La construcción social de laadolescencia a través de la

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La construcción social de la
adolescencia a través de la cultura
Academia Mexicana de Pediatría
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
Academia Mexicana de Pediatría
La construcción social de la
adolescencia a través de la cultura
Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
(Compilador)
Ciudad de México, 2015.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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Academia Mexicana de Pediatría, A.C.
Mesa Directiva
2014-2015
Presidente/Director de Boletín y Web
M. en C. Julio César Ballesteros del Olmo
Presidente Honorario Vitalicio
Dr. Lázaro Benavides Vázquez
Vicepresidente/Director de Comités
Dr. Arturo Perea Martínez
Secretario General/Coordinador de Comités
Dr. Raúl Villegas Silva
Secretaria Adjunta
Dra. Dina Villanueva García
Tesorero/Coordinador Web
Dr. José Fernando Huerta Romano
Editor del Boletín
Dr. José Osvel Hinojosa Pérez
Coordinador Editorial
Dr. Manuel Gómez Gómez
Dr. Luis Velásquez Jones
Coordinador Cruzadas Quirúrgicas
Dr. Jorge Alamillo Landín
Dr. José Antonio Ramírez Velasco
Coordinador Académico
Dr. Javier Mancilla Ramírez
Coordinador de Investigación
Dr. Miguel Ángel Villasis Keever
Coordinadora CEMESATEL
Dra. Dina Villanueva García
Coordinador Capítulo Noroeste
Dr. José Guillermo López Cervantes
Coordinador Capítulo Noreste
Dr. Víctor Javier Lara Díaz
Coordinador Capítulo Occidente
Dr. José de Jesús Pérez Molina
Coordinador Capítulo Centro
Dr. Armando Quero Hernández
Coordinador Capítulo Sureste
Dr. Sergio Romero Tapia
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
Advertencia: el conocimiento de las ciencias clínicas está en constante cambio.
Cuando hay nueva información disponible es necesario efectuar cambios en el
tratamiento y uso de medicamentos. Se ha tenido cuidado en revisar que las dosis
de los medicamentos recomendados y los esquemas de tratamiento sean los
aceptados comúnmente al tiempo de la publicación. Se recomienda al lector revisar
cuidadosamente el material incluido en las cajas de los medicamentos antes de su
administración. Esto es especialmente importante en el caso de medicamentos nuevos
o en aquéllos de uso poco frecuente.
La construcción social de la
adolescencia a través de la cultura.
© Academia Mexicana de Pediatría, A.C.,
Órgano asesor de la Secretaría de Salud,
Montecito # 38, Oficina 3, Colonia Nápoles,
Deleg. Benito Juárez, CP 03810,
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parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema alguno o transmitida por otro medio -electrónico, mecánico,
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previo por escrito de los autores.
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Tel: 8589-8527 al 32
E-mail: [email protected]
Impreso en México / Printed in México
Noviembre de 2015
Portada: Códice Borgia. Xochiquétzal y Xochipilli. Almas gemelas que representaban
a los niños, a la juventud, a las flores, al amor, al erotismo y a la alegría, entre muchos
simbolismos más.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
(Compilador y colaborador)
• Doctor en Medicina, Pediatra, Endocrinólogo.
• Ex Médico investigador de tiempo completo del Sistema Nacional
de Investigadores nivel 2, Hospital Infantil de México “Federico
Gómez”.
• Fundador y Ex Jefe del Departamento de Medicina de Adolescentes,
Hospital Infantil de México “Federico Gómez”.
• Miembro titular de la Academia Mexicana de Pediatría.
• Miembro de la Sociedad Mexicana de Pediatría.
• Investigador Asociado del Instituto Mexicano de Estudios Sociales,
A.C. (IMES).
• Asesor temporal de la Organización Panamericana de la
Salud (OPS/OMS) y de la UNICEF en Programas de Salud y
Adolescencia.
• Profesor Titular y Coordinador de los Diplomados de Salud de la
Adolescencia, Sociedad Mexicana de Pediatría.
• Ex miembro del Comité de Adolescencia de la Internacional
Paediatric Association.
• Secretario Adjunto del Comité de Adolescencia de la Asociación
Latinoamericana de Pediatría (ALAPE).
• Miembro Fundador de la Asociación Latinoamericana de Obstetricia
y Ginecología de la Infancia y la Adolescencia (ALOGIA).
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
Coautores:
Brand-Barajas, Juan Pablo
Psicoanalista, investigador en la Universidad Intercontinental.
• Juventud, identidad y rock n’roll.
Castells, Paulino
Doctor en Medicina, Pediatra, Psiquiatra. Director del Centro Médico Psicológico
del Niño y de la Familia, Barcelona, España.
• Una nueva forma de vivir la vida: salir de noche y dormir de día.
Chávez-Gutiérrez, María Antonia
Doctora en Sociología. Profesor investigador del Departamento de Desarrollo Social
de la Universidad de Guadalajara, México. Miembro de la Red Jalisciense de
Investigadores sobre la Juventud. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Miembro de la Asociación Jalisciense de Ciencias.
• Globalización, impacto social en la educación y el empleo de los y las
jóvenes.
Dulanto Gutiérrez, Enrique
Doctor en Medicina, Pediatra, Endocrinólogo. Miembro Titular de la Academia
Mexicana de Pediatría; Profesor titular del Curso de Medicina del Adolescente,
Sociedad Mexicana de Pediatría; Fundador y Ex Jefe del Departamento de Medicina
del Adolescente, Hospital Infantil de México “Federico Gómez”. Asesor temporal
en Medicina del Adolescente, OPS-OMS.
• La cultura y su participación en la construcción de la adolescencia y
juventud.
Feixa-Pampols, Carles
Profesor de antropología e historia de la juventud en la Universidad de Lérida,
Cataluña, España.
• Púberes, efebos, mozos y muchachos. “La juventud como construcción
cultural”.
• “Tribus urbanas” y “Chavos banda” las culturas juveniles en Cataluña y
México.
Fernández-Ramírez, María Estela
Socióloga, Investigadora Titular de Tiempo Completo. Ex Directora del Instituto
Mexicano de Estudios Sociales (IMES), México. Profesora de sociología, Facultad
de Psicología, Universidad Intercontinental, México.
• La realidad juvenil actual en México vista desde la demografía.
• Aspectos sociales de los jóvenes en conflicto con la ley (jóvenes captados
por instituciones para menores infractores).
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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Melgoza-Magaña, María Eugenia
Doctora en Psicología, psicoterapeuta, profesora de la Universidad Intercontinental,
miembro de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo; coordinadora
del libro Adolescencia. Espejo de la sociedad actual. Ed. Lumen, México 2002.
• Caminando con adolescentes- una mirada retrospectiva.
Mendoza-Carrera, Enrique
Doctor en Filosofía; psicoanalista, Ex Director de bioética de la provincia mexicana
y América Central de la orden hospitalaria de San Juan de Dios; Presidente del
Comité Provincial de Bioética, Ex Coordinador de comités hospitalarios en la Clínica
Psiquiátrica San Rafael; Ex Director del Departamento de Prácticas Profesionales
de la Facultad de Psicología, Área de la Salud.
• La problemática cultural de los jóvenes: Una búsqueda de la resignificación
teórica y social del ámbito juvenil.
Salazar-Rojas, Diego
Doctor en Antropología Médica. Maestro en Salud Pública. Licenciado en Educación
para la Salud. Profesor de la Escuela de Salud Pública Universidad de Chile.
Consultor y Evaluador en Antropología Médica, Proyecto de Salud Integral del
Adolescente, Área Oriente Santiago de Chile. Asesor OPS/OMS.
• Padres e hijos gobernantes y gobernados, jóvenes y adultos: relaciones
intergeneracionales en occidente del siglo XXI.
• Jóvenes. Liberación y transgresión: conservadores de la resistencia.
Serrano-Sánchez, Jesús Antonio
Ex Coordinador de Vinculación de Investigación del Área de Postgrado, Investigación
y Educación Continua en la Universidad Intercontinental.
• Ninis: Oportunidad y no problema.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
Prólogo
La adolescencia es un periodo vital del individuo que se sitúa entre la pubertad y la
edad adulta, y cuyo rango de duración varía según las diferentes fuentes, aunque
generalmente se enmarca su inicio alrededor de los 10 años, y su finalización a
los 20 años. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es
el periodo comprendido entre los 10 y 19 años y está integrada dentro del periodo
de la juventud –entre los 10 y los 24 años–. La pubertad o adolescencia inicial es
la primera fase, comienza normalmente a los 10 años en las niñas y a los 11 en
los niños y llega hasta los 15 años. La adolescencia media y tardía se extiende
hasta los 19 años. A la adolescencia le sigue la juventud plena, de los 20 a los 24
años. Algunos autores consideran que la adolescencia abarca hasta los 21 años
e incluso varios estudios recientes han extendido a la adolescencia hasta los 25
años de edad.
La OMS considera que la población mundial actual es de 7,500 millones de
personas y estima que una de cada cuatro personas es un adolescente (para un
total de 1,875 millones de adolescentes), 85% de los cuales viven en países pobres
o de ingresos medios, y alrededor de 1.7 millones de ellos mueren cada año.
Desde hace décadas, el adolescente es visto erróneamente como un ser
problemático, irreverente, irrespetuoso, idealista, inconstante, incomprendido,
inconsciente, indolente, inestable, irascible, indestructible y muchos términos más,
algunos más insultantes que constructivos y por lo cual es más cosificado como
raro, anormal, fuera de lugar, por sus familiares e incluso por los propios médicos.
Durante décadas y hasta hoy, ha habido un gran abismo en el conocimiento del
adolescente en la escuela pediátrica mexicana, en la que la adolescencia, como se
marca líneas arriba, es un constructo y un término biológico con inicio y fin. Cuando
se trata de valorarlo por su conducta en casa o en la escuela o sociedad, y más
aún cuando está enfermo, el adolescente se convierte en tierra de nadie: después
de los 15 años (en algunas instituciones se contemplan ya edades mayores) deja
de ser adolescente para convertirse, por definición institucional, en un adulto. Pero
como no es un adulto-niño, el médico de adultos es incapaz de valorarlo; y como
es un niño grandote después de los 15 años, el médico de niños ya no lo verá más
por definición institucional en detrimento de su bienestar en salud y enfermedad.
La adolescencia es principalmente una época de cambios. Es la etapa que marca
el proceso de transformación del niño en adulto, es un periodo de transición que
tiene características peculiares. Se llama adolescencia, porque sus protagonistas
son jóvenes que aún no son adultos pero que ya no son niños. Es una etapa de
descubrimiento de la propia identidad (identidad psicológica, identidad sexual), así
como de la autonomía individual.
Ése es nuestro interés, que todos los personajes que giran alrededor de la vida
de los adolescentes lo sepan.
Por fortuna para los adolescentes, hay tres escuelas muy bien definidas
desde hace años que tienen el objetivo de capacitar para entender y la otra de
estudiar, para comprender y capacitar, que al final del día se encaminan a que el
adolescente sea entendido desde el punto de vista bio-psico-social como un ser
humano integral, en desarrollo, un ser potencialmente productivo y transformador
si lo sabemos encausar, un ser que necesita una identidad propia, un lugar y un
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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espacio familiar, escolar y social adquirido con el ejemplo, y guía de sus padres
o tutores y que busca ansioso y a gritos manifiestos con su conducta “anormal”.
Estas escuelas, y tengo que decirlo porque yo no estoy peleado con las formas
de expresar el conocimiento, estoy a favor de difundirlo, representadas por la Dra.
Enriqueta Sumano y el Dr. Enrique Dulanto, autor de este libro, y la del Instituto
Nacional de Pediatría, han generado ya una corriente de médicos pediatras y
personal para la salud, interesados en el conocimiento del adolescente; sólo
mencionaré algunos académicos que hoy ya se destacan en el estudio profundo
y el conocimiento del adolescente en sus diferentes facetas: La Dra. Elva Vázquez
Pizaña, la Dra. Guillermina Mejía Soto, la Dra. Eréndira Sequeiros Loranca, la Dra.
Corina García Piña, el Dr. Francisco Fernández Paredes, el Dr. Héctor Villanueva
Clift, El Dr. Arturo Perea Martínez, el Dr. Jorge Trejo Hernández, el Dr. Xavier
Novales Castro, Rocío Cárdenas Navarrete, Juana Serret Montoya, María del
Carmen Laurel Morillón, Alicia Gorab Martínez y, por supuesto, el Dr. Arturo Loredo
Abdalá todos en el D.F. y en otro frente en el interior de la República el Dr. Roberto
Martínez y Martínez (QEPD), la Dra. Gabriela Bastarrachea y muchos más que
escapan ahora a mi memoria y que hoy son una realidad que incide sobre la salud
del adolescente al fomentar la capacitación de los tomadores de decisiones. Llama
también la atención en tiempos recientes la formación de servicios de medicina del
adolescente, pero integrados al servicio de psiquiatría en hospitales pediátricos,
de perinatología y psiquiátricos a excepción de la Clínica del Adolescente del INP,
siempre con la intención de abordar las patologías de referencia.
Esperamos que pronto la medicina preventiva sea la pauta para la capacitación
moderna en medicina del adolescente.
Sabiendo que los adolescentes en el mundo y en México serán un verdadero
problema de salud pública por lo antes referido, en los años venideros, en este grupo
etario con una gran variedad de realidades socio-económicas y socio-culturales en
las que viven, mismas que determinan de manera significativa sus posibilidades
de desarrollo y su proyección hacia el futuro, el gran desafío es garantizar la
satisfacción de sus necesidades y demandas; pero la realidad mexicana con 60%
de la población viviendo en la pobreza, las expectativas y posibilidades reales a las
cuales se enfrentan para el pleno desarrollo de sus capacidades y potencialidades
particulares, se ven muy limitadas.
Hoy existen retos de todos los países para impulsar con más fuerza
investigaciones sobre las diversas problemáticas que atañen a adolescentes y
jóvenes, como son: el acceso a la educación por parte de todo adolescente, sin
importar su condición económica y su condición de género; la fuerza de trabajo en
potencia y los problemas futuros como la mala calidad del empleo y el desempleo,
las adicciones y sus consecuencias para la salud futura; los mitos y tabúes sobre
su salud sexual y reproductiva y sus consecuencias en la morbilidad y mortalidad
de éstos, y el enorme problema de la violencia, entre otros.
Para el año 2050, la población mundial habrá aumentado 50%, es decir, el
número de personas será de aproximadamente 9,300 millones. Para este tiempo
85% de la población se concentrará en los países más pobres. La variación más
importante ha sido y será en el porcentaje que representan los niños y los adultos
en el total de la población. Algunas explicaciones de esto se encuentran en el
descenso de la fecundidad y en el número de hijos por mujer y, por otro lado, en
el incremento de la esperanza de vida.
La población de adolescentes se concentra en ciudades medianas y grandes,
encontrando que 57% de ellos se localiza en ocho entidades de la República
Mexicana con áreas urbanas más densas. En otro enfoque, 50% de jóvenes se
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
encuentra en siete de las 32 entidades federativas del país. La juventud en México
es predominantemente urbana (localidades > 2,500 habitantes) en donde se ubica
61% del total, proporción más alta que la de la población total.
El reto social que implica este panorama demográfico es el de garantizar la
satisfacción de las necesidades básicas de esta población, y crear las condiciones
suficientes para el desarrollo de sus capacidades y planes de vida para el futuro.
Entendiendo el factor de riesgo como una característica o circunstancia cuya
presencia aumenta la posibilidad de que se produzca un daño o resultados no
deseados, las y los adolescentes por diversas circunstancias ambientales, familiares
e individuales, frecuentemente desarrollan conductas que participan como factores
de riesgo.
Las conductas de riesgo, que a su vez pueden constituir daños más comunes
son: adicciones (tabaquismo, alcoholismo y drogadicción), exposición a ambientes
peligrosos y violentos que asociados potencializan la probabilidad de que las y los
adolescentes sufran accidentes, suicidios y homicidios, entre otros. Otras conductas
de riesgo importantes son las relaciones sexuales sin protección, que pueden llevar
a infecciones de transmisión sexual como el VIH/SIDA, y a embarazos no planeados.
También la mala alimentación, que predispone a desnutrición u obesidad.
Vale la pena comentar que, si bien el potencial de desarrollo de los jóvenes
es inmenso, éste se ve influenciado por muy diversos factores; y estamos ciertos
que, en la medida que éstos sean favorables, serán un crisol para que los jóvenes
encuentren los mejores caminos para su desarrollo integral. También estamos
ciertos que en el mundo de hoy, sobre todo en el joven que vive en la pobreza y en
comunidades aisladas, o en las dos, o incluso en el de buen nivel económico pero
sin orientación y guía paterna, se ofrece, en los segundos, libertinaje y explotación
de satisfactores vanales y en los primeros, inequidad, pobreza, desnutrición o
sobrepeso y obesidad, falta de educación, muy pocas oportunidades de empleo, y
en consecuencia, si los hay, sueldos ínfimos, y en todos, exposición a los factores
enunciados arriba además de violencia en cualquiera de sus expresiones y al
mercado ilegal de estupefacientes, factores que lo empujan a tomar decisiones
fáciles que comprometen su salud y su vida con tal de ganar unos pesos y subsistir
fácilmente, aumentando las posibilidades de tener una muerte prematura. Un triste
panorama para el futuro de México.
Esta realidad cierta pero que ofrece un futuro incierto a nuestros jóvenes, nos
ha estimulado a favorecer la divulgación de este documento que ofrece un cúmulo
de experiencia e información a los lectores de todo tipo, estudiantes, adolescentes,
padres de familia, maestros de escuela, médicos y toda persona interesada en el
bienestar del adolescente. Ofrecerlo libremente y sin costo en la web, ayudará a
que cientos y miles de lectores tengan esta valiosa información que les ayudará a
comprender el qué y por qué del adolescente en México y el mundo.
Nuestra academia tiene un compromiso con el niño y ese compromiso es mejorar
la instrucción y capacitación del personal dedicado a cuidar la salud infantil, difundir
el conocimiento y que éste llegue a los estudiantes en formación en escuelas y
facultades de medicina y áreas de la salud, a todo el personal que busca la felicidad
de nuestros jóvenes, que viva con bienestar en salud y enfermedad. Lo único que no
pretendemos es lucrar con el conocimiento de los académicos y de los profesores
que trabajan en beneficio del niño, por esta razón, la distribución electrónica de
este libro será absolutamente gratuita.
Para finalizar, apuntaré que en el tiempo que tengo de conocer al Dr. Enrique
Dulanto, tal vez 15 años, de interactuar con él desde la Sociedad Mexicana
de Pediatría en donde llevó por 20 años un curso muy exitoso de Medicina
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
11
del Adolescente, siempre presto a colaborar en las conferencias a donde se le
invitaba, con disposición, entrega, pasión y por supuesto erudición y sabiduría que
cautivaba y que incrementa con la edad. Hoy, el Dr. Dulanto tiene lo que muchos
quisieran tener, ese espíritu incansable por adentrarse en las comunidades para
seguir aprendiendo del adolescente y para el adolescente, ese talento que tiene
para conocer a las personas y no sólo eso, sino también descubrir los potenciales
escondidos en esos muchachos que apenas saben hablar, pero que manifiestan
sus necesidades y ganas de ser de mil maneras, y apoyarlos hasta hacer de
ellos hombres de bien, profesionales talentosos, productivos para su sociedad. El
maestro Enrique Dulanto sabe amalgamar con sabiduría su experiencia, talento,
conocimiento, cultura, con un espíritu indomable de adolescente, para darnos
elementos valiosos como lo es este libro que él ha cedido a la Academia para su
difusión electrónica… a sabiendas de que no habrá regalías económicas.
Es un orgullo para mí, como Presidente de la Academia Mexicana de Pediatría,
presentar este material que reúne el esfuerzo de connotados especialistas en el
campo de los adolescentes, coordinados muy atinadamente por el Dr. Enrique
Dulanto Gutiérrez, fundador, entre otras cosas, del Servicio de Adolescentes del
Hospital Infantil de México Federico Gómez.
¿Qué más podemos pedir? El tiempo nos dará la respuesta.
M en C Julio Cesar Ballesteros del Olmo
Presidente de la
Academia Mexicana de Pediatría
México, D.F., Noviembre del 2015.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
Contenido
Página
Colaboradores ............................................................................................... 7
Prólogo .......................................................................................................... 9
Julio César Ballesteros del Olmo
Contenido ..................................................................................................... 13
Dedicatoria especial ..................................................................................... 15
Agradecimientos .......................................................................................... 16
¿Qué les queda a los jóvenes? .................................................................... 17
Presentación ................................................................................................ 18
Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 1. La realidad juvenil actual en México vista desde
la demografía................................................................................................ 21
María Estela Fernández Ramírez
Capítulo 2. La cultura y su participación en la construcción de la
adolescencia y juventud ............................................................................... 40
Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 3. Púberes, efebos, mozos y muchachos.
“La juventud como construcción cultural” ..................................................... 68
Carles Feixa Pampols
Capítulo 4. La problemática cultural de los jóvenes: una búsqueda
de la resignificación teórica y social del ámbito juvenil ................................ 99
Enrique Mendoza Carrera
Capítulo 5. “Tribus urbanas” y “Chavos banda” las culturas juveniles
en Cataluña y México ................................................................................. 145
Carles Feixa Pampols
Capítulo 6. Padres e hijos gobernantes y gobernados,
jóvenes y adultos: relaciones intergeneracionales en Occidente
del siglo XXI ............................................................................................... 159
Diego Salazar Rojas
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
13
Página
Capítulo 7. Jóvenes. Liberación y transgresión:
conservadores de la resistencia ................................................................ 168
Diego Salazar Rojas
Capítulo 8. Juventud, identidad y rock n’roll ............................................. 182
Juan Pablo Brand Barajas
Capítulo 9. Una nueva forma de vivir la vida:
salir de noche y dormir de día .................................................................... 189
Paulino Castells
Capítulo 10. Globalización, impacto social en la educación
y el empleo de los y las jóvenes ............................................................... 203
María Antonia Chávez Gutiérrez
Capítulo 11. NINIS: oportunidad y no problema ....................................... 217
Jesús Antonio Serrano Sánchez
Capítulo 12. Aspectos sociales de los jóvenes en conflicto con la ley
(jóvenes captados por instituciones para menores infractores) ................ 223
María Estela Fernández Ramírez
Capítulo 13. Caminando con adolescentes una
mirada retrospectiva .................................................................................. 236
María Eugenia Melgoza Magaña
Índice de materias .................................................................................... 249
14
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
Dedicatoria especial
El doctor Enrique Dulanto dedica el presente libro al doctor y profesor de pediatría
Don Lázaro Benavides Vázquez, que recién en marzo del 2015 cumplió 101 años
de vida, profunda y generosa como persona y como profesor de pediatría, siempre
bondadoso con sus alumnos y compañeros del campo académico, compartiendo
sus dones y capacidades como ser humano, como profesionista y como un siempre
creativo y gran docente. En particular mi agradecimiento y afecto porque siempre
hemos contado con su apoyo, consejo y cálida relación humana en torno a nuestra
preparación como pediatras y particularmente por que fue él quien les solicitó en
el año de 1967 a los doctores Luis Rangel Rivera, Enrique Dulanto Gutiérrez,
Alfredo Espinoza Moret y Luis Peñaloza fundar el Departamento de Medicina
de Adolescentes en el Hospital Infantil de México Federico Gómez.
También dedicamos el presente volumen a la memoria de los profesores de
pediatría, maestros y grandes amigos Julio Manuel Torroella, la doctora Amapola
Adell Gras y el doctor José Domingo Gamboa Marrufo, grandes médicos,
pediatras reconocidos, entrañables amigos, dama y caballeros de gran integridad
para las Instituciones Científicas, Académicas y Universidades a las que sirvieron.
Profesores de pediatría quienes siempre desde las sociedades científicas que
presidieron apoyaron a todos en su labor, y en particular a mí en la difusión sobre
la atención a la salud del adolescente.
A la Academia Mexicana de Pediatría como homenaje a los 64 años de su
fundación y a la Sociedad Mexicana de Pediatría en ocasión de cumplir 86 años.
Ambas instituciones merecen reconocimiento por su fecunda labor en la tarea de
difundir el conocimiento de la pediatría en nuestro país y velar por los intereses en
la salud de niños y adolescentes mexicanos.
Igualmente nuestro reconocimiento al Instituto Mexicano de Estudios Sociales
y a su fundador Luis Leñero Otero, por la labor de construcción del conocimiento
sobre la realidad social de México a lo largo de más de medio siglo de trabajo en
investigación, enseñanza, producción de textos y material referente para la acción
e implementación de programas de desarrollo social en familia, adolescencia y
juventud, salud reproductiva y género.
A todos los adolescentes de nuestro país y de los hermanos países de Argentina,
Colombia, Chile y Ecuador, escolarizados o no, que en nuestro trabajo como
investigadores,
profesores o consejeros nos han permitido conocerlos tal como son y el mundo
que habitan, la sociedad en la que conviven y se forman y a la cual aportan con
su diario trabajo en la construcción de nuestros países. Algunos de ellos con un
espíritu muy lastimado, pero todos con una conciencia de fines muy clara, realista
y una voluntad férrea miran al frente en sus labores como campesinos y en los
oficios en los que pueden trabajar y colaborar en la sociedad urbana.
Júrica, Querétaro, 2015.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
15
Agradecimientos
El doctor Enrique Dulanto Gutiérrez agradece a todos los colaboradores y
colaboradoras de este libro por la gran calidad de sus presentaciones siempre
generosas, genuinas y sinceras, expresadas de una manera libre y sencilla.
En especial al doctor Enrique Mendoza Carrera y a la maestra María Estela
Fernández Ramírez por la lectura de los textos y las sugerencias, diálogo y
discusión de los mismos.
Mucho agradezco también la amistad, el interés y el entusiasmo puesto en la
publicación de esta obra al Médico Sergio Trejo Carapia, por las muchas horas de
trabajo dedicadas en el procesador de textos para transcripción y compaginación del
presente libro. Igualmente agradezco al Ingeniero Raúl Trejo Carapia su generosa
y valiosa ayuda para leer y releer las galeras del texto definitivo de este libro.
Júrica, Querétaro, 2015.
La Academia Mexicana de Pediatria agradece al Académico Manuel Gómez Gómez
por su colaboración en la edición inicial de este volumen.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
¿Qué les queda a los jóvenes?
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo graffiti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén,
no dejar que les maten el amor,
recuperar el habla y la utopía,
ser jóvenes sin prisa y con memoria,
situarse en una historia que es la suya,
no convertirse en viejos prematuros.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar, abrir los ojos,
descubrir las raíces del horror,
inventar paz así sea a ponchazos,
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte,
esa loca de atar y desatar.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con Dios,
tanto si existe como si no existe,
tender manos que ayudan abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno,
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.
Mario Benedetti
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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Presentación
El hombre sólo tiene como única posibilidad seguir construyendo cultura.
Sigmund Freud
Nos interesa en esta obra recalcar la importancia que el escenario cultural ha tenido
en la historia de la humanidad y tiene, aun más que nunca ahora en la construcción
social de la adolescencia y juventud. Para ello presentamos una serie de escritos,
fruto de la investigación social y antropológica que describen a grandes rasgos
cuáles son las peculiaridades que han caracterizado a estas etapas de la vida en
los diferentes contextos culturales en diversas épocas de la historia social humana,
por una parte, y por otra, el comportamiento social de los adolescentes y jóvenes
de hoy, los denominados postmodernos.
Los textos que se presentan llevan el propósito de que quien los lea tenga un mejor
conocimiento a través de estos documentos de los factores condicionantes que
cada sociedad a través de la familia, el sistema escolar y la época social histórica,
marcan el desarrollo de la conducta social de los jóvenes como “generación”.
El análisis se presenta desde diferentes ópticas y en ellas se relata cómo los
jóvenes construyen socialmente su adolescencia y a través de contarnos cómo
viven, se desarrollan, renuevan la cultura heredada, le dan un sentido valórico a
su vida y las expresiones culturales con las que se manifiestan dentro del sistema
socioeconómico en que viven.
Enrique Dulanto Gutiérrez
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
“La ciencia no es una acumulación de verdades, sino una acumulación
de propuestas sensatas hechas con el rigor de un método.”
Alfredo López Austin*
“La adolescencia representa un trastorno emocional interno y una
lucha entre el eterno anhelo humano de aferrarse al pasado y el
deseo, igualmente poderoso, de entrar en el futuro.”
Louis Kaplan**
* Arqueología Mexicana. Ed. Especial no. 60 enero de 2015.
** Louise Kaplan. El adiós a la infancia. México. Ed. Paidós-Biblioteca de
Psicología, 1986.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulante Gutiérrez
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Capítulo 1.
La realidad juvenil actual en México
vista desde la demografía.
María Estela Fernández Ramírez
0. Introducción
Al realizar el análisis demográfico de la población joven nos enfrentamos a un primer problema, la definición de la etapa del ciclo vital del individuo durante la cual se considera joven.
No podemos negar que existen diversas definiciones, sin embargo desde el punto de vista
demográfico es importante atenerse a la disponibilidad de los datos, situación que de entrada
limita el análisis.
Para el desarrollo de este trabajo encontramos datos referidos a la juventud que comprenden diferentes grupos etarios. Por un lado, tanto los documentos del Consejo Nacional
de Población (CONAPO) como el texto de Julieta Quilondrán (2004) basan su análisis en
el grupo que comprende de los 15 a 24 años. Por otro lado, las Encuestas Nacionales de
Juventud (ENJ) realizadas en 2005 y 2010 por el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ)
hacen referencia a la población entre 12 y 29 años de edad. En cambio en los datos censales del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) encontramos
grupos etarios que abarcan cada cinco años. Es por ello que las referencias encontradas
en el texto no siempre corresponden al mismo grupo de edad. Hemos tratado de diferenciar
la etapa adolescente de 10 a 19 años y la etapa juvenil de 20 a 25 años, en algunos casos
hasta los 29 años.
En el concepto de juventud se entrecruzan en su límite inferior, los tiempos de transición
entre la niñez y la adolescencia, y en el superior los de la adolescencia y de la edad adulta
(Quilondrán, 2004). Sin embargo, tanto las definiciones de los dos extremos, como las de los
intervalos constituyen elaboraciones de orden cultural alrededor de hechos biológicamente
determinados. Lo que no nos cabe duda es que es en esta etapa en la cual el individuo adquiere determinadas habilidades que le permiten acceder y sobrevivir en el medio social al cual
pertenece. También es en esta etapa en donde se toman decisiones trascendentales para su
vida futura, como por ejemplo el ingreso al mundo laboral, la continuación de los estudios, la
decisión de formar una familia, entre muchas otras. Los demógrafos hablan del ingreso a las
principales transiciones vitales, que marcan, en gran medida, el éxito o fracaso de su existencia.
Al mismo tiempo que el adolescente o el joven construye su identidad, debe tomar decisiones
que comprometen su futuro.
En las siguientes páginas se realiza una breve presentación de algunos indicadores demográficos que se consideran importantes para comprender el proceso vital de los y las jóvenes y sus
proyecciones hacia el futuro inmediato. Es importante observar que las cifras ofrecen diversas y
complicadas realidades en referencia con los adolescentes y jóvenes, de tal manera que para su
análisis es imprescindible tomar en cuenta la caracterización tipológica que permita comprender
sus procesos de vida, según lugar de origen, edad, sexo, nivel socioeconómico, escolaridad, tipo
de familia, entre muchos otros.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
21
1. La dinámica demográfica
Grupos de edad
El estudio de la dinámica demográfica permite conocer los cambios en la estructura de la población en un determinado momento histórico, así como sus posibles tendencias hacia el futuro.
Es por ello que influye de manera importante en la atención que se presta, en cada época, a los
diversos temas de población, muchos de ellos retomados como políticas públicas.
85 y más
80-84
75-79
70-74
65-69
60-64
55-59
50-54
45-49
40-44
35-39
30-34
25-29
20-24
15-19
10-14
5-9
0-4
0.3
0.3
0.5
54,855,231
0.8
1.0
1.3
1.7
2.2
2.5
3.0
3.6
3.6
3.8
4.3
5.0
5.0
5.1
4.8
0.4
0.4
0.6
57,481,307
0.9
1.1
1.5
1.8
2.4
2.8
3.3
3.9
4.0
4.1
4.6
5.0
4.9
4.9
4.7
0.6
0.7
1.1
1.7
2.1
2.8
3.5
4.5
5.3
6.2
7.4
7.5
7.8
8.8
9.8
9.7
9.8
9.4
Porcentaje
Fuente: Censo de Población y Vivienda 2010, INEGI.
Figura 1.1 Pirámide de la población mexicana en el año 2010. Población total de 112,336,538 habitantes.
Tres procesos que se dieron a nivel mundial en el siglo XX han afectado la dinámica demográfica en México, y en muchos otros países, de manera importante:
• La caída de la mortalidad, de manera ininterrumpida desde los años 30.
• El aumento de la esperanza de vida.
• El descenso de la fecundidad a partir de los años 60.
Estos sucesos a su vez dieron lugar a procesos de cambio en la composición de la población,
entre los que podemos mencionar:
1) Incremento considerable de la población (en números absolutos), sobre todo a partir de la
segunda mitad del siglo XX. El acelerado ritmo del incremento de la población, impulsado en
gran medida por el descenso de la mortalidad, trajo como consecuencia que quienes nacían
sobrevivieran más tiempo que en el pasado.
2) En 1950 México contaba con cerca de 26 millones de personas, de las cuales casi ocho millones eran adolescentes y jóvenes entre 10-24 años, representando 22% de la población total.
3) Para el año 2010 el país contaba con un poco más de 112 millones de personas, de las
cuales 32 millones eran adolescentes y jóvenes de entre 10 y 24 años (28% de la población
total) y 41 millones entre 10 y 29 años (36% de la población total).
22
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
45
40
Milllones
38
37.8
35
38
40.6
34.3
30
25
20
15
18.7
10
5
0
197019901995200020052010
10 a 14
15 a 19
20 a 24
25 a 29
10 a 29
Fuente: INEGI.
Figura 1.2 Población mexicana de 10 a 29 años de edad (1970-2010).
La presencia de lo que se ha llamado “inercia demográfica”, aunque la fecundidad baja,
la natalidad aumenta ya que está ligada al tamaño de la población en edad reproductiva
(Quilondrán, 2004). El rápido crecimiento demográfico del pasado propició una distribución
por edades marcadamente joven, es decir, con una elevada proporción de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Los efectos de la reducción de la fecundidad se manifiestan después
de muchos años.
45
40
Milllones
35
38.9
42.2
41.5
38.9
30
36.9
36.2
25
20
15
10
5
0
197019901995200020052010
10 a 14
15 a 19
20 a 24
25 a 29
10 a 29
Fuente: INEGI.
Figura 1.3 Porcentaje que representa la población mexicana de 10 a 29 años de edad respecto a la
población total de 1970 a 2010.
En los últimos 40 años el crecimiento natural de la población disminuyó de 3.2 a 1.1% anual
frenando así el proceso que se venía dando desde los años 30 del siglo pasado.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
23
El crecimiento de la población joven (de 15 a 24 años) es más dinámico que los grupos de
menor edad, ya que todavía se ve influido por la elevada fecundidad del pasado.
Más recientemente, la población mexicana transita hacia una estructura “más entrada en
años”, proceso que en las próximas décadas se acelerará considerablemente (CONAPO, 2012).
La edad mediana de la población mexicana en 1950 era de 19 años, en las décadas siguientes
se mantuvo por debajo de los 20 años hasta 1995 que los rebasó (21 años); en los comienzos
del siglo XXI subió a 22 años y para 2010 a 26 años.
La edad media pasará de 29 años para 2010 a 31 en 2030 hasta alcanzar 38 años en el 2050.
La población de 15 a 64 años incrementará su importancia en los próximos años.
La población de menos de 15 años disminuirá de 34 millones de personas en 2010 a 33
millones en 2020 y a 29 millones en 2050.
El grupo de adultos mayores (65 años y más) aumentará su tamaño de 7 millones en 2010
a 10 millones en 2020 y 23 millones en 2050.
En la actualidad el número de personas que conforman el grupo de edad de 10 a 29 años
asciende a 41 millones: 22 millones de adolescentes entre 10 y 19 años y 10 millones de jóvenes
de 20 a 24 años y 9 de 25 a 29 años. Su peso relativo se puede observar en el siguiente cuadro.
Cuadro 1.1 Distribución de la población de 10 a 29 años según grupo de edad.
Grupo de
edad/años
10 a 14
15 a 19
20 a 24
25 a 29
% Respecto
población total
9.7
9.8
8.8
7.8
% Acumulado
% Respecto
población
de 10-29 años
% Respecto
población
de 10-24 años
9.7
19.6
28.4
36.2
26.9
27.1
24.3
21.6
34.3
34.6
31.1
Fuente: INEGI, Censo de Población 2010.
La relevancia de las y los jóvenes, de 10 a 29 años, dentro del contexto nacional destaca
debido a varios factores, entre los que podemos señalar los siguientes:
Su importancia numérica, como ya se ha visto este grupo etario representa más de la tercera
parte de la población total.
A los jóvenes que han sobrevivido hasta los 15-19 años les quedan por vivir 60 años o
más en promedio (72 para los hombres y 80 para las mujeres). Veinte años más de vida en
promedio que sus abuelos, cuando éstos eran adolescentes en los años 30. (Quilondrán,
2004)
El crecimiento importante que ha tenido esta población en los últimos años se prolongará
durante los próximos 5 a 10 años. Es un grupo etario con una gran variedad de realidades
socioeconómicas y socioculturales en las que viven, mismas que determinan de manera
significativa sus posibilidades de desarrollo y su proyección hacia el futuro. El gran desafío
que significa garantizar la satisfacción de sus necesidades y demandas. Las expectativas y
posibilidades reales a las cuales se enfrentan para el pleno desarrollo de sus capacidades y
potencialidades particulares.
En los próximos años alguna de las perspectivas, debido a la dinámica demográfica
actual en cuanto al impacto de la presencia de la población juvenil será, por un lado, la
estabilización durante algunas décadas del sector juvenil, y por el otro, el envejecimiento
poblacional. Cada una de ellas con una serie de implicaciones para la convivencia familiar
y comunitaria.
24
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Estabilización del sector juvenil continúo hasta 2030, representando el grupo de entre 12 y
29 años aproximadamente 35% de la población total. (CONAPO, 2012) Entre las implicaciones
de este proceso podemos mencionar las siguientes:
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
Aumento de la población en edad laboral.
Aumento de la población en edad escolar de educación media, media superior y superior.
Aumento de la población en edad reproductiva.
Disminución de población dependiente de menores de 15 años.
Decrecimiento de la población juvenil hasta alcanzar en 2030 13.2% (15 a 24 años).
(CONAPO, 2012)
Envejecimiento poblacional. (CONAPO, 2012)
En 2005 había 25 adultos mayores por cada 100 menores de 15 años.
Para 2030 se calcula que habrá igual cantidad de adultos mayores que de niños.
En 2005 por cada 100 personas en edad de producir había 25 adultos mayores.
Para 2050 se estima que por cada 100 personas en edad de producir habrá 50 adultos
mayores.
Hacia el año 2010, por cada persona en edad no productiva hay dos en edad activa, y se
espera que esa favorable relación llegue a su punto de inflexión hacia la segunda década del
presente siglo.
En 2050, por cada persona en edad productiva habrá 0.6 que estará en edad no laboral, un
aumento en la relación de dependencia derivado del envejecimiento demográfico en el que
poco más de la mitad de la población dependiente estará conformada por adultos mayores.
2. Distribución de la población joven en el territorio nacional
La distribución de los jóvenes en el territorio nacional es resultado de la acción conjunta
de las dinámicas de crecimiento natural y de la movilidad espacial de la población en las
diferentes regiones y entidades del país. Estas dinámicas están vinculadas, de manera
estrecha, con los procesos de desarrollo socioeconómico que tienen lugar en cada región.
No podemos olvidar que estos procesos se han presentado de forma muy diversa dando
lugar a grados de modernización distintos, y por ende a situaciones socioeconómicas
contrastantes.
De manera similar al conjunto total de la población mexicana los adolescentes y jóvenes se
distribuyen en el territorio nacional. Para el año 2010 la concentración de jóvenes en algunos
estados y zonas era significativa, como podemos observar a continuación.
• Son ocho las entidades federativas en donde se concentra más de la mitad (53%) de la población entre 12 y 29 años.
• Casi 45% de los jóvenes se concentra en seis de las 32 entidades federativas que conforman
el país: Estado de México (13.7%), Distrito Federal (7.4%), Veracruz (6.6%), Jalisco (6.7%),
Puebla (5.2%), Guanajuato (5.0%).
• La población de 15 a 29 años se concentra en 11 entidades (63%): Estado de México, Distrito
Federal, Veracruz, Jalisco, Puebla, Guanajuato, Michoacán, Nuevo León, Chiapas, Oaxaca y
Guerrero.
• En 13 entidades más de 80% de los jóvenes entre 15 y 24 años vive en zonas urbanas:
Distrito Federal (99.7%), Nuevo León (93.1%), Baja California (91.4%), Coahuila (89.8%),
Estado de México (86.7%), Morelos (86.6%), Colima (85.4%), Tamaulipas (85.1%), Quintana
Roo (84.2%), Sonora (82.8%), Jalisco (82.1%), Tlaxcala (81.3%) y Yucatán (80.5%).
• En contraste hay entidades federativas en donde hasta 50% de su población joven vive en localidades menores de 2,500 habitantes: Oaxaca (52.3%), Chiapas (52.2%), Hidalgo (50.8%),
Tabasco (48.4%), Zacatecas (43.6%), Veracruz (40.5%) y Guerrero (40.2%).
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
25
• La población de 15 a 24 años se concentra en las áreas urbanas en mayor proporción que la
población total (74%).
Se encuentra entonces que la población adolescente y joven se concentra en mayor medida en
urbes del país medianas y grandes. 57% de ellos se localizan en ocho entidades de la República
Mexicana con áreas urbanas más densas. Una de las explicaciones del por qué las expresiones
juveniles han sido mayores en las ciudades que en el campo tiene que ver con el hecho de que
cuatro de cada cinco jóvenes residan en zonas urbanas.
Cuadro 1.2 Distribución de la población de 12 a 29 años y de la población total según
tamaño de localidad y sexo (%).
Tamaño de localidad en número de habitantes
Población
15 a 29 años
Hombres
Mujeres
Población total
Hombres
Mujeres
Menos de 2,500 De 2,500 a 14,999
23
23
23
23
24
23
15
14
15
14
14
14
De 15,000 a
19,999
De 20,000 a
99,999
15
15
15
15
15
15
48
48
47
48
48
48
Fuente: Censo de Población y Vivienda, 2010, INEGI.
3. Mujeres y hombres jóvenes
De acuerdo con los datos censales proporcionados por el INEGI a nivel población total existe en
México una ligera proporción mayor de mujeres (51.2%) que de hombres (48.8%), dando como
resultado que por cada 100 mujeres hay 95.93 hombres (índice de masculinidad).
La edad mediana para la República Mexicana, registrada en 2010 por el INEGI, era de
26 años, 25 para hombres y 26 para mujeres. Diferencia que resulta lógica si tomamos en
consideración que la esperanza de vida entre las mujeres (77.9 años) era mayor que entre
los hombres (75.4 años). Importante resulta resaltar en el cuadro siguiente las diferencias
existentes entre los diversos estados, tanto en la edad mediana total y por sexo, así como en
el índice de masculinidad.
Cuadro 1.3 Edad mediana e índice de masculinidad por entidad federativa según sexo.
Población total México, 2010.
Edad mediana
Estado
Estados Unidos
Mexicanos
Aguascalientes
Baja California
Baja California Sur
Campeche
26
Índice de masculinidad
Total
Hombres
Mujeres
26
25
26
95.43
24
26
26
25
23
26
26
25
25
26
26
26
94.79
101.80
104.44
98.31
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Continúa cuadro 1.3 Edad mediana e índice de masculinidad por entidad federativa según
sexo. Población total México, 2010.
Edad mediana
Estado
Coahuila
Colima
Chiapas
Chihuahua
Distrito Federal
Durango
Guanajuato
Guerrero
Hidalgo
Jalisco
México
Michoacán
Morelos
Nayarit
Nuevo León
Oaxaca
Puebla
Querétaro
Quintana Roo
San Luis Potosí
Sinaloa
Sonora
Tabasco
Tamaulipas
Tlaxcala
Veracruz
Yucatán
Zacatecas
Índice de masculinidad
Total
Hombres
Mujeres
26
26
22
26
31
24
24
23
25
25
26
25
26
26
27
24
24
25
25
25
26
26
25
27
25
27
26
25
25
26
21
25
29
24
23
22
24
25
25
24
25
25
27
23
23
24
25
24
26
26
24
26
23
25
26
24
27
27
22
26
32
25
25
24
26
26
27
25
28
26
28
25
25
25
25
25
27
27
25
27
25
28
27
25
98.56
98.48
96.28
98.75
91.69
96.97
92.71
94.40
93.15
96.02
95.09
93.47
93.46
99.45
99.44
91.73
92.02
94.31
103.20
95.11
98.90
101.27
96.74
97.81
93.65
93.62
97.09
95.17
Fuente: Censo General de Población y Vivienda 2010, INEGI.
Con respecto a la población de jóvenes entre 15 y 24 años, para el año 2010 se reportaron
95.4 hombres por cada 100 mujeres, proporción muy similar a la encontrada a nivel nacional.
Sin embargo, según estado y grupo específico de edad se presentan algunas diferencias por
tomar en cuenta. (INEGI, 2010)
• Existe un relativo equilibrio por sexo en nueve entidades federativas (Campeche, Coahuila,
Chihuahua, Estado de México, Sonora, Durango, Quintana Roo, Veracruz y Yucatán), donde
hay entre 101 y 103 hombres jóvenes por cada 100 mujeres jóvenes en los cinco primeros
estados y entre 98 y casi 100 hombres por cada 100 mujeres en los otros cuatro.
• En cambio, entidades como Aguascalientes, Puebla, Tamaulipas, Guanajuato, San Luis Potosí,
Querétaro, Nayarit, Colima, Sinaloa, Jalisco, Distrito Federal, Oaxaca y Morelos registraron un marcado déficit de jóvenes del sexo masculino, variando entre 91 y 93 hombres por cada 100 mujeres.
• Al desagregar la composición por sexo de acuerdo con el tamaño de la localidad se aprecian diferencias de mayor magnitud, afectando de manera más acentuada a los grupos de 15 a 19 años.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
27
• En las zonas rurales de Yucatán, Baja California, Coahuila, Tabasco, Guerrero, Baja California Sur, Chiapas, Morelos, Sinaloa, Nuevo León e Hidalgo, el porcentaje de jóvenes varones
excede considerablemente al de mujeres, alcanzando una relación de entre 112 y 133 hombres por cada 100 mujeres.
• Por el contrario, en las áreas rurales de Morelos, Zacatecas, Aguascalientes, Oaxaca, Guanajuato, Hidalgo, Puebla, Querétaro, Guerrero y Jalisco (caracterizadas por ser zonas expulsoras
de población, especialmente hacia los Estados Unidos) existe un déficit de hombres jóvenes de
20 a 24 años, donde la relación es de entre 64 y 85 hombres por cada 100 mujeres jóvenes.
En su conjunto se refleja un desequilibrio entre los sexos en la población de 12 a 29 años de edad,
que muestra casi un millón menos de hombres respecto de las mujeres. Esta diferencia es resultado del
efecto ampliamente documentado de la migración nacional e internacional de los jóvenes, predominantemente masculina. Aunque la edad promedio de los migrantes temporales es de 32.1 años, la población
que se encuentra entre los 12 y los 34 años de edad representa 63.7% del flujo total. (CONAPO, 2012)
En la etapa de 12 a 14 años, el número de hombres es ligeramente superior al de las mujeres
(101 por cada 100), lo cual corresponde al desequilibrio que proviene desde su nacimiento (ya que
nacen un poco más niños que niñas). Sin embargo, para el grupo que oscila entre los 15 y 19 años,
por cada 96 varones hay 100 mujeres, y la disminución se acentúa conforme aumenta la edad.
Las implicaciones de los desequilibrios, originados en la selectividad por sexo de los movimientos de la inmigración y emigración interna y externa pueden ser múltiples y variadas (ENJ,
2005). Afectan de diversa manera a hombres y mujeres, pero también a quienes se quedan y
a quienes se van. Además de generar procesos demográficos que frecuentemente propician
cambios en el comportamiento de la población en cuestiones como la nupcialidad, la natalidad,
el trabajo, la escolaridad, entre muchos otros.
De igual manera la presencia de hogares con predominio de mujeres, y sobre todo de mujeres jóvenes
tiene una repercusión en el desarrollo de la vida cotidiana. Fenómeno que tiene que analizarse a la luz
de las grandes diferencias y desigualdades existentes todavía en el país debido a ser hombre o mujer.
La realidad de las y los jóvenes no es igual, tendemos a hablar de los jóvenes como si no
existieran diferencias significativas por género. Sin embrego, al igual que las diferencias por zonas
y regiones, las jóvenes tienden a encontrarse en una situación de menor acceso a oportunidades
escolares y de trabajo, mayor pobreza, mayor discriminación, por mencionar algunos factores
producto de la desigualdad entre hombres y mujeres.
4. Oportunidades diversas para los jóvenes
La situación del país, y de casi todos los países de América Latina, está marcada por grandes desigualdades socioeconómicas entre las diversas regiones y los estados. La creciente tendencia hacia
la pauperización y la polarización es una de las preocupaciones a nivel nacional e internacional.
Las desigualdades se traducen de manera importante en difícil acceso a servicios y oportunidades, no solamente para los adultos, sino también para los niños y jóvenes. Son, como menciona
Kliksberg (2005), el contexto propicio para la acentuación de la discriminación.
Cuadro 1.4 Población ocupada según el nivel de ingreso, México 2013.
Nivel de ingreso
en salarios mínimos (SM)
Sin ingreso
Hasta 1 salario mínimo
De 1 hasta 2 SM
De 2 hasta 3 SM
28
% Población
8.36
13.57
23.97
20.30
% Agrupado
21.93
44.27
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Continúa cuadro 1.4 Población ocupada según el nivel de ingreso, México 2013.
Nivel de ingreso
en salarios mínimos (SM)
De 3 hasta 5 SM
Más de 5
No especificados
% Población
% Agrupado
15.36
7.34
11.09
15.36
7.34
11.09
Fuente: INEGI. Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo. Datos ajustados a los montos poblacionales de las proyecciones demográficas del CONAPO.
Como podemos observar en el cuadro anterior, la pobreza en México está ligada a altos
niveles de desigualdades en la distribución del ingreso. El diferencial de ingresos entre los
más ricos y los pobres es más de 25 veces, uno similar al existente hace 25 años en este país
que hoy tiene casi 113 millones de habitantes. 10% de las personas con mayores ingresos
obtiene 39.3% del ingreso total, mientras que 10% con menores ingresos solamente 1.4%.
(CONEVAL, 2010)
Cuadro 1.5 Población por situación de pobreza en México, 2010.
Situación de pobreza
Pobreza extrema
Pobreza moderada
No pobreza
%
% Acumulado
11.57
35.43
53.1
46.9
53.1
Fuentes: INEGI 2010-CONEVAL. Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
Estimaciones del CONEVAL con base en el MCS-ENIGH 2010.
Como es de esperarse, la desigualdad socioeconómica se concentra principalmente en
algunos estados como Puebla, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, y Estado de México, son
estados responsables del 40.3% de la desigualdad nacional. Pero la desigualdad al interior
de los municipios mexicanos es frecuentemente más alta que entre las diversas entidades
federativas, pues las diferencias en el índice de ingresos a este nivel llegan a 168%, siendo
Guanajuato el estado que presenta mayor disparidad en los niveles de ingreso al interior de
sus municipios.
Las desigualdades extremas en el acceso a oportunidades socioeconómicas son el contexto
propicio para mantener y agudizar situaciones como la inferiorización de la mujer, la miseria de
comunidades rurales e indígenas, la marginación de las personas mayores de edad y la discriminación y marginación de muchos de los jóvenes. Kliksberg (2005) menciona como estos procesos de desigualdad generan una sociedad con fracturas significativas que son propicias para
el desarrollo de la exclusión social, la tensión y frecuentemente la intolerancia frente a aquellos
grupos que pueden representar una amenaza. Los jóvenes, a pesar de representar una fuerza
importante para el desarrollo del país, también representan un grupo marginado y excluido.
(CONEVAL-UNICEF)
• Entre 2008 y 2010 la proporción de la población total con un ingreso insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
29
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
alimentarias pasó de 49 a 52%; entre la población de 0 a 17 años este mismo porcentaje se
incrementó de 58.1 a 61%.
Entre 2008 y 2010 las familias con niñas, niños y adolescentes tuvieron un crecimiento en la
carencia de acceso a la alimentación y disminuyeron sus ingresos.
La población infantil y adolescente enfrenta mayores niveles de pobreza que el resto de la
población mexicana: en 2010, 46.2% de la población mexicana era pobre, porcentaje que
aumenta a 53.8% entre los menores de 18 años.
Se calcula que entre 35 y 40% de los adolescentes en México viven en hogares de extrema
pobreza.
La disparidad respecto a la situación de pobreza de niños, niñas y adolescentes es evidente
cuando se analizan los datos por zonas geográficas, por pertenencia a grupos indígenas, por
sexo y por grupos etarios. Son mayores los niveles en las zonas rurales, entre las poblaciones indígenas, entre las mujeres y los grupos de menor edad.
La población infantil con presencia de mayores niveles de pobreza y vulnerabilidad es la de
0 a 5 años.
7 de cada 10 niñas, niños y adolescentes indígenas vivían en pobreza en 2010.
Mientras que 4.6% de la población de 0 a 17 años que vivía en las ciudades de más de 100
mil habitantes se encontraba en situación de pobreza extrema en 2010, entre la población
de las localidades de menos de 2,500 habitantes este porcentaje se quintuplicaba, llegando
a 26.6%.
Mientras en el norte del país la incidencia de la pobreza entre niñas, niños y adolescentes era
de 39.1%, en las entidades del sur y el sureste este indicador era de 69.3%: una diferencia
de poco más de 30 puntos porcentuales.
En los municipios de muy baja marginación 5.1% de la población infantil y adolescente se encontraba en situación de pobreza extrema, pero en aquellos municipios con muy alto grado
de marginación este porcentaje era 10 veces superior: 50.8%.
A pesar de los avances registrados en materia de inclusión social, en 2010 un alto porcentaje
de la población infantil y adolescente tenía insatisfechos sus derechos sociales.
Tres de cada cuatro niñas, niños o adolescentes padecían alguna carencia social y uno de
cada cuatro presentaba tres o más carencias sociales.
9.8% tenían carencia por rezago educativo; 29.8% por acceso a los servicios de salud; 64%
por acceso a la seguridad social; 20.1% por calidad y espacios de la vivienda; 19.8% por
servicios básicos en la vivienda, y 29.5% por acceso a la alimentación.
Como podemos observar, el análisis de la pobreza en la infancia y la adolescencia permite
apreciar la coexistencia de múltiples dimensiones de desigualdad que afectan el cumplimiento
de sus derechos. (CONEVAL-UNICEF, 2012) La probabilidad de que una niña, un niño o un
adolescente sea pobres es relativamente mayor para las mujeres, los grupos de menor edad,
para la niñez indígena, para los que viven en hogares amplios, de mayor tamaño, con una tasa
de dependencia más alta, donde el jefe(a) de hogar es menos educado o de menor edad y donde
hay menos personas que participan en el mercado de trabajo.
La consecuencia más grave es que la pobreza infantil y adolescente, en esta multidimensionalidad, tiene una mayor probabilidad de volverse permanente: sus posibilidades de reversión
son limitadas y las potencialidades para su reproducción en el futuro son mayores, genera daños,
por lo general irreversibles.
No es sorprendente entonces, que la exclusión social de la población de adolescentes y
jóvenes se vea claramente reflejada en su estado de salud, en el acceso a los servicios médicos
y escolares, en la capacitación para el trabajo, en las posibilidades de inserción al trabajo, sobre
todo en el sector formal, entre otras posibles oportunidades para su desarrollo. La pobreza y
la inequidad colocan a numerosas familias en serias dificultades para poder dar a sus hijos la
infancia que desearían y que les corresponde. (Kliksberg, 2005)
30
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
35.0
32.3
30.0
30.7
25.3
25.0
20.0 18.0
15.0
23.1
18.4
7.8
6.7
1.6
No r
e
ingre cibe
sos
Más
d
salar e 5
ios m
ínim
os
Más
d
salar e 3 y ha
ios m
st
ínim a 5
os
Más
d
salar e 2 y ha
ios m
st
ínim a 3
os
1.5
Más
d
salar e 1 y ha
ios m
st
ínim a 2
os
Hast
a
míni un salar
mo
io
0.0
Informal
Formal
10.0
5.0
17.5
Fuente: INEGI-STPS. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2013. Primer
trimestre. Consulta interactiva de datos.
Figura 1.4 Distribución porcentual de la población joven ocupada por condición de formalidad en la
ocupación según ingreso por su trabajo.
Según informes del IMJ (2011) a principios del nuevo siglo en el mundo había 88 millones
de jóvenes sin empleo, lo que representaba 47% del total de desocupación, la probabilidad de
no tener empleo es 3.8 veces mayor para los jóvenes de los países en desarrollo. Y aún entre
la población joven ocupada, existen diferencias significativas en la distribución del ingreso como
podemos observar en la siguiente gráfica. 17.5% de estos jóvenes no reciben ingresos por su
trabajo, y 18% reciben un salario mínimo, siendo así que un poco más de la tercera parte de
estos jóvenes ocupados o no reciben salario o reciben hasta un salario mínimo. El desempleo,
subempleo y la pobreza de las familias se ligan de manera estrecha, llevan a carencias constantes
en los diversos ámbitos de la vida cotidiana, afectando irremediablemente el desarrollo de los
niños, adolescentes y jóvenes. Por ejemplo, la prevalencia de la desnutrición muestra diferencias
evidentes según las realidades socioeconómicas. Mientras en 10% más rico de la población
mexicana la prevalencia es de 4.6%, en 10% más pobre es 11 veces mayor, alcanzando el 47.6%.
5. Los jóvenes, la escolaridad y el trabajo
No cabe duda que los niveles de escolaridad de los jóvenes en la actualidad son más altos con
respecto a la generación de sus padres. En los últimos 30 años, México ha logrado importantes
avances en materia educativa. Sin embargo, sigue existiendo una escasa eficiencia terminal
relativa y una tasa muy alta de deserción.
Los niveles de alfabetismo en la población joven de 15 a 29 años se han incrementado notablemente, pasando de 83.6% en 1970 a 98.5% en 2010. (INEGI-INMUJER, 2013) Porcentaje
ligeramente superior entre las mujeres que entre los hombres. Sin embargo, en el grupo que
comprende de los 10 a 24 años el analfabetismo entre las mujeres es todavía mayor que entre
los varones.
En 2011, el porcentaje de asistencia a la escuela de niñas (98.4%) y niños (98.2%) de 6 a
11 años, es prácticamente la misma y alcanza la más alta proporción. Para el siguiente grupo
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
31
de edad (12 a 14 años), el porcentaje de mujeres (94%) y hombres (92.8%) disminuye pero se
mantiene por arriba de 90%.
Cuadro 1.6 Porcentaje de la población de 6 a 29 años que asiste a la escuela
por grupos de edad y sexo.
Grupos de
edad (años)
6-11
12-14
15-17
18-24
25-29
2005
2011
Hombres
Mujeres
Hombres
Mujeres
97.7
92.1
63.9
29.3
7.1
97.8
92.5
63.5
26.3
5.6
98.2
92.8
71.1
33.5
7.8
98.4
94.0
72.1
31.6
6.4
Fuente: INEGI-STPS. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2005 y 2011. Segundo trimestre. Base de datos.
Como es de esperarse, conforme aumenta la edad de la población el porcentaje
de asistencia a la escuela se reduce. Son múltiples los factores que condicionan este
comportamiento, algunos quizá consideran que han concluido sus estudios y deciden
no continuar o bien se incorporan al mercado de trabajo, ya sea formal o informal, o en
el caso más frecuente de las mujeres, motivos relacionados con la etapa reproductiva.
(INEGI-INMUJER, 2013)
• Entre los 6 y 17 años la asistencia de las mujeres es relativamente mayor en comparación con los hombres; situación que se invierte a partir de los 18 años en donde hay más
hombres.
• En cambio una tercera parte de la población de 18 a 24 años va a la escuela, la diferencia por
sexo es de dos puntos porcentuales menos entre las mujeres (31.6%) que hombres (33.5%),
aunque las primeras registraron un incremento en el periodo 2005-2011.
• Entre los 25 y 29 años de edad, se espera que la población que declaró asistir a la escuela
lo haga en algún nivel de la educación superior, pero es en este grupo etario en donde la
proporción disminuye considerablemente tanto en ellas (6.4%) como en ellos (7.8%), la diferencia por sexo es de 1.4 puntos.
El tamaño de localidad es una variable indispensable para caracterizar las situaciones
de disparidad que existen en el país. En 2011, conforme aumenta el tamaño de localidad
incrementa el porcentaje de población que va a la escuela, hecho que se relaciona con
los mayores recursos financieros, materiales y humanos que se destinan a las áreas más
urbanizadas.
El promedio nacional escolar para los jóvenes entre 15 y 29 años se incrementó de 8.6
para el año 2000 a 10 en 2009, con diferencias entre la población adolescente de 15 a 18
años (9.2 años) y los adultos jóvenes de 20 a 24 años (10.8 grados). (CONAPO, 2010)
En el año 2010, 45.3% de los jóvenes reportaban tener un nivel de escolaridad por arriba
de la secundaria, 36.5% secundaria, 9.3% primaria completa, 6.3% primaria incompleta y 1.7%
declaraba no tener estudios. Dicha distribución muestra que 8 de cada 10 jóvenes cuentan con
niveles de escolaridad correspondientes a la educación básica (primaria y secundaria terminadas)
y superior a ésta.
32
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Cuadro 1.7 Distribución porcentual de la población joven por grupo de edad
según nivel de escolaridad 2010.
Grupo de
edad
Sin
instruccióna
Total
15-19
20-24
25-29
1.7
1.2
1.7
2.5
Grados aprobados en
primaria
1-3
4-6
Secundariab
Media
superiorc
Superior
2.5
1.7
2.3
3.7
13.1
10.7
12.6
16.8
36.5
46.2
30.6
31.0
28.5
35.7
27.3
20.7
16.8
3.9
24.4
24.5
Nota: La suma en el nivel de instrucción es menor de 100 debido al no especificado.
a Incluye a quienes solamente cuentan con estudios de preescolar o kínder.
b Incluye a los que tienen estudios técnicos o comerciales con primaria terminada.
c Incluye a los que tienen estudios técnicos o comerciales con secundaria terminada.
Fuente: INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010. Cuestionario básico. Consulta interactiva de datos.
Sin embargo, las diversas expresiones de desigualdad (social, regional o de género) siguen
influyendo de manera importante en las diferencias en la escolaridad por estado y en el abandono
escolar, como podemos apreciar en la siguiente gráfica.
0
42.8
46.1
21.9
26.2
13.9
14.5
14.3
17.5
16.3
48.0
46.3
47.4
11.9 20.4
19.0 10.1
13.2 15.7
12.4 16.1
41.8
45.6
47.4
10.0
35.3
43.8
35.0
41.0
20.0
17.2 9.2
19.9 7.0
14.4 12.7
13.8
22.6
16.3 11.9
19.6
18.5
21.1 11.1
30.0
32.4
33.2
27.1
31.9
40.0
Jalisco
Nuevo León
Tlaxcala
Coahuila
Puebla
Baja California
Morelos
México
Tabasco
Aguascalientes
Baja California Sur
Distrito Federal
Chihuahua
Sonora
Veracruz
Michoacán
Colima
Oaxaca
Querétaro
Tamaulipas
Sinaloa
Yucatán
Nayarit
San Luis Potosí
Hidalgo
Durango
Guerrero
Chiapas
Zacatecas
Quintana Roo
Campeche
Guanajuato
50.0
13.2 10.5
16.6 7.1
60.0
44.3
44.6
44.4
70.0
16.2 16.5
15.3 13.4
13.4 11.2
38.0
17.9 8.9
36.6
42.5
9.8 12.1
18.0 12.8
33.9
39.5
13.7 11.7
33.4
8.1
24.0
8.7
25.5
31.5
17.8 11.2
39.1
37.1
16.8 14.2
44.8
10.8 12.9
20.2
18.9
29.8
25.4
34.2
9.9
40.8
14.4 14.5
80.0
9.4
90.0
Razones económicas
Razones académicas
Razones familiares
Fuente: Estimaciones de la SES con base en la Encuesta Nacional de la Juventud,
2010 INJUVE.
Figura 1.5 Porcentaje de jóvenes que no asisten a la escuela por razones económicas, académicas y
familiares por entidad federativa, 2010.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
33
La situación económica determina en gran medida la asistencia a la escuela, seguida por las
razones de tipo académico, seguramente ligadas a la falta de competencias, tanto de los propios
alumnos como de los maestros, problema que el sistema escolar ha venido arrastrando en las
últimas décadas. En este sentido, es de vital importancia reconocer que aunque el acceso a la
escolaridad ha sido un gran logro a nivel nacional, no así el acceso al conocimiento. Y mucho
menos a una formación que permita ligar el aprendizaje en la escuela con la realidad sociocultural
en que se vive cotidianamente.
Cuadro 1.8 Población de 10 a 29 años de edad según situación educativa-ocupacional, 2010.
Situación educativa-ocupacional
Grupo
de edad
Total
Total
12 a 15
16 a 18
19 a 23
24 a 29
36,195,662
8,622,613
7,951,088
9,348,079
10,273,883
% Que no % Que
Estudian y
No estudia, estudia ni estudia y/o
trabajan Sólo estudia Sólo trabaja ni trabaja
trabaja
trabaja
3,962,549 14,048,808 10,365,125 7,819,180
1,015,777 6,825,332
261,800
519,704
1,167,349 4,038,972 1,334,301 1,410,466
1,051,013 2,354,128 3,356,351 2,586,589
728,411
830,377 5,412,674 3,302,421
21.6
6.0
17.7
27.7
32.1
78.4
94
82.3
72.3
67.9
Fuente: Tuirán (2011) con base en INEGI 2010 y ENJ 2010.
Casi 100% de los jóvenes deja de estudiar antes de cumplir los 35 años. Únicamente 7.7%
lo hace porque termina sus estudios. (INEGI, 2010 y ENJ, 2010)
• 40% de quienes dejan de estudiar lo hacen por falta de recursos suficientes o por tener que
trabajar. Mientras que 12.4% lo hacen debido a que contrajeron matrimonio.
• Según los datos de la Encuesta Nacional de Juventud, aproximadamente 68% de los jóvenes,
entre 12 y 19 años, que dejan de estudiar mantienen el deseo de continuar su educación.
• En las localidades rurales, el abandono de la escuela ocurre a edades más tempranas que
en las ciudades, tanto en el caso de los hombres como de las mujeres. Conforme aumenta
la edad, se amplían las brechas entre ambos contextos, con diferencias de hasta 25 puntos
porcentuales a favor de la población urbana.
• Particularmente en el ámbito rural, entre los 12 y 19 años, las mujeres abandonan la escuela
a un ritmo más acelerado que los varones, abriéndose una brecha de hasta 10 puntos porcentuales entre los sexos.
• En el ámbito urbano, también son las mujeres las que abandonan más precozmente sus
estudios, aunque con diferencias máximas de seis puntos porcentuales con respecto a los
hombres.
• La mayoría de las mujeres que no estudian ni trabajan, en contraste con los varones, han
iniciado su vida reproductiva.
De acuerdo con la ENJ 2010, los jóvenes que no estudian ni trabajan son personas de 12 a
29 años de edad que al momento de la entrevista no asisten a la escuela ni desarrollan actividades para generar oferta de bienes y servicios. Sin embargo, dicha medición no refleja el
carácter dinámico del fenómeno como dejar de estudiar un tiempo o tener entradas y salidas
múltiples del mercado de trabajo, o la dedicación al trabajo doméstico, sobre todo en el caso
de las mujeres.
• 21.6% de los jóvenes entre 12 y 29 años no estudia ni trabaja de los cuales: 26.6% no
concluyó el nivel básico, 43.8% concluyó el nivel de educación básica o incluso incursio-
34
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
nó en el nivel medio superior dejándolo inconcluso, 18.6% concluyó el nivel medio superior, y 11% aprobó algún grado de educación superior o incluso concluyó sus estudios en
ese nivel.
• La proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan ha disminuido significativamente en
ambos sexos de 1960 a 2010.
• En las localidades rurales y semiurbanas 35 de cada 100 hombres y 41 de cada 100 mujeres
no estudian ni trabajan.
De acuerdo con las diversas encuestas de ocupación, existe una alta movilidad de jóvenes
desde el punto de vista de su condición de actividad. De un trimestre a otro, pasan de estar inactivos o desocupados a trabajar o a estudiar, por ejemplo cerca de 84% de los jóvenes que están
buscando empleo y 55% de los inactivos que no estudian, ya tienen experiencia laboral previa.
(Tuirán, 2010) Datos que sugieren que los jóvenes no han permanecido inactivos o desocupados
durante toda su juventud.
En la siguiente gráfica se ve reflejada la importancia de las labores domésticas y el cuidado
de la familia para 13% de la población joven que no estudia ni trabaja.
Encuesta Nacional de Juventud 2010. Resultados generales.
Con respecto a la ocupación laboral, del total de jóvenes entre 12 y 29 años 50% se ubicaba en
la Población Económicamente Activa. (ENJ, 2010)
• Las mujeres jóvenes activas se concentran en localidades más urbanizadas y las inactivas
en las menos urbanizadas, para los hombres jóvenes este comportamiento es inverso.
• De la PEA joven, 86.6% está ocupado y 12.8% desocupado, cifra esta última muy por arriba
de la tasa de desempleo abierta que afecta a los adultos, como podemos apreciar en la siguiente gráfica.
6.7
4.9
2.1
60 y más
55-59
2.7 2.6
50-54
45-49
3.2 3.1
40-44
35-39
30-34
3.7
25-29
20-24
15-19
11.0 10.1
10.0
9.2
9.0
8.0
7.0
6.0
5.0
4.0
3.0
2.0
1.0
0.0
Fuente: INEGI-STPS. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2013. Primer
trimestre. Consulta interactiva de datos.
Figura 1.6 Tasa de desocupación de la población de 15 años y más por grupos de edad, 2013.
• 70% de los jóvenes con empleo trabajan sin contrato y 92% no tiene prestación adicional al
salario.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
35
El desempleo no es el único problema al que se enfrentan las y los jóvenes en el ámbito
laboral; al igual que otros sectores de la población, sufren la precarización que se ha presentado
desde hace varios años en las condiciones de trabajo del país: bajos niveles salariales y cada
vez menos prestaciones sociales, entre otras.
Los jóvenes mexicanos se insertan en un mercado laboral que, por lo general, les ofrece
condiciones poco favorables para el adecuado desarrollo de sus potencialidades y capacidades
individuales. Condiciones que son cada vez más difíciles para las mujeres, para aquéllos que
viven en zonas rurales y para los jóvenes de menor edad.
6. Jóvenes y familia
La organización de la vida independiente, solos o en pareja, es un evento complejo que
requiere recursos materiales de los cuales los más jóvenes generalmente carecen, muchos
de ellos están todavía en su proceso de formación y por lo general los vínculos que tienen
con el mercado de trabajo son aún precarios, como ya se observó en capítulos anteriores.
Tanto el equipamiento y mantenimiento de una vivienda como los asuntos relacionados con
la reproducción social, propia de la vida adulta, son particularmente complicados en esta
etapa de la vida.
En las últimas décadas, tanto el incremento en los años de escolaridad de la población, así
como las dificultades que encuentran los jóvenes para insertarse de manera favorable en el
mercado de trabajo han sido razones para que posterguen la salida del hogar de origen, aun
cuando ya se ha iniciado la vida conyugal y la trayectoria reproductiva, para lo cual, las familias
han desarrollado diversas estrategias.
Los arreglos familiares de los jóvenes (de 12 a 29 años) se caracterizan por el predominio
de las relaciones familiares. (INEGI, 2010 y ENJ, 2010)
• La mayoría de los jóvenes (56.2%) viven con ambos padres; en importancia le siguen los
arreglos residenciales sólo con el padre o la madre (18.7%) y quienes han formado su propia
familia (15.4%).
• Los jóvenes menores de 19 años que comparten residencia con ambos padres es mayoritaria. Conforme aumenta la edad de los jóvenes disminuye la frecuencia de este tipo de arreglo
y crece el número de hogares conducidos por los propios jóvenes: los jóvenes entre 20 y 29
años que han iniciado una vida independiente con su pareja, representan casi 30% de dicho
grupo etario. Pocos jóvenes eligen vivir solos.
• Los adolescentes tienen mayor representación en los hogares nucleares, pues alrededor de
dos de cada tres personas entre 15 y 19 años de edad forma parte de una unidad doméstica
de este tipo, mientras que esta proporción se reduce a uno de cada tres entre los hogares
extensos.
• Los jóvenes en México viven solos con una frecuencia baja (5.6%), siendo cuatro veces más
frecuente en área urbana que en la rural. Y mayor el porcentaje entre los que tienen mayor
edad (20-29 años 4.2%) que los de menor edad (12-19 años 1.4%).
• En mayor medida (60.7%) los hombres viven con ambos padres que las mujeres, ellas viven
con su pareja en mayor proporción.
Como se mencionó con anterioridad, la mayoría de los adolescentes viven en familias que
se encuentran en situación de pobreza. Ante la presión de las carencias, es frecuente cada vez
más, encontrar situaciones que afectan el desarrollo de niños y adolescentes. Reconocemos que
es importante y necesaria la convivencia y el apoyo familiar, sin embargo frente a situaciones
de crisis surgen frecuentemente otro tipo de conflictos (violencia, falta de atención, depresión,
etc.) que impiden que éstos se desarrollen, dando lugar a situaciones de riesgo para los jóvenes.
36
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
La edad promedio en la que los jóvenes dejan el hogar paterno es muy similar en ambos sexos, entre los 17 y 19 años. (ENJ, 2010) Antes de los 13 años la salida del hogar es básicamente
por motivos de estudio, más entre los hombres que las mujeres. Entre los 12 y los 13 años se
asocia más la salida con la presencia de migración por motivos laborales.
Sin embargo, el principal motivo para la salida del hogar paterno sigue siendo el inicio
de la vida en pareja. A partir de los 13 años entre las mujeres y de los 15 y 16 años entre los
hombres. Alcanzando en ambos el punto máximo alrededor de los 19 años. La edad promedio
de la primera unión de la población es de 15 años y más de 26.6 años en los hombres y de
23.8 en las mujeres.
100 88.0
80
60
40
11.1
Solteros
20-24
40.0
32.2
20
0
15-19
62.9
57.1
Actualmente
unida
4.6
0.6 2.7
Alguna vez
unida
25-29
Nota: la suma en la situación conyugal es menor de 100 debido al no especificado.
Fuente: INEGI, 2010.
Figura 1.7. Distribución porcentual de los jóvenes por grupo quinquenal de edad según situación
conyugal, 2010.
El tránsito de la soltería a la vida conyugal que marca en el mundo simbólico el paso
de la adolescencia a la edad adulta, ocurre para la mayoría de la población a partir de
los 20 años de edad, como resultado de una paulatina postergación del inicio de la vida
en pareja.
La situación conyugal que predomina en los jóvenes es la de solteros, de acuerdo con datos
censales en 2010, 6 de cada 10 jóvenes (61.2%) se encuentran en esta situación conyugal; no
obstante, conforme avanza la edad su proporción disminuye dando paso a un contingente de
jóvenes casados o en unión libre (2 de cada 10 jóvenes entre 12 y 29 años viven con su pareja,
de los cuales 65.1% son mujeres).
Mientras que 11.1% de los adolescentes de 15 a 19 años se declara casado o unido, esta
proporción es de 40% en los de 20 a 24 y de 62.9% en los de 25 a 29 años. A nivel estatal, del
total de jóvenes que actualmente vive con su pareja, la mayor proporción se encuentra en Campeche (28.9%), mientras que la cifra más baja está en Puebla (20.1%).
Entre los jóvenes que tienen de 25 a 29 años es donde se observa el mayor porcentaje
(4.6%) de divorciados, separados o viudos. Destaca el hecho de que las mujeres jóvenes
se declaran separadas, divorciadas o viudas en una frecuencia dos veces mayor que entre
los hombres.
De los nacimientos reportados en 2012 (INSP, 2012), 72.9% fueron de madres de 15
a 29 años. Uno de cada seis nacimientos (16.4%) son de madres adolescentes de 15 a
19 años de edad, situación que por lo general además de representar un problema de
salud, también repercute económicamente para la madre, con menores oportunidades
educativas y laborales que contribuyen a generar un contexto de exclusión y de desigualdad de género.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
37
35
30.2
30
25
20
15
26.3
17.5
16.4
10
7.6
5
0
1.9
15-19
20-24
25-29
30-34
35-39
40-44
0.2
45-49
Fuente: CONAPO. Proyecciones de la población de México 2010-2050.
Figura 1.8 Distribución porcentual de los nacimientos por edad de la madre, 2012.
En los adolescentes, el inicio temprano de las relaciones sexuales sin la debida protección las
expone a enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y/o de alto riesgo. De
acuerdo con las cifras proporcionadas por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT,
2012) 23% de los adolescentes (12 a 19 años) habían ya iniciado su vida sexual, cifra superior
entre los varones (25.5%) que en las mujeres (20.5%). Del total de adolescentes sexualmente
activos 14.7% de los hombres y 33.4% de las mujeres no utilizaron ningún método anticonceptivo
en su primera relación sexual.
45.2% de las mujeres de 15 a 29 años de edad casadas o unidas declaró haber sido objeto
de al menos un incidente de violencia por parte de su pareja durante su última relación. (ENDIREH, INSP, 2012) Las situaciones de violencia frecuentemente se presentan desde el noviazgo
sin que ellas o ellos lo perciban como tal. De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Juventud
2010, 26.3% del total de jóvenes de 15 a 29 años se encontraba en una relación de noviazgo al
momento de la entrevista, sin vivir con una pareja, de éstos, 41.9% declararon que tuvieron al
menos un episodio de violencia por insultos, burlas o críticas en su noviazgo actual; 27.3% fueron victimizados(as) por su novio(a) por medio de agresiones físicas como empujones, patadas,
bofetadas, entre otras; 23.8% experimentó amenazas y 20.7% se les obligó a tener relaciones
sexuales o a hacer cosas que no les gustan en la intimidad. Muchos son los datos que nos reflejan
la realidad de los adolescentes y los jóvenes en México. Algunos corresponden a datos oficiales y
otros a investigaciones de organismos de la sociedad civil. Sin embargo, en todos está presente
el gran problema de la desigualdad social, reto que habría que asumir para los años venideros.
De acuerdo con las tendencias demográficas, la transformación de la estructura por edad de
la población ha dado lugar a lo que se le ha llamado una “ventana de oportunidad demográfica”
transitoria, que permanecerá abierta en el curso de las próximas dos décadas. En este periodo
idealmente se pronostica que concurrirán las condiciones demográficas más favorables para el
desarrollo económico en la historia contemporánea del país. La población en edad laboral aumentará y la población de dependientes menores de 15 años disminuirá. Esta ventana se cerrará
en la medida en que las presiones para atender las demandas del envejecimiento demográfico
sean mayores.
Sin embargo, para lograr que esta ventana de oportunidades sea tal, es necesario que se
tenga la capacidad para disminuir la desigualdad socioeconómica, crear los empleos necesarios,
propiciar una mayor capacidad de ahorro de los hogares y proponer e implementar estrategias
eficaces para la formación y utilización de los recursos disponibles, así como implementar políticas sociales que busquen la real equidad de género y la inclusión de los diversos sectores en
38
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
el proceso de desarrollo social y económico. Son los jóvenes quienes tendrán el papel predominante en este escenario, y somos los adultos quienes tenemos la responsabilidad de crear las
condiciones más favorables para el desarrollo de sus potencialidades.
Referencias
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2. CONAPO. Proyecciones de la población de México 2010-2050. México: CONAPO; 2012.
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http://www.coneval.gob.mx/rw/resource/coneval/info_public/PDF_PUBLICACIONES/POBREZA_
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11.Instituto Nacional de Estadística y Geografía y Secretaría del Trabajo y Previsión Social (INEGISTPS). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2013. Primer trimestre Consulta interactiva
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12.Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Conteos de Población 1995 y 2005. México: INEGI.
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14.Instituto Nacional de Salud Pública (INSP). Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT)
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15.Kliksberg B, compilador. Un tema ético central: el impacto de la pobreza sobre la familia en América
Latina en La agenda ética pendiente de América Latina. México: Fondo de Cultura Económica;
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16.Quilondrán J. ¿Han cambiado los jóvenes? Una mirada desde la demografía. En: Pérez-Islas JA,
Urteaga Castro-Pozo M, coordinadores. Historias de los jóvenes en México, su presencia en el
siglo XX. México: Ed. Instituto Mexicano de la Juventud, Centro de Investigaciones y Estudios
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19.Tuirán R, Zúñiga E, coordinadores. Situación actual de las y los jóvenes en México. Diagnóstico
sociodemográfico. México: CONAPO; 2000.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Capítulo 2.
La cultura y su participación en la
construcción de la adolescencia y
juventud.
Enrique Dulanto Gutiérrez
Cada generación tiene sus jóvenes y en el mejor de los casos,
son precisamente los jóvenes los que le dan color y la definen.
Mario Benedetti
Introducción
Durante la sexta década del pasado siglo XX, el doctor en psicología y gran conocedor de los
adolescentes, y psicoanalista Peter Blos se atrevió a afirmar lo que muchos antes de él sugirieron: que la adolescencia es una construcción cultural de la sociedad de la que forman parte
y dentro de la cual han sido educados, escolarizados y tomado parte activa de la vida social.
Gran parte de la población entiende por cultura un enciclopedismo, la erudición o un alto nivel
académico en la persona. Es decir, la cultura como el fruto adquirido de un amplio como excelente
aprovechamiento del tiempo invertido en el proceso de escolaridad. No podemos negar que a
más alto nivel de escolaridad con aprovechamiento hay mayor erudición y consecuentemente
más amplio conocimiento que empleado adecuadamente traerá progreso en ciencias, arte, tecnología, humanismo, lo que eventualmente podrá llevar a un mejor desarrollo social, renovación
y creación de nueva cultura. Sin embargo, el término cultura tiene un significado muy diferente
cuando es debidamente empleado en las ciencias sociales y humanas, a lo largo del presente
trabajo lo iremos exponiendo.
¿Cuándo nació el término cultura?
Voltaire en su ensayo Las costumbres y el espíritu de las naciones ofreció de manera clara un
panorama de lo que hoy entendemos por cultura, aunque no usó ese término. Voltaire basándose en hechos históricos, razones y costumbres que por ser señeras en la conciencia humana
fueron perpetuadas para el futuro de la humanidad, las cuales dieron presencia y precedencia a
muchos otros eventos formando tradiciones, ofreciendo pertenencia e identidad a las sociedades humanas y sentando un precedente para explicar mucho de su quehacer social diario y el
funcionar de las comunidades.
Para muchos autores fue a mediados del siglo XIX, en Inglaterra, cuando Tylor empleó por
vez primera en sus escritos el uso de la palabra “cultura” en estudios sobre los pueblos primitivos y en esa época dio como definición: “Es la totalidad compleja que incluye el conocimiento,
la creencia, el arte, la moral, la ley, la costumbre, y cualquier otro hábito y capacidad adquirido
por el hombre como miembro de la sociedad”. Tylor nunca pretendió emplear el término como
sinónimo de civilización. Tajonar cita en un escrito a Johann Gottfried Herder quien en su obra
Las ideas acerca de la filosofía de la historia de las humanidades empleó el término culturas por
primera vez y reconociendo con ello su pluralismo y unicidad. El mismo Tajonar cita que en la
revista mexicana Vuelta en el año de 1992 apareció un artículo de Isaías Berlin cuyo título Árbol
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
que crece torcido sostiene que Giambatistta Vico fue el primero en sostener en su obra Scienza
Nuova que el hombre es el único capaz de descender a la interioridad de las mentes de otras
épocas y otras costumbres mediante la penetración imaginativa, es decir estudiar las culturas.
¿Qué es la cultura? ¿Cómo definirla?
León Portilla nos deja saber que “El concepto de cultura en su sentido antropológico comprende el conjunto de atributos y elementos que caracterizan a un grupo humano, así como cuánto
se debe a su creatividad. En lo que concierne a aquello que lo caracteriza, sobresalen sus formas de actuar y de vivir, valores y visión del mundo, creencias y tradiciones. En lo que toca a
su capacidad creadora son claves sus sistemas de organización social, económica y religiosa,
sus formas de comunicación, adquisición y transmisión de conocimientos, adaptación del medio
ambiente y aprovechamiento de sus recursos. En este sentido, lo que hace y crea un grupo
humano es, en última instancia, cultura”.
Bonfil Batalla expresa claramente en el siguiente párrafo la importancia de la trascendencia histórica de la herencia cultural. “Pero lo que conlleva esa larga permanencia histórica es
la posibilidad de que las sucesivas generaciones que la conforman construyan paulatinamente
una cultura distintiva que entrelaza y da coherencia a todos los ámbitos de su vida. Se reconoce
un pasado y un origen común, se habla una misma lengua, se comparte una cosmovisión y un
sistema de valores profundos, se tiene conciencia de un territorio propio, se participa de un mismo
sistema de signos y símbolos. Sólo con ello es posible aspirar también a un futuro común, y en
esto descansa la razón para reconocer un “nosotros” y distinguirlo de los “otros”.
El concepto de civilización, que con frecuencia algunos confunden con el de cultura, es de
acuerdo con León Portilla: “En su acepción antropológica no se contrapone a cultura, sino que
es una forma más desarrollada de ella. En una civilización hay vida urbana, es decir, ciudades y
formas más complejas de organización social, política, económica y religiosa, especialización en
el trabajo y creaciones tales como precisos cómputos del tiempo, escritura, cuentos educativos
y producción de lo que hoy llamamos arte.
La palabra civilización proviene de Civitas y Civis que significan Ciudad y Ciudadano. Queda claro que cultura y civilización no son sinónimos. La civilización es gradual, es integrarse
lentamente y por voluntad propia al ejercicio de una conciencia ciudadana ejerciendo a la vez
obligaciones y derechos. Ciudadanía es participación activa con propósito y conciencia de fines
en la construcción de la función ciudadana que permite que el desarrollo de la Politice-Política se
traduzca en el arte de gobernar, formular y mantener y hacer viables las leyes que mantengan la
convivencia y alcancen los fines propuestos y determinados por la ciudadanía.
Cultura es palabra de origen latino: Cultura, vocablo que deriva de “cultivo”. El significado
es claro, fomentar, acrecentar, promover, es decir cultivar las cualidades personales dentro de
un marco de referencia que incluye costumbres, prácticas que tienen un contenido simbólico y
que permite la creación de un sentimiento de pertenencia que se comparte con los demás que
forman el grupo, es un cultivar para lograr insertarse adecuadamente en el manejo de los símbolos comunitarios. En el sentido más amplio puede decirse que la cultura comprende todas las
capacidades y costumbres adquiridas por los seres humanos en asociación con sus congéneres.
Cultura y civilización son dos términos que de alguna manera nos expresan, nos conducen
a valorarnos como altamente dinámicos en la historia social de la humanidad.
¿Cómo nos apropiamos de la cultura?
La sociología considera que toda persona como miembro normal de la sociedad es necesariamente culta. Y este “ser culto”, es aprender a existir y vivir adaptándose a las pautas de
comportamiento que son socialmente aceptadas y a reconocer aquéllas que no lo son. Es decir,
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
41
es el producto consecuente de su personal proceso de socialización obligada desde la infancia
hasta la muerte. La persona humana como ser social siempre se ha encontrado en medio de relaciones sociales vinculares o no, y todas estas personas y su hacer individual o en convivencia
social desarrollan la cultura que poseen y la enriquecen. Los humanos tenemos en la cultura un
valor agregado que nace y se fomenta en grupo y que sumada con otros marca a la sociedad
en su totalidad.
La cultura es un producto humano, está hecha por el hombre y en general puede decirse que
todo lo que el hombre hace es parte de la cultura. El hombre es por naturaleza un animal social,
productivo y creador y el sistema sociocultural que lo contiene es producción suya; así pues, la
cultura es el producto humano y podemos afirmar en ese sentido que todo en la vida individual,
de grupo, y todo en la vida de sociedad es un producto cultural. Entendida así la cultura, debemos
tomar conciencia de que esta no puede ser patrimonio de ciertas clases sociales que han tenido
el privilegio de años de escolarización.
La cultura no existe si no es entre humanos. Desde el punto de vista de las personas y de
los grupos debemos comprender esencialmente a la cultura como hereditaria y a la vez como
un proceso ambiental.
Hemos nacido en una cultura y ella nos rodea, es decir, que en ella estamos inmersos desde
que nacimos. Esto tiene su importancia dado que la cultura se enseña y se aprende por nuestros
vínculos con los mayores y la persona la deriva de sus antepasados y de sus contemporáneos,
de la práctica de tradiciones familiares y populares en el barrio con las cuales nos familiarizamos
desde niños, las valoramos porque las conocemos y aceptamos. El proceso de socialización es
el medio por el que el individuo asimila la cultura de su sociedad. El recién nacido ya es persona
humana y social cuando nace, pero se vuelve culto al asociarse con los demás. La herencia
cultural no tiene nada que ver con la generación física o la transmisión biológica, si bien es a
través de esta transmisión que el individuo recibe la capacidad potencial de absorber la cultura
y volverse una persona culta.
Si las pautas de comportamiento son componentes irreductibles de la cultura y si estos se
combinan en los roles, las relaciones humanas y las instituciones, no sería lógico en opinión
de los sociólogos, incluir elementos materiales en la definición de cultura como podría serlo,
por ejemplo: pelotas de fútbol, automóviles, refrigeradores, libros y aeronaves. Sin embargo,
no habría que creer que la mera materialidad de estos elementos culturalmente producidos
por el hombre son triviales. Todos ellos como muchos otros inventos humanos están ligados
con la supervivencia de las personas y los grupos, por esto se les considera símbolos significativos del hacer humano, objetos, en sí mismos que la sociedad usa y valora. En otros
escritos, estos objetos materiales creados por el desarrollo de la tecnología científica humana
y tan necesarios para el desempeño de la vida personal y social son denominados vehículos
de la cultura, ya que acarrean gran parte de la carga física de las funciones sociales. Son así
productos de los individuos, de la sociedad que han sido inventados y confeccionados para
responder a sus necesidades sociales. Fichter nos dice que es importante: “recordar que las
técnicas de comportamiento asociadas a la producción y uso de los productos culturales, son en
sí mismas parte de la cultura. Estas cosas materiales constituyen el ambiente artificial creado
por el hombre, interpuesto entre las personas y el ambiente natural que afecta enormemente
las pautas de comportamiento”.
Este mismo autor dice que la cultura es la configuración total de las instituciones que comparten en común las personas de una sociedad. El término configuración para él indica la trama,
la matriz y la red dentro la cual las instituciones relacionadas y coordinadas entre sí actúan en
un sistema total. El pueblo comparte este sistema cultural, pero no en el sentido en el que todo
individuo y grupo participe igualmente y lo haga todo exactamente en la misma forma. Hay roles
sociales que no pueden ser desempeñados por ciertas personas de la misma manera, hay instituciones que reclaman mucha mayor participación que otras.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Se reconocen adjetivos a la cultura y se le propone para su estudio denominándolas como
cultura autónoma, cultura impuesta, cultura apropiada, cultura enajenada.
Cultura autónoma: a esta puede reconocerse en aquellos grupos sociales que tienen el
poder de decisión sobre sus propios elementos culturales: es capaz de producirlos, usarlos y
reproducirlos. Buen ejemplo de ésta son la agricultura campesina y la producción artesanal de
las comunidades campesinas y las etnias.
Cultura impuesta: se entiende como un conjunto de elementos culturales puestos en acción
por el grupo, pero que no reconocen su origen en él, y donde el poder de decisión es influido o
totalmente manejado por hábitos de consumo impuestos por la publicidad y la mercadotecnia, o
por modelos de vida del sistema educativo o los medios de comunicación.
Cultura apropiada: los elementos culturales no pertenecen al grupo aunque éste los utiliza
y se sirve de ellos, no tiene poder de decisión sobre ellos, tampoco los produce o reproduce
con autonomía, un ejemplo de ello es la música juvenil que aturde en todas partes, hasta en los
ejidos y casi en su totalidad es de importación y muy ajena al verdadero sentir de la expresión
musical vernácula.
Cultura enajenada: aunque los elementos culturales siguen siendo propios, la decisión sobre ellos es expropiada por elementos ajenos a la comunidad, quienes los popularizan aunque
desvirtuándolos, tal es el caso de las danzas y comparsas de festividades religiosas en las que el
país es tan rico y que desde hace años se han convertido, fuera de su ámbito y ambiente natural,
en un espectáculo folklórico barato para turistas.
Por todo lo ya escrito, en mi opinión podemos definir para el presente libro la cultura como:
el conjunto de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos por miembros de una sociedad incluyendo sus modos pautados y repetidos de pensar, sentir y actuar. La cultura de una
comunidad también puede ser definida como el conjunto de todos aquellos modos de ser que
esa comunidad ha inventado para mantener la existencia a través de un modo de consensar y
establecer los llamados pactos humanos.
¿Quién produce la cultura?
La cultura la creamos, la recreamos, producimos y reproducimos todos quienes en activo existimos dando un sentido a nuestra vida y somos parte de una sociedad, pensando, sintiendo, actuando y colaborando como seres vivos con identidad y abiertos a un horizonte de colaboración
creativa. Así, no sólo nos reconocemos e interpretamos, sino que reconocemos y tratamos de
interpretar a los otros, nuestros semejantes y en particular a todos aquéllos que nos son significativos y con quienes nos identificamos o no, pero que son un referente durante las diversas
etapas de nuestra vida.
En su sentido antropológico, la cultura es la manera en que una comunidad social o un grupo
de población (en nuestro caso adolescentes y jóvenes) estructura y configura las relaciones sociales, las formas como se entienden y se interpretan a sí mismas, es también la manera en que
las conductas resultantes del pensar, sentir, actuar y manifestarse de un grupo y de la persona
son comprendidas e interpretadas por los diversos actores que conforman el escenario cultural.
Cada cultura tiene una ideología que sustenta, fomenta y modifica según sus experiencias de
vida histórico-sociales así como de las necesidades y las realidades sociales y humanas que afligen
a sus grupos de pertenencia. Así, la cultura es utilizada por la comunidad para poder interpretar su
propia experiencia personal y grupal, es decir, el comportamiento general con el cual se manifiesta
como un organismo vivo ante los diferentes retos que en su función social se presentan.
Los seres humanos somos en esencia seres simbólicos, semióticos y por lo tanto, somos una
consecuencia de ese conjunto de códigos simbólicos que son el tesoro de cada cultura y ésta
constituye una herramienta para llevar a cabo los propósitos humanos que cada ciclo de vida nos
impone dentro de la cultura en que vivimos y dentro de los valores que le dan sentido a la misma.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
43
Es ésta una esencia que existe en los diferentes niveles de la conciencia personal y comunitaria
que rigen la vida y que mantenemos y comprendemos a través de mandatos explícitos o implícitos.
Bonfil Batalla expresa lo anterior de la siguiente manera: “Cada individuo tiene su cultura, que
puede diferir en ciertos aspectos de la cultura común de su sociedad, pero nunca al grado de llegar
a ser una cultura diferente, porque entonces deja de existir la posibilidad de interactuar y convivir
con los demás. “Cultura de lo real”, la que se sustenta en las circunstancias de la sociedad en la
que se vive y a la que se pertenece, por una “cultura imaginaria” que se construye a partir de la
aspiración de cambiar de realidad, que es muy diferente a la aspiración de cambiar la realidad”:
Todo este aprendizaje intergeneracional desarrollado por milenios en cierta medida ha logrado
en cada época, y en la presente, poder mantener bajo control social las enormes variaciones en
formas de expresión que como seres humanos hemos logrado imponer en el planeta y también
que la conducta de los grupos sea previsible dentro de ciertos rangos aceptados por diferentes
grupos humanos que predominan en diversas áreas geográficas.
Así, la cultura tiene como principal característica ser una creación humana, que se nutre y
renueva a partir de su presencia misma, de vivirla y sentirla, es una forma de participación con
identidad grupal, es creadora del mundo simbólico, las tradiciones y muchos conceptos en las
que se mueve y encuentra sentido la vida humana. Mientras existan grupos humanos activos y
creativos, la cultura de cada uno de esos grupos será renovada a partir de ellos mismos.
¿Desaparecen las culturas?
Cuando se habla de la desaparición de una cultura antigua quiere decirse que ha dejado de
existir la totalidad de la gente que la creaba, vivía y utilizaba, o más frecuentemente que gradualmente fue absorbida por otra gran cultura. Nunca se ha podido evitar la penetración de una
cultura por otra, ningún grupo humano o estado lo ha logrado a través de la historia; sin embargo
de esas penetraciones han surgido mestizajes productivos y valiosos que son vínculo de identidad para los pueblos a lo largo de la historia social humana.
Frente a la presión desmedida que unas culturas obran sobre otras conocidas como originales,
comúnmente los pueblos afrentados en su cultura se dedican en forma grupal o asociada con
otros grupos a desatar una lucha simbólica, generalmente combinando todas las capacidades que
consideran como una máxima expresión de la cultura propia. Desde luego que la supervivencia
de la creatividad cultural que se encuentra en los orígenes de todo impulso de civilización será
más fuerte, más sentida y más fecunda entre mayores recursos y diversificado sea el repertorio
de la cultura original que corresponda a cada grupo humano amenazado, es decir, tendrá en su
riqueza de elementos culturales más opciones reales de una posibilidad de resistencia eficaz y
por consiguiente, de supervivencia.
En este último aspecto Iberoamérica y particularmente México, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil,
que hoy tienen una gran cultura mestiza, son un buen ejemplo de la posibilidad mencionada, ya
que el maridaje con la cultura que pretendió absorberlas totalmente, dio como fruto el mestizaje
de la mezcla autóctona con la cultura mediterránea que fue impuesta por la conquista militar,
espiritual a través de la evangelización y la escuela renacentista en el siglo XVI y por otra parte
por la africana impuesta en el Caribe o Brasil por los esclavos negros traídos como mano de
obra para el desarrollo de la economía regional desde el siglo XVI. Este fenómeno social se dio
(el mestizaje) porque afortunadamente las culturas vernáculas eran tan fuertes y poderosas que
no se dejaron absorber por el eurocentrismo y hasta hoy viven en fraternidad con los elementos
europeos.
Bonfil Batalla en un afán por recuperar la mayoría de las culturas autóctonas y sus propuestas nos señala que para tener una cultura mexicana depurada debemos dar una nueva
lectura y dimensión a ese maridaje entre la cultura mediterránea impuesta por la conquista y
lo auténticamente mexicano y él lo expresa de la siguiente manera: “La historia nos ha legado
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
cinco siglos de dominación colonial. Una de las herencias de las que debemos desembarazarnos
inexcusablemente y cuanto antes, es la distorsión con que vemos nuestra propia realidad, al
percibirla a través del tamiz de los prejuicios culturales propios de la no interrumpida ideología
del colonizador. Esa percepción se finca en la devaluación del “otro”, el diferente, el dominado,
y afirma la superioridad, la universalidad y la exclusividad de la cultura del dominador, heredero
intelectual del colonizador”.
“Desmontar el andamiaje ideológico, sustento de la visión cultural del sector dominante en
nuestras sociedades, resulta entonces una tarea prioritaria para sanear el ambiente intelectual (en
el sentido amplio, no restringido), construir una visión auténtica de nosotros mismos y conducir el
debate sobre nuestro futuro a partir de concepciones e identificaciones más próximas a la realidad”.
A mi modo de ver Bonfil tiene razón, pienso y creo que una mirada amplia, justa y sin prejuicios
a la diversidad de culturas autóctonas vivas de nuestro país y a las de otras etnias que pueblan y
se desarrollan en la actual indoamérica, se hace necesaria para entender la cultura mestiza que
hoy practican grandes grupos campesinos de las diversas regiones que se visiten y se deseen
estudiar; pero también, la de grandes masas que viven en conflicto y tratan de encontrar sentido
a sus vidas y su función social en las megalópolis que ahora habitan.
El reconocer la diversidad de culturas autóctonas vivas que norman y dirigen la vida toda
de grupos cobijados en el anonimato de las grandes ciudades, nos podrá permitir reconocer y
valorar la grave problemática a la que se ven sometidos por la salvaje penetración de culturas
impuestas por los medios masivos de comunicación, las familias, los adolescentes y jóvenes
en ellas incluidos, y quienes han sido educados proverbialmente en las culturas vernáculas de
origen, y a la vez se ven obligados a abrazar estilos de vida, valores, formas y actitudes de ser
impuestas desde el exterior. El problema afecta en grandes ciudades y en la provincia toda a
quienes aún creen, respetan y viven en la diversificación cultural, que se encuentra gravemente
amenazada por quienes optan por ignorarla (imposible no reconocerla) para lograr imponer el
nefasto criterio de la unificación o la uniformidad cultural en el país.
A esto último ayuda en un acto criminal que cercena buena parte de la riqueza cultural de la
nación, tanto el estado a través del sistema nacional de educación, como la industria de la radio,
comunicación y la de la imagen por televisión por una parte y por la otra, la obligada movilidad
social no basada en un ascenso legítimamente ganado por la superación personal y a través
de la asimilación de formas sociales que le permitan sin perder su cultura autóctona progresar,
sino por la terrible afrenta que impone la migración obligada ante la ausencia de posibilidades de
subsistir con un mínimo de dignidad en el campo y la provincia y obtener movilidad social tanto
en el sentido horizontal como vertical. Al parecer en este asesinato en marcha desde hace tiempo
de la diversidad cultural que poseemos, y que mucho costará al país en un futuro próximo, de la
mano se encuentran las políticas gubernamentales, industriales, mercantiles y hasta religiosas, sin
descartar las políticas partidarias que tienden en la mayoría de los estados nacionales a eliminar
toda cultura que no coincida con el interés general, con el propósito implícito o la pretensión o el
pretexto de crear un mercado, reforzar la unidad nacional, realizar una justicia social, convertirnos
en un país democrático.
¿Quién y quienes nos inician en la cultura?
La unidad básica que conforma una sociedad es y ha sido en todas las culturas la familia. Todo
lo relatado con anterioridad se inicia en la relación directa con la madre desde el embarazo mismo, y desde luego cuando la preñez es producto legítimo y deseado por una pareja funcional,
el padre está presente y aumenta el valor de esta experiencia que beneficia al menor, es decir
cuando su relación les permite reconocerse mutuamente con los mismos derechos y obligaciones, cuando lo mismo se entienden, se comprenden, se solazan y colaboran mutuamente en
todas las funciones relacionales que como pareja sostienen y donde el compañero padre de
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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este ser in utero toma parte en el regocijo y cuidados prenatales que benefician y protegen tanto
a la madre como al producto.
Más tarde en el desarrollo de una familia bien integrada y funcional tanto padre como madre
se reconocen con un mismo valor como persona y como padre o madre y a través de este hecho
construyen conscientemente espacios de formación, educación humana conocidos como edades
vitales (recién nacido, etapa neonatal, preescolar, escolar, pubertad, adolescencia, juventud,
madurez, tercera edad y senectud) para las cuales todo padre y toda madre que reconoce en
cada uno de sus hijos una oportunidad diferente para manifestarse a ellos(as) a través del amor,
la protección y la promoción tendrán múltiples oportunidades de iniciar a los menores, desde la
tierna infancia hasta la juventud, en los valores morales, religiosos, cívicos, culturales, relacionales
que forman parte de las tradiciones personales y las convicciones particulares individuales y que
como pareja sustentan, logrando así de manera eficaz, persistente y persuasiva instruir, lograr
y supervisar el adecuado desarrollo de la cultura que se profesa por convicción y se desarrolla
en la familia. Padres que saben el valor y dan trascendencia a su cultura, enseñan siempre el
respeto a otras culturas y a quienes se manifiestan en ellas con pequeñas o grandes y múltiples
diferencias a las que nosotros practicamos.
Un segundo grupo trascendental en la conservación y desarrollo de las culturas que son
responsables de la formación escolar de los niños(as) son los profesores(as) desde el jardín de
niños hasta la universidad o educación superior técnica. Desde épocas remotas en todas las
culturas fundacionales (egipcia, mesopotámicas, indostanas, china, peruanas y mesoamericanas) las clases dirigentes tenían mayores posibilidades de supervivencia y lograr que sus hijos
maduraran en el ejercicio de los sistemas escolares generalmente reconocidos de orientación
religiosa o militar. Desde entonces la educación formal se consideraba aquélla otorgada dentro
del seno de la familia y a las escuelas, fueran de carácter religioso o militar, se dejaban los aspectos tecnológicos y rituales que acompañaban la formación de los estudiantes y que tenían
una representación más fidedigna del sentir y proceder en comunidad. Si durante la Edad Media
en las culturas europeas se abrieron los claustros universitarios, éstos no existían como la conclusión de una larga y elaborada escolaridad previa. Durante el Renacimiento en nuestra cultura
(hispanoamericana) fueron Vives, Nebrija y Vittoria quienes crearon fundamentos y reglas para
la escolaridad, que no siempre llegó a los pobres y menos a las familias rurales. Entre otros
significativos europeos recordemos a Erasmo y a Tomas Moro.
Durante la conquista de América por España fueron los franciscanos antes que nadie, y más
tarde agustinos y jesuitas, quienes llevaron a cabo la transculturación de la población nativa de
las diferentes sociedades sometidas en Mesoamérica. La historia del proceso escolar de nuestro
país abarcó la infancia y juventud desde la apertura del Colegio Imperial de la Santa Cruz de
Tlatelolco hasta la fundación del Colegio de San Pedro y San Pablo por los jesuitas. A finales del
siglo XVIII la escolaridad como elemento trascendental para la formación cívica y la formación
moral de la persona humana se propagó desde Francia por múltiples filósofos y los iniciados en
la pedagogía. Sin embargo, no es hasta el siglo XIX en el segundo y tercer decenio de esa época,
que los estados señalan el proceso educativo extrafamiliar como una obligación trascendental a
la que se obligan estado y sociedad.
Este proceso nació como fruto del avance de las ciencias y la tecnología y para conservar
de la manera más adecuada todas aquellas ramas del saber que participaban de la tradición
humanista de la cultura europea. El estado pretendía y pretende aún que la escuela se convierta
en un sitio de encuentro de múltiples familias que piensan, opinan, se manifiestan de manera
muy diversa aun perteneciendo a una misma cultura, es decir la escuela es pues un crisol
donde se funden y a la vez amalgaman múltiples formas de ser y participar culturalmente, pero
donde los instructores de niños adolescentes y jóvenes son responsables no sólo de transmitir
la materia particular que deben promover en la mente y en el actuar de los educandos, sino
algo más importante, desarrollar un criterio en quienes los escuchan para entender, asimilar
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
y practicar una teoría de cómo el estado desea y permite que se uniformen lo más posible las
diferentes formas de participación de la cultura en que se practica, cuyo fin es uniformar o tratar
de lograr la integración y la posibilidad de funcionar como grupo socialmente. La escuela no
pretende imponer una sola forma de pensamiento o de juicio valórico respecto a la currícula
que enseña, pero si acerca a la posibilidad de una mayor funcionalidad grupal. El sistema
escolar tiene obligación de promover los valores cívicos, morales, sociales y relacionales más
importantes de la cultura y hacer lo posible por lograr que funcionen dentro del concepto de
civilización que el estado profese.
