LA INTELIGENCIA EMOCIONAL: UN FACTOR DIFERENCIADOR

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LA INTELIGENCIA EMOCIONAL: UN FACTOR DIFERENCIADOR EN LA
CULTURA EMPRESARIAL ACTUAL
SANDRA MILENA MONROY PARRA
BOGOTA D.C
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INTRODUCCION
Hoy en día las organizaciones ya no son consideradas como estructuras
rígidas. El propósito de ellas era la producción y sistematización de procesos.
Actualmente son definidas como sistemas sociales compuestos por seres humanos
diversos y cambiantes,
orientados a la búsqueda y la consecución de objetivos
comunes, en pro de la excelencia; ya no es suficiente responder a desafíos
puramente operacionales, sino es de vital importancia generar valor a partir de el
tejido y propagación de relaciones interpersonales asertivas, que potencialicen una
cultura organizacional sana y visionaria a partir de concientización de lecturas y
corrientes emocionales y sentimientos, es decir la inteligencia emocional al servicio
de las organizaciones.
Por esta razón, el presente artículo tiene como propósito determinar la
importancia que reviste la inteligencia emocional en la transformación cultural de las
organizaciones de hoy; para lo cual será necesario, dimensionar el efecto que tiene
la inteligencia emocional en los líderes actuales, frente a aquellas personas
encasilladas como jefes que no tienen muy desarrolladas ciertas competencias que
componen esta misma.
Resalto y valoro las ventajas competitivas que se obtienen cuando la cultura
empresarial está alineada, apalancada y empoderada por líderes con un nivel de
inteligencia emocional mayor que la misma conceptual; antes que el hacer o saber
esta el ser.
En la actualidad, las empresas que perduran cuentan con talento humano
dotado no solamente de un coeficiente intelectual importante sino de una inteligencia
emocional que antecede el saber o hacer, para convertirse en el rol principal dentro
de la dinámica y foco empresarial de hoy; suscita esto utilidades superiores al
promedio, en medio de un mercado competitivo, cambiante y que invita a tener una
mirada totalmente holística.
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LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA TRANSFORMACIÓN CULTURAL DE LAS
ORGANIZACIONES DE HOY
Actualmente, la cultura empresarial es cambiante y está gobernada
no
solamente por el coeficiente intelectual, formación o experticia en el quehacer de los
individuos que la componen, sino por el modo en que se relacionan entre ellos
mismos y con los demás, originándose la necesidad de fortalecer habilidades que
garanticen la formación de equipos y la capacidad de adaptarse a los cambios.
Las condiciones intelectuales no son la única garantía de éxito en la cultura
empresarial de hoy, sino tan sólo un factor, que asociado a las necesidades
emocionales de los colaboradores que conforman el equipo, desarrollará el
desempeño y los resultados de todo líder y trabajador motivándolo emocionalmente
a ser productivo.
La cultura empresarial se ve comprometida a fortalecer cada vez más la
inteligencia emocional de sus colaboradores especialmente de los lideres que tienen
la potestad de guiar los equipos de trabajo, entendiendo que la ausencia de esta
limita y obstaculiza la consecución de objetivos organizacionales, además de ser el
elemento vital para la generación de un buen clima organizacional.
De acuerdo a lo anterior, es necesario precisar el concepto de Inteligencia
emocional, para lo cual se citará algunas definiciones de autores que han venido
trabajando el término y que han sido los pioneros de este nuevo concepto a lo largo
de la dinámica tanto humana como empresarial: De acuerdo a Goleman (1999):
El término inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios
sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las
relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos. Se trata de un término que
engloba habilidades muy distintas-aunque complementarias a la inteligencia académica, la
capacidad exclusivamente cognitiva medida por el cociente intelectual..... (Pág. 47).
En este sentido, Salovey y Meyer, (citado por Shapiro, 1998): La Inteligencia
Emocional es definida por como: “...un sub-conjunto de la inteligencia social que
comprende la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propias, así
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como las de las demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para
guiar nuestros pensamientos y emociones.” (Pág. 34).
