Por IK Taimni - Theosophical Society in America

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EL LIBRE ALBEDRÍO Y LA PREDESTINACIÓN
Por I. K. Taimni
Un importante problema filosófico sobre el cual la doctrina oculta de la Creación
Divina y el Plan Divino arrojan cierta luz es respecto del libre albedrío y la
predestinación. Estas palabras encierran dos puntos de vista extremos en relación con
el asunto de si el hombre es dueño de su destino, o no. Hay personas que por su
naturaleza, o por una mala interpretación de las doctrinas religiosas, son fatalistas en
su actitud hacia los problemas de la vida. Piensan que todo el futuro está predestinado
por Dios o por la ley del Karma, y que nada podemos hacer salvo resignarnos a un
destino inexorable. Esta filosofía, si se sigue de una forma poco inteligente, puede
llevar al desarrollo de una mentalidad negativa o pasiva, que minará todos los
esfuerzos e iniciativas en la vida. Pero por suerte para quienes profesan sumisión a la
voluntad de Dios o resignación ante el Karma, ellos no practican lo que profesan o lo
hacen solamente cuando les conviene. De hecho, las vidas de estos hombres ofrecen un
asombroso contraste con las creencias que profesan, porque se comportan como si
todo en el mundo dependiera de su voluntad personal y no hubiera otras fuerzas que
tener en cuenta para determinar el curso de los acontecimientos. De este modo, el
fatalismo, a pesar del amplio dogma prevaleciente entre ciertas comunidades, no es
una fuerza muy activa o efectiva en la vida humana. Como todas las demás cosas
relacionadas con las creencias religiosas, pocas personas toman este dogma seriamente
y su sumisión a Dios no significa mucho dentro de la realidad de sus vidas.
También está el otro punto de vista extremo, que contempla al hombre en
completo control de su destino, capaz de hacer cuanto quiera. Este punto de vista es
naturalmente muy popular en el mundo moderno, porque la filosofía materialista, tan
de moda, ha lanzado por la borda no sólo a Dios sino a la ley del Karma, según la cual
el hombre recoge lo que siembra. Es natural que cuando las naciones y los individuos
insisten en su derecho a hacer lo que quieran, sin tener en cuenta cómo sus actos
afectan a los demás, la idea del libre albedrío se tome como un hecho. Estas personas
no se molestan en pensar si esta idea es aceptable. Creemos lo que queremos creer y lo
que se aviene a nuestras tendencias naturales, aunque nuestras creencias contrasten
con los hechos más obvios de la existencia. Creer que el hombre es capaz de hacer
cuanto quiera, cuando ni siquiera sabe con certeza si estará vivo mañana, cuando
existen las voluntades de tres mil millones de personas para tomarse en cuenta,
cuando la tierra en que vive es apenas una mota de polvo en un vasto universo de
incertidumbres atemorizantes y misterios desconocidos; creer que esta expresión
física, efímera y endeble a la cual llamamos hombre tiene una completa y libre voluntad
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bajo tales condiciones, es ciertamente vivir en un mundo de simulación que no guarda
relación alguna con las realidades de nuestra existencia y nuestras experiencias
comunes.
Por lo tanto, es obvio que ni el libre albedrío ni la predestinación representan
factores verdaderos de nuestra existencia, y la verdad respecto de este asunto no
puede hallarse en una filosofía superficial de la vida que no toma en cuenta los hechos
más relevantes de nuestra existencia, y que rehúsa adentrarse en los aspectos más
profundos de la vida. Este universo se basa en hechos, no solo físicos y visibles, sino
suprafísicos e invisibles, siendo el último mucho más significativo y vital que el
anterior. Nosotros no podemos apartarnos de estos hechos de nuestra vida interna
asumiendo arbitrariamente que no existen, como la filosofía materialista lo ha hecho.
Uno de estos importantes hechos, basado en la experiencia de innumerables místicos,
ocultistas, videntes y sabios, es que hay un mundo interior de Realidad oculta dentro
del mundo fenoménico y siempre cambiante en que vivimos, y que este mundo
fenoménico es una sombra del mundo espiritual interior. Si esto es un hecho, entonces
lo que sucede de ahí para abajo estará determinado en gran medida por la relación
existente entre ambos mundos.
Es difícil concebir la naturaleza de la relación que existe entre el mundo espiritual
según éste se abre a la Mente Divina, y la sombra que éste proyecta sobre el espacio y
el tiempo. Por eso los filósofos han especulado tanto sobre el enigma del libre albedrío
y la predestinación desde tiempos inmemoriales, sin poder llegar a conclusión
definitiva alguna.
