La Mujer y la Guerra. Su Protección Jurídica Internacional

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Centro de Estudios del
Derecho Internacional Humanitario
LA MUJER Y LA GUERRA. SU PROTECCION
JURIDICA INTERNACIONAL
CEDIH
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LA MUJER Y LA GUERRA. SU PROTECCION JURIDICA INTERNACIONAL
INTRODUCCIÓN:
La guerra fue durante mucho tiempo, la más importante de las relaciones entre los pueblos.
De acuerdo a las estadísticas de innumerables investigadores, durante los 5000 años de
historia ha habido 14000 guerras que han causado la muerte de 5000 millones de seres
humanos, y que durante los últimos 3 400 años, no ha habido en el mundo más que 250
años de paz general1.
La guerra históricamente ha ocasionado otras categorías de víctimas además de los
muertos, como son, los heridos, los enfermos, los esclavos, los prisioneros de guerra, los
náufragos, los internados, los expatriados forzados, los desplazados internos, los refugiados
y los desaparecidos.
A lo largo de la historia, con el desarrollo de las diferentes formas de civilización y
específicamente por el progreso del aparato militar, la cantidad de víctimas, tanto militares
como de la población civil se ha ido incrementando paulatinamente.
La cantidad de heridos generalmente ha sido proporcionalmente mayor que la de los
muertos, tanto entre militares como entre la población civil y al igual que los muertos, a
partir de los primeros años del siglo XX, comenzaron a aumentar proporcionalmente estas
categorías de víctimas civiles, resultando en la actualidad mucho mayor las cifras de los
muertos y heridos de la población civil que la de los combatientes.
La mujer, como parte de la población civil, y a pesar de que como se dice a menudo, “ la
guerra es un asunto de hombres ”, y de que es cierto que la decisión de un Estado de
recurrir a las armas rara vez la toman las mujeres, son ellas sobre todo las víctimas y, por
lo general, son ellas las que calladamente, en periodos violentos, han garantizado y
garantizan la supervivencia de su familia e incluso de su comunidad.
Analizar a la mujer como víctima de las guerras a través de la historia, su participación
directa en las mismas y el proceso de instauración y desarrollo de las normativas jurídicas
internacionales para su protección durante los conflictos armados, persigue el objetivo de
contribuir a la difusión de este importante aspecto del Derecho Internacional Humanitario,
de su complementación con los preceptos propios de los derechos humanos al respecto, en
aras de lograr, en alguna medida, sensibilizar a los Estados Parte en sus tratados
internacionales para que se obliguen a garantizar la máxima protección de la mujer durante
los conflictos armados de todo tipo.
1
Pictet. J. Desarrollo y Principios del Derecho Internacional Humanitario. Instituto Henry Dunant p.93.
Ginebra 1986.
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LA MUJER, VÍCTIMA DE LA GUERRA.
Las mujeres suelen llevar la peor parte en los conflictos armados aunque, masivamente,
rara vez participan en ellos. En las primeras sociedades humanas, al triunfo del más fuerte,
o del más desleal, seguían matanzas horribles y atrocidades sin nombre que englobaban
junto a los guerreros, a las mujeres, niños y ancianos enemigos.
En las grandes civilizaciones de la antigüedad, entre los años 3000 y 1500 antes de nuestra
era, la economía estaba fundada sobre la esclavitud ejecutada en gran escala. Pueblos
enteros, incluidas mujeres y niños, fueron arrojados a la esclavitud para trabajar la tierra y
erigir grandes construcciones.
En la Grecia antigua el enemigo vencido capturado pertenecía al vencedor, que podía
matarlo o reducirlo a la esclavitud. Para Roma, que reinó por la fuerza, por la organización
y por el derecho, los pueblos enemigos quedaban fuera de la ley. Los vencidos estaban a
merced del vencedor, que se mostraba pérfido e implacable. En Cártago, no se salvó nada
ni nadie. Los militares y los civiles capturados eran tratados ignominiosamente y a menudo
estrangulados, los demás eran vendidos como esclavos.
En la Edad Media con la religión judeo-cristiana el estatuto de la persona está vinculado a
la estructura cósmica. El ser humano adquiere una dignidad todavía desconocida, los
hombres son hermanos, matarlos es un crimen, ya no hay esclavos.
Cristo predicó el amor al prójimo y lo hizo universal. El amor al ser humano debe ser
absoluto y sin motivo. Se extiende a todos, incluso a los enemigos.
Desafortunadamente la gente ha deformado esta doctrina, viendo en el altruismo un medio
para alcanzar la salvación personal, es decir, ganarse el cielo, y aplicando sus preceptos
únicamente a los hermanos en la fe.
Con la famosa y funesta doctrina de la “guerra justa” por la que se declaraba: esta guerra es
justa, Dios la quiere; a partir de este momento, el adversario es el enemigo de Dios, como
tal, sólo podría hacer una guerra injusta.
Durante las Cruzadas, que fueron “guerras justas” por excelencia, se cometió el mayor
número de atrocidades, actos tales, que un general de los dominicos, Tomás Cayetano,
escribió: “Los daños que, en una guerra justa, se han causado no solamente a los
combatientes, sino a otros miembros del estado contra el cual hay una guerra justa, están
exentos de toda culpa y no se tiene la obligación de distinguir si algunos ciudadanos son
enemigos injustos y otros inocentes, porque se presupone que todo el Estado es enemigo y,
por esta razón, todo el estado es condenado y asolado”. De hecho, la Iglesia admitía que se
tenía derecho a matar a los cautivos enemigos, a menudo calificados de herejes y, con
mayor razón a tomarlos como esclavos.
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En los tiempos modernos quedaron abolidas las guerras privadas y la servidumbre. Con la
aparición de las armas de fuego, la artillería y la conversión de los ejércitos en reales y
mercenarios se desarrolló el arte militar y no tardó en desaparecer la caballería.
Posteriormente, con el descubrimiento de América, comienzan las guerras de conquista de
las tierras del Nuevo Continente, durante las cuales las metrópolis europeas perpetran con
sus ejércitos mercenarios, inhumanas atrocidades contra las indefensas poblaciones de
aquellos territorios sin distinguir entre guerreros y población pacífica, matando y
esclavizando por igual a hombres y mujeres, ancianos y niños.
Durante la conquista de Cuba las fuerzas españolas de Pánfilo de Narváez, asesinaron en la
aldea indígena de Caonao, situada en el centro de la Isla a todos los pobladores de la
misma, incluidas las mujeres y los niños. Estas acciones unidas a las muertes debido a los
malos tratos, al trabajo forzado y a los suicidios que para librarse de ellos optaban por
cometer nuestros aborígenes, hizo que según cifras aportadas en 1544 por el obispo Fray
Diego Sarmiento y Castilla2, de una población indígena existente en la Isla al momento de
la conquista de España que oscilaba entre 60 000 y 500 000 individuos, sea una u otra, el
genocidio a que fue sometido este grupo humano es tan evidente, que para esa fecha sólo
quedaban en los poblados españoles 893 indígenas.
Por otra parte, cuando los soldados de Hernán Cortés se apoderaron en 1521, de
Tenochtitlán, actual Ciudad de México, la destruyeron casa por casa, incluyendo sus 400
templos.
Cuando la Reforma partió en dos a la Cristiandad era necesario encontrar para las
relaciones internacionales otro principio de unidad: el derecho de gentes lo proporcionaría.
Sus artífices fueron Grocio (1583-1645) y sus sucesores, protestantes esta vez.
Para Grocio, el derecho ya no es la expresión de la justicia divina, sino de la razón humana.
El derecho de gentes emana de las naciones, que lo forman en la plenitud de su soberanía.
Para Grocio persiste la noción de guerra justa, no obstante, ya no es tanto la causa justa lo
que es determinante, sino más bien, la competencia para hacer la guerra. Grocio fue el
primero en decir que “la causa justa” que autoriza a un Estado a recurrir a la guerra no
deroga el deber que tienen los beligerantes de observar las leyes de la guerra.
Como Vitoria, Grocio admite que la población del país adversario es enemiga y queda a
merced del vencedor, pero no justifica las violaciones innecesarias para conseguir la
victoria.
En la época de Grocio, la Guerra de los Treinta Años fue pródiga en oprobios. Tanto en
territorio amigo como en territorio enemigo, los soldados maltrataban de tal forma a los
2
Instituto de Historia de Cuba: La Colonia. Evolución socioeconómica y formación nacional, Editora Política,
La Habana, 1994, p.91.
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campesinos, que éstos se vengaban en la hora de las derrotas. Así de los 3 000 000 de
habitantes en Bohemia sólo quedaron 750 000.
Estas y muchas atrocidades se cometieron en contradicción flagrante con el espíritu del
Renacimiento. El vandalismo y la necesidad humana no explican todo. Los ejércitos eran
todavía bandas mercenarias mal pagadas. Mediante las reformas de Luis XIV y de Federico
II, los ejércitos se convirtieron en cuerpos regulares nacionales, puntualmente pagados y,
sobre todo, disciplinados.
En el Siglo XVIII, la guerra se convirtió en una lucha entre ejércitos profesionales con
efectivos reducidos, las personas civiles ya no participaban en ella, pues la tropa disponía
de una intendencia y se le prohibía el pillaje. La guerra era un arte que tenía sus reglas y, si
aún había violaciones, eran más excepcionales. Estaban prohibidos los medios pérfidos y
crueles, pues éstos exasperaban al adversario. La guerra no escapaba al control de la
voluntad. Las víctimas entre la población civil disminuyeron.
La Revolución Francesa introdujo una invención cuando toda la nación fue movilizada para
defender y salvaguardar la República: la leva o servicio militar obligatorio para todos, que
originó otro viraje decisivo de la historia militar, que transformó radicalmente la naturaleza
misma de la lucha. En adelante serán guerras de masa, el choque supremo de pueblos
enteros. Ya no se combatirá solamente por un interés, sino por ideas, por cierto concepto de
la vida. Así comenzó la era de las “guerras desencadenadas” en la que se registró un terrible
retroceso humanitario.
El Siglo XIX en su segunda mitad presenció el advenimiento del internacionalismo, la
abolición de la esclavitud y el nacimiento de la Cruz Roja. Fue testigo además del
surgimiento del Derecho Internacional Humanitario contemporáneo, empeñado hasta 1949
en la protección y la asistencia de las víctimas militares de la guerra, obedeciendo por una
parte a la magnitud de las secuelas que dejaban fundamentalmente entre los combatientes,
las guerras en las que se enfrentaban grandes ejércitos nacionales que utilizaban armas
nuevas y mucho más mortíferas, que causaban un número espantoso de heridos que eran
abandonados sin socorro alguno en los campos de batalla, y por otra, a la menor afectación
de la población civil y de sus bienes, por las acciones combativas. Sin embargo, debemos
significar que desde 1863 hasta 1907, se aprobaron tratados en los que se plasmó la
necesidad de proteger tanto a la población civil como a sus bienes, de los efectos de la
guerra.
No obstante, los últimos años del propio siglo XIX presenciaron una política de terror
aplicada en Cuba por el Capitán General español Valeriano Weyler y Nicolau, durante los
años 1896 y 1897: la reconcentración campesina. Esa brutal represalia contra la población
acusada de colaborar con el Ejército Libertador Cubano durante la Guerra de Independencia
contra la metrópoli española, se inició el 21 de octubre de 1896 y se mantuvo hasta marzo
de 1898, periodo durante el cual resultaron damnificados, perecieron o sufrieron terribles
enfermedades, sin amparo, varios miles de cubanos, en su mayoría niños, mujeres y
5
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ancianos. Según estudios realizados por el Coronel Raúl Izquierdo Canosa3, a consecuencia
de la reconcentración de las familias campesinas en las ciudades y pueblos, desarraigados
de sus hogares y sin medios de supervivencia, complementada con el Bloqueo Naval
impuesto por los Estados Unidos en abril de 1898, más de 300 000 personas, en su mayoría
ancianos, mujeres y niños, perdieron la vida, por lo que Emilio Roig4 de Leuchsenring
calificó a Weyler como un precursor de la barbarie fascista.
Durante los primeros años del Siglo XX a pesar de que los conflictos bélicos afectaban
fundamentalmente a los combatientes, la realización de los primeros bombardeos por la
aviación durante la guerra italo-turca de 1911 a 1912, demostró lo que el gigantesco
desarrollo de los medios de guerra de este siglo presagiaba para la humanidad.
En la Primera Guerra Mundial apareció un nuevo azote: la guerra llamada de gases, que
ocasionó centenares de miles de afectados y alrededor de 100 000 muertos. Al final de
dicha conflagración ya se hablaba de prohibición de esta nueva arma y de la aún hipotética
guerra bacteriológica.
Durante dicha guerra, descontando 21 millones de muertes a causa de las epidemias que
indefectiblemente acompañan a los conflictos armados por el deterioro de las condiciones
sanitario-higiénicas y antiepidémicas, murieron 10 millones de personas en la proporción
de 20 combatientes por cada civil.