Cooper y Sawaf (1998) no escapan a la mirada sobre el tema cuando afirman que:
No basta con tener sensaciones, la inteligencia emocional requiere que aprendamos a
reconocerlas y a valorarlas (en nosotros mismos y en los demás), y que respondamos
apropiadamente a ellas, aplicando eficazmente la información, y energía de las emociones en
nuestra vida diaria y en nuestro trabajo. (Pág. 23).
Respecto a lo anterior, es de vital importancia comprender que la inteligencia
emocional, genera competencias que fortalecen la habilidad que tiene una persona
para enfrentarse a los requerimientos y presiones del entorno. Por lo tanto, servirán
como una herramienta para agregar valor a la organización y desempeñar un papel
significativo, aportando a una cultura empresarial donde el bienestar esta dado no
solo por condiciones higiénicas del medio sino por las corrientes emocionales que se
pueden tejer a partir de las relaciones interpersonales subyacentes de contactos
formales entre las personas que conforman a organización.
Las aptitudes emocionales en la cultura empresarial están a la vanguardia de
las habilidades empresariales, evidenciando cambios radicales en los lugares de
trabajo, mostrando una nueva realidad competitiva. Se está cambiando de una
cultura jerárquica corporativa, con un jefe impuesto y coercitivo, a un líder que cuenta
con habilidades interpersonales que inspiran y marcan el camino hacia un futuro
promisorio en las organizaciones. Todo esto se ha venido dando, gracias a
fenómeno social incentivado por la globalización y la industrialización orientada hacia
una excelencia operacional donde lo importante esta en el ser, precedido del saber
y el hacer.
Es cierto que la prospectiva de los negocios está dada en las acciones
revolucionarias que en el presente se dicten y se implementen, manejadas con el
poder del cerebro, pero también es necesario contemplar que para pensar bien,
alcanzar y asegurar el éxito es relevante aprender a competir con todos los aspectos
de la inteligencia, no sólo con la cabeza. Si bien es cierto que un exceso de emoción
puede perturbar temporalmente la emoción o el análisis, los resultados en las
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organizaciones de hoy sugieren que en la mayoría de los casos muy poca emoción
puede ser aún más perjudicial para una carrera u organización.
En las últimas décadas ha aumentado el número de empresas que invierten en
el bienestar y en la satisfacción de sus colaboradores, formándolos en inteligencia
emocional, y es así porque se han dado cuenta de que ahí está la clave del éxito, la
clave para beneficiar ampliamente al delicado campo de las relaciones, lo que influye
en los niveles de productividad y la consecución de utilidades superiores al
promedio; generando una cultura organizacional optima que parte del conocimiento y
control de las emociones tanto de los colaboradores como de los mismos clientes;
facilitando una sinergia organizacional orientada a la búsqueda continua de una
relación de gana gana, donde él todo sea más que la suma de cada una de las
partes.
En el mundo empresarial se está cada día más convencido de que aquellas
personas que más alto o más rápidamente ascienden en sus carreras profesionales
son aquellas que poseen un mayor coeficiente de Inteligencia Emocional. La
Inteligencia General requiere tiempo y calma, la Inteligencia Emocional rapidez.
Gestionar la Inteligencia Emocional significa enfatizar lo emocional o lo racional en
las relaciones interpersonales y no asumir un comportamiento elemental, cediendo a
los impulsos más básicos.
En este aspecto, Goleman (1998); afirma que:
Los mensajes con contenido emocional (evaluación del desempeño, por ejemplo), son nublados
por una reacción emocional que deja el cerebro consciente incapaz de dar una respuesta
racional. Comprender esta irracionalidad del cerebro humano es esencial para saber cómo las
personas se relacionan (o no lo hacen) entre sí, elemento clave para una colaboración con éxito
para motivar, dirigir o liderar equipos humanos. (Pág. 174).
