Una pasión rusa: Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio 2015

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Índice
Portada
Dedicatoria
Cita
Citas
PrimeraParte.NuevaYork
Capítulo1
Capítulo2
Capítulo3
Capítulo4
Capítulo5
Capítulo6
SegundaParte.París
Capítulo7
Capítulo8
Capítulo9
Capítulo10
Capítulo11
Capítulo12
Capítulo13
Capítulo14
Capítulo15
Capítulo16
TerceraParte.Moscú
Capítulo17
Capítulo18
Capítulo19
Capítulo20
Capítulo21
Capítulo22
Capítulo23
CuartaParte.LaGuerra
Capítulo24
Capítulo25
Capítulo26
Capítulo27
Capítulo28
QuintaParte.ElGulag
Capítulo29
Capítulo30
Capítulo31
Capítulo32
Capítulo33
Capítulo34
Capítulo35
Capítulo36
UnasNotasSobreLina
OtrasNotas
Notasalaedición
Créditos
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ParaPepe,elprotagonistademimejorhistoria.
Tenemosquevivir.Noimportacuántoscieloshayancaído.
D.H.LAWRENCE
Fueentoncescuandoaprendíqueelamornoessolounafuentedealegríaounjuego,
sinoquetambiénformapartedelaincesantetragediadelavida,puesconstituyetantosu
condenaeternacomolafuerzaabrumadoraqueledasentido.
NADEZHDAMANDELSTAM
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de firmas inconstantes, ese
montóndeespejosrotos.
JORGELUISBORGES
Podréquedarmesolo,perojamáscambiaréporuntronolalibertaddemipensamiento.
LORDBYRON,DONJUAN
Lavidapuederesultarcaprichosamentedifícilcuandotehanmimado
demasiadoenlainfancia.Linanopretendíaqueesepensamiento,repetido
hasta la saciedad por su familia con vocación de convertirlo en mantra,
justificara su realidad en aquel desierto de hielo perpetuo, donde el
inviernodurabaochomeses,latemperaturasuperabaloscincuentagrados
bajoceroylosvientosdelÁrticollegabanpreñadosdetormentasdenieve
quealfombrabanenvariosmetroslaletaltundrademusgoybarroquese
escondía bajo sus pies. Hacía mucho tiempo que había dejado de
preguntarse por qué el destino había decidido vengarse de ella en aquel
lugaralnortedelparalelo67.
Su vida había sido una fiesta hasta que alguien apagó la luz y unos
brazosdehierroforjadolerompieronlaexistencia.Pudohaberlointuido,
haberinterpretadolasseñalesqueahoraemergíanclarasynítidasantesus
ojos, incluso con la ceguera nocturna que padecía desde que aquel
infierno helado se había convertido en su único hogar, y que le hacía
recorrer los barracones del campo de concentración convertida en una
sombraintentandopalparconlasmanosquemadasporelvientoborealla
entrada del barracón de la cocina para tomar su última comida del día,
apenas un cazo de sopa aguada de col podrida con una rebanada de pan
ácido, único alimento final de una jornada de catorce horas de trabajo
forzado.Sonrióconlamismadignidadconquelohizocuandoescuchóal
juezcondenarlaaveinteañosdeprivacióndelibertadenelgulag,acusada
de espionaje y traición a la patria. No era una niña mimada. Era una
supervivientequeseadaptabaalascircunstanciasyalosescenariosquela
vida le iba poniendo en su viaje, con paradas en estaciones que hubiese
deseadonopisarjamás.
A su mente regresaron como cada noche las palabras de su abuela
materna, Carolina, envueltas en una voz cálida y familiar. Era profesora
deliteraturafrancesayescribíarelatosquelenarrabaasuúnicanieta,que
escuchaba con los ojos como platos. Con ella y con el abuelo Vladislav
Adalbértovich Nemisski, un regio polaco lituano que consiguió
convertirseenunaltocargoenelgobiernorusocuandoPoloniaeraparte
deRusia,LinapasabalargosperiodosdevacacionesenelCáucaso,enuna
acogedora casa de madera rodeada de una vegetación abundante y
generosas cascadas de aguas que alimentaron su amor por la naturaleza.
Su infancia sonaba a las fábulas de La Fontaine narradas en francés. Sin
embargo, su favorita era El grillo, del escritor Jean-Pierre Claris de
Florian. Podía escuchar aquel relato mil veces sin cansarse, aunque no
seríaconscientedelamoralejahastacuarentaañosmástarde.Sumemoria
guardabalamelodíaylaspalabrasdeaquellafábula.
Un humilde grillo negro veía desde su cueva a cierta mariposa que giraba en la pradera
luciendo sus finas alas tejidas con oro y seda. El grillo, triste desde su celda, se quejaba:
«¡Cuán distinta es nuestra suerte! A ti, la naturaleza te regala sus tesoros, mientras yo entre
tinieblassepultadovivosiempreconlasmástristesmiserias».Mientrasasíelpobregrilloal
aire daba sus quejas, siete u ocho rapazuelos en pos de la mariposa se lanzan a la carrera;
pronto entre sus manos la apresan, le arrancan las alas y le aplastan la cabeza. El grillo,
espantado,dijoalmirarlatristeescena:«Jamásvolveréaquejarme.Nuncadejarémicueva».
Alfinalizarelrelato,laabuelaCarolinasiempredejabatranscurrirun
largosilencioenelqueobservabaasunietaantesdelegarlesuparticular
interpretacióndelrelato:«Pourvivreheureux,vivonscachés»(«Paravivir
feliz,unodebeocultarse»).
Fue ella quien le ayudó a vencer el miedo a la oscuridad. Una noche,
cuando Lina le pidió que dejara la luz encendida, ella se sentó sobre su
cama y jugueteó con sus largas trenzas. «Cierra los ojos y escucha el
silencio,latormentayelaullidodeloslobos…Esmúsica,mipequeña,es
unamaravillosapartituraquedebesescucharatentamente.Noteamenaza,
tansoloteacompañaparahacerteverquenoestássola».
La voz de su abuela la reconfortó. Intentó encajar su dolorido cuerpo
sobreeldelgadocolchóncolocadoencimadelostablonesdemaderaque
hacíalasvecesdecamastro.Apretóconfuerzasuspárpadoshastahacerse
daño. Sintió un latigazo de dolor recorriendo sus ojos al agrietarse las
costrasdepusformadassobresuspestañas,debidoalintensofríoyalos
estragos de una deficiente alimentación. Pero no le importó la punzada.
Casiagradecióquelaheridaseabrieraydeellabrotaraunpequeñohilo
calientequedescendióporsusmejillas.Seconcentróenmantenersusojos
cerrados,esosquebrillabanporlafiebrequeleacompañabadesdehacía
variosdías.Fruncióelceñoenunesfuerzoporconcentrarseenlavisión
queanhelaba.Necesitabasentirlodenuevo.Sentirlamismasensaciónde
bienestarqueleinvadíacuandoSerguéicomponíayellasemanteníaasu
lado, con los ojos vencidos, dispuesta a entregarse sin resistencia a un
mundodepercepcionesincontrolables.Lasucesióndenotasquesalíana
raudalesdelacabezadeProkófievparaposarseimpetuosamentesobrelas
teclas del piano a través de sus delgadas y pálidas falanges lograba
transportarlaaotromundolejano,ancladoenotradimensión,desertando
de la tierra que pisaba y, con ella, de sus problemas mundanos. Lina
presentía aquel nirvana musical como la eternidad. Más que nunca
necesitabavolveraeseuniverso,aesemomentodesuvidaenelquetodo
comenzó, en el que el destino empezó a escribir su historia con la
inconsciente insolencia que demostraría siempre. Necesitaba escuchar la
músicadesuvida.
Losaullidosdeloslobosenelexteriorpugnabanporformarpartedela
partituraquecomenzabaaescribirseenlamentedeLina,peroellanolo
permitió. Hacía mucho que no les temía como tampoco recelaba de la
oscuridaddelanoche,nisiquieradelosintrigantessonidosquerecorrían
losbarraconesdelcampodeconcentracióndeAbez,cercadeVorkutá.A
lo único que temía era al olvido. Era su único lujo, que los recuerdos
anclados en el pasado le abrigaran lo suficiente para no sentir el gélido
presente que caía sobre ella. Sabía que un día de trabajo en el gulag
restabaunañodevida,perounanochederecuerdoslaprolongabadoce
meses.Agradecióquenadaseborraradesumemoria.Lamemoriaerael
único rompehielos de la realidad del que disponía. La única vida que
concebía para no ser vencida por el destino era un paseo por sus
recuerdos.Esciertoquelosrecuerdosduelenyescuecencomolohaceel
alcohol vertido sobre la herida abierta. Pero al final curan, sanan el
cuerpomagulladoyalejanlainfección,aunquelacicatrizdejeuntatuaje
sobrelapielquenuncadesaparecerá.
Se cubrió con la deshilachada manta hasta convertir su cuerpo en un
bultoescondidobajounatelaraída,suciaeinfectadadechinchesypiojos.
«Pourvivreheureux,vivonscachés».Laspalabrasdesuabuelatomaronla
forma de una batuta fabricada en marfil, luminosamente clara para que
resaltara en la oscuridad de la sala de conciertos en la que se había
transformadosubarracóngraciasasuimaginación.Pudonotarcómola
batutasebalanceabasobresudedoíndicebuscandolaposiciónnaturalde
su pulgar. Firme y recia, dispuesta a rasgar el aire con un sutil
movimiento, comenzó a marcar sus tiempos en el pentagrama de su
memoria.
Supensamientolebrindólaprimeravisión.Pudoverelsolregandode
luz las torres de Notre Dame, iluminando la cúpula de los Inválidos y
bañandolaTorreEiffel.Seviocelebrandoelañonuevode1924enuna
mesadePrunier,unodelosmejoresrestaurantesdeParísdondemástarde
compartiría junto a Ernest Hemingway una fuente de ostras acompañada
de unas copas de Sancerre, como hicieron en su primer encuentro en el
caféElPanteón,cercadelaplaceSaint-Michel.Suimaginaciónlaretuvo
unossegundosmásenellujosoPrunier,sindudasulocalpreferidoenla
capitalfrancesa,dondefueelprimerdíaquepudosalirdespuésdedara
luz a su primogénito Sviatoslav para cenar con amigos como Maurice
Ravel, Francis Poulenc y Raymond Roussel. La abuela Carolina tenía
razón:cerrandolosojospodíaescucharelPreludioalasiestadeunfauno
de Debussy que sonaba a todas horas en su casa del número 5 de la rue
ValentinHaüydeParís.SeveíaasímismadeslizándosejuntoaSerguéien
un trineo por el río Moscova observando el espectáculo que el sol
reflejabasobreelKremlin.Lasimágenesseguíanmeciéndolaenelviaje
retrospectivodesuvida,mientrassedejabaatraparporelmagnetismode
una Marlene Dietrich que alzaba su copa para brindar con ella en el
restauranteVictorHugodeBeverlyHills;compartiendoconfidenciascon
CocoChanel,queleinsistíaenque«paraserirreemplazableunodebeser
siemprediferente»;yescuchandoalgunossecretosinconfesablesdeboca
deunWaltDisneyque,comotodos,semostrabafascinadoporella.Volvió
averlosojosguitarronesdePabloPicassodiciéndolequeeraunamujer
encantadoraaquien«eserusonohahechonadaparamerecer»;aescuchar
laspalabrasdemissSteinensuestudiodelnúmero27delaruedeFleurus
convencidadeque«unopuedecomprarsecuadrosocomprarsevestidos,
peronocreoqueseacapazdehacerlasdoscosaspormuyricoqueuno
sea»;yarememorareldescarodeKikideMontparnassereconociéndole
aloídoque«todoshablandeamorenParís,peroningunosabehacerlo».
SonrióalrecordarelcomentariodelcreadordelosBalletsRusos,sugran
amigo Serguéi Diáguilev, sentado al borde de la cama donde Lina se
recuperaba de su segundo embarazo: «Una mujer con un hijo es un
general,condosesunmariscal»;lamiradacomprensivadelgeneralDe
Gaulle, besando su mano, «En París la esperamos ansiosos, señora
Prokófiev»;lainsistenciadeFedericoGarcíaLorca:«¿Estáseguradeno
haber nacido en Córdoba?», las sobremesas de risas junto a Charles
Chaplin,ImperioArgentinaeÍgorStravinskiensuretiroveraniegodeLa
Fléchère,enellagoBourget;lasnochesenelEmpireparisinoescuchando
aCarlosGardel;ylalacónicafrasedePierreReverdyescritaenunpapel:
«Quéseríadelossueñossilagentefuerafeliz».CocoChanelteníarazón.
Lamemoriaesfemenina.
Unosgolpessecosycontinuosrompieronlasucesióndeimágenesque
veníaproyectándoseensumente.Nolecostóidentificarlanaturalezade
aquel sonido. Ni siquiera se incorporó para ver entre las ranuras de los
tablones de madera del barracón cómo sacaban a rastras los cuerpos de
los presos muertos, haciendo que sus cabezas golpearan contra los
peldaños de las escaleras. Lo había visto demasiadas veces. Como si de
unaafinadaorquestasetratara,nuevossonidossefueronincorporandoa
la noche: distinguió los sollozos ahogados desde la litera inferior
mezcladosconunaretahíladerezosininteligibles,elvientocolándosepor
las rendijas del cobertizo, el susurro de una pesadilla vivida por alguna
presa,yaellosseincorporabandesdeotroplanotemporaleltintineode
llavesqueportabanensusmanoslosvigilantesdelacárceldeLefortovo,
el espeso silencio de los pasillos de la Lubianka, el código morse que
escondíanlosgolpesefectuadosporlascucharascontralasparedesdelas
celdascomoúnicolenguajeimprovisadoyqueempezabasiempreconla
misma pregunta: «¿Quién eres?». Y sobre todas ellas la voz del juez de
instrucción Riumin: «A veces la vida nos sitúa en el lugar que no nos
corresponde y no podemos hacer nada para evitarlo, más que asumir el
destino».
Convirtió su cuerpo en un ovillo haciendo sonar la madera de los
tablonescomosiellostambiénsequejarandelpesodelarealidad.«Pour
vivreheureux,vivonscachés.Pourvivreheureux,vivonscachés».Sumente
buscaba una tabla de salvación que la mantuviera a flote y para ello
necesita ir al principio, al lugar donde todo empezó, donde comenzó a
gestarsesugranpasiónquelallevaríaalmáscrueldelosinfiernos…
PRIMERAPARTE
N UEVAYORK
Amar
esarrancarsedelassábanas
desgarradasporelinsomnio.
Elamornoesunparaísodedulzura;
eselasaltorugiente
deunatempestad
defuego
ydeagua.
VLADIMIRMAIAKOVSKI
1
—Estamalditagripevaaviajarmáslejosquelaguerra.
OlgaNemiskaiasosteníaelteléfonoconunamanomientrasconlaotra
servíahaciendoequilibriosunvasodelecheasuhijaconelqueintentaba
paliar su anemia. Era tarde y el estrépito del timbre había trastocado la
tranquilidadfamiliarenelapartamentosituadoenel145delWashington
Heights, al que acababan de mudarse. La llamada le había creado cierta
inquietud,comosucedíasiemprequeelteléfonosonabapasadaslasnueve
delanocheyJuanCodina,sumarido,seencontrabadegirafueradelpaís.
Sin embargo, pronto reconoció la voz familiar de su amiga Vera, que,
además,traíaunainvitaciónparaacudiraunconciertoenelCarnegieHall
deNuevaYorkaldíasiguiente,martes10dediciembrede1918.
—YoaLinaletengoprohibidoviajarenmetroyenlostreneselevados.
Sonunafuentedeinfección.Sí,sí…,claroquemeacuerdo,yolaparí…
ya sé que tiene veinte años y que no es ninguna niña. Pero ya tiene
suficiente con la anemia. Solo faltaba que cogiera la dichosa gripe.
¿Hipocondriaca?Vera,porfavor,túereslaexperta…—VeraDanchakoff
eraunareconocidacientíficaenelcampodelostumoresypioneraenel
estudiodelascélulasmadre.HacíatresañosquehabíaabandonadosuSan
Petersburgo natal para emigrar a los Estados Unidos empujada por la
inestabilidad social que vivía su país a raíz de la entrada de Rusia en la
GranGuerraquedesdeel28dejuliode1914asolabaelmundo—.Eres
bióloga y tú deberías saber mejor que nadie que esta gripe va a matar a
másgentequelamalditaguerra,aunquenolesinteresedecirlo.Cadavez
que oigo a Lina toser se me encoge el corazón. ¿Cómo quieres que no
exagere?
Aquella hermosa mujer de abundante melena rubia y espectaculares
ojos azules hablaba deprisa y sin parar, pero imprimiendo una hermosa
cadencia en las palabras que pronunciaba. Su voz seguía encerrando
evocaciones melódicas de la gran soprano que hacía no mucho había
recorridomediaEuropasubidaalosescenarios.Erahijadeunafamiliade
rancio abolengo, como le gustaba comentar entre bromas a su marido,
JuanCodina,untenorespañolnacidoenBarcelonaalqueconociócuando
ambosrecalaronenItalia,enlaescueladelTeatrodelaÓperadeLaScala
de Milán. Aunque no era algo de lo que le gustara hablar, la familia
paternadeOlga,losNemisski,pertenecíaaunantiguolinajedescendiente
de los reyes de Polonia. El padre, Vladislav, había ocupado puestos de
relevancia en el organigrama político ruso, donde siempre destacó por
susideasliberalesaunquelegustarahacergaladeunaseveridadformal.
Enunclaroafánderestarleimportancia,quizáporhumildadoquizápor
vergüenza,Olgafruncíaelceñocadavezqueletocabarecordarenalguna
reunión con amigos, y siempre a instancias de su marido, que su padre
habíasidoconsejerodeEstado.Puedequeporesoyporlacondiciónde
católicodeJuanCodina—losNemisskieranprotestantescalvinistas—,al
padre de Olga no le entusiasmó la idea de que su hija contrajera
matrimonio con alguien a quien consideraba un mero amateur. «Ni
siquiera es lo suficientemente bueno para brillar con luz propia. Es un
simple aficionado. ¡Pero dónde se ha visto que un artista tenga pánico
escénico!Paraesohabertecasadoconunvigilante»,llegóadecirleasu
hijacuandoestainsistíaenhablardematrimonio.
Todos los recelos paternos desaparecieron el 20 de octubre de 1897,
cuandoCarolinaCodinaNemiskaiallegóalmundoenlacalleBárbarade
Braganzanúmero4deMadrid.Desdeesedía,ycuandosuspadresibande
tournée,LinasolíaquedarsealcuidadodesusabuelosenelCáucasosiera
temporada de verano o en Odesa cuando el invierno pegaba de lleno en
Rusia.Allílapequeñaerafelizporqueteníatodoloquenecesitabaenla
vidaasusseisañosdeedad:lamiel,unmanjarparasuinfantilpaladarque
ella misma aprendió a extraer de las colmenas gracias a las sabias
leccionesdeunapicultoramigodesusabuelos,yespecialmenteelteatro:
lapequeñaLinacantaba,recitabaybailabaenelsalóndelacasaparasu
únicoespectador,elabueloVladislav.Laseveridaddelaquesolíahacer
galaelancianosedeshacíacomounterróndeazúcarenlalechecaliente
cuando su nieta se sentaba en sus rodillas y le miraba con los ojos
entrecerrados que había heredado de Juan Codina y que años más tarde
acentuaríanelatractivodesumirada.Hastalepermitíaquesusdiminutos
deditos juguetearan con su larga y espesa barba, algo que no le había
consentido ni a su esposa, que no se cansaba de advertirle: «Estamos
mimandodemasiadoaestaniñaytúseráselprincipalresponsable».Con
solo cuatro años, Lina iba de la mano de su abuelo a los mejores
restaurantesdelaciudad,recibíaenormesramosdefloresqueélmismo
confeccionaba con esmero, le dejaba recoger los huevos que habían
puesto las gallinas y le enseñaba a imitar el sonido de los gansos que la
pequeñaperseguíaconunapaladejugueteenlamano,temeridadque,en
másdeunaocasión,levalióalgúnqueotrorevolcón.
Perocuandoennoviembrede1907elabueloVladislavmurióacausa
de una neumonía que no pudo superar, apenas dos años después de
enterrar a su esposa, Olga y Juan decidieron que era el momento de
emprenderunanuevaaventuralejosdeEuropayespecialmentedeRusia,a
dondeyanuncaregresaron.EldíadeAñoNuevode1908,conlamaleta
llena de sueños, desembarcaron en Ellis Island, la puerta de entrada a
EstadosUnidosparamillonesdeinmigrantes,abordodelStatendam,que
habíapartidodeBoulogne-sur-Merunosdíasantes,el21dediciembrede
1907.Apartirdeentonces,NuevaYorkseconvirtióensuhogar.Desdeel
primer momento fueron conscientes de que los cuarenta años de Juan y
lostreintaycincodeOlganoeranlamejoredadparainiciarunabrillante
carreramusicalenelpaísdelasoportunidades,perotansoloaspirabana
tenerunavidamejor.Poraquelentonces,Linayadominabacincoidiomas
graciasalcelofamiliar:elruso,queaprendiódesumadreydesuabuelo
Vladislav;elinglés,quefueasimilandodelasniñeras;elfrancés,queera
el idioma en el que le hablaba su abuela Carolina; el español inculcado
por vía paterna; e incluso el catalán, para indignación de Olga, que no
dudaba en recriminárselo a su marido: «No entiendo por qué tienes que
hablarleatuhijaencatalán.¡Nuncavaanecesitaresedialecto!».Después
de muchos años, Lina todavía recordaba que la indignación de su padre
Juancuandoescuchabaaquellaspalabraseratalqueinclusoparecíaquesu
enorme mostacho negro cobraba vida. «¿Un dialecto? El catalán es un
idioma. Lina, dile a tu madre que Cataluña fue un gran imperio, que
incluíapartedeEspaña,partedelaProvenzayelLanguedoc.Anda,díselo,
queparecehabérseleolvidado».Olgamovíalacabezaenunclarogesto
dedisconformidadmientrasmurmuraba:«Ungranimperio…veteconese
cuento al zar Nicolás II, háblale de imperios a él y a la zarina…». Y
entonces era cuando los padres de Lina comenzaban a escribirse notas
paraevitarquesuhijaescucharaelrestodelaconversación,comohacían
siemprequeteníanquehablardesusproblemaseconómicos.«Nohagáis
eso.Dejaddeescribir,asínomeenterodeloquehabláis»,solíaprotestar
lapequeñaenvano.
Notardaronenentrarencontactoconlanutridapoblacióndeexiliados
rusosquehabíaenNuevaYork.Lesgustabareunirseparacomerybebery
sus charlas podían durar horas debatiendo sobre la abdicación del zar
NicolásII,lallegadadelosbolcheviquesalpoderylairrupcióndeuntal
VladimirIlichUliánov,quemástardeelmundoconoceríaporelnombre
deLenin.Enesasreunionesentrecompatriotassepodíaoírcualquiertipo
deargumentos,desdelosmásserioshastalosmásdisparatados:
—Dicen que la zarina era realmente una espía alemana. Por eso
ejecutaronaRasputín,porqueteníademasiadainfluenciaenellayenlas
decisiones de Estado que tomaba el propio zar. A mí me han dicho que
inclusorecurríaalahipnosis.
—Recordad lo que les costó asesinarle, ni el veneno ni los disparos
acabaronconsuvida.Alfinal,loarrojaronalríoNevaymurióahogado.
—Yo no puedo creer que eso lo hicieran algunos nobles rusos en
solitario.YoheoídoqueparticipóhastaelServicioSecretoBritánico…
—Nomeextrañaría,viniendodeInglaterra.¡PerosialzarNicolásIIle
fallóhastasupropiafamilia!Suhijohemofílico,sushijasnoservíanpara
sucederle y cuando pidió asilo político a su primo el rey de Inglaterra,
Jorge V, que además eran como dos gotas de agua, se lo denegó por
miedoaunposiblecontagiorevolucionario.Elreynoqueríariesgos,¡si
hastacambióelnombredelacasareal,borródeunplumazolaCasade
Sajonia-Coburgo-Gothaporquesonabamuygermano,ynoestáelmundo
parabromas,ysedeclaróelprimermonarcadelaCasaWindsor!
—TodaEuropatemequeelespíriturevolucionariodelosbolcheviques
la termine infectando. Temen más a esa pandemia que a la gripe. Ven
conspiraciones,espíaseintentosdegolpedeEstadoencadaesquina.Creo
quedondemejorsepuedeestarahoramismoesenlosEstadosUnidos.
En uno de esos encuentros con compatriotas, Olga había conocido a
VeraDanchakoff,que,ademásdeunabrillantecientífica,eraunapianista
prometedora,amantedelabuenamúsica«comotodorusoqueseprecie»,
solíanbromear,yadmiradoradelahermosavozdeOlga.Desdeelprimer
momento, las dos mujeres entablaron una amistad sólida nacida de la
admiración mutua y nutrida por la nostalgia de su tierra, y era habitual
verlas acudiendo juntas a conciertos de piano, óperas y demás
espectáculosmusicalesquellenabanlacartelerateatraldeNuevaYork.
En aquella ocasión fue Vera quien proponía ir a conocer a un joven
pianistaycompositorrusoquehabíallegadoalaciudadconlaetiquetade
iconoclastayrevolucionario.
—¿Y para ver a un decadente músico bolchevique, que aporrea las
teclas de un Steinway como un tártaro, quieres que me arriesgue a un
contagio?
La contestación de Vera al otro lado del teléfono se alió secretamente
con el gesto de protesta de Lina, que bebiendo a pequeños sorbos su
racióndecalciodiariaparapaliarsufaltadehierroenlasangre,parecía
tenermuchointerésenacudiralconcierto.
—Yotambiénquieroir—dijolamuchachaenvozaltaasumadre,que
enelfondodeseabatantocomoellairaescucharaunjovencompatriota.
—Serguéi Prokófiev —continuó Olga, impertérrita sin hacer caso a
Lina—. Sí, mujer, claro que he oído hablar de él. Leo los periódicos y
escucholaradio.Unfuturista,unvisionariollegadodelamisteriosaRusia
—dijo,repitiendoliteralmenteloquelaprensaneoyorkinahabíadichode
él—.Aunquenocreoquelehayahechomuchagraciaeltítulodel«joven
músico ruso más prometedor desde Ígor Stravinski» que le han colgado
enlaprensa.Alosqueempiezannolesgustaquelesrecuerdenlalosade
losconsagrados.
Linalededicóasumadreunagransonrisaqueconseguíaencendermás
aún la luz que emanaba su exótica mirada. Sabía que había cedido a la
invitación de Vera, en gran parte, por ella. Había heredado de sus
progenitores sus mismas inquietudes artísticas. El sueño de su vida era
convertirseenunafamosacantantedeóperayestabadispuestaatodopara
conseguirlo. Sabía que sería un largo camino, pero quería recorrerlo a
cualquier precio. A instancias de sus padres, que no se cansaban de
recordarlequedebíaprepararseparavalerseporsímisma«porqueenla
vida uno nunca sabe lo que puede pasar y cómo te puede sorprender el
destino», Lina acudía diariamente a una escuela de negocios para lograr
unaformacióndesecretariaaltiempoquerecibíaclasesdecanto.Gracias
aloscontactosdesuspadresyasuconocimientodeidiomas,notardóen
encontrartrabajoyenrelacionarseconlaélitedelacoloniarusa.
—Mamá,nodeberíasllamarlebolchevique.—Elcomentariodesuhija
dibujó una mueca casi cómica en el rostro de Olga, a quien a menudo
solía sorprender con disquisiciones inesperadas—. Breshkovskaya me
explicóayerladiferenciaentrecomunistasybolcheviques,ymedijoque
estosúltimoseranpeoresqueloszaresyqueparahablardeRusiahabía
que haberla vivido, sufrido y, por encima de todo, entenderla y que no
todo el mundo podía hacerlo. —Lina llevaba pocas semanas trabajando
como intérprete, asistente y mecanógrafa de Yekaterina Breshkovskaya,
apodada por muchos como la Abuela de la Revolución, una militante
anarquista que había estado encarcelada en Siberia por su relación con
organizacionessocialistas—.Yademás,dicequelaRevoluciónrusaesun
golpedeEstadoquehasubvertidolacausadelsocialismoyqueLenines
un fanático controlado por agentes alemanes —añadió con un tono de
dictadoquerestabacualquiervestigiodeautoríapropiaasuspalabras.
Olgaselaquedóobservandoconunaexpresiónmezcladeorgulloyde
temor maternal. Le provocaba una innegable satisfacción que su hija se
pareciera tanto a ella en carácter, fuerte, segura y decidida, con esa
descarada libertad que ni siquiera era consciente de que representaba un
espejismo en medio mundo. Y precisamente por eso le creaba cierta
alarma.Elmundosehabíaconvertidoenunescenariominadoenelquese
requeríadeciertacautelaparasaberdóndepisaryenarbolarbanderasde
libertad. Le llevó unos segundos reaccionar, aunque en su cabeza le
parecieronhoras.
—Espero que cuando mañana llegues al Carnegie Hall hayas
encontrado otro tema de conversación, jovencita. Ya sabes lo que
pensamos tu padre y yo de la política. —Al ver que su hija no había
recogidosuconsejoconlaseriedadquecreíaquedebíahacerlo,insistió
ensuadvertenciautilizandountonodevozmásfirme—.Lina,escúchame
bien,huyedelapolíticacomodelagripe.Esunvirusletalquecuandote
loinoculanresultadifícillucharcontraél.¿Mehasentendido?
Lajovenasintióconlacabezademaneracontundente,haciendoondear
sulargacabelleraazabacheherenciadesupadre.Nisiquierasabíaloque
acababa de decir al repetir como un loro las soflamas pronunciadas
habitualmenteporBreshkovskaya.Selimitóarecogerlaspartituraspara
su próxima clase de canto y a poner en orden la colección de recortes
aparecidos en prensa sobre Olga, que aún tenía entre manos. Disfrutaba
mirandounayotravezelnombredesumadreenlosprogramasdemano
queteníaguardadosenunacajadecartónjuntoaalgunosejemplaresde
lasrevistasydiariosdondehablabandeella.Linasoñabaconemularasu
madre algún día, convertirse en una gran cantante de ópera y ver su
nombre en grandes letras impresas en los letreros luminosos de los
principalesteatros.
Esanoche,unadesconocidaimpacienciaporquellegaraeldíasiguiente
leimpidiócogerelsueñoconlafacilidadquesolíahacerlo.Ensucabeza
sehabíadesatadounaguerrademelodías,pentagramasycanciones.Tenía
ganas de escuchar al hombre misterioso del que todos hablaban y con
quien pocos habían conversado. Cerró los ojos con fuerza, con la
esperanzadequeaquelgestoapremiaraaltiempo.
2
El Carnegie Hall presentaba un aforo completo. Parecía que nadie
quería perderse lo que iba a suceder aquella tarde. Lina empleó unos
segundosenrespirarconveneraciónelcaracterísticoolorquereinabaen
elrecinto.Lohizodemaneratanconcienzuda,cerrandopreviamentelos
ojos, que cualquiera que la viera creería que iba a entrar en trance o a
desmayarseenmitaddelhall principal decorado delicadamente en tonos
blancos y dorados. Como si de un ritual se tratara, realizó tres
inspiracioneshaciendoacopiodetodoelairequeserepartíaporlascinco
alturasenlasquesedistribuíaelmayestáticointeriordeledificioysubió
mentalmente los ciento cinco escalones que conducían al palco superior.
Luegoabriólentamentelosojosyseencontróconlabóvedadeltechoque
parecíaobservarlaydecirle:«Sigoesperándote».Noeracapazdedefinir
aquéolíaexactamenteunteatro,perosabíaquenoqueríapasarunsolo
díadesuvidasinpercibirlo.
Llegaron con tiempo suficiente haciendo gala del sentido de la
puntualidadquelehabíaninculcadodesdepequeñacomoprimeranorma
básicadebuenaeducación.LapresenciadeLinasiempresehacíanotar.Su
belleza exótica era el complemento ideal de una elegancia natural que
ademásalimentabaconsusdotesparalaconversaciónysubuengustoala
hora de vestir. El magnetismo de la joven la convertía en el irresistible
blancodetodaslasmiradas,tantodeloscaballeros,aquieneslesresultaba
imposible apartar los ojos de ella, como de las féminas, que no podían
dejardeobservarcómounaparentementesencillovestidodesedanegro
con pequeños puños de encaje en un tono azulado podía dibujar tan
impecablemente su hermosa silueta de mujer, adornándose únicamente
con un cuello de piel blanca, un pequeño sombrero que escondía un
discretorecogidodesumelenaonduladayundiminutobolsoprendidode
unalargayfinacadenaquelehacíacolumpiarseaunladodesucadera.
Siemprelograbamarcarladiferenciaconelrestoynosoloporsuforma
de vestir, sino por su actitud. Su madre sonrió sin poder disimular el
sentimientodeorgulloqueleembargaba.Suhijasehabíaconvertidoen
unahermosamujer,aunquetodavíapodíaverenellaalaniñaextrovertida
dehermososrasgossingularesylargastrenzas.
Ocupó junto a Vera y su madre una de las dos mil ochocientas cuatro
butacas de la sala de conciertos. No cabía un alma. Todos querían ser
testigosdelapresenciadelanuevasensaciónrusaenelmayortemplode
la música de la ciudad. Cuando se apagaron las luces, Lina parpadeó
repetidamente de manera nerviosa como si presintiera que no podría
hacerloduranteeltiempoqueduraseelconcierto.Odióelrecitaldetoses
y carraspeos que parecía inevitable al comienzo de cada representación.
La orquesta estaba formada en su gran mayoría por músicos rusos y la
dirigíaVladimirAltschuler.ElprogramaseabrióconlaSinfoníanº2en
mi menor de Serguéi Rachmáninov, al que Lina había conocido
personalmente en 1909 y cuya música adoraba desde entonces. Le había
llamado la atención desde el primer momento por su altura, su
complexión fuerte, sus enormes manos con nudillos pronunciados y
separadosylaestudiadaeleganciaquemostrabaenfundadoenuntrajede
trespiezasquesindudasubrayabasufigurayacompañabasusexquisitos
modales.Siemprerecordaríalaconfesiónquelehizo:«Oigolamúsicaen
micabeza.Cuandolamúsicapara,yodejodeescribir.Eseesmisecreto».
Tras esa obra, el concierto se reanudó con unas piezas breves para
orquesta entre las que, según le confió Vera Danchakoff al oído, se
encontrabaunScherzopara cuatro fagots del propio Serguéi Prokófiev.
Pero el plato fuerte llegó después, con el Concierto para piano, nº 1 del
gran protagonista de la noche. Lina vio aparecer en el escenario a un
hombrerubio,delgado,defiguraafinada,vestidoconunimpecablefrac,
con el pelo muy corto y peinado hacia atrás quizá con exceso de
brillantina.Sugalantepresenciaimponía.Sedirigiódirectamentealpiano
sinmiraralpúblico.Linanosupodiferenciarsisetratabadeunexcesode
seguridadensímismoounactodesoberbiaartística.Cuandosusdedos
empezaron a recorrer el teclado, la joven comenzó a estremecerse,
entrandoenunatensióndesconocidaparaella,comosifueraunamásde
lasochentayochoteclasdelSteinway,unadelascincuentaydosblancas
queProkófievadorabaodelastreintayseisnegrasqueaborrecíadesde
niñoyquelellevaronacomponerconcincoañosunaobraenmodolidio,
sinsabernisiquieraloquehacía.Amedidaquelostrestiemposdelosque
constabalaobraseencadenabansininterrupciónalguna,laemocióndela
jovenibacreciendo.Porunmomento,Linasintióquelefaltabaelairey
sucorazónbombeabasangreaunritmodesmesuradoquelelacerabalas
sienes. Una ola de calor inflamado recorrió su cuerpo. El tiempo
desapareciódesucabezayapuntoestuvodehacerloelespaciobajosus
pies. Tuvo la sensación de flotar, de estar fuera de los límites de la
realidad, en un estado próximo al éxtasis. No había escuchado nada
parecidoensuvida.
CuandolamúsicacesóyProkófievretirósúbitamentelasmanosdelas
teclas del piano como si estas hubieran comenzado a arder, un denso
silencioseapoderódelCarnegieHall.Solopodíaescucharsevagamente
la respiración sofocada del maestro por el esfuerzo realizado. Unos
segundos más tarde, la sala estalló en un estruendo de aplausos. Una
tímida sonrisa apareció en el rostro del compositor que, entonces sí,
dirigió su mirada al patio de butacas para levantarla después por los
distintosnivelesdelteatrohastallegaralospalcossuperiores.Elpúblico
le pidió que repitiera la pieza una vez más, obligándole a salir a escena
parasaludarhastaensieteocasiones.Linanopodíadejardeaplaudirylo
hacíacomosilefueralavidaenello.Soloalfinalsediocuentadequele
dolían las palmas, tintadas de un color bermellón, por la vehemencia
empleadaenelaplauso.
Teníaganasdegritar,desaltar,dedarplenalibertadasuslagrimalesy
fijar en sus ojos la imagen de aquel virtuoso de los sentimientos que,
situado en mitad del escenario, volvía a doblar su cuerpo en un rígido
saludoqueparecíacasiunareverencia.Enesemomento,justocuandosu
cuerporecuperabalaposiciónerguida,Linasintiócómolosojosazules
deProkófievseclavaronenlossuyos.Duranteuninstanteeluniversose
concentróenaquellamirada.Nuncapudosabersifuerealosuexcitación
le hizo vivir un soplo onírico, pero ella lo sintió así. Pasados esos
segundos mágicos, la joven comenzó a aplaudir con más fuerza y
entusiasmo de lo que lo había hecho momentos antes. Dos señoras que
habíantraspasadoelumbraldelacincuentena,vestidasdemaneraelegante
y luciendo extravagantes joyas, le dedicaron una mirada turbadora. No
entendíanlaexcitacióndelamuchachaantealgoqueaellassololeshabía
merecidounaplausobenévoloycontenido.
—Mirad,quéternura—dijolaqueaparentabamásedad,quizáporun
usoinapropiadodelrougedesubarradelabios—.Parecequealguiense
haenamoradoestanoche.
Las risas que acompañaron el comentario indignaron a Lina, que no
solía morderse la lengua cuando se veía atacada. Ni siquiera Olga, que
conocía las reacciones airadas de su hija en circunstancias semejantes,
tuvotiempodeintervenirparaevitarlaexasperadacontestación.
—Señora,nodigatonterías.¿Esquenohancomprendidoustedesnada?
—Las dos señoras se retiraron envueltas en susurros y risas. Lina se
volvióhaciaOlgayVeraenbuscadecomprensión—.¡Esquenosehan
enterado de nada! Son dos cacatúas ignorantes con pretensiones de
ilustradasdeesasdelasquehablapapá.Oeso,oesquesehanquedado
dormidasduranteelconcierto.—Susojosbrillabancontantafuerzaque
incluso encendían la piel de su rostro como si hubiese entrado en un
estado febril—. Ese ritmo tan bello… esa facilidad de sorprender… esa
armoníaenellenguaje…laenergía…laapoteosisfinal.Hasidoperfecto.
—Cariño, sosiégate, que te va a dar algo —la conminó su madre
mientrasterminabadeabrocharselosbotonesdesuabrigo,seajustabalos
guantes entre sus dedos y se aseguraba de haber metido el programa de
manoensupequeñobolsodeterciopelo.
—Tampoco es tan guapo… —le comentó en voz baja y con cierta
ironía amigable Vera, que no podía ocultar que la escena la estaba
divirtiendo.
—¿Quién?—preguntóLina,beligeranteperoincapazdedisimular.
—¡Oh!, por favor, Lina… ¿quién? —bromeó Vera, remarcando
aquellascincoletrasqueenlabocadelajovensonarondisfrazadasdeuna
pretendidainopia—.Teadviertoqueparaserunaimportantesopranohay
queserbuenaactrizyenestosmomentosnoloestássiendo.
Elviajederegresofueunsupliciodecomentarios,miradasybromas
quelajoventuvoquesoportarinclusoalllegaralapartamento,dondelas
tres mujeres compartieron un té para comentar el concierto. Por mucho
queellaseempeñaraenhablardelaprodigiosatécnicadeProkófiev,de
suradicalismoinsolenteydesufogosidaddesconcertante,soloescuchaba
el mismo comentario: «Claro, cariño, lo que tú digas: no te has
enamorado de él sino de su música y de su manera de tocar. Es lo que
siemprepasa.Sitequedasmástranquilapensandoeso…».
Aquella noche, en la tranquilidad de su habitación y con la oscuridad
como principal aliada, tal y como le había enseñado la abuela Carolina,
cerró los ojos y volvió a escuchar aquella hermosa melodía que había
conseguidoemocionarlacomonunca.
No tuvo que esperar más que unas semanas para comprobar que el
destinohabíadecididoaliarseconella.Eraunamañanafría,comotodas
lasqueabrazanelmesdefebreroenNuevaYork.Linasedirigíaaltrabajo
en el distrito financiero de la ciudad. Estaba contenta con su recién
estrenadaresponsabilidad.Ganabacasiveintedólaresalasemanayesole
permitía tener un dinero para sus gastos, que no eran otros que ropa,
revistas y música. Caminaba deprisa para huir del frío, aunque con
especial atención a que sus pies evitaran la nieve que cubría las calles y
esquivaranlasplacasdehieloquelaheladadelalbahabíaformadoenel
asfalto. No estaba segura de si temía más a la gripe o a ver cómo su
cuerpo se llenaba de moratones por una caída tonta en plena calle que
ademáslallenaríaderubor.Cuandoapenaslequedabanunosmetrospara
acceder al metropolitano tuvo que detener su paso. Palpó nerviosa el
interiordelbolsillodesuabrigo,peronoencontróloscincocéntimosque
costaba el billete de metro y que siempre dejaba preparados la noche
anterior. Se quitó el guante para que sus dedos pudieran buscar con más
libertad.Nada.Escrudiñósualrededorporsilasmonedashabíancaídoal
suelo.Enesemomento,unavozlaobligóalevantarlamirada.Eranlos
Stahl, un matrimonio de éxito muy conocido en Nueva York, y no solo
entrelosemigrantesrusos.LinasentíaadmiraciónporVeraJanacopoulos,
una famosa cantante brasileña con una hermosa voz que se había casado
conAlekseyStahl,unbrillanteabogadorusoquehabíaformadopartede
laDuma,perohabíasalidodesupaíscuandoLeninllegóalpoderylos
bolcheviques formaron gobierno. Supo interpretar correctamente las
palabrasdellíderdelaRevoluciónrusacuandodijoqueentreelloshabía
elementos inseguros y que era necesario recluirlos en campos de
concentración. Stahl guardaba en su memoria las palabras exactas de la
ordendel8deagostode1918dictadaporLenin:«Esnecesarioorganizar
una guardia especial de hombres seleccionados, de toda confianza, para
llevar a cabo una campaña de terror de masas contra los kulaks —
campesinos y agricultores con tierras en propiedad—, el clero y la
GuardiaBlanca.Todoslossospechososdebenserinternadosenuncampo
deconcentración».AlekseyStahlestabaenesalista.Anteesaperspectiva,
Aleksey decidió cruzar el océano Atlántico. Como para muchos otros
ciudadanosrusos,EstadosUnidosfueeldestinoredentor.
Despuésdeconvencerlaparatomarsejuntoselprimercafédeldía,bajo
la promesa de que Aleksey la llevaría en coche al trabajo, Vera
Janacopoulos, Vera Diva, como solía llamarla su marido, la animó a
acudir a un recital muy especial que se celebraría en el Aeolian Hall de
Nueva York. Conocían personalmente al compositor y querían
presentárseloporqueeraunapersonamuyinteresante,jovenysinapenas
amigosenlaciudad.
—¿Serguéi Prokófiev? —repitió Lina, temiendo que su rubor fuera
demasiadoevidente—.Meencantaráir,adorosumúsica.Estuveviéndole
enelCarnegieHallnohacemucho.Peronoquieroquemelopresentéis.
No soportaría más bromas de mi madre y de sus amigos sobre lo
enamoradaqueestoydesumúsica.Noloresistiría.
Lina escuchó la risa de Aleksey, que irónicamente mencionó algo
acercadelosgrandesproblemasdelajuventud,peroestavezdecidióno
enojarseyseconformóconintercambiarunamiradacómpliceconVera.
Elrestodeldíaestuvoenunestadodefelicidadabsurda,conunasonrisa
tontaenelrostroyconlamenteenotrolugarsituadoenlacalle42,enel
centrodeManhattan.Decidióquenoselodiríaasumadre.Almenos,de
momento.
Eligióunsencilloperoelegantevestidoencolorburdeoscondelicados
bordadosennegroqueescondíabajounabrigodepieldepetigrísquele
ayudaría a resguardarse del frío. Adoraba ese abrigo, suave, elegante y
con un corte que se adaptaba perfectamente a su figura. Había sido un
regalodesupadreyeraunaprendaobligadaparalucirenlasocasiones
especiales.Yaquelconciertoloerapormuchoquequisieradisimularlo.
Quería convencerse a sí misma de que la inquietud que venía
almacenándoseensuinteriordesdequelosStahllehicieronlainvitación
respondíaúnicamentealaemocióndevolveradisfrutardelamúsicade
aquel visionario ruso. De nuevo, no la decepcionó. Cuando el concierto
estaba a punto de terminar y antes de que las luces de la sala se
encendieran, Lina extrajo de su bolso una barra de labios de color rojo
quedeslizósigilosamenteporelcontornodesuboca.Poruninstantese
avergonzó de aquel gesto de coquetería y hasta sintió el rubor subiendo
hasta sus mejillas, algo que intentó controlar llevándose las manos al
rostro.
CuandolosStahlpropusieronaccederalazonadeloscamerinospara
saludaraProkófievydarlelaenhorabuena,Linasedisculpódiciendoque
tenía que ir al aseo, apremiándoles a que fueran ellos, que ella los
esperaría en el hall. Vera sonrió mientras le atusaba maternalmente la
brillante melena ondulada que pronunciaba aún más sus rasgos exóticos.
«Enseguidavolvemos,novayasairte»,lepidió.
Lasalafuevaciándosepocoapocohastaqueelhallsequedódesierto.
Según su reloj habían pasado más de quince o veinte minutos. Por un
momento, temió que los Stahl se hubieran olvidado de ella, lo cual era
pocoprobable,oquehubieransalidodelrecintoporotrapuertadiferente
y estuvieran esperándola en la calle. Cuando el sonido de sus tacones
contraelsuelologróintranquilizarlalosuficiente,decidióirabuscarlos.
Sedisponíaaaccederporunadelaspuertaslateralesqueconducíanauna
delassalasdelrecintocuandoalguienlaabrió,adelantándoseasuademán
deempujarla.AsífuecomoSerguéiProkófievaparecióporprimeravez
ensuvida,trasunapuerta.
—Aquí está —dijo en el tono más amable que encontró. A Lina le
impactó su voz. No se la había imaginado así. De hecho, no se la había
imaginadodeningunamanera.Lepareciómásjovendeloqueaparentaba
sobreelescenario,inclinadoligeramentesobreelpiano.Porunmomento,
el intenso azul de sus ojos amenazó con ahogarla como si estuviera en
mitaddelocéano.Jamáshabíavistouncolordeojostanmagnético—.Me
habíandichosusamigosqueestabaocultándosedemí.
—Yo, yo… —Lina trató de balbucear algo, pero su lengua se enredó
comosilaspalabrasqueluchabanporsalirdesubocasepelearanconlas
queencerrabansuspensamientos.
AProkófievledivirtió.Empleólossegundosdeturbacióndelajoven
para observar su belleza, sus rasgos perfectos que delineaban un rostro
angelical, turbado por un rubor rosado que la favorecía aún más, y
presididoporunahermosasonrisadelaqueleresultabadifícilapartarla
vista.
—Porunmomentocreíqueelrecitalnohabíasidodesuagradoyque
habíasalidocorriendo.
—¡No! Me ha encantado —dijo por fin, después de recuperar la
seguridad en sí misma, lo que consiguió en cuanto su mirada dejó de
sentirse presa en los ojos del joven compositor—. Creo que a
Rachmáninov lo ha interpretado de manera magistral, aunque con
AleksanderScriabin,desdeelpuntodevistadelaexactitud,lehafaltado
unpocodefidelidadaltexto…,enmiopinión.
—Pues yo creo que su Étude nº 12 lo he tocado de una manera muy
expresiva —contestó Prokófiev entre divertido y asombrado por la
afirmación de la bella joven—. No es por justificarme, pero el maldito
pianoteníaelmecanismodemasiadoduro.EraunSteinwaynuevoycasi
merompoundedo—dijo,mostrándoleelpulgardesumanoizquierda—.
De todas maneras, me han hecho salir a saludar al escenario en diez
ocasionesduranteelintermedioyochovecesalfinaldelconcierto,yno
mehaquedadomásremedioquetocardenuevohastaentresocasiones,
pornohablardelascincuentapersonasquecasimearrancanlamanopara
darmelaenhorabuena.
—Losé—apostillóLina—.Yotambiénestabadentro.
—Dígame, ¿es siempre tan sincera? Y sobre todo —añadió mientras
utilizabasupañueloblancoparalimpiarsuspequeñaslentes—,¿siempre
sonríedeesamanera?—lepreguntó,sinpoderapartarsusojosdelaboca
delajoven.
—¿Dequémanera?—quisosaberLina,másazoradaqueconfusa.
—Deesaqueustedyasabe.Comosiestrenaralasonrisacadavez.
—Solocuandolamúsicalograemocionarmecomosilaescucharapor
primeravez.ComocuandoleescuchétocarsuConciertoparapianonº1
enelCarnegieHall.
—¿Esesoverdad?—preguntóProkófiev,notandoqueesaconfesiónle
henchíasuorgullo—.Ydígame,¿legustó?
—Me extasió. —La respuesta le dejó al músico tan sorprendido como
contento—.Enmividahabíaescuchadoalgoparecido.—Sesostuvieron
lamiradaduranteunossegundos,unarteenelqueLinateníamuchamás
experienciaqueél—.Claroquehayquetenerencuentaqueestabausteden
el Main Hall del Carnegie y eso es como decir que jugaba con ventaja,
porquesuacústicaestanbuenaquelasalavieneaseruninstrumentomás.
Todo lo que suena allí tiene muchas posibilidades de convertirse en
eterno.
—¿Meestáquitandomérito?
LapícarasonrisadeLinailuminósumiradayesebrillopareciócegara
Prokófiev.
Por uno de los pasillos empezaron a oírse unos pasos que parecían
apresurados. Eran los Stahl que, ante la tardanza del protagonista de la
noche,habíandecididoirabuscarle.
—¿Sabequé?—dijoelcompositor—.AhoramevoyairaSherry’scon
unos amigos a tomar unas cervezas y un poco de queso. ¡Me encanta el
queso!Luegojugaréalbridgey,cuandollegueacasa,abrirémidiarioy
escribiré sobre esta noche. Aunque no creo que hoy escriba sobre usted.
Prefieroesperaraotrodía.
—¿Escribe usted un diario? Qué pérdida de tiempo, pudiendo escribir
algunapartituramaravillosa—replicóLina.
—¿Yquiénlehadichoquenoseaigualdemaravillosoloqueescribo
enesecuaderno?—Seinclinóparabesarsumano,queadvirtiósuave,de
una delicada piel aceitunada. Lina descubrió que las manos de Serguéi
habíanpasadoporlamanicurayaqueldetallelasorprendiópositivamente.
Nuncaanteslohabíavistoenunhombre—.Dehecho,lohagodemanera
muyparticular.Noencontraráunasolavocalenlashojasdemidiario.
Lina aceptó aquel juego seductor, que lejos de disgustarle, como
hubiese pasado con cualquier otro que hubiera osado a decir algo
parecido,ledivirtió.
—Estáis aquí —dijo finalmente Aleksey Stahl, que apareció, como de
costumbre, acariciándose su barba pelirroja de la que tan orgulloso se
sentía—.Veoqueyaosconocéis,asíquenohacefaltaqueospresente.—
Ni a él ni a su mujer Vera se le escaparon las miradas que se
intercambiaron Prokófiev y Lina—. Mucho mejor, así aprovecho y os
invitoalosdosestefindesemanaanuestracasadeStatenIsland.Hemos
convidado a un grupo de amigos, no muchos. Será agradable. Habrá
vodka para todos y ese plato brasileño tan exquisito que aquí Vera Diva
preparacomonadie.¿Quémedecís?¿Cuentoconvosotros?
Linanoquisoconfirmarenesemomentosuasistenciaexcusándoseen
que tendría que consultar sus compromisos. Quizá la sonrisa velada de
Prokófievrespondíaalaseguridadqueteníadequeellaestaríaallí.
Lecostóconvencerasumadre,queinclusoprefirióllamaralosStahl
para confirmar que habría más invitados en la casa durante ese fin de
semana.Lociertoesquenolehacíamuchagraciaquesuhijaaceptaraesa
invitación, pero entendió que debía confiar en ella. No era una niña. Era
una mujercita lista, inteligente, con una madurez inusual para alguien de
suedad,conunmarcadosentimientodeindependencia,adquiridosinduda
por las continuas ausencias de sus padres durante su niñez. El principal
miedo de Olga era la belleza demasiado fascinante de su hija para un
músicorusoreciénllegadoalaciudad,hambrientodenuevasamistadesy
«que no conocía mucha gente de su edad». Esas fueron las palabras
exactas de Vera Janacopoulos que lograron convencerla. «Son jóvenes,
amantesdelamúsica,selopasaránbien.Además,nosotrosvamosaestar
conellosentodomomento,notienesnadadequépreocuparte».
Perosílotenía.
3
Lavisióndelanievesiempreconseguíaarrebatarlepartedesualma
mientraslamanteníaenunsilenciopreñadodenostalgia,recuerdosyuna
sensaciónmisteriosaqueanidabaensuinterioryqueseleantojabadifícil
de descifrar, lo que en cierta manera le inquietaba. Quizá aquel manto
brillante e inmaculado que cubría la vasta extensión de la propiedad
alquiladaporlosStahlledevolvíareminiscenciasdesuinfanciaenRusia
juntoasusabuelosCarolinayVladislav.Siemprerecordabasuniñezcon
una gran sonrisa por lo feliz que había sido en el país materno. En su
cabezacobróvidalaimagendeaquellaniñadeapenasochoaños,felizde
estar en la tercera planta de unos grandes almacenes de Moscú donde su
madrehabíaelegidoparaellaunabrigoplisadoconbotonesenformade
hojayungorrodeterciopeloqueleresguardaríadelfríomoscovita.«Lo
recibimosdeParís»,leconfiólaamabledependientaque,sinpretenderlo,
sembró en ella el deseo de ir a esa ciudad misteriosa de Francia donde
hacían abrigos tan bonitos como el que vestía. Después de tantos años,
todavíaguardabaunodeesoshermososbotonesenformadehojaamodo
deamuleto.
La voz de Prokófiev se oyó a su espalda de manera inesperada,
sobresaltándola.
—Enmipaís,enSanPetersburgo,aunqueahoralollamenPetrogrado,
coincidiendoconelsolsticiodeverano,elsolseponeporlanocheyel
firmamentosellenadeluzysetiñedecoloresazules,violetas,doradosy
extrañastonalidadesrosasqueinvitanapensarqueelcielosevaaabriry
va a aparecer el paraíso. Son las béliyenóchi, las noches blancas, en las
que el sol no se pone hasta las diez de la noche y la oscuridad nunca es
absoluta. La ciudad se vuelve más romántica que nunca. —Serguéi se
mantuvo en silencio durante unos segundos, con la mirada perdida en el
mismo horizonte que instantes antes observaba Lina. Parecía estar
buscandoalgoensumemoria,nosabíasiparaolvidaroparaaferrarsea
su recuerdo—. Claro que todo tiene una explicación: Petrogrado está
ubicadaenunalatitudtanaltaqueelsolnopasapordebajodelhorizontey
no permite al cielo ponerse lo suficientemente oscuro por la noche. —
Volvió a guardar silencio. Lina observó cómo su rostro se llenaba de
sombras a pesar de la lividez de su piel—. «Hay algo inefablemente
conmovedorennuestranaturalezapetersburguesacuando,alallegadade
laprimavera,despliegadeprontotodasupujanza,todaslasfuerzasdeque
elcielolahadotado,cuandogallardea,seengalanaysetiñeconlosmil
maticesdelasflores».¿LegustaDostoievski?—lepreguntó,despuésde
recuperarunfragmentodeLasNochesBlancas.
—MiabueloVladislavsolíaleerlo.Sesabíafragmentosenterosdesus
novelas. Intentó enseñármelos, pero creo que los he olvidado todos. Era
muypequeña.
—Todavíatenemosunpardehorasantesdeiracenar.Dígame,Lina,
¿legustapasear?
MientraslosamigosdelosStahldebatíanenelinteriordelacasasobre
lasúltimasnoticiasdelaguerracivildesatadaenRusia,losdosjóvenesse
adentraronenunbosquepróximoalamansión.Nodejarondehablar,de
hacerbromasydecompartirelunoconelotroretazosdesuvidaenlos
que intentaban encontrar algún punto de concomitancia entre ellos. A
Serguéi le congratuló que una hermosa joven española, residente en los
EstadosUnidos,hablaratancorrectamenteelruso,peronolegustótanto
comoladesconcertantedevociónquemostrabaporsumúsica.Aquellole
agradabaenexceso,nopodíaevitarlo.
—Esoesporquenohaleídoalgunasdelascríticasquehanaparecido
enprensa.—Intentóhacergaladeunamodestiaquerealmentenotenía,ni
mucho menos sentía—. Mejor. Le ahorraré la molestia de leerlas. Hay
paratodoslosgustos.ElBrooklynDailyEagleconsideraquepodíaserel
león de la revolución musical pero que el otro día ese león rugió tan
delicadamente como una paloma suave. Otros hablan de avalanchas de
cromatismoenlasteclasnegrasyoasisdecalmaenlasblancas.Perolas
más divertidas son las del New York Times. ¡Siempre lo son! Me llaman
psicólogodelasemocionesmásfeascomoelodio,larabia,lacólera,y
calificanmimúsicadebrebajeinfernalcocinadoenuncalderodebrujas.
—Miró a Lina esperando quizá una reacción por su parte ante lo que
acababadecontarle—.¿Noseríe?
—Lo hice cuando las leí por primera vez. —La contestación alimentó
suegounavezmás.«Asíquelabellaniñamesigue,sepreocupaporlo
quedicensobremí»—.Perohayalgunasmejores.Amípersonalmenteme
hagustadounaquedice:«TomeunSchoenberg,dosOrnstein,unpocode
Satie, mézclelo cuidadosamente con Medtner, añada una gota de
Schumann, un vaso lleno de Scriabin y de Stravinski, y obtendrá algo
parecido a Prokófiev». Al menos han escrito bien su nombre, y no
siempre ocurre en los diarios de este país. —Sus miradas se cruzaron
duranteunosinstantes—.¿Realmenteleimportan?
—Enabsoluto.Alcontrario,medivierten.Mepasadesdeniño.Cuando
siendo alumno del conservatorio de San Petersburgo, el más joven y el
máscreativosimepermitequeselodiga,misprofesoresrechazabanmi
manera de entender la música, de componer y de enfrentarme a sus
conservadorasideas.Meponíanmalasnotas,mecastigaban,meacusaban
denorespetarlacultura,lasagradatradicióncomoellosdecían.Creoque
no estaban preparados para mi música. No les culpo. Tampoco sé si lo
estaráelmundo.
Sonrió de manera forzada mientras se abandonaba en un silencio
nostálgico.Aquellaetapadesuvidasemanteníamuyvivaensumemoria.
El concierto en el Carnegie Hall había rescatado uno de sus primeros
recuerdos,cuandoen1914ganóelPremioRubinsteinparapianoy,para
sorpresa de todos, en vez de un concierto clásico, interpretó una
composición propia, su Concierto para piano nº 1. Todavía disfrutaba
recordando cuando apareció en el estrado y vio cómo los veinte
miembros que configuraban el jurado abrieron su partitura que tenían
sobrelasrodillas.«Unavisióninolvidableparauncompositorqueacaba
depublicar»,escribiríaesemismodíaensudiario.Notodosentendieron
su música, pero era imposible no admirarla. Su madre quiso premiar el
éxito conseguido con un viaje a Londres, que inició ansioso en junio de
1914.DosmesesmástardeestallólaGranGuerra.Todoaquelloparecía
estartanlejosyalmismotiempotanpróximo.Serguéihabíacerradolos
ojospararespirarunabuenabocanadadeairefríoquelogrararefrescar
sus pulmones y alejar algunos fantasmas del pasado que solían visitarle
condemasiadaasiduidad.
—Me gusta el aire puro que se respira aquí. Es todo tan bello —
comentóLina,incómodaporelprolongadosilencio.
—Pero no tanto como las afueras de Petrogrado. —Su voz se volvió
melancólicaysumiradacomenzóaadentrarseenunpaisajemuyalejado
deaquelbosqueporelquecaminaban.
—¿Loechademenos?—Linaesperóunossegundosparainsistirensu
pregunta—:¿Extrañasutierra?
—Extrañoamigente,amimadre…Escomplicado.
Lamencióndesumadre,MaríaGrigórievna,ledejósumidoenunode
susepisodiosdemelancolíaquesufríaamenudo,aunquepocosconocían.
Ella había sido la inductora de su vocación artística. Cuando estaba
embarazadadeél,despuésdehaberperdidoadoshijaspequeñas,tocaba
elpianoconstantemente.Erasuformadesosegarseantelaagitaciónque
vivía el mundo a finales del siglo XIX, dispuesto a abrirse a las
vanguardias.Serguéillegóalmundoel23deabrilde1891,enlapequeña
aldeadeSontsovka,enUcrania.Supadrelecontóquelaprimeravezque
hizollorarasumadrefueconapenasdosaños,cuandoescalócomopudo
hastaelpianoyposósusdiminutasmanossobreeltecladosacándolesus
primeros compases, concentrándose en las teclas blancas porque sus
deditos no llegaban a las negras. Cuando con cinco años compuso su
primeraobraparapiano,Galopeindio,Maríacomenzóaoírdebocade
susamigosdelconservatorioqueteníaencasaalnuevoMozart.Ellafue
suprimeramorplatónico,laquemarcósuvidaeldíaqueconnueveaños
cogiósumanoylellevóalTeatrodeMoscúparaverunaópera.Seríala
primera de muchas: Fausto, El príncipe Ígor y La Bella Durmiente del
bosque. Aquella misma noche el pequeño Serguéi comenzó a componer
unlibretoparavozypiano,Gigante,yunañomástarde,condiezaños,
volvería a hacerlo componiendo En las islas desiertas. Fue su madre
quiensenegóapulirsuespírituimpetuoso,susentidocrítico,surebeldía
musical y su sed por romper con lo establecido. Serguéi siempre decía
que la verdadera visionaria de la familia era su madre y no él. Fue ella
quienleconvencióparasalirdeRusiael7demayode1918.Susojosde
mujervalienteyahabíanvistodemasiadacrueldaddurantelaRevolución
rusa.Eldíaqueestallólarevoluciónde1917,Petrogradoestabatomado
por cuarenta mil policías del zar. María no entendía de política, pero
entendíadelavida.Cuandoviocómoelpueblo,encabezadoporungran
número de huelguistas de las barriadas industriales, avanzaba en
manifestaciónporunodelospuentessobreelríoNevayfuemasacrado
por la policía zarista que arremetió contra ellos a caballo, sabía que
aquellonoibaaquedarseahí.TresdíastardóPetrogradoenvengarsede
laacciónpolicial.Mientrasestosucedía,Serguéiparticipabaenunavelada
músicoliterariaconsuamigoelescritorMáximoGorki.Sintiólomismo
cuandosupoqueenMoscúelsonidodelosdisparossemezclabaconlos
gritosconstantesde«quevienen,quevienen»querecorríanlascallesen
forma de susurro sordo, las mismas calles que no tardarían en verse
alfombradas de cadáveres que las ambulancias francesas ni siquiera
recogíananteeltemordeverseenelpuntodemiradelfusilpuestoenla
mano de cualquier infeliz a quien los bolcheviques habían obligado a
dispararcontracualquieraquesemoviera.ElfracasodeRusiaenlaGran
Guerra, la sensación del ejército ruso de estar yendo hacia una muerte
segura,eldesánimomoraldelastropas,laenfermedadyelhambreque
azotaba al pueblo ruso representaban un eficaz caldo de cultivo. El
estallido de la Revolución rusa y su posterior guerra civil sorprendió a
Serguéi y a su madre en las afueras de Moscú, aunque rápidamente se
desplazaron a Petrogrado. Había un millón de personas ocultas en casa
por miedo a los disparos que inspiraban más temor que el hambre o el
tifusquecomenzabaaconvertirMoscúenunenormecementerio.María
noqueríaquesuhijotuvieraqueenfrentarsenuevamentealavisiónque
un día contempló en la calle y que le robó el habla durante horas: el
reguerodesangrequesalíadelaheridadeunhombrealqueacababande
disparar,congeladoencuestióndesegundossobrelanieve,rompiendoel
efectocromáticodelblanco.Esadantescaimagensequedótatuadaenlos
ojosdeSerguéi.Maríaqueríaahorrarasuhijoloshorroresdelaguerray
no quería para él un mundo de racionamiento de alimentos,
salvoconductos,autorizaciones,requisamientosyprohibiciones,yMoscú
seestabaconvirtiendoeneselugar.Ellapodíaenfrentarseatodo,perosu
hijohabíanacidoparahacerqueelmundoescucharaunsonidodistinto,
otrotipoderevoluciónquenadateníaqueverconelmiedo,losdisparos,
niconlabanderarojaondeandoenlascasas.Algoparecidoleconfióel
nuevocomisariodelpuebloparalaCultura,AnatoliLunacharski,cuando
se reunió con Serguéi, contrariado porque el estreno de su ópera El
jugador, basada en la novela de Fiódor Dostoievski y programado para
1917,tuvieraquesuspenderseporelestallidodelarevolucióndefebrero.
«Eres un revolucionario en el terreno musical. Nosotros lo somos en la
vida.Deberíamostrabajarjuntos,perositudeseoesemigraraAmérica,
no seré yo quien te lo impida», le dijo Lunacharski. Meses antes, ese
políticoenalza,queanteriormentehabíasidocríticodearteyperiodista,
habíaimpulsadounjuiciocontraDiosporcrímenescontralahumanidad
colocando una Biblia en el banquillo de los acusados. La sentencia se
ejecutó a las seis y media de la mañana del 17 de enero de 1918: cinco
ráfagasdeametralladorasedispararoncontraelcielodeMoscú.
NoesqueaSerguéinolegustaralapolítica.Esquenoqueríahablarde
ella quizá porque nunca la entendió por el absurdo que muchas veces
representaba. Y ni siquiera lograba razonarla con la perspectiva que
otorgaeltiempo.NilohizoensuRusianatalniestabadispuestoahacerlo
enNuevaYork,ymuchomenosenaquelfindesemanaenStatenIsland.
—Es terrible lo que pasó en Petrogrado. Mejor no pensarlo. Solo
esperoquemigenteymisamigosseencuentrenbien.—Serguéivolvióa
concentrar la mirada en los árboles desnudos exhibiendo sus raquíticos
troncos pelados Se topó con la mirada de Lina, que parecía haberle
acompañado en silencio en su breve pero desgarrador paseo por sus
recuerdos—.Creoquenoshemosperdido.YconociendoalosStahl,no
debendeestarbuscándonos,asíquemásnosvaleespabilarnos.Además,
estoyhambriento.
FuelaprimeravezquelasensacióndeestarperdidanoasustóaLina,
queaceptógustosaelbrazodeSerguéiparacontinuarsumarcha.
Elfindesemanatranscurrióenunambienteagradable.Serguéiparecía
habersemarcadocomoretosorprenderaLina,yquizáesemismoafánle
llevó a provocar un desafortunado incidente aquel domingo por la
mañana,cuandolosinvitadosdelosStahldecidierondarunpaseoenlas
barcas que esperaban en el embarcadero de una pequeña bahía fluvial
cercanaalacasa.Comosideunniñosetratara,elcompositorcomenzóa
golpear su embarcación contra aquella en la que viajaba Lina, que se
volvióairadahaciaélparaafearleelgestoinfantil.
—Vaaconseguirquevolquemos.¿Esesoloquequiere?
—¿Aquévienetantojaleo?¿Acasonosabenadar,señoritaLinette?—
dijo,retador.
—Perfectamente,señorProkófiev.
—Eso me lo va a tener que demostrar —contestó con una nueva
embestidaasubarcaquehizoquelajovencayerasentadasobreladelgada
tabla de madera que dividía la embarcación, lo que provocó una sonora
carcajadadeSerguéianteelenfado,algosobreactuado,deella.
—Vous êtes méchant[1] —le espetó en francés, aunque su tono no se
correspondíaconelbrillotraviesoquedesprendíasumirada.
—¿Quéesperasdeunrusoquellevacaminodeconvertirseengenioy
que no ha hecho otra cosa que dedicarse a la música? Es su manera de
coquetear,queridaniña—leadvirtiósabiamentemissJanacopoulos,como
la llamaba Prokófiev—. Son así. Créeme, tengo experiencia en lo
concerniente a la fauna existente en la estepa rusa —comentó, lanzando
unamiradaasumaridoAleksey.
Las dos mujeres rieron la ocurrencia. Lina continuó observándole.
Comprendió que le iba a llevar un tiempo desprenderse de la inmadurez
que suelen arrastrar los niños prodigio. Tuvo la impresión de que a
Serguéi, como le habían dicho a ella muchas veces, también la vida le
habíamimadodemasiadoenlainfancia.Quizáporesosesintiómáscerca
deél,aunqueestuvieranenbarcasdiferentes.
Despuésdeunacomidaopípara,Serguéisupoqueteníaqueacercarsea
Linaparacompensarsuactitudenelembarcadero.Aprovechandoquela
mayoría de los invitados había optado por dar un paseo por los
alrededores, retirarse a la biblioteca de la casa para abandonarse a la
lecturadeunlibroodescansarenunadelashamacassituadasenelporche
al abrigo de una gruesa manta y una humeante taza de té caliente en las
manos,decidióinvitarlaalsalóndelamansiónpresididoporunhermoso
yenormepiano.
—¿Tiene usted unos minutos? —le preguntó, recuperando toda la
cortesía perdida hacía unas horas en el embarcadero—. Quiero que
escuchealgo.—Sucuerpodesgarbadosecolocóanteelpianoyantesde
posar sus manos sobre el teclado se volvió hacia ella para advertirle—:
Especialmenteparausted.Estonolohagotodoslosdías.¿Estápreparada?
—Sonrió ante la aquiescencia de Lina—. Me temo que no, así que será
mejorqueseacomode.
LasmanosdeSerguéiempezaronatocarlasteclasdelpianocomoel
escultor comienza a dar forma a un trozo de piedra. Comenzó a
interpretar su Concierto para piano nº 2. Su mente se transportó al
momentodesucreación:lamuertedesupadre,losauguriosdelallegada
de la Gran Guerra que asolaría el mundo y especialmente el suicidio de
Maximiliano Schmidthof, uno de los grandes amigos personales de
Serguéiaquienhizodestinatariodesunotadesuicidio.Cuandoterminóla
interpretación, parecía regresar de librar una ardua lucha en un lejano
campodebatalla.
Lina se quedó en un estado cercano al éxtasis. Se sentía incapaz de
procesarloqueacababadeescuchar.Aquellonoeramúsica,ibamásallá.
Supechosubíaybajabaaatodavelocidad,comosilacadenciadelprimer
tiempoyelvirtuosismodelscherzohubieranactuadodediapasónparasu
respiración.Pormásquelointentaba,laspalabrassenegaronabrotarde
sugarganta,enmudecidaantelasucesióndenotas,elritmo,lacadencia…
—Unabofetadaalgustodelpúblico.Esodijeroncuandoloescucharon
porprimeravez.Algunoshuyerondelasalaenplenoconciertogritando:
«Alinfiernoconesamúsicafuturista,losgatoseneltejadohacenmejor
música».Todavíaserecuerdaelescándaloqueprovoqué—fueloprimero
quedijoSerguéidespuésdequesupulsosenormalizaratraselesfuerzo.
Sonrió al ver la reacción de embeleso que había provocado en su única
espectadora—.Debeustedrespirar,querida,siquiereseguirviviendo—
dijoalcontemplarelarrobamientoenelqueparecíahaberentradosumás
rendida admiradora, a quien el carácter vanguardista de la composición,
lejosdeescandalizarla,lefascinaba.
Cuando Serguéi se acomodaba en la banqueta, adoptando su
característica postura en la que cruzaba sus piernas, apoyaba uno de sus
brazos sobre el teclado al tiempo que el otro lo dejaba suelto sobre su
costado,ladeabaligeramentelacabezaysepreparabapararecogerloque
sindudaibaaserunabuenatandadeelogiosporpartedeLina,unafuerte
punzadaacribillósussienescontantavirulenciaqueleobligóasujetarsu
cabeza con las manos, como si temiera que fuera a explotar. Un quejido
broncoemergiódesuboca.Lashojasdelapartituradispuestasenelatril
frontaldelpianoquedaronesparcidasporelsuelo,altiempoqueunfuerte
estruendo salió del teclado al golpear sobre él parte del cuerpo de
Serguéi,comosilasteclaslanzaranelmismogritodeterrorqueseahogó
enlagargantadeLina.
—Serguéi,¿estásbien?—Elmiedosedejótraslucirensuvozmientras
corríahaciaélcomosisusupervivenciasolodependieradesuauxilio.Se
asustócomorecordóhaberlohechopocasvecesensuvida—.¿Quépuedo
hacer?¡Dime,quépuedohacer!
Despuésdeunossegundosdedesesperación,enlosquenosabíacómo
reaccionar,porfinleoyóhablar:
—No te asustes —le pidió mientras se atenuaba el intenso dolor en la
partederechadelacara—.Sufrounasterriblesmigrañasalasqueparece
no gustarles mi música tanto como a ti. —Por un momento olvidó su
miedorecurrenteaquelaafecciónquelemartirizabadesdehacíaañosle
impidieraundíacomponerotocarelpianocomoleestabasucediendoa
su compatriota y amigo Serguéi Rachmáninov, a quien una severa
neuralgia producida por la inflamación del nervio trigémino le estaba
mermando su capacidad creativa. Aquel temor alimentaba su cuadro de
obsesiones. Al levantar la mirada, observó el gesto de preocupación
alojadoenelrostrodeLina.Aquellavisiónleprovocóunsentimientode
ternura al que no estaba demasiado habituado. —Siento haberte
preocupado, de verdad —le confesó, intentando recuperar sus gafas que
milagrosamentenohabíancaídoalsuelo.
—Déjame a mí —le pidió ella, utilizando su pañuelo para limpiar las
lentes. Sintió que estaba a punto de echarse a llorar y le avergonzó ese
sentimiento, que finalmente pudo controlar—. Me has dado un susto de
muerte.Novuelvasahacerlo—ledijo,sinatreverseamirarlealosojos,
porloquenopudocontemplarelgestocomplacientedeSerguéi.
—¿Sabes cómo se me quitan estas odiosas neuralgias? Con un buen
chocolatecaliente.
Cuando Lina se dirigía a la cocina para preparar el remedio que le
habíasolicitado,suvozladetuvoylaobligóavolverse.
—Megustamuchoestadecisiónnuestradehaberpasadoaltuteo.Tenía
la impresión de estar encerrado en la suite Goyescas de Granados, de la
quenomepermitíansalir.
ALinalesorprendióparabienlareferenciaalpianista.Prefiriópensar
que aquella mención respondía más a un deseo de agradarla que a una
lógicapasióncompartidaporlamúsica.
Cuando Lina regresó de aquel primer fin de semana en casa de los
Stahl, sabía que algo definitivo había pasado en su vida. Se había
enamoradoperdidamentedeSerguéiProkófievyleasustabanosabercon
seguridad si aquel sentimiento se debía a él o a su música. Pero no era
algo que le importara, al contrario que a su madre, que no tardó en
interpretarelbrilloquetraíasuhijaenlamirada.
—Nomegustaesaexpresión—ledijo,sabiendoquesuhijanosiempre
escuchabasusconsejos—.Quieroquetengascuidado.
—¿Conlagripeoconlapolítica?¿Conquéquieresquetengacuidado
estavez?—preguntóinsolente.
—Coneltono,jovencita.Conesostonosquemuchasvecestepierden.
Madreehijaseadoraban,perosucaráctereramuysimilaryesodaba
lugaramuchosencontronazosenlosquetansoloelpadrepodíaterciar,
en el caso de que se encontrara en casa. Las dos eran cabezotas, con
temperamento, tenían un pronto fuerte y severo, y les gustaba mostrarse
libreseindependientes.Cuandoselesmetíaalgoenlacabeza,ambasiban
aporellocostaraloquecostase.Elproblemaaparecíacuandolodeseado
por Olga estaba en el extremo opuesto de lo que deseaba Lina. En el
momentoenqueSerguéiProkófievaparecióensusvidas,seconvirtióen
unafuentedeconflictopermanenteentreellas.
—Quiero conocerle —le espetó, dejando sin palabras a su hija—.
Quiero que venga a esta casa y quiero hablar con él. Y quiero que me
expliquecuálessonsusintenciones.
—¿Aquiénquieresconocer?—dijoLina,sorprendidaporlainesperada
solicituddesumadre,que,ajuzgarporsuactitud,nobromeaba.
—Vasatenerquedejardeutilizaresepronombreparareferirteaél.Ya
noselocreenadie.
Linasonrióparasusadentros.Prokófievconvertidoenunpronombre.
Le gustaba aquella metamorfosis semántica de la que ella era la única
responsable.
4
LosencuentrosenlacasadelosStahldurantelosfinesdesemanade
aquelfrío1919enNuevaYorkseconvirtieronenunacostumbrealaque
ninguno de los dos quería renunciar. Serguéi encontraba en esos días de
descansoyesparcimientoelrefugioperfectoquenecesitabayademásle
divertía y buscaba la compañía de su nueva admiradora, como solía
referirseaellacuandoestabaconamigos.«Creoquehacemuchotiempo
que nadie me ha querido tanto como esta encantadora niña. Es lo que
siempre he buscado y que no lograba encontrar. Pero es muy reservada.
Esa niña mala no quiere venir a mi casa». Aleksey le miraba con su
semblante de viejo zorro que su barba pelirroja acentuaba. «Estoy
convencido de que lo es solo por fuera. Dale tiempo. Tu deberías saber
manejar la cadencia, amigo mío, al fin y al cabo eres el experto», dijo
apurandoelvasodevodkaquedifícilmenteseseparabadesumano.
Linasabíaquesehabíaenamoradoperdidamentedeaquelhombreseis
años mayor que ella, aunque su físico, en el que la pérdida de pelo
comenzabaahacerseevidente,hacíaqueladiferenciaentreellospareciera
mayor. Quería estar con él, lo deseaba. Contaba los días, las horas, los
minutos que los separaban para volver a estar juntos y anhelaba oír el
timbredelteléfonoanunciandounnuevoencuentro.Acudíaasusclasesde
cantoconmásganas,imprimíamásbríoasusinterpretacioneseincluso
suprofesora,pocodadaahalagosinnecesarios,lafelicitóporlosnuevos
maticesqueestabanapareciendoensuvoz.
Los dos buscaban el momento para estar juntos. Staten Island se
convirtióensuguaridasecretadurantelosprimerosmeses.Quelacasade
los Stahl estuviera siempre llena de amigos se convertía en la coartada
perfecta para el encuentro de la pareja que, sin embargo, no tardaba en
hallar el momento y la oportunidad de escaparse durante unas horas a
pasear por el jardín helado, recoger hojas cuando el otoño tendía a sus
pies una alfombra de espesa broza anaranjada, contemplar las estrellas
hilándolas con historias que solían salir de la boca de Lina, de la que la
mirada de Serguéi difícilmente podía apartarse, y compartir gustos
literariosenlaacogedorabibliotecadelosanfitriones.
—Prueba con Kant o con Freud. Son interesantes. Siempre descubres
algo nuevo en tu cabeza que ni siquiera pensabas que tenías —le
recomendabauneruditoProkófievquesiemprehabíasidounávidolector.
Cada día sus mundos estaban más compenetrados y eso hacía que se
relajasenantelosojosdelosdemás.Nolesgustabaexhibirse,perocada
vez les importaba menos que los vieran juntos. Una tarde, los Stahl
decidieron hacer una enorme hoguera en el jardín de su casa. Lina y
Serguéi se habían hecho con un gran acopio de hojas, una afición
compartida en la que podían invertir horas, y comenzaron a quemarlas.
Hacía algo de frío, por lo que se acercaron bastante a la improvisada
hoguera que Aleksey se encargaba de controlar para mantener el fuego
encendidoyqueelhumonoahogaraalosinvitados.Elresplandordela
luz que desprendían las llamas, hambrientas por devorar la hojarasca en
suinterior,sereflejóensusrostros.Linalucíarealmentebellamientrasse
envolvía en una especie de chal de cachemira que Serguéi había ido a
buscar al interior de la casa. No pudo evitar observarla durante unos
instantes.Queríamanteneresaimagenparasiempreensucabeza.Poreso
lepareciótanbuenaidealaproposicióndeVeradehacerseunafoto.
—Ahí estáis bien. Sonreíd, no seáis tímidos —les demandó con su
peculiar acento brasileño del que no podía desprenderse, especialmente
cuando se sentía relajada—. Serguéi, ¿por qué siempre tienes que tener
algoenlasmanos?—leincrepó—.¿Quieressoltarelrastrilloyabrazara
Lina?
La densa humareda expulsada de la hoguera motivó que parte de la
imagen apareciera nublada, aunque se podía ver cómo Serguéi había
seguido las indicaciones de Vera y su mano aparecía acariciando
gentilmente la cabeza de su compañera de retrato. Durante años Lina
contempló esa foto en muy distintas etapas de su vida. Y siempre con el
mismocomentarioquelevinoalamentelaprimeravezquelatuvoensus
manos:«Enesanubeestabaél,yoasuladoyélcomouncaballerodelas
Valquiriasquemesalvabadelapirafuneraria».
Serguéi conocía los sueños de Lina de convertirse en una famosa
cantantedeóperaycomenzóainteresarseporsusavancesvocales,aunque
no siempre con la misma fortuna. Durante una sobremesa, cuando todos
aguardabanlacaídadelatardealrededordelachimeneadelosStahl,le
preguntaron a Lina qué composición musical estaba estudiando en esos
momentos.Eraunaobramuydramática,Lanoche,unaromanzadeAnton
Rubinstein. Visto el interés despertado entre el reducido auditorio y tras
vencersutimidezinicialporlosánimosdelospresentes,Linacomenzóa
cantarlahastaquelavozrotundadeSerguéilaobligóadetenerse.
—Noesasí—dijo,sentadoenunadelasbutacasmásalejadasdelsalón,
comounasentenciaenmitaddeuntribunalmilitar—.Noescorrecto.Lo
estáshaciendomal.
—Noesverdad—respondióairadaLina,quenosabíasiledolíamásel
tono utilizado por Serguéi o la vergüenza que estaba sintiendo—. Así es
como la estoy estudiando con mi madre y creo que ella conoce bastante
bienestapieza,yaquelahainterpretadomásdeunavezenlosteatrosde
Europa.
—Nilosversossonasínilamúsicaeslacorrecta.—Serguéiselevantó
airadamentedesuasientoparadirigirsealpiano,dondeempezóacantar
laromanzadeladiscordia.
—Soyyolaquenoreconoceniunasolanotadelasquetocas.Ymucho
menos de lo que cantas —comentó ella irónicamente para remarcar la
pésimavozdeProkófiev.
—Almenossigoloestablecidoenlacomposiciónoriginaldelautor.
—Sería la primera vez que te dignaras seguir la tradición… —le
recriminóLina,sabiendoqueelcomentariopodíaserdevastadorenaquel
momento. Esa misma mañana el Tribune había publicado una crítica
calificándoledeultramodernistaeirrespetuosoconlatradiciónmusical.
El duelo dialéctico duró unos segundos, acompañado de un desafío
visual que fue creciendo en intensidad. Las miradas de Serguéi y Lina
dibujaron una cruz imaginaria que atravesó la estancia. Durante unos
segundossehizounincómodosilencioenelqueserepartieronojeadasy
amagosdesonrisascómplicesenelrostrodealgunosdelosinvitados.
—Vamos,vamos.Nopasanada.Riñadeenamorados.—tercióAleksey,
lo que le valió una mirada reprobatoria de su mujer—. Pero no nos
metamos,soncosasdepareja—insistió,apesardetodo.
Lina no fue capaz de entender la reacción de Prokófiev. Salió de la
habitación intentando reprimir las lágrimas provocadas por la congoja
que invadía su garganta. El comentario de Aleksey alimentaría sin duda
losrumoresqueyaempezabanacircularporlaciudadyquelacolocaban
enunasituacióncomplicadaparaunaseñoritadeprincipiosdesiglo.Pero
le dolía más la injusta y grosera actitud de Serguéi. Le hubiera gustado
correr hacia él para abofetearle, pero se contuvo porque sabía que, una
vez ante él, tendría que dominarse para controlar su verdadera reacción
que no era precisamente la de asestarle un manotazo. Llevaba semanas
aventurando cómo sería el primer beso, imaginándolo en las noches de
duermevela, reprimiendo algunos pensamientos que conseguían
ruborizarla, pero tenía claro que no sería ella la encargada de dar el
primer paso. Además, estaba furiosa por la abrupta reacción del
compositorymásconociendoloquelecostabacantarenpúblico.Aúnle
quedabanporconocermuchosepisodiosdelapersonalidadydelavidade
aquelhombrequeestabaponiendosumundopatasarriba,perodelqueno
queríanipodíasepararse.PocoonadasabíadelodioqueSerguéisentía
por quien había sido fundador del conservatorio de San Petersburgo y
piezaclaveenlaeducaciónmusicalenRusia,AntonRubinstein.También
ignorabaque,siendounniño,obligóasumadreadejardetocarlapieza
de este músico que estaba interpretando con la misma rotundidad que
acababadehacerloconLina.
«Tocaotracosa,mamá.PrefieroaBeethoven»,fuetodalaexplicación
querecibió.
No era habitual, pero al menos un par de veces Serguéi y Lina
consiguieronquedarsesolosenlacasaporalgúncompromisoartísticode
los Stahl fuera de Nueva York. Fueron apenas unas horas de intimidad
regalada, pero suficientes para estrechar unos sentimientos que cada día
parecían más profundos. Pero el escenario idílico de Staten Island
comenzó a quedarse pequeño, el decorado llegaba a asfixiarles y, a su
entender, empezaba a presentar exceso de aforo. Fue Serguéi quien la
convencióparacompartirtardesdecine,ampliarsuspaseosporCentral
ParkyempezaracompartirveladaenalgúnrestaurantediscretodeNueva
York.Enloquenocosechabaelmismoéxitoeraensupropuestadeque
LinaaccedieraavisitarleensuapartamentodelHotelCalumet.Noeraun
edificio residencial de lujo, pero por los quince dólares que pagaba a la
semanasepodíapermitirelalquilerdeunpianoylacomodidaddepoder
practicareltiempoquequisiera,yaquehabíanelegidoparaélunadelas
habitacionesmejoracondicionadasacústicamenteymásalejadasdelresto
deloshuéspedes.
Serguéi lo intentó por todos los medios. Un día le decía que estaba
enfermo y que fuera a verle, otro no dudaba en recurrir a la
conmiseraciónparamendigarsucompasión,comoeldíaquesehizodaño
enelpulgardesumanoizquierdaenvísperasdeunconcierto,loquele
obligaría a tocar «un veinticinco por ciento peor». En otra ocasión la
intentóponercelosadiciendoquesiellanoaccedíaapasarlatardeensu
casa lo haría otra mujer, seguramente la aspirante a actriz Dagmar
Godowsky,hijadeunpianistapolacoconfamademujerfatalyconocida
mástardeporsonadosromancesconRodolfoValentino,CharlesChaplin
ounodeloscompetidoresdirectosdeProkófiev,ÍgorStravinski.Ninguna
de las tácticas de presión surtieron su efecto. Lina tenía muy clara su
estrategia y no pasaba por ceder a los caprichos ni mucho menos a las
descaradas orquestaciones de aficionado que evidenciaban la poca
experienciadesuamadoenelterrenodelaconquista.Serguéiprocuraba
tenerpacienciacomolehabíaaconsejadosuamigoAleksey,peroaveces
seolvidabadetodoyponíalascosasaúnmásdifíciles,comosucedióuna
tardealasalidadelcine.Alversenuevamenterechazado,mirófijamentea
Lina y le dijo que no todo podía ser ver películas y pasear por Central
Park.
—Resulta aburrido —afirmó, sin medir sus palabras ni su tono, algo
quesolíaocurrirlebastanteamenudo.
ElcomentariodisgustótantoaLinaquedecidióvolveracasaantesde
tiempo. Con la excusa de que le dolía la cabeza, le pidió que la
acompañara como marcaban las normas de educación más elementales.
Cuando se dio cuenta de que la estaba acercando a la estación de metro
máscercana,mirósurelojyvolviósumiradaenojadahaciaél.
—Pero ¿qué haces? —le preguntó indignada sin que él entendiera el
problema—.¿Tehasdadocuentadelahoraquees?—Estabatanofendida
y decepcionada que hubiera abofeteado allí mismo a la rareza
bolchevique,comoinsistíaenllamarleOlgaNemiskaia—.¿Conquéclase
demujeressalesquenoteexigenunmínimodecaballerosidad?
Serguéisequedótanaturdidoporlaspalabrasdesuacompañanteque
duranteunossegundosfueincapazdereaccionarmientrasLinadescendía
a gran velocidad por las escaleras de la estación de metro sin poder
disimular su enfado. Tuvo que bajar de dos en dos los escalones para
poderalcanzarla,cogerladelbrazoydetenerla.
—Soyunauténticoimbécil.—Observóqueestabaalbordedelllantoy
eso le desarmó aún más porque, a pesar de sus evidentes muestras de
torpeza y descortesía, ver en ese estado a la mujer por la que estaba
desarrollandounsentimientohastaahoradesconocidoenéleraalgoque
nopodíasoportar—.Porfavor,perdóname.
Eralaprimeravezqueleoíapedirperdónynopudoevitarqueaquella
expresión sonara realmente extraña en sus labios. No tuvo más remedio
quevalorarsuinauditogestoycederasuarrepentimiento,algoque,por
otraparte,estabadeseando.Regresaronalacalleyambossubieronaun
taxi, donde Serguéi la abrazó repitiendo las mismas palabras una y otra
vez:«Soyunimbécil.Novolveráapasar.Soyunverdaderoimbécil».
A Lina le atormentaba la montaña rusa de sentimientos que estaba
experimentandodesdequeProkófievhabíaentradoensumundoyque,a
decir verdad, suponía una novedad en su vida. Intentaba dilucidar si
aquellas emociones que amenazaban con arrebatarle la conciencia y
abandonarlaenunaespeciedetrancesensorialcadavezqueestabacerca
de él se debían a lo que sentía por el hombre o lo que le hacía sentir el
músico. Luchó durante días por aclarar la naturaleza de aquel
estremecimientoinéditoparaella.Intentóimaginárselolejosdeunpiano,
deunasaladeconciertos,sinquesusmanosescribieranlasnotasdeuna
partitura o sus dedos se deslizaran por el teclado con la delicadeza y el
ardorquesospechabaloharíansobreelcuerpodeunamujer.Peroaquel
ejercicio le resultó ridículo. No quería conformarse con una parte de él.
Lo quería todo, necesitaba al hombre y al músico, porque uno no se
entendíasinelotro.
Deseabalospaseosporelparquerecogiendohojas,eltédemediatarde
enelrestauranteSherry’s,susdisquisicionessobreFreudosusintentosde
enseñarleajugaralajedrezyponerenprácticasumovimientopreferido,
ladefensasiciliana,lamásarriesgada,laquebuscabadejarsindefensaal
contrincante.«Moveralpeóndelareinadosespacioshaciadelante,esees
elmovimientodefinitivodeladefensasiciliana,Lina.Esunmovimiento
agresivo,fuerte,porquesisucedeunintercambioconelpeónblancodela
reina,lospeonesnegroscentralescontinuaráneneljuegoaltiempoque
los blancos quedarán débiles». Lina asentía en silencio, adoraba
observarlecontantoapasionamientoantealgoquenofueraunpiano.Pero
se negaba a verse privada de aquellos momentos en los que el genio
parecíadespertaralalocuraydeseabahacerlapartícipecomoespectadora
única.Unatarde,despuésdeayudarlaabajardeltaxiquelehabíallevado
hastaunadirecciónfacilitadaeldíaanteriorporSerguéi,estelepreguntó
sin más: «¿Me regalas catorce minutos de tu vida?». La pregunta la
desconcertó,peronotantocomoloquevivióalaccederalinteriordeun
edificiodeladrillorojoqueescondíaensusentrañasunantiguoteatroen
desuso.Nosupoadivinardecuálsetrataba,nohabíaestadonuncaenély
tampoco conocía bien el barrio en el que estaba ubicado. La invitó a
ocuparunlugarenelpatiodebutacas,queestabacompletamentevacío.El
telón rojo ocultaba el escenario, del que provenía algún sonido que
torpementeintentabaseracallado.Serguéi,acomodadotrasellaenunafila
anterior,lepreguntósilepermitíaquelevendaralosojos,aloqueella,
visiblementeturbada,senegó.
—Entoncesmeobligarásaconfiarenti.Cierralosojosynolosabras
hastaqueyotelopida.
—Peronoverénada—sequejó.
—No hay nada que ver. Tú solo escucha —dijo, sonriendo, al
comprobarladocilidadconlaquelajovenobedeció.
Comenzaron a sonar los primeros acordes de su Sinfonía nº 1 en Re
Mayor,queélmismohabíarebautizadocomoSinfoníaClásica.Mientras
elmundosedesangrabadurantelaGranGuerra,élhabíapasadoelverano
de1917enunacasadecampocercadePetrogradoconlaúnicacompañía
de Immanuel Kant y una única y obsesiva idea sonando en su cabeza.
Estabaenelumbraldecrearalgodiferente,tantoquenisiquierasellevó
elpianoparacomponer.Llevabadíasconlaideadeescribirunasinfonía
alestilodeHaydn,decorteclásicoymuchomássencilladeloquesolían
sersusobras.Lohizodememoria,sinescucharunasolanotadelasque
escribió en el pentagrama. Todo estaba en su cabeza, los instrumentos
también: cuerda, madera, viento… Esa sencillez le pareció provocadora
viniendodeélyledivirtiópensareneldesconciertoquesembraría.
Linaescuchóloscuatromovimientoscreadosconelclasicismodelque
solíahuirProkófiev.ElAllegro,elLarghetto,laGavottayelFinalemolto
vivace ejercieron de eficaz y contundente diapasón de los latidos de su
corazón, logrando emocionarla como pocas veces. No era capaz de
acompasarsurespiración.Pensóqueprobablementeestabaescuchandolo
máshermosoquehabíatenidooportunidaddepercibirensuvida.Cuando
laorquestacesó,elsilencioresultóestruendoso,vacío,hueco,expectante,
dolorosamente intrigante. La voz de Serguéi se encargó de quebrar el
denso desierto de sonidos en el que se había convertido el interior del
teatro.
—Si Haydn viviera, así habría sido su sinfonía. —Miró a Lina y
observó que todavía seguía impactada por lo que acababa de escuchar.
Teníalosojosabiertosporqueeraincapazdecontrolarlaslágrimas.No
sabíacómodigerirlabellezadeaquellamúsica.Aquellasinfoníalahabía
emocionado tanto que en su garganta se secaron las palabras. Serguéi
comprobó que aquella mujer de rostro angelical no solo se había
convertido en su musa, sino en su más rendida admiradora, y eso le
produjounasatisfaccióndifícildecontrolar—.Debíhabertevendadolos
ojos —dijo irónicamente al comprobar que no había cumplido su
promesademantenerloscerrados—.Mevaaresultardifícilconfiarenti.
Cuandosedisponíanaaccederalapartetraseradelescenario,yquizá
animada por la oscuridad reinante en esa zona, Lina venció su propia
resistencia, labrada durante meses a golpe de consejo maternal, y se
inclinó lentamente hacia él, que admitió el envite sin ofrecer oposición,
más bien todo lo contrario. Necesitaba reaccionar después de lo que él
acababa de hacerla sentir. Le besó cerrando sus ojos, tal y como le
prometió que haría durante la Sinfonía Clásica. Era su primer beso
después de seis meses de encuentros. Serguéi aún notó en los labios de
Linaelsaborsaladodelaslágrimas.
Ambos habían imaginado ese momento de muchas maneras, pero no
así, de una forma casi clandestina, entre las bambalinas de un antiguo
teatroyconvirtiendolaoscuridadenlaaliadaperfectaparaquesusbocas
se contaran lo que habían silenciado durante meses. Las expectativas
fabricadasenlamentedeambossevieroncolmadaseinclusosuperadas.
Ningunodelosdosparecíatenerprisaporsepararsedelotro,comosiel
tiemposehubiesedetenidoasualrededorysoloexistieranellos.Ambos
experimentaronenaquelcontactolaemocióndelprimerbeso,algoqueen
el caso de Lina, más que una sensación, era una realidad. Serguéi era el
primer hombre al que besaba de esa manera, sin prisas, sin miedos, con
verdaderasganasysinimportarleelmomentodedespués.Aélledivirtió
la escena, y se dejó llevar como pocas veces lo había hecho con sus
anteriores conquistas, cediéndole el protagonismo, al menos el inicial, a
ella.Noseesperabaaquellareaccióntanefusivaporpartedealguienque
sehabíamostradotantímidayreservada,comoellatampocoesperabalos
catorce minutos de vida que acababa de regalarle. Lina no tuvo dudas:
necesitabaalosdos,aSerguéiyaProkófiev.Porigual.
Alospocosdías,sevistióconelabrigodepetigrísquetantolegustaba
a Serguéi, se calzó unos zapatos negros de tacón recién estrenados y se
envolviólacabezaenunelegantepañuelodesedadeuncolorbermellón.
Esperaba que esta última prenda le ayudara a pasar inadvertida ante los
ojos del conserje cuando cruzara la puerta del Hotel Calumet. Sabía que
era una empresa complicada porque aquella joven tenía la cualidad de
atraertodaslasmiradasporsubellezaysuelegancia.Cuandoentróenla
habitación de Serguéi todavía temblaba, no sabía muy bien si por la
vergüenza, el miedo o el temor a que alguien pudiera haberla visto
entrandoenelhotel.EseestremecimientonopasóinadvertidoaSerguéi,
queentodomomentofueconscientedelimportantepasoqueLinaestaba
dandoalcederasusinsistentesproposiciones.Estavezsíseríaélelque
tomara la iniciativa, el que dirigiera con delicadeza y destreza todos los
movimientosdelinesperadoestrenoqueseanunciabaparaaquellatarde.
Laobservóduranteunosinstantescomositodavíanocreyeraqueaquella
hermosamujerqueahoraparecíaunaniñaasustadaapuntodeentraren
un terreno desconocido, estuviera ante él. Lina dejó el bolso y las gafas
sobreunodelosmueblesysedispusoaquitarseelpañuelodesedaque
todavíacubríasucabeza.
—Déjameamí—lepidióSerguéi.
Lentamente sus dedos deshicieron el nudo que ataba el pañuelo y lo
dejaron caer sobre el suelo. Comenzó a besarla suavemente, despacio,
haciendo que sus labios recorrieran sus mejillas, su cuello y se
entretuvieranenellóbulodesuoreja,dondedejóunsusurroquehizoque
larespiracióndeLinaseagitara.Nohabíaprisa,noqueríaqueunexceso
deceleridadlaasustaraylaobligaraasalircorriendo.Ellanoibaairsea
ningúnsitioajuzgarporelestremecimientoqueempezabaamostrarsu
cuerpo cuando las manos de Serguéi avanzaban por rincones de su
anatomíaqueLinanisabíaqueexistíanycomenzabanadibujarelmapa
sensorial de futuros recuerdos. Él marcaba el ritmo, era el experto. De
momento, ella actuaba como espectadora, dejándose llevar y aceptando
dócilmenteloquepudierapasar.
—¿Estás segura? —preguntó más por obligación que por verdadera
convicción.
—Noheestadomásseguradenadaentodamivida—dijosindejarde
mirarle. Por un segundo, pareció que iba a decir algo más, pero
finalmentequedócongeladoensuslabios.
—Tranquila —intentó calmarla Serguéi, que intuía los miedos que a
buenseguroestaríanapareciendoensucabeza—.Confíaenmí.
Lo hizo. Confió en él, le siguió, obedeció sus ruegos, sus gestos, sus
palabras, y llegado el momento, improvisó lo que las emociones que le
estabahaciendosentirlesugerían.Teníamiedodeabrirlosojosporsien
aquel momento comprobaba que todo era un sueño, que el instante más
feliz de su vida era fruto de su imaginación, que todo era una de sus
muchasensoñacionesnocturnascuandolaluzseapagabaylaimaginación
cobraba vida en su mente. La voz de Serguéi también rompió aquella
barreradelmiedo.
—Abre los ojos, Lina —le pidió cuando su cuerpo moldeaba el de la
mujer.
—¿Porqué?—preguntó,comosiaquellaobservaciónleturbara.
—Porquequieroquememiresyveasalhombrequemástevaaamar
entodatuvida.
—Para eso no hace falta que te mire. Te veo hasta cuando cierro los
ojos.
LasmanosdeSerguéiparecíantenerlapotestaddellegarasitiosdonde
nadie había estado antes, tocar terrenos vedados a otras manos que no
fueran las suyas, expertas en obtener sonidos nunca antes escuchados y
queparecíanescondidosenlagargantadeLina,esperandoaquealguien
los liberara y obtuviera de ellos la inflexión perfecta. No pudo evitar
pensarsielSteinwaysentíaalgoparecidocuandolosdedosdeProkófiev
recorríansuteclado.Ahoraentendíamejorelestremecimiento,lalocura,
lapasiónylavidaquetransmitíansusnotas.Nopodíaserdeotraforma.
Las horas transcurrieron tan rápidamente que convirtieron la tarde en
nocheobviandolalógicatemporal.
Cuando salió del hotel, Lina percibió que sonreía constantemente, sin
apenas darse cuenta de ello. Sintió que su unión con Serguéi se había
fortalecido,ynosoloporlaintimidadylacomplicidadqueconsiguieron
alcanzarsuscuerpos.Noeraalgofísico,ibamásallá.Tuvolasensación
de que ya no eran dos seres distintos e independientes, que algo había
nacidoentreellosquelesmantendríaunidosyqueharíamuydifícilque
algúndíapudieransepararse.
Era la primera vez que hacía algo parecido y, por el resultado de la
velada,algoledecíaquenoseríalaúltima.
Su romance seguía teniendo tintes de cierta clandestinidad, aunque
ellospreferíanladiscreciónparaacallarlasmalaslenguas.Hastaqueun
día Serguéi la sorprendió con una proposición que no era la habitual: ir
juntos al concierto de Serguéi Rachmáninov. Significaría aparecer en
público,aunquesolofueraunespectáculomusical.
A Olga no le pareció acertada aquella salida que consideraba
precipitadaapesardequelaparejallevabavariosmesesdeencuentrosen
casadelosStahl,apartedeotrosmuchosqueLinadecidióocultarleasu
madre para evitar tensiones, aunque siempre sospechó que por instinto
maternosabíamásdeloquedecía.
—Recuerda que todavía no estáis comprometidos, ni siquiera habéis
formalizadovuestrarelación.Élnotehapedidomatrimonio.¿Acasono
leeslasrevistas?¿NohasvistolasfotosenlasqueaparececonesaStella
Adler,pornohablardeotrasmuchas?
LasolamencióndeaquelnombreirritabaaLina.Laveíacomosumás
directacompetidorayunaamenazarealasuincipienteperoprometedora
relaciónconSerguéi.NolegustabalaseñoritaAdler,lamujerconlaque
el compositor solía dejarse ver antes de que ella apareciera en su vida.
Aunque en su caso sus motivaciones profesionales pesaban más que una
posible relación amorosa con él, a Stella le gustaba aparecer y
desaparecerdelavidadeProkófiev,loqueirritabayalimentabaloscelos
deLinayteníabastanteperdidoaSerguéi,quealprincipiodisfrutabade
aquella dualidad amorosa. «Yo giro entre Lina y Stella como la tierra
entrelalunayelsol»,llegóaconfiarleasuamigoAleksey.Eseuniverso
astralfemeninolecegóeldíaqueenvióuncentroderosasacadaunade
ellas pero cometiendo el tremendo error de cambiar las tarjetas. Ese día
comprendió que no quería perder a Lina y que Stella sería siempre un
enigmaincontrolableparaelquenoteníatiemponipacienciadedescifrar.
Pero esa ecuación seguía sin convencer a Olga, que insistía en la
necesidad de formalizar una relación que estaba empezando a dar que
hablarenloscírculosartísticosdelasociedadneoyorkina.
—Sé que quieres ir a ese concierto con él. Pero si lo haces, todos os
veránjuntosenpúblicoytureputaciónquedarámanchada.Yesasmanchas
sondifícilesdelimpiar.
—Mamá,porfavor,esunconciertodeRachmáninov—leimplorócasi
conlágrimasenlosojosalverquelarectituddesumadreamenazabauna
velada que ya tenía idealizada en su inconsciente—. Hemos ido a verle
juntas muchas veces. ¿No te acuerdas de lo que me dijo el día que nos
presentaron? Que yo era una jovencita muy educada, esas fueron sus
palabras.
—Precisamenteporeso,noquieroquesuopiniónrespectoaticambie
porunainoportunasalida.
Aunquemuchasvecessumadreleirritara,comprendíasupreocupación
y sus continuas advertencias sobre la importancia de la imagen pública,
del prestigio y de la fama que cada uno se construye a raíz de su
comportamiento. Tenía que tener cuidado, evitar las habladurías
malintencionadas de la gente. No quería convertirse en un simple
capricho, en un mero entretenimiento del músico de moda, en una
compañíadecompromiso.Prokófievestabaempezandoaserunpersonaje
famoso, aclamado, reconocido, y eso siempre llamaba la atención de
ciertas personas hambrientas de fama o de compañía masculina, aunque,
comoélmismocomentabaconsarcasmo,«elfamosocompositorapenas
tiene tres dólares en el bolsillo». Era fácil verle con mujeres intentando
cortejarle pero nunca al revés. Como le había confiado Vera
Janacopoulos,«Estararezarusanotieneniganasnitiempoparacortejos.
Aunqueúltimamenteparecequeestáhaciendoalgunaexcepción»,ledecía
enclaraalusiónaella,provocandolaaparicióndeuntímidoruborquea
Linaleresultabaimposiblecontrolar.
Hastasupadre,JuanCodina,queraravezsemetíaenlaeducacióndesu
hija,sevioobligadoaintervenir.
—Tumadretienerazón.ElseñorProkófievdebeentenderqueeresde
buena familia. Y estas cosas hay que tenerlas en cuenta y dejarlas muy
claras desde el principio para que nadie se llame a equívoco y puedan
convertirseenmotivodediscusionesfuturas.
—Juan, por favor, no me vas a salir otra vez con el dichoso linaje de
reyespolacosdelafamiliademipadre,¿verdad?—preguntóOlgaconun
marcado tono fatigado temiéndose una nueva referencia al abuelo
Vladislav, un aspecto sobre lo que solía ironizar Juan siempre que tenía
ocasión—.Creoqueenestemomentonopodríasoportarlo.
—No,mujer,simereferíaamí.Siempreseteolvidaquemitierrafue
imperio. —Juan le guiñó un ojo a su hija, que ya conocía las viejas
discusionesdesuspadres—.Olga,noteenfades,mujer.Mejorcontareso
que recordar que un tío de la niña, ingeniero de profesión, contrajo la
malariacuandocolocabacablesbajoelaguadeunpantano,¿noteparece?
Lina adoraba a su padre. Se sentía muy cerca de él, a pesar de la
distancia física existente entre ellos motivada por sus compromisos
artísticos.
Peroapesardetodoelrespetoqueletenía,enesemomentoloúnico
que ocupaba completamente su mente era acudir al concierto de
Rachmáninov del brazo de Serguéi en lo que significaría su primera
apariciónpúblicacomopareja.Sinembargo,leresultóimposibleacallar
elecodelaspalabrasdesumadre,especialmentecuandolahijapequeña
delcompositordeLaisladelosmuertosseacercóaellaparasaludarlay
preguntarle con un desparpajo adolescente: «¿Van a casarse?». En ese
momentoagradecióalcieloquesumadrenoestuvierapresente.
PocoapocoLinafuehaciéndoseindispensableenlavidadeSerguéi.
Ambos se alimentaban mutuamente del otro y el resultado siempre solía
serprovechoso.Élintentabaayudarlaensucarreraartística.Legustabasu
voz, tenía un bonito timbre de soprano ligera y unos matices que con la
enseñanza adecuada podrían hacerla brillar. Ella ponía a su disposición
sus conocimientos y no solo musicales. Gracias a su destreza con los
idiomasyasuexperienciacomotraductora,leresultabasencillotraducir
algunosdeloslibretosescritosporSerguéiquesolíanaparecerenrusoo
enfrancés.
Pero la aportación de Lina iba mucho más lejos. Sin saber en qué
momento exacto sucedió, su presencia se fue convirtiendo en una fuente
deenergíaindispensableparalacreaciónmusicaldeProkófiev,queveía
en ella su auténtica fuente de inspiración, a pesar del revoloteo continuo
de otras mujeres que anhelaban acceder a ese rol. Su Avecilla, como
comenzó a llamarla —una traducción de la expresión ptitsa, que en el
folclore ruso se refiere a un pájaro de fuego mágico con un plumaje
brillanteyhermoso,venidodetierraslejanasyquesuponeunabendición
yalavezunamaldiciónparaquienconsigueatraparlo—yquemástarde
convertiría en el afectivo encabezamiento de todas sus cartas, le daba la
fuerzamoralquenecesitabacuandolascosasnosalíancomoélesperabaa
causa de una sequía creativa puntual o de la cancelación del estreno de
algunadesusobras.«¿DiáguilevharechazadotuAlayLolly?Noimporta,
siéntatealpianoycomponleunanueva»,ledijocontantavehemenciaque
Serguéi comenzó a escribir la obra Chout.«¿Se retrasa el estreno de El
amordelastresnaranjas?Eselmomentodequeescribasalgoinspirado
enlanoveladeesejovenpoeta,ValeriBriúsov,quetantotegustó»,dijo
refiriéndoseallibroElángeldefuego,unahistoriacomplicadasobreuna
posesión diabólica, la magia negra y las torturas de la Inquisición
española. «¿Qué importa que el misticismo o la religión no sean tu
especialidad? La pasión sí lo es, como los sentimientos humanos más
enconados. Eres Prokófiev. Déjalo sonar y lo demás vendrá solo». Lina
siempre tenía la palabra necesaria, el argumento preciso y la fuerza de
decisiónadecuadaqueelcompositornecesitabaparasalirdelagujeroen
elquepretendíaencerrarlecadarevésquelepropinabalavida.Legustaba
sentirseimprescindibleparaél.Aquellasensaciónleagradaba.
Sehabíaconvertidoenunaexpertaenlagestióndelcarácterdelgenio
en el que estaba destinado a convertirse Prokófiev. Interpretaba
brillantementesusobsesionesylasrecogíaconlacomprensiónnecesaria,
como cuando se afanaba en contar las llamadas recibidas después de un
concierto para medir el éxito cosechado o analizaba el volumen de los
aplausos del público estudiando las circunstancias externas que podían
influirenelresultado:silasmujeresllevabanguantes,loquecontribuiría
a amortiguar el sonido del palmoteo; el día de la semana en que se
celebraba el concierto; la edad, el sexo y la condición social de los
espectadores; el clima exterior en las calles… Para él no eran
excentricidades ni manías ni extravagancias propias de un artista, eran
variablesquepodíanafectaralresultadodesuobra,y,porconsiguiente,a
él.Linasabíaleerelruborqueleencendíaelrostrocuandolascosasno
salíancomoélquería,ocuandosesentíarechazadoporunempresarioo
por una mujer y mantenía su mandíbula apretada, tensionando todo el
rostro. Sus reacciones físicas, que ni siquiera él mismo controlaba, eran
unlibroabiertoparaella.Descifrabasusmiradascuandoseasomabanal
precipiciotemporaldelosrecuerdosocuandohervíananteelnacimiento
deunanuevacomposición.Eracapazdedistinguirellenguajedesusojos
cuando destilaban ira, miedo, alegría, dolor o cuando brillaban con un
tonogrisluminosoanunciandounaférreadefensadeloqueconsideraba
suyo. Este era el matiz favorito de Lina porque mostraba sin tapujos al
hombrequeseocultababajolaaparienciaarmadadeunniño.Entendíasus
largossilencios,susoasisdesoledadenlosquesusojosseclavabanen
las partituras que presidían el Steinway sobre el que volcaba de manera
casi enfermiza toda la música que su mente le iba dictando y a veces no
era capaz de procesar a la velocidad marcada. La paciencia que ella no
teníaensusclasesdecantolaempleabaparacalmarlasansiedadesylas
inseguridades del genio, manejándolas de una manera dulce aunque con
firmeza,tejiendounateladearañaresistentequeamortiguaraelgolpeen
casodecaída.YSerguéisabíaagradecérselo,asumanera.Undíadecidió
tocarparaellalaobralíricaElamordelastresnaranjas.Estafueunaidea
que surgió de su amistad con el director de orquesta, Cleofonte
Campanini. En un primer momento, Prokófiev pensó que sería el
momento perfecto para poner en pie la ópera de El jugador, que había
escrito años antes basándose en la novela de Fiódor Dostoievski y de la
que se sentía especialmente orgulloso. Sin embargo, no pudo hacer
realidadeseviejosueñoaldejarolvidadalapartituraorquestalenRusia
sinposibilidadderecuperarla.Lejosdedejarsevencerporlacontrariedad
y siempre con el apoyo de Lina, se centró en una historia en la que ya
habíapensadohacíaaños:Elamordelastresnaranjas,unaóperasatírica
basada en una fábula escrita por el italiano Carlo Gozzi. El argumento
parecía algo absurdo: un joven príncipe, hijo del rey de Tréboles, es
embrujadoporlamalvadabrujaFataMorgana,quelecondenaarecorrer
el mundo en busca de tres naranjas que en realidad encierran a tres
princesas.Enlaterceradeellasencontraráelamor.
—Megustaríaquemeayudarasatraducirloalinglés—lepidióaLina
—.VeraJanacopoulossecomprometióaayudarme,peroestádemasiado
ocupada con sus actuaciones. Además, tu conocimiento del idioma es
mayor. Habría una posibilidad de estrenarla en el Covent Garden de
Londres y sería perfecto tener traducido el libreto. Te pagaría por ello,
porsupuesto.—Linasonriósinsabersilohacíaporelsalarioprometido
oporlaconfianzaqueestabadepositandoenellaalhacerleeseencargo—.
Y eso no es todo. Quiero que te olvides de una de las naranjas, de la
princesa Violetta, porque va a desaparecer de la obra. —Lina mostró su
sorpresalevantandosuscejasyabriendosusojos.Noentendíanada.Era
laprimeranaranjaqueaparecía—.Apartirdeahorasellamaráprincesa
Linette. —El anuncio le iluminó su rostro al escuchar su nombre
rebautizando a uno de los personajes—. Querida, acabas de entrar en
escena.
Cuando llegó a su casa, no pudo esperar a contárselo a su madre. El
famosoProkófievhabíapuestosunombreaunodelospersonajesdesu
nuevaobra.Comodecostumbre,OlgaNemiskaianopudoevitarecharle
unjarrodeaguafría.
—Noseasinocente.Lohahechoparaquedarbien.
—¡Mamá! —protestó de manera infantil. Ni siquiera se enfadó. Estaba
demasiadoexcitadapararendirsealenojo.
—Esperaaqueestépublicadayestrenada,yluegoyaveremos.Además,
la princesa Linette muere de sed. ¿No hubiese sido mejor que fueras la
princesaNinette?
—Puesnolosé,teniendoencuentaqueseconvierteenunaenormey
peludarata.
—Sí,perosecasaconelpríncipe.
—Esunafábula,mamá…
—Losé.Perorecuerdaquealgunassehacenrealidad.¿Yahasolvidado
lasfábulasquetecontabatuabuelacuandoerasniña?
En el fondo, Lina sabía que su madre adoraba a Serguéi, aunque solo
fuera porque era imposible no hacerlo después de escuchar su música.
Ambosseadmirabanyrespetabansuscarreras.Además,suamadohabía
pasado la prueba de fuego del primer encuentro con Olga, que se saldó
con un rotundo éxito, aunque su madre se esmerase día tras día en
ocultarloaojosdesuhija.NoqueríarelajarlaguardiayqueLinapudiera
entenderlo como una disminución de la preocupación que le provocaba
aquella relación. En su primer encuentro, Serguéi y Olga, unidos por su
pasión por la música y por una encubierta nostalgia por su tierra,
estuvieronhablandodelfuturodelosnuevosinquilinosdelKremlinyde
ladevastadoraguerracivilrusadesatadaentrerojosyblancos.Enaquel
primer encuentro, ambos entendieron que el dolor en la distancia podía
unirmásquelaalegríacompartidaenlaproximidad.
5
Hacía frío y llegaba tarde. Las grisáceas calles de Nueva York
mostraban sus márgenes acicalados con abundantes montículos de nieve
que aportaban al asfalto un punto de luz que iba apagándose cuando la
densa mezcla de barro, aceite y humo vomitada por el tráfico los
devoraba. «Qué poco duran los cristales del cielo cuando llegan a la
tierra», solía pensar Lina al ver cómo desaparecía la delicada loma de
coposblancosenlosquehabíamudadoelaguaheladaexpulsadaporlas
nubes.
Sumenudocuerponolograbaencontrarelanheladoresguardocálido
enelinteriordesunuevoabrigodepielgrisperla,regalodesumadre,
quehabíadecididoestrenaresedía.HabíaquedadoconSerguéienunode
sus lugares favoritos, el edificio Woolworth, el rascacielos más alto del
mundoenaquelaño1919.
Lina llegó tiritando, envuelta en un ligero temblor que apenas podía
controlar, con las manos frías a pesar de la supuesta protección de unos
guantesdepielmásdecorativosqueefectivos,elpaladarcongeladoquele
impedía hablar con claridad, y sin apenas sensibilidad en la punta de su
narizquelucíaencarnada,loqueacentuabalaexpresióninfantilquesolía
lucirsurostro.
—Avecesseteolvidaquesoyespañola,unatierradondesiemprehace
solylatemperaturanocastiga,soloacariciacálidamente.Comprendoque
notengasniideadeloquesuponeesaagradablesensación,peroestaría
muy bien que la tuvieras en cuenta si no quieres que muera de
congelación. Necesito un café con leche muy caliente, a ver si logra
reanimarme. —Se dio cuenta de que ni siquiera había dejado hablar a
Serguéi, que la observaba de manera divertida, esperando el mejor
momento para intervenir. Le conocía. Algo le pasaba. Tenía algo que
decirle, pero no encontraba la manera de hacerlo. Nunca fue bueno a la
horadebuscarelmejormomento,eldondelaoportunidadnoeraunade
suscualidades,peroenesatorpezatambiénresidíapartedesuencanto.Su
mediasonrisaladeadayunbrillopícaroensumiradalaanimóapensar
queeranbuenasnoticias.
—Quiero que vengas conmigo a la cena del Club Bohemians que se
celebrará en honor al pianista Harold Bauer. Es una cena de gala. —La
expresiva mirada de Lina se iluminó más de lo normal, mientras que su
sonrisa se abría como una flor ante él. A Serguéi le encantaba aquella
sonrisa, siempre fresca y jovial, dispuesta a ser estrenada, como si se
reservara incólume y virgen hasta que él aparecía y la contemplaba—.
Estaremosenlamesadehonor,asíquemástevaleirguapa,porquetevan
a mirar todos. Me refiero más guapa que de costumbre, si es que eso es
posible—dijoadulador.
La alegría inicial que por unos instantes le había robado la capacidad
del habla se transformó en una sombra que eclipsó su rostro. ¿Qué
ponerse? Esa era la preocupación que lograba turbarla. No tenía ningún
vestidodenoche,almenosnolosuficientementeespecialparaacudiraun
acontecimiento tan exclusivo. Se enfrentaba a su primera cena de gala y
Lina lo entendió como una prueba de fuego. Era la primera vez que
Serguéilehabíapedidoirdesubrazo,comosucompañeraoficial,enun
evento de esas características. Lo del concierto de Rachmáninov había
sido algo diferente. El Club Bohemians era otro nivel y requería otra
actitud. No sabía si le hacía más ilusión acallar las malas lenguas que
asistiraunactoalquemuchospagaríanporpoderacudir.Teníaqueestar
perfecta,porellaperoespecialmenteporSerguéi,oasílosentía.
Olga vio en la falta del vestido apropiado la excusa perfecta para
quitarle de la cabeza a su hija la idea de asistir a aquella cena. Se
equivocaba. Lina no pensaba amilanarse ante uno de los retos más
importantes de su vida —aparte de interpretar algún día a Gilda de
Rigoletto,deVerdi,oaLiúdeTurandot, de Puccini— por un detalle tan
banal.Sieranecesario,seloconfeccionaríaellamisma.
LasalvaciónvinodelamanodeVeraJanacopoulos,quesepresentóen
casa con el vestido que convertiría a Lina en la Cenicienta de la noche.
Habíaelegidoparaellaunvestidodelaméencolorrosayplata,untejido
cuya apariencia de metal líquido logró acentuar aún más su seductora
figura. Estaba realmente espléndida, irradiaba luz, juventud y belleza.
Parecíaunaactrizrebosandoglamursinnadaqueenvidiaralasestrellas
delcinedelmomento,ClaraBowoGloriaSwanson.
Cuandosumadrelavioaparecerenmitaddelsalón,nopudoevitarla
pregunta.
—¿Deverdadvasairdelbrazodeesehombre?—Tuvoqueesforzarse
paranoreconocerloverdaderamentehermosaqueestabasuhija.
—Mamá,porfavor,habrámuchosmásmúsicos.Esunaveladaartística.
Novaapasarnada.Confíaenmí.
—En quien no confío es en la lengua de la gente. ¿Qué pensarán?
Creeránqueeresunasimplecompañíadelasmuchasquetiene.¡Noeres
sunovia,nisuesposa,nisiquierasuprometida!Piénsalo,diránqueeres
una nueva jovencita ligera de cascos. —Olga fue consciente de que el
comentario,aunquecargadoderazón,erainjustoconsuhija.
—Sabes que si no me das tu permiso, no iré —admitió, sabiendo a lo
que se arriesgaba con semejante declaración—. Y también sabes lo que
estosuponeparamí.Dependedeti.
Enesemomento,eltimbredelapuertarompióelsilencioquesehabía
apoderado del apartamento familiar. Era Serguéi, que no pudo evitar
sentirse impresionado ante semejante beldad. Cuando pudo reaccionar,
descubrióqueelsemblantedeOlgaNemiskaianoeranadaprometedor.
—Quiero que la traigas de vuelta a casa a las doce. —La orden sonó
másaamenazaqueaotracosa,sobretodocuandodecidióquetodavíano
habíadicholaúltimapalabra—.¡No!Alasonceymedia.
—Estaráencasaalasonce.Ledoymipalabra—leprometióSerguéi.
—Mástevale.Oiréyomismaabuscarla…aellayati.
Lina estaba tan nerviosa que ni siquiera se dio cuenta de que su
presenciaeraelcentrodeatencióndetodaslasmiradas,repartidascasia
partesigualesentrelasderendidaadmiraciónporpartedeloscaballeros
ylasnopocasrecelosasdealgunadama.Elatractivodelajovenespañola
comenzaba a ser el tema más comentado en los círculos artísticos
neoyorkinos.Todosqueríanconocerla,observardecercasubellezalatina
y racial de la que daba buena muestra su cabello negro elegantemente
ensortijado,susojosnegrosrasgados,susfaccionesdelicadas,angulosas
ysuaves,quelehacíanmostrarseigualdebellaconysinmaquillaje,sus
medidas perfectas estrechándose en una delicada cintura y un cuerpo
armónicamente proporcionado aunque de estatura menuda, que siempre
elevabaconlacorrectaeleccióndeunoszapatosdetacónquerealzabany
afinabanaúnmássufigura.Tenerlaocasióndeentablarunaconversación
con la misteriosa española, e incluso escuchar algunas de sus
interpretacionesvocalesparalasquetantosepreparaba,eraelobjetode
deseo de muchas personalidades. Su capacidad para hablar hasta cinco
idiomas, sus maneras educadas, su carácter divertido aunque salpicado
deliciosamente de una inicial timidez que algunos podían confundir con
ciertaingenuidad,ysutalentoparalamúsicayelartelaconvertíanenla
compañíaperfectayenelfocodeatraccióndetodafiestaquesepreciara
yquenadiequeríaperderse.
Disfrutó conversando sobre la música de grandes contemporáneos,
comolaeternaQuintasinfoníaendosostenidomenordeGustavMahler.
También se alabó la maestría del catalán Pablo Casals, afamado
violonchelista y compositor al que el padre de Lina se refería
continuamente sobre todo por su negativa a actuar en Rusia tras la
revolución y la llegada de los bolcheviques al poder. Se mencionó
igualmente el perfeccionismo casi enfermizo de Arturo Toscanini, un
brillantedirectordeorquestaaquienOlgaNemiskaiahabíaconocidoen
Milán, cuando fue nombrado director de La Scala, donde había
permanecido hasta 1908. Lina se encontraba en un paraíso del que no
queríasalir.
—Quiero presentarte a Arthur Rubinstein. —Serguéi se encargó de
hacerlaspresentacionesnadamásllegaralClubBohemians—.TheNew
YorkTimesletratamuchomejorqueamíensuscríticas,perosindudaes
porsuorigenjudío.NadatienequeverqueengrandezcaaúnmásaChopin
ensusinterpretaciones.MequedaelconsuelodequeelCarnegieHallme
brindó un recibimiento más cálido que a él. —Sonrió al ver la mirada
embelesadaquesucolegaledirigíaasuacompañanteyviolanecesidad
de advertirle a Lina sobre el personaje que tenía enfrente—. Intentará
embaucarte contando la pasión que siente por la música de compatriotas
tuyoscomoManueldeFalla,IsaacAlbénizoEnriqueGranados.Peroten
cuidado, querida, ostenta por méritos propios una indiscutible fama de
seductory…¿cómotedefiniómiqueridoThomasMann?¿Vividor?
—Joiedevivre.Vasatenerquerevisartufrancés,Prokófiev.Hablóde
mialegríadevivir.—RubinsteintomólamanodeLinayseinclinóhacia
ella haciendo que depositaba un sentido beso, pero sin rozarle la piel,
como dictaba el protocolo—. No le haga caso. Como ya sabrá, su
encantador acompañante pierde todo su encanto cuando sus manos
abandonanelpiano.
Linaestabadisfrutandodelmomento,loquenoleimpidióruborizarse
cuando, al girarse para recibir la copa de champán que le ofrecía un
camarero,escuchóelcomentariodelportentosopianistapolaco.
—¿Dóndehaencontradoustedesabelleza,Prokófiev?—lepreguntó—.
Creoqueconalguienasíamiladoymirándomedelamaneraqueellale
mira, mi inspiración sería eterna. Supongo que sabrá que está
completamenteenamoradadeusted.
—Nosoloeso.Sehaconvertidoenalguienindispensableenmivida.La
necesitoamilado.Llámemeegoísta.
—Se me ocurren cosas peores que llamarle, amigo mío. Mi
enhorabuena, eso sí, desde mi más profunda envidia que, si pudiera,
convertiría en rivalidad. Pero creo que tendría la batalla perdida y
sabiéndolodeantemano,escompletamenteinútiliralaguerra.
La velada transcurrió con mayor facilidad de lo que Lina había
imaginadoynolecostónadaconvertirseenlaprotagonista.Todofueron
sonrisas, conversaciones artísticas, palabras de halago y gestos de
aceptación. Fue allí cuando escuchó por primera vez la posibilidad de
viajaraParísylasugerenciavinodelabocadeRubinstein,comomuchas
delascosasdelasquesehablaronaquellanoche.
—Querida Linette, le comentaba a Prokófiev la conveniencia de ir a
París. Allí se está gestando una verdadera revolución artística. Están
llegando creadores de todo el mundo para convertirla en la capital del
universocultural.Tendríaqueoírcómohablaallílagente,cómoescriben
los escritores, cómo pintan los pintores, cómo tocan los músicos, cómo
bailan los cómicos… ¡y cómo visten, hablan, fuman y ríen las mujeres!
Estánaciendounanuevasociedad,libre,independiente,abierta,sinmiedo
alavanguardia,sinatadurasmoralesnitradicionales.Eselúnicoparaíso
enlatierradondepodremosrecuperarnosconclasedelosestragosdela
guerra. La ciudad destila glamur por cada traicionero adoquín de sus
calles.¿Sabeusted,querida,queelejércitofrancésfuealaguerraentaxi?
—¿Entaxi?—sesorprendióLina.
—Fueunasolucióndeunaúltimahora—explicóRubinstein—.Francia
había convocado a más de diez mil reservistas para ir al frente, pero el
ejército solo tenía transporte para cuatro mil soldados. El resto fueron
acomodados en los más de seiscientos vehículos Renault AG de color
rojo, el modelo elegido para la flota de los taxis de la ciudad. La
improvisada comitiva bélica, enfundada en su característico uniforme,
colorazul,saliódelHotelLesInvalidesdeParísydesfilóporlaciudad
bordeando el Arco de Triunfo y luego enfiló los Campos Elíseos. Un
espectáculodignodeservisto.Elpatriotismonuncadesfilóporlascalles
deningunaciudaddelmundoconladignidadconlaquelohizoaquel7de
septiembrede1914—sentencióRubinstein—.Paraesohayqueteneruna
visiónmuyauténticadelavidaquealgunosidiotaspuedenconfundircon
excentricidad. Hágame caso, Linette, es allí donde hay que estar en estos
momentos.Paríssevaaconvertirenunagranfiestaalaqueconvieneno
faltar. Además, todo el mundo está invitado. Y si me lo permite, usted
puedeserunadiosaenlaciudaddelaluz.Bueno,enrealidad,ustedpuede
serloenellugardelmundoqueelija.
