En formato - grietaeditorial

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Selección de microrrelatos
1
Colabora:
SELECCIÓN DE MICRORRELATOS
“150 palabras para vivir, para crear”
2016
Selección de microrrelatos
5
El tiempo haciendo ruido (relato ganador)
Escrito por Andrea Alfaro García Unas pupilas negras, dilatadas, fijas en el reloj de pared. Expectantes. No
era consciente de cuánto tiempo llevaba dejando que pasaran las horas.
Primero una, luego otra, después una más. El reloj tocaba a en punto y
a media. ¿Cuántas campanadas había escuchado ya? Se meneaba hacia
delante y hacia atrás, cric, cric, la mecedora vieja, cascada. ¿Cuántos
crujidos? Cric, cric, cric. Las puertas cerradas. Las cortinas corridas, las
luces apagadas. Unos tenues rayos de sol colándose por las rendijas de
las persianas, alcanzándole un brazo, una pierna, la mitad del rostro. El
polvo en el suelo, en los muebles, el polvo en la repisa de la chimenea. El
polvo gris sobre la urna negra, fúnebre. El dorado de las flores del borde
de la urna, ya sin brillo. El reloj de pared, tic, tac; la mecedora, cric,
cric; sus huesos, crac, crac, crac. Las pupilas negras, dilatadas, brillantes,
húmedas.
6
150 palabras para vivir, para crear
In extremis (II clasificado)
Escrito por Luis Alberto Ramos Mendez Orinó parado de manos exactamente doce segundos. Tomó 0,05 ml de
agua. Entrecerró la puerta. Corrió las cortinas. Colocó a Liszt. Le pidió
a las gárgolas que hicieran silencio. Lavó con detalle sus manos. Dejó
abierto el grifo. Alimentó al dragón de Komodo. Le pidió al mimo que
le cantara como siempre. Desatornilló las tres vehementes tuercas del
silencio. Quiso experimentar. Quiso. Sacó de la nevera el queso. Brindó
a la salud del olvido. Bailó al son de la 01:04 a.m. Dos cubitos de hielo
al café. Se desnudó... Al día siguiente, había muerto la persona y nacido el escritor. Selección de microrrelatos
7
Marco Polo describe el desierto a Kublai Khan (III clasificado)
Escrito por Verónica Pazos García
—Hace frío, señor. Hace frío y está oscuro.
—Hace calor, niño. Un calor abrasante. —Hace frío —repite—, un frío mortal... te hace sentir nostálgico. — ¿La muerte? — ¿No la teméis, señor? Todos la tememos. ¿Y no es similar ese miedo,
señor, en forma e intensidad, al sentimiento de nostalgia? — ¿Qué dices, niño? ¿No has comprendido las palabras de mi idioma
todavía? Marco Polo lleva un abrigo de piel de oso que le queda tan grande que se
le arrastra por el suelo, debajo, Kublai Khan ve su piel de gallina. —Digo que quizás cuando pensamos en la muerte no estamos asustados,
sino que sentimos la tristeza propia de alguien que echa de menos su
casa.
8
150 palabras para vivir, para crear
La palabra
Escrito por José María Larussi
Cuando Carla alcanzó su independencia redujo el vocabulario aprendido
a una palabra. Solo decía “quizás”. Y con ese solo vocablo encontró la
manera de hacer de la vida un altar de decisiones compartida con los
otros.
El amor llegó sin palabras pero con caricias que dialogaron con su
cuerpo durante toda la vida. Sus hijos aprendieron el lenguaje de las
miradas y los nietos a jugar en el bullicio de los juguetes rodando en el
piso.
La vejez la encontró inmensamente feliz tejiendo bufandas para los fríos
vientos del sur.
Uno de estos días será su último “quizás” y el eco de esa palabra
complicará a la muerte en su decisión final. Y ella se sonreirá por esos
segundos más de eternidad.
Selección de microrrelatos
9
En una fría habitación de hospital
Escrito por Laura S. Maquilón
Dicen que el tiempo es relativo.
Cuando la muerte acecha, los agujeros negros dejan de ser entonces
cosa de ciencia ficción y pasan a instalarse en la boca del estómago.
El espacio desaparece y el tiempo es lo único real. Un tiempo errático,
inestable. Los segundos parecen horas y las horas transcurren en un
instante. El mundo parece detenerse aunque más allá de las paredes
todo siga en movimiento.
La ansiedad embiste como las olas en medio de una tormenta a cámara
lenta. El tiempo, calmado e impasible, se deleita en cada agónica bocanada de aire mientras se expresa en un continuo e intermitente pitido.
Y de pronto la muerte se marcha, la vida abre los ojos y el tiempo echa
a correr.
10
150 palabras para vivir, para crear
En la oscuridad
Escrito por Joaquín Ruaimi
Más de veinte años de experiencia en la lectura lo acompañan, en un
cuarto oscuro, al lado de un velador flexible, con la vista fijada en las
primeras páginas de un libro; sus expectativas bajas. Avanza, cambia de
hoja, el suspense aumenta –brillante novela–, abre su boca y se joroba:
queda a merced de la obra; “perfecta”, piensa.
Una escena lo despoja de su abstracción, otorgándole una inquietud
innegable.
Busca escapatoria, alerta, en cualquier otro lugar de la habitación:
solo encuentra oscuridad, enceguecido por la luz de la lámpara. “¿Hay
alguien ahí?”, pregunta asustado. Percatándose de la situación, detiene
su ritmo y vuelve al libro; cae otra vez en la trama, se siente parte de ella.
“¿Qué fue eso?”, se pregunta al oír un ruido; presiente que lo observan.
Agitado, con la respiración descontrolada, se ríe como loco satisfecho.
–Es solo una novela –se consuela–, una perfecta novela.
Selección de microrrelatos
11
Languidecer
Escrito por Raúl Infantes
Hubo unos días en los que el atardecer se convirtió en el único placer que
mantenía de manera constante. Me situaba en lo alto de la colina, tendido
con las manos aposentadas bajo el fino manto de arena removida por las
hormigas. Era maravilloso, como un gajo de mandarina hundiéndose
entre jirones de nata carbonizada. Pálidos reflejos de luz se reflejaban
en los bordes aureolados de la montaña; arriba, el cielo coronado de
azul oscuro, como un agujero negro, presagiando la entrada de la manta
nocturna. Su contemplación me inspiró la imagen de un guiñol: adentro,
una hoguera domesticada que languidecía bajo los humos cenicientos.
La pared del fondo, tiznada, reflejaba las sombras muertas del fuego.
Más para el centro, la llama seguía muriendo. Chiribitas últimas que
servían como sustitutas estelares en el firmamento hogareño. Una
última chispa, un último adiós, y todo fue oscuridad.
12
150 palabras para vivir, para crear
Historia de la humanidad
Escrito por Paloma Acebes Cano
Capítulo uno. Personas que tratan a personas como cosas.
Un pequeño claro en el bosque. Unos cuantos cautivos con la cabeza
gacha. Arañazos, moratones, pechos desnudos. Dos hombres fijan un
precio para el lote; uno más alto para la joven princesa. Las noches son
una humillación.
