Índice Portada Dedicatoria Cita Citas PrimeraParte.NuevaYork Capítulo1 Capítulo2 Capítulo3 Capítulo4 Capítulo5 Capítulo6 SegundaParte.París Capítulo7 Capítulo8 Capítulo9 Capítulo10 Capítulo11 Capítulo12 Capítulo13 Capítulo14 Capítulo15 Capítulo16 TerceraParte.Moscú Capítulo17 Capítulo18 Capítulo19 Capítulo20 Capítulo21 Capítulo22 Capítulo23 CuartaParte.LaGuerra Capítulo24 Capítulo25 Capítulo26 Capítulo27 Capítulo28 QuintaParte.ElGulag Capítulo29 Capítulo30 Capítulo31 Capítulo32 Capítulo33 Capítulo34 Capítulo35 Capítulo36 UnasNotasSobreLina OtrasNotas Notasalaedición Créditos TedamoslasgraciasporadquiriresteEBOOK VisitaPlanetadelibros.comydescubreunanuevaformade disfrutardelalectura ¡Regístrateyaccedeacontenidosexclusivos! Próximoslanzamientos Clubsdelecturaconautores Concursosypromociones Áreastemáticas Presentacionesdelibros Noticiasdestacadas Compart et uopiniónenlafichadellibro yennuest rasredessociales: ExploraDescubreComparte ParaPepe,elprotagonistademimejorhistoria. Tenemosquevivir.Noimportacuántoscieloshayancaído. D.H.LAWRENCE Fueentoncescuandoaprendíqueelamornoessolounafuentedealegríaounjuego, sinoquetambiénformapartedelaincesantetragediadelavida,puesconstituyetantosu condenaeternacomolafuerzaabrumadoraqueledasentido. NADEZHDAMANDELSTAM Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de firmas inconstantes, ese montóndeespejosrotos. JORGELUISBORGES Podréquedarmesolo,perojamáscambiaréporuntronolalibertaddemipensamiento. LORDBYRON,DONJUAN Lavidapuederesultarcaprichosamentedifícilcuandotehanmimado demasiadoenlainfancia.Linanopretendíaqueesepensamiento,repetido hasta la saciedad por su familia con vocación de convertirlo en mantra, justificara su realidad en aquel desierto de hielo perpetuo, donde el inviernodurabaochomeses,latemperaturasuperabaloscincuentagrados bajoceroylosvientosdelÁrticollegabanpreñadosdetormentasdenieve quealfombrabanenvariosmetroslaletaltundrademusgoybarroquese escondía bajo sus pies. Hacía mucho tiempo que había dejado de preguntarse por qué el destino había decidido vengarse de ella en aquel lugaralnortedelparalelo67. Su vida había sido una fiesta hasta que alguien apagó la luz y unos brazosdehierroforjadolerompieronlaexistencia.Pudohaberlointuido, haberinterpretadolasseñalesqueahoraemergíanclarasynítidasantesus ojos, incluso con la ceguera nocturna que padecía desde que aquel infierno helado se había convertido en su único hogar, y que le hacía recorrer los barracones del campo de concentración convertida en una sombraintentandopalparconlasmanosquemadasporelvientoborealla entrada del barracón de la cocina para tomar su última comida del día, apenas un cazo de sopa aguada de col podrida con una rebanada de pan ácido, único alimento final de una jornada de catorce horas de trabajo forzado.Sonrióconlamismadignidadconquelohizocuandoescuchóal juezcondenarlaaveinteañosdeprivacióndelibertadenelgulag,acusada de espionaje y traición a la patria. No era una niña mimada. Era una supervivientequeseadaptabaalascircunstanciasyalosescenariosquela vida le iba poniendo en su viaje, con paradas en estaciones que hubiese deseadonopisarjamás. A su mente regresaron como cada noche las palabras de su abuela materna, Carolina, envueltas en una voz cálida y familiar. Era profesora deliteraturafrancesayescribíarelatosquelenarrabaasuúnicanieta,que escuchaba con los ojos como platos. Con ella y con el abuelo Vladislav Adalbértovich Nemisski, un regio polaco lituano que consiguió convertirseenunaltocargoenelgobiernorusocuandoPoloniaeraparte deRusia,LinapasabalargosperiodosdevacacionesenelCáucaso,enuna acogedora casa de madera rodeada de una vegetación abundante y generosas cascadas de aguas que alimentaron su amor por la naturaleza. Su infancia sonaba a las fábulas de La Fontaine narradas en francés. Sin embargo, su favorita era El grillo, del escritor Jean-Pierre Claris de Florian. Podía escuchar aquel relato mil veces sin cansarse, aunque no seríaconscientedelamoralejahastacuarentaañosmástarde.Sumemoria guardabalamelodíaylaspalabrasdeaquellafábula. Un humilde grillo negro veía desde su cueva a cierta mariposa que giraba en la pradera luciendo sus finas alas tejidas con oro y seda. El grillo, triste desde su celda, se quejaba: «¡Cuán distinta es nuestra suerte! A ti, la naturaleza te regala sus tesoros, mientras yo entre tinieblassepultadovivosiempreconlasmástristesmiserias».Mientrasasíelpobregrilloal aire daba sus quejas, siete u ocho rapazuelos en pos de la mariposa se lanzan a la carrera; pronto entre sus manos la apresan, le arrancan las alas y le aplastan la cabeza. El grillo, espantado,dijoalmirarlatristeescena:«Jamásvolveréaquejarme.Nuncadejarémicueva». Alfinalizarelrelato,laabuelaCarolinasiempredejabatranscurrirun largosilencioenelqueobservabaasunietaantesdelegarlesuparticular interpretacióndelrelato:«Pourvivreheureux,vivonscachés»(«Paravivir feliz,unodebeocultarse»). Fue ella quien le ayudó a vencer el miedo a la oscuridad. Una noche, cuando Lina le pidió que dejara la luz encendida, ella se sentó sobre su cama y jugueteó con sus largas trenzas. «Cierra los ojos y escucha el silencio,latormentayelaullidodeloslobos…Esmúsica,mipequeña,es unamaravillosapartituraquedebesescucharatentamente.Noteamenaza, tansoloteacompañaparahacerteverquenoestássola». La voz de su abuela la reconfortó. Intentó encajar su dolorido cuerpo sobreeldelgadocolchóncolocadoencimadelostablonesdemaderaque hacíalasvecesdecamastro.Apretóconfuerzasuspárpadoshastahacerse daño. Sintió un latigazo de dolor recorriendo sus ojos al agrietarse las costrasdepusformadassobresuspestañas,debidoalintensofríoyalos estragos de una deficiente alimentación. Pero no le importó la punzada. Casiagradecióquelaheridaseabrieraydeellabrotaraunpequeñohilo calientequedescendióporsusmejillas.Seconcentróenmantenersusojos cerrados,esosquebrillabanporlafiebrequeleacompañabadesdehacía variosdías.Fruncióelceñoenunesfuerzoporconcentrarseenlavisión queanhelaba.Necesitabasentirlodenuevo.Sentirlamismasensaciónde bienestarqueleinvadíacuandoSerguéicomponíayellasemanteníaasu lado, con los ojos vencidos, dispuesta a entregarse sin resistencia a un mundodepercepcionesincontrolables.Lasucesióndenotasquesalíana raudalesdelacabezadeProkófievparaposarseimpetuosamentesobrelas teclas del piano a través de sus delgadas y pálidas falanges lograba transportarlaaotromundolejano,ancladoenotradimensión,desertando de la tierra que pisaba y, con ella, de sus problemas mundanos. Lina presentía aquel nirvana musical como la eternidad. Más que nunca necesitabavolveraeseuniverso,aesemomentodesuvidaenelquetodo comenzó, en el que el destino empezó a escribir su historia con la inconsciente insolencia que demostraría siempre. Necesitaba escuchar la músicadesuvida. Losaullidosdeloslobosenelexteriorpugnabanporformarpartedela partituraquecomenzabaaescribirseenlamentedeLina,peroellanolo