SENTENCIA NÚM.829/2003 En Tarragona, a trece de mayo de dos

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SENTENCIA NÚM.829/2003
En Tarragona, a trece de mayo de dos mil tres.
La Sección Tercera de esta Audiencia Provincial, integrada por los Iltmos. Sres
anotados al margen, ha VISTO y admitido el presente recurso de apelación,
interpuesto por Dª. María Consuelo representada en la instancia por el Procurador D.
Marcelo Cairo Valdivía y defendida por la Letrada Dª. Yvonne Figueras Talarn contra
la sentencia dictada por el Juzgado de 1ª Instancia n° 6 de Reus en 23 de mayo de
2002, en autos de Juicio Verbal n° 75/01 en los que figura como demandante Dª.
María Consuelo y como demandado D. Juan Carlos.
ANTECEDENTES DE HECHO
ACEPTANDO y dando por reproducidos los de la Sentencia recurrida.
Primero: La sentencia apelada contiene la siguiente parte dispositiva: "Que DEBO
DESESTIMAR Y DESESTIMO la demanda interpuesta por Dª. María Consuelo , y en
su representación, el Procurador de los Tribunales, D. MARCELO CAIRO VALDIVIA, y
asistido por la Sra. Letrado Dª. YVONNE FIGUERAS TALARN, contra D. Juan Carlos ,
representado por el Procurador de los Tribunales D. XAVIER ESTIVILL BALSELLS y
asistido por la Sra. Letrado Dª. ROSER CEBRAL, con expresa imposición de las
costas ocasionadas a la parte actora.".
Segundo: Que contra la mencionada sentencia se interpuso recurso de apelación por
Dª. María Consuelo en base a las alegaciones que son de ver en el escrito de
alegaciones presentado.
Tercero: Dado traslado a las demás partes personadas del recurso presentado para
que formulasen adhesión o impugnación al mismo, por el apelado se interesa la
confirmación de la sentencia con imposición de costas a la apelante.
Cuarto: Que en la tramitación de ambas instancias del procedimiento se han
observado las normas legales.
VISTO y siendo Ponente el Iltmo. Sr. Magistrado D. JUAN CARLOS ARTERO MORA
FUNDAMENTOS DE HECHO
Primero.- Frente a la sentencia de primera instancia, que desestima la demanda
interpuesta por la Sra. María Consuelo contra el Sr. Juan Carlos , recurre en apelación
la parte actora alegando como motivo de impugnación el error en la valoración de la
prueba, pues a su juicio ha quedado acreditada la existencia de un nexo causal entre
la intervención profesional del demandado y el resultado de muerte de la perrita de la
actora, razón por la cual estima que procede revocar la sentencia y condenar al Sr.
Juan Carlos a abonar la indemnización reclamada y al pago de las costas.
Subsidiariamente aduce la apelante que, aun en el caso de confirmarse la sentencia
de primera instancia, no procedería su condena en costas, dada la excepcionalidad del
caso objeto de la presente controversia.
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Constituye objeto del presente procedimiento la pretensión indemnizatoria entablada
por la parte actora en concepto de responsabilidad contractual del demandado, cuyos
servicios como veterinario concertó para la realización de una limpieza bucal a la
perrita Yorkshire terrier de su propiedad. Ha quedado establecido que, verificada la
misma el 3-5-00, para lo cual le fue suministrada anestesia general, el animal no se
recuperó correctamente, presentando síntomas de reacción anafiláctica, lo que motivó
la asistencia del Sr. Juan Carlos aproximadamente una hora después de que la actora
se hubiese llevado a la perrita, y asimismo por la tarde del mismo día, dado que el
animal no mejoraba, llegando a fallecer poco después, según resulta del
reconocimiento del propio demandado en su interrogatorio, y tal como detalladamente
relata el Juez a quo en el último antecedente de hecho de la sentencia, cuyos
apartados a) a e) cabe suscribir íntegramente. La controversia se ha suscitado
respecto de la causa del fallecimiento del animal y la consiguiente existencia o no de
responsabilidad por parte del facultativo demandado.
