SÁBADO | 5 | Sábado 9 de agoSto de 2014 creatividad independientemente de ello, la decisión de jugar fue buena. Eso sí: si a alguien a lo largo del tiempo le va bien, se puede inferir que toma buenas decisiones”, plantea Weissmann. Sebastián Campanario El miedo a tomar decisiones. O el famoso efecto “la seguimos por mail” Premios y castigos Hay una asimetría muy perjudicial entre premios y castigos a la hora de evaluar decisiones, que lleva a lo que se denomina “sesgo de omisión”: se castiga mucho una decisión errada, pero se premia poco una decisión acertada. Todo esto suma incentivos a la indecisión. “La gente huye de las decisiones. Entonces, hay que trabajar sobre esas asimetrías. El miedo al fracaso es el principal inhibidor de decisiones. Si el error se esconde debajo de la alfombra, no permite aprender. En España, hay un banco que una vez por mes da el premio al mejor error y promueve que el resto aprenda”, explica Weissmann. Ego, falta de método y pésimos incentivos son las principales razones que alimentan el fantasma de la eterna indecisión “M ascherano no usa reloj: él decide qué hora es”, aseveraba uno de los #maschefacts que se multiplicaron en Twitter tras la gran actuación del mediocampista argentino en el partido frente a Holanda, en el Mundial de Brasil. Claro que, en la vida cotidiana y en el trabajo, tomar decisiones es una tarea algo más compleja. No sólo somos peores de lo que pensamos a la hora de enfrentarnos a determinaciones, sino que tendemos a evitarlas. Para los procesos de innovación, los sesgos psicológicos que alteran los mecanismos decisorios pueden llevar a resultados catastróficos. “Decidir es morir un poco”, decía Pierre Pavesi, un francés que en 1970 fundó la primera cátedra de Teoría de la Decisión, en Económicas de la UBA. “Es cierto, cada vez que decidimos matamos un camino que no podrá ser. Si a eso le sumamos el miedo al fracaso, tenemos las principales razones de por qué nos cuesta tanto decidir”, dice ahora Ernesto Weissmann, que da clases sobre este tema en la UBA. Weissmann es, además, un mago profesional. Las sutilezas de jugar con la intuición y las percepciones siempre le apasionaron a este licenciado en Administración de 39 años, y trata de aplicarlas a nivel corporativo, en empresas como Unilever, Coca-Cola o Codelco. “En el mundo de los negocios, la peligrosidad de la intuición como método decisorio es una enseñanza de la magia. Hay una tendencia –sobre todo en las La clave está en el objetivo Tanto en un proceso de decisión como en uno de innovación, es importante no perder de vista el objetivo. “Nadie innova en el vacío, sino con un objetivo concreto”, cuenta el especialista en Teoría de la Decisión. “Si nos enamoramos del proceso en sí, tendremos un buzón de sugerencias para que todos aporten ideas, pero vacío”, dice. empresas– a valorar más a los intuitivos que a los que tienen método, y la intuición es peligrosísima. Es muy difícil en el mundo de los negocios que se replique una situación en forma exactamente igual. En ajedrez es probable que haya una configuración repetida, pero en el ámbito empresario, no. En una empresa, la intuición es el arma que tiene la gente para no justificar cómo decide.” En su vida profesional y académica, Weissmann se la pasa estudiando los errores más comunes en decisiones de la vida cotidiana y de negocios, a nivel individual y grupal. Montañas de ego, falta de método y pésimos incentivos alimentan al fantasma de la indecisión eterna. En una charla con la nacion, repasó las meteduras de pata más comunes a la hora de decidir, y su relación con la creatividad y la innovación: La gente creativa decide mejor En las primeras etapas del proceso de toma de decisiones, cuando se “estructura” el problema y se plantean caminos alternativos, la creatividad juega un rol fundamental. Muchas opciones llevan a una mayor calidad de decisión, aunque pasado un cierto “umbral” de posibilidades tendemos a marearnos. “Gracias a las neurociencias, hoy sabemos que nos podemos llegar hasta a deprimir cuando las opciones son muchas, porque sentimos que no estamos eligiendo la mejor, y porque sumamos todo el resto de las opciones como costo de oportunidad en lugar de comparar con la Martín Weismann, especialista en estrategia y toma de decisiones inmediatamente inferior”, apunta el director de la consultora Tandem. ¿Cómo influye el ego? Hay analistas que aseguran que el ego se lleva entre el 6 y el 15% del resultado de una compañía. El problema del ego no es sólo el de la abundancia: si es poco, no se toman decisiones. Es muy fácil reconocer el ego en otros y no en uno mismo. “Cuando enfrente hay una persona pedante o soberbia, automáticamente se lo bloquea: no se escucha más lo que dice esa voz, que puede ser algo muy valioso, a pesar de la pedantería”, dice Weissmann. Resultados, vade retro Juzgar una decisión sobre la base de los resultados que provocó es uno de los errores más comunes, porque el azar juega un rol mucho más importante del que estamos dispuestos martín felipe/afv a admitir. Hay muy malos resultados a partir de buenas decisiones, y viceversa. “El mundo es resultadista, pero sabemos que se puede perder un partido jugando bien. La clave está en discernir buenas y malas decisiones de buenos y malos resultados. Imagine un juego en el que hay cien pelotitas: 99 blancas y una negra. Jugar sale 10 pesos y si sale una pelota blanca, se gana. ¿Qué hacer? Jugar, obviamente. Supóngase que justo sale la negra: La teoría “Insaurralde” de la decisión En los últimos años, se pusieron de moda libros, aplicaciones y todo tipo de consejos provenientes de la psicología cognitiva que dan recomendaciones para “no procrastinar”: no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Weissmann comenta un trabajo reciente, volcado en el libro de divulgación Wait, de Frank Partnoy, que hace un elogio sobre “demorar” la decisión todo lo que se pueda. “Hay un lapso de tiempo en el que la demora no genera costos. Y ahí conviene no apresurarse”, explica. La metáfora que difunde Partnoy es la de los tenistas profesionales, cuya habilidad consiste en demorar todo lo que puedan el golpe, para tener el máximo de información y de tiempo de análisis posibles. Mientras concluye la entrevista, en el televisor del bar donde estamos conversando, un programa de cable analiza los coqueteos de Martín Insaurralde con el massismo, otro ejemplo de aplicación práctica de este esquema.ß [email protected]