2012-05-17-50 AÑOS UNIVERSIDAD CATOLICA DE GUAYAQUIL

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CIENCIA Y FE
50 Años Universidad Católica
Santiago de Guayaquil
Guayaquil, Mayo 17 de 2012.
Queridas compañeras, queridos compañeros:
Celebrar los 50 años de una Institución como la
Universidad Católica “Santiago de Guayaquil”,
supone una retrospectiva de valoración de la
1
Academia y su incidencia en nuestro tiempo y en
el devenir histórico del Ecuador y de América
Latina.
La Universidad fue creada el 17 de mayo de
1962, a petición de la Junta pro Universidad
Católica que presidía Monseñor César Antonio
Mosquera Corral, arzobispo de Guayaquil, el
jurista Dr. Leonidas Ortega Moreira y el Padre
Sacerdote Jesuita Joaquín Flor Vásconez, quienes
fueron sus autoridades fundadoras, como Gran
Canciller,
primer
Rector
y
Consejero,
respectivamente. Conviene recordar que los
hombres y mujeres que llevaron a cabo la
propuesta de creación de la Universidad Católica
apostaban por la investigación y la docencia
orientadas a conseguir el desarrollo de nuestro
país. Se trataba de construir una entidad que
generara un espacio de reflexión y análisis y que
impulsara el despliegue de un pensamiento
ligado a las necesidades y problemas específicos
de nuestra nación.
La Universidad Católica Santiago de Guayaquil
surge en el contexto –y esto es muy importanteen el contexto mundial de la Guerra Fría, en un
marco regional de agitación social y política por
la influencia de la Revolución Cubana, el
2
surgimiento de movimientos guerrilleros y la
difusión de la Teología de la Liberación. Es un
momento en el que Capitalismo y Socialismo
parecían definir el campo de lucha de las
opciones
del
cambio
social.
Esto
se
complementaba en nuestra región con una
decidida preocupación por las perspectivas
desarrollistas impulsadas, en buena medida, por
el pensamiento económico de la Comisión
Económica para América Latina de las Naciones
Unidas, la famosa CEPAL y su Escuela Cepalina.
Son tiempos de auge de un pensamiento propio
en la región, de búsqueda de respuestas y
estrategias
para
un
desarrollo
regional
alternativo,
alentado
desde
propuestas
académicas que vinculaban lo económico, lo
social, lo cultural, lo político.
Saludamos los cincuenta años de vida fructífera
de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil,
en medio de una coyuntura revolucionaria,
cuando la Universidad ecuatoriana, el sistema de
educación
superior,
está
cambiando
integralmente,
inexorablemente,
hacia
la
excelencia.
El lema de la Universidad, “Ciencia y Fe”, nos
plantea un desafío de integridad a quienes
3
creemos en el valor y la necesidad de la ciencia y
al mismo tiempo profesamos una fe, y déjenme
reflexionar un poco sobre este tema, no lo puedo
hacer ni remotamente en forma tan brillante
como lo hizo el padre Pepe Cifuentes, pero
elaboremos un poco el lema de la universidad:
“Ciencia y Fe”.
Una de las grandes crisis de nuestra América
durante la larga y triste noche neoliberal fue la
crisis de pensamiento propio. Hubo muchas crisis
en esta larga y triste noche: crisis económica,
social (la pauperización de nuestra población),
política (se satanizó la política), de falta de
líderes, una de las mayores crisis fue la crisis de
pensamiento propio. Basta recordar que durante
décadas la región se sometió a las políticas del
Consenso de Washington, supuesto “consenso”
entre comillas en el que ni siquiera participamos
los
latinoamericanos,
pese
a
lo
cual,
Latinoamérica fue la región en la cual con mayor
intensidad, rapidez y más nefastos resultados se
aplicaron dichas recetas.
En verdad conmueve pensar cómo pudimos
pasar de una ebullición creativa como la de los
años 60 y 70 al marasmo de las “décadas
perdidas” de los 80 y los 90, renunciando hasta a
4
la crítica, reduciendo el complejo problema del
desarrollo a un asunto meramente técnico e
incluso con técnicas equivocadas.
