la agresividad al servicio del amor

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La agresividad al servicio del amor:
Una aproximación psico-pedagógica-pastoral.
Cristóbal Solares.
“Reconocer los modos complejos como el amor y
la agresión se mezclan e interactúan en la vida
de la pareja, también permite sacar a luz los mecanismos mediante los cuales el amor puede in—
tegrar y neutralizar la agresión, y en ciertas cir--cunstancias, triunfar sobre ella”. 1
La práctica psicoterapéutica, la práctica pastoral y alguna literatura sobre el tema,
sugieren que en el mundo interno de las personas suelen convivir el amor con la
agresividad. Ambas realidades se proyectan hacia el mundo externo, sobre todo en
las relaciones interpersonales, prevaleciendo y triunfando a veces uno sobre la otra.
Esto depende de múltiples factores, uno de los cuales, un Superyó maduro sobre
uno hipertrófico o hipotrófico. Contrariamente, la agresión se manifiesta
excesivamente, con extremos de sadismo y crueldad irracional. La agresividad que
cohabita con el amor en el interior de cada persona, no puede ser del todo
suprimida. Pero el predominio de uno puede mitigar, disminuir, neutralizar e integrar
los efectos nocivos y destructivos de la otra. Es más, la agresión puede ser puesta al
servicio del amor. Y están la fe y la esperanza de que el ser humano por más
malvado y cruel que haya devenido, conserve un mínimo de bondad y pueda
convertirse. Esta es la base de toda práctica psicoterapéutica y de cualquier acción
educativa y pastoral. Además, una fe en el predominio de la bondad, más bien que
de la maldad del ser humano, permite considerar como momentánea y transitoria, en
vez de permanente, la agresión y la violencia que se desencadenan
desmesuradamente ya sea a nivel intrapersonal que interpersonal. En esta línea de
pensamiento nos situamos: en la de un ser humano considerado “culpable”, pero
redimible, más bien que “trágico y sin alternativas”. Esta podría parecer la
perspectiva de alguien que prefiere vivir en “el mundo de un Dios hiper-exigente,
más bien que en un mundo gobernado por demonios impredecibles”. 2 Pero al final
resultaría una postura más optimista, como la de Kohut cuando afirma: “Yo no creo
que el hombre esté guiado de algún modo prácticamente relevante por un irreducible
instinto de muerte; yo creo más bien que es víctima de su aún no superada
tendencia a reaccionar a las injurias recibidas con una cólera narcisista a menudo
ilimitada; pero mientras esta tendencia aún está fuera de control, esperamos que un
progreso ulterior de nuestra ciencia, con la ayuda de la introspección y de la
empatía, nos permita llegar a adquirir un control más eficaz de la agresividad
humana”. 3 El problema en cuestión es el de si el ser humano es curable, educable y
redimible y con él, la sociedad que es su producto y a la vez la realidad que lo
condiciona. Una postura basada en la antropología cristiana, permite criticar y
cuestionar las pretensiones de determinismos internos y externos, pero acepta los
condicionamientos y la interacción mutua; de modo que ni la persona está
completamente a merced de la sociedad externa, ni la sociedad es una realidad
imposible de ser transformada y modificada. En otras palabras, lo que puede parecer
una utopía, puede ser convertido en “topía”, en una realidad posible, una alternativa
en el tiempo y en el espacio; o como dijera Buber: “No debemos llamar utópico
1
(imposible) aquello en lo que todavía no hemos puesto a prueba todos nuestros
esfuerzos y todas nuestras energías”. 4 Pues si el utopismo nos evita caer en los
sentimientos de impotencia ante la violencia deshumanizada, es preferible recibir el
apelativo de “utópico”, antes que caer en la desesperación y en el sentimiento trágico
de la vida; y de la misma manera, si la violencia irracional constituye un mal para
todos, creemos que “el mal se puede vencer a fuerza de bien” (Rm 12, 21).