Segundo.- Para resolver tal cuestión, debemos partir, como hace el juzgador de
instancia, de la aplicabilidad a los supuestos de intervención profesional de los
veterinarios de los criterios jurisprudenciales sentados en torno a la responsabilidad de
los médicos, como se ha reconocido en diversas ocasiones (como en las sentencias
de la Audiencia Provincial de Córdoba, sec. 2ª, de 11-6-99, o la de Baleares, sec. 4ª,
de 19-7-00). En este sentido, y como decíamos en nuestra sentencia de 30-3-02, el
Tribunal Supremo ha establecido como premisas "que la obligación que surge a cargo
del facultativo no es la de obtener en todo caso la recuperación o sanidad del enfermo,
o lo que es lo mismo, no es la suya una obligación de resultado, sino una obligación de
medios, es decir, está obligado, no a curar inexcusablemente al enfermo, sino a
proporcionarle todos los cuidados que requiera, según el estado de la ciencia", (SSTS
de 8-5-91, 13-10-92, 2-2-93, 24-9-94, 16-2-95, 15-10-96, 9-6-97, 29-6-99, 9-12-99 y 46-01, entre otras), y que "en la conducta de los profesionales sanitarios queda
descartada toda clase de responsabilidad más o menos objetiva, sin que opere la
inversión de la carga de la prueba, admitida por esta Sala para los daños de otro
origen, estando, por tanto, a cargo del paciente (o de sus familiares, en caso de
fallecimiento de éste) la prueba de la culpa o negligencia correspondiente, en el
sentido de que ha de dejar plenamente acreditado en el proceso que el acto médico o
quirúrgico enjuiciado fue realizado con infracción o no sujeción a las técnicas médicas
o científicas exigibles para el mismo (lex artis ad hoc)" (SSTS de 7-2-90, 13-10-92, 233-93, 5-12-94, 28-2-95, 11-2-97, 20-3-01, 23-3-01 y 6-2-01).
Ahora bien, en supuestos como el que nos ocupa resulta especialmente relevante la
jurisprudencia sobre la responsabilidad en los casos de desproporción entre la
actuación médica y el daño causado al paciente, y así cabe citar la STS de 2-12-96
"debe establecerse que, no obstante sea la profesión médica una actividad que exige
diligencia en cuanto a los medios que se emplean para la curación o sanación,
adecuados según la "lex artis ad hoc" no se excluye la presunción desfavorable que
pueda generar un mal resultado, cuando éste por su desproporción con lo que es
usual comparativamente, según las reglas de la experiencia y el sentido común, revele
inductivamente la penuria negligente de los medios empleados, según el estado de la
ciencia y las circunstancias de tiempo y lugar, o el descuido en su conveniente y
temporánea utilización", y la STS de 9-12-99, con cita de otras anteriores: "debe
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aplicarse la doctrina jurisprudencial, también repetida y que es preciso recordar, sobre
el daño desproporcionado, del que se desprende la culpabilidad del autor (así, las
SSTS de 13 de diciembre de 1997 y 9 de diciembre de 1998), que, como expresa la
STS 29 de junio de 1999, corresponde a la regla "res ipsa loquitur" (la cosa habla por
sí misma) que se refiere a una evidencia que crea una deducción de negligencia y ha
sido tratada profusamente por la doctrina angloamericana y a la regla del
Anscheínsbeweís (apariencia de prueba) de la doctrina alemana y, asimismo, a la
doctrina francesa de la "faute vírtuelle" (culpa virtual), lo que requiere que se produzca
un evento dañoso de los que normalmente no se producen sino por razón de una
conducta negligente, que dicho evento se origine por alguna conducta que entre en la
esfera de la acción del demandado aunque no se conozca el detalle exacto y que el
mismo no sea causado por una conducta o una acción que corresponda a la esfera de
la propia víctima".
Teniendo en cuenta estos parámetros, y tras un detenido examen de la prueba
practicada, que viene impuesto por el motivo de impugnación que esgrime la parte
apelante, debemos concluir que el recurso ha de prosperar. En efecto, no puede
compartirse la apreciación del Juez a quo relativa a que la causa de la muerte fue con
toda certeza un shock anafiláctico o reacción alérgica a la anestesia, pues ésta es sólo
una de la posibilidades que apuntan los peritos. Al respecto, es cierto que el
veterinario Sr. Jesús Carlos , autor de la necropsia que se practicó al animal el mismo
día de su fallecimiento (documento número 12 de la demanda), indica dicha reacción
como causa probable de la muerte, y precisa que no existe ninguna prueba previa que
permita determinar si el animal presenta una especial sensibilidad hacia los fármacos
que le suministraron, puesto que esto solamente puede saberse cuando se le inocula
el producto en cuestión; sin embargo, en el acto del juicio reconoció que el
fallecimiento también pudo producirse por causa de algún problema orgánico de la
perrita, que podría haberse determinado si se hubiese realizado una analítica previa a
la intervención, prueba que es aconsejable y que, según admitió el demandado, no fue
efectuada. Y en el mismo sentido se pronuncia el veterinario Sr. Alvaro , designado
como perito en la causa, el cual indica como posibles causas de la muerte: 1) un fallo
orgánico en el animal, que se podría haber detectado con una analítica previa, en cuyo
caso se podría haber optado por otro tipo de anestesia o por un tranquilizante; 2) una
sobredosis en la anestesia (no existen indicios de tal circunstancia); o 3) una particular
sensibilidad de la perrita a los fármacos que le fueron suministrados como anestesia,
coincidiendo en este punto con Don. Jesús Carlos en que no es posible detectar
previamente esta situación con una analítica ni a través de ninguna otra prueba.