En el mundo moderno, con la nueva manera de hacer negocios, elementos
como la inteligencia emocional cobra una importancia crucial. A medida que las
organizaciones se desenvuelven en mercados más competitivos y dinámicos,
reducen personal por reestructuraciones o comienzan a ser parte del proceso
mundial de la globalización, por eso, deberán ocurrir modificaciones en sus estilos de
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gestión. “Es por ello que los empleados deberán desarrollar nuevas características
para adaptarse ó destacarse en este nuevo sistema”. (Robbins, 1996, pág. 77).
Para las organizaciones, conseguir al más brillante en algún ámbito es cuestión
de tiempo y dinero, pero será mucho más complicado encontrar al más apto. Lo
anterior significa competencia técnica e inteligencia emocional. Es interesante
destacar que un coeficiente intelectual superior o un alto nivel de pericia en una
determinada materia pueden llegar a ser negativos para el éxito laboral y cultura
empresarial moderna, si no se cuenta también con la facilidad de leer y controlar
emociones propias y ponerse en los zapatos de los demás. Lo anterior está
estrechamente relacionado con el liderazgo (Goleman, 1998).
Frente a la nueva realidad competitiva y el creciente nivel de exigencia de los
clientes, que hacen parte de una cultura empresarial globalizada, se hace inevitable
la aplicación de la inteligencia emocional en el lugar de trabajo y en el mercado,
siendo condición indispensable la planificación de las capacidades empresariales en
lo que se refiere a liderazgo, gestión y organización. De lo contrario, el destino de las
empresas en el momento actual de cambios estructurales estará seriamente
comprometido en el declive frente a la competencia y a la participación del mercado
actual.
Teniendo en cuenta lo anterior, podría afirmar que algunas organizaciones
triunfan o fracasan según la combinación y desarrollo de las habilidades asociadas
con la Inteligencia emocional; allí la cultura corporativa está empoderada y
asegurada por prácticas adaptativas al contexto de las personas, se identifican con
sus objetivos y logran a través de la organización satisfacer sus necesidades; con
ellas se puede asegurar su permanencia y generar una cultura organizacional sólida,
con valores y con proyección en el mercado.
De este modo, algunas investigaciones confirman que la inteligencia emocional
no sólo distingue a los líderes excepcionales, sino que está directamente asociada
con el éxito de la empresa y por encima de todo, demuestran que todo el mundo
puede desarrollar sus competencias de inteligencia emocional. Por ejemplo, la
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capacidad de transmitir confianza, de lidiar con impulsos y emociones, la excelencia
en el servicio a los clientes basada en la empatía y la forma de motivarlos son todas
ellas competencias intrínsecas a la competencia emocional.
En conclusión, sería incorrecto afirmar que las viejas nociones de coeficiente
intelectual y capacidad analítica no son ingredientes esenciales para fomentar una
cultura organizacional en la que el liderazgo sea fuerte, contundente y ejemplo a
través del tiempo, pero que la receta no estaría completa sin la inteligencia
emocional; hoy en día ya no es exclusiva de los más altos cargos empresariales o
selectiva en algunos perfiles, sino que constituyen una constante para todos y cada
uno de los colaboradores que componen dicha cultura, prospectando una
organización lo suficientemente madura y visionaria, que compita con los más altos
estándares de calidad, efectividad pero sobre todo con asertividad, característica
primordial que corresponde única y exclusivamente al ser humano con inteligencia
emocional.
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EFECTO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LOS LÍDERES ACTUALES
Todo colaborador, líder o ejecutivo conoce la historia de un colega o una
persona cercana que no fue ascendido a una posición o cargo de mando a pesar de
ser extremadamente competente e inteligente. O por otro lado, de alguien que tuvo
éxito en ese mismo cargo, pese a que sus competencias intelectuales y técnicas no
fuesen tan sobresalientes. Estas historias demuestran que identificar individuos con
las características propias del liderazgo exige más arte que ciencia.
Se puede evidenciar, que actualmente, los líderes más eficaces poseen una
característica común: han desarrollado un alto nivel de coeficiente emocional (CE).