¿Qué entender por cultura ambiental?
Hemos dicho que la cultura es también ambiental y con ello queremos significar que ésta nos
rodea durante toda la vida. Vivimos en una sociedad que es preexistente y nos guste o no, venimos a encajarnos en ella. La cultura que en cada generación hemos heredado, es en la que
como personas hemos aprendido a vivir. Es evidente y muy significativo que en el siglo XXI,
cada mexicano que nace como en los siglos pasados, crece para ser mexicano, de la misma
manera que un español, un escandinavo, o un chino nacen y crecen dentro de culturas que los
convierten en españoles, escandinavos o chinos, pero nunca en mexicanos. El ambiente cultural
en que vivimos y nos desarrollamos queda atrás de nosotros cuando morimos, pero así como
mientras estamos vivos somos capaces por algún tiempo de podernos evadir del grupo social
con el cual convivimos, no lo somos de evadirnos, aun estando solos, de la cultura de la que
formamos parte. En esto poco meditamos.
El ambiente cultural es probablemente la influencia más fuerte en el comportamiento social
de la gran mayoría de las personas, y esto es particularmente cierto durante la adolescencia
y juventud. Pocas personas se percatan de que aun en la soledad, voluntariamente buscada
y lograda tratando de alejarnos de todo y de todos por algún tiempo, seguimos pensando y
actuando conforme a las pautas de comportamiento a las que se nos ha acostumbrado. Esto
es explicable porque aunque no se esté consciente, las instituciones de la cultura forman
nuestra personalidad social y nos llevan a los roles sociales que ejercemos y a los valores
que aceptamos. Son ellas las que forman hábitos hasta en el modo de pensar y hacer las
cosas, los valores sociales, y todas las formas de relación que en ocasiones nos son difíciles
de realizar y aceptar.
Es necesario decir que toda cultura concreta existe sólo en el interior de la persona y a través
de la convivencia entre los seres humanos. Paradójicamente ninguna persona resulta esencial
para la cultura, porque la cultura preexistió a cualquier persona particular y tiene mayor permanencia en el ámbito social que cualquier ser humano.
Que la cultura ambiental nos persuada es un hecho particularmente interesante cuando
estudiamos las poblaciones que resultan de la emigración. Hay entre ellas quienes voluntariamente viven solos o con residentes originarios de los pueblos de adopción; por lo común,
este tipo de emigrante se adapta mejor a la cultura de adopción y la vive sin perder la
suya, es decir, la cultura vernácula. Mas hay otro gran sector de emigrantes que no pueden
subsistir solos o en convivencia y libertad con los lugareños y voluntariamente se asocian
preferentemente con paisanos del mismo origen para constituir “guetos”. Esto es evidente
aun entre las poblaciones migrantes en Europa, para no hablar de lo que sucede con los
mexicanos que emigran a Estados Unidos de Norteamérica o los bolivianos que emigran
a Argentina o España. En concreto hay entre los emigrantes quienes no pueden vivir sin
recrear esa “cultura ambiental” que les congrega y permite vivir y no tan sólo existir. En
realidad puede decirse que un extranjero en su tierra de adopción, es decir, los trasterrados, rara vez o nunca llegan a perder completamente la cultura en la que originariamente
fueron socializados.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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¿Para qué sirve la cultura?
La cultura existe con el fin de sistematizar la posibilidad de satisfacer las necesidades sociales
de la persona; los medios para otorgar esta vía de satisfacción son las instituciones que abarcan desde la familiar, la educativa, hasta la política y la institución religiosa, todas igualmente
importantes y trascendentes dentro de un sistema económico que tiene su razón de ser en un
tiempo sociohistórico. Todo este engranaje cultural tiene como fin simplificar el comportamiento,
proporcionar roles a niños adolescentes, jóvenes, adultos y aun ancianos, formas de relacionarse y desde luego de entender la función del control social sobre la población. Una rápida mirada
al hacer de las instituciones mencionadas y sus funciones nos revela su riqueza y lo valioso de
su trascendencia en el desarrollo y permanencia de una cultura.
Para mejor entender, comprender y disfrutar de la cultura cualquiera que ésta sea, o la época
que represente, vale la pena recalcar que cuando se estudia una micro o macrocultura se necesita conocer sus instituciones, aquéllas que tradicionalmente las sostienen, ya que en cada una
de ellas hay un sinnúmero de detalles que tomar en cuenta y entender el relato que contienen,
son hitos de la vida cotidiana de ese grupo y forman parte de los elementos que construyen la
cultura. Entre otras citamos aquí las más significativas para entender a la persona y a su cultura.
La familia. Tipos, organización, funcionalidad, relaciones de parentesco. Las instituciones que velan por la vigencia de la organización social. Conformación, control, autoridad, poder,
relaciones vecinales, formación de barrios, lo permitido y lo prohibido socialmente, funciones
y actividades que prestigian o descalifican, participación ciudadana, patrones de subsistencia,
formas de trabajo, organización laboral, producción, consumo, etc. Formas de recreación. Formas de ocio y distracción, organización del tiempo libre, tipo de deportes y acceso que se tiene
a ellos. Religión. Rituales o formas de representación de la fe, valores que los guían, creencias
que enaltecen, la normatividad de las conductas morales, organización civil de las cofradías.
Instituciones que velan por el fomento y desarrollo de formas de educación. Comprendidas como aquéllas que se dan por transmisión directa a través de la experiencia de vida
compartida con la familia, trasmitida por el grupo social a través de la relación entre los mayores,
los niños y los adolescentes, y por la que se otorga en la escuela en sus diversos grados y modalidades de enseñanza y también aquéllas que velan por el fomento y procuran la atención a
los problemas de salud. Cada cultura valora el proceso de salud y enfermedad, le da un valor a
la vida, la enfermedad y la muerte y también tiene diferentes contextos de la relación del médico
o su equivalente con el paciente. Los medicamentos empleados, su obtención y sus formas de
uso varían de una cultura a otra, así como la presencia de conceptos mágicos y divinos en la
práctica médica o en los ritos de práctica de sanación.
La cultura asigna también mucha atención al conocimiento, significado y procuración para
todo aquello que favorece los eventos de la vida tales como el nacimiento, ritos de presentación
e iniciación, pubertad, noviazgo, matrimonio, reproducción, muerte. De igual manera a ninguna
cultura le pasa por alto el particular interés y significado personal y social de los diversos ciclos
de vida que se registran durante la existencia y participación comunitaria. Así, se estudian la
infancia, niñez, adolescencia, juventud, madurez, ancianidad y cómo aportar en cada ciclo de
vida, afecto, educación, promoción, protección, formas de vinculación y apoyo, etc.
La cultura también cuenta con un vasto mosaico de formas de presionar o conducir el arreglo
personal, la forma de vestir tanto en lo masculino como en lo femenino, y más aún, en cuanto a
vestido y arreglo le otorga características de rango y oficio. Las influencias de rango son también
visibles tanto en la forma del hábitat como en la selección de materiales con que se construye,
los colores que se aplican para pintar los barrios y comunidades, la traza urbana y hasta en la
forma en cómo se marcan y establecen las técnicas de tenencia de la propiedad y la herencia.
Finalmente, pero no menos importante y quizá la influencia más persistente de una cultura
se da en las formas de alimentación, desde cómo se constituye la dieta, la composición de los
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
platillos, el condimento, las creencias en torno a los poderes mágicos y divinos que son trasmitidos en aquello que se come o se bebe. Esto es en sí, aun hoy día uno de los baluartes de la
cultura universal. A manera de compendio, a continuación expresamos cuáles son las funciones
básicas de la cultura.
• La primera función de la cultura es ofrecer un esquema sistematizado de la conducta social
en un gran número de gente, ayudando así a que no se vea obligado cada quien a construir
su propia cultura. De esta manera las personas participativas en la sociedad no se ven obligadas rutinariamente a aprender de nuevo o inventar una manera de hacer las cosas.
Finalmente la cultura coordina los diferentes segmentos sociales de un grupo humano.
• La cultura congrega, contiene e interpreta los valores de una sociedad y de esa manera propicia que la misma reconozca y aprecie lo que tiene valor. La gente descubre a través de la
cultura el sentido y la intención de la vida individual y social.
• La cultura es en sí la matriz de la solidaridad del grupo humano. Es por esta función que
la persona se adhiere a las propias tradiciones culturales y religiosas y tiende a ser leal a
otros que las comparten. Esto tiene una enorme trascendencia porque la gente que funciona
socialmente a través de una cultura adquiere un sentimiento gregario para poder alcanzar
objetivos comunes que le son necesarios. Es la esencia de la cooperación.
• Las culturas establecen las diferencias que permiten distinguir a unas de otras, así los mexicanos nos podemos distinguir de los españoles, marroquíes, franceses o japoneses. La cultura caracteriza a un pueblo de una manera definitiva y más significativa que el color de la
piel u otros rasgos fisiológicos. La cultura es más realista que las fronteras del territorio o
políticas que en ocasiones determinan a los pueblos.
• La mayor importancia de la cultura es que, finalmente la cultura de una sociedad es el factor
que predomina en la constitución y la formación de la personalidad social. Nos guste o no, el
cuño cultural de la personalidad humana es tan fuerte que nadie puede escapar a él.
En los años 1950 Sorokin llamó a la suma de todas las pautas mencionadas cultura comportamental y sostuvo que su significado puede encontrarse en la cultura biológica. Esto significa
que una sociedad puede identificarse por su “mentalidad cultural” y porque puede colocarse en
algún punto de una escala que va de la cultura sensible (materialista, secular, empírica), a la
cultura de las ideas (trascendental, sagrada, espiritual). Cada cultura se identifica por su sistema
de significados, su núcleo de valores, ideología y ethos.
Adaptación a la cultura
Ya que existen múltiples factores de cambio, debemos reconocer que no hay una sola explicación que de manera holística y con un horizonte amplio nos aclare de manera completa y
exhaustiva el porqué de la adaptación cultural. Podemos hablar en términos generales de dos
amplios procesos a los que se les reconoce desde hace tiempo su participación de manera muy
importante y aun determinante en procesos de adaptación cultural. Estos son conocidos como el
proceso de difusión y el de convergencia. Si bien significan cosas diferentes, debemos reconocer que actúan sinérgicamente y se les encuentra mezclados o amalgamados en todo proceso
de desarrollo histórico de una cultura.
La difusión no significa otra cosa que las pautas de una cultura han sido comunicadas de
una cultura a otra. Como todo fenómeno de competencia humana personal o grupal, algunas de
estas pautas son aceptadas, en tanto otras son rechazadas. La difusión como proceso requiere
de contacto directo o indirecto persistente y comunicación entre la gente que conforma diferentes
grupos sociales.
La convergencia es un proceso diferente a la difusión, ésta se presenta cuando se da la
alternancia o diversidad de pautas y cuando algunas de éstas se arraigan en los grupos que las
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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aceptan y con ellos se conducen a cambios profundos en la matriz de la cultura original y a través
de estos cambios aparecen culturas “nuevas” y diferentes de las que proceden. Las principales
culturas del mundo han evolucionado y se han desarrollado así: difusión y convergencia. Son
estas las explicaciones más racionales e importantes para entender y valorar la adaptación cultural; ejemplos remotos y reales se dieron en Europa, la cultura romana y en la convergencia de
las culturas musulmanas, godas, judías que formaron la cultura española con la que se colonizó
América; o la normanda, sajona y celta que formaron la cultura inglesa. Y otro tanto más, podemos
decir de la cultural mexica, olmeca y maya que formaron la cultura mesoamericana, que hasta
hoy es vigente en gran parte de México y Centroamérica y que después de la conquista entró en
maridaje con la cultura española mediterránea.
Para Bonfil Batalla, uno de los grandes problemas de México es en cierta forma una actitud
etnocentrista de grupos nacionales que se niegan a reconocer la presencia, el valor y vigencia de
las diversas culturas nacionales y así lo expresa en el siguiente párrafo “el uso de la diferencia
cultural por parte del poder y en su beneficio ha sido históricamente un obstáculo infranqueable
para construir una relación democrática que incluya efectivamente a todos los individuos, grupos
y pueblos que constituyen nuestras sociedades nacionales; porque en consecuencia, nos ha
impedido formular un proyecto nacional inclusivo, en el que todos tengamos cabida; porque nos
ha llevado a ignorar, despreciar o anular las potencialidades creativas de amplias capas de la
población, las mayorías que forman el México profundo”, estoy en acuerdo total con su opinión,
y además, agrega Bonfil “esta situación debe modificarse radicalmente para entrar al siglo XXI
(el tercer milenio según la cuenta cristiana) con mayores posibilidades de elegir nuestras propias
opciones y mantener el margen de autonomía indispensable en un mundo que avanza hacia
una interrelación cada vez mayor. ¿Lo haremos como individuos aislados, unas cifras más de
productores y consumidores, o como colectividades integradas que en esa condición se relacionan con las demás?”
Bonfil Batalla también advierte de los peligros que enfrenta el porvenir para una sociedad
que no integra su diversidad cultural para dar la cara al futuro. El gran movimiento es la llamada
globalización. Globalización de las comunicaciones, de los mercados, de los capitales y de la
tecnología. También aquí la importancia de los estados nacionales se presenta disminuida: las
decisiones que cuentan se toman en otra esfera, en la que pesan más los intereses trasnacionales. Los estados nacionales tienden a formar bloques, nuevas alianzas para ocupar una
parcela en la economía global. El mundo se achica, dicen: la comunicación es instantánea y no
respeta fronteras. La informática, la biotecnología y otras tecnologías de punta son los nuevos
dioses de la razón a quienes hay que aferrarse para seguir creyendo que el futuro está escrito y
es uno solo. Qué tranquilidad es encontrar una nueva certidumbre. Pero sólo es posible a costa
de olvidar la historia y cerrar los ojos ante todo aquello que pudiera poner un punto de duda, la
más pequeña inseguridad.
Todos los grupos humanos siempre se han manifestado a los otros con diferencias culturales;
las diferencias que posee cada cultura no las convierten ni en mejores ni en peores, en superiores
o inferiores. Son ya centenares de estudios que provienen de antropólogos sociales y etnólogos
que nos afirman que todas las culturas son enormemente importantes y valiosas y que simplemente
son diferentes. Sin embargo, gran cantidad de población creadora de su cultura ignora su propia
riqueza y se deja confundir y hasta alucinar con “cultura del desarrollo técnico” y la necesidad
de ingresar a una cultura de consumismo buscando ante todo una posibilidad de superación
económica que les permita vivirla. Hoy más que nunca Estados Unidos de Norteamérica como
estado pretende que Occidente acepte la suya como la cultura de excelencia y por lo mismo la
valida, la propaga e impone como modelo a seguir para todo el mundo. Continuamente recurre
al truco de que la prosperidad económica de los países es prueba de su superioridad. Todo este
concepto tan rebatible “de la unificación” y la “globalización” con la cultura norteamericana como
símbolo de primacía y de ser tomada en cuenta como lo propone el estado norteamericano, ha
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
empezado a ser rebatido en los últimos 25 años a través de la voz y escritos tanto de una pléyade
de intelectuales humanistas de diferentes disciplinas de origen europeo, asiático, iberoamericano
y norteamericano que descalifican semejante pretensión.
Similares argumentos han logrado crear en parte de la población y juventud iberoamericana
tan poco afecta a conocerse y valorarse a sí misma y a reconocer como valiosa su cultura, grandes
sentimientos de inferioridad y algunos de frustración por no alcanzar a pesar de su desmedido
afán de llegar a ser “como ellos”; “los modelos del norte”. Lamentablemente, muchos que después de hacer grandes esfuerzos, de migrar hacia el polo de su atracción, pasar sufrimientos
inenarrables llegan a desarrollar de alguna manera algunos de los detalles que caracterizan al
norteamericano común, tienen que sufrir finalmente no ser aceptados y la mayoría de las veces
reconocer, no sin rencor, el no poder adaptarse e integrarse al medio.
Tomar una actitud de desconocimiento o superioridad ante las otras culturas es un etnocentrismo que significa el desconocimiento de la cultura diferente a la mía o bien un acto reprobable
en el que yo desconozco a los que son diferentes a mí, porque no tienen lo que yo tengo (en
este concepto se comprenden desde las particularidades genéticas hasta los bienes materiales)
todo aquél que no es como yo, es menos que yo, es atrasado, es incivilizado.
Los etnocentristas con esa actitud necia, intolerante no pueden llegar a conocer y mucho
menos comprender él porque del comportamiento humano y menos intentar valorar y analizar el
comportamiento de diferentes familias, núcleos de población y el de los jóvenes que pertenecen
a barrios o ambientes sociales específicos, quienes también crean cultura y se manifiestan activamente y en su hacer no ofenden a nadie y menos a otras culturas.
La adolescencia como grupo social emergente
El proceso de adolescencia desde siempre ha sido reconocido por la comunidad universal y
ha estado ligado a la esencia cultural del grupo o la región geográfica que se revise. Cada
cultura tiñe de diferentes características tanto los ritos de iniciación que marcan el inicio de la
adolescencia como el desarrollo del proceso en sí. Las variaciones son amplias, pero en toda
la simbología de que están revestidas se afirman las tradiciones y los mitos con que cada grupo
da solidez a su función social. Es un rito de gran trascendencia social. A los iniciados(as) se les
otorga y se les inviste de nuevas prerrogativas y expectativas, a todas con un claro significado:
dejar la infancia atrás, aceptando la nueva etapa como un reto, una oportunidad para crecer y
probar su capacidad de manera consciente, responsable y de desarrollar habilidades y otras
facultades personales para ser reconocidos(as) al término de ella como preparados para desarrollar la vida adulta y ser incluidos en la sociedad adulta.
Esta etapa que otorga derechos a los iniciados también les demanda obligaciones. Todas ellas
con el único fin de capacitarlos para la vida y el desempeño adecuado de su función comunitaria,
aceptando y comprometiéndose en ideales y mandatos que son propios a generaciones pasadas
y que según los adultos normativos son indispensables para mantener la vigencia de la cultura
que dinamiza a la comunidad.
Rara vez los grupos adultos consultan a los jóvenes cómo renovar estos ritos de iniciación y
compromiso con la comunidad. Más aún, muchos siguiendo el postmodernismo caótico ni siquiera
exigen a los jóvenes compromiso alguno y otros más, y por eso en muchas ocasiones no les han
apoyado a existir y encontrar sentido a la vida, no tienen punto de contacto humano con ellos y
fracasan así en la función social para atraerlos y ayudarlos a formar parte activa de la sociedad.
Ninguna cultura ha practicado o practicó hasta la aparición de la cultura basada en la economía del consumismo y del desperdicio ritos de iniciación de la adolescencia para ofrecer y
garantizar a los adolescentes una etapa de vida dedicada al ocio vano, la diversión irresponsable,
ignorar o despreciar el estudio o la capacitación, o para convertirse en un grupo de oposición
sistemática y sin objetivos claros o razones válidas frente a los adultos; es decir, los ritos de
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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paso de la adolescencia nunca han promovido como conciencia de fines de esta etapa las conductas del abandonismo o hedonismo, la masificación irresponsable como forma de evasión de
responsabilidades para con su grupo humano y la renuncia a ser por evolución personal un ser
humano, individual que reconoce a los otros y que es capaz a través del desarrollo de la habilidad vinculatoria de acceder a poseer un yo capaz de descubrir un tú y reconocerlo y llevarlo a
pertenecer a un nosotros. La masificación y el nomadismo pleno de anomia son frecuentes en
las generaciones de jóvenes que aparecieron después de los “jipis”. Las comunidades que han
permitido el desarrollo de estas generaciones sin educación, creación de conciencia de fines,
tienen hoy en ellos una clara muestra de la incapacidad social para ayudar a madurar a los jóvenes, orientándolos a encontrar su identidad, apoyándolos a construir un proyecto de vida; es
también una clara evidencia de cómo la sociedad urbana carece de capacidad y diligencia para
incorporarlos de una manera digna al sector laboral y el sistema productivo que el trabajo en
cualquiera de sus múltiples formas representa.
La sociedad por muy largo tiempo consideró la adolescencia como un proceso ligado a la
madurez biológica, al cambio de la silueta corporal y con esto la posibilidad de que los jóvenes
contribuyeran con sus brazos al trabajo y con su vida a la defensa de la comunidad, a la vez que
con su maduración sexual participar en la reproducción humana tan necesaria para la continuidad
de la familia y la supervivencia del grupo social como tal.
Hoy día el concepto es distinto, desde el punto de vista teórico de las ciencias sociales y
de la conducta. La adolescencia como etapa existencial de vida significa una oportunidad de
maduración psicoafectiva y social bien reconocida; de acuerdo con Erickson, es una moratoria
social, existencial. Los eventos de la pubertad (el desarrollo físico y la maduración sexual) son
procesos biológicos con un control genético; la adolescencia es diferente de este proceso, tiene
otro ritmo de desarrollo, “tiempos”, y secuencias diferentes al proceso biológico, porque tiene
una regulación cultural y social. Se trata de un proceso de construcción social y por lo tanto,
íntimamente ligado a la cultura del medio. Cambia el cuerpo, pero también cambia la mente, se
tiene desde lo imaginativo y en ocasiones desde lo real, expectativas personales, metas sociales
individuales y colectivas. La adolescencia de ellos o ellas es un tiempo que pertenece a ellos,
no es un bien comunitario, o familiar para servir o satisfacer los fines predeterminados por los
padres y las necesidades grupales, al menos así se ve y funciona en las comunidades urbanas,
pero en las rurales y en el ámbito de las etnias la lectura de ser adolescente es muy diferente,
perpetúa las milenarias costumbres y, quienes no están de acuerdo con ellas huyen de sus hogares o bien son sacados de la comunidad porque no aceptan su nuevo rol que es a la vez un
molde muy arcaico. Esto no significa que avalemos el egoísmo de algunos adolescentes, pero
significa desde mi punto de vista que los adultos importantes para ellos deben darles el “tiempo”
para que vivan y se dé la adolescencia dentro de los márgenes de contención que se deben tener.
Hoy, para la mayoría de quienes están en edad de ser adolescentes, se trata de un desarrollo
psicosocial de carácter autogestivo apoyado o no por la familia o por el grupo social. En efecto,
el número de adolescentes que están en la comunidad solos, actuando sin acompañamiento
emocional, carentes de diálogo, de guía y sin intereses compartidos con sus padres y su familia,
es mucho mayor de lo que se cree. Habitan con los padres bajo un mismo techo, pero en distintos
mundos emocionales, con una pobreza y aun carencia de diálogo que son alarmantes y a la vez
sin un sentimiento de pertenencia. Una mayoría carece de todos estos diversos y tan necesarios
apoyos, sin un andamiaje cultural sólido que los sostenga y son dejados en soledad para realizar
tan pesada como necesaria tarea: la adolescencia.
La trascendencia de la adolescencia como evento esperado con orgullo y un sentimiento de
renovación social para la comunidad en el grupo humano se dio de una manera general hasta
hace no más de 60 años. Hoy esta etapa es sentida como una esperanza renovadora sólo en la
población rural. Actualmente en las grandes urbes y centros urbanos de importancia se entiende el evento como una calamidad más, se convierte en una preocupación familiar, escolar y en
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
ocasiones hasta en problema social al que hay que temer, que tiene múltiples manifestaciones y
muy pocas probabilidades de poderse contener, solucionar o poder controlar; es como algunos
lo llaman “un mal necesario” que hay que aceptar.
Entender entonces el problema de la “cultura juvenil” que nace fuera de toda influencia
familiar, es motivo razonable de preocupación y manejo entre ciertos grupos y motivo de gran
preocupación para otros. Es necesario que los adultos entiendan y comprendan que la cultura
juvenil tiene una explicación y una razón de ser y que querámoslo o no, los adultos tienen responsabilidad en muchas de las manifestaciones que de ella hacen y con que se expresan y se
perturban y nos perturban.
En el fondo los y las adolescentes de hoy y de ayer en todas las culturas tienen como obligación
existencial que concretar tres pasos fundamentales en la tarea de convertirse en adultos, no es
tan sólo un cambio de cuerpo y funciones como hemos dicho; tan sólo una etapa de adaptación
o readaptación social circunstancial; se trata de algo más trascendente que tiene que darse
como un proceso de maduración emocional, y desde lo imaginativo como casi todo el quehacer
constructivo del adolescente, con apoyo y guía o sin él, en un campo de libertad vigilada o si se
prefiere contenida en donde deberá preparase para la construcción de un proyecto de vida individual y/o colectivo dentro de la comunidad urbana o rural y esta trascendental tarea los obliga
a definirse y cumplir las siguientes ya milenarias tres moratorias:
• Encontrar el sentido de la vida y darle a su vez sentido a la vida personal.
• Elegir una forma de integración laboral en el grupo social, lo cual obliga en las sociedades
modernas a elegir una vocación u oficio y capacitarse para ejercerlo.
• Resolver la forma de participación social en la conservación de la especie, procurando la
reproducción responsable a través del matrimonio. Mandato éste, hasta hoy casi obligatorio
en todas las familias, aunque hay ya quienes optan abiertamente por la soltería, o la vida en
pareja sin convenir en el matrimonio y finalmente hay quienes formando algunos de los tipos
de pareja en boga, deciden o no, tener hijos.
Si el mensaje simbólico por milenios ha sido claro, los reclamos de los diversos proyectos
de vida lo son también y están vigentes. Adolescencia es una etapa de preparación para asumir
las condiciones que la cultura adulta y la comunidad imponen. Para que la adolescencia se dé,
es necesario que la comunidad y la cultura imperante preparen y creen un escenario adecuado
que será dado como propio a los adolescentes.
La cultura juvenil
El término cultura juvenil tiene medio siglo de haber sido empleado por sociólogos y antropólogos sociales o personas dedicadas al estudio de las comunidades y en particular del desempeño
social adolescente y juvenil por primera vez. Otras personas se han referido a los modos sociales de desempeñarse de adolescentes y jóvenes como contracultura. Propiamente hablando
creo que es más justo hablar de cultura juvenil, pues llevamos abiertamente 55 años de ver
creatividad en todos los órdenes por parte de adolescentes y jóvenes así como una invención
y reinvención de sí mismos en la forma de adaptarse y readaptarse a los sistemas sociales
dominantes que se dan en sus culturas de origen, así como aquéllas que ellos mismos han
inventado. Yo como profesor universitario, como investigador en torno a la vida del adolescente
puedo encontrar en forma sorprendente grandes diferencias entre los alumnos de las últimas
dos décadas del siglo pasado particularmente con las que han surgido y asisten a la educación
media superior o las universidades. A mi entender y pese a que aprecio en mucho el esfuerzo
y voluntad de los alumnos presentes considero que han perdido mucho con respecto a las dos
décadas señaladas.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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A finales de los 50 y a principios de la década de los 60 del siglo pasado, Europa y Norteamérica tenían un número sorprendente de niños y adolescentes que intentaban ser ellos, tal
parece que el mensaje a los padres norteamericanos y europeos (particularmente los ingleses,
franceses, alemanes y escandinavos) era “déjenos ser”, “estamos hartos de tener adultos que
nos dirigen”, este tipo de mensajes a través de diversas actitudes contra padres y profesores
escolares y universitarios que culminaron con la famosa frase de la revolución juvenil francesa de
1968: “prohibido prohibir” a quienes contemplamos y escuchamos esta sentencia nos quedó
claro que el oficio de padre y madre como el de docente tendrían que reinventarse de inmediato
y a partir de entonces renovarse al menos cada 10 años. Esta revolución visible y silente de los
años 50 e inicio de los 60 llegó a ser una realidad en España tanto como en Iberoamérica al inicio
de los 70 logrando su apogeo desde 1980 hasta la fecha.
En México el detonador del nacimiento de un apartado social y su cultura juvenil nació con
el movimiento estudiantil universitario de 1968. No quiere esto decir que no hubieran antes de
esa fecha muestras de inquietudes juveniles en grupos de clase popular y media urbana y aun
de clases altas en universidades (recuerdo y participé de los movimientos de renovación juvenil
en la Universidad Iberoamericana que lamentablemente llevaron a varios valiosos jesuitas a ser
castigados por las autoridades de la rectoría de esos años, terminando con esa etapa de toma
de conciencia y responsabilidad cristiana de las clases sociales altas de nuestro país).
Nos guste o no, existe hoy día y bien diferenciada una cultura juvenil expresada a través de la
música, la literatura, la plástica, el atuendo y el comportamiento social. Conocemos un sinnúmero
de grupos humanos de adolescentes y jóvenes dedicados a la acción social, podemos afirmar
que la mayoría de los adolescentes en todo lo que se comprometen, producen y hacen tienen
fines positivos, y que si muchas veces fracasan en su empeño es debido particularmente a la
intromisión y autoritarismo de los adultos.
Para entender el mundo adolescente hoy y su cultura se necesita reconocer que la adolescencia no es nueva en el mundo y producto de las generaciones posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, es necesario reconocer y repasar a través de la lectura y el estudio que cada generación
ha hablado, escrito, cantado, bailado, vestido, pintado y creado propuestas y estilos de construcción arquitectónica, o inventado instrumentos y tecnología que han permitido con bases científicas
progresar hasta el presente; en cada época, en forma diferente a las generaciones procedentes,
los adolescentes, los jóvenes y los adultos han actuado y con ello han dejado huella de su paso
y enriquecido el medio social. La participación de los adolescentes, jóvenes en la recreación y
progreso de la cultura ha sido siempre importante y ha estado presente a lo largo de la historia
social humana. Hoy la participación adolescente y juvenil en la tarea de crear y renovar o hacer
una nueva cultura se da, pero se ve diferente.
La participación de las generaciones es tan importante en la renovación social que se les ha
asignado los adjetivos de: generaciones conservadoras o generaciones renovadoras. Las primeras
son aquéllas que con gran calidad mantienen lo recibido de los ancestros, pero su aportación ha
sido poco original, y lo muy original se detecta en escasos grupos. Se consideran generaciones
renovadoras aquéllas que modifican sustancialmente la cultura heredada en todos o al menos,
una mayoría de los parámetros que hemos señalado para el estudio de la cultura y a través de su
aporte creativo renuevan la dinámica social a través de las artes, las instituciones y movimientos
políticos. Con frecuencia hay quienes niegan la existencia de una cultura juvenil; otros la afirman
y analizan, le dan un valor y tratan de explicarla. Por lo general, los adultos se refieren a la cultura juvenil como una carente de valor intrínseco. Otros se refieren a ella como una subcultura
de carácter transitorio y local -microcultura regional-. Si aceptamos que se le califique como
tal estamos restándole valor, la estamos categorizando como dependiente o supeditada a otra
cultura importante a la que reconocemos como oficial. Hoy muchos más se refieren a la cultura
juvenil como movimientos sociales que se denominan “contracultura o culturas alternativas”. Esto
último me parece más conveniente porque no las despoja del valor propio y de las característi-
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
cas creativas que la singularizan y que manifiesta, aunque sea temporalmente, el sentir de los
jóvenes frente a la autoridad establecida por familia, escuela y gobierno. Francamente pensamos
que los adultos que descalifican a la cultura juvenil no le otorgan apreciaciones objetivas y es
opinión general que sus detractores muchas veces actúan de manera visceral y como reacción
ante la franqueza, violencia, ruido y desaprobación con la cual los jóvenes urbanos, la despliegan
y atropellan el sentir tanto como los territorios de espacio social de otras generaciones que aún
forman parte activa de la cultura general heredada.
Cada nueva generación está en capacidad y en su derecho de renovar la cultura heredada,
quizá valga recordar que la persona humana tiene como obligación trascendente darle dinamismo
a su existir, participar renovándose y renovando el ser humano no es por naturaleza un ser estático, sino uno en continua búsqueda de sí mismo, en interacción con los demás con y a través
de la cultura y además dando, recibiendo y capturando con su acción participativa testimonios
activos producto de su acción y de la de los demás. Es decir, construyendo una cultura dinámica
enmarcada por lo general en un momento y sentido de la realidad social. Ya Freud claramente
expresó que: “el hombre sólo tiene como única posibilidad seguir construyendo cultura”.
La renovación cultural aporta múltiples creaciones en cada generación; de ellas, la mayoría
pasa al olvido rápidamente, pero aquélla que surge como un producto autentico, vivo y vinculado al momento histórico, con seguridad que permanecerá como un testimonio vivo, que une a
varias generaciones y cada una de ellas le da un color o un matiz propio a través de pequeñas y
variadas modificaciones (por ejemplo, el fenómeno rock) sólo así puede entenderse, valorarse y
aceptarse el enorme legado humano que por miles de años en todas las culturas y en particular
en Occidente siguen estando presentes y teniendo influencia.
La cultura es suma, es participación creativa en libertad tanto en la vida personal como en la
comunitaria, y esta prerrogativa es oportunidad concedida a todos los ciclos vitales y a todas las
capas sociales que conforman la comunidad. Quienes en verdad se interesan en la adolescencia
saben bien que lo anteriormente anotado es una realidad que se vive y se da en el mundo de la
comunidad adulta y adolescente en ciertas clases urbanas en función de otros grupos adultos
y grupos adolescentes de la misma comunidad a quienes llenan de descrédito y no reconocen
capacidad y dignidad alguna, simplemente porque no piensan y actúan como ellos. En realidad,
por lo general, las críticas nacen porque cada cultura profesa un marco valórico distinto. El ser
“distintos” no debe significar jamás ruptura y enfrentamiento, debe cuando mucho suscitar divergencias, contrapunteo y deben terminarse en desacuerdos temporales, que lleven eventualmente
a establecer rutas de conocimiento, entendimiento comprensión de las diferencias que separan
a los grupos, pero también de resignificación de los lazos que entre ellas persisten. Sólo así, se
podrá llegar a consensos verdaderamente enriquecedores donde se reconoce todo lo positivo,
genuino y creativo que se puede encontrar en las culturas alternativas o en los movimientos
“contracultura”.
Hoy día se acepta en todas las culturas un sistema de corrientes “contracultura” o de “culturas
alternativas”, que inmersas en ellas distinguen el modo de ser, actuar y manifestarse de ciertos
grupos, entre ellas está la cultura adolescente. Ésta agrupa las diversas formas de sentir, actuar
y manifestarse de adolescentes y jóvenes. Es desde este espacio de cultura alternativa creada
para sí que el grupo adolescente vive desde lo imaginario tratando de renovar la cultura, encontrar
sentido a sus vidas y con sus vidas crear un marco cultural donde se organizan, se subdividen y
reorganizan para reconocerse como un grupo “distintivo” dentro de la cultura general que viven
en su momento histórico social.
Los jóvenes deben ser vistos como los probables renovadores de la cultura familiar, grupal,
regional y si se puede de la nacional (esto depende de la calidad de la propuesta y el activismo
a través de las redes sociales juveniles). Pero sucede que para ser renovadores tienen que
contar con el apoyo y reconocimiento de sus padres o familia de origen, de los profesores en el
sistema escolar en el que están insertos y de los espacios de reconocimiento y garantía que les
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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den las autoridades comunitarias para manifestarse fundamentalmente a través de participación
intelectual, la toma de decisiones que les conciernen, participación libre, fomentando la capacidad y programándose para el deporte, la música, las artes visuales y múltiples formas más de
la participación comunitaria.
Por lo general esto no se da, pienso que todas las generaciones verdaderamente creativas,
renovadoras (como movimiento cultural) obligadamente han tenido y tienen que ensayar ser
y crear “fuera” del círculo familiar y escolar tradicional y oficial en el que han crecido; para ser
renovadores la mayoría deberá congregarse en los denominados grupos de “oposición” que
para estos fines crean y son reconocidos en los grupos sociales de jóvenes y jóvenes adultos.
Entre estos tipos de sitios y sin pretender crear una reforma o contracultura hay un grupo de
jóvenes que se agrupan en bandas o tribus que congregan adolescentes y jóvenes y en ocasiones también las hay de niños y púberes. Tales agrupaciones son conocidas en el mundo urbano
universal como metálicos, “eskts”, “punketos” y “darketos”, de los que hay múltiples subdivisiones
y que por lo general siguen distintos modelos de grupos musicales de heavy metal.
A estas congregaciones acuden todo tipo de adolescentes y jóvenes en busca de identidad
y “albergue socioafectivo”. No todas estas bandas o tribus son sitios de encuentro creativo y
positivo, pero tampoco son como los adultos de diversos oficios y cargos los califican: Grupos
de delincuentes y destructivos.
Para muchos mayores, le guste o no a la opinión pública sea ésta civil o religiosa, la banda, la
tribu es un refugio y suele ser y darse en zonas habitacionales una especie de hogares alternos
para muchos de ellos, son pues un mal necesario. Quienes nos hemos interesado en el “mundo
de las bandas” sabemos que entre los que la forman hay marginados y personas pertenecientes
a clases urbanas proletarias y aun de clase media; hay muchas y bien calificadas agrupaciones
de chavos(as) que son productivas frecuentemente asociadas a la asistencia social y otras más
que con éxito promueven el desarrollo artístico de sus miembros.
*Años atrás se inició en un parque público una reyerta juvenil en el centro de la república
contra un grupo de adolescentes iniciales (14-16 años) denominados “emos”. Éstos derivan de
una nueva moda de la denominada emotional core y en verdad no pueden ser calificados como
tribu; la mayoría de quienes practican investigación social los califican tan sólo como un grupo
modal, que con su pasividad y exacerbado sentimentalismo provocan a las auténticas tribus.
Francisco Gómez Jara mucho ha insistido en que el origen de las bandas puede entre
otras causas encontrarse en el exceso de población, particularmente la marginada en las grandes urbes, ya que esto en sí es un elemento desorganizador. Quienes vimos nacer después
de los movimientos hippies en Europa y Estados Unidos de Norteamérica el fenómeno social
de las bandas, sabemos bien que son movimientos que se gestaron y seguirán gestándose en
función de la intolerable soledad y carencia de afecto expresado por la familia y que la sociedad
postmoderna ha impuesto como estilo de vida a niños y adolescentes, tanto en “familias funcionales” sin dejar de insistir en lo que sucede en las muy abundantes familias disfuncionales
existentes en todas las capas sociales de la población. Hoy como hace casi 50 años, los efectos
socioeconómicos y emocionales que aparecieron en los años que siguieron al fin de la Segunda
Guerra Mundial no han terminado, tienen nuevos giros, nuevas expresiones, tan devastadoras
o más por incomprensibles comparadas con aquéllas producidas por la guerra misma. Y éstos
son los procesos macro y microeconómicos que son la perversa idea llevada a la práctica de
la globalización, la famosa aldea global de Huxley, al fin puesta en marcha estrangulando económicamente y alterando la función a través de ese mecanismo de la familia en muy diversas
culturas. Hoy, hogares (mal llamados así) y centros escolares no ofrecen marcos de seguridad y
contención a los menores, una gran mayoría se encuentran solos, carentes de afecto sentido y
expresado que pueda ayudarlos a organizar, integrar y favorecer desarrollo afectivo y espiritual
que les garantice la construcción de una autoestima, un autoconcepto desde el cual se pueda
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
soñar en seguir siendo y llegar siempre a ser; donde se vislumbre con todo el esfuerzo personal
y colectivo puesto en acción con los pares -la generación- para descubrir, perseguir y fortalecer
con sentido un proyecto de vida. Soledad, indiferencia, falta de afecto, violencia de todo tipo,
ausencia de comunicación, son las características que campean en los hogares de muchos jóvenes y adolescentes que en abundancia económica, pobreza tolerable o extrema son expulsados
emocionalmente de sus hogares y muchos de ellos físicamente también, al mundo de la vida en
banda donde la autoimagen, la más engañosa de las imágenes constituye uno de los elementos
que les dinamizan y sobre la que se construye la existencia.
Son muchos y de diverso origen los estudios que nos dicen que en esta circunstancia la banda
es un sitio de encuentro que hace que los jóvenes reacios a la racionalización, a la integración,
con lo establecido socialmente porque lo sienten como un mandato coercitivo, encuentren una
integración, al menos en “forma transitoria” y adquieran una función social; también estos estudios
refieren mucha resistencia al estudio y al progreso en este tipo de jóvenes, quienes en esta etapa
consideran a lo académico (sea esto ciencia o no) como un asunto coercitivo y restrictivo por la
sociedad adulta. (Estamos hartos de escuela, datos, números, y de maestros incompetentes y
sus rollos. -Es común este tipo de respuestas entre grupos de estudiantes que se inconforman y
están en contra de todo y a favor de nada en las instituciones públicas y privadas de enseñanza
media superior). En el fondo tienen mucha razón, no hay quien los escuche en sus necesidades
emocionales, espirituales y sociales, viven en continua soledad. Ante esta problemática es absurdo
que se pretenda tener adolescentes dispuestos a escuchar y a encontrar satisfactores en una
enseñanza, la mayoría de las veces mediocre, de una serie de materias que guarda muy poca
o ninguna relación con sus intereses vitales.
Por otra parte, el análisis de las bandas (estudios antropológicos sociales) caracteriza a la
mayoría de ellas como el ámbito en que todo se desborda, el lugar donde “el ambiente”, “la neta”
como lo expresan los muchachos(as) tiene como principal fin lograr desaparecer las reglas, en
otras palabras es la exaltación de la ya célebre frase: “prohibido prohibir”. Esta irrestricta libertad
que el grupo se otorga y otorga, suele manifestarse en diversos estallidos y sintonías dentro del
grupo tales como la música que les congrega y les permite integrarse a un grupo “vivo y sentido”;
otros lo hacen a través de graffiti, pintura, artes visuales; muchos más en la confección de joyería
intrascendente pero creativa que brinda identidad grupal; finalmente, otros crecen y encuentran
su escenario en el cultivo de destrezas físicas. La banda a todos les ofrece pertenencia, suele
desarrollar el arraigo en ella y hasta crear vínculos de dependencia. En ella sus parroquianos se
reconocen y fraternizan y estos lazos no están exentos de pasión afectiva. Compañeros siempre efectivos de toda banda o tribu lo son también: “el mitote”, “el perder el tiempo tratando de
descubrir o dotar a la vida de un sentido mágico” y ensayar y permitir a sus miembros desarrollar
creatividad que les afirme como necesarios para el grupo, les dé una existencia que les permita
reconocerse como personas útiles en vías de lograrse como trascendentes y a la vez tener el
tan necesario apoyo de “los otros” para obtener de ellos reconocimiento como personas y a sus
pequeños o grandes logros con los que se afirman. Estoy de acuerdo con el filósofo Da Jandra
que para rescatar a los jóvenes actuales es necesario promover un rechazo frontal a todo el
aparato consumista y también en que el medio para alcanzar el éxito es que ese rechazo tiene
que ir necesariamente permeado por una toma de conciencia y la conciencia no se puede dar
si no se accede a la cultura profunda, a la alta cultura. Él sostiene que para poner en práctica
esto habría que rechazar de manera clara y tajante la llamada literatura de Best Sellers, la literatura gratuita, la televisión de pacotilla que se está haciendo. Pero me alegra saber también y
coincidir con el pensamiento de Da Jandra que este rechazo no debe ser hecho con la violencia
revolucionaria, sino “rechazarla porque nos origina un malestar que nos produce cierta náusea.
Un malestar ideológico se convierte en náusea vital. Es algo inútil, no vale para nada, es algo
que no me va a ser mejor y si se ha impuesto eso es porque no había otras opciones”. El rescate
de los jóvenes sólo podrá darse alertando y alentando a los jóvenes al cultivo de sus propios
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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dones y ayudándolos con verdadero y oportuno apoyo paulatinamente a desarrollar “una pasión
creativa, pasión creadora”.
De Jandra opina y concuerdo con él, que no podremos terminar con las bandas porque
estamos inmersos en un sistema que todo lo restringe. Sí, restringe a todos, sin potenciar en el
estado de derecho las individualidades, sometiendo a las grandes mayorías a normas y leyes
que por muy sabias que parezcan desde el punto de vista de muchos adultos y de quienes conforman el estado los jóvenes y una gran mayoría de la población no respeta y se revela abierta
o silentemente contra ellas porque quienes las promulgan y promueven son los primeros en no
respetarlas y cumplirlas. La juventud es reacia a la obediencia ciega y a aceptar la imposición
de leyes, en gran parte porque están en el momento de tomar conciencia con plenitud del “quién
soy”, en la búsqueda de cómo gestar su autonomía, la separatividad de los padres y de la familia
y salir al encuentro del grupo de aquéllos que piensan y sienten como ellos. Para los jóvenes
racionalizar es un estado de alergia, porque la considera según Da Jandra como una castración.
Necesariamente en cualquier etapa de la vida toda racionalización restringe y para los jóvenes,
la banda es la representación de lo no racional, es el desborde, pero no puramente lo irracional;
ellos, dice Da Jandra sólo van en contra de la razón autoritaria y patriarcal, de lo rígido y represivo, no de la razón natural. La banda depreda necesariamente todo el entorno patriarcal que
oprime, es un grito, es una forma de hacerse sentir y estar presentes como grupo y lograr así
en parte lo que no puede lograr como persona. Es una forma de protestar de lo natural ante la
opresión urbana, criterio que todos compartimos. Como toda tribu (la banda es una especie de
tribu) es necesario que ésta sea un sitio de encuentro de rituales, para muchos es un encuentro
entre lo mágico y lo religioso; todos en ella como miembros se reconocen, se otorgan funciones
y sobre todo socializan a través de ritos variados y sofisticados. Ahí está el ejemplo del Under
ground church del mercado del “chopo”, fenómeno contemporáneo, donde no se está exento de
repetir ritos de otras épocas, que eran una forma de paso de la infancia a la adolescencia como
persona y como participantes a ser en lo inmediato o mediato según las circunstancias de cada
grupo un participante responsable en la comunidad adulta.
Quienes vivimos y experimentamos los movimientos estudiantiles universales de 1968, nunca
pensamos que en 2006 se reiniciara algo similar en Francia y en Bélgica y posiblemente desde
ahí por contagio existencial a otros países y por pelear para los mismos fines que de manera
injusta los limitan, es decir se repitiera la historia: Un ataque a la cultura de los adultos viejos,
ya que considero que hay muchos adultos jóvenes, cercanos a los ideales de sus hijos, de sus
empleados y de sus discípulos. Está por demás decir que este tipo de adultos se encuentran
señalados, coartados y hasta excluidos en muchos aspectos de la vida pública y académica, y no
son subversivos, sino que tienen un sentido y una percepción diferente de la realidad social que
liga a los jóvenes y a los adultos al encuentro de una solución conciliadora e incluyente de tan
distantes y a la vez cercanos puntos de vista que los mueven a crecer y a integrase socialmente.
Para Da Jandra el movimiento del 68 y yo agrego el que se dio en Francia (2006) es un ataque
a la cultura del poder, una “cultura de la gozación”, una imposición del Eros liberador sobre el
Tanatos restrictivo, coercitivo y represor. Parecería que hay una nostalgia por aquel movimiento
mítico de expresión en los jóvenes y adolescentes que si bien fue una epopeya que muchos
sentimos, compartimos y vivimos en todo lo positivo, tampoco dejamos de reconocer que ese
mito abrió las puertas a las adicciones, al imperio del rock y del graffiti y a la liberación femenina
en muchos casos devastadora para todas aquéllas que no entendieron y aprovecharon correctamente el sentido de una nueva y sana femineidad. Para muchas familias y para la sociedad de
los años 60 y 70 tanto como para muchos sectores de la población actual tan acostumbrados a
ir, incluyendo a los adolescentes y jóvenes, en las rutinas ancestrales muchas de ellas sin utilidad
real en el presente, esto fue y es un ultraje a las tradiciones y a la cultura occidental.
Esta apropiación del espacio social por los adolescentes para muchos adultos explícitamente significa que este “territorio” debe ser compartido en muchas funciones con la familia y los
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
miembros de la comunidad, ya que el contenido de los preceptos que en ello se promulga, de lo
que forman, debe ser “pactado” o estructurado entre los padres de familia, el ambiente escolar
y la comunidad. Para otros adultos, adolescentes y jóvenes, por el contrario, este espacio debe
por derecho ser concesionado con entera libertad a los adolescentes y jóvenes y los adultos no
deben participar en él ni en su organización, ni de su dinámica, salvo los casos en que éstos son
requeridos o invitados a participar por los jóvenes. La creación de un espacio de manifestación
comunitaria para los jóvenes nos parece necesaria, pues se trata de un evento que demanda
que el proceso de socialización externa de los adolescentes se logre de manera oportuna e
integrada; el espacio necesita ser no sólo incluyente sino además que facilite la presencia en
igualdad de oportunidades para todos los participantes; así, los hábitos, usos y costumbres de
una cultura asumida deberá regular un flujo de variantes para que se dé de manera constructiva
dentro de marcos de contención que tengan la propiedad de estar sólidamente construidos, si
se puede que sean convenidos y reconocidos por las partes que van a actuar dentro de ellos y
que a la vez para su adecuada función sean marcos flexibles. Se trata de construir un grupo que
tenga características individuales fuertes y propias, que no represente una estereotipia idealizada
que fácilmente se asimile a lo establecido, tal cual hoy se da en microgrupos, pero que muchos
desean como un anhelo global.
Se trata de que una sociedad sana debe reconocer y apoyar con entusiasmo las mismas
oportunidades y derechos a los diferentes grupos emergentes de cultura juvenil, concediéndoles,
si es necesario, diversos tiempos para su maduración e inclusión social como juventud adulta;
es decir, asimilables a la cultura adulta o disidentes, pero con una conciencia de que todos los
grupos de una población son necesarios en el futuro del desarrollo comunitario.
Por otra parte, la comunidad que reconoce a la población adolescente y le impone la moratoria
social con derechos y obligaciones que les demanda crecer como persona dejando atrás a la
infancia, debe cuestionarse también y con toda honestidad responder: ¿Está consciente que es su
obligación crear un espacio para ellos, otorgándoles desde un nuevo trato social hasta una serie
de oportunidades y otras garantías para incluirse en la sociedad adulta como elementos contribuyentes que poseen objetivos, metas y propósitos (proyecto de vida) para una inserción exitosa
en el desarrollo comunitario, cuyo único fin es la búsqueda del equilibrio, buen funcionamiento y
bienestar social?La comunidad adulta hoy debe ser responsable, reconocerse si no como directa
creadora, sí corno corresponsable de la implementación y de la operación irrestricta de la “cultura
de imagen” que gobierna y dirige el mundo social todo, y en particular de la población joven, y se
traduce en un permanente bombardeo de estímulos e imágenes que gestan en los receptores
multiaprendizajes de diferentes calidades y que en ocasiones (la mayoría) son contradictorios
y por lo mismo producen confusión, desajustes tanto en la estructura interna personal, o crean
contradicciones con la cultura escolar formal y la cotidiana en que está inmerso el adolescente
en el ambiente extraescolar. Todo ello produce no sólo confusiones psicosociales sino frustración.
Hay actualmente quienes piensan que la adolescencia es un fenómeno modal de generación espontánea; parece difícil que la conciban en su trascendente dimensión: la resultante de
la experiencia psicosocial de las vida infantil en el seno de la familia, del campo escolar, y del
barrio donde gestaron la infancia, ambiente que durante un largo tiempo aportaron e impidieron
o tal vez ni siquiera generaron estímulos básicos para alentar la vida en todos los ciclos, pero
particularmente necesarios en la infancia cuando se necesita aprender y sentir la necesidad de
“engancharse” con el deseo de vivir y hacer la vida; cuando es trascendente recibir sin condición
alguna afecto, guía, y apoyo; formación escolar y estímulos psicosociales y culturales para encontrar significación a la vida, gusto por arriesgarse a vivirla, pasión por aprender a aceptarla y
gozarla; estímulos todos que permiten desarrollar capacidades para aprender a percibir, pensar
y sentir de una manera personal y, propia el mundo social, tratar de descubrir alguna forma de
inserción y de colaboración con él. Cada generación emergente de adolescentes es un reflejo
de su vida en la infancia, aunque no le guste al mundo adulto.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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La mayor parte del conocimiento que sobre la adolescencia urbana se tiene está construido
sobre estudios psicosociales desarrollados en la cultura occidental. De todos ellos se aprende que
la adolescencia tal cual hoy se conoce es una invención cultural de países altamente industrializados quienes cada vez alargan el proceso en su dimensión cronológica porque para ingresar a la
fuerza laboral se demanda de los jóvenes que estén más preparados técnicamente y con mayor
tiempo de entrenamiento efectivo. Es decir, la adolescencia se prolonga, se aplaza su camino
y esto no es un problema biológico ni tampoco de maduración psicológica, es un problema de
desarrollo económico y de equilibrio social. La economía formal necesita de los brazos de los
jóvenes, pero necesita también mantener a los adultos ya entrenados en la fuente de trabajo y
además usufructuar su experiencia y madurez.
Esto explica parcialmente por qué la mayor desocupación está en el rango de los jóvenes así
tengan éstos excelente capacitación. Se obliga así, al sector adolescente urbano y a los jóvenes
que en él viven marginados a permanecer fuera del modelo laboral y de una ocupación real que
no sea aquélla del mercado callejero o paralelo, sin embargo, a muchos se les condena a utilizar
el tiempo en un ocio no productivo cuyo único fin es el consumismo; y, para quienes no tienen
el capital para divertirse y “gastar la vida” mientras llega el momento de “integrarse al trabajo”
para subsistir, suelen incurrir en una de las múltiples formas de vida de alto riesgo psicosocial
sea éste vinculado al delito o no.
Después de todo lo comentado, ¿podríamos calificar como progresista o en retraso la cultura
juvenil? Considero que esta apreciación es temeraria y prácticamente imposible de contestar. Debemos aceptar la cultura juvenil, debemos reconocer lo valioso que en ella hay, debemos respetar
sus enfoques de la vida y el sistema cultural en el que han sido educados hasta el momento en
que su inconformidad con ella aparece. También debemos comentar y tratar de convencer aquello
que nos parece nocivo y que de ninguna manera conviene a nadie que se extienda como estilo
de vida, a esto como adultos, genuinamente interesados en ellos tenemos derecho y obligación
de hacernos oír, más no imponer soluciones.
A muchos adultos les gustaría que lo que para ellos es seguridad, se diera como por arte de
magia y nos dejara en un estado de “encantamiento” y en una falsa solidaridad con los adolescentes. La verdad es que no tenemos una seguridad absoluta que ofrecer a los jóvenes, como
ellos tampoco están seguros de lo que quieren, aunque sí saben lo que no quieren. La cultura que
nos une a ambos dispone de la suficiente experiencia histórica y social como para no atreverse
a hacer predicciones, ni triunfalistas ni catastróficas.
Hemos hablado ya de la contracultura o las culturas alternativas que definen a las múltiples
formas de expresión de la cultura juvenil, hay muchas maneras de explicarlas. Agregamos ahora
unos cuantos párrafos a propósito de lo que al respecto se ha investigado y se escribe en nuestro país. En nuestro medio el escritor José Agustín ha publicado diversos y excelentes textos
relacionados con este tema y de él cito los siguientes párrafos, que definen a mi juicio de una
manera brillante qué es la contracultura y por qué se origina.
“La contracultura abarca toda una serie de movimientos y expresiones culturales, usualmente
juveniles, colectivas, que rebasan, rechazan, se marginan, se enfrentan o trascienden la cultura
institucional. Por otra parte, por cultura institucional me refiero a la dominante, dirigida, heredada
y con cambios para que nada cambie, muchas veces irracional, generalmente enajenante, deshumanizante, que consolida el statu quo y obstruye sino es que destruye, las posibilidades de una
expresión auténtica entre los jóvenes, además que afecta la opresión, la represión y la explotación
por parte de los que ejercen el poder, naciones, corporaciones, centros financieros o individuos”.
“Es un hecho que la contracultura surge cuando aumenta la rigidez de la sociedad y las
autoridades pregonan que todo está bien, de hecho, casi inmejorable, porque para ellos, en la
apariencia, así lo está. Sin embrago, el desfase, la verdadera esquizofrenia entre el discurso
y la realidades es tan abismal que consciente o intuitivamente mucha gente joven lo percibe y
por tanto desconfía de las supuestas bondades del mundo que ha heredado. Descree de las
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
promesas y las metas de la sociedad y se margina, se apoya en jóvenes como él que viven las
mismas experiencias y crea su propia nación, empieza a delinear modos distintos de ser que le
permitan conservar vivo el sentido de la vida”. El sistema considera “que ser joven equivale casi
a ser retrasado mental, no escucha razones ni planteamientos que se le hacen y en cambio sin
soltar el garrote, presiona para que el muchacho acepte acríticamente lo que se le dice, para que
sea dócil y se deje encausar por los bien pavimentados carriles de la carretera de las ratas. Si
el joven no acepta, entonces se le regaña, se le desacredita, se le sataniza y se le reprime con
una virulencia que varía según el nivel de pobreza e indefinición. La de la contracultura es una
historia de incomprensiones y represiones”.
De acuerdo con Víctor Roura no existe una cultura adolescente y juvenil mexicana propiamente dicha, cuando menos a lo que los grupos urbanos juveniles se refieren. Así dice: “cultura
juvenil es lo que, desgraciadamente o de modo lamentable nos han enseñado la televisión y la
radio fundamentalmente. De eso no me cabe la menor duda. Cultura juvenil significa música,
baile. Cultura juvenil en México no significa lectura, no significa ir a la biblioteca, no significa
asistir a ver una obra de teatro en el Galeón, no significa Scorsese ni Coppola. La cultura juvenil
de nuestro país está casi circunscrita a lo que significa la música y la diversión, el jolgorio, las
fiestas, los reventones. La cultura juvenil comprende desde la edad de la adolescencia hasta el
principio de la adultez”.
Estoy en parte de acuerdo con lo que Roura manifiesta en esta opinión dada en 1996, pero
podemos agregar que, la cultura juvenil de México tiene varias facetas y muy positivas si las
estudiamos, encontraremos manifestación buena, tradicional sí, pero no carente de creatividad
de grupos étnicos, grupos de jóvenes campesinos y desde luego que respecto a ciertos sectores
urbanos. Reconozco que son las minorías quienes tienen una cultura juvenil, en que su entusiasmo
lo dirigen de una manera equilibrada al repartir sus horas de estudio comprometido y creatividad
técnica, literaria, en manifestaciones diversas de creatividad gráfica, musical y fotográfica con
los de un ocio y tiempo libre en apetencias de deporte, lectura y análisis de la misma, buen cine,
ópera, conciertos, ballet y obras de teatro, teniendo asimismo campo para actividades lúdicas
de tipo fiesta y baile. Lamentablemente de la cultura adolescente y juvenil que emerge de educación media superior y universitaria que participa en ocasiones con éxito nacional y aun en el
extranjero pocos, muy pocos se ocupan de escribir y analizar su obra, por eso no se reconoce,
mucho menos se habla de ello.
Roura afirma que “la cultura juvenil en nuestro medio es aceptada por la mayoría y entendida como el desfogue de lo que la niñez y adolescencia tienen pendiente en cuanto a diversión.
Cultura juvenil es lo que subrayan nuestros comunicólogos: su procedencia viene de la diversión
instantánea, fugaz, inmediata, de los adolescentes y casi adultos”. En mi opinión el alma que
promueve la cultura juvenil está justificada en el pleno conocimiento de que lo normal en la adolescencia es gritar todo lo que se calló o aquello sobre lo que se impuso silencio en la infancia.
La anterior opinión de Roura es de alguna manera admitida por la mayoría de los exploradores que desde 1960 a la fecha se han encargado de analizar las principales manifestaciones
de la cultura alternativa de los jóvenes. Casi toda esta investigación se refiere a los episodios
de los diferentes tipos de rock y música pop y sus variantes regionales que han sido puestas de
moda en nuestro país y que al parecer seguirán en boga, ya que 50 años de preferencia juvenil
por estos ritmos hablan de su permanencia sólida. La música bailable y las estridentes notas
y acordes de ella, tanto como las monótonas tonadas de las baladas y rolas de los conjuntos
han sido analizadas por los defensores y detractores sin poder llegar a un acuerdo sobre su
verdadero y efímero o permanente valor; pero cito a un apasionado defensor de la juventud
que además es poeta, y estoy de acuerdo con su sentir y la forma de expresarlo, Benedetti:
“canción roquera pegajosa y vana, estribillos carentes de valor, monótonos que nada dicen,
aletarga al oyente o enloquece con el estrépito de un ritmo ensordecedor. Los jóvenes no
pueden ya externar su sensibilidad”.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Por increíble que parezca todos somos conscientes de cuántos grupos de los años 60, 70,
80 y 90 tienen aún presencia, sus contingentes siguen vigentes aunque cronológicamente sean
“viejos” y hasta en la pretendida justificación ante sus fans (ya viejos como ellos y la chaviza
adherente) de ser jóvenes brincan, gritan y se fracturan y siguen adelante. Hoy muchos eventos
de esta índole no sólo congregan a chavos y a chavitos, congregan a “maduros” y “veteranos”
nostálgicos de una juventud pasada, que en ocasiones no se vivió, tan sólo se sintió pasar y
donde algunos aún sueñan a destiempo darle sentido y revivirla.
Son múltiples los cronistas de la cultura musical juvenil que ayer como hoy afirman que asistir
a un concierto masivo de rock o tocadas de los grupos más famosos es “jugársela” pues todos
más o menos expresan que no sabrían si llegarán vivos de regreso a su casa, porque afuera
estaba la fuerza represiva de la comunidad manifestada por la “julia”, y la “chota” dedicados a
explotar a la ciudadanía a la salida de los conciertos de rock: Esto hasta la fecha es un reto, hay
que aceptar el riesgo, pues asistir hasta hoy día al Auditorio Nacional o al Zócalo a escuchar y
participar de estas celebraciones del ruido no están carentes de peligro, aunque la represión
policíaca no esté presente, pero los peligros persisten para cronistas y asistentes a pesar de los
recintos y la buena organización y están relacionados con los peligros con la conducta impulsiva,
el descontrol y fanatismo de grupos de fervorosos asistentes, en toda celebración del ruido están
presentes y activos.
Ejemplo de una “cultura juvenil” inventada por el poder oficial, la industria cinematográfica
y de la televisión suelen ser películas, telenovelas y programas de diversión de corte juvenil
donde muchos de los actores participantes no tienen ya la edad cronológica que corresponde a
sus personajes y más aún tratan de dar vida a personajes que nunca han sentido, simplemente
porque nunca los han vivido.
Por eso un repaso de las películas y telenovelas producidas en México, cuya temática es
referente a los adolescentes y jóvenes, nos reveló que es repetitiva, monótona y aburrida;
todas han creado estereotipos y por lo mismo acartonados de lo que es ser adolescente o
joven. Siempre abordando los mismo problemas sean éstos personales, familiares o sociales,
cambiando tan sólo los escenarios y diferentes tiempos -(1962-2000)- abordando ahora los
problemas de burgueses, más tarde en los proletarios. Todo problema tratado es de relación
humana y de confrontaciones entre padres e hijos, o entre diversas pandillas o bien entre
cualquier símbolo de autoridad y los jóvenes. Roura lo describe así: “debido a la moldura de
los medios de comunicación, se le llamaría cultura joven: al baile, los engaños, la hipocresía,
los aceleres, los jóvenes que siempre querrán manejarse por sí mismos y la pagaban mal”.
No hay película de rock mexicano en la cual los jóvenes no terminen arrepintiéndose, yendo
a los brazos de los padres pidiendo perdón, incluso a la abuela Sara García. Los jóvenes se
arrepienten en el momento en que se percatan de que ya son adultos. La cultura juvenil solamente les trajo un poco de diversión”.
Si bien la casi totalidad de las expresiones culturales de los jóvenes mexicanos urbanos es
un producto de la penetración de cultura norteamericana: vestido, arreglo, música, graffiti, estilo
de vida –hay desde las autoridades federales hasta las municipales, en los líderes políticos y de
opinión hasta gran parte del profesorado de las escuelas a las que concurren los adolescentes,
una complacencia casi absoluta de que ésta penetre y destruya lo mexicano, la familia en su
gran mayoría también es complaciente y los canales nacionales de radio y televisión no sólo
son complacientes sino que son abiertamente promotores y facilitadores de todo este proceso.
Tal parecería que lo conveniente es dejar educar a la familia y escuela; pero más aún, que la
educación familiar deja de ser personal, salir del patrón cultural mexicano que hasta hoy tiene
mucho de qué enorgullecerse, para dejar de ser y soñar con llegar a ser diferente, aunque sea
“gringo”, “gabacho”; esto no es nuevo en Iberoamérica.
En Argentina muchos adolescentes y jóvenes sueñan con otra identidad cultural -la mayoría
a los orígenes europeos- dan la impresión de que no se gustan; en Perú, Ecuador, nadie parece
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
estar contento con su identidad cultural; tampoco es nuevo, hay que recordar el estribillo habanero cubano que cuenta de aquel chavo negro “que quería ser blanco aunque fuera catalán”.
Mucho se ha escrito acerca de este tema de minusvalía y el sentirse poco adecuado en
nuestras centenarias culturas. Entre los dedicados al tema en México como ser: José Agustín,
Gómez Jara, Da Jandra, Romero, Monsiváis, para citar a los más célebres parece ser que la
imposición oficial de una “cultura”, la represión a los movimientos juveniles que llevan el intento
de modificar situaciones que a ellos atañen directamente –aunque la mayoría de ocasiones
no son tales movimientos auténticamente juveniles, sino manipulados por intereses políticos,
económicos y sociales de adultos, en nada comprometidos de manera honesta con la juventud
y sus causas- son los causantes de tanta y diversa inquietud e inestabilidad por aceptarse y ser
de una cultura. Benedetti con mayor claridad que algunos de ellos nos dice y coincide con ellos,
en que “los gobiernos autoritarios suelen tener a sus servicios connotados psicológicos cuya función primordial es amortiguar, casi diríamos apagar la pujanza y la visión crítica de los jóvenes”.
En México esta contracultura fue entendida como una especie de rebelión y de resignación,
una actitud resignada pero encorajinada de los jóvenes que no querían estar de acuerdo con
la música que les estaban imponiendo. La contracultura en México ha sido, fue sobre todo una
expresión literaria, no una actitud visible.
Víctor Roura dice que el grave problema de la juventud de México y para los mexicanos en
general es que no hay política cultural explícita que marque rutas por la que niños, adolescentes,
jóvenes y adultos transiten por sus diferentes etapas de vida y puedan encontrar, gozar la significación de la cultura mexicana. En materia de programas dirigidos el fomento cultural se hace
lo que ordene, nos guste o no, el gobierno en funciones, esta terrible verdad difícil de digerir no
puede ser rebatida –recuerden los dos últimos sexenios de gobierno-.
Para Roura “debería un instituto libre de cultura juvenil en donde pudiera llegar cualquiera
y poder crear opciones culturales en cualquier zona del Distrito Federal. Lamentablemente
pertenecer al club significa obedecer normas, estatus, leer (como hacen en el INJUVE y en el
CREA) consignas del gobierno. Creo que la juventud debe ser libre y en México no lo ha sido
nunca. ¿Habrá alguna sociedad contemporánea en que verdaderamente lo sea?, o es totalmente
captada o es totalmente marginada”. El comentario anterior es fuerte, pero dibuja una realidad,
esto dicho en 1994 y a 20 años de distancia sigue siendo una realidad vigente. La juventud y su
creatividad no son reconocidas, oficialmente su pensar, su sentir, sus temores expresados en
cualquier forma para ser tomados en cuenta tienen que contar con el aval oficial o de los grupos
de poder empresarial.
Finalmente Roura califica a la juventud de México “como un mal paso” y lo dice de la manera
siguiente: “en México la juventud casi no existe, la juventud es un mal paso, un puente endeble
para pasar un río revuelto. Eres niño adolescente, luego la juventud son los bailes en la discoteca, los reventones con tus amigos, las borracheras con tus cuates, los ligues en el colegio, pero
cuando te das cuenta ya tienes un hijo y dices qué onda con mi juventud, ya no eres joven, tienes
que cuidar una familia, y de pronto eres joven pero eres adulto”.
La mayoría de los textos leídos para desarrollar el presente escrito, señalan y coinciden
con esa opinión que los adolescentes malgastan su vida, sin reparar en la trascendencia que
ella tiene para su futuro próximo y aun para el lejano, y su existencia trascurre durante la
etapa sin que la mayoría la valore y se preparen escolar y socialmente y ambicionen y logren
concurrir a la educación superior con una bien expuesta conciencia de fines, pero más aún,
tampoco por múltiples causas aquéllos que dejan de estudiar, se abocan a adquirir de manera
formal una preparación adecuada para tener un asertivo inicio de su vida laboral, así llegan a
la etapa de juventud con graves carencias, lo cual les impide una posibilidad de vida exitosa
en tan decisiva etapa.
Es entonces como opina Da Jandra cuando “al darnos cuenta de que es muy difícil la sobrevivencia por la gran competitividad que hay, por la crisis económica, ideológica y el cacareo
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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final de las utopías, los jóvenes llegan a finales verdaderamente extremos de búsqueda y, por
desgracia, las drogas duras son el instrumento más a la mano. No hay un conocimiento profundo
de lo sagrado, de lo ritual, se ha despreciado la cultura profunda, el arte…, entonces se aboca
a una especie de tobogán, de deslizamiento por el espejear de la civilización de consumo y el
modelo fundamental, es la cultura norteamericana. Cultura norteamericana en lo que tiene de
tanática, de aparato digestivo: engullir todo y destruirlo, eyectarlo. Esa cultura que está bien
representada por el Rap: “lo efímero, lo que nace y muere con el instante”.
Existen elementos para saber que los jóvenes europeos están interesados en todo lo que
abarca su inmediatez y también, su porvenir, desde luego saben que cada día son menores
sus oportunidades y que para tenerlas deben ser ellos excepcionales para disfrutar de una
realización personal de vida. Mi vivencia es que tanto los jóvenes ricos como pobres de nuestro país y de América toda, particularmente Brasil, Argentina y Chile y también Ecuador son
juventudes muy carentes de oportunidades, creativos, pero enormemente abandonados por
el sistema escolar y en gran parte por la familia. El mismo filósofo, Da Jandra nos dice: -“la
juventud está en una fase muy dura pero con mucho deseo de competir y el peligro es que
vemos a lo que ha llevado allá en Europa el intento de modelo que se nos va a imponer aquí.
Ese modelo de competitividad, de buscar ser el número uno, tratar de vencer, en lugar de
rescatar el concepto de lucha. Lucha, no para tener una gran casa, un buen auto o una mujer
envidiable, sino lucha para ser mejores, tener la vida en la mano, como era en la filosofía prehispánica”-. La juventud mexicana está en una fase plena, de despegue. Es necesario cuestionarse esto desde diferentes ángulos, porque nuestro despegue no es hacia la esencia, hacia
la mexicanidad, es un despegue hacia la globalización de la cultura, cuyo centro hedónico es
Estados Unidos; y en Estados Unidos dos focos: “Los Ángeles y Nueva York”. Yo añadiría a la
expresión de Da Jandra que hay otros focos importantes que cuentan mucho para el grupo de
“pirrurris” y “yupis” del comienzo del siglo XXI que en nuestro país son Miami, Cancún y hasta
de vez en cuando Cabo San Lucas, sin dejar en el olvido las playas de Oaxaca y el sinigual
Puerto de Acapulco. Yo veo en esta frase de Da Jandra una gran verdad, es cierto que todo
el mundo postmoderno se mueve en base a la competitividad, sea puesto este cliché desde
el parvulario a la Universidad y el Postgrado, pero si lo vemos bien, los que hoy somos viejos
por edad cronológica, las consignas que se nos dieron en la educación cardenista y hasta las
generaciones precedentes a los años de 1960 como discípulos de la universidad, este modelo
de competitividad era una demanda y una exigencia aun en el postgrado y creo que un fenómeno universal que se experimentaba en universidades europeas y norteamericanas. Pero dice
bien que la competitividad no era un requerimiento para “ser mejor” con el par opositor, sino
una forma de superación personal donde se privilegiaba, como él bien lo dice, el afán de lucha,
lucha para el encuentro de la superación personal con los demás, había pues un sentimiento
de pertenencia a una determinada generación y este compromiso era intelectual, emocional,
y la esperanza de construir un México y una Europa de postguerra mejor.
A partir de este momento los jóvenes necesitan sus propios héroes jóvenes, y sin los héroes
no puede haber mito y en toda hegemonía de los héroes hay una tragedia, pero el héroe es un
eslabón necesario, que no se puede escapar como la única forma de vínculo entre las nuevas
ideas y lo viejo profanado.
Lamentablemente la postmodernidad al menos en Occidente no ha podido crear héroes en
los cuales depositar confianza y tener como ejemplo de identidad, tal como ocurrió a quienes
empezamos la universidad en los años 50, hoy ni los deportistas parecen auténticos, mucho
menos las pléyades nómadas que nos son recetadas sin piedad en el cine, los medios masivos
de comunicación y en los desplegados comerciales, es cierto que todo está lleno de glamour
y de bella apariencia, pero gran parte de los adolescentes, los jóvenes y los adultos y aun los
viejos conscientes y con participación social sabemos que son figuras huecas sin validez alguna,
que es una farsa.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
El rumbo que nuestra cultura tome en el futuro tendrá que ser uno que permita a los diferentes grupos de edad tener una oportunidad de vida sana y promisoria que le garantice el paso a
la próxima etapa de su existencia con un sentido de identidad que es progresiva y abierta, para
que a través del aprendizaje social de nuevas conductas, agregando nuevos procesos mentales
pueda abrirse hacia una dirección de participación positiva con y en la comunidad, aportando
siempre lo mejor de sí mismo y para ello será necesario que familias y educadores y la comunidad misma sea flexible e incluyente para todo aquél que desea participar, así sus puntos de
vista sean heterodoxos.
Una tarea así, exige respetar los tiempos de maduración de cada persona y diferentes sectores, pues los ritmos y velocidad a los que se dan los cambios nunca en época alguna han sido
iguales para las personas, tanto como para las comunidades. Una recomendación final: Si usted
desea desde su disciplina ser útil a la causa adolescente y joven y cooperar en la solución de
sus problemas de manera adecuada y oportuna, valore siempre la cultura original de los jóvenes;
oriéntelos, guíelos hacia el encuentro de soluciones de manera conveniente, pero dentro de su
cultura, con esto quiero decir, que no hay fórmulas mágicas que sirvan para todos, lo más eficaz
es entender a la persona y sus circunstancias de vida y problemas personales dentro de la cultura
familiar y del medio donde existe y vive diariamente.
Ninguna creación humana ocurre en el vacío, ni a partir de cero. Todo lo que hacemos, individual o colectivamente, de manera consciente o sin conciencia, lo hacemos a partir de lo que
previamente tenemos: conocimientos, hábitos, recursos diversos, juicios de valor, relaciones
humanas, creencias, ilusiones y fantasías.
La diversidad de nuestras culturas vivas y la presencia de dos matrices civilizatorias (la
mesoamericana y la occidental) constituyen los recursos fundamentales con que contamos para
crear ese nuevo proyecto, nuestro proyecto. El primer paso es construir la cultura de la pluralidad:
un espacio en la cultura nacional (la que nos es común a tantos mexicanos) que nos permita
admitir y valorar las diferencias. Es más que una cultura de la tolerancia; es la verdadera cultura
de la democracia. Y no se compra, no se importa con divisas, se va forjando aquí, días tras día,
con la crítica y la superación de nuestra herencia colonial, en el aprendizaje permanente de ver
la realidad tal como es.
Alain Touraine opinó sobre los retos que tiene México (2007). “México es el país con más
vida, con más iniciativa, con más imaginación y con más recursos culturales de América Latina,
pero está completamente estancado”.
Qué gran verdad dicha por alguien que conoce, respeta y quiere a nuestro país; los que
conocemos y amamos a México sabemos que lo que dice es más que cierto, sabemos las causas, sin embargo los grupos de poder económico, político y religioso no desean el cambio y una
educación escolar y familiar que incluye lo religioso, persiste obstinadamente en seguir formando
mentes acríticas impidiendo que niños y jóvenes crezcan en libertad consciente para realizar los
cambios que el país necesite en beneficio de todos.
Textos recomendados para ampliar la lectura
1. Agustín J. La contra cultura en México. México: Ed. Grijalbo; 1999.
2. Arteaga M. Por los territorios del rock, identidades juveniles y rock mexicano. México: SEP -Causa
joven- CONACULTA, 1998.
3. Arteaga M. Identidad, cultura y afectividad en los jóvenes punks mexicanos. En: Medina G
(compilador). Aproximaciones a la diversidad juvenil. México: El Colegio de México; 2000.
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Barcelona: Herder; 1971.
5. Arensberg C, Kimball S. Culture and community. New York: Harcourt, Brace; 1965.
6. Beck U. Hijos de la libertad: contra las lamentaciones por el derrumbe de los valores. En: Beck
U (compilador). Hijos de la libertad. México: FCE; 1999.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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7. Bonfil-Batalla G. Pensar nuestra cultura. México: Alianza Editorial; 1991.
8. Bonfil-Batalla G. México Profundo. Una civilización negada. México: Colección Foro 2000,
CIESAS-SEP. Alianza Editorial; 1991.
9. Casimir J. La cultura oprimida. México: Nueva Imagen; 1981.
10.De Garay A. Una mirada a las identidades juveniles desde el rock. Interpretación y significaciones.
Jóvenes. México: SEP -Causa joven. Cuarta Época, año 2, núm. 6 enero-marzo, 1998.
11.De Jandra A. Cultura juvenil. En: Fuentes M (Ed). Jóvenes en el fin del milenio. México: EspasaCalpe; 1994.
12.Douvan E, Adelson J. The adolescent experience. New York: John Willey and Sons; 1966.
13.Dulanto GE. Construcción y destrucción alterna. En: Fuentes M (Ed). Jóvenes en el fin de milenio.
México: Espasa-Calpe; 1994.
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cultura y sociedad. Cuaderno de la SAPPIA No. 1. Buenos Aire: Ediciones Kargieman; 1971.
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16.Fichter JH. Sociología. Biblioteca Herder, Sección de Ciencias Sociales. Barcelona: Ed. Herder; 1990.
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19.Gaytán P. Desmadernos: Crónica suburpunk de algunos movimientos culturales en la submetrópoli
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Sociología y Política, II, 2001.
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21.Giddens A. La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires:
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use in Costa Rica. Editado por el Centro de Estudios Latinoamericanos. Universidad de Florida,
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30.López-Castro G. El cholismo en Michoacán. En: Revista de Estudios sobre la Juventud. México;
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32.Medina-Carrasco G, compilador. Aproximaciones a la diversidad juvenil. México: El Colegio de
México; 2000.
33.Melucci A. Acción colectiva, vida cotidiana y democracia. México: El Colegio de México; 1999.
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Época, Núm. 1. Enero-Marzo, CREA. México, 1984.
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Guadalajara-El Colegio de la Frontera Norte. Sonora, 1997.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
67
Capítulo 3.
Púberes, efebos, mozos y muchachos.
“La juventud como construcción cultural”.
Carles Feixa Pampols
1. ¿Es universal la juventud?
“Nuestra sociedad está perdida si permite que continúen las acciones inauditas de las jóvenes
generaciones”. “Estamos viviendo una época difícil. Sobre la juventud pesan buen número de
interrogantes, de problemas de difícil solución. No hay trabajo. Los jóvenes llegamos a los 25
años y la vida estalla con flores de mil colores en nuestro interior. Queremos luchar, fundar una
familia, ser felices. Pero no hay trabajo... somos una carga para la familia, llamemos a la puerta
que llamemos, todo el mundo nos responde ¡Hay crisis! ¿Qué porvenir nos espera?”.A nadie
le extrañaría leer estas frases en el periódico de esta mañana, escucharlas en el metro o en el
supermercado. La primera podría haberla pronunciado el ministro de educación (inquieto por el
creciente malestar estudiantil), el jefe de la policía (asustado por el descaro de los jóvenes manifestantes), el padre de familia (atemorizado por la crisis de su autoridad) o el líder empresarial
(quejoso del rechazo al trabajo industrial que manifiesta la nueva generación). Y sin embargo, la
frase pertenece a una inscripción de más de 4,000 años, proveniente de una tabla encontrada
en Ur, Caldea. La segunda podría ponerse en boca de cualquier joven en paro, líder estudiantil
o militante de una organización de jóvenes postmodernos de los 80. Y sin embargo está entresacada de un editorial (traducido del catalán) de la revista de las Juventudes Comunistas Ibéricas
de mi ciudad, fechado en julio de 1936, en los albores de la guerra civil española.
Nada más lejos de mi intención que predicar la eterna repetición de la historia, la secular persistencia de los problemas de los jóvenes. Por el contrario, a nuestro entender las citas sugieren
la necesidad de afrontar el estudio diacrónico y transcultural de esa construcción que conocemos como juventud, con el objeto de escapar de planteamientos etnocéntricos y anhistóricos
en nuestro intento por analizar la condición juvenil de nuestros días. Para aproximarnos a esta
realidad utilizaremos un enfoque panorámico, que permitirá llevar a término un fugaz recorrido
histórico-cultural por diversas sociedades y momentos que ilustran la enorme variedad con que
se presenta ese complejo fenómeno que conocemos como juventud. Pero antes de iniciar este
viaje, es preciso plantear algunas cuestiones teóricas de cariz más general.
Entendida la juventud como la fase de la vida individual comprendida entre la pubertad fisiológica (una condición natural) y el reconocimiento del estatus adulto (una condición cultural) se
ha afirmado que constituye un universal de la cultura, una fase natural del desarrollo humano que
se encontraría en todas las sociedades y momentos históricos, explicado por la necesidad de
un periodo de preparación y maduración entre la dependencia infantil y la plena inserción social.
Incluso se ha llegado a afirmar que las crisis y conflictos que caracterizan a este periodo serían
también universales, en tanto que están determinados por causas biológicas propias a toda la
especie humana. Estas teorías difundidas hoy entre pedagogos y psicólogos fueron formuladas de
una manera explícita a principios del siglo XX por G. Stanley Hall, un psicólogo norteamericano
en su monumental libro Adolescence, its Psychology and its Relations to Physiology, Anthropology,
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Sociology, Sex, Crime, Religion and Education (1904). Cuando Margaret Mead inició su trabajo
en Samoa, allá por los años 20, estas teorías estaban muy en boga, y no ha de extrañarnos que
su investigación se planteara con el objetivo explícito de rebatirlas. Mostrando la ausencia de
conflictividad de las adolescentes samoanas, Mead vendría a desenmascarar la universalidad
de las tesis de Hall: “La adolescencia no representaba un periodo de crisis o tensión, sino por el
contrario, el desenvolvimiento armónico de un conjunto de intereses y actividades que maduraban
lentamente” (Mead, 1985: 153).
El debate sobre la universalidad de la juventud ha seguido planteándose, aunque en otros
términos. Por una parte, hay quien defiende que la juventud no es una fase natural del desarrollo humano, sino una construcción cultural históricamente relativa. Tal es la tesis defendida por
Gérard Lutte en su libro Sopprimere l’adolescenza? “La adolescencia no es un periodo natural y
universal de la existencia humana, sino una fase cultural que aparece en ciertas sociedades en un
determinado momento de su devenir histórico (...) Los etnólogos nos hacen conocer numerosas
sociedades tradicionales en las cuales no existe la adolescencia. En estas sociedades, los muchachos y muchachas, en un periodo aproximadamente coincidente con la pubertad fisiológica,
pasan directamente de la infancia a la edad adulta, asumiendo todos los deberes y derechos de
los adultos. Este paso está a menudo, aunque no siempre, caracterizado por ritos de iniciación o
de paso que no pueden llamarse adolescencia en el sentido que nosotros damos a este término,
como una fase de desarrollo que dura muchos años y que se caracteriza por un estatus social
diferente al del niño y al de adulto” (Lutte, 1984: 17).
Lutte, que ve la adolescencia como una fase de marginación y de exclusión social, considera que es posible suprimirla con un cambio revolucionario de la sociedad que devuelva a
los jóvenes su protagonismo. Por otra parte, José Luis de Zárraga (1985: 18), ha intentado
rebatir esta tesis. Para él “la juventud es, en cualquier sociedad, y no sólo en las sociedades
modernas, un proceso esencial, sin el cual no es posible la reproducción de los agentes sociales”. Sus críticas se dirigen tanto a la tesis del tránsito inmediato en sociedades primitivas
como a la posibilidad de suprimir la juventud en una sociedad mejor organizada: “Hay que
rechazar, por lo que respecta a las sociedades llamadas primitivas, el mito ingenuo del tránsito
inmediato de la infancia a la condición adulta. Por una parte, se confunde el fenómeno, relativamente reciente, de la prolongación extraordinaria del periodo de tránsito, con la existencia
misma del proceso de juventud... Por otra parte, se toman los ritos de paso con lo que estas
sociedades marcan a veces el inicio del proceso como si en ellos se realizase inmediatamente
la transición del niño al adulto confundiendo el signo que lo marca con el proceso marcado
(...) La idea de que pudiera haber una sociedad mejor organizada en la que desapareciera
el espacio de esa demora (la juventud) es no sólo utópica sino equivocada en su valoración.
La demora no deriva fundamentalmente de las dificultades de la sociedad para integrar a los
jóvenes -aunque en determinados periodos históricos como el actual esas dificultades pueden
prolongar la demora necesaria-, sino del hecho de que tal integración sea un proceso social
largo y complejo, tanto más cuanto más desarrollada es la cultura y más complejo el sistema
de relaciones de la sociedad. La demora necesaria sólo desaparece, excepcionalmente, por
efecto de guerras y revoluciones. En tales circunstancias, puede decirse que los jóvenes se
hacen adultos inmediatamente, porque se ven forzados a asumir -como buenamente pueden,
que suele ser malamente- el papel de adultos en sentido pleno, sin ninguna transición” (Zárraga, 1985: 12; 18).
Más que discutir en abstracto ambas teorías, resulta más interesante analizarlas a la luz de los
datos etnohistóricos concretos que pasamos a reseñar. Hemos agrupado los estudios de caso en
cinco tipos de sociedad, que corresponden a otros tantos modelos de juventud: los “púberes” de
las sociedades primitivas sin estado; los “efebos” de las sociedades estatales antiguas; los “mozos”
de las sociedades campesinas; y los “muchachos” de las sociedades industriales avanzadas. No
pretendemos trazar un panorama evolutivo completo ni coherente, sino únicamente presentar
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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algunos estudios de caso que sirvan para ilustrar la enorme diversidad con la cual se presenta,
en el espacio y en el tiempo, la fase de la vida comprendida entre la infancia y la vida adulta.
2. Púberes. La juventud en sociedades primitivas
En el amplio abanico de sociedades “primitivas” -es decir, de sociedades segmentarias, sin
estado-, no es fácil distinguir un modelo único de ciclo vital: de las pausadas transiciones de las
adolescentes samoanas a las rígidas clasificaciones por clases de edad de algunas sociedades
del África subsahariana, la duración y la misma existencia de la juventud es algo problemático.
Lo único que comparten la mayoría de estas sociedades es el valor otorgado a la pubertad
como linde fundamental en el curso de la vida, básico para la reproducción de la sociedad en su
conjunto. Para los muchachos, la pubertad desencadena los procesos de maduración fisiológica
que incrementan la fuerza muscular y que aseguran la formación de agentes productivos. Para
las muchachas, la pubertad conlleva la formación de agentes reproductivos. Ambos procesos
son esenciales para la supervivencia material y social del grupo. Ello explica que a menudo
sean elaborados en términos rituales, mediante los llamados ritos de iniciación, que sirven para
celebrar el ingreso de los individuos (casi siempre los muchachos, aunque también a veces las
muchachas) en la sociedad, su reconocimiento como entidades “personales” y como miembros
del grupo. A partir de ahí, las diferencias son notables: la iniciación puede coincidir con la pubertad fisiológica o ser muy posterior; puede comportar el acceso a la vida adulta de pleno derecho
o bien el ingreso en un grupo de edad semidependiente previo al matrimonio. Las diferencias
dependen de múltiples factores, como las formas de subsistencia (caza-recolección, pastoreo,
horticultura, agricultura intensiva) y las instituciones políticas (bandas, tribus, cacicazgos). En
general, puede afirmarse que a mayor complejidad económica y política, mayores serán las
posibilidades de una etapa de moratoria social equivalente estructuralmente a nuestra juventud.
2.1. La juventud en sociedades cazadoras-recolectoras. Las culturas basadas en la caza
y en la recolección se fundamentan en general en un alto grado de igualitarismo social y de
cooperación entre sus miembros. De todos los individuos (incluso de los niños) se requiere una
contribución a las tareas colectivas, no porque se encuentren al borde de la subsistencia (pues
disfrutan muchas veces una pausa de tiempo libre muy superior a la nuestra), sino porque de
ello depende la integración de la comunidad. A pesar de que la edad (con el sexo) es el principio
regulador de la división del trabajo, ello no funda necesariamente una jerarquización entre las
edades. La temprana inserción en la sociedad suele comportar también una temprana maduración social. El caso de los pigmeos Bambuti, pueblo nómada que vive en la selva Ituri (Zaire),
es quizá uno de los más significativos y mejor conocidos, gracias a la fascinante obra de Colín
Turnbull, El pueblo de la selva, publicada en 1961, que rebatía gran cantidad de mitos difundidos
sobre este pueblo de enanos. Los pigmeos que estudió (los Bambuti) vivían en los años 50 en
pequeños campamentos itinerantes en bandas compuestas por unas 20 familias, y se dedicaban
a recoger lo que la selva les ofrecía (animales cazados con red o lanzas, aves, frutos silvestres).
En estas tareas coopera toda la población (incluyendo mujeres y niños). También la autoridad
y la responsabilidad se reparten de manera equitativa, sin que existan instituciones jerárquicas.
Por ejemplo cuando la banda decide trasladarse de un lugar a otro, incluso los niños participan
en las discusiones y decisiones. Desde pequeños se integran en las actividades de los adultos.
Sus juegos son una imitación de las rutinas de los mayores, y con ellos aprenden gradualmente
a hacerlo. El fin de la infancia se celebra con el rito del elima. Se trata de una ceremonia que se
celebra cuando una muchacha ha llegado a la pubertad, marcada por la primera aparición de
la sangre menstrual. “El acontecimiento es un don para la comunidad que lo recibe con gratitud
y regocijo. Ahora la muchacha puede ser madre, porque puede tomar marido orgullosamente y
con derecho” (Turnbull, 1961: 195). En tal ocasión, la muchacha inicia un periodo de reclusión
en una choza especial acompañada de sus amigas, y permanece ahí por un mes, incluyendo
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
diversos festejos, al fin del cual se le considera ya una mujer madura. Para Turnbull el elima
significa el ingreso a la edad adulta, tanto para las jóvenes como para los muchachos: “Para los
pigmeos el elima no es un rito de pubertad consagrado a las jóvenes; es una celebración de la
edad adulta y vale tanto para los varones como para las muchachas. En el caso de Akidinba y
Kidaya habían sobrevenido ciertos cambios fisiológicos que las caracterizaban como mujeres,
pero en los varones tales cambios no son tan evidentes por sí mismos. Tienen que demostrar
su virilidad” (Turnbull, 1961: 207).
Esto lo consiguen de dos formas. En primer lugar, han de acostarse con una de las muchachas
recluida en la cabaña del elima para lo cual ha de conseguir una invitación y burlar la guardia permanente establecida por el grupo de muchachas: “El elima permite que los varones y las jóvenes
lleguen a conocerse íntimamente y tales amistades desembocan a menudo en el matrimonio. Por
otra parte, ofrece a los amantes la posibilidad para saber que no están hechos el uno para el otro
y esto sucederá antes que se comprometan oficialmente” (1961: 197). En segundo lugar, han de
matar un animal auténtico: “Es decir, no un animal pequeño, como podría hacer un niño sino uno
de los antílopes más grande, un búfalo lo cual demostrará que no sólo es capaz de alimentar a
su propia familia sino también de ayudar a la alimentación de los miembros más viejos del grupo”
(1961: 207). Para Turnbull una vez que el individuo ha adquirido las capacidades económicas y
sexuales de reproducción es admitido sin más dilaciones en el mundo de los adultos. A partir de
ahora compartirá la caza con los mayores, participará en los debates y en los rituales, aprenderá
las canciones y saberes tradicionales y podrá casarse. En cuanto a las muchachas, en la choza
una pariente mayor y respetada les habrá enseñado las artes y habilidades de la maternidad, así
como las canciones que entonan las mujeres adultas. Después de un mes de cánticos y festejos
nuevos individuos están preparados para participar plenamente de los derechos y deberes de
la comunidad. A pesar de su atractivo, la descripción de Turnbull no escapa a la tendencia a la
idealización propia de una determinada visión del primitivo. Por otra parte, las investigaciones de
diversos antropólogos marxistas franceses en sociedades africanas, como las de Meillassoux
(1980) demuestran la existencia de relaciones de poder entre adultos y jóvenes en comunidades
cazadoras-recolectoras.
Los esquimales nos ofrecen otro ejemplo de sociedad relativamente igualitaria en la que se
da una temprana inserción de los jóvenes en la sociedad a través de la actividad económica.
Esto es al menos lo que sugiere la autobiografía de Nathan Kanianak recogida por C.C Hughes
(1964), que aporta datos sobre la socialización de un joven esquimal de la isla de Saint Lawrence (mar de Bering) entre los años 1930-1940 (momento en que la cultura esquimal padeció los
primeros impactos aculturadores de la sociedad occidental). Según cuenta Nathan la obsesión
de todo niño era ser lo suficientemente hombre como para poder participar en las expediciones
de pesca y caza de su padre. A los seis años Nathan participa por primera vez en una de ellas:
aunque no dispara, se siente ya un hombre y un verdadero cazador: “Se considera al niño un
adulto en miniatura cuyas posibilidades están latentes y esperan sólo una apropiada tutela y
atento adiestramiento para madurar” (Hughes, 1964: 395). Con la progresiva participación en
las expediciones de caza, el camino hacia la edad adulta procede sin barreras relevantes y las
relaciones con los adultos revisten cada vez un cariz más igualitario. Sin embargo, la institución
escolar impuesta por la colonización rompe esta socialización y es vivida de manera traumática
por Nathan, como una forma de infantilización social.
2.2. La juventud en sociedades horticultoras. Sabido es que la invención de la agricultura
supuso una mayor inversión de trabajo humano y una pérdida de tiempo libre. No es de extrañar,
por ello, que la relevancia económica de los jóvenes sea en estas sociedades fundamental. Sin
embargo, con los excedentes aparecen los primeros signos de jerarquización social, y en ciertas
ocasiones esto repercute en una desigual repartición del poder entre edades, los ejemplos de
los primitivos cultivadores los extraemos de las culturas de la Polinesia, entre las más conocidas
monografías antropológicas.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Los Tikopia, habitantes de la isla homónima en el Archipiélago de las Islas Salomón, cultivadores primitivos y pescadores, fueron estudiados por Raymond Firth cuando apenas habían
iniciado el contacto con la cultura occidental (We The Tikopia, 1936). Como en el caso de los
pigmeos y los esquimales Firth ve una temprana inserción en la actividad la razón de la rápida
maduración social: “Esta pronta toma de contacto con la vida económica representa un mecanismo educativo muy importante. Dado que el niño es llevado a participar gradualmente en los
deberes del momento y es así introducido, casi de manera imperceptible, en una de las mayores
esferas de la actividad futura. En consecuencia, no se determinan verdaderas fracturas de paso
en la vida, el periodo del juego infantil, el periodo educativo de la infancia y la adolescencia y
el periodo del trabajo adulto no se demarcan netamente como en las modernas comunidades
urbanas”. (Firth, 1963: 137). Existe un rito de iniciación tribal que se celebra cuando el muchacho
tiene entre 9 y 14 años mediante una operación análoga a la circuncisión pero que no comporta
violencia física. Para Firth, el rito señala la definitiva asimilación del individuo en el grupo de los
adultos y no el inicio de un periodo de reclusión y marginación, ni una institución que sanciona
de manera violenta una neta demarcación entre jóvenes y adultos, ni tampoco una verificación
de la virilidad y madurez mediante crueles sufrimientos físicos:
“La ceremonia, aunque ligada en cierta manera a la madurez fisiológica, es en esencia independiente de ella. El acento se pone sobre todo en el paso de un estatus social a otro: No es un
rito de pubertad, es un rito de madurez. La clave de la institución es el conferimiento de privilegios
sociales y no la asistencia en un momento específico del desarrollo orgánico (...) De un sólo
golpe se hace consciente (al adolescente) de su posición en la comunicad, de su dependencia
de los otros, de la subordinación a ellos como grupo y de su particular valor personal para ellos.
Se le confiere un nuevo estatus, y su madurez se le hace manifiesta cuando, por ejemplo, se
le admite ahora en las reuniones de los adultos y no se le prohíbe específicamente la relación
sexual” (Firth, 1963: 408, 445).
El estudio más famoso de la juventud en una cultura primitiva es sin duda el de Margared
Mead (Coming of Age in Samoa, 1928), tanto por la crítica a las teorías de G. Stanley Hall a
las cuales ya hemos aludido, como por la imagen paradisíaca y armoniosa que la antropóloga
traza de esas islas del pacífico. En Samoa la adolescencia sería, para Mead, un periodo libre
de preocupaciones, sin responsabilidades y durante el cual se goza de escarceos amorosos
y festivales. Durante la infancia niños y niñas se reúnen en grupos basados en vínculos de
vecindad y parentesco. Uno o dos años después de la pubertad, varones y mujeres se reúnen
en agrupaciones de edad (aumaga para los chicos y aualuma para las chicas), similares a las
de los adultos y se les confieren privilegios y obligaciones definidas en la vida de la comunidad.
Sus funciones serán diferentes para ambos sexos, pues mientras la organización de los varones
cumple importantes tareas económicas y rituales (pesca, trabajar en la plantación, construir casas, organizar los festivales de recibimiento a los visitantes...), la organización en las jóvenes es
únicamente ceremonial. Para ellas es este un periodo de privatización y reclusión en las tareas
domésticas. El carácter cooperativo de los trabajos masculinos contrasta con el carácter individual
de las tareas femeninas (lavar, cocinar, tejer estores...).
A la aumaga se accede cuando el adolescente ha pasado la pubertad mediante el ofrecimiento
que el cabeza de su familia (matai) hace al grupo de hombres adultos de una raíz de kava. A partir
de ahora el joven entra a formar parte de un grupo de edad, cuyos integrantes permanecerán
unidos de por vida y que es el encargado de asegurar la subsistencia de la tribu. Su organización
refleja la estructura del consejo de ancianos (fono) a conseguir los títulos suficientes para poder
entrar en él (empezando por el título de matai, cabeza de familia) dedicará el joven todos sus
esfuerzos a partir de ahora. “Todos los años que median entre su incorporación a la aumaga y al
fono son años de esfuerzos (...) para ser ubicado entre los señores de la aldea y separado para
siempre de las actividades colectivas de los jóvenes” (Mead, 1985: 181-82), lo cual le permite
abandonar las actividades de subsistencia. Sin embargo, esto no sucederá hasta que tenga 30 o
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
40 años. Puede comprobarse, pues, que la transición a la vida adulta va asociada al estatus que
confiere la adquisición de títulos. El matrimonio, por ejemplo, no comporta cambios importantes.
Cuando se casa, la joven pareja se queda a vivir en la casa principal de uno de los cónyuges,
recibiendo únicamente un cojín de bambú, un mosquitero y una pila de estores para su cama.
En el caso de las mujeres Mead no observa diferencia entre las mujeres solteras y las mujeres
casadas: “No se trazan líneas divisiones entre jóvenes casadas y solteras, sino entre mujeres
adultas y adolescentes en lo que toca a la actividad industrial, y entre esposas de Matais y sus
hermanas menores, en lo referente a cuestiones ceremoniales. La joven de 22 o 23 años, soltera
aún, abandona su actividad despreocupada de la adolescencia. Es adulta, tan capaz como las
jóvenes esposas de sus hermanos; se espera que colabore con ellas en las tareas de la casa”
(Mead, 1985: 177).
Mead concluye que “la adolescencia no representa un periodo de crisis o tensión sino por el
contrario, el desenvolvimiento armónico de un conjunto de intereses que maduran lentamente.
El espíritu de las jóvenes no queda perplejo ante ningún conflicto... Vivir como una muchacha,
con muchos amantes durante el mayor tiempo posible, casarse luego en la propia aldea cerca
de los parientes, y tener muchos hijos tales eran las ambiciones comunes y satisfactorias” (1985:
153-54). A pesar de esta imagen idílica descrita por Mead, lo cierto es que a nuestro entender, el
caso de Samoa pone de manifiesto los inicios de una jerarquización social en función de la edad,
y la creación de un largo periodo de dependencia en el cual la notable contribución económica de
los jóvenes va acompañada de un estatus de subordinación al poder de los Matais, que puede
alargarse hasta los 30 o 40 años. Entre las muchachas, el periodo de adolescencia supone la
reclusión en las tareas domésticas, en un contexto de dependencia familiar.
2.3. La juventud en sociedades pastoras. Entre las sociedades de pastores nómadas del
África central y oriental encontramos los ejemplos más elaborados de sistemas de clases de
edad, relacionados frecuentemente con una organización bélica, y en los que puede existir un
periodo adolescente para los varones que se extiende desde la pubertad hasta los 25 o 30 años.
Durante este periodo se encarga a los jóvenes la defensa del ganado y del propio grupo, contra
los ataques depredadores de otras tribus. Con frecuencia la clase de guerreros es enaltecida
simbólica y ceremonialmente, pero a nivel social es un grupo marginado: a nivel espacial, viven
en grandes cabañas, fuera del poblado, no tienen derecho a casarse, ni los recursos económicos
para hacerlo, y se les excluye del poder político.
Los masai, pastores neolíticos de substrato hamita, nos proporcionan un primer ejemplo (Bernardi, 1985). En el momento de la conquista europea, presentaban una estructura de grupos de
edad muy marcada, especialmente entre los varones. Los masai pasaban por tres estadios a lo
largo de su vida: niño, guerrero y adulto. Llegados a la pubertad los muchachos de un campamento
forman un grupo de la misma edad, y visitan distintos campamentos donde recaudan regalos que
entregarán a los adultos más influyentes para que organicen la ceremonia de su iniciación. El
periodo de iniciación dura de tres a cuatro años, y tiene como punto culminante la circuncisión,
que se realiza en el propio campamento. Una vez todos los chicos del grupo de edad han sido
circuncidados, pasan por el rito definitivo, común a diversos poblados, que los convertirán en
guerreros: el corte de los cabellos. Todos aquéllos que participan en estas ceremonias forman un
grupo de edad de dos secciones, y tendrán un nombre común que a lo largo de toda su vida les
permitirá mantener unos vínculos especiales. El grupo de los guerreros vive en un campamento
en compañía de algunas muchachas, separados del resto de la sociedad. En cada campamento
hay un máximo de tres grupos de edad. Los guerreros se dedican a defender el territorio de los
poblados y a procurar el aumento de su ganado mediante robos y saqueos en los alrededores.
El periodo de guerrero dura de 10 a 15 años a lo largo de los cuales pasarán por diversas ceremonias hasta que el grupo de edad sea sustituido por otro.
La estricta regulación de estos grupos y subgrupos cumple la función de conseguir la formación y continuidad de un ejército siempre preparado y en pie de guerra. En pueblos dedicados
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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exclusivamente al pastoreo, existe la ventaja de poder disponer de un excedente de mano de
obra, pero también el inconveniente de tener que asegurar la defensa de un territorio de pasto
amplio y extenso. Ambas condiciones hacen posible y necesaria la existencia de grupo de edad
de los guerreros. En el caso de los masai, esta interpretación aparece como muy relevante: los
jóvenes entre 15 y 30 años constituyen una fuerza de trabajo ex sedentaria al descender del
norte para asentarse en sus territorios actuales, los masai tuvieron que conquistar y someter
aquellos pueblos que se dedicaban a la agricultura. Al llegar los europeos, si reunían los guerreros de los diferentes poblados podían llegar a ser de 1,000 a 3,000 lanceros prácticamente
invencibles en la zona. El estatus de guerrero tenía, sin embargo, algunas compensaciones
que, en ciertos periodos no bélicos, podían considerarse como privilegios. En este sentido es
muy significativo el caso de los kypsigis del África oriental, pueblo vecino a los masai y contra
los cuales luchaban enérgicamente durante la estación seca (Balandier, 1975). Los kypsigis
también estaban organizados en clases de edad, cada siete años un gran ritual celebrado por
los ancianos debía consagrar a todos aquellos jóvenes de entre 14 y 21 años en el estatus de
guerrero, que abandonaban siete años más tarde al finalizar los años de servicio militar para
casarse y convertirse en padres de familia. Durante este periodo no realizaban trabajo alguno,
no comían sino carne y recibían cada noche la visita de las muchachas más bonitas en su
cabaña de guerreros donde todo les era permitido excepto la paternidad. Cuando sonaba la
hora de adiós a las armas protestaban siguiendo la tradición, pues todavía querían seguir sirviendo, pero muchos ya habían sido abatidos por las lanzas de los masais y el resto acababa
cediendo a la vida adulta.
La Pax Británica cambio todo el panorama dado que las razias estaban prohibidas, ningún
combate interrumpía a partir de ahora la noble vida de estos gallardos temerarios. Y, cuando al
cabo de siete años los viejos acudieron para convertirlos en padres de familia no se sintieron
dispuestos a cargar con tal responsabilidad y se negaron. Lo mismo sucedió al año siguiente. Y
se hubiera podido suponer que serían guerreros hasta el fin de sus días si durante este tiempo
los adolescentes no hubiesen crecido y con una edad de 17 a 24 años no de 14 a 21 como era lo
normal, lanzaban la jabalina más lejos que ellos, sin embargo, estos adolescentes conservaban
su estatus infantil, ordeñaban las vacas y obedecían a los adultos. La situación hasta que los
más jóvenes se cansaron y se congregaron en el maquis para atacar los poblados y, en vez de
luchar contra los masai, lanzaron las jabalinas contra los guerreros ociosos hasta que éstos le
depusieron su actitud dilatoria, renunciando a los privilegios y cediéndoles el lugar. El asunto se
arregló gracias a la intervención de los ancianos que al fin realizaron los ritos de paso.
Los ejemplos extraídos de sociedades pastoras en el tema de la organización por clases
de edad, tema de gran raigambre en la historia de la antropología. Es necesario hacer algunos
apuntes sobre él, aunque nos veamos obligados a caer necesariamente en la simplificación. Los
grupos o clases de edad, que para algunas sociedades (sobre todo las africanas) son el principio básico del sistema social, son organizaciones plurifuncionales, que pueden cumplir tareas
económicas, políticas, sociales y religiosas. En palabras de Bernardi: “el motor de las clases de
edad suele ser la iniciación de los jóvenes” (1985: 303). Aunque suelen durar toda la vida (para
los varones), las clases de edad cobran especial relevancia en el periodo juvenil. Ya hemos visto
la importancia que tenían en los casos de los masai y los kypsigis, vinculadas a las necesidades
bélicas. Uno de los casos más conocidos es el de los Nuer, gracias a la clásica monografía de
Evans-Pritchard sobre los nuer (1940), aunque se trata de un caso opuesto a los anteriores
no tienen unas funciones específicas de guerrero como en otras tribus ni es muy manifiesta la
diferencia entre una y otra clase de edad: “No existen tres categorías de edades diferentes de
muchachos, guerreros y ancianos a través de las cuales pasen los grupos, pues un muchacho
iniciado a la vida adulta permanece en esa categoría durante el resto de sus días. A los guerreros
no les está prohibido casarse y no gozan de privilegios ni sufren restricciones diferentes de las
de otros hombres adultos” (Evans Pritchard, 1977: 271)
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Los jóvenes suelen iniciarse entre los 14 y 16 años. Cada año se celebra una ceremonia
ritual por la cual se inicia un grupo en cada aldea. Todos los muchachos son iniciados mediante
una operación muy dolorosa (gar): con un pequeño cuchillo se les hace seis largos cortes en la
frente que van de oreja a oreja. Después de las incisiones, los muchachos viven en un aislamiento parcial y están sujetos a varios tabúes, es ésta una época de cierta licencia y salen de ella
mediante un rito especial. El día de los cortes y del fin del aislamiento se hacen sacrificios y se
celebran fiestas, que incluyen juegos licenciosos y canciones lascivas. Todos los chicos iniciados
durante una serie de años pertenecen a un grupo de edad llamado ric. Cada periodo el hombre
del ganado anuncia que va a separar los grupos y celebra una ceremonia en virtud de la cual
todos los muchachos iniciados hasta entonces entran en un nuevo grupo, y todos los iniciados a
partir de ese momento entran en otro (1977: 269 ss.). El autor contó la existencia de seis grupos
de edad en el curso de su trabajo de campo, de los cuales, los dos más viejos contaban con muy
pocos miembros. Cada grupo se subdividía a su vez, en diversas subsecciones.
