Selección de microrrelatos 1 Colabora: SELECCIÓN DE MICRORRELATOS “150 palabras para vivir, para crear” 2016 Selección de microrrelatos 5 El tiempo haciendo ruido (relato ganador) Escrito por Andrea Alfaro García Unas pupilas negras, dilatadas, fijas en el reloj de pared. Expectantes. No era consciente de cuánto tiempo llevaba dejando que pasaran las horas. Primero una, luego otra, después una más. El reloj tocaba a en punto y a media. ¿Cuántas campanadas había escuchado ya? Se meneaba hacia delante y hacia atrás, cric, cric, la mecedora vieja, cascada. ¿Cuántos crujidos? Cric, cric, cric. Las puertas cerradas. Las cortinas corridas, las luces apagadas. Unos tenues rayos de sol colándose por las rendijas de las persianas, alcanzándole un brazo, una pierna, la mitad del rostro. El polvo en el suelo, en los muebles, el polvo en la repisa de la chimenea. El polvo gris sobre la urna negra, fúnebre. El dorado de las flores del borde de la urna, ya sin brillo. El reloj de pared, tic, tac; la mecedora, cric, cric; sus huesos, crac, crac, crac. Las pupilas negras, dilatadas, brillantes, húmedas. 6 150 palabras para vivir, para crear In extremis (II clasificado) Escrito por Luis Alberto Ramos Mendez Orinó parado de manos exactamente doce segundos. Tomó 0,05 ml de agua. Entrecerró la puerta. Corrió las cortinas. Colocó a Liszt. Le pidió a las gárgolas que hicieran silencio. Lavó con detalle sus manos. Dejó abierto el grifo. Alimentó al dragón de Komodo. Le pidió al mimo que le cantara como siempre. Desatornilló las tres vehementes tuercas del silencio. Quiso experimentar. Quiso. Sacó de la nevera el queso. Brindó a la salud del olvido. Bailó al son de la 01:04 a.m. Dos cubitos de hielo al café. Se desnudó... Al día siguiente, había muerto la persona y nacido el escritor. Selección de microrrelatos 7 Marco Polo describe el desierto a Kublai Khan (III clasificado) Escrito por Verónica Pazos García —Hace frío, señor. Hace frío y está oscuro. —Hace calor, niño. Un calor abrasante. —Hace frío —repite—, un frío mortal... te hace sentir nostálgico. — ¿La muerte? — ¿No la teméis, señor? Todos la tememos. ¿Y no es similar ese miedo, señor, en forma e intensidad, al sentimiento de nostalgia? — ¿Qué dices, niño? ¿No has comprendido las palabras de mi idioma todavía? Marco Polo lleva un abrigo de piel de oso que le queda tan grande que se le arrastra por el suelo, debajo, Kublai Khan ve su piel de gallina. —Digo que quizás cuando pensamos en la muerte no estamos asustados, sino que sentimos la tristeza propia de alguien que echa de menos su casa. 8 150 palabras para vivir, para crear La palabra Escrito por José María Larussi Cuando Carla alcanzó su independencia redujo el vocabulario aprendido a una palabra. Solo decía “quizás”. Y con ese solo vocablo encontró la manera de hacer de la vida un altar de decisiones compartida con los otros. El amor llegó sin palabras pero con caricias que dialogaron con su cuerpo durante toda la vida. Sus hijos aprendieron el lenguaje de las miradas y los nietos a jugar en el bullicio de los juguetes rodando en el piso. La vejez la encontró inmensamente feliz tejiendo bufandas para los fríos vientos del sur. Uno de estos días será su último “quizás” y el eco de esa palabra complicará a la muerte en su decisión final. Y ella se sonreirá por esos segundos más de eternidad. Selección de microrrelatos 9 En una fría habitación de hospital Escrito por Laura S. Maquilón Dicen que el tiempo es relativo. Cuando la muerte acecha, los agujeros negros dejan de ser entonces cosa de ciencia ficción y pasan a instalarse en la boca del estómago. El espacio desaparece y el tiempo es lo único real. Un tiempo errático, inestable. Los segundos parecen horas y las horas transcurren en un instante. El mundo parece detenerse aunque más allá de las paredes todo siga en movimiento. La ansiedad embiste como las olas en medio de una tormenta a cámara lenta. El tiempo, calmado e impasible, se deleita en cada agónica bocanada de aire mientras se expresa en un continuo e intermitente pitido. Y de pronto la muerte se marcha, la vida abre los ojos y el tiempo echa a correr. 10 150 palabras para vivir, para crear En la oscuridad Escrito por Joaquín Ruaimi Más de veinte años de experiencia en la lectura lo acompañan, en un cuarto oscuro, al lado de un velador flexible, con la vista fijada en las primeras páginas de un libro; sus expectativas bajas. Avanza, cambia de hoja, el suspense aumenta –brillante novela–, abre su boca y se joroba: queda a merced de la obra; “perfecta”, piensa. Una escena lo despoja de su abstracción, otorgándole una inquietud innegable. Busca escapatoria, alerta, en cualquier otro lugar de la habitación: solo encuentra oscuridad, enceguecido por la luz de la lámpara. “¿Hay alguien ahí?”, pregunta asustado. Percatándose de la situación, detiene su ritmo y vuelve al libro; cae otra vez en la trama, se siente parte de ella. “¿Qué fue eso?”, se pregunta al oír un ruido; presiente que lo observan. Agitado, con la respiración descontrolada, se ríe como loco satisfecho. –Es solo una novela –se consuela–, una perfecta novela. Selección de microrrelatos 11 Languidecer Escrito por Raúl Infantes Hubo unos días en los que el atardecer se convirtió en el único placer que mantenía de manera constante. Me situaba en lo alto de la colina, tendido con las manos aposentadas bajo el fino manto de arena removida por las hormigas. Era maravilloso, como un gajo de mandarina hundiéndose entre jirones de nata carbonizada. Pálidos reflejos de luz se reflejaban en los bordes aureolados de la montaña; arriba, el cielo coronado de azul oscuro, como un agujero negro, presagiando la entrada de la manta nocturna. Su contemplación me inspiró la imagen de un guiñol: adentro, una hoguera domesticada que languidecía bajo los humos cenicientos. La pared del fondo, tiznada, reflejaba las sombras muertas del fuego. Más para el centro, la llama seguía muriendo. Chiribitas últimas que servían como sustitutas estelares en el firmamento hogareño. Una última chispa, un último adiós, y todo fue oscuridad. 