La Nación Política 5 21/2/2005 Según un estudio en el fuero federal La Justicia, saturada por delitos menores Menos del 12% son causas de corrupción Aunque tienen a su cargo las investigaciones más importantes sobre corrupción en el Estado, fraudes bancarios, narcotráfico y terrorismo, los juzgados federales deben dedicar la mayor parte de su tiempo y de sus recursos a perseguir delitos menores. Según un estudio realizado sobre la base de estadísticas oficiales del Poder Judicial y de la Procuración General, por cada cien causas que se inician en el fuero federal penal de la ciudad de Buenos Aires, más de cincuenta están dedicadas a la investigación del delito de tenencia de drogas, una infracción que, si bien es grave, es considerada menor en comparación con los hechos de corrupción, según la mayoría de los magistrados. Los delitos contra la administración pública –entre los que se cuenta la mayor parte de los casos de corrupción–, en cambio, no llegan a doce por cada cien. El resultado de estas pesquisas tampoco es alentador: por año, menos del dos por ciento es elevado a juicio y el veinte por ciento termina con el sobreseimiento del imputado, mientras que el ochenta por ciento restante se archiva, se desestima o continúa su curso sin resoluciones trascendentes. “El fuero concentra su actividad en delitos menores, notándose una baja cantidad de casos en los que se investigan delitos de corrupción u otras formas graves de delitos contra la administración pública", concluye el estudio elaborado por el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) sobre la base de las últimas estadísticas elaboradas por el Poder Judicial (2003) y por la Procuración General (2002). La sobrecarga de trabajo que representan los delitos menores es una queja habitual de jueces y fiscales de los tribunales de Comodoro Py. El planteo cobró mayor fuerza a partir de la polémica desatada por la reciente modificación del Código Penal, que, al cambiar el régimen de prescripción, hace peligrar a numerosos casos de presunta corrupción. Del total de 19.889 causas tramitadas por la justicia federal porteña durante 2003, 9974 estuvieron dedicadas a la persecución de delitos previstos por la ley de estupefacientes, según datos del Poder Judicial. "Si bien esta estadística no identifica cuáles de los delitos contenidos en esa ley son los que la justicia federal investiga -dice el estudio de Inecip-, si cruzamos los datos con un informe de la Procuración General de 2002 encontramos que «en ningún caso se trató de condenas en materia de organización o financiamiento de tráfico, ni tampoco casos de almacenamiento», es decir, se investiga la tenencia". En el interior En la justicia federal del interior del país la tendencia se presenta aún más marcada. Por cada cien causas que se inician, 78 están abocadas a la persecución de la tenencia de drogas, siempre según el estudio, elaborado por Ileana Arduino y Nicolás Soler. En el fuero federal de la Capital, a las pesquisas sobre tenencia de drogas les siguen en cantidad los expedientes en los que se investigan delitos contra la fe pública, el más común de ellos la falsificación de documentos. Son 2957 de las 19.889 actuaciones en trámite durante 2003, es decir, el 14,87 por ciento. Las causas por delitos contra la administración pública son 2349 y representan el 11,81 por ciento de los casos investigados durante 2003. Además, según datos de la Procuración General, de las 1348 causas incluidas en este rubro ingresadas durante 2002 en la justicia federal porteña, el 37 por ciento fue por atentado o resistencia a la autoridad, un tipo de delito con penas bajas. A esa figura la siguen en cantidad la de incumplimiento de los deberes de funcionario público, con un 15,13 por ciento de los casos; la de malversación de caudales públicos, 4,89 por ciento, y la de enriquecimiento ilícito, 4,3 por ciento. Entre los delitos de corrupción, el informe también incluye a las estafas en perjuicio de la administración pública. Y destaca que, según datos de la Procuración, en 2002 ingresaron 407 causas en el fuero federal, se elevaron a juicio 23 y sólo cuatro obtuvieron condena. "Unánimemente los casos que terminan con éxito la etapa de investigación son la porción menor frente a la desestimación o el sobreseimiento del acusado. Esta generalidad denuncia el carácter estructural de los problemas del sistema de justicia federal", afirmaron Arduino y Soler. Para los investigadores del Inecip, "el sistema de justicia requiere una reforma integral que divida las funciones de investigar y controlar las investigaciones, que funcione con herramientas que le permitan al Ministerio Público Fiscal aprovechar los recursos y dar prioridad a las formas más graves de criminalidad y que, principalmente, acelere el proceso". Consultados sobre los resultados del informe, académicos y funcionarios de la justicia federal reclamaron cambios en el sistema judicial. Según el fiscal porteño Carlos Rívolo, "la estadística muestra la existencia