Fue la primera de muchas apariciones públicas que desde ese día
protagonizólapareja.Linaeralamujerdelaquetodoelmundohablaba
enelmundilloartísticodeNuevaYorkytodosqueríanverla,saludarlay
conversarconella.Sesentíacómodaconlaexpectaciónqueprovocabasu
presencia. Solo deseaba que algún día ese interés estuviera causado no
solo por su físico y por su condición de acompañante de la sensación
musicaldelmomento,SerguéiProkófiev,sinoporsuinterpretacióndela
protagonista de la ópera La doncella de nieve de Nikolái RimskiKorsakov. Únicamente tendría que desearlo con fuerzas y seguir
trabajandoparaconseguirlo,comoleanimabaSerguéi.
Era algo habitual verla recibiendo las lisonjas por parte de los más
variados hombres que la veían aparecer junto a Prokófiev en las fiestas,
recepciones, conciertos, restaurantes o sencillas reuniones de amigos.
Triunfóenelespectacularbailededisfracesqueorganizóelcoreógrafoy
bailarín Adolf Bolm, una de las estrellas del ballet de Diáguilev, que
insistió en que la pareja asistiera al siguiente estreno de su propia
compañía,elBalletIntime.Todoslacortejaban,peroellasoloteníaojosy
corazón para una única persona. Sabía controlar de manera magistral
todas las situaciones y de todas lograba salir airosa. A Serguéi, lejos de
molestarle, le henchía de orgullo. La observaba atentamente y le parecía
estarcontemplandoaunadeesasbailarinasdelosfamososBalletsRusos
de su amigo Serguéi Diáguilev que se desplazaban por el escenario con
una delicadeza exquisita, aparentemente frágiles pero seguras del lugar
queocupanenlaescenaydellugaralquedebendirigirse.Asísorteólos
galanteos del director austriaco Artur Bodanzky, antiguo asistente de
Mahler, así como los del pianista polaco Josef Hofmann. Y aunque le
divirtieron,tampocoprestómayoratenciónalfamosoescultorrusoGleb
Deriuzhinskiyesoquehabíaamenazadoconvengarsedesuindiferencia
enlaesculturaqueestabarealizandodelacabezadeSerguéi.
—LacabezadebarrodeProkófievestáquedandofrancamentebien—le
dijo Deriuzhinski durante una maratoniana velada de bridge al que tan
aficionadoeraSerguéiyquealcanzólasochohorasdeduración—.Pero
nomepuedoimaginarcómoquedaríalasuyasimepermitierarealizarla.
Aunque sus facciones no son para trabajarlas con barro, requieren un
delicadomármolblanco.¿Meharáesehonoralgúndía?
La sonrisa de la pretendida modelo se convertía en la antesala de una
respuestaquesiempreprometíaesperanzaperoningunaconfirmación.
—Quizá cuando logre ganar a Prokófiev al bridge o al ajedrez,
podamos empezar a hablar del tema —respondió divertida al conocer la
merecida fama de excelente jugador de ajedrez que acompañaba desde
pequeño a Serguéi, quien presumía de haber ganado al mismísimo
Capablancaenunaexhibicióncelebradaen1914.SiProkófievnohubiera
encontrado su lugar en el mundo colmando las partituras de bemoles y
sostenidos, lo habría hecho sobre un tablero de sesenta y cuatro casillas
disponiendo de dieciséis piezas blancas y otras tantas negras. Esos dos
coloresmarcadamenteantagonistas,tantoenuntablerocomoenelteclado
deunpiano,estabandestinadosaperfilarlastonalidadesdesuvida.
UnamañananotóaSerguéimásabstraídoensuspensamientosquede
costumbre.Linapensóquepodríadebersealapróximacelebracióndesu
treintacumpleaños.Estabapreparandounacomidaespecialenlacasade
unos amigos a la que irían después de pasar la mañana paseando por la
orilla del río Hudson. Le había comprado una bonita pitillera en la que
teníapensadograbarleunpequeñoversodeunodelospoemasdeAnna
Ajmátova a los que él mismo había puesto música. Estaba ultimando los
preparativos con delicadeza, con especial cuidado en no exagerar el
evento, ya que sabía que llegar a la treintena no era algo que le hiciera
demasiadagraciaaSerguéi.
Pero el ensimismamiento mostrado no tenía nada que ver con su
cumpleaños. Aquella conversación con su amigo Rubinstein sobre la
convenienciadeviajaraParíshabíamovidociertosresortesensucabeza
que, cual efectivas piezas de ingeniería, habían comenzado a engrasar
algunasideasensucerebro.Llevabatiempopensandoenlaposibilidadde
regresaraEuropaparapodercontinuarconsuprocesocreativo.Teníala
impresióndequesucarrerahabíacomenzadoaestancarseenlosEstados
UnidosynosoloporlacancelacióndelestrenodesuóperaElamordelas
tresnaranjas, motivada más por el fallecimiento inesperado del director
delaorquestadelaópera,elitalianoCleofonteCampanini,sinoporquele
daba la sensación de que su composición musical podía volverse
monótona,algoqueleaterraba.Necesitabaunnuevoairequeleayudaraa
respirarmásenérgicamenteylepermitieravolcartodoloquesonabaen
sucabezasobreunpentagramademaneraoriginal,rompedorayseñera.
EseeraelsonidoProkófievyperderlosupondríalamuerteenvida.Yasí
selohizoveraLinaduranteundesayunoenelHotelPennsylvania,enla
Séptima Avenida, entre las calles 32 y 33, donde habían quedado para
verse antes de que Serguéi viajara hasta Chicago para intentar solventar
losproblemassurgidosaraízdelacancelacióndesuesperadaópera.
Esamañanaaparecióligeramentepálido,conunairedemacradoensu
rostro a pesar del perfecto rasurado que siempre mostraba. Un velo de
fragilidadcubríasusemblante.Noeranhabitualeslossurcososcurosque
nacían bajo sus párpados inferiores y por eso llamaban más la atención.
Parecíacansado.
—¿Qué te parecería viajar a París? —La pregunta sembró la sorpresa
en el rostro de Lina—. Allí podrías seguir con tus clases de canto.
ConozcoaunaprofesoradeSanPetersburgo,FéliaLitvinne,quepodría
sacarmuchomáspartidoatuvoz.Nomecostaríanadaconvencerlapara
queteadmitieracomoalumna.Yestoyconvencidodequeprontopodrías
actuarenalgúnteatro.¿Quéteparece?
—¿Esto es por Rubinstein? —preguntó Lina con un cierto tono de
desconfianza.
—No.Estoespormí,porti,pornosotros.—Serguéinomentía,pero
tampoco decía toda la verdad. Había una razón más poderosa que le
empujabaacruzarelAtlánticoyregresaralviejocontinente.
—¿Esporella?—preguntóLinaconunejércitodesombrascruzándole
lamirada.
—¿Porquién?—Porunmomentopensóquehabíasidocapazdeleersu
pensamiento.
—PorStellaAdler—dijomientrasdejabalatazadecafésobreelplato
con delicadeza, a pesar de los pensamientos que estaban enfangando su
imaginación—.Vilanotaquetedejóenelhotelenlaquedecíaquequería
verte.—ElcomentarioparecióextrañaraSerguéi,loqueenciertaforma
la alivió—. No quiero que pienses que me inmiscuyo en tus cosas sin
permiso o que me estoy convirtiendo en una histérica llevada por los
celos.Elmensajemelodioelconserje,seguramentecreyendoquetelo
entregaríasinmás.Penséquepodíaseralgoimportanteyporesololeí.
Dimetúsiloes.
—Esporotramujer.—Alverlaturbaciónquesuafirmaciónacababa
deprovocarenlajoven,Serguéinopudoevitaresbozarunasonrisaque,
sinembargo,encerrabademasiadamelancolíaytristeza.Enciertamanera,
le despertaba cierta ternura el episodio de suspicacias sentimentales que
sindudahabíaalimentadoydelquenosesentíaespecialmenteorgulloso,
almenosenaquellaocasión—.Noseastonta,sabesqueesosonsandeces,
yadeberíastenerloclaro.Esamujersoloqueríaqueledieraunasclases
depiano—dijo,ateniéndosealaverdad,cuandomenosenloconcerniente
aél.
—Sí, claro, clases de piano… —replicó ella, recuperando entre sus
manoslatazadecafécaliente.
—Esmimadrequienmepreocupa.
LaconfesiónhizoqueLinasesintieraridículaporlaabsurdaescenade
celosqueacababadeprotagonizar.Noeralaprimeravezquelaexpresión
deSerguéidesaparecíatrasunanubedeinquietudantelaimpotenciadeno
poderconseguirquesumadresalieradeRusia.Ladescarnadaguerracivil
entre los bolcheviques y el denominado Ejército Blanco, partidario del
antiguo régimen zarista, estaba devastando el país y sumiendo a la
poblaciónenuncalvariodehambre,fríoymuerte.Hacíamuchotiempo
quelosalimentosescaseaban,quelosestantesdelastiendassemostraban
vacíos,queenlospocoscafésquemanteníansuspuertasabiertasseveían
obligados a sustituir el azúcar por pequeños caramelos de anís y que el
tifusseextendíacomounmantonegrodeseosodeenterraralapoblación.
Serguéisufríaalimaginarasumadreenmitaddeaqueldesiertoaunque
nofuesecapazdeconocersuverdaderoalcance.
—¿Tumadre?—atinóapreguntar.
—Noestoysegurodequerecibaeldineroqueleenvíoperiódicamente.
Apenasmellegansuscartasylaspocasquelohacenmepartenelalma.
No me lo cuenta todo para no preocuparme, pero sé que está enferma,
tiene problemas en los ojos y allí no puede obtener el tratamiento que
requiere.Cualquierdíapuedequedarseciega.Ytodopareceirapeor.La
incertidumbre unida a la imposibilidad de sacarla del país, me consume.
Tengo miedo de no volver a verla. Quizá desde Francia tenga más
posibilidadesdeconseguirlo.Peronopodréhacernadasitúnoestásami
lado.
Linacogiósusmanosylasapretócontrasupechonosinantesbesarlas.
Le enterneció su aire de niño herido, abandonado, al que le habían
arrebatadolaesperanzadeencontrarconsuelo.Serguéihabíanacidopara
ser feliz y para triunfar, pero los acontecimientos parecían negarle esa
posibilidad.
Esa misma mañana, cuando Lina le despidió en la estación de tren,
comenzó a hacer planes para su viaje a Europa. Si algo tenía claro,
ademásdesussueñosdeconvertirseenunafamosacantantedeópera,era
su deseo de estar junto a ese hombre el resto de su vida, sin importarle
dondeestuvierasuhogarporquesuhogarseríaél.Elproblemaloibaa
tener en su casa. Casi podía escuchar los decibelios que alcanzaría la
contestacióndeOlgaNemiskaiaencuantolecontarasusplanesdefuturo.
Confió más que nunca en la reacción de su padre, aunque su apoyo no
solía ser demasiado vinculante. Era el precio de las continuas ausencias.
Peronoestabadispuestaaquenadie,nisiquieralosdosseresquemásla
queríanenelmundo,learrebataransussueñosantessiquieradeempezara
vivirlos.
6
No quiso acompañarle al muelle el día de su partida. Se veía muy
capaz de arrojarse a las aguas grises del puerto de Nueva York ante la
impotenciadeverlealejarsesinqueellapudierahacernadaparaevitarlo
excepto lanzarse al agua. Incluso tuvo un sueño los días previos a su
partida en el que su cuerpo se perdía entre el oleaje provocado por el
barcoenelmomentodezarpar,antelosojosinquietosdeSerguéi,quela
buscabanentrelamareadebrazosdespidiendoasusfamiliaresyamigos.
Mientras su cuerpo se hundía y desaparecía entre los reflejos del agua
podíaverle,ajenoalatragedia,consucaracterísticamiradaperdida,sin
imaginar la suerte que estaba corriendo Lina. Se despertó empapada en
sudor y presa de una respiración jadeante, casi asmática, que tuvo que
ahogarenlaalmohadaparanodespertarasumadre.
Semanasantes,habíaidoconélacomprarelpasajedelbarcoqueharía
eltrayectoNuevaYork-LondresconunaescalapreviaenParís.Elbillete
teníafechadelmartes27deabrilyunahoradesalida:lasseisdelatarde.
EnlosúltimosdíashabíanllegadobuenasnoticiasdesdeLondresdonde
el interés por el espectáculo era cada vez mayor. Y no habían sido las
únicas. La salida de Rusia de María Grigórievna estaba más cerca de
producirse gracias a las incansables gestiones realizadas por su hijo. Si
todosedesarrollabacomoestabaprevisto,muyprontoMaríaembarcaría
enelpuertodeNovorosíiskcondestinoaConstantinopla.Laintenciónde
SerguéieramovertodosloshilosposiblesdesdeFranciaparaobtenerlos
papelesdesumadreyhacerquellegaraaParís.Noeraunaempresafácil,
peronocesaríaensuempeñohastaconseguirla.
Eldomingoanteriorasupartidadecidieronpasarlolosdossolos,ya
que no sabían el tiempo que iban a estar separados debido a que la
decisión de Lina de seguirle hasta Europa se iba aplazando como el
estrenodesuobraElamordelastresnaranjasenChicago.Precisamente
esedíaquisosorprenderleconunaexcursiónalcondadodeOrange,enel
nortedelestadodeNuevaYork.
—Voy a echar de menos tus detalles —dijo refiriéndose a la elección
delcondadoenelcorazóndelvalledelríoHudson,cuyonombreeraun
claroguiñoasuópera.Elbuentiemposehabíaconvertidoensualiadoy
brindó a la pareja un día perfecto para el picnic que Lina llevaba
preparando toda la semana, en el que no faltaban los dos alimentos
preferidos de Serguéi: el queso y el vino—. ¿No tienes hambre? —
preguntó al ver que la joven no comía nada y parecía estar más
preocupadaporlospatosquesurcabanlasaguasdellagodelparqueyel
vaivéndelascopasdelosárbolescentenariosdebidoaltímidovientoque
sehabíalevantado.
—Tengomiedoaquenomeechesdemenoslosuficiente.
—Esquenovoyahacerlo…—dijosonriendoanteelgestodesorpresa
deLina—…porquevasareunirteconmigoantesdequemedestiempoa
extrañarte.
—Eso si logro convencer a mi madre de que acceda a que me vaya.
Cadavezquesacoeltema,esunadiscusiónquesiempreacabaenun«ya
veremos».Cuandocreoquelatengoconvencida,surgealgoquelehace
dudar.Avecespiensoquelohaceapropósito,quejuegaconmigocomosi
todavíafueraunaniña.Nosécuántomásvoyasoportarlo.
—Pues no lo hagas. Vente conmigo, no tendré problemas en
conseguirteunbillete.Noesperesalarespuestadetumadre,dalelatuyay
punto.
—¿Estás loco? —preguntó ofendida—. ¿Quieres que me vaya sin
decirlenada,sintenersupermiso?Lascosasnofuncionanasí.
—Lascosasnofuncionancuandoaparecetumadre,Lina.Daiguallas
muestrasqueledemos,locomplacientesqueseamosconella.Nuncatiene
suficientes garantías. Lleva intentando frenar nuestra relación desde el
principio.Ynoloniegues,porquelosabestanbiencomoyo.
—Tú no lo entiendes —dijo incorporándose del suelo sobre el que
habíantendidounamantaparaprotegersedelcésped—.¡Esmimadre!No
puedocomportarmeasí.
—Erestúlaquenoloentiendes.Yonopuedovivirpendientedeloque
tu madre decida o no para nosotros. No es justo ni para mí ni para ti.
Tienes que vivir tu vida, nadie puede hacerlo por ti, y mucho menos tu
madre.—Serguéitambiénseincorporóybuscólaproximidaddelcuerpo
deLina.Susmejillasencendidasevidenciabanelenfadoporloqueestaba
escuchando, aunque él sabía que el rubor y el brillo de sus ojos
respondían a la impotencia que sentía ante la indecisión de su madre. La
rodeóconsusbrazosylabesósinesperarningúnpermiso,nielsuyoni
mucho menos el de su madre. Y como de costumbre, ella no opuso
ningunaresistencia—.Sabesquetengorazón.
—Noquierodiscutir,Serguéi.Tevasenunashoras.Nomeperdonaría
pasarnuestrosúltimosmomentoshablandodemimadreybatallandopor
verquiéntienerazón.
—Dime,¿quéquiereshacer?—preguntódispuestoacomplacerla.
—Llévame a casa. —Su respuesta provocó que el gesto de Serguéi se
contrajera.
—Está bien —dijo dispuesto a obedecer sin más—. Recojo esto y te
llevoacasa.AsíOlgasealegrarádeverloprontoquellegasuhija.
—Nohedichoquequierairacasademimadre—matizóLinahaciendo
quelamiradadeSerguéiseinundaradeimágenesquedemomentosolo
cobrabanvidaensumente—.QuizánopuedadecidirirmecontigoaParís
pasadomañana,perohoysípuedodecidirloquequierohacer.Yquiero
estarcontigo.
Apenastardaronmediahoraencambiarelcéspedylamantadepicnic
por las sábanas de la cama del apartamento de Serguéi. No lo había
planeadoasí,peroeraloqueLinadeseabaporencimadecualquierotra
cosa.Necesitabaestarconél,pegarseaélynosepararsenunca.Cuando
las manos de Serguéi recorrían su cuerpo era cuando más segura se
sentía,másalejadadelmundo,delmolestoruidoexterior,detodoloque
no fuera su universo en común. Había encontrado su lugar en el mundo
entre sus brazos y no iba a permitir que ningún barco, viaje o decisión
materna la convirtiera en apátrida. Todavía no sabía cómo iba a
conseguirlo,peronotardaríamuchoenreunirseconélenParísodonde
lavidalossituara.Peroasulado.
Pasaron toda la tarde haciendo planes mientras sus cuerpos se
descubríancariciasdesconocidas,bebiendovinoycompartiendomiradas
y sonrisas que encubrían el juego prohibido que ambos disfrutaban sin
quenadiemástuvieraderechoainmiscuirse.
—¿Sigues sin querer acompañarme al puerto para despedirme? —le
preguntóSerguéimientrasvolvíaaacomodarsucuerposobreeldeella.
—Nopodríaaunquequisiera.Creoquemevolveríamáslocadeloque
estarésimequedoencasaimaginandocómozarpaelbarcoytealejade
mí.—Linasonrióbuscandounacomplicidadquenolecostóencontrar—.
Meconozco.Podríahacerunalocuraynotegustaría.
—Teequivocas.Meencantaquecometaslocuras.Deberíashacermás.
Tras entregar el baúl a los operarios del puerto y cuando ya había
subidoabordo,lecomunicaronqueelbarcoretrasabasusalidadebidoa
unos problemas de última hora que no revestían gravedad, pero que
impedían cumplir el horario previsto. Serguéi aprovechó para bajar a
tierra,buscarunteléfonoyhacerunallamada.Cuandoelsonidometálico
del timbre eclipsó la tranquilidad en el apartamento del 145 del
WashingtonHeights,Linayahabíarecibidounespléndidoramoderosas
rojas,estavezsinerrorenladestinatariadelatarjeta,yunsobreconlos
ciento cincuenta dólares prometidos para apremiarle en la traducción al
inglésdellibretodeElamordelastresnaranjas.
—Dime que vendrás, que no me dejarás solo —le rogó Serguéi
mientraseratestigodelossollozosdesuinterlocutora,queseaferrabaal
teléfonocomosiconesodetuvieralasalidadelbarco—.Noquierovivir
estaaventurasinti,noseríalomismo.Debemosestarjuntos.Esabsurdo
quenoseaasí.
LaindecisióndeLinaveníamotivadaporlaresistenciadesumadrea
darlepermiso,perolasituaciónexasperabaaSerguéi,quenoentendíalos
recelosdeOlgaNemiskaiaparaquesuhijaemprendieraaquelviajeque
sindudaseríabeneficiosoparasufuturoartístico.Tampococomprendía
sus dudas sobre la naturaleza de la relación que mantenían cuando
considerabaquelehabíadadopruebasmásqueevidentesdelrespetoyel
compromisorealquelebrindabaasuhija.
EnelmomentoenelqueelbarcoenelqueviajabaSerguéiseperdió
en las aguas del océano Atlántico, Lina comenzó a idear la manera de
seguiraquelrastrodeespumaqueleseparabadesusueñoydelhombre
queloforjaba.«Noséquéharésimequedosola,siélnoestáconmigo.
Mevolveréloca».
Sabíaquesumadreseríaunobstáculoensusnuevosplanes.Pormucho
que insistiera en el carácter profesional de aquel viaje, Olga continuaba
con el ceño fruncido. Aquellos surcos en su frente los sembraban en su
pielotrosfantasmasquenadateníanqueverconlasclasesdecanto.Siya
le parecía mal que apareciera del brazo de Serguéi en cualquier fiesta o
conciertoquesecelebraseenNuevaYorksinestarcomprometidos,podía
imaginarloquesumadrepensaríasobresalircorriendotrasélrumboa
Europa.Noesquenolegustaraaquellararezabolchevique,comoinsistía
en llamarle cada vez que su nombre motivaba una discusión maternofilial. Muy al contrario, le agradaba y mucho. Pero a pesar del
acercamiento entre ambos, tanto a nivel personal como musical, a la
madre seguía asustándole la opinión de la gente y el daño que las malas
lenguaspodíanhacerleasupequeña.Sabíaqueamabaasuhijayqueno
había llegado tan lejos en ninguna relación mantenida con otra mujer.
Peronopodíaremediarlevantarundiquedeprotecciónyprudenciaque
exasperabaaLinayalpropioProkófiev.
NotardaronenllegarlascartasdeSerguéiconelfranqueofrancésque
Linaabríaávidamentecomosiensuinteriorseencerraraelsecretodesu
felicidad. En ellas le contaba con detalle su emotiva llegada a París,
cuando su amigo Diáguilev abandonó sus coreografías con los Ballets
Rusos y fue a recibirle al grito de «Ha llegado Seriozha Prokófiev». Le
detallabasudíaadía,susperipeciasparaencontrarunacasa,paraavanzar
enlastrampasburocráticasdelpapeleoyconseguirquesumadrellegara
a París, en los nuevos contratos que le ofrecían los teatros parisinos y
europeos,losavancesensusnuevascomposiciones,elclimaartísticotan
distintoalvividoenNuevaYorkylacomidaexquisitaqueencontrabaen
cada restaurante de la ciudad. Pero lo que alimentaba la imaginación de
Lina eran todos aquellos encuentros con grandes artistas que le narraba
pormenorizadamente:
HeconocidoaRavelymeharogadoquenolellamemaestro.Stravinskisehamostrado
muyamableconmigo,inclusomehafacilitadounpianoparaquenopierdaunsolominutosin
componer.Picassoesunserespectaculary,alhablarledeti,mehadichoqueestádeseando
conocer a su bella compatriota. A Jean Cocteau le conocí en una fiesta en la casa de una
mujer fascinante, madame Edwards, Misia. Te encantaría esta mujer, es refinada, elegante y
hastalosmásgrandesserindenasuspies.CreoqueenParíselarteylaculturanoexistirían
si ella no estuviera moviendo sus hilos. Todos dicen que tiene un olfato portentoso para los
nuevos talentos y que no suele fallar. Y lo mejor es que me ha prometido que hará todo lo
posible para agilizar el visado de mi madre. Pienso cada noche en el día en el que pueda
presentarte a todos ellos. ¿Me vas a obligar a ir a buscarte? Necesito que estés aquí, a mi
lado.Nopodréconseguirlosinti.Nomecastiguescontuausencia.
Esas misivas alimentaban el fuego interior de Lina, que estaba
considerandoseriamentematerializarsuspesadillasdelanzarsealmary
alcanzarelpuertodeLeHavreaunquefueraanado.
Durante semanas estuvo buscando la mejor manera de afrontar la
conversacióndefinitivaconsumadre,ideandoargumentosquevalidaran
su decisión de embarcar su vida rumbo a Europa, aunque realmente el
vientoquelatransportaríasoplaraendirecciónaSerguéi.Podíaescuchar
en su cabeza la retahíla de preguntas que saldrían de la boca materna:
«¿Viajar a un país extranjero con alguien que no es tu marido? ¿Dónde
dormirías?¿Enquécasavivirías?¿Quéharíasenlanuevaciudad?¿Quién
estaría vigilándote? ¿Qué pensaría la gente?». Esa pregunta se había
convertido en la inevitable apostilla con la que Olga Nemiskaia solía
acabar todas sus frases: «¿Qué pensará la gente?». Lina siempre se
quedaba con la respuesta en la boca, a la espera del momento adecuado
parapoderpronunciarla:«Lagentedejarádepensarenticuandotúdejes
depensarenella.Esasídesimple».Peronoeraelmomentodeairearsu
rebeldía.Debíacontenerse,actuarconinteligenciaeintentarquesumadre
contemplara la situación como una oportunidad para su futura carrera.
Desde luego, las clases de canto con una de las mejores profesoras de
Parístendríansupeso,peronoseríansuficienteexcusaparapersuadirasu
madredelaconvenienciadeaquelviaje.HabíasidoideadeSerguéi,yeso
suponía un problema. Intentó hacerse con el favor de su padre, algo que
no le costó conseguir aunque con la contrariedad de que se encontraba
fuerayporteléfonoelpermisopaternosonóconmenosfuerza.
—Además—añadió,recitandodememoriaunguiondiseñadodurante
las últimas semanas—, no estaré sola. En París están tus amigos Zelda y
HenryLiebman.Ellospodráncuidardemíytecontaránquéhagoencada
momento. Y están Vera y Aleksey Stahl. ¡Va a ser como estar en casa!
Mamá, por favor, ¿es que alguna vez te he dado motivos para que no
confíes en mí? Sé que es una decisión difícil, aventurada, pero mírame:
meconocesmejorquenadieynuncatehedecepcionado.¿Esqueesono
vale nada? —Se le acababan los argumentos al mismo ritmo que la
paciencia y el gesto impertérrito de Olga no permitía albergar grandes
esperanzas—.Ysinadadeestotesirve,piensaqueenalgúnsitiotendré
quepasarlasvacacionesdeverano.¡QuémejorlugarqueParís!
Cuandoporfinconsiguióalgoparecidoaunveladoconsentimientopor
parte de su madre, no se lo pudo creer. Corrió hacia ella para
agradecérselo con tanto ímpetu que Olga no sabía cómo quitársela de
encima. Escribió a Serguéi comunicándole que la esperase, que por fin
salía rumbo a París y que podrían estar juntos, aunque no sin salvar
ciertos inconvenientes puntuales que a punto estuvieron de retrasar e
incluso anular el anhelado viaje. Primero, Olga cayó enferma y, ante la
ausenciadesupadre,Linanoseplanteódejarlasola.Cuandoseconfirmó
quetodohabíasidounsusto,uninoportunoproblemaconelpasajeylas
plazasdelbarcoenelquedebíaembarcaramenazarondenuevosusueño.
PeroLinaconfiabaenqueeldestinosealiaraconella,comofinalmente
sucedió.
LaúltimanochequepasóensucasadeNuevaYorkfueespecialpero
tambiénalgoincómoda.Olganopodíaesconderlatristezaquellenabade
tinieblas su rostro y su hija no sabía cómo disimular la alegría por la
inmediatez del viaje. Esa dualidad contradictoria la estaba matando por
dentro.Sesentíamalporsumadre,peroalmismotiempoestabaaescasas
horasdehacerrealidadunodesusgrandesdeseos.Sedisponíaatomarse
elúltimovasodelechequedurantemuchotiempoleserviríalamanode
su madre para luchar contra la anemia. El nerviosismo era tan evidente
queelvasoseresbalódesumanoysucontenidosederramóporencima
de la tapa del piano. El contraste del líquido blanco sobre la superficie
negradelinstrumentocreóunaextrañavisiónquecongelósurespiración.
Esperóduranteunossegundoselcomprensibleenfadoquepreveíaensu
madre, pero no se produjo. Se limitó a servirle otro vaso de leche, sin
más.Niunapalabrasaliódesuboca,niungestodedesaprobación,como
si no lo hubiera visto. Lina respiró profundamente como solía hacer
cuando necesitaba controlar una situación. Recordó la moraleja que
encerrabaunadelasfábulasnarradasporsuabuelaCarolina,aquellaque
advertía de la estupidez de llorar sobre la leche derramada. Mirar hacia
delanteynopensarmásenloqueyanotienesolución.Yasílohizo.
SEGUNDAPARTE
PARÍS
Oigan,siencienden
lasestrellas
esporquealguienlasnecesita,¿verdad?
Esquealguiendeseaqueestén,
esquealguienllamaperlasaesasescupitinas.
Oigan;
siencienden
lasestrellas
esporquealguienlasnecesita,¿verdad?
Esindispensable
quetodaslasnoches
sobrelostejados
ardaaunqueseaunasolaestrella.
VLADIMIRMAIAKOVSKI
Quéseríadelossueñossilagentefuerafeliz.
PIERREREVERDY
7
El manto azulado de las aguas del Sena que rodeaban en forma de
cálido abrazo las inmediaciones del puerto de Le Havre reconfortó a la
jovenpasajera.Eraunazulintenso,brillanteycristalinoquelerecordóa
lamiradadeSerguéi.ProntocomprobaríaquelosazulesenFranciaeran
más azules, como el azul horizonte del uniforme del ejército francés
confeccionadoconlailusióndequesussoldadosseconfundieranconel
cielo; el azul luminoso en las paletas de los pintores que mostraban sus
cuadrosenlaplaceduTertreenlacolinadeMontmartre;elazulmarino
delascreacionesdeCocoChanelllenandoelescaparatedesumaisonde
coutureenelnúmero31delarueCambon;elazulcristalinodelapiscina
delsalóndelLidoenelcorazóndelosCamposElíseos;elazulprietodel
exterior del café Procope, con sus espejos y sus cuadros de marcos
dorados; el refrescante azul de los licores que llenaban las copas de Le
Dôme Café… Meses más tarde, Picasso le confirmaría aquella primera
impresión:elazulparisinoeraunapaletadecoloresensímismo.
Sinduda,elazuleraunbuencolorparainiciarunanuevavida.
Despuésdealgomásdediezdíasembarcada,leresultóextrañopisar
tierra firme. Le hubiese gustado que el primer rostro familiar que
distinguieranadamásbajardeltransatlánticofueraeldeSerguéi,perono
fue así. Hubiera dado parte de su pesado baúl, lleno en buena medida de
ropaypartituras,porhaberlepodidoabrazarybesaralpiedelaescalinata
delbarcocomohabíavistohacerenlaspelículasycomohabíaimaginado
unaymilvecesenlasnochesdeinsomnio.Peronosucedióasí.Quizáel
retrasodedosdíasconelquehabíallegadoaParísteníaalgoqueveren
aquella inesperada y decepcionante ausencia. Lina se consoló pensando
que tendría un buen motivo. Sin embargo, sintió una desconcertante
sensaciónnadamásbajardelbarcoquelaobligóagirarsucuerpoenmás
de una ocasión, lanzando su mirada sobre la muchedumbre apostada en
aquel muelle, como si sintiera la proximidad de un encuentro que se
negabaaproducirse.Fuealgoextraño,nosabíacómodefinirloymucho
menos interpretarlo. Estaba cansada, eso sería todo. Los amigos de su
madrehabíanidoabuscarlaalpuertodeLeHavreyteníanelencargode
cuidar de ella. La recibieron con una cálida bienvenida adornada de
sonrisas,abrazosytodaunacoleccióndehalagosquellegaronaturbarla
a pesar de lo acostumbrada que estaba a ellos. «No me extraña que tu
madre nos haya pedido que no te perdamos de vista. Eres una jovencita
muy hermosa», comentó una de las amistades más íntimas de Olga
Nemiskaia,ClaraSpencer,unaamericanadecididayrisueña,quesehabía
convertido en una de las primeras mujeres aviadoras durante la Gran
Guerra.EnellaLinaencontróunaamigalealygenerosa,unainesperada
cómpliceyunpuntodereferenciaensubrújulavital.«Estoyconvencida
dequeseremosbuenasamigas»,levaticinóClara.Ynoseequivocaba.
LehabíanacondicionadounahabitacióndelpisoqueteníanenParísen
la rue Bassano, que a Lina le pareció perfecto, aunque sabía que no se
quedaríaallímuchotiempo.LoprimeroquehizofuellamaralHotelQuai
Voltaire, donde se alojaba Serguéi, y dejarle una nota después de que el
amable telefonista le comunicara que el señor Prokófiev no había
regresadodesuviajeaLondres,dondeseencontrabaultimandoelestreno
delaóperaElamordelastresnaranjasenelCoventGarden,asícomolos
preparativosdelapuestaenescenadelballetElbufón,enelquetrabajaba
junto a Diáguilev. Se quedó pensativa, intentando sin éxito esquivar una
creciente zozobra que comenzaba a presionarle el pecho. «Ya tenía que
estar de vuelta. Sabía que llegaba hoy», se dijo, intentando dominar al
monstruo de la preocupación que comenzaba a crecer en su cabeza.
Aquellaprimeranochenopudoconciliarelsueño.Leextrañabanohaber
recibidonoticiasdeél.Noentendíalainsistenciamostradaensuscartas,
las prisas transmitidas en sus telegramas y sus desvelos por conseguirle
unbilletedosmesesantesdeloprevistoparaquepudieraarribaraParísa
finales de junio y no en agosto, si cuando por fin llegaba al destino ni
siquiera aparecía para recibirla. No podía imaginar lo sucedido en los
últimosdosdíasenlavidadeSerguéi.Nimuchomenospodíasospechar
que ambos se habían cruzado en el puerto de Le Havre con apenas unos
minutosdediferencia.CuandoelbarcoenelqueviajabaLinaprocedente
de Nueva York atracaba en uno de los muelles del puerto, en otro
embarcaderosituadoaescasosmetroshabíallegadoelbarcoquetraíaa
Serguéi desde Londres como primera escala de su precipitado viaje a
Marsella, donde tenía prevista su llegada un vapor francés de nombre
Souirah en el que viajaba alguien muy especial. De manera imprevista,
aunquefueraalgoesperadodurantelosúltimosdosaños,lecomunicaron
quesumadreestabaapuntodellegaralpuertodeMarsella.Lasgestiones
prometidaspormadameEdwards,Misia,alpropioProkófiev,asícomola
inestimable ayuda de los Stahl y del propio Stravinski —que no sería la
primera vez que iba a olvidar su eterna rivalidad con Prokófiev—
hicieronposiblelaobtencióndelvisadoylacompradelbilleteparaque
MaríaGrigórievnaembarcaraabordodelSouirahocupandouncamarote
de tercera clase. Hacía meses que había abandonado Rusia desde
Novorosíisk, tras pasar por un campo de refugiados cerca de
Constantinopla,quehabíaminadomássuyadeterioradasalud.
La entendible y casi enfermiza precipitación de Serguéi por llegar
cuantoantesaMarsellahizoquetuvieraqueesperarvariashoraselarribo
delvaporfrancésenelqueviajabasumadre,quenotocópuertohastalas
diez de la noche, lo que le obligó a emplear el tiempo de espera en
deambularporlaciudadsinsaberqueLinalebuscabaconlamiradaamás
denovecientossesentakilómetrosdedistancia.Creyóqueeltransatlántico
que la traía desde Nueva York se retrasaría aún más, pero no fue así.
Cuando por fin atracó el Souirah, Serguéi estuvo buscando a su madre
durantecercadedoshorassinpoderencontrarla.Subióybajódelvapor,
preguntóalatripulación,escudriñóeltránsitodepasajeros,sedesesperó
desplazándoseallugardestinadoparalosequipajes.Nirastrodesumadre.
Cuando a punto estaba de abandonar, convencido de que María habría
perdidoelbarcooespeculandoconcualquierotrorazonamientoenelque
prefería no pensar, oyó unas palabras pronunciadas en ruso. «Yo me
quedaré con la señora Prokófiev. Ha debido haber algún error. No creo
quetarde».Serguéisegiróenbuscadelpropietariodeaquellavozyno
tardó en dar con él. Era Schletzer, sobrino de su amigo el pianista y
compositorAleksanderScriabin,quecasualmentesehabíaencontradocon
su madre y se había comprometido a quedarse junto a ella hasta que
abandonaraelbarco.Guiadoporél,subiódenuevoalnavíoenbuscade
su progenitora. Le costó reconocerla. Habían pasado dos años desde la
última vez que se vieron, pero parecían dos décadas. María Grigórievna
mostrabaunaspectocansado.Parecíahaberencogidovarioscentímetrosy
habíaperdidomuchopeso.Supielestabacastigadaporelsolymostraba
una extraña tonalidad morena frente a la lividez que siempre la había
caracterizado. Con la mirada perdida tras unas gafas ahumadas que
escondían el grave deterioro de sus ojos, ni siquiera se percató de la
presencia de su hijo. Serguéi sintió una punzada en el corazón que
rápidamente apartó para dirigirse a ella y sacarla de aquel camarote
abarrotado de personas. En cuanto tuvo delante a su hijo, desapareció la
tristeza y el cansancio que marcaba su rostro demacrado. Se abrazaron
comoloharíandosnáufragosperdidosduranteañosenunaisladesierta.
Les llevó unos minutos poder separarse. Demasiado tiempo, demasiada
vida,demasiadosilencio.
Serguéileofreciósubrazoparaguiarlaensuaturdidocaminarporsu
falta de visión y así poder abandonar el barco. Era tarde, por lo que
decidieron pasar la noche en Marsella así como parte del día siguiente.
Maríahabíahechounlargocamino,perosehabíanegadoadesprenderse
delaspertenenciasconlasquesaliódeRusia:dosabrigosqueleayudaron
a combatir las inclemencias del tiempo, una pequeña bolsa que llevaba
colgada al cuello y que contenía sus documentos de identidad, y lo más
importante para ella por el valor que sabía que tenía para su hijo: una
carpeta repleta de varias partituras, cartas, libretos —el largamente
anheladodeEljugador— y una serie de manuscritos, como el preciado
diarioqueSerguéihabíaescritodurantetodasuvidayquehabíadejado
olvidadoenelescritoriodesucasaalabandonarRusiael17demayode
1918. Imaginar las vicisitudes que aquella anciana mujer tenía que haber
pasadoparanosoltaraquellacarpeta,alserlomáspróximoqueguardaba
desuhijo,leemocionó.
HastadosdíasmástardenoregresaronaParísyentoncesSerguéisupo
queLinaestabayaenlaciudad.«¿Sepuedesermásfeliz?»,pensóalsaber
que las dos mujeres que deseaba tener en su vida habían llegado
prácticamente al mismo tiempo. Dejó acomodada a su madre en el
tranquilohotelaorillasdelSenaycorrióabuscaraLinaaladirección
queellamismalehabíafacilitadoalrecepcionistadelhotelcuandollamó
preguntando por él. Pero cuando llegó, no la encontró allí. De nuevo se
vioasaltadoporlamismasensacióndepérdidaqueleembargódosdías
atrás en el puerto de Marsella cuando no encontraba a su madre. Estuvo
varios minutos caminando de un lado a otro de la calle hasta que una
mujer, elegantemente vestida y con una sonrisa complaciente que se
disponíaaentrareneledificiosituadoalfinaldelarueBassano,cercano
alaavenidadelosCamposElíseos,seacercóaélcomosileconociera
desde hacía tiempo. En cierto sentido, así era, aunque solo fuera por las
indicacionesqueOlgaNemiskaialehabíadadosobreél.
—Ellaestábien,nosepreocupetanto—dijomientrasSerguéilamiraba
sin entender quién era esa mujer que se presentó como Clarita y que le
sonreíaconlaseguridadqueotorgabaelpoderdominarunasituaciónal
disponer de más información que el contrario—. Para ser sinceros, está
realmente guapa —recalcó de una manera divertida—. Solo espero que
ustedtengaunabuenaexcusaparasusdosdíasderetraso.
—Latengo—reconociósonriente—.Yséqueaellaleharáfeliz.
—Mealegroporusted.Perollegaunpocotarde.Ellayanoestáaquí.—
Serguéi volvió a torcer el gesto—. No se lo vaya a decir a su madre,
porque Olga es muy capaz de presentarse aquí mismo, pero solo ha
tardadodosdíasenempaquetarsuscosaseirseaunhotel.Creoquesería
unagranidea…—dijopausadamente,comosiacompasarasuhablaconla
dirección que estaba escribiendo en el papel que había extraído de su
bolso—queustedfuerahastaallíycomenzaraaenseñarleParís.Amíni
siquieramehadejado…
Tuvoqueesperaralgunashorasparaverlaaparecerenladirecciónque
Claritalehabíafacilitado.Suvisiónlereconfortó.Estabarealmentebella.
Solo llevaba dos días en París y parecía que sus tacones habían pisado
toda su vida el empedrado parisino. Iba impecablemente vestida con un
vestidodecinturabajaquelecubríalarodilla,unligeroabrigomuyfino
sobrepuestoamododevaporosachaquetaysuhermosamelenaescondida
en un sombrero cloche por el que se escapaba rebelde parte de su
cabellerarizada.Másqueandar,siempreparecíaqueflotaba,quesuspies
declinaban la idea de rozar el suelo. Dedicó unos instantes a mirarla,
comosifueralaprimeravezquelohacía.Alverle,Linaleobsequiócon
una de sus sonrisas recién estrenadas para él, lo que logró romper el
hechizoqueparecíahaberledejadoclavadoenmitaddelvestíbuloysolo
el prolongado abrazo y el sentido concierto de besos entre la pareja fue
capazdequebrar.
—¿Perodónde…?—preguntóamedias.
—Unalargahistoria.Mimadre,Marsella,elvisado…loimportantees
queyaestásaquí—dijo,instándoleasubiralahabitación—.Tengotantas
cosasquecontarte.
—No. Mejor demos un paseo por el Bois de Boulogne. No he visto
unos castaños más hermosos en mi vida y, si voy contigo, aún me
pareceránmásmaravillosos.
—Esto es París, Lina —le confió cómplice con la única intención de
quitarle los posibles prejuicios traídos de Nueva York. Estaba deseando
estar con ella, aprovechar la intimidad, colmarla de los besos y caricias
retenidasdurantetantotiempo.Noqueríaperderunsolominutodesuvida
enalargarunencuentroqueambosdeseaban,aunquecadaunotuvieraun
itinerariopropio.
—Losé.Ytambiénséquenosoytumujer…todavía—ledijoconuna
sonrisaantesdebesarledenuevo—.Quieroquemeenseñestodoloque
mecontabasentuscartas.Tenemostodoeltiempodelmundo.
París se abrió a la pareja en los mejores momentos de la tardía
primaverade1920.SuzonapreferidaeraMontmartre.Paraaccederaese
lugar que invitaba a perderse era necesario coger el funicular que
ascendía por encima de la empinada colina de ciento treinta metros que
separabalapartebajadelbarriodeMontmartredesupartealta,dondese
alzaba la impresionante basílica del Sacré Coeur. Una vez arriba,
contemplabanelmantoblancoqueparecíahabersombreadoelpincelde
unodelosartistasquellenabanlascallesdeMontmartre,yquecubríalas
cúpulasdelabasílicadelSacréCoeur,custodiadadecercaporlaiglesia
deSaintPierre.Linabuscabaelmejorrincónparaobservarelespectáculo
queestabaapuntodesuceder.EnesepuntodelaciudaddeParís,elmundo
se detenía por unos instantes, próximo a enmudecer, para observar el
atardecerenvueltoenundelicadoytransparentevelodoradoquetapizaba
lostejadosdelaciudadcomosiquisieratejerunadelicadaalfombrasobre
la que pudiera caminar todo aquel que se mostrara dispuesto a
abandonarse. Podría estar horas contemplando aquella imagen si el
resplandor anaranjado del sol no tuviera tanta urgencia por desaparecer
devorado por la tierra. Pero el tiempo era algo que se escapaba con
demasiadaceleridad.Eneselugaraprendióquelosmomentosmásbellos
de la vida no duran eternamente, que tienen su ritmo, su tempo, su
cadencia,yquefueradeesamedida,elartedesapareceaniquiladoporuna
efímera fecha de caducidad. Allí, en lo más alto de la colina, respiró
profundamentecomolohizoenelinteriordelCarnegieHalllaprimera
vezquefueaveraProkófiev.
A Serguéi le parecía que la Torre Eiffel ofrecía mejores vistas, pero
Lina no estaba de acuerdo. No eran solo las vistas, era la luz y la
magníficacomuniónentrecieloytierra.Después,ambossedirigíanala
placeduTertre.PorelcaminodecidiríansisentarseenLaMaisonRose,
dondeseguramenteencontraríanaPicassooaGertrudeStein.Silanoche
había caído lo suficiente, optarían por dirigirse al número 22 de la rue
SaulesyadentrarseenelAuLapinAgile,elcabarémásantiguodeParís.
Fueracualfueraellugarelegido,LinajamásabandonabaMontmartresin
pasarantesporÀlaMèredeFamille,unadelasmásantiguasconfiterías
del mundo, donde, golosa, su mirada se perdía en el interior de los
cajonesdemaderadondetarrosdemermelada,cestasdefrutasconfitadas,
cajasrellenasdepastelesdealmendras,montañasdebombones,sacasde
caramelos, bandejas rebosantes de figuras hechas de azúcar y chocolate
esperabanacolmardeplacerlasbocasmásgolosas.
Rubinsteinteníarazón.Paríseraelparaísodelossentidosynopensaba
abandonarlomientraslavidaselopermitiera.
Lina no perdió el tiempo y se apuntó a las clases de canto que
Prokófievlehabíaprometido.Asistiríatresdíasalasemanayelrestodel
tiempo lo emplearía en buscar un hotel más económico, ya que bajo
ningún concepto aceptaría vivir con Serguéi, y menos a partir de la
llegadadesumadre.Nopensabacomportarsesinelcriterioyelsentido
comúnquesiemprehabíaregidosucomportamiento.Noerasoloporlo
prometidoaOlga,erasobretodoporella.Noperdióelcontactoconlos
amigosdesumadre,conlosquecompartíaanimadassobremesasyalos
quemuchasvecesinvitabaaconciertosyespectáculosalosquenopodía
ir con Serguéi. Tampoco se olvidaba de escribir a su madre, a la que
siemprepreguntabaporsupadre,contándolesusprogresosartísticosylo
felizqueestabaenEuropa,aunquenoleconfiabatodoslosdetallesdesu
nueva vida en París. «Pero todo sin faltar a mi promesa de no dar que
hablaralagente,mamá»,lerecordabaencadaunadesusmisivas.
Todo parecía ir sobre ruedas, a pesar de las noticias recibidas en la
consultadeunprestigiosooftalmólogocuyodiagnósticonodejólugara
dudas: María Grigórievna padecía un glaucoma severo que avanzaba
deprisa.Debíasometerseaunaoperaciónqueacordaronprogramarpara
despuésdelverano.Loimportanteesquesehabíacogidoatiempo,antes
dequelaceguerafuerapermanente.
A Serguéi parecía sobrarle la energía: trabajaba en su obra El bufón,
cerraba conciertos sinfónicos en Londres y futuros recitales en París,
seguía componiendo al piano y tenía tiempo para conocer a escritores
comoAlekseyTolstói,IvánBuninoAleksanderKuprínycompartircon
ellosveladasartísticasquesealargabanhastabienentradalanoche.
Y, sin embargo, se mostraba inquieto. Su principal obsesión era
encontrarunacasaenlaquepasarelveranojuntoasumadre.Laencontró
enMantesLaJolie,aorillasdelSenayamenosdeunahoradelacapital.
Allí iba a producirse un encuentro largamente esperado. Serguéi se
encargódehacerlaspresentaciones.
—Madre, quiero presentarte a Linette Codina. Es una amiga, una
colaboradora americana. —Sin saber cómo sucedió exactamente, se fue
enredandoensuspropiasexplicacionesantelaatónitaexpresióndeLina
quenoentendíanielcambiodenacionalidadalqueacababadesometerle
niquelacalificaradecolaboradora—.Enrealidad,estátrabajandoenla
traduccióndeLasnaranjasdelamor.—Cuandosediocuentadelerroren
eltítulodesuópera,locorrigiósinmás,aunquesuvozhabíaadquirido
un tembleque que resultaba bastante cómico—. El amor de las tres
naranjas, quiero decir. Eso es. Está traduciendo al inglés mi libreto. Y
además es cantante. A decir verdad, se está preparando para serlo. —
Despuésdeunsilencionoprevistocreyónecesarioañadiralgomás,pero
procuró cambiar de tema, ya que él mismo se dio cuenta de que los
nervios le estaban traicionando—. Voy a encargar que vayan trayendo el
té,oelcafé,oloqueseaquetenganquetraer.
María Grigórievna miró a su hijo y rápidamente dirigió su mirada a
Lina,quenosabíadóndemetersedespuésdelalamentablepresentación.
—Que esté a punto de quedarme ciega no quiere decir que tenga
problemasparaverciertascosas,Serguéi—dijofinalmente.
—¿Qué quieres decir, madre? —preguntó, afanándose en limpiar sus
lentescomosideverdadhicierafalta.
—Aestehijomíosoloselepuedehablarcuandoestásentadoalpiano
siquieresqueentiendaalgodeloqueledices—bromeó,dirigiéndosea
Lina—.Ydime,Linette—Maríadecidióquelallamaríaasí,almenosde
momento—, ¿de qué parte de Europa eres? Porque claramente esa
elegancia natural tuya, una americana no lo ha visto ni en pintura…
suponiendoquehayavistoalgunapinturaensuvida.
Lina tuvo serias dificultades para controlar la risa. Le gustaba María.
Era auténtica, directa e inteligente. Y, además, sabía manejar ese humor
perspicaz que acompaña a las personas que han tenido que lidiar con la
vida.Lealegrópercibirqueellatambiéneradesuagrado.
Sufelicidadsolosevioenturbiadamomentáneamenteporunodelos
característicosenfadospuntualessinapenasrecorridodeSerguéiqueella
conocíatanbien.Sudecisióndepasarconélsololosfinesdesemanaen
lacasadeMantesLaJolielecontrarióbastante.
—¿Qué quieres? —le preguntó sin entender por qué no era capaz de
comprenderlo—.¿Queasusteatumadrepresentándomeavivirentucasa,
así, sin más? ¿Qué va a pensar de mí? Te recuerdo que me presentaste
comounacolaboradoraamericanaencargadadetraduciralinglésunode
tuslibretos.
—Yyoterecuerdoquenocreyóniunasolademispalabras.
—Simintieraslamitaddebienquecompones…
Durante semanas, Lina acudía los viernes por la tarde a la casa de
Mantes, pasaba el fin de semana y el domingo por la tarde Serguéi la
acompañaba a la estación, donde cogía un tren con dirección a París.
Tenía sus clases de canto tres días a la semana, las cuales no pensaba
abandonarbajoningunacircunstancia.Apesardelosbesosrobadosenel
andén y en el compartimento del convoy, Serguéi solía llegar a casa
contrariadoporelpocotiempoquepasabaconella.Unadeesasnoches,
sumadreleofrecióunasolución.«Hazquecanteencasa—fuelaserena
recomendación de María durante la cena—. Que ella cante mientras tú
tocaselpiano.Seguramentemedejaréissorda,perocomoyaestoymedio
ciega, no creo que importe demasiado». Serguéi miró a su madre.
Adorabaaesamujerquehacíaañoshabíapreferidoprestarsusojosala
barbarie para que él pudiera mirar las teclas de un piano y ahora estaba
dispuestaadejarsesusoídosparaposibilitarunarelaciónquesuhijose
empeñabaendisfrazaranteella.
Así fue como, a finales de julio de 1920, consiguió convencer a Lina
conelúnicoargumentoquenopodíafallar:laaparicióndeunprofesorde
cantoqueimpartiríaensucasasusclases.Linapasóelmesdeagostoenla
hermosacasaaorillasdelSena,acompañandoaSerguéiyobservandoen
silencio cómo componía, dando clases de canto, aprendiendo a jugar al
ajedrez, perdiéndose en largos paseos por los bosques adyacentes a la
residencia, entablando una relación cada vez más cercana y estrecha con
MaríaGrigórievnaydisfrutandodelascenasorganizadasencasajuntoa
los amigos y compañeros con los que Serguéi estaba trabajando para el
ballet El bufón: Serguéi Diáguilev y dos de sus más estrechos
colaboradores,elpintorrusoMijaílLariónovysucompañeraytambién
pintora Natalia Goncharova, dos vanguardistas rusos del cubismo y del
rayonismoqueseencargabandelosdecoradosdelespectáculo.
Aquellasveladasresultabanaltamentefructíferasenelterrenoartístico,
loquenoimpedíaquedespuésdelosensayos,cuandotodosserelajaban
durante una agradable cena y la posterior tertulia vivificada por algunas
copas, surgieran las bromas, las risas y las anécdotas relatadas
habitualmente por Diáguilev, que tenían como protagonistas a otros
compañerosyquesolíanprovocarlahilaridaddetodosy,nopocasveces,
el escándalo. Lina tenía el don de gustar a todos y eso era algo que
enorgullecía a Serguéi porque, entre otras cosas, le hacía sentirse
triunfador.EnelcasodeDiáguilev,esafascinaciónveníaavaladaporuna
doblevertientequenotardóencompartirconlospresentes,especialmente
conLina,porlaquesemostróseducidodesdeelprimermomento.
—Me enamoré de su país como Prokófiev de usted: en cuanto lo tuve
delante. —El comentario consiguió sonrojarla mientras que en Serguéi
solohizocrecerunavanidosahilaridad—.Recuerdolamañanaquellegué
aSevillaporprimeravez.Fueen1917ynosésifueelcalordesugenteo
el que marcaba el termómetro, pero a este viejo cosaco se le derritió el
corazónenlasprimerashoras—recordó—.Todoloqueveíamegustaba
ytodomeloqueríallevaracasa.
—Eso les pasa a casi todos los que pisan España por primera vez —
aseveróorgullosaLina—.Seloquierenllevartodo,enespecialelbailey
lamúsica.
—Este humilde servidor no pretendía robarles su flamenco, pero yo
tenía muy claro lo que quería. Estaba preparando mi espectáculo El
sombrerodetrespicoscondecoradosdemilocoencantadorPabloPicasso
yconmúsicademiamigoManueldeFalla.
—Y yo añadiría que a tu querido Ravel le sucede lo mismo —se
aventuróLina—.¿YencontrasteenSevillaloquequerías?
—Yalocreo.LoencontréenelcaféNovedades.Unbailaorracial,viril,
muy temperamental, español. Se llamaba Félix. Tenía una fuerza
descomunalensucuerpo,ensumirada,ensuspiernas,ensusbrazos.En
pocotiempologróquemicompañíabailaralafarruca.Meodiócuandole
comunicaronqueélnoibaaactuarenelestrenoenelTeatroAlhambrade
Londres. Pero es que yo tenía mi ballet, solo necesitaba un maestro de
baile.Noloentendiónunca.¡Cómogritabaaquelhombre!Nocomprendí
nadadeloquesoltóporsuboca,peronuncahabíaescuchadotantafuerza
enlavozdeunapersona.
—Metemoquenoguardaráunbuenrecuerdodeloquellamanelalma
rusa—bromeóSerguéi.
—Sielenfadodelosespañolesessiempretanracial—dijoDiáguilev
—, debes tener cuidado de no enojarla. —Todos rieron, aunque Lina
seguía intentando desembarazarse del rubor que todavía permanecía en
susmejillasantelasinsistentesalusionespersonalesdeDiáguilev.
—Créeme,tampocoatiteconviene—leadvirtióirónicamenteSerguéi.
A Lina le gustó Diáguilev desde el principio, pero el entendimiento
mutuocristalizóduranteaquellacena.Lamenciónquehizoeldirectorde
los Ballets Rusos a Manuel de Falla y a Sevilla le llenó de ternura. Se
prometió que aquella misma noche, cuando se retirase a su habitación,
escribiríaasupadreparadecirlequelequería,queleextrañabayquele
teníamáspresentedeloqueambospodíanimaginarse.
—¿Nolahabréentristecido,Linette?—preguntóDiáguilevalatisbarun
reflejodemelancolíaenelrostrodelajoven.
—No, al contrario. Me ha alegrado la noche. No sabía de su pasado
español —comentó risueña y remontando el ánimo. Estaban en París, en
unacenaconamigos.Aquello,comotodoloqueestabaporvenir,debía
serunafiesta—.Aunqueleadviertoqueyotambiéntengounpasadoruso.
—Yunfuturo,queridamía—apuntillóDiáguilev,refiriéndoseunavez
más a su relación con Serguéi, aunque en esta ocasión no provocó el
sonrojodeLina,sinolacomplicidaddelapareja—.Yseráunhermosoy
próspero futuro ruso. —En ese instante, se incorporó y levantando su
copa,lanzóungritoquetodossecundaron—:¡Gorko!
Segúnlatradiciónrusa,sienunabodalosinvitadosgritan¡Gorko!,los
noviosdebenbesarse.Porunavez,Prokófievcumplióconlatradición.
Las comidas se alargaban hasta la noche y las cenas devoraban a
dentelladas las madrugadas en aquella casa donde los amigos eran una
presencia tan deseada como habitual. Una noche, Serguéi y Lariónov
comenzaron a comportarse como niños, el primero haciendo poses
divertidas,levantandolaspiernasylosbrazos,imitandolosmovimientos
de los bailarines, y el segundo retratándolos en unas cuartillas. Cuando
MaríaGrigórievnalovio,notardóenrecriminarlessucomportamiento.
«Losgrandeshombresnopuedensercómicos.Pertenecenalaeternidad.
¿Nolesdavergüenza?¿Quépensarálagente?».Aquellaúltimapregunta
hizoqueLinarecordaraasumadreynopudieraevitarenternecersehasta
elpuntodesentircómolaslágrimascristalizabanensusojos.Quizápor
esocorrióalladodeMaría,quienantesdeabandonarelsalónsevolvió
de nuevo para recriminar una última vez a su hijo. «Y deja quietas las
manos,quevivesdeellas».
EraLinalaquesiempreseocupabadelamadredeSerguéi.Nosolono
lesuponíaningúnesfuerzo,sinoquedisfrutabaconello.Elentendimiento
entre las dos mujeres era cada día mayor. A la española le conmovía
contemplaraaquellamujerqueyahabíapasadoelumbraldelossesenta
añosyobservarladignidadquemostrabaapesardelaszancadillasquele
había puesto el destino. Solo con ella hablaba de lo mal que lo había
pasado en el campo de refugiados, algo que no había compartido ni
siquieraconsuhijo.«Lavidapuedesermaravillosasinodejasnuncade
luchar». Jamás olvidaría Lina aquella frase que la acompañaría siempre.
«Esperoquenuncatengasqueverloqueyohevisto.Perotúnotienesde
qué preocuparte. Mi hijo nunca lo permitiría. El amor es la mejor
protección». Aquellas palabras le llenaron de felicidad. Algunas veces
llegóapreguntarsesielentendimientoconlamadreeramayorqueelque
teníaconelhijo.
Mientras Serguéi se encerraba en su despacho, María Grigórievna
compartíaconLinalosrecuerdosquemanteníavivosensucabezadela
infanciadesuhijo.
—¿Recuerdaslaotranocheenqueledijeamihijoquedejaraquietas
lasmanos,quevivíadeellas?Depequeñosiempreselodecía.Estabatan
convencida de que llegaría a ser un gran pianista que vivía obsesionada
con que no se cayera y se lastimara sus pequeñas manos. Cada vez que
salía a jugar a la calle con los otros niños del pueblo, yo iba corriendo
detrásdeélparaasegurarmedequenadalepasara.
—No puedo imaginarme a Serguéi corriendo como alma que lleva el
diablo y haciendo trastadas, ni siquiera de pequeño. Siempre pensé que
habíasidounniñoserio,quesepasabaeldíatocandoelpianoyalejadode
lacalle.
—Puesteequivocas.Hastatuvequecontrataraunasegundatutora.Ya
teníamos una alemana, pero yo quería que Serguéi tuviera una tutora
francesa.Nuncaolvidarésunombre,LuisaRoblain.Nitampocolanoche
quemelatrajedesdeVarsoviaenuncochedecaballos.Llegóhambrienta,
lapobreniña.Yocreoquenohabíacomidodesdehacíadías.Cuandole
pusesobrelamesaalgodecomida,suvoracidadnolepermitiódistinguir
queloqueuntabaenelpanconverdaderavehemencianoeramermelada
comoellapensaba,perosucuidadaeducaciónleimpidióprotestarporlo
saladaqueestabalaconfiturayporelraroolorapescadoquedesprendía
aquellaextrañajalea.
—¿Yquéera?—preguntóLina,incapazdeimaginarlarespuesta.
—Esperéaldíasiguienteparaexplicarlequelamermeladaencuestión
eracaviar.Noconseguíquelegustaranunca.Yellanuncaconsiguióque
Serguéidejaradecomportarsecomounniñoysebajaradeloszancosque
secalzabaparairajugar.¡Cuántasveceslaregañéporquenocuidababien
deél,apesardequelohacía,yalocreoquelohacía!Perosutrabajoera
no alejarse del niño ni un segundo, no dejarle solo y, sobre todo, evitar
que se cayera al suelo y se hiciera daño, especialmente en las manos. Y
Serguéi estaba todo el día en el suelo. ¡Menos mal que nunca ponía las
manoscuandocaíacomohacemostodos!—Maríasequedópensativa,de
lamismamaneraquelohacíasuhijo,conlamiradaperdida,ensilencio,
como si su cuerpo continuara en la misma estancia pero su cabeza se
hubieratrasladadoaotrolugaramilesdekilómetrosdedistancia.
—¿Yquéfuedeella?¿Volvióaverla?
—Perdí el contacto cuando empezó la Gran Guerra. Ella quiso irse.
EstabapreocupadaporsufamiliaenPolonia.
Enesosmomentos,Linaseacercabaaellaparaabrazarlayayudarlaa
contenerenpartelaemocióninoportunaparasutensiónocularyparasu
débil corazón. No le costó dilucidar de dónde le venían a Serguéi los
ataques de melancolía en los que solía encerrarse con la mirada
deshabitada,elánimoabatidoyunasensacióndevacíoqueleimpulsabaa
aislarsedelmundo.
Después del verano, la vida se trasladó de nuevo a París. María
Grigórievna fue intervenida de una delicada operación en los ojos que
resultó un éxito, gracias en parte al periodo de recuperación en el que
Lina,comodecostumbre,tuvomuchoquever.Ellamismaseencargóde
dispensarle los primeros cuidados durante los días posteriores a la
intervención.AmbaspasabanmuchotiempoenlahabitacióndelHotelDu
QuaiVoltaire,donderesidíatemporalmentejuntoasuhijo,mientrasque
LinahabíaalquiladounahabitaciónenunacasacercanaalaÓperaenla
rue des Italiens. Ni por un momento se le pasó por la cabeza aceptar el
ofrecimientodeSerguéidevivirconellosenelhotel,aunquelapropuesta
llevaraimplícitalaideadeocuparunahabitacióndistintaeinclusohacerlo
enunaplantadiferente.Además,LinaestabaenParísyqueríaparticiparde
eseambientedelibertad,independencia,locuraydiversiónquebullíaen
laciudad.Vivirsolaydesenvolverseporellamismaeraunaideaquele
apetecía bastante y colmaba muchas de sus expectativas. Por eso decidió
buscartrabajo,apesardelaayudaeconómicaqueleofrecíaSerguéiyque
muchas veces disfrazaba como pago a sus traducciones. Lina sabía
perfectamente que los honorarios que le pediría una traductora no
representaríannilamitaddelaasignaciónquepercibíaella.Entendíaque
era demasiado pronto para que le dieran un papel en alguna obra de las
muchasqueserepresentabanenlosteatrosdeParís,apesardelosbuenos
contactos que pudiera tener Serguéi y que, sin duda, podían hacer que
fuese más fácil. Pero todavía no había llegado ese momento, no estaba
preparadaparadaresegranpaso.
Como casi todas las cosas decisivas que suceden en la vida, la
oportunidad surgió de manera inesperada en el transcurso de una de las
muchasveladasenloslocalesnocturnosdeMontparnasseadondeacudían
losprincipalesnombresdelavanguardiaartísticallegadosaParísdesde
los lugares más insospechados del mundo. Aquella noche los
acompañabanSerguéiDiáguilev,JeanCocteauysuinseparableRaymond
Radiguet, un jovencísimo escritor que se encontraba inmerso en la
escritura de su primer libro, El diablo en el cuerpo, donde relataba la
historia de amor entre un adolescente y la mujer de un militar francés
mientrasesteestabaenelfrente.PodíanhaberoptadoporiraLeDôme,a
La Rotonde, a Le Closerie des Lilas o La Coupole, pero Jean Cocteau
insistió en entrar a Le Jockey. Allí actuaba una joven que cantaba letras
provocativasquesolíaacompañardecomentariosmordacesygestosmás
picantes que sugerentes y que hacían que los presentes estallaran en
vítores.SunombreeraAlicePrin,perotodoslaconocíancomoKikide
Montparnasse. Lina fue la primera sorprendida cuando, terminado su
espectáculo, aquella diosa de la provocación y el exceso se acercó a su
mesa y la eligió como la mejor compañía con la que invertir el tiempo
que le restaba de noche, para disgusto del resto de los comensales. No
pudoevitarsentirsehipnotizadaporsupresencia.
Lasdoscomenzaronahablaryprontosevieronarrastradasahacerse
confidenciasconlamismafacilidadqueelchampáncorríaporlascopas.
—Tú acabas de llegar a París, ¿verdad? Se nota. Y que no has pasado
hambretambiénsenota.—KikiobservabalabellezadeLina,suelegancia
ylasofisticaciónquepresidíatodossusgestos.Leagradódesdeelprimer
momento.Teníalamismaauradelicadaypulcradeunaactrizdecine—.
Nocreasqueesnadamalo,paraesosiemprehaytiempo.Yonirecuerdo
eldíaenquelleguéaestaciudad.Cuandomimadreseenteródequehabía
posadodesnudaparaunartista,medijoqueeraunaputaasquerosayque
noqueríavolveraverme.Condiecisieteañosmevisolaenlacalle.Pero
escúchame bien —dijo, vaciando de nuevo la copa de champán que
acababadeservirleuncamareroalqueinsistíaenllamarporsunombre,
Pierre—. Fue lo mejor que me pudo pasar. Ahora mi mundo es
Montparnasseymifamilia,todosestosgrandesartistasquevesaquí.Pero
notedejesengañarporellos.Todoshablandeamor,peroningunosabe
hacerlo.
Linanoparódesonreírentodalanocheporlasocurrenciasdeaquella
mujerque,sentadaasulado,parecíahablarlecomosilaconocieradesde
pequeña.
No olvidaría nunca aquella primera charla a la que siguieron otras
muchas,tandolosamentesuperficialescomoirreverentementeprofundas.
A los pocos días, se convenció de que seguiría su consejo. Quizá
alentadaporunciertotemoranteloquepodíaencontrarseenLaChauve
Souris,prefiriócomentárseloantesaSerguéi,quelovioconbuenosojos.
Conocía la trayectoria de aquel proyecto musical que había nacido en
Rusia en 1908 bajo la dirección de Nikita Baliev, a quien la situación
política soviética había obligado a convertir su teatro en itinerante,
recalandoconéxitoenciudadescomoNuevaYork,LondresyParís.Ensu
repertorioaparecíandesdeartistasconsagradosenlosteatrosdelaRusia
imperial hasta espectáculos más experimentales que merecieron el favor
deunpúblicoquesedebatíaentrelaóperayelcabaré.«Meparecebuena
idea. Es una excelente manera de entrar en contacto con este mundo y te
serviráparaquetevayasquitandoesaansiedadtanpocooportunaquete
invadecadavezquesalesalescenario»,ledijoSerguéi.Linaconocíaesa
indisposición que sentían muchos artistas al tener que enfrentarse a la
escena porque lo había visto muchas veces en su padre. Le aterraba que
pudiera heredar esa sensación de miedo, de vértigo escénico que podía
arruinarcarrerasysueños,yseconciencióparalucharcontraello.
NoteníamuyclarosifueporunaconversaciónpreviaentreSerguéiy
Nikita Baliev o por la calidad de su voz, pero no le costó que la
contratasenenLaChauveSouris.
Su voz gustó desde el principio, sin duda era una de las mejores que
podían escucharse en La Chauve Souris y la interpretación de sus
cancionesfuedelagradodetodos.PeroaLinanielespectáculoniellugar
le acababan de convencer. No se sentía cómoda, empezaba a sentir
inseguridades,vergüenza,yesohacíaquelosmomentospreviosasaliral
escenario todo su cuerpo se convulsionara. Sentía que el estómago
escalaba hacia su garganta ahogando cualquier sonido. Sus manos
comenzaban a sudar, su boca se secaba, sentía un latido doloroso en las
sienesysuvoznoalcanzabaeltonoquedebía.Nolegustabaelambiente
quesevivíaentrebambalinasy,adecirverdad,sesentíabastanteridícula
enelescenario.Pensabaqueaquellocalnoseajustabaasusposibilidades
nirespondíaaloquesiemprehabíasoñado,ytemióquepermanecerallí
durantemástiempopodríasercontraproducentesiloquequeríaerahacer
unacarreraenelmundodelaópera.
Lo había intentado y no había salido bien. No se sentía decepcionada,
másbienaliviada.Conocíalavidademuchosartistasysecongratulabaal
comprobar que sus principios no habían sido fáciles, que todos habían
fracasado alguna vez, recibido críticas destructivas y palabras de
desaliento e incluso habían pensado en tirar la toalla. Pero en vez de
desfallecerycederaldesánimo,habíanseguidoelcaminosinmiraratrás.
Aquelrevéslehizosentirmásartista.Poralgoseempezaba.
8
—Necesitoaire.
Lina entró en la habitación como un vendaval de viento fresco pero
imprevisto, dispuesto a hacer volar las partituras sobre las que Serguéi
intentaba trasladar el enjambre de notas que revoloteaba en su cabeza
luchando para dar el salto a un pentagrama en el que poder iniciar una
nueva vida. Era la primera vez que accedía de esa manera tan abrupta al
templosagradodondeélcomponía.Perolaspalabrasdesuprofesorade
canto habían conseguido desconcertarla y no había sido un buen día.
Necesitabacompartirconalguienloquesentía,loquenopudodecirlea
miss Litvinne, y esa persona tenía que ser la que más la amaba y se
interesabaporella.ElenfadodeLina,lejosdealiviarse,ibaincrescendo,
comolaSuiteEscitadeProkófiev,unadesusfavoritasporconsiderarla
una muestra de la genialidad orquestal del compositor que, en esos
momentos,laobservabasincomprenderloquepasaba.
—¡Dicequenosérespirar!¿Ycómosecreequehelogradosobrevivir
todo este tiempo? ¿Metida en una burbuja? Estas viejas glorias cumplen
años y se vuelven locas. Y lo peor es que quieren volverme loca a mí.
Quierocambiardeprofesora.QuieroprobarconEmmaCalvé.Ellapodrá
entendermemejor.—Linahabíacomenzadoilusionadalasclasesdecanto
conunaprestigiosasopranodeSanPetersburgo,FéliaLitvinne,alaque
Serguéi había convencido hablándole de las capacidades vocales de su
futura alumna. «Tiene una bella voz, pero hay que pulirla», fue la
sentenciadelamaestra.Sinembargo,aLinaalgunasdesusobservaciones
nolegustaban—.¡Ydicequenotengopaciencia!¡Yo!Quesoylaimagen
vivadelapaciencia.¿Telopuedescreer?
—¿Quesimepuedocreerquelapaciencianoestupuntofuerte?Melo
estásponiendofácilparaquenomecuestemuchotrabajo—dijoSerguéi,
mirándola por encima de sus lentes y sin haber tenido capacidad de
reacción para retirar las manos del teclado desde la entrada de Lina. Se
quedó contemplándola durante unos segundos. La encontró realmente
hermosa.Elacaloramientoquemostrabaleconferíaunhalofebrilquele
hacía mostrarse apasionada y arrebatadora, y como solía decir María
Grigórievna, «con fiebre todo parece más hermoso». Pero su actividad
creativa acababa de resentirse por aquella interrupción inesperada y las
notas que aguardaban coléricas en su cabeza comenzaban a taladrarla
pidiendo poder salir—. ¿No podías haber esperado a que terminara para
contármelo?
Linalomirócomosiacabaradeasestarleunabofetadaenplenacrisis
nerviosa y el golpe hubiese logrado acallar su rabia pero no apagarla,
másbientodolocontrario.Sabíaqueteníarazón,quenopodíaentrarde
lamaneraquelohizocuandoestabaenplenoprocesodecreación,ano
serquefueracomoespectadorasilente,comosolíahacer.Peroaqueldía
no se encontraba bien. Estaba nerviosa, inquieta, los acontecimientos
habían logrado contrariarla y la sangre española —el argumento fetiche
que solía utilizar su madre para justificar su encendido carácter— le
hervíapordentro.Ellatambiénnecesitabasusdosisdecomprensiónajena
y simplemente se dejó llevar. Pero el resultado no fue el esperado. La
decepciónsemanifestóensurostroynotardóenllegarasulengua.
—Estoy empezando a hartarme de esta situación. Siento que siempre
soylasegundaopciónentuvida,quenomevaloras,querealmentenote
importo, que solo soy un pasatiempo para ti. Mi madre tenía razón. —
Aquella frase era quizá la que más odiaba Serguéi porque se había
convertidoenunarmaarrojadizaenlascadavezmáshabitualesriñasde
lapareja—.Avecescreoquesoloquieresestarconmigoparaenseñarme
a tus amigos, para poder presumir ante ellos y que te puedas henchir de
orgullo como un pavo real. —El acaloramiento febril de Lina se estaba
convirtiendo en una cólera incontrolable que ya no le resultaba tan
sugerente—.¿Quésoyparati?¿Quépapelocupoentuvida?
—Novoyamantenerestaconversaciónenestemomento.Otravezno.
Mesupera.—Serguéisequitólasgafasyempezóalimpiarsuscristales
con un pañuelo blanco. Era su gesto recurrente cuando tenía algo que
decirqueleestabareconcomiendopordentroynoencontrabalamanera
deexpulsarlo—.TengoqueadelantarmiviajealosEstadosUnidos.
—¿Mevasadejaraquí?—lepreguntóLina,quedudabaentreecharsea
llorarocomenzaragritar.
—No te voy a dejar en ninguna parte. Me voy a trabajar. Conoces
perfectamentelavidadelosartistas.Tuspadresseibandegiracuandotú
eraspequeñayaellosnolesdecíasqueteabandonaban.
—Mequedabaconmisabuelos.Eranmifamilia.
—Mi madre está aquí. ¡También es tu familia y lo sabes! —Serguéi
lograba exasperarse. No era bueno en situaciones de tensión. Siempre le
hacíansentirsevulnerableyamenazado—.TequedasenParís,estásdando
clasesdecanto.¿Quémásquieres,Lina?
—A ti. No me preguntes por qué, pero te quiero a ti. Y quiero estar
contigo, pero no de cualquier manera, no de esta manera. —Había
comenzado una nueva batalla de la misma antigua guerra que solía
enfrentarles:oficializarsusituación,materializarsucompromiso.
—Muybien.Venteconmigo.
—Nopuedoperdermisclases.Nopuedosalirdetrásdeticadavezque
tengas un concierto en algún lugar del mundo. Yo también tengo mis
sueños, aunque a ti parezcan no importarte. —Sabía que estaba siendo
injusta,peroéltambiénlohabíasidoconella.Serguéiseinteresabapor
los avances de Lina, pero muchas veces no lo expresaba con todo el
entusiasmo que ella hubiera deseado y agradecido. Él era así, cuando la
músicabramabaporsalirdesucabeza,seencerrabaensumundoynada
ni nadie lograban sacarle de allí. Su música era lo primero, era su vida.
«Los rusos amamos la música porque es un fenómeno más real que la
vida»,lesolíadecir,noparaalimentarsuegolatría,sinoporquedeverdad
losentía.
—Lina,notecomportescomounacríacaprichosa.¿Acasonohasvisto
cómotengolamesadetrabajo?Acabandeconfirmarmeelestrenodemi
óperaElamordelastresnaranjas,estoyultimandoelballetElbufónyhe
empezadoacomponermiConciertoparapianonº3.¿Tandifícilteresulta
entenderlo? —preguntó Serguéi. Parecía cansado, derrotado, como si
regresaradeunescenariobélico.Nolegustabadiscutiryselenotaba.
—¿Y por qué te vas de una manera tan precipitada? Prácticamente
acabasdellegardetuúltimagiradeconciertos…
—HedevermeconNinaKoshetz.Puedequesealavozperfectaparami
ópera. Está en Nueva York y me ha pedido que vaya para hacer una
audición.
Fue lo último que Lina necesitaba escuchar. Aquel nombre conseguía
mudarleelcarácterconlamismafacilidadconquelohabíahechoensu
díaeldeStellaAdler.
Serguéi comenzó a entender mejor el motivo del enojo de Lina.
Seguramente el nombre de la soprano ucraniana habría aparecido en la
bocadelaseñoraLitvinne,yaqueNinahabíasidounadesusalumnasmás
destacadas.Nolegustabaesamujer.DespuésdelasombradeStellaAdler
cerniéndose durante tanto tiempo sobre ellos, ese nombre aparecía
demasiado a menudo y siempre aleteando alrededor de Serguéi. Estaba
buscando un papel en la ópera El amor de las tres naranjas y estaba
dispuestaatodoparaconseguirlo.Pormuchoqueleinsistióenqueeran
unosencuentrosprofesionalesydeloabsurdoqueparecíansustemores,
noconsiguiódarconlosargumentosnecesariosparaconvencerla.
—Lina,nomepuedesorganizarestasescenasdecelos.Sonabsurdase
infantiles,ademásdetremendamenteinjustas.Nonosllevananingúnsitio.
Sabes que solo me interesa su voz y lo siento, pero es portentosa. ¡Me
convencemásqueladeVeraJanacopoulos!Necesitovoces,buenasvoces.
Miroporeléxitodelaobra,nadamás.Ytúdeberíasentenderlomejorque
nadie.
—¿Necesitas voces? ¿Y qué hay de la mía? Dime, ¿cuándo crees que
podrécantarenunescenario?Sitúcontunombreytuscontactosnoeres
capaz de ayudarme, ¿quién lo hará? Ninguna cantante ha podido
conseguirlosinayuda.NisiquieratuadmiradaNinaKoshetz,comobien
sabrás…
—Sabesquetodavíaespronto.Yahemoshabladodeestomilveces—le
contestó,haciendounesfuerzoparamedirsuspalabraseimpedirqueun
juicio de valor en un momento acalorado consiguiera herirla. Serguéi
sabía que Lina tenía una buena voz, incluso brillante, pero no estaba
seguro de que fuese lo suficientemente extraordinaria para llegar a
triunfar sobre la escena. Y, desde luego, no pensaba que estuviera
preparada para salir al escenario, más teniendo en cuenta la inseguridad
que eso le provocaba. Recomendarla en aquellos momentos sería
demasiado precipitado y no entraba en sus planes. Aunque ella no le
creyera,leestabahaciendounfavor.Locontrarioseríaarrojarlaaunfoso
llenodefierasquepodríandestrozarla—.Creíqueloentendías.
—Yoloqueentiendoesqueellanodejadeescribirte.¡Cartasdediezy
quincefoliosenlasquetecuentaquesumédiumlehadichoquetendráun
romance contigo! ¿Cómo puede ser tan descarada? ¿Es que no tiene
suficienteconinmiscuirseenelmatrimoniodeRachmáninov?¿Ytúcómo
puedes permitírselo? —El corazón de Lina brincaba en su pecho
excitándole la respiración. En esos momentos podía salir de su boca
cualquiercosa—.Pornohablardequeesjudía.
—¡Basta ya! Sabes que no me gusta que hables así. —El grito de
Serguéifuecomounbramidoqueseescuchóentodalacasa.
LasmanosdeMaríaGrigórievnatemblaronenlahabitacióncontigua,
donde se encontraba recopilando los recortes de prensa en los que
aparecíasuhijoyqueibaguardandoenuncuadernocomosideunritual
setratase.Aquellosgritosdelaparejaledolíanylaasustaban.
Porunmomento,sehizounsilenciopreñadodelamismatensiónque
dejasobreelterrenoasoladoundevastadorhuracán.Linasequedóquieta
mientrasobservabacómolacaradeSerguéiadquiríauncolorencendido
debidoalaexcitacióndelmomento.Sesujetabalacabezaconlasmanos,
por lo que pensó que una nueva migraña amenazaba con taladrarle el
interior. El cuerpo de Lina también se resintió ante la tensión desatada.
Desdequehacíamesessehabíasometidoaunaoperacióndeapendicitis,
lacicatrizdevarioscentímetrosresultantedelaintervenciónlatorturaba
con pinchazos inoportunos, especialmente si el tiempo cambiaba o vivía
una situación de estrés. Y últimamente las tormentas nunca venían del
cielo,sinodelatierraquecompartíalapareja.
—Ya que vas a Nueva York sería un detalle que te pasaras a ver a mi
madre—hablóLinaalfin,asumiendoloinevitable—.Oalmenosquela
llamaras. A no ser que la señorita Nina destroza parejas Koshetz te
mantengademasiadoocupado—fuelomáscalmadoquesaliódesuboca
—.Tedejotrabajar.Noquieroserlaculpabledeladistraccióndelgenio.
Serguéi no era de los que salían corriendo detrás de la mujer para
calmarsuenojo.Noerasucarácternisutemperamento.Alomáximoque
llegabaeraavolcarsesobreelpianoparadibujarenélalgunapiezaque
sabíaaliviaríaelenfadodesuamada.TheWishdeChopinnosolíafallar.
EraescucharaquellamúsicainterpretadaporProkófievyLinarecuperaba
su equilibrio emocional. María Grigórievna trató de mediar en el
desencuentro,comootrasveces,procurandoquesuspalabraslaabrazaran
convozmaternal.«Nolepresiones,Linette.Escomounniño.Sisesiente
hostigado, cercado, saldrá corriendo hasta que sus pulmones se lo
permitan. Y a veces los niños no saben regresar a casa». Lina se detuvo
unos instantes a observarla. Se acercó a ella y la besó como lo habría
hechoconsumadre.Aquellamujeryahabíavistoyoídodemasiado.No
seríaellaquiencontribuyeraaseguiralimentandolacarga.
Quizá ese viaje resultara redentor para ambos. Puede que la distancia
actuaracomouneficazbálsamoaplicadosobreunaheridaquecadavezse
abríaconmásfrecuenciayresultabamásdifícildecicatrizarparasanarse.
Las cartas que cruzaban el Atlántico buscaban acortar la distancia
físicaymentalentreellos.Lacorrespondenciasiemprehabíasidofluida.
Solían escribirse misivas llenas de sinceridad, cargadas de planes y
promesas y siempre presididas por un sentido del humor que solían
compartir.Utilizabanelinglésparahablardetemaspersonales,mientras
queelrusoyelfrancéslesservíaparapormenorizarasuntosdetrabajo.
Peroaquellavezlarelaciónpostaltampocodiolosfrutosesperados.Las
cosasnomejorabancuandorecibíalascartasdeSerguéidesdelosEstados
Unidos en las que, en su afán de contarle con detalle su día a día, le
explicabaquizáconexcesivocelosuasistenciaalestrenodeunapelícula
de John Ford, Hitchin’Posts, protagonizada por Frank Mayo y por la
actrizDagmarGodowsky.Cadavezqueveíaelnombredeunamujeren
una de sus cartas lo consideraba una provocación, sobre todo si él le
dedicaba elogios, algo que Lina se encargaba de dejárselo bien claro en
sus respuestas. «Me alegro de tus salidas con esa vampiresa de primera
clase, pero es preferible que me ahorres los detalles o te empezaré yo a
contarlosmíosconlamismaprecisióndecirujano».
Lina se arrepentía de los brotes coléricos que le provocaban sus
enfermizos celos y que le resultaban muy difíciles de controlar. Sin
embargo,sabíaqueteníaquehacerloydebíaesforzarseparaconseguirlo.
NoqueríaprovocarelhartazgodeSerguéiyqueunareaccióndesmedida
pudierahacersaltarporlosairessuhistoriadeamor.Lequeríaydeseaba
estar con él, aunque su indecisión en cuanto a avanzar en su relación le
irritara. Decidió que lo más inteligente y lo que minaría menos su salud
sería hacerse fuerte ante ellos, tragarse el orgullo y disfrutar de su
estanciaenParís,independientementededóndeseencontraraSerguéi.Se
leantojabacomplicado,peronopensabadarseporvencidasindarbuena
muestra de su capacidad de lucha. Pondría en práctica la máxima militar
francesa pronunciada por el político Georges Danton durante la
Revolución francesa: «Necesitamos audacia, más audacia, siempre
audacia».
Y a ese respecto, Lina estaba dispuesta a sentirse más francesa que La
Marsellesa. Tenía las amistades adecuadas y la energía suficiente para
dejarsellevarporelespíritufestivodeParís,dondesoloseexigíaganas
depasarlobienyteneralgoqueofrecer.Yelladisponíadelasdoscosas.
Losclubsdejazzseconvirtieronenunaparadahabitualensussalidas
nocturnas. Disfrutaba del ambiente de esos locales bañados de aquella
música que hacía olvidarse de todo lo que no existiera en el interior del
recinto. Se había desatado una auténtica locura por escuchar aquel estilo
musicalquelosamericanoshabíanintroducidoenEuropaatravésdelos
soldadosdecolorqueintegrabanelejércitoamericanoquehabíavenidoa
París durante la Gran Guerra. Oír sus compases avivaba la ambición de
loscuerposdeabandonarseasuendiabladoritmosinimportarquépasara
cuandolamúsicacesara.
PeroeljazznoeralaúnicamúsicaqueanimabalasnochesdeParís.Le
acompañabanotrasmuchasque,ensuafánporintegrarse,muchasveces
se confundían entre sí: el swing o el charlestón, que las mujeres se
lanzaban a bailar con movimientos libres, espontáneos, guiados por la
improvisación y un exceso de energía que reflejaba a la perfección el
ambiente que se respiraba en la ciudad. Todos los días le regalaban la
capacidad de descubrir algo nuevo. Por fin se sentía satisfecha con su
rendimientoenlasclasesdecantoconsunuevaprofesora,EmmaCalvé,
que consiguió decirle las palabras mágicas: «Su voz suena muy bien.
Dentro de poco estará preparada para salir a escena y demostrarle al
mundo quién es». Y le confirmó algunas sospechas que la alumna venía
abrigando desde hacía tiempo. «Tiene usted un auténtico timbre de
soprano ligera y sin embargo han intentado hacer de usted una soprano
líricaodramática.Yesoesircontralanaturadesuvoz.Noleconvieneen
absoluto». Quizá era eso lo que necesitaba escuchar para aumentar el
sentimiento de seguridad en sí misma, unas simples palabras de aliento,
una frase de reconocimiento que alimentara su confianza en su futuro
comocantanteprofesional.Surepertorioibacreciendocadadíaysuvoz
sonabacadavezmejor,loquelepermitióparticiparenalgunosconciertos
pequeños y en veladas musicales donde ella misma elegía las canciones.
Le resultó extraña la sensación legada por los primeros aplausos que
recibió.Sedebatíaentreelnerviosismoylaexcitacióncadavezquedesu
garganta salían las arias de El gallo de oro de Rimski-Korsakov o de la
óperaLakmédeLéoDelibes.Noteníadudadequeaqueleraelmundoen
elquequeríaestar,aunquenopodíaevitarlasensacióndequelefaltaba
algo para que estuviera completo. Le faltaba Serguéi, su aprobación, su
presencia,sumiradaazulobservándola.Faltabaqueestuvieraescuchando
lamaneradeinterpretarunadesuscanciones,Recuerdodelsol,conletra
delapoetisaAnnaAjmátova,queparticiparadeloqueaellalehacíafeliz.
Necesitabaqueélestuvieracercayquefueratestigodesusmomentosde
alegría,desuséxitos,quecompartieraconellaloselogiosylosavances.
¡Cuántodeseóquehubieseescuchadosuperfectainterpretacióndeunaria
deManon!Esamismapercepcióndefelicidadincompletalaimbuíacada
vez que asistía a un concierto, cuando se sentaba en la terraza de algún
café o el día que estrenaba un vestido sin que él participara de ello.
Entoncesunhalodetristezacubríasumenteantelaausenciadealgotan
profundamentequerido,másbienamado.Todoseríamejorsiélestuviera
asulado.Pormuchoqueintentaranegarlohabíacreadounadependencia
haciaélqueamortajabasussentidos.Leasustóaquellaincapacidaddeser
completamentefelizsinlapresenciadeProkófiev,quelaplenitudnofuera
absolutasinél,eseagriosaborquesealojabaensualmaconfirmándole
quenadapodíaterminarbienporqueélnolamiraba,nolaescuchaba,no
depositabaensuoídouncomentarioqueinmortalizaraaquelmomentoy
lomantuvieravivoensumemoria.
Perodebíaseguir,aunquefueradejándosellevar.
Se dio cuenta del bienestar que le provocaba descubrir la ciudad.
Contabaconbuenoseimprovisadosguías.UndíafueeljovenRaymond
Radiguet,queporunencuentrocasualseofrecióaacompañarla,segúnle
dijo,paraponerParísasuspies.Encontrabaciertoplacerensucompañía,
a pesar de su juventud. Le divirtió aquel juego de las diferencias que
confeccionó en su cabeza, algo habitual en ella: Raymond escondía un
viejoadultoensuaparienciadeniñoyProkófievescondíaunniñoensu
aparienciadehombre.
El escritor insistió en dibujarle un mapa imaginario de la ciudad de
París. «Para enamorarte de algo, hay que admirarlo primero. Si no
conocesbienelterrenoenelqueteadentras,puedeslastimarte».Linano
sabíasiladobleintenciónqueleparecíaapreciarentodaslaspalabrasque
pronunciabaRaymondseformabaensucabezaosalíadirectamentedela
bocadelnovelprosista.
—Si tuviera que elegir un distrito de París que te definiera —le dijo
Raymond—,escogeríaelocho.Amientender,elmáseleganteyseñorial,
conlosCamposElíseos,laMadeleine,elArcodeTriunfoylaÓpera.Sin
despreciar el dieciocho, con la magia de Montmartre y Clichy. Y ya que
hablamosdelaplazadeClichy,dime,¿tegustaelcine?
La imagen de Dagmar Godowsky copó de repente su mente, lo que
dibujó un gesto de contrariedad en su rostro. ¿Cuándo dejaría de hacer
eso?¿CuándoconseguiríaqueeluniversoProkófievsalieradesucabeza
ydejaradeejercerdediapasóndesuvida?
—Sí…Sí…—respondióella,dubitativa.
—Da igual si no te entusiasma —continuó Raymond—. Solo por ver
ocupadas las seis mil butacas del cine Gaumont Palace, la sala de
proyección más grande del mundo, merece la pena tragarse alguna
película. Es impresionante observar la platea completamente llena,
independientementedequiénaparezcaenpantalla.
Extenuados, olvidando Lina que Raymond no era Serguéi, por lo que
distababastantedeserunapasionadodelospaseos,sesentaronenlaúnica
mesalibredelaterrazadelcaféDôme,dondeélsaludóaunosescritores
amigosyLinahizolopropioconotrosconocidos.
—MehandichoqueLeónTolstóieraunhabitualdeestecafé.Aunque
medalaimpresióndequeParísestállenodefantasmas,porquenosési
hay lugar para todos los que dicen que están o han estado —dijo el
escritor, rechazando el azúcar que le ofrecía Lina para su café—. Pero
siempre reconforta compartir lugar con un compatriota cuando se está
lejosdecasa.
—Terecuerdoquesoyespañola,norusa.
—Ya me extrañaba tanto exotismo en una bolchevique —respondió,
remarcandolaúltimapalabraentonoirónico.
Lina agradeció la lisonja con una amplia sonrisa mientras perdía su
miradaeneldeambulardelosdesconocidosquepaseabananteellos.
—¿Estástriste?—lepreguntóRaymondanteelsúbitosilenciodeLina,
despuésdeunatardepródigaencomentariosychascarrillos.
—No—mintióella,confiandoensuvenadeactrizenlaquetantohabía
insistidolaseñoraLitvinne—.Soloestoypensando.Discúlpame,soyuna
maleducada.
—¿Piensasenél?—preguntósinimportarlelanaturalezaindiscretade
sucuriosidad.LahabíavistoacompañadaporProkófiev,igualqueaélle
habíanvistoconJeanCocteau.Surelacióneraunsecretoavocesenuna
ciudaddondenohabíaespacioparalossecretosporquetodosedecía,se
mostrabayseimaginaba.
—Nopiensoennadie,Raymond.
—Todospensamosenalguien.Todoshacemosalgoporalguien.Igual
quetodosescribimos,pintamos,componemosocantamosporalguien.—
Alcontemplarla,supoquehabíaacertadodeplenoysevanagloriódesu
puntería—.¿Ytúparaquiéncantas,Linette?
—Paramí—mintiódenuevo.
—Eres una mentirosa. Una bella, encantadora y brillante mentirosa. Y
esopuedeserloquetesalvealgúndía.
Lina recuperó su taza de café, que mantuvo entre sus manos como si
fuerauntesoroqueproteger.
De regreso a casa, decidió no dar descanso a sus piernas y seguir
caminando sobre el empedrado parisino a pesar de sus altos tacones, de
losquenosedesprendíanunca.Abandonólaideadecogerelmetro.
Atravesóunacalleocupadaporunodelosmercadillosmásvariopintos.
Noibabuscandonada,tansolodejabaquesusojosatraparanlosdetalles
delmundoqueseleibaabriendoasupaso.Nosefijóenlaspersonasque
paseaban a su alrededor hasta que se cruzó con una mujer vestida de
negro, con el pelo largo ligeramente encanecido y con una expresión
sabiaensurostro,apesardesuaspectodescuidado.Lainsistenciadesu
mirada,limpiaybrillante,laobligóaposarsusojoseneltrozodecartón
que la mujer sujetaba entre unas manos temblorosas y en el que podía
leerse un pequeño mensaje escrito con letras desiguales: «Votre avenir
pourdixfrancs».Lamujernoledijonada,nisiquieraunaspalabrasque
buscaran convencerla para dar el paso. Se limitó a mirarla fijamente sin
gestos,sinapremios,sinargumentos,sinpedirnada.
Laideadeaccederasufuturoconciertaventajalaatrajoduranteunos
segundosdeinfinitaindecisión.Finalmentevenciólatentacióndeespiaral
destino. Prefirió dejarse sorprender por la vida, como había hecho
siempre.
Yesanoche,lavidalesorprendió.
9
No exageró. No había una sola mentira disfrazada de advertencia y
escondida en las líneas de aquella carta de su madre. María Grigórievna
noalterólarealidadcuandoescribióasuhijoparacontarleeléxitoquesu
SuiteEscitaestabacosechandoenelPalaisGarnierdeParís,comoyalo
habíahechomesesantesenlaSalaGaveau.«Teníasrazón,aquellasalaera
demasiado pequeña para una orquesta tan grande. Lo que no varía en
absolutoesloqueesacomposicióntuyalogratransmitir.Esenternecedor
cómoLinaseemocionaconesaobra,especialmenteconlacuartaparte,
conLasalidadelsol».
Sin embargo, puede que María salpicara el relato con comentarios
aparentemente inocentes que en realidad celaban otra intencionalidad.
Comosisetrataradeunsimpledatomásqueaportaralrelato,describía
lo bella que estaba Lina en el palco que compartió con Ravel, «que se
mostróentodomomentoencantadorconnuestraLinette,comotodoslos
caballeros que se le acercan sonrientes y con las alforjas llenas de
lisonjas.Noesdeextrañar.Estácadadíamáshermosayselavefeliz».
Cada vez que los ojos de Serguéi leían el nombre de Lina, una
sensación de aflicción le angustiaba, privándole de disfrutar de los ecos
del éxito que su obra estaba cosechando en París y desbaratando su
artificial tranquilidad durante su estancia en los Estados Unidos. Cuando
pensabaquesusentimientohaciaellaseestabaenfriando,quesurelación
estabaentrandoenunpuntomuertoyquequizádeberíaaceptarlo,llegaba
unacartadesumadreoaparecíasunombreenalgúnlugardespertandolo
quecreíadormido.
Lina tampoco le olvidaba y mucho menos estaba dispuesta a permitir
que él se olvidase de ella. Quizá por eso decidió enviarle un telegrama
felicitándole por el estreno de El amor de las tres naranjas en Chicago.
Cuando Serguéi tuvo aquel trozo de papel en sus manos, sintió la
imperiosanecesidaddevolveraParís.
Noquisoadvertirladesuregreso.Nosupoexplicarporqué.Erapoco
probablejustificarsudecisiónconelrománticoargumentodesorprender
al ser amado, sobre todo porque Serguéi odiaba las sorpresas y era un
auténtico analfabeto en el terreno sentimental. Prefería controlarlo todo,
ya habría tiempo para las improvisaciones. Además, le avergonzaba la
posibilidad de hacerlo por descubrir algo que le hiciera tomar una
drásticasolución,parabienoparamal,conrespectoasurelación.
CuandovioaLinaaparecer,supoquenoqueríaperderaaquellamujer
que caminaba sobre unos tacones altos, envuelta en un vestido vaporoso
de amplio escote, sobre el que caía un collar de perlas de varias vueltas
que bailaban sobre su cuerpo con la gravedad de la sofisticación más
estudiada, aunque a ella le resultaba tan natural como el respirar. Un
elegantesombrerodeestiloclochecaladoyconpequeñasincrustaciones
de cristal escondía una melena que había sido recortada de manera
pronunciadasiguiendoloscánonesdelamodaydejandoatrássuslargas
trenzas. Su cuerpo menudo, sobre el que caía un chal de impresión déco
que invitaba a abrazarla durante toda la noche, rebosaba sensualidad en
cada paso pero sin abandonar en ningún momento la elegancia que
siempre la había caracterizado. Era la primera vez que, a indicación de
algunas de sus amistades femeninas, destacadas flappers, siempre con la
aprobacióndeKikideMontparnasse,sehabíamaquilladoligeramentelas
rodillas para que lucieran mejor en cada movimiento de su falda, cuyo
corte, por debajo de la articulación, provocaba un vuelo sugerente que
acompasaba cada paso que daba. Iba distraída, anclada en sus
pensamientos,imprimiendociertaceleridadasuspasos,loquelepermitía
acudirantesdeloprevistoalallamadadeMaríaque,encomplicidadcon
su hijo, le había pedido que fuera a verla argumentando que no se
encontrababien.
Elvaporosobalanceodesuvestidocesóensecocuandolevio.Necesitó
unos segundos para reaccionar. Fue como una aparición, le asustó que
aquellaimagenresultaraserunsueñoounatrampadesuimaginación.No
supo si le sorprendió más su inesperada presencia, lo atractivo que le
encontródespuésdetantassemanasdeausenciaosifueronlasprimeras
palabrasquesalierondesuboca.
—Creíquemehabíasdichoquenopodíasvivirsinmí—ledijo.
—Algunasvecesyotambiénmeequivoco.
Podían pensar que fue la oscuridad de la noche la que les ayudó a
echarse uno en brazos del otro, pero lo hubieran hecho igualmente si el
soldelmediodíahubierailuminadoladoradacúpuladelacatedraldeSan
Luis de los Inválidos. Todo el mundo había dejado de existir alrededor.
Tan solo estaban ellos dos y lo estuvieron durante un espacio de tiempo
imposible de controlar. Lina estaba feliz. Por fin volvía a estar entre sus
brazos. De su cabeza desaparecieron los enfados, las dudas, la
desconfianza que habían sido alimentados en la distancia. Serguéi había
vueltoasuladoyeracomositambiénlohubierahecholasangreasus
venas,loslatidosasucorazón,lavisiónasusojosylapasiónasuvida.
Denuevo,todopodíaterminarbien.
—Te he echado de menos —reconoció finalmente Lina, que volvía a
percibirlaagradablesensacióndeencontrarseencasa.
—Eso tiene remedio —le dijo, cogiendo su mano e invitándola a
perderseporlascallesdelParísmásnocturnoymisterioso.
—Tu madre… —La sonrisa de Serguéi le confirmó que la salud de
MaríaGrigórievnaestabamejordeloquepensaba—.Yaveo.Menudopar
deembusteros—reconociódivertidaaldescubrirlafarsa.
Aquella y otras muchas noches fueron terreno abonado para la
diversión y la pasión. Fue Arthur Rubinstein quien les convenció para
acudiraLeBoeufsurleToit,paradaobligadaenlanocheparisinaycuyas
mesas solían estar ocupadas por ilustres clientes como Pablo Picasso,
CocoChanel,ErnestHemingway,CharlieChaplin,FrancisPoulenc,Ígor
Stravinski, Maurice Ravel, André Breton, Albert Camus y el propio
SerguéiDiáguilev.
No muy lejos de aquel local se encontraba la casa de Coco Chanel,
dondeunselectogrupodeartistassolíanacabarlanoche.FueDiáguilev,
gran amigo de Coco y de su amiga Misia, la esposa del pintor español
José María Sert, quien convenció a Serguéi y a Lina para terminar la
veladaenlaespectacularviviendadelamodistaenelnúmero29delarue
FaubourgSaintHonoré.ALinaleadmirólaexquisitadecoracióndelpiso
en tonos blancos, beis, y un atractivo y original color bombón que
conseguía darle un aire de distinción a la vivienda decorada con una
lujosaeleganciadifícildeimitar.Sinembargo,loqueverdaderamentele
hizo enmudecer fue la aparición de Coco Chanel envuelta en un
impresionanteabrigoblancolabradoydelicadamenteribeteadoenpielde
martarusa.Eraaúnmásasombrosaqueenlasfotosquehabíavistodeella
enlarevistaVoguehacíaunpardeaños,en1920.Coconofueajenaasu
mirada y se acercó a la joven de la que Diáguilev le había hablado
maravillas.
—Enmividahabíavistoalgotanhermosamenteelegante,tanperfecto,
madeimoselle Chanel… —Lina se aseguró de usar el tratamiento que le
gustabaescucharalareinadeParís.
—Lomismotedigo,querida.YllámameCoco—dijo,recorriendocon
sumiradaelcuerpodeLina—.Teniéndotedelantenoentiendoporquéa
algunasmujereslescuestatantoentenderelconceptodeelegancianatural.
—Sindejardefumar,Cocosequitóelabrigoy,alargandosubrazo,selo
dioaLina—.Cógelo.Meencantaríaqueteloquedases.
—Nopuedo…—balbuceóLinasinpoderterminarlafrase.
—Nosolopuedes,debes.—Lacogiódelamanoylainvitóasentarse
juntoaellaenunodelosmullidossofásdelsalón,dejandoqueelrestode
los invitados se divirtieran por sí solos—. No puedo evitar sentir una
debilidad especial por todo lo ruso. Bueno… —matizó—, por la belleza
de la esencia rusa. Y veo que a ti te sucede lo mismo. —Le sonrió con
picardía dándole a entender que no se refería al abrigo que acababa de
regalarle,sinoaProkófiev,queenesemomentodepartíaconStravinski,
DiáguilevyMisia,ajenoaquesehabíaconvertidoenelcentrodeatención
—.Tienenalgoespeciallosrusos.Esacontrariedadeternaquemantienen
conlavida,esapasiónqueseempeñanenesconder,esadualidadentreel
placeryelsufrimientoquelestieneenunatensiónconstante…Sumanera
de entender la vida les hace tan irremediablemente atractivos. —Coco
ChanelsonrióaLinayencontróenellalapersonaantelaqueabrirseen
confidencias—.Yaséqueestoyenloquealgunoshandadoendenominar
elperiodo eslavo de Chanel. Se creen que me ofenden, cuando lo único
quesientenesunaenormeenvidiademí.
—¿Yporquéibanaofenderte?—preguntóLinademanerainocente.
—Por mi amante, querida, el gran duque Dimitri Pavlovich, primo
carnaldelzarNicolásIIyque,ensucondicióndemiembrodelafamilia
Romanov, fue desterrado al frente persa. Tendrías que escucharle contar
cómo esquivó al destino cuando decidió huir a Francia. Me encanta la
parteenlaquemedetallaqueensuprecipitadasalidadeRusiaaúntuvo
tiempo de llevarse consigo algunas joyas de la familia, entre ellas, unos
collaresdeperlasqueadivinaaquiénregalóydóndeterminaron—dijo
Cocó mientras cogía con sus manos las perlas que rodeaban su cuello y
quelogrópopularizarcomosucomplementofetiche.
—¿Deverdad?—preguntóLinacomosilehubierancontadoelmayor
delossecretos,algoque,enbuenaparte,asíera—.Cuandoselocuentea
Serguéinoselovaacreer.
—Talycomotemira,esehombresecreerátodoloquelecuentes.Así
sonlosrusos.Sontodounhallazgo.Enestemomentocreoquenopodría
vivirsinDimitri.Nohaynadacomoelamorparaencontrarlainspiración
perfecta. Contraté a su hermana y a muchas de sus amistades rusas
exiliadasenParís.Tengoavariasdesusdamasdehonorcosiendoenmi
taller y hemos creado una colección única. Tienes que venir a verla,
querida.Nosolosumanodeobraesmásbarataquelafrancesa,sinoque
la maestría con la que combinan bordados, pieles y pedrería es
asombrosa.Nuncapenséqueencontraríalainspiraciónenloscampesinos
rusos y que sería todo un éxito. Claro que algunos rusos tampoco
pensaríannuncaquelasperlasdelimperiozaristaacabaríanalrededorde
mi cuello. —Coco volvió a sonreír—. ¿Viste las fotos en la revista
Harper’sBazaar?—preguntóconlaexpresióndeunaniñapresumida.El
gestoafirmativodeLinamantuvosuvanidadenlomásalto.
—Me encantó en la que aparecías con un pijama de seda negro
mordiendolasperlas.Loquenuncaimaginéesquefueranregalodelgran
duque.
—Ahorayalosabes.Esperoquesepasguardarmeelsecreto…ono.A
quiénleimporta.
La fiesta continuaba en su casa, pero ellas dos parecían ajenas al
jolgorioreinanteenelsalóndelaresidencia.Cocoteníademasiadascosas
que decir y preguntar a aquella nueva adquisición femenina que
engrosaría sin duda su cartera de amistades, y Lina tenía mucho que
escuchar para seguir sorprendiéndose y, a veces, ruborizándose ante la
sinceridadylafranquezadelamodista.
—¿Cuántos amantes has tenido? —La pregunta pilló por sorpresa a
Lina,cuyasmejillasseencendieronbajoelmaquillaje—.Oh,vamos,note
escandalices,noeresdeesas.—Cocolamiróconcuriosidad.Lepareció
desconcertanteyadictiva.Encantadoraeirresistible.Linaseescudótrassu
sonrisa bermellón para esquivar la pregunta que, lejos de escandalizarla
como pensaba la gran dama de la moda, tan solo le avergonzaba por lo
escasodesuexperiencia—.Yaveo.Asínovasairmuylejos.Siquieres
triunfar,vasatenerquehaceralgopararemediareso.
—No pienso hacerlo. Ni siquiera sé si podría —aseveró mientras su
miradaseperdía—.YoamoaSerguéi.Leadmiroyleamo.¿Vasareírte?
—Meconformoconenvidiarte.Yotambiénheamadodeesamaneratan
arrebatadora y excluyente —dijo, acordándose de su gran amor, Arthur
Capel—. Pero hablemos de ti. ¿Estás segura de haber elegido bien,
querida?—Linanoentendiólanaturalezadeaquellapregunta.Másbien,
noquisohacerlo—.Misamantesmehanhechorica.Mírame,unahuérfana
alaqueselenegóunhogar,sinamor,sinpadrenimadre.Misoledadme
diounacomplejasuperioridad.Lamezquindaddelavidamediofuerzay
orgullo,elimpulsodeganarylapasiónporlagrandeza.Ycuandolavida
metrajolalujosaeleganciaylaamistaddeStravinskiodePicasso,nunca
me sentí ni estúpida ni inferior. ¿Por qué? Porque sabía que era con esa
genteconlaquesetriunfa.
Porunossegundos,ambasmujeresenmudecieron.Linaestabadándole
oxígenoasuimaginaciónyCocoChanel,asusrecuerdos.
—Habla,Lina.¿Estásseguradequehaselegidobien?—Lamodistafue
laprimeraenvolveralarealidad.
—Creoquenomepuedoquejar.
—Siempre te puedes quejar. De hecho, debes hacerlo si quieres que te
escuchen y que eso te lleve al lugar que quieres o, al menos, te ayude a
salir del que estás. ¿Quieres un consejo? —le preguntó, aspirando de
nuevo de la boquilla de su cigarro—. Búscate un amante rico y vuélvete
despiadada. Es una buena manera de protegerse de la vida. Tienes cara,
cuerpoytalentoparahacerlo.Sabescaminar,dehecholohacescomosi
hubieras nacido para desfilar. Destilas una elegante sensualidad en cada
gesto, seduces con la mirada y tu sola presencia irradia tanta luz que
consigues cegar a quien no puede dejar de mirarte. Y por si eso fuera
poco,parecesalirteconnaturalidad,sinquetengasqueimpostarnada,sin
que te suponga esfuerzo alguno. Ninguna de mis modelos te llega a la
suela de los zapatos. Y sabiendo todo eso, resulta que no has tenido
amantes.
—¿Yquiéntehadichoquenoloshetenido?—lerespondió,intentando
entrarensujuego.
—Tus ojos me lo dicen. Son muy indiscretos. Y, por supuesto, la
manera en que le miras. En la mirada es donde guardamos los mayores
secretos.¿Porquésinocreesquehaygentequenoescapazdesostenerla
ante determinadas personas? —Coco se ajustó sus pendientes sobre el
lóbulodelasorejasyaspiróunanuevabocanadadesucigarro—.Nome
malinterpretes.Megustalotransgresor,yProkófievloes.—Lareinade
laeleganciadeParísnomentía.Nohabíadudadoenfinanciarelestreno
deLa consagración de la primavera después del escándalo que provocó
sieteañosantesensuprimerarepresentación—.Adorolaprovocación,la
rebeldía, la ferocidad de las ideas que alimentan revoluciones. Pero
revolucionesdeverdad,noladelosbolcheviques.Losmuyimbécilesse
creenquehaninventadoalgocuandotodossabemosquiénestádetrásde
eseparipéacartonado.Tengoamigosrusosyalemanesquemeaseguran
que fueron los judíos los que inventaron el comunismo. Lo que está
pasando en Rusia es una conspiración judeobolchevique. Te voy a decir
algo,solotemoalosjudíosyaloschinos.Yalosprimerosbastantemás.
Esperoquenoteescandalicespormispalabras.
A Lina le fascinaba aquella mujer. No podía evitarlo. No se parecía a
ninguna de las mujeres que había conocido hasta ahora. Era elegante,
sofisticada, femenina, culta, independiente, genialmente provocadora,
descaradaydivertida,ysinembargoavecesparecíaquehubieradeseado
nacerhombre.Todoloquesalíadesuslabioslehacíapensar.
—Ven, quiero enseñarte algo —le dijo cogiéndola de la mano y
arrastrándola a una habitación interior. Serguéi observaba la escena
mientras charlaba con Misia Sert y Diáguilev. Tuvo que esperar unos
minutos para ver salir a las dos mujeres compartiendo risas y
confidencias, con un brillo especial en la mirada e inmersas en una
animada conversación mientras sus manos acariciaban una y otra vez su
nariz.
—Tranquilo—leconfióMisiaaloído—.Notelavanarobar.
—Lo sé —acertó a decir Serguéi, venciendo el rubor y apurando el
champán que quedaba en su copa. Al parecer su gesto de preocupación
habíasidopercibido.
—¿Tan seguro estás? —preguntó Misia, haciéndose la sorprendida,
como si la seguridad de Prokófiev la hubiera provocado—. Nunca
subestimes la genialidad de un artista, y Coco lo es. Te lo dice una
talentosapianistaquedeniñatocabapiezasdeBeethovenenlasrodillasde
Liszt.
Yaencasa,Serguéiquisosaberquéhabíapasadoenaquellahabitación
privada. Estaba preocupado o tal vez celoso. Había visto y oído
demasiadas cosas sobre Coco Chanel, sobre la noche y su afición al
consumo de ciertas sustancias. Quizá no eran más que rumores, pero
ahora era él quien aparecía consumido por los celos. Cuando Lina
escuchósusinsinuaciones,estallóenunacarcajada.
—Me ha enseñado un gran secreto —reconoció divertida aunque
desistiódeljuegoviendolapreocupaciónensusemblanteruso—.Esuna
fragancia con la que piensa revolucionar el mundo. ¿No me crees? Tú
mismopuedesolerla—ledijo,acercandosumuñecaalanarizdeSerguéi
—.¿Hueleseljazmín,elnaranjoamargo,larosa,lavainilla,elsándalo,el
nerolí,elvetiver…?—Serguéinoentendíanada,perolegustóaquelolor
—. Es sencillamente genial. Es el primer perfume creado por una
diseñadora de moda de alta costura: Chanel número 5. Me ha dado un
pequeñofrasco.Mira,soloelenvaseyaesunajoya.Nosémuybienpor
qué.Silomiras,essencilloperotieneencanto.Alparecerseinspiraronen
una botella de vodka ruso que le regalaron a Coco. ¿Te gusta? —le
preguntó,comosirealmentesuaprobaciónfueraaafectaralresultado—.
¿SabesquelohacreadoelquefueraperfumistadelzarNicolásII,Ernest
Beaux? Además, me ha contado que mantiene una relación con Dimitri
Pavlovich,elprimocarnaldelzar…
—AlgomecontóStravinski…—lainterrumpióél,yaconelsemblante
másrelajado.
—Quiénmejorqueél…—apostillóLinaalrecordarlaconfesióndela
propiamodistasobrelaestrecharelaciónmantenidaconelcompositor,a
quieninclusollegóadejarlesucasadeBelRespiroenlasafuerasdeParís
para que se instalara con su familia durante un periodo de dificultades
económicas.
—Lina…—Eltonosonóaregañinapaterna.
—¿Qué?Esélquienestácasado.Deberíaescandalizarseél,notú.
No sería la última vez que visitara la residencia de Coco Chanel. La
admiraciónhabíasidomutua.Estabadeseandoverladenuevo.Notardaría
muchoenaceptarsuinvitaciónypasarseporsutiendaenlarueCambon.
NosabríadecirsilegustabamásacudiralLeBoeufsurleToitporel
ambiente o porque casi siempre solían terminar en el apartamento de
Coco. El champán no era algo que le entusiasmara a Lina, a pesar de la
aficiónquemostrabalamayoríadesusamigosporlabebidaburbujeante.
Siempre pensó que algunos bebían por desquitarse de la Ley Seca que
imperaba en Estados Unidos. Ese vino espumoso no le sentaba bien y lo
habíapodidocomprobarmásdeunavez.Todavíarecordabaconpesarla
nochedelestrenodelballetElbufón,cuandofueronacelebrareléxitoa
un conocido restaurante de Montmartre. El champán fue el centro de la
celebración,aunquesucuerpo,alnoestaracostumbradoasuingesta,se
rebelóylaobligóasalircorriendohaciaelaseodellocaldondeestuvo
vomitandodurantecasiveinteminutos.Elrelojdepulseraquellevabaen
lamuñeca,regalodesumadre,desapareció.Linanofuecapazderecordar
nada. No podía pensar con claridad y a pesar de que su visión no estaba
clara,empezóaverladronesportodoelestablecimiento.Aldíasiguiente
Serguéi le regaló un nuevo reloj. Era precioso y le agradeció el detalle,
peronoeraeldesumadre.Desdeesedía,almenosparaella,lacopade
champánseconvirtióenunaccesoriomásquepoderlucirencadasalida
nocturna,comolaestoladepiel,elvestidonegroolaboquilladefumar.
Habíaquehabituarsealascircunstanciasyactuarencadaescenariocomo
seesperaba.Nopodíaprivarsedelmundonocturnoporunaintoleranciaal
alcohol.Habíademasiadosrostrosquever,muchosamigosqueencontrar,
nuevas teorías conspirativas que escuchar y largas conversaciones que
entablar con desconocidos, que solían ser los que traían las mejores
historias.
Undía,sinsabercómo,unodesuslargospaseosterminócercadela
place Saint-Michel. Tenía sed y algo de hambre. Entró en uno de los
primeroscafésquevioyqueleparecióagradable:ElPanteón.Ocupóuna
desusmesasynoesperóaqueletrajeranlaconsumiciónparaextraerde
subolsounapartituraenlaqueseconcentróunbuenrato.Hastaqueledio
la sensación de ser observada. Frente a ella había un hombre de aspecto
algodesaliñado,conunpuntoderudezaquecontrastabaconsusemblante
amable, bebiendo ron Saint James. Escribía en una libreta de lomo azul
forrada de tela que abría y cerraba constantemente, mientras afilaba
concienzudamente su lápiz, cuya mina se consumía con demasiada
presteza,ansiosapordescargarsobreelpapelhistorias,palabras,ideasy
personajes.Oescribíamuchoolohacíamuyrápido,porque,eninstantes,
el lápiz quedó mermado a la mitad. Cada vez que utilizaba el sacapuntas
aquel hombre aprovechaba para echarle una ojeada, momento en el que
ella miraba por la ventana, como si esperara a alguien que no llegaba.
Pasados unos minutos, el enigmático hombre cerró su libreta con
vehemencia,comosihubieseolvidadoalgoderepente,yseaproximóasu
mesa.Linaloviollegar,desconcertada.
—¿Vendrá?—lepreguntó.
—¿Quién?
—Elimbécilalqueestáesperando.
Linaleobservóduranteunosinstantes.Lellamólaatenciónlafuerzay
el descaro de su mirada, limpia y brillante. Era un hombre apuesto,
robusto y con un bigote que se movía al compás de una medio sonrisa
seductora. No supo discernir con claridad si su físico le parecía o no
atractivo, pero su actitud desde luego lo era. Le sorprendió su sugestiva
seguridadydecidióquebailaríaalmismoson.
—Noesperoanadie—contestósinborrarlasonrisadesubocaapesar
delexabruptopronunciado—.Dehechosolohaaparecidousted.
—¿Mepermite?—dijoeldesconocido,señalandolasillavacíaquese
disponía a ocupar a su lado—. Me llamo Ernest Hemingway, soy
periodista, aunque pretendo ganarme la vida como escritor. Y gracias a
usted creo que acabo de escribir un buen relato. Me siento en deuda.
Dígame, ¿le gustan las ostras? Si me dice que no es porque no las ha
probadocomodebería.
NoesperóaqueLinarespondieraalapregunta,queresultóserretórica.
Girósucuerpo,alzósumanoypidióalcamarerounadocenadeostrasy
unajarradevinoblancoseco.«¿Ve?Eraimposiblequenolegustaran»,le
confió al ver el apetito con el que Lina consumió las ostras. Ambos se
perdieronenunaconversaciónincontrolada,divertida,improvisada,pero
fácil de llevar porque hablaron de las cosas más importantes con las
palabras más sencillas, como le gustaba escribir a él. Las confidencias
entreelloscomenzaronallenarlasconversacionescomoelvinocomenzó
acolmarlascopasdecristal.Lohacíanconidénticafacilidad,dejándose
llevar, sin silencios que detuvieran diálogos, sin trabas levantadas por la
prudencia. Dos desconocidos frente a frente, unidos por el azar y que
parecían haber esperado toda una vida para encontrarse y compartir
vivencias.
—Mi primera mujer, Hadley, me regaló una máquina de escribir
portátilCorona—dijoenunmomentodelaconversación—.¿Quéleha
regaladoausted?
—¿Quién? —volvió a preguntar Lina. Se dio cuenta de que había
utilizadomuchasvecesaquelpronombreenfáticoparareferirseaSerguéi.
LohizolaprimeravezqueVeraDanchakoffleinsinuóquelegustabatras
su concierto en el Carnegie Hall de Nueva York y también cuando su
madrelepidióquesemantuvieraalejadadeél.Yahoravolvíaahacerlo
con aquel interesante escritor americano. Se preguntó si eso significaría
algo.
—Elquepareceretrasarse.Debedeserqueestáperdido.
Linalemiró.Lecaíabienaquelestadounidensedescaradoydivertido.
María Grigórievna seguramente habría hecho alguna broma sobre la
hambruna de cultura con la que llegan a Europa los americanos porque
«suhistoriatienelamismaantigüedadquelatapiceríadelúltimococheen
elquesehansubido».Eracampechanoydirectoysupresencia,lejosde
incomodarle,leplacía.
—¿Quéleharegaladoél?
—Lamúsicademivida.
LacontestaciónlegustóaHemingway.Almenos,enparte.
—¡Vaya! Eso me obliga a arrojar la Corona que me regaló mi mujer
porlaventana…
Allí, en una de las mesas de El Panteón, degustando las ostras por
primeravez,Linahizolapreguntamástontadetodasuvida.Sindudaera
efectodelblancoseco.
—¿Y usted qué escribe? —Se sintió estúpida antes de acabar la frase.
«¿Cómo se le puede preguntar a un escritor qué escribe? —pensó—. Lo
leesyteenteras».Rezóparaquelarespuestallegaraprontoyborrarala
estelaneciadelapregunta.
—Escribo cuentos. Cuentos sobre cada cosa que me resulta familiar.
Esomeayudaanopensarenloquetengoamedioescribir.—Apurósu
vaso y pidió un nuevo ron Saint James. Hacía varios minutos que había
dejado el vino, quizá porque en su paladar empezaba a tener la
consistencia del agua. Se sentía a gusto junto aquella mujer de mirada
seductoraqueleimpedíaretirarsusojosdeella—.Sinembargo,noestan
importante lo que escribo, sino cómo y para qué lo hago. Yo quiero
escribir de manera que tenga efecto, sin que la persona que lo lee se dé
cuenta de ello, y así cuanto más lea, más efecto le hará. —La miró y le
preguntó—:Yusted,¿dequémaneraquierecantar?¿Paraquéquiereser
unafamosasoprano?¿Lohapensado?
Aquellas palabras la hicieron replantearse si había reflexionado de
manera correcta sobre lo que realmente quería en la vida. Lina
comprendióquequizáseestabaentreteniendoenlasuperficiedeunsueño
sinsaberquéformateníaenrealidadycómollegarhastaél.Quizáhabía
llegado la hora de despertar y la voz del americano había actuado de
eficazyestimulantedespertador.
El encuentro con Hemingway la mantuvo pensativa durante varios
días. Ella también quería cantar del modo en que él escribía: cantar de
manera que tuviera efecto sin que la persona que lo escuchase se diese
cuentadeello,yasí,cuantomásescuchase,másefectoleharía.Esoeralo
quequería.Ypensóquehabíallegadoelmomentodeempezarahacerlo,
aunque para eso tuviera que alzar la voz ante la persona que más amaba
peroquemásleestabahaciendosufrir.
—¿Milán? —Serguéi repitió el nombre de la ciudad italiana como si
fueralaprimeravezqueloescuchaba,comosiLaScalaolaGalleriano
hubieranexistidojamás—.¿YquévasahacerenMilán?
—Prepararme. Estudiar e intentar cantar en un teatro. Me han pedido
que me prepare un papel de Rigoletto y un amigo me ha conseguido un
papelenlaóperaLaWally,deAlfredoCatalani.Esunpapelpequeño,pero
nomeimporta,esmenosquenadaysobretodoesunaoportunidad.Sino
lohagoahora,mearrepentirétodamivida.—Observólasorpresapintada
enlosojosazulesdeSerguéi.Noseesperabaesanoticiaynolegustabalo
que oía—. Además, tú siempre me dices que lo más importante es el
trabajo.Solovoyaseguirtuconsejo.
—Esolopuedeshaceraquí.
—No, no puedo. Y tú lo sabes. Aquí lo puedes hacer tú, pero yo no.
Necesito aire, Serguéi, ya te lo dije hace tiempo. Y quizá los dos
necesitemosespacio.Túdebescomprenderlomejorquenadie.
Lejos de hacerlo, la noticia de su futura marcha a Italia contrarió a
Prokófievmásdeloqueesperaba.
—EstonotienenadaqueverconRigolettoniconningunaópera.—Su
oídodegrancompositoryextraordinariopianistaestabapreparadopara
escuchar más allá de los sonidos audibles. No tardó en comprender el
mensajequeocultabanlaspalabraspronunciadasporLinayloquehabía
detrás de aquella decisión. No era la primera vez que el fantasma del
matrimoniosecolabaensusvidas.
—Sabesquenomeencuentrocómodaconestarelación.Yaséqueesto
es París, que nadie se preocupa del qué dirán, pero mi situación es
complicada. Actúo como tu mujer, pero en realidad soy solo tu amante.
Tienesqueentenderme.
—Noestaríamalquetútambiénmeentendierasamí.Todamividahe
creído que el matrimonio es algo creado para destruir las grandes
historias de amor. ¿Cómo quieres que cambie de opinión sin más? ¿Por
quénotevaleconloquetenemos?PorDiossanto,estamosbien.¿Esque
acasonosvamosaamarmássinoscasamos?—EnsuinteriorSerguéise
formulaba otra pregunta que no se atrevió a decir en voz alta para no
ofender a Lina. «¿Cómo puedo casarme si sé que eso no me va a hacer
feliz? Una boda sería como atarme una piedra al pie y arrojarme al
río»—. No es que no quiera casarme contigo. Simplemente no quiero
casarme.Measustaloquepuedapasar.Hevistocómograndesamoresse
destruíanporlafirmadeunpapel,porunamalditarutinaquecarcomela
pasión. —Tuvo miedo. La nueva situación le asustaba. Estaba a punto de
perdermásqueunacompañíaqueanhelaba,másqueunabellamujerque
besabapordondeélpisaba,másqueunarendidaadmiradoradecadanota
quesalíadesusmanosysucabeza.Parópararespiraryponerenorden
susideas—.¿YsinoestoydeacuerdocontuviajeaMilán?—preguntó,
dejandoentreverlairritaciónqueempezabaamodularsuvozenuntono
hosco—.¿Ysinoquieroquetevayas?
—¿Encalidaddequé,Serguéi?—LamiradadeLinaledecíamáscosas
de las que sus labios pronunciaban. Y él lo sabía—. Un marido tiene
potestadsobresumujer,igualquelaesposalatienesobreelhombre.Pero
¿quésomosnosotros?
—Dímelotú.Parecequelotienesbastantemásclaro.
—Noquieroserlaamanteoculta.Noquierovivirdisimulandoloque
másfelizmehaceenestavidaylarelaciónquetenemosmeobligaaello.
—Algunosprefierenmostrarantetodoslovaliosoyotrosloguardan
delasmiradasajenas.Esonohacequeteamemenos.¿Notevaleconeso?
LarespuestalaencontróenelfondodelacautivadoramiradadeLina,
donde tantas veces se había perdido. Pero esta vez le resultó difícil
encontrarse.
CocoChanelteníarazón,enlamiradaseguardanlosmayoressecretos.
10
«Haydíasqueodioalahumanidadymegustaríaestarsola».
Lina acababa de sobrevivir a la marabunta humana que poblaba las
callesdeMilán,inmersasenloscarnavalesqueconvertíanlaciudadenun
coloridolienzodeexcesosmerecedordelaspinceladasdePaoloVeronés
ensusBodasdeCaná.Elincesanteruidoquehabíaenlocalidaditalianale
hacíaañorarunoasisdesilencioquetansoloencontrabaenlamúsica.En
su habitación de la pensión de la piazza del Duomo número 8, las
composicionesdeAtDawning,de Charles Wakefield Cadman, Rigoletto,
de Giuseppe Verdi, y The Wish, de Frédéric Chopin, se disputaban la
soberaníadelambiente.
Peroelbullicioensordecedornoerapatrimoniodelenclavemilanés.
Elmundosobrevivíaenunincesanteaullidoqueseantojabapreferible
algritoahogadoqueguardabanensusgargantaslasprincipalesnaciones
europeas.Laguerracivilrusallegabaasufindejandomásinterrogantes
que soluciones sobre un enorme cementerio de entre diez y veinte
millonesdemuertos—segúnlasfuentes—porlamunicióndelaguerra,
elhambreylaenfermedadde1917a1922.MientraslastropasdelEjército
RojoocupabanVladivostokterminandoconlasesperanzasdelacadavez
más endeble resistencia del Ejército Blanco, los camisas negras
auspiciadasporBenitoMussolinimarchabansobreRomaenarbolandola
banderadelfascismo.
Fue por casualidad, como suelen suceder los momentos más
importantesytrascendentesdelavida.LinapudoveraMussoliniantesde
que se subiera a un tren en Milán que le llevaría a Roma, donde,
convertido en primer ministro, formaría su primer gobierno y daría su
primerdiscursocomopresidentedelConsejodeMinistros.Suvozsonaba
metálicaatravésdelosaparatosderadio:
Herechazadolaposibilidaddevencertotalmenteypodíahacerlo.Meautoimpuselímites.
Me dije que la mejor sabiduría es la que no se abandona después de la victoria. Con
trescientos mil jóvenes armados totalmente, decididos a todo y casi místicamente listos a
ejecutar cualquier orden que yo les diera, podía haber castigado a todos los que han
difamado e intentado enlodar el fascismo. Podía, pero no lo he querido, al menos en este
primermomento.
Apagó la radio. No era aquel el sonido que ansiaban sus oídos ni su
mente. Prefirió concentrarse en la cautivadora voz de Mary Garden
interpretandoAtDawningconvertidoenelperfectobálsamoquealiviaba
sualma.
Allthesoundsofmorningmeet,
breakinyearningatyourfeet.