Las muertes por epidemias incidieron mayoritariamente sobre la población civil y dentro de
ésta, entre los ancianos, mujeres y niños.
Los estragos acumulados de 1939 a 1945 no tenían precedentes. Desde 1939 la guerra
presenta las terribles proporciones que se conocen. La Segunda Guerra Mundial mató a 50
millones de personas de las cuales tantas civiles como militares5.
Durante dicha contienda bélica mundial, la humanidad sufrió horrorizada la comisión de
atrocidades sin límite. La magnitud de las secuelas fue extraordinariamente superior a todo
lo anteriormente conocido: bombardeos indiscriminados de ciudades, pueblos y aldeas,
expatriación forzosa de cientos de miles de civiles indefensos, asesinatos en masa de
millones de personas civiles internadas en campos de concentración con las que se
ejecutaban otras acciones infamantes como torturas, experimentos médicos y violaciones.
La población civil en su conjunto, emergió en esta guerra como una categoría muy
importante de víctimas y como parte de la misma, la mujer aportó una altísima cuota al
total de víctimas civiles.
3
Izquierdo C. R. La Reconcentración 1896-1897. Ediciones Verde Olivo, Ciudad de la Habana, 1997, p.9.
Roig de L. E. : Weyler en Cuba; un precursor de la barbarie fascista, Editorial Páginas, La Habana, 1947,
p.94.
5
De un total de 50 millones, se calcula que 26 millones pertenecían a las fuerzas armadas y 24 millones a la
población civil, de los cuales muchas mujeres. Krill. F. La Protección de la mujer en el Derecho Internacional
Humanitario, Revista Internacional de la Cruz Roja, No 72, nov-dic, 1985, p.348. Ginebra
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Ya hacia el final de la guerra, el descubrimiento de la energía nuclear mostró a la
humanidad la aparición de un arma más poderosa y destructora que las conocidas hasta
entonces: la Bomba Atómica. Las dos únicas bombas de este tipo utilizadas hasta el
presente, fueron lanzadas contra dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki, los días 6
y 9 de agosto de 1945, por el mando militar norteamericano, causando de inmediato más de
120 000 muertos y más de 100 000 heridos, cuando en realidad no era necesario, puesto que
ya Japón estaba totalmente derrotado.
Según Jean Pictet, de 1900 a 1941 de 24 conflictos armados desarrollados durante esos
años, 19 fueron internacionales y 5 solamente no internacionales. Según dicho autor desde
entonces la proporción se ha invertido, ya que de 1945 a 1969, de 97 conflictos, 15
solamente fueron internacionales, 26 no internacionales, mientras que 56 fueron mixtos o
guerras de liberación nacional.
En estos conflictos armados más modernos: guerras de liberación nacional (fuerzas
guerrilleras contra ejércitos regulares), en las que la población civil se vio obligada a
aceptar la presencia de combatientes y a que se mezclaran con ella, volviéndose con ello
más vulnerable a los efectos directos de las hostilidades, agravados por la utilización contra
los rebeldes de armas sofisticadas como las incendiarias, los proyectiles de fragmentación,
las tóxicas y otras, las represalias y otros abusos cometidos por las autoridades de
ocupación, se posibilitó que las víctimas civiles se incrementaran notablemente6.
Actualmente, la guerra clásica ha sido reemplazada por conflictos de una violencia inaudita,
en los que participan no solamente los ejércitos regulares, sino también portadores de armas
de toda índole, la mayoría de ellos desarrollados en el interior de un país y en múltiples
ocasiones en forma de disturbios y tensiones.
Durante un conflicto armado no internacional o situaciones de tensión y disturbios internos,
la mujer no está protegida, sobrelleva los mismos sufrimientos que el conjunto de la
población civil: ejecuciones sumarias, torturas, reclusiones arbitrarias, desplazamientos
forzosos, toma de rehenes, amenazas e intimidación. Sufre además de los efectos directos o
indirectos de las hostilidades: bombardeos, a menudo indiscriminados, el hambre y las
epidemias.
Las mujeres viven los conflictos armados de forma diferente que los hombres por la
particular vulnerabilidad de este grupo cuando dichos conflictos se desencadenan. La
6
.Según Krill. F, en las estadísticas de los conflictos armados que tuvieron lugar después de la aprobación de
los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949, perecieron más hombres y más mujeres que en la Segunda Guerra
Mundial. La proporción de personas civiles muertas ascendió, en ciertos casos, hasta el 90%. Estas
impresionantes cifras fueron fundamentalmente el resultado de los efectos indiscriminados de las nuevas
armas y los nuevos métodos de guerra” Krill. F. La protección de la mujer en el Derecho Internacional
Humanitario. Revista Internacional de la Cruz Roja. No 72, nov-dic. 1985, p. 348. Ginebra.
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guerra exacerba las desigualdades que existen de forma diferente, y en distinto grado, en
todas las sociedades.7
Al partir al frente los hombres de la familia en edad de combatir, las mujeres se encuentran
frecuentemente con un aumento de responsabilidades para con sus niños o sus parientes
ancianos, convirtiéndose en la única y última garantía de la supervivencia de la familia.
Las mujeres embarazadas o que lactan son particularmente vulnerables a las carencias
alimenticias o al déficit de atención médica y muy a menudo, en periodo de conflicto
armado, su índice de mortalidad aumenta desmesuradamente.
Por otra parte, con frecuencia las autoridades o los combatientes se comportan de manera
inaceptable; no sólo atentan contra la dignidad de las mujeres, sino que llegan hasta
violarlas. Y aunque semejantes actos se consideran violaciones graves del derecho
internacional humanitario y de los derechos humanos, la mayoría de ellos permanecen
impunes...
LA MUJER EN LA GUERRA. BREVE RESEÑA HISTÓRICA.
Las mujeres han tomado parte en las guerras, en mayor o menor grado a lo largo de la
historia. Junto a grandes personajes históricos como Cristina de Suecia, Catalina la Grande
de Rusia, la reina Isabel I de Inglaterra, que eran a la vez jefes de Estado y de los Ejércitos,
muchas otras mujeres se han distinguido en el combate. En este sentido son inolvidables los
ejemplos de Micaela Bastida, la esposa del Inca Tupac Amaru, Juana Azurduy esposa de
Manuel Asencio Padilla y de la Doncella de Orleans, Juana de Arco.
Las vivanderas, numerosas entre los siglos XVII y XIX, seguían a los ejércitos para vender
víveres y bebidas a los soldados. Otras mujeres en la retaguardia de los campos de batalla
atendían con abnegación a los soldados heridos. Los prodigios de energía y dedicación
desplegados por Florence Nightingale, joven enfermera inglesa asistiendo a las víctimas de
los combates de la Guerra de Crimea en 1854, fueron tan extraordinarios que lograron
remediar una situación muy comprometida y obligaron a que Inglaterra después de dicha
guerra reformara profundamente el servicio de sanidad militar.
Durante las guerras por la Independencia de Cuba de la metrópoli española, conocidas
como la Guerra de los 10 años (1868-1878) y la Guerra de Independencia, o como la
definió José Martí “Guerra Necesaria” (1895-1898), la mujer cubana jugó un papel muy
destacado, actuando como enfermeras o sanitarias, aunque en general combatieron como un
7
“Las mujeres son el 70% de la población mundial, que vive en situación de pobreza. Se encuentran en
situación de desventaja con respecto a la educación y tienen mucho menos movilidad que los hombres debido
a su papel tradicional de tener que estar al servicio de los otros”. Gardam J. La Mujer, los derechos humanos y
el Derecho Internacional Humanitario. Revista Internacional de la Cruz Roja. No 145, sept 1998, p. 450.
Ginebra.
8
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guerrero más en la manigua, junto a sus compañeros, sobre todo en la defensa de la vida de
los heridos y enfermos que atendían.8
Clara Barton una enfermera norteamericana, presidenta de la Cruz Roja de su país, inició
sus labores humanitarias durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos de 18611865.
Fue reconocida posteriormente como benefactora de la población civil cubana víctima de
los horrores de la reconcentración impuesta por el Capitán General Valeriano Weyler en
octubre de 1896, durante la Guerra de Independencia, por la ayuda que comenzó a
proporcionar a las víctimas desde mediados de 1897. Posteriormente esta notable mujer
actuó como enfermera de las tropas expedicionarias norteamericanas durante la guerra
hispano-cubana-norteamericana en 1898.
A pesar de lo anteriormente expuesto, hasta el siglo XX, la participación de las mujeres en
las hostilidades fue excepcional.
En la Primera Guerra Mundial las mujeres comenzaron a tomar parte en los conflictos
bélicos de manera más sistemática. Así, en Alemania, sin estar presentes en las unidades de
combate, contribuyeron en las actividades bélicas trabajando en las fábricas de
armamentos, desempeñando diversas tareas no lejos del frente (avituallamiento, depósito de
municiones, etc.). A finales de la guerra reemplazaban a los hombres que estaban en el
frente casi 68 000 mujeres.
En Inglaterra las mujeres también tomaron parte en la guerra como civiles, con o sin
remuneración, sea como auxiliares –80 000 mujeres se enrolaron en las unidades femeninas
de las fuerzas armadas, (WAAC: Cuerpo femenino auxiliar del Ejército; WRNS: Servicio
Femenino de la Real Armada y WRAF: Real Fuerza Aérea Femenina) mientras otras
prestaron servicio como enfermeras. En cuanto a las mujeres rusas, aunque en menor
número, también participaron en los combates.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres tomaron parte más activamente en las
hostilidades. En 1943 en las fábricas de armamentos de Alemania, trabajaba más de un
millón de mujeres y 300 000 formaban parte de las fuerzas armadas de reserva.
8
Mariana Grajales Coello, madre de la gloriosa estirpe de los Maceo, Bernarda Toro Pelegrín, esposa del
Generalísimo Máximo Gómez, Maria Magdalena Cabrales Isacc, esposa del Lugarteniente General Antonio
Maceo y Grajales, Dominga Moncada, madre del General Guillermón Moncada; Isabel Rubio Díaz, capitana
de Sanidad; Rosa Castellanos Castellanos, Capitana de Sanidad Militar; Mercedes Sirvén Pérez, Capitana de
Sanidad Militar; Adela Ascuy Labrador, capitana de sanidad que participó en 49 combates; Luz noriega,
capitana de sanidad; Catalina Valdés y Paéz, capitana de Sanidad y Caridad Bravo entre otras, representan
una muestra de cubanas que en las Guerras de Independencia contra España, pelearon en la manigua cubana.”
Jurlow Nemeth. N. “Cumplimiento de las Normas del derecho Internacional Humanitario por el Ejército
Libertador y el Ejército Rebelde. Papel de la Mujer. Instituto Superior de Medicina Militar “Dr. Luis Díaz
Soto”. Habana 1998.
9
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En Inglaterra, a finales de ese mismo año 1943, las unidades femeninas militares (
ATS, WAAF y WRNS)9 estaban integradas por 450 000 mujeres, es decir, el 9.39% del
total de las fuerzas armadas. En el transcurso de la guerra, de ellas, 624 murieron, 98
desaparecieron, 744 fueron heridas y 20 fueron capturadas y hechas prisioneras de guerra.
Las mujeres soviéticas participaron directamente en el conflicto prestando todo tipo de
servicios en todas las unidades, como tiradoras de primera, fusileras, pilotos, bombarderas,
artilleras, etc. Se calcula que cerca de un millón de mujeres soviéticas luchó durante la
Segunda Guerra Mundial, de las cuales 800 000 en las Fuerzas Armadas y 200 000 en los
Movimientos de Resistencia, es decir, el 8% del total de las Fuerzas Armadas.
Por lo general, en la Segunda Guerra Mundial, las mujeres francesas no lucharon en las
guerrillas, sin embargo, desarrollaron tareas indispensables para la existencia y la
supervivencia de los movimientos de resistencia. Se encargaron del avituallamiento, de las
conexiones, de editar y distribuir periódicos y octavillas, esconder y transportar armas, etc.
En el resto de los países de Europa ocupados por los alemanes, las mujeres lucharon tanto
dentro de los movimientos de resistencia, ocultando y trasladando armas, en labores de
inteligencia, atendiendo a combatientes clandestinos heridos o enfermos, como enlace de la
resistencia con los destacamentos guerrilleros así como combatientes en dichos
destacamentos, y muchas de ellas fueron víctimas de crueles atrocidades.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres de varios países africanos lucharon
junto a los hombres integrando los movimientos de liberación nacional que lograron la
independencia de sus países de sus respectivas metrópolis coloniales.
