la muerte diablo grabado de posada

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FRANCISCO
DIAZ DE LEON
LA MUERTE
Y EL
DIABLO
EN EL
GRABADO
DE POSADA
Muchos alios han pasado desde el momento en que Posada dejó de
con iderarse como artesano popular para alcanzar uno de los
r ngo má prominentes en el arte nacional. Esta reivindicación,
del todo ju ta, se debió al grupo iniciador de la escuela moderna
de arte me icano, cuando descubrió en la producción de Posada
un camino emejante al que éste per eguía en la pintura mural y
en us balbuceos gráficos.
ntre 1 recuerdos de nue tra infancia, algunos podemos evocar
aquello cu nto, ueedidos. calaveras y romances, cuyo principal
tractiv era 1 de us imágene fascinadoras. En ellas se captaba y
d vivía, c mo en un e p jo, todo el sentimiento de una nación;
n I taU
uav o enérgica del buril vivían el alma desgarrada
d 1 puebl y I drama de la clase media. ¡Que importa el asunto
tratado p r P da! :1 mági'o don de equilibrio que poseía este
ran arti ta encontraba la olución fácil, aguda y finísima en sus
omp ici n ,a í fue n el Diablo o la Virgen, Mancera o Zapata,
n h pit
Madero.
on u gu to sencillo, el pueblo ha experimentado siempre
una irr j tibl atra ci n por la imúgene que grabadores anónimos
le han pr di ado de de I s lejanos dias de la Edad Media. En
grup
ompact
e detien en lo mercados para escuchar
lent, nt
I relato del "cantador" que, hoy como ayer, le
ofr
lu má e tm rdinarias pá ina de literatura popular de su
ti mp ,com la ?rofeeias de Nostradamus. el Romance de la
e posa infiel o 1:'1 descarrilamiento de Temofllotla. Terminado el
canto. I tr tumundos ofrece su pobre mercancía, que consiste en
hoja de papel en donde e tú impresa la letra del romance y que
uno o vario grabado visualizan. Las gen tes de modestos recursos
y p ca complicaciones intelectuales se dejaban arrastrar por las
moralejas que encierran casi siempre estos impresos, y los adquirían
n el d ble propósito de que, sirviendo de ejemplos edificante ,de mpei1asen también la misión de alegrar los muros de sus
pobres hogares.
Por espacio de muchos siglos el escenario que tuvo la imaginería
popular ha sido el más propicio para el desarrollo del ingenio de
ciertos grabadores que, mejor dotados, solían destacarse por su
individualidad en la vulgar y ru tinaria tarea. Reclutados entre las
clases más humildes, generalmente se improvisaban como grabadore de conociendo los principios académicos de este arte, y son la
torpeza e ingenuidad con que interpretan el medio en que vivieron
lo que presta a la imaginería popular lo mejor de sus virtudes.
Muy e ca os ejemplos del grabado en madera popular colonial
han lJegado hasta nuestros días para permitimos estudiar en ellos
el de arrollo que necesariamente debió tener en los tres siglos de
dominación española. La Virgen del Rosario impresa en 1571, que
se conserva entre los papeles de la Inquisición en el Archivo
General de la ación, es el documento más antiguo que existe en
América por medio del cual nos es posible juzgar el estado de
• Vol. VI, no. 62, fcbrcro dc 1952, pp. 16-19.
adelanto del grabado en los primeros años de la colonia. Dicho
grabado tiene las mismas raíces góticas de todos los que perpetua·
ron hasta las postrimerías del siglo XVIII asuntos religiosos, en los
que forzosamente intervienen motivos de inspiración- tradicional.
Estas imágenes de piedad y de preservación fueron impresas en
cantidades verdaderamente fabulosas, para cubrir la demanda siempre creciente de ellas. El grabador Papillon escribió en 1766 en su
célebre Tratado que de algunas estampas de cofradías \legó a
imprimir hasta cuatrocientos mil ejemplares, sin que en la actuali·
dad puedan encontrarse de ellas más de dos o tres pruebas.