Felizmente
nuestra
América,
queridos
estudiantes, queridos profesores, autoridades de
esta
universidad,
trabajadores,
felizmente
nuestra América está viviendo no una época de
cambios, sino un verdadero cambio de época, y
podríamos decir que en la última Cumbre de las
Américas realizada en la ciudad de Cartagena,
cuando al unísono los países latinoamericanos
rechazaron imposiciones hegemónicas, con
Ecuador
más
presente
que
nunca,
definitivamente se dio el paso del Consenso de
Washington al Consenso sin Washington.
Pero para caminar con nuestros propios pies,
como decía ese prócer uruguayo José Gervasio
Artigas,
es
necesario
talento
humano,
conocimiento, ciencia y tecnología, acompañadas
de claros proyectos nacionales.
El siglo XX se encargó de pulverizar los
simplismos de la Economía ortodoxa, que nos
hablaba del desarrollo básicamente como
crecimiento económico, y éste, a su vez,
dependiendo de “factores” de producción como
5
disponibilidad de trabajo humano, capital físico y
recursos naturales.
Las sociedades exitosas fueron las que contaron
con “factores”, entre comillas, probablemente no
tan tangibles, y por ello largamente ignorados
por la economía ortodoxa, pero factores
fundamentales.
Algunas sociedades nos enseñaron que con
talento humano, se puede hacer florecer hasta el
desierto, mientras que otras nos enseñaron que
sin este talento, se puede desertificar hasta el
jardín más florido.
De forma similar la historia se encargó de
destrozar
leyes
simplistas
para
explicar
fenómenos tan complejos como el avance de las
sociedades humanas, sean estas las leyes del
egoísmo racional o del materialismo dialéctico, y
nos ha demostrado que un avance tecnológico
puede producir más transformaciones en las
relaciones productivas, sociales y políticas, que
cualquier ideología.
Por ello, el único camino para seguir
desarrollándonos de forma sostenible como país
y para que todas y todos podamos alcanzar el
buen vivir, es ese talento humano, ese
6
conocimiento,
esa
ciencia
y
tecnología,
acompañados de un claro deseo y proyecto de
vida en común, para todo lo cual la academia, la
universidad, es fundamental.
La centralidad que ha adquirido la educación
superior en estos momentos históricos que vive
la Patria se manifiesta al menos en cuatro
transformaciones esenciales.
La primera de ellas: Definición de la
Educación Superior como un “bien público
social” y como un derecho. Por ello, la
Constitución de la República del 2008 estableció
la Gratuidad de la educación superior pública
hasta el tercer nivel y reafirmó la responsabilidad
del Estado en el financiamiento de sus
instituciones, sobre la base de criterios de
calidad, excelencia, equidad y eficiencia. La
Gratuidad, queridos amigos y amigas, ha
permitido aumentar el acceso y participación en
la educación superior especialmente de los
sectores históricamente excluidos.
La tasa de no matrícula por razones económicas
ha caído en 20 puntos porcentuales y el acceso
de los sectores indígenas, afroecuatorianos y de
los quintiles 1 y 2 prácticamente se ha duplicado.
7
La segunda transformación esencial en esta
centralidad que ahora tiene la educación
superior, por los motivos que he expuesto, es la
Nueva Institucionalidad, con la promulgación
de una Nueva Ley Orgánica de Educación
Superior (en octubre del 2010) y de un conjunto
de cuerpos normativos que se culminarán de
expedir en septiembre de 2012. Dichos cambios
buscan fortalecer el rol del Estado en la
definición de las políticas públicas en materia de
educación superior y en su seguimiento,
superando así la fase de desregulación de la
educación superior que tuvo trágicas
consecuencias económicas y sociales para
el país, para las y los estudiantes y sus
familias y para las propias universidades.
La Nueva Institucionalidad, se sustenta a su
vez en la creación de organismos de planificación
y regulación: Secretaría Nacional de Educación
Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación
(SENESCYT), el Consejo de Educación Superior
(CES) y el Consejo de Evaluación, Acreditación y
Aseguramiento de la Calidad de la Educación
Superior (CEAACES).
La tercera transformación esencial que está
viviendo el sistema de educación superior en el
8
país es la Mayor Inversión Pública en
Educación Superior. A comienzos del año 2000
Ecuador era el país de la región latinoamericana
que menos invertía en educación superior, por
supuesto, acabábamos de sufrir una de las
peores crisis de la historia del país, pero era el
país que menos invertía en educación en la
región, especialmente en educación superior,
situación que cambia radicalmente en los últimos
años y singularmente durante el actual gobierno.