Esto no quiere decir que el coeficiente intelectual (CI) y las competencias técnicas o
analíticas sean irrelevantes. Estos son un requisito de entrada para quien aspire a
ser un buen líder, pero la inteligencia emocional es la condición esencial del
liderazgo actual.
Algunos profesores (Martín Seligman, Universidad de Pensilvania; Walter
Mischel, Universidad de Stanford y Peter Salovey, Universidad de Yale), admiten que
el Coeficiente Intelectual interviene sólo en un 20% de los factores que determinan el
éxito, que el 80% restante está vinculado a otros factores que incluyen lo que ellos
denominan la inteligencia emocional (Goleman, 1998, Pág. 183).
Un gerente puede tener la mejor formación del mundo, una gran capacidad
analítica o un enorme espíritu creativo, pero sin inteligencia emocional no será un
gran líder.
Todo lo anterior, se ve precisado en los estudios innumerables que Goleman
llevó a cabo en diferentes empresas; con el objetivo de determinar las competencias
personales que producían un rendimiento excepcional. Esas capacidades se
agruparon en 3 categorías: la primera de ellas las puramente técnicas: como la
estrategia y la contabilidad; las denominadas cognitivas: el raciocinio analítico y las
finales asociadas a la inteligencia emocional: la capacidad para trabajar en equipo y
la eficacia de aceptación de los cambios.
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Sin duda alguna, los lideres
que se mueven en este mundo globalizado,
requieren que esas tres categorías estén alineadas y se expresen de forma
tangencial al interior de los equipos que guían, influencian e inspiran, en ocasiones,
con cierta dureza. Es preciso saber cuándo mostrarse firme y cuándo utilizar
maneras más directas de guiar o influir. El liderazgo requiere tomar decisiones
oportunas: alguien debe indicar a los demás qué deben hacer, velar por el
cumplimiento de todas las responsabilidades y ser explícito en cuando a las
consecuencias.
La Inteligencia emocional suele ser el factor diferenciador entre un líder y un
jefe; aunque en las dos posiciones se tiene la premisa del poder y mandato, el jefe
está orientado eminentemente al cumplimento de procesos e indicadores de
productividad, dejando de lado la comprensión de aquellas necesidades personales
de los colaboradores de su equipo, que motivaran y empoderaran la productividad de
los mismos.
Al respecto Ryback, (1998) afirma:
En el siglo XXI, los criterios por los que se valora el liderazgo no sólo serán los conocimientos y
la experiencia, sino también un grado saludable de autoestima y sensibilidad ante los
sentimientos de los demás. Las personas que tengan un nivel elevado de los factores serán los
que lleven el timón en las organizaciones de éxito. (Pág. 36).
Vale la pena traer a colación, un paralelo entre algunas de las características o
acciones de los líderes con inteligencia emocional y los jefes que gobiernan la cultura
organizacional de las empresas de hoy: Los líderes inspiran y guían personas,
despiertan el entusiasmo hacia una visión compartida, orientando mediante el
ejemplo; los jefes gobiernan asumiendo que todos son similares y que responden a
los desafíos de forma parecida, se orienta bajo la premisa de qué se debe hacer
porque el manda y es autoridad.
Los líderes con inteligencia emocional entienden que el cambio no se da por si
solo, se da si se capta sutilmente las corrientes emocionales que este produce no en
la estructura rígida de la organización, sino en los colaboradores que la compone;
por el contrario, el jefe no sabe interpretar el impacto de acciones que conducen las
corrientes emocionales de sus colaboradores, pues, piensa que el cambio se da por
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sí solo. El líder expresa sus emociones frente a los cambios
para impulsar su
equipo, articulando sentimientos colectivos tácitos y entendiendo a la gente. Por otro
lado, el jefe es arbitrario frente a las emociones, ya que en ocasiones no reconoce
las propias, mostrándose algo arrogante.
El líder emocionalmente inteligente estimula la imaginación y la creatividad de
los demás, inspirándolos para que avancen en la dirección deseada; el jefe coarta
las ideas y antepone su punto de vista en pro del cumplimiento y la homogeneidad.