permitió. Hacía mucho que no les temía como tampoco recelaba de la oscuridaddelanoche,nisiquieradelosintrigantessonidosquerecorrían losbarraconesdelcampodeconcentracióndeAbez,cercadeVorkutá.A lo único que temía era al olvido. Era su único lujo, que los recuerdos anclados en el pasado le abrigaran lo suficiente para no sentir el gélido presente que caía sobre ella. Sabía que un día de trabajo en el gulag restabaunañodevida,perounanochederecuerdoslaprolongabadoce meses.Agradecióquenadaseborraradesumemoria.Lamemoriaerael único rompehielos de la realidad del que disponía. La única vida que concebía para no ser vencida por el destino era un paseo por sus recuerdos.Esciertoquelosrecuerdosduelenyescuecencomolohaceel alcohol vertido sobre la herida abierta. Pero al final curan, sanan el cuerpomagulladoyalejanlainfección,aunquelacicatrizdejeuntatuaje sobrelapielquenuncadesaparecerá. Se cubrió con la deshilachada manta hasta convertir su cuerpo en un bultoescondidobajounatelaraída,suciaeinfectadadechinchesypiojos. «Pourvivreheureux,vivonscachés».Laspalabrasdesuabuelatomaronla forma de una batuta fabricada en marfil, luminosamente clara para que resaltara en la oscuridad de la sala de conciertos en la que se había transformadosubarracóngraciasasuimaginación.Pudonotarcómola batutasebalanceabasobresudedoíndicebuscandolaposiciónnaturalde su pulgar. Firme y recia, dispuesta a rasgar el aire con un sutil movimiento, comenzó a marcar sus tiempos en el pentagrama de su memoria. Supensamientolebrindólaprimeravisión.Pudoverelsolregandode luz las torres de Notre Dame, iluminando la cúpula de los Inválidos y bañandolaTorreEiffel.Seviocelebrandoelañonuevode1924enuna mesadePrunier,unodelosmejoresrestaurantesdeParísdondemástarde compartiría junto a Ernest Hemingway una fuente de ostras acompañada de unas copas de Sancerre, como hicieron en su primer encuentro en el caféElPanteón,cercadelaplaceSaint-Michel.Suimaginaciónlaretuvo unossegundosmásenellujosoPrunier,sindudasulocalpreferidoenla capitalfrancesa,dondefueelprimerdíaquepudosalirdespuésdedara luz a su primogénito Sviatoslav para cenar con amigos como Maurice Ravel, Francis Poulenc y Raymond Roussel. La abuela Carolina tenía razón:cerrandolosojospodíaescucharelPreludioalasiestadeunfauno de Debussy que sonaba a todas horas en su casa del número 5 de la rue ValentinHaüydeParís.SeveíaasímismadeslizándosejuntoaSerguéien un trineo por el río Moscova observando el espectáculo que el sol reflejabasobreelKremlin.Lasimágenesseguíanmeciéndolaenelviaje retrospectivodesuvida,mientrassedejabaatraparporelmagnetismode una Marlene Dietrich que alzaba su copa para brindar con ella en el restauranteVictorHugodeBeverlyHills;compartiendoconfidenciascon CocoChanel,queleinsistíaenque«paraserirreemplazableunodebeser siemprediferente»;yescuchandoalgunossecretosinconfesablesdeboca deunWaltDisneyque,comotodos,semostrabafascinadoporella.Volvió averlosojosguitarronesdePabloPicassodiciéndolequeeraunamujer encantadoraaquien«eserusonohahechonadaparamerecer»;aescuchar laspalabrasdemissSteinensuestudiodelnúmero27delaruedeFleurus convencidadeque«unopuedecomprarsecuadrosocomprarsevestidos, peronocreoqueseacapazdehacerlasdoscosaspormuyricoqueuno sea»;yarememorareldescarodeKikideMontparnassereconociéndole aloídoque«todoshablandeamorenParís,peroningunosabehacerlo». SonrióalrecordarelcomentariodelcreadordelosBalletsRusos,sugran amigo Serguéi Diáguilev, sentado al borde de la cama donde Lina se recuperaba de su segundo embarazo: «Una mujer con un hijo es un general,condosesunmariscal»;lamiradacomprensivadelgeneralDe Gaulle, besando su mano, «En París la esperamos ansiosos, señora Prokófiev»;lainsistenciadeFedericoGarcíaLorca:«¿Estáseguradeno haber nacido en Córdoba?», las sobremesas de risas junto a Charles Chaplin,ImperioArgentinaeÍgorStravinskiensuretiroveraniegodeLa Fléchère,enellagoBourget;lasnochesenelEmpireparisinoescuchando aCarlosGardel;ylalacónicafrasedePierreReverdyescritaenunpapel: «Quéseríadelossueñossilagentefuerafeliz».CocoChanelteníarazón. Lamemoriaesfemenina. Unosgolpessecosycontinuosrompieronlasucesióndeimágenesque veníaproyectándoseensumente.Nolecostóidentificarlanaturalezade aquel sonido. Ni siquiera se incorporó para ver entre las ranuras de los tablones de madera del barracón cómo sacaban a rastras los cuerpos de los presos muertos, haciendo que sus cabezas golpearan contra los peldaños de las escaleras. Lo había visto demasiadas veces. Como si de unaafinadaorquestasetratara,nuevossonidossefueronincorporandoa la noche: distinguió los sollozos ahogados desde la litera inferior mezcladosconunaretahíladerezosininteligibles,elvientocolándosepor las rendijas del cobertizo, el susurro de una pesadilla vivida por alguna presa,yaellosseincorporabandesdeotroplanotemporaleltintineode llavesqueportabanensusmanoslosvigilantesdelacárceldeLefortovo, el espeso silencio de los pasillos de la Lubianka, el código morse que escondíanlosgolpesefectuadosporlascucharascontralasparedesdelas celdascomoúnicolenguajeimprovisadoyqueempezabasiempreconla misma pregunta: «¿Quién eres?». Y sobre todas ellas la voz del juez de instrucción Riumin: «A veces la vida nos sitúa en el lugar que no nos corresponde y no podemos hacer nada para evitarlo, más que asumir el destino». Convirtió su cuerpo en un ovillo haciendo sonar la madera de los tablonescomosiellostambiénsequejarandelpesodelarealidad.«Pour vivreheureux,vivonscachés.Pourvivreheureux,vivonscachés».Sumente buscaba una tabla de salvación que la mantuviera a flote y para ello necesita ir al principio, al lugar donde todo empezó, donde comenzó a gestarsesugranpasiónquelallevaríaalmáscrueldelosinfiernos… PRIMERAPARTE N UEVAYORK Amar esarrancarsedelassábanas desgarradasporelinsomnio. Elamornoesunparaísodedulzura; eselasaltorugiente deunatempestad defuego ydeagua. VLADIMIRMAIAKOVSKI 1 —Estamalditagripevaaviajarmáslejosquelaguerra. OlgaNemiskaiasosteníaelteléfonoconunamanomientrasconlaotra servíahaciendoequilibriosunvasodelecheasuhijaconelqueintentaba paliar su anemia. Era tarde y el estrépito del timbre había trastocado la tranquilidadfamiliarenelapartamentosituadoenel145delWashington Heights, al que acababan de mudarse. La llamada le había creado cierta inquietud,comosucedíasiemprequeelteléfonosonabapasadaslasnueve delanocheyJuanCodina,sumarido,seencontrabadegirafueradelpaís. Sin embargo, pronto reconoció la voz familiar de su amiga Vera, que, además,traíaunainvitaciónparaacudiraunconciertoenelCarnegieHall deNuevaYorkaldíasiguiente,martes10dediciembrede1918. —YoaLinaletengoprohibidoviajarenmetroyenlostreneselevados. Sonunafuentedeinfección.Sí,sí…,claroquemeacuerdo,yolaparí… ya sé que tiene veinte años y que no es ninguna niña. Pero ya tiene suficiente con la anemia. Solo faltaba que cogiera la dichosa gripe. ¿Hipocondriaca?Vera,porfavor,túereslaexperta…—VeraDanchakoff