Durante el conflicto de Vietnam, la mujer vietnamita, cumplió un relevante papel en la
lucha de su pueblo contra la agresión norteamericana cuando millares de ellas combatieron
directamente al enemigo y centenares de miles garantizaron con su esfuerzo la vitalidad de
la resistencia. En esta cruel guerra que les impuso el agresor ofrendaron su vida centenares
de miles de mujeres víctimas de furiosos e indiscriminados bombardeos contra la población
civil de ciudades, pueblos y aldeas; víctimas de la utilización de armas excesivamente
nocivas como las bombas de racimos, cuyo objetivo principal era liberar fragmentos
plásticos imposibles de localizar en el cuerpo humano con los rayos X, sustancias tóxicas y
víctimas, además, de tratos crueles e inhumanos como la creación de las tristemente
celebres aldeas estratégicas rémoras de los campos de concentración de los nazi.
En Cuba, durante el proceso revolucionario que derrocó el régimen tiránico y sanguinario
de Fulgencio Batista, centenares de mujeres cubanas lucharon, tanto en el movimiento
clandestino dentro de las ciudades, como en las columnas que operaron en las montañas y
muchas perdieron la vida a manos de esbirros de la tiranía.
9
ATS: Servicio Territorial Auxiliar, 1938; WAAF: Servicio Femenino Auxiliar de la Fuerza Aérea, 1938;
WRNS: Servicio Femenino de la Real Armada, 1917. Krill. F. La Protección de la Mujer en el Derecho
Internacional Humanitario. Revista Internacional de la Cruz Roja. No 72, nov-dic, 1985, p.361. Ginebra.
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Formando parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, fundamentalmente de sus
Servicios Médicos, centenares de cubanas cumplieron misiones internacionalistas en
diferentes países de Africa.
En la actualidad, la mayoría de los países del mundo cuentan dentro de sus Fuerzas
Armadas con fuerzas auxiliares femeninas no combativas.
PROTECCIÓN DE LA MUJER EN LOS CONFLICTOS ARMADOS
La protección legal de la mujer en los conflictos armados se establece en disposiciones
generales y otras específicas contenidas en sistemas jurídicos internacionales como el
Derecho Internacional Humanitario, el Derecho Internacional de los Derechos Humanosen lo adelante Derechos Humanos, El derecho Internacional de los Refugiados y el
cometido del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), así
como en Resoluciones aprobadas, en particular, por la Asamblea General de las Naciones
Unidas.
A continuación expondremos por separado, las disposiciones de las referidas ramas del
Derecho Internacional Público relacionadas con la protección de la mujer en los conflictos
armados.
A.- DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO.
Según Jean Pictet las leyes de la guerra son tan antiguas como la guerra misma, y la guerra
tan antigua como la vida en la tierra. Este autor expone que Quincy Wright en un trabajo
escrito en 1942 titulado “Un estudio de la Guerra” expresa: “En conjunto en los métodos de
guerra de los pueblos primitivos se puede encontrar la ilustración de los diversos géneros de
leyes internacionales de la guerra actualmente conocidas; leyes que distinguen diversas
categorías de enemigos, reglas que determinan las circunstancias, las formalidades y el
derecho a comenzar y a terminar una guerra; reglas que prescriben límites en cuanto a las
personas, a las estaciones del año, a los lugares y a la conducción de la guerra; e incluso
reglas que ponen la guerra fuera de ley”.
Con el crecimiento de las ciudades, la organización de las naciones y el desarrollo de las
relaciones entre los pueblos se proclamaron hacia el año 2000 antes de nuestra era, las
primeras reglas del futuro del derecho internacional y las primeras leyes de la guerra.
Los babilonios, egipcios e hititas consideraban la guerra como una institución ya
organizada, con declaración de guerra, inmunidad de los parlamentarios, tratados de paz,
códigos de leyes para evitar que el fuerte oprima al débil, para la liberación de los rehenes
mediante rescate, para liberar a los prisioneros y asistir a los enfermos, para enterrar a los
muertos, dar de beber a los sedientos y de comer a los hambrientos, vestir a los desnudos y
para alojar a los extranjeros y dar alimento al enemigo.
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En el primer milenio antes de nuestra era, las nuevas civilizaciones que florecieron en Asia,
establecieron corrientes filosóficas – religiosas como el hinduismo que tendía más bien a
dejar que cada uno cumpliese su destino, el budismo que propiciaba la piedad como
impulso hacia una acción de ayuda mutua.
En China, Lao Tse proclamó que el hombre sólo tiene valor por el servicio, Confucio
predicó un altruismo práctico basado en la solidaridad y la inteligencia y Meh-ti se elevó a
una concepción universal del amor, como fuente de beneficio mutuo.
En Persia, Zoroastro enseña la tolerancia y en la misma época, Ciro ordenó prestar a los
caldeos heridos la misma asistencia que a sus soldados.
En los libros históricos del Antiguo Testamento aparece la ley del Talión como una
limitación de la violencia y en otros pasajes bíblicos, que contrastan con los primeros, se
recomienda a los hebreos no matar al enemigo que se rinda, y dar pruebas de misericordia
para con los heridos, las mujeres, los niños, los ancianos; pero, según la costumbre antigua,
los prisioneros de guerra son hechos esclavos.
En la India, en el Mahabharata y en la ley de Manú, se proclaman, para los guerreros,
principios muy avanzados en aquel tiempo: estaba prohibido matar al enemigo desarmado o
que se rindiera, había que enviar a los heridos a sus hogares después de haberlos curado. Se
cita la actitud generosa de Asoka, rey de la India, que ordenó a sus tropas que respetaran a
los heridos enemigos, así como a las religiosas que los asistían.
En la antigua Grecia, Alejandro Magno trató humanamente a los vencidos, perdonó la vida
a la familia de Dario y ordenó respetar a las mujeres. Sin embargo, en aquella época en
Grecia, el enemigo vencido o capturado pertenecía al vencedor, que podía matarlo o
reducirlo a la esclavitud.
Cuando Alejandro Magno hubo ensanchado el horizonte griego hasta los límites de sus
conquistas, se manifestó por primera vez, según algunos, el parentesco de todos los
miembros de la familia humana, lo que permitió la aparición de una filosofía, la doctrina
estoica, fundada por Zenón poco después del año 310, de la cual no es exagerado decir que
abrió una nueva era en el mundo antiguo, pues de ahí en adelante, la noción de humanidad
será uno de los hitos de fuerza del pensamiento.
En Roma, en los albores de la Pax Romana, acabada la conquista del mundo, la doctrina
estoica hizo eminentes adeptos como Séneca y Cicerón. Estos filósofos proclamaron la
igualdad de los hombres y denunciaron la esclavitud y afirmaron que la guerra no rompe
los vínculos del derecho. Se buscaba cada vez más la seguridad en el respeto de las leyes y
en la tolerancia.
El emperador Marco Aurelio prolongó esta Edad de Oro y pronunció palabras muy ajenas a
su tiempo reconociendo que “lo que está de conformidad con la naturaleza de un hombre,
eso es bueno y útil para él... y que para él como emperador, Roma era su ciudad y su patria
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y como ser humano, el mundo también era su patria; concluyendo: solamente lo que es
bueno para estas dos sociedades puede ser bueno para mí”.
No obstante el mundo romano no abandonará enteramente su rudeza para con el enemigo,
antes de ser él mismo barrido por la invasión de los bárbaros.
En la Edad Media otros factores influyeron en el desarrollo del derecho humanitario: el
cristianismo, el Islam y la caballería.
Las cruzadas son el punto de la historia en que confluyeron el cristianismo y la caballería
enfrentando al Islam, cuyo poderío, en pleno auge, se adentraba en Europa.
El Islam precedió a la Cristiandad en la labor jurídica destinada a restituir la personalidad
humana a los bárbaros, tanto extranjeros como esclavos, aunque los consejos de
moderación que se dan en el Corán10 sólo se aplican a los creyentes- algo similar a la
doctrina cristiana del amor al prójimo sólo aplicada a los hermanos en la fe, y los preceptos
de la caballería que sólo eran válidos para los cristianos y en el pequeño mundo cerrado de
los nobles, incluso en el cual, a veces prevalecía el estatuto de noble sobre el estatuto de
enemigo.
El Vigayet, escrito hacia 1280, es un verdadero código de leyes de guerra, elaborado en el
apogeo del reino sarraceno en España; se prohibe matar a las mujeres11, a los niños, a los
ancianos, a los dementes, a los inválidos, a los parlamentarios; se prohibe mutilar a los
vencidos, envenenar las flechas y las fuentes de agua. Los musulmanes creían en la
inviolabilidad de los tratados.
Según trabajos de numerosos estudiosos del Islam, en el derecho Islámico siempre se ha
hecho lo posible por atenuar las nefastas consecuencias del instinto guerrero y por
mantenerlo en los límites de un comportamiento reglamentado. De hecho, ya no se matará
más que en caso de extrema necesidad y según normas codificadas que en el Derecho
Islámico se dictan de manera clara y precisa. Cuando estalla un conflicto, el combatiente
musulmán está obligado a comportarse de conformidad con las prescripciones del Corán y
la Sunna.
El Derecho Islámico contiene disposiciones benevolentes con respecto a los combatientes
enemigos, sea que estén heridos, sea que hayan sido capturados. En el Corán se determinan
10
“El Corán es la fuente primera del orden jurídico del Islam. La Sunna o la Tradición del Profeta, es la
segunda fuente de dicho orden jurídico. Se basa en las palabras, los actos y las reacciones del Profeta y
corresponde, con las debidas salvedades, a los Evangelios. La Sunna contiene, así, normas complementarias
de las del Corán. Una tercera fuente de este orden jurídico es el Ijtihad, que consiste en deducir, razonando,
todas las nuevas normas indispensables para las condiciones de vida de las sociedades en continua
evolución”. Profesor Said El-Dakkak. El derecho Internacional Humanitario entre la concepción islámica y el
Derecho internacional Positivo. Revista Internacional de la Cruz Roja No. 98. p. 111-125 marzo-abril
Ginebra. 1990
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las modalidades en relación con el trato que deben recibir los prisioneros de guerra y no
figura texto alguno en que se ordene la ejecución o la esclavitud de estos. Se ve el papel de
precursor que ha desempeñado el derecho Islámico con relación a normas relativas a la
protección de la población civil que no tenga relación alguna con las actividades militares
al examinar atentamente sus preceptos al respecto. El Islam prohibe matar a las mujeres11, a
los niños y a los ancianos si no participan en la guerra, pero suponiendo que participen, el
imán Malek asegura que no está permitido matarlos apoyándose en la prohibición del
Profeta y el imán Al- Awzai opina que en ningún caso está permitido hacerlo.
Como hemos podido apreciar, muchos textos antiguos como son el Mahabharata, la Biblia
o el Corán, contienen normas en las que se recomienda el respecto al adversario. El Vigayet
(1280) contiene un verdadero código de leyes de la guerra y en él al igual que en el Corán
se dictan preceptos dirigidos a la protección de la mujer en la guerra. Desde el origen de los
conflictos hasta el advenimiento del derecho humanitario contemporáneo, se han registrado
más de 500 carteles, códigos de conducta, pactos y otros textos cuya finalidad era
reglamentar las hostilidades. Entre ellos el Código de Lieber o Instrucciones de Lieber que
entró en vigor el mes de abril de 1863, es importante porque fue el primer intento serio de
codificación de las leyes y costumbres de la guerra terrestre que existían en aquella época y
porque insistía también en ciertos aspectos humanitarios que no eran tan claros hasta el
momento como algunos relacionados con la conducción de las hostilidades y el trato a los
prisioneros de guerra y a la población civil. Contrariamente al Convenio de Ginebra,
aprobado un año más tarde (1864), ese Código no tenía valor de Tratado, ya que estaba
destinado únicamente a las fuerzas nordistas de los Estados Unidos de América que
luchaban en la Guerra de Secesión.
El Convenio de Ginebra de 1864 codifica, a modo de tratado multilateral, las leyes y
costumbres de la guerra, antiguas, fragmentarias y dispersas, por las que se protege a los
heridos y al personal sanitario de los ejércitos en campaña. El Código de Lieber fue aún
más importante para el desarrollo del Derecho de la Guerra en general que el Convenio de
11
Según Al-Awzai (12) (707-774), no se puede matar a la mujer o al niño (enemigos) que no participan en
el combate. Tampoco debe dárseles muerte si caen en cautividad. De conformidad con las consignas del
primer califa Abu-Beker (13) (632-634) a los jefes militares, Al-Awzai se opone a que se mate al obrero, al
campesino, al pastor, al ermitaño o al anciano, así como al orate o a la persona que padece una enfermedad
incurable (ceguera). Ameur Zemmali. Algunas ideas humanitarias del imán Al_Awzai (707-774). Revista
Internacional de la Cruz Roja No.98 Páginas 126-135, marzo-abril de 1990. Ginebra
(12) Ibidem- Al- Awzai, imán (sabio musulmán que llega a un alto conocimiento en materia de ciencias
islámicas) de los pueblos de Siria. Estaba muy compenetrado con la tradición del Profeta, escribió un libro de
pequeño formato sobre los siyar- término que en un principio designaba al conjunto de literatura relativa a la
vida del Profeta y su conducción en las expediciones y que al desarrollarse el concepto, se convirtió en el
estudio del derecho de la guerra, en el Islam, y del “derecho de los pueblos islámicos”, en general- de gran
utilidad. Fue precursor de esta nueva rama del derecho islámico que estudia las normas de la guerra, la
conducción de las hostilidades y la protección de los no combatientes.