de un embudo en el cual colisionan la administración del tiempo que se dedica a una causa de menor cuantía e importantes hechos de corrupción". El fiscal agregó que "la realidad es que la ingeniería legal, tal como está diagramada actualmente, hace muy dificultosa, para cualquier fuero, la investigación absoluta y exclusiva de causas de mayor entidad". Para Rívolo, sin embargo, "toda estadística desde el punto de vista cuantitativo va a arrojar en apariencia números desfavorables al servicio de justicia, si se entiende como éxito solamente la búsqueda de una condena". Control de gestión En el mismo sentido, Marcos Salt, profesor titular de Derecho Penal y Procesal Penal de la Universidad de Buenos Aires, advirtió que son necesarios "estudios empíricos cualitativos y cuantitativos más complejos que, lamentablemente, no existen en la República Argentina", que permitirían un adecuado control de gestión del funcionamiento del sistema que -según el académico- hoy no existe. Salt subrayó la necesidad de "modificar profundamente los instrumentos procesales y de organización judicial para dotar a los operadores del sistema de herramientas que permitan la persecución de los delitos complejos", e indicó que es imprescindible una "reforma integral" del sistema de administración de justicia, al que calificó como "absolutamente anacrónico y pergeñado sólo para la persecución de delitos menores". Para el académico, "las reformas parciales de los textos penales, espasmódicas, de respuesta rápida e irreflexiva frente a crisis mediáticas, sacadas a las apuradas por las necesidades políticas, sólo contribuirán a agravar el problema". También en favor de una renovación de los procesos judiciales, la camarista de Casación Penal Angela Ledesma afirmó: "Entiendo que están dadas las condiciones para producir el cambio necesario que posibilite mayor eficacia del sistema de investigaciones, diferenciando el trámite para los casos simples del tratamiento de casos complejos, pues allí radica el nudo más álgido de la problemática planteada". Para Ledesma, "la discusión generada a partir de la reciente reforma del artículo 67 del Código Penal [prescripción] aún no ha puesto la mirada en el eje principal, esto es, la necesidad de modificar las reglas de la investigación penal preparatoria del juicio para que el debate oral se haga lo antes posible y se defina mediante un juicio público la situación del sospechado". Paz Rodríguez Niell y Gabriel Sued El análisis de la noticia Cuando los números son categóricos No culpemos tan sólo al Congreso Nacional ni a los jueces ni a la policía: absolutamente todo el sistema penal es altamente ineficiente y fracasó. Por eso, hoy, igual que antes, quien comete un delito tiene altísimas probabilidades de no recibir castigo alguno. Toda generalización es odiosa y sin duda cada sector tiene muchas explicaciones, argumentos y excusas para tratar de demostrar que las cosas son distintas. Pero los números son categóricos. Y se condicen con la sensación de la sociedad de que el delito no paga penas. A lo sumo, da buenas ganancias. Por cierto, no es tarea del sistema penal condenar siempre a los imputados. El éxito también está en detectar a quien es inocente y sobreseerlo. Pero también es completamente cierto que la Argentina, desde hace muchos años, tal vez décadas, vive una oleada de corrupción a la que nadie parece tener demasiado interés en ponerle fin. A ese problema, en los últimos quince años, se sumó otro que se fue agravando con el correr de los años: el crecimiento del tráfico de drogas. Frente a esa realidad, el sistema penal es totalmente permisivo. Los números de la estadística -que surgen de datos aportados por los propios jueces a la Corte Supremapermiten elaborar una regla: cuanto más grave es el delito, más posibilidades tiene de quedar impune. La moraleja, lamentablemente, es: si usted va a delinquir, hágalo en grande. Vergonzoso. Un mal ejemplo para nuestros hijos y pésimo cimiento para nuestro futuro. En materia de drogas, el sistema penal atrapa a los que tienen sustancia para consumo personal, pero rehúye investigar a quienes importan los estupefacientes, a quienes lo distribuyen por cientos de kilos -cae tan sólo el pequeño dealer-, a quienes exportan esas grandes cantidades hacia otros países o a quienes lavan dinero producto de esos delitos. Algo parecido ocurre con los otros delitos: existen más probabilidades de que sea detenido y condenado quien adulteró un documento que aquel que cometió una gran defraudación al Estado o se enriqueció ilícitamente. En la red del sistema penal caen los peces chicos o los funcionarios supuestamente corruptos, que por su notoriedad no pueden esquivar la investigación. Pero no importa: el resultado es que los primeros muy probablemente serán condenados -especialmente si cometieron delitos de calle- y los segundos, absueltos. Si no lo cree, mire las estadísticas. ¿Dónde está la falla? Yerra el legislador cuando intenta corregir la realidad con nuevas leyes o