Por la mañana ella reza a sus dioses. Enciende pequeñas piras y aúlla.
Nadie viene a rescatarla. Ella invoca a otros dioses más poderosos.
Nadie viene. Un día decide que los dioses no existen. Muerde a su amo
cuando se acerca a ella. Le extraen los dientes uno a uno. Ella les golpea
con palos. Le atan los brazos de tal manera que se gangrenan. Un día
cansados de ella, ya destruida y fea, deciden tirarla al río. Ella flota río
abajo y sonríe. Morirá de frío pero no de espanto: ha sido rescatada por
la muerte. Y sabe que no hay dioses en el cielo.
Selección de microrrelatos
13
Algo por lo que vivir
Escrito por Gema Carrillo Pino
—Ahora lo entiendo, Leandro quedó paralizado por la cercanía del
acero de vuestra espada.
—De nuevo, entendisteis todo al revés, princesa. Leandro es… un
hombre valiente sin duda, y no imagino hombre más capaz de enfrentar
mi propia espada.
—No entiendo pues, por qué mi primo actuó de semejante forma.
Siempre tuvo maestría con la espada, y sin embargo nunca pecó de
vanidoso. Y ahora… ¡un cobarde es lo que tengo por primo!
—Quizás deberíais prestar más atención a vuestro alrededor.
—No entiendo, exijo que reflejéis vuestros pensamientos en mí,
caballero.
—No atiendo exigencias, pero al ver vuestra ignorancia, os iluminaré con
mi experiencia. He conocido a muchos hombres, todos prácticamente
iguales, dispuestos a blandir su espada frente a cualquiera. Sin embargo,
no es el miedo a morir aquello que acobarda al hombre, si no el miedo
a dejar de vivir, querida.
14
150 palabras para vivir, para crear
Arbolito
Escrito por Alexis Caballero
Cada noche, me arranco un par de ramas y alimento al fuego con ellas.
No me gusta y duele mucho pero es la única manera de alejar esas
sombras de mí. Serpenteando desde el horizonte, la oscuridad de este
bosque busca alimentarse de mi alma. No quiero eso.
Soy pequeño y mis ramas cada vez son menores. No llegarán a crecer
si esto sigue así, con la oscuridad más audaz cada nueva noche. ¿Qué
tendré que dar esta vez? Dos ramitas no serán suficientes. Estoy perdido.
Oh, cayó una niña ¿cómo llegó hasta aquí? La acompaña un hada.
Parecen estar bien, me alegro mucho.
Quizás ellas ardan mejor.
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15
Gemelocidio
Escrito por Silvia Fonseca
Hacía demasiados años que imaginaba la muerte de su gemelo, desde
la concepción se sintió invadido y tuvo la intensión de asesinar a su
hermano. Habían transcurrido ya 36 años y el odio se había acumulado
en sus entrañas. Con el cuchillo en mano el asunto parecía más difícil de
lo planeado, era asesinar una parte de sí mismo, morir a medias y existir
a la mitad. Se miró fijamente al espejo, sintió la misma repulsión que le
provocaba ver a su hermano, su otro igual permanecía horrorizado en
el piso. Y entonces, Alberto lo decidió, se clavó el cuchillo para terminar
con su perpetua agonía; sería su hermano quien viviría la vida por
ambos.
16
150 palabras para vivir, para crear
Él sueña, ella desea
Escrito por Claudia Sánchez Quiroz
¿Es fácil olvidar cómo se sienten los besos cálidos? ¿Las miradas dulces,
las manos tiernas, las palabras simples que lo dicen todo?
Recuerdo la primera vez que nos encontramos. De sus ojos manaba el
torrente de la vida y la dulzura. El mundo era un espectáculo de amor y
felicidad; el cielo azul le sonreía a la tierra y las personas reían.
“Te amo”, decía él. “Nunca te dejaré”, prometió. “No me abandones. Eres
perfecta, eres como un sueño increíble”.
Entonces sus ojos se abrieron con la violencia de los rayos del sol cuando,
al mediodía, azotan la tierra. El sueño terminó, y con él mi existencia
vana fue arrastrada a los límites oscuros de su subconsciencia. Y aquí
estoy, esperando a que vuelva a soñarme algún día, y nos encontremos
de nuevo para amarnos con la misma pasión que la primera vez.
Selección de microrrelatos
17
New York
Escrito por Edgar Castañeda
No sé si para los animales el tiempo exista, pero él, el más joven de
la última eclosión se fue a dormir esa noche sintiéndose algo extraño.
Durante el tiempo de luz fuera de la galería, su cuerpo comenzó a
desprendérsele, su abultado vientre se despegó por completo, no le
contó a nadie, ni a sus hermanos lo que le estaba pasando, ni siquiera
trató de aceptarlo. Si no puede hacer lo que hacen los de su clase todos
los días hasta su muerte, amasar gigantes bolas verdes, ellos mismos, sus
hermanos, lo dejarían morir fuera de la colmena para que se lo comieran
otros animales. También las piernas comenzaron a crecerle sin control
alejándose del tronco, cuando los ojos se salieron de las orbitas corrió
hasta el oscuro bosque donde quedó dormido. Cuando despertó ya no
era un escarabajo, era un hombre llamado Kafka viendo una ciudad en
ruinas.
18
150 palabras para vivir, para crear
Cuando dejé de ser
Escrito por Martín Buenahora Bonilla
Hacía mucho frío; más del que creía era posible experimentar. La noche
se cernía sobre mi celda de árboles, siendo las estrellas la única guía y
consuelo que tenía mi alma.
Como en burla, mi captor, el bosque, murmuraba un lúgubre arrullo,
animándome a ceder ante el sueño. La sensación de impotencia me
invadió de nuevo, pero ya no tenía lágrimas para llorar todo lo que
había perdido junto con el camino: mi madre, mi padre y mi vida.
Abracé al olivo en el que estaba recostado, pues era mi última pertenencia,
mi último compañero, mi último amigo; aquel que perduraría mucho
más que mi memoria. Rindiéndome al fin, dejé que la dama de negro me
llevara a su sombría morada, alejándome de mis sueños y esperanzas.
Recuerdo haber agitado mi mano, despidiéndome del futuro que perdía,
del presente que se desvanecía y del breve pasado que me lloraría.
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19
Predicar con el ejemplo
Escrito por Jorge Adrián Guasp
El maestro le aconsejó a su discípulo que nunca trabajara gratis. Diez
años más tarde, el maestro lo llamó para decirle que le ofrecía la
oportunidad de ser orador en un seminario que él organizaba.
— ¿Cuánto me va a pagar?
Nada —respondió el maestro—. Es una oportunidad de evolución que
te doy.
—Entonces no me interesa.
—Vas a perder una gran oportunidad —replicó el maestro.
—Usted también la está perdiendo…
— ¿Perder una oportunidad? ¡Yo soy tu maestro! ¿Qué oportunidad
podría perder por perder un simple discípulo?