En el año 2006, el presupuesto para educación
superior era de 529,1 millones de dólares. Para
el año 2012, ese presupuesto se ha multiplicado
por 2,5 veces, alcanzando los casi 1.318 millones
de dólares. Sin embargo, es necesario resaltar
que los resultados en cuanto a mejoras de
calidad, no han sido proporcionales a este
importante esfuerzo no del gobierno, porque este
es
dinero
del
pueblo
ecuatoriano,
este
importante esfuerzo de todo nuestro pueblo, de
toda nuestra gente.
La
principal
debilidad
en
materia
de
financiamiento no es solamente el poco
presupuesto, cómo quisiéramos poder dar mucho
más, sin embargo les puedo demostrar que hay
universidades en categoría A que tienen mucho
9
mejores resultados con menos presupuesto por
estudiante que universidades en categoría C. No
es el único factor para la excelencia, pero
sabemos que es uno de los factores también.
Pero otro de los problemas en materia de
financiamiento es la alta ineficiencia en la
distribución
de
los
recursos
públicos,
instituciones de baja calidad recibían una
asignación por estudiante significativamente
mayor que instituciones de alta calidad.
Actualmente existen instituciones categoría E que
reciben, aunque no lo crean, casi 28 mil dólares
por estudiante, versus algunas instituciones
categoría A que reciben apenas 1.500 dólares
por estudiante. El sistema premiaba la mala
calidad. Eso se solucionará con una nueva
fórmula de distribución que ya se encuentra lista,
donde se privilegia y premia la excelencia.
Y la cuarta gran transformación, dentro del
proceso de crecimiento, de desarrollo que tiene
el país, tal vez la más importante transformación
es el Compromiso con la Calidad. Universidad
sin excelencia, sencillamente no es universidad.
Como resultado de la evaluación efectuada por el
CEAACES 14 instituciones de educación superior
fueron suspendidas definitivamente, instituciones
que eran parte de un mercado en el cual lo
10
importante era ganar y no la calidad. Este
proceso es inédito en nuestra América y
probablemente a nivel mundial, más aún en
democracia y mientras yo sea Presidente no
daremos marcha atrás en esta exigencia por la
calidad.
De esta forma el sistema actual reduce de 71 a
57 instituciones de educación superior, las cuales
serán evaluadas permanentemente, la nueva
evaluación será antes de octubre de 2013.
Sumado a este esfuerzo, se implementará la
prueba nacional de último año para todas las
carreras de tercer nivel y el examen de
habilitación… Este es un concepto muy
importante
de
nuestra
Constitución:
las
universidades pueden dar el título profesional,
pero el permiso habilitante para ejercer la
profesión lo da la sociedad y su representación
institucionalizada que es el Estado. Ese es el
examen de habilitación, se tomarán exámenes de
habilitación para el ejercicio profesional en
carreras de interés público, como medicina,
derecho, educación, enfermería, ingeniería,
arquitectura y otras. Es decir, cero tolerancia a la
mediocridad.
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Ojalá todos seamos conscientes de la gravedad
de la situación. En los rankings más rigurosos del
mundo ninguna universidad latinoamericana se
ubica entre los cien primeros lugares y ni
siquiera
aparecen
las
universidades
ecuatorianas.
Por otro lado, todavía la región es absolutamente
marginal (no hablo solo de Ecuador ni de la
región
andina,
toda
América
Latina
es
absolutamente marginal) en generación, difusión
y acceso a ciencia y tecnología. En el caso de
Ecuador, antes de este gobierno se invertía
0,22% del Producto Interno Bruto en ciencia y
tecnología.
Al
2010
–todavía
estamos
consolidando las cifras para el 2011- ya se
invertía el 0,55% del PIB; es decir, más del doble
en términos relativos, y más tomando en cuenta
el crecimiento del PIB, casi el triple en términos
absolutos. De acuerdo a lo estipulado en el
Consejo de Planificación la meta es llegar en el
2013 al 1% del PIB, pero esto es tan solo lo
mínimo, no lo óptimo, lo mínimo que recomienda
la UNESCO. Cabe recordar que los países
desarrollados destinan el 3% de su PIB para
ciencia y tecnología.
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No
solo
debemos
hacer
las
cosas
extraordinariamente bien, las debemos hacer
extraordinariamente rápido. Es más, debemos
recuperar el tiempo perdido. Y aquí, sin temor y
con humildad, tenemos que aprender de los que
más saben. Por ello, en los últimos 5 años se han
entregado más del doble de becas de postgrado
para el extranjero que en los 20 años anteriores
al 2007, estamos hablando de alrededor de
5.000 becas, con las planificadas para este año,
algo sin parangón en la historia del Ecuador. Hoy
tenemos un programa absolutamente agresivo
para becas de pregrado y postgrado, donde
basta, es suficiente (y escuchen bien chicos,
ustedes tienen grandes oportunidades con lo
brillantes que son) ser aceptado en las
universidades más prestigiosas del mundo y en
las carreras de interés para el país, para tener
inmediatamente acceso a beca o financiamiento.
Lo importante es que sean aceptados en esas
universidades de calidad, en las carreras que
establece el Plan Nacional de Desarrollo, lo que
se requiere para el desarrollo del país y el
Gobierno Nacional, con nuestro programa de
becas y financiamiento, les garantiza que
ustedes podrán pagar esa universidad. El límite
para este programa no es presupuestario, si son
13
tres mil, cuatro mil, cinco mil, diez mil, en buena
hora; el límite no es presupuestario, sino cuántos
ecuatorianos y ecuatorianas pueden acceder a
dichas universidades y carreras. No es fácil el
ingreso, es muy competitivo.
Cuidado, con todo lo que les estoy diciendo, me
consideran un tecnócrata haciendo exactamente
lo que criticaba al inicio de esta intervención, es
decir, considerar el desarrollo como un problema
netamente
técnico,
y
con
una
visión
absolutamente
antropocéntrica,
obviando
dimensiones
fundamentales
del
verdadero
desarrollo, como la dimensión ambiental. Sin
embargo, cuidado también caemos en el otro
extremo, el de satanizar cualquier progreso
humano como algo malo.
Como dice el papa Benedicto XVI en su Encíclica
Caritas in Veritate, La Caridad en Verdad, cito,
“Considerar ideológicamente como absoluto el
progreso técnico y soñar con la utopía de una
humanidad que retorna a su estado de
naturaleza originario, son dos modos opuestos
para eximir al progreso de su valoración moral y,
por tanto, de nuestra responsabilidad”. Cierro
cita.
14
Y son esos argumentos vacíos, esos extremos,
lamentablemente, los que en forma frecuente
han acompañado el debate en cuanto a
decisiones fundamentales para el desarrollo del
país, como por ejemplo, en el caso de la minería.
No se trata del simplismo de, cito: “se puede
vivir sin oro pero no sin agua”. La supuesta
elección excluyente entre minería y agua es uno
de los tantos falsos dilemas con los que está
repleto el debate público ecuatoriano, haciendo
gala de un (perdónenme el neologismo)
elementarismo irresponsable, además de un
profundo desconocimiento de la economía, pues
en caso de que fuera cierto este falso dilema –
minería versus agua, oro versus agua-, sería la
bien conocida paradoja del agua y los diamantes,
propuesta y resuelta por Adam Smith hace más
de doscientos años.
¿Qué es más valioso, el agua o los diamantes?
Los estudiantes de economía, espero, tienen que
conocer la respuesta, y la respuesta es: Depende
de cuál es el bien más escaso.
Si ustedes fueron a Sudáfrica a una mina de
diamantes y se perdieron en el desierto, muy
probablemente después de tres días sin agua
alguien les ofrece una botellita de agua a cambio
15
de su bolsa de diamantes y se la entregan
complacidos, porque así están salvando su vida.
En ese caso, el agua es el bien escaso y vale
mucho más que los diamantes. Pero si ustedes
llegaron a su casa y tienen la misma funda de
diamantes en el bolsillo, y viene una inundación
sin precedentes y tienen el agua hasta el cuello y
tienen riesgo de perecer, probablemente darán la
funda de diamantes, pero para que se les lleven
el agua. En ese caso están dispuestos a entregar
los diamantes para no recibir agua, para que les
quiten el agua, es decir, en ese caso el agua era
el bien más abundante y por eso valió mucho
menos que los diamantes.
Superemos simplismos como que el
que el agua. Falso dilema, pero si
dilema, depende de cuánto oro y
tiene el país, depende de cuántos
cuánta agua tiene el país.
oro vale más
existiera ese
cuánta agua
diamantes y
Y el país necesita de agua, pero también de
diamantes, no como joyas inservibles, sino para
transformarlos en tractores, carretas, colegios,
hospitales, para alcanzar el Buen Vivir.
Si bien hace algunos años se consideraba al ser
humano lo único importante en la naturaleza,
habiendo atentado gravemente contra la
16
Pachamama, contra esta Naturaleza, hoy
pareciera que ciertos sectores se han ido al otro
extremo, al creer que el ser humano es poco
menos que un estorbo en la naturaleza. Ni lo
uno, ni lo otro. Para la Revolución Ciudadana el
ser humano por supuesto que no es lo único
importante en la naturaleza, pero sigue siendo lo
más importante de esta naturaleza.
Y el lema de la Universidad también nos habla de
fe. Además de Ciencia, el lema de la Universidad
nos menciona la Fe. La verticalidad de la Fe, para
saber que “si Yahvé no construye, en vano se
afanan los constructores”, como dice la Biblia,
pero también la horizontalidad de la Fe, para
enfrentar nuestra realidad, nuestro mundo, con
la radicalidad que los principios cristianos nos
exigen, para iluminar precisamente esa ciencia,
para darle sentido.
América Latina es al mismo tiempo el continente
más cristiano y más injusto del mundo, lo cual es
una contradicción en sí mismo, más aún si uno
de los signos cristianos más recurrentes en el
Evangelio es el compartir el pan. Dentro de esta
lacerante realidad de América Latina, la región
más inequitativa del mundo, Ecuador es uno de
los países más inequitativos de la región más
17
inequitativa; es decir, somos los campeones
mundiales de la inequidad, de la desigualdad. He
llegado a convencerme de que en el país el
problema no es la escasez de golpes de pecho,
sino la abundancia de pellejos demasiado duros.
De esta forma, la fundamental cuestión moral en
América Latina es la cuestión social, más aún si
por primera vez en la historia la pobreza y la
miseria en nuestro continente, como en el
planeta entero, no son consecuencia de falta de
recursos; antes era la sequía, etcétera lo que
producía hambruna, pobreza; hoy existen los
recursos, esa pobreza no es consecuencia de
falta de recursos, sino de sistemas políticos,
sociales y económicos perversos.
Pese a esto, se considera que América Latina
vive en democracia. Yo sostengo que tenemos
tan solo elecciones y que aún falta mucho para
tener verdaderas democracias.
Como católico practicante, siempre creeré en la
importancia de la caridad y de la solidaridad.
Constantemente aquello será necesario para
atender, por ejemplo, a los más desfavorecidos
por la naturaleza.
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Soy también un convencido de que el Estado
jamás podrá llegar con la entrega y devoción
suficientes para atender a personas con
discapacidades
severas
o
enfermedades
terminales. Para eso siempre se va a necesitar la
voluntad, la solidaridad, la caridad, fundaciones,
instituciones como la Junta de Beneficencia de
Guayaquil, se necesitan corazones generosos,
verdaderas vocaciones.
Sin embargo, también soy un convencido de que
los pobres socio económicos no dejarán de ser
pobres con caridad, peor con ritos, sino con
justicia, y eso implica el cambio en las relaciones
de poder dentro de la sociedad; es decir, se trata
de un problema y un proceso político.
Como decía Don Helder Camera, a quien tuve el
privilegio de conocerlo en vida, uno de los santos
que he tenido la oportunidad de conocer y
precisamente en la Universidad Católica, nos vino
a visitar hace ya más de veinticinco años… Como
decía Don Helder Camera, ese gran obispo de la
Diócesis de Recife en Brasil, al cual Paulo VI lo
llamó “mi obispo rojo”, decía Don Helder:
“cuando doy de comer a los pobres, me llaman
santo, cuando pregunto ¿por qué hay pobres?,
me llaman comunista”.
19
Don Helder fue uno de los más grandes
exponentes de la llamada “Teología de la
Liberación”,
elaboración
básicamente
latinoamericana, que proponía a la Iglesia como
sujeto histórico, llamada a implantar aquí en la
tierra el Reino de Dios, entendido como un reino
de justicia.
La reunión de la Conferencia Episcopal
Latinoamericana en Medellín resumía, cito: “El
Episcopado Latinoamericano no puede quedar
indiferente ante las tremendas injusticias sociales
existentes en América Latina, que mantienen a la
mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa
pobreza cercana en muchísimos casos a la
inhumana miseria. Un sordo clamor brota de
millones de hombres, pidiendo a sus pastores
una liberación que no les llega de ninguna parte”,
cierro cita.
La Conferencia de la CELAM en Puebla, por su
parte, agregaba, cito: “Al analizar más a fondo
tal situación, descubrimos que esta pobreza no
es una etapa casual, sino el producto de
situaciones y estructuras económicas, sociales y
políticas, aunque haya también otras causas de
la miseria”, cierro cita. Y añadía -abro cita
nuevamente-: “Vemos, a la luz de la fe, como un
20
escándalo y una contradicción con el ser
cristiano, la creciente brecha entre ricos y
pobres… Esto es contrario al plan del Creador y
al honor que se le debe. En esta angustia y
dolor, la Iglesia discierne una situación de
pecado social, gravedad tanto mayor por darse
en países que se llaman católicos”, -cierro cita.
El concepto más significativo que emergió de
esta prédica de la Iglesia fue la “opción
preferencial por los pobres”, guía espiritual de la
acción de las comunidades cristianas de base,
surgidas precisamente en aquella época, cuando
se fundaba la Universidad Católica, cuando recién
se iniciaba, la época de mayor trasformación
eclesial del siglo XX en nuestra América.
A finales de la década del sesenta algunos
sacerdotes optaron incluso por la lucha armada,
los casos de Camilo Torres, Domingo Laín, Leonel
Rugama. Su decisión no fue un hecho aislado: la
propia encíclica Populorum Progressio de Paulo
XVI reconocía “el derecho a la insurrección en el
caso de una tiranía evidente y prolongada que
atente contra los derechos de la persona”. El
Obispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo
Romero también invocó el “derecho a la violencia
insurreccional”.
21
Paradójicamente la violencia de Estado cobró
como víctima al propio Monseñor Romero,
asesinado, al igual que Ignacio Ellacuría y otros
que cumplieron apostolado y martirologio; fueron
asesinados por escuadrones de la muerte de El
Salvador y dichas muertes quedaron largamente
en la impunidad.
En la actualidad la situación de América Latina ha
cambiado, y a nadie sensato se le ocurriría
alentar la transformación por la vía armada, pero
es justo reconocer a quienes optaron, en una
situación extrema, por tal decisión.
Sin embargo, las palabras, conceptos y visiones
de Medellín y Puebla tienen vigencia plena. La
opción preferencial por los pobres no es el
asistencialismo
o
caridad
y
menos
las
espiritualizaciones ajenas a la realidad de dolor
cotidiano. Se trata de atacar frontalmente y
extirpar de raíz las causas de la inequidad y la
injusticia, y para ello se necesita de verdaderas
revoluciones, democráticas y pacíficas, pero
precisamente eso: revoluciones, es decir,
cambios radicales, profundos y rápidos de las
estructuras políticas, sociales y económicas
vigentes. Para los poderes dominantes, esto es
populismo e incluso comunismo. Cabe indicar
22
que para las oligarquías latinoamericanas, hasta
hacer pagar impuestos a los ricos es comunismo.
En Puebla se dijo, empiezo cita: “América Latina
se encuentra, en muchas partes, en una
situación de injusticia, que puede llamarse de
violencia institucionalizada. Tal situación exige
transformaciones globales, audaces, urgentes y
profundamente renovadoras”, cierro cita.
La desventura de las naciones latinoamericanas,
como bien precisaban las Conferencias de
Medellín y Puebla, no tienen que ver con un
destino manifiesto o con el carácter de sus
ciudadanos, como algunas veces nos quieren
hacer creer, mucho menos con el conformismo
con el que deberíamos esperar en la otra vida lo
que no se tuvo en la terrenal. La desdicha tiene
responsables, nombres, apellidos, conceptos,
ideologías,
y,
entre
esas
causales,
los
fundamentalismos
del
mercado,
el
neoliberalismo,
los
lacayos
criollos,
el
colonialismo y neo colonialismo.
Y es que ha sido poco menos que increíble como
todas las políticas públicas de los últimos años
han estado en función de los poderosos y del
gran capital.
23
Mi encíclica favorita de la Doctrina Social de la
Iglesia Católica, la encíclica Laborem Exercens
o el Trabajo Humano de Juan Pablo II, nos dice
que el trabajo humano no es un factor más
de producción, sino el fin mismo de la
producción. Sin embargo, el neoliberalismo
redujo al trabajo humano a un simple
instrumento más que hay que utilizar o desechar
en función de las necesidades de acumulación del
capital. Para esto, se generalizaron en América
Latina formas de explotación laboral bastante
mal
disfrazadas
con
eufemismos
como
“flexibilización
laboral”,
“tercerización”,
“contratos por horas”, etcétera.
Incluso si la flexibilización hubiere dado
resultado, que no lo dio, no podemos rebajar la
dignidad del trabajo humano a una simple
mercancía. Ya es hora de entender que el
principal bien que exigen nuestras sociedades es
el bien moral, y que la explotación laboral, en
aras
de
supuestas
competitividades,
es
sencillamente inmoral.
La globalización neoliberal, inhumana y cruel,
que nos quiere convertir en mercados y no en
naciones, que nos quiere hacer tan solo
consumidores y no ciudadanos del mundo, es
24
muy similar en términos conceptuales al
capitalismo salvaje de la Revolución Industrial,
donde antes de que por medio de la acción
colectiva, las naciones lograsen en su interior
leyes de protección laboral, a través de la
consolidación de los Estados nacionales, antes de
aquello la explotación no tuvo límites. Lo mismo
se repite hoy en un mercado global sin acción
colectiva ni mecanismos de gobernanza, y la
principal víctima es la clase trabajadora.
Precisamente revelándose ante las consecuencias
de la Revolución Industrial y de la cuestión
obrera el Papa León XIII escribió su encíclica
Rerum Novarum, la cual dio inicio a lo que
conocemos como Doctrina Social de la Iglesia
Católica.
Hoy, a los que queremos cambiar las cosas,
muchas veces se nos quiere acusar de que
estamos rompiendo la paz en nuestros países.
Por supuesto, todo proceso de cambio implica
resistencias. Sin embargo, la paz no es
solamente la ausencia de guerra. La insultante
opulencia de unos pocos en América Latina, al
lado de la más intolerable pobreza, son balas
cotidianas contra la dignidad humana, “el
escándalo de las disparidades hirientes”, como
25
dice Benedicto XVI, en la
mencionada Caritas in Veritate.
encíclica
ya
Queridas amigas, amigos, autoridades de esta
universidad:
Tengan la seguridad que este ex alumno es
aquello lo que busca, un país más justo, más
solidario, más cristiano.
Este siempre fue mi sueño, trabajar por mi país,
uno de los más injustos del mundo. La vida me
dio la oportunidad no únicamente de trabajar,
sino de liderar este proceso de cambio, que se
está dando no solo en Ecuador, sino en toda
Latinoamérica. Los pueblos latinoamericanos
están comenzando a despertar para ser
finalmente dueños de su destino.
Insisto, ese siempre fue mi sueño, no una
ambición. Pueden estar seguros que mi deseo es
tan solo servir. Pero no podemos engañarnos, no
se puede cambiar realidades tan injustas como
las latinoamericanas con la simple caridad.
Siempre habrá lugar para el buen corazón y la
solidaridad. Es más, estoy seguro que sin
cambiar al ser humano, sobre todo en cuanto a
valores, cualquier sistema económico y social
fracasará, pero tengan la seguridad que será
26
imposible arreglar estas estructuras tan injustas
sin un cambio en la correlación de fuerzas, es
decir, sin captar el poder político, y transformar
los “Estados aparentes” de América Latina, como
los definió el boliviano Zabaleta Mercado, que
son Estados que solamente representan a un
pedazo
privilegiado
de
la
sociedad,
transformarlos en verdaderos Estados en
búsqueda del bien común, en “Estados
integrales” como los llamaba Antonio Gramsci,
ese gran marxista italiano. Para ello, querámoslo
o no, es necesario captar el gobierno del Estado,
es decir, ganar las elecciones presidenciales,
para empezar a construir ese Estado integral,
insisto, como lo llamaba Gramsci.