El líder conoce y controla sus emociones y sentimientos ante situaciones bajo
presión; el jefe no ha explorado internamente sus emociones, ni sus sentimientos
que se derivan como respuestas ante contextos de presión.
A través de los tiempos, gracias a las innumerables investigaciones de varios
autores, han aflorado un sinnúmero de características que distinguen y marcan la
diferencia entre un líder emocionalmente inteligente y una persona que es jefe pero
que carece de esta inteligencia; el aporte operacional viéndolo en términos de
productividad no es igual hacia la organización y si es cuantificado en términos de el
empoderamiento y desarrollo de las personas al interior de la empresa también
genera una diferencia sustancial.
El mismo Goleman (1998) y demás autores definen:
El éxito de gerentes líderes y trabajadores en personas de alto nivel de desempeño, destrezas,
habilidades técnicas y emocionales, bien desarrolladas alcanzando capacidad de dar
sentimientos que cada vez se hacen más competitivos y necesarios en la familia, la gerencia y
la sociedad. (Pág. 92).
Una de las responsabilidades básicas de los líderes en general, es proveer la
motivación necesaria a sus equipos de trabajo en la organización pues,
considerando
que
su
ausencia
limita
la
consecución
de
los
objetivos
organizacionales, es el elemento indispensable para la generación de una buena
cultura organizacional. Se requiere que sea desarrollada por un líder con un estilo
de liderazgo participativo, democrático que inspire el trabajo de equipo, que se
permita desarrollar en las personas actitud positiva, sentido de pertenencia,
motivación hacia el trabajo y compromiso real con la organización.
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Dado que La inteligencia emocional, es la capacidad para comprender discernir
y responder adecuadamente al humor, temperamento, motivaciones y deseos de los
demás. Es la clave para el autoconocimiento, el acceso a los propios sentimientos y
la capacidad de distinguirlos y recurrir a ellos para guiar la conducta. Esta se
convierte en un elemento fundamental que es necesario que esté presente en los
líderes, así como en todas las personas para lograr cumplir las metas y los objetivos
que se tracen en la vida y la consecución de retos corporativos en pro de una cultura
organizacional promisoria.
Está claro que no nos encontramos en una sociedad compuesta de robots. Día
a día se trabaja e interactúa con personas, seres humanos que tienen sentimientos
y emociones. Es evidente que los individuos siempre intentan agradarle a los demás,
ser apreciados y respetados. Si se trata así a las personas, éstas responderán en
forma más favorable y entusiasta; si se les tratan como autómatas, responderán
como autómatas. A la vez, se obtendrá la producción esperada, pero muy rara vez
se podrá obtener creatividad o resultados que generen valor agregado a la compañía
y que la lleven a alcanzar utilidades superiores al promedio, ganando participación
en el mercado y penetrando nuevos horizontes competitivos.
Los líderes exitosos en las culturas organizaciones de hoy, tienen claro
que
sus colaboradores necesitan escuchar que se les exprese gratitud o reconocimiento
por un trabajo bien hecho; dichas personas producen resultados extraordinarios
cuando se sienten apreciadas. A todo el mundo le agrada sentir que alguien lo
aprecia y le agradece el trabajo que desempeña. La demostración de aprecio envía
un mensaje acerca de lo que se quiere y de lo que se considera valioso, capacidad
desarrollada dentro de la inteligencia emocional que asegura una cultura
organizacional saludable.
Definitivamente, una compañía es el reflejo de los líderes que la guían, la
inspiran y orientan a los demás colaboradores que componen la cultura
organizacional de la misma. Donde los lideres también son seres humanos. Tienen
emociones, simpatías, y formas diversas de ver a otras personas, a las situaciones y
al mundo en general. Cuando el líder llega a su lugar de trabajo, éste establece el
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tono para toda la organización. Si es agresivo y colérico, la compañía también lo
será. Si tiene prejuicios, la organización los tendrá. Si es feliz, la organización
reflejará felicidad, si tiene claridad en la proyección y visión, la organización caminará
hacia ese sendero donde los resultados van hacer un triunfo alcanzado y amasado
por todos y cada uno de esos seres humanos que componen la Organización.