La iniciación ha alterado el estatus del individuo. Pero según Evans Pritchard no se puede
decir que la pertenencia a un grupo de edad determine de manera global el comportamiento, ni
que haya diferencias entre los miembros de uno y otro grupo: “Al pasar de la niñez a la vida adulta
se produce un cambio repentino de posición, pero las formas de comportamiento que diferencian
estas dos categorías no distinguen a un grupo de edad de otro, pues los miembros de todos los
grupos disfrutan por igual de los privilegios de la vida adulta” (1977: 272). La juventud no aparece
como una categoría definida sino como una posición relativa en los sistemas de clase de edad,
institución que se basa en la sucesión de las generaciones, como un mecanismo que asegura
la reproducción diacrónica del sistema social en su conjunto: “La autoridad correspondiente a la
veteranía de edad es insignificante, y los grupos de edad no desempeñan funciones administrativas, jurídicas o de dirección” (1977: 278).
El hincapié que hace Evans-Pritchard en el carácter igualitario de las relaciones entre las
edades ha contribuido a difundir una imagen aconflictual de las relaciones entre las generaciones
en las sociedades primitivas, como corresponde a la visión integrativa en que se basa su teoría
funcionalista Meyer-Fortes, por ejemplo, ha afirmado que “las organizaciones por grupos de
edad resuelven y movilizan al servicio de la sociedad las tensiones y conflictos potenciales entre
las sucesivas y generaciones y entre padres e hijos” (Fortes, 1984: 117; ver también Eisenstadt,
1956). Esta visión, sin embargo, tiende a menospreciar el carácter conflictivo y desigual de las
relaciones que fundan las tensiones que encubren. En muchas ocasiones sirven para legitimar
un desigual acceso a los recursos, a las tareas productivas, a los deberes y derechos reconocidos. Podríamos interpretar los grupos de edad como categorías de tránsito muy formalizadas,
equivalentes estructuralmente a nuestra juventud, ritualizadas simbólicamente mediante las
ceremonias de iniciación, cuya función es legitimar la jerarquización social y económica entre las
edades, inhibiendo el desarrollo de un conflicto abierto (pues los jóvenes acaban siendo adultos).
Y asegurando la sujeción de los jóvenes a las pautas sociales establecidas.
2.4. La juventud en sociedades agricultoras. Resulta extremadamente difícil generalizar
sobre la condición juvenil en la variada gama de culturas dedicadas a una agricultura intensiva
de carácter sedentario, pues las estructuras sociales y el poder político se entrelazan con los
modos de subsistencia a la hora de determinar la forma y la función del periodo juvenil. Sin
embargo, cabe recordar que la aparición del Estado, y las formas de estratificación social que
esto comporta, suele ir vinculada a la agricultura intensiva. Es por tanto probable que no nos
encontremos con un mayor número de sociedades donde se dé un periodo juvenil más marcado,
y una mayor jerarquización entre las edades. El caso del reino Abrón de Gyaman, al noreste de
Costa de Marfil y Ghana, estudiado por Emmanuel Terray, nos ofrece un buen ejemplo. En este
reino conviven unas comunidades campesinas de etnia Culingo con una asistencia militar de
etnia Abrón sobreimpuesta y con esclavos cautivos de otras tribus productos de razias guerreras.
En el caso de las comunidades agricultoras Kulango. Terray observa que su funcionamiento se
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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basa en el poder que los viejos ejercen sobre las mujeres y los jóvenes, una dominación de carácter económico y simbólico. Los jóvenes están sometidos a la autoridad que ejerce el cabeza
de caserío, que es quien organiza el trabajo, distribuye la producción y acumulan determinados
bienes de prestigio (joyas y vestidos): “La posesión de estos bienes es lo que define la condición de anciano. Pueden ser considerados como tales todos aquéllos que sea cual sea su edad
disponen de estos bienes, activa o potencialmente; dicho de otro modo: los jefes de caseríos y
sus herederos. Al mismo tiempo serán considerados como jóvenes aquéllos que están excluidos
de tal posesión. Pero por otra parte, la única función social de los bienes de prestigio es la de
ser propiedad de los ancianos, y de manifestar materialmente su hegemonía de modo que el
exceso de trabajo de los jóvenes sirve para producir los símbolos de su propia dependencia (...)
Considero que la explotación de los jóvenes por parte de los viejos... se realiza el proceso de
producción y apropiación de los bienes, y no tanto en el de los intercambios matrimoniales y las
prestaciones concomitantes” (Terray, 1977: 131).
Esta clara explotación económica queda mistificada por su carácter transitorio dado que los
jóvenes acabaran siendo ancianos: “La emancipación progresiva de los jóvenes es un obstáculo
para percibir la explotación de que son víctimas” (1977: 156). Existe además, una especie de
tribuno de los jóvenes que defienden sus intereses ante los cabezas de caserío, los jefes de más
alto rango y los jefes aldeanos. Llevan el título de Nkwankwaahene, que viene a significar jefe de
los jóvenes. Es elegido por los mismos jóvenes. Organiza las sesiones de trabajo colectivas a las
cuales éstos son invitados periódicamente con el objetivo de realizar tareas de interés general,
como el mantenimiento de los caminos, arbitra los conflictos entre los jóvenes y puede imponer
multas. También los representa ante el consejo de jefes de caserío, que asiste al jefe de la aldea,
e interviene en su nombre en todos los asuntos de la aldea. El enfrentamiento entre jóvenes y
ancianos no se manifiesta únicamente de forma explícita y oficial, mediante estas controversias
entre el Nkwankwaahene y los jefes de caserío, también se expresa de una manera más soterrada, en las acusaciones de brujería.
Otro hecho que en principio habría de agravar la condición de los jóvenes en la sociedad
Kulango es el carácter matrilineal de las reglas de sucesión. En una sociedad en la que residencia
y filiación sigan la misma línea (paterna, por ejemplo), el joven puede suponer que al trabajar
para el anciano, trabaja también a largo plazo para sí mismo; puede esperar que un día sucederá
a su padre y dispondrá, a su vez, de los bienes de prestigio que él ha contribuido a producir en
su juventud. En cambio en una sociedad matrilineal, en la que el joven trabaja para su padre y
suceda a su tío materno, no puede establecerse ninguna inversión a largo plazo, sino como una
prestación desproporcionada, desprovista de toda contrapartida. Sin embargo, para Terray no
se ha de exagerar esta diferencia mientras en una sociedad patrilineal la metamorfosis del joven
en anciano se realiza de una manera progresiva, en la sociedad kulango la mutación es brusca.
Por estas diferencias de ritmo no alteran el hecho de la metamorfosis. Que acabe sustituyendo
a su padre o a su tío paterno no es una diferencia en sí fundamental. El efecto de todo ello es
que los jóvenes se ven imposibilitados para ejercer una acción de carácter político a escala de la
sociedad global, y los enfrentamientos quedan confinados a escala de las familias, los linajes y
la comunidad local. La esperanza de llegar a ser jefe de familia amortigua la conflictividad social.
Terray acaba analizando las relaciones entre jóvenes y viejos en términos de conflicto de clase
(los unos constituirán la fuerza de trabajo, mientras que los otros detentarían el control de los
medios materiales y simbólicos y de la producción). No hay que olvidar, sin embargo, que estas
relaciones internas de las comunidades kulango se han de poner en relación con la dominación
que, desde el exterior, ejerce la aristocracia Abrón con su exigencia de tributos, que salen del
exceso de trabajo de los jóvenes.
El caso del reino Abrón pone de manifiesto a nuestro entender que a diferencia de sociedades
cazadoras recolectaras, o incluso pastoras donde los jóvenes no pueden estar ausentes de la
toma de decisiones por la importancia de su papel productivo o militar, en las sociedades agrícolas
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
más estables puede ser que la acumulación de recursos por parte de los viejos pongan al joven
completamente a su merced, como es el caso de muchas sociedades sedentarias africanas. Los
mismos sistemas de clases de edad en lugar de interpretarse según los postulados funcionalistas
como grupos corporativos, igualitarios y sin conflictos, pueden ser vistos como unas categorías
muy formalizadas de tránsito, equivalentes estructuralmente a nuestra juventud, ritualizadas
simbólicamente mediante los ritos de paso, cuya función es al legitimar una jerarquía social y
económica que hace de los jóvenes una clase subordinada, así como de inhibir el desarrollo
de un conflicto abierto en el seno de la propia sociedad entre jóvenes y viejos. En definitiva la
asignación a los jóvenes de determinados roles sociales, postergando sus derechos de reconocimiento adulto, parece que va unido a una estrategia general de jerarquización de la sociedad
que está condicionada históricamente y que incluso puede ser cambiante en la misma sociedad,
como veremos a continuación.
2.5. La juventud en el México indígena. El México “profundo” de las sociedades indígenas
(como lo definiera Guillermo Bonfil, 1990) presenta numerosos paralelismos etnográficos con
los ejemplos que acabamos de presentar. El mismo Bonfil afirma que “uno de los rasgos que
con mayor frecuencia llaman la atención de los estudiosos de la vida indígena es el tratamiento
benévolo y respetuoso que dan los padres a los hijos. Rara vez se educa mediante la violencia
física. No se coarta la participación de los niños en la charla familiar. Hay un margen de tolerancia
muy amplio para las experiencias sexuales premaritales que abarca, en ciertos grupos, la aceptación de relaciones homosexuales durante la adolescencia (...) En general, se considera adulto
al hombre casado, independientemente de su edad” (Bonfil, 1990: 61). En palabras de Lourdes
Pacheco (1997: 100-101) “en las comunidades indígenas la etapa de la juventud prácticamente
no existe. Se pasa de ser niño, perteneciente a una familia y dependiente de ella directamente,
a ser adulto, responsable de una familia, ya sea de la propia o de la familia de sus padres”. En
efecto, en muchas de las lenguas indígenas no existe una palabra que designe específicamente
la etapa juvenil, ni instituciones o ritos espaciales para este grupo de edad. Cuando existe una
denominación, acostumbra a ser sinónima de un estatus (la soltería) y tiene dos expresiones
diferenciadas según el sexo. De hecho, los menores de edad (niños y jóvenes) han tendido a ser
invisibles para la investigación antropológica, que ha centrado su mirada en los varones adultos:
“Hablar de lo indígena ha sido siempre nombrar a los dirigentes o chamanes, rezanderos o
curanderos, artesanos o milperos, mayordomos o maceguales. El indígena de los textos etnológicos casi siempre ha sido un hombre adulto... Pero hablar de lo indígena ha significado hablar
muy poco de los niños indios; el discurso tampoco ha involucrado a los adolescentes y jóvenes,
los que conforman la población del porvenir, lo mismo en términos económicos que culturales.
No se ha considerado que también ellos podían tener inquietudes ante la situación de deterioro
progresivo y constante de sus esperanzas de superación socioeconómica” (Acevedo, 1986: 7-8).
Los huicholes son un grupo étnico compuesto por unas 30 mil personas, que habitan la sierra
madre occidental (estados de Nayarit y Jalisco). Son descendientes de los grupos chichimecas
que poblaban el noroeste de México desde la época prehispánica. Durante los cinco primeros
años de vida, los niños huicholes celebran el Tatei Nayeri, la fiesta en honor a los frutos de la tierra
en la que los niños son presentados a los dioses. Cumpliendo las cinco fiestas se considera que
el niño tiene mayores posibilidades de sobrevivir y se convierte en un muchachito. Deja de ser
nonutzi (niño) para convertirse en uko (mayor). A partir de esa etapa los jóvenes son incorporados
al trabajo cotidiano asignado a cada género: las muchachas aprenden las labores domésticas
junto al resto de mujeres de la familia; los muchachos aprenden las labores del campo junto a
los hombres. Los cantadores o marakames del grupo (adultos con poderes mágico-religiosos)
deciden la ocupación de los jóvenes, predeterminándolos para realizar determinados trabajos:
músico, cazador, curador, agricultor. Al ser un vaticinio divino, no pueden escapar de él, bajo
la amenaza de enfermedades y desgracias. En cuanto a las muchachas, a partir de los ocho
años se las considera mujeres y se las aparta para matrimonios acordados por los padres. En
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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ocasiones un cantador viejo las puede pedir en matrimonio, lo que para los padres es un honor.
De hecho las jóvenes carecen de individualidad, lo que se refleja en el hecho de que puedan ser
intercambiadas: cuando una mujer comprometida decide escoger otro hombre y huir, su lugar
es sustituido por su hermana. Si se acepta el matrimonio, que se hace efectivo en torno a los 15
años, se realiza una ceremonia de petición de mano: el futuro esposo debe acarrear leña durante
cinco días a la casa de ella; al sexto día cierran el compromiso fumando un cigarro (el tabaco es
símbolo de madurez sexual entre los hombres). Actualmente, en las comunidades huicholes en
transición, las que se encuentran más cercanas a los asentamientos urbanos, el papel asignado
a los jóvenes está siendo cuestionado por ellos mismos. Al llegar a la etapa de adolescencia,
una manera de demostrar su inconformidad es huir de la casa paterna. Ello expresa la “doble
cotidianidad” de la juventud huichol, a caballo entre la tradición cultural y la sociedad mayor:
“El paso de los huicholes por la tierra está interrelacionado con lo que ocurre en los cinco
rumbos de su cosmogonía. Un huichol o una huichola joven tiene consigo la herencia cultural de
la comunidad específica a la que pertenece y con ello reproduce la cultura huichol en concreto.
Ser joven significa estar en el tránsito del aprendizaje de la identidad” (Pacheco, 1997: 111-2).
Otro ejemplo nos lo ofrece la comunidad zapoteca de Shan-Dany, Oaxaca. Descendientes de
una civilización prehispánica, los zapotecos son un ejemplo de “primitivización cultural” como efecto
del impacto colonial. Ric es un muchacho de 27 años emigrado a Los Ángeles (Estados Unidos),
pero que recuerda la “costumbre” de su pueblo, al que regresa en verano para la fiesta patronal.
“Al niño cuando nace le dicen badó, es nene. Y al poco tiempo ya le pueden decir kiísh, que
quiere decir niño o pequeñito. Así sea mujer o hombre los llegan a denominar igual. Después
de esto, a partir de cinco años [hasta los 20-25], les dicen binín nu-nay: está muy joven todavía.
Es binín hasta el instante que no tiene las reacciones de un joven, que podría ser 25, 30, 35. Ya
son buín-guul, o buín-ro, que es gente madura. Agu-ro ya está grande, ya podría ser de los 15
a los 30. Y el hombre cuando ya es viejo, a partir de los 60-70, ya les dicen buin-guul. La mujer
llega a ser chap, desde que se define su sexo ya con su cabello y todo, desde los cinco años.
Pueden recibir ese nombre hasta que llegan a perder la juventud, aun casadas les dicen chap.
Hay mujeres que se llegan a casar y a veces se mueren y para decir “Todavía está joven”, ellos
dicen: Chap nu-nay. Entonces uno se da cuenta que utilizan esa palabra para decir joven. Si es
mujer madura le dicen gunan-gül. Y naan-gül es para la mujer cuando ya es viejita. Entonces
esas palabras son las definiciones que le asignan a cada uno de ellos por sus edades. La sociedad aquí, cuando empiezan a decir que un niño es joven, es desde el instante en que empieza
a salir, desde que empieza a estar inquieto en su casa, y empieza a preferir amigos que son de
fuera de la casa, empiezan a decirle: “Usted ya es un joven que sale, ya debe procurar trabajar
más, tienes que darnos más dinero, asearse más, muy pronto va a querer casarse, tiene que
procurar hacer su casa”. Y eso empieza a partir de los 14, 15, 16 años, que ya son jóvenes. Y si
alguien se casa, aunque sea a los 18, aunque sea joven todavía, pueden nombrarlos ya, pueden
dar servicios” (Ric).
Porfiria es una muchacha del pueblo describe la doble cotidianidad de la juventud indígena, a
caballo entra la “costumbre” tradicional y el proceso de aculturación: “En esta comunidad, en este
pueblo, cada quien tiene su costumbre, su forma de ser. Desde muy pequeños, nos enseñaron
a hablar, y a educarnos, a mandarnos a la escuela. La mayoría de los jóvenes se hablan en zapoteco. En la casa no tienes un rato de descanso. Aquí para todo es el maíz: para el atole, para
el téjate y el nixtamal. Luego lo llevamos al campo, para los mozos que están trabajando. Esto
lo hacen las señoras, las muchachas. Cuando terminamos la primaria, dijo mi abuelito: ‘Ellas ya
no van a estudiar, ellas van a echar tortilla, se van a dedicar a los quehaceres del hogar, los que
deben hacer aquí’. Y mi papá le daba la razón. Le dijimos: ‘¡No, queremos estudiar!’. El caso es
que un mes antes de que empezaran las clases, yo y mi hermana buscamos para ir a estudiar a
Tlacolula. Cuando salimos de la secundaria él no estaba aquí, estaba en el norte, y por eso fue
que nos volvimos a inscribir a otra escuela. Porque yo digo: si estuviera él ¡no hombre! Cuando
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
llegó y vio nuestras calificaciones, pues se animó: “Ya me han demostrado que tienen ganas de
seguir estudiando, pues adelante, yo las apoyo”. Y ya confía en nosotras. Antes era un poco más
cerrado, y mis abuelitos decían: “¿De qué les sirve estudiar si se van a casar y el hombre las va
a mantener?”. Ya uno tiene otra idea: “Estudien para que tengan algo en la vida y sean mejores
que nosotros”. Mi mamá desde un principio es la que nos apoyaba más. Como no tejemos, porque
los niños que tejen llegando de la escuela se ponen a tejer, es el oficio de ellos, las muchachas y
los jóvenes también; los padres se dedican al campo y los hijos se encargan de tejer, de laborar
los sarapes. Hay niños que a los nueve años ya saben, de chiquitos los empiezan a enseñar,
les compran un telar, y empiezan poco a poco, de grandes ya saben. Mi hermano el mayor no
se encuentra aquí, está trabajando en Estados Unidos. Los jóvenes de aquí se han ido mucho
al norte. En este mes llegan bastantes del norte, por la fiesta patronal, Santa Ana. La costumbre
en Santa Ana, antes de casarse, es ir a pedir la mano de la novia. La costumbre para tenerse
un novio, es ir en la nochecita a hablar en la puerta, o se conocen en la calle, la mamá la manda
a la tienda o a casa de la tía, y ya salen y se conocen. Entonces llevan cariño a la novia, como
decimos aquí: después de que la van a pedir tres veces, la mamá le pregunta que cuando van
a llevarle el cariño, y la otra mamá le dice que inviten a todos los familiares de ella para que
se enteren de que su hija ya está comprometida, a la madrina de la muchacha también. Hacen
una fiesta para que los padres de la muchacha reciban a los padres del muchacho, para traer el
cariño de la hija” (Porfiria).
3. Efebos. La juventud en sociedades estatales
La emergencia del poder estatal, con sus procesos concomitantes de jerarquización social, división del trabajo y urbanización, posibilita la aparición de un grupo de edad al que ya no se reconocen la plenitud de derechos sociales de que disfrutaba con anterioridad, y al que se asignan
una serie de tareas educativas y militares. La generación de un excedente económico permite
que una parte de la fuerza de trabajo se dedique a actividades no productivas, y la mayor complejidad social obliga a los jóvenes -o a los varones de la élite- a dedicar un periodo de su vida
a la formación cívico-militar. También conlleva, por otra parte, la aparición de toda una serie de
imágenes culturales y de valores simbólicos sobre la juventud, que la aíslan del resto del cuerpo
social. Lo decisorio, sin embargo, es la consolidación de determinadas instituciones para la educación de los jóvenes, la más famosa de las cuales fue la “efebía” ateniense.
3.1. La juventud en la Grecia Clásica. La cultura griega clásica ofrece algunos testimonios,
tanto relativos a instituciones como a ideologías en las cuales rastrean las raíces del moderno
concepto de juventud. La primera noción que es preciso analizar es la de agoghé, institución
militar para la juventud espartana (Bellerate, 1979). Esparta, que vivió su máximo esplendor
militar entre los siglos VIII y VI a.C., era una sociedad rigurosamente jerarquizada, típicamente
clasista y militarista. En este contexto, los jóvenes varones de la aristocracia participaban en una
institución educativa militar que constituía una especie de noviciado social. El agoghé consistía
en una serie de ejercicios institucionalizados que combinaban el aspecto de preparación para
la guerra con el de formación moral (centrada en el concepto de virtud areté) y que incluía un
periodo de aislamiento muy duro (que ha dado origen a la expresión “educación espartana”):
“El agoghé, relacionado con la preparación para la vida pública se articulaba por grupos
divididos según la edad: el principal y de más larga duración era el constituido por los irenios (de
los 16 a los 21 años) todo el tiempo se organizaba comunitariamente y era utilizado para una
formación al servicio de la polis, aunque centrado en el endurecimiento físico así como el endurecimiento o capacidad de autocontrol y resistencia, en el plano moral” (Bellerate, 1979: 129).
En Atenas, desde el siglo V a.c. apareció la Efebia. El término Efebo significa etimológicamente
el que ha llegado a la pubertad, pero además al referirse al fenómeno natural a un sentido jurídico.
La celebración y el reconocimiento público del fin de la infancia abrían un periodo obligatorio de
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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noviciado social –la efebia- en el marco de las instituciones militares fundadas en el modelo espartano, en las cuales permanecían los jóvenes atenienses hasta los 20 años. Con el tiempo, esta
institución perdió su carácter militar para hacer hincapié en su aspecto educativo convirtiéndose
en la institución que introducía a los jóvenes aristocráticos en el refinamiento de la vida elegante
(Allerbeck & Rosenmayr, 1979: 160). La educación del ciudadano independiente, capaz de exponer
sus opiniones con argumentos retóricos y lógicos y de conquistar una posición prominente en la
sociedad requería que dispusiese de una fase de la vida para prepararse. Surge así la noción de
Paideia (o educación), que en su vertiente sofista, socrática o platónica ofrecía una base sólida
donde apoyar la idea de juventud y el carácter ambiguo del mito con ella vinculado, la idea de
Paideia se vinculaba a las ideas de eros, amistad, reforma, etc. Como ciertos grupos de jóvenes
podían dedicar su atención a la educación, a la cultura y a las innovaciones a ellas vinculadas,
las “nuevas ideas” eran vistas como una cosa de la juventud. La dialéctica de la amistad y el
eros delimitaban claramente las fronteras entre la juventud y la edad madura. De esta manera, el
concepto específico de una fase de la vida se equiparaba con una función cultural determinada,
la juventud pasaba a ser identificada con el deseo de cultivarse y de reformar la sociedad, la
educación de los jóvenes -paideia- se convirtió en símbolo de cultura, sin más (Jaeger, 1968: 11).
Los filósofos griegos se hicieron pronto eco del carácter ambivalente de esta noción de juventud que estaba surgiendo. Así, por ejemplo, Platón comentaba en su República, en términos
que pueden parecernos muy actuales, el peligro que implicaba el culto al joven:
“El padre se acostumbra a hacerse igual al hijo y a temer a los hijos, y los hijos a hacerse
igual a los padres y a no respetar ni temer a sus progenitores a fin de ser enteramente libres.
El maestro teme a sus discípulos y les adula; los alumnos menosprecian a sus maestros y del
mismo modo a sus ayos; y en general, los jóvenes se equiparan a sus mayores, y rivalizan con
ellos de palabra y de obra, y los ancianos, condescendientes con los jóvenes, se hinchan de
buen humor y de jocosidad imitando a los muchachos, para no parecerles agrios ni despóticos”
(Platón, 1981, Vol. III: 85).
Por otra parte Aristóteles, en su Retórica, resumía los atributos de esta nueva contradictoria
fase de la vida: “La juventud obedece, sobre todo, a sus necesidades fisiológicas, entre las cuales
el placer sensual desempeña un papel específico. Es cierto que también domina la lucha por la
posición social. Con todo, la juventud es orgullosa porque aún no fue humillada por la vida, y está
llena de esperanzas, porque todavía no fue decepcionada... prefiere la compañía de sus coetáneos antes que cualquier otro trato. Para la juventud el futuro es largo y el pasado breve. Nada
lo juzga según su utilidad, todos sus errores se deben a exageraciones (...) Mientras la juventud
es generosa y audaz, los viejos son cobardes y siempre temen lo peor. Todo lo consideran según
su utilidad” (Aristóteles, citado en Allerbeck & Rosenmayr, 1979: 159).
Sensualidad, orgullo, esperanza, idealismo, generosidad, audacia, exageración... ¿No están
acaso estos rasgos aún vigentes en la caracterización moderna de la juventud? Este mito de la
juventud se reflejará también en el arte (en donde se representa al individuo como joven y varón,
luchador, deportista o militar) y en la vinculación de los jóvenes a las nuevas ideas. Sin embargo,
conviene no olvidar que la contraposición que hacen Platón y Aristóteles de los jóvenes y los
viejos se ha de vincular al elogio que hacen del intermedio justo (el aureas mediocritas romano), es decir: el hombre de mediana edad, caracterizado en las teorías griegas de las edades
como una síntesis de las cualidades de los jóvenes y de los viejos. En otras palabras: se trata
de legitimar la denominación de los adultos sobre los otros grupos de edad. Vemos pues, cómo
la emergencia del mito de la juventud va acompañada de la emergencia de la juventud como
categoría social subalterna.
3.2. La juventud en la Roma Antigua. En los primeros tiempos de la República Romana, la
pubertad filológica definía el paso del estado infantil a la edad adulta. Originalmente, la pubertad
se entendía, en el sentido estricto como maduración sexual, parece que hasta Justiniano existió
incluso un expediente de comprobación –la inscriptio corporis– en el caso de los varones, práctica
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
abolida más tarde por impúdica. Cada año, el día de los liberari –el 17 de marzo– se reunían los
pater y los miembros del consolium domesticum y se acordaba declarar púber a un miembro de
la familia, lo conducían a la plaza pública y lo despojaban de la toga praetexta (el vestido de niño)
y le imponían la toga virile, que señalaba su ingreso en la comunidad política como ciudadano.
“La verificación de la madurez fisiológica... comportaba inmediatamente el reconocimiento
social de las mismas capacidades que los adultos... con la imposición de la toga virile se reconocía oficialmente la edad púber, con sus consecuencias jurídicas de reconocimiento de la
capacidad de actuar y en al caso de que el sujeto estuviera sub juris, de la personalidad jurídica.
En cualquier caso, el joven había de prestar el servicio militar en defensa de la civitas, adquiriendo
los derechos políticos que tal servicio comportaban... a los 17 años es ya un adulto que ofrece
prestación como miembro de una sociedad adulta” (Giuliano, 1979: 445).
El joven podía participar en las elecciones, acceder a la magistratura, realizar negocios,
enrolarse en la milicia, es decir, tenía los mismos derechos y deberes que los adultos. Es cierto que la personalidad jurídica continuaba perteneciendo sólo al padre. Pero todos los hijos,
cualquiera que fuera su edad, estaban desprovistos de ella y en caso de muerte del padre el
hijo primogénito obtenía esta potestad sólo en el caso de que hubiera llegado a la pubertad.
Durante el siglo II d.C., se producen en la sociedad romana una serie de mutaciones que dan
lugar al surgimiento de la juventud entre los varones de las clases privilegiadas que hasta ese
momento, según Giuliano, no habían pasado por ese periodo: expansión de la gran propiedad
agraria; formación de grandes disponibilidades de capitales líquidos de origen financiero y
comercial; acaparamiento de los recursos por parte de una minoría dominante, urbanización
masiva y consiguiente cambio del centro de gravedad de la economía del campo hacia la ciudad,
desarrollo completo de la esclavitud como relación fundamental de producción, etc. Es en este
contexto en el que aparece la juventud. “La madurez social, que en los siglos V y IV a.C. se
conseguía de manera inmediata con la pubertad a partir del siglo II, de hecho no se consigue
plenamente hasta después de los 25 años, ello significa que el joven púber es reconocido
sexualmente maduro para asumir la defensa de la patria pero no para gestionar con plenitud
de juicio el propio patrimonio y la res pública” (Giuliano, 1979: 53) ideológicamente, las leyes
que sancionan este cambio se presentan como una defensa de los jóvenes cuando de hecho
están recortando su independencia. Giuliano atribuye el mayor control sobre los jóvenes como
una forma de mantener dentro de límites tolerables el desafío de los cambios sobre los cuales
los jóvenes podrían actuar de catalizadores o bien resistiéndose a ellos. De hecho, los jóvenes
no aceptaron sin reaccionar la marginación impuesta. Su rebelión se pondría de manifiesto
en las Bacanales que eran según Clara Gallini: “un conglomerado voluntario e involuntario
de diversas corrientes de protesta social” (Gallini, 1970: 33), y que unían a jóvenes, mujeres
y otros grupos marginados. La represión violenta de las Bacanales con el pretexto de eliminar
las orgías y los cultos extranjeros, no sería otra cosa que la respuesta pública de los grupos
dominantes amenazados en sus privilegios.
3.3. La juventud en el México prehispánico. Las grandes civilizaciones estatales presentes
en México antes de la conquista ofrecen ejemplos equivalentes a la sociedad clásica, como se
desprende de los datos recopilados por los “cronistas de Indias” (Sahagún, Durán, Zurita, Motolinia,
etc). En el caso del imperio mexica, existían dos instituciones especializadas en la educación:
el telpochcalli (o “casa de los jóvenes”) y el calmécac (o “hilera de casas”). En ambos casos, la
formación de los jóvenes varones coincidía con la carrera militar y sacerdotal. Los muchachos
entraban en las casas en el peldaño más bajo de la escala de grados militares o sacerdotales. El
ascenso por cada grado se señalaba mediante diferencias en el peinado, las ropas y los adornos.
Los miembros de cada grado se reunían en salas distintas del palacio o el templo, participando
como grupo en la vida ceremonial y siendo escogidos para determinadas categorías de empleados estatales (Carrasco, 1979). Su juventud consistía en un periodo de preparación y ascenso
social previo al matrimonio.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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En cada distrito de México-Tenochtitlan había un telpochcalli. Los jóvenes plebeyos entraban
en él antes de la pubertad (en torno a los 15 años), y mientras eran muchachos se encargaban
de actividades serviles como barrer o recoger leña. Había dos tipos de educadores: el tiacauh
(maestro menor), y el telpochtlato (maestro superior), quien tenía derecho a imponer castigos.
El régimen del telpochcalli era duro: se hacía vida de cuartel (aunque comían en sus casas, dormían en la casa de los jóvenes). No ayudaban a sus padres en las tareas agrícolas o artesanas,
pues realizaban trabajos para el estado: construir casas, realizar obras públicas como puentes
o presas, cultivar las tierras comunales, etc. Entre los 20 y los 30 años los muchachos salían
de la casa de los jóvenes para casarse, lo que requería el consentimiento del telpochtlato. Tras
recibirlo, se celebraba una ceremonia de despedida en la que estaban presentes los parientes,
compañeros, funcionarios y maestros. El joven era desposeído de su puñal, símbolo de pertenencia al telpochcalli. Desde este momento podía casarse y recibir tierra del callpulli (linaje). El
más conocido de los cronistas nos describe así la ceremonia: “Llamaban al mozo delante de
todos y decía el padre: hijo mío, aquí estás en presencia de tus parientes, hemos hablado sobre
ti; porque tenemos cuidado de ti, pobrecito, ya eres hombre, parécenos que será bien buscarte
mujer con quien te cases, pide licencia a tu maestro, pa’ apartarte de tus amigos los mancebos,
con quien te has criado: oigan esto los que tienen cargo de vosotros, que se llaman telpuchtlatoque (...) Entonces respondía el maestro de los mancebos: Aquí hemos oído todos nosotros, yo
y los mancebos con quien se ha criado vuestro hijo, como habéis determinado de casarle, y de
aquí en adelante se aparta de ellos para siempre: hágase como lo mandáis. Luego tomaban la
hachuela y se iban, y dejaban al mozo en casa de su padre” (Sahagún, 1985: 78-82).
La actividad principal de los miembros del telpochcalli era hacer la guerra. Desde el nacimiento,
la guerra era el principal destino de los varones. Al nacer se les cortaba el cordón umbilical y se
enterraba en el campo de combate: se ofrecía al bebé un arco, una flecha y un escudo para que
fuera valiente. Tras la pubertad, los jóvenes eran llevados al campo de batalla, primero como
ayudantes pero luego como guerreros. Refiriéndose a una expedición de conquista, Tezozómoc
explica que “no permaneció en México ni un solo joven mayor de 15 años, sólo se veían ancianos
y niños”. En ocasiones especiales, como las grandes campañas de conquista, se llegó a movilizar
a todos los varones de más de 10 años. En otros casos, como las llamadas “guerras floridas”
(una especie de combates rituales), sólo acudían los menores de 24 años. Los alumnos del telpochcalli constituían pues en conjunto un magnífico ejército de reserva: solteros, sin economía
propia, nada los retenía. Morir en combate era para ellos todo un honor. El éxito en la guerra
determinaba sus posibilidades de ascenso social. Quienes conseguían capturar prisioneros se
convertían en apresadores (yaqui tlamani), recibiendo reconocimiento en función de su origen
tribal y el número de cautivos. Entre ellos se escogían los líderes de los jóvenes (teachcauab)
y los jefes de las casas de juventud (telpochtlato). En compensación a la dureza de la vida
guerrera, los jóvenes disfrutaban también de una vida disipada que sorprendió negativamente a
los misioneros católicos, como nos recuerda el mismo Sahagún: “Cada día, a la puesta del sol,
tenían por costumbre de ir desnudos a la dicha sala del cujcacali (casa del canto), para cantar y
bailar: solamente llevaban cada uno una manta, hecha a manera de red, y en la cabeza ataban
unos penachos de plumajes... Y si sabía el señor que alguno de ellos se encontraba borracho, o
amancebado, o hecho adulterio, mandábale prender... ” (Sahagún, 1985: 143-44).
Los hijos de las familias nobiliarias no acudían a la casa de los jóvenes, sino que tenían una
institución educativa específica: la escuela del templo o calmecac (tampoco los siervos y esclavos
participaban en el telpochcalli, que era la escuela de los plebeyos). El calmecac era “el colegio
donde los hijos de los reyes y grandes estaban recibidos, y donde los instruían en las cosas de
la virtud y en las cosas de las armas y buena crianza” (ibid.). Sin embargo, ello no significa que
la separación entre ambas escuelas estuviera basada exclusivamente en criterios estamentales,
pues la escuela era un medio de ascenso social: algunos jóvenes que hubieran destacado en la
milicia o en la religión podían llegar al calmecac aunque fueran plebeyos. Aunque la educación
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
femenina suscitó menos interés por parte de los cronistas, hay datos para afirmar que existía una
institución semejante al calmecac, y una maestra de las doncellas (ichpochtlatoque) encargada
de su formación: las muchachas estaban consagradas al templo desde su más tierna edad, para
permanecer durante un determinado número de años o para esperar su matrimonio. Dirigidas por
las sacerdotisas de edad madura, vivían castamente, se ejercitaban en la confección de hermosas
telas bordadas, tomaban parte en los ritos y ofrecían incienso a las divinidades. En cualquier
caso, la juventud en la sociedad mexica aparece fundamentalmente como un proceso masculino
vinculado a la militarización y a la jerarquización social, pero también como un espacio para la
movilidad social basada en el mérito personal, que prefigura los rasgos de la moderna educación
universal y obligatoria (Carrasco, 1979; Sahagún, 1985; Soustelle, 1955).
4. Mozos. La juventud en sociedades campesinas
En el amplio espectro de sociedades basadas en la producción agrícola y ganadera que ocupan
un lugar subordinado en conjuntos estatales más amplios, la juventud acostumbra a coincidir
con una etapa de semidependencia social, caracterizada por una precoz inserción laboral y
por un estatus subordinado de los jóvenes en el seno de la familia. Dado el carácter doméstico
de las unidades de producción y consumo, todo está en función de su reproducción material y
moral. La dominación patriarcal del cabeza de familia sobre los grupos dependientes (mujeres,
jóvenes y siervos), se expresa en los sistemas de herencia y en el control sexual. El concepto
clave es el de “mozo”, que incluye tanto a los jóvenes solteros como a los criados y criadas.
Paradójicamente, los jóvenes, que constituyen una parte fundamental de la fuerza de trabajo, no
tienen ni prestigio ni poder. Como compensación, ocupan un lugar central en el espacio lúdico
de la comunidad, y a menudo participan en muchos aspectos de la vida festiva, institucionalizada mediante agrupaciones colectivas como las “mocerías”. En este apartado repasaremos
ejemplos de la Europa de antiguo régimen y de sociedades campesinas contemporáneas.
4.1. La juventud en el Antiguo Régimen. En la Europa medieval y moderna (lo que se
conoce como Antiguo Régimen) es difícil identificar una fase de la vida que se corresponda con
lo que nosotros entendemos por juventud. De hecho, el tema de las edades de la vida fue muy
popular en todo el periodo y ocupa un lugar relevante en los tratados pseudocientíficos de la Edad
Media. Un testimonio esclarecedor nos lo ofrece el Grand Propriètaire de Toutes les Choses, una
especie de enciclopedia de la época que reunía todos los saberes sagrados y profanos, publicado
en 1556, según una compilación latina del siglo XIII. El libro distingue siete edades, que hace
corresponder a los siete planetas, infancia, puericia, adolescencia, juventud, senectud, vejez y
senilidad. Veamos lo que dice de la adolescencia y de la juventud.
“La tercera edad, que se llama adolescencia y comienza a los 14 años, acaba según Constantino y su Viático a los 21 años, pero según Isidoro dura hasta los 28 y se puede extender hasta
los 35 años. Esta edad se llama adolescencia porque la persona es bastante grande como para
engendrar, ha dicho Isidoro. En esta edad los miembros están tiernos y aptos para crecer y recibir
fuerza y vigor por el calor natural. Y, por ello la persona en esta edad crece tanto que consigue el
tamaño dado por la naturaleza. Después sigue la juventud, que es la edad del medio y por ello
la persona tiene su mayor fuerza, y dura esta edad hasta los 45 años según Isidoro o hasta los
50 según los otros” (citado en Ariès, 1973: 378).
La paradoja parece provenir de la dificultad de traducir a nuestra lengua los términos latinos
que designan las siete edades. El mismo traductor al francés del Grand Propriètaire de Toutes les
Choses reconoce sin ambages, en la edición de 1556 que “hay una mayor dificultad en francés
que en latín, porque en latín hay siete edades con diferentes nombres mientras que en francés
sólo hay tres: Infancia, juventud y vejez” (ibid.). Se observará que dado que la juventud significa
edad del medio, no hay lugar para la adolescencia que se confunde con la pueritia. De hecho el
francés medieval sólo conoce un nombre: infancia (cuyos sinónimos eran: valet, valeton, garçon,
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
83
fils). Estas consideraciones terminologías así como otras basadas en la iconografía, servirán a
Philippe Ariès para sustentar su tesis de inexistencia de la juventud en la sociedad del antiguo
régimen:
“Nuestra vieja sociedad tradicional se representaba a duras penas la infancia, y todavía peor
la adolescencia. La duración de la infancia se reducía a su periodo más frágil, cuando el pequeño no se bastaba por sí solo; entonces el niño, apenas físicamente espabilado era mezclado lo
más pronto posible con los adultos compartía sus trabajos y sus juegos, sin pasar por las etapas
de la juventud que quizá existían antes de la Edad Media y que se han convertido en aspectos
esenciales de las sociedades evolucionadas de hoy (...) Las clases de la edad del neolítico, la
paidea helenística, suponían una diferencia y un paso entre el mundo de la infancia y el de los
adultos, paso que se franqueaba mediante unos ritos de iniciación o gracias a una educación.
La civilización medieval no percibía esta diferencia y no tenía, por tanto, esta noción de paso”
(Ariès, 1973: 56; 312).
Para Ariès la precocidad de la inserción de los muchachos en la vida adulta pone de manifiesto en el modelo del apprentissaje (el aprendizaje) lo más común era que a los siete o nueve
años, tanto los chicos como las chicas dejaran su hogar para ir a residir en casa de otra familia
donde llevarían a cabo los trabajos domésticos y aprenderían los oficios y tareas, así como el
comportamiento en las demás esferas de la vida, a partir del contacto cotidiano con adultos
los aprendices estarían ligados a esta familia por un contrato de aprendizaje que duraba hasta
los 14 o 18 años. Esta costumbre no era propia sólo de las clases populares, sino que según
Ariès estaba extendida entre todos los estamentos sociales. Los adolescentes iniciaban su vida
social lejos de su familia, donde aprendían con la práctica un oficio, las maneras de caballero o
incluso las letras latinas. Esta práctica no se limitaba al ámbito profesional, sino que comportaba
compartir la vida privada con la cual se confundía. Así pues, a través del servicio doméstico el
maestro transmitía al aprendiz, y no a su propio hijo, todo el bagaje de conocimientos, experiencias
prácticas y valores humanos que poseía. No existía, de hecho, la idea de segregación de niños y
adolescentes a la cual estamos tan acostumbrados. En el antiguo régimen éstos aparecen siempre mezclados con los adultos en todas las situaciones (en el trabajo y en la diversión, incluso
en las tabernas de mala fama). La vida (por ejemplo, la sexualidad) se aprendía en el contacto
de cada día. Como escapaban muy pronto al control directo de la propia familia, gozaban de
un grado de independencia muy alto que se correspondía con un débil sentimiento de cohesión
familiar. La propia institución escolar, que hoy consideramos exclusiva de niños y jóvenes, acogía
entonces a gente de todas las edades, y nadie se extraña de ello. Se consideraba normal que un
adulto deseoso de instituirse se mezclara con individuos de un grupo de edad inferior y que un
niño precoz asistiera a cursos con adultos. En las calles y locales que albergaban a las escuelas
confraternizaban personas de todas las edades.
Esta visión, tan magistralmente dibujada por Ariès, que hacía hincapié en la inexistencia de
la juventud como grupo en el Antiguo Régimen, ha sido criticada por algunos historiadores de la
cultura popular, como Natalie Zemon-Davis y Maurice Agulhon, que han hecho referencia a las
numerosas sociedades de jóvenes existentes en las comunidades rurales y en las ciudades, que
tenían una importante función en la organización de las fiestas y de los juegos, y en el control de
los matrimonios y de las relaciones sexuales. Zemon-Davis (1971), en concreto, ha estudiado
las llamadas abadías de desgobierno (misrule abbeys) que eran organizaciones juveniles expandidas por toda Europa, al menos hasta el siglo XVI, cuyas funciones eran de carácter social,
de acción en el interior de la comunidad, sobre todo por su protagonismo en ciertas fiestas (las
de tipo contestatario como el carnaval), así como de control de la moral sexual: de los adulterios
(con las famosas cabalgatas del asno), de los matrimonios desiguales en edad o dinero (los charivaris o cencerradas) y de la moralidad femenina (las rondas y cantos jocosos). Tenían también
funciones frente al exterior de defensa de la identidad comunal (obligando a pagar rescates a
los extranjeros que querían desposar a chicas del pueblo). Finalmente, tenían unas funciones
84
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
internas al propio grupo de jóvenes para mantener una esfera de jurisdicción y autonomía en un
mundo en el que todavía no estaban plenamente integrados. Estas abadías de desgobierno se
van desestructurando a partir del siglo XVII y desaparecen prácticamente en el XVIII sobre todo
por la acción de los poderes religiosos, civiles y políticos, que las consideraban subversivas.
Sin embargo, la existencia de estas organizaciones no descalifica las tesis de Ariès puesto
que se trataba básicamente de grupos de jóvenes varones no casados y de hecho, más que
de organizaciones juveniles podría hablarse de grupos de solteros. Otro testimonio en apoyo
de la visión de Ariès es el caso del pueblo occitano de Montaillou a principios del siglo XIV, tan
bellamente descrito por Emmanuel Le Roy Ladourie (1975), a partir de los registros inquisitoriales. El autor encuentra muy pertinentes las ideas de Ariès sobre la entrada precoz del niño en
la vida de los adultos. A los 12 años los pastores Jean Pellisier y Jean Maury, calificados indistintamente como adolescentes o jóvenes, dejan el pueblo y se alejan con las ovejas hacia las
montañas, empiezan a vivir su vida; otros entrarán como aprendices en casas de otros pueblos
o en las ciudades (sobre todo las chicas). La transmisión cultural, en una sociedad sin escuela,
se da en primer lugar por el trabajo en común: los niños recogen los frutos con sus padres; las
chicas cortan el trigo con sus madres; incesantes chafarderas de adulto a joven marcan estas
sesiones de trabajo en grupo. En la mesa la lengua tampoco para. No hay reparo en contar a los
más pequeños los mitos cátaros prohibidos: “‘A los 12 años el hombre tiene ya la inteligencia del
bien y del mal para recibir nuestra fe’, declara el propagador cátaro Pierre Authie. Los mismos
inquisidores no dudan en condenar a aquellos jóvenes que apenas tienen 12 años, incluso a la
muerte en la hoguera” (Le Roy Ladourie, 1975: 218, 220).
4.2. La juventud en la Europa rural. Algunas comunidades rurales europeas de este siglo
insertas en sociedades complejas con centros urbanos ofrecen un modelo juvenil en muchos
aspectos equivalente al sistema medieval. Sobre todo, en lo que hace referencia a la temprana
inserción en la actividad económica y a la mezcla de los jóvenes con los adultos. Sin embargo,
el carácter doméstico de la unidad de producción, señalado por autores como Chayanov como
un aspecto esencial de la sociedad campesina. Determina una fuerte jerarquización en el seno
de la familia, en la cual el joven suele tener un estatus subordinado y dependiente respecto del
cabeza de familia. Puesto que todo está en función de la reproducción material y moral de las
unidades domésticas de producción y consumo, se establece una dura denominación patriarcal
sobre los grupos dependientes (mujeres y jóvenes) consolidada, por ejemplo, por los sistemas
de herencia, así como por el severo control moral y sexual impuesto. Como vimos en el caso
de ciertas sociedades basadas en la agricultura, aquéllos que constituyen la parte fundamental
de la fuerza de trabajo (los jóvenes) ocupan una posición subalterna en lo que respecta a las
relaciones de producción. Un ejemplo etnográfico, recogido por nosotros en un pueblo del Pirineo
catalano-aragonés puede ayudarnos a ilustrar estas consideraciones.
Bonansa es un pueblo situado entre las cuencas del Isábena y el Noguera Ribagorzana,
en la Alta Ribagorza de administración aragonesa y habla catalana. Actualmente cuenta con 50
habitantes, aunque a principios de siglo tenía unos 300. En la comunidad pueblerina tradicional
el proceso de transición a la vida adulta estaba institucionalizado en el grupo de los “mozos”, al
cual pertenecían los jóvenes hasta que se casaban y pasaban a ser cabezas de una casa. De
hecho, como en el caso de la sociedad del Antiguo Régimen, el concepto de mozo más que a
la noción de juventud alude al concepto de soltería, sin límite de edad (un soltero de 60 años
continuaba siendo mozo). Conviene señalar que también se utilizaba este término para designar a los sirvientes puesto que el estatus del servicio y la soltería tenían un mismo carácter de
dependencia. En realidad, la inserción en la vida adulta era muy precoz. Tan pronto dejaban la
escuela, los muchachos y muchachas se integraban en las tareas de los adultos, y eso solía
ocurrir muy pronto entre los 12 y los 14 años. En las casas más pequeñas, a los 12 años los
hijos podían empezar a trabajar como pastores y las chicas se ponían a servir en otra casa del
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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mismo pueblo o de otra comunidad. Nos decía una informante: “Te acostumbrabas pronto a ser
mozo, a hacer las cosas de los mayores. A partir de los 14 o 15 años ya eras mozo, hasta que
te casabas que ya se acababa todo el misterio. Te colabas en una casa y ya sólo era trabajar y
no parar nunca más” (Matilde).
Ser mozo equivalía pues, a acostumbrarse a hacer las cosas de los mayores, aunque en una
posición subalterna. La lentitud del aprendizaje tradicional mantiene a los jóvenes mucho tiempo
alejados de las tareas de prestigio, descartados de todas las faenas, que requieren el conocimiento
de algún secreto (en el campo, el artesanado, la cocina, aprenden y trabajan siempre bajo la
autoridad del un adulto). A los jóvenes se les reservan las tareas secundarias. Por otra parte, la
subordinación al cabeza de familia se agrava por la dependencia económica: por su trabajo no
perciben más que un poco dinero de bolsillo (que incluso si el padre quiere puede negárselo)
Los padres permanecen amos de su prole tanto tiempo como quieren. Es por ello que el acceso
del mozo al estado plenamente adulto se demora el mayor tiempo posible. A ello contribuye el
mismo sistema de herencia indivisa y la estructura familiar que en él subyace. El heredero (o
hereu) habrá de esperar a heredar para ocupar una posición de poder.
Antes se habrá de casar, aunque para ello habrá de buscar un buen partido acorde con los
intereses de su casa (de ahí la extensión de los matrimonios arreglados, pues de casar bien
al heredero depende la continuidad de la casa). En cuanto al segundón (o cabler), su posición
es todavía peor, pues, además de al padre, está subordinado a su hermano mayor. Mientras la
juventud del heredero consiste en la subordinación transitoria al padre hasta que ocupe su lugar
y vuelva a iniciar el ciclo, al segundón sólo le resta esperar, quedarse en casa, convirtiéndose
en mociello o tión (conco), casarse con una heredera (o pubilla) de otra casa, o bien emigrar.
El mismo noviazgo, mediante el cual el joven ha de acceder al estatus adulto, está fuertemente
condicionado por las restricciones de la comunidad, que se expresaban tanto por toda una serie
de usos y costumbres institucionalizados como por una explícita prohibición de las relaciones
prematrimoniales (los novios eran vigilados en todo momento).
Es cierto que había una serie de compensaciones como la participación en la organización de
las fiestas (sobre todo el carnaval y la fiesta mayor), en las lifaras (juergas de tipo espontáneo), en
diversos juegos o chanzas y en el baile dominical. Este se celebraba cada domingo y a él acudían
los chicos y chicas casaderos del pueblo y pueblos vecinos, así como los mozos y mozas que
estaban como sirvientes. Conseguir el permiso paterno para acudir al baile significa haber dejado
la etapa infantil. El recuerdo de todo este mundo festivo sirve, en boca de los informantes, para
mitificar el mundo de la juventud tradicional. La misma actitud de la comunidad ante los mozos
es ambigua: se basa en la broma, en la jocosidad. Sólo con el matrimonio se adquiere respetabilidad. Es pues, esta contradicción fundamental en el estatus atribuido al joven lo característico
de la sociedad campesina: a pesar de su prematura e importante contribución al trabajo agrícola
o doméstico, esto no supone ningún reconocimiento social; son individuos desprovistos de todo
poder en la comunidad. Aunque no es posible ahora profundizar en ello, es necesario decir que las
transformaciones que sufrirá el mundo campesino en general (y los Pirineos en particular) a partir
de los años 60, se socavarán los fundamentos de este modelo de juventud. La transición hacia
un modo de producción capitalista y de mercado, la mecanización y la penetración de la cultura
urbana, la emigración, alterarán el carácter de las relaciones intergeneracionales puesto que los
jóvenes serán normalmente los primeros en padecer estos cambios (tanto en lo que respecta a
su prematura emigración, como al impacto causado por los modelos urbanos). El tan atenuado
problema de los solteros, por ejemplo, sería la manifestación de la crisis de todo sistema de vida.
4.3. La juventud en el México campesino. La situación del campesinado mexicano (los “indios
desindianizados” de los que habla Bonfil, 1990) durante el periodo novohispano y la independencia es estructuralmente equivalente a la que acabamos de describir para la Europa medieval y
rural. La utilización de los grados de edad como criterio de distribución del poder político puede
ejemplificarse con el sistema de cargos anuales vigente en muchas comunidades tradicionales
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
de indios campesinos de Mesoamérica. Todos los hombres tienen que participar en el sistema
y todos tienen la oportunidad de ascender a los escalones superiores y alcanzar el estatus de
ancianos o “principales”. El número de puestos es siempre mayor en los escalones inferiores (topiles, recaderos de ceremonias, funcionarios, policías) que en los superiores (regidores, alcaldes
y mayordomos). Generalmente el individuo alterna los cargos civiles y los religiosos y, después
de ocupar un puesto, tiene un periodo de descanso durante el cual no participa activamente en
la organización civil ni ceremonial hasta que vuelve a llegar el momento de ocupar un cargo
superior. Los “mayordomos” son responsables de la organización de fiestas religiosas y corren
con los gastos derivados de ellas, a menudo muy cuantiosos (el término “mayordomo” viene
del gerente de la propiedad comunal: al principio las fiestas se financiaban con las propiedades
comunales, pero fue convirtiéndose en una empresa individual). Las diferencias individuales de
estatus tienden a coincidir con la edad y, a largo plazo, todos los individuos pasan por los mismos
escalones. En algunos casos, como los grupos mixe y los chinantecas existe, junto a la escala,
un sistema de grados de edad (Carrasco, 1979: 324 ss.).
Aunque el sistema de cargos tiene un origen prehispánico (en algunos casos los nombres de
los cargos son los mismos que los que existían en el telpochcalli), en el periodo colonial aumenta
su papel con una serie de cambios funcionales. En primer lugar, se produce un cambio simbólico:
sigue el sistema de ganar prestigio mediante ceremonias, pero en lugar de ofrecer víctimas para
sacrificios, se ofrecieron fiestas para los santos patrones y las vírgenes, que remplazaron a las
divinidades del panteón prehispánico. En segundo lugar, se produce un cambio social: desaparece
la nobleza como grupo diferenciado que heredaba el rango, la propiedad privada de tierras y los
derechos exclusivos a los cargos. En tercer lugar, se produce un cambio político: en los niveles
medio y alto de la jerarquía, la introducción del sistema español de administración municipal
tuvo como consecuencia el gobierno dual, mezcla de elementos precolombinos e hispánicos. En
cuarto lugar, se produce un cambio económico: decae la propiedad comunal que se utilizaba para
financiar las funciones públicas y aumenta el patronazgo individual. Todo ello es consecuencia de
un proceso de ruralización: unas sociedades antes estratificadas se convierten en comunidades
igualitarias dentro de un sistema social más amplio, lo que se refleja en el sistema de edades
(que instauran la desigualdad generacional dentro de la igualdad biográfica).
Un ejemplo etnográfico lo constituyen los zapotecos de Oaxaca, una antigua civilización estatal
que tras la conquista vivió un proceso de ruralización. Don Román, un anciano zapoteco, nos
cuenta cómo funcionaba la entrada en la vida adulta y el sistema de cargos cuando él era joven:
“Desde la niñez me dediqué a ayudar a mis padres, tanto en el campo como a trabajar la
lana. Los jóvenes que nacieron entre los años 38, 40, hasta 50, su vida fue mucho más difícil que
la de los jóvenes de ahora. Desde la edad de 10 años, yo ya iba a trabajar como jornalero en el
rancho las Carretas... Las personas que son nativas de la población de Santa Ana, la costumbre
es empezar a dar servicio desde la niñez, por decir algo a los 10 años. El mayor de vara se
encarga de ir casa por casa: “Vine a comunicarle que su niño le toca participar con un tercio de
leña en esta fiesta que viene”. A mí me tocó juntar leña y traerla acá, porque mi padre fue militar
y él francamente no nos tuvo consideración: “¡Órale, vayan, porque ese es un servicio, para que
se vayan dando cuenta de cómo se vive en una población!”. Eso se hacía en tres ocasiones (en
tres fiestas). Y ya después nos toca dar también en tres ocasiones rajas de ocote, para participar
en esta fiesta que viene en el mes de agosto. Posteriormente tenemos que apegarnos también
a la religión, porque es una herencia que ellos nos están legando, pues: hacer el aseo en una
esquina del atrio del templo y colocar una imagen... Ya después nos toca prestar servicio como
auxiliar cuando ya tenemos una cierta edad de 16 años. Ese auxiliar se encarga de custodiar el
palacio municipal, los edificios públicos y también dentro de la población hacemos rondines, calle
por calle, como si fuéramos los que anteriormente se llamaban serenos en la capital, en Oaxaca.
Los jóvenes pueden desempeñar cargos después de ser auxiliar. Yo un año estuve como auxiliar,
y al otro, a los 17 años, ya me dieron mi primer cargo, como cabo 1º” (Don Román).
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Ric, el joven zapoteco emigrado a California, añade su visión del sistema de cargos desde
la perspectiva que da la distancia y la formación escolar: “La sociedad aquí, cuando empiezan
a decir que un niño es joven, es desde el instante en que empieza a salir, desde que empieza a
estar inquieto en su casa, y empieza a preferir amigos que son de fuera de la casa, empiezan a
decirle: ‘Usted ya es un joven que sale, ya debe procurar trabajar más, tienes que darnos más
dinero, asearse más, muy pronto va a querer casarse, tiene que procurar hacer su casa’. Y eso
empieza a partir de los 14, 15, 16 años, que ya son jóvenes. Y si alguien se casa, aunque sea a
los 18, aunque sea joven todavía, pueden nombrarlos ya, pueden dar servicios. Cuando el joven se
casa o se junta ya puede dar servicios. Lo importante es que ya tienen una mujer con quien vivir,
en consecuencia pueden dar servicios. Los primeros cargos que un joven puede recibir estando
soltero es ser auxiliar, es decir, velar por el pueblo, ir por las noches a dormirse a la presidencia
municipal y salir a hacer las rondas a partir de las 11 de la noche, a ver si hay rateros, como
vigilantes. Los segundos cargos ya podrían ser, cuando llegan a juntarse, diputados o auxiliares
de un mayordomo. Su función es ayudar al mayordomo cuando el pueblo está en fiesta: llevan
leña, llevan el nixtamal al molino, lo hacen masa... Es una prueba de que al estar juntados, el
hombre puede desempeñar su papel y la mujer también. Es una promesa quizás ante Dios, de
que apenas van a empezar la vida juntos, que esto les sirva y por esto es que van a ayudar al
mayordomo que está festejando la fiesta de la patrona. Topiles, uno es el que toca la campana del
templo y otro es el que le sirve al presidente municipal para hacer los mandados. Los siguientes
cargos ya podrían ser vocales, los que tienen un poco de estudios secretarios, tesoreros, y así
van subiendo. Los cargos más grandes ya son secretario, tesorero o presidente de diferentes
agrupaciones que existen aquí. Van subiendo una especie de grados. El que ya ha sido presidente de un comité, puede serlo de otros, ya sea del museo, o de la casa del pueblo, de la luz
eléctrica, del agua potable, de lo que sea. El último cargo que desempeña una persona madura
y con mucha experiencia es ser presidente del templo, para que ya no vuelva a ser nombrado.
Tienen que administrar los bienes de la iglesia, ver que el templo esté en buenas condiciones, y
organizar sus fiestas, sus costumbres” (Ric).
5. Muchachos. La juventud en la sociedad industrial
¿Cuándo surge pues, esa realidad social que hemos venido a llamar adolescencia y juventud,
en la sociedad occidental?, ¿cuándo se generaliza un periodo de la vida que se extiende entre
la dependencia infantil y la autonomía adulta?, ¿cuándo se difunde la imagen y los estereotipos
que hoy asociamos a la juventud? Sin duda, la civilización industrial tuvo mucho que ver con
todo esto. Con un cierto tono metafórico, Frank Musgrove afirmaba que “el joven fue inventado
al mismo tiempo que la máquina de vapor. El principal inventor de la máquina de vapor fue Watt,
en 1765 el del joven fue Rousseau, en 1762” (Musgrove, 1964: 33). No hay duda del importante
papel de Rousseau, enclavado en la irrupción del mundo moderno, en el descubrimiento del
reino de la niñez y de la adolescencia, que entendía como unos estadios naturales de la vida,
y cuyo panegírico se correspondía con su mito del buen salvaje como origen de la civilización.
En el Emilio, el filósofo describe la adolescencia como una especie de segundo nacimiento, una
metamorfosis, el estadio de la existencia en el cual se despierta el sentido social, la emotividad y
la conciencia social. Frente al pervertido y despiadado mundo adulto, el autor opone el corazón,
la naturaleza, la amistad y el amor, representados por la infancia y la juventud. Su insistencia
sobre el carácter natural de esta fase de la vida, sobre la inevitabilidad de la crisis de la adolescencia, la necesidad de segregar a los jóvenes del mundo de los adultos, y la justificación de un
asiduo control sobre sus vidas, tendría gran influencia en las teorías posteriores de psicólogos y
pedagogos. (Lutte, 1992; Fischer, 1975)
5.1. La juventud en la transición al capitalismo. A pesar de todo, no es posible identificar
el nacimiento de la juventud con una fecha precisa, ni confundirlo con el surgiendo de las teorías
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
sobre este periodo de la vida. De hecho, como grupo social consistente y difundido entre las
diversas clases sociales, no aparecería hasta este siglo, aunque podemos rastrear su origen en
el largo proceso de la transición del feudalismo al capitalismo y a la industrialización, que abarca
del siglo XVI al XIX, así como en las consiguientes mutaciones producidas en la familia, la escuela y la cultura. Ariès observa, por ejemplo, que a partir del siglo XVII el traslado de los niños a
una casa ajena en apprentissage se empieza a poner en cuestión, y el retorno al hogar anticipa
y se hace más frecuente. La familia, que hasta entonces no se había ocupado de la educación
y promoción de los hijos desarrolla cada vez más un sentimiento de responsabilidad respecto
a ellos y se convierte en un lugar de afectividad al tiempo que se nucleariza (Ariès, 1973: 252).
La contrapartida es la progresiva pérdida de independencia de los hijos, la prolongación de su
dependencia económica y moral respecto de los padres y el aumento del control y la autoridad
de éstos sobre aquéllos (Flandrin, 1977). Conviene recordar que estos cambios afectan primero
a la familia burguesa y más tarde se van extendiendo entre las otras clases.
La otra institución clave en este proceso es la escuela. A partir del siglo XV, con el desarrollo
del comercio y la burocracia, deja de estar reservada a los clérigos para convertirse en un instrumento normal de iniciación social, que en muchas ocasiones sustituye al aprendizaje. Ya no
se trata de la vieja escuela medieval, donde estaban mezcladas todas las edades y la autoridad
del maestro era difusa. La nueva escuela responde a un deseo nuevo de rigor moral: el deseo
de aislar a la juventud del mundo adulto, de someterla a un estricto control. Además, las edades
se empiezan a separar. El proceso no se consumaría hasta finales de siglo XIX: “Una nítida
delimitación de la adolescencia frente a la niñez pudo darse sólo con la difusión de los colegios
secundarios iniciada a fines del siglo XIX” (Allerbeck & Rosenmayr, 1979: 169).
Ha sido John R. Gillis, en su libro Youth and History (1981), quien mejor ha trazado el desarrollo de la juventud en la sociedad industrial contemporánea. Para Gillis el descubrimiento
de la adolescencia se produjo en las décadas que van de 1870 a 1990 y puede resumirse con
la sentencia, difundida en la época entre educadores y padres, the boys will be boys (los muchachos serán muchachos). Este descubrimiento, fruto de la extensión de la educación en los
niveles secundarios, se limitó en un principio a la burguesía. Es en la primera mitad del siglo XX
(1900-1950), que él llama la era de la adolescencia, cuando este concepto se democratiza. Las
teorías psicológicas y sociológicas sobre la inestabilidad y vulnerabilidad de la juventud sirven
para justificar toda una serie de leyes que con el argumento de proteger a la juventud en realidad
estaban recortando su independencia: “Cárceles y tribunales para jóvenes, servicios de ocupación
y bienestar especializados, escuelas, todo esto formaba parte del reconocimiento social de un único
estatus a aquéllos que ya no eran niños pero que aún no eran plenamente adultos” (Gillis, 1981:
133). Psicólogos como G. Stanley Hall (Adolescence, 1904) saludan de manera apocalíptica el
descubrimiento de este nuevo estado de la vida, celebrando la exclusión de la adolescencia del
mundo adulto como el hecho que coronaba los logros de la civilización ilustrada. También es en
esta época cuando aparecen las primeras asociaciones juveniles modernas dedicadas al tiempo
libre, como los vanderwögel en Alemania y los boy scouts en Inglaterra. Todo ello se refleja en
la literatura, en obras como El nacimiento de la primavera de Frank Wetherting (1891) y Las
tribulaciones del estudiante Törless de Robert Musil (1905). Las palabras de un reformador de
la juventud alemán resumen esta nueva actitud: “La juventud, hasta ahora tan sólo un apéndice
de la vieja generación... empieza a ser consciente de sí misma. Trata de crear una vida para sí,
independiente de las normas convencionales. Se esfuerza por hallar un modo de vivir acorde
con su naturaleza”.
Este descubrimiento no está carente de ambigüedad, pues si por un lado se saluda como una
conquista de la civilización, por otro lado se subraya su carácter crítico y conflictivo. El mismo
Hall, en su panegírico de la adolescencia, alertaba sobre los peligros que comportaba: “el gamberrismo y el crimen juvenil, los vicios secretos, parece no sólo que crecen, sino que se desarrollan
más pronto en el mundo civilizado”. Esta ambivalencia se manifestaba en dos modelos opuestos
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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que definían la imagen cultural de la juventud dominante en la época: la del conformista y la del
delincuente. Se trataba, según Gillis, de dos reacciones de signo opuesto que el descubrimiento
de la adolescencia estaba originando: conformismo entre los muchachos burgueses, delincuencia
entre los proletarios. Mientras para los primeros la juventud representaba un periodo de moratoria
social marcado por el aprendizaje escolar y el ocio creativo, para los segundos representaba a
menudo su expulsión del mundo laboral y el ocio forzoso. En ambos casos supuso una pérdida
de autonomía que no siempre fue aceptada pasivamente: “Parece, por tanto, que las imágenes
del adolescente inocente y del delincuente juvenil violento formaron una inseparable dialéctica
histórica durante la mayor parte de esta época. Ambos se originaron en el mismo periodo, ambos
fueron proyecciones de las esperanzas y temores de las clases medias de la sociedad europea
en lucha por mantenerse ante las sucesivas oleadas de cambio social y político. La noción de
un estadio de la vida libre de responsabilidades era, para una civilización turbada, su sueño
escapista; la visión de la degeneración de los jóvenes su pesadilla recurrente. Con el objeto de
hacer realidad este sueño, impusieron a los jóvenes un conformismo y una dependencia que
para muchos era inaceptable” (Gillis, 1981: 182).
5.2. La juventud en la guerra y la revolución. Las dos guerras mundiales supusieron una
regresión del proceso de extensión social de la juventud. La movilización de los jóvenes varones
en las trincheras, las penurias económicas de la postguerra suprimieron en gran medida las costumbres asociadas a la fase juvenil, incluso en las capas sociales en las que en tiempo de paz
habían sido habituales. El hecho pudo ser considerado por los afectados como una anomalía
frente a un desarrollo natural. Entre los que vivieron su juventud durante la Guerra Civil Española,
es corriente oír expresiones del tipo: “Nosotros no tuvimos juventud”, “Somos la generación de la
juventud perdida”, como revela el siguiente testimonio autobiográfico de un joven de Lleida que
hizo su “servicio militar” en 1937: “Nosotros enseguida fuimos hechos mayores. Porque cuando
empezábamos a abrir un poco los ojos -porque entonces la juventud no era lo mismo que es
ahora, que es más lanzada, entonces era más retraída, de costumbres mas de otra manera-,
pues entonces vino la guerra, y nos encontramos con una situación muy absurda para nosotros,
de violencia... Yo el 37 ya me fui al frente, con 17 o 18 años. Y allí ya se fastidió la juventud, y
las costumbres de la juventud. Sólo eran añoranzas de cuando éramos jóvenes. Pasamos de
jóvenes, de chavales, a mayores. La guerra nos cambió completamente... Los jóvenes de ahora
que dan vueltas, dan brincos, dan saltos. Lo que me fastidia es la brutalidad con que lo hacen
algunas veces. Pero si no, el divertirse lo envidio, que yo no lo pude hacer...” (Claudio).
El tránsito inmediato hacia la vida adulta puede interpretarse como una interrupción contra
natura del ciclo vital. Pero también como la conquista por parte de los jóvenes de derechos sociales
antes restringidos a los adultos. La imagen del “joven rebelde”, que bebe de antiguas tradiciones
de inconformismo, puede manifestarse en el compromiso de los “milicianos” que marchan aguerridos al combate y en el trabajo más callado de las muchachas en la retaguardia. Muchos jóvenes
vivieron la guerra y la revolución que la acompañó en el bando republicano como una liberación
de las tutelas patriarcales que les oprimían, como una ocasión para sentirse protagonistas del
devenir colectivo, observando cómo empezaban a tratarles como personas maduras, pues de
ellos dependía la marcha de la guerra y de la revolución.
Para valorar hasta qué punto los procesos revolucionarios pueden cambiar la condición de
los jóvenes, nos centraremos en el caso de la Nicaragua Sandinista, basándonos para ello en
el libro de Gérard Lutte, Il n´y a plus d´adolescence! Les jeunes au Nicaragua (1984). El autor
entrevistó a más de 40 jóvenes nicaragüenses, utilizando el método de las historias de vida,
además de hablar con adultos responsables de instituciones, y de participar como observador
en numerosos momentos de la vida cotidiana (trabajos, asambleas, fiestas, etc.). Para Lutte, en
primer lugar, la revolución sandinista fue una revolución de los jóvenes. En efecto, los sucesos
de julio de 1979, la gente de Nicaragua los conoce como la revolución de los muchachos, pues
los combatientes antisomocistas en su gran mayoría contaban menos de 20 años y muchos se
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
habían sumado a la guerrilla apenas salidos de la pubertad. El conflicto con las viejas fuerzas
se percibía como un verdadero conflicto generacional, que enfrentaba a los muchachos con los
guardias somocistas, los enseñantes conservadores, los poderosos comprometidos con el antiguo
régimen, y los norteamericanos. En palabras de una muchacha de 21 años:
“El día de la victoria estaba muy emocionada, hasta lloraba y todo, porque nosotros, los
muchachos, con pocas armas -una pistola del 22, a veces de juguete para engañar- habíamos
vencido a toda esa gente, en su mayoría adultos, armados de tanques y aviones” (Lutte, 1984: 44).
El protagonismo de los jóvenes no se limitó a la lucha armada, sino que continuó en su
participación activa en todos los aspectos del cambio de la sociedad: las grandes campañas de
recogida del café y del algodón, vitales para el país; las campañas de alfabetización; la reforma de
la escuela y la universidad; la asunción de la defensa del país por parte de las milicias populares
frente a la contra, y el activo papel jugado en casi todos los aspectos de la reconstrucción política,
social y cultural del país. En segundo lugar, la Revolución Sandinista ha supuesto una revolución
en los jóvenes. Su participación en la conquista del poder y en la reconstrucción de la sociedad
los ha cambiado, los ha hecho madurar como personas más independientes y autónomas. De
las historias de vida se desprende que en la escuela y en muchas familias las relaciones entre
jóvenes y adultos tienden a reestructurarse sobre un plano de mayor paridad. La amistad entre
chicos y chicas, el comportamiento sexual, la actitud ante la religión y el tiempo libre, el gozo de
vivir, los proyectos de futuro personal integrados en proyectos colectivos, los nuevos valores y
la nueva personalidad de futuro personal integrados en proyectos colectivos, los nuevos valores
y la nueva personalidad más solidaria, etc. Son todos ellos ámbitos en los cuales se percibe un
cambio de rumbo. Cambio que apunta hacia la superación progresiva, a pesar de las dificultades,
de la asimetría que caracteriza las relaciones entre los jóvenes y la sociedad. No es casualidad
que una de las mayores polémicas que desató la instauración de la democracia en aquel país
fuera la aprobación de la ley electoral que permite votar a partir de los 16 años de edad. A pesar
del protagonismo de las nuevas generaciones en todo el proceso revolucionario y de la actividad
responsable que demostraron en todo momento las fuerzas conservadoras (y algunos observadores occidentales) argumentaron que los jóvenes de estas edades eran demasiado inmaduros para
decidir el destino de su voto (aunque no lo fueran para ir a la guerra o a la cárcel). En realidad, la
razón de fondo era el compromiso masivo de los más jóvenes del régimen salido del 19 de julio.
Todo ello demuestra, según Lutte, que “ha habido profundos cambios en la condición de los
jóvenes en Nicaragua, que han tenido como efecto permitirles salir de su condición histórica de
subordinación y marginación” (1984: 222). Lo cual no significa sin embargo, que la juventud haya
desaparecido como tal en Nicaragua, pues, en apenas cuatro años de experiencia revolucionaria, sólo es posible entrever ciertas tendencias de cambio, que chocan sin duda con muchos
obstáculos. Obstáculos como el estado de guerra que vive el país (y que cuando se realizó su
investigación era aún incipiente), una legislación que aún limita ciertos deseos juveniles, la dependencia económica y moral de muchos jóvenes y obstáculos de orden cultural profundamente
enraizados en los comportamientos e ideologías colectivas que sirven para justificar el papel
subordinado de los jóvenes en la sociedad. Para el autor en el futuro del régimen sandinista será
crucial el ámbito de actuación que conceda a los muchachos y muchachas:
“Creo que a largo plazo la Revolución Sandinista tendrá éxito en la medida en que los jóvenes continúen jugando el papel de protagonistas, en la medida en que las desigualdades entre
jóvenes y adultos tiendan a desaparecer, en la medida en que la adolescencia desaparezca
como condición de marginación y subordinación. Si fueron los jóvenes quienes derrocaron la
dictadura y quienes hoy construyen la sociedad nueva ¿no han probado con creces la capacidad
de participar, con plenitud, como adultos en la vida del país?” (Lutte, 1984: 229).
5.3. La juventud en la sociedad postindustrial. En los años 50, tras la postguerra, pareció
imponerse en Occidente el modelo conformista de la juventud, el ideal de la adolescencia como
periodo libre de responsabilidades, políticamente pasivo y dócil que generaciones de educadores
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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habían querido imponer. En Alemania se hablaba de generación escéptica, en Italia de gioventù
bruciata y en el Estado Español de juventud perdida para referirse a unos comportamientos de
evasión que arrastraban las secuelas de la guerra y de la desesperanza (Fischer, 1975). Por otra
parte, aparecía la inquietante imagen del rebelde sin causa, cuyo inconformismo no pasaba de
ser una actitud estrictamente individual.
La Europa de los años 60 vive la emergencia del Welfare State, en un contexto económico
de plena ocupación y creciente capacidad adquisitiva, ante la difusión de la sociedad de consumo y de los medios de comunicación de masas, con la escolarización masiva de los jóvenes y
del nacimiento del teenage market, pareció que el modelo ideado por G. Stanley Hall llegaba
a su culminación. Apareció entonces el concepto de cultura juvenil, como categoría autónoma
e interclasista, empezó a tener éxito el culto a lo joven, y la juventud se convirtió en la edad de
moda (Hall & Jefferson, 1981; Aranguren, 1982). Pero al mismo tiempo renace la imagen del joven
inconformista y el miedo al vandalismo adolescente. En el año 1964 en Brighton, tienen lugar
violentos enfrentamientos entre bandas de rockers y de mods. El Daily Mirror titula en primera
página: “Los salvajes invaden la playa”; y denuncia “la infección moral que afecta a la juventud
británica”, en forma de “miles de teenagers belicosos borrachos, ruidosos, sobre sus scooters”. A
mediados de los años 60, el antropólogo francés Jean Monod, tras realizar el trabajo de campo
entre los indios de Venezuela, lleva a término una investigación sobre los blousons noirs de la
periferia parisina. En su libro titulado Los Barjots (1968), el autor observa que la imagen de las
bandas de jóvenes, aspecto central del mito social de la juventud, reviste la misma ambivalencia
que la representación dominante del plan (buen salvaje o bárbaro peligroso) la coincidencia de
la aparición de estas discontinuidades generacionales, internas a la sociedad occidental en el
preciso momento en que la civilización industrial acaba con los últimos reductos de las culturas
exóticas, da pie a Monod para plantearse la siguiente pregunta: “¿Qué son los blousons noirs sino
el reestablecimiento, sobre el eje vertical de los grupos de edades sucesivos de una diversidad
que horizontalmente, en el plano geográfico, tiende a desaparecer? Lejos de ser un fenómeno
patológico, las bandas de jóvenes responden a una secreta función equilibrante y tocan una
alarma saludable al acudir en socorro de la amenazada diversidad” (Monod, 1971: 134).
Sin embargo, la llamada cultura juvenil dista mucho de ser homogénea para los autores agrupados
en el Centre for the Contemporary Cultural Studies de la Universidad de Birmigham (Hall & Jefferson,
1983) es preciso distinguir los orígenes históricos y de clase que definan el surgimiento de subculturas específicas. Por una parte, las bandas juveniles que aparecen en la Gran Bretaña de postguerra
(teddy boys, rockers, mods, skinheads) son expresiones de resistencia ritual de los jóvenes de la
working class ante la hegemonía cultural de las clases dominantes. Por otra parte, las contraculturas
que se inician a mediados de la década y que tienen su máxima expresión en el movimiento Hippie,
y la extensión de la protesta estudiantil que culmina en mayo de 1968 son otras tantas formas de
disidencia propia de los jóvenes de la middle class. Las primeras fueron vistas por las agencias de
control social como nueva expresión de las formas tradicionales de gamberrismo, mientras que las
segundas fueron analizadas como estrategias de subversión política y moral más organizadas.
En ambos casos, las culturas juveniles actuaron como metáforas del cambio social que se
estaba produciendo en el periodo. Las nuevas formas de consumo, del uso del tiempo libre, de
vestimenta, de atención a la cultura de masas, de relaciones entre los sexos y las edades que
personificaban los jóvenes eran en realidad el reflejo de la crisis de la sociedad industrial clásica
y de su formas culturales basadas en la ética puritana. Gillis (1981) vería en todo ello el signo de
la “brusca terminación de la larga era de la adolescencia”, que habría recuperado la autonomía
política y moral que había disfrutado con anterioridad a 1900. La antropóloga Margared Mead
(1970) analizaría la brecha generacional (generation gap) como una característica central de la
cultura contemporánea, en la cual los hijos tienden a reemplazar el papel de los padres como
transmisores de la experiencia (ahora renovada constantemente). Y los teóricos de la contracultura
(Marcuse, Rozak) anunciarían la emergencia de la juventud como vanguardia de la sociedad futura.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
A pesar de estas proclamas oportunistas, la aparentemente progresiva autonomía de la juventud se trocaba en nuevas dependencias económicas, familiares y escolares, que se pondrían
crudamente de manifiesto con el proceso de reestructuración socioeconómica iniciado por las
sociedades occidentales a partir de mediados de los 70. La imagen cultural de la juventud volvería a estar marcada por el conformismo social, la desmovilización política y el conservadurismo
moral. Las drogodependencias y la delincuencia formarían la punta de un iceberg, en la base de
la cual se encontraría el crecimiento galopante del paro juvenil, y la consiguiente demora de la
plena inserción social. Apalancados en casa y desencantados, la generación de los 80 aguardaría
pacientemente en la cola de espera para entrar en la vida adulta. Con todo, la unilateralidad de
esta nueva percepción social de la juventud menosprecia la diversidad de comportamientos que
se dan en el mundo de los jóvenes y no tiene suficientemente en cuenta el contexto histórico
diferente al de los años 60. Por esto fue mayúscula la sorpresa de los autocalificados “miembros
de la generación del 68”, apoltronados en sus lugares de poder, cuando vieron cómo los jóvenes
estudiantes de bachillerato, a los cuales habían acusado de pasotas, salían a la calle para reivindicar sus derechos a principios de este año 1987. Su propuesta iba más allá de las estrictas
reivindicaciones académicas y se enmarcaba en una creciente sensación de malestar, ante un
futuro de precariedad en el empleo, inadaptación del sistema educativo y dificultades para la
emancipación. A las nuevas generaciones manifestaban así que no estaban dispuestas a cargar
definitivamente con los costos de la crisis, y no se resignaban con la posición subalterna que les
auguraban en el trabajo, la escuela y la familia.
Quizá no sea casualidad que la imagen que ha quedado en nuestra memoria de esa
insólita movilización sea la del joven punk Jon Manteca arremetiendo contra las señales de
tráfico. Tras la efervescencia de los años 60, las subculturas y contraculturas juveniles habían
sido integradas, desarticuladas por el sistema, que encontró en ellas una fuente inagotable
de productos de consumo, siempre que fuera capaz de vaciarlas de contenido contestatario.
Las nuevas olas (de lo punk a lo heavy) representaban únicamente fenómenos de moda pasajeros, dictados por las industrias del ocio. Sin embargo, la “violencia simbólica” del joven
vasco evocaba de nuevo el peligro del “retorno a la tribu”. De nuevo las lupas deformantes
del mito social de la juventud se interponían en la comprensión de las actitudes cambiantes
de los jóvenes.
5.4. La juventud en el México postrevolucionario. La Revolución Mexicana de 1910 y la
construcción del México postrevolucionario en los años 20 ofrecen una situación semejante a la
que acabamos de describir para Nicaragua y España. La guerra y el proceso de cambio político
convirtieron a los muchachos y muchachas en protagonistas, los liberaron de las tutelas parentales. No sólo fueron jóvenes la mayor parte de guerrilleros zapatistas y villistas (también las
Adelitas “soldaderas” tuvieron su protagonismo), sino que el discurso revolucionario se tiñó de un
vocabulario “juvenil”, que equiparaba renovación política con renovación generacional. La Primera
Guerra Mundial justifica la decadencia del modelo civilizatorio europeo y da pie para enarbolar la
idea de un modelo civilizatorio “joven”, “nuevo”: el americano. Estas ideas pueden rastrearse en
Ariel (1900) de J. Enrique Rodó (que tiene la significativa dedicatoria “A la Juventud de América”),
El hombre mediocre (1913) de José Ingenieros, y La Raza Cósmica de José Vasconcelos.
En México, el foro principal de las ideas “juveniles” lo representaba el “Ateneo de la Juventud”,
fundado en 1909, y cuyo integrante más destacado, junto a Alfonso Reyes, será el abogado,
poeta, político y filósofo José Vasconcelos. Participa como diplomático al lado de Madero en el
triunfo de la Revolución Mexicana, para posteriormente exiliarse por un largo periodo. Regresa
para ser Secretario de Educación Pública en los años 20. En varios países latinoamericanos es
nombrado “Maestro de la Juventud”, por su mensaje y labor pedagógica edificante. El prolífico
ensayista tiene una destacada preocupación por el imaginario juvenil emergente, dedicando La
Nueva Generación (1929) y numerosas cartas y discursos a abordar el papel de los jóvenes en
una América Latina incluyente. Su mensaje apela a un idealismo juvenil capaz del autosacrificio
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
93
para lograr resolver la marginación, la explotación, la incultura y el falso patriotismo, para construir una América Latina unida. El meollo de su discurso es ensalzar el espíritu transformador de
los jóvenes, resaltando los valores redentores, por medio del dolor y sacrificio, de la “verdadera
juventud”:
“Ustedes que son jóvenes deberán interrogarse sinceramente, y si es la felicidad lo que
ambicionan, no vacilen, háganse cuerdos, desarrollen ingenio y fuerza y todos los tesoros del
mundo llegarán a ser suyos (...) No estén cuerdos, ni un solo instante; batallen y forjen sin
descanso; en patrias como éstas, no hacer es un pecado y todo lo demás es virtud. Obren en
grande pensando en belleza. Suelten sus fuerzas como río desbordado, pero consciente de que
mueve la tierra y fecunda inmensidades. Nadie podrá detener el impulso de una juventud unida
y activa, generosa y libre. Usen su fuerza para derribar la tiranía del hombre, la tiranía de las
instituciones, y la tiranía de los propios apetitos. (...) Los jóvenes que aspiran a dirigir pueblos y a
redimir gentes, podrán conocer la pasión, pero no tienen tiempo para los deleites.” (Vasconcelos,
citado en González, 2002: 78).
En este apartado repasaremos las transformaciones del México contemporáneo a través
de la memoria biográfica familiar de un joven que llamaremos Ome Toxtli. Nuestro informante
empieza recordando la “juventud” que tuvieron ocasión de vivir sus abuelos en el México rural
de principios del siglo XX:
“Mi jefe cuenta que a mi abuelo le pegaban con un fuete para caballos, órale, ya bien curtidos.
Y mi abuela materna me contaba que allá en su tiempo, [si iba] caminando por la calle ella de
niña, y venía una persona adulta, aunque ella no la conociera, tenía que saludarla: “Buenas tardes
señor ¿cómo está usted?”. Y si no la saludaba: “A ver niña ¿dónde vives?”. ¡Chin! Se la llevaba
a su casa: “¡Esta niña no me saludó!”. Y enfrente del señor, así lo conocieran o no, su mamá le
daba una cintariza: pas, pas, unas nalgadotas en las posaderas. Y dice la abuela que mucho
más atrás su papá le contaba de su abuelo que a los niños los colgaban de las muñecas y así
los dejaban una o dos horas tendidos al sol, castigos así de pesados... Pus es que a mi abuela
materna le tocó la época cristera, la guerra de los cristeros, después de la Revolución. Porque
para acabarla de amolar, mi bisabuelo era cacique de por allá de Hidalgo, tenía un rancho, le
decían el rancho de Santa Catarina. Con la Revolución se lo trataron de quitar, pus nunca pudieron, porque armado hasta los dientes, con su gente y todo, repelían a zapatistas, a villistas. Mi
abuela paterna sí participó en la Revolución, ella es mucho más vieja, murió a los 88 años, y no
tiene mucho, en este año. Era como de 1900, y mi abuelo era de 1893. Ellos sí participaron más
en la lucha. Le tocó a mi abuelo que a los 20 años ya estuviera en la guerrilla con los zapatistas.
Porque mi abuela tuvo varios maridos, un poco descocada la vieja, ¿no? Y es que en tiempos
de guerra... A los 16 años, me parece, se movió con un carrancista. Ella era soldadera, iba a la
par con los soldados, con su carabina, sus carrilleras, el itacate (la comida) o lo que saqueaban.
Más tarde anduvo con un villista, y siguió en la guerrilla igual, al norte, como era su pueblo, en
Durango. Le tocó conocer incluso a Villa.” (Ome Toxtli).
Los padres de Ome Toxtli vivieron otra juventud, marcada por estilos juveniles que vienen
del norte, como los pachucos. Octavio Paz les dedicó el primer capítulo de El laberinto de la
soledad (1950). Es ya clásica la interpretación que hace de ellos como “uno de los extremos a
los cuales puede llegar el mexicano”, respuesta distorsionada y hostil frente a una sociedad que
los rechaza. Entre la cultura de origen y la de destino, entre los deseos de diferenciarse y de
asimilarse, entre la infancia y la vida adulta, el pachuquismo le parecía una “solución híbrida” a
la anomia social. Se implementan toda una serie de procesos de represión/asimilación, en lo que
Paz ha visto la inevitable “redención” del pachuco. Pero al mismo tiempo la imagen se vuelve
prestigiosa: el estigma se transforma en emblema. Y el estilo se difunde rápidamente por el sur
de Estados Unidos, las ciudades de la frontera norte y la misma ciudad de México. El pachuco
es el símbolo de un espacio/tiempo: la identidad mexicana en los inicios de la urbanización, de
los procesos migratorios, de la cultura de masas:
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
“En los 40, cuando mis padres eran bien morritos, había pachucos: pantalones bombachotes,
con la cadena por acá, el sombrero de gánster, los saquísimos enormes, que te quedaban bien
de los hombros, pero larguísimos, unas mangas así flojas, camisas blancas, con un lunar aquí
pintado. Los pachucos eran pandilleros de los 40 pero al norte del país. Es una reacción de la
mezcla de culturas, es el encontrón de las culturas, yo creo que surgió como consecuencia de
las broncas fronterizas después de la revolución: la toma del Chamizal, luego que lo devuelven,
que los villistas o los cristeros regresaban a los gabachos a su tierra a punta de plomazos y todo
eso. Los pachucos cuidaban la frontera como nadie” (Ome Toxtli).
En los 60 emerge en México otro estilo juvenil: los llamados “chavos de onda” (cuya vanguardia
contracultural fueron los jipitecas, versión nativa de los hippies). A diferencia de los pachucos, la
onda no tiene un origen lumpen sino clasemediero, no son trabajadores sino estudiantes, no surge
en la frontera norte sino en el D.F. y otras ciudades provincianas, no tiene una dimensión local sino
universal. El proceso de expansión responde a un momento de crecimiento económico y de crisis
de hegemonía del priismo en el poder, que confluye en el movimiento del 68 y en la célebre matanza de Tlatelolco. La onda se diluye en dos polos contrapuestos y/o complementarios: el activista
y el expresivo. El primero dirigido a la protesta estudiantil, a la crítica de la dictadura priista (y a la
larga, a la guerrilla urbana de Lucio Cabañas); el segundo dirigido a la contracultura, la música y
la experimentación con alucinógenos. Ambos polos tienen sus fechas-clímax: el 68 (la matanza de
Tlatelolco) para el activista; el 72 (festival de rock y ruedas en Avándaro) para el expresivo. Se trata
de “acontecimientos míticos”, que se convierte en parteaguas no sólo de la historia colectiva, sino
de la biografía individual. Lo significativo es que los estilos se convierten en estereotipos generacionales que trascienden los reducidos estratos estudiantiles y clasemedieros que les vieron nacer.
El movimiento del 68 consigue atraer a estudiantes de vocacionales y escuelas profesionales, a
jóvenes trabajadores que desfilan junto con los universitarios. Hasta el punto que ser joven se llega
a identificar con rebeldía. “En ese tiempo ser joven era un delito. Ya ves lo que pasó en la película
Rojo amanecer... A todos los jóvenes les estaba vetado existir. Mis jefes no eran estudiantes, pero
eran jóvenes. No se vestían como comunistas, pero mi papá sí era consciente políticamente, a
pesar de sus pocos estudios, y mi mamá también. Saben de qué lado están. Y sí les tocó ver parte
de los desmadres de los estudiantes. En el 68 muchos estudiantes eran del proletariado... Hasta los
niños bien le salieron a la conciencia, y con ellos los obreros, campesinos, amas de casa, colonos,
el magisterio. De repente era un movimiento así, pesado” (Ome Toxtli).
En los 80, precediendo a la devaluación y la crisis, irrumpe en el escenario el estilo generacional que definirá el México de los 80. Los chavos banda aparecen en la escena pública en 1981,
cuando los Panchitos de Santa Fe envían a la prensa su célebre manifiesto en el que intentan
responder a los estigmas de la prensa amarillista, que los presenta como vagos y delincuentes.
El estilo pasa a ser el emblema de toda una generación de jóvenes mexicanos de ambientes
urbano-populares, que se contrapone al estilo de la juventud burguesa, representada por los
chavos fresa. La banda era “la expresión de una crisis”. A diferencia de los “olvidados”, los chavos
banda parecen convertir el estigma de su condición social en un emblema de identidad. Es de
nuevo Ome Toxtli quien relata el origen de los chavos banda: “En Neza siempre estuvo pesado
en rol de los pandilleros. En Neza vas de día y pandilleros aquí, pandilleros allá. Neza pasó por
varias etapas. Primero una disgregación total, cuando empezaban a llegar las gentes. Y los
grupos de jóvenes, todos de provincia, campesinado, empezaron yendo a la ciudad a trabajar, a
darle, y en el contacto con la ciudad aprenden otras cosas. Neza se ha de haber formado hacia
el 65, y al principio no había bandas. Entonces no tenían nombres, por eso no eran bandas, sino
que se conocían, sabían que a todos les gustaba el rocanrol, y ya. Ya tirados más para acá, a
mediados de los 70, empezaron a haber grupos que empezaron a ponerse nombres entre ellos,
a bautizarse. Hablar de todas esas bandas es hablar de un lugar a donde no podías entrar, y
valía madres. Incluso cada banda tenía su propio código para entenderse. Al parecer la primera
banda que hubo en el Distrito Federal fueron los Panchos de Santa Fe” (Ome Toxtli).
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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5. Epílogo
En el fugaz viaje a través del tiempo y del espacio que hemos emprendido en este ensayo,
nuestro objetivo principal ha consistido en ilustrar la moldeabilidad con que el fenómeno juventud se ha manifestado en las diversas culturas y momentos históricos, no para propiciar
actitudes evasivas, ni para fundar un nuevo mito del buen salvaje, sino para ayudar a comprender, en nuestro presente, la diversidad de estilos de vida, valores y comportamientos de
los jóvenes. Y para fomentar, también, una actitud de tolerancia para con ellos. Sirva como
epilogo de este texto el testimonio de Félix, un joven punky de 21 años objeto de conciencia,
que entrevisté en un barrio obrero de Lleida. Para él, el hecho de colocarse el pendiente no
es una reminiscencia arcaica, sino una forma de manifestar su desacuerdo con el presente y
también una estrategia activa para situarse ante el futuro. Un futuro que por si no ha quedado
claro, todavía no está escrito:
“A mí hay gente en el barrio que me ven mal ¿Sabes por qué? Porque me pongo el pendiente,
¿qué quieres decir? Que me importa tres pimientos lo que piense la gente del pendiente. Me
podéis tocar las pelotas todo lo que queráis, pues si en un momento quiero tener una estética
que a mí me parece lógica a mi edad y a mis compañías y en el ambiente en que me muevo,
pues yo no veo por qué no me voy a tener que sacrificar por una gota de sangre. Fue el flash de
un día. Y luego te das cuenta de que ese flash de un día te va marcando. Este pendiente me ha
marcado muchas cosas: el que no me vuelvan a atracar desde que lo llevo. ¡Fíjate qué tontería!,
el llevarme a conocer gente. Me ha pasado en Zaragoza, el llevar la gabardina, las botas de
militar, el pelo bien rapado e ir de punky total, llegar a la estación y lo primero que me encuentro
son dos tíos que me piden la hora, empezamos a hablar, hacemos una relación y nos vamos
de marchita, y nos fuimos de marchita tres días y dormí en casa de uno, ¡Y sin conocerlos! O
sea, el llevar una estética ya te relaciona con otra gente, inconscientemente. Que me ha gustao
una canción de los Sex Pistols me ha dao el punto y ya voy... Quieres provocar a cierta gente y
relacionarte con otra cierta gente que va igual que tú. No sé, imagino que esto es el underground
de ahora, lo que fue el “jipismo” de aquella época. Aunque ahora los punkies, ya salen como un
producto de consumo, no son demasiado puros que digamos. Se está convirtiendo esto de la
postmodernidad en otro punto de consumismo de esta sociedad. Pero es igual. La gente tiene
mucha imaginación y saldrá otra cosa para romper los esquemas” (Félix).
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 4.
La problemática cultural de los jóvenes:
una búsqueda de la resignificación teórica
y social del ámbito juvenil.
Enrique Mendoza Carrera
(…) “Crear unidad es el nuevo ideal”.
“Estamos en camino hacia un humanismo de la unidad. La unidad no nos viene dada con
nuestro ser, porque debido a la inteligencia, tenemos capacidad de dar diversas respuestas a
cada estímulo, y ello nos “distancia” de los estímulos y nos obliga a elegir. La unidad debe ser
creada por nosotros en cada momento con vistas a la realización del proyecto de vida que nos
hayamos trazado. Si queremos configurar de forma sólida el humanismo de la unidad, debemos conocer a fondo en qué consiste ser creativo, qué exigencias plantea y qué frutos reporta”.
Alfonso López Quintás
Introducción
En las tres últimas décadas la producción oral y escrita que viene circulando en torno a las problemáticas de los jóvenes, ha sido tal vez una de las más prolíficas de todos los tiempos de la
historia contemporánea de nuestro país. Esta información sea bajo la forma de notas, informes,
entrevistas, ensayos, estudios puntuales, congresos, encuentros, reportajes y programas de
televisión y radio, en donde estos medios expresan la opinión de diferentes expertos, bien en
forma de discursos, consejos o recomendaciones; lo cierto es que el interés por la juventud ha
crecido de manera espectacular, tal vez, como no había ocurrido en los 200 años anteriores en
México; sin embargo tales exacerbaciones, si bien dan una serie de manifestaciones del fenómeno juvenil, no resuelven de fondo los diversos campos problemáticos que viven actualmente
los jóvenes en torno a situaciones inéditas en la sociedad.
En esta inteligencia, cada discurso, ensayo o programa institucional es fácilmente advertible
la matriz teórica e ideológica a la que en estricto sentido pertenece la elaboración que se realiza
en torno a la juventud. Cada escuela teórica que emerge enfatizando diferentes perspectivas,
nos presenta en forma sucinta la concepción que han elaborado respecto de la juventud, por lo
tanto, día con día emergen novedosos paradigmas mediante los cuales se presentan diversas
caracterizaciones y configuraciones, sobre lo que ha dado en denominarse la juventud o los
jóvenes de nuestro país.
Este conjunto de esquemas teóricos, en efecto, aportan múltiples y novedosos elementos
que se van descubriendo a partir de experiencias empíricas. En otros casos, se han limitado sólo
a reforzar posiciones que ya existían en relación con la juventud y, en mucho menor medida, se
brindan elementos globalizadores para entender mejor la composición, estructura y funcionamiento de ese sector que, según criterios demográficos, representa a poco más de 35% de la
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población existente en el país. En dichas elaboraciones, como hemos podido constatar en los
estudios correspondientes, persiste la interrogante que justamente ha motivado a la mayor parte
de estudios efectuados al respecto:
¿Qué es la juventud?
Para empezar a contestar a la pregunta, no basta con echar mano de las definiciones típicas que,
desde distintos esquemas teóricos y en función a la necesidad de encontrar legitimaciones ideológicas, nos proporcionan las escuelas de pensamiento que más han incidido en el estudio de este
sector. A nuestro modo de ver, para responder con un poco más de objetividad a la interrogante,
se precisa ir al encuentro aunque sea de manera somera de las condiciones bajo las cuales se
produjo la emergencia de este actor social, que hoy por hoy, en su propio contexto y práctica,
supera con amplitud cualquier paradigma en que se les pretenda encajonar deliberadamente.
Por lo tanto se requiere también acercamos a su genealogía, su hacer cotidiano y sus necesidades, que nos proporcionen las pautas para iniciar con la ubicación sociohistórica o las condiciones de producción bajo las cuales surge el concepto que identificamos como la juventud. No
obstante resulta importante precisar que para contestar a la pregunta no basta con echar mano
de las definiciones típicas que, desde distintos esquemas teóricos y en función a la necesidad
de encontrar legitimaciones ideológicas, nos proporcionan las escuelas de pensamiento que más
han incidido en el estudio de este sector.
Contexto general
Antes de iniciar una profundización del campo problemático que nos ocupa, conviene llamar
la atención en el sentido de que la juventud, entendida como categoría demográfica, en términos de sector social, conglomerado o bien como conjunto de personas situadas en la etapa
intermedia entre la niñez y la edad adulta, ha estado presente a lo largo de la historia humana.
Del estudio de sus principales características, formas de relación, necesidades, expectativas
e intereses, se viene encargando de manera casi totalizadora la psicología en sus diversas
vertientes disciplinarias, entre otras la psicología social, el psicoanálisis, el sociopsicoanálisis,
el etnopsicoanálisis, etc. Erickson y Bloss, entre otros, efectuaron importantes contribuciones
en relación con los conceptos de identidad y crisis de identidad que están presentes en el desarrollo de la personalidad adolescente o bien, en la etapa que denominan como de transición y
formación de los jóvenes para su conversión a la edad adulta. Años más tarde, Françoise Dolto
plasmaría en su obra, La causa de los adolescentes, valiosas reflexiones en torno a los jóvenes
franceses herederos de lo que fue, en un sentido metafórico, la Primavera de mayo de 1968.
Esta autora, con base en experiencias de consultorio y de un largo trabajo de investigación,
examina los principales síntomas de los adolescentes de Francia, expresables básicamente en
los altos índices de suicidios, drogadicción, fracaso escolar, intensa sexualidad y otros más que
afectan de manera particular a los jóvenes en dicho país.
En los trabajos que nos acercan a éstos y a otros estudiosos hay dos elementos comunes que
de hecho les hace coincidir en su interés por analizar a los jóvenes. El primer elemento tiene que
ver justamente con las condiciones sociohistóricas bajo las cuales se produjeron sus respectivas
reflexiones y el segundo corresponde con específicos periodos de crisis que mantienen en estado
de convulsión a sus respectivas sociedades. En la época que Erickson presenta su obra: Sociedad y Adolescencia, la humanidad se encuentra en franca recuperación luego de la prolongada
Segunda Guerra Mundial; en igual sentido, cuando se publica la obra póstuma de Françoise
Dolto, la geopolítica mundial se ha modificado de manera considerable, sobre todo porque la
denominada Guerra Fría ha concluido, proceso que de manera simbólica aparece representado
con la caída del Muro de Berlín, desvaneciéndose con ello además, el miedo colectivo que se
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vivió en el continente europeo por la amenaza nuclear. Revisemos a continuación, aunque sea
de manera breve, el panorama histórico en que circula con mayor intensidad el conocimiento
sobre los jóvenes, para después situar a éstos en el contexto correspondiente.
Perspectiva histórica
A partir de la Segunda Guerra Mundial surge, entre los llamados países industrializados, un
creciente y desmesurado interés por recomponer sus economías, toda vez que se encuentran
prácticamente destruidas por el reciente enfrentamiento. Para recuperarse de los estragos padecidos, las naciones que emergen más fortalecidas del conflicto bélico, tanto como las que ocupan el lugar de “los vencidos”, promueven una estrategia que apunta hacia dos direcciones: en
primer término, hacia el uso intensivo de la ciencia y la tecnología en los procesos productivos,
con lo cual se inauguran nuevas formas de relación y se establece una nueva división técnica
del trabajo; en segundo lugar, hacia la redistribución de las regiones, lo que permite el fortalecimiento del neocolonialismo y con ello, que los países menos desarrollados se conviertan en
virtuales abastecedores de materias primas requeridas por los países triunfantes.
El énfasis en los usos intensivos de la ciencia y la tecnología aplicadas a los procesos
productivos va a generar, por una parte la tecnocratización del trabajo intelectual y el gradual
desplazamiento de la fuerza laboral en la medida que es reemplazada por sofisticados equipos
de alta tecnología en los que sólo se requiere de la mano de obra más indispensable. Se produce
lo que se dio en llamar una fragmentación de los roles de trabajo, creándose además un gran
número de labores de escasos requisitos y un pequeño número de ellos altamente especializados. Aunado a ello, se produce una reducción del pensamiento crítico y un estrangulamiento de
la cultura, asignando a ambas estructuras el papel de simples piezas de la automatización. La
imaginación, el subconsciente, los deseos, las fantasías y los sueños se programan y aniquilan.
La automatización redujo la cantidad de tareas no especializadas o semiespecializadas a una
cifra insignificante, una disminución en la proporción de trabajadores no especializados, pero también
trajo consigo el que la mayoría de los trabajos permanecieran insípidos y carentes de creatividad.
Los trabajos complejos se redujeron a trabajo rutinario, que requiere de calificaciones limitadas. La
mayor parte de trabajadores que se desempeñan en las oficinas, se dedican a mover papeles en
forma autónoma. Los trabajadores de servicios, sector de más rápido crecimiento, logran ascender
un poco más que los otros, pero a menudo, sin los beneficios de la protección sindical, salarios
decentes o seguro social. La esperada “revolución del ocio”, que se anunció como recompensa para
subsanar el desplazamiento laboral, no se logró consolidar sino hasta años más tarde. Aquellos
trabajadores que tenían tiempo disponible, se dedicaron a buscar un nuevo trabajo.
Por otra parte, a nivel de América Latina el desarrollo tecnológico trajo consigo importantes
repercusiones en sus respectivas economías, mismas que se tradujeron en crecientes desplazamientos de mano de obra tanto a nivel del campo como de las ciudades. En el caso de México,
con el desarrollo de la llamada “Revolución Verde”, introducida durante la década de los 60,
miles de campesinos debieron abandonar sus lugares de origen ante el desplazamiento de que
fueron objeto cuando se generalizó la utilización de la tracción mecánica (tractores, sembradoras,
rastrilladoras, y otros equipos). La agroindustrialización, es decir, el uso intensivo de tecnologías en
los procesos productivos primarios ocasionó que miles de productores minifundistas abandonaran
sus parcelas ante la dificultad para poder competir con aquellos productores que disponían de
mejor maquinaria y equipo. En el caso de las urbes, la automatización del trabajo va a provocar
en primer término subocupación, toda vez que miles de habilidosos artesanos son reemplazados
primero por operadores semiespecializados y después por un reducido número de maquinistas y
mecánicos especializados. Algunos años más tarde, el fenómeno del desempleo se incrementa
en forma significativa, aunque ello no quiere decir que antes de que introdujera y generalizara la
conducción científica y la producción en serie, el desempleo no existiera.
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Junto con la tecnologización de los procesos productivos primario y secundario, se acrecienta
otro fenómeno que hasta nuestros días mantiene en situación crítica la economía del país, es
decir, el de la concentración económica y política que detentan las empresas multinacionales o
foráneas y ante las cuales el Estado adopta posiciones ambiguas y contradictorias: de condena
en el discurso y de sumisa aceptación en la práctica, justificando esta posición en la presunta
necesidad que se presenta a la economía en términos de volverla más competitiva.
Tal proceso de concentración económica, que se caracteriza entre otras cosas por favorecer la industrialización en detrimento del sector agropecuario, la urbanización acelerada de
las ciudades y el centralismo en la planeación de las decisiones, incidirá decisivamente en el
surgimiento de numerosos conflictos sociales hacia los cuales el Estado responde con inusitada
violencia. Durante los 60, época conocida como del “desarrollo estabilizador”, las protestas
de la población en favor de mejores condiciones socioeconómicas se incrementan de manera
espectacular (movimiento jaramillista, ferrocarrilero, de telegrafistas, telefonistas, médicos,
obreros, estudiantil, entre otros).
Por otra parte, la tecnologización que favorece de hecho el no trabajo trae consigo otra clase
de implicaciones, entre las que destaca el uso en sí mismo de ella por las clases dirigentes. La
ampliación de la plusvalía se presenta con el incremento del denominado tiempo libre, las diversiones y el esparcimiento quedan subordinadas a la lógica de la industrialización, como plantea
Gómez Jara: “Esteriliza, al consagrarlo a su propio ocio sin capacidad creativa, el no trabajo”.
Los valores asociados con el trabajo entran en proceso de descomposición y se establecen,
circulando con mayor intensidad, otra clase de no valores o antivalores como los de “el placer”,
“el éxito económico” y “el poder” por encima de todo y de todos. Se empieza a vivir una
forma de sociedad de aglomeración creciente de individuos, con un ideal de conducta anónima
e irresponsable ante los demás. Las ciudades se convierten en densas zonas pobladas con
una agregación creciente de casas, calles, edificios y colonias en donde impera el “cada quien
su vida” y en la que para poder subsistir se debe estar en permanente competencia no tanto
con como en contra de los demás. Para progresar, de acuerdo con los parámetros socialmente
acordados, se requiere “ser el más hábil” en la lucha por la vida. En otros términos el que mejor
sabe imponerse y aplastar a los demás.