El discípulo lo miró a los ojos, respiró profundamente, y contestó:
—Usted me sugirió que nunca trabajara gratis. Por lo tanto, usted acaba
de perder una gran oportunidad: la de demostrarme que es coherente
entre lo que dice y hace. Como no lo es, para mí ya no es un maestro. Y
si no lo es, ¿qué clase de oportunidad podría brindarme?
20
150 palabras para vivir, para crear
La loca de las palomas
Escrito por Rocío Moreno García
Todos los días, exactamente a las cinco en punto de la tarde volvía a casa
después de trabajar. Para ello pasaba siempre por el parque del retiro y
cruzaba siempre frente al mismo banco de cada día donde una misma
señora me daba las buenas tardes antes de pasar de largo. Cada tarde,
puntualmente, ella se dedicaba a abastecer de comida a las palomas.
Cierto día me atreví a preguntarle.: — Señora, ¿por qué le da usted todos
los días de comer a las palomas?; Y ella contestó: — Porque hija mía, son
el espíritu santo.
La tomé por loca y me fui de allí. A las semanas después la señora dejó
el banco, no supe nada más de ella. Me senté en él y una paloma se me
posó sobre el hombro, meses después di a luz a niño al que llamé Jesús.
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21
Dos mil voltios
Escrito por Carlos Valiente Mullor
Mi padre murió sentado, con los ojos abiertos, mientras yo estaba
trabajando. Me acerqué a la palanca de contacto para bajarla como lo
hacía siempre, con un movimiento brusco y sin vacilar. En ese momento,
se descolgaron de sus labios dos últimas palabras, dos palabras que
habían viajado juntas en un susurro helado desde hacía mucho tiempo:
«Soy inocente».
22
150 palabras para vivir, para crear
Viento del Sur
Escrito por Mercedes Muñoz Muñoz
Pugnaban sus pensamientos por rellenar hojas en blanco, cuando una
mala inspiración hizo que el Viento del Sur alterase sus intenciones.
Furioso y destructivo, como un niño en la peor de sus rabietas, mezclaba
ideas sin compasión; las frases con el vaivén de su ímpetu perdían
vocales y significado; las palabras con tanto revuelo temían acabar en
Sopa de Letras.
Estaba a punto del colapso y solo le quedaba una opción…
Espirar.
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23
Los tres monos sabios
Escrito por Joaquín Pereira
Cuando entré al monasterio sabía que mi vida seguiría la tradición de
aquellos tres monos sabios -Mizaru, Kikazaru, Iwazaru-: no oír el mal,
no ver el mal, no decir el mal. Pero, ¿qué debo hacer si dentro del recinto
se ha cometido un crimen? Mis barbas aún no nevadas me alientan a
descubrir al asesino. Cuando voy a confrontar a mis hermanos veo en sus
miradas la respuesta que busco, no es la que esperaba: Yo soy el asesino.
Entonces recordé el golpe que le di a un tío cuando era adolescente, a mi
padre enterrando a su hermano en el jardín, a mi madre internándome
en el monasterio… Pensaba que era una pesadilla pero no, los ojos de
mis hermanos me lo dicen con claridad: Lo volví a hacer, volví a matar.
Bajo la cabeza y los acompaño hasta el jardín para enterrar el cuerpo.
24
150 palabras para vivir, para crear
La fuerza del siroco
Escrito por Ana Mª Rubio Cabrera
Su empeño en los últimos meses era firme. Ni siquiera, sobre aquella
nívea alfombra, logró mantenerse a salvo. Un fogonazo y la nieve se
teñiría de rojo. El viento era frío, cortante y una ráfaga le arrebató el
paraguas. Con las manos liberadas, tomó de su bolsillo el objeto que
prometía la libertad. Y entonces comenzó a soplar con mayor violencia
y el frío dio paso a una cálida brisa, impregnada de olor a salitre. Ante
sus ojos emergió la silueta de una hermosa mujer y una niña sentadas
en la orilla de la playa. Frente a ellas, un hombre con su tomavistas
buscando el mejor plano de aquel efímero instante. Sintió, entonces, sus
pies húmedos y al mirarlos el agua del mar amenazaba con llegarle a las
rodillas. Era como si de pronto hubiera concluido su era glacial y, tras
largo tiempo, llegara la época del deshielo.
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Un baile
Escrito por Fria Aguilar
Convencimos a nuestra tía Adela para que bailara con aquel antiguo
pretendiente una sola vez, ella rio y dijo que no estaba ya para amoríos,
pero al acercarse el hombre sereno creo que no supo decir que no. Al
principio les contemplamos con revuelo y anchas sonrisas, pero su
fervor serio de caballero del pasado nos hizo mostrar un gran respeto,
respeto por el amor, respeto por la espera, y respeto por su empeño en
atrapar el instante. Al terminar la pieza salió del local elegante y digno, y
mi tía en el centro de la pista se quedó ruborizada como una niña. Solo
fue un baile pero pareció una eterna historia de amor.
26
150 palabras para vivir, para crear
El viejo Oswald
Escrito por José Antonio Herrera Márquez
El público estaba impaciente. El viejo Oswald comprobó mentalmente,
tal como siempre hacía, que todos los elementos necesarios para llevar
a cabo su función estuviesen preparados. De repente, recordó que
le faltaba algo: lo más importante, su bien más preciado. Fue tras las
bambalinas, y regresó al escenario portando su legendario sombrero de
copa. Lo puso sobre su cabeza y sonrió para sí: ahora sí estaba preparado
para dar comienzo al espectáculo.
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Melodía
Escrito por Sonia Campos Figueredo
Una suave melodía inunda aquella silenciosa y oscura habitación. La
grandeza de esta, hace que el hermoso sonido haga eco, logrando que
se escuche por toda la mansión. La noche es joven, y la luna brilla en
el hermoso cielo, regalándole más inspiración junto con el relajante
sonido de la brisa que entra por la ventana, moviendo las cortinas sin
cesar y llevándose con ellas el olor característico de la sangre y la carne
fresca del cuerpo que yacía tirado en el suelo, justo al lado del hermoso
piano y del hombre que disfrutaba tocándolo mientras observaba a su
víctima, recordando vívidamente sus gritos y llantos de agonía con el
objetivo de inspirarse.
—Esta melodía es para ti, amigo mío. Son los recuerdos de este día, es tu
voz, son tus gestos, tus sentimientos… —Pronunció el pianista de ojos
rojizos, haciendo una mueca en su rostro, parecida a una sonrisa.
28
150 palabras para vivir, para crear
Marcos
Escrito por Maria Fernanda Figueroa Tami
Sentada en una cabaña frente al mar estaba María, sus recuerdos solían
ir y venir como aquellas olas que observaba en cada crepúsculo. Su
soledad se hacía cada vez más evidente, al principio le llamó libertad
pero al pasar meses se dio cuenta que aquello le carcomía no solo su
vida, también el poco amor que poseía su corazón. Un día revolviendo
fotos de su álbum guardado en lo más recóndito de su habitación,
encontró una foto de Marcos, el amor de su inestable vida. Esa imagen
abrió una interminable búsqueda de buenos recuerdos en los pasillos
de su memoria. Su sedoso cabello negro como la noche, sus ojos como
ventanas a un paraíso sin fin y sus labios carnosos y benditos. Fue
inevitable recordar el momento en donde en su bolsillo vibró su celular,
contestó y lo único que pudo reconocer fue “está muerto”.