Comeandanswer,come,mysweet,
Iloveyou,Iloveyou…
Hacía dos años que vivía de manera independiente en Italia y todo
seguíarecordándoleaél;sesentíaincapazdediscernirsiaquelloerauna
maldiciónounabendición.Habíallenadosuvidadeunruidoprofesional
que anhelaba la mantuviera ocupada, distraída y alejada de su única
debilidad, de su fuente de frustración, de la que, al mismo tiempo,
emanabasuprincipalrazóndevivir:SerguéiProkófiev.Esacontradicción
lamanteníaviva,lehacíamostrarsefuerteantelasdificultadesquelavida
leibaponiendoenelcamino.SabíaquesurelaciónconSerguéierauna
carreradeobstáculosqueafrontaríaysuperaríamanteniéndosefuerte.No
habíaotramaneradehacerlo,almenos,noeracapazdeencontrarla.
ItalianofueunaexcepciónenlaprodigiosafacilidaddeLinaparahacer
amigos y convertirse en la compañía más deseada en todo encuentro o
celebraciónartística.AsistióaLaScalaparaverlaóperaBorisGodunov,
trabó amistad con importantes representantes de la comunidad artística
italiana, como el poeta y editor Marinetti, el director de la principal
editorial musical de Milán, Ricordi y Compañía. Teniendo presente
siempre los consejos del más exigente Prokófiev, se concienció de que
debía trabajar mucho para conseguir mucho menos. Se centró en sus
clasesdecanto,aprendióelidiomaitaliano,mejorólosagudosensuvoz,
venció inoportunas afonías y catarros que conseguían dejarla muda
durantedías,frustrandoenmásdeunaocasiónsudebutenelteatro.Hasta
queporfinundíaconsiguióversunombreescritoengrandesletrasenel
cartel de una ópera: LINA LLUBERA. Ese era el nombre artístico que
Serguéi y ella habían acordado. Estuvo más de diez minutos observando
desdeelotroladodelacallelapublicidadquecolgabadelafachadadel
TeatroCarcanodeMilán,comosiaquelnombrenofueraelsuyo.Había
cogido la cámara de fotos que le había enviado Serguéi al saber que se
habíadejadolasuyaolvidadaenParís.Lavergüenzaleimpidióhacerla
codiciada foto el primer día. Pero la hizo días más tarde. Tenía que
guardaresemomentoynoseconformabaconhacerlosoloensumente.
Realmente se trataba de una sustitución, pero no sería una suplencia
cualquiera.Porunaindisposición,lasopranoMarinaCampanari,hijadel
famoso barítono, Giuseppe Campanari, no pudo estrenar la obra y Lina
cantóensulugar.PorfinseconvertiríaenGilda,enlaóperaRigoletto.Y
lo haría cantando el Caronome, una de las arias más bellas. El canto de
unajovenenamoradaqueleanunciaasuamadoque«miúltimosuspiro
seráparati».
Enelcamerino,antesdesaliraescenaparainterpretarelqueseríasu
granmomento,Linaestabatranquila.Eraunasensacióntramposaporque
sabía que el ejército de nervios vendría más tarde, sobre el escenario,
dondeeldañoseríamayor.Contemplósuimagenenelespejo.Elreflejo
le devolvía el perfil de una joven vestida de blanco a punto de sufrir un
gran desengaño al saber que el amor de su vida era un fantasma. Lina
convertida en la joven y dulce Gilda, enamorada de un hombre que
aseguraserunjovenypobreestudiante,denombreGualtierMaldè,pero
queenrealidadeselduquedeMantua,quenodudaenengañarlayocultar
su verdadera identidad y su condición de mujeriego y donjuán. Entre
bambalinas,antesdesaliralescenario,surecuerdofueparaSerguéi.Solo
sepermitiópensarenélunossegundos.AhoraeraGilda,erasumomento
ynopensabadesaprovecharlo.Suvozcomenzómodulada,dulce,limpiay
rápidamenteseapoderódelaatencióndelpúblico.
GualtierMaldénomediluisìamato,
tiscolpiscinelcoreinnamorato
caronomecheilmiocor
festiprimopalpitar,
ledeliziedell’amor
midêisemprerammentar!
Seestabagustando.Caminabaporelescenarioconlaseguridaddeuna
experimentada actriz. Su voz acariciaba su garganta, como si fuera un
bálsamosuaveydulcedelagradodetodos.Estabatranquila.Laluzenel
escenarioeraperfecta,elsilenciodelpúblicoresultabacómpliceynose
movíaunalma,comosieltiemposehubieradetenidoparaescucharla.
Colpensieroilmiodesir
ateognoravolerà,
epurl’ultimosospir,
caronome,tuosarà.
Sabíaquesuprotagonismoseríaabsolutodurantelossieteminutosque
durabaelaria.Peroalgocomenzóairmalamitaddesuinterpretación.
Cuandoapenasquedabantresminutosparafinalizar,Linaperdiósusitio
en el escenario. Algo se movió entre bambalinas que la distrajo o al
menosesofueloquecreyó.Lociertoesqueavanzadaelaria,suvozfue
secuestrada por un enemigo que la perseguiría toda su vida y que había
decididonosaltarseunageneración:elpánicoquelaatenazabaalpisarun
escenario, el mismo que sentía su padre, Juan Codina, y que intentaba
mantener en secreto. Los nervios le secaron la garganta y el final de su
interpretación,aunquecorrecto,nobrillótodoloquehabríaesperado.
—Tranquilízate,noteobsesiones.Todohaidomejordeloquepiensas
—leintentabaconvencereldirectordeescenaenunodelosrecesosdela
obra—.Nadiesehadadocuenta.Deesosmaticessoloosdaiscuentalos
artistasysoléisconvertirloenunmundo.
—Podíahaberlohechomejor—sequejabaLina,casiconlágrimasen
los ojos, mientras bebía su segunda taza de café, su remedio más eficaz
paratodo,especialmenteparalubricarsuscuerdasvocalesydevolverlela
brillantezyeltonoasuvoz—.Podíahaberestadoperfectacomoenlos
ensayos.
—Lina, es el estreno, son los nervios. Mañana te saldrá una
interpretación perfecta. No pienses más en ello y deja de beber café. Es
diurético y solo falta que tengas que salir corriendo en mitad de una
escena.
—Ha sido Arturo, ese estúpido y engreído barítono. No sabe estarse
quietonidentronifueradelescenario—dijorefiriéndoseasucompañero
ArturoRomboli,alqueculpabadeserelresponsabledesudistracción—.
El crítico de Il Corriere de la Sera que vino a los ensayos tenía razón
cuandohablódelatendenciaaexcedersedeRomboli.
—Serámejorqueloolvides—ledijoeldirector,máscomounaorden
quecomounconsejopaternal—.Tienesquesalirdenuevoaescenapara
permitir que tu padre te abra los ojos y te diga que tu amado es un
impostor, convencerle de que no le mate y sacrificarte para salvarle la
vidaalhombrequeamasaunquetehayaengañado—dijorefiriéndosea
supersonaje—.Eresunaprofesional.AhoraLinanoimporta.EresGilda.
YahabrátiempoparalamentarseenelSavini.
Linaobedecióylaóperacontinuósinsobresaltos,nipérdidasdevozni
sombrasentrebastidores.Mástarde,mientrascelebrabaelestrenojuntoal
resto de la compañía en el conocido restaurante Savini, situado en las
entrañas de la impresionante Galleria Vittorio Emanuele II, un lugar de
encuentrodeartistas,músicos,actoresyrepresentantesdelaculturadesde
1881, la sombra de lo sucedido en el teatro volvió a cernirse sobre ella.
SobretodocuandoArturoRombolisesentóasuladoyempezóarelatarle
queenesamismamesahabíanestadoGiuseppeVerdi,GiacomoPuccinio
EleonoraDusesinplantearsesiquieradisculparse.
—No te lo voy a perdonar nunca, Arturo —le dijo disfrazando su
enfado con un tono jocoso—. No me puedes hacer esto el día de mi
estreno.
—Claroquepuedo—lecontestórisueñoeldivoitaliano—.Dehecho,
era casi una obligación. Tómalo como tu bautismo de fuego. Ya me lo
agradeceráscuandoseasunagranestrellayentoncesyahayasaprendido
que nada de lo que suceda fuera del escenario durante tu actuación tiene
importancia. —Arturo bebió de un trago la cerveza fría que acababa de
traerle un camarero—. Cuando estás cantando, no existe el mundo. Solo
existestú.Sinolosientestúdeesamanera,noesperesqueelpúblicolo
haga.Méteteesoentuhermosacabecita.Ybebealgoquenoseaagua,que
estamoscelebrandounéxito.
Se dio cuenta de que Romboli tenía razón en todo lo que decía. Una
jarradecervezaleayudaríaaolvidaryaespantarelfantasmadelpánico
escénicoquesenegabaaadmitir.Linanoquisoaceptarqueelmiedoque
nuncalehabíaacobardadoensuvidaledestrozaraunsueñocuandoestaba
apuntodehacerlorealidad.
«Hay días en los que odio a la humanidad y me gustaría estar sola.
Perononacíparaestarsola».
LinapodíahuirdeParís,esquivarelamor,burlaraldestino,perosabía
queeraimposibleescapardelaverdad.YlaverdadlehablabadeSerguéi.
Poresonohabíaqueridocortartodacomunicaciónconél,aunquehabía
días que lo contemplaba e incluso llegó a desearlo. Pero esa decisión le
hubiera resultado suicida. Mantenían una relación epistolar abierta y
sincera,aunquepresididaporlosmismosmiedosqueasolabanalmundo.
Prokófiev no quería revoluciones que alteraran su orden establecido, su
equilibrioemocional.Linaluchabaporuncambioqueseresistíaallegar.
Encontró en las palabras escritas el mejor armamento intimidador ante
Serguéi.«Nosoyunadetuspiezasdeajedrezhechasdemadera.Soyde
carne y hueso y tengo sentimientos. No puedes jugar conmigo». Pero el
símilquelesdiomásjuegoalosdosvinoatravésdelafrutaprohibida.
Ante la insistencia de Serguéi de un inminente reencuentro, Lina le dejó
claro que no quería manzanas verdes en su cesta porque necesitaba
madurezensuvida.Lejosdeamilanarse,elcompositorlerespondió:«Ay,
Avecilla mía. ¿Y cómo pretendes que maduren si las abandonas? Si te
dedicas a golpear las manzanas o quemarlas con una cerilla para que
madurenantes,loúnicoqueconseguirásesquesepudran».
Pero a pesar de la consabida retahíla de acusaciones mutuas, la
añoranza y el deseo de verse y recuperar una relación que los dos
extrañaban venció a la fruta madura. Serguéi se había trasladado a vivir
una temporada cerca de Múnich, en un pequeño y encantador pueblo
llamadoEttal,dondeseacomodójuntoasumadreenunaimpresionante
casadenombreChristophorus.PensóquenadaleatabaaParíssiLinaya
noestabaallíyquepodíaresultarinspiradorcomponerlaóperaenlaque
trabajaba,Elángeldefuego,enellugardondesucedíalahistoriaescrita
porelpoetarusoValeriBriúsov,cercadelosAlpesbávaros.«Teescribo
desde esta casa señorial, con habitaciones elegantemente amuebladas,
electricidad, baño, calefacción a vapor, balcones, alfombras, camas
anchas,sofásmullidos,unabibliotecaentresidiomasycuadrosfuturistas
colgados en la pared. Un lugar que ni había soñado. Al lado hay un
monasterio,elaireescomolamielyelsilencioesmaravilloso.¿Cuándo
vienes?».
Serguéipodíaresultarmuyconvincentecuandoseloproponía.Perono
fuesucarta,sino,unavezmás,laprovidencialintervencióndelosStahl,
que se encontraban de viaje por Europa y la convencieron para que se
reuniera con ellos en la casa de Prokófiev. Se hizo de rogar durante un
tiempo prudencial en el que disfrutó con la impaciencia del compositor,
queseguíamostrándosecomounniñocuandoveíaquelavidanoledaba
loquetantoansiaba.Lecongratulósentirdenuevocómosucuerpovolvía
a revolucionarse ante la cercanía de un encuentro con él. Todo parecía
estarasufavor.Comosideunaextrañaleynoescritasetratara,cadavez
quelavidapersonaldeLinaparecíaencauzarse,sucarreraprofesionalse
resentía. Esta vez fue la cancelación de una ópera en Verona en la que
interpretaríaunodelospapelesprincipales,anteshabíasidosucaídadel
carteldeRigolettoenMilán,mástardeuncatarroquedioaltrasteconun
nuevoestreno.Teníaclaroquehabíallegadoelmomentodelreencuentro.
No se esperaba encontrar a Serguéi aguardándola en el andén de la
estación de tren de Múnich, sosteniendo una manzana verde en la mano.
Nopudoevitarsonreíralcontemplarlaimagen.Mientrasrecorríaporel
apeaderolospocosmetrosqueleseparabandeél,notócómolosdosaños
de resistencia pasiva en Italia se derrumbaban como un débil castillo de
naipes.Laspiernasempezabanafallarleyelcorazónalatirledemasiado
deprisaparapermitirlecaminarconnormalidad.
—Las manzanas van madurando, Avecilla —dijo Serguéi antes de
abrazaralapersonaquemásleimportabaenelmundo.
La besó allí mismo, sin importarle las miradas ajenas. Se tomó su
tiempo, como si quisiera vengarse de la ausencia impuesta durante los
últimosmeses.Labesóconlaintensidadquepocasveceslohabíahecho,
recreándoseensuslabios,haciendoquesusmanosrecorrieranelcamino
desdeelcuellohastalacinturadeLina,satisfechodequeelcuerpodesu
amada se entregara con la docilidad que siempre lo había hecho. Le
gustaba que Lina siempre cerrara los ojos cuando le besaba, como si
abandonarasuvoluntadycedieraaladeél,que,porelcontrario,prefería
mantener la mirada abierta para comprobar que la entrega de Lina era
ciega,sincondiciones.Aquellolehacíasentirsevictorioso.Duranteunos
segundosnosedijeronnada,tansolohablaronsusmiradasylavoracidad
desusbocas.
—¿Por qué me haces esto? —le preguntó Serguéi, entretenido en
mordisquear los labios de Lina, como si no necesitara escuchar la
respuestaasupregunta.
—¿Elqué?¿Besarte?—pudocontestarellaaduraspenas.
—Obligarme a extrañarte de una manera que me mortifica. Hacer que
mevuelvalocopensandoenti,imaginandoquéhacesyconquiénestás.
—Estoycontigo.Ahoraestoycontigo.
—Ahoraesuntiempodemasiadocorto.Noessuficiente.Nomebasta.
Yséqueatitampoco—dijovolviéndolaabesar.
Habíaesperadodemasiadotiempocomoparatenerquecontrolarseen
una fría estación de tren. Y tampoco lo haría al llegar a casa. Estaban
juntos de nuevo y aquella noche comprobaron que sus cuerpos no se
habíanconvertidoenlosextrañosquealgunasvecestemieronser.
La visita se repitió de nuevo durante la festividad del año nuevo de
1923,aunqueparaentonceslaaparicióndeLinafuealgomásaccidentada.
Eltrenllegóconretraso,peromuchoantesdequelohicieraeltelegrama
enviadodesdeMilánenelqueinformabaaSerguéideldíaylahoradesu
llegada. No hubo ni compositores ni manzanas verdes esperándola en el
andén.Tuvoqueconformarseconlaúnicapresenciadelamablehijodel
jefe de estación que, cogiéndole la maleta, se ofreció a acompañarla
durantelahoraymediaquedurósucaminatahastalacasaChristophorus.
Cuando Prokófiev la vio llegar en mitad de la noche, con la nieve
cubriéndole hasta las rodillas pero con una gran sonrisa en su rostro,
cualquier duda quedó enterrada como quedaron los pies de Lina en la
intensanevadaquecaíasobreEttal.Loteníaclaro.Seríaeseaño.Después
delagiradeProkófievporEspaña.Acababadedecidirlo.
—Teamosoloatiynoquieroanadiemás—leconfesóaloído—.Y
creoquevasiendohoradequeregresemosaFrancia.
—Lo sé. Pero no pienso regresar a París contigo sin un anillo en el
dedo.
Noeraunaamenaza.AlmenosaSerguéinolesonóaunaclarayfirme
coacción como podía haber sucedido hace años en París. Pero supo que
debíahaceralgo.
DespuésdeunlargoysecretoencuentroconeltenienteEwald,quese
comprometió a vencer las complicaciones burocráticas que entorpecían
unmatrimonioentreunrusoyunaespañolaentierrasalemanas,el8de
octubre de 1923 Lina se convirtió en la señora de Prokófiev. María
GrigórievnayelpoetarusoBorisBashkírovejercierondetestigosjunto
altenienteEwaldysumujer.LadolorosaausenciadeOlgaNemiskaiay
Juan Codina no logró enturbiar su felicidad, aunque consiguió
emocionarlaenlosmomentospreviosalaceremonia.Peronadaninadie
podíaoscurecerelmomentoconelquehabíasoñadodurantetantotiempo.
ElestrenodesunuevoestadocivilsuperabaelansiadodeLadoncellade
nieve,deNikoláiRimski-Korsakov,conelquesoñabadesdequedecidió
quequeríasersoprano.
Quisoserellalaqueguardaraelcertificadodematrimoniodelapareja.
Detantomirarlo,seloaprendiódememoria:
RegistroCivilEttal,Nº5/1923
CompositorSerguevichProkófiev
Domicilio:residenteenEttal
Fechadenacimiento:23deabrilde1891
Lugar:Sontsovka,Ekasterinoslav,Rusia
YlaartistaCarolinaCodina
Domicilio:residenteenEttal
Fechadenacimiento:20deoctubrede1897
Lugar:Madrid,España
Ylaspalabrasmágicassituadasencimadelafirmadeambosyelsello
oficial:
Contrajeronmatrimonio
Diez días después, el matrimonio formado por Serguéi Prokófiev y
LinaCodinahacíasuapariciónenlaÓperadeParísparaasistiralestreno
delConciertoparaviolínnº1deProkófiev,bajoladireccióndesuamigo
yadmiradorSerguéiKusevitski.Todossusamigosestuvieronallícomosi
supieranquehabíamásdeunmotivodecelebración:PabloPicasso,Ígor
Stravinski,ArthurRubinstein,SerguéiDiáguilev,AlexandreBenois,Karol
Szymanovsky, Anna Pávlova, siempre encantadora con ella y aquella
nochenoibaasermenos.«Québuenovertesiempre,seadondesea»,le
confiólabailarinadeballet,quesiempreteníapalabrasamablesparaella.
Eléxitoquenologróelconciertoaquellanoche,locosechólaflamante
esposa del compositor. Stravinski se acercó a Lina. «Estás realmente
hermosa. ¿Es el maquillaje?». Lina negó con la cabeza y mientras le
obsequiabaconunadesusampliassonrisas,leenseñóeldedoanulardesu
mano izquierda, circundado por un fino metal dorado que se esmeraba
porbrillarcomounaestrella.
No era el único secreto que guardaba Lina. La luz que desprendía su
cuerpoaquellanochedeestrenonosedebíaaningúnanillo.
Habíavueltoacasa.Ylohacíadelbrazodelamordesuvida,aquien
habíaconvertidoensumaridoyconunnuevomiembroapuntodellegar
alafamilia.Soloellalosabía.Habíasecretosqueconveníaocultarhasta
encontrarelmejormomentoparaserdescubiertos.Todoasutiempo.
11
—Esunpocofeoyestámorado.
Serguéicontemplabaalpequeñoserquesemovíacomoungatopanza
arribaenelmoiséscolocadojuntoalacamadelamadreprimeriza,que,
cubierta con una sábana, yacía medio inconsciente después de un parto
complicado.Elbebéhabíasidomadrugadoryllegóalmundoalasocho
cuarenta y cinco del 27 de febrero de 1924. A pesar de los esfuerzos
durante el alumbramiento y de las complicaciones de última hora, Lina
estaba realmente bella. Quizá por eso al padre primerizo le extrañó el
contrasteentrelabellezadelamadreyelfísicodelbebé.
—¿Estodoloqueseteocurredecir?—OlgaNemiskaiahabíallegado
tresdíasantes,despuésdemandardesdeNuevaYorkunescuetotelegrama
de dos palabras y una cifra: «Llego el 24». Y cumplió con el horario
anunciado.Aningunodelosdoslespermitieronasistiralnacimientodel
pequeño,loqueirritóalafuturaabuela.«Soysumadre.Esnormalqueel
marido se vaya con sus amigos a un cabaré de Montmartre a
emborracharse», le espetó al ginecólogo de su hija, el amable doctor
GabrielVouffé,aunquesudardoverbalibadirigidocontraSerguéi,quela
noche anterior estuvo de jarana junto a su amigo Aleksey Stahl para
celebrar la inminente llegada de su primogénito. «Pero una madre tiene
queestaralladodesuhija,almenosenlosmomentosmásimportantesde
su vida». Estaba claro que no había perdonado a su yerno, a quien
responsabilizabadesuausenciaenlabodadesuhija.«Esincreíble.Llevo
años pidiéndote que te comprometieras, que dieras el paso, y, cuando lo
haces, decides no avisarme con tiempo suficiente para estar en la
ceremonia.Cualquieradiríaquelohashechoapropósitoparavengartede
mí»,leespetóenmásdeunaocasión.Serguéidecidióqueseríabuenaidea
llevarse a su suegra a dar un paseo por las proximidades del Hospital
Saint Antoine, aunque una conversación con ella no era lo que más le
apetecíaenaquellosmomentos.
—Esperoquenolloremucho—añadióelpadreprimerizo,venciendo
elmiedodecogerasuhijoenbrazosportemoraqueseleresbalara—.
Pero me gusta. Lo que no entiendo es por qué Lina no quiere que le
llamemosAskold.
—PorquenocreoqueelnombredeungobernantedeKievanteriorala
eracristiananosvayaatraermuchasalegrías,especialmenteatuhijo.—
La voz de la recién estrenada mamá sonaba dulce, suave, casi infantil
intentandovencerlapesadasomnolenciaquelagobernaba.Serguéiacudió
junto a la cama para besarla, un gesto que ella aceptó con una sonrisa
tímidaperoplenadeternura—.Tienetusojos,papá.
—Todos los niños tienen los ojos azules cuando nacen. —Olga
Nemiskaia sintió la necesidad de decirlo ante la posibilidad de sufrir un
colapso mental si guardaba para sí lo que le cruzaba el pensamiento en
aquellosmomentos.Aúntardaríamuchoendigerirsuausenciaenlaboda
desuhijaylaprecipitadallegadadesunieto.
La recuperación de Lina fue más larga y pesada de lo esperado. Se
encontrabadébil,habíaperdidomuchasangreduranteelpartoysuanemia
se disparó. Su ánimo sufría los vaivenes de una montaña rusa, tendencia
que agravaban dos hechos fundamentales: el permanente llanto del
pequeño Sviatoslav —finalmente se decidieron por un nombre ruso que
uníalaspalabras«hoy»y«gloria»—yelencierrocasiclaustrofóbicoque
por prescripción médica la mantenía aislada en casa. La contrariedad de
queelascensordeledificioseestropearaunidaalaimposibilidaddebajar
y subir las escaleras durante su periodo de recuperación del parto
tampoco ayudó a calmar su ansiedad. Aunque no exenta de roces, la
presencia de Olga Nemiskaia resultó casi providencial, ya que fue ella
quien se encargó de buscar una nueva casa en el número 5 de la rue
CharlesDickensydeocuparsedelbebédurantelosprimerosdías.
Lina tuvo mucho tiempo para pensar sobre la vida en aquella
temporada. Le parecía un enorme libreto en el que aparecían y
desaparecían personajes por designios caprichosos del compositor. Su
hijo había llegado al mundo apenas un par de meses después del
fallecimiento de su amigo Raymond Radiguet a causa de unas fiebres
tifoideas. Le conmovió la noticia y le impactó saber que en las horas
previas a su muerte el joven pudo presentir su final, según contaba su
amigo Jean Cocteau, a quien confió que en un plazo de tres días sería
fusilado por los soldados de Dios. La confidencia resultó profética.
CuandoSerguéileregalósulibro,Eldiabloenelcuerpo,sesumergióen
su lectura de manera hipnótica. Mientras el resto del mundo se
escandalizaba por el adulterio de la mujer de un militar en plena guerra
mundialnarradoenlaobra,aLinalecalómáshondolafacilidaddehacer
daño a la persona amada y hacerlo en nombre del amor que destilaba la
historia escrita por Raymond. Esa idea le obsesionó durante mucho
tiempo.Casitantocomolamacabrarelacióndedependenciaentrelavida
ylamuertequeparecíavislumbrarasualrededordesdequehabíadadoa
luzasuprimerhijo.
Sin embargo, la muerte que conmovía al mundo por sus posibles
consecuenciasanivelmundialhabíasucedidounassemanasantes,avarios
miles de kilómetros de París. Vladimir Lenin, artífice de la Revolución
rusa y de todas sus terribles consecuencias, había fallecido de un infarto
cerebral.Lostreintagradosbajoceroquecongelabanlaciudadmoscovita
en la gélida mañana de enero de 1924 no impidieron que millones de
personas recorrieran las calles de Moscú acompañando a la comitiva
fúnebre del primer jefe de Estado de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas que él mismo había fundado. Unos despedían al líder que lo
había dado todo por conseguir el paraíso del proletariado, otros al
dictadorqueconvirtiólosderechoshumanosenpapelmojado.Elreguero
deconspiracionesquedejósumuertesobrelatundranevadadelaUnión
Soviéticatardaríamuchoenacallarse.Serguéipudocomprobarloensus
cadavezmáshabitualesencuentrosconrepresentantesdelmundoartístico
ruso,quedesdesuregresoaParíssehabíanmultiplicado.Seencontraba
cómodoentrelosnuestros,comosolíareferirseaellos.Disfrutabadelos
coloquios, las tertulias, los encuentros literarios y musicales en los que
participaban grandes escritores rusos en el exilio. Solía organizar cenas
en casa donde acudían compatriotas, como los escritores Dimitri
Merezhkovski,IvánBunin,AleksanderKuprin,AlekseyRemizovoMijaíl
Lariónov.
Unanocheasistióaunadeesascenaselredactordeldiarioenlengua
rusaPoslednie Novosti, que se publicaba en París. A Serguéi siempre le
gustabacontarconsupresenciaporquesolíatraerlasúltimasnovedades
desupaísymuchasdeellasnisiquierahabíansidopublicadasenlamadre
patrianiprobablementeveríanlaluz.
Aun estando en París, a refugio de la casa de los Prokófiev en la rue
CharlesDickens,laconversaciónsedesarrollabaenvozbaja.Ningunode
ellos tenía una buena opinión de los bolcheviques, a los que
responsabilizaban de la atroz situación que vivía su país. El tono de la
conversación se encendía cuando algunos no dudaban en despotricar
contra los personajes siniestros convertidos en líderes políticos que
prometíanalpuebloloquenuncalesdarían.Lascircunstanciasquehabían
rodeadolamuertedeLeninocuparonpartedelaconversación.
—Leextrajeronelcerebroparaexaminarlo—comentóelredactordel
diario.
—Oparaquenadie,exceptoellos,pudierahacerlo.—Lasvocesdelos
comensalescomenzaronadarpábuloatodotipodeteoríasconspirativas.
Algunos optaban por el tono de broma mientras que otros insistían en
dotardeunacerteraseriedadasusopiniones.
—Es curioso que, justo cuando planeaba sacar a Iósif Stalin de la
secretaría del partido, su salud se agrave, entre en coma y muera —
comentóeleditordelperiódicoruso.
—Murió de un infarto cerebral. Le hicieron la autopsia y le mató la
arteriosclerosis..
—Unaautopsiaquesolofirmaronochodelosveintisietemédicosque
leatendieron—señalóRemizov.
—¿VasadefenderlomismoqueTrotski,elmismoqueenjuniode1917
todavía calificaba a los bolcheviques de insignificante puñado de
demagogos? ¿Vas a pensar como él, que Lenin fue envenenado y que
seguramentefueStalinquienlohizo?—preguntóBunin.
—Yo solo digo que no me creo estos juegos del destino. Y que el
cianuroseutilizaparatratarlasífilis,lomismoqueelyodurodepotasio.
Y que por mucho que algunos se empeñen en negarlo, yo conozco
médicos que me aseguran que Lenin no sufría de esa dolencia. ¿Qué
hacían tratándole con cianuro? Lenin tenía el cerebro convertido en una
piedrayesoloprovocalosgrandesvasossanguíneosynolaspequeñas
arteriasmeníngeasalasqueatacalasífilis.Yesoescienciapuraydura,
noconspiracionesdesalón—sentencióelredactordePoslednieNovosti.
—Llevaba una bala alojada en el cuello desde que intentaron matarle
hacetiempo.Loraroesquenomurieraantes.
—Loquellevabaalojadodesdehacetiempoenlapartebajadesunuca
eralasombradeunsoberbioStalincerniéndosesobreélparaempezara
ocupar su lugar. Ya tiene lo que quería: a Lenin presente pero callado,
porque ha decidido embalsamarlo obviando su deseo de ser enterrado
junto a su madre en Petrogrado. Perdón, Petrogrado ha muerto, como
Lenin. Ahora es Leningrado. Creo que es el primer caso de
nacionalización de un cuerpo humano. Y no deja de ser curioso cuando
fue él quien inició esa práctica de confiscación con las tierras y
propiedadesdeloscampesinos.Selellenólabocadeproletariado,pero
seleolvidóllenarlabocadeesemismoproletariado.
—Creo que dejó un testamento en el que barruntaba el peligro de las
luchasinternas,especialmenteladeStalinyTrotski.
—Ese puede ser un buen argumento para una novela rusa. Habrá que
hablarconDimitriMerezhkovski—comentóRemizovconironía.
—Prokófiev, ¿tú qué piensas? —dijo Lariónov ante el silencio del
compositor,que,alparecer,preferíaescuchar.
—No me interesa la política —respondió sonriente Serguéi—. Me
sientoajenoatodoesto.Lomíoeslamúsica.
—Es imposible, no puedes pensar así. Y además es peligroso. Nadie
puedesentirseajenoalapolíticaporquevivimosinmersosenella.Aunque
noqueramos,determinanuestravida.
—Losiento,amigo,peroinsisto:mesientoajenoatodoesto.Yo,como
Arquímedes,meconformocondibujarmiscírculossobrelaarenayque
nadiemelospise.
No era la primera vez que contaba aquella historia sobre el asesinato
del matemático griego durante la Segunda Guerra Púnica, cuando las
fuerzasromanasdelgeneralMarcoClaudioMarceloentraronenSiracusa
trasdosañosdeasedio.Arquímedesseencontrabaeneljardíndesucasa
estudiando un teorema matemático cuando entró un soldado a quien tan
solopidióquenopisarasuscírculos.Nisiquieralerogóporsuvida.Lo
único que le importaban eran sus círculos, su trabajo. Allí mismo el
soldadoleasesinócontraviniendolasórdenesdesusuperior.
La primera vez que Lina salió de su particular encierro posparto, lo
hizoparaasistiraunacenaconamigosenPrunier,unodesusrestaurantes
favoritos de París. Llevaba demasiado tiempo sin comer sus ostras
dispuestassobreunamontañadehielopicadoysucrabeàlamexicaine,
aunqueSerguéisedecantaríaporunosexquisitosmejillonesyunasopade
bogavante en su toque de sal, excesivamente sazonada para el delicado
paladardeLina.
Había echado de menos el boato del local, su ambiente selecto y su
exquisita carta, aunque demasiado cara, a base de mariscos, pescados
frescos y un lujo al alcance de pocos, las enormes latas de caviar que
prácticamente formaban parte de la decoración art déco que presidía el
establecimiento.Estabafelizyselenotaba.Susojosdesprendíanunaluz
especial y no solo por el maquillaje perfecto que los agrandaba y los
definía en un ejercicio de arquitectura lineal en color negro, sino por la
satisfaccióndevolveradisfrutardelanochedeParís.Habíaelegidopara
aquella primera salida un vestido de seda azul Lanvin, con delicados
bordadosypequeñasincrustacionesdecristal,decinturabajaysuelta,y
largas mangas extremadamente anchas, un modelo que en apenas unos
meses inspiraría el vestido de noche Maharanee de 1925. Acompañó el
atuendo con un sombrero cloche ajustado a la cabeza bordeado de
lentejuelas,queaúnaportabanmásluminosidadasurostro.Aqueltocado
sehabíaconvertidoenuncomplementoindispensabledelquedifícilmente
podíadesprenderse.Tampocoquería.Sabíaquelefavorecíagraciasasus
perfectasfacciones,algodeloquenotodaslasmujerespodíanpresumir.
Subellezaeraaúnmayordesdequehabíadadoaluzysucuerpohabía
logradorecuperarseenuntiemporécord,comosinohubiesealumbrado
unanuevavida.Aquellanoche,ensuprimerasalida,lecostósepararsedel
pequeño Sviatoslav y solo lo hizo porque Olga Nemiskaia se quedó
cuidándole.Serguéi,queestabaencantadoconlaideadetenerunpequeño
Prokófiev en casa, se quejaba de que el niño estaba demasiado mimado,
especialmenteporlasdosabuelas,aunquelasaluddeMaríaGrigórievna
lesestabadandomásdeunquebraderodecabeza.Seencontrabadébil,su
vistavolvíaaresentirseysuestadoanímiconoeraeldelamujerfuertey
concorajequesiemprehabíasido.Todosestabanpreocupadosporella,su
hijo el que más, aunque como de costumbre, lo hacía en silencio,
tragándose el dolor, ocultándolo bajo una coraza de frialdad y seriedad
queparecíaesculpirleelgestoenmármol,sinpermitirseexteriorizarlo.
Desde el nacimiento del pequeño habían decidido reducir sus salidas
nocturnas, que se limitaban a conciertos, estrenos, cenas con amigos,
preferiblemente en casa, y encuentros literarios. Ya no era tan habitual
verlosenlosclubesnocturnosqueantesrecorríanhastaaltashorasdela
madrugada, pateando los irregulares adoquines que alfombraban
Montparnasse y Montmartre. Su nueva vida les pedía veladas de más
palabrasymenosjazz.
Cada día Serguéi recibía más encargos para realizar conciertos,
óperas o ballets desde cualquier lugar del mundo. Y ante su inicial
desconcierto, muchos de ellos llegaron de la mano de varios e
importantes emisarios de la Unión Soviética y lo hicieron de manera
insistente.Porsusactualescircunstancias,quelehacíanvivirenParísen
un ambiente abiertamente antibolchevique, y la manera en la que había
salidodesupaís—quemuchospodíaninterpretarcomounahuidahacia
delantequedabalaespaldaalespíriturevolucionarioqueestabanaciendo
en Rusia—, volver a su tierra no estaba en sus planes más inmediatos.
Siempre había procurado mantenerse al margen para no alimentar
suspicaciasdeunoyotrolado,aunquenuncahabíahechounadeclaración
públicacontraelbolchevismo,inclusopodríaentendersequehizotodolo
contrariocuandoenunconciertoabeneficiodelaSociedaddeAmigosde
laUniónSoviética,dossemanasdespuésdelestrenodesuóperaElamor
delastresnaranjasenChicagoel30dediciembrede1921,reconocióque
«Losbolcheviquesapoyanelarteyhacencuantopuedenparafavorecersu
desarrollo. Estoy convencido de que la cultura musical posee un gran
porvenirenlaUniónSoviética».Pensóquesuspalabrassequedaríanen
aquelrecinto,aunqueañosmástardecomprobaríaquenofueasí.Perolas
ofertasllegabantambiéndeEstadosUnidos,Italia,Francia,GranBretaña,
Suiza,Alemania.Demasiadosfrentesabiertoshambrientosdeescucharsu
música.Demomento,laUniónSoviéticatendríaqueesperaradegustarsu
partedelpastel.
Su ritmo de trabajo se volvió frenético y su cuerpo le hizo saber su
descontentoalrespecto.Losdoloresdecabezasehicieroncadavezmás
intensos y solían acabar en dolorosas migrañas, que eran las únicas
capacesdehacerpararalgenio.Lehacíansentirsedébil,vulnerable,como
silearrebataranelcontroldesuvidayleimpidieranaccederalamúsica
queestabanaciendoensucabeza.
Linasufríaalvercómosumaridointentabalucharcontraelmonstruo
del dolor en cada uno de sus ataques y rara vez lo conseguía. Se sentía
incapaz de evitarle aquel padecimiento, que terminó perturbando su
carácter y su estado de ánimo. Los brotes coléricos en los que durante
unos minutos parecía perder el control de su voluntad se multiplicaron.
Aparecían por cualquier detalle sin importancia aparente, especialmente
en lo relativo a la puntualidad. Y su mujer solía estar siempre cerca. Es
ciertoqueladuracióndeaquellosarranquesdeiraeralimitada,perosu
intensidadlocompensaba.
Undía,enunodelosmuchosviajesquelesgustabahacerconamigos,
Lina decidió que mientras Serguéi se afeitaba en la habitación del hotel,
ellaseacercaríaaverlacasadondenacióJuanadeArcojuntoasuamigo
yenaquellaocasióncompañerodeviaje,elcompositorNikoláiNabókov.
HabíanquedadoalasnueveymediaparasalirdeOrleansyseguirconsu
ruta por Francia, pero ellos querían visitar el museo, ya que el interés
arquitectónico de Prokófiev se limitaba a preguntarse cómo habían sido
capaces de subir las estatuas a lo más alto de la catedral de Chartres sin
que se cayeran. Tan solo se retrasaron unos minutos. La colección de
monedasantiguasenelmuseodeJuanadeArco,entreellasalgunasrusas
correspondientes a la época de Pedro I el Grande, les entretuvo unos
minutos más de lo esperado. Los gritos de Serguéi hicieron que Lina
comenzara a llorar y no fuera capaz de parar en horas. «¿Qué
informalidad es esta? ¿Quién os creéis que soy? ¿Acaso soy vuestro
criado para serviros y cumplir con vuestros deseos? ¿Sabéis lo que os
digo? Coged vuestra maleta y continuad el viaje en tren». Tras unos
angustiosos minutos, los ánimos se calmaron y los tres subieron
finalmentealcocheparacontinuarviaje.Duranteunahoranadieabrióla
boca.SoloseoíaelllantodeLina,queesperabaunadisculpadesumarido
que no llegó. Al final Nikolái le miró seriamente y le dijo que si no
cambiabasuactitud,sumujeryélledejaríansoloyseiríanentren.Para
sorpresa de todos, Serguéi se limitó a sonreír, como si nada de lo
sucedidohubierasidoenserioyadmitióquelasituaciónselehabíaido
unpocodelasmanos.Esaerasumaneradedisculparse.
Los médicos le recomendaron que bajara la intensidad de su proceso
musical, que ampliara sus periodos de reposo y le sugirieron que el
contactoconlanaturalezapodíaayudarle.PeroelgeniodeProkófievno
conocía descanso. No podría aunque quisiese. La música seguía
produciéndose en su cabeza y tenía la necesidad y la obligación de
expulsarla si no quería que su cerebro explotara en mil pedazos. Había
nochesenlasquesedespertabaalteradoentrejadeos,empapadoensudor,
con el rostro encendido y los ojos inyectados en una incierta locura y,
como si estuviera atrapado en las garras del monstruo de la ansiedad,
corría a su despacho para volcar en un papel todo lo que el duende
encerrado en su cabeza le dictaba. Podía pasarse horas en ese estado.
Había días en que la amanecida le sorprendía al piano, escribiendo
compulsivamente sobre la partitura, como si no hubiera pentagrama lo
suficientemente extenso para admitir todo lo que le dictaba su mente.
Cuando terminaba, parecía un guerrero recién llegado de una cruenta y
brutal lucha. Exhausto, con las defensas bajas, dispuesto a aceptar la
voluntad del destino y dejarse llevar dócilmente por él. En esos
momentos,supechosubíaybajabacontantavirulenciaqueparecíaquesu
corazón estaba encerrado en una bomba de relojería a punto de detonar.
Entonces Serguéi ocupaba en los brazos de Lina el lugar destinado al
pequeño Sviatoslav, que cedía a su padre su particular oasis de mimos,
atenciones y cuidados maternos, como si el pequeño entendiera que su
progenitorlonecesitabamásqueél.
Laapariciónensusvidasdedospalabrasquealcanzaronlacategoríade
milagrosas contribuyó a que las cosas se calmaran: Ciencia Cristiana.
Todosurgiódeunencuentrocasualconunviejoamigoquelescontóque
había estado a punto de morir por un problema de corazón y cómo la
mediación de un predicador de la Iglesia de la Ciencia Cristiana había
logradosalvarlelavida.Lejosdeparecerlesdescabellado,losProkófiev
aceptaronlainvitacióndeesteamigoparatomareltéensucasayconocer
más al respecto. No tenían nada que perder. La Ciencia Cristiana se
presentabacomounsistemadecuraciónespiritualbasadoenlaoración.A
travésdeella,laspersonasasegurabansentirunamejorafísicaalmismo
tiempo que emocional, al encontrar en sus dogmas muchas de las
respuestas a las cuestiones de la vida que hasta ahora solían permanecer
inconclusas.LociertoesquenoeralaprimeravezqueSerguéioíahablar
deMaryBakerEddy,lacreadoradeestacorrientereligiosa,delaqueya
habíatenidonoticiaenNuevaYork.
Alosdoslesllamólaatenciónunaprácticaqueinsistíaenlacreencia
de que la voluntad del hombre prevalece sobre todo lo demás y que el
poder de la mente supera a los dictados del cuerpo. Poco a poco,
comprobaron que sus enseñanzas calmaban su espíritu, sus brotes de
cólera,suansiedad,susdudasysuscaracterísticoscuadrosdemelancolía.
Serguéi incluso notó mejoría en su salud: los dolores de cabeza
disminuyeron, las migrañas eran menos intensas y sus problemas de
corazón mejoraron. Al ver los avances de su marido, Lina no tardó en
convertirseenunafielseguidoradeestasenseñanzas.
Se hicieron asiduos de la Segunda Iglesia de Ciencia Cristiana situada
enelnúmero58delbulevarFlandrindeParís.Allíentablaronamistadcon
unadelaspredicadoras,laseñoraGetty,queseconvirtióenlapersonaa
la que acudían cuando sentían que la vida les superaba y amenazaba con
desbordarles. Sus frases actuaban como la mejor medicina: «No penséis
en el dolor y él no pensará en vosotros». «Ten un deseo apasionado de
crear, puesto que la creatividad es una manifestación de la vida». «La
depresión es un engaño producido por el cerebro mortal, por lo que no
tienepodersobremí.Yosoyunamanifestacióndelavida,esdecir,dela
fuerzaespiritual».«Eltrabajocreativoesunrasgoinseparabledemí,mi
deseodetrabajaresnatural».«Diosessoloamorybondad,soloadmitela
dimensiónespiritual».
Aquella mujer también resultó fundamental para Lina y su endémico
miedo escénico: «Canta como si estuvieras ante Dios, ante nadie más».
Inclusologróloqueningunamedicaciónparecíaconseguiralahorade
curar sus afonías y frenar sus resfriados. «La enfermedad no ha sido
creadaporDiosyporlotantoesirreal.Lacuraalosmalesdelcuerpose
lograatravésdeunamejorcomprensióndeDios,elEspíritu».Unatarde
acudióasuconsultaparasometerseaunadesussesiones.Letapólosojos
con una mano. Durante algo más de diez minutos se concentró en un
silencioherméticoquesolorompióparadecirle:«Ahorayaestarásana».
Serguéi también acudió a una de esas consultas. No era tanto por sus
doloresdecabezacomoporsusproblemasdecorazón,quecomenzabana
preocuparle. Cuando finalizó la reunión, la señora Getty le aseguró que
nuncamástendríaaquelladolencia.
Aunque no creían tener nada de lo que avergonzarse, Serguéi y Lina
decidieron no contar sus avances gracias al consuelo de la Ciencia
Cristiana. La mente de otras personas quizá no era tan abierta como la
suya con respecto a determinados temas. Además, lo importante es que
ellos se sintieran bien, completos, en un estado de satisfacción que les
hacíasermásfructíferosyqueinclusomejorósurelaciónpersonalysu
vidafamiliar.Sentíanquesumaneradeenfrentarsealavidaseoptimizaba
yquesusaludhabíamejorado.Loquepudierapensarlagentesobreese
asunto, no conseguiría entretenerles ni un segundo de su vida. Ya tenían
suficienteconlapresióndelaopiniónmusicaldelpúblico.
12
Suvidaparecióserenarsedurantealgunosmeses.LafamiliaProkófiev
vivía una calma que hacía mucho que no aparecía en su día a día. En
ningún momento a Serguéi le pesó contraer matrimonio con Lina, más
bienalcontrario.Desdequehabíanunidosusvidasdeunamaneraoficial
todoparecíairinclusomejorqueantes.Lastensionesdesaparecieron,al
menoslohizolasombradeladudapersonificadaenOlgaNemiskaiaque
solíacernirsesobresuhija.Esciertoquesurelaciónnoestabaexentade
discusiones, siempre motivadas por detalles sin importancia que el
incendiariocarácterdeProkófievengrandecíaduranteunosinstantespara
luego perder fuelle y quedarse sin aire. Entonces se arrepentía, se
acurrucaba ante su mujer y, aunque no era muy dado a verbalizar el
perdón,sísedisculpabaconellenguajecorporal.
Sinduda,lasenseñanzasdelaCienciaCristianaayudaronytambiénque
el éxito y la fama de Prokófiev eran cada vez mayores y llegaban más
lejos. Cada vez eran más los conciertos contratados, los recitales, las
óperas,ballets,composicionesdecámarayvocales,conciertosparapiano
yviolín…TodosqueríantenerelnombredeProkófievenelcarteldesu
teatro,todosqueríanescucharsumúsica,saludaralcompositor,alpianista
y al director de orquesta del que todo el mundo hablaba, contar con su
presenciaenEuropa,Asia,EstadosUnidos…,yporsupuesto,conladesu
mujer, «la glamurosa, sofisticada y encantadora Lina Llubera», como la
denominabanenalgunosartículosdeprensa,queseguíasiendolamejor
carta de presentación de su marido. Era consciente de que su carrera
musical había sufrido un frenazo importante desde el nacimiento de
Sviatoslav, pero también sabía que su calidad vocal no era la de Mary
Gardenyquesumiedoescénico,unidoasucrecientetendenciaalaafonía
y a los catarros, no ayudaban. Pero eso no quería decir que hubiera
abandonado su sueño. Simplemente lo había relajado. A veces hay que
destensarlossueñosparadarlestiempoyespacioaquesematerialicen.
Habían recargado fuerzas y energías durante un largo periodo estival
de descanso en Villa Béthanie, una preciosa casa en Saint-Gilles-sur-Vie
dondedisfrutarondelainmensaplayadearenablancaydelmar.Serguéi
trabajaba intensamente, aunque se permitía algunos minutos del día para
disfrutardesusbañosenelocéano.Legustabahacerloaprimerahorade
la mañana porque las aguas del Atlántico estaban aún más frías que de
costumbre, algo de lo que Lina huía por su propensión a cogerse
resfriados. A Sviatoslav tampoco le gustaba el agua gélida y por eso
prefería esperar junto a su madre a que el sol comenzara a calentar la
arena de la playa y la superficie del mar. Como madre le enternecía
observarensilenciolamaneraenlaqueSerguéimirabaasuhijo.Pocas
veces aparecía esa placidez serena en su rostro, como si de repente la
músicahubieracesadoensucabezayaquelinauditosilencioconvirtiera
al pequeño en la única melodía digna de ser escuchada, controlando los
compases y verificando las pausas. Ni siquiera era consciente de cómo
sonreíacuandoelniñolemirabaocuandosevolvíahaciaélriéndosecon
losbrazosextendidos.
Una tarde, mientras madre e hijo jugaban a orillas del mar, Serguéi
apareció con una chaqueta a rayas rojas y blancas y se sentó a su lado.
Hacíacaloryelcompositornotardómuchoenempezarasudar.Linale
conminóaquitarselachaqueta,peroélsenegó.«Simelaquito,mequedo
conlacamisablancayesolerecuerdaaSviatoslavalseñordelafarmacia
que le pesa todas las semanas. Cada vez que le ve se pone a gritar y a
llorar. Le odia. Y yo no quiero que el pequeñín me odie». Lina estaba
convencida de que la incapacidad de Serguéi para expresar sus
sentimientoshabíacedidoconlallegadadeSviatoslav.Ynopudomenos
quecongratularseporello.Sesentíaplena,feliz,abiertaalavida,alaque
le pareció que no podía pedir más. Por un momento le asustó ese
sentimiento de felicidad absoluta e incluso se sintió débil, desprotegida
anteél,comosileamenazaraelánimo,comositantobienestarlehiciera
sentirseculpable.Temiólosbrotesdeenvidiadeldestinoylavenganzade
lavidaantetantabuenaestrella.Eraabsurdosentirseasí,absurdoeinjusto.
Asíqueprefiriónodarmáspábuloasustemores.Debíaacostumbrarsea
sentirse bien, a ser feliz. No había nada malo en ello. La naturaleza
humana tendía a castigarse cuando debería centrarse en disfrutar sin
pensar en planes venideros. Se concienció de ello. Pero no siempre la
concienciaalbergabagarantíadeunavictoriaabsoluta.
Cuandotodoslosinstrumentosdelaorquestadesuvidaparecíansonar
alaperfeccióngraciasaunacompenetraciónfastuosa,lamúsicadejóde
sonar.Separóenseco.Algoserompióensusvidas.Exactamenteenlos
brazosdeSerguéi.MaríaGrigórievnafallecióel12dediciembrede1924.
Lamujerqueledescubrióporprimeravezunpiano,queescribiósobre
un pentagrama la música que salía de su pequeña cabeza cuando apenas
contaba cinco años, la que sacrificó su vida y su futuro por él, se había
apagadoparasiempre.Ahoraeraconscientedeloquehabíaqueridoaesa
mujerque,sinduda,habíasidosuprimeramorplatónico.Comosiempre,
Linaestuvojuntoaél,apoyándole,recogiendosullanto,escuchandosus
dudas,respetandosussilenciosycomportándosecomoloquehabíasido
siempre desde que le conoció: su gran apoyo, su mejor aliada, su leal
compañeradeviaje,sumásrendidaadmiradora.Sugranamor.Lamuerte
de María Grigórievna también supuso un gran golpe para ella.
Desaparecíaunagranconfidente,cómplicedesusmiedosydesusdudas,
ylamejorconsejeraquehabíatenidoyquetendríasobresurelacióncon
Serguéi.Sintiócomosiaellatambiénselehubieramuertounamadre.
La melancolía no solo era un estado de ánimo. Se convirtió en un
lugarenelmundoparaSerguéi.Lamuertedesumadreledejóunvacío
quenecesitaballenar.Parísselequedabapequeñooquizáeralafaltade
un aire nuevo del que se resentían sus pulmones. Las garras de la vida
comenzabanaasfixiarle.Necesitabasalir,respirary,sinoolvidaraquello
porque resultaría imposible, al menos relativizar la existencia,
contemplarlaconperspectiva.Alosdoslesgustabaviajarypensaronque
eraelmomentoperfectoparahacerlo.Sviatoslavseadaptaríaalritmode
vida de sus padres, aunque algunas veces se quedaba en brazos de su
cuidadora. Los viajes se convirtieron en una buena terapia y no solo
cuando estos venían marcados por compromisos profesionales. A veces
tenían la impresión de que su casi enfermiza afición por viajar escondía
unaverdaderaintencióndehuirdelarealidad,cuantomásrápidoymás
lejos mejor, como si así consiguieran burlar al destino o, al menos,
adelantarse a él. Su obsesión era viajar, avanzar, recorrer el mundo,
peregrinardeciudadenciudad,sinmiraratrás.
—NoexisteunaciudadtanbellacomoNuevaYorkcuandoteaproximas
aella—dijoSerguéiabordodeltransatlánticoDeGrassequelesllevóa
los Estados Unidos cuando apareció ante sí la Estatua de la Libertad.
Cuantomáslejosseencontrabadecasa,mássensiblesemostrabaantela
llegadaaunnuevopaísapesardelnerviosismoquelesuscitabaelpaso
porelcontroldepasaportes.Élsolíaexplicaraquellasensacióndentrode
lalógica:«comobuenruso,unosiempresecreeemigrantevejado».
NuevaYorkfueunadelasprimerasparadasdesunuevagiraporelpaís
norteamericano, lo que alegró a Lina porque se reencontraría con su
padre después de muchos años y Serguéi tendría la oportunidad de
conocerle personalmente, algo que no había ocurrido hasta entonces.
Desde el principio, los dos hombres se entendieron a la perfección, y
aunque Serguéi bromeaba sobre lo mal que Juan Codina hablaba en
francésyenruso(«Sviatoslavhablamejorqueusted,suegro»),noexistió
entre ellos la desconfianza inicial mantenida por Olga. En ese encuentro
tan esperado entre padre e hija, Juan le confió a Lina algo que jamás
olvidaríayprocuraríarecordarenlosmomentosmásduros.«Túaúnno
losabes,perotehascasadoconungenio».Noeraesalaúnicanoticiaque
resultó ser música para sus oídos y la colmó de alegría. Después de
muchosañosdesdequellegaronporprimeravezaEllisIsland,suspadres
podían cumplir la promesa que se hicieron al abandonar el viejo
continente: regresar a Europa. Olga y Juan lo habían pensado durante
muchotiempoydecidieronquehabíallegadoelmomentodeinstalarseen
una pequeña localidad al sur de Francia. Su hija no podía ser más feliz.
Serguéi, con su sentido práctico, pensó que acababa de solucionarse el
dilemadeconquiéndejaralpequeñoSviatoslavcuandoellostuvieranque
emprenderalgúnviajeynoquisieranqueelniñoquedaseexclusivamente
bajo la única responsabilidad de la cuidadora. Al principio se sintió mal
por su egoísmo, pero consiguió eludir aquel sentimiento de culpa. Ellos
habían hecho lo mismo con su hija y eso no restó un ápice el amor que
sentíanporella.
De regreso a París, pusieron rumbo a Niza, Cannes, Montecarlo,
Suiza,Alemania,Roma…Habíadíasenlosqueelmundoselesquedaba
pequeño.
Volver a Italia les sembró el alma de recuerdos. Venecia, Nápoles,
Siena,Florencia,visitardenuevoMilán,laciudadquesirviódeantesala
paraafianzarsurelación.ALinaleimpactóvolveraGénova,dondepasó
unatemporadacuandoerapequeñaysusvecinossereferíanaellacomo
LaPetiteRusse.Leentristeciócomprobarqueeltiempohabíaborradolas
huellasdesuinfancia.Prácticamenteyanoquedabanadadeloqueundía
fueron sus calles, su colegio, sus tiendas, aquella pequeña tahona de
maderaconunmostradordemármoladondeOlgalemandabaacomprar
unosbollitosreciénhechosquedejabanelcalorensusmanos,eloloren
suropayeltemorinfantildequesumadredescubrieraquefaltabaunode
losdulces,cuyosaboramantequillatodavíapermanecíaenlabocadela
pequeña.Ellugardondeundíasedeslizabaconsuspatinessoñandocon
ser una bailarina famosa había desaparecido. Contemplaba la nueva
fisonomíadeGénovaconciertoabatimiento.Aveceseltiemponoesjusto
conlosrecuerdos.Quizáporesonopudocantarenesaciudad,porquesu
vozseahogóenlanostalgia.SoloseescuchólaSonatanº2deProkófiev.
PerofueenRomadondelesesperabanlasexperienciasmásimportantes
yqueambosrecordaríantodasuvida.TeníanqueactuarenlaAcademia
deSantaCecilia.SerguéirepasabaunayotravezelConciertoparapiano
nº3 mientras Lina rezaba para que su voz no se resintiera por el miedo
escénico que continuaba sin controlar. Cuando estaban en la sala de
ensayos, les sorprendió la aparición de un joven desconocido.
Normalmente los ensayos estaban vedados a los extraños. El joven se
acercóaSerguéiyleentregóunacartalacradaconungransellorojo.Se
tratabadeunainvitaciónaunaaudienciaconelpapa.Ambossemiraron
asombrados.Aquellonoseloesperaban.
El día previsto los nervios en la habitación del hotel donde se
hospedabanlosProkófieveranevidentes.
—¿Blancoonegro?—LapreguntacogióporsorpresaaLina,quepor
fin había encontrado un vestido negro largo, sin escote y con mangas,
adecuadoalasnormasdelprotocoloexigidasenelVaticano.Graciasala
generosidaddelamadredelcompositorypianistaAlfredoCasellapodría
asistirconunatuendoeleganteycomedido,haciendogaladelsaberestar
que la caracterizaba. Le quedaba un poco grande, pero seguía teniendo
buena mano con la aguja y de momento no existía prenda que se le
resistiera—. El chaleco, Lina, ¿blanco o negro? —insistió nuevamente
Serguéi.
—Blanco, por supuesto —dijo, terminando de prender los alfileres en
la mantilla negra que lucía con la misma naturalidad que si la vistiera
todos los días—. ¿Y si quiere saber de qué religión somos? —preguntó,
vencidaporunagobiodeúltimahora—.¿Quéledecimos?Nosésilevaa
gustar mucho lo de la Ciencia Cristiana. ¿Y si nos pregunta si tenemos
hijos?
—Esaesfácil—respondióélconlaironíaquesolíautilizarcuandosu
mujercomenzabaaponersenerviosa—.Tenemosunhijo.Notenemosque
pensarmucho.
—¿Ysiquieresabersiestábautizado?¿Osipensamostenermásniños?
—Suboca,barnizadaligeramenteconundiscretotoquedecolorrosado,
ya que le habían advertido que las mujeres no debían excederse con el
maquillaje, se había convertido en una fábrica de preguntas—. ¿Y si nos
preguntasicreemosensuinfalibilidad?¿Quédiremosentonces?
—Lomejorseráqueledigamosquerespetamoseseconcepto.Perotú
eres la experta en manejar este tipo de situaciones. No sé a qué vienen
tantosnervios.
Lina le miró. Había algo que le preocupaba aunque sabía que para
Serguéinosupondríaningúnproblema.
—Ya sabes que el pontífice mantiene una postura de intolerancia
absolutahaciaelcomunismo.
—¿Yanosotrosesoquémásnosda?Yosoyuncompositornacidoen
Rusia. Eso no me convierte ni en comunista ni en anticomunista. La
músicaesmiúnicaideología.Noséporquélecuestaalagenteentender
algotansencillo.Inclusoati,porloqueveo.—Serguéinoreprochabael
comentario a su mujer. Era muy consciente de que la nacionalidad que
aparecíaensupasaportelepodíamarcarendeterminadoslugares.
NingunadelashipotéticascuestionesquedesasosegabanaLinaresultó
un problema cuando se encontraron ante Pío XI. De hecho, fue él quien
respondiósinnecesidaddehacerpreguntas.
—Enhorabuena, señora Prokófiev. Los niños son una bendición —le
dijo mientras la ayudaba a recuperar su verticalidad después de una
ensayadagenuflexión.
Linaseruborizó.LaamplituddesuvestidohabíallevadoalSantoPadre
a pensar que estaba embarazada. Por supuesto decidió que no sería
adecuado sacarle de su error y se limitó a sonreír, asentir y mirar a
Serguéi, que no entendía nada y que se encontraba dilucidando si la
esmeraldadelanilloquelucíaelpapaensumanoderechayqueacababa
debesarestabarodeadadeperlasodediamantes.
—Son perlas, Serguéi. ¿Crees que deberíamos haberle invitado a tu
próximoconcierto?
—Es el papa —contestó, sugiriendo que quizá tuviera cosas más
importantesquehacer.
—YtúeresProkófiev.
LacontestacióndeLina,comosiempre,colmósuego.
DevueltaaParís,Serguéicomprendióquedesdehacíaañoslasombra
delaUniónSoviéticaleperseguía.Fueraalrincóndelmundoquefuera,
siemprehabíaalguienquelehablabadeMoscú,deLeningrado,deOdesa,
deKiev,deJárkov,delariquezadelaculturasoviética,delagenialidadde
su música, de la grandeza de sus teatros, de la calidad de sus ballets. Le
resultabacasiimposiblequesupaísnoaparecieraensusconversaciones.
Y desde hacía un tiempo todos parecían haberse puesto de acuerdo para
convencerledeloacertadoqueseríaquevolvieraasupatriaparaquelos
rusospudierandisfrutartambiéndesumúsica.Habíarecibidopropuestas,
invitaciones y ofertas para poner en escena sus óperas o sus ballets, y
estrenar sus conciertos en distintos teatros de la Unión Soviética, pero
siempre había declinado los ofrecimientos con cortesía, justificando su
ausenciaporproblemasdeagenda.
Las propuestas eran cada vez más insistentes y venían de la mano de
grandes amigos suyos. El compositor y crítico musical Boris Asafiev, a
quien admiraba y al que dedicó su Sinfonía nº 1, la Clásica, le escribió
para informarle de que el Teatro Mariínski de Petrogrado, ya flamante
Leningrado,queríaestrenarElamordelastresnaranjas.Conanterioridad
habíarecibidounacartadeAleksanderGauk,uncompositorydirectorde
orquesta, antiguo compañero de estudios, que le proponía desde aquel
mismo teatro el estreno de la ópera Eljugador. Y no era el único teatro
ruso que suspiraba por acoger alguna composición de Prokófiev: el
Teatro Bolshói de Moscú, el Teatro de Kiev, los teatros de Odesa,
Zagreb…
EldesfilecontinuóconunrepresentantedeladireccióndelaOrquesta
FilarmónicadeRusia,BorisKrasin,quelepropusolacelebracióndediez
conciertos sinfónicos en Moscú y Leningrado, que podría extenderse a
JárkovyRostov.«EstrenóenColoniaElamordelastresnaranjas.Tuvo
que salir a saludar hasta veinte veces. ¿Por qué no ofrecerle esa
oportunidad al público ruso? ¿Acaso ellos son menos que los franceses,
losamericanos,losalemanes,lositalianosolosespañoles?».
La tentación venía de todos los sitios. No tardó mucho en llegar otra
seductora oferta de la mano de los responsables de la Persimfans, la
primera orquesta sinfónica sin director de Moscú, para organizar cinco
conciertos con obras suyas. El muro de contención que retenía su
resistenciaacaerenlasredessoviéticasibacediendo.Lapropuestadedar
una serie de conciertos con sus principales obras hizo mella en su
capacidaddecisoria.«EsotansolosehaceenhonoraBeethovencienaños
despuésdesumuerte»,leconfióasumujerqueveíacómoelrostrodesu
maridoparecíarejuvenecerdiezoveinteaños.«¿Cómopuedonegarmea
esto?¿Acasopodríasermásfeliz?».Linahabíaoídoesamismafraseen
el libreto de El patito feo. Pero en boca de Serguéi sonó diferente.
Preocupanteyexcitanteapartesiguales.
SurespuestasobreunposibleregresoalaUniónSoviéticasedemoraba
tantoquealgunasdelaspersonasqueleadulabancesabanensuscargosy
llegaban sus sucesores con la misma encomienda. Ese fue el caso del
profesor Yavorski, un musicólogo de gran influencia en la música
soviética, que ocupó el puesto de Krasin al frente de la Orquesta
Filarmónica:«UstedesmuypopularentreelgranpúblicodeMoscú.Nole
exagerosiledigoquesufamaalcanzalaquetuvoTchaikovskiensudía.
DeberíairaRusia,Prokófiev.¿Quépuedeperder?».Apesardecreerque
estabanalimentandosuego,aquelemisarioteníauntantoasufavor:era
amigoyconfidentedeDimitriShostakóvich,unprometedormúsicoruso
que había expresado su admiración por Prokófiev y que años más tarde
escribiríaunadelaspáginasmáscontrovertidasdelahistoriadelamúsica
delaUniónSoviética.Peroesonadiepodíaimaginarloentonces.
También el director de teatro Vsevolod Meierhold se trasladó a París
acompañadodesuesposa,laprimeraactrizdesuteatro,paratentarlecon
unanuevaofertasobrelaadaptacióndelanoveladeDostoievski,yaquela
propuesta de Gauk no había prosperado. «Le prometo que no va a tener
ningúnproblema,quegozaráusteddetodalibertadyquenoselepondrá
ningún impedimento para salir del país. Le estoy dando mi palabra de
hombredeteatro».AlverlaexpresióndeSerguéi,supoquehabíadadoen
elclavoyqueeseeraelprincipalobstáculoparaél.Asíqueconcluyó:«Y
mecomprometopersonalmenteaquelosdosguardiasqueleasignepara
acompañarleseandoscomunistasmáslealesalteatroquealpartido.Con
esoleestoydiciendotodo».
Apesardelaspromesas,lasbuenaspalabrasylasatractivasofertas,a
Prokófievleasustabaelregresoasupatria.Noeraajenoalosrumores
quehablabandeunpaísempobrecido,conunapoblaciónsometidaporel
miedo,hambrienta,enferma,sinlibertad,recelosadelvecinoporsipodía
convertirseenundelatordealgoinexistente,ysinesperanzaenelfuturo.
Pero también le preocupaba, y mucho, la reacción que su visita podría
desencadenarenOccidente.Élinsistíaenqueeraunespíritulibreyqueno
le interesaba la política. Como solía decir, «mi música está más allá del
tiempoydelespacio».
Hasta hacía unos meses, no había barajado con detenimiento la
posibilidad de regresar. Pero algo estaba sucediendo en su interior, algo
seestabadespertandoensucabeza.Resultabaimposiblepermanecerajeno
aloselogiosquerecibíaporpartedelosenviadossoviéticos.Noquería
cederalaatraccióndelafamaocaerenunpecadodevanidad.Prefería
versuvueltacomounreencuentroconsupasado,consuesenciarusa,una
forma de acallar el sentimiento de nostalgia por su país, más acusado
desdelamuertedesumadre,quelehabíadejadohuérfanoigualmentede
susraíces.Todoslosemisariosparecíanempeñadosenhacerlevolverala
UniónSoviéticaalprecioquefuera.Comositejieranasualrededoruna
tela de araña. Aunque no tenía muy claro que él no fuese una presa que
acabaraatrapadoenella.Deahísuconstantenegativa.
AcababandecerrarlacasaquehabíanalquiladoenSamoro,apocos
kilómetrosdeFontainebleau.Lascasasdeveranoeranunauténticooasis
parasussentidos.Lospaseos,SerguéicomponiendoalpianoytocandoLa
doncella de la nieve para que Lina pudiera cantarla, cuando no estaba
cuidandodelpequeñoSviatoslavorealizabaeltrabajoiniciadoporMaría
Grigórievnaderecortaryguardarlasreseñasaparecidasenprensasobre
Prokófiev. La vida perfecta. Familia, amor y música. Pero llegado el
otoño,denuevovivíanlapesadilladebuscarpisoenParís.Hastaencinco
ocasiones podían cambiar de domicilio al año, sin contar con el tiempo
que pasaban en los hoteles entre mudanza y mudanza. La nueva
adquisiciónfueunacasadeseishabitacionesenlarueTroyon.Demasiado
ruidosaparasugusto,enparteporculpadelmotoreléctricodelapuerta
deungarajepróximoalaviviendaquelesimpedíaconciliarelsueñocon
lafacilidaddesiempre.Todavíanohabíaterminadodeamueblarlanide
abrirlascajasdelnuevotrasladocuandoLinasintióqueaquellacasano
ibaaserdesuagrado.
—Cada mudanza nos lleva a la tumba —apuntó con voz cansada,
suspirando lastimosamente—. Dios mío, ¿cuándo llegaremos a tener un
rincónpropio?
Serguéilamiróconelagradecimientodeunactoralquesucompañero
le ha dado el pie previsto para continuar con la réplica perfecta. No fue
algopensado,perotampocopodíadecirsequeresultaraimprovisado.Tan
soloencontróunaocasiónperfectaquenoquisodesaprovechar.
—¿QuétepareceríairalaUniónSoviética?
Linanosuposiaquellainesperadapreguntarespondíaasuexigenciade
tener un rincón propio o al cumplimiento de algún contrato que
escondieraalgomás.Sinpoderevitarlo,unrecuerdorecienteirrumpióen
sumente.Habíasucedidounosdíasantes,enelestudiodesuamigaAnna
Ostroumova Lebedeva, la famosa pintora rusa que le estaba haciendo un
retrato.LlevabacasidoshorasposandocuandoAnnalecontóalgoquele
impidió conciliar el sueño aquella noche y otras muchas más. Crítica
comoloerasiempredelrégimenbolcheviqueensupaís,lenarrócómo
traslamuertedelpoetaBriúsov,autordelaobraqueestabasirviendode
inspiraciónaProkófievparasulibretoElángeldefuego,alguiendecidió,
después de una trepanación post mórtem, rellenar su calavera con papel
deldiarioPravda.
La imagen de aquel relato la espantó tanto en el estudio de la pintora
comoenaquelmomento.Odiabacuandosucabezasetransformabaenuna
pantallaproyectorasobrelaqueibanapareciendofragmentosdesuvida
anterior, como si fuera un déjà vu continuo e inoportuno. Casi siempre
actuaban como perspicaces alertas advirtiendo de la aparición de un
peligro.Apesardesuprofundaintuición,Linanosiemprehabíapodidoo
queridointerpretarlasseñales.
«¿QuétepareceríairalaUniónSoviética?».
LavozdeSerguéisonabaserena,sugerenteeinclusopudoapreciaren
ella cierta nota de ilusión contenida. Durante unos segundos que se le
antojaroneternos,sucorazóndejódelatir.Susojosquedaronpresosenla
miradadeProkófiev.
LaUniónSoviética.Demasiadaimaginaciónrondandoenaquellasdos
palabras.
13
«¿Vasadarlamanoaesosasesinos?».
LadirectainsinuacióndesucolegaBorisVerninnolesorprendió,pero
nopudoevitarqueleentristeciera.
Lina dio un paso adelante para alcanzar con su mano el hombro de
Serguéi, que permanecía sentado ante el piano, digiriendo el exabrupto
que le acababa de lanzar su amigo. Quería tranquilizarle. Sabía que el
comentariodeVerninhabíaimpactadoensulíneadeflotaciónylehabía
hecho daño. Sentir la presión de aquella caricia le alivió y consiguió
contenerle.
—No te culpo de que pienses así. Puedo entenderte, pero intenta
entendermetúamí.
—¿Entenderelqué?¿Quehascedidoalatentación?¿Quetuvanidadte
vaallevarallugardelquesalistehacediezañosporquepresentíasqueno
teibaagustarloqueallíseestabagestando?¿Acasocreesquenolohan
intentado con Stravinski o con tu adorado Znosko-Borovski? —dijo,
refiriéndosealescritoryajedrecistarusoexiliadoenFrancia—.Stalinno
quiere que regresen al país los grandes músicos rusos porque sea un
melómano. Lo que quiere es utilizarlos ante el pueblo. Os quiere
nacionalizarcomohizoconlatierra,losderechosylibertadesdesugente.
¿Esquenoloves?
—Ahora permiten la propiedad privada y el libre comercio interior,
estáncontratandotécnicosextranjeros,lascosasestáncambiando…
Serguéi se refería al tímido aperturismo que había supuesto la Nueva
PolíticaEconómica.LaGranGuerra,lasrevolucionesinternasdefebrero
yoctubrede1917yladevastadoraguerracivilhabíandejadoalpaísenla
más absoluta de las ruinas y el gobierno bolchevique había considerado
un mal menor dar un paso atrás en sus ideales comunistas para intentar
reestructurarlanaciónysacarladelamiseriaquenolespermitiríanunca
modernizar la economía. Para ello habían adoptado ciertas medidas
impensableshastaentoncesenunpaísdondelasleyeseconómicasquelo
regíanveníandictadasporelcomunismodeguerra.Elgobiernorelajósu
ritmo de nacionalizaciones, diversificó los salarios y buscó nuevas
políticasqueincentivaranlaproducción,paraloquenodudóenabrirla
manoenlaincautacióndegranosalosagricultores,alosquepermitieron
cultivar y vender según su libre criterio, exigiendo únicamente la cuota
obligatoriadeldiezporcientodelacosecha.
Pero para Boris Vernin, al igual que para el capital extranjero que no
escuchó los cantos de sirena del gobierno bolchevique porque
sencillamentenosefiabandeél—nicuandoestabapresididoporLeninni
entonces con Stalin—, aquel amago de aperturismo no era más que un
espejismo,unaentelequiaquevenderalmundoexteriorparaservistocon
mejoresojosantesdevolveralverdaderoespíritubolchevique.
—YahablascomoellosynisiquierahastenidoquepisarMoscú.—El
semblante de Boris reflejaba más tristeza que enfado—. Saliste de Rusia
porqueestallóunarevoluciónenlascallesysabíasqueaquellosoloerael
principio. No lo hiciste por enfermedad ni porque te llovieran los
contratos en Japón o en Estados Unidos. Soy tu amigo. A mí no puedes
engañarme.Nomeofendasintentándolo.
—¿Quiéntienelalegitimidadmoraldenegarmeelderechodevolvera
mitierra,depasearporlascallesdemiciudad,deabrazaramisamigos,
de tocar mi música en el Teatro Bolshói de Moscú como lo hago en el
CarnegieHalldeNuevaYork,enelPalaisGarnierdeParísoenelTeatro
delaÓperadeViena?Nomeofendastúamí,Boris.Nohablamosdeun
sentimientodeinmodestia,desoberbia,delplacerdequemeregalenlos
oídos. ¡Aquí también me los regalan y a nadie parece importarle! —La
calma inicial se estaba convirtiendo en irritación difícil de controlar—.
PerosivoyalaUniónSoviéticasoypocomenosqueuntraidor.¿Porqué
lotenéisquepolitizartodo?
—¡Son ellos los que lo hacen! ¡Son ellos los que van a politizar tu
música,tuvisita,tupersona!Noseasinocente,Serguéi.Nosepuedevivir
almargendelapolítica,enningúnlugardelmundo.Ymuchomenosenla
UniónSoviéticaenestesigloXX.
—Novuelvoparaquedarmeallí.Voyparamostrarlealpúblicorusomi
música, y cuando termine de hacerlo, regresaré a París. ¿Dónde está el
problema?
—En que no te dejen regresar. En que aparezca una complicación de
últimahoraconelvisado,unincidenteconeltrenquetetraedevueltaa
casa,conelselloenelpasaporte,uninoportunoretrasoenuncertificado
detránsito,oenalgomássutil,comounarepentinagiradeconciertosde
unañoportodalaUniónSoviética.Elproblemaestáenquecuandodigas
quequieresregresaracasa,ellostediránqueyaestásencasa.
Serguéi sabía que el temor de Boris estaba más motivado por la
preocupación de amigo que por su marcado antibolchevismo. Lina no
podíaocultarquealbergabaelmismotemor.Comohabíaleídounayotra
vezenlasobrasdesuadoradoStendhal,sabíaquelaspersonas,comola
vida,estabanhechasdedetalles.Nolehabíangustadolosgolpecitosque
unodelosresponsablesdelaOrquestaFilarmónicadeRusialehabíadado
conlamanoaSerguéienlarodillacuandoesteconfirmóqueiríaalfina
la Unión Soviética. Tampoco le había convencido la capciosa pregunta:
«¿Podemos decirle a la prensa que irá usted a Rusia?», aunque el
compositornohabíavistoenellamásinterésqueelpuramentemusical.
A Lina le había parecido un adulador excesivo, un cínico dispuesto a
prometercualquiercosacontaldeconseguirsusobjetivos.PeroSerguéi
sabía que aquel enviado ruso trabajaba para Anatoly Lunacharski, el
hombre que, siendo comisario cultural con Lenin, le había permitido
abandonarRusiaen1918cuandonoerafácilhacerlo.Ahora,conStalin,
buscaba recuperar a los artistas emigrados y que estos aceptaran como
fueralainvitacióndelComitéEjecutivodelPartido.
La desconfianza que le inspiraba aquel individuo implicó que, cuando
fuesustituido,Linarecibierademuybuengradoasusucesor,elprofesor
Yavorski,queveníaconunanuevapropuesta.Elentendimientofuemutuo.
Yavorski era mucho más perspicaz que su antecesor y no tardó en darse
cuenta de la influencia que la bella mujer de Prokófiev ejercía sobre el
genio y, en consecuencia, en sus decisiones. El nuevo director de la
Filarmónica de Rusia sabía que Lina era una mina de oro para sus
intereses. Su belleza y su seductora presencia podrían ser un inesperado
aliadoquenodudóenutilizar.«Elpueblorusoestáencantadoconusted,
señora.Estádeseandoconoceralamujerespañolaquehalogradoseducir
anuestrograngenioruso»,ledecíasabiendoqueesaspalabrasadularían
a cualquiera, y ella no iba a ser una excepción, sobre todo sabiendo el
deseo de su marido, llevado casi a la obcecación, de viajar a su tierra.
Puede que fuera esa ceguera la que le impidió entender el verdadero
sentidodelcomentariopronunciadoporYavorski.«Lafotodesuesposa
goza de tanto éxito en la Unión Soviética que le aconsejaría dejarla en
París».Eloídodeuncompositorsuelemostrarsemásdesarrolladoqueel
de cualquier otra persona, pero aquella vez Prokófiev no percibió el
desafinado. Lejos de interpretar el comentario como una advertencia,
prefirió verlo como «una broma elegante». Estaba convencido de su
decisión y ningún comentario fuera de lugar ni ningún gesto mal
interpretadoemborronaríansusplanesdeviajaralaUniónSoviética.Pero
nopodíahacerlosolo.Nuncapodríahaberlohecho.Buscóelapoyotácito
ymoralquenecesitabaysabíaqueencontraríaenlosojosdeLina.«Sieso
esloquequieres,siesloquetehacefeliz,nosvamosaMoscú».Eranlas
únicaspalabrasquenecesitabaoír.
Desdequeeraniño,Serguéisentíaunaobsesivapredilecciónporlos
trenes.AMaríaGrigórievnalecostóquitarleelpequeñoconvoyhechode
madera que arrastraba tras de sí como si fuera una prolongación de su
cuerpo.Nuncasuposieraunaexageraciónmaterna,perolamaníanosele
quitó hasta poco antes de entrar en el conservatorio. El tren definía
fielmente la esencia de lo que era su vida: viajes continuos, trayectos
únicos,paradasdeseadasyestacionesdetránsito.HastaSviatoslavensus
dibujossiempregarabateabauntrenencuyosvagonesviajabanSerguéiy
Lina.«Trenenelquemamáypapállegaránacasa».Lallegadaolasalida
deunconvoysiempreindicabaneliniciodeunanuevaaventura.
El 13 de enero de 1927 Serguéi Prokófiev subió al primero de los
trenesenelqueiniciaríasuregresoalpaísdelquehabíasalidoenmayo
de1918conelconvencimientodequenuncaregresaría.Ylohizojuntoa
su mujer y con la maleta llena de ilusiones, proyectos y compromisos.
Sabía que había dado un paso importante sin entrar a valorar su
convenienciaosupeligrosidad.Leasaltabanmásdudasdelasesperadas,
peronopensababajoningúnconceptocompartirlasconnadie.Tampoco
consumujer,aquiennoqueríapreocupardespuésdelainsistentecruzada
desplegadaparaconseguirsubeneplácitoyrealizaraquelviaje.ALinase
laveíaemocionadaconlaideadevolveratierrasrusas.Sumaridonoera
el único que regresaba a un lugar donde un día había sido feliz y donde
nacieronmuchosdelosrecuerdosinfantilesqueaúnleasaltaban,comola
imagendeaquelpreciosoabrigoplisadocompradoenungranalmacénde
Moscúconlosbotonesenformadehoja«importadosdeParís».Palpóen
elinteriordeunodelosbolsillosdelabrigodepieldeleopardoquehabía
elegidopararesguardarsedelfríoinviernoruso.Allíestaba.Elbotóncon
forma de hoja que desde entonces la acompañaba como un talismán.
Sonrió como si de aquel pequeño objeto emanara una energía
desconocida.
Una de las primeras paradas fue Riga, la capital de Letonia, república
independiente desde noviembre de 1918. El temor ante la imagen de una
inadecuadaostentaciónhabíaobligadoaSerguéiadejarsuabrigodepiel
enParís.«Vasatenerquedejardepensarcomounrusosiquieresquete
escuchencomoauncompositoruniversal»,ledijoLina,quenoentendía
aquel complejo absurdo por ocultar lo que no era más que un detalle
lógico en detrimento de una absurda creencia preconcebida. La primera
imagen de los Prokófiev en su esperado regreso apareció en los
principalesperiódicosrusosconmotivodesuactuaciónenelTeatrodela
ÓperadeRiga.LabellezayelexotismodeLina,vestidaconunexquisito
vestido de color azul que resaltaba bajo su abrigo de piel, no pasaron
inadvertidos a los fotógrafos que decidieron dedicarle más de una
instantánea alabando su elegancia. La primera actuación de la pareja fue
bien recibida, aunque en esa ocasión las manos de Serguéi eran las que
temblabanligeramentecuandosonólaSonatanº5,másdeloquetembló
lavozdeLinacuandoentonólasdosseriesderomanzasincluidasenel
repertorio.SabíaqueRigaeracomounensayogeneralantesdesullegada
a Moscú, pero Prokófiev se mostraba intranquilo y nervioso a pesar del
agradable encuentro con algunos de sus viejos amigos y compañeros.
Empezóanotarquelastaquicardiasvolvíanagolpearleelpechocuando
presenciabalaóperaLanochedemayo,deRimski-Korsakov.Loatribuyó
al peso de los recuerdos. Pero la contemplación de una fotografía de su
buen amigo el compositor Nikolái Miaskovski en casa de uno de sus
antiguos compañeros hizo que las dudas le sembraran el rostro de
sombras. Le vio cansado, visiblemente desmejorado, con la tristeza
reflejada en su rostro y con la mirada perdida. Parecía otra persona. No
habíarastrodelporteelegantequesiemprelehabíacaracterizadoyensu
lugaraparecíaunhombretempranamenteenvejecidoenvueltoenunavieja
y raída chaqueta de lana, cuyo último botón abrochado a la altura del
cuelloparecíatenerlaintencióndeasfixiarle.Unasensacióndedesazónle
inundóelcuerpo.FuelaúnicaseñalqueSerguéisepermitiómostrarasu
mujer, el primer signo de debilidad. El fantasma de Boris Vernin se le
apareció, legándole un miedo que no logró apaciguar hasta que lo
compartióconLina.
—¿YsicuandolleguemosaMoscúnosponenproblemaspararegresar
aParís?—Linaleobservóconlaternuradeunamadrecuandoarropaasu
pequeñoparaprotegerledelossonidosdelanocheytemplarsusmiedos
—.¿Noseríamejordarselavueltaahora?DesdeLetonianotendríamos
problemas.
—¿Desde cuándo Prokófiev decide abandonar y huir? ¿Cuándo le ha
faltado el valor para enfrentarse a lo establecido? —Le besó, quitándole
con delicadeza las gafas para limpiárselas—. Iremos a Moscú,
conseguirás el mayor de los éxitos vividos hasta ahora y volveremos a
casa con tiempo de arropar a Sviatoslav antes de que mis padres le
malcríenporcompleto.¿Mehasentendido?
—No sé lo que haría sin ti, Avecilla —reconoció, rindiéndose ante su
clarividentefortalezacomoelmundolohacíaantesubelleza.
—Nada.Ymástevalequecontinúesiendoasí.
Conformeavanzabanensuviaje,lostrenesseconvertíanenelreflejo
más fiel del lugar en el que se adentraban. Si los primeros convoyes
gozaron de ciertas comodidades, a medida que el camino devoraba a
dentelladasloskilómetros,lostrenessevolvíanmásrudimentarios.Enel
interiordelosvagoneslacosanomejoraba:elaguaestabahelada,laluz
eraescasa,elfríoentrabaporlastraicionerasrendijasdelasventanasmal
selladas, las sábanas habían perdido su blancura original haciendo
sospechardesulimpiezaylacomidaeradeinfamecalidad.Sinembargo,
nadadeaquellohacíaflaquearelánimodelmatrimonio.
Enlaspesadasaduanasrusaserafrecuentequellegarauntelegramade
Moscúconordende«facilitarelpasodeProkófievyseñora»;enunade
ellas a punto estuvieron de sufrir un contratiempo. Uno de los
funcionarios miró de forma sospechosa el libreto en francés e inglés de
una de las obras que Prokófiev llevaba a su amigo Boris Asafiev. De
pronto, y ante la mirada atónita de Serguéi y del aduanero, Lina
prorrumpióensollozos.
—Estoy bien, no es nada —repetía ella entre hipidos ante la cara de
estupordelfuncionario,queporunmomentotemióhabersidoelcausante
de semejante desconsuelo y sobre todo de contravenir las órdenes de
franquearleselpaso—.Hevistounoszapatosdeniñoenelequipajedeesa
señoraynohepodidoevitaracordarmedeSviatoslav.
Serguéi,igualmenteperplejo,nollegóasabermuybiensilareacción
deLinahabíasidoparaaligerarlostrámites,paraintentarquenoabrieran
la maleta de la señora que estaba a su lado y cuya expresión era de
auténtico terror o simplemente había sido causada por su sentimiento
maternal.Porprimeravez,elcompositorenvidiólacondiciónfemenina.
Lehabríagustadoderramaralgunaslágrimasparaliberartensiones.
No tardaron mucho en comprender que su visita iba a tratarse poco
menos que como una cuestión de Estado. No solo se agilizaron los
trámitesenloscontrolesfronterizos,sinoquepreviamenteselesentregó
un certificado de tránsito que podrían canjear por un pasaporte de la
SociedaddeNacionesenelmomentodesusalidadelaUniónSoviética,
puesnoselesexigiríalaobtencióndelpasaportesoviéticocomohubiera
sido lo normal. Nada más llegar a Moscú, y a instancias de uno de los
hombres fuertes del partido y reconocido diplomático de origen judío,
Maksim Litvínov, se dio orden de expedirles el pasaporte soviético sin
requerirles la entrega de los suyos. «Nuestro deseo es que se sientan
ustedes lo más cómodos posible y trabajamos para que así sea». Era la
frase más repetida por los miembros del comité de bienvenida. Cuando
Serguéi supo que le habían preparado un encuentro con la prensa y con
varios representantes de la política y la cultura soviética, tuvo que
controlarlasganasdemeterseenuncocheysalircorriendo.Peroalver
entre los asistentes la cara amiga de Boris Asafiev, se tranquilizó. Nada
malo podía pasar si estaba él. Después de unas fotos, la entrega de un
espectacular ramo de flores a la señora Prokófiev, varios apretones de
manos y el regalo de numerosos presentes, en su mayoría inútiles, el
matrimoniofuealojadoenelHotelMetropol.
Alllegaralhotel,situadomuycercadelaplazaRoja,delKremlinya
pocadistanciadeunedificiocuyahistoriaLinaignoraba,conocidocomo
laLubianka,comprobóqueleseguíandoscochesmásamododeescolta.
En uno viajaba Tsukker, un importante dirigente del partido que les
acompañaría durante todo su viaje, según sus propias palabras «para
facilitarlessuestancia».Serguéiprefiriónopensarenquéconsistíanesas
facilidadesmientrasleestrechabanuevamentelamano,aligualquehizo
conLevTseitlin,miembroycreadordelaorquestasinfónicaPersimfans,
otro de los ocupantes del primer coche negro que los acompañó como
partedelacomitiva.
Accedieron al Hotel Metropol. A Lina le llamó la atención que el
vestíbulonopresentaraelritmocaracterísticodecualquierhotel.Tuvola
impresióndequeestabacerrado.
—Se equivoca. Está en funcionamiento, pero solo para huéspedes
especiales. Desde hace unos años —aunque Tsukker no se encargó de
especificarlo,todossabíanquesereferíaalallegadadelosbolcheviques
al poder—, el edificio acoge la sede de diversos organismos estatales e
incluso algunos miembros del Comité Ejecutivo Central tienen aquí su
residencia. —La expresión organismos estatales se había quedado
prendidadeloídodelosProkófievmientrassusmiradasysussonrisasse
detenían sobre Tsukker, que lucía idéntica mueca optimista en su rostro
queelrestodelcomitédebienvenida—.Perohayunaplantareservadaa
losdignatariosextranjerosquenosvisitanytambiénparapersonalidades
artísticas,comoessucaso.
—¿Cuántas plantas están dedicadas al hotel? —preguntó Lina, que no
pudoevitarlacuriosidad.
—Solo una. Esta en la que están ustedes. ¿Eso le supone algún
problema?
—Muyalcontrario—tercióSerguéi—.Ningúnproblema.Ahorasinos
disculpa,nosgustaríadescansarantesde…
—Precisamente de eso quería hablarles. Habrá un coche esperándoles
enlapuertaparallevarlesacenar.Daréordenenrecepciónparaqueles
avisencuandoestépreparado.—Cuandoapuntoestabadecerrarlapuerta
dejandoalamableperoalgocarganteTsukkerenelpasillo,estehizoun
gesto en señal de que todavía le quedaba algo más por contar—. Debo
decirle que antes de la cena hemos programado un encuentro con la
prensa. Queremos que nuestro pueblo sepa que una personalidad como
ustednosvisita.
—¿Ahora? —preguntó Serguéi un poco desconcertado ante las prisas
por charlar con los periodistas. Le hubiese gustado tener tiempo de
descansar,darseunaduchay,entodocaso,poderpasearjuntoasumujer
porunascallesdeMoscúquehacíacasiunadécadaquenopisaba.
—No,ahorano—respondió,comosielmargenquefueraaconcederle
superaselasemana—.¿Enmediahoraestábien?
—En media hora está mal. —Serguéi contestó con una sonrisa que
suavizó la respuesta. Estaba demasiado cansado para enfrentarse a las
preguntasdelaprensa,habíasidounviajelargo,peroestabaenlaUnión
Soviética, y eso había que vivirlo intensamente. Ya tendría tiempo de
descansar—.Perosiesasícomolohanplanificado,pormipartenohay
ningúnproblema.
Cuando por fin lograron cerrar la puerta y quedarse a solas, Lina no
pudomorderselalenguapormástiempo.
—¿Vaasertodoelviajeasí?—preguntódesplomándosesobrelacama.
Comprobó la limpieza de la habitación, el gusto con el que estaba
amuebladaylellamóalaatenciónquelassábanasfuerandelino.
—Metemoquepeor—bromeóSerguéi,sirviéndoseunvasodeaguade
unajarraquehabíasobrelamesa.Leextrañóquenohubierabotellas.
—Ten cuidado, Prokófiev —le advirtió divertida Lina aproximándose
porsuespaldayrodeándoleconunabrazo—,novayanaenvenenarte—
dijopararelajartensionesantetodotipodeobservaciones,advertenciasy
consejosquehabíantenidoquesoportarantesdeabandonarParís.
El comentario hizo que ambos se rieran. En ese momento, en el que
intentaban ahogar sus risas, se dieron cuenta de que ambos estaban
hablandoenuntonomásbajodesdequehabíanentradoenlahabitación.
—¿Por qué hablamos en voz baja? —le preguntó Lina entre risas y
susurros—. ¿Crees que será verdad que hay micrófonos debajo de la
cama, como nos advirtieron Diáguilev y Stravinski? —Divertida,
comenzóabuscarlosenlosjarronesquehabíaenlaestanciaamodode
decoración, en los cajones, detrás de los cuadros que colgaban de las
paredes,enlasalmohadas,enlalámparadelamesilladenoche.Levantó
el teléfono y se lo puso en la oreja. Como si hubiese oído una voz de
ultratumba,surostrocobrólaaparienciadelmarfilcomolasfigurasque
habíavistoadornandolafachadadelHotelMetropol.Colgórápidamente
—.Heoídounclick.Noesbroma.
Serguéilamiróynopudomenosquesonreír.
—Porsiacaso,tencuidadoconloquedices.Ycontrolaesaboca,Lina
—ledijoconbuenhumor.Conosinmicrófonos,másomenoscansado,
el famoso compositor, como le anunciaban una y otra vez en los
periódicos,estabafeliz.Yesohizoquesumujerseolvidara,almenosde
momento,delosclicks.
Después del encuentro con la prensa, los trasladaron a uno de los
mejores restaurantes, situado en la calle Prechístenka. La memoria de
Serguéi recuperó aquel lugar. Antes de que estallara la revolución había
acudidoalrestaurantePragaenmásdeunaocasión.Siemprehabíasidode
buencomerypresumíadetenerbuenpaladar,comodemostrabaencada
viajeenelqueseembarcaba.«Hayqueverelartista.Prefiereunabuena
cartaaunabuenacatedral»,solíabromearsuamigoAlekseyStahl.Como
muchas otras cosas en la Rusia postrevolucionaria, el Praga se había
transformado y acogía en su interior un conocido comedor público, el
Mosselprom, que a pesar de su denominación en cuanto a su carácter
público, era uno de los lugares donde se podía encontrar mayor calidad
gastronómica pero al que solo unos pocos podían acceder debido a sus
altos precios. «Este restaurante lo gestionan los de antes, ya me entiende
—leexplicaronaSerguéirefiriéndoseaquesusdueñoseraempresarios
del antiguo imperio zarista—. Son los que mejor se mueven entre
fogones,esonolopodemosnegar».
Nadie parecía querer perderse la primera cena de los Prokófiev en
Moscú. Como si alguien se hubiera encargado de realizar
estratégicamente la lista de invitados a la mesa, Serguéi encontró en
aquella velada a grandes amigos como Boris Asafiev, el compositor
Nikolái Miaskovski, el poeta y dramaturgo Vladimir Maiakovski,
convertidoenunodelosprimerospublicistasdelpaís,yaotroshabituales
desdesullegadaalacapital,TseitlinyTsukker,alosque,consuhabitual
humor, acabó por denominarlos los TseTse, porque con su revoloteo
constantealrededordelaparejalerecordabanalzumbidodelasmoscas,
lo cual, unido a la incesante verborrea de ambos personajes, tenía la
capacidad de sumirles en un sueño profundo. También pudo ver otros
rostros que no le resultaron tan familiares pero que pronto descubriría
quepertenecíanalosprincipalescírculosmusicalesdelpaís,asícomoala
esferapolíticadelpartido.
No les resultó sencillo disimular su sorpresa al ver la cena que les
teníanpreparada:caza,cremas,pescados,panesdetodotipo,losmejores
vinos,elmejorlicor.Nopensabanencontrarseaquellosmanjaresenuna
ciudad en la que se palpaban el hambre, las necesidades y la escasez.
Aquella fue una de las primeras contradicciones en tierra rusa que
conseguiríanperturbarles.Linatuvoquecontrolarsusdelicadasmaneras
paraquenoselenotaraladevociónquedesdeaquelmomentocomenzóa
sentir por aquellos exquisitos blinis con caviar. No había probado nada
másdeliciosoensuvida.Lastortitasfinascalientes,suaves,sedeshacían
enlabocaenperfectacombinaciónconlashuevasensupuntoexactode
sal.Unacompañamientoderonheladoeraloindicado.«Elmásexquisito
es el de beluga», le comentó Tsukker que, a pesar de intentarlo desde el
principio, no logró sentarse a su lado y tuvo que conformarse con
admirarla de frente. «Y el más caro. Es fácil de entender. Se obtiene de
esturiones hembra, hembras que siempre están nerviosas, en continuo
movimiento,deunladoaotro.Cuestamuchoatraparlas,peromerecela
pena el esfuerzo. Ofrecen un producto fino y tierno, sabroso, difícil de
olvidar».Yaúndebíareservarseparaloshalva,unosdeliciososdulcesde
azúcar y semillas de sésamo, y para los enormes vasos de merengue,
según le explicaba su compañero en la mesa, Maksim Litvínov, el
diplomático y hombre fuerte del partido, futuro vicecomisario de
Exteriores, que les había facilitado los pasaportes soviéticos y agilizado
otrosmuchostrámitesburocráticos.
Las conversaciones entre los comensales se centraron primero en una
formalidad lógica en la que prevalecía un insistente reconocimiento a la
calidad artística de Prokófiev y a la belleza de su mujer, «también
destacadaartista»,comoseencargabandereseñar,ymástardesefueron
abriendoaunacamaraderíamásrelajada.Quizádemasiado.
—¿Ha tenido tiempo de pasear por Moscú, Prokófiev? —preguntó
Tseitlin—.Habráncomprobadoqueloquesedicefuerasobrelamiseria
que asola a nuestro país no es cierto, que es una burda mentira. Los
escaparates de nuestras tiendas están llenos de caviar, de dulces, de
bebidas…¿Dóndeestálahambrunadelaquetantohablanalgunosdesde
Occidente? —Su discurso fue tan vehemente que a Serguéi le sonó a
soflama.
—He estado demasiado ocupado con su cálido recibimiento e
intentando cumplir con todos los compromisos que me tenían
programados. Pero espero tener tiempo durante los próximos días, si es
que el ritmo de ensayos y conciertos me lo permite. Estoy deseando
enseñarlelaciudadaLina.
—Y díganos, ¿cómo está París? Nos cuentan que escasean los ataúdes
paratodoslosquemuerenporlagripe—preguntóTsukker.
ElestuporsevioreflejadotantoenelrostrodeSerguéicomoenelde
Lina.Nosabíandequéleshablaba.
—Eslamentablequeunpueblosufradeesamaneraynosepuedahacer
nadaporcontrolarlamuertequeleasola.Ennuestramadrepatriaapenas
hemostenidouncasoodosdeesagranpandemiayporquesecontagiaron
enunviajealextranjero.—Nadiedeslegitimóelúltimodatoaportadopor
Tsukker,quienparecíadisponerdetodalainformación,inclusolaqueno
existíaoresultabaparadójicamentellamativa.Nadielohizosinsaberbien
si por prudencia, por vergüenza o por simple sentido común a tenor de
quién lo había proporcionado—. Tienen ustedes suerte de haber dejado
París. Ha sido una decisión inteligente y en el mejor momento —apuntó
con socarronería Tsukker desde su atalaya de hombre fuerte del partido
que le aseguraba pocas voces contrarias a cualquier comentario que
realizara. Pero no contó con las circunstancias ni con la mujer sentada
justoenfrentedeél.
—NohemosabandonadoParís.—LavozdeLinasonótajante,aunque
fueelsonidodesurusoloqueparecióextrañaratodos.Nohabíahablado
demasiadodurantelacena—.Ylafaltadeataúdesnoesningúnproblema
enFrancia,comotampocoloeslagripe.
Todaslasmiradassedirigieronaella.Peroaquellaveznolesguiabala
admiración, como solía ser habitual, sino la extrañeza y una cierta
sorpresa.
—Vaya.Veoquenoshaestadoustedengañando,señoraProkófiev—se
decidió Tsukker a romper el incómodo silencio aparecido tras el
comentariodelaespañola—.Hablaustedelrusoperfectamenteynosotros
creyendoquenonosentendíadeltodo.
—Es usted muy amable, pero no lo hablo de una manera tan correcta.
Tengomuchoqueaprender.
—Será un placer ayudarla en ese empeño, si nos lo permite —terció
Litvínov.
Su respuesta se limitó a una esplendorosa sonrisa que devolvió la
normalidad a la velada. Tenía la impresión de que todas las
conversaciones que oía desde que había llegado a la Unión Soviética
ocultabanunadobleintencionalidad,loquelesuponíaciertatensión.
Pero la aparente tranquilidad, como muchas otras cosas en aquel país,
resultó ser solo un espejismo cuando Miaskovski hizo una nueva
observaciónparaacompañarelbrindisqueproponíaporlosinvitadosde
lanoche.
—MealegraquemiamigoSerguéihayatenidotiempodeenseñarlea
su mujer algo de su idioma materno —dijo, pues ignoraba que el
aprendizajedeLinadeaquelidiomaleveníaporinfluenciamaterna.Ella
misma pensaba comentarlo, pero algo se lo impidió—. Me alegra saber
quealcamaradaProkófievnoselehaolvidadoelruso.
—¿Yporquéibaaolvidarlo?—Eltonodelaludidosonógrave,como
si acabara de escuchar de boca de un amigo la mayor de las ofensas.
Todos quedaron con sus vasos de ron helado suspendidos en el aire sin
poderdisimularunaciertaincomodidadqueseextendióporlamesa—.Es
la lengua con la que crecí personal y profesionalmente. Yo, como tú,
compongoenruso.¿Cómosepuedeolvidaralgoasí?
Pronto se arrepintió del tono de su respuesta a su amigo Miaskovski.
Sabía que había estado fuera de lugar, pero no había podido evitarlo.
Pensó que aquella primera salida para cenar en el restaurante de la calle
Prechístenka había sido demasiado precipitada: estaba cansado del viaje,
agotadoporelencuentroconlaprensa,abrumadoporelrecibimiento,los
discursosdebienvenida,lasfotos,lasentrevistas,lasrecepcionespúblicas
yexhaustoporlaexcesivaatencióndispensadaquepormomentoslograba
agobiarle. Como era habitual en él, no encontraba la manera de
disculparseanteMiaskovskiydejóhablaralacabezamásquealcorazón.
—MeemocionótuSinfoníanº6—ledijofinalmente—.Túpodíasserel
nuevo Tchaikovski si hubieses viajado conmigo a París. Aún podrías
hacerlo.
Serguéi había tenido ocasión de escucharla en 1923, la fecha de su
composición. Estaba inspirada en la tragedia del pueblo ruso, dividido
dolorosamenteporlarevoluciónylaguerracivil.
—Nohacefaltaquemehablesenvozbaja.Aquínohaymicrófonos.—
El comentario de Miaskovski no encerraba rencor. Estaba incluso teñido
de cierto sentido del humor. Una sonrisa algo forzada se dibujó en el
rostro de Serguéi, que la utilizó para hacerle depositario de una
confidencia.
—Lina está obsesionada con ellos —dijo a modo de disculpa. Temió
haberle ofendido. Desde que había llegado a Moscú su sentimiento de
culpasemostrabaaflordepiel—.Creequeloshaydebajodelacama.
—Esqueloshay…
Serguéi le miró sin poder disimular cierto desconcierto. La expresión
desuamigocontinuabaimpávida,comosinoleextrañaralagravedadde
suspalabras.Leparecióquenobromeaba.
Terminadalavelada,volvióeltrasiegodecochesyacompañamientos
forzados a modo de escolta. Lina contempló el edificio que se levantaba
en el callejón Kalashini, próximo al restaurante que acababan de
abandonar, y que presumía de ser el primer rascacielos soviético. No le
impresionóporsualtura,yaquedespuésdehabervividoenNuevaYork
resultaría complicado, pero sí los coloridos bocetos que alimentaban el
originalmuraldeledificio,realizadosporartistasrusos.
—En ninguna parte más que en Mosselprom. —La voz de Vladimir
Maiakovski consiguió sacarla de la observación casi hipnótica de aquel
colorido mural. Su entonación le sonó a eslogan publicitario, algo que
mástardedescubrióqueasíera.Esasencillafraseseconvirtióenellema
de todos los productos agrícolas de primera necesidad de la Unión
Soviética, ya fuera la cerveza, el papel, el aceite o el tabaco—. Aquí
también sabemos hacer murales, carteles y arte. No se crea que solo lo
hizoToulouseLautreccuandodiseñóelcartelMoulinRougeen1891.
Maiakovski le pareció un hombre lúcido, inteligente y tremendamente
creativo.Teníafamadeguerrero,deenfantterrible,peroesemanifiesto
descaro lo convertía en creatividad en su agencia de publicidad,
ConstructorPublicitario,quecomotodoenaquellugarestabaalservicio
del Estado. De su cabeza habían salido los principales carteles, rótulos,
póstersyletrerosluminososdelosmásimportantesproductosnacionales.
RegresaronalhotelcansadosdesuprimeranocheenMoscú.Suestado
estaba muy próximo a la extenuación. Lina aprovechó la soledad del
ascensorquelellevabahastalaplantadesuhabitaciónparaabrazarcon
fuerza a su marido. Los dos lo necesitaban y aquella muestra de cariño
resultóredentora.
—Quizáestemosmásnerviososdeloquecabríaesperar—dijoconla
misma debilidad en la voz que mostraba después de una sus fuertes
migrañas—.Convendríaquenostranquilizáramos.
—QuizálaUniónSoviéticanosestésuperandounpoco.—Linarecogió
dulcemente la complicidad de su marido sellándola con un beso en sus
labios.Agradecióelsabordelcaviarregadoconronqueaúnpermanecía
en su boca. Sonrió al recordar la anécdota que le había contado María
Grigórievna sobre la tutora francesa de su hijo, Luisa Roblain, y su
divertidaconfusióndelcaviarylamermelada.Noseloconfiaroneluno
alotro,peroambostuvieronmuypresenteasumadreenaquelviajeque
prometíaconvertirseenunamontañarusaemocional.
Cuando abrieron la puerta de su habitación, lo vieron. Estaba allí,
ocupandolapartecentraldelaestanciaprincipal.Duranteunossegundos
aquella presencia inesperada llegó a asustarles. No se encontraba allí
cuando se fueron. No esperaban encontrarlo a su regreso. Un enorme
piano de color negro parecía haber nacido en mitad de la habitación.
Completamente nuevo, sin que nadie hubiera puesto sus manos sobre su
teclado,comoindicabaladurezadelmecanismo.
—Solocomentéqueechabaenfaltaunpianoparapodertocar.
—Hábiles son, desde luego. Menos mal que no echaste en falta un
caballodelosquemontabatumadreenSontsovka.
De nuevo comprobaron que sus deseos parecían convertirse en
preceptosdeley.
Todavíadepieantelainesperadavisióndeaquelimpresionantepiano,
searrepintieron,unavezmás,dealgunasdesusreacciones.Todavíanolo
sabían,peroenaquellahabitacióndelHotelMetropolsuvidacomenzabaa
serunaluchaconstantecontraelarrepentimiento.
14
Estabanervioso.
No le sudaban las manos, como a muchos de sus colegas, pero los
latidosdesucorazónparecíanpequeñosseísmosempeñadosendestrozar
su pecho. Solo imploraba al cielo para que ninguna inoportuna migraña
arruinara su primer concierto en Moscú después de casi diez años de
ausencia.IntentórecordarlasenseñanzasdelaCienciaCristiana.Hubiese
agradecidotenerunacharlaconlaseñoraGetty.«Tocaelpianocomosi
lo hicieras ante Dios», se repetía una y otra vez. Pero no siempre
funcionaba. Sus ojos captaron varias veces el calendario de mesa que
parecía haberse erigido en testigo directo de su desazón. 24 de enero de
1927. En ese momento supo que solo podría recordar esa fecha para
rememorarla con alegría o con la intención de sepultarla en el olvido.
Desde su camerino podía escuchar los murmullos del público asistente.
No valía con hacerlo bien. El auditorio estaba lleno de personas que
conocían casi mejor que él su Concierto nº 3. No le bastaba con estar
correcto. Debía alcanzar la excelencia. Escuchó con alma de ermitaño la
interpretacióndelasuitedeElbufónporpartedelaorquestaPersimfans.
Hastasusoídosllegaronlosaplausos,peroyahabíadejadoclaroqueno
saldría a recibir ovaciones por grandes que estas fueran. Tenía que
concentrarse en su próxima interpretación. Tenía que controlar sus
emociones,calmarsuspensamientos.Observóelcamerinoquelehabían
acondicionado especialmente para él. Se encontró desamparadamente
solo.DeseócontodassusfuerzasqueLinaestuvieraconél.
«Maestro. Cuando usted quiera». La voz que le llegó a través de la
puertadesucamerinopertenecíaalprimertrompetadelaorquesta,quien
tenía la encomienda de avisarle cuando llegara el esperado momento de
saliraescena.Yesemomentohabíallegado.
Nisiquierapudorecordarsiarticulóalgunarespuesta,aunquefuerapor
pura cortesía. Mientras avanzaba por los pasillos que le conducían al
escenario, su mente empezó a llenarse de imágenes: el encuentro con
MaríaGrigórievnaenelpuertodeMarsella,laaversiónalasteclasnegras
cuandoerauncrío,losbañosenelmardesupequeñoSviatoslav,lostres
dólares en el bolsillo a su llegada a los Estados Unidos mientras los
titulares de los principales diarios del país hablaban de la rareza
bolcheviquereciénllegadaaNuevaYork;elsuicidiodesuamigoMax,las
palabras del comisario del pueblo para la Cultura: «Eres un
revolucionario de la música, nosotros lo somos de la vida. Deberíamos
trabajarjuntos,perosideseasemigraraEstadosUnidos,noseréyoquien
teloimpida»;lapreguntadesuamigoBorisVernin:«¿Vasadarlamano
aesosasesinos?»;laironíadeMiaskovski:«Nohasolvidadoelruso»…
Necesitaba serenarse y qué mejor manera de hacerlo que pensando en
Lina.Lina,siempreLina.Leasaltóelrecuerdodesuprimerbeso,vivido
entre las bambalinas de un teatro, justo el lugar por el que deambulaban
sus pasos en aquellos momentos previos a la actuación. La imaginó
ocupandoelpalcoquelosresponsablesdelteatrohabíanreservadopara
ella,presadeunestadodeansiedadsolocomparableconelquemostraba
éloinclusomayor.
Oyócómosuspisadascrujíansobreelescenarioynolediotiempoa
reaccionar.Unagranovaciónnacidadelosintestinosdelteatroreventóla
acústica del coliseo. La orquesta en pie, las luces cegándole, algo que
inclusoagradeció,porquepreferíanoverlo.Unmardeconfusiónyduda
amenazaba con ahogarle. Decidió saludar, una, dos, tres veces, pero los
aplausosnocesaban.Optóporocuparsulugaranteelpianopensandoque
quizáasíobligaríaalpúblicoyalosmiembrosdelaorquestaasilenciar
suentusiasmo,peroseequivocó.Nadieparecíaquererdejardebatirsus
palmas para expresarle su reconocimiento y su alegría por tener al hijo
pródigo de vuelta en casa. Empezó a temer que aquel exceso emocional
consiguieraahogarleydestrozarasuconcentración.EraelConciertopara
pianoyorquestanº3,segúnaugurabaLina,elmásgrandeconciertodel
siglo XX. Debía concentrarse y la emotividad era mala aliada. Decidió
obviar la aclamación que retumbaba en el teatro y se acomodó en la
banqueta. «En algún momento se cansarán», pensó como única fuerza
internaalaqueaferrarse.Lasyemasdesusdedossintieronlasteclasdel
piano.Estabanfrías.Osusmanosdemasiadocalientes.Estabaconvencido
dequesutemperaturacorporalhabíasubidounosgrados.Cerrólosojos
yelsilenciocomenzóareinarenlasalahastaquesoloescuchóunlatido
machacónensussienes.Nadieseatrevióatoser.Niunlevemurmullose
escapó de la boca de ninguno de los presentes. Nadie suspiró. Le dio la
impresióndequeestabanaguantandolarespiración.
Inhalóelairehaciadentro,comolehabíaenseñadoLinacomotécnica
derelajación.Estabaencasa.Moscúlerecibíaconsonorosaplausos.Sus
amigosleacompañaban.Suscompatriotasleaguardabandesdehacíauna
década.Sintiólapresenciadesumujer,inclusocreyónotarcómosumano
presionabasuhombro.Habíallegadoelmomento.Sintióvértigo,perosus
manosserebelaronynoesperaronlaordendelcerebroparacomenzara
recorrer el teclado. Las primeras notas del Concierto nº 3 llenaron el
teatro, aunque él solo las escuchaba en su cabeza. Hubiera jurado que
estabasolo,queelaforosehabíavaciadoporcompletocomoporartede
magia,quetocabaenmitaddelanada,sinoídosqueleprestaranatención
ni ojos que contemplaran su figura encorvada sobre el piano lacado en
negroyglamurosamentebrillante.Seolvidódetodoloquecolapsabasu
cabeza segundos antes y se dejó llevar. Cuando terminó, fue como
despertardeunsueñoprofundo.Unosinstantesdesilencioydeesamisma
nada en la que creyó navegar surgió el mayor estruendo de vítores que
había escuchado en un teatro. Pensó que alguien estaba amplificando
aquella aclamación porque le parecía distorsionada, extremada, que
rozaba la exageración. ¿Sería todo un sueño? ¿Estaría todavía en el
camerino a punto de despertar? ¿Podía ser aquello real? Ni siquiera se
atrevíaalevantarlavista,incorporarse,dirigirsealcentrodelescenarioe
inclinarse ante el público en forma de saludo, por si aquella explosión
triunfalsolofuerarealensucabeza.Porfinabriólosojos.Yentonceslos
vio. Estaban todos en pie, dispuestos a dejarse las manos en el aplauso,
comosiacabaranderecibirungranregaloquelescambiaríalavidaoel
sentidoquedeellatenían.Empezaronagritarsunombre,algoquejamás
le había sucedido. Sus rostros reflejaban una mezcla de admiración,
satisfacciónyagradecimientoinfinito.Prokófievrecorrióelteatroconla
mirada, desde la primera fila hasta la última, subiendo por los distintos
pisos, escalando por los palcos. Debía guardar aquello en su cabeza
porqueseríadifícilqueunéxitoasívolvieraarepetirse.Elmayordesu
carrera, sin duda. Cuando su mirada encontró el palco de Lina, sucedió
algo que nunca había hecho sobre un escenario al recibir el
reconocimiento del público: sonrió como si verdaderamente lo sintiera.
Lohizoabiertamente,contodalasinceridaddelmundo,sinquemediara
obligación. Su mueca fue aún mayor cuando vio a Lina ahogada en
lágrimas. Estaba tan exhausta como él ante la respuesta de los asistentes.
Tenía sus dudas, pero al ver la emoción de su mujer, supo que su
percepción no era subjetiva. Su deseo por triunfar en su tierra no
disfrazaba la realidad. Estaba ante el mayor éxito de su vida y lo había
conseguido en su país. El tiempo se paró y, por primera vez, no le
importó.Pudoconfirmardemanerapalpablelorecogidoenuntitularde
periódicoennoviembrede1918,alospocosdíasdellegaraNuevaYork:
«Mi música está más allá del tiempo y del espacio». Lo que acababa de
sucederenelTeatrodeMoscúcertificabaesaevidencia.
Sumemoriaapenasrecogiólosbisesrealizados.Elsonidodeléxitoera
tanfuertequeacallóporunmomentolagavotadelconciertoclásicoyla
tocata. Cuando se encaminaba hacia el camerino, escuchó la suite de El
amordelastresnaranjasinterpretadaporlaorquesta.Necesitabasentarse,
vaciarsedeemociones,gritar,saltar,respirarparaalejarelfantasmadela
hiperventilación.Estabatanexcitadoquepodríahabersegolpeadocontra
laparedporquenoencontrabaotramaneradeexpulsarlacantidadingente
deenergíaacumuladaysobranteensucuerpo.Denuevobisesydenuevo
un público enfervorecido pidiendo que el maestro saliera a saludar.
«¡Prokófiev, Prokófiev, Prokófiev!», bramaban las gargantas. Por un
momento deseó poder evitarlo, desaparecer y aislarse de aquel
maremágnum de sensaciones que estaban a punto de colapsarle. Pero
debíasalir.Norecordócuántasvecesdoblósuespinazoanteelauditorio
enfervorecido. No pudo contabilizar las ocasiones que sus labios
articularonlapalabragracias.Perdiólacuentadelosminutosqueestuvo
allídepie,enmitaddelescenario,buscandolamiradacómplicedeLinay
elsaludodesusamigosycompañeros,queocupabanlaprimerafila.Se
sentíaorgullosodehabertomadoladecisiónderegresarasupaís.Solole
pesaba no haberlo hecho antes. Aquel triunfo no alimentaba solo su
vanidad como músico. Le estaba dando la vida como persona y como
ruso.
Cuando llegó a su habitación del Hotel Metropol, solo fue capaz de
escribir una frase en un improvisado diario, ya que el suyo lo había
dejado en París. «El éxito vivido esta noche no puede compararse con
ningúnotro».Estabaconvencidodequelosucedidohacíaunashorasenel
teatroledejaríaunaprofundahuella.Noseequivocaba.YLinatampoco.
Todavíanosabíacómo,peroaquellocambiaríasusvidas.
Eléxitoserepitióenelrestodelosconciertosrealizadosportodoel
país, tanto en Moscú como en Kiev, en cuyo tren de regreso a la capital
Lina vivió un momento muy especial al encontrarse con el guitarrista
español Andrés Segovia, con el que pudo hablar en su idioma paterno,
evitando así que el miembro de la policía secreta asignado al guitarrista
pudiera entender algo de lo decían, aunque la política no centrara
precisamentesuconversación.
EltriunfoserepitióenOdesa,enJárkovydemaneramuyespecialen
Leningrado. En esta última ciudad, Petrogrado antes de la muerte de
Lenin,Serguéihabíavividopartedesuinfanciayjuventud.Linadisfrutó
visitando los lugares donde su marido había estado antes de abandonar
Rusia, conociendo a sus amigos y a antiguos compañeros del
conservatorio. «Mira, en esa casa viví durante muchos años junto a mi
madre.Enesaplaza,justoenaquelbanco,comencéaescribirmidiario.Y
en ese embarcadero del río Neva solía quedar con amigos para jugar al
ajedrez y para hablar de música. En ese río se ahogó Rasputín… o le
ahogaron,nosésialgúndíasabremosloquepasó…».Leimpresionóde
maneramuyespeciallahermosaysorprendenteiglesiadelSalvadortanto
dedíacomodenoche,cuandosuespectacularimagensereflejabasobre
lasaguasdelcanalGriboyédova.Lesucediólomismoconelpalaciode
Catalina, antigua residencia de verano de los zares, cuyo estilo rococó
logrócautivarla.Lecostóencontrarensumemoriajoyasarquitectónicas
similaresalasquedescubrióallí.
Unmomentoespecialfuecuandoporfinconocióasufamiliapolítica.
Pero lo que guardaría como uno de los instantes más singulares vividos
en Leningrado fue la visita como invitados de honor al Museo del
Hermitage.Ensumemoriaquedarongrabadoslosenormespasillosysus
laberínticas escaleras que conducían a las galerías colmadas de las más
antiguas y diversas obras de arte. Jamás olvidaría los colores azules,
verdes y malvas que barnizaban la ciudad ni el dorado que envolvía el
interiordesusprincipalesmonumentos.Leningradoleparecióunaciudad
de oro. Leningrado parecía ser la ciudad en la que cualquier cosa podía
pasar.
Y precisamente allí sucedió lo que no creyeron que fuera posible:
superareléxitovividodíasantesenMoscú.Elprimerconatodeltriunfo
quelesesperabafueenelTeatroMariínski,dondeasistieroncomomeros
espectadoresalarepresentacióndelaóperaElamordelastresnaranjas,
puesta en escena por dos amigos del autor, el director de orquesta
Vladímir Draníshnikov y el director de escena Serguéi Rádlov. El
espectáculofuetodounéxito,aunquesevioeclipsadoporotromayorque
acontecióenelpalcodondeestabaelmatrimonioProkófiev.Supresencia
fuerecibidaconunagranovacióndelpúblico,peroSerguéinotardóen
darse cuenta de que los mayores aplausos eran para su mujer, que
empezabaadespertarentrelosrusoslamismaadmiraciónqueconseguía
provocarenelrestodeloslugaresdondeacudía.Enlosúltimosdíassu
foto había aparecido en los principales periódicos del país, acaparando
titulares y reportajes en los que aparecía como la joven, exótica y bella
esposaespañoladelcompositor.Todosobreellainteresaba:sumanerade
vestir,supeinado,sumododecaminar,desonreír,dehablar,sumirada,
su exquisita educación, su estilo sofisticado, su vida junto al genio
Prokófiev y, por supuesto, su proyección como cantante, aunque a decir
verdadestainteresabamenos.Ellatambiéneraconscientedeesafaltade
interésyporesoadmitióquesucarreraartísticaibaaestarligadaalade
su marido, a quien en ocasiones acompañaba al piano cantando algunas
canciones. No le supuso ningún problema, una actitud que consiguió
graciasalasenseñanzasdelaCienciaCristiana.Lavidahabíavenidode
aquella manera y no sería justo quejarse. Quizá en un futuro no muy
lejanolascosaspodíancambiaryconseguiríasugranoportunidad.
El éxito cosechado por Prokófiev en la Sala de las Columnas
interpretandolaSuiteEscitaconsiguióloinesperado:quelaovaciónfuera
mayorqueladeMoscú.
Enelreversodelpapeldondeapuntósuúnicafraseescritaamodode
diario tras el éxito de Moscú, escribió una segunda frase: «Leningrado
superóeléxitodeMoscú.Nosécómovoyapoderasimilarloqueestoy
viviendo aquí». Dobló la cuartilla con sumo cuidado y la volvió a dejar
entrelashojasdelaBibliaqueleacompañabaeneseviajeyque,graciasa
lasfacilidadesimpuestasporLitvínov,nisiquierafueinspeccionadaenel
control de aduanas. No quiso pensar lo que hubiera pasado si alguien la
hubiera visto. Quizá nada. Quizá todo. Pero aquello no le iba a suponer
ningúnproblema.
LavisitaalaUniónSoviéticaduraríadosmesesySerguéisabíaque
no podía seguir el ritmo de agasajo constante diseñado por los
responsables del partido. Necesitaba ensayar, concentrarse para sus
conciertos, acostarse temprano, descansar, alimentarse correctamente y
relajarse. Quería pasear con Lina por la ciudad; recorrer sus calles, sus
plazas; cruzar el río Moscova en trineo viendo el Kremlin acharolado,
barnizadodeuncolorazafranadoporelreflejodelsol;podervisitarala
hermanadesuamigoMaxSchmidthof,aquiendedicósuConciertopara
pianonº2despuésdeconocersusuicidio,oacudiralaconferenciaque
Trotski iba a impartir en unos días, una decisión que dejó a Tsukker al
bordedelinfarto.Deseabavisitarlosrinconesdesupaísqueéldecidiesey
no los que aparecían en una agenda oficial, poder pasar el tiempo que
consideraseoportunoconsufamiliasinlasombradeTsukker,delpropio
Litvínovydelapermanenteescoltadeuncochedelapolicíasecretaque
los acompañaba como una sombra, aunque alguien lo hubiera intentado
enmascarar como una especie de servicio de protección y atención las
veinticuatro horas del día. No quería que sus deseos fueran
malinterpretados por nadie. Estaba agradecido por la gentileza y la
amabilidadmostradaportodoelmundo.Nopodíanegarquedisfrutabade
aquellosmomentos.Ysabíaquesinelacompañamientooficialnoserían
posibles experiencias como la vivida en su visita privada al Kremlin, a
propuesta de Tsukker y en la que Litvínov, cuya mujer Ivy se mostró
encantadaconLinaporqueconellapodíahablaringlés,tuvoqueusarsus
influencias para que les dejaran salir del recinto cuando se había hecho
demasiadotardeparaquesuspasestuvieranalgunavalidez.
Uno de los momentos que más disfrutaba la pareja, quizá porque
sucedíaensoledad,eraeldivertidorepasodeldíaqueambosrealizaban
cuandollegabanalahabitacióndelHotelMetropol,intentandoenterrarlas
anécdotasrecordadasentrerisasymurmullos.Serguéisereíacomopocas
veces solía hacer al recordar la facilidad que mostraba su mujer para
esquivarciertasconversaciones,que,porignoranciaopurainocencia,no
terminabadeentender.
—¿PerocómoibayoasaberquesereferíaalossoldadosdelEjército
Blanco cuando me preguntó si todos los taxistas de París eran blancos?
Puesyoledigoquesí,comolosdeNuevaYork—dijoLinaparajustificar
demaneradivertidasucontestaciónalrequerimientodelaseñoraLitvínov
—.Tambiénpodíashabermeayudado,lanzándomeunadetusmiradas.
—¿Cómo esperabas que lo hiciera? Estaba intentando que no nos
quedáramos encerrados en el Kremlin por no disponer de pases
permanentes.
—MegustaLitvínov—reconocióLina—.Medaconfianza.Ytieneese
aspectobonachón,comodemaestrodeescuela.
—A mí recuerda más a un farmacéutico al que acudes para que te
resuelva un dolor de muelas. Pero el maestro o elgranfarmacéutico en
cuestiónacabadeexpropiarelbancodeTiflis.—Lainformaciónhizoque
sumujerabrierasubocaysusojosalunísono—.Tambiénquieremandar
asushijosaestudiaraInglaterraparaqueperfeccionenelinglésyyaoyes
cómo habla de ese país, que si pudiera lo invadiría. Menos mal que ni
quierenipuede.—Ledivirtióverelrostroescandalizadodesumujer—.
No pongas esa cara. A estas alturas ya debes estar acostumbrada a las
contradiccionesrusas.
—¿Y qué vas a hacer con lo que te ha pedido tu colega Nikolái
Golovánov?Aélnolevasapoderdecirquesumujer,lamejorsoprano
delpaís,novaatenerunpapelenElamordelastresnaranjas.Recuerda
que su nombre suena como posible director del Teatro Bolshói, es un
hombredemuchopeso.
—¿Cómoquenopuedo?Encuantoencuentrelamaneradedecirleque
su hermosa mujer no cabe en una naranja —comentó él irónicamente,
refiriéndosealsobrepesodelacantante.
A pesar del cálido y atento recibimiento, Serguéi quería tener el
control de su estancia en la Unión Soviética, disfrutar de la libertad de
acudiratiendas,restaurantes,casasdeamigosyconciertossinquenadie
tuviera que llevarle de la mano. Se dio cuenta de que le resultaría
imposibleacudiratodoslosestrenosalosqueeraninvitadosycorríael
riesgodedormirseenunodelosinnumerablesactosoficialesenlosque,
disfrazados de homenajes a su persona, empezó a sentirse como un
muñecoenmanosdeunaniñacaprichosa.
AcordóconLinaquefueraellalaquerepresentaraalosdosenalgunos
actossociales.«Además—ledecíaorgulloso—,prefierenverteati.¡Qué
le voy a hacer! No me queda más remedio que asumirlo. Mi mujer ha
enamoradoamisconciudadanosyamísolomequedatocarelpiano».No
seequivocaba.Todossedisputabanunlugarasulado.ElpropioTsukker,
a pesar de haberse convertido casi en su acompañante oficial cuando su
maridonoestaba,nodudabaenabrirsepasoacodazosypisotonespara
aparecer junto a ella en las fotografías que luego publicarían los
periódicos. Sabía cómo tener ocupada y agradecida a la española. Se las
ingenió para llevarla casi en visita privada a los grandes almacenes
Gostorg de Moscú, donde se le presentó una colección de abrigos de
pielesdestinadosexclusivamentealaexportaciónaotrospaíseseuropeos
pero que, por ser ella, estaban a su disposición. Lina se enamoró de un
abrigodezorrodecolorazulydeunpreciosocapotedecolorblancoque
Tsukker se encargó de que fuera un regalo oficial como muestra de su
agradecimientoporlavisita.Todoerapocoparaagasajaralamujerdel
maestro.Antesdeabandonareledificio,Linapasóporunadelasplantas
de los grandes almacenes. No estaba previsto hacerlo, pero cuando
reconoció el enorme ventanal y el gran espejo con marco dorado, un
recuerdo le sacudió con tanta virulencia que estuvo a punto de perder el
equilibrio.Fueallídonde,hacíaunosaños,sumadrelecompróelabrigo
plisado con botones en forma de hoja y la boina de terciopelo que le
resguardaríadelfríoduranteunodesusprimerosviajesaRusia.
—¿Está usted bien, señora Prokófiev? —preguntó Tsukker, temiendo
unaindisposiciónrepentinadesuinvitada.
—Muybien.
Estuvo a punto de compartir con él aquel bonito recuerdo que
amenazaba con desbordarla emocionalmente. Pero al mirarle y ver
aquella sonrisa perenne en su rostro, que más bien parecía tatuada y a
veces impostada, comprendió que no era necesario. Seguramente no le
interesaraloqueteníaquecontarleaunquefingierahacerlo.
DelbrazodeTsukkeracudióavariasrepresentacionesmientrasSerguéi
sequedabaensayandoenelpianoqueseguíaocupandolapartecentralde
su habitación en el Hotel Metropol. Una tarde, Tsukker la llamó para
ofrecerlealgoquesabíaqueseríadesuagrado.Unainvitaciónparaira
ver La novia del zar. Pero antes se pasarían por el estudio del director
escénicoymaestroteatralKonstantinStanislavskienelTeatrodelArtede
Moscú, que a punto estaba de celebrar su trigésimo aniversario. Había
hechobiensusdeberesysabíaqueLinaseguíasoñandoconlascandilejas
más allá de un papel de acompañamiento vocal en algunos conciertos y
recitales de su marido. Nada más verla y conocer sus aspiraciones de
actriz,Stanislavskilainvitóatrabajarconélenelteatro.«Mehanhablado
mucho y muy bien de sus aptitudes de actriz. Sería un placer que usted
aceptara».
No fue la única proposición que recibió durante la velada. Al término
delarepresentacióndeLanoviadelzar,Linaalabólapuestaenescenade
laobraycomentóqueleencantaríatrabajarenunteatrocomoaquel.«Eso
tiene fácil solución, ¿cuándo firmamos el contrato?». Por fin Tsukker
habíaencontradolaocasiónperfectaparaofrecérselo.
EstabadeseandollegaralHotelMetropolparacontárseloaSerguéi.¿Y
sieraverdad?¿YsilaUniónSoviéticalebrindabalaoportunidaddehacer
realidad su sueño que ningún otro lugar del mundo le había ofrecido?
Sabía que su imaginación estaba yendo demasiado deprisa a bordo del
vehículoquelellevabaalhotel,perofantaseóconlaideadetrasladarsea
Moscú para convertirse en una de las actrices principales de su teatro.
SeguroqueaSerguéilegustaríalaideadevivirduranteuntiempoenla
UniónSoviética.¿Porquénoibaahacerlo?Desdequehabíallegadoasu
paíssemostrabamásrelajado,feliz,demejorhumorysintantosachaques
desalud.Habíarecuperadopartedesuhistoria,asusamigos,asufamilia.
Estaba teniendo los mayores éxitos de su carrera, veía reconocido su
talento,elpúblicosevolcabaconélencadaactuación,lacríticaalababasu
música,salvoalgunaexcepciónpublicadaenlarevistaVidaArtística,en
laqueserecriminabaaProkófievquenohablarasobrelaUniónSoviética
y dijera abiertamente cuál era su posicionamiento frente al gobierno
bolchevique.