En este artículo sigo principalmente el pensamiento de Kernberg y su teoría
psicoanalítica de las relaciones objetales. Esta teoría considera las relaciones
objetales tempranas; es decir, señala que las experiencias frustrantes y dolorosas
del bebé en las interacciones con la madre, son las principales causas de enojos,
rabietas y caprichos. La frustración y el dolor son inevitables, porque el infante no
siempre puede disponer y tener a la madre sólo para él. Aunque el infante también
“aprende a internalizar la conducta agresiva de la madre y la reproduce en sus
relaciones con ella o con otras personas”. 5 La agresión y la agresividad son
entonces inevitables. Pero hay efectos agresivos leves, tales como la irritación, el
mal humor, los enojos, etc. Como hay efectos agresivos intensos y a veces
excesivos: la ira, el rencor, el odio, el engaño, la venganza y la violencia destructiva.
Esto hace pensar que la normalidad o patología de la agresión depende del grado de
intensidad con el que se experimente y sobre todo del grado de intensidad y exceso
con que se exprese. En las relaciones interpersonales se dan formas de agresión
sutiles, que pueden ser consideras normales, tales como los celos, envidias,
rebeldías, algunas respuestas de tono elevado, algunas ironías, o la violación de
alguna convención social. Se considera incluso un “masoquismo normal”, 6 el cual,
por una parte, ayuda a equilibrar los impulsos agresivos y libidinales; y por otra,
ayuda a integrar la capacidad sublimatoria para soportar el dolor y la frustración (en
la forma de trabajo duro) como precio del éxito y del logro futuro.
Por lo que se refiere al amor y a la agresión en las relaciones matrimoniales o de
pareja, ambos se mezclan e interactúan, particularmente en la relación sexual. Esto
se manifiesta en el hecho de penetrar y ser penetrado, en donde el potencial
erógeno es utilizado en la experiencia del dolor como aporte necesario a la fusión
gratificante con el otro; es decir, en la capacidad normal para transformar el dolor en
excitación erótica. Esta es una forma de agresividad puesta al servicio del amor, una
agresividad normal. Sin embargo, no se debe olvidar los extremos que tienden a
degenerar en violencia irracional: las formas sado-masoquistas de expresar la misma
sexualidad, las infidelidades matrimoniales que de por sí representan una fuerte
agresión al “partner”, etc. Es interesante notar, respecto a la agresividad en general,
que como un dato de hecho, algunos estudios estadísticos demuestran que no hay
una diferencia significativa que haga suponer que los hombres sean más agresivos
que las mujeres; 7 lo que si es diferente son las diversas modalidades de expresión.
Analizando la vida de pareja o las relaciones matrimoniales, las cuales son
básicas para el funcionamiento de la familia, Kernberg señala y atribuye a los
trastornos de “un Superyó rígido, hostil, punitivo y perseguidor”, 8 como un causante
de violencia y de sufrimiento provocados, contradictoriamente, contra la persona o
las personas a quienes se ha prometido amar, cuidar y respetar.
Se constata que de la violencia entre los cónyuges con relativa frecuencia se pasa
a la violencia hacia los hijos o que involucra a toda la familia. Cuando esto sucede,
también la máxima bíblica “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos
2
mediante la instrucción y la corrección según el Señor” (Ef 6, 3), invita a moderar los
excesos de un Superyó rígido, perfeccionista e intransigente, que nada tiene que ver
con las exigencias del Evangelio, ni con una educación de los hijos que en vez de
expresarse en la corrección e instrucción, se convierte sólo en descarga o desahogo
de cólera y de ira “acting out”.
Son conocidas las consecuencias de hijos de padres violentos, que aprenden a
introyectar las figuras de sus progenitores, con sus correspondientes dinámicas y
mecanismos agresivos, sobre todo cuando no se da una educación moral y religiosa
adecuada. En la mayoría de éstos casos, suele faltar la educación del saludable
sentido “del límite” el cual permite percibir y considerar al otro como un sujeto y como
una persona, en vez de como un objeto del cual se pueda disponer y maltratar al
propio antojo. En efecto, los hijos psicopáticos o antisociales, los cuales después se
organizan en verdaderas bandas criminales, suelen haber crecido en familias que
habituaban ya a los pequeños a robar, a pegar, a herir, a violar y a amenazar a sus
semejantes. La razón es que su Superyó hipotrófico les permite creer que están en
su derecho natural y por encima de cualquier norma social, que les pueda limitar sus
pretensiones de convertir a la sociedad en un mundo gobernado por la ley de la
jungla. Este es un fenómeno que se agrava en todas partes por su conexión con el
narcotráfico, por el fácil tráfico y tenencia de armas y por acostumbrarse al dinero
fácil y a una vida cómoda, producto del robo, del secuestro, de la extorsión e incluso
del asesinato.