Selección de microrrelatos
29
Instantánea
Escrito por Silvia Asensio García
Captó la esencia del momento: la belleza de una empuñadura de plata y
el frío del acero de la hoja clavándose en el pecho de su enemigo. Murió
al instante.
30
150 palabras para vivir, para crear
Volver
Escrito por Nicolás Verni
Despertó. Ella se había ido. No se sorprendió.
Al principio no quiso moverse. La ausencia era tan espesa que por
un rato no pudo sentir más.
Al amanecer partió. La selva aún descansaba. Llevaba ropa ligera
y un bastón. Sus pies iban desnudos.
Siguió el rastro lo mejor que pudo pero ella, como siempre, sabía
eludirlo.
Se internó entre los árboles e ignoró el sol, la sed, el cansancio y
la pena. En su frente perlaba el sudor y en su mirada yacía una neblina.
Sintió un ruido a su espalda. Una pantera, oscura como la sombra,
se acercaba lentamente.
Al verla bien su miedo se disipó. Conocía esos ojos verdes.
Sus rodillas tocaron el suelo y ella, decidida a tenerlo, avanzó mientras
su ritmo lo hipnotizaba.
Todo se hizo negro y él no sintió dolor.
Entonces despertó.
Ya no estaba solo.
Selección de microrrelatos
31
Cordura
Escrito por Maria Elena Mitre
Yo no sabía, si la sombra que me seguía era mía.
Es que a veces se veía grande, cuando el ocaso. O pequeñita a las once
del mediodía.
Pero a las doce desaparecía. Y ahí me preocupaba.
Cierto día, me senté en la plaza, como unas cuatro horas. Y vi como
crecía. Sentí mucho miedo y me largué a correr. Y vi que ella me seguía.
Entonces cerré fuertemente los ojos y se metió en mi cerebro.
Ahora todo era sombra.
Del susto me desmayé y cuando desperté, miré raudamente hacia atrás
y ella estaba ahí... riéndose.
32
150 palabras para vivir, para crear
Aquel que habita en tu piel
Escrito por Ricardo Méndez Crisóstomo
Por fin la locura le ganaba la partida. Sus ojos desorbitados y rojos
contrastaban con las lágrimas de arrepentimiento y dolor que se
desprendían de su alma y recorrían sus mejillas.
Tendida en su cama yacía un inerte cuerpo, el cuerpo de una mujer,
semidesnuda y reposando en tranquilidad. De su costado mana un fino
hilo de sangre. Bajo ella, un enorme charco sangriento inunda la cama
y se escurre hasta el alfombrado piso dejando macabras e imborrables
marcas.
−
No, no, ¡No! –se repite el muchacho mientras se tapa los oídos
con desesperación.
Fuera de la habitación, bajo el gélido manto de la lluvia de invierno, el
lloriqueo del hombre continúa resonando; y mientras el tipo vuelve a
empuñar el arma, escucha aquella voz que lo acompañaba desde años
atrás.
“Hazlo”, le dijo y él solo apunta a su cabeza y dispara.
Selección de microrrelatos
33
Gusano de mi memoria
Escrito por Nedda Soriano Arroyo
Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo
de su pantalón. Los ojos de su amada nieta Patricia, el pelo de escarola
de su primogénito hijo Ramón, los anillos de boda con su nombre y el
de Marina y la fecha del casorio grabados en su interior, la placa con el
nombre de la calle donde había vivido los últimos 45 años de su longeva
vida. Cuando el gusano de su cabeza se apoderase finalmente de su
memoria, Pedro volvería a reencontrarse con sus recuerdos gracias a los
dibujos y anotaciones que se acomodaban en las hojas de aquella libreta
gris, como todo lo que guardamos en el cajón desastre de ese mueble de
cualquier salón.
34
150 palabras para vivir, para crear
Vainas de la realidad
Escrito por Christian Fernandez Lobbe
El recién nacido de la tierra
aún presentaba dudas sobre su existencia cuando lo encontré.
¿Este es el cielo o el infierno? Preguntó al viento;
y una brisa mezquina se llevó su calor corporal cómo única respuesta.
Es la tierra, ni más ni menos dije asustándolo con mi presencia.
Es el cielo cuando un hombre sangra hasta la muerte
por salvar a otro.
Es el infierno cuando el mismo hombre,
es el responsable de la muerte.
¿Por qué el mismo y no otro? Dijo con la inocencia
de alguien que aún no es humano.
Y sin palabras para usar,
ni recursos para hacerme entender
lo tomé por sus peludas orejas
y de un solo corte lo degollé.
Después de todo un hombre necesita comer.
Selección de microrrelatos
35
Plegaria
Escrito por Victoria C
Adoptó, igual que todos los que le rodeaban, la postura de humildad y
el silencio obligatorio.
No se pudo concentrar en lo que correspondía, pero tampoco se dejó
distraer por los sonidos que venían de la calle.
Este era el momento en que necesitaba pedir algo. Por lo general, pedía
perdón. Tampoco era muy raro que pidiera permiso. O algún objeto,
oportunidad o evento que estaba necesitando. En el pasado había
suplicado por fuerzas, paciencia, libertad.
Cuándo su alma lo exigía, rogaba por algo para otra persona... o para
todos. Paz, salud, o una mejor conciencia.
Pero no hoy. Hoy clamó por lo único que realmente importaba: que
hubiera alguien escuchando esa plegaria.
36
150 palabras para vivir, para crear
Libertades divertidas jugando con cadenas
Escrito por Julia da Veiga Magalhaes
Pensaba en cómo sería el cielo por la noche si no hubiera estrellas. En
verdad, últimamente pienso cosas muy extrañas: cómo sería yo si me
hubiese casado a los 10 años en una aldea asiática; qué pensaría de mi
yo actual si fuese un pez naranja de esos que regalan en la feria y, sobre
todo, lo mucho que odiaría a mis dueños si fuese mis canarios.
Realmente no soy su dueña, solo el ser gigantesco que les da de comer y
les impide estar juntos tres cuartas partes del año y ser libres... siempre.
¿Sería yo feliz con mi ración de alpiste y lechuga? ¿Sería feliz si me
escapara? ¿Y si me abriesen la puertecita de la jaula? ¿Sería yo feliz si
fuese libre? Y, otra vez, y por encima de todo lo anterior: ¿por qué pienso
en la libertad? ¿Acaso estoy encerrada?
Selección de microrrelatos
37
Un final feliz
Escrito por Andrés Javaloy Asensio
Nueve pasos más y todo merecería la pena. Las muertes, los engaños,
el dolor, la sangre. Cambiaría todo eso por el amor verdadero de la
princesa que esperaba ser rescatada nueve escalones más arriba.
A ocho pasos le esperaba una promesa de amor verdadero con su
correspondiente boda por todo lo alto.
Siete escalones más. Podrían empezar a vivir juntos. Trabajaría de sol a
sol para cuidar de su princesa... y sus hijos, porque claro, tendrían hijos.