eraunareconocidacientíficaenelcampodelostumoresypioneraenel estudiodelascélulasmadre.HacíatresañosquehabíaabandonadosuSan Petersburgo natal para emigrar a los Estados Unidos empujada por la inestabilidad social que vivía su país a raíz de la entrada de Rusia en la GranGuerraquedesdeel28dejuliode1914asolabaelmundo—.Eres bióloga y tú deberías saber mejor que nadie que esta gripe va a matar a másgentequelamalditaguerra,aunquenolesinteresedecirlo.Cadavez que oigo a Lina toser se me encoge el corazón. ¿Cómo quieres que no exagere? Aquella hermosa mujer de abundante melena rubia y espectaculares ojos azules hablaba deprisa y sin parar, pero imprimiendo una hermosa cadencia en las palabras que pronunciaba. Su voz seguía encerrando evocaciones melódicas de la gran soprano que hacía no mucho había recorridomediaEuropasubidaalosescenarios.Erahijadeunafamiliade rancio abolengo, como le gustaba comentar entre bromas a su marido, JuanCodina,untenorespañolnacidoenBarcelonaalqueconociócuando ambosrecalaronenItalia,enlaescueladelTeatrodelaÓperadeLaScala de Milán. Aunque no era algo de lo que le gustara hablar, la familia paternadeOlga,losNemisski,pertenecíaaunantiguolinajedescendiente de los reyes de Polonia. El padre, Vladislav, había ocupado puestos de relevancia en el organigrama político ruso, donde siempre destacó por susideasliberalesaunquelegustarahacergaladeunaseveridadformal. Enunclaroafánderestarleimportancia,quizáporhumildadoquizápor vergüenza,Olgafruncíaelceñocadavezqueletocabarecordarenalguna reunión con amigos, y siempre a instancias de su marido, que su padre habíasidoconsejerodeEstado.Puedequeporesoyporlacondiciónde católicodeJuanCodina—losNemisskieranprotestantescalvinistas—,al padre de Olga no le entusiasmó la idea de que su hija contrajera matrimonio con alguien a quien consideraba un mero amateur. «Ni siquiera es lo suficientemente bueno para brillar con luz propia. Es un simple aficionado. ¡Pero dónde se ha visto que un artista tenga pánico escénico!Paraesohabertecasadoconunvigilante»,llegóadecirleasu hijacuandoestainsistíaenhablardematrimonio. Todos los recelos paternos desaparecieron el 20 de octubre de 1897, cuandoCarolinaCodinaNemiskaiallegóalmundoenlacalleBárbarade Braganzanúmero4deMadrid.Desdeesedía,ycuandosuspadresibande tournée,LinasolíaquedarsealcuidadodesusabuelosenelCáucasosiera temporada de verano o en Odesa cuando el invierno pegaba de lleno en Rusia.Allílapequeñaerafelizporqueteníatodoloquenecesitabaenla vidaasusseisañosdeedad:lamiel,unmanjarparasuinfantilpaladarque ella misma aprendió a extraer de las colmenas gracias a las sabias leccionesdeunapicultoramigodesusabuelos,yespecialmenteelteatro: lapequeñaLinacantaba,recitabaybailabaenelsalóndelacasaparasu únicoespectador,elabueloVladislav.Laseveridaddelaquesolíahacer galaelancianosedeshacíacomounterróndeazúcarenlalechecaliente cuando su nieta se sentaba en sus rodillas y le miraba con los ojos entrecerrados que había heredado de Juan Codina y que años más tarde acentuaríanelatractivodesumirada.Hastalepermitíaquesusdiminutos deditos juguetearan con su larga y espesa barba, algo que no le había consentido ni a su esposa, que no se cansaba de advertirle: «Estamos mimandodemasiadoaestaniñaytúseráselprincipalresponsable».Con solo cuatro años, Lina iba de la mano de su abuelo a los mejores restaurantesdelaciudad,recibíaenormesramosdefloresqueélmismo confeccionaba con esmero, le dejaba recoger los huevos que habían puesto las gallinas y le enseñaba a imitar el sonido de los gansos que la pequeñaperseguíaconunapaladejugueteenlamano,temeridadque,en másdeunaocasión,levalióalgúnqueotrorevolcón. Perocuandoennoviembrede1907elabueloVladislavmurióacausa de una neumonía que no pudo superar, apenas dos años después de enterrar a su esposa, Olga y Juan decidieron que era el momento de emprenderunanuevaaventuralejosdeEuropayespecialmentedeRusia,a dondeyanuncaregresaron.EldíadeAñoNuevode1908,conlamaleta llena de sueños, desembarcaron en Ellis Island, la puerta de entrada a EstadosUnidosparamillonesdeinmigrantes,abordodelStatendam,que habíapartidodeBoulogne-sur-Merunosdíasantes,el21dediciembrede 1907.Apartirdeentonces,NuevaYorkseconvirtióensuhogar.Desdeel primer momento fueron conscientes de que los cuarenta años de Juan y lostreintaycincodeOlganoeranlamejoredadparainiciarunabrillante carreramusicalenelpaísdelasoportunidades,perotansoloaspirabana tenerunavidamejor.Poraquelentonces,Linayadominabacincoidiomas graciasalcelofamiliar:elruso,queaprendiódesumadreydesuabuelo Vladislav;elinglés,quefueasimilandodelasniñeras;elfrancés,queera el idioma en el que le hablaba su abuela Carolina; el español inculcado por vía paterna; e incluso el catalán, para indignación de Olga, que no dudaba en recriminárselo a su marido: «No entiendo por qué tienes que hablarleatuhijaencatalán.¡Nuncavaanecesitaresedialecto!».Después de muchos años, Lina todavía recordaba que la indignación de su padre Juancuandoescuchabaaquellaspalabraseratalqueinclusoparecíaquesu enorme mostacho negro cobraba vida. «¿Un dialecto? El catalán es un idioma. Lina, dile a tu madre que Cataluña fue un gran imperio, que incluíapartedeEspaña,partedelaProvenzayelLanguedoc.Anda,díselo, queparecehabérseleolvidado».Olgamovíalacabezaenunclarogesto dedisconformidadmientrasmurmuraba:«Ungranimperio…veteconese cuento al zar Nicolás II, háblale de imperios a él y a la zarina…». Y entonces era cuando los padres de Lina comenzaban a escribirse notas paraevitarquesuhijaescucharaelrestodelaconversación,comohacían siemprequeteníanquehablardesusproblemaseconómicos.«Nohagáis eso.Dejaddeescribir,asínomeenterodeloquehabláis»,solíaprotestar lapequeñaenvano. Notardaronenentrarencontactoconlanutridapoblacióndeexiliados rusosquehabíaenNuevaYork.Lesgustabareunirseparacomerybebery sus charlas podían durar horas debatiendo sobre la abdicación del zar NicolásII,lallegadadelosbolcheviquesalpoderylairrupcióndeuntal VladimirIlichUliánov,quemástardeelmundoconoceríaporelnombre deLenin.Enesasreunionesentrecompatriotassepodíaoírcualquiertipo deargumentos,desdelosmásserioshastalosmásdisparatados: —Dicen que la zarina era realmente una espía alemana. Por eso ejecutaronaRasputín,porqueteníademasiadainfluenciaenellayenlas decisiones de Estado que tomaba el propio zar. A mí me han dicho que inclusorecurríaalahipnosis. —Recordad lo que les costó asesinarle, ni el veneno ni los disparos acabaronconsuvida.Alfinal,loarrojaronalríoNevaymurióahogado. —Yo no puedo creer que eso lo hicieran algunos nobles rusos en solitario.YoheoídoqueparticipóhastaelServicioSecretoBritánico… —Nomeextrañaría,viniendodeInglaterra.