Elestadodeexcitaciónenelqueseencontrabahizoquesedespidiera
efusivamente de Tsukker con dos besos en las mejillas que el hombre
aceptócontantoagradocomodesconcierto.Atravesócasienvolandasel
siempre desolado hall del Metropol, intentó inútilmente acompasar su
respiraciónenelinteriordelascensoryapenasacertóaintroducirlallave
enlacerraduradelapuerta.Nopodíaesperarmásparacontárselo.
La alegría le duró poco. Nada más abrir la puerta de la habitación se
encontró con algo completamente inesperado. Serguéi se mostraba
enfadadoyestabamuynervioso.Lecostóentendersureacción.Escierto
que llegaba más tarde de lo que había previsto, pero la representación
había comenzado con retraso y la salida del coliseo se había demorado
porlagranafluenciadepúblicoyporqueperdieronunosminutostratando
deencontrarsuabrigoenelguardarropadelteatro.
—Nopuedoestarpendientedetullegada.¡Nopuedoestaresperandoa
que decidas volver ni pensando dónde estarás! ¡Te recuerdo que eres mi
mujeryquedebesestaramilado!—ASerguéiyanoparecíaimportarle
la posible existencia de micrófonos. Su tono de voz se había elevado
estrepitosamente e incluso se antojaba ridículo y fuera de lugar. Lina
temió que sus gritos se escucharan en el pasillo o que llegaran a otras
habitaciones.
—Fuiste tú quien me pediste que acudiera en tu nombre a estas
invitaciones.Estabaenelteatro,comobiensabes.¿Aquévieneesto?¿Qué
esloquetantotemolesta?
—Nopuedodormirsitúnoestásamilado.Ysillegasaestashorasde
lamadrugadameobligasaesperartedespierto.¡Nopuedopasarmelavida
pendiente de ti! ¿Es tan difícil de entender? —gritó mientras su tez
comenzabaateñirsedeuncolorbermellónquesolíaanunciarlapróxima
aparicióndeunfuertedolordecabezaqueterminaríadedevastarle.
—Sí,loes.—SiporalgosecaracterizabaLinaerapornoamilanarse
enlasriñasconsumarido.LapropiaMaríaGrigórievnaleaconsejóque
no le respondiera, que le dejara respirar, que no era más que un niño
enrabietado porque le habían roto un juguete y solo necesitaba tiempo
paracalmarse.Perosucarácterlatinonocontemplabatreguasnisilencios
nireaccionescobardes.AmabaaSerguéiysiteníaquedecirlealgo,selo
diría. No era su madre, ni su amiga, ni su amante. Era su mujer y, a su
entender, la sinceridad era tan necesaria como la comprensión—. Me
resulta difícil entender lo que pasa si no me lo cuentas. No me creo que
treintaminutosderetrasotehaganestarenesteestado.Noerestanfrívolo
ni estás tan loco. —Le miró como solo ella sabía hacerlo, fijamente,
examinándole,buscandoenelfondodesumiradaloquesuslabiosnole
contaban—.¿Quéesloquepasa?
—Hoy cumple tres años Sviatoslav y no hemos estado con él —
reconocióSerguéibajandolavoz.
—Mentira. Tú no estás así por Sviatoslav. Esta mañana no parecía
importarte tanto —dijo tajantemente, recordando el pequeño ataque de
llanto que se apoderó de ella y que el propio Serguéi calmó mientras le
decíaqueestabaexagerando,queelniñoestababienconsusabuelosyque
pronto estarían todos juntos de nuevo—. Te lo vuelvo a preguntar, ¿qué
sucede?¿Quéhapasadoparaqueestésasí?Sinomelocuentas,nopodré
ayudarte.
No tardó ni medio segundo en derrumbarse. La imagen de su marido
destruido, vencido por las circunstancias adversas, inmune a toda brizna
de esperanza, con las manos sujetándose la cabeza y al borde del llanto,
siempreconseguíaafectarle.
—EsShurik.
Lina intentó asociar rápidamente ese nombre a una imagen. En los
últimos días su mente había grabado un aluvión de apodos, nombres
propios y apellidos que intentaba clasificar con la eficacia de una
secretaria para procurar quedar bien en todo momento. Lo encontró.
Shurik. Era el primo de Serguéi. Le había conocido junto al resto de su
familia hacía unos días. Ahora se acordaba perfectamente, como si le
tuvieradelante.Fueeljovenquelesayudóasalirporelpatiotraserodel
edificio para esquivar a la escolta que los acompañaba y poder disfrutar
libremente de las calles de Moscú. El mutismo en el que había caído
Serguéi no le permitía conocer la gravedad de lo que había sucedido. A
juzgar por su semblante, cabía la posibilidad de que hubiera muerto o
sufrido un fatal accidente. Aquel silencio iba a matarla. Pero no podía
meterleprisa.Necesitabasutiempoparadevolveraquelloquelerevolvía
pordentro.
—¿Quélehasucedido?—preguntófinalmente.
—Lehanarrestadoestatarde.LehanllevadoalaLubianka.Ynopuedo
hacernada.
EralaprimeravezqueLinaoíaelnombredeaquelsiniestroedificio,
que estaba destinado a ocupar un lugar destacado en la historia de las
mayoresinfamiascometidascontraelpuebloruso.Sinembargo,noerala
primera vez que escuchaba de boca de algún familiar de su marido un
comentario desafortunado dadas las circunstancias, o que la incomodara
por las posibles consecuencias que pudiera tener, especialmente para
Prokófiev.RecordólanochequeacudióalteatrojuntoaNadia,lamujer
deShurik,yaKatia,otraprimadeSerguéi,parapresenciarlaobraElzar
FiódorIoánnovich,deAlekseyTolstói.Cuandoempezaronacomentaren
vozalta,enmitaddeunmutismoabsolutodelteatro,lobienquesevivía
en la época zarista, Lina hubiera querido que se la tragara la tierra. Ni
siquiera se lo había contado a Serguéi para no preocuparle. Ahora le
pesabanohaberlohecho.
—¿Cómoquenopodemoshacernada?Erespocomenosqueunhéroe
nacionalqueacabaderegresarasupatria.¡ComoSerguéiProkófievno
puedahacernadaenestascircunstancias,dudomuchoquelopuedahacer
elmismísimoStalin!
—Después de que salieras hacia el estudio de Stanislavski hablé con
Tsukker por teléfono. Le conté lo que pasaba. Le dije que Shurik era un
joven que no daba problemas, que no había hecho nada. —Calló un
instantepararecordarlarespuestadeTsukker:«Unjovenqueseintegró
enlasfilasdelEjércitoBlanco,sinotengomalentendido»—.Ymedijo
que no solía entorpecer el trabajo de sus camaradas de la Seguridad del
Estado y menos cuando se trataba de asuntos contrarrevolucionarios.
Mientras tú estabas con él en el teatro, yo no podía hacer nada para
informarte.Tenecesitabaamiladoytúestabasalladodelhombrequese
niegaaayudarme.
—Yo siempre estoy a tu lado aunque no esté contigo, ¿me oyes?
Llamaremos a otras puertas —pensó rápidamente Lina, que intentaba
entender por qué Tsukker no le había dicho nada de la llamada de su
marido.Dehaberlohecho,hubiesecanceladosuasistenciaalteatro.Pero
eso ya no tenía importancia. Debía pensar en el próximo paso—.
Hablaremos con Litvínov. Él tiene el poder de hacerlo. Yo puedo hablar
con su mujer, Ivy. Me adora, aunque solo sea porque le hablo en inglés.
Encontraremos una solución a todo esto. Mañana haremos todo lo que
tengamosquehacer.
—Mañana —repitió como un autómata—. Tú no sabes lo que es una
cárcelrusa.Nisiquierasésisobreviviráaestanoche.
Linalemirósinatreverseaponervozalapreguntaquelequemabapor
dentro:«¿Acasotúlosabes?».
AldíasiguienteteníaprevistoencontrarseconMeierhold,quequería
convencerle para estrenar El jugador en el Teatro Bolshói. El director
teatral lo notó distraído, ajeno a la conversación que mantenían. Cuando
supo la razón y su intención de acudir al Consejo de Comisarios del
Puebloparapedirayuda,ledetuvo.
—No te conviene hacer tanto ruido. Déjame a mí. Conozco a alguien
quepuedeayudarnos.Perotúestatequieto,Prokófiev.
A las pocas horas estaban tomando un té con la exmujer de Máximo
Gorki, Yekaterina Peshkova, directora de la Cruz Roja Política, que le
prometió hacer todo lo que estuviera en su mano y le repitió la misma
recomendación que ya le hiciera Meierhold. «Usted no haga nada», dijo
mientrasescribíaenunpapelelnombredeAleksanderRaievski,comose
llamaba realmente Shurik. «Es un invitado de la Unión Soviética. Es el
granProkófiev.Nadiequerráquesemarcheusteddescontentodeestepaís.
Puede que consiguiera algo, pero siempre estaría en deuda con ellos. Y
unonuncasabecuándovendránacobrarseunadeuda.Esoquedaríaensu
expediente y podrían utilizarlo contra usted en cualquier momento. Hoy
puede que no le importe, pero estas cosas empiezan a importar cuando
unomenosseloespera».
¿Expediente? ¿Qué expediente? ¿Utilizarlo contra él? ¿Qué iban a
utilizar contra él y por qué? Serguéi no entendía nada, como si aquella
mujerleestuvierahablandoenclave.Peroloúnicoquequeríaesverasu
primofueradelaLubianka,asíquedecidióqueseguiríasusconsejossin
hacer muchas más preguntas, que seguramente no le reportarían las
respuestas esperadas. Sin duda ella conocía mejor cómo funcionaban las
cosas en la Unión Soviética. Una vez más, él solo entendía de música y
comotaldebíacomportarse.
Alospocosdías,MeierholdledijoquealguiendelPartidoydebidoala
presión de Prokófiev había conseguido que a Shurik se le redujera la
condenaenuntercio.
—Esonoessuficiente.Necesitoquesalgadelacárcel.Noesjusto.No
hahechonadaparaqueledetengan.
—No es necesario que haya sido ahora… —apuntó en voz baja
Meierhold, como si necesitara decirlo para sí más que para su amigo—.
Nisiquieraesnecesarioquelohayahecho.Valeconlaintención.
—¿Quéquieresdecir?—Serguéiseguíasinentenderosencillamenteno
queríahacerlo.
—Lo que te dijo Yekaterina. La memoria de los bolcheviques es
portentosa y pervive en el tiempo. Cualquier cosa que hagas hoy puede
tener sus consecuencias dentro de diez años. Lo recordarán, lo
multiplicaránpordiezypodránactuarcontrati.—Alverlaexpresiónde
su colega, Meierhold se arrepintió de haber sido tan claro e intentó
arreglarlo. Estaba allí para convencer a Prokófiev de que estrenara El
jugadorynosolonoloestabaconsiguiendo,sinoqueleestabaasustando
—. Lo que te quiero decir es que tengas paciencia. Al final, conseguirán
sacar a tu primo de la cárcel. Pero aquí las cosas van a otro ritmo. No
resultafácilayudaraunqueestésmetidoenelpartido.Siemprehayalguien
que considera que no eres demasiado comunista si tercias a favor de un
enemigo del pueblo —le recomendó, intentando esconder su mirada. No
podía evitar hablar así. Serguéi no lo sabía, pero Meierhold había
comenzadoatenerproblemasconalgunossuperioreseneldepartamento
deculturadelpartido.
Siguieron los ensayos, las representaciones y los éxitos de Prokófiev,
que decidió hacer caso a Meierhold y a todo el que le decía que muy
pronto se produciría la liberación de su primo. No quiso que el rechazo
que comenzaba a sentir por Tsukker por su negativa a implicarse en el
caso de Shurik fuera demasiado notorio. No le convenía ni a él ni a su
carrera.YademásrecordabalaspalabrasdeMeierhold:«Noresultafácil
ayudar aunque estés metido en el partido». No era nada personal. Aquel
hombre había hecho todo lo posible para que su estancia fuera lo más
perfecta y cómoda posible, dedicando una atención especial a Lina. Es
cierto que cumplía órdenes de arriba, pero siempre había maneras y
maneras de servir. Lo entendió mejor cuando acudió junto a su mujer a
verlaobraLiubovYarovaia,deKonstantinTrenev,enlaquesecontabala
historiadeunamorimposibleenplenaguerracivilrusaentreunaviuda
confuertesidealesrevolucionariosyunjovenblanco.Alfinal,lamujer
rechaza vivir ese gran amor con un enemigo del pueblo porque su
conciencia revolucionaria imperaba sobre cualquier otro sentimiento
íntimooprivado.Saliódelteatropensativoyconpocasganasdehablar.
PoresolohizoLina,utilizandountonodevozmásbajodelonormal,a
pesardeestarenlacalle.
—¿No te parece que ha sido un poco propagandístico? Si yo fuera
Liubovymevieraenesasituación,creoquenopodríarenunciaralamor.
—Eslacrudarealidad.Peronotepreocupes.Túnuncavasatenerque
elegir—dijo,abrazándolamientrascaminabanhaciaelrestaurantedonde
habíanquedadoacenarconsusamigos,MiaskovskiyAsafiev.Elprimero
le devolvería los diarios que le había entregado unos días antes de su
salidadeRusiaparaquelosguardaraabuenrecaudoyelsegundoledaría
algunas de sus obras de teatro escritas en su juventud y que María
Grigórievna no había podido llevarle en su precipitada salida del país.
Todovolveríaasulugar.SerguéibesóaLina.Loúltimoquequeríaesque
sumujer,sucompañeraysumejorapoyo,sepreocupase.
En aquella visita a Rusia, los Prokófiev habían perfeccionado lo que
ellosdenominaronsuparticularlenguajecontemplativo.Enlosdosmeses
que duró su estancia se convirtieron en expertos en la interpretación de
miradas ante el desierto de palabras por el que a veces transitaban, bien
por prudencia, bien por incapacidad para definir lo que veían. Cuando
visitaron el apartamento donde residía Miaskovski, vivieron otra de las
características contradicciones de la esencia rusa: dudaron entre guardar
silencioorecurriraunsinfíndepalabrasparadefinirlatristezaqueles
causó ver la precariedad en la que vivía el compositor, obligado a
compartirsucasaconmáspersonas.Prokófievsepreguntabacómopodía
vivir en aquel lugar tan reducido, atestado de gente y sin la tranquilidad
necesariaparahacerlo.Lollamabanplandealojamiento.ASerguéisele
ocurrieron otros muchos nombres más ajustados a la realidad. Ahora
entendíamuchasdelasbromasdisfrazadasdereprochesquelehacíanaél,
aStravinski,aRachmáninov,oacualquieraqueasegurasesentirseruso,
peroamilesdekilómetrosdesutierra.Noencontróelvalordeculparles
por esos reproches. Él no sabía cómo reaccionaría si la situación
sucedieraalainversa.Yleasustabapensarenello.
Pero las miradas a veces no eran suficientes para calmar lo que les
ardía en la garganta. Había momentos en los que necesitaban opinar,
comentarloqueveíanycallarlolesquemabaenlaboca.Tampocoquerían
hablar en el coche que siempre estaba a su disposición por gentileza del
partido. Quizá su obsesión por la existencia de micrófonos, que había
empezado como una broma, se estaba convirtiendo en paranoia, pero
preferían ser cautos. Nada más. Por eso, muchas veces aprovechaban la
visitaalacasadealgúnfamiliar,fueradelaagendaoficial,parasalirde
los sitios por la parte trasera de los edificios, perdiéndose por caminos,
callejuelasypatiosexterioresamododeimprovisadoplandefuga,como
ellosmismoslodenominaban.Silosacompañantesoficialesadvertíansu
treta, siempre les quedaba la excusa de que deseaban caminar por las
callesmoscovitasdespuésdetantosañosodirectamentereconocerquese
habíanperdido.
—¿Te has fijado? —le preguntó Lina que, incluso en un escenario
abiertoylibrecomoaparentabaserlacalle,preferíahablarenvozbaja—.
LasobrinadeMiaskovski,¿quétendrá?,¿catorce,quinceaños?¿Hasvisto
cómo le habla a su madre, con qué desprecio la llama burguesa? De su
boca salen los eslóganes comunistas de manera mecánica, como si no
pasaran antes por su cerebro. ¿«Todo el poder para los sóviets», «Pan,
paz,tierra»?ParecíaJulesRomainshablandodelagranluzenelEsteo
FrancoisFuretinsistiendoenelencantouniversaldeoctubre.¡Sinohabía
echado los dientes cuando empezó la revolución! Y Miaskovski, ¿no
puedehacernada?Alfinyalcabo,essucasa…
—Es su casa y, por lo que hemos visto, la de veinte familias más. —
Aunque no insistiera en ello, a Serguéi le había impresionado la
aglomeración de personas en un mismo apartamento destinado como
muchoatresocuatro—.Bastantetieneconsalirfavorecidoenlasfotos
—dijo, recordando el aspecto desaliñado que presentaba en la foto que
habíavistodeélenRiga—.Vistolovisto,nodebeserfácil.
Lina entendió lo que su marido quería decirle. Se aferró a su brazo y
siguió caminando. Hacía frío, pero en su interior había comenzado a
helar.
Tres días antes de finalizar la gira e iniciar el regreso a casa,
ProkófievseenfrentóasuúltimarepresentaciónenlaUniónSoviética.Su
SinfoníaClásica,suConciertoparapianonº2ysuSuiteEscitasonaron
diferentesporquetañeronadespedida.Losaplausosseeternizarondurante
minutosySerguéiyanosabíacómosalirasaludarycómoausentarsedel
escenariosinquelosgritosprocedentesdelasalaparecieransuccionarle
denuevoydevolverleaescena,dondevolvíaarepresentarseunéxitomás.
Aquellanochenadiequeríairse.Elpúblicopermanecíaensusasientos,
los músicos requerían la presencia de Prokófiev, los invitados le
esperabanenelhall,enlospasillosyenlaentradadelteatroparadarlela
enhorabuena,susamigospermanecíanpacientementeenelcamerinoylos
periodistas aguardaban la última declaración del compositor antes de
marcharse.ElpresidentedelConsejodeComisariosdelPueblo,Aleksey
Ioánnovich Rýkov, tampoco quiso perder la oportunidad de saludar a
Prokófievyasuencantadoraybellamujer.Ysupoaprovecharlasúltimas
fotosquelaprensaharíaalapareja.
—¿HadisfrutadodesuvisitaalaUniónSoviética?—lepreguntóante
los hambrientos periodistas, sonriendo a la par a Prokófiev y a los
fotógrafos.
—Laestanciamehacausadounagranimpresión.
—¿Volverá,entonces?
—Unosiemprevuelveallugardondehasidofeliz.
La respuesta pareció agradar a todos y Serguéi respiró tranquilo. Se
habíaconvertidoenunexpertoestrategasemántico,unadalideneljuego
depalabras,enelqueteníaqueemplearmásingenioqueenelajedrezo
enelbridge.Linalemiróyleregalóunadesusampliassonrisasrecién
estrenadas para él. No supo si por lo airoso que había salido de la
situación, con toda la prensa pendiente de sus últimas palabras ante el
comisariodelpueblo,oporescucharledecirquehabíasidofeliz.
Sielprimerdíaleshubiesendichoqueeltiemposelesibaapasartan
deprisa, no lo habrían creído. Los dos sintieron cierta tristeza al
abandonarunpaísquesindudaleshabíaacogidoconlosbrazosabiertos.
Lesibaaresultarimposibleolvidareléxitocosechadoyseibaaconvertir
enunavarademedirconelquecompararíanelrestodesusactuaciones.
Como si de un juego del destino se tratara, el 23 de marzo de 1927
estuvieron a punto de perder el tren. Demasiadas despedidas inacabadas,
besos alargados pero truncados por las prisas, abrazos con intención de
nomorirnunca,promesasqueseconvertíanenunanubeblancanadamás
salir de la boca por el intenso frío que en Rusia no parecía entender de
primaveras. Se marchaban dejando muchas cosas, quizá con la intención
de volver un día a recogerlas, y llevándose muchas más, tal vez para
almacenarlas en la memoria con vocación de ser imborrables para
alimentar recuerdos futuros. Prokófiev odiaba las despedidas porque no
erabuenoenellas.Sipudiera,sehabríaencerradoatocarelpiano.Linase
desenvolvíamejor,comoencasitodoslosámbitos.
Unavezacomodadoseneldepartamento,ydespuésdequeunmozose
encargara de colocar todo su pesado y abundante equipaje —
especialmente por las compras realizadas por Lina en los almacenes
Gostorg,perotambiénporlospaquetesdediarios,cartas,libros,fotosy
composicionesqueregresabanconsuantiguodueño—,Serguéiapoyósu
cabeza en la parte superior del asiento y cerró los ojos. Necesitaba
ordenar y clasificar todos y cada uno de los momentos vividos en aquel
viaje.
Eltraqueteodeltrenleanuncióqueregresabanacasa.Allílesesperaba
Sviatoslav,losabuelosmaternos,OlgayJuan,suhogar,suscompromisos
laborales, sus amigos Serguéi Diáguilev, Pablo Picasso, Coco Chanel,
Ígor Stravinski, Ernest Hemingway, sus rincones en Montmartre, sus
paseosporelJardíndeLuxemburgo,elbulevarSaintGermainyelBarrio
Latino,susadorablescafésalairelibre,sentarseundíaenLeDômeCafé
yaldíasiguienteocuparunadelasmesasdeLaCloseriedesLilas,donde
unosabíaquejamáscoincidiríaconlaclienteladeldíaanteriorocomole
habíadichoHemingway,«aquínuncaencontrarásaningúnpoeta».
Volvíanalavida,asuvidareal.QuizáporesoSerguéinoquisomirar
atrás.Noabriólosojoshastaquesuintuiciónlepermitiócalcularquela
estaciónhabíaquedadoavarioskilómetrosdedistanciayelúnicopaisaje
que observaría a través de la ventana sería un inmenso manto de nieve
blanca e inmaculada, sin que nadie hubiera dejado sus huellas en él.
Todavía.
15
—Nopiensosubirmeaesecacharro.
La concisa claridad de Lina con respecto al Fiat que estaba valorando
comprarsumaridofuemeridiana.Noalbergabadudasniambigüedades.
Nolegustaba.
—Laúnicarazónporlaquenoquieresestecocheesporqueeresuna
cabezota. Quieres comprar el Panhard porque tiene las letras SYP en el
radiador.
—Yodiríaquesoyromántica.SerguéiY.Prokófiev—quisoinsistirde
nuevoenelsignificadodelassiglas.
—Pero si ni siquiera has aprobado el examen de conducir, no seas
caprichosa.
—¡Ytúconducescomounloco!—leespetó,recriminándolesupasión
porlavelocidad,quelehacíacorrermásdelacuenta.
—Puescomocompongo.Yhastaahoranotehabíaoídoquejarte.
Tras varias deliberaciones se decidieron por un Ballot, después de
rechazarlaideadeimitarelgustodeFallayMompouporelEhrhardt.
Eraunadecisiónimportante.Elcochecambiaríasuvida,dotándolade
una libertad que antes no tenían por la imposibilidad de moverse por sí
mismos.Yanorequeriríandelosserviciosdeningúnchófer.Ahoraserían
ellos lo que conducirían sus propias vidas y no tardaron en ponerlo en
práctica.
Sinembargo,talycomoocurríaconsusobras,lascríticasnotardaron
en llegar. Especialmente de boca de algunos amigos rusos exiliados en
París, que no dudaban en bromear sobre el alto nivel de vida de los
ProkófievgraciasasugiraporlaUniónSoviética.ASerguéilemolestaba
esasinsinuacionesyseveíaobligadoaexplicarquesuviajeatierrasrusas
nolehabíareportadomuchasganancias.Alfinaldecidióseguirelconsejo
de Lina y dejó de dar explicaciones que no le interesaban a nadie.
Diáguilevcompartiólainteligenterecomendación,comocasitodoloque
salía de la boca de la señora Prokófiev, por la que sentía verdadera
devociónynosecansabaendemostrarlocadavezqueteníaocasión.
—No les hagas caso. Están celosos de tu éxito en la Unión Soviética.
Esonoloconsiguecualquieraylofácileshacerreproches.Todosdicen
quenovanporconviccionesmorales,peroquizánolohaganpormiedoa
fracasar.Elorgullodealgunosnolopermitiría.Mírameamí,tampocohe
ido.Nisiquieramehanllamado.
—Eso es porque tienen miedo de que les robes a todos los bailarines
para tus Ballets Rusos. —Serguéi se sorprendió de la carcajada de su
amigo.Estabahablandoenserio—.Tedigolaverdad.Ellosmismosmelo
dijeron.
Lavidavolvióacogerelpulsodelarutinaqueteníanantesdesuviaje
alaUniónSoviética.Lomásimportanteeraencontrarunacasa,apoder
serdefinitiva.Ylaencontraronenelnúmero5delarueValentinHaüy.No
tardaron en llenarla de amigos y compañeros que convirtieron aquella
direcciónenelnuevolugardeencuentrodelosprincipalesartistasrusos
de París. Lina se esmeraba en cada fiesta, en cada cena, y disfrutaba
haciéndolo,sobretodocuandoorganizabatorneosdebridgeydeajedrez
enlosqueSerguéisiempreresultabaganador.
—Convendríaqueejercierasdebuenanfitriónytedejarasganaralguna
vez.¡Vanadejardevenir!—lecomentabaentrebromas.
—Eso nunca. Uno tiene su dignidad. ¿Cuándo has visto tú a un ruso
dejándoseganar?
TodoslepreguntabanporsuexperienciaenlaUniónSoviética.Ydesde
la Unión Soviética seguían preguntando por él. El deseo que mostraban
algunosporconseguirqueProkófievregresaradenuevoasupatriafuea
másdesdequesuamigoDiáguilevlepropusocomponerelballetLepas
d’acier (El paso de acero), centrado en el ensalzamiento de la
industrializaciónqueestabaproduciéndoseenlaUniónSoviética,enplena
épocadeaperturismopolíticoimpulsadoporelgobiernobolchevique,la
llamadaNuevaPolíticaEconómica.Muchosloentendieroncomounclaro
apoyoalasituaciónquesevivíaenlaUnión.«Loestamoshaciendobieny
nuestrosgrandeshombresnosloreconocen.Mostrémoseloalmundoya
la propia sociedad soviética». Esa fue la interpretación de destacados
cargospolíticosdelpartido.
Apesardeléxitodelballet,estrenadoel7dejuniode1927,hubouna
críticadeunamigodelosProkófiev,JeanCocteau,quealcompositorle
doliódesingularmanera.«ReprochoalcoreógrafoLeonidMassinehaber
convertido algo tan importante como la Revolución rusa en un
espectáculo de cotillón adaptado al alcance intelectual de señoras que
pagan seis mil francos por un palco. No tengo nada en contra ni del
compositornidelescenógrafo».Aunquesupusoqueeldardoibadirigido
aDiáguilevporsuamistadconLeonidMassine,laexplicacióndeSerguéi
sonó cruel en los oídos de Lina: «No ha logrado superar la muerte de
RaymondRadiguet.Leestácostandotantocomoadmitirsurelacióncon
Marthe e incluso la que tuvo contigo, en diferente manera, obviamente».
ElrecuerdodeRaymondconsiguióentristecerla.Yelmensajedesulibro
Eldiabloenelcuerpo,lafacilidaddedañaralapersonaamadayhacerlo
ennombredelamor,volvióaestremecerla.
PeroProkófievprefirióquedarseconlasbuenascríticasdesuadorada
madameSert,dePabloPicasso,deSerguéiDiáguilev,deMauriceRavely
de Raymond Roussel. Y también con los éxitos que la obra estaba
cosechandoenLondres,enParís,enMontecarlo.LealegrósaberqueEl
pasodeaceroprontoseestrenaríaenlaUniónSoviética,dondetodavíase
hablabadelabuenaacogidadesuóperaElamordelastresnaranjas.La
ideainicialeraqueProkófievsedesplazarahastaMoscúparatrabajaren
lapuestaenescenaduranteseismeses,perolapropuestadeDerzhanovski
como responsable del Teatro Bolshói no terminaba de convencerle. No
podría pasar medio año en Moscú. Tenía mucho trabajo, giras por
confirmar, ensayos, conciertos pendientes y, sobre todo, si accedía a la
oferta rusa, tendría que abandonar el proceso de composición en el que
estaba inmerso y era algo que no podía permitirse. Tampoco quería.
Cuanto más trabajo tenía, más pleno y feliz se sentía. Debía acabar El
jugador, en cuya creación empleaba muchas horas del día, Diáguilev ya
estaballamandoasupuertaconunanuevaobra,Elhijopródigo.Nopodía
parar. Era como si el viaje a su país de origen le hubiera dotado de una
dosis extra de energía que necesitaba volcar sobre las partituras. Estaba
viviendoelmejormomentodesucarrera.Ysoloteníatreintayseisaños.
Era la pregunta que más a menudo le hacían:«¿Cómo alguien tan joven
puedegozardetantafama?».
Definitivamente,Moscútendríaqueesperar.
Sinembargo,nopodíaevitarlo:cadainvitación,cartaotelegramaque
recibía desde la Unión Soviética hacía que sus ojos brillaran de una
manera especial. Lina bromeaba con él. «¿Hago ya las maletas?». Pero
Serguéi lo tenía claro. La vida en París y en la Europa Occidental era
mucho mejor. La nostalgia no era un argumento de peso suficiente para
darunpasotanimportanteensuvida.Prokófieverauncompositorlibrey
necesitabalibertadparacrear.
Y además, una nueva noticia todavía sin anunciar estaba a punto de
anclarleaúnmásaParís,almenosduranteuntiempo.
—¿Para cuándo, querida? —le preguntó Diáguilev reprimiendo sin
éxitounasonrisaquepecódeindiscreta.
—¿Cómohaspodidosaberlo?—Linaestabasorprendida.Suembarazo
eraunsecretoinclusoparaSerguéi,yaquesoloestabadeunassemanasy
prefería esperar un tiempo prudencial para estar segura de que todo
marchababien—.Nisiquierasemenota.
—Convivo con mujeres a diario. Míralas —dijo, señalando a las
bailarinas de sus Ballets Rusos—. Me he convertido en un experto. Hay
vecesqueinclusoloséantesqueellas.
Serguéi Diáguilev fue uno de los primeros que acudieron al hospital
parafelicitaralaparejacuandoOlegvinoalmundo.El13dediciembre
de 1928 el frío de la calle contrastaba con el calor que existía en la
habitacióndelhospitaldondeLinaacababadedarluzaunsegundohijo,
unhermosobebédetreskilosseiscientosveintegramos,antecuyacunase
plantósuhermanoSviatoslav.
—Yoqueríaunaniña.—Laprotestasonóadecepción—.Mamámedijo
queibaaserunachica.Esolocambiatodo.
—Esquelasniñassonmáscaras—ledijosupadre,esperandoquesu
razonamiento fuera aceptado por su hijo, que solía soltar expresiones
propiasdeadultocontansolocuatroañosdeedad,apuntodecumplirlos
cinco—. No nos va a quedar más remedio que quedarnos con él, si te
parecebien.
—Vale, está bien. Me gusta —dijo, acercándose al moisés donde el
recién llegado dormía desde su llegada al mundo—. Querido chiquitín,
hermanitomío.Notepreocupes,queyocuidarédeti.Además—ledijoa
supadre—,lasniñassonmuypesadas.
Diáguilevaplaudióelcomentariodelpequeñoyquisopuntualizarlo.
—Y peligrosas. Y muy mandonas. —También quiso hacerle una
advertencia al padre de la criatura—. Prokófiev, ve con cuidado. Una
mujerconunhijoesungeneral.Perocondos,esunmariscal.
—SellamaráSerguéi—dijoLina,quesehabíarecuperadomejordesu
segundopartoquedelprimero.
—¿OtroSerguéienlafamilia?—protestóProkófiev—.¿Yporquéno
Askold?
—Porqueesunnombrehorroroso.Nomegusta.Telodijecuandolo
intentaste con el primero y te lo vuelvo a decir con el segundo. Y no
discutas conmigo. ¿Acaso no has oído a Diáguilev? Tengo rango de
mariscal.
AlfinalganólaopcióndeOleg.ALinanolegustabademasiado,pero
cedióalescucharlaopiniónunánimedequeelnombresonabamuybieny
queteníareminiscenciasartísticas.«Seráungranartista,comosupadre».
Seríacierto,peroenlosprimerosañosdesuvidanohuboformadeque
nadielellamaraporsunombre.Lamadrehizosuyalaopciónpropuesta
porSviatoslavdellamarleBratik,undiminutivocariñosodehermano,y
SerguéisolíallamarleBebín.Laúnicaquelellamabaporsunombreera
Elsa,laextraordinarianiñeradanesaconlaqueLinaestabaencantadayel
reciénllegado,aúnmás.
Apenas tenían tiempo para salidas, sobre todo Serguéi, que ya estaba
volcadoenlacomposicióndesuSinfoníanº3yapuertasdelestrenodesu
obra El hijo pródigo en mayo de 1929. Pero una noche hicieron una
excepción. Lina, ya recuperada del parto de Oleg, quería ver a Carlos
Gardel.
ASerguéinoleemocionótantocomoasumujer,quizáporqueteníaen
la cabeza su próximo estreno y sus fuertes desavenencias con el
coreógrafo de El hijo pródigo, George Balanchine. Le preocupaba el
resultado de aquel trabajo y no estaba tan convencido del éxito que
vaticinabaDiáguilev.Esoocupabasumenteaquellanochejuntoalasnotas
desuSinfoníanº3,pendientedeestrenoenapenasunosdías.Sabíaqueera
buena, pero ¿tendría éxito? ¿Rozaba la excelencia? ¿Superaría a la
Clásica? Y sin embargo, sus composiciones no eran lo único que le
turbaba,nisiquieraeraelmotivoprincipalqueleemborronabaelánimo.
Le seguían inquietando las consecuencias de un encuentro que se había
producidoenunrestauranterusodelacapitalfrancesahacíaunassemanas
conunodelosconsejerosdelaembajadarusaenParís.Desdeelprimer
momentoleincomodóelbrevesaludoporquesabíaqueaquelhombrele
ibaapedirlomismoqueenotrasocasiones:quedieraunconciertoenla
embajada soviética. Serguéi siempre había declinado la invitación de
maneraamable,excusándoseporelexcesodetrabajooporlosmúltiples
viajes al extranjero que debía realizar. No quería que nadie pudiera
malinterpretar aquel recital. Pensaba en la comunidad rusa en el exilio y
estaba convencido de que sería el blanco de sus críticas si aceptaba esa
invitación.Sinembargo,aquellavezfuedistinto.
—Meconstaquemiscamaradasestánintentandoconvencerleparaque
les visite de nuevo en Moscú. No puedo creer que lo vayan a conseguir
antes de que usted nos honre con uno de sus conciertos en la embajada
rusa,estandomuchomáscerca.
—Eso es decir mucho. Lo de Moscú todavía no está claro. ¡Si ni
siquiera he conseguido los pasaportes soviéticos! —No supo si
arrepentirsedeloqueacababadedecirofelicitarseporladiligenciadesu
insinuación.Aqueltrámiteburocráticoerahartocomplicado,ysiregresar
a la Unión Soviética entraba dentro de sus planes, ese sería un paso
importante.
—Poresonosepreocupe.Semeestáocurriendoalgo.Ustedmeayuda
conlomíoyyoleprometointeresarmeporsuspasaportes.Yasabeloque
dicen:«EnRusiatodotieneunprecio».
Ylotuvo.Prokófievconsiguiósuspasaportes,perotuvoqueofrecerun
conciertoenunarecepcióndelaembajada.Comosetemía,lasreacciones
nosehicieronesperarytodasseempeñaronendejarleenmallugar.Sus
amigos rusos en París le reprocharon el gesto tanto o más que cuando
adquirióelcocheconeldinerodesusconciertossoviéticos.Loquemás
lemolestófueunartículodivulgadoenMoscú.Apareciópublicadoenel
diarioantibolcheviqueVozrozhdenie(Regeneración),creadoporlaUnión
porlaRegeneracióndeRusia:«Prokófievsehaconvertidoenunamuñeca
degoma».Nolepareciójustoyledisgustóprofundamente.
Llegó el día del estreno de El hijo pródigo en el Teatro Sarah
Bernhardt de París. Aquella fecha del 21 de mayo de 1929 se había ido
dilatandoeneltiempoyparecíaquenoibaallegarnunca.Perolohizo.
Serguéiestabanervioso.Diáguilevlerecomendóqueserelajara,quetenía
todoasufavor.«SobreeseescenariotenemosaProkófiev,aDiáguilevy
al bailarín que quiere todo el mundo, Serge Lifar, sin olvidar a la
encantadora Félia Doubrovska. París, un público entregado y tu bella
mujeratuladoque,nomepreguntesporqué,peroteapoyarápaseloque
pase. ¿Qué más quieres?». Serguéi quería una coreografía estéticamente
másacordealaparábolabíblicadelEvangeliodeLucas15,11enlaque
estababasadalaobra.
PesealostemoresyalosmalosauguriosdeSerguéi,laobrafuetodo
un éxito y logró revolucionar de nuevo la escena parisina. Aunque esta
veznosolosedebíaalcaracterísticoespíriturevolucionariodelamúsica
deProkófiev,quetodavíanopodíacreerseloqueacababadepresenciar.
—¿Porquélosamigosdelhijopródigovanconlasrodillasplegadas?
¿Porquédanzabantantoscamente,comosiaporrearanelsuelo,comosi
fueran a desencajarse? ¿Y podría alguien explicarme por qué son todos
calvos? ¿Por qué las bailarinas hacían esos movimientos con la cadera,
sacándola bruscamente hacia fuera? Y sobre todo, ¿por qué se ha tenido
queverenunaadaptaciónbíblicaunculo?
—Apenas se ha visto —intentó calmarle Lina—. Estoy convencida de
que el público no se ha dado cuenta. Además, el problema no es que se
viera,sinoenelmomentodelaobraenelquesehavisto…
—¿Nodecíasquenosehabíandadocuenta?—refunfuñóSerguéicomo
sisumujertuvieralaculpadelaaparicióndeunanalgadesnudaenplena
escena.
—Adecirverdad,nolorecuerdo.¿Quieresdecirlealgo,Diáguilev?—
Lina pidió auxilio a su amigo, mientras una fila enorme de amigos y
personalidadesesperabanalapuertadelcamerinoparafelicitarle,ajenos
alenfadoquesecocinabadepuertasparadentro.
—Claroquevoyadeciralgo.Hasidounodetusmejoresestrenos…—
Al adivinar la intención de Serguéi, que ya había despegado sus labios
paraseguirsoltandoquejas,algúnqueotroimproperiooalgunamención
inoportuna que exasperaría a Diáguilev, le frenó en seco—. Y ni se te
ocurrasalirahoraconMoscúoLeningrado,porque,queridoamigo,este
es el mundo real, no me vengas con historias de nostalgias y añoranzas.
Yaséqueahoramismoloquedesearíasesmatarle,perolacoreografíade
Balanchinevaadarquehablareinspiraráfuturascomposicionessobrela
escena. Y tú deberías entenderlo mejor que nadie. —Serguéi movió la
cabezaenseñaldenegación.Sabíaqueaquellacoreografíaibaaenvejecer
malyquesupondríaungranescándaloynoprecisamentemotivadopor
cuestionesmusicales.
—Estovaaserunescándalo.Loestoyviendo.—ASerguéilecostaba
atenderalasrazonesdesuamigo.
—¿Escándalo?—preguntóDiáguilevalbordedelacarcajada—.¿Sabes
loqueosódeciruncríticomusicaldeLeFigarocuandovioelestrenode
La consagración de la primavera de Stravinski con los Ballets Rusos en
mayo de 1913 en el Teatro de los Campos Elíseos?: «No tiene ninguna
relación con lo que nosotros llamamos música». Y seguramente ese
cretinoignorantesigayendoalteatro,yaquenadiehatenidoelvalornila
decenciadeprohibirlelaentrada.Amigomío,notefíesdeloquepublica
laprensa,muchomenossiesuncríticoteatralquienlohace.—Diáguilev
lediounbesoaLinaantesdeabandonarelcamerino—.Disfrutadeléxito.
YomevoyaVeneciaadescansarunosdías.Aunqueatumaridoleparezca
una ordinariez —le confió a Lina, pero en un tono lo suficientemente
audibleparaqueleescucharaSerguéi—.Esteforúnculomevaamatar.A
miregresoosllamoyhablamosdenuevosproyectos.Tengoalgoquete
vaaencantar.¡Yquitaesacaradepreocupación!Hascosechadounnuevo
éxito,¡aquiéndemoniosleimportaquesehayavistounculooquehayan
salido bailarines calvos! Disfruta de la vida, Prokófiev. No seas tan
condenadamente ruso —dijo, guiñándole un ojo a Lina y besándola de
nuevo.
Diáguilev no era el único que necesitaba descansar. Los Prokófiev
también ansiaban una temporada de tranquilidad y la encontraron, como
era habitual en ellos, en un acogedor lugar situado a suficientes
kilómetros de París para alejarse de un ruido continuo que les impedía
concentrarseenelsonidodelamúsica.Elproductivoritmodetrabajode
Serguéi les había permitido alquilar una hermosa y espaciosa casa
solariega perteneciente a una familia noble, cerca del lago Bourget. La
casa tenía el nombre de La Fléchère, y nada más verla, Sviatoslav la
concibió como un enorme parque de atracciones en el que jugar y
perderseenredadoensusfantasíasinfantiles.Lasescalerasdecaracol,las
diferentes habitaciones que invitaban a perderse en ellas, el jardín
frondosoenelquealguienhabíacolgadounenormecolumpioqueharía
que Oleg no extrañara el que su padre le había colocado en su casa de
París,lasenredaderasqueencumbrabanlosmurosdelacasaporlasque
elmayordeloshermanosfantaseabacontreparporellas…
Lina estaba convencida de haber encontrado el paraíso en la tierra y
poco le importaron las contrariedades de haber perdido a la cocinera
contratada,lanecesidaddeunalimpiezarápidaquepedíaagritoslacasa,
la imperiosa obligación de acercarse al pueblo para comprar la ropa de
cama olvidada en París y realizar la compra de víveres que la
informalidaddelacocinerahabíatruncado.Estabadeseandosentarseenel
señorialjardíndelamansión,ocuparunadesussillaspintadasenblanco
ytomarseuntéconvainilla,oaúnmejor,unagrantazadecaféconleche.
Todo estaba perfectamente planificado. Mientras los niños jugaban,
Serguéi componía y ella continuaría clasificando los recortes de prensa,
corrigiendotraducciones,ejerciendodefielconsejeradesumarido,todo
ello sin olvidar sus clases de canto que, aunque más espaciadas por el
ajetreo de su vida en los últimos tiempos, no había dejado en ningún
momento.Allílograríanolvidarsedetodoydisfrutardelavidafamiliar
de la que tan orgullosos estaban sin que nada ni nadie pudiera turbarles,
algoquesupusieronalestaravarioscientosdekilómetrosdedistanciade
la capital. A pesar de ese detalle, no fueron los únicos que pensaron en
aquel lugar como refugio de verano. Muy cerca de ellos se habían
instaladoalgunospersonajesilustresyamigoscomunescomoStravinski
consufamilia,algoquenoimportóenabsolutoalosProkófiev,apesar
delaveladarivalidadentreambos,aunqueenrealidadlesuníaelrespetoy
laadmiraciónmutua;lacantanteNinaKoshetz,delaqueLinaguardabaun
infaustorecuerdomotivadoporloscelos,queyaeranhistoria,porloque
su presencia no le supuso ninguna contrariedad; o el actor de moda,
Charles Chaplin, que a veces, en el transcurso de alguna comida o cena,
lesobsequiabaconalgúnespectáculodemimoquecolmabadehilaridada
los improvisados espectadores. Las veladas que surgían de aquellos
encuentros estivales resultaban muy agradables. Incluso tuvo la
oportunidad de conocer a una de las grandes artistas españolas del
momento, Imperio Argentina, con la que compartió muchos momentos
memorablesydelaqueaprendiómucho.Aquelveranoresultóinolvidable
pormuchosmotivos.
Lina no se olvidó de invitar a Imperio Argentina a la gran fiesta de
despedidaqueestabapreparandoparacerrarsuperiodovacacional.Estaba
contentaporquevolveríaacantarenesarecepciónconamigosySerguéi
leacompañaríaalpiano.Lociertoesquesuvozestabamejorquenunca.
Pensó que quizá tenía que ver con el sosiego que presidía su vida tal y
comolerecomendabanlasenseñanzasdelaCienciaCristiana.Sefelicitó
por haber accedido a entrar en esa creencia de la mano de su marido.
Había sido una gran decisión que no solo les había ayudado en su vida
artística, sino también en la familiar y en el terreno más íntimo. «No
penséis en el dolor y él no pensará en vosotros. Es todo cuestión de
voluntad». Pero no siempre sucedía así, sobre todo cuando la vida tenía
otrosplanes.
Unamañanadefinalesdeagosto,Linaregresabadesubañomatutinoal
quesolíanacompañarlasushijos.Serguéitambiénacostumbrabaaunirse
alaexpediciónfamiliarcuandosutrabajoselopermitía,peroaqueldíase
encontraba demasiado concentrado en el inicio de la composición de su
Concierto nº 5. Se había despertado varias veces durante la madrugada
paraescribirsobreunpapelalgunasdelasnotasqueleasaltabanyqueno
parecían poder esperar a la mañana siguiente. Cuando eso sucedía,
Prokófiev no se levantaba del piano, sus manos no conocían más
horizontequelasteclasblancasynegrasyeraincapazderetirarsusojos
delapartitura.Soloelgritoahogadodesumujereneljardínlogróquelo
hiciera. Bajó las escaleras de la casa a tal velocidad que temió por su
integridad,perolediolomismo.AlgomuygravedebíasucederleaLina
paraquesugargantasehubierarasgadodelamaneraquelohizo.Cuando
llegó junto a ella, la encontró con un periódico entre las manos. Ante el
estadoenqueseencontraba,Serguéibuscóenlashojasdeldiariolarazón
del desgarro de su mujer. No tardó en encontrarlo en un gran titular.
DiáguilevhabíamuertohacíadosdíasenelGrandHoteldesBainsdeMer
del Lido de Venecia, dos días antes de que se cumplieran tres meses del
estreno de su último ballet, El hijo pródigo. Necesitó leer dos veces
semejantenoticia.Noeraposible.Debíatratarsedeunerror.Notodolo
que publicaban los periódicos era verdad. Se lo había dicho el propio
Diáguilev la última vez que le vio en su camerino del Teatro Sarah
Bernhardt de París. «No te fíes de todo lo que publica la prensa».
Acababandeestarconél,sehabíanemplazadoaencontrarseenunosdías,
después del verano, tenía algo en mente en lo que volverían a trabajar
juntos y, de repente, se había ido. Serguéi no fue capaz de reaccionar
durante varios minutos. Tampoco encontró el desahogo del llanto. No
teníaesacapacidaddereacción.Nolehabíapasadonunca,perosucabeza
sevaciódesonidosysellenódeimágenesenlasquesobresalíalasonrisa
de Diáguilev en el camerino del teatro dándole a Lina el último de sus
besos,esosconlosquesolíabromearProkófievconociendosunaturaleza
inocente: «Algunas veces te olvidas de que es mi mujer y que estoy
delante.Dejadeembelesarlacontantobeso,quemelaacostumbrasmal».
No podía ser. La vida no podía asestarle esos golpes desplegando la
mayordelasinjusticias.Nadaninadieteníaderechoaarrebatarleaunoa
las personas que más quería sin dejarle al menos la posibilidad de
despedirse, de decirle qué había significado en su vida y qué gran vacío
dejarásuausencia.Envidióunavezmáslacapacidadqueposeíasumujer
dedesahogarseatravésdelllanto.Ahoratampocoeracapazdellorar,aun
sabiendo que aliviaría la sensación de vacío que le oprimía. El mundo
artístico lloraba la pérdida de uno de los mayores catalizadores de la
escena teatral y a él la emoción se le resistía. Los que habían cedido al
embrujo del creador y verdadera alma de los Ballets Rusos —Picasso,
Matisse, Benois, Falla, Ravel, Debussy, Fokine, Nijinski, Strauss,
Stravinski, Derain, Braque— se descomponían en llantos y él, su
compañerodelalma,nopodía.Habíadesaparecidolamentemásbrillante
del mundo del ballet y Prokófiev, uno de sus grandes amigos y
colaboradores,noeracapazdederramarunasolalágrima.
La muerte de su amigo le afectó más de lo que creyó. Se sintió
huérfano.Queeldestinolehubierapuestoaaquellapersonaensucamino
había cambiado su vida. No solo había sido su amigo. Había sido su
confidente,suprotector,elperfectocompañerodetrabajo.Sinohubiera
sido por él, Serguéi no habría compuesto ni estrenado muchos de sus
grandes éxitos. Y, desde luego, era uno de sus principales vínculos de
uniónensuprocesocreativoconEuropayEstadosUnidos.Habíasidosu
cordónumbilicalconParís,Londres,Bruselas,Viena…yahorasehabía
quedadosolo,sinlafigurapaternaquerealmenterepresentabaparaél.
Serguéi no podía evitar pensar en la muerte de Diáguilev, en que su
últimoproyectojuntosfueraElhijopródigoyenlasinsistentesllamadas
que seguían produciéndose instándole a regresar a Moscú. El destino
parecíaempeñadoenhilaresostressucesos.Lacabezaestabaapuntode
estallarle.Nuncahabíasidoamigodeinterpretarlasseñalesqueleenviaba
lavida.Preferíacerrarlosojosymartillearlasteclasdelpianoparaque
la música acallara y amordazara las elucubraciones que encerraban sus
pensamientos.
EntodoesopensabacuandoregresabaconsufamiliaasucasadeParís
dejando atrás la idílica mansión de La Fléchère. Había sido un verano
demasiado agitado y todo hacía pensar que el otoño y el invierno
veniderosseguiríanesamismalínea.Serguéiconducíaconlavistapuesta
enlacarretera.Esedíaibaespecialmentecalladoyesemutismonotenía
queverconqueOlegySviatoslavfuerandormidos,elprimeroenbrazos
delaniñeraElsayelsegundorecostadoenelasientotrasero.Sentadaen
ellugardelcopiloto,Linatambiénparecíasumidaensuspensamientos,en
lofelizquehabíansidolosúltimosmesesestivalessinofueraporlatriste
noticia del fallecimiento de Diáguilev, que no lograba quitarse de la
cabeza.¿Cómoeraposiblequelavidadieraesosbandazosimprevistos?
¿Cómo podía cambiar todo en apenas un segundo? ¿Cómo desaparecía
una persona de tu vida cuando apenas te habías despedido de ella? ¿Por
qué era todo tan injusto? Ni siquiera tuvo tiempo de pensar en una
apropiada respuesta a sus reflexiones retóricas cuando una violenta
sacudidahizoquesumundosetambaleara.Sinentendermuybienloque
estaba pasando, observó cómo la carretera desaparecía ante sus ojos, su
perspectivacambiababruscamenteacadasegundo,loscristalesdelcoche
se rompían, convirtiéndose en una lluvia punzante despeñándose sobre
ellos, y el automóvil daba vueltas sin cesar. Sintió un fuerte golpe en la
cabeza,loqueleimpidióapreciarsilaimagendesuhijomayorsaliendo
disparadodelvehículoatravésdelparabrisasdelcocheyprecipitándose
sobreelasfaltodehormigónavariosmetrosdedistanciaerareal.Todo
sucedió a cámara lenta, como en una película, pero con la agonía ácida
que deja una pesadilla en un cuerpo indefenso y anestesiado por la
realidad.
El coche en el que viajaba la familia Prokófiev había sufrido un
aparatoso accidente debido al mal estado de una rueda. El mismo
neumáticoquehabíaestadoobservandoSerguéiunosdíasantesdeiniciar
el viaje de regreso y que le obligó a llevarlo al taller para que se
asegurasendequetodoestababien.Noloestaba,peronadiepareciódarse
cuenta hasta que el vehículo perdió la rueda y se vio metido en un
torbellino de vueltas de campana que parecía no tener fin. Aunque, en
realidad,lotuvo.
16
«Prokófievhamuerto».
Así recogieron algunos de los principales diarios rusos la noticia del
accidente automovilístico sufrido por Serguéi y su familia a pocos
kilómetrosdeParís.
Lo que realmente sucedió podía calificarse de milagro. Al perder una
de sus ruedas, el coche volcó y quedó boca abajo en la carretera, en
dirección contraria a la marcha, lo que pudo haber provocado que la
catástrofe fuera mayor ante la inminente circulación de otros vehículos.
Pero el llanto desconsolado de Sviatoslav, que había quedado tendido a
varios metros de distancia sobre el pavimento con varias magulladuras,
aunque ninguna de ellas grave, alertó a los conductores que se
apresuraronaauxiliaralafamilia.Serguéiyacíainconscientedentrodel
coche,conlasmanosdañadas.Linahabíarecibidounfuerteimpactoenla
cabeza que le había cubierto de sangre el rostro e hizo sospechar a los
médicos que le atendieron que las heridas de la cara le harían perder el
ojo derecho y su visión. El pequeño Oleg fue el que salió mejor parado
gracias a su niñera Elsa, que tuvo el reflejo de abrazarle formando una
especie de coraza que le protegió de los golpes. Ella resultó herida de
gravedadenbrazosypiernas.
Necesitaronunlargoperiododeconvalecenciapararecuperarsedesus
heridas. A Serguéi, más que la severa conmoción cerebral que había
sufrido,lepreocupabansusmanosylafaltadesensibilidadquemostraban
durante los primeros días. Para su tranquilidad y la de todos, sus
extremidades recuperaron la movilidad en apenas dos semanas, en parte
gracias a la cabezonería del propio compositor por ejercitarlas y no
abandonarlas al reposo que le recomendaban los médicos. Finalmente
Linanoperdióelojonisuvisión,yensuhermosorostronoquedómás
huella de la tragedia que unas magulladuras que desaparecieron con el
pasodelosdías.Fueellaquienseencargódehablarconlosamigosdesu
marido en Moscú y tranquilizarles sobre el estado de salud del
compositor.Leimpresionóconocerquehabíanconfirmadolamuertede
Serguéi.Aunquesedebieraalaprecipitaciónperiodísticaporlafaltade
informaciones, el titular publicado le dejó una extraña sensación en el
cuerpo.
Durante el proceso de recuperación, Serguéi tuvo mucho tiempo para
pensar en los últimos acontecimientos e incluso en los que estaban por
venir. Especialmente en estos. Las invitaciones desde la Unión Soviética
cada vez eran más insistentes, aunque algunas hablaran de falta de
presupuestoodeunretrasoinoportunoenlafechadeunposibleestreno.
Eran casi tan perseverantes como los mensajes que le hacían llegar
amigos como Meierhold advirtiéndole de los cambios que estaba
sufriendo su país y no precisamente para bien. Los Prokófiev habían
notadodesdehacíauntiempoquelascomunicacionesconsusamigosde
Moscú no eran tan continuas ni mucho menos abiertas como antes. La
llegada de cartas se había espaciado, y cuando por fin las recibía, eran
frías, breves y sin el apasionamiento propio de sus colegas. Las misivas
dejaron paso a los telegramas y estos fueron sustituidos por mensajes
verbalesqueveníandebocadeterceros.Perotodosinsistíanenlomismo.
LascosasenlaUniónSoviéticahabíancambiadoylasituacióndealgunos
de sus colegas y conocidos también. Derzhanovski estaba a punto de ser
despedido por la misma razón que le había dicho Meierhold durante el
incidente del encarcelamiento de Shurik, el primo de Serguéi. «Siempre
hay alguien que considera que no eres demasiado comunista si tercias a
favor de un enemigo del pueblo». Miaskovski era de los pocos que se
resistía a privar a sus mensajes de la suficiente claridad. Siempre había
sido directo y franco, aunque algunas veces aquella sinceridad resultara
dolorosa.«¿Porquévasavenir?Ysobretodo,¿paraqué?Aquílascosas
han cambiado y los que mueven los hilos de la cultura también. Siguen
pensando que eres un genio, pero descalifican tu música. Dicen que tus
nuevas obras han caído en la frivolidad, en los personalismos, que no
aportannadaalpuebloruso,másbienalcontrario,quelointoxicanylo
empobrecen.Piénsalobienantesdetomarunadecisión».Lasadvertencias
de Meierhold compartían el mismo espíritu de cautela. «Si vienes, te
obligaránahacermúsicapolítica.Ytúnoestáshechoparaeso,amigo.Lo
tuyoesotromundo».
Apesardelaobviedaddelosmensajesdesuscolegas,alosquepronto
se unieron, en el mismo sentido, los consejos de otros muchos amigos
como Boris Asafiev, Pavel Lamm o Aleksander Mosolov, Serguéi se
resistía a creerlo. Su manera de componer y su música no habían
cambiadopormuchoquelohubieranhecholasautoridadessoviéticas.
TeníasobrelamesaelcompromisodeviajaralosEstadosUnidosya
Cuba para representar una serie de sus conciertos y acudir a varios
estrenosdesusóperasyenalgunosdeesoscompromisosleacompañaría
Linaconsuvoz.Peroantesdecumplirconsuagendaamericanatomóuna
decisiónqueveníamadurandodesdehacíatiempo.RegresaríaalaUnión
Soviética.Seríaunviajecorto,deapenasveintedías.Preferíairsolo.«Va
aserpocotiempo.Nomerecelapena.Resultaríademasiadocansadopara
ti.Además,todavíadebesrecuperartedelassecuelasdelaccidente».
Nolesorprendióencontrarsoloasusamigosmásíntimosesperándole
enlaestacióndetrendeMoscú.Habíapedidoquenoseorganizaranactos
oficiales a su llegada y encontró la excusa perfecta argumentando que
estaba cansado y dolorido porque todavía se hallaba en periodo de
convalecencia. No era del todo cierto, pero no podría soportar pesadas
ceremonias gubernativas. Y mucho menos sin Lina a su lado, que solía
hacer toda esa parafernalia mucho más llevadera, aunque solo fuera por
los momentos posteriores a los actos en los que hacían un repaso de lo
vividoentrebromasyrisas.Estabantodosalosquenecesitabaverydar
un abrazo. Miaskovski, Meierhold, Derzhanovski, Maiakovski, Asafiev y
Lamm. Todos se mostraron felices de comprobar que el accidente no
había dejado en él las secuelas con las que la prensa soviética había
empezado a intrigar. Le acompañaron al hotel donde se alojaría, en esa
ocasiónbastantemásmodesto,yaquenohabíainvitaciónoficialy,como
lerecordaron,lascosasestabancambiando.
Pero los rostros de preocupación vinieron días después, cuando le
comentaronqueelpartidohabíacomenzadoaponerenprácticaunaserie
depurgasqueestabansembrandoelmiedoentrelapoblacióny,loquele
resultómásextrañoaSerguéi,entrealgunosmiembrosdelpropiopartido.
«No sé, tampoco te queremos asustar, no sabemos muy bien qué pasa.
Pero la gente desaparece y no se vuelve a saber nada de ellos. Cuando
hablasconalgunoscamaradas,tedicenquehanhechounviajealnorteo
quehancometidoalgúntipodefaltayleshanmandadoalosUrales.Es
algo que nos confirman sus propios familiares, pero lo hacen sin poder
desprenderse el miedo de la mirada». Serguéi pudo comprobar que era
verdadloquelecontabancuandosepusoencontactoconsufamiliayle
dijeron que su primo Shurik, que había salido de la cárcel gracias a su
mediación,habíasidotrasladadoaSiberia,segúnellos,«porprecaución,
para tenerle controlado y que no se metiera en más problemas». Pero la
noticiaquemáslesorprendiófuecuandoledijeronqueelhermanastrode
SerguéiDiáguilevhabíasidoejecutadoenelcampodetrabajosforzados
de Solovki, al que fue enviado tres semanas después de la muerte del
creadordelosBalletsRusos.
—¿Ejecutado?—preguntó,sinpoderasimilarloquelecontabanentre
susurrosyutilizandomáslasmiradasquelaspalabras—.Pero¿porqué?
—Nolosabemos.Nadielosabe.
—Ni que hiciese falta una razón… —respondió Miaskovski. Era su
habitual manera de hablar, de forma descarnada y directa, dejando
comentariosamediavozenmitaddeunaconversación—.Alparecerles
llevanparatrabajartalandoárbolesyextrayendomaterialesdelasminas
paraayudaralaeconomíadelpaís.Oesodicen.Ellosprefierenllamarlo
estancia en una granja o campamento correccional para contribuir a la
gloriosa construcción del socialismo en nuestra madre patria. Creo que
sonesaslaspalabrasexactasqueutilizan.
Podía haberle dicho lo que se empezaba a comentar en la calle, que
aquel lugar era uno de los primeros campos de trabajos forzados de un
gransistemadeexplotaciónpuestoenmarchaporlaDirecciónGeneralde
Campos,quemástardeestaríaenbocadetodoscomogulag.
Durante su visita, Serguéi quiso pasear por las calles de Moscú y
Leningrado para ver si el ambiente que se respiraba reflejaba la historia
demiedos,intrigasylacadavezmáscrecientedesconfianzaquelehabían
relatadosusamigos.Laverdadesquenoteníaunareferenciarealconla
que compararlo, ya que en su primera visita prácticamente no se había
apeado del coche oficial. También hubo todo eso en ese segundo viaje,
peromuchomásrelajado.Insistíanenquererleenelpaís,ensudeseode
estrenar sus obras, en la imposibilidad de pagarle todo lo que su arte
requeriría, pero le aseguraban que no le faltaría de nada. «Por supuesto,
libertaddemovimientos»,eralafraseconlaquesiemprecontestabanal
requerimiento que más preocupaba a Prokófiev. De nuevo las palabras
mágicas que le hacían reaccionar y borrar toda duda y controversia que
podían haber sembrado las conversaciones con sus amigos. Sabía que
queríanprotegerle.Leconocíanytemíanquesurebeldía,suespíritulibre
y su carácter independiente no encajarían en la nueva Unión Soviética.
Pero él mejor que nadie sabía lo que debía hacer y en qué escenario
llevarloacabo.Lohabíahechotodasuviday,hastaentonces,nolehabía
idomal.
Sentado en su butaca, resguardado del mundo en el interior del
departamentodeltrenquelellevabadevueltaalosbrazosdeLinaydesus
hijos, no pudo evitar un sentimiento de tristeza por abandonar su país
natal. Aquel viaje no había dejado en él la huella del realizado en 1927,
pero pensó que se debía a que su mujer no le había acompañado. La
echaba de menos. Sin ella, nada era igual. Evitó dejarse llevar por un
romanticismo del que no solía hacer gala demasiado a menudo. Era
consciente de que la situación en Moscú había cambiado. Y lo sabía no
soloporloquelehabíancontadosusamigos,sinoporloqueescuchabay
leíaenlaprensaoccidental.LaNuevaPolíticaEconómicahabíaresultado
un fracaso y Stalin tenía diseñada una nueva estrategia que consistía en
iniciar la nacionalización de las principales empresas que le aseguraría
una rápida y controlada industrialización del país, y la colectivización
forzosadelatierra.ParaellohabíacreadolaComisióndePlanificación
General del Estado, el Gosplan, que puso en marcha el primer plan
quinquenal.Rusianoteníaunpasadohalagüeñoalquemirarparaseguir
adelante:susalidadelaGranGuerrahabíasidointerpretadaportodoel
mundo como una derrota, su revolución, la guerra civil rusa, la guerra
vivida contra Polonia que dio al traste con los sueños revolucionarios
rusosdeextenderlarevoluciónatodaEuropa,comomástardepasaríaen
Hungría y Alemania, y más recientemente la ruptura de relaciones con
Gran Bretaña en 1927. Por eso, Stalin pensaba que la Unión Soviética
debíamirarhaciaelfuturoparaencontrarsoluciones.
Permanecióconlosojoscerradossinprestaratenciónalpaisajenevado
que se extendía en el exterior. Ya lo conocía y prefería centrarse en sus
pensamientos.Enunintentodejustificarlainsatisfaccióndeaquellabreve
visita, Serguéi pensó que la inestabilidad estaba afectando a todo el
mundo, comenzando por Estados Unidos, donde la Gran Depresión
empezabaaderrumbarlotodo.
Eltraqueteodeltrenlehizoentrarenunaespeciedemodorraonírica.
Siguiendo el cadencioso balanceo y sin saber muy bien por qué, recreó
mentalmente uno de sus encuentros con Maiakovski en el que estuvo
especialmente creativo. El poeta y publicista se empeñó en explicar la
longitud de un tonto. Meierhold ya había oído aquella teoría en alguna
ocasión, pero participó del juego porque le parecía ingenioso. «Es
sencillo.Bastaconintroducirenelbolsillodelachaquetadelamigouna
bobinadehilo,asegurándosedequeelextremodeesteasomeporelojal
de la americana —explicaba mientras mostraba él mismo lo que decían
sus palabras—. Luego vendrá alguien que, al ver que tiene un hilo en la
chaqueta,intentequitárselo.Tiraráytirarádelhilohastaquesedécuenta
deloquerealmenteocurre.Solotendremosquemedirlalongituddelhilo
parasabercuántontoeselamigo.Probadlo,nuncafalla».
Serguéi cayó en un sueño profundo mientras daba vida a la parábola
sobrelalongituddeltontoideadaporMaiakovski.
LedabapenaabandonarMoscúsinsabersiesoleconvertíaenuntonto.
Aunquenolegustaraviajardurantedíasabordodeunbarcocruzando
elAtlántico,sealegródeembarcarenelBerengariajuntoaLinayaotros
compañeros y amigos como Rachmáninov que se dirigían a los Estados
Unidosparacumplirconsuscompromisosartísticos.Elinsistentevaivén
del barco hizo que el estómago de Serguéi no le permitiese disfrutar de
agradablespaseosporlacubiertadelBerengaria,porloqueLinatuvoque
conformarse,almenoshastallegaralecuadordelviaje,conelbrazode
Rachmáninovcomoúnicoapoyo.
LagiraamericanadiomuchassatisfaccionesaSerguéi,aunqueLinano
pudodecirlomismo,yaquesuvozvolvióaquebrarse,sufriendoafonías,
limitaciones y ronqueras que le imposibilitaron dar todo lo mejor de sí.
Pero al menos tuvo la oportunidad de conocer a personas muy
interesantes,comofueelcasodelaactrizGloriaSwansonenLosÁngeles
odelpoetaFedericoGarcíaLorcaenLaHabana.Disfrutóespecialmente
conesteúltimoencuentro.Admirabaalgranpoetagranadino,peroloque
nopodíaimaginar,aunquepodíahaberlohechoperfectamenteporqueera
bastantehabitual,fuequeestesedeclaraserendidoadmiradornosolode
la música de Prokófiev, sino especialmente de su peculiar manera de
interpretarla. García Lorca asistió a varios de sus conciertos en la isla
caribeñayademásseacercóalhoteldondeseencontrabanalojadospara
expresar su admiración. «Esas manos son de oro», comentó, una
apreciaciónqueSerguéiagradecióentrebromas,porquealasalidadesu
multitudinario concierto había podido escuchar cómo algunos de los
asistentes decían que «el ruso toca como un loco». Lina conocía la obra
delgenioandaluzylaencontrabapasional,racial,temperamental.«¿Estás
segura de que no naciste en Córdoba o en Granada? Esa belleza tuya es
demasiado andaluza para haber nacido en Madrid», le confiaba el poeta
mientrasdegustabanunrefrescodecañadeazúcarenlaterrazadelhotel.
No pudo evitar que su estancia en la isla le resultara especialmente
emotiva por los recuerdos que guardaba de aquel lugar donde vivió de
pequeña junto a sus padres durante una corta temporada. Todavía
atesoraba entre sus efectos personales la fotografía que se había hecho
JuanCodina,vestidoconuntrajeblancoyconunsombrerodepaja,para
regalárselaasuhijaantesdequeregresarajuntoasumadrealosEstados
Unidos, ya que durante un tiempo estarían separados hasta que Juan
terminara sus compromisos laborales. El recuerdo le resultó doloroso.
Sabía que su padre no se encontraba bien. Desde hacía tiempo tenía
problemasdecorazónyapesardelomuchoquelehabíaninsistidotanto
ellacomoSerguéi,sehabíanegadoarecurriralaCienciaCristiana.
El viaje fue intenso, altamente productivo, aunque en su último tramo
resultóalgocansado.Noquisieronregresaracasaconlasmanosvacías
parasushijos.Linaencontróelregaloperfectoenunodelostenderetes
quehabíaenlaestacióndetrenpróximaaNuevaOrleans.Encuantoviola
alfombra que imitaba un divertido boceto de vacas, supo que sería del
gustodeSviatoslavyOleg.Noseequivocó.Esaalfombraocupóunlugar
muyespecialentrelascamasdelosdoshermanos.
Elregalolesencantó,perohabíaotroqueaSviatoslavleibaagustar
muchomás.Porprimeravezveríaasupadreactuarenunescenario.Lina
lellevóapresenciarelConciertonº3deProkófiev.Eraimposiblesaber
quiénestabamásnervioso.Sielpequeñoqueocupabaunabutacaenlafila
cuatrodelteatro,oelcompositorypianistaquedirigíaytocabaelpianoy
quenopodíadejardemirarhacialabutacadondeestabasentadosuhijo
mayor. Lina no recordaba haberle visto tan distraído nunca, pero aquel
ajetreodemiradasnoafectóenabsolutoaléxitodelconcierto.
Sinembargo,alllegaracasa,elsemblantedefelicidadenelrostrode
Serguéisemarchitó.Habíauntelegramasobrelamesadelaentrada.Era
deMiaskovski,elúnicoquenuncahabíatenidomiedonimostradocautela
ante la palabra escrita y enviada a una dirección extranjera, aunque el
destinatario tuviera un nombre tan ruso como Prokófiev. La lectura de
aquelbrevemensajelemudóelcolor.ElpoetaMaiakovskihabíamuerto.
«Suicidado», decía exactamente el mensaje. Mantuvo su mirada en
aquellas nueve letras que parecían nueve notas mal encajadas en un
pentagrama ajeno a ellas. Apenas había terminado de leerlo, sonó el
timbre de la puerta de su casa. Era su amigo el ajedrecista y escritor
Znosko-Borovski, con una expresión de abatimiento esculpida en el
rostro, al que había enviado Boris Asafiev para comunicarle la noticia
peroalgomásampliada.Elpoetahabíadejadounacartaantesdequitarse
la vida con una pistola Browning de fabricación española en su
apartamento del pasaje Lubiansky: «Lo difícil no es morir, sino seguir
viviendo». Todo era un misterio. Había tenido problemas con las
autoridades, que decidieron censurarle algunas de sus obras. En los
últimos tiempos venía recibiendo duros ataques, como la crítica teatral
«Sobreloscaprichosdelizquierdismo»asuobraLosbañoseneldiario
Pravda, donde decía que «la intelectualidad pequeño-burguesa
revolucionaria,queseunióalproletariadocuandoyasehabíadefinidoy
establecidofirmementesuvictoria,comienzaasentirselasaldelatierra.
Desconectada del pasado proletario, de su tradición de lucha, la
intelectualidad tiende a considerarse como más a la izquierda, más
revolucionariaqueelproletariadomismo.Nocabedudadequeoímosuna
falsanotaizquierdistaenMaiakovski».Vivió también algunos incidentes
callejeros,comoundesagradableencuentroconvariosuniversitariosque
le increparon porque no entendían sus obras. «Cuando haya muerto, me
leeréis con lágrimas en los ojos», les contestó. Pero la versión oficial
apuntaba a un desengaño amoroso que sus amigos no creían. ZnoskoBorovskitendiósumanoparaentregarleunacopiamanuscritadelacarta
quehabíadejadoantesdesuicidarsedeundisparoenelcorazón.
¡Atodos!Noseculpeanadiedemimuertey,porfavor,nadadechismes.
Lili, ámame. Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y
VerónicaPolonskaya.Siseocupandeasegurarlesunaexistenciadecente,gracias.Porfavor,
denlospoemasinconclusosalosBrik,elloslosentenderán.Comoquiendice,lahistoriaha
terminado.Elbarcodelamorsehaestrelladocontralavidacotidiana.Yestamosamanotúy
yo. Entonces ¿para qué reprocharnos mutuamente por dolores y daños y golpes recibidos?
Suertealosquequedan.
—Nohasidoporundesengañoamorosocomoquierenhacernoscreer.
Maiakovskinosehasuicidado.Todossabemosquenohasidoeso.
La mirada de Znosko-Borovski contenía la información precisa que
parecía negarse a verbalizar, pero Serguéi estaba demasiado impactado
porlainesperadanoticiacomoparapensarsiunapersonapodíaquitarse
la vida por reveses artísticos, por críticas infundadas, por maniobras
políticas o porque alguien le había roto el corazón. Lina intentó calmar
losánimosyeldesasosiegopreparandocafé,aunquenotardóenentender
loabsurdodesuofrecimientocuandoloquenecesitabalaturbacióndelos
doshombreseraunpocodevodka,quenotardóenservirlesyalqueella
se uniría también. La muerte de un amigo siempre sacude el alma,
especialmentecuandoaconteceenladistancia,sinposibilidaddeabrazar,
mirar y consolar a quien queda. Y en los últimos tiempos sucedía con
demasiadaasiduidad.
Aquel mensaje no contenía únicamente la noticia del suicidio de
Maiakovski.Denuevolasmismasadvertenciasdesusamigos.«Novengas
a Rusia. No vengas», que, sin embargo, parecían voces remotas ante
aquellasqueleinstabanaabandonarParíseinstalarseensupaísnatal.El
últimoenhacerlofueeldramaturgoAleksanderAfinoguénov,quellegóa
París casi un año después del suicidio de Maiakovski, el 14 de abril de
1930, al encuentro de Prokófiev y acompañado de su esposa
estadounidense, que había sucumbido a los ideales revolucionarios
soviéticoscontalfervorquepodríadarleclasesalpropioStalin.
El entendimiento entre los dos matrimonios fue inmediato hasta el
punto de compartir varios viajes por Francia. El mensaje que traía
Afinoguénovhablabadeunanuevaoferta.
—Quiero que componga conmigo una nueva ópera de la que todo el
mundohable.Algogrande,Prokófiev.Unagranobrasoviéticaantelaque
elpúblicovibre,seemocioneynopuedareprimirsusganasdelevantarse
desusasientosparaaplaudirantesinclusodequefinalice.¿Quémedice?
LasonrisadeSerguéifuelarespuestaesperada.
—Algo grande, sí, pero constructivo, tremendamente positivo. Música
desprendiendo vida en cada nota. No quiero más dramas. Me gusta esa
idea.Trabajemosenella.
EldramaturgoleregalóunejemplardesuobradeteatroMiedocomo
originalformadesellarunacuerdo.
Serguéi continuaba demasiado centrado en su música, llevando los
Conciertosparapianonº3ynº5,Elpatitofeo,ElbufónoElhijopródigo
porlosteatrosdeBerlín,Viena,Praga,Bruselas,Londres,Varsovia,Niza,
Budapest,Ámsterdam,Barcelona,Madrid,Valladolid,Casablanca,Boston,
Chicago,París…Demasiadoocupado,quizá,paraadvertirlasseñales.El
mundo se rendía a sus pies y él solo podía pensar en rendirse a las
promesasprocedentesdelatierradelhielo.
«Cuando llegas a la Unión Soviética, la primera impresión es gris,
pero bajo esa capa gris, poco a poco van distinguiéndose caras
interesantes e inspiradoras». Las palabras de Prokófiev siempre sonaban
mástiernasyauténticascuandoleganabalabatallaalanostalgiaypisaba
tierrarusa.ALinalegustabaelmelodiosotonoqueadquiríalavozdesu
maridoensusvisitasalaUniónSoviética,comoaquellade1933.
Serguéi había llegado con tiempo para observar la multitudinaria
marchadelPrimerodeMayoporlaplazaRoja.Observandoelfervorque
mostrabaelpueblo,sucabezasellenódenotasqueapuntabanalposible
proyecto de una nueva sinfonía. En ese momento era ajeno al verdadero
drama,alaauténticarealidadquesevivíaenlascallesdeMoscú,dondese
había realizado una limpieza de ciudadanos dañinos, en palabras del
propio Stalin, que iban contra el espíritu y la imagen de la revolución y
delordensoviético.Llevabandíasdeteniendoydeportandoatodapersona
que estuviera en la calle sin el pasaporte o la documentación que
demostrara su identidad. No solo detuvieron a vagabundos, personas sin
hogar,campesinosquehabíanabandonadoelcampohuyendodelhambre,
especialmentedeUcrania,sinoalosqueelpartidodenominabaejemplares
ciudadanos soviéticos que habían salido a comprar pan, cigarrillos o a
recoger a unos amigos y se habían dejado la documentación en casa,
mujeresembarazadasqueregresabandelmédicooquehabíanidoapor
algún artículo a la farmacia, o viajeros que se encontraban de paso por
Moscú, incluso niñas de diez y doce años que esperaban sentadas en el
bancodelaestacióndetrenaquesumadreregresaradelatiendadonde
había ido a comprar un poco de pan para el viaje. Estaban en la calle,
solosysindocumentación,yesaerarazónsuficienteparaconsiderarlos
criminales curtidos y deportarlos. Al menos ese era el criterio de los
funcionarios del estado policial en el que se había convertido la Unión
Soviética, a quienes solo les preocupaba cumplir con la cuotas de
detención y destierro ordenadas desde el gobierno de Stalin. Nada sabía
Serguéidequeenesosmismosmomentos,enmayode1933,mientrasél
observabaelmantorojodeldesfiledelPrimerodeMayoenlaplazaRoja,
seestabaproduciendounflagranteejemplodelapolíticadedeportaciones
masivasconladetencióndemásdeseismilpersonas,hombresymujeres,
acusados de ser «elementos desclasados y socialmente dañinos» para la
madrepatriayquefuerondeportadosalterritoriodeTomsk,enSiberia,y
posteriormente a la isla Nazino, a ochocientos kilómetros al norte de
Tomsk, donde fueron abandonados a su suerte, a merced del hambre, y
que protagonizaron uno de los sucesos más aterradores y difíciles de
creer incluso para la comisión de investigación que se puso en
funcionamiento en septiembre de 1933, gracias a una denuncia del
instructor del PCUS, Vasily Velichko. Llevados por el hambre, que no
saciaban con las raquíticas raciones de harina y agua que les facilitaban
los guardias, algunas personas decidieron matar a otras, especialmente
mujeresjóvenes,yconvertiralgunaspartesdesucuerpoenalimento.En
algunos casos ni siquiera esperaban a que fallecieran. Les cortaban los
músculos,lospechos,laspartesmástiernasdelcuerpo,órganoscomoel
hígado o los pulmones, que asaban e incluso ingerían crudos. Se podían
vertrozosdecarnehumanaenvueltosentrapos,colgadosdelosárboleso
enterradoscercadelaorilladelrío.LaisladeNazinocambiósunombre
porelmásgráficoyaterradorde«isladelosCaníbales».
Serguéiescuchóalgunosrumores,comolohicieronmuchosmiembros
importantes del Politburó y del partido, gracias a la carta de Velichko
dirigida personalmente a Stalin para denunciar los hechos. Pero decidió
centrarse en su mundo, en el que insistentemente se confinaba para
mantenersealejadodelexterior,delapolítica,delosrumores,detodolo
quenofueramúsica.
LinallegósemanasmástardeaMoscú,despuésdeunalargaesperapor
partedesumarido,impacienteporqueseunieraprontoaél.Mientrasse
dirigía al hotel donde hacía unas horas acababa de dejarla para que
terminara de arreglarse para una noche de estreno en el Teatro Bolshói,
dudósicontarlelashistoriasquedurantelasúltimassemanasmuchosle
habían relatado sobre las desapariciones, las detenciones y la política de
deportaciones. Decidió no hacerlo. No quería preocuparla. Ya habría
tiempoparamanteneraquellaconversacióncuandotodosecalmara.
Linahabíaelegidouneleganteaunquesencillovestidonegro,obrade
suamigaCocoChanel,queconseguíadespertarlaadmiracióndetodoel
que lo contemplaba. Sobre él caían elegantemente sus inseparables
collares de perlas, de las que difícilmente se podía desprender. Era su
accesoriopreferido,comotambiénloeraeldesucreadora.Linacumplía
el prototipo perfecto de la mujer en los patrones de Coco: delgada,
femeninayelegante.Sabíaqueelvaticiniodelamodistasobresucreación
ennegro,lapetiterobenoire,noteníavisosdecaerenelfracaso.«Este
vestidonegroestarámásalládelespacioydeltiempo»,lehabíadichola
granmodistaparafraseandoloquesolíadecirProkófievsobresumúsica.
Estaba convencida de la verosimilitud de ambos pronósticos. Le costó
dejar en el hotel la nueva adquisición de Chanel, una práctica y elegante
carteraenbandoleradecueromatelasséquelamodistahabíacreadotres
añosantes.Perolanocherequeríaotroestilodebolso,unomáspequeño,
que ocupase sus manos aunque dejara una de ellas libre para recibir los
saludosyelbesamanos.Nosabíamuybienquétipodeespectáculoestaban
a punto de ver, pero Serguéi parecía emocionado ante la oportunidad de
poderescucharanuevosyjóvenestalentosdelamúsicasoviética.Sequitó
sueleganteabrigodepañoceñidoparcialmentealcuerpoalaalturadela
cintura y cediendo protagonismo a los hombros después de marcar la
espalda. Se encontraba cómoda con aquel vestido negro. Pudo haber
elegido una creación de Nina Ricci, que acababa de abrir su tienda en
París. Pero Coco era Coco. Apuesta segura. Para qué arriesgar. Lina se
sentíaobservadaylegustaba.Lucíahermosaconsumaquillajeperfecto,
sobreunatezligeramentebronceada,enparteporsutonodepiel,enparte
porelsol.Resaltabaelcarmínrojodesuslabiosylasondasensupelo,
que definían su perfecto óvalo facial. Sintió un ligero estremecimiento.
HacíaalgodefríoenelinteriordelTeatroBolshói,peroesonolehizo
perder la sonrisa. Paseó sus ojos color azabache por todos los rincones
del recinto hasta que se topó con una mirada que le atravesó como un
afiladocuchilloenmitaddelcorazónehizoquelamuecaensuslabiosse
contrajera. Minutos antes, en el hall del teatro, había escuchado
comentarios sobre la posible asistencia de Stalin. No les había dado
ningunacredibilidadporqueeraalgoquesiempresedecíaperoraravez
ocurría.Sinembargo,aquellanochelaamenazasecumplió.Fuedurante
elintermediodelaobra.LafiguradeStalinaparecióinesperadamenteen
el palco principal del teatro, ubicado frente al escenario. Durante unos
segundos,Linamantuvolamiradaallídersoviético,quedecidióhacerlo
mismo con ella. El duelo visual se saldó a favor del Hombre de Acero.
Ningún nombre hacía tanta justicia a una persona. Sobresaltada por el
imprevisto y penetrante encuentro visual, no pudo evitar apartar su
mirada, como si acabara de recibir una sonora bofetada. Durante unos
instantesnofuecapazdereaccionar.Fuecomosilearrojaranácidoalos
ojos. No supo explicar lo que pasó. Notó que el sudor empapaba su
espalda.Sefrotólasmanos.Estabanheladascomolamiradaqueacababa
de esquivar. Ella no tenía la facilidad de Serguéi de obviar las señales.
Pudonotarcómosucorazónseestremecía.Miróasuizquierdaesperando
encontrar,estavez,lamiradacómplicedesumarido.Perolosojosazules
deProkófievmirabanenotradirección,alescenario,comosiempre.
AquellanocheIósifStalinyaconocíalosresultadosdelacomisiónde
investigación creada en septiembre de 1933 para esclarecer los hechos
acaecidosenlaislaNazino:delosseismildeportados,cuatromilhabían
muerto.QuizáporesolamiradadeIósifStalineratanfría,porqueyano
quedabavestigiodevidaenella.
No fue la única vez que el matrimonio Prokófiev accedía a las
invitaciones de la Unión Soviética para ofrecer conciertos, participar de
veladas musicales o en concursos de nuevos talentos de la música rusa
organizadosporeldiarioPravda.Eranviajescortos,denomásdedoso
tres semanas de duración, lo que solía ajustarse más a su ritmo de vida.
Hastaqueundíarecibieronunofrecimientoespecial:pasarelveranode
1935 invitados en una casa de reposo que tenía el Teatro Bolshói en
Polénovoadisposicióndelosartistasrusosmásimportantes.Lespareció
buena idea y además llegaba en un buen momento. En ese lugar Serguéi
tuvo ocasión de descansar, dar largos paseos, nadar en las aguas del rio
Oká,jugaralajedrez,altenis,alvoleibol,yocuparlasprincipaleshoras
del día en componer su nuevo ballet, Romeo y Julieta. También
aprovechabaparacompartiruntéyunabuenaconversaciónconalgunos
de sus colegas allí reunidos, especialmente con Shostakóvich, que le
parecía uno de los compositores con mayor talento y mejor trayectoria.
Lina retrasó su llegada. Su padre acababa de fallecer después de unos
mesesdesufrimientodebidoasusproblemascardiacosyasuinminente
ceguera.
La propuesta de pasar el periodo estival de 1935 había surgido de las
autoridades musicales de Moscú a través de Afinoguénov. Querían que
Prokófievpudieracomprobarelescenariodetranquilidadydelibertaden
el que transcurriría su creación artística en caso de trasladarse
definitivamente a la Unión Soviética. Para ello habilitaron especialmente
para él una cabaña lo suficientemente alejada del edificio principal de la
casa de reposo, con el fin de que el compositor gozara de la
independencia y el silencio deseado. La pintaron de blanco, la
acondicionaron por dentro con muebles nuevos y procuraron que no
faltara de nada en la despensa, especialmente las fresas y la leche fresca
porlasqueSerguéisentíaverdaderadevoción.«Aquítodoparecetenerun
sabormásintenso,másauténtico»,decíamientrascontemplabalasaguas
del río Oká, situado a pocos metros de la casita. Todo detalle, todo
esfuerzo era poco para obtener la conformidad del genio de Sontsovka
durantetantotiempobuscada.
—¿Peroquétienequepensar?¿Acasonovecómoestáelmundo?Yose
lo diré: a punto de estallar. —Uno de los miembros de la dirección del
partido se había trasladado expresamente para compartir una tarde con
Prokófiev,encompañíadeLinaydeAfinoguénov—.Comprendoqueen
1927 pensara que en París se vivía mejor. Pero mire la podredumbre de
Occidente, Prokófiev. Desde que Estados Unidos contagió al mundo su
GranDepresiónde1929,Europanolevantacabeza.EnsuqueridaFrancia
hahabidocincogobiernosendosaños.Ypocosmeparecenteniendoen
cuentalainflaciónqueasfixiaalosfranceses.
»¿Acasonohavistolasmasasdetrabajadoresenlascalles,ejerciendo
suderechoalahuelga?Fueroncientosdemiles,yodiríaquemillonesde
obreroslosquesalieronaprotestaryaparalizarFrancia.Esaeslafuerza
delproletariado.Prokófiev:noquedamuchoparaqueescuchemoslavoz
delostrabajadoresfrancesespidiendoagritosungobiernosocialista.Ysi
no, al tiempo. Me consta que los comunistas franceses apoyarán a los
socialistas, aunque para no irritar demasiado a los burgueses se han
comprometido a no nacionalizar los bancos y respetar la propiedad
privada.¡Notodaslasrevolucionespuedenseguirlamismatáctica!Eslo
únicoquemechirríaunpocodeFrancia,aunquesupongoquerespondea
una estrategia. Pero quédese con este nombre: Léon Blum, ese socialista
llegaráapresidirlaRepúblicadeFrancia.
—Parece que lo tiene claro —comentó Serguéi, que empezaba a
sentirse un poco incómodo con el análisis del enviado político, aunque,
para ser sincero, escuchándole parecía que estaba cargado de lógica—.
Pero algo parecido le escuché a un amigo vaticinar sobre Gran Bretaña
cuando la huelga general de 1926 paralizó el país. Algunos creían que
prenderíalarevolucióny,sinembargo,nofueasí.
—Porque los ingleses, con su té de las cinco, sus pastas y su caza del
zorro, son demasiado burgueses para sobrevivir a una revolución. El
Imperio británico es demasiado pesado y brillante por el oro de sus
tesoroscomoparaquepuedansoportarlolasmanosdelostrabajadores.
¿Acaso no conoce a los ingleses? Usted ha triunfado en Londres, debe
saber de lo que hablo. Demasiado acomodaticios, aunque ellos a esa
cualidadprefierenllamarlaflemabritánica,comobuenoscapitalistasque
son. ¿Por qué se cree que rompimos relaciones diplomáticas con ellos?
¿Nosecreeríaustedlodeltemadelespionaje?¿Quépaíscuerdoniegala
existenciadeespíasennacionesamigasoenemigas?¿Estamoslocos?
—Nosé.Yonoentiendodepolítica.Siquierequeledigalaverdad,no
meinteresamucho.Amísolomeimportalamúsica.
—¡PerosilapolíticadelsigloXXespuramúsica,amigoProkófiev!No
tiene más que detenerse a escuchar cómo brama Europa. Y si afina un
pocoeloído,sedarácuentadequetambiénespuramatemáticaydelas
dos cosas entendemos mucho en la Unión Soviética. Es sencillo: ante la
amenaza nazi del loco de Hitler solo cabe la cordura comunista del
camaradaStalin,quesindudaesconscientedeloqueelpuebloprecisasin
necesidaddepreguntarle.Escuestióndetomarposiciones.Yesolosaben
todosenEuropayenelrestodelmundo.Loúnicoqueesperoesqueenla
toma de partido no se prenda la llama de una nueva guerra mundial. No
creoquenadieestépreparadoparaello.YFrancia,muchomenos.
—Le repito que no entiendo de política, estoy fuera de ese circuito,
como bien sabrá —insistió Serguéi. La conversación empezaba a
resultarlefatigosa.Puedequeadmitieraunanálisisdelasituaciónpolítica
peroconsusamigos,ensucírculomásíntimo,ynoconunrepresentante
delpartidoalquenoleuníamásqueunpardeencuentros.
—Y su país, señora Prokófiev, tampoco anda demasiado tranquilo.
Desde hace tres años hay una región en el norte de España que nos
maravillaalossoviéticos:Asturias.Ladignidadconlaquelaclaseobrera
acude masivamente a la huelga, esa cuenca minera desafiando al poder
con mítines, asambleas, manifestaciones y huelgas frente al gobierno.
Discúlpeme… —comentó, dirigiéndose a Lina, que le escuchaba con la
mismaexpresióndeasombrodesdequehabíacomenzadoahablar—,¿la
estoyaburriendooturbando?
—Simplemente sorprendiendo. Parece usted un hombre muy
informado.
—Unhombreinformadoesunhombreconpoder.Ysiempretriunfará
sobreelqueprefierenoenterarsedeloquepasa.Noloolvidenunca.
Si necesitaban algo más para encontrar repulsiva aquella presencia,
acababan de escucharlo. Empezaban a hartarse de que aquel hombre les
dijeraunayotravezlascosasquenodebíanolvidar.NiLinaniSerguéi
entendieroncómohabíanmandadoaunhombretansoberbioparaintentar
convencerlosdequeregresarandefinitivamentealaUniónSoviética.Ano
serquequisieranconseguirtodolocontrario.
Además, al hombre fuerte del partido, gran conocedor de que la
informaciónerapoder,seleolvidóhablardelasesinatodelmiembrode
Politburó,SerguéiKírov,justocuandosunombresonabaconfuerzapara
secretario general del partido y empezaba a oponerse a algunas de las
decisiones de Iósif Stalin, quien aprovechó ese crimen para aprobar un
decreto que eliminaba las garantías de defensa en un proceso judicial,
abriendo la puerta a la proliferación de las famosas purgas durante el
periododelGranTerror.Seleolvidótambiénhablardelaexpulsiónde
León Trotski del partido, de la Unión Soviética y su exilio en Turquía y
Francia, del extraño suicidio de Maiakovski o de la detención y
deportación a los Urales del poeta ruso Ósip Mandelstam por recitar a
unosamigosunpoemasobreStalindondelomásgravequedecíaeraque
«aletealarisabajosusbigotesdecucaracha».ÓsipMandelstam,lejosde
acobardarse,recurrióalaácidaironíareconociendoqueenningúnotro
lugardelmundosevalorabatantolapoesíacomoenRusia,dondeincluso
fusilanalagenteporella.
Denadadeesoparecíaestarinformadoelenviadodelpartidoalacasa
dereposodelTeatroBolshóiconlamisióndeconvenceralosProkófiev
paraquefijaransuresidenciadefinitivaenMoscú.
A pesar de las señales, la idea del regreso iba tomando fuerza en
Prokófiev.Todoseprecipitabaensuinteriorconlamismaceleridadcon
queeljuevesnegrodel24deoctubrede1929enWallStreetarrojóala
ruina a las principales naciones mundiales, especialmente aquellas que
dependían de los préstamos estadounidenses. Y Francia no era ajena al
anunciado derrumbe. Las luces de París se iban apagando en una clara
señaldequelafiestaquehabíacomenzadoaprincipiodelosañosveinte
estabaapuntodeterminar.Todoindicabaqueelespectáculohabíallegado
a su fin. El ambiente se había enrarecido hasta el punto de que los
franceses, ahogados por la crisis de la que responsabilizaban a los
extranjeros por el tren de vida llevado en su país mientras ellos iban
directosalaruina,comenzaronamirarlesconotrosojos.
Todosparecíanobservarelmundoconotramirada.YProkófievnoera
una excepción. Quizá había llegado el momento de volver a casa. Por
supuesto, no era una decisión fácil ni mucho menos exenta de miedos y
temores. Pero no era la primera vez que se enfrentaba a una decisión
similar. Sintió lo mismo cuando decidió abandonar Estados Unidos para
instalarseenParís,ynosoloporlasconvincentespalabrasdeRubinstein,
queinsistíaenquelacapitalfrancesaeraellugardondehabíaqueestaren
aquelmomento,sinoporquelediolaimpresióndequeelpaísdelasmil
oportunidadesselehabíaquedadopequeño,lehabíaofrecidotodoloque
teníaparaélydebíadarunpasomásensucarreraartísticasinoquería
quedarse estancado, uno de sus grandes miedos como músico. Había
pensado mucho sobre ello, noches enteras de insomnio intentando dar
formaalamejordelassalidas.NosiemprelocompartíaconLina,porque
queríaestarseguroantesdehacercualquierpropuesta.Además,lasdudas
le martirizaban. Hasta entonces, cualquier cambio en su vida se había
saldado con éxito. ¿Por qué ahora iba a ser diferente? ¿Qué podría salir
mal?Lapreguntasonabarepetidamenteensucabeza.¿Porquénovolvera
casa?Todoelmundolohacíacuandolosgolpesarreciaban,almenos,los
queteníanlaoportunidaddehacerloyaélselaestabanbrindandodesde
hacía años. Le extrañó, por inesperada, escuchar la advertencia de
Stravinski,quenoentendíasusansiasporregresar:«Pero¿quévaahacer
alguien como tú en la Rusia de 1936 que no pueda hacer en París o en
cualquier lugar del mundo?». Pero él seguía con el mismo
convencimiento que le había llevado a declarar a The Music Courier de
NuevaYorkel18demarzode1920loqueseríalaesenciadeProkófiev:
«Creo en mis propias teorías operísticas. Aspiro siempre a la
originalidad,noquieroserotrobajoundisfraz.Quierosersiempreyo».
Nadadecíadelaesenciarusa.
Ya en París, hubo dos momentos que a Lina no le pasaron
inadvertidos. Los dos tuvieron como protagonista a Serguéi. Le extrañó
que después de una fiesta organizada en su casa del número 5 de la rue
Valentin Haüy, a la que acudieron los amigos de siempre, entre ellos
Rubinstein,Ravel,PoulencoStravinski,plantearaabiertamentesusdudas
sobreloburguésqueempezabanaresultarleesoseventos.Jamáslehabía
escuchadounadeclaraciónsimilar.Igualquenuncahabíasentidorechazo
por las cenas organizadas en casa, ya que siempre había disfrutado con
aquellas reuniones. Es cierto que desde que no estaba Diáguilev no
resultaban tan divertidas, pero no encontró que fuera suficiente motivo
paradespreciarlas.
No sabía si su marido estaba cambiando de idea o sencillamente se
encontraba más sensible ante la realidad soviética que sin duda alguna
contemplabaconotrosojos,ojosenlosqueseveíareflejadalaemoción
cuandosemencionabalamadrepatria.Unatardefueronaverlapelícula
LascampesinasdeRiazán.Enlasala,amparadoenlaoscuridadreinante,
Serguéi se conmovió al contemplar los típicos paisajes rusos,
especialmente durante una escena en la que aparecían los campos de
centeno.Linalesorprendióluchandocontralaslágrimasqueamenazaban
condesbordarsusojos.Lecostóentenderporquénohabíalloradoantela
muerte de Diáguilev o de Maiakovski y ahora lo hacía con la simple
contemplacióndeloscamposdecenteno.Perolasreaccionesemocionales
sonincontrolablesynosuelenresponderalalógica.Supoqueelregreso
alaUniónSoviéticaseríaantesdeloquepensaba.Dehecho,lapropuesta
fueesamismanoche.
—Pero a mí me gusta París —le dijo Lina al escuchar finalmente de
boca de Serguéi la propuesta de trasladarse definitivamente a la Unión
Soviética.
—Pero te gusto más yo… —Observó a su mujer. Estaba pensativa,
impresionadaporlanoticia,aunquenotantocomocreía,porquellevaba
tiempointuyendoloquepasabaenlacabezadesumarido.Nopodíanegar
que la propuesta le preocupaba. Una cosa era viajar a Moscú dentro de
unoscompromisosprofesionalespuntualesyotramuydistintafijarallísu
residenciadefinitiva.Serguéientendióquenecesitabadeciralgomáspara
borrar la turbación del rostro de su mujer—. Lo que quiero que tengas
claroesquesintubeneplácitonopiensodarunpasoparainstalarmeen
Moscú.Serácontigoonoserá.Túeresmimundo.Túylosniños.Esees
mi verdadero hogar, del que sé que no quiero salir, esté en el lugar del
planetaqueesté.Túdecides,Lina.Yseharáloquetúdesees.
Se enfrentaba a una responsabilidad demasiado grande. No es que le
asustaratomarunadecisión,perodebíatenermuchocuidadoporqueera
unpasodifícil.Laopinióndesumadrenopodíainfluirle.Lógicamente,
Olgapreferíatenerasuhijacerca,ademásdequehabíajuradounaymil
veces no volver nunca a Rusia. «Mamá, vendremos a verte. No vamos a
tener ningún problema para viajar. Es lo primero que les ha exigido
Serguéi a las autoridades soviéticas, la libertad de movimiento, y le han
asegurado que la tendremos». Pensó más en sus hijos, en cómo aquella
decisiónlescambiaríalavida.Loviocomoalgopositivo.Deesamanera
aprenderían el ruso definitivamente, lo que sin duda les serviría para su
futuro. Por momentos, Lina tuvo la impresión de que en vez de sopesar
los pros y los contras, intentaba encontrar justificaciones que la
reafirmaran en la conveniencia de ese viaje. Recordó la dureza en la
miradadeStalinenelteatroensuvisitadosañosatrásycómotuvoque
retirarlasuyadeaquellavisióndeacero.Perorecordóconmásfuerzala
emoción en la mirada azulada de Serguéi cuando contempló en la gran
pantalla los campos de centeno. Se fio más de su corazón que de la
intuiciónqueraravezlefallaba.
«NosvamosaRusia».
Recordaríatodalavidaaquelbesoprolongadoysinprisasqueledio
Serguéialescucharsuveredictofinal.Hacíamuchoquenolabesabacon
esaintensidad.Aquelloleconfirmóloimportantequeaquelviajeerapara
su marido y que su decisión había sido la acertada. Rezó para que fuera
así.
T ERCERAPARTE
MOSCÚ
Siemprepensabaunoquelaprimaveravolvería,igualquesabíaquefluiríaotravezel
río aunque se helara. En cambio, cuando las lluvias frías persistían y mataban la
primavera,eracomosiunapersonajovenmurierasinrazón.
Alfinvolvíasiemprelaprimavera,peroeraaterradorqueporpoconosfallara.
ERNESTHEMINGWAY
17
Moscúsehabíaconvertidoenunaciudaddesilencios.
UnsilenciodiferentealqueanhelabaSerguéicuandorechazóviviren
el apartamento que el partido le ofrecía en un edificio de la Unión de
Compositoresocupadoensutotalidadpormúsicosrusos.Élnecesitabael
silencioparaquelasnotasdelapartituradeRomeoyJulietasalieranala
luz, no podía componer escuchando la música de los demás, requería
independencia, soledad, un autismo profundo, tanto físico como mental.
Noqueríacomunasatestadas,reclamabaunterritoriopropio,ajenoatodo
ruido ambiental. En definitiva, exigía lo que le habían prometido una y
otravez:todaslasfacilidadesparacomponer.Laordenen1936eratener
contento al recién recuperado compositor Serguéi Prokófiev y se
cumplió.Almenos,aquellavez.
Se mudaron a una casa espaciosa y moderna en la calle Chkalov, una
adjudicaciónquesuscitómásdeunaenvidiayalimentónopocosrecelos.
Lo primero que hizo Lina fue ordenar insonorizar el estudio donde su
marido se encerraría durante horas para componer. El silencio se
convirtió en una obsesión para él, hasta el punto de que sus hijos tenían
queandardepuntillasporlacasacuandopapácomponía.Cualquierruido
podíadistraerleyhacerqueperdieralaconcentración.
A Natalia Sats le pareció divertida la forma en la que los pequeños se
movían por el apartamento como si fueran bailarines de un ballet ruso.
«Serían dignos del mejor montaje de los Ballets Rusos de Diáguilev».
Escucharelnombredesugranamigo,emocionóaLina.
—¿Estábien?¿Lahemolestado?
—No. Tan solo son recuerdos. Pero volvamos a su proyecto —dijo,
recuperando la compostura con la maestría y la rapidez con que solía
hacerloparaasombrodesumarido—.¿Unconciertopensadoparaniños?
Suenabonito,perocomplicado.
Natalia le parecía una mujer fascinante. Era una inquieta profesora de
músicaalaquesuamorporlaescena,inculcadoenparteporsupadre,el
compositor Iliá Sats, quien había creado la música del cuento El pájaro
azul, de Maurice Maeterlinck, y había trabajado con Meierhold y
Stanislavski, le había llevado a fundar el Teatro Musical Infantil. Natalia
era feliz trabajando para los niños y se le notaba. A Lina le impresionó
saber que estaba casada con Mijaíl Tukhachevsky, al que apodaban «el
Mariscal Rojo», uno de los mejores generales con los que contaba el
ejército de Stalin, y que en 1925, con tan solo veintidós años, se había
convertido en jefe del Estado Mayor del Ejército Rojo. Observándola
sentada en el salón de su casa, bebiendo una taza de té de vainilla y
departiendo con ella sobre su proyecto, en el que quería implicar a
Prokófiev, pensó que aquella enérgica mujer podía conseguir lo que se
propusiera, aunque solo fuera por la dulzura con la que lo planteaba. A
Linaleentusiasmólaideadequelosniñoscomenzaranaamarelteatroy
la música desde pequeños. Todavía recordaba la cara de entusiasmo que
mostró Sviatoslav cuando escuchó por primera vez a su padre en un
escenario.Queríaqueesaexpresiónserepitieraenelrostrodetodoslos
niñosy,sihabíaalguienquepodíaconseguirlo,eseeraSerguéiProkófiev.
—Convenzaasumarido.Séquesoloustedpuedehacerlo.
—Me otorga un poder sobre él que no tengo —comentó con falsa
modestia.
—Sílotiene,yustedlosabe.Poresohevenidoparahablarconustedy
noconél.
Leconvenció,nosinalgúnreparoinicialporpartedelcompositorpor
la acumulación de trabajo que tenía sobre la mesa. A Prokófiev solo le
llevócuatromesescomponerlamúsicadePedroyellobo.Queríaquelos
niños comenzaran a distinguir y diferenciar los instrumentos de una
orquesta sinfónica. Cada personaje llevaba aparejado el sonido de un
instrumento:Pedro,lacuerda;ellobo,latrompa;elabuelo,elfagot;los
cazadores,lapercusión;elgato,elclarinete;elpájaroseríalaflautayel
pato,eloboe.ALinaleconmoviólaobra.Nopudoevitarelrecuerdode
suabuelaCarolinacontándolefábulascuandoerapequeñaylofelizque
aquellosrelatoslehacíansentir.Leemocionóenespecialelpersonajede
Pedro, el niño que, recriminado por su abuelo por salir de casa y
exponerseaserdevoradoporunferozloboqueatemorizabaatodoslos
habitantes de la aldea, respondía que él era muy valiente, que no tenía
miedo y que podía vencer al lobo, aunque algunos de sus amigos no lo
hubieranpodidohacer,comoelpatoqueacabóenelestómagodelafiera.
Respiró profundamente intentando desterrar fantasmas que ofrecían
algunassimilitudesconelescenariogeográficoenelquevivían.«Essolo
uncuento.Soloeseso,uncuento»,pensó,sinpoderolvidarquealgunas
fábulassehacenrealidad.
Despuésdeescucharelsonidodeléxitoqueevidenciaronlosaplausos,
lasbuenascríticasylaproliferacióndecontratospararepresentarPedroy
elloboenotrosmuchoslugaresdelmundo,Prokófievvolvióaencerrarse
en su despacho, con la única compañía de su piano. A Lina le gustaba
sentarse ante la puerta de aquella habitación mágica y escuchar las
primerasnotasdelanuevacomposicióndeSerguéi.Entreaquellascuatro
paredeserafeliz,sesentíaseguro,fuerte,confiado,asalvodetodo.Tan
solo salía de allí para recibir amigos en casa o para acudir a algún
estreno.Disfrutabamuchodelencuentroconotrosartistasrusos,pintores,
músicos,actores,bailarines,directoresdecine,escritores,conlosqueen
algunasocasionescoincidíaenlascasasdereposoqueelpartidoponíaa
disposicióndealgunosartistasparaquepudierandescansarycomponer.A
laparejalegustabaconversarconelcompositorDimitriShostakóvich,la
famosa bailarina Galina Ulanova, el dramaturgo Aleksander
Afinoguénov,eldirectordeteatroAleksanderTaírovoeldirectordecine
SerguéiEisenstein,quienlepropondríacomponerlamúsicadelapelícula
Aleksander Nevski. Todos tenían el arte como bandera, aunque algunos
enarbolaban más otro tipo de gallardetes, por convicción propia o
impuesta,algoqueenlaUniónSoviéticademediadosde1930noadmitía
muchadistinción.UnodeelloseraelescritorypoetaBorisPasternak,por
elqueLinallegóasentirdebilidad,unaemociónyadmiraciónmutuaque
se traducía en eternas conversaciones colmadas de risas y confidencias.
Aquella relación se forjó auténtica y cercana y ni siquiera el paso del
tiempoconsiguióerosionarla.Ningunodeesosacercamientosprovocaba
loscelosdeSerguéi,queyaestabaacostumbradoaléxitodesumujerylo
entendíaconunmotivodeorgulloquelehacíasonreír.
AvecesLinateníalaimpresióndequesuvidasonabadiferenteacomo
lohacíaladelosdemás.LlegóapensarqueelcorazóndeSerguéilatíaen
ReMayor,comosuConciertoparaviolínnº1yeraasícomosonabasu
mundo,sussueños,sussecretos.TodasuvidasusurradaenReMayor.No
seequivocabademasiado.
Prokófiev era un experto en ignorar el ruido exterior. Esa sordera
discrecionalquizáevitóqueescucharaelecodelasprimerasnotasdeuna
melodíadeterrorquehabíaempezadoasonarenlaUniónSoviéticaese
mismo año y que hablaba de purgas, detenciones injustificadas,
deportacionesforzadasyacusacionesfalsas.
Stalin consideraba que los artistas, en especial los escritores y los
músicos,eranlosingenierosdelalmadelpueblo,ysilograbamanejarlos,
conseguiría también regenerar a la población. Emprendió una guerra
contraloquedenominóelestamento,losintelectualesytodoaquelartista
que no comulgara, no con los ideales revolucionarios, sino con su
proyectodedictadurapersonal.
Laprimerabatalladelagranguerracontraelestamentoselibróenla
tercerapáginadeldiarioPravda el 28 de enero de 1936, un día después
del estreno de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk, de Dimitri
Shostakóvich.IósifStalinacudióalestrenoysaliómuydisgustadoconlo
quehabíavisto,oconloquehabíacreídover.Quizáfuelaparteenlaque
semostrabasatíricamenteelpoderdealgunospolicíascorruptos,ocómo
Katerinaaparecíacomounavíctimadelsistemaqueencuentralasalvación
en el amor. Quizá fue la conmovedora escena del suicidio de Lady
Macbethcaminodelgulagoelactofinalenelqueuncorodeconvictos
representaba la sabiduría popular en plena época de purgas. Pero la
miradadeacerodeStalincondenólaobrayordenósuspenderla.Denada
sirvió que la ópera hubiera cosechado éxitos desde 1934 en Londres,
Estocolmo, Nueva York, Praga, Cleveland y Zúrich y que llevara ya
ochentaytresfuncionesenLeningradoynoventaysieteenMoscú.
Enenerode1936Serguéitodavíanosehabíaasentadodefinitivamente
enlacapitalmoscovita,perolosecosdeaquellainfamiaaúnresonaban,
aunque fuera en susurros. Ocupando una de las sillas del salón de los
Prokófiev,Shostakóvichaúnrecordabatemblorosocómoaquellamañana
de enero compró el periódico en la estación de tren que le llevaría a
ArjanguelskparadarunconciertojuntoalviolonchelistaViktorKubatsky,
y se topó con las seiscientas palabras del editorial del Pravda que le
cambiaron la vida. Y no solo de Shostakóvich, sino la de toda una
generacióndeartistasasícomoeldestinodetodounpaís.Habíacontado
laspalabras,unaauna,comosiconfiaraenqueencadarecuentoalguna
desaparecería.
—Desde ese día me acuesto vestido y con una maleta bajo mi cama.
Estoy seguro de que vendrán a buscarme una noche, cuando todos
duerman,comohacensiempre.
—Nohablesasí—leintentóconsolarLina,poniendosumanosobreel
brazo del músico, conquistado por un temblor que ni siquiera la
comprensión callada de sus amigos estaba logrando frenar. Pero resultó
inútil. Se alegró de que Sviatoslav y Oleg estuvieran en el colegio y no
oyeranlaspalabrasdelcompositor.
—Sientesmiedocuandoabresunperiódicoyleesqueeresunenemigo
delpueblo.Ynohayformadequepuedasaclararelentuerto,lamentira,
la difamación. Nadie quiere escucharte y no hay nadie que salga a decir
una frase en tu defensa, aunque sepan que la verdad está de tu parte.
Desde aquel maldito día no dejo de tener la misma pesadilla: miro a mi
alrededorytodoelmundotieneelmismoperiódico.Meestánmirandoen
silencio, y cuando trato de decirles algo, me dan la espalda. No me
escuchan. Eso sí que es realmente aterrador, que siendo músico no te
escuchen. Ese artículo ha cambiado mi vida —dijo, aceptando la taza
calientequeleponíaLinaenlasmanos.Viendoelestadoenelqueestaba,
se sintió ridícula al servirle una taza de café. Seguramente hubiera
agradecidoalgomásfuerte—.Nopuedoquitarmedelacabezalafrasedel
Pravda: «Se trata de un juego abstruso que puede terminar mal». Es una
sentencia de muerte. Me han condenado a la pena capital en vida. Estoy
muertoenvida,compañero.Perotediréalgo,Prokófiev,simecortanlas
manos,sostendrélaplumaentrelosdientesyseguiréescribiendomúsica.
¡Mimúsicaynolaqueellosquierenqueescriba!
—Nadie va a cortarte las manos. Es solo algo puntual —insistió
Prokófiev, que nunca había sido bueno en el arte del consuelo ni mucho
menosanalizandolarealidad—.Tienequeserlo.Todoestopasará.Espera
yresiste.
—¿Esquenoloves?—Estabanervioso,fueradesí,superadoporlos
acontecimientos, pero en especial por la ceguera del que había
considerado durante muchos años su maestro—. Hay personas,
compañerosnuestros,queestándesapareciendoynadiesabedóndeestán.
Aprovechanlanocheparadetenerlosynadievuelveasabernadadeellos.
Ytodoporquehanescritounpoemacuyosversosnosondelagradodel
PadrecitodeTodoslosPueblos,oporquelahistoriadesunuevapelícula
no le convence, o porque las notas de su nueva ópera le parecen
irrespetuosas hacia su persona. ¿Y tú me dices que resista, que todo esto
pasará?¿Cuándo?¿Cuandoestemostodosmuertos?
—Pero algo han debido hacer si los detienen. —La negación de la
realidad de Serguéi parecía más infantil que sospechosa de encubrir una
mínimadefensadelasaccionesdelrégimen.
—¡Porsupuesto!Siempreencuentranalgúncargoabsurdo,algúndelito
inexistentedelqueacusarlos.Lesdicenquesonenemigosdelpueblo,es
suexpresiónfavorita,esayquesonespías.Segúnellos,todaRusiaesuna
fábrica de espías. Les dicen que les han estado observando y han
comprobado que tienen tendencias capitalistas o demasiadas amistades
extranjeras, o que son contrarrevolucionarios porque han contado un
chistesobreStalinenlacocinadesucasa,hanhabladodeltestamentode
Lenin en una reunión de amigos o han escrito una carta a un familiar
criticandolanuevaconstituciónde1936dejandoclaroqueladictaduradel
proletariadonoibaaposibilitarladisolucióndelEstadopreconizadapor
LeninyporMarx.¿Ysabeslomejor?Quenonecesitanpruebas,porque
no las hay. Así que basta con su palabra, con su criterio, tergiversan la
realidad y la convierten en un delito del que acusarte. —Serguéi le
observabasinpoderpestañear.Empezabaasentirundolorpunzanteenel
pecho y la cabeza estaba a punto de estallarle, pero no era capaz de
interrumpir a su amigo—. ¿Sigues sin verlo? Dime, ¿qué es lo que he
hechoyoparaquemeconviertanenunrehéndeunsistemaquesiempre
he apoyado? ¿Cómo he pasado de ser un artista del pueblo a ser un
enemigodelpueblo?¡Mimúsicaeslamisma!¿Quéesesotangraveque
hecompuestoquepuedaentendersecomounaofensaaStalin?Porquede
esosetratatodo,decontentaralabestia.Hoyhanvenidoapormí,pero
mañanapuedenveniraporti.—Ledolíalaceguerayelsilencio,aunque
fuera pasivo, de Serguéi. Shostakóvich se dirigió a Lina—: Díselo tú,
quizáatitehagacaso.—Antesdeabandonarelapartamento,segiróhacia
suamigo—:¿Porquévolviste?¿Porquéjustoahora?
Se negó a que le acompañara hasta el portal. No quería que le vieran
conél.Alguienpodríacalificaresegestoprudentedemeraparanoia,pero
Shostakóvich había comenzado a presentir un ejército de sombras
cercandosuvidaysabíaporexperienciapropiaqueelpresentimientoera
la antesala de una realidad temida. Como les pasaba a muchos rusos, la
desconfianzacomenzabaapresidirsuvida.
LaUniónSoviéticaerauncontinuosusurrotenebrosocimentadoenel
miedo,laintrigaylasdelaciones,peroSerguéicontinuabasinescucharlo.
Solo le interesaba lo que salía de su piano y de su cabeza, y no siempre
aceptabadebuengradoloqueaflorabadelabocadesumujerintentando
advertirledeloquepasabaenlacalle.
—Lina,espolítica.Simplementeeso.Noesnadaquetengaquevercon
nosotros.Miconcienciaestátranquila.
—No,noespolítica.Esmiedo.Seestánllevandoapersonasdelasque
nosevuelveasabernada.Tienesqueabrirlosoídos,Serguéi,ytambién
los ojos. Tienes que empezar a observar lo que está sucediendo, aunque
soloseaportufamilia.
—Nosotrosnohemoshechonada.
—Ellostampoco.HacedosdíassellevaronaBoris,elvecinodeabajo,
conquienjugabasalajedrezcuandoDavidOistrachnoestá.Leacusaron
detraidor.¿Quépasarácuandollamenanuestrapuertaenvezdealade
Boris?
—Nosotrosestamosbien.Miracómoestámidespacho,¡hastaarribade
compromisos laborales! Me han encargado la Cantata para el vigésimo
aniversariodelaRevolución,voyagrabarparalaradiounosconciertos
delasromanzasqueacabodecomponerparalosversosdePushkin;estoy
ultimandolaóperaRomeoyJulieta;desdeelTeatroNacionaldeCámara
de Moscú Aleksander Taírov me ha propuesto participar en Eugenio
Oneguin, una de las obras que más admiro desde mi infancia; y Serguéi
Eisenstein tiene el proyecto de que yo haga la música para la película
AleksanderNevski…—ElrostrodeSerguéicomenzóaencendersedebido
a la irritación que le provocaba tener que convencer a su mujer de algo
sobreloquenisiquieraélestabaseguro,peroentendíaquedebíaestarlo.
Oalmenos,parecerlo—.TúestáscantandoenlaradiodeMoscú,tenemos
conciertosentodoelpaís.VasainterpretarElpatitofeoenlaSalaGrande
del conservatorio de Moscú. Reestrenamos en mayo Pedro y el lobo y
todavía se habla de su éxito. Tú misma me convenciste para aceptar la
propuesta de Natalia Sats para componerla, llevamos a nuestros hijos al
estreno.Yaséquedicenquefaltanvíveresenlastiendas…
—¡Esquefaltan,Serguéi!—levantólavozaprovechandoquelosniños
noestabanencasayolvidandolacostumbredehablarenvozbajaqueno
abandonarondesdesuprimeravisitaalHotelMetropolen1927.
—Tuneveraestállena.Todoslosdíasvieneunchicoconunaenorme
cestaparatraerteacasatodoloquenecesitas.Estánapuntodetraernosun
automóvilForddelosEstadosUnidos.Somoslaúnicafamiliaqueocupa
esta casa. Los niños van al colegio normalmente, Sviatoslav acude a un
colegioinglés.Dime,¿quédemoniostefalta?—preguntósinpoderevitar
laexaltaciónfinal.
—¡Falta lo más elemental de la vida y tú no paras de hablarme de
trabajo! —Lina corrió hacia él y abarcó su cabeza con sus manos—.
¿Escuchasalgodeloqueteestoydiciendo?Levantalavistadetupiano,
¡porDios!,yempiezaaescucharalgoquenosalgadetusmanos.¿Acaso
tecreesajenoaloquelehapasadoaShostakóvich?Pero¿dequéhablas
con David Oistrach cuando jugáis al ajedrez? Él se da cuenta
perfectamente de lo que pasa y, sin embargo, tú… Es imposible que no
hable contigo como lo hace conmigo. —Oistrach era un joven pero
reconocido violinista vecino de los Prokófiev en el edificio de la calle
Chkalov con quien le gustaba jugar al ajedrez—. Él también siente el
mismo temor. Fue él quien me contó aterrado lo de Boris. Tiene miedo
porsuesposaTamara.SabequelaspurgasdeStalinnoafectanúnicamente
al detenido, sino a toda su familia. Despierta, aunque solo sea porque te
admirayteconsiderasumaestro.
ElsilenciodeSerguéilainquietótantoquenopudocontrolarlarabia.
Le hubiese pegado, zarandeado, pero se conformó con dar un fuerte
manotazo en la mesa de su estudio que hizo volcar el recipiente de tinta
rojaqueOlegsolíautilizarparasusdibujosdelcolegiosobrelapartitura
enlaqueSerguéiestabatrabajando.Noprotestócomolohubiesehechoen
cualquier otro momento. Se quedó observando cómo la mancha roja
avanzabalentamentesobreelblancodesupartitura,ocultandoyhaciendo
desaparecer las notas escritas sobre los pentagramas. Eran los primeros
borradoresdelaCantataparaelvigésimoaniversariodelaRevoluciónde
Octubre.Nofuecapazdedecirnada.Selimitóaobservarcómosutrabajo
de los últimos días desaparecía bajo una fina pero envolvente nube de
colorrojo.
—¿Ves, Serguéi? Eso es la política de la que dices sentirte ajeno. Se
esparcesobretuvidaylacubre,laescondehastahacerladesaparecer.Y
cuando eso ocurre, no puedes hacer nada para detenerla. —Lina apenas
era capaz de controlar la agitación que sentía en el pecho—. Quiero
volveracasa.
—Estásencasa.
—Quiero volver a París, con mi madre. Está sola, enferma y no tiene
demasiadodinero.Laechodemenos.
—Antes solías echarla de más. —Guardó silencio durante unos
segundos. Sabía que no había estado bien en su observación, aunque lo
hubieradichoenuntononeutro,desconocidoenélcuandoseproducían
esetipodediscusionesentrelapareja—.Tambiénpuedevenirella.—Ni
siquiera se atrevió a mirarla cuando hizo la propuesta. Sus ojos
permanecían cautivos en la mancha roja que seguía extendiéndose
irremediablemente sobre la partitura, cubriéndola por completo hasta
borrartodosucontenido.
—Quiero salir de aquí mientras todavía estemos a tiempo. Y quiero
salirconmishijosyconmimarido.
NoerauncaprichodeLina.Sudecisiónnorespondíaaunarabietaoa
un ataque de inseguridad o turbación ante lo desconocido. No se dejaba
llevar por lo que contaban unos y otros, aunque eso ayudara a tejer su
precaución. Su miedo procedía de los sonidos de la noche que
amenazaban con romper el silencio en el que Serguéi parecía estar
cómodo para componer. Su insomnio lo provocaba la ansiedad de
escucharelruidodeunasbotasnegrassubiendoporlasescaleras,eldel
ascensordeledificiotrepandoporlospisoshastadetenerseenalgunode
ellos.Ydespuésesperar,paralizadaporelterror,aoírquétimbresonaría,
sobrequépuertaaporrearíanunosguantesnegrosconlaimpunidadmás
absoluta,ydequiénseríalavozquesuplicaríaypediríaexplicacionesen
vanosobreaquellairrupciónconnocturnidadygrandesdosisdealevosía
aleatoria.
Había noches que, amparada en la oscuridad y venciendo el temor, se
asomabaalaventanacuandooíaelmotordeuncochedetenersefrentea
lapuertadeledificio.Solíasersiempreunautomóvilnegro.Cadanoche
era peor. Porque si el día anterior se habían llevado al vecino de abajo,
habíamásposibilidadesdequelapróximavezletocaraalosquehabían
respiradotranquilosalsaberqueeltimbrequesonabanoeraelsuyo.Pero
para entenderlo había que asomarse a la ventana o escuchar detrás de la
puerta conteniendo la respiración. Había que abrir los ojos y prestar
atención.YSerguéisimplementedormíaasulado.Ycuandonolohacía,
trabajabaensuestudioinsonorizado,aisladodelmundo,delarealidady
delmiedo,convencidodequesinoloescuchaba,noexistiría.
A Prokófiev le seguían pesando las discusiones. Le desconcertaban, le
distanciaban de su música, dejaban en él una sensación de derrota, de
abatimiento.Estabacansadoy,cuandoesosucedía,sucuerposeconvertía
enunterrenominadopropensoaladepresión.
—Estábien.Solotepidounacosa:esperaunpoco.Todoestopasará.Si
enunosdíassiguespensandolomismo,nosiremos.Teloprometo.
Eltimbredelapuertasonó.Losdosquedaronensilencio.Linamiróel
relojquelehabíatraídoSerguéideCasablanca,adondehabíaidoadarun
concierto,yquedesdeentoncesvestíasumuñeca.Eraprontoparaquelos
niños volvieran del colegio. Insistieron e incluso dieron unos golpes
contundentes en la puerta. «¡Prokófiev!», alguien gritó al otro lado.
SerguéidistinguiólavozdeAleksanderTaírov.Apenaspudoreconocerle.
Surostroestabalívidoyparecíatenerurgenciaporsentarseenunasilla
pararecuperarelalientoybeberalgo.Linaleacercóunvasodeagua,al
tiempoqueeldirectordelTeatrodeCámaradeMoscúletendíaaSerguéi
un sobre con membrete del propio teatro. «Léela. No creo que yo sea
capazdehacerlounavezmás»,dijo,dandopequeñossorbosalvaso.
EraunacartadeltemidoComitéEstatalparaAsuntosdelArteenlaque
prohibíanlarepresentacióndelaobraEugenioOneguin.
—¿Sabes lo que eso significa? —preguntó aún entre jadeos por la
velocidadconlaquehabíasubidolasescalerasdeledificio,yaqueacausa
de la rabia y la ansiedad que el anuncio había dejado en él no había
utilizadoelascensor.
—Que no habrá representación —contestó Prokófiev, que todavía no
era capaz de entender el escrito que tenía entre sus manos y del que no
podíaapartarlamirada.
—Ojaláfuerasoloeso.—Taírovlemiró,yaconlarespiraciónmenos
agitada—.Acabodeconvertirmeenenemigodelpueblo.Tienesantetia
unodelosartistasformalistasquetantocondenaelpartido.¿Aquiénsele
ocurre hacer una nueva versión de la ópera que ya hizo Tchaikovski?
¿Quénecesidadhaydehacerversionesdealgoqueensudíayasediopor
bueno? —dijo, sin saber muy bien de dónde había sacado el sarcasmo
utilizadoenlaúltimafrase.
—Pero¿porqué?Nisiquierahanoídonada—preguntóSerguéi,sinser
conscientedequesuinocenciaavecespodíallegarairritar.
—He osado pensar en mi mujer, Alisa Koonen, para interpretar a
Tatianayenundirectordeescenapolaco.¿Cómosemeocurre,habiendo
directores soviéticos, contratar a un extranjero para representar el alma
rusa? —Taírov miró a Prokófiev. Había algo más. Para comunicarle la
suspensión del proyecto podía haberlo hecho por teléfono—. Van a
confiscartupartitura.Segúnelcontratoquefirmastehaceunosmeseses
propiedaddelteatro,porlotantolespertenece.
—¿Hablas en serio? —preguntó Lina, ya que su marido parecía no
poder asimilar lo que estaba escuchando y permanecía callado,
impertérrito,observandoaTaírov—.¿Puedenhacereso?
—Ysinopueden,loharándetodasformas—respondióeldirectorcon
unasonrisaamargaalescucharlaingenuidadconlaqueLinaleinterpeló.
Serguéientróensudespachoysalióconunospapelesenlamano.
—Toma.Noquieroquetengasproblemasporesto.
Taírov recogió la partitura, la guardó y miró a Prokófiev. Metió la
manoenelbolsillodesuabrigoylediounashojasquenoparecíantener
muchoorden.
—Son las notas de los actores del teatro. Es lo que han podido
recuperar de los ensayos. Pavel Lamm me ha dicho que podrá ayudarte
paravolveraescribirla,aunqueseguramentellevetiempo.
CuandoTaírovsefue,LinacorrióhaciaSerguéi.Necesitabaabrazarle,
hacerle entender que estaba con él y que aquello era tan solo un revés.
Pareció haber olvidado la razón de la discusión que mantenían instantes
antesdequesonaraeltimbreanunciandolamalanoticia.Eralaprimera
vezqueSerguéisesintióheridoporelfuegoqueconsiderabaamigo.Pero
lejos de aparentar flaqueza, siguió mostrándose fuerte. Aquel primer
contratiemponopodríaconél.NollevabasuficientetiempoenlaUnión
Soviética para mostrar derrotismo y aceptar como credo las voluntades
ajenas.
Encontró en el trabajo el mejor bálsamo para curar sus heridas y,
como de costumbre, tuvo en Lina a su mejor apoyo. Siempre a su lado,
inspirando su optimismo, dándole ánimos, avivando sus composiciones,
alimentandosussueñosdeunnuevoéxito.Ysiparaesoteníaquerelajar
su empeño en que Serguéi abriera los ojos y se enfrentara a la realidad
queselevantabaanteél,loharía.
Pero requería de una válvula de escape si no quería morir intoxicada
porlosgasescontaminantesdelaasfixianteatmósferarusa.Linaanhelaba
a alguien con quien poder hablar de lo que estaba pasando sin que eso
significara colocar una losa en la dolorida espalda de Prokófiev. Había
vecesquelonecesitaba.Noerafácilhacerloconélportemoradistraerle
e incluso preocuparle, lo que afectaría a su trabajo y a su salud. Los
ataquesseverosdemigrañashabíanvueltoysutensiónarterialsolíaestar
bastanteelevada,loquenoleveníabienasusaludcardiaca.Sinembargo,
Lina necesitaba verbalizar su miedo, no podía hacer como Serguéi, que
prefería despreciarlo, taparlo, esconderlo, relegarlo al olvido y a la
indiferencia.Sinoloreconocía,noexistía,siloignoraba,dejaríadeser
unproblema.
—Empiezoatenermiedo—leconfióasuamigoVsevolodMeierhold,
queseconvirtiódurantemuchotiempoensufielconfidente—.Miroami
alrededor y no veo el país que nos recibió en 1927. Es como si
sospecharan de todos, como si todos fuéramos culpables de algo y ni
siquierasepamosdequé.Oigotantashistorias…
—Estodomuycomplicadodeexplicar.Yomismoestoysufriendosus
ataques. Me acusan de formalista, descalifican mi trabajo, me dicen que
peco de individualista. Antes el enemigo era el trotskismo, ahora es el
formalismoyelnaturalismo.Todoestácambiandodemasiadodeprisa.Y
nada tiene sentido, nada tiene lógica. ¡Desde cuándo ha tenido lógica el
terror!
—¿Yporquénotevas?YoselodigoconstantementeaSerguéi,pero
medicequeespere,queestopasará,queessolopolítica.
