Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) ¿Canibalismo Mapuche?: Violencia y racismo en la historiografía chilena del siglo XIX Juana Hermosilla Osorio1 Resumen Desde el siglo XVI, uno de los pueblos que impuso una fuerte resistencia a la invasión española fue el pueblo mapuche. Caracterizado por su bravura y valentía, paradojalmente fue también considerado salvaje y caníbal, perpetuándose esta contradicción a lo largo del tiempo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX -e incluso antes- el pueblo mapuche se convirtió en un problema para el proyecto modernizador que llevaba a cabo el Estado y algunos intereses particulares. Autores como Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna establecieron en sus publicaciones una serie de premisas en torno a la figura del mapuche como un ser bárbaro y caníbal. Por ello, en esta investigación se plantea que estos historiadores pertenecientes a la escuela liberal del siglo XIX reactualizaron y promovieron las representaciones denigratorias de los mapuches haciendo referencia al canibalismo como un medio para justificar la ocupación y apropiación de territorios de la Araucanía. En este trabajo se analizará la historiografía del siglo XIX, representada por autores como Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna, así como las crónicas del siglo XVI, de modo de pesquisar la trayectoria que tuvo el significado y uso del término caníbal, que se constituyó en un elemento clave para la negación y exclusión de los pueblos indígenas. Palabras claves: canibalismo-mapuche-historiografíaotredad Desde la conquista, uno de los pueblos que impuso una fuerte resistencia a la invasión española Licenciada en Historia de la Universidad Diego Portales. Estudiante de Magister en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. correo electrónico: [email protected] Este artículo corresponde en parte a la tesis de pregrado la cual contó con el apoyo de ICIIS, Interdisciplinary Center for Intercultural and Indigenous Studies, centro de investigación financiado por el programa FONDAP de Conicyt. 1 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) fue el pueblo mapuche. Caracterizado por su bravura y valentía, paradojalmente fue también considerado salvaje y caníbal, perpetuándose esta contradicción a lo largo del tiempo. Si bien, durante el proceso de independencia la imagen del mapuche fue enaltecida por su coraje y valor en un contexto de guerra contra los españoles2, a partir de la segunda mitad del siglo XIX -e incluso antes- el pueblo mapuche se convirtió en un problema para el proyecto modernizador que llevaba a cabo el Estado y algunos intereses particulares. La frontera establecida desde principios del siglo XVII, que hasta ese entonces dividía a chilenos de mapuches, comenzó a ser cada vez más difusa debido al interés que el Estado y privados mostraban por este territorio, quienes utilizaron un discurso basado en la violencia y exclusión del pueblo mapuche para la apropiación de las tierras del sur del Bio Bio. En la actualidad es posible apreciar la constante discriminación y negación hacia el pueblo mapuche, ignorando sus demandas, silenciando su cultura y ejerciendo una gran violencia tanto física como psicológica sobre las comunidades que luchan por recuperar las tierras que en algún momento les pertenecieron. Un claro ejemplo de la violencia y discriminación hacia este pueblo son las muertes impunes de comuneros mapuches en la región de la Araucanía que siguen teniendo lugar. Este trabajo surgió de la pregunta de por qué hasta el día de hoy los mapuche siguen siendo discriminados y calificados como sujetos inferiores. Una de las características más sorprendentes que le han sido adjudicadas, es la de caníbal, es decir, la Al finalizar el proceso de independencia, se intentó incluir la imagen del mapuche en la escena nacional. Es lo que expone Patricio Herrera, en La cuestión de Arauco. un problema de dignidad nacional durante el siglo XIX, cuando señala que Bernardo O’Higgins dictó un decreto, en su calidad de director supremo, en el cual se reconocía a los indígenas como legítimos ciudadanos con derechos y deberes. Asimismo, el primer escudo de Chile, creado durante la Patria Vieja, incorporó la imagen de dos indígenas, aludiendo al lazo de consanguinidad que existiría con los nuevos ciudadanos chilenos y a la resistencia que ellos opusieron a los españoles y que ahora se prolongaba con los patriotas. 2 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) práctica de comer carne humana. ¿De dónde viene esta convicción? y ¿qué consecuencias tuvo? Una de las imágenes que se ha perpetuado a lo largo del tiempo y que aún aparece en algunos textos escolares o material de educación es la del toqui Lautaro comiendo el corazón del conquistador Pedro de Valdivia.3 Esta investigación se propone rastrear los orígenes y trayectoria de este mito, así como la noción de los mapuches como tribus barbáricas y caníbales. Para ello estudiaré cómo, tanto las crónicas del siglo XVI y la historiografía del siglo XIX, fueron estableciendo estas imágenes como realidades incuestionables, remitiendo a los mapuches a una noción de salvajes. La hipótesis que se plantea es que los historiadores pertenecientes a la escuela liberal del siglo XIX reactualizaron y promovieron las representaciones denigratorias de los