(13) Abu-Beker, primer califa (Khalifa, “sucesor del Enviado de Dios”), suegro del Profeta, fue elegido por
los primeros musulmanes de Medina para asumir la carga del Estado al morir Mahoma sin haber previsto su
sucesor. Said El Dakkak – El Derecho Internacional Humanitario entre la concepción islámica y el Derecho
Internacional Positivo- Revista Internacional de la Cruz Roja. No 98 p. 111-125, marzo-abril, 1990. Ginebra.
14
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Ginebra de 1864
Contemporáneo.
que es la piedra angular del Derecho Internacional Humanitario
En algunos de los primeros documentos del derecho de los conflictos armados, sólo
ocasionalmente se hace referencia a la protección de la mujer. En el Código de Lieber, en
su Sección II relativa a la propiedad pública o militar del enemigo, protección de personas y
especialmente de mujeres, de la religión, de las artes y ciencias y el castigo de crímenes
contra los habitantes de los países hostiles, en sus artículos 44 y 47 se prohibe y sanciona la
violación de los habitantes de un país hostil14.
Hasta la Primera Guerra Mundial, al parecer, no se sintió la necesidad de otorgarles una
protección jurídica especial a las mujeres. Sin embargo, ello no quiere decir que, en el
pasado, las mujeres se beneficiaran de toda protección. Tras el nacimiento del derecho
internacional humanitario se han beneficiado de la misma protección jurídica que los
hombres. Las mujeres heridas en campaña estaban protegidas, primeramente, por las
disposiciones del Convenio de Ginebra de 1864; las prisioneras de guerra se beneficiaban
de las disposiciones del Reglamento anexo a los Convenios de la Haya de 1899 y 1907
sobre las leyes y costumbres de la guerra terrestre. En este Reglamento se confiere a los
prisioneros de guerra, por primera vez en la historia un estatuto de derecho positivo, por lo
cual se sustraen al control arbitrario de la Potencia detenedora. Aprovechando la
posibilidad de ejercer la acción caritativa que el Reglamento anexo a dichas Convenciones
de la Haya de 1898 y 1907 sobre las leyes y costumbres de la guerra terrestre, artículo 1515,
ofrecía a las sociedades de socorro reconocidas, durante la Primera Guerra Mundial, el
CICR envió delegados a visitar los campamentos de internados.
A partir de 1929, la mujer goza de protección especial en virtud del Derecho Internacional
Humanitario. Ese año se aprobó en Ginebra el Convenio relativo al trato debido a los
prisioneros de guerra, tomándose en cuenta para ello, un fenómeno: la presencia de un
número relativamente alto de mujeres en la Primera Guerra Mundial. Este tratado de
Derecho Internacional contiene dos disposiciones relativas a las mujeres que merecen
citarse: Artículo 3, “Las mujeres serán tratadas con todas las consideraciones debidas a su
sexo”; Artículo 4, “No son lícitas las diferencias de trato entre los prisioneros que se basen
en el grado militar, estado de salud física o psíquica, aptitudes profesionales o el sexo de los
que disfruten de ellas.”
Durante la Segunda Guerra Mundial, la participación de la mujer en las hostilidades, fue
más numerosa, aunque raramente con las armas, y además, hubo muchas más víctimas
civiles que en el conflicto anterior, de ellas muchas mujeres, por lo que se consideró
indispensable aprobar nuevos instrumentos jurídicos teniendo en cuenta esos factores. La
14
V.. Los Artículos 44 y 47 del Código de Lieber: Instructions for the government of armies of the United
States in the field, General Orders No 100, April 24, 1863. Reproducido en L. Friedman, The Laws of War:
A Documentary history, 1972, p.158.
15
Ver artículo 15 del Reglamento anexo a la IV Convención de la Haya de 1907: Convención relativa a las
leyes y costumbres de la guerra terrestre, Colección de Convenios de la Haya y de algunos otros tratados.
Comité Internacional de la Cruz Roja, p. 25, Ginebra 1990,1992.
15
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“Conferencia Diplomática para la elaboración de los Convenios Internacionales destinados
a proteger a las víctimas de la guerra”, convocada por el Congreso Federal Suizo,
depositario de los Convenios de Ginebra, elaboró en esta ciudad cuatro Convenios que
fueron aprobados el 12 de Agosto de 1949. El III Convenio, relativo al trato debido a los
prisioneros de guerra y el IV Convenio, relativo a la protección debida a las personas
civiles en tiempo de guerra contienen unos treinta artículos relacionados especialmente con
el trato a la mujer.
Después de la aprobación de los Cuatro Convenios, en los conflictos de nuevo tipo que
tuvieron lugar, perecieron más hombres y mujeres que en la Segunda Mundial como
resultado de los efectos indiscriminados de las nuevas armas y los nuevos métodos de
guerra. La proporción de personas civiles muertas ascendió, en ciertos casos, hasta el 90%.
Ante esta nueva situación, se sintió la necesidad de completar los Convenios. El CICR
tomó la iniciativa y, al final de la Conferencia Diplomática sobre la reafirmación y el
desarrollo del Derecho Internacional Humanitario (1974-1977), se aprobaron, en junio de
1977, los Protocolos Adicionales. Estos protocolos complementan los Convenios y brindan
así, mejor protección jurídica, principalmente a la población y, por consiguiente, a la mujer.
Se ha desarrollado, además, la reglamentación relativa a los conflictos armados no
internacionales contenida en el Artículo 3 común a los cuatro Convenios, gracias al
Protocolo II, aplicable a tales situaciones.
PROTECCION A LA MUJER EN LOS CONVENIOS DE GINEBRA Y EN LOS
PROTOCOLOS ADICIONALES.
Los Convenios y los Protocolos protegen a la mujer por un lado como miembro de la
población civil que no participa en las hostilidades, y por otro, como combatiente caído en
poder del enemigo.
1.- Principios
El derecho internacional humanitario refrenda, como principio fundamental, la igualdad
entre el hombre y la mujer y lo especifica en cláusulas no discriminatorias. En los artículos
12 de los convenios I y II, 16 del III convenio, 27 del IV Convenio, así como los artículos
75 del Protocolo adicional I y 4 del Protocolo adicional II (designados en adelante I,II, III,
IV C. Y P.I.,II, respectivamente), se prevé: “Las personas protegidas serán tratadas sin
ninguna distinción de índole desfavorable, en particular por razones de sexo”. También se
especifica que “Las mujeres gozan, en cualquier caso de un trato tan favorable como el
concedido a los hombres” (artículo 14, III C.). La prohibición de discriminar no es una
prohibición de diferenciar. Por ello las distinciones sólo están prohibidas en la medida en
que sean desfavorables. La igualdad podría conllevar a injusticia, si se aplica a situaciones
desiguales por naturaleza y sin tener en cuenta circunstancias relativas al estado de salud a
la edad y al sexo de las personas protegidas.
Complementa el principio de igual trato el principio según el cual “Las mujeres deben ser
tratadas con todas las consideraciones debidas a su sexo”(artículo 12, I.C. II C; artículo 14,
16
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III C). Estas consideraciones particulares no están definidas en el derecho, pero sea cual
fuera el estatus que se conceda a la mujer, abarcan ciertas nociones, a saber: la
especificidad fisiológica; el honor y el pudor; el embarazo y el parto.
El derecho internacional humanitario contiene reservas explícitas con respecto a la
situación de la mujer en diversos casos, sea de manera general (teniendo en cuenta su
sexo...) sea mas precisamente (dormitorios separados, lugares de detención separados). De
ello no se debe inferir que el principio de trato diferenciado no es aplicable en los casos que
no se haya formulado específicamente (disposiciones relativas a la curiosidad pública y a
las injurias, a los interrogatorios, al cacheo, a la alimentación, a la vestimenta, a las
distracciones, a la instrucción, a los deportes, al trabajo, a las condiciones de traslado, a las
personas de confianza, a la identificación). Hacer mención expresa del principio significa
más bien reforzar su alcance que limitar su aplicación, y se concede un trato diferenciado a
la mujer aunque no se haga mención de ello explícitamente.
Con respecto al trabajo de los prisioneros de guerra, este principio se menciona (Artículo
49, III C), mientras en relación con las mujeres internadas, no se especifica (artículo 95,
IVC.).
Con relación al cacheo de los prisioneros de guerra, no se menciona el trato diferenciado
(artículo 18, III C.), mientras que si se hace en el caso de la mujer internada (artículo 97, IV
C). Estas no son deficiencias. Cuando tiene lugar la captura, por motivos de seguridad, se
debe efectuar inmediatamente el cacheo, cuando se trata de internar a personas civiles, la
operación es más lenta y permite tomar las debidas precauciones. El trabajo de las
internadas es facultativo, por lo cual no hace falta mencionar el principio del trato
diferenciado.
2.- Protección a la mujer, miembro de la población civil
Como toda persona civil, la mujer está protegida contra los abusos de la parte contendiente
en cuyo poder está y contra los efectos de las hostilidades. “Es persona civil cualquiera que
no pertenezca a las fuerzas armadas” (artículo 50, P.I)
I.- PROTECCIÓN CONTRA LOS ABUSOS DE LA PARTE EN CONFLICTO EN
CUYO PODER ESTÁ LA MUJER
a. CONFLICTO ARMADO INTERNACIONAL
En el caso de un conflicto armado internacional, la mujer pertenece a la categoría de
personas protegidas, sobre la base del IV Convenio de Ginebra, relativo a la protección
debida a las personas civiles en tiempo de guerra.
Se beneficia de todas las disposiciones, relativas al principio fundamental del trato humano:
respeto a la vida y a la integridad física y moral, prohibición específica de la coerción; los
castigos corporales; la tortura; los castigos colectivos; las represalias; el pillaje; y la toma
de rehenes. En caso de infracciones cometidas en relación con el conflicto armado, tiene
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derecho a ser juzgada por un tribunal imparcial y legítimamente constituido, que respete las
garantías judiciales.
Además de la protección general de que se benefician, igualmente las demás víctimas
civiles, “las mujeres serán especialmente protegidas contra todo atentado a su honor y en
particular contra la violación, contra la prostitución forzada y contra todo atentado a su
pudor ” (artículo 27, párrafo 2do, IV C.; artículos 75 y 76, P.I.)
Esta disposición se introdujo para denunciar ciertas prácticas que tuvieron lugar durante la
II Guerra Mundial cuando muchas mujeres de todas las edades fueron objeto de los
mayores ultrajes, violaciones 16cometidas en territorios ocupados, brutalidades de toda
índole, mutilaciones e incluso en las regiones por donde pasaron las tropas o donde
estuvieron estacionadas, miles de mujeres fueron enviadas, en contra de su voluntad a casas
de protitución.
Los actos contra los cuales la mujer está protegida, en virtud del artículo 27, párrafo 2do.
IV C., están prohibidos en todos los lugares y en todas las circunstancias, y las mujeres
cualesquiera que sea su nacionalidad, raza, religión, edad, estado civil o condición social,
tienen un derecho absoluto al respeto absoluto de su honor, su pudor, en fin, de su dignidad
de mujer.
El origen del artículo 76, P.I, titulado “Protección de las mujeres”, es una resolución del
Consejo económico y Social de la ONU, de Abril de 1970, sobre la “Protección de la mujer
y los niños en período de urgencia o en tiempo de guerra, de lucha por la paz, la liberación
nacional y la independencia”, en la cual se invita al secretario General de la ONU a brindar
especial atención a este problema17.
a.1.- Respeto del trato diferencial debido a la mujer:
a.1.1.- Protección de extranjeros.
16
A pesar de la gran incidencia de casos de violencia sexual durante la II Guerra Mundial, la práctica de la
violación no figuraba entre los crímenes de guerra enumerados por el Tribunal Militar de Nuremberg. En los
autos de procesamiento ante el Tribunal de Tokio figuraban acusaciones de actos de violación y algunos
mandos fueron condenados por no garantizar el cumplimiento de la ley por parte de sus subordinados. Por
otra parte, aunque en los estatutos de los tribunales nacionales de las potencias ocupantes establecidos para
juzgar delitos cometidos en Alemania figuraba la práctica de la violación como un crimen de guerra, no se
inició proceso alguno sobre la base de ese delito. Al decir de muchos, las prácticas de violación y violencia
sexual contra las mujeres, generalmente se consideraban como un aspecto inevitable de los conflictos armados
y raramente se procesaban. Revista Internacional de la Cruz Roja, No 147, septiembre 1998: “La mujer, los
derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario”, por Judith Gardam
17
Revista Internacional de la Cruz Roja, Noviembre-Diciembre de 1980; “El nuevo código de protección de
la población civil y de los bienes civiles en los conflictos armados”, por Ionel Closca, p.319.