La psico-génesis de muchos de los susodichos mecanismos de la violencia, son
señalados por la psicología de la edad evolutiva, la cual hace un elenco de
situaciones que van desde: el divorcio o la separación de los padres, a los padres
demasiado ausentes en la vida de sus hijos, padres excesivamente permisivos,
progenitores tiránicos y hostiles, etc; 9 y generalmente ellos mismos involucrados en
la criminalidad organizada. En otras palabras, son las consecuencias de un Superyó
hipertrófico o hipotrófico.
Cuando se trata de bandas delincuenciales o de criminales organizados, tales
como aquellas que están amenazando y azotando a las sociedades de los países
de Centro América, es frecuente notar la repartición del “territorio de acción”, por la
cual los miembros de una banda observan una relativa fidelidad a los miembros del
mismo grupo de pertenencia, pero entran en una verdadera “guerra de guerrillas” o
en una “guerra abierta” hacia los miembros de otras bandas. Ellos cumplen
ejecuciones vindicativas contra los otros que son considerados enemigos o
contrincantes en competencia de posesión del mismo ambicionado botín. Los índices
de crueldad en la venganza registran masacres de familias enteras, incluyendo
niños, mujeres (a veces embarazadas) y ancianos inocentes. El dispositivo de armas
de muchos grupos criminales, constituye un arsenal tan grande y un manejo de
mecanismos tan diabólicos, que supera los medios correctivos y de control de los
gobiernos (incluyendo las cárceles y los cuerpos policiales); creando un ambiente de
caos, de miedo y de impotencia. La psicología de masa demuestra a este respecto,
que entre más grandes y menos estructurados sean los grupos, son más proclives a
la alta emotividad (agresión, miedo, envidia, etc.) y se da una mayor irracionalidad
(prejuicios, intolerancia, venganzas, etc.), 10 conduciendo a relaciones y a reacciones
cada vez más primitivas y siempre a una mayor deshumanización. Algunos grupos,
no sólo fomentan el narcisismo interno, el cual en casos de extrema agresividad
viene denominado “maligno”, sino que también desencadenan un pensamiento
3
paranoico generalizado entre sus miembros, proyectando la persecución hacia los
enemigos externos (individuos o grupos), como sucede en el caso de los grupos
llamados de “ataque-fuga”. Un ejemplo claro de esto son las denominadas
“masacres de la selva” ejecutadas contra poblaciones civiles enteras, sobre todo
indígenas, en el nor-occidente de Guatemala por manos de un ejército corrupto y
cruel previamente mentalizado e ideologizado para el efecto, en las recientes
décadas de los 70’s y 80’s.
Kernberg reconoce que una sociedad que alimenta y fomenta el narcisismo
patológico, produce personas cada vez más incapaces de amar a sus semejantes.
Las relaciones del narcisista patológico con sus semejantes son descritas como
explotadoras y parasitarias. 11 Además, la personalidad narcisista en el fondo,
inconscientemente, odia, desprecia y se detesta a sí misma y en consecuencia odia,
desprecia y detesta a los demás. Y cuando al narcisismo patológico se agrega el
fenómeno de la personalidad de tipo paranoico, agravando la patología,
generalmente ambos en los niveles de estructura de la personalidad de tipo
“Borderline” (fronterizo), los mecanismos de escisión de la personalidad (all good –
all bad) que impiden intra-personalmente una integración y reconciliación del amor y
del odio, se proyectan hacia el exterior, creando un mundo dividido en amigos y
enemigos. Estos mismos mecanismos tienden a generalizarse a nivel grupal y social.