Hay ciertos hechos de la Naturaleza que llevan a la conclusión de que la
predestinación, en una de sus formas más rígidas, forma la base del universo, y que la
secuencia y la naturaleza de cuanto acontece están predeterminadas de una manera
tan rígida como la imagen que se proyecta en una pantalla cinematográfica está
predeterminada por el rollo de película puesto en el proyector. Tómese, por ejemplo,
la posibilidad de ver el futuro de una forma detallada, como un hecho del cual no cabe
duda. Un artículo publicado en la revista Reader’s Digest (edición de septiembre de
1965) bajo el título “The Crystal Ball” (La Bola de Cristal) que muestra cuán definido y
preciso puede verse el futuro, deja al lector espantado y preguntándose si el libre
albedrío acaso existe en su sentido más común. Matemáticamente, si un
acontecimiento del futuro puede verse como algo fijo en espacio y tiempo, todos los
hechos que le preceden han de ser necesariamente fijos. Y dado que todos los
acontecimientos en el universo están vinculados y teóricamente no pueden separarse,
han de estar fijos como cada imagen proyectada en una pantalla cinematográfica ya
está predeterminada y presente dentro de cada rollo de película. Aquí tenemos la
predestinación es su forma más rígida.
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Luego hay otros hechos que apuntan de manera igualmente decisiva a la
conclusión de que el hombre tiene libre albedrío y que su destino, al menos hasta
cierto punto, está en sus propias manos. Todos los grandes maestros espirituales de la
humanidad, con una misma voz y en términos claros, han exhortado a los seres
humanos a elevarse por sobre los mundos inferiores de la ilusión, la miseria y las
limitaciones, al mundo de la Realidad para liberarse de esas ilusiones y limitaciones.
Ellos conocen ambos mundos —el real y el irreal— y no exhortarían a los aspirantes a
hacer un máximo esfuerzo para librarse de esas limitaciones e ilusiones, si la
predestinación en su forma más rígida fuese la verdad que subyace en la existencia.
Eso sería claramente una burla.
El simple hecho de que la ley del Karma regula la vida de los seres humanos y trae
a cada individuo los frutos de sus acciones, pensamientos y deseos, apunta hacia la
presencia del libre albedrío en el hombre, y a su educación y evolución como entidad
espiritual a través del ejercicio de su libre albedrío. Es cierto que en una etapa más
temprana de su evolución, cuando el hombre todavía está bajo un completo dominio
de sus instintos animales, deseos y pensamientos, no parece tener mucho espacio para
ejercitar su libre albedrío, conque su evolución es guiada por agentes educativos
externos, por el placer y el dolor, y por la presión en general de la Voluntad Divina
para la evolución. Pero a medida que el hombre va evolucionando y adquiriendo un
mayor control de su mente y sus deseos, el libre albedrío va desempeñando un papel
cada vez más dominante en su vida, y su evolución está cada vez más autodirigida. De
hecho, toda la filosofía y la ciencia del yoga se basan en asumir que el hombre es
completamente libre para liberarse a sí mismo de las ilusiones y las limitaciones en
que está envuelto, y establecerse en el mundo de la Realidad al cual realmente
pertenece. Todas estas cosas y muchas más apuntan al hecho de que el hombre tiene
libre albedrío y que éste va aumentando según él evoluciona y se acerca a la meta de
evolución humana. Y cuando alcanza su meta y comprende su verdadera naturaleza
divina, uniendo su conciencia a la Conciencia Divina, su voluntad se torna
completamente libre, porque está felizmente unida a la Voluntad Divina y se convierte
en un instrumento consciente de la Divina Voluntad.
De este modo, ambas doctrinas —la predestinación y el libre albedrío— aunque
ambas son aparentemente contradictorias, parecen ser realidades de la existencia en
relación con la vida humana al menos, y juntas constituyen una paradoja de la vida
superior. Tales paradojas conectadas con las últimas preguntas no pueden resolverse a
través del intelecto, sino de la luz de la Realidad, y yo no trato de buscarles una
solución que no es posible. Pero como este asunto no sólo es interesante desde el
punto de vista filosófico, sino que es de la mayor importancia para el aspirante, me
gustaría mencionarlo, al menos brevemente, para eliminar el paralizante error que
yace en las mentes de algunos aspirantes de que su futuro está predeterminado y que,
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en consecuencia, no vale la pena hacer esfuerzo alguno para salir de las ilusiones y las
miserias en la cual se encuentran. Un error así, incluso aunque no esté claramente
definido y exista solamente en la mente subconsciente, mina insidiosamente todas
nuestras urgencias espirituales y lleva a la confusión y la frustración mentales.
Siendo así, aún cuando no podamos resolver la paradoja del libre albedrío y la
predestinación que hemos discutido anteriormente, debemos estudiar y pensar en
este asunto hasta que estemos bien seguros de que el libre albedrío, de alguna manera
y en algún grado, desempeña una parte importante en la vida del hombre y que él
puede tomar parte activa en su salvación, si lo desea.
La segunda parte del Yoga-sutra IV.12 de Patanjali ofrece un cierto indicio de la
línea por la cual la coexistencia del libre albedrío y la predestinación pueden
explicarse. Traducida literalmente, la segunda parte del sutra significa: “La diferencia
de dharmas o propiedades se debe a los distintos senderos”.
Se verá, por lo tanto, que el ocultismo reconoce “los distintos senderos”, o sea, “la
posible variación en el curso de los acontecimientos”, como mismo el mundo
espiritual en la Mente Divina se refleja en el mundo fenoménico. Esto significa al
menos que la predestinación de una forma rígida no existe. El curso de los
acontecimientos en el mundo fenoménico no reproduce el mundo o el plan en la
Mente Divina rígidamente como una imagen cinematográfica reproduce la película
proyectada en la pantalla, es decir, mecánicamente y con los detalles exactos. La
relación puede considerarse similar a la relación que hay entra la idea de un arquitecto
como ésta existe en su mente, y la construcción de cal y piedra que se erige según el
plano arquitectónico. Cuando se construye un edificio, dicha construcción puede
seguir innumerables “senderos”. El constructor puede crear grupos de habitaciones
ADO, CFI, o ABC o AEI.
A
B
C
D
E
F
G
H
I
Puede completar el ala izquierda antes de comenzar la derecha o viceversa, o puede
comenzar por la base y construir de la manera usual. Hay cientos de formas, que
difieren en mayores o menores detalles, de construir el edificio completo, pero cuando
éste se termine esas cosas no tendrán importancia alguna. En ambos casos el edificio
estará terminado y será una reproducción de lo que el arquitecto tenía en su mente. Y
cuando esté completo y perfecto, la forma en que éste se construyó, todos los detalles,
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etc., no sólo serán irrelevantes sino que se habrán convertido en una ilusión, un simple
recuerdo.
Ahora bien, ¿cuáles son las diferencias en estos detalles, dentro de las distintas
formas de construir el edificio completo? Según el sutra, éstas son simples diferencias
en cuanto a la aparición de las distintas propiedades o dharmas presentes en prakriti (la
naturaleza) de una forma latente. Por lo tanto, el construir el edificio de una forma u
otra, difiere solamente en el conjunto de propiedades que emerge, que puede ser uno
u otro, con todas las propiedades estando presentes siempre de manera latente, pero
sólo unas pocas pasando de esa condición latente a una condición activa, según las
circunstancias. Esto es, por supuesto, poniendo la situación en terminología Sāmkhyan,
pero estos acontecimientos se verán como esencialmente correctos, acordes con los
hechos y las teorías científicas.
Hemos tomado la construcción de un solo edificio para ilustrar este punto.
Pudiera objetarse que un edificio es una parte insignificante de un universo siempre
cambiante y en evolución, para reflejar el Plan Divino. ¿Qué hay respecto del universo
completo? Si pensamos cuidadosamente hallaremos que podemos dividir el edificio en
sus partes componentes, y que lo que se ha dicho del edificio completo aplica
igualmente a cada una de sus partes. Por ejemplo, si tomamos una sola habitación, el
mismo razonamiento aplicará lo mismo a la construcción de la habitación que a una
pared. En forma similar, procediendo en otra dirección podemos ir paso a paso al
universo como un todo. El mismo principio aplica en todos los casos, sin tener en
cuenta el tamaño o la naturaleza del fenómeno que ocurre.
De esta forma, vemos que en el Plan Cósmico el universo completo o cualquier
sistema particular manifestado (el Sistema Solar) está presente en la forma integrada
arquetípica completa. Esto acontece de una forma expandida perfecta en la Mente
Divina del Logos y es la base del Mundo Divino al cual nos referimos anteriormente.
Cuando este Mundo Divino se proyecta en los planos fenoménicos inferiores, todos los
fenómenos en sí mismos toman una forma tal, que el Plan Divino se completa como
está presente en la Mente Divina. Pero los fenómenos no siguen un curso rígido, como
explicamos anteriormente. Hay elasticidad y espacio para las diferencias que
permitirán realizar el Plan, pero presionado por la Voluntad Divina que está detrás de
él, y por la Sabiduría Divina que lo guía, el Plan se completa tal y como está presente
en la Mente Divina.