El resultado de todo ello, en términos del Doctor Leñero (1989), es la ley del más fuerte:
la del acumulador de capital, la del acaparador de mercancías vitales, la del negociante de la
vida misma (que lucra con el elemento vital: agua, alimento, espacio, ropa; con la sangre y con
la salud humana y con el poder político. El individuo, sin caracterizarlo aún, se encuentra a la
vez que “socializado”, integrado, cosificado, sometido a toda clase de presiones (lucha por la
subsistencia) y coacciones (aparato normativo) presumible mente naturales que en lo esencial
lo dominan pero que también lo sitúan en un estado de permanente ansiedad y soledad (sobre
todo en lo que se considera su cuadro espacial, la casa, la ciudad y sus extensiones), segregado,
aislado y desintegrado.
Arribamos a un modelo de progreso que anuncia prosperidad y amplios beneficios pero
que sólo logran concretarse en grupos reducidos de la sociedad, mientras que la otra cara del
progreso es la acentuación de las desigualdades sociales, y en su expresión extrema, al de
una creciente población pauperizada, marginada, desvalida, incapaz de encontrar los apoyos
y los recursos para su incorporación al “progreso”. Nos encontramos en una sociedad donde el aislamiento al interior de los grupos que son básicos es cada vez mayor; en la cual el
costo del progreso se traduce en desarticulación social no sólo a nivel de las clases y estratos
sociales mejor favorecidos sino también entre los más pobres del país. De ese proceso de
desarticulación y aislamiento al interior de los grupos básicos emergen, al principio de manera
espontánea y posteriormente en forma más organizada, diversas expresiones de oposición
y resistencia ante el modelo de progreso que por años promueven los grupos dirigentes del
país. Esta emergencia, que no sólo se presenta en nuestro país, sino que está informalmente
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conectada con numerosas movilizaciones que se desarrollan en la mayor parte de países del
mundo, anuncia la aparición de un nuevo actor social que demanda para sí un lugar en el
escenario local e internacional.
Emergencia del actor juvenil
Para el caso de México y de América Latina, no faltará quien sostenga que la emergencia de los
jóvenes como actores relevantes en los diversos procesos de cambio social que se han impulsado
en nuestras sociedades, puede remontarse a la época en que en países como Argentina y México
se produjeron importantes movilizaciones estudiantiles reivindicadoras de la autonomía universitaria
(1918 y 1929) o también cuando en nuestro país se produjo una importante movilización de los estudiantes del Politécnico en la década de los 50, y en ello cuentan con justificada razón, pero lo que parece indiscutible es que dichas movilizaciones, que van a ser las primeras formas embrionarias de la
acción juvenil organizada durante los 50 y los 60, adquirirán la forma de movimientos juveniles pero
hasta después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en el contexto de tecnologización de
los procesos productivos, cuando la industrialización y la urbanización se encuentran en pleno auge.
En su versión más extrema, las primeras apariciones en el entramado social de este actor al
que hasta el momento nos seguimos refiriendo como los jóvenes, es representado por los denominados “pachucos” a quienes se refiere Octavio Paz (1984) en los siguientes términos: Lo
que me parece distinguirlos del resto de la población en su aire furtivo e inquieto, de seres que
se disfrazan, de seres que temen la mirada ajena, capaz de desnudarlos en cueros. Cuando se
habla con ellos se advierte que su sensibilidad se aparece a la del péndulo, un péndulo que ha
perdido la razón y que oscila con violencia y sin compás. Este estado de espíritu o de ausencia
de espíritu ha engendrado lo que se ha dado en llamar el “pachuco”.
Los “pachucos”, que vienen a ser el antecedente de los denominados “cholos”, expresan el síntoma inadvertido y pero también negado de una lucha generacional al interior de la
sociedad. Se trata de un conjunto de seres que por vez primera y muy a su manera niegan la
identificación psicoafectiva del adolescente con el adulto. Son una especie de pioneros de lo que
Mendel denomina la impugnación adolescente y que se manifiestan contra el autoritarismo y la
ideología dominante. La impugnación antiautoritaria y contra la ideología dominante (efectuadas
desde lo implícito), se manifiesta a través de su ropa, su conducta y su lenguaje. En el pachuco encontramos incipientes rasgos de la oposición juvenil antiautoritaria, se delinean también
algunos elementos que ponen al descubierto la degradación del sistema Padre como centro de
la Sociedad Patriarcal, abriendo la impugnación de la autoridad, ya se trate de la autoridad de
los adultos, de los sistemas o del poder autoritario dominante. Por esa característica de impugnadores implícitos, son objeto de toda clase de rechazos. Su conducta irrita a la sociedad y por
ello los niega, persigue y califica como delincuentes.
Los rebeldes sin causa
Hacia la década de los 50, época de profundas transformaciones en el aparato productivo,
incremento del éxodo rural hacia las ciudades, explosivo crecimiento poblacional y crecimiento anárquico de las ciudades, la presencia de los jóvenes en el espacio urbano aumenta de
manera considerable y con ello se da lugar a nuevas manifestaciones socioculturales que
pendulan entre la incorporación fiel del modelo norteamericano de juventud que se promueve
a través de una industria cultural consumida entre los sectores medios de la población, pero
también el desarrollo de una serie de expresiones verbales y factuales a través de los que
se prosigue con el cuestionamiento del modelo de desarrollo predominante. Los personajes
centrales de la dramaturgia citadina van a estar representados por los denominados “rebeldes sin causa” mismos que clasifica el derecho mexicano como pandilleros o delincuentes.
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El rebelde sin causa es, al principio, una versión malograda del pandillero norteamericano que
busca su identidad en el control del espacio inmediato y en la diferenciación con respecto a
sus progenitores.
En otro momento, el pandillero popular se diferencia de los rebeldes sin causa en la medida
que estructura una forma de comunicación peculiar y propia, en tanto que emprenden una larga
batalla campal ya no sólo a nivel de pandilleros sino contra los propios padres. Los pandilleros
juveniles, a los que Monsiváis calificó como “pequeñas tribus bárbaras” revitalizadoras del
machismo y que supuestamente no llegaron a afectar los mitos predominantes sobre la juventud, en el fondo están expresando las principales contradicciones sobre las que se debate la
sociedad de esa época.
El caos de las batallas callejeras es un claro reflejo de la lucha por supervivencia que se
lleva a cabo al interior de la sociedad y de un modo de ser violento que el joven devuelve a la
violencia del todo social. Aun cuando las batallas terminan casi siempre con el restablecimiento
del orden, es decir, “el predominio del bien sobre el mal”, esta forma de rebeldía o de impugnación adolescente hacia el autoritarismo, expresa de manera actualizada la representación del
poder sexista, el dominio por la mujer que es la constante en los núcleos familiares. Expresa
una imperiosa necesidad de reconocimiento que es tradicionalmente negado por los adultos y
demanda implícitamente afanes por ser respetados, sin importar que ello se consiga mediante el
pleito callejero. La pandilla se convierte además en una forma de asociación informal con la cual
se sienten identificados los jóvenes participantes. En la pandilla, versión embrionaria de lo que
después será la banda, el joven percibe que puede vivir su identidad. Empieza a buscarse a
la pandilla no tanto por lo que hace, sino porque se trata de un grupo informal de pertenencia que
establece reglas propias de interacción, que están siendo elaboradas por los propios miembros,
que no vienen de afuera como una cosa ajena.
Los jóvenes, calificados como “rebeldes sin causa” son tajantemente satanizados por la
sociedad, lo que denotaba precisamente la rigidez y la arteriosclerosis del sistema económico,
político y social del país que se instalaba en la intolerancia ante la emergencia de un accionar
juvenil que lo pudo haber saneado. Los chavos, en palabras de José Agustín, fueron demostrados
en todos los tonos y se llegó a extremos ridículos, como la campaña antirockanrolera a raíz de las
supuestas declaraciones de Elvis Presley: “prefiero besar a tres negras que a una mexicana”.
El rock se convierte en una válvula de escape frente a los prejuicios y las convenciones sociales,
ante costumbres cada vez más rígidas y formales. Debemos señalar que este tipo de rockanrol,
aun cuando ni remotamente llegó a convertirse en un vehículo representativo de una concepción
de la vida, como ocurriría 10 años más tarde; proporcionaba constancias sobre formas de la vida
juvenil: en las escuelas. Los ligues, las broncas callejeras y con los progenitores, gustos, diversión
y mucha energía. La rebelión juvenil emerge y se reproduce aceleradamente como respuesta
y mecanismo de defensa ante la rigidez y la intolerancia social, según indicamos, pero también
ante la vaciedad de las propuestas de la sociedad cuyas metas visibles se dirigen hacia el culto
por el dinero, el estatus, “el éxito social” y el poder, es decir una lucha descarnada por el poder.
De la rebeldía a la subversión
Durante los 60 la estabilidad y la paz social se lograban mantener a base de “macanazos”, pero
resultaba indiscutible que para entonces el modelo de desarrollo se deterioraba rápidamente.
Poco a poco la población constataba que la democracia en México era una cuestión más formal
que real. Infinidad de problemas crecían sin que los dirigentes del país hicieran auténticos esfuerzos por contenerlos: hambre y miseria en el campo, emigración hacia las grandes ciudades
y a Estados Unidos, devastación ecológica, sobre población, adicción a la deuda externa, industrialización distorsionada, crecimiento urbano anárquico y, por supuesto, injusta distribución
de la riqueza.
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En ese contexto, que también se caracteriza por una virtual desaparición de las pandillas
juveniles, la aparición de grupos de choque militares infiltrados en las escuelas para contener
la disidencia estudiantil, y la demanda por escuelas de educación media superior que resultan
insuficientes, las acciones juveniles apuntan de manera más decidida hacia la lucha, a veces
directa y otras encubierta, contra las diversas formas de autoritarismo, injusticia y discriminación.
Las instituciones que tradicionalmente habían funcionado para “preparar” a los jóvenes mientras
logran acceder al mundo de los adultos, pasan por un profundo deterioro que es afín con el
deterioro del modelo de desarrollo del cual se sentía orgullosa “la familia revolucionaria”: la
institución familiar deja de ser el espacio por excelencia para que el joven construya su identidad;
en la escuela, son cada vez más los rechazados que los que acceden al estudio; la escolaridad
como canal de movilidad social, se vuelve un mito; en las empresas, se niega el empleo bajo
argumentos ridículos como el de la falta de experiencia.
Hacen su aparición en el escenario nacional una diversidad de voces juveniles que entre
algunos estudiosos se ha querido reducir sólo a los jóvenes de la denomina Onda o bien para
referirse a los cientos de jóvenes que oyen rock y consumen marihuana. Sin embargo, también
existen otras voces y manifestaciones culturales. No todos entendían ni les interesaba el rock,
sino que se inclinaban más bien por la música tropical. El existencialismo sartreano se instala
entre ciertos segmentos de los jóvenes de clase media; cobra amplia fuerza aquella frase que
decía: “La vida no tiene sentido pero vale la pena vivirse”; la moda consiste en vestirse con pantalón y suéter de cuello de tortuga rigurosamente negros. Los cafés existencialistas proliferan
por diversos puntos de la ciudad. En materia de literatura, se organizan talleres que acogen a
gente de todas las edades, pero en los que predominan los jóvenes.
Entre 1963 y 1964 se publica la revista Master y el libro La Tumba, novela de José Agustín
que presenta por vez primera el fenómeno de los jóvenes vistos desde los mismos jóvenes. En
esta novela se utiliza un lenguaje que rescata artísticamente las hablas de los muchachos,
además de que venía cargado de una vitalidad, irreverencia y frescura que difícilmente se pueden
dar cuando se es más adulto. Este fenómeno también constituye una manifestación cada vez
más clara del papel protagónico que los jóvenes comienzan a tener. José Revueltas, por su
parte, publica La Democracia Bárbara, trabajo en el que concluye que las prácticas democráticas
mexicanas eran, en el mejor de los casos, “bárbaras”.
La nueva oleada francesa causa sensación en el cine y muchos jóvenes se desbordan a presenciar las películas de Godard, Truffaut y Resnais, aunque también se admira a Visconti, Fellini
y Antonioni. En materia teatral, Alejandro Jorodowski introduce una nueva manera de referirse a
la realidad con la puesta en escena de Fando y Lis, lo cual provoca que las “buenas conciencias”
se escandalicen ante lo que denominan espectáculos efímeros. Lo que para entonces se conocía
como el boom de la literatura latinoamericana, encuentra amplia aceptación entre los jóvenes
porque los textos propician una nueva sensibilidad y tomas de conciencia de orden político y social. En la poesía, además de Sabines, destaca Jaime García Terrés (Los reinos combatientes),
José Emilio Pacheco (Los elementos de la noche), Gabriel Zaid (Seguimiento), Efraín Huerta
(El Tajín) y desde luego Octavio Paz (Salamandra). La música que más aceptación tiene entre
un amplio sector de los jóvenes, es decir, el rock es severamente reprimida. Por eso José Agustín
(1993), “La policía llegaba, arrestaba a los muchachos que bailoteaban en los asientos y bebían
coca-colas o limonadas, los maltrataba y los llevaba a las delegaciones policíacas en donde
sus padres tenían que rescatarlos no sin dejar la dignidad de por medio, al soportar discursos
moralistas y también buenas sumas de dinero, para facilitar las cosas”.
Todo está cambiando en esa década. Para empezar, el país cuenta con casi 35 millones
de habitantes. La vida rural al viejo estilo se evapora rápidamente: los jóvenes campesinos
emigran a las ciudades en busca de mejores oportunidades, otros son enviados a estudiar, para
no “quedarse burros” como sus padres, los más aventurados se dirigen hacia Estados Unidos.
En los centros urbanos aumenta la influencia del American way of life. Se modifican las formas
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y los estilos en materia de vestido: las faldas de las mujeres suben gradualmente, empiezan a
utilizar zapatos de tacones altos y afilados, circulan las primeras pantimedias, los sostenes son
grandes y duros, aparecen los brassieres sin tirantes y los bikinis “llegan para quedarse”. Los
hombres abandonan los sombreros, los pantalones se angostan, los sacos ya no son cruzados,
las corbatas se angostan y desaparecen las hombreras. La clase media crece en las ciudades.
Los jóvenes protagonistas de esa época reaccionan ante la imagen de lo que les presentan
como México, oponiéndole la imagen de sus propios y bien marcados deseos. Los jóvenes se
unifican para crear una forma de sociedad separada simbólicamente de la existente; una nación
dentro de otra nación; para elaborar un lenguaje propio a partir del lenguaje. Emerge una corriente
que se rehúsa desde posiciones no políticas a las concepciones institucionales y nos revela con
elocuencia la extinción de un modelo de desarrollo y de una hegemonía cultural. Hegemonía que
se nutrió de la visión gubernamental heredada de la Revolución Mexicana y que se concretó en
el impulso de un nacionalismo revolucionario, que termina por fastidiar. Los jóvenes se declaran
incomprendidos y los adultos se sienten “ultrajados”. La lucha generacional se manifiesta con
mayor intensidad, aunque es resguardada por los cuerpos policíacos. La emergencia de ésta
corriente juvenil, en estricto sentido y coincidiendo con Monsiváis, no toca los puntos vulnerables
de la cultura dominante, pero si la subvierte. El denominado movimiento hippie, simboliza un
peligro no minimizable, particularmente cuando se pronuncia por la liberación sexual y por la
extinción de los respetos. Los lazos que alguna vez posibilitaron la unión de los jóvenes con la
familia, la religión y la patria, amenazan con romperse y en algunos casos se rompen. Ello explica la respuesta violenta que se instrumenta desde el Estado y que además valida la sociedad.
La subversión de la cotidianidad, parafraseando a Agnes Héller, desde la perspectiva juvenil,
asume diversas representaciones: los jóvenes médicos descubren aterrados que trabajar para
el gobierno o la iniciativa privada significa caer en explotación e incomodidades sin límite y se
ponen en huelga y llevan a cabo manifestaciones para que el presidente los oiga y el pueblo
se entere de sus demandas. El presidente en turno, ordena la represión y el aplastamiento del
movimiento. En la Universidad Nicolaíta de Morelia y en la de Sinaloa los estudiantes demandan mejoramiento de la calidad educativa, a cambio de lo cual son sometidos por la fuerza y
encarcelados. El movimiento hippie y la psicodélica alteran significativamente el paisaje social.
El rock se convierte en vehículo de expresión natural y más en la medida que se vuelve
una especie de facilitador de la toma de conciencia y complejo contracultural. La introducción
de religiones místico-esotéricas, de origen cristiano y oriental, socavan las bases y clientela de
la hegemónica religiosidad católica. La marihuana es la droga común, desplazando al tequila y
otra clase de bebidas del consumo popular. Se extiende el uso del pelo largo y el modo de vestir
desaliñado entre los jóvenes, quedando atrás los cortes y la ropa convencional. Se produce
una curiosa identificación, -enmarcada en el proceso de búsqueda de identidad- de los hippies
mexicanos con algunos grupos étnicos, al grado de ponerse huaraches, cotones, camisas de
manta, collares y colgandijos, brazaletes coloridos y demás. Repudian conscientemente los frutos
de la civilización occidental, mostrándolo a través de su particular apariencia y en la expresión
de ideas esotéricas y doctrinas de origen hindú. Pronto conforman un lenguaje propio, que se
nutre del argot carcelario y de expresiones populares lanzando numerosos términos, lo que se
conocerá como el lenguaje de La Onda, a veces sólo por jugar con las palabras, pero en otras
ocasiones, las más, para hacer referencia a fenómenos, percepciones, modos de comunicación
o estados de ánimo que no tienen equivalente con el lenguaje común del conjunto de mexicanos.
En ese proceso que va de la impugnación antiautoritaria perfilándose hacia la construcción de
su propia identidad, entre los jóvenes identificados con el “hipismo”, se da un creciente interés por
recuperar los elementos de la naturaleza; sostienen criterios morales más abiertos y propugnan
la libertad en todas sus formas (...) “haz lo que quieras”, “Paz y amor”, “préndete, sintonízate y
libérate”. Se busca el cambio de la sociedad a través de la expansión de la conciencia y la ampliación de la percepción; se plantea el cambio por dentro, individual, pero también a nivel social.
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La corriente juvenil que emerge subvirtiendo lo cotidiano, desde luego que no logra articularse
claramente, ni entre ella ni con otros sectores sociales, que padecen el autoritarismo, pero lo
innegable es que aspiran a una transformación de la sociedad bajo un complejo de naturaleza
cultural que los sitúa en el marco de la utopía, de una utopía entusiasmadora y entusiasta que
denotaba la ingenuidad romántica de sus principales propuestas. Se expresaban con ruido a
pesar de la creciente hostilidad y sin duda dejaron numerosas huellas y temas de reflexión que
durante largo tiempo han quedado pendientes.
La sociedad mexicana, se escandaliza ante el horror de los greñudos sin rasurar y trata de
detenerlos como mejor se pueda. Se inyectan cantidades masivas de repudio a través de los
medios de comunicación electrónicos y las autoridades emprenden auténticas cacerías que con
el tiempo coadyuvan a poblar las cárceles del país. Más tarde, aumentará la población reclusa
con los cientos de jóvenes que son detenidos con motivo del movimiento estudiantil de 1968.
Movimiento político y cultural en la medida que se convierte en resistencia a las decisiones de
la autoridad y cultural en relación con diversas medidas: por su antiautoritarismo; en la manera
que procede como movimiento de masas; por las fuerzas artísticas y literarias que libera, como
veremos en el siguiente subinciso; porque es la primera vez que un movimiento urbano, que es
esencialmente reivindicador de los derechos humanos y civiles, tiene como espacio humano a los
sectores medios de nivel universitario que por entonces no contaban con participación política,
salvo los casos aislados que mencionamos o bien que correspondían a demandas provenientes
de grupos minoritarios de izquierda.
El 68 se percibió de diferentes maneras, sin que hasta el momento se logre consenso respecto
de sus orígenes y contribuciones sociales o, existiendo acuerdo a nivel de pequeños grupos de
intelectuales, por ejemplo en términos de que dicho movimiento fue un “parteaguas” en la historia
contemporánea de México, esta conclusión no es compartida por la totalidad de analistas ni mucho
menos al interior de los círculos del poder. Para Carlos Monsiváis (1993), “el 68 sintetiza diversas
de las tendencias que ya estaban: rechazo al nacionalismo, la necesidad de una internalización
cultural, el culto de las sensaciones a través de la música del rock, el hartazgo ante el horizonte
tan cerrado y petrificado de la vida universitaria”.
Pablo Gómez (1993), por su parte, se refiere al movimiento más como un mito de anhelos
juveniles que como un auténtico movimiento político con propósitos claros, cuando declara: El
mito no difiere gran cosa de la versión oficial. Los estudiantes eran jóvenes, los jóvenes eran rebeldes, los rebeldes estaban en contra de la autoridad (padres, gobierno, etcétera) porque no les
dejaban usar pelo largo y fumar marihuana, así que organizaron un gran desmadre en el que se
la pasaban de fiesta la mayor parte del tiempo, lo que naturalmente incluía el atacar al Presidente
de la República y a los cuerpos represivos del Estado... El mito del 68 se reduce en realidad a
creer que hubo un triunfo donde se produjo una derrota. Montones de muertos y centenares de
presos políticos que venían a sumarse a los preexistentes, es un saldo concreto, cuantificable
y contundente de la represión que desató el gobierno contra el movimiento antirrepresión más
importante de la segunda mitad del siglo.
En otros autores, como Joel Ortega, el 68 no se puede reducir a una simple batalla de la
juventud por dejarse crecer el pelo, sino que debería entenderse como una lucha francamente
anticapitalista. Algunos más, sobre todo a nivel de las autoridades, se percibieron como una
acción subversiva en la que se utilizó a grupos de estudiantes sin que éstos tuvieran plena conciencia del peligro que entrañaba su actitud. Independientemente del gran cúmulo de literatura
que aún falta por profundizar, en relación no sólo con el movimiento del 68 sino que incluya otras
manifestaciones juveniles ocurridas durante la década a que nos venimos refiriendo, lo cierto es
que la tormenta de los trastornos socioeconómicos, la tormenta que anuncia el fin el desarrollo
estabilizador, soplaba sobre la sociedad en su conjunto.
Las tradiciones, costumbres y relaciones entre sexos y generaciones estaban seriamente
afectadas y no había “vuelta de hoja”. Se constituye una categoría socioeconómica antiautoritaria
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
107
cuyos elementos comunes de identificación, son básicamente tres: el primero corresponde con
la dificultad para identificarse con los adultos, con lo cual se deja a los jóvenes expuestos a los
deseos o a las angustias más arcaicas de la desocialización y con los riesgos inherentes a ello,
como son las drogas, la violencia, entre otros. El segundo tiene que ver con la ausencia del joven
hacia toda forma de inserción social. La escuela, en su versión más drástica lo rechaza, pero
también lo aísla de la sociedad y lo separa de la realidad, obligándolo a vivir el final de su proceso
de desarrollo en tanto joven como si fuera un infante sin poder alguno sobre los elementos de
su existencia. Por último, el tercer elemento es lo que se ha denominado la desidealización del
adulto y la sociedad de parte del joven.
De la subversión a la interpretación
México tenía en 1970, una población total de 48 millones 225 mil habitantes. En la ciudad de
México se concentraban 6 millones 874,165 personas, es decir, 14.3% de la población total. El
país contaba con 53 mil 89 escuelas y 11 millones 235 mil 68 alumnos. En nivel medio superior
y superior, México tenía 1,261 escuelas y 606 mil 713 estudiantes con 47 mil 824 maestros, un
promedio de 12.7 alumnos por maestro.
En la misma época, 23.7% de la población de 10 y más años era analfabeta, toda vez que
32 millones 334 mil 732 habitantes tenían 10 años y más y 7 millones 667 mil no sabían leer ni
escribir. En la ciudad de México ese porcentaje se ubicó en 9.1%, puesto que de 4 millones 858
mil habitantes mayores de 10 años, 441 mil 615 eran personas analfabetas.
Durante ese año, 1970, había ocho millones de viviendas para 48 millones de habitantes, es
decir, 5.8 habitantes por vivienda; 66% de las viviendas eran propias y el resto rentadas. 38.8%
de las viviendas tenían agua entubada; 58.9%, electricidad y 41.5%, tenía drenaje.
Entre 1960 y 1970, el empleo se había elevado sólo en 14.3%, mientras que entre 1950 y
1960, el incremento fue de 37%. La agricultura representaba 7.9% del PIB, la industria de la
transformación 22.5% y el total de servicios 55.3%.
La brecha entre las familias ricas y pobres se ensanchaba: en 1958, 5% más rico tenía
ingreso 22 veces mayor que 10% de las familias más pobres; pero en 1970 esta relación llegó
a 39 veces. Incluso en el periodo 1968-1977, en que la distribución global parecía mejorar, la
brecha siguió aumentando: de 44 veces a 47, es decir, 5% de las familias más ricas tuvieron un
ingreso promedio de cerca de 50 veces el recibido por 10% más pobre.
En este contexto económico, la década de los 60 inicia con otro absurdo e innecesario
baño de sangre que el gobierno entrante lanza en contra de cientos de jóvenes manifestantes
marchando, el 10 de junio de 1971, por una de las principales avenidas de la ciudad de México.
En diversas universidades del país crece la inconformidad contra ese modelo de desarrollo que
durante años ofreció atender las demandas básicas de la población menos favorecida y que sin
embargo se tradujo en multiplicación acelerada de la marginalidad. En los centros urbanos se
multiplican los denominados cinturones de miseria, es decir, centros de población que albergan
a miles de emigrantes rurales en busca de mejores condiciones de vida que la propia ciudad no
les asegura. Las denominadas conductas antisociales, entre las que destacan el pandillerismo,
la drogadicción y los robos, se incrementan a pasos crecientes.
Un grupo radical ostentado que proviene del sector estudiantil, aunque también se nutre de
jóvenes reclutados en colonias populares y en las llamadas ciudades perdidas, despliega una
especie de contraofensiva armada contra los agentes y las instituciones encargadas de administrar y procurar justicia. La guerrilla urbana y rural, con la aparición de diversos grupos armados,
invade el escenario nacional por aproximadamente siete años demandando, entre otras cosas,
la ampliación de las libertades políticas, una profunda distribución de la riqueza, mayor participación en los procesos políticos y el aniquilamiento de la sociedad capitalista para dar paso al
establecimiento del socialismo. Paralelamente al guerrillerismo, surgen en el noroeste del país
108
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
las bandas de los denominados cholos, mismas que se extienden rápidamente hacia las ciudades
del centro. Su irrupción en el escenario primero regional y después nacional impacta a grado tal
que se desata una amplia campaña pública que los estigmatiza como drogadictos y delincuentes. Las instituciones de educación media superior son cada vez más insuficientes para atender
la creciente demanda de aspirantes, por lo que los índices de rechazados se incrementan de
manera notable y con ello la irritabilidad de jóvenes que anhelan continuar estudiando. En las
empresas se niega la contratación de quienes no cuenten al menos con estudios de secundaria.
Aunado al surgimiento de la guerrilla urbana y rural cobra auge lo que se denominó la canción
de protesta. Una gran cantidad de jóvenes, estimulados por el boom de la literatura y la emergencia
al poder en Chile, de Salvador Allende, se identifican como latinoamericanista. Se aficionan por
la música de Violeta Parra, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Facundo Cabral, Atahualpa Yupanqui,
Inti lIIimani, Kilapayún y una diversidad de cantantes y compositores representantes de lo que
se denominó el folklore latinoamericano. Proliferan en México las “peñas” donde se presentan
cantautores como Óscar Chávez, Margarita Bauche, Guadalupe Pineda, Julio Solórzano, Amparo
Ochoa, Guadalupe Trigo, Gabino Palomares, Silvio Rodríguez, Margie Bermejo y desde luego,
Los Folkloristas.
El rock no se desvanece ni se contrapone a la música folklórica, sino que llega un momento
en que se funden. La contracultura encuentra su principal medio de expresión en la revista denominada Piedra Rodante. La revista acoge diversas iniciativas relacionadas con temas sobre
la sexualidad, la psicodélica, el rock y otros más que despiertan la irritación de algunos sectores
conservadores. La Piedra es suspendida hacia fines de 1971, por disposición de la Secretaría de
Gobernación. En este mismo año, pero hacia el mes de septiembre, se lleva a cabo el festival de
Avándaro, provocando un auténtico escándalo nacional. El evento es calificado como “una orgía
colosal”. La sociedad en su conjunto condenó a los chavos que compartieron la primera noche
de su vida. El gobierno, por su parte, organiza un evento de “desagravio” para lo cual convoca a
cientos de jóvenes que se dedican al excursionismo, con objeto de que realicen una ascensión
al Popocatépetl y ahí se iza la bandera mexicana.
Surgen también las denominadas comunas en el campo y en las ciudades, que buscan alternativas de desarrollo al margen del sistema. Este fenómeno, pionero del ecologismo que como
moda se instaura en nuestro país hacia mediados de los 80, trajo consigo el inicio de una verdadera toma de conciencia ecológica inexistente en esa época. Con ello, proliferan las tendencias
a canalizar la religiosidad natural a través de la meditación, el yoga y las doctrinas orientales,
como el Budismo Zen. Aparece la obra de Carlos Castañeda, en la cual se revalora el conocimiento mágico-ritual de los indígenas. También prolifera el cine en súper ocho milímetros, desde
el cual un sector de los jóvenes produce temas sobre la realidad nacional, en particular se pone
el énfasis en los problemas de la marginación urbana y rural. Jóvenes directores irrumpen en la
cinematografía oficial imprimiéndole un sentido diferente al cine que se producía, como Arturo
Ripstein (El Castillo de la Pureza, El Lugar sin Limites), Felipe Cazals (Canoa, El Apando), Jaime
Humberto Hermosillo (La Verdadera Vocación de Magdalena), Salomón Laiter (Las Puertas del
Paraíso), Alfonso Arau (El Águila Descalza), Miguel Litin (Actas de Marusia), entre otros.
Este conjunto de manifestaciones brevemente reseñadas, que mantienen en alerta a los
grupos de poder ante el peligro de que se desborden otros sectores de la población, empiezan a
llamar la atención de diversos estudiosos interesados por lo menos en conocer un poco más de
cerca un problema social para el cual existen nulas alternativas de solución. Es así como desde
una óptica psicológica y epidemiológica se realizan algunas investigaciones con objeto de encontrar las características de sólo un segmento de los jóvenes que en ese momento constituyen
el principal “foco de peligrosidad”, es decir, los farmacodependientes. Los estudios efectuados
tienen como referentes teóricos una serie de cuadros clínicos que se han elaborado en algunos
países europeos (Italia, Francia, por ejemplo), por lo que las propuestas para combatir la farmacodependencia se circunscriben al establecimiento de programas de “prevención” y rehabilitación
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
109
mediante los que logra atenderse parcialmente la problemática pero no erradicarse. Más tarde,
pero entonces recurriendo al enfoque que circuló por varios años para explicar el problema de la
dependencia económica (el marginalismo), se realizan investigaciones desde las que se busca
demostrar que lo juvenil en general no está asociado exclusivamente con la escolaridad, que la
farmacodependencia está directamente relacionada con una “doble marginalidad” que enfrentan los adolescentes. Al respecto, en un estudio sobre Adolescencia marginal e inhalantes, los
investigadores responsables, sostuvieron que: “Paradójicamente los cinturones de miseria son
marginales a una sociedad ideal, y dentro de ese mundo se margina al joven; a este fenómeno
le llamamos doble marginalidad... a mayor marginalidad, mayor es la farmacodependencia, y a
mayor inhalación, más intensa es la respuesta de la familia y de la comunidad con conductas
represivas”. Según la corriente del marginalismo, la anormalidad o desviación social de los jóvenes
adictos, es resultado de procesos situacionales interrumpidos en la familia, el barrio y el medio.
Es decir, los responsables de que haya jóvenes adictos son, en primerísimo lugar las familias
por no haber podido llevar a feliz término su adaptación a un sistema que se presenta sin fisuras,
sin contradicciones. En segundo lugar el barrio o la comunidad, a la que se presenta como una
estructura funcional ahistórica, por no saber integrar al joven a su dinámica de desarrollo. Sin
dejar de reconocer, como años más tarde se demostrará, que la familia y el medio social juegan
un papel importante, y en ciertos momentos decisivos, en la estructuración de la personalidad
del joven, lo que tampoco puede dejar de reconocerse es que el propio sistema socioeconómico
en el que éste se encuentra inmerso influye sobremanera en la generación de las llamadas anormalidades, que la familia es una estructura reproductora de las contradicciones irresueltas en el
plano de lo macro social, que las reacciones de oposición en su forma más extrema -como el caso
de la farmacodependencia se dirigen hacia una estructura tradicionalmente rígida y autoritaria,
así como también hacia la ideología dominante. La familia en efecto se convierte en el espacio
simbólico al interior del cual ocurren las principales manifestaciones de oposición por parte del
joven, empero dichas reacciones apuntan hacia destinatarios muy concretos: la autoridad y el
sistema de normas predominante.
El abordaje de la problemática en tomo a la farmacodependencia desde este enfoque
marginalista va a permear durante largos años las experiencias preventivas y rehabilitadoras
que promueven diversas instituciones gubernamentales y no gubernamentales con jóvenes
farmacodependientes (Centros de Integración Juvenil, Drogadictos Anónimos, Hogar Integral
de Juventud, y otras más).
Por otra parte, hacia mediados de los 70, y sin que se haya resuelto el problema de la farmacodependencia, aparecen al noroeste del país los denominados cholos, quienes se van a
distribuir rápidamente por el centro de la República. La emergencia de este nuevo segmento
que proviene principalmente de los barrios urbanos marginados, coloca una vez más en jaque
a la sociedad y lleva a efectuar nuevamente investigaciones, pero desde enfoques alternativos
y más integradores. Uno de ellos es el que realiza, quien sostiene que: “Los cholos son así herederos de un sincretismo cultural y expresan una contradicción: ser marginales dentro de los
marginales. En efecto: de alguna manera, los cholos son, entre los chicanos, lo que éstos son
ante los anglos. Víctimas del más desarrollado proceso capitalista en el mundo, no forman parte
integral de este sector que empieza a adquirir identidad y características propias, tal cual es el
caso de los chicanos. Parte y discreción de dicho grupo, constituyen la escoria, la excrecencia
social de dicho sector poblacional” (Villela: 1981).
En otro estudio, elaborado por Gustavo López Castro (1984), y desde el cual nos ofrece
una visión diferente sobre las incipientes bandas juveniles del noroeste, que además difiere de
los típicos análisis realizados por la psicología donde se califica el fenómeno de las bandas con
base en la categoría de la desviación social, este autor nos proporciona otros elementos para
comprender mejor el cholismo, cuando dice: el cholismo es más que una conducta socialmente
desviada: es la manifestación exterior de un conflicto iniciado en Estados Unidos entre los sec-
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
tores marginados de chicanos y mexicanos. En el occidente de México se puede afirmar que
el cholismo es también un símbolo de un conflicto social debido a que ha surgido en colonias
populares, barrios marginados y algunas zonas rurales, conflicto basado en la desigualdad social.
Independientemente de que coincidamos en algunas partes de los estudios realizados en
esa época, para nosotros la manera como se analiza el problema de las incipientes bandas es de
carácter parcial en la medida que se percibe la marginalidad juvenil como una cuestión aislada
del desarrollo o bien sólo en términos de desviacionismo social. Al contrario de las elaboraciones
presentadas creemos que el cholismo, junto con el surgimiento de otras bandas integradas básicamente por jóvenes, son manifestaciones que remiten directamente a la crisis que se instala
en la economía al finalizar los 70 y que van a resentir en forma más directa los propios jóvenes.
Luego del boom petrolero que nos llevó a pensar en la posibilidad de convertimos en un país rico,
con la crisis justamente del petróleo y el largo periodo de recesión económica al aproximarnos a
los 80, los altos índices de desempleo extreman las condiciones para el surgimiento de nuevos
problemas ante la insatisfacción de las necesidades juveniles. El fenómeno juvenil ya no puede
concebirse como un asunto aislado del modelo de desarrollo que en esa época se encuentra en
profunda crisis, sino más bien como producto estructural de la crisis económica. El cholismo y la
emergencia de numerosas bandas juveniles es una clara evidencia de que el sistema económico
predominante ha sido incapaz de ofrecer las opciones que permitan satisfacer las necesidades
básicas de la población juvenil.
Por otra parte, es necesario destacar que los precursores de los chavos banda, en contrario
a la percepción marginalista que circuló durante varios años, no se encuentran al margen del
sistema, sino formando parte de éste, padeciendo los embates de la crisis (y de los adultos);
asumiendo comportamientos que en cierta medida constituyen un modo particular de vida bajo
condiciones adversas. Durante los primeros años de los 70, recordemos que la sociedad mexicana
proviene de una prolongada experiencia de violencia instrumentada desde el mismo Estado, los
jóvenes que se agrupan en torno a las primeras bandas reciben violencia del exterior, desde la
propia sociedad, pero dicha violencia, curiosamente, se habrá de revertir hacia sus principales
generadores, es decir, la sociedad y el Estado, mediante dos formas: hacia el exterior, es decir,
enfrentamientos entre bandas, robos, violaciones y homicidios e igualmente hacia el propio joven,
en el ejercicio de la farmacodependencia, en su expresión más descarnada. Esto ocasionará que
se estereotipe a los chavos banda, igual que ocurrió con los “greñudos y barbudos” de los 60,
presentándolos como sujetos peligrosos (lo cual los descalifica en tanto sector del actor juvenil),
debido a su comportamiento impugnador o inconforme. Se les etiqueta por su imagen, empero
se omiten los factores que originaron su nacimiento.
El fin de las utopías y el arribo a la década perdida
Al llegar a los 80 las autoridades declaran sin pudor que, en medio de un mundo que se debatía en la crisis, México obtenía índices espectaculares de crecimiento. Sí había carencias, éstas
se debían a rezagos y finalmente todo era cuestión de enfoque: los insoportables pesimistas lo
veían como un vaso medio vacío, los realistas como un vaso medio lleno que se colmaría con los
beneficios del petróleo. No obstante, son los trabajadores quienes están padeciendo los efectos
de una crisis que los gobernantes observan como algo lejano. La estrategia de crecimiento de la
dependiente economía mexicana, fincada en la esperanza del capital extranjero, en subsidios al
capital transnacional, en el espejismo del apoyo de la deuda externa, conjunto que había llegado a
límites trágicos a finales de los 60 con alta concentración del ingreso, enorme desigualdad social y
estancamiento económico, no sólo no se corrigió sino que se acentuó con la apuesta del petróleo.
La crisis económica que se mantuvo durante casi toda la década de los 80, es de carácter
estructural, profundo, permanente, complejo, con crestas cíclicas distintas a las anteriormente
conocidas, tuvo como consecuencia más visible un desempleo en aumento. Durante los primeros
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
111
años de esta década se estimaba que entre tres y seis millones de mexicanos se encontraban
desocupados. El índice de desempleo abierto se calculó en un 8% mientras que el índice de
subempleo llegó a 50%. La inflación brincó hasta tres dígitos: 1982 cerró con la alarmante cifra
de 100% de inflación, hasta colocarse en 1984 en poco más del 143%. La capacidad adquisitiva
de los salarios mínimos se redujo de manera drástica, pasando de 96.70 en 1976 a 53.33 en
mayo de 1984. Durante los primeros años de esta década, 10% de las familias con menores
ingresos absorbió 1.08% del ingreso y 10% con mayores ingresos recogió 37.9%. El cierre de
fuentes laborales, los despidos, el deterioro de las condiciones laborales, la sobreexplotación
de quienes continuaban ocupados, fueron lo característico en esos años. Los monopolios y el
Estado, sacaban provecho de la crisis arrebatando conquistas a los trabajadores.
En este contexto de crisis económica permanente, se producen grandes movilizaciones de
inconformidad, la crisis política se empieza a mover de manera subterránea y la crisis social se
expresa principalmente en el incremento de los índices de delincuencia y criminalidad. Es entre
las capas de población más depauperadas donde los efectos de la crisis se resienten con mayor
intensidad. La crisis del modelo de desarrollo puesto en práctica, incapaz de proporcionar pleno
empleo a la población demandante, condena a la mayoría emigrante a engrosar un ejército industrial de reserva que rompe las proporciones que alguna vez lo hicieron funcional. La demanda
por habitación entre estos sectores, aunada a la proveniente del crecimiento de los trabajadores
ya arraigados, coadyuva para que se intensifique lo que se conoce como crisis urbana, que llegó
a convertirse en urbanización explosiva. El hacinamiento, la promiscuidad, la falta de acceso a
fuentes seguras de agua, la carencia de instalaciones sanitarias, el incremento de la violencia, la
prostitución, las drogas, el delito en general y demás manifestaciones de actitudes y conductas
antisociales, son sólo algunas consecuencias sociales que genera, en nuestro país como en otras
economías en procesos de desarrollo, la urbanización que se puso en marcha desde finales de
los 60 e intensificó a partir de los 80.
La crisis económica no sólo significó mayor pauperización de los sectores de población
trabajadora sino que también se tradujo en una especie de ensombrecimiento de la oposición
juvenil, aunque surgieron otra clase de manifestaciones y prácticas.
En el plano cultural, aquella romántica y “utópica” idea del amor y la paz, que se propusieron
los jóvenes de los 60 y parte de los 70, va llegando a su fin, parafraseando a John Lennon, el
sueño terminó: un amplio segmento de los jóvenes se despeñó en las complacencias enajenantes, impersonales, de la llamada música disco, expresión de los jóvenes de los 80. Otros,
llegaron a mostrar su relativa inconformidad mediante el rock progresivo o vía el ruidoso metal
pesado (heavy metal). Es decir, se inclinan por una modalidad musical que según José Agustín
(1992), con su estética ligada a la fantasía, a la barbarie, al erotismo, la muerte, los espectros y
el satanismo, para bien o para mal era un reflejo del desolador paisaje moral de la pujante clase
media del país. También los hay quienes se muestran eufóricos por el rock punk, modalidad ésta
que refleja las agudísimas condiciones de opresión moral, cancelación de esperanzas e ilusiones y pobreza material en numerosos jóvenes que habitan en zonas deprimidas de las grandes
ciudades. En ese rechazo, que tiene un corte más bien visceral hacia el sistema, terminan por
simpatizar con la ideología del nazismo, recurren a las suásticas como su principal medio de
identificación y provocación.
Se vive un periodo de marcada desesperanza, vacío, ansiedad, temor y miedo ante la incertidumbre que está provocando la crisis económica. En respuesta a ello, y para llenar de alguna
manera la soledad por la que pasan amplios sectores de la población, aunque en otros como parte
del ascenso a un estatus de presunto bienestar que pronto produce hartazgo hacia lo material, se
reactivan las viejas escuelas esotéricas. El yoga gana numerosos adeptos y se consolida entre
un segmento de la clase media. Aparecen las escuelas de meditación y con ello la llegada de
los gurús que se vuelven frecuentes en México. Se introduce la dianética, los viejos sistemas de
adivinación y la lectura del I Ching es materia obligada.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
La literatura que arbitrariamente se bautiza como de La Onda, es combatida con particular
ferocidad. Decrece desde luego la producción de material impreso elaborado por aquel sector
de jóvenes que buscó dirigirse hacia los jóvenes particularmente de José Agustín. Para contrarrestar de alguna manera la hegemonía cultural impuesta por el sector de intelectuales ligados
orgánicamente al aparato del Estado, se desarrolla una corriente que a nivel del teatro y la literatura, gana amplios espacios al introducir Tepito Arte Acá y a través de la literatura que produce
Armando Ramírez.
Por otra parte, aún en plena crisis, los dirigentes del país no detienen la estrategia modernizadora, misma que provoca importantes cambios en los patrones de consumo y comportamiento de
ciertos sectores de la población que se traducen en una especie de culto por todo cuanto provenga
del exterior. Es a nivel de los estratos socioeconómicos medio alto y alto donde presenciaremos con
mayor nitidez los resultados de la modernización. En efecto, durante esta década dichos estratos
muestran sin pudor su marcada preferencia por los automóviles del año y por la tecnología que
se produce en Estados Unidos y Japón. Se aficionan por los vinos importados. Los tours hacia
Europa, Los Ángeles, Nueva York, Houston y Las Vegas, se vuelven tan comunes como viajar a
Acapulco, Vallarta o Ixtapa. Atenderse en Houston, jugar en las ruletas de Las Vegas, pasar las
navidades en Vail, Colorado o simplemente ir a la frontera “por unos aparatitos”, se vuelve una
nueva costumbre. En los jóvenes de nivel socioeconómico alto, se ponen de moda los denominados “arrancones”, acompañados de fuerte consumo de licor y jugosas apuestas económicas.
La policía en esos casos procuraba resolver los conflictos de manera cordial. En los menores de
edad, se promueven los juegos electrónicos, -las famosas Chispas- y se instalan locales donde
acuden a “divertirse sanamente”.
Paralelamente, entre un sector de la clase media intelectualizada se desarrolla una corriente
femenil que va a lograr cierto nivel de expansión sobre todo a nivel cultural. En estricto sentido se
trata de un movimiento, al principio desarticulado, que retoma del feminismo de Estados Unidos
y de Europa, una serie de reivindicaciones de carácter emancipador. En esta época aparecen
las primeras militantes feministas básicamente en el medio artístico e intelectual que avanza en
la línea de promover la concientización en favor de los derechos de las mujeres. El denominado
fenómeno de la liberación femenina es ya un hecho: se organizan diversos colectivos compuestos
principalmente por mujeres radicalizadas que despliegan una ofensiva “contra los hombres”; se
elaboran publicaciones, se emprenden estudios, se organizan discusiones, mesas redondas,
conferencias y una diversidad de eventos en los que hay fuerte polémica sobre la desigualdad
de las mujeres que viven en una sociedad calificada como patriarcal. La irrupción del movimiento
feminista se expresa también en el campo de la política y en el plano profesional.
La creciente participación y presencia de las mujeres en estos ámbitos es otra realidad para
la cual la propia sociedad carece de opciones. Las mujeres jóvenes con cierto grado de escolarización son quizá las que cuentan con mayor presencia, lo cual se refleja en un número elevado
de grupos feministas participando en instituciones de nivel medio superior y superior. La sociedad
patriarcal es severamente cuestionada y, aunque no se logra extinguir el machismo, mediante los
diversos movimientos protagonizados por mujeres se logra disminuir en cierta medida. Las luchas
feministas, que se organizaban desde posiciones ultrarradicales hasta moderadas, van a contribuir para que acunen profundos cambios culturales que son hasta el momento poco valorados.
Con el desarrollo del movimiento feminista, aparece también otro tipo de movimientos reivindicadores de derechos sociales y políticos. Uno de ellos es justamente el denominado “movimiento
de liberación homosexual” o “movimiento gay”, que se plantea en términos generales el pleno
respeto por aquéllos que tienen inclinaciones sexuales “no mayoritarias”. Constituyen también
diversos grupos formales e informales para, desde esas instancias, desplegar acciones orientadas
a sensibilizar al conjunto de la sociedad respecto al significado de sus preferencias sexuales,
llamar la atención en torno a su condición de marginalidad en que se encuentran precisamente
por observar un patrón diferente al de la población mayoritariamente heterosexual. Como en el
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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caso del feminismo, elaboran publicaciones, establecen centros de recreación e intercambio de
experiencias para grupos gay, organizan seminarios, conferencias, reuniones y toda clase de
eventos donde se discute el fenómeno de la homosexualidad. Algunos grupos adquieren conciencia de la situación de desigualdad que impera en nuestra sociedad y se vinculan al movimiento
urbano popular que para entonces se encuentra en auge, así como a partidos políticos.
El movimiento gay logra importantes avances y de alguna manera contribuye a la estimulación de los estilos “unisex”, la popularización del uso del arete, el retorno al pelo largo y en el
desarrollo de un tipo de literatura sin precedentes en el país, con la publicación de El Vampiro
de la Colonia Roma realizada por Luis Zapata. Este auge sin embargo, se verá interrumpido por
el esparcimiento de la paranoia que crece en tomo al problema del SIDA, el cual en un principio
se asoció con homosexuales, pero que posteriormente, por las investigaciones realizadas, se
amplió a nivel de la población heterosexual. En términos generales, la población homosexual va
a seguir siendo objeto de discriminación, afectación de sus derechos humanos y de toda clase
de chistes que los denigran.
Durante esa década, en México y en el mundo se vive un clima anímico de progresiva oscuridad. Se impone como prioridad la preservación del sistema. Se despliega una creciente ofensiva
en tomo a lo que se denominó el “fin de las ideologías”, pero sobre todo de las utopías. Para
los dirigentes del sistema, por fin de las utopías se va a entender todo aquel movimiento que
apunta hacia el cambio estructural o social mediante formas violentas. Para los propagandistas
de la modernización, el fenómeno de las llamadas luchas de clases corresponde a un sistema
ideológico superado, y cuyo certificado de defunción se representa simbólicamente con la “caída
del muro de Berlín”. Se acaba con las esperanzas de los cambios profundos que están latentes
en múltiples actores sociales dispuestos a morir por llevar a cabo dichos cambios.
La progresiva oscuridad, el desencanto, la frustración colectiva, la sensación de soledad,
la polarización creciente de la sociedad y la ausencia de opciones para volver más llevadera y
tolerable una realidad que termina por asfixiar, van a contribuir en su conjunto para que se incrementen las tendencias evasivas a través de drogas como la cocaína, el alcohol, los tranquilizantes
o estimulantes; aunque también mediante la televisión, el cultivo del conformismo y el desinterés
por todo aquello que implica tomar conciencia para cambiar la sociedad. El fenómeno de crisis
económica, política y social al que nos hemos referido, contribuye decisivamente para que se
multiplique la falta de credibilidad hacia las instituciones básicas en que se apoya y reproduce el
sistema. Se deja de creer en la iglesia, en el gobierno, en los partidos políticos, en el ejército, en
los industriales, en las leyes. Hay una especie de pérdida de metas vitales, una cancelación de
ideales; ya no hay motivos para luchar. Esta oscuridad y pérdida de credibilidad se va a reflejar
en la “producción cultural” que para entonces prolifera de manera creciente y termina por introducirse en las preferencias de un sector de los jóvenes. Se popularizan las figuras demoníacas,
emergen nuevos espectros y monstruos. Se busca el placer por el placer mismo, el sexo sin
erotismo, mecánico y banal, pero también se incrementa la violencia sin límites en las películas,
en los programas televisivos, en los videojuegos. Se vive una época de plena fetichización de la
tecnología, ¡Las utopías han muerto, vivan las utopías!
Protagonistas de la década perdida
Al finalizar los 70, pero sobre todo en plena década de los 80, corresponde al denominado movimiento punk dar cuenta del estado de ánimo que permea al conjunto de la sociedad. Numerosas
bandas integradas básicamente por adolescentes y jóvenes de los barrios urbanos populares y
zonas marginales, aparecen en el escenario capitalino. Por el rumbo de Santa Fe y Tacubaya,
los habitantes manifiestan profunda preocupación, pero sobre todo miedo, ante la emergencia
de la legendaria banda de “Los Panchitos” quienes echan a andar una serie de violaciones,
asaltan en las fiestas del rumbo, arman batallas cámpales, se defienden con material plástico y
114
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
líquido para enfrentar a los miembros de otras bandas, pero también a la policía preventiva. De
acuerdo con las versiones que entonces circularon, “Los Panchitos” se metían a las escuelas
y raptaban jovencitas, las obligaban a inhalar cemento y después las violaban. Secuestraban
autobuses y saqueaban bebidas alcohólicas, cigarros y toda clase de inhalantes “baratos”.
En respuesta, ante este conjunto de transgresiones del “orden social”, las autoridades endurecen sus clásicas medidas e inician diversas redadas para aprehender a cientos de “Panchitos”.
Asimismo, les fincan diversos cargos entre los que destacan: asalto, robo, violación y asociación
delictuosa. Las redadas, detenciones y procedimientos violentos, casi bárbaros, que se utilizan
bajo el supuesto de que sólo a través de “castigos ejemplares” se logrará contener la delincuencia
juvenil, son insuficientes para evitar que por diversos puntos del área metropolitana surjan nuevas bandas. En los medios de comunicación colectiva se estimula la paranoia contra los grupos
juveniles. Desde diversos foros se llama enérgicamente la atención de las autoridades para que
apliquen la ley con todo rigor, toda vez que se les percibe como auténticos delincuentes.
Nuevamente, entre algunos círculos de intelectuales e investigadores se suscita un amplio
interés por estudiar la multiplicación de las bandas juveniles en las urbes. Monsiváis (1984), se
contagia del interés que dicho fenómeno ha despertado y dice de ellas: Yo no veía un fenómeno
tan interesante como el de las bandas y tampoco un fenómeno mitificado tan rápidamente y tan
proclive a una distorsión muy significativa, y si las bandas se dejan rodear de todo este lenguaje
de articulistas, donde se les dice que expresan el rencor social o expresan el disgusto contra una
sociedad incomprensiva o que expresan la insatisfacción del desempleo, etc., acabarán siendo
más muestrarios sociológicos que formas vivas. Ese es el principal problema que yo creo que
actualmente enfrentan, la rápida mistificación, porque yo creo que es uno de los pocos fenómenos originales que han surgido en una ciudad tan colonizada, tan llena de limitaciones. Es
uno de los pocos fenómenos realmente vivos, se presenta como un fenómeno nuevo, dinámico
que tiene grandes posibilidades de uso político, y a este panal de rica miel de significaciones y
connotaciones sociológicas han caído toda suerte de cursilerías interpretativas que me parece,
están entorpeciendo la comprensión interna misma del fenómeno de las bandas.
Pero, no se trata sólo de estudiar el fenómeno de las bandas para proceder a elaborar muestrarios sociológicos, como refiere Monsivaís, sino de introducirse en las profundidades de un
fenómeno que sólo está reflejando las contradicciones de una formación social en permanente
deterioro, pero que también nos coloca ante el germen de otras alternativas de organización,
participación y expresión de un conjunto de jóvenes que están viviendo lo que Roberto Merlo:
denominó la reversibilidad de las elecciones y el desencanto afectivo.
En forma paralela al desarrollo de las bandas, emerge también una categoría de jóvenes a
quienes se les identifica con el peyorativo de yupie, porque constituyen una copia, por cierto mal
realizada, del joven norteamericano “exitoso”, pero que sin embargo encarna al neoindividualismo. Son de hecho el anverso de la moneda, la otra expresión de la crisis y de la modernidad que
no sólo se caracteriza por producir jóvenes banda sino también un tipo muy especial de jóvenes
situados en los niveles medio alto y alto de la escala social. Los denominados yupies van a ocupar
durante buen tiempo un importante lugar en la escenografía urbana, tanto por su manera peculiar
de diferenciarse del resto de los jóvenes mexicanos como por el carácter relativamente escandaloso
que le imprimen a gran parte de su comportamiento. El yupie mexicano, en términos generales,
se caracteriza por su escaso compromiso con los demás: la vida tiene un sentido marcadamente
individual y hay que disfrutarla ahora; es altamente temeroso para establecer relaciones duraderas
y trascendentes; retrasa su incorporación al mundo propiamente adulto, prolongando su estancia
en el nido materno; adopta actitudes de indiferencia ante los problemas sociales y, cuando eventualmente se suma a la realización de alguna tarea altruista, lo hace más bien porque el ayudar
se convierte en una moda. Para el yupie, el tema de la crisis es sólo un fantasma que acecha a
quienes no han sabido aprovechar adecuadamente las oportunidades que ofrecen un modelo de
desarrollo abierto para todos los que estén interesados en sumarse a la modernidad.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Se trata de un segmento de la juventud urbana que realiza sus estudios en instituciones educativas de tipo privado, tanto del país como del exterior. De acuerdo con Luis Miguel Aguilar,
(1986); “Vienen de un postgrado en el extranjero para integrarse a las casas de bolsa, ensanchar
su fortuna en el negocio de las computadoras, como una demostración de que el subempleo
trabajo por hobby es perfectamente detentable”.
Los yupis no se integran al mercado laboral sino al desempleo millonario y no hay nada menos adaptado socialmente que la demarcación de sus territorios con todo y veto policíaco. No
hay mayor indigencia urbana que esa posibilidad de empezar hoy una singles party en alguna
discoteca de lujo, continuarla más tarde en el Magic de Acapulco, dormir en casa de alguien,
regresar al día siguiente en avión privado y armar otra fiesta íntima en una discoteca privada
de Bosques de Las Lomas. Los espacios urbanos del yupi incluyen California o Houston y Vail,
Colorado, haciendo esquina con Vallarta.
La crisis económica, pero sobre todo el modelo de modernización mediante el cual ocuparemos un lugar entre les países desarrollados, también produce en forma ampliada un tipo de joven
en especial situación crítica, según la caracterización de Luis Leñero, cuyos rasgos centrales y
diferenciadores de otros segmentos ya referidos, se expresan en los siguientes términos:
a) Tenemos en primer lugar, jóvenes en situación crítica por el hecho de vivir en una civilización en crisis y/o en decadencia. En este sentido podríamos decir en términos amplios, que la
juventud actual está en situación crítica por definición.
b) En segundo lugar, tenemos una afirmación de juventud en situación crítica referida a nuestra
población marginada y pobre que, en términos generales, vive en condiciones de subsistencia
cotidiana, castigada por la pérdida adquisitiva de los ingresos, y por la proletarización creciente,
en las que ningún trabajador recibe lo correspondiente al esfuerzo de su participación productiva.
c) Encontramos un tercer grupo de jóvenes en situación crítica que lo son debido a la desorientación conductual, en la cual se incluyen desde quienes sufren el abandono y el desinterés
de los adultos hasta quienes padecen adicciones perjudiciales a sí mismos y a los suyos, y que
son como una bofetada hacia los mismos adultos, que han dado lugar a ello. La desilusión y el
desencanto juvenil ante la expectativa frustrada de lo que pueden aportar, así como el aislamiento
de la familia, son algunas de las más importantes situaciones críticas de nuestra juventud, y que
se manifiestan con la crisis de las relaciones humanas y comunitarias.
d) Un cuarto grupo de jóvenes en situación crítica, lo constituyen aquellos jóvenes identificados como minusválidos (tanto física como mentalmente). No estamos preparados para promover
adecuadamente a la juventud minusválida, pues debido a la reducción en la tasa de mortalidad,
muchos de los niños que sobreviven a una enfermedad o a la desnutrición grave, lo hacen ya
afectados por un daño irreversible y viven en condiciones sumamente difíciles.
Por otra parte, algo que nos llama la atención es que la producción de investigación que se
realizaba en el primer quinquenio de la década perdida pone el énfasis de manera exclusiva en
el fenómeno de las bandas. En cambio, se carece de estudios donde se profundice en torno a
las experiencias estudiantiles que cubrieron un largo periodo de la historia urbana. Tampoco se
analiza la experiencia de los grupos guerrilleros, integrados básicamente por jóvenes que provenían de centros educativos de nivel medio superior y superior y de barrios urbano populares.
Menos aún se detienen los analistas a estudiar la problemática representada por los cientos de
jóvenes discapacitados, ni en los jóvenes desempleados y subempleados. La crisis económica,
como se indicó en un trabajo colectivo realizado por investigadores de la Universidad Autónoma
Metropolitana (UAM), “no es meramente coyuntural, sino que implica a la formación social en
su conjunto, y sus fundamentos se encuentran desde el origen mismo del modelo de desarrollo
que genera a la juventud actual”.
En este sentido, la problemática que enfrentan los jóvenes que son producto de la propia
crisis, no es posible ni correcto delimitarla exclusivamente a los comportamientos de jóvenes
farmacodependientes ni sólo centrarla en las bandas. La crisis económica impactó también a los
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
jóvenes que habiéndose incorporado a la educación media superior, propedéutica y terminal, así
como de nivel superior, acabaron por ser expulsados del sistema escolar, es decir, recordemos
que la eficiencia terminal en las instituciones de nivel superior es de 50% y en las de medio
superior alcanza al 68%.
Sin duda, en la expulsión de los jóvenes estudiantes intervienen diferentes factores, según
veremos en el capítulo sobre problemática juvenil, empero lo que deseamos dejar claro es que
los estudios relativos a la juventud rechazada o expulsada del sistema educativo, son aún insuficientes. La crisis igualmente repercutió a nivel de los jóvenes que lograron acceder al mercado
laboral, ya sea en las empresas privadas, las instituciones gubernamentales o los servicios y
fueron despedidos sin mayor explicación, cancelando con ello la posibilidad de acumular experiencia para poder moverse en itinerarios cambiantes del mundo del trabajo y colocándolos en
virtual estado de emergencia, por no contar con recursos económicos para atender las propias
necesidades y las del grupo familiar de pertenencia. El desempleo y subempleo juvenil no
constituyen un caso aislado ni observan un carácter temporal, sino que se requiere estudiarlos
para encontrar opciones que eviten su crecimiento. Pero los analistas tampoco han reparado
en su conocimiento específico. Insistimos, la experiencia de los jóvenes que debieron tomar las
armas como un medio para lograr un mayor número de libertades políticas, inexistentes en esa
época, sigue pendiente de análisis y síntesis. No podemos aceptar aquellas “explicaciones” que
en su momento se proporcionaron, reduciendo la lucha de los guerrilleros urbanos a un acto
de simple desesperación y radicalismo llevado a cabo por “grupos minoritarios”. Los jóvenes
que se aventuraron a tomar las armas, jugaron un papel importante en la apertura de procesos
democráticos que permitieron, por ejemplo, el reconocimiento legal de los partidos políticos que
actuaban en la “ilegalidad”; otra contribución importante tiene que ver con el reconocimiento de
los derechos humanos, que va a tomarse en serio hacia mediados de los 90; asimismo, el movimiento por ellos impulsado va a contribuir para que se produzcan importantes modificaciones
de los códigos penal y civil.
Se precisa en consecuencia, efectuar análisis del radicalismo que caracterizó la lucha de
este sector de la juventud. La crisis impactó también a los jóvenes que debieron emigrar de sus
lugares de origen ante la falta de oportunidades de progreso en sus respectivas localidades y sin
embargo, tampoco se cuenta con investigaciones sobre la realidad de estos emigrantes que no
sólo enfrentan el conflicto de la discriminación en Estados Unidos, sino la del propio rechazo en
nuestro país. La crisis repercutió también en los jóvenes que carecen de prestaciones sociales,
en los que intentaron suicidarse y en los que padecen alguna discapacidad o minusvalía. Pero
en torno a todos ellos no parece existir demasiado interés por conocerlos, como en cambio sí
ocurrió a nivel de intelectuales y analistas sociales, quienes se maravillaron con el fenómeno de
las bandas y llegaron a expresarse como “fenómenos realmente vivos”, sin preguntarse si ¿los
demás actores en los fenómenos sociales no eran entidades vivas?
Así, al margen de las diversas interpretaciones que se realizaron en tomo al fenómeno de
las bandas, ya desde una perspectiva culturalista o bien desde el enfoque psicologista; lo que
nos interesa destacar es que durante este periodo de amplio auge de la expresividad juvenil que
retoma de los jóvenes de los 60 el espíritu impugnador contra el autoritarismo, dejan de ser los
niños crecidos o bien los adultos con menos años que éstos para convertirse en protagonistas
centrales de una serie de movimientos reformadores, calificados por algunos como contestatarios
y que obligan a la sociedad adulta a voltear los ojos hacia ellos.
El protagonismo juvenil durante los sismos del 85
La crisis está teniendo repercusiones importantes en la dinámica de los sectores sociales
que se encuentran en condiciones desfavorables frente al proceso de modernización que a
toda costa llevan a cabo los dirigentes del país. Ello obliga a la creación de frentes amplios
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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entre los sectores populares, desde los cuales se despliegan importantes y crecientes movilizaciones que tienen por objetivo la defensa de la economía popular, durante 1983 y 1984
se desarrollan a nivel nacional y local paros cívicos que tuvieron un reducido impacto. Pero
ante el endurecimiento de las medidas aplicadas por el régimen, las organizaciones populares
optan por continuar resistiendo a la defensiva. Las excepciones estarán representadas por
el movimiento ecologista, el de los damnificados por los sismos de 1985 y el estudiantil, que
resurge hacia finales de 1986.
En tales momentos el país atraviesa por una fase de convulsionamiento social, cuyas manifestaciones concretas se localizan en el movimiento magisterial protagonizado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE); en el movimiento de trabajadores
democráticos que se rigen por el apartado “B” de la Ley General de Educación. El sindicalismo
universitario; el movimiento urbano popular, bajo la forma de luchas inquilinarias, organizaciones
de colonos, solicitantes de vivienda y diversos servicios; el ecologismo, que se opone a la destrucción de la naturaleza, pugna por la defensa de los parques y áreas verdes, protesta contra
los agentes contaminantes y luchan por la recuperación de los medios naturales de producción y
subsistencia; el feminismo y las mujeres colonas, las primeras luchando por la despenalización del
aborto y contra la discriminación sexista, en tanto que las segundas, se movilizan por guarderías,
desayunadores escolares, tiendas CONASUPO, talleres de salud y nutrición, cooperativas de
producción y consumo, así como por su reconocimiento sectorial.
Ocurren también importantes movimientos a nivel municipal en las zonas conurbanas de la
ciudad de México, donde la población realiza manifestaciones de protesta contra la imposición
de candidatos a las presidencias municipales, denuncias contra alcaldes corruptos, para exigir
servicios públicos, etcétera. En términos de los grupos eclesiales de bases, que de hecho desde
los 70 vienen participando activamente en numerosos movimientos de los sectores populares, su
presencia hacia mediados de los 80 es altamente significativa en la medida que diversos sacerdotes progresistas vinculan la religiosidad con la resolución de problemas sociales y económicos
que aquejan a los sectores populares.
En cuanto a los jóvenes, en varios puntos de la ciudad no sólo continúan proliferando núcleos de jóvenes que han sido excluidos del medio laboral, rechazados de la institución escolar
y literalmente expulsados de la familia. Los núcleos juveniles siguen rechazando su integración
a la sociedad que se ha predeterminado para ellos, las normas imperantes y cualquier autoridad
ajena al grupo de pertenencia e identificación. Algunos grupos ubicados en colonias periféricas
y del suroeste de la ciudad constituyen el Consejo Popular Juvenil para la resolución de sus problemas y la defensa de sus derechos políticos. Desde los grupos eclesiales de base se estimula
también la organización de los jóvenes en figuras asociativas tanto formales como informales,
teniendo por objetivo el de promover la autogestividad juvenil.
En otros casos, la organización de los jóvenes se articula con los procesos de pastoral y
asistencia social que impulsa la Iglesia Católica y las Iglesias Protestantes. Los partidos políticos,
interesados por ampliar su base social, muestran particular interés por el ascenso que está cobrando la organización juvenil autónoma y constituyen sus respectivas seccionales, con el claro
propósito de vincularlas. Con los sismos de 1985 en la ciudad de México que tuvieron resonancia
nacional e internacional, según nos refiere Leñero: aparece una generación de jóvenes nacidos
a finales de la década de los 60 y principios de los 70.
Se trata de una generación que reacciona contra la anterior, es decir, la del 68, a la cual Leñero
califica como idealista e ideológica, y lo hará de una manera realista y muy concreta. Son jóvenes
que van a pensar en términos de la vida cotidiana. Los estudiantes e intelectuales dejarán de lado
la retórica de la generación anterior, mientras que los del sector popular y campesino se convertirán
en una población inmigrante que, en la práctica, busca acomodo en la nueva sociedad urbana.
Sin que compartamos totalmente la perspectiva del autor, lo cierto es que los jóvenes enarbolan
demandas y promueven proyectos autónomos con un carácter concreto. Ello se va a reflejar de
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
hecho en la conformación de organismos juveniles propios, cuyos planteamientos reivindicatorios
se dirigen hacia la atención de sus principales problemas económicos (empleo), políticos, como
mayor participación en las decisiones sociales (mejor educación), culturales (espacios propios
para la libre recreación, la creatividad, etc. El realismo ciertamente caracteriza gran parte de la
movilización juvenil, por ello los encontraremos apoyando a los damnificados de los sismos de
1985; organizando “tocadas” en sus respectivos barrios; impulsando proyectos de autoempleo;
ayudando a los jóvenes farmacodependientes; efectuando eventos deportivos, en fin, participando
en los espacios de su particular cotidianidad.
A nivel de las colonias populares, desprovistas de los servicios más elementales, sin asfalto, sin agua potable, sin vigilancia, las microciudades, que han organizado los chavos banda,
siguen siendo el refugio natural que aloja a poco más de medio millón de jóvenes reunidos en
grupos de 20, 30 o 50 para realizar una diversidad de actividades: beber alcohol, consumir
drogas, robar ocasionalmente, ejercer libremente el sexo; aunque también se reúnen con el
afán de ser y parecer distintos al prototipo de jóvenes que se acuña desde el discurso oficial.
La leyenda negra los continúa persiguiendo: son las infames turbas que descienden sobre las
zonas burguesas, para violar, matar y rasgar con navajas la producción plástica de pintores
como Tamayo o Hockney.
Se consolida esa masa juvenil de las ciudades mexicanas que ha visto varias veces Mad
Max, Blade Runner, Escape de Nueva York, Los Guerreros y cientos de videoclips que en su
afán por reivindicar el rock de los 70, para convertirlo en vehículo de una particular manera de
percibir y vivir el mundo, termina por adulterarlo y justificar la emergencia de corrientes rockeras de claro sentido comercial que se proyectan en los medios de comunicación colectiva. Son
los encargados de intensificar el barroquismo del caló, pero también de crear otros códigos de
comunicación para alejar a los que perciben como intrusos. Los que desertan de la educación
media básica sin distinguir ni a los héroes oficiales, ni al presidente en turno, aunque sí a la
mayor parte de personajes televisivos. Ante la falta de héroes con los cuales identificarse, crean
sus propios héroes: enalteciendo la figura de algún futbolista, boxeador, músico, etc. Mantienen
cierta indiferencia hacia la política, a la cual la califican como “una porquería”.
En el marco de proliferación de los chavos banda, también se produce la reemergencia del movimiento estudiantil. En dicho resurgimiento tiene especial significación la lucha
contra el desastre natural, contra la apatía que se instala en los jóvenes durante el primer
quinquenio de los 80 y la corrupción gubernamental que protagonizaron miles de jóvenes
capitalinos a raíz de los sismos de 1985, entonces se organizaron espontáneamente brigadas
de jóvenes en colonias y escuelas que, en medio de la tragedia, hicieron sentir la fuerza de
su presencia organizada, el fruto del trabajo colectivo y tuvieron el control momentáneo de
la ciudad de México.
El movimiento estudiantil que resurge hacia mediados de 1986, es preciso entenderlo como
parte de la respuesta juvenil ante la crisis. Además, según lo señalamos para el caso de las
agrupaciones populares, como un conjunto de esfuerzos orientados a la búsqueda y creación
de alternativas frente al desempleo, la inexistencia de espacios de expresión y participación, la
entrega al extranjero de la riqueza socialmente generada, la constante agresión policíaca, la
imposibilidad o dificultad de acceso y permanencia en el sistema educativo. Tales elementos van
a marcar la irrupción de un tipo de jóvenes formados en la acción, la reflexión, la reconquista
de la imaginación, sin esperar a que las soluciones vengan por sí mismas, sino aventurándose
a buscarlas y tampoco estando dispuestos a aceptar pasivamente las agresiones naturales ni
mucho menos las cometidas por la política gubernamental de ese momento.
Con la reemergencia del movimiento estudiantil de 1986, se asiste de alguna manera al
desarrollo de un nuevo tipo de rebelión juvenil que tiene, en los estudiantes universitarios y
preparatorianos, una voz y un canal que se atreve a decirle al sistema: Basta, con una extraordinaria vitalidad, cuidando su fuerza, reconociendo el terreno y disputando desde su espacio un
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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proyecto de nación radicalmente distinto, comprometiéndose socialmente con una alternativa de
liberación nacional inaplazable.
La búsqueda de la resignificación teórica y social del ámbito juvenil
Hasta poco antes de los 60 y aun en la actualidad de principios del siglo XXI, aunque en menor medida, los jóvenes se percibieron como objetos pasivos, conformistas e inexpertos para
participar en la toma de decisiones. En esta visión influyeron sobremanera las concepciones
predominantes que redujeron a la juventud como una etapa de formación a cuyo término el
individuo se incorporaría a la vida adulta, repitiéndose dicho patrón de generación en generación. Sin embargo, es precisamente durante la postguerra, pero sobre todo con la masificación
de la educación que la socialización del individuo deja de ser función y dominio exclusivo de
los progenitores y de la escuela, para dar lugar al desarrollo de una nueva relación en la cual
los jóvenes van a jugar un papel protagónico de primer orden, no sin diversas vicisitudes como
las que referimos en la primera parte de este trabajo. La juventud en su acepción más general,
deja de ser una simple abstracción homogénea para situarse como actor que busca superar los
papeles socialmente asignados en términos de fuerza laboral de reemplazo o fuerza dinámica
de un tipo de cambio social que es conducido por los adultos.
Señalamos también que el crecimiento económico de la postguerra, acompañado de fenómenos de crisis recurrentes, la explosión demográfica, la urbanización acelerada de la población,
pero también su rejuvenecimiento generaron las condiciones para la emergencia de amplios sectores medios y populares, donde lo juvenil como concepto y práctica social adquieren un sentido,
una intencionalidad y significado diferente. Retomemos en esta parte la perspectiva histórica,
analizando los principales componentes que intervinieron en la conformación del actor juvenil.
Reconformación del actor juvenil
En Estados Unidos, los jóvenes articulan sus demandas específicas con aquéllas confrontadas a
una realidad que les afectó de manera fundamental aunque diferenciada: el movimiento en contra
de la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles de los negros, el movimiento chicano.
Era un ambiente donde la exaltación de la libertad devino utopía definitoria del comportamiento y
ponderó la construcción colectiva: es el planteamiento de la libertad sexual, la “píldora” que exorciza atávicos temores en la sexualidad, la búsqueda de opciones colectivas en el terreno afectivo,
el compromiso político amenizado por Bob Dylan o Joan Baez, el cuestionamiento a la frivolidad
plástica del American way of life, la confrontación cabalística con la droga, o la trascendental alteración de las relaciones entre géneros que se inserta y reconstruye en el discurso feminista, pero
también incluye la presencia masiva de jóvenes impermeabilizados a la actitud crítica que tornando los ojos repiten insulsas canciones al ritmo de los Beach Boys (Valenzuela; 1988).
En este marco, aunado a las condiciones prevalecientes en las décadas que referimos, van
a surgir un conjunto de expresiones o manifestaciones socioculturales de los jóvenes de nuestro
país que trascenderán el ámbito de lo familiar, lo laboral, hasta irrumpir el campo de lo social.
En la sociedad mexicana el concepto elaborado respecto al joven se vino empleando para
referirlo a una fase transitoria del proceso de desarrollo vivenciado por los jóvenes de manera
genérica. A partir de las principales expresiones juveniles ocurridas durante los 60, el concepto
se delimita tomando como base las actitudes y comportamientos de los sectores medios, incluyendo a los estudiantes, así como a los jóvenes pertenecientes a los sectores populares que
se benefician con la masificación de la educación media superior y superior. Más adelante, el
concepto se vuelve extensivo hacia los jóvenes que habitan en zonas marginadas y, para referirlo
con lo ambiguo que ello implica, hacia a todos los que, según De La Madrid; (1986): constituyen
la fuerza dinámica que permite avanzar a la sociedad.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Desde finales de los 50 se genera en el país, aunque todavía en forma embrionaria, una
rearticulación político-social de la cual emergen diversos grupos que asumen como propuesta
teleológica, proyectos en los que se involucran cambios sociales de tipo radical. Es hasta después del 68 cuando tal rearticulación adquiere significados específicos: en las escuelas de nivel
medio superior y superior, se organizan diversos grupos activistas, afiliados a distintas matrices
político-ideológicas (trotskistas, guevaristas, maoístas, leninistas, etc., quienes pugnan por llevar
a cabo transformaciones de la sociedad que finalmente deriven en la instauración del socialismo.
Los jóvenes ubicados en barrios urbano populares se multiplican entre aquéllos que contraen
nupcias a temprana edad y de manera prematura deben incorporarse al mercado laboral (aunque
la condición de nupcialidad no sea necesariamente la principal causa para su ingreso al mundo
del trabajo, toda vez que en los 60 integrarse antes de cumplir la “mayoría de edad” era algo
“natural” e incuestionable), de aquéllos que se integran a la escolaridad formal como mecanismo
a través del cual tendrán una súbita movilidad social ascendente, de los que combinan de manera
heroica ambas actividades y de los que se encuentran inactivos (desempleados y subempleados).
La emergencia del actor juvenil, con todo y lo polémico que puede resultar la siguiente afirmación, adquiere significado, cobrando voz y deviniendo en símbolo a partir de los movimientos
estudiantiles que se gestan durante los 60. Esto lo decimos considerando que en los barrios urbano populares, los jóvenes de la época mencionada pasan por un proceso que denominaremos
convencionalmente como adultecimiento prematuro; sus actividades orbitan en lo fundamental,
en torno al mundo del trabajo, participando como obreros o empleados en el comercio y los servicios; deambulando por las calles; asociándose informalmente; delinquiendo o convertidos en
sujetos privilegiados de la llamada nota roja. A nivel de las zonas rurales, el joven campesino se
encuentra literalmente incorporado al mundo de los adultos: trabajando la tierra, emigrando hacia
la capital o a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de sobrevivencia. Claro que de las
experiencias vivenciadas por jóvenes populares, en un contexto diferente, se irá conformando de
manera global el actor juvenil, pero lo que sí queremos enfatizar es que la emergencia del actor
juvenil ocurre a partir de los movimientos estudiantiles que se desarrollan entre los 60 y los 70.
Este nuevo actor del conglomerado social va a modificar sustancialmente espacios de su mundo
social, subjetivo, utópico, de vida cotidiana e irrumpe en campos anteriormente reservados sólo
para los adultos a cambio de lo cual sigue recibiendo trato de adolescente y de preciudadano.
De las luchas estudiantiles, pero sobre todo de las expresiones contra culturales durante los 70,
se van a nutrir las experiencias que presenciaremos a nivel de las bandas juveniles, otorgándole
sentidos y significados diferentes, desde luego.
Hacia los años 70, el actor juvenil deviene en nuevo protagonista del escenario nacional,
delimitando gran parte de su hacer y sus experiencias por la acción colectiva que ocurre ya no
sólo en las escuelas, sino que trasciende otros contextos: los barrios, las colonias, las zonas
marginadas. Un considerable número de jóvenes que ha visto frustradas sus iniciativas de cambio
social en el espacio de la escuela, se plantea la vinculación con otros actores sociales que para
entonces se manifiestan en contra de las políticas desarrollistas implantadas por las autoridades
del país (electricistas, telefonistas, campesinos, entre otros). Algunos más son reclutados por
organizaciones políticas interesadas en ampliar su base social (principalmente partidos políticos
que no cuentan con reconocimiento legal) e incorporados a sus respectivos proyectos con objeto de que impulsen políticas de penetración en fábricas, colonias, ejidos, zonas marginadas y
empresas de servicios.
La mayor parte de estos jóvenes que han optado por vincularse con sectores populares, se
convierten en auténticos militantes de las organizaciones que los han afiliado. En la práctica
política que llevan a cabo con los sectores populares, van a presentarse situaciones como las
siguientes: a unos los absorbe la cotidianidad del trabajo, otros se asimilan a la estructura de
instancias partidistas y algunos más se “pierden” en relación con los objetivos específicos para
los cuales fueron “adoctrinados”. Más tarde, una considerable cantidad de estos “tránsfugas”
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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de las organizaciones políticas, o que tuvieron destacada participación en las luchas estudiantiles, reaparecen en diversos movimientos sindicales, de colonos, campesinos y en el seno de
las famosas bandas juveniles. Por su parte, las jóvenes mujeres que se agruparon en torno al
feminismo, también reaparecerán en colonias y barrios urbano populares promoviendo diversos
proyectos sociales, pero ya desprovistos del contenido feminista con el que inicialmente animaron
la organización popular.
Con la repercusión de la crisis, que impacta severamente a los sectores medios y populares
hacia la segunda mitad de los 70, cerrándose las expectativas de movilidad y ascenso social,
incrementándose la presión hacia una multiplicada incorporación de los miembros del núcleo
familiar al mercado laboral y aumentando el desempleo hasta alcanzar la exorbitante cifra de
cuatro millones de desempleados, de los cuales la mayoría corresponde a la población en edad de
trabajar, regresar a la escuela para seguir fungiendo como estudiante, constituye una posibilidad
o cuando menos evita la confrontación inmediata del estudiante con la incertidumbre laboral. En
ese contexto de crisis económica, el concepto de joven se amplía notablemente para incluir o
incorporar a los jóvenes proletarios y subproletarios que están siendo expulsados de las empresas,
por las políticas de ajuste que se han instrumentado, como a los que no consiguen acceder al
aparato productivo: aparecen masivamente los chavos banda en el centro del país y los cholos en
el noroeste. Surge el joven de las colonias populares y de los barrios marginados con demandas
que probablemente hoy percibimos como limitadas, en tanto que su planteamiento implícito y
explícito se dirige hacia el rechazo de las normas sociales imperantes, pero que en su momento
fueron fundamentales en la incipiente resistencia que llevaron a cabo los jóvenes populares.
Las bandas se organizan como movimiento contracultural de resistencia presentando demandas que derivan de la propia realidad vivenciada: desempleo, autoritarismo, persecución
y represión policíaca, ausencia de espacios democráticos para la participación, la pobreza, el
desencanto afectivo y la ausencia de modelos sólidos de referencia. Es en los barrios urbano
populares y marginados donde este sector de la totalidad juvenil construye sus rasgos definitorios
mediante los cuales se agrupa y encuentra su particular identidad: organización sustentada en
el predominio territorial, utilización del cuerpo y la vestimenta como elementos de identificación,
diferenciación, códigos lingüísticos compartidos, búsqueda de espacios de poder y la unidad
como recursos de resistencia. Una variante de las bandas, es decir los grupos punks, también
logran trascender pero en función de un discurso y una práctica que son contradictorias: asumen
una visión crítica de su realidad manifestado en ciertas posiciones antiautoridad, antiguerras,
antinuclear; pero junto con ello, asimilan y reproducen un discurso altamente enajenante, que se
expresa en el consumo de una pseudocultura compuesta por resabios del nazismo.
Esta serie de ambivalencias en las actitudes y comportamiento, los jóvenes populares, sin
embargo, es preciso entenderlas en el marco de un sistema social en crisis, con altos grados de
descomposición, vacío y desolado; en el contexto de respuestas que surgen de su aprendizaje
cotidiano y de las posibilidades que prefigura su realidad potencial. Con la aparición de los jóvenes populares, en sus distintas vertientes, ya no se está solo ante la presencia de un reclamo
juvenil aislado ni mucho menos intransigente, como fue calificado durante los 60 cuando se dijo
que los jóvenes participantes en el movimiento estudiantil del 68 eran seres “inmaduros”, “manipulados” y “procomunistas”; sino de un reclamo ampliado que se dirige hacia la sociedad en su
conjunto para demandarle que satisfaga necesidades insuficientemente atendidas o que se han
postergado por privilegiar un modelo de desarrollo concentrador de la riqueza y excluidor de los
más necesitados. El joven popular demanda respuestas concretas porque padece y enfrenta
necesidades igualmente concretas e inaplazables. Algunos analistas del fenómeno juvenil que
toma por objeto de estudio al joven popular analizan las demandas de éste como inmediatistas,
contestatarias, fragmentadas, limitadas e inorgánicas. Dicha calificación del reclamo juvenil, con
el respeto que nos merece, nos parece que es equivocado porque se pierde de vista la lógica que
observa la constitución del sujeto social concreto: por ejemplo, que la conformación de actores
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
sociales en la perspectiva del cambio social surge en contextos específicos donde lo reivindicador
deviene en eje articulador de sujetos con carencias afines y concretas; en un segundo momento, pero como parte del proceso de aprendizaje que desde la práctica permite avanzar hacia la
configuración de la conciencia colectiva, se promueve entonces la organización, que puede ser
formal o informal, desde un enfoque implícito que favorece la más amplia participación y creatividad de sus miembros; en otro momento, aunque condicionado por el nivel de consolidación
que viene logrando la organización, avanzan hacia la articulación con otros sectores sociales
que observan condiciones similares de opresión y explotación. En ese proceso, que no es lineal
sino multilineal y que tampoco se reduce a un solo proceso, es probable que los esfuerzos, las
iniciativas y acciones previstas en relación con la posibilidad de acceder al cambio social se
desvíen, modifiquen o se frustren; también puede suceder que las demandas se mediaticen y
los dirigentes, finalmente sean cooptados, pero ello hasta el momento ha sido inevitable y si no
habrá que remitirse al análisis del movimiento sindical que en sus loables esfuerzos por alcanzar
la democratización de sus respectivas estructuras organizativas, devinieron en mediatización, en
el mejor de los casos, o bien las desarticularon, en su versión más drástica.
En el apartado anterior nos referimos a la genealogía de los jóvenes desde su ubicación
sociohistórica. Durante el recorrido efectuado, procuramos destacar los principales elementos
que en estricto sentido los van diferenciando de los sectores sociales básicos que configuran
a la sociedad mexicana de la postguerra; asimismo, procuramos destacar los principales elementos coadyuvantes en su conformación como un nuevo actor social significante. El énfasis se
procuró colocar en la revisión de las expresiones y demandas concretas de una población que
fue relegada por los adultos y por la sociedad, justificando dicho comportamiento marginador en
la serie de percepciones globalizadoras que se elaboraron respecto al papel que corresponde
jugar a los jóvenes en sociedades como la que vivimos. En igual sentido, se intentó recuperar
la mayor parte de contribuciones elaboradas desde la especificidad de los jóvenes en relación
con los procesos de transformación-ajuste ocurridos en el país y en términos de las experiencias
concretas que han obligado a mirar eso que se conoce como el fenómeno juvenil, desde enfoques
más integrales que con base en los típicos análisis parciales llevados a cabo por las diversas
escuelas de pensamiento dedicadas al estudio del sujeto juvenil.
A través de la revisión efectuada encontramos, además, una cantidad considerable de posiciones, en algunos casos contradictorias y en otras complementarias acerca del fenómeno juvenil,
destacando cuatro enfoques teóricos analíticos: el psicológico, el antropológico, el biológico (o
genético) y el sociológico. Y dentro de estos enfoques, una diversidad de corrientes entre las
que se encuentran la psicogenética, la teoría de la imitación, la teoría de las subculturas, el
conflicto cultural la delincuencia situacional, la teoría psicopática, la delincuencia neurótica y la
del etiquetamiento. Sin embargo, lo que menos encontramos son estudios multidisciplinarios e
integrales a través de los cuales sea posible ya no digamos caracterizar, sino por lo menos explicar
el origen, funcionamiento, composición y necesidades concretas de los jóvenes en condiciones
sociohistóricas específicas.
Enfoques clásicos del fenómeno juvenil
En los enfoques teórico analíticos existentes, se nos ha dado cuenta, de acuerdo con cada
disciplina científica, de las principales características que rigen o están presentes en el proceso
de desarrollo que observan los jóvenes en su devenir como adultos. De igual forma, se proporcionan múltiples “evidencias” explicatorias respecto de tal o cual comportamiento desviante en
relación con las reglas socialmente establecidas. En términos de su percepción sobre lo juvenil,
tenemos que desde el punto de vista biológico, la juventud se percibe como un soporte de la
continuación de la especie humana en sociedad y en el mundo. Para la psicología, el periodo
de la adolescencia (a la cual difícilmente admite como juventud) representa una etapa en la vida
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
123
individual caracterizada por la aparición de los procesos formativos de la personalidad. La antropología considera a la juventud como un estado intermedio entre la infancia y la adultez, cuyo
fin y principio es marcado por un mecanismo de ascensión social llamado rito de paso. Mientras
que para la sociología, la juventud debe dejar de entenderse como una simple abstracción homogénea, para asumirla como una categoría social. Es decir, a causa del papel que se le asigna,
no puede ser vista por su potencialidad de reproducción en el trabajo, o como simple fuerza
latente de cambio social, toda vez que por esas razones, la juventud ocupa (o se le confiere)
un estatus incompleto respecto al de los adultos, que se fundamenta en la fuerza por no tener
acceso al poder, o en el saber, al no poseer el conocimiento.
En cuanto a los comportamientos y las actitudes atípicas desviadas, anormales, rebeldes,
críticas, transgresoras, que en diversos periodos han asumido los jóvenes de determinado estrato
socioeconómico y/o por segmentos, es decir, por subconjuntos diferenciados del propio conjunto
juvenil, en las ciencias sociales se vienen explicando a partir de los planteamientos que provienen
de científicos norteamericanos y europeos. En tanto que nuestros analistas siguen asumiendo
dichos enfoques de manera acrítica y aplicándolos mecánicamente sin considerar las características de la realidad social mexicana y la propia especificidad de los jóvenes.
El pandillerismo o la delincuencia juvenil (en algunas de sus manifestaciones, y por referimos
sólo a una vertiente de la problemática global en la que se encuentran inmersos los jóvenes, es
reducido a factores biológicos y sociopsicológicos, teniendo un peso predominante lo biológicopsicológico. Así tenemos que, desde el enfoque del conductismo, el pandillerismo en tanto comportamiento “desviado” es aprendido por la interacción entre personas en un proceso de comunicación
verbal y gestual. En la perspectiva de las subculturas, se culpabiliza a los jóvenes por no incorporarse al consumismo que promueve la industrialización. La corriente del delincuente situacional
considera que el joven suele transgredir la normatividad social a partir de una decisión personal
consciente, de acuerdo con su experiencia personal-social de conflicto, es decir, escoge ser un
trasgresor, así como otros que optan por ser médicos, carpinteros, etc. Para los representantes
del conflicto cultural, los orígenes de la delincuencia se encuentran en los conflictos subculturales
entre subgrupos constituyentes de sociedades altamente diferenciadas. Lo que en otros términos
quiere decir que, las sociedades modernas están compuestas por una multitud de subculturas,
cada una de las cuales tiene su propia definición de conducta legal que funciona eficientemente
para cada una de ellas en particular. La delincuencia entonces surge porque algunos subgrupos
son más poderosos que otros e imponen sus patrones de conducta y sus códigos legales a los
demás grupos menos poderosos. En la perspectiva psicopática, sustentada en el la tesis freudiana
de que los hombres tienen fundamentalmente instintos antisociales reprimidos por el superyó, el
sujeto trasgresor es un hombre carente de superyó, e insuficientemente socializado, es decir, nos
encontramos ante sujetos gobernados por sus impulsos (el “id”), en cuya satisfacción encuentran
placer. A nivel de los representantes de que se conoce como la delincuencia neurótica, plantean
que los individuos anormales pertenecen a los sectores medios cuyas familias presentan síntomas
de neurosis y tensión, por lo cual el joven neurótico, cuya actividad transgresora es una manera
de expresar su conflicto no resuelto y dar salida a su ansiedad.
En esta apretada síntesis que ofrecemos, es evidente que sólo se toman en cuenta las
perspectivas relacionadas con la problemática de la delincuencia cuya expresión más nítida se
centra en los jóvenes que por diversos motivos han incurrido en transgresiones sancionadas
en la normatividad social. Pudiera en consecuencia resultar poco válida y cuestionarse que los
enfoques descritos se refieren sólo a planteamientos elaborados para explicar actitudes y comportamientos de tipo criminal, y que no necesariamente son aplicables para explicar otra clase
de desadaptaciones ni mucho menos los procesos de cambio que experimenta la juventud en su
conjunto. Sin embargo en la experiencia particular de la sociedad mexicana, cuando aparecen
los llamados comportamientos desviantes, diversos analistas e intelectuales locales, se apoyaron en esta clase de perspectivas para cuestionar, por un lado e intentar explicar por otra parte
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
algunos comportamientos expuestos por los pachucos, los rebeldes sin causa, los hippies, los
guerrilleros, los farmacodependientes, los chavos banda, es decir, se emplearon como justificadores de la estigmatización aplicada a todos aquéllos que, según dichos enfoques, se desviaban
de las normas sociales. Además, no hay que olvidar que estos jóvenes, fueron reiteradamente
señalados bajo la etiqueta de “delincuentes”.
Por otra parte, en términos de los análisis efectuados respecto al desarrollo y las características
centrales que marcan el denominado proceso de transición hacia la edad adulta, los conocimientos
generados por las ciencias sociales son similares a las proposiciones que antes presentamos
a propósito de la delincuencia. Para empezar, el psicoanálisis proporciona importantes aportes
acerca de los procesos psicoevolutivos presentes durante la adolescencia; empero, los estudios
realizados por los seguidores de Freud, tienen la limitante de fundamentar sus principales tesis en
contextos analíticos muy cortos y las investigaciones clínicas ofrecen datos sin duda interesantes
pero que no trascienden en forma significativa, con las excepciones correspondientes, como es
el caso de Françoise Dolto, por ejemplo.
Ahora bien, en la perspectiva psicoanalítica encontramos otra limitante y es la de que sus
postulados se pretenden aplicar a todo tipo de sociedad, o bien a toda clase de sector social.
Lo que soslaya la perspectiva del psicoanálisis es que gran parte de sus investigaciones y
explicaciones sobre el desarrollo de la personalidad, es decir, la anormalidad en los procesos
mentales individuales y su repercusión en la conducta social fueron reflejo o manifestaciones de
condiciones de producción imperantes en la época y de un determinado proceso de desarrollo.
El psicoanálisis en ese sentido tendría que revisar sus principales tesis, adecuándolas a la serie
de cambios que están ocurriendo a nivel mundial y a los contextos específicos en los que se
inscriben los procesos constitutivos de la personalidad.
Esta universalidad de los procesos constitutivos en términos del desarrollo de la personalidad
serán puestos en duda por la escuela antropológica que representa Margaret Mead, así como
Ruth Benedict, y otro bloque de antropólogos relativistas, cuando establecen que cada cultura
influye en sus miembros para seguir un tipo de comportamiento determinado que resulte acorde
con las reglas implícitas en el denominado “patrón cultural” convenido socialmente.
La escuela antropológica ha cuestionado sobremanera los conceptos universales que se han
generado en tomo de la adolescencia, fundamentando sus interpelaciones en investigaciones
sobre las ceremonias puberales que realizaron entre grupos humanos del África Central. En cuanto
a otras perspectivas, es de señalar que no hace mucho se mantuvo la visión de la juventud como
etapa biológica en la vida individual, la cual también se redujo a simples abstracciones teóricas que
resaltaron su ausencia de participación social, y en consecuencia su reconocimiento, provocado
principalmente por su comparación entre la edad de los adultos y de los jóvenes, y que en dicha
comparación los jóvenes ocuparon un lugar secundario en el entramado social. Difícilmente se
admitía la idea de los jóvenes como un sector social distintivo, con manifestaciones, presiones
y prácticas sociales propias. Antes al contrario, frecuentemente se les estigmatizó, según constatamos en los periodos evolutivos presentados en la sección precedente.
Relectura integral del fenómeno juvenil
Al realizar el análisis desde una perspectiva integral, en la cual se consideran sin duda algunos
planteamientos proporcionados por las diversas escuelas teóricas, lo primero que deseamos
destacar, coincidiendo con Rocheblave, es que lo juvenil necesitamos aprender a reconocerlo
como un fenómeno, al interior del cual se van a encontrar reacciones, formas propias de defensa
contra el estado de indiferenciación a que han sido reducidos y en contra de la posición ambigua
y “marginal”. Aprender a reconocerlo como un hecho que está directamente relacionado con el
aumento creciente de los jóvenes en nuestra sociedad, a saber 23.3%, es decir casi la tercera
parte de la población total del país. En este sentido, lo juvenil es preciso abordarlo como un conLa construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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cepto íntimamente vinculado al desarrollo de la vida moderna, lo cual no supone que en otras
épocas, éstos no existieran en tanto categoría poblacional. En el mismo orden de ideas, para
poder avanzar mejor en la comprensión del fenómeno juvenil, necesitamos dejar de percibirlo
como fase intermedia entre la niñez y el periodo adulto; superar los típicos criterios demográficos que lo sitúan sólo en un rango determinado de edad, ocupando un espacio geográfico y
cuya especial labor es la de fungir como eslabón natural de la especie humana.
Es igualmente necesario revisar y superar la caracterización que durante décadas permeó a la sociedad en términos de concebir lo juvenil sólo como una fase de preparación (o
formación, se diría después), puesto que, no obstante persistir en dicha idea, la preparación
es una etapa típica del proceso de desarrollo de los jóvenes, sólo que está respondiendo a
otras motivaciones y ya no depende exclusivamente de las instituciones sociales a quienes
se encomienda tal función (la familia y la escuela). De acuerdo con la revisión de la evolución juvenil, podemos anticipar la hipótesis de que la formación se encuentra estrechamente
ligada a otra serie diferenciada de unidades sociales estructuralmente inciertas, en planos
de la realidad social donde los jóvenes encuentran severas limitaciones de reconocimiento,
bajo argumentos como el de la inexperiencia en tanto miembro de la sociedad. Ello entonces
está implicando que se prolongue la fase o el periodo juvenil y que se organicen instituciones cuya función básica es la de amoldar y educar a los futuros ciudadanos. De ahí que el
Estado haya creado una diversidad de modalidades educativas de carácter propedéuticas y
terminales para preparar a los jóvenes mientras se incorporan al mercado laboral. En términos
de la familia, la dimensión formativa se traduce en lograr que se tengan “buenos hijos”; para
las empresas, que sean “buenos trabajadores” y, para las organizaciones religiosas, que se
convierta en “buen cristiano”.
Cuando retomamos la evolución juvenil en los últimos 40 años, se constata que la situación ha
cambiado de manera considerable. Con sus respectivos matices, observamos un proceso tal vez
discontinuo pero no por ello menos significativo de subversión de los hijos contra las formas de
vida, los pensamientos y los prejuicios anticuados que permearon durante décadas la percepción
y práctica de los jóvenes, es decir, de oposición abierta hacia la idea de formación imperante y
distribuida en las instituciones referidas.
Es claro que la expectativas de los jóvenes por alcanzar una mayor movilidad social ascendente se siguen depositando en la escolarización prolongada; que los anhelos por acceder a la
emancipación económica, se siguen centrando en la idea de incorporarse al mercado laboral y
que la internalización de los valores transmitidos desde el núcleo familiar coadyuvarán a forjar
al buen ciudadano y ejemplar hijo. Sin embargo, esa es sólo una lectura que encubre lo que
está sucediendo en la práctica concreta del fenómeno juvenil. Las evidencias aportadas en la
primera parte, nos revelan amplias y diversificadas modalidades de oposición juvenil en contra
de las estructuras, los procesos de preparación y formas de vida de la sociedad, en particular
de la adulta: ya sea que las manifestaciones de oposición hayan provenido de los pachucos,
los rebeldes sin causa, los universitarios del 68, del 71 y del 86, o de otros actores relevantes,
lo cierto es que el joven de nuestros tiempos ha dejado de creer que la escuela, la familia y la
religión son las principales instancias de las cuales obtiene elementos básicos para poder incidir
en la sociedad. También nos revela que la formación ha dejado de ser territorio exclusivo de estas
instituciones para convertirse en un proceso mediado por distintas unidades y agentes sociales
con quienes interactúan los jóvenes. El rechazo hacia la escuela, cuyos signos más notables son
los elevados índices de deserción y reprobación; la creciente multiplicación del llamado sector
informal de la economía, hacia el cual concurren numerosos jóvenes “inexpertos”, la adopción
de toda clase de héroes transitorios, la baja participación en los procesos electorales y la cada
vez menor concurrencia hacia los templos y otros más son claros indicios del desarrollo de una
brecha (o lucha) generacional que se ha instalado desde hace 40 años. Pero, ¿a qué se debe la
confrontación entre jóvenes y adultos?
126
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Lo juvenil como ruptura generacional creadora
El movimiento de las generaciones ha sido objeto de estudio y análisis por parte de varios
científicos sociales, (Dilthey, Comte, Marías, Jansen, Mendel y otros). Con sus respectivas variaciones, estos analistas coinciden al señalar tres aspectos importantes para la existencia de
una generación: “Una cierta dimensión temporal, un determinado contexto histórico y un estilo
de vida” (Jansen; 1977). Continuando con la misma idea, los miembros de una generación viven
al mismo tiempo y se relacionan, distinguiéndose de otra por el rasgo específico de la edad; la
dimensión espacial de la generación está determinada por el sitio y las circunstancias que la rodean (contexto histórico) y, los miembros de cada generación observan al mundo con su propia
visión, mas ésta no es estática, toda vez que los individuos tienen diferentes significaciones e
interpretaciones del mundo.
Trasladando esta aproximación a las diversas manifestaciones que se identifican en los
llamados “pachucos”, pasando por los estudiantes del 68 hasta los propios chavos banda, han
elaborado visiones particulares y dinámicas del mundo, en contextos sociohistóricos específicos
entrando en conflicto con comportamientos colectivos de diferente edad y en circunstancias de
cambio también específicas. Este conjunto de protagonistas se convierte entonces en una especie
de reordenadores de lo juvenil, pero también de lo social, en la medida que resignifican estructuras y modos de vida, en creadores de espacios propios y de comportamientos diferenciados.
Claro que dicha resignificación presupone que sean tratados en términos marginales y que se
abra una pugna con quienes no comparten su visión del mundo.
Al ser tratados en términos marginales, se desarrolla una tendencia natural por agruparse
con los iguales, a fin de constituir una especie de frentes comunes para contener los embates
(estigmatización, estereotipación, segregación) de los grupos, organismos e instituciones creadas desde la sociedad adulta. La forma que adquiere la organización juvenil es diversa y está
en función del contexto en el cual emerge. Así, podemos encontrar desde formas asociativas de
carácter informal, cuyo objetivo es limitado, hasta aquéllas cuyos propósitos se dirigen al logro
de cambios estructurales más amplios, en articulación sin duda con otras fuerzas sociales que
registran similares condiciones de opresión. Al producirse la organización juvenil, en sus diversas
modalidades, se aviva la tensión intergeneracional en la medida que los jóvenes han dejado de
responder a los patrones socialmente establecidos, pero muy en particular a las modalidades de
agrupación previstas por los adultos (sociedades de alumnos, clubes deportivos, etc. Pero también,
algo crucial que ocurre con la dinamización de lo organizativo, es que los jóvenes establecen
nuevos mecanismos de relación y participación, en los que tiene poca cabida el autoritarismo.
Señalamos anteriormente que para Mendel, la juventud es una especie de clase ideológica antiautoritaria, cuyas raíces se localizan en la identificación del niño con el padre y con la
ideología inherente al discurso del poder. Otro autor, desde una perspectiva diferente, sitúa la
rebeldía juvenil contra la familia como “una poderosa fuerza emanada desde el inconsciente: la
rivalidad del hijo con su padre del mismo sexo”. No obstante, y más allá de los enfoques centrados
exclusivamente en el campo de la psique, creemos que la ruptura juvenil anticipa el desarrollo
de nuevas formas de relación, que pasan por el ámbito de la familia, la escuela, la religión, la
empresa, y se inscriben en la construcción de una nueva forma de cultura, cuyo estilo conlleva
la ruptura de los patrones culturales existentes. La rebelión, que optamos mejor por conceptuar
como subversión juvenil de la cotidianidad, se constituye en un medio para la creación, obtención
e intercambio de nuevos valores y concepciones propias de la cultura.
Ahora bien, es claro que en la revisión histórica ofrecida, y en la cual presentamos una
diversidad de manifestaciones protagonizadas por jóvenes de diferentes generaciones que
trascendieron lo cultural para situarse en lo político, no lograron consolidar una concepción que
permeara a la totalidad del sector juvenil; es igualmente cierto que la concepción de la juventud
experimentó múltiples modificaciones, sobre todo cuando los comportamientos propiamente
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
127
juveniles se institucionalizaron, y la búsqueda de una nueva cultura terminó por confinarse en
la oscuridad. Pero lo innegable, en los periodos analizados, es que las experiencias juveniles,
vivenciadas en las respectivas generaciones, se convirtieron en serios cuestionamientos de las
estructuras y de los grupos de poder no sólo a nivel del país sino del mundo. Tampoco se puede
negar el enorme potencial de cambio que lograron introducir los jóvenes en una sociedad que
solamente los ha concebido en términos de objetos socializantes, reproductores de la especie
humana y fuerza de reemplazo del aparato productivo.
Los legados o consecuencias de las manifestaciones concretas de los jóvenes protagonistas de
las últimas cuatro décadas, lograron (y logran) trascender el ámbito de lo familiar. Se estructuran y
consolidan como auténticos movimientos juveniles (estudiantiles, políticos, culturales, etc., según
lo refiere Gómez Jara) que avanzan en contra del autoritarismo imperante, representado en el
contexto familiar por la no identificación del hijo con los típicos modelos de identidad-autoridad;
en el plano escolar y laboral porque el joven se encuentra en situación de total carencia de poder
en el aula y en el centro de trabajo; en el plano social por la carencia de espacios propios y el
encasillamiento social de que son objeto. Frente a ello, los jóvenes con plena conciencia de su
autoridad social y en respuesta a las condiciones estructurales de crisis por las que atraviesa la
sociedad mexicana desde los 70, deciden labrar su destino, con base en sus propios esfuerzos,
aunque se equivoquen. Asumen diversos tipos de conductas opcionales o alternas con significaciones propias, desde luego contrarias a las expectativas de vida impuestas por la sociedad, por
los adultos, recreando además imágenes y prácticas que provienen desde lo juvenil, rechazando
todo aquello que viene impuesto como sistema de comportamiento.
Por último, hasta el momento, la concepción que predomina en torno a los comportamientos
de los jóvenes, desde luego de aquéllos que se han “desviado” de la normatividad, establece que
la conducta juvenil, por su inexperiencia, se caracteriza por su poca creatividad. Sin embargo, en
la revisión que ofrecimos, existen amplias evidencias que revierten tal aseveración. Sin ánimo de
abundar en este punto, baste con señalar la producción literaria, musical, cultural, que se aportó
entre finales de los 60 y mediados de los 80. O bien, habrá que remitirse a los múltiples proyectos
de ocupación y autoempleo que proliferaron en los 80 ante la falta de fuentes laborales fijas y
remuneradoras. Aunque igualmente podríamos remitir las experiencias de apoyo y solidaridad
que se volcaron en ayuda de la población damnificada durante los sismos de septiembre del 85.
Búsqueda de nuevos modelos de identidad
Las demandas que lanzan desde su propio contexto los chavos banda, que llegaron a ser mitificadas por algunos analistas y cuestionadas por otros, es preciso analizarlas, para luego poder explicarlas, no desde su sentido estrictamente semántico ni sólo en términos de la problemática que
expresan. A nuestro modo de ver, y parafraseando a Roberto Merlo, las demandas de los chavos
banda por sí mismas no son la realidad ni tampoco constituyen el problema básico de estudio. En
un mundo tan complejo como el que nos ha tocado vivir, lo que existe siempre está relacionado.
No podemos simplemente referimos al actor juvenil (ya en su expresión estudiantil, proletaria,
campesina, popular) si desconocemos el mundo adulto con el que interactúa y viceversa.
A menudo, continuando con Merlo, no existe un problema juvenil, es decir, un problema
circunscrito al chavo banda, sino un problema de la sociedad y de los adultos (los empleadores,
los educadores y los padres de familia); un conflicto de relación entre los sujetos centrales de
ésta que se manifiesta a través de aquel punto del sistema al que denominamos joven (pachuco,
rebelde sin causa, hippie, guerrillero, chavo banda, delincuente, por ejemplo). En las demandas
del actor juvenil, entonces, cuando las analizamos desde su contenido y no sólo en términos de
la forma, lo que vamos a encontrar son manifestaciones de conflictos sin resolver.