Pero también hay grupos y sociedades que fomentan una cultura de
reivindicación y de confrontación social, los cuales no siempre abogan por la
eliminación de los adversarios; y hay casos de grupos que fomentan una cultura
paranoica de odio, persecución, desprecio y destrucción de los otros, los cuales son
percibidos como enemigos. Las raíces de ambos fenómenos, según Kernberg,
deben ser estudiadas en las causas históricas, detrás de profundas frustraciones de
tipo social, económico y político. En buena parte parecen diferenciarse los
movimientos guerrilleros de liberación que reivindican “causas justas”. Sin embargo,
también los movimientos de tipo terrorista, que encuentran soporte y sustentamiento
en ideologías religiosas fundamentalistas, o sea, en el uso ideológico de la religión, 12
por esta misma razón, podrían pretender las mismas “causas justas”. También varios
ejércitos latinoamericanos, siguiendo una ideología de “Doctrina de la Seguridad
Nacional” y amparándose en un cierto tipo de religión, justificaban sus masacres. La
diferencia podría estar tanto en los fines como en los medios perseguidos. Por
ejemplo, un grupo “kamikaze de tipo islámico” que usa ideológicamente el Corán,
pretendiendo que “El Islam es la única verdadera religión” (Sūra III, 19), y que lleva al
suicidio individual y a un asesinato colectivo de inocentes, olvidando que el Dios de
los Musulmanes es el mismo Dios de las otras religiones monoteístas “El Dios
sumamente clemente y misericordioso” (cf., el inicio de cada Sūra del Corán), podría
diferenciarse mucho de los grupos guerrilleros latinoamericanos. Estos originados en
las mismas filas de los ejércitos gubernamentales, luchan contra la corrupción, la
violencia institucionalizada y la injusticia. Pero con ellos se ha dado la posibilidad de
diálogo y flexibilidad. Este es el caso de varios grupos guerrilleros en Centro
América, los cuales presionados por la Organización de las Naciones Unidas, en los
últimos años se han reintegrado a la vida social y política, pasando a conformar
partidos de oposición de tipo izquierdista.
Pero también los partidos políticos de “derechas”, han usado la violencia
institucional considerando a los otros como enemigos. También ellos han caído en la
trampa de los mecanismos de escisión que divide al mundo en malos y buenos, en
4
amigos y enemigos. En efecto, es fácil proyectar y apuntar el dedo contra los demás,
ignorando que en el interior de cada ser humano conviven las tendencias a la
bondad y a la maldad, el amor y la agresividad. Esta escisión del ser humano evoca
la división descrita en la antropología paulina, como la del hombre todavía dominado
por el pecado, dividido en sus tendencias hacia el bien y hacia el mal, en espera de
redención y de integración (Rm. 7, 14-19).
Puede decirse que entre las motivaciones iniciales de muchos fundadores de
movimientos de reivindicación y de confrontación social, están aquellas de una
“indignación ética” ante la injusticia, la explotación y la expoliación de los indefensos;
y aunque esa indignación ética no justifique el uso de las armas (si no posiblemente
como autodefensa), ni la violencia de exterminio para alcanzar sus objetivos, puede
si constituir uno de los casos en los cuales la agresividad es puesta al servicio del
amor.