12 150 palabras para vivir, para crear Historia de la humanidad Escrito por Paloma Acebes Cano Capítulo uno. Personas que tratan a personas como cosas. Un pequeño claro en el bosque. Unos cuantos cautivos con la cabeza gacha. Arañazos, moratones, pechos desnudos. Dos hombres fijan un precio para el lote; uno más alto para la joven princesa. Las noches son una humillación. Por la mañana ella reza a sus dioses. Enciende pequeñas piras y aúlla. Nadie viene a rescatarla. Ella invoca a otros dioses más poderosos. Nadie viene. Un día decide que los dioses no existen. Muerde a su amo cuando se acerca a ella. Le extraen los dientes uno a uno. Ella les golpea con palos. Le atan los brazos de tal manera que se gangrenan. Un día cansados de ella, ya destruida y fea, deciden tirarla al río. Ella flota río abajo y sonríe. Morirá de frío pero no de espanto: ha sido rescatada por la muerte. Y sabe que no hay dioses en el cielo. Selección de microrrelatos 13 Algo por lo que vivir Escrito por Gema Carrillo Pino —Ahora lo entiendo, Leandro quedó paralizado por la cercanía del acero de vuestra espada. —De nuevo, entendisteis todo al revés, princesa. Leandro es… un hombre valiente sin duda, y no imagino hombre más capaz de enfrentar mi propia espada. —No entiendo pues, por qué mi primo actuó de semejante forma. Siempre tuvo maestría con la espada, y sin embargo nunca pecó de vanidoso. Y ahora… ¡un cobarde es lo que tengo por primo! —Quizás deberíais prestar más atención a vuestro alrededor. —No entiendo, exijo que reflejéis vuestros pensamientos en mí, caballero. —No atiendo exigencias, pero al ver vuestra ignorancia, os iluminaré con mi experiencia. He conocido a muchos hombres, todos prácticamente iguales, dispuestos a blandir su espada frente a cualquiera. Sin embargo, no es el miedo a morir aquello que acobarda al hombre, si no el miedo a dejar de vivir, querida. 14 150 palabras para vivir, para crear Arbolito Escrito por Alexis Caballero Cada noche, me arranco un par de ramas y alimento al fuego con ellas. No me gusta y duele mucho pero es la única manera de alejar esas sombras de mí. Serpenteando desde el horizonte, la oscuridad de este bosque busca alimentarse de mi alma. No quiero eso. Soy pequeño y mis ramas cada vez son menores. No llegarán a crecer si esto sigue así, con la oscuridad más audaz cada nueva noche. ¿Qué tendré que dar esta vez? Dos ramitas no serán suficientes. Estoy perdido. Oh, cayó una niña ¿cómo llegó hasta aquí? La acompaña un hada. Parecen estar bien, me alegro mucho. Quizás ellas ardan mejor. Selección de microrrelatos 15 Gemelocidio Escrito por Silvia Fonseca Hacía demasiados años que imaginaba la muerte de su gemelo, desde la concepción se sintió invadido y tuvo la intensión de asesinar a su hermano. Habían transcurrido ya 36 años y el odio se había acumulado en sus entrañas. Con el cuchillo en mano el asunto parecía más difícil de lo planeado, era asesinar una parte de sí mismo, morir a medias y existir a la mitad. Se miró fijamente al espejo, sintió la misma repulsión que le provocaba ver a su hermano, su otro igual permanecía horrorizado en el piso. Y entonces, Alberto lo decidió, se clavó el cuchillo para terminar con su perpetua agonía; sería su hermano quien viviría la vida por ambos. 16 150 palabras para vivir, para crear Él sueña, ella desea Escrito por Claudia Sánchez Quiroz ¿Es fácil olvidar cómo se sienten los besos cálidos? ¿Las miradas dulces, las manos tiernas, las palabras simples que lo dicen todo? Recuerdo la primera vez que nos encontramos. De sus ojos manaba el torrente de la vida y la dulzura. El mundo era un espectáculo de amor y felicidad; el cielo azul le sonreía a la tierra y las personas reían. “Te amo”, decía él. “Nunca te dejaré”, prometió. “No me abandones. Eres perfecta, eres como un sueño increíble”. Entonces sus ojos se abrieron con la violencia de los rayos del sol cuando, al mediodía, azotan la tierra. El sueño terminó, y con él mi existencia vana fue arrastrada a los límites oscuros de su subconsciencia. Y aquí estoy, esperando a que vuelva a soñarme algún día, y nos encontremos de nuevo para amarnos con la misma pasión que la primera vez. Selección de microrrelatos 17 New York Escrito por Edgar Castañeda No sé si para los animales el tiempo exista, pero él, el más joven de la última eclosión se fue a dormir esa noche sintiéndose algo extraño. Durante el tiempo de luz fuera de la galería, su cuerpo comenzó a desprendérsele, su abultado vientre se despegó por completo, no le contó a nadie, ni a sus hermanos lo que le estaba pasando, ni siquiera trató de aceptarlo. Si no puede hacer lo que hacen los de su clase todos los días hasta su muerte, amasar gigantes bolas verdes, ellos mismos, sus hermanos, lo dejarían morir fuera de la colmena para que se lo comieran otros animales. También las piernas comenzaron a crecerle sin control alejándose del tronco, cuando los ojos se salieron de las orbitas corrió hasta el oscuro bosque donde quedó dormido. Cuando despertó ya no era un escarabajo, era un hombre llamado Kafka viendo una ciudad en ruinas. 18 150 palabras para vivir, para crear Cuando dejé de ser Escrito por Martín Buenahora Bonilla Hacía mucho frío; más del que creía era posible experimentar. La noche se cernía sobre mi celda de árboles, siendo las estrellas la única guía y consuelo que tenía mi alma. Como en burla, mi captor, el bosque, murmuraba un lúgubre arrullo, animándome a ceder ante el sueño. La sensación de impotencia me invadió de nuevo, pero ya no tenía lágrimas para llorar todo lo que había perdido junto con el camino: mi madre, mi padre y mi vida. Abracé al olivo en el que estaba recostado, pues era mi última pertenencia, mi último compañero, mi último amigo; aquel que perduraría mucho más que mi memoria. Rindiéndome al fin, dejé que la dama de negro me llevara a su sombría morada, alejándome de mis sueños y esperanzas. Recuerdo haber agitado mi mano, despidiéndome del futuro que perdía, del presente que se desvanecía y del breve pasado que me lloraría. Selección de microrrelatos 19 Predicar con el ejemplo Escrito por Jorge Adrián Guasp El maestro le aconsejó a su discípulo que nunca trabajara gratis. Diez años más tarde, el maestro lo llamó para decirle que le ofrecía la oportunidad de ser orador en un seminario que él organizaba. — ¿Cuánto me va a pagar? Nada —respondió el maestro—. Es una oportunidad de evolución que te doy. —Entonces no me interesa. —Vas a perder una gran oportunidad —replicó el maestro. —Usted también la está perdiendo… — ¿Perder una oportunidad? ¡Yo soy tu maestro! ¿Qué oportunidad podría perder por perder un simple discípulo? El discípulo lo miró a los ojos, respiró profundamente, y contestó: —Usted me sugirió que nunca trabajara gratis. Por lo tanto, usted acaba de perder una gran oportunidad: la de demostrarme que es coherente entre lo que dice y hace. Como no lo es, para mí ya no es un maestro. Y si no lo es, ¿qué clase de oportunidad podría brindarme? 