¡PerosialzarNicolásIIle fallóhastasupropiafamilia!Suhijohemofílico,sushijasnoservíanpara sucederle y cuando pidió asilo político a su primo el rey de Inglaterra, Jorge V, que además eran como dos gotas de agua, se lo denegó por miedoaunposiblecontagiorevolucionario.Elreynoqueríariesgos,¡si hastacambióelnombredelacasareal,borródeunplumazolaCasade Sajonia-Coburgo-Gothaporquesonabamuygermano,ynoestáelmundo parabromas,ysedeclaróelprimermonarcadelaCasaWindsor! —TodaEuropatemequeelespíriturevolucionariodelosbolcheviques la termine infectando. Temen más a esa pandemia que a la gripe. Ven conspiraciones,espíaseintentosdegolpedeEstadoencadaesquina.Creo quedondemejorsepuedeestarahoramismoesenlosEstadosUnidos. En uno de esos encuentros con compatriotas, Olga había conocido a VeraDanchakoff,que,ademásdeunabrillantecientífica,eraunapianista prometedora,amantedelabuenamúsica«comotodorusoqueseprecie», solíanbromear,yadmiradoradelahermosavozdeOlga.Desdeelprimer momento, las dos mujeres entablaron una amistad sólida nacida de la admiración mutua y nutrida por la nostalgia de su tierra, y era habitual verlas acudiendo juntas a conciertos de piano, óperas y demás espectáculosmusicalesquellenabanlacartelerateatraldeNuevaYork. En aquella ocasión fue Vera quien proponía ir a conocer a un joven pianistaycompositorrusoquehabíallegadoalaciudadconlaetiquetade iconoclastayrevolucionario. —¿Y para ver a un decadente músico bolchevique, que aporrea las teclas de un Steinway como un tártaro, quieres que me arriesgue a un contagio? La contestación de Vera al otro lado del teléfono se alió secretamente con el gesto de protesta de Lina, que bebiendo a pequeños sorbos su racióndecalciodiariaparapaliarsufaltadehierroenlasangre,parecía tenermuchointerésenacudiralconcierto. —Yotambiénquieroir—dijolamuchachaenvozaltaasumadre,que enelfondodeseabatantocomoellairaescucharaunjovencompatriota. —Serguéi Prokófiev —continuó Olga, impertérrita sin hacer caso a Lina—. Sí, mujer, claro que he oído hablar de él. Leo los periódicos y escucholaradio.Unfuturista,unvisionariollegadodelamisteriosaRusia —dijo,repitiendoliteralmenteloquelaprensaneoyorkinahabíadichode él—.Aunquenocreoquelehayahechomuchagraciaeltítulodel«joven músico ruso más prometedor desde Ígor Stravinski» que le han colgado enlaprensa.Alosqueempiezannolesgustaquelesrecuerdenlalosade losconsagrados. Linalededicóasumadreunagransonrisaqueconseguíaencendermás aún la luz que emanaba su exótica mirada. Sabía que había cedido a la invitación de Vera, en gran parte, por ella. Había heredado de sus progenitores sus mismas inquietudes artísticas. El sueño de su vida era convertirseenunafamosacantantedeóperayestabadispuestaatodopara conseguirlo. Sabía que sería un largo camino, pero quería recorrerlo a cualquier precio. A instancias de sus padres, que no se cansaban de recordarlequedebíaprepararseparavalerseporsímisma«porqueenla vida uno nunca sabe lo que puede pasar y cómo te puede sorprender el destino», Lina acudía diariamente a una escuela de negocios para lograr unaformacióndesecretariaaltiempoquerecibíaclasesdecanto.Gracias aloscontactosdesuspadresyasuconocimientodeidiomas,notardóen encontrartrabajoyenrelacionarseconlaélitedelacoloniarusa. —Mamá,nodeberíasllamarlebolchevique.—Elcomentariodesuhija dibujó una mueca casi cómica en el rostro de Olga, a quien a menudo solía sorprender con disquisiciones inesperadas—. Breshkovskaya me explicóayerladiferenciaentrecomunistasybolcheviques,ymedijoque estosúltimoseranpeoresqueloszaresyqueparahablardeRusiahabía que haberla vivido, sufrido y, por encima de todo, entenderla y que no todo el mundo podía hacerlo. —Lina llevaba pocas semanas trabajando como intérprete, asistente y mecanógrafa de Yekaterina Breshkovskaya, apodada por muchos como la Abuela de la Revolución, una militante anarquista que había estado encarcelada en Siberia por su relación con organizacionessocialistas—.Yademás,dicequelaRevoluciónrusaesun golpedeEstadoquehasubvertidolacausadelsocialismoyqueLenines un fanático controlado por agentes alemanes —añadió con un tono de dictadoquerestabacualquiervestigiodeautoríapropiaasuspalabras. Olgaselaquedóobservandoconunaexpresiónmezcladeorgulloyde temor maternal. Le provocaba una innegable satisfacción que su hija se pareciera tanto a ella en carácter, fuerte, segura y decidida, con esa descarada libertad que ni siquiera era consciente de que representaba un espejismo en medio mundo. Y precisamente por eso le creaba cierta alarma.Elmundosehabíaconvertidoenunescenariominadoenelquese requeríadeciertacautelaparasaberdóndepisaryenarbolarbanderasde libertad. Le llevó unos segundos reaccionar, aunque en su cabeza le parecieronhoras. —Espero que cuando mañana llegues al Carnegie Hall hayas encontrado otro tema de conversación, jovencita. Ya sabes lo que pensamos tu padre y yo de la política. —Al ver que su hija no había recogidosuconsejoconlaseriedadquecreíaquedebíahacerlo,insistió ensuadvertenciautilizandountonodevozmásfirme—.Lina,escúchame bien,huyedelapolíticacomodelagripe.Esunvirusletalquecuandote loinoculanresultadifícillucharcontraél.¿Mehasentendido? Lajovenasintióconlacabezademaneracontundente,haciendoondear sulargacabelleraazabacheherenciadesupadre.Nisiquierasabíaloque acababa de decir al repetir como un loro las soflamas pronunciadas habitualmenteporBreshkovskaya.Selimitóarecogerlaspartituraspara su próxima clase de canto y a poner en orden la colección de recortes aparecidos en prensa sobre Olga, que aún tenía entre manos. Disfrutaba mirandounayotravezelnombredesumadreenlosprogramasdemano queteníaguardadosenunacajadecartónjuntoaalgunosejemplaresde lasrevistasydiariosdondehablabandeella.Linasoñabaconemularasu madre algún día, convertirse en una gran cantante de ópera y ver su nombre en grandes letras impresas en los letreros luminosos de los principalesteatros. Esanoche,unadesconocidaimpacienciaporquellegaraeldíasiguiente leimpidiócogerelsueñoconlafacilidadquesolíahacerlo.Ensucabeza sehabíadesatadounaguerrademelodías,pentagramasycanciones.Tenía ganas de escuchar al hombre misterioso del que todos hablaban y con quien pocos habían conversado. Cerró los ojos con fuerza, con la esperanzadequeaquelgestoapremiaraaltiempo. 