Para empezar, qué significado puede tener la frase: “cuando no hay futuro cómo puede haber
pecado”. Desde una perspectiva limitada, el enunciado connota una simple verbalización contra el
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
sistema. Sin embargo, al analizarla en relación con la sociedad y el contexto específico donde se
produce, dicha frase puede adquirir diversos significados. Uno de ellos, “cuando no hay futuro”,
nos remite al hecho de lo que alguna vez fueron las identificaciones totalizadoras (esforzarse para
progresar, ser alguien, etc.) que llenaron las existencias pero que sin embargo ya no se creen
posibles y por ello se formula la incertidumbre respecto del futuro. Otro significado posible es el del
desencanto frente a las grandes propuestas que desde la sociedad se ofrecen para que el joven
elija la que mejor corresponda con sus afanes de progreso. Pero dichas propuestas, ante el largo
y sinuoso camino que el joven debe recorrer para alcanzarlas, son simplemente inalcanzables,
reservadas para sectores minoritarios, luego entonces no todos alcanzan la meta con lo cual se
produce desencanto, pero también en búsqueda de nuevos modelos de identidad. Y a propósito
de la identidad, según indicamos en el recorrido histórico, el modelo de referencia que durante
décadas se ofreció al joven para que lograra constituirse en entidad autónoma, viene experimentando múltiples fragmentaciones, por lo cual se experimenta confusión y necesidad por encontrar
respuestas que conlleven a la construcción de la propia identidad, tomando de donde se pueda
partes aisladas que ya no se encuentran únicamente en la familia sino con los pares, es decir, con
los iguales: los amigos de la esquina, de la calle, del barrio, del comité activista, de la comuna,
del hoyo funky, de la pandilla, de la banda). Las posiciones neomoralizantes y pseudocientíficas,
perciben “el ligue”, “el agasajo”, “el apañe”, “el viaje”, “la bronca” y otras más, simples transgresiones súbitas, consignas contestatarias e inorgánicas del acontecer juvenil. Difícilmente logran
entender estos modos de interacción como ocasiones para vivenciar la identidad en construcción.
Otro posible significado de la frase que nos sirve de base para las reflexiones anotadas, “cuando
no hay futuro...”, la podemos relacionar con aquello que Merlo denomina la inconsistencia de
los estatus sociales. “Hoy, cuenta el que sabe cambiar de trabajo, el que, no obstante la crisis
sabe, cambiando de empleo, encontrar ocupaciones determinadas, al menos definidas por un
tiempo. Hoy uno estudia, pero después la profesión que va .a ejercer, muchas veces, no tiene
nada que ver con los estudios realizados. Esto conlleva una dificultad de identificación del ser
social que a menudo desorienta a los sujetos”. Por diversos estudios efectuados sobre los chavos
banda, sabemos que un número considerable de ellos debieron interrumpir sus estudios de nivel
medio básico y medio superior, porque los contenidos de la educación recibida no sólo guardan
poca relación con su especificidad juvenil sino que tampoco mantienen correspondencia con las
ocupaciones semicalificadas y calificadas que realizan, cuando eventualmente se incorporan al
mundo del trabajo. En consecuencia, una de sus opciones apunta hacia la incorporación en el
denominado sector informal donde en principio no se requiere credencial, se encuentran ocupaciones determinadas y se puede cambiar de actividad. Entonces, ¿para qué estudiar?
“Cuando no hay futuro, cómo puede haber pecado”. Revisemos ahora la segunda parte de
la frase: “cómo puede haber pecado”, continuando con las reflexiones realizadas por Merlo: Hoy
cualquier joven puede volverse un desadaptado (pecador, delincuente, drogadicto) es decir, en
un trasgresor del orden social. La posibilidad de convertirse en desadaptado se fundamenta en
el contenido de la primera parte del enunciado, la ausencia de futuro.
Por otra parte, es necesario destacar que los chavos banda, en contrario a la percepción marginalista que circuló durante varios años, no se encuentran al margen del sistema, sino formando
parte de éste, padeciendo los embates de la crisis (y de los adultos), asumiendo comportamientos
que en cierta medida constituyen un modo particular de vida bajo condiciones adversas. Durante
los primeros años de los 80, recordemos que la sociedad mexicana proviene de una prolongada
experiencia de violencia instrumentada desde el mismo Estado, los jóvenes que se agrupan en
torno a las bandas reciben violencia del exterior, desde la propia sociedad, pero dicha violencia,
curiosamente, se habrá de revertir hacia sus principales generadores, es decir, la sociedad y el
Estado, mediante dos formas: hacia el exterior (enfrentamientos entre bandas, robos, violaciones
y homicidios) e igualmente hacia el propio joven (farmacodependencia, en su expresión más
descarnada). Esto ocasionará que se estereotipe a los chavos banda, igual que ocurrió con los
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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“greñudos y barbudos” de los 70, presentándolos como sujetos peligrosos (lo cual los descalifica
en tanto sector del actor juvenil), debido a su comportamiento impugnador o inconforme. Se les
etiqueta por su imagen, empero se omiten los factores que originaron su nacimiento.
El papel de las instituciones de educación superior en la promoción de valores
de identidad ética y social en los jóvenes
En el pleno de todas las expresiones sociales y sus complejidades, en el último cuarto del siglo XX
hubo extraordinarios avances en la tecnología electrónica, particularmente en computadoras y en
comunicaciones manifestadas universal y palpablemente en todo el mundo en las computadoras
personales, a través de la Internet y en los teléfonos celulares. Estos avances han sido tan rápidos
y cambiantes que aun desde una perspectiva estrictamente espiritual podrían llamarse milagrosos. Simultáneamente con este milagro tecnológico ha habido una acogida global a los valores y
principios de la democracia y a las economías capitalistas de mercado y del libre comercio. Juntos
estos cambios y avances simultáneos comúnmente se llaman globalización y justamente en la
década de los 90 se empieza a asentar en México el fenómeno del paradigma económico, en
términos de paradigma único y se empieza a desplazar el pensamiento de identidad nacionalista
a un pensamiento global. La globalización es el resultado de factores económicos, que hoy más
que nunca determinan las decisiones políticas, jurídicas y bioéticas; sin embargo a menudo juegan
un papel en detrimento de los intereses de las personas y por ende de sus grupos sociales. La
confluencia de todos estos factores a nivel mundial, si bien puede representar una inercia económica en la que el mundo esta insertada en la actualidad y de la que difícilmente podemos ignorar,
también es cierto que las universidades deben esforzarse por analizar y sintetizar los factores que
están siendo subyacentes a tales decisiones, cuestiones que estarían presentes en ese interés de
conocimiento de una comprensión plena de actos éticos, morales y dignos de la persona humana,
en la búsqueda de una humanidad para con otra humanidad, pero sin duda comienzan a introducir
otra gama de problemáticas, de pertenencia y identidad.
Por ello las universidades tienen como finalidad formar hombres y mujeres en las diferentes
disciplinas profesionales, tratando de mostrar el profundo vínculo entre la ciencia y el interés de
conocimiento, que brinden respuestas ante las grandes problemáticas que tienen los jóvenes,
de autoestima, de identidad y pertenencia social. En este sentido no hay que olvidar que una
educación auténtica debe presentar una visión completa y trascendente de la persona humana
y educar la conciencia de las personas, vinculando la enseñanza de profesiones, con los valores
y dignidad que conlleva su articulación en el Currículum Universitario, es decir desde la base de
una filosofía de la educaciòn, una ética y moral, diferenciada, pero con infinitas conjugaciones,
como la bioética y la teología, la filología y la historicidad de los textos y contextos sociales y
un modelo educativo que forme la personalidad humana, puntualizando la confirmación de la
formación de la conciencia, ante la ciencia y ante la vida.
Sobre todo, tenemos la conciencia de que México es un país de jóvenes. Según datos del
Consejo Nacional de Población (CONAPO), en México viven más de 25 millones de jóvenes de
entre 12 y 24 años. Cada año se incorporan cerca de dos millones de jóvenes al padrón electoral
como nuevos votantes al cumplir los 18 años y 11.2 millones de jóvenes en México ya forman parte
de la población económicamente activa; por lo que este sector demográfico tiene una enorme
presencia en el país. El poder de acción y la capacidad de cambiar el país que tienen en este
momento, los jóvenes de México; es de tal magnitud que es urgente que tomemos conciencia
de ello y que cultivemos el potencial de los jóvenes en beneficio de nuestra sociedad. Necesitamos ofrecer a los futuros líderes mexicanos, la formación humana y académica que les permita
enfrentar las exigencias de un mundo cada vez más integrado y competitivo.
No obstante, la exigencia de tales elementos de cambio, requieren confrontarse con la moral
pública, la cual exige luchar contra el corporativismo y el gremialismo excluyentes. Los gremios
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
a veces no sólo luchan por obtener servicios o prestaciones, sino por impedir que otros los tengan. Dicha lógica gremialista llega a ser muy excluyente; por ejemplo, en la educación superior
para que no aumente la competencia, persiste el miedo de enseñar lo que saben. El cual es
disimulado, pero incita a una política excluyente que no únicamente reproduce una sociedad
construida con grandes exclusiones sino que apoya las nuevas políticas al respecto. Apoya
al elitismo en nombre de la lucha contra el populismo. También apoya la exclusión en nombre
de la lucha por un saber de excelencia para pocos y con pocos. La lucha contra el populismo
excluyente tradicional, neoclásico, neoliberal, es esencial por la democracia: La confrontación
contra el elitismo en la educación es esencial por los valores éticos, políticos y científicos de
la democracia (González Casanova, 1997). Es decir, la lógica de las universidades es una
lógica articulada de gremios y corporaciones elitistas que psicológicamente se enfrentan a los
excluidos. Así, los mejor educados pueden convertirse en una clase cerrada en sí misma, sin
una tarea educativa proporcionada a su formación. Se hacen ineficaces. Los menos educados
se encuentran con una tradición que está más allá de sus medios. Ellos no pueden mantenerla.
Sabemos que la promoción y adopción de valores es una tarea difícil y que los resultados
posiblemente no los veamos en el corto plazo. Pero también estamos convencidos de que éste
es el mejor momento para iniciar la construcción de nuevas reglas de convivencia social que nos
permitan convertirnos en una sociedad más exitosa, dentro de un contexto global que presenta
exigencias y retos para todos, es menester ocuparnos de una enseñanza educativa y empezar
a dejar la enseñanza cognitiva, empezar a gestar una reforma del pensamiento.
Las universidades e instituciones de educación superior no solamente son lugares en donde se producen y transmiten conocimientos; son organizaciones del conocimiento en donde la
convivencia entre estudiantes, el ejemplo de los profesores, la forma en que se organiza administrativamente la institución, la manera en que están diseñados sus mecanismos de evaluación,
de cumplimiento de las normas y de sus valores son parte fundamental de la formación social y
humana del estudiante y de quienes colaboran en la institución.
Principalmente, los estudiantes acuden a las universidades para obtener una serie de conocimientos e instrumentos intelectuales y técnicas prácticas que les servirán para desarrollarse
en el ámbito profesional. La convivencia cotidiana con otros estudiantes y con los profesores;
así como la interacción con una serie de normas académicas y administrativas, además de los
valores propios de la institución, hacen que el proceso de aprendizaje incluya, además de los
conocimientos académicos, principios de convivencia social, de relación con la autoridad y de
participación en las decisiones que contribuyen a formar la personalidad de los estudiantes.
El aprendizaje en las universidades en este sentido, es una experiencia intelectual y profesional, pero también personal, social y ética. La práctica cotidiana de valores éticos y de integridad es esencial para que las universidades cumplan con su función educativa y de formación
humana. Los procesos de integración de conocimiento en una organización puede ser definida
como la adopción, por parte de todos sus miembros, de principios éticos y de honestidad, bajo el
elemento clave de la constancia, para que estos principios se mantengan día con día en todas las
decisiones de la institución. La integridad seguida así en las universidades mexicanas tiene que
ver con valores múltiples, pero también con acciones específicas. La identidad observada en lo
ético es al mismo tiempo un valor y una práctica cotidiana. No se trata solamente de conocer y
entender en qué consisten los valores; se trata principalmente de aplicarlos en todos los procesos
de la experiencia educativa de la vida universitaria y del desarrollo profesional. Durante el tiempo
que pasa un estudiante en la universidad, los valores y las reglas de la institución influyen en
mayor o menor medida en su personalidad. El estudiante está expuesto a un ambiente social
y a una serie de reglas escritas y no escritas (la “cultura” de la institución), bajo los cuales va a
interactuar con otros estudiantes y profesores.
Esos códigos al formar parte de una comunidad compartida se significan en una cultura de
constitución axiológica, van a contribuir a que el estudiante construya un esquema de prioridades
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
131
en el que se establezcan nociones acerca de lo que es sustancial y aquello que no lo es; entre lo
que le parece benéfico y deseable y lo que es dañino e inconveniente; entre sí es mejor ser egoísta
o sentir esa revivencialización necesaria para tener esa empatía con los demás seres humanos.
Las universidades que mantienen reglas y valores orientados por criterios de conocimiento
humano integrado y una posición ética, generalmente obtienen mejores resultados académicos
y crean un ambiente en el que alumnos y profesores están satisfechos de pertenecer a ellas, lo
que les permite además conservar y reclutar a los mejores catedráticos y estudiantes, elevando
su prestigio frente a la sociedad. Las universidades son espacios sociales de formación personal,
profesional, intelectual y ética para quienes las integran. Para que puedan cumplir adecuadamente
con su misión, estudiantes, profesores, directivos y todos los que conforman una universidad
deben asumir su responsabilidad individual como parte de un proyecto de formación integral de
personas. Para ello, es necesario instituir la democratización de la educación, entendiéndose
ésta en una lógica unida a la del sufragio, y con ello la demanda prioritaria del pueblo mexicano,
de los padres de familia y de los jóvenes. Por democratización de la educación entendemos la
extensión de los conocimientos básicos y especializados a capas crecientes de la población.
Esa extensión de la educación no sólo debe preocuparse por mantener, sino por aumentar, la
calidad de la educación.
Quienes legítimamente se preocupan por aumentar la calidad de la educación no deben
usar las pruebas de calidad para una política de exclusión. Deben y pueden usar las pruebas
de calidad junto con los nuevos sistemas educativos, que permitan a la vez alcanzar esa mayor
calidad y educar a una población creciente de beneficiarios de la educación, que con el sistema
actual ven cerrados los puestos de su porvenir y de su vida.
En efecto, antes de que se acumule la demanda insatisfecha de educación y venga la
inminente e inevitable explosión de los excluidos, es necesario preguntarse cómo podemos
realmente organizar un sistema educativo a la altura de nuestro tiempo: Los intereses creados,
académicos y extraacadémicos, con antiguos prejuicios y espíritus gremiales o de élites, han
impedido el desarrollo de los sistemas abiertos de enseñanza, que actualmente habría que decir
son los sistemas más desarrollados en la pedagogía mundial (González-Casanova, 1977). En
este sentido, podemos y debemos organizar una nueva universidad, superior a la universidad
tradicional, tanto en sus formas estructurales, como en la enseñanza de pequeños grupos y en
el horizonte de la enseñanza de inmensas poblaciones.
Es decir, la orientación de un pensamiento donde la educación superior comparta la necesidad de crear una red de redes de todas las universidades e institutos de educación y cultura
superiores, deben tener una finalidad común en la idea de producir recursos didácticos, libros,
folletos, videos, instrumentos, Internet, e-mail y sistemas interactivos a distancia, para con ello,
abrirnos de lleno a las puertas de la Universidad del Siglo XXI.
Dicha Universidad no será de masas; tampoco será de élites; será una universidad de redes,
seminarios, talleres, lecturas, de talleres de análisis, de grupos de observación, de laboratorios
de experimentación, de profesionistas e investigadores, de educación a distancia, de jóvenes
que en términos de una conciencia y responsabilidad social, van afirmando su proyecto de
vida a través de la profesión elegida, determinando de esta manera un cauce de satisfacciones
expresadas en una división social del trabajo, sea en clínicas, hospitales, empresas, fábricas,
escuelas, universidades y numerosas casas o centros de cultura.
Estarán entonces gestando su preparación y con ello su participación social y por ende
educativo a las nuevas generaciones, para aprender a extender y relacionar sus experiencias y
cultura y enseñar posteriormente tanto las ciencias como las humanidades, las técnicas y las artes.
La red de redes universitarias nos permitirá realizar una política que bajo el lema practicable de
“Mejor educación para más”, logre con verdadera seriedad ambos objetivos, optimizando los rendimientos de las instituciones ya existentes, las inversiones y gastos para la producción de su capital
humano y de una competitividad que contribuya a realizar y potenciar las capacidades individuales,
132
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
colectivas y sociales, armonizando el desarrollo de las capacidades individuales con el desarrollo
y la superación de las potencialidades de una colectividad. Desde luego que esta armonización es
precisamente uno de los retos más importantes de los tiempos presentes, tratando de pensar en
sumar, más que en dividir esfuerzos y elaborar conjuntamente una cultura de la responsabilidad que
dé cauce a una cultura de una ética del desarrollo, que se signifique en torno a las tareas sustantivas
de la universidad hacia el logro de un desarrollo humano integral y sostenible.
Al respecto diferentes autores han enfatizado en sus escritos en torno a la educación superior,
la insistencia de una inteligencia, para lograr nuevas formas de innovación, crecientes en número
de matrícula y calidad, que consiste en enlazarse y armonizarse con el entorno educativo de las
IES. Manifestando que éste es uno de los desafíos de la universidad contemporánea, pretendiendo lograr una relación más estrecha con los procesos de liderazgo y de transformación social,
enfatizando para tal fin una misma calidad de universidad y un ámbito similar de oportunidades.
Es decir en una significación holística, en donde la homogeneidad de sus partes componga un
todo ordenado y nos brinde una universidad Mexicana que puede tener múltiples nombres en las
diferentes regiones del país, pero tiene una personalidad avalada por los mismos elementos de
calidad educativa, intentando con ello generar nuevas formas de trabajo con los sectores sociales,
ámbito en donde se genera conocimiento de otro tipo, distinto al que se hace en la universidad,
haciendo énfasis con estas acciones de atender a un nuevo papel de atención a los procesos de
transformación social desde la especificidad de la academia.
No obstante, dentro de esta búsqueda la universidad ubica una reflexión de sí misma, de sus
procesos, de sus proyectos institucionales, de una autoconciencia de su responsabilidad, de la
generación de su identidad y de sus valores, para darle un estatuto de mayor nivel ético, histórico
y social. En esta inteligencia, la reiterada búsqueda de fortalecimiento, de capacidad propositiva
de las universidades, se inscribe en generar nuevos vínculos con el mundo del trabajo, que
hagan superar las crisis, tanto de la educación, como del sector productivo, del decaimiento de
los paradigmas, de las insuficiencias explicativas, que generen creativamente otras propuestas,
que den pasos al conocimiento de sumar más esfuerzos a la innovación académica, cultural
y tecnológica, en la intención teleológica de educar y por consiguiente de incorporarse a las
actividades productivas y por tanto de desarrollo de la sociedad. En este conjunto de intencionalidades habría que destacar que la ciencia, sigue siendo un reto fundamental, pero su avance
se convierte en algo que va más allá del conocimiento académico y de la actividad académica,
y sigue conservando el estatus de la actividad productiva del país.
Conclusiones
Primeramente es necesario mencionar la importancia que tiene la conformación de las culturas
juveniles, el contexto de quiebres institucionales y vaciamiento del discurso político, cuyos efectos visibles son los de un extrañamiento de los jóvenes frente a las dimensiones formales de la
política y una tensión entre las formas de hacer frente a la falta de institucionalidad, o planteado
en otros términos, al desencuentro entre las nuevas generaciones y el conjunto de instituciones
que operan con marcos que no logran incorporar las transformaciones sociopolíticas y culturales
en el contexto de la globalización y de la modernización política.
Los procesos de incorporación del joven a la sociedad. Consignados en la Encuesta
Nacional de la Juventud (ENJ: 2000) tienen que ver con los procesos actuales que el joven
experimenta para adquirir el estatuto adulto que idealmente siempre se ha propuesto como una
incorporación plena e integral a la sociedad. No es extraño para nadie que este proceso se ha
ido complejizando en función de los cambios que se producen a nivel mundial, regional, nacional
y local. Las transformaciones en la familia (debido entre otras razones, a la incorporación de la
mujer a los mercados de trabajo); el aumento de los niveles de escolaridad y su relación inversamente proporcional con las opciones de empleo (que influyen en la menor movilidad social que
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
133
representa el paso por la escuela); la diversificación de los mercados de trabajo (y su correlativa
ampliación de los sectores ocupados en la informalidad); los nuevos intereses que diversos sectores encontraron en participar social y políticamente vinculados a causas ciudadanas concretas
(en sustitución de la participación en organizaciones políticas tradicionales). Todos ellos son,
entre otros, factores que han influido para romper el significado del circuito ideal propuesto para
la inserción de los jóvenes a la sociedad; es decir, familia-escuela-trabajo-participación.
La frontera final del ser joven, que consiste en la emancipación, se está diluyendo, dado
que las cuatro condiciones para lograrla de una forma social típica (independencia económica,
autoadministración de los recursos disponibles; autonomía personal y constitución de un hogar
propio) tienen cada vez mayor dificultad para cumplirse. Si estas consideraciones generales las
complejizamos cruzándolas con criterios de género y origen social o región de pertenencia, las
situaciones pueden exponenciarse de tal manera que se tendría un panorama de lo más heterogéneo en los procesos por los cuales actualmente los jóvenes transitan aspirando a convertirse
en adultos.
En relación a los aspectos demográficos y económicos. Existen en el mundo 6,100 millones de personas que demandan servicios de alimentación, agua, salud, educación y vivienda;
asimismo, la satisfacción de necesidades como el vestido, entretenimiento, comunicación o esparcimiento. El consumo de bienes y servicios ha crecido mucho, de tal forma que esta variable
no solamente define los patrones económicos sino también los estilos de vida; sin embargo, el
acceso a éstos es diferencial, ya que la demanda de los servicios es alta y la oferta, o bien no
existe o es de muy baja calidad. La satisfacción de las necesidades se ve entorpecida, sobre
todo, por la disparidad en el desarrollo de las diferentes naciones.
En el mundo, el ingreso per capita (IPC) más bajo es de 100 dólares (Etiopía), mientras que
el más alto es de $38,000 (Suiza). México se encuentra en el lugar 33 con 4,400 dólares. 75%
de la población está concentrada en las zonas más pobres del planeta, sin embargo 75% del
consumo se encuentra en el otro 25% de la población. En el ámbito mundial, adolescentes y
jóvenes (10 a 24 años de edad) representan la cuarta parte de la población; alrededor de 1,700
millones de personas se encuentran en este grupo de edad, de los cuales 85% viven en los
países en desarrollo.
En México la población de este grupo de edad se ha incrementado considerablemente a
partir de la segunda mitad del siglo XX en números absolutos. En 1950, la población total de
México era cerca de 25.7 millones de personas y la población adolescente y joven era de casi
ocho millones, la cual representaba alrededor de 31% de la población total (22% la población
adolescente y 9% la población joven). De acuerdo con el censo 2000, en México 21.3% de la
población es adolescente. Viven 29.7 millones de adolescentes y jóvenes (20.7 millones de adolescentes entre 10 y 19 años de edad; nueve millones de jóvenes de 20 a 24 años de edad). En
cuanto a la proporción de adolescentes en el resto de la población hay poca variación de 1950 a
la fecha; para este año los adolescentes representaban 22.23% de la población total; en 1980 fue
de 25%, y para el año 2000; 21.26%. Sin embargo, el incremento en números absolutos ha sido
de casi 250%. Esto significa que si en 1950 había alrededor de ocho millones de adolescentes
y jóvenes, para el año 2000 tenemos cerca de 30 millones (70% adolescentes y 30% jóvenes).
La población de adolescentes se concentra en medianas y grandes urbes del país, encontrando
que 57% de ellos se encuentra en ocho entidades de la República Mexicana con áreas urbanas
más densas (bono poblacional). En otro enfoque, 50% de jóvenes se encuentran en siete de las 32
entidades federativas del país. La juventud en México es predominantemente urbana (localidades
>2,500 habitantes) en donde se ubica 61% del total, proporción más alta que la población total. Las
y los adolescentes incrementan en número absoluto continuamente, sin embargo, su proporción con
respecto al total de la población tiende a la baja, debido a la disminución de la tasa de fecundidad,
así como al efecto del crecimiento económico y de los programas de planificación familiar y de la
migración continua de la población desde poblaciones menores de 15,000 habitantes hacia zonas
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
urbanas en búsqueda de mejores oportunidades sociales y económicas. El reto social que implica
este panorama demográfico es el de garantizar la satisfacción de las necesidades básicas de esta
población, y crear las condiciones suficientes para el desarrollo de sus capacidades y planes de
vida para el futuro.
Los efectos en el futuro serán de una menor proporción de población económicamente activa,
que tendrá una carga social cada día mayor y que requerirá tener mejor condición productiva y
mayor ingreso per capita que los adultos actuales. La población dependiente se redujo de 47.5%
en 1970 a 31.9% en 2002; el grupo de 15 a 64 años de edad se incrementó de 48 a 63%, y el
grupo de mayores de 64 años de edad aumentó un punto porcentual.
En este sentido los datos demográficos se presentan en una perspectiva de la transición
epidemiológica, la cual nos permite realizar inferencias de las condiciones sociales, patrones de
desarrollo y de necesidades en salud de este grupo poblacional en México. Los datos se presentan
atendiendo a la demanda y disponibilidad de servicios de salud, el impacto de la educación, las
oportunidades de empleo, el rol en la familia y el bienestar. Otros aspectos importantes presentados
incluyen la educación sexual y la salud reproductiva, y los relacionados con el SIDA/VIH como
pandemia en este grupo de edad. Los hallazgos presentados revelan que la secuencia tradicional
de variables, en la explicación de la transición epidemiológica, no puede seguir manejándose
como hasta ahora y nos sugieren de manera imperativa la necesidad de perfilar las necesidades
de salud de la adolescencia desde un enfoque holístico, con énfasis en la promoción de estilos
de vida sana que favorezcan un desarrollo justo y equitativo y que además ayuden a enfocar
la respuesta social organizada. Para los resultados de la información recabada fue necesario
establecer diferentes variables que permitieran una revisión lógica y cronológica de los datos,
por lo que se tomaron en cuenta los siguientes puntos: aspectos demográficos, con un enfoque
internacional, para aterrizar en México, estructura familiar, escolaridad, empleo, salud de los
adolescentes, sexualidad y reproducción, fecundidad, factores de riesgo, morbilidad y mortalidad.
En consecuencia vamos a seguir este ordenamiento para establecer esta lógica relacional.
Por lo tanto, en cuanto a la estructura familiar en México se ubica entre 35 a 40% de adolescentes
viven en hogares de extrema pobreza. La gran mayoría viven en familias con madre y padre y
26.6% han salido del hogar paterno. Entre adolescentes de 15 a 19 años de edad, 1.5% son jefes
de familia (hombres 2.3% y mujeres 0.7%). 63.9% del total de jóvenes en este mismo grupo de
edad viven en hogares nucleares y en hogares extensos, 33.2%; de los hogares extensos, 30
de cada 100 son monoparentales y, de las familias nucleares, son monoparentales solamente
14%. El CONAPO identifica al menos 12 tipos de grupos familiares y 22% de la población de
adolescentes viven en hogares monoparentales con prevalencia de la madre. Aunque los jóvenes
en México viven solos con una frecuencia baja (1.1%) esto en el área urbana es cuatro veces
más frecuente que en la rural, lo que significa que las y los adolescentes en México salen de sus
casas con la intención directa de vivir en pareja o en asociación con otras personas. En cuanto
al estado civil de las y los adolescentes, existen más mujeres solteras menores de 14 años de
edad en áreas urbanas (95%), que en áreas rurales (77%). Entre adolescentes de 10 a 15 años
de edad 99% son solteros y en los de 16 a 20 años de edad, hasta 1 de cada 10 se encuentran
ya en unión; entre las mujeres este porcentaje aumenta hasta tres veces más con relación a los
hombres, en este mismo grupo de edad.
En relación con la escolaridad la Encuesta Nacional de la Juventud (ENJ) señala que entre
los 12 y los 14 años de edad no acuden a la escuela 11.6% de adolescentes; de los 15 a los 19
años de edad no acuden 41.3%, y que al llegar a los 19 años de edad más de 75% de jóvenes ha
abandonado la escuela por motivos económicos y falta de acceso en su localidad, principalmente.
El promedio de escolaridad en México es actualmente de 7.7 grados, cerca de tres veces más que
en 1960. Se prevé que en una década más el promedio será de nueve grados. La desigualdad en
los niveles de escolaridad alcanzados entre la población joven que reside en localidades rurales
respecto a la que reside en las ciudades es de 6.5 y 9.2 años, respectivamente. En México 97%
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
135
de las y los adolescentes saben leer y escribir, la población general ha incrementado su nivel de
instrucción y la brecha entre hombres y mujeres es nula, no así entre adolescentes indígenas en
los cuales el analfabetismo puede llegar a 9% entre las mujeres. El problema de la asistencia a la
escuela es la necesidad de preparación más especializada en los centros de trabajo. Solamente
53% de la población menor de 19 años de edad asiste a la escuela; de los jóvenes de 10 años
de edad acude 95%, pero de los mayores de 15 años de edad solamente 17%. Cuando los adolescentes cumplen 19 años de edad, han abandonado la escuela cerca de 89% de ellos, lo hacen
por problemas económicos de la familia y la sociedad, lo que es seguido del abandono escolar,
además de la forma en la que ellos se desempeñan cuando son económicamente inactivos y en
otros casos se distribuyen de la manera indicada en el siguiente cuadro:
Cuadro 4.1 Actividad principal de la población económicamente inactiva adolescente y joven.
Estudiar
Labores domésticas
Grupos
(años)
PEI
Total
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
12-14
15-19
20-24
Total
90.3
64.4
43.5
63.5
79.0
55.6
23.5
56.1
81.5
67.5
48.6
70.9
76.6
47.5
15.6
46.5
4.2
20.0
51.7
22.1
0.4
1.1
1.9
0.9
7.8
32.7
67.3
35.8
Fuente: INEGI, XII Censo Nacional de Población y Vivienda, 2000.
Sin duda una de las situaciones más importantes de los jóvenes es incorporarse al mundo
del trabajo, cuestión que a pesar de ser siempre una de las tópicas más prometidas por los gobernantes, es una de las promesas más incumplidas, en donde el joven es remitido a un ejército
industrial de reserva, con una marcada subvaloración de la mano de obra y del estatus social. La
entidad oficial reconoció que los jóvenes son el sector más afectado por ese flagelo pues triplican
la tasa de desempleo abierto (2.3%) que afecta a los adultos. De los 33.6 millones de jóvenes de
entre 12 y 29 años, 16 millones tienen un empleo, pero el 70% de ellos trabajan sin contrato y
92% no tienen ninguna prestación adicional al salario. Además ocho millones se encuentran en
busca de trabajo y entre los desocupados casi 33% tienen estudios de bachillerato y licenciatura.
El promedio de ingreso mensual de los jóvenes que trabajan es de 1.6 salarios mínimos
mensuales, lo que permite ver el grado de exclusión económica en el cual se encuentra este
sector. El informe recuerda que el Consejo Nacional de Población (CONAPO) advierte que de
las oportunidades de desarrollo que tengan los jóvenes actualmente dependerá el futuro del
país. CONAPO explica que en el 2030 los jóvenes de hoy entrarán en edades avanzadas y el
acelerado envejecimiento demográfico podría llevar a un empobrecimiento de la población por
la falta de oportunidades.
Justamente por ello el empleo configura en la actualidad a los adolescentes para formar
parte importante de la población económicamente activa. Cada año se agregan al mercado de
trabajo personas menores de 20 años de edad y para el año 2000 los hombres menores de 19
años de edad que participan ya en el campo laboral son cerca de 44% del total de ellos y las
mujeres 24% de ellas, en total 35.8. De la población económicamente inactiva de adolescentes
56% se dedica a estudiar, a labores domésticas 22%; entre las mujeres que no estudian 32.7%
se dedican a labores del hogar, mientras que de los hombres lo hacen solamente 1.1%. La tasa
de participación en el campo laboral varía de acuerdo con la edad, sin embargo, es de notar
que 8% de adolescentes de 12 a 14 años de edad ya se encuentran en el mercado de trabajo
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
siendo esto más notorio en los hombres. En adolescentes de 15 a 19 años de edad la tasa de
participación promedio es de 35% pero sigue siendo 2:1 hombre mujer la razón de participación.
El que los adolescentes participen en los procesos productivos tiene implicaciones diversas
en cuanto a la calidad del trabajo que asumen. La calidad del trabajo desde nuestra perspectiva
de salud debe contar con los siguientes atributos: tener jornadas de trabajo acordes con la edad
del sujeto, contar con un salario equitativo, tener derecho a la seguridad social, tener normas
básicas de seguridad e higiene acordes con la ley, y contar con prestaciones adicionales. Por lo
tanto, para hacer frente al desempleo en este sector, instituciones públicas y privadas organizan
programas de apoyo a empresas juveniles y bolsas de trabajo, aunque reconocen que la solución
es generar empleos.
La Sexualidad y reproducción, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS)
(1975) define la salud sexual como la integración de los elementos somáticos, emocionales,
intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y
que potencien la personalidad, la comunicación y el amor. En cuanto a la salud sexual y reproductiva, la edad promedio de la iniciación de la vida sexual activa es de 15.4 años; para el
área rural 13.8 y para el área urbana 16.7. Existe una correlación directa entre el promedio de
escolaridad y el inicio de la vida sexual activa. Como resultado de estas prácticas, ocurren más
de 25,000 embarazos anuales en madres menores de 19 años de edad, que terminan en aborto
y constituyen cerca de 10% del total de los embarazos. El uso de método anticonceptivos, en
general, se ha incrementado hasta en 22% o más, sin embargo, entre jóvenes y adolescentes
estas cifras son menores y con prevalencia del uso del preservativo. La diferencia entre área
rural y urbana en ocasiones es hasta de 20 puntos porcentuales, sobre todo en estados como
Oaxaca y Guerrero; la demanda insatisfecha en el área urbana es hasta de 8% y en el área
rural hasta de 22.2%.
Por lo tanto existe una correlación estrecha entre la tasa de fecundidad y la prevalencia
del uso de métodos anticonceptivos (Guerrero 3.2 de tasa de fertilidad versus 52% uso de anticonceptivos; Baja California, 2.1 de fertilidad versus 77% de uso de anticonceptivos). Entre la
población adolescente se estima que durante el año 2000 ocurrieron en el país cerca de 366,000
nacimientos en madres de menos de 19 años de edad, lo que representa 17% del total de nacimientos y una tasa específica de fecundidad de 70.1 por 1,000 mujeres de ese grupo de edad. A
pesar de que durante los últimos seis años el número de nacimientos se redujo en poco más de
10%, la prevención del embarazo no planeado en las adolescentes continúa siendo un desafío
prioritario en salud reproductiva.
Adicionalmente, la demanda insatisfecha entre las mujeres unidas de 15 a 19 años de edad
es la más alta de todos los grupos y representa más del doble del valor estimado para el resto
de las mujeres. La fecundidad de las mujeres de 15 a 19 años de edad ha descendido en México
desde la década de los 70. La proporción de mujeres de 15 a 19 años de edad que procrea al
menos un hijo (a) disminuyó de poco más de 1 de cada 7, en 1975, a 1 de cada 12 en 1990, y
a 1 de cada 14 en 1999. En 1975, las adolescentes registraban una tasa de fecundidad de 130
nacimientos por 1,000 mujeres, valor que disminuyó a 81 en 1995, y a 72 por 1,000 en 1999.
Sin embargo, la velocidad de descenso de la fecundidad de este grupo no ha sido tan rápida
como en los otros segmentos de edad. Por ello, su contribución a la tasa global de fecundidad
ha venido creciendo, al pasar de 11.1% en 1975 a 14.5 en 1999.
El embarazo en las adolescentes es aún preocupante, no sólo por los riesgos que tiene una
fecundidad precoz para la salud de la madre y de su descendencia, sino también porque las pautas de procreación en la adolescente pueden limitar las oportunidades de su desarrollo personal.
Por lo que corresponde al Índice de desarrollo relativo al género: El índice de desarrollo relativo al género (IDG), que utiliza las mismas dimensiones que el índice de Desarrollo Humano
(IDH), es decir: esperanza de vida al nacer, logro educacional y producto per capita pero introduce
un ajuste para capturar las desigualdades de género. Este indicador permite aproximarse a la
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
137
medición de las asimetrías entre los sexos y permite apreciar las posibilidades diferenciadas de
hombres y mujeres en el desarrollo de sus capacidades y potencialidades.
El último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre desarrollo
humano calculó el IDG de un total de 144 países. México ocupó la posición 50 en la clasificación
mundial, con un IDG 0.775. En 1997 se realizó un análisis del IDG de las 32 entidades federativas
del país, identificándose que el IDG es inferior al IDH en todas ellas, lo que revela que el progreso
de las mujeres en materia de desarrollo humano está a la zaga del registrado por los hombres.
Situación que debe considerarse en el proceso evolutivo de las y los adolescentes.
En cuanto a los Factores de riesgo. Entendiendo el factor de riesgo como una característica
o circunstancia cuya presencia aumenta la posibilidad de que se produzca un daño o resultados no deseados, las y los adolescentes por diversas circunstancias ambientales, familiares
e individuales, frecuentemente desarrollan conductas que participan como factores de riesgo.
Las conductas de riesgo, que a su vez pueden constituir daños más comunes son: adicciones,
(tabaquismo, alcoholismo y drogadicción), exposición a ambientes peligrosos y violentos, que
asociados potencializan la probabilidad de que las y los adolescentes sufran accidentes, suicidios
y homicidios, entre otros. Tal vez entre los estudios más relevantes son los que realiza la Fundación de Investigaciones Sociales, A. C. (FISAC), que generan una gran actividad en cuanto a las
cuestiones de prevención, mediante publicaciones y seminarios- talleres de manera incesante.
Otras conductas de riesgo importantes son las relaciones sexuales sin protección que pueden llevar a infecciones de transmisión sexual como el VIH/SIDA y también a embarazos no
planeados. También la mala alimentación, que predispone a desnutrición u obesidad. La falta
de información veraz y oportuna en el marco de una educación sexual con enfoque de género,
incluyendo masculinidades y femineidades, al no existir genera comportamientos de riesgo,
como los accidentes automovilísticos, heridas por arma de fuego, falta de percepción de riesgo
para adquirir algunas infecciones de transmisión sexual (ITS) o para provocar un embarazo no
planeado, consecuencia ésta generada por no usar protección (condón femenino o masculino),
por no tener sexo seguro (sexo no penetrativo).
De igual forma, muchos de estos embarazos terminan en abortos inducidos, con los consecuentes efectos en la fertilidad futura de la adolescente. La epidemia del SIDA en México es
predominantemente sexual, toda vez que este tipo de transmisión ha sido la causante de casi 90%
de los casos acumulados de SIDA. La epidemia se concentra fundamentalmente en el grupo de
HSH, con poco más de 50% del total de casos acumulados, pero con una tendencia ascendente,
en los últimos años, en los casos de tipo heterosexual.
La relación de casos de SIDA entre hombres y mujeres es de seis a uno, en tanto las personas
de 25 a 34 años de edad constituyen el grupo más afectado, con 41.6% de los casos registrados
en adultos. En 1999, el SIDA ocupó el lugar 16 como causa de muerte, con una tasa de 4.3 por
cada 100 mil habitantes. Sin embargo, la población más afectada por la epidemia ha sido la
población de 25 a 34 años de edad, en la que el SIDA representó la cuarta causa de muerte en
hombres y la séptima entre las mujeres.
Existe evidencia de que el manejo adecuado de las ITS disminuye en 50% la transmisión
sexual del VIH. Por tal motivo, todas las ITS se incluyeron, desde 1997, para integrar lo que
hoy se conoce como el Programa Nacional para la Prevención y Control del VIH/SIDA e ITS. La
OMS estimó que en México ocurren anualmente siete millones de casos nuevos de ITS curables:
tricomonas (3.39 millones de infecciones), clamidia (1.92 millones), gonorrea (1.36 millones) y
sífilis (0.24 millones).
El riesgo que suponen las relaciones sexuales, sin protección, para las y los jóvenes queda
de manifiesto en las tasas elevadas de ITS y embarazos no planeados. La iniciación temprana
de sus relaciones sexuales representa un factor de riesgo adicional, ya que la tasa de cambio de
pareja sexual es más elevada entre las y los jóvenes de 15 a 24 años de edad. La prevención de
las ITS y de los embarazos no planeados constituye una parte fundamental de la salud sexual,
138
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
por lo que la información clara y precisa de cómo evitar estos riesgos debe ser accesible a toda la
población. Se ha demostrado que la utilización de anticonceptivos y condones es más constante
si esta información se recibe antes de la primera relación sexual, es decir, en la preadolescencia,
además de que no promueve el inicio más temprano de las relaciones sexuales.En ausencia
de vacunas efectivas contra las ITS, incluyendo el SIDA, la forma efectiva para evitar el riesgo
de infecciones es el uso del condón. El uso correcto y constante del condón protege entre 90
a 95% de la transmisión de ITS, incluyendo el SIDA. Aunque existen evidencias de incremento
del uso del condón, especialmente entre HSH y trabajadoras del sexo comercial, para controlar
el crecimiento de estas infecciones, es urgente aumentar el uso adecuado del condón en otras
poblaciones, especialmente entre las y los jóvenes.
En cuanto a la salud mental: los problemas de salud mental se han incrementado drásticamente
en las últimas décadas; los datos disponibles indican que los problemas mentales están entre los
que contribuyen a la carga global de enfermedades y discapacidades. Los niños y adolescentes,
entre otros, constituyen un grupo que vive en condiciones o circunstancias difíciles que los ponen
en riesgo de ser afectados por algún trastorno mental. Se reporta que la depresión, los intentos
suicidas y la ansiedad, se encuentran entre los trastornos más frecuentes. Asimismo, la falta de
escolaridad ha desencadenado factores precipitantes de conductas antisociales.
El suicidio en adolescentes adquiere cada vez mayor interés para los profesionales de la
salud, y el reconocimiento de los factores de riesgo asociados, de las opciones de tratamiento y
de las estrategias de prevención se revelan como aspectos esenciales en el manejo global. Son
más los adolescentes que las adolescentes que logran morir, pero son más las adolescentes que
lo intentan. Se ha identificado que tras cada suicidio conocido hay 50 intentos que no se logran
detectar y, por supuesto, no se toma ninguna medida de apoyo para los que lo realizan. En 1989,
Stillion, McDowell y May propusieron un modelo de la trayectoria del suicidio, que comprende
cuatro categorías de factores de riesgo que contribuyen al pensamiento suicida: los aspectos
biológicos, los psicológicos, los cognitivos y los ambientales que pueden influir en la idea suicida,
ya sean directamente o afectándose entre sí para dar el comportamiento autodestructivo.
Durante el periodo de 1970 a 1994, la tasa de suicidios en ambos sexos pasó de 1.13 por
100,000 habitantes en 1970 a 2.89 por 100,000; en 1994 aumentó 156%, con mayor fuerza para
la población masculina 21%. En términos de la mortalidad proporcional, el suicidio pasó de 0.11
a 0.62% de todas las defunciones. Los porcentajes de variación más elevados en la tasa de
mortalidad por suicidio se observaron en las poblaciones de mayor edad (más de 65 años) y en
la más, joven (menor de 19 años). En el grupo de edad de 15 a 24 años el suicidio en términos
absolutos es raro, pero desde mediados del siglo tiene una tendencia a aumentar paulatina y
progresivamente, pasando a constituir un problema de salud pública.
En cuanto a adicciones según datos de la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) de 1998,
10% de las y los adolescentes fuman y, de acuerdo con datos del Consejo Nacional Contra las
Adicciones (CONADIC), actualmente se registran 122 defunciones diarias en la población en
general, relacionadas con el consumo de tabaco. Existen 14 millones de fumadores, de los cuales
más de 70% se iniciaron antes de los 14 años de edad, y el universo de fumadores pasivos es
de 48 millones de personas. 75% de los estudiantes empezaron a fumar antes de los 15 años de
edad, siendo el promedio de 13 años para los hombres y 14 años para las mujeres. 9% de los
hombres y 4% de las mujeres empezaron a fumar antes de los 11 años de edad.
El consumo de drogas ilegales también es común. Se calcula que alrededor de 4% de los
hombres de entre 12 y 17 años de edad han probado alguna droga en su vida. Las drogas
consumidas con mayor frecuencia son los inhalables y la marihuana y, en menor proporción, la
cocaína y las pastillas psicotrópicas. 40% de la población reporta que en su familia se consumen
alcohol y otras drogas. En el bachillerato, 7% de la población reportó haber fumado marihuana
en los seis meses anteriores y 2% ya había probado la cocaína (figura 1). 20 entre 1976 y 1997,
en los estudiantes de educación media y media superior, se observa un incremento importante
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
139
en el consumo de la cocaína, pasando de 0.5 a 4%, respectivamente. El consumo de marihuana
el año anterior a la encuesta fue de 3.2% y el de cocaína de 2.7%.
Las cuestiones referentes a la nutrición las necesidades de nutrimentos durante la adolescencia se incrementan por existir aumento de la tasa de crecimiento y cambios en la composición
corporal, que son diferentes para cada sexo. La Encuesta Nacional de Nutrición 1999 arroja
los siguientes resultados, de acuerdo con los grupos de edad estudiados y que incluyen a la
población adolescente: en el grupo escolar (5-11 años de edad) existe una elevada prevalencia
de sobrepeso en la población. Una de cada cinco personas de este grupo poblacional presenta
sobrepeso u obesidad, los que se presentan con mayor frecuencia en las zonas urbanas. Otro
problema importante en este grupo de edad es la anemia, con una prevalencia en el ámbito
nacional similar a la de sobrepeso y obesidad. Se encontraron consumos dietéticos deficientes
de vitamina A y zinc, y consumos adecuados o elevados de proteínas y ácido fólico. Los resultados de las determinaciones de micronutrimentos indican deficiencias importantes de hierro,
vitaminas A y zinc, y consumos adecuados o elevados de proteínas y ácido fólico. Los resultados
de las determinaciones de micronutrimentos indican deficiencias importantes de hierro, vitamina
E, vitamina C, zinc y vitamina A, y en menor medida, de ácido fólico. En resumen, en este grupo
de población los principales problemas de nutrición son el sobrepeso, la anemia y la deficiencia
de varios micronutrimentos.
En el grupo de mujeres en edad fértil (12 a 49 años de edad) que incluye a la población
adolescente menor de 19 años de edad, los hallazgos de la encuesta mostraron prevalencias
elevadas de sobrepeso y obesidad en mujeres en edad fértil. Otro problema importante fue la
prevalencia de anemia. Se encontraron consumos dietéticos deficientes de zinc, vitamina A, hierro, folato y vitamina C. Los resultados de las determinaciones bioquímicas de micronutrimentos
indican deficiencias importantes de hierro, zinc y vitaminas E y C y, en menor medida, deficiencia
de ácido fólico. No se encontró deficiencia importante de vitamina A.
Las causas de los daños a la salud más importantes de mortalidad en adolescentes de 10 a
14 años de edad son los accidentes y los tumores, así como las enfermedades congénitas. Entre
adolescentes de 15 a 19 años de edad, la muerte es igualmente por accidentes y violencias,
tumores en menor cuantía y epilepsia. Entre las causas accidentales y violentas figuran como
principales componentes los accidentes de tránsito y el suicidio; entre los tumores, el linfoma
y la leucemia. Estas causas cuentan con pocos recursos asignados para su tratamiento y, sin
embargo, constituyen más de 80% de los casos de muerte que son prevenibles.
En cuanto a la morbilidad los anuarios señalan que en el periodo de 1990 a 1999 las primeras
cinco causas de enfermedad en el grupo de 5 a 14 años de edad fueron: infecciones respiratorias
agudas, infecciones intestinales mal definidas y amibiasis; a partir de 1995, el rubro “otras helmintiasis” ocupa el cuarto lugar, y la ascariasis el quinto. El siguiente grupo de edad corresponde
al periodo de los 15 a los 24 años, en el cual las cinco primeras causas de enfermedad fueron:
infecciones respiratorias agudas, otras infecciones intestinales mal definidas, la amibiasis y otras
helmintiasis; el quinto lugar lo ocupa la otitis media aguda. A pesar de que las ITS y la infección
por el VIH/SIDA no ocupan los primeros lugares de morbilidad, de acuerdo con el Sistema de
Vigilancia Epidemiológica, al 31 de diciembre de 1998 se habían reportado más de 4,500 casos
de SIDA entre la población de 15 a 24 años de edad, de los cuales 626 tenían entre 15 y 19 años
al momento del registro. Se acepta que existe subregistro en la notificación de ITS, a pesar de ello
se conoce que la mayor frecuencia de infecciones de transmisión sexual en 1999 correspondió a
la candidiosis urogenital, con una tasa de 136.4 casos por 100,000 habitantes, y la tricomoniasis
urogenital, con 108.8 por 100,000.
El reconocimiento de que las y los adolescentes en México tienen necesidades de salud a
pesar de su baja mortalidad es importante, pero la realidad es que falta información más amplia
sobre el estado de salud de este grupo poblacional. Es necesario redefinir indicadores, mejorar
los sistemas de información y reorientar la atención hacia las áreas de prevención y psicosociales.
140
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Mortalidad. La mayoría de las causas de muerte en adolescentes son evitables en casi 45%
de los casos, debido a que de los 10 a los 19 años de edad la población sufre riesgos adicionales quizá por la vitalidad propia de este grupo, por lo que las acciones se orientan al control
de las causas más importantes, combatiendo los factores de riesgo. En el escenario de la salud
y enfermedad de México desde hace un cuarto de siglo los accidentes se ubican entre las 10
primeras causas de muerte en la población general, con una tasa en el año 2000 de 36.4 por
100,000 habitantes. En el grupo de la adolescencia temprana, de 10 a 14 años de edad, para el
año 2000 se presenta como primera causa de muerte los accidentes de vehículo y de tránsito,
con una tasa de 17.1 por 100,000 habitantes; en segundo lugar se encuentran las agresiones
y suicidios, con una tasa de 15.2; en tercer lugar los tumores, en particular las leucemias (tasa
de 9.1); le siguen en tercer y cuarto lugar, respectivamente, la muerte por causas congénitas,
por parálisis cerebral y por otros síndromes paralíticos y la infección respiratoria, la insuficiencia
renal, la infección respiratoria aguda y las diarreas.
Para 1999 el peso de los accidentes aumenta de 44% en la población de 10 a 14 años de edad,
a cerca de 60% del total de defunciones del grupo de 15 a 19 años, con una tasa de 45 por cada
100,000 habitantes de este grupo de edad. Del capítulo de accidentes y agresiones, destacan
en primer lugar las categorías de accidentes de transporte y agresiones. Aunque al igual que en
escolares, los accidentes son el principal daño al que está expuesta la población adolescente,
la diferencia importante estriba en que en este último grupo los accidentes están determinados
por las diferentes formas de violencia fuera del hogar, situación que se potencializa con la actitud
psicológica del adolescente ante el mundo y la forma de enfrentarlo, por lo que se requiere una
educación amplia y persistente en la búsqueda de modificar estilos de vida y exposición a riesgos.
Entre adolescentes el modelo de transición epidemiológica que tiene relación con los estilos de
vida, el desplazamiento paulatino de las enfermedades infecciosas y parasitarias es coincidente.
En estas estadísticas de mortalidad se evidencian tres fenómenos importantes para la transición
epidemiológica; el primero de ellos tiene relación con la aparición de violencias, accidentes, homicidios y suicidios, efectos en la salud derivados del medio ambiente social, tránsito, urbanismo
y conductas de riesgo y estilo de vida de las y los adolescentes; en el segundo hacemos énfasis
en la lenta transición de las infecciones respiratorias agudas, de las diarreas y la desnutrición
como problemas mencionados en las causas de mortalidad que corresponden necesariamente
a aspectos sociales y económicos englobados en la pobreza; y en tercer lugar el grupo de padecimientos tumorales, congénitos, que pueden tener relación con la polución del medio ambiente.
En estos aspectos México cuenta con un bono demográfico, producto de la disminución del
grupo poblacional dependiente infantil y el incremento de la población en edad productiva, que
se estima reditúe en una ventana de oportunidad demográfica transitoria que se estima duraría
tres décadas, después de la cual se vería reducida por un incremento en la población económicamente dependiente a expensas esta vez de la población envejecida. De tal forma el país tiene
la oportunidad y el compromiso de realizar una intervención planificada e inteligente en este
grupo poblacional cuyo potencial redituará en un desarrollo social y económico importante. De
no ocurrir así, la información que arrojan las diferentes fuentes sobre la situación demográfica
de la adolescencia, hace tomar en cuenta dos acepciones. La primera, que puede ser positiva
desde el punto de vista económico, la reducción de la proporción de la población menor de 15
años de edad, ya que potencialmente existen menos dependientes de esta edad para la población
económicamente activa. La realidad es diferente pues la polaridad social y económica hace que
el menor de 15 años de edad no solamente no dependa de un adulto sino que aquél se incorpora
al mercado de trabajo en desventaja laboral. La segunda acepción es que la reducción de la
proporción de adolescentes generará en los 30 años un déficit de población económicamente
activa, de la que dependerán cada día más personas mayores de 64 años de edad. Por lo tanto,
el bono demográfico tiene que ser aprovechado durante las siguientes tres décadas para mejorar
las condiciones socioeconómicas de la población en función de la adolescencia de hoy. ¿Qué
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
141
perspectiva tenemos? A cada año que aumenta la población existe un mayor abandono escolar,
un incremento del desempleo y menores oportunidades de acceso a los servicios en general. La
posibilidad de que la población mejore se vuelve difícil y por lo tanto el enfoque de la transición
epidemiológica debe centrarse en el momento actual en la polaridad socioeconómica, más que
en la mortalidad. Este escenario pone de relieve la necesidad de mejorar la calidad de de los
adultos del futuro en diferentes puntos, incrementando su estado de salud, su capacitación y
preparación, sus oportunidades de trabajo y, finalmente, su ingreso per cápita. Adolescentes y
jóvenes constituyen una fuente de riqueza invaluable y no solamente fuente de daños a la salud
como calamidades sociales que hay que combatir con “buenas maneras”; la adolescencia, de
manera genérica, es una esperanza social y representa el desafío de los adultos en la actualidad,
pues brindarles las oportunidades que requieren para el desarrollo pleno de sus potencialidades
exigirá desplegar esfuerzos importantes. Esta gran parte de la población, al igual que la sociedad,
tiene características muy heterogéneas, ella, dependiendo de su origen social y de su economía
actual, tiene una gama diversa de acceso a los servicios, sin embargo, el uso de los servicios
depende en gran parte de la forma de consumo de su medio social. Existen desigualdades graves
entre adolescentes más acentuadas que en el resto de la población; la forma de morir y de vivir
dice mucho de sus carencias y de sus necesidades.
La variedad de patrones de transición epidemiológica la podemos ver a medida que avanzamos de lo rural a lo urbano, de hombre a mujer, de niño a adolescente, con un colorido diverso
y pensando siempre que ellos tienen su propia lucha en el interior de los grupos sociales y que,
indefectiblemente, avanzan y llegan a pesar de todo. Las acciones en salud tienen que orientarse
en diferentes esferas, la primera de ellas es vencer las causas prevenibles con el concierto social
de la respuesta organizada; la segunda, hacer atractiva la atención con un cambio de paradigma
de servicios fijos a servicios que se ofrezcan en las escuelas y los centros de trabajo; el tercer
nivel de respuesta es el cambio de enfoque, pasar de la simple atención a la salud a la atención
enfocada no sólo a riesgo sino a resiliencia y desafío, fortalecer la economía y la producción,
romper los ciclos de repetición entre las generaciones de paternidad adolescente.
Como corolario final, la aplicación de programas de salud a través de indicadores firmes
y validados, debe generar un alto desarrollo social, vencer la polaridad económica educando
y previniendo el abandono escolar, así como mejorando la oferta académica en jóvenes y en
adultos, vencer las barreras de género para evitar que los hombres se conviertan paulatinamente
en desempleados y buscadores de violencia. La sociedad debe pensar en la juventud como una
inversión social efectiva, describir toda la escala de temas que les son interesantes para que se
vean incluidos en la discusión social, que se sientan interesados en su futuro y cuidar de equilibrar
los temas de su atención en el resto de la sociedad.
En este momento se debe describir la salud enfermedad de las y los adolescentes desde
el enfoque de la transición epidemiológica, basados en la situación actual del proceso salud
enfermedad, con la finalidad de desarrollar adecuadamente mecanismos participativos de vigilancia de la salud y de sus efectos. El componente demográfico de la transición epidemiológica
cobra especial importancia para el análisis del grupo poblacional adolescente, dado que es un
factor determinante para la previsión de las acciones que deberán tomarse en el futuro no sólo
para programar la atención, sino para desarrollar el potencial del capital humano que puede ser
aprovechado o desaprovechado.
Dada la importancia que representa este grupo poblacional para el desarrollo del país, se
hace necesario un abordaje holístico, a través del cual se haga frente a los riesgos a los que
se encuentran expuestos, y que principalmente se dividen entre aquéllos nuevos, propios de la
modernización y urbanización a los que se encuentran sometidos, y aquéllos del rezago, que
aún se encuentran presentes. Es por ello que a través de este análisis se hace una invitación
no solamente a continuar con la caracterización de este grupo poblacional, sino para el diseño
creativo e inteligente de programas de intervención concretos que tengan tanto la capacidad de
142
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
disminuir las amenazas como de aprovechar este potencial dinámico y creativo que caracteriza
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 5.
“Tribus urbanas” y “chavos banda” las
culturas juveniles en Cataluña y México.
Carles Feixa Pampols
“Pasas por cantidad de movidas culturales y estéticas. Te quedas con algunas ¿no? Yo he
pasado, pues yo qué sé: “jipis”, “jevis”, “punkis”... Más que movidas son gustos musicales que
relaciones con una estética, una filosofía. Al final te das cuenta de que todas las estéticas intentan romper con una sociedad cantidad de podrida. Todo lo que sale en contra de algo es espejo
de ese algo. O sea, una sociedad que salen grupos cantidad de decadentes, pues eso será por
algo, quizás es un espejo de lo que obliga la sociedad”.
Félix
“Muchos no se consideraron, muchos no se consideran, y muchos no se van a considerar
nunca punks. Cuando uno hace una cosa que no es normal de repente te dicen: “¡tú eres bien
punk, ñero!”. Hay diferentes formas de responder. Muchos dicen: “¡estás güey!”. Muchos se
voltean y la hacen de pedo: “¡Chinga a tu madre!” Yo acostumbro a decir: “Yo soy un don nadie,
m´hijito. No me vayas a comparar con nada”. Y es que para muchos no es la vida, y para muchos
sí: para unos es más un apoyo moral estar con la banda que estar en su casa, es como una
familia para ellos”.
Ome Toxtli
¿Qué une y qué separa a estos dos muchachos, catalán uno y mexicano el otro, cuyas historias
de vida recogí durante la realización de sendos trabajos de investigación, de quienes me convertí
en amigo y confidente?, ¿por qué ambos pertenecen a bandas, se apasionan por el rock, visten
de manera poco corriente, hablan un argot peculiar y formulan un discurso contracultural?, ¿qué
hace que, con un océano de por medio, en medios ecológicos y sociales tan diversos, se identifiquen como punks y compartan un universo simbólico semejante? El presente artículo tiene por
objeto sondear algunos caminos para el estudio antropológico de la juventud urbana. Para ello
se relatan dos experiencias sobre el terreno realizadas en Cataluña y en México.
Antropología y culturas juveniles
“La generación joven ha formado su propia sociedad, relativamente independiente de la influencia de los mayores” (Whyte 1971: 19).
“¿Qué son los Blouson noirs sino el reestablecimiento sobre el eje vertical de los grupos de
edades, sucesivos de una diversidad que horizontalmente, en el plano geográfico, tiende a desaparecer?” (Monod 1971: 13).
La despreocupación de los antropólogos por el estudio de la juventud no puede alegar falta
de precedentes en la historia de la disciplina. Es sabido que diversas monografías sobre pueLa construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
145
blos primitivos se centraron en temas como la adolescencia, el ciclo vital, los ritos de paso y las
organizaciones por clases de edad (Mead 1986; Bernardi 1985). Y también debería saberse que
dos notables etnografías urbanas tienen por objeto las bandas juveniles en la metrópolis contemporánea. Me refiero a los estudios clásicos de William Foote Whyte (1971; orig. 1942) sobre los
street corner boys bostonianos de los años 30, en la mejor tradición de la escuela de Chicago; y
al de Jean Monod (1971; orig. 1968) sobre los blousons noirs parisinos de los años 60, en una
perspectiva estructuralista. Desde entonces, un sinfín de monografías antropológicas se han
ocupado de las bandas juveniles, aportando ricas descripciones sobre sus comportamientos y
valores, aunque a menudo se han centrado en sus aspectos más desviados y marginales, y no
siempre han conseguido vincular lo microsocial con lo macrosocial.
En los últimos años, los autores de la escuela de Birmingham han propuesto el concepto
de “subcultura” como estrategia para comprender de manera más compleja los variados estilos
vitales de los jóvenes (Hall & Jefferson 1983; Hebdige 1979). En la Gran Bretaña de la postguerra
la emergencia de teds, mods, rockers y skinheads no puede interpretarse como un fenómeno de
desviación, ni tampoco como la generación de una cultura juvenil interclasista, sino como una
muestra de “resistencia ritual” de los jóvenes de la clase obrera británica ante la hegemonía impuesta por la cultura dominante, una “solución simbólica” a problemas que permanecen irresueltos
en la cultura parental. A pesar de la indudable riqueza de las aportaciones de esta escuela, son
del todo pertinentes las críticas suscitadas: los estudios subculturales se han centrado más en
lo desviado que en lo convencional, más que en los adolescentes de clase obrera que en sus
coetáneos de clase media, más en los muchachos que en las muchachas, más en el “pequeño
mundo” del ocio juvenil que en el “gran mundo” de las instituciones adultas (Murdock & Mc Cron
1983; Amit-Talai & Foley 1990). Es necesario contextualizar las manifestaciones juveniles “espectaculares” en el estudio de los diversos segmentos que componen el mundo de los jóvenes,
y de sus relaciones (de integración o conflicto) con la sociedad más amplia.
Un primer esfuerzo en esta dirección debe ir dirigido a la tarea de clarificación conceptual
en torno al concepto de culturas juveniles. En un sentido amplio, las culturas juveniles refieren
el conjunto de formas de vida y valores, expresadas por colectivos generacionales en respuesta
a sus condiciones de existencia social y material. En un sentido más restringido, señalan la
emergencia de la juventud como nuevo sujeto social, en un proceso que tiene lugar en el mundo
occidental desde finales de los años 50, y que se traduce en la aparición de una “microsociedad”
juvenil, con grados significativos de autonomía con respecto a las instituciones adultas, que se
dota de espacios y de tiempos específicos. Mientras el concepto de banda (con una connotación
peyorativa marcada por su origen policial) sugiere desviación, marginalidad y segregación de
las instituciones, el de culturas juveniles pretende integrar tanto lo desviado como lo integrado,
lo marginal y lo normal, la (relativa) autonomía y la (contradictoria e inestable) vinculación con
las estructuras familiares, educativas, comerciales, estatales y laborales. Hablo de “culturas” y
no de “cultura”, para describir mejor su diversidad y heterogeneidad (en el tiempo, en el espacio
y en la estructura social). Hablo “culturas” y no de “subculturas” -que técnicamente sería más
correcto- para evitar la connotación desviacionista de este segundo término.
Es el plano de las condiciones sociales las culturas juveniles se construyen con materiales
provenientes de las identidades generacionales, de género, clase, etnia y territorio. Desde esta
perspectiva interactúan con las culturas parentales (las normas de conducta y valores presentes
en su medio social de origen) y con la cultura hegemónica (la distribución del poder, a escala,
de la sociedad más amplia). En el plano de las imágenes culturales se traducen en estilos más
o menos visibles que a manera de “bricolaje” integran elementos materiales e inmateriales heterogéneos, provenientes de la moda, la música, el lenguaje, el comportamiento no verbal, etc.
Estos estilos tienen una existencia histórica concreta, son a menudo etiquetados por los medios
de comunicación de masas y pasan a atraer la atención pública durante un periodo de tiempo,
aunque después decaigan y desaparezcan (también son corrientes los revivals). A pesar de que
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
los estilos se han identificado a menudo con “uniformes” más o menos estereotipados, conviene
precisar que lo importante aquí es la forma en que los atuendos y accesorios son apropiados y
utilizados por los propios jóvenes en la construcción de su identidad individual y colectiva, proceso
que dista mucho de ser mimético y mecánico.
Las culturas juveniles no son homogéneas ni estáticas: las fronteras son laxas y los intercambios entre los diversos estilos numerosos. Los jóvenes no acostumbran a identificarse siempre con
un mismo estilo, sino que reciben influencias de varios, y a menudo construyen un estilo propio.
Todo ello depende de los gustos estéticos y musicales, pero también de los grupos primarios
con quien el joven se relaciona. En una perspectiva etnográfica, puede ser útil el concepto de
microcultura, que describe el flujo de significados y valores manejados por pequeños grupos
de jóvenes en la vida cotidiana, atendiendo a situaciones locales concretas. En este sentido la
banda sería una forma de microcultura emergente en sectores urbano-populares. Evitando el uso
tradicional, asociado a determinadas actividades marginales, el concepto haría referencia a los
grupos informales de jóvenes que de las clases subalternas localizadas, que utilizan al espacio
urbano para construir su identidad social, y que corresponden a agrupaciones emergentes en
otros sectores sociales (palomillas de clase media, fraternidades estudiantes, etc.). Cada banda
puede caracterizarse por un determinado estilo, aunque también puede ser producto de la mezcla
sincrética de varios estilos existentes en su medio social. El término contracultura, finalmente
lo utilizaremos para referirnos a determinados momentos históricos en que algunos sectores
juveniles expresan de manera explícita, una voluntad impugnadora de la cultura hegemónica,
trabajando subterráneamente en la creación de instituciones que se pretenden alternativas (Hall
& Jefferson 1983; Feixa 1992; Wulf 1992).
Así pues, las culturas juveniles hacen referencia a la manera en que las experiencias sociales
de los jóvenes son expresadas colectivamente en la construcción de estilos de vida distintivos,
localizados fundamentalmente en el área del ocio, o en espacios intersticiales de la vida institucional. Se trata de una construcción simbólica, y por tanto ilusoria, pero que refleja problemáticas
reales. En línea con la escuela de Birmingham, propongo considerar a las culturas juveniles
como “metáforas” del cambio social, que acentúan como “espejos deformantes” que reflejan
(de manera distorsionada) las contradicciones de una sociedad cambiante, en términos de sus
formas de vida y valores básicos. Por ejemplo, en la Gran Bretaña de los 50, la emergencia de
teds y rockers expresaba de manera espectacular el nacimiento del estado de bienestar y del
mercado adolescente. En Estados Unidos de los 60, la emergencia de los hippies reflejaba las
potencialidades y los límites del “sueño americano”. En la Italia de los 70, los indiani metropolitani
exploraban la crisis de la política y anunciaban el desencanto. En la Rusia de los 80, los neformalniye grupirovki (grupos informales) responden al proceso de cambio inducido por la perestroika
(conviene señalar aquí que los estilos occidentales aparecidos a lo largo de tres décadas emergen
de golpe mezclados con tradiciones autóctonas, como nihilistas y bohemios). En la Alemania de
los 90, la explosión skinhead revela oleadas de pánico social frente al extranjero, que a menudo
se traducen en ataques racistas, así como los problemas surgidos con la reunificación (lo único
que hacen los jóvenes, en este caso, es hacer manifiestas tendencias latentes en el conjunto de
la sociedad). En todos los casos las expresiones juveniles espectaculares surgen en momentos
de agudos cambios sociales para los respectivos países. Expresando los conflictos sin llegar a
resolverlos, representan los cambios en el teatro de la hegemonía social (a veces en forma de
comedia, pero otras veces en forma de tragedia).
En este artículo pretendo ilustrar este recorrido teórico a través de la crónica de dos experiencias de campo. La primera refiere al fenómeno de las llamadas “tribus urbanas” que tuvo
lugar en España tras la muerte del General Franco, y sobre todo a lo largo de los años 80. La
segunda describe el fenómeno de los “chavos banda”, que emergió en México en los años 80,
a pesar de contar con precedentes en la organización social de las barriadas urbano-populares
de la metrópolis.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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“Rondan tribus urbanas”
“Crecieron entre el cemento de la gran urbe y son náufragos del asfalto. Sonoros nombres, etiquetas de punkies, heavis, mods, rockers que los guarecen en la caliente seguridad de su tribu
respectiva. En ocasiones el hacha de guerra es desenterrada para teñir de sangre un mundo
lleno de música (...) Dominios, zonas de tránsito, territorios en disputa, el otro mapa de una
ciudad desconocida y cotidiana, donde imperan otras leyes, otros valores” (“Tribus 85: morir en
la chupa puesta”. Triunfo, abril 1984: 31) “Bueno, la juventud de los 80 es la que nació a finales
de los 60... y en aquella época hubo un crecimiento demográfico muy alto, una bestiada... o sea,
esta juventud se encontrará que hay mucha gente para un solo lugar de trabajo. La gente está
un poco colgada, intentan ir haciendo la suya para no quedarse tirados. Por eso rondan muchas
tribus urbanas... Al no tener trabajo, no se han podido adaptar a la sociedad y se crea un grupo
para pertenecer a alguna clase de sociedad ¿no?” (Quim)
En 1984 empecé a recoger historias de vida de jóvenes de mi ciudad (Lleida, una localidad
media del interior de Cataluña), con el objeto de elaborar una tesis de licenciatura en antropología,
que presenté en la Universidad de Barcelona en 1985, corría el año internacional de la juventud, y
hacía poco tiempo que había interrumpido en el escenario un nuevo sujeto social, bautizado con
una significativa etiqueta: “Tribus urbanas”. Los medios de comunicación pronto dedicaron gran
atención al fenómeno: campañas de pánico moral (como la que siguió a la muerte de un joven
mod a manos de un rocker) se combinaban con la apropiación comercial (como los reportajes
en que se anunciaban las tiendas en donde comprar los atuendos de cada tribu). Un teddy boy
de Zaragoza escribió una carta al director para recordar que “las únicas tribus que existen en
el mundo son las de los negros de África”. Pero un punk minusválido (“el Cojo”) se hizo famoso
gracias a la televisión por destrozar una farola con su bastón, en las masivas manifestaciones
estudiantiles de 1987, lo que suscitó el siguiente comentario a cargo de un columnista: “Los sociólogos deberían dar alguna explicación de este fenómeno africano y subdesarrollado”.
Al principio las tribus urbanas no me parecían un objeto de estudio relevante. Como construcción
ideológica, lo imaginario y lo real se mezclaban sin solución de continuidad, y el fenómeno distaba de
ser mayoritario. Si las expresiones juveniles “marginales” sólo podrían ser entendidas en el contexto
más amplio de las variadas identidades generacionales, era preciso estudiar la cultura juvenil en su
conjunto (incluyendo los sectores “integrados”). Sin embargo, a lo largo del trabajo de campo las tribus urbanas volvieron a interesarme. Por una parte los actores utilizaban en las entrevistas diversas
etiquetas para autodefinirse y para definir a otros jóvenes. Algunos respondían a identidades étnicas
y de clase previas (los pijos -jóvenes de clase media, en general estudiantes, obsesionados por el
consumo y la moda-, se contraponían a los golfos -inmigrantes de suburbio, generalmente parados).
Otras etiquetas remitían a modelos más universales: reminiscencias del pasado (hippies), revivals
(mods) y nuevas creaciones subculturales (punks postmodernos). Los modelos originados en otro
tiempo y lugar (la Gran Bretaña de los 60 y 70), no eran trasplantados miméticamente; se adaptaban
a nuevas funciones y se mezclaban con influencias autóctonas (la cultura gitana, el nacionalismo
catalán). En algunos casos se daban curiosos procesos de inversión simbólica. Por ejemplo los mods
ya no son obreros rivales de los rockers, sino que agrupan mayoritariamente a jóvenes de clase media
atraídos genéricamente por la cultura sixties; el estilo skinhead, originalmente proletario y rebelde, ha
acabado por atraer a adolescentes burgueses, algunos ultraderechistas y racistas. En cualquier caso,
lo interesante era constatar cómo las tribus urbanas eran tomadas por muchos de mis informantes
como un emblema generacional: aunque en realidad pocos jóvenes se comprometieron globalmente
con ellas, la imagen predominante era que “rondan muchas tribus urbanas”, vistas como una metáfora
la crisis, la recreación simbólica del desencanto político que siguió al fin del franquismo, de la falta de
trabajo y de expectativas vitales para los jóvenes.
Por otra parte, la observación participante me permitió confirmar la importancia de los espacios
de ocio en la estructuración de estos grupos. Un posterior trabajo de historia oral me ayudó a
148
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
trazar la historia de estos espacios (Feixa 1990). Para las generaciones de postguerra, el paseo
por la calle mayor de la ciudad era la forma mayoritaria -y casi única- de ocupación de tiempo
libre. La costumbre se llamaba “hacer la noria” y consistía en dar vueltas arriba y abajo, siempre
por la misma calle, bajo la atenta mirada de los adultos. Aunque en los 50 aparecen guateques
(fiestas privadas de adolescentes), sólo a mediados de los 60 con las primeras discotecas, los
jóvenes disponen de un espacio propio alternativo al paseo. Pero no será hasta 1975, coincidiendo
con la muerte de Franco, cuando la joven generación se apropia de un territorio urbano donde
imperan “otras leyes, otros valores”: en el barrio antiguo de la ciudad nace la “zona de vinos”.
Al principio son los jipis autóctonos (tardíos con respecto a Europa) los que acuden a algunos
viejos bares donde los precios son bajos y sin que nadie les moleste pueden escuchar música,
vestir de manera informal y fumar hachís colectivamente. A medida que el público empieza a ser
más numerosos, se van abriendo otros pubs donde los fines de semana se congregan miles de
jóvenes. El ambiente es espectacular, sobre todo en verano, cuando acuden los temporeros de
la fruta (Lleida es una región agrícola).
La zona de vino aparece como el territorio juvenil por excelencia, un espacio neutral donde
coexisten estilos muy diversos, una especie de lugar sagrado para las distintas tribus. Pero la
masificación llega a un punto en que algunos sectores empiezan a querer diferenciarse, y crean
sus propios locales de encuentro fuera de la zona. Los primeros en irse son los “progres”, en su
mayoría estudiantes de izquierda con influencias contraculturales, que acuden a diversos pubs
abiertos a la zona baja de la ciudad, donde se puede oír jazz, rock progresivo y nova cancó
(cantautores catalanes). Paralelamente se empiezan a abrir, en la zona “alta” burguesa -en la
llamada “calle del dólar”- una serie de locales de precios más altos y estética más comercial pubs,
discos, disco-bares, terrazas, campanearías- que atraen al vasto sector de los pijos -muchachos
de clase alta que visten de marca y escuchan música tecno. En tercer lugar, aparecen dispersos
por la ciudad locales de nuevo cuño, agrupados bajo la etiqueta de postmodernos. Se trata de
grandes superficies (antiguos almacenes) rehabilitados con una arquitectura “dura”, en donde se
acude a beber y mostrarse, donde predominan estéticas “espectaculares” (punks, mods) y rock
vanguardista. Finalmente, en la zona de vinos se produce un proceso de especialización: algunos
locales se cierran como consecuencia de persecución policial y de la llegada de la heroína; otros
convocan a parroquias diferenciadas (hardcores, hevies, rockabllies, acrátas, feministas, etc). El
caso más llamativo es “La Casa de la Bomba”, un antigua bar de barrio que se ha convertido en
sede de la escena mod local, que publica un fanzine y que organiza cada año un festival llamado
The Walrus Weekend, que atrae a mods motorizados de todo el país e incluso del extranjero.
Así pues, la emergencia de las tribus urbanas es un proceso paralelo a la aparición en el
espacio urbano de unas zonas y locales especializados en el ocio juvenil. No se trata, en general,
de grupos con base territorial, organizados según el modelo de la banda, sino de “estilos” más
difusos y personalizados. Aunque algunos de sus miembros habiten en los barrios obreros de la
periferia, el lugar de agregación es el centro urbano y en particular los locales de “la movida” (el
ambiente juvenil). Cada joven puede identificarse con un estilo de manera más o menos intensa,
pertenecer sucesivamente a varios, adoptar alguno de los signos exteriores, compartir la amistad
de sus componentes. De hecho, sólo tiene existencia real como “mapas mentales” para orientarse
en la interacción cotidiana con otros jóvenes. Los “disfraces” no acostumbran a llevarse en el lugar
de estudio o trabajo; son sobre todo para el fin de semana, cuando se acude a la zona de vinos
al caer la tarde, y a medianoche se inicia el “vía crucis” por los diversos locales “postmodernos”
(la noche es, sin duda, el tiempo de las tribus). Aunque existe una cierta rivalidad, las peleas
son muy raras. Para acabar, me gustaría aludir algunos cambios experimentados del 85 para
acá: los estilos más directamente vinculados a la crisis y protagonizados por jóvenes obreros,
(punks, heavies) han perdido la hegemonía en manos de otros estilos que, aunque también de
origen obrero, remiten a otra época (los años 60) y son retomados por jóvenes de clase media
(mods, skinheads), poniendo de manifiesto nuevas metáforas sociales (el consumo, el racismo).
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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“Puros chavos banda”
“La violencia en la ciudad de México, perpetrada por cerca de 20 mil bandas continúa haciendo de las suyas, ante la complacencia de la policía que no puede erradicarla en su totalidad
(...) Muchachos desorientados, que enviciados con la droga y el alcohol, cometen los mismos
asaltos a mano armada, que atracos a diversos negocios y hasta casas habitación, así como
violaciones y que son causantes del terror que viven los habitantes de todas las colonias, que
ya en conjunto, son los enemigos número uno de la sociedad” (“Cayó la banda más brava de
Iztapalapa”, ¡Cuestión policiaca! 2-9-91). “El ambiente transforma totalmente las ideas, la gente.
No es lo mismo deprimirte aquí (en Neza) que deprimirte en el Distrito Federal). Ver el asfalto a
donde van miles de coches, gente para aquí y para allá. Todo ese ritmo de vida te hace pensar
en otras cosas. Allá no puedes ver una pinta como aquí, insignias punks “quién sabe qué banda”... La relación más directa siempre la he tenido con puros chavos banda, porque en realidad
no puedo vivir con gente diferente ¡Sería imposible! Conocí muchas bandas porque casi a todos
les gustaba el rock y de ahí cada quien en su barrio tenía su gente. Casi cada quien tenía su
banda” (Diana)
En septiembre de 1990 llegué a la ciudad de México con el objeto de llevar a cabo una investigación de campo sobre la juventud mexicana. Después de estudiar a los jóvenes de mi ciudad (en
realidad, mi propia juventud), pretendía conocer otras formas de ser joven. Suponía que en México
los jóvenes empezaban muy pronto a trabajar, que se casaban y eran padres a temprana edad y
que las culturas indígenas tenían formas específicas de organizar el ciclo vital. No imaginaba que
las modas occidentales tuvieran excesiva influencia. Esperaba encontrar, eso sí, grandes masas
de jóvenes en términos demográficos. Pero no imaginaba encontrar nada parecido a las tribus
urbanas. De ahí mi gran sorpresa al oír hablar de los “chavos banda”. Según mis informantes,
se trataba de jóvenes de ambientes urbanos-populares, a menudo desocupados u ocupados en
la economía sumergida, que tenían las esquinas de sus barrios como espacio vital y que sentían
pasión por el rock. Parecía que los había a millares en toda la periferia del Distrito Federal. Pronto
vi “pintas” en algunas paredes y empecé a leer noticias y reportajes en que casi siempre eran
presentados como drogadictos y delincuentes. Algunos retratos me recordaban el discurso de los
conquistadores europeos sobre los indios: los chavos banda eran bárbaros (por regirse por otras
costumbres y vestir otros atuendos), paganos (por impugnar la autoridad y la religión), salvajes
(por violentos) y primitivos (por inmaduros e incivilizados). Pero también existían intelectuales que
analizaban el fenómeno en términos positivos, como expresión de protesta y presagio de cambio.
Los chavos banda aparecen en la escena pública en 1981, cuando “Los Panchitos” de Santa
Fe envían a la prensa su célebre manifiesto en el que intentan responder a los estigmas de la
prensa amarillista, que los presenta como vagos y delincuentes. El estilo pasa a ser el emblema
de toda una generación de jóvenes mexicanos de ambientes urbano-populares, que se contrapone
al estilo de la juventud burguesa, representada por los chavos fresa. Mientras la imagen de los
chavos banda se asocia a un determinado contexto ecológico (la colonia popular), una forma
de vestir (mezclilla y chamarras de cuero), una música (el rock en sus diversas variantes), una
actividad (la economía sumergida), una forma de diversión (la tocada), un lugar de agregación
(la esquina), una fuerte rivalidad con la “tira” (la policía) y una pasión por la música (el rock); la
imagen de los chavos fresa, en cambio, alude a otro contexto ecológico (los barrios residenciales
o de apartamentos), una forma de vestir (según los cánones de la moda comercial), una música
(el pop edulcorado y algo de música mexicana), una actividad (el estudio), una forma de diversión
(la discoteque), un lugar de agregación (la Zona Rosa, los locales de moda). Mientras los chavos
banda tienden a agruparse en estructuras colectivas compactas, permanentes, a menudo de base
territorial, que tienen la calle como hogar; los chavos fresa constituyen medios socioculturales
más difusos, más individualizados, con agrupaciones coyunturales, cuyo origen no es territorial
sino escolar o de ocio, y no se reúnen en la calle sino en las casas o bares. Mientras los chavos
150
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
banda han sido estigmatizados por la cultura dominante como rebeldes sin causa, violentos y
drogados, los chavos fresa han sido vistos como conformistas, pasivos y poco peligrosos.
La banda parecía haber surgido de la nada. Era “la expresión de una crisis” (como más tarde
vi escrito en una pared de Neza). Sin embargo, tenía notables precedentes en la historia de la
juventud mexicana. Pronto me hablaron de “Los Abuelos” de la banda, “Los Pachucos”, un estilo
juvenil surgido en los Ángeles en los años 40 entre jóvenes hispanomexicanos, que más tarde
se difundió a otras ciudades de la Frontera Norte y del centro del país. Y de los “padres” de la
banda, “los chavos de onda”, el movimiento juvenil surgido a fines de los 60, que en México
incluyó a jipitecas, a estudiantes politizados -que padecieron la matanza del 68- y a jóvenes
“rocanroleros” de origen popular, que vivieron en el festival de Avándaro de 1973, su particular
Woodstock, y que más tarde, tras la represión que sufrió el rock mexicano, se refugiaron en los
llamados “hoyos fonquis” (locales clandestinos para oír música en vivo). Esta evolución estilística se refleja en el argot característico de los chavos banda -el “caló”- que mezcla elementos
provenientes de orígenes diversos: el lenguaje pachuco, el lenguaje de la onda, las lenguas
indígenas, los argots marginales, que al mezclarse con expresiones inventadas por los chavos,
se convierte en un sociolecto incomprensible para el extraño (Hernández 1989; Reguillo, 1990;
Urteaga 1992; Valenzuela 1988).
El estilo punk juega, en la última década, un papel de vanguardia parecido al jugado por los
jipitecas respecto de la Onda: es el corazón simbólico de la identidad juvenil emergente. Al principio los punks reflejan directamente la crisis y la decadencia: la autodestrucción y la violencia
simbólica es su emblema, que se refleja en el vestuario (literalmente se visten en las basuras), su
baile (el pogo), y en la actitud vital (drogas, tatuajes, alfileres y cuchillos). A mitad de la década,
coincidiendo con la emergencia de la sociedad civil mexicana que sigue al terremoto del 85, se
pasa de la autodestrucción a la construcción: el “la neta no hay futuro” se matiza con propuestas
creativas (fanzines, radio), con formas políticas de resistencia (colectivos) que conectan al movimiento con la tradición contracultural. Al mismo tiempo, el estilo se comercializa y se difunde
despojado de su carga contestataria. Como luego me contó un chavo:
Las primeras informaciones del movimiento punk llegaron por la Zona Rosa. Se empezaron
a formar grupos burgueses, de chavos que si tenían lana para hacer un grupo, chavos fresa.
Empezó a llegar información de Inglaterra, y aquí empezó a haber boutiques de punks. Luego
el movimiento empezó a difundirse hacia los barrios, pero los barrios lo retomaron como lo que
era la realidad, marginal, y ya empezaron a haber varios punks aquí en Neza, en Santa Fe, en
Iztapalapa. Nos parábamos los pelos y las chamarras con estoperoles y los pantalones rotos, una
camisa de leopardos, una chamarra de piel negra con unas insignias que decían “La neta no hay
futuro”, “Nadie es inocente”, siempre retomando a “Los Sex Pistols”, porque ellos fueron los que
iniciaron todo esto, siempre llegaba a las tocadas con las cadenas así amarradas, unas esposas.
A México había llegado la crisis y la devaluación, y la onda era: “si el sistema me destruye, yo
me autodestruyo con drogas y violencia”. Con el tiempo la banda se fue volviendo muy pacifista,
como que ya agarró otra terapia. Ya había llegado algo de noticias de España, de Eskorbuto, de
la Polla Records, del Vómito Social, del RIP. Y grupos de Inglaterra, el hardcore: no guerras, no
armas. También llegaron noticias de un grupo de Tijuana que se llamaba Solución Mortal. Ese
grupo traía otras influencias: era el reverso del punk, de autodestruirte. Ahora decían no a la
guerra, no a las drogas, no a los juguetes bélicos (“El podrido”).
Mi primer contacto directo con los chavos banda fue en el Chopo, el santuario donde se congregan cada sábado. Desde hace más de 10 años, millares de muchachos y muchachas de aspecto
extravagante acuden religiosamente, desde todos los puntos de la metrópoli, a una colonia popular
situada detrás de la estación de trenes, no muy lejos de la tristemente célebre plaza de las Tres
Culturas. En una calle desangelada, rodeada por fábricas y postes eléctricos que recrean un escenario suburbano, surge un hormiguero humano tan bullicioso como bien organizado. En la calle de
acceso, recostados sobre el muro, los viejos jipitecas ofrecen sus artesanías. Ya dentro del mercado,
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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el colectivo punk se distingue por su indumentaria y por su número. En la hilera central los metaleros venden camisetas, gadgets y casetes con música heavy metal. En el resto de puestos, otras
bandas -rockers, nuevaoleros, progres, psicodélicos- ofrecen todo tipo de fanzines, discos, pósters,
cintas piratas, colgantes, tatuajes, pulseras, vestidos, cadenas, etc. En torno a tres hileras -unos
150 puestos- dos millares de gentes desfilan en forma de noria. Algún espontáneo monta también
su parada y propone el trueque de discos. El ambiente es familiar: muchos se conocen y saludan,
en una complicidad renovada cada semana que contrasta con el anonimato de la gran metrópoli.
“El Chopo es un foco de infección en esta ciudad”: son palabras de Ome Toxtli, un chavo
punk de 26 años de edad que conozco en el tianguis. Lo primero que me pregunta cuando
le digo que vengo de Cataluña es si soy partidario de la independencia de España. Pronto
descubro de dónde viene su insólita visión universal: conoce a la perfección un “chingo” de
grupos de rock vascos y catalanes. Vive en Ciudad Nezahualcóyotl, una enorme ciudad, dormitorio de varios millones de habitantes, situada en la periferia del D.F. gracias a su amistad
podré introducirme en ese barrio mal afamado y conocer a los componentes de su banda,
Los Mierdas Punks. En Neza York (como la llaman los jóvenes) las bandas surgen como un
producto casi “natural” del medio ambiente: en cada calle, cuadra o colonia existe al menos
una. Pero pocas son tan conocidas como Los Mierdas. Nacida en 1982 de la alianza de tres
bandas anteriores, fueron los primeros en superar una estricta ubicación territorial para extenderse por casi toda Neza. En su época de esplendor, hacia 1985, llegaron a contar con 600
miembros, que se agrupaban en “sectores”. La historia de la banda refleja la trayectoria de
toda una generación. Surgió con un discurso autodestructivo, fruto de la lectura que se hacía
del movimiento punk desde el suburbio de un país sometido a una fuerte crisis económica. El
discurso se expresaba en una imagen y actitud agresiva, peleas con otras bandas, consumo
de drogas y una danza frenética (el pogo). Pero en un segundo momento evolucionó hacia
un discurso más “político”, basado en el intento de generar alternativas culturales (colectivos
musicales, cooperativas fanzines, campañas contra la tortura). Los Mierdas Punks pasaron
a denominarse Movimiento Punk (MP) y a organizarse en colectivos. En 1985, tras el sismo
que conmovió a la ciudad, la banda confluyó con el poderoso movimiento urbano popular en
la reivindicación de mejoras sociales para la juventud. La creación del BUN (Bandas Unidas
de Neza) fomentó la colaboración entre bandas y permitió canalizar esas energías, aunque
posteriormente volviera otra etapa de reflujo.
Cuando entré en contacto con Los Mierdas, los tiempos gloriosos habían pasado: los fundadores de la banda ya eran mayores (algunos se habían casado y casi todos trabajaban); pero
nuevas generaciones volvían a encontrarse en la esquina y a identificarse como punks. Para
ellos la banda representa un modelo de sociabilidad entre la familia y el mundo laboral, que organiza el espacio y el tiempo de la vida cotidiana. En primer lugar, la banda organiza el espacio,
al dotar a los jóvenes de identidad local (a menudo la emergencia de bandas, señalada siempre
con pintas, precede a las identidades barriales), al concederles una “esquina”, al relacionarlos
con otras bandas y territorios, al semantizar diversos sitios urbanos (la pared donde se pinta un
mural, el “hoyo fonqui”, el tianguis del Chopo). En segundo lugar la banda organiza el tiempo
al llenar la jornada diaria de actividades significativas (el encuentro en la esquina, el “cotorreo”
-diversión- el nomadeo por el barrio, el trabajo en la economía sumergida, el consumo de droga
-sobre todo inhalantes químicos-); al dar sentido a la semana en función del sábado, cuando se
acude al Chopo durante el día y por la noche a la “tocada” (concierto espontáneo en la calle o en
un local); al organizar el ciclo vital mediante ritos de ingreso (la novatada, la pelea, la “carrilla”) y de
salida (el matrimonio, el trabajo estable, la emigración al “gabacho”, la cárcel o la muerte violenta);
en definitiva al dotar a los jóvenes de una conciencia generacional que los ubica en la historia.
El estilo de los chavos banda es un producto sincrético donde se mezclan múltiples tradiciones culturales. Por un lado, aquéllas provenientes del exterior, como la música y la estética,
que se difunden a través del Chopo, de los fanzines, de la radio, y de algún joven que se fue de
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“bracero” (emigrante ilegal) al “gabacho” (Estados Unidos). Por otro lado, aquéllas que reflejan las
condiciones sociales de generación, género, clase, etnia, y territorio. La identidad generacional
se afirma frente a la generación de los padres (algunos fueron “rebeldes sin causa” y vivieron
el 68) y la de los primeros rocanroleros (que en los 70 crearon las primeras bandas, precedente
de las actuales). La identidad de clase expresa las condiciones de vida de los sectores urbanopopulares mexicanos, y también se opone a las condiciones de vida de las áreas residenciales
de clase media. La identidad de género expresa una determinada vivencia de la masculinidad
(que corresponde al modelo del varón adulto mexicano), pero también deja un cierto espacio
para las expresiones femeninas (hay bandas de “puras chavas” con nombres tan insolentes como
“Castradoras”, “Viudas Negras”, y provocativos grupos de punk-rock como “Virginidad Sacudida”). La identidad étnica expresa el universo cultural de la segunda generación de emigrantes
indígenas y campesinos a la ciudad. La etnicidad se entiende también como una afirmación de
la mexicanidad frente a lo “gabacho”, apropiándose de elementos culturales chicanos (como los
murales) y prehispánicos (“Cuahutémoc fue el primer punk”). La identidad territorial, finalmente,
expresa la vinculación a un espacio local (la colonia, la esquina), a través de la oposición de las
bandas del Distrito a las del Estado de México, y de las de la capital con las norteñas.
Como dicen los chavos, la banda es como una “segunda familia” y una “escuela de la vida”.
Pero esto no significa que los jóvenes provengan de hogares rotos o sea casi analfabetas. La
mayor parte de chavos que conocí no mantienen relaciones especialmente conflictivas con sus
padres, y han permanecido en las instituciones educativas un periodo similar al de sus coetáneos.
Tampoco es verdad que sean improductivos (la mayoría trabaja o ha trabajado en la economía
informal) ni que su actividad principal sea la delincuencia (si las más de 20,000 bandas que la
policía reconoce fueran criminales, el D.F. sería irrespirable). De hecho, los vecinos están acostumbrados a que los chavos y chavas se junten en la calle. A veces colaboran en la organización
de fiestas, en el arreglo de calles. Incluso se sienten protegidos frente a los “tiras” (la policía). La
banda, en suma, forma parte del paisaje habitual del barrio. Además, es tenida en cuenta por las
organizaciones populares, por las corporaciones del Gobierno, por los medios de comunicación
y por el mercado.
Los chavos banda son, a la vez, producto y productores. Producto de un espacio y de un
tiempo específicos (los barrios populares del México urbano en una década de crisis). Productores
de artefactos culturales (formas de sociabilidad, música, espacios de ocio, argot, elementos de
cultura visual, tatuajes, etc.). En este sentido, se mueven en el cruce de dos grandes instancias:
las culturas parentales (la mayoría de sus padres son indígenas y campesinos emigrados a la
ciudad) y la cultura hegemónica (medios de comunicación, organismos del gobierno, policía).
En este cruce, la integración suele predominar al conflicto abierto con las instituciones. Por ello
los desafíos se sitúan fundamentalmente en el plano simbólico: la contestación puede ser un
disfraz que esconde los valores de la cultura tradicional (Cano 1991). Pero ya sabemos que los
disfraces no siempre son inofensivos: los poderes siempre desconfiaron del carnaval. Y eso es
lo que hacen los chavos y chavas banda: teatralizar en la escena pública las contradicciones del
México contemporáneo.
Vidas de punk
Uno de los resultados de mis investigaciones sobre el terreno ha sido la elaboración de historias
de vida. A menudo se niega la capacidad de los jóvenes, en particular de los que se agrupan
en bandas, de elaborar un discurso coherente sobre su experiencia vital. Mi experiencia, por el
contrario, es que, cuando se les deja hablar, el relato de muchos de ellos es tan rico en la forma
como jugoso en el contenido. Las historias de vida pueden servir para informar sobre la vida cotidiana de los jóvenes y el sentido de sus opciones estilísticas, en el contexto de un lenguaje que
es expresión de una determinada forma de vida. Siguiendo la propuesta de Franco Ferraroti
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
153
(1981) de “leer una sociedad a través de una biografía”, presentaré a continuación algunos fragmentos autobiográficos de dos de mis mejores informantes en las investigaciones reseñadas.
Félix es el seudónimo de un joven punk, que tenía 24 años cuando lo entrevisté en un barrio
obrero de Lleida en 1985. En aquel entonces estaba en paro, se acababa de declarar objetor de
conciencia, militaba en la CNT (sindicato anarquista), colaboraba en distintas iniciativas culturales
(radio libre, fanzines) y llevaba un pendiente. Ahora ya no es punk, pero regenta un bar musical
muy popular en la zona de vinos (por cierto, el local se llama “El paso”).
Ome Toxtli es el seudónimo de un chavo punk de 24 años, miembro de Los Mierdas Punks de
Neza, que entrevisté a los largo de 1991 en México, tras conocerlo un sábado en el Chopo. Como
Félix estaba en paro (o trabajando en la economía sumergida), tocaba en un grupo hard-core,
se declaraba ácrata, había participado en actividades autosugestivas, y llevaba varios alfileres
colgando. Aunque estén recogidas en momentos y lugares diferentes, las historias de vida pueden
servir para contextualizar los fenómenos descritos con anterioridad. Por ello las presento en forma
de diálogo, de manera que los ecos de las voces resuenen, creando polifonías.
(Félix) Nosotros, los de clase baja, tenemos dos puntos: convertirnos en un macarra o en un
idealista. Por las circunstancias, la basca de aquí de Lérida suelen ser todos los macarras. Tienes
que estimularte con muchas otras cosas, con algo que sea agradable para poder subsistir. Al final
tienes que pisar por huevos, pero si pisas al más fuerte y no pisas al compañero, pues mejor, que
esos están pisándonos siempre. Con mis padres es muy fuerte, es un cambio de cultura total y,
bueno, mientras a mi madre le gustan las flores de Estrellita Castro, pues a mí los Sex Pistols,
¡Y ya me dirás qué tiene que ver una cosa con la otra!... Conflictos religiosos he tenido con mi
madre muchísimos: El estar en mi habitación, poniendo la radio, Radio 3, por la mañana. Y la
pongo a toda hostia, porque ponen Siniestro Total. Y mi madre gritando: “Quítame eso, que esto
es mi casa, que tal, que cual!”. Y bueno quito eso, y al rato que ella pone la tele y yo gritándole:
“¡Quita eso, que tal, que cual!”. Y al final los dos gritando, a ver quién pone más alto, yo la radio
y ella la tele ¡Ese es el único conflicto religioso que hay en mi casa!
(Ome Toxtli) En Neza siempre estuvo pesado el rol de los pandilleros. Cuando yo hacía mis
vacaciones escolares en la secundaria, íbamos a la Victoria de las Democracias a ver a mis
abuelos, y qué cambiazo: mirabas para todos lados y no veías ni a un solo pandillero, hasta en la
noche. En Neza vas de día y pandilleros aquí y pandilleros allá. Incluso yo cuando iba a la primaria
me decían: “¡cuídate, porque ése es marihuano!” Yo los veía con el pelo larguísimo, un chaleco
de mezclilla, sus pantalones de mezclilla entubados, embarrados en las piernas, unos zapatos
mocasines de gamuza, con sus bandas tejidas de colores. La tradición rocanrolera de Neza pasó
por varias etapas. Primero una disgregación total, cuando empezaban a llegar las gentes. Y los
grupos de jóvenes, todos de provincia, campesinado, empezaron yendo a la ciudad a trabajar, a
darle, y en el contacto con la ciudad aprenden otras cosas. Neza se ha de haber formado hacia
el 65, y al principio no había bandas. Entonces no tenían nombres, por eso no eran bandas, sino
que se conocían, sabían que a todos les gustaba el rocanrol, y ya. Ya tirados más para acá, a
mediados de los 70, empezaron a haber grupos que empezaron a ponerse nombres entre ellos, a
bautizarse. Hablar de todas esas bandas es hablar de un lugar a donde no podías entrar, y valía
madres. Incluso cada banda tenía su propio código para entenderse. Al parecer la primera banda
que hubo en el Distrito Federal fueron los Panchos de Santa Fe. Incluso hay una leyenda: esos
güeyes nomás eran tres, y se llamaban Francisco, y por eso que “Los Panchitos”. Poco a poco se
fueron haciendo fama de locos, que se les va juntando gente, hasta que eran un resto, tuvieron un
apogeo enorme, los reportajes de la televisión bien amarillos, les caían razias, mucha gente estaba
en la cárcel. Prácticamente eran presos políticos, porque ellos estaban haciendo actividad política,
cuando la televisión y el amarillismo les decían que eran rateros, drogadictos, malvivientes, etcétera.
(Félix) Yo al principio iba de niño normal, con pantaloncito corto y corbatita y tus zapatitos.
Luego a los 13 o 14 años, cuando empiezas BUP y ya te enteras de las movidas, te empieza
a gustar Deep Purple, Pink Floyd, Yes y todas esas cosas. Son poppies de los 60 y los 70, y
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
lo más que te recuerda esa estética es una estética jipi, bueno, underground, no jipi, que lo jipi
no me ha gustado nunca, sí, contracultura. Todo movimiento contracultural que sale nuevo, me
gusta ver lo que hace, cómo se mueve, por qué está ahí. Me ha interesado lo skinhead, lo punk,
lo mohicano, “Los Break”, cuando eran “Los negros del Bronx” que hacían lo que ahora es un
deporte pijo, como el aérobic. A los 13 años no tienes nada definido. Te creas una estética según
la gente con la que más te relacionas. Un estilo más o menos jipi, con tus tejanos, muñequeras,
fulares, camisa, cantidad de cantarinas, historias así, me largué a los sanfermines. Luego me
relacioné con la estética punk. Conocí gente en Barcelona que iban así y luego aquí salió “El
Ruso”, “El Coco”, y montaron el Musical Sucs, un local para la movida. Pues esto es ir de marchito
relacionarte con esa gente, fumando cañita, oyendo Kaká de Luxe, ver lo bien que se montan,
también oír mucha Radio 3. Y así me metí en la movidilla.
(Ome Toxtli) Por aquel entonces eran todos bien Vicious, bien autodestructivos, bien tirados
a la onda de cantar y droga y... El rol de ese tiempo era tal vez de competencia: a ver qué banda
era más fachosa, más destructiva. No era tanto exhibicionista sino de convicción: si la sociedad
me quiere destruir, no le voy a dar gusto, hasta yo mismo me destruyo. Y pas, se cortaban. Era
una acción bien congruente para el contexto: me autodestruyo con las drogas, cortándome,
aventándome patas... a mi compadre “El Chafa”, siempre metido en la onda de la política, de
repente se le empezó a gestar en el coco una onda de movimiento cultural, de unión entre las
bandas. Luego vinieron los sismos: el gobierno se quedó con gran parte de la ayuda que llegaba
del extranjero, muy poca ayuda se destinó a los lugares pobres. Entonces se juntaron pandilleros,
y hacen las brigadas para ofrecer ayuda: van de casa en casa pidiendo ropa, comida, alimentos.
Incluso se dio una tocada de beneficencia para los damnificados, y el dinero se entregó a la comisión encargada de eso. Se regresan y aquí organizan varios eventos: “¡Vamos a organizarnos
como Bandas Unidas de Neza, para jalar juntos con otras bandas aliadas!”. Después de un tiempo
de peleas ya se calman muchas de las fricciones, se calma la bronca con “Los Adanes” y “Los
Fugitivos” y se quedan también en el BUN. Empieza a hacer un gran campo de paz entre todos
nosotros. Las tocadas, con esos rollos de mucha onda política que empezó a surgir de repente,
todos se empezaron a calmar. Volvimos a bajar al Chopo, empezamos a meter folletitos, volantes,
hablando sobre el BUN, lo que éramos, cómo funcionaba. Los grupos vascos nos influyeron un
resto. Nosotros andábamos en la onda autodestructiva, y cuando empezamos a oír a “La Polla
Records” y a “Eskorbuto” fue todo un descubrimiento, empezaron a meter conciencia política,
además en castellano, podíamos entender las rolas. Empezamos a oír “La Polla Records” en el 86.
(Félix) Antes en Lérida ¿qué había? Tres punkies. Y ahora los de “La Polla Records” se han
puesto de moda, y salen punkies hasta debajo de las piedras.
¡Mira qué bonito, cuánto color! Pero te das cuenta de que es una basura, va de pastelona. Que
a la mitad de la gente esa les importa un huevo si se hace una radio libre, un periódico alternativo,
y todo lo que sea contracultura y underground, solamente en la estética y en el sonido, pero todo
lo que sea moverse por debajo, nada. O sea, sacan las crestas, pero no se mojan los dedos.
Ahora al Roxy van algunos pijines que me dan un asco... Pasas por allí y dices: “¡Joder! Esta
gente es la que antes iba de mod, luego fueron de tecnopop, y ahora van de punkies porque han
oído a “La Polla Records” hace un par de semanas”. No sé, imagino que esto es el underground
de ahora, lo que fue el “jipismo” de aquella época. Aunque ahora los punkies ya salen como un
producto de consumo, no son demasiado puros que digamos. Se está convirtiendo esto en postmodernidad en otro punto de consumismo de esta sociedad. Pero es igual. La gente tiene mucha
imaginación y saldrá con otra cosa para romper los esquemas. Si te fijas, llevan muchos años
intentando romper con la sociedad, con una estética, con una forma de vestir, con una música,
una forma de escribir, una forma de pintar, de hacer fotografía... de mil cosas, una forma de vivir
distinta para romper con todo lo que tienes atrás, y al final lo que tienes atrás te asimila, y vuelve
a salir otra forma de contracultura. Fue el tango, los primeros dadás, los impresionistas... mil
cosas. O sea, imagina que uno va de punk, otro de heavy, de rock, de dadaísta, de revolucionario
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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de principio de siglo... un montón de personalidades puedes escoger, y si no te gusta ninguna,
pues te inventas tú una, que es lo bonito.
(Ome Toxtli) El rol entre los punks era ser original: ponerle una garra, hacerle una rasgada, un
cierre, que se viera único. “Los Mierdas” traían una estética bien propia: era una combinación entre
mohicano y Sid Vicious. Incluso el hacer cosas hechizas: las hombreras, los picos, los tornillos,
los pedazos de bota incrustados en la ropa, chamarras al estilo Mad Max, era parte de la estética
mierdera. Cada quien hacía su estilo y su originalidad. Luego los punks del Distrito se volvieron
bizarrísimos. Como que agarraron una combinación de todas las garras que había acá y allá e
hicieron una sola. Hubo un tiempo en que empezaron a bajar al Norte, a Tijuana. Cuando regresan
del Norte empiezan a traer ropa estampada de fábrica, es el pedo de vivir junto al gabacho, que
allá ya te lo dan todo hecho. Al contrario del movimiento en toda la zona centro del país, que era
ir por la ropa a los basureros, comprarla usada en los tianguis, que te la dieran regalada o robada,
o hacerla tú mismo comprando la tela. De repente, que del Norte se vino como una moda, toda la
gente lo usaba así. Los empezamos a ver a todos uniformados, todos se parecían a todos.
(Félix) A mí hay gente en el barrio que me ve mal. ¿Sabes por qué? Porque, me pongo el
pendiente. Y el pendiente, ¿qué quiere decir? Que me importa tres pimientos lo que piense la
gente del pendiente, ¿me entiendes?, no sólo el pendiente, todo lo demás. Y como yo paso
mucho de la gente, ¿la gente qué no puede pasar de mí? Tiene que tocarme las pelotas, todo lo
que puede. Pues ahí estoy yo para decirles: “Me podéis tocar las pelotas todo lo que queráis”.
Pues si en un momento quiero sacrificarme por un poquito de dolor par tener una estética que a
mí me parece lógica a mi edad y a mis compañías y en el ambiente en que me muevo, pues yo
no veo por qué no me voy a tener que sacrificar por una gota de sangre. Además, el día que lo
hice iba muy borracho y me tocó una tía que estaba buenísima. Fue el flash de un día. Y luego
te das cuenta de que ese flash de un día te va marcando. Este pendiente me ha marcado muchas cosas: el que no me vuelvan a atracar desde lo que llevo, ¡fíjate qué tontería! El llevarme
a conocer gente, me ha pasado en Zaragoza, el llevar la gabardina, las botas de militar, el pelo
bien rapado y ir de punky total, llegar a la estación y lo primero que me encuentro son dos tíos
que me piden la hora, empezamos a hablar hacemos una relación, y nos vamos de marchita. Y
nos fuimos de marchita tres días y dormí en casa de uno. ¡Y sin conocerlos! O sea, el llevar una
estética ya te relaciona con otra gente, inconscientemente. Que me ha gustado una canción de
“Los Sex Pistols”, me ha dao el punto y ya voy... Quieres provocar a cierta gente y relacionarte
con otra cierta gente que va igual que tú. “El Coco” iba muy normalito, nadie se metía con él. Y
ahora va con una cresta, con toda la historia de militar y toda la pesca. Con este hombre fuimos
a ver “La Polla Records” y es cuando se hizo la cresta. Un punto es la música pero, a la vez, el
tío se relaciona con la gente que tiene la misma estética y provoca a unos señores.