Sólo seis. Ya podía olvidarse de sus aventuras en busca de malvados
brujos y terribles dragones, eso era demasiado peligroso para un hombre
de familia.
Cinco escalones más y esa vida sería suya. Toda una vida de
amor, devoción, trabajo duro, llantos, pañales, dolores de cabeza,
aburrimiento...
Cuat... Seis escalones más y el héroe podría vivir la vida que todos
deseaban.
Siete escalones más. Ocho. Nueve. Veintisiete. Doscientos metros. Tres
kilómetros. 38
150 palabras para vivir, para crear
Culpable
Escrito por Jose Antonio Rodriguez Chavez
— Culpable señoría… — Sr. Simón Olazábal, condenado a 30 años de
cárcel por asesinato en primer grado.
El golpe del martillo dictando sentencia me destrozó el alma. Soy
Simón Olazábal y hoy he sido acusado de asesinato en primer grado. He
asesinado a Julia, buena esposa y buena madre… de mis dos preciosos
nietos. La he matado… después de casi veinte años de malos tratos, he
destrozado la vida de mis nietos.
Tengo 68 años, hoy un jurado me ha sentenciado de por vida. Mi hijo
Simón irá a la cárcel durante 30 años, fue quien usó el arma homicida…
pero el culpable soy yo… durante años se lo consentí todo por darle lo
que yo no tuve, creé a un monstruo… creé a un hombre terrible. Soy
Simón Olazábal… soy culpable… soy culpable de no haber evitado esta
tragedia... de saberlo y no hacer nada, cuando tuve tiempo suficiente.
Selección de microrrelatos
39
Cazando mariposas
Escrito por Liliana Pérez Tenorio
De niña le encantaba cazar mariposas, andaba por el jardín de su casa
siempre con una red en la mano, persiguiendo a esas maravillas con alas
cuyos colores la cautivaban, sólo que nunca pudo atrapar ninguna. Ya en
su vida adulta, siguió con la misma devoción, aunque para entonces, era
ya una experta: atrapaba a todas. Las mariposas revoloteaban ansiosas
dentro de su vientre cada vez que se perdía en una mirada. Lo que nunca
pudo atrapar, fue al dueño de esa mirada.
40
150 palabras para vivir, para crear
Cúmplase la orden, o nos llamarán pendejos
Escrito por Luis Nòbriga
— ¡De pies, mi general Piar! —La potente voz del capitán Conde,
resonó a los oídos del calumniado como cual sentencia de muerte. Éste
se pone de pies y observa a sus verdugos que se prestan para conducirlo
al paredón.
—Capitán Conde, quiero que me conceda un deseo…
— ¡Ordene, mi General!
—No me aten los brazos a la espalda, ni me venden los ojos...
—Como usted establezca, mi general. —Y en forma silenciosa, los seis
soldados conducen al alto oficial por un lóbrego corredor.
— ¡Quiero morir de pies y con mis ojos abiertos, para así mirar con mi
muerte la grandeza de mi segunda patria! —Gritó el atrevido y valeroso
militar.
La ejecución se prepara.
¡Preparen armas… apunten... fuego…! —Los proyectiles se dirigen
al cuerpo del general, pero ante que hagan impacto, éste ya se había
desabotonado el Dormán para recibir las frías balas en el desnudo
pecho.
Orden ejecutada.
Selección de microrrelatos
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El violinista
Escrito por Paola Jaquelie
Caminaba por las estrechas avenidas mientras una discusión sumergía
dentro de mis más escondidas angustias y penas que dolían.
A lo lejano vi, un violinista tocando una melodía desconocida, ¿qué
hacía aquí? en una calle vacía.
Unas aves eran su público.
Lágrimas descendían lentamente de sus pupilas mientras movía el arco.
Impresionada me quedé sin que lo sepa lo miré cada movimiento cada
lamento expresado en esas tristes notas.
Una cuerda se partió, lleno de ira, tiró el violín partiéndose en pedazos
en medio de la oscuridad
Víctima del enojo comenzó a gritar con estruendo... lo entendí:
todos tienen lamentos ,
todos tienen alegrías ,
todos sienten dolor.
Me alejé, no tenía sentido estar ahí
viendo como ese hombre se derrumbaba
lo comprendía :
¿Qué hacemos aquí?
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150 palabras para vivir, para crear
¿Para qué vinimos aquí? no tienen respuestas.
No era solo yo la de la pena sino también el violinista
y lo comprendía.
Selección de microrrelatos
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Sentir
Escrito por Pilar Uruñuela Aransay
Cada mañana al levantarse lo primero que miraba era el color de las
nubes a través de los cristales de su ventana. Si tenían ese tono grisáceo
que amenazaba lluvia, colocaba varias tinajas fuera de la puerta de su
casa. Le gustaba recoger agua cuando llovía. Sus usos eran múltiples:
regar las plantas, lavar a su gato, refrescarse los pies… además, a veces,
se bañaba con el agua regalada.
Cierto día pensó en venderla. Los sábados había un pequeño mercado
en su pueblo, pero luego se arrepintió; seguro que nadie le pagaba por
ella lo que valía.
Era una tarea sencilla y agradable. Sentía su frescor, se relajaba en cada
golpeteo y el placer era inigualable. Decidió seguir atesorándola.
Concordia
Escrito por Carlos Calbacho Villanueva
—Recuerda que dentro, sigues llevando a un niño lleno de entusiasmo.
—Por favor, François. Ahora no. Estoy deprimida.
—No debemos rendirnos nunca, Delphine. Lucha. Tienes el poder para
sobreponerte a esto.
— ¿Y de qué servirá?
—Tu espíritu se hará fuerte. No hay nada que pueda hacernos la más
mínima mella. Sin duda el dolor existe, pero el sufrimiento sólo está en
nuestras cabezas. ¿Por qué traer más pesadumbre a este mundo, cuando
podemos llenarlo de esperanza? Este instante es todo lo que existe;
ilumínalo con tu paz.
—Pues si este instante es todo lo que existe, lo que me gustaría es que te
callaras y me dejaras morir en silencio.
En la Plaza de la Concordia, la multitud estaba jubilosa ante la inminencia
de la ejecución: los verdugos se aproximaron hasta las guillotinas en las
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150 palabras para vivir, para crear
que estaban colocadas las cabezas de François y Delphine, y dejaron
caer las cuchillas.
Selección de microrrelatos
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La Sonrisa
Escrito por Luis de Sola Jurado
El hombre se despierta, mira a su alrededor y no reconoce nada. No
sabe quién es él ni quién es la mujer que duerme a su lado. No sabe los
nombres de las cosas ni el de la mujer que duerme a su lado. Ni siquiera
el suyo. Sonríe. Se levanta y anda titubeante por un pasillo, ve puertas
que no sabe a dónde llevan. Abre una, hay dos niños dormidos que no
sabe quiénes son. Sonríe otra vez.
La mujer se despierta, mira a su alrededor y no reconoce nada. Sonríe
también. Se levanta y se cruza con el hombre en el pasillo. Se miran y se
sonríen sin conocerse. Se mueven explorando la casa. Tienen hambre,
entran en la cocina y comen con las manos.