mapuches haciendo referencia al canibalismo como un medio para justificar la ocupación y apropiación de territorios de la Araucanía. Basando sus postulados en el uso de las crónicas del siglo XVI que consideraban al pueblo mapuche como salvaje, caníbal e incapaz de adaptarse a los parámetros de la modernidad, les permitió referirlos como a un “otro” distinto, e inferior, y, así consecuentemente, excluirlos de su calidad de iguales. El uso del término caníbal entendido como un nohumano fue fundamental para justificar la exclusión y, verdadero exterminio, del pueblo mapuche del escenario nacional. Es esta última lectura la que nos lleva a considerar que quienes actuaron como verdaderos caníbales fueron el estado chileno y algunos intereses privados, los que irrumpieron y devoraron, en términos metafóricos y literales, violentamente el sur de Chile, usurpando tierras, reprimiendo y asesinando brutalmente a sus habitantes. Para ello es fundamental En el año 2010 con motivo de la conmemoración del Bicentenario de Chile, el canal de televisión TVN estrenó un programa titulado Algo habrán hecho por la historia de Chile, conducido por el actor Francisco Melo y el historiador Manuel Vicuña. Uno de los episodios emitidos se centró en la conquista de Chile y, en particular, en la muerte de Pedro de Valdivia a manos del toqui Lautaro. En esta escena Lautaro abría el pecho del gobernador, extrayendo su corazón todavía palpitante. 3 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) analizar la historiografía del siglo XIX, representada por autores tales como Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna, así como las crónicas del siglo XVI, de modo de pesquisar la trayectoria que tuvo el significado y uso del término caníbal. Por ello, creo fundamental comprender el término caníbal como una categoría de análisis que deriva en una otredad, la cual se inicia en el proceso de conquista del Nuevo Mundo y se perpetúa hasta el día de hoy. En este sentido, Carlos Jáuregui, en su sugerente libro Canibalia, plantea que “El caníbal hará su entrada en las crónicas con la función ideológica complementaria de justificar la explotación del trabajo y el apetito europeo por la mano de obra y las riquezas americanas.”4 Es decir, la creación, en el siglo XVI, y el posterior uso de la palabra caníbal, símbolo de barbarie y bestialidad, fue la justificación para apropiarse de las nuevas tierras y someter a su población, legitimando prácticas tales como el asesinar, denigrar y explotar a quienes se les atribuía el consumo de carne humana. El autor propone que caníbal no es más que una deformación de una palabra indígena. Para el autor, “los caníbales fueron “descubiertos” mediante la (re) significación, en la lengua del imperio, de una palabra aborigen que aparentemente significaba “guerrero bravo” o acaso “comedor de mandioca”. 5 A esta palabra el europeo le atribuyó todos sus temores provenientes del imaginario medieval que contenía relatos de Herodoto, Plinio, Marco Polo y los viajes de Sir John Mandeville, yaciendo en el interior de este término los miedos occidentales más profundos. Ellos atribuyeron este concepto y sus características malignas a todo aquel que se opusiera a la conquista europea, relegando de este modo, al indígena a una condición de no-humano, lo que permitía justificar su exterminio sin culpa alguna. Barbarizar al indio permitía una irrupción legítima en nombre de la civilización. En palabras de Braulio Rojas, “hay una considerable mitificación y exageración de los hechos narrados como JAUREGUI, Carlos. Canibalia, canibalismo, calibalismo, antropofagia cultural y consumo en América Latina. España: Editorial Vervuert. 2008, p. 70 5 Ibid p, 50 4 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) una manera de legitimar y sobrevalorar la empresa de conquista.”6 En las crónicas se narraban escenas de consumo de carne humana como ejemplos claros de la inhumanidad de los aborígenes. Este tipo de relatos estuvo presente en prácticamente todas las regiones de América, repitiéndose el mismo patrón de conducta de los habitantes del Nuevo Mundo. El canibalismo mapuche en las crónicas del siglo XVI Durante el siglo XVI el militar español Pedro Mariño de Lobera escribió su Crónica del Reino de Chile en la cual describía los hechos bélicos acontecidos en el sur de Chile, centrando su obra principalmente en el ámbito militar. La publicación de este documento se realizó recién en el año 1865 en la Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, volumen VI7. En la obra es posible hallar diversas escenas de canibalismo, las cuales relata detalladamente y juzga a su parecer. Así, durante los años 1550 y 1553, debido a los constantes enfrentamientos entre españoles y araucanos, la producción de la tierra se habría visto fuertemente afectada, según el relato del autor, causando una hambruna que azotó el sur de Chile y desencadenó una serie de acontecimientos, entre ellos el consumo de carne humana entre los indígenas. Si bien el autor señala que hacía 1554 las tierras habían empezado a producir, posibilitando nuevamente la cosecha de alimentos, los indios no habrían abandonado la práctica de la antropofagia, la que, en sus palabras, era una de las más grandes monstruosidades de la humanidad. Así, continúa su relato: … estaban los indios tan regustados a comer carne humana, que