2 El Carnegie Hall presentaba un aforo completo. Parecía que nadie quería perderse lo que iba a suceder aquella tarde. Lina empleó unos segundosenrespirarconveneraciónelcaracterísticoolorquereinabaen elrecinto.Lohizodemaneratanconcienzuda,cerrandopreviamentelos ojos, que cualquiera que la viera creería que iba a entrar en trance o a desmayarseenmitaddelhall principal decorado delicadamente en tonos blancos y dorados. Como si de un ritual se tratara, realizó tres inspiracioneshaciendoacopiodetodoelairequeserepartíaporlascinco alturasenlasquesedistribuíaelmayestáticointeriordeledificioysubió mentalmente los ciento cinco escalones que conducían al palco superior. Luegoabriólentamentelosojosyseencontróconlabóvedadeltechoque parecíaobservarlaydecirle:«Sigoesperándote».Noeracapazdedefinir aquéolíaexactamenteunteatro,perosabíaquenoqueríapasarunsolo díadesuvidasinpercibirlo. Llegaron con tiempo suficiente haciendo gala del sentido de la puntualidadquelehabíaninculcadodesdepequeñacomoprimeranorma básicadebuenaeducación.LapresenciadeLinasiempresehacíanotar.Su belleza exótica era el complemento ideal de una elegancia natural que ademásalimentabaconsusdotesparalaconversaciónysubuengustoala hora de vestir. El magnetismo de la joven la convertía en el irresistible blancodetodaslasmiradas,tantodeloscaballeros,aquieneslesresultaba imposible apartar los ojos de ella, como de las féminas, que no podían dejardeobservarcómounaparentementesencillovestidodesedanegro con pequeños puños de encaje en un tono azulado podía dibujar tan impecablemente su hermosa silueta de mujer, adornándose únicamente con un cuello de piel blanca, un pequeño sombrero que escondía un discretorecogidodesumelenaonduladayundiminutobolsoprendidode unalargayfinacadenaquelehacíacolumpiarseaunladodesucadera. Siemprelograbamarcarladiferenciaconelrestoynosoloporsuforma de vestir, sino por su actitud. Su madre sonrió sin poder disimular el sentimientodeorgulloqueleembargaba.Suhijasehabíaconvertidoen unahermosamujer,aunquetodavíapodíaverenellaalaniñaextrovertida dehermososrasgossingularesylargastrenzas. Ocupó junto a Vera y su madre una de las dos mil ochocientas cuatro butacas de la sala de conciertos. No cabía un alma. Todos querían ser testigosdelapresenciadelanuevasensaciónrusaenelmayortemplode la música de la ciudad. Cuando se apagaron las luces, Lina parpadeó repetidamente de manera nerviosa como si presintiera que no podría hacerloduranteeltiempoqueduraseelconcierto.Odióelrecitaldetoses y carraspeos que parecía inevitable al comienzo de cada representación. La orquesta estaba formada en su gran mayoría por músicos rusos y la dirigíaVladimirAltschuler.ElprogramaseabrióconlaSinfoníanº2en mi menor de Serguéi Rachmáninov, al que Lina había conocido personalmente en 1909 y cuya música adoraba desde entonces. Le había llamado la atención desde el primer momento por su altura, su complexión fuerte, sus enormes manos con nudillos pronunciados y separadosylaestudiadaeleganciaquemostrabaenfundadoenuntrajede trespiezasquesindudasubrayabasufigurayacompañabasusexquisitos modales.Siemprerecordaríalaconfesiónquelehizo:«Oigolamúsicaen micabeza.Cuandolamúsicapara,yodejodeescribir.Eseesmisecreto». Tras esa obra, el concierto se reanudó con unas piezas breves para orquesta entre las que, según le confió Vera Danchakoff al oído, se encontrabaunScherzopara cuatro fagots del propio Serguéi Prokófiev. Pero el plato fuerte llegó después, con el Concierto para piano, nº 1 del gran protagonista de la noche. Lina vio aparecer en el escenario a un hombrerubio,delgado,defiguraafinada,vestidoconunimpecablefrac, con el pelo muy corto y peinado hacia atrás quizá con exceso de brillantina.Sugalantepresenciaimponía.Sedirigiódirectamentealpiano sinmiraralpúblico.Linanosupodiferenciarsisetratabadeunexcesode seguridadensímismoounactodesoberbiaartística.Cuandosusdedos empezaron a recorrer el teclado, la joven comenzó a estremecerse, entrandoenunatensióndesconocidaparaella,comosifueraunamásde lasochentayochoteclasdelSteinway,unadelascincuentaydosblancas queProkófievadorabaodelastreintayseisnegrasqueaborrecíadesde niñoyquelellevaronacomponerconcincoañosunaobraenmodolidio, sinsabernisiquieraloquehacía.Amedidaquelostrestiemposdelosque constabalaobraseencadenabansininterrupciónalguna,laemocióndela jovenibacreciendo.Porunmomento,Linasintióquelefaltabaelairey sucorazónbombeabasangreaunritmodesmesuradoquelelacerabalas sienes. Una ola de calor inflamado recorrió su cuerpo. El tiempo desapareciódesucabezayapuntoestuvodehacerloelespaciobajosus pies. Tuvo la sensación de flotar, de estar fuera de los límites de la realidad, en un estado próximo al éxtasis. No había escuchado nada parecidoensuvida. CuandolamúsicacesóyProkófievretirósúbitamentelasmanosdelas teclas del piano como si estas hubieran comenzado a arder, un denso silencioseapoderódelCarnegieHall.Solopodíaescucharsevagamente la respiración sofocada del maestro por el esfuerzo realizado. Unos segundos más tarde, la sala estalló en un estruendo de aplausos. Una tímida sonrisa apareció en el rostro del compositor que, entonces sí, dirigió su mirada al patio de butacas para levantarla después por los distintosnivelesdelteatrohastallegaralospalcossuperiores.Elpúblico le pidió que repitiera la pieza una vez más, obligándole a salir a escena parasaludarhastaensieteocasiones.Linanopodíadejardeaplaudirylo hacíacomosilefueralavidaenello.Soloalfinalsediocuentadequele dolían las palmas, tintadas de un color bermellón, por la vehemencia empleadaenelaplauso. Teníaganasdegritar,desaltar,dedarplenalibertadasuslagrimalesy fijar en sus ojos la imagen de aquel virtuoso de los sentimientos que, situado en mitad del escenario, volvía a doblar su cuerpo en un rígido saludoqueparecíacasiunareverencia.Enesemomento,justocuandosu cuerporecuperabalaposiciónerguida,Linasintiócómolosojosazules deProkófievseclavaronenlossuyos.Duranteuninstanteeluniversose concentróenaquellamirada.Nuncapudosabersifuerealosuexcitación le hizo vivir un soplo onírico, pero ella lo sintió así. Pasados esos segundos mágicos, la joven comenzó a aplaudir con más fuerza y entusiasmo de lo que lo había hecho momentos antes. Dos señoras que habíantraspasadoelumbraldelacincuentena,vestidasdemaneraelegante y luciendo extravagantes joyas, le dedicaron una mirada turbadora. No entendíanlaexcitacióndelamuchachaantealgoqueaellassololeshabía merecidounaplausobenévoloycontenido. —Mirad,quéternura—dijolaqueaparentabamásedad,quizáporun usoinapropiadodelrougedesubarradelabios—.Parecequealguiense haenamoradoestanoche. Las risas que acompañaron el comentario indignaron a Lina, que no solía morderse la lengua cuando se veía atacada. Ni siquiera Olga, que conocía las reacciones airadas de su hija en circunstancias semejantes, tuvotiempodeintervenirparaevitarlaexasperadacontestación. —Señora,nodigatonterías.¿Esquenohancomprendidoustedesnada? —Las dos señoras se retiraron envueltas en susurros y risas. Lina se volvióhaciaOlgayVeraenbuscadecomprensión—.¡Esquenosehan enterado de nada! Son dos cacatúas ignorantes con pretensiones de ilustradasdeesasdelasquehablapapá.Oeso,oesquesehanquedado dormidasduranteelconcierto.—Susojosbrillabancontantafuerzaque incluso encendían la piel de su rostro como si hubiese entrado en un estado febril—. Ese ritmo tan bello… esa facilidad de sorprender… esa armoníaenellenguaje…laenergía…laapoteosisfinal.Hasidoperfecto. —Cariño, sosiégate, que te va a dar algo —la conminó su madre mientrasterminabadeabrocharselosbotonesdesuabrigo,seajustabalos guantes entre sus dedos y se aseguraba de haber metido el programa de manoensupequeñobolsodeterciopelo. —Tampoco es tan guapo… —le comentó en voz baja y con cierta ironía amigable Vera, que no podía ocultar que la escena la estaba divirtiendo. —¿Quién?