mutuos y practicando gozosamente la caridad. Cada uno
evitará todo lo que pueda contristar a sus hermanos, y cederá con gusto a los
deseos de los otros, a fin de que la paz de Dios y la caridad de Cristo moren
en ellos. Se amarán y se respetarán unos a otros y se apresurarán a prestarse
mutuas atenciones (Regla de 1826).
Un comentario
La sencillez y la alegría deberán caracterizar a una comunidad unida no por compulsión externa, sino por compartir la misma fe y los mismos ideales. “Todos los
días se reunían en el templo y en las casas partían el pan y comían juntos con
alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos” (Hch
2, 46-47). Esta participación fraterna no se limita a lo que tenemos, sino incluye
sobre todo lo que somos. “Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y
sentían de la misma manera… tenían todo en común” (Hch 4, 32). De igual forma,
los diferentes dones que han recibido los miembros deben ser puestos al servicio
de la causa común y han de reforzar la unidad (1Co 12, 4-11).
Como testimonio de la comunidad mesiánica, nuestras comunidades Oblatas deberán caracterizarse por los valores del Reino. Hemos de considerar que la ambición, el orgullo y la falta de perdón obstaculizan la alegría y sencillez de una
vida vivida en Cristo (Mt 20, 24-28), y así mismo, que el perdón de Dios se contaba entre las riquezas mesiánicas (Jr 31, 34; Ez 36, 25-33). Este perdón mesiánico
estaba ligado a los dones del Espíritu (Ez 36, 27; Jn 20, 19-23). Nuestras comunidades, llamadas a dar testimonio de la presencia del Reino de Dios en nuestro
medio, deberán por tanto ser comunidades de reconciliación y portadoras del
perdón de Dios (Lc 17, 3-4).
Debemos tener confianza en la vida en comunidad, que es la atmósfera en que
Dios quiere que vivamos los Religiosos. Por lo tanto, debemos dar pasos prácticos y positivos para formar comunidad, que como medio ambiente o atmósfera
en que vivimos, viene a ser mucho más importante y significativo para nuestras
vidas que las estructuras o sistemas institucionales. El hombre es el fin de las
instituciones. Las relaciones mantienen a la gente unida mucho más que los sistemas o estructuras. De hecho, sin relaciones verdaderas, ninguna institución
puede durar mucho tiempo. Así es que es importante que todos en la comunidad
sean respetados, aceptados y amados. Nadie debe ser descartado de la necesidad
de amor y cuidado.
Hoy en día, quizá como nunca antes, muchos religiosos se preguntan, “¿Por qué
no podemos interesarnos los unos por los otros en la misma forma como lo hacemos por aquellos a quienes evangelizamos? ¿Se da todo por hecho? ¿Se han
convertido nuestras comunidades en lugares funcionales donde se organiza el
trabajo para los de fuera mientras ignoramos nuestras necesidades mutuas? Hemos llegado a tener más conciencia de las diferentes necesidades humanas del
aspecto emocional de nuestro ser. Necesitamos amar y ser amados, reafirmar y
ser reafirmados. Estas son necesidades que no desaparecen al responder al llamado a ser discípulo, a la vida religiosa y al ministerio. De hecho, el llamado en
sí nos invita a crecer y madurar en todos los aspectos de nuestra persona, y tal
crecimiento no puede darse sin el interés e interacción que nos permita expresar
nuestras necesidades y así mismo usar nuestros dones en el clima de confianza
de la comunidad. Necesitamos compartir tanto nuestra fe como nuestras dudas,
nuestras alegrías como nuestras penas, nuestra soledad y el fruto de estar solos.
Necesitamos comprender los patrones de crecimiento y sus etapas críticas en nosotros mismos y en los demás; aprender que es tan bueno recibir como dar. Cada
uno de nosotros es un mundo interior de misterio, un pozo sin fondo. Nos necesitamos para desentrañar ese misterio, para sacar el agua de vida del pozo; y así
poder ofrecer estas riquezas que Dios ha dado a cada uno de nosotros a aquellos
a quienes servimos. La verdadera eficiencia, alcance y espíritu de nuestro ministerio, será en proporción al crecimiento que experimentamos en el contexto de
nuestras comunidades y su capacidad de tomar en cuenta estas necesidades humanas.
Nuestras comunidades deberán ser por lo tanto células cristianas vivientes, una
realización en miniatura del Reino de Dios. Los valores del Evangelio deberán
brillar en nuestras comunidades por una auténtica participación de bienes (pobreza), por un amor sincero enfocado a los demás (castidad ) y por una búsqueda
genuina de la voluntad de Dios con respecto a nuestra colaboración para con
nuestros superiores (obediencia).
Copiado de SULLIVAN-HASLAM, Orando con nuestras Constituciones, p. 173-175
Pausa para la reflexión
Sería bueno invitar ahora a los participantes a que se tomen unos minutos de
reflexión para meditar sobre lo que se ha leído y para prepararse para compartir la propia experiencia.
Comunión
El animador del encuentro puede invitar a los presentes a que compartan la
propia experiencia en torno al tema de la comunidad como ámbito en el que
estamos convocados a amarnos los unos a los otros mediante gestos concretos
y visibles de servicio.
He aquí algunos puntos que pueden guiar el compartir:
 ¿Cuál ha sido tu experiencia comunitaria desde que entraste en los Oblatos?
En las casas de formación donde te formaste, en las comunidades apostólicas donde has trabajado y en la que estás ahora.
 ¿Qué dones has recibido de Dios y que quisieras poner a servicio de tus
hermanos en la vida de comunidad?
 ¿Tienes alguna sugerencia que quisieras proponer para mejorar la calidad
de vuestra vida comunitaria, la calidad de diferentes tipos de relación al
interior de la comunidad?
 Compartir sobre otro punto cualquiera que tenga relación con el tema del
encuentro.
Oración espontánea en común
Ahora se invita a los participantes a retomar lo compartido y lo escuchado en oración espontánea. Puede
empezar el animador, sólo para dar el tono de la oración y para ayudar a los otros, sobre todo a los que no
tienen costumbre de orar en público, a que formulen
su oración.
Canto final
Se puede terminar con un canto que se haga eco del
tema abordado durante el encuentro, un canto a la Virgen como la servidora del Señor, o también cualquier otro canto que ayude a
la comunidad a estrechar los lazos del amor, de la amistad y de la unidad.
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