¿Qué causa estas diferencias de sendero e incertidumbre en los métodos? ¿Por qué
el Plan Divino en su trabajo no sigue una línea exacta predeterminada, según la
Voluntad Divina? En otras palabras, ¿qué frustra la Voluntad Divina, no importa cuán
poco sea? La razón es obvia. Junto con el Logos, hay innumerables mónadas
evolucionando en el sistema manifestado. Estas mónadas son parte de la Vida Divina,
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pero para su evolución y desarrollo tienen que trabajar bajo ilusiones y limitaciones en
sus primeras etapas. Esto introduce toda clase de complicaciones y demoras. El Logos
tiene que realizar su Plan (contemplado desde arriba), no solo, sino llevando a todas
las mónadas consigo. Estas mónadas son a semejanza suya, y tienen voluntades y
deseos que satisfacer. Si las voluntades de las mónadas no evolucionadas las llevan a
alejarse del Plan Divino en su trabajo, y ello es para permitir el funcionamiento del
libre albedrío en ellas tanto como sea posible, tiene que haber elasticidad en el
cumplimiento del Plan. Pero como las mónadas son también parte de la Conciencia
Divina, a medida que éstas evolucionan, sus voluntades separadas se funden
totalmente con el Plan Divino.
De lo anterior se verá que tanto la predestinación como el libre albedrío son reales,
y que ambos cumplen su parte dentro del universo en evolución. El solo hecho de que
haya un Plan Divino respaldado por una Voluntad Divina significa que existe un
cierto grado o forma de predestinación. Pero el hecho de que en el cumplimiento del
Plan hay elasticidad y una considerable amplitud para las mónadas que evolucionan
en el universo, significa también que hay libre albedrío para las mónadas. En las
primeras etapas, esta voluntad, expresándose como deseo, trae consecuencias tanto
agradables como desagradables, pero el individuo aprende gradualmente a trabajar
según la Voluntad Divina. De este modo, las complicaciones y las frustraciones van
disminuyendo según las mónadas evolucionan, y cuando éstas se auto-realizan, sus
voluntades se funden con la Divina Voluntad. Es obvio, por lo tanto, que la
predestinación y el libre albedrío coexisten, y que en el Plan hay que permitir esos
ajustes, demoras y complicaciones que son parte de un universo fenoménico con
innumerables mónadas evolucionando dentro de él.
La discusión anterior sobre la coexistencia del libre albedrío y la predestinación no
debe dar la impresión de que el Plan Divino se expresa en su forma más perfecta en
los mundos inferiores del espacio y el tiempo. Estos mundos son mundos temporales
de ilusión y lo más que pueden hacer es reflejar las distintas etapas del Plan de una
forma imperfecta. El Plan está presente en toda perfección en el mundo Divino, que
está por encima del espacio y el tiempo. No podemos concebir esta forma
trascendental del Plan porque está más allá del tiempo y el espacio. Contiene las
distintas etapas, tanto como la forma final (relativamente final para un kalpa, o una
era), de una forma integrada, como mismo una fórmula resumida en una serie
contiene las formas integrada y expandida de dicha serie. Pero cuando esta fórmula
desciende al plano del espacio y el tiempo para su manifestación, los diferentes
términos de la serie se escriben progresivamente como se ilustra a continuación:
F(X) = f(х1) + f(x2) + f(х3) + f(x4) . . . . . . ∞
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La forma integrada siempre queda en lo Eterno y sus términos diferenciados
aparecen uno detrás del otro en el mundo del espacio y el tiempo. Pero la aparición de
estos términos en el mundo fenoménico no es más que la aparición sucesiva de las
distintas propiedades de prakriti basadas en las gunas (cualidades o atributos). En los
otros mundos esto es ilusorio. El Plan real, basado en la Ideación Divina en su plenitud
y perfección, sólo puede manifestarse en el Mundo Divino, conque únicamente
aquellos que trascienden los mundos inferiores y se elevan al mundo superior pueden
percibir este Plan en su perfección. En los mundos inferiores sólo vemos sus sombras
imperfectas, una detrás de la otra.
Las ideas anteriores también servirán para arrojar cierta luz sobre el asunto de
“los distintos senderos” a que nos referimos en el sutra previamente citado, que nos
permite vislumbrar el aspecto de la relación existente entre lo Manifestado y lo No
Manifiesto.
Puede ser que haya algunas personas inclinadas a considerar estas ideas como
simples especulaciones filosóficas. Son simples especulaciones, si manejamos estas
ideas como lo hacen los filósofos académicos. Pero si constituyen los mejores esfuerzos
de un jijñāsu (aspirante) para conocer por medio del intelecto lo que realmente está
más allá del intelecto, ello prepara el camino o sienta las bases para ese conocimiento
directo que llega cuando el yogui, luego de realizar intensos esfuerzos por conocer las
realidades de la vida superior, logra finalmente romper la barrera del intelecto y se
encuentra, frente a frente, con esas realidades que fueran el objeto de su búsqueda.
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Este artículo se publicó anteriormente en la revista The Theosophist, edición de marzo de 1970.
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