—Mimujer,Zinaida,medicelomismo.Peroyonoquieroirme.Esmi
país,esmitierra,eramirevolución.Heluchadoporella,hedefendidolos
idealesrevolucionariosquesesuponedefiendenellos.¿Porquétengoque
irmesisoyunodelossuyos?
—¿De los suyos? ¿Y no eran de los suyos Grigori Zinoviev y Lev
Kámenevyotroscatorcedirigentesbolcheviquesalosquenodudaronen
arrestar,abrirlesunprocesojudicialpúblicoycondenarlosamuertepor
haberorganizado,segúnellos,unaconspiraciónterroristaparaasesinara
los miembros del Politburó? Todos eran revolucionarios, miembros del
Politburó:KámenevfueelprimerjefedeEstadodelestadosoviéticoruso,
Zinoviev era amigo de Lenin, aunque fuera uno de los mayores
competidores de Stalin para hacerse con el control del partido… ¡Cómo
vasaencontrarlalógicaquebuscas!—Linasereferíaalprimerodelos
procesos públicos celebrados en agosto de 1936 contra altos
representantes bolcheviques. Y aún habría más dirigentes del partido
ejecutados como Georgi Piatakov, Nikolái Krestinski, Karl Radek o el
propio Nikolái Bujarin, el que fuera principal ideólogo de la Nueva
Política Económica, que pagó cara su oposición a la colectivización
agrícolaforzadaordenadaporStalin,alseracusadodeintentarungolpe
de Estado contra el gobierno. La mínima disidencia u oposición ante
cualquier medida del líder soviético se pagaba con la muerte, aunque
viniera de sus propias filas, de su propia familia o de su entorno más
íntimo—.Ylopeoresquetodosconfesaronserautoresdelosdelitosde
los que les inculparon: organizar centros terroristas para derribar al
gobierno soviético, asesinar a sus dirigentes, restaurar el capitalismo,
colaborarconnacionesenemigascomoAlemania…Esunalocura.
—Es todo una farsa, pura propaganda. ¿No escuchaste a Stalin en su
discurso de hace unos meses, diciendo que quería estrechar la alianza
entreelpueblollano,elsimplemilitante,elportadordelasoluciónjustay
que quería hacerlo denunciando a dirigentes del partido, «señores
satisfechos de sí mismos que por su actitud inhumana producen
artificialmente cantidad de descontentos y de irritados que crean un
ejércitodereservaparalostrotskistas»?—LinaobservóqueMeierholdlo
estabarecitandodememoria.Sepreguntócuántasveceshabríatenidoque
leer aquel discurso de Stalin de marzo de 1937 para memorizarlo de
aquella manera—. Es exactamente igual a lo que hizo en 1930, cuando
publicó su artículo «El vértigo del éxito» en el Pravda criticando y
regañandoalosfuncionariosdelpartidoporsuexcesodeceloalahora
de llevar a cabo la colectivización de las tierras, de las granjas y del
trabajo de los campesinos que él mismo había ordenado y seguía
ordenando.¡Cabemayordescaro!
—¿Sabes lo que he pensado muchas veces? —le confió bajando aún
máseltonodesuvoz—.QueStalinseinspiróenHitleryensuNochede
losCuchillosLargosparacomenzarlaspurgasensupropiopartido.No
memiresasí,serántodoloenemigosquequieras,seodiarán,sedesearán
lamuertetodoslosdíasdesuvida,peroenelfondosoniguales,cadauno
en un extremo de la baraja, pero actúan de la misma manera dictatorial,
autoritaria,personalista.Dosiluminados,dossalvadoresdelapatriaque
nosecansandepisotear.—Selevantóparairapormáscaféalacocina.
Cuandoestabatannerviosa,elténolesentababien.Ypreferíaquelacasa
olieraacafé—.Hitlerseproclamójuezsupremodelpuebloalemán.¿Te
recuerdaaalguiendesimilarpersonalidadinstaladoenelKremlin?
Linainterpretabaesasconversacionescomopequeñoslujosdelosque
no solía disfrutar desde su llegada a Moscú. Se entristeció por no haber
valoradomáslalibertadparahablardecualquiercosadelaquedisfrutó
durante toda su vida. No pudo evitar recordar sus conversaciones con
Hemingway, Chanel, Picasso, Rubinstein, Rachmáninov, Ravel,
Radiguet…LoquedaríaahoraporacudirunsábadoacasademissStein
o por sentarse en la terraza de un café parisino para charlar con Jean
Cocteausintenerquebajarlavoznimirarsobresuespaldaporsialguien
la observaba. Qué fácil era apreciar las cosas una vez perdidas mientras
resultaba tan difícil hacerlo cuando se entendían como un derecho
asumido. Los ojos se le humedecieron. Gracias a Meierhold había
recuperadounapartedelaesenciadeesalibertad.
Aquellatardeeldirectordeteatrosehabíaacercadoacasadelacalle
Chkalovporalgomuydistinto.QueríahablarconProkófievdeunanueva
ópera,SemiónKotkó.
—¿DóndeestáSerguéi?—preguntóaLinacuandoregresódelacocina
conunanuevateteradetédevainillaparaélyuntazóndecaféconleche
paraella.
—No tardará. Tenía una reunión con las autoridades musicales. Creo
que querían verle. Y que estaría Viacheslav Molotov en la reunión —
comentócontotalnormalidad.
—¿ElpresidentedelConsejodelosComisariosdelPueblodelaUnión
Soviética, el primer órgano ejecutivo del país, está reunido con tu
marido? —preguntó incrédulo Meierhold. No debería extrañarle. Él
también guardaba una buena relación con él, aunque desde hacía un
tiempolascosashabíanempezadoacambiar—.Todavíarecuerdocuando
en1923meentregóeldiplomaalArtistadelPuebloenelTeatroBolshói.
¿Yporquéquierenverle?
—Esporlacantataqueestácomponiendoparaelvigésimoaniversario
de la Revolución de Octubre. Supongo que quieren verla y escucharla.
Tienenprevistosmuchosactos,ycomoyaseacercalafecha,leshabrán
entradolasprisas.
Nohabíaacabadolafrasecuandoescucharonelruidodelacerradura
de la puerta. Era Serguéi. Estaba visiblemente enfadado, fuera de sí. Ni
siquiera fue capaz de quitarse el abrigo. Algo había pasado y no tenía
fuerzasparaverbalizarlo.Hastaquefinalmenteloconsiguió.
—No van a incluir mi cantata en la celebración del aniversario de la
revolución.—Elgestodeasombrofuegeneralizado—.Consideranpoco
menosqueunablasfemiaquehayaincluidofrasesdeLeninenlaobra.¡A
versiahoraresultaquenotuvonadaqueverconlarevolución!Peroamí
no me engañan. Yo sé perfectamente lo que les ha molestado. Lo sé tan
bienqueleshepropuestoincluiralgunafrasedeStalinaversiconesose
calmaban.
—¿Peroquiéntelohadicho?¿Quéhapasado?—quisosaberLina.
—Prácticamente el gobierno en pleno. Teníais que haberles visto.
Inclusohahabidounimbécilquehallegadoadecirquemicantataesla
músicaclásicamenosclásicaquehaoídoensuvida.¡Asaberquémierda
de música ha escuchado ese! —El tono de su voz iba subiendo en
decibelios,ytantoLinacomoMeierholdleconminaronabajarlavoz—.
Los únicos que me han apoyado o al menos han pedido que me dejaran
componer con libertad han sido Viacheslav Molotov y Mijaíl
Tukhachevsky,elMariscalRojo.Increíble.Verparacreer.
—¿ElmaridodeNataliaSats?—preguntóLina.
—Siquieresquetedigalaverdad,yocreoquemehaapoyadoporeso,
porque acepté el encargo de su mujer de componer Pedro y el lobo.
Pensándolobien,esloqueteníaquehabercompuestoparaelaniversario
delarevolución,aversiesolessonabaamúsicaclásicamenosruidosay
quizáalgomásexplícita.Aunquedudoquesuinteligencialespermitiera
entender nada. Lo pueden tener delante, prácticamente comiéndoles, que
noseenterarándenada.
—Bajaeltono,porfavor.Alguientepuedeoír.—Laaseveracióndesu
amigohizoqueamboslemiraran.Nonecesitabanmáspresiónyaquella
insinuacióndequehubieraenlacasaoídosajenosgraciasalatecnología
delespionajecontribuíaaello.CuandoMeierholdcomprendióloquesus
palabrashabíanprovocadoenlossuspicacesoídosdesusamigos,intentó
remediar el impacto—. Me refiero a los vecinos, por Dios, vamos a
tranquilizarnosunpocoyamirartodoestoconperspectiva.
El sonido del timbre les sobresaltó como si un avión acabara de
estrellarse en la puerta de su casa. Los tres clavaron su mirada en ella,
como si con eso fueran a saber quién se encontraba al otro lado. Se
estremecieron más por la naturaleza de la conversación que estaban
manteniendoqueporlaidentidaddequienpudieraestaralotroladodela
puerta. O quizá por todo a la vez. ¿Quién podía ser? Por fin escucharon
unavozenelexterior.
—Mamá, soy yo. Ábreme. —Era Sviatoslav, lo que hizo que todos
recuperaran el hálito robado durante unos eternos instantes. Lina le
observó en silencio. No hizo falta que expresara con palabras el
desconciertoqueleprovocabaverasuhijoencasaenhorariolectivo.Su
expresiónlodecíatodo—.Hancerradoelcolegio.—Tresparesdeojosse
lanzaron sobre él en una clara muestra de requerir más información—.
Handetenidoalospadresdetodoslosalumnos.Comosonextranjeros…
—dijoconunapasmosanaturalidadamododeexplicación,seguramente
lamismaquelehabríaescuchadoaalgúnresponsabledelcentro—.Yme
han dicho que me fuera a mi casa. —De su espalda salió, sin que nadie
hubiera advertido su presencia hasta entonces, el pequeño Oleg—. He
pasadoaporelenano.Noséporqué,creíqueeralomejor.
Oleg parecía encantado con la decisión de su hermano mayor. No le
gustabansucolegionisuscompañeros.Lellamabanhijodecompository
esolehacíasentirsediferentealresto.Apesardesucortaedad,notardó
muchoencomprobarquelodiferentesolíaacarrearproblemas.Losotros
niños se burlaban de él porque su ruso no era demasiado bueno y no se
cansabandeimitarsuconfusiónalahoradepronunciarciertaspalabrasy
elbailedeletrasquealgunasvecesresbalabanensuboca.Noteníamuy
clara la diferencia sonora entre la letra l y la r. Claro que tampoco le
parecíatanimportante.Élpreferíadibujar,laúnicadiferenciaqueparecía
importarle era la cromática y no entendía por qué los demás no lo
considerabandelamismamanera.
Al tiempo que Lina instaba a sus hijos a entrar en casa y cerraba la
puerta de la vivienda, escuchó cómo Serguéi hacía lo propio con la del
despacho.DespuésdeunossegundoscomenzóasonarsuConciertopara
piano nº 2, una de las composiciones más difíciles de ejecutar, incluso
para los pianistas más experimentados. Sentada en el suelo, junto a la
puerta del despacho, pudo escucharla entera. Incluso el más perfecto
aislamientoacústicodejaescaparalgúnsonido.Aveces,resultaimposible
amortiguarlavida.
18
—¿Quésucederádetrásdeaquellasventanas?
Linanopudoevitarunescalofríoalpasarpordelantedeaquelenorme
edificio de granito de color gris oscuro. La Lubianka se alzaba
amenazanteenlaplazaDzerzhinski.Nadienecesitabasaberqueocupabael
número 2 de la calle Lubianka Bolshaia porque todos conocían su
emplazamientoexactomejordeloquehubiesendeseadonunca.Igualque
había personas familiarizadas con el número 22 de la calle Kuznetski y
con el execrable patio que ensamblaba Kuznetski Most, allí donde ella
habíaidotantasvecesaveralgunaexposicióndelaUnióndePintores,y
la calle Pushechnaya, donde las bocas acalladas por el miedo iban a
preguntar por un padre, un marido, una madre, una hija o un hermano
desaparecido. Antes de acceder a la galería para disfrutar de la última
exhibiciónpictórica,Linanoacertabaaentenderdedóndeveníaelintenso
olor a cebolla y ajo que desprendía aquel lugar. Todavía tardaría en
averiguarlo.
Contemplaba el portón negro de la entrada de la Lubianka desde la
ventanilla del coche que les conducía a casa después de una cena en el
domicilio de Aleksander Afinoguénov. Le pareció macabro que aquel
edificio hubiera sido sede de varias compañías de seguros, una de ellas
llamada El Ancla, durante la época zarista, antes de la revolución
bolchevique. Las contradicciones en aquel país seguían resultándole
insidiosas. Aquella mole de piedra ejercía sobre ella una especie de
hipnosisespeluznantequeletransformabalaexpresión.Noentendíacómo
apocosmetrosseerigíaeleleganteTeatroBolshóiolascúpulasdoradas
delKremlin,mientrasaqueledificio,sededelcuartelgeneraldelapolicía
secreta soviética, el entonces Comisariado del Pueblo para Asuntos
Internos y antigua Checa, ofrecía una imagen lúgubre que lograba
estremeceralmásvaliente.Lehabíancontadoquelaprincipalcárceldela
ciudad ocupaba la planta sexta, que el despacho del director del NKVD
estabaenlatercerayquelasceldasseagolpabanalolargodelaplanta
baja. Su imaginación tejía un laberinto de pasillos, calabozos, oficinas,
pasadizos secretos por los que caminaban los detenidos como sombras.
Peroeranlasventanasloquenopodíadejardeobservar.Esaspequeñas
puertas a lo desconocido, los ojos de un enorme monstruo que
contemplabainsidiosamentelaciudadparaasegurarsedequenadiemirase
dondenodebía.Leintrigabaloquesucedíatrasellas,aunqueenrealidad
noquisierasaberlo.«¿Quésucederádetrásdeaquellasventanas?».Lavoz
deSerguéiintentódisiparsuinterésinútilmente.
—Nadaquedebapreocuparte—respondióSergéi.
—¿Porquésiempreestánlaslucesencendidas?—Lellamólaatención
el tono amarillento de aquella luz. No era blanca, no era clara, parecía
huirdetodaintencióndeiluminarcuantopasaraensuinterior.Eraunaluz
enferma,temblorosa,raídayartificial,comolavidaquesucedíadentro.Y
aveces,eraquebradaporsombras,siluetasanodinasdeformadasporun
reflejosucio,oscuro,amarronado—.Dicenqueesahídondellevanalos
quedetienenydondeacabanlosquedesaparecen.
—Sinohashechonada,notienesporquéacabarallí.
Linalemiró.Nosabíasisumaridopecabadeinocenteodesuperficial,
pero no le gustó aquella respuesta y mucho menos el tono empleado,
dirigidoúnicamenteaquesumujerabandonaraeltemadeconversación.
ASerguéinolegustabahablarenloscochesconchófer,losconocierao
no,aunquefueraentremurmullos.Elsusurroeraelnuevoidiomaquese
hablabaenMoscúyelaprendizajedelanuevalenguafuerápidoentrela
sociedad.Unacosaesquenoquisieratenermiedoyotramuydistintaque
nolotuviera.Además,esanocheparecíatenersumenteocupadaconotros
asuntos. Hizo amago de compartirlos con ella cuando la voz del
conductor,hoscayprofunda,lessorprendióaambos.
—DicenqueeseledificiomásaltodeMoscúporqueyadesdeelsótano
sedivisaperfectamenteSiberia.
Losdosavistaronlosojosdelchóferreflejadosenelespejoretrovisor.
Parecían no tener movimiento ni expresión, sin vida. Ni un ligero
pestañeoperturbósuvisióndespuésdelcomentarioqueacababadehacer,
como si ni siquiera notara la presencia de los viajeros que ocupaban la
parte trasera. En ningún momento se desviaron de los adoquines del
pavimentohastaelpuntodehacerlespensarsirealmentehabríasidoélel
autor de la macabra acotación. Si era una broma, no tenía gracia. Al
menosnoleshizoninguna.
Lina prefirió escuchar esas otras cosas que ocupaban la cabeza de
Serguéi,quetampocolesonaronnadahalagüeñas.
—No vamos a poder pasar juntos las vacaciones de verano. No hay
plazas suficientes en la casa de reposo de Kislovodsk. Estoy intentando
reservarteunahabitaciónenalgúnhotelcercanoenlaciudad.Hehablado
conlosresponsablesdelHotelInturist.Noestámuylejos,adiezminutos
andando.—Linaleescuchabasinpoderasimilarloquesumaridoledecía.
SabíaqueKislovodskeraeldestinopreferidoporlosartistasalosqueel
partido facilitaba pasar el periodo estival para que pudieran trabajar sin
ser molestados. Por eso muchas veces no se preocupaban de reservar
plazasparalosfamiliaresquesiemprepodíanrepresentarunadistracción
—.Peronopasanada.Yaveremoscómoloarreglamos.Siempreestála
posibilidad de que pases unos días en Sochi. A ti te gusta el mar y los
niñosselopasaránmejorallí.
Linadejódeoírelrestodelaexplicación.Sehabíaquedadoenlafrase
nopasanada.Estabaenelpaísenelquepasabatodoperonuncapasaba
nada. No es que tuviera algún interés especial en disfrutar de la ciudad
balneariosituadaenelCáucasoNorte,dondelavidaleparecíamonótona
alnoencontrarmásactividadesquelosbañosensusmanantialestermales,
los paseos por el campo, los torneos de tenis, las partidas de ajedrez y
alimentarseconunacomidamáspropiadeunadietahospitalariaquedeun
lugar de descanso. Pero nunca había pasado las vacaciones lejos de su
marido, a no ser que el trabajo le hubiera obligado a ello. Estarían
separados por seiscientos kilómetros de distancia por carretera que les
llevaríaunasdiezhorasdeviajesicualquieradelosdosdecidiesevisitar
alotro.Noparecíamuyalentador.
Alllegaracasa,losniñosyaestabanacostados.Linaseguíasinhablar
para evitar una nueva discusión. Serguéi pensaba encerrarse durante un
par de horas para trabajar en algunas partituras aunque sin intención de
que sus manos acariciaran el piano. Los niños dormían y los vecinos al
menoslointentarían.Noeranhorasparahacersonarlamúsica.
El semblante cincelado por el miedo de Frosia, la mujer que solía
cuidar de Oleg y Sviatoslav y que también cuidaba de la casa, no pasó
inadvertidoaningunodelosdos.
—¿Qué sucede? —preguntó Serguéi mientras sus ojos recorrían la
estanciacomosibuscaranelmotivodeaquellafisonomíaalterada.
—Frosia,habladeunavez.—Linaadorabaaesamujer.Noerasolouna
empleada más. Desde el primer día encontraron la una en la otra una
aliada en la que poder confiar, algo inaudito en una tierra sembrada de
traicionesydelacionesinfundadas.Seentendíaninclusoenelsilencioylo
hacíanconlamirada.Poresoleinquietótantolaexpresióndesurostro.
—¿No se han enterado? —Serguéi y Lina tuvieron que acercarse aún
másalamujerporquesuvozapenaspendíadeunhiloqueapuntoestaba
de quebrarse—. Han matado a Mijaíl Tukhachevsky. Me lo ha dicho mi
hijo, Vasili, ya saben que trabaja en las oficinas —dijo a modo de
justificación. Siempre que lo hacía, remarcaba lo de las oficinas de la
Lubianka, como si se sintiera culpable o portadora de algún tipo de
deshonra,comosituvieraquedisculparseporellugardondetrabajabasu
hijo—.FuedetenidohaceunosdíasporagentesdelNKVDytrasladadoa
laLubianka.Hoylejuzgaronyhasidoejecutadodeinmediatoalasonce
delanochejuntoaotrossietealtosmilitaresdelejército.
—Pero Natalia no me dijo nada de que estuviera detenido. —Lina
repitió el nombre un par de veces más. «Natalia. Natalia». No podía ni
imaginarloqueesamujerestaríapasandoenesosmomentos.
—No es algo que suela decirse. Dudo que ni siquiera a estas horas
conozcalasuertedesumarido—apuntillóFrosia,quenoqueríainsistir
enquelainformaciónleveníadesuhijo.
—Tengo que ir a verla. Debo contárselo —dijo Lina sin pensar,
dirigiéndosealapuerta.
—Túnovasaningúnsitio—leordenóSerguéienuntonoseveroque
logrófrenarlaenseco—.¿Estásloca?¿Hasvistolahoraquees?Porno
hablarde…
—¿Dequé,Serguéi?¿Pornohablardequé?—Ledoliólamiradadesu
marido,seguramentetantocomoleestabadoliendoaél.
Frosiaintentómediar,comosolíahacerycasisiempreconéxito.
—Sumaridotienerazón.Ahoranodebeiraningúnsitio.Noesseguro,
niparaustedniparaNataliaSats.Pornohablardeloquepodríasucederle
amihijosiseenterandequehasidoélquienhadadolainformación.
—Y usted tampoco debería irse. Es demasiado tarde —le recomendó
Serguéi.Frosiacontabaconello,yaquehabíadeclinadovolveracasacon
su hijo cuando había acudido a buscarla como hacía cada noche, para
podercontárselopersonalmentealosProkófiev.SabíaqueLinaeramuy
amiga de la mujer de Mijaíl Tukhachevsky y consideraba un deber
decírselo, teniendo en cuenta lo bien que siempre se había portado con
ellos—. Será mejor que pase la noche en casa —le ofreció Serguéi, que
habíaempezadoaquitarselachaqueta.Linanopodíahacerlomismocon
su abrigo. Estaba helada, podía sentir cómo en su cuerpo empezaba a
instalarseunaescarchacortantequelaenvolvióenuntemblor.Sumarido
le sirvió un taza de té caliente que aceptó de buen grado, aunque algo
menos de lo que apreció el abrazo con el que intentaba detener su
convulsión corporal. La besó en la frente y sostuvo su mirada durante
unosinstantes.
—Yasabesloquepasadetrásdeesasventanas.
Sabía muchas cosas que hubiese preferido no saber. Las órdenes del
Politburó y del propio NKVD a las autoridades locales y regionales,
muchas de ellas realizadas a través de telegramas o simples llamadas de
teléfono,fijabancuposdedetenciones,deprocesosjudicialesrápidos,sin
garantías,celebradosentribunalessinexperiencia,restaurandoinclusolas
troikasutilizadasdurantelaguerracivilrusaparajuzgaralosenemigosy
condenarlos a muerte, donde la venganza solía sustituir al imperio de la
ley. Se estipuló un número mínimo de ejecuciones, deportaciones y
trabajosforzadosque,segúnlaferocidadrepresoradelosquemandaban,
podíainclusoversesuperado.Habíaquecumpliresecupoynoimportaba
siparaesotendríanquementir,falsearloshechos,cobrarsevenganzaso
recurriralaspropiasfilas.«Noacabanenlacárcelnienloscamposde
trabajo los enemigos, los adversarios, los contrarrevolucionarios, sino
losverdaderosbolcheviques,losmiembrosdelpartido.Leninhoyestaría
en la Lubianka y Marx estaría muriendo en un campo de Siberia»,
comentabaFrosiaenvozbajacuandoLinayellaestabansolasenlacasa.
Enparteporloquelecontabasuhijo,enparteporloqueveíaella.Enlos
archivos secretos guardados en las oficinas del NKVD, un grupo de
oficiales trabajaban mañana, tarde y noche para contabilizar el terror y
convertirlo en simples números. Y no se registraba todo. No habría
tiempo ni disposición humana para hacerlo. «En definitiva, ¿a quién le
importa?Además,tampococonvienequeestainformaciónllegueamanos
denadie,ysialgúndíallegara,larevoluciónagradeceráquelosdatosno
sean los correctos», solían decir algunos dirigentes del partido con la
anuencia de los jueces. Esos archivos hablaban de más de un millón y
mediodepersonasdetenidasenapenasunaño,delasquecasisetecientas
mil fueron condenadas a muerte. «No redondeemos las cifras. Cada
número es un nombre y un apellido, y toda una legión de familiares y
amigosquevendrándespués.Entre1937y1938,elNKVDhadetenidoa
1.575.259personas,delasque681.692fueronejecutadas».Asísonabala
vozdeVasili,quesolosequebrabacuandosuperabaelumbraldesucasa.
El hijo de Frosia era uno de esos oficiales, siempre serio, rígido,
disciplinadoytratando,enunconatodemantenerlaintegridad,dequelas
cifras que desfilaban por su retina como un ejército de hormigas no
llegaranasucerebroconvertidasenhistoriasreales,protagonizadaspor
personas de carne y hueso, con familia, con sueños, con ideales. Su
condición humana le impediría soportarlo. Debía industrializar sus
sentimientos, maquinizar sus emociones, convertirse en un simple
contabledelarealidadynoenunnotariodeimpresiones.Susojosysu
cabeza debían ser impermeables, pero cuando llegaba a casa y se
encontraba con su madre, se desprendía del barniz impenetrable y el
hombredegestoadustoseconvertíaenunniñodeexpresióntaciturna.El
pesodelainfamiaquetranscribíamecánicamentecadadíaensumesade
lasoficinasdelaLubiankasedesmoronabasobreél.«Noséquéesloque
quieren. No entiendo hacia dónde van. Todos podemos ser culpables en
cualquiermomento,encuantoalguiendecidaemitirunaordendearresto
contranosotros,inclusocontralosqueredactanesaordendearresto.Es
unaauténticalocura».
A los pocos días, desobedeciendo los consejos de Serguéi, Lina fue a
ver a Natalia Sats. La directora del Teatro Musical Infantil se mostró
sorprendida por su visita. Sinceramente, no la esperaba. Fue ella misma
quien le puso al día de lo que había sucedido. Su marido ya sabía que
desconfiaban de él. Poco importaba que fuese uno de los mejores
generalesconlosquecontabaRusiayelpropioStalin,yquesujuventudy
suvalorhubieranservidoparamodernizarelejércitosoviético.
—Desdeprincipiosdeañosabíaqueexistíauninformeconsunombre
enelqueseleacusabadeplanearelderrocamientodeStalin.Selohabía
entregado un general del Ejército Blanco que residía en París a los
serviciossecretosnazis,aReinhardHeydrich,elsegundoenelmandode
lasSSdeHeinrichHimmler.Recuerdoperfectamentesunombre,Nikolái
Skoblin.Estodotanabsurdo,¿cómopudierondarporbuenouninforme
elaborado por su enemigo en la guerra civil rusa? Pero Mijaíl era el
blanco perfecto para elaborar una mentira que hiciera sospechar a los
agentes del NKVD: viajaba mucho a Alemania, a Londres y a otros
muchos países extranjeros. ¡Pero era porque Stalin le mandaba allí para
elaborar informes! —Natalia intentó que la emoción no le venciera y,
aunqueleresultabacomplicado,logrócontenerla—.Heydrichselopasóa
Hitler, que vio la oportunidad perfecta para debilitar al Estado Mayor
soviético a través de una información falsa. Pero ellos no podían
entregárseloalosrusosporqueeranenemigosysabíanquenosefiarían.
Así que provocaron que la información llegara a los servicios secretos
checos, que no tardaron en ponerla en conocimiento del presidente de
Checoslovaquia. Sabían que era amigo de Stalin y que no tardaría en
enviársela.EsosdocumentosllegaronenmayoalasmanosdeStalin.Yya
nadie pudo pararlo. Alguien se lo contó a Mijaíl. Le advirtió de que
tuviera cuidado, que iban a por él, que las sospechas de que lideraba un
complotcontraelrégimenestalinistaerancadavezmásfuertes.Peroélno
quisocreerlo.—Nataliayanopudoreprimirelllanto.
—Notienesporquécontarmenadamás.Tranquilízate,porfavor.Esto
no te hace bien. No necesito que me des explicaciones. Sé perfectamente
quiéneratumaridoyquiénerestú.
—Yo sí necesito contarlo. Quiero hacerlo. No voy a permitir que me
callen,quenopuedanicontarcómohanasesinadoamimaridodespués
de servirles toda la vida. —Bebió un poco de agua y continuó—: Le
detuvieronyletorturarondurantevariosdías.Imagínatecómoseríanlas
torturasparaqueconfesaraquehabíasidoreclutadoporunagentealemán
en 1928 y que estaba conspirando junto al secretario general del comité
ejecutivo del partido y casualmente enemigo de Stalin, Nikolái Bujarin.
¿Te lo puedes creer? ¡Después de lo que ha hecho por su país, por la
revolución,porelpartido,porStalin…!Yleejecutancomoaunperro,de
noche, de un tiro en la nuca, y tiran su cuerpo a una tumba anónima. Ni
siquieramehandichodóndeestá.
—Intentaremos hacer algo para averiguarlo —mintió Lina. Sabía que
lossecretosdelaLubiankaseenterrabanavariosmetrosbajoelsueloy
secubríanconunagruesacapadecal,aunqueelmantomásgruesoerael
delsilencio.Ahíresidíasuprincipalpoder,enelsilencioqueconvirtieron
ensumayorarmaderepresiónyenlamejorcoartada—.Lointentaremos.
Tengounaconocidacuyohijotrabajaallí,quizásihabloconella…
—¿Y meter a más gente en problemas? —le preguntó Natalia con una
mirada de dolor y tristeza que la conmovió—. Qué pena que no nos
hayamos conocido en otro lugar y en otro tiempo. Hubiésemos hecho
grandescosasjuntas.
Aldespedirse,sintióqueNatalialaabrazabacomosifueralaúltimavez
queseverían.
—Te agradeceré toda mi vida que hayas venido a verme. Pero no
vuelvas más. Nos vigilan, nos están persiguiendo y sé que irán a por
nosotros porque somos sus familiares: su madre, sus hermanas, yo… y
quienmásmepreocupa,nuestrahija.
—¿Qué vais a hacer? ¿Cómo puedo ayudaros? —preguntó sin poder
controlarlaansiedad.Nataliasonrió.
—Comosenotaquenotienessangrerusa—dijoconciertaternuraen
su tono—. La única manera que tienes de ayudarme es yéndote,
desapareciendodemivida.Nopuedenverteconmigo.Esmuypeligroso.
Tieneshijos,tienesmarido.Notearriesguesaveniravermemás.
Siguió las instrucciones de Natalia y salió del edificio por la parte
trasera. Agradeció la bofetada de aire helado que sintió nada más
abandonar el edificio. Caminó unos metros intentando controlar la
turbaciónquebullíaensuinterior.Siemprequeseenterabadeladetención
yejecucióndeunamigooconocidonopodíaevitartrasladaresarealidad
a su casa. ¿Qué pasaría si eso le sucediera alguna vez a Serguéi? ¿Qué
podría hacer ella? ¿Cómo reaccionaría? ¿Con quién podría contar?
¿Acudiríaalguienaayudarlacomointentabahacerella?Elcomentariode
Nataliaresonabaensucabeza.«Cómosenotaquenotienessangrerusa».
Claroqueteníasangrerusa,sumadreerarusacomoloeransusabuelos,
pero no era momento para circunloquios sanguíneos ni genéticos. Era
inevitablequelaobservaciónlerecordarasucondicióndeextranjera.
Pensóencogerelmetro,peroprefirióircaminandoporlascallesde
Moscú.Eldía,ajenoalosacontecimientos,erapreciosoyluminoso,yeso
le ayudaría a tranquilizarse. Necesitaba tomar aire. Al malestar que le
habíadejadolavisitaseañadióunadesagradablesensacióndelaqueno
podíadeshacerse,comodeloloracomidaimpregnadoenlaropacuando
salíadeunrestaurante,unolorquetodospercibenexceptoelquelolleva
encima.Fuelaprimeravezquenotólaextrañaimpresióndequealguien
le seguía. Quizá era una percepción falsa, fruto de lo que acababa de
confesarle Natalia y su advertencia de que podía ser arriesgado que la
vieran con ella. Pero se sorprendió a sí misma mirando en varias
ocasiones hacia atrás. Ese incómodo presentimiento no le abandonaría
duranteunosdías,inclusosemanas.
CuandoSerguéiseenteródeaquellavisitafueincapazdecontrolarsu
violenta reacción. Fue una de las discusiones más desagradables que
protagonizaron, aunque al menos sirvió para que, en el transcurso de la
misma,secayeranvariasvendasdelosojos.
—Eres una inconsciente. ¿Cómo se te ocurre? Estás poniendo en
peligroatushijos,amí,pornohablardeti.¿Acasonosabesdóndeestás?
—Erestúelqueparecenosaberlo.
—Loséperfectamente.Ymeduelemásqueati.¿Quéquieresquehaga?
¿Quémeenfrenteaellos,quemuestrealmundolovalientequesoycomo
hahechoMijaílTukhachevsky?¡Dimeparaquélehaservido!Paradejara
su mujer viuda y a su hija huérfana. ¿Crees que nos iría mejor si
pronunciaraencadaconcierto,cenaorecepciónlosnombresdeTaírovo
Shostakóvichcomohacestúparamostrarleatodoelmundoquelagran
LinaProkófievnotemeanadieyestáporencimadelbienydelmal,yno
como el resto, que somos unos completos imbéciles? ¿Crees que si
presumieradeconocerelúltimodecretoaprobadoporelNKVDenelque
legitiman que la persecución y el arresto policial deben extenderse a las
esposas y a los hijos de los condenados, nuestra situación mejoraría?
¿Crees que no me duele tener que dejar de ver a mis amigos, a mis
compañerosonopoderrecordarenvozaltaalosqueyanoestánporque
se han convertido en enemigos del pueblo por el capricho de algunos?
¿Que no me parece repugnante pasar a diario por un plaza que lleva el
nombredelpadredelaCheca,deunadelasmayoresfuentesdeterrorque
vivemipaís,delagujeronegroalquehanidoapararpersonasalasque
queríayquiero?¿PiensasquenotengomiedocuandoelComitéCentral
prohíbeaEisensteinsupelículaBezhinLugporconsiderarlainapropiada
ydepravada,yleamenazanconjuzgarleyejecutarlesinoseretracta?—
preguntó visiblemente exaltado—. ¿Crees que no temo que yo sea el
siguiente porque estoy trabajando con él en la música de su nuevo
proyecto,AleksanderNevski?¿Deverdadpiensasquenomegustaríasalir
corriendoyabrazarasusviudas,asushijosyasushermanos?¿Tecrees
mejorpersonaqueyo,máslistaqueyo?Losientosipiensasquesoyun
egoísta porque callo y sigo adelante, porque mientras otros tienen
dificultades,yonoparoderecibirencargos,dedarconciertos,derecibir
losaplausos,lasbuenascríticas,ysí,tambiénmuchasdecepciones,mucha
censura,muchasadvertenciasquedecidoescucharyadmitirporquenome
quedaotra.Peroesonomehaceinsensiblealoquesucedeamialrededor.
Mehaceentenderlomejoryencontrarlamejormaneradeenfrentarmea
ello,lamejormaneraparamíysobretodoparalosmíos.
Lina fue incapaz de reaccionar ante la avalancha de sinceridad que
inundólaviviendadelacalleChkalov.LosgritosdeSerguéinuncahabían
resonadocontantafuerzaensusoídos,susojosnohabíanirradiadotanto
odioyrencorcomolohacíanentonces.Seasustó.Nosabíacómopodía
terminaraquelepisodiodemáximatensiónqueestabanviviendo.
—Serguéi,yo…
—¿Porquénodejasdedecirmequeabralosojosylosabrestú?¡Estoy
intentandosalvaramifamilia,quemimujerymishijosnoseveanenuna
situaciónquenotengasolución!—Serguéilaagarróporlosbrazoscomo
siquisierazarandearlaparaqueentraraenrazón,paraquedeunavezpor
todas entendiera su actitud y dejara de condenar su inmovilismo—. Eres
extranjera,Lina,nuestroshijossonextranjeros.Yosoyuncompositorque
luchaporsobreviviry,paraevitarquemifamiliaseveaundíadetrásde
esasventanasamarillasdelaplazaDzerzhinskiquetantotepreocupan,me
tragaré mi orgullo, mi vanidad, mi dignidad, mi bilis, mi sangre, mi
propiaesenciasiesnecesario.Ysolotepidoquetúhagaslomismo.No
creoqueseamuchopedir.
Linaleobservócomosifueralaprimeravezqueleteníadelante.Ante
sí apareció la imagen de un hombre con un rostro nuevo, esculpido en
barro y fuego, con la mirada ardiendo en miedo y la voz hilvanada en
susurrosyreventadaporungritodedesesperación.Sehabíadesprendido
delhalodeinconscienciaqueparecíahaberregidosucomportamientoy
se mostraba descarnado ante la mujer a la que juró amar, respetar y
proteger.ClaroqueProkófieveramuyconscientedeloquepasabaensu
país.Lovivíaadiarioensilencio,laúnicamúsicarealqueseescuchaba
enaquellaciudad.Perolanegacióndelarealidad,elapartarlamiraday
desviarla sobre las teclas negras y blancas de un piano eran su tabla de
salvaciónyladesufamilia.Sinembargo,apesardelaevidencia,Serguéi
estabaconvencidodequeaquellasituaciónseríatemporal,nopodíadurar
mucho, todo pasaría y las cosas volverían a la normalidad. Solo debían
esperar sin hacer ruido, componiendo simplemente música y obviando
todolodemáscontodalanaturalidaddelaquefuerancapaces.Asistiendo
alareaccióndesumarido,sintióqueeraellalaquehabíaestadociega.
Después del estallido de realidad que tanto había anhelado y que tanto
aborrecióenaquelmomento,Serguéiparecíaagotado,vencido,alborde
delcolapsofísicoymental.
—Losiento,yo…—acertóabalbucear.
—Quizá nos venga bien estar separados estos meses de verano —
afirmó Serguéi—. Ambos nos tranquilizaremos. Las cosas serán
diferentesalavuelta.
Aquellas palabras le hicieron temer por vez primera la posibilidad de
perderle.Lasimplesospechaladevastó.Aquelloeraalgoquenopodría
soportar jamás. Preferiría la muerte, el encierro, la condena injusta,
cualquiermartirioytorturaantesqueperderaProkófiev.Esaposibilidad
noentrabaensusplanes.Sintiócómoalguienencerrabasucorazónenun
puñodehierroyloapretabaconfuerza.Tuvoquesentarseparaevitarque
la falta de flujo sanguíneo terminara venciéndola y haciéndola caer al
suelo. Una nube nubló su pensamiento. Sabía lo que pasaba en aquellas
dachasdereposo.Loconocíaporvariostestimonios,entreellos,eldela
mujerdeAfinoguénov,quienlecontóentrerisasybromasqueaquellos
retiros estivales propiciaban aventuras, pequeños escarceos que solían
tener un interés puntual, una duración no superior al periodo veraniego,
unsimplepasatiempo,unaactividadmás.Lafaltadeplazasoficialesenlas
casas de descanso no parecía ser algo tan aleatorio e inocente como
pudiera parecer. A Lina le costaba imaginar a Serguéi en esas
circunstancias, incluso le parecía ridículo, pero el temor comenzó a
quemarleelánimo.
—¿Me vas a dejar? —preguntó angustiada ante una posible respuesta
afirmativa—.¿Esesoloquequieres?¿Esdeloquevatodoesto?
—Jamáspodríahacerloaunquequisiera—ledijoabatido.Hablabacon
sinceridad. Seguía amándola, no quería perderla, se sentía incapaz de
prescindir de su compañera de viaje, pero la tensión comenzaba a
erosionar una relación hasta entonces perfecta—. Eres imposible de
abandonar,aunqueestemosamilesdekilómetrosdedistancia.
Llegóelveranoycadaunocumplióconlosplanesprevistos.Linase
fue a Sochi con los niños, a disfrutar del mar, de la arena y del sol que
tantoextrañabamientrasintentabasuperaraquellapruebadefuegoquele
había puesto la vida, y Serguéi se dirigió a la dacha de Kislovodsk. A
pesar de su ajetreado ritmo de trabajo, escribía casi a diario a su mujer.
Necesitaba contarle, como siempre había hecho, sus avances en las
composiciones,susnuevasideas,ladificultadqueleestabadandoalguna
delaspiezasmusicales,perotambiénledetallabacómoerasurutina,su
díaadía,susbañosenelrío,suspaseos,suexcursióndecasicincohoras
de marcha al monte Sedlo y la decepción que sufrió al no poder
contemplar en todo su esplendor el volcán Elbrús, ya que el día estaba
demasiado nublado. Le relató su reencuentro con Taírov, que le había
habladodeunnuevoproyectoteatral,estavezderivadoalacomedia,La
dueña,deSheridan,enelhipotéticocasodequelascosassecalmaranun
poco después de que las autoridades le hubieran dejado sin teatro para
convertirlo en el Teatro Stanislavski. Le relataba las bromas mantenidas
conEisensteinhaciendodivertidosjuegosdepalabrasysusdudassobresi
laóperaRomeoyJulietadebíatenerunfinalfeliz,aunqueesodesbaratara
la idea original. «Necesito saber tu opinión, no me fío de nadie más,
mucho menos de Rádlov, que este año está desatado, algo meloso y me
preguntamuchoporti.Todosmepreguntanporti».Aquellasfraseseran
oxígeno para la claustrofobia emocional de Lina. Le gustaba cómo
encabezabasuscartas,«QueridaAvecilla»,unapodocariñosoquedurante
unaetapadesuvidaenParísllegóaaborrecer,peroqueahoraeramúsica
para sus oídos. Sonreía al leer cómo le habían convertido en un simple
númeroenelcomedordelbalneario,alescucharqueunadelascamareras
delrestaurantesereferíaaélcomolaservilletanúmero173.Cadavezque
releía la correspondencia de Serguéi escudriñaba cada uno de los folios
manuscritos y respiraba tranquila cuando ningún nombre de mujer
aparecía en ellos. Entendía que era un consuelo absurdo, que si hubiera
pasadoalgoconalgunamujernoseloibaacontarensusmisivas,perole
conocíaperfectamente,sabíaleerleentrelíneasysilencios,interpretarsus
palabras,susgirossintácticos,suspuntos,inclusolasminúsculasmanchas
que aparecían en los folios de sus escritos. Les unía un lazo tan fuerte y
auténtico que resultaría difícil que alguno de los dos se atreviera a
cortarlojamás.Respiróaliviadaaltenerlacertezadequeelfantasmade
unengaño,undesliz,unacortaaventuranohabíaaparecido.Enunadesus
últimas cartas le mencionaba una idea, todavía un esbozo, de componer
algo sobre La Cenicienta. Aprovechó para hablar de ello al final de la
cuartilla y a Lina le reanimó leer su frase final. «Tú siempre serás mi
Cenicienta».Encualquierotromomentopodríahaberleparecidoinfantil,
cursi, incluso ñoño, pero cuando sus ojos lo leyeron fue un
reconstituyenteparaelalma.
Habíatrabajadointensamentedurantetodoelveranoenlamúsicadela
película Aleksander Nevski de Eisenstein, que, tras retractarse
públicamente por su labor como director en su anterior película Bezhin
Lug,pudocontarconunasegundaoportunidadparaseguirtrabajando,y
compartióconéldescansoestivalenKislovodsk.Stalinseguíasinfiarse
de él, pero, como gran amante que era del séptimo arte, entendía que el
director era un maestro, especialmente del montaje. Además en
Kislovodsk Serguéi había tenido tiempo de empezar a dar los primeros
pasos en la ópera Semión Kotkó que le había propuesto Meierhold. Se
sentía enérgico, preparado para afrontar nuevos proyectos y dispuesto a
lograrloséxitosprometidos.
El reencuentro resultó uno de los mejores momentos que la pareja
recordabahabervividoenlosúltimostiempos.Nosepusierondeacuerdo
en saber quién había echado más de menos al otro. Serguéi volvió a
contemplarlassonrisasdeLinareciénestrenadasparaélyellavolvióa
sentirse el centro del universo Prokófiev. Las dudas, los miedos y los
reproches desaparecieron como por ensalmo. Al final iba a resultar que
Serguéiteníarazón,queaveceshabíaquepararyrespirarparaaclararlas
cosas, para ajustar la perspectiva, para inyectar un poco de calma a las
situaciones de tensión. Cuando le ayudó a deshacer el equipaje de
Kislovodsk, descubrió que no solo venían partituras, pentagramas,
cuadernosyunsinfíndenotasmanuscritas.Entrelaropayelmaterialde
trabajo Serguéi había metido algo más. Y como buen regalo, resultaba
inesperado.
—NosvamosdegiraalosEstadosUnidos.Losdos.Enunosmeses.—
Sabíaquehabíasorprendidoasumujerylegustaba.Hacíamuchotiempo
quenoloconseguíaconlaspalabras,tansololohacíaconsumúsica—.
Hayqueempezaraprepararlotodo.Unañopasaantesdeloquepiensas.
Linanopodíacreerlo.¿SalirdelaUniónSoviética?¿Leshabíandado
permiso?
—Júramelo.Dimequeescierto,quenoestásbromeando.
—Nosuelobromear.Yameconoces.Nosoybuenoeneso.
—¿Y podremos ir también a París, a ver a mi madre? ¿Y a Londres?
Dime,¿podremos?—preguntósuperadaporlanoticia.Serguéileaseguró
queasísería.Sucabezacomenzóallenarsedeencuentrosqueabrazarían
futurosrecuerdos,depersonasalasqueveryestrechar,delugaresalos
que ir y donde hablar en un tono normal, de restaurantes sobre cuyas
mesas aparecerían los más exquisitos manjares, de tiendas en cuyo
interior perderse para encontrar algo que colmara tanto la necesidad
comoelcapricho.Suinteriorestabaapuntodeexplotar.Estabatanfeliz
que ni siquiera podía reír a carcajadas como le pedía el cuerpo. No le
importaba cómo lo había conseguido, a quién había tenido que pedir
permiso, ni por qué extraña razón habían accedido a que los Prokófiev
realizaran ese viaje. Tampoco le interesó saber por qué Serguéi no le
habíacomentadoconanterioridadnadasobrelaposibilidaddeaquelviaje.
Pensóquenoquerríailusionarlasiluegolascosasnosalíancomohabía
planeado. No le importaba nada. La vida volvía a sonreírle, de nuevo se
abría ante ella y no le incumbía conocer los detalles. ¿Acaso iba eso a
cambiarelresultado?
—No puedo esperar a contárselo a los niños. Verás la cara que ponen
cuandosepanquenosvamos.NuncahanestadoenlosEstadosUnidos.
—Ellos no vienen. —La contestación de Serguéi hizo que la fiesta
dibujadaenelrostrodeLinacesaraabruptamente.
—¿Cómoquenovienen?
—Ellos se quedan aquí. No es un viaje para los niños. Estaremos
viajandoconstantementeytrabajando.Estaránmejoraquíquedehotelen
hotel.
—PeroSerguéi…—Nisiquieraencontrólaspalabrasparaexpresarsu
desilusión.
—Es mejor así —dijo, consciente de que a ella no podía engañarla—.
Además, no puede ser de otra manera. Es la única condición que han
puesto.
Lina lo entendió todo. Les permitían salir porque sabían que
regresarían.Sushijosseconvertíanenlosrehenesdeunsecuestro.Serían
el rescate en caso de que sus padres decidieran no regresar a la Unión
Soviética.Eralaestrategiaperfecta.Todoestabapensado.
—Habráotrasocasiones.Teloprometo.
19
Cualquierapodríahaberlocalificadodemagia.Encuantolosabrigos
de nutria desaparecieron de los andenes de las estaciones de tren, Lina
rejuveneció veinte años. Alejarse de la Unión Soviética era tanto como
sumergirse en un oasis de vitalidad. No había sido consciente de la
hibernacióninvoluntariadesucuerpohastaquevolvióapisarunteatrode
Londres, donde acudieron a una representación de Pedro y el lobo, o
caminódelbrazodeSerguéiporlascallesdeVarsovia.Poloniasiempre
lehabíagustadoaProkófiev,leparecíatremendamentemusical,bohemia
ypasional.LaestanciaenPragaseprolongómásdelacuenta,porloque
supermanenciaenParísfuecasitanfugazcomounrelámpago.Unavisita
rápida a Olga Nemiskaia, reproches maternos por los silencios y las
prolongadas ausencias, y unos breves paseos por el mapa de los
recuerdos. Lina no quiso abandonar la ciudad sin pasar por la rue
Cambon.NoseiríadeParíssindarleunabrazoaCoco.
—Lo de la delgadez no hay que llevarlo al extremo, querida —la
reprendióChaneldespuésdepercibirenelabrazoquesuamigasehabía
convertido en un atractivo saco de huesos—. ¿Cuánto pesas? ¿Cincuenta
kilos?
—Cincuentayuno—lacorrigió,aceptandodebuengradoelcaféquele
ofrecíaunadelasoficialasdelaMaison—.Notepuedesimaginarcómo
triunfé en Moscú con el abrigo que me regalaste. Están convencidos de
quelohicistepensandoenellos.
—¿En los bolcheviques? ¡Pobres ignorantes! Si ellos supieran —dijo,
recordandoasuamadoelgranduqueDimitriPavlovichylasperlasdela
dinastíaRomanov.
—Loguardocomounajoyaenmiarmario.
—Mi ropa es para lucirla en la calle, no para que sea pasto de las
polillas—lerecriminóenuntonomilitar.
—TúnosabescómoestánlascallesdeMoscú.
—¿Cuándovasasalirdeallí?—lepreguntó,repentinamenteseria.
—Acabo de hacerlo —respondió con una amplia sonrisa que no
traspasólosnivelesdedeteccióndementirasdesuamiga,experimentada
enmilbatallas.
—Sabesperfectamentealoquemerefiero.Notehagaslatonta.Detesto
alastontas.Ytúnoloeres.
—Pronto—mintió.
CocoChanelsedirigióasumesayabrióunapequeñaagendadetapas
blancasquehabíasobreella.ExtrajounpapelquetendióaLinaparaque
loleyera.
—«Quéseríadelossueñossilagentefuerafeliz».Nosésieslomás
hermoso que he oído en mi vida o si es lo más triste —comentó Lina
abriendolosojosinterrogantesenbuscadeunaexplicación.
—Es lo que queda de un hermoso amante que un día quemó unos
cuantosescritosanteungrupodeamigos,seretiróaunacasajuntoala
abadíadeSolesmes,dondedecidióbuscaraDiosyterminóviviendocon
su mujer Henriette —dijo refiriéndose al poeta Pierre Reverdy—. La
pasiónmaduróenamistad.Hayqueaceptareldestino.Comprosusobrasy
subvencionosuspublicacionessinqueélsepanada.Yacambio,leinspiro
unas cuantas letras. «Tú no sabes, querida Chanel, cómo las sombras
reflejan la luz; y de las sombras se nutre mi ternura por ti» —repitió
paladeandocadapalabra—.Leadoro.Yasabesquemisamantessequedan
conmigocomolohacenmisvestidosenelarmariodelasmujeres,para
siempre. —Coco seguía fumando sin parar y el humo continuaba
envolviendo en una enigmática nube su presencia—. Te encantaría. Un
pocomísticoperosoportable.Aunquesupongoquetugustoesquizáalgo
ruso para un poeta francés nacido en Narbona. Porque entiendo que
conservamos la misma acertada elección, ¿me equivoco? —preguntó en
referenciaaProkófiev.Linaasintiósonriendo—.Losospechaba.
—Creoquenadiehaescritoalgotanbonitopensandoenmí.
—No seas injusta. Pensando en ti han creado las melodías más
hermosasyvalientes.Ynoesloúnicoquetengoparati.—Cocomandó
traer a su asistente una funda de traje y se lo entregó. Era el vestido de
satén blanco con una capa con bordados y pedrería que Lina había
admiradohacíaunosaños—.Quieroquelesdejessinalientocomoyoles
dejé sin las perlas de los Romanov —dijo con su habitual sarcasmo. Al
verelademánderechazodesuamiga,acallósusexcusas—.Nocreoque
en París vaya a tener mucha oportunidad de lucirlo, la verdad. —Chanel
seguía siendo una de las mujeres mejor informadas de Francia y eso le
hacía ser garante de muchos secretos y cómplice de grandes silencios.
Sabíaquelascosasibanacambiarmuyprontoyqueelescenarioquese
avecinabanoadmitiríaunvestidocomoaquel.CogiólamuñecadeLinay
la olisqueó—. Veo que sigues fiel a las cosas importantes —dijo al
percibirsuperfume,elnúmerocinco,tatuadoensupiel.
—Merecuerdaatodaestavida,ati,aParís,alteatro,losconciertos,las
flores,loslargospaseos,laluz.Lamemoriahechaperfume…
—La memoria es femenina, ¿recuerdas? Siempre ha sido así, aunque
ellos no se hayan dado cuenta todavía. Ni creo que se la den, no les
conviene.
De nuevo promesas de encuentros, de comunicaciones periódicas, de
cartas de ida y vuelta, de telegramas inesperados. Todo era fácil en el
mundo mágico del interior de la Maison Chanel. Lina inhaló el olor
impregnado en su ambiente. Lo reconoció y la reminiscencia le hizo
sonreír. Pensó en la suerte que tenía de poderse llevar aquel recuerdo
aromáticoenunpequeño,sencilloyelegantefrasco.Ojalápudierahacer
lomismoconelrestodelaciudad.
—Nodesaparezcassinmás—lepidióCoco—.Estoycansadadequela
gentevueledemividacomosifueranfugacesráfagasdeaire.
—Noloharé.Teloprometo.
Lina aceleró el paso con la intención de poder llegar a la rue de
L’OdeonycomprarunlibrodepoemasdePierreReverdyenlalibrería
ShakespeareandCompany.LeapenóprofundamentenoencontraraSylvia
Beach.Lehubieseencantadoverlaydecirlequeseguíaleyendosinprisas.
Peronosefuesinelejemplarquehabíaidoabuscar.
EmbarcaronenLeHavre,abordodelmodernotransatlánticofrancés
Normandie procedente de Bishop Rock, en el sudoeste de Gran Bretaña,
condestinoaNuevaYork.Linaagradeciólacalmadelmardurantetodoel
viaje, como si la naturaleza se hubiera aliado con ellos para hacer más
fácil el trayecto. Mientras su marido escudriñaba pentagramas y jugadas
de ajedrez, Lina se dejaba mecer por las palabras del amante de Coco
quedandoatrapadaenlosversosdeunodelospoemas,Laenvidia,cuya
últimafraselehacíasentirvértigo
Situascru,destin,quejepouvaispartir,ilfallaitmedonnerdesailes.[2]
Quizá fuese una impresión tremendamente subjetiva, pero a ojos de
Linalavidavolvíaarecuperarlatonalidadcromáticaqueelgrissoviético
mantenía oculto bajo una densa niebla. Nada más llegar a los Estados
Unidos,volvióaacapararmiradas,elogiosasuelegancia,subellezaysu
magnetismo. Su sonrisa regresó impresa a los diarios y su gusto en el
vestir acaparó titulares y comentarios. Aunque esta vez fue Lina quien
quedó atrapada por las calles de Nueva York, de Washington y
especialmente de Los Ángeles, convertidas en una algarada de colores
brillantesyvivosquesaltabandelapaletadelospintoresalaropadelas
mujeres. Muchas de sus compras quedaron monopolizadas por la
adquisicióndetelas,vestidosytrajesqueamenazabanconhacercederlas
costurasdelasmaletas.Perosihuboalgoquelogróembelesarlaenaquel
viajefueelambienteglamurosodeBeverlyHills,lapotenteluminosidad
queirradiabaHollywoodylaalegríavitaldesugente.Nohubounlugar
de moda en el que los Prokófiev no hicieran acto de presencia. Lina
disfrutó de las emblemáticas piscinas del Beverly Hills Hotel y del
RooseveltHotel,convertidasenlugardereferenciaparatodaslasestrellas
queteníancomocitaobligadaocuparlastumbonasbicoloresenblancoy
azuldispuestasalrededordelapiscina,escoltadasporgrandespalmerasy
unaindispensablebarradecócteles.Enunacenaorganizadaenhonorde
Prokófiev en el restaurante Victor Hugo de Beverly Hills tuvieron la
oportunidaddecomprobarcómolamúsicadelcompositorentusiasmaba
porigualaladivadelcinemudoenlosañosveinte,GloriaSwanson;ala
conocidaactrizycantantefamosaporsusmusicales,JeanetteMacDonald;
alasactricesGretaGarbo,JoanCrawford,MaeWest,MarleneDietrichy
a una de las principales figuras de la producción del espectáculo, Walt
Disney.Todosqueríanestrecharsusmanos,escucharsusvoces,compartir
conversacionesconlaparejareciénllegada,convertidaporunashorasen
la sensación del momento, y observar los diseños parisinos que lucía
Lina, envuelta con un gusto exquisito en lamé, seda y piel. Serguéi
agradeció la presencia de su mujer que, como era habitual en ella, sabía
repartir el juego de la conversación, las sonrisas justas, los
agradecimientosprecisosyhacerpropioelartedelasrelacionespúblicas.
Estaba en el lugar del mundo donde quería estar, el que añoraba en
silencioporamorasumarido,enelmundodelasluces,lasestrellas,los
brillos, las fiestas y las conversaciones cruzadas. En aquel rincón del
mundoerafeliz.Sufiguracrecía,susonrisaseampliabayelbrillodesu
miradaseintensificaba.PerosuhaloestelarpendíasiempredeSerguéi.Él
seguíasiendoelcentrodelmundo,larazóndetodo,elfocodetodaslas
conversaciones. Cuando Walt Disney estrechó su mano, venía con una
propuestabajoelbrazoyestabadispuestoatodoparaconseguirla.Quería
convertirPedroyelloboenunapelículadedibujosanimados,aunquelos
milquinientosdólaresqueleofrecióporlosderechoseranlodemenos.
—Siconvenceasumarido,lecontaréunsecreto—ledijoWaltDisney
enuntonoconfidencial.
—Sileconvenceusted,soycapazdeconfiarleyomásdeunsecreto—
lecontestójugandoconlaspalabras.
Linaabriólosojostantocomolohacíansusdibujosanimadoscuando
DisneylehablódeunpuebloalmeriensellamadoMojácar.Nosuposiel
reconocimiento de su supuesto origen español sería una artimaña
estratégicaparaconseguiraquelcontrato,peroledabaigual.Nodependía
dellugardondehubieranacidoniellaniWaltDisney,sinodellugaralque
debíavolverProkófiev.
—Esunagranoportunidad.¡Elsueñodetodocompositor!Triunfaren
Hollywood, en la meca del cine. ¡Es la Paramount, Serguéi! —le dijo,
refiriéndoseaunasegundaofertadetrabajarenlamecadelcinequehabía
recibido Prokófiev en los últimos días—. ¡Es Walt Disney! —Lina ni
siquierapodíacreerqueesosnombresestuvieransaliendodesuboca.Por
un momento volvió a rozar con las puntas de los dedos la vida de luz y
colorquehabíanvividoenParís.Eravolveranacer.Regresaralavida.Y
hacerloportodoloalto.
—¿No será más tu sueño que el mío? —le preguntó él, recordando el
anhelo de su mujer de convertirse en una conocida artista, ocupar las
principales portadas de las revistas y, por qué no, transformarse en una
gran actriz como le vaticinó su profesora de canto, en una importante
modelo como le sugirió Coco Chanel, o en una estrella «de lo que
buenamentequiera»,comoleauguróPicasso.Nocreyóqueelcomentario
lemolestara.Nolohizoconesaintención.Peroerró.
—Misueñoesverteconvertidoenelmayorcompositordelahistoria,
vertunombreenlosprincipalesluminososdelosteatrosyloscinesdel
mundo entero ya que yo no pude conseguirlo —apostilló con evidente
hastío. Había veces que le reprochaba a Serguéi haber tenido que
renunciar a su sueño de luces y estrellas por mantener su matrimonio,
paracriarasushijosyparaacompañarlealládondenecesitarair.Noera
algodeloquesolieraquejarseporquehabíasidounadecisióntomadapor
voluntad propia, pero no le gustaba que el reproche se volviera contra
ella. Decidió centrarse en el tema que en ese momento le importaba. La
propuesta que encerraba nuevamente el sueño americano—. Esta oferta
puedellevartealacima,¿esquenoloves?
—Pero, ¿de qué hablas, Lina? Sabes que no podemos quedarnos aquí.
¿Crees que no me gustaría darles un sí como respuesta? Me encantaría.
PerohemosdevolveraMoscú.Allíestánnuestroshijos.Creíqueestabas
deseandoverlos.
—¿Terefieresaltoquedequeda?
—Creoqueyahemoshabladodeeso.Nocreoenlanecesidaddevolver
sobreeltema.
—Pero sí crees en la necesidad de volver. —Respiró profundamente
mientras cerraba sus ojos como si no quisiera ver el horizonte que le
quedabapordelante—.Almenosinténtalo.Llámales.¡Quémáslesda!
—¡Amímeimporta!TengoelestrenodelapelículaAleksanderNevski
endiciembre,yeldelballetRomeoyJulieta.Meesperanconciertosque
ofrecer,óperasqueterminar…¿enquémundovives?
—Enunoqueterminarámatándonos.
Serguéilamirósinrencorantesuscontinuosreproches,apoyadoenla
convicción de que el carácter latino de su mujer la empujaba a un
dramatismo sobreactuado. No quería discutir. Optó por callar y guardar
silencio. La música no era la única habilidad de la que se erigió en
maestro.
De regreso a la Unión Soviética, el único tono pastel que coloreó la
realidad de los Prokófiev fue el azul del automóvil Ford que Serguéi
encargóparaquelefueraenviadoaMoscúdesdelosEstadosUnidos.Con
esosetuvoqueconformarLinamientrasobservabaporlaventanadeltren
cómo los abrigos de piel de nutria volvían a aparecer en los andenes de
lasestaciones.
Todos parecían nerviosos en la vivienda de la calle Chkalov. Oleg
mirabaeldeambulardesuspadresrecorriendoelsalóndeunladoaotro,
entrandoeneldormitorio,saliendoenbuscadealgoqueparecíanhaber
olvidado a mitad de camino, eligiendo el vestido apropiado, rechazando
una camisa, buscando los zapatos. Era el día del estreno de la película
Aleksander Nevski y la expectación era máxima. Las últimas
informaciones hablaban de la posible asistencia de Iósif Stalin. Por un
momentoLinanosabíasisevestíaparaellídersoviético,parasumarido
o para ella misma. Pero la elección era clara. El vestido de satén blanco
conunacapaconbordadosypedrería.Nopodíaserotra.Pensóquequizá
sumaridoleinstaríaaelegirunvestidomásoscuro,peroseequivocó.A
juzgar por el embeleso con el que la miró, la elección había sido la
correcta.«Laideaesquemirenalapantallaynoamiseñora»,bromeó.A
pesardelosnervios,estabadebuenhumorysucaracterísticogestoserio
nohabíasombreadosusemblante.
—¿Yporquénopodemosir?—preguntóalgodecepcionadoOleg—.A
Sviatoslavlellevasteisaverapapáenunteatro.
—Yosvamosallevar.Peromejorotrodíaquehayamenosgente.Hoy
novamosapoderestarpendientesdevosotros.Perocuandoregresemos
os contaremos todo sin olvidarnos de un solo detalle —Lina intentó
convencer a su hijo menor, que sujetaba en su mano el juguete que
encontró en el interior de una caja traída desde Los Ángeles. Estaba a
punto de cumplir los once años, pero aquel muñeco le gustó mucho.
Encontró un poco absurdo que un ratón se llamara Mickey, vistiera
pantalones rojos con dos enormes botones, calzara unos llamativos
zapatos amarillos y luciera guantes blancos, pero era el regalo que sus
padres le habían traído de los Estados Unidos y debía de ser bueno—.
Además,papánosaleenlapelícula.Essumúsicalaqueseescucha.
—Ustedeslaquedeberíasalirenelcine—ledijoFrosia,admirandoel
resultado final del vestuario y del maquillaje de la señora Prokófiev—.
Estábellísima.
Ajuzgarporlosaplausosquesurgieronabruptamentecomolalavade
unvolcánenplenaerupción,muchoantesdequeseencendieranlasluces
de la sala, la nueva película de Serguéi M. Eisenstein con música de
Serguéi Prokófiev fue todo un éxito y cumplía los requisitos para
convertirseenunclásicodelcinemarcadamentesoviético.Porelímpetu
con el que se levantaron los asistentes para aplaudirla, también había
cumplido con el encargo de Stalin de elevar los ánimos de la población
ante una posible invasión de la Alemania nazi. La historia épica del
príncipe ruso que defendió su patria atacada por los teutones había
gustadoatodos.Ysumúsica,muchomás.
Alasalida,todosqueríanfelicitaralautordelacantatadelapelícula.
Sinduda,lacintanohubieraemocionadoigualsisubandasonoranose
escucharaenlosmomentosmásdecisivosdelahistoria.Sorteandocomo
pudieron las nubes de saludos, apretones de manos y felicitaciones, los
Prokófievintentabanavanzarhastalasalidadelteatroparadirigirseala
cena con amigos que habían planeado para después del estreno. Una
inesperada visión interceptó sus apresurados planes de salida. Nada más
verle,Linasintióqueelcorazónleempezóalatirconvulsamente.Apenas
pudomoversecuandoavistóaStalindirigiéndosehaciaellosmientrasel
resto de los asistentes al estreno se apartaban a los lados, haciéndole un
pasillo.Leparecióestarasistiendoalarepresentacióndelaescenabíblica
en la que las aguas del mar Rojo se abrieron para que Moisés y sus
seguidorespudieranpasar.Contemplándole,tuvolaimpresióndequeuno
delosgrandesretratosqueaparecíanpresidiendolascalles,ocupandolas
fachadas de los edificios o colgando de las paredes de cualquier casa se
habíaapeadodelaperenneverticalidadycaminabahaciaellos.Lehubiese
gustadorefugiarsetrasSerguéi,perosucapacidadmotrizsevioanulada.
Aunquelointentóylodeseaba,nopudomoverse.Nisiquierafuecapazde
rozar la mano de su marido para sentirse más segura. Era demasiado
tarde.Yaestabaamenosdeunmetrodedondeseencontrabanellos.
—Camarada Prokófiev. —Su voz sonó firme pero no tan severa ni
metálica como en la radio—. Le quiero felicitar por haber conseguido
aunarlaexaltacióndelpatriotismo,lafuerzafísicaylacombatividadala
evocación de un pasado glorioso. Me ha gustado mucho la melodía
marcial Levántate, pueblo ruso, ese lamento del campo de la muerte.
«¡Levántate, pueblo ruso, hacia la gloriosa batalla, hacia la batalla a
muerte! ¡Alzaos, gentes libres, en defensa de la santa tierra! En nuestra
madreRusia,enlagranRusia,nohabráenemigos.JamásmancilleRusia
el enemigo, jamás la ocupe. Jamás transite nuestros caminos, jamás pise
nuestroscampos».
CuandolavozdeIósifStalincomenzóatararearlaletradelacanción,
todos contuvieron la respiración. Lina se preguntó si estaría soñando, si
todo aquello sería una broma o si su imaginación le estaba jugando una
malapasada.JamáscreyóquellegaríaaoíraStalincantar,ymenosaún
que lo hiciera con una composición de Prokófiev y delante de ellos.
Esperóaquelasurrealistaescenaterminaraylohizosinpermitirqueel
aire llegara a sus pulmones. El improvisado cantante parecía satisfecho
consuinterpretación.Nadieseatrevióadecirlequenohabíasidoasí.
—Quierosaludarpersonalmentealamezzosoprano.Haestadobrillante
—dijoStalinamododeacotación,girandolevementesucabezahaciael
hombre que estaba a su derecha, su secretario personal. No había
autoridad en su voz, sonaba relajada, libre de la supremacía que le
acompañaba en sus discursos. Enseguida volvió a Prokófiev—. Ha
logrado emocionarme la música durante la escena de la batalla sobre el
hielo.
»“Peregrinus, expectavi, pedesmeos, in cymbalis. Expectavi, expectavi,
est.Vincantarmacrucifera!Hostispereat!”.Mehatrasladadoalabatalla
de Kerjenets de la ópera Kitege de Rimski-Korsakov y ha habido
momentosenlosquemeharemontadoalaBatalladeloshunosdeLiszt.
—Mientrashablabadelamúsica,elhielodesumiradaparecíaderretirse
enunahogueradenotasardiendoenunpentagrama—.Hevibradoconesa
melodíatrágicadelcantosobreAleksanderNevski.Yesaapoteosisfinal,
digna de las grandes óperas rusas, digna de nuestra madre patria. Si
alguien me preguntara qué es la esencia rusa, le diría que escuchara su
cantata.Esustedunverdaderoejemplodenuestraesencia.
»Enhorabuena.SabíaquenuestroProkófievnonosfallaría.—Stalinle
tendió la mano y, ante el asombro de todos, decidió añadir al saludo
formal un abrazo que incluso pareció afectuoso. El líder soviético tenía
fama de ser un gran melómano y un amante del buen cine, y todos
entendieronesegestocomounaaprobacióndeloqueacababadever.Una
muestraafectivadellíderrusoteníalapotestadapocalípticadecambiarel
destinodeunapersona,asícomounapalabradedesaprobaciónlehundía
enelinfierno.Sileabrazabaolesonreíasuvidadaríaungiro.Moríano
vivían personas por la entonación de su voz, por el rigor de su mirada,
por un gesto de beneplácito o de reproche. Y a Prokófiev le había
abrazado afectuosamente, había charlado con él, se había permitido
bromearyhabíaelogiadosutrabajo.Inclusosehabíaatrevidoaentonar
sumúsica.Elcompositorhabíasidoelegidoaquellanocheparalagloria.
ALinalecostócreerloqueestabacontemplandoaquellanoche.Porun
momentoleparecióqueaquelhombreseparecíamuchoaStalin,perono
podíaserél.Teníaqueserunimpostor,undoble,unadeesaspersonasde
recambioque,segúnhabíaoído,utilizabanloslíderesmásimportantes.Le
extrañó ver la piel de su rostro enérgicamente picada por la viruela que
padeciódepequeñodelaquenohabíanirastroenlosretratos,ysucorta
estaturaqueleobligabaautilizaralzasenloszapatos,loqueleconfería
unos andares extraños. Le observó casi sin respirar. Tenía cara de
jornalero,aunquemuchosdecíanquesurictuseraeldeunvigilantedeun
campo de trabajo, un gran bigote y unos ojos que parecían de muñeca,
inertes,decristaloscurocasisiniris,fríoscomoelhielo,yermosdevida.
Sinembargo,allíestaba,hablandocomounapersonanormal,alabandola
música,felicitandoasumarido,apreciandosucomposición,canturreando
y hablando de la historia de una película como lo haría cualquier otra
persona.Peronoloera.EraelsecretariogeneraldelComitéCentraldel
Partido Comunista de la Unión Soviética. Y estaba a escasos centímetros
deella.
Aquel momento se le hizo eterno. Y lo más sorprendente es que no
parecía tener prisa por despedirse. Súbitamente, Prokófiev se giró hacia
Lina.
—Mimujer,camaradaStalin—lepresentóconceleridadSerguéi,que
lejosdeparecernervioso,estabaextrañamenterelajado.
—Un verdadero placer, señora Prokófiev —le dijo, tendiéndole la
mano. Durante un instante, la examinó con minuciosidad—. Usted es
española, ¿verdad? —preguntó sin esperar contestación. Le valió con el
gestoafirmativodelacabezadelaaludida—.Heseguidomuydecercala
guerra civil de su país, la sublevación del general Franco contra el
gobierno republicano de España —comentó, sabiendo que en esa fecha,
diciembre de 1938, su sueño de convertir al país más estratégico del
mediterráneo para la causa soviética había fracasado—. Confío en que
finalmenteganelacordurayseimpongalarazónenEspaña.
—Estoyunpocodesconectadademipaís—reconocióella,sinperder
la sonrisa—. Hace mucho tiempo que salí de Madrid y no he tenido la
oportunidaddevolver.
—Las oportunidades hay que buscarlas, camarada. Siempre hay que
volveralamadrepatria,hágamecaso.Selodebemos.
Linaasintióconlacabeza,esforzándoseaúnmásesesbozarunaamplia
sonrisa.Abriósubocaparadeciralgo,peronofuecapazderecordarsi
realmentelogróhacerlo,ydehaberlohecho,nopudoevocarquéfuelo
que dijo. La realidad se había convertido en una nebulosa de la que
desconocíasisetraduciríaenpesadillaoensueñoreparador.Cuandoya
sedisponíaairse,ellídersoviéticoretrocediósobresuinicioderetirada
y se volvió parar mirar nuevamente a Lina. La contempló durante unos
segundos en los que logró paralizar cada músculo de su cuerpo. Intentó
buscar en su mirada la frialdad cortante que advirtió en el primer
encuentro,casualmentetambiénenunteatro,peronolaencontró.
—¿Por qué no ha cantado usted Levántate, pueblo ruso? Tengo
entendido que es usted soprano y que no lo hace mal. Creo haberla
escuchadoalgunavezenlaradiodeMoscú.
Enesemomentosintióquelosojosdeaquelhombrelaestrangulaban,
pero no de una manera tan fuerte como lo hicieron sus palabras. Fue un
milagroquepudieraescucharlasteniendoencuentaelruidoensordecedor
desuslatidos.
—Quizá en otra ocasión. Al menos, así lo espero —dijo finalmente
mientras contemplaba una especie de mueca en los labios de Stalin que
hizoelevarsesupobladobigote.
Jamás había oído hablar tanto a Stalin. Cuando finalmente se alejó,
SerguéiyLinasemiraron.Lohicierondurantesegundos,quizáminutos,
pero ninguno de los dos fue capaz de articular palabra alguna. Se
contemplaroncomoloharíandoscómplicesdeungransecretoaquienes
lesestabanvedadaslaspalabras.Seaferróalbrazodesumaridoycaminó
juntoaél,nosuposipororgullooporqueestabaapuntodedesmayarse.
Ninguno de los dos fue capaz de romper el silencio. No sabían cómo.
Tampocosabíanparaqué.
Yaenelcoche,fueSerguéiquiensedecidióahablar.Agradeciópoder
ir en su propio vehículo sin más compañía que la de su mujer. Aquella
noche todavía conducía él, ya que el chófer que decidió contratar para
olvidarse del tráfico suicida de Moscú aún no se había incorporado al
trabajo.
—¿Leimaginabasasí?
—No,laverdad—respondióLinasiendocompletamentesincera—.Su
vozeratandistintaacomosuenaenlaradio.Estoyconfusa.¿Deberíamos
estarcontentosoasustados?
—Yo votaría por lo primero. Siempre resulta más alentador —dijo
mientras retiraba durante un momento la vista del firme para mirar a su
mujer—.¿Estásbien?
—Nolosé.
Serguéisonrió,cogiólamanodesumujerylabesó.Eralaprimeravez
quelahabíacontempladoalgoturbadaanteunapersonalidadpública.Lo
interpretócomounabuenaseñal,pensandomásenloquesolíaimponerla
persona de Stalin que en el terror que destilaba su presencia y que
realmenteeraloqueparalizabaalaspersonas.Perodemomento,aquella
noche se había mostrado como un fiel seguidor de Prokófiev, le había
hecho suyo incluyéndole en su particular nomenclatura. «Nuestro
Prokófiev», había dicho. Sin entrar en más detalles, siempre resultaba
mejor y más práctico estar a bien con las autoridades, fueran las que
fueran.
—¿Noqueríasverelnombredetumaridoengrandesluminosos?Esta
nochelohasvisto.Ydespuésdel«nuestroProkófiev»deStalin,creoque
loveremosmuchasmásveces.—Volvióabesarsumano.Lanotóhelada,
pero lo atribuyó al frío de una gélida noche de diciembre en Moscú—.
¿Estásorgullosadetumarido?
—Siempreloheestado.Ysiempreloestaré.PorqueeresmiProkófiev,
denadiemás.
Serguéi entendió aquella frase como un juego de palabras destilando
orgullo y vanidad. Pero de la boca de Lina había salido en forma de
advertencia.
20
«Si ese hombre se enamora, su amor debe ser de los verdaderos, de
losquedurantodalavida».
Lellamólaatenciónlamusicalidadencerradaenaquellafrasemásque
elcontenidoensí.Sintiócuriosidadporobservaralapersonaquelahabía
pronunciado. Volteó su cuerpo mientras terminaba de firmar la solicitud
del coche que le acercaría a la estación de tren para regresar a Moscú,
después de pasar los primeros días del verano en Kislovodsk junto a
Serguéi. Se sintió decepcionada al ver a una joven veinteañera no
demasiado agraciada físicamente, con el pelo desaliñado y con un tic
nervioso que no le ayudaba a resaltar su femineidad. Después de
contemplarladuranteunosinstantes,enlosquellegóadesarrollarporella
un amago de compasión, quiso buscar al destinatario de la sentida
observación.Siguiendolatrayectoriadelamiradadelachica,encontróal
receptor. La visión le sorprendió e incluso le dibujó una sonrisa en los
labios.EraSerguéi.Linasevolvióhacialajoven,queesperabajuntoasu
padreaqueleasignaranunamesaparaentrarenelcomedordelacasade
reposo.
—Noseequivoca,querida.Elamordemimaridoesdelosverdaderos,
de los que duran toda una vida —dijo, regalándole una sonrisa ante el
asombro de la muchacha, mientras se dirigía hacia la mesa donde la
esperabaSerguéi,concentradoenlalecturadeldiario,congestoserioy
ajenoalinterésquehabíadespertadoenlajoven.
Porunmomentosesintiómalporlareacciónqueacababadetenerante
aquellamujer.Peroestabaseguradehaberutilizadountonodulceaunque
contundente.Adecirverdad,elcomentariotampocoleparecíaapropiado
paraunaveinteañera.
—Creoqueesajovencitadelaterceramesaalaizquierdadelapuerta
principalacabadedarsecuentadequesehaenamoradodeProkófiev.—
Serguéi levantó levemente su cabeza, lo suficiente para que sus ojos
observaranasumujerporencimadelaslentesydespuésbuscaraconsu
miradaazuladalapresamencionada—.Peroyatienelainformaciónque
precisa. —El comentario le valió una leve sonrisa de su marido que
volvióaperdersumiradaenelperiódico.
—MepreocupalaguerraconPolonia.
—¿Ahoratepreocupanlasguerras?
—Siemprelohanhecho.EstuvimoshaceunañoenVarsovia,nopuedo
dejardepensarenello.Megustaesepaís.Ytambiénestoypreocupadopor
tumadre.EsperoquetodavíanohayavueltoaParísysigadevacaciones.
Estáelambientedemasiadosucio.
—¿Laconoces?
—¿A quién? —La pregunta, lejos de tranquilizarla, la inquietó. Era la
mismaquehabíautilizadoellaveintiúnañosatrás,el10dediciembrede
1918,enelCarnegieHallcuandoVeraDanchakofflainvitóapresenciar
elprimerconciertodeProkófievylepreguntósileparecíaguapo.Claro
queleparecióguapo,poresocontestóunembustero«¿Quién?».
—Atunuevaadmiradora.¿Lahabíasvistoantes?
Serguéi volvió a mirarla, achinó los ojos y después de una contenida
búsquedaensumemoria,encontróalgo.
—Creo que hace unos días me preguntó algo sobre un concierto. La
verdad,nolorecuerdomuybien—dijo,pasandolahojadelperiódico—.
Sinomeequivoco,eslamismamuchachaqueelañopasadoseempeñó
enleermeunpoemaquehabíaescrito.Pretendeserpoetisa.
—¿Ytodavíalarecuerdas?—preguntóentredivertidaysorprendida.
—Nopodríaolvidarloaunquequisiera.Enlavidahabíaoídoalgotan
horrendo.Deberíandetenerla.
Linariolagraciadesumarido,aunqueesecomentarioenreferenciaa
cualquierotrapersonanolehubieraparecidocorrectoteniendoencuenta
la realidad del país. Serguéi dejó el periódico sobre la mesa cuando la
camareravinoconlacomida.
—¿Por qué te quieres ir a Moscú? Todavía nos quedan días de
vacaciones. Los niños no te necesitan en casa. Seguramente se lo estén
pasandomejorsinnosotros.Sinmí,desdeluego.Además,mevasadejar
solo.
—No te dejo solo. Estás rodeado de nuestros amigos. Son nuestros
hijoslosquemepreocupan.Sonelloslosquenoquieroqueesténsolos.Y
deboarreglarlascosasquedejamospendientesencasa.Deboadquirirla
propiska —se refería al permiso de residencia y de desplazamiento en
Moscú—,averquépuedohacerconlaputiovka—elpermisodeestancia
en una de las casas de reposo y balnearios que el gobierno ponía a
disposición de los artistas— y conseguir la domoupravlenie —unos
trámites burocráticos referentes a la administración municipal de la casa
—. Y por si fuera poco, tengo pendiente comprar los receptores de los
gramófonos que se rompieron y localizar a alguien que arregle el
calefactor para cuando llegue el invierno. Si no estoy yo, estas cosas se
dejanparaúltimahorayluegosonunproblema.Frosiaesadorableymuy
competente,peronosabeimponersecomolohagoyo.—Hizounapausa
ybajólavozacercándoseasumarido—.YluegoestálodeMeierhold.Y
lapobreZinaida.—Unescalofríolerecorrióelcuerpo.Seestremecióal
recordar el trágico final de la mujer de Vsevolod Meierhold, Zinaida
Reich. Apenas hacía una semana, la noche del 15 de julio de 1939, que
habíasidoasesinadaensucasaamanosdeunosasaltantesque,despuésde
torturarla, le asestaron hasta diecisiete puñaladas por todo el cuerpo,
inclusoenlosojos—.Todavíanopuedocreerlo.Dehecho,noterminode
entenderlo.Nocreoquefueranunossimplesladronesenbuscadejoyasni
dinero. No se llevaron nada. Ella misma se temía que algo iba a pasarle
desde que se negó a aceptar el encargo de hacerle un retrato a Stalin.
Primero la detención de su marido y, cuando no hacía ni un mes de su
entradaenprisión,sucedeesto.Esatardehabíaenviadoasushijosacasa
desuhermana.Tedigoquesospechabaalgo.Estoysegura.Noeratonta.
Serguéiempezabaamostrarevidenciasdeintranquilidad.Noeralugar
paraesetipodeconversaciones,aunqueeltonoresultaracasiinaudible.
—Lina…—leadvirtió.
—DebimosiralentierroenelcementeriodeVagankovo.Sutumbaestá
cercadeladesuprimermarido,elpoetaSerguéiEsenin.—Linasequedó
pensativa durante unos instantes, sin que ninguna palabra saliera de su
boca—.Nofuenadie,salvotrespersonasysuhermana.Mehandichoque
laenterróconelvestidodeLaDamadelasCamelias,laúltimaobraque
dirigióenunteatroVsevolod.Ladejamossola.Nuncameloperdonaréy
Meierholdtampocolohará.¿Creesquelosabrá,queselohabrándichoa
pesar de estar en…? —preguntó sin atreverse a pronunciar la palabra
Lubianka.
—Bastantetieneconloquetiene—comentóélcontrariadosinretirarsu
vista del plato—. Nunca debió decir lo que dijo. Se lo advertí una y mil
veces.Llevabatiempobajosospecha,habíasidoacusadodeformalista,le
cerraronelteatroygraciasaqueStanislavskilediotrabajocomodirector
deensayosensuteatroylepusobajosuprotecciónpudosobrevivir.Pero
cuandoÍgormurió…—AhorafueSerguéielqueguardósilencioanteel
recuerdo.HacíasolounassemanasqueMeierholdhabíaacudidoalPrimer
CongresodeDirectoresdeEscena,enelquesenegóaaceptarlascríticas
desuspropioscompañerosyamigos,queleacusabandeformalistayde
haberabandonadolosidealesrevolucionariosensustrabajosteatrales,y
afirmó que el teatro ruso había retrocedido veinte años. Su voz sonó
demasiadoclaraparaunaciudadtomadaporlanieblasombría.«Ustedes
dicenquesoyformalista,simbolista.Esverdad,yagregoalgomás:loque
ustedesafirmanqueesrealismosocialistanoesrealismonisocialista,es
una mediocridad espantosa. El teatro ruso ha retrocedido veinte años en
imaginación.Paramílarevolucióntienequeserimaginativa.Leninfueun
creador de la imaginación, un utópico. Ustedes han asesinado al teatro
ruso,hancastradolarevoluciónimaginativadenuestroarteysonporlo
tanto los responsables de su decadencia». Serguéi todavía recordaba las
palabrasquesuamigoledijocuandoabandonabanelrecinto.«Aunqueun
díaacabenconmigo,miteatrovaaseguirvivo.Alguienloretomará».El
20dejuniode1939eradetenidoynadievolvióapronunciarsunombre
envozalta.
—Tansolodijoloquepensaba.Yencimateníarazón.Siemprehasido
un hombre imaginativo, creativo, original, pero eso no le ha impedido
sentirse más soviético que cualquier otro. Nadie debería ser detenido ni
torturado por eso ni por negarse a hacer un retrato de Stalin. Y mucho
menosasesinadacondiecisietepuñaladas.
—Lina… —Su nombre en la voz de Serguéi sonaba a reproche, a
advertencia,aprudencia.
—MelodijoZinaidacuandofuiaverladíasdespuésdequedetuvieran
a Meierhold. Ella sabía que le estaban torturando, que estaban buscando
queconfesara,quereconocieraserunespíaalemán,oquetrabajabapara
los servicios británicos o japoneses. ¡Si es que les da igual, como si le
importaralanacionalidaddelamentira!
—¡Lina,porfavor…!—repitió,reprendiéndolaestavezconlamirada.
—Yalosé—dijo,encerrándoseenelsilencio.Conocíaaqueltonodesu
marido.Enelfondosabíaqueteníarazón,peroseresistíaaaceptarlo.
—No sé si es bueno que te vayas a Moscú. Tal vez deberías quedarte
aquí. —La preocupación de Serguéi residía en que Lina se fuera de la
lengua. Al menos cuando estaba él, conseguía sujetar sus desenfrenos
verbales.
La conversación les tenía lo suficientemente inmersos en temas
delicadosparaqueelmatrimoniosepercataradequelajovenaspirantea
poetisanodejabadeobservarlos.
Alaspocashoras,LinaregresabaaMoscú.Leesperabamuchotrabajo
porhacer.
LascartasdeSerguéillegabancasiadiario.Undíarecibióunaescrita
conunlápizrojo.Aunquelesorprendió,nolediomayorimportancia.«Se
habráquedadosintintanegra»,pensó.Noveníaencabezadaporelhabitual
«QueridaAvecilla»,yesosíqueleextrañó.Leparecióraronoencontrar
ningúnrecordatoriosobrelosarreglospendientesdelacasa,losavances
enlacantataZdravitsa(Salud),unacomposicióndecatorceminutosenla
que estaba trabajando para el sexagésimo cumpleaños de Stalin sobre
textosdecancionespopularesdediversasrepúblicasdelaUniónSoviética
y que le habían invitado a realizar sin opción alguna de declinar la
invitación.Enlacartatansoloinsistíaenquefueraapasarunosdíascon
élyquenohabíabailado.«¡Cómovaabailar!¡Sinosabe!».Linasonrió,
moviendo la cabeza en señal de negación ante su hijo Sviatoslav. «Tu
padreseestáhaciendomayor.Medicequevayaapasarunosdíascuando
acabo de regresar y cuando sabe que tengo mil cosas que hacer. Espero
queanteelpianoestémáscentrado».Doblólacuartilladepapelsobresus
pliegues,laintrodujoenelsobreylaguardóenelcajóndelmuebledela
entrada.Novolvióapensarenella.
Durante un descanso de las reuniones con Katáiev y Birman, que
estaban resultando demasiado pesadas y, en ocasiones, tensas, Serguéi
ocupó una de las mesas del jardín junto a Nikolái Miaskovski; Pavel
Lamm;sumásfielparejadetenisydeajedrez,DavidOistrach;elpianista
yprofesordelconservatoriodeMoscú,HeinrichNeuhaus;ylacantantey
estrella del Teatro Bolshói, Vera Davídova, entre otros. Le alegró ver a
Afinoguénovenelcírculodeamigos.Eranmásdelasseisdelatardey
acababa de rechazar su baño de agujas de pino semanal. Hacía frío, el
cielo amenazaba lluvia, como casi todos los días de aquel inestable
verano,yleapeteciótomaralgoquelecalentaraelcuerpo.Prefiriópedir
un café, aunque la decisión le acarreara problemas de insomnio por la
horaqueera.DehaberestadoLinanoselohubierapermitido.Peronole
gustaba el sabor que dejaba la miel en el té y la falta de azúcar en
Kislovodsk hizo que esta solo se sirviera con el café y no con las
infusiones herbales que tenían que conformarse con la melaza para ser
endulzadas.
—Linaseríafeliz.Leencantalamiel.Yonomeacostumbro.Demasiado
dulzor—comentócomosirealmentetuvieraimportancia.Lateníaparaél.
AlmenosdejabadediscutirconKatáievsobreeltrabajoSemiónKotkó.Ni
siquiera se había dado cuenta de que un par de hombres, entre ellos
Tseitlin, que estuvo acompañándole infatigablemente durante su primer
viaje oficial en 1927 junto a Tsukker y a Vladimir Derzhanovski, se
habíanincorporadoalatertuliadelamesa.
—Y dígame, ¿cómo es que se enamoró de una mujer española? —A
Serguéilesorprendiólapregunta,sobretodoviniendodeTseitlin,aquien
diez años antes Lina le parecía una de las mejores elecciones del
compositor —. No me malinterprete, su mujer es preciosa, encantadora.
Siempreparecetanfeliz,siemprerodeadadetantagente,sonriendoatodo
elmundo…
—Esoesporqueyolahagofeliz.—Serguéisonriódemaneraforzada
y empezó a revolverse levemente en su silla, intentando acomodar su
cuerpo en ella, como hacía siempre que estaba incómodo. Empezaba a
sentirse molesto. Nadie había invitado a Tseitlin a sentarse a la mesa.
Cierto que a nadie solía importarle la llegada de un nuevo miembro
dispuesto a participar de la tertulia, pero aquella era una charla entre
amigosyTseitlinnoparecíaserlo,ajuzgarporeltemadeconversación
quehabíaelegido.
—Esoesmuypropiodelasmujeresextranjeras.Sontan…occidentales.
Caminanenvueltasenairesdelibertadquealguienpodríamalinterpretar.
Hasta me he fijado que lleva su alianza en el dedo anular de la mano
izquierda,comolosamericanos.Siempremehepreguntadoporquénose
enamoróusteddeunamuchacharusa.
—Esonoparecíaimportarledemasiadocuandoustederaunodelosque
corríanparahacerseunafotojuntoamimujer.Lleguéapensarqueusted
yTsukkersetraíanunaespeciedeguerrillainternaporverquiénaparecía
más veces al lado de mi esposa. —A Serguéi no le había gustado el
comentarioynosemolestóenocultarlo—.Detodasmaneras,nocreoque
eso deba preocuparle precisamente a usted, de la misma forma que a mí
nointeresaenabsolutoconquiénestáustedcasado,siesqueloestá,ysi
sonríe mucho o poco su mujer. Claro que siempre dependerá de quién
tengaallado.
—Perdónemesilehemolestado.Noeraesamiintención.Yosolodigo
quedesde1937,comodebesaberyaqueleconsiderounbuenciudadano
ruso,laleysoviéticaprohíbealosrusoscasarseconextranjerosysegún
tengo entendido el decreto tiene carácter retroactivo. —Sus palabras
provocaron la ira de Serguéi, que sintió por primera vez unas ganas
irrefrenablesdepegaraalguien.LamanodeMiaskovskisobresubrazo
impidióquerealizarasudeseo.
—Noséconquiénsecreequeestáustedhablando.
—Lotengomuyclaro:connuestroProkófiev—dijo,imitandoeltono
utilizadoporStalineldíadelestrenodeAleksanderNevski—.Esustedel
quepareceolvidarlo.
—Exactamente, yo soy Prokófiev —comentó a punto de perder los
nervios—.Leconvienenoolvidarlo.
—Yellossonlaley.Ytambiénleconvienenoolvidarlo.Yahora,sime
disculpan —dijo mientras se levantaba y abandonaba la mesa. Estaba de
acuerdoconSerguéi.Noeraélquiendebíapreocuparse.
—Tranquilízate —le aconsejó Miaskovski, impidiendo que su amigo
saliera tras él—. Es solo un cretino, siempre lo ha sido…, aunque tiene
razón en lo que dice. —Serguéi le atravesó con la mirada. No era ese
comentario el que necesitaba escuchar—. Me refiero a lo del decreto
sobreelmatrimonioconextranjeros,anadamás.Sabeslaadoraciónque
profesoaLina.Nisiquieratengoquerecordártelo.
—Ellos también lo hacían. Se comportaban como auténticos babosos.
Túfuistetestigo.Noséaquévieneesto.Linapuedesermássoviéticaque
todosellosjuntos.
—Olvídalo. Solo quería provocarte. Nada más. —Se pensó unos
segundos en decir lo que tenía en la cabeza desde hacía meses y decidió
que era un buen momento para hacerlo—. Además, te habrá visto… —
hizounapausa—,yesolehabrádadopie.Debessermáscuidadoso.
—¿Quéquieresdecir?—lepreguntóconunmarcadotonodeofensa.
—No seas crío, Prokófiev. Y sé más discreto. Si no por ti, hazlo por
Lina.
Laconversaciónseinterrumpiócuandounpequeñotumultocomenzóa
formarse en una de las entradas de la casa de reposo. Un hombre hacía
aspavientosconlosbrazos,lasenfermerasseechabanlasmanosalaboca
y alguna camarera incluso lloraba. Entre los ilustres huéspedes había
semblantes para todos los gustos: preocupación, desdén, algunos se
encogíandehombros,otrosselimitabananegarconlacabezayloshubo
quetambiénrieronyasintieronafirmativamente.
—¿Quépasará?—preguntóMiaskovski.
—Seguramente nada que deba preocuparnos —vaticinó Prokófiev
mientrasveíaacercarsealautordellibretoenelquetrabajaba.Surostro
reflejabaunaligeraturbación—.AhívieneKatáiev.Ahoraescuandodebo
preocuparme. Como vuelva a decirme que él es más partidario de una
óperadecortemásclásicoparaSemiónKotkó,tejuroqueletiroalríoy
meniegoasacarledeélaunquenosepanadar.
Perosucoleganoveníaconánimosdehablardesuobra.Dehecho,ni
siquieraseacordabadeella.
—HitleracabadeinvadirPolonia.Lohanescuchadoenlaradiopolaca.
Polonia no ha aceptado las reclamaciones del Führer. Han declarado la
guerra.
Todos compartieron como única respuesta un silencio prolongado
durante unos eternos instantes. Fue Boris Asafiev, a quien la noticia no
parecióextrañarle,elprimeroenromperelmutismo.
—Las cosas que no se resuelven bien, siempre traen problemas. Y la
GranGuerranosecerrócomosedebía.Alenemigotienesqueaplastarle
paraquenoserevuelvanisiquieracuandoestáagonizandoenelsuelo,ya
Alemania,comoaItaliayaJapón,seladejósinalientoperorespirando.
AhoraHitlernosolovaaquererrecuperarelterritorioperdidoaraízdel
Tratado de Versalles, sino que ese loco nacionalista se lanzará a la
conquistadeotrosnuevos.
—Ynoseráporquenollevatiempoavisándolo—comentóPavelLamm
—. El primer aviso fue en marzo de 1936, cuando Hitler ocupó
militarmenteRenania,saltándoseelTratadodeVersallessinimportarlelo
másmínimo.Peroelmundopermaneciócallado,nadiereaccionó.Francia
lointentó,peroalnocontarconelapoyodeGranBretaña,decidiódejarlo
pasarymirarhaciaotroladoporqueelFührer,aunquefascista,almenos
esanticomunista,ytodospensaronqueseríaunamaneradepararalterror
rojo. En el fondo esta guerra es por el miedo a que se extienda el
comunismoporelmundo,aquelaRevoluciónrusacontagiealresto.Ese
eselgranmiedo.YlaúnicaquesehaplantadohasidoPolonia.Yacabade
ser invadida. Señores, la historia es digna de una novela rusa. ¿Quién se
anima?
—Irá a peor —vaticinó Miaskovski—. Yo no creo que Francia e
Inglaterra tarden mucho en declararle la guerra a Alemania. Tienen un
pactoconPoloniaynovanadejarlasola.Aunquesoloseaporquenoles
conviene.Yterminaránarrastrandoalrestodelaspotenciaseuropeas.
—Peroesoesunalocura—comentóSerguéi.
—Laguerrasiempreloes,camarada.—Miaskovskiparecíatranquilo.
—¿Yquéharemosnosotros?—insistióProkófiev.
—¿Se refiere a Stalin? —preguntó Vera Davídova—. Es listo. Y frío.
Sabequenuestroejércitonoestápreparado.¿Esquenovieronelabrazo
deMolotovaJoachimvonRibbentrop?—Verasereferíaalpactodeno
agresiónfirmadoentreAlemaniaylaUniónSoviéticael23deagostode
1939—.NuevedíasantesdequeHitlerinvadieraPolonia.Nueve.Menuda
precisión. Creo que podemos estar tranquilos. —Todos escucharon con
atención su razonamiento, quizá porque sabían que la estrella de Teatro
BolshóiguardabaunaestrecharelaciónconStalinysuinformaciónpodía
sermásprecisaqueladelresto.
—Perosomosenemigos.LaUniónSoviéticayAlemanianopuedenir
juntas —comentó Prokófiev—. El fascismo no podrá entenderse nunca
conelcomunismo.Nacióparadestruirle.
—Sí, pero eso era antes, en los veinte años que ha durado este
simulacrodepaz.—VeraDavídovaobservólosrostrosvacilantesdesus
compañeros—. ¿Acaso puede extrañarle a alguien? Todo esto se veía
venir. Ahora los enemigos se convierten en amigos para hacer nuevos
enemigos.Además,yasabenloquedicen,convieneestarmáscercadelos
enemigosquedelosamigos.Suelendarmásymejorinformación.
Sería egoísta, pero Serguéi pensaba en cómo aquellos nuevos
acontecimientos podían afectar a sus proyectos. Como si un resorte se
hubieraactivadoensuinterior,seacordódeLina.Teníaquellamarla.
Al levantarse se encontró con la imagen de Tseitlin observándole
mientras departía con un grupo de personas a unos cien metros de
distancia. Ambos se observaron en un duelo de desconfianza, que en el
casodeSerguéisetraducíaenodio.Deseóecharacorreryabofetearle.Se
habíaatrevidoainvadirsuterritoriomásíntimo,elquesololepertenecía
aélpormuchasleyesescritasqueexistieran.Delamaneramásbásicay
observando a Tseitlin, sintió crecer en su interior un sentimiento de
solidaridadconPolonia.
LinaseguíaenMoscú.SehabíaenteradodelcomienzodelaSegunda
GuerraMundialporlaradio,unpocoantesdequeSerguéilatelefoneara
parainformarle.«Notepreocupes.Porloqueheoído,laUniónSoviética
no participará en la contienda. Puedes estar tranquila». Aprovechó la
llamada para informarla de que retrasaría en unos días su regreso a
Moscú porque habían surgido unos problemas con los ensayos, le dijo
algodelaineptituddeuncolaborador,delatabladesalvaciónquepodría
suponer contar con Serafima Birman para la puesta en escena, de la
cabezoneríadealguienquenosupoquiéneraydelascoquelehabíadado
encontrarse con el presidente del Comité para los Asuntos del Arte,
Kérzhentsev, principal responsable de todos los ataques, censuras y
prohibiciones que sufrían los artistas. Lina sonrió. Esa confidencia era
algo que nunca se habría atrevido a hacer por carta. Antes de colgar, le
dijolomuchoquelaextrañaba.
—Ya me he dado cuenta. Leí tu carta en la que me pedías que fuera a
verteaKislovodskalosdosdíasderegresaraMoscú.Medetallabashasta
elitinerariodelviaje.Notienesremedio.¿Nocreesqueaestasalturassé
perfectamentecómoiralacasadereposo?¿Ydesdecuándoesnoticiaque
nobailas?—Serguéisequedócalladoduranteunosinstantes.Linatemió
que se hubiera cortado la comunicación. Le hubiese gustado seguir
bromeandoconélsobresuincapacidadparaelbaile,algoquesiemprele
echabaencaraespecialmentecuandoenlasrecepcionesdelasembajadas
oenlasfiestasquesecelebraban,seveíaobligadaabuscarlosbrazosy
los pies de otros bailarines más diestros que su marido, en vista de su
incapacidad manifiesta para el baile. Pero no pudo. Al parecer en
Kislovodskleurgíanparadejarlibreelteléfono.Lanoticiadelestallido
deunnuevoconflictobélicodebíatenerlaslíneastelefónicasconunnivel
desaturaciónimportante.Nolehizograciaqueretrasarasuvueltaacasa,
peronolequedómásremedioquecomprenderla.
Unos días más tarde, al salir de una reunión en la Unión de
Compositores donde hizo gestiones para cerrar su participación en un
concierto de la radio, ya que Serguéi la convenció de que sería mejor
evitarsumediaciónparaquenadiepensaraqueelcompositorutilizabasus
influencias para colocar a su mujer, Lina se encontró a Valentina, la
hermanadeMiaskovski.Sealegródeverla.Hacíaalgunosmesesqueno
coincidían.
—ASerguéilevielotrodía.Leencontréalasalidadeunconciertode
violonchelo. Estaba con esa joven poetisa, ¿cómo se llama?, Mira
Mendelson. —A Lina le sorprendió el comentario, pero le extrañó más
que Valentina conociera su nombre cuando ella ni siquiera se había
molestado en interesarse por él. En su cabeza apareció la imagen de la
jovenveinteañeradespeinada,conunaspectodescuidadoyquecaminaba
separando las rodillas con un aire hombruno ni mucho menos seductor,
comocabríaesperardealguiendesuedad.Unaligeraturbaciónobligóa
Valentina a explicarse mejor, aunque su tono sonó más a excusa—.
Conozco a su familia. Su padre es un importante profesor de economía,
muylaureadoenelpartido,ysumadretambiénestámuybienrelacionada.
Es miembro de las Juventudes Comunistas, una alumna del Instituto de
Literatura…Esnormalqueestémuyencontactoconlosartistas…
Duranteunossegundos,lasdosmujeresseobservaron.Linaintentóver
enlosojosdeValentinaalgunaverdadnoreveladaentretantainformación
vacía,superficialycarentedesentido,almenosparaella.
—¿Debopreocuparme?—preguntó,intentandonoimprimirdemasiada
solemnidad a su duda y guardando una dignidad que cualquiera podría
haberperdidoanteunainsinuaciónsemejante.
—Mujer, qué cosas tienes…, yo… —dijo, sin poder disimular la
incomodidadqueleprovocabalamiradadesuamiga.
Aquel gesto la inquietó en parte. No pudo evitarlo, aunque enseguida
rechazólanubededesconfianzaquecomenzabaaformarseensucerebro.
ConocíaperfectamenteaSerguéi.Nopodíaimaginarletonteandoconuna
mujer que no fuera ella. Ni siquiera sabría cómo hacerlo. Todavía se
acordabadelatorpezaquemostróduranteelincidentedelasbarcasenla
casa de los Stahl, cuando quería llamar su atención y casi provocó que
todoslosinvitadoscayeranalagua.¿Aquiénqueríaengañar?Serguéino
tenía ninguna experiencia con las mujeres, no sabía cómo tratarlas, y
mucho menos tontear con ellas. Le daba vergüenza incluso entablar una
conversación con una mujer guapa. Se ruborizaba como un niño, se le
trababalalengua,leempezabanasudarlasmanosynopodíapararquieto.
Era impensable que aquel hombre tímido con los desconocidos,
especialmente si eran mujeres, pudiera pensar siquiera en una aventura
amorosa.SuvidaeralamúsicayhabíavecesquelapropiaLinasentíaque
teníaquelucharcontraellaparaarrebatarleelprimerpuestoensuescala
de valores. Era un incapacitado para las relaciones públicas, para los
sentimientosyparaentablarconversacionesconextraños.Supropiohijo
Oleg,quenosolíasacarlanarizdesusdibujos,teníamáscapacidadqueél
para el arte de la conversación. Encontró absurda la insinuación de la
hermana de Miaskovski. Eso podría pasar con cualquier otro hombre,
peronoconSerguéi.Sinduda,Valentinanoleconocíalosuficiente.Lina
semontóelargumentodelahistoria.Sehabríaencontradoalajovendel
balneario que habría insistido en ir a ver el concierto, a él no le habría
quedado más remedio que invitarla y al salir no pudo evitar recibir los
parabienes de la joven. ¿Dónde estaba el problema? ¿Por qué iba a
preocuparse?
Ysinembargo,lohizo.Volvióapreguntarle.
—Valentina,¿debopreocuparme?
—Debistehacerlohacetiempo.
Larespuestadesuamigahizoqueelmundocomenzaraaderrumbarse
sobreella.Experimentólamismasensacióndeunpúgilqueabandonael
cuadrilátero después de recibir un fuerte golpe que anula sus sentidos,
pero inexplicablemente sigue manteniéndose en pie. Qué absurda podía
ser la mente humana cuando algo la turbaba y amenazaba con saturarla.
Sacudió figuradamente su cabeza como si quisiera desalojar de ella los
pensamientosinoportunosydejarlesclaroquenoeranbienrecibidos.Se
negó a que las dudas y las sospechas continuaran fustigándola mientras
imprimíamásvelocidadasuspasos.Queríallegaracasacuantoantes,a
territorioamigo,aunlugarsegurodondenadielaamenazara.Nopensaba
dar pábulo a rumores infundados. Demasiados infundios existían ya
tejiendolavidadelaciudadparadarcredibilidadatodoloquesedecía.
Sabía que su relación siempre había despertado muchas envidias, estaba
permanentemente bajo el foco público, y en esos momentos había
personasqueporhacerdañonosedetendríanantenada.Sihabíapadres
capaces de delatar a sus hijos, hijos capaces de denunciar a sus padres,
hermanos inventando traiciones, cuñados o esposas sosteniendo
acusaciones falsas, ¿por qué no iban a inventar bulos que persiguieran
debilitarunarelacióndeparejaquellevabamásdeveinteañosdevidaen
común?Sabíaquehabíapersonasquelaobservabanbajounaenormelupa
por su condición de extranjera. Pero ella era la mujer de Prokófiev, lo
llevaba siendo dieciséis años, desde 1923, y no estaba dispuesta a que
nadielopusieraenduda.
Llegó a casa jadeando, haciendo un esfuerzo extraordinario para
respirarconunaciertanormalidadyevitarasíqueaparecierauncuadro
de ansiedad que resultaría francamente inoportuno. Su cabeza se había
convertidoenunafábricadeexcusas,consuelosyargumentosqueintuía
baldíos, y que trabajaba a toda velocidad sin temor a que el engranaje
saltara por los aires debido a un exceso de actividad. Ni siquiera oyó a
Frosiapreguntándolesitodoibabien.Tampocohubiesevistoanadieen
casodequealguienhubieraestadoenlavivienda.Comosilehubiesesido
reveladaalgúntipodeseñaldivina,sedirigióaldespachodondeSerguéi
solíatrabajar.Rebuscóunpocoentresuspapeles.Nolecostóencontrarlo.
El diario de pastas negras en el que Prokófiev vertía su día a día
descansaba sobre el escritorio entre un enjambre desordenado de
partituras, carpetas, libros y cuadernos. Ni siquiera lo había abierto
cuando de su interior se escapó una cuartilla suelta que no pertenecía al
gruesodeldiario.Alguienlahabíadepositadoallí,quizáolvidada,quizá
anhelando que una persona la encontrara. Era otro tipo de papel, estaba
escrito con una caligrafía diferente y con una tinta distinta a la habitual.
Entoncessediocuenta.
SaliódelahabitaciónconeldiariodeSerguéienlamano.Nisiquiera
fue consciente de la profanación que acababa de cometer al abrir aquel
cuadernoíntimoquecontantavehemenciaescribíayguardabasumarido.
Seapresuróabuscaralgoenelcajóndelmueblequehabíaalladodela
puertadeentrada.Lohabíadejadoallíhacíaunassemanas.Teníaqueestar
ahí.Alfinalloencontró.Confrontólosdosescritosypudocomprobarlo
que su cabeza aún se negaba a admitir y su corazón anhelaba que fuera
falso.Elmismolápizrojohabíadelineadolasdoscuartillas.Lacartaque
habíarecibidodesumaridohacíaunassemanasdondelepedíaquefuera
unosdíasaKislovodskyleconfiabaquenohabíabailadoestabaescrita
conelmismolápizrojoquelapoesíaabandonadaentrelaspáginasdesu
diario. No le costó entender la nueva realidad que se abría ante ella.
Aquella carta tenía como destinataria a la autora del poema abandonado
entrelashojasdeldiario,MiraMendelson.Poresolepareciótanextraña,
poresoynoporunolvido,lamisivanoestabaencabezadacon«Querida
Avecilla»…
Linacerrólosojosduranteunossegundos.Nopodíacreerlo.Noerala
primeravezqueSerguéiseconfundíaycruzabalosmensajesdirigidosa
distintasdestinatarias.RecordóeldíaqueProkófievenvióelmismoramo
de rosas a ella y a la actriz Stella Adler pero con la tarjeta cambiada.
Aquella vez ganó Lina. Había conseguido conquistar al genio y unir su
vidaaladeélylaactrizhabíapasadoalolvido.Yahora,estabadecididaa
repetirlavictoria.Volvióadejarlacartaenelcajónehizolopropiocon
eldiario,nosinantesextraerlacuartilladondeestabaescritalapoesíade
Mira, que aparecía encabezada por dos palabras: EL AMOR. Se sentó en
una de las sillas del comedor y volvió a leerla sin importarle la tortura
queellolesuponía.
Todollegaderepente,así,tantolaalegríacomolapena.
Mellevéaldelosojosazulesymedije«Parasiempre».
Elcorazónleremovíconlapalabra,continuédirecta.
«Noesunconvidadoniuntranseúnte,tómalocomolavidamisma».
Sinreconocerlolovistepasarmuchasveces
peroyaestáunidoaticonlazosinvisibles.
Miraatrás,entussueñospasadosencontrarássuhuella.
Alaesperadealgobelloyenel«no»reiterativo.
Sihayvoluntaddecruzarelcampodelavidaconél,
elcorazónaceptarátodoslosbachesdelcaminoporvenir.
Ysubílosescalonesempujadaporeldestino,
mesescomopeldañosquedejéenelcamino.
M.
Sintiócómosuestómagoserebelabayrugíaporexpulsarunaingente
cantidad de bilis a modo de desahogo que su orgullo y cierta templanza
lograron detener. Recordó las palabras de Serguéi la primera vez que le
preguntó por ella en el comedor de la casa de reposo de Kislovodsk.
«Pretende ser poetisa. Tendrían que detenerla». Lina pensó que deberían
hacerlealgopeorporosarinterponerseensumatrimonio.
Sintiócómosuvidasehacíaañicos,agrietándosepeligrosamentecomo
lo hacía el hielo que cubría la superficie de los ríos cuando alguien lo
golpeaba violentamente. Sus vivencias convertidas en piezas de un puzle
enorme,empeñadasenmezclarseparadesdibujarlaimageninicial.Ysin
embargo, esa catarsis le permitió observar con claridad algunos
momentos del pasado que hasta entonces permanecían cubiertos por un
velodeignoranciaeinocencia.EnsumenteapareciólacenaenlaCasade
los Escritores celebrada unos meses atrás. No había sido una velada
especial, tan solo uno más de los muchos encuentros con amigos,
compañeros y personas a las que convenía ver aunque no apeteciera.
Compartieron mesa con el historiador teatral Aleksey Dzhivilégov,
empeñadoenconvencerlesunavezmásdequeelartenohubierasidolo
mismosinMaquiavelo,LeonardodaVinci,CastiglioneyMiguelÁngel,y
engeneraltodoelRenacimientoitaliano.Forzandosumemoria,recordó
cómo un joven se había acercado a su mesa para pedirle a Prokófiev si
tenía inconveniente en saludar a una joven admiradora, estudiante de
literatura y que amaba su música. Lina observó una vez más cómo la
timidez de Serguéi estuvo a punto de alimentar su leyenda de hombre
serio, seco y adusto, y fue ella misma la que le instó a levantarse y
saludarla. Le resultó imposible acordarse de cómo terminó su marido
bailandoconaquellamuchacha,tansoloquesutorpezaenlapistadebaile
provocólahilaridaddetodalamesa.Nisiquierarecordaríaelrostrode
aquellamujer,carentedeningúnrasgoqueevocaraligualquenolohizo
cuandolaencontróenelcomedordelacasadereposodeKislovodsk,si
los acontecimientos no se hubieran precipitado de la manera en que lo
hicieron. Pero escenificando de nuevo en su cabeza aquel momento, sí
encontróalgúngesto,algúndetalle,algunaminúsculaseñalquelallevóa
pensarquequizánoeralaprimeravezqueaquellasdospersonasbailaban
juntas. Le sorprendió cómo podían cambiar las cosas vistas con la
perspectiva del tiempo y con la información precisa. Se sintió una
estúpida, condenó su torpeza al tiempo que se arrepintió de haber
abandonado antes de tiempo la casa de reposo de Kislovodsk para
regresar a Moscú con sus hijos. Quizá si se hubiera quedado, si hubiera
permanecido junto a su marido, si no le hubiera dejado el terreno libre
paraqueMira…
En plena tormenta de sentimientos encontrados, frases cruzadas,
recuerdosqueinsistíanenmontarseunossobreotroseimágenesborrosas
de la joven que escribía sus pensamientos en rojo, Lina recuperó su
capacidadauditivaconlasuficienteprontitudparaescucharlaspisadasde
alguienquesubíalasescalerasdeledificiohaciendocrujirlacastigaday
ajadamaderadelosescalones.Lopodríareconoceramilesdekilómetros
dedistancia.EraelcaminardeSerguéi.
Frosiacorrióhacialahabitacióndelosniños.Noqueríaverlo,aunque
suponíaqueibaaoírlotodo.Habíaasistidocomotestigomudoatodala
escena y decidió dejar de preguntar a Lina cuando se dio cuenta de lo
inútilqueresultaba,quenisiquieralaescuchabayquenosacaríadeella
ninguna explicación, al menos en aquel momento. Nada de aquello le
extrañaba.Sabíaqueteníaquepasaralgúndía.Searrepintiódenohaber
hablado con ella antes, de no haber vencido un falso sentimiento de
prudenciaquelaobligóacallarseciertosdetalles,comolasllamadasde
teléfonoconvozdemujerquepreguntabaporSerguéiyquesiemprese
negabaadejarunnombre.Olascartassinremitente,dejadasdirectamente
en el buzón de casa, sin sello ni franqueo, en cuyo sobre solo se leía el
nombredeSerguéi.NisiquieraProkófiev.SencillamenteSerguéi,escrito
en una letra redonda y ligeramente ladeada hacia la derecha. Frosia
agradeció que Sviatoslav y Oleg no estuvieran en casa. Bendito colegio.
Sesentó,cerrólosojosysepreparóparalatormenta.Conocíamuybien
elcarácterdeLinacuandoalguienloprovocaba.Ylaprovocaciónhabía
llegadoescritaenunainusualtintaroja.
TansoloesperóaqueSerguéicerraralapuertatrasdesíparaempezar
ahablar.Nisiquieralediotiempoadeshacersedelabrigoyaduraspenas
pudo quitarse el sombrero. No se lo esperaba. En realidad, nadie lo
esperaba.
21
—Mírame.
La petición en la voz de Lina sonó a orden, aunque a los oídos del
recién llegado llegó en forma de reprimenda quebrada y doliente. No
tardó en ver la hoja que sostenía su mujer en la mano. En una actitud
infantil,senegóaobedecer.
—SerguéiSerguéievichProkófiev,mírameahoramismo.—Finalmente
transigióalmandatodesuesposa—.¿Tienesunarelaciónconestamujer?
Elazulcálidodesumiradasemudóenunazulíndigo,oscuro,propio
delfondodelmar,delasprofundidadesdelocéanoheladoadondelellevó
lamudezdeSerguéi.Aquelsilenciodesucompañerodevidaleatóuna
cuerdaalrededordelcuelloconunapiedraensuextremo,ylaarrojóalas
profundidadesdeunmardedudasymiedos.Esesilencioledoliómásque
el impuesto forzosamente en las bocas soviéticas. Aquel era demasiado
íntimo, personal, desgarraba más que el susurro en el que vivía el país.
Ese silencio le perforaba el corazón y no podía hacer nada más que
contraatacar,defenderseygritar.Sobretodogritar.Responderalamudez
culpabledeSerguéiconlosgritosdedolorparidosporsugarganta.Era
su única arma, su única venganza imaginable y pensaba oponer
resistencia.
—¿Ni siquiera vas a negarlo? —preguntó al borde de la locura por
aquel tortuoso mutismo. En el fondo, deseaba que lo hiciera, que
rechazaralasacusaciones,quenegaralaobviedaddeaquellacartaescrita
en rojo, que luchara contra la verdad aunque fuera con mentiras, con
falsas esperanzas, como había hecho ella cuando escuchó la primera
sospechasaliendodelabocadeValentina.
—¿Serviría de algo? —preguntó, rehusando levantar la voz—. Has
sacado tus propias conclusiones. Y por lo que veo, no te ha importado
traicionar nuestra confianza —dijo, refiriéndose al diario en donde Lina
habíaencontradoaquellahojaqueenseñabacomopruebadeldelito.
—¿Teatrevesahablarmedetraicionarconfianzas?—Suirritacióniba
creciendo por momentos. Su rostro estaba encendido, sus facciones
parecían estar ardiendo, lo que le aportaba una mayor luminosidad al
rostro. A Serguéi le pareció deshonroso pensar en lo bella que estaba,
perolohizo.Comootrasmuchascosas,nopudoevitarlo.
—No es nada de lo que piensas. Pero estás demasiado nerviosa para
entenderlo.
—Dimequéesloquedeboentender.Dímelo,porfavor,porqueestoya
puntodearrojarmecontrati.
—Quenopasónada.Yloquepasónotienemásimportanciaquelaque
túmismaestásalimentandoentucabeza.
—Te han visto con ella —dijo, como prueba evidente de sus
acusaciones.Estabaapuntodeecharseallorar,peronopensabahacerlo.
SeaguantaríahastaqueSerguéidesaparecieradesuhorizonte.
—A ti también te han visto bailar con embajadores, secretarios de
prensa, directores de diarios extranjeros, y no se me ha ocurrido
organizarteunaescenadecelos.
—Yonoguardopoesíasdeningúnextrañoentremispertenencias.
—Yotampoco.¿Quéquieresquehagasialguienmedaunescritopara
quelolea?¿Quelorompaylotiredelantedesusnarices?
—No hubiese estado mal si quien lo hace es una jovencita que podría
sertuhijayqueescribequesehallevadoaldelosojosazules.
Noleextrañóquehubieraleídolacarta.Lehubiesedecepcionadoque
no lo hubiera hecho. Conocía a Lina y sabía que esa mujer menuda,
hermosa,defuertecarácteryespírituinquietosolíaencararlosproblemas
de frente por muy profunda que fuera la herida que le dejara. Pero no
pudo evitar la irritación que sentía por cómo se había precipitado todo.
ImaginarseaLinaentrandoaescondidasensudespachoeinvadiendola
intimidaddesudiarioleencolerizó.Nosabíacómocontrolarlasituación
yoptóporhacerloconfuria.
—Nohasbuscadotanbiencomopiensas.¿Quieresvermás?—Serguéi
lacogiódelbrazobruscamenteylallevóasudespacho.Linanisiquiera
sintiólafuertepresióndelosdedosdesumaridosobresuantebrazohasta
que más tarde comprobó las pequeñas y redondeadas sombras
amarronadas tatuadas en su piel—. También me mandó esto. —En su
mano apareció un sobre que contenía la traducción del poema Highland
Mary,delpoetaescocésRobertBurns.RezóparaqueLinadesconocierala
historiadeesepoema,escritoporBurnsasuamante,MaryCampbell,con
la que tenía pensado fugarse sin importarle abandonar a su mujer Jean
Armour y a sus hijos gemelos. Lo único que impidió la traición fueron
unas fiebres que acabaron con la vida de Mary días antes de la huida.
SerguéiagradecióqueelinterésliterariodeLinanolehubierallevadoa
conocerlospormenoresdelaobradelpoetaescocés,nacidoen1759,ni
suaficiónacoleccionaramantes—.Ynohasidoloúnico.Tambiénmeha
entregado el libreto de una obra que puede interesarme, La dueña, de
Richard Brinsley Sheridan. Es estudiante del Instituto de Literatura,
miembrodelasJuventudesComunistas,estámuybienrelacionada…
—Conozco su biografía laboral, muchas gracias. Ya se ha encargado
alguien de ponerme al corriente, para mi vergüenza. Aunque no deja de
sorprendermequealguienpuedaestudiarliteraturacuandosupaísnodeja
de censurar y prohibir a grandes autores —le interrumpió Lina, que no
estabadispuestaapasarporeltrancedetenerqueescuchardenuevolos
méritosdeaquellapersonaporlaqueyaprofesabaunodiodesconocido
hastaentonces.Porunmomento,eltítulodelaobrabuscóunanclajeenel
pasado.Ladueña.Noeralaprimeravezqueloescuchaba.Lohabíahecho
conanterioridad.Hastaqueporfinloencontróyelhallazgohizoquese
irritaraaúnmás—.Ynoseasridículo,yaquelacobardíateimpidetener
dignidad.EsaobratelapropusoTaírov.Élfueelprimeroquetehablóde
ella. Yo estaba delante. Y, además, me lo escribiste en una de tus cartas
mientrasyoestabaenSochi.Perocomprendoquecontantaspersonasatu
alrededortambiénatitefallelamemoria,sobretodocuandoteempeñas
enensuciarlaconmentiras.
—Miraestáescribiendoalgunaspartesdellibreto.Yestátrabajandoen
sutraducción.Tieneunamigo,eldirectorartísticodelTeatroKomsomol
Lenin,queestaríainteresadoencontratarlayponerlaenescena.—Serguéi
intentó reconducir la conversación al plano profesional para abandonar
cuantoanteselpersonal,peronoleresultófácil.
—¿Mira? ¿Ya la llamas por su nombre? —preguntó indignada pero
dispuesta a seguir con la batalla, que no pretendía abandonar ni mucho
menos perder—. No sabía que tuvieras nueva secretaria. Creí que ese
puesto lo ocupaba yo, junto al de traductora, por el mismo precio, es
decir,ninguno.Esperoquetraduzcamejordeloqueescribe.Yesunapena
que,comobiendijiste,noladetuvieranporescribirsemejantebazofia—
dijo,desprendiéndoseporfindelamalditapoesíaescritaconlápizrojoy
arrojándola al suelo—. Merece ocupar una de las celdas de la Lubianka
más que nuestro amigo Meierhold, ese del que ni siquiera te acuerdas
quizá porque no está tan bien relacionado como tu nueva amiguita. Y,
desde luego, merece ir en uno de esos trenes que viajan a Siberia con
destino a los campos de trabajo, esos que no existen, como las personas
que entran en ellos, como tampoco existen las aventuras
extramatrimonialesbajoelrégimendeStalin,nieltifus,nielhambre,ni
lasdelaciones,nilasconfesionesforzadas,nilastorturas.Comotampoco
existen en este país los nombres de Aleksander Taírov, de Dimitri
Shostakóvich, de Ósip Mandelstam, de Vsevolod Meierhold, de Zinaida
Reich…Supongoque,paraciertascosas,esmejornotenermemoria,no
vayaaserqueelarrepentimientoylavergüenzaarruinenlaesenciarusa.
—No sabes lo que dices. Te ciegan los celos. Creí que ya habíamos
superado esa etapa. Pero no voy a renunciar a un proyecto solo porque
venga de manos de una mujer que no seas tú y que consideres una
amenaza.
Frosia continuaba con los ojos cerrados, en silencio, conteniendo el
resuelloylanzandosusplegariasparaqueLinanocediera,nosedejara
convencer. El silencio la hizo creer que quizá así había sido. Pero se
equivocaba.
—Quierocreerte,Serguéi.Esloquemásdesearíaenestosmomentos.
Pero no puedo. —Lina recuperó el tono pausado de su voz. Respiró
profundamente y comunicó su veredicto—. Quiero que dejes de verla.
Quieroquelagentedejedecomentar.Quieroquequemesestacartayque
borressunombredetumente.Quieroquevuelvasacasayteolvidesde
todo,ymedaigualloqueesetodocontenga.Vuelveacasa.Nopareció
resultartedifícilcuandoregresamosaMoscúhacetresañosrenunciandoa
todo lo que Estados Unidos nos ofrecía. Ya sabes lo que dice tu amado
Stalin, ese para el que estás tan ocupado en escribirle una cantata que
inclusosetehaolvidadoelcumpleañosdetuhijopequeño:laoportunidad
devolveracasahayquebuscarla—dijo,recordandolaspalabrasdellíder
soviético en el estreno de Aleksander Nevski. Le parecía mentira estar
parafraseando a Stalin, pero aún más increíble le parecía estar viviendo
semejanteescenamotivadaporunainfidelidaddesumarido—.Puesbien,
yoteestoydandoesaoportunidadyesperoqueseaslosuficientevaliente
einteligenteparaaprovecharla.—Antesdeabandonareldespacho,detuvo
supasosinqueencontraranecesariovolverlacabezaparamirarle—.No
quierovolverahablardeesto.Tedejoqueterminestucomposiciónpara
el sexagésimo aniversario de Stalin. Y dile a tu secretaria dos cosas:
primero, que junte las rodillas al andar para que deje de parecer un
camionero.Pensándolobien,quelasjunteparatodo.Ydos,elTeatrode
Cámara va a estrenar El burlador burlado, una nueva traducción de La
dueña, esa que aseguras haber descubierto gracias a tu amiga la poetisa.
Pormuybienrelacionadaqueestéymuyimportantequeseasupadre,no
creoqueelTeatroKomsomolLeninvayaaprogramarlamismaobrados
vecesenunintervalodetiempotancorto.
Serguéi se quedó a solas en el despacho, encerrado con sus propias
mentiras, aunque aliviado porque sabía que la naturaleza de aquella
incipienterelaciónconlajovenMiraMendelsonestabaabocadaaunfinal
seguro.EldescubrimientodeLinaloprecipitaríatodo.Enlasoledaddesu
despachoenlaquepagabalapenitenciadesupecado,sepreguntócómo
podía haber sucedido aquello, cómo había permitido que ocurriera. Se
arrepintiódelprimerbesoduranteaquelinocentepaseoenelquepensaba
estaracompañadodeunasimpleadmiradora.Nocreyóquelalecturade
un poema por parte de la joven escondiera alguna intención oculta. Tan
solo pretendía ser amable, aunque no podía negar que su presencia le
hacíasentirbien,noporsufísico,sinoporlaslisonjasdeadmiraciónque
salíandesuboca.Aquellolehizosentirseridículo.Abatidoporlatensión
vivida, se dejó caer en la butaca, sujetándose la cabeza en un intento de
detener el ataque de una nueva migraña que no tardó en presentir. En el
fondo, se sentía una víctima. Mira había sido la culpable de sus breves
encuentros. Es cierto que él había respondido a su llamada después de
recibir la traducción del poema de Robert Burns, acudido a verla para
hablardeLadueña,dejadoinvitacionesparaunodesusconciertos,yno
se había negado a dar largos paseos por parques y se había animado a
visitarla en casa de sus padres. Nunca le prometió nada, no existían
condicionesenaquellarelación,nohabíadesigniosocultos,almenospor
suparte.Nopretendíadescargarsedetodaresponsabilidad,perosesintió
abocadoaello.Sesentíabienenlacompañíadeaquellajovenmujerque
nolepedíaexplicaciones,nilehablabaderesponsabilidades,nidehijos,
nidelosproblemascotidianosdelacasa,nidelanecesidaddeabandonar
laUniónSoviéticaparaserfeliz.Noleinstabaaabrirlosojos,adespertar
de su letargo, ni se enfurecía por los silencios, los arrestos, las
prohibicionesylasdecisionesdelpartido.Solosemostrabaenamoradade
sumúsica,delgenialcompositor,exhortándoleacomponer«enungran
país y para un gran pueblo como el ruso, porque la Unión Soviética
necesitaba talentos como el de Prokófiev para mostrarle al mundo la
grandeza de la esencia rusa».Serguéi no se había planteado que aquella
relaciónamenazarasunúcleofamiliar,quealteraralavidaencomúncon
Linayconsushijos.Nuncapensóenabandonarelhogar,jamásbarajóla
idea de romper su familia por aquella joven. Quizá por eso el
descubrimiento de su aventura por parte de su mujer le enfureció tanto
como para no comprender quién era el verdadero culpable de aquella
situación que había sacudido su vida. Que Lina hubiera descubierto su
secreto le había trastocado sus planes de dejar fluir aquel lance
extramatrimonialalquenoaugurabamayorfuturo.Perolarevelaciónde
Linalotrastocótodo.
Decidióquelamejorestrategiaeraesperar,soportarelcastigoyseguir
caminando sin volver la vista atrás. No podía cambiar el pasado. Qué
mejorquemiraralfuturo.
Por fin alguien se había dado cuenta de que el Romeo y Julieta de
ProkófievdebíaestrenarseenlaUniónSoviéticadeshaciendoasíelveto
que sobre la obra aparecía impuesto desde hacía años y que había
provocado que se estrenara en un teatro de Brno. En ningún momento a
SerguéiseleocurrióquesurelaciónconMira,queempezabaaestaren
boca de muchos, hubiera influido en algo. Nadie lo pensó, aunque oyó
cómolapropiajovenpresumíadeello.NofueProkófiev,desdeluego.
No resultaron fáciles los ensayos de Romeo y Julieta en el Teatro de
Leningrado.
Las discusiones fueron continuas entre el compositor y el resto de la
compañía, especialmente con el director de escena y los bailarines.
Serguéi estaba nervioso, más alterado de lo normal, y la susceptibilidad
ante cada palabra, gesto o comentario hacía saltar su paciencia por los
aires.
