Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 1 REFUNDAR LA ESCUELA Algunas ideas para redescubrir la educación escolar Gonzalo Gutiérrez1 Mendoza, Septiembre de 20032 Por los caminos del conocimiento Las ideas son vivas, tienen su habitat, sus costumbres, su organización (Morin 1991). Se propagan mediante memes (Blackmore 1998) y se organizan en paradigmas (Kuhn 1996). La Ilustración significó un cambio paradigmático que produjo un desplazamiento de foco desde el individuo hacia la sociedad; hoy, este paradigma se está revirtiendo, y volvemos al individuo, por el arte de las mismas ciencias que impulsó la Ilustración. Se hace cada vez más claro que si el siglo XX fue el de las ciencias físicas, el XXI será la época de las disciplinas de la conciencia, y esto sucederá con desmedro de las ciencias sociales, las que irán cediendo su campo a las ciencias de la complejidad (Gutiérrez 2003b). Las distintas ciencias, artes y tecnologías se ven hoy enfrentadas a situaciones que las obligan a replantear sus bases gnoseológicas, y todas, con diferente grado de avance, lo están haciendo; curiosamente, las ciencias sociales no son en esto de las más avanzadas. El conocimiento se muestra más y más con una amplitud y una profundidad de la que no alcanzan a dar cuenta las epistemologías que solían bastar hasta ahora. Nos hemos visto obligados a correr nuestros horizontes; o – mejor aún – nos estamos dando cuenta de que todo horizonte es siempre huidizo, que por definición señala un "más allá" de lo que tenemos a la vista. Y estamos aventurándonos por ese umbral para adentrarnos en un Mundo Nuevo: aquél que se muestra cada vez que vamos más allá de nuestros límites, de cualquier orden que éstos sean (Castaneda 1974). Conocimiento y vida se equivalen: somos y vivimos como conocemos. La vida de la vida y el conocer del conocer se entrelazan una y otra vez, generándonos y regenerándonos, haciéndonos y rehaciéndonos, expresándonos y volviéndonos a expresar, trascendiéndonos y llevándonos de regreso a nuestras inmanencias que serán nuevamente trascendidas. En esta tarea de vivir y conocer la sociedad humana se ha dotado de una instancia destinada a transmitir a las nuevas generaciones lo que hemos venido creando: la escuela. Desde muy antiguo. Todos somos sus hijos. Sin embargo, la crisis que hemos heredado de la ya muerta modernidad (Gutiérrez 1997), ha significado también una crisis en nuestra relación con la escuela: • En el plano mundial, los tres objetivos mínimos de escolarización, alfabetización e igualdad de sexos, no serán logrados al 2015 (UNESCO 2002). 1 Filósofo especialista en filosofía del conocimiento. Educador. Miembro del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (CIDE), en Santiago, Chile. Analista en la Red Latinoamericana de Documentación e Información en Educación (REDUC) 2 Ponencia preparada para el Primer Congreso Internacional: “Los significados de la educación en el siglo XXI”, organizado por la Subsecretaría de Educación Superior y Transformación Educativa de la Dirección General de Escuelas del Gobierno de Mendoza, los días 18, 19 y 20 de setiembre de 2003 Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 • www.reduc.cl 2 En lo latinoamericano, las múltiples reformas aplicadas no han logrado los cambios que se propusieron con respecto de los logros esperados en el aprendizaje escolar (PREAL 2001). Esta crisis de nuestra relación con la escuela es una crisis anunciada: Iván Illich la predijo hace más de treinta años desde su Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) en Cuernavaca, México (Illich 1971b, 1971a) Por los caminos de la educación. 1. Complejidad de los contextos La escuela – como todo órgano social - se encuentra inmersa en un contexto que llega más allá de lo local y lo nacional. Algunas de sus dimensiones: 1.1 El difícil camino hacia la ciudadanía terrestre. El fondo del proceso al que hemos venido llamando “globalización” no es otra cosa que un muy difícil avanzar hacia una pertenencia planetaria. Choques de civilizaciones que encienden las rivalidades más primarias que se sienten amenazadas; distintas visiones de las relaciones entre los hombres y sus dioses, sobre el individuo y la colectividad, sobre los roles mutuos de los sujetos y el estado. Todo esto nos lleva a vivir permanentemente en un estado de emergencia, movido por la amenaza y la represalia (Brunner 2001). 