La indignación ética que a muchos hombres y mujeres, especialmente en
América Latina, ha llevado al profetismo y al martirio, o a la aceptación de deber
pagar el precio de sus opciones con la propia vida, es otro ejemplo, no solamente del
triunfo del amor sobre la agresividad, sino del triunfo del amor sobre una
concupiscencia más generalizada, o como la define Lévinas: “el amor utópico por el
otro, que se aventura en una realidad posible, en la santidad de una caridad
incondicionada y de un amor que ha logrado liberarse de la concupiscencia”. 13 Un
ejemplo concreto, antiguo y actual, de alguien que creyó que el amor puede
prevalecer sobre el odio y que la paz puede triunfar sobre la guerra, es el de
Francisco de Asís. No obstante Freud lo presente en una visión que busca de
equilibrar el amor a sí mismo y el amor a los demás: “San Francisco de Asís fue
quizá quien llegó más lejos en la utilización del amor para lograr una sensación de
felicidad. Cierta concepción ética pretende ver en esta disposición al amor universal
por la humanidad y por el mundo la actitud más excelsa a que puede elevarse un ser
humano”. 14 Sin embargo, Erikson, a partir de la oración de la paz de s. Francisco,
parece apuntar a un amor más trascendente, en el cual el amor por el otro supera el
amor a sí mismo; él habla de un amor que incluye no sólo el “pathos”, (el sufrimiento
por el otro y con el otro), sino que es capaz por el otro de llegar a la última Pasión:
“Reconocemos del mismo modo la perfección de la caridad en las palabras de Cristo
y de San Francisco, en la perspectiva de la última Pasión”. 15 En efecto, Francisco de
Asís, más que un pacifista cómodo fue un verdadero constructor de paz. Lo
demuestran sus varias arriesgadas iniciativas: su intervención para reconciliar al
Alcalde y al Obispo de Asís que estaban enemistados; su propuesta de alternativa a
las cruzadas (su arriesgado diálogo con el Sultán de Egipto); y su mediación en la
reconciliación de la población de Gubbio, atemorizada por un feroz y violento lobo, el
cual hace pensar no a un animal, sino a un hombre individual o colectivo violento, 16
que puede representar lo que Hobbes define como el “hombre que se convierte en
lobo para el otro hombre”.
Pero es necesario señalar, que hay una buena diferencia entre lo que es el
radicalismo evangélico de los santos, el cual los conduce a ser muy exigentes
consigo mismos, pero muy misericordiosos y compasivos con los demás, de lo que
es el fundamentalismo, cual postura rígida, intransigente y de consecuencias
sumamente agresivas y violentas.
5
Kernberg propone una mayor inversión en educación a varios niveles como
solución a los problemas de agresión y violencia irracional: por una parte propone la
psicoterapia individual, matrimonial y de grupo. Pero a nivel social, nacional e
internacional, sostiene que una mayor cooperación entre los gobiernos y una mayor
asistencia a los países más pobres, debe tender a la erradicación del analfabetismo,
de la pobreza, la miseria, las grandes injusticias, etc., y a crear oportunidades de
vida más dignas y equitativas para todos.
No sólo las madres “suficientemente buenas” (Winnicott), sino también los padres
mejor educados, se encontrarán en condiciones de ayudar a sus hijos a equilibrar ya
desde pequeños, la gratificación y la frustración, el amor y la agresión. Los
psicoterapeutas aprenden a tolerar la propia agresividad y la de los otros,
sirviéndoles de ejemplo y de “couch” o contenedor. Los amigos de una pareja
matrimonial, sobre todo si se trata de otras parejas de amigos, ayudan a distensionar
y a descargar “con control” en situaciones de conflicto y de violencia. Los grupos
matrimoniales sirven de “válvulas de desahogo” a la agresión recíproca de las
parejas. Y la “discontinuidad temporal”, entendida como distanciamiento transitorio
de los cónyuges en situaciones de conflicto y de violencia excesiva, ayuda a evitar
una mayor agresión. Por otra parte están las “convenciones” sociales, morales,
culturales y religiosas, como fuente de valores éticos tales como la solicitud, la
preocupación y la responsabilidad por el otro. Kernberg está convencido del rol
importante que juegan las religiones organizadas con sus sistemas éticos que
buscan de proteger el bien del mal: “La capacidad para perdonar a los otros
constituye el signo de un Superyó maduro, derivado del hecho de haber sido capaz
de reconocer la agresión y la ambivalencia en uno mismo y la capacidad de aceptar
la ambivalencia inevitable de las relaciones íntimas. El perdón auténtico expresa un
sentido maduro de la moral, una aceptación del dolor que acompaña a la pérdida de
las ilusiones sobre uno mismo y el otro, y fe en la posibilidad de recuperar la
confianza, en la posibilidad de recrear y mantener el amor más allá de los
componentes agresivos”. 17 Sin embargo, un creyente o una persona religiosa sabe
que el poder capacitarse para el perdón y la reconciliación, es igualmente fruto de la
oración y un don concedido por gracia sobrenatural. En otras palabras, el creyente
debe saber echar mano de las mediaciones de la gracia.