Aparecen dos niños sonriendo, se sientan y comen juntos. Sonríen los
cuatro, todo es nuevo.
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150 palabras para vivir, para crear
Profecía
Escrito por Carlos Santos
Ahora nadie me cree, me desgarro la garganta en las plazas públicas,
pero nadie me cree. Cuando me desnudo para enseñarles las heridas en
las manos, pies y el cuerpo, me apedrean y me tildan de charlatán, de
loco. A pesar de haberlo profetizado desde antes de mi crucifixión, me
duele ser negado por tantos falsos profetas que hablan y gobiernan en
mi nombre.
Huyendo de tu infierno
Escrito por Alba Pérez Frechilla
Llegan las 12. Tras mucho tiempo de espera, el momento ha llegado y ya
no puede hacer nada para evitarlo. Es tarde. Asustada, es consciente de
que su fin está mucho más cerca de lo que jamás había pensado. Saberlo
no lo hacía más fácil.
Pero no hay otra alternativa. Consecuencias de haber hecho un pacto
con el diablo: por más listo que te creas, siempre vas a salir perdiendo.
Pero no está dispuesta a rendirse.
De repente, oye un ruido en la planta de arriba. Cuchillo en mano,
comienza a subir las escaleras. Cuando llega arriba, se da cuenta de que
hay alguien tras ella. Con parte de miedo y parte de valentía, se gira. Allí
está. Sabía que no la iba a dejar sola. Ahora podrían huir los dos, lejos,
muy lejos. Y, sobre todo, juntos.
Selección de microrrelatos
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In extremis
Escrito por Luis Ramos
Orinó parado de manos exactamente doce segundos. Tomó 0,05 ml de
agua. Entrecerró la puerta. Corrió las cortinas. Colocó a Liszt. Le pidió
a las gárgolas que hicieran silencio. Lavó con detalle sus manos. Dejó
abierto el grifo. Alimentó al dragón de Komodo. Le pidió al mimo que
le cantara como siempre. Desatornilló las tres vehementes tuercas del
silencio. Quiso experimentar. Quiso. Sacó de la nevera el queso. Brindó
a la salud del olvido. Bailó al son de la 01:04 a.m. Dos cubitos de hielo
al café. Se desnudó...
Al día siguiente, había muerto la persona y nacido el escritor. 48
150 palabras para vivir, para crear
El pan de cada día
Escrito por Susana Revuelta Sagastizábal
Como sombras fantasmagóricas o como rebaño azuzado al matadero,
atraviesan el corredor las muchachas de melena lacia. Solo se escucha el
roce de sus zapatillas de felpa contra las baldosas, algún sollozo apagado
y, al llegar al comedor, resoplidos y arcadas. Mientras mastican y tragan
en silencio, el tintineo de tazas y cucharas; pero lo que más alto se oye
siguen siendo sus arcadas.
Cuando van terminando de desayunar, la supervisora registra sus
bolsillos en busca de tarrinas de mantequilla o tostadas. Entonces les
permite quedarse un rato de charla, ver la tele o pasear, para que se
distraigan. Porque durante la siguiente hora, ni suplicando de rodillas,
podrá ninguna de ellas entrar al lavabo.
Selección de microrrelatos
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La incertidumbre
Escrito por Andrea Castaño Pérez
La brisa recorrió su pelo rizado y largo, obligándola a cerrar sus grandes
ojos. Los monstruos comenzaron a aparecer por las esquinas de nuevo,
de todos los tamaños, formas y colores. Ella pasaba desapercibida, como
todas las mañanas, sentada en el banco de madera. Como todas las
mañanas, con el ticket en la mano, sin atreverse a utilizarlo. El tren, tan
interminable y oscuro como siempre, llegaría en cualquier momento
para llevarse a las criaturas a un destino que ella no conocía.
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150 palabras para vivir, para crear
M.
Escrito por Efrain Esteban Miranda Cardenas
El olor a pólvora aun podía percibirse en el aire del callejón, el cañón del
revolver en sus manos era testigo de la sangre manchando la húmeda
calle en esa noche de otoño. Atrás había quedado la espera por finiquitar
sus pensamientos, su macabra inspiración lo había llevado a retomar ese
hábito; uno que a pesar de lo dañino era un dulce vicio que le carcomía
como acido en su mente turbada por el silencio y la luz de la única
farola que caía sobre el cadáver era lo que hacían ese momento perfecto.
Sobre el cuerpo del ejecutado aún se sentía el pulso del gatillo, las arrugas
de la ropa mostraban cuanto se había resistido a su genialidad; fue
entonces que Francisco levanto el lápiz de la vieja hoja que permanecía
sobre su escritorio y vio a la única víctima de su locura artística; una
solitaria y mayúscula M.
Selección de microrrelatos
Relatos de un náufrago.
Escrito por Julio S. Villalobos
Con un vacío muy profundo
Que le parece un calvario,
SUKH, el hombre solitario
Sale a caminar el mundo.
Su dolor se hace profundo
Desde adentro hacia afuera;
Al ver que existen barreras
Que lo enfrentan en lo cierto...
Ese gran amor ha muerto
Ya no tiene quien lo quiera.
En su sosegado andar
Él hace estacionamiento
Y allí el pensamiento
Comienza a reflexionar;
Allí se pone a pensar,
Es la primera estación,
Y en esa meditación
Gandhi es el aludido...
También le canta al olvido
Y que vuelva la ilusión.
Solitario caminante
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Niño y sabio después,
Pero vuelve otra vez
A ser el mismo de antes;
Pero en ese gran instante
Halla la realidad soñada;
Esa que le fue negada
Y que le dejó gran duelo...
Ella se halla en el cielo
Y su amor ya hoy es nada.
150 palabras para vivir, para crear
Selección de microrrelatos
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Crisis, what crisis?
Escrito por María Jesús Rosales Palencia
Estalla, ruge como el trueno y salta por los aires.
La crisis huele a vinagre, a contenedor, a puta vieja y a mendigo. Lo sé
porque vivo en uno de esos mugrientos suburbios adornados con brick
de vino sobre los bancos del parque. Y tengo tanta hambre que estoy
sopesando distintas posibilidades.
Una de ellas es reciclarme en fulana de medio pelo, pero tiene que ser
asqueroso el olor de varios tipos de semen. Tendría que ducharme con
ácido sulfúrico y no es saludable.
Al final, me decanto por la opción más tradicional, que yo siempre he
sido muy clásica: cortarme las venas en un acogedor baño caliente. Será
menos repugnante que volarse la tapa de los sesos.
Este último pensamiento me ha puesto de buen humor y, antes de que
me corten la luz, voy a beberme unas cervezas y a ver la tele.
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150 palabras para vivir, para crear
Un segundo eterno
Escrito por Mariel Grimoldi
Nuestros caminos se cruzaron un segundo eterno. Tu mirada mansa y
suave se durmió en mis brazos y supe que tu vida se escapaba. Tomé tus
manos entre las mías e hice lo impensable.
Decidí salvarte a ti. Contra viento y marea.