18
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En un conflicto armado internacional, la situación de los extranjeros que se encuentren en
el territorio de una parte en conflicto se rige, en principio, por las disposiciones relativas al
trato debido a los extranjeros en tiempo de paz, aunque el estado de guerra siempre crea
dificultades que no en todas circunstancias permite mantener íntegramente el anterior
estatuto. No obstante, en caso de guerra, se debe respetar el régimen de favor que en las
legislaciones nacionales se concede a las mujeres embarazadas y a las madres de niños
menores de siete años (entrega de tarjetas de alimentación suplementaria, facilidades para
la asistencia médica y hospitalaria, asistencia social especial, exención de realizar ciertos
tipos de trabajo, medidas de protección contra los efectos de la guerra, evacuación, traslado
a país neutral, etc...) “Las mujeres embarazadas y las madres de niños de menos de siete
años, disfrutaran, en igual medida que los súbditos del Estado interesado, de todo trato
preferente” (Art. 38, IVC.).
Igualmente “La Potencia ocupante no deberá entorpecer la aplicación de las medidas
preferenciales que hubieran sido adoptadas con anterioridad a la ocupación en favor de los
niños menores de quince años, de mujeres encinta y de madres de niños menores de siete
años (art. 50, IVC.).
a.2.- Protección de la mujer internada
a.2.1.- En General
“Una parte en un conflicto armado internacional está autorizada, basándose en el derecho
internacional, a tomar estrictas medidas de control con relación a las personas protegidas,
siempre que su seguridad nacional, las haga absolutamente necesarias. Un beligerante
podrá recurrir al internamiento, si tiene razones serias y legítimas para pensar que las
personas en cuestión pertenecen a organizaciones que tienen como objetivo causar
disturbios o dañar su seguridad mediante el sabotaje o el espionaje. Por otra parte, la
Potencia ocupante, puede inculpar a las personas protegidas por infracciones contra las
leyes penales que haya promulgado para la propia protección.
Al igual que las demás personas protegidas, las mujeres podrán ser internadas o inculpadas
por haber realizado actos que atenten contra la seguridad de la Potencia ocupante. En el
Derecho Internacional Humanitario se prevén disposiciones particulares a favor de las
mujeres en tales casos:
“Las mujeres privadas de libertad... serán custodiadas en lugares separados de los ocupados
por los hombres...No obstante, las familias detenidas o internadas serán alojadas siempre
que sea posible, en un mismo lugar, como unidad familiar” (art. 75, párrafo 5, P.I.).
En el Convenio se estipula que “cuando sea necesario, como medida excepcional, alojar
temporalmente a mujeres internadas no pertenecientes a un grupo familiar en el mismo
lugar de internamiento que los hombres, habrán de montarse, obligatoriamente, dormitorios
e instalaciones sanitarias aparte” (Art. 85). Por las mismas razones, (disposiciones
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generales del artículo 27, párrafo 2º, relativo al honor de las mujeres, “las mujeres
internadas sólo podrán ser cacheadas por mujeres” (Art. 97, apartado 4º).
El Protocolo Adicional I prevé una garantía suplementaria a favor de las mujeres
internadas: “Su vigilancia inmediata estará a cargo de mujeres”(art. 75 párrafo 5.)
Con relación a los castigos disciplinarios, en el IV Convenio se recuerda el principio del
trato diferenciado, pero en términos generales. “Habrá de tenerse en cuenta su edad, sexo y
el estado de salud” (art. 119).
En cuanto a “las mujeres internadas, que cumplan penas disciplinarias, estarán detenidas en
locales distintos a los de los hombres, bajo la vigilancia inmediata de mujeres” (artículos 76
y 124, IVC. Y artículo 75, párrafo 5, P.I).
a.2.2.- Protección a la mujer encinta o parturienta internada.
Esta categoría de mujeres se beneficia en los conflictos armados internacionales de una
protección suplementaria.
En el artículo 76, párrafo 2 del P.I se refrenda el principio según el cual “serán atendidos
con prioridad absoluta los casos de mujeres encintas y de madres con niños de corta edad a
su cargo, que sean arrestadas, detenidas o internadas por razones relacionadas con el
conflicto armado”. Con esto se pretende lograr que las mujeres encintas sean liberadas lo
antes posible.
En el IV Convenio de Ginebra de 1949 se introdujo una disposición similar en su artículo
132 que prevé e insta a las Partes a concertar, durante las hostilidades, acuerdos relativos a
la liberación, a la repatriación, al retorno al lugar de domicilio o a la hospitalización en país
neutral de mujeres encintas internadas.”
Esta categoría de mujeres se beneficia de un trato diferenciado en otros ámbitos:
En el IV Convenio, artículo 89 se estipula que en los territorios ocupados, “las mujeres
encintas y parturientas recibirán suplementos nutritivos adecuados a sus necesidades
fisiológicas; y en el artículo 91 se establece que “las mujeres parturientas internadas serán
admitidas en todo establecimiento calificado para su tratamiento, recibiendo asistencia que
no habrá de ser inferior a la que se brinde al resto de la población”.
En el artículo 127 del referido IV Convenio se estipula; “las mujeres parturientas no habrán
de ser trasladadas, si el estado de salud corriera peligro con el viaje, a no ser que su
seguridad lo exija imperativamente.
a.2.3.- Protección a las madres de niños de corta edad.
En el Protocolo Adicional I se refrenda, como en el caso de las mujeres encintas y
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parturientas, el principio según el cual serán atendidos con prioridad absoluta los casos de
las mujeres encintas y de madres con niños de corta edad a su cargo, que sean arrestadas,
detenidas o internadas por razones relacionadas con el conflicto armado (artículo 76,
párrafo 2). Como en el IV Convenio, hay diferentes disposiciones en las que se menciona a
las madres de niños de menos de siete años (trato preferencial del artículo 70 o zonas de
seguridad del artículo 14), se puede admitir que siete años es la edad por debajo de la cual
es imperativa la aplicación del artículo 76, párrafo 2, del Protocolo I.
Como en el caso de las mujeres encintas o parturientas, se prevé en el IV Convenio que “las
partes contendientes harán cuanto puedan para concertar, durante las hostilidades, acuerdos
relativos a la liberación, la repatriación, el retorno al lugar de domicilio o la hospitalización
en país neutral de madres con niños de corta edad internadas” (artículo 132).
a.3.- La mujer y la pena de muerte.
En los Convenios de Ginebra no existe ninguna disposición relativa a esta cuestión.
Tomando como antecedente el artículo 6, apartado 5º del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, que entró en vigor el 23 de marzo de 1976, en el Protocolo I Adicional,
sus autores, suplen esta deficiencia previendo que no se puede aplicar la pena de muerte a
mujeres en estado de gestación. Sin embargo, no les fue posible prohibir de manera
absoluta que se dicte pena de muerte, en un caso de conflicto armado internacional, contra
las mujeres encintas y las madres de niños de corta edad. No obstante, en el Derecho
Internacional Humanitario se recomienda que, dentro de lo posible, no se dicte pena de
muerte contra dichas mujeres.
“En toda la medida de lo posible, las Partes en conflicto procurarán evitar que se dicte pena
de muerte contra las mujeres encintas o las madres con niños de corta edad a su cargo, por
delitos relacionados con el conflicto armado. No se ejecutará la pena de muerte contra esas
mujeres por tales delitos” (artículo 76, párrafo 3. PI).
II.- PROTECCIÓN A LA MUJER CONTRA LOS EFECTOS DE LAS
HOSTILIDADES.
a.- CONFLICTOS ARMADOS INTERNACIONALES.
a.1.- Protección General
En este tipo de conflicto, la mujer, como miembro de la población civil, se beneficia de las
normas del derecho internacional humanitario que imponen ciertas restricciones en la
conducción de las hostilidades.
Se prevé que “las Partes en conflicto harán distinción en todo momento entre población
civil y combatientes, y entre bienes de carácter civil y objetivos militares y, en
consecuencia, dirigirán sus operaciones únicamente contra objetivos militares”(art. 48,
P.I.).
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a.2- Protección especial.
a-2.1- Protección de mujeres encintas o parturientas.
En el P.I. se estipula que “las mujeres encintas o parturientas que se abstengan de todo acto
de hostilidad gozarán de la misma protección que se concede a los heridos y a los
enfermos”(art. 8, P.I.).
El principio de equiparar las mujeres encintas o parturientas a los heridos y a los enfermos
ya constaba implícitamente en el IV Convenio: “Los heridos y los enfermos, así como los
inválidos y las mujeres encintas, serán objeto de particular protección y respeto (art.
16).”Las Partes en conflicto se esforzarán por concertar acuerdos locales para la
evacuación, de una zona sitiada o cercada, de los heridos, enfermos, inválidos, ancianos,
niños y parturientas...”(art. 17).
Las parturientas figuran, como los heridos, los enfermos y los inválidos, entre las personas
cuyo transporte por vía terrestre, marítima o aérea se debe respetar y proteger (arts. 21 y 22;
IV; C).
a.2.2- Protección especial de mujeres encintas o parturientas, con niños lactantes y
madres de niños de corta edad.
En ciertas circunstancias, las mujeres con niños lactantes y las madres de niños de corta
edad se benefician, en caso de conflicto armado internacional, de un trato diferenciado:
“las mujeres encintas y las madres de niños menores de siete años, podrán ser acogidas en
las zonas sanitarias y de seguridad (art. 14, IV,C), siempre que se abstengan de apoyar
directamente las acciones bélicas.
En lo referente al envío de socorros a la población civil, en el IV Convenio se prevé “el
libre paso de todo envío de medicamentos y material sanitario, así como de objetos para el
culto...e, igualmente, el libre paso de todo envío de víveres indispensables, de ropa y de
tónicos reservados a ... las mujeres encintas o parturientas”(art. 23).
El Protocolo adicional I es un progreso del derecho internacional humanitario con respecto
al artículo 23 del IV Convenio, ya que, en él, se amplía el círculo de beneficiarios. Toda la
población civil tiene ya derecho a recibir víveres indispensables (leche, harina, azúcar,
grasa, sal) ropa y tónicos. Sin embargo, por lo que respecta a la ampliación del círculo de
beneficiarios, se debe priorizar a ciertas personas. A las mujeres encintas y parturientas se
añade una nueva categoría: la de las madres lactantes (art. 70, P.I.).
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III.- TRATO DEBIDO A LAS COMBATIENTES Y A LAS PRISIONERAS DE
GUERRA.
1. Protección general.
Según el artículo 14 del III Convenio de Ginebra de 1949, “las mujeres se benefician, en
todo caso, de un trato tan favorable como el concedido a los hombres”, de ahí que tengan
derecho a la misma protección.
En el caso de conflicto armado internacional, está prohibido declarar que no se dará cuartel,
amenazar con ello al enemigo y dirigir las acciones combativas de manera que no queden
supervivientes.
No serán objeto de ataque el enemigo fuera de combate; el que se haya rendido o que
manifieste su decisión de hacerlo, o el que se haya lanzado en paracaídas de un avión en
peligro.
En el III Convenio se prevé en general, que, en todo tiempo, los prisioneros de guerra
deben ser tratados con humanidad, queda prohibida cualquier mutilación física o
experimento médico o científico que no se justifique por el tratamiento médico del
prisionero y que no sea en su interés. Los prisioneros de guerra no serán expuestos
inútilmente a peligros mientras esperan su evacuación de una zona de combate.
Finalmente, toda persona que haya tomado parte en las hostilidades y a la cual no se
conceda el estatuto de prisionero de guerra se beneficiará, en principio, de las disposiciones
del IV Convenio, siempre que no haya sido detenida como espía o saboteadora (art. 5,
IVC). Incluso en estos casos, deberá ser tratada con humanidad y disfrutará de las garantías
fundamentales previstas en el artículo 75, P.I.
2- Protección Especial.
Aparte de la protección general que se otorga a las prisioneras de guerra similar a los
hombres, las mujeres se benefician de una protección especial resultante de los principios
enunciados más arriba.
En relación al conflicto armado internacional, en el Protocolo adicional I se refrenda el
principio según el cual “serán atendidos con prioridad absoluta los casos de mujeres
encintas y de madres con niños de corta edad a su cargo, que sean arrestadas, detenidas o
internadas por razones relacionadas con el conflicto armado (art. 76, párrafo 2).
El acuerdo modelo sobre la repatriación directa y la hospitalización en país neutral de los
prisioneros de guerra heridos y enfermos (anexo al III Convenio), contiene dos cláusulas
que merecen destacarse:
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a- En el párrafo 7 del Título B, se prevé la hospitalización en país neutral de todas las
prisioneras de guerra embarazadas y de las prisioneras que sean madres, con sus hijos
lactantes y de corta edad.
b- En el inciso f del párrafo 3 del Título A, se prevé la repatriación, en caso de embarazo,
de afecciones ginecológicas crónicas graves y de afecciones obstétricas, cuando la
hospitalización en país neutral resulte imposible.