20 150 palabras para vivir, para crear La loca de las palomas Escrito por Rocío Moreno García Todos los días, exactamente a las cinco en punto de la tarde volvía a casa después de trabajar. Para ello pasaba siempre por el parque del retiro y cruzaba siempre frente al mismo banco de cada día donde una misma señora me daba las buenas tardes antes de pasar de largo. Cada tarde, puntualmente, ella se dedicaba a abastecer de comida a las palomas. Cierto día me atreví a preguntarle.: — Señora, ¿por qué le da usted todos los días de comer a las palomas?; Y ella contestó: — Porque hija mía, son el espíritu santo. La tomé por loca y me fui de allí. A las semanas después la señora dejó el banco, no supe nada más de ella. Me senté en él y una paloma se me posó sobre el hombro, meses después di a luz a niño al que llamé Jesús. Selección de microrrelatos 21 Dos mil voltios Escrito por Carlos Valiente Mullor Mi padre murió sentado, con los ojos abiertos, mientras yo estaba trabajando. Me acerqué a la palanca de contacto para bajarla como lo hacía siempre, con un movimiento brusco y sin vacilar. En ese momento, se descolgaron de sus labios dos últimas palabras, dos palabras que habían viajado juntas en un susurro helado desde hacía mucho tiempo: «Soy inocente». 22 150 palabras para vivir, para crear Viento del Sur Escrito por Mercedes Muñoz Muñoz Pugnaban sus pensamientos por rellenar hojas en blanco, cuando una mala inspiración hizo que el Viento del Sur alterase sus intenciones. Furioso y destructivo, como un niño en la peor de sus rabietas, mezclaba ideas sin compasión; las frases con el vaivén de su ímpetu perdían vocales y significado; las palabras con tanto revuelo temían acabar en Sopa de Letras. Estaba a punto del colapso y solo le quedaba una opción… Espirar. Selección de microrrelatos 23 Los tres monos sabios Escrito por Joaquín Pereira Cuando entré al monasterio sabía que mi vida seguiría la tradición de aquellos tres monos sabios -Mizaru, Kikazaru, Iwazaru-: no oír el mal, no ver el mal, no decir el mal. Pero, ¿qué debo hacer si dentro del recinto se ha cometido un crimen? Mis barbas aún no nevadas me alientan a descubrir al asesino. Cuando voy a confrontar a mis hermanos veo en sus miradas la respuesta que busco, no es la que esperaba: Yo soy el asesino. Entonces recordé el golpe que le di a un tío cuando era adolescente, a mi padre enterrando a su hermano en el jardín, a mi madre internándome en el monasterio… Pensaba que era una pesadilla pero no, los ojos de mis hermanos me lo dicen con claridad: Lo volví a hacer, volví a matar. Bajo la cabeza y los acompaño hasta el jardín para enterrar el cuerpo. 24 150 palabras para vivir, para crear La fuerza del siroco Escrito por Ana Mª Rubio Cabrera Su empeño en los últimos meses era firme. Ni siquiera, sobre aquella nívea alfombra, logró mantenerse a salvo. Un fogonazo y la nieve se teñiría de rojo. El viento era frío, cortante y una ráfaga le arrebató el paraguas. Con las manos liberadas, tomó de su bolsillo el objeto que prometía la libertad. Y entonces comenzó a soplar con mayor violencia y el frío dio paso a una cálida brisa, impregnada de olor a salitre. Ante sus ojos emergió la silueta de una hermosa mujer y una niña sentadas en la orilla de la playa. Frente a ellas, un hombre con su tomavistas buscando el mejor plano de aquel efímero instante. Sintió, entonces, sus pies húmedos y al mirarlos el agua del mar amenazaba con llegarle a las rodillas. Era como si de pronto hubiera concluido su era glacial y, tras largo tiempo, llegara la época del deshielo. Selección de microrrelatos 25 Un baile Escrito por Fria Aguilar Convencimos a nuestra tía Adela para que bailara con aquel antiguo pretendiente una sola vez, ella rio y dijo que no estaba ya para amoríos, pero al acercarse el hombre sereno creo que no supo decir que no. Al principio les contemplamos con revuelo y anchas sonrisas, pero su fervor serio de caballero del pasado nos hizo mostrar un gran respeto, respeto por el amor, respeto por la espera, y respeto por su empeño en atrapar el instante. Al terminar la pieza salió del local elegante y digno, y mi tía en el centro de la pista se quedó ruborizada como una niña. Solo fue un baile pero pareció una eterna historia de amor. 26 150 palabras para vivir, para crear El viejo Oswald Escrito por José Antonio Herrera Márquez El público estaba impaciente. El viejo Oswald comprobó mentalmente, tal como siempre hacía, que todos los elementos necesarios para llevar a cabo su función estuviesen preparados. De repente, recordó que le faltaba algo: lo más importante, su bien más preciado. Fue tras las bambalinas, y regresó al escenario portando su legendario sombrero de copa. Lo puso sobre su cabeza y sonrió para sí: ahora sí estaba preparado para dar comienzo al espectáculo. Selección de microrrelatos 27 Melodía Escrito por Sonia Campos Figueredo Una suave melodía inunda aquella silenciosa y oscura habitación. La grandeza de esta, hace que el hermoso sonido haga eco, logrando que se escuche por toda la mansión. La noche es joven, y la luna brilla en el hermoso cielo, regalándole más inspiración junto con el relajante sonido de la brisa que entra por la ventana, moviendo las cortinas sin cesar y llevándose con ellas el olor característico de la sangre y la carne fresca del cuerpo que yacía tirado en el suelo, justo al lado del hermoso piano y del hombre que disfrutaba tocándolo mientras observaba a su víctima, recordando vívidamente sus gritos y llantos de agonía con el objetivo de inspirarse. —Esta melodía es para ti, amigo mío. Son los recuerdos de este día, es tu voz, son tus gestos, tus sentimientos… —Pronunció el pianista de ojos rojizos, haciendo una mueca en su rostro, parecida a una sonrisa. 28 150 palabras para vivir, para crear Marcos Escrito por Maria Fernanda Figueroa Tami Sentada en una cabaña frente al mar estaba María, sus recuerdos solían ir y venir como aquellas olas que observaba en cada crepúsculo. Su soledad se hacía cada vez más evidente, al principio le llamó libertad pero al pasar meses se dio cuenta que aquello le carcomía no solo su vida, también el poco amor que poseía su corazón. Un día revolviendo fotos de su álbum guardado en lo más recóndito de su habitación, encontró una foto de Marcos, el amor de su inestable vida. Esa imagen abrió una interminable búsqueda de buenos recuerdos en los pasillos de su memoria. Su sedoso cabello negro como la noche, sus ojos como ventanas a un paraíso sin fin y sus labios carnosos y benditos. Fue inevitable recordar el momento en donde en su bolsillo vibró su celular, contestó y lo único que pudo reconocer fue “está muerto”. Selección de microrrelatos 29 Instantánea Escrito por Silvia Asensio García Captó la esencia del momento: la belleza de una empuñadura de plata y el frío del acero de la hoja clavándose en el pecho de su enemigo. Murió al instante. 30 150 palabras para vivir, para crear Volver Escrito por Nicolás Verni Despertó. Ella se había ido. No se sorprendió. Al principio no quiso moverse. La ausencia era tan espesa que por un rato no pudo sentir más. Al amanecer partió. La selva aún descansaba. Llevaba ropa ligera y un bastón. Sus pies iban desnudos. Siguió el rastro lo mejor que pudo pero ella, como siempre, sabía eludirlo. Se internó entre los árboles e ignoró el sol, la sed, el cansancio y la pena. En su frente perlaba el sudor y en su mirada yacía una neblina. Sintió un ruido a su espalda. Una pantera, oscura como la sombra, se acercaba lentamente. Al verla bien su miedo se disipó. Conocía esos ojos verdes. Sus rodillas tocaron el suelo y ella, decidida a tenerlo, avanzó mientras su ritmo lo hipnotizaba. Todo se hizo negro y él no sintió dolor. Entonces despertó. Ya no estaba solo. Selección de microrrelatos 31 Cordura Escrito por Maria Elena Mitre Yo no sabía, si la sombra que me seguía era mía. Es que a veces se veía grande, cuando el ocaso. O pequeñita a las once del mediodía. Pero a las doce desaparecía. Y ahí me preocupaba. Cierto día, me senté en la plaza, como unas cuatro horas. Y vi como crecía. Sentí mucho miedo y me largué a correr. Y vi que ella me seguía. Entonces cerré fuertemente los ojos y se metió en mi cerebro. Ahora todo era sombra. Del susto me desmayé y cuando desperté, miré raudamente hacia atrás y ella estaba ahí... riéndose. 32 150 palabras para vivir, para crear Aquel que habita en tu piel Escrito por Ricardo Méndez Crisóstomo Por fin la locura le ganaba la partida. Sus ojos desorbitados y rojos contrastaban con las lágrimas de arrepentimiento y dolor que se desprendían de su alma y recorrían sus mejillas. Tendida en su cama yacía un inerte cuerpo, el cuerpo de una mujer, semidesnuda y reposando en tranquilidad. De su costado mana un fino hilo de sangre. Bajo ella, un enorme charco sangriento inunda la cama y se escurre hasta el alfombrado piso dejando macabras e imborrables marcas. − No, no, ¡No! –se repite el muchacho mientras se tapa los oídos con desesperación. Fuera de la habitación, bajo el gélido manto de la lluvia de invierno, el lloriqueo del hombre continúa resonando; y mientras el tipo vuelve a empuñar el arma, escucha aquella voz que lo acompañaba desde años atrás. “Hazlo”, le dijo y él solo apunta a su cabeza y dispara. Selección de microrrelatos 33 Gusano de mi memoria Escrito por Nedda Soriano Arroyo Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón. Los ojos de su amada nieta Patricia, el pelo de escarola de su primogénito hijo Ramón, los anillos de boda con su nombre y el de Marina y la fecha del casorio grabados en su interior, la placa con el nombre de la calle donde había vivido los últimos 45 años de su longeva vida. Cuando el gusano de su cabeza se apoderase finalmente de su memoria, Pedro volvería a reencontrarse con sus recuerdos gracias a los dibujos y anotaciones que se acomodaban en las hojas de aquella libreta gris, como todo lo que guardamos en el cajón desastre de ese mueble de cualquier salón. 34 150 palabras para vivir, para crear Vainas de la realidad Escrito por Christian Fernandez Lobbe El recién nacido de la tierra aún presentaba dudas sobre su existencia cuando lo encontré. ¿Este es el cielo o el infierno? Preguntó al viento; y una brisa mezquina se llevó su calor corporal cómo única respuesta. Es la tierra, ni más ni menos dije asustándolo con mi presencia. Es el cielo cuando un hombre sangra hasta la muerte por salvar a otro. Es el infierno cuando el mismo hombre, es el responsable de la muerte. ¿Por qué el mismo y no otro? Dijo con la inocencia de alguien que aún no es humano. Y sin palabras para usar, ni recursos para hacerme entender lo tomé por sus peludas orejas y de un solo corte lo degollé. Después de todo un hombre necesita comer. Selección de microrrelatos 35 Plegaria Escrito por Victoria C Adoptó, igual que todos los que le rodeaban, la postura de humildad y el silencio obligatorio. No se pudo concentrar en lo que correspondía, pero tampoco se dejó distraer por los sonidos que venían de la calle. Este era el momento en que necesitaba pedir algo. Por lo general, pedía perdón. Tampoco era muy raro que pidiera permiso. O algún objeto, oportunidad o evento que estaba necesitando. En el pasado había suplicado por fuerzas, paciencia, libertad. Cuándo su alma lo exigía, rogaba por algo para otra persona... o para todos. Paz, salud, o una mejor conciencia. Pero no hoy. Hoy clamó por lo único que realmente importaba: que hubiera alguien escuchando esa plegaria. 36 150 palabras para vivir, para crear Libertades divertidas jugando con cadenas Escrito por Julia da Veiga Magalhaes Pensaba en cómo sería el cielo por la noche si no hubiera estrellas. En verdad, últimamente pienso cosas muy extrañas: cómo sería yo si me hubiese casado a los 10 años en una aldea asiática; qué pensaría de mi yo actual si fuese un pez naranja de esos que regalan en la feria y, sobre todo, lo mucho que odiaría a mis dueños si fuese mis canarios. Realmente no soy su dueña, solo el ser gigantesco que les da de comer y les impide estar juntos tres cuartas partes del año y ser libres... siempre. ¿Sería yo feliz con mi ración de alpiste y lechuga? ¿Sería feliz si me escapara? ¿Y si me abriesen la puertecita de la jaula? ¿Sería yo feliz si fuese libre? Y, otra vez, y por encima de todo lo anterior: ¿por qué pienso en la libertad? ¿Acaso estoy encerrada? Selección de microrrelatos 37 Un final feliz Escrito por Andrés Javaloy Asensio Nueve pasos más y todo merecería la pena. Las muertes, los engaños, el dolor, la sangre. Cambiaría todo eso por el amor verdadero de la princesa que esperaba ser rescatada nueve escalones más arriba. A ocho pasos le esperaba una promesa de amor verdadero con su correspondiente boda por todo lo alto. Siete escalones más. Podrían empezar a vivir juntos. Trabajaría de sol a sol para cuidar de su princesa... y sus hijos, porque claro, tendrían hijos. Sólo seis. Ya podía olvidarse de sus aventuras en busca de malvados brujos y terribles dragones, eso era demasiado peligroso para un hombre de familia. Cinco escalones más y esa vida sería suya. Toda una vida de amor, devoción, trabajo duro, llantos, pañales, dolores de cabeza, aburrimiento... Cuat... Seis escalones más y el héroe podría vivir la vida que todos deseaban. Siete escalones más. Ocho. Nueve. Veintisiete. Doscientos metros. Tres kilómetros. 38 150 palabras para vivir, para crear Culpable Escrito por Jose Antonio Rodriguez Chavez — Culpable señoría… — Sr. Simón Olazábal, condenado a 30 años de cárcel por asesinato en primer grado. El golpe del martillo dictando sentencia me destrozó el alma. Soy Simón Olazábal y hoy he sido acusado de asesinato en primer grado. He asesinado a Julia, buena esposa y buena madre… de mis dos preciosos nietos. La he matado… después de casi veinte años de malos tratos, he destrozado la vida de mis nietos. Tengo 68 años, hoy un jurado me ha sentenciado de por vida. Mi hijo Simón irá a la cárcel durante 30 años, fue quien usó el arma homicida… pero el culpable soy yo… durante años se lo consentí todo por darle lo que yo no tuve, creé a un monstruo… creé a un hombre terrible. Soy Simón Olazábal… soy culpable… soy culpable de no haber evitado esta tragedia... de saberlo y no hacer nada, cuando tuve tiempo suficiente. Selección de microrrelatos 39 Cazando mariposas Escrito por Liliana Pérez Tenorio De niña le encantaba cazar mariposas, andaba por el jardín de su casa siempre con una red en la mano, persiguiendo a esas maravillas con alas cuyos colores la cautivaban, sólo que nunca pudo atrapar ninguna. Ya en su vida adulta, siguió con la misma devoción, aunque para entonces, era ya una experta: atrapaba a todas. Las mariposas revoloteaban ansiosas dentro de su vientre cada vez que se perdía en una mirada. Lo que nunca pudo atrapar, fue al dueño de esa mirada. 40 150 palabras para vivir, para crear Cúmplase la orden, o nos llamarán pendejos Escrito por Luis Nòbriga — ¡De pies, mi general Piar! —La potente voz del capitán Conde, resonó a los oídos del calumniado como cual sentencia de muerte. Éste se pone de pies y observa a sus verdugos que se prestan para conducirlo al paredón. —Capitán Conde, quiero que me conceda un deseo… — ¡Ordene, mi General! —No me aten los brazos a la espalda, ni me venden los ojos... —Como usted establezca, mi general. —Y en forma silenciosa, los seis soldados conducen al alto oficial por un lóbrego corredor. — ¡Quiero morir de pies y con mis ojos abiertos, para así mirar con mi muerte la grandeza de mi segunda patria! —Gritó el atrevido y valeroso militar. La ejecución se prepara. ¡Preparen armas… apunten... fuego…! —Los proyectiles se dirigen al cuerpo del general, pero ante que hagan impacto, éste ya se había desabotonado el Dormán para recibir las frías balas en el desnudo pecho. Orden ejecutada. Selección de microrrelatos 41 El violinista Escrito por Paola Jaquelie Caminaba por las estrechas avenidas mientras una discusión sumergía dentro de mis más escondidas angustias y penas que dolían. A lo lejano vi, un violinista tocando una melodía desconocida, ¿qué hacía aquí? en una calle vacía. Unas aves eran su público. Lágrimas descendían lentamente de sus pupilas mientras movía el arco. Impresionada me quedé sin que lo sepa lo miré cada movimiento cada lamento expresado en esas tristes notas. Una cuerda se partió, lleno de ira, tiró el violín partiéndose en pedazos en medio de la oscuridad Víctima del enojo comenzó a gritar con estruendo... lo entendí: todos tienen lamentos , todos tienen alegrías , todos sienten dolor. Me alejé, no tenía sentido estar ahí viendo como ese hombre se derrumbaba lo comprendía : ¿Qué hacemos aquí? 42 150 palabras para vivir, para crear ¿Para qué vinimos aquí? no tienen respuestas. No era solo yo la de la pena sino también el violinista y lo comprendía. Selección de microrrelatos 43 Sentir Escrito por Pilar Uruñuela Aransay Cada mañana al levantarse lo primero que miraba era el color de las nubes a través de los cristales de su ventana. Si tenían ese tono grisáceo que amenazaba lluvia, colocaba varias tinajas fuera de la puerta de su casa. Le gustaba recoger agua cuando llovía. Sus usos eran múltiples: regar las plantas, lavar a su gato, refrescarse los pies… además, a veces, se bañaba con el agua regalada. Cierto día pensó en venderla. Los sábados había un pequeño mercado en su pueblo, pero luego se arrepintió; seguro que nadie le pagaba por ella lo que valía. Era una tarea sencilla y agradable. Sentía su frescor, se relajaba en cada golpeteo y el placer era inigualable. Decidió seguir atesorándola. Concordia Escrito por Carlos Calbacho Villanueva —Recuerda que dentro, sigues llevando a un niño lleno de entusiasmo. —Por favor, François. Ahora no. Estoy deprimida. —No debemos rendirnos nunca, Delphine. Lucha. Tienes el poder para sobreponerte a esto. — ¿Y de qué servirá? —Tu espíritu se hará fuerte. No hay nada que pueda hacernos la más mínima mella. Sin duda el dolor existe, pero el sufrimiento sólo está en nuestras cabezas. ¿Por qué traer más pesadumbre a este mundo, cuando podemos llenarlo de esperanza? Este instante es todo lo que existe; ilumínalo con tu paz. —Pues si este instante es todo lo que existe, lo que me gustaría es que te callaras y me dejaras morir en silencio. En la Plaza de la Concordia, la multitud estaba jubilosa ante la inminencia de la ejecución: los verdugos se aproximaron hasta las guillotinas en las 44 150 palabras para vivir, para crear que estaban colocadas las cabezas de François y Delphine, y dejaron caer las cuchillas. Selección de microrrelatos 45 La Sonrisa Escrito por Luis de Sola Jurado El hombre se despierta, mira a su alrededor y no reconoce nada. No sabe quién es él ni quién es la mujer que duerme a su lado. No sabe los nombres de las cosas ni el de la mujer que duerme a su lado. Ni siquiera el suyo. Sonríe. Se levanta y anda titubeante por un pasillo, ve puertas que no sabe a dónde llevan. Abre una, hay dos niños dormidos que no sabe quiénes son. Sonríe otra vez. La mujer se despierta, mira a su alrededor y no reconoce nada. Sonríe también. Se levanta y se cruza con el hombre en el pasillo. Se miran y se sonríen sin conocerse. Se mueven explorando la casa. Tienen hambre, entran en la cocina y comen con las manos. Aparecen dos niños sonriendo, se sientan y comen juntos. Sonríen los cuatro, todo es nuevo. 