Finalmente, el papel de las religiones organizadas con sus sistemas éticos no
puede restringirse a la educación de los individuos y de las familias. Una macropastoral o pastoral social, debe emprender iniciativas y acciones que involucren a
partidos políticos, a gobiernos y a organizaciones nacionales e internacionales que
hagan prevalecer la cultura de la vida sobre la cultura de la muerte, la globalización
de la ética y la erradicación del hambre en el mundo. Las estadísticas ante las cuales
deben callar otros discursos ponen en evidencia, que el hambre y la falta de acceso
a las condiciones de vida, sigue siendo la bomba más letal que continúa asesinando
a millones de seres humanos. Esta realidad violenta que interpela a hombres y
mujeres de buena voluntad, a los cristianos y a los “cristianos anónimos” de Mt. 25,
31-46, es siempre un desafío.
Abstract 1
LA AGRESIVIDAD AL SERVICIO DEL AMOR
6
(Una aproximación psicopedagógica-pastoral)
Siguiendo la Teoría psicoanalítica de las relaciones objetales de Kernberg, el
autor intenta demostrar, que la agresión puede ser puesta al servicio del amor. Una
visión psico-pedagógica-pastoral parte del presupuesto que el ser humano es
curable, educable y redimible. La agresión convive inevitablemente con el amor, y
aunque no puede ser del todo suprimida, si puede ser canalizada, expresada con
control y usada para efectos benéficos. Pero el hecho de que prevalga sobre el
amor, se debe principalmente al papel de un Superyó hipertrófico o hipotrófico. Se
trata de un Superyó patológico de efectos catastróficos que desencadena una
violencia irracional con excesos de crueldad inhumana y destructiva. La psicogénesis es analizada desde la psicología evolutiva. Pero se desarrolla y se complica
por condiciones sociales, políticas y económicas, causas que provocan la frustración
e insatisfacción; y como consecuencia surgen los movimientos de reivindicación
social, la violencia institucionalizada, la criminalidad organizada, etc. Algunos
ejemplos son dados desde la psicología individual, la psicología matrimonial y social.
Sin embargo, la persona aprende a educar sus emociones, aprende a expresarlas
con control. En esta tarea educativa la familias y las religiones organizadas con sus
sistemas de valores éticos juegan un papel importante. Ellas ayudan a proteger el
bien del mal y fomentan la confianza de que el mal (sobre todo el mal de la violencia
irracional) puede ser vencido “a fuerza de bien” (Rm 12, 21); que el amor puede
prevalecer sobre el odio y la paz sobre la guerra. Algunos ejemplos de que la
agresión puede ser puesta al servicio del amor, se tienen en las relaciones íntimas o
de pareja, en el uso de un “masoquismo normal” que permite superar las
frustraciones y trabajar duramente por logros futuros, en la lucha por altos ideales;
en la indignación ética que lleva a luchar contra la injusticia, la opresión y el hambre
en el mundo. Las religiones no tienen una dimensión sólo funcional; pero se hace
igualmente relevante su “rol” en la vida social y política, nacional e internacional
(fungiendo como conciencia crítica axiológica e involucrando gobiernos e
instituciones). Las religiones organizadas con sus sistemas éticos, no obstante no
estén exentas de ser usadas para motivaciones instrumentales e ideologizaciones
fundamentalistas, pueden contribuir significativamente a una pedagogía de la paz, a
la globalización de la ética y a la abolición del hambre en el mundo.