(Ome Toxtli) El término “banda”: ahorita ya está como muy institucionalizado y hasta me cae
gordo; más bien rocanrolear y ya. Neza ha tenido una tradición rocanrolera pero de años. Los más
grandes, los que siempre rocanrolearon, ‘pus ya tienen 40 años, agarraron el rol desde jóvenes,
respetados entre los de la misma banda, porque conocen más. Es como una escuela, se lo he
dicho a muchos de la banda: que aquí nunca termina uno de aprender. Conocer algo no implica
que tú te vuelvas altanero, o un patán, sino que, al contrario, tienes que seguir manteniendo un
cierto grado de humildad a la hora de escuchar a los demás, porque vas a sacar algo bueno de
ellos, y ellos a la vez van a aprender de ti, es recíproco. Todos aportamos algo. Incluso cuando
la regamos, ahí nos tienes regañándonos. Y es que para muchos es más un apoyo moral estar
con la banda que estar en su casa, es como una familia para ellos. Una vez hubo un pleito, en
la misma borrachera y se fueron a las manos dos de la banda. Broncas que duran cinco, diez
minutos y no se sueltan. Pesado. La pelea callejera aquí es muy masacrable. Y a lo último uno
de ellos se impuso, en el suelo le dio unos golpes, y le dijo su apodo “Nomás para que veas qué
marca”. Ya llegaron los demás, los separan, se los llevan. Luego, en el bar, mi compadre se soltó
a llorar: “¡Qué gacho, la neta, nunca esperé que nos fuéramos a golpear así! Yo me rompo mi
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
madre con cualquier güey, pero nunca con uno de la banda. La neta, como a mi familia, yo los
respeto a todos ustedes. Son como mi segunda familia”.
“Tribus urbanas” versus “chavos banda”
A manera de balance, me gustaría proponer diversas reflexiones comparativas que se desprenden de mis dos experiencias de campo, señalando algunas convergencias y divergencias entre
las construcciones sociales denominadas, respectivamente, “tribus urbanas” y “chavos banda”.
Se trata sólo de un esbozo preliminar, que deberá completarse en el futuro con comparaciones
más sistemáticas de los contextos sociales y de los imaginarios simbólicos en que surgen estos
fenómenos.
En ambos casos, la emergencia de estilos juveniles espectaculares es paralela a la extensión
de las crisis económicas y sociales de la década de los 80 y de sus epifenómenos (paro juvenil,
devaluación monetaria en México, economía sumergida, “crisis de valores”). En ambos casos
coinciden las expresiones simbólicas y musicales más visibles (las distintas vertientes del rock
y sus mutaciones “duras”: punks, rockers, heavies). En ambos casos, se dan rupturas políticas
o crisis de hegemonía (transición a la democracia y victoria del PSOE, en España, crisis de la
hegemonía del PRI en México. En ambos casos, los medios de comunicación dedican grandes
espacios al tema, combinando el discurso satanizado (oleadas periódicas de “pánico moral”) con
el discurso publicitario y la apropiación comercial. En ambos casos se evita el agudo “conflicto
generacional” de décadas anteriores, actuado la familia como colchón y la banda como complemento, más que como alternativa global de vida. En ambos casos los caminos emprendidos
han sido plurales, incluyendo tanto “soluciones” autodestructivas (del vandalismo episódico a la
droga) como “soluciones” constructivas (de la creación cultural al compromiso sociopolítico). En
ambos casos se generan espacios urbanos (la zona de vinos, el tianguis del Chopo) que sirven
como ámbito de intercambio, como “foco de infección” de los estilos. En ambos casos se generan
circuitos comunicativos propios (música, fanzines, graffiti, argot, moda). En ambos casos hay
momentos de convergencia con movilizaciones colectivas (la huelga de estudiantes del 86 y el
movimiento anti-OTAN en España; el sismo del 85 y las elecciones del 88 en México). En ambos
casos, finalmente, la hegemonía (al menos simbólica) la mantuvo durante la mayor parte de la
década el estilo punk (verdadera metáfora de la crisis).
En cuanto a las divergencias, mientras la banda se ha convertido en un fenómeno masivo y
persistente en ambientes urbano-populares de México, las tribus urbanas en España han sido un
fenómeno relativamente minoritario y coyuntural. Mientras la banda es una estructura colectiva
bastante continua, con liderazgo y rituales estables, que abarca buena parte de la vida cotidiana y
de la trayectoria vital de los chavos, las tribus urbanas han tendido a ser agrupaciones inestables,
sólo ocasionalmente colectivas, discontinuas, cuyos componentes raramente se comprometen
en ellas globalmente. Mientras los chavos banda se ubican fundamentalmente en la periferia
de las grandes ciudades y mantienen vínculos profundos con el territorio (cuya defensa es el
motivo de conflictos endémicos con otras bandas igualmente territoriales), las tribus urbanas
han tenido sobre todo como escenario el centro urbano, siendo los conflictos más episódicos
que endémicos. Mientras los chavos banda se agrupan inicialmente en torno a la esquina o el
barrio, las tribus urbanas se han articulado en torno a locales de ocio (bares, discotecas, zona
de vinos). Mientras el atuendo de los chavos banda es para todo tiempo y lugar (de la familia al
trabajo, de la jornada diaria al fin de semana), el de las tribus urbanas suele lucirse únicamente
en los espacios de ocio, durante los fines de semana. Mientras los chavos banda obtienen casi
siembre objetos y accesorios por vías autogestivas no mercantiles (trueque, artesanía, reutilización, préstamo) o parcialmente mercantiles (el Chopo), las tribus urbanas han tendido a ubicarse
cada vez más en los canales comerciales habituales. Mientras la vinculación de la banda con
las instituciones y las industrias culturales ha sido episódica y coyuntural, las tribus urbanas
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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han establecido canales bastante duraderos de interacción con ellas. Finalmente, mientras la
respuesta de los poderes ante el fenómeno ha sido en México fundamentalmente represiva (con
razias y extorsiones masivas) y en menor grado integradora (con intentos de cooptación política
o comercial), en España, al margen de la política antidroga, sólo ocasionalmente la actuación
policial ha sido determinante (casos de los okupas y skinheads), predominando los intentos de
neutralización comercial y consumista.
El balance de mi experiencia es que, aunque las culturas juveniles surjan de un determinado
contexto social y nacional, se establecen múltiples vías de comunicación trasnacional, que hacen
que jóvenes de lugares muy alejados se identifiquen con estilos semejantes. La adscripción a
estos estilos no pasa de ser una adscripción simbólica. Pero la apropiación de los mismos produce en cada lugar expresiones culturales diferentes, lo cual contradice las teorías que ven en
las culturas juveniles una vía de homogenización a escala planetaria. La experiencia demuestra,
también que los jóvenes de ámbitos subalternos, tanto en países periféricos como centrales,
pueden estar marginados, pero no son necesariamente marginales. Mediante la adscripción a
un estilo, la marginación pasa de ser un estigma a ser un emblema. Un emblema que les abre
al exterior, que les da un lenguaje universal; lo cual contradice la caracterización tradicional de
la cultura de la pobreza como una entidad cerrada. Gracias a las culturas juveniles, muchachos
como Félix y Ome Toxtli pueden afirmar su precaria identidad en una época difícil.
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158
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 6.
Padres e hijos gobernantes y gobernados,
jóvenes y adultos: relaciones
intergeneracionales en Occidente
del siglo XXI.
Diego Salazar Rojas
Algo importante pero curiosamente poco visible, ha ocurrido entre los jóvenes nacidos entre los
años 70 y 80 y los adultos nacidos entre los años 30 y 40. El paradigma de lo que ha ocurrido
puede ser el proceso social de fines de los años 60 que enfrentó a Charles de Gaulle, hombre
adulto que había sido parte de la generación en cuyo seno se produjo la Segunda Guerra Mundial y los jóvenes de 1968. Charles de Gaulle representaba quizás a una generación (la de Hitler
y Stalin) que no había aprendido gran cosa de la historia europea, una generación que traicionó
más de 2,000 años de cultura europea. La traición parece haber dejado huellas aparentemente
invisibles al ojo desnudo y ecos casi silenciosos, pero que no por invisibles o silenciosos han
dejado de manifestar consecuencias en la vida cotidiana de las naciones occidentales.
En las democracias occidentales, los momentos de elección de autoridades son aquéllos que
permiten revelar en donde se hallan los grandes acuerdos intergeneracionales. Pero aparentemente esta revelación no se produce debido a que un gran número de jóvenes se abstiene de
votar. Sólo una minoría de los jóvenes hace uso de su derecho a voto: es un fenómeno que se
observa en todos los países occidentales. Si se busca una explicación, ésta puede expresarse
en hipótesis que aluden a diversos factores, por ejemplo al agotamiento de la democracia representativa y al aparente fracaso de esta forma de gobierno para resolver los problemas de la
ciudadanía. Otra hipótesis alude a la desilusión de los jóvenes con la conducta inconsecuente
de los políticos. De acuerdo con la investigadora Anne Muxel (2001) la conducta política de
los jóvenes es diferente de la de sus padres porque ellos se encuentran en un mundo político
diferente del de éstos. Éstos vivieron la política de las grandes oposiciones: derecha/izquierda,
Unión soviética/Estados Unidos, socialismo/liberalismo.
Al comienzo del Tercer Milenio, estas oposiciones se han debilitado. La Unión Soviética ha
desaparecido, el socialismo se ha convertido en la Tercera Vía, algún liberalismo se ha tornado
“compasivo”, algunas izquierdas se han “modernizado”. Sin embargo, si bien esta visión de Muxel
parece acertada, la reacción francesa ante la posibilidad de que Le Pen llegara a la presidencia
mostró que la antigua oposición izquierda/derecha sigue latente. Según las estadísticas 24%
de los jóvenes franceses sin estudios superiores votó contra Le Pen. Muxel también alude a la
concentración del paro entre los jóvenes y su exclusión de muchos espacios sociales como parte
del complejo causal de la indiferencia de los jóvenes al sufragio. Según Muxel, en los años 60
y 70, el voto de los jóvenes era notoriamente diferente al de sus padres. Al comienzo del Tercer
Milenio esto ya no es así. Los jóvenes europeos que votan no parecen estar interesados en
cambiar la sociedad ni en expresar inconformismo. De nuevo Muxel parece estar pasando algo
por alto: no parece haber notado la notoria participación de los jóvenes en las protestas contra
las instituciones Bretton Woods en Seattle (denominada la primera rebelión mundial contra el
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
159
neoliberalismo) y luego en Praga, Davos, Génova, y en cada lugar en que estas instituciones
se han reunido en los últimos años. Pareciera como si la nueva forma de “votar” de los jóvenes
que no asisten a las votaciones ordinarias se hubiera trasladado desde la formalidad del espacio
político-administrativo de los procesos eleccionarios oficiales al terreno de la expresión de su voz
(“voto” tiene la misma etimología que esta palabra) en las calles ante problemas que la cultura
política no somete a votación formal. Recordemos que en ningún país el neoliberalismo ha llegado
al poder por votación popular, pero si por imposición, por ejemplo, de dictaduras militares como
en el Chile de Pinochet. Pero parece haber algo más profundo en la ausencia de los jóvenes.
Iniciemos esta búsqueda de algo más profundo en la conducta política de los jóvenes con
algunos relatos típicos de los enfrentamientos entre adultos y jóvenes en el mundo occidental en
la década de los años 60, cuando según Muxel los votos de jóvenes y adultos iban claramente
en direcciones opuestas. En los 10 años que corren desde 1960 y 1969, millones de jóvenes de
Estados Unidos, Europa, los países socialistas y América Latina hicieron oír masivamente su
voz por primera vez en la historia occidental. La oposición al mundo adulto autoritario capitalista
en unos (en Berkeley el Civil Rights Movement) y al mundo autoritario marxista en otros (la Primavera de Praga) señala que hubo mucho en común en los acontecimientos de la Primavera de
Praga, el Tlatelolco mexicano, la Córdoba de Pampillón, Woodstock, el Otoño Caliente italiano,
y la Revolución de mayo en Francia.
En febrero de 1968, un documento conocido como “Las dos mil Palabras”, conmocionó al
Partido Comunista checoslovaco y a la intelectualidad de Praga. El texto, elaborado por sectores
jóvenes críticos del propio partido proponía reformas sustanciales: la introducción de mecanismos de mercado e iniciativa individual en algunos sectores de la economía, libertad de prensa,
de disenso y crítica, y respeto del derecho de las personas por parte del Estado. El líder del
movimiento, Dubcek, era partidario de una amplia discusión sobre la Checoslovaquia socialista
y, en particular, de la revisión de las purgas stalinistas. En Polonia, en el mismo periodo, una
importante movilización estudiantil ocupó el Politécnico de Varsovia. Aunque la policía aplastó
la protesta, fue un importante antecedente de la constitución del sindicato independiente en los
70. En Belgrado, Yugoslavia, la movilización de marzo de 1968 concluyó con la aceptación de
algunas reivindicaciones, apoyadas por el propio mariscal Tito. Sin embargo, el mundo adulto
reaccionó con violencia y el 22 de agosto de 1968, las tropas del Pacto de Varsovia ponían fin
a la experiencia reformadora en el campo socialista. Los modelos adultos clásicos de poder se
impusieron intelectual y políticamente y frenaron la imaginación y la creatividad de los movimientos
de los más jóvenes. Ocurrió igual en México.
En Francia, en mayo de 1968, bajo el gobierno gerontocrático de Charles de Gaulle, culminó
toda una historia de descontento de los jóvenes contra el modo como los adultos franceses administraban el mundo de Francia. Los jóvenes estaban descontentos con muchas conductas adultas
en la Francia de la postguerra, entre ellas con la concentración de la riqueza, la represión autoritaria (expresada en las normas de la vida sexual, los roles de género, las diferencias de clase, el
sometimiento y veneración de las autoridades), y el auge de la sociedad de consumo destructora
del planeta. El movimiento estudiantil terminó fundiéndose con el movimiento obrero, eternos niños
rebeldes contra los padres castigadores del sistema socioeconómico. El movimiento no consiguió
derribar el modelo económico, pero cambió la manera de pensar y de actuar de los franceses.
El 2 de octubre de 1968, en la Ciudad de México miles de estudiantes y residentes llenan la
plaza de las Tres Culturas de la unidad habitacional Tlatelolco. Desafían al ejército y condenan
la salvaje represión. Esto ocurre unos pocos días antes de la inauguración de las olimpiadas
en una ciudad repleta de periodistas extranjeros. El ejército y la policía rodean a la multitud en
un movimiento de tenazas. A una señal convenida, helicópteros, soldados y tanquetas disparan
contra la multitud, dando lugar así a la masacre de Tlatelolco, en que los adultos gobernantes
dejan más de 300 muertos y miles de heridos y presos. Con este despliegue de salvajismo, el
gobierno adulto del PRI quería aislar y amedrentar a los jóvenes del movimiento estudiantil.
160
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Este es el tipo de acciones comunicativas entre adultos y jóvenes que han ido configurando
la cultura de la desconfianza política en los jóvenes. Estos acontecimientos dejan huella en la
memoria colectiva y se suman a otros acontecimientos similares de la misma década. En 1989,
la masacre de Tiannamen, en China renueva la experiencia del trágico enfrentamiento de jóvenes
y adultos en la lucha por hacer el mundo humano.
En ámbitos del comentario cotidiano es común que se escuche hablar de brecha intergeneracional y de problemas en las áreas de comunicación entre las generaciones jóvenes y adultas
de nuestras sociedades. Esta observación abre la interrogación respecto del valor de verdad de
esos comentarios. Se trata de comentarios sobre lo que ocurre en Occidente entre las personas
nacidas antes de los años 80 y las nacidas en las décadas posteriores y especialmente entre
aquéllas nacidas en los años 30 y 40 y las nacidas entre los años 50 y 70. Podríamos metaforizar
este espacio histórico intergeneracional como el paso desde el Joven políticamente Creyente
al Joven políticamente Escéptico y desde el Adulto socialmente Autorizado (tradicionalismo) al
Adulto socialmente Desmitificado (postmodernismo). Si definimos “brecha intergeneracional” como
la existencia de diferencias de fondo en la concepción de las cosas de la vida entre jóvenes y
adultos, entonces es necesario examinar los indicios que parecen señalar en qué áreas se han
producido estas diferencias. El psicoanalista francés René Kaës participa de la opinión que hay
brecha intergeneracional en la cultura occidental, es decir sus conclusiones apoyan la noción
de que ha habido un quiebre entre generaciones que se originó en la segunda mitad del siglo
XX europeo. Este quiebre afecta la transmisión de la vida psíquica entre las generaciones. Un
síntoma de este quiebre es el abandono generalizado de la participación en los sistemas políticos
tradicionales europeos. Una razón probable para esta desilusión con los políticos clásicos sea
la percepción que han generado las diversas formas de la violencia de Estado perpetradas por
adultos de las generaciones nacidas en la primera mitad del siglo XX: Satín, Hitler, Mussolini,
Ceaucescu, Milosevic, Pinochet (en Chile), Videla (en Argentina). Somoza (en Nicaragua), Trujillo
(en la República Dominicana), y muchos otros tiranos (a menudo apoyados por figuras adultas
de la política estadounidense) que han perseguido y asesinado a miles de jóvenes en el mundo
moderno. Estos hechos criminales han producido efectos de ruptura entre las generaciones
(entre otras cosas desprestigiando a la figura adulta), a la vez que también efectos de solidaridad en la generación de vínculos intergeneracionales organizados por el dolor y la culpabilidad.
Las dictaduras adultas occidentales han mostrado a los jóvenes que figuras paradigmáticas del
mundo político creado por los adultos no son los portadores de la sabiduría y los campeones de
los valores predicados a los jóvenes como “corrección social”, sino más bien los representantes
del mal sobre la tierra. Los Padres míticos se traicionaron a sí mismos.
En el siglo XX, específicamente en los años 60, hubo dos grandes explosiones de rebelión
contra la cultura adulta protagonizados por hombres y mujeres nacidos 20 años antes, en los
años 40, los años en que el mundo político occidental estaba dominado por los crímenes políticos
de Hitler y Stalin. Estas dos grandes rebeliones contra el HOMBRE y PADRE ADULTOS fueron
la “generación beat” en Estados Unidos y los jóvenes que hicieron la Revolución de Mayo en
Europa (porque esta revolución no sólo ocurrió en París).
El término “generación beat” fue creado por John Clellon Holmes y Jack Kerouac para describir
a la gente joven que vivía en Nueva York a finales de los años 40. El término beat (derrotado)
refleja la desilusión de los jóvenes estadounidenses de una sociedad agobiada por los fracasos
de los adultos expresados en la depresión económica, la Segunda Guerra Mundial y la amenaza
de la bomba atómica. Los beatniks celebran al ser humano despojado de todas las falsas moralidades, y que rechaza todas las posturas políticas por considerarlas intrínsecamente opresivas.
Esta oposición a la política adquiere pleno sentido cuando se considera el momento histórico en
Estados Unidos de esa época, cuando, en el campo de los mitos narcisistas, se dan cosas como
la segregación racial en la patria de la igualdad, el anticomunismo represivo MacCarthista en la
patria de la libertad, y la aplicación de técnicas como el electroshock o la lobotomía para tratar
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
161
“enfermedades sociales” como la homosexualidad o el inconformismo en la patria del derecho
irrestricto del individuo para ser lo que elija ser.
Como hecho paradigmático, con el movimiento beat, la droga irrumpe en la cultura estadounidense, entre otras cosas como secuela de la situación de un ejército en gran parte muy joven
al que generales adultos inflamados de patriotismo drogaron con anfetaminas para asegurar su
performance en las batallas de Vietnam (las anfetaminas explican el crimen de guerra de Mai Lai
mejor que cualquier otra razón). El consumo de drogas ya instalado en la cultura beat aparece
descrito con una sinceridad sorprendente en los escritos de los beatniks, como es el caso de
William Burroughs, que escribe: “La intoxicación- el ‘mono’ que se aferra al cuerpo del drogadicto
- es como la implantación de un ‘parásito’ extraño que termina por poseerlo y devorarlo, bajo la
triple forma de la droga, por cierto, pero también de la sexualidad y el poder”.
El proceso de cambio cultural de los jóvenes estadounidenses en contra de la cultura adulta
difundió el uso y abuso de las sustancias alucinógenas en Occidente, relacionándolas con la
utopía política y cultural. La cultura y cultivo de la droga (como psicodelismo) expresa en el movimiento beat la protesta en contra de las falsedades del triunfalismo postguerra y del puritanismo
estadounidense. Esto sobre todo expresa, en escritores beats como Burroughs, Corso, Ginsberg
o Kerouac, la protesta contra la sociedad adulta y los valores adultos de su tiempo. Ellos crean
la contracultura, una manera de liberarse de cánones sociales ritualistas que habían demostrado
su falsedad así como también su esterilidad y agotamiento.
El estilo de escritura beat, en oposición a la lógica aristotélica de la novela modernista, se
constituye como un flujo de conciencia, de ideas y palabras que revelan imágenes; sin comas
entre las frases o con sólo espacios en blanco entre ellas, frases que aceptan las asociaciones
libres ritmadas por la respiración en el lenguaje. Eran expresión del llamado “psicodelismo”. La
desilusión con las falsedades de la cultura anterior se expresa hasta el extremo del rechazo a
repetir el acto parental (sobre todo masculino) del acto de la procreación tal como lo muestra Jack
Kerouak en este poema en que llama a abandonar el cumplimiento de la función del PADRE:
Demando que la raza humana
cese de multiplicar la especie
salude con una reverencia, y se retire.
Ese es mi consejo.
Y como castigo o recompensa
por realizar esta petición
renaceré el último de los humanos
oraré, lloraré, comeré, cocinaré...
Y una mañana ya no me levantaré de mi estera.
Ante esta rebelión contra el Padre mítico, vemos que las relaciones intergeneracionales no
pueden haber permanecido incólumes después de estos acontecimientos históricos en Europa
y Estados Unidos. Sin embargo hay indicios claros de que eso no significa interrupción de la
comunicación, pero si un cambio en el modo de comunicarse entre jóvenes y adultos. El modo
abandona el estilo reverencial y adopta formas de desconfianza y recelo y a veces de franca
irrespetuosidad. Entre los años 40 y los años 60 los jóvenes dejan de mirar a los adultos como
la etapa superior del desarrollo humano, y en paradójica consonancia con esto, muchos adultos
pasan a divinizar la etapa de la juventud y “juvenilizan” su estilo vestimentario y su arreglo personal.
En las décadas posteriores a los años 60 del siglo pasado, la transición demográfica, que
involucra el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población en la mayor
parte de los países, están transformando las relaciones intergeneracionales. El adulto mayor
se transforma en una carga para la economía de la sociedad una vez que esta define como
agotada su capacidad laboral y sobre todo productiva. También las nuevas técnicas de procrea-
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
ción han estado e inevitablemente están cambiando las representaciones sociales del niño y
de los hijos. Hay una transformación de las definiciones y reglas sociales que solían regir en el
mundo de los vínculos intersubjetivos (Kaës 2001). No es lo mismo ser hijo de una mujer que
aceptaba estoicamente todos los hijos que su pareja procreaba que ser hijo de una madre que
ha elegido cuántos hijos tener, cuándo y en qué circunstancias tenerlos (por ejemplo casada,
soltera, en unión libre).
Kaës llama la atención a un doble movimiento paradójico observado en la cultura occidental
en el siglo XX: Su Majestad el Bebé y Su Majestad el Viejo (ambas son expresiones que usó
Freud). En la sociedad occidental de la segunda mitad del siglo XX, el Viejo, el Anciano ha perdido
su función de sabio, depositario de la memoria y de la historia. Sin embargo los adultos mayores
han continuado dominando el mundo político, incluyendo el mundo político papal en la Iglesia
Católica de Europa. Esto se ha dado dentro de un contexto de postmodernidad que ha dejado
de creer en los Grandes Relatos (Lyotard) en que aún creían los nacidos antes de los años 50.
Figuras de gran presencia cósmica como Hitler, Stalin, Franco, Mussolini, el Rey Leopoldo de
Bélgica explotador inmoral del Congo, y la larga lista de dictadores tercermundistas apoyados
por adultos del mundo político estadounidense (campeones y guardianes de la libertad) traicionaron todos los valores contenidos en esos relatos y demostraron que los procesos históricos
los habían despojado de todo valor de verdad (si es que alguna vez lo tuvieron). Debido a esto
el postmodernismo se declara anhistórico y amnésico.
Si definimos “comunicación intergeneracional” a la práctica de dos o más grupos de referir
sus mensajes a un mismo marco de referencia, observaremos que hay tres áreas semiológicas
que estaría mostrando paradigmáticamente dos fenómenos aparentemente antagónicos: dos que
mostraría que existe comunicación intergeneracional (la herencia del maltrato y la conservación
de las pautas del amor romántico entre los jóvenes) y otro que mostraría mala comunicación
entre las generaciones (la persistencia del embarazo adolescente).
Recordemos que el maltrato infantil se define en términos de acciones, omisiones o negligencias intencionadas realizadas por adultos que lesionan los derechos y el bienestar de los niños,
y que además amenazan su desarrollo físico, psíquico o social. Dentro de lo que conocemos
del maltrato se halla el hecho de que los varones sufren más maltrato físico y negligencia y las
niñas más abuso sexual y maltrato emocional. En cuanto a la prevalencia del maltrato, sabemos
que en Estados Unidos ésta es de 15 por 1,000 niños, en Dinamarca (Copenhague) es de 2.7
por 1,000, mientras en España alcanza el nivel de 1 por 2,500. Las investigaciones muestran
sostenidamente que las víctimas de maltrato infantil presentan mayor probabilidad de repetirse
como víctimas, (por ejemplo como víctimas de violencia por parte de la pareja), mayor probabilidad
de ser agresor en sus hijos, y mayor probabilidad de tener problemas de relación interpersonal.
Las investigaciones realizadas también muestran persistentemente que el maltrato se hereda
de una generación a la siguiente: se ha observado que las personas que fueron niños maltratados
presentan alto riesgo de ser maltratadoras de sus propios hijos. Un metaanálisis publicado en
Lancet (2000) muestra evidencia de la continuidad intergeneracional del abuso infantil. El meta
análisis reveló que el riesgo relativo de transmisión del abuso de una generación a otra es de
12.6 con un intervalo de confianza igual a 95% de: 1.82-87.2.
Estos hallazgos revelan que la práctica del maltrato forma parte de procesos de aprendizaje
social, es decir de aprendizajes obtenidos por observación o por modelación. En el fondo, este
tipo de aprendizajes no discursivos toman la forma de mimetizaciones con el entorno humano.
Para que esto ocurra es necesario que las generaciones sean capaces de influir unas sobre
otras, es decir, las generaciones obviamente no aparecen como compartimentos sociales cerrados
unos para otros. La información fluye de una generación a otra, y esto parece especialmente cierto
en el caso de los conocimientos no discursivos como es el de las estrategias de maltrato. Si esto
ocurre en áreas dolorosas como la del maltrato, no parece haber obstáculo para suponer que lo
mismo ocurre con las prácticas de tipo positivo como las que demostró Bowlby en sus estudios
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
163
sobre el apego. Estas últimas pueden resumirse metafóricamente en el axioma según el cual los
niños desarrollan la capacidad de apego sintiéndose objetos de apego por parte de sus padres.
En nuestro caso merece especial atención una forma del apego que ha formado parte de la vida
de los jóvenes a pesar de todos los cambios culturales: el amor romántico. En la adolescencia,
los jóvenes continúan repitiendo las pautas del amor romántico de sus padres, continuando así
con las expresiones del apego transmitidas por sus padres (y a éstos por los abuelos).
En la verdad de las cosas, generalmente, en la tradición occidental más reciente, la relación
de pareja se elabora más como “amor romántico” que como matrimonio. La expresión cultural
de esta elaboración la encontramos en abundancia en la cultura popular: en las baladas y casi
todas las canciones populares, en los textos, entre muchos otros, de los corridos mexicanos,
los tangos argentinos, y los boleros, sin dejar de mencionar los aventureros amores románticos
exhibidos en las telenovelas latinoamericanas. En las telenovelas el matrimonio, que sigue siendo un “final feliz” preferido, es sólo la culminación poetizada de un “romance” en que el “amor”
triunfa por sobre todo.
A contrapelo de las fantasías amorosas presentadas en las telenovelas, en América Latina,
al año 1998, al menos uno de cada cinco hogares urbanos tiene jefatura femenina (CEPAL 1998)
sin compañía romántica. Las familias con jefatura femenina suelen ser formadas por mujeres
separadas o madres solteras, entre las cuales están las madres adolescentes (CEPAL 1998) o
sencillamente mujeres que optaron por una maternidad sin pareja.
Los modelos de familia y de formación de pareja han estado cambiando drásticamente en
Occidente, entre las generaciones, desde la década de los 60, y probablemente desde el fin de
la Segunda Guerra Mundial. Desde la década de los 60 la institución de la familia occidental ha
experimentado grandes cambios (Fougeyrollas-Schwebel 1994), con un aumento en los modelos
de familia disponibles. A diferencia de lo que era canon para las generaciones de la primera mitad del siglo pasado, actualmente “familia” está dejando de significar matrimonio para las clases
medias y burguesas en Occidente y en Latinoamérica. Las parejas no casadas, las llamadas
uniones consensuales, son ahora más comunes y los matrimonios formales son más frágiles aun
cuando las personas se casan a edades más tardías.
Durante muchos años antes de los 70, las uniones consensuales fueron comunes en Suecia e
Islandia. En la década de los 60 esta costumbre se extendió ampliamente fuera de Escandinavia
(Kwak 1995). La aprobación social de este cambio cultural ha ido en aumento. El aumento en
el número de uniones consensuales en Occidente se ha asociado a otros cambios tales como
disminución del número de matrimonios formales, aumento en el número de nacimientos sin
matrimonio de los padres, y aumento de la tasa de divorcio.
En Canadá, en las décadas más recientes (Bernier 1996), el número de matrimonios formales
ha disminuido, a la vez que ha aumentado el número de uniones consensuales. En la década de
los 90, en España, las personas pueden constituir familias sin casarse e incluso sin una unión
heterosexual (Rivera 1994). Abundan las familias monoparentales que son consecuencia no
sólo de la viudez, sino de la separación o del divorcio o por tener hijos sin matrimonio. Rivera
(1994) predice que la familia monoparental y las parejas en unión consensual serán las formas
de familia más comunes en el futuro.
En América Latina, las uniones consensuales no son una novedad, pero éstas siempre han
tendido a concentrarse en los grupos más pobres. A comienzos de los años 90 (CEPAL 1994)
aproximadamente dos de cada tres jóvenes con escuela primaria incompleta vivían en unión
consensual, mientras que sólo uno de cada seis lo hacía en el grupo con 10 o más años de
educación formal.
Entre los jóvenes europeos, la unión consensual es más común entre los más educados y
parece ser una manera de probar las posibilidades de éxito con la pareja; en cambio en América
Latina, la unión consensual parece ser más bien una forma de adaptación a la pobreza como
modo de evitar entrar en compromisos con riesgo de no poder cumplirlos (CEPAL 1994).
164
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Roussel (1990) analiza la experiencia europea postmoderna del amor cuyo inicio sitúa en
1965. Esta nueva manera de experimentar el amor se caracteriza porque la familia pierde su
valor emocional, y el sentimiento del amor se trivializa. Roussel (1990) plantea que la relación
de pareja postmoderna se negocia cuidadosamente, los participantes no apuestan a su perennidad, y suelen estipular la relación más bien como una amistad sexual que como una unión
formal o legal. En este mismo contexto es necesario recordar también que la conducta sexual
en la pareja se ha independizado de la procreación de tal modo que, así como matrimonio deja
a menudo de ser sinónimo de familia, la relación sexual deja de ser sinónimo de procreación.
Esto tiene que ver, por lo menos en parte, con el fenómeno de los llamados “bebés-probeta”.
El primer bebé-probeta fue producido en 1978; entre esa fecha y 1998, cerca de 200 mil bebés
han sido concebidos en probeta. Así el amor deja de ser necesario para concebir un hijo. Otra
alternativa de hacer esto sin “hacer el amor” es la inseminación artificial. Ahora es posible
“hacer el amor” por otras razones.
Sin embargo, a pesar del abandono creciente de las tradiciones en la formación y la vida de
pareja, se constatan algunas paradojas: Bozo (1995) afirma que, a pesar de la dramática disminución del número de matrimonios formales en Francia en la década de los 90, la mayor parte
de los hombres y mujeres todavía anhelan vínculos estables basados en el amor y la sexualidad.
Bernier (1996) también señala que a pesar de la disminución de los matrimonios formales, la
mayoría de las parejas todavía subordinan la relación sexual a una relación más profunda (Bernier
1996), a la vez que, contradictoriamente, los jóvenes manifiestan temor de los compromisos, y
desilusión con los conceptos de matrimonio y de vida familiar.
Es posible percibir brecha en la concepción del matrimonio entre las clases medias de la primera mitad del siglo XX y la de la segunda mitad. La infidelidad, como en todas las generaciones
anteriores es uno de los grandes factores de riesgo del rompimiento, público o privado, de las
parejas. Cuando se trataba de una relación de pareja conflictiva las parejas de antes de 1960
optaban generalmente por mantener las apariencias, mientras que las generaciones más nuevas
hacen aceptación generalizada del divorcio o separación como manera de resolver problemas
de pareja considerados graves. La extensión de los valores modernos de autonomía personal,
libre elección de pareja sobre la base del amor romántico, y la creciente legitimación de la expresión de sentimientos y afectos, implica que se cortan los lazos cuando el amor se acaba, es
decir cuando el costo personal de una convivencia conflictiva se hace superior a cierto umbral
(CEPAL 1994). La representación social de la vida de pareja, marital o consensual, con la que la
gente entra a formar pareja es resultado de un aprendizaje social a través de modelos parentales,
modelos extrafamiliares, y de modelos representados en los medios de comunicación, en las
revistas, los libros. Es un producto de “bricolaje”. Pero dentro de modelos muy innovadores de
formación de pareja, sobreviven pautas muy conservadoras, como por ejemplo, el machismo y
el rechazo a la infidelidad.
Un área de la vida cotidiana en que parece haber una importante brecha generacional es la
del embarazo adolescente en las clases medias aunque ésta parece ser menor en los grupos
más pobres. La pregunta básica en este tema es que, si el embarazo de una adolescente es
problema, aún queda por aclarar para quién es problema y quién define que es problema.
En general en la práctica médica habitual se encuentra que los embarazos en mujeres entre
15 y 19 años, en condiciones adecuadas de nutrición, de salud y de atención prenatal, no presentan riesgos mayores que los embarazos y partos que ocurren entre los 20 y 35 años. Este
hecho revela que los riesgos biológicos asociados con el embarazo adolescente no se pueden
atribuir a la edad de la embarazada sino a sus condiciones de vida. Esta hipótesis se refuerza
considerablemente si tomamos en cuenta que el riesgo por embarazo en las adolescentes se
concentra precisamente en los grupos más pobres de la población, que presentan condiciones
inadecuadas de nutrición y de salud de la madre. Esto significa que la mortalidad y morbilidad
materno-infantil asociadas al embarazo adolescente son más una manifestación de la desigualdad
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
165
social y de la pobreza que enfrentan los grupos más desprotegidos, que una consecuencia de
la edad a la que ocurren los embarazos.
El embarazo adolescente como problema es una profecía autorrealizatoria en el sentido
que la cultura lo define como problema y al hacerlo crea condiciones para que sea problema.
En cuanta creación cultural, en la definición del embarazo como problema se halla la pauta
normativa, que asigna una sanción negativa al embarazo en la adolescencia. Esta sanción está
dirigida contra la joven así como también contra quienes no supieron inculcarle los valores supuestamente apropiados. La definición asume que el embarazo adolescente es consecuencia
de un “comportamiento desviado”.
Esta valoración del embarazo adolescente como problema se origina en la cultura adulta de las
clases medias y altas urbanas, cultura que ha sido asumida por la mayoría de los investigadores,
dado que éstos pertenecen es esas mismas clases medias que definen las normas hegemónicas.
Según esta cultura, la postergación del embarazo es parte de la moratoria psicosocial impuesta
por el mundo adulto sobre los jóvenes (tal como ha sido definida por Erickson), es decir, la regla
social según la cual las adolescentes no debieran tener relaciones sexuales en este periodo de la
vida; y deberían esperar hasta ser maduras para establecer relaciones de pareja que conduzcan
a una unión. Si se embarazan es porque algo falló en sus vidas y es necesario identificar el fallo
y corregirlo. Sin embargo, la historia de la sexualidad en Occidente nos muestra que en otras
épocas (y aún hoy) una adolescente sexualmente activa pero casada no era considerada “desviada” y los adolescentes se demostraban lo suficientemente responsables como para asumir el
matrimonio. En el contexto de este marco hegemónico se practica un concepto de “familia” ideal.
La familia constituida por la madre adolescente y su hija o hijo es calificada de incompleta, desintegrada, disfuncional, o fracturada. Esta calificación no se corresponde plenamente con muchas
realidades, entre ellas no se compadece con la situación de muchas adolescentes mexicanas
de estrato pobre que viven su maternidad en grupos familiares extensos en los que conviven
diversos parientes, los cuales suelen participar activamente en el apoyo a la maternidad de la
joven. De esta manera, la familia extensa de esta madre adolescente se demuestra completa,
funcional e integrada.
Lo peor de esta definición del embarazo adolescente como problema es el aspecto de profecía autorrealizatoria. Debido a que los adultos definen el embarazo adolescente como problema,
ellos omiten de las pautas de crianza y educación de las niñas y niños la formación esencial para
la maternidad y la paternidad. Además, el sistema escolar organizado por los adultos no está
preparado para acoger a una madre adolescente (no tiene espacios apropiados para ejercer la
maternidad, por ejemplo, para amamantar) y la adolescente encuentra problemas para emplearse
si desea trabajar.
En resumen, en el control del embarazo adolescente parece necesario abrir un diálogo intergeneracional e intercultural que permita a los adultos conocer la realidad del amor de pareja
entre los adolescentes para así comprender la cultura erótica de los jóvenes. Solo así será posible
crear en conjunto con ellos pautas de verdadero control personal, más allá de la simple represión.
Llegados a este punto, dejamos el resto de la reflexión a cargo de los lectores.
Referencias
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15.Muxel A. L’expérience politique des jeunes. Presses de Sciences Politiques, janvier 2001.
16.Rivera M. Las familias monoparentales: el modelo familiar del futuro. Cuadernos de Realidades
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Capítulo 7.
Jóvenes. Liberación y transgresión:
conservadores de la resistencia.
Diego Salazar Rojas
La adolescencia es una rebelión del cuerpo, y como toda rebelión, es trasgresora. Como toda
trasgresión, la rebelión adolescente puede ser destructora o creadora. Normalmente tiene ambas características. Este artículo examina parcialmente la trasgresión adolescente, que no difiere substancialmente de la rebelión adulta. En este contexto adquiere validez la paradójica
hipótesis lacaniana (Zizek 1991) según la cual para que un valor sea un valor es necesario que
sea transgredible, pues el valor sólo existe en el espacio del libre albedrío. Según esta hipótesis,
la bondad mecánica o robótica como única posibilidad conductual no sería un valor.
Los jóvenes, más que ninguna otra edad, aspiran a la felicidad, es decir, a llenar su tiempo
biográfico en forma eficaz y significativa, especialmente cuando su tiempo de vida está inundado
de lo que ellos sienten como “problemas” (recordemos que ser joven es vivir estresado). Los “problemas” son una de las experiencias clave en la vida de los jóvenes. Son instancias emocionales
conflictivas para las que ellos no ven solución preestablecida. Uno de esos problemas puede ser
la experiencia de la soledad tal como afirma haberla vivido el atleta alemán Andreas Neidrig
(un “ironman” según las revistas de deportes). La soledad es un problema es cuanto plantea la
pregunta respecto de cómo salir de ella en canto “espacio vacío en que me hallo”. Andreas Neidrig
descubrió que una salida era consumir droga pues entonces sentía que abandonaba ese espacio
al dejar de experimentarlo. La droga lo sacaba de allí, le daba esa clase de experiencia intensa
que borra todo lo demás. El tiempo de soledad se llenaba de “otra cosa” mejor (el consumo de
drogas es una de las tantas maneras que la diversidad de mundos comerciales adultos les ofrecen a los jóvenes para llenar su tiempo biográfico). Una vez rehabilitado Neidrig reencuentra esa
vivencia cumbre en la contemplación de un paisaje en Mallorca que lo hace sentir lo mismo que la
droga, y llora de emoción por no saber qué hacer con esa emoción. Parte esencial de su proceso
rehabilitador es su dedicación adictiva al triatlón: ciclismo, natación, maratón. Su necesidad de
cariño y de trascender su sentimiento de soledad se ve satisfecha (o borrada) por la admiración
de los seguidores de sus triunfos y por las prácticas que llenan el mismo tiempo biográfico que
antes llenaban las drogas. Neidrig se rehabilitó desde ser un trasgresor drogadicto hasta ser un
deportista exitoso convencional. Volvió al conformismo social protector y se incorpora al mundo
de los éxitos deportivos convencionales. Ha regresado al seno de la sociedad.
La cultura occidental es ambivalente, ambigua, en lo que se refiere a salir de o entrar en el
seno de la sociedad, es decir en lo referente al conformismo (donde fueres haz lo que vieres) y
la disidencia (no ser uno más del rebaño). En este respecto, la cultura occidental probablemente
confunde a los jóvenes con sus dobles, triples y múltiples estándares adultos. De la partida, lo
que se tolera en los poderosos no se tolera a los más débiles. La mayoría de los grandes héroes
culturales han atropellado, muchos de los valores oficiales, y sin embargo sus biógrafos han
ocultado sistemáticamente este lado de sus vidas cuando lo atropellado son las normas morales
oficiales. Las culturas modernas occidentales son ambivalentes, o más bien contradictorias (Williams 1998): presentan, por ejemplo, lo que Williams llama “la pasión irracional por la racionalidad
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
desapasionada” cuyo modelo se halla en el culto a la ciencia y a la tecnología, y simultáneamente
están practicando una publicidad irracional que configura la vida del consumo desde las apetencias más primitivas. Estas culturas mezclan prescripciones de orden uniformizado a la vez que
propagan permisos para la diversidad, se esfuerzan por lograr el conformismo en las conductas
políticas, consumidoras y de cuidado de la salud, especialmente a través de la educación uniformizadora, a la vez que también estimulan la expresión de la individualidad y hasta el apoyo
comercializado a la trasgresión en lenguaje, musical (como en el caso del Heavy Metal, el Rap
y el hip-hop), vestimenta y conducta sexual (como por ejemplo la exhibición de la vida íntima a
través de la prensa). Estas ofertas llegan a los jóvenes en forma “osmótica” a través del conjunto
de la vivencia del “otro generalizado” como paradigma de lo que “está ocurriendo alrededor de
mi mundo”. Es un caso del fenómeno de entrainment, que consiste en poner la conducta personal de acuerdo con la conducta de otros sin conciencia de hacerlo, en un proceso de imitación
inconsciente. Es como si fuera la consecuencia de un razonamiento tácito: “Si ocurre en la vida
de otros es porque es posible; si es posible para otros, es posible también para mí”. Las normas
son “blandas”, es decir están validadas sólo desde las emociones, es decir, los individuos sólo
las sienten como válidas mientras crean en su validez. Si esta creencia desaparece o es débil,
entonces aparece la transgresión.
Henry Giroux y su teoría de la resistencia ofrecen mucho para explicar la conducta transgresora. Muy consonante con la teoría del “malestar en la cultura” de Sigmund Freud, esta teoría
afirma que en toda cultura existe siempre una tendencia a no cumplir con las normas, debido a
que las normas no son verdades sino simplemente mandatos pragmáticos dirigidos a ordenar la
vida social. Por lo tanto, en toda sociedad siempre hay individuos temporal o permanentemente
resistentes a las normas. Entre los resistentes suelen estar los jóvenes.
Los jóvenes (los menores de 35 años) parecen haber cambiado al mundo occidental: un síntoma, entre otros, de esta participación de los jóvenes en el cambio cultural occidental podría ser
la llamada Revolución de Mayo en París en 1968. La Revolución de Mayo estuvo llena de actos
transgresores y en sí misma fue una gran transgresión. Es casi un estereotipo interpretativo decir
que la cultura occidental ha experimentado cambios profundos a partir de la década de los 50, y
especialmente a partir de los años 60 en adelante, si bien es posible afirmar que estos cambios
son sólo la última etapa en un proceso de cambios sociopolíticos emancipadores importantes en la
cultura europea que se inician con la revolución francesa y que se intensifican progresivamente a
partir del Romanticismo y explotan como movimientos Dadá y Surrealista, como pintura expresionista, o como música rock, entre otras muchas expresiones de cambio cultural. Sin embargo, en
la década de los 60 la relación entre madres/padres e hijos todavía era patriarcalmente autoritaria
y centrada en la obediencia de los hijos (Komen 1995) (y también de la esposa con respecto al
esposo), lo cual significaba que la vida de familia estaba centrada en las figuras parentales y
en la disimetría padres/madres>hijos. En los años 80 ya se constata un cambio importante en
estas relaciones: el centro familiar se ha desplazado hacia los hijos; padres y madres muestran
con mayor frecuencia respeto por las opiniones de los hijos, a la vez que éstos se relacionan de
una manera más igualitaria con sus padres y con el mundo adulto (Komen 1995). Aparece una
cultura familiar más permisiva en la que aparecen elementos liberadores como es el respeto a la
opinión de los hijos en tanto hijos y de los niños en tanto niños. Esto viene a significar un debilitamiento de la cultura familiar patriarcal prescriptiva. A lo largo del siglo XX, muchas obras cómo
el cuadro Las señoritas de Avignon, la famosa novela El Amante de Lady Chatterley, los dramas
Un tranvía llamado Deseo y Quién le tiene miedo a Virginia Woolf, las novelas de Jean Gênet,
el llamado Teatro del Absurdo, y filmes cómo Rebelde sin causa, y La última tentación de Cristo
expresan bien, entre muchas otras obras de la literatura y el arte, la nueva mentalidad, a la par
creadora y transgresora, y al parecer creadora en la medida de la trasgresión.Los menores de
35 años parecen haber cambiado las reglas del juego social en Occidente en las décadas de los
años 50 y 60. Hasta la década de los años 50, la cultura dominante premoderna occidental era
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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fuertemente prescriptiva y todavía conservaba muchos rasgos de la época Victoriana: las posibilidades de estructuración y dinámica de la vida personal estaban fuertemente estereotipadas
y restringidas desde la vestimenta hasta el lenguaje y la hologamia. Las personas nacían dentro
de un sistema que les daba los problemas de elección de vida ya resueltos. En cambio la cultura
teórica moderna de las personas occidentales u occidentalizadas de la segunda mitad del siglo
XX está imbuida del trasfondo de la libertad para elegir el modo de vivir; esto se ha traducido
a que las prescripciones en la cultura real de los habitantes de Occidente se han reducido a
un mínimo. En un número enorme de gente no hay sentimiento de “prescripciones sagradas”.
Una cantidad mayoritaria de personas parece sentir que el modo como hacen su vida personal
no está determinado necesariamente por las reglas del mundo social en que nacieron o viven.
Entre otras cosas han descubierto la libertad en la vida privada. También han descubierto que
es posible huir, salir, de los mundos con que uno discrepa. Los roles prescritos son pocos y las
prescripciones son más bien débiles. Como afirma el psicólogo Barry Schwartz, la modernidad
ha propagado el concepto según el cual que las cosas se hayan hecho siempre de determinado
modo no significa que necesariamente se deban seguir haciendo así (Schwartz 2000). Un número
grande de personas occidentales opta por no seguirlas “haciendo como siempre”. Esto es una
expresión de la “blandura” de las normas sociales.
Muchos jóvenes aprenden a elegir cosas de su vida desde niños o ven que otros eligen tales
cosas. El supuesto de la nueva libertad individualista es que la autodeterminación es buena, que
es bueno elegir lo que cada uno incorporará en su vida sin tener que considerar normativamente
la opinión de otros por significativos que ellos sean para la persona (Schwartz 2000). Este principio, sin necesidad de llevarlo a su extremo, abre espacio para opciones transgresoras, que no
siempre son contra la salud. Es así, por ejemplo, cómo Picasso elige derrumbar la pintura postromántica eligiendo el cubismo como nueva manera de pintar y obtiene la aprobación del mundo,
“se salió con la suya”. Otra “trasgresión” saludable ha sido el proceso feminista de igualación
de hombres y mujeres, en que las mujeres asumen roles que tradicionalmente fueron privativos
de los hombres (aunque los hombres no sueñan siquiera con asumir roles que tradicionalmente
han sido privativos de las mujeres).
La consecuencia del punto de vista individualista es que desaparecen los criterios absolutos respecto de cualquier cosa, en el sentido de nada es obligatorio si “yo no lo siento como
obligatorio”. Tal como afirma Sartre, “el SER humano NO ES, se hace a sí mismo”, se elige a
sí mismo. Una consecuencia similar en muchas personas es el debilitamiento de la aceptación,
e incluso rechazo, de los valores que alguna vez fueron absolutos: la verdad, la justicia, la bondad, la santidad, y con ellos la virginidad, el vocabulario fino, la modestia en la exhibición del
cuerpo, el sexo exclusivamente marital, la heterosexualidad, la ética social, etc. Desde los años
60 se produce la liberación sexual, la legitimación social de las diversas orientaciones sexuales,
aparecen las canciones rock obscenas o simplemente “groseras” según los cánones clásicos, la
exhibición cada vez más desinhibida del cuerpo en los filmes, el contenido imaginístico de MTV,
el florecimiento del cine pornográfico, la manipulación mediática de la verdad, la tergiversación
de la justicia, la explotación comercial de la bondad (becas Coca-Cola, Teletón como caridad comercializada, entre otros vuelcos valóricos. La música y la conducta obscenas de los Sex Pistols
(Pistolas Sexuales) refleja muy bien la nueva época, tan bien como la refleja la pintura cubista
de Picasso, las esculturas de Moore o de Giacommetti, la música neoclásica de Stravinsky o la
música dodecafónica de Schönberg.
La aparición de los blue jeans fue una transgresión a las normas vestimentarias de la burguesía
de los años 50 a 60. El blue jean fue originalmente una pieza de vestir obrera. Actualmente forma
parte de todo guardarropa en cualquier grupo social. Y aquí surge una pregunta: Los blue jeans,
¿los imponen los jóvenes?, ¿o los imponen los adultos desde el comercio? Los blue jeans son
un ejemplo clásico de cómo el comercio se apodera de la trasgresión para convertirla en nueva
norma. Así es también como la cultura popular se apodera del mundo occidental en el siglo XX
170
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
comercializada por el capitalismo estadounidense. Los dos productos más señeros de esta cultura popular son los blue jeans (o vaqueros) y la música rock. Ya a comienzos de la década de
los años 50, Gottfried Benn, el más grande poeta alemán del siglo XX expresa el cambio de lo
erudito/clase dominante a lo popular/clases dominadas en un conferencia afirmando “Hoy en día,
yo aprendo de las revistas populares mucho más que de la filosofía, ajusto mi vida al periodismo
mejor que a la Biblia, y siento que una canción de moda me dice más que una obra de Bach”.
Gottfried Benn escribió esto en una conferencia dictada por él en la Universidad de Marburgo
en 1951 y que llamó Problemas de la Lírica. Lo que Benn expresó ese año fue la percepción del
proceso social ya iniciado de abandono de los monumentos culturales burgueses que estaban
haciendo los jóvenes “popularizados” y liberados por la “popularización de la cultura”. Este proceso fue entre personal y colectivo, pero su permanencia en el tiempo define la vida cultural de
los jóvenes en la actualidad. Mientras tanto, la educación formal, dominada por los puntos de
vista adultos, sigue estancada en el cumplimiento del paradigma cultural representado aquí por
“la filosofía, la Biblia y las obras de Bach”.
Muchos de los grandes cambios observados en el siglo XX afectaron al cuerpo. La vida se
vive como cuerpo individual. La cultura occidental del siglo XX parece haber liberado el cuerpo.
Sin embargo esta cultura todavía pone énfasis en domesticar al “cuerpo excesivo y recalcitrante”
(Williams 1998) de los niños y adolescentes. La enseñanza de las buenas maneras y del autocontrol emocional es parte de este esfuerzo. El cuerpo civilizado contemporáneo continúa siendo
un cuerpo domesticado, es decir un cuerpo literalmente sometido a los mandatos y prohibiciones
culturales. La aparición de la sexualidad en la adolescencia requiere una segunda domesticación
en los jóvenes, la cual es más o menos incompleta según la persona. Domesticación significa el
reemplazo de la conducta regida por impulsos biológicos por la vida regida por hábitos socialmente comprometidos. Pero los conjuntos de hábitos socialmente comprometidos recorren una
gama que puede ir desde un polo valórico a otro opuesto. Lo que es un “mal hábito” en un grupo
subcultural puede ser un hábito permitido en otro grupo. Esto abre literalmente espacio vital para
muchas cosas, incluyendo el ingreso de la droga. Hay oferta de espacio para vivir la disidencia.
Esta oferta se siente como “experiencia osmótica” o entertainment.
Como ya hemos señalado, el proceso de domesticación de los seres humanos consiste en
sustituir las regulaciones instintivas por las regulaciones sociales (Heller), es decir, como alega
Norbert Elias, por la instalación de los hábitos de autocontrol prescritos por la cultura (Haroche
1993). El control de esfínteres es el paradigma de este proceso que se inicia con la enseñanza
de ese control. Estas regulaciones sociales se expresan como la posesión de “buenos hábitos”.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX se inicia un cambio en la historia de la domesticación
de los seres humanos: poco a poco la domesticación comienza a ser vista críticamente como
un proceso destinado a asegurar la dominación política de los individuos y se inician diversos
esfuerzos por reivindicar lo instintivo, lo animal del ser humano, junto con la intensificación de la
secularización del mundo occidental. El resultado de todo esto ha sido, en el siglo XX, la reincorporación de la genitalidad (característica animal) como alternativa a la sexualidad (característica
social) y del placer físico (rasgo biológico) como alternativa al refinamiento erótico (rasgo cultural).
La recuperación de lo instintivo genera una cultura de la trasgresión en contra de las tradiciones
culturales “desanimalizadoras” a la europea.
El consumo de drogas forma parte de la cultura de la transgresión occidental. La droga es
fundamentalmente vida del cuerpo/mente. En este contexto, sin embargo, desde el punto de vista
del estudio de la cultura, el problema de la droga no es “el problema”. El problema es la amplia
oferta “osmótica” cultural de trasgresión o de diversidad expresada a través del muestrario de
conductas o de modelos de conductas que incluye, entre otras muchas posibilidades efectivamente
realizables, la práctica de las dictaduras asesinas en todo el mundo, la explotación empresarial
anticristiana o protestante del hombre por el hombre, el consumo de droga comercializada por
adultos codiciosos, la práctica del hooliganismo, la adhesión irreflexiva a la revolución sexual, la
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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lucha por la legalización del aborto y de la eutanasia, la oferta de pornografía o de sexo filmado
en vivo, el baile al compás de canciones con letras obscenas o simplemente “groseras”, el disfrute con la exhibición de conductas criminales por parte de las dictaduras del siglo XX en todo el
mundo, la aceptación y defensa de las masacres de judíos por parte de las elites adultas y cultas
del nacionalsocialismo, los crímenes del régimen franquista en España y del Estalinismo en la
Unión Soviética, la participación en la corrupción de las clases dominantes en nuestro siglo, el
disfrute de la música rock, la práctica del punk, la lectura de la llamada “prensa amarilla” y de las
revistas de escándalos, la incorporación al narcotráfico apoyado por la gente decente (tales como
senadores honorables, magistrados justicieros, policías guardadores del orden), la participación
en el consumo de drogas en la clase de los ejecutivos, la práctica (curiosamente perseguida)
del streaking, el movimiento new age, la contemplación de los videos homosexuales o eróticos
de Madonna, la aceptación de la conducta del ídolo musical Michael Jackson, la admiración por
la conducta de la princesa Stephanie Grimaldi, la aceptación de los “vicios” de la familia real inglesa, entre incontables otras posibilidades en la amplísima oferta de modelos transgresores en
el “gran teatro del mundo” occidental. Paradójicamente, como apunta el sociólogo Ralph Linton
al referirse a la CULTURA DE LA TRANSGRESIÓN (explotada por los adultos como industria,
especialmente en el campo del entretenimiento) ocurre que “la sociedad prohíbe pecar y sin
embargo provee a sus miembros de todo lo necesario para pecar”. Podríamos decir, desde la
perspectiva de Linton, que la publicidad dirigida a los jóvenes los incita a ingresar en el mundo
del “pecado atractivo” utilizando, por ejemplo, el “sexo-pecado” como anzuelo publicitario para
incentivar el consumo de alcohol y de tabaco y de música de baile. Parece obvio que la cultura
internacional occidental de los siglos XX y XXI ejerce presión social hacia la desviación, a veces
incluso bajo denominaciones aparentemente inocuas como “originalidad”, “personalidad única”,
o “distinción” (Gerdes 1972).
Los jóvenes latinoamericanos, norteamericanos y europeos viven en la cultura de la trasgresión, especialmente a través de su contacto con la cultura internacional rock que domina la vida
cotidiana de la mayoría de los jóvenes especialmente en las ciudades. El aprendizaje de la cultura
rock comienza muy temprano en la infancia, sobre todo a través del contacto con los músicos
rock. Paradigmáticamente, en un proceso de tipo viral, los creadores y portadores de la cultura
rock heredaron de los soldados estadounidenses que regresaban de Vietnam a reanudar vidas
destrozadas en muchos sentidos, la práctica del uso y abuso de las drogas en Occidente. Este
es uno de los aspectos transgresores más característicos de la cultura rock.
En la década de los años 50, fue un DJ de Cleveland (Estados Unidos) quien bautizó al Rock
and Roll con ese nombre (el que luego fue reducido a simplemente rock): Alan ‘Moondog’ Freed.
Freed dirigió la emisora WJW, de Cleveland (Estados Unidos). Cuando comprendió que surgía
un nuevo estilo de Rhythm and Blues y que ese estilo tenía el potencial de impactar en negros
y blancos por igual, decidió difundirlo activamente. Comenzó entonces a programar canciones
de artistas de raza negra como Ray Charles y Little Richard, así como de músicos blancos que
estaban creando en ese nuevo estilo: entre ellos Elvis Presley, Bill Haley, Jackie Brenston y sus
Delta Kings. Ese nuevo estilo de hacer música anidaba textos contestatarios, era música política
que declaraba con su insolencia y desparpajo el “malestar en la cultura” y la resistencia de los
jóvenes a esa cultura.
La música rock nace como un medio de protesta en contra del mundo adulto que había traicionado gravemente los valores occidentales en la Segunda Guerra Mundial y en Vietnam. Esta
manera de hacer música popular es una muestra de resistencia, es decir, nace de la resistencia
normal y espontánea que generan los seres humanos contra toda cultura y en toda cultura. Pero
también es una muestra de resistencia contingente al mundo consumista de Estados Unidos. Nace
como expresión de la insolencia contra la reserva, de la grosería contra la finura, de la genitalidad
contra el amor sublime, de la violencia contra el control político, y así por consiguiente, como
reacción frente a un mundo adulto inconsistente y considerado como poco merecedor de respeto.
172
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
La música rock elabora imaginativamente sobre todo la vida sexual. Es básicamente música
para el encuentro sexual llamado baile de parejas. Es música para el cuerpo. La sexualidad
humana es una experiencia corporal, pero es una experiencia corporal que los sujetos elaboran
imaginativamente (en poemas, novelas, teleseries, canciones populares y baile, por ejemplo),
debido al efecto de sus respuestas emocionales a las emociones eróticas. Por lo tanto, el control
de este aspecto de la vida humana es un asunto de control de impulsos, es decir, de aplazamiento
de la satisfacción cuando la satisfacción inmediata conlleva riesgos (de infección con venéreas,
por ejemplo) o es considerada inapropiada (hacer el amor en público).
El enamoramiento, sobre todo el enamoramiento experimental, en nuestra cultura es la
experiencia corporal que más marca la etapa de la adolescencia. Esta experiencia ocurre en
el imaginario personal y social del cuerpo. Imaginario en este texto no significa inexistente. Los
eventos que constituyen el imaginario existen como eventos corporales conscientes, es decir
como experiencia. Sin embargo, el contenido imaginario es un contenido inventado, no tiene
existencia sin el ser humano que lo imagina. Lo importante del imaginario es que su contenido
no necesita ser “verdadero” para influir en el ser humano, es decir para tener eficacia simbólica.
Por ejemplo, el contenido de las canciones del cancionero popular (como los textos de las óperas) es imaginario pero puede influir fuertemente en los sentimientos y actitudes de los oyentes.
En cuanto elaboran imaginativamente la vida del cuerpo, los adolescentes experimentan el
“espacio transicional” (Winnicott 1988; Jones 1992), que es en parte imaginario, en parte real,
como el territorio por explorar y en donde encontrar pareja. La sicología del adolescente, como la
de todo ser humano en cualquier edad, de acuerdo con Winnicott (1988), consiste en la elaboración imaginativa de la vida del cuerpo. En esta elaboración colaboran el adolescente, su familia
y la comunidad. Por ejemplo, elaboran la genitalidad como baile, o como noviazgo.
La cultura popular y su forma particular, la cultura juvenil, también expresan imaginativamente
la vida erótica del cuerpo creando “espacios transicionales” para vivir el cuerpo: recitales rock,
discotecas, y lugares similares. En ese espacio, un cantante popular famoso entre los jóvenes
de Latinoamérica canta para los adolescentes y adultos jóvenes con una gran audacia verbal
ya habitual en la música popular desde los años 60. Lo que canta puede ser acertadamente
interpretado como una incitación a, y preludio de, una relación sexual física entre los oyentes (a
menos que creamos en la inocencia de las canciones eróticas):
“Me beberé tu sangre y me pondré tu piel,
escribiré tu nombre en cada pared,
no fue cosa de un día, ni dos ni tres,
como el tigre a su presa te acorralé.
Porque hueles a hierba,
Porque sabes a selva
Porque alguien rompió el molde
No hay nada igual.”
Suena audaz; sin embargo, como ocurre en el mundo adulto, en esta canción aparece el conservadurismo clásico bajo la forma de la represión por el sempiterno temor a la mirada reprobatoria
de los otros: el estribillo invita al más puro estilo antiguo “cuando nadie nos vea sube al desván”:
“Porque hueles a tierra,
Porque sabes a hembra,
Cuando nadie nos vea sube al desván”.
Este elemento de represión (vulgarmente “temor al qué dirán”) es reflejo de una cultura juvenil
a pesar de toda conservadora, como es también conservadora la experiencia de la cristalización.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
173
Esta forma parte de la larga tradición occidental del amor romántico. La cristalización somete al
amante a su amada así como somete la amante a su amado, en un acto de “transporte” en que
el amante siente estar en “otro mundo”. Por esta experiencia el amante siente imaginariamente
que puede “subir al desván” y olvidar las normas y vivir sólo de acuerdo con la regla de su amor.
Es la noche de amor clandestina de Romeo y Julieta. Romeo entra en la habitación de Julieta
cuando “nadie los ve”. Dentro de todo esto, los versos que Romeo dedica a Julieta dan prueba
del estilo de discurso que expresan la cristalización y el transporte y siempre dan por supuesto
que el ser amado es el único que ocupa las horas eróticas de la persona amada. La monogamia
es el supuesto básico del amor romántico clásico.
Dentro del ámbito de la cultura occidental, y a consecuencia de la característica de saludable
que tiene la adaptación a la vida convencional, la creación de ese espacio transicional en que
los hombres y mujeres adolescentes se encuentran, semirreales, semiimaginados, es parte de
lo que la OMS define como salud sexual: la integración de los aspectos somáticos, afectivos,
intelectuales y sociales del ser sexuado, de modo tal que de ello derive el enriquecimiento y el
desarrollo de la personalidad humana, la comunicación y el amor. De acuerdo con esta definición
se puede afirmar que los elementos básicos de una sexualidad sana son el reconocimiento de
la aptitud corporal de todas las zonas del cuerpo para sentir, recibir y dar placer, la aptitud para
disfrutar de la actividad sexual de acuerdo con una ética personal y socialmente consensuada
y la ausencia de temores, sentimientos de vergüenza, culpabilidad y creencias infundadas que
inhiban o perturben las relaciones sexuales. Los elementos conservadores reaparecen una y otra
vez: el final feliz de la mayoría de las teleseries y filmes románticos es el matrimonio convencional.
Un ejemplo de visión típicamente rock y sin embargo sumamente conservadora del ser amado
se muestra en la letra de la siguiente canción del cantante argentino Charly García. En ella una
vez más la poesía popular “sublima” la relación erótica como “sinfonía” y armonía de sonidos pero
sin innovar en cuanto al antiguo tema monogámico de “somos yo para tí y tú para mí”:
La noche que nos fuimos
en ese tren
persiguiendo sonidos
quizás porque
estábamos al lado
estábamos en nada.
Y que mi amor lo tenga,
que no olvidaré.
Por cada beso tuyo
yo te daré
todos esos sonidos
que olvidaré.
La noche fue testigo,
los ecos, los amigos,
y éste que fue tuyo
mi refugio fue.
Sé mi, sé mi nena,
sé mi, sé mi nena,
sé mi nena,
sé mi nena ya.
Todo esto es un misterio
como el papel
que tiene esas notas
de la pared.
174
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Cambiamos todo el día
en esta sinfonía,
todas esas palabras
no digas por qué.
Sé mi, sé mi nena,
sé mi, sé mi nena,
sé...
sé mi nena ya.
Todas estas letras muestran los significados imaginados de la persona amada imaginada más
que vivida. Estos significados cumplen con el axioma constructivista según el cual “el significado no
está en las cosas sino en la persona que experimenta el significado”. Este axioma constituye una
verdadera definición del origen del imaginario. Es necesario hacer notar aquí cuán conservadora
es la práctica del amor romántico en la vida de jóvenes en apariencia sumamente transgresores
(Charly García fue joven también).
Los adolescentes, especialmente si han crecido en un ambiente familiar introspectivo, desarrollan el sentido del significado o propósito de las cosas. Estar enamorado es una de las situaciones
en las que los adolescentes experimentan con mayor intensidad el “significado” en una “relación
significativa”. La persona amada se llena de significados. Ella se convierte en un estímulo que
genera sentimientos intensos que llegan hasta producir un estado de conciencia realzado. La
aparición de la persona amada es una epifanía en la medida que ella activa el sistema de alarma
que conocemos como “síndrome de adaptación general” (Vívelo, 1984). En este estado el amante
se siente “transportado” fuera del entorno habitual. Esta experiencia del transporte surge desde
la descarga de adrenalina, testosterona y glucosa al torrente sanguíneo. Esta descarga genera
un sentimiento de intensidad que a su vez provoca una sensación de que la vida tiene propósito,
y por lo tanto, tiene significado, hasta el punto de llegar a ser percibida como la única forma de
existencia auténtica. De este modo, el contacto con la persona amada puede ser buscado como
repetición de esta experiencia, que en el fondo es el resultado de descargas bioquímicas.
El cuerpo de los adolescentes activado por la descarga de elementos “transportadores” y
“transfigurantes” que genera el imaginario, da lo mismo si es el imaginario popular o el imaginario docto, muestra en toda su dimensión las características de excesivo y recalcitrante que le
asignan al cuerpo las investigaciones de Simon Williams, tal como analizaremos más adelante.
El atractivo que ejerce la pornografía sobre los adolescentes, especialmente sobre los varones,
señala hasta qué punto lo imaginario bajo la forma de “fantasía sexual” puede influir en la conducta sexual humana.
Damasio afirma que todo cuerpo genera de manera natural una mente. Según este científico,
las experiencias del cuerpo cincelan la mente (Damasio, 1989). Es solamente lógico entonces
que el cuerpo erotizado de los adolescentes cincele mentes erotizadas, una de las características
normales de los adolescentes, una experiencia que desemboca normalmente como configuración de la sexualidad adulta normal. En consonancia con esta perspectiva epistemológica, es
posible afirmar siguiendo a Winnicott (1988) que la mente erotizada del ser humano adolescente
es la elaboración imaginativa de la vida del cuerpo adolescente erotizado. El sentimiento de
“ser adolescente” o de “ser joven”, y bajo la presión cultural por serlo y cumplir con las pautas
esperadas (algo a lo que Erick Erickson llamó la moratoria psicosocial) lleva a los jóvenes a
elaborar imaginativamente su genitalidad bajo la forma de sexualidad. El deseo irrumpe en sus
vidas desde el cuerpo, en un momento en que no se espera que este conduzca todavía a la
formación de pareja procreadora. La conciencia del cuerpo se convierte, de objeto más que nada
sensorial, en un objeto sumamente sensual y difícil de dominar: se hace intensamente visible,
audible, odorífero, óptico, y todo menos silencioso. Esta intensa cualidad sensual del cuerpo
adolescente genera una insolencia opuesta a la del amor romántico pero en el origen están los
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
175
mismos procesos cuerpo-mente. El cuerpo/mente se “hace escuchar” con toda su “insolencia”
biológica, cruda, grosera incluso (los adolescente suelen disfrutar del humor escatológico). En
muchos adolescentes, esta insolencia se traslada por vía de las emociones acompañantes a los
planos psicológico y social, tanto a través del lenguaje como de la vestimenta y arreglo personal.
La insolencia del cuerpo biológico adolescente, a partir de los años 60, da contenido y forma a los recitales de música rock. En esos recitales y en el tipo de textos que acoge, podemos
encontrar esta insolencia en formas sumamente transgresoras de las normas convencionales,
como en este caso de una canción de un conjunto argentino, Ataque 77, en la cual encontramos
el típico descuido popular y dialectal, casi surrealista, de la gramática oficial castellana:
“Miren a esa reina
cómo provoca con sus caderas
si los chicos pasan a otro lado
piensen algo si se queja.
Nena, no simules más:
Que tenés furor que hay que controlar
Si yo sé que cuando cae la noche
Con las almohadas vos te consolás.”
En estos versos es evidente, entre otras alusiones francamente eróticas, la alusión a prácticas
masturbatorias. Una versión mucho más fuerte y más típica de insolencia rockera, abundante
en “obscenidades” y francas expresiones sexuales, es la letra de la siguiente canción de los
paradigmáticos Sex Pistols:
Friggin’ in the riggin’
It was on the good ship Venus
By Christ, ya should a seen us
The figure head was a whore in bed
And the mast, a mammoth penis
The captain of this lugger
He was a dirty bugger
He wasn’t fit to shovel shit
From one place to another
Chorus:
Friggin’ in the riggin’
Friggin’ in the riggin’
Friggin’ in the riggin’
There was fuck all else to do
The captain’s name was Morgan
By Christ, he was a gorgon
Ten times a day he’d stop and play
With his fuckin’ organ
The first mate’s name was Cooper
By Christ he was a trooper.
He jerked and jerked until he worked
Himself into a stupor
Chorus
The second mate was Andy
By Christ, he had a dandy
176
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Till they crushed his cock on a jagged rock
For cumming in the brandy
The cabin boy was Flipper
He was a fuckin’ nigger
He stuffed his ass with broken glass
And circumcised the skipper
Chorus
The Captain’s wife was Mabel
To fuck she was not able
So the dirty shits, they nailed her tits
Across the barroom table
The Captain had a daughter
Who fell in deep sea water
And by her squeals we knew the heels
Had found her sexual quarters
La traducción de la primera parte de esta típica canción del más típico rock (originalmente
surgido como instrumento de trasgresión) nos muestra hasta qué punto el imaginario expresa el
salvajismo latente del cuerpo orgiástico adolescente: “Era en el bendito barco Venus, ¡por Cristo,
deberías habernos visto! El mascarón de proa representaba una puta en una cama y el mástil era
un pene gigantesco. El capitán de este barco era un sucio fornicador que no era siquiera idóneo
para palear mierda de un lugar a otro.”
Entre muchos otros apoyos, con el apoyo del cancionero popular, y desde el imaginario popular
y personal, los adolescentes elaboran su experiencia corporal de la sexualidad de muy diversos
modos. Como parte de su aprendizaje social del “ser adolescente”, pronto durante la pubertad los
jóvenes comprenden que el cuerpo erótico es eróticamente manipulable a través de la vestimenta,
el arreglo personal, la dieta, la música, el baile, el ejercicio físico, y que las emociones también
pueden ser manipuladas usando medicamentos y drogas. Para los jóvenes, manipular el cuerpo
desde el imaginario es una manifestación de poder sobre el cuerpo, a menudo transgrediendo las
normas adultas. Se trata por lo tanto de una experiencia política de psicogénesis. En ese caso,
el cuerpo se vive (y se viste o desviste) como fuente expresiva de poder, como objeto sobre el
que se ejerce poder personal, ya no como acto de obediencia a los adultos sino como acto de
identificación con los otros jóvenes (una emancipación que es sólo un cambio de servidumbre).
Entre las manifestaciones de los poderes que se ejercen en y a través del cuerpo está la
conducta sexual. Así puede ocurrir que una adolescente decida embarazarse usando su poder
para hacerlo porque de ese modo quiere “tener algo suyo: el hijo o hija” o cree que puede retener
a su pareja o demostrarle su amor. La masturbación, que a menudo ha sido descubierta antes
de la adolescencia, representa un ejercicio de poder personal sobre el lívido, sometiéndola a la
voluntad personal de placer erótico.
El nuevo salvajismo que surge con la aparición de la genitalidad en la vida humana en la
adolescencia exige de los adultos un nuevo esfuerzo domesticador de los jóvenes. De otro modo,
éstos podrían quedar incapacitados para la vida social convencional. Domesticación significa el
reemplazo de la conducta regida por impulsos por la conducta regida por hábitos socialmente
creados, comprometidos e impuestos. El cuerpo finalmente civilizado es un cuerpo domesticado,
es decir “adaptado a la casa (domus)” y “alejado del modo de ser salvaje en la naturaleza”. La
primera experiencia formal de domesticación es el aprendizaje del control de esfínteres.
Como ya hemos señalado más arriba, según el psicólogo Simon Williams, el cuerpo humano
es excesivo por naturaleza (tiende a ser orgiástico), y que además es una entidad recalcitrante que
a menudo se impone por sobre la voluntad de su habitante interior (Williams). Los adolescentes
experimentan la forma más universal de la naturaleza excesiva y recalcitrante del cuerpo que es
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
177
la experiencia del impulso sexual. Los jóvenes, al igual que los adultos, han aprendido poco sobre
cómo controlar ese impulso, que a menudo los avasalla emocionalmente. Las consecuencias de
ese avasallamiento consisten en eventos como la infección con el VIH o el embarazo no deseado.
Esto nos lleva a percibir que el control del impulso sexual es un tema ignorado y excluido de
todos los talleres de educación sexual, en circunstancias que el desarrollo de esta habilidad es
el problema central de toda educación para un ejercicio responsable de la sexualidad.
Los adolescentes experimentan el cuerpo a través de la experiencia sobresaliente de tres
áreas que la pubertad realza sobremanera: la boca (alimentación y beso), genitales (deseo y
exploración) y ano (excreción y vergüenza) (Kott 1977). Estas tres áreas expresan las urgencias
del cuerpo que se sobreimponen a la voluntad humana como “cuerpo recalcitrante y excesivo”.
Como consta en la experiencia humana universal, es tremendamente difícil sobreponerse al
hambre y la sed (expresadas en la boca), al impulso sexual y la necesidad de orinar (genitales),
y a la urgencia de la excreción (ano). Tomar en cuenta que para el adolescente es tan difícil
como lo es para el adulto promedio controlar el impulso sexual es una de las necesidades para
enfrentar eficazmente los problemas del embarazo adolescente y el contagio juvenil con VIH: las
relaciones sexuales riesgosas surgen de la falta de control del impulso sexual. El descubrimiento
de la genitalidad conduce al adolescente a descubrir la autopropiedad y privacidad de su propio
cuerpo en tanto “propio”: el sentimiento de propiedad e independencia elabora imaginativamente
la genitalidad literalmente como “espacio absolutamente personal”, y a menudo como el espacio
corporal de la rebeldía ante la imposición adulta. Para el adolescente su cuerpo es la sede de
su identidad (especialmente de su identidad de género) en tanto elabora la experiencia de sus
genitales y de su cuerpo como identidad, es decir como expresiones de un YO individual: “MIS”
genitales de hombre o mujer, “MI” rostro de hombre o mujer, “MIS” movimientos y acciones, “MI”
apariencia de hombre o mujer, se integran en una dramaturgia erótica de la visibilidad/invisibilidad
del YO-CUERPO femenino o masculino, especialmente ante los otros jóvenes. Este descubrimiento de “propiedad genital” también está en el origen de muchas trasgresiones adolescentes.
Una de las cosas que los adolescentes deben aprender a controlar es su genitalidad bajo la
forma del impulso sexual. El aprendizaje de esta habilidad de aplazar la satisfacción del impulso
sexual es a menudo incompleta y generalmente ese control se ejerce por la vía de la simple
represión. Los fracasos de la estrategia represiva se observan cuando surgen los embarazos
no deseados en las mujeres adolescentes o las infecciones con el VIH en los adolescentes gay.
Partamos de la base que, en la generación de su conducta para llevar una vida social y personal
normal, el individuo necesita aprender gradualmente a controlarse a sí mismo, a gobernarse (Elías
19099). Como ya se ha indicado, a través de un proceso de aprendizaje social que se inicia en
la infancia en la familia normal, el individuo considerado normal adquiere y generaliza desde los
otros de su entorno estándares de conducta para sí mismo, y así desarrolla la capacidad (en el
lenguaje de Scheller) de decirle “NO” a sus tendencias puramente instintivas y también la capacidad
de premiarse o castigarse a sí mismo por sus acciones (Bandura 1976). En estas capacidades
está el origen del autocontrol que exhibe el ser humano civilizado. La primera experiencia de
autocontrol es el conformismo: el niño aprende a obedecer entre los 12 y 18 meses (Berk 1999).
El mejor predictor del aprendizaje eficaz del autocontrol (retraso voluntario de la gratificación)
es el desarrollo del lenguaje (Vaughan, Kopp y Krakow 1984; Atwood, Ruebush, y Everett 1978)
y, por lo tanto, el desarrollo de la capacidad de “conversar consigo mismo”, pensarse, juzgarse
y dirigirse, guiar su propia conducta, es decir, la capacidad de mantener “dialogo interior” consigo mismo. De acuerdo con Vigotski (1996; 1995; Kozulin 1990) los niños no guían su propia
conducta hasta que incorporan las normas de los adultos en su propio discurso y las usan para
darse instrucciones a sí mismos en forma habitual. Esta forma de lenguaje autodirigido se llama
“habla privada” según Vygotsky o “diálogo interno” según otros expertos (Goldstein y Kenen
1988). Por lo tanto, el aprendizaje del diálogo interno es esencial para el autocontrol de la conducta humana, y por lo tanto para el control de la respuesta sexual. El diálogo interior es el que
178
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
sustenta la llamada conciencia moral, esa voz interna que nos premia por las “buenas acciones”
y nos reprueba por “las malas acciones”. El diálogo interior elabora y sostiene los sentimientos
de culpa y vergüenza que fundan la conciencia ética. De los reproches de esta voz interior que
juzga e incluso persigue (los remordimientos) se originan la culpa y la vergüenza. Esta voz se
guía por estándares de conducta que el niño y el joven introyectan desde el entorno humano en
que se desarrollan en procesos de aprendizajes participativos y miméticos (Bandura 1976). En
este contexto adquiere importancia una noción empírica llamada “ley de la ejemplaridad” según
la cual “80% de lo que sabe una persona lo ha aprendido observando a otros, sólo 20% lo ha
aprendido en libros y medios formales”. Sabemos, como ya se ha señalado en otra parte que en
este proceso de aprendizaje observacional el niño aprende a hacer lo que observa que hacen
los otros, especialmente los adultos, en su medio (la acción del modelo influye en la acción del
niño), este niño además juzga al modelo conductual observado con el criterio implícito de lo que
el modelo dice o hace pero no por la consistencia entre sus palabras y las acciones; además, en
esta interacción los niños aprenden a “explicarse” y justificarse y lo aprenden derivando su modo
de comunicación de lo que los modelos dicen, no de lo que hacen (Beltran-Llera 1982), es decir
el discurso del hijo tiende a reproducir el del padre. En este proceso psicosocial se preconfigura
lo que va a ser el adulto. Una consecuencia práctica de esta hipótesis es que LA FAMILIA Y LA
ESCUELA DEBEN ESTIMULAR EL EJERCICIO HABITUAL DEL DIÁLOGO CONSIGO MISMO.
Todo lo anterior apunta al hecho de que, como resultado de la interacción social con potenciales
modelos conductuales, el individuo se transforma en un objeto para sí mismo (Rosenberg 1988;
Fisher 1988; Mead 1934). Es decir desarrolla un “YO” y un “MI”. El YO es metacognitivo en cuanto
se conoce a sí mismo como el MI MISMO. El MI MISMO es el objeto que el sujeto juzga, observa,
controla, con el cual conversa, argumenta, pelea, que elogia o reprueba, al que le permite ciertas
acciones y le prohíbe otras (Rosenberg 1988). La experiencia cotidiana nos muestra que individuos diferentes tienen diferentes grados de poder y control sobre sí mismos, sobre su MI desde
su YO. Una buena metáfora para expresar esto es la siguiente: El Yo conforma su conducta a las
normas del mundo en que vive (conformismo según Talcott Parsons), de dos maneras: una es
ejerciendo autocontrol según el medio en que vive, en la medida en que el individuo se transforma
en su propia “policía” (locus de control interno) o en la medida en que controla su conducta sólo
si “la policía” lo está vigilando “allá afuera” (locus de control externo) (Weiner, Figueroa-Muñoz,
Kakihara, 1991; Knoop 1989; Brubaker 1988; Weiner, Nierenberg, Goldstein 1976).
Pero la conducta cambia también si cambia el mundo interior del sujeto (Haruki 1975), es
decir si se modifica la elaboración imaginativa de la vida del cuerpo, en forma significativa para
el sujeto. Es decir si cambia el imaginario. Es lo que ocurre en el paso de la niñez a la pubertad
y luego a la adolescencia: el mundo interior de los jóvenes cambia cuando cambia sinceramente
el diálogo interno consigo mismo al cambiar los significados del cuerpo en esta etapa de la vida
personal. Por ejemplo, al cambiar el cuerpo en la pubertad, cambian el contenido y el tono emocional del diálogo interior. A través de los cambios en el diálogo interno se producen los hábitos
y los cambios en los hábitos, que son constantes conductuales.Las acciones psicológicas ejercidas sobre una persona generan cambios en su conducta si modifican el nivel y la potencia de
la percepción de autoeficacia (Bandura 1977). Este es un cambio del mundo interno y se traduce
en cambios del diálogo interno y traduce cambios sinceros del diálogo interno.
De acuerdo con Lev Vygotsky el conjunto organizado de cambios que constituye el desarrollo
de una persona consiste en los CAMBIOS EN EL REPERTORIO DE RESPUESTAS QUE DA EL
MEDIO SOCIAL HUMANO AL NIÑO EN SUS DIFERENTES ETAPAS DE CRECIMIENTO EN
TÉRMINOS DE SU ZONA DE DESARROLLO PROXIMAL (Vygotsky 1996; Vygotsky 1995; Chu
1995). En consonancia con la hipótesis de la zona de desarrollo proximal se puede afirmar que
todo el desarrollo del niño, incluyendo el desarrollo de la personalidad del individuo, depende
de que el entorno social y/o familiar ofrezca oportunamente los estímulos externos necesarios
y adecuados para que el joven en todas las etapas de su desarrollo actualice los mecanismos
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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internos que ha madurado (Claessens 1973). Esta participación de los otros en el desarrollo de
los jóvenes lo podemos llamar “mediación”.
Lev Vygotsky (1996) explicita el concepto teórico de “mediación a través de otra persona”
recurriendo a la hipótesis de Pierre Janet según la cual “en algún punto del proceso de su desarrollo, el niño empieza a usar en relación consigo mismo las mismas formas de conducta que
inicialmente usaron los demás con relación a él”. Si aceptamos esta hipótesis de la mimesis,
tendremos que aceptar la importancia del rol modelador de los adultos en la vida de los niños.
Piaget propuso una versión generalizada de este principio al afirmar que la ley genética general
del desarrollo cultural es que “cualquier función en el desarrollo cultural del niño primero aparece
en el plano social, y después en el psicológico”, es decir, aparece primero como experiencia del
niño en su relación con los otros y luego como experiencia de los otros en su relación con el niño.
Por esto es importante crear en la escuela oportunidades en que los estudiantes adolescentes
compartan y comenten sus experiencias como adolescentes. Sería oportuno, por ejemplo, monitorear el desarrollo de la adolescencia de los estudiantes a través de una reunión semanal del
curso dedicada a compartir y profundizar en esa experiencia.
La mediación de los pares y de los adultos para la realización en la conducta de la zona de
desarrollo proximal opera en último término transformando la elaboración imaginativa de la vida
del cuerpo en el sujeto. Por esto es tan importante que los adolescentes lean literatura saludable
sobre adolescentes, que hagan dibujos que exterioricen sus experiencias adolescentes, que lleven
diarios de sus vidas, narren sus experiencias en talleres grupales o en grupos de apoyo para
enfrentar la adolescencia en compañía de los pares, vean y comenten filmes que narren experiencias adolescentes en foros de video o cine, profundicen en la comprensión de obras de arte
(como Romeo y Julieta) que representan a adolescentes, que escriban poemas y los comenten
en la clase de literatura o en el Club de Lectura, en la escuela, independientemente de si esos
poemas son “buenos o malos” desde la perspectiva de la crítica literaria.
En la familia, y fundamentalmente a través del lenguaje y el aprendizaje mimético, el niño,
futuro adolescente y adulto, aprende la cultura. Este hecho define a lo que podemos llamar la
familia como mediadora cultural. En la opinión de Vigotski, este aprendizaje, como cualquier
otro aprendizaje, es dialogal. En su rol cultural, la familia enseña dialógicamente a los jóvenes las
normas de humanidad como por ejemplo, los rituales de cortesía cotidiana, las reglas de parentesco, las pautas morales de la cultura, la necesidad de ser reconocido, las normas de obediencia,
los modos legítimos de autorrealizarse, las necesidades de pertenecer y asegurarse, y así por
consiguiente. Como sabemos, este proceso se denomina socialización y está orientado por las
expectativas que tienen las sociedades respecto al niño considerado normal. Hay diferencias
culturales importantes en esto. Por ejemplo, las madres occidentales u occidentalizadas tienden
a ver al niño normal como alguien a quien hay que estimular para que su desarrollo sea óptimo,
es decir, para que se hagan activos e independientes; en cambio, las madres japonesas creen
que el niño es alguien salvaje a quien hay que domesticar para hacerlo dependiente de la familia
y de sí mismos (DeVos 1981). Las familias tradicionales en la India creen que el niño llega al
mundo con conocimientos adquiridos en otras vidas.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Capítulo 8.
Juventud, identidad y rock n’roll.
Juan Pablo Brand Barajas
Juventud y rock, fenómenos de la postguerra de la mitad del siglo XX que entrelazan sus orígenes en el descontento por las conflagraciones que marcaron la centuria con la sangre de hombres y mujeres expectantes a un desarrollo vital pleno, en el profundo reclamo por haberles sido
arrancada la esperanza de un futuro, en el desgarro de sentir que su juventud los condenaba a
morir. El grito era muy claro: ¡Queremos vivir!
Pero la guerra continuó, en campos de batalla o en las trincheras asfaltadas de las ciudades,
ser joven en la postguerra era uno de los peores delitos que se podían cometer. Represión, persecución e injusticia eran signos distintivos de la experiencia juvenil de esos años.
En medio de la polución sopló un viento de libertad, se abrió una puerta alterna a los inescrutables designios que la sociedad imponía a las nuevas generaciones, bastaron unas variantes a
la ya conocida música blues para dar nacimiento a un polimorfo movimiento que hasta nuestros
días estremece las neuronas y las hormonas de los jóvenes. El rock and roll (conjunción de dos
conceptos que remiten al movimiento) vino a dar nombre a la cambiante naturaleza de la adolescencia y la juventud, en un espectro que va del tierno arrullo hasta la sacudida más violenta. El
adolecer de este periodo es el dinamismo biológico, psicológico y social que hace dar tumbos por
todos lados, lo que hace el rock es darle ritmo a este movimiento, es ofrecerle al joven la oportunidad de representar con su cuerpo o en su cuerpo la confusión de los vaivenes que experimenta.
Los míticos movimientos de cadera de Elvis Presley hicieron patente que en el bajo vientre
es donde se libran las batallas más intensas de los jóvenes, por eso cada uno de los bamboleos
del rey agitaba las hormonas de las jóvenes y las conciencias de una generación adulta cuya
única opción sexual era la reproducción.
Durante los años 60 los jóvenes tomaron las calles, “¡la imaginación al poder!”, gritaban los
franceses, “¡haz el amor y no la guerra!”, respondían los norteamericanos y en México un pliego
petitorio se convirtió en un manifiesto por el derecho a transitar la adolescencia sin represión.
La década de los 60 constituyó el periodo de gestación de la juventud como sujeto social,
su voz se dejó escuchar y al costo de sangre y vejaciones los pioneros del movimiento joven
abrieron una brecha, surcaron el camino a las futuras generaciones, diversificaron el limitado
abanico que sus antecesores les heredaron. Una de las vías de expresión joven que tuvieron
mayor impacto fue la del rock, desde The Beatles y Rolling Stones hasta las psicodélicas notas
de Pink Floyd, la música rock fue matizada con letras cuyo mensaje podía compendiar las tribulaciones propias de la juventud.
Al contar con bandera e himnario a la juventud sólo le faltaban los rituales. Es así que cobra
forma lo que hoy conocemos como conciertos o tocadas. El festival de Woodstock, en Estados
Unidos de Norteamérica estableció la liturgia de los conciertos para jóvenes. México no tardó
mucho en adoptar este ritual; en septiembre de 1971 se llevó a cabo el Festival de Avándaro
en el que 11 grupos de rock mexicano lograron convocar a entre 200,000 y 500,000 jóvenes. Al
respecto de este evento Maritza Urteaga (1998) comenta:
El Festival de Avándaro marcaría fuertemente las condiciones en el desarrollo que como
campo cultural, tendría el rock mexicano en sus próximos 15 años: su exclusión (censura-
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
prohibición-represión abierta) por parte del poder político y por parte de las industrias culturales
mexicanas. En este sentido, es posible proponer que Avándaro simboliza en la historia del
movimiento rockero lo que Tlatelolco en el movimiento estudiantil y donde la onda es el mito
escatológico del primero (p. 39).
En adelante el rock se ramificará de formas inimaginables, surgirán diversas propuestas que
los jóvenes adoptarán como propias: rockeros, jipitecas, metaleros, punks, darks, thrashers,
grunges, etc. Cada una de ellas trasciende lo musical, extendiéndose a una forma de vestir, de
arreglarse, de hablar, de bailar, en fin, al apropiarse de uno de los adjetivos antes mencionados
los jóvenes establecen una identidad, que en gran parte de los casos es pasajera.
Cumplido el objetivo de justificar estrecho vínculo existente entre rock y adolescenciajuventud resulta pertinente dar cuenta de la función que cumple el primero en establecimiento
de la identidad. Para este fin tomaremos como principal referencia los aportes teóricos de Erik
Erikson referentes a la formación de la identidad en el adolescente, haciendo especial énfasis
en la función que cumplen las ritualizaciones en dicho proceso.
Tras las certezas logradas en la infancia los seres humanos se enfrentan a un súbito desequilibrio al iniciarse la pubertad. Para Erikson (1972) dicha inestabilidad se da en tres órdenes: el
cuerpo, la psique y la interacción social. Asimismo son estos tres órdenes los que el adolescente
tendrá que integrar para alcanzar una identidad duradera.
Niñas y niños cuando cuentan con aproximadamente 9 o 10 años han logrado un cierto dominio de su cuerpo, es frecuente observarlos en actividades en las cuales la habilidad física tiene
un lugar preponderante: correr, saltar, escalar, aventarse, etc. Súbitamente su cuerpo empieza
a enviarles señales desconocidas para ellos y notan cambios en su anatomía, para las niñas la
menarca es un signo incuestionable de que están creciendo. Las habilidades logradas hasta ese
momento parecen tambalear, tiran cosas al querer alcanzarlas (los brazos han crecido), chocan
en lugares donde previamente pasaban sin contratiempos, se caen sin lograrse explicar por qué,
pero ante todo los trastornan sensaciones y pensamientos que tiempo antes podían hacerse
presentes pero de manera sosegada, ahora todo es distinto, la sexualidad se perfila como la
principal incertidumbre a resolver. El movimiento de las hormonas hace de sus emociones una
hoja a merced del viento.
Lo anterior obliga al adolescente a reconocer su cuerpo cada día, lo que sólo se logra en
la actividad. Es aquí donde la música aparece como una oferta. El ritmo, la armonía (o no) y la
lírica de las canciones ofrecen un recurso externo que permite dar cierto cauce a la irrefrenable
confusión. Los adolescentes lloran, cantan, gritan, bailan, fantasean con fondos musicales, sus
artistas predilectos serán aquéllos que ofrecen una posible explicación a lo que viven, sea a
través de la música o a través de las letras. El rock entra en escena.
Es importante aclarar que si bien para muchas personas el rock es sinónimo de escándalo,
balbuceos, melodías estrambóticas y violentas, etc; su oferta cultural es muy amplia, por tanto
se encuentran desde baladas rockeras hasta los ritmos y letras más inimaginables. Al ser tan
amplio su espectro el adolescente encuentra música para cada contexto emocional. Lo que sí
caracteriza al rock es su fuerza, no se logra nada escuchándola solamente, se tiene que sentir,
tiene que golpear el cuerpo, actuar directamente en el corazón o el bajo vientre. Para incrementar
su efecto le pueden subir el volumen quedando encerrados en una esfera rítmica que los libera.
También está el baile, los pasos para bailar rock siempre se han caracterizado por un dinamismo
que puede rayar en lo violento. Comenzó siendo un baile de pareja con un intenso contacto y ha
derivado en un baile grupal sin contacto alguno, salvo en el caso que se puedan incluir empujones
moderados y a veces no tanto. El cuerpo del adolescente sintoniza la música, siente como cada
nota corre por su cuerpo ofreciéndole un compás a su arrítmica experiencia.
El rock es un medio para tramitar el orden corporal, el adolescente está ávido se experimentar
su nuevo cuerpo y el rock le ofrece un escenario. Pero va más allá porque como afirmaba un
eslogan “El rock es cultura”, y por lo tanto se expande más allá del terreno propiamente musical
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ofreciendo un campo fértil para todo tipo de expresiones, entre las que se encuentran las marcas
corporales. Tatuajes, aretes maquillaje, vestimenta y toda clase de artículos acompañan la estética
rockera, todo tipo de distintivos le permiten al adolescente adornar su cuerpo y darle la sensación
de que lo tiene bajo control, le confiere una marca registrada que sirve como prótesis en el proceso de cambio y apropiación. Es por ello que el adolescente rockero (y cualquier adolescente)
se apega tanto a estos distintivos, pues en ocasiones son el único sostén de una indefinición
que amenaza con aniquilarlo. A esto se suma la importancia que tiene el arreglo corporal en la
posibilidad de ser incluido en un grupo, en una tribu.
En el orden psíquico también reina la incertidumbre. Freud afirmaba que el yo es el vasallo de
lo inconsciente y del mundo externo, en el caso de los adolescentes esta aseveración encuentra
su prueba más fehaciente. Cual personaje kafkiano el adolescente atraviesa este periodo del
desarrollo con una identidad incipiente que se metamorfea constantemente, las certezas sobre
sí mismo pueden durar meses o minutos, así como sus emociones y relaciones. El paso es
necesario, al igual que lo referido con respecto al orden corporal, el adolescente debe poner a
jugar su psiquismo, soportar su naturaleza proteica con la esperanza de conformar una identidad.
El adolescente tendrá que ser uno y todos a la vez, comprometerse con experiencias que le
permitan vivirse en roles “como si”, pues de esta forma podrá discriminar lo que le es propio o
ajeno. Sentirse rockero será una entre infinidad de opciones, sin embargo, la amplitud del ámbito
rock hace posible lo que mencionábamos anteriormente “ser uno y todos a la vez”, es decir, el
adolescente puede tener como eje principal ser rockero y esto será una constante, pero al mismo
tiempo puede ir cambiando sus gustos de un grupo a otro, de un disco a otro, de un artista a otro,
de una imagen a otra, etc. Ser rockero le permite al adolescente lanzarse a la incertidumbre del
juego de roles, contando con un fuerte amarre que lo sostiene, que es el rock en sí.
Por otro lado, surge una intensa necesidad por separarse de lo establecido, entiéndase familia,
escuela, sociedad, gobierno, etc. Esto tiene como finalidad poner distancia para poder encontrar
la propia identidad, aunque se puede dar el caso de que exista mucha confusión al interior del
adolescente y se oriente a una identidad negativa, dando muestras de esta separación a través
de actos delictivos u ofensivos para su entorno. El rock facilita este proceso de separación, por
un lado hay cantantes o grupos cuyas letras ofrecen mensajes muy explícitos, critican abiertamente a la sociedad, a las familias, al gobierno o a la moral imperante. Pero al mismo tiempo
los artistas rockeros se perfilan como modelos alternos de identificación, un adolescente puede
experimentar que sus padres no lo comprenden pero que tal o cual cantante o músico sí sabe
lo que le está pasando, por tanto puede idealizarlo e intentar imitarlo. Ser rockero se vincula con
rebeldía y violencia, pero como mencionamos anteriormente, dependerá de la personalidad e
historia personal de cada adolescente el uso que pueda hacer del rock y de los espacios donde
esté presente. En cuanto al orden social cobran especial importancia las ritualizaciones. Para
Erikson (1972) una ritualización humana consiste en “un interjuego acordado por lo menos entre
dos personas que lo repitan a intervalos significativos y dentro de contextos recurrentes; y este
interjuego debe poseer un valor adaptativo para los respectivos yos de ambos participantes” (p.
77). Es por ello que desde que un ser humano nace y empieza a interactuar con su madre, o con
quien cumpla la función materna, da sus primeros pasos en la ritualización. En cada etapa de la
vida hay ritualizaciones particulares y las establecidas en una época se suman a las previas y así
sucesivamente. Para este autor cuando un sujeto llega a la adolescencia “es urgido por primera
vez a volverse miembro íntegro de su seudoespecie” (p. 103), por tanto en esta etapa todos los
elementos desarrollados durante las ritualizaciones de las etapas previas de la vida “se vuelven
ahora parte de ritos formales que añaden al inventario existente el elemento ideológico” (p. 103).
Gran parte de las demostraciones juveniles en lo privado o en espacios públicos representan una
búsqueda espontánea de formas novedosas de ritualización “estilística o ideológica” inventadas
por los jóvenes o para los jóvenes. Desafiante y sardónica, la juventud intenta contrarrestar
con sus propias ritualizaciones la carente significación de las convenciones de la sociedad en
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
que viven. Pero sobre todo, afirma Erikson (1972), “muestran la necesidad de encontrar formas
completamente nuevas de significado ritual dentro de una tecnología tan rápidamente cambiante
que el cambio mismo se vuelve el ethos de la época” (p. 105).
Si aplicamos lo dicho anteriormente al análisis de la cultura rockera encontramos sendas
similitudes. El rock es, como lo hemos afirmado desde las primeras líneas, una propuesta de y
para jóvenes, difícilmente encontraremos que alguien que no haya escuchado y disfrutado del
rock en su juventud le tome gusto en la adultez. En y a través del rock la juventud inventa sus
propios rituales, cuya característica es confrontar las convenciones, casi siempre a través del
escándalo y la insubordinación. Estas manifestaciones se van transformando y reinventando
de acuerdo con la época, sin embargo, entre todas las posibles ritualizaciones que se dan en
el ámbito del rock, una que ha prevalecido: el concierto. Como ya se ha mencionado, desde los
años 60 ya encontramos los cimientos de esta ritualización y su vigencia no ha cesado hasta
nuestros días. Con respecto al elemento ritual en el rock Urteaga (2002) refiere: El “nosotros”
rockero, es decir la identidad rockera, requiere de ritos que reactualicen la memoria colectiva
del mito, la representación social de sí mismos, para afrontar su cotidianidad como jóvenes
y rockeros. En este sentido, uno de los rituales más importantes como lugar de construcción
identitaria es la tocada/concierto. Hablar de ritual es hablar de participación y comunión entre
músicos y audiencias rockeras. Simbiosis que se realiza/expresa no sólo en el orden de lo
verbal (letras de “rolas”, alguna frase de los ídolos), también en el look / “facha”, en los gestos
(la mayoría obscenos para la moral social imperante), en la música y en las escenografías (p.
137). La autora antes citada, remite al análisis de la ritualidad en algunos conciertos de rock
realizado por Nivón y Rosas Mantecón (1993), quienes proponen que los rituales tendrían
una doble dimensión, la de representaciones/actuaciones de las relaciones sociales y la de
motivadores de la acción.
A partir de lo dicho hasta el momento intentaremos seguir una hipotética secuencia de representaciones y acciones que lleva a cabo un adolescente o joven en su trayectoria hacia un
concierto, deteniéndonos para analizar los puntos más sobresalientes.
Conforme un ser humano avanza en la vida las ritualizaciones se van complejizando, desde
la relación de mutualidad entre un bebé y su madre, hasta la interacción en grandes masas. La
complejidad alcanzada por las ritualizaciones de adolescentes y jóvenes requiere casi siempre
una preparación. Es por eso que casi siempre lo que precede a cualquier intención de asistir a
un concierto es el conocimiento previo del grupo, grupos o artista que se presentará. Lo anterior
hace que el joven esté alerta a las posibilidades de escuchar en vivo a los artistas de su agrado.
Dependiendo quien se presente, la difusión puede ser vía periódicos, revistas, internet o radio
(muy rara vez por televisión), también puede ser a través de anuncios espectaculares; los medios
mencionados casi siempre se vinculan más a conciertos de artistas o grupos promovidos por
grandes compañías disqueras. En otros casos la información puede llegar vía publicidad circulante (volantes), carteles pegados en bardas, postes o servicio público; la sumamente eficiente
publicidad de “boca en boca”, o si se trata de un foro tradicionalmente rockero, los visitantes
asiduos se pueden enterar de forma directa.
El pago de la entrada puede ser muy diverso, cuando se requiere boleto y es un concierto
masivo, los adolescentes y jóvenes más “fanes” se establecen afuera de las taquillas y los locales muchas horas antes de la establecida para el inicio de la venta de entradas, se quedan
a dormir en el lugar, y desde ese momento comienza a sentirse “el ambiente”, puesto que hay
reconocimiento mutuo de la pasión por el grupo o artista. Partiendo de que en general los adolescentes tienen problemas de “lana”, regularmente inician un proceso de captación de fondos
dependiendo su intención.
Teniendo en sus manos el boleto, empieza la preparación, escuchando constantemente la
música que se interpretará en el concierto, discutiendo sobre las posibles rolas que se tocarán
e informándose sobre detalles del artista, del grupo o de la gira.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
185
Concluidos los preparativos, llega la fecha del concierto y entran en juego una serie de
representaciones y acciones que Urteaga (2002) compendia de la siguiente manera: Si se
considera la “acción” como la posibilidad de los sujetos de transformar/invertir el orden social (o
ciertos aspectos del mismo, los que los atañen como chavos rockeros, por ejemplo) en el plano
simbólico, el concierto puede proponerse como el espacio ritual rockero en donde los chavos
experimentan/sienten en común, esto es, viven –sólo por unas horas y transitoriamente- cierta
inversión simbólica de las jerarquías sociales que experimentan en su cotidiano institucional
(sobre todo, aquéllas que viven en la escuela, en el trabajo, en el aparato represivo –la tira-,
con la moral familiar y religiosa). En este sentido, la tocada / el concierto rockero son espacios
para experimentar el communitas en oposición a la societas, que pertenece al orden de la
cotidianidad institucional por la que atraviesan los(as) chavos(as) en este momento de sus
vidas. Son ritos de transgresión simbólica de las jerarquías sociales que convierten a todos
en una unidad, un “nosotros” que presupone la alteridad frente a los ‘otros’ (la sociedad, los
otros chavos no rockeros) y que se expresa en la hermanada corporal, gestual, de “facha”, de
“actitud” (p. 138).
Es por esto que el día del concierto resulta forzoso vestirse de acuerdo con la ocasión, colocarse todos los distintivos necesarios. El adolescente diseñará su propia “facha”, no se ataviará
con cualquier cosa, sabe que va a un ritual y requiere de prendas seleccionadas. Una vez listo
su atuendo se encontrará en algún punto estratégico con sus amigos y amigas para encaminarse
en grupo hacia el recinto musical. En su trayecto, ya sea en metro, camión o microbús; irán reconociendo a otras hordas de “fanes”, el reconocimiento se dará por la vestimenta, los distintivos,
el lenguaje y las referencias directas. Arribando a las cercanías del foro sentirán una “vibra” que
se irá intensificando, se escucharán los sonidos que anteceden al concierto: música, gritos y las
voces de los vendedores ambulantes anunciando playeras, discos, fotos, etc.
Durante sus últimos pasos se les hace evidente la presencia de elementos de seguridad que
los miran con sospecha, saben que a los ojos de la tira son culpables mientras no demuestren
lo contrario, son alborotadores potenciales. Al llegar a la puerta el cateo no se hace esperar,
separan a hombres y mujeres, los “manosean” o les pasan algún artefacto que detecta metales.
Es un momento donde la violencia está sostenida por débiles hilos, pues los adolescentes y
jóvenes van a su ritual y los elementos de seguridad representan ese orden que tanto repudian.
Al ingresar al recinto ubicarán sus lugares, si los hay asignados, si no es así se agolparán y algunos iniciarán una odisea con la intención de acercarse lo más posible al escenario, esto entre
gritos, empujones e insultos.
El fragmento previo ilustra como representaciones y acciones se van entrelazando en un
proceso que lleva a la paulatina apropiación de lo que será, para los jóvenes y adolescentes, su
momento. Desde antes de arribar al foro donde se desarrollará el concierto llevan a cabo acciones que se salen del comportamiento convencional, sintiendo que por ir a una tocada tienen una
licencia especial para comportarse de determinada manera.
Urteaga (2002) afirma que el concierto “es un espacio privilegiado en donde el mundo
imaginado y el mundo real se funden en la dimensión simbólica para modelar el ethos y la cosmovisión de la comunidad rockera. En éste, los rockeros refuerzan y renuevan a través de sus
comportamientos, actitudes y rollos, la propuesta mítica rockera: su utopía de la vida” (p. 139).
Anteriormente referimos un supuesto trayecto de adolescentes a un concierto, en el que se hace
palpable la fusión de la que hable Urteaga, pues al ir en el camión o en el metro todavía rigen las
reglas de la societas, sin embargo, mientras los jóvenes se acercan al recinto van experimentando
que ese mundo real en el que se encuentran se va amalgamando con el reino imaginado al que
están a punto de ingresar.
Es común que llegada la hora de inicio del concierto, los artistas o grupos se retrasen unos
minutos. Y para este momento la masa de adolescentes y jóvenes esté en punto de ebullición,
por lo que cualquier chiflido, grito o mentada, despierta al monstruo que se expresa con rechiflas
186
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
y bullicio. Finalmente se apagan las luces y da inicio el ritual. Los primeros minutos son de suma
incertidumbre, hay luces y música; el pasmo se rompe cuando se escuchan las primeras notas
reconocidas o la voz del o la cantante. En este punto existen infinidad de variantes, pues cada
artista o grupo tiene su propia liturgia, la cual respetarán como si de algo sagrado se tratara pues
saben de antemano que el público anónimo está dispuesto a entregarse a lo que ellos propongan
pero esperarán un ritual acorde a una tradición ya establecida. Siendo él o la vocalista casi siempre
el icono del grupo, es quien se encarga de entablar la comunicación con la concurrencia. No todo
está asegurado, existe una expectativa, la cual no es explícita, y los artistas pueden decepcionar.