Basadas en el principio enunciado en el artículo 14 párrafo 2, según el cual “las mujeres
deben ser tratadas con todas las consideraciones debidas a su sexo, el III Convenio contiene
diversas disposiciones como las que en el artículo 25, párrafo 4 estipula que “en todos los
campamentos donde las prisioneras de guerra estén concentradas con otros presos, se les
reservarán dormitorios aparte”. La Potencia detentora es responsable de la aplicación
efectiva de esta disposición.
Según los términos del artículo 29, párrafo 2, “en los campamentos donde haya prisioneras
de guerra, deberán reservárseles instalaciones higiénicas”.
En el artículo 49, párrafo1, se establece que “la Potencia detentora podrá emplear como
trabajadores a los prisioneros de guerra en buen estado de salud, teniendo en cuenta su
edad, sexo y graduación, así como sus aptitudes físicas, a fin, sobre todo, de mantenerlos en
buen estado de salud física y moral.
Con respecto a las sanciones penales y disciplinarias, en el III Convenio se recuerda el
principio de igualdad de trato: “Las prisioneras de guerra no serán condenadas a penas más
severas o tratadas, mientras cumplen su pena, con más severidad que las mujeres
pertenecientes a las fuerzas armadas de la Potencia detentora castigadas por análoga
infracción.
En ningún caso, podrán ser condenadas las prisioneras de guerra a penas más severas o,
mientras cumplen su pena, tratadas con mayor severidad que los hombres pertenecientes a
las fuerzas armadas de la Potencia detentora castigados por análoga infracción”(art. 88,
párrafos 2 y 3).
Del principio del trato diferenciado se derivan otras disposiciones: “Las prisioneras de
guerra, cumplan o no una pena disciplinaria, estarán detenidas en locales distintos a los de
los hombres y bajo la vigilancia inmediata de mujeres”, (artículos 97 y 108, III C).
El Protocolo adicional I contiene una norma análoga a la estipulada en los artículos 25, 97 y
108 del III Convenio: “Las mujeres privadas de libertad por razones relacionadas con el
conflicto armado serán custodiadas en locales separados de los ocupados por los hombres.
Su vigilancia inmediata estará a cargo de mujeres”(art. 75, párrafo 5).
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b. CONFLICTO ARMADO NO INTERNACIONAL.
En este tipo de conflicto la mujer está protegida por las garantías fundamentales relativas al
trato debido a las personas que no participan en las hostilidades, que figuran en el artículo3
común a los cuatro Convenios de Ginebra de 1949. Sin embargo, en dicho artículo no se
prevé una protección especial para la mujer. En el Protocolo adicional II se completa y se
amplía esta disposición. En su artículo 4 se estipula que las mujeres están expresamente
protegidas contra “los tratos humillantes y degradantes, la violación, la prostitución forzada
y contra cualquier forma de atentado al pudor.
b.1 Respeto del trato preferencial debido a la mujer.
b.1.1 Protección de la mujer internada.
En este tipo de Conflicto, en el Protocolo adicional II se prevén normas similares a las
previstas en el P.I., para los conflictos internacionales.
A tales efectos en el mismo se establece, que las mujeres arrestadas, detenidas o internadas
“estarán custodiadas en lugares distintos de los destinados a los hombres y se hallarán bajo
la vigilancia inmediata de mujeres, salvo cuando hombres y mujeres de una misma familia
sean alojados en común (art. 5, párrafo 2, apartado a).
Cuando no sea posible destinar locales separados, habrá que prever, en todo caso,
dormitorios e instalaciones sanitarias separadas.
Conviene resaltar que la disposición antes citada protege tanto a las personas civiles
privadas de libertad como a las combatientes capturadas.
b.1.2.- La mujer y la pena de muerte.
En los conflictos armados no internacionales en el Protocolo adicional II se especifica en su
artículo 6, párrafo 4, que la pena de muerte no sólo “no se ejecutará en las mujeres
encintas” sino tampoco “en las madres de niños de corta edad”.
b.2 Protección de la mujer contra los efectos de las hostilidades.
En las normas relativas a los conflictos armados no internacionales, se encuentran, de
manera simplificada, los elementos esenciales que benefician a la mujer, como miembro de
la población civil, de ciertas restricciones que el derecho internacional humanitario impone
en la conducción de las hostilidades. En el artículo 13, P. II, se prevé que “no serán objeto
de ataque la población civil como tal ni las personas civiles.
b.3.- Trato debido a las combatientes y a las prisioneras de guerra.
b-3.1. Protección general.
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En caso de conflicto armado no internacional, los combatientes capturados no tienen
estatuto de prisioneros de guerra, pero se benefician de las garantías fundamentales del
artículo 3 común a los cuatro Convenios y descritas en el artículo 4, P.II.
b-3.2 Protección especial.
En el Protocolo II también se dispone que “las mujeres arrestadas, detenidas o internadas
estarán custodiadas en locales distintos de los destinados a los hombres y se hallarán bajo la
vigilancia inmediata de mujeres, excepto los casos de familias reunidas”(art. 5, párrafo 2,
inciso a). Conviene reiterar que las personas capturadas no tienen estatuto de prisioneras de
guerra.
B.- DERECHOS HUMANOS.
1.- Influencia del movimiento de los derechos humanos en la reafirmación y el
desarrollo del Derecho Internacional humanitario.
Desde la Segunda Guerra Mundial aparecen nexos entre el Derecho Internacional
Humanitario y los derechos humanos. En la Declaración Universal de 1948, se dejó
totalmente de lado la cuestión del respeto de los derechos humanos en los conflictos
armados. Paralelamente, en los Convenios de Ginebra de 1949, no se trataron los derechos
humanos. No obstante, de hecho, se estableció un vinculo entre esas dos ramas del derecho
internacional público. Por una parte se puede percibir en los Convenios de Ginebra de 1949
una tendencia a considerar sus disposiciones como normas que establecen no sólo
obligaciones para las Altas Partes contratantes, sino también como derechos individuales de
las personas protegidas; ejemplos:
a) Las personas protegidas no pueden renunciar a los derechos que en los Convenios les
conceden (art. 7, I,II y III C y 8, IV C).
b) En el artículo 3, común a los Cuatro Convenios, se impone a las Partes el respeto, en los
conflictos no internacionales, de normas de humanidad, reglamentando de este modo
las relaciones entre los Estados y sus propios súbditos, irrumpiendo de ese modo, en el
ámbito tradicional de los derechos humanos.
Por otra parte, en los convenios de los Derechos Humanos figuran disposiciones relativas a
su aplicación en tiempo de guerra:
a) En el artículo 15 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, de 1950, se prevé que,
en caso de guerra o de otro peligro público que amenace la vida de la nación, se pueden
derogar algunos derechos refrendados en el Convenio, excepto siete derechos
inalienables que son un núcleo irreductible (el derecho a la vida, a no ser torturado o
tomado como esclavo, a la libertad, a tener identidad, garantías judiciales y personales,
a la libertad de pensamiento, conciencia y religión y a no ser discriminado).
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b) Disposiciones análogas hay en el artículo 4 del Pacto de las Naciones Unidas sobre
Derechos Civiles y Políticos, y en el artículo 27 del Convenio Americano de Derechos
Humanos.
Después de dicha guerra se iniciaron conflictos de nuevo tipo en que se incrementaron las
víctimas dentro de la población civil, por lo que desde el año 1956, el Comité Internacional
de la Cruz Roja (CICR) había elaborado un proyecto de normas para limitar los peligros
que corría la misma en tiempo de guerra, pero no se tomó decisión alguna con relación a
dichas normas.
Ante estas circunstancias, según Gerald Draper, citado por Judith Gardam18, el derecho de
los conflictos armados “había llegado peligrosamente a un punto de casi estacionamiento
cuando se produjo el impacto del movimiento a favor de un régimen de derechos humanos
en pro de las víctimas civiles de los conflictos armados.
Este movimiento se suscita a partir de la segunda mitad de la década de 1960, cuando con
motivo de las guerras de liberación nacional en Africa, el conflicto del Medio Oriente y los
de Nigeria y Vietnam, surgen simultáneamente violaciones del derecho de la guerra, y de
los derechos humanos y se tiene conciencia de esta relación.
El movimiento para obtener avances en el Derecho Internacional Humanitario que culminó
con la aprobación de los Protocolos Adicionales de 1977 por parte de los Estados, debe
mucho a los progresos en el ámbito de los derechos humanos.
Los trabajos sobre derechos humanos en tiempo de paz emprendidos por la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas y la Asamblea General de las Naciones Unidas
comenzaron a extenderse a la preocupación por los derechos humanos en situaciones de
guerra, lo que reactivó la revisión del derecho de los conflictos armados. La Conferencia
Internacional de Derechos Humanos, celebrada en Teherán, en el año 1968, puede
considerarse como un momento decisivo a este respecto. La Asamblea General de la ONU
aprobó ese año, la Resolución 2444/XXIII, cuyas disposiciones comportan los principios
generales de protección válidos para todos los conflictos armados, que consisten:
1) En la prohibición de atacar a la población civil como tal, lo que no figuraba hasta
entonces en ningún documento internacional y
2) En la necesidad de no afectar, dentro de lo posible, en las operaciones militares, a la
población civil.
Desde entonces, la Asamblea General de la ONU ha aprobado anualmente una resolución
alentando los esfuerzos en esa dirección.
El resultado de esas iniciativas fue la aprobación de los dos Protocolos Adicionales de
1977, que tienen un “sabor inconfundible a derechos humanos”.
18
Revista Internacional de la Cruz Roja, sep. De 1998: “La mujer, los derechos humanos y el Derecho
Internacional Humanitario”por Judith Gardam, p 457.
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Para la elaboración de dichos Protocolos, el CICR preparó una documentación detallada,
que presentó como base para los debates en la Conferencia Diplomática de Ginebra sobre la
reafirmación y el desarrollo del derecho Internacional Humanitario, en forma de proyectos
de Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949. Sobre esa
base, se aprobaron el 8 de junio de 1977.
En los protocolos se fusionaron los respectivos principios del derecho de la Haya y del
derecho de Ginebra, y están centrados en la protección debida a las personas civiles,
especialmente de los efectos directos de las hostilidades, particularmente los bombardeos
indiscriminados. Por otra parte, ampliaron los criterios para la aplicación del Derecho
Internacional Humanitario a nuevos tipos de conflictos en que como ya hemos expresado,
la población se ha hecho más vulnerable.
En su conjunto, el enfoque con relación a la mujer permanece inalterado en las
disposiciones de los Protocolos. Lo fundamental continua siendo la protección de las
mujeres embarazadas y de las madres de lactantes y niños de corta edad y que en el
Artículo 76 del Protocolo se plasma la importante y amplia disposición expresamente
dedicada a la protección de las mujeres contra la violación, aunque no se considere esa
práctica como una infracción grave. En las disposiciones de los Protocolos no se recogen
otros problemas específicos que a las mujeres se plantean en situaciones de conflicto
armado.
2.- Mujeres y Derechos Humanos.
El cuerpo de derechos humanos vigente resulta un régimen aun insatisfactorio desde el
punto de vista de la protección de la mujer por presentar limitaciones derivadas del
inadecuado análisis de la experiencia de vida de las mujeres, sobre todo en los países
subdesarrollados.
No obstante resulta que en el contexto de los derechos humanos es donde se han alcanzado
mayores progresos con respecto al reconocimiento de las necesidades de las mujeres así
como en lo relativo a los esfuerzos por responder a esas necesidades.
La atención prestada a los derechos humanos de la mujer ha repercutido positivamente en
el Derecho Internacional Humanitario. La circunstancia de que la violencia contra las
mujeres y las estrategias para reprimirla hayan centrado la atención de la mayoría de los
organismos de derechos humanos encargados del tema ha inducido a realizar un examen de
la cuestión en el marco de los conflictos armados, ámbito en el que tienen lugar gran parte
de las violaciones contra las mujeres.
En la Declaración y el Programa de Acción de Viena (1993), aprobados por la Conferencia
de las Naciones Unidas de Derechos Humanos, se ratifica que “las violaciones de los
derechos humanos de la mujer en situaciones de conflicto armado constituyen violaciones
de los principios fundamentales de los derechos humanos y del Derecho Internacional
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Humanitario” y que todos los delitos de ese tipo requieren “una respuesta especialmente
eficaz”
En dicho programa también se destaca que “la igualdad de condición de la mujer y sus
derechos humanos” deben contemplarse en las principales actividades de todo el sistema
de Naciones Unidas y “asegurarse de que en las actividades de derechos humanos de las
Naciones Unidas se traten periódicamente las violaciones de los derechos humanos de la
mujer”.
