Conferencias de metropolitanos españoles 1921 a 1931

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La agenda de la Conferencia de Metropolitanos españoles (1921-1931)
El presente trabajo trata de analizar cual fue la “agenda de trabajo” de los
metropolitanos españoles reunidos en la novedosa “conferencia de metropolitanos
españoles” antecesora de la hodierna “Conferencia Episcopal Española”. El período
estudiado va desde 1921, año en que se inician las reuniones de los metropolitanos
españoles, hasta la proclamación de la Segunda República. Creemos que es un
período significativo en cuanto a la vida cultural, política y religiosa de España. Por
un lado, es el momento de edificación y consolidación de estas reuniones
episcopales, en las que aún prima la espontaneidad y el poco control, coincidiendo
con un período de relativa calma para la Iglesia Española bajo la dictadura de Primo
de Rivera. Además, el escaso número de defunciones de obispos metropolitanos
durante este arco de tiempo permitió que de alguna manera se formara un cierto
“equipo” dirigente estable. Por otro lado, este lapso de tiempo coincide casi por
entero con el inicio de un nuevo pontificado (Pío XI) y con la presencia de un nuevo
nuncio en España (Federico Tedeschini). Otro objetivo que esperamos obtener con
nuestro estudio es mostrar los principales rasgos de la historia de la Iglesia Española
durante la Dictadura de Primo de Rivera.
1. Introducción
Para este análisis nos hemos basado en las Actas de las Conferencias de
Metropolitanos publicadas hará ya cerca de una década 1 . Leyendo estas actas, sus
participantes, sus resoluciones, su periodicidad y sus temas, hemos discriminado y
agrupado las preocupaciones de los principales representantes del colegio episcopal
español (los nueve metropolitanos) en este espacio de tiempo de diez años.
Lógicamente, los temas tratados en sus reuniones son de desigual interés, extensión,
profundidad, trascendencia e incluso oportunidad. Algunos de ellos responden a
preocupaciones particulares de algún prelado aunque por lo general se trata de temas
de ámbito nacional como corresponde a una reunión de estas características.
No podemos tratar todos los temas por motivos de espacio y tampoco queremos
entrar en profundidad en cada uno de ellos ya que algunos ya han sido reseñados en
otros trabajos monográficos o formando parte de una obra de conjunto. Por eso
hemos intentado atenernos a las grandes líneas del actuar de las conferencias,
desechando los temas excesivamente circunstanciales y coyunturales, a la vez que
centramos nuestra atención en aquellos aspectos que tienen una dimensión más
social, cultural e incluso política. De esta manera, el capítulo de los religiosos lo
obviaremos ya que la Conferencia, prácticamente, sólo se detiene a considerarlo
desde el punto de vista intraeclesial, así como el de la masonería y el rotarismo por
tratarse de una preocupación puntual sólo emergente en alguna que otra conferencia
(a pesar de la actualidad del tema en el momento histórico). Los diversos temas no
forman compartimentos estancos sino que más bien se relacionan e imbrican
mutuamente. Por ejemplo, el apartado de relaciones con el Estado está salpicado por
diversas problemáticas que forman capítulos a se dentro de otros apartados, como
puede ser la financiación del clero o la preocupación por la educación.
La descripción de cada una de estas grandes temáticas irá puesta en su contexto
histórico para resaltar su actualidad y hacer operativa la elección metodológica. Por
1
Vicente Cárcel Ortí (ed.), Actas de las Conferencias de Metropolitanos Españoles (1921-1965), Madrid,
BAC, 1994. Las resoluciones contenidas en las actas están numeradas correlativamente. A partir de ahora
citaremos como ACM seguida de los números y en su caso del año de la Conferencia.
2
otro lado, esto nos permitirá mostrar un fragmento de realidad histórica de la Iglesia
en España en una época ayuna de estudios históricos sobre la vida de la Iglesia 2 .
Como notas características de la actuación de la Conferencia de Metropolitanos en
este arco espacio-temporal podemos afirmar su gran preocupación por la presencia
de la Iglesia en la vida pública española aprovechando el momento teóricamente
favorable. Sus disposiciones tendentes a buscar la unidad de acción de los católicos
en lo social y político, muy centradas en coordinar, impulsar y organizar los
diferentes aspectos de la vida socio-religiosa-cultural: educación, prensa, congresos
católicos, acción social y católica…Por otra parte, la inquietud por el sostenimiento
de la Iglesia y de modo particular de los sacerdotes y religiosos, fuente de continuos
conflictos con el gobierno. Y, por supuesto, controlar la disciplina de los católicos en
la educación, lecturas y moralidad 3 .
Es difícil decir si los metropolitanos tenían un proyecto para la España del
momento, al menos en sus líneas generales, como lo tenía Pío XI para la Iglesia
Universal; o si al menos trasladaron las preocupaciones pontificias, manifestadas en
sus encíclicas, a los católicos españoles a través de su actuación en la Conferencia de
Metropolitanos. De todas maneras, sí que es destacable el propio hecho de sus
reuniones, puesto que el episcopado hasta ese momento se había mostrado muy
aislado, incapaz de coordinar proyectos comunes o de al menos sentarse a discutirlos.
Esta representación de todos los obispos en las personas de los metropolitanos es un
gran logro por parte de la nunciatura, lo cual sí que va en la línea de los intereses de
la Santa Sede. Este impulso autoriza a los metropolitanos a sentirse representantes e
intérpretes del sentir del episcopado y de los fieles católicos.
Se ha insistido mucho en el maridaje entre el régimen y la Iglesia Católica 4 .
Efectivamente el golpe de estado y el directorio militar fueron acogidos
calurosamente por la mayoría del episcopado y, por su parte, el rey y el dictador
hicieron siempre votos de ferviente catolicismo -amen que no se produjeron durante
la dictadura especiales actuaciones anticlericales-; pero por otro lado, quizás a
excepción de la educación, la mayoría de las propuestas de los obispos españoles y
de la Conferencia fueron dilatadas, particularmente las que se referían al presupuesto
del clero. En el fiel de la balanza a favor del gobierno está la suspensión de la
2
Son escasísimos los trabajos reseñables. Quizás el lapso de tiempo no sea suficientemente significativo
pero, por lo general, cada vez que nos acercamos a esta época encontramos aplicada a ella los criterios y
los datos extraídos de los estudios que tienen como referente temporal la primera quincena del siglo XX.
De un modo específico encontramos los siguientes artículos: Vicente Cárcel Ortí, «Iglesia y Estado
durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)», Revista Española de Derecho Canónico, 45
(1988), pp. 209-248 y Francisco Martí Gilabert, «La Iglesia y la Dictadura de Primo de Rivera (19231929)», Anuario de Historia de la Iglesia 2 (1993), pp. 151-178. En cuanto a los libros: Shlomo BenAmi, La dictadura de Primo de Rivera 1923-1930, Barcelona, Planeta, 1983; José Luis Gomez-Navarro,
El régimen de Primo de Rivera. Reyes, dictaduras y dictadores, Madrid, Cátedra, 1991. En obras muy
recientes como la de William James Callahan, La Iglesia Católica en España (1875-2002), Barcelona,
Crítica, 2002, apenas se le dedican una docena de páginas, de modo específico, a esta época (pp. 127139). Destacamos, para todo lo que hace referencia a los aspectos culturales del momento, la obra
conjunta dirigida por Carlos Serrano y Serge Salaün, Temps de crise et «années folles». Les années 20 en
Espagne (1917-1930), Paris, Presses de l’Université de Paris-Sorbonne, 2002.
3
Feliciani, en su obra sobre las Conferencias Episcopales, hace un elenco de los temas que preocupaban a
León XIII y a los obispos de las respectivas reuniones episcopales, mostrando una temática muy similar a
la que vamos a estudiar para España: reivindicar la libertad de la Iglesia; derecho temporal de la Santa
Sede; escuela; formación del clero; universidades católicas; cuestión social; prensa católica;
asociacionismo católico; preparación de concilios provinciales… y por encima de todas ellas buscar la
“consensio episcoporum”. Cfr. Giorgio Feliciani, Le Conferenze Episcopali, Bologna, Societá Editrice Il
Mulino, 1974, pp. 59-93.
4
Especialmente, Shlomo Ben-Ami, La dictadura…pp. 75ss.
3
Constitución liberal de 1876 y, sobre todo, su compromiso con el Concordato de
1851. Además, la creación de la Junta delegada del Real Patronato Eclesiástico que
proveería todas las canonjías y beneficios y la elección de candidatos al episcopado 5 .
Por su lado, la Conferencia declaró que la Unión Patriótica debía ser mirada “con
simpatía en cuanto expresión de amor a la patria” a la vez que advertía a los
sacerdotes que no podían pertenecer a ella 6 . En cuanto a la petición al Episcopado
por parte del gobierno para que sufragara los gastos de un monumento al Dictador, la
Conferencia lo dejó a discreción de cada obispo 7 . Mayor fervor demuestran los
metropolitanos hacia la figura del rey, especialmente con motivo de su visita al Papa
en 1923 8 . En otro orden de cosas, la cuestión espinosa de los nacionalismosregionalismos y especialmente del nombramiento de obispos catalanes para Cataluña
fue obviada en las conferencias quizás por la presencia de Vidal y Barraquer 9 .
De las conferencias saldrán innumerables realizaciones prácticas y pocas teóricas.
Algunas, elaboradas a título individual por alguno de los metropolitanos y tres en
forma de Documento Colectivo de la Conferencia 10 : concretamente una pastoral
colectiva sobre la inmodestia en las costumbres públicas (1923), un documento sobre
la persecución religiosa en México (1926), y un documento miscelánico sobre el
aumento de los haberes del clero, sobre la represión de la inmoralidad y sobre la
infracción de los días festivos (1928) 11 . Puede parecer poco fruto para tanta reunión,
pero entendemos que estos documentos no eran el fin principal de la Conferencia de
Metropolitanos aunque sí que sirvieron para hacerse oír en especial de la autoridades
civiles. Por otra parte, en la misma época se dirigen algunas exposiciones colectivas
del Episcopado, en la línea de las decimonónicas, pero que no son documentos
emanados por la Conferencia 12 . En definitiva, una realidad poliédrica y multiforme
que nos muestra un fragmento de la vida de la Iglesia en España desde el punto de
vista jerárquico, con implicaciones en todos los niveles de la sociedad.
2. Antecedentes de la Conferencia de Metropolitanos Españoles 13
Las actas que analizaremos son de una institución de reciente constitución y de
nula tradición en la Iglesia española. Por eso, dedicaremos unas palabras a tratar de
5
Esta Junta fue creada el 10 de marzo de 1924 y suspendida el 16 de junio de 1930. Estaba compuesta
por el cardenal primado, un arzobispo, dos obispos, dos dignidades capitulares, un canónigo y un
beneficiado. El arzobispo y los obispos eran elegidos por el episcopado. La Junta, en definitiva, trataba de
eliminar las influencias políticas en los nombramientos episcopales. En las Actas de las Conferencias se
hace referencia a la Junta en 1927 con motivo de la puesta en marcha de la Asamblea Nacional (AMC,
nn. 303, 315).
6
Cfr. AMC, n. 131 (1924).
7
Cfr. AMC, n. 260 (1926).
8
Cfr. AMC, n. 55 (1923). Esta visita tuvo su trascendencia en el orden internacional como una primera
muestra de que la Cuestión Romana se estaba superando.
9
Hubo una consulta en 1923 hecha por el presbítero Resurrección Mª de Azkue, a quien se le respondió
que cada prelado podía decidir sobre la lengua que debía emplear en sus pastorales. Los obispos de la
Tarraconense, durante este período, se reunieron tres veces (1921-1923-1928), haciendo hincapié en la
defensa de la lengua catalana como instrumento de evangelización.
10
Estos documentos colectivos eran vistos antes de su publicación por todos los metropolitanos, que a su
vez se los daban a conocer a los sufragáneos los cuáles los subscribían. De esta manera, se puede hablar
de documentos colectivos del episcopado español. Cfr. AMC, n. 28 (1923).
11
Jesús Iribarren, (ed.), Documentos Colectivos del Episcopado Español (1870-1974), Madrid, BAC,
1974, pp. 117-123/123-125/125-130.
12
Ibíd., «El episcopado a la nación» (1.III.1922); «El episcopado al gobierno de su majestad» (1923), pp.
112-115/116-117.
13
Para una explicación en detalle del origen de la Conferencia, vid. Actas de las Conferencias...pp. 3-29.
4
describir en qué consiste este organismo que rompe con la tradición autárquica de los
ordinarios españoles. De hecho, los sínodos y otro tipo de asambleas de obispos
brillan por su ausencia en la España contemporánea. En parte, por el carácter
independiente del episcopado español (mediatizado por el regalismo) y sobre todo
por las ya conocidas difíciles circunstancias de la Iglesia en España a lo largo del
siglo XIX.
No obstante, se pueden rastrear tímidos intentos de acción conjunta como las
diversas exposiciones y documentos colectivos del episcopado español (casi nunca
de todo el episcopado, ya por absentismo, enfermedad, desacuerdo o vacancia en
sede) durante el último tercio del siglo XIX o la prolongada estancia de gran parte
del episcopado peninsular en Roma durante la celebración del Concilio Vaticano I.
Por así decirlo, funcionaban con mayor naturalidad las reuniones esporádicas en
tiempos de crisis y por regiones eclesiásticas (por ejemplo los de la Tarraconense) o
las celebradas con motivo de una consagración episcopal en la sede del
consagrado 14 .
En 1885, con motivo de los funerales de Alfonso XII, el nuncio Rampolla obtuvo
permiso del Ministro de Gracia y Justicia para reunirse en la nunciatura con todos los
obispos españoles. Esta gestión se enmarcaba dentro de la política de León XIII
destinada a conseguir una unidad de acción eclesiástica y civil frente al liberalismo.
No obstante, como es bien sabido, la “Unión Católica” fracasó como había fracasado
la Cum multa de 1882 15 . León XIII, por otra parte, promovía insistentemente la
reunión de los obispos en todos los países como modo de dirigir unidos la acción de
los católicos, seguramente como un claro reflejo de su experiencia personal cuando
siendo nuncio participó en las reuniones del episcopado belga.
A instancias del mismo Rampolla, ahora secretario de estado, el nuncio Rinaldi
propuso al primado, cardenal Sancha, la celebración de una conferencia episcopal o
reunión de obispos españoles no limitada a los nueve metropolitanos. Esta iniciativa
se produjo en 1900 pero no cuajó hasta 1907 debido a las diferencias que había entre
los obispos españoles. En el entreacto hubo repetidos documentos pontificios que
alentaban la reunión como la Et gratum sane et iucundum, de 1902, dirigida a los
obispos de Toledo, Barcelona y Compostela en que se encarecia a “si, ad conferenda
cuiusque vestrum consilia dissipatasque vires colligendas, in episcopales coetus
persaepe vos frequentesque conveniatis” 16 ; o la Quos nuper en que, con motivo de
una próxima reunión en Madrid para hablar de la acción católica en España, el papa
alentaba al primado a prodigar estos encuentros e incluso a permitir las adunaciones
por circunscripciones metropolitanas siempre que guardaran la unión con el
primado 17 .
Fue necesaria la intervención de Merry del Val, nuevo secretario de estado con
Pío X y además español, para que se desbloqueara la situación 18 . Así, Sancha –y
como respuesta a la creciente hostilidad en materia educativa del gobierno liberalconvocó una asamblea plenaria de obispos que se reunió en Madrid en mayo de
14
El arzobispo de Tarragona, Costa y Borrás (1857-1864), ante las dificultades que encontró por parte de
las autoridades para convocar concilios provinciales inaguró lo que el denominaba “concilios en
dispersión”, en los que cada obispo trabajaba los temas propuestos, daba su parecer y si había unanimidad
se redactaban los decretos y se ejecutaban. Todo ello sin llegar a reunirse.
15
En esta encíclica se recomendaba, entre otros temas, la puesta en marcha de conferencias provinciales.
16
Cfr. «Et gratum sane et iucundum», (5.VI.1902), Leonis XIII pontificis maximi Acta, XXII, Graz,
Akademische Druck- u. Verlagsanstalt, 1971, pp. 137-139.
17
Cfr. «Quos nuper» (22.IV.1903), Leonis XIII…, XXII, pp. 331-333.
18
Pío X prosiguió la obra de consolidación de las reuniones episcopales (conventus episcoporum)
facilitando su institucionalización. No olvidemos que Pío X reformó los organismos de la curia romana.
5
1907, aunque por aquel entonces ya había subido al poder un gobierno
conservador 19 . El plan de trabajo de esta reunión no difiere mucho del que nos
encontraremos en la época de la Dictadura, podemos decir que los males o las
preocupaciones de la Iglesia en España son endémicas: asegurarse un presupuesto
para mantener al clero en caso de incumplimiento por parte del gobierno y cómo
contener a la prensa periódica hostil a la religión y a la Iglesia. Como iniciativas
concretas surgieron la promoción de la prensa católica, con un congreso en 1908 20 , y
como fruto serondo la aparición de El Debate (1911). Junto a esto, la constatación de
la unidad del episcopado español a pesar de que faltaron a las sesiones diecinueve
prelados. Pero las polémicas entre integristas y liberales y la difícil situación de la
Iglesia y de España durante la primera guerra mundial apagaron cualquier rescoldo
de continuidad. No será hasta 1917 cuándo los obispos volverán a reunirse para,
mediante una “declaración colectiva” dirigida al pueblo y al gobierno, denunciar la
creciente degradación de la vida nacional debida a la persistente presencia del
socialismo 21 .
Con Benedicto XV se promulga el Código de Derecho Canónico, que sin hacer
referencia explícita a las reuniones o conferencias de metropolitanos o de arzobispos
supondrá un impulso decisivo para estas. Así, en el canon 292/1 se encarece a la
reunión de los obispos de una misma provincia eclesiástica cada cinco años,
convocados por el metropolitano, para “deliberar en común y considerar qué medidas
conviene adoptar a fin de promover el bien de la religión en sus diócesis y preparar
los asuntos que hayan de tratarse en el futuro concilio provincial”. Este canon remitía
al 283 en que se variaba la periodicidad de convocatoria de los concilios provinciales
de tres a veinte años. Esta dilatación era un mensaje de apoyo a la frecuencia de
reuniones entre los principales obispos antes que a la convocatoria de los grandes
concilios provinciales. Es decir, las conferencias como sustitutivos de los concilios
provinciales. En definitiva, se animaba a la reunión asidua de los obispos
encontrando estas reuniones su reconocimiento jurídico, pero sin sancionar como
norma de derecho común el carácter nacional de las conferencias a fin de no
canonizar las naciones como circunscripciones de la Iglesia en una época en que los
nacionalismos habían desembocado en una guerra mundial 22 .
3. La Conferencia de Metropolitanos Españoles (1921-1931)
La creciente inestabilidad de la política española (asesinato de Dato) con sus
consecuencias eclesiales -alguna de ellas tan grave como el asesinato del cardenal
Soldevila, arzobispo de Zaragoza, el cuatro de junio de 1923-, aceleraron la llegada
19
Vicente Cárcel Ortí, «San Pío X y la primera asamblea del episcopado español en 1907», Archivum
historiae pontificiae, 26 (1988), pp. 295-373.
20
Que inició un campaña a favor de la buena prensa y fundó los “Legionarios de la Buena Prensa”. Cfr.
Crónica de la Segunda Asamblea Nacional de la Buena Prensa: Celebrada en Zaragoza los días 21, 22,
23 y 24 de septiembre de 1908, Zaragoza, La Editorial, 1909.
21
«El episcopado a los católicos. Sobre deberes en las presentes circunstancias» (15.XII.1917), en
Documentos Colectivos…pp.105-111.
22
Cfr. Le Conferenze Episcopali...pp. 168-171; también Fernando Bildarraz, «Conferencias episcopales»,
Ilustración del Clero, 999 (1964), pp. 135-167; y Juan Postius y Sala, El código canónico aplicado a
España en forma de instituciones, Madrid, Editorial del Corazón de María, 1926, p. 529. El quince de
febrero de 1919 (cfr. Acta Apostolicae Sedis 11 [1919], pp. 72-74) la Sagrada Congregación Consistorial
puso al día la disciplina particular sobre las conferencias episcopales que permanecía intangible desde
1898 con León XIII.
6
al poder de Miguel Primo de Rivera 23 . Ya con anterioridad, en 1921, se había
reunido la Junta de Reverendísimos Metropolitanos; fórmula feliz que permitía una
reunión ágil de los nueve metropolitanos, que en gran medida representaban al
conjunto del episcopado a la manera de un comité ejecutivo. El motivo de esta
primera reunión fue el examen del manifiesto fundacional elaborado por sacerdotes y
seglares católicos del denominado Grupo de la Democracia Cristiana. Esta reunión
tuvo lugar el diez de marzo de 1921, auspiciada por el nuncio Ragonesi y bajo la
dirección del primado de Toledo, Enrique Almaraz y Santos († 1922). Las
conclusiones de la conferencia fueron enviadas a la Santa Sede 24 .
En 1922 se produce un cambio en la nunciatura española haciendo su aparición el
nuncio Tedeschini que se dispuso a ejecutar las órdenes que traía del cardenal
Gasparri para mejorar la unidad del episcopado español 25 . Entre los males que
arrastraba la Iglesia española, y que merecían un esfuerzo por parte de la jerarquía
española y una consideración desde la nunciatura, estaban la deficiente formación del
clero, la reforma de los seminarios y de los planes de estudio, la activación de la
Acción Católica y de la Acción social católica, la unidad de los católicos en la
política y la defensa de los derechos de la Iglesia frente a la frecuente intromisión de
los gobiernos de uno y otro bando ninguneando la vigencia del Concordato de 1851.
Estos conflictos generales, que se concretaban en cada una de las circunscripciones
eclesiásticas de manera distinta, exigían una acción coordinada del episcopado
español a juicio de la Santa Sede. El problema era como activar un mecanismo que
fuera ágil, manejable, de total confianza y que no levantara las sospechas del
gobierno. Para esto, se ideó la fórmula de la reunión de los metropolitanos
convocados por el primado. El primado adjuntaría un cuestionario, previamente
aprobado por el nuncio, para que se trabajara en cada sede metropolitana y
posteriormente un relator expusiera el tema como ponencia en la junta de
metropolitanos. La Junta se reuniría varios días, estudiaría los temas, aprobaría las
resoluciones y levantaría acta de todas las sesiones y de sus conclusiones.
En 1923, bajo la presidencia del nuevo primado, cardenal Reig, se decide que las
reuniones sean bianuales. Así, se tendrán dos reuniones anuales en primavera y en
otoño. Las reuniones se celebraban en Madrid; lo cual no levantaba sospechas pues
los viajes a la capital para participar en las reuniones del Senado eran frecuentes por
parte de los arzobispos. A las conferencias en principio asistían todos los
metropolitanos (en ocasiones también el castrense) aunque eran habituales las
ausencias justificadas (enfermedad, motivos pastorales). En cada reunión se
nombraba un secretario que levantaba acta. Las sedes metropolitanas eran: Burgos,
Granada, Santiago de Compostela, Sevilla, Tarragona, Toledo, Valencia, Valladolid
y Zaragoza. Los metropolitanos asistentes a las conferencias fueron 26 :
23
En las instrucciones que el nuevo nuncio, Tedeschini, recibió para afrontar su cometido, se calificaba la
situación de España, haciendo una comparación con los líquidos en física, como la de un país en “estado
de inestabilidad” donde cualquier hecho sería suficiente para hacerlo “precipitar”. Cfr. Vicente Cárcel
Ortí, «Instrucciones del cardenal Gasparri al nuncio Tedeschini en 1921», Revista Española de Derecho
Canónico, 131 (1991), p. 462.
24
El texto de estas conclusiones en Actas de las Conferencias….pp. 148-155. Cuando la Santa Sede
estudió la propuesta del Grupo de la Democracia Cristiana, Ragonesi sugirió que está era la oportunidad
para implicar a la jerarquía reactivando en España las Conferencias episcopales nacionales. Cfr. Despacho
de Ragonesi a Gasparri, Madrid 15.III.1920, cit. por Vicente Cárcel Ortí, «Benedicto XV y el catolicismo
social español», Analecta Sacra Tarraconensia, 63-64 (1990), p. 9.
25
Cfr. Instrucciones...pp. 455-482.
26
En esta relación no incluimos los nombres de los titulares fallecidos entre 1920 y 1922.
7
-Burgos: Juan Belloch y Vivó († 1926)- Pedro Segura Saénz (traslado a Toledo en
1927)- Manuel de Castro y Alonso.
-Granada: Vicente Casanova y Marzol († 1930).
-Santiago de Compostela: Manuel Lago y González († 1925)-Julián de Diego y
García Alcolea († 1927)-Zacarias Martinez Nuñez.
-Sevilla: Eustaquio Ilundain y Esteban.
-Tarragona: Francisco Vidal y Barraquer.
-Toledo: Enrique Reig y Casanova († 1927)-Pedro Segura Saénz.
-Valencia: Prudencio Melo y Alcalde.
-Valladolid: Remigio Gandánsegui y Gorrochátegui.
-Zaragoza: Soldevila († 1923) Rigoberto Domenech y Valls.
Es a partir de 1929 cuando la Conferencia de Metropolitanos se dota de un
reglamento. Hasta esa fecha en cada una de las conferencias se citaba para la
próxima y se debatían algunas cuestiones de reglamento si se planteaba alguna duda.
Una de estas resoluciones fue la tomada en 1925 en que se acordó “como regla
general transmitir a todos los prelados sufragáneos los acuerdos de las Conferencias
de Metropolitanos”. El reglamento de 1929 afirmaba en su artículo primero: “Con la
autorización de la Santa Sede, los metropolitanos de España celebran una reunión, no
conciliar, en cada año, para tratar de los asuntos eclesiásticos de interés público
común, con el fin de asegurar la unidad y libertad de acción de la Iglesia en
España” 27 . El reglamento era un remedo del adoptado por la comisión permanente de
las Asambleas de Cardenales y arzobispos de Francia en junio de 1928 28 . Segura
hizo unas observaciones al reglamento pues pensaba que el reglamento francés no se
adaptaba al carácter “menos oficial y más íntimo” de las conferencias españolas 29 .
Este reglamento empezó a regir a partir de 1930 y sin lugar a dudas supuso un freno
a la agilidad de la Conferencia pues multiplicó el número de consultas entre la Junta
y la nunciatura ya que necesitaba la confirmación de Roma para la aprobación y
ejecución de los acuerdos.
El lugar y la fecha de celebración de las catorce reuniones de los metropolitanos
españoles que ocupan nuestro estudio es el siguiente:
1. Madrid 10 de marzo de 1921
2. Madrid 4-7 de febrero de 1923
3. Madrid 12-15 de diciembre de 1923
27
Cfr. Actas de las Conferencias…Apéndice II, p. 667.
Después de la promulgación del Código de Derecho Canónico se pusieron en marcha, como las
primeras conferencias episcopales modernas, la “Asamblea de Cardenales y Arzobispos de Francia”, la
“National Catholic Welfare Council” de los E.E.U.U. y la “Asamblea general del episcopado polaco”
(1919). Pío XI fue un decidido defensor de las Conferencias Episcopales, pero en la curia se planteó la
necesidad de establecer unos límites ya que en algunos países (Francia, Polonia), recientemente, las
conferencias habían comprometido al nuncio emitiendo declaraciones conjuntas sin previa consulta,
adquiriendo un aire de pequeño concilio independiente de Roma. Para reglamentar las reuniones de
obispos se constituyó una congregación de cardenales (1925-1926) que, en base a votos y consultas a los
nuncios de algunas naciones, decidió que no era necesario un reglamento único para todas las
conferencias pero sí que se dieran instrucciones particulares para corregir abusos. Cfr. Julio Manzanares,
«Las conferencias episcopales en tiempos de Pío XI», Revista Española de Derecho Canónico, 103
(1980), pp. 5-56.
29
Texto de las observaciones en Actas de las Conferencias…Apéndice III, p. 669-672. Estas
observaciones permiten seguir cuál era el procedimiento de las reuniones españolas hasta la llegada del
nuevo reglamento. En ellas, Segura hace una serie de propuestas que acaban por concentrar en gran
medida el poder de decisión en la persona del arzobispo de Toledo.
28
8
4. Madrid 23-26 de abril de 1924
5. Madrid 25-27 de noviembre de 1924
6. Madrid 31 de marzo a 1 de abril de 1925
7. Madrid 15-17 de octubre de 1925
8. Madrid 28-30 de abril de 1926
9. Madrid 21-23 de octubre de 1926
10. Madrid 18-20 de mayo de 1927
11. Madrid 9 de octubre de 1927
12. Madrid 16-18 de octubre de 1928
13. Madrid 17-19 de noviembre de 1929
14. Madrid 29-31 de octubre de 1930
4. Los principales temas de las Conferencias de Metropolitanos
Por hacer un elenco general de los temas que se tratan en estas reuniones,
enunciaremos los diferentes apartados que hemos podido discriminar con algún
comentario ad hoc. En cursiva los aspectos que a continuación vamos a desarrollar:
-Educación católica
-Acción social católica.
-La Buena Prensa
-Devociones y liturgia 30
-Clero
-Congresos Católicos
-Extranjero
-Relaciones Iglesia-Estado 31
-Moralidad 32
-Acción católica
-Religiosos 33
-Conferencias de Metropolitanos 34
-Masonería-Rotarismo-Protestantes 35
30
La Conferencia de Metropolitanos tiene especial importancia por lo que respecta al apoyo y empuje de
la devoción del Sagrado Corazón, la festividad de Cristo Rey y el reinado social de Cristo. Se puede ver el
trabajo de Luis Cano en este mismo volumen.
31
Este apartado tiene múltiples implicaciones con los restantes temas, pues en un momento de aparente
restauracionismo, de una nueva unión trono-altar, podemos decir que la vida de la Iglesia debería
impregnar toda la obra gubernamental. Entendido así por los Metropolitanos, éstos se dedican a
manifestar su perplejidad por la falta de apoyo del gobierno primoriverista.
32
Un tema clásico de las pastorales de la época y de las preocupaciones moralizantes de los obispos. Esta
preocupación se plasmará en dos documentos colectivos sobre la inmodestia en las costumbres públicas y
sobre represión de la inmoralidad.
33
Respecto a los religiosos, en lento descenso de efectivos, las Conferencias tratarán de hacer cumplir el
Concordato de 1851, pidiendo la exención de contribuciones para los conventos de religiosas (AMC, n.
99), el que no caigan en jurisdicción exenta las religiosas de clausura (AMC, n. 34) y la indemnización de
bienes desamortizados (AMC, n. 248). En otro orden de cosas, la Conferencia tiene que intervenir para
dirimir pleitos entre la autoridad episcopal y algunos religiosos (AMC, n. 179) y entre los propios
religiosos de dos comunidades distintas (AMC, n. 281).
34
A lo largo de las Actas, al menos hasta 1929 en que se reglamentan las reuniones, los Metropolitanos
van tomando decisiones sobre sus propias reuniones y sobre la difusión de sus conclusiones ad extra y ab
intra.
35
La propaganda de grupos protestantes (AMC, nn. 152, 223, 327, 341) preocupa a la Conferencia hasta
el punto de llegar a solicitar (en 1928) al gobierno que, en cumplimiento del Concordato, se prohiba toda
propaganda protestante. De igual manera, se informa puntualmente de la peligrosa novedad que suponen
9
5. La Educación Católica
A lo largo de estas catorce conferencias un tema recurrente es el de la educación
católica en sus diversos niveles 36 . En todas y cada una de la conferencias se va
tocando esta cuestión. Como sabemos el gobierno de Primo de Rivera intentó hacer
un esfuerzo por aumentar la escolarización en España. Diseñó el macro proyecto de
la Ciudad Universitaria de Madrid y aumentó el número de escuelas 37 . Por otro lado,
mantuvo bajo férreo control el carácter ideológico de la educación bajo el mandato
de Eduardo Callejo, ministro de Instrucción Pública 38 . Si tuviéramos que definir
varios niveles de actuación de la Junta en este delicado tema diríamos que por una
parte se encuentra la educación escolar secundaria y por otra parte la educación
superior eclesiástica.
a) Institución libre de Enseñanza: en la educación religiosa tradicionalmente los
principales dardos iban dirigidos contra los libros de texto perniciosos conminando a
los obispos a que insertaran en los Boletines diocesanos notas críticas y a que se
revisasen libros de texto e incluso apuntes de los profesores. Por otro lado, en la
Conferencia se da una reacción fuerte contra la “Institución Libre de Enseñanza” 39
con actuaciones políticas en las Cortes promovidas por diputados católicos
conducentes a investigar los fondos con que cuenta dicha Institución 40 . Esta
animadversión se extiende a la “Escuela Superior de Magisterio”, al “Museo
Pedagógico” y a la “Junta de ampliación de Estudios”, “entidades que han nacido y
viven a la sombra de la Institución Libre de Enseñanza, la más funesta de todas” 41 y
se pide que la Junta Central de la Acción Católica gestione la supresión de la
“Escuela Superior de Magisterio” 42 . Además, como una demostración de la pujanza
intelectual de la escolaridad católica se propone la celebración de un “Congreso o
Semana de Educación e Instrucción católica”. La idea del Congreso va a ser seguida
los clubs rotharys que se empiezan a difundir (1926) por las capitales (AMC, nn. 224, 253, 267, 295, 330331). Hasta desembocar en 1928 en la publicación en los boletines eclesiásticos de una admonición
pastoral: En nombre y con autorización expresa de los Reverendísimos Metropolitanos. Sobre el
Rotarismo, Lyceum, Ligas de Bondad e Instituciones análogas de carácter neutro. Pastoral de Segura
fechada el 23 de enero de 1928. En ella se recomendaba no afiliarse a estas asociaciones por constituir
“un ensayo nuevo del secularismo moderno”.
36
Sobre la Iglesia católica y la educación en España puede verse, Autores Varios, Historia de la acción
educadora de la Iglesia en España, II, Madrid, BAC, 1997; Buenaventura Delgado Criado, (coord.),
Historia de la educación en España y América, III, Madrid, Ediciones SM, 1994; Juan Manuel Fernández
Soria, Estado y educación en la España contemporánea, Madrid, Síntesis, 2002. Para el período de la
Dictadura de Primo, vid. Carolyn P. Boyd, Historia patria. Política, historia e identidad nacional en
España, 1875-1975, Barcelona, Ediciones Pomares-Corredor, 2000.
37
Concretamente creó unas 8.000 escuelas públicas y dobló el número de Institutos (hasta 96). Entre
1925 y 1931 el número de colegios católicos creció en un 41%.
38
Controló severamente las escuelas y libros catalanistas; impuso un texto único para la enseñanza; limitó
la autonomía de la Junta para la Ampliación de Estudios; clausuró escuelas y suspendió a maestros
sospechosos.
39
Para una bibliografía puesta al día sobre esta institución, consultar la página web:
http://www.fundacionginer.org/bibliograf.htm Ya en el período precedente, el gobierno de Eduardo Dato
trató de contrarrestar la influencia de la Institución Libre en la Escuela Superior de Magisterio (decretos
del Ministerio de Instrucción Pública del 2.IX.1914).
40
Este resolución se propone unos meses antes de que llegue al poder Primo de Rivera. Cfr. AMC, n. 18
(1923).
41
Cfr. ACM, n. 61 (1923).
42
Este propósito se declaró “aplazado” en la Conferencia de Metropolitanos de abril de 1924. Cfr. ACM,
n. 87.
10
hasta su consecución en 1924 43 . Efectivamente, en abril de 1924 se celebró el
“Congreso Nacional de Educación Católica” organizado por la Acción Católica 44 .
Otro episodio, motivado por la “Institución Libre de Enseñanza”, es la
denominada: Acción Cultural: que se concretaba en la creación, análoga a la de
Alemania, de una asociación de sabios católicos españoles en todos los ramos del
saber. Además, se pide que se fomente la nueva asociación “Amigos de la
Enseñanza” creada en oposición a los trabajos de la “Institución Libre” 45 . En este
contexto cabe destacar la reciente publicación de la encíclica de Pío XI sobre la
educación católica, Divini illius Magistri (31.XII.1929), que suponía una reacción
contra la enseñanza fascista de Mussolini en Italia que coartaba los derechos de los
padres católicos.
Como epílogo, y sobrepasando el ámbito cronológico, destacamos que en las
conferencias de 1933 se informó de los pasos dados para sacar adelante una
Universidad Católica con la creación del “Instituto Pedagógico de la Federación de
Amigos de la Enseñanza” y del “Instituto de Cultura Superior Femenina”. Además,
ese mismo año se creó el “Centro de Estudios Universitarios” (C.E.U.) y la
“Residencia de Profesores”, junto con la reorganización de los “Cursos de Verano de
la Acción Católica de Santander”.
b) Asignatura de religión: un tema recurrente será la reclamación de que la
matrícula de la asignatura de religión sea obligatoria en los Institutos de segunda
enseñanza, en las Escuelas Normales y en la instrucción primaria, unido a la defensa
del derecho de la Iglesia a intervenir en la enseñanza 46 . Esta reclamación tiene un
antes y un después en el año 1925 donde el gobierno aprueba un nuevo plan de
estudios mediante un Real Decreto sobre instrucción pública que no satisfizo a la
Junta de Metropolitanos 47 . Después del Real Decreto se insistirá en que el
nombramiento de los profesores de religión de los Institutos requiere del placet del
ordinario y si fuera posible que el nombramiento de catedrático se haga a propuesta
del Ordinario 48 . Respecto a posibles advertencias a las escuelas católicas ya fueran
llevadas por órdenes religiosas o por los obispados, las pocas indicaciones que se dan
se refieren a la prohibición de la coeducación y a la enseñanza del catecismo 49 .
c) Estudios superiores eclesiásticos: en 1931 se suprimen las Universidades
Pontificias españolas como aplicación de la constitución apostólica Deus Scientiarum
Dominus (24.V.1931) que especificaba con claridad cual era el fin y las condiciones
43
Cfr. ACM, nn. 18, 46, 60, 86, 119.
Primer Congreso Nacional de Educación Católica (Tipografía de la “Revista de Archivos”, 1925). El
congreso es dirigido por la Academia Universitaria Católica y peritado por el R. P. Ruiz Amado
(miembro del consejo de Instrucción Pública en 1921) y D. Rufino Blanco (célebre pedagogo), D. Pedro
Poveda (creador del primer instituto femenino católico en 1922), D. Miguel Vegas y D. Segundo Espeso.
45
Bajo el impulso del cardenal Segura, que aprobó sus estatutos el 14 de marzo de 1930, Pedro Poveda,
Domingo Lázaro y Enrique Herrera Oria pusieron en marcha la FAE que impulsó la Escuela Superior de
Educación y las Semanas Pedagógicas. Sus fines eran la educación de la juventud siguiendo la Divini
illius Magistri, la protección de la enseñanza privada frente a los poderes públicos y la defensa de una
escuela confesional católica modélica en organización y funcionamiento.
46
Cfr. ACM, nn. 63, 109, 170, 171, 240, 247.
47
Real Decreto de 20 de abril de 1925.
48
Cfr. ACM, nn. 309, 417. La creación de un número considerable de escuelas e institutos motivó el
consiguiente concurso de profesores. En 1925 y en 1928, respectivamente, salieron a concurso 3.000
plazas de maestro. En los jurados un eclesiástico controlaba la ortodoxia de las exposiciones de los
concursantes.
49
Cfr. ACM, nn. 67, 407.
44
11
mínimas de existencia de los centros superiores de enseñanza católicos. La supresión
no causa sorpresa ya que la enseñanza estaba prácticamente confinada a los
seminarios y la separación de lo civil de los eclesiástico era un lastre patente 50 . De
esta manera, la preocupación de los metropolitanos no se centró en este problema
pues les sobrepasaba y por otro lado sabían que se aproximaba un decreto
clarificador 51 . En la reunión de abril de 1924 se planteó el que la Conferencia
examinara la conclusiones del “Congreso de Educación Católica” relativas a los
profesores de seminarios, pero nunca se hizo 52 . Sólo el obispo de Barcelona
(Miralles) en virtud de un acuerdo de la “Asociación Española para el Progreso de
las Ciencias” 53 propuso a la Junta la creación de un Centro de Estudios eclesiástico
nacional, y la creación de una Facultad de Teología en las universidades civiles. Las
dos propuestas fueron desestimadas, consumándose el fracaso científico.
6. Acción social católica
Este apartado presenta una peculiaridad y es su circunscripción temporal, es decir,
la junta de metropolitanos aborda la cuestión por espacio de dos tres años para luego
olvidarse (1923-1926). Aunque en el momento se entiende por acción social no sólo
las iniciativas católicas promovidas para mejorar todo lo referente a los medios de
producción (catolicismo social) sino también lo intervención de los católicos en la
vida pública, especialmente como católicos, aquí haremos la salvedad de separar
estos dos aspectos 54 . La cuestión social era un elemento imprescindible del
movimiento católico del primer tercio de siglo, coadyuvado por las Semanas Sociales
y por los Congresos Católicos. Quizás el hecho más destacable fuera el hundimiento
de la campaña de acción social que Herrera Oria trató de poner en marcha en 1922.
El mismo documento colectivo del episcopado del uno de marzo de 1922 es un
llamamiento a la nación para emprender algo grande 55 . Este documento tiene su
origen no sólo en la oportunidad que se presentaba al episcopado de mediar en la
agitación popular que desembocaría en el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera
(13 de septiembre de 1923) sino también en el estudio que se hace en la Primera
Conferencia de Metropolitanos (1921) sobre la acción social católica. El estudio es
más bien “negativo” pues se trata de salir al paso de una serie de publicaciones en la
prensa nacional de algunos religiosos exaltando las virtudes de los movimientos
50
Esta situación de anemia y desamparo de los estudios eclesiásticos ya había sido advertida por la Santa
Sede en su carta dirigida al episcopado español Non mediocri del veinticinco de octubre de 1893. Texto
en Leonis XIII…, XIII, pp. 317-322.
51
Cfr. ACM, n. 356 (1929).
52
Esa conferencia corrió a cargo de Manuel Pérez Arnal (1879-1946) y llevaba por título “La formación
del sacerdote según las necesidades presentes”.
53
La Asociación, creada en 1908 en Zaragoza, buscaba la unidad del saber y el sentimiento de solidaridad
en la investigación científica. La asociación celebraba congresos cada dos años. Una de sus secciones era
la de Teología.
54
Sobre esta época puede verse, S. Carrasco Calvo, «El sindicalismo católico, libre y profesional (19111936)», Studia Historica, 2/4 (1984), pp. 315-336; en el mismo número de revista los artículos de M. A.
Perfecto García, «Corporativismo y catolicismo social en la dictadura de Primo de Rivera», pp. 123-147;
y de Josefina Cuesta Bustillo, «Estudios sobre el catolicismo social español (1915-1930). Un estado de la
cuestión», pp. 193-244.
55
“Pero entendemos que ha llegado la hora de hacer algo importante y definitivo, ya que se advierten
dichosamente en nuestra amadísima España síntomas de regeneración religiosa, social y ciudadana:
importa aprovechar el momento en que la nación, aleccionada por tristes sucesos que todos recordamos
[desastre de Annual] ha entrado dentro de su conciencia, ha hecho examen de sus desaciertos y ha
formulado el propósito de enmienda” (Documentos Colectivos…p. 113). El documento venía firmado por
cincuenta y siete obispos.
12
socialistas 56 . Sin embargo la constatación de que era necesario actuar y dirigir desde
arriba todo el movimiento social pudo estar en la génesis de este documento
colectivo.
En El Debate del dieciocho de febrero de 1922, anticipándose en unos días al
documento colectivo del episcopado, se hace alusión a una gran campaña social que
se iniciará en España, bendecida por el papa 57 . Esta noticia tuvo eco puntual en la
prensa católica y también en la liberal, llegando incluso a hablarse de la iniciativa en
el Congreso, a cargo del socialista Prieto. El rey prometió apoyo a la campaña. Sin
embargo, en menos de un mes y seguramente por la presión de algunos grupos, el rey
retiró su apoyo al proyecto (aparentemente molesto por como se había llevado la
campaña de promoción: “colecta a la americana”) y los metropolitanos publicaron un
escueto comunicado en que se aplazaba el proyecto 58 . El obispo de Madrid,
Prudencio Melo, el treinta de marzo, escribe a Herrera, comisario general, dando por
disueltas todas las juntas y comisiones de trabajo.
Fuera de este gran proyecto frustrado y ya iniciada la dictadura, la preocupación
principal de los metropolitanos fue asegurar la confesionalidad de la acción social
católica en cualquiera de sus frentes: sindicatos, organizaciones obreras, empresas,
federaciones….a través del recurso a los respectivos consiliarios, intentando moderar
las posibles veleidades socialistas y las componendas con los sindicatos de
izquierdas. Del mismo modo, fomentar la unión de los diversos sindicatos católicos
tendiendo a agruparse todos en torno a una única “Confederación Nacional de
Obreros Católicos” 59 . Además, se pretende la difusión de las obras llevadas a cabo
por la Acción social católica enviando informaciones a la prensa de otros países,
participando en congresos internacionales y la elaboración de una estadística
completa de las obras de acción católica en España. Sin embargo se echa el freno a
un proyecto iniciado por personas seglares sobre la formación de jóvenes que se
dediquen a la Acción social (1924). En 1925 se toma la decisión de que se reorganice
la Junta Central de la acción social católica “penetrados los reverendísimos
metropolitanos de que la buena marcha de la acción social católica depende de su
organización”…es decir, no iba muy bien.
Un apartado que merece la atención de los prelados es el referente a la
confederación católica agraria 60 . La “Confederación Nacional Católica-Agraria”
(CONCA), fundada en 1917, y que empezaba ya su declive pues hasta 1929 vería
56
En general las medidas dictaminadas por el episcopado van en la línea de pedir licencia al ordinario del
lugar para publicar en sueltos o en la prensa periódica y para dictar conferencias. Una de las conferencias
examinadas es la dictada en la Semana Social de Pamplona (1919); paradójicamente la última antes de la
Segunda República. Entre estos religiosos denunciados se encuentran algunos de los “profetas” de la
desconfesionalización de los sindicatos como el dominico Gafo o el agustino Ibeas. La jerarquía y los
jesuitas eran partidarios de la confesionalidad de los sindicatos.
57
La campaña proponía poner en marcha una Universidad social, una escuela de periodismo y escuelas
primarias y profesionales, potenciar la propaganda social católica, llevar a cabo una obra patriótica a
favor del ejército de Marruecos y una colecta en beneficio de los niños de Rusia y Europa Central. Algo
parecido ya había funcionado con éxito en Argentina y Uruguay en 1919. De hecho, el factotum de la
iniciativa en Argentina, Luis Daniel, colaboró con Herrera para poner en marcha la española.
58
Parece ser que el nuncio no era muy partidario de la “Gran Colecta” con que se iniciaría la campaña.
Tampoco el Primado, ni el Marqués de Comillas ni los jesuitas. La opinión general era que España no
estaba para demostraciones y menos económicas. Además, acababa de morir Benedicto XV (20.I.1922).
59
Creada en 1919. En 1923-24 la Unión Obrera propuso la unión de los sindicatos católicos y los
sindicatos libres.
60
Vid. Josefina Cuesta, Sindicalismo católico agrario en España (1917-1919), Madrid, Narcea, 1978;
Juan José Castillo, Propietarios muy pobres. Sobre la subordinación política del pequeño campesino en
España (La Confederación Nacional Católico-Agraria, 1917-1942), Madrid, Servicio de publicaciones
agrarias, 1979.
13
reducidos paulatinamente sus efectivos de 4.451 sindicatos a 2.276 y de medio
millón de afiliados a doscientos mil. En 1923 la Conferencia estudia una petición de
“auxilio” del Banco Rural, instrumento de crédito de la Confederación, que se
encontraba en estado de “necesidad económica” debido a la quiebra de dos entidades
bancarias crediticias 61 . Así, se resuelve entregar al banco de León XIII (fundado por
el marqués de Comillas), en calidad de préstamo por un plazo de veinte años, el
capital reunido para la acción católica agraria, a fin de que el banco preste a la
Confederación la cantidad que necesite para satisfacer sus deudas 62 . Como se ve la
iniciativa parte de la entidad que solicita ayuda a los metropolitanos, pero en el fondo
está controlada por el episcopado 63 .
A fin de ilustrar la principal preocupación que movía a los metropolitanos en
relación a los sindicatos agrarios y a los sindicatos en general, es decir, su
confesionalidad; y la división que la disyuntiva “confesionalidad o no” producía en
los espíritus de media Europa, relatamos la petición que la CONCA hizo a la Santa
Sede para que mediará en la creación de una corporación internacional agraria. La
Santa Sede trasmitió la iniciativa y recibió respuesta negativa puesto que en bastantes
países se daba por buena la división entre sindicatos aconfesionales y abiertamente
católicos. Concretamente, la respuesta del barón Engelberto von KerkerinK
presidente de la “Vereinigung der deutschen Bauervereine” (que agrupaba veintiséis
asociaciones agrarias), hablando de esta propuesta de federación o “Internacional
verde” [sic] que tuvo un vivo eco en la unión de las asociaciones agrarias alemanas,
decía que tanto en Holanda, Suiza, Escandinavia e Italia se prefería un sindicato de
base cristiana (integrado también por miembros y asociaciones protestantes) más que
uno de base católica como proponía España 64 .
Otro gran tema fue el proyecto del grupo de la “Democracia Cristiana”, que
presentó su manifiesto fundacional en julio de 1919 y que estaba apoyado por el
cardenal Guisasola. Este proyecto se debatió en la primera Conferencia de
Metropolitanos 65 . Este grupo, se inscribía dentro de la corriente del catolicismo
social. Al menos este es el tratamiento que la Junta le aplica en su informe. De
hecho, lo que se destaca es que no utilice el título de católico en su manifiesto, como
alentaba la encíclica Graves de communi (18.I.1901), y que además conceda más
importancia, para resolver la cuestión social, a los medios humanos, materiales y
económicos que a los factores de orden moral y religioso. Además se subrayaba su
tendencia a la autonomía y a tener en poco a la autoridad eclesiástica. Como se
aprecia, el hecho de que el manifiesto fuera firmado por católicos (sacerdotes y
seglares) daba derecho a un enjuiciamiento por parte de la jerarquía que de hecho
supuso el fin de la iniciativa. El grupo de la “Democracia Cristiana” fue equiparado
61
Cfr. ACM, n. 56 (1923).
Cfr. ACM, n. 113 (1924).
63
Uno de los metropolitanos, Gandánsegui, arzobispo de Valladolid, era uno de los prelados más
preocupados por la acción social, especialmente en su faceta agraria, y había impulsado muchas
iniciativas sociales junto con Nevares y Monedero. Cfr. Enrique Berzal de la Rosa, Remigio Gandásegui
(1905-1937) un obispo para una España en crisis, Madrid, BAC, 1999.
64
Cfr. Instrucciones...p. 476s.
65
Sobre este interesante proyecto, vid. Vicente Cárcel Ortí, «Benedicto XV y el catolicismo social
español», Analecta Sacra Tarraconensia 63-64 (1990), pp. 7-152; Domingo Benavides, El fracaso social
del catolicismo español: Arboleya-Martínez (1870-1951), Barcelona, Nova Terra, 1973, pp. 161ss.;
Democracia y cristianismo en la España de la Restauración 1875-1931, Madrid, Ed. Nacional, 1978, pp.
335ss. Entre los fundadores del grupo encontramos nombres importantes como los de M. Arboleya, S.
Aznar, J. Gafo, J. Calvo Sotelo y J. M. Boix. Como hemos visto (nota 24) el debate de este proyecto dio
pie a la primera conferencia de metropolitanos.
62
14
en la práctica con “Le Sillon” de Marc Sagnier 66 . La oposición de la jerarquía y la
muerte de su valedor, el cardenal Guisasola († 1920), dio al traste con la iniciativa.
7. Prensa
La preocupación por la “Buena Prensa” ha sido una constante en el magisterio y
en la actuación de los obispos católicos a lo largo de la edad contemporánea 67 . Su
impulso viene del siglo diecinueve con la organización de congresos de periodistas
católicos, bibliotecas ambulantes, bibliotecas católico-propagandistas, editoriales y
librerías religiosas, el apostolado de la buena prensa etc. Los metropolitanos
españoles, herederos de esta corriente, siguen los pasos de sus predecesores. Como
hemos visto con anterioridad una de las consecuencias de la reunión del episcopado
español en 1907 fue la puesta en marcha de iniciativas en este campo 68 . Un rasgo
común en el actuar de la Conferencia es la búsqueda de la unidad de acción bajo el
mando de la jerarquía. Este aspecto se manifiesta también en la labor periodística:
“los reverendísimos metropolitanos verían con especial agrado la unión y armonía
entre los periódicos católicos para la defensa más eficaz de los ideales comunes” 69 .
Se trata de aunar esfuerzos yendo en una misma dirección -política auspiciada por la
Santa Sede a través de la encíclica que Pío XI escribió en el tercer centenario de la
muerte de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, Rerum omnium
(26.I.1923)-, a la par que la misma jerarquía propone multitud de iniciativas. Esta
labor se encomienda a dos instituciones: la “Buena Prensa” (promotora de recursos)
y la “Agencia Prensa Asociada” (agencia oficial de noticias católica). Además, se
comunican las resoluciones a los directores de El Siglo Futuro, El Universo y El
Debate, periódicos oficialmente católicos.
a) Iniciativas de la Conferencia: una de las iniciativas consistió en la visita de los
directores de estos tres periódicos a la Conferencia de Metropolitanos en su reunión
de febrero de 1923 70 . Allí se les encareció a realizar su labor en unidad con los
metropolitanos, a promover una tanda de ejercicios espirituales anuales para los
directores de todos los periódicos católicos y finalmente se puso a su disposición una
amplia casa en Madrid para alquilarla a los diarios católicos indistintamente 71 . De
igual modo se acordó realizar una “Asamblea general de la Prensa Católica” para
abril de 1923 72 . De su organización destacar dos detalles: que la reunión tendría un
carácter eminentemente práctico, proscribiéndose de modo absoluto las discusiones
teóricas para no faltar a la caridad, y que tendrían voz y voto los representantes de
periódicos y revistas que reconocieran el Magisterio de la Iglesia y aceptarán en sus
publicaciones la censura, a posteriori, de su propio prelado. Como frutos de la
66
Al menos, al juzgarlo, se le aplicaron los mismo baremos: Exposición razonada de algunos errores del
“Grupo de la Democracia Cristiana” y de sus coincidencias con los de “Le Sillon”, condenados por su
santidad San Pío X, en la encíclica “Notre Charge” de 25 de agosto de 1910 (informe de Manuel Senante
director del Siglo Futuro y diputado en Cortes). Texto en Benedicto XV…pp. 39-65.
67
Se puede leer el artículo de Antón Pazos y José Andrés Gallego, La Buena Prensa, Hispania Sacra, 82
(1992), pp. 139-160. La expresión “Buena Prensa” fue acuñada por los “Agustinos de la Asunción” al
instalar en París en 1873 “La Maison de la Bonne Presse”.
68
Vid. supra, p. Una consecuencia fue la Segunda Asamblea de la Buena Prensa (1908).
69
Cfr. ACM, n. 14 (1923). Estas palabras reflejan las orientaciones contenidas en la Cum multa (1882)
sobre la unidad de los periodistas católicos españoles. En Leonis XIII...p. 177s.
70
Los directores de los periódicos eran Manuel Senante (El Siglo Futuro); Rufino Blanco (El Universo) y
Angel Herrera (El Debate).
71
Cfr. ACM, n. 41 (1923).
72
Actas en El libro de la Asamblea de Toledo, Toledo, Editorial Católica Toledana, 1926.
15
asamblea, celebrada en Toledo, surgió la publicación de una revista infantil, otra
gráfica, una serie de novelas cortas y un gran rotativo de carácter general. Más la
creación de la “Junta Nacional de Prensa Católica” 73 . La irrupción de la
“radiotelefonía” o de la radio se deja sentir en la Conferencia que dictamina dar su
apoyo a la casa de radiotelefonía católica fundada en 1925 74 .
b) La Buena Prensa: esta entidad promotora de la prensa católica es sobre todo
una fuente importante de recursos a través de lo que se denomina el “Tesoro de la
Buena Prensa”. Estos recursos se obtiene del “Día de la Prensa”, colecta anual
iniciada en 1916 y dedicada a sostener este apostolado75 . La gran preocupación de
los prelados es impulsar y controlar los recursos destinados a esta labor. Para eso, los
fondos se trasladarán de Zaragoza a Toledo y se establecerá una información
periódica.
c) Agencia Prensa Asociada: Esta asociación, agencia oficial de noticias, pasó por
un momento de crisis en 1927, encargándose a Angel Herrera la asunción de su
dirección sin que se mezclara por ello con El Debate 76 . Al cabo de tres años, la
situación se recrudeció al no ser contratada por los periódicos locales de provincias.
Esto llevó a la Conferencia a animar a su suscripción y a nombrar en cada diócesis
un corresponsal de la Agencia para que enviase noticias interesantes 77 .
d) Ortodoxia de la prensa: a las consabidas recriminaciones gubernamentales a
favor de la decencia de la prensa, en 1930 hay dos propuestas importantes: por un
lado “nombrar comisiones de teólogos que por espacio de cuatro meses lean toda la
prensa y anoten los errores que cometa, para declarar colectivamente cuáles no
pueden leerse” y por otro lado: que las juntas de Acción Católica lleven a los
tribunales a los periodistas que injurien a los prelados, sacerdotes y comunidades,
“hasta conseguir sentencia condenatoria de multa o destierro” 78 .
8. Clero
El estado de los sacerdotes era uno de los temas habituales de las conferencias de
metropolitanos. Los desvelos de los prelados se centran sobre todo en la consecución
de los recursos necesarios para el sostenimiento del clero.
a) Sostenimiento del clero: esta partida dependía del Concordato de 1851 79 y
corría a cargo del estado 80 . En principio Primo de Rivera era partidario de
73
Cfr. ACM, n. 137. Esta junta se constituyó el 23 de octubre de 1925. Sus atribuciones eran: la Agencia
Católica nacional; la Agencia Católica Internacional, las nuevas publicaciones que convenga crear o
fomentar y la coordinación de las diversas obras de prensa.
74
No sabemos de que estación de radio se trataría, pues precisamente en torno a los años 1922-1924 se
produce en España el boom de la radiotelefonía. Cfr. Carmelo Garitaonandía Garnacho, «La radiodifusión
durante la Dictadura de Primo de Rivera», en Manuel Tuñon de Lara y José Luis García Delgado (dirs.),
La crisis de la Restauración: España, entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda República. II
Coloquio de Segovia sobre Historia Contemporánea de España, Madrid, Siglo Veintiuno, 1986, pp. 361401; también, Lorenzo Díaz, La radio en España, 1923-1997, Madrid, Alianza Editorial, 1997.
75
Cfr. ACM, nn. 231-232, 398.
76
Cfr. ACM, n. 270 (1927).
77
Cfr. ACM, n. 397 (1930).
78
Cfr. ACM, nn. 399 y 400 respectivamente (1930).
79
Artículo 36 del Concordato: las dotaciones asignadas para los gastos del culto y del clero se entenderán
sin perjuicio del aumento que se pueda hacer en ellas cuando las circunstancias lo permitan”.
16
mantenerla como una plasmación del sentido católico de su régimen. Sin embargo,
los problema en la hacienda estatal, especialmente por los gastos militares, hicieron
que los retrasos fueran frecuentes. De esta manera la lucha se centró en un principio
más que en pedir un aumento del presupuesto 81 , en evitar una disminución del
mismo 82 . No obstante, los obispos se vieron obligados a firma un documento
colectivo “sobre aumento de los haberes del clero” en 1928 en que se reclamaban la
actualización de la dotaciones como lo preveía el Concordato83 . La situación del
clero contrastaba con la de las hacienda pública que aumentaba sus presupuestos, su
gasto en obras públicas y la retribución a los funcionarios públicos 84 . Finalmente se
aducía como el clero, como promotor de la paz pública era merecedor del apoyo del
Estado.
b) Participación de los clérigos en la Asamblea Nacional: como es sabido la
actuación política de los clérigos es una constante desde la segunda mitad del siglo
XIX. Para ello, y a partir del Código de 1917, debían pedir permiso al ordinario en
base al canon 139. Al establecerse la Asamblea Nacional (1927), la junta de
metropolitanos se plantea qué grado de participación política debe asumir la Iglesia
en dicho organismo reconociendo la “importancia extraordinaria” de participar en
ella. Para esto se nombra una comisión que vigila los trabajos de la Asamblea
Nacional y da cumplida información a todos los obispos, tanto asambleístas como
no. De esta manera la acción política de la Iglesia en la Asamblea responde a una
sola voluntad 85 . En 1928 se recibe confirmación de la Santa Sede para concurrir y
tomar parte de la Asamblea Nacional 86 .
c) Servicio militar de los sacerdotes: debido al carácter del Directorio militar de
Primo de Rivera y del papel del ejército en la vida de la sociedad española, los
capellanes militares o los sacerdotes que prestaban servicio militar eran numerosos.
Su relación con el ejército se encontraba regulada por el art. 237 de la Ley de
Reclutamiento y Reemplazo. Esta ley imponía grandes esfuerzos a la Iglesia
española. Por eso, y en vistas de una nueva ley (1924), la Junta se plantea proponer
que todos los ordenados estén exentos del servicio militar; y que los individuos de las
Congregaciones de Misioneros puedan prestar su servicio militar también en el
extranjero. También preocupa el clero en África, concretamente en Marruecos. Estas
propuestas fueron recogidas satisfactoriamente en el nuevo ordenamiento 87 .
d) Asociaciones clericales: estamos en una época en que han florecido abundantes
asociaciones clericales recomendadas y promovidas por los ordinarios. Algunas de
ellas encuentran su reflejo en las actas de las conferencias, tales como la “Unión
Apostólica del Clero” 88 , la “Liga de defensa del Clero” 89 o la “Asociación de
Sacerdotes Misioneros del Clero Secular” 90 .
80
Artículo 11 de la Constitución: “la nación se obliga a mantener el culto y sus ministros”.
Que se pidió en 1926 y fue causa de fricciones. Cfr. ACM, n. 241 (1926).
82
Cfr. ACM, n. 103 (1924).
83
La resolución se tomó en la Conferencia de octubre de 1928. Cfr. ACM, n. 320.
84
En el documento se dan cifras económicas y se concluía que mientras el presupuesto entre 1924 y 1928
había aumentado en un 21 por 100 del importe total, la partida destinada al culto y clero había subido un
2’65 por cien.
85
Cfr. ACM, n. 302 (1927).
86
Cfr. ACM, n. 313 (1928).
87
Cfr. ACM, n. 124 (1924).
88
Cfr. ACM, n. 411 (1930).
81
17
9. Congresos Católicos
La Obra congresual de la Iglesia Católica es uno de los grandes fenómenos del
último tercio del siglo XIX y de la primera mitad del veinte. Estos congresos que
vienen a impulsar la acción social de los católicos y en algunos países a paliar la
acción política de los mismos (Opera dei Congressi en Italia) sirven para aglutinar
las fuerzas eclesiales. En España tienen su importancia los congresos católicos
españoles del cambio de siglo (1889-1902). En la misma dirección, aparecen lo que
podríamos llamar congresos católicos temáticos, es decir los eucarísticos,
educacionales, catequéticos, marianos etc… Estas magnas reuniones de carácter
nacional o internacional suponen un gran eco en la prensa periódica, una manera de
sumar fuerzas muy en la línea de las peticiones del papado y por otro lado la
posibilidad de mandar o recibir un mensaje o mensajero de la Santa Sede con la
frecuente implicación del Nuncio de Su Santidad. En los años de la Dictadura de
Primo de Rivera se celebran bastantes congresos que coinciden también con los
congresos civiles o exposiciones universales de Sevilla y Barcelona donde la Iglesia
también se encuentra representada.
Los congresos son impulsados directamente por la Junta de Metropolitanos al
tener un carácter nacional. Ya vimos como el congreso sobre educación fue
promovido en la reuniones de 1923. Poco después, en abril de 1924 se concreta el
“Segundo Congreso Nacional” catequístico de Granada, la celebración de un
congreso Eucarístico Nacional en 1926 en Santiago de Compostela 91 y la de un
congreso “Mariano Hispano-Americano” en Sevilla durante 1927 92 . Incluso en 1926
se decide enviar un prelado español como representante de la nación al “Congreso
Eucarístico Internacional de Chicago” (1926). Además, se informa de que el próximo
congreso nacional de música sagrada tendrá lugar en Vitoria (1928). Ya en 1928 se
tomaron acuerdos sobre diversos congresos y asambleas algunos de los cuales no
llegaron nunca a realizarse: semana social en 1929 y congreso nacional eucarístico
de Valladolid en 1930. La misma Junta distinguió entre Congreso (reuniones de
carácter nacional que afecten de un modo especial a toda la Iglesia española y que
debe promover y organizar todo el episcopado) y Asambleas (reuniones de
organismos particulares o de carácter más restringido) 93 . En 1930 se aprobó la
celebración del “III Congreso Nacional Catequístico” en Zaragoza.
10. Extranjero
Dos temas dominan la visión de los prelados españoles sobre el mundo
circundante. Uno de ellos es la delicada situación de México. A ella se refieren en las
89
Esta asociación causa preocupación a la Junta por lo que dispone que quede restringida al ámbito
diocesano y se estudie su órgano de difusión titulado “Unión y Caridad”. La “Liga Nacional de Defensa
del Clero” había surgido al margen de los obispos. Era una especie de organismo sindical del clero
español. Entre otras actividades, escribían abundantes cartas de protesta a los obispos por la situación
económica del clero (Cfr. BEAT [1929], 1.VII.1929). Segura, para acabar con ella, fundó la “Asociación
Diocesana del Clero” (30.VI.1929) y prohibió en Toledo toda asociación que no fuera de carácter
exclusivamente piadoso. La Conferencia apoyó esta medida y la extendió al resto del territorio. Cfr.
ACM, nn. 332, 361 (1929).
90
Cfr. ACM, n. 175 (1925).
91
Finalmente se celebró en Toledo, debido al fallecimiento del arzobispo de Compostela. En este
congreso se tuvo muy presente la reciente encíclica sobre Cristo Rey, Quas Primas.
92
Este congreso finalmente se hizo coincidir con la Exposición Iberoamericana de Sevilla.
93
Cfr. ACM, nn. 354.
18
conferencias de 1926 y 1927, decantándose por la elaboración de un documento
colectivo dirigido a los prelados y fieles de México sobre la persecución religiosa 94 .
En definitiva, como hicieron con la Iglesia perseguida en Francia (1910) y después
con la de Portugal (1912) los prelados españoles denunciaron la persecución que
sufría México tal como ya lo había hecho el Vaticano. El otro gran tema es la
atención de los emigrantes españoles, especialmente por lo que se refiere a los que
residen en Francia 95 . La emigración española en Francia era muy abundante y se
encontraba en pésimas condiciones de vida, tanto materiales como de atención
espiritual. Esta situación había sido denunciada repetidas veces por la prensa. Esta
emigración forzosa era fruto de la mala situación laboral española, con frecuentes
huelgas, y en algunos casos motivada por la situación política 96 . La preocupación de
los obispos era eminentemente religiosa aunque mezclada en fervor patrio. Así,
consideran inaceptable que algunas iglesias españolas foráneas (Nueva York) estén
regidas por sacerdotes no españoles, estimándolo poco adecuado pastoralmente,
mientras que en el caso, por ejemplo, de la “Casa Misión Española” en París este
hecho no se da 97 .
En 1924 se toman medidas más concretas, coincidiendo también con un Real
Decreto Ley, que en la línea del emanado en 1907, aumentaba las trabas a la
emigración. La principal preocupación del gobierno español era que no aumentaran
las naturalizaciones de españoles. Hecho que por otra parte era necesario para
alcanzar un status digno en la Francia de la época. En primer lugar, se encarga una
ponencia al arzobispo de Santiago sobre la “Obra de la Protección a los Emigrantes”
para organizarla debidamente a imitación de la italiana. Y se encarga al Primado que
aliente a los ordinarios de las diócesis limítrofes a que envíen, en Cuaresma y en
otras ocasiones oportunas, sacerdotes celosos que instruyan y administren los
sacramentos. Estas iniciativas se realizaron a medias, pues el arzobispo de Santiago
murió dejando inconclusa su ponencia. No obstante en la asamblea de 1925 se
informó de la buena acogida de la iniciativa del Primado y de cómo en Grenoble
residen 7.000 españoles y que en París, Marsella y Burdeos la atención de los
emigrantes puede encomendarse a los misioneros españoles que tienen allí su
residencia. En la misma asamblea se hacen votos para la unificación de las diversas
iniciativas que surgen aquí y allá para atención de los emigrantes 98 . Ya en 1926 se
palpan los frutos de esta iniciativa de la Conferencia y se encomienda la organización
de la atención de los emigrantes a la “Asociación de San Rafael” 99 .
En mayo de 1927 se determina encargar al P. Guin, s.j., superior del “Solar
Español de Burdeos”, un informe detallado sobre las misiones españolas establecidas
94
Vidal y Barraquer en la visita ad limina que realizó en 1927 coincidió con algunos obispos mexicanos
que le contaron de primera mano lo que estaba sucediendo en México.
95
La revista Hispania ha dedicado un número monográfico (62/211, año 2002), a la emigración española
contemporánea bajo el título: La emigración española a Francia en el siglo XX, coordinado por Lorenzo
Delgado Gómez-Escalonilla. Entre las aportaciones, para nuestro propósito, destacamos la de Antonio
Niño Rodríguez, «Política de asimilación y de preservación de la nacionalidad de los emigrantes
españoles en Francia 1900-1936», pp. 433-482.
96
Blanca Sánchez Alonso, Las causas de la emigración española, 1880-1930, Madrid, Alianza, 1995. En
1921 el número de emigrantes era de 255.000; en 1931, era de 351.000, sin contar los ya naturalizados.
97
Cfr. ACM, n. 53 (1923).
98
Cfr. ACM, n. 204 (1925).
99
Cfr. ACM, nn. 222, 252 (1926). En 1927 existían treinta y cuatro sociedades filantrópicas encargadas
de la atención de inmigrantes, algunas de ellas no confesionales. Especialmente, sociedades de socorros
mutuos.
19
en Francia 100 . A la vez, se adoptan medidas similares para atender a los españoles en
Orán y en Argelia 101 . Ya en octubre del mismo año se constata la imposibilidad de
establecer una misión en África, y se renueva la petición al padre Guin y al padre
Garamendi, s.j., actual director del Solar. Es quizás fruto de este informe, la
publicación de una pastoral de Segura en febrero de 1928 en que expuso la situación
de los emigrados dando abundantes datos sobre la emigración.
Las actas recogen, asimismo, el resultado del viaje que el cardenal Segura realizó
en mayo de 1928 al mediodía francés para recabar información sobre la situación de
los emigrantes españoles. Como consecuencia, Segura elevó al Rey un memorial
(17.V.1928) exponiendo la situación de veinticinco colonias españolas en el
mediodía francés 102 . En abril de 1929, el primado repitió viaje a Francia para extraer
similares conclusiones que transmitió a fieles y gobernantes en sus pastorales del
quince de abril de 1929 y del quince de marzo de 1930. El resultado “político” de la
pastoral fue un documento del rey sobre los emigrados, una nota oficiosa de Primo
de Rivera y una Real Orden de marzo de 1929 redactada por Eduardo Aunós 103 . Por
parte de la conferencia o de Segura, tanto monta, se puso en marcha el “Secretariado
de Misiones” para emigrantes españoles con sede en el Palacio de la Cruzada en
Madrid 104 .
11. Acción católica
La Acción Católica española se rige por las bases aprobadas en 1910 y no será
hasta el final del período de nuestro estudio en que primero Pío XI y luego la Junta
de Metropolitanos establezcan las bases para la renovación de la Acción Católica 105 .
Quizás la aportación más importante de la Conferencia sea precisamente el estudio y
la aprobación de la reorganización de la Acción Católica iniciada en 1926. Hay que
tener en cuenta que es durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera cuándo se
pergeña esta reorganización, alentada en todo momento por los primados y
especialmente por Reig y Segura. La repristinación de la Acción Católica va muy en
la línea de actuación de la Conferencia de Metropolitanos, unidad de acción y
aglutinamiento de esfuerzos; de hecho a la Junta de Acción Católica se le encargan
tareas de lo más variopintas desde la organización de congresos hasta la supresión de
100
El “Solar español” de Burdeos era una sociedad filantrópica española fundada en 1920. Comandada
por la Condesa de Gavia y por el Duque de Miranda, y presidida honoríficamente por Alfonso XIII y
doña Victoria. La atención espiritual estaba encomendada a los jesuitas y la capilla del Solar era
considerada parroquia de españoles. Su finalidad era encontrar recursos para los emigrados españoles y
favorecer su integración en el nuevo país, sin olvidar sus raíces patrias. Segura, para mostrar su apoyo, se
inscribió como vocal nato en el patronato real que apoyaba a la sociedad.
101
Cfr. ACM, n. 266 (1927).
102
Texto en BEAT (1929), 16.IV.1929.
103
Estas actuaciones de los políticos españoles levantaron gran revuelo en Francia por lo que suponía de
acusación hacia las autoridades francesas encargadas de la emigración. La R. O. de 1929 preveía la
creación de juntas para informar a los emigrantes que pretendían expatriarse. El estado tendía a frenar la
emigración. Además, se crearon Patronatos de emigrantes que sustituyan a las Juntas Consulares de
Emigración, bajo la dependencia de la Inspección General de Emigración. Estos patronatos fracasaron por
falta de apoyo económico.
104
Su reglamento está fechado en 7.VI.1929. Texto en BEAT (1929), 1.VIII.1929.
105
El cardenal Aguirre, director pontificio de la A. C. desde octubre de 1909, promulgó las Normas de
Acción Católica y Social de España.
20
la “Escuela Superior de Magisterio” 106 , pasando por la gestión de la exención del
servicio militar para los seminaristas 107 .
En la Conferencia de 1923 se impulsa el surgimiento de las diversas Juventudes
Católicas en todas las diócesis 108 . También en ese mismo año, se acoge en la
Conferencia una carta de la presidenta de la “Acción Católica de la Mujer” en que
pide permiso para hacer público su criterio definido sobre la cuestión del sufragio de
la mujer como propio de la Asociación 109 . Poco más tarde, en 1924 el cardenal Reig
escribe una pastoral sobre la acción católica en España, inspirada en los recientes
estatutos de la Acción Católica Italiana y siguiendo los deseos de Pío XI en su
encíclica Ubi arcano 110 .
En la Conferencia de abril de 1926 se escuchó el proyecto de reorganización de la
Acción Católica Española “mereciendo unánimes alabanzas por cuánto en él se fijan
las condiciones y características, se deslindan los límites y se coordinan las Juntas o
Centros de acción en un vasto plan” 111 . Así, en octubre del mismo año, el primado
promulgó los “Principios y bases de la reorganización de la Acción Católica
Española”, redactados por Sisinio Nevares, s.j. Estos principios preveían una
federación de obras católicas, que sin perder su propia y peculiar autonomía eran
coordinadas por dos juntas centrales (hombres y mujeres) y por una junta nacional
(síntesis de las anteriores), con el auxilio de un secretariado nacional, radicado en
Toledo 112 . Posteriormente, en 1928, aparece el Boletín de la Acción Católica
Española. En 1929 se celebra la “I Semana Nacional de Consiliarios” en Toledo y el
“I Congreso Nacional de la Acción Católica” en Madrid 113 .
12. Conclusiones
La Conferencia de Metropolitanos es una institución que nace en un momento de
crisis política y social y que se consolida durante el gobierno de Primo de Rivera. Su
surgimiento tiene unos prolegómenos o precedentes fallidos que se remontan a los
inicios de siglo, época desde la cual la Santa Sede intentaba unir a los obispos
españoles en una asamblea episcopal a semejanza de las que ya funcionaban en
Europa central e Italia.
Estas asambleas se afianzan a lo largo de la década de los veinte en que se va
estableciendo un protocolo de acción, se discriminan temas, se aportan puntos de
vista y en definitiva se trabaja en pos de un reglamento definitivo que llegará en
106
Cfr. AMC, n. 61 (1923).
Cfr. AMC, n. 119 (1924). En que se agradece a la Junta Central “la valiosa y constante cooperación
con que apoya a los prelados en la acción social y en otros órdenes de la vida religiosa”.
108
Cfr. AMC, n. 21 (1923).
109
Cfr. AMC, n. 39 (1923). La Acción Católica de la Mujer fue puesta en marcha por el cardenal
Guisasola en 1919. La presidenta de la A. C. de la Mujer, condesa de Gavia, venía de participar en el
congreso de la “Unione Femminile Cattolica Italiana” celebrado en Roma (1.X.1922).
110
Escrita el 26 de febrero de 1924. El cardenal Reig era desde el diecinueve de julio de 1923 el Director
Pontificio de la Acción Católica en España. En septiembre de 1923 se dan los nuevos estatutos de la
Acción Católica Italiana y en diciembre Pío XI escribe su encíclica Ubi arcano en que insta al desarrollo
de la Acción Católica en todos los países.
111
Cfr. AMC, n. 216 (1926).
112
Enseguida esta reorganización recibió grandes elogios de la propia Conferencia. Cfr. AMC, n. 271
(1927). La reorganización estaba inspirada en el modelo italiano de Acción Católica.
113
Se celebraron respectivamente en septiembre y noviembre. El congreso nacional abordó los siguientes
temas: acción social agraria, acción social obrera, acción católica femenina, juventudes, madres de familia
y prensa católica.
107
21
1929. Este reglamento, querido por la Santa Sede, trámite la nunciatura, ralentizará,
no obstante, la toma de decisiones y sobretodo la puesta en marcha de proyectos.
La Conferencia de Metropolitanos, al ser aceptada por el resto del episcopado,
romperá, hasta cierto punto, el tradicional aislacionismo de la jerarquía española. No
obstante, su aceptación estará condicionada a la figura del nuncio y al impulso de
Roma. Por primera vez se dispondrá de un órgano de representación de todo el
episcopado español, cuya actuación pública trascenderá especialmente durante la
instauración de la Segunda República.
La Conferencia busca unidad de acción en los grandes temas de carácter general
que afectan a la Iglesia Española. De hecho, se propone ser el interlocutor válido con
el gobierno de Primo de Rivera y establecer un estrecho control sobre todas las obras
católicas del momento. Este control de las iniciativas privadas y la promoción de las
grandes iniciativas públicas no se puede entender sin la benignidad del régimen para
con la Iglesia y, por otra parte, sin la aquiescencia y respaldo de la Santa Sede.
En cuanto a los temas tratados en las conferencias estos no difieren en exceso de
los estudiados en las asambleas de otros episcopados europeos. Destacar, no
obstante, algunas peculiaridades del caso español: el haber abortado el nacimiento de
un grupo demócrata cristiano por falta de confesionalismo oficial; las reiteradas
protestas por el incumplimiento económico del Concordato en lo que respecta a los
haberes del clero; la lucha contra la “Institución Libre de Enseñanza”; la
preocupación por la emigración española en Francia…A la vez es una época de
construcción y de crecimiento de la actuación pública de los católicos en España
como se puede ver por la reorganización de la Acción Católica o por la promoción de
los congresos católicos. Durante la Segunda República la Conferencia pasará de esta
actitud expansiva a la de contención motivada por la creciente hostilidad del
gobierno y también por el cambio de presidencia después de la expulsión de Segura,
pero este argumento ya excede los propósitos que nos habíamos marcado con nuestra
contribución.
Santiago Casas Rabasa
Instituto de Historia de la Iglesia
Universidad de Navarra
E-31080 PAMPLONA
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