—preguntóLina,beligeranteperoincapazdedisimular. —¡Oh!, por favor, Lina… ¿quién? —bromeó Vera, remarcando aquellascincoletrasqueenlabocadelajovensonarondisfrazadasdeuna pretendidainopia—.Teadviertoqueparaserunaimportantesopranohay queserbuenaactrizyenestosmomentosnoloestássiendo. Elviajederegresofueunsupliciodecomentarios,miradasybromas quelajoventuvoquesoportarinclusoalllegaralapartamento,dondelas tres mujeres compartieron un té para comentar el concierto. Por mucho queellaseempeñaraenhablardelaprodigiosatécnicadeProkófiev,de suradicalismoinsolenteydesufogosidaddesconcertante,soloescuchaba el mismo comentario: «Claro, cariño, lo que tú digas: no te has enamorado de él sino de su música y de su manera de tocar. Es lo que siemprepasa.Sitequedasmástranquilapensandoeso…». Aquella noche, en la tranquilidad de su habitación y con la oscuridad como principal aliada, tal y como le había enseñado la abuela Carolina, cerró los ojos y volvió a escuchar aquella hermosa melodía que había conseguidoemocionarlacomonunca. No tuvo que esperar más que unas semanas para comprobar que el destinohabíadecididoaliarseconella.Eraunamañanafría,comotodas lasqueabrazanelmesdefebreroenNuevaYork.Linasedirigíaaltrabajo en el distrito financiero de la ciudad. Estaba contenta con su recién estrenadaresponsabilidad.Ganabacasiveintedólaresalasemanayesole permitía tener un dinero para sus gastos, que no eran otros que ropa, revistas y música. Caminaba deprisa para huir del frío, aunque con especial atención a que sus pies evitaran la nieve que cubría las calles y esquivaranlasplacasdehieloquelaheladadelalbahabíaformadoenel asfalto. No estaba segura de si temía más a la gripe o a ver cómo su cuerpo se llenaba de moratones por una caída tonta en plena calle que ademáslallenaríaderubor.Cuandoapenaslequedabanunosmetrospara acceder al metropolitano tuvo que detener su paso. Palpó nerviosa el interiordelbolsillodesuabrigo,peronoencontróloscincocéntimosque costaba el billete de metro y que siempre dejaba preparados la noche anterior. Se quitó el guante para que sus dedos pudieran buscar con más libertad.Nada.Escrudiñósualrededorporsilasmonedashabíancaídoal suelo.Enesemomento,unavozlaobligóalevantarlamirada.Eranlos Stahl, un matrimonio de éxito muy conocido en Nueva York, y no solo entrelosemigrantesrusos.LinasentíaadmiraciónporVeraJanacopoulos, una famosa cantante brasileña con una hermosa voz que se había casado conAlekseyStahl,unbrillanteabogadorusoquehabíaformadopartede laDuma,perohabíasalidodesupaíscuandoLeninllegóalpoderylos bolcheviques formaron gobierno. Supo interpretar correctamente las palabrasdellíderdelaRevoluciónrusacuandodijoqueentreelloshabía elementos inseguros y que era necesario recluirlos en campos de concentración. Stahl guardaba en su memoria las palabras exactas de la ordendel8deagostode1918dictadaporLenin:«Esnecesarioorganizar una guardia especial de hombres seleccionados, de toda confianza, para llevar a cabo una campaña de terror de masas contra los kulaks — campesinos y agricultores con tierras en propiedad—, el clero y la GuardiaBlanca.Todoslossospechososdebenserinternadosenuncampo deconcentración».AlekseyStahlestabaenesalista.Anteesaperspectiva, Aleksey decidió cruzar el océano Atlántico. Como para muchos otros ciudadanosrusos,EstadosUnidosfueeldestinoredentor. Despuésdeconvencerlaparatomarsejuntoselprimercafédeldía,bajo la promesa de que Aleksey la llevaría en coche al trabajo, Vera Janacopoulos, Vera Diva, como solía llamarla su marido, la animó a acudir a un recital muy especial que se celebraría en el Aeolian Hall de Nueva York. Conocían personalmente al compositor y querían presentárseloporqueeraunapersonamuyinteresante,jovenysinapenas amigosenlaciudad. —¿Serguéi Prokófiev? —repitió Lina, temiendo que su rubor fuera demasiadoevidente—.Meencantaráir,adorosumúsica.Estuveviéndole enelCarnegieHallnohacemucho.Peronoquieroquemelopresentéis. No soportaría más bromas de mi madre y de sus amigos sobre lo enamoradaqueestoydesumúsica.Noloresistiría. Lina escuchó la risa de Aleksey, que irónicamente mencionó algo acercadelosgrandesproblemasdelajuventud,peroestavezdecidióno enojarseyseconformóconintercambiarunamiradacómpliceconVera. Elrestodeldíaestuvoenunestadodefelicidadabsurda,conunasonrisa tontaenelrostroyconlamenteenotrolugarsituadoenlacalle42,enel centrodeManhattan.Decidióquenoselodiríaasumadre.Almenos,de momento. Eligióunsencilloperoelegantevestidoencolorburdeoscondelicados bordadosennegroqueescondíabajounabrigodepieldepetigrísquele ayudaría a resguardarse del frío. Adoraba ese abrigo, suave, elegante y con un corte que se adaptaba perfectamente a su figura. Había sido un regalodesupadreyeraunaprendaobligadaparalucirenlasocasiones especiales.Yaquelconciertoloerapormuchoquequisieradisimularlo. Quería convencerse a sí misma de que la inquietud que venía almacenándoseensuinteriordesdequelosStahllehicieronlainvitación respondíaúnicamentealaemocióndevolveradisfrutardelamúsicade aquel visionario ruso. De nuevo, no la decepcionó. Cuando el concierto estaba a punto de terminar y antes de que las luces de la sala se encendieran, Lina extrajo de su bolso una barra de labios de color rojo quedeslizósigilosamenteporelcontornodesuboca.Poruninstantese avergonzó de aquel gesto de coquetería y hasta sintió el rubor subiendo hasta sus mejillas, algo que intentó controlar llevándose las manos al rostro. CuandolosStahlpropusieronaccederalazonadeloscamerinospara saludaraProkófievydarlelaenhorabuena,Linasedisculpódiciendoque tenía que ir al aseo, apremiándoles a que fueran ellos, que ella los esperaría en el hall. Vera sonrió mientras le atusaba maternalmente la brillante melena ondulada que pronunciaba aún más sus rasgos exóticos. «Enseguidavolvemos,novayasairte»,lepidió. Lasalafuevaciándosepocoapocohastaqueelhallsequedódesierto. Según su reloj habían pasado más de quince o veinte minutos. Por un momento, temió que los Stahl se hubieran olvidado de ella, lo cual era pocoprobable,oquehubieransalidodelrecintoporotrapuertadiferente y estuvieran esperándola en la calle. Cuando el sonido de sus tacones contraelsuelologróintranquilizarlalosuficiente,decidióirabuscarlos. Sedisponíaaaccederporunadelaspuertaslateralesqueconducíanauna delassalasdelrecintocuandoalguienlaabrió,adelantándoseasuademán deempujarla.AsífuecomoSerguéiProkófievaparecióporprimeravez ensuvida,trasunapuerta. —Aquí está —dijo en el tono más amable que encontró. A Lina le impactó su voz. No se la había imaginado así. De hecho, no se la había imaginadodeningunamanera.Lepareciómásjovendeloqueaparentaba sobreelescenario,inclinadoligeramentesobreelpiano.Porunmomento, el intenso azul de sus ojos amenazó con ahogarla como si estuviera en mitaddelocéano.Jamáshabíavistouncolordeojostanmagnético—.Me