Esta fatal destrucción a que estuvieron condenadas las estampas
fue debida al vil precio de su venta, así corno el objeto a que se
destinaban, y bien puede conceptuarse como portentoso el hecho
de que algunas hayan podido sobrevivir hasta nuestros días conser·
vadas entre las pastas de los libros o encoladas en el interior de
armarios y baúles. Así pues, los escasos documentos coloniales que
en cierto modo nos ayuden a estimar este género de arte popular
son tan limi tados, que ma terialmen te es imposible el formarse un
juicio exacto sobre la calidad e importancia de los artesanos que
participaron en esta labor.
El grabado en madera de hilo, que tan popular fue en los
primeros tiempos, tuvo que abandonarse pronto en vista de la
pobreza técnica de los artesanos, incapaces de imitar en las fibras
rebeldes de la madera el trazo libre del aguafuerte o de la talla
dulce. En este último procedimiento empieza a revelarse en el siglo
XVIII un cierto nacionalismo, como puede advertirse en las
ilustraciones de Francisco Agüera para La portentosa vida de la
Muerte. de fray Joaquín Bolaños, impresa por Jáuregui en 1792.
Con risueña imaginación el grabador trae y lleva a la Señora de los
Sepulcros en sus pequeñas composiciones, buscando con marcada
intención los puntos dinámicos que resuelven con soltura sus
grabados. Esta obra, extremadamente rara en los días que corren
marca en mi concepto el punto de partida que habrá de culminar
en PieJzeta y Posada.
Entre las innovaciones que el siglo XIX aportó al grabado
mexicano, son dos las que van a revolucionar la tradición colonial:
el grabado en madera de pie y la litografía. Con estos procedimientos puestos en práctica por los progresistas editores entre quienes
figuraba en primer término Ignacio Cumplido, se fue transforman·
do la técnica de los grabadores hasta adquirir gran soltura, al igual
que aconteció con los litógrafos. La litografía, como medio más
directo para la reproducción artística, se prestó mejor que el
grabado en madera para dar a conocer a través de los periódicos
por entregas que circulaban por todo el país, las costumbres,
monumentos y tipos regionales, despertando con ello una honda
curiosidad entre el pueblo. El italiano Claudia Linati, autor del
álbum famoso Costumes civiles, militaires et réligieux du Mexique,
fue el introductor de la litografía a nuestro país en el primer
tercio del siglo pasado. Sus primeros trabajos datan de 1826 y
fueron publicados en el periódico, El Iris, sin que éstos hubiesen
tenido nada de notables, pero que lograron demostrar la superioridad de un procedimiento más expedito para la ilustración. En
pocos años la práctica fue general en los cen tros importantes de
artes gráficas del país, que pudieron con tar ya con talleres más o
menos bien equipados en donde se practicaba este arte con fineza
y calidad que bien poco puede desearse de las técnicas extranjeras.
Empleando numerosos recursos, la superficie graneada de la
piedra calcárea obtiene una ventaja superior a la que ofrecen el
grabado en madera y en metaL por lo mismo, se extendió con
pasmosa rapidez y deben a él en gran parte su celebridad las
publicaciones de los maestros de la tipografía romántica de
México. Al cuadro de costumbres, vistas de ciudades del interior
del país y monumentos arqueológicos o coloniales que fueron
temas constantes para el lápiz litográfico, se agrega tal vez el de
mayor peso en las caricaturas mordaces, sangrientas, con que se
atacaban enconadamente los bandos políticos divididos por irreconciliables principios. La influencia que el gran caricaturista
Daumier ejerció sobre los nuestros está claramente manifiesta en la
enorme a portación de Constan tino Escalante y San tiago Hernández
para el periódico La Orquesta, cuyas estampas hebdomadarias, de
alusiones un tanto obscuras ahora por su sentido político, fueron
realizadas con fuego, soltura y maestría, de las que carecen por
completo las que se destinaban a la ilustración del libro. Llámese
esa caterva de periódicos y pasquines f.a Orquesta, Hl Zurriago
Don Bullebulle. El Rascatripas, El Ahuizote, El 7.ángano o el
Jicote, a ellos, se debe la iniciación de los dos maestros más
grandes de la gráfica mexicana: Gabriel Vicen te Gahona, Picheta,
en Yucatán y Guadalupe Rui7. Posada, en Aguascalientes .