Te saqué como pude de aquel infierno. El cielo se abrió y una llovizna
gris bendijo nuestro escape. Temí que escogerte entre tantos hubiera
sido en vano.
Hoy, después de tantos años, me queda el recuerdo, perfecto, de tu
mirada mansa y suave que llegó al corazón de un hombre en un segundo
eterno bajo la lluvia gris.
Selección de microrrelatos
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Reencuentro
Escrito por Cristina Iruela Andreu
El avión aterrizó con un ansiado estruendo. Mis compañeros de vuelo
se revolvieron inquietos en sus asientos, estirando el cuello para atisbar
quiénes nos iban a recibir en la pista del aeropuerto. Sin muchos
preámbulos, conectaron la escalera remolcable al avión. Nadie quería
dilatar el momento en que los soldados pisaríamos, dos años después, el
suelo de nuestro país.
Todos bajaron sin titubear. A mi paso, el resto del ejército se lanzaba
a los brazos de sus hijos, sus madres, sus esposas. Algunos familiares
traían ramos de flores, que yacían olvidados en el suelo. Una mujer
acunaba entre sus brazos un bebé gordinflón. Las ásperas caras de los
soldados, curtidas en el campo de batalla, estaban ahora bañadas por
ríos de lágrimas y arrugadas por un sinfín de sonrisas.
Acabé de bajar las escaleras y seguí andando. Después de todo, no había
nadie allí que estuviera esperándome a mí.
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150 palabras para vivir, para crear
Desgarrándose el alma para algo
Escrito por Denis Gil Vega
Escogió una pluma porque su punta podía clavarse en el papel y así su
tinta desgarraría en él las palabras. Las palabras le atenazaban el alma
pujando para salir, salir afuera, y el alma le ahogaba los pulmones.
El reloj marcaba las altas horas de la madrugada porque solo en esas la
poesía cobraba forma de verdad: cualquier otra poesía era meros reflejos,
como si la luz del día la obligase a vestirse para disimular, temerosa de la
posibilidad de ser vista de verdad por cualquier otro.
Solo de noche podía ser real. Solo con una pluma podía arrancarse
pedazos del alma, plasmar en el papel deseos y pesares.
Lo dejaba por escrito para que, por favor, fuese real. Y aun así seguía sin
parecérselo lo suficiente.
Selección de microrrelatos
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Acepto
Escrito por Yanelsi R. Rodríguez
Respira hondo, los nervios le hacen temblar levemente pero trata de
ocultarlos lo más que puede, sus ojos azules no se despegan de los verdes
de su futuro esposo.
Su esposo.
La simple idea le hace sonreír como si no hubiera mañana, su prometido
le devuelve la sonrisa. También está nervioso, el temblor en sus manos
es más que evidente.
Vuelve a respirar hondo y el olor de las rosas llena sus pulmones, se hace
la nota mental de agradecer a su hermana luego por toda la ayuda con la
boda, él solo no habría podido.
—Liam McGuillian, ¿aceptas a Thomas Hart como tu esposo?
Las palabras del juez le sacan de sus pensamientos, lo mira y luego a
Thomas que parece muy nervioso a la espera de su respuesta.
—Acepto —dice con seguridad.
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150 palabras para vivir, para crear
El celular
Escrito por Marisol Sánchez Castillo
Era devastador ver escrito en su perfil EN MEMORIA DE.
Recorría su rostro sobre la pantalla del celular. Después de todo lo que
luchamos por nuestro amor, su cuerpo yacía en la morgue.
Tan solo un mes entre que al fin la dejó y la culpa de su suicidio le
impidió seguir amándome.
Ella cumplió con su palabra, se lo había llevado.
Seguramente las lágrimas y la angustia le hicieron perder el control del
auto.
Mi húmeda almohada me transmitía ese frio de muerte, como si
estuviera recostada en su pecho sin latidos.
Lo sentí despedirse mientras se apagaba lentamente la luz del celular.
Pero mi soledad no era tan absoluta como pensaba. En el reflejo sobre
mi hombro pude ver esos ojos plagados de odio como aquella noche en
que Seba se fue conmigo.
Selección de microrrelatos
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If.
Escrito por Jose Mier Escandón
Sé que atardece porque los barrotes se alargan en la pared como dudas
desveladas. Es la dádiva de los soles en retirada, su luz exigua matizando
sombras en los huesos de cal. El polvo danza en motas gráciles, oblicuas,
inaprensibles. Graznan gaviotas en la lejanía (o quizá en los caracoles
de mis oídos no sordos, sí cegados). Cómo no amar la pluma tránsfuga
sobre mi camastro, aún tibia, mínimo trasunto de libertad, de aire
volado, de nube. Para qué los labios, para qué los dedos sin registro de
piel donde hollar. Se me han deshecho en ceniza todas las palabras entre
la lengua y la garganta.
Y otra vez el ruido, como de madriguera profanada, de animal tenaz
rascando tierra al otro lado del muro. Susurros, tos amortiguada,
melodía silbada sin dientes. Cae un trozo de piedra, polvo, un rostro.
— Soy el abate Faria.
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150 palabras para vivir, para crear
Cuando el café se enfría
Escrito por Ainhara Castillo
Siempre había oído que todo acaba. Que el café se enfría, que los sueños
se desvanecen y las palabras callan. Que el baile cesa cuando la música
lo hace, y que los adoquines sobre los que la lluvia ha danzado se gastan.
Contaban cuentos de almas heridas, rotas, quebradas. La vida sigue,
decían. El olvido engullirá tu dolor y guardará tus recuerdos. Que las
ilusiones se apagan como velas sin oxígeno y que otras nuevas llegaban.
Pero aquello era diferente. En su dolor había un regusto amargo y
secreto. Tic-tac, tic-tac... ¿Estaba aquel reloj parado? El tiempo no se
movía pese a que el mecanismo seguía haciendo ruido.
Sobre la mesa, montones de sobres blancos parece formar parte de la
decoración. Bajo todos ellos hay uno que apenas se ve, con la dirección
escrita pulcramente. Por la otra cara se lee un nombre conocido. Él
todavía no lo ha visto.
Selección de microrrelatos
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Los ojos del destino
Escrito por Francisco Sánchez Olguín
Dicen que los ojos son la ventana del alma, pero ¿Qué tendrán los ojos
que dicen tanto de nosotros? Pensaba mientras estaba sentado en una
banca de la plaza de mi barrio. Miraba a la gente pasar, específicamente
sus ojos, donde se refleja el carácter y la personalidad, la actitud y el
ingenio. Cada una de ellas con historias, hazañas y rasgos totalmente
diferentes. No podía ver si lo que sentía al mirarlos, era admiración,
envidia, empatía o la más sincera y franca repugnancia hacía el prójimo.
Me levanté de la rayada banca, me coloqué mis lentes pasados de moda
sobre mi hinchado rostro y comencé a caminar por la desgastada acera
del parque, buscando cual seria mi próxima victima, mi nueva cacería,
esos ojos enriquecidos de perfección que completarían los amargos y
irritados días de mi extenuante vida cotidiana, vida que, a más tardar, se
acabaría con mis actos.