La búsqueda de soluciones en cuanto al problema favoreció la aprobación de la Declaración
sobre la eliminación de la violencia contra la mujer por la Asamblea General en diciembre
de 1993. En ella se reconoce expresamente que las mujeres en situación de conflicto
armado “son particularmente vulnerables a las violaciones”.
Otro avance en relación con los derechos humanos y la mujer durante los conflictos
armados, fue el nombramiento de relatores especiales con mandatos relacionados con
ciertos aspectos de la experiencia de las mujeres en situaciones de conflicto armado. En
1994, la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas designó una relatora
especial sobre la violencia contra la mujer, con un mandato que incluía las situaciones de
conflicto armado.
En enero de 1998, la relatora especial presentó su informe19, en el que plantea que, a nivel
internacional, los Convenios de Ginebra “deben evaluarse y revisarse para incorporar
nuevas normas sobre la violencia contra la mujer en caso de conflicto armado”.
En 1995, la Subcomisión de las Naciones Unidas de Prevención de Discriminación y
Protección a las Minorías designó una relatora especial sobre la situación relativa a la
violación sistemática, la esclavitud sexual y las prácticas análogas a la esclavitud durante
los conflictos armados.
La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la mujer celebrada en Beijing, en
el año 1998, analizó la nefasta influencia que ocasiona la gravedad de las situaciones de
conflicto armado en la vida de las mujeres. La Declaración de Beijing recaba la
determinación de los Estados participantes a “garantizar el respeto del derecho
internacional, incluido el derecho humanitario, a fin de proteger a las mujeres y las niñas en
particular”.
La Plataforma de Acción de la Conferencia reconoció el tema de las mujeres y los
conflictos armados como uno de los 12 ámbitos decisivos de especial preocupación sobres
los cuales deben adoptar medidas estratégicas los Estados miembros, la comunidad
internacional y la sociedad civil. Un objetivo estratégico formulado por la Plataforma es
19
V.R. Coomaraswamy, Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, inclusión de sus
causas y consecuencias, UN Doc. E/CN, 4/1998/54.
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“incrementar la participación de la mujer en la solución de los conflictos a niveles de
adopción de decisiones y proteger a las mujeres que viven en situaciones de conflictos
armados o de otra índole o bajo ocupación extranjera.”
Es innegable que los esfuerzos para definir las dificultades especiales que enfrentan las
mujeres y demostrar que en el derecho no se reconocen esas dificultades son más evidentes
en el marco de los organismos de derechos humanos que en las organizaciones dedicadas a
los conflictos armados, pero es necesario que se apliquen los planes de acción, las
recomendaciones y las propuestas que generan, para que su valor sea real y duradero.
En este contexto se reconoce la eficaz labor al nivel de base del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados en relación con las mujeres refugiadas.
Todos estos esfuerzos se han centrado casi exclusivamente en la violencia sexual, aunque
es de destacar la labor del Consejo Económico y Social, en relación con las mujeres y las
niñas palestinas en los territorios ocupados.
3.- Repercusiones sobre el Derecho Internacional Humanitario de los avances de los
derechos humanos de la mujer.
La protección de las mujeres víctimas de los conflictos armados se ha concebido, hasta el
presente, incluidas en la categoría general de personas civiles o en la categoría aparte de
mujeres y niños y ha sido así, aunque las necesidades de esas diversas categorías de
víctimas no sean idénticas. La protección de las mujeres víctimas de los conflictos armados
siempre ha formado parte del cometido del CICR, que en los últimos tiempos, al decir de
muchos autores20, influenciado por el enfoque adoptado para la protección de las mujeres
en estas circunstancias merced al trabajo de las organizaciones de derechos humanos, en
este sentido, permite apreciar un cambio de orientación en su labor.
Desde su fundación, el CICR ha participado activamente en intentos de aliviar los horrores
de los conflictos en lo que respecta a las mujeres. Baste señalar, como ejemplo, los
esfuerzos llevados a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, para garantizar un trato justo
a las mujeres prisioneras de guerra. Después, en el período de postguerra21, el CICR
también realizó esfuerzos, aunque esporádicos, para garantizar a las mujeres un trato
humano en diversas situaciones de conflicto, disponiendo desde 1949, con la aprobación
del IV Convenio de Ginebra, relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo
de guerra, de bases jurídicas que le permiten actuar también a favor de esa categoría de
víctimas.
20
Revista Internacional de la Cruz Roja, septiembre de 1998: “La mujer, los derechos humanos y el Derecho
Internacional Humanitario”, por Judith Gardam, p 461.
21
Revista Internacional de la Cruz Roja, noviembre-diciembre de 1985: “La protección de la mujer en el
derecho internacional humanitario”, por Francoise Krill, páginas 369-371.
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Sin embargo, con relación a la violencia sexual, reconocida como la forma más común de
violencia de que son víctimas las mujeres en una situación de conflicto, no se oía nada, a
pesar de la espantosa realidad de esa práctica en todos los conflictos.
En 1993, como respuesta al descubrimiento de infracciones generalizadas contra el derecho
internacional humanitario en la ex -Yugoslavia, particularmente la violación y muchas otras
formas de violencia sexual contra las mujeres, el Consejo de Seguridad estableció el
Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia con el objeto de enjuiciar a las personas
responsables de tales actos. Uno de los problemas a resolver era el del lugar que tendría la
práctica de la violación en los estatutos de ese Tribunal. En 1992 el CICR refiriéndose a lo
que era una infracción grave contra el derecho, declaró: “las disposiciones sobre las
infracciones graves del artículo 147 del IV Convenio de Ginebra ...”el hecho de causar
deliberadamente grandes sufrimientos o de atentar gravemente contra la integridad física o
la salud “incluye claramente no sólo la violación, sino también cualquier otro atentado,
contra la dignidad de la mujer. Esto reforzó el argumento de la Comisión de Expertos
creada para examinar la cuestión del establecimiento del referido Tribunal Penal
Internacional que planteaba, que, “aunque la violación y otras formas de agresión sexual no
se denominaban específicamente infracciones graves en los Convenios y sus Protocolos,
son torturas o tratos inhumanos y actos que deliberadamente causan grandes sufrimientos o
atentar gravemente contra la integridad física y la salud” y son, en consecuencia,
sancionables como infracciones graves en virtud de los Convenios. Sin embargo, en los
estatutos del Tribunal Penal Internacional para la ex – Yugoslavia, la práctica de la
violación sólo es sancionable como crimen de lesa humanidad y, para que se la considere
como tal, debe estar dirigida contra la población civil en su conjunto, que tenga lugar sobre
una base individual no es suficiente.
El valor de precedente del referido Tribunal Penal Internacional está limitado por su origen
como medida del Consejo de Seguridad y por su alcance geográfico, pero el efecto
normativo de este tipo de medida tiene un alcance mucho más generalizado por lo que será
difícil sostener en lo adelante, que las prácticas de violación y las diversas formas de
violencia sexual contra las mujeres cometidas en situaciones de conflicto armado
internacional no son infracciones graves de las normas de los tratados. Es este un
importante avance del derecho internacional humanitario atribuible al cada vez mayor
reconocimiento de que los derechos humanos de la mujer requieren el procesamiento de los
delitos de violencia sexual cometidos durante los conflictos armados.
Por otra parte, a pesar de similares reservas, la criminalización de la violencia sexual contra
las mujeres en los conflictos armados internos en virtud de los estatutos del Tribunal Penal
Internacional para Rwanda es un importante progreso, también resultante de los esfuerzos
de militantes y especialistas de derechos humanos.
Toda consideración de la violencia contra la mujer abarca tanto los conflictos
internacionales como los conflictos internos sin distinción. Los estatutos del Tribunal Penal
Internacional para Rwanda reflejan este punto de vista al prever el castigo de la práctica de
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la violación como crimen de lesa humanidad y al poner esa práctica bajo la jurisdicción del
tribunal, ya que, junto con la prostitución forzosa y el atentado contra el pudor, se la
designa específicamente como crimen, de conformidad con el artículo 3 común a los cuatro
Convenios de Ginebra. Las violaciones del artículo 3 para los conflictos internos,
tradicionalmente no se han considerado como crímenes de guerra constitutivos.
Se reconoce desde hace tiempo que, para ser eficaz en el contexto de los derechos humanos
de la mujer, todo régimen de aplicación de las prohibiciones de violencia sexual en los
conflictos armados debe incluir reformas de procedimiento, aspecto sobre el cual ya se han
realizado algunos avances.
El CICR está reconociendo cada vez en mayor grado, que la situación de las mujeres en los
conflictos armados plantea para el derecho humanitario, problemas específicos: En 1993,
en la declaración Final de la Conferencia Internacional para la Protección de las Víctimas
de la Guerra se expresó gran alarma ante “el gran aumento de actos de violencia sexual
dirigidos particularmente contra las mujeres y los niños y se reafirmó que tales actos son
infracciones graves contra el derecho internacional humanitario. En 1995, la XXVI
Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja aprobó por consenso
una resolución en la que se aborda por separado la cuestión de la violencia sexual contra las
mujeres y se condenan estas prácticas, reafirmando que los actos de violación sexual
durante las acciones combativas, es un crimen de guerra y se destaca la importancia de la
aplicación de medidas pertinentes y la necesidad de formar adecuadamente a las personas
que actúan en esos procesos.
C.- DERECHO INTERNACIONAL DE LOS REFUGIADOS
El derecho de los refugiados se fundamenta, particularmente, en los siguientes documentos:
-
Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los refugiados (1951);
Protocolo sobre el estatuto de los refugiados (1967);
Convención de la Organización de la Unidad Africana (OUA) por la que se regulan los
aspectos específicos de problemas de los refugiados en Africa (1969);
Declaración de Cartagena sobre los refugiados (1984);
Resoluciones aprobadas, en particular, por la Asamblea General de las Naciones
Unidas.
Los refugiados, y entre ellos las mujeres, en situaciones de conflicto armado se benefician,
además, de la protección general y especial que les confiere el derecho internacional
humanitario.
El término “refugiado”, (artículo 1, Convención de 1951 sobre el Estatuto de los
Refugiados), “se aplicará a toda persona que debido a fundados temores de ser perseguida
por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u
opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y que no pueda o, a causa
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de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de
nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde
antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera
regresar a él.”
En la Convención de la OUA (1969) y en la Declaración de Cartagena (1984), se amplía la
definición para incluir a las personas que huyen a causa de los acontecimientos que
perturban gravemente el orden público, como los conflictos armados o los disturbios.
Existe otra categoría de persona forzada, como el refugiado, a huir de su hogar: el
desplazado.
Desplazada es aquella persona forzada a abandonar su hogar pero que contrariamente al
refugiado, no atraviesa las fronteras nacionales, por lo que existen dos categorías de
personas forzadas a huir de su hogar:
-
Los refugiados, que han salido de su patria para encontrar asilo en el extranjero;
Las personas desplazadas que permanecen en el interior de su país.
El término apátrida (artículo 1 Convención del 28 de septiembre de 1954, sobre el Estatuto
de los Apátridas), designará a toda persona que no sea considerada como nacional suyo por
ningún Estado, conforme a su legislación.
PROTECCION JURIDICA.
Aunque generalmente los refugiados y los desplazados son personas desarraigadas a causa
de la violencia desatada por la guerra y comparten la misma suerte, los instrumentos
jurídicos que los ampara son diferentes.
Los refugiados se benefician, en primer lugar, de la protección que les confieren el derecho
de los refugiados (documentos relacionados anteriormente), y el cometido del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
La labor del ACNUR incluye “proporcionar protección internacional y búsqueda de
soluciones permanentes al problema de los refugiados prestando ayuda a los gobiernos con
el fin de facilitar la repatriación voluntaria de dichos refugiados o bien su inserción en las
nuevas comunidades internacionales”.
Hoy en día el ACNUR otorga habitualmente protección y asistencia a grupos de refugiados
que huyen de un conjunto de persecuciones, conflictos y violaciones generalizadas de los
derechos humanos.
Cuando se creó el ACNUR, se consideraba que los aspectos materiales del socorro a los
refugiados eran responsabilidad del gobierno que les había otorgado el asilo. Debido a que
últimamente la mayoría de los grandes desplazamientos de refugiados que se registran en el
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mundo se han producido en los países menos desarrollados, el ACNUR ha asumido la
función adicional de coordinar la asistencia material a los refugiados, los repatriados y, en
determinados casos, a los desplazados, labor esta que ha pasado a ser una de sus principales
funciones, junto con la protección y la búsqueda de soluciones.
De conformidad con el Estatuto del ACNUR, el Alto Comisionado aplica las directivas de
política de la Asamblea General y del Consejo Económico y Social (ECOSOC) de las
Naciones Unidas. El Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado (EXCOM),
órgano compuesto en la actualidad por 53 gobiernos (Marzo 1997), supervisa los
presupuestos del ACNUR y asesora en materia de protección de los refugiados.