46 150 palabras para vivir, para crear Profecía Escrito por Carlos Santos Ahora nadie me cree, me desgarro la garganta en las plazas públicas, pero nadie me cree. Cuando me desnudo para enseñarles las heridas en las manos, pies y el cuerpo, me apedrean y me tildan de charlatán, de loco. A pesar de haberlo profetizado desde antes de mi crucifixión, me duele ser negado por tantos falsos profetas que hablan y gobiernan en mi nombre. Huyendo de tu infierno Escrito por Alba Pérez Frechilla Llegan las 12. Tras mucho tiempo de espera, el momento ha llegado y ya no puede hacer nada para evitarlo. Es tarde. Asustada, es consciente de que su fin está mucho más cerca de lo que jamás había pensado. Saberlo no lo hacía más fácil. Pero no hay otra alternativa. Consecuencias de haber hecho un pacto con el diablo: por más listo que te creas, siempre vas a salir perdiendo. Pero no está dispuesta a rendirse. De repente, oye un ruido en la planta de arriba. Cuchillo en mano, comienza a subir las escaleras. Cuando llega arriba, se da cuenta de que hay alguien tras ella. Con parte de miedo y parte de valentía, se gira. Allí está. Sabía que no la iba a dejar sola. Ahora podrían huir los dos, lejos, muy lejos. Y, sobre todo, juntos. Selección de microrrelatos 47 In extremis Escrito por Luis Ramos Orinó parado de manos exactamente doce segundos. Tomó 0,05 ml de agua. Entrecerró la puerta. Corrió las cortinas. Colocó a Liszt. Le pidió a las gárgolas que hicieran silencio. Lavó con detalle sus manos. Dejó abierto el grifo. Alimentó al dragón de Komodo. Le pidió al mimo que le cantara como siempre. Desatornilló las tres vehementes tuercas del silencio. Quiso experimentar. Quiso. Sacó de la nevera el queso. Brindó a la salud del olvido. Bailó al son de la 01:04 a.m. Dos cubitos de hielo al café. Se desnudó... Al día siguiente, había muerto la persona y nacido el escritor. 48 150 palabras para vivir, para crear El pan de cada día Escrito por Susana Revuelta Sagastizábal Como sombras fantasmagóricas o como rebaño azuzado al matadero, atraviesan el corredor las muchachas de melena lacia. Solo se escucha el roce de sus zapatillas de felpa contra las baldosas, algún sollozo apagado y, al llegar al comedor, resoplidos y arcadas. Mientras mastican y tragan en silencio, el tintineo de tazas y cucharas; pero lo que más alto se oye siguen siendo sus arcadas. Cuando van terminando de desayunar, la supervisora registra sus bolsillos en busca de tarrinas de mantequilla o tostadas. Entonces les permite quedarse un rato de charla, ver la tele o pasear, para que se distraigan. Porque durante la siguiente hora, ni suplicando de rodillas, podrá ninguna de ellas entrar al lavabo. Selección de microrrelatos 49 La incertidumbre Escrito por Andrea Castaño Pérez La brisa recorrió su pelo rizado y largo, obligándola a cerrar sus grandes ojos. Los monstruos comenzaron a aparecer por las esquinas de nuevo, de todos los tamaños, formas y colores. Ella pasaba desapercibida, como todas las mañanas, sentada en el banco de madera. Como todas las mañanas, con el ticket en la mano, sin atreverse a utilizarlo. El tren, tan interminable y oscuro como siempre, llegaría en cualquier momento para llevarse a las criaturas a un destino que ella no conocía. 50 150 palabras para vivir, para crear M. Escrito por Efrain Esteban Miranda Cardenas El olor a pólvora aun podía percibirse en el aire del callejón, el cañón del revolver en sus manos era testigo de la sangre manchando la húmeda calle en esa noche de otoño. Atrás había quedado la espera por finiquitar sus pensamientos, su macabra inspiración lo había llevado a retomar ese hábito; uno que a pesar de lo dañino era un dulce vicio que le carcomía como acido en su mente turbada por el silencio y la luz de la única farola que caía sobre el cadáver era lo que hacían ese momento perfecto. Sobre el cuerpo del ejecutado aún se sentía el pulso del gatillo, las arrugas de la ropa mostraban cuanto se había resistido a su genialidad; fue entonces que Francisco levanto el lápiz de la vieja hoja que permanecía sobre su escritorio y vio a la única víctima de su locura artística; una solitaria y mayúscula M. Selección de microrrelatos Relatos de un náufrago. Escrito por Julio S. Villalobos Con un vacío muy profundo Que le parece un calvario, SUKH, el hombre solitario Sale a caminar el mundo. Su dolor se hace profundo Desde adentro hacia afuera; Al ver que existen barreras Que lo enfrentan en lo cierto... Ese gran amor ha muerto Ya no tiene quien lo quiera. En su sosegado andar Él hace estacionamiento Y allí el pensamiento Comienza a reflexionar; Allí se pone a pensar, Es la primera estación, Y en esa meditación Gandhi es el aludido... También le canta al olvido Y que vuelva la ilusión. Solitario caminante 51 52 Niño y sabio después, Pero vuelve otra vez A ser el mismo de antes; Pero en ese gran instante Halla la realidad soñada; Esa que le fue negada Y que le dejó gran duelo... Ella se halla en el cielo Y su amor ya hoy es nada. 150 palabras para vivir, para crear Selección de microrrelatos 53 Crisis, what crisis? Escrito por María Jesús Rosales Palencia Estalla, ruge como el trueno y salta por los aires. La crisis huele a vinagre, a contenedor, a puta vieja y a mendigo. Lo sé porque vivo en uno de esos mugrientos suburbios adornados con brick de vino sobre los bancos del parque. Y tengo tanta hambre que estoy sopesando distintas posibilidades. Una de ellas es reciclarme en fulana de medio pelo, pero tiene que ser asqueroso el olor de varios tipos de semen. Tendría que ducharme con ácido sulfúrico y no es saludable. Al final, me decanto por la opción más tradicional, que yo siempre he sido muy clásica: cortarme las venas en un acogedor baño caliente. Será menos repugnante que volarse la tapa de los sesos. Este último pensamiento me ha puesto de buen humor y, antes de que me corten la luz, voy a beberme unas cervezas y a ver la tele. 54 150 palabras para vivir, para crear Un segundo eterno Escrito por Mariel Grimoldi Nuestros caminos se cruzaron un segundo eterno. Tu mirada mansa y suave se durmió en mis brazos y supe que tu vida se escapaba. Tomé tus manos entre las mías e hice lo impensable. Decidí salvarte a ti. Contra viento y marea. Te saqué como pude de aquel infierno. El cielo se abrió y una llovizna gris bendijo nuestro escape. Temí que escogerte entre tantos hubiera sido en vano. Hoy, después de tantos años, me queda el recuerdo, perfecto, de tu mirada mansa y suave que llegó al corazón de un hombre en un segundo eterno bajo la lluvia gris. Selección de microrrelatos 55 Reencuentro Escrito por Cristina Iruela Andreu El avión aterrizó con un ansiado estruendo. Mis compañeros de vuelo se revolvieron inquietos en sus asientos, estirando el cuello para atisbar quiénes nos iban a recibir en la pista del aeropuerto. Sin muchos preámbulos, conectaron la escalera remolcable al avión. Nadie quería dilatar el momento en que los soldados pisaríamos, dos años después, el suelo de nuestro país. Todos bajaron sin titubear. A mi paso, el resto del ejército se lanzaba a los brazos de sus hijos, sus madres, sus esposas. Algunos familiares traían ramos de flores, que yacían olvidados en el suelo. Una mujer acunaba entre sus brazos un bebé gordinflón. Las ásperas caras de los soldados, curtidas en el campo de batalla, estaban ahora bañadas por ríos de lágrimas y arrugadas por un sinfín de sonrisas. Acabé de bajar las escaleras y seguí andando. Después de todo, no había nadie allí que estuviera esperándome a mí. 56 150 palabras para vivir, para crear Desgarrándose el alma para algo Escrito por Denis Gil Vega Escogió una pluma porque su punta podía clavarse en el papel y así su tinta desgarraría en él las palabras. Las palabras le atenazaban el alma pujando para salir, salir afuera, y el alma le ahogaba los pulmones. El reloj marcaba las altas horas de la madrugada porque solo en esas la poesía cobraba forma de verdad: cualquier otra poesía era meros reflejos, como si la luz del día la obligase a vestirse para disimular, temerosa de la posibilidad de ser vista de verdad por cualquier otro. Solo de noche podía ser real. Solo con una pluma podía arrancarse pedazos del alma, plasmar en el papel deseos y pesares. Lo dejaba por escrito para que, por favor, fuese real. Y aun así seguía sin parecérselo lo suficiente. Selección de microrrelatos 57 Acepto Escrito por Yanelsi R. Rodríguez Respira hondo, los nervios le hacen temblar levemente pero trata de ocultarlos lo más que puede, sus ojos azules no se despegan de los verdes de su futuro esposo. Su esposo. La simple idea le hace sonreír como si no hubiera mañana, su prometido le devuelve la sonrisa. También está nervioso, el temblor en sus manos es más que evidente. Vuelve a respirar hondo y el olor de las rosas llena sus pulmones, se hace la nota mental de agradecer a su hermana luego por toda la ayuda con la boda, él solo no habría podido. —Liam McGuillian, ¿aceptas a Thomas Hart como tu esposo? Las palabras del juez le sacan de sus pensamientos, lo mira y luego a Thomas que parece muy nervioso a la espera de su respuesta. —Acepto —dice con seguridad. 58 150 palabras para vivir, para crear El celular Escrito por Marisol Sánchez Castillo Era devastador ver escrito en su perfil EN MEMORIA DE. Recorría su rostro sobre la pantalla del celular. Después de todo lo que luchamos por nuestro amor, su cuerpo yacía en la morgue. Tan solo un mes entre que al fin la dejó y la culpa de su suicidio le impidió seguir amándome. Ella cumplió con su palabra, se lo había llevado. Seguramente las lágrimas y la angustia le hicieron perder el control del auto. Mi húmeda almohada me transmitía ese frio de muerte, como si estuviera recostada en su pecho sin latidos. Lo sentí despedirse mientras se apagaba lentamente la luz del celular. Pero mi soledad no era tan absoluta como pensaba. En el reflejo sobre mi hombro pude ver esos ojos plagados de odio como aquella noche en que Seba se fue conmigo. Selección de microrrelatos 59 If. Escrito por Jose Mier Escandón Sé que atardece porque los barrotes se alargan en la pared como dudas desveladas. Es la dádiva de los soles en retirada, su luz exigua matizando sombras en los huesos de cal. El polvo danza en motas gráciles, oblicuas, inaprensibles. Graznan gaviotas en la lejanía (o quizá en los caracoles de mis oídos no sordos, sí cegados). Cómo no amar la pluma tránsfuga sobre mi camastro, aún tibia, mínimo trasunto de libertad, de aire volado, de nube. Para qué los labios, para qué los dedos sin registro de piel donde hollar. Se me han deshecho en ceniza todas las palabras entre la lengua y la garganta. Y otra vez el ruido, como de madriguera profanada, de animal tenaz rascando tierra al otro lado del muro. Susurros, tos amortiguada, melodía silbada sin dientes. Cae un trozo de piedra, polvo, un rostro. — Soy el abate Faria. 60 150 palabras para vivir, para crear Cuando el café se enfría Escrito por Ainhara Castillo Siempre había oído que todo acaba. Que el café se enfría, que los sueños se desvanecen y las palabras callan. Que el baile cesa cuando la música lo hace, y que los adoquines sobre los que la lluvia ha danzado se gastan. Contaban cuentos de almas heridas, rotas, quebradas. La vida sigue, decían. El olvido engullirá tu dolor y guardará tus recuerdos. Que las ilusiones se apagan como velas sin oxígeno y que otras nuevas llegaban. Pero aquello era diferente. En su dolor había un regusto amargo y secreto. Tic-tac, tic-tac... ¿Estaba aquel reloj parado? El tiempo no se movía pese a que el mecanismo seguía haciendo ruido. Sobre la mesa, montones de sobres blancos parece formar parte de la decoración. Bajo todos ellos hay uno que apenas se ve, con la dirección escrita pulcramente. Por la otra cara se lee un nombre conocido. Él todavía no lo ha visto. Selección de microrrelatos 61 Los ojos del destino Escrito por Francisco Sánchez Olguín Dicen que los ojos son la ventana del alma, pero ¿Qué tendrán los ojos que dicen tanto de nosotros? Pensaba mientras estaba sentado en una banca de la plaza de mi barrio. Miraba a la gente pasar, específicamente sus ojos, donde se refleja el carácter y la personalidad, la actitud y el ingenio. Cada una de ellas con historias, hazañas y rasgos totalmente diferentes. No podía ver si lo que sentía al mirarlos, era admiración, envidia, empatía o la más sincera y franca repugnancia hacía el prójimo. Me levanté de la rayada banca, me coloqué mis lentes pasados de moda sobre mi hinchado rostro y comencé a caminar por la desgastada acera del parque, buscando cual seria mi próxima victima, mi nueva cacería, esos ojos enriquecidos de perfección que completarían los amargos y irritados días de mi extenuante vida cotidiana, vida que, a más tardar, se acabaría con mis actos. 