Hoy, después de estudiar media vida (los más
inútiles tenemos que estudiar más para aprender
algo), sigo teniendo mucho más preguntas que
respuestas, pero al menos ya no siento tanta
vergüenza ni temor de confesar mi ignorancia.
Cada vez estoy más convencido de que, más que
ciencia, la economía nos da un set de
instrumentos para resolver problemas, y que
frecuentemente la supuesta teoría económica, es
a lo sumo la opinión dominante, e incluso
ideología disfrazada de ciencia, como en el caso
del Consenso de Washington y el neoliberalismo.
27
Que siempre es necesaria la ética y la moral,
también estoy convencido de aquello; es decir, el
análisis normativo, por positiva que se crea una
ciencia. Precisamente la ausencia de esta
dimensión normativa, y el someter vidas,
personas y sociedades a la entelequia llamada
mercado, nos ha llevado a la peor crisis global de
los últimos 80 años. Creo en sociedades con
mercado, pero no en sociedades de mercado.
Creo en la libertad individual, que sin justicia es
lo más parecido a la esclavitud, y esa justicia
solo se puede lograr a través de la acción
colectiva. No comparto una globalización que
intenta crear un mercado global, y no una
sociedad global; una globalización que busca no
ciudadanos
del
mundo,
sino
tan
solo
consumidores mundiales. No entiendo cómo los
países ricos –y frecuentemente cristianospodrán justificar éticamente a las futuras
generaciones la búsqueda de cada vez mayor
movilidad para mercancías y capitales, al mismo
tiempo que penalizan e incluso criminalizan cada
vez con mayor fuerza la movilidad humana. Creo
que el mayor imperativo ético que tiene la
humanidad es combatir la pobreza, la cual,
insisto, por primera vez en la historia, no es fruto
de escasez de recursos, sino de sistemas
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perversos. Creo en el poder de la Utopía, que
como dice mi buen amigo Eduardo Galeano,
escritor uruguayo autor de “Las Venas Abiertas
de América Latina”, utopía que al ser
inalcanzable pese a mucho caminar, nos sirve
precisamente para eso, para avanzar.
Nuestra más sentida felicitación a todos
quienes
recibieron
merecidas
condecoraciones. De todos ustedes, queridos
jóvenes, es el reto, sé que está asumido y que el
tiempo por venir es un constante ascenso en la
escala de la superación, hacia la excelencia,
hacia la categoría A de esta Universidad, hacia la
acreditación internacional. En esto sí la
globalización tiene sentido, aquí tenemos que
compararnos con los mejores, no hay límite para
la superación académica, para la excelencia.
A las puertas de la ciencia, decía Carlos Marx,
hay un letrero similar al que Dante colocó a las
puertas de su Infierno: “Todo temor, toda
flaqueza aquí terminan”. Y así de grave es el
reto, digno de académicos, digno de hombres de
ciencia, de quienes saben que sin talento
humano, sin ciencia y tecnología, sin excelencia
académica no habrá futuro, pero, asimismo, sin
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fe, sin sus valores, compromisos y convicciones,
esa ciencia estará vacía, sin propósito.
Queridas amigas y amigos:
El 6 de junio de 1963, se inició el primer período
académico de clases de la Universidad Católica
Santiago de Guayaquil, en el edificio del colegio
nocturno "20 de abril", de los padres jesuitas,
ubicado en Eloy Alfaro y Manabí.
Hoy la Universidad Católica posee un magnífico
campus académico de 20 hectáreas, en vías de
ampliarse con terrenos aledaños adquiridos para
el efecto, y con una amplia oferta de carreras y
especialidades y un importante sistema de
posgrados.
Es mucho lo que se ha avanzado, pero mucho lo
que falta por hacer. No es hora de las grandes
complacencias, sino de los grandes desafíos.
Todo esto está por hacerse, y a la luz de la
Ciencia y de la Fe, lo lograremos.
¡Felicidades Universidad,
cincuenta años!
por
estos
primeros
¡Hasta la Victoria Siempre!
30
Rafael Correa Delgado
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA
REPÚBLICA DEL ECUADOR
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