Relatos de un náufrago

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Néstor Kirchner” (p. 368). Es extraño que, para una historiadora
que parece ser tan meticulosa en la descripción de datos, se le haya
escapado el pequeño detalle de la brutal represión, con presos incluidos, que el gobierno ha desatado en Caleta Olivia unos meses
antes de que su libro saliera a la calle.
Razón y Revolución nº 16
Reseñas
Relatos de un náufrago
Rock y dictadura, de Sergio Pujol, 2da
Edición, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 2006
Reseña de Gabriel Falzetti (CEICS)
Sergio Pujol es historiador e investiga en el Conicet. También
cumple tareas de periodista en diferentes revistas de música y programas radiales. Ha escrito numerosas obras relacionadas al rock y
a la música popular en general. Es, digamos, uno de los historiadores más acreditados para hablar sobre “rock nacional”. Su último
libro, Rock y dictadura, representa un aporte a la comprensión del
período tratado (1977-1983).
Una obra con falencias
La obra se presenta dividida en tantas partes como años analiza. Toma precisamente el período histórico argentino transcurrido entre los años 1976 y 1983. Alterna información biográfica de
músicos de rock con acciones del “Proceso” ligadas a la política
cultural. Con lápiz didáctico y ameno, el autor, aborda el período con claridad. Sin embargo, esta alternancia atomiza de algún
modo la realidad, ya que nos muestra el período como si estuviera
formado por dos ejes paralelos: el mundo del rock por un lado, y el
de la dictadura y la guerrilla por otro. Plantea, quizá sin quererlo,
una sociedad formada por dos bandos enfrentados (los militares y
la guerrilla) que toman como rehenes al resto de la sociedad (entre
ellos los músicos de rock). Más allá del padecimiento de la censura,
la prohibición y algún grado de persecución, el rock no aparece
como elemento activo dentro de la lucha de clases en la década
del ’70 y principios de la del ’80. Al menos así lo plantea el autor. Cuando analiza los motivos por los cuales son perseguidos los
músicos, alude al problema de un modo contradictorio: hecha luz
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sobre la política cultural de la burguesía (vía gobierno militar) pero
la caracteriza mal. Y hasta tal punto caracteriza mal, que incurre
en la subestimación, manifiesta en el mal uso que hace de la ironía.
Un ejemplo de esto lo constituye el análisis de los términos “comunicador llave” y “disco guerrilla”. Estos términos habrían sido
usados por los militares para denominar a aquellos músicos y discos que transmitieran un programa revolucionario. Entre ellos se
encontrarían Mercedes Sosa y su disco Canciones con fundamento.
Pujol analiza el hecho planteándolo como un acto paranoico de los
militares. Y ése es el error. La burguesía y su Proceso entendieron
perfectamente las tareas del momento. A diferencia de Pujol, la
dictadura vio el carácter programático del arte. La burguesía caracterizó bien a su enemigo, en este caso, representado en Mercedes
Sosa, artista ligada al PC. Pujol toma de modo liviano este punto.
Por eso, no puede explicar por qué algunos artistas debieron exiliarse y otros no. Por qué hubo músicos que encontraron su período de mayor popularidad en esos años, y por qué a otros les tocó el
silencio más absoluto. Y queda menos claro aún por qué algunos
músicos, en teoría perseguidos, pueden convivir, censura más censura menos, con el régimen. El autor ve el fenómeno de la censura
y la persecución, pero no lo puede explicar.
La caracterización de la época es errada y ambigua. Pasa de denominarla “tragedia”, hasta nombrarla como el “período más oscuro que le tocó vivir a los argentinos”. No hace alusión al momento
de la lucha de clases que transcurría en esos años ni aclara que había diferentes programas, incluso en el campo revolucionario. Pone
en una misma bolsa a todas las expresiones de izquierda, reuniéndolas a todas en el programa “nacional y popular”. Allí aparece
la “juventud” como entidad extraña a las dos clases enfrentadas,
disputada por la guerrilla (nacional y popular) por un lado, y los
militares por el otro.
Otro punto interesante, al que sin embargo no le da el énfasis correcto, es la tendencia general a formar grupos por parte de
los solistas consagrados. Hacia 1976, Charly García y Luis Alberto
Spinetta son los dos exponentes más importantes del rock. Pudiendo lanzarse como solistas, eligen trabajos de tipo grupal, el primero
con La Máquina de Hacer Pájaros y el otro con Invisible. Sumemos
a esto experiencias menos pomposas como las de MIA (Músicos
Independientes Asociados) en la que se encontraba entre otros,
Lito Vitale, y AMI (Asociación de Músicos Independientes) en la
que estaba la trova rosarina. El resultado es una enorme cantidad
de músicos de rock organizados. Habrá que estudiar bien los ob-
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jetivos y programas que guiaban estas organizaciones, pero este es
un hecho concreto y, por lo menos, llamativo. Sobre todo, viendo
el predominio de solistas en los ’80 (Fito Páez, Baglietto, e incluso
Charly García y Spinetta) y la creciente frivolidad de estos solistas
en los ’90 (no hay músico de rock que no salga con una modelo
o una actriz famosa). Falta, entonces, un análisis más profundo
de la cuestión, es decir, la relación entre el grado de organización
de la clase trabajadora y la tendencia general en el rock a formar
grupos.