•
En la Risueña ciudad de Aguascalientes, en el barrio de San
Marcos, nació el día 2 de febrero de 1852 el grabador que por más
de cuarenta años ejercería su oficio sin conocer, ni importarle, la
aprobación de los doctos profesores i:le la Academia de Bellas
Artes que, por esas iron ías del destino, pasaban diariamente por la
puerta de su modestísimo taller ignorando que aquel artesano que
sabía arrancar a las entrañas del metal los secretos más recónditos
del alma del pueblo, llegaría a ser reconocido un día como el
iniciador de una gran época de arte en México.
Su niñez debió conocer la su perstición, la angustia, el terror a
los hechos sobrenaturales en donde siempre la imaginación del
pueblo encuentra al Diablo; al clásico diablo medieval de pezuñas
hendidas y rostro de macho cabrío que tiene por misión hacer
infeliz a la humanidad, aun en los momentos más dichosos. (En la
cumbre del roñoso mezquite del corral cantan las lechuzas en
35
noche de luna tierna; aúllafl los perros y hay presagios de misterio
en el ambiente. La voz del narrador se quiebra, y medrosa, se
e tingue en el silencio de la noche...) Esas ra íces se encuentran
p l' doquiera en la obra de Posada; ese terror a las sombras, esa
per . ten ia del re uerdo, recuerdo infan til etername nte amplificad : el e tert l' d lag ni7.ante, la fe ciega y desbocada; los panteras
ue mueren on la tripas regadas en el arroyo, entre un mar de
angr tibia y vi
'. La feria alucinada con sus montañas de oro
plala, d nde hay lujuria y e b be de verdad y, como remate, el
iabl
la Muerte en e panto o contubernio danzando frenéticalnenl ...
prin l'
de P ada le dieron a gustar la escenas más
d • rd nadu. qu c nm ví n a la sociedad de su tierra natal y a
t o I pa í: 13 lucha de Ref rma y la consolidación del
i rn d JulÍr 1. cntre mOline • asonadas y pronunciamientos.
riodi m 1 al defendía 1 s principio de us partidos atacán·
ti i un nte; para ell
se arr jaban lodo y e tiércol y
mi ntra mús aby cto . mejor, p rque en u ofuscación ni aun la
vida privada. ni la honra de mujer e hij tenían cuartel.
n lu dad e lur vi arder entre e cena dramática y con el
t rr l' pin tad en u oj . la ma r1l.ana comercial llamada "El
Parián", in ndiada y robada el 13 de abril de I 63 por las
hu r1'\:l del hundido J uun háveí', que al grito de "i Viva la
Relilti· n! .. c n umaba una de su hazaihs más tri tes. Fresco aún
I cuerdo d lu llama ¡n¡nen a que retorciéndose subían hasta
I ¡ell>. a i. tió el nir o al e pectáculo humillante de la entrada del
¡nva l' francé a la iudad, en donde I s elernos traidores de la
na ionalidad 'e esfor73ban en demostrarles u adhesión; debió
a i tir también al cruel e pectáculo del fusilamiento de patriotas en
lo muro del cementerio de Guadalupe, en donde aprendería,
indudable m nte. Illucho
retos de la reacción humana ante el
pa al' y la muerte.