Abstract 2
L’AGGRESSIVITA’ A SERVIZIO DELL’AMORE
(Un approccio psico-pedagogico-pastorale)
Seguendo la Teoria psicoanalitica delle relazioni oggettuali di Kernberg,
l’autore tenta di dimostrare che l’aggressività può essere messa al servizio
dell’amore. Una visione psico- pedagogica- pastorale parte del presupposto che la
persona è guaribile, educabile e redimibile. L’aggressività convive inevitabilmente
con l’amore, e poiché non può essere soppressa, invece può essere smorzata,
incanalata, espressa con controllo e usata con effetti benefici. Ma quando ha una
prevalenza sull’amore, è soprattutto a causa di un Super’io di tipo ipertrofico o
ipotrofico. Ciò si fa sentire nelle conseguenze catastrofiche della violenza irrazionale
e distruttiva e negli estremi di crudeltà inumana. La psicogenesi di ciò è analizzata
nella psicologia evolutiva, ma lo sviluppo patologico degli individui è aggravato e
complicato per la patologia familiare e per le situazioni e condizioni sociali, politiche
7
ed economiche di carenza, di ingiustizia, oppressione, disuguaglianza, ecc. Queste
rappresentano le principali cause di frustrazioni e insoddisfazioni. Così sorgono i
gruppi e movimenti di rivendicazione sociale, la violenza istituzionale, la criminalità
organizzata, ecc.
Le situazioni diventano ancora più complesse quando si
aggiungono il traffico di stupefacenti, il facile traffico di armi, ecc. Alcuni esempi si
hanno nella psicologia individuale, familiare e sociale.
Ma la persona può imparare a educare le sue emozioni e può imparare a
esprimerle con controllo, può imparare a passare dall’egoismo all’altruismo e dalla
violenza irrazionale a un’aggressione messa al servizio dell’amore. Le famiglie e le
religioni organizzate con i loro sistemi di valori etici possono svolgere un ruolo assai
importante: aiutando a prevenire, aiutando a proteggere il bene dal male e fomentano
la fiducia che “il male può essere vinto a forza di bene”, che l’amore può prevalere
sull’odio e che la pace può sconfiggere la guerra. Alcuni esempi dell’aggressione
messa al servizio dell’amore sono dati nelle relazioni intime o di coppia, nel
masochismo “normale”, che aiuta a superare le frustrazione e a investire nell’arduo
lavoro come prezzo di un successo futuro o nella lotta per gli ideali; ma specialmente
nell’indignazione etica che si traduce in lotta contro l’ingiustizia, contro l’oppressione
e la fame nel mondo. Le religioni non hanno un ruolo solo funzionale, ma diventa
imprescindibile il loro influsso nella vita sociale e politica, nazionale e internazionale.
Nonostante non siano esenti da usi utilitaristici e da manipolazioni ideologiche e
fondamentaliste, possono dare un contributo significativo in una efficace pedagogia
della pace, nella globalizzazione dell’etica e nell’abolizione della fame nel mondo.
Abstract 3
L’AGRESIVITE AU SERVICE DE L’AMOUR
(Une approche psychopédagogique-pastorale)
Suivant la Théorie psychanalytique des relations d’objets de Kernberg, l’auteur
tente de montrer que l’agressivité peut être mise au service de l’amour. Una vision
psychopédagogique-pastorale part du présupposé que la personne est guérissable,
éducable et rachetable. L’agressivité cohabite inévitablement avec l’amour, et bien
qu’elle ne puisse pas du tout être supprimée, elle peut par contre être atténuée,
canalisée, exprimée avec contrôle et utilisée pour des effets bénéfiques. Mais dans
des cas où elle a une prédominance sur l’amour, c’est surtout à cause du Super-moi
hypertrophique ou hypotrophique. Alors se fait sentir les conséquences
catastrophiques de la violence irrationnelle et dans extrêmes de cruauté inhumaine.
La psychogenèse est analysée dans la psychologie évolutive, mais le développement
pathologique des individus est aggravé et compliqué, d’abord par la pathologie
familiale, et après par les situations et conditions sociales, politiques et économiques
de pénurie, d’injustice, d’oppression, d’inégalité, etc. Celles-ci représentent les
principales causes de frustrations et insatisfactions. Ainsi surgissent les groupes et
mouvements de revendication sociale, la violence institutionnelle oppressive et
répressive, la criminalité organisée, et les mouvements de type terroriste. Les
situations deviennent complexes quand s’ajoutent le trafic de stupéfiants, le trafic
facile d’armes, etc. Quelques exemples sont donnés par la psychologie individuelle,
familiale, et sociale.