1.2 Expansión del grado de autonomía del individuo. La globalización se salta los entes intermedios: los estados y las políticas públicas ven reducidos sus espacios de acción, las instituciones aparecen menoscabadas y ya no proporcionan a las personas los necesarios nichos de vida. Esto es particularmente grave en el caso de las culturas latinas, en las que no tenemos la natural tendencia a la individualidad y la competencia que es propia del mundo anglosajón. Para nosotros, la propuesta de la globalización unifocal y unívoca es entrañablemente inaceptable (Pino 2002). 1.3 Mundo oposicional. Como consecuencia de lo anterior, se produce una situación de permanente confrontación, que marca los medios de comunicación de masas y se mete en las familias, las entidades sociales y las escuelas. 1.4 Juvenilización de la cultura. Lo cultural se ve cada vez más marcado por lo juvenil, y esta característica contextual debe ser recibida y vigorizada por la escuela; sin embargo, es un motivo más de desgaste de las relaciones entre docentes y discentes. 1.5 Fin de las certezas, entronización de lo virtual. La escuela ha de hacer frente al abandono de las concepciones deterministas de la historia humana, que aspiraban a predecir el futuro, basadas en un concepto objetivo de lo real. Sabemos hoy que las descripciones de la realidad, en cualquier campo, no pueden ser separadas del observador, por lo que su valor objetivo es puesto entre paréntesis. La realidad es virtual: las cosas son en la medida en que son para nosotros. 2. Complejidad de los aprendizajes Los cambios de contexto han venido determinando modificaciones sustanciales en los sentidos y contenidos de los aprendizajes escolares (Morin 1999). Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 3 2.1 La naturaleza del conocimiento. La escuela, cuya finalidad es desarrollar conocimientos en los alumnos, suele considerar al conocimiento como un dado, algo transmisible, mostrándose ajena a las formas diferenciadas de conocimiento que las personas suelen mostrar y no siendo suficientemente conciente de la naturaleza holística de todo acto de conocer. 2.2 La naturaleza de lo humano. La compleja naturaleza humana: física, biológica, síquica, cultural, social e histórica suele estar desintegrada en los múltiples aprendizajes escolares. 2.3 Un conocimiento pertinente. Resulta ser aquél que es capaz de tomar los conocimientos globales y fundamentales e inscribir allí las parcialidades. 2.4 La identidad terrena y trascendente de lo humano. Consecuencia de esa globalidad de los aprendizajes, lo humano adquiere nuevos carices de inmanencia y trascendencia. 2.5Afrontar las incertidumbres. Quienes enseñan habrán de ubicarse en la avanzada de las incertidumbres de nuestro tiempo. 2.6 Desarrollar la comprensión. Desde esta perspectiva de incertidumbres, la escuela habrá de ocuparse de hacer posible la comprensión mutua, que a la vez es el medio y el fin de la comunicación entre las personas. 2.7 Antropo-ética. En su concepción y en sus métodos, todos los aprendizajes habrán de abrirse a una ética basada en el carácter ternario de la condición humana, que se refiere a la vez al individuo, a la sociedad y a la especie. Recordemos al viejo y vilipendiado Protágoras: “Pánton hremáton métron ánthropos: tôn mén ‘ónton, ôs estí; tôn dè oûk ‘ónton, ôs oûk éstí”: “el hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, como es; de las que no son, como no es” (Diels y Kranz 1961) 3. Complejidad de las estructuras La multiplicidad de actores concurrentes en la escuela: familias, comunidades, docentes y discentes, directivos, supervisores, determina un ambiente estructural particularmente complejo que requiere un esquema de análisis capaz de dar cuenta de esa complejidad. Cuando se desea definir el entorno humano y social en que vive una persona, se suele hablar de “medio cultural” e incluso de “capital cultural”, términos que han tenido su origen en el campo de la sociología y que se refieren a una variada gama de matices, que van desde la cultura autóctona y su preservación hasta el necesario logro de competencias específicas por parte de los estudiantes. Se trata de descripciones insuficientes puesto que no tienen capacidad explicativa para los efectos que producen en nosotros y nuestras vidas las redes de relaciones sociales en que nos encontramos insertos. Tales redes no son meros datos o “medios” que nos rodean: condicionan nuestra ontogenia, nuestro ir haciéndonos a través de la complejidad de ser en un mundo, en universos de redes en las que influimos y somos influidos. Propongo, en su reemplazo, el término “campo cultural”, definiendo cultura como una red de conversaciones; la cultura cambia cuando cambian las conversaciones que la hacen y