En estas circunstancias, sin que sea posible establecer con precisión la causa de la
muerte, pues existen diversas hipótesis todas ellas factibles, resulta plenamente
aplicable la doctrina antes expuesta, toda vez que el resultado del fallecimiento del
animal se presenta como totalmente desproporcionado con respecto a la escasa
entidad de la actuación profesional realizada sobre el mismo -una limpieza bucal-. En
consecuencia, aunque la práctica de anestesia general sea una de las opciones
posibles (si bien el perito Sr. Alvaro sostiene que no es habitual y que suele ser
suficiente un tranquilizante), y es conocido que la misma genera ciertos riesgos,
debemos concluir que el fallecimiento de un animal que en principio está sano a
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consecuencia de la anestesia suministrada para un breve espacio de tiempo -unos
veinte minutos- y para una actuación de tan escasa entidad como la limpieza bucal que no puede ser calificada de intervención quirúrgica- revela por sí solo que no se
emplearon todos los medios al alcance del profesional para prevenir los riesgos de
este procedimiento. Esta conclusión solamente quedaría enervada en caso de quedar
probado sin género de dudas que la causa de la muerte fue por completo inevitable
aun extremando las precauciones, situación que, dado el resultado probatorio
mencionado, no concurre en el presente caso.
Por tanto, debemos concluir que se dan todos los requisitos que hacen surgir la
responsabilidad contractual del artículo 1101 del Código Civil: a) la existencia de una
previa obligación; b) su incumplimiento debido a culpa, negligencia o falta de diligencia
del demandado y no a caso fortuito o fuerza mayor; c) la realidad de los perjuicios
ocasionados a la otra parte; y d) el nexo causal eficiente entre aquella conducta y el
quebranto patrimonial producido. Lo que implica que procede indemnizar a la parte
actora de los perjuicios sufridos por el resultado ya repetido, cuya existencia y cuantía
debe tratarse a continuación.
Tercero.- Por lo que respecta a las concretas partidas indenmizatorias que reclama la
actora, debemos analizarlas una por una: 1º) en cuanto al valor del animal, se estima
suficiente la factura presentada como documento número 2 de la demanda,
correspondiente a su compra el día 3-7-96 por precio de 150.000 pesetas, pues
aunque no ha sido ratificada testificalmente por el vendedor, la parte demandada la
impugna de forma genérica sin expresar las razones de su supuesta falta de eficacia
probatoria; y el indicado valor no puede quedar desvirtuado por el documento aportado
por el demandado y obrante al folio 95, consistente en una lista de precios de perros
importados en la cual la raza Yorkshire está valorada en 50.000 ó 70.000 pesetas
según variante "mini" o "toy", y ello, en primer lugar, porque la citada lista es del año
1992 y "para profesionales", lo que induce a pensar que refleja los precios de
adquisición de los animales por los comerciantes, que luego se verán incrementados
al venderlos a los clientes; y en segundo lugar, porque en definitiva de la lista en
cuestión no cabe deducir que la actora no pagase el precio que consta en la factura
presentada, que es el perjuicio sufrido, en términos estrictamente económicos, por la
pérdida del animal; 2°) igualmente hay que incluir en la indemnización las sumas de
6.960 pesetas como precio de la necropsia practicada por Don. Jesús Carlos para
indagar las causas de la muerte (documento número 13), y la de 6.032 pesetas por la
compra de una caja de madera para enterrar a la perrita (documento número 14), en
cuanto gastos justificados y derivados del resultado lesivo; 3°) por otra parte, el
demandado también habrá de abonar la cantidad de 6.225 pesetas, cobrada en su
momento a la actora por la limpieza bucal realizada (documento número 15), pues es
evidente que su intervención profesional no fue satisfactoria, por lo que la contraparte
no está obligada a retribuirla, procediendo así su devolución.