Según Goleman (1998) “El arte de la influencia requiere manejar con
efectividad las emociones ajenas. Los trabajadores estelares son diestros en la
proyección
de
señales
emocionales,
lo
cual
los
convierte
en
potentes
comunicadores, capaces de dominar a un público” (Pág. 68).
En pocas palabras, según Goleman (1998), los convierte en líderes:
Poder influir sobre los demás no es un tema menor que tenga que ver necesariamente con las
cuotas de poder a las que se puede acceder, sino más bien sobre la forma en que se puede
hacer que los demás compartan la visión del mundo, misión y objetivos de la organización (Pág.
102)
Se hace hincapié en el arte de la influencia, como la capacidad que debe
poseer un líder emocionalmente inteligente, en pro de fortalecer y empoderar una
cultura organizacional visionaria y energizante, digna de elogios y miradas por otras
que no han descubierto en donde oscila la clave del éxito: el desarrollo y formación
de la inteligencia emocional en todos y cada uno de los colaboradores responde a
las corrientes emocionales que los hace únicos e irrepetibles, armonizadores de
cambios desafiantes que solo si se suman con las habilidades técnicas y de
raciocinio garantizarán, la fórmula integral para cualquier organización que se rete
en términos coyunturales tanto en emoción como en razón.
Indiscutiblemente, la relación entre la organización y sus colaboradores
es
como el matrimonio. Es un compromiso y una dinámica que se construye y que se
demuestra a lo largo de los años, no sólo durante la luna de miel; genera esto, una
cultura organizacional , alrededor de la cual, se socialicen metas mutuamente
satisfactorias, propiciando un ambiente cómodo y seguro que proviene de conocer y
apreciar realmente a todos y cada uno de los colaboradores que participan en la
relación, precedidos por aquellos lideres emocionalmente inteligentes que armonizan
y dictan las reglas de convivencia; se marca así el estándar o el camino a seguir, se
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identifican las limitaciones y las opciones de mejora que se deben potencializar en
pro de una relación funcional, llena de bienestar y felicidad.
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VENTAJAS COMPETITIVAS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL APLICADA EN
LAS ORGANIZACIONES
La mayoría de las escalas y pruebas de medición demuestran que las personas
emocionalmente expertas (las que conocen y manejan bien sus propios sentimientos
e interpretan y se enfrentan con eficacia a los sentimientos de los demás), cuentan
con ventajas en cualquier aspecto de la vida, ya sea en las relaciones
interpersonales afectivas, en los contextos laborales o en los ámbitos personales y
sociales.
Respecto a lo anterior, Golemán (1998) afirma “que el mantener bajo control
nuestras emociones perturbadoras, es la clave para el bienestar emocional; los
extremos (emociones que crecen con demasiada intensidad o durante demasiado
tiempo), socavan nuestra estabilidad”. (Pág. 89).
Se suscita la reflexión: quién no quiere ser exitoso laboralmente?, qué
organización no quiere tener ventajas competitivas? Qué Compañía no sueña con
utilidades superiores al promedio?, Bueno, este sinnúmero de interrogantes no está
solamente direccionado a la relación con la productividad y el clima organizacional,
sino también influye en el liderazgo y éste es desarrollado única y exclusivamente
por el ser humano inteligente emocionalmente, que compone el paisaje de las
empresas actuales. La dinámica de las organizaciones se ha alineado con el
fenómeno social que se experimenta hoy en la que cada vez se es más competitivo y
relevante si la interacción entre el ser, el saber y el hacer son congruentes con la
filosofía y con la cultura organizacional promulgada.
Se puede percibir que consistentemente, las organizaciones se están viendo
arrastradas, obligadas e invitadas por la revolución de paradigmas; ya no es
suficiente el Coeficiente intelectual de las personas que la componen sino es
necesario, vital y elemental la puesta en práctica de las habilidades que componen la
inteligencia emocional al servicio de las organizaciones para proceder a verificar las
ventajas competitivas de éstas frente al promedio.
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Una de las ventajas competitivas que tienen las organizaciones al interior de
sus relaciones, y que experimenta la inteligencia emocional como uno de los pilares
de éxito es la motivación constante y tangible, buscando el equilibrio en mostrar a
los colaboradores una combinación de motivos apropiados entre el ser, el saber y el
hacer.
Respecto a lo anterior, Valls (1997) expone que:
Dichos motivos pueden ser de tres clases: Extrínsecos (prestigio, dinero, reconocimiento);
Intrínsecos (disfrute del trabajo en sí) y Trascendente (efectos del trabajo del empleado en
terceras personas). Que los motivos segundo y tercero tienen un mayor poder de vinculación
empresa-empleado que los primeros. Son, además, motivos que permiten delegar tareas sobre
la base de una mayor confianza, Saber delegar retiene al personal cualificado, puesto que en
realidad lo motiva y propicia un aumento de su competencia y rendimiento (Pág. 86).
Este mismo autor señala que:
Ante empleados supuestamente irrecuperables, el directivo que se aprecie de sí mismo no
regateara medios para tratar el caso con toda dignidad que cualquier ser humano merece,
aunque la labor que puede hacer el propio empleado es todavía más decisiva para la salida de
su crisis profesional. (Pág. 102).
Es por esto, que ante la retención de personal, también la inteligencia
emocional constituye una ventaja competitiva cuando la organización cuenta esta,
en el momento de contra ofertar, promocionar, incentivar o retener los líderes y
colaboradores que al interior de la organización generan valor y representan un
símbolo de crecimiento y ejercicio constante en desarrollo, preparación corporativa;
Esto genera en ellos en un momento dado, la reflexión profunda en trato, cercanía
confianza y oportunidad de crecimiento personal y laboral frente a otras empresas
competencia del mercado.
Al respecto, Goleman (1998) sugiere que:
La organización dotada de inteligencia emocional debe saldar cuentas con cualquier disparidad
existente entre los valores proclamados y los que aplica. La claridad en cuanto a espíritu y el
objetivo de la empresa lleva a una decisiva seguridad en la toma de decisiones (Pág. 36).
He aquí otra ventaja competitiva, frente a la implementación de la inteligencia
emocional al servicio de las organizaciones, la declaración y manifestación de
objetivos de la compañía cumple una función emocional: articular cierto sentido de
cooperación y esfuerzo mutuo que, compartido, permite pensar que se está haciendo
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juntos algo verdadero. Desempeñarse en una compañía que mide su éxito de
manera muy significativa en valor y crecimiento personal, humaniza constantemente
el trabajo, (no sólo por los resultados en cifras) fortalece la moral y la energía de
quien observa y pertenece a esa medición e interacción.
Se trae a colación, otra de las ventajas competitivas que experimenta una
organización cuando es aplicada la Inteligencia emocional al interior de la misma y
esta es la Orientación hacia el servicio, entendida como el reconocer, identificar y
satisfacer las necesidades de los clientes; así se brinda una relación mucho más
cálida, certera y cercana; ofrece los servicios y productos que den respuesta al
requerimiento del mismo, aumenta gradualmente la satisfacción de tal forma que
fidelice la relación y en la que se actué como asesores de confianza y calidad.
No podemos dejar de mencionar, que una de las ventajas competitivas que
tiene una organización con un alto nivel de inteligencia emocional proveniente de sus
colaboradores, es la Innovación y la adaptabilidad para reaccionar ante los cambios;
busca constantemente nuevas ideas de diversas fuentes, halla soluciones originales
para los problemas, adopta perspectivas novedosas, acepta riesgos en pro de
resultados exitosos y genera una visión flexible en la forma de apreciar los procesos
y los hechos inesperados.
Aunque se podría hacer hincapié en un número más amplio de ventajas
asociadas a la inteligencia emocional al servicio de las organizaciones, creo que
finalmente, la ventaja competitiva más fuerte y alentadora para todas las
organizaciones que sueñan con un futuro promisorio, es tener claridad y conciencia
absoluta, que el éxito está en saber que la inteligencia emocional se puede aprender.
Serán estas organizaciones las que marquen la diferencia en este mundo
competitivo y globalizado, cada vez más exigente no por los procesos operativos, o
las herramientas de última tecnología, sino definitivamente, por el talento humano
dotado de una inteligencia emocional excepcional; más que experto o adiestrado en
un perfil determinado, está preparado para ser y para hacer.
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Asombrosamente, la Cultura organizacional actual se está volviendo más
exquisita en la selección y contratación de su talento humano; busca con fino
cuidado que las personas y los lideres que la compongan estén dotados de aquella
inteligencia emocional que marcará la pauta y será el factor diferenciador en los
diversos gremios económicos; estas habilidades no solo permitirán competir a las
organizaciones en un mercado externo cambiante, sino que constituirán una fuente
interna de alimentación constante para encontrar el
pertenecer al amplio idilio empresarial.
placer y enorme gozo de
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CONCLUSIONES
Toda organización es como un organismo o un ser vivo, compuesto por varios
momentos coyunturales; cuenta con un nacimiento, precedido de un momento de
crecimiento, una maduración y un fin. La inteligencia emocional hoy puede ser el
antivirus perfecto
que proteja la salud y fomente el crecimiento de las culturas
empresariales actuales, prospectadas con una vida útil frondosa y prospera, para
todos y aquellas personas que la experimenten, la vivan, la degusten y promulguen.
Definitivamente, las organizaciones de hoy están expuestas a cambios
desenfrenados en un entorno globalizado que penetran y transcienden culturas,
que cada vez son más exigentes no solo por las respuestas tecnológicas o
procedimentales, sino con mayor contundencia por la capacidad de adaptación. La
apertura y creación de valor de todos y cada uno de colaboradores que componen
la organización, especialmente, de aquellos lideres que influencian, persuaden e
inspiran a los equipos de trabajo, tienen que ser capaces de leer y entender todas
aquellas
corrientes
emocionales
tanto
propias
como
de
los
demás,
potencializándolas hacia la obtención de utilidades superiores al promedio.
El desafío actual, está en que las organizaciones posibiliten la dinámica, la
búsqueda, el aprendizaje y la adopción de aquellos líderes que cuenten con una
inteligencia emocional prodigiosa al servicio de las empresas; que se experimente
una relación directamente proporcional entre el ser, el saber y el tener y donde la
demanda de inteligencia emocional se dé con mayor auge y velocidad; que no quede
más remedio que interiorizar su importancia y hacer lo posible por augurar un
mañana empresarial
que dependa cada vez mas de la combinación perfecta y
armoniosa entre la inteligencia emocional con la conceptual.
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BIBLIOGRAFIA
Cooper, Robert y Aywan, Sawaf. (1998). La Inteligencia Emocional aplicada al
liderazgo y a las organizaciones, Colombia., Editorial Norma.
Goleman, Daniel. (1998).La Inteligencia Emocional, Colombia, Javier Vergara
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Goleman, Daniel. (1998). La inteligencia emocional en la empresa. Buenos Aires,
Javier Vergara Editor S.A., primera edición.
Goleman, Daniel. (1999). La práctica de la inteligencia emocional. Editorial Kairós,
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Robbins, Sance. (1995). Administración. Teoría y Práctica. México, Editorial PrenticeHall Hispanoamericana, S.A. (6ta. Edición).
Ryback, David). (1998). EQ Trabaje con su inteligencia emocional. Los factores
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Editorial EDAF S.A., primera edición.
Shapiro, Laurance. (1998). La Inteligencia Emocional en los niños, Colombia, Javier
Vergara Editores.
Valls Roig, Antonio. (1999).Inteligencia emocional en la empresa. Barcelona.
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