La protección de los refugiados sigue siendo la razón de ser del ACNUR.
Un elemento clave de las actividades de protección del ACNUR es la Convención sobre el
Estatuto de los Refugiados de 1951. La Convención es un tratado jurídicamente vinculante
y la piedra angular del derecho internacional en materia de refugiados. Al igual que el
Estatuto del ACNUR, define al refugiado según antes expusimos. Establece también el
principio de “no rechazo o no devolución, según el cual ninguna persona puede ser
repatriada contra su voluntad a un territorio donde pueda ser objeto de persecución.
Además, establece una normativa para el tratamiento de los refugiados, en la que se
incluyen aspectos como su condición jurídica, empleo y bienestar.
El ámbito de la Convención se limitó a quienes eran refugiados como consecuencia de
hechos acaecidos antes del 1ero de enero de 1951 y, además, los Estados firmantes tenían la
opción de limitar su aplicación geográfica a Europa.
Al ACNUR se le designó una competencia general para ocuparse de los problemas de los
refugiados allí donde pudieran surgir, con independencia de cuando o donde se hubieran
producido, siempre que los afectados tuvieran fundados temores de persecución.
En 1967 se adoptó un Protocolo por el que se suprimía el plazo límite, lo cual hizo de la
Convención un instrumento auténticamente universal.
En octubre de 1996, 132 Estados formaban ya parte de al menos uno de los dos
instrumentos, si no de ambos.
En 1969, se adoptó la Convención de la OUA reguladora de los aspectos específicos de los
problemas de los refugiados en Africa, por lo que se ampliaba la definición de refugiado a
aquellas personas que se viesen obligadas a abandonar su país, no sólo como consecuencia
de una persecución, sino “debido a una agresión externa, a la ocupación, a la dominación
extrajera o a aquellos acontecimientos que perturban gravemente el orden público, ya sea
en una parte o en todo el país de origen o nacionalidad”.
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En 1984, los países centroamericanos, junto con México y Panamá, aprobaron una
declaración basada en la definición de la OUA, a la que se agregó un nuevo criterio: “la
violación masiva de los derechos humanos”. A pesar de no ser vinculante, la Declaración
de Cartagena sobre los Refugiados se ha convertido en la base de la política regional sobre
esta cuestión y en varios países ha sido incorporada a la legislación nacional.
Con el fin de promover y salvaguardar los derechos de los refugiados, el ACNUR trata en
particular de:
-
-
-
-
-
-
-
Incitar a los gobiernos a que suscriban las convenciones y los acuerdos internacionales
y regionales relativos a los refugiados, repatriados o desplazados, y a que se cercioren
de la correcta aplicación de las normas establecidas;
Promover la concesión de asilo a los refugiados. Ofrecerles garantías de seguridad y
asegurarles que no se les obligará a volver a un país donde tengan fundados temores de
ser perseguidos o sufrir otros daños graves;
Garantizar que las solicitudes de asilo se examinen correctamente y mientras tanto
queden protegidos contra la devolución a un país donde su libertad o su vida puedan
estar amenazadas;
Garantizar que los refugiados reciban un trato conforme a las normas internacionales
reconocidas y gocen de una condición jurídica adecuada que abarque, de ser posible,
los mismos derechos económicos y sociales que los nacionales del país en donde se les
haya concedido asilo;
Ayudar a que los refugiados dejen de serlo, ya sea mediante la repatriación voluntaria a
su país de origen, o si ello no es factible, mediante la posibilidad de adquisición de la
nacionalidad del país de residencia;
Facilitar, en estrecha colaboración con los gobiernos interesados, la reintegración de los
refugiados que regresen a su país de origen y supervisar las amnistías, garantías o
condiciones de seguridad que han permitido el retorno;
Promover la seguridad física de los refugiados, solicitantes de asilo y repatriados,
particularmente en lo relativo a ataques militares y otros actos de violencia; y
Promover el reagrupamiento de las familias de refugiados.
Tradicionalmente el ACNUR persigue tres soluciones permanentes al problema de los
refugiados:
-
La repatriación voluntaria a su país de origen, que es la mejor solución para los
problemas actuales de desplazamientos forzosos;
El asentamiento local en el país de acogida; y
El reasentamiento en terceros países, única solución para los casos de refugiados que no
pueden regresar a su país de origen ni permanecer seguros en el país de asilo.
PROTECCION INTERNACIONAL DE LAS MUJERES REFUGIADAS.
En 1990 el Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado aprobó una Conclusión
por recomendación del Subcomité Plenario sobre la Protección Internacional de los
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Refugiados, que gravemente preocupado de las difundidas violaciones de los derechos de
las mujeres refugiadas y sus necesidades especificas:
a) Insta a los Estados y a las Organizaciones pertinentes de las Naciones Unidas, así como
a las Organizaciones no gubernamentales, cuando proceda, a asegurar que las
necesidades de recursos de las mujeres refugiadas se comprendan plenamente y se
integren, en la medida de lo posible, en sus actividades y programas y, con este objeto,
persigan los siguientes objetivos en la promoción de medidas para mejorar la protección
internacional de las mujeres refugiadas:
1- Promover vigorosamente la participación plena y activa de las mujeres refugiadas
en la planificación, ejecución y vigilancia de todos los sectores de los programas de
refugiados;
2- Aumentar la representación del personal femenino adecuadamente capacitado en
todos los niveles de las organizaciones y entidades que trabajan en los programas
de refugiados y asegurar el acceso directo de las mujeres a ese personal;
3- Proporcionar, cuando sea necesario, estrevistadoras mujeres capacitadas en los
procedimientos para determinar la condición de refugiado y asegurar el acceso
adecuado de las mujeres solicitantes de asilo a esos procedimientos, incluso cuando
están acompañadas por miembros masculinos de la familia;
4- Asegurar que todos los refugiados y el personal de las organizaciones y las
autoridades pertinentes tengan plena conciencia de los derechos, necesidades y
recursos apropiados de las mujeres y las apoyen y que tomen medidas especificas
apropiadas;
5- Integrar consideraciones especificas relativas a la protección de las mujeres
refugiadas en las actividades de asistencia desde el principio, incluida la
planificación de campamentos y asentamientos de refugiados, a fin de evitar,
descubrir y corregir los casos de abuso físico y sexual, así como otras cuestiones de
protección, lo antes posible;
6- Extender el asesoramiento profesional basado en el sexo de manera culturalmente
adecuada, así como otros servicios conexos, a las mujeres refugiadas que son
víctimas de abusos;
7- Identificar y procesar a las personas que han cometido delito contra las mujeres
refugiadas y proteger a las víctimas de esos crímenes contra la venganza;
8- Otorgar documentos individuales de identificación o registro a las mujeres
refugiadas;
9- Proporcionar a las mujeres y muchachas refugiadas acceso eficaz y equitativo a los
servicios básicos, incluidos el abastecimiento de alimentos, agua y artículos de
socorro, salud, sanidad, educación y formación profesional, y hacer accesibles a
ellas las oportunidades de obtener trabajo remunerado;
10- Disponer el consentimiento y la participación informadas y activas de las mujeres
refugiadas en las distintas decisiones acerca de soluciones duraderas para ellas;
11- Asegurar que los programas de asentamiento tengan disposiciones especiales para
las mujeres refugiadas que corren riesgos;
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b) Invita a la Oficina del ACNUR a que elabore con carácter de urgencia directrices
amplias sobre la protección de las mujeres refugiadas a fin de dar efecto a esta política
sobre las mismas que figura en el documento A/AC, 96/754.
En situación de conflicto armado internacional los refugiados también están protegidos por
el derecho internacional humanitario, cuando se encuentran en poder de la parte adversaria
o se vean afectados por las hostilidades en el país de acogida. En el IV Convenio de
Ginebra de 1949 y en el Protocolo Adicional I de 1977 se confiere una protección especial
a los refugiados, en particular a los que se encuentran en territorios ocupados. En el IV
Convenio se estipula el principio de no rechazo, base del derecho de los refugiados.
En el IV Convenio en sus artículos 35, 36, 38, 44 y 70 y en el artículo 73 del P.I, se
encuentran las disposiciones relativas a la protección de refugiados.
En un conflicto armado internacional, las personas desplazadas en el interior de su propio
país están protegidas en virtud de las normas del derecho internacional humanitario, que
confiere una amplia protección a la población civil (IV,C y P.I).
La finalidad de dichas normas es proteger a las personas civiles, fundamentalmente contra
los efectos de las hostilidades: está prohibido atacarlas, aterrorizarlas, utilizar contra ellas el
hambre como método de combate, así como destruir los bienes indispensables para su
supervivencia; y además protegerlas de los abusos de las autoridades de evacuación.
En un conflicto armado interno, las personas desplazadas están protegidas en virtud del
Artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra y del Protocolo II Adicional a los
mismos.
En el Derecho Internacional Humanitario se prohiben los desplazamientos forzados de la
población; son posibles únicamente si son indispensables para garantizar la seguridad de la
población, o por imperiosas razones militares.
La protección general que en el derecho humanitario se garantiza a la población civil
debería poder limitar los desplazamientos. Por desgracia esas normas han sido y continúan
siendo (Agresión de los Estados Unidos y la OTAN en Yugoslavia) frecuentemente
conculcadas y violadas en numerosos conflictos.
Loa apátridas, que además son refugiados, gozan de la misma protección que les confiere el
derecho de los refugiados, ya expuesto, y en los conflictos armados internacionales de la
que les brinda el derecho internacional humanitario.
Los que no son refugiados se benefician de la protección conferida por la Convención sobre
el Estatuto de los Apátridas del 28 de septiembre de 1954, y los conflictos armados
internacionales, de la que les brinda el derecho internacional humanitario.
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Como hemos expuesto, es el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
al que incumbe prestar protección y asistencia a los refugiados, de los que el CICR se
ocupa de manera subsidiaria, en particular cuando están protegidas por el derecho
internacional humanitario o cuando se requiere su presencia como intermediario
específicamente neutral e independiente, como en el caso de ataques contra campamentos
de refugiados.
Las personas desplazadas en el territorio del propio país, son de la incumbencia del CICR,
como víctimas de los conflictos armados o de disturbios internos. Como personas civiles,
esos desplazados se benefician de sus actividades de protección y de asistencia.
CONCLUSIONES
-
-
-
La mujer ha sido a través de la historia de la humanidad objeto de todo tipo de
discriminación con respecto al hombre. Las condiciones de vida de las mujeres en
cuanto a la educación, la salud, la alimentación, han sido y son con frecuencia, muy
inferiores a las de los hombres. Las mujeres son a menudo objeto de violencia en el
seno de su propia familia o sociedad o por parte del Estado. Cuando estalla la guerra,
se incrementa el clima de tensión, se deterioran las condiciones de vida y las mujeres se
vuelven especialmente vulnerables, sobre todo si están embarazadas o si tienen niños de
corta edad.
Incuestionablemente, en el derecho internacional humanitario se otorga a las mujeres
una amplia protección. Existen en él, unas 50 disposiciones relativas a la no
discriminación o a la protección espacial de las mujeres, y aunque, en la realidad, la
mujer no siempre está protegida como debería, esto no se debe a la falta de una base
jurídica. La comunidad internacional no logrará mejorar esta situación sólo aprobando
nuevas normas sin controlar y exigir que se respeten las que ya están en vigor. Aplicar
las disposiciones que protegen especialmente a la mujer, así como todas las demás
disposiciones del derecho internacional humanitario, es una responsabilidad colectiva
que incumbe a todos los Estados. En particular, los Estados Partes en los Convenios de
Ginebra y en los Protocolos adicionales de 1977, tienen la responsabilidad de respetar y
hacer respetar esas normas.
La inclusión de la práctica de la violación en la categoría de infracción grave del
derecho internacional humanitario y los progresos de este con respecto a la aplicación
de las disposiciones que protegen a la mujer contra la violencia sexual tiene su origen
en el conflicto de la ex –Yugoslavia y la práctica del Tribunal Penal Internacional para
la ex –Yugoslavia; en la influencia que la atención de que son objeto, desde hace varios
años lo derechos humanos de la mujer por parte de diferentes integrantes del sistema de
Naciones Unidas como son la Asamblea General, el Consejo Económico y Social, la
oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados y la Comisión
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en el trabajo que vienen desarrollando
numerosas organizaciones no gubernamentales lidereando movimientos a favor del
desarrollo de los derechos humanos de la mujer, así como en los avances logrados en
relación con la protección de la mujer en el marco de los derechos humanos.
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S.A. San José, Costa Rica. 1992.
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Nota: No se autoriza la reproducción total o parcial de los documentos publicados sin
previo consentimiento y autorización de la Institución.
La opinión expresada en este material es responsabilidad exclusiva del autor y no refleja
necesariamente los puntos de vista del Comité Internacional de la Cruz Roja y la Cruz
Roja Cubana.
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