—¿Dónde está el problema de un final feliz? —preguntaba furioso
Prokófiev,queparecíahaberaprendidoaproyectarlavozengritoenun
teatro—.Además,noesfeliz.¿Quéentendéisvosotrosporfelicidad?No
me atrevería a enmendar a Shakespeare, ¡ni siquiera yo estoy tan loco
como para hacerlo! ¿Es que nadie estudia el texto y la partitura antes de
hacerobjecionesamimúsica?Enelúltimoacto,Romeollegaunminuto
antesyencuentraaJulietaviva.Noesuncaprichomío,estoyhaciendoun
favor al coreógrafo y a los bailarines. Me tomo esta libertad, ¡bárbara
libertad!,conlaobradeShakespeareylohagoporunmotivopuramente
coreográfico:lagentevivapuedebailar,nadieesperaquelosmoribundos
dancenenlacama.LoquenoentiendoesporquéenLondresentiendenmi
licencia en el montaje y aquí parece que Shakespeare hubiera nacido en
Odesa.
LeonidLavrovsky,elnuevocoreógrafodelTeatroKírov,escuchabaen
silencio y aguantaba la explosión del carácter del compositor. Solo
cuando este parecía haber terminado de desahogarse por completo, se
atrevíaaproponerquequizáeranecesarioqueescribieraalgunaspiezas
musicalesmásparaquealosbailarinesledieratiempoadesplazarseentre
actoyacto.TampocoaquellapropuestaleparecióacertadaaProkófiev.
—Heescritolacantidadexactademúsicanecesariaparaelmontaje.No
voyahacernadamás.Estáhecha.Lapiezaestálista.Sideseaproducirla,
ahí está. Si no es así, no perdamos más el tiempo. Me voy y seguiré
estrenandoenLondres,enParísoBrno,dondeparecenentenderunpoco
másdemúsicaqueenotroslugares.
—¿Pero desde cuándo es usted un experto en amor? —le dijo en un
momentodedesesperaciónLavrovsky,quesevioerigidoenportavozdel
teatroporserelúnicoqueseatrevíaabregarconProkófiev.
—Aquí trabajamos en un ballet, señor mío, déjese de tonterías
sensibleras. Ni el teatro es el lugar apropiado ni yo soy su madre, ni
siquiera su mejor amigo, para tener que aguantar lecciones psicológicas
sobreelcomportamientodedosamantes.
A pesar de las continuas negaciones que recibía y los altercados con
Serguéi, Lavrovsky, el nuevo coreógrafo del Teatro Kírov, pronto
aprendió cómo lidiar con la obcecación del compositor. Y lo hizo
encontrandoalmejorcómpliceposible.Linaacudíaalosensayosynoera
la única que veía a Serguéi fuera de sí. No estaba bien y sabía que su
actitudférreaycontrariaaadmitir,oalmenos,aconsideraralgúncambio
ensucomposiciónmusicalsedebíaaotrosmotivosquenadateníanque
verconlamúsica.Sentadaenelpatiodebutacas,semanteníaensilencio.
En cualquier otro momento de su vida en común, se hubiera levantado
para sentarse al lado de su marido, le hubiera dicho algo al oído o le
hubierapuestolamanoenlarodillaparaconseguircalmarle.Peronose
daban ni el escenario ni las circunstancias adecuadas para aquellas
estrategias.Sinembargo,seresistíaaqueeldelicadomomentopersonal
que estaban atravesando como matrimonio condicionara el éxito del
espectáculo, sobre todo cuando entendía que las anotaciones del
coreógrafo eran correctas y la negación de Serguéi respondía a una
simpleeinfantilcabezonería.Asíqueoptóporconvertirseenapuntadora
confidente de Lavrovsky, a quien instruyó en cómo debía bregar con el
carácter de su marido para conseguir que cediera y que pareciera que
habíasidodecisiónsuya.
—Se hará como usted diga. Usted es el maestro —admitió sumiso
Lavrovsky siguiendo las instrucciones de Lina—. Pero ellos esperan la
músicaapasionadaycoloridaquetantoadmirandeProkófiev.Perousted
manda. Aunque tengamos que llenar el fondo del escenario de sillas,
puestoqueenalgúnlugartendremosqueponeralosbailarinesmientras
suena la música, ya que en escena no van a poder estar. —Prokófiev le
miródesafiante—.Lodigoporquenohaescritoningunamúsicadedanza
en la primera parte. Y si no hay danza, los bailarines no bailan. Pero lo
importanteessumúsica.Deesonohayningunaduda.Losbailarinesque
bailenencasa.
—Mealegrodequelotengatanclaroporquenovoyacomponermás.
—Muybien,nohayningúnproblema.Utilizaremosunmovimientode
unadesussonatasparapiano.Solotengoquecontrataraunpianistapara
quelatoque—respondiócontranquilidaddesdeelconvencimientodeque
aquelloleirritaría.
—¿Está usted loco o quiere que le estrangule? —gritó Prokófiev—.
Nunca aceptaré eso. ¡Nunca! —dijo, abandonando, visiblemente enojado,
elensayo.
LavrovskymiróaLina,sentadaalamitaddelpatiodebutacas.Sonrió
al ver cómo le regalaba un gesto afirmativo con su cabeza. «Tranquilo,
volverá».Alamediahora,Serguéientrabadenuevoconelmismogesto
decontrariedad,peroconunmensajediferente.
—Estábien.Loharé.
Cada ensayo se convirtió en un suplicio. Raro era el día en el que no
surgiera un problema. Y siempre tenía a Serguéi en el epicentro de la
tormenta.Cuandoentrabaenelteatro,elegantementevestidoconsutraje
de tres piezas, siempre pensaba que quizá sería más conveniente acudir
ataviado con una armadura. Se preguntaba cuál iba a ser la nueva
observación de Lavrovsky que conseguiría sacarle de sus casillas. Y
siempreterminabasorprendiéndole.
—Letemen—leespetóLavrovsky.
—¿Metemenamí?
—Temen a su música. No la entienden. Es algo nuevo para ellos. Se
sientenperdidosenmitaddelaorquestaciónyenlascontinuasvariaciones
delritmo.
—Perdidos —repitió Prokófiev—. Pues regáleles una brújula y quizá
nuestros problemas desaparezcan. —Caminaba arriba y abajo por el
pasillo central del patio de butacas y volvía al emplazamiento de
Lavrovsky—.¿EstosjóvenesilustradossabenquiéneraDiáguilev?Selo
digo porque los bailarines de los Ballets Rusos de mi gran amigo
entendían perfectamente mi música. Claro que para eso quizá hay que
estudiarytrabajarmásdurodeloquelohacenahora.
—Hay otro detalle. Los bailarines no escuchan la música en ciertos
momentos de la obra, concretamente en la escena más dramática. Creen
queesmuytenue,nisiquieralesllegaelsonidodealgunosinstrumentos.
Necesitarían una mayor orquestación. Si no oyen la música, no pueden
bailar.
—¡Ah!,quetambiénsonsordos.¿Ydóndedicequehaencontradousted
aestacompañíadeprodigios?
Siguiendolarecomendacióndesualiadasecreta,Lavrovskylecondujo
alfondodelescenarioymandóalaorquestainterpretarelmovimientoen
cuestión. Tras unos minutos, Serguéi recuperó su lugar en el patio de
butacasdespuésdeadmitirquerealizaríaunosarreglos.
El10deenerode1940,LinaySerguéientrabanenelTeatroKírovde
Leningrado. Los nervios por el inminente estreno alfombraban más la
entradaqueladensanievecuajadasobrelascallesdelaciudad.Linalucía
hermosa,conunvestidodeencajeycrepédedelicadatexturayexcelente
caída en un tono bermellón, elegante, del brazo del hombre con el
semblantemásseriodetodoelteatro.Porfinunteatrosoviéticoestrenaba
suRomeoyJulieta.Teníaqueestarpletórico,peroselenotabaretraído,
inquieto, distraído. Lina lo atribuyó a la expectación por la acogida del
público.Cuandoseapagaronlasluces,sumanoseaferrófuertementeala
suya, en un gesto cómplice, una especie de ritual secreto que ambos
compartíanencadaestreno.Serguéilerespondióalademándelamisma
manera.Comosiempre.Conunpocodesuerte,todovolveríaasucauce.
Sentadaensubutacadelasextafila,Linavivíasuparticularversióndela
ópera, especialmente en el momento en el que Romeo se pregunta: «¿Es
frágil el amor? Es áspero, brutal, turbulento; y punzante como una
espina».
Todoparecíaperfecto,todoencajabacomoenunmecano.Lamelodía,
los movimientos, el ambiente. Los personajes interpretaban la música
transmitiendolajovialidaddeJulieta,laalegríadevivirdeMercucio,el
orgulloyelodiodeloscaballerosenelbailedelpalaciodelosCapuletos,
una sensualidad que contrastaba con la fuerza de otras escenas más
desgarradas,comolapeleaentreRomeoyTeobaldoenelsegundocuadro
del primer acto o la conmovedora marcha fúnebre al final del segundo
acto. Por momentos, todos olvidaron que se hallaban en un teatro y se
mimetizaronconlahistoriaquesedesarrollabaenelescenario.Elpúblico
agradeció la utilización de una orquesta de mandolinas rusas como un
guiñoasuidentidadySerguéiporprimeravezsonrióensubutaca.Lina
nopudoevitarquesusojosseinundarandelágrimasalfinaldelprimer
acto,enlaescenaenlaqueRomeoyJulietaseencuentran.Laternurayla
sensualidad mostrada logró superarla. Lina tuvo que disimular sus
lágrimascuandoseencendieronlaslucesyelpúblicosepusoenpiepara
aplaudir la obra. No solo les había gustado, les había arrebatado los
sentidos, aunque fuera por diferentes motivos. Serguéi sonreía nervioso,
admitía los plácemes, le turbaban los aplausos. Temió que el exceso de
éxitoleprovocaraunaansiedadquelehicierasalircorriendo.Peropara
eso estaba su mujer con él, para guiarle, conducirle y administrar su
triunfo.Serguéilabesócuandoaúnnohabíanabandonadosusbutacasen
la sexta fila. Aquel beso le insufló una dosis extra de fuerzas renovadas.
Así fue hasta que sus ojos captaron una imagen que no se esperaba, y
menos situada dos filas por delante. No podía creerlo. No entendía qué
hacía esa mujer allí, acompañada por su padre. Lina buscó la mirada de
Serguéi y al encontrarla se dio cuenta de que ni siquiera se había
percatado de la indeseable presencia hasta que siguió la senda visual
dibujadaporsumujeryencontrólacausadesuturbación.Lerogóconla
miradaquesetranquilizara,quenomontaraunescándalo,ycreyóhaber
recibido una respuesta afirmativa a su petición. Podría haberlo hecho si
Mira Mendelson no hubiera roto todas las barreras de la prudencia
acercándoseaSerguéiparafelicitarle.LohizocuandoLinaseencontraba
saludando a unos amigos, creyendo que ese sería suficiente motivo de
distracción.Pensóquetansolotardaríaunossegundosensaludarleyque
sumujernisiquierasepercataríadesupresencia.Peronocontabaconel
prodigioso control de la situación tan característico de la señora
Prokófiev.Enelterrenodelaprovocaciónylaimprovisación,ellaerala
maestraysiempreestabadispuestaaimpartiralgunaclaseextra.
—¿Novasapresentarnos,Serguéi,querido?—dijo,observandocómo
supreguntahabíasembradoelruborenelrostrodeMira—.¿Ytúeres?
—insistióensupregunta.
LacomplicidadenelsilenciosellólaunióndeSerguéiyMira.Ninguno
parecíacapazdecontestarymuchomenosdereaccionarantelapregunta
de Lina, que seguía observándolos fijamente sin borrar su sonrisa de la
boca.
—Permítame que la felicite por el éxito de su marido —terció
finalmenteelpadredeMira—.Hasidoimpresionante,inconmensurable.
—Qué amable —recogió galantemente el cumplido. No tenía nada
contraesehombre,nosabíanisiquierasiestaríaaltantodelescarceode
su hija con su marido. «Qué culpa tendrá él», pensó—. Y dígame, a su
mujer,¿lehagustado?—dijo,refiriéndoseaMira,sabiendoelvenenoque
portabaelcomentario.Laimagendelajovendistabamuchodelglamur,la
belleza y la elegancia que siempre mostraba Lina y eso le hizo sentirse
ganadora.
—Es mi hija. Y sí, es una gran admiradora de su marido. Le gusta
mucholamúsica.
—Ya lo creo. Cualquiera no se deja llevar por la belleza de estas
composiciones.
Por fin Serguéi reaccionó, cuando logró desterrar la lividez de su
rostro.
—Lina,ellaesMiraMendelson,unaestudiantedeliteratura.Recuerdas
quetecomentéquemeestabaayudandoenlatraducciónyadaptaciónde
Ladueña…YélesAbram,supadre.—Nosupoquémásdecir.
—Encantada—fingió,sinquenadiepudierareprocharleelmásmínimo
cinismo en sus palabras ni en su tono de voz, como la buena actriz que
realmente tenía que haber sido—. ¿Vendrán a la pequeña fiesta que
celebramosdespuésdelestreno?
Aunque su pregunta iba dirigida directamente a Mira, la turbación le
impidiópoderofrecerunarespuesta.Linapudopercibirqueaquellamujer
que había osado inmiscuirse en su relación le tenía miedo. Y estaba
dispuestaahacerleentenderqueledeberíatenerpavor.
—Debemosvolveracasa—explicóelpadre,queparecíaelportavozde
su hija. No supo si era un buen hombre, tranquilo y sosegado, o si la
vergüenzaquesentíaanteelencuentrolehacíamostrarsebonachón—.Su
madrenosesperaencasa.
—Lo entiendo perfectamente. Y hacen ustedes muy bien. Nada como
estar en casa con la familia. —Cualquiera que observara la situación, y
eranvarios,entreellosMiaskovski,podíapensarqueobienLinanosabía
nadaoestabadisfrutandoaltenerelcontroldelaescena—.Perohaceuna
nochehorrible.Estálloviendo.¿Porquénolesinvitasaquevengan?—le
preguntó directamente a Serguéi, que escuchó el anuncio como si le
acabarandecancelarunestreno—.Vengan,aunqueseaatomarunté.Sino
eshoy,mañana.Venganacasaundía.¿Quierequelefaciliteladirección,
Mira,osabrácómoconseguirla?
O no terció contestación o al menos Lina no la escuchó, demasiado
concentrada en oír sus vítores internos por cómo había manejado la
escenaydefendidosuposición.
MientrasMirayAbramabandonabanelTeatroKírov,Serguéisealejó
de su mujer con la excusa de saludar a unos compañeros. Pero antes se
encargó de mirarla como pocas veces lo había hecho. Lina no sabía si
empezaralloraroabandonarseaunrecitaldecarcajadas.Nosabíaquése
le podía estar pasando por la mente a su marido para dedicarle aquella
mirada. No supo dilucidar si quería pedirle perdón, si se arrepentía de
todo, si le reconocía el valor por afrontar la realidad como él no había
sabido hacer, o si directamente estaba proyectando todo su odio contra
ellaylamirabaamododedespedida.Hubieseagradecidoalgunapalabra,
perosabíaqueSerguéinotendríavalorsuficienteparapronunciarlas.
Aldespedirsedelgrupodeamigosyconocidosquehabíanasistidoal
estreno, Lina agradeció de manera especial las palabras que Miaskovski
depositóensuoídocuandoleabríalapuertadelcochequellevaríaala
pareja de vuelta al hotel de Leningrado. Las entendió como un laurel y
deseó que Serguéi las hubiera escuchado. Aunque su carácter de
confidencianolerestóbrillonipesoalaconfesión.
—Querida,nacisteparaserreina.
Ningunodelosdospronuncióunasolapalabraenelcocheoficialque
lostrasladabaalhoteldespuésdeunapequeñarecepcióntraselestreno,a
laquefinalmentenoacudieronniMiranisupadre.Denuevoelsilencio
tejía su unión, aunque los dos sabían que estaban haciendo acopio de
reproches. No estaban locos. Sabían que si algo salía de sus bocas, se
podíadesatarunincendiodifícildeapagarynoqueríanquesucedieraen
presencia de un extraño como el chófer. Cuando accedieron a la
habitaciónycerraronlapuerta,elmantodesilenciosetransformóenun
campodebatalla.
—Creí que lo que querías era que me olvidara de ella y que no se
volviera a pronunciar su nombre. No entiendo por qué has tenido que
hacer el numerito pidiendo que te la presentara.—Serguéi se deshizo del
fracairadamentearrojándolocontraelsuelo—.¿Aquéhavenidoeso?
—¿Porquélahasinvitado?¿Esqueestásloco?
—Estátrabajandoconmigo.Tambiénheinvitadoaotraspersonasyno
tehamolestadotanto.
—¿De verdad crees que soy tan estúpida como para creer que no la
siguesviendo?Túmismotehasdelatado.Nadiesepondríatannervioso
como te has puesto tú cuando te he dicho que me la presentaras si no
tuvierasalgoqueocultar.Notepuedesimaginarloridículoquepareces.
¡Tedoblalaedad!¡Podríasertuhija!
—Peronoloes.
Linaprefirióobviaraquelcomentariotanpocoprudenteycruelmente
esclarecedor.
—No he pasado mayor vergüenza en mi vida. Al menos podías haber
elegido a alguien que supiera peinarse, vestirse y que no pareciera una
monja recién salida de un convento. Claro que, para fiarse de las
mojigatas.
—¿Vergüenza? Pensé que estabas disfrutando. Se te veía feliz
poniéndonosenuncompromiso.
—¿Poniéndonos? ¿El plural es por nosotros o por tu querida
colaboradora?—Serguéilamiróconteniéndosedepalabrayacto.Estaba
demasiadofuriosoparacontrolarseytemióquesucedieraalgodeloque
más tarde se arrepintiera—. Eso se llama clase, saber estar y dignidad.
Tres nociones que ni tú ni ella conocéis. —Lina sentía que estaba
perdiendo aquel combate—. Si hasta el padre estaba avergonzado. Pobre
hombre,nosabíadóndemeterse.Yespecialmentedóndemeterasuhija.
—Elpadreestáencantado—dijosinpensarloquedecía.
—¿Dequéestáencantado?¿Desaberquesuhijatieneunarelacióncon
elgranProkófiev?Asíqueesunhecho.Yanisiquieraloniegas.
Serguéisesentóenelbordedelacamasujetándoselacabeza.Nopodía
más.Noqueríaencararunanuevadiscusiónenlaquesabíaqueteníatodo
perdido.Erasugrannoche.SuRomeoyJulietahabíasidounéxito.Porfin
habíaconseguidoponerlaenescenaenunteatrodelaUniónSoviética,y
lejos de estar feliz y poder celebrarlo con la gente que quería, estaba
encerradoenunahabitacióndehotelescuchandoreprimendas,insultosy
gritos.Aquellonoesloquequería.Noeraasícomolohabíaimaginado.
La voz de Lina volvió a alimentar el fuerte dolor que empezaba a
martillearsucabeza.Peroestavezsonabacalmada.
—Meextrañaquehayassabidoplasmardeunamaneramagistralloque
es una historia de amor inquebrantable que va más allá de la muerte. Te
felicito. Has sabido captar brillantemente la esencia de la tragedia de
Shakespeare.Elchoqueentreelamoryelodio,launióndelaternurayla
violencia. Supongo que no hay nada como inspirarse en la realidad. —
Antes de entrar en el cuarto de baño, quiso arrancarse del pecho lo que
teníaprendidodesdequehabíaterminadolafunción—.Enhorabuena.Lo
has conseguido de nuevo. Has hecho una obra maestra. Esta noche has
rozadolaexcelencia.NohabíaletrerosluminososcomoenBeverlyHills,
pero tu nombre ha quedado grabado en la historia de la música de este
país. Una vez más. —Al escuchar estas palabras, Serguéi hundió más la
cabeza entre sus manos. Se sentía aún más culpable. No sabía cómo
gobernar aquel dolor y aquella sensación de culpa que le atravesaba el
pecho—. Estoy segura de que se hablará durante mucho tiempo de tu
RomeoyJulieta.Excelente.Simplementemaravillosa.Nocreoquenadie
recuerde la obertura de Tchaikovski o la sinfonía dramática de Berlioz
cuandosehabledeRomeoyJulieta.Recordaránlatuya.Sitepudieraver
nuestro Diáguilev, estaría orgulloso de lo que has hecho. Me refiero al
ballet,porsupuesto—matizóconciertosarcasmo,sinpoderevitarlo.
Serguéiseincorporóviolentamente.Porunmomento,temióperderel
equilibrio.Debíadetenerlatensiónarterialporlasnubes,podíanotarlo.
El exceso del alcohol consumido durante la velada para mitigar los
nerviosdelestrenoydelinesperadoencuentronoleayudabaamantener
la verticalidad. Recogió la chaqueta del suelo y volvió a ponérsela,
haciendo lo propio con el abrigo. Se dirigió a la puerta con clara
intencióndeabandonarlahabitación.
—¿Adóndevas?—preguntóLina.
—MevuelvoaMoscú.
—¿Aestashoras?
Elportazofuelaúnicarespuesta.Linasequedópetrificadaenmitadde
lahabitación.Nopudonegarqueaquellareaccióndesumaridolehabía
sorprendido.Habíadecididoirseenmitaddelanochealaestacióndetren.
MástardedescubrióqueenelmismovagónqueélocupóviajabaMira.Al
parecer no fue algo improvisado ni motivado por la discusión. Conocía
perfectamenteelvagónyelnúmerodeasientoenelqueibasuamante.Esa
noche Lina fue consciente de que debía llamarla así. Al fin y al cabo,
habíansidopresentadasdemaneraformal.
22
LarelaciónentreSerguéiyLinasetornótensaycomplicada,aunque
amboscreíanquepasadountiempotodovolveríaalanormalidadsinque
esosignificasequefueracomoantes.Tampocolopretendíandespuésde
veinte años de relación, aunque los dos reconocían que aquella crisis
superaba a todas las anteriores. Ella se volvió desconfiada, más fría,
estabatristelamayorpartedeltiempoylavitalidadqueladefiníaseiba
apagando poco a poco, al menos cuando estaba con Serguéi. Dejó de
estrenarsonrisasparaélyesofueloquemásechódemenos.Éltambién
mudósucarácter,volviéndosemásarisco,máshuraño,inclusoefusivoen
lasdiscusionesqueantesevitabayahoraparecíabuscarconelúnicofin
de expulsar la furia que le carcomía por dentro. Las creencias de la
CienciaCristiana,útilesenotrosmomentosdesuvida,ahoranoparecían
funcionarenlarelacióndepareja.Ylopeoresquesushijosempezabana
darsecuenta,especialmenteSviatoslav,queoptóporposicionarsedellado
de su madre. El ambiente en casa se volvió irrespirable a pesar de que
ambos procuraban mantener las formas. Los únicos momentos de
verdadera paz eran cuando Serguéi se sentaba al piano y comenzaba a
componer. Lina no perdió la costumbre de sentarse en el suelo, apoyada
enlapuertadeldespacho,yescucharlosprimeroscompasesdelasnuevas
creaciones.Trabajabaentresnuevassonatasyenunasinfonía.LaSonata
nº6yelConciertoparapianonº5ocupabansushoras.Lamelodíaquese
colaba tímidamente por la precaria insonorización del despacho era lo
únicoquelahacíasonreír,olvidarsedelatragediashakesperianaenlaque
sehabíaconvertidosugranhistoriadeamor.Unoasisdetranquilidad,una
tregua en mitad de la batalla. Eso seguía siendo la música de Prokófiev
para ella. Pero cuando dejaba de sonar, el mundo volvía a recuperar sus
verdaderasdimensiones.Nisiquieralasdesgraciaslesunían.Másbienal
contrario,encontrabanunnuevomotivoparahacerdelosreprochesylas
ofensas el único vínculo de unión entre ellos. Así sucedió cuando
Afinoguénov se acercó a la vivienda de la calle Chkalov para
comunicarleslatristenoticia.Requiriódetresvueltasalamanzanapara
reunir las fuerzas necesarias y subir las escaleras del edificio. No le
gustabanlosascensores.Nosefiabadeellos.Quedabanpocascosasdelas
quefiarseenMoscú.
—Le habían llevado a Siberia desde la Lubianka, después de confesar
que era un espía alemán. Murió allí, en un campo de trabajo. Pero nadie
sabemás.Nohanfacilitadomásdetalles.Yyolosé…bueno…porloque
losé,esonoimporta.—Temiópronunciarelnombredelapersonaquele
habíainformadodelfataldesenlacedeVsevolodMeierhold.
—¿Unespíaalemán?—preguntóretóricamenteLina,queaduraspenas
podíacontenerlaslágrimasalconocerlamuertedesuamigoyconfidente
—. No sé ni cómo quedan rusos en la Unión Soviética si insisten en
convertirlosatodosenespíasextranjeros.
—Hablan de que ha sido el propio Stalin quien le sentenció —siguió
Afinoguénov—. El mismo ministro de Exteriores, Viacheslav Molotov,
intentóintercederporélporlaamistadqueexistíaentreellos.Sabíaque
Meierhold había sido torturado, él mismo se lo dijo. Había perdido la
audición a causa de los golpes, apenas veía. ¡Cómo iba a saber lo que
firmaba!AsíseloexplicóMolotovaStalin.Peroestesololepreguntóqué
eraloquehabíafirmadoexactamenteenlaconfesión.Aldecirlequehabía
reconocidoserunespíaalemánanticomunista,antiestalinistaytrotskista,
Stalinmandóqueleejecutaranenmenosdeveinticuatrohoras.Yantesu
orden,yanadiepudohacernada.
—Primero Zinaida y ahora él —balbuceó Lina—. Al menos su mujer
novivióparasufrirestapérdida.Nolohubieraresistido.Simepasaraa
mí,noséqué…
El relato de Afinoguénov la vació de fuerzas. Ni siquiera tenía ánimo
parahablar.Nosoloselehabíaidounamigo,sinouncómpliceconelque
podíahablardemiedos,sospechasytemoressinquelamandaracallaro
reprendiera su opinión como hacía continuamente su marido, aunque
fuera por su propia seguridad. La noticia de la muerte de Meierhold se
sumóalapesadalosaquecargabaasusespaldasdesdehacíatiempo.Eran
demasiadas cosas. Se derrumbó sobre una de las sillas del comedor. No
erahabitualverlavencida,abandonadaporlasfuerzas.Serguéiseacercóa
ella y la abrazó. Sintió que quería hacerlo, que él también lo necesitaba.
Porunmomento,ningunodelosdostuvieronmemoria.
La realidad de la pareja parecía acercarse azarosamente a la vida
artificial.Cadavezeramenosfrecuenteverlosjuntosenlasfiestas,enlos
conciertos,enlosteatrosyenlasrecepciones.Pasabanpormomentosen
los que parecía que podía haber una salida, que podía producirse una
aproximación entre ellos, recuperar el tiempo pasado, pero un nuevo
rumor, una nueva sospecha, una salida a deshoras o un regreso a casa
demasiado tardío convertía la esperanza en un mero espejismo. Hasta
cuando Serguéi traía regalos a casa era motivo de desconfianza. Lina
nunca pensó que una caja de pomelos podría representar una clara señal
desospecha.«Sisepresentaencasaconestoesporquesesienteculpable»,
pensaba.Frosiaintentabaayudarle.
—Nolopiense,Lina.Aguante.Todoestopasará.Peroestéatenta.
—Pero¿cómohapodidosucederalgoasí?¿Quéveenella?Esqueno
puedoentenderlo—dijoimpotente.
—Supongoquetodoloquenoveenusted:debilidad,sumisión,tristeza,
inexperiencia, desde luego belleza no ha visto ninguna —comentó con
mediasonrisaFrosiaparaintentarsuavizarlatensión—.Aciertaedad,hay
hombres que pueden encontrar atractivas ciertas carencias. Y él está a
puntodecumplircincuentaaños.
—He llegado a pensar que todo es un montaje organizado por el
partido. No les gusto, eso lo sé desde hace tiempo. Me ven como una
amenaza, un incordio para la reeducación ideológica de Prokófiev.
Cualquiera se puede dar cuenta de eso, cualquiera menos él. Soy una
extranjerayesorepresentapocomenosquetenerlapeste.Undíamevana
acusar de espía alemana —lo dijo medio en broma, pero el tono no
acompañósuintención—.Yloquemedamiedoesquemishijostambién
son extranjeros. Prefieren que esté con una mujer rusa que pueda
encaminarleporelcaminocorrecto.Esaessumisión:separarledemíy
hacerdeélunhombredelpartido.Sabenquesiyoestoyasulado,nolo
tendránfácil.Quierenconvertirleenunciudadanosoviéticocuandoyome
he pasado la vida haciendo de él un ciudadano del mundo. Es un
compositor de éxito y van a convertirlo en un rehén político. Ahora
escribeartículossobredecisionesdelpartidoqueellacorrige,seatrevea
firmar los libretos junto a él, ¡pero si no tiene oído, ni sabe escribir, es
una negada para todo lo que tenga que ver con la música! —A cada
palabra,surostroseencendíamás—.Lehaconvencidoinclusoparaque
seunaalaUnióndeCompositores,algoqueélsiemprehabíarechazado
paranosentirsevinculadoaningunaorganización.Peroélnolove.¡No
love!Esdemasiadoinfantil.Vanahacerdeéluninfelizyyotengoque
impedirlo. Ella solo está con él porque es famoso. He visto muchas
mujerescomoelladetrásdeunospantalonespordinero,porfama…Pero
esa mujer es una arpía, es un lobo con piel de cordero que busca
arrebatárseloasufamiliasoloparapoderpresumirantelosdemásdeser
laamantedeungenio.Esunadepravada.—Lasangrelehervíacadavez
quehablabadeMiraMendelson.Probablemente,nohabíaodiadoanadie
conlaintensidadquelaodiabaaella.
—Sedicenmuchascosas.Nopuedehacercasodetodoloqueseoye.
—¿Ya está en boca de todos? —Su miedo a que la aventura de
Prokófiev fuera pública se vio confirmado en las palabras de su fiel
Frosia—.Lagentelosabe,¿verdad?Nisiquierahatenidolaprudenciade
guardarlasformas,aunquesoloseaporrespetoasushijos.
—¡Cómo no lo van a saber! La lleva a los conciertos, les han visto
comiendo en restaurantes, aparecen juntos en algunas reuniones de las
Juventudes Comunistas, han asistido juntos durante meses a clase de
baile…Noseestácomportandobien,noloestáhaciendo.
—A mí me llevaba a campeonatos de ajedrez y de bridge, y a ella la
poneabailar.
—Y además… —Calló durante unos segundos. Lina la observó
preguntándosesitodavíapodíahabermás.Notardóenreanudarsuamago
deadvertencia—.Ustednopuedefiarsedenadie.Selohedichosiempre,
pero ahora se lo digo con más motivo. —Frunció el ceño porque no
entendía lo que Frosia quería decirle—. No se fíe de quien usted piensa
que es su amigo. Tenga cuidado. Hay personas que presumen de ser
amigossuyos,peroluegosemuestranigualdeamablesconella.Hevisto
aValentina,lahermanadeMiaskovski,acompañándolacomosifueranlas
mejoresamigasdelmundo.Tampocoesquelaculpe,pero…—Elgesto
de decepción de Lina la obligó a seguir hablando—: Pero la mayoría la
defiende a usted. Me refiero a la gente de la calle. Todos piensan que
Prokófievsehavueltolocoalabandonarla…
—Nomehaabandonado—dijomuyseria—.Sigueviviendoennuestra
casa.Noseatreveráaabandonarnuncaasufamilia.Nolovoyapermitir.
Decidió poner en práctica con más ahínco la enseñanza de la Ciencia
Cristianadequelosproblemaseranunengañoproducidoporelcerebro
mortal,porloquenoteníanpodersobrelapersona,quedebíaresolverlos
conlamenteylaactitud.
Yenactitudnadieibaaganarle.
Unanochesecelebróunarecepciónenlaembajadaalemanaenhonor
alministroJoachimvonRibbentropconelobjetivodeestrecharvínculos
después del pacto de no agresión firmado entre Alemania y la Unión
Soviética.Unadelasconsecuenciasdeestanuevaamistadentredosviejos
enemigos que más directamente afectó a Prokófiev fue la retirada de la
película Aleksander Nevski, que pasó de ser laureada a convertirse en
maldita, algo que sucedía con bastante frecuencia en la Unión Soviética
bajo el criterio caprichoso de Stalin. No era el momento histórico para
hablarmaldelosalemanes.
Lina no tenía muchas ganas de salir y menos de asistir a una fiesta.
Temíalasmiradasindiscretas,loscomentariosenvozbaja.Nosoportaba
laideadequepudieransentircompasiónporella.«Esmejorquetetengan
envidiaaqueteprofesenlástima.Delocontrarioteconviertenenalguien
débilysecreenconderechoamachacarte»,pensaba.
Decidióponersesusmejoresgalas.Eraunafiestaenlaembajadaeiría
comolaocasiónsemerecía.Abriósuarmarioylovio.Sonrióalsentirel
aliento de Coco Chanel en su oído. «Para ser irreemplazable uno debe
buscar siempre ser diferente». Y Lina siempre había sido diferente sin
tenerquehacergrandesesfuerzosparaconseguirlo.Eligióunvestidode
lamé con encajes bordados que acentuaba las líneas de su cuerpo, que
seguían marcadas por la delgadez y mostrando una anatomía tonificada.
La guerra hacía que la escasez de tejidos redujera la posibilidad de
hacerse con diseños nuevos, pero ella siempre había tenido buena mano
paralacostura.Además,habíatraídovariastelasdediferentesgénerosde
suúltimoviajealosEstadosUnidosyconlaayudadeunamodistarusa
había logrado llenar su armario de diseños espectaculares que cuando
vestíansucuerposeconvertíanenverdaderasjoyasdeldiseño.Siquerían
murmurar sobre ella, les daría razones para hacerlo. Pero no estaba
dispuestaainspirarpena,sinoaquetodaslasbocassusurraranlamisma
pregunta: «¿En qué está pensando Prokófiev?». Una mujer hermosa y
fuerteenunvestidoelegantedeformasexquisitassiempresalíavictoriosa.
Llegó sola a la embajada. No había ido del brazo de Serguéi, que
también había acudido a la recepción. No faltaba nadie. Aunque estaba
convencidadequeMiranoestaríaallí,quisohacerunainspecciónvisual
rápida por toda la sala para confirmar sus sospechas. Se alegró de no
encontrarla. Sabía que no era sitio ni ambiente para ella. Le animó
encontrarseconamigosqueenseguidalainvitaronacompartirsucírculo
ysuconversación,aunquemásbienelefectofueelcontrario,yfueella
quien se convirtió en el centro de los corrillos. Le gustaba sentirse
admirada, querida, piropeada, cortejada. Aquello le infundió seguridad,
aunque no le hacía falta. Le alegró saludar a Boris Pasternak, a Nikolái
Miaskovski, a Aleksander Afinoguénov, a Vladimir Derzhanovski, tan
atento como siempre desde la primera visita que hizo en 1927,
acompañadocomoerahabitualporTsukkeryTseitlin,yVeraDavídova,
entre otros. Recordó la recomendación de Frosia de no fiarse de nadie,
pero todos se mostraron tan atentos y educados con ella que resultaba
difícilnohacerlo.NolecostóencontraraProkófiev,conquiencruzóla
mirada.Apesardequefueellaquienapartólavista,pudonotarcómoél
seguía observándola desde la distancia. Detectó la presencia de
Kérzhentsev, el temido presidente del Comité para los Asuntos del Arte,
por quien Prokófiev reconoció sentir verdadero asco cuando le veía en
Kislovodsk. Por un momento deseó que la invitara a bailar para así
provocarlairadeSerguéi.Estabadispuestaatodoparahacerleabrirlos
ojos y que despertara de una maldita vez. Sin embargo, alguien se le
adelantó. Cuando recibió la invitación y vio cómo le ofrecía la mano,
dudó que aquel hombre fuera en realidad quien ella pensaba. El
mismísimo ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Joachim von
Ribbentrop,leestabapidiendoqueleconcedieraelhonordebailarconél.
«Anoserquetengasucarnetdebailecompleto»,leconfióelmandatario
germano, a lo que ella le respondió en un perfecto alemán: «No se me
ocurrenadiemejorconquienbailar».
Siyahabíalogradoatraerlaatencióndelosasistentes,incluidaladel
propio Prokófiev, que no pudo dejar de admirar lo bella que estaba su
mujer,elvalsquebailójuntoaJoachimvonRibbentroplesconvirtióenel
centrodetodaslasmiradas.Alterminar,elministroteutónlepidióqueno
abandonaralaembajadasinconcederleelplacerdebailarjuntosunavez
más,algoqueellaaceptóamablementeantesderecuperarsulugarentre
susamigos.Seincorporóaunadelastertuliasquehabíaabandonadoyse
proponía integrarse en la conversación cuando su semblante empezó a
mudar la expresión. Apenas pudo controlar la irritación que le provocó
oíralescritorKonstantinSimonovrefiriéndosealarecientedesaparición
deVsevolodMeierholdylevantandosospechasdequefueraculpablede
algo.
Algo se rompió en su interior. No pudo controlar su ira. Había
compartido muchos momentos con su amigo como para poder escuchar
un comentario tan injusto, que además venía de alguien que se había
consideradoamigoycompañerodeldirectorteatral.Leasqueótantoque
necesitabagritar,deciralgoendefensadeMeierhold,envistadequenadie
tenía intención de hacerlo. Serguéi estaba demasiado lejos para cogerla
del brazo, como solía hacer en esas situaciones en las que su mujer se
encendíayserevolvíapordentro.Eracomolalavadeunvolcánapunto
de estallar. Si no se la detenía, seguiría avanzando. Fue Boris Pasternak
quienimpidióqueprotagonizaraunincidentequelehubiesetraídoserias
consecuencias.
—Déjaloestar—ledijoenvozbajaelescritor,mientrasselallevaba
del brazo a otra estancia cercana—. Tranquilízate. No serviría de nada.
PiensaenProkófiev.Estoledestrozaría.
Esaeralaúnicaargumentaciónquesolíapersuadirla,peroesanocheno
estaba segura de que fuera la más convincente. Aunque recapacitó
rápidamente. No podría soportar que Serguéi sufriera algún tipo de
represalias por algo que dijera ella. No podía evitar sentirlo así por
muchoqueFrosialadearasucabezaenseñaldeincomprensión.«Esusted
uncasoperdido»,ledecíaalversuincondicionalamoryrespetoporel
hombrequelaestabatraicionando.
—¿Esquenadievaadefenderanadieenestepaíspormuygrandeque
sealainjusticiaquesecometacontraél?Noentiendocómopuedesseguir
mirándolealosojos—dijo,refiriéndoseasuconocidaamistadconStalin
—.Dehecho,nosécómonadiepuedehacerlo.Unamiradasuyacongela
másqueelhielodeSiberia.¿Cómopudisteescribirunpoemallamándole
geniodelaacción?—Borislamirósintenerencuentasusreproches.Le
gustabaLina.Legustabamucho.Erainteligente,directa,valiente,atractiva
yterriblementepasional,loquenocasabademasiadobienconloquese
espera de una ciudadana rusa. La observó convencido de que había
equivocadosulugarenelmundo.
—Esoyadaigual.Laspersonascambian.
Boris Pasternak sabía muy bien de lo que hablaba porque desde hacía
unos años había perdido la confianza y la protección de las autoridades
soviéticas, que desde su primer poemario, El gemelo de las nubes, le
considerabanunodelospoetasrusosmásimportantes.Ahoraleacusaban
desubjetivo,deserdemasiadopersonalista,dedarlaespaldaalinterésdel
puebloparahablardesupropiointerés.
—Ya lo creo que las personas cambian. Pero unas lo hacen más que
otras—replicóLina.PorunmomentonosuposihablabadePasternak,de
Stalin o de Prokófiev. O quizá de los tres. Se sintió abrumada—.
Perdóname. Estoy demasiado nerviosa. No le cuentes nada a Serguéi. Se
enfadaríaconmigoyúltimamentenohacemosmásquediscutir.—Bajóla
mirada.NoqueríaconfirmarenelrostrodeBorissiéltambiénconocía
losrumoresdeinfidelidad.
—Noloharé.Conunacondición.—Borislamirócontantainsistencia
queobligóaLinaaanclarseenaquellamirada.Nisiquierahubieranhecho
faltalaspalabrasparaconfirmarlequeloqueibaadecirleeragraveyle
resultaba incómodo—. Tienes que dejar de venir a las embajadas. No es
bueno que te vean en sus fiestas y en las recepciones. Alguien puede
interpretarlomal.
—¿Quéquieresdecir?—Losabíaperfectamente,peropreferíaqueélse
lo dijera. Desde hacía tiempo, oír hablar a las personas se había
convertidoenunlujoalalcancedemuypocos.
—Eresunamujerinteligente,notehagaslatonta,notevaenabsoluto.
Losabesmuybien—dijo,refiriéndosealadesconfianzaqueempezabana
provocar los extranjeros, sobre los que en cualquier momento podría
recaerlaacusacióndeespías,asícomosobrecualquieraqueseacercaraa
ellos y mantuviera una relación continuada, aunque fuera por temas de
trabajo o familiares. Y Lina estaba en las dos categorías—. Hazme caso.
Teloestoydiciendocomounamigoquetequiereyquenosoportaríaque
teocurrieranada.
—Nosabíaquetodavíaquedaranamigosenestepaís.
Boriscogiósumanoylabesósindejardesonreírle,loquehizoque
Linasesintieramalporlainjusticiaqueencerrabasuúltimaincontinencia
verbal.Estabaequivocandoeldestinatariodesuira,comosolíaocurrirle
cuandodiscutíaconSerguéi.
—Venundíaacasa.Quierocompartircontigounaideaalaqueestoy
dando vueltas para una nueva novela. Una gran historia de amor de un
hombreenamoradodedosmujeres.—Linalemiróregalándoleunatriste
sonrisa—.¿Quéquieres?Soyruso,nolopuedoevitar.Necesitotupunto
de vista. De momento es solo un proyecto, pero seguro que podrás
ayudarmeconYuriZhivago.
—¿Yuri? ¿Ya tiene nombre tu protagonista? —preguntó, sabiendo que
elproyectoyacomenzabaateneralmasielautorllamabaasupersonaje
porsunombre—.Entoncesyaestásatrapadoporél.
—No tanto como él lo está entre dos mujeres, Larisa y Tonia. Me
resisto a decidir quién de las dos ganará. O si Yuri será el único que
pierda.
Aquella frase sembró en ella cierto desasosiego. La ficción, cuando
estaba basada en la realidad, resultaba demasiado cruel, desgarrada,
pasional.Porfinentendióenquéconsistíalafamosaesenciarusa.
No hacía ni un minuto que Boris se había alejado en busca de alguna
bebida que le calmara la agitación, cuando notó la mano de Serguéi
sujetandosubrazo.
—¿Estás loca? —dijo en voz baja, mirando a su alrededor antes de
posarsumiradaenella—.¿QuéhacesbailandoconVonRibbentrop?Te
estabamirandotodoelmundo.
—Estoysiendocortés.Esélquienmelohapedido.Yyateadviertoque
tu querido Molotov ha hecho lo propio. Como ves, siguen quedando
hombresconbuengusto.
—Deja de decir tonterías. Estás jugando con fuego. No sé ni siquiera
quéhacesaquí.
—Lomismoquetú,peroconmáséxitoyconmásclase.
—¡Peroyonosoyextranjero,malditasea!—dijoenvozbaja,perocon
lasuficienterabiaparaasustarla.Serguéiintentótranquilizarse—.Lina,te
lodigoporquetequiero.—Elcomentariopropicióunasonorayartificial
carcajadadesumujer,queéloptóporignorar—.Nopuedesdejarteveren
estoslugaresymuchomenosbailando,riendoydepartiendoconellos.Es
peligroso.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que me detengan? Y si lo hacen,
¿reaccionarías,intercederíaspormíotampocoentoncesquerríasofender
al Padrecito de Todos los Pueblos? Eres muy amigo de Stalin, le has
compuestounacantataporsusexagésimocumpleañosapesardequefue
él quien ordenó asesinar a Meierhold y a otros muchos de nuestros
amigos.Peroclaro,esascosastuamantenotelascuenta…
—Tudescaronosvaameterenproblemas.Estoycansadodedecírtelo.
—Elúnicoquemeestámetiendoenproblemaserestú.
Semiraronduranteunosinstantesenlosquesostuvieronenelairelos
reproches. Había veces en las que a Serguéi le dolía mirarla. En esos
momentosdeseabaabrazarla,decirlequenosealejaradesulado,quele
diera tiempo, que la amaba, que no podía vivir sin ella, que se estaba
comportando como un maldito traidor, injusto, cruel y caprichoso, pero
quenopodíaevitarlo.Linapodíaleerelmensajeensusapagadosiris.
—Vuelve conmigo —le rogó cediendo a la ternura—. Vuelve a tu
verdaderacasa.
Serguéimascullóunsilencio.Nisiquierasabíadóndeestabasuhogar.
Laindecisiónquegobernabasuvidasentimentalempezabaaafectara
sutrabajo.Habíadíasqueteníaclaroquedebíaponerfinasuaventuracon
Mirayotrosenlosquedeseabahacerlamaletaycorrerhaciaella.Pero
Linaeraunanclademasiadopesada.Cadavezqueintentabaalejarse,había
algomuyfuertequeseloimpedía.Serguéitambiénsediocuentadeque
sushijosempezabanasufrirporsuaventuraamorosa.Duranteelverano,
los dos decidieron mandarle a Nikólina Gorá, a una dacha que les
alquilabalaviudadelpintorNikoláiKravchenko.Iríanbajolasupervisión
deunestudiantedemedicina,MijaílKirsánov.Asíestaríanlejosdeaquel
ambiente, lejos de sus padres, como si la distancia fuera a despejar sus
miedos ante una posible ruptura familiar. Sviatoslav estaba preocupado
porquetendríaquecumplirconelserviciomilitarantesdetiempo,debido
aunnuevodecretogubernamentalqueasíloestipulaba.Linaintentóque
Serguéi moviera sus contactos para impedirlo, o al menos, para que lo
retrasara,peroélparecíatenerlacabezaenotrositio.Seenteródequesu
marido había rechazado un nuevo proyecto con el director Eisenstein y
unaofertadelaFilarmónicadeUzbekistán.Esoleconfirmóquesuvozya
no era escuchada, que su opinión ya no contaba a la hora de tomar
decisionesartísticas,quehabíaperdidoeltimóndelbarcoprofesionalde
Prokófievquesiemprehabíagobernadoconbuenrumbo.AhoraeraMira
quien le elegía las obras, confeccionaba los libretos e incluso osaba
firmaralgunosdeellos,yquiendecidíaquéproyectosdebíaaceptaryqué
temáticadebíantener.ALinaseleescapabalavidaentrelosdedoscomo
sifueraunmanantialdeaguahelada,dejándolesobrelapielunasensación
de frío cortante que la inmovilizaba y apenas le permitía reaccionar.
Serguéi trabajaba cada vez menos en casa. Salía a primera hora de la
mañanayvolvíatarde.LaexcusaeranlosensayosdeSemiónKotkó,cuyo
estreno estaba previsto para septiembre de 1940. Por primera vez en
mucho tiempo, apenas se vio a Lina ocupando un lugar en el patio de
butacas.
Prokófiev echaba de menos a Meierhold y no solo como amigo, sino
como compañero de escena. Sin él, el montaje de Semión Kotkó estaba
resultandounverdaderoquebraderodecabeza.ValentínKatáiev,elautor
delrelatoSoyhijodelpueblotrabajador,enelqueestababasadalaópera,
estaba empeñado en hacer valer su criterio sobre las partituras del
compositor,quenoentendíaquéteníaélquedecirenelterrenomusical.
Salió del ensayo hambriento de una bocanada de aire fresco.
Comenzaba a ahogarse en el interior del Teatro Stanislavski donde el
únicoaliadoqueparecíatenereraeldirectordeescena,SerafimaBirman.
YtambiénsuamigoVladimirMiaskovski,quenodudabaenaparecerpor
el coliseo para infundirle ánimo e intentar difuminar sus dudas sobre el
montajeosobreloquefueraqueocupabasumenteyleestabaimpidiendo
observarlotodoconlaclaridadquesolíacaracterizarle.Sabíaqueerael
único con el que Serguéi se permitía abrir su pensamiento. Y, al menos
aquella tarde, también su corazón. Miaskovski encontró a su amigo
confuso,abatido,completamenteperdido.
—Enestassituacionessiemprehayalguienquesufre.Noesfácil.Noes
algoagradable.
—YonoquieroqueLinasufra.Nosoportoverlainfeliz.Semeparteel
corazón cuando la oigo llorar o la veo sin la alegría que siempre ha
tenido.Daríaloquefueraparaquevolvieraaserladeantes.
—Y entonces, ¿qué estás haciendo, Serguéi? Si continúas así, los dos
vaisaserinfelices.Sideverdadlaamas…
—Laamo,laamocomonuncaheamadoanadie.Comonuncallegaréa
amaranadie.Losé.Estoyconvencido.Paseloquepase,laamarésiempre.
—Serguéidecíalaverdad.Linaeraelamordesuvida.Desdeelmomento
enquesusojoslavieron,desdeaquelprimerinstanteenelqueapareció
anteélenmitaddelhalldelAeolianHalldeNuevaYorkdiciéndolequea
«Rachmáninov lo ha interpretado de manera magistral, aunque con
AleksanderScriabin,desdeelpuntodevistadelaexactitud,lehafaltado
unpocodefidelidadaltexto»,supoqueellaeralamujeralaqueestaba
destinadoaamar.Esonohabíacambiado.Y,sinembargo,nopodíaestar
conella.Onosoloconella.Intentabaentenderlo,perohabíaalgoquele
frenaba, que le impedía continuar sintiendo lo mismo por mucho que la
razónleempujaraaello—.Noséquémepasa.Meestoyvolviendoloco.
No puedo dejar de ver a Mira. No puedo evitarlo. Y te juro que lo he
intentado, ¡te lo juro! He luchado por no verla, me he propuesto no
llamarla,nocontestaraningunadesuscartas,borrarlademivida,hasta
huiraotraciudad.Peronopuedo.Escomosiunafuerzatirarademíhacia
ellasinpodercontrolarmeymearrastrasinquepuedaresistirme.Esuna
malditatentacióndelaquenopuedozafarme.—Serguéisedesesperaba.
Sabíaquefueracualfuerasuelección,noconseguiríasercompletamente
felizcomolohabíasidohastaahora.SiseibaconMira,elsentimientode
culpaleabrasaríapensandoeneldañoqueleestabainfligiendoaLina.Si
sequedabaconsumujer,estaríarenunciandoaloquerealmentequeríaen
esemomento,aMira,aunqueintuyeraquefueraalgopasajero,quedesde
que comenzó tenía fecha de caducidad. Sin embargo, aquel sentimiento
superabasuvoluntad,noestabaensumano,nolosentíaasí.
—Sabesquesiempreestaréatulado,eresmiamigo.Peroesquenolo
entiendo…
—Sé lo que piensas. Es lo que piensan todos. Cómo teniendo a Lina
puedohabermeenamoradodeMira.
Serguéieraconscientedeloquecomentabalagente.Linaeraunamujer
bella,elegante,conglamur,inteligente,capazdehablarencasicualquier
idiomaysobrecualquiertemadeconversación,conundondegentesque
la convertía en la mejor compañera que un hombre pudiera imaginar. Y
Miraeralacaraopuestadeaquellamonedadeoro:cuandoellaentrabaen
unlugarnadiesegirabaamirarlanisedisputabaunlugarasulado,su
aspecto era pobre, descuidado, no le gustaba arreglarse, ni cubrir su
cuerpoconelegantesvestidos,nimaquillarse,suvozeraaflautadaydébil,
su inexperiencia manifiesta… No es que Miaskovski tuviera incapacidad
paraentenderlo.Esqueresultabacomplicadohacerlo.
—Supongo que es joven… —dijo el amigo, casi obligado, sabiendo
queMirateníaveinticuatroañosmenosqueél,dieciochomenosqueLina.
Esapodíaserlaclavequeexplicaralatragedia.
—Siempre has sido generoso conmigo —admitió Serguéi con una
timorata sonrisa—. Otros creen que estoy con ella porque está bien
relacionadaconelpartidoyqueasímeresultarámásfácilaccederalos
favoresdelasautoridadesparaestrenarmisobras.—Noestabafueradela
realidad, aunque muchas veces diera esa impresión. Sabía perfectamente
loquesecomentabay,lopeor,apartedequesuvidaprivadaestuvieraen
bocadetodos,esquenopodíaculparlesporpensarasí.
—No digas tonterías. Prokófiev no necesita eso. Además, lo que debe
importarteesloquepiensestúynolosdemás.
—Nohemosnacidoenelmejorpaísparacreereso.—Serguéisonrió
alescucharse.PensóqueeraLinalaquehablabaporsuboca.
—Perotú¿aquiénamas?
—ALina…—respondiósinnecesitartiempoparapensar.Laexpresión
de Miaskovski se dulcificó, como si por fin hubiesen resuelto el gran
dilema, como si hubiera encontrado la solución, como si al final todo
pudierarecuperarelrumbo—.PeroesconMiraconquienquieroestar.Al
menosahora,enestemomento.Noséquépasarámañana.
Miaskovski sacudió la cabeza mientras sonreía sin ganas, forzando la
muecaantelaavalanchadesinceridadqueacabadeescuchar.Observóasu
amigo, lánguido y abatido, que por primera vez se mostraba abierto a
expresar sus sentimientos a pesar del infierno emocional que estaba
viviendo.
—Ytodavíahaygentequedudadequeseasruso.
23
Durante diez días soñaron que podría ocurrir, que se obraría el
milagro, que habían logrado superar el periodo más traumático de la
enfermedad y que volverían a ser una familia feliz. Los cuatro juntos.
Nadiemás.
Diez días. La pesadilla desgarró la realidad con tanta fuerza que
condenó a Lina a permanecer en cama, presa de su destino, enferma de
traición,dedesamor,ysobretodo,deunodiovisceralquenoteníavisos
depodercontrolar.
CuandoSerguéilecomunicósudecisióndeabandonardefinitivamente
lacasadelacalleChkalovyasufamilia,nopudosoportarlo.Sucuerpola
abandonóynosolomentalmente.Sufrióunataquedeansiedadunidoaun
cuadro de neuralgia severa que la mantuvo enclaustrada en la cama. Su
temperatura corporal se elevó hasta alcanzar los cuarenta grados. No
queríacomer,nibeber,norespondíaalassúplicasdelmédiconialasde
sus propios hijos. Solo lloraba y repetía una y otra vez el nombre de
Serguéicomosifueraunmantraenformaderuego,deoraciónredentora.
Noescuchabaanadie,nohablabaconnadie.NoeraLina.Tampocoquería
continuarsiéndoloporquesinProkófievsuvidayanoteníasentido.Yano
erasuya.
Losdoshijosdelaparejaasistíancomotestigosmudosdeldrama,sin
opción a hablar ni a protestar. Oleg prefería no verlo y mantenía su
mirada clavada en las tablas de madera del suelo, las mismas que se
lamentabancadanochecuandosumadrecaminabasobreellasintentando
calmarsuansiedadycanalizarlaimpotenciaquelaestabaenterrandoen
vida. Sviatoslav optó por mantenerse de pie. Había sido él quien había
avisadoasupadredequesumadreestabaverdaderamenteenferma,que
tenía miedo de lo que pudiera pasarle y que no sabía qué hacer. Cuando
pusoalteléfonoalmédicoparaquehablaraconSerguéi,estequisosaber
laverdaderagravedaddelestadodesumujer.Temíaquefueraunamanera
desesperada de evitar su marcha, aunque se arrepintió de aquel rastrero
pensamientonadamáspronunciarlo.Elfacultativodebiópercibirlodela
mismamaneraysemostróclaroycontundente:«Mire,Prokófiev,yoya
lehedichocuáleslasituación.Elrestodependedeusted.Mitrabajonoes
inmiscuirme en la conciencia de los hombres». Aquellas palabras le
hirieron, pero las entendió como una penitencia merecida. Tardó apenas
mediahoraenllegaracasa.Sviatoslavleabriólapuerta.Noledijonada.
Tan solo le observó durante unos segundos. Siguió con la mirada a su
padre,queentródirectamentealahabitacióndondeestabaLina.Lecostó
reconocerla. Parecía un animal herido de muerte, ocultándose bajo las
sábanas,revolviéndoseentreconvulsionesdedoloreimpotencia.Intentó
tranquilizarla. Apenas podía respirar por un continuo ahogo que ni
siquieraloscalmantesprescritosporeldoctorhabíanlogradoaplacar.Se
arrodillóantelacamadondeyacíasumujer.Eralaúnicamaneradeverla,
de poder hablarle al oído para que nadie pudiera escuchar lo que iba a
decirle. Cualquiera que contemplara la escena la creería extraída de un
fragmentodeRomeoyJulieta.Perolarealidaderaaúnmáscruelquela
historia escrita en una novela de William Shakespeare o bailada en un
ballet.Enlavidarealdolíaynohabíamúsicaquesuavizaraoviolentarala
escena.
—Quieroquesepasqueteamo.Yquieroquemeperdonesporloque
voy a hacerte —le pidió Serguéi, cuyo semblante aparecía desfigurado,
incapazdesoportarlacontradiccióndesuspalabras.
—Ysimeamas,¿porquétevas?—dijoellaconsurostroinundadopor
elsudordelafiebreylaslágrimasquelobañaban.
—Nisiquierapuedoexplicártelo.Peronecesitoestarconella.
—Noloentiendo.Nopuedohacerlo.¿Cómohaspodidoolvidartodolo
que hemos vivido juntos? No podré vivir sin ti y tú tampoco podrás
hacerlosinmí.Sitevas,lodescubrirás.Peroentoncesyaserádemasiado
tarde.
—Losé.Teprometoquelosé.
—Tambiénmeprometistequemeamaríassiempreyquemesacaríasde
aquí.
—Lapromesaquetehiceentoncesnopuedocumplirlaahora.
FueronmásdeveinteminutoslosqueestuvoenlahabitacióndeLina.
Alsalirdeldormitorioleesperabainquisitivalamiradadesuhijomayor.
—¿Deverdadvasairte?—lepreguntóconrabiaenlosojos.Esafuria
no venía solo por el abandono, sino por su manifiesta incapacidad de
odiarasupadre.Lehubiesegustadogritarle,insultarle,echarleencarasu
desvergüenza, abalanzarse contra él y pegarle, pero no podía hacerlo.
Soloqueríaabrazarle,sujetarle,mantenerleencasa,convencerledequesu
lugarenelmundoestabajuntoaellos.Peronopudohacernadadeloque
ledictabansusdeseos.
—No me queda más remedio. No tengo salida. —Miró a su hijo en
busca de una ráfaga de comprensión que le aliviara el dolor—. Mira ha
amenazado con suicidarse. Lo ha intentado. Si no vuelvo a su lado, su
muerterecaerásobremiconcienciatodalavida.
—¿Y mamá? ¿Qué pasa si muere mamá? ¿También caerá sobre tu
conciencia?
—Ellajamásrecurriríaaesosjuegossucios.—Rodeóconsusmanosel
rostrodesuhijo—.Tumadreesunaprimeraactriz,jamássaldríaaescena
comounaactrizsecundaria.
Serguéiechómanoalbolsillointeriordesuabrigo,quetodavíaestaba
cubiertodenieve,yextrajounacartaqueletendióasuhijo.
—Daleestoatumadre.
—¿Por qué no se lo das tú? —le contestó airadamente—. ¿Tampoco
tienesvalorparaeso?
—Noserviríadenada.Nopodríaleerlaahoraeneseestado.
Besó a Oleg, que le abrazó quizá con la esperanza de que sus brazos
tuvieraneléxitoquenohabíanconseguidolosdesumadre.Resultóigual
de inútil. Después se acercó a Sviatoslav y repitió el abrazo, pero el
cuerpodesuhijomayornoreaccionó.
—Algúndíaloentenderás.
—Nolocreo.
Serguéi recibió la respuesta mientras se dirigía a la puerta y sintió
cómoseintroducíabrutalmenteensuespaldacomolahojadeunaafilada
espada. Se detuvo durante unos instantes. La respiración de los tres
hombres quedó en suspenso, manteniendo deseos, acariciando sueños,
amasando esperanzas. Serguéi cerró la puerta. Sus acelerados pasos
resonaron como campanas tocando a muerte en la escalera del edificio
hastaquefinalmentedesaparecieron.
1941 había empezado para la familia Prokófiev con una traición que
amenazabacondevastarsuexistencia.Peronofuelaúnicaqueaquelaño
marcaría sus vidas. El 22 de junio, Adolf Hitler traicionaba a Stalin
rompiendo el pacto de no agresión firmado por Molotov y Ribbentrop,
autorizandolainvasióndelaUniónSoviética.ElFührerhabíaolvidadosu
promesadenoatacarmilitarmenteasualiadoyresolversusdiferencias
mediante la negociación. Aquel pacto le había permitido invadir Polonia
el1deseptiembrede1939mientraslaUniónSoviéticaentrabaenelpaís,
atacabaFinlandiadosmesesmástardeyanexionabalasrepúblicasbálticas
en 1940. Pero Hitler quería más y la Unión Soviética dejó de interesarle
como amiga. Ambicionaba el territorio soviético y no dudó en lanzar la
Operación Barbarroja para saciar su ansia conquistadora. Stalin podría
haber interpretado sus señales si se hubiera molestado en leer el libro
escrito por el dirigente nazi, Mein Kampf —Mi lucha—, en el que
detallaba abiertamente sus planes invasores y su publicitado Drang nach
Osten,suempujehaciaelEste.TodohubierasidodistintosiStalinhubiera
sabido interpretar el gesto de desaprobación de Joachim von Ribbentrop
cuando escuchó a su homólogo ruso Viacheslav Molotov mostrar su
preocupaciónporlapresenciaalemanaenFinlandiayRumanía,yporel
crecientedominioalemánsobreEuropa.
El siglo XX no parecía ser una época apropiada para cumplir las
promesas realizadas. Europa tampoco fue un escenario ideal para los
compromisos cumplidos. De nuevo la vida de Serguéi Prokófiev y Lina
Codina parecía seguir la misma hoja de ruta de las principales naciones
europeasenaquelconvulsosigloXX.Noeralaprimeravezquesentíansu
suerteunidaaldevenirpolíticoysocialdelviejocontinente.
Aleksander Afinoguénov se había acercado a la vivienda de la calle
Chkalov para comunicárselo en persona a Lina. Podía haberla llamado
por teléfono para informarle de la invasión alemana contra la Unión
Soviéticaysusposiblesconsecuencias,perosabíaqueestabasolaconsus
hijosysesentíaenlaobligaciónmoraldedarleelcalorhumanodelque
sehabíavistoprivadadurantelosúltimosmeses.SerguéiestabaconMira
en una dacha alquilada en Krátovo y, aunque se habría enterado de la
noticia,nosabíasihabíatenidooportunidaddellamarasutodavíamujer.
No lo había hecho. Afinoguénov apreciaba a Lina, un sentimiento que
compartía su esposa Jenny Marling, una bailarina estadounidense cuya
vida había cambiado desde que empezó a leer a Lenin y se declaró una
comunista convencida, fiel a los ideales del partido, que no dudaba en
situarporencimadetodo.
Unos meses más tarde, cuando el otoño comenzaba a anunciar que el
inviernoseríaunodelosmásdurosenMoscú,Linaseencontrabaencasa
con sus hijos. Desde que Serguéi les abandonara había empezado a
trabajarcomotraductoraparaunaagenciadenoticias,Informburó.Podía
hacerlo desde casa, gracias a que disponía de máquina de escribir y su
laboreratranscribirdiferentestextos,loquenoleobligabaasalirdesu
domicilioparaacudiralcentrodetrabajoanoserquetuvieraquehacer
algunaentrega.Ganabaunsueldoquelepermitía,juntoalascartillasde
racionamiento concertadas en plena invasión alemana, mantener a la
familia.Sviatoslavhabíaterminadoelcolegioesemismoañoyesperaba
encasalaresolucióndelasautoridadessobresiseríaaptoparacumplirel
servicio militar, ya que tenía problemas en la vista. Oleg se pasaba las
horaspintando,muchasveceseneldespachodesupadre.
Unos golpes en la puerta les sobresaltaron. Se miraron en un tenso
silencioduranteunossegundos.Pasadosunossegundosfueeltimbreque
el que informaba de la urgencia. Lina se dirigió a la puerta y se inclinó
sobreellaparaotearporlapequeñamirilla.Segiróhaciasushijosque,
con el susto tatuado en el rostro, esperaban algún tipo de información
sobrelaidentidaddelapersonaqueesperabaalotroladodelapuerta.Una
súbitaalegríaleinvadió.Sinperdermástiempo,abrió.EraSerguéi.
—Venconmigo—dijo,intentandorecuperarelalientoperdidodespués
de subir corriendo varios pisos—. El tren hacia el Cáucaso sale en unas
horas.Podemosirnostodos.
Lina miró los pequeños papeles de color sepia que traía en la mano.
Eran billetes de tren, todos los asientos en un mismo vagón. Destino
Nálchick. El gobierno había decidido evacuar a una gran parte de los
artistas ante la posible entrada de las tropas alemanas en Moscú. Quería
mantenerlos alejados de un escenario bélico, aunque fuera por el interés
de asegurarse un trabajo que se utilizaría como mera munición de
propaganda.
—¿Todos? —dijo al contabilizar un total de cinco—. ¿De verdad
esperasquemishijosyyoviajemosenelmismovagónconlamujerque
hatraídoladesgraciaaestafamilia?
—Deja el orgullo a un lado, Lina. Te hablo de salvar la vida. Ven
conmigo. Ya lo arreglaremos luego. —Serguéi se acercó a ella. No le
importó su mirada gélida—. Acepta una relación abierta. El tiempo que
dure. Quizá no sea mucho. No puedo ofrecerte más. Al menos de
momento.Teloruego,venconmigo.
—Debesdeestarlocoparaproponermealgoasí.
—Nomenosdeloquedebesestarlotúsirechazassalvarlavidadetus
hijos por una cuestión de celos y de orgullo mal entendido. —Pronto
entendió que el chantaje emocional utilizando a sus hijos no daría los
frutos esperados. Pero tenía que intentarlo. Estaba dispuesto a cualquier
cosa para conseguir llevársela con él—. Te estoy pidiendo que salves tu
vida.
—¿A qué precio, Serguéi? ¿A cambio de qué? Es como si no me
conocieras. —Le acarició la cara con las manos. La notó caliente,
sudorosa,seguramentetendríaunasdécimasdefiebre,yesolepreocupó.
No tenía buen aspecto. Estaba sufriendo. Podía parecer absurdo, pero no
podíaevitarseguirdesvelándoseporél.Sinembargoesonolehizoceder
en su voluntad. No podía acceder a su propuesta—. Tu deberías saberlo
mejor que nadie. Rechacé ser primera actriz, y lo hice por ti. No voy a
conformarmeconserunasimpleactrizdereparto.
Serguéi dirigió su mirada a su hijo Sviatoslav. Sin duda le había
confiadoasumadrelaúltimaconversaciónquetuvieron.Noleextrañó.
Tampoco le decepcionó. Al contrario, agradeció que sus hijos se
posicionaranalladodesumadreynoladejaransolacomohabíahecho
él. No podía ser de otra manera. Su comportamiento no permitía que lo
fuera.
—¿Qué quieres que haga con ella? —preguntó, esperando algo de
comprensión o, mejor aún, alguna salida alternativa que le aliviara la
incertidumbrequelegobernaba.Ahoraeraélquienlesujetabalasmanos.
—Lomismoquehashechoconmigo.Abandonarla.
Serguéinegóconlacabeza.Aquellonoestabasaliendocomoélhabía
pensado.Noerasícomolohabíaplaneado.
—Estáscometiendounerror.
—Tú también lo has cometido. Ambos tendremos que asumir las
consecuencias de nuestras equivocaciones y vivir con ellas el resto de
nuestrasvidas.
—Si cambias de opinión, ya sabes dónde voy a estar —dijo,
claudicando.
—Es curioso que pensemos de la misma manera cuando estamos a
puntodesepararnuestrasvidasparasiempre.
HastaqueeltreniniciósumarcharumboalCáucaso,Serguéimantuvo
laesperanzadeverapareceraLinaacompañadadesushijosenelandén
delaestacióndeMoscú.Lamismafequemanteníaenquealfinal,cuando
el silbato sonara anunciando la inminente salida del convoy, una fuerza
interior le impulsaría a apearse de ese tren y emprender la huida hacia
ella.
Linagolpeabalasteclasdesumáquinadeescribirconrabia,intentando
acallar el sonido tintineante de las agujas del reloj, que la observaban
comoúnicotestigodesdelacómodadelsalón,lamismaencuyoscajones
había guardado tiempo atrás la carta escrita con lápiz rojo que había
desatadoelinfiernoencasadelosProkófiev.Nolevantólacabezaniuna
sola vez. No quería verlo. Solo levantaría la vista si el hombre al que
esperabaentrabaporlapuerta.
Eltraqueteodeltrenempezóamoversuscuerpos.Miraestabasentadaa
su lado. No se había quitado el abrigo de paño gris ni el sombrero de
astracán con el que intentaba combatir el frío. Su gesto continuaba
impertérrito, como si alguien acabara de esculpirlo y todavía no le
hubiera dotado de vida. Nada sabía de las maquinaciones mentales de
SerguéinidesudesesperadavisitaalacalleChkalovbuscandoampliarel
númerodeviajerosdeaquelvagón.
Linanisiquieraquisovercómolasmanecillasmarcabanlahoradela
salidadeltrenqueaparecíaenelbillete.Nohubiesepodidoverlascomo
tampocopodíaverlasletrasdelteclado.Susojossellenarondelágrimas,
inundando su horizonte y haciéndolo desaparecer. Su futuro quedaba
yermodepalabrasqueescribieransudestino.
Miraobservabaporlaventana,sinqueningunapreocupaciónleturbara
laexpresión.CuandovolviósumiradahaciaSerguéi,descubrióalgoque
le sorprendió. Por primera vez le vio llorar, dejando dócilmente que las
lágrimassedeslizaranporsurostrosinhacernadaparadetenerlas,como
sinisiquieralassintieracaer.Pensóquellorabaporabandonarsupatria.
Enciertomodo,eraasí.
CUARTAPARTE
LAGUERRA
Esdifícilimaginarsehastaquéextremosepuedecorromperalanaturalezahumana.
FIÓDORDOSTOIEVSKI
Siseteapareceunloboenelbosque,¿quévasahacer?
SERGUÉIPROKÓFIEV,Pedroyellobo
24
Decidióignoraralmundo.Teníalaimpresióndequesereíadeella,
quedisfrutabaahogándolaenunmardecontradiccionesdolorosas,enun
torbellino de casualidades funestas que lograban martirizarla más que la
propiaguerra.Alguienparecíaestardivirtiéndoseacostadesudoloryde
susrecuerdosynoencontrabamejorresistenciaqueladesobediencia.
Poresoaqueldía,cuandolosaltavocescolocadosenlasfachadasdelos
edificios, los mismos por los que se escuchó durante días Zdravitsa, la
cantata compuesta por Prokófiev para el sexagésimo cumpleaños de
Stalin, anunciaron un inminente ataque aéreo, uno más, Lina decidió
rebelarse.Nocorreríacomosiemprebuscandorefugioenlaestaciónde
metrodeKurskaya.Sequedaríaencasa,eneldespachodondecomponía
Serguéi,aferradaasusrecuerdos,asusobjetosmásvaliosos:lasfotosdel
matrimonio con los niños, los libros de Mary Baker Eddy que ambos
leían, las grabaciones de los conciertos de Prokófiev, la partitura de su
SinfoníaClásica,lafotodeJuanCodinaenLaHabana,eljerseydelana
gris que Serguéi no había metido en la maleta el día que decidió
abandonarasufamilia…Susmanosseaferrabanatodoelloguardando
unlugarespecialparaunpequeñoobjetodelquejamássehabíaseparado:
el botón con forma de hoja de su primer abrigo comprado en unas
galerías de moda de Moscú. Después de tantos años había adquirido
categoría de amuleto y siempre había cumplido la misión encomendada,
aunque últimamente le resultase más complicado. Se quedaría en casa,
plantándolecaraalmiedo,observandoporlaventanacómolosquehabían
decidido quedarse en la capital moscovita durante el asedio alemán
corríancomoratasaesconderseencualquierrefugioquelelibraradeuna
muertesegura.
Solo la voz de Sviatoslav le hizo cambiar de opinión. «No iremos a
ningún sitio sin ti, mamá. Moriremos juntos. A nosotros tampoco nos
importa».Laspalabrasdesuhijoactuaroncomounabofetadaderealismo
que la hizo deshacerse de su absurdo brote de rebeldía torpemente
entendida. Jamás imaginó que pudiera ser tan egoísta. Se levantó
rápidamente, cogió a sus hijos de la mano y a los pocos minutos ya
estabanbuscandounhuecoqueocuparenlasentrañasdelatierra,donde
miles de personas se guarecían de los bombardeos de los aviones
alemanes. Miró a su alrededor. En tan solo unos meses, un universo
alternativohabíacrecidobajolatierra.Encadaobjetoquelagentellevaba
consigo para poder reconocer un hogar en aquel agujero, Lina veía una
burla cruel del destino. Se apilaban colchones sobre los que poder
descansarsielasediodurabamásdeloesperado,espejosquesehacíanun
huecoenlosequipajesimprovisadosenlosqueencontraralgunaimagen
familiarquereconfortaraelcuerpoyelespíritu,gramófonoscuyamúsica
intentaríataparelsonidodelaguerrayqueavecesloconseguían.Eseera
elobjetomáspreciadoporsucondiciónredentoraquedistinguióenaquel
mundonacidoenlasprofundidades.Tantoqueinclusoseanimóallevar
alguno de sus discos. Escuchar el Preludio a la siesta del fauno, de
Debussy, en un refugio antiaéreo era una experiencia difícil de explicar
conpalabras.Laacústicadeaquellugarsuperabaladelmejorteatrodela
ópera.Oquizáesquelosoídosqueloescuchabanconverdaderapleitesía,
como si de él saliera el bálsamo para sus heridas, estaban más
hambrientoscuandolatierracubríasuscabezas.Lomássorprendenteera
cuando algunas personas elegían una composición de Prokófiev, no
siempre siendo conscientes de que la familia del compositor compartía
refugiojuntoaellos.YsonabaLevántate,puebloruso,yelánimodelos
refugiados se elevaba hasta desear incorporarse y salir al exterior para
encararlaviday,sihicierafalta,tambiénlamuerte.YLinalloraba,node
alegría ni porque su orgullo sangrara como el de los que le rodeaban,
sinoporelrecuerdodeunavida,deunamorquelofuetodoyqueseguía
siéndoloaunquehubierahuidosecuestrado.
Lagenteacudíaconsusobjetosmáspreciadoscomosituvieramiedo
de que alguien se los robara y con ellos les sustrajera también sus
recuerdos.Elprimerdía,Linaestuvotentadadellevarseelimpresionante
abrigo que le regaló Coco Chanel el día que la conoció. No era un
capricho absurdo y sin sentido. Aquella prenda la había acompañado en
sus mejores momentos y vestía sus mejores recuerdos. ¿Por qué no
convertirloenunabrazoprotectorenlosmalosmomentos?Perodeclinó
la idea. Llevárselo hubiera significado renunciar a la esperanza del
regreso, ya que estaría dando por hecho que no volvería más. Decidió
dejarlo en el armario al que debería acudir si de verdad quería
recuperarlo.«Nohayquellamaralasdesgracias.Yavienensolas»,solía
decirlesupadre.Ydecidióhacerlecaso.
Le parecía imposible que aquel fuera su nuevo lugar en el mundo.
Mirabalashilerasdepersonashacinadasenlostúnelesdelsuburbano,en
sus andenes, en las escaleras, algunos en los propios convoyes si es que
habíanllegadocontiempodecogerlosmejoreslugares.Estabasegurade
que aquel lugar se convertiría muy pronto en un foco de enfermedades.
Lascondicioneshigiénicaseranprecariasonulasyeraimposibleconocer
lasafeccionesqueencerrabanensecretoaquelloscuerpos.Eltifuserala
mayoramenazafantasmadelaciudad,igualoinclusomásqueelhambre,
peroadiferenciadeestaúltimasusprimerossíntomasdeincubaciónno
eran tan evidentes. Había personas que preferían vivir bajo tierra a
enfrentarse a los peligros que les asediaban en el exterior, incluso se
negaban a salir cuando la amenaza ya había pasado. Habían colocado en
lasparedesfotografíasdepersonasqueridas,delimitandosuterritoriocon
objetospersonales.Unpeine,unataza,unacucharaounacafeterapodían
deslindar los márgenes de un nuevo hogar. Se organizaban lecturas,
partidas de cartas, de ajedrez, incluso algunos bajaban con sus
instrumentos musicales para protagonizar un improvisado concierto.
Siempre había alguien que se encargaba de que la radio estuviera
encendidaeinstaladaenunaubicaciónperfectaparaunabuenarecepción.
Desde el ataque alemán sobre la Unión Soviética, todos se pegaban al
receptor esperando escuchar a su gran líder, Iósif Stalin, dando un
discurso esperanzador que alguno necesitaba más que el comer. Pero el
únicoquehablóporlaradiofueViacheslavMolotov.Porlostúnelesdel
subsuelo,dondelapoblaciónseamontonabaparasobrevivir,seextendió
elrumordequeStalintambiénserefugiabaenelmetroeinclusollegaron
susurros de un posible golpe de Estado en el Kremlin. Pero no había
ningunaconfirmaciónyelpuebloteníacosasmásimportantesdelasque
preocuparse, la principal de ellas, seguir viviendo, aunque fuera
escondidoenelsubsuelodesuciudad.
Lina intentaba no familiarizarse demasiado con esa realidad, que
percibía artificial. Procuraba no desarrollar lazos afectivos con nadie,
aunque a veces era complicado no ceder a la tentación de sentirse
protegida y acompañada. Alguna vez se animó, instada por sus hijos, a
leeralgúnfragmentodeunlibrooacantaralgunacanción.Lediofuerzas
contemplar los rostros de embeleso cuando una noche interpretó un
fragmentodelaobraquesiempresoñórepresentar,Ladoncelladenieve,
de Rimski-Korsakov. Mientras lo hacía, cerró sus ojos para recordar el
díadesutrigésimocumpleaños,cuandoSerguéilallevóaverlaobrayle
prometióqueundíalainterpretaríanjuntossobreunescenario.Nocantó
como si estuviera ante Dios, como le recomendó su instructora de la
CienciaCristiana,laseñoraGetty.LohizocomosiestuvieraanteSerguéi.
Cuando terminó, unos segundos de silencio parecieron respetar el duelo
queescondíaensuinterior.Ydepronto,elrefugiorompióenuncerrado
yensordecedoraplausoquepretendíadevolverleelregaloqueacababade
entregarlesalrestituirleslacapacidaddesoñar.Esanochesíquelograron
acallar el sonido de los bombardeos. Sin embargo, no era algo que le
gustarahacer,comotampocoleagradabahablardesuvidaconextraños,
sobre todo desde que creció la desconfianza hacia ella cuando la oían
hablar en otro idioma que no fuera el ruso, especialmente el alemán.
SurgióelrumordequelosquehabíandecididoquedarseenMoscúyno
huircomolamayoríaeraporquesimpatizabanconlosalemanes.Otravez
losrumores,lassospechas,losrecelos.
Linatuvoclaroquenopasaríamásqueeltiemponecesarioescondida
bajo la tierra. Prefería morir en libertad que convertir en cotidiana una
vidadeencierroavariosmetrosdeprofundidad.Fueronmuchaslasveces
quehabíaescenificadoensuimaginacióncómoseríasumuerte,perolo
hacíasindramatismos,sinningúnsentimientomacabro,conlafrialdady
la tranquilidad que otorgaba la irrealidad de un sueño. Se veía tendida
sobre el suelo, boca arriba, mirando al cielo, que lucía completamente
azul,sinnubes,sinhumo,sinlaesteladelosavionesgermanos,sinsentir
dolor, ni odio, ni pena, aislada de toda realidad sensorial. Poco a poco,
con la precisión de una escena cinematográfica, su sangre teñía los
adoquinesdelacalle,losmismosqueenuntiempoanteriornotanlejano
Linamaldecíaporlatrampaquerepresentabanparasusaltostacones.«La
vida», pensó, dibujándose una sonrisa en su rostro. Le alegró saber que
sus hijos compartían su visión de esa vida, aunque en aquel escenario
denominar vida a la mera supervivencia era una licencia artística y
optimistaqueellasiempreseempeñabaenacentuar.
Sevioforzadaaadecuarsealanuevarealidadyseprometiónodejarse
vencer. Le hubiese gustado ver la cara de su madre al contemplarla en
aquellasituación.Seguroqueselopensaríadosvecesantesdeacusarlade
estardemasiadomimada,devivirunainfanciarepletadecomodidadesy
demantenerlasdurantelamadurez.Peropreferíanocontarlenadaenlas
pocas cartas que podía escribirle y enviarle a su residencia de París. Se
convenciódequetodoeracuestióndeacostumbrarse,perosinolvidarque
aquellotambiénpasaría.
Lina pasaba horas traduciendo montañas de papeles, pero debía
controlarqueelsonidodelamáquinadeescribirnoalertaralacuriosidad
dealgúnvecinoyladenunciara.Suusoestabaprohibidoyellateníados,
una de la marca Corona, que solía ser la elegida, quizá porque le
recordaba a su primer encuentro con Ernest Hemingway, y otra
Underwood, más moderna, con un teclado de cuatro filas y no de tres
comoteníanlasmásantiguas,yunmarcadocerradoporunasláminasde
metal. Cuando el trabajo le urgía, solía utilizar esta última. Era más
cómoda,másrápidaysolíaevitarquesusdedosterminarantatuadospor
la tinta como le sucedía cuando escribía en la Corona. Solía
mecanografiarlostextosporlamañanayporlatarde.Hubiesepreferido
lanoche,peroentoncesnopodríautilizarlaradioparataparelruidodela
máquinacuandosusdedosapretabanconceleridadyapremiolasteclas.
Jamáspensóquecolgaríaungranmapaenlapareddesusalónsobreel
queibamarcandocontachuelasyclavoselavancedelastropasalemanas
antesuinminenteentradaenMoscú,talycomotodoelmundoesperaba.
Incluso se molestó en confeccionar pequeñas banderas sobre los
marcadoresquedelimitabanlasposicionesrusasygermanas,yendefinir
conhilosdedistintoscoloreslosavancesdecadaejércitoparaayudarlea
entendermejorlasituación.Cadadía,mientrasescuchabalaradioconlos
partesdeguerra,pasabauntiempoobservandoycolocandolaschinchetas
sobreelmapa,comosifueranlasnotasdeunapartituradondeseescribía
lamúsicadelnuevomundo.
A Afinoguénov le maravillaba la precisión y la delicadeza con la que
LinahabíatrazadoelavancealemánsobrelaUniónSoviéticayladefensa
de esta última. Podía pasarse horas ante el panel contemplándolo con la
misma curiosidad y detenimiento que si estuviera ante la pared de
cualquiermuseopictórico.
—PorDios,Aleksander,quenoeselGuernica.
—En estos momentos y en este el lugar, dice más que el Guernica —
dijo,dirigiendosusojoshaciaelotroextremodelmapasinimportarlela
blasfemia que acababa de pronunciar. Estaba ante Lina, todo estaba
permitido—.EstoysegurodequetehaayudadoSviatoslav.
Ellasonrió,negandoconlacabeza.
—Yo soy la que quiero que le ayudes. Como sabes, ha terminado el
colegio,porfinsehapodidolibrardelserviciomilitarporsusproblemas
enlavista,unmilagro,teniendoencuentaquelomásprobableesquele
llamaranafilasapesardeserextranjero.—Sabíaquenohabíaexistidotal
milagro, sino la intervención de un amigo suyo ante la negativa de
Serguéi de mover sus contactos por la inconveniencia que eso le
supondría—. Quiero que entre en la escuela de música, pero solo le
ofrecenunaplazaenelauladeflauta.Haaccedido,peronoestoysegura
dequesealoquequiereniloquemásleconviene.Nocreoquedure.Está
pensandoenponerseatrabajarenunaindustriademanufacturamaderera
para construir maquinaria. Creo que está un poco perdido. Me da la
impresióndequeloquequiereesconseguirunaplazaencualquierlugar
parahacerseconunacartilladealimentos.Unamigolehahabladodela
posibilidad de estudiar arquitectura. Pero no lo tiene claro. Lo que no
quieroesquedejedeestudiar.YOlegtampoco,aunqueélnotienedudas:
losuyoeseldibujo,sepuedepasareldíadibujandosinenterarsedenada
más.Sifueraporél,noharíaotracosa.Cuandopaselaguerra…—Lina
calló.Demasiadosplanesparacuandoacabaralaguerra.
—Cuenta con ello. Hablaré con quien deba para conseguirlo. Intentaré
conseguir alguna plaza para Sviatoslav en algún instituto de música. En
cuanto a Oleg, conozco a alguien en la Facultad de Dibujo Técnico.
Aunque quizá no haga falta… —Afinoguénov seguía con la mirada
prendida entre chinchetas, hilos y banderolas de colores—. Puede que
quizáprefieranbuscarunaacademiaenParísoenLondres.
Trasunossegundosdeabsolutomutismo,decidióqueeraelmomento
deapartarlavistadelaparedymiraraLina,queadivinó,sinmargende
error,debatiéndoseentrelasorpresaylaperplejidadporloqueacababa
de escuchar. Ambos callaron durante unos segundos en los que solo
hablaronlasmiradas.
—¿De qué estás hablando? —preguntó, negándose a dar libertad a su
imaginación.Noqueríadecepcionesporabrazarfalsasesperanzas.
—CreoquetengolamaneradeayudarteasalirdelaUniónSoviética.
A Lina aquellas palabras le iluminaron el rostro. Por un instante, se
borrarondesumentelosrefugiosaéreos,lascartillasderacionamiento,
las traducciones en papel reciclado, las noches subiendo arena y agua al
tejadodelosedificiosparaapagarlosfuegosqueprovocabanlasbombas
incendiarias y el vértigo de Oleg que le dificultaba subir a las azoteas a
cumplir con aquella obligación. Incluso, sin saber cómo, desaparecieron
los rostros de Serguéi y de Mira, desahuciados milagrosamente de su
pensamiento.
—Teruegoquenobromeesconeso,Aleksander.
—Nolohago.TengoqueiraLondresyaEstadosUnidospormotivos
detrabajo.Voyanecesitarunatraductora.MeibaaacompañarJenny,pero
está embarazada de nuestro segundo hijo y su estado está demasiado
avanzadoparaemprenderunviajedeesascaracterísticas.—Afinoguénov
sealegródecontemplardenuevolaimagendelafelicidadenelrostrode
suamiga.Unaspocaspalabrasdeesperanzayvolvíaaserladesiempre
—.Yhepensadoquetúseríaslacandidataperfecta.Sinotienesmejores
planesqueatender.
Linanopudoevitarcorrerhaciaélparaabrazarle.Unataquedellanto
leimpidióhablar.Tansolopodíarepetirunayotravezunasolapalabra.
Pormuchasvecesquelogrópronunciarla,nuncasonóigual.Cadagracias
teníaunmatizdistinto,unsentidodiferente,abrigabamundosdiversos.Un
repentinopánicoborrólaexpresividaddejúbilodesurostro.
—¿Estás seguro? ¿No me pondrán problemas para salir, para poder
viajar? —El miedo empezó a cincelar sus facciones. Hacía tiempo que
habíadejadodeacostumbrarsealafelicidad.
—Estoy seguro. ¿Crees que sería tan loco de proponerte algo así si
antesnohubierahechomisaveriguaciones?Tepermitiránsalir,siemprey
cuandovengasconmigo.Yatushijostambién,peroesoserámástarde,ya
me he encargado de ello. No conviene asustarles desde el primer
momento. Tú déjamelo a mí. Arreglaremos tu salida. Nadie pondrá
problemas. —Afinoguénov no podía ocultar la satisfacción que le
provocabaserelportadordeaquellanoticialargamenteesperada—.El29
de octubre tengo una cita para recoger la documentación en las oficinas
del Comité Central. —Lina asentía a todo lo que le decía. Conocía las
oficinas, estaban cerca del Kremlin. No podía creerlo. Le daba miedo
incluso soñar con ello—. Allí nos darán los permisos para viajar. Será
mejorquepreparestumaleta.Perohazloconprudencia,sololoelemental.
No queremos que crean que no vas a volver. —Antes de irse volvió a
echar una ojeada al mapa prendido en la pared y colocó una chincheta
fuera de aquel atlas, en una imaginaria Cambridge, en el estado de
Massachusetts—.Conunpocodesuertepuedequelleguemosparaverel
Guernica en el Fogg Museum de Harvard. Estará allí durante todo este
otoño.
Le prometió llamarla en cuanto tuviera los permisos. Lina había
insistido en acompañarle, pero Afinoguénov le explicó que no era
necesario.Teníaunacitaconunoficialalqueconocíayleaseguróquele
tendría preparado todos los salvoconductos necesarios para su viaje. Ni
siquiera tendría que permanecer mucho tiempo en las oficinas ya que su
contactolehabíaevitadolademoraquesueleacompañaraesostrámites
burocráticos.
Le había hecho caso. Una maleta pequeña, nada voluminosa, algo de
ropa,algunosdiscosyunaspocaspartiturasquenopudoevitaracomodar
entre los pliegues de algunos vestidos. No muchas. Comprendió que
Serguéipodíanecesitarlasyvolveraporellasalgúndía.Eseeraelúnico
dolorqueleapremiabaenaquelviaje.AbandonarparasiempreaSerguéi,
novolverleaverynisiquierapoderllamarleparadecirlequeporfinse
iba, que alguien iba a cumplir la promesa que él no pudo. Le resultaba
ridículo abrigar ese sentimiento de culpa. Al fin y al cabo, había sido él
quien les había abandonado, pero no podía evitarlo. No volver a ver a
Prokófievlepartíaelalma.Peroahoraloimportanteerasalirdeallí.Ya
tendríatiempoparareconstruirloqueserompiera.
Esavezsímiróelrelojenvariasocasionesylediolaimpresióndeque
estabaparado,dequealgofallabaensumecanismo.Lopeoreralaespera.
Decidió calmar la tensión leyendo el ejemplar de Guerra y paz que le
habíacompradoaSerguéienlalibreríaparisinadeSylviaBeach.Sonrió
ante la idea de volver a verla. Nunca le había hecho tanta ilusión
reencontrarse con el pasado. Aquello no decía nada bueno ni de su
presente. Leyó las primeras páginas, pero no pudo prestarles mucha
atención. Le había llegado la noticia de que Serguéi preparaba el libreto
para la adaptación operística de esa obra de Tolstói. Sabía que la idea
habíasurgidodeaquelregaloqueellalehizo,peroestabaconvencidade
queMiraseencargaríadeadjudicarseelmérito,comohabíahechoconla
adaptacióndeLadueña.
Seconcentróunratoenlalectura.Afinoguénovtardabademasiadoen
llamarla. Dejó el ejemplar de Guerra y paz sobre la mesa y comenzó a
pasearporlahabitación.Quisopensarqueerasudeseoloqueleurgíay
noqueeltiemposeralentizaraporalgúnmotivoqueconseguiríatrastocar
susplanes.Eraimposibleimaginarlo.
Afinoguénovhabíallegadounosminutosantesdelahoraconvenidaa
lasoficinasdelComitéCentral.Enelúltimoinstante,habíadecididocoger
sucocheparticularyrechazarlaopcióndeltransportepúblico.Encontró
unaplazaenelaparcamientooficialysecongratulódesusuerte.Caminó
hacia la garita de entrada. Dio el nombre del oficial con el que tenía la
reunión.Todoestabaenorden.Leestabaesperando.«Haidounmomento
al servicio. No tardará mucho. Serán unos segundos». Ni siquiera tuvo
tiempodealzarsumiradaalcieloparaidentificarvisualmenteelsilbido
metálicoquesusoídoshabíancaptado.Murióenelacto.Unabombasobre
elgarajedeledificioqueacogíalasoficinashizosaltarporlosairesgran
parte del recinto. Una gran explosión lo cubrió todo. El oficial salvó su
vida por esa urgencia de última hora. Afinoguénov murió precisamente
por esa espera inoportuna y por adelantarse unos minutos a la hora
prevista.Denuevo,laburladeldestino.
Alenterarsedeloquehabíasucedido,Linasesintiómorir.Nisiquiera
pudogritar.Susaullidosseahogaronenlagarganta,sordoscomolosdel
Guernica.Sumundosedesvanecía,susueñodesalirdelaUniónSoviética
seleresbalanuevamentedeentrelasmanos.Suvidavolvíaadeformarse.
Todo había sido una ilusión fugaz, un sueño efímero que únicamente
habíacobradovidaensuimaginación.
Le costó recuperarse de la muerte de Afinoguénov, aunque se estaba
convirtiendo en toda una experta en sobreponerse a la muerte de las
personas que amaba. Aquella bomba había segado no solo la vida de un
amigo,deunconfidente,sinosusueñodesalirdelaUniónSoviética.Se
tragó sus miserias personales para consolar a Jenny. Ella acababa de
perderasumarido,estabaapuntodedaraluzasusegundohijoydebía
estarasuladocomounapoyoynocomounlastre.
La vida durante la guerra tampoco le permitió pararse a llorar penas,
pérdidas ni duelos. Debía seguir por mucho que doliera. Cada día era
distinto porque cada día traía una realidad diferente y solía ser mala. La
búsqueda de alimentos se convirtió en algo inminente. Contaba con dos
aliados en los que apoyarse. Uno era Frosia, incansable al desaliento, la
persona que seguía acudiendo a casa incluso cuando los bombardeos
arreciaban, negándose a abandonar a la familia de Lina por muchas
obligacionesexternasquetuviera.Setomómuyenserioloqueledijoun
día Serguéi Prokófiev sobre su condición de ángel de la guarda de su
familia.InclusollegóaofrecerseacuidardeSviatoslavydeOlegsialgo
sucedía.«Notieneporquésucedernadamalo,noloveaasí.Quizásurja
otra oportunidad de salir del país y entonces yo me haré cargo de ellos
hasta que puedan salir. Confíe, es lo que nos queda. Confiar». Fue ella
quienlaconvencióparaalmacenarvíveresencasapreviendolallegadade
tiempospeores.Yllegaron.
Los estantes de las tiendas comenzaron a vaciarse, incluso los de
aquellasqueofrecíanproductosdeestraperlo,máscarosyselectos,solo
destinados a bolsillos pudientes. Ni siquiera estos resistieron el
aldabonazodelhambreydelaescasez.Yentonceseracuandoaparecíael
segundoaliado,suhijomayor.Losdossalíanalacalleenbuscadeloque
las tiendas les negaban. Tenían que recorrer largos paseos, amplias
travesías, cruzar avenidas, adentrarse en oscuros callejones para
conseguircualquieralimentoquellevarsealaboca.Cualquiercosavalía.
Celebrabanlaadquisicióndeunpequeñotarrodemermeladadepétalosde
rosa con la que poder endulzar el té o el café a falta de azúcar, de una
pequeñabolsadecereales,deunsacodeunsucedáneodelcaféodeuna
lata de champiñones secos. Conseguían pan seco que habían tostado en
forma de anillas, que engarzaban en una cuerda y que, a falta de una
hogazadepantierno,lograbaengañaralestómago.
—Tú no lo sabes, pero en la tierra de tu madre hacen unos dulces
exquisitos llamados churros, que tienen forma de lazo, al menos en
Madrid,ysecolocanenunaristraparecidaaesta.Estánhechosconuna
masadeharinadetrigoyagua,sefríenenaceiteysuelentomarseconun
buentazóndechocolateespeso.Estándeliciosos.Ledijeatupadrequelos
probaracuandofueaMadridadarunconcierto.Ymehizocaso.Eraun
tiempo en el que aún me hacía caso. —Sviatoslav sonreía y la mueca
contagiabaasumadre—.Teprometoquealgúndíatellevaréaprobarlos.
—Nomeprometasnadaquenopuedascumplir.
—Yonosoytupadre.Yocumplomispromesas.
Había productos que se habían borrado de la faz de la tierra y cuyo
saborhabíasidodesterradodelospaladaresyolvidadosenlamemoria.
El chocolate se convirtió en leyenda y un trozo de tocino era una
exquisitezimposibledeconseguir.Lalecheadquiriócategoríademanjar,
puescostabadiezvecesmásdelonormal,lacarneeraunespejismoque
algunossoloveíancuandolesubíalafiebreylamantequilladesapareció
del vocabulario diario. El valor de las cosas cambiaba a cada segundo.
Había personas tan azotadas por el hambre que eran capaces de cambiar
unanillodeoroporunkilodepatatas,unapulseradediamantesporun
sacodeharina,unoszapatosnuevosporveintegramosdeazúcar.Enuna
ocasiónunadelaspersonasrelacionadasconelmercadonegroleofreció
unsacodeazúcar,otrodeharinayuncuadradodetocinosalo.Linamiró
condevocióneltrozodemantecacortadoenformarectangular,conuna
anchacapadecortezamarrónyespolvoreadoconpimientanegra,loque
aseguraba su conservación durante más tiempo. Dudó si procedía de la
espaldaodelapanzadelcerdo,comosiaquellorealmenteimportaraen
aquelmomentodeltrueque.Empezóaimaginartodoloquepodríahacer
con ese tocino que mantenía el vendedor en sus manos: cortaría finas
lonchas para que sus hijos pudieran untarlas en el pan que también le
ofrecía el comerciante ucraniano que la tentaba, trocearía una parte para
freírlo,sacaríadeéllagrasaconlaquepodercocinareinclusodaríaun
usoespecialalacorteza,queleserviríaparaecharlaalpucheroydotarlo
desaborydealgodeconsistencia,yunavezdesechadaparaelconsumo,
todavíaleserviríaparaimpermeabilizarloszapatosparalaslluviasylas
nievesdelinvierno,einclusoFrosiapodríafabricaralgodejabónapartir
desusrestos.Notóqueseactivabansusglándulassalivares,lassuyasylas
de Sviatoslav, siempre a su lado. El vendedor hizo la inesperada oferta.
«Séquiénesusted.Yosoyungranadmiradordesumarido.Sololepidoa
cambioalgunadesuspartituras».Linalemiróduranteunosinstantespara
enseguidaofrecerleunadeesassonrisasqueparecíandormidashastaesa
noche. «Vámonos, hijo. Este señor tan amable no ha debido entender
todavíaquehaycosasquenotienenprecio».Elucranianoseencogióde
hombros. «Cuando su familia se esté muriendo de hambre, será usted la
quenoloentiendayentonceslepesaráhaberrechazadomioferta».Lina
sediolavueltayabandonóelimprovisadodispensariocallejero.Noselo
tomó a mal ni mucho menos le guardó rencor al estraperlista. En otro
momentoyenotrolugaraquelhombresehubieraacercadoaellosenla
puerta de un teatro para expresar su admiración por su marido y ellos
hubieran accedido al cumplido con un ligero cabeceo. No era nada
personal.Tansololavidaleshabíacolocadoenelescenarioequivocado.
Jamás le pesó su decisión. Si había rechazado una vida en libertad en
Occidenteporestarconsumarido,sinohabíaaccedidoapagarunprecio
demasiadoaltoparasudignidadalrechazarviajarenelmismovagónque
Mira,osisehabíanegadoaabandonarMoscúcomohicieronmuchosel
16dediciembrepormiedoalaentradadelosalemanes,unmíserotrozo
detocinosalo no iba a desmontar su escala de valores. Las medidas del
mundo habían saltado por los aires, como todo en aquel rincón de la
tierra.
Ese episodio vivido a medianoche no evitó que pensara en vender
algunascosas,perosiemprearrinconabamentalmentelaspertenenciasde
Serguéi.Seresistíaadesprendersedeellascomosiconelloalbergarael
sueñodeunposibleregreso.«Novaavolver,mamá—ledecíaSviatoslav,
rompiéndole toda esperanza—. Tenemos que venderlo». Aquel era el
único momento en el que su subconsciente le permitía odiar a Serguéi,
cuando veía el fantasma de la desnutrición cerniéndose sobre sus hijos.
Esofueprecisamenteloquelehizorompersuorgulloyescribirle.Sabía
que el gobierno le había enviado a Alma Ata, en Kazajistán. Le hacía
responsable del futuro de sus hijos, de los problemas de salud que
presentaríanduranteelrestodesuvida,siesqueconseguíanesquivarla
muerte en el lugar donde les había abandonado por seguir a otra mujer.
No escatimó palabras fuertes ni reproches que estaba convencida que le
dolerían, pero más le dolía a ella ver a sus hijos pasando hambre. A los
pocosdíasrecibióunacantidaddedinerodeSerguéi,unosbotesdemiel
envezdelosfrutossecosquelehabíapedidoyunacartaderespuestaen
laqueledecíaqueéltampocoteníaaccesoamuchacomida,quetambién
habíaescasezallídondeestaba,quesepasabaeldíacomiendomacarrones
semicocidos y que, a pesar de todo, intentaría ayudarles más. Lina no
quisopensarenquécircunstanciashabríaescritosumaridolacarta,pero
estaba convencida de que la sombra de Mira le estaría aplacando tanto
comoelhambreasushijos.Mástardeconsiguiódospasesdecomidade
la Unión de Compositores para sus hijos que les permitieron hacer dos
comidas diarias en el restaurante de la sede. De esta manera, Lina pudo
utilizarloscuponesylascartillasderacionamientoparaconseguirotros
productos.Lamantequillavolvióaentrarencasa.Y,conella,unpocomás
deazúcar.
Noestabasola,aunqueavecessesintieralapersonamásabandonada
del mundo por no estar en brazos de la persona a la que amaba. Ni las
bombas,nielhambre,nielfrío,nilosamigosperdidos,nielmiedo,ni
siquieraelfusilamientodesussueños,habíanhechoolvidarle.Dehecho,
estaba convencida de que ese amor inmortal era lo que la mantenía con
vida.
Había personas y situaciones que le daban fuerza y detalles que
alimentaban su ánimo, a veces vencido. Como la luna azul que la
observabaalgunasnochesyqueparecíasalirsoloparaella.
Unanocheletocósubiralaazoteaparabregarconlossacosdearenay
los cubos de agua. No había sido un buen día. Unos emisarios del
gobiernosepresentaronaprimerahoradelamañanaenlacasadelacalle
Chkalov para confiscar el Ford azul que Serguéi había mandado traer
desdelosEstadosUnidos.NosirviódenadaquedíasantesLinalepidiera
a Fiódor, el chófer que aún seguía haciéndole favores y recados, que le
quitara las ruedas, el radiador, el carburador y otras piezas importantes
conelobjetivodeinutilizarloyasíevitarunposiblerobodisfrazadode
confiscación,comoerahabitualenlaUniónSoviética.Eraalgoquetemía
desdehacíatiempo.Laverdadesqueleextrañóquenolohubieranhecho
antes.Sellevaronelcocheconlaridículaexcusadequelorequeríanenel
frente. «¿Van a trasladar en automóvil a un general del Ejército Rojo de
una trinchera a otra?», se atrevió a ironizar Frosia mientras Lina, al ver
quetambiénsellevabanunabicicletadesushijosyelpiano,lesgritaba:
«¿Porquénomeloquitantodoymedejandesnudaenlacalle?».
Sviatoslav sujetó a su madre y la metió en casa, mientras Fiódor
intentabahacerlopropioconFrosia,quelesincrepabapreguntándolessi
tambiénibanatocarelpianoenelfrente.Asusdieciochoaños,Sviatoslav
era muy consciente de que todo lo que se decía en Rusia podía tener
consecuencias.
Nohabíasidoundíafácilyporesonodejóquesumadresepusieraa
hacer una trinchera en la azotea por mucho que hubiera que proteger la
partealtadeledificio.Loharíaél.SabíaqueLinaestabamalaunquenose
quejara.Habíaperdidocasidiezkilosysumoralerauncampodeminas.
Ella quiso permanecer en la azotea. Le gustaba aquel lugar cuando el
silencioreinabasobrelaciudadyaquellanoche,milagrosamente,asíera.
Noselohabíadichonuncaasushijos,perodemadrugadasolíasubiralo
más alto del edificio para contemplar el cielo todo abierto y entero ante
susojos.Lucíarealmentehermoso.Noentendíacómodeaquellugartan
bellocaíanlasbombasquedestrozabanvidasysueños.Sequedabahoras
contemplado el cielo. «Todo el cielo entero», pensó recordando los
versos de su amigo Ósip Mandelstam: «Las flores inmortales. El cielo
todo entero. Y lo que habrá de ser, solo promesa vana». Se preguntó si
aquelmismocieloloveríaelpoetadesdeelcampodeconcentraciónde
Siberia donde había sido encerrado por utilizar las palabras de una
manera suprema. Pensó que el cielo le parecía tan bello porque la tierra
estaba demasiado sucia de toda la injusticia que se derramaba en ella.
Aquellanocheunaespesanubedehumocubríalalunallenatiñéndolade
azul. Le habían hablado de ese fenómeno astronómico que se produce
cuando aparecen dos lunas llenas dentro de un mismo mes. Pero aquella
luna azul que contemplaba era traidora y algo embustera. Era un mero
efectovisualdebidoalahumaredasuspendidaenelairequelacubría.El
humo acompañaba a un intenso olor a quemado. No era fruto de las
bombas,nidelasexplosiones,sinodelosdocumentosquesequemaban
portodalaciudadanteeltemordelaentradainminentedelosalemanes.
Lina se negó a quemar nada. Tampoco tenía mucho que lanzar al feroz
apetito de las llamas. No pensaba que una partitura, unas fotos o unos
librospudieransuponerunhallazgoquedesataraunconflicto.Ellamisma
se rio de su ingenuidad. Qué pensarían Mandelstam, Shostakóvich,
Meierhold, Maiakovski, Taírov o el propio Prokófiev si escucharan su
pensamiento.«EnRusiasevaloratantolapoesíaqueinclusofusilanala
genteporella».DenuevoÓsipMandelstam.
Linanosecansabadellamaratodaslaspuertasparaquelavidafuera
unpocomásfácilparaellaysushijos.Nohabíadesterradolosplanesde
abandonarlaUniónSoviéticaencuantotuvieraocasiónyparaesoestaba
dispuesta a encontrarse con quien fuera necesario y hablar con quien
pudiera ofrecer algo de oxígeno a sus sueños. Ese era el empeño que
perseguía,juntoaldetaparelagujeroenelestómagodesushijos,cuando
conocióaunestadounidensedelaCruzRojaquehabíallegadoaMoscú
en misión humanitaria. Gracias a un acuerdo entre las delegaciones
americanasysoviéticas,laayudaenmedicamentosyenropapasódeestar
valorada en quinientos mil dólares a superar los cuatro millones y para
eso necesitaban a una persona con la experiencia suficiente para
administrarunproyectodeesaenvergadura.Petereraunhombreamable,
muchomayorqueella,decomplexiónfuerteyconunavocacióndeayuda
casisacerdotal.SelopresentóJennyMarling,que,despuésdedaraluza
susegundahija,empezóapensarenlaposibilidadderegresarasupaís
natal,losEstadosUnidosdeAmérica.Noentendíaquépodíahacerellaen
laUniónSoviéticacondosniñaspequeñasysinAfinoguénov.
Desde el principio percibió la bondad de la mirada de aquel hombre
generoso,deexquisitaeducaciónyespíritulibre.Peroloqueélvioenella
fuealgobiendistinto.Apesardelasituaciónprecariaenlaquevivíayde
lasnecesidadesqueatravesaba,Linaseguíasiendounamujeratractiva,y
aunque no lo hiciera de forma premeditada, seguía proyectando una
imagenseductoraparaloshombres.Peternotardóenenamorarsedeella,
aunque no verbalizó sus sentimientos abiertamente. Sabía que estaba
casada,ynoconcualquierhombre,perotambiénconocíaquesumarido
se había ido con otra mujer y estaba lo suficientemente lejos para no
suponer ningún problema. Contempló otras estrategias. La colmaba de
atencionesyderegalos.AlacasadeChkalovllegabancajasderopayde
medicamentoscasitodaslassemanasyenellasintroducíatambiénalgode
comida.«Sialgonotesirve,repárteloentretusvecinos.Loagradecerán»,
escribía en las cartas que metía en el interior de las cajas. Incluso le
ofrecióqueSviatoslavyOlegfueranacomerasucasayaducharsecon
aguacaliente,yaqueenlaviviendafamiliardelosProkófievsolohabía
agua fría. Lina tenía experiencia suficiente para entender lo que estaba
pasando y la verdadera naturaleza de las atenciones de Peter. Ella le
respondía con cartas en las que le expresaba su gratitud e incluso le
enviabaalgunafotoenlaqueincluíaunpequeñotextoquesolíaterminar
«Concariño,Lina».Nuncafueasucasaexceptopararecogerasushijos,
a los que prefería esperar en la calle. Jamás subió a la vivienda del
delegadodelaCruzRoja.SabíaqueenlascallesdeMoscúsiemprehabía
mil ojos que observaban y eran expertos en tergiversar cualquier gesto,
cualquiermirada,cualquiermovimiento.Nodejabadeserunaextranjera
yPetertambién,yaquellopodíadarlugaramalasinterpretaciones.Pero
lanecesidadapremiabamásqueelmiedo.
Undíatuvounaurgenciamédica,algonofuncionababienensuboca.
Desde hacía días llevaba notando un fuerte dolor de muelas. Resultó ser
unaseverainfecciónaraízdeunamalapraxisdeundentistaalquehabía
acudido unos meses antes. Peter le ofreció que la viera un odontólogo
americano,queendosvisitassolventóelproblema.Seloagradeciócon
nuevas misivas de cortesía y con un café cerca del edificio de la calle
Vesin,queacogíaalasdistintasdelegacionesdelasmisionesextranjeras.
No quería engañar a nadie, ni jugar con los sentimientos de un hombre
buenoygenerosoquesemostrabaentodomomentodispuestoaayudarla.
Sin embargo, ella no podía sentir la reciprocidad requerida en aquel
sentimiento.Nuncaledioesperanzasdenada.Sucorazónseguíaocupado
porlamismapersonadesdehacíamásdeveinteañosyestabaconvencida
dequecontinuaríasiendoasíelrestodesuvida.Perotampocopodíaherir
alhombrequetangentilsemostrabaconella,aunquesoloevitarahacerlo
porpurointerés,mirandoelbienestardesushijos.Noestabadispuestaa
hacer nada que no sintiera, pero pensó que no iba a hacer daño a nadie
manteniendo con él una prudente relación de amistad. Lo que cada uno
pudierainterpretarensuimaginaciónyanoeraproblemasuyo.Almenos
nolofuehastaquePetertuvoqueregresarasupaís.Nuncaselodijoa
Lina,perointentóarreglaralgunostrámitesburocráticosparasacarlade
allí. Le resultó imposible, siempre se encontraba con demasiados
problemas. En cuanto decía su nombre se topaba con un muro
infranqueable incapaz de superar, aunque hubiera traído más de cuatro
millones de dólares en ayuda humanitaria. Lina no supo valorar lo que
tenía con aquel hombre hasta que el americano desapareció de su vida.
Duranteunosmeseslogróhacérselamuchomásfácil.
25
ElcontactoentreLinaySerguéiselimitabaadosotrescartasanuales
y solo cuando tenían que pedirse o reprocharse algo. Los escritos de
ProkófieverantanfríosyfaltosdealmaqueLinallegóapensarqueera
Mira quien los escribía. Además, su caligrafía se había vuelto extraña,
diferente,comosisupulsoestuvieraenfermo.Pedíacosasabsurdas,como
queleenviaraungorrodepielquesehabíaolvidadoencasa,unparde
zapatos viejos o un traje oscuro. A veces las peticiones irritaban tanto a
Lina que terminaba rompiendo en mil pedazos la carta, aunque luego
tuviera que arrodillarse sobre el suelo e intentar unir de nuevo los
fragmentos. Algunas de las prendas de vestir le hacían más falta a sus
hijos y en varias ocasiones se negó a enviárselas. «Comprendo que
desatiendasatushijos,quelosabandones,peroquelesquierasdejarsin
ropadeabrigoesvergonzoso.¿Quéserálopróximo?¿Dejarlosdesnudos
enlacalle?».Difícilmenterecibíarespuestaaesosescritostanencendidos.
Tampoco lo esperaba. Y no obstante, a los pocos meses llegaba alguna
carta dirigida a sus hijos, sin hacer referencia a la última reprimenda
manuscritadesumadre,diciéndolesquelosechabademenos,queestaba
deseando ver las pinturas de Oleg y jugar una partida de ajedrez con
Sviatoslav. En las cartas que enviaba a sus hijos siempre terminaba
mandando un abrazo para Lina y les instaba a cuidarla. Esa mención le
suponíaunabrazocálidoporqueintuíaenellamuchascosasquenoveía
escritas pero que sin embargo sentía. Por eso estaba convencida de que
habíamisivasqueescribíalapropiaMira,esasenlasquetansolopedía
cosasynisiquierapreguntabaporelestadodesufamilia.
ElteléfonosonabapocoenlaviviendadelacalleChkalovy,cuandolo
hacía, era para comunicar alguna mala noticia. Aquella tarde no fue una
excepción. Fue Sviatoslav el encargado de contestar. «Nikolái Rádlov ha
muerto»,lecomunicóasumadre,quientansolopudorepetirsunombre
mientrasperdíasumiradaenunpuntoindeterminadodelaestancia,como
sienélseabrieraunaventanaalpasado.«Nikolái».Convencióasuhijo
de que debía ir al velatorio en la sala de exposiciones de la Unión de
Pintores de Moscú. «Ve. Seguramente tu padre estará allí. Yo, mejor, me
quedoencasa».
Alllegarallugar,eljovennoencontróasuprogenitoryleextrañósu
ausencia, porque alguien le aseguró que estaba en la ciudad y que se
alojabaenelHotelNacional.ASviatoslavledecepcionóescucharaquello.
Estaba en Moscú y ni siquiera les había llamado. Eran sus hijos. Si no
quería tener contacto con su madre, podría entenderlo o al menos
intentarlo.Peroellos¿quéculpateníandequelascosasentresuspadres
no hubieran funcionado? Llamó furioso a su madre, que prefirió
tranquilizarle. «No le culpes. Ya sabes cómo es tu padre. Tampoco debe
resultar fácil para él. Llámale al hotel y dile que vaya a despedir a su
amigo». De nada sirvieron las protestas del hijo mayor, que terminó
haciendoloquesumadrelehabíaencomendado.Alospocosminutosle
vio entrar en la sala de exposiciones de la Unión de Pintores. Le costó
reconocerle.Parecíamayor,cansado,visiblementedesmejorado.Vestíaun
trajeraídoqueleveníagrande,lejosdelaeleganciadelostrajesdetres
piezasquesolíallevarcuandoestabaconsumadre.Lecostabacaminary
suexpresióneraladeunenfermoqueintuíasufuturo.Sesituódepieante
el féretro de su amigo muerto y así permaneció durante más de veinte
minutos, inmóvil, con la mirada fija en el cuerpo de su antiguo
colaborador y colega durante tantos años. Estaba como ausente, con la
mirada perdida, con una actitud confusa e indolente. Por un momento le
entristecióqueaquellaafligidafigurafueranosolosupadre,sinoelgran
Prokófiev.Prefiriópensarquelamuertedesuamigolehabíaconsternado
ysesintiómejorconaquellamentiraelaborada.Noseatrevióaacercarse
aél.Lehubiesegustadoabrazarle,hablarconéldespuésdecasidosaños
sinverse.Peronosintióquefueraunabuenaideaparaningunodelosdos.
Algoparecidoestabaexperimentandosumadreenelexteriordelasala
de exposiciones, disimulando su presencia entre árboles, coches y
edificios. Lina se había atrevido a acercarse al lugar que acogía el
velatorio,peroteníaclaroquenoaccederíaalasinstalaciones.Noquería
ser vista. Solo necesitaba ver a Serguéi, observarle aunque fuera en la
distancia.Queríasabercómoestaba,quéaspectoteníaysilassospechas
dequealgolesucedíaviendosuescrituraestremecidateníanalgoquever
consuestadofísico.Pensóensucorazón,ensutensióndemasiadodadaa
peligrososaltibajos,ensusdoloresdecabezaysusproblemasdeespalda.
Se preguntaba si Mira le daría las friegas de alcohol de romero que le
daba ella con verdadera devoción por todo el cuerpo, o si le prepararía
unagenerosatazadechocolatecalienteparacalmarsusmigrañas.Seguía
preocupándoseporél,resultaríaabsurdo,peroasíera.Yaquellainquietud
porsuestadodesaludlereconfortabaporquelehacíasentirsemáscerca
deél.Aguantóelfríodevariosgradosbajoceroreinanteenlacallehasta
que le vio entrar. Apenas pudo contener un quejido cuando le vio.
Cabizbajo, subyugado, triste. Una sombra encogida y apocada que
caminaba despacio sin observar el mundo que se abría alrededor. Desde
quesehabíatrasladadoalCáucasosucreaciónartísticarenqueaba.
Linanoquisobuscarexcusasenlapocoprolíficayaúnmenoslaureada
composición musical de Prokófiev durante sus años en el Cáucaso.
Aquellaimagendepauperadadebíadeberseaalgomásquealfracasode
sus obras. Sabía que le estaban presionando, que le estaban obligando a
componer obras que él no quería pero debía hacer. En el fondo quería
convencersedequeeraasíyqueelhechodenoestarasuladoteníaalgo
que ver en su bajón, tanto artístico como personal. «No puede ser. Es
imposiblequeseaél.¿Peroquéteestánhaciendo,miamor?».
Nofueconscientedesiaquelpensamientohabíasidopronunciadoenel
interiordesucabezaosilohabíaproferidoenvozalta.Loquesíescuchó
contotalnitidezfueunavozasuespalda.
—¿Lina?¿EresLinaProkófiev?
Al girarse distinguió a una mujer cuyo rostro se escondía entre sus
recuerdos y, sin embargo, no lograba encontrar su nombre. La conocía,
estabasegura.
—¿Noteacuerdasdemí?SoyVarvara,VarvaraMassalitinova.
EnseguidaelrostrodeLinaseiluminó.Sumentelaubicórápidamente
enunaépocaanteriordesuvida.Eraunadelasactricesmásconocidasde
la escena rusa de hacía unos años. La había conocido en el rodaje de la
películaAleksanderNevskiycoincidióconellaenelestreno.Siemprele
había caído bien aquella mujer. Y no solo porque alabara continuamente
subellezaysuglamur,sinoporqueerahonesta,directaynosolíacallarse
lo que pensaba. Siempre pensó que debía de tener unos contactos muy
importantesparaqueloquedecíanuncatuvieraconsecuencias,comoles
sucedíaaotraspersonas.
—Varvara, pero ¡qué alegría! ¿Qué haces aquí? —Las dos mujeres se
abrazaron en mitad de la calle. Realmente se alegraban de verse—.
¿Cuánto tiempo hace? ¿Tres, cuatro años? No sabía ni que estuvieras en
Moscú.
—Claro que estoy en Moscú, como tú. Solo las ratas abandonan el
barco cuando… Pero mírate, estás preciosa —le dijo mientras se
esmerabaenelabrazo—.MeenterédelodeSerguéi.—Lasolamención
del comentario ensombreció tenuemente el semblante de Lina—.
Perdóname,noqueríaentristecerte.Estansoloque…¡Hombres!Quémás
se puede decir. Pero es que en este caso se puede decir tan poco… —El
comentariohizoreíraLinaalentenderquesereferíaalnuloencantode
Mira, especialmente si se comparaba con ella. Era una observación muy
extendidaqueellaagradecía,peroquerealmenteleservíadepocoviendo
eldevenirdelosacontecimientos.SerguéiestabaconMiraynoconella.
Miró a Varvara sin poder dejar de sonreír. Ahora la recordaba con
mayorclaridad.Siemprelahacíareírconsusocurrenciasynohabíadía
que no alabara su elegancia. «Se supone que la actriz soy yo. Y sin
embargo, mírate —le decía—, eclipsas a cualquiera. Voy a pedirle
seriamente a Prokófiev que deje a su mujer en casa, al menos en los
estrenos.Noterías,piensoimponerloporcontrato».
—¿Qué hacemos en la calle? Ven a mi casa. Tenemos mucho de qué
hablar.
—¿Ahora? —preguntó, como si en su agenda apareciera un recital de
citas ineludibles—. No sé si puedo. Tengo que estar pronto en casa. Mis
hijosymistraducciones…—Linacomenzabaapensarqueeraunabuena
ocasiónparaaceptarelamableofrecimientodeVarvara.Habíaidohasta
allísoloconlaintencióndeveraSerguéi,nisiquieraSviatoslavlosabíay
no le gustaría que su presencia fuera descubierta. Entendió que irse con
Varvaraeraunabuenaopciónparaqueesonoocurriera.
—Que esperen —le dijo el torbellino Massalitinova, agarrándola del
brazoyhaciéndolasubirasucoche—.Tenemostantodeloquehablar.
No fue la primera vez que se vieron. Incluso organizaron comidas y
cenasencasadelaactriz,alasqueinvitótambiénaSviatoslavyaOleg.
En casa de Varvara nunca faltaba buena y abundante comida ni vino ni
mucho menos conversación. Y Lina era una experta en conversaciones
tantoomásquelagenerosaanfitrionaenllenardemanjareslamesa.Su
paladarrecobróelsentidodelgustocuandoelsabordelcaviarfríosobre
losbliniscalientesvolvióarozarsuboca.
Notardómuchoencomprobarnuevamenteunaregladeorograbadaa
fuego en el inconsciente soviético según la cual cuando todo parece ir
bien es cuando las cosas empiezan a complicarse. A Lina le despertó el
ataquedetosdeOlegamedianoche.Conformeseacercabaalahabitación
de su hijo menor escuchaba cómo su respiración presentaba un ritmo
discontinuo,herido,jadeante,comosilefaltaraelaire.Teníadificultades
paratragar,tiritabadefríoapesardequealtomarlelatemperaturapudo
comprobar que presentaba un cuadro de fiebre muy alta. Llamó a
Sviatoslav, que compartió el diagnóstico de su madre sobre la gravedad
delestadodesuhermano.Notardaronenaparecerlosvómitosyeldolor
abdominal. Aquellos síntomas ya los había visto antes, aunque en menor
medida,ensuhijomayorcuandocayóenfermopordisenteríahacíaalgo
másdeunaño.Intentófrenarloconremedioscaserosabasedezumode
limón mezclado con huevo, miel y sal, ante la dificultad de encontrar
medicinas o acudir a un hospital. Finalmente consiguió una plaza en un
sanatoriodeGagra,cercanoalmarNegro,dondelograronqueeljoven
se restableciera, según contaba Sviatoslav, con una buena alimentación y
laestimulacióndelapetitoabasedevodka.
MientrasLinamaquinabaensupensamientocómoactuarysobretodoa
quién acudir, intentaba bajarle la fiebre colocando compresas frías en la
frente, en las muñecas y en los tobillos de Oleg. Pero nada parecía
funcionar. Sviatoslav propuso meterle en una bañera de agua fría. Algo
parecido habían hecho con él cuando fue ingresado en el hospital de
Gagra. Lina sabía a lo que se enfrentaba. Oleg estaba infectado de
disentería, una dolorosa y grave afección que se traducía en una severa
inflamacióndelintestinoprovocadaseguramenteporlaingestadealgún
alimentoenmalestado.Yconocíaperfectamentequesinoeratratadade
manera urgente y correctamente, podía provocar la muerte. Su hijo
necesitabaserrehidratadoynosoloporvíaoral,sinoespecialmentepor
víaintravenosaytambiénrequeríauntratamientoconpenicilina.Nohabía
queserunexpertoparaentenderlo,habíavistodemasiadoscasos,incluso
en su propio edificio. Solo rogaba para que no fuera tifus. Había que
hospitalizarle, pero ¿cómo? No era algo que pudiera hacerse con
facilidad, requería mucho dinero, muchos contactos y muchos favores.
MaldijoquePeteryanoestuvieraenMoscúparapoderayudarla.Hubiera
hecho lo que hubiese sido necesario para conseguir que ingresaran a
Oleg. Pero aquello era imposible y debía pensar rápidamente en otras
posibilidades. No dudó en coger el teléfono y llamar a Serguéi. No le
importaron las horas intempestivas, ni que su llamada le molestara en
plena madrugada ni siquiera le preocupó la posible respuesta de Mira.
Cuando al fin le tuvo al teléfono, no escatimó en el empleo de un
vocabulario duro. «Tu hijo se muere. Necesito que reacciones ahora y
dejesdeesconderteenelcaparazónenelqueestás.Sinolohaces,notelo
perdonaréenlavida.Ytútampocoloharás».Porelsilencioqueencontró
petrificado al otro lado del hilo telefónico, temió no haber sido lo
suficientementeclara.Asíquedecidióserlo.«Escúchamebien,soycapaz
deirandandohastaAlmaAtaparamatarteconmispropiasmanossino
haces lo que se supone que un padre debe hacer, aunque eso le haga
terminar con sus huesos en Siberia. ¿Entiendes ahora lo que quiero
decirte?».
A las pocas horas Oleg ingresaba en el Hospital del Kremlin con un
ritmo cardiaco comprometidamente deficiente y una inflamación severa
de sus tejidos internos. El resultado de los análisis evidenciaba que se
habíainfectadoporelconsumodelechecontaminada,loquehizosentirse
a Lina aún peor por entender que era culpa suya al haber comprado la
lechedondesupresupuestolepermitía.«Sihubieravendidoesasmalditas
partituras, si las hubiera vendido», se castigaba sin piedad ante la
reprensióndeSviatoslav,queinsistíaenloabsurdodeaquelsentimiento
deculpa.
Elsangradoeracontinuoylasdiarreascomplicabanalcanzarunestado
estacionariodelpaciente.Losmédicosnoeranoptimistas,perohabíaque
esperaraverlareaccióndelcuerpodeOlegaltratamiento.
NuncasuposifuelamediacióndeSerguéioladelrestodelosamigos
a los que llamó con la urgencia desgarrada en la voz. Ni siquiera
recordabaatodosalosquellamóaquellaaciaganoche.Estabadispuestaa
presentarseeneldomiciliodelministrodeAsuntosExteriores,Viacheslav
Molotov,aquiennodudaríaenrogarquehicieraloquefueranecesario
para salvar a su hijo, cuando de repente sonó el teléfono. Una voz
desconocidaleindicabaqueacudierainmediatamentealHospitalKremlin.
Asílohizo.Sviatoslavlepreguntósisupadrepensabapresentarseenel
centrohospitalario.«Mebastaconquepaguelasfacturas»,lerespondiósu
madre.Lohizo.Mandótresmilrublosparalosgastoshospitalarios.Lina
siempre esperó que en cualquier momento Serguéi entrara por la puerta
del hospital. Pero eso nunca sucedió. Tampoco lo hizo cuando, ya
recuperadoOleg,ellatuvoqueseringresadadespuésdeundesmayoque
ocultaba una dolencia aún más grave que la de su hijo. Apenas pudo
afrontar el dictamen que salía de los labios del mismo doctor que había
tratado a Oleg. «Tiene usted tifus, seguramente transmitido por piojos,
comomediaciudad».Laligerezaconlaqueelfacultativolecomunicóel
diagnóstico no casaba con su particular interpretación de aquellas
palabras, que apuntaba a una condena a muerte. Cuando se le estaba
cayendoelmundoencima,unavezmás,recibióotrodiagnóstico,alque
decidióagarrarseaunquesolofueraporpurointerés.«Loqueustedtiene
esunainfecciónrespiratoriasevera,unaneumoníaensupulmónderecho.
Nadaqueunbuentratamientodeantibióticosyunabuenaalimentaciónno
pueda curar. Tranquilícese, señora Prokófiev. Está en buenas manos».
Aquellaspalabrasyaqueltratamientoyaconsiguierontranquilizarlatanto
comouncócteldevitaminas.Sabíanquiénerayajuzgarporeltonodela
doctora, eso le despertaba cierta admiración. Luego supo que Varvara
había contactado con aquella amable doctora y que incluso se había
preocupadodesushijoseltiempoqueellaestuvoingresada.Nofueuna
experienciafácil.Apesardelosexcelentescuidadosqueleprofesaron,ya
que la alimentaban como solo lo hacían con las mujeres embarazadas,
incluyendo en su dieta huevos cocidos y una generosa ración de gachas
por la mañana, la fiebre complicó su recuperación y la envolvió en
episodiosdedelirio,fuertesconvulsionesyalucinaciones.Linaseagitaba
violentamente porque aseguraba ver cómo las enfermeras les quitaban
comidaaunosniñosqueaguardabanlallegadadesumadreycómoestos
lloraban de hambre y de abandono. La doctora tranquilizó a Sviatoslav.
«Esalgonormal.Lafiebrehacequeseproduzcaunaalteracióndellóbulo
temporaldelcerebrodondeguardamoslosrecuerdos,lasimágenes,parte
denuestramemoria,yempecemosaescucharyversonidosyobjetosque
noexisten,quesoloestánennuestrocerebro».Tardóalgomásdeunmes
en recuperarse. Lo primero que le preguntó a Sviatoslav el día que le
dieron el alta fue si su padre estaba al corriente. «Le llamé yo para
contárselo.Mandóuntelegrama»,dijomientrasleentregabauntrozode
papeldobladohastaelextremo.Eraeltelegrama.«Cuidademamá».Tres
palabras. Lina le observó durante unos instantes. No hizo falta preguntar
más.Consiguióentenderseconsuhijoatravésdelamiradaconlamisma
precisiónquelohizoconSerguéi.