irilo Posada, u hermano mayor, dirigía una escuela de primera letras en un edificio de la acerd arte del Jardín de San
Marco y e te Don Ciri/do. como lo llamaban sus discípulos,
ob ervando ciertas di posiciones en el adolescente, se empeñó en
que le au ilia e con c' cter de ayudan te en los grupos de
"párvulos" en donde se deletreaba el clásico silabario de San
Miguel. .. ,uadalupe. e cribe un contemporáneo de quien logré
vali sus informaciones. mientras us discípulos estudiaban y escribían se entretenía en copiar santos o monos de baraja que le
ervían de modelo pues desde mu y pequeño tuvo la afición
decidida por el dibujo. Cuando no tenía qué copiar se afanaba en
retratar a los niños del plantel.'·
Esta afición por el dibujo lo llevó a¡,os más tarde a una
Academia que dirigía un obscuro maestro llamado Antonio Varela,
en la que todo debió concretarse a la rutinaria copia de estampas
para "soltar la mano", sin recurrir a la menor exploración para
descubrir las verdaderas aptitudes de los alumnos. Allí, Posada
aprendería a dibujar esas primeras lecciones que yo mismo apren·
día en Aguascalientes, que consistían en hacer un ojo en once
trazos fundamentales, caligráficos, según el procedimiento que las
muestras litográficas de J ulien determinaban, como prototipos,
suspendidas delante del alumno.
A los diecinueve años, en 1871, Posada realiza su primera obra
conocida: una serie de litografías que forman once asuntos de
política local para un periódico llamado El Jicote que redactaban
Antonio Cornejo, Urbano N. Marin, Sóstenes S. Chávez, Epigme.
nio Parga y el tipógrafo y político don Trinidad Pedroza. Para
conocer esta rarísima colección de litografías y otras que tanto en
Aguascalientes como en León había efectuado Posada, me resolví
hacer un viaje a la primera ciudad en el invierno de 1929, deseoso
de lograr la mayor cantidad de datos sobre el grabador con el
ánimo de rectificar la creencia general que en aquellos días
atribuía como tierra natal de Posada la ciudad de León. Don
Alberto Pedroza, hijo del primer editor de Posada, puso en mis
manos un grueso álbum formado por su padre, en el cual se
encontraban en riguroso orden cronológico todos los ensayos
llevados a cabo en el taller litográfico y también las pruebas
definitivas de los trabajos de Posada.
La serie de El Jicote es sorprendente por el carácter impreso a
los personajes, y bien puede juzgarse el éxito que debieron tener,
por lo que escribe Rodrigo A. Espinoza: "En verdad, hacemos
constar por ser de justicia, que los primeros dibujos de mi
biografiado y condiscípulo no eran caricaturas torpes ni groseras;
al contrario eran verdaderos retratos de todos los personajes de
que hacemos mérito. Eran trabajos verdaderamente artísticos en
toda la acepción de la palabra."
En el número seis de la serie está el retrato de Trinidad
Pedroza, a quien debemos la iniciación de Posada en la litografía Y
el grabado. Ese hombre de rasgos enérgicos y mirada penetrante
fue el verdadero maestro de Posada y a él debe reconocérsele esta
calidad, porque gracias a su esfuerzo mantuvo dignamente el
trabajo de su taller a un nivel artístico que no hizo descender el
nombre del grabador ni el del tipógrafo. En su juventud, Pedroza
fue impresor hacia 1859 con el establecimiento llamado "El
Esfuerzo", en donde se estampaban los periódicos El Látigo, El
Duende y El Artesano. El propietario del taller, el ilustre patriota
aguascalentense don José María Chávez, hombre progresista y de
ideas liberales avanzadas, encontró en Pedroza grandes disposiciones para las artes gráficas y por su iniciativa el joven artesano
grabó en madera algunas piezas que sirvieron para las cubiertas de
publicaciones literarias. De éstas, poseo dos en mi colección,
grabadas en 1860, las que conceptúo como algo más que trabajos
de un aprendiz de grabador, porque están resueltos hasta con
alardes de técnica.
I
Desde el momento en que Posada se incorporó al taller de
Pedroza fue menester aleccionarlo en las diversas posibilidades de
aplicación comercial a sus conocimientos del dibujo y fue así
como Pedroza le enseñó la litografía y el grabado, resolviéndose
estos principios en caricaturas, viñetas para cajas de cigarros y
cerillos, imaginería religiosa, viñetas para espectáculos populares;
en fin, todo lo que la clientela de la época del quinqué requería.
Entre estos trabajos existe el propio anuncio de la "Imprenta
litográfica" de Pedroza en el que se ven las prensas de que
disponía: una Washington, la vieja prensa de propulsión manual,
una de las seis mil que construyó Robert Hoe & Company, y
también la metálica de litografía en la que se tiraban los dos mil
ejemplares semanales de /:1 Jicute.
Terminada la campaña política y suspendida la publicación, el
editor y Posada salieron de Aguascalientes para establecer el
negocio en León por razones que ignoro, puesto que las nuevas
autoridades eran amigas y no es creíble que lo haya determinado
el temor a venganzas políticas, ya que Pedroza era un hombre de
gran valor civil, capaz de afrontar cualquier circunstancia.
Nuevamente el archivo de la vieja imprenta habrá de servimos
para seguir la actividad de Posada en aquella ciudad industrial.
Figuran en primer térmmo entre estos trabajos algunas cartulinas
en tiros limitadísimos, que sirvieron por una sola vez para felicitar
a personajes del mundo oficial o militar. En ellas se había
procurado que el artista pusiese en juego todo su talento creativo
en honor de los homenajeados. Las más importantes y que por
fortuna logré fotografiar, ya que tengo temores de que este álbum
no exista, son dos. La primera está dedicada a don Miguel A. Díaz,
Regidor Comisionado de Instrucción Pública, en ocasión de su
cumpleaños. El personaje se encuentra en el centro de la composición en la postura y con todo el aparato, además bien conocido de
Posada, que conviene a un pedagogo del año del 70: libro abierto,
esfera terráquea, pizarrón, armario pletórico de volúmenes y el
tierno reconocimiento de los escolares que rodean al maestro con
actitudes de sumisión y respeto. Efectivamente, Posada logró en
esta pieza un delicado y fino trabajo que pone de relieve su
habilidad de retratista. La otra es un medallón que remata el
escudo nacional con la siguiente leyenda: "Los Gefes, Oficiales y
tropa del 50 Cuerpo de Caballería permanente, felicitan al C. Gral.
Prisciliano Flores en su cumpleaños. León, enero de 1874."
Grupos de cuatro militares encuadran lateralmente la composición,
muy bien equilibrada por cierto.
Hay otros trabajos, que son estampas religiosas litografiadas,
como "Milagrosa imagen del Señor de la Salud", "Nuestra Señora
de Guadalupe del Chorro" y "Nuestra Madre S.S. de la Luz", que
llevan impreso al pie el lugar en que fueron editadas. También hizo
algunas litografías para ilustrar portadas de libros; entre éstas El
Martir del Gólgota y Moral práctica, que llevan el año de 1876. Es
37
al mi 'mo tiempu ahundante la can tidad de viñetas para caje tillas
d ,¡. rro y 'erillos efectuada a pluma en la piedra calcárea, y SI
, n ligera
un tant imper onal ~, algunas no carecen de gracia
con u ninfas coronadas de llores, cuma la que sirvió para la
ábriea dt' tabac s "La I la de Cuba",
:1 gra ado en metal en tilias de reserva no figura en este
ped d
ino e'porádicamente, en forma de pequeños grabados
para aguinald
o prograrnas de lUros y gallos. En la antigua
imprenta de Pedr%~~) y en utra má de I\guascalientes se conservan
algun s de e ta té nica que más tarde hahría de hacer famoso al
grabad r en la capital de la República.
fines de I 76 PedrO/.a resuelve regresar a su tierra natal y
v nde a Po ada su negocio litográfico. 1\ partir de este momento es
dificil eguir el cur o del trabajo del grahador por falta de noticias
y documentos. pues tratándose de impresiones destinadas en su
ma or parte a fines populares o del momento, su destrucción fue
inevitable. Yo no conol.co ningún impreso a partir de esta fecha
ha ta u arribo a la ciudad de México.
•
¿ uál ería la fecha verdadera en que Posada Uegó a la capital'?
Frances Tour, en la importante monografía que pubLicó de este
arti ta en 1930. dice que fue en 1887: pero tal vez es anterior.
in embargo. el valor histórico del tiempo no cuenta ya a partir de
este mamen to. porque Po ada ha encontrado al fin el lugar en que
u obra alcan/.ará definitivamente la dimensión de su genio. Todo
lo anterior y lo de us contemporáneos, Manilla, Rangel, Valadez,
no alcanzará jamás las cimas a que llegó este poseído del delirio de
producción, este monstruo de la fecundidad.
En su alianza con el editor Antonio Vanegas Arroyo parece que
el destino se habría propuesto unir a estos dos irlgenios, cuyas
ra íces de origen eran las mismas y que estarían tan íntimamente
ligados en la obra común, que práctieamente no sería posible la
existencia del uno sin el otro, como en efeeto aconteció después
de la muerte de Posada.
Los ilustradores de la literatura popular en la capital antes de la
llegada de Posada, en su afán de visualizar la acción principal de
coplas, romances y hojas de escándalo, no alcanzan sirio efectos
decorativos incapaces de retener la atención del público y de
cumplir por lo tanto el destino que se les encomendaba. En
cambio, la tipografía adquirió en esta época el aspecto barroco.
enfiestado, que fijó su carácter específico con sus encuadramientos
que van del estilo Segundo Imperio hasta las modas vegetales del
80. Los títulos o desplegados son pretextos para líneas en
caracteres egipcios o didot cuando el tipógrafo respira modestia; de
lo contrario, echa mano de todos los materiales grotescos que
fundidores franceses y norteamericanos lanzan al mercado con los
nombres de "poetiques", "mexican blanches", "Buffalo Bill" o
"radiant". Así pues, la aparición de Posada en este medio editorial
en que faltaba un elemento definitivo para impresionar al pueblo
con nuevos argumentos debió de ser sensancional, y de golpe,
Vanegas Arroyo obtuvo una ventaja superior sobre sus rivales que
le opon ían débiles resistencias con sus grabadores incapaees de
tantos arranques y maestría.
Data de la época en que trabajó con Pedroza su práctica de
grabador en madera, aprendida al lado de tan inteligente patrón.
11
Los trabajos que he visto de él en las imprentas aguascalentenses
están ejecutados en planchas de plomo grabadas al buril según el
recurso acostumbrado desde las postrimerías del siglo XVIII para
imitar el grabado en madera a bajo costo y hasta con ventajas,
porque la madera está sujeta al inevitable ataque de la polilla y
aun se raja y tuerce a consecuencia de la humedad: inconvenientes
que no tiene por cierto el metal. En estos primeros trabajos no
empleaba el grabador todavía su estilo más característico; eran
simplemente sus recursos, colecciones de tallas con las que modelaba las formas usando uno o varios instrumentos para lograr las
tonalidades deseadas. El segundo estilo es producto de su ejercicio
profesional en la ciudad de México, cuando fue menester mayor
rapidez para complementar las solicitudes del editor y de su
numerosa clientela. En tonces se decidió, a sem~janza de Manilla o
Lagarza, a usar el buril de mútiples canales o "velo" con el que se
abrevia notablemente el trabajo y se obtienen calidades que si
bien no poseen la solidez de las del clásico buril, son en cambio de
un efecto nebuloso agradable y aparentan un esfuerzo más delicado y minucioso. La obra capital de Posada fue realizada
mediante este procedimiento, que era el más a propósito para su
fantasía desbordante.