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150 palabras para vivir, para crear
Tinieblas
Escrito por Anabel-Lise Le Roux
‐ Mira mamá, el cielo sangra.
‐ Ya sabes hija, sangra cada día últimamente. Algunos se atreven
a cortarlo para apartar la espesa capa negra que pesa sobre nuestros
hombros ¡Un día lo lograrán! La bruma se disipará y aparecerá un
resplandor que te deslumbrará…
‐ ¿El Sol?
‐ ¡No necesitarás más la luz artificial, ni estas pastillas de vitamina D! Lo
lograrán, lo verás. ¡Sí! Verás el Sol de día, y la Luna de noche — exclamé
con estrellas en los ojos.
‐ Dime mamá, ¿la Tierra se ha muerto?
Selección de microrrelatos
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Geografía carnal
Escrito por Ana Nieto Morillo
El cartógrafo reconoce el terreno con sus propias manos. Los suspiros
de Helena constituyen una brújula infalible y Claudio, consciente de
ello, escucha con atención sin dejar de avanzar a través de los accidentes
geográficos de su cuerpo, observando que su disposición obedece a una
insólita geometría.
En la cara interna de los muslos de ella se adivina una gruta; los dedos de
él trepan ávidos de misterios y se sumergen en la calidez de sus tinieblas.
La gruta es ahora un volcán y el cartógrafo se siente artista.
La fina película formada a partir de almizcle y sudor evidencia el clímax.
Claudio Ptolomeo es un amante certero, un hombre de ciencia y, aún
con todos sus cálculos, Helena da por finalizada la contienda y lo deja a
solas con su ardor. Otra vez.
Él es su amante, y no al revés.
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150 palabras para vivir, para crear
Caída Libre
Escrito por Pilar Torrijos López
La muchacha joven miró los árboles y las hojas que habían caído al
suelo, ya de color amarillo. No le gustaba el otoño, prefería el verano,
pero tenía que reconocer que el otoño era bonito. Le encantaba sentarse
en un banco y dejar que la mente volara, que la imaginación fluyera. No
pensó en nada; sin embargo, a menudo recordaba a su familia, la cual
vivía muy lejos en un país olvidado donde la vida era terrible a causa de
la guerra. Alguno de los miembros habían muerto y el resto aún estaban
vivos, pero escondidos en un lugar ignoto. Sus hijos estaban en la escuela
y ella tenía que ir a trabajar, pero estaba cansada. Tenía que faenar doce
horas diarias para ganar quinientos euros. De pronto, decidió que no se
presentaría, a pesar de lo que el superior, siempre quisquilloso, pensara
porque creía que la suerte estaba en otro sitio.
Selección de microrrelatos
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Obra y vida
Escrito por Juan Sebastián Gutiérrez Martínez
Manipulado, el artista manejado por las formas en la oscuridad.
Había sido afectado por una inspiración repentina, y emocionado se
puso al trabajo para crear aquella idea que no se apartó de él, que le
proporcionaba calor, que susurraba e indicaba cada paso del proceso.
Fue tan fácil, esa luz que se vio capaz de alcanzar. En el fondo se supo
triunfante.
Una vez terminada la obra, orgulloso de lo invisible plasmado, fue
agredido. Ahora yacía extendiendo un universo rojo. Alzó la cabeza
con dolor, y su última visión fue la obra alejándose, comprendiendo que
había sido utilizado para que ese ser pudiese nacer.
Sin embargo, esbozó una sonrisa.
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150 palabras para vivir, para crear
Huir
Escrito por Beatriz Aranda Beltrán
¿Crees conocer toda tu historia? ¿Crees que es justo, o simplemente
confiable el destino?
Yo no lo creo así. Otros tampoco.
Yo creo que podemos luchar contra los que nos viene, como quien
continúa caminando contra el fuerte viento de una tormenta. Que nada
ni nadie puede limitarnos, ni aunque use la excusa de “lo hago por tu
bien.”
Me encontraba encogido, rodeando mis piernas con tan solo un brazo
y usando el otro para sujetar mi sombrero y evitar que se cayese. No
habían arreglado la puerta del vagón, así que se colaba una franja de
viento que me molestaba. Delante de mí, tumbada y con la mirada
perdida en una libreta, estaba mi mejor amiga.
Ella tampoco creía en el destino. Nos asustaba pensar que nuestra
historia estaba escrita desde que nacimos.
Y pensando que sería lo mejor, nos marchábamos de la rutina para no
volver jamás.
Selección de microrrelatos
67
Ragnarök
Escrito por Jesús Javier Castellanos González
Despiertas agitado, probablemente por una pesadilla, pero eres incapaz
de recordarlo. Respiras profundamente tres veces sin conseguir
calmarte, así que decides que es mejor levantarte por un poco de agua;
caminas hasta la puerta, pero al tocar la perilla quedas paralizado, hay
algo afuera, lo sabes. Giras la perilla y sin mirar abres la puerta muy
despacio. Frente a ti solo hay desolación, caos y destrucción; en el centro
de esa imagen dos colosos combaten con furia, rodeados por cientos
de guerreros luchando en ese escenario apocalíptico. Estás paralizado
viendo la épica contienda. Uno de los gigantes toma un poste de cemento
para destrozarlo en el rostro de su adversario; un trozo del poste sale
volando hacia ti pero eres incapaz de hacer nada hasta que éste está a
unos centímetros de tu cara...
Despiertas agitado y entonces te preguntas “¿Cómo sería el fin del
mundo?”
68
150 palabras para vivir, para crear
Belleza oscura
Escrito por Ariadna Artasu
Había muerto.
Sus ojos, siempre abiertos e iluminados, ahora estaban encerrados bajo
la piel. Los labios, estaban grises, sin un ápice del color rojizo que antes
los teñían y que tanto incitaban a besar. Su cabello, siempre recogido
en dos perfectas trenzas, ahora estaba desparramado alrededor de su
rostro, como sangre negra pintando las briznas de hierba. Y su piel, que
le había parecido que eternamente tendría ese color rosado tan dulce y
cálido, estaba ahora fría al tacto.
Y, en su cuello, largo como el de un cisne, dos marcas estaban grabadas
en él.
Sollozó. Ya no podía dar marcha atrás. ¡Si le hubiera respondido con un
agradable si…! Pero no, su amada quería más tiempo, y él no lo tenía,
¡Ya no quería esperar más!
Y, de la tristeza y rabia que sintió a su rechazo la había dejado tendida,
sin vida, en la helada hierba.
Selección de microrrelatos
69
Últimos
Escrito por Nicolás Bal
—Vamos a salvar a la humanidad —dijo el último hombre sobre la
Tierra.
Y le hizo el amor, por última vez, a la última mujer.
—Cuídate —le dijo antes de morir—, porque en ti dejé una semilla.
—Hemos perpetuado la especie —ella lo miraba, imaginando el futuro.
Faltaba agua.
El mundo se secaba.
El viento se llevaba todo.
Pocos árboles y plantas resistían tal sequedad. Lo único que abundaba
eran las manzanas. Manzanas verdes. Manzanas rojas. Manzanas que
una voz oculta y admonitoria le ordenó al niño, mil veces, que no
comiera.
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