tenían carnicerías della y acudían a comprar cuartos de hombres, como se compra en los rastros los del carnero. y en muchas partes tenían los ROJAS, Braulio. La difícil otredad americana: la disputa por las imágenes y el conflicto por los nombres. Cuyo vol 29, n° 1 Mendoza: Enero/Junio 2012. p. 12 7 Véase en Memoria Chilena (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98072.html) 6 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) caciques indios metidos en jaula. engordándolos para comer dellos. y tenían ya los instrumentos necesarios para el oficio de carniceros8 El relato es elocuente. Para el cronista español, los indios consumían carne humana solo por placer, pues a pesar de haber superado el período de escasez de alimentos, los mapuches habrían seguido con aquella práctica que según el autor no era más que un “espantoso” hábito. Llegó la gula a tal extremo, que hallaron los nuestros a un indio comiendo con su mujer a un hijo suyo, en medio, de quien iban cortando pedazos y comiendo.9 La práctica de la antropofagia quedaba así establecida como una acción que deshumanizaba por completo a los indígenas. De hecho, Mariño de Lobera da a entender que el indio por naturaleza era cruel y bárbaro, pues se devoraban entre ellos sin respeto alguno. Esas prácticas no se efectuaban necesariamente contra enemigos ni había un trasfondo ritual, por el contrario, era el cuerpo del hijo el que devoraban “con gran gusto”. Otro de los autores que hace referencia a esta práctica es Alonso González de Nájera, militar español autor de la crónica Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile. La narración de González de Nájera se centra, específicamente, en hechos bélicos ocurridos en el sur de Chile después del denominado “desastre de Curalaba. En la cuarta relación titulada Las crueldades de los indios de Chile, el autor relata escenas de canibalismo que presenció durante el siglo XVII en Chile, entre otras, la que sigue: Llega a tal extremo lo que aumentan su deleite sus mas excesivas crueldades, que a muchos les van comiendo a medio asar, a vista de sus ojos, los pedazos que les cortan de las carnes, sin reservar después las que les quedan en los difuntos cuerpos. Y en fin, es tan grande la rabiosa y insaciable sed que tienen de que no quede MARIÑO DE LOBERA, Pedro. Crónica del Reino de Chile, Santiago: Ed. Universitaria, 1970. p.80. 9 Ibíd. p, 81 8 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) memoria de nosotros en vida ni en muerte, que hasta los huesos se beben quemados y hechos polvos mezclados en sus vinos. 10 Para el autor, los indios no eran más que seres salvajes y crueles que disfrutaban desmembrar y devorar el cuerpo de los españoles en una especie de venganza y una demostración de superioridad respecto a un otro. Una de las escenas más reconocidas de canibalismo en el pueblo mapuche y que ha perdurado en el tiempo es la muerte de Pedro de Valdivia en el fuerte Tucapel en 1553 a manos del toqui Lautaro. Diversas crónicas relatan este hecho como un símbolo de la violencia, barbarie y crueldad de los mapuche, lo que llevó a considerarlo un pueblo no sólo primitivo, sino también salvaje y pagano. A continuación revisaremos las principales características y diferencias de diversas versiones que existen respecto a la muerte del gobernador Pedro de Valdivia. En el cabildo convocado para el día 26 de Febrero de 1556 se expuso una carta dirigida a la Real Audiencia de Lima, dando noticia de la muerte del gobernador Pedro de Valdivia: …después dende a tres días o cuatro días vinieron unos indios yanaconas que se hallaron ahí y lo contaron todo como pasó. Algunos de los cristianos no los acabaron de matar, y entre ellos al gobernador, al cual tuvieron vivo tres días, comiéndole vivo a bocados, y lo mismo a los demás, que no mataron luego, hasta que espiraron. 11 Esta carta fue la notificación oficial emitida por el cabildo de Santiago a la Real Audiencia de Lima, informando sobre los acontecimientos ocurridos en el fuerte Tucapel. GONZALEZ DE NÁJERA, Alonso. Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile. Santiago: Imp. Ercilla. 1889. p. 54 11 Carta del cabildo a la Real Audiencia de Lima, dándole noticia de la muerte de Pedro de Valdivia. En Documentos sobre la historia, la estadística y la geografía de Chile. {compilados`} por Claudio Gay. Paris. (http://www.memoriachilena.cl/602/w3article-98362.html) p. 161 10 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) El militar español Jerónimo de Vivar, quien participó con Pedro de Valdivia en la campaña de conquista de Chile, narra, tiempo después, esta misma escena en su Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile, escrita durante el siglo XVI, pero publicada, siglos más tarde, en 1966, por el Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina. Con todo, aunque la crónica estuvo desaparecida hasta mediados del siglo XX, esta fue conocida y citada por otros cronistas, como el sacerdote jesuita Diego de Rosales.12 En su relato se lee: Y esta sazón llegó un mal indio que se decía Teopolican, que era señor de la parte de aquel pueblo y dicho a los indios que hacían con el que por que no le mataban que: muerto ese que manda a los españoles, fácilmente mataremos a los que quedan y diole con una lanza de las que dicho tengo, y lo mató. Y así pereció y acabo el venturoso gobernador que hasta aquí cierto lo había sido en todo cuanto hasta este día emprendió y acometió. Y llevaron la cabeza a Tucapel y la pusieron en la puerta del señor principal en un palo13 En el relato de Vivar, el gobernador Pedro de Valdivia habría muerto por mandato de Teopolican, sin la compañía de otros españoles y a causa de un ataque con lanza. A diferencia de otras narraciones, en este relato no aparece ni la tortura, ni el desmembramiento del cuerpo, ni el consumo de sus extremidades. Otra versión del mismo hecho la plantea el militar español Alonso de Góngora y Marmolejo, quien también participó en las huestes conquistadoras dirigidas por Valdivia, en su crónica titulada Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que han gobernado. Pese a haber vivido en el mismo tiempo que Jerónimo de Vivar y de haber tenido, probablemente, las mismas noticias que éste respecto de la muerte de Valdivia, Góngora y Marmolejo pone el acento, ya no sólo en el asesinato del conquistador, sino en las torturas a las que habría sido sometido, Véase en Memoria Chilena. (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98077.html) 13 VIVAR, Jerónimo. Crónica y copiosa relación y verdadera de los reinos de Chile (1558). Berlín: Ed. Colliquin. 1971. p. 203 12 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) asegurando, además, que junto a él habría estado un sacerdote católico quien intentó darle algo de calma para enfrentar los tormentos: Viendo el padre Pozo que no aprovechaban amonestaciones con aquellos bárbaros, hizo de dos pajas que par de si halló una cruz, y persuadiéndole a bien morir, diciéndole muchas cosas de buen cristiano, pidiendo a Dios misericordia de sus culpas. Mientras en esto estaban, hicieron los indios un fuego delante de él, y con una cáscara de almejas de la mar, que ellos llaman pello en su lengua, le cortaron los lagartos de los brazos desde el codo a la muñeca; teniendo espadas, dagas y cuchillos con que podello hacer, no quisieron por dalle mayor martirio, y los comieron asados en su presencia14 Esta información la obtuvo de un sujeto llamado Alonso quien servía de guardarropa de Valdivia y afirmó haber estado presente en dicha batalla, logrando luego escapar. Sin embargo, pese a lo que señala el cronista respecto a los hechos acontecidos en el fuerte Tucapel, no hay completa certeza de cómo sucedieron estos, pues existe una gran diversidad de versiones sobre dicha batalla. Así, en la narración de Góngora y Marmolejo, el gobernador Valdivia habría muerto acompañado del padre Pozo y el yanacona Agustinillo, después de atroces torturas, en las que los indígenas se habrían ensañado procurando someterle a los máximos dolores y evitando darle cualquier tipo de sosiego y calma en el proceso. Según este autor el tormento habría culminado con el consumo de su propia carne frente a sus ojos, finalizando con la exhibición de las cabezas de los caídos. Sin embargo, el ya mencionado Pedro Mariño de Lobera en su Crónica del reino de Chile, también escrita en el siglo XVI, plantea dos versiones respecto a la muerte de Pedro de Valdivia. En la primera, el gobernador habría muerto por un golpe en la cabeza, siendo posteriormente degollado, para exhibir luego su GÓNGORA Y MARMOLEJO, Alonso. Historia de todas las cosas que han acaecido en el Reino de Chile y de los que han gobernado. Santiago: Ed. Universidad de Chile. 1990. p. 115-116 14 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) cabeza clavada y elevada en una lanza, como símbolo de triunfo. En el relato se puede leer que: Viendo esto un cacique llamado Pilmaiquén, (...) levantó una gran porra que tenía en las manos y la descargó con gran furia sobre el infelices Valdivia haciéndole pedazos la cabeza, a cuya imitación el indio Lautaro atravesó la lanza por el cuerpo de Agustín, el interprete con quien andaba a malas. 15 La segunda versión es más dramática aún ya que expone que el gobernador Valdivia habría fallecido a causa del consumo de oro hirviendo que lo obligaron a beber los indígenas. Trajeron una olla de oro ardiendo y se la presentaron diciéndole: pues tan amigo eres de oro, hártate agora dél, y para que lo tengas mas guardado, abre la boca y bebe aqueste que viene fundido, y diciendo esto lo hicieron como lo dijeron, dándoselo a beber por fuerza, teniendo por fin de su muerte lo que tuvo por fin de su entrada en Chile.16 Una de las versiones más citadas respecto de la muerte de Pedro de Valdivia es la que narra el jesuita español Diego de Rosales en su Historia general del reino de Chile, Flandes indiano, escrita hacia mediados del siglo XVII, aunque luego desaparecida y recién publicada en el siglo XIX, por Benjamín Vicuña Mackenna. Si bien retoma la versión planteada por Mariño de Lobera, respecto de que Valdivia habría muerto por ingerir oro hirviendo, como escarmiento por explotar, denigrar y asesinar a tantos indígenas, para el jesuita esta teoría no sería la verdadera, pues asegura que Valdivia habría muerto por un golpe de macana que le proporcionó un indio. …un capitán que estaba apercibido con una maza, sin que lo viesse, le dio por detrás un fiero golpe en la cerviz, de que cayó de espaldas aturdido, y levantando todos los del cerco la vocería, y las lanzas, las tendieron sobre el cuerpo muerto, (...). En esto llegó uno y rompiéndole desde la garganta al pecho con un 15 16 MARIÑO DE LOBERA, Pedro, op.cit., p. 75 Ibíd. Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) cuchillo, le metió la mano en él, y le sacó el corazón arrancándosele, y assi palpitando, como estaba, y chorreando sangre, se le mostró a todos, y untando con la sangre del corazón los toquis, y las flechas le hizo pedacitos muy menudos, que comieron todos los caciques. 17 Es interesante aquí un elemento nuevo, el haberle arrancado el corazón para luego ser consumido por los caciques presentes, pues ha sido una de las narraciones más repetidas a lo largo del tiempo, siendo una constante en libros como Lautaro, joven libertador de Arauco de Fernando Alegría18 quien narra la vida de Lautaro y describe la muerte del gobernador Pedro de Valdivia de forma bastante similar a la narrada por el padre Diego de Rosales. y en programas históricos como Algo habrán hecho por la historia de Chile. Violencia y racismo en el siglo XIX Si bien la mayoría de los estudios se ha centrado en el siglo XVI, es importante revisar cómo esta imagen no sólo perduró sino que se fue reinventando en los siglos posteriores y, particularmente, en el siglo XIX, como mecanismo de legitimación de las ansias por ocupar las tierras indígenas bajo una lógica liberal. En palabras de Jorge Pinto Rodríguez19, el Estado chileno irrumpió en el territorio que contempla las comarcas al sur del río Bío Bío, en Chile, justificando su accionar a partir del uso de la idea de soberanía nacional y la necesidad de dominar todo el espacio impidiendo, de este modo, la apropiación extranjera por parte de países vecinos. Tal y como lo exponen Luis Carlos Parentini y Patricio Herrera, durante la segunda mitad del siglo XIX, la Araucanía se convirtió en motivo de interés tanto para el Estado chileno como para privados. ROSALES, Diego. Historia general del reino de Chile, Flandes indiano. Santiago: Ed. Andrés Bello, Santiago. 1989, p 437 18 ALEGRÍA, Fernando, Lautaro, joven libertador de Arauco. Santiago: Ed. Zigzag. 1943 19 PINTO, Jorge. Morir en la frontera…la Araucanía en tiempos de Balmaceda en ORTEGA, Luis. La guerra civil de 1891. Santiago: Universidad de Santiago de Chile. 1991. 17 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) Factores como la crisis económica de 1857, el naciente interés de inversionistas extranjeros en esta zona y los levantamientos indígenas, justificaron la irrupción estatal y de particulares. En palabras de Herrera “se trata de abrir un manantial inagotable de nuevos recursos en agricultura y minería; nuevos caminos para el comercio en ríos navegables y pasos fácilmente accesibles.” 20 En atención a estos intereses expansionistas, el Estado y la burguesía chilena tendieron a bestializar y barbarizar al pueblo mapuche usando una serie de calificativos despectivos tales como los de borracho y flojo, justificando así, el uso de la fuerza y la violencia contra las comunidades, de modo de excluirlo del escenario nacional y comenzar la apropiación de sus tierras. Uno de los más fervientes seguidores de este discurso de progreso y civilización fue Benjamín Vicuña Mackenna, político, historiador, intendente, diputado, senador y uno de los precursores que con más vehemencia impulsó y defendió la ocupación de la Araucanía, pues ansiaba un Chile civilizado, blanco y moderno, en donde los indígenas no podían tener lugar. Estos postulados pueden ser apreciados con claridad en el discurso que presentó en la cámara de diputados en la sesión del 10 de Agosto de 1868. Vicuña Mackenna no creía posible que el mapuche fuera capaz de convertirse en un ser civilizado pues, por naturaleza era traidor, engañoso y moralmente degradado. Tal como lo expone Alejandra Bottinelli, ni la educación ni la integración eran una posibilidad. La única opción realista para el intendente era la reducción del indígena.21 El término no deja de ser sugerente, la “reducción” significaba, por una parte, HERRERA, Patricio. La cuestión de Arauco. Un problema de dignidad nacional durante el siglo XIX. En LOYOLA, Manuel y GREZ, Sergio (comps.), Los proyectos nacionales en el pensamiento político y social chileno del siglo XIX. Santiago: Ed. Universidad Católica Silva Henríquez, 2002, p, 85 21 BOTTINELLI, Alejandra. El oro y la sangre que vamos a prodigar. Benjamín Vicuña Mackenna, la ocupación de la Araucanía y la inscripción del imperativo civilizador en el discurso público chileno. En GAUNE, Rafael y LARA, Martín (ed), Historias de racismo y discriminación en Chile. Santiago: Uqbar eds, 2009. 20 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) la confinación de las comunidades a las tierras más alejadas y menos productivas, pero por otra, daba cuenta del lugar que los indígenas tendrían dentro del imaginario de la nación; un lugar disminuido, casi inexistente. Un punto fundamental que trata Vicuña Mackenna en su discurso como argumento para justificar la irrupción y posterior apropiación del territorio araucano, fue el canibalismo como la más clara expresión de barbarie e incivilización del pueblo mapuche. A lo largo de su arenga, hace referencia a tres casos diferentes, acaecidos en los siglos XVII, XVIII y XIX. Para el primer caso, utiliza una carta que le envía el padre jesuita Diego de Rosales al padre Luis de Valdivia. Viera vuestra reverencia una carnicería terrible, unos a cortarle la cabeza, otros a sacarle el corazón, i otros a cortarle una pierna, para hacer de la canilla una flauta, descarnandola i abriendola los ahugeros en un momento. Andavan alrededor de la rueda desnudos, hasta la cintura. (…) Dividen el corazón entre todos los caciques, i capitanes i unos se lo comen corriendo sangre i palpitando, i otros untan con la sangre las flechas.22 Lo importante de este extracto de la crónica de Rosales, es la presentación del mapuche como un “otro” salvaje, capaz de asesinar y devorar seres humanos sin piedad, durante sus “diabólicas” fiestas. La intención de Vicuña Mackenna era clara. Su estrategia fue exponer la trayectoria del mapuche en una especie de cronología estancada y no evolutiva, en la cual, a pesar de los años y la cercanía con el mundo moderno, no se logró civilizar, continuando con estas prácticas antropofágicas en los siglos venideros. Así, continúa su relato señalando que: En un informe del obispo de Concepción Bermúdez, al presidente Manso que hemos tenido a la vista i que VICUÑA MACKENNA, Benjamín, La conquista de Arauco. Santiago: Imp. del Ferrocarril. 1868. (http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0001277.pdf), p.15 22 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) lleva la fecha de 1788, es decir, de un siglo después de escrito el fragmento anterior, se asegura que todavía a la muerte del español los indios descuartizan su cuerpo i haciendo flautas de las canillas, se brindan la chicha en el casco, i cortando una mano o sacando cualquiera hueso, lo envían por toda la tierra con el nombre de flecha, que según su usanza, es lo mismo que tocar cajas i clarines para la guerra.” 23 Utilizar el concepto caníbal era fundamental para legitimar la irrupción militar en la Araucanía, tal como había sucedido en el siglo XVI. Sin embargo, el argumento resultaba más convincente aún, ya que si los indígenas habían desarrollado este tipo de prácticas en los comienzos de la conquista, su persistencia en el tiempo venía a confirmar la imposibilidad del cambio en sus conductas y creencias. Así, la constatación de la existencia del canibalismo descartaba las propuestas de algunos de transformar a los indígenas en ciudadanos modernos y civilizados por medio de la educación y la evangelización, como una mera quimera. Sigue afirmando Vicuña Mackenna en su discurso: Otro soldado de la independencia, el capitán Verdugo, nos dice que en un combate sostenido por la misma época (1820) en la vecindad de Chillán, los indios que habían venido a dar un asalto a las poblaciones del Claro, dejaron en el vado del Ñuble, por el que se les perseguía, siete niñitos chiquitos degollados. 24 El enumerar casos de canibalismo a través de los años permitía a Vicuña Mackenna dar a entender a la cámara de diputados, que el mapuche del siglo XIX seguía siendo el mismo salvaje y bárbaro del siglo XVI, por lo tanto, si en trescientos años no fue capaz de civilizarse, ésta no sería la excepción. Aunque Vicuña Mackenna reconoce que la resistencia que ha puesto el pueblo Mapuche frente al conquistador está asociada a la defensa de su tierra, desmorona el argumento por las características propias de su atraso. “Es cierto que el indio defiende su suelo; pero lo defiende porque odia la civilización, odia la ley, 23 24 Ibid, Ibíd. p. 16. Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) el sacerdocio, la enseñanza. La patria que él defiende es la de su libre i sanguinaria holgazanería.”25 Durante el siglo XIX historiadores como Benjamín Vicuña Mackenna, José Toribio Medina y Diego Barros Arana, entre otros, se abocaron a la búsqueda, investigación y rescate de las obras del siglo XVI y XVII, como la crónica del jesuita Diego de Rosales o la de Góngora y Marmolejo, para ser sumadas a la Colección de Historiadores de Chile y Documentos relativos a la Historia Nacional, en un momento en que la consolidación del Estado-nación era uno de los principales objetivos del gobierno y de los grupos de elite. De ahí la importancia de la Historia general de Chile, escrita entre 1884 y 1902 en dieciséis tomos, por Diego Barros Arana. Allí narra toda la historia patria, desde antes de la conquista y, en la cual, basándose en los textos del padre Diego de Rosales, del militar Alonso González de Nájera y de Pedro Mariño de Lobera, se refiere a los indios como bárbaros, salvajes y caníbales. En este sentido, la existencia de las crónicas le daban credibilidad y veracidad a los argumentos del historiador. Respecto de los hábitos de los indios, Barros Arana extrae relatos de González de Nájera y de Diego de Rosales para establecer que las costumbres y prácticas de los indígenas eran propias de seres salvajes y bárbaros. Es lo que se desprende de los siguientes párrafos: A estos horrores del canibalismo por hambre, común entre todos los pueblos bárbaros, hay que agregar los repugnantes banquetes de carne humana que se seguían a la victoria.26 Si su relato rememora a la narración que hiciera González de Nájera en su crónica, el detalle con que describe las prácticas caníbales, las vuelve más atroces, caracterizando a los mapuche como sujetos crueles por naturaleza y amantes de las torturas físicas hacia sus víctimas. Ibíd. p. 07. BARROS ARANA, Diego. Historia general de Chile. Santiago, Ed. Universitaria, 2000. p. 69. 25 26 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) Asaban ligeramente las carnes y las devoraban después de pasarlas muchas veces delante de los ojos y de la boca del infeliz cautivo. Esta operación era tanto más dolorosa cuanto que los indios no usaban otros cuchillos que conchas marinas, cuidadosamente afiladas, es cierto, pero siempre torpes y lentas para cortar. Los tormentos de la víctima se prolongaban largo rato, y cuando la pérdida de la sangre estaba a punto de causarle la muerte, le abrían el pecho, le arrancaban el corazón y rociando el aire con la sangre que manaba de esta entraña, la pasaban de mano en mano entre los sacrificadores, mordiéndolo cada cual con la rabia más feroz.27 Tal y como lo había planteado Vicuña Mackenna, estas costumbres continuarían a lo largo del tiempo, pues a los más jóvenes se les enseñaba cómo descuartizar y dar muerte a las víctimas. Guardaban algunos indios como prendas de gran estimación, la piel del rostro de sus víctimas para usarla como máscaras en sus fiestas y borracheras (…) Para perpetuar en su raza estos feroces sentimientos, aquellos salvajes hacían que sus hijos aprendiesen desde niños a descuartizar los miembros de sus víctimas, a arrancarles las carnes y a atormentarlas en su agonía... 28 Así, no duda en ningún momento de los relatos de los cronistas. Ello, a pesar que la mayoría no estuvo presente en estos actos, sino que los relató después de haberlos escuchado de otras personas. Respecto a la muerte de Pedro de Valdivia, el autor toma como referencia los relatos de Góngora y Marmolejo y de Pedro Mariño de Lobera, los cuales complementa entre sí y narra de la siguiente forma: Una muerte rápida habría sido para ellos [los españoles] un beneficio; pero bárbaros acostumbraban gozarse en los sufrimientos de sus víctimas, y en ésta ocasión no descuidaron de satisfacer sus instintos más feroces. Valdivia fue martirizado de una manera cruel. Aunque los indios tenían las espadas y dagas que habían quitado a los vencidos, prefirieron usar las 27 28 Ibíd. p. 76. Ibíd. Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) conchas marinas que usaban como cuchillos. Con ellas, le cortaron los brazos, y después de asarlos ligeramente, los devoraron en su presencia.29 No cabe duda, para Barros Arana el indio era un salvaje capaz de realizar las más grandes atrocidades. Para el historiador del siglo XIX los mapuches, además de su crueldad innata, habrían sido incapaces de civilizarse y, por lo tanto, producir en grandes cantidades las tierras que comprendían el sur de Chile, en un contexto en que el Estado y privados comenzaban a mostrar gran interés por estos territorios. La imagen del pueblo mapuche como caníbal persistió principalmente a través del relato de la muerte del gobernador Pedro de Valdivia, el que se fundaba en las narraciones de los cronistas del período colonial, que, a su vez, fueron reproducidas por la historiografía del siglo XIX y aun del XX. Como consecuencia, los mapuches quedaron estigmatizados por su supuesto atraso, primitivismo e incapacidad de evolución, ratificada por la persistencia de sus prácticas salvajes, en particular la del canibalismo, lo que posibilitó denigrar y excluir al mapuche del escenario nacional. Evidentemente, este no calzaba con los parámetros del proyecto modernizador tan anhelado por el Estado y la elite chilena. En conclusión, es fundamental entender el término caníbal más allá del consumo de carne humana. Como hemos visto, la palabra caníbal surge con la llegada de los europeos a América y el traslado de todas sus concepciones medievales hacia una tierra completamente desconocida. Una de las concepciones más aterradoras fue la de la antropofagia, que en el Nuevo Continente se transformó en el caníbal, pues, para los conquistadores, el verdadero caníbal era aquel sujeto que no estaba dispuesto a someterse al poder colonial. De allí que los europeos utilizaran este concepto como una forma de justificar el sometimiento y la violencia usada contra estos indígenas. De algún modo, el terror que significaba la posibilidad de ser 29 Ibíd. p. 334. Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) comidos por otros, legitimaba el uso de una violencia tanto o más, aterradora. De allí que la existencia de caníbales servía para someter, violentar e irrumpir en territorios considerados “vírgenes”, justificando así su accionar en una especie de cruzada por la civilización. Si durante el siglo XVI, en el proceso de conquista del Nuevo Mundo, el indígena fue denigrado y violentado por el poder colonial, durante la segunda mitad del siglo XIX el panorama no fue muy diferente, pues se consideró al indio un salvaje, bárbaro, caníbal y un obstáculo para el proyecto modernizador que se intentaba realizar en Chile, justamente en un momento en que grupos de interés buscaban expandir su control sobre los territorios que estaban en manos de las comunidades mapuche. Se anhelaba una nación blanca y civilizada, que aspirara constantemente al progreso y en ella no calzaba el pueblo mapuche, el cual fue denigrado y excluido a través de la historiografía del siglo XIX. La barbarización que atribuyó Benjamín Vicuña Mackenna y Diego Barros Arana al mapuche, fue clave para irrumpir y legitimar la ocupación de la Araucanía, tratando constantemente de salvaje e incivilizado al indígena. Sin embargo, un aspecto fundamental en esta denigración y exclusión fue el uso de referencias del siglo XVI para despojar al mapuche de sus territorios y excluirlos del escenario nacional. Por lo tanto, es posible considerar al Estado chileno y privados como los verdaderos caníbales, pues arrebataron y devoraron tierras mapuches justificando todo tipo de violencia y discriminación. Las consecuencias de esta barbarización hacia el pueblo mapuche, pueden ser apreciadas hasta la actualidad, como el rechazo a sus demandas territoriales las cuales son respondidas con gran violencia, la impunidad con la que son tratadas las muertes de comuneros mapuches, el desconocimiento de su cultura y la serie de calificativos que les son asignados como "salvajes" y "terroristas", remitiéndolos a un estado de barbarie hasta el día de hoy. Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) Bibliografía ADORNO, Rolena. El sujeto colonial y la construcción cultural de la alteridad. En Revista de crítica literaria Latinoamericana. Año 14, n°28, Historia, sujeto social y discurso poético en la Colonia. 1988 ALEGRÍA, Fernando, Lautaro, joven Arauco. Santiago: Ed Zigzag. 1943 libertador de ANTILLANCA, Ariel. Entre el mito y la realidad. El pueblo mapuche en la literatura chilena. Santiago: LOM eds, 1998 BHABHA, Homi. El lugar de la cultura. Buenos Aires: Ed Manantial. 2007. BARROS ARANA, Diego. Historia general de Chile. Santiago, Ed Universitaria, 2000 BENGOA, José. La memoria olvidada: historia de los pueblos indígenas en Chile. Santiago: Publicaciones del Bicentenario, 2004 BOTTINELLI, Alejandra. El oro y la sangre que vamos a prodigar. Benjamín Vicuña Mackenna, la ocupación de la Araucania y la inscripción del imperativo civilizador en el discurso público chileno. En GAUNE, Rafael y LARA, Martín (ed), Historias de racismo y discriminación en Chile. Santiago: Uqbar eds, 2009. CISTERNA, Patricio. Las culturas prehispanas del valle central de Chile: sociedad y cosmología CHAKRABARTY, Dipesh. Al margen del Europa. Pensamiento poscolonial y diferencia histórica. Barcelona: Tusquets editores, 2008 CHICANGANA-BAYONA, Yobenj, El nacimiento del caníbal: un debate conceptual. España: Editorial Vervuert. 2007 DUVERGER, Christian, La flor letal, la economía del sacrificio azteca. México: fondo de cultura económica, 1992 Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) FANON, Frantz. Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica, 1963 FERNANDEZ, Roberto, “Todo Caliban”. Clacso. 2004 Buenos aires: FIGUEROA, Consuelo, El honor femenino. Ideario colectivo y práctica cotidiana en VENEROS, Diana (edt), Perfiles revelados, Santiago: ed. Universidad de Santiago, 1997 GÓNGORA Y MARMOLEJO, Alonso. Historia de todas las cosas que han acaecido en el Reino de Chile y de los que han gobernado. Santiago: Ed Universidad de Chile. 1990. GONZALEZ DE NÁJERA, Alonso. Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile. Santiago: Imp Ercilla. 1889. HALL, Stuart, “Occidente y el resto. Discurso y poder” en Hall and Gieben (eds.), Formations of Modernity. pp.275-332. London: Polity Press. 1992 HERRERA, Patricio. La cuestión de Arauco. Un problema de dignidad nacional durante el siglo XIX. En LOYOLA, Manuel y GREZ, Sergio (comps.), Los proyectos nacionales en el pensamiento político y social chileno del siglo XIX. Santiago: Eds Universidad Católica Silva Henríquez, 2002 JÁUREGUI, Carlos. Canibalia, canibalismo, calibalismo, antropofagia cultural y consumo en América Latina. España: Editorial Vervuert. 2008. MARIÑO DE LOBERA, Pedro. Crónica del Reino de Chile, Santiago: Ed Universitaria, 1970 MIGNOLO, Walter, La idea de Barcelona: Gedisa, 2007 América latina. O’GORMAN, Edmundo. La invención de México: Fondo de cultura económica. 1995 América, PAILLALEF, Julio. Los mapuches y el proceso que los convirtió en indios. Santiago: eds UTEM, 2012. Historias que vienen: Revista de Estudiantes de Historia (6:2015) PINTO, Jorge. Morir en la frontera…la Araucanía en tiempos de Balmaceda. En ORTEGA, Luis. La guerra civil de 1891. Santiago: Universidad de Santiago de Chile. 1991 PINTO, Jorge. La ocupación de la Araucanía a través de historiadores, novelistas, poetas y dirigentes Mapuche. En Investigando y educando, estudios para el análisis y la aplicación. Primeras jornadas interuniversitarias de investigación. Santiago: LOM eds. 2001 PINTO, Jorge. De la inclusión a la exclusión: la formación del estado, la nación y el pueblo mapuche. Santiago: Instituto de estudios avanzados, USACH. 2000 ROJAS, Braulio. La difícil otredad americana: la disputa por las imágenes y el conflicto por los nombres. Cuyo vol 29, n° 1 Mendoza: Enero/Junio 2012 ROSALES, Diego. Historia general del reino de Chile, Flandes indiano. Santiago: Ed Andrés Bello, Santiago. 1989 SILVA, Osvaldo, El mito de los comedores de carne humana en América. En revista chilena de humanidades, n°11. Santiago: Universidad de Chile. 1990 TODOROV, Tzvetan. La conquista de América. El problema del otro. Argentina: Siglo XXI. 1987 VALENZUELA, Fernando. Visión de la conquista de Chile según la crónica. Santiago: Eds Agustinianas, 1986. VICUÑA MACKENNA, Benjamin. La conquista de Arauco. Santiago: Imp del Ferrocarril. 1868. (http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC00 01277.pdf). VIVAR, Jerónimo. Crónica y copiosa relación y verdadera de los reinos de Chile (1558). Berlín: Ed Colliquin. 1971 WALLERSTEIN, Immanuel, El mundial. México: Siglo XXI, 1998. moderno sistema