Cuando Jean Charlot escribió en agosto de 1925 su trabajo
intitulado Un precursor del movimiento de arte mexicano que fue
también el primero que se haya publicado sobre Posada,
exageró al afirmar que éste había inventado un género nuevo de
grabado sobre planchas de zinc sirviéndose de tintas de reserva y
de ácido para dejar las tallas en relieve. Después, en otras
publicaciones, los comentaristas han insistido en el error primitivo
que le adjudica esa invención que en efecto empleaba Posada y
que le permitía dibujar directamente sobre el metal desnudo De
hecho no se trata de un descubrimiento del grabador sino de la
aplicación de un derivado de la zincografía, que su espíritu curioso
e inquisitivo le llevó a aplicar en sus trabajos buscando economía
de tiempo. El nuevo método le sirvió para cumplir airosamente
con sus numerosos compromisos, que si hubiesen sido para grabarse al buril hubiesen representado diez veces más tiempo. Por lo
mismo, en su último período --que infiero se inicia a principios de
este siglo·- fue casi el único método de trabajo que empleó.
En la magnífica serie de obras sobre imaginería popular europea
publicadas en París por Duchartre y Van Buggenhoudt, es curioso
observar qué semejanza literaria, plástica y aun tipográfica tienen
algunas de las piezas allí reproducidas con los impresos de la
segunda mitad del siglo pasado y principios de éste en México. Por
supuesto que no ignoramos que la literatura popular española es la
raíz de la nuestra; pero a título de curiosidad habremos de
mencionar ciertas estampas francesas e italianas de gran parecido
con las mexicanas. El volumen de L 'imagerie popular reproduce
entre los ejemplos de "canards" u hojas de escándalo una que con
el título de "Detalles exactos..." relata los pormenores de un
crimen. El grabado en madera que lo ilustra, aunque con personajes de 1840, es de un estilo primi tivo y representa el momento en
que un perro descubre, ante el asombro del' vecindario. el
cadáver de un hombre que fue escondido después del crimen
dentro de una alacena. Pero el que más se acerca al estilo que hizo
popular a Vanegas Arroyo se encuentra en el volumen dedicado a
la estampa popular italiana de la misma serie de obras. Dicho
ejemplo es prácticamente igual a los nuestros, tanto literaria como
plásticamente: "Una bárbara mujer que mata a sus dos hijos y
luego se suicida." La ilustración grabada en madera, fue dividida
en dos compartimientos, cada uno expresando el dramático instante del crimen y del suicidio, resuelto con los propios recursos
de que se valió, en México, Posada.
Pero no se trata aquí de discutir influencias que no existieron.
Posada está inclinado ante su mesa de trabajo entre el desorden de
papeles, recipientes y pruebas frescas colgadas en los muros. Sus
ojos pequeños están fijos en el trabajo que sus manos ejectuan cual
resortes maravillosos. La izquierda hace girar en el pivote del
cojincillo de cuero relleno de arena una plancha de plomo en la
que se advierte un trazo esquemático, mientras la derecha acciona
el buril que penetra en la epidermis del metal y desplaza pequeños
copos en forma de vírgula, que rebotan y caen sin rumos. En el
fondo del taller. clavada en el muro, está una reproducción del
Juicio Final de Miguel Angel que preside la solitaria tarea del
maestro. De hecho. Posada no recibió otra influencia que la del
medio en que vivió y que su penetrante observación subraya en los
modos especiales de actuar de cada grupo social que le sirve de
tema. ingún documento gráfico pudo ser más fiel para captar las
lacras y pequeñas miserias de esa sociedad decadente de antes de la
Revolución. Posada. hombre de convicciones y de cultura -no
olvidemos su profesión de maestro- debió sentir agobio de una
situación política que perpetraba las mayores iniquidades; sintió
renacer su acometividad de los veinte años y nuevamente se
entrega a la caricatura de oposición que pone al servicio de la
prensa subversiva.