Tras el éxito del Ejército Rojo sobre las tropas alemanas de Hitler y
sus aliados del Eje en la batalla de Stalingrado entre agosto de 1942 y
febrerode1943yenlabatalladeKurskenelveranode1943,lamoralde
lossoviéticossevioreforzada.Ynosoloenelfrente,sinoentodoelpaís,
especialmente en las grandes ciudades como Leningrado, Moscú y por
supuestoStalingrado,quesehabíaganadoapulsoelapelativodeCiudad
Heroica,alrepelerelataquealemán,cuyastropassevieronsuperadaspor
laférrearesistenciadelaciudad,queencontróunosaliadosperfectosen
elintensofríoyenelhambre,queterminaronpordefenestrarlafortaleza
militar germana. El miedo y la incertidumbre se fueron relajando a
medida que el fantasma de la entrada de los alemanes en Moscú fue
desapareciendo del imaginario moscovita. Algunos se mostraron
decepcionadoscomoelpropioDerzhanovski,eleditordelapublicación
MusikayunodelosprimerosguíasdeLinaenMoscú,conquiensiguió
manteniendouncontactocontinuado,yque,sinabandonarelbuenhumor
quecaracterizabasusconversaciones,vaticinabaquecuandoentraranlos
alemanesenlacapital,«losnobleslevantaremoscabeza».Linasiemprele
contestabaconunasonrisamientrasinsistíaenquelosalemanessiempre
habían sido personas educadas y civilizadas. Tampoco mentía. Siempre
habíatenidoalpuebloalemánenmuyaltaconsideración.
Poco a poco, la ciudad fue recuperando algunos aspectos de su vida
normal, sin olvidar que el mundo estaba en guerra. Pero los teatros
reanudaron su actividad cultural, los conciertos volvieron a engrosar la
cartelera con parecida intensidad a la mostrada dos años atrás y los
estrenosreanudaronsuespírituagitadordelalmasoviética.Linatambién
participó de aquella revitalización en la que no dejaba de ver una nueva
oportunidad para sus ansias de huida. Desempolvó sus mejores galas,
volvió a arreglarse para acudir a los estrenos a los que seguían
invitándola en su condición de mujer de Prokófiev. Las medias de seda
volvieron a vestir sus piernas, los tacones reaparecieron en su pies para
elevar y estilizar su cuerpo, la seda y el encaje retornaron a su piel y el
maquillaje regresó a su rostro de una manera perfectamente esculpida,
aunque para ello y debido a la escasez de productos tuviera que echar
manodesucapacidaddeimprovisaciónyrecurriralbetúndeloszapatos
comoespontáneorímel,atriturarlospétalosderosasparadarcolorasus
labiosoaintroducirjironesdetelaenlospososdelvinotintoparalograr
unapastaqueiluminarasusmejillasamododecolorete.Linahabíavuelto
y no fue la única. Pronto le llegaron noticias de que Serguéi había
regresado de su retiro en Alma Ata y se había asentado en Moscú. Se
hospedabajuntoaMiraenvarioshotelesdelaciudad,comoelMetropol,
elMoskva,elNacionaloelSavoy,aunquenoconseguíasentirsecómodo
parapodercomponer.Nolegustabalavidaenloshoteles,noencontraba
elcalornilacomodidaddelhogar,latranquilidad,lasensacióndeanclaje
emocionalquenecesitabayquesiemprehabíatenido.
Desde que había vuelto a la capital soviética se negó a verla, a tener
ningún contacto con ella o con sus hijos. Se cerró en banda. Le hacían
sentir incómodo e intentaba suplir esa falta de contacto con el envío de
chocolate.Cadavezquerecibíanunadeesascajas,Linaponíalosojosen
blancoynegabaconlacabeza.«Estehombrenoestábiendelacabeza».
Sinembargo,prefirióinterpretaraquellanegacióncomounamuestrade
debilidaddeSerguéi,entendiendoquequizásenegabaaverlaporsiaquel
encuentro le hacía recapacitar, replantearse la situación y volver a casa.
Seguíaconservandolacertezadequealgúndíavolveríaasuladoyella
estaría dispuesta a perdonarle todo. Lo había pensado mil veces. Había
imaginado la escena en su cabeza. Estaba dispuesta a tragarse los
reproches, los llantos y el dolor que le había causado su abandono si le
veíaentrarnuevamenteporlapuertaconlamaletaensusmanos.Poreso
también hacía todo lo posible para acudir a las diversas recepciones,
fiestasyalosestrenosqueseorganizabanenMoscú,paraasegurarsede
que él la viera y fuera consciente de su gran error. Así lo hizo cuando
recibiólainvitaciónparaunarecepciónmuyespecialquesecelebraríaen
laembajadafrancesayquecontaríaconlapresenciadelgeneralCharles
de Gaulle, el líder de la Francia libre, cuatro meses después de la
liberacióndeParís,conlaentradadelosaliadosenlacapitalenagostode
1944. Europa todavía hablaba de la gesta francesa, consecuencia del
desembarcodeNormandía,quehabíasupuestounnuevovarapaloparalos
tropasalemanas.Otromás,unidoalahumillaciónvividaenStalingrado.
Mientrasesperabasuturnoparasaludaralinvitadodehonor,aLinale
impresionóelfísicodelgeneralDeGaulle.Noesperabaquefueratanalto.
Le dio la sensación de que su espalda no se doblaba nunca. Siempre tan
recto, tan serio, pero cuando le tuvo delante se mostró galantemente
cercanoyamable.DudósienlasconversacionesquemantuvoconStalin
durantesuvisitaalaUniónSoviéticapresumiríadelmismotalante.
—Acabodeverasumaridohaceunosminutos—dijoamablementeel
general francés—. Ya le he dicho que no tarden mucho en hacernos una
visita.Estamosdeseandovolveraescucharsumúsica.
—No menos de lo que yo deseo volver a su país, general. Nada me
gustaríamás.
—Laesperamosansiosos,señoraProkófiev.
—No veo el día de poder caminar de nuevo por Montparnasse o de
contemplarelSena.
—No tema. Ni tampoco desespere. La vida cambia en un segundo.
Mírenosalosfranceses,hemospasadodequeelmundonosvieracomo
colaboradoresdelosnazisaseramigosysociosdelosaliados.
Linaagradeciólaspalabrasysonriódemaneracómplice.
—Nosabeloquecelebrélaliberacióndesupaís.Allípasélosmejores
añosdemivida.
—Ledebemosmuchoaunpuñadodeespañoles.—DeGaulleseacercó
aellaparahablarledemaneracómplicealoído—:¿Sabequelosprimeros
enliberarParísfueronungrupoderepublicanosespañolesqueformaban
la Segunda División Blindada de la Francia Libre al mando del general
Leclerc?Peronolocuentemucho,novayaaserquenosquitenelmérito
alosfranceses.¡Conloquenoshacostadoconseguirlo!
Lina disfrutó de la velada departiendo con amigos y conocidos, casi
todos extranjeros. Tenía grandes amigos en las embajadas británica,
francesa y estadounidense y solía verse con ciudadanos europeos que
vivían en Moscú, como algunos periodistas de la publicación semanal
British Ally. Esas compañías le hacían sentirse viva y mantener la
esperanzadedarconlaspersonasadecuadasquepudieranarreglarlelos
papeles necesarios para abandonar la Unión Soviética. En esa misma
recepciónseencontróaunadelasmujeresconlasquequedabaamenudo.
Era Anna Holdcroft, una funcionaria del Ministerio de Información
británico. Se habían conocido gracias a unas traducciones que Lina le
ayudó a hacer. Ella también era intérprete, pero su conocimiento no
abarcabaladiversidaddeidiomasqueteníalaespañola,quiensemostró
encantadadepoderecharleunamano.Desdeentoncessolíanquedarpara
charlar y conversar de muchos temas, especialmente de música y
literatura.NoerafácilparaAnnaencontrarenMoscúaalguienconquien
pudiera mantener una conversación fluida en inglés sobre William
Shakespeare,GioachinoRossinioFranciscodeGoya.
EnunmomentodelaveladasecruzóconlamiradaazuladadeSerguéi,
quien rápidamente decidió esquivarla. No entendía esa cerrazón por
evitarla, así que decidió ser ella la que pusiera fin a aquel sinsentido.
Tenían dos hijos en común, habían sido pareja durante dos décadas, no
habíaningúnmotivoparacomportarsecomoniños.Seacercóaélconla
misma firmeza con la que solía enfrentarse a la vida, de frente, sin
tribulacionesyconelvalorqueaéllefaltaba.
—¿Porquémeesquivas?¿Tanavergonzadoestásdeloquehashecho
quenopuedesnimirarmealacara?
—Supongoqueporlamismarazónquetúteempeñasennosacardesu
erroratodoelqueseteacercallamándoteseñoraProkófiev.
—Queyosepa,seguimossiendounmatrimonio,aunqueatisetehaya
olvidado.Esoyquetienesdoshijos.
—Ya no eres la señora Prokófiev —le dijo, retándola con la mirada,
quesostuvosobreelladurantevariossegundos.Porunmomentonosupo
si quería besarla o abofetearla, arrastrarla por el suelo o cogerla en
brazosyllevárselalejosdeallí—.Estoyconotramujer.Estoyenamorado
de ella. Ya no te quiero, Lina. Cuanto antes lo entiendas será mejor para
todos.
—Nunca has sabido mentir. Te aletea la nariz y te tiembla el ojo
izquierdo.
—¿Porquéhasvenidoaestafiesta?
—Porque me han invitado y soy una mujer educada, no como lo que
tienesencasa.DeberíasexplicarlequehastaelpropioStalinsehareunido
con De Gaulle. A ella no le va a salir urticaria por darle la mano a un
francés,aunqueloúnicoquetengarojosealasangre.
—Lainvitacióneraparamíyparamiseñora.
—Poresoestoyaquí.Porquealmenoslosquemandanlasinvitaciones
lotienenclaro.—EralaprimeravezqueescuchabaaSerguéireferirsea
Miracomosumujerynopudoevitarqueledoliera.Sintióunapunzadaen
elcorazónydecidióalejarsedeélporquenosabíasipodríacontenerlas
lágrimas. Pero al intentar hacerlo, la retuvo del brazo, tiró de ella y la
llevó a un rincón más discreto, entre unas columnas que convertían el
lugar en un ángulo muerto para la visión del resto de invitados a la
recepción.
—Tienesquedejardeveniralasembajadas.Teexponesdemasiado—
ledijomientrascontemplabaelgestodehartazgodeLina,queempezabaa
cansarsedeescucharsiemprelomismo.
—¿Yquiéntecreestúparahablarmeasí?
—¡Soytumarido!—dijo,levantandolavozmientrasintentabacontener
las palabras entre sus dientes, olvidando todo lo que acababa de decirle
conlamiradainyectadaensangre.
—¿Ahoraeresmimarido?Tenotomuyvolubledesdequetedieronla
ordendelabanderarojadeltrabajo.—Serguéiparecióextrañarsedeque
Lina siguiera de cerca su carrera. Y no pudo evitar sentir un amago de
orgullo.
—No seas estúpida. Eres demasiado confiada. Ese ha sido siempre tu
principalproblema.
—Ytantoquelohasido.Confiéenticuandomepedistequeesperaraun
pocomás,quetúmesacaríasdeaquíymellevaríasdevueltaaParís.Por
nomencionarelhechodequemejurastequejamáspodríasvivirsinmí.Y
míranos,Serguéi.Miracómoestamos.
Prokófievsoltóasumujerdelbrazo,peropermanecióanteella.Estaba
hermosa y tan brava como siempre. Le resultaba difícil sostenerle la
mirada,peroloconsiguióalmenosduranteunosinstantes,hastaquebajó
la vista para contemplar el vestido. Se dio cuenta de que era uno de sus
favoritos.SelohabíacompradoélmismoenParís,enunatiendadelarue
Madeleine.Siemprelegustócómolesentabaelazulcobaltoasumujery
cuando la seda conseguía tener esa caída sobre el cuerpo, aún más. Sus
ojosrecorrieroneltupidoencajenegroquedelineabasuescote,dibujaba
la cintura y marcaba los puños de la manga a la altura de las muñecas.
Aunquelecostóentenderlo,sabíaquesehabíavestidoespecialmentepara
élynoparalarecepciónconelgeneralDeGaulle.Laodióylaamósin
saberporquéextremodecidirse.
—Solotedigoqueseasprudente.
—Dimequeeresfelizydesaparecerédetuvida.Telojuro—dijocon
undolorenelpechoalserconscientedealoquesearriesgabaconese
órdago—.Perodímelomirándomealosojos.
—Cállate —contestó, sin mirarla, en un tono brusco—. Siempre estás
conlomismo.Resultatremendamenteridículo.
—Dímelo,Serguéi,ymeiré.Notelopuedoponermásfácil—insistió.
Por un momento pensó que se lo diría, o que quizá terminaría
reconociendolocontrario.Laesperalaestabamatando.
—Dejadeiralasembajadas.Dejadeverteconextranjeros.Quédateen
casaynodesquehablar.
—No,Serguéi.Yanotienesningúnpodersobremí.Nopuedespararme,
nitúnitusamigos.Soylibre.¿Recuerdasloquesignificaesapalabra?
—Tearrepentirásdeelloynopodréhacernada.
—Nuncahaspodidohacernada.
Alintentarmarcharse,Serguéiladetuvonuevamentedelamuñecayla
atrajo hacia él. Se quedaron cara a cara, apenas unos centímetros los
separaban.
—Eslaúltimavezquehablamos.Noquierovertenuncamás.Yteestoy
mirando a los ojos. —Por primera vez, la vehemencia de Serguéi la
asustó,parecíafueradesí—.Quieroquesepasquecadabesoquetedime
hace sentir como un adúltero por traicionar a mi verdadero amor, Mira
Mendelson.Ahoralosé.Mividahaestadovacíadesentidohastaquellegó
ellaylallenó.Soloahoraentiendoloestérilquehasidomiexistenciamás
alládemitrabajo.¿Tevaleconesoparadesaparecerdemivida?
Linaleviomarcharnosolodesuladosinodelaembajada,delaque
salió precipitadamente y sin despedirse de nadie. Necesitó unos cuantos
minutos para recuperarse de lo que acababa de escuchar. En ese breve
espacio temporal en el que se meció como una sonámbula solo pudo
recordar las palabras que un crítico musical, Leonid Sabaneiev, escribió
en el diario ruso Las Noticias de la Temporada en diciembre de 1916
sobre Serguéi Prokófiev y que lograron enfurecerle: «Prokófiev solo
demuestra tener alma sobre las teclas. El resto del tiempo su alma es de
piedra».
Cuandollegóalhotel,Serguéiestabafurioso,fueradesí.Elencuentro
con Lina había conseguido descomponer su fabricado y cómodo
equilibrio,suconcienciatranquila,suvidasinsobresaltos.Habíavueltoa
verla y eso le había alterado más de lo que pensaba. Su cabeza volvía a
martillearle con salvajes contradicciones que le empujaban a un agujero
negro al que no quería regresar. Necesitaba recuperar el control, la
armonía perdida al tenerla de nuevo ante sí. Al día siguiente comenzó a
pedir a su familia que le devolvieran algunos de sus objetos personales
comolibros,ropa,grabaciones,cuadernos.Inclusollegóasolicitarropa
decamayelescritoriosobreelquesolíacomponercuandoestabaencasa.
FueFrosialaencargadadeacercarlealhotellaspertenenciasquehabía
pedido.Ynolohizodebuenagana.
—Olvídese del escritorio. Sus hijos tendrán que estudiar y trabajar
sobre algún mueble. ¿O quiere que lo hagan en el suelo? —La voz de
Frosiasonabaseria—.YsientonopoderletraerelFordazul,aunqueno
melohayapedido.SeleadelantaronsusamigosdelNKVD.Linaintentó
portodoslosmediosquenolohicieran,perocomoyoledije,«Sinose
lo llevan ellos, vendrá Prokófiev, así que mejor que se entiendan entre
ellos,quesoniguales»—dijo,siendomuyconscientedeltonoutilizadoy
delagravedadqueencerrabasuinsinuación.
—Notieneningúnderechoahablarmeasí.
—¿Pero no me dijo que era el ángel de la guarda de su familia? ¿O
también sobre esto ha cambiado de opinión? Además, tengo el mismo
derecho que le asiste a usted al abandonar a su familia y pretender
requisarlelopocoquelequeda,loquehandefendidoconuñasydientes
mientras usted y… —no se calló por decoro sino para inclinar
ligeramente su cabeza y observar la presencia de Mira al final de la
habitación—…comoquieraquesellame.
—Yabasta.Nolevoyapermitir…
—Usted ya no tiene ninguna autoridad para permitirme o dejarme de
permitir nada. Tome —dijo, dejando sobre el suelo dos bolsas con sus
pertenencias—.Unacosalevoyadecir:sipretenderecuperarelpianoy
quierequeyoselotraiga,mejorvayapensandoenotracosa.
—No pensaba pedirle el piano a Lina. Prefiero que se lo quede ella,
paraquepuedaensayar…—replicó,comosisesintieraculpabledepedir
loqueerasuyo.
—Cuánta generosidad por su parte. —Frosia continuó con su ironía y
no pensaba abandonarla. Había esperado ese momento más de tres años
paradecirleloquepensaba—.Mealegro,porquetambiénselollevaron,
aunqueLinalorecuperóhaceunpardesemanas.Yavecómoeslavida,
ellarecuperandocosasyustedperdiéndolas.
—¿Siguecantando?—preguntóSerguéi,entretímidoypreocupadopor
sialguienenelinteriordelahabitaciónpudieraoírle.
—Y digo yo, ¿no será mejor que se lo pregunte a ella? —respondió,
convencida de no tener edad para soportar esos juegos de adolescentes.
Sin embargo, lo hizo—: Sí. Sigue cantando. Y muy bien, por cierto. ¿Es
todo?—AlrecibirunatímidainclinacióndecabezaporpartedeSerguéi,
sediomediavueltay,despuésdedarunoslacónicosbuenosdías,inicióel
caminoderegreso.
—¡Frosia!—Lallamadaladetuvoylaobligóavolversobresuspasos.
Duranteunossegundossequedaronmirándosehastaquelamujerledijo
que si quería algo lo pidiera, porque, de lo contrario, tenía mucho que
hacer.Serguéientróensuhabitaciónsincerrarlapuerta,abrióuncajón
delacómodayextrajounsobrequetendióasuantiguaamadellaves—.
¿Leimportaríadarlesestoamishijos?Sonunasentradasparaelestreno
delaSinfoníanº5enelgranconservatoriodeMoscú.
—¿Asushijos?—preguntóFrosia,convencidadequeladestinatariade
aquellas invitaciones era otra. Pero optó por seguir el cauce de la
conversación—.Nosepreocupe.Asíloharé.
CuandosupoqueyanoestabaenelpuntodemiradeSerguéi,abrióel
sobre.Contabilizótresentradas.Enelfondo,sonrió.«Oselehaolvidado
quetienedoshijosynotres,quetodopuedeser,oloquequiereesque
vaya usted», le dijo a Lina nada más llegar a casa. Después de mucho
tiempo,volvióaveresaluzespecialenlosojosdelaseñoraProkófiev,
talycomoellaseguíallamándola,aligualqueelrestodelmundo,apesar
delosesfuerzosdeSerguéipordarsusitioaMira.
Lina rezó para que los milagros existieran, aunque no se prodigaran
muchoenlosúltimostiempos.
El destino quiso que el estreno de la nueva obra de Prokófiev
coincidiera con una gran victoria del Ejército Rojo el 13 de enero de
1945. De hecho, se vio obligado a retrasar el comienzo de su concierto
unos minutos hasta que el tañer de las campanas celebrando la victoria
cesó. Esperó pacientemente en mitad del escenario hasta que se hizo el
silencio.Linacogiólamanodesushijos,comohicieraconSerguéiantes
de cada estreno, ejerciendo una ligera presión sobre ellas. Y los dos le
devolvieron el apretón. Sviatoslav se sintió por primera vez en mucho
tiempoorgullosodesupadre.Verleallí,vestidoelegantementeconaquel
frac, recuperando la imagen que siempre tuvo de él, de sus noches de
estreno saliendo de casa y regresando horas más tarde entre susurros y
risas con su madre para no despertarlos, viendo cómo sus brazos se
movíanpautandolamúsicaquesalíadelosinstrumentosygobernandoel
sentimiento que afloraba en todos los presentes, le hizo sentirse
plenamentefeliz,henchidodelasatisfacciónquetodohijodeberíasentir
por su padre. Hacía mucho que no escuchaba una música tan alegre, tan
llenadeoptimismo,tanauténtica,queexpresaradeunamaneratanabierta
y directa la alegría de vivir. En palabras del propio Prokófiev,
pronunciadas aquella misma mañana en la radio, era «un himno para un
hombrelibreyfeliz».
No hubo encuentro entre padre e hijo después del concierto, como
tampocolohuboentresuspadres.Peronohizofalta.Linahabíavueltoa
vivir la emoción de compartir la música del genio. Sin embargo,
extrañabasucontacto,quesuspalabrasfueranlasúltimasylasprimeras
queescucharaalentraryalsalirdelescenario,quesuvaloracióncontara,
quefueransusojoslosqueSerguéibuscaraenmitaddelosaplausospara
laconfirmacióndeléxitoodelfracaso,quecompartieranlacelebración
posterior y que finalmente volvieran a casa juntos. Echaba de menos su
vidaencomúnynosabíacómorecuperarla.
—¿Porquétodotienequesertandifícil?—lepreguntóentrehipidosa
Frosia,quesesentíaincapazdedetenersullanto.
—Porque siempre nos empeñamos en complicarlo todo cuando en
realidadesmuchomássencillo.Yporquequizáfuedemasiadofácil.
LaSinfoníanº5 había sido todo un éxito al que seguirían las buenas
críticas de la película Iván el Terrible, de la que Prokófiev había
compuesto la música por encargo de su director, Serguéi Eisenstein,
cuando ambos se encontraban evacuados en Alma Ata. Le había llevado
másdetresañosterminarlaporlacomplejidaddelahistoria.Lellegóel
rumor de que había sido el propio Stalin quien había ordenado que
Prokófievseencargaradelamúsicadespuésdeléxitoconseguidoconla
partitura de la película Aleksander Nevski. Todos sabían que el
largometrajehabíasidounempeñopersonaldellídersoviético,alquele
agradaba la idea de verse reflejado y comparado con quien fuera el
primer zar de Rusia, Iván IV Vasílievich. Tan contento quedó el líder
soviético con el resultado que no dudó en otorgar a la cinta el Premio
Stalin.
1945fueunbuenañoparaProkófiev,comosieldesahogoconLinaen
laembajadafrancesaenMoscúdurantelarecepciónenhonordelgeneral
DeGaullelehubieradadosuerte.Muchasdesusobrascompuestasdurante
suretiroempezabanaestrenarseyarecibirbuenascríticas.
LinaseentusiasmóconlaSonatanº7yDerzhanovskifuetestigodeese
raptosensorialqueparecíasufrirlaqueexigíaostentartodavíaeltítulode
esposadeProkófiev.
—¿Hasescuchadoesosacordesalfinal?Nodejanrespiraralpianista.
Debe tener una muñeca de hierro para poder interpretarla sin descanso.
¡Quéfuerza!Ycómocierralasonata,conesefortissimo.¿Lohasoído?—
Lina estaba emocionada con la música que acababa de escuchar—.
Siemprehasabidoescribirgrandesfinales.
—Nosiempre—lecomentóDerzhanovski.
Nohizofaltaexplicarmás.
Aunque no ocupara las primeras filas en los estrenos, Lina no
abandonabasuagendaculturalyasistíaatodoslosconciertosquepodía,
tambiénalosdeProkófiev.Normalmenteibaacompañadadesushijos,de
Derzhanovski, de cuya compañía disfrutaba especialmente, ya que sus
conocimientos de música le permitían mantener una interesante
conversacióntraselconcierto,odealgunaamiga,quepodríaserlaactriz
Varvara Massalitinova o la funcionaria británica Anna Holdcroft. Sin
embargo,paraelestrenodeLaCenicienta,el21denoviembrede1945en
elTeatroBolshói,fueacompañadaporunhombredesconocido.
LaCenicientasehabíasuspendidoporlainvasiónalemana,loquehabía
contrariadobastantealcompositor.Ycuarentaynuevedíasmástardede
declararseelfinaldelaSegundaGuerraMundial,sepudoporfinestrenar
el ballet en el Teatro Bolshói. Había expectación por ver si Prokófiev
sería capaz de superar el éxito conseguido con Romeo y Julieta. Nadie
quisofaltaralestreno.Todoaquelqueeraalguienenelmundocultural,
político y social de Moscú ocupaba un asiento en el Bolshói, que estaba
abarrotado.Nodecepcionóenabsoluto.Linaconocíaasumaridoyestaba
segura de que de aquel ballet saldrían suites sinfónicas y composiciones
parapiano.Ynoseequivocó.Tampocoaquellavezseacercóasaludarle.
SelohabíadejadobienclaroenlarecepcióndelgeneralDeGaulleyesa
nocheeralamenospropicia,yaqueestabaacompañada.Nisiquierapudo
distinguirsupresenciaentreelgruesodelosinvitadosqueseagolpaban
en el hall, algo que sí hizo Serguéi. La vio a lo lejos, pero no fue ella
quienllamósuatenciónsinoelhombrealto,eleganteybienparecidoque
aparecía a su lado. Su rostro no le era familiar. No era uno de sus
invitados. Se preguntó quién sería aquel misterioso acompañante y qué
hacía con Lina. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba invirtiendo más
tiempodelconsideradoadecuadoenobservarlecuandoescuchólavozde
suamigoMiaskovski.
—¿No es lo que querías? —le preguntó, adivinando sus pensamientos
—. Está haciendo lo que le pediste. Olvidarte. —A Miaskovski no le
importó no recibir contestación. Conocía perfectamente lo que la cabeza
de su amigo estaba rumiando y decidió darle una respuesta—: Se llama
GeorgeVanden,estercerbarónDerwent,lesobraeldineroylaposición
y,lomásimportante,estálibreyenbuscadeunnuevoamor.Yporsile
faltara algo, además escribe poesías. Espero haber respondido a algunas
detuspreguntas,esasquenisiquieratehasatrevidoahacer.
Esa noche, al volver a casa, Serguéi, sufrió una aparatosa caída. No
supieron nunca si fue accidental o como consecuencia de una fuerte
migrañaquelehizoperderelequilibrio,yaqueelenfermonofuecapaz
de recordar nada. El golpe fue fuerte, aparatoso y le provocó una
conmocióncerebralqueletuvovariosmesessinpodertrabajar.Loúnico
que recordaba eran las elucubraciones que turbaban su pensamiento
momentosantesdelafatalcaída,enlasquerecordabalaspalabrasqueun
díapronunciósobresuobraLaCenicienta.«TodaCenicientanecesitaun
príncipe». La memoria también le devolvió el recuerdo de algo que le
había confesado a Lina el verano que estuvieron separados, él en
KislovodskyellaenSochi:«TúsiempreserásmiCenicienta».
ElmisteriosoacompañantedeLina,aunquenoostentaraesetítulode
manera oficial, había aparecido en su vida hacía pocos meses. Fue Anna
Holdcroftlaresponsabledeaquelencuentroeneltranscursodeunafiesta
enlaembajadabritánica.
—Quiero presentarte a un compañero. Se llama George Vanden, es
tercer barón Derwent y te va a encantar. Es un respetado diplomático, le
gustaleerpoesíayencimatienetiempoytalentoparaescribirla.Nosolo
esmuyatractivo,sinoquetieneunosmodalesquenosevenhoyendía,y
menosaquí.
—Anna,porfavor,yasabesquenoquiero…
—No te pido que te cases con él, solo que le conozcas. Hay vida más
alládeProkófiev,Lina.Cuantoantesloentiendas,mejorparatodos.
—Noestoypreparada.
—Pues más te vale estarlo. Ya no eres una niña. —Anna se rio por lo
que acababa de decir casi sin pensar y se alegró de que su amiga se lo
tomara con el mismo talante—. Perdóname, pero es que me da mucha
rabia verte enamorada de un fantasma que además ha perdido todo el
encantoqueundíapudotener.Ytevuelvoapedirquemeperdones,pero
esquemeponefuriosaqueunamujertanbellaytaninteligentecomotú
seniegueaseguirviviendosoloporquealguienhayaperdidolacabeza.
—Estábien,deacuerdo.Peroaccedoaconocerlepornooírtemás.No
digasquenoteloadvertí.
A Anna se le olvidó contarle que aquel hombre con la incontestable
compostura que muestran los que han estudiado en la Universidad de
Oxforderaunviudoquehabíaperdidoasumujerhacíaseisañosyque
desdeentoncesestababuscandoelamorenotramujer.YLinapresentaba
elperfilperfecto.Enloquenomentíasuamigaeraenqueeraunhombre
tremendamente seductor, de los que cedían el paso, abría la puerta a las
mujeresynodudabaenretirarleslasillaparaquepudieransentarsecon
máscomodidad.Peroloquemáslegratificófuelafacilidadquemostraba
paramantenerunaconversaciónsobrecualquierasunto.Erauncaballero
abierto,feliz,dispuestoadisfrutardelavida,peronoconlainconsciencia
de un adolescente, sino con la madurez de alguien que ha vivido y
pretendía seguir haciéndolo. Disfrutaba de una buena posición y de un
nivel de vida bastante acomodado, incluso en Moscú. No sabría cuánto
tiemposequedaríaenlacapitalsoviética,perotampocolepreocupabani
le obsesionaba hacer planes que le obligaran a cumplirlos a rajatabla.
Conocía a Lina, sabía de su situación personal y profesional, y era
evidente que sentía una atracción por ella que le mostró con la exquisita
educación que le caracterizaba. La diplomacia le había llevado a
desarrollar su trabajo en Bruselas, Varsovia y Madrid, por lo que
rápidamenteencontraronunnexodeuniónparasusprimeraspláticas.
Salieron en varias ocasiones. El cine se convirtió en un buen lugar
dondequedar,muchomejorquecualquiermesadiscretaenunrestaurante,
aunque también las ocuparon. Solían acudir por separado. George le
dejabaunaentradaasunombreenlataquillaycuandolaslucesdelasala
seapagaban,solíaaccederalrecintoysentarsejuntoaella.Alosdosles
hubiera gustado que sus manos se encontraran aprovechando la
complicidad de la penumbra, pero la presión ambiental que recaía sobre
elloserademasiadograndeypreferíanevitarposiblespolémicas.Losdos
se sentían cómodos en la compañía del otro, a pesar de todas las
estrategiasqueGeorgeteníaqueidearparaevitarquelesvieranjuntosen
unasituaciónincómodaofácilmentetergiversable.Noleimportabatener
que dar varias vueltas en su coche para recoger a Lina, o incluso verse
obligadoadejarlaenlabocadelmetroyasegurarsedequesubíaaunode
losvagonessinquenadielasiguiera.Nopodíandeshacersedeesaextraña
sensacióndeestarcontinuamentevigiladosnizafarsedelapercepciónde
tener unos ojos agazapados en su nuca con vocación de convertirse en
notarios de sus acciones y sus movimientos. Sin embargo, no estaban
dispuestos a que el miedo les negara la posibilidad de vivir momentos
agradables y solían responder con humor a las dificultades a las que se
enfrentaban.
Algunasvecespensaronqueestabanpecandodeparanoicos,quequizá
estaban viendo fantasmas donde no existían. Pero estaban en la Unión
Soviética, pisaban suelo moscovita y los hombres que intentaban
escondersetraslashojasdelPravda,quesubíanybajabandelostranvías,
que cambiaban de acera, que viraban bruscamente la dirección de sus
pasos o que se postraban ante los escaparates en busca del reflejo de la
personaacechadaenlasvidrieras,noeraninvencionessuyas.Linaestaba
segura de que la seguían. Se convenció de ello cuando reconoció al
mismohombreaescasosmetrosdeellahastaendosocasiones,unavezen
el interior de un vagón de metro y la otra a la salida de un cine al que
acudió con George. Había dejado de creer en las casualidades. En la
ciudaddondelaluzamarillentaseguíaluciendocadanocheenlasventanas
de la Lubianka, donde la gente seguía hablando en susurros, donde los
padresdesaparecíanconlamismafacilidadconlaquelohacíanloshijos
y donde nuevos nombres desconocidos hasta entonces como Vorkutá,
Karagandá, Kolymá o Kotlas pasaron a engrosar el vocabulario en
algunas conversaciones, en una ciudad así, las eventualidades eran pura
ficción.
La estaban vigilando, de eso no cabía la menor duda. Faltaba saber el
porqué.
Georgeeraelhombreperfecto.Hablabadelabandonodelainfluencia
deCaravaggioenlaformadecaptarlaluzdelpinceldeVelázquezensu
cuadroLarendicióndeBredaodelimpresionismodeManetconlamisma
naturalidad que lo hacía de la última película de Hollywood exhibida en
unasalamoscovitaparalaqueacababadeobtenerpasesporsucondición
dediplomáticobritánico.Leíalapoesíadelosgrandesmientrasescribía
lasuya.Linarecibiócongranilusiónunejemplardesulibrodepoemas
BeforeZeroHour,quepublicóen1946yquelededicóconelamorquele
profesaba.Escribíaconlamismabellezayfranquezaconquesusojosla
observaban. Era divertido, amable, educado, atractivo y se había
enamorado de ella y estaba dispuesto a convertirla en su mujer. Ansiaba
formarunanuevafamiliayqueríahacerloconlaespañola.Teníatodolo
que una mujer podía soñar en un compañero de viaje. Y no solo eso,
también podría representar una oportunidad única para cogerse de su
brazo y poner tierra de por medio. Ni siquiera la salida de la Unión
Soviética con dirección a Los Ángeles de Jenny Marling, viuda de
Afinoguénov, a la que escribió una carta de recomendación que firmó
comoLinaProkófievparaquesepresentaraenlosestudiosWaltDisney,
lehizoreplantearsesudecisión.Podíahabersidosugranoportunidad.Lo
sabía.Peroelconocerunarealidadnogarantizaqueseaposible.Algose
loimpedía.Enrealidad,eraalguien,unhombreconvocacióndeespectro
que se había ido de su vida, pero se negaba a abandonarla del todo. La
sombradeProkófieverademasiadograndeydemasiadopesada.
«Séquemequieres,yaunquetodavíanosientaspormíloquesentiste
por él, te prometo que haré que ese sentimiento crezca cada día. Ven
conmigo,nomeimportalodemás.Solovenconmigoyempecemosuna
nuevavida»,lerogabaGeorgecuandosuregresoaLondresyateníafecha
cerrada. Abandonaría la Unión Soviética en la primavera de 1947 y no
queríairsesolo.PerodespuésdeSerguéi,elamorenelcorazónyenel
cuerpodeLinasolopodíaaspiraravestirsedeidealesplatónicos.Muchas
veces se maldijo por ello. Se odió por amar lo imposible, por no poder
deshacersedelancladeaquellararezabolcheviquequeaparecióensuvida
en1918,pornoamarselosuficienteparadarunanuevaoportunidadala
vida y hacerlo junto a George, el hombre más perfecto que se había
encontrado nunca. Y lo peor es que su decisión le invalidaba para
reprocharlenadaalafortuna.
Lepesaríadurantetodasuexistencianohaberaccedidoasupeticiónde
matrimonio,comolepesóhaberseidodelacasadereposodeKislovodsk
aquel maldito verano de 1939 en el que Mira apareció en su vida para
destrozarla. Llegó a arrepentirse de no aceptar aquella proposición de
George Vanden de la misma manera que se arrepintió de haber dado su
beneplácitoaProkófievpararegresaraRusiaen1936.Llegóapensarque
suserroresdefiníanmássuvidaquesusgrandesaciertos.
La ausencia de George le pesó como una losa de mármol. Pensó que
asistir al estreno de Guerra y paz de Prokófiev en el Teatro Maly de
Leningradoenjuniodeesemismoañoleayudaríaabatallarafavordel
olvido,peroseequivocó.PorprimeravezlamúsicadeSerguéinocuró
suinteriorplagadodeheridas.Continuósangrando.Yesoacentuómássu
arrepentimientoyaumentósupenitenciaporhabersenegadoalavida.
26
«¿Quehahechoqué?».
El grito de Lina se escuchó en todo el edificio de la calle Chkalov.
Acababa de enterarse de que Serguéi Prokófiev había escrito una carta
pidiendoperdónporsumúsica.
Enlasúltimasdécadaselarteoccidentalhaempobrecidoextraordinariamenteellenguaje
musicalylehadesprovistodelasencillez,delacomprensibilidadydearmonía.Lapresencia
del formalismo en mis obras se explica por una deficiente comprensión de lo que nuestro
pueblo espera. Trataré de buscar un lenguaje claro, comprensible y cercano al pueblo. Y
agradezco al Comité Central del partido por separar en la obra de los compositores los
tejidoscontaminadosdelapartesana.
Serguéi Prokófiev, junto a Shostakóvich, Khachaturian, Popov,
MiaskovskiyShebalin,habíasidoacusadodeformalistaydemanifestar
en su obra «tendencias antidemocráticas que atentaban contra la
sensibilidad soviética. Su música recuerda al espíritu de la música
modernista burguesa de Europa y América, reflejo del marasmo de la
cultura burguesa, de la negación total del arte musical, un callejón sin
salida»,rezaba la resolución del Comité Central del Partido Comunista.
Las palabras malditas cayeron sobre él: enemigo del pueblo. Y esa
acusaciónveníaunosmesesdespuésdehaberrecibidoeltítulodeArtista
delPueblo.Trabajarbajoelyugodelgobiernoestalinista,glorificandoa
sulíderindiscutible,remarcandosuheroísmo,enarbolandosusidealesen
cadacomposición,encadanota,encadaballet,encadaópera,noparecía
ser suficiente. Había que respirarlo segundo a segundo, dar la vida por
ello, no cansarse jamás de repetirlo, de manera mecánica y constante
como una máquina sin raciocinio propio, carente de vida y de criterio.
Prokófiev entraba en un terreno pantanoso y muy peligroso. No era la
primeravezquelasombradelasospechaylaacusaciónsecerníasobre
él.Yaen1939habíaestadoapuntodeserdetenido,juzgadoyquiénsabe
sicondenadoamuerteportraidordebidoasuobra.Ahora,lahistoriase
repetía y nadie podía asegurarle que corriera la misma suerte que en su
primeraacusacióndetraidoralosidealesdelarevolución.
—Ya no es problema tuyo, Lina —la intentó calmar Derzhanovski—.
Créeme si te digo que ya no es problema tuyo —repitió de manera
puntillosaeinquisitiva.
—Sí,síloes.Pedirperdónporsumúsicayprometerqueloharámejor.
¡Quésoviéticotodo!Esunadecisiónabsurda,cobardeyestúpida.¡Claro
que es asunto mío! —gritó mientras deambulaba de un lado a otro del
salón, sin rumbo definido, incapaz de quedarse quieta. Estaba furiosa,
triste,decepcionada—.Hasidoella,esavíborainfectadeMiraMendelson.
Ella le ha convencido para que escriba esta basura humillándose y
devastando su trabajo. Si yo hubiera estado con él, jamás habría tomado
esadecisión.
—No creo que sea usted la persona más adecuada para criticar
decisiones absurdas y escandalizarse por sus consecuencias —la increpó
Frosia, que todavía no le había perdonado que hubiera rechazado la
propuestadeGeorgeVanden.Estabadispuestaacastigarladurantemucho
tiempo por haber dejado pasar esa oportunidad y prueba de ello fue la
noticia que le había traído hacía unos días sobre el reciente matrimonio
del barón Derwent con la hija de un empleado de la embajada chilena,
Carmen Gandarillas. «Me alegro por él. Ha elegido a la persona
adecuada». Fue todo lo que dijo. Frosia se desesperaba cuando la oía
hablarasíynisiquierahacíaunesfuerzoparadisimularlo.
Pero el pensamiento de Lina había dejado de estar en George Vanden
paracentrarseenProkófiev,siesquealgunavezhabíadejadodeestarlo.
—Nolehaquedadomásremedio—tratódeexplicarleDerzhanovski—.
Eraestooversecondenadoalostracismo,alasequíamusicalyquiénsabe
siaalgopeor—dijo,refiriéndosealosintelectualesyartistasquehabían
terminadoenuncampodeconcentración,enlacárceloconuntiroenla
nucapornoacatarlaideologíaoficialensusobras—.Recuerdacómoy
dónde acabaron Vsevolod Meierhold, Ósip Mandelstam y muchos otros.
Serguéiacabadesalvarsuvida,yconella,latuyayladetushijos.Sile
detienen y le confinan al gulag, vosotros seríais los siguientes, seríais
perseguidosdeporvida,hastaelfinal.
ElarrepentimientopúblicodeSerguéilesalvólavida,peronoevitó
queelpesodelagraveacusacióndeformalistaylahumillaciónsufrida
cayera como una losa sobre él y su nueva ópera, Historia de todo un
hombre, que fue calificada de antinacional y antimelódica. El partido le
acusó de parodiar la realidad soviética. Demasiado peso para un
Prokófievqueveíamermadasuestrellaaltiempoquesusaludflaqueaba.
Sumúsicadejódeemitirseenlaradio,exceptosuobraLevántate,pueblo
ruso.Sunombredesapareciódelrepertoriodeconciertosdelasgrandes
salas. Sus óperas, sus ballets, sus sinfonías y su música de cámara no se
programaban en los teatros, y muchos de sus amigos cruzaban la calle
para no tener que saludarle. Ser declarado formalista y enemigo del
pueblo era un estigma equivalente a tener la peste. Así regía el miedo el
comportamiento de las personas, alimentando traiciones como la que
sufrióamanosdesuamigoyantiguocolaboradorBorisAsafiev,queno
dudóenformarpartedelaacusacióncontraProkófievytambiéncontra
Miaskovski. Este último no se lo perdonó nunca, ni siquiera aceptó sus
disculpascuandoAsafievestabaensulechodemuerte.
Lina asistía al nuevo calvario de Serguéi desde la distancia, sin saber
quépodíahacer.Lehubieragustadoverle,hablarconél,darlelosánimos
queestabaseguraqueMiranoleofreceríaporqueparaellaloimportante
no era Prokófiev, sino el partido. Sabía perfectamente cómo pensaba.
Habíasidotestigodeelloenmásdeunaocasión.Laaborrecíacontodas
susfuerzas.Creyóquenuncapodríaodiarlamásdeloquelaodiabaenese
momento.Peroseequivocaba.
Había algo mucho más grave que todavía no conocía. Esa era la
verdaderarazóndelapresenciadeDerzhanovskiensucasaynolacarta
de perdón que había escrito Prokófiev. Creyó que era él quien debería
decírselo,entreotrascosas,porquenadieseatreveríaahacerlo.
—Siéntate,Lina.Hayalgoquedebessaber.
—¿Todavíahaymás?
—Aún no has escuchado nada. —Quiso decirlo en voz baja, pero sus
palabrasseescucharonnítidamente—.Hayalgoquemetemoteresultará
muchopeorquelacartadearrepentimientodeSerguéi.
No sabía cómo empezar ni si debía mirarla o clavar sus ojos en el
suelo, no por vergüenza, sino por el respeto que la tenía. Sabía que el
anuncio iba a resultarle devastador y temía cuál fuera a ser su reacción.
DirigióunamiradaaFrosia,queleobservabacasiconlamismapremura
queLina,instándoleadecirlodeunavez.
—¿Sonmishijos?—preguntóalarmada.
—No,nosontushijos.
—¿Mimadre?
—Tampoco.Nosénadadetumadre,exceptoloquetúmecuentas.
—¡Maldita sea, Vladimir! ¿Vamos a tener que adivinarlo? —saltó
Frosiasinpoderevitarelexabrupto.
Derzhanovski no sabía cómo dilatar el anuncio durante más tiempo.
Sabíaqueeraabsurdo,perosutardanzaleestaríaotorgandountiempode
felicidad extra a Lina. Finalmente, no tuvo más remedio. Respiró hondo
paranoquedarsesinvozamitaddelafrase.
—SerguéiProkófievsehacasadoconMiraMendelson.
Esperó unos segundos a que se produjera la explosión de cólera a su
alrededor.Alnollegar,levantólavistaparacomprobarqueladestinataria
de la impactante noticia seguía allí y que seguía respirando. Nadie dijo
nada.Selimitaronaobservarseensilencio.Linabuscabaenlamiradade
Derzhanovskialgúnatisbodeconfirmacióndequetodoeraunabroma,o
puede que un absurdo rumor de los que parecían formarse en las
alcantarillasdelaciudad.Peronooyónadadeeso.Comopudoseacercó
renqueante hasta el centro de la estancia donde su mano alcanzó el
respaldo de una silla en la que lentamente acomodó su cuerpo, con
cuidado,comosisupieraquepodríaromperseconlafacilidaddelcristal.
—Pero…esonoesposible…—Linaintentababuscaralgodelógicaen
sucabezasinsabermuybiendóndeposarsumirada.Lahabitaciónhabía
comenzadoadarvueltas,suestómagoempezabaavirarysobresupielse
iniciabaunlánguidoprocesodeescarcha—.Nopuedeser.Élsiguecasado
conmigo.Nonoshemosdivorciado.Esematrimonionopuedeserválido.
—Negaba una y otra vez con la cabeza, como si de un tic nervioso se
tratara—.Esoquedicesnopuedesercierto.
—Se casaron hace casi un mes, el 15 de enero de 1948. Fueron al
registrodelacallePetrovkaainscribirelmatrimonioyallíobtuvieronel
certificado.Esunhecho,estáncasados.
—Pero ¿cómo lo han podido hacer? Han cometido una ilegalidad.
¿Acasoestáadmitidalabigamiaenestepaís?—Selevantódeunbrincoy
fuecorriendoalacómodadelsalón,dedondeextrajounpapelguardado
en una carpeta azul con gomas transversales—. Mira, aquí lo pone bien
claro. Este es el documento que acredita nuestro matrimonio —dijo,
mostrandoelcertificadoexpedidoenelregistrocivildeEttal,Alemania,
confechade8deoctubrede1923—.Siesciertoquesehancasado,esa
uniónnoesválida.Espapelmojado,novalenada.Soloquierenhacerme
daño.
—Notemartirices.Elmatrimonioeslegal,comoloeseltuyo.Loque
no entiendo es cómo han podido inscribirlo sin mediar un divorcio
previo.Alguienhadebidodehaceralgo.Alguienubicadomuyarriba.Eso
solo pueden hacerlo en las altas instancias, donde reside el poder real.
Algoasínopuedehacerlounfuncionario.Esunairregularidad.
—¡Dios mío! —dijo de repente Frosia como si acabara de ver un
fantasma entrando por la puerta. Lina y Derzhanovski la miraron
intentandoaveriguarelmotivodesusobresalto—.Creoquepuedotener
unaidea.—Lamujerempezóaataralgunoscabosensucabeza.Nosabía
sitendríansentido,peroempezóaelucubrarinterpretacionesvariasdelo
quehabíasucedidohacíaunosdíasyqueentoncesdecidiónocomentarlea
Linaparanopreocuparla.DespuésderechazarlapropuestadeGeorge,su
salidadelpaíslahabíadejadomuybajadeánimoypasóunatemporada
bastante deprimida. No se lo pensaba ocultar, tan solo esperaría un
momento más adecuado para contárselo—. Hace unos días mi hijo me
contóquehabíavistoaProkófievenlasdependenciasdelaLubianka.—El
rostro de Lina se transformó y le dirigió una mirada exigiendo una
explicación—.Noesmomentodereproches,noselocontéypunto.¿Qué
iba a hacer usted? Conociéndola, se hubiese plantado en la puerta
exigiendo saber qué había pasado con él. Y conociéndoles a ellos, la
hubieranmetidodentroytodavíaestaríamospreguntandoporsuparadero.
—Frosiaprosiguiósurelato—:LlegóalasoficinasdelaLubiankaenel
cochedelpadredeMira,conducidoporsuchóferparticular.Mihijome
contóqueestuvounpardehorasallídentro.Porunmomentosetemiólo
peor,peroeraimposibleporquelosquesequedandentronovanencoche
oficial conducido por un chófer. Vasili no pudo enterarse de las razones
de su visita. Lo único que me contó es que vio a Prokófiev muy
desmejorado, abatido, como si algo le preocupara. Pensó acercarse a él
parasaludarle,peroselopensómejorydeclinólaidea.Entendióqueno
eraunbuenmomentoajuzgarporsuactitud.¿Iríaparaintentararreglar
lo del divorcio o para conseguir que alguien permitiera inscribir su
matrimonioconMira?Perosieraasí,¿porquésalíatanabatido?Estodo
demasiadoextraño…
Lina no contestó. Se levantó con rapidez, como si un rayo hubiera
atravesado su cuerpo. Cogió el abrigo, las llaves y salió de casa
corriendo.AFrosiayaDerzhanovskilesresultóimposibleseguirla.Solo
pudieron clamar al cielo para que no cometiera ninguna estupidez que
complicaraaúnmáslascosas.
Durante más de treinta minutos Lina caminó con paso presto por las
calles de Moscú. Podía haber cogido un taxi u optar por el metro, pero
preferíaqueelvientogélidolecortaraelrostro.Esoalmenosevitaríaque
sedesmayaracomotemióquesucedieraenvariasocasiones.Debíapensar
y hacerlo rápido. Necesitaba estar despejada para preguntar todo lo que
necesitaba saber en cuanto llegara a su destino. Se sabía el camino
perfectamente.Habíaidomuchasvecesperonuncatancargadadedudas,
rencores e impotencia. Entró en el portal del edificio sin responder al
saludo de la persona encargada de controlar las entradas y salidas. Ni
siquiera supo cómo le permitieron acceder, ya que no pertenecía al
vecindario.Descartólaopcióndelascensor.Subiólasescalerasdedosen
dos hasta llegar al cuarto piso, casi sin respiración. Buscó el número de
apartamento donde recordaba que vivía el mejor amigo de su marido,
Nikolái Miaskovski, y empezó a golpear la puerta con sus manos. No
tardó en abrir un sorprendido Nikolái que, al verla, no pudo menos que
cerrar los ojos y soltar un suspiro que encerraba más comprensión que
contrariedadporlainesperadavisitaqueenrealidadesperabadesdehacía
un mes. Comprendió que Lina ya conocía la noticia. Aquello tenía que
pasar.Noteníaintegridadmoralparaculparla.Lepidióqueentraraenla
vivienda.Denadasirvieronlosprolegómenosnielofrecimientodeunté
o un café para serenar los ánimos. Su visita necesitaba detalles,
explicacionesynobrebajesmágicos.Exigíasaberlaverdad.
—Sí, es verdad, se han casado. Pero yo no puedo explicarte qué ha
pasado porque no lo sé. Tampoco creo que te resulte muy difícil
suponerlo, ya sabes cómo funcionan las cosas en este país. Nuestro
sistema jurídico no se caracteriza precisamente por la transparencia ni
mucho menos por respetar la legalidad. Alguien de arriba quería que
estuvieran casados y supongo que lo arregló para que así fuera, sin
escatimarenarguciaslegales.Peronomepidasquetedigacómoporque
lo desconozco. A mí también me ha extrañado. —La miró mientras se
acercabaparacogerlelasmanos.Apreciabaaaquellamujer,laadmirabay
la quería, pero en esos momentos no sabía cómo ayudarla. Su amigo le
había colocado en una posición incómoda—. Incluso a Serguéi le
confundió, no lo entendió, ¡sigue sin entenderlo! Él sabía que vuestro
matrimonioeslegal.Dehechoconfiabaenque,alnohaberseconseguido
el divorcio, la boda no pudiera celebrarse. Le conozco muy bien, lo
hablamos muchas veces. Él no quería casarse con Mira, pero se vio
abocadoaello.Peroaunasí,queríahacerlascosasbien.
—¿Hacer las cosas bien? —repitió Lina con lágrimas en los ojos y
tragándose toda la rabia y la impotencia almacenadas desde su casa a la
residenciadeMiaskovski.
—Merefieroaquequisopedirteeldivorcio,noqueríadejarteenesta
situación de vacío legal. Se acercó al juzgado, pero allí le dijeron que
vuestro matrimonio no era válido, que al haberse producido en un país
extranjero no figuraba registrado en el consulado soviético. —Al ver su
expresión, Miaskovski quiso detener su incipiente brote de cólera—. Lo
sé,losé.Séqueseregistró,melodijoSerguéi.Inclusollamóalcoronel
Ewald para confirmarlo. Es todo tan absurdo… A él también le pareció
unalocura.Pensóenllamarte,pero…
—Estonopuedeestarpasando.—Linaparecíaquefueraaenloquecer
pormomentos—.¿Enquémomentosesuponequedejédeserlamujerde
Prokófiev? Me recibieron como tal, me hicieron fotos, entrevistas, me
contrataron en la radio, en teatros, me situaban a su lado en todos los
estrenosyrecepciones,sigorecibiendoinvitacionesanombredeseñora
deProkófiev…¿Enquémalditomomentodejédesersuesposa?
Miaskovski la miraba impotente, sin saber qué decirle porque en
realidadnohabíanadaquepudieraexpresarquelahicierasentirsemejor.
—Si te sirve de consuelo, él nunca contempló la idea de casarse con
ella.
—No,nomesirve.
—Serguéi no está bien. Su salud es delicada. El mismo día de la… —
Pensó que sería mejor evitar la palabra boda o matrimonio. Probó de
nuevo—:Cuandoregresarondelregistro,seencerróenelbañoysufrió
undesvanecimiento.Segolpeólacabeza.Llevauntiempodébil,cansado,
tieneproblemasdecorazónylatensiónlehadadomásdeunsusto,noes
elmismo…
—Claroquenoeselmismo.Ynoloesporquedesdehaceunosdíases
el marido de otra mujer. Y ahora, ¿en qué situación me deja todo esto a
mí, a mis hijos? No puedo creer que ni siquiera haya tenido el valor de
llamarme.
—Noquierodisculparle,pero…
—Pues para no querer, lo haces con bastante asiduidad —le dijo con
todo el rencor que fue capaz de atesorar en la mirada—. ¿Y en qué
momento decidiste unirte a su traición y dejarme a un lado? ¿Cómo
puedes mirarla a ella como me miras a mí? ¿Cómo puede hacerlo tu
hermana?¿Porquénointentastedetenerle,sacarleesaabsurdaideadela
cabeza?Contodoloquehemoscompartido,Nikolái,cómohassidocapaz
dehabermehechoesto.
—Escomplicado…—intentójustificarse,aunquesutonosonabamása
disculpa.
—No,noescomplicado.Esinjusto.Essucio.Escruel.Es…estodouna
gran mentira. —Sin intención de despedirse, se dirigió a la puerta. Pero
antes de salir de la vivienda volvió sobre sus pasos para encararse
nuevamente con él. Aún tenía algo que preguntarle—: ¿Qué fue a hacer
SerguéialaLubiankaunosdíasantesdecasarseconMira?—Lapregunta
desconcertóaMiaskovski.
—Noteníaniideadequehubieraidoallí.Nomehacomentadonada.
¿Porqué?
Sin responder, Lina abrió la puerta y la cerró de un portazo. De nada
sirvieron las llamadas de Miaskovski. Ya había escuchado todo lo que
tenía que escuchar. Ahora solo le quedaba llorar, pensar y encontrar la
mejormanera,siesqueexistíaalguna,decomunicárseloasushijosyde
empezaradigerirlo.Sabíaqueseríaundurogolpeparaellos,sobretodo
paraSviatoslav,dequientemíaunareacciónvisceralalhaberheredadoel
carácter materno. Ninguno de los dos hijos sentía aprecio por Mira, su
relación había sido complicada y su nuevo estatus junto a su padre no
mejoraríalascosas.
Detuvoensecosucarrera.Sesentóenunbancodelacalle.Nisiquiera
le importó que estuviera cubierto por una gruesa capa de nieve. Intentó
recuperar el aliento y la cordura, pero no pudo evitar abandonarse a un
llantodesconsolado.«¿Porquémehashechoesto,Serguéi?¿Porquéme
odiastanto?¿Quéesloquetehehecho?»,sepreguntabasinencontraruna
respuesta que le calmara. Oscureció de repente, al menos eso creyó.
Estabahelada,sucuerpoempezóatiritarperoeraincapazdemoversede
su ubicación en aquel banco. Cuando levantó la vista, lo vio. Estaba ante
ella,contemplándolaconaquellosojosamarillos,encendidosenmisterio,
ensecretos,enmiedosqueacechabanenmitaddelanochesirviéndosede
la oscuridad. El edificio de la Lubianka la vigilaba con la misma
superioridad con la que fiscalizaba a toda la ciudad. Pero por una vez
aquellavisiónnolesembróelcuerpodeescalofríosnileprodujomiedo.
Solounadudaqueempezabaaobsesionarla.«¿QuéhacíasenlaLubianka,
Serguéi?¿Quéfuisteahacerallí?».
No recordaba haber vivido un mes de febrero peor que el de aquel
1948.Pasadosdiezdíasdelafatalnoticia,niLinanisushijoserancapaces
de acostumbrarse a la nueva situación. Todo les parecía extremadamente
irreal, como si su vida se hubiera vuelto artificial, como si estuvieran
protagonizando una pesadilla de la que anhelaban despertar en cualquier
momento. Su universo pareció encerrarse en una nebulosa que les
mantenía anestesiados ante lo que pasaba en el mundo real. Por si fuera
poco,Linaestabaresfriadayteníaunosgradosdefiebre,seguramentepor
lashorasqueestuvosentadaenunbanco,amásdeveinticincogradosbajo
cero, después de salir de la casa de Miaskovski. Apenas salía a la calle,
más que por su estado de salud, por la vergüenza que le suponía ser el
blanco de todas las miradas y el centro de todos los rumores. A esas
alturas,pensóquetodoelmundodeberíaconocerquehabíadejadodeser
lamujerdeProkófiev.Sinembargo,eldíaanteriordecidióquedarconsu
amigaAnnaHoldcroft,lafuncionariadelaembajadabritánica.Necesitaba
desahogarse con alguien y hacerlo abiertamente, un lujo que no podía
permitirseconsushijosporquedemasiadomalloestabanpasandocomo
paracargarlesconelpesoextradelllantodesumadre.Sevieronenuna
cafetería,evitandolaembajadabritánicacomopuntodeencuentro.Noera
el mejor momento. Lo cierto es que nunca lo fue a ojos del régimen
bolchevique.Annalacolmódeunregimientodeánimos,delconsueloque
susoídosprecisabanescucharyresultóserunencuentroreparador.Pero
nofueelúnicomotivoporelquedecidieronverse.Quedabaunasemana
para el cumpleaños de Sviatoslav y Lina quería hacer algo especial para
celebrar el vigésimo cuarto aniversario de su primogénito. Sabía que
Anna, a través de sus contactos en la embajada, podía conseguirle una
partitura especial que quería regalarle y que por sus propios medios no
lograría encontrar en Moscú. Se emplazaron para verse de nuevo al día
siguiente,el20defebrero,porlatarde.Annalepropusoquedarenlacasa
delacalleChkalov,envistadelfuerteresfriadoquetenía,yasíleevitaría
tenerquesalirdecasayqueempeoraraaúnmássuestado.
Lina se estaba preparado un café para intentar reconfortar su cuerpo
cuandosonóeltimbredelteléfono.Mirólahora.Annaseretrasabaunos
minutos. Quizá fuera ella para disculparse por la tardanza. Le gustó
escuchar que la voz al otro lado del hilo telefónico, que se identificó
como un funcionario de correos, se dirigió a ella como Lina Prokófiev.
Le comunicó que tenía un paquete a su nombre y que debía bajar a
recogerlo.Nolehizoningunagracialapropuestaeintentóconvencerlede
que subiera él, ya que no se encontraba bien. Sviatoslav asistía a la
conversación.«¿Quieresquebajeyo,mamá?Aversivasaenfriartemás».
Perolavozdelteléfonoinsistíaenquedebíaserellapersonalmentequien
sehicieracargodelaentrega.Linapensóquequizáaquelpaquetefueraun
regaloparasuhijo,inclusobarajólaposibilidaddequeSerguéi,apesar
detodo,sehubieraacordadodelcumpleañosdesuprimogénito.Vencióla
pereza y decidió bajar. Como no iba a ir muy lejos, se puso sobre el
vestido la chaqueta de lana gris de Serguéi que siempre llevaba cuando
estabaencasa.Cogióelbolso,lasllavesycuandoestabaapuntodesalir
seacordódequelefaltabaalgo.Corrióasutocadorysediountoquede
colorenloslabios.Sviatoslavsonrióalverla.
—Notienesremedio,mamá.
—Algúndíacomprenderásquelasaparienciaslosontodo,hijo—dijo,
introduciendolabarradelabiosensupequeñobolso.
Al salir del portal de su edificio, sintió un escalofrío que la obligó a
encogerseaúnmásenelinteriordesuchaqueta.Hacíafrío.Miróaambos
ladosdelacalle.Lecostóacostumbrarsealaoscuridadquelacaídadela
tarde había dejado en la ciudad. Vio a dos hombres acercándose a ella.
Mientrassuspasosacortabanladistanciaquelosseparabadeella,divisó
uncochenegrodoblandolaesquinadelacalle.Pudoescucharelsonido
del contacto de arranque al tiempo que observaba que en las manos de
aquellos hombres no había ningún paquete. Todo sucedió demasiado
deprisa.
—¿Esella?—preguntóunodeloshombresasucompañero,recibiendo
ungestoafirmativodeeste.
Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar cuando los dos individuos la
introdujeronviolentamenteenelinteriordelcochenegro.Linacayósobre
el asiento trasero y debido al empujón, su cuerpo casi acabó en el suelo
del vehículo. Desde allí pudo ver que las botas de aquellos hombres
estabanlimpiasybrillantes,loquelehizosuponerquenoerandelosque
se pateaban la calle, el metro y los autobuses siguiendo a sus supuestas
víctimas.
—¿Qué sucede? ¿Quiénes son ustedes? —preguntó sin obtener
respuestamientraselhombrequeocupabaelasientodelcopilotolecogía
elbolsoybuscabaensuinteriorparaextraerladocumentación.
—¿Esperabalavisitadealguien,señoraProkófiev?
Linaestabaconfusa,noentendíaquépasaba.Elhombrevolvióarepetir
lapregunta,peroestavezgritándole,loquelaconfundióaúnmás.
—Sí, supongo que sí —admitió, pensando en Anna. Aún no era
conscientedequeaquellarespuestacasiimprovisadaseríasucondena—.
Díganmequiénessonustedesyadóndemellevan.
—Nosepreocupe.Prontoseenterará.
Apenassepodíamoverentrelosdoshombresquelacustodiabanenel
asiento trasero del coche. Desde su ubicación pudo ver a través de la
ventanilla cómo dejaban atrás la estación de tren Kursk, cómo el coche
enfilaba la calle Prokovka y accedía con diligencia al centro de Moscú,
comosiseconocieraeltrayectodememoriaporlasmuchasvecesquelo
habría recorrido. Cuando Lina se dio cuenta de que entraban en la plaza
Dzerzhinski,vioabrirseanteellaelenormeedificiogrisdelaLubianka,
sucorazónempezóalatirurgiendosalirdelpechocomoleurgíaaella
salirdeesecoche.Estabaapuntodedescubrirloquepasabadetrásdelas
ventanasconlucesamarillastenuesyenfermas.
Al traspasar el portalón de hierro de la entrada pudo sentir cómo
empezaba a formar parte de la leyenda negra que aquel lugar tejía con
devocióndesdequefuesededelaCheca,elcuartelgeneraldelapolicía
secretadurantelaRevoluciónrusa,mástarderenombradacomoGPU,una
sección del NKVD, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos,
después como OGPU, hasta convertirse finalmente en el Directorado
PrincipaldelaSeguridaddelEstado.Lanomenclaturadelorganismoque
acogíacambióduranteaños.Eledificioysuleyendanegrasemantenían.
La condujeron entre empujones por unos largos, estrechos y oscuros
pasillos hasta una habitación donde un hombre le cogió bruscamente la
mano y le tomó las huellas dactilares. De nada sirvieron sus ruegos, su
explicaciones, sus exigencias de que alguien le explicara la razón de su
detención. Hablar de derechos y necesidades resultaba inútil en aquel
lugar.Aúnconsuvestidodetelaylachaquetadelanagris,leordenaron
colocarse contra una pared, donde le hicieron las fotos de frente y de
perfilparalaseccióndelregistropenal.Conscientedelmomentoalquese
enfrentaba, su rostro se mostraba serio, pero decidió desterrar cualquier
vestigiodemiedodesusemblanteysustituirloporunamiradadesafiante
que pareció enfurecer a la mujer que la esperaba para llevarla a la
siguiente parada. Era un oscuro y frío habitáculo, no demasiado grande,
conunintensoolorahumedadyalgúnproductodefuertehedorqueno
fue capaz de distinguir hasta que su piel fue la destinataria de una buena
cantidaddeél.Cuandoaúnseencontrabainspeccionandoaquellasiniestra
estancia, en cuyas paredes distinguió algo parecido a unos azulejos, la
mujerseabalanzósobreellaparaquitarlelaropayelcalzado.Nisiquiera
tuvo tiempo de sentir pudor por mostrar su desnudez ante una extraña,
cuando la mujer embadurnó su cuerpo con un polvo blanquecino,
deteniéndose sobre todo en las zonas más íntimas. Cuando terminó de
manejarsucuerpocomosifueraunmuñeco,dejándoleclaroeltratoque
desdeahoraibaatener,lagritóparaquesedirigieraalfinaldelpasillo.
Linacomenzóaandarysuspiesnotaronlahumedadquerápidamentese
convirtió en pequeños charcos. Se paró cuando la voz de la funcionaria
volvióataladrarsusoídosyfueentoncescuandonotóunatrombadeagua
fríacaersinpiedadsobreella.Unavezfinalizadoloqueellosentendían
por limpieza y desinfección, apenas tuvo oportunidad de quitarse el
exceso de humedad de su cuerpo cuando la desafiante mujer empezó a
arrancar los broches, los botones y los bolsillos de su vestido y de la
chaqueta,antesdeexigirlequesevolvieraavestiryquelohicierarápido.
Cuando la mujer intentó hacer algo con su pelo, Lina abortó su ademán
con un manotazo. «No me toque», le gritó. Fue la primera bofetada que
recibióenlaLubiankadeunlargonúmero,delqueterminóporperderla
cuenta.
La llevaron ante un mostrador igual de lúgubre que el resto de las
estanciasquehabíaconocidohastaentoncesyallílequitaronelrestode
suspertenencias.Unpolicíavaciósubolsoenunabolsadeplástico.Ensu
interior vio caer el pequeño botón con forma de hoja. Aquella vez no
habíacumplidosufuncióndeeficazamuleto.Inmediatamentedespués,el
mismopolicíalequitóelrelojdelamuñecayunafinapulseradeoroque
lehabíaregaladoSerguéi.Todofueapararalamismabolsa,juntoasu
pasaporte y al poco dinero que había en el interior de su monedero,
veintinueverublosynoventaycincokopeks.Loquemásledoliófueque
ladespojarandesualianza.
Se alegró de perder de vista a la desagradable mujer que parecía
disfrutarconsuviloficio.Perolaalegríaledurópocoalserintroducida
enunaceldaenlaqueapenascabíaunapersonadepie.Lasdimensiones
de aquel agujero no le permitían sentarse, ni doblar sus rodillas, ni
siquieraagacharse.Debíapermanecerdepie,aunqueeltechoeratanbajo
quelaobligabaamantenersuespaldaligeramentecurvada.
—Estoesunerror.Yonohehechonada.Tengoquellamaramishijos.
Debodecirlesloqueestápasando.
—Yanoshemosencargadonosotros.
—Peronecesitohablarconellos.
—Créame,noesesoloquevaanecesitar.
Alospocosminutos,elfuncionariovolvióparahacerleentregadeun
trozodepapelsuciosobreelqueleinstóaescribirloquenecesitara,con
lapromesadeentregárseloasushijos.
—¿Qué van a hacer conmigo? ¿Qué va a pasarme? —le preguntó al
hombre, que recogió su papel y lo dobló en tres para introducirlo
posteriormenteenunpequeñosobredecolormarrón.
—Señora, está usted en la Lubianka. No creo que le cueste mucho
imaginarporquéestáaquí.
—Pero yo no he hecho nada. —Solo la mención de su defensa le
parecióridícula.
—Esodicentodos.Sifueraverdad,noestaríaaquí.
Lina se quedó sola en aquel zulo que le impedía moverse más de un
metro a izquierda y derecha. Estaba a punto de sufrir un ataque de
ansiedad. Intentó gritar todo lo fuerte que pudo, pero nadie la oyó, o al
menos, no obtuvo respuesta. Le hubiera gustado dejarse caer al suelo y
abandonarse al llanto, pero las dimensiones de la celda ni siquiera se lo
permitían.Intentóserenarseacompasandosurespiración.«Todovaasalir
bien.Nomepuedenteneraquí.Nohehechonada»,serepetía.Sucuerpo
se resentía del frío y de la humedad reinantes en la celda. Solo podía
pensar en sus hijos. En Oleg, en Sviatoslav. Se preguntaba qué habría
pasadoconellos.
Alverquesumadretardabaenregresar,Sviatoslavcogiósuabrigoy
decidióirabuscarla.Quisopensarqueseguramentesehabíaentretenido
conalgunavecinaquehabíaencontradoenlaescalera,perosumadreno
solía distraerse con nadie y empezó a auspiciar un mal augurio. Cuando
apenashabíabajadountramodeescaleras,seencontróconunvecinoque
subíaatodaprisahaciaél.
—Sehanllevadoatumadre.Hevistocómounoshombreslametíanen
uncochenegro.
Nohacíanfaltamuchosmásdetallesparasaberquiéneseranlosquese
lahabíanllevadoyadóndesehabíandirigido.Intentóreaccionarsinsaber
muybienhaciadóndeencaminarsuspasos.Necesitabahaceralgo,peroel
estado de confusión en el que se encontraba le limitaba la capacidad de
reacción.«Hasidotodomuyrápido.Lacalleestabaprácticamentevacía»,
continuabaelvecino.Nohabíaterminadolafrasecuandovieronaparecer
porlaescaleraaungrupodecincopersonasquesedirigíanasucasa.
—¿Es usted Sviatoslav Prokófiev, el hijo de Lina Prokófiev? —
preguntóunodeloshombres.Alrecibirsuafirmación,lehizoungestode
autoridad—.Entreencasa.
Oleg intentó buscar una explicación en la mirada de su hermano, que
llevabavariosminutosconunalividezenfermizamientraspresenciabael
destrozo que aquel grupo de hombres comenzaba a acometer en su
domicilio.
Fueron horas de registro exhaustivo. Por la manera que tenían de
arrojar al suelo cualquier cosa que encontraban a su paso no parecían
policías,sinounabandadeladronesenbuscadealgúnobjetodevalorque
le arreglara el día. Vaciaron de un golpe los cajones, abrieron los
armarios desmantelando su interior, levantaron los colchones,
descolgaronloscuadrossinimportarlessieranonodevalor,rajaronlas
maletas,levantaronalgunastablasdemaderadelsueloyalgunosazulejos
delacocina,inclusoalgúnmarcodelaspuertas,desvalijaronlosmuebles
contalímpetuquerompieronalgunosdeellos.Todoquedóesparcidopor
el suelo: libros, fotografías, discos, cuadernos de notas, ropa, lápices,
alimentosquesemezclabanconproductosdelimpieza.Enunashorasla
vivienda quedó convertida en un estercolero. Al final, los hombres se
llevaron las dos máquinas de escribir de su madre, la Corona y la
Underwood, la montaña de papeles que había a su lado, la máquina de
coserSinger,loslibrosdelaCienciaCristianadeMaryBakerEddy,unas
cuantascarpetasconpartiturasoriginalesdeProkófieveinclusoelpiano
que Serguéi le había dejado a Lina para que siguiera ensayando. Oleg
intentóimpedirloyunodeloshombreslepropinóunfuerteempujónque
le hizo caer al suelo. «¿Quizá quiera acompañarnos?», le preguntó con
una velada amenaza en su tono. Sviatoslav se interpuso entre los dos,
pidiendo disculpas al policía y ayudando a su hermano a incorporarse,
instándoleaquesecalmarayquelesdejarallevarseloquequisieran.Lo
ibanahacerdecualquiermodo.Nopodíanhacernada,exceptoempeorar
lascosas.Lesordenaronmantenerseaciertadistanciaeinsistieronenque
nohablarananoserqueelloslespreguntaran,algoquetansolosucedió
en un par de ocasiones para interesarse por el contenido de algunas
grabaciones y por si había dinero en la casa. Los objetos que no se
llevaron, como cuadernos, libros, varios tomos de una enciclopedia,
grabaciones de los conciertos de sus padres, discos que representaban
auténticasjoyasmusicalesoqueteníanunaltovalorsentimental,comola
grabación de una canción de Juan Codina que Lina guardaba como si
fuera un lingote de oro, los metieron en bolsas de basura que
amontonaronenunadelashabitaciones,queposteriormentesellaroncon
variosprecintosparaquenadieaccedieraalaestancia.Cuandocreyeron
que el registro ya había terminado, llegó una mujer de unos cincuenta
años, malencarada, que se limitó a mirarles durante unos segundos para
después dedicarse a inspeccionar de nuevo la vivienda. Caminaba por la
casalentamente,mirandoelestropicioquesuscompañeroshabíanhecho.
Separóanteunodeloscuadrosquehabíandescolgadoycolocadocontra
la pared. Era una pintura de Natalia Goncharova que la artista había
regaladoasuspadresduranteunadelasveladasconamigoscelebradasen
la casa de verano de París, donde solía acudir con su marido Mijaíl
Lariónov, que colaboró con Prokófiev en varios montajes de Diáguilev.
Sin dudarlo, cogió el cuadro y salió con él de la casa. Fue ella la que
entregóaSviatoslavunpapelamarillo.Eraunacopiadelactadelregistro
detallandolosobjetosincautados.Sinembargo,noaparecíanielcuadro
queseacababadellevarnialgunasdelasjoyasqueunodeloshombres
había extraído del joyero de su madre y había depositado en uno de los
bolsillosdesuabrigo.
Cinco horas más tarde abandonaron la vivienda. Antes de que lo
hicieran,Sviatoslavsedirigióaunodeellos.
—¿Dóndeestámimadre?—preguntó—.¿Adóndelahanllevado?
—Eso no nos corresponde a nosotros —dijo secamente uno de los
hombres,elprimeroenabandonarlacasa.
Elúltimoensalirparecióapiadarsedeloshijos.
—EstáenlaLubianka.Puedeniralaoficinadeinformacióndelacalle
Kuznetski, aunque no creo que les digan mucho. Les notificarán algo
cuandoloconsiderenoportuno.
Animadoporelgestolocuazdelpolicía,volvióapreguntarle.
—¿Porquélahandetenido?Ellanohahechonada.
Elhombreleobservófijamenteduranteunosinstantes.Nohabíaensu
mirada la severidad que existía en la mayoría de sus compañeros. Sin
embargo, no dijo nada. Se limitó a salir por la puerta y abandonar la
vivienda.
Desde ese mismo instante y mientras Oleg intentaba poner algo de
orden en el desaguisado que le tenía al borde del llanto, Sviatoslav
rebuscó entre los papeles dispersos por el suelo hasta encontrar el
cuaderno donde su madre guardaba la mayoría de sus contactos. Los
llamóatodos,sinimportarlelahora.Necesitabaqueayudaranasumadre.
Noescatimóniennombres,niencargosniennacionalidades.Todoaquel
que era amigo de Lina recibió una llamada: actores, directores,
compositores,políticos,poetas,actrices,pintores,escritores,personalde
embajadas.Todosprometieronhaceralgo,aunquesabíanqueseríapocoo
prácticamente nada, excepto poner en riesgo sus propias vidas por
interesarse o intentar mediar por un detenido y un más que posible
enemigodelpueblo.
La detención de Lina Prokófiev olía a voluntad ideada por los
estamentos superiores, como olía la acusación de formalismo contra
SerguéiysuprecipitadomatrimonioconMiraMendelson.YenlaUnión
Soviéticalasvoluntadesdeciertaspersonaspesabancomoelacerodela
miradadeStalin,comoelplomodelasbalasqueacababanenlanuncade
loscondenados,comoelhierrodelosvagonesdelostrenesquecruzaban
Siberiaparaacabaralaspuertasdelosgulags.LavoluntaddeStalinsolía
equipararse a la voluntad de Dios, aunque la primera era más palpable.
Frosiafuelaúnicaquesepresentóenlavivienda,haciendooídossordosa
la petición de Sviatoslav de que esperara a la mañana siguiente, que la
madrugada no era el mejor momento para transitar por las calles de
Moscú. Derzhanovski se ofreció a hacer lo mismo, pero él sí aceptó la
sugerencia del hijo mayor de Lina de esperar al día siguiente para
presentarseallí,aunquesecomprometióamoverlospocoshilosqueaún
conservaba.Él,comomuchosotros,llevabaañosconelestigmadeartista
maldito,aunquetodavíanoconocieralosmotivosexactos.
Alúnicoquenopudolocalizar,porquenoteníateléfonoencasa,fuea
supadre.Hacíatiempoquehabíaabandonadolaviviendadelospadresde
MiraenMoscú,dondevivióunosmesesdurantesuestanciaenlaciudad,
parainstalarseenunadachaalasafueras,dondeyahabíanidolosmeses
deverano.Aunquealprincipiolecontrarió,mástardeentendióquesería
mejor decírselo en persona. Apenas quedaban unas horas para que
amaneciera.EntoncesiríajuntoasuhermanoOlegparaexplicarletodolo
quehabíapasado.
Fueron más de dos horas de viaje en tren. Al llegar a la estación de
Perjúshkovo no encontraron ningún coche que pudiera acercarles a la
dacha donde vivía su padre y tuvieron que caminar los casi quince
kilómetros que los separaban del destino. Tardaron más de lo normal.
Nevaba intensamente y el frío apenas los dejaba avanzar con cierta
presteza.Nisiquierahabíantenidotiemponiganasdedesayunarantesde
salirdecasa,exceptouncafécuyoolorlerecordódemasiadoasumadre
paraqueaquelbrebajeasentaracorrectamenteensusestómagos.
PorfinllegaronalaviviendadonderesidíaSerguéijuntoconMira.No
había nadie en la calle. Llamaron a la puerta. Sviatoslav rezó para que
fuerasupadrequienaparecieraenelumbralyleahorraraeltrancedever
alamujerquehabíadestrozadosufamilia.Alospocossegundosapareció
Mira. La observó con la misma desconfianza con la que ella les
contemplabaalosdos.Parecíamayorapesardetenersolodiezañosmás
queSviatoslav.Quizáeraporquesiemprevestíaconropadecolornegro
oporquesucabellosiempreestabadespeinado.Surostrolucíasinluz,sin
contrastes, ajeno a todo cuidado femenino, como si alguien hubiera
olvidado cincelar sus facciones con un fino escalpelo y dotarlas de
expresión.Elgestodecontrariedadquemostróalverlostampocoayudaba
adulcificarsusemblante.
—Necesitamos hablar con nuestro padre —dijo lacónicamente
Sviatoslav.
—No habéis llamado antes. Sabéis que si queréis ver a vuestro padre,
debéisdellamarantesyavisarnos—dijoconunavozvidriosaperofirme.
Sviatoslavodiabaelsonidonasaldesudicción.Llegóaaborrecerlotanto
como esa imagen de fragilidad y debilidad que estaba convencido que
respondía a una estrategia predeterminada, «como casi todo en esa
mujer».Aligualquesumadre,estabasegurodequeMiraMendelsonera
fruto de una estrategia elaborada por el partido para hacerse con las
riendasdelavidadeProkófievyreeducarleenlosidealesbolcheviques,
obligándoleacaminarporesasenda.
—Notenéisteléfono,Mira.Esundetalleatenerencuenta.
—Sabéis donde debéis llamar para localizarnos… —dijo, dispuesta a
repetirlesunavezmásquellamaranalnúmerofacilitadoporsupadre,que
correspondía a un compositor amigo que vivía en una dacha cercana, y
que él sería el encargado de pasarle el mensaje. Pero el grito del
primogénitoleimpidióhacerlo.
—¡Teimportallamaranuestropadreydejaraunladotuabsurdapose
deesposade…!
Mira le miró con toda la ira que fue capaz de atesorar en sus pupilas,
que se encendieron peligrosamente. Su intención era fulminarle con la
mirada, pero su víctima supo repeler la agresión. Tenía problemas
mayores que la cólera de aquella mujer, que no le provocaba más que
repulsa desde el primer día que supo de su existencia. Sin que nadie lo
esperara, Mira cerró la puerta violentamente. Sviatoslav y Oleg se
miraron sin decirse nada. No entendieron muy bien si el portazo
significabaquedebíanirsepornohaberllamadoantesdepresentarseallí
osi,porelcontrario,debíanaguardaraquesalierasupadre.Despuésde
cincominutos,Olegfruncióelceño.Noestabadispuestoaesperarmásy
levantósubrazoconlaintencióndegolpearlapuerta.Suhermanoselo
impidió.
—Esperemos.Novamosamovernosdeaquíhastahablarconpadre—
dijo, observando el rostro de su hermano menor, que no parecía muy
convencido—.Mamáloestápasandopeorynovaaporreandolaspuertas.
—Eso no lo sabes —dijo, aceptando la observación de su hermano
mientrasbajabaelbrazo—.Además,yahasvistocómoaporrealasteclas
delamáquinadeescribir.Compadezcoalpolicíaquesehayaatrevidoa
encararseconella.
Amboscompartieronunasonrisacómplice.
Llevabanmásdequinceminutosesperandoaquelapuertaseabrieray
empezabanasentirelcuerpoentumecidoporelfrío.Olegdabapequeños
saltosparasacudirselaescarchadelaropa,queparecíaserlamismaque
tenía alojada en sus huesos. Si no odiaban lo suficiente a Mira, aquella
espera a la intemperie le hizo sumar puntos para aborrecerla aún más.
Pasados veinte minutos, decidieron que quizá su padre no tenía a bien
recibirlos e iniciaron una tímida retirada. En ese momento, la puerta se
abrióyaparecióSerguéi.Sequedaronmirándolecomosihicieraunavida
quenoseveían.Enciertamanera,asíera.Supadretambiénlosmiróde
una manera extraña aunque con un punto imperturbable, como si
realmente no los conociera. No era una expresión de miedo, de
inseguridad, de pena o de disculpa. Respondía más bien al asombro.
Encontraron a su padre envejecido, con aspecto descuidado, como si
acabara de levantarse a pesar de ser pasado el mediodía. Es como si la
vida le hubiese caído encima con más ímpetu que los bombardeos
alemanescayeronsobreellos.
—Tenemosquehablar.
—¿Sobrequé?
—Han detenido a mamá. Se la llevaron ayer a la Lubianka —dijo
telegráficamente Sviatoslav mientras observaba el gesto de turbación de
supadre.Alverquenoreaccionaba,lepropusoalgo—.¿Podemosentrar?
—Mejordemosunpaseo—dijoSerguéi,cerrandolapuertatrasdesí.
Olegnoentendióporquésuprogenitorpreferíacaminarsobreelhieloy
bajolaintensanevadapudiendoestarcalientesyguarecidosdelfríoenel
interiordeladacha,quizáconunatazadetéenlamano,sinoeramucho
pedir a su nueva esposa. Pero Sviatoslav comprendió que su padre
preferíahablarconlibertadsinqueMiralosescuchara.Niellaninadie.
—¿Quéhapasado?¿Cómohasido?
Después de narrarle cómo había sucedido la detención, cómo
desmantelaron el piso y cómo nadie quería darles información sobre el
estadodesumadre,elturnodepreguntaslecorrespondíaaél.
—¿Porquéhandetenidoamamá?
—No lo sé. Pero no puede sorprendernos. Se lo dije mil veces. Que
dejara de ir a las embajadas, que no se dejara ver, que no quedara con
amigos extranjeros, muchos de ellos declarados enemigos del pueblo,
porquesuamistadpodríaentendersecomoundelitocontraelEstadoyesa
seríasucondena.Peronomehizocaso.
—Según ellos, tú también eres un enemigo del pueblo. ¿Eso quiere
decirquetambiénmepuedendeteneramíporestarhablandocontigo?—
preguntó Sviatoslav con la intención de hacerle daño al entender que su
padreintentabajustificarelarresto.
—Nomeextrañaríanada—susurróSerguéiparaluegomantenerseen
silencioduranteunossegundos—.Cadavezquellamanalapuertapienso
quevienenadetenerme.
—Notehandetenidoati.Lahandetenidoaella—matizóSviatoslav—.
Porunavezestaríabienquedejáramosdehablardetiparacentrarnosen
ella.—Elsilencioacompañósuspasosduranteunosminutos—.¿Porqué
te casaste con esa? —preguntó Sviatoslav sin mirarle—. Desde que lo
hiciste, las cosas solo han ido a peor. Te declaran enemigo del pueblo,
prohíbentumúsica,prácticamentetedestierran,ylomásimportante—fue
consciente del hincapié que quiso hacer en este adjetivo—, detienen a
mamá, supongo que por extranjera o por ser tu mujer. —A Serguéi le
dolió el comentario, pero tampoco reaccionó ante eso—. ¿Has pensado
quelahandetenidoaellapornoencarcelarteati?
Comprendía la dureza de su pregunta, pero habían permanecido cerca
de dos horas metidos en un vagón, habían caminado casi quince
kilómetros desde la estación de tren, y por si no hubieran invertido
suficientetiempo,Miraleshabíahechoesperarveinteminutosenlapuerta
de su casa, a la intemperie, soportando temperaturas bajo cero en pleno
mesdefebrero.Sviatoslavpensóqueteníaderechoapreguntarcontodala
durezaquecreyeraoportuna.
—Puedequeahoranoloentiendas…—comenzóadecirSerguéihasta
quefueinterrumpido.
—Esoyamelodijistecuandodecidisteabandonarnoshacesieteaños.Y
sigosinentenderlo.Asíqueteagradeceríaquecambiarasdeargumento.
—Mecambiaríaportumadresipudiera—dijoconundejedeemoción
ensuvoz.
—¿Yporquénolohaces?—preguntóOleg,quehastaentonceshabía
preferidoasistircomooyenteaesepeculiarencuentroatresbandas.
—Porque no serviría de nada, hijo. Al final acabaríamos todos donde
estáella,vosotrostambién.
—¿Eso quiere decir que no vas a ayudarla? —preguntó Sviatoslav,
levantándosey,estavezsí,observándoledemanerainquisitoria.
—Harétodoloqueestéenmimano.
—Hazunpocomás,aunqueseaporunavez—lerespondióconrabia.
Permaneciócalladounossegundos—.Silahubiesesayudadoaconseguir
el permiso de salida, esto no hubiera pasado. ¿Qué más te daba que
regresaraaParís?Túyateníasotravida,otramujer.
—Nopudehacerlo.Notengoesafacilidadparaconseguirlascosas.
—Pues bien que has podido casarte de nuevo sin necesidad de
divorciarte—leespetóairadamente,haciendoelademándealejarsedeél.
—¿Por qué me odias, hijo? —le preguntó Serguéi, reteniéndole del
brazocomopudo.
—¿Porquéodiastúamamá?¿Porquénosodiasanosotros?¿Quéte
hemoshecho?
—Estásmuyequivocado.Yonoosodio.Essoloquelavidahavenido
deestamanera.
—¿La vida ha venido…? —repitió mientras reía sin ganas—. Tú te
encargastedellamarla.Esincreíbletucapacidaddeencontrarsiempreun
culpableaquienresponsabilizardetuserrores.Debedeserunavidamuy
agradable,padre.
Sviatoslav se levantó e inició el camino de vuelta. Habían estado casi
dos horas fuera, aunque la mayor parte del tiempo habían permanecido
sentados en un banco de un parque cercano. La resistencia física de su
padrenoestabaparaexcesos.Serguéiysuhijomenorlesiguieron.
—Parecescansado—ledijoOleg.
—No he dormido bien —respondió sin pensarlo ni mucho menos
sentirlo.
—¿Sabes lo que te diría mamá? —Serguéi le miró esperando la
respuestacomosisupieraqueibaaresultarconsoladoraparasuespíritu
—. Que lo que te pasa es que has dejado de soñar. —Oleg vio cómo su
padreladeabasucabezacomosiquisieraobservarloquepasabaallado
contrario de donde estaba él. Pero sabía perfectamente que lo que estaba
haciendo era ocultar su rostro. Nunca había visto a su padre llorar, y
tampocoloibaaverentonces.
Cuando apenas quedaban unos quinientos metros para llegar a la casa
dondesupadrevivíaconMira,Sviatoslavvolvióaencararseconél.
—¿QuéfuisteahaceralaLubiankahacemásdeunmes?—Lapregunta
mudólaexpresióndesupadre—.¿Puedescontármelo?
—Esoyanotieneningunaimportancia.
—Dejaqueseayoquiendecidaeso.¿Quéhacíasallí?¿Acasosabíasque
iban a detener a mamá o solo intentabas buscar un arreglo para anular
vuestromatrimonioypodercasarteconesa?
—SellamaMira.
—Y mi madre se llama Lina y está en la cárcel por tu culpa. Si no te
hubiese acompañado a Rusia, si jamás te hubiese hecho caso, si no
hubierassidotanegoístadepensarsoloentussueños…—Pensabaseguir
escupiendo todo lo que llevaba dentro, pero Oleg se interpuso entre los
dos. Por un momento temió que fuera a golpearle. Además, Mira los
observabadesdeladistancia.Noqueríaestropearaúnmáslascosas.
—Déjalo, Sviatoslav, eso ya no tiene solución —le confió Oleg,
intentando tranquilizarle—. Vámonos, se está haciendo tarde y todavía
tenemosqueregresar.
Acompañaronasupadrealadacha,aunquetampocoestavezentraron.
VieronaMirasaliralaentradadelacasa.
—La próxima vez llamad antes de venir. Vuestro padre está enfermo.
Noquieroquelecanséisconvuestrosproblemas.—SviatoslavyOlegla
miraron. Ni siquiera se molestaron en odiarla, aunque Oleg tuvo
nuevamente que sujetar a su hermano del brazo para que no fuera hacia
ella. Hacía demasiado frío. El primogénito miró a su padre, esperando
inútilmente alguna respuesta por su parte que reprendiera el comentario
pocoafortunadodesunuevaesposa,peronollegó.Enesemomentotuvo
lacertezadequesupadrenopodríahacernadaporsumadre.Unatristeza
agónica le invadió. Se acercó a Serguéi y le dio un abrazo que no tenía
previsto,peroqueentendióquedoleríaaMira,ysoloporesomerecíala
pena.Alapartarsedeélledijoaloído.
—Espero que no vuelvas a fallar a mamá. Espero que esta vez hagas
algo.
Llegaron a la casa familiar de la calle Chkalov ya entrada la noche.
Estaban agotados, física y sobre todo moralmente. El encuentro con su
padrehabíasidotodomenoselmanantialdecomprensiónydeeficiencia
que anhelaban, aunque Sviatoslav tampoco había acudido a verle con
demasiadasesperanzas.Queríaasupadre,nopodíaevitaradmirarlepero
sabía de sus carencias personales. Amaba a Prokófiev pero había veces
queodiabaaSerguéi.Deseócontodassusfuerzasqueestavezsíestuviera
alaaltura,quepudierahaceralgo,quefueracapazdeenfrentarseaquien
fueraparasalvarlavidadelamujerqueamó,quepusieraenprácticaen
su vida real lo que tan magistralmente mostraba en sus obras. Pero era
realista. Su padre había perdido toda influencia, le habían defenestrado,
humillado, arrinconado. Bastaba que levantara la voz con el fin de
interceder por una persona para que alguien la acallara para siempre.
Entendíasumiedo,yanoporél,sinoporlasposiblesconsecuenciasque
susupuestamediaciónpodríaocasionarleaellosdos.Estabaaltantodelo
quepasaba.Conocíaperfectamentecómofuncionabaelrégimendeterror
en el que vivían. Quien caía en desgracia a ojos de Stalin tenía todas las
puertas cerradas y la vida seriamente amenazada. No importaba quién
hubierasido,quécargoshubieseostentado,quégrandesfavoresoconqué
diligencia y sumisión hubiera servido al líder soviético. Stalin ejecutaba
comogobernaba,acapricho.ConocíaloscasosdeViacheslavMolotov,el
que había sido hombre fuerte del partido, presidente del Consejo de
Comisarios del Pueblo y actual ministro de Asuntos Exteriores, que
empezabaaperderelfavordeStalinyesolehabíaimpedidoayudarasu
mujer Polina Zhemchúzhina, que acababa de ser detenida y encarcelada
bajo las acusaciones falsas de ser espía y colaboradora de agentes
extranjeros,enemigadelpueblo,endefinitiva.Sudelitohabíasidohacerse
amiga de la embajadora de Israel en la Unión Soviética, Golda Meir, y
actuar como intérprete entre su marido y la embajadora, gracias a su
conocimientodelidioma.Saberdemasiadosidiomastampocoestababien
visto. A Molotov le obligaron a divorciarse de ella y días más tarde fue
detenida. Lo mismo le había sucedido al presidente del Presidium del
Soviet Supremo, Mijaíl Kalinin, que falleció sin poder resolver la
situacióndesumujer,YekaterinaIvánovnaLorberg,detenidaytorturada
en la cárcel de Lefortovo bajo la acusación de ser trotskista y de haber
criticadoaStalinsiendomiembrodelaCorteSuprema.Fuecondenadaa
quince años de trabajos forzados en un gulag de Siberia. Nadie estaba a
salvo del puño de acero de Stalin. Incluso la mayoría de los jefes de la
policíasecretadelaUniónSoviética,responsablesdelasmayorespurgas
ordenadas por el propio Stalin, como Yákov Peters, Nikolái Yezhov o
GuenrijYagoda,habíancaídoendesgraciayfuerondeclaradosenemigos
delpueblo,acusadosdetraidores,encarceladosyejecutadosencamposde
concentración o en los propios sótanos de la Lubianka donde ellos
mismoshabíanordenadolamuertedemilesdedetenidosdeuntiroenla
nuca.
Ante esa macabra realidad, Sviatoslav se preguntó qué podía hacer su
padre.
Porunmomento,searrepintiódeltonoseveroquehabíautilizadocon
él.Peronohabíapodidoevitarlo.Noestabadolidoporquenisiquierales
hubierapreguntadosinecesitabanalgo.Ledolíaquenoselopreguntara
portemoralarespuesta.
Cuando Oleg estaba poniendo la tetera en el fuego de la cocina para
calentar algo de agua con la que prepararse un té, llamaron a la puerta.
Losdoshermanossemiraronensilencio.Podíanesperarcualquiercosay
ningunaerabuena.Eraunvecinoqueveníaaentregarlesuntelegramaque
había llegado en su ausencia. Venía de París. Era de la abuela Memé, de
OlgaNemiskaia:«Mepreocupavuestrosilencio».
Sviatoslav se dejó caer en el sofá de casa mientras sus dedos jugaban
coneltelegrama.Desdeluego,laabuelateníarazonesparapreocuparse.
Pero no creyó que necesitara conocerlas. Hasta saber qué iba a suceder
consumadre,nomerecíalapenapreocuparla.Optóporelsilenciocomo
respuesta,laúnicaymáscomúnenaquellaUniónSoviética.
27
Perdiólanocióndeltiempo.Nosuposihabíanpasadominutos,horas,
días o semanas. Nadie apareció para decirle nada. Nadie había ido a
buscarla.Nohabíavistoaotraspersonasensumismasituación.Tansolo
había tenido contacto con el guardia que le había entregado un trozo de
panácidoyunbrebajemaloliente,aguadoydecoloramarillentoalque
llamabansopa.Leaconsejóquecomieraporquenosabíacuándotendría
laoportunidaddevolverahacerlo.PeroLinateníaelestómagocerrado.
Lo último en lo que pensaba era en comer. Solo quería que alguien le
hablara,queleexplicaraporquéestabaallí,queledijeracuándopodría
salir y si hablaría con sus hijos en algún momento. Necesitaba ver a
alguien ante quien poder defenderse de lo que le acusaban. Pero en su
lugarnooíamásqueextrañosruidos,timbres,campanas,elsonidodelas
puertasdelasceldascerrándoseyabriéndose,eltintineodelasllavesque
losguardiasllevabancolgadasenelcinturón.Leangustiabaescucharlos
llantossofocadosqueproveníandealgúnlugarcercano.Estabacansada,
tenía frío y notaba que la fiebre le había subido. Sentía las piernas
agarrotadas,hinchadasantelaimposibilidaddemoverseenunespaciotan
reducidocomolaceldaenlaquelehabíanintroducidoyencuyointerior
le resultaba imposible extender sus brazos o mantener una postura
erguida. Necesitaba ir al servicio. Había evitado el vómito hasta en tres
ocasiones, aunque no estaba segura de que pudiera hacerlo una cuarta.
Hubiera agradecido poder arrodillarse, sentarse en el suelo de la celda.
Aunqueconsiderasepocoprobablelaposibilidaddedormirdurantecinco
minutos,lapequeñaperopotentebombillaqueiluminabaelreducidobox
lohacíaimposible.Además,cadavezqueintentabacerrarlosojos,aunque
solo fuera como mecanismo para controlar su estado anímico, el
carcelero le gritaba: «Abre los ojos. No te duermas. No está permitido
dormir».Mástardeentendióquelafaltadesueñoydedescansoeraunade
lastorturasmáseficacesempleadasporlosórganosdelaSeguridaddel
Estado. Cuando estaba a punto de desfallecer, vinieron a buscarla. Sin
explicarle nada, la condujeron por los mismos pasillos que había
recorridonadamásllegaralaLubiankaylasacaronalexterior.Tuvoque
cruzarunampliopatiointeriorqueconducíaaunazonadeaparcamiento.
Susoídossellenarondegritoshumanosqueprocedíandelinteriordelas
ventanas que daban al cenador del edificio y que lograron estremecerla,
aunque no más que la frase que uno de sus custodios pronunció a su
espalda. «No te preocupes por ellos. Tú gritarás más cuando llegue tu
turno».
Hacía un frío intenso y el viento convertía la helada nocturna en
cuchillosafiladoscapacesdedevastaruncuerpo.Linatansoloibavestida
conunligerovestidodeunatelademasiadofina.Alguienseencargóde
arrebatarle la chaqueta gris de Serguéi que llevaba cuando llegó a la
prisión. «Esto no te va a hacer falta», le dijo el hombre que la conducía
porlospasillos.Laintrodujeronenuncamióncubiertotansoloporuna
lona en su parte posterior. Durante la más de media hora que duró el
trayecto, pudo observar cómo pasaba cerca de algunos edificios de la
ciudadqueconocíaperfectamente,comoelTeatroBolshói,elKremlin,el
Hotel Metropol, la plaza Roja, incluso distinguió el edificio en el que
vivía,yaqueelvehículoatravesólacalleChkalov.Porunmomentopensó
que su pesadilla había terminado, que la devolvían a casa, que podría
abrazar de nuevo a sus hijos y que aquel tiempo de detención quedaría
guardado en la memoria como un mal sueño. Ni siquiera pensaba
protestar ante el error cometido y aceptaría sin más las disculpas de sus
captores. Solo quería besar a sus hijos y empezar a preparar la fiesta de
cumpleaños de Sviatoslav. La quimera duró lo que tardó el camión en
giraraladerechayabandonarlacallefamiliar.Entoncescomprendiólo
pueril de su pensamiento. Fue inocente y absurdo pensar que la iban a
soltaryqueencimalallevaríanhastalapuertadesucasa.
Cuando el camión detuvo su marcha, Lina ya notaba cómo su cuerpo
convulsionaba continuamente. No solo eran el frío y la fiebre los que la
asolaban, el miedo también quería participar del aquelarre anímico que
empezabaaagitarsuorganismo.Oyólosladridosdeunosperrosque,a
juzgar por la proximidad, parecían formar regimiento alrededor del
camión y la intimidaron tanto como los aullidos de los lobos durante la
noche que de niña llegaban a sus oídos cuando pasaba temporadas en el
Cáucaso con sus abuelos. Aquella evocación le trajo la imagen de su
abuela Carolina y sus esfuerzos para que la pequeña no temiera a los
sonidos de la noche. Intentó recordar sus enseñanzas, pero no le iba a
resultarnadafácil.Laapearondelvehículoconlabrusquedadprecisapara
informarledequeladelicadezanoibaaformarpartedelaestrategiayla
sentaron en una silla frente al vehículo, que permaneció con los faros
encendidos. Apenas podía ver a quién tenía enfrente. La potente luz la
obligóagirarlacabezamientrasunavozfuerteyrecialeordenabaque
mirasealfrente.Obedeció.Alguiensituóunamesayunasillaanteella.No
pudodistinguirelrostrodelapersonaquecomenzóahablarle.
—¿PorquévinoalaUniónSoviética?—preguntóunavozquelellegó
pausada y nada crispada. El tono utilizado la descolocó tanto que apenas
pudo contestar. Su silencio motivó que el interrogador repitiera la
pregunta,peroestavezescupidaagritos.
—Vine con mi marido, el compositor Serguéi Prokófiev —dijo,
esperando que aquel nombre le sirviera como tabla de salvación o al
menoslalibraradeunacondenaprematura.
—Sabemos quién es su marido, un maldito traidor a la patria, un
emigrante blanco que abandonó Rusia para convertirse en un burgués
europeoyconspirarcontrasupaís.—ALinaseleolvidaronlosladridos
delosperros,acalladosporloqueacababadeladrarelinterrogador.Se
encendióalescucharaquellosinsultosinjustosycalumniadoresolvidando
queteníamayoresproblemasqueaquellasinfamiasdelhombresinrostro
contrasumarido—.Peroesoyaestáarreglado.—LarespiracióndeLina
se alteró. ¿Qué quería decir con «ya está arreglado»? ¿Se refería a que
Serguéi había sido detenido, encarcelado o quizá algo peor? Deseó con
todas sus fuerzas que el arreglo se refiriese a su matrimonio con Mira.
Pero si lo sabían, ¿por qué la seguían tratando como la señora de
Prokófiev?Estabaconfusa,albordedelcolapso,suimaginaciónlaestaba
torturandomásquelacegadoraluzdelosfarosdelcamiónylaspalabras
delhombresinrostroquecontinuabahablando—.Sabemosquehaestado
usted colaborando con fuerzas extranjeras contrarrevolucionarias para
desestabilizarnuestrosistemayparticipandoenaccionesterroristascontra
el camarada Stalin. Se le acusa de un delito de traición contra la patria.
¿Tienealgoquedecir?
—Esmentira.
Los primeros golpes fueron los que más le dolieron porque, aunque
esperados, nunca se veían venir. Al menos sirvieron de eficaz anestesia
para los posteriores, que la dejaron en un estado de semiinconsciencia.
Duranteunmomentosolooyólosgolpessecossobresucuerpo,peroni
siquiera los sintió. Su visión quedó borrosa y únicamente distinguió
sombrasmoviéndoseenunhazdeluzconvertidoenunaniebladensacuyo
sonidosefueapagandopocoapoco.
Despertóenunaceldaconelcuerpodoloridoyconlasensacióndeque
lacabezaleibaaexplotar.
—¿Estás bien? —le preguntó una voz a su lado, que no quiso esperar
una respuesta para formular una nueva pregunta, que resultó ser la
interpelación más formulada en las cárceles de la Unión Soviética—.
¿Quiéneres?
Lina intentó incorporarse y aceptó la ayuda de la mujer que había
aparecido ante ella nada más despertar. Sintió una fuerte punzada en el
vientre,peronorecordóaquésedebíaaqueldolor.Miróasualrededor.
Estaba en una celda algo más amplia que el box en el que había sido
introducida nada más llegar a la Lubianka. Tenía capacidad para dos
personas aunque más tarde comprobaría que las dimensiones en aquel
lugar siempre engañaban y el espacio era un simple efecto óptico con
vocación de trampa. Olía al mismo desinfectante que había arrojado
contrasucuerpoladesagradablemujerqueladesnudónadamásllegar,la
obligó a ducharse y le propinó la primera bofetada física que había
recibidoensuvida.VolvíaaestarenlaLubianka,peroalmenosaquella
celda tenía una ventana en la parte posterior de una de sus paredes. No
supo por qué aquella visión la reconfortó ya que ni la contempló como
unaopcióndeescapenisiquieraestabaabiertaparapermitirlaventilación
delcerradohabitáculo.Tansoloseabríadurantecuarentaminutosaldía
con la intención de que la urgente ventilación arrastrara el olor a
humanidad,dolorymuerteincrustadoenlasparedesdelacelda,algoque
resultabaprácticamenteimposible.Eneltechopersistíaelafánluminoso
delaLubiankaporacribillareldescansodelospresos.Contemplólaluz
amarillentaqueirradiabaelglobodevidrioquecolgabadeltecho.«Las
luces amarillas de la Lubianka», evocó el día en el que le preguntó a
Serguéiquéhabríadetrásdeaquellasventanas.Lamemorialedevolvióel
recuerdodelanocheanterior,eltrayectoenelcamión,elfríointenso,los
ladridos de los perros, los potentes y cegadores faros del furgón y los
primerosgolpes.
—¿Dóndeestoy?—preguntó,obviandolapreguntaanteriordesunueva
compañeradecelda.
Lamujersonrió.Linalaobservómásdetenidamente.Eraunajovende
no más de treinta años, de aspecto débil, aunque los golpes en su cara
invitaranapensarlocontrario.Teníaunosenormesyvivacesojosverdes
enmarcados en un rostro angelical, casi infantil, sobre el que caían
algunosmechonesnegrosquelahubieranconvertidoenportadaderevista
encualquierotrorincóndelmundo.Ysinembargo,enaquelagujero,era
una pieza de carnicería. Natacha era una abogada que había servido
durante años al partido y a sus dirigentes, y que desde que tuvo uso de
razón había defendido los ideales revolucionarios inculcados por sus
padres.Perounamigosuyohabíatenidolaosadíadecomentarydivulgar
las críticas a Stalin incluidas en el testamento de Lenin en una discreta
reunióndeamigoscelebradaensucasa,apuertacerrada,sinpublicidadni
más oídos que los de sus propios amigos. Ese había sido su delito y el
motivo de su más que segura próxima sentencia de muerte. Pero su
semblanteparecíaaceptarsudestinoytambiéneldeLina.
—Yodiríaqueestásenellugardelmundoquenotecorresponde,como
casitodos.
—Soy Lina Prokófiev —reconoció finalmente, dibujando la sorpresa
en el rostro de la mujer, que repitió con cierta admiración. «Prokófiev,
nuestro Prokófiev», pensó—. Y no sé lo que habrás oído, pero soy
inocente.
—Notepreocupes.Digasloquedigas,resistasloqueresistas,yaestás
condenada. —Lina la miró con estupor. No necesitaba escuchar esas
palabras.Sucasoseríadiferente.Encuantopudierahablarconeljuez,lo
entendería—.Sientosertanclara,peroesloquevaapasarycuantoantes
lo asumas, mejor. —La miró con más miedo que tristeza—. Te
condenaránporelartículo58.EsunartículoincluidoenlaParteEspecial
delCódigoPenalde1926,quetipificalosdelitos.Constadediezpuntos,
pero en el primero ya queda resumido tu destino: cualquier acción
orientada a debilitar el poder bolchevique puede ser considerada
contrarrevolucionaria.Yporsinoquedasuficientementeclaro,elCódigo
Penalruso,ensuartículo6,añadequecualquieromisióntambiénpuede
serlo. Así que, sea lo que sea que hayas hecho o dejado de hacer, estás
jodida, como todos. Recuerda, artículo 58. Aunque yo apostaría a que te
condenaránporelpuntosexto,porespionaje.Siempreoptanporlomás
cómodo, por lo más recurrente, sobre todo si el juez que te toca lleva
muchas horas de guardia y tiene ganas de irse a casa con su mujer. Hay
algunosqueduermenaquídurantedíasynovenalafamiliaensemanas,
sino meses. Al parecer, disfrutan con su trabajo. Lo que no tengo muy
claro es si tu delito entrará en el apartado de sospecha de espionaje,
espionaje no demostrado o relaciones conducentes a sospecha de
espionaje.—Natachasequedóobservándolacomosihubiesedescubierto
algonuevo—.Túeresextranjera,¿verdad?
—Sí, soy española. Pero obtuve la nacionalidad soviética cuando vine
con mi marido a la Unión Soviética en 1936 —reconoció Lina, y
adelantándose a la siguiente pregunta, continuó—: Y sí, tengo amigos
extranjeros,heasistidoarecepcionesenembajadas,einclusobailéunvals
conJoachimvonRibbentrop.Yademás,hetrabajadodetraductoraenuna
agenciadenoticias.¿Cuántomepuedecaerporeso?
—Lo que quieran. Olvida el punto seis. Van a ir directos al punto
décimo.«Lapropagandaoagitaciónincitaaderribar,socavarodebilitar
al régimen soviético, así como la difusión, impresión o tenencia de
publicaciones con ese contenido». Y eso va desde una conversación
privadacontumarido,unacartaconfidencialatumadreounpensamiento
quealguiencreaescucharentucabeza.¿Quieresunconsejo?Firmaloque
tepongandelante,almenosevitarásquetetorturendurantedías,semanas
omesesyconunpocodesuerteinclusoevitesquetematen.Hazmecaso.
Terminaráshaciéndolodetodasmaneras.Firmaloquetepongandebajo
de tu nariz. Ni siquiera te molestes en leerlo. Encontrarán la forma de
presentarpruebasytestigosqueloacrediten.
—¿Y tú? —le preguntó, observando las señales de violencia en su
rostro—. ¿Por qué no lo has hecho? ¿Por qué no has firmado y has
evitadoqueteponganasí?
—Porque conmigo están disfrutando. Ni siquiera me han dado esa
opción. Soy uno de los suyos y ese es un crimen mayor que merece un
castigomásexhaustivoypormenorizado.
Linahubiesedeseadoquesuimprovisadacompañeradeceldafuerauna
pintora, una estudiante o una campesina, y no una abogada que parecía
conocerdemasiadobienlaaplicacióndelasleyesqueregiríansufuturo.
Oiríanombrareseartículo58durantemuchosañosalolargodesuvida.
Ycadavezqueeseartículomarcabasuvidaysudestino,seacordaríade
Natacha, de sus ojos verdes, enmarcados en grandes círculos negros,
amoratados por los golpes, pero desprendiendo más luz que todas las
bombillasamarillasdelaLubianka.
Eltintineodelasllavescolgadasdelcinturóndelcelador.Esesonidoy
eldelatapacolorverdeolivadelamirillaalserlevantadaporlasmanos
deloscarcelerosparaobservarelinteriordelaceldaeranlosdosruidos
quelograbandescomponerelcuerpodelpresoconmayorfacilidad.Solo
cabíaesperarparasabersilaaperturadelapuertasignificabalaentrada
deunnuevoinquilino,algoquesolíaseranunciadoporelsonidodelas
pisadasporelpasillooelarrastredelospiesdelreoacarreadopordos
guardias en el caso de que viniera de un interrogatorio, o si por el
contrario venían a recoger carne fresca, como solían decir algunos
vigilantes.Aquellavezfuelaprimeraopción.Cuandolapuertaseabrió,
despuésdequelallaverugieravariossegundosenlacerradura,elcuerpo
deunamujercayódesplomadosobreelsuelodelacelda,provocandoque
LinayNatachatuvieranquepegarsuscuerposcontralaparedparadejar
algodesitioydeairealareciénllegada.Porunmomentodudaronque
aquel guiñapo de carne y huesos todavía guardara algo de vida en su
interior.Estabaenmuymalestado,sangrabasinparar,especialmenteentre
laspiernas,yapenaspodíareconocersesufisonomía.Veníaprácticamente
desnuda y desprendía un olor nauseabundo, pero no a desinfectante, ni a
suciedad, ni a una mezcla de orines y vómitos, sino a quemado. Lina
todavíanohabíaoídohablardelosinfiernillosydelacarnequemada,de
las barras de metal calentadas al fuego buscando recovecos corporales
íntimosenlosquealojarse,nideltristementefamosoherradosecretoque
sufriólamayoríadelospresos,asíquesudesconocimientoenlamateria
mitigósucongoja.
—¿Quién es? —quiso saber Lina. Era la primera vez que hacía la
pregunta más popular en la Lubianka y en cualquiera de las cárceles y
gulagsquepoblabanlaUniónSoviética.
—Ahora no sé. Cuando entró era una famosa bailarina del Teatro
Bolshói.CreoquesumadrebailóenlosBalletsRusosdeDiáguilev.—La
mencióndelnombredesuamigoenmitaddelinfectoagujeronegrodela
celdaatravesósupechocomounestileteenfurecidocontraunbloquede
hielo—.Gritódurantehorasquequeríaveraljuezinstructorparadecirle
que era inocente. Vinieron dos hombres que la sacaron de la celda y la
dejaronsentadasobreuntabureteenelpasilloduranteseisdíashastaque
hacedosnochesselallevaron.Yhoylahantraídodevuelta.
ElsilencioenlaLubiankasonabaaúnmásaterradorquetodoelcorode
gritosquepudieraescucharse.Loquemásleextrañóesquenisiquierase
oyeralarespiracióndelaantiguabailarinadelBolshóiquecontinuabasin
moverse.Enesemomentopensóqueaquellajovenpodríahaberbailado
enRomeoyJulietaoenLaCenicienta.
—¿Yestavaasernuestracondena,morirtorturadasenunacelda?—
preguntó.
—¿Condena?Aquínocumplimoscondena.—Natachaabriósusmanos
—.Estoesunaceldadeprisiónpreventiva.Estamosalcomienzodelafase
deinstrucciónjudicial.Todavíanohasvistonada.
Aprendió rápidamente la rutina de la cárcel: no se hablaba con los
guardias a menos que ellos preguntasen, lo que no solía ocurrir, porque
suscomunicacionesselimitabanalasórdenes,losinsultos,lasamenazas
y las burlas. No se miraba al frente, siempre con los ojos pegados al
suelo, borrando cualquier horizonte que pudiera contemplarse, bueno o
malo.Estabaprohibidogesticular,hacerruido,murmurareinclusopensar
ysentir.Paraesosehabíandiseñadolamayoríadelosinterrogatoriosy
las técnicas de tortura, para anular toda capacidad de raciocinio, de
control mental, cualquier muestra de reacción y de dignidad humana. En
realidad, estaba prohibido vivir, pero evitaban expresarlo con tanta
contundencia. Cada vez que un preso salía de la celda debía caminar
mirando al suelo y con las manos a la espalda, y cuando al final le
permitíanacostarseydormirduranteunosminutosuhoras,debíahacerlo
siempre manteniendo las manos encima de la manta. Daba igual si hacía
frío,lasmanossiemprealavistadelcelador,queacualquierhoradeldía
y de la noche podía abrir la mirilla para vigilar lo que pasaba en el
interior de la celda. «No preguntes, solo obedece —le aconsejaban otras
presas—. ¿Qué quieres, debatir con ellos?». Había vertujais que
disfrutaban haciendo el mayor ruido posible, sobre todo en plena
madrugada, cuando por fin se les había concedido a los presos la
posibilidaddedormirduranteunaspocashoras.Levantabanunayotravez
latapadelamirillaygolpeabanconsusbotasmilitareslapuertametálica
delaceldaparaquelosinternossedespertaranconlaansiedadsupurando
por cada poro de su piel. Sus organismos ya estaban programados para
saltar ante cualquier sonido por pequeño que fuera, ya que podía
significar que venían a por ellos para un nuevo interrogatorio, para
encerrarlos en una celda de castigo, llevarlos a las afueras de la ciudad
dondecontinuarconprocesosintimidatoriosconelfindearrancarlesla
confesión deseada, trasladarlos a una nueva prisión, acompañarlos a los
sótanos de la Lubianka donde ponían la radio al máximo volumen, o a
algúnpatiointeriorodescampadocercanodondemanteníanelmotorde
un vehículo encendido, creando un sonido ambiente que se tragaría
cualquierruido,estallidoodetonación.Todoselloseranlugaresdedonde
nuncaseesperabaregresar.
El día comenzaba muy temprano y en realidad nunca acababa, en
algunoscasos,ensentidoliteral.Porlamañana,elruidodelapuertadela
celda y los gritos de los guardias instando a los detenidos a levantarse
despertabanalospocosquehabíantenidolasuertedeconciliarelsueño.
Enunossegundos,eranobligadosasituarseenfiladedos,conlasmanos
a la espalda, excepto la persona encargada de portar el cubo donde los
presos hacían sus necesidades durante el día. En algunas celdas esas
cubetas tenían tapa, pero no en todas. El guardia era quien designaba al
preso que debía transportar la parasha cada día. Y desde que había
llegado, la elegida fue Lina. A los guardias parecía divertirles verla
encargándose de aquella desagradable tarea. «De las recepciones en las
embajadasylosbailesdesalónallevarlamierdadelapoblaciónreclusa
en sus manos. Esto es el reino del proletariado, aquí todos somos
iguales»,ledecíanentreburlasyrisas.Deesamanera,Linayelrestode
las reclusas eran trasladadas a la única visita al baño que se les permitía
durante todo el día y debían aprovecharla lo mejor que pudieran. Todas
disponían del mismo tiempo, entre tres y cinco minutos, que debían
repartir para usar el retrete, asearse y lavar su ropa, sin importar que
algunarequirieseunmayorintervaloparalimpiarafondolashuellasque
algún interrogatorio hubiese dejado en su cuerpo. Los guardias no
entendíandecuerposdoloridos,decostras,deheridasabiertasnideloque
costaba retirar la sangre seca de algunas partes del cuerpo. Había un
horarioquecumpliryeltiempoeraloúnicoquenopodíaperderseenla
cárcel política más importante de toda la Unión Soviética. Si alguna de
ellas tardaba más de la cuenta era sacada a la fuerza, sin importarles en
qué momento del aseo se encontrara, lo que daba lugar a espantosas
escenas.Elpapeleraunbiendemasiadopreciadoparadesperdiciarlocon
losdetenidos,porloqueladireccióndelacárceldecidióqueacadapreso
se le daría un trozo de dimensiones ridículas con el que tendrían que
apañarse como buenamente pudieran. Durante una temporada, esos
papelesfueronarrancadosdeloslibrosalmacenadosenlabibliotecadela
prisión, la mayoría procedentes de los registros y los requisamientos en
las viviendas de los detenidos. Lina rezaba para que nunca tuviera que
encontrarse con un trozo de alguna partitura mutilada firmada por
Prokófiev. Al principio le pareció absurdo ese pensamiento, pero se
convenciódequeeraloúnicoquelamanteníavivaylosuficientemente
cuerda, y lo más importante, esa consideración la diferenciaba de sus
captores,elpoderdedistinguirelpapelhigiénicodelahojadeunlibreto,
lapáginadeunlibroodeunapartitura.
Devueltaalaceldanotardabanenescucharlasruedasdeloscarrosde
comidachirriandocontraelsuelo.Untazóndesopadecolpodridadeun
colorquesolíavariarentreunverdosomohoyunamarillentofuel,enla
quealgunasvecesflotabaalgoparecidoauntrozodevíscera,yunpedazo
depan,casisiemprehúmedoyconunatexturapastosa,alqueselehabía
negadoelderechoaserfermentadoyqueenelpaladardejabaunsabora
patata y cal. Desde que había entrado en la Lubianka Lina había perdido
peso.Calculóqueseríanseisosietekilos,sinomás.Nosoloporlafalta
de apetito o por la precaria alimentación, sino por el estado de ansiedad
que regía su cuerpo a causa del miedo y la violencia. No sabía si le
aterrabamásimaginarloquepodríapasarlelapróximavezquevinierana
buscarlaoloquerealmentelepasaría.
Los primeros días apenas pudo probar bocado. Su cuerpo no admitía
alimentos y cuando cedía a la recomendación de alguna presa que le
insistía en que debía comer, lo vomitaba todo. En su boca todo tenía un
sabormetálico.Selimitabaabeberunpocodeagua,ounaespeciedeté
verde que sabía a aguas residuales, pero que al menos estaba caliente.
Aprendió a administrar la muleta, su ración diaria de pan. Al principio
preferíaconsumirlopocoapocoydejaruntrozoparalasúltimashoras
del día, cuando el hambre apretaba, pero por recomendación de Natacha
terminó comiéndoselo de una vez para evitar que otras detenidas se lo
robaran y provocar mayores altercados. Sabía que algunas de las presas
encerradas en otras celdas tenían el privilegio de ser sacadas a dar un
paseo, aunque fuera a la azotea del edificio, o incluso acudir al médico,
pero Lina no estaba entre las afortunadas. Existía un interés especial en
quelaúnicaluzquevierafueralairradiaciónamarillentaquedesprendían
lasbombillasdelasceldas.AsícomenzósuestanciaenlaLubianka.
No habían pasado ni veinte minutos de la llegada de la bailarina del
Bolshói,cuandolapuertadelaceldavolvióaabrirse.Sinmediarpalabra,
doshombressacaronaLinadelacelda,queapenaspudosoltaruntímido
e inútil no. La llevaron casi en volandas por los pasillos, subieron un
tramo de escaleras y llegaron a una puerta cerrada, que uno de los
hombres aporreó con tres golpes continuos. Al escuchar el permiso de
entrada,accedieronalinteriordeldespacho.Eraunhabitáculoamplio,al
menosasíleparecióaLina,aunqueteniendoencuentalosagujerosenlos
quehabíaestadodurantelasúltimashorasodías—lanocióndeltiempo
había dejado de existir en su cabeza—, su capacidad de cálculo
comparativo podría haber mermado. No tuvo mucho tiempo de
inspeccionar la estancia porque enseguida la sentaron en una silla que
habíafrenteaunamesallenadepapeles,sobrelaqueescribíaunhombre,
queresultósereljuezyquenisiquierasemolestóenmirarladurantelos
primeros minutos. En ese intervalo de tiempo pudo distinguir que las
paredesestabanpintadasdeuncolorverdeyblanco,yquepartedelsuelo
era tarima de madera y otra parte de cemento rojo. Al entrar había
divisado a dos hombres al fondo de la habitación, recostados sobre dos
grandes sillones, que le dirigieron una mirada indagadora con la que
parecíaninspeccionarunamercancíareciénllegadaalmercado.
—Número3939—dijoeljuez,leyendounpapelqueteníaenlasmanos.
La miró durante unos segundos sin preguntarle nada—. Creo que ya
conocedeloqueseleacusa—dijo,extendiéndoleundocumentodedos
páginas y colocando sobre él una pluma—. Nos facilitaría mucho las
cosas que firmara la confesión que realizó ayer a mis camaradas. Nos
ahorraríamosmuchotiempo,dineroyesfuerzo.
—Yo no realicé ninguna confesión —se atrevió a decir sin que se le
quebrara la voz, como supuso que le pasaría—. Solo fui insultada y
golpeadapornegarunasacusacionescontramíycontramimarido.
El juez la miró como si fuera la primera vez que oía a un detenido
denunciarunmaltratosimilar.
—¿Está diciendo que alguien la maltrató y que realizó acusaciones
falsassobresupersona?—lepreguntóeljuez—.Peroesonopuedeser.
¿Ha presentado ya una queja? —dijo, buscando entre los papeles de su
mesa un formulario que finalmente encontró—. En cuanto lo haga, la
podréadjuntarasuinformeyquedaráconstanciadeella—ledijoconun
deje pausado, sin alzar la voz. Lina comenzó a intranquilizarse cuando
presintióunapresenciaenformadesombraaproximándoseasuespalda.
Pensó en mirar hacia atrás, pero un súbito temor la paralizó. Vio
incorporarsealjuezdesumesa,despuésdedirigirsumiradaalascuatro
personas que empezaban a tomar posiciones detrás de la detenida—.
Vamosahacerunacosa.Ledejoaquílaconfesiónqueletomaronayery
cuandovuelvaustedmedicesiestátodocorrectoosihayalgúnerrorque
quieraquecorrijamos.
Esa noche aprendió dos nombres que no lograría borrarse de la
cabeza en toda su vida. Nikolái y Pyotr. Eran dos de los cuatro policías
especialistasenobtenerconfesionesquesiempreestabanpresentesensus
frecuentesinterrogatorios.Nosedeteníanantenadaymuchomenosante
lasmuestrasdedolorolassúplicasdesusvíctimas.Teníanuntrabajoque
hacer y no pararían hasta conseguirlo. Si tenían que retorcer
extremidades,quemarconcigarrilloslapieldelcuerpo,clavaragujasen
brazos y piernas, sembrar de sombras verdes y moradas el mapa
anatómico de los presos o explorar con diversos materiales punzantes y
ardienteslaszonasmásíntimasdeaquellosquesenegabanaconfesarlo
inconfesable,loharían.Yelnúmero3939noibaaserunaexcepción.Más
bienalcontrario,NikoláiyPyotrdisfrutabandemaneraespecialcuando
encontrabanunterritoriovirgen,yermodeunpasadodetorturas,sobreel
quepodertrabajarymostrarsuespecialización.
A menudo solía perder el conocimiento, pero para eso también tenían
soluciones en la Lubianka. La despertaban con amoniaco y, si le había
tocadoelturnoaalgúnalmaredentora,learrojabanuncubodeaguapor
lacabezayledabanunatazadekawa,unsucedáneodecaféconsuficiente
cafeína para despertarla. Algunos presos habían sido despertados con
inyeccionesabasededrogasquemezclabanconsuerosdelaverdad,pero
Linanorecordabanadadeeso.Mástardeentendióquelafaltadememoria
eraunaconsecuenciadelosepisodiosdetorturayquenorecordarlono
suponíanohaberlovivido.
Después del interrogatorio no la devolvieron a la celda de donde la
habían sacado y en la que habían quedado Natacha y la bailarina del
Bolshói. La introdujeron en otra situada en una planta distinta, si no le
engañaba su sentido de la orientación, que hubiera sido lo lógico en
aquellas circunstancias. La bajaron un par de plantas más abajo, juraría
queenelsótano.Denuevounestrechoyreducidoboxlaesperaba,pero
estavezlasedtorturadoradesusguardianeshabíaidounpocomáslejos.
Laobligaronameterlospiesenuncubodeaguaheladaconbloquesde
hielo, y así permaneció durante veinticuatro horas en las que alguien se
encargaba de reponer el hielo derretido. Después fue llevada de nuevo
anteeljuezinstructor.
«¿Está preparada ya para confesar», le preguntó. Ante la negativa,
volvía a la celda o quedaba al arbitrio de sus dos maltratadores, que se
habíanganadoapulsoeltítulodeoficiales.Peronosinantesescucharuna
de las peores sentencias que se podían oír allí dentro. «Llévensela.
Seguiremosotrodía».
Eraelpeorveredictoquepodíarecaersobrecualquierdetenido,porque
eso significaba que los interrogatorios continuarían y que de nuevo
tendríaquepresentarseanteeljuez.Podíanestarsemanas,meses,añosde
la celda al despacho del juez instructor, dependiendo de la resistencia
físicay,sobretodo,psicológicadelreo.
Lina decidió aguantar. Su sentido de la conciencia y la dignidad no le
permitía firmar el reconocimiento de un delito que no había cometido.
Podíanhacerconellaloquequisieran,peronofirmaríanada.Desestimó
seguirelconsejodeNatacha.Estabaconvencidadequeloresistiríatodo.
Losgritosdelosguardianes,losinsultosdelapolicía,lasamenazasdel
juez. Le impedían dormir e incluso cerrar los ojos durante días, la
trasladabanunayotravez,acualquierhora,alasaladeinterrogatorios,
donde solían enfocarle a la cara un potente haz de luz durante horas. A
veces ni siquiera había preguntas, ni intimidaciones, solo la tortura
lumínica,queresultabasermásefectivadeloquepudieraparecerenun
primer momento. Notaba los párpados hinchados, le dolían, le pesaban
como si hubieran recibido un reguero de golpes. Descubrió que la
violenciafísicanosiempreeranecesaria,queallídentrohabíaverdaderos
expertosentorturapsicológicaporquesabíanquesolíasermásefectivo
enlamentehumanaeltemorporunpeligrodesconocidoeintuidoqueel
propio peligro en sí. Por eso a un detenido con la tensión alta podían
hacerlereventarsintocarleunsolopelo.Bastabaconnodejarledormir,
amenazarledurantehorasconlastorturasquepodríaninfligirleyconlas
represaliasquesufriríansusfamiliares.EsoeralopeorparaLina,porque
difícilmentepodíacontrolarse.Quepudierantocarasushijos.Inclusolo
intentaron con el propio Prokófiev, al comprobar que su sola mención
conseguíaafectarle.Lallegaronaamenazarconmatarlesinofirmabala
confesión que tenía sobre la mesa, asegurándole que los gritos que se
escuchaban en la habitación contigua correspondían a Serguéi. Entonces
Lina perdía el control, sacaba fuerzas no sabía muy bien de dónde y se
revolvía tanto que hacían falta los cuatro brazos de sus centinelas
particulares para sujetarla. Se dio cuenta de que acababa de mostrar su
puntomásdébil,elúnicoumbraldeldolorquenoseríacapazdesoportar.
Noeraunaexcepción,solíasucederlesatodoslospresos.
Losinterrogatoriosserepitieronunayotravez.Habíadíasquevarias
veces en menos de veinticuatro horas, mientras que en otras ocasiones
podía pasar diez y quince días aislada en celdas de castigo, sin apenas
comidaniaguaynadieconquienhablar.Peronadaparecíafuncionarpara
vencerlaobstinacióndeLina,queseguíanegándoseaconfesaralgoque
nohabíahecho.Hablardeconcienciaydedignidadenaquellugareratan
absurdo como intentar hacerles entender uno de los principios de todo
sistema jurídico democrático, la presunción de inocencia. Hacía mucho
que conocía la arbitrariedad del sistema soviético y la mentira que lo
definía.Lohabíavistoconalgunasdesusamistades.Laúnicadiferencia
eraqueentoncesloestabaviviendoenprimerapersona.Suresistenciay
sucontumaciaparanocedersuvoluntad,inclusobajotortura,desesperó
aljuez.YasíselohizosaberlaúltimanochequepasóenlaLubianka.