62 150 palabras para vivir, para crear Tinieblas Escrito por Anabel-Lise Le Roux ‐ Mira mamá, el cielo sangra. ‐ Ya sabes hija, sangra cada día últimamente. Algunos se atreven a cortarlo para apartar la espesa capa negra que pesa sobre nuestros hombros ¡Un día lo lograrán! La bruma se disipará y aparecerá un resplandor que te deslumbrará… ‐ ¿El Sol? ‐ ¡No necesitarás más la luz artificial, ni estas pastillas de vitamina D! Lo lograrán, lo verás. ¡Sí! Verás el Sol de día, y la Luna de noche — exclamé con estrellas en los ojos. ‐ Dime mamá, ¿la Tierra se ha muerto? Selección de microrrelatos 63 Geografía carnal Escrito por Ana Nieto Morillo El cartógrafo reconoce el terreno con sus propias manos. Los suspiros de Helena constituyen una brújula infalible y Claudio, consciente de ello, escucha con atención sin dejar de avanzar a través de los accidentes geográficos de su cuerpo, observando que su disposición obedece a una insólita geometría. En la cara interna de los muslos de ella se adivina una gruta; los dedos de él trepan ávidos de misterios y se sumergen en la calidez de sus tinieblas. La gruta es ahora un volcán y el cartógrafo se siente artista. La fina película formada a partir de almizcle y sudor evidencia el clímax. Claudio Ptolomeo es un amante certero, un hombre de ciencia y, aún con todos sus cálculos, Helena da por finalizada la contienda y lo deja a solas con su ardor. Otra vez. Él es su amante, y no al revés. 64 150 palabras para vivir, para crear Caída Libre Escrito por Pilar Torrijos López La muchacha joven miró los árboles y las hojas que habían caído al suelo, ya de color amarillo. No le gustaba el otoño, prefería el verano, pero tenía que reconocer que el otoño era bonito. Le encantaba sentarse en un banco y dejar que la mente volara, que la imaginación fluyera. No pensó en nada; sin embargo, a menudo recordaba a su familia, la cual vivía muy lejos en un país olvidado donde la vida era terrible a causa de la guerra. Alguno de los miembros habían muerto y el resto aún estaban vivos, pero escondidos en un lugar ignoto. Sus hijos estaban en la escuela y ella tenía que ir a trabajar, pero estaba cansada. Tenía que faenar doce horas diarias para ganar quinientos euros. De pronto, decidió que no se presentaría, a pesar de lo que el superior, siempre quisquilloso, pensara porque creía que la suerte estaba en otro sitio. Selección de microrrelatos 65 Obra y vida Escrito por Juan Sebastián Gutiérrez Martínez Manipulado, el artista manejado por las formas en la oscuridad. Había sido afectado por una inspiración repentina, y emocionado se puso al trabajo para crear aquella idea que no se apartó de él, que le proporcionaba calor, que susurraba e indicaba cada paso del proceso. Fue tan fácil, esa luz que se vio capaz de alcanzar. En el fondo se supo triunfante. Una vez terminada la obra, orgulloso de lo invisible plasmado, fue agredido. Ahora yacía extendiendo un universo rojo. Alzó la cabeza con dolor, y su última visión fue la obra alejándose, comprendiendo que había sido utilizado para que ese ser pudiese nacer. Sin embargo, esbozó una sonrisa. 66 150 palabras para vivir, para crear Huir Escrito por Beatriz Aranda Beltrán ¿Crees conocer toda tu historia? ¿Crees que es justo, o simplemente confiable el destino? Yo no lo creo así. Otros tampoco. Yo creo que podemos luchar contra los que nos viene, como quien continúa caminando contra el fuerte viento de una tormenta. Que nada ni nadie puede limitarnos, ni aunque use la excusa de “lo hago por tu bien.” Me encontraba encogido, rodeando mis piernas con tan solo un brazo y usando el otro para sujetar mi sombrero y evitar que se cayese. No habían arreglado la puerta del vagón, así que se colaba una franja de viento que me molestaba. Delante de mí, tumbada y con la mirada perdida en una libreta, estaba mi mejor amiga. Ella tampoco creía en el destino. Nos asustaba pensar que nuestra historia estaba escrita desde que nacimos. Y pensando que sería lo mejor, nos marchábamos de la rutina para no volver jamás. Selección de microrrelatos 67 Ragnarök Escrito por Jesús Javier Castellanos González Despiertas agitado, probablemente por una pesadilla, pero eres incapaz de recordarlo. Respiras profundamente tres veces sin conseguir calmarte, así que decides que es mejor levantarte por un poco de agua; caminas hasta la puerta, pero al tocar la perilla quedas paralizado, hay algo afuera, lo sabes. Giras la perilla y sin mirar abres la puerta muy despacio. Frente a ti solo hay desolación, caos y destrucción; en el centro de esa imagen dos colosos combaten con furia, rodeados por cientos de guerreros luchando en ese escenario apocalíptico. Estás paralizado viendo la épica contienda. Uno de los gigantes toma un poste de cemento para destrozarlo en el rostro de su adversario; un trozo del poste sale volando hacia ti pero eres incapaz de hacer nada hasta que éste está a unos centímetros de tu cara... Despiertas agitado y entonces te preguntas “¿Cómo sería el fin del mundo?” 68 150 palabras para vivir, para crear Belleza oscura Escrito por Ariadna Artasu Había muerto. Sus ojos, siempre abiertos e iluminados, ahora estaban encerrados bajo la piel. Los labios, estaban grises, sin un ápice del color rojizo que antes los teñían y que tanto incitaban a besar. Su cabello, siempre recogido en dos perfectas trenzas, ahora estaba desparramado alrededor de su rostro, como sangre negra pintando las briznas de hierba. Y su piel, que le había parecido que eternamente tendría ese color rosado tan dulce y cálido, estaba ahora fría al tacto. Y, en su cuello, largo como el de un cisne, dos marcas estaban grabadas en él. Sollozó. Ya no podía dar marcha atrás. ¡Si le hubiera respondido con un agradable si…! Pero no, su amada quería más tiempo, y él no lo tenía, ¡Ya no quería esperar más! Y, de la tristeza y rabia que sintió a su rechazo la había dejado tendida, sin vida, en la helada hierba. Selección de microrrelatos 69 Últimos Escrito por Nicolás Bal —Vamos a salvar a la humanidad —dijo el último hombre sobre la Tierra. Y le hizo el amor, por última vez, a la última mujer. —Cuídate —le dijo antes de morir—, porque en ti dejé una semilla. —Hemos perpetuado la especie —ella lo miraba, imaginando el futuro. Faltaba agua. El mundo se secaba. El viento se llevaba todo. Pocos árboles y plantas resistían tal sequedad. Lo único que abundaba eran las manzanas. Manzanas verdes. Manzanas rojas. Manzanas que una voz oculta y admonitoria le ordenó al niño, mil veces, que no comiera. Si eres autor te interesa: www.mejoratumanuscrito.com