El comportamiento del grupo o artista sobre el escenario y sus mensajes verbales, transmiten “los significados y propuestas como pauta para la vida para ser asumidas como verdaderas
dentro de la comunidad rockera” (Urteaga, 2002, 138-139). Esto es parte de la ritualización, los
adolescentes esperan que sus “ídolos” les enseñen cómo vivir, sea a través de mensajes explícitos o a través de comportamientos concretos.
Los momentos de un concierto suelen ser un arranque espectacular, luego el tono baja y va
fluctuando conforme se desarrolla el evento. Casi siempre se incluye algún elemento inesperado
y se continúa hasta llegar a un clímax que anuncia el final del concierto. Salvo que la tocada
haya sido infame, en México existe una fuerte tendencia a pedir más, por lo cual los artistas
saben que al despedirse tendrán que regresar al escenario, pero al mismo tiempo la euforia e
insistencia es un indicador de su éxito. Los artistas regresan y el público se siente especial, los
conocedores evaluarán si la entrega de los artistas es mayor o menor que en otros puntos de
sus giras. Durante todo este proceso los asistentes han gritado, han coreado masivamente, han
llorado y han solicitado abiertamente rolas específicas. Por tanto cuando se hace evidente el final
del concierto la experiencia es de sumo desconcierto (literalmente), la magia desaparece y se
impone súbitamente la realidad. Tras haber vibrado al unísono por dos horas o más, el cuerpo y
la psique deben recobrar su propio ritmo, reaparecen los elementos de seguridad cuya vigilancia
no ha cesado ni un segundo. En este momento la masa de adolescentes y jóvenes es un peligro
potencial, muchos asistentes negarán el hecho de que el ritual ha concluido y sentirán la necesidad de continuarlo más allá del espacio circunscrito, por ello será necesario hacerles evidente
que su momento terminó y tendrán que asumir nuevamente las reglas, lo que en ocasiones no
sucede y se desata la violencia y el desorden.
Al salir del recinto los adolescentes y jóvenes experimentan confusión, semanas o meses de
preparativos concluyen repentinamente, el ritual ha llegado a su fin y lo que les espera es retornar
al mundo real, el trayecto que realizaron horas antes ahora resulta un tanto amargo, el punto
previo de encuentro será de desencuentro, en sus casas la vida ha seguido su curso cotidiano
y tendrán que enfrentar a esos padres de los que temporalmente se sintieron “librados”, probablemente les aguardan labores o responsabilidades escolares. La dificultad para salir del mundo
imaginado se traduce en días o semanas de reminiscencias con la esperanza del siguiente ritual.
Podemos concluir que históricamente juventud y rock son conceptos que se han construido
paralelamente, mas no por ello son sinónimos puesto que el adjetivo rockero caracteriza solamente
a una población específica dentro del universo de lo juvenil. En cuanto al proceso de formación
de la identidad en la adolescencia propuesto por Erikson, encontramos que a través del rock el
adolescente puede integrar los órdenes corporal, psíquico y social, principalmente por su acción
directa en las ritualizaciones inventadas en el ámbito rockero. Es muy probable que un adolescente que se asuma como rockero asista, durante su transición por esta etapa, a numerosos
conciertos o tocadas, en las cuales actuará y hablará de acuerdo con códigos específicos, se
vestirá con prendas acordes al ambiente, usará distintivos apropiados e intentará ser admitido
como miembro de la comunidad rockera. Aceptar una ritualización como son los conciertos, es
la afirmación de una identidad, aunque sea temporal y transitoria. Mas, como lo advierte Erikson, el riesgo del periodo adolescente es la difusión de la identidad, por tanto el joven puede
asumir el ser rockero como su identidad total, quedando atrapado en una falsa identidad como
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
187
recurso para permanecer forever young (por siempre joven). Y con esto no me refiero a quienes
encuentran en la vía del rock una posible orientación profesional, sino a quienes hacen del rock
su única categoría ontológica.
Quisiera finalizar citando a Roberto Brito (2002) quien afirma que la identidad juvenil se logra
a través de una praxis divergente, agregando que los jóvenes “deben conquistar un espacio de
significación; un espacio de autorreconocimiento, conquistado a través de la contraposición con
los demás, y esto se logra solamente a través de la diferenciación” (p. 57). Lo anterior parece
afirmar en lo social lo que ya se refirió con respecto a lo individual, la identidad sólo es posible
lograrla en la diferencia, los adolescentes difícilmente podrán decir quiénes son, pero suelen
ser enfáticos cuando se trata de aseverar lo que no son. Ser rockero marca una distinción, ser
rockero es no ser como los demás.
Referencias
1. Agustín J. La contracultura en México. México: Grijalbo; 1996.
2. Balardini S. Subcultura juvenil y rock argentino. Jóvenes. 1998; 2 (6): 102-113.
3. Brito R. Identidades juveniles y praxis divergente; acerca de la conceptualización de juventud. En:
Nateras A, coordinador. Jóvenes, culturas e identidades urbanas. México: Universidad Autónoma
Metropolitana y Miguel Ángel Porrúa; 2002. p. 43-60.
4. Erikson E. Sociedad y adolescencia. México: Siglo XXI; 1972.
5. Levisky DL. Adolescencia. Reflexiones psicoanalíticas. Buenos Aires: Lumen; 1999.
6. Nateras A, coordinador. Jóvenes, culturas e identidades urbanas. México: Universidad Autónoma
Metropolitana y Miguel Ángel Porrúa; 2002.
7. Urteaga M. Identidades juveniles y rock mexicano. México: Causa joven y Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes; 1998.
8. Urteaga, M. Concierto e identidades rockeras mexicanas en los noventa. En: Nateras A, coordinador.
Jóvenes, culturas e identidades urbanas. México: Universidad Autónoma Metropolitana y Miguel
Ángel Porrúa; 2002. p. 135-53.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 9.
Una nueva forma de vivir la vida: salir de
noche y dormir de día.
Paulino Castells
“Antes, el joven siempre estaba criticando la situación del mundo que le rodeaba, ahora se
opone a todo menos a la sociedad, que le permite vivir una vida bajo la protección de sus padres
y en la que lo que cuenta es la movida”.
José Saramago
Cambian los tiempos pero no la juventud
La forma de vivir al límite de los hijos en su juventud siempre ha despertado fascinación y una
cierta nostalgia en los padres, pero también ha chocado con sus intereses, al estar instalados
los adultos en una etapa vital mesetaria muy diferente a la cuesta ascendente que implica ser
joven y ganarse una identidad propia. Honoré de Balzac ya lo predecía en su época: “Sin duda,
es preciso seguir siendo joven para comprender a la juventud”.
Las alocadas juergas, las salidas nocturnas hasta altas horas del día siguiente, el consumo
de estimulantes para que el cuerpo aguante, etc., es sabido que en mayor o menor grado, en
amplio o restringido sector de las sociedades y con más o menos tolerancia sociocultural, se han
ido produciendo a lo largo de la historia. Al respecto ya se quejaban en una tablilla babilónica,
hace más de 3,000 años: “La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón, es mala, atea y
perezosa, y jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura”. Y
también se lamentaba Sócrates, en el siglo IV a.C: “Nuestros jóvenes aman el lujo, tienen pésimos
modales, desdeñan la autoridad, muestran poco respeto por sus superiores, pierden el tiempo
yendo de un lado para otro y están siempre dispuestos a contradecir a sus padres y a tiranizar
a sus maestros”. ¿A qué nos suenan como actuales y muy vigentes estas quejas de antaño?
Ya es sabido que aunque cambien las épocas, las modas y las costumbres, los jóvenes siempre
entrarán en abiertos enfrentamientos con los padres y demás figuras normativas que representen
autoridad, para buscar puntos de diferenciación que les permitan forjar su identidad y preservar su
espacio de intimidad e independencia. Claro que también hay quien se adelanta en el tiempo y advierte
de los peligros del uso desmesurado de psicoestimulantes entre los jóvenes como, por ejemplo, el
socorrido alcohol, y este es el caso de otro filósofo clásico, Platón que en su tratado Las Leyes aparecido en el siglo IV a.C. ya apuntaba: “Bastará una ley que prohíba a los jóvenes probar vino hasta
los 18 años, y hasta los 30 prescriba que el hombre lo pruebe con mesura, evitando radicalmente
embriagarse por beber en exceso”. Con esta contundente prescripción, el ilustre pensador griego se
adelantaba en varios siglos a lo que ahora recomienda encarecidamente la Organización Mundial de
la Salud (OMS): el consumo cero de alcohol antes de los 18 años, ya que los jóvenes metabolizan
peor que los adultos y se producen más lesiones en los tejidos de su organismo.
También es cierto que en la actualidad, la mayoría de jóvenes no muestran una clara rebeldía y un inconformismo tan radical con los progenitores como tiempo atrás, ya que entre otras
cosas, existe un diálogo y un ambiente distendido que les hacen sentirse cómodos en casa; pero
el hecho de vivir en el domicilio familiar hasta los 25 o 30 años les obliga a reivindicar parcelas
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
189
propias que sobre todo encuentran en sus salidas nocturnas de fin de semana, un tiempo para
la evasión y la construcción de vivencias al margen de la familia.
Cuáles son sus valores actuales
Nuestros jóvenes de hoy día, más altos y mejor alimentados que sus antecesores, se preocupan mucho más por su imagen; incluso a veces de manera excesiva y obsesiva, cayendo en
trastornos alimentarios como la secreta bulimia o la temible anorexia. Están dotados asimismo
de un capital educativo inimaginable en otras décadas. Tanto en sus posibilidades de acceso
universitario, como en su disponibilidad para realizar viajes e intercambios culturales, así como
para aprender idiomas, y cuentan con medios tecnológicos, comodidades y libertades jamás
disfrutados por anteriores generaciones.
En contrapartida, factores como la prolongación del periodo de formación, la dificultad para encontrar un empleo digno que les permita hacer su vida y la carestía de la vivienda, unidos al hecho de que
una gran mayoría de los jóvenes en la actualidad se sienten cómodos viviendo con los padres, hacen
que se dé un retraso en su emancipación, con las consecuencias que esto representa: una sobrecarga
económica y emocional para los padres, que pueden sentir a la vez complacencia y fastidio por tener
a sus hijos en casa hasta los 25 o 30 años, y un aplazamiento en la asunción de responsabilidades
de estos hijos (formar una relación estable de pareja, casarse, tener hijos, pagar la hipoteca, etc.).
Esta reticencia a abandonar el nido se explica porque, tal y como está el panorama social, en
casa no se vive mal, sino todo lo contrario. El modelo autoritario fundado en la ausencia de comunicación y en el temor a decir una palabra más alta que otra ya no goza de aceptación social y las
relaciones más frecuentes hoy en día se caracterizan por un clima familiar armonioso en donde
prevalece el diálogo. Además, en la actualidad, no sólo se cuenta con los jóvenes a la hora de tomar
decisiones vitales para la familia, sino que se les deja elegir qué quieren estudiar y qué quieren hacer
con su vida, facilitándoles un espacio privado que va más allá de la pura manutención y hospedaje.
Esto explica que, como señalan los informes sociológicos más recientes, los jóvenes otorguen
una importancia primordial a la familia, algo más las chicas que los chicos; que en segundo lugar
sitúen a los amigos (con los que aprenden a sociabilizarse fuera de casa) y que inmediatamente
detrás valoren aspectos puramente materialistas e individualistas, como el trabajo y el ganar dinero, los estudios y la competencia social, en este mismo orden de prioridades. Que los jóvenes
de hoy son pragmáticos y materialistas se refleja en estas últimas prioridades. Por otra parte, se
consideran “presentistas”, es decir, viven el presente al máximo porque ven el futuro fuera de la
casa familiar lo suficientemente lejano como para pensar en otra cosa, y también se reconocen
individualistas, hedonistas (huyen de todo aquello que no les dispense placer) y consumistas,
aspectos que no son ni más ni menos que un reflejo social. Si nos fijamos en la publicidad televisiva, veremos que una buena parte de ella va destinada a un público joven que no tiene recursos,
pero que cuenta, eso sí, con unos padres generosos que acaban pagando (Cuadro 9.1).
Cuadro 9.1 Informe sobre los jóvenes españoles.
• La TV, la música, la noche, los amigos y el sexo sustituyen cada vez más a la familia, la escuela y
la iglesia en la formación de los jóvenes.
• En las salidas nocturnas: 65% vuelve a casa entre las 4 y las 5 de la mañana; 11% no regresa
hasta el día siguiente; sólo vuelve 7% entre las 12 y la 1 de la madrugada.
• 60% prefiere la música pop y 3% se decanta por la “bakaladera”, mientras que sólo 1% prefiere
la clásica.
• De cada 10 jóvenes, seis están de acuerdo con hacer el amor siempre que apetezca a ambos, y
sólo uno de cada cinco es partidario del autocontrol.
Fuente: Fundación Santa María, 1999.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
¿Qué tendrá la noche?
Así como en las sociedades primitivas se celebran aún en la actualidad ritos de tránsito que
marcan el paso de la infancia a la edad adulta (como son, por ejemplo, las duras pruebas tribales que hacen “morir” simbólicamente al niño y “nacer” al guerrero adulto); en nuestro mundo
occidental, falto de este tipo de ceremoniales, salir de noche se convierte en una especie de
ritual iniciático que marca el acceso a la edad adulta, como el primer cigarrillo o el primer amor.
El niño pequeño, sujeto siempre al horario estricto que imponen sus padres y educadores
(acostarse pronto, dormir sus preceptivas nueve horas, etc.) observa con curiosidad las salidas
nocturnas de sus mayores y lo bien que se lo pasan (a juzgar por lo que le relatan luego). Esto
hace que el niño y la niña idealicen la noche, y que el deseo de irse a dormir cada vez más tarde
vaya ganando espacio en su mente, al ver que conquistar horas al sueño es sinónimo de hacerse
mayor y de gozar de ciertas libertades.
¿Pero qué tiene la noche que no tenga el día? Para los jóvenes, la noche tiene un encanto
especial: supone un montón de horas por delante para disfrutar y compartir cosas con los amigos,
gente como ellos que los entienden a la perfección y los toman en serio; es libertad, pues se
encuentran lejos del control de los padres y en un territorio en el que uno/a se puede expresar
con total soltura, sin miedo a represalias; por último, está el misterio que aporta la oscuridad,
muy diferente a la realidad a la luz del sol. No existe ninguna duda de que un beso a la luz de la
luna en un entorno que se intuye más que se ve, no es lo mismo que un beso a pleno sol, ante
un paisaje absolutamente definido y tangible...
La noche apela a los sentidos, a la expresión de los sentimientos, a la vez que facilita un
espacio de sueños y diversión donde es posible evadirse de la rutina y la responsabilidad cotidianas, de los años que quedan por delante para acabar los estudios, del paro y del miedo a un
futuro incierto y a un mundo tremendamente competitivo y poco estimulante. La noche oculta la
inseguridad que late en el corazón de los jóvenes y les hace vivir en un presente centrado en el
aquí y ahora, y en el anhelo de felicidad.
Hay que entender, además, que si los hijos están fuera de casa hasta bien pasada la madrugada es porque -a diferencia de la escasa oferta nocturna que tenían en su juventud los padres
que hoy rondan los 50 o 60 años- en la actualidad existe un importante negocio montado en
torno a la marcha nocturna: bares, pubs, chiringuitos, discotecas, locales after hours. Además,
existe todo un repertorio de bebidas energéticas y estimulantes -amén de los omnipresentes
cubatas, cervezas, chupitos y demás mezclas alcohólicas-, como son: Red Bull, Power Horse,
Energy Drink, etc., capaces de mantener al más somnoliento con los ojos bien abiertos durante
largas horas, contando asimismo con el apoyo del importante arsenal de drogas que resultan
muy fáciles de encontrar, según los datos que exponen el doctor Paulino Castells y la periodista
Gema Salgado en Salir de noche y dormir de día (2001).
La coartada nocturna
Un factor que contribuye a que la juerga nocturna se alargue más que en otros tiempos, es el
hecho de que los jóvenes de hoy disponen de más dinero y de mayor autonomía para desplazarse, ya que cuentan con vehículo propio o con el de los amigos y, por otra parte, existe una
condescendencia paterna en la salida y la llegada a casa, debido a que la mayoría de padres
entienden que el hijo que tarda más en emanciparse necesita más parcelas de libertad fuera del
ámbito familiar. (Claro que luego la procesión va por dentro y esos mismos padres lo pasan fatal
sin pegar ojo hasta que el hijo o la hija no regresan al nido).
Pero la noche es también un buen remedio -o excusa- ante determinadas circunstancias
familiares. Así, la vuelta a casa de madrugada hace que el hijo duerma por lo menos hasta el
mediodía y que no coincida con los padres en el desayuno y muchas veces en la comida. De
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
191
este modo se ahorra dar explicaciones sobre dónde ha estado, a qué hora ha llegado, si ha
bebido o no... Por su parte, los padres también se ven en cierto modo liberados de la obligación
del consabido cuasi interrogatorio policial.
El ir corto de sueño también le sirve al joven de “autojustificación”. Entre semana, después
de la jornada en la escuela, el instituto o en la universidad, raro es el joven que no realiza mil y
una actividades antes de irse a la cama: estudiar un rato, hacer deporte, ver la televisión, chatear por internet... Muchas de las veces, los padres ya están profundamente dormidos y el hijo
sigue pegado al teléfono a las dos de la madrugada, contándole confidencias al amigo o amiga
de turno. Así se explica que cuando tiene que levantarse cinco horas después no hay quien le
arranque de las sábanas y que se pase el día bostezando.
La mayoría de los jóvenes requieren dormir un mínimo de ocho horas diarias. Durante los
fines de semana, como trasnochan, no sólo no recuperan horas de sueño perdidas durante la
semana, sino que cambian de hábitos horarios. De esta manera resulta que, aunque en estas
edades se suelen tener pocas alteraciones de sueño y normalmente se duerme de un tirón, puede
presentarse un problema conocido con el nombre de síndrome de fase de sueño retrasada. Se
caracteriza por un retraso en la aparición del episodio mayor de sueño (la fase más larga de los
diversos ciclos que se repiten a lo largo de la noche) respecto al horario normal, que tiene como
resultado síntomas de insomnio que se expresan en forma de dificultades para conciliar el sueño
o para despertarse a la hora deseada.
Este trastorno es típico de los adolescentes que se van a dormir a las cuatro o cinco de la
madrugada y se levantan siete u ocho horas después. Luego, durante la semana les cuesta
conciliar el sueño y por eso se acuestan cada vez un poco más tarde, y si se levantan a una hora
temprana, padecen somnolencia durante todo el día. Muchos chicos y chicas con este trastorno no
pueden seguir horarios regulares de estudio o de trabajo, especialmente si éstos empiezan a las
ocho o a las nueve de la mañana. Es frecuente que los padres y profesores los tilden de vagos,
cuando lo que en realidad arrastran es un problema de sueño. En los casos más serios puede
ser necesaria una ayuda psicológica con imposición de horarios y rutinas regulares, quizás una
terapia lumínica (utilización de luz artificial para sincronizar el ritmo vigilia-sueño) y alguna que
otra indicación médica más. Hay también una serie de medidas sencillas y recomendables que
pueden ayudar al joven a dormir plácidamente; por ejemplo: evitar estimulantes como la cafeína
(presente en refrescos de cola, café, té y chocolate) o el alcohol; incrementar el ejercicio físico
durante las horas de la mañana; crear un ambiente agradable y tranquilo en la habitación, sin
teléfono ni televisión, al menos hasta que el problema remita, y realizar ejercicios de relajación
antes de irse a dormir.
Realidades y mitos sobre el alcohol consumido en las salidas
El primer contacto con el alcohol (y el tabaco) se produce mayoritariamente antes de los 14 años
en la juventud española. Casi la mitad de los jóvenes de 16 a 20 años se ha emborrachado alguna vez. Así como la prevalencia de adolescentes fumadores no llega aún a la de adultos, la de
adolescentes bebedores es ligeramente superior. Es cierto que actualmente se ha reducido el
consumo de alcohol (esta tendencia no se daba desde los años 80), habiendo crecido el número
de abstemios (entre 14 y 18 años) en 10% en los últimos dos años; pero por contrapartida, se
ha radicalizado el consumo alcohólico con mayores cantidades y ha aumentado el número de
mujeres bebedoras en 13%. Asimismo es bien conocido el fenómeno de puente de entrada o de
escalada que tiene el consumo de drogas legales que precede o facilita el de las drogas ilegales.
82% de los jóvenes declara consumir alcohol de forma habitual, sobre todo los fines de semana. 10% de niños de 11 a 13 años toman cerveza cada semana: se contempla la cerveza como
un inocente refresco. A los 15 años, cerca de la mitad de los jóvenes españoles son bebedores
ocasionales. Con el agravante de que en las salidas nocturnas se observa cada vez más el pa-
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
trón nórdico o anglosajón de beber (totalmente distinto al mediterráneo, que reparte el consumo
de bebidas entre los días de la semana, produciéndose una mayor tolerancia del organismo al
alcohol), con un fuerte consumo únicamente las noches del fin de semana, con lo cual hay más
episodios de embriaguez y casos de comas etílicos entre los jóvenes. Salta a la vista que falta
una cultura de la alimentación, en general y de la bebida, en particular, en la que se implique la
familia y la escuela a enseñar a nuestros jóvenes a comer y a beber, con moderación y degustando lo que se consume (Aprender a comer, Castells, M. y Castells, P., 2002).
Cuadro 9.2 Mitos sobre el alcohol.
• Elemento sociabilizador: “vamos a tomar una copa”.
• Costumbre social inevitable en las fiestas: bebiendo es la única forma de pasarlo bien.
• No se identifica como una sustancia peligrosa: vino en las comidas familiares, espumosos y
licores en los aniversarios, etc.
• Casi la mitad de los adolescentes entre 12 y 16 años no cree que el alcohol sea una droga.
• Es más barato y accesible que cualquier otra sustancia psicoactiva y provoca un agradable estado
de euforia y desinhibición (el popular “puntillo”).
También es bien conocido que casi la mitad de los accidentes mortales están provocados
por el alcohol. Una de cada cuatro muertes de personas jóvenes se relaciona con el alcohol.
Estadísticamente se sabe que por cada 400 jóvenes que mueren de sobredosis de heroína, 2,000
se dejan la vida en la carretera por causa del alcohol...
Al diseñar estrategias y programas de moderación en la bebida, hay que tener en cuenta que
existen una serie de mitos sobre el alcohol muy arraigados en los jóvenes (Cuadro 2) e incluso
una justificación, por los propios consumidores, sobre la práctica de las ingestiones alcohólicas
(el popular “botellón”) al aire libre (Cuadro 3).
Cuadro 9.3 Justificación de la práctica del “botellón”.
•
•
•
•
La calle o espacio público es un lugar privilegiado de encuentro de los jóvenes.
Se puede conversar, sin que la música a tope de un local cerrado lo impida.
Mínimo coste de las consumiciones, adquiridas en comercios a granel.
Bebidas no adulteradas, controladas en su compra.
El “botellón electrónico”
Para diferenciarlo del “botellón” alcohólico propiamente dicho, hemos propuesto denominar “botellón electrónico” al consumo abusivo de medios audiovisuales que hacen muchos adolescentes (Enganchados a las pantallas, Castells, P. y Bofarull, I. de, 2002).
También es otra forma de vivir la vida la que han decidido los jóvenes que prefieren quedarse en casa pegados a sus electrodomésticos habituales: televisión, ordenador, etc., o salir de
marcha, pero siempre en contacto con su botellón electrónico: videojuegos, chats de Internet,
walkman, móviles, etc.
En la actualidad se habla con profusión en los ámbitos científicos, especialmente en los
campos psiquiátricos y psicológicos, de personalidades multiimpulsivas o poliadictivas, es decir,
individuos susceptibles de engancharse a diversas cosas, objetos o situaciones, de una manera compulsiva. Así, pueden ser adictos simultáneamente a diversas drogas químicas (alcohol,
cannabis, cocaína, éxtasis, etc.) y, al mismo tiempo, a varias drogas electrónicas (teleadicto,
ciberadicto, veideojuegoadicto, ludópata, móviladicto, etc.).
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
193
Sucede, pues, que en vez de tener a nuestro servicio estas ventajas tecnológicas para que
nos suministren la comunicación, la información o el entretenimiento que buscamos, invertimos la
relación y nos ponemos adictivamente al servicio de los medios. Así de las conductas normales se
puede pasar a los usos anormales en función de la intensidad, de la frecuencia y de la cantidad,
en función del grado de interferencia en las relaciones familiares, escolares, sociales o laborales
de las personas implicadas. De tal manera que a partir del momento en que cualquier conducta
institucionalizada y pública, socialmente aceptada y configurada como una afición, una tendencia,
un hábito o un compromiso, deja de ser un deseo para convertirse en una necesidad absoluta e
irresistible, dicha conducta tiene que ser considerada como una adicción o dependencia.
Aquí es donde aparece el adolescente vulnerable o de alto riesgo (Cuadro 9.4), que se convierte rápidamente en carne de cañón y presa fácil de las adicciones. Son aquellos jóvenes que
demandan más afecto, más confirmación y reconocimiento del entorno, que no saben rehacerse
ante las dificultades y que presentan una actitud de baja autoestima ante los retos de la vida. Esa
incapacidad de superarse, esa necesidad de reconocimiento de los iguales va a llevarle a buscar
pequeños éxitos y satisfacciones que le hagan olvidar sus dificultades en la vida real. Y así se
entregará sumisamente en brazos de la realidad virtual, mucho más gratificante.
La sed de nuevas sensaciones, la falta de hábitos de orden y autocontrol, la inseguridad
propia, son elementos que empujan a determinados adolescentes a las conductas compulsivas.
Aquí también tienen su cuota de responsabilidad las familias excesivamente permisivas o con
baja cohesión de sus miembros, cuando no están evidentemente fracturadas (separación matrimonial, ausencia física o simbólica de los progenitores, etc.), de manera que invitan a los hijos
a refugiarse en las nuevas tecnologías (incluidos los cibercafés) y en las movidas nocturnas.
Cuadro 9.4 Perfil del adolescente de alto riesgo.
• Conducta rebelde antisocial.
• Tendencia al retraimiento y agresividad.
• Pobre interés por el estudio (fracaso escolar).
• Baja autoestima.
• Insensible a las sanciones.
• Pobre empatía con los demás.
• Frecuentes mentiras.
• Pobre control de los impulsos.
• Alcoholismo familiar (sólo en varones).
• Deterioro socioeconómico de la familia.
• Conflictividad familiar (maltratos, separación matrimonial, etc.).
• Uso de drogas antes de los 15 años (incluidas las legales).
• Amigos íntimos consumidores de drogas.
Causas del consumo de alcohol y otras drogas en la juventud: responsabilidades
sociofamiliares
Se puede hacer una disección de presuntas responsabilidades en la génesis de estas formas de
vivir alternativas que escoge parte de la juventud. Hay fundamentalmente tres grandes bloques
comprometidos: ámbito social, fenomenología de la fiesta y sistema de valores del mundo adulto
y del juvenil.
En el ámbito social hay que tener en cuenta la adolescentización y aceptación del modo de
ser adolescente por la sociedad adulta: la juvenocracia actual -como apunta el filósofo español
Julián Marías-, frente a la gerontocracia de antaño, o el juvenilismo imperante -que diría el periodista italiano Indro Montanelli- que se podría resumir en la frase: “Todo lo joven es bello”...
194
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
y se podría añadir “y lo viejo es decrépito”. Asimismo, la sociedad acepta perfectamente la
fractura entre el tiempo normativo (días laborales) y tiempo no normativo (días festivos), con las
prerrogativas que tiene cada uno de estos tiempos tan bien delimitados. A todo lo cual hay que
añadir la incapacidad de las familias para controlar a los hijos: incomunicación familiar, dimisión
del ejercicio parental, etc.
Respecto a la fenomenología de la fiesta contemplamos la “rutinización” del consumo como
algo propio de la etapa juvenil (“Se bebe porque sí”). También la “ritualización” del consumo, como
ritual iniciático, con significado de autonomía (que fácilmente se convierte en policonsumo, como
en la habitual asociación de consumo de alcohol y marihuana). Con el refuerzo de la aceptación
social del consumo, que implica la identificación e inserción en un grupo de iguales (“para ir de
marcha”, “para no quedar descolgado”, etc.) y la presencia del alcohol como elemento indispensable en toda fiesta: ¿no se cierran precisamente durante las fiestas, los bares y demás locales
expendedores de alcohol, todavía algunas horas más tarde?, ¿con qué lógica se le va a pedir al
joven que no lo consuma, cuando todo está dispuesto para consumir más y más?...
El tercer grupo de cuestiones lo representa el sistema de valores. Preocupante situación
en relación con la “doble moral” que se aprecia tanto en el colectivo adulto como en el juvenil.
Así, a nivel adulto vemos que los valores sociales propugnados son en la línea: defensa de
los derechos humanos, respeto a los mayores, tolerancia, solidaridad, etc.; mientras que los
valores reales y personalmente buscados son del tipo: bienestar material, éxito social, diversión,
mantenerse joven, etc. Aspectos que fácilmente pueden entrar en fragante contradicción. Y, por
otro lado, existe una clara disociación en la sociedad adulta entre situaciones de alarmismo (accidentes de tráfico nocturnos, drogadicción, embarazos no deseados, molestias a los vecinos,
etc.) y sentimientos de envidia-añoranza (“es cosa de jóvenes”, “ya se sabe, es la juventud”, “que
disfruten ahora que pueden”, “nosotros no pudimos pasarlo como ellos, desgraciadamente”, etc.).
¿En qué quedamos: nos lamentamos o nos añoramos?
Mientras que la doble moral de los jóvenes se observa en los valores juveniles propugnados
y de los que hacen bandera: respeto por la naturaleza, vida sana, pacifismo, tolerancia, etc.; los
cuales entran en contradicción con los valores reales y personalmente buscados por un amplio
sector juvenil: ingesta abusiva y compulsiva de alcohol y otras drogas, autismo social, conductas desinhibidas y de riesgo, etc. A todo lo cual se acompaña una evidente disociación entre los
valores ideales o finalistas que propugnan los jóvenes: sentimientos ecológicos, exigencia de
lealtad, altruismo, etc., y los valores operativos o instrumentales, es decir, los del día a día: esfuerzo, autorresponsabilidad, compromiso, participación, abnegación, sacrificio, autocontrol, etc.
Ciertamente hay que educar en valores, pero no basta insistir sobre valores finalistas o ideales,
sino en los valores instrumentales u operativos, “sin los cuales los primeros no pasan de ser un
brindis al sol”. “Eso sí -como advierte el sociólogo vasco Javier Elzo-, brindis tan políticamente
correcto en cuanto socialmente inoperante e individualmente narcotizante”.
Familia y escuela, de la mano, con el apoyo de la sociedad en pleno
Hay que seguir insistiendo en la implicación total de todos los estamentos sociales en la prevención de las conductas adictivas. Por ejemplo, respecto al consumo de alcohol, sirva de muestra
de lo que debe ser la actitud a seguir por los poderes públicos, según las conclusiones de la
Conferencia Ministerial Europea de la WHO de Estocolmo, 2001 (Cuadro 9.5). Las estrategias
para alcanzar estos objetivos se agrupan en cuatro áreas: 1) Proporcionar protección: reforzando medidas para proteger a niños y adolescentes de la exposición publicitaria y de promoción
del alcohol; 2) Proporcionar educación: aumentando la conciencia de los efectos del alcohol en
la gente joven; 3) Ofrecer apoyo: creando oportunidades alternativas a la actitud de beber, animando a la familia en promocionar la salud; y 4) Reducir los daños: con una mayor comprensión
de las consecuencias negativas de beber para la persona, la familia y la sociedad.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
195
Cuadro 9.5 Objetivos preventivos referentes a la juventud y el alcohol para la Europa
de 2006 (Conferencia de Estocolmo, WHO 2001).
• Reducir el número de jóvenes que se inician en el consumo de alcohol.
• Reducir las oportunidades y frecuencia en el consumo.
• Promover alternativas al consumo de alcohol.
• Implicar a los jóvenes en el desarrollo de políticas de salud.
• Mejorar la educación de los jóvenes sobre los efectos del alcohol.
• Limitar las presiones comerciales que incitan a la bebida, especialmente en grandes
concentraciones de población.
• Apoyar medidas contra la venta ilegal.
• Facilitar el acceso a centros de deshabituación.
• Reducir los daños del alcohol, en particular: accidentes de tráfico, agresiones y violencia en general.
A los adolescentes se les pueden dar consejos o pequeños trucos para beber menos (Cuadro
9.6) y también los maestros en las escuelas han de estar alerta para detectar los alumnos que
hagan un consumo abusivo de bebidas alcohólicas (Cuadro 9.7).
Cuadro 9.6 Pequeños trucos para beber menos.
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No beber en ayunas.
Tener a mano bebidas no alcohólicas.
Buscar bebidas con menor graduación.
No beber más de una bebida alcohólica en una misma hora: no hacer mezclas.
Diluir los licores con refrescos.
Si no quieres dar explicaciones de por qué no bebes, di que estás tomando un medicamento
que lo contraindica.
Cuadro 9.7 Signos de alerta en el ámbito escolar sobre el consumo de alcohol.
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Ausencias frecuentes.
Faltar a clase los lunes por la mañana.
Llegar tarde a la escuela después de comer.
Abandono temprano de las clases los viernes.
Adormecimiento durante las clases.
Cambio de compañeros y amigos.
Problemas con el profesor o tutor.
Amnesias frecuentes.
Disminución generalizada en el rendimiento escolar no explicada por otras causas.
En relación con la otra droga legal, el tabaco, también tiene que haber una implicación social,
de la administración y de las instituciones educativas: el mejor lugar para implantar los programas
de prevención está precisamente en las escuelas. Se ha confirmado que en los centros escolares en que se imparte en un alto porcentaje de asignaturas enseñanzas antitabaco, mayor es
la edad en la que los jóvenes fuman su primer cigarrillo. Esto es de vital importancia, pues si no
podemos evitar que muchos jóvenes fumen, si podemos hacer que lo hagan lo más tarde posible,
limitando así su dependencia nicotínica futura y las consecuencias patológicas de su hábito. Es
bien sabido que el tabaquismo, aparte de ser un hábito socialmente tolerado, es una forma de
fuerte drogodependencia.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Asimismo, el tabaco se reconoce como droga de inicio para el consumo de otras sustancias
ilegales, siendo a su vez factor predisponente en la adopción de otras conductas de riesgo. En este
sentido se ha demostrado que el consumo de alcohol es casi tres veces superior en adolescentes
varones fumadores y de cuatro en las fumadoras. En cuanto al consumo de marihuana en los
fumadores de tabaco, es seis veces superior en las adolescentes fumadoras y casi ocho en los
varones fumadores. A la vista está pues, la importancia del entorno familiar y de las profesiones
ejemplares (entre las cuales está la docencia) en la generación de esta conducta adictiva.
Las drogas no se consumen solas
Además del alcohol y el tabaco, el consumo de otras drogas también va con “acompañamiento”. Es conocido que el elevado nivel de policonsumo entre los que usan cocaína también se
evidencia en la población adolescente. Tomando como referencia el consumo de “alguna vez”,
los jóvenes españoles consumidores de cocaína toman simultáneamente alcohol en 99% de los
casos, Cannabis en 95% y tabaco en 77%. También con porcentajes importantes les siguen las
anfetaminas, el éxtasis, los inhalables y la heroína.
La cocaína tiene mucho que ver con el rendimiento escolar del adolescente. Así, la probabilidad de haber consumido cocaína alguna vez tiene una relación directa con el número de
cursos repetidos. Por su parte, los escolares consumidores de cocaína presentan un número de
ausencias o faltas a clase muy superior a los no consumidores. Esta droga también tiene mucho
que ver con la disponibilidad económica del usuario, es decir, con el dinero de bolsillo del joven.
De tal manera que cuanta mayor sea la cantidad de dinero de que dispone el joven, más altas
son las probabilidades de consumo.
La utilización del tiempo libre también se correlaciona estadísticamente con el consumo de
cocaína. Aunque a alguien le pueda parecer una perogrullada, hay que reseñar que los adolescentes que salen de noche presentan un mayor consumo de esta droga que los que no salen: si
entre quienes no salen nunca de noche la prevalencia de uso no llega a 1%, para quienes salen
tres o más veces a la semana alcanza 10% (no hay que olvidar que los lugares más frecuentes
de consumo son las discotecas, en 64% de los casos). Aquí también la hora de regreso a casa
tiene su importancia: la probabilidad de consumir cocaína para quienes vuelven a casa antes de
las 12 de la noche, no llega a 1%; aumentando progresivamente a medida que lo hace la hora de
“retirada”, alcanzando prevalencias de 3% entre quienes vuelven entre la medianoche y las tres
de la madrugada, y de casi 18% entre quienes regresan después de esta hora. En la actualidad,
una amplia mayoría de escolares se consideran bastante informados acerca del consumo de las
distintas drogas, sus efectos y los problemas asociados a las mismas.
Las principales vías de información señaladas por los adolescentes son los medios de comunicación (en 56% de los casos), padres y hermanos (52%), amigos (41%) y profesores (38%). Las
vías principales por las cuales reciben información los escolares no siempre son consideradas
por éstos como las más adecuadas. Las mejores vías informativas y las más objetivas serían,
según sus declaraciones: las charlas y cursos sobre el tema a cargo de personas con preparación
(según declaran en 47% de los casos) y la información procedente de personas que han tenido
contacto con las drogas (46%).
El estado de la cuestión
La primera cuestión es la de saber cuántos son los que salen de marcha las noches de los fines
de semana. Según el estudio Cambios de hábito en el uso del tiempo (Aguinaga, J. y Comas,
D., 1997), los días laborables son muy pocos los adolescentes y jóvenes españoles que salen
de sus casas: 5% de las edades de 15 a 24 años (entendiendo por días laborables de lunes a
jueves). De aquí en adelante las cifras se disparan. La noche del jueves al viernes dicen salir de
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
197
sus casas, por las noches, 21% del colectivo juvenil; 30% la noche de los viernes a los sábados,
y 18% la noche de los sábados a los domingos.
Si nos fijamos en la edad -advierte el catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto,
País Vasco, Javier Elzo, en su obra: El silencio de los adolescentes (2000)-, los más noctámbulos son los que tienen entre 18 y 20 años. Uno de cada 10 jóvenes pasa la noche (al menos
una noche) del fin de semana en la calle. Y ya hemos indicado que más de la mitad de ellos
regresa a casa después de las cuatro de la madrugada. En España, pues, tenemos la generación
adolescente más noctámbula de Europa (en otros países mediterráneos como Italia y Grecia no
se encuentran estos datos tan elevados de jóvenes noctívagos). Prácticamente se puede decir
que los jóvenes españoles entran en las discotecas a la misma hora que el resto del colectivo
europeo sale de ellas (a los 2-3 horas de la madrugada).
Otra cuestión importante a tener en cuenta es que corremos el peligro de apuntalar un modo
de diversión nocturno con serios riesgos de marginalización de la juventud, aunque sea temporal.
Los adolescentes y jóvenes se divierten al margen de la sociedad. En otras palabras, muchos
adolescentes y jóvenes menores pasan esos años de su vida fuera de la sociedad (en lo que el
humorista español Antonio Fraguas, “Forgues”, llama: “la reserva india de las noches de fin de
semana”, en donde se les aparca para que campe a sus anchas el colectivo juvenil). Así pues,
son de la sociedad, pero no están dentro de ella, no viven integrados.
Una acertada política finalista debe tener como objetivo la integración social de la juventud.
Un objetivo prioritario debe consistir en lograr que los jóvenes disfruten de su tiempo libre en
horas no tan avanzadas de la noche. No hay ninguna correlación positiva entre la hora de volver
a casa, cuanto más tarde mejor, y disfrutar más. Los datos de diferentes encuestas indican lo
contrario: los que más tarde se acuestan son los que, comparativamente, dicen disfrutar menos
de su tiempo libre (sin que lo contrario sea necesariamente cierto, que los que antes se retiran
o no salen de casa sean los que más digan disfrutar de su tiempo libre).
Para paliar las consecuencias inmediatas de este estado de cosas (accidentes de carretera, drogadicción, violencia callejera, embarazos no deseados, etc.), se está aplicando
desde hace algunos años la denominada política de la reducción del daño, mediante la
programación de ocios alternativos durante la noche en cines, locales deportivos, salas de
estudio, etc., para que los jóvenes no beban tanto y consuman menos drogas. Diversos
ayuntamientos españoles se han apuntado con fervor a estas actividades y han conseguido
sorprendentes resultados con estos programas nocturnos alternativos (que pueden ir desde
clases de aeróbic, cursos de bailes de salón, prácticas de aeromodelismo o campeonatos
de ajedrez, por citar algunas realizaciones con éxito) y han sabido poner a disposición de
los jóvenes adecuadas instalaciones de la comunidad para el disfrute de estas actividades
(que nos parece una buena fórmula pública para contrarrestar la lucrativa oferta privada de
ocio nocturno). Con todo, aunque bienvenida sea está política de reducción de daños, lo
será siempre y cuando sea una política instrumental a corto plazo, es decir que no sea “pan
para hoy, pero hambre para mañana”, porque si se consolida está política a largo plazo, de
alguna manera apuntala, hace banal, y hasta legítimo socialmente el cambio de los husos
horarios en los adolescentes y jóvenes.
Ante la actual forma de diversión de los adolescentes, lo esencial es conseguir que cuando
haya consumos de alcohol y/o otras drogas, estos actos sean experimentales y de corta duración
(tres o cuatro años durante las noches de algunos fines de semana y fiestas) y que no se conviertan en crónicos o que se prolonguen mucho tiempo en la vida del joven. En otras palabras,
que estas conductas de abuso de sustancias y de desbarajuste nocturno no interfieran de una
manera preponderante en la inclusión social, estudiantil y laboral de nuestra juventud en estos
años especialmente fértiles de la vida; ya que luego (independientemente del daño puntual que
hayan hecho estos usos y costumbres en el organismo del usuario) puede resultar muy difícil
recuperar el tiempo perdido (Cuadro 9.8).
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Cuadro 9.8 Propuestas para un ocio más recomendable.
• Hay que cambiar los hábitos de consumo, no el lugar de reunión de los jóvenes.
• La política de reducción de daños y la promoción de ocio alternativo es positiva a corto plazo,
pero no ha de apuntalar a la juventud noctámbula.
• Lograr que los jóvenes disfruten de su tiempo libre en horas no tan avanzadas de la noche.
• Animar a la familia a promocionar la salud y las actividades lúdicas diurnas.
• Desarrollar habilidades en los niños y adolescentes para que sepan hacer frente a la presión social
y del grupo.
• Cuando haya consumo de alcohol y/o otras drogas, procurar que sean actos experimentales y de
corta duración.
El diálogo que no falte
Estas formas de vivir la vida de muchos adolescentes, bien sea apurando la noche al
máximo o al límite en la búsqueda de sensaciones, tiene, obviamente, sus riesgos que
hemos ido desmenuzando en los anteriores apartados. Así pues, ante cualquiera de las
situaciones de riesgo que se prevea pueda incurrir el/la joven adolescente, hay que estar
en disposición de sincero diálogo, tanto por parte del sistema parental y/o educativo como
por el colectivo juvenil en calidad de hijos y/o alumnos. Ahora bien, para que las actuaciones de los adultos tengan plena eficacia hace falta saber estar (y haber estado siempre) al
lado del joven en las circunstancias cotidianas, atentos y receptivos a sus demandas, para
así poder intervenir adecuadamente en las situaciones puntuales de crisis que se planteen. En otras palabras: no vale “descubrir” al hijo y/o alumno adolescente sólo en caso
de que nos provoque “incomodidades” en la familia y/o en la escuela por sus conductas
de riesgo o marginales.
Es cierto que hay casi tantos tipos de relaciones entre padres e hijos como situaciones
familiares. Esta es una afirmación fundamental que debemos tener en cuenta antes de
hablar de las relaciones entre los chicos y sus progenitores, de su nivel de comunicación,
de los que los adolescentes ocultan, de las confianzas y desconfianzas mutuas... A todo
esto, habrá que sumar la diversidad de situaciones laborales, sociales, culturales, etc., en
el mundo en que vivimos, la constatación de que, como nunca, la sociedad es muy abierta,
el hecho de que cada vez haya más gente autónoma (o que se pretende autónoma), cada
día más personas que quieren hacer su vida, moldearla según sus valores y organizarse
según sus preferencias en el uso del tiempo, ser dueñas de su existencia. Todo eso hace
que haya un sinfín de situaciones en el seno de las familias y en las relaciones que los hijos
mantienen con sus padres, que de alguna forma mediatizarán la fluidez de los diálogos
intergeneracionales.
Vean algunos consejos prácticos de cómo actuar los progenitores con el empleo del tiempo
de ocio de los hijos adolescentes. En las primeras salidas nocturnas de los jóvenes de 1617 años, algo que suele funcionar es ponerse de acuerdo entre los padres para que la hora
de regreso sea la misma para todo el grupo de adolescentes, insistiéndoles a ellos en que
mantengan la cohesión del grupo (no siendo aconsejable que alguno/a se separe del mismo
y quede aislado a merced de otros), y turnarse los progenitores para ir a buscarlos, si fuera
necesario. Una medida práctica para conocer las amistades de nuestros hijos es traerlos a
casa, organizando, por ejemplo, una merienda-cena, que es cuando los padres pueden observar discretamente cómo son, sin interferir demasiado (recuerden que el hijo adolescente
que se encuentra bien en su casa, no duda en traer a ella a sus amigos). El teléfono móvil
puede convertirse en un buen aliado, no para que los agobiemos con llamadas de control,
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
199
sino para que ellos/ellas puedan utilizarlo para avisarnos ante cualquier contratiempo (si
cambian de planes y en vez de ir a un sitio van a otro; si se encuentran mal y hay que ir a
buscarles; si han tenido una avería en el vehículo que les llevaba, etc.). Es muy importante
para nuestros hijos saber que somos receptivos y que pueden contar con nosotros, lo cual
no significa que debamos estar absolutamente metidos en su vida. En el caso de que nuestro
hijo o nuestra hija no cumpla reiteradamente los horarios de regreso a casa pactados con
anterioridad, alargándose exageradamente la hora de meterse en cama, no es aconsejable
amenazarle con pasar el cerrojo de la puerta de entrada a una hora determinada: porque es
darle una magnífica excusa para que pase la noche fuera de casa. Una medida de compromiso
menos drástica es no echar el cerrojo y al día siguiente, sábado o domingo, despertarle a
una hora prudencial, como son, por ejemplo, las 11 de la mañana: los hijos deciden la hora
de acostarse y los padres están en su derecho de decidir la hora de levantarse.
Cómo negociar las salidas nocturnas y las conductas de riesgo
A muchos progenitores nos cuesta conciliar el sueño durante los fines de semana cuando
nuestros hijos salen de “marcha” y no nos dormimos hasta que regresan sanos y salvos.
Está claro que no podemos retener a los hijos en casa por no sufrir nosotros, pues sería
tremendamente egoísta y un drama para ellos, sobre todo si no nos han dado motivos de
desconfianza y entre semana estudian, trabajan y cumplen las tareas domésticas que les
tocan. Quizá el planteamiento mejor sea: ya que tienen que salir, que lo hagan, pero negociemos la salida, sin pelearnos, de manera que podamos eliminar los mayores riesgos
posibles. Claro que siempre hay casos en los que la negociación se complica: ¿se imaginan tener que pactar la salida nocturna de un joven o una joven que se va a una fiesta
clandestina? Hay ocasiones en que la negociación se quedará en mera intentona, ya que
nos pueden decir que van a un lugar cuando en realidad van a otro, pero aun así, ¿por
qué no probarlo?
Tal como señalamos en la Guía práctica de la salud y psicología del adolescente (Castells, P. y Silber, T.J., 1998), desde el punto de vista práctico es precisamente en la familia
donde debe tomarse la iniciativa para evitar o neutralizar las conductas de riesgo de los hijos
adolescentes. Los padres están en condiciones, en circunstancias familiares normales, de
dejar bien claro lo que se pretende de los hijos y las normas que regirán su actitud parental
(Cuadro 9.9).
Cuadro 9.9 Normas para prevenir las conductas (de riesgo) del adolescente.
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Fomentar los vínculos de respeto y cariño mutuos.
Formular sólidas exigencias sociales y morales.
Elegir con cuidado las reglas que se vayan a aplicar.
Ser coherente con la forma de vida que se pretende.
Mostrarse persistente.
Explicar con razones las reglas (y disciplina) a aplicar.
Otorgar responsabilidades y total confianza al hijo.
También en múltiples circunstancias cotidianas, los padres han de saber asumir algunos
riesgos (que no implican, de entrada, gravedad) que demandarán los hijos adolescentes. Habrá
que negociar y renegociar para obtener las máximas garantías de seguridad ante situaciones
que, indefectiblemente, van a suceder (Cuadro 9.10).
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Cuadro 9.10 Reglas prácticas ante las demandas (de riesgo) de los adolescentes.
• Recordar que asumir riesgos constituye un rasgo importante (aunque preocupante) del desarrollo
adolescente.
• Asegurarse de que tanto el padre como el hijo poseen información adecuada sobre la demanda
en cuestión; por ejemplo, que el potencial conductor de una moto posee la máquina en
condiciones y está capacitado para conducirla por carretera.
• Adoptar el modelo de vida que se prefiera transmitir a los hijos, siendo coherentes con la forma
de comportarse ante los hijos; por ejemplo, si se les advierte acerca de los peligros del tabaco,
tampoco los padres han de fumar.
• Comentar los riesgos de determinada acción que el hijo va a emprender, tratando de llegar a
un acuerdo para que la experiencia a realizar resulte relativamente segura, pensando en lo que
el padre mismo podría hacer para lograrla y comentándolo; por ejemplo, cuando una hija se
dispone a realizar una salida en autostop.
• Buscar una solución de compromiso o sugerir un riesgo (menor) alternativo para que el hijo
acepte no asumir uno de otro tipo; por ejemplo, cuando se planea una salida nocturna en coche
un fin de semana, habrá que aconsejar el trayecto vial de menor peligro, asegurándose de que el
conductor no consumirá alcohol, etc.
• No entrometerse en lo posible, ya que el adolescente tiene que ser capaz de manejar sin
ayuda la mayoría de riesgos; indicando, no obstante, que existen límites ante determinadas
situaciones y que entonces los padres actuarán con toda energía, como por ejemplo: dietas de
adelgazamiento obsesivas, amistades peligrosas, etc.
• Recuérdese que la meta final consiste en que el adolescente sepa dirigirse a sí mismo,
manejando con autonomía su propia salud y su propia vida.
Conclusión: Educar para el ocio
Parece lejana la semántica griega que llamaba al ocio: skholé (Aristóteles decía que era el lugar
en donde se cultivaba el saber), de cuya voz deriva el término latino schole, y de éste el término
castellano: escuela (¡miren por dónde escuela y ocio están emparentados!). Así pues, el ocio
fue para nuestros antepasados, no el no hacer nada -el popular dolce fare niente italiano-, sino
la actividad en que el ser humano pone en ejercicio lo más noble de su vida, la creación artística
e intelectual y la contemplación de la belleza y la verdad. Los romanos, muy prácticos, llamaron
otium a la skholé griega, y denominaban nec-otium: la negación del ocio, de cuyos términos deriva nuestra palabra: negocio, para designar así toda la actividad utilitaria cuyo fin es satisfacer
las necesidades puramente biológicas y crematísticas.
¿Estamos actualmente ante una nueva cultura del ocio?, ¿la movida de fin de semana, la
marcha nocturna, la ruta del bacalao, el botellón... son nuevas formas de ocio?, ¿las drogas son
los ingredientes fundamentales para llenar el tiempo de ocio de nuestra juventud?...
Según parece la supuesta bonanza intrínseca del ocio, con que nos ha ido regalando el
estado del bienestar, nos ha tenido despistados. La mercantilización del ocio ha convertido en
sinónimos de los términos “ocio” y “consumo”. No nos hemos percatado de que el fenómeno del
ocio es un fenómeno social de doble dirección, positiva o negativa, dependiendo del ejercicio de
libertad de la persona.
Vuelve a estar vigente la distinción ya superada entre “ocio” y “tiempo libre”, y ahora llamamos “ocio juvenil” a una serie de prácticas “que llenan el tiempo libre” de que disponen nuestros
adolescentes. Hemos perdido de vista que una experiencia de ocio debe ser un acto libre, voluntario y deseado como fuente de satisfacción. De que la auténtica vivencia del ocio debe ser
constructiva. ¿Y qué tenemos ahora? Unas formas de ocio vinculadas a valores centrados en el
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
201
consumismo, el hedonismo y la inmediatez. El aburrimiento, que implica ausencia de creatividad,
también parece hacer mella en el ocio de nuestros jóvenes. Y para llenar su hastío, su vacío
vital y evadirse de la cruda realidad, se anestesian con la ingestión abusiva de drogas. El uso
de sustancias psicoactivas que siempre han estado presente en la historia de la Humanidad,
antaño utilizadas según se decía para ayudar a la “creatividad” literaria, artística, etc., luego se
han consumido para fomentar la “marginalidad”, que se inició con el movimiento hippie de los
años 60 y se continuó con las tribus urbanas de los 80, hasta llegar a la actualidad del consumo
para puro “divertimiento” de la década de los 90.
Escuela y familia tienen por delante la urgente tarea de transmitir a los niños y adolescentes
los valores éticos fundamentales que les permitan encontrar referentes en sus vidas y modelos
válidos de identificación, y así puedan llevar una digna existencia, ayudándoles a ser personas
libres de presiones sociales, modas o del dictado de simples impulsos.
Referencias
1. Aguinaga J, Comas D. Cambios de hábito en el uso del tiempo. Madrid: Instituto de la Juventud;
1997.
2. Castells M, Castells P. Aprender a comer. Barcelona: Martínez Roca; 2002.
3. Castells P, Bofarull I. Enganchados a las pantallas. Barcelona: Planeta; 2002.
4. Castells P, Salgado G. Salir de noche y dormir de día. Barcelona: Planeta; 2001.
5. Castells P, Silber TJ. Guía práctica de la salud y psicología del adolescente. Barcelona: Planeta
Mexicana; 1998.
6. Elzo J. El silencio de los adolescentes. Madrid: Temas de Hoy; 2000.
7. Elzo J. Jóvenes Españoles 99. Madrid: Fundación Santa María; 1999.
8. Herbert M. Vivir con adolescentes. Barcelona: Planeta; 1988.
9. Orizo FA. Sistemas de valores en la España de los 90. Madrid: CIS, Siglo XXI; 1996.
10.Roa A. El mundo del adolescente. Santiago de Chile: Ed. Universitaria; 1982.
11.Rojas ML. Las semillas de la violencia. Madrid: Espasa Calpe; 1995.
12.Silber TJ. Manual de medicina de la adolescencia (no 20). Washington: Organización Panamericana
de la Salud; 1992.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 10.
Globalización, impacto social en la
educación y el empleo de los y las
jóvenes.
María Antonia Chávez Gutiérrez
Globalización, impacto socioeconómico y mundo de los jóvenes.
El concepto de globalización ha sido en los últimos años uno de los más abordados en las discusiones sobre problemáticas sociales y las explicaciones de la teoría económica neoliberal. Es un
concepto que ha sido detonante de reflexiones profundas sobre su impacto en la realidad social
de América Latina y particularmente en los mundos de los y las jóvenes.
“Globalización es el nombre genérico que las ideologías dominantes atribuyen al actual proceso
de mundialización capitalista. Tales ideologías responden a diversas estrategias para internacionalizar el capital (por su origen geográfico, su contenido, su naturaleza etc.) por lo que guardan
un carácter sumamente heterogéneo. Globalización también es - junto a la regionalización, una
forma que asume la internacionalización del capital en la actualidad”.
El proceso de globalización por sí mismo es complejo bajo el cual se manifiestan la agudización de los problemas sociales recrudeciendo a los ya existentes en Latinoamérica, tales como;
el desempleo masivo, la desregulación laboral existente, la exclusión social, el narcotráfico, el
auge de las industrias culturales y la elevación de los niveles de estrés social.
Cuando miramos el mundo del trabajo actual constatamos y experimentamos individualmente
la suma de profundas transformaciones que se han generado y acumulado en los últimos años,
determinadas por los constantes y acelerados cambios en los procesos productivos en el mundo
y por ende en nuestro país, asociado a las innovaciones tecnológicas, el crecimiento del comercio
internacional y la integración económica, como efecto de la globalización.
“Si bien la mundialización tiene como vehículo fundamental la internacionalización de las
distintas fracciones de capital no se limita a ella. El avance de la mundialización capitalista es
también una mundialización de valores, idiosincrasias, modas, en fin, de las diferentes formas
de ver el mundo.
Las consecuencias más palpables de la globalización se expresan en la reorganización de
las economías de los países latinoamericanos, caracterizada por las privatizaciones de las empresas públicas, el avance de la concentración económica de los grandes capitales mundiales y
la profundización de la desarticulación social y el debilitamiento de la figura estatal.
“La globalización contemporánea es naturalmente el resultado de un largo proceso histórico,
sobre todo del capitalismo y de las espectaculares transformaciones tecnológicas que ha vivido
el mundo, especialmente en las últimas dos centurias. La globalización aunque es una etapa
más en el desarrollo del capitalismo mundial, tiene un significado y diversas consecuencias de
gran alcance en cuanto a las formas de vida, maneras de pensar, de producir y consumir en la
sociedad contemporánea. Leslie Serna, al respecto afirma que en “realidad, la llamada globalización de la economía que lleva implícitas las medidas de adelgazamiento estatal y recorte al
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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gasto público, y con ello el fin del Estado benefactor y de las políticas subsidiarias, esconde tras
del término ‘global’ la exclusión de todos aquéllos que no pueden acceder competitivamente al
mundo del mercado por la vía de la producción y del consumo”.
Los cambios en las políticas económicas orientadas como políticas de expansión de mercados han sido facilitados por la era de la información en que vivimos. El avance de las nuevas
tecnologías ha contribuido a configurar una cultura de la inmediatez, donde lo constante es la
provisionalidad, el avance continuo, las modificaciones en los hábitos de consumo permanente,
en muchas ocasiones precipitadas por una cultura del tener lo último de la tecnología.
Leslie Serna señala que “en el terreno económico, la globalización presenta tres fenómenos
que caracterizan el periodo actual: el auge del comercio intraindustrial e intrafirmas, la expansión
del capital financiero más allá de las fronteras y el boom de las transacciones financieras que se
incrementa por el uso de nuevas tecnologías en el intercambio de información en los mercados
de dinero. Las consecuencias directas son la interdependencia extrema de las economías nacionales, la interrelación que desvanece las fronteras de los Estados-nación y la implementación en
todos los países de las políticas llamadas neoliberales de desregulación, privatización y apertura”.
De tal forma que las tendencias socioeconómicas actuales nos han obligado a los ciudadanos a
adaptarnos a una serie de cambios estructurales provocados por el fenómeno de la globalización
mundial, bajo políticas de crecimiento económico muy distintas a las socialmente acostumbradas,
situaciones que han influido entre otros factores en la agudización y polarización de la pobreza
como reflejo de la injusticia social en nuestro país que se reflejan e impactan directamente en el
deterioro en la calidad de vida.
La conceptualización sobre la calidad de vida es una construcción compleja y multifactorial
que puede objetivarse en una serie de parámetros e indicadores que incorpora el componente
vivencial y subjetivo de la realidad. Podría afirmarse que la calidad de vida incluye el logro de
un equilibrio ecológico entre el ser humano y su entorno social, cultural y espiritual existencial”.
La desnutrición, el deterioro de la salud, la limitantes para el saneamiento comunitario, las
escasas oportunidades de estudio, la disminución de las oportunidades de empleos dignos y la
flexibilidad en las condiciones de trabajo desreguladas de las normas de trabajo asumidas en las
Ley Federal del Trabajo, estas situaciones han propiciado entre otras condicionantes una caída
drástica en los niveles de vida del grueso de la población en México. El impacto de la globalización en la vida cotidiana expresa sus cambios en el tejido social de la vida humana y el estado
psicológico de las personas y las familias, aumentándose los cuadros inconformidad y estrés
social, depresión, violencia familiar y tendencia al suicidio.
Los valores que se pregonan en la globalización son la excelencia, la competencia y el impulso el individualismo, condiciones que han generado marcados cambios que se manifiestan
en las experiencias de la vida cotidiana favoreciendo la elevación de los niveles de estrés social
permitiendo evidenciar serias contradicciones en los nuevos estilos de vida; generando grandes
incertidumbres que evidencian por un lado la presión para el cumplimiento de estos valores de
alta productividad, y por otro, la inequitativa distribución de oportunidades y de los recursos
económicos y naturales, para competir en igualdad de circunstancias a los que menos tienen
oportunidades formativas de las habilidades exigidas en el mundo global.
La globalización socialmente ha determinado nuevas formas de convivencia, ha obligado a
la reorganización de las relaciones del trabajo, además del replanteamiento en las aspiraciones,
estilos de vida, movilidad social y la incorporación a los lenguajes tecnológicos y del ciberespacio.
El avance tecnológico por sí mismo ha generado movilizaciones interesantes para el desarrollo
de la parte social. Marcia Rivera señala “los cambios tecnológicos están contribuyendo a redefinir
las reglas de juego y estilos de vida y acelerar a la globalización, la computación, nuevas formas
de comunicación, el diseño de maquinarias e insumos, la ingeniería genética, la neurociencia,
la medicina nuclear, y la inmunología” Cita Marcia Rivera, una mirada desde el género, ajuste,
integración y desarrollo en América Latina IESAL, UNESCO, Caracas, Venezuela. 1999, página.
204
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
22.Sin embargo el acceso a los recursos tecnológicos y las oportunidades laborales es desigual
y ha generado una profundización de diferencias y desigualdades entre países pobres y ricos y
los sectores sociales nacionales.
Para Nestor García Canclini, “Las cifras revelan que a diferencia del liberalismo clásico, que
postulaba la modernización para todos, la propuesta neoliberal nos lleva a una modernización
selectiva: pasa de la integración de las sociedades al sometimiento de la población a las élites
transnacionales. Amplios sectores pierden sus empleos y seguridades sociales básicas, se cae
la capacidad de acción pública y el sentido de los proyectos nacionales. Para el neoliberalismo
la exclusión es un componente de la modernización encargada al mercado”.
Las empresas se enfrentan a una creciente competencia y una elevación de exigencias de
adaptabilidad que requieren de una mayor movilidad y flexibilidad en el empleo, presentando a
sus empleados un escenario laboral de mayor inestabilidad y aumentando las necesidades de
protección social de la población económicamente activa.
Estas grandes tendencias están provocando un profundo cambio en la conformación de la
fuerza de trabajo joven del país y las reales posibilidades de empleo, al respecto Nestor García
Canclini manifiesta que los jóvenes “más que a ser trabajadores satisfechos y seguros, se convoca a los jóvenes a ser subcontratados, empleados temporales, buscadores de oportunidades
eventuales”.
“Mucho se ha hablado (por ejemplo en la ONU y en la UNESCO) de la dimensión cultural
del desarrollo; de la necesidad de que el desarrollo (económico, tecnológico y de los mercados)
asuma también contenidos de carácter cultural. En tales reclamos hay dos tipos de alusiones
implícitas; primero que el desarrollo económico y puramente tecnológico no es suficiente para
lograr el desarrollo integral de individuos y sociedades y que debe darse atención especial a
enlazar este avance y la acumulación de riquezas con un crecimiento que también sea espiritual
(educativo, estético, moral: el cultivo de valores no puramente materiales). La otra alusión se
refiere al hecho de que el desarrollo material puede obstaculizar el desarrollo de los valores culturales, distorsionándolos frecuentemente, negándolos y cancelándolos como horizontes de vida.
“La Complejidad de la problemática social y económica mundial ha desencadenado en el
hombre una serie de conflictos existenciales que hacen necesaria su participación individual
en la búsqueda de sentido a su existencia, incidiendo en sus patrones de vida mejorando los
anteriores, enfatizado la prioridad de promover un auténtico desarrollo humano, humanizándose
y apropiándose de nuevos esquemas de civilización y supervivencia”.
El fenómeno de la globalización por lo tanto, ha contribuido a profundizar las diferencias
sociales históricamente acumuladas; elevando los índices de exclusión y polarización social,
disminuyendo las bases para una convivencia social equitativa, olvidando el respeto, el entorno
ecológico y manifestando el deterioro acelerado en los niveles de calidad de vida social e individual
de los distintos grupos de la población latinoamericana. Afectando aún más a algunos sectores,
principalmente a los que no están incorporados al mercado del trabajo y los ubica como poblaciones con mayor vulnerabilidad social según el ciclo de su vida, como son: los ancianos, las
mujeres, los jóvenes y los niños por presentar una mayor dependencia socioafectiva y económica.
Lo anterior obliga a construir nuevas formas de identidad que cambian radicalmente los espacios
y las formas acostumbradas de convivencia cultural asumidos históricamente.
En los últimos cinco años no se encuentra a la mano literatura suficiente que dé cuenta de los
grandes cambios que están viviendo y enfrentando los jóvenes en referencia a la globalización
tales como las interacciones entre iguales, con sus familias, en sus comunidades, con los sistemas
de seguridad pública, en sus escuelas y en el acceso al mundo del trabajo.
Los comportamientos sociales revelan la necesidad de atención por parte de la sociedad en el
impulso a los valores sociales universales y el conocimiento de la connotación de ciudadano que
se está formando y reponer al siguiente planteamiento: ¿cómo está surgiendo la nueva identidad
de los jóvenes en un ambiente multiculturizado?
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
205
Por lo que resulta importante identificar, describir y caracterizar los problemas sociales,
educativos y psicológicos que presentan los jóvenes asociados a los actuales contextos de la
globalización, además de la necesidad de pronosticar los efectos a corto, mediano y largo plazo
en los estilos y la calidad de vida de los jóvenes. Las manifestaciones socioemocionales son
las más evidentes para expresar las dificultades en la resolución de la identidad de los jóvenes,
producto de la transición cada vez más compleja en las experiencias individuales para consolidar
su vida adulta.
En nuestro medio es evidente que los jóvenes se vuelven ciudadanos en forma individual,
integrándose en comunidades y grupos; manifestando a través de ellos las dificultades para
encontrar el sentido para la consolidación de su identidad y la definición de su proyecto de vida
personal en un contexto globalizado. Dentro de las consecuencias de este fenómeno global, se
han amenazado notablemente los parámetros de calidad de vida alcanzados en los distintos
países de Latinoamérica, generando serios límites para satisfacer los sistemas de apoyo y de
seguridad social históricamente alcanzados como garantías de los trabajadores y sus familias.
El impacto de la globalización es vivido de manera más fuerte por los jóvenes quienes por su
ciclo de vida necesitan consolidar su estado adulto y para ello deberán haber cubierto los factores
básicos de sus identidad llenando las expectativas de desarrollo esperadas socialmente como son:
la formación de su vocación, la independencia afectiva y la capacidad para sostener una relación
de pareja, la independencia económica y la incorporación satisfactoria al mercado de trabajo.
Situaciones que le plantean a los jóvenes una serie de interrogantes para las cuales no se
encuentran respuestas convincentes, particularmente al tratar de resolver la siguiente: ¿en la
actualidad en nuestro país existen condiciones reales que permitan responder a las expectativas
de seguridad social de los jóvenes en términos de justicia y equidad?
Todo lo anterior obliga a la búsqueda de nuevas estrategias objetivas, claras y concretas a
nivel micro y macro social que permitan responder a los nuevos retos de mejoramiento de las
condiciones de vida de los jóvenes.
Por lo tanto, es responsabilidad de la sociedad, el Estado y del involucramiento de los propios jóvenes, construir los nuevos espacios, valores y actitudes favorables para la formación de
la identidad en el marco de una identidad social nacional que permita consolidar el ejercicio de
la ciudadanía de los jóvenes, que nos lleven a visualizar un país con mayores expectativas de
desarrollo social y bienestar.
Es urgente la reorientación de las políticas para atender las necesidades de los jóvenes,
centradas en las redes de conocimiento, programas de intercambio, promoción de la solidaridad,
el respeto y la tolerancia para el logro de las identidades nacionales.
II. Globalización, impacto en las políticas para los y las jóvenes.
En los términos descritos en este texto, el fenómeno de la globalización ha implicado múltiples
desafíos para los diversos actores en el contexto de una reorganización mundial de las políticas
educativas nacionales, situación que nos obliga a buscar respuestas y alternativas viables para
promover el desarrollos social, en este caso particular para los jóvenes,
Las nuevas modalidades laborales para los jóvenes en México no contemplan los derechos
previamente adquiridos en puntos tales como: seguridad en el empleo, compensaciones, seguridad
social, remuneración de horas extras y de salario, situación que impacta de manera directa en
los esfuerzos de los jóvenes por alcanzar su independencia económica y consolidar su identidad
con proyectos de vida independientes de los de sus padres o familias de origen.
La redefinición de los escenarios laborales encara a los jóvenes a nuevos desafíos que
representan mayores exigencias en las competencias o destrezas con base en los nuevos conocimientos, de nuevas actitudes y de adaptación a las formas de organización para el trabajo
producto de la flexibilización laboral.
En estos términos se le sigue apostando al acceso a la educación, como estrategia importante
para responder a los nuevos retos de desarrollo y movilidad social y el cual debe garantizar la
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
formación de las nuevas capacidades y habilidades en los alumnos para sobrevivir en el mundo global altamente competitivo en donde se garantice una perspectiva de cambio social más
humanizada e integral del hombre.Edgar Morán señala que en “esta evolución hacia los
cambios fundamentales de nuestros estilos de vida y nuestros comportamientos, la
educación –en su sentido más amplio- juega un papel preponderante. La educación es
“la fuerza del futuro”, porque ella constituye uno de los instrumentos más poderosos
para realizar el cambio. Uno de los desafíos más difíciles será el de modificar nuestro pensamiento de manera que enfrente la complejidad creciente, la rapidez de los
cambios y lo imprevisible que caracteriza nuestro mundo. Debemos reconsiderar la
organización del conocimiento. Para ello debemos derribar las barreras tradicionales
entre las disciplinas y concebir la manera de volver a unir lo que hasta ahora ha estado
separado. Debemos reformular nuestras políticas y programas educativos. Al realizar
estas reformas es necesario mantener la mirada fija hacia el largo plazo, hacia el mundo
de las generaciones futuras frente a las cuales tenemos una enorme responsabilidad”.
Al respecto Keinner, 2004, al revisar el informe de la UNESCO, Aprender: el tesoro interior
describe “en la exposición de las características esenciales de este informe, desde la perspectiva
de Christoph Wulf, se hace referencia: 1) a los conflictos, señalados en el documento, a los que
se enfrentarán la educación y la formación en este siglo; 2) al significado del aprendizaje como
concepto central, y 3) a la necesidad de una discusión pública sobre cuestiones educativas y la
responsabilidad del Estado y la opinión pública. Wulf plantea algunas preguntas que, según su
opinión, deben orientar una discusión crítica en las ciencias sociales sobre el informe: Es consecuente el informe con sus intenciones, proporciona una perspectiva general para el desarrollo
humano con ayuda de la educación y la formación. La educación es conceptualizada en su papel
fundamental en el desarrollo personal y social, no aparece como un remedio milagroso o una
fórmula mágica, sino como un medio general del que la humanidad dispone para ayudar a reducir
la pobreza, la marginación, la estupidez, la ignorancia, la represión y la guerra.” La eficiencia de
la educación se evalúa en la medida en que es capaz de responder y establecer una vinculación
estrecha con el mundo del trabajo y el empleo.
Considerando el concepto del trabajo como una función social que requiere de la capacidad
innovadora y transformadora y que favorece la creación y recreación individual y social del hombre,
lo que algunos autores llaman la autorrealización, une talento, capacidad y creación. Bajo este
concepto de trabajo parece poco posible la incorporación laboral de los jóvenes al mundo del
trabajo en el contexto de la globalización que les garantice la inserción social. Actualmente algunos
jóvenes se emplean en actividades que tienen muy poco que ver con su vocación y su preparación académica, por las escasas oportunidades de empleos que satisfagan estas expectativas.
En México, el caso de los jóvenes y el trabajo ha sido considerado uno de los temas prioritarios
dentro de las preocupaciones institucionales; actualmente los jóvenes tienen severos problemas
con el empleo, lo que hace necesario crear espacios para discutir y crear los mecanismos que
instrumenten alternativas de trabajo, que se den respuestas nuevas a sus expectativas para que
se incluyan en el mercado productivo, permitiendo de esta manera consolidar el proyecto de vida
futura para nuestros jóvenes.
En nuestro país el segmento de los jóvenes tiene un peso significativo en la estructura sociodemográfica, identificando una población mayor en el sector de los jóvenes como consecuencia
de la elevación acelerada en la esperanza de vida al nacer (72 años para varones y de 80 para
mujeres) y el descenso de la mortalidad, manifestando una tendencia de crecimiento proyectiva
de la población joven, lo que obliga a acrecentar el interés por atender las necesidades propias
de éste sector de la población. “39% de los jóvenes no tienen trabajo, 54.4% de los que están
en edad de estudiar no lo hacen, revela la Encuesta Nacional de Juventud”
“Los jóvenes tienen más dificultades para encontrar empleo que los adultos, lo que se refleja
en su tasa de desempleo, 3.5 veces superior a la de los mayores de 24 años. El informe también
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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hace notar que en tiempos de recesión, el desempleo juvenil tiende a aumentar más rápidamente que el de los adultos......Los jóvenes tienen severos problemas con el empleo, lo que hace
necesario crear espacios para discutir y crear los mecanismos que instrumenten alternativas de
trabajo, que se den respuestas nuevas a sus expectativas para que se incluyan en el mercado
productivo, permitiendo de esta manera consolidar el proyecto de vida futura para nuestros
jóvenes...... los jóvenes “más que a ser trabajadores satisfechos y seguros, se convoca a los
jóvenes a ser subcontratados, empleados temporales, buscadores de oportunidades eventuales”
El estudio “Tendencias mundiales del empleo juvenil, 2004” preparado por el Departamento de
Estrategias de Empleo de la OIT, los jóvenes representan 47% de los 186 millones de personas
desempleadas en el mundo en 2003.
Ma. Rita Chávez, al respecto refiere “este es el panorama para los 19 millones de jóvenes
entre 15 y 29 años de edad; 20% busca trabajo, 22% estudia; pero sólo 2% termina la carrera.
Los programas de empleo sólo ofrecen asesorías para el autoempleo, becas de capacitación
y chambatel....Los jóvenes se insertan en el mercado laboral con contratos temporales, previa
firma de la “renuncia voluntaria”; carecen de prestaciones legales, reciben baja remuneración
y la rotación en las empresas les impide una educación formal. No se les da la oportunidad de
adquirir la experiencia previa que se les exige. Son los últimos en contratar y los primeros en
recortar. La propuesta laboral para la próxima legislatura vulnera los principios constitucionales
del derecho al trabajo para vivir con bienestar y la estabilidad en el empleo; porque la flexibilidad
laboral tal como se propone, dejará al vaivén de la oferta y la demanda la fuerza de trabajo en aras
de la productividad, eficiencia y competitividad, en la producción de mercancías y la prestación
de servicios para competir. El Estado se desliga de la responsabilidad del cumplimiento de los
derechos laborales adquiridos, para sólo observar la precariedad del trabajo y la conversión del
trabajador en un objeto reutilizable.
La mayoría de los jóvenes laboran con contratos individuales de tiempo parcial y eventuales por 30 días; las jornadas son discontinuas, existe la apertura para que el empleador
decida unilateralmente en emplear o desemplear y finalizar la relación laboral en ocasiones
sin indemnización.
Las posibilidades de empleo de los jóvenes son en negocios de comida rápida, tiendas de
autoservicio, tiendas de venta de ropa, papelerías, etc, generalmente trabajan a medio turno y
en algunos casos no se les formaliza contrato laboral. Los ingresos son muy bajos y no se les
respetan la totalidad de las garantías laborales, es muy oportuno crear espacios de investigación
que expliquen cómo se han instalado las nuevas condiciones laborales para los jóvenes en nuestro
país de las empresas transnacionales, en los negocios de comida rápida.
Al respecto Juan Somavia 2003 (OIT) afirma, Estamos desperdiciando una parte importante
de la energía y el talento de la generación de jóvenes más educada que hemos tenido... “Es
imprescindible aumentar las oportunidades que tienen los jóvenes de acceder a un trabajo decente si queremos alcanzar las Metas de Desarrollo del Milenio de la ONU” .....Quienes logran
un empleo con frecuencia deben enfrentar largas jornadas, contratos temporales o informalidad,
salarios bajos, y poca o ninguna protección social en la forma de seguridad social o de algún otro
tipo de beneficio. Por ese motivo los jóvenes dependen más de sus familias y pueden quedar
más expuestos a actividades ilegales.
Antonio Pérez Islas, señala que “la población juvenil duplica las tasas generales de desocupación abierta; que por lo general se emplean en puestos de baja remuneración y con poca
o nula seguridad laboral y estabilidad en el empleo; se conoce que los jóvenes que ingresan por
primera vez al mercado de trabajo vía el sector informal, prácticamente no vuelven a tener oportunidad de ingresar al mercado formal; igualmente, se tiene consignado que hay sectores donde
la feminización de la mano de obra (industria maquiladora) en ciertas regiones del país, no sólo
ha relegado a los jóvenes varones, sino que está provocando transformaciones sustanciales en
la conformación de las familias y responsabilidades sociales”.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Una parte de la generación actual de jóvenes posee mejores niveles de formación que otras,
sin embargo tiene menos oportunidades de encontrar una ocupación dignamente remunerada,
situación que influye en su autoestima, limitando sus aspiraciones personales laborales, salariales que los obliga a posponer sus proyectos de vida que incluyan la conformación de pareja, de
participación social y de superación personal.
En México la acreditación educativa en los diferentes niveles educativos no garantiza la inserción en el mercado laboral, lo que incide en la desmotivación de a los procesos profesionalizantes.
Nestor García Canclini, señala que “a las nuevas generaciones se les propone globalizarse como
trabajadores y como consumidores. Como trabajadores, se les ofrece integrarse a un mercado
liberal más exigente en calificación técnica, flexible, y por tanto inestable, cada vez con menos
protección de derechos laborales y de salud, sin negociaciones colectivas ni sindicatos, donde
deben buscar más educación para finalmente hallar menos oportunidades”.
Por otro lado Norbert Lechner afirma que el joven se esfuerza por construir su individualización y busca cómo integrarse a su sociedad, la juventud debe decidir y realizar su propio
proyecto de vida. (PND, Chile).
En este contexto qué significa ser joven en México hoy, por supuesto que no es una tarea
fácil, García Canclini, plantea esta pregunta como una pregunta social, que nos corresponde a
todos asumirla y responderla.
¿Qué es ser joven hoy? “esta es una pregunta social: o sea no sólo por las características de una
edad, un periodo de vida, que importaría básicamente a los que lo atraviesan. Es una pregunta que la
sociedad se hace a sí misma: cómo comienza a ser su futuro. Cuántos torneros y cuántos ingenieros
va a haber, cuántos médicos y cuántas enfermeras, cuántos con educación universitaria y cuántos
desempleados y cuántos migrantes desesperanzados con el país; cuántas oportunidades dará a los
jóvenes para que participen en su cambio como ciudadanos, cuántos mensajes que los inciten a irse.
Sabemos que en México éstas no son preguntas retóricas: 39% de los jóvenes no tienen trabajo,
54.4% de los que están en edad de estudiar no lo hacen, revela la Encuesta Nacional de Juventud”.
Para propiciar que los jóvenes construyan su proyecto de vida, hace falta orientar una postura
humanista que promueva la operación de políticas sociales que apoyen esta etapa transitoria,
además de establecer lineamientos para una cultura de trabajo decente para los jóvenes, fundamentado en los derechos universales de los trabajadores históricamente adquiridos, la creación
de empleos y empresas, la protección social y el diálogo social a nivel nacional, regional e internacional, poniendo especial interés en la problemática juvenil local.
El empleo juvenil, para Hopenhayn, debe construir sinergia entre la dimensión cultural y la
laboral, ya que los jóvenes pueden apoyar proyectos de cambio con sus capacidades, puesto
que existen en la actualidad jóvenes emprendedores, que sobresalen de los desinstitucionales:
los que ni estudian ni trabajan. Martín Hopenhayn, (CEPAL CHILE).
Por otro lado surge el impacto psicológico en los jóvenes ante estas limitadas oportunidades
laborales que les provoca otras incertidumbres y pocas esperanzas para resolverlas, viven de
manera abierta y permanente la exclusión y les desencadena una agudización de la crisis de
identidad ya presente en sus vidas, entendida como natural a su etapa evolutiva.
Para poder cambiar la situación juvenil, deben cambiar las formas de hacer políticas, tanto
mejorando la formación académica como la capacitación laboral e invertir con calidad en ambos
rubros. Es necesario superar la cultura dominante que provoca la prolongación de la adolescencia
y la juventud desde el supuesto que pueden esperar, que tienen una vida fácil, que no hacen
mayores esfuerzos, por lo que se requiere reorientar a nuestra sociedad a tomar conciencia para
que identifiquen los nuevos problemas de los jóvenes y se comprometan y asuman las necesidades de atención de éstos como un espacio más en el que se expresan los grandes problemas
de toda la población.
Se requiere plantear iniciativas que abran mayores espacios democráticos de participación
y ejercicio ciudadano incluyente para los jóvenes en interrelación con los funcionarios públicos
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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y los distintos actores de la sociedad civil que promuevan nuevas perspectivas de esperanzas
realistas para este sector de la población.
Hacer frente a los desafíos implica el involucramiento sostenido de las y los jóvenes como
sujetos activos en el ejercicio de diálogo para proponer, demandar, negociar y operar soluciones
a los problemas laborales de la juventud, consolidándose en un nuevo proyecto de atención a
los jóvenes.
Se requiere de políticas específicamente destinadas a abordar el problema del desempleo
juvenil, que ayude a los jóvenes a superar la desventaja natural frente a trabajadores de mayor
edad y experiencia. Se necesita contar con una red de información que permita conocer lo que
se está haciendo en el trabajo con jóvenes, Proyectos en ejecución, directorio de investigadores
e instituciones, programas existentes dirigidos a los jóvenes, base de datos estadística, evolución
de las demandas del colectivo juvenil, percepción de parte de los líderes de opinión del mundo
juvenil, canalización de las propuestas de los jóvenes organizados, entre otros tópicos, son elementos que permiten dinamizar y estimular la participación juvenil en el desarrollo y la economía
nacional a la vez que es un instrumento que favorece un acertado diseño y monitoreo de políticas orientadas a este grupo. Se requiere de políticas específicamente destinadas a abordar el
problema del desempleo juvenil, que ayude a los jóvenes a superar la desventaja natural frente
a trabajadores de mayor edad y experiencia. ONU, Banco mundial, OIT.
Se requiere vincular la educación y el mercado de trabajo que garantice la inserción laboral
de los jóvenes. En México los jóvenes tienen por ley el acceso a los derechos sociales básicos,
los cuales están definidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tal como:
el derecho a la educación, la vivienda, la salud y al trabajo, que pretende idealmente garantizar
la transición óptima de los jóvenes a la vida adulta y laboral y la inserción social en calidad de
ciudadano, sin embargo las políticas específicas encaminadas a mejorar las condiciones y calidad
de vida de los y las jóvenes a la fecha son muy endebles, desarticuladas y discontinuas.
Durante décadas las políticas de atención a la juventud mexicana han estado ligadas a los
procesos políticos y electorales, en la mayoría de los municipios ha estado y está actualmente
orientada principalmente a actividades deportivas.
De forma histórica se identifica la desatención integral a los jóvenes en nuestro país y el
desinterés en la construcción en las agendas de discusión, el diseño e implementación de políticas de atención a los jóvenes por parte de los estados y municipios del país, además de que no
se cuenta con interlocutores que se comprometan exclusivamente en la operación de agendas
de políticas para los y las jóvenes que formalicen sus acciones en programas y proyectos de
atención integral.
Es urgente la institucionalización del asunto juvenil, que demuestre la voluntad política para
redefinir los rumbos y concretar decisiones que apoyen a los jóvenes con políticas integrales,
descentralizadas, participativas protagonizadas por los jóvenes.
Se requiere formalizar un organismo encargado de gestionar la política integral de apoyo a
los jóvenes, con capacidad para diseñar, monitorear y evaluar políticas y programas, que permita
descentralizar y asignar recursos para dichos programas, y que tenga autoridad suficiente para
hacer cumplir el conjunto de leyes relativas a los jóvenes y funcionar con un presupuesto idóneo,
a la fecha se han incorporado instancias como el Instituto Mexicano de la Juventud y las institutos
en algunos estados de la República.
En términos empíricos ha existido una ausencia de las políticas de atención a la juventud en
los gobiernos ejecutivos y los congresos estatales y se ha carecido de instancias que promuevan,
vigilen y den seguimiento a dichas políticas, asegurando la incorporación de los actores involucrados, particularmente a los jóvenes y sus propios padres como directos interesados en resolver las
problemáticas que les atañen. La atención a los jóvenes desde una perspectiva integral implica
atender una serie de necesidades emergentes, en los diferentes aspectos: culturales, laborales,
educativos, emocionales y recreativos.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Primordialmente se requiere generar información sobre los jóvenes y ponerla a su disposición, facilitar el diálogo con los jóvenes y los padres para conocer sus necesidades y propuestas,
a la fecha iniciativa del Instituto Mexicano de la Juventud, se tiene los estudios preliminares
sobre la encuesta de juventud en México y se tiene programado en 2005 hacer la aplicación
de la encuesta en el estado de Jalisco por parte del Instituto Jalisciense de la Juventud. Se
necesita sensibilizar a la opinión pública y a las instituciones de la problemática y necesidades de los jóvenes, a fin de que participen los distintos actores sociales desde sus espacios
en el proceso de búsqueda de soluciones para su atención, hemos vivido una cultura donde
los jóvenes lo único que necesitan es tiempo para madurar, o bien que son casi delincuentes
porque se unen en grupos y son ruidosos.
Es prioritario actualizar la normatividad que apoye los distintos planos en que se desenvuelven
los jóvenes y permita un acceso equitativo a los servicios del Estado, además de construir normas
que regulen sus derechos y deberes en lo relativo a la educación, promoción del empleo, la salud,
la recreación, el servicio militar obligatorio, la ciudadanía y otras que buscan su protección y cuidado, consolidar los espacios para el diseño y operación de una Ley de promoción de juventudes
Al respecto es fundamental la búsqueda de coherencia en la normatividad sobre las juventudes
y llenar los vacíos legales, así como complementar los resultados de los seguimientos legales. Una
de las posibles soluciones a esta dispersión, podría ser la elaboración de una norma general o,
para lo cual sería conveniente mirar las experiencias jurídicas positivas y negativas de otros países
En cuanto a las políticas sociales de los jóvenes los mayores alcances en cobertura son en
educación, aun cuando los jóvenes opinan que sólo en un cinco pero las demás a salud generalmente dependen de su familia para que sea cubierto, si el padre o la madre trabajan en un
empleo formal que es como en nuestro país funciona la seguridad social.
En la discusión del informe de la UNESCO, Keiner (2004) enfatiza; la importancia de la
orientación que debería tener de la política educativa y entendiéndola a través de opciones estratégicas que permitan establecer mejores condiciones en el mundo. Entre ellas se encuentra
principalmente el fomento de las condiciones de participación de los hombres para estimular una
práctica democrática en todos los niveles de la convivencia humana. subrayando la necesidad
del ejercicio de la política educativa en un nuevo espacio social.
“Desde este ángulo la democracia se entiende como una incesante dinámica de ampliación
y participación ciudadana, (y por necesidad de corrección), estaríamos entonces frente a un
perenne proceso pedagógico de enseñanza de la solidaridad como aceptación y reconocimiento
del nosotros como dimensión real de la vida. Y esto supone como proceso también constitutivo
de una efectiva sociedad civil, el respeto a la autonomía, a la dignidad y a la libertad individual.
Es decir se trata de una solidaridad no impuesta ni fundada en ningún irrevocable principio de
autoridad o doctrina, (la jerarquía estatal o la de un partido político), sino como la realización del
contenido ético de la comunidad.”
Pero esta nueva definición pública del espacio social podría depender de una definición
conceptual-teórica e histórica-sistemática de la política educativa ante los nuevos desafíos y
adecuada al nivel de desarrollo de la sociedad mundial.
“Sobre esta base, la Comisión identifica siete campos que se caracterizan por polos de tensión
y que en su conjunto hay que concebir como desafíos para la política educativa:
1. La relación de tensión entre la globalidad y la localidad en la vida de los hombres.
2. La relación de tensión entre los planos universales e individuales de la cultura.
3. La relación de tensión entre la tradición y la modernidad.
4. La relación de tensión entre los plazos cortos y los largos.
5. La relación de tensión entre la competencia y la igualdad de oportunidades.
6. La relación de tensión entre un extraordinario aumento del conocimiento y la capacidad humana de asimilación.”
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
211
Considerando estas reestructuraciones del contexto socioeconómico, cultural y de la
educación, se producen una serie de interrogantes sin respuestas claras para las expectativas de seguridad pública y social de los jóvenes; en materia de salud, cultura, educación,
vivienda, medio ambiente, protección social, recreación y de inclusión a los distintos sectores
de la sociedad.
No se han construido las nuevas estrategias que garanticen el bienestar social a nivel
macro y microsocial, que permitan responder a los nuevos retos para el mejoramiento de
la calidad de vida de los distintos actores de la sociedad en un contexto globalizado. En
el marco de este análisis surgen una serie de planteamientos fundamentales para los y
las jóvenes en nuestro país como los siguientes: ¿En qué medida es posible sostener el
impacto de la globalización en estilos de vida cambiantes de los y las jóvenes y competir
con los nuevos retos en educación?, ¿cómo enfrentar los procesos de descontextualización de su cultura y el equilibrio con su nueva identidad global?, ¿será posible lograr la
integración de los y las jóvenes a los beneficios del mundo global en la misma dimensión
que todas las personas, familias, culturas, empresas y capitales?, ¿se podrán recuperar
o construir estructuras políticas educativas y culturales propias para los y las jóvenes de
este siglo distintas a las que han prevalecido en los últimos 500 años?, ¿cómo sentar las
bases para que existan los mecanismos de regulación de los intereses colectivos de la
humanidad sin que prevalezcan exclusivamente los intereses económicos de los procesos
de la globalización?,.¿cómo resolver la inequidad en acceso, distribución de recursos
y oportunidades educativas tratando de equilibrar las disparidades regionales?, ¿cómo
construir un curricular que permita actualizar los contenidos pedagógicos y las prácticas
educativas obsoletas?, ¿cómo superar los procesos de organización y gestión burocrática
de los centros educativos?, ¿cómo superar la débil relación de la escuela con su entorno?
Hacer valer la tarea de la educación hoy en día es un gran reto; la responsabilidad social
de la educación es propiciar las condiciones idóneas para la producción cultural, además
de la de construcción para las propuestas alternativas que garanticen un desarrollo social
equitativo que mejore las expectativas de calidad de vida de todos los actores sociales de
la población latinoamericana.
Larry Kuehn, Director de Investigación y Tecnología de la Federación Magisterial de la Columbia Británica señala que: “tal vez el aspecto más problemático del Programa Interamericano de
Educación de la OEA es la falla al mencionar al FMI, el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo
Interamericano. Algunos de los problemas identificados son los resultados directos del MFI en
las políticas de ajuste estructural. Los cortes a los gastos del gobierno casi siempre significan
reducciones en las fuentes que están destinadas a la educación pública y la introducción de
cuotas al usuario. Esto tiene el efecto de hacer la educación universalmente imposible, y dejar
pocos recursos para promover una educación indígena, equidad de género y una educación para
la paz y valores democráticos”.
La globalización implica revisar los paradigmas educativos vigentes para replantearse si
son los idóneos para formar el perfil de ciudadano que en el actual contexto social se requiere,
superar la concepción de educación como un mero espacio para la reproducción social de una
cultura adoptada, potenciar otra función más productora de una nueva cultura que promueva
realmente el desarrollo social y convertir la acción educativa en la generadora de nuevas formas
de pensamiento y acción para la transformación social.
De acuerdo con Edgar Morán quien señala “el ser humano es a la vez físico, biológico,
psíquico, cultural, social e histórico. Es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que
está completamente desintegrada en la educación a través de las disciplinas y que imposibilita
aprender lo que significa ser humano. Hay que restaurarla de tal manera que cada uno desde
donde esté tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su
identidad común a todos los demás humanos”.
212
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Globalización y procesos de formación de los jóvenes
Bajo esta perspectiva de análisis es conveniente preguntarnos, ¿Qué es la educación para nosotros y cuál es la función que le debemos asignar a la educación?
Desde una interpretación reduccionista y tradicional se ha definido la educación como la
labor ejercida por las generaciones adultas para adaptar a los más jóvenes a vivir en sociedad.
Según este planteamiento a la educación formal le corresponde sobre todo proporcionar los
conocimientos mínimos que el individuo necesita para desenvolverse en la sociedad y en la
cultura de la que forma parte.
¿Realmente preparamos a los y las jóvenes para desarrollarse en la sociedad presente que
vivimos o en la que les tocará vivir a ellos como adultos?
La función de formar al tipo de ciudadano pensante, reflexivo, crítico, humano, y con perspectiva futura es de la escuela, misma que debe ser capaz, desde los espacios de formación, de
construir las respuestas para enfrentar los problemas sociales y contar en una visión histórica
del presente y orientando el futuro para conformar una sociedad más justa, democrática y participativa. Edgar Morán señala la necesidad de ubicar un conocimiento pertinente, de promover un
conocimiento capaz de abordar los problemas globales y fundamentales, dar paso a un modo
de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades,
sus conjuntos, estudiar las relaciones entre las partes y el todo en un mundo complejo.
Para este nuevo perfil de ciudadano, se requiere repensar los modelos pedagógicos de
formación orientados a las necesidades actuales del alumno, de innovar las formas de construcción de los aprendizajes, nos obliga a construir ambientes de aprendizaje con un esquema
pedagógico distinto al modelo bancario prevaleciente, creando espacios de reflexión, revisión de
prácticas pedagógicas y de gestión. Facilitando así la articulación de la comunidad y el entorno.
Nos es obligado redefinir el mundo educativo y las expectativas en función de esta época y sus
necesidades, contextualizado para cada sociedad y cada cultura.
Se requiere fortalecer la calidad, la pertinencia, equidad y absorción (mejorar la eficiencia en
los aprendizajes) en los programas educativos y destinar más recursos financieros a la educación
de los jóvenes, que se distribuyan equitativamente para el apoyo de los factores de la educación
(profesores, equipamiento, infreaestructura y administración), que permita dar cuenta efectiva
con resultados de la inversión en educación. Acceso a la educación media 25%.OCDE. 1996.
Los procesos de globalización han obligado a incorporar el paradigma telemático a la educación y a los procesos de gestión de sus instituciones, lo cual implica un cambio muy fuerte en las
mentalidades de los educadores para adaptarse a los cambios tecnológicos, obligándonos a actualizar los procesos educativos desde la administración, la docencia y los modelos de aprendizaje.
“De ahí que entre las tareas de los sistemas educativos se encuentre proporcionar a todos los
alumnos los conocimientos sobre el manejo de nuevas tecnologías, para evitar que se acentúen
las diferencias sociales con el uso de estas tecnologías. Aquí se mencionan dos tareas esenciales: - Una mejor transmisión del conocimiento y un aumento de la igualdad de oportunidades.”
Keiner 2004.
Se requiere de un cambio de actitud de todo el profesorado que oriente a los profesores a
tener apertura al cambio, que puedan trabajar en equipo, distribuyendo tareas, asumiendo roles,
entendiendo los replanteamientos para el uso de las teorías, asumiendo que ya no es la escuela
la única institución que posee el conocimiento, el alumno dispone de información en su casa
o en bibliotecas digitales o vía Internet. La figura del profesor se transforma en un facilitador,
orientador, asesor o tutor de los aprendizajes.
Al respecto Keiner hace hincapié en que la introducción de las nuevas tecnologías no conduce a una reducción o devaluación del papel del maestro. Por el contrario se requiere preparar
mejor a los maestros, sensibilizarlos y prepararlos para atender los cambios sustanciales en
los procesos cognitivos que están ligados a las tecnologías modernas. En el futuro no será
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
213
suficiente con aprender a enseñar, son necesarias aptitudes que favorezcan nuevas formas
de alfabetizar. Para la formación de los maestros y para la actividad magisterial se contempla
la tarea de manejar competente y responsablemente nuevas formas de información y comunicación con todas sus implicaciones sociales y educativas.
La escuela como institución debe asumir también los cambios, entre ellos; orientar la descentralización curricular, construyendo su propio currículum, sus respectivos planes y programas
de estudio en función de las necesidades de sus alumnos y las exigencias sociales actuales,
además la escuela debe cambiar las estructuras administrativas burocráticas.
Esto ha significado enfatizar la perspectiva de la actualización y la formación permanente
de aprendizajes, el ser humano para su subsistencia como persona debe seguir aprendiendo
durante toda la vida y para la vida adaptándose y transformando en su contexto social, económico y ecológico.
Ante los vertiginosos cambios del entorno social, cultural y tecnológico, el contenido de los
libros envejece en poco tiempo, donde su producción y distribución pierde eficacia limitando su
máxima prioridad como elemento fundamental de la transmisión del conocimiento.
Debemos enseñar a “aprender” construyendo el conocimiento, usando nuevos saberes y
actualizando estrategias cada más diversas y creativas, la educación tiene que orientarse a las
necesidades de aprendizaje del alumno, dejar de depender exclusivamente de la transmisión y
la distribución del conocimiento.
Para Edgar Morán, “Hay siete saberes “fundamentales” que la educación del futuro debería
tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna ni rechazo según
los usos y las reglas propias de cada sociedad y de cada cultura”. Los siete saberes son:
conocimiento del conocimiento humano (características cerebrales, mentales y culturales del
conocimiento), el conocimiento pertinente capaz de abordar los problemas globales, enseñar
la condición humana, enseñar la identidad terrenal, enfrentar las incertidumbres, enseñar la
comprensión y la ética del género humano. Los saberes nos obligan a buscar humanizar la
educación pero ante todo nos compromete a buscar la humanidad en uno mismo. Keinner
2004, al revisar el concepto de aprendizaje propuesto en el informe de la UNESCO, Aprender: el tesoro interior respecto al cual afirma: “se identifican cuatro dimensiones centrales de
aprendizaje como labor esencial de la educación. Estas dimensiones son entendidas como
pilares:- aprender a vivir con otros, aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser,
(ibid., pp. 85-97). Estos pilares son producto de una comprensión futura del aprendizaje que
se refiere conscientemente a la conformación de las condiciones en el mundo, en la que la
dimensión subjetiva y colectiva del aprendizaje se median y es puesta en relación con el
proceso educativo y con dos objetivos centrales de la educación, que son formulados como
áreas de trabajo de la política educativa, proporcionar y garantizar los estándares educativos
y atender el reclamo de igualdad.”
En este contexto global es obligada una revisión y reorientación de las políticas educativas
para el desarrollo de los sistemas educativos nacionales, replanteando la tarea esencial de los
gobiernos que permitan guiar procesos de discusión colectivos de manera pública incluyendo a
los actores, permitiendo vincular las necesidades educativas de éstos con objetivos acordados
a través del consenso de valores compartidos.
Además de contextualizar las tareas y responsabilidades de los estados, gobiernos y de las
políticas educativas estatales para asegurar las inversiones en materia educativa con responsabilidad social, de forma tal que una política educativa focalizada pueda contribuir a la disminución
del desempleo, la marginación, la polarización entre naciones, grupos étnicos y religiones.
Las inversiones en educación deben considerarse desde la dimensión macrosocial concebirse como inversiones económicas y políticas que permiten el mejoramiento en la calidad de
vida del hombre a largo plazo, junto con otras políticas de inversión con responsabilidad social,
considerando los procesos de desarrollo de la sociedad mundial.
214
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Algunas orientaciones básicas del sistema educativo que se requieren para responder a las
nuevas realidades son: consolidar un modelo educativo diseñando para el desarrollo humano
con políticas educativas incluyentes que consideren los derechos de los jóvenes en su diversa
expresión y condición, por ejemplo jóvenes indígenas y discapacitados, entre otros.
Promoción de una educación para la sustentabilidad con estrategias nacionales contextualizadas de educación ambiental en modalidades formales y no formales que integre los conocimientos
y valores ambientales en la población, apoyando la formación de promotores ambientales.
Una educación ciudadana que incluya el desarrollo de habilidades para el manejo y resolución
de conflictos que permita construir una cultura que favorezca la vida democrática y que afirme la
paz, la tolerancia, el consenso, la pluralidad y la participación electoral consciente.
Centrar la educación en valores y principios éticos, vinculándolos al desarrollo de capacidades
y destrezas necesarias para participar de manera crítica y creativa en los distintos espacios de
la sociedad
Es necesario promover la igualdad de oportunidades para los jóvenes a través del libre
intercambio de conceptos, metodologías, planes, operaciones e información en general que
les permita enriquecerse de otras experiencias, con vistas a replicar los esquemas educativos
eficientes y que les permita acceder libremente al mundo del trabajo.
Conclusiones
El fenómeno de la globalización a través de los procesos de política mundial y nacional han
impactado de manera directa la educación y los procesos de formación, en particular, sus objetivos, conceptos y valores, los cuales se han ido transformando dando lugar a la incorporación
de la filosofía e ideología neoliberal, homologando las formas de pensar y actuar de los distintos
actores de este mundo moderno. El contexto globalizador ha incidido para modificar las lógicas
de bienestar social y los modelos de desarrollo que habían imperado en los países o naciones
latinoamericanas; donde la educación ocupaba uno de los tres primeros lugares en importancia
junto con la salud y la seguridad social y económica, en los distintos planes de desarrollo nacional, global o mundial, supeditando las necesidades educativas a las políticas económicas.
El fenómeno de la globalización es un proceso irreversible que requiere respuestas locales
en materia de educación y adaptadas a los requerimientos globales de colaboración para el
desarrollo mundial
Los nuevos lineamientos y la dirección de las tareas y responsabilidades en materia de educación les corresponden a los gobiernos, por medio de la definición y operación de las políticas
educativas estatales y los actores de la sociedad civil.
Hacer frente a los desafíos implica el involucramiento sostenido de las y los jóvenes como
sujetos activos en el ejercicio de diálogo para proponer, demandar, negociar y operar soluciones
a los problemas laborales de la juventud, consolidándose en un nuevo proyecto de atención a
los jóvenes.
Dentro de las nuevas exigencias para la educación se han agudizado varios problemas, entre
ellos: el incremento en cantidad de las matrículas escolares, la aparición de un sinnúmero de
escuelas particulares, la disminución de personal asignado a la administración de las escuelas públicas, disminución de los recursos asignados a las instituciones educativas estatales, y la presión
social de fomentar una “formación” y educación nada rentable y poco productiva para el Estado
Se culpa a los docentes por poseer una formación docente obsoleta y desfasada, a los directivos por un excesivo burocratismo, a los planes de estudio por mantener contenidos obsoletos y
anacrónicos, el alto índice de analfabetismo y los bajos promedios de escolaridad y aprovechamiento académico, además de altos índices de reprobación y sobre todo, de deserción escolar,
baja eficiencia terminal, cobertura escolar parcial y, sobre todo, una escasa calidad educativa,
violencia e indisciplina escolar
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
215
Lo cierto es que la escuela también está en crisis junto con sus distintos actores sociales, lo que
nos obliga a buscar el nuevo sentido de la educación; los directivos, académicos, investigadores
y docentes nos vemos obligados a someternos a procesos de reflexión sobre nuestras propias
prácticas educativas, pero también de lo que sucede en nuestro entorno local, nacional y global.
La globalización nos ha recordado que somos humanos y que debemos de luchar por nuevos
esquemas de civilización y supervivencia, centrados en la cooperación, la autorresponsabilidad
y el autoconocimiento que nos permita replantear de manera creativa las propuestas para un
desarrollo social con rostro humano, que priorice la educación vinculada con el mundo del trabajo
y que reoriente la política pública y social del actual modelo de globalización económica.
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216
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 11.
NINIS: oportunidad y no problema.
Jesús Antonio Serrano Sánchez
La Encuesta Nacional de la Juventud (ENJ) del año 2005 llamó la atención dramáticamente al arrojar una estimación de siete millones de jóvenes mexicanos de entre 12 y 29 años
que no estudian ni trabajan. Esta cifra representa 25% de la población en ese rango de edad
y 7% respecto del total de los mexicanos. El concepto se tomó, además, de investigaciones
españolas que etiquetaban a estos jóvenes como “ninis”. La cifra resulta muy llamativa y
preocupante, pero se ha sobreexplotado y trivializado, sobre todo con motivaciones políticas para exhibir el fracaso del gobierno en turno, el cual se encargó de refutar con cifras
por completo distintas con lo que sólo alimentó el pesimismo en cuanto a la situación y las
posibilidades de atención. El sobredimensionamiento de la cifra tiene que ver, en parte,
con un sesgo en el cuestionario de la encuesta. La primera pregunta sólo ofrece cuatro opciones: “sólo estudio”, “sólo trabajo”, “estudio y trabajo” o “ni estudio ni trabajo”. El módulo
2 de la encuesta pregunta acerca del trabajo, pero no considera explícitamente el trabajo
“dedicado al hogar”. Parece que faltó sensibilidad hacia esta realidad de la forma de vida
de las mexicanas, que además es asumida por los círculos académicos como un estatus
inferior, producto de la falta de oportunidades. Las interpretaciones pueden abundar, pero
todas son especulaciones, pues el tema no fue abordado de manera explícita en el diseño
de la encuesta de 2005.
Se ha trivializado el tema debido a que se le atribuye poder causal y explicativo de muy diversos
fenómenos y problemáticas sociales, como la crisis económica, el desempleo, la baja calidad de la educación, la delincuencia organizada y una crisis social de proporciones apocalípticas. Sin duda, primero
se requiere explicar en qué consiste el fenómeno nini y cuáles son sus causas. Las proporciones reales
del fenómeno todavía deben aclararse, tanto por la metodología para medirlo como por el análisis de
los datos e inferencias derivadas.
Hasta ahora, la existencia de ninis sirve como tema para pintar un escenario catastrófico de país y
alimentar la desesperanza. Se asume que los jóvenes en esta situación son representativos de la crisis
de expectativas y manifiestan su posicionamiento escéptico frente a una sociedad que les niega oportunidades. Pero todo eso se alimenta, en gran parte, de una crisis política y de liderazgo, aprovechada
por políticos y activistas sociales, quienes buscan menoscabar el prestigio de otros políticos para ganar
espacios de representación e influencia política y de opinión.
Sin embargo, en los mismos datos, es posible hacer otra lectura y reconocer en los ninis un potencial desaprovechado, que exige a las organizaciones adaptarse. Uno de los datos que nos parece más
contrastante es la disminución en la matrícula en algunas de las más importantes universidades del
país, lo cual nos habla de una capacidad desaprovechada. Plazas que simple y llanamente se pierden,
cuando hay por otro lado, una gran cantidad de jóvenes en edad de realizar estudios medio superiores
y superiores que no lo están haciendo. Al mismo tiempo, la matrícula educativa crece en muchos sectores. ¿Hay un remanente no absorbido?, ¿una oferta educativa carente de atractivo y pertinencia?, ¿la
contracción y limitantes en el sector laboral es cosa de puestos de trabajo y mayor competencia a la que
están sometidas las empresas? Los ninis constituyen un potencial desaprovechado por la industria y la
economía, que no absorbe la capacidad productiva del así llamado “bono demográfico”.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
217
En este texto, me apartaré de la lectura del fenómeno nini como un mero problema y me limitaré a
desarrollar una reflexión -incipiente apenas- respecto del potencial que ofrece para el desarrollo de
la educación, la economía y los valores.