En su ideario político están los tumultos de la época del
presidente Gonz.ález en los que el pueblo enfurecido presenta la
débil resistencia de su pecho desnudo al filo de Jos sables; las
predicas de Madero que llevan la esperanza a los oprimidos.
Después, la rebelión y su triunfo. Con qué alegría debió asistir
Posada a la en trada triunfal del Apóstol a México. Ahí está un
grabado que simboliza su ideal político: Madero rodeado por el
pueblo. Con él están el intelectual, la clase media y la carne
morena del indígena. Ninguno de los grabados de Posada de esta
serie me parece más conmovedor y más expresivo.
El río de su imaginación festiva es para los "corridos", en cuyos
argumentos deja al grabador en la más completa libertad para
39
interpretar la sabrosa literatura con maliciosa ironía. Hierve en
ellos el mundo que él conoce a maravilla: la ponzoñosa comadrería
tle las vecindades; la miseria crónica del petulante "lagartijo" de
la calle de Plateros; el sabor del buen pulque que resbala haciendo
hebras entre los hirsutos bigotes de los "malditos de barrio" y que
por él combaten a cuchillada limpia frente a su templo policromo.
Posada sigue exaltando la fiereza de los hombres fuera de la ley
que, como Benito Canales, matan rurales antes de ser fusilados y
envían palomitas de picos sonrosados, con flores y banderolas a
sus queridas, diciendo: "Mataron a un gallo fino que respetaba el
Gobierno. "
Del recuerdo infantil plagado de consejas y leyendas -que
contadas de noche causan escalofrío- ha nacido la magistral serie
de grabados que sirvieron en publicaciones moralistas llamadas
"ejemplos", en donde terroríficas escenas de la má~ cruel realidad
advierten a los descarriados que aún es tiempo de volver por el
buen camino. Atroces e inverosímiles maniobras aconsejadas por el
Diablo: "Antonio Sánchez mató y se comió a sus propios
hijos... " o bien "El desgraciado Eleuterio Mirafuentes aplastó el
cráneo de su anciano padre con un enorme pedrusco" o "A José
Sánchez se lo tragó la tierra..." En todo esto anda el Diablo con
su cuerpo negro como el hollín, con sus patas de gallina y sus
cuernos de toro. Su barba de chivo se convulsiona de alegría
cuando ha ganado una nueva alma para su imperio de fuego. El
efecto de terror que inspiraban los dichosos ejemplos era demole·
dor para la mente de la gente sencilla.
En su postrer argumento Posada llega a la expresión magistral
de su arte: temor al Diablo: desprecio a la Muerte. El paso fatal de
los mortales a las fronteras de la Muerte no debe intimidar al
hombre que sabe cómo le late el corazón. Morir en la cama
rodeado de ángeles y demonios que como en los libros xilográficos
del siglo XV argumentan y pesan las acciones: morir en los
descarrilamientos famosos; morir con un puñal clavado en el
pecho, mirando con los ojos empañados las atropelladas historias
de nuestra vida; morir de veras, habiendo conocido el amor, el celo
y el vino, porque el más allá... es sólo un montón de huesos en la
sexta clase de los cementerios. ¡Que siga la fiesta y que venga más
vino! , gritan los esqueletos de mondas calaveras mientras un
difunto arpista desgrana el preludio del jarabe que dos buenos
compadres, alegres por haberse encontrado en ultratumba, van a
festejar.
•
Una mañanita de invierno, cuando el sol de las nueve no disipaba
aún la neblina, el veinte de enero de 1913, murió José Guadalupe
Posada, el genio que por más de cuarenta años encontró su fuente
de inspiración en el pueblo.
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