Los obispos y las familias COMENTARIOS CRÍTICOS ESCRITOS POR EL

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COMENTARIOS CRÍTICOS ESCRITOS POR EL
ALUMNADO DE 2º DE BACHILLERATO
TEXTO PERIODÍSTICO
LA ESQUINA
Los obispos y las familias
JOSÉ AGUILAR | ACTUALIZADO 02.01.2008 - 01:00
NO debería ser motivo de escándalo que miles de ciudadanos católicos muchos- hayan secundado la llamada de sus obispos para defender a la familia
cristiana en las calles. Están en su derecho. Doblemente: derecho a creer que
su modelo de familia es el único moralmente aceptable y derecho a
manifestarlo, festejarlo y reivindicarlo.
Los obispos que los convocaron, sin embargo, no tienen ningún derecho -pero
absolutamente ninguno- a obligar al Estado democrático a asumir como propio
ese modelo y a imponerlo a todos los españoles, que no son súbditos, sino
ciudadanos. La autonomía del poder civil con respecto a las instancias religiosas
es una conquista irrenunciable de nuestra cultura. A mí, por lo menos, no me
gustaría vivir en un país como Irán.
La alianza del Altar y el Trono corresponde a un estado civilizatorio que ha
caducado. La jerarquía de la Iglesia Católica puede, perfectamente, considerar
el aborto un asesinato, creer que el divorcio rápido atenta contra la familia
tradicional y abominar del matrimonio homosexual. Puede, y debe, excluir de
su comunidad espiritual a aquellos católicos que se acogen a la vigente ley del
aborto, se divorcian o se casan aun siendo del mismo sexo. En cambio, no
puede exigir a las Cortes Generales que se vuelvan atrás y revoquen las leyes
que han aprobado para hacer posibles el aborto en tres supuestos, el divorcio
sin separación previa y el matrimonio entre homosexuales o lesbianas. Si me
apuran, puede hasta pedir el voto para un partido que lleve en su programa
estas y otras modificaciones de la legalidad vigente (si es que hay alguno). No
puede, insisto, convertir sus convicciones respetables en normas universales, a
cumplir por quienes tienen otras convicciones igualmente respetables o por
quienes no tienen ninguna.
De modo que como reivindicación pública de su modo de concebir la familia, la
convocatoria callejera de los obispos es inobjetable. Por el contrario, resulta
infumable como expresión de un deseo y de un argumento. El deseo (que las
leyes sobre moral y familia se adapten a lo que la Iglesia predica para sus
fieles) nos llevaría al pasado; el argumento (el Gobierno actual persigue a la
familia cristiana, arrincona a la Iglesia y pone en peligro la democracia) me
permito tomarlo a broma. Las leyes no obligan a nadie a divorciarse ni a
abortar, la democracia está sana y el Gobierno, este Gobierno, acaba de
aumentar la asignación tributaria a la Iglesia Católica. ¡Extraño laicismo radical
ése!
Familias las hay de muchos tipos, y todas valen si surgen del amor entre seres
humanos adultos. Todas corren ciertos riesgos en el mundo actual, pero más
bien por las razones que explicaba aquí el católico Carlos Colón, no por lo que
dicen los obispos católicos.
(Publicado en Diario de Cádiz)
Comentario crítico
Este texto es un artículo de opinión, en concreto una columna, publicada
en el Diario de Cádiz el miércoles 2 de enero de 2008 y escrita por José
Aguilar.
El periodista nos habla sobre la influencia de la Iglesia en las familias
católicas de hoy en día, de lo que ésta reivindica y de lo que pretende
conseguir.
Éste es un tema que algunos no lo ven como un problema pero las
personas más tradicionales están de acuerdo en que sí lo es. José Aguilar
nos plantea varias cuestiones sobre la Iglesia, ya que últimamente ésta
pretende volver al modelo de familia católico y tradicional y nos da su
opinión sobre lo que ésta institución puede o no hacer. Para él, la Iglesia
está en todo su derecho cuando piensa que su modelo de familia es el único
aceptable, puede "seleccionar" a los católicos que entren en ella excluyendo
a divorciados, homosexuales... etc., pero nunca introducirse en asuntos
políticos ni reclamar leyes contra éstos.
Este texto está escrito con un lenguaje sencillo y cercano que va
compaginado con el tema del que trata, ya que es algo que afecta a jóvenes
y adultos y por lo tanto no es difícil de leer. Cuando digo que es un tema
que afecta a personas de todas las edades, me refiero a que desde
pequeños nos educan en el colegio con la asignatura de religión incluida,
tanto a nosotros como a nuestros padres, abuelos... etc. Sin embargo, esta
tradición se está perdiendo, como también el ir a la iglesia los domingos y
éstos son los motivos por los que la Iglesia reclama fervorosamente las
antiguas costumbres que ha inculcado en nuestro país.
Continuando con este tema, se puede observar cómo el autor contrapone
los derechos de ésta de reivindicar algo o no, todo ello, desde luego, desde
su humilde opinión. Para él, la Iglesia puede exigir lo que quiera pero sin
meterse en asuntos legislativos ya que esto sería un atraso. José Aguilar
finaliza el texto argumentando que lo importante de la familia no es su
religión, su estructura o sexualidad de los padres, sino el amor que se
ponga en ella.
Para mí, esta columna no sólo nos expresa las opiniones del periodista
sino de la mayoría de los españoles. Además, la forma de tratar estas
cuestiones que tiene José Aguilar es muy acertada, ya que nunca llega a
faltar al respeto de ninguna de las partes (la Iglesia, el Gobierno actual, los
ciudadanos ateos...) lo que no es fácil tratándose de una de las instituciones
más antiguas de España y que últimamente se muestra a la defensiva con
la sociedad contemporánea.
En conclusión, creo que la sociedad y la Iglesia católica no van a llegar a
ningún acuerdo, ya que difieren en sus valores éticos y morales. Mientras
nuestra sociedad va avanzando y aceptando nuevos problemas o cuestiones
que se plantean irremediablemente, la Iglesia se estanca con su particular
forma de ver la familia, la sexualidad, la educación...en general, la vida.
Katia González Martínez, 2º Bach. D
Curso 2007/08
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