En primer lugar, ya se había destacado el hecho de que la situación nini ocurre de manera diferenciada entre hombres y mujeres (Fig. 11.1).
(millones)
15
Hombre
Mujer
10
5
0
Sólo
estudio
Sólo
trabajo
Estudio No estudio,
y trabajo ni trabajo
Figura 11.1 Distribución de la ocupación de acuerdo con el género.
Tal afirmación se ha probado mediante la prueba Chi-cuadrada: el género no es independiente
para determinar la actividad en la que se encuentran los jóvenes. Se ha explicado que un buen número
corresponde a “terminar” de estudiar y pasar a realizar labores domésticas, lo cual, evidentemente, no
es empleo formal, pero sí trabajo real y valorado.
24
Hombres
Mujeres
Sólo estudio
Sólo trabajo
Estudio y
trabajo
No estudio,
ni trabajo
Porcentaje
20
16
12
8
Edad
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
0
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
4
Edad
Figura 11.2 Dinámica de la ocupación de los jóvenes por género (%).
La figura 11.2 permite visualizar esa historia. Allí observamos cómo van cambiando los patrones de actividad con la edad. Mujeres y hombres son estudiantes de tiempo completo en los
años más jóvenes y gradualmente van dejando de estudiar y pasan a ser trabajadores. Entre los
16 y 22 años, es muy frecuente ver mujeres que estudian y trabajan, mientras que en los varones esto ocurre entre los 18 y 25 años. Si nos fijamos en la tendencia nini, tenemos que, en los
218
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Sí
70
60
%
50
40
30
20
No
Lo puse y funciona
todavía
Lo puse y no funcionó
No e
st
ni tra udio,
bajo
Estud
y tra io
bajo
Sólo
traba
jo
0
Sólo
estud
io
No e
st
ni tra udio,
bajo
Estud
y tra io
bajo
10
Sólo
traba
jo
45
40
35
30
25
20
15
10
5
0
Sólo
estud
io
%
varones, aparece un porcentaje relativamente constante entre los 13 y los 25 años, pero después
de esa edad prácticamente desaparece. En cambio, en el caso de las mujeres, va aumentando
regularmente para estabilizarse en su pico de los 25 años en adelante.
Cuando se exploran las razones por las cuales dejaron de estudiar aquéllos que están en la categoría nini, aparecen elementos muy interesantes. Entre los varones, son relativamente pocas; las cinco
principales son que sus papás ya no quisieron, tenían que trabajar, cambiaron de domicilio, ya no les
gustaba estudiar y padecieron alguna enfermedad. En cambio, los motivos de las mujeres están más
dispersos entre muchas causas y las principales se hallan mucho más abultadas comparadas con las
de los varones. Las principales, en orden, son ya no me gusta estudiar, no había escuelas o estaban
lejos de mi casa, mis papás ya no quisieron que estudiara, tenía que trabajar y problemas familiares.
Embarazo y matrimonio aparecen como las causas 8 y 11, respectivamente. Como vemos, entre las
mujeres cuentan más causales domésticas. Y se destaca una actitud hacia el estudio que habla de una
menor habilidad, gusto o interés por el mismo. Entre los varones, parece notarse también la atribución
de roles, la necesidad o preferencia por dedicarse en forma gradual al trabajo en lugar del estudio.
Al centrarnos en los ninis y preguntarles si buscan empleo, encontramos que así lo hacen 27.8%
de los hombres y 11.4% de las mujeres. Es decir, hay un mayor interés o necesidad de buscar empleo
por parte de los varones. Empero, llama la atención que la cifra de quienes no buscan sea tan elevada.
Las mujeres que declaran buscar trabajo tardan más y tienen mayor dificultad para hacerlo en
comparación con los hombres. Ellos demoran en promedio 2.3 meses y ellas 2.7 meses en conseguir
empleo (medido por el método de promedio ponderado).
Por último, en lo referente al empleo, nos aparece un dato muy interesante: la tasa en la que
los jóvenes realizan emprendimientos para establecer su propio negocio (Fig. 11.3).
Al final nunca
se concretó
NC
Figura 11.3 ¿Alguna vez intentaste iniciar tu propio negocio?
Como puede observarse de todas las situaciones, aquélla en la que aparece el mayor porcentaje
de esfuerzos por establecer un negocio propio corresponde a los ninis, pues rebasa 15% del total.
Tenemos, es cierto 39% de ninis que no lo han intentado. Cuando profundizamos en las cifras de los
que sí intentaron iniciar un negocio propio (parte derecha de la gráfica) detectamos que los ninis poseen
la mayor tasa de éxito, si bien es muy baja, menor a 10%; 18% de los que emprendieron negocios no
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
219
tuvieron éxito y un enorme 42% no concretaron sus iniciativas. Estas cifras ofrecen una versión muy
diferente de los ninis como personas con interés e iniciativa para ser productivos -quizá para no depender de un patrón-, pero con poca experiencia, conocimiento o asesoría para concretar y tener éxito
al establecer un negocio.
¿La pobreza y la marginación son el factor explicativo de la condición nini? Al enfocarnos en los
ninis y sus familias percibimos que la mayoría no ha desempeñado actividades adicionales permanentes
para complementar su ingreso familiar (en promedio 78% no hace ninguna de las 10 actividades que se
propusieron, desde producir cosas para vender, hasta irse a otro país). Ello puede constituir un indicio
de que la necesidad económica no representa el factor más directo y determinante de la condición de
no estudiar o trabajar. La acción más frecuente es trabajar horas extra, que efectúa 51% de los hogares
de los ninis (pregunta 6.3).
¿Los ninis están desilusionados respecto de la sociedad, la educación y el empleo? De
modo general, los datos no indican una diferencia notable entre los jóvenes, de acuerdo con su situación
(Fig. 11.4 y 11.5); no obstante, es posible distinguir algunas diferencias. Al preguntarles qué tan confiables
consideran a las demás personas, vemos que los más optimistas son quienes sólo estudian, seguidos
por los ninis; mientras que los menos dispuestos a confiar en los demás son los jóvenes que estudian
y trabajan (Fig. 11.4).
100
90
80
70
60
% 50
40
30
20
10
0
Desacuerdo
Acuerdo en parte
Desacuerdo en parte
Acuerdo
Sólo
estudio
Sólo
trabajo
Estudio
y trabajo
No estudio,
ni trabajo
Figura 11.4 ¿Qué tan confiables son las demás personas?
10
9.5
9
8.5
8
7.5
7
6.5
6
5.5
5
Sólo estudio
Sólo trabajo
Estudio y trabajo
No estudio, ni trabajo
Figura 11.5 Confianza en las instituciones de acuerdo con el tipo de actividad.
220
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
La confianza en las instituciones arroja datos para reflexionar (Fig. 11.5). Algunas respuestas son
bien conocidas porque en diversos estudios de opinión aparecen ciertos nombres repetidamente en los
mejores y en los peores lugares, trátese de adultos o jóvenes. La ENJ preguntó “qué tanto le creen” a 18
instituciones y pidió que se asignara una calificación de 0 a 10. Aquí, diferenciamos las respuestas por
tipo de actividad. Para presentar los datos de una manera clara, redujimos las respuestas por el método
de promedios ponderados y calculamos la varianza en las respuestas.
Las instituciones que gozan de mayor confianza también cuentan con un amplio consenso independientemente de la situación de los jóvenes. Además, las respuestas tienen la menor varianza. La familia
(1.58), los médicos (2.17) y las escuelas (2.29) ocupan los lugares de mayor reconocimiento. En el otro
extremo, las instituciones con menor prestigio, están igualmente desacreditadas independientemente
de la actividad. Son, asimismo, polémicas, como se infiere de que encontramos una mayor varianza en
las calificaciones: partidos políticos (6.39), diputados (6.35) y policías (6.47).
Detengámonos en las diferencias de calificación; entre las más notorias, apreciamos la escuela,
que es mejor evaluada por los que estudian (8.5), en comparación con aquéllos que no lo hacen (8).
La misma situación se presenta al referirse a las universidades públicas. Por su parte, el Ejército es la
única institución en la que los ninis están calificando por debajo de otros grupos de actividad; en otras
palabras, es la única con la que los ninis son más críticos comparativamente.
Es más evidente el desgaste de la imagen de las instituciones entre los jóvenes que sólo
trabajan. Ellos califican muy por debajo a las universidades públicas, a los sacerdotes, al gobierno, al presidente, los sindicatos, los partidos, los diputados y policías. Ello permite asumir otra
lectura sobre el pretendido desencanto de los ninis y revela que los problemas más bien están
en otra parte.
En cuanto a valores, la familia y el dinero, en ese orden, tienen más relevancia para los jóvenes y
gozan de consenso, con independencia de su actividad. El trabajo y la escuela son más importantes
para quienes trabajan y para quienes estudian respectivamente. Lo que menos les interesa es la religión
y la política. En comparación, en donde los ninis parecen estar más desinteresados es en lo relativo a
los amigos y la escuela. En lo que más se interesan es en el dinero y la familia. Sin embargo, las cifras
de valores no son muy distintas entre los tipos de actividad, salvo el empleo y la escuela, como ya se
mencionó.
Por último, al preguntarles qué tan satisfechos están con varias dimensiones de su vida (Cuadro
1), encontramos efectos diferenciados que cabe esperar, dado el posicionamiento en cuanto a su
condición predominante.
Cuadro 11.1 Satisfacción con varias dimensiones de la vida.
Sólo estudio Sólo trabajo Estudio y trabajo
Tu trabajo
Tu situación económica
Tus estudios
Relación de pareja
Tu educación
Tus amigos
Vida que has llevado
Relación con los padres
Tu familia
Promedios
7.9
8.3
8.8
8.3
8.9
8.7
8.9
9.1
9.2
8.7
8.2
7.9
7.6
8.4
8.1
8.3
8.4
8.7
8.9
8.3
8.4
8.2
8.8
8.5
8.9
8.9
8.9
9.1
9.2
8.8
No estudio ni
trabajo
Promedio
7.4
7.7
7.7
8.3
8
8.1
8.3
8.6
8.9
8.1
7.975
8.025
8.225
8.375
8.475
8.500
8.625
8.875
9.050
8.500
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
221
Así, la familia, sus padres y la vida que han llevado es motivo de satisfacción para todos los jóvenes;
se trata de factores en el ámbito más próximo y doméstico. Le sigue la relación con sus amigos o con
su pareja; aquí, sí localizamos diferencias en el nivel de satisfacción que muestra una asociación más
orientada hacia afuera del ámbito doméstico, los amigos y la pareja en el caso de aquéllos que trabajan
y los ninis. La relación de pareja causa menos satisfacción a los que estudian y en el caso de los que
sólo trabajan ocupa un puesto más elevado. La situación económica satisface menos en todas las categorías. Los promedios de satisfacción son máximos en los jóvenes que estudian y trabajan, mientras
que están en la peor posición cuando se trata de los ninis. Asumiendo estos últimos datos para fijar
una conclusión, descubrimos que quienes estudian y trabajan (digamos “sí-sis”) son más escépticos
respecto del sistema, creen menos en las instituciones, pero más en sí mismos; por eso, exhiben mayor
satisfacción con todo aquello que está a su alcance.
En cambio, los ninis se mantienen a cierta distancia del sistema, creen en él, pero con cautela, están
menos satisfechos con su vida y sus logros; no obstante, al mismo tiempo, manifiestan una expectativa
por lograr algo más por sí mismos. Es muy interesante el hecho de que los ninis se muestran más desilusionados de la escuela. Entonces, habrá que preguntarse si, en lugar de ser ellos los que abandonan
la educación, no es más bien que la institución educativa los ha abandonado a ellos, distanciándose de
sus necesidades, inquietudes e intereses. Concluyo con dos preguntas: ¿de qué modo las instituciones
educativas pueden construir puentes y dejarse interpelar por los ninis?, ¿cómo pueden responder a esta
realidad que les desafía?
222
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Capítulo 12.
Aspectos sociales de los jóvenes en
conflicto con la ley (jóvenes captados por
instituciones para menores infractores).
María Estela Fernández Ramírez
1. La realidad juvenil.
Al estudiar el fenómeno juvenil el enfoque sociológico hace referencia necesariamente al contexto social y a las dinámicas sociales que se vinculan directamente con el joven como actor
social. De tal manera que la juventud pueda ser visualizada en su conjunto y componentes, a
veces altamente contrastantes según se trate de sectores socioeconómicos y socioculturales
diferentes. A partir de esta distinción, se han podido analizar sus procesos de reproducción y
los cambios ocurridos con los jóvenes de las distintas generaciones. Se han realizado estudios
específicos frente a toda la problemática implicada de acuerdo con situaciones conflictivas particulares o con la realización juvenil en su proyección social significante, como también en su
expresión simbólica como subcultura social en la pluralidad compleja de la sociedad moderna.
El mundo en que vivimos, y en particular en México, se caracteriza por grandes cambios y
crisis económicas, sociales, políticas y culturales de distintas dimensiones que configuran su
realidad social. Ante esto, su presente y futuro se tiñe y visualiza por el conflicto y la difícil sobrevivencia, especialmente para las generaciones del fin y principio del milenio, quienes no pueden
sino percibir y asumir un horizonte socialmente oscuro e incierto.
Lo anterior cobra dimensiones amplias, si partimos del hecho de que somos un país constituido principalmente por jóvenes, ya que cerca de 40% de nuestra población se encuentra entre
los 10 y 29 años de edad. Con una tendencia al crecimiento en los años inmediatos debido a
los cambios demográficos ocasionados por las bajas en las tasas de natalidad y mortalidad, así
como el aumento en la esperanza de vida. Es en esta población donde se observan importantes
repercusiones y transformaciones, principalmente en sus formas de vida y propuestas para el
presente y el futuro.
A pesar de que el asunto de los jóvenes aparentemente ha sido y es preocupación que permanece latente en la opinión pública, es frecuente que éste sólo aparece cíclicamente con cierta
fuerza, y por lo general, vinculado a temas de violencia o de movilizaciones masivas. Recordemos
como en los años 50 se hace referencia a los “rebeldes sin causa”, en los 60 a los “movimientos
estudiantiles” y la “onda hipiteca”, en los 80 los “chavos banda” y en los 90 la “generación perdida”,
siempre con una actitud de crítica y de desprecio. Es frecuente que dichas interpretaciones de
los fenómenos juveniles se basen más en el sentido común, y poco en el conocimiento profundo
de los aspectos que implican ser joven en una determinada época y lugar.Situación que en definitiva representa un obstáculo para el desarrollo del conocimiento sistemático y profundo sobre
el fenómeno juvenil que permita dar seguimiento a las expectativas y prácticas de las nuevas
generaciones. Hasta fechas muy recientes, en nuestro país, la reflexión teórica sobre lo juvenil
era escasa y la existente se centraba en el estatuto más conceptual y social del “ser joven”. Tema
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
223
que siempre ha estado ligado a la discusión, pero quizá más a un proceso de extensión de los
límites inferior (con la niñez) y superior (con la adultez) más que a un nuevo estadio.
Los procesos de expulsión y exclusión social que se produjeron en la última década permiten
reflexionar sobre el cambio que esto produce, al convertir al periodo juvenil de un “pasar” a un
“estar” con sus propias significaciones y estilos. En México, la juventud como una realidad colectiva difícil de captar, entender y promover como tal, tanto para las familias, las comunidades,
el Estado, la iglesia, las escuelas y demás instituciones nos plantea:
• Una realidad compleja: nuevas condiciones sociales, nuevos y más imbricados factores sociales intervinientes, nuevos y más diversificados agentes mediadores. Todos ellos influyen,
afectan, manipulan y acaban por generar esa complejidad difícil de encauzar en un solo
sentido.
• Ante ella se presentan malentendidos, problemas de estereotipación, todo tipo de valoraciones contradictorias entre sí -derivados de una pretendida homogeneidad de la categoría
humana, identificada como “juventud” en sus diversas etapas vitales.
• Es frecuente el desconocimiento y tergiversación de los diversos desarrollos juveniles según
capas sociales, campos de producción social y ambientes sociales de pertenencia, conjuntos
sociales, medios comunitarios y diferentes sectores de la vida colectiva.
• En la realidad conjunta aparece una mayoría de población juvenil en situación de pobreza, con
todo lo que ello significa: en sus perspectivas de desarrollo personal, familiar y colectivo; en su
salud física y psíquica; en el trabajo enajenado y la desocupación; en la distorsión sociocultural
y valoral; en el descrédito de la vida cívico política, en la diferencia religiosa y moral.
Todas las dimensiones son presentadas de manera contrastante y crítica. Hay una cuestión de
valoración interviniente no como una referencia teórica a valores abstractos, intelectualmente concebidos, sino como algo intrínseco en el sentido dado a las mismas acciones de la vida cotidiana,
en las preferencias concretas seguidas por los jóvenes, en sus apreciaciones y en sus rechazos.
2. El Menor y las conductas problemáticas “infractoras”.
En la actual situación social difícil de diagnosticar, hay profundos problemas de alejamiento en la
comprensión psicosocial recíproca entre adultos y jóvenes. Hay fuertes o callados conflictos generacionales; hay poco acercamiento, comprensión y atención por parte de las instituciones que
supuestamente están abocadas a encauzar, orientar e influir en los jóvenes de manera “positiva
y trascendente”. Las familias, las escuelas, las iglesias, las empresas y los centros laborales, así
como las diversas organizaciones involucradas en el trato y la atención de la población joven,
experimentan una situación crítica. De la comprensión recíproca (y falta de ella) se generan así
problemas frecuentes de “anomia juvenil” y de conductas consideradas como “problemáticas”,
“irregulares”, “desviadas” o “patológicas” que los adultos no sabemos cómo enfrentar, porque
muchas de ellas son proyecciones de los mismos equívocos generados por el mundo moderno
en su conjunto, más que de los propios jóvenes que experimentan una situación crítica.
La delincuencia juvenil en la actualidad hace referencia a un fenómeno que cada día está
ocupando más la atención a diversas disciplinas en cuanto a su investigación y a la intervención
psicología, sociología, antropología, pedagogía y otras ciencias. Sin embargo, a pesar de la
importancia que a nivel internacional se ha dado a los derechos humanos, y muy en particular a
los derechos de los niños, así como las diversas normas internacionales, nos hemos dado cuenta
de que no existe una definición única ni clara al respecto.
El origen del concepto de delincuencia juvenil aparece por primera vez en 1898, cuando se
crea en Chicago el primer tribunal de menores del mundo con la intención de diferenciarla de la
delincuencia cometida por los adultos.
224
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Sociológicamente, la denominación criminalidad juvenil es aplicada a la conducta (por acción u omisión) de los jóvenes (entre 14 y 17 años) que atenta contra una ley penal del Estado.
Como el concepto de “criminalidad” se relaciona en general con los propósitos criminales y de
conciencia criminal, surgen dudas, según resultados de numerosos análisis sociológicos sobre
la juventud, sobre si es aplicable a los actos delictivos juveniles. La denominación “criminalidad
juvenil” es sustituida cada vez más por la de “delincuencia juvenil”. Con esta diferencia se pone
de manifiesto que una gran parte de la conducta desviada de los jóvenes, respecto de las normas
sociales de conducta y de las leyes de los adultos, está condicionada por la situación social de
la juventud en la sociedad moderna: dificultades de socialización y de colocación, inseguridad
de estatus, conflictos normativos en el marco de la emancipación de la familia y de la escuela
y en la entrada al trabajo y a la vida pública, discriminaciones entre generaciones, aparición de
subculturas juveniles, etc.
De ahí que para la sociología del crimen, la criminalidad no es otra cosa que una falta contra
una norma socialmente establecida que se castiga con una determinada sanción, esto es, las
disposiciones penales se consideran un sistema de normas como otro cualquiera que entra en
relación con otros sistemas de control social. La criminalidad, por lo tanto, actúa en función de
lo que las leyes penales correspondientes señalan como conducta criminal. La sociología del
crimen analiza los aspectos culturales, sociales y políticos de los actos con que se constituyen
y resuelven los conflictos entre grupos e ideas de valor distintas, de donde surgen las leyes, y
determina que grupos sociales consiguen que en una sociedad se impongan sus criterios con
obligatoriedad penalmente sancionable.
Los científicos sociales, en general, reconocen que en la gran mayoría de las sociedades, el
“control social” se obtiene por medio de una combinación de acatamiento, coerción y compromiso
respecto a los valores sociales. También se arguye que, paradójicamente, el intento de aumentar
las formas de control social coercitivo, incrementando por ejemplo la vigilancia policial de determinados delitos o grupos sociales, tiende a ampliar el descarrío en vez de hacerlo disminuir. La
conclusión es que el control social depende más de la estabilidad de los grupos sociales, de las
relaciones de comunidad y de compartir los mismos valores que de la mera coerción. Respecto
a la “conducta desviada”, ésta nos refiere a aquella conducta, protagonizada por determinados
miembros, que no corresponde con las normas válidas, las prescripciones o las expectativas de
comportamiento para las relaciones de interacción en una determinada sociedad o en partes de
su estructura (sectores sociales, organizaciones, instituciones).
En las teorías sociológicas sobre las presuntas causas de la conducta desviada se rechaza
cada vez más el enfoque bioantropológico que en última instancia siempre la interpreta patológicamente. En su lugar, se juzga como una disposición provocada por las influencias del medio y
de la educación, o como un mecanismo de defensa contra los sentimientos de miedo y de culpa
de origen social, o contra las exigencias normativas.
Estos problemas guardan relación con estudios
sobre subculturas que se consideran un requisito importante de la aparición de la conducta
considerada criminal y de las formas específicas que ésta adopta. Como toda norma o regulación
legal necesita, para ser socialmente efectiva, un determinado grado de legitimación y aceptación
general, es decir, de interés social para que se ponga en práctica, se atienda no sólo a las pautas
de conducta (configuradas por la procedencia social, la elección, el nivel educativo, etc.) de los
criterios con que se aplican estas normas, sino también a la opinión pública (que juzga, tiene en
cuenta y valora moralmente estas normas).
Aunque internacionalmente se utiliza el nombre de delincuentes juveniles para señalar a los
adolescentes protagonistas del delito, en México se le denominan “menores infractores”, a partir del
criterio jurídico y la concepción humanitaria. Legalmente en la Ley para el Tratamiento de Menores
Infractores, para el Distrito Federal en materia común y para toda la República Mexicana en materia
federal, un menor infractor es toda persona mayor de 11 años y menor de 18 años de edad que
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
225
haya incurrido en conductas que se encuentran tipificadas en las leyes penales federales y del
Distrito Federal. Sin embargo, esta definición varía de acuerdo con las diversas leyes estatales.
Este fenómeno no puede ser expresado en términos puramente jurídicos, ya que se trata de
la culminación de influencias físicas, psicológicas, sociales, económicas, políticas, entre otras.
Dicha multiplicidad y complejidad de factores que determinan e intervienen en la problemática
de los menores infractores nos presenta un panorama complejo, ya que para su comprensión e
intervención se debe tomar en cuenta lo social, lo comunitario, lo familiar y lo individual.
En México las infracciones cometidas por menores nos plantean una problemática importante
por abordar, no tanto por el número de delitos o infracciones cometidos, los cuales no tienen una
gran representación proporcional, ni a los cometidos por los adultos (en el D.F.: 1 de cada 100
delitos es cometido por un menor), ni con respecto al número de menores infractores con relación
al total de población de ese sector (alrededor de 0.5%), sino por las implicaciones sociales que
conlleva el fenómeno.
Desde esta panorámica podemos mencionar la presencia de las siguientes situaciones, a
reserva de profundizar más adelante en ellas:
• Reconocer que el orden y el desorden son manifestaciones de la misma realidad (donde
cada modelo de orden tiene sus propias formas de desorden), y por otro lado que la sociedad
no puede existir sin reglas. Cada escenario social (familia, amigos, vecinos, etc.) tiene sus
reglas, múltiples maneras de desviarse de ellas y sus formas de control social respectivas.
• Las conductas problemáticas e infractoras, por lo regular tienen connotaciones políticas, éticas
y morales y cuando se habla de ellas, al menos una parte de la sociedad percibe que determinadas conductas o grupos resultan amenazantes o ponen en riesgo un orden social concreto.
• Es frecuente que la información sobre los menores infractores que tiene la opinión pública,
se base en imágenes sesgadas de los medios de comunicación, o en las ficciones del cine,
televisión o literatura, es decir, las ideas sobre su “mala vida” están repletas de mitos, prejuicios y desinformación (marginal, mal vestida, violenta, etc.). Sin pensar que el mundo de la
“desviación penal” es más complejo y amplio.
• En términos generales, los costos de la falta de prosperidad generan problemas que se
agravan entre los menos situados, a lo que también hay que sumar, la fragmentación de la
comunidad y la de la familia reflejadas en esta última como aumento de la tensión familiar, su
desorganización y bajo control sobre los hijos
• Cuando se habla de menores infractores es importante situar como primera referencia del
medio socioeconómico cultural a la pobreza, situación en la que millones de mexicanos se
encuentran y que conlleva a la injusticia y desigualdad. Aunque la pobreza no es requisito
fundamental de la infracción, la realidad nos señala que la mayoría de los adolescentes que
ingresan en el Consejo de Menores pertenecen a clases económicas bajas; y los que son
de clase económica media y alta, generalmente no llegan a ser consignados, a menos que
cometan infracciones verdaderamente graves.
• A pesar de que el fenómeno de la delincuencia juvenil es percibido como un fuerte problema
social por la población, los diversos medios de comunicación y las dependencias encargadas
de la seguridad pública, principalmente en las zonas urbanas, poco es lo que se ha investigado en cuanto su etiología, intervención y reintegración social.
• Es frecuente encontrar que las conductas infractoras de menores no son planteadas como
un problema y un conflicto social donde lo importante es cómo se defina y solucione, ya que
esto influirá de forma significativa en el devenir de estos menores y la sociedad.
• A pesar de que en México la Ley de Menores Infractores se encuentra en un proceso de
revisión y mejoramiento, ésta aún enfrenta una serie de inercias que nos plantean interrogantes acerca de los tratamientos y las formas de confinamiento y atención de los menores,
supuestamente dirigidas a crear condiciones clave de motivación y cambio.
226
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
3. Concepciones estereotípicas sobre adolescencia, juventud y menor infractor.
La realidad juvenil es vista, antes que nada, como una representación simbólica envuelta en
creencias, más que en el conocimiento preciso de lo que sucede en los tiempos y espacios
concretos. Se ha venido haciendo referencia a la juventud con un conjunto de rasgos un tanto
etéreos y contradictorios. En estas representaciones simbólicas aparecidas en la historia de
los distintos pueblos, se plasman arquetipos con los cuales se pretende acotar a la juventud:
desde valores con los que se la exalta, tales como la belleza, la fuerza, la agilidad, la energía,
la libertad, la audacia, la emotividad y la heroicidad, hasta antivalores que reflejan el temor de
los adultos ante los jóvenes acusándolos de imprudentes, rebeldes, hedonistas, egocéntricos,
conflictivos, alocados, inconscientes, derrochadores, aventureros.
Está presente en estos mitos una implicación de la identidad juvenil asignada por los
adultos a los jóvenes, tanto para sujetarlos como para obligarlos a seguir una determinada
conducta. Esta situación sigue siendo la base de una regulación social que marca hasta
nuestros días las caracterizaciones sobre lo que “deben ser los jóvenes”, más que la comprensión de lo que están siendo. De ahí, a su vez, se derivan los estereotipos que en la
actualidad se desarrollan.
De hecho, los estereotipos sobre los jóvenes en la actualidad dan lugar a generalizaciones
simplistas y a ideas equívocas sobre el carácter y significación de lo que es la juventud y cuáles
son sus problemas. Muchas veces no son sino caricaturas de realidades complejas y plurales
desconocidas. En otras ocasiones resultan proyecciones sobre lo que se considera una idealidad
inexistente o no cumplida por defecto e irresponsabilidad “propia de los años inmaduros”.
Al respecto Silber presenta una serie de consideraciones referentes a ideas exageradas y
equívocas respecto a los adolescentes:
1) El desarrollo del adolescente normal es tumultuoso y altamente irresponsable.
2) La adolescencia es un periodo de gran emotividad y de desequilibrios críticos.
3) La pubertad es un suceso negativo para los adolescentes.
4) La adolescencia es una fase vital de alto riesgo de suicidio.
5) El pensamiento de los adolescentes es irracional e infantil.
6) Los adolescentes tienden a ocultar o a sobreestimar sus problemas.
A estos estereotipos podemos agregar muchos otros atribuidos a la juventud en general y que
también resultan simples impresiones derivadas muchas veces de una divulgación de noticias e
informaciones llamativas producidas por periodistas que buscan llamar la atención de un público
susceptible de escandalizarse ante casos que no dejan de ser minoritarios o excepcionales, pero
que se presentan como propios de la generación juvenil de nuestros días. Así, se suele hablar de
la juventud “descarriada”, drogadicta, alcohólica, de la delincuencia juvenil creciente, de la neurosis y desequilibrios psíquicos, de la promiscuidad y la vagancia juvenil, de la desorientación y del
conflicto generacional. Todo ello como caracterización atribuible a los jóvenes de hoy (o de otras
épocas, pues siempre se ha abusado de estos estereotipos).
Para Rossana Reguillo los miedos ante ciertos grupos y espacios sociales que la sociedad
configura y experimenta, son reforzados por el discurso simplista y amarillista de los medios, donde
a partir de la descripción de ciertos rasgos raciales y de apariencia, se etiqueta a los sujetos de
quien habla. A partir de esto ser joven de un barrio o sector marginal equivale a ser “peligroso”,
“violento”, “drogadicto”, “ladrón” y “asesino” en potencia o real.
Estamos aquí ante una especie de “transferencia” de responsabilidades. Al tratar la violencia,
la falta de seguridad, el incremento de la delincuencia sin contextos sociopolíticos, se hace parecer
a los sectores marginales, especialmente a los jóvenes, como los responsables directos de la
inseguridad en las ciudades, lo cual favorece el clima de hostigamiento y represión que justifica
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
227
las medidas legales e ilegales que se emprenden en contra de estos actores, dando lugar a la
aparición de nuevos mitos (en su formulación negativa), estereotipos y por supuesto estigmas.
¿Por qué frecuentemente cuándo hablamos de violencia, pensamos también en los jóvenes?,
¿por qué rara vez la asociamos a los adultos o con las personas de la tercera edad?, ¿será que
los jóvenes, sobre todo cuando están juntos, parecen o son peligrosos? Algunos dicen que este
tipo de jóvenes no nacieron como rebeldes, sino como residuos; pertenecen a una suave cultura
del desastre, donde las ropas raídas, los aspectos desastrosos, el menosprecio al porvenir y a la
competitividad son parte de sus notas. Son jóvenes muy individualistas, fuman desde pequeños,
hacen el amor sin la protección debida, no se comprometen a nada, pueden estar matando al de
al lado y no mueven una uña. Se visten para ocultarse, para camuflarse. Optan por convertirse
en especímenes del subsuelo.
Una reacción de la sociedad frente al comportamiento juvenil que se hace patente es el uso de
lo jurídico como medio para castigar y no desarrollar. Es así como la discusión sobre lo juvenil en
los sistemas parlamentarios y en el ámbito legal de muchos países de América Latina se produce
por lo general como reacción cíclica a los problemas de violencia y delincuencia que aquejan a
nuestras sociedades y casi siempre en el sentido de reducir la edad penal con el fin de castigar
a edades más tempranas a los jóvenes. En una sociedad donde lo juvenil se vuelve un proceso
más largo, las leyes insisten en volver adulto al menor mediante un auténtico acto de magia, de
la noche a la mañana el joven se acuesta niño y despierta adulto al cumplir la mayoría de edad
(fenómeno que tiene mucho que ver con el concepto de lo juvenil en los centros urbanos de las
sociedades postmodernas).
Lo que sí es indudable es que las nuevas generaciones tienen pocos espacios para la sociabilidad; ni la escuela, ni el lugar de trabajo, ni la calle, ni la comunidad o el barrio permiten o
fomentan la relación con otros y el único espacio que pervive, la familia, frecuentemente acentúa
el aislamiento. Situación que en definitiva propicia un ambiente de inseguridad en los adolescentes y jóvenes, principalmente por las contradicciones a las que se enfrentan ante la presencia
de normas y valores diversos, producto de los grupos y subculturas a los que están expuestos
y de los que forman parte.
Resulta claro que el incremento de la delincuencia juvenil no está sólo en relación con la
desintegración del orden público y el deterioro de la situación económica, sino también con:
• la falta de conocimiento y comprensión del fenómeno de la adolescencia y del de la juventud,
• el inadecuado apoyo social que los adolescentes y jóvenes reciben durante el decisivo periodo transitorio de la infancia a la adolescencia y de ésta a la juventud, así como el tránsito de
la escuela al trabajo y,
• la creciente desestructuración de la familia.
4. Algunas consideraciones sociológicas del fenómeno “menor infractor” a partir
del estudio de campo.
Como ya se ha mencionado de manera repetida, si queremos explicar el porqué de la conducta
del menor “problemático” o “infractor” necesariamente tenemos que remitirnos al propio medio
social en donde y de donde se genera dicha conducta.
Partimos del supuesto sociológico que esta conducta no sólo está condicionada por el ambiente
que rodea al menor, sino más aún, es la causa del comportamiento problemático del mismo. Por
ello, podemos decir que la imputabilidad de su conducta, si a alguien tiene que atribuirse, es precisamente a la sociedad que la genera y a las cadenas de mediación que se producen hasta concluir
casi fatalmente en el menor, al cual después se le califica de cuasi delincuente, sino es que ya se le
considera como tal: un individuo peligroso para la sociedad que trata de defenderse de él en lugar
de modificar las causas concatenantes de una “epidemiología social” que produce tales efectos.
228
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Para tratar de lograr un acercamiento a esta génesis de “patología social” que recae sobre
los menores, vamos a seguir un orden que va de lo general-social a lo particular-individual en
sus diferentes niveles de condicionalidad social:
1) Condicionalidad macroestructural de un sistema social que genera una creciente
marginalidad socioeconómica y sociocultural en la cual se presentan dinámicas de subsistencia
que casi siempre implican situaciones críticas de fracasos y de frustraciones humanas, ante
las cuales el otro sector de la sociedad, más desarrollado y modernizado, es torpe, incapaz y
frecuentemente, con manifiestos intereses en contra de las mayorías marginales, pero más aún
opuestos a las minorías consideradas como “patológicas” ligadas a aquéllas.
El problema global: el contraste y la desigualdad social extrema.
El sistema socioeconómico del país genera un contraste muy fuerte entre una población creciente que aumenta los contingentes de marginalidad social y que vive en condiciones altamente
precarias, frente al desarrollo de una sociedad elitista que se moderniza dentro de un orden
social desequilibrado y grandemente ambivalente.
En este contraste social se mantienen en el país subculturas superpuestas en donde el sentido
de la vida para unos y para otros es diferente: mientras que los más siguen viviendo en la angustia
de la subsistencia cotidiana, para otro sector restringido la vida se perfila en la abundancia, a
veces aparente, de una sociedad consumista. Los niños mexicanos nacen en mundos diversos
de horizontes encontrados y conflictivos. La socialización de unos y otros a la sociedad global
tiene un sentido totalmente diverso. Para unos, la sociedad en su totalidad representa una entidad
manejada por los más capaces y que se ha construido en función de los intereses de los llamados
“buenos ciudadanos” en un orden más o menos justo y democratizante; en cambio para los otros,
esa misma sociedad es una organización de los de arriba, hecha a su manera y de acuerdo con
sus intereses y sus propias escalas de valores, en perjuicio del interés de “los de abajo”.
El sistema institucional ha sido organizado y armado por los sectores de la mediana y alta
burguesía, a veces con una referencia populista. Esto ha dado lugar a una cultura popular ambivalente en la que las normas y valores oficiales y elitarios se imponen formalmente a través de
múltiples mecanismos, entre los cuales está la asistencia social, la salud, la educación escolar
y la prevención social. La cultura popular, sin embargo, sigue vigente en forma sumergida. Sus
propios valores y normas adquieren sentido en la lucha por la existencia cotidiana y tiene que
desarrollarse en contra de los intereses de los demás que pretenden y logran controlarla.
Marginalidad en la marginalidad. Estratificación socioeconómica en el sector de
los menores marginales y su impacto.
• En el polo más contrastante de esta dicotomía cultural se encuentran precisamente las respuestas de las minorías existentes al interior de los sectores marginales, que al no poder
encontrar un cauce adecuado a su desarrollo social, chocan con el sistema global.
• Presencia de una reacción defensiva sintomática de su situación y sin mucha conciencia de
situación. Se refleja en “la mala suerte porque me cacharon”. Actitud envuelta de inseguridad
y angustia existencial, cuando no de indiferencia y desprecio (importamadrismo).
• Los menores son representantes sensibles y fieles al fenómeno de marginalidad en sus
niveles patológicos, donde la debilidad de la estructura social del sector marginal es patente
e importante ante el mundo de los adultos “bien”. Esta debilidad comenzó al interior de su
propio ambiente desarticulado y falto de una mínima organicidad, incapaz de desarrollar sus
propios antídotos de desintegración interna. Y menos aún, incapaz de facilitar la integración
social del menor en ámbitos más amplios de la sociedad global.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
229
Prevención social contra control social.
• Estamos ante una problemática íntimamente relacionada con la pobreza y la falta de oportunidades para un sector creciente de la población, por lo cual el cambio debería de darse a
través de la prevención por medio, principalmente, de la promoción socioeconómica.
• No se trata tanto de un problema de inseguridad social, sino en términos macrosociales de
un problema de desigualdad y desarticulación social.
Condicionalidad cultural y estratificación derivada de la escolaridad
• Las oportunidades de ingreso y permanencia en el sistema escolar están asociadas, en definitiva, con problemas socioeconómicos y de dinámica familiar.
• Existencia de una falta de congruencia del sistema educativo institucional con las necesidades reales de subsistencia cotidiana.
• El problema cultural es mucho más complejo que la simple escolaridad. El efecto de un
choque entre concepciones tradicionales de la vida (transmitidas por lo regular a través de
padres, parientes y otros, en forma verbal o con el ejemplo de experiencia vital) con elementos no bien integrados de la cultura moderna (presentes parcialmente en la escolaridad),
producen en muchos sentidos, consecuencias difíciles de evaluar.
La cultura de los medios masivos y su contraste con la cultura tradicional.
• La cultura tradicional de los padres o parientes se deteriora o se destruye con la influencia
pseudomodernizante a la que están expuestos los menores, sobre todo en las grandes ciudades. Se introducen en un mundo ilusorio de equívocos y fantasías que distorsionan su
captación de la realidad. Aparición de nuevos criterios que compiten con la autoridad moral
del adulto familiar, pero que no los llegan a suplir del todo (por ejemplo el mayor nivel escolar
de los menores con respecto al de sus padres).
• Los medios masivos de comunicación ejercen una influencia decisiva en aquellos menores
que se encuentran en una situación de debilidad e inconsistencia en la transmisión de elementos que distorsionan fácilmente su percepción de la realidad.
• Las referencias a la religiosidad popular se mantienen por lo regular latentes como práctica
formal, Sin embargo existe una mezcla bastante incoherente de valores que el menor usa,
hace caso omiso de ellos o rechaza según su conveniencia.
• El reconocimiento de un choque intercultural que propicia la internalización de valores culturales y antivalores múltiples sin coherencia aparente.
2) Condicionalidad producida en el ámbito comunitario en el que nace y crece el
menor La influencia que ejerce el entorno social en la conducta de los menores es evidente,
aunque puede tener un efecto relativizado principalmente por la familia. En un ambiente
hostil, la familia puede responder extraordinariamente y esto, tener consecuencias positivas
para la persona. Por lo regular en los menores de conducta problemática, la conjunción
negativa de ambas unidades es decisiva. El medio ambiente en el cual actúan diversos
grupos que ejercen una acción socializadora importante en el menor infractor, lo podemos
caracterizar por:
El ámbito urbano-rural y el de la zona de residencia familiar.
• Una primera diferenciación importante es la ubicación socioespacial de la residencia en
cuanto a zona rural, suburbana, urbana o metropolitana. El fenómeno del menor infractor es
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un fenómeno más bien de naturaleza urbana, aunque la residencia familiar sea rural, presente por lo tanto en la migración.
La pérdida de las redes de apoyo e intercambio familiar en un espacio urbano desarticulado
propicia el rompimiento de las intergeneraciones familiares. En la ciudad es frecuente encontrar un fenómeno de agregación de familias anónimas debido al limitado asentamiento
residencial.
Las barriadas y colonias populares difícilmente pueden considerarse comunidades en las
que haya relaciones interpersonales cara a cara, de amistad y vecindaje, de organicidad
en la ayuda mutua; en el orden y en el autocontrol social de la conducta común; en el sentimiento de unidad y de apropiación del medio; en la presentación compartida de servicios
múltiples; en la generación de instituciones propias de la colectividad y no del gobierno o
agencias comerciales.
La despersonalización urbana y la búsqueda de su superación que lleva frecuentemente a
una pérdida de referencia con los adultos clave y una búsqueda idealizada de algunos de
ellos en otros ámbitos.
Todo lo anterior crea un ambiente “paracomunitario” para el menor que lo enfrenta a un
ambiente hostil y con pocos recursos sociales a su alcance. El análisis del medio paracomunitario es importantísimo, ya que frecuentemente el papel que tiene en la reintegración del
menor es mayor que el de la familia.
Otros agentes de la comunidad que intervienen en el círculo social del menor: maestros
(excepcionalmente presentes como persona a quién recurrir); cabecilla de pandilla, banda o
grupo (al que se sigue con mucha reciprocidad en el intercambio personal, frecuentemente
generador de una cadena de infracciones difíciles de romper); agente policíaco (presente
más como figura de extorsión); padrote o madrota; parientes o pseudoparientes (que ejercen
influencia positiva o negativa), sacerdotes y médicos (figuras prácticamente ausentes).
Red de amistad grupal de los menores. Presencia frecuente de pandillas, bandas o grupos
de muchachos y/o muchachas encarrilados en el perfil de acción infractora.
La presencia y acceso creciente al alcohol y las drogas en sus diversas formas. Consumo
que en gran parte es propiciado por la familia (en el caso del alcohol), y por los pares (sobre
todo en el caso de las drogas).
Las instituciones de servicio a nivel paracomunitarios.
• Ausencia significativa de unidades institucionales de orientación y encauzamiento ubicadas
cerca de los jóvenes. Al menos su presencia es exigua para el volumen creciente de población joven.
• Aparece de alguna manera la potencialidad del área institucional religiosa como punto de
referencia moral ideal-tradicional, sin embargo su papel relevante en la socialización comunitaria es limitado sobre todo en los casos de menores a los que se les estigmatiza como
“delincuentes, incorregibles” etc., lejos de la virtud religiosa.
• Otra institución es la escuela como medio de ascenso social, pero debido a su academicismo formal es lejana para muchos. A pesar de que la gran mayoría de menores
en esta situación han ido alguna vez a la escuela, es frecuente encontrar altos niveles
de deserción. Deserción producto de múltiples factores, entre ellos: desinterés real y
positivo de los padres, el ejemplo de hermanos mayores o de amigos y camaradas de
ascendencia; la incitación de la pandilla, banda o grupo que adopta un tono retador y
burlesco frente al interés familiar y escolar contrapone el conocimiento formal al informal, la presión económica.
• También el lugar de trabajo podría ser un lugar de acogida, orientación y capacitación para el
menor, sin embargo se caracteriza más bien por ser un lugar despersonalizado, carente de
un ambiente propicio para las relaciones sociales comunitarias.
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3) La unidad familiar. El menor no es sino una consecuencia de la potencialidad constructiva
o destructiva de la familia y de su capacidad o incapacidad para producir su desarrollo. Esto no
quiere decir que la conducta del menor es consecuencia del fracaso de sus padres como educadores. El problema es mucho más complejo si tomamos en cuenta que la unidad familiar no
es más que un reflejo de la organización social a mayor escala. Dentro de la dinámica familiar
frecuentemente presente en los menores con conductas irregulares encontramos:
• Atomización social de la familia que limita su capacidad para dar respuestas a situaciones difíciles que piden el apoyo y la ayuda de otras unidades familiares e institucionales. El modelo
de atomización familiar está íntimamente unido al rompimiento de las unidades comunitarias
de los pueblos y a la proletarización despersonificante de la industrialización moderna. La
familia consanguínea era fuente de control social y de socialización para las nuevas generaciones.
• El tamaño de la familia y el lugar y papel que el menor ocupa en ella. Desgraciadamente
es frecuente encontrar que el menor infractor es consecuencia negativa de una falta de
paternidad responsable. De igual manera el lugar ocupado por el menor y el papel que tiene
al interior de la familia, sí es negativo, propiciará un sentimiento de rechazo, situación que
puede precipitar conductas no deseadas.
• La desintegración familiar que se ve reflejada por lo regular en la ausencia de alguno de los
padres, aunque no sea de manera física ni definitiva. Lo cual conlleva una incapacidad familiar para atender a los menores antes de cometida la infracción, durante el tratamiento y en
su reintegración.
• Dinámica de problemática conflictiva familiar: presencia de violencia intrafamiliar, relaciones
conyugales conflictivas, desconocimiento básico de formas educativas, malas influencias,
ejemplos de irresponsabilidad, presión económica.
• En un caso extremo el abandono del menor por la familia o de la familia por el menor (no
solamente físico sino afectivo),
4) El menor de conducta problemática reflejo altamente condicionado de su medio. El individuo sujeto de una socialización contradictoria que la refleja en sus actitudes
y conductas a veces como forma de defensa y de reacción, otras, como intentos de fuga
social y desadecuación pero casi nunca como manifestaciones conscientes y responsables.
A pesar de que los menores infractores representan a nivel nacional menos de 1% de la
población de menores entre los 12 y 18 años, y de que de cada 100 delitos cometidos uno
es por un menor, el problema es importante de tomarse en cuenta, ya que el menor como
actor social representa a todo un sector de la población, y es protagonista de una interacción social que se considera problemática. El diagnóstico de su perfil social tiene que
entrar en una diversificación tipológica con el fin de establecer hipótesis de probabilidad,
de tal manera que sirvan como punto de partida en una política de acción preventiva y de
prediagnóstico para su tratamiento:
• Según sexo. De cada 100 infracciones 10 son cometidas por mujeres. La perspectiva de
género es importante para comprender la génesis de la conducta problemática en unos y
otros. Por lo regular en el caso de ellas dicha conducta es mucho más sintomática de una
desintegración social ambiental y familiar, siendo por lo tanto también mucho más estigmatizada para el resto de su vida. En el caso de ellos es frecuente que refleje los estereotipos de
una sociedad machista.
• Según edad. Debido precisamente al tránsito de la niñez a la adultez, la presencia de la pubertad y la adolescencia determinan diferencias importantes en la dinámica socializadora de
los menores. Según datos del Consejo de Menores en 2002, 47% de los menores infractores
contaba con 17 años, 26% con 16 años, 14% con 15 años y 13% con 14 años o menos.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
• Según ocupación. Diferencias en cuanto a la actividad o actividades principales desarrolladas por el menor deben ser tomadas en cuenta. No es lo mismo aquél que estudia y/o trabaja, a quien no lo hace. Para 2002 el Consejo de Menores reportó que 28.7% de los remitidos
eran estudiantes, 24.5% sin ocupación.
• Según la infracción cometida. En 2005, 40% de las infracciones se clasificaron contra el
patrimonio (principalmente el robo sin violencia), 11% contra la integridad corporal y 28.5%
como faltas administrativas.
• Según lugar de origen (estado, localidad, colonia) y zona de residencia.
• Según el tipo de familia. Integrada-desintegrada, nuclear-seminuclear-extensa-extendida,
etc.
• Según el nivel socioeconómico. Marginal, proletario, clase media, etc.
La identidad juvenil, ingrediente necesario para su adaptación al medio.
Sociológicamente hablando, la realidad del menor infractor y en general, la realidad juvenil es un
fenómeno social correspondiente a una realidad colectiva contextual en la que intervienen muchos actores. La realidad específica juvenil es producto de interacciones múltiples, de agrupamientos y conjuntos. Está conformada, de manera primaria, por una población específica, identificada demográficamente por una determinada cantidad de individuos que comparten entre sí
categorías demográficas y cohortes intrageneracionales, diferenciadas por intervalos etarios y
que en su respectivo horizonte sociohistórico aparecen y se socializan dentro de un determinado
periodo social. Es así como el conjunto de jóvenes de un país posee características y condicionamientos estructurales similares, aunque pertenezcan a ubicaciones socioambientales y a
subculturas un tanto diferentes. No podemos negar que la generación joven de cualquier época,
no deja de ser lo que es, gracias a (o afectada por) las demás generaciones que la condicionan
y la empujan a actuar de una u otra forma dentro de un periodo histórico caracterizado por una
determinada expansión, equilibrio o caída.
Visto en su conjunto, el ser juvenil, y muy concretamente el ser joven en situación problemática, en particular en conflicto con la ley, está sujeto a los condicionamientos sociales en el tiempo
y en el espacio. Por ello, depende de factores contextuales diversificados según las sociedades
concretas a las que se aluda, pero también de una serie ilimitada de factores intervinientes en
cadenas de mediaciones. Conocer y precisar la causalidad del ser y la acción juvenil en determinado lugar y en determinada época exige un estudio concreto bastante minucioso, a riesgo de no
entender en sí de qué se trata.
Decimos que los valores de los actores aparecen como manifestaciones y representaciones
colectivas. Estos valores son calificaciones aplicadas a hechos, personas y cosas provenientes de
culturas y subculturas vigentes, asumidas por conjuntos de personas. Implican consensos sociales
con los cuales nos identificamos como actores sociales, tanto en nuestra vida personal, como en
nuestra experiencia colectiva, protagonizada de cara (y careta) a los demás. Es así como los valores asumidos supuestamente nos definen y nos identifican; nos clasifican y nos califican, según
fundamentemos idealmente nuestro actuar. Pero también, por ello mismo, los valores declarados
nos diversifican, nos separan y nos enfrentan. Implican una “racionalidad” individual y colectiva,
pero lejos de ser ésta producto de un razonamiento puro, objetivo y consistente, es más bien un
juego de creencias y expresiones emotivo-afectivas, argumentos ideales de justificación, usados
como escudos legitimantes de nuestras voliciones e intereses.
Pero, en todos los casos, a cada quien le toca desarrollar su propia identidad biográfica. Nada
está del todo determinado ciegamente. A cada quien le toca construir su propia identidad. Es en la
identidad social que se construye, donde tienen un papel relevante los valores rectores, asumidos,
internalizados y representados ficticiamente en la búsqueda de realización personal y social. Al
interactuar con los demás, y dentro de los grupos a que se pertenece, se tienen que poner en juego
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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las creencias compartidas y no compartidas para definirse frente a ellas y adquirir la identidad que
permita una acción lo más satisfactoria posible.
La identidad proviene, por un lado, del origen adscriptivo étnico-espacial-biopsico-social; pero
por el otro, es producto de una reacción frente a la necesidad de diferenciarse respecto a sus
progenitores y a las generaciones socioculturales anteriores y posteriores. El primero se deriva
de la pertenencia del individuo o grupo a conjuntos socioculturales específicos, por el hecho de
haber nacido y haberse socializado espontáneamente en ellos, aunque se modela de acuerdo con
la perspectiva colectiva adoptada: identidad de género, identidad generacional, identidad étnica,
identidad proveniente del lugar de nacimiento, identidad derivada del hecho de pertenecer a una
capa social, identidad ocupacional, identidad cultural, religiosa, de convicciones o de postura
ideológica, identidad por pertenencia institucional, etc. Sin embargo y a pesar de la importancia
que tiene para la identidad la adscripción no voluntaria, la identidad adquirida por propia voluntad
tiene, en la vida moderna, una relevancia definitiva. Es producto de un proceso de socialización
gradual y variante según cada sujeto o conjunto de actores. En cada biografía personal y en cada
desarrollo social colectivo, aparece una serie de búsquedas y de toma de decisiones acerca del
camino y ruta por seguir.
La cuestión crítica de una conducta conocida pero rechazada explícitamente es que, a través
de las condiciones socioculturales existentes lleve a buscar nuevos comportamientos que no llegan a ser diferentes, pero que tampoco repiten exactamente los anteriores de padres y abuelos.
Hay, de todas maneras, una cierta inercia inevitable que genera una reproducción sociocultural
a través de las diversas generaciones. Pero cuando esta inercia queda virtualmente suspendida,
se produce un vacío conductual que obliga al joven a adoptar posturas más o menos simbólicas
con una supuesta indiferencia ante su propio pasado y futuro.
Esta nueva actitud se caracteriza frecuentemente por alguna de las siguientes formas de
ensayo conductual, ensayo en el cual es relativamente fácil caer en conductas consideradas,
por los adultos, como “problemáticas”:
1) Crítica y rechazo frontal al modelo de vida de la generación anterior. Este rechazo al
mundo de los adultos suele ser más bien aparente y temporal, pronto se asumen sus mismas
actitudes (y errores o aciertos). Por ejemplo, un machismo rechazado con un neomachismo
de rasgos similares aunque con formas aparentemente diferentes.
2) Indiferencia y despreocupación de vida. Esto se refleja en una especie de existencialismo
de un presente como si siempre pudiera ser así. De hecho, se trata de un intento de pensar
que nunca cambiará la situación y un tratar de “disfrutar” la edad joven sin deseo de quedar
apresado en la responsabilidad realmente sentida (familiar y social). Las adicciones en el
alcohol, los estupefacientes; el querer vivir sólo en el “mundo juvenil”, en las “tocadas”, en
las fiestas, en los “desmadres” juveniles o en la libertad sexual (¿machista?), etc. Son sintomáticos de este “olvido” o supuesto ensayo de huida.
3) Conducta ambivalente. Compromiso pero sin que sea definitivo, al par que búsqueda de
libertad personal abierta, pero que tampoco es verdadera. Conducta que podría considerarse
contradictoria pero que se mantiene como una estrategia dual (de dos juegos). La conducta
reproduce una ambivalencia que ya existía en la generación anterior pero que ahora se
marca más como ambigüedad un tanto contradictoria. Para ello, se tiene que jugar a la representación de papeles distintos (caretas) en uno y otro medio.
4) Idealización de una conducta realmente nueva con rechazo a una anterior aprendida.
Se trata aquí de innovar y para ello hay que reafirmar una “modernidad” frente a lo “tradicional” visto como caduco y disfuncional. El ensayo suele también resultar un tanto ambivalente
en cuanto que lo nuevo casi siempre es aún impreciso, o si no, un tanto inadecuado en la
práctica. Por el otro lado, lo rechazado resulta aún más concreto y siempre se tiene presente
consciente o inconscientemente para volver a él como posibilidad “cercana”.
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La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
5) Práctica aceptada de juventud de “ensayo-error-corrección”. Así el ensayo de una carrera de capacitación femenina (escolar y de trabajo); o el de una mayor recurrencia a un
“matrimonio” de ensayo (unión libre); o a una práctica sexual temprana, premarital y extramarital, intenta superar la rigidez de las pautas anteriores. Las consecuencias de este
ensayo-aprendizaje (propio de toda conducta juvenil en cuanto a ensayo, pero no siempre
con los mismos efectos, por el riesgo de error), no pueden medirse adecuadamente a nivel
individual, sino colectivo.
Es por todo lo anterior que para comprender el fenómeno de los menores de conducta
problemática, irregular, desviada, patológica, o como queramos llamarlo, es necesario primero
comprender el fenómeno adolescente y juvenil, además de la realidad social específica en que
les ha tocado vivir. En esta comprensión están implícitas las estrategias que se pueden y deben tomar para orientar la conducta de menores y adultos en beneficio de ellos mismos y de la
comunidad. Y más aún para promover, de manera autogestiva, una dinámica preventiva a nivel
individual, familiar y comunitario.
Referencias
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2. Azaola E. Menores infractores y alarma social. Boletín trimestral de Reintegra A.C. Año 1, núm. 1
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Centro de Estudios Sociales y Culturales Antonio de Montesinos, A.C. Iniciativas para la identidad
y la inclusión A.C.; 2003.
4. Hillmann KH. Diccionario enciclopédico de sociología. Barcelona: Ed. Herder; 2001. p. 188-189.
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2000; 2002.
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valores, problemática sentida y expectativas de promoción. (Diseño de investigación). México:
Instituto Mexicano de Estudios Sociales, A.C.; 2002.
7. Leñero-Otero L, Fernández RME. Diagnóstico de la dinámica sociocultural del menor de conducta
problemática y de su tratamiento en las instituciones de prevención y readaptación social en
México. México: Reporte de Investigación, IMES; 1980.
8. Levi G, Schmitt JC. Historia de los jóvenes: I. De la Antigüedad a la Edad Moderna. Madrid: Ed.
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9. Ley para el Tratamiento de Menores Infractores, para el Distrito Federal en materia común y para
toda la República en materia Federal. México: Ediciones Norma; 1999.
10.Pérez-Islas JA. “Algunas reflexiones sobre los aprendizajes y desaprendizajes juveniles”. Seminario
Educación, prevención de la violencia y democracia VIOLENCIAS E IDENTIDADES, Madrid 24
y 25 de abril del 2001. www.oij.org/oij053b.htm OIJ - Casa de América. 03/07/03
11.Reguillo R. Jóvenes: la construcción del enemigo. Revista Latinoamericana de Comunicación,
Chasqui www.comunica.org/chasqui/reguillo.htm. 03/08/03
12.Torrente D. Desviación y delito. Madrid: Alianza Editorial; 2001.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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Capítulo 13.
Caminando con adolescentes una mirada retrospectiva.
María Eugenia Melgoza Magaña
Si eliges ir por tu propio camino,
dirán que vas por el camino equivocado.
Invariablemente al tratar este tema se produce un sensible lazo con la propia vivencia adolescente y aquélla que proviene de la atención de pacientes adolescentes.
Llevo ya algún tiempo caminando con ellos, de hecho, casi 30 años; me siento muy afortunada
de que tantos adolescentes me hayan invitado a sus vidas y me permitan acompañarlos. A lo
largo de estos 30 años los he visto sufrir y gozar, reír y llorar, cantar y gritar, desesperanzarse y
descubrir. He tocado sus miedos, me he metido a su soledad, he sentido su calma. He, por qué
no decirlo, llorado con ellos. Me he asustado con ellos, he saboreado sus triunfos, aprendido de
su valentía, de su caridad, su entrega, su lealtad, su fuerza, de su persistencia. Tocamos juntos
el amor, las angustias, la locura, la soledad, el miedo, el desamor, la audacia, la temeridad, la
construcción, el movimiento, la parálisis, la razón y la sinrazón.
Con ellos he aprendido de grupos musicales, de moda, de tecnología. Me han enseñado a
mostrarme, a perder el miedo a que otro me mire, a sonrojarme con ellos, a que me estudien, me
aprehendan. Me enseñan su lenguaje. Conocí, a través de sus relatos, la cultura de los antros.
En suma, aprendí y aprehendí la adolescencia.
Tratar con los adolescentes, conlleva tratar con los padres, con el mundo intrapsíquico, con
los padres de los padres, con los bisabuelos, con lo social, con historias -de ellos, de sus padres,
de las mías- de lo hecho y de lo por hacer, de los anhelos, de las frustraciones, de la búsqueda,
de apegos y de desprendimientos.
Mi trabajo trata de la relación con el adolescente, con su mundo interno y con su entorno
dentro del cual está incluida: familia, escuela, sociedad, entre otros. De ahí que entiendo a la
adolescencia como una pregunta constante, una interrelación permanente, un movimiento y un
fluir persistente; es un no tener respuestas, es construir preguntas. De tal suerte que esta presentación es una oportunidad para compartir ideas y plantear interrogantes.
Todo lo anterior me introduce ya al tema que hoy nos convoca, el congreso que la Universidad Intercontinental organiza para festejar sus 35 años de vida. Congreso que lleva el nombre
de Adolescencias Líquidas: Acciones de salud para mejorar su calidad de vida. Hablar de
adolescentes me parece un reto muy grande y estoy segura de que no imposible. Los invito a
que me acompañen a adentrarnos en estos dos conceptos clave: Adolescencia - líquida. Para
pasar más adelante a proponer o más bien a compartirles qué es lo que he hecho yo con la
idea de mejorar la vida de esta población. Siempre se ha visto a la adolescencia como una
etapa conflictiva de la vida, debido a que es justamente en esta etapa que se llevan a cabo
cambios biológicos, psicológicos y sociales acelerados y determinantes. Estos movimientos son
resultado de un desarrollo normal y sus manifestaciones varían de acuerdo con cada individuo,
cada sociedad y cada época.
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La adolescencia es la expresión del proceso psicológico de acomodamiento o adaptación a la
maduración biológica que introduce al individuo a la posibilidad de desempeñarse como adulto.
Peter Blos, (1981) considera esta etapa como el segundo proceso de individuación, ya que en
ella la identidad personal cristaliza como resultado de un proceso de desarrollo psicológico en el
que la psique se vuelve autónoma y se independiza de las influencias familiares que se sustentan,
sobre todo, en el apego emocional a los padres.
Louise J. Kaplan, (1986) por su parte, difiere de la postura de Blos; considera a la
adolescencia como una fase con derecho propio en contra de la costumbre de “…pensar en
ella como en una recapitulación de la separación-individuación de la infancia”. Y plantea:
“la adolescencia no es ni una repetición del pasado ni una mera estación intermedia entre
la infancia y la edad adulta. Es un espacio pleno de historia y potencialidad”. Y categóricamente afirma: “la adolescencia representa un trastorno emocional interno; una lucha
entre el eterno anhelo humano de aferrarse al pasado y el deseo, igualmente poderoso,
de entrar en el futuro”.
Los planteamientos de Luis Kancyper, (2007) parecen ir en la misma dirección de Kaplan
al mencionar que: “lo que caracteriza a la adolescencia es el encuentro del objeto genital exogámico, la elección vocacional más allá de los mandatos parentales y la recomposición de los
vínculos sociales y económicos. Y sostengo -continúa este autor-, que “aquello que se silencia
en la infancia suele manifestarse a gritos durante la adolescencia”. Así dice: “lo importante en
nuestro trabajo clínico no es restituir el pasado ni buscarlo para revivirlo sino para reescribirlo
en una diferente estructura”
Por el momento dejemos hasta este punto la adolescencia y vayamos con el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (2007) quien nos habla del paso de la fase “sólida” de la modernidad a
la “líquida”.
Nos dice Bauman que el hombre actual es “líquido”, angustiado y muy temeroso; habla del
hombre moderno como un ser continuamente angustiado, temeroso de cualquier atadura y a quien
sólo la velocidad y el número de contactos parecen ofrecer cierta seguridad. Y continúa: en las
“sociedades líquidas”, todo lleva fecha de caducidad. El bienestar y la propia supervivencia de sus
miembros dependen de la rapidez de eliminación de los residuos. ¿Qué es la “vida líquida”? La
manera habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas. Se caracteriza por
no mantener ningún rumbo determinado puesto que se halla inscripta en una sociedad que, en
cuanto líquida, no mantiene por mucho tiempo una misma forma. Lo que define nuestras vidas es,
por lo tanto, la precariedad y la incertidumbre constantes. Así, dada la velocidad de los cambios,
la vida consiste hoy en una serie (posiblemente infinita) de nuevos comienzos... pero también de
incesantes finales. Ello explica que en nuestras vidas resulte abrumadora la preocupación por
los finales rápidos e indoloros a falta de los cuales los comienzos serían impensables. Entre las
artes del vivir líquido moderno y las habilidades necesarias para ponerlas en práctica, librarse
de las cosas cobra prioridad sobre el adquirirlas.
La metáfora de la liquidez -propuesta por Bauman- intenta también dar cuenta de la precariedad
de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter
transitorio y volátil de sus relaciones. La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, un tiempo
de incertidumbres. Y nos dice Bauman que la incertidumbre produce miedo. Un miedo difuso,
disperso. Personas de muy diferentes clases sociales, sexo y edades se sienten atrapadas por
sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que
nos afectan a todos.
A muchos jóvenes les angustia su situación actual como adolescentes, le temen al medio,
a la sociedad que les inunda de propuestas para salidas rápidas: droga, suicidio, alcohol, relaciones rápidas y eventuales; piensan mucho en la muerte. Para otros, la situación de violencia
en el ámbito mundial los paraliza; como ejemplo, un chico con serios problemas en cuanto a la
definición de carrera por una parte, y su deseo de realmente comprometerse con el estudio, me
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
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decía que en realidad no le encontraba sentido a estudiar, pues quién le garantizaba que iba a
poder concluir sus estudios antes de que se terminara el mundo, es decir que éste desapareciera.
Con base en lo anterior, me parece oportuno retomar algunas características que describen
nuestra época, en especial en lo que se refiere al postmodernismo, denominación que se puede
definir a la usanza de los manuales como “aquel movimiento cultural que surge a mediados
del siglo XX como contrapartida de los ideales propios de la modernidad”, movimiento que
abarca una multiplicidad de fenómenos de todo tipo: artísticos, económicos, políticos, sociales,
filosóficos, étnicos, etc. Si tomamos en cuenta que el fenómeno adolescente se asienta históricamente en la transformación cultural, me parece oportuno dejar asentada la repercusión que
este movimiento ha tenido en el mundo y tratar de explicarnos cómo esto afecta el desarrollo
del adolescente.
Considero importante enumerar algunos de los rasgos dominantes que caracterizan al
postmodernismo, con el propósito de tratar de hacer un enlace de dichos rasgos y nuestro
objetivo. Consideremos sus características: La fugacidad, el culto al presente, la desorientación
producto del escepticismo, la necesidad de ser perpetuamente joven y el culto a la belleza.
(Lipovetzky, 2008).
Fugacidad. Todo en la postmodernidad es rápido, todo es descartable, recargable,
reciclable. Esta característica de lo fugaz, que además viene de la mano con los enormes
adelantos en el campo de las comunicaciones y de la producción de bienes y servicios, ejerce
gran influencia sobre las personas y sus relaciones. Los adolescentes, y nosotros mismos,
acostumbrados al ritmo de lo fugaz, tendemos a aplicar estos esquemas en campos en que
no deberían tener cabida. Hoy por hoy, es el movimiento y no la estabilidad lo que ejerce
mayor atracción, es lo inusitado y no lo cotidiano lo que cautiva. El hombre postmoderno ha
perdido así la capacidad de gozar de la rutina. Es común escuchar en la consulta a algunos
adolescentes tardíos o adultos jóvenes con esta incapacidad de disfrute, constantemente
anhelando una novedad que irrumpa en lo cotidiano. Y a nosotros ¿no nos pasa algunas veces
que en lo más recóndito de nuestros pensamientos aparece el deseo de modificar la técnica,
no sólo con los adolescentes sino también con los adultos; motivados por un deseo de cura
mucho más rápido, al no ver resultados inmediatos con los pacientes y ante la exigencia de
soluciones rápidas de estos últimos?
Culto al presente. En estrecha relación con la fugacidad y como consecuencia de ella, la
postmodernidad rinde un culto devotísimo al presente. Este “presentismo” postmoderno tiene que
ver con el deseo de disfrutar del momento actual, que se presenta bajo la amenaza de un cambio
súbito. En el ahora o nunca. La satisfacción inmediata no es suficiente. Cada uno de nosotros
tiene grabada en su mente la siguiente consigna: “Si no aprovecho ahora, en poco tiempo habré
perdido la oportunidad”. Cuántas veces hemos escuchado a nuestros pacientes de entre 20 y 30
años expresar con angustia que la vida se les va y ellos no están haciendo nada. O expresiones
como: “No tiene ningún sentido la vida, no vamos a ninguna parte”. El pasado ya pasó, el futuro
no existe y el tiempo es inseguro.
Esta percepción de un futuro azaroso con el que actualmente se enfrentan los adolescentes
me lleva a pensar: ¡Qué difícil y a la vez qué necesario es, en este contexto, educar al adolescente
para que logre armar y luchar por un proyecto sólido! Pues, todo proyecto supone siempre alguna
renuncia al bien inmediato en función de un bien superior que se vislumbra en el largo plazo.
Todo proyecto tiene como condición superar progresivamente ciertas adversidades, cumplir con
ciertas pautas, a fin de alcanzar adecuadamente el resultado esperado. Éste se vuelve también
un objetivo terapéutico en el trabajo con adolescentes.
La desorientación producto del escepticismo. En España apareció la siguiente noticia:
“Valladolid. 70 educadores y trabajadores sociales de Castilla, León, Navarra, Valencia, Baleares
y Madrid analizan pautas dirigidas tanto a adultos como a menores para “sobrevivir” a la adolescencia del siglo XXI. Su objetivo es conocer y definir los nuevos síndromes y realidades con los
238
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que conviven los adolescentes actuales, así como incorporar claves, herramientas y estrategias
de trabajo en torno a estos fenómenos e intercambiar experiencias y alternativas de intervención
con adolescentes y jóvenes en situación de riesgo. Y han encontrado que los adolescentes la
tienen difícil sobre todo porque los adultos del siglo XXI también la tienen difícil, al enfrentarse a
nuevas conductas y síndromes que no saben cómo afrontar”.
Algo que ha alterado la realidad entre padres e hijos es que se ha pasado de una generación en la que todo lo que aprendían los hijos se lo enseñaban los padres a una nueva
situación en la que los propios padres aprenden mucho de sus hijos y éstos de los medios
de comunicación.
Por su parte Guillermo Obiols y Silvia Di Segni Obiols (2008) plantean que: “La postmodernidad ofrece una vida soft, emociones light, todo debe desplazarse suavemente, sin dolor, sin
drama, sobrevolando la realidad”. Es lícito entonces preguntarse si dentro de ese marco hay lugar
para los duelos que nos enseñara A. Aberastury en la medida en que estos suponen pérdidas
dolorosas, implican una crisis seria, tristeza, esfuerzo psíquico para superarlos. Y se dan a la
tarea de analizar estos duelos a través de la mirada del postmodernismo. Así estudian: el duelo
por el cuerpo perdido, el duelo por los padres de la infancia, el duelo por el rol y la identidad
infantiles. Los que veremos uno a uno.
a. El duelo por el cuerpo perdido. La mirada sobre el adolescente dista mucho del pasado
en donde éste lucía desgarbado, con su cara cubierta de acné, brazos y piernas desproporcionadas. Su cuerpo hoy ha pasado a idealizarse, representando el momento en el cual
se logra cierta perfección que habrá de mantenerse el mayor tiempo posible. Modelos de
12, 14 y 15 años muestran el ideal de la piel fresca, cabello hermoso, cuerpo fuerte, ágil, en
plenitud sexual. La vejez ya no es más un signo de respeto y admiración, sino de decadencia, de vergüenza, del fracaso de un ideal de eternidad. Así, el adolescente actual deja el
cuerpo de la niñez pero para ingresar de por sí en un estado socialmente declarado ideal.
Pasa a ser poseedor del cuerpo que hay que tener, que sus padres -¿y abuelos?- desean
mantener.
b. El duelo por los padres de la infancia. Ir creciendo, convertirse en adulto significa desidealizar, confrontar las imágenes infantiles con las reales, rearmar internamente las figuras
paternas, tolerar sentirse huérfano durante un periodo y ser hijo de un simple ser humano.
Los padres de los adolescentes actuales buscan como objetivo ser jóvenes el mayor tiempo posible. Pasaron de ser tratados como pequeños adultos, a vivirse como adolescentes
eternos. Si recibieron pautas rígidas de conducta, ahora educan a sus hijos renunciando
a ellas, sin generar formas nuevas, se basan en la improvisación. Si no fueron tomados
en cuenta, ahora depositan en su hijos la sabiduría. La distancia de sus padres los lleva a
ser amigos de sus hijos. Así, al llegar a la adolescencia estos jóvenes se encuentran con
alguien que tiene sus mismas dudas, no mantiene valores claros, comparte sus mismos
conflictos. Difícilmente hay duelo y paradójicamente se fomenta más la dependencia que
la independencia.
c. El duelo por el rol y la identidad infantiles. Ante una imagen de sí mismo real poco satisfactoria, muy impotente, el niño pequeño desarrolla una imagen ideal, un Yo ideal en el cual
refugiarse. Esta estructura se organiza sobre la imagen omnipotente de los padres y ante
una realidad frustrante. Este Yo ideal es omnipotente, no puede esperar para satisfacer sus
deseos y no es capaz de considerar al otro. Hace sentir al niño que es centro del mundo,
es la expresión de un narcisismo que no admite al otro. Los padres y los maestros tienen la
tarea de lograr la introyección de otra estructura, el Ideal del yo. Este aspecto del superyo
es un modelo ideal producido por los mayores para él, es el modelo de niño que los demás
esperan que sea. Si el Yo ideal es lo que él desea ser, el Ideal del yo es lo que debe ser y a
quien le cuesta muy a menudo parecerse. Ese ideal del yo también manifiesta sus propios
valores: Esfuerzo, reconocimiento y consideración hacia el otro, así como postergación de
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
239
los logros. En la sociedad postmoderna los medios divulgan justamente los valores del yo
ideal. Por lo tanto, no parece muy claro que haya que abandonar ningún rol de la infancia
antes de llegar a la adolescencia, por lo que no habrá un duelo claramente establecido.
Si entendemos que la identidad infantil perdida daba paso a la definitiva en un largo proceso de
rebeldía, enfrentamiento y recomposición durante la adolescencia, ante lo descrito anteriormente
sobre los duelos, pareciera que no habría tampoco en este caso un duelo, ya que no habría una
pérdida conflictiva que lo provocara.
La confrontación generacional ayuda a la separación de territorios, ideales, valores. Cuando
los padres se vuelven amigos de sus hijos y los admiran y depositan en ellos las características
valoradas socialmente, eclipsan el trabajo de confrontación. El terapeuta entonces, debe estar al
pendiente de estos movimientos y ayudará si es posible al acomodo de los padres en este permitir
y acompañar al hijo en su desprendimiento, y con el trabajo y sobre todo la interrelación con el
adolescente tratará de encontrar los obstáculos que le impiden a éste acceder a la diferenciación
y encontrar un modelo de identificación.
La necesidad de ser perpetuamente joven y el culto a la belleza. Hasta la primera mitad
del siglo XX existía una prisa por ser adulto, ya que éste tenía más derechos y era un modelo
social, un modelo a seguir. Para finales del siglo ser adulto no era ya el ideal. Ser adulto pasó
a ser sinónimo de viejo. Para la cultura adolescente, los jóvenes pasaron a ser los dioses, los
modelos de sí mismos y progresivamente, de la sociedad en su conjunto. La adolescencia clásica
terminaba hacia los 21 a 23 años. Actualmente la adolescencia va hasta los 30 y más.
Así, la adolescencia pasó de ser una molestia a ser una amenaza… Ante el temor a los adolescentes, aparecen la negación, la trivialización y en último caso a la imitación… Aunado a esto
cada vez se produce más el desgaste de la autoridad parental y la delegación de la disciplina
a otros agentes, lo que ha creado una creciente brecha entre disciplina y afecto. Como dato
representativo encontré que en España en cinco años, las agresiones de menores a sus padres
han crecido 2,000%. El fenómeno de los niños violentos va en alza.
¿Qué ocurre con el adolescente postmoderno? Refiriéndose a ésta situación Obiols y Di
Segni de Obiols (1993) responsabilizan por este modelo de adolescente postmoderno, en gran
medida, a los adultos. Afirman: “Los adolescentes se ven obligados a ser padres de sí mismos,
situación que les da más libertad, pero para lo que no cuentan con elementos suficientes. Y así
aparecen los medios masivos, en particular la televisión, -ahora podemos añadir a las nuevas
tecnologías- adoptando a tanto adolescente huérfano.” Estos adolescentes obligados a ser padres,
adoptados por la televisión, son un producto de adultos que se abstienen de educar (Dolto, 1990).
Ahora bien, unos cuantos párrafos que me permitan mencionar cómo es mi trabajo con adolescentes. Mi marco referencial se ciñe a los preceptos fundamentales del método psicoanalítico;
con la particularidad de que al trabajar con adolescentes se incluye a los padres, lo que produce
una configuración analítica muy específica. Esta particularidad tiene que ver sobre todo con la
condición de dependencia emocional, económica y social que mantienen los hijos con sus padres.
Esta condición constituye una diferencia fundamental con el análisis en adultos, ya que en lo que
se refiere a la alianza terapéutica, ésta pasa de ser diádica, paciente-terapeuta en el adulto, para
convertirse en tríadica, paciente-terapeuta-padres.
A este respecto Rosenstock (1979) plantea que el pronóstico del tratamiento del adolescente
es positivo cuando se involucra en el mismo a los padres. Este mismo autor refiere un trabajo
de Donofrio quien indica que la terapia de los adolescentes sin la implicación de los padres es
esencialmente “una ilusión costosa”. La ausencia del involucramiento paterno con frecuencia
significa clínicamente mayor psicopatología en la familia y en el adolescente.
Los padres sufren por estos cambios de sus hijos y además por lo que a ellos les representa este movimiento de desarrollo. Es decir, les cuestiona su propia existencia, les remueve su
aparentemente olvidado proceso adolescente, los enfrenta a pérdidas importantes en cuanto al
240
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
tipo de relación que hasta entonces habían establecido con sus hijos, así también como al futuro
abandono por parte de los mismos. Viven así un interjuego de proyecciones del adolescente en
sus padres y de éstos en el adolescente que incide en la distorsión de la realidad que viven en
ese momento.
En mi trabajo con adolescentes he incluido, desde hace más de 10 años, una técnica al trabajar con ellos, misma que planteo a los padres desde el encuadre contando con la aprobación
por anticipado del adolescente en cuestión, dicha técnica me he permitido proponerla tanto en
mis actividades de docencia como en supervisiones a colegas y a candidatos en formación que
trabajan con adolescentes, observando con agrado que algunos actualmente ya están implementando esta modalidad y al parecer con buenos resultados.
Este trabajo consiste en solicitar a los padres de los adolescentes escriban por separado cada
uno de ellos su propia versión de la historia de su hijo o hija. Recurro al método narrativo porque
considero que se trata de un procedimiento por el cual el sujeto es alentado a relatar hechos a
su modo sin interrupción ni sugerencias.
Me apoyo en Jessica Benjamín (1995) autora del libro Sujetos iguales, Objetos de Amor
en donde dicha autora abre la posibilidad de pensar una serie de situaciones intrasubjetivas e
intersubjetivas al moverse y pasar del presupuesto de pensar el par de unirse con/separarse de
(o contra) a separarse con. (p. 13). Teoriza las relaciones intersubjetivas como fundamento de
la autonomía y de la dependencia.
De ahí que uno de los objetivos del trabajo a través de biografías con los padres consiste
en ayudar a los adolescentes en su proceso de separación individuación, siguiendo a Jessica
Benjamín a separarse con y apoyar a los padres en su función como tales, acercarlos afectivamente a sus hijos, así como provocar una adecuada comunicación entre ellos. Esta técnica
también permite un mayor conocimiento de la dinámica familiar.
Además permite entender qué parte del conflicto del adolescente está decisivamente
determinado por la historia previa de los padres y no en pocos casos, por los antecedentes
de la propia historia infantil de éstos con sus propios padres –abuelos del paciente determinado-; situación incluso desconocida para los propios padres. Y que solamente a través de
la verbalización de determinadas situaciones y vivencias es que los padres pueden iniciar el
entendimiento de su propia forma de relacionarse con sus hijos y las peticiones que desde
su lugar de hijos hacen a sus propios hijos; llegando incluso -en el momento de la lectura- a
cambiar el tono de voz al hablar, ofreciendo disculpas a los hijos por no haber entendido dichas
situaciones con anterioridad.
La vida y el destino de un niño serán decisivamente determinados por la medida en que su
propia índole responda a las expectativas y esperanzas secretas de sus padres. Y éstas nos las
ofrecen los padres con mayor claridad y espontaneidad a través del escrito sobre sus hijos. Es
común escuchar a quienes trabajan con niños o adolescentes que tienden a identificarse con el
niño en contra de los padres, ya que es al niño al que hay que atender y ayudar. Yo trabajo con
la idea de que es importantísimo, en la medida de lo posible, identificarse con los padres y así
poder ayudar a los adolescentes. La mayoría de los padres mantienen determinados ideales de
la forma en la que quieren educar a sus hijos. Los sueños secretos que tienen depositados en
sus hijos están cargados de un fuerte contenido afectivo. Todos los padres se piensan justos y
racionales con sus hijos. Por lo que sería absurdo que el terapeuta expresara una crítica abierta a
las conductas observadas en los padres, de acuerdo con su propia convicción y esto por supuesto
en nada ayudaría al paciente que nos han encomendado. Lo más probable es que los padres
se lleven a su hijo con otra persona.
Al escuchar las historias escritas por los padres algunas me provocan dolor, otras enojo, unas
más, ternura. En muchas percibo la soledad, la desesperación, la frustración. Otras más provocan
muecas de mis labios, como una leve sonrisa cómplice, una mueca de lado como diciendo “así
es la vida”. Y todas, todas me conmueven, me invitan a compartir, comprender y aceptar junto
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
241
con ellos y con sus hijos e hijas las palabras escritas por Freud en su sentencia cuando dice que
el psicoanálisis como la educación son profesiones imposibles.
Otra de las modificaciones a la técnica con respecto a los adolescentes a diferencia del trabajo con adultos consiste en que los terapeutas somos más activos verbalmente, más abiertos
a revelar experiencias personales, la comunicación verbal es más directa, clarificadora, menos
analítica y menos numerosa, se tiende a promover menos silencios. Para medir el progreso se
requiere de retroalimentación con las escuelas y los padres, a modo de evaluación subjetiva. Se
presta uno más como modelo a través de conductas y actitudes como por ejemplo: Expresión
de sentimientos, aceptación de los otros y la forma de dar y recibir retroalimentación. Incluyo
también el trabajo con técnicas de acción, dibujos, juegos; ahora los celulares y la cámara me
sirven mucho para trabajar con ellos.
Lo que es muy importante dejar asentado es que antes y ahora la única forma de estar al
día en el trabajo con los adolescentes consiste en siempre “saber” escuchar a los adolescentes,
cuando uno deja de “oírlos” se vuelve viejo. Porque los adolescentes quieren ser escuchados,
tienen mucho que decirnos. Tienen conciencia clara de lo que está pasando. Si entendemos
que tienen otra manera de ver al mundo, de estar en el mundo, de relacionarse con el mundo; si
nosotros estamos preparados para entender que ellos tienen otros tiempos, estoy segura, porque
lo he comprobado, que tienen un futuro, no el futuro que nosotros los adultos funcionando como
padres, como maestros, como educadores en cualquiera de sus formas les tenemos programado,
o pensamos que es lo que a ellos mejor les conviene, no el que les queremos obligar a vivir bajo
presión de nuestros propios miedos. Ellos tendrán que encontrar su futuro, pero a su tiempo, a
su ritmo, en este mundo que les ha tocado vivir.
Pavlovsky (1977) presenta varios puntos como contraindicaciones para ser terapeuta de
adolescentes: “a) Ser tonto. Lo que elimina de entrada a 70% de la población del psicoanálisis
oficial. b) No tener humor. La carencia de humor es otra de las grandes contraindicaciones para
ser terapeuta de adolescentes. La combinación de tontería y falta de humor es casi una indicación
absoluta para dedicarse a hacer psicoanálisis kleinianos de 20 años de duración a empresarios,
psicoanalistas y gerentes de empresa. c) Ser envidioso de la juventud. Por circunstancias generacionales, los adolescentes promueven desacostumbrados sentimientos de hostilidad hacia
ellos. Ejemplo: atractivo físico, potencial sexual, idealismo, fe en la vida, etc. etc. Pero si esta
tendencia de hostilidad y de envidia hacia la juventud se convierte en una idea FIJA Y OBSESIVA
de querer ARRANCARLE LOS OJOS a cada uno de los jóvenes, es mejor dedicarse a otra cosa.
d) Tener mucho miedo a vivir y a morir. Los adolescentes aceptan los terapeutas sensatos, pero
rechazan a los TEMEROSOS y a los TEMERARIOS.”
¿Qué ha pasado con los adolescentes de 30 años a la fecha? ¿Existen diferencias significativas
en el motivo de consulta de los adolescentes de los años 80 y los adolescentes de ahora? ¿Cuáles
eran y ahora cuáles son las características clínicas de los adolescentes?
Me fui a buscar en mis archivos 30 años atrás, de qué se quejaban los adolescentes
para compararlos de qué se quejan ahora, qué les duele, qué les dolía. ¿Es diferente lo que
buscaban y por lo que venían a tratamiento antes y lo que buscan y por lo que vienen a tratamiento ahora? Basada exclusivamente en la población adolescente que he tenido la oportunidad de tratar (tanto en la consulta privada como en la clínica de la Asociación Mexicana
de Psicoterapia Analítica de Grupos a la cual pertenezco), entendí que los adolescentes de
los años 80 y los de hoy llegan a la consulta buscando respuestas, tienen muchas preguntas
y quieren respuestas.
La adolescencia es una pregunta constante. Cuando me piden que hable de adolescencia,
de mi trabajo con adolescentes, me están pidiendo respuestas. Y trabajar con adolescentes es
no tener respuestas. Al acompañarlos lo que hay que hacer es contener, sostener. No hay verdades absolutas, como terapeuta de adolescentes no puedo colocarles mis respuestas a ellos,
solamente les acompaño a descubrir sus propias respuestas.
242
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Y así rastreando los motivos de consulta, encuentro que de la década de los 80 a la fecha
los motivos de consulta no han cambiado. Lo que ha sucedido es que han aumentado, es decir,
a los que ya existían se suman otros y además se potencializan. Otro dato encontrado es que
en los 80 eran los padres los que llevaban a sus hijos y de hecho se quejaban de ellos; esto va
cambiando de tal manera que unos años después son los chicos los que solicitan tratamiento
con dos modalidades o directamente para ellos o con la intención de que sean sus padres los
que se queden en la consulta; hasta llegar a la época presente en que son los adolescentes
los que llegan por su propio pie y decisión y muchos no admiten la presencia de sus padres
en el consultorio. Casos aislados también se han dado en que el adolescente va a la primera
consulta durante la cual se las ingenia para sacar una consulta para el padre o la madre y
ellos ya no regresan.
Con respecto a las características clínicas comunes predominantes, en los años 80 se referían
a depresión, rebeldía, conductas de aislamiento, bajo rendimiento escolar, agresión, enojo, problemas en la relación con los padres, conductas antisociales como robo, maltrato a los animales.
En los años 90 a los reportes de los 80 se suman: sexualidad precoz, embarazos, fuga de casa,
problemas para relacionarse, agresividad, reporte de padres agresivos, trastornos alimenticios
(sólo en mujeres), abandono escolar, rechazo social, consumo de alcohol, tabaco, portación de
armas blancas y de fuego, mentiras, violencia, somatizaciones, autolesiones, trastorno de déficit
de atención, depresión, ideas de muerte; pensamientos, ideas y actos suicidas; inseguridad, timidez, sentido de no pertenencia, impulsividad, ansiedad, intolerancia, trastornos obsesivos, abusos
sexuales, ideas y pensamientos catastróficos, enojo, culpa, abandono, descuido, problemas
para relacionarse, aislamiento, adicción a la web. En esa década fue más común el reporte de
suicidio de alguno de los padres o hermanos y reporte de violencia en el ámbito social, escolar,
familiar y vínculos amorosos.
En la década de 2000, encontramos todo lo anterior más: reto a las figuras de autoridad,
abortos, promiscuidad, homosexualidad, bisexualidad, abusos sexuales, dificultades para relacionarse con la familia; frecuentes movimientos y cambios de domicilio, escuela, estado, país;
aumento de los trastornos alimenticios en hombres y mujeres; aislamiento y adicción a la web,
redes sociales, celulares; búsqueda de adultos para relacionarse, víctimas de bulling, cambios de
escuela escolarizada a escolaridad abierta, consumo de sustancias, continúan las somatizaciones, trastornos obsesivos, autolesiones, TDA. Aumento en el aislamiento, amenazas de suicidio,
crisis de ansiedad, sobreprotección, agresión, indolencia, plantean dificultades para “crecer”, ser
“adulto”, duelos no resueltos, pérdida del “deseo”, confusión de identidad, de elección vocacional,
tristeza, pesimismo, labilidad emocional, deseos de morirse, desesperanza, depresiones severas,
sensaciones de desamparo. Sentimientos de vacío, desesperanza, desesperación, desilusión.
Como decía un amigo “a nosotros nos ha tocado desilusionarnos y a las nuevas generaciones
les ha tocado no tener ilusiones”.
Otras características clínicas de la última década son: incomodidad con lo que pasa,
preocupaciones, preocupaciones del futuro, si hay futuro o no hay futuro. Tenía un maestro
muy querido que decía: Antes cuando los niños estaban en el vientre de la madre, ya para
nacer se asustaban y decían, naceré o no naceré, estaré completo o no, estaré sano o no
estaré sano. Y así pasado el tiempo los bebés se preguntaban: Estarán mis padres juntos
o separados cuando yo nazca. Y en estos tiempos se preguntan: Cuando yo nazca, habrá
mundo o no habrá mundo.
Por lo anotado en párrafos anteriores podemos pensar que han aumentado los conflictos
del adolescente consigo mismo, conflictos narcisistas. Que tal vez no se trata de una depresión
franca, sino una especie de morosidad, dudas, inquietud en cuanto a los medios con que cuenta
para hacer lo que quiere y cree que la vida le exige. Tanto la depresión que presentan los adolescentes como la culpa y el deseo suicida que presentan los adolescentes son manifestaciones
inconscientes que se evitan a través de conductas psicopáticas como por ejemplo autoagresioLa construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
243
nes, conductas antisociales, somatizaciones, déficit escolar, adicciones, entre otras. De este
modo, los adolescentes viven en una necesidad de destrucción por no decir de autodestrucción,
revelándose contra una sociedad que no hace lo que dice se debe hacer y en la que no ve más
que una ambigüedad hipócrita.
En los 90 existía una demanda de perfeccionismo que producía rasgos obsesivos, exigencia,
control, rigidez, inseguridad, agresión. Agresividad como defensa, lo que le permite la apariencia
de que es fuerte, grande y poderoso.
El movimiento, la inconstancia, la falta de referentes o la gran movilidad de éstos y los valores
no permite la estructuración de un yo, ni la consolidación de la personalidad, por lo tanto hay un
vacío, esto afecta sobre todo a los adolescentes.
Aunado a esto, los medios de comunicación favorecen que no se requiera el vínculo cara
a cara, corporal. El intermediario es la red social donde conseguimos sensaciones de gloria,
erotismo, éxito, no hay contacto visual, táctil, olfativo para lograr la satisfacción. No se trata de
satanizar los medios. Sólo hay que estar atentos a que estas tecnologías no dejen de ser un
medio para convertirse en un fin.
En los últimos años vemos generaciones sin opción y “sin deseo”. Una generación con opciones
“ve su deseo” Una generación con deseos prioriza el “ser” primero que el “deber” y el “hacer”. En
estas generaciones parece complicado encontrar cómo integrar el poseer y el desear con el hacer.
Y con todo esto que traen encima los adolescentes, al verlos yo me pregunto: ¿Dónde está
en este chico o chica la creatividad?, ¿dónde está el genio?, ¿dónde está la vida? Porque si
decimos que ellos son movimiento constante, ¿hacia dónde van?
Volvemos a la incertidumbre porque hay que enfrentar la incertidumbre para poder encontrar
una posibilidad, para poder encontrar un camino. Para mí es muy doloroso cuando trabajo con
adolescentes que viven en la incertidumbre. En una de estas ocasiones, trabajando con algunas
técnicas de psicodrama, un adolescente se describe todo de negro con un velo que le cubre parte
de la cara parado justo en un camino bifurcado, él se ve clavado en esa bifurcación y no puede
moverse; pregunto cuántos caminos hay, si sabe a dónde llevan; dice que todos son oscuros
y que mejor no se mueve, no sabe para dónde ir, no sabe qué quiere. Ya en la elaboración, lo
que sabe es que no quiere seguir la vida de sus padres, no quiere seguir la vida que los padres
tienen programada para él, tampoco quiere lo que la sociedad le exige que sea, un profesionista
exitoso -cualquier cosa que esto signifique para cada quien-, tampoco quiere eso, no sabe qué
quiere, pero sí sabe que no quiere esto. Esa es la parálisis. Eso es con lo que hay que luchar, lo
que hay que romper. Para eso contamos con la posibilidad de movimiento de los jóvenes, con
su fuerza, con su esperanza. Viven incertidumbre porque no saben hacia dónde van, porque no
saben qué rol jugar, porque muchos de ellos viven una profunda soledad, con padres juntos o
no, porque la lucha por la vida es dura y la descomposición social es grande. Otro joven me decía: “A la generación de mis padres les tocó pelear por causas en las que creían, les tocó hacer
movimientos grandes que ahora nosotros tenemos, disfrutamos o sufrimos; pero a nosotros, los
hijos, nos dejaron la mesa puesta, somos una generación a la espera, a la espera de qué, queremos tener todas las comodidades que ellos nos dieron pero no aprendimos a luchar por nada,
no sabemos pelear, queremos todo, sin poner nada y eso nos deja también muy desamparados.”
Los adolescentes quieren traer a sus padres a la terapia porque no los entienden, ellos, los
adolescentes dicen no entender a sus padres. Como vemos, pasamos de los padres que ya no
sabían qué hacer con sus hijos, a los adolescentes que ya no saben qué hacer con sus padres.
Yo sigo pensando que tienen su tiempo y que, sobre todo, son jóvenes de su tiempo. Ahora vemos
cómo se pueden organizar a través del twiter y del facebook, su tiempo es otro. Ellos viven una
experiencia cultural distinta, que incluye nuevas maneras de percibir, de sentir, de escuchar y de
ver. Los centros comerciales, los cafés, la televisión, la música, las nuevas tecnologías modifican la
percepción que ellos tienen de la realidad, por lo tanto, modifican su modo de concebir el mundo.
Son los ‘Bárbaros’ como los describe Alessandro Barico en su libro La invasión de los bárbaros.
244
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Las sociedades se transforman y nosotros no podemos más que intentar explicar y contextualizar nuestra clínica de acuerdo con sus modificaciones. ¿Estamos preparados para enfrentarnos
con las grandes patologías de la época?, ¿conocemos los nuevos síndromes y realidades de
los adolescentes?
1. Bulling infantil. Es una agresión que tiene que ser repetida en el tiempo, entre dos personas, una con más poder que la otra, sea física, psicológica o de cualquier otro tipo.
2. Acoso escolar.
3. Adicción a internet. Principales consecuencias de la adicción: Ansiedad o tristeza, pérdida de sueño, menor rendimiento escolar, negativa a realizar otras actividades, tendencia al
aislamiento. Se presenta sobre todo en familias desestructuradas, con dificultades para las
habilidades sociales o que sufren algún problema de control de impulsos.
4. Síndrome Hikikomori. Es un cuadro con varios ingredientes: No saber manejar la propia
sexualidad, no saber cómo desenvolverse en el mundo, miedo a la violencia social, fuerte
influencia de los medios de comunicación y excesiva conexión a la red.
5. Uso del celular asociado con problemas escolares.
6. Cyberbulling. Víctimas de grabaciones, fotografías, mensajes u otras formas de acoso con
nuevas tecnologías.
7. Autolesiones. Esta idea se difunde en blogs, canciones y en las escuelas. En Estados
Unidos uno de cada seis niños lo practican. Se autolesionan para lidiar con la depresión y la
ansiedad. Presentan generalmente una acumulación abrumadora de emociones negativas
como frustración, ansiedad o soledad.
8. Síndrome del emperador. El elemento esencial es la ausencia de conciencia. Son niños
que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales, para sentir
empatía, compasión o responsabilidad y como consecuencia tienen problemas para sentir
culpa.
Como terapeutas no podemos perder de vista la perspectiva del desarrollo en la que se encuentran los adolescentes. Contamos con la posibilidad de conceder a los adolescentes en crisis
una posibilidad de escucha y un espacio interpersonal que los ayude a salir de los callejones sin
salida en los que ha quedado bloqueado su crecimiento.
Algunos de los terapeutas de adolescentes pertenecemos a la generación ubicada en la
segunda fase del consumo del capitalismo moderno, que nace alrededor de 1950, clasificada por
Lipovetsky (2008) como la era de Narciso amante del placer y las libertades. Este autor plantea
que a partir de los años 80 se inicia la era de lo “híper”, tercera fase del consumo capitalista, el
hipernarcisismo. En esta generación, se encuentra otra buena parte de los actuales terapeutas
de adolescentes. Esta era está marcada por la paradoja: Predomina un Narciso maduro que
no deja de invadir los dominios de la infancia y la adolescencia y se niega a asumir la edad
adulta. Cuanto más progresan los comportamientos responsables, más irresponsabilidad hay.
Los individuos hipermodernos están a la vez más informados y más desestructurados, son más
adultos y más inestables, están menos ideologizados y son más deudores de las modas, son
más abiertos y más influenciables, más críticos y más superficiales, más escépticos y menos
profundos.
Los adolescentes inmersos en estas paradojas representan un reto en nuestros consultorios. Unos son inamovibles de sus posturas rígidas, sus exigencias, su control y su
descalificación a todo lo que no represente sus valores y sus retos. Otros también con sus
posturas rígidas, su control y descalificación porque no entendemos su punto de vista y su
forma de ver la vida. Los primeros sienten que el mundo los está esperando y se lo quieren
comer de un bocado; los segundos no encuentran un lugar en el mundo, no le piden nada
como tampoco ofrecen mucho.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
245
La pregunta que vendría aquí tal vez sería: ¿Cómo nos afecta esto a los terapeutas de adolescentes que venimos literalmente del siglo pasado? ¿Nos asustamos porque los adolescentes
ya no quieran trabajar con nosotros porque representamos lo pasado, la caduco, la enfermedad,
la vejez y la muerte, de lo que no quieren saber?
Antes se criticaba todo lo que fuera adolescente. Desde que el consumismo descubrió el
enorme capital que estaba perdiendo, ahora todo es en función del adolescente, de la juventud.
Ahora hay toda una cultura adolescente, donde lo mejor es permanecer eternamente adolescente.
Y los pacientes llegan pidiendo al analista juventud, belleza, madurez, seguridad, confiabilidad…
¿Dónde queda entonces nuestra labor de trabajar con las fantasías, las ansiedades, las proyecciones, las identificaciones?, ¿dónde colocamos los miedos, la trasferencia?, ¿cómo podemos
entender las resistencias?
Jessica Benjamin propone que para que el niño reciba el reconocimiento de la madre que
garantice su autonomía, ella debe ser vista como un sujeto independiente de éste. ¿Cómo
pasamos esto a la situación del terapeuta adolescente? Para que el adolescente crea en el
terapeuta necesita asegurarse de que el interés en él es genuino, desinteresado, en cuanto
a que tenga ya un proyecto para él, necesita confiar, aspecto que constantemente pone a
prueba; es imprescindible que aquél lo pueda ver como un ser independiente que le garantice
su autonomía.
Los jóvenes de hoy se rigen por el “todo vale” y mantienen conductas de riesgo, quieren
experimentarlo todo, todo está permitido. Y no conocemos adultos que se rigen por este mismo
lema del “todo vale”. ¿Cómo ven los adolescentes a estos adultos cuando son sus terapeutas?
¿Qué es ser terapeuta de la adolescencia? Si me digo terapeuta de adolescentes, ¿he tenido
la capacidad de dar contención y tolerancia a la incertidumbre?Tanto en ellos como en mí, dar
espacio al transcurrir, dar espacio al movimiento, adolescencia es movimiento? Ser terapeuta
de adolescentes es también estar al día permanentemente en cuanto a circunstancias sociales
y referentes externos y familiares, para facilitar el transcurrir, para sostener, para contener.
Si bien estructuralmente podemos decir que los adolescentes son más o menos iguales
ahora que antes, la producción manifiesta de sus actitudes, gustos, elecciones han variado. La
adolescencia es una pregunta constante, es una interrelación constante. Más que dar respuestas
se trata de poder construir preguntas. Quien no tiene la capacidad de tolerar la incertidumbre, la
ansiedad, la oposición, y de todo lo que la incertidumbre puede provocar, quien no puede soportar
ésta y contener, ¿puede ser terapeuta de adolescentes?
Algunos piensan que para tratar la adolescencia, tienes que comportarte como adolescente,
ser el amigo, el cuate. Eso no sostiene. Justamente el problema es la ansiedad y la incertidumbre
a todos los niveles y que puedas entender esto en él y en ti, es lo que te permite ayudar al adolescente a buscar respuestas. Una conferencia sobre adolescencias puede estar transmitiendo
la misma ansiedad que provoca el adolescente. No hay respuestas.
Termino esta presentación destacando algunos puntos importantes a considerar en relación
con el trabajo del terapeuta de adolescentes.
• Tener siempre presente que las condiciones socioculturales han cambiado para los adolescentes actuales en referencia con los padres y los abuelos. Estos padres les temían a sus
padres y actualmente en muchas situaciones, son los padres quienes les temen a los adolescentes.
• Estos adolescentes y sus padres funcionan bajo diferentes paradigmas: En la educación, en
las normas morales, en los valores, entre otros.
• Es importante no perder de vista qué tan condicionados estamos por las exigencias sociales
y bajo qué mirada abordamos al adolescente.
• Para trabajar con jóvenes ¿se necesita ser joven? O tal vez sólo dependerá de si te consideras un terapeuta joven o un joven terapeuta.
246
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
Si tan difícil es para el adolescente vislumbrar un futuro, como para sus padres el conducir a
estos adolescentes hacia un proyecto, ¿cómo es para el terapeuta el trabajo con ambos si éste
se encuentra dentro de los mismos paradigmas?
Y ante todo este panorama planteado, yo ¿por qué continúo trabajando con los adolescentes?
Porque me maravilla su fuerza para no rendirse; su locura y voluntad para enfrentar la vida o
en su caso la muerte; su deseo por encontrarle sentido a su vida; su empecinamiento para “ser”,
para “encontrarse” sin, con y a pesar de su entorno, del mundo en el que les ha tocado vivir, de
la familia a la que pertenecen, de sus fortalezas y sus fragilidades.
Porque me invitan, como en su momento el genio de Freud nos invitó, a pensar y observar
esas pequeñas grandes cosas que conforman nuestra vida y la de los otros, la del otro, ese adolescente que tenemos enfrente, y a quien escuchamos, sentimos, vivimos y vibramos junto a él.
Porque me enseñan a buscar dentro de mí, a volver a mí misma sin perder el contacto con
ese otro que sufre, que se desvela frente a mí.
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto Gutiérrez
247
Índice de materias
Apágs.
Adaptación a la cultura,
49
Adolescente como grupo social emergente,
51
Adolescente postmoderno,
68, 240
Agradecimientos,15
Alerta en el ámbito escolar,
196
Ámbito juvenil,
99,120
Ámbito urbano-rural,
34
Antropología y culturas juveniles,
145
B
Ballesteros del Olmo, Julio César,
Botellón electrónico, 12
193
C
Cambian los tiempos pero no la juventud,
189
Caminando con adolescentes,
236
Chavos banda,
145,150,157
Coartada nocturna, 191
Colaboradores,7
Cómo negociar salidas, 200
Conducta problemática y medio, 232
Conductas infractoras, 224
Contenido,13
Contexto general, 100
Culto a la belleza, 240
Culto al presente, 238
Cultura ambiental,
47
Cultura apropiada,
43
Cultura autónoma,
43
Cultura enajenada,
43
Cultura impuesta,
43
Cultura juvenil,
53
Cultura y juventud,
40
D
De la rebeldía a la subversión, De la subversión a la interpretación, Década pérdida, Dedicatoria especial, Desigualdad social extrema,
104
108
111,114
15
229
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto
Dulante Gutiérrez
249
Desorientación por escepticismo,
Diálogo que no falte,
Dimensiones de vida,
Dinámica de la ocupación, Dinámica demográfica,
Distribución de jóvenes según tamaño
de población y sexo,
Distribución de jóvenes,
Distribución de población de 10-29 años, Drogas no se consumen solas, Duelo por cuerpo perdido, Duelo por identidad infantil, Duelo por los padres, 238
199
221
218
21
21, 23
23
24
197
239
239
239
E
Efebos,
Emergencia del actor juvenil, Emotional core,
Encuesta Nacional de Juventud,
Enfoques clásicos del fenómeno juvenil, Estereotipo sobre menor infractor, Eternamente joven, 68, 79
103
56
33, 217
123
227
236, 246
F
Familia y escuela, Fenómeno menor infractor, Fin de las utopías, 195
228
111
G
Generación beat, Globalización e impacto, Globalización y educación, Globalización y políticas para jóvenes, Globalización y procesos de formación, 161
203
212
206
213
I
Identidad juvenil, Identidad y rock n´roll, Índice de masculinidad, Índice de materias, Inercia demográfica, Inicio en la cultura,
Instituciones de educación superior y valores, Instituciones de servicio para comunitarias, 250
233
182
26, 27
249
23
40
130
231
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto
Dulante Gutiérrez
J
Jóvenes en el sismo del 85, Jóvenes infractores, Jóvenes que no asisten a la escuela, Jóvenes según situación conyugal, Jóvenes y escolaridad, Jóvenes y familia, Jóvenes y trabajo, Juventud en el antiguo régimen,
Juventud en el México indígena, Juventud en el México postrevolucionario, Juventud en la Europa rural, Juventud en la Grecia clásica, Juventud en la guerra, Juventud en la Roma antigua, Juventud en la sociedad industrial, Juventud en la sociedad postindustrial,
Juventud en la transición al capitalismo, Juventud en México campesino, Juventud en México prehispánico, Juventud en sociedades agricultoras, Juventud en sociedades campesinas, Juventud en sociedades cazadoras, Juventud en sociedades estatales, Juventud en sociedades horticultoras, Juventud en sociedades pastoras, Juventud en sociedades primitivas, Juventud universal, 117
223
33
37
31, 33, 230
221
31
83
77
93
85
79
90
80
88
91
86
86
88
75
83
70
79
71
73
70
68
L
La familia, La realidad juvenil, Liberación y transgresión, 48
21, 223
168
M
Marginalidad, Medios masivos y cultura, Migración de los jóvenes, Mozos, Muchachos, 229
230
28
68, 83
68
N
Nacimientos por edad de la madre, Negocio propio, NINIS, 38
219
217
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto
Dulante Gutiérrez
251
Normas para prevenir conductas. Nuevos modelos de identidad, 200
128
O
Ocupación de acuerdo a sexo, 218
P
Parentesco,48
Perfil del adolescente de alto riesgo,
194
Perspectiva histórica,
101
Población de 10-29 años,
24
Población joven con empleo formal,
31
Población ocupada según nivel de ingreso,
28
Presentación,18
Prevención vs control social,
230
Problemática cultural,
99
Prólogo,9
Propuestas para ocio,
199
Protagonistas de la década pérdida,
114
Puros chavos banda,
150
Q
Qué es la juventud, ¿Qué les queda a los jóvenes?,
100
17
R
Realidad juvenil desde demografía,
Realidades y mitos sobre el alcohol,
Rebeldes sin causa, Reconformación del actor juvenil,
Relaciones intergeneracionales en occidente, Relectura integral del fenómeno juvenil,
Resignificación teórica y social,
Responsabilidades sociofamiliares,
Rondan tribus urbanas,
Ruptura generacional creadora,
21
192
103
120
159
125
99
194
148
127
S
Salir de noche y dormir de día, Ser joven hoy, Situación de pobreza,
252
189
209
29
La construcción social de la adolescencia a través de la cultura. Dr. Enrique Dulanto
Dulante Gutiérrez
T
Tasa de desocupación por grupos de edad,
Término cultura,
Tribus urbanas vs chavos banda,
Tribus urbanas, Trucos para beber menos,
35
40
145
145
196
U
Underground church,
Unidad familiar, Unión consensual, Utilidad de la cultura,
58
232
164
80
V
Valores actuales,
Vidas de Punk,
190
153
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Dulante Gutiérrez
253
254
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