—Sialgoheaprendidoentreestascuatroparedesesquelosinocentes
no ofrecen ninguna resistencia. Les podemos amenazar con matar a sus
hijos,consacarleslosojos,conquemarleslasentrañasconunabarrade
hierroardiendo,queellosnoofrecenningunaoposición.Selesdetieney
sedejan.Selesacusayloaceptan.Selesponeunahojaparaquefirmen
quesonespíasalemanesyquequeríanatentarcontraelcamaradaStalin,y
lo firman. ¿Se acuerda, camarada Pyotr… —le preguntó a uno de los
hombres situados a la espalda de Lina— de esa mujer que vino a las
oficinas a preguntar qué debía hacer con el hijo de una detenida, le
dijimosqueesperaraycomonosfaltabaunapersonaparacubrirelcupo
dedetenciones,lametimosparadentroynisiquieraseresistió?—Eljuez
miróaLinasabiendoqueapesardesualtaneríaestabamuertademiedo
—. Y usted, sin embargo, se resiste. Eso me obliga a pensar que es
culpable.
—¿Dequé?Dígamedequésoyculpable.
—Ustedeslasextranjerassecreenconderechoatodo.
—¿Ese es mi delito? ¿Ser extranjera? Soy mucho más rusa de lo que
puedapensar.
—Me juzga a la ligera. En este país estamos muy agradecidos a los
extranjeros.Denoserporellosnosehubieseproducidoelasesinatodel
embajadorsoviéticoenVarsovia,delcamaradaPyotrVoykov,en1927,y
días más tarde la explosión de una bomba en Leningrado. La población
salió a la calle para pedir medidas de defensa social contra los agentes
extranjeros y los contrarrevolucionarios, y nosotros se las dimos,
curiosamente, coincidiendo con el décimo aniversario del nacimiento de
laCheca.Sinofueraporustedes,losextranjeros,nuestrosorganismosde
Seguridad del Estado no gozarían de tanto éxito. Usted en esa fecha, en
1927,yahabíaabandonadojuntoasumaridoSerguéiProkófievlaUnión
Soviética, ¿verdad? Disfrutaron de un gran recibimiento, conocieron a
muchagenteimportante…
—Pero¿quéquieredemí?¿Porquémehacenesto?—preguntóLina,
queyanosabíadequémaneradeclararsuinocencia.
—Yonoquieronadadeusted.Yalotengo.Aquídentro,quientieneun
hombre tiene una causa. —El juez volvió a perder su mirada entre los
papeles que había sobre su mesa—. Ya que conoce a tanta gente y tan
distinguida, entre ellos grandes escritores que se volvieron pequeños en
cuantosesentaronenelmismotabureteenelqueestáusted,dígame,¿tuvo
oportunidad de leer el artículo del camarada Lenin «Cómo organizar la
emulaciónsocialista»?Esdeenerode1918.Porentoncesestabausteden
NuevaYork,sinomeequivoco.—ALinanolesorprendióquetuvieraese
dato,sinoquefueraelúnicoverdaderodetodoslosquesospechabaibana
endosarle—. En él hablaba de «limpiar la tierra rusa de toda clase de
insectos nocivos». ¿Responde eso a su pregunta? —El juez volvía a
escribirenlospapelesysinlevantarlavista,diolaorden—.Leconviene
colaborar conmigo, señora Prokófiev. —Era la primera vez que la
llamabanporsunombreyutilizóuntonosinceroyamigableque,lejosde
relajarla, la intranquilizó aún más—. Verá, si no firma su confesión, me
veré obligado a enviarla a otra prisión mucho peor, que ni siquiera su
imaginaciónpuedesospechar.YcréamecuandoledigoquesilaLubianka
lepareceelinfiernoenlatierra,encuantocrucelaentradadeLefortovo
comprenderáelgranerrorenelqueestaba.Llevamásdedosmesescon
nosotrosynopuedoperdermástiempoconusted.Necesitosulugarenla
celda.Semeamontonaeltrabajo.Estamismanochefirmarésutraslado.
Nolemientocuandoledigoquesearrepentirátodasuvidadenohaber
estampado una firma justo aquí —dijo, señalando la parte baja del
documento—. Firme, mujer, ya sabemos que no ha colaborado para
atentar contra el camarada Stalin, pero eso ya da igual. No está en sus
manos,nisiquieraenlasmías.Mitrabajoesconseguirqueustedfirmesin
importarme si lo hizo o no. Y debo cumplir con él para que mi vida
profesional siga el camino de las condecoraciones, las felicitaciones de
mis superiores y la posibilidad de un ascenso. Debo cumplir un cupo de
confesionesydecondenasy,silosupero,seráaúnmejor.¿Esquenolo
entiende?Suobstinaciónmepuedesalirmuycara,mepuedeprivardemis
privilegios,demiscomodidades.Asíqueimagínesedeloquepuedoser
capazparamantenermisprivilegiosymivida.Yaheconseguidoelpago
dehorasextrasquemehaprovocadosuobstinación.Peroaestasalturas
nisiquieramecompensa.Supresenciaaquínosestácostandodinero.—El
sermón del juez no convenció a Lina, que continuó negándose a firmar
una confesión falsa. Eso le irritó aún más—. Llévensela. Por hoy he
terminado.Esperen—mandóalosguardianesqueabortaranlasalidadela
presa—.Lolamentará.Perocontraeso,tampocoyapuedehacernada.
Aquellamismanochefuetrasladadaaunadelascárcelesmásseveras
einhumanasdeMoscú:Lefortovo.
28
EnelinteriordelcuervonegrodelNKVD,lasfurgonetasdetransporte
que utilizaba la policía política para trasladar a los presos, supo que
estuvieronapuntodeenviarlaaotracárcelsemiclandestina,ladeButirski,
ubicadaenelnúmero45delacalleNovoslobodskai,dondesolíarecalar
lamayoríadelosdetenidosenotroslugaresdelaUniónSoviéticaantes
deserdeportadosaSiberia.PerofinalmentefuelaprisióndeLefortovola
elegida.
Aquellanoeraunabuenanoticiaajuzgarporlaexpresióndelrestode
las presas con las que compartía celda y que estaban mejor informadas
queella.
Una de las prácticas habituales nada más llegar a la prisión de
Lefortovo, en especial si el preso era una mujer, consistía en desvestir
completamente al prisionero y encerrarle en una celda por la que
desfilaríanlamayoríadeloscarceleros,quenoseahorraríanniunsolo
insultoniexabruptorelacionadoconelfísicodeladetenidahastaquela
humillación consiguiera que su fortaleza moral se derrumbara. La
segundaparadaeraelserviciodepeluqueríaespecial,comosolíanllamar
a la operación de rasurar el cuerpo de los prisioneros. Era una práctica
habitual, aunque Lina se había librado en la Lubianka. Muchos lo
calificaron de milagro, aunque en algunos interrogatorios hubiera
preferido que su pelo hubiese estado rapado. Volvieron las largas e
inhumanas estancias en el box, combinando las altas temperaturas en las
que el cuerpo llegaba a sangrar por la presión, con las bajas, que la
paralizabandurantedías.
SilosjuecesenlaLubiankaleparecieronatroces,comparadosconlos
que se dejaban ver en Lefortovo eran auténticos ángeles redentores. Se
enfrentóalosmismosinterrogatoriosperomásfrecuentesybrutales.En
elinteriordeaquellamoledecementonohabíapiedad,ycuandoalguien
lamostraba,significabaqueelpresosehallabaenlaantesaladelamuerte.
Porsusojosibandesfilandonuevosjuecesdeinstrucciónqueteníancomo
únicoobjetivollevarseelpremiodelaconfesióndelapresaespañolaque
seresistíaalbrazoletaldelsistemapenitenciariosoviético.
—Mecuentanquenoquiereconfesar—ledijounnuevojuezalqueno
había visto hasta entonces. Era mucho más joven que los anteriores y,
aunqueenunprimermomentosujuventudyrostroaniñadopodríainvitar
a pensar que quizá sus métodos aún no se habían deshumanizado, a los
pocos minutos esa creencia no era más que una quimera absurda. Por
entonceselaspectodeLinayahabíacomenzadoamostrarnotoriossignos
de deterioro—. Eso no está bien. No nos conviene a nosotros, y a usted
tampoco.
—¿Porquénoacabanconestoymematandeunavez?
—¿Y por qué vamos a matarla? Aquí nos tomamos la justicia muy en
serio.Además,elcautivopuedegritar,elmuertono.
—Noconseguiránquefirmenada.Yosoyinocente.Nohehechonada.
—Bueno, todos hemos hecho algo en algún momento de nuestra vida.
Tan solo hay que encontrar la manera de encajarlo en nuestro Código
Penal. Pero si es cierto que no ha hecho nada, y todos los informes de
nuestroscamaradasestánequivocados,seguroqueconoceaalguienquesí
hahechoalgoquenodebía.Esotambiénpuedeservirnosparahacerfuerte
a nuestra madre patria y limpiarla de enemigos. ¿Me puede dar algún
nombre?
—Novoyadeclararcontranadie.Nopiensodelataranadie.
—No le estoy pidiendo que delate a nadie. Le estoy ofreciendo que
colaboreconnosotros.Perosinoquiereayudarnos,muchometemoque
volveremos a vernos y que su periodo de instrucción va a ser largo. De
aquípodemosmandarlaaotraprisiónaúnpeor,aSujánovka,ysuvidase
puedeconvertirenuntrasladocontinuodondetodoiráapeor.Leaseguro
quelomásdolorosonoeslacondenanielgulag,lopeorsonlascárceles
ylosperiodosdeinstrucción.Hevistoamuchosdetenidosrogarparaser
juzgadosyenviadosacualquiercampodetrabajo.Pormuyduroquesea,
nunca es comparable con estar en la Lubianka o en Lefortovo. De mí
depende enviarla a un campo o a otro. No todos son iguales. Si sigue
negándoseafirmarsuconfesión,lapuedodestinaralasminasdecalcita
deIzvestkovaya,dondehayunaenormeleproseríahabitadaporasesinos,
delincuentes, lo más siniestro de la sociedad. No creo que sea el mejor
lugar para una mujer como usted. No la imagino talando árboles en el
kilómetrosietecercadelcampodeMagadan.Pero,claro,laimaginación
estáparasorprendernos.Firmelaconfesiónyharéloposibleparaquela
envíenauncampoderégimenmenossevero.
Eljuezconcaradeniñoerajoven,perohabíatenidolaoportunidadde
conocer a muchos colegas veteranos y aprender de sus enseñanzas. Ante
Lina recordó las palabras del juez Mironenko a un detenido: «La
instrucciónyeljuicionosonmásqueformasjurídicasqueyanopueden
cambiarsudestino,trazadodeantemano.Sihayquefusilarle,aunquesea
usted absolutamente inocente, la fusilaremos de todos modos. Y si es
necesarioabsolverle,pormásculpaquetengausted,quedarálimpioyle
absolveremos».
Laintimidaciónverbalestaveztampocofuncionó.Eljuezconcarade
niño levantó la mirada buscando a los guardias que esperaban
hambrientos el momento de comenzar su trabajo. Lina ya conocía las
órdenesqueencerrabanesasmiradas.Eraelúnicomomentodesumisión
queofrecíasucuerpo.Nopodíahacernadaantedosotresparesdebrazos
armados.Tansolodesearquepasarapronto,queperdieraelconocimiento
oqueaquellavezfueralaúltima.
Eljuezsabíamuybiendeloquehablaba.Elperiododeinstrucciónde
Lina duró cerca de cuatro meses en los que no faltaron un solo día los
interrogatorios, los golpes, las salidas a medianoche, las celdas de
castigo,lasamenazas.Ytodoslosepisodiosintimidatoriosterminabande
la misma manera y con las mismas tres palabras: «Firme la confesión».
Habíadíasenqueeljuezsedesesperabaantelainsistentenegativadesu
detenida. De hecho, por su caso pasaron cuatro jueces de instrucción. Se
grabaronensumemorialosnombresdetodos:Súbov,Málikov,Belovy
Riumin. Cada uno desplegaba su particular estrategia, aunque todas
terminaban igual, con el cuerpo de Lina sobre el suelo de una celda,
amoratado,doloridoysangrante,yagradeciendoqueestavezlaporradel
policía no hubiera golpeado en su nervio ciático, algo que la habría
dejadodemasiadomaltrechadurantedías,sinosemanas.Ellanolosabía,
pero los jueces habían hecho una apuesta para ver quién conseguía
arrancarlelaconfesiónaLinaProkófiev.Suenterezasehabíaconvertido
en un trofeo y los participantes se mostraron ávidos de conseguirlo,
aunquetuvieranqueemplearsemásafondo.
Enunaocasiónlaencerraronenunaceldadecastigodondesolohabía
luz y chinches. No le dieron agua ni comida durante siete días ni le
permitieroncerrarlosojos.Siintentabadormir,aparecíaunguardiánque
le gritaba, la zarandeaba o la golpeaba. Cuando fueron a buscarla para
interrogarla, la obligaron a arrodillarse ante el juez, que se disponía a
comer.Porunaveznolainstóabajarlamirada,sinoqueleordenóelevar
lavistaparaquepudieraverlodispuestosobrelamesa.Unagranjarrade
agua, una botella de vino y un sabroso solomillo ocupando el plato del
que estaba dando buena cuenta el juez. La obligaron a permanecer así
durante el tiempo que empleó el magistrado en almorzar. Cuando este
terminó, se levantó y se fue del despacho. Volvió a las cinco horas para
repetir la misma operación durante la cena. Solo cuando finalizó,
comenzóelinterrogatoriodeLina,queporentoncesyasentíalagarganta
acuchilladaporlasequedad,lalenguahinchadayconvertidaenunobjeto
punzantequeconseguíaherirlacadavezquelamovía.Apenaspodíaver
loqueteníaantesí,yaquelafaltadehidrataciónyelexcesodeluzhabían
secadosusojos.Estabapróximaaldesmayo,peroaúnteníalacapacidad
auditiva intacta. La falta de sueño, la sed, la luz, el cansancio físico y el
hambrelaestabansituandoalbordedelcolapso.Sabíaquepodíaperderla
corduraencualquiermomento.Laobligaronasentarseenlasilla,perole
instaronahacerloenelborde.«Más,unpocomás.Ahí».Despuésdeunos
minutos Lina entendió que hasta el más mínimo detalle en la prisión de
Lefortovoestabapensadoparahacersufriraldetenido,yelintensodolor
que empezó a sentir en el coxis era buena prueba de ello. Pero aun así
estaba dispuesta a resistir, a permanecer entera y si eso le llevaba a la
muerte, lo asumiría. Intentó centrarse en las enseñanzas de la Ciencia
Cristiana:«Losproblemasdelaspersonassonunamerafantasíaquedebe
vencerlamente.Elsufrimientonoexiste,esalgofísico,sepuedeluchar
contraélconlamente».Esaerasuúnicaarma,lamente.Perolastorturas
lateníananestesiadaydescargadademuniciónparasalvaralcuerpo.
—¿Pero no comprende que al negarse a declarar y a firmar su
confesiónmeestádejandoenunmallugar?¿Quévanapensardemímis
superiores?Diránquesoydemasiadoblando,quenoséhacermitrabajo,
quequizámehapodidomiadmiraciónporlamúsicadeProkófiev.
Lina guardaba silencio. Había comprendido que no servía de nada
respondernialaspreguntasconformadeamenazanialasinsinuaciones,
que no eran más que el anuncio de la llegada de un nuevo episodio de
torturas.
—Probemosdenuevo.Micamarada—dijoeljuezRiumin,mirandoa
otro de los jueces que en aquella ocasión había decidido no esperar su
turno y se hallaba en la misma habitación— le va a leer de nuevo los
cargosdelosqueseleacusa,ydespuésharálopropioconsuconfesión,
queesperemosqueestavezfirmeenpresenciadetestigos,paraquenadie
dudedelalegalidaddelamisma.
EljuezempezóaenumerarloscargosqueLinahabíaescuchadounay
otravez.Natachalehabíadichoqueenaquellasprisionesnosecumplía
condena,peroempezabaadudarlo.Lasvoces,lasmiradas,lostonosyen
especiallarutinaseconvertíanenunatorturamayorquelosgolpescon
sacosdearenaqueperseguíannodejarhuellaolalluviadepatadassobre
sucuerpo.
A mitad de la lectura, el juez instructor perdió los nervios ante el
silenciodeLinaysuactitudderesistenciapasiva.Corrióhacialasillaque
ocupaba la detenida, derribándola de una fuerte patada que acabó con el
cuerpodelaprisioneraenelsuelo.Lalevantóbruscamenteylepusoante
unhazdeluzmáspotentedelonormal.
—Mevaacontestaracadaunodeloscargosqueseleimputan.Mevaa
darunaexplicacióny,siseniegaahablar,voyaempezaracortarunopor
unolosdedosdesusmanosydesuspies,yseguiréconlaspiernas,los
brazos,lasorejas,lesacarélosojos,todosycadaunodesusdientes,yno
seríalaprimeramujeralaqueextraigolosintestinosporelmismolugar
queestáustedimaginando.Perolepuedoasegurarqueestanocheyovoy
asalirdeestelugarconunadeclaraciónsuya,onosaldré.—Losgritos
deljuezRiuminlograrontaladrarleeloído.Élmismoarrebatóelinforme
delasmanosdelotrojuezyempezóaleerloenvozalta,pegandosuboca
al oído de Lina. Cada amago de retirar su oreja de la boca del juez, era
respondido con un fuerte golpe en la cabeza. El juez ordenó a su
compañero situarse en el otro oído de la detenida y gritar con la misma
potencia. Aquel mecanismo de tortura era nuevo para ella y resultó muy
efectivo.
—Selaacusadeintentodehuidaalextranjero.Laúltimavezen1946.
¿Quétienequedecir?
Linaoptóporcontestaraunquesolofueraporquedejaranderomperles
lostímpanos.
—Nointentéhuir.Soloqueríairavisitaramimadre.Estámuyenferma
y es muy mayor, vive sola en París. Por eso inicié los trámites oficiales
para obtener el permiso con el que poder viajar a Francia. —Cuando la
contestaciónnoeradesuagradoolaconsiderabademasiadobreveyfalta
de detalles para ser transcrita en un papel, el juez golpeaba la silla o el
cuerpodeLina,loquetuvieramásamano,paraobligarlaacontinuarcon
susexplicaciones—.Noheintentadohuir.Nuncalohehecho.Lleguéala
UniónSoviéticaconmimarido,SerguéiProkófiev,en1936,pordecisión
propia.Enseguidaadoptélanacionalidadsoviética.
—En 1937 y 1938 viajaron ustedes al extranjero, entre otros países, a
losEstadosUnidos,dondeconspiraroncontranuestrapatria.
—¡No! ¡Hicimos todo lo contrario! Hablamos bien de la Unión
Soviética en cada entrevista con la prensa, en cada concierto, en cada
encuentro,encadafiesta.Siemprehablamosdelobuenoqueocurríaenla
Unión,siempre.
—Pensaronquedarseallí,desertar.
—No, no es verdad. Nuestros hijos estaban aquí, en Moscú. Nunca
pensamos en quedarnos a pesar de los contratos que le ofrecieron a mi
marido.
—Colaboró con su marido en todos sus actos delictivos y criminales,
sacando información y varias divisas de nuestro país. Tienen ustedes
grandes cantidades de dinero depositadas en el exterior para financiar la
campañadetraiciónanuestramadrepatria.
—Esonoescierto.Nosotrosnotenemosnada.Mimaridonohahecho
nada y yo tampoco. Solo decidimos de mutuo acuerdo venir a vivir con
nuestra familia a Moscú como nos venían pidiendo las autoridades
soviéticasdesdehacíaaños.Nadamás.Porfavor…
—SeleacusaderobardocumentossecretosenelInformburó.¿Conqué
propósito? ¿Para qué potencia extranjera trabajaba para desestabilizar a
nuestrapatria?
—Para ninguna. Yo solo trabajo como traductora. Lo hago en mi
domicilio.FueuntrabajoquemerecomendóhacerelescritorAleksander
Afinoguénov. Trabajo desde casa y solo acudo a la oficina general del
Sovinformburópararecogerlatareaquemeencomiendan.Nisiquierame
permitenelaccesoalasoficinas.
—¿Conquiénsereuníaenesasinstalaciones?Necesitamosunnombre.
—No me reunía con nadie. Me entregaban varias carpetas llenas de
folios que estaban escritos en el anverso y me decían que utilizara el
reversoparaescribirlastraducciones.Erapapelusado.Meexplicaronque
era una manera de ahorrar papel. Y es lo que hice. Jamás robé ningún
documento.Lodevolvíatodocuandolastraduccionesestabanacabadas.
Eljuezlecolocóunescritoaescasoscentímetrosdesucara.Nisiquiera
podíadistinguirloqueponíaenél,peropareciódarlelomismo.
—¿Reconoceestedocumento?¿Lohavistoalgunavez?Esunodelos
manuscritos que usted robó y pasó a sus amistades extranjeras en las
embajadasalemana,británicayestadounidense.
—No, no es verdad, yo no robé nada. Yo no pasé nada a nadie —
exclamóLinaque,atolondradaporlosgritos,elritmodelinterrogatorio
ylaextremacercaníadelosdosjuecessobresusoídos,habíaoptadopor
utilizarelmismotonodevozquesusinterrogadores.
Unnuevopapeldecolorsepiaescritoamáquinaaparecióantesusojos.
Tampocopodíadistinguirnadadeloescritoenél.Estabademasiadocerca
de su cara y las manos del juez le impedían echar la cabeza hacia atrás
parapodervereldocumentoquelemostraba.
—Entregó esta carta del ingeniero Shestopal a su esposa Susanna
Rozenberg.¿Porqué?¿Quéperseguíaconella?
—Susannaeraamigamía.LoúnicoquehicefueentregárselaaFanny
Chipman, esposa del secretario de la embajada de Estados Unidos, para
queselahicierallegar.Ellaibaaviajaralextranjeroyasílacartallegaría
antes.
—¿Leyólacarta?
—Sí,noconteníanada.Eransimplescuestionesdomésticaspropiasde
unmatrimonio.
—Sieraunacartaprivada,¿porquélaleyó?Lohizoparaconocerel
contenidoypodercompartirloconagentesextranjeros.
—No,noséporquélaleí.Nopuedorecordarlo.Hacemuchotiempode
eso.
—¿No es cierto que contenía información secreta del gobierno ruso?
UstedySusannarecogíandatosdeespionaje.¡Reconózcalo!
—Pero¿quédatos?Porfavor,nohabíadatos.Eraunasimplecarta.
—¡Nomienta!—volvióagritarle,estavezconmásfuerza—.Elpropio
Shestopalloreconocióenuninterrogatorio,confesóquelacartacontenía
informaciónsobreunafábricaenlaciudaddeGorkiyquetantosuesposa
comoustedactuabancomoespíasparaelgobiernodelosEstadosUnidos.
Esinútilqueloniegue.Losabemostodo.
—¡No es cierto! Jamás he sido espía. —Lina no podía más. Sabía que
nada de lo que dijera iba a convencerles ni representaría ninguna ayuda
para su defensa. Tan solo era una tortura más que asumió como pudo,
comosupusoquehabríahechoShestopal:sideverdadlehabíaacusadode
serunaespía,habríasidobajocoacciónytortura.Eralareglahabitual.
—¿QuérelaciónteníaconlossecretariosdelaembajadadelosEstados
Unidos, Norris Chipman y Frederick Reinhardt? ¿Por qué mantenía
relaciónconlafuncionariadelaembajadabritánicaAnnaHoldcroft?
—Eran simples amigos. A Fanny Chipman la conocí en París hace
muchos años, incluso antes de que se casara con Norris. Y a Frederick
ReinhardtleconocíencasadelosChipmanen1939.
—Asíquereconoceloscontactoscriminales.
—Yonohedichoeso.
—¿Dequéhablaronensuprimerencuentro?
Lapreguntalaconfundió.Eraimposibleacordarsedeloquehablaron
en una conversación banal mantenida diez años atrás. Pero consideró
absurdo explicárselo a su insistente interrogador. Estaba convencida de
quenisiquieralaescuchabayquelospapelesquehabíaenlacarpetadesu
casoyaconteníanunadeclaraciónysuconfesiónescrita.
—Nomeacuerdo.Nopuedorecordarlo.
—¿No puede o no quiere? Yo se lo diré: allí empezaron a planear la
maneradedesestabilizarnuestrorégimen.
Linaselimitóanegarconlacabeza.Estabaalbordedesuresistencia
mental.
—¿Para qué quedó con Anna Holdcroft el día antes de su detención?
¿Quédocumentosseintercambiaron?¿Noesciertoqueeralapersonacon
laqueteníaprevistoencontrarseensucasael20defebrero?¡Conteste!
—Esmiamiga.Meibaaayudaraconseguirunregaloparamihijo.Es
su cumpleaños… —Se dio cuenta del error que había cometido al
mencionarasuhijo,inclusoantesdeterminarlafrase.Hastaahoraniel
nombre de Sviatoslav ni el de Oleg habían aparecido en ningún
interrogatorio, algo que sí había ocurrido con el de Serguéi. Se maldijo
por ello aunque no fuera culpa suya. La presión, los gritos, el afán de
tergiversacióndelosinterrogadoreslateníantanaturdidaquenisiquiera
podíapensarlascosasantesdedecirlas.Ymuchomenospodíaimaginar
la manera en que los jueces iban a malinterpretar y darle la vuelta a sus
declaraciones. El juez Riumin no tardó en aprovechar su desliz
involuntarioyloanuncióconunasonrisadetriunfoensurostro.Sintió
queporfinhabíaconseguidoloquetantotiempohabíaperseguido.Estaba
muypróximoaganarleslaapuestaasuscamaradas.
—AsíquesuhijoSviatoslavProkófievtambiénestáimplicadoenesta
relacióndelictiva.
—¡Él no tiene nada que ver! ¿Qué relación delictiva? No hay relación
delictiva —gritó mientras intentaba que el nombre de su hijo
desaparecieradelabocadelosinterrogadores.Enesemomentohubiera
hecho cualquier cosa para que dejaran de nombrar a su hijo. La
tranquilidad y la sumisión que regían su comportamiento hasta ese
momento se deshicieron y su cuerpo empezó a agitarse de rabia y de
impotencia,comosilasdescargaseléctricasqueaplicaronaotrospresos
ahorallegaranaella—.Élnotienenadaquever.¡Dejeenpazamihijo!
—Es usted quien acaba de involucrarle. Hay testigos —dijo,
refiriéndosealsegundojuezyaloscuatroguardianesconaparienciade
matonesqueleacompañabanenlasala,yqueyasehabíanacercadopara
sujetaraladetenida—.Nisiquieralehemostocadounpeloparasacarle
esavaliosainformación.
—¡Miente! Yo no he dicho nada. Usted intenta hacerlo por mí. Es
mentira,estodomentira.Quierenquereconozcaalgoquenoexiste,que
nohice,quesoloestáensuimaginación.Ynopiensohacerlo.¡Jamás!
—Eso ya lo veremos —dijo Riumin, recuperando el tono tranquilo y
sosegadodeliniciodelinterrogatoriomientrassesentabaensumesapara
escribiralgoenunospapeles—.Llévensela.
Lina odiaba esa frase, pero aquella vez temió más lo que podría estar
escribiendo el juez en el informe. Estaba segura de que acababa de
sentenciarasuhijoporprecipitarseensurespuesta,porunafáninútilde
esclarecercondetallesuinocencia.Laimpotenciayelremordimientola
consumieron en el interior del box al que fue devuelta. El desasosiego
apenas le permitía respirar y mucho menos pensar. Solo imaginar que
Sviatoslavpodríapasarporelmismoinfiernoenelquesehabíainstalado
suvidaladestrozabapordentro.
Pasaron más de quince días sin comunicación alguna con nadie, ni
siquieraconsusguardianes,quenoparecíanatendersusruegosparaque
ledijeranquéestabapasando.Entodoesetiemponohabíaoídoniunavoz
humana. El único sonido que llegaba a sus oídos en forma de tortura
eficazeraelincesanteydesesperanteruidoprocedentedelostúnelesque
comunicaban con el Instituto Central de Aerodinámica. Era un rumor
constante que podía enloquecer a cualquiera. También oía la peculiar
comunicacióndelrestodelaspresasdistribuidasporlasdistintasceldas,
que golpeaban las tuberías, los barrotes o las paredes con algún objeto
contundenteparahacerseentenderyobtenerinformación.Unadeellasle
había explicado que cada golpe correspondía a una letra del abecedario
ruso,perosucabezanoeracapazdedescifraraquelgalimatíasderuidos
porqueestabaocupadaporunenjambrededudas,miedosysospechas.Fue
laprimeravezquesesintiócomounanimalenjauladoalqueselenegaba
toda atención y que parecía no merecer ninguna consideración. Se
convirtióenunobjetoinvisible.Linahabíadejadodeexistirinclusopara
losjuecesdeinstrucciónyparasustorturadores.Nisiquierahabíanadie
quesemolestaraenamenazarla,insultarla,golpearlaointentarasacarde
ella algunas palabras por muy falsas que estas fueran. Pensó que si
muriese allí nadie iba a enterarse. Quizá lo harían por el olor, pero
tampoco estaba segura. Sus manos y sus dedos estaban destrozados de
tanto golpear las paredes y la puerta de la celda pidiendo que alguien le
dijeraloquepasaba.Sequedósinvoz,sinfuerzas,sinlágrimas,casisin
respiración.Suvidaseconvirtióenunalargaydensaesperadealgoque
nisiquieraanhelabaqueacaeciera.
Porfinfueronabuscarla.Doshombreslacondujeronhastaelmismo
habitáculoenelquehabíaestadocasidossemanasantes.EljuezRiuminla
esperaba de pie detrás de la mesa. La contempló durante unos instantes,
algoquenosolíahacerconlosdetenidosqueentrabanporlapuertadesu
despacho. Su gesto mostraba la aquiescencia de sus métodos y su
estrategiaconlosdetenidos,alverelaspectolamentablequepresentabala
detenida.Mandóquelasentaranfrenteaél.
Denuevolavozinquietantementeamable.Eljuezseincorporó,rodeó
la mesa y se sentó sobre ella, situándose justo enfrente de Lina, que
mantenía su mirada baja, como le habían enseñado a hacer. En un gesto
impensable,cogióunajarradeagua,llenóunvasoyselodioabeberala
prisionera,queloaceptódócilmente.
—¿Sabe lo que pesa una bala? —le preguntó el juez Riumin,
mostrándole un proyectil que le obligó a mirar. Ella lo miró. Era de un
colorentredoradoyamarillo.Lellamólaatenciónlobrillantequeestaba.
Pensó que Riumin habría dedicado un tiempo para lustrarla antes de
enseñársela. Después se fijó en su rostro. El del juez Riumin fue uno de
los pocos nombres de aquel infierno que retuvo en su memoria durante
años. Aquel hombre era especialmente cruel, aunque disfrazaba su
sadismoconbuenasformas,untonodevozconciliador,alejadodegritos
yórdenesaltisonantes.Solohabíaperdidolosnerviosendosocasiones:la
primera noche le escupió a la cara, lo que desconcertó a Lina, y meses
mástardeterminódándolepatadasenlaspiernasyenelvientrecuandole
irritó la obcecación de la mujer aparentemente frágil y menuda por no
firmar la confesión. Pero aquella noche, se comportaba de una manera
controlada,serena,demasiadotemplada.Temíaesetonodevoz.Sabíaque
nada bueno podría traer el sosiego del juez Riumin, que insistió en
preguntarlesisabíacuántopesabalabalaquesosteníaentresusdedos.Era
inútilpreguntarle.Eraimposiblequeellalosupiera—.Nuevegramos.¿Y
sabeloqueocupaenlanucadeunapersona?Nada.Aunquedependedel
cuerpoenlaquesealoje.Porejemplo,ensucaso,¿cuántosañostiene?—
EsperóaqueLinalecontestaracincuentaydos—.Quizáensucasolabala
puedequesedesplacehacialoslados,porquelosmúsculosyloshuesos
ya están en un proceso de madurez avanzado. No es usted una jovencita,
precisamente.Pero,sinembargo,enlacabezadeunjovendediecinueveo
deotrodeveinticuatroaños,lacosacambia.Lashevistoinclusoexplotar
enelinteriordilatandoeldolorylamuertedelejecutado.—Laexpresión
deLinamudóenunintervalonosuperioraloscincosegundos.Eljuezno
habíapronunciadoesasedadesalazar.Veinticuatroydiecinueveeranlos
añosqueteníanSviatoslavyOleg—.Perocomoledigo,cadapersonaes
unmundoycadacuerpouncampodeexperimentos.Yestoydispuestoa
demostrárselo —dijo levantándose y haciendo un ademán a uno de sus
hombres.
—¡No!—gritóaterrada.
—¿Porqué?Nomecuestanada.Estánaquíallado—afirmó,señalando
laparedquehabíatrasél,dándoleaentenderquesushijosestabanenla
habitacióncontigua.
—Porfavor,nopuede…
—Claroquepuedo—matizócontodalasuperioridadqueleconferíasu
posición y el momento, mientras se acercaba y se colocaba nuevamente
ante ella—. Y usted también puede presenciar una escena que una madre
noescapazdeolvidarjamásymuchomenosdeperdonarsepornohaber
queridoevitarla.Porqueustedeslaúnicaquepuedeevitarquesucedalo
queestáapuntodesucederleasushijos.
—Por favor… —Era la primera vez desde que estaba detenida que
suplicabaasustorturadores.Ledioigual.Siesoservíaparasalvarlavida
desushijos,estabadispuestaahacerlounaymilveces.
—Yonohagofavores,Lina.—Tambiénfuelaprimeravezqueeljuez
recurrió al tuteo y que la llamaba por su nombre. Estaba muy cerca de
conseguirlo, lo sabía. Y era un experto en estrategias. La miró durante
unossegundosenlosquepudoverensusojoslaproximidaddeladerrota
—. Pero contigo estoy dispuesto a hacer una excepción siempre que tú
también colabores. Favor por favor —le dijo, acercándole el papel que
descansabasobrelamesa—.Firmalaconfesiónyyoteprometoquemeto
a tus hijos en el coche en el que han venido y los devuelvo a la calle
Chkalov.—Linatatuóensuretinaelrostrodeljuez.Sepreguntócuántas
veceshabríautilizadoesamismatácticaparaconvencerasusvíctimasde
firmarloquefuera.Noteníamaneradesabersieraonoverdadloque
decía, si sus hijos estaban en la habitación adyacente y si realmente los
mandaría de vuelta a su casa, pero conociendo su manera de actuar, no
albergabaningunadudasobrelaveracidaddesuburdochantaje.Laduda
estabaesculpidaensusemblanteyRiuminloadvirtió.Nuncahabíaestado
tan cerca de doblegar la voluntad de la detenida rebelde—. Firma Lina.
Sabemos que no eres espía. Pero las cosas están así. No podemos hacer
nada. No es nada personal. Firma y salvarás la vida de tus hijos. Es lo
únicoquedebespensar.Esloúnicoquetequeda.
Lemiróconlamismadosisdeclemenciaquederesignación.Tansolo
rogó que, de ser cierto, Riumin cumpliera su palabra. No tenía ninguna
garantía,perotampocopodríaexigirla.Duranteunosinstantessepreguntó
cómonohabríanutilizadoesabazaenlaLubiankaenvezdelosgolpes,
lasquemaduras,losdíassindormir,sinbeber,sincomer.Cogiólapluma
entresusdedos.Hastaendosocasionesseleresbaló.Letemblabalamano
y en realidad todo el cuerpo. Riumin la ayudó a mojarla en uno de los
tinteros.Solíahaberdossobrelamesa,unoaguado,elqueofrecíanalos
detenidoscuandoqueríanescribirunaqueja,yotronormal,paralafirma
deconfesiones.Noqueríanque,unavezconvencidos,lospresostuvieran
que repetir y una y otra vez los trazos de su firma porque estos no
quedaranmarcadossobreelpapel.
—¿Puedoconfiarenquenoharádañoamishijos?—preguntóantesde
estamparsufirmatemblorosaenelpapel.
—No, no puede —respondió con franqueza el juez Riumin, que ya
había abandonado el tuteo—. Pero no les haré ningún daño. Esta noche
dormiránensucasayustedmuchomástranquila.Todohaterminado.
Lina no sabía qué era exactamente lo que había terminado. Estaba
convencidadequeapartirdeesemomento,consuconfesiónfirmada,su
vidayanovolveríaaserladeantes.Podríahabersalvadolavidadesus
hijos, pero la suya quedaba condenada. Solo le restaba conocer de qué
manera pagaría su pretendido delito y a qué campo de concentración la
enviarían. En mitad de las elucubraciones, la voz de Riumin volvió a
aparecer.Comosetemía,nadahabíaterminado.Todocomenzaba.
—Hayalgomás—anuncióeljuez,colocandounnuevopapelantesus
ojos. Tal y como ocurrió con el primero, ni siquiera lo leyó. Hubiese
firmado cualquier cosa si aquello lograba salvarle la vida a sus hijos.
Aquelformularioeraelconocidocomo206,undocumentorubricadopor
el reo por el que se comprometía a no desvelar los métodos empleados
durantelainstruccióndesucaso.Denocumplirlo,podríarecaersobreél
la imputación de un nuevo delito, una nueva detención y un nuevo
procedimiento de instrucción con todos los detalles que aquel papel
tratabadeimpedirquesalieranalaluz.Nopodríacontarleanadieloque
había pasado en el interior de la Lubianka ni de Lefortovo. No firmarlo
sería una manera de que todo volviera a empezar, incluso antes de
acabarse. Lina certificó aquel papel con el mismo espíritu de
sometimiento con el que rubricó el primero. Ni siquiera sabría si
realmentetendríalaoportunidaddecontárseloaalguienalgúndía.
Cuando terminó de firmar todo, sintió que su cuerpo acababa de
abandonarla, tuvo la sensación de que su alma se desdoblaba, se alejaba
horrorizada de ella y la observaba desde lo alto de la sala, sin duda
avergonzadaporloquehabíahecho.
—Lina,míreme.—Dudóporunmomentoqueaquellavozperteneciera
al juez Riumin. Tuvo que observar el movimiento de sus labios para
cerciorarse de ello. Había bajado la voz más de lo que acostumbraba a
hacer,inclusocuandohablabaenuntonorelajado—.Noseacuerdademí,
¿verdad? —le preguntó, consiguiendo sembrar de confusión el
pensamiento de Lina, ya de por sí turbado y anestesiado por lo que
acababa de hacer—. Coincidimos en el estreno de la película Aleksander
Nevski.—Lamencióndeaquelrecuerdolenublólamirada,quenosabía
cómoescapardelpresentequeleapresaba,parahuiralpasadolibertador
delquelehablabaRiumin.Noentendíanada—.Yofuiunodelosqueesa
nochefelicitéasumaridoytambiénausted,despuésdequelohicierael
camarada Stalin, por supuesto. Cuando antes le dije que no era nada
personal, lo decía de verdad. Soy un gran admirador de Prokófiev y de
usted.Laescuchémuchasvecesenlaradio,enelconciertoquedioconla
Filarmónica de Moscú o aquel otro con la orquesta de Arjanguelsk. Me
gustaba su voz. Siempre me ha parecido una mujer preciosa, elegante,
infinitamentemisteriosacuandolaveíaenlasfotografíasquepublicaban
los periódicos prácticamente a diario durante su primera visita oficial a
Rusia.—Callóduranteunossegundos—.Aveceslavidanossitúaenun
lugarquenonoscorrespondeynopodemoshacernadaparaevitarlo,más
que asumir el destino. Quería que lo supiese. No creo que volvamos a
vernosnunca.
DuranteunossegundosLinaoyócómolasbotasdeljuezresonabanen
un eco por toda la habitación. Aquella última confesión de Riumin la
sumió en un desconcierto aún mayor y en una decepción todavía más
profundadeladevastadoranaturalezadelserhumano.«Yaestá.Seacabó.
Acabo de firmar mi sentencia de muerte». Riumin no había mentido. Se
quedómástranquila.
Seismesesmástarde,el1denoviembrede1949,fuellevadaalasala
de juicios para que el tribunal le comunicara su sentencia. Buscó
esperanzadaconlamiradaasushijos,SviatoslavyOleg,oaalgúnamigo.
Inclusodeseóquesusojosreconocieranenalgúnlugardelasalalafigura
de Serguéi. Pero era imposible, nadie sabía que iba a ser juzgada. Ni
siquiera sus hijos habían logrado averiguar dónde estaba su madre
después de que en la oficina de información de la calle Kuznetski les
comunicaran que no acudieran más allí porque la detenida 3939 había
abandonado la cárcel de la Lubianka hacía meses. Todas las instancias y
lostrámitesporconocersuparadero,aunquefueraparahacerlellegarun
paquete de ropa, de víveres o una simple carta, porque las visitas eran
imposibles, resultaron inútiles. Ni siquiera Prokófiev pudo saber dónde
estaba. Tampoco Vasili, el hijo de Frosia, pudo enterarse de a qué lugar
había sido trasladada. Todo alrededor de Lina Prokófiev estaba envuelto
en un silencio contumaz, y romperlo podría significar duras represalias.
Por eso tuvo que enfrentarse en solitario a la sentencia, como había
afrontadotodolodemásdesdequehabíasidodetenidael20defebrerode
1948.
Sujuiciodurómenosdequinceminutos,enlosquenopudodecirnada,
tan solo escuchar su confesión leída por un funcionario y el posterior
veredicto del juez, que se dedicó a detallar la resolución de la comisión
extraordinaria del Ministerio de Seguridad Nacional de la Unión
Soviética,dictadaunosdíasantes,el16deoctubrede1949.
CiudadanaLinaIvánovnaProkófiev,nacidaenMadrid,España,el20deoctubrede1897.
De acuerdo con el artículo 58, punto primero, del Código Penal de la República Socialista
Federativa Soviética de Rusia, se la condena a veinte años de privación de libertad en un
campodereeducacióndetrabajosforzadosconconfiscacióndebienes.
Linayanooyóloscargosporespionajeytraiciónalapatriarecogidos
en la condena. Su respuesta nada más escuchar el fallo fue una sonora
carcajada,quesorprendióyenmudecióalosmiembrosdeltribunal.Erala
única contestación que se merecía la corte que acababa de sentenciarla a
pasar el resto de su vida encerrada en una inhumana cárcel de hielo,
aunque sabía que lo que acababa de oír era la oficialización de su
sentenciademuerte.Nadieresistíaveinteañosdetrabajosforzados.Yaún
menos en el gulag al que había sido enviada, calificado de régimen
severo.
AldíasiguienteiniciósuviajealqueibaasersunuevohogarenKomi,
eneldistritodeIntinsk,enlaaldeapolardeAbez,muycercadelaciudad
de Vorkutá, al norte del paralelo 67, a cincuenta kilómetros al norte del
Círculo Polar Ártico, una ciudad construida por los prisioneros de los
campos de concentración y donde su nombre quedaría ligado a una
pequeñaranuraamododebuzónconelnúmero388/16b.
ElmismodíaqueLinafuecondenada,enladachadeNikólinaGorá,
Serguéi Prokófiev sufría una severa insuficiencia vascular cerebral
acompañada de una fuerte hemorragia nasal que hizo temer por su vida.
Losmédicosleprohibierontrabajar,leobligaronapararelritmodesus
composiciones.«Debeentenderquesuvidahacambiado,debeserotra.Ya
nadapodráserigualqueantes».Durantesuestanciaenelhospital,Serguéi
escribía lo que seguía sonando en su cabeza en las cajas de los
medicamentos, que se encargaba de esconder en el cajón de la mesilla
cuandoelpersonalsanitarioolapropiaMiraaparecían.
Pero de eso, como de otras muchas cosas, Lina no se enteraría hasta
pasadountiempo.
QUINTAPARTE
ELGULAG
Seequivocanalpensarquelamemorianotieneunvalorcreciente
oquelamalezadeltiempocrecerácubriendo
cualquierhechoodolorverdaderodelpasado.
Queelplanetasiguegirando
losdíasylosañospasan.
Eldeberordenaahoraquetodoloquenohayasidodichoseadichototalmente.
ALEKSANDERTVARDOVSKI
En nuestro país la muerte violenta ha arrancado a la Humanidad no un solo hombre,
sino millones. La apisonadora del terror estalinista ha acabado con un número
incalculabledeseres.Yelcrujidodesushuesosnodejaránuncaderesonarenlosoídos
detodosloshombres.
LEVE.RAZGON
29
El destino seguía tejiendo horrorosas arbitrariedades dirigidas a la
línea de flotación de su dolor. Por las rendijas del vagón de tren que la
trasladaba de la prisión de tránsito de Kírov, donde permaneció durante
unassemanas,hastaelcampodeconcentraciónenAbez,Linapudoleerun
indicadorquelehizodesearcerrarlosojos,aunquenolohizo.Elcartel
anunciaba la ciudad de Arjanguelsk, con cuya orquesta cantó sin poder
imaginar entonces que el juez de instrucción Riumin le escucharía años
antes de condenarla de por vida al infierno del hielo. Arjanguelsk era
conocida como la ciudad del arcángel. En esas tierras heladas, donde
ahoraseabríaelgranmapadelgulag,Linaocuparíasulugarenelmundo
enunodeloscamposdeconcentración,sarcásticamentellamadoscampos
detrabajo.
El traslado a bordo de los vagones fue una de las experiencias más
terriblesquelecostaríavariasvidasolvidar,siesqueaquelloeraposible.
Millones de presos eran obligados a viajar en las peores condiciones en
estostrenesconocidoscomovagónzack,talycomolosdenominabanlos
guardias como diminutivo de vagón de zakliuchónie. Sin embargo, los
hombres y mujeres que viajaban en ellos los llamaban stolypin ya que,
aunque fabricados en 1902, su uso empezó a generalizarse bajo el
mandatodePyotrStolypin,ministrodelinterioryprimerministrodelzar
NicolásIIdeRusia.Elviajeeraunaauténticapesadilla.Apenashabíalugar
para los presos, lo que les obligaba a viajar durante días y semanas
apiladoslosunossobrelosotros,sinapenasaire,comida,aguayconuna
temperatura no apta para la supervivencia humana. Los vigilantes se
mostraban particularmente crueles con los prisioneros, negándose a
darles de comer más que pequeñas porciones de pescado seco y en
salazón,arenquesoanchoascubiertasdeunagenerosacapadesalgorday
una minúscula ración de pan ácido, alimentos que aumentaban más la
sensacióndeseddelospresos.Habíadíasenlosquenisiquieralesdaban
debeberlosdosvasosdelaguasuciaquelescorrespondían,siemprecon
uncolorverdosodebidoalosrestosdelubricantequesolíanflotarenla
superficie.«Creoqueestoespeorquelaslavativasdesalenlagarganta
quemehicieronenlaLubianka»,comentabaalgunapresa.Además,sino
les daban de beber tampoco tendrían necesidad de llevarles al baño, una
operaciónenlaquepodíantardarhorasdebidoalosmilesdeprisioneros
quetransportabanlostrenes.Teníanlostiemposperfectamentecalculados:
parapermitirelusodelaseoaunoscienpresosnecesitaríanalmenosdos
horas,yanoserquealgunosdelosguardianesquisierandivertirseconel
espectáculo de humillaciones, era una faena que no les gustaba realizar.
Estaban demasiado ocupados amedrentando a los presos con sus gritos
abruptoseintimidatorios:
«¡Venga. Aprisa. Aprisa!», «¡Todos sentados en el suelo!»,
«¡Desnudaos!»,«¡Derodillas!»,«¡Cogidosdelostobillos!»,«¡Agarrados
delbrazo!»,«¡Fueratodosyquenohayaúltimo!»,«¡Elquehayaperdido
elconocimientoquesalga!».
Losconvoyesseconvertíanenunfocodeinfecciones,desuciedad,en
un gran contenedor de basura en el que hombres, mujeres y niños —
nacidos de las madres que habían sido detenidas estando embarazadas—
debían sobrevivir antes de llegar a los campos, algo que no siempre
sucedía.Cuandofallecíaalgunodelospresos,ylapropuestademantener
ocultoelcadáverparaqueelrestopudieraaccederasuracióndecomida
no era aceptada por la mayoría de los prisioneros, los vigilantes se
limitaban a sacar el cuerpo y dejarlo abandonado sobre la nieve, sin
molestarsesiquieraenenterrarlo.
Loúnicoquepodíanhacerparaintentarmantenerelvagónalejadode
unaepidemia,queresultaríaletalporelestadoinsalubredesuinterior,era
cambiarcadatresocuatrodíaslapajaquecubríaelsuelo,algodeloque
seocupabanlospropiospresos,queteníanqueabrirlapuertacorredera
delvagóncuandoeltrenestabaenmarcha,romperelbloquedenieveque
cubría el portón y arrojar los desperdicios de manera rápida, y
procurando no caer al vacío porque nadie iría a su encuentro. Algunos
aprovecharon esas sesiones de limpieza para optar por el suicidio y
arrojarse, sin temor a una muerte segura, más bien al contrario,
abrazándoseaellacomoúnicasalida.Cuandoalgunodelospresosquería
impedirlo, ya era demasiado tarde e incluso el intento de auxilio podía
acabarconunnuevocuerpocayendoinvoluntariamentealexterior.
—Porlomenosnonoshantrasladadoenuntrenrojo—dijounadelas
presasconrostrodemacradoylosojoshundidos,comosiseescondieran
del terror. Lina se había fijado en ella desde el primer momento. Era de
apariencia frágil, extremadamente delgada y con el pelo muy rubio. Al
parecer le gustaba a uno de sus carceleros y eso le salvó de que la
rasuraran. Pero su fortaleza interior superaba a la de muchos de los
hombres que viajaban en el mismo tren. Le sorprendió que utilizara su
ración de pan para introducir en él un papel a modo de carta que había
escrito a su familia para informarla de adónde la llevaban, y luego lo
arrojara por una de las aberturas del convoy. «Si alguien lo encuentra,
puede que se apiade y envíe la carta. Siempre se agacharán antes para
cogeruntrozodepanqueunsimpletriángulodepapel»,dijo.
—¿Qué diferencia hay entre un tren rojo y este en el que vamos? —
preguntóLina.
—De un convoy rojo puede que no tengas oportunidad de bajarte. No
suelendirigirseaundestinoreal.Siguenlavíadeltrenhastaqueseacaba
y allí mismo llevan a millones de desgraciados para que construyan un
nuevocampodeconcentración.Lleganalanadayallídescargan.
—¿Quédescargan?
—Lo que quede. Y suele quedar poco, porque las condiciones de los
vagonesrojossonaúnmásinhumanasquelosdelvagónzack.Confíaen
mí:estetrenenelqueviajamosesunapartamentodelujo.—Lamujerla
mirócomosihubieraalgoquenoentendiera—.¿Túnoeresdelartículo
58?—preguntó,refiriéndoseasuenjuiciamientolegal—.Esraroqueno
tehayanllevadoenuntrenrojo.Desdehaceunosmesesalosdel58los
transportanenlosrojos.Alparecer,soismuchosynosabencómohacer
limpieza.
En realidad, había tenido suerte. Al menos en su vagón solo se había
producido el robo por parte de los vigilantes de los pocos objetos
personalesquelospresosaúnmanteníanensupoder,peroningunamujer
había sido violada por los guardias o incluso por algunos de los presos
quelesayudaban,comohabíasucedidoenotrodelosvagonesdelmismo
tren.Cuandointentaronprotestarydenunciarlo,larespuestadeloficialal
mandofuetanclaracomodeleznable:«ElEstadonopuedeproporcionar
un medio de transporte individual a cada uno de vosotros. Nuestros
recursos son escasos, ya deberíais saberlo. Estamos intentando construir
nuestramadrepatria.Nopodemosgastárnoslotodoenvosotros».
Lina decidió no seguir preguntando a la presa, que parecía tener más
experiencia que ella a pesar de su juventud. No le ayudaba. Necesitaba
estar fuerte para enfrentarse al infierno que le esperaba los próximos
veinte años de su vida. Aunque estaba segura de que aquella pesadilla
terminaría antes, había veces que su moral flaqueaba y resultaba
complicadolucharcontraello.
Al llegar al campo de concentración y abandonar el interior de los
vagones,sintióunextrañoymacabroalivio,unainexplicablesensaciónde
libertad, de descargo físico y mental. Había tardado mes y medio en
alcanzarsudestinodefinitivo.Seislargaseintensassemanasconlasque
soñaríaenformadepesadillaelrestodesuvida.Habíarecorridolosmil
seiscientos cincuenta y cinco kilómetros que separaban Moscú de Inta y
otroscientosesentaysietekilómetroshastaelcampodeconcentraciónde
Abez. Solo había permanecido unas semanas en la prisión de tránsito de
Kírov,desdedondepudoenviaruntelegramaasushijosparainformarles
de cuál sería su destino definitivo. Les prometió que les enviaría su
número de buzón para que pudieran escribirle y les recomendó que
iniciarancuantoanteselprocesoparasolicitarunavisitaalcampo.
Apesardelcansancio,elhambreylamoralagrietada,agradeciódejar
de hacer kilómetros en el interior del vagón y atravesar el portón del
campodeconcentración.Elrecibimientonofueelmejordetodos.Podía
haberevitadolavisiónsisumiradahubieseimitadoladelrestoynose
hubieraalzado,desobedeciendolasórdenesdelosvigilantes.Peronolo
hizoyentoncespudoverlo.Allíestaba,avisandodeloquelesesperabaen
ellugardondeestabanapuntodeentrarydelquelamayoríanosaldría,
exceptoparatrabajarmásdedocehorasdiarias.SeguramenteLinasintió
un escalofrío, pero su cuerpo ya estaba helado y acostumbrado a una
permanentesensacióndefríoynisiquieraloalertó.Alfinyalcabo,era
unsimplelemaforjadoenunaesculturadehierrodeunacruzardiendo.
Lohabíanescritoentresidiomas.«Aaquellosquenoregresaron».Pensó
quién sería el autor de las frases que solían presidir la entrada de los
campos y de las prisiones. «Con el trabajo justo pagaré mi deuda a la
patria»,«Conunpuñodehierrollevamosalahumanidadalafelicidad»,
«Libertad mediante el trabajo», «El trabajo en la Unión Soviética es una
cuestióndehonradez,gloria,valoryheroísmo».
No lo entendió como una amenaza ni como un mecanismo de tortura,
sino como simple información. En el peor de los casos, moriría. Había
díasenlosquelepreocupabamásdespertarsealladodelcadáverdeuna
persona con los ojos abiertos, mirándola como si realmente la viera,
comosiquisieraadvertirledequelapróximapodíaserella,comoyale
habíasucedidoenelinteriordeunodelosvagones.Lepareciócuriosola
facilidad con la que el ser humano se acostumbraba a las situaciones
adversas.Lapreocupacióndelamayoríadelospresosnoeramorir,sino
la manera de hacerlo. El problema no era la muerte sino el camino
recorridohastallegaraella.
Todavía no había atardecido y eso le permitió observar con cierta
nitidezellugarqueenlospróximosveinteañossedibujaríaensumente
cuando hablara de hogar. Ni siquiera el color violeta del cielo reflejado
sobrelaintensaeinacabablecapadenievesesentíacapazdeembellecer
medianamentelavisión.Anteellasealzabauncomplejodeedificaciones
simple, en el que destacaba una construcción alineada de barracones de
madera, todos iguales en forma, y valiéndose como única señal
diferenciadora de carteles colocados en el frontal sobre los que alguien
había escrito con tiza blanca y en letras mayúsculas las palabras
COMEDOR, CELDA DE CASTIGO, BAÑO, HOSPITAL… El campo
estabarodeadoporunacercadepuntalesdemaderadeentrecuatroyseis
metrosdealturaseparadosentreellosporunadistanciaquenosuperaba
loscincometros,yunidosporunahileradealambredepúascustodiada
por grandes torres donde los guardianes vigilaban a los prisioneros del
gulaglasveinticuatrohoras.Cercadelaentradasealzabanlasgaritasde
vigilancia y las casas de los guardianes del campo, cuyo exterior no se
diferenciabademasiadodelosbarraconesdelospresos,aunqueelinterior
gozaba de un mejor acondicionamiento. Por orden del comisario del
puebloparaAsuntosdeInterior,eldirectordelNKVD,LavrentiBeria,se
habíaconstruidounafranjademásdecincometrosalrededordelacerca
de madera y alambre que bordeaba el campo para que en caso de que
algúnpresodecidierahuir,cayeraenlaratonera.Muchosloconsideraban
absurdoporqueeranpocoslosintentosdefuga.Resultabacompletamente
inútil. Escapar de allí era abrazarse a una muerte segura, casi como el
hechodepermanecerdentro.Sinembargo,eraunabuenaopciónparalos
quequeríanacelerarsufinal.
Todalaconstrucción,realizadaporlospropiosreos,estabahechapara
humillar al preso y centrarle únicamente en el trabajo y en la absoluta
privacióndetododerecho.EranpropiedadprivativadeunEstadoqueno
admitíalapropiedadprivada.LaUniónSoviéticaseguíasiendoelpaísde
lascontradicciones.
No supo en qué momento dejó de ver rostros masculinos con su
mismo semblante. Los guardias habían realizado uno de los primeros
procesosselectivos.Losúnicoshombresqueaparecieronantesíeranlos
guardianes,losvigilantesyelpersonaldelcampodeconcentración.Los
hombres y las mujeres estaban separados en distintos campos, aunque
debido a su cercanía y para la realización de ciertas actividades, podían
volveracoincidir.
Las recién llegadas fueron trasladadas a un barracón donde les
ordenarondesnudarseydepositarenungranbarrildemaderalaspocas
pertenenciasqueaúntuvierandespuésdelsaqueoporpartedelosguardias
de los trenes. Le conminaron a ducharse con agua fría y someterse a un
férreoydesagradableprocesodedesinfección.Enesecamponoparecía
haber vigilantes femeninas o no les había tocado en el turno de Lina. A
pesar de que los cuerpos de las presas ya estaban acostumbrados a las
vejaciones, el hecho de que una mano masculina extendiera de manera
abrupta una crema densa y apestosa entre sus piernas supuso una
humillacióndifícildeaceptar.Amuchasdeellaslesvolvieronaraparla
cabezaylesrasuraronelrestodelcuerpo.Linanosupomuybienlarazón
por la que se libró nuevamente de esa degradación. Las que peor lo
llevaban eran las mujeres jóvenes, aunque ya habían descubierto en el
interiordelosvagonesquelastrasladaronhastaelcampo,asícomoenlas
cárcelesdondehabíanpasadoelprocesodeinstrucción,quesujuventudy
su lozanía eran terreno abonado para la ignominia a mano de sus
interrogadores. Al menos de momento, ella también se había librado de
aquella iniquidad. Más tarde las obligaron a salir desnudas al exterior y
caminar por la nieve durante interminables minutos, el tiempo que
tardaronenrecorrerladistanciaentreelbarracóndelbañoyaqueldonde
lesdaríansunuevaropa.Eranlosvigilanteslosquemarcabanelpasoyse
encargaban de que este fuera lento cuando las presas estaban despojadas
de toda prenda que no fuera su propia piel. Tampoco permitían que sus
cuerpossejuntarandemasiadolosunoscontralosotrosparadarsecalor.
Silohacían,nodudabanengritarlesyengolpearlasconsusarmas.Lina
sintiócómoleapuñalabanunosseresinvisiblesconlamismafierezaque
lohacíanlospuñosdePyotryNikoláienlaLubianka.Tuvoquemirarse
varias veces su cuerpo para comprobar que no tenía ninguna herida
abierta por arma blanca, que todo había sido el efecto del frío ártico
azuzado por la tormenta de nieve, que dejaba una temperatura exterior
cercana a los cincuenta y cinco grados bajo cero. Allí les entregaron el
que sería su uniforme durante su cautiverio, que deberían utilizar en el
campoyensussalidasalexteriorpararealizareltrabajoapartirdeese
momento,yconservarcomoelbienmáspreciado,porquenoselesdaría
ninguna prenda más. La entrega era una auténtica lotería de tallas. A la
mayoría de las presas la ropa, usada y en mal estado, les venía grande,
peronohabíaopcióndequeja.ElpeculiarpetatedeLinaestabacompuesto
por unas botas de fieltro dos o tres números mayores que el suyo, algo
parecidoaunabrigodelanayungorroparalacabeza.Buscóentresus
nuevaspertenenciasalgunoscalcetinesounosguantes,peroloúnicoque
encontrófuelamiradainquisitivadequienleentregabalaropa.Mástarde
aprenderíaquedebíaenvolversuspiesysusmanoscontrapossiquería
resguardarlos de una congelación segura y su posterior tumefacción. En
la parte alta de su equipación alguien acababa de dejar su nueva ropa
interior, nueva para su cuerpo porque venía de cubrir otros muchos. Se
vistieron allí mismo, a los ojos de todos, bajo la inspección de los
guardianes y la vergüenza de muchas de las mujeres. Lina hacía mucho
quehabíadejadodepreocuparseporloscomentariosajenos.Habíaoído
demasiados como para dejarse intimidar por unos ojos enfermos de
pensamientoscerriles.
Fue allí donde les explicaron la primera regla de oro que debían
memorizarsiqueríanseguirconvida:unpasoaladerechaounpasoala
izquierda era considerado un intento de fuga. Salirse de la fila, aunque
fueraporunacaídaounempujóndealgúnotropresoodealgúnguardia,
podríaresultarmortal.Yenesecasoelvigilantedispararíasinpreguntar,
sin que nadie pidiera futuras explicaciones. Con esa nueva enseñanza
fueronconducidasalbarracóndelacocina.
Después de la separación de los prisioneros por género, tocaba la
selección y la clasificación del tipo de preso según su fortaleza y su
capacidadparaeltrabajo.Deesodependeríalaraciónalimentariadiaria
que recibirían. Había tres tipos de dietas: la básica, reservada para los
calificadoshábilesparaeltrabajo,lafuncionalreforzada,destinadaalos
cualificadosparatrabajosmáslivianos,yladietadelcastigo,paralosque
estaban demasiado enfermos para trabajar o los que solían quedar muy
lejos del cupo diario de productividad marcado por el partido para cada
campo.Unavezterminadoelprocesodeselección,lesinstaronaesperar
haciendocolaparaobtenerlabalanda,elcuencodesopaaguadahechoa
base de col podrida, cabezas de arenque, vísceras de pescado y de otros
animales, trozos de carne de perro, y si había suerte, algún afortunado
podríaencontraralgoparecidoauntrozodetocinodecerdo,aunqueno
erademasiadohabitual.Secorrióelrumordequemuchosdelospresos
quedesaparecíandelanochealamañanaenloscamposacababandando
saboralabalanda.Esaracióndecomidalesestaríaesperandoaltérmino
de la jornada laboral, en caso de que hubieran cumplido con la cuota
establecida. Si no era así, podrían ser castigadas privándoles de esa
comida, o reduciendo su ración diaria a la mitad. Sus vidas entraban en
una nueva mecánica donde había dejado de existir lo bueno y lo malo,
pararegirseporelúnicoparámetroválido:elcastigooelpremio.
Cuandollególahoradeocuparsulugardentrodelosbarracones,Lina
siguiólasindicacionesdelguardia,queleseñalóconungestodedesdén
elcatrequelecorrespondía.Erauntablóndemaderaendeblesobreelque
alguien había colocado una especie de colchón sucio y con evidentes
huellasdehabersidousadoyvividoenelmásampliosentidodeltérmino,
sobre el que habían dejado una manta deshilachada. Sin desvestirse, y a
pesardelarepugnanciaqueleprovocabaelcontactoconaquelcatre,se
dejó caer sobre él. Había soñado con aquella horizontalidad durante
semanas. Estaba realmente cansada. Pensó que no podría dormir por el
rugido del vendaval que bramaba en el exterior del que algunas trazas
heladasconseguíanentrarporlasrendijasmalselladasdelbarracón.Tuvo
tiempoparaespecularconqueseguramentehabríanobligadoalospresos
que las construyeron a dejar esas aberturas para martirizar a sus futuros
inquilinos.Intentóconcentrarseparadormir.Selevantaríaenunashoras,a
las cinco de la mañana, ya que, como les habían comunicado, a las seis
debían estar todas en el trabajo. Sería su primera salida. Tenía miedo,
especialmentealfrío,queeraloquemásleaterrabaaldesconocertodavía
la brutalidad del trabajo físico que le esperaba. Al final logró dormirse,
aunquenofueunsueñoprofundonimuchomenosreparador.Enningún
momentodelanochetuvolaimpresióndedescansar.Sedespertabaacada
minutoporlosdesconocidosruidosexteriores,porlosllantosdealgunas
de las presas o por el sonido de continuas pisadas que su mente era
incapaz de distinguir si procedían de fuera o si estaban a escasos
centímetrosdeella.
Aloírlosgritosdelosguardianes,seincorporódeunsaltoysintióun
grandolorenlacabeza.Cuandosumanoquisoinspeccionarlanaturaleza
deesapuñaladaalaalturadesuoccipital,sediocuentadequesupelose
habíaquedadopegadoenlamaderadelcatre,dedondecolgabaprendido
unmechóndesuoscuracabellera.Sehabíacongeladodurantelanochey
tenía la consistencia de un carámbano. Pensó que no le pasaría más. A
partirdeentonces,envolveríasucabezaconuntrapo.Sololefaltabasaber
cómoconseguiríaeltrozodetela.
También aprendió a no dormir con toda la ropa de abrigo puesta, ya
que al salir al exterior notaría la diferencia abismal de temperatura y su
cuerponoreaccionaríaentodoeldíaantelafaltadeabrigoextra.Antes
desalirhaciasuprimerdíadetrabajosforzados,hizolacolaparaobtener
un cazo de gachas de avena acompañadas de un trozo de pan negro en
proceso de congelación, que fueron los causantes de la indigestión que
sufrióduranteelrestodeldía.Cuandocruzabaconelrestodelacomitiva
depresaslaverjadelcampo,unodelosguardianeslesfueabriendounaa
unalaropaalaalturadeltórax.«Estáprohibidoenvolverseelcuerpocon
periódicos, papeles o cualquier tipo de trapo. Solo está permitido el uso
deluniforme.Soloeluniforme».Silaspresasalmacenabanalgodecalor
ensuscuerposloperdíaneneseregistro.Aquellainspecciónimprovisada
lesupusoungolpedefríoenelpechodelquenoserecuperaríaendías.
Nopodíaempezarpeorsucondena.Lamujerquecaminabaasuladole
comentóqueestabaprohibidodesnudaralospresos,queelartículo9del
código ruso lo decía. Lina la miró sin entender cómo podía tener esa
información. «Mi marido lo redactó», dijo sin atreverse a mirar a su
compañera,nosuposiporvergüenzaoparaevitarquelaculatadelfusil
delguardiaseestrellaracontrasuespaldaoenlabocadesuestómagopor
estar hablando cuando estaba prohibido. Pero eso no la frenó para
continuar empleando un tono de voz casi inaudible. «Y lo peor es que
cuandomelocomentócreíqueeraunreglamentodemasiadoblandocon
losprisionerosporquesiestabanenuncampodetrabajoesporquealgo
habríanhecho.Memerezcoestaraquíporestúpida».Linalamiródereojo
y pensó en qué situación mental tendría que encontrarse aquella mujer
parajustificarycreermerecerelmartirioqueestabasufriendo.
Caminarondurantehorassobrelanieveyelhielohastallegaraunzona
despejada,sinseñaldevida,deningunaclase.Niunárbol,niunacasa,ni
unpájaro,niunasimpleflor.Solohieloyfrío.Sinofueraporlosgritos
delosguardias,seoiríalaescarchadelaire.Linanonotabanilasmanos
nilospies,queyapresentíacongeladosytodavíanohabíacomenzadocon
el trabajo. Un instructor empezó a dar las órdenes y a repartir las
herramientas de faena. Para Lina había una pala y un pesado barril. Su
laboreralimpiarloscaminosylascarreterasderesiduosdetodotipoy
demás basura acumulada en el lugar, echarlos en el barril y empujarlo
hasta un terreno cercano, donde se encargaría de cavar un agujero y
enterrarlosescombros.Debíallenaralmenoscuatrobarrilescadadíacon
la ayuda de otra presa. Por supuesto, era imposible. El barril de madera
era demasiado pesado incluso para ser transportado por cuatro brazos y
enelcasodequepudieranconseguirlo,cavarunagujeroenunbloquede
hielo irrompible era del todo irrealizable para dos mujeres. En aquellas
circunstancias, cada esfuerzo se ralentizaba cien veces más. A los pocos
minutos su cuerpo comenzó a quejarse. Sus huesos crujieron y notó
músculos hasta entonces desconocidos para ella. Tenía los brazos y las
piernas entumecidos, lo que apenas le permitía moverse y caminar. Le
dolíahastarespirar,elairequeentrabaenlospulmoneslequemaba.No
habíadescansoentodoeldía,exceptounapausadediezminutos,queala
largaresultabacontraproducenteparalaspresasyaquereanudarlafaena
suponía un esfuerzo doble después de un parón. Algunas aprovechaban
para fumar o para llenar la boca de nieve con la esperanza de poder
hidratarse,yaquenohabíatiemposuficienteparadardebeberatodasy
losguardiasnopensabanrompersurutinapararepartiruncazodeaguaa
cadauna.Demasiadoesfuerzoinútil,pensaban.Laotrainterrupcióndela
jornada laboral era para comer. Sentadas en la nieve, las prisioneras
engullíanuntazóndesopadearenqueaguadayprácticamentecongelada,
yuntrozodepannegromientraslosvigilanteslasapremiabanaterminar
rápidoparavolvercuantoantesaltrabajo.
Unamanchanegraenelhorizonterompióelmonótonoblanco.Porun
momento pensó que se trataba de una ilusión óptica, como sabía que
ocurríaeneldesierto.Enfocólamiradaydistinguiótresvagonesdecolor
verde oliva, empujados por una nube de hombres que se agolpaban a
ambosladosyquedejabanmediavidaencadacentímetroqueconseguían
haceravanzareltren.Habíaoídohablardelasminasencuyascuencaslos
prisionerosdelgulagsedejabanelcuerpoyelalma,comolohacíanen
excavaciones de carbón, en las talas masivas de árboles, en la
construccióndelasvíasdeltren,oenlasfábricasdetodotipodistribuidas
portodoelsistemadecamposdestinadasaconvertirseenelmotordela
economíarusa,sinimportarlasvidashumanasquesecobraran.Alfinyal
cabo, eran vidas sentenciadas, eran enemigos del pueblo, sin más valor
quelaexplotacióndeunamanodeobragratuita,invisiblealaconciencia
delpoderysilenciosa.Siempresilenciosa.
Lina se quedó observando la borrosa mancha que avanzaba por la vía
del tren cubierta por una espesa capa de nieve que varios hombres
armadosconpalasseencargabandelimpiar.
—No los mires —le dijo su compañera de trabajo—. Los vigilantes
puedenpensarqueestásdesobedeciéndolosoquequieresirteconellos.Y
del lugar adonde van ellos —dijo, refiriéndose a los hombres que
empujaban los convoyes— no se vuelve. —Se quedó mirando el rostro
cansado de Lina mientras ambas bebían una especie de té que sabía a
madera y que ni siquiera estaba lo suficientemente caliente para
reconfortarelcuerpo—.MellamoKarina.
—YosoyLina.
—Séquiéneres.Aestasalturaslosabetodoelcampo.Yofuiamuchos
conciertosdetumaridoysiempreteveíaasulado.—Elrecuerdolehizo
perder la mirada en el vaso de té con el que intentaba inútilmente
calentarse las manos. El pasado le pesaba más que el barril de
desperdiciosquedebíallenar.
Los gritos de los guardias instándolas a volver al trabajo zanjaron la
conversación.
Fue el día más largo que recordaba haber vivido en su vida. De
regreso al campo, la columna de presas se había convertido en una
enorme sombra que se deslizaba por la nieve con dificultad y casi sin
aliento. Si habían salido doce horas antes con frío, con hambre y con el
miedo a lo desconocido que les esperaba unos kilómetros más allá del
horizonte,alregresar,lasituaciónfísicaymoraleraaúnpeor.Alcruzar
el portón de entrada del campo, les esperaba una nueva inspección. Esta
veznosololesabrieronlaropadeabrigoalaalturadelpecho,sinoque
lasobligaronadescalzarseydesnudarseporcompletoparaasegurarsede
que no llevaban ningún objeto punzante que hubieran conseguido en el
exteriordurantelajornadalaboral.Hacíaunosdíashabíandescubiertoen
la bota de una de las presas un trozo de rama con uno de sus extremos
tímidamenteafilado.Denadasirvieronlasexplicacionesqueintentódarla
reclusaentreunalluviadegolpes,diciendoqueeraparautilizarlocomo
cubierto,yaquelehabíanrobadoelsuyo.Lajovenfueintroducidaenuna
celdadecastigodeapenasunmetrocavadaenelsuelo,enelexteriorde
losbarraconesyprecintadaporunasrejasquedejabanentrartodoelfrío
ylanieve.Losprimerosdíasseoyeronsussúplicas,suarrepentimiento,
sus gritos, pero a las cuarenta y ocho horas no se volvió a oír su voz.
Nadiesupoquéhabíasucedidoconellaynadieseatrevióapreguntarpor
miedoaserelpróximoinquilinoenocuparaquelagujero.
Temiónotenerfuerzasniparahacerlacolaenelbarracóndelacocina
paraobtenersuracióndiaria.Yalehabíanadvertidodequeaquellanoche
recibiría la mitad debido a su poca productividad. «Si no se trabaja lo
estipulado, no se come lo acordado», decía uno de los vigilantes. Pensó
quenolemerecíalapenaesperarsuturnobajoelfríoylaintensaventisca
para recibir medio cazo de sopa y media ración de pan. Cuando a punto
estaba de darse la vuelta para dirigirse a su barracón, creyó escuchar su
nombreentrelasráfagasdevientoqueempezabanaazotarlanoche.
—Lina, Lina… —Hacía tanto tiempo que nadie la llamaba por su
nombre que le costó reaccionar. Buscó con la mirada a la persona que
habíapronunciadoaquellaspalabrasycuandoladescubrió,leparecióun
auténticomilagro.EraInna,unajovenrusaquetrabajabaenlaembajada
británicayquehabíaconocidoenunafiestaenelHotelMetropol.Hacíaal
menoscincoañosquenolaveía,peronolecostóreconocerla,apesardel
tatuajequeelgulagmarcabaenelrostro,enlamiradayenelcuerpode
todossushijos.
—No puedo creerlo, Inna —dijo al tiempo que se abrazaban como si
fueranlaúnicatabladesalvaciónenmitaddeunnaufragio.Elrestodelas
reclusas intentaban ocultarlas con sus cuerpos para que los vigilantes no
pudieranverlasylascastigaranencerrándolasunosdíasenunaceldade
aislamiento.Habíamuchascosasprohibidas,ylasmuestrasdeafecto,los
gestos de cariño o cualquier cosa que indicara un mínimo conato de
felicidadquepudieradefiniraunserhumanoerancotovedadoenaquel
lugar.Innalecontóquellevabacasitresañosenelcampo,quetrabajaba
eneldepartamentodeabastecimientodeproductosymercancías,yquede
elladependíaladistribucióndelacomida,asícomoelrepartodecartasy
demáscorrespondenciaenviadaalcampoporlosfamiliaresdelospresos.
La suerte, una palabra despojada de todo significado en el gulag, quiso
que ambas compartieran el mismo barracón. Eso les posibilitaría poder
hablarenlospocosmomentosdedescansoqueteníanyponersealdíade
sus vidas. Inna la convenció para colocarse en la cola porque ya se
encargaría ella de entregarle la ración completa de comida, burlando la
vigilanciadelosguardias.Esamismanochelellevóuntrozodepanextra,
unas galletas y un trozo de tocino que alivió el estómago y el alma de
Lina.Leparecióunauténticomanjarque,enaquelmomento,noteníanada
queenvidiaralosbliniscalientesconunafinacapadecaviarsobreellos
quesolíacomerconSerguéi.Empezabaacreerenlosmilagros,incluso
enelrincónmásinhóspitodelmundosobreelqueestabaseguraqueDios
había olvidado posar su mirada. Era la primera vez que su pensamiento
recuperaba la imagen divina. Se dio cuenta de que había abandonado las
enseñanzas de la Ciencia Cristiana cuando más falta le hacían. Quizá el
encuentro con Inna había sido una señal de que no estaba sola, de que
había alguien velando por ella aunque la realidad se empeñara en
demostrarlelocontrario.
DespuésdeenvolverseelpeloconuntrapoqueInnaleconsiguióenla
cocina,cerrólosojosparapermitirquesupensamientoseconvirtieraen
un eco prolongado y monótono. «Esto también pasará. Solo tengo que
pensarenello.Mimenteesmásfuertequecualquieracciónhumana».
Todoindicabaqueeldíasiguienteseríaigualalanterior.Perodenuevo
se equivocó. La racionalidad no era algo que tuviera cabida en ese
escenario.Alterminarsuprimeracomidadeldía,alguientiródeellayla
apartóenunrincón.
—Ponte esto —le dijo uno de los guardias entregándole un jersey de
algodónyasegurándolequenolecostaríadisimularloentresusropajes.
Linaloobservótemiendoqueenunodeloshabitualesregistros,tanto
enlosbarraconescomoalahoradesalirporelportónhaciaunanueva
jornadadetrabajo,algunodelosvigilanteslodescubriera.Pero,parasu
sorpresa, el guardia le indicó la manera de encubrirlo para burlar el
incisivorastreodesuscolegas.Dudódenuevo,perofinalmenteaceptóel
regalo. Ya había aprendido que vivir allí era hacerlo en un continuo
riesgo.Almenoscombatiríaelfríohastaquealguienlointerceptarayse
loarrebatara.Miróelrostrodelguardiánamable,sospechandoquepodría
tratarse de una prueba o un engaño para encerrarla en una de las
inhóspitasceldasdecastigoconstruidasbajotierraenelexterior.
—Elvientodelnorteenfríaelairehastadiezgradosydebemosdeestar
acincuentagradosbajocero.Todoelmundoseequivoca.Esahora,ala
salidadesol,cuandomásfríohace,porqueescuandosealcanzaelpunto
másintensodelacongelaciónnocturna.—Linalemiró.Noentendíapor
quéestabasiendobenévoloconella.Notardóenaveriguarlo—.Yoamaba
lamúsicadesumarido.Creoquefueelmásgrandecompositorrusoque
hemostenido,conpermisodeStravinskiyTchaikovski…
—¿Fue? —La expresión congelada de Lina se convirtió de repente en
arcilla líquida, moldeable para dejar un gesto de terror en su rostro.
Aquella conjugación del verbo en pasado le quemó el alma—. ¿Acaso
sabesiha…?
—No, no me refería a eso. Bueno —titubeó el guardia durante unos
segundos—.Laverdadesquenolosé—reconocióconsinceridad—.No
creo,noshubiésemosenterado.Lohedichoenpasadoporquecomoahora
escomplicadoescucharsumúsica…
Lina aceptó el obsequio del hombre y lo agradeció con una tímida
sonrisa,comocuandoseaceptaelpésameporlapersonaamada,elánimo
dadoporunterceroenmitaddeldueloolapalmaditaenlaespaldapara
intentaraminorarelimpactodeunamalanoticia.
Noeralohabitual,perotambiénhabíagentebuenaentrelosguardianes
ylosverdugos,siesquelanocióndebondadpodíaexistirenaquellugar
del mundo. Se les distinguía enseguida porque mientras otros vigilantes
delcampodisfrutabanconsutrabajoyseesmerabanenhumillaryvejar
más de lo estipulado al preso («No necesito tu trabajo. Necesito que
sufras»,gritabanalgunos),ellosretirabanlamirada,torcíanelgestoyno
podíandisimularunamuecadedesprecioanteelcomportamientodesus
compañeros.
Había muchas maneras de hacer más llevadera una condena: una
sonrisa, un trozo de pan, una mirada apartada a tiempo para no ver el
incumplimientodeunanorma,ounacamisetaentregadaenunrincóndel
barracón para intentar que el frío no carcomiera el cuerpo ni el espíritu
delpreso.Enelgulagtambiénhabíaángelesconuniformebajoloscuales
parecíanocultarunasalas.
Laspresaslosllamabanlosángelesnegrosporquesiempreteníandos
caras. Todo parabién que procedía de ellos impresionaba más por su
vocacióndeverdugos.Nocabíaesperarmuchosfavoresdeellos,yaque
algunas veces venían disfrazados de engaño o de burdo chantaje al que
muchas presas accedían, en especial las jóvenes, porque no les quedaba
otro remedio. Muchas aceptaban convertirse en sus esclavas sexuales a
cambiodeunaracióndobledecomida,deunosdíasenlaenfermería,ode
papel necesario para escribir una carta a su familia. Pero, a cambio,
debíanestaralaenteradisposicióndelguardia,aunquefueraalfinaldela
jornada,cuandosuscuerposnoresistíanunesfuerzomás.Linaagradeció
tener la edad que tenía y que su cuerpo no ofreciera la lozanía y la
frescura que el de las jóvenes del campo. Eso consiguió salvarla de
determinadas situaciones que a buen seguro no hubiera sido capaz de
resistir. Se conformaba con la ayuda de Inna, que la instó a escribir su
primera carta a sus hijos, sin esperar al plazo marcado por el campo
segúnelcualdebíadetranscurriralmenosunañoparapoderescribiry
recibir correspondencia. Incluso le consiguió unas gafas, que había
perdidoelprimerdíacuandountropiezohizoquecayeraalsueloydesde
allíviocómolabotadeunguardiaseesmerabaenpisarlasytriturarlasa
conciencia.Tiradaenelsuelo,contemplócómolostrozosdeloscristales
se confundían con la nieve hasta terminar desapareciendo en ella,
engullidas por el monstruo blanco. Desde entonces su vista había dado
muestras de cansancio, se resentía cuando intentaba leer algunas de las
cartas que recibían las demás presas con derecho a escribir y recibir
correspondencia, o cuando el director del campo permitía la lectura de
algunos de los libros seleccionados que descansaban en uno de los
barracones.Innaleconsiguióunasnuevasgafas,construidasdemaneraun
tanto rudimentaria, con alambres y unos vidrios que le permitieron salir
delpasohastaqueundía,entrelospaquetesqueenviabanlosfamiliaresde
las presas y que los guardias abrían y decidían no entregar a sus
destinatarias,Innaencontróunasgafas.Lasviomedioenterradasentrelos
desperdicios.Decidiócogerlasyarreglarlaspatillasquehabíanquedado
dobladas.FueelmejorregalodecumpleañosconelquepudosoñarLina
en su nuevo hogar. No eran exactamente de su graduación, pero se
aproximabanlonecesarioparapermitirlaleer.Loprimeroquehizocon
ellasfueescribirunacartaasushijosenmitaddelanoche,escondidaen
su camastro. Se moría por tener noticias de ellos, de Serguéi y de su
madre.SepreguntabasiSviatoslavhabríaescritoaOlgaparacontarlesu
situación. Deseó que no lo hubiera hecho. Olga Nemiskaia no hubiera
podidosoportarlocuandoestabaenperfectascondicionesyconJuanasu
lado,asíquemuchomenosloharíaahora.PensarenSerguéileayudabaa
resistir, y no solo rescatando momentos del pasado, sino también
imaginando cómo sería su reencuentro, o pensando en cómo estaría
reaccionando su marido ante su confinamiento en el gulag. Le gustaba
imaginarle preocupado, llamando a unos y a otros, sufriendo por
encontrarlamaneradesacarladeallí,intentandoconvenceraquienfuera
dequesumujererainocente.Leenternecíanlasvisionesqueseesmeraba
porproyectarensumente.Seolvidódeldañoquelehabíahechoconsu
decisióndecasarseconMira;sabíaquenohabíasidoculpasuya,Miray
el partido estaban detrás de esa decisión. Igual que habían obligado a
muchosdirigentesbolcheviquesadivorciarsedesusmujereseinclusoa
acusarlas de delitos falsos, la reeducación de Prokófiev había empezado
porlairrupcióndeaquellamujerensusvidas.Estabaconvencidadeque
cuandotodaaquellalocuraterminase,lavidavolveríaaunirlesyentonces
nosesepararíannuncamás.
Enlasconversacionesquemanteníaconotraspresasenelcamposolía
decirqueellahabíasidocondenadaporextranjera,porqueeraespañola.
Aunquealgunasdesuscompañerasdegulagteníanotraopinión.
—Tú estás aquí por ser la mujer de Prokófiev —le confió Inna con
cierto desparpajo, como era habitual en ella—. Eres el rehén de un
gobierno que quiere castigar y torturar a tu marido, y que entiende que
hacerlo a través de sus seres queridos duele más y les mantiene bajo el
yugobolchevique.Esmuchomáseficazdestrozartucuerpoqueelsuyo.
—¿Qué crees que le ha pasado a Nadezhda Mandelstam, a Marina
Tsvetáyeva, a Anna Ajmátova o la propia Olga Ivínskaya? —preguntó
Anastasia,otradelasprisioneras.Linasintióunaconmociónalescuchar
elúltimonombre,elgranamordeBorisPasternak.
—¿Yél?—preguntóLina—.¿Sabéisalgodeél?
—No.Perosupongoquehabrácorridolamismasuertequesuscolegas
apesardehabersidoamigodeStalin.Aquínosesalvanadie.—Innase
arrepintiódesusúltimaspalabras.SabíaqueLinapensabaenProkófieve
intentó arreglarlo—. Perdóname, no me refería a… no quiero decir
que…,enfin,quenotodossonconfinadosenuncampo,odeportados.
Lina intentó tranquilizarla con una sonrisa. No estaba dispuesta a que
máspersonascargaranconlaculpadelaquetansoloeranresponsables
unospocos.Yademásagradecíaqueenaquellugarnadieparecierasaber
queyanoeralamujeroficialdeProkófiev.Oeso,otomabantanenserio
elmatrimoniodelcompositorconMiracomolohacíaella.Sinembargo,
Anastasia,quetambiénhabíavividolatraicióndeunmaridomásobligado
a la defensa de unos ideales revolucionarios que a la vida de su mujer,
necesitódecirlealgomás.
—Nuncahabíavistoaunamujertanenamoradadesumaridocomolo
estástú.Heestadoobservándote.CadavezquenombranaProkófievsete
ilumina la cara, los ojos se te salen de las órbitas cuando normalmente
estánhundidosenellas.Túnisiquieratedasnicuenta,peroinclusodejas
de caminar encorvada cuando alguien le menciona. ¿Te acuerdas el otro
día,cuandoalregresaralcamponoscruzamosconuncamióndepresos
que empezaron a gritar «Tres naranjas, tres naranjas», en alusión a la
óperaElamordelastresnaranjasdeProkófiev,paraevitarpronunciartu
nombre y que pudiera suponerte algún problema? Tu cuerpo se irguió
comoeltroncodeunárbol.Mediolaimpresióndequecrecíasunmetro.
—Anastasiahablabaentreelpesarylaadmiración—.Nosésiteenvidioo
tecompadezco.¿Lasespañolassoléisenamorarossiempredeesamanera?
Menudo desgaste. Y luego hablan de la capacidad de sufrimiento de los
rusos.
Linasesintióafortunadadepoderreflejaresesentimiento.Notodoel
mundo tenía la oportunidad de encontrar el amor verdadero en toda una
vida,yellalohabíalogradotenerduranteveinteaños.Decidióaferrarsea
ello y no soltarse nunca. Por un momento todas se quedaron calladas
comosiestuvieranpensandosiellasrealmentehabíanconocidoalamor
de su vida. Fue entonces cuando Lina preguntó algo que provocó la
hilaridaddetodas.
—¿Creéis que Stalin sabrá que existe todo esto? Me refiero a la
crueldadquemuestraelserhumanoenestelugar.
—Eresunángel,Lina.Ynotelodigocomopiropo.Esainocenciatuya
tevaapasarfactura—ledijoInna—.Enrealidad,creoqueyalohahecho.
—¿Estás loca? Todo esto es obra suya —afirmó Anastasia con
rotundidad.
—¿Cuántospresosseremos?—preguntóconlamismaingenuidadque
nielmásseverogulagpodríadestruir.
—Dime, ¿cuántos millones eres capaz de contar? —Anastasia desistió
de dar una cifra. Podía tener una idea, pero era imposible saberlo con
exactitud.Deseóquealgúndía,conlaperspectivaqueotorgaeltiempo,el
mundopudieradescubrirlo—.ClaroqueStalinconoceloquesucedealo
largo y ancho de la Unión Soviética, desde el mar Blanco hasta el mar
Negro,desdeelCírculoPolarÁrticohastamásalládeAsiaCentral,los
tentáculosdelgulagloabarcantodo.Loconocemuybien.Élmismofue
encerrado hasta en cuatro ocasiones en los campos zaristas. Consiguió
escapartresveces,perodesusistemadegulagnadieescapazdehuir.Se
aseguró muy bien de diseñarlo de una manera infalible. Lenin fue quien
decidió que había elementos inseguros en su revolución y que era
conveniente encerrarlos en los campos de concentración y ponerlos a
trabajar sin descanso. Así conseguían quitarse de en medio a los que se
oponían a su manera de hacer las cosas, aunque fueran más
revolucionarios que ellos, y además ponían los medios humanos para
aumentarlaproducciónrusa.Manodeobragratis.Ysilospresosmueren
extenuados,nopasanadaporquetansolosonpresos,basura,lopeordela
sociedad.Nadielesecharádemenos.PeroStalinseencargódeendurecer
loscampos,dehacerloscrueles,deconvertirlosenenormestrituradoras
decarnehumana,enungrancementeriodehielo.
—Un día el mundo tendrá que saber lo que está sucediendo aquí —
comentó Lina mientras intentaba tejer una especie de bolsa usando una
espinadepescadocomoagujayloshilosdeunamantadeshilachada,taly
comolehabíanenseñadoalgunaspresas.
—Paraqueesoocurra,alguientendríaquecontarlo.Ynosésivanaser
muchoslosquesobrevivanaveinteañosdecondenaenestaratonera.
—Poresonotepreocupes—dijoInna,recurriendodenuevoalaironía
—.Porcadaunoquemuereenuncampo,entrandiezenotro.Yasabéis:
«Alquenohaestadoaquílellegarásuturno,alquehaestadoaquínolo
olvidará»—recitó,refiriéndosealdichoque,convertidoenlema,corría
debocaenbocaportodoelgulag.
—¿Túcreesqueolvidaremostodoesto,Lina?—preguntóAnastasia.
—Yo lo haré en el momento que cruce ese portón. Ni siquiera miraré
atrásparaasegurarmedequenohasidounsueño—respondiómásseriay
segura que nunca, como si hubiera dedicado mucho tiempo a pensar en
aquella decisión. Anastasia admiró su firmeza, y por eso prefirió
guardarseparasíelpensamientoquelecruzabalamente:«Nadadeloque
sucedeseolvidajamás,aunquenoquierasonopuedasrecordarlo»—.No
volveréarecordarlonunca,nihablarédeelloconnadie.Loborrarédemi
cabeza.Loquenoserecuerda,muere.¿Porquécreéissinoquelamúsica
siempreestáviva?
La música jamás había salido de su cabeza, en especial la música de
Prokófiev.Elrecuerdodesumúsicaydeéleraloquelamanteníaalejada
deunamuertesegura.Cadadía,alregresaralcampo,cuandolasfuerzas
le habían abandonado y el sol corría a esconderse, reproducía en su
cabeza las notas de la Suite Escita de Prokófiev. Mientras su mente
estuvieraocupadaenesapartitura,sucuerposeolvidaríadelodemás.
30
LamediahoramásfelizenlavidadeLinaenelgulagteníalugaruna
vezalaño.Sucedíacuandollegabanlosmesesdeprimaveraylosdíasse
suspendíanalmediodía.Entonceselhorizonteseteñíadeunrojopasión,
deunrojovida,deunrojorebelde.Duranteunosminutos,todolodemás
desaparecía. Resultaba liberadora aquella ruptura cromática porque por
unosminutoselinfiernodejabadeserblanco.Porfinuncolorseatrevíaa
plantarle cara al blanco perpetuo, mortal y enloquecedor que tintaba el
gulag.Eratristepensarqueesoeralafelicidadparaunapersonaquehabía
confraternizadoconlavidaysehabíaatrevidoatutearla,peroasíeranlas
cosas.Enelmarblancosobreelquesecimentabasunuevaexistencia,la
felicidad solía medirse en parámetros de intensidad, nunca de duración
temporal.EnelCírculoPolarloúnicoquealternabaconlaeternidadera
la oscuridad permanente que solía durar más de seis meses. Cualquier
alegríagozabadeunatempranacaducidad.
Elblancoerapartedesucondena.Todoerablancoasualrededor,era
imposiblehuirdeélporqueloapresabatodo,inclusocuandosuspiesno
estabancaminandoporlanieveosusmanosintentabaninútilmentepartir
latundradehieloimpenetrable.Eratalladictaduradelblancoqueenlas
nochesenlasquenopodíaconciliarelsueñoyseentreteníamirandopor
loshuecosdelastablasdemaderadelbarracón,inclusocuandonohabía
luna,elexteriorbrillabailuminadoporlafuerzadelanieve.Ycuandola
luna se unía al concierto nocturno, el espectáculo resultaba cegador. A
pesardelasleyendasquesolíanacompañaralaluna,Linasiemprehabía
sentidopredilecciónporella.Leinspirabatranquilidad,confianzaycierta
seguridad. Se sentía protegida cuando presentía que la luna la observaba
desdelomásalto.Enalgunasregionesrusasalalunaladenominabanel
sol de los lobos. Siempre le gustó aquella definición, aunque pudiera
resultaralgocontradictoria.EstabaenRusia,tampocopodríaserdeotra
manera.Sindudaleagradabaaqueltérmino.
Esegranocéanodehieloperpetuosobreelquecaminabaeraabonode
tumbasinvisibles,depersonasquefueronperodejarondeexistirexcepto
en el recuerdo de sus seres queridos. Los cementerios mienten y sus
lápidas son monumentos al embuste, hay más muertos que tumbas
reconocidas. Qué mayor tortura que negar la existencia de una persona,
negarsupasado,borrarladelmapacomosinuncahubieraexistido.Sino
sehablabadeella,noexistía.Sinoselapodíaenterrar,esporquenunca
existió.Aligualquesucedíaconlospueblos,unapersonasinpasadono
tenía futuro. Dar visibilidad a los muertos era un privilegio que muy
pocospodíanconseguirtantoenlavidacomoenlamuerte.Eralamayor
dictadurahumana,negarlavidaylamuerteapartesiguales.
—¿Sabes por qué es tan difícil caminar en la nieve? —le preguntó
Tatiana,unadelaspresasmásantiguasdelcampo—.Porqueloshuesosde
los prisioneros que han sido enterrados debajo de ella se estremecen, se
agitan, se revuelven e intentan rebelarse en muerte como no pudieron
hacerloenvida.
Lina no pudo evitar mirar la nieve bajo sus pies, como si tuviera
respeto por pisar la gran fosa humana improvisada que se extendía a
modo de alfombra. Sintió cierto temor por si los muertos decidían
cogerla de los tobillos y arrastrarla hacia ellos. Tuvo pesadillas con la
imagen que las palabras de su compañera Tatiana habían labrado en su
imaginación.
—¿Losentierranaquí?—preguntóconciertaconsternación.
—Los entierran donde pueden y quieren. Sepultan con más mimo y
cuidado a los perros que a los prisioneros. Es increíble ver cómo su
desprecio hacia el preso sobrevive a su muerte. Pero la venganza de los
queundíapisaronestamismatierra,antesdeconvertirseeninquilinosde
su subsuelo, siempre llega. En primavera y en verano, con el deshielo,
empiezanaaflorarcadáveresalasuperficiequeelhielohaconservadoen
perfecto estado y eso les supone un problema. Cuando salen al exterior,
algunoscuerpostodavíamantienenlabocaylosojosabiertos,comosila
muerteleshubierasorprendidoohubieranqueridoescapardeellaopedir
ayuda en el último segundo a pesar de haberlo deseado durante mucho
tiempo. Es curioso, algunos guardias sienten verdadero pavor al
encontrarlosporqueparecequelesmiranaellos,queregresanalavida
paracobrarseunaofensa.Hasidolaúnicavezquehevistoaunodelos
vigilantesvomitaryponerseblancodemiedo.Merecelapenasobrevivir
yverllegarlaprimavera.Lomaloqueatiyamínostocarácargarlosen
un camión y llevarlos a algún lugar lejano donde cavaremos una fosa y
amontonaremosloscuerpos.Loquehagandespuésconellosyanosuele
serproblemanuestro.
—¿Porqué?¿Quéhacenconellos?—preguntó,intentandonodaralasa
suimaginación,dondetodosolíaadquirirunmatizmásdantesco.
—Unavezfuitestigodecómounodelosvigilantesrociabalamontaña
de cadáveres con un líquido inflamable y arrojaba una antorcha. —Se
quedó con la mirada perdida en la nieve, algo que no convenía hacer
durante mucho tiempo porque podría quedarse ciega. Pero estaba
contemplandootravisión,alejadadelaestepablanca—.Jamáshabíavisto
salirfuegodelanieve.Fuehorrible,comosilatierraseabrieraparaque
el infierno aflorara a la superficie y se instalara en ella. No he podido
borrar esa imagen de mi mente, ni el olor tan fuerte que desprendía
aquellapirahumana.
—Cállate—lepidióInna—.Laestásasustando.
—Aquí no llega nadie con la capacidad de asustarse. No creo que se
impresione por nada a estas alturas de su vida. Y si es así, te pido
disculpas.
Lina se vio forzada a negar con la cabeza ante la mirada de Tatiana.
Hacíamuchoquenadielepedíadisculpasyesolaemocionó.Esosrelatos
leseguíanmartirizandoelestómagoyalimentandosuspesadillas,quela
despertabanamedianocheentreconvulsionesytemblores.Peronohabía
nada mejor que hacer en el gulag y para algunas presas verbalizar sus
recuerdos, sus temores y la realidad les servía como válvula de escape.
Tatianaeraunadeellas.
—No creo que exista otro lugar en el mundo tan horrible como la
carreteradeloshuesos.—Linanoestabaseguradequereroíresenuevo
relatoconunenunciadotansiniestro,peroquémáspodíahacer.Rechazar
la palabra hablada y el calor de la conversación no estaba entre sus
privilegios—.EslacarreteradeKolymá,másdedosmilkilómetrosentre
Yakutia, la república de Sajá, la región rusa más fría del mundo, donde
estáelpueblodeOymyakon,queen1926registrólatemperaturamásbaja
delplaneta,71,2gradoscentígradosbajocero,ylaorilladelPacíficoen
Magadan. —Lina y el resto de las presas abrieron los ojos
desmesuradamente, como si las palabras fueran capaces de tatuar
imágenes en su retina, donde cobraban vida. Incluso las que conocían la
historia se estremecían anticipando su final—. La carretera comenzó a
construirsehacecasiveinteaños,aprincipiosdelosañostreinta.Fueron
losprisionerosdelcampodeSevvostlagymástardelosquellegabande
cualquiergulagrusoquienesseencargarondesuconstrucción.Cientosde
trabajadores murieron cuando apenas habían logrado pavimentar un
metrodecarretera.Elintensofrío,lastormentasdenieve,elhambreylas
enfermedadessecobrabanlavidademilesdepresos,queeransustituidos
rápidamente por nuevas hornadas de reos que llegaban arrastrados al
matadero.Perolosmaterialesescaseabanoeranmuycarosyaalguiense
leocurrióquelosmilesdeprisionerosquemoríanenlaconstruccióndel
caminopodíanseguirsiendoutilizadosdeotraforma.—Enesemomento
del relato, Tatiana guardó un instante de silencio, que sirvió para
alimentar escenas próximas al infierno de Dante—. Decidieron mezclar
los huesos, las vísceras y los restos de los muertos con la masa de
hormigón para la pavimentación del camino. Al parecer, los restos
humanosdanmásestabilidadaunterrenopantanoso.Enesazona,elbarro
lo desborda todo y arruina el asfalto y los restos humanos sirven para
soldarlamezcla.Esimposiblesaberconexactitudelnúmerodepersonas
enterradas en las entrañas de la carretera, pero algunos hablan de tres
millonesdevidasconvertidasenunmeromaterialdeconstrucción.Nosé
sialgúndíaelmundoserácapazdevertodoloquesucedeenestatierra.Y
silohace,¿seráncapacesotraspersonasdeseguirutilizandoesacarretera
sabiendoquesuasfaltohaengullidoliteralmentemillonesdevidas?
—¿Qué se supone que harán con las fosas cuando todo termine? —
preguntóLina.
—Nada.Noseharánada.Muertoyenterrado.Asíresuelveunapartedel
mundo los problemas de la otra parte. —Tatiana la miró. No quería
asustarla, aunque lo estaba haciendo—. ¿Sabes por qué te cuento todo
esto? Para que luches por sobrevivir, por mantenerte viva. Te llevo
observando desde hace días y caminas encorvada, arrastrando los pies
comohacemostodas.Tehasconvertidoenunadelassombrasqueestas
bestias alimentan, como si cargaras sobre tu espalda el peso de una
sentenciademuertequetodavíanotetoca.Nolesdesesegusto.Queno
huelanlamuertecadavezquetetengancerca.Esoesloúnicoquetehará
más poderosa que ellos. No dispones de más armas. Solo la actitud. Tu
eres española, demuéstralo, tira de orgullo, que no te vean vencida.
Recuerdaloquetehedicho:merecelapenasobreviviralaprimavera.
SiempreagradeceríaaTatianaelrelatoqueempezóhablandodemuerte
yterminóllenándosedevida.
Después de los primeros meses en el gulag, Lina fue carne de
enfermería.Suedadysusaludnolahacíanválidaparasaliradiarioalos
camposdenieveyhielo.Tuvosuertededarconunmédicoqueseapiadó
de ella y redactó un informe recomendando que realizara su trabajo
dentro de las lindes del campo. El trabajo no sería agradable ni menos
inhumano que el realizado en el exterior, pero no devastaría su nula
fortaleza física ni los efectos de la congelación torturarían su cuerpo de
una manera tan intensa. Su nueva labor consistía en la limpieza de los
barracones y eso incluía todo, desde las casas de los vigilantes, el
cobertizodelasletrinas,lacocinaylasestanciasdelaspresas.Sesintió
unaprivilegiadapornotenerquesaliralexteriorcomolamayoríadelas
presasyporesoparecíadisfrutarconeltrabajo,aunquesucuerpoacabara
tan dolorido como durante los primeros meses de gulag. Incluso tenía
humor y ganas de compartir con el resto de las presas algunas de sus
vivencias en París, Nueva York, Milán, Londres, Los Ángeles, en los
estrenos, las fiestas, las recepciones, incluyendo anécdotas con los
grandesartistasquehabíaconocido.Legustabahablarenfrancésporque
elecodesuvozletraíarecuerdosdelaépocamásfelizdesuvida,juntoa
Serguéi.
A pesar de que muchas no entendían el francés que utilizaba a veces
para narrar una anécdota, el sonido les hacía dibujar una sonrisa en el
rostroyviajarlejosdeallí.Disfrutabahablandoconelrestodelaspresas,
era una medicina terapéutica, como todo lo que le hacía olvidarse de la
realidad que le había tocado vivir. A veces, en su afán por conversar,
recibíacastigosporsaltarselaprohibicióndeguardarsilenciooacudiren
mitad de la noche a otros barracones en busca de conversación. Lina se
convirtió en la compañía más deseada del campo. Con su verbo fácil,
amable y cargado de humor lograba cambiar el semblante de muchos
rostros.Lamayoríanoentendíacómoenunescenariotancruel,dondelas
bajas temperaturas congelaban la lengua, las ventiscas esculpían las
facciones faciales con la precisión de un eficaz bisturí hasta conseguir
desfigurarloylaescarchataladrabaloshuesos,Linateníaganasdehablar.
—¿Es que a ti no se te congelan las orejas? ¿No te duelen y te quitan
todaslasganasdehablar?—lepreguntaban.
—Pues claro, pero Charles Chaplin me enseñó un verano a mover las
orejas al tiempo que la mandíbula, y así las ejercito. ¿Veis? —decía,
mostrando a todos su habilidad para mover la ternilla de sus órganos
auditivos.
Todas reían sus ocurrencias, sin importarles si eran o no verdad. Eso
resultabacompletamenteindiferente.Anadieleimportabalarealidad,tan
solosobrellevarla.
—Has conseguido confundirme, desbaratar mi pensamiento —le
confesaba Inna—. Siempre creí que la única manera de ser feliz en este
lugar era vaciar la cabeza de recuerdos y episodios pasados. Olvidarlo
todoparanocaerenlatentacióndecompararpresenteypasado.Ytúno
solo lo recuperas, sino que lo compartes con todas. Eres el prototipo de
presa feliz que estos indeseables preconizan —dijo, refiriéndose a los
guardias.
—Nosoyfeliz.Tansololoparezco.Nosemeocurremejormanerade
vengarmedelosquememetieronaquí.
En su campo de concentración la mayoría de las prisioneras estaban
relacionadas con el mundo del arte. Había escritoras, pintoras, actrices,
profesoras de universidad, cantantes, poetas, y en su defecto, esposas,
hijas, hermanas y madres de representantes de la cultura que se habían
vistocondenadasporelvínculofamiliar.
—Nosabíanquéhacerconlaculturarusaylahanenviadoacavarenel
hielo al lugar más inhóspito para un ser humano —bromeó la actriz
Tatiana Okunevskaya, encarcelada por negarse a mantener relaciones
sexuales con uno de los jefes del NKVD, Víctor Abakumov. Lina la
admiraba. No se cansaba de observarla. Le recordaba a ella cuando era
más joven. Y tuvo la suerte de que la admiración resultase ser mutua.
TatianalaconocíanosoloporsucondicióndemujerdeProkófiev,sino
porsusconciertosenlaradiodeMoscúyporsusfotografíasaparecidas
enprensa—.Quizáesquenosapreciantantoquenosquierenconservaren
hielo.¿Sabesquehaypersonasqueantesdemorirdecidencongelarsepor
sialgúndíaalguiendescubrelamaneradedespertarlasyhacerlasvolvera
lavida?TalvezesoesloquequierehacerconnosotroselPadrecitode
Todos los Pueblos, congelar nuestra mente, nuestras habilidades, nuestra
capacidaddepensar,deescribir,decrear.Malditoignorante.
Si la música había enriquecido la vida de Lina fuera del gulag, allí
dentrohabíalogradosalvársela.Oalmenos,selahizomásllevadera.Y
no fue la única presa que fue rescatada in extremis. Cuando Lina
ProkófievingresóenelcampodeconcentracióndeAbez,nadiedabaun
rublo por ella. «No aguantará ni seis meses», decían carceleros y
prisioneros. Su apariencia frágil y delicada, su edad y su vida anterior
llenadeprivilegiosnoeranlosmejorescimientosparalasupervivencia
enelinfiernodehielo,conunastemperaturasmediasdecincuentagrados
bajoceroyunrégimendetrabajoquesecobrabamilesdevidascadadía.
Pero quienes aventuraban sobre su suerte en el gulag no conocían su
carácter ni su fuerza interior ni su fortaleza mental desplegada ante las
adversidades.Olvidabanqueaquellamujermenuda,tiernayamablehabía
conseguido levantar la moral y la vida de Serguéi Prokófiev, convivido
consugenioysalidoairosadetodoslosavataresdelavida.Muchasde
sus compañeras del campo de concentración decían de ella que era un
ángel, pero enfatizándolo más como condena que como virtud. Pronto
descubriríanquelasalasdeeseángelconseguiríanllevarlalejos,elevarla
unos cuantos metros del suelo y salvarle de una muerte anunciada. Su
preparaciónysupasadoeranlaúnicaarmadelaquedisponíaenelcampo
de Abez, así que sabía que tenía que emplearla. Por eso no tardó en
convencerasuscarcelerosyalpropiodirectordelcampoparaorganizar
eventos musicales, lecturas organizadas y montajes teatrales en el
barracón. Al principio la propuesta fue rechazada, pero los mismos
carceleroscomenzaronaverconbuenosojoselteneralgunadistracción
con la que poder evadirse de las pésimas condiciones en las que ellos
tambiénseencontraban.
Lina sabía que había perdido la voz y que sus nuevas circunstancias
vitales no contribuirían a mejorar el estado de sus cuerdas vocales. Por
eso se centró en la dirección de los montajes, en la puesta en escena de
obras y en buscar canciones para poder cantar en el coro del campo. Su
principalmisióneraconseguirponerenpieunconciertocompleto.Sabía
queensupabellónhabíamujeresquetocabanuninstrumento,perosele
ocurrió que la composición musical podría ser más rica si también
participaban los hombres de otros pabellones. Las peticiones a sus
superiores, así como las visitas al despacho del director del campo, se
hicieron más frecuentes. Le contaba sus planes para organizar
espectáculos y otras actividades culturales en el recinto, y aunque el
director al principio se limitaba a fruncir el ceño, poco a poco fue
cediendo.Alfinyalcabo,eranrusosyLinatodavíanohabíaconocidoa
ningúnrusoquenoamaralamúsica.Tuvolaideadeformarunaorquesta.
Sabía de la presencia de muchos músicos en otros campos cercanos. La
ausencia de instrumentos supuso el primer obstáculo, pero pronto
encontrólasolución.Algunasveceselpropiodirectorhacíalasgestiones
para adquirir a bajo precio o para que le hicieran llegar algunos
instrumentos musicales de los requisados en los registros, aunque la
mayoría estuvieran rotos y en mal estado de conservación y los presos
necesitaran improvisar para conseguir cuerdas o pequeñas piezas sin las
cualesseríaimposiblesacaralgúnsonidodeaquellosobjetos.Linaponía
remedioaestaescasezrecurriendoalaimaginaciónyconstruyendocon
losmaterialesqueteníaasualcance,comolamaderaoellatón,algunos
delosinstrumentos.Quizálaformanoestabamuylograda,peroelsonido
se parecía bastante al original. Y así fueron apareciendo en mitad del
campounaguitarra,unpardeviolines,unoboe,unacordeón,unabatería,
una flauta, unos platillos y un piano que parecía un animal herido, pero
que a Lina le pareció un Steinway. El espectáculo parecía sacado de una
película italiana donde el absurdo que va tejiendo el hilo argumental es
asumido como acto cotidiano. Llegar al campo después de una jornada
extenuantedetrabajooestarenlacolaparaconseguirsuracióndiariade
pan negro y sopa de arenque, y ver aparecer a un grupo de guardias
cruzandoelcampoconvariosinstrumentosmusicalesenlasmanos,alos
que solían llevar con más cuidado que a los propios presos, no era la
visiónhabitualyamásdeunaleparecióestarteniendovisiones.«Esoes
cosadeLina,seguro»,decían.Ynoseequivocaban.
Desde que estaba inmersa en la preparación de estas actividades
culturales, la española presentaba mejor aspecto, amén de una fortaleza
mental mayor. No se libraba del trabajo forzado durante horas, pero es
ciertoquesuintensidadsevioreducida,yaquelepermitíandisponerde
cierto tiempo para la organización y la preparación de los ensayos.
También tuvo la oportunidad de escribir más de una carta al año a sus
hijos,perosiempreparapedirlesqueleenviaranpartituras,arias,óperas
y música vocal e instrumental. Al principio Sviatoslav no entendía nada.
No alcanzaba a comprender por qué su madre no se limitaba a pedir,
comohacíaelrestodelospresosenelgulag,ajoycebollaparacombatir
elescorbuto—porfinentendieronelporquédelolorcaracterísticoaestas
hortalizas en las oficinas del número 22 de la calle Kuznetski, adonde
acudían los familiares de los presos para realizar sus envíos—, la
dolencia más extendida en los campos debido a la escasez, o algún
condimento, como la sal y la pimienta para dotar de algo de sabor a la
desaborida sopa, o alguna prenda de abrigo. Lina prefería pedirles las
partituras de composiciones de Puccini, como las arias de Madame
Butterfly o de La Bohème. También solicitaba composiciones de
Prokófiev, entre ellas la de Aleksander Nevski, en especial la exaltación
coral del Levántate, pueblo ruso. Se encargó de conocer los gustos del
director del campo para que la elección le resultara más sugerente e
hiciera todo lo posible por conseguir aquello que necesitaban. Puso
especialénfasisenquesushijoslemandaranTheWishdeChopin.Quería
representarlaenelcampo,legustabaesahistoriadeamorquehablabade
libertadydeamorincondicional.Perosobretodo,porquelerecordabaa
Serguéi.Eralapiezaquesolíatocarparaanimarla,enespecialdespuésde
unadiscusión,convirtiéndolaensuparticularmaneradepedirperdón.
Pronto empezaron los ensayos y con ellos, la comunicación entre
campos. Lina no era la única que se implicaba. Poco a poco escritores,
músicos,poetas,compositores,tantohombrescomomujeres,comenzaron
a aportar ideas y a dar consejos. Las actividades culturales ofrecían el
único momento de libertad que vivían los presos, ya fuese participando
directamenteensupuestaenescenaocomomerosespectadores.Resultaba
conmovedora la manera en la que todos se esmeraban en participar,
aunquefueserecogiendoramasdealgúnárbolperdidoenmitaddelhielo
que poder utilizar en el escenario, o trayendo serrín de las fábricas, o
cartones que luego se encargarían de colorear y recortar según las
necesidades de los decorados. El teatro, los conciertos, las lecturas
organizadasyelcorosalvaronmásvidasenelgulagqueelranchodiario
oelcuidadoeneldispensariomédico.
Uno de los días, mientras organizaba los ensayos para la Cavallería
rusticana, de Mascagni, sucedió algo imprevisto. Lina estaba sobre el
escenario, de espaldas a la entrada, revisando los arreglos de una
partitura, cuando una voz comenzó a hablarle en un fluido y perfecto
español. Aquel sonido le pareció redentor. Giró su cuerpo rápidamente
paraasegurarsedequenoestabasoñando.¿Quiénpodríaestarhablándole
ensulenguapaternaenaquellugar?
—¿TúeresLinaProkófiev,lamujerespañoladelgenioruso?Cuando
locuente,nomevanacreer.
—Te creerán, confía en mí —respondió, sabiendo que el gulag estaba
lleno de personajes conocidos, famosos e ilustres de la cultura rusa y
europea con quien los mejores teatros, editoriales y salas de concierto
soñabanconescribirsusnombresensuscarteles—.¿Ytúquiéneres?
—Mi nombre es Pedro Cepeda, pero me llaman Perico. Y siento
decepcionarte,peronosoyniescritornimúsiconipintor.Sencillamente
soyunanarquistaespañolquevinohuyendodelfascismoydecidióluchar
conelEjércitoRojosoñandoconunaverdaderapatriadelproletariado.Y
miradóndeacabé.Almenossoydelospocospresospolíticosverdaderos,
un auténtico manosblancas, no como la mayoría de los que estáis aquí,
quedepolíticasabéisloqueyoderimapoética.
—También fueron detenidos el cirujano Julián Fuster y el político
FranciscoRamosMolins.ConelloscoincidíenlaLubiankahastaquenos
juzgaron. —Lina se dio cuenta de que Perico pasaba por alto la
instruccióndelcasoenelque,comotodos,viviósusepisodiosdetortura
—. A nosotros y a Fuster nos condenaron a veinticinco años de trabajos
forzados.Ramostuvomássuerte,sololecayerondiez—dijo,comosien
las condiciones de vida del gulag la condena de diez o veinte años
difirieraenalgo.Nadiepensabaquepodríanresistirtantotiempoenuna
zonatanletalcomoelcampodeAbez,dondeapenasunasextapartedelos
prisionerosqueingresabanenélsobrevivía—.Yaquímetienes.
Lina se quedó pensativa. Había algo que no entendía, aunque eso no
fueranadanuevoenlarealidadrusa,peropodríaextrañarlealdesconocer
cómoestabanlascosasensupaísnatal,enEspaña.
—YteniendorelaciónconelPartidoComunistadeEspaña,¿porquéno
hanhechonadaparaayudarte?
—¿YquéhaceelPartidoComunistadeStalinconlosrevolucionarios
rusos,conloscomunistasconvencidos,conlosquehanentregadosuvida
alarevoluciónyalpropiopartido?Yotelodiré:encerrarlosenelmismo
sitioenelquetúyyoestamosahoramismo.¿Sabesloquemedijoelotro
díaunpresorusodemibarracón?Quedeberíaconsiderarmeafortunado
porque los que me golpean y me tienen encerrado en este campo de
concentraciónsonrusosynoespañoles.Peroquienletorturaaélyquien
le amenaza de muerte son de su misma nacionalidad y, posiblemente,
compartan los mismos ideales revolucionarios. «Son los nuestros», me
decía casi llorando. Me miró y me dijo que no envidiaba a los que
disfrutabandelalibertad.
Linaguardósilencio.Nuncapensóquedentrodelcamposucondición
deextranjera,queeraendefinitivaunadelascausasquelehabíanllevado
allí,pudieraprovocarlaenvidiadealguien.Pericodecidiócontestarasu
preguntaparanoalargarmáselmutismo.
—Al Partido Comunista en España no le conviene que regresemos y
empecemos a contar cómo se las gastan sus camaradas en la Unión
Soviética,deteniendo,encarcelando,condenandoyejecutandoalossuyos.
Quedaríafeo.Poresoaloscomunistasespañolesqueestamosenelgulag
muchosnosacusandefascistas,dehabernospasadoalenemigoydeser
espías encubiertos del régimen franquista. ¿De dónde habrá salido esta
obsesiónporconvertirnosatodosenespías?Estoyconvencidodequea
IbárrurilegustaríavermecolgadodeunmástildelaavenidaGorki.
ALinalegustabaaquelhombre.Sumaneradeser,sucaráctersiempre
afable, su gracia andaluza y su positivismo le hacía sonreír. Agradeció
volver a escuchar el idioma español. Le recordaba a su padre, Juan
Codina,ynopodíaevitarsentirciertapredilecciónporaquelmiembrode
su improvisado reparto artístico. Y sabía que le hacía un favor al
requerirleparaparticiparenlarepresentacióndelaópera,porqueesole
libraba de algunos trabajos que le partían el alma, el cuerpo y la moral.
Aunque tenía una buena voz, Pedro Cepeda solía despistarse en los
ensayos, se distraía con otras cosas. Lo más seguro es que se sentía tan
cómodo en aquel barracón que el director del campo les había
acondicionadoparaqueensayasenquesoloqueríadisfrutardelmomento
yesolehacíaolvidarlaletra.ALinaledivertía,perodebíaevitarquese
lenotara.
—Pedro, no entras nunca a tiempo y cuando lo haces, tarareas, no
cantas la canción. ¿Tanto te cuesta recordar una letra? —le dijo, no en
ruso, como solían hablar para que todos lo entendieran, sino en un
español preciso y tirando a castizo, que contrastaba con el andaluz de
Pedro.
—Esqueescomplicado,Lina,dirigesmuyraro—replicóconlaúnica
intencióndepicarla.
—Túsíquecantasraro.Dejadehacerelboboopongoaotro.
—Yamecentro—admitiósinmásreproches—,yamecentro.¿Dónde
se supone que está la iglesia y dónde mi amada? —preguntó mientras
buscabaunlugarimaginarioqueocupar.
—Estáspisándola—lecontestóLinaalverquesehabíasituadomalen
elescenario.
Cuandonoletocabaestarencimadelasmaderasquehabíancolocadoa
modo de escenario, Pedro se acercaba a su compatriota y le confiaba al
oído.
—¿Cómosellama?—dijo,señalandoconungestoaunadelaspresas
queayudabanconeldecorado.
—¿Ella?—preguntó,mirandoalamujerquecontemplabaPedro—.Se
llama «céntrate en la letra, porque si se te vuelve a olvidar, nos van a
meteratodosenunaceldadecastigoporasesinaraPietroMascagni».
—Tienes razón, tienes razón. —Pedro tenía por costumbre repetir la
mismafrasedosveces—.Pero¿mediráscómosellama?Porqueseguro
queesenombretanlargoqueacabasdedecirmetienealgúnapelativomás
corto.
Lina le miró sin poder evitar dejar a un lado su pose de directora en
ciernesycederaunasonrisa.
—Irina.SellamaIrina.
—PuesIrinaesmuyguapa.
—Ypiensaquetienesunavozdetenormuybonita.
—Esquelatengo.PoralgoestuvedepequeñoenelcorodelTeatrode
Stanislavski—dijosinfaltaralaverdad.
—Pero para que Irina pueda ver lo bien que lo haces, tienes que
recordarlaletra.
—Esoayudaría,sí.Definitivamenteloharía.
Aprovechaban cualquier momento para conversar, para recordar
costumbres españolas, para hablar de sus familias, para compartir sus
miedos y sus sueños. Los dos eran vitalistas, no caían fácilmente en los
bajones anímicos, al menos no les gustaba hacerlo a la vista de todos.
Aunque sabían que fantaseaban, planearon verse una vez salieran de allí,
«porque de aquí se sale», solían decirse como saludo en un correcto
español y como un revulsivo para abrazar la esperanza. Quizá era por
compartir la misma nacionalidad, pero Pedro y Lina tenían en común
muchosrasgosdesucarácter.Nolesgustabalapalabramiedo,nosolían
hacer ni decir nada que fuera contra su conciencia y se atrevían a
encararse si fuera necesario con el guardia, el vigilante o el juez
instructor, como ambos hicieron en la Lubianka, a pesar de las
consecuencias que su arrojo les había acarreado. Si querían algo, iban a
porello,aunquequizáPedrolohacíadeunamaneramásimpulsiva.Así
ocurriólanocheque,rompiendolasreglasdelcampo,decidióabandonar
subarracónparatrasladarsealdemujeres.Noeralaprimeravezquelo
hacía. Algunas noches, siempre que no hubiera luna llena, los hombres
solían arriesgarse y traspasar los márgenes prohibidos en busca de una
conversación animada con las presas, que solían esperarles con algo de
comida y bebida. Casi siempre era Inna la encargada de conseguir los
víveres.Linahabíaparticipadodemuchosdeesosencuentrosclandestinos
donde se hablaba de todo, incluso de política. Pero esa noche Perico
queríaveraIrina.Esamujerlegustabaypensóquelaoscuridadseríauna
buena tapadera y que el contumaz frío que como cada noche helaba el
exterior haría que los vigilantes relajaran su guardia. Cuando a punto
estabadellegaralbarracón,fuedescubiertoporcuatroceladoresquele
propinaronunapalizaquelellevódirectoalhospital.Mientrasrecibíalos
golpesylaspatadas,pensabacómoeraposiblequesupresenciahubiera
sido advertida por los cuatro vigilantes con tanta precisión, como si
realmenteleestuvieranesperando.Enrealidad,asíera.Irinasabíadelos
planesdePedro,perotambiénlosconocíaotradelaspresasquesehabía
enamorado del español y que, al no ser correspondida, había decidido
vengarsecontándolesalosguardiassusintencionesnocturnas.Latraición
levalióunaraciónextradebalandaydepan.CuandoLinaseenteró,hizo
todo lo posible para que una presa amiga suya que trabajaba en el
dispensario se ocupara de él y le pidió a Inna que le facilitara algún
cuidado y algo de comida. Así lo hicieron. Sobre la cama del
revolucionario español metido a tenor aparecieron unos cuantos
cigarrillos,untrozodetocinoyunasgalletas.Duranteunasemana,Pedro
nopudoabandonarelhospital.
Algunos sentimientos relacionados con el amor resultaban igual de
peligrosos tanto fuera como dentro del gulag. Pero, algunas veces,
merecíalapenaarriesgarseparavivirlos.
31
Olena recorría con extremado cuidado el interior de la casa del
vigilante jefe del campo, como si temiera encontrarse en un campo de
minas. Esa semana le tocaba a ella limpiar la vivienda de uno de los
guardias más déspotas y crueles del campo y toda prudencia era poca.
Cualquier error o desperfecto podría salirle muy caro. La prisionera
ucranianahabíanacidoenlamismalocalidadqueProkófiev,enDonetsk,
yesohabíaservidoparaconvertirseenunadelaspresasquemáscariño
despertaba en Lina, un sentimiento que se terció recíproco. Cuando a
puntoestabadeterminarsufaenaysedisponíaaabandonarlacasa,Olena
se fijó en el contenido de una de las papeleras situadas bajo la mesa del
despacho.Seacercótímidamenteparaexaminarloconmásdetenimiento.
Al hacerlo comprobó que era un fardo de cartas atado con una cuerda
deshilachada.Mirónerviosahacialapuertadelaestanciayduranteunos
segundos agudizó el oído para comprobar que no se oían pisadas que
anunciaran la proximidad de algún guardia. La curiosidad la empujó a
cogerelpaqueteycomprobarqueerancartasdestinadasalaspresasque
ni siquiera habían sido abiertas. Era una práctica habitual que los
funcionariosdelcamposequedaranconelcorreodelospresos,bienpor
curiosidadmalsanasisetratabadeunpersonajefamoso,bienparaintentar
recabar algún tipo de información o para ahorrarle uno de los pocos
momentosdefelicidaddelquepodíadisfrutarelpenado.Algunosincluso
se negaban a entregar la correspondencia escrita a sus destinatarios,
porqueesolessuponíamástrabajoynosolíanrecibirnadaacambio.Al
menos con los paquetes que enviaban los familiares, algunos guardias
podían exigir una mordida, además del robo previo que solían hacer de
los víveres que contenían los envíos. Los cigarrillos, el azúcar y la
mantequilla solían desaparecer de los petates y rara vez llegaban a las
manosdelosprisioneros.Todossabíancómofuncionabanlascosasenel
campoytambiénquetodaquejaoprotestaseríacontraproducente,yaque
la insolencia del que no tenía más derecho en la vida que el del trabajo
forzadosolíaterminarenunaestanciadevariosdíaseinclusosemanasen
unaceldadecastigodelaquenotodossalíanconvida.
Después de un rápido y nervioso vistazo, distinguió en uno de los
sobresunnúmerodebuzónqueleresultófamiliar.388/16b.EraeldeLina
Prokófiev.Extrajolacartayaldarlelavueltavioenelreversoelnombre
de su hijo, Sviatoslav. Apenas lo dudó. Armándose de valor, y sabiendo
queaquelgestopodíacostarlecaro,Olenaescondiólamisivaensuropa
interior.Prefiriócorrerelriesgoydarleunaalegríaalamujerquetanto
estaba haciendo por ella y por muchas de sus compañeras, aunque esa
valentía podría suponerle el verse privada de su ración diaria de pan o
pasarunosdíasencerradaenunzulobajolanieve,aoscuras,confríoy
sinapenasalimentos.Tuvoquepasartodoeldíaconlacartaocultaensu
cuerpo, porque esa semana a Lina le había tocado salir al exterior para
cargar la basura y los desperdicios en barriles de arenques. Sabía que
aqueltrabajofísicominabasusaludapasosagigantados,dehechoerauna
especiedecastigoparasaldarelcaprichodeunvigilante.Habitualmente
se quedaba en el interior del pabellón, encargada de la limpieza de los
barracones,oenlacocina,dondepelabakilosdepatatascongeladascon
un cuchillo romo, lo que hacía casi imposible realizar el trabajo. No es
queesafueraunafaenaagradable,peroalmenosnorequeríaelesfuerzo
físico de levantar grandes pesos, empujar carros y camiones o recorrer
kilómetros sobre la nieve endurecida y el hielo. Los días que tenía que
salirahaceresosmenesteres,llegabaallímitedesusfuerzasynisiquiera
tenía ánimo ni voluntad de acercarse a la cocina para recibir la cena,
consistenteenuninsípidocazodesopa,untrozodepanyunvasodeagua.
Prefería dejarse caer sobre su camastro de madera y descansar con la
esperanza de poder afrontar la nueva jornada de trabajo que comenzaría
en apenas unas horas. Cuando sus ojos ya habían empezado a cerrarse,
Olenaseacercóasucamastro.
«Toma.Heencontradoesto.Unacartaparati.Esdetuhijo.Intentaque
notelaencuentreny,silohacen,porfavor,recuerdaqueyonotelahe
dado». No sería la primera carta o mensaje que Lina se veía obligada a
comerse para evitar que los vigilantes la descubrieran. Era lo más
próximoalestraperlooaltráficodemercancíasqueexistíaenelcampo.
Susojosnoencontraronsuficienteagradecimientoparaelgestodesu
compañera.Sieldíadetrabajoenelgulaglehabíarobadounañodevida,
aquellamujerleacababadeconcederotroañoensulugar.Losdedosde
Lina estaban amoratados, agrietados, sin sensibilidad debido a las
quemaduras.Moverloslesuponíaundolorqueterminabainstaladoenla
bocadelestómago,peroelsufrimientomerecíalapena.Observólaletra
deSviatoslav,queeratantocomodecirqueelmismoDioshabíabajadoa
latierraparamantenerconellaunaconversaciónprivada.Lecostórasgar
el sobre, por la inmovilidad de sus dedos y por miedo a que la torpe
apertura estropeara algo del contenido escrito. Le sorprendió que algún
responsable del campo no la hubiera abierto para interesarse por lo que
contaba,peroporloqueleconfesóInnahabíavecesqueeldesprecioera
tantoquetirabanelfardodecartassinnisiquieraabrirlo.
Cuando al fin lo consiguió, sus ojos recorrieron hambrientos las
palabras que alimentaban líneas. Intentó buscar significados ocultos en
cadasignodepuntuación,encadapalabra,encadaexpresión,inclusoen
la inclinación de la caligrafía. Quien escribía sabía que su carta sería
inspeccionadaporojoscensores,quealamínimadudaosuspicaciasería
rechazada.Poresarazóncasitodaslacartasseparecían.Frasesescuetasy
tramposas como «Estoy bien de salud», «La vida aquí no es tan dura»,
«Estuveunosdíasenelhospitalporunainfecciónestomacal,peroyahe
salidoyhepodidovolveraltrabajo»,«Estoyaprendiendomuchascosas»,
«Pienso en vosotros», solían repetirse como expresiones prefabricadas,
aunquequienlasescribíaestabaconvencidodequeeldestinatariosabría
interpretarideasquenohacíafaltaescribir.Eramejorpecardeausterosa
lahoraderelatarsentimientos,compartiropinionesyfacilitarsegúnqué
tipo de informaciones. Lo sabía y por eso la frialdad del escrito no le
supusoningunadecepción.Alcontrario.Enlacarta,Svi
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