8
Mais la personne peut apprendre à éduquer ses émotions et peut apprendre à les
exprimer avec contrôle. On peut apprendre à passer de l’égoïsme à l’altruisme et de
la violence irrationnelle à une intelligente agression mise au service de l’amour. Les
familles et les religions organisées avec leurs systèmes de valeurs éthiques peuvent
jouer un rôle très important: en aidant à prévenir, en aidant à protéger le bien du mal
et en créant la confiance que « le mal peut être vaincu par le bien » (Rm 12, 21), que
l’amour peut prévaloir sur la haine et que la paix peut vaincre la guerre. Quelques
exemples de l’agression mise au service de l’amour sont donnés dans les relations
intimes ou de couples, dans le masochisme « normal » qui aide à dépasser la
frustration et investir dans la travail ardu comme prix d’un succès futur ou dans la
lutte pour les idéaux ; mais spécialement dans l’indignations éthique qui se traduit en
lutte contre l’injustice, contre l’oppression et la faim dans le monde. Les religions
n’ont pas seulement un rôle fonctionnel, mais leur influence devient indispensable
dans la vie sociale et politique, nationale et internationale (servant comme
conscience critique et dans l’implication des groupes, gouvernements et institutions
pour la transformation sociale). Bien qu’ils ne soient absents des usages utilitaristes
et de manipulations idéologiques et fondamentalistes, elles peuvent donner une
contribution significative dans une efficace pédagogie de la paix, dans la globalisation
de l’éthique et dans l’abolition de la faim dans le monde.
1
O. Kernberg, Relaciones Amorosas. Normalidad y patología, Paidós, Buenos Aires
1997, 13.
2
Ronald Fairbairn citado por O. Kernberg en su artículo: “Psychoanalytic
Perspectives on the Religious
Experience”, en: American Journal of Psychotherapy, Vol. 54, n. 4, Fall 2000, 464.
3
H. Kohut, Introspezione ed Empatia, Boringhieri, Torino 2003, 163.
4
M. Buber, Sentieri in Utopia, Comunità, Milano 1967, 15.
5
O. Kernberg, Aggression in Personality Disorders and Perversions, Yale U. Press,
New Haven and London
1992, 27.
6
Ibid., 36.
7
Rulla L.M.-Imoda F.-Ridick J., Entering and Leaving Vocation: Intrapsychic
dynamics, Gregorian U. Press,
Roma, U. Press. Chicago, Chicago 1980, 308.
8
O. Kernberg, Relaciones amorosas.Normalidad y Patologia, 192, 195.
9
Cf. G. Dacquino, Educazione psicoaffettiva, Borla, Torino 1972, 59-63.
10
Cf. O. Kernberg, Mondo interno e realtà esterna, Boringhieri, Torino 1990, 197198.
11
Cf. O. Kernberg, “Why some people can’t love”, en Psychology Today, June 1978,
55-59.
12
Cf. O. Kernberg, “The Pychology of Religious Fundamentalist Ideologies,”
(Conferencia a la Academia
de Medicina de New York, el 30 de octubre del 2001), en:
www.theapm.org/conf/kernberg.html
13
E. Lévinas, Tra noi. Saggi sul pensare all’altro, Jaca Book, Milano 1998, 273.275.
14
S. Freud, El malestar en la cultura, Alianza Editorial, Madrid 1995, 44.
15
E. H. Erikson, Introspezione e Responsabilità, Armando, Roma 1969, 153.
16
F. Uribe, Por los caminos de Francisco de Asís, Aranzazu, Navarra 1990, 133. El
poeta nicaragüense Rubén
9
17
Darío ha inmortalizado esta historia en su poema: “Los motivos del lobo”.
O. Kernberg, Relaciones Amorosas. Normalidad y Patología, 180-181.
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