también cuando crea innumerables recursos y vericuetos procesales capaces de ahogar la mayor parte de las investigaciones, incluso las mejor intencionadas. Falla la policía cuando, por corrupción o por ineficiencia, deja escapar a los delicuentes más pesados. Fallan los organismos de inteligencia y la inteligencia policial cuando se muestra incapaz de detectar y descubrir el armado de grandes maniobras económicas. Y, al final de la cadena, fallan los jueces. El resultado es agobiante: máximo delito, respuesta escasa. Analizar tan sólo la secuencia de cuántas causas ingresan en el sistema; cuántas pasan a juicio oral y cuántas terminan en condena -un verdadero embudo que lleva a la impunidad- es sólo una parte del problema. La realidad, como se ve, parece mucho más compleja e intrincada. En la Argentina parece estar funcionando una matriz de impunidad. Sea porque el sistema se fue armando para asegurar ese resultado; sea porque sucesivas reformas se acumularon en forma aluvional y lo volvieron ineficiente; sea por cualquier otro motivo, el resultado es el mismo: en los grandes números, no hay represión del delito. Y, cuando observamos las maniobras más complejas, vemos un dato interesante: cuando nos enteramos de grandes delitos, no sólo encontraremos algunos delincuentes, sino, también, controles estatales corrompidos. Basta con ver la trama del caso de la empresa aérea SW para imaginar, con bastante grado de probabilidad, que el joven de 26 años, Walter Beltrame, no puede ser el centro de la maniobra y que curiosamente fallaron, uno tras otro, todos los controles: el de la empresa aeronáutica y, lo que es peor, el de la Policía Federal (porque la droga entraba en Ezeiza por tierra), el de la Policía Aeronáutica y finalmente el de la Aduana. Por un motivo u otro, los controles terminan siendo cómplices. Los argentinos, sobre todo la clase dirigente, tiene que decidirse, de una vez por todas, a desenhebrar esa gran trama. El sistema penal es opaco, poco transparente y presumiblemente vulnerable. De una vez por todas, los argentinos tenemos que decidirnos a barajar y dar de nuevo para construir un país más serio y creíble. Para eso se necesitan una firme decisión política y, sobre todo, una inclaudicable presión social para que las cosas cambien. Porque, en definitiva, la presión de la sociedad es el último de los controles. Por Adrián Ventura De la Redacción de LA NACION El Congreso busca aliviar los tribunales La desfederalización de causas de drogas La justicia federal podría perder más del 50 por ciento de las causas que tiene hoy a su cargo, en las que investiga delitos de tenencia de estupefacientes, si el Congreso sanciona una ley que propone "desfederalizar" las causas contra pequeños comerciantes y consumidores de drogas. De aprobarse esta reforma, que ya cuenta con media sanción del Senado, las provincias tendrían la facultad de optar -mediante una ley convenio- por que los juzgados locales investiguen estos delitos. Sin embargo, las causas más graves, como las vinculadas con el narcotráfico, seguirían a cargo de los jueces federales. La iniciativa pasó con éxito por la Cámara alta -que la aprobó en octubre pasado por amplia mayoría- y en diciembre obtuvo dictamen favorable de las tres comisiones que la estudiaron en Diputados: la de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico, la de Legislación Penal y la de Justicia. Sin embargo, estas comisiones propusieron introducirle modificaciones al proyecto que, de ser adoptadas en el recinto de la Cámara baja, obligarían al Senado a volver a evaluar la iniciativa. "Creo que se trata de un muy buen proyecto. Además, lo están pidiendo las provincias, especialmente la de Buenos Aires", dijo el diputado de la Comisión de Legislación Penal Adrián Menem (PJ-La Rioja), en referencia al reclamo para que salga esta ley del gobernador bonaerense, Felipe Solá, ferviente defensor de la iniciativa. El diputado justicialista Jorge Casanovas, miembro de las tres comisiones que analizaron el proyecto, afirmó que las modificaciones propuestas van en contra de la reducción de penas que incluyó el Senado, pero que "hay acuerdo para que salga el traspaso de competencia a los fueros ordinarios". De acuerdo con el proyecto aprobado por el Senado, la justicia local sólo podría investigar los casos en que se "comercie, entregue o facilite estupefacientes fraccionados en dosis destinadas directamente al consumidor" y las causas por "tenencia para consumo personal" y "tenencia simple" (cuando no pueda comprobarse que la droga sea para consumo personal, ni tampoco para comercialización). El proyecto recibió ocho disidencias, entre ellas la de las diputadas Marcela Rodríguez (ARI-Buenos Aires) y María Fabiana Ríos (ARI-Tierra del Fuego) , que señalaron que "los tribunales del interior del país no poseen los recursos humanos y económicos para afrontar la carga de trabajo que aparejaría el traslado de lo que constituye el 65 por ciento de las cuestiones tratadas en el fuero federal".