En cuanto a las publicaciones de la época, tales como Expreso
Imaginario o Pelo, las caracteriza como hippies. Las muestra como
escindidas de la realidad. No obstante, no duda en enfrentarlas al
poder establecido. Sin embargo, habría que explorar la posibilidad
de que el supuesto pacifismo de las publicaciones resultara funcional al gobierno militar, o al menos, un escape de tipo místico. No
es que lo afirmemos desde estas páginas, pero en base a la persecución, la tortura y la muerte de miles de personas, es llamativo que
tanto el rock como sus publicaciones estén hablando de cuestiones
como la ecología y la “libertad”. Ésta es otra de las contradicciones
en las que cae el texto por la falta de seriedad y objetividad analítica. Queda pendiente entonces, un estudio serio sobre el programa
político real que encarnaron el rock y sus publicaciones.
Mírame y no me expliques
En el prólogo se plantea una antítesis entre el rock y la dictadura. Esto, sin embargo, será desmentido en el mismo libro al “relatar” el papel de varios músicos en torno a la guerra de Malvinas.
El grado de colaboracionismo con dicho suceso histórico pone en
contradicción la pretendida antítesis de Pujol. El rock fue funcional (conciente o inconscientemente) a la dictadura en determinado momento, entonces, a priori, no podemos caracterizarlo como
antitético. El rock y sus seguidores, o sea, la “juventud”, aparecen
como opositores a la dictadura por una especie de “naturaleza”, por
el simple de hecho de estar más allá de lo real. Al igual que otros
libros sobre rock, muestra a la juventud rockera como náufragos.
La impronta es siempre plantear a la juventud en general, y a los
“rockeros” en particular, como tipos solitarios abstraídos de la realidad. Y a la Argentina como una isla perdida, en la que sucedían
cosas “trágicas”, nadie sabe bien por qué. Sin intención de hacer un
aporte científico, el autor habla como alguien que vivió la época y,
muy confiado de eso, interviene en debates sin mucho rigor.
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Para el autor, entre los militares y la “subversión”, se encontraría el rock expresando “la libertad”. Y es por esto que cree que el
rock, las publicaciones y los seguidores son opuestos al poder militar: porque encarnan, según él, la libertad frente a la opresión. No
sólo no derriba el mito de la libertad de los artistas, sino que se para
en él para oponer el rock a la dictadura. Esta supuesta libertad, sin
embargo, no es más que una ilusión pequeño burguesa que aleja
al libro de una explicación seria sobre el período. Cabe resaltar,
de todos modos, que resulta interesante el formato del libro -sin
citas al pie, escrito con lenguaje simple, armado en orden cronológico- lo que permite una lectura fluida. Otro punto destacable es la
extensa bibliografía y lo más particular (y llamativo) la discografía
consultada.
Razón y Revolución nº 16
Reseñas
Caminito al costado del mundo
Reseña de La Revolución de las Asambleas,
de Rubén Dri, Ediciones Diaporías, 2006
Pablo Lucero (CEICS)
El libro recientemente editado La revolución de las asambleas, de
Rubén Dri, tiene como objetivo discutir con algunas de las tendencias que se gestaron al calor del Argentinazo y que se disputaron la
dirección del proceso. Vale la pena aclarar, como lo hace el propio
Dri en el prólogo, que el libro es, en realidad, una recopilación
de diferentes artículos que “reflexionan” sobre la lucha de clases
en la Argentina reciente. En este sentido, se plantean una serie de
discusiones en torno a la necesidad de la organización de los “movimientos populares”, el carácter que debe tener esa organización,
la desintegración y reconstrucción del sujeto revolucionario y el
problema del poder. Si bien, como dijimos, el libro no se presenta
como el resultado de una investigación científica, el autor realiza
algunos intentos por caracterizar y periodizar el hecho, pero sin lograr la rigurosidad que ameritaría. Esto ocurre, por ejemplo, cuando utiliza diferentes caracterizaciones del Argentinazo, sin explicar
ninguna de ellas. “Irrupción popular”, “insurrección” y “pueblada”
son algunas de las categorías que propone para referirse a las jornadas de 19 y 20 de diciembre de 2001, aunque nunca especifica los
criterios por los cuales la denominación varía, ni establece diferencias entre estos conceptos. Al mismo tiempo, resulta sorprendente
que a lo largo de todo el libro no se observe ninguna mención de
otros estudios o trabajos empíricos. Más allá de esto, el texto tiene
algunas virtudes y otros defectos (tanto o más importantes que las
primeras). Comencemos por las virtudes.
La primera es que el Argentinazo es concebido como un momento en un proceso de lucha. De este modo, las experiencias anteriores son incluidas como parte de un mismo proceso, e incluso
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