Mención especial merece la reclamación de 100.000 pesetas en concepto de daños
morales. En relación con este concepto indemnizatorio, la STS de 31-5-00 indica que
"La situación básica para que pueda darse lugar a un daño moral indemnizable
consiste en un sufrimiento o padecimiento psíquico (Sentencias 22 mayo 1995, 19
octubre 1996, 27 septiembre 1999) ", y que "La reciente Jurisprudencia se ha referido
a diversas situaciones, entre las que cabe citar el impacto o sufrimiento psíquico o
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espiritual (S. 23 julio 1990), impotencia, zozobra, ansiedad, angustia (S 6 julio 1990), la
zozobra, como sensación anímica de inquietud, pesadumbre, temor o presagio de
incertidumbre (S. 22 mayo 1995), el trastorno de ansiedad, impacto emocional,
incertidumbre consecuente (S. 27 enero 1998), impacto, quebranto o sufrimiento
psíquico (S. 12 julio 1999) ". Por otra parte, y con respecto a la prueba de esta
modalidad de daño, la misma sentencia indica que "presenta ciertas peculiaridades,
sobre todo por la variedad de circunstancias, situaciones o formas (polimorfia) con que
puede presentarse el daño moral en la realidad práctica, y de ello es muestra la
jurisprudencia, que aparentemente contradictoria, no lo es si se tienen en cuenta las
hipótesis a que se refiere. Así se explica que unas veces se indique que la falta de
prueba no basta para rechazar de plano el daño moral (S. 21 octubre 1996), o que no
es necesaria puntual prueba o exigente demostración (S. 15 febrero 1994), o que la
existencia de aquel no depende de pruebas directas (S. 3 junio 1991), en tanto en
otras se exija la constatación probatoria (s. 14 diciembre 1993), o no se admita la
indemnización -compensación o reparación satisfactoria- por falta de prueba (S. 19
octubre 1996) ". Finalmente, la jurisprudencia ha destacado la dificultad de traducir el
daño moral a la esfera pecuniaria, precisando que "se trata de daños de no
apreciación tangible, cuya valoración no puede obtenerse de una prueba objetiva"
(STS 21-10-96), y "cuya relatividad e imprecisión impide una exigencia judicial
respecto de su existencia y traducción económica o patrimonial y exige la utilización de
un prudente criterio, resolviendo jurídicamente con pragmatismo y aproximación"
(SSTS 9-5-84 y 5-10-98).
Teniendo en cuenta tales criterios, se estima procedente incluir en este caso una
indemnización por este tipo de perjuicio, si consideramos que la pérdida de un animal
de compañía es en sí misma susceptible de producir en su dueño un impacto anímico
incardinable en esta noción, máxime cuando, como en el presente caso, la propietaria
había tenido la perrita en su compañía durante casi cuatro años, además de las
circunstancias en que se produjo su muerte, totalmente sorpresiva dada la levedad de
la operación que debía efectuar el veterinario, que no permitía prever un desenlace de
este tipo; además, en su declaración testifical el compañero de la actora, Sr. Mariano ,
declaró que durante un tiempo aquélla sufrió anímicamente debido a este suceso. En
atención a todo ello, se estima ajustada la suma solicitada de 100.000 pesetas, por lo
que también será adicionada a la indemnización a pagar por el demandado, que de
este modo asciende al total de 269.217 pesetas (1.618'03 euros), cantidad reclamada
en la demanda, que es estimada íntegramente.
Cuarto.- En cuanto a las costas de la primera instancia, la estimación íntegra de la
demanda determina su imposición a la parte demandada, en virtud del artículo 394 de
la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Quinto.- De conformidad con lo dispuesto en los artículos 398 y 394 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, dada la estimación del recurso no se realiza imposición de las
causadas en segunda instancia.
Vistos los preceptos legales citados y demás de general y pertinente aplicación,
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FALLO
Que, ESTIMANDO el recurso de apelación interpuesto por la representación de Dª.
María Consuelo contra la sentencia dictada el 23 de mayo de 2002 por el Juzgado
número 6 de Reus, en autos de juicio verbal número 75/01, REVOCAMOS dicha
sentencia, efectuando los siguientes pronunciamientos:
1º) Estimando íntegramente la demanda interpuesta por Dª. María Consuelo contra D.
Juan Carlos, condenamos al demandado a abonar a la actora la cantidad de 269.217
pesetas (1.618'03 euros).
2°) Se impone al demandado el pago de las costas causadas en primera instancia.
3°) No se realiza imposición de las causadas en segunda instancia.
Devuélvanse los autos a dicho Juzgado, con certificación de la presente, a los
oportunos efectos, interesándole acuse de recibo.
Así por nuestra sentencia, lo acordamos, mandamos y firmamos.
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