sostienen (Maturana 1990). Somos lo que somos en y por nuestro enraizamiento en un variado y variante campo cultural, expresión en la que empleo la Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 4 palabra “campo” extraponiéndola de su uso en las ciencias físicas o biológicas: “campo gravitacional”, “campo morfogenético”: el campo de fuerza es una estructura energética que condiciona y determina los eventos individuales que se producen en él (Einstein y Infeld 1939; Sheldrake 1991) Así, defino “campo cultural”, como el espacio de interacciones que concurren en la ontogenia de las personas que lo constituyen (Gutiérrez 2002). A diferencia de los términos “medio” o “capital” cultural, esta noción tiene poder explicativo de una relación de dependencias e interdependencias que, sin embargo, no son cerradas: los campos culturales pueden ser modificados mediante la modificación de las conversaciones que se producen dentro de ellos. El campo cultural determina el horizonte de eventos que una persona es capaz de percibir y distinguir; o – dicho de otra manera – determina qué distinciones es capaz de hacer una persona en el proceso de construcción de su realidad mediante el lenguaje. Nada de lo que sucede en un espacio educativo está fuera de la marca de las interacciones que configuran un específico campo cultural y su correspondiente horizonte de eventos; el irse haciendo de las personas que interactúan en ese espacio educativo está marcado por esas interacciones. Todas las acciones educativas, desde las grandes reformas hasta las menudas decisiones que se toman en una sala de clases, están referidas a los campos culturales en que se desenvuelven todos los implicados en esos procesos (Gutiérrez 2001). Los educadores somos productos de nuestros campos culturales, y la educación que tratamos de favorecer está condicionada por el ensamble de nuestros campos culturales con los de las demás personas que interactúan en una comunidad educativa. Solo a partir de esta constatación podremos ir intentando el logro de determinados objetivos y aprendizajes, los que, a su vez, para ser efectivos, deberán lograr modificaciones en los campos culturales de todos los implicados. 4. Retomar un concepto de la educación de lo humano en lo humano. Los últimos diez años hemos estado marcados por la orientación materialista iniciada por la CEPAL con la inexplicable compañía de la UNESCO en una propuesta de una educación orientada al “conocimiento como eje de la transformación productiva con equidad” (CEPAL/UNESCO 1992). Denuncié las falacias de esa propuesta en una reunión pública que suscitó la violenta reacción de algún administrador del pensamiento oficial. El tiempo me ha dado la razón: ya estamos empezando a darnos cuenta de que por ese lado no llegamos a ninguna parte (Gutiérrez 1997; PREAL 2001). La explicación es muy simple: esa orientación acentúa, en forma descontextualizada, la necesidad de una educación centrada en determinados aprendizajes considerados útiles para el progreso económico; de allí se deduce un sistema de evaluación que los mide y que – por lo tanto – determina comportamientos en la sala de clase y en los sistemas escolares nacionales y su evaluación. Se fomenta la competitividad, los logros individuales. Se supone y espera que todos pueden y deben lograr esos aprendizajes y hacerlo en forma destacada. Y que – como resultado – tendremos mujeres y hombres competitivos, paladines de la modernidad y la globalización de la economía. Se trata de una propuesta fundada en la ética protestante de la individualidad y la justificación por las obras, alejada del ethos mediterráneo en que se inscribe nuestra experiencia cristiana (Gutiérrez 2003a). Se alaba el logro de algunos países asiáticos que encabezan los resultados de la prueba TIMSS y se nos compara con esos estándares. Y en el camino olvidamos el tipo humano que tales programas y exigencias han logrado implantar: el ejecutivo “seveneleven” (como lo llaman en Japón), que llega a la oficina a las siete de la mañana y la deja a las once de la noche; que además juegan golf con los clientes los fines de semana, Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 5 mientras que sus hijos asisten a cursos adicionales por las tardes y en los días de fiesta. Es lo que L’Express ha llamado “encarnizamiento en el trabajo”3. Yo no quiero que mis hijos y nietos sean esclavos: ¿y tu? Te digo sinceramente: he visto más calidad de vida en los bushmen del desierto de Kalahari, que viven desnudos, comen hormigas, y saben trabajar con sus manos, cantar y bailar, que en esos estresados ejecutivos seven-eleven. ¿Qué ha quedado del antiguo ideal de una educación como actividad de ocio de la cual Cicerón nos dice que “haec studia adulescentiam alunt, senectutem oblectant, secundas res ornant, adversis refugium ac solatium proebent, peregrinantur nobiscum, rusticantur – estos estudios alimentan la adolescencia y alegran la vejez, adornan las cosas benignas y nos proporcionan refugio y solaz en las adversas, caminan con nosotros, nos acompañan al acampo”? (Cicero 63 AC) Sabemos que no existe aprendizaje si no es en la gozosa adecuación entre tarea y capacidad (Gutiérrez 2000b). Describo la educación como “el arte de la relación intencionada por el desarrollo personal” (Gutiérrez 2000a): • arte: la educación no está en el decir, sino que en el hacer • relación intencionada: las personas nos relacionamos con un fin; • desarrollo personal: ese fin es nuestro propio hacernos personas. La educación no es “para...” Tiene un fin en sí misma, en las personas mismas que se relacionan con la intención de ser más personas. Nuestra concepción de la educación y su práctica muestra hondas carencias que piden una refundación. Tal tarea se ubica antes del análisis de los objetivos que una determinada sociedad otorgue a sus sistemas de enseñanza, de una discusión sobre su materialización en el plan de estudios, o de un examen evaluativo de los resultados de la educación escolarizada. Debemos remontarnos hasta las perspectivas desde las cuales se fijan objetivos, planes de estudio o criterios de medición de éxitos o fracasos. Y si nos atenemos a lo que ha sido la educación en la región latinoamericana durante los últimos cincuenta años, podemos descubrir por lo menos dos enfoques de base, simplistas en sí mismos y simplificantes en las acciones que han originado: la teoría de la reproducción y la del capital humano, ambas presentes con diferentes intensidades desde los años sesenta. 5. Un proyecto de escuela En las perspectivas dichas, no cualquier escuela sirve para cualquier cosa. No existe la escuela como no existe un solo enfoque de lo humano. Se hace, pues, necesario un proyecto de escuela que tampoco puede ser único para todo un país, una zona o una localidad. Un proyecto de escuela debe ser de ésa escuela en particular. Y radica aquí la esencia del papel que ha de cumplir un director: • Tener un proyecto de escuela • Compartirlo con la comunidad escolar • Animar su implementación, su evaluación y su retroalimentación. En esto enfrentamos la una verdadera tarea de “refundar la escuela”, en la que los siguientes pasos me parecen necesarios: 5.1 Redecir las descripciones humanistas de la educación. El asunto de definir qué queremos decir cuando decimos “educación” debiera estar en el centro de esta reflexión. Desde mi punto de vista la acción de educar no puede ser otra que la de entregar al ser humano que crece la posibilidad de un desarrollo personal pleno. Ante ese objetivo, todos los demás son solo instrumentales: desde la 3 Sobre selección escolar, ver: “Réussite scolaire. Comment se fabriquent des élites”. En: L’Express, N° 2.618, pp. 54 a 57. Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 6 alfabetización hasta la especialización pueden ser o no ser conducentes a esa finalidad. Todavía hoy sigo pensando que la mejor ocupación del mundo es la de capataz de cerro: no necesito nada de lo que la escuela me da, solo un camino, mi caballo y un par de pilchas; eso me basta para ser feliz, para sentirme hombre en comunión con todos los hombres, mucho más que leyendo a Platón en griego. Entiendo que no todos dicen lo mismo (lo dicho es siempre dicho por alguien), pero lo pongo como ejemplo del sentido que puede tener un redecir las descripciones de una educación humanista en busca de sentidos educativos. ¿No estamos llenando de paja picada las vidas de las nuevas generaciones? ¿No los estamos condicionando con sentidos inducidos que los alejan cada vez más de un encuentro de su propio ser humano? Ludwig Wittgenstein: „Die Lösung des Problems des Lebens merk man am Verschwinden dieses Problems. (Ist nicht dies der Grund, warum Menschen, denen der Sinn des Lebens nach langen Zweifeln klar wurde, warum diese dann nicht sagen konnten, worin dieser Sinn bestand?)“ (Tractatus 6.521) (Wittgenstein 1989) “La solución del problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema. (¿No es ésta la razón por la que personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida, no pudieran decir, entonces, en qué consistía tal sentido?)” La recuperación del sentido humanista de la educación nos remite – en realidad – a una pluralidad de sentidos que podrán ser descubiertos, asignados, dichos, vueltos a decir, a través de la vida de la persona. La escuela habrá de ser tal que propicie esta pluralidad de descubrimientos en un panorama de humanidad abierta y proyectiva. En un escrito anterior he hecho una propuesta de descripciones al respecto (Gutiérrez 2003). 5.2 Redecir las descripciones sobre la escuela. Los organismos vivos son autopoiéticos, y la escuela es uno de los medios que la sociedad se da para reproducirse a sí misma (Bourdieu y Passeron 1970). Esta descripción que en los años en que fue lanzada causó una honda repercusión y motivó la crítica marxista a la escuela y se constituyó en uno de los caballos de batalla de las tendencias de cambio de esa época, sigue siendo válida ya que apunta al ser mismo de la sociedad como organismo vivo. Hemos inventado la escuela para transmitir a nuestros hijos el mos maiorum, nuestras descripciones con las que hacemos la realidad en la cual vivimos. Eso es y seguirá siendo así. Pero cabe preguntarnos si esa escuela es efectivamente hoy en día un agente reproductor de nuestro ser como sociedad; o – planteándolo desde otro ángulo – si las sociedades tan múltiples y complejas que construimos hoy pueden reflejarse en la institución escolar; o – de otra manera todavía – qué debe hacer la escuela para ser efectivamente un agente reproductor de los valores sociales. Tomemos lo de la reproducción en sentido positivo: ¿qué escuela debemos tener para que realmente entregue a nuestros hijos lo mejor de nuestras tradiciones sociales? Aquí la respuesta se topa con la enorme multiplicidad y complejidad de nuestras sociedades, y debe concentrarse en una descripción que podríamos llamar “nuclear”: cuál es “el” punto de lo social en que ha de situarse la escuela para cumplir genuinamente su papel reproductivo. Reducida a entregar algunos conocimientos y destrezas, criticada por su baja respuesta a las evaluaciones que se le imponen, desarticulada por carencia de líneas directrices generadoras de creatividad, la escuela se encuentra – hoy por hoy – en la encrucijada de no ser reproductora de nada como no sea de la debilidad social y la violencia que asoman por doquier (Haget y Saubaber 2003). Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 7 Un redecir nuestras descripciones sobre la escuela pasa por asignarle un papel de síntesis, de canalización, de catálisis de los múltiples elementos educativos presentes en la sociedad. Por una recuperación de su autoridad, esto es, de su calidad de autora, productora de descripciones de lo humano que sirvan a nuestros hijos para construir una realidad que valga la pena vivir en intensidad y pluralidad, más allá de los intereses limitados de una “educación para el desarrollo”. En el escrito mencionado más arriba he propuesto un programa para que esto sea posible, y me remito a él (Gutiérrez 2003). Esto pasa por redecir algunas descripciones que tocan a la estructura social en que se encuentra inserta la escuela, y es lo que propongo en los puntos que siguen. 5.3 Lo público y lo privado en educación. En una sociedad todo es a la vez público y privado. La sociedad está hecha por personas privadas que se dan normas de convivencia y espacios públicos y que ponen en acción – por consiguiente – medios para lograr que todas las personas privadas tengan acceso a los beneficios de esos espacios públicos. La educación es uno de esos espacios, ya sea que se entregue en instituciones dichas “públicas” porque dependen del estado o “privadas” porque dependen de privados. Pero tanto en uno como en el otro caso la educación es un espacio público que la sociedad se da a sí misma para auto reproducirse. Una “escuela pública” no podrá olvidar que las personas que participan en ella son personas privadas, con sus propios campos culturales (Gutiérrez 2002) que concurren en su ontogenia y por consiguiente en sus acciones; y una “escuela privada” tampoco podrá olvidar que la función que ejerce es pública, llamada a apoyar la autopoiesis social. Lo dicho se acentúa por la constatación del aumento de la debilidad de la institución pública y de las políticas públicas en un panorama en el que los gobiernos desaparecen para dar paso a las administraciones de lo posible. Tales administraciones están constreñidas a actuar en el corto plazo que se les concede, plazos que no se condicen con los largos períodos necesarios para que se den los cambios sociales y – por ende – los referidos a la educación. 5.4 Las diferencias personales y sociales en educación. Las sociedades están constituidas por individuos y grupos muy diversos relacionados entre sí por vínculos múltiples que determinan una compleja red de interacciones. Marcados por sus respectivos campos culturales, esos individuos y grupos son diferentes y poseedores de una vocación diferenciada: todos tenemos llamados y respuestas distintas hechas por las diferentes descripciones con las cuales vamos haciendo lo que llamamos “realidad”. El proceso educativo mal podría actuar como nivelador de esas diferencias, porque la esencia misma del individuo como ser personal y social aparecería amagada. El proceso educativo es y debe ser diferenciado y diferenciador, un estímulo para que cada quien desarrolle al máximo sus capacidades y oportunidades en un ambiente de respeto y cooperación. Y – cualquiera que sea el logro que un alumno obtenga – ese logro ha de ser aceptado y valorado, tanto en la escuela como fuera de ella. Dicho esto, a la escuela le corresponde – como ha sido su tarea desde siempre – poner todos los medios razonables a su alcance para que cada estudiante logre lo más de sí mismo en los objetivos que él mismo se propone y que su proceso de educación le ayuda a definir: desde hace 2.500 años la areté ha sido la base y el punto al que apunta de la paidéia (Gutiérrez 2000). Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 8 Todos diferentes y todos respetuosos y solidarios es la esencia de la convivencia social. Y tal esencia ha de reflejarse en la escuela. El programa escolar ha de ser tal que haga posible que todos los que se educan puedan llegar a realizar el máximo de sí mismos desde puntos de partida diferentes, con caminos y ritmos distintos. Pluralidad social y personal dentro de la escuela porque hay pluralidad en la sociedad y esta pluralidad ha de ser respetada y estimulada. Lo dicho supone – evidentemente – que no hay dos escuelas iguales porque sus personas y entornos son diferentes. Dos textos para cerrar (o abrir). “Pero no dejemos con una significación vaga lo que llamamos educación. Muchas veces, en forma de alabanza o de censura, decimos de ciertas gentes que tienen o que no tienen educación, siendo así que han recibido una muy buena para el tráfico, para el comercio marítimo y para otras profesiones semejantes. A lo que parece, al hablar así, no nos hemos fijado en esa educación propiamente dicha, que tiene por objeto formarnos en la virtud desde nuestra infancia, y que inspira al hombre el deseo ardiente de ser un completo ciudadano y de saber mandar u obedecer conforme a las reglas de la justicia. Ahora bien: ésa es la que intentamos definir, y que, a mi parecer, es la única que merece el nombre de educación. En cuanto a la que tiene por objeto la riqueza, la fuerza del cuerpo y del talento, cualquiera que él sea, pero en la que la sabiduría y la justicia no entran para nada, ésta es una educación baja y servil, o más bien una educación indigna de ese nombre. Pero no disputemos sobre el valor de las palabras con el vulgo. Tengamos como positivo lo que acabamos de sentar: que los que han sido bien educados se hacen por lo común hombres estimables: que por lo mismo no debe despreciarse jamás la educación, porque es para un hombre virtuoso la primera de las ventajas, y que si está desprovisto de ella es preciso hacer los mayores esfuerzos, durante toda su vida, para reparar esa desgracia, si es posible” ( Leyes, I) (Platón 1957). “La educación es la ‘fuerza del futuro’ porque es uno de los instrumentos de cambio más poderosos. Uno de los desafíos más difíciles que se le presentan será el de modificar nuestros modos de pensar para enfrentarnos a la creciente complejidad, a la rapidez de los cambios y lo imprevisible que caracterizan nuestro mundo. Hemos de repensar la manera de organizar el conocimiento. Para ello hemos de abatir las barreras tradicionales entre las disciplinas y concebir cómo relacionar lo que hasta ahora ha estado separado. Hemos de reformular nuestras políticas y programas educativos. Ello, orientándonos al largo plazo, hacia el mundo de las generaciones futuras ante las cuales tenemos una responsabilidad enorme” (Prefacio del Director General de la UNESCO a Los siete saberes necesarios para la educación del futuro) (Morin 1999) Revista Digital UMBRAL 2000 – No. 13 – Septiembre 2003 www.reduc.cl 9 BIBLIOGRAFÍA Blackmore, S. (1998). The meme machine. Bristol, Oxford University Press. Brunner, J. J. (2001). El difícil camino hacia la sociedad global. El Mercurio. Santiago: E1-E2. 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