habíandichosusamigosqueestabaocultándosedemí. —Yo, yo… —Lina trató de balbucear algo, pero su lengua se enredó comosilaspalabrasqueluchabanporsalirdesubocasepelearanconlas queencerrabansuspensamientos. AProkófievledivirtió.Empleólossegundosdeturbacióndelajoven para observar su belleza, sus rasgos perfectos que delineaban un rostro angelical, turbado por un rubor rosado que la favorecía aún más, y presididoporunahermosasonrisadelaqueleresultabadifícilapartarla vista. —Porunmomentocreíqueelrecitalnohabíasidodesuagradoyque habíasalidocorriendo. —¡No! Me ha encantado —dijo por fin, después de recuperar la seguridad en sí misma, lo que consiguió en cuanto su mirada dejó de sentirse presa en los ojos del joven compositor—. Creo que a Rachmáninov lo ha interpretado de manera magistral, aunque con AleksanderScriabin,desdeelpuntodevistadelaexactitud,lehafaltado unpocodefidelidadaltexto…,enmiopinión. —Pues yo creo que su Étude nº 12 lo he tocado de una manera muy expresiva —contestó Prokófiev entre divertido y asombrado por la afirmación de la bella joven—. No es por justificarme, pero el maldito pianoteníaelmecanismodemasiadoduro.EraunSteinwaynuevoycasi merompoundedo—dijo,mostrándoleelpulgardesumanoizquierda—. De todas maneras, me han hecho salir a saludar al escenario en diez ocasionesduranteelintermedioyochovecesalfinaldelconcierto,yno mehaquedadomásremedioquetocardenuevohastaentresocasiones, pornohablardelascincuentapersonasquecasimearrancanlamanopara darmelaenhorabuena. —Losé—apostillóLina—.Yotambiénestabadentro. —Dígame, ¿es siempre tan sincera? Y sobre todo —añadió mientras utilizabasupañueloblancoparalimpiarsuspequeñaslentes—,¿siempre sonríedeesamanera?—lepreguntó,sinpoderapartarsusojosdelaboca delajoven. —¿Dequémanera?—quisosaberLina,másazoradaqueconfusa. —Deesaqueustedyasabe.Comosiestrenaralasonrisacadavez. —Solocuandolamúsicalograemocionarmecomosilaescucharapor primeravez.ComocuandoleescuchétocarsuConciertoparapianonº1 enelCarnegieHall. —¿Esesoverdad?—preguntóProkófiev,notandoqueesaconfesiónle henchíasuorgullo—.Ydígame,¿legustó? —Me extasió. —La respuesta le dejó al músico tan sorprendido como contento—.Enmividahabíaescuchadoalgoparecido.—Sesostuvieron lamiradaduranteunossegundos,unarteenelqueLinateníamuchamás experienciaqueél—.Claroquehayquetenerencuentaqueestabausteden el Main Hall del Carnegie y eso es como decir que jugaba con ventaja, porquesuacústicaestanbuenaquelasalavieneaseruninstrumentomás. Todo lo que suena allí tiene muchas posibilidades de convertirse en eterno. —¿Meestáquitandomérito? LapícarasonrisadeLinailuminósumiradayesebrillopareciócegara Prokófiev. Por uno de los pasillos empezaron a oírse unos pasos que parecían apresurados. Eran los Stahl que, ante la tardanza del protagonista de la noche,habíandecididoirabuscarle. —¿Sabequé?—dijoelcompositor—.AhoramevoyairaSherry’scon unos amigos a tomar unas cervezas y un poco de queso. ¡Me encanta el queso!Luegojugaréalbridgey,cuandollegueacasa,abrirémidiarioy escribiré sobre esta noche. Aunque no creo que hoy escriba sobre usted. Prefieroesperaraotrodía. —¿Escribe usted un diario? Qué pérdida de tiempo, pudiendo escribir algunapartituramaravillosa—replicóLina. —¿Yquiénlehadichoquenoseaigualdemaravillosoloqueescribo enesecuaderno?—Seinclinóparabesarsumano,queadvirtiósuave,de una delicada piel aceitunada. Lina descubrió que las manos de Serguéi habíanpasadoporlamanicurayaqueldetallelasorprendiópositivamente. Nuncaanteslohabíavistoenunhombre—.Dehecho,lohagodemanera muyparticular.Noencontraráunasolavocalenlashojasdemidiario. Lina aceptó aquel juego seductor, que lejos de disgustarle, como hubiese pasado con cualquier otro que hubiera osado a decir algo parecido,ledivirtió. —Estáis aquí —dijo finalmente Aleksey Stahl, que apareció, como de costumbre, acariciándose su barba pelirroja de la que tan orgulloso se sentía—.Veoqueyaosconocéis,asíquenohacefaltaqueospresente.— Ni a él ni a su mujer Vera se le escaparon las miradas que se intercambiaron Prokófiev y Lina—. Mucho mejor, así aprovecho y os invitoalosdosestefindesemanaanuestracasadeStatenIsland.Hemos convidado a un grupo de amigos, no muchos. Será agradable. Habrá vodka para todos y ese plato brasileño tan exquisito que aquí Vera Diva preparacomonadie.¿Quémedecís?¿Cuentoconvosotros? Linanoquisoconfirmarenesemomentosuasistenciaexcusándoseen que tendría que consultar sus compromisos. Quizá la sonrisa velada de Prokófievrespondíaalaseguridadqueteníadequeellaestaríaallí. Lecostóconvencerasumadre,queinclusoprefirióllamaralosStahl para confirmar que habría más invitados en la casa durante ese fin de semana.Lociertoesquenolehacíamuchagraciaquesuhijaaceptaraesa invitación, pero entendió que debía confiar en ella. No era una niña. Era una mujercita lista, inteligente, con una madurez inusual para alguien de suedad,conunmarcadosentimientodeindependencia,adquiridosinduda por las continuas ausencias de sus padres durante su niñez. El principal miedo de Olga era la belleza demasiado fascinante de su hija para un músicorusoreciénllegadoalaciudad,hambrientodenuevasamistadesy «que no conocía mucha gente de su edad». Esas fueron las palabras exactas de Vera Janacopoulos que lograron convencerla. «Son jóvenes, amantesdelamúsica,selopasaránbien.Además,nosotrosvamosaestar conellosentodomomento,notienesnadadequépreocuparte». Perosílotenía. 3 Lavisióndelanievesiempreconseguíaarrebatarlepartedesualma mientraslamanteníaenunsilenciopreñadodenostalgia,recuerdosyuna sensaciónmisteriosaqueanidabaensuinterioryqueseleantojabadifícil de descifrar, lo que en cierta manera le inquietaba. Quizá aquel manto brillante e inmaculado que cubría la vasta extensión de la propiedad alquiladaporlosStahlledevolvíareminiscenciasdesuinfanciaenRusia juntoasusabuelosCarolinayVladislav.Siemprerecordabasuniñezcon una gran sonrisa por lo feliz que había sido en el país materno. En su cabezacobróvidalaimagendeaquellaniñadeapenasochoaños,felizde estar en la tercera planta de unos grandes almacenes de Moscú donde su madrehabíaelegidoparaellaunabrigoplisadoconbotonesenformade hojayungorrodeterciopeloqueleresguardaríadelfríomoscovita.«Lo recibimosdeParís»,leconfiólaamabledependientaque,sinpretenderlo, sembró en ella el deseo de ir a esa ciudad misteriosa de Francia donde hacían abrigos tan bonitos como el que vestía. Después de tantos años, todavíaguardabaunodeesoshermososbotonesenformadehojaamodo deamuleto. La voz de Prokófiev se oyó a su espalda de manera inesperada, sobresaltándola. —Enmipaís,enSanPetersburgo,aunqueahoralollamenPetrogrado, coincidiendoconelsolsticiodeverano,elsolseponeporlanocheyel firmamentosellenadeluzysetiñedecoloresazules,violetas,doradosy extrañastonalidadesrosasqueinvitanapensarqueelcielosevaaabriry va a aparecer el paraíso. Son las béliyenóchi, las noches blancas, en las que el sol no se pone hasta las diez de la noche y la oscuridad nunca es absoluta. La ciudad se vuelve más romántica que nunca. —Serguéi se mantuvo en silencio durante unos segundos, con la mirada perdida en el mismo horizonte que instantes antes observaba Lina. Parecía estar buscandoalgoensumemoria,nosabíasiparaolvidaroparaaferrarsea su recuerdo—. Claro que todo tiene una explicación: Petrogrado está ubicadaenunalatitudtanaltaqueelsolnopasapordebajodelhorizontey no permite al cielo ponerse lo suficientemente oscuro por la noche. — Volvió a guardar silencio. Lina observó cómo su rostro se llenaba de sombras a pesar de la lividez de su piel—. «Hay algo inefablemente conmovedorennuestranaturalezapetersburguesacuando,alallegadade laprimavera,despliegadeprontotodasupujanza,todaslasfuerzasdeque elcielolahadotado,cuandogallardea,seengalanaysetiñeconlosmil maticesdelasflores».¿LegustaDostoievski?—lepreguntó,despuésde recuperarunfragmentodeLasNochesBlancas. —MiabueloVladislavsolíaleerlo.Sesabíafragmentosenterosdesus novelas. Intentó enseñármelos, pero creo que los he olvidado todos. Era muypequeña. —Todavíatenemosunpardehorasantesdeiracenar.Dígame,Lina, ¿legustapasear? MientraslosamigosdelosStahldebatíanenelinteriordelacasasobre lasúltimasnoticiasdelaguerracivildesatadaenRusia,losdosjóvenesse adentraronenunbosquepróximoalamansión.Nodejarondehablar,de hacerbromasydecompartirelunoconelotroretazosdesuvidaenlos que intentaban encontrar algún punto de concomitancia entre ellos. A Serguéi le congratuló que una hermosa joven española, residente en los EstadosUnidos,hablaratancorrectamenteelruso,peronolegustótanto comoladesconcertantedevociónquemostrabaporsumúsica.Aquellole agradabaenexceso,nopodíaevitarlo. —Esoesporquenohaleídoalgunasdelascríticasquehanaparecido enprensa.—Intentóhacergaladeunamodestiaquerealmentenotenía,ni mucho menos sentía—. Mejor. Le ahorraré la molestia de leerlas. Hay paratodoslosgustos.ElBrooklynDailyEagleconsideraquepodíaserel león de la revolución musical pero que el otro día ese león rugió tan delicadamente como una paloma suave. Otros hablan de avalanchas de cromatismoenlasteclasnegrasyoasisdecalmaenlasblancas.Perolas más divertidas son las del New York Times. ¡Siempre lo son! Me llaman psicólogodelasemocionesmásfeascomoelodio,larabia,lacólera,y calificanmimúsicadebrebajeinfernalcocinadoenuncalderodebrujas. —Miró a Lina esperando quizá una reacción por su parte ante lo que acababadecontarle—.¿Noseríe? —Lo hice cuando las leí por primera vez. —La contestación alimentó suegounavezmás.«Asíquelabellaniñamesigue,sepreocupaporlo quedicensobremí»—.Perohayalgunasmejores.Amípersonalmenteme hagustadounaquedice:«TomeunSchoenberg,dosOrnstein,unpocode Satie, mézclelo cuidadosamente con Medtner, añada una gota de Schumann, un vaso lleno de Scriabin y de Stravinski, y obtendrá algo parecido a Prokófiev». Al menos han escrito bien su nombre, y no siempre ocurre en los diarios de este país. —Sus miradas se cruzaron duranteunosinstantes—.¿Realmenteleimportan? —Enabsoluto.Alcontrario,medivierten.Mepasadesdeniño.Cuando siendo alumno del conservatorio de San Petersburgo, el más joven y el máscreativosimepermitequeselodiga,misprofesoresrechazabanmi manera de entender la música, de componer y de enfrentarme a sus conservadorasideas.Meponíanmalasnotas,mecastigaban,meacusaban denorespetarlacultura,lasagradatradicióncomoellosdecían.Creoque no estaban preparados para mi música. No les culpo. Tampoco sé si lo estaráelmundo. Sonrió de manera forzada mientras se abandonaba en un silencio nostálgico.Aquellaetapadesuvidasemanteníamuyvivaensumemoria. El concierto en el Carnegie Hall había rescatado uno de sus primeros recuerdos,cuandoen1914ganóelPremioRubinsteinparapianoy,para sorpresa de todos, en vez de un concierto clásico, interpretó una composición propia, su Concierto para piano nº 1. Todavía disfrutaba recordando cuando apareció en el estrado y vio cómo los veinte miembros que configuraban el jurado abrieron su partitura que tenían sobrelasrodillas.«Unavisióninolvidableparauncompositorqueacaba depublicar»,escribiríaesemismodíaensudiario.Notodosentendieron su música, pero era imposible no admirarla. Su madre quiso premiar el éxito conseguido con un viaje a Londres, que inició ansioso en junio de 1914.DosmesesmástardeestallólaGranGuerra.Todoaquelloparecía estartanlejosyalmismotiempotanpróximo.Serguéihabíacerradolos ojospararespirarunabuenabocanadadeairefríoquelogrararefrescar sus pulmones y alejar algunos fantasmas del pasado que solían visitarle condemasiadaasiduidad. —Me gusta el aire puro que se respira aquí. Es todo tan bello — comentóLina,incómodaporelprolongadosilencio. —Pero no tanto como las afueras de Petrogrado. —Su voz se volvió melancólicaysumiradacomenzóaadentrarseenunpaisajemuyalejado deaquelbosqueporelquecaminaban. —¿Loechademenos?—Linaesperóunossegundosparainsistirensu pregunta—:¿Extrañasutierra? —Extrañoamigente,amimadre…Escomplicado. Lamencióndesumadre,MaríaGrigórievna,ledejósumidoenunode susepisodiosdemelancolíaquesufríaamenudo,aunquepocosconocían. Ella había sido la inductora de su vocación artística. Cuando estaba embarazadadeél,despuésdehaberperdidoadoshijaspequeñas,tocaba elpianoconstantemente.Erasuformadesosegarseantelaagitaciónque vivía el mundo a finales del siglo XIX, dispuesto a abrirse a las vanguardias.Serguéillegóalmundoel23deabrilde1891,enlapequeña aldeadeSontsovka,enUcrania.Supadrelecontóquelaprimeravezque hizollorarasumadrefueconapenasdosaños,cuandoescalócomopudo hastaelpianoyposósusdiminutasmanossobreeltecladosacándolesus primeros compases, concentrándose en las teclas blancas porque sus deditos no llegaban a las negras. Cuando con cinco años compuso su primeraobraparapiano,Galopeindio,Maríacomenzóaoírdebocade susamigosdelconservatorioqueteníaencasaalnuevoMozart.Ellafue suprimeramorplatónico,laquemarcósuvidaeldíaqueconnueveaños cogiósumanoylellevóalTeatrodeMoscúparaverunaópera.Seríala primera de muchas: Fausto, El príncipe Ígor y La Bella Durmiente del bosque. Aquella misma noche el pequeño Serguéi comenzó a componer unlibretoparavozypiano,Gigante,yunañomástarde,condiezaños, volvería a hacerlo componiendo En las islas desiertas. Fue su madre quiensenegóapulirsuespírituimpetuoso,susentidocrítico,surebeldía musical y su sed por romper con lo establecido. Serguéi siempre decía que la verdadera visionaria de la familia era su madre y no él. Fue ella quienleconvencióparasalirdeRusiael7demayode1918.Susojosde mujervalienteyahabíanvistodemasiadacrueldaddurantelaRevolución rusa.Eldíaqueestallólarevoluciónde1917,Petrogradoestabatomado por cuarenta mil policías del zar. María no entendía de política, pero entendíadelavida.Cuandoviocómoelpueblo,encabezadoporungran número de huelguistas de las barriadas industriales, avanzaba en manifestaciónporunodelospuentessobreelríoNevayfuemasacrado por la policía zarista que arremetió contra ellos a caballo, sