Lo social es económico La responsabilidad social es percibida por gran parte de la opinión pública como esfuerzos ligeros que hacen las empresas en pro del bienestar comunitario, como para cumplir con sus compromisos, y en algunos casos, como cierta muestra de filantropía. Del otro lado del espejo, hay empresas que ven la responsabilidad social como un compromiso muchas veces ineludible, que hay que cumplir para no quedar mal. En esas compañías, los presupuestos para las relaciones comunitarias son de los primeros que se recortan cuando hay que hacer ajustes. Lo cierto es que los expertos coinciden en que ambas perspectivas están erradas. La responsabilidad social puede ser, en resumen, el establecimiento de una relación ganar-ganar, en la cual las comunidades reciben el beneficio de la evolución, y las empresas generan para sí resultados que incluso pueden ser cuantificados económicamente. Roberto Gutiérrez, profesor de la Universidad de Los Andes, en Bogotá, donde es director de Iniciativa en Emprendimientos Sociales, explicó en una entrevista a El Universal que cuando una comunidad tiene debilidades sociales manifiestas, eso genera costos operativos a las empresas, y pérdida de oportunidades de mercado, mientras que un entorno próspero es benéfico para todos los integrantes de esa escena. Por ejemplo, una empresa cuyo principal activo se encuentra en una zona azotada por la delincuencia y con un amplio deterioro de infraestructura, enfrenta altos costos de seguridad propia y para sus empleados, así como la desvalorización de sus activos. Si esta situación se remedia con el concurso comunitario, el beneficio de la reversión tendría un amplio radio de alcance. La responsabilidad social es, entonces, una herramienta muy útil para la resolución de problemas, y esto es más cierto cuando esos conflictos son (como muchas veces sucede) generados por la propia empresa, como es el caso de aquellas que involuntariamente generan distorsiones ambientales, como ruido y contaminación, entre otros. De altura Gutiérrez vino a Venezuela con ocasión de la reunión internacional "Iniciativa Empresarial Social", organizada recientemente en Caracas por el Instituto de Estudios Superiores en Administración. En la cita, compartió el programa con otro experto en la materia, James Austin, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, y con varios líderes locales del entorno empresarial. En el diálogo, Gutiérrez agregó que otros valores cuantificables económicamente para las empresas que ejercen responsabilidad social efectiva, es la generación de mercados y consumidores a futuro. Esto es, involucrarse con una determinada cantidad de personas, y generar lealtad a de marca. Si los individuos no son en ese momento consumidores (son niños, por ejemplo) pues muy posiblemente lo serán cuando tengan la posibilidad y los recursos. A la vez, ayudando a la prosperidad económica de los grupos, la empresa está creando consumidores con poder adquisitivo para hacerlos objeto de su mercadeo. Claro, una acción efectiva supone el respeto de ciertos valores, la ruptura de varios paradigmas, y la superación de barreras. Entre los principales obstáculos se encuentran las diferencias culturales que hay entre una organización empresarial y una comunidad que es vista desde el otro lado del cristal de la vidriera. Entre los valores más importantes está el respeto a los verdaderos intereses y derechos de los involucrados, así como la necesidad de establecer vínculos comunicacionales constantes y efectivos. Motivaciones James Austin, por su parte, sostiene que la responsabilidad social tiene múltiples motivaciones, pero que todas ellas se pasean entre el utilitarismo y el altruismo, dos extremos que pueden convivir en perfecta armonía, y que validan la tesis de que el beneficio mutuo y verdadero es perfectamente factible. El listado de los incentivos utilitarios es vasto. Entre los contados en el aspecto interno, se tiene que se genera una motivación a los empleados, se promueven ventajas para el reclutamiento y se genera conocimiento del mercado. Puertas afuera, la empresa puede obtener la buena voluntad del consumidor y los inversores, así como de los gobiernos, y generar de esta manera ventajas competitivas. Simultáneamente, se estaría creando capital social y modelos de cambio. Esto crea un círculo virtuoso que derivará en un retorno mixto positivo de la inversión. En los últimos dos años, la Escuela de Negocios de Harvard y varias otras latinoamericanas han conformado la red de trabajo SEKN (Social Enterprise Knowledge Network) cuya misión es estudiar las iniciativas sociales que son partes integrales del negocio, y difundirlas, pues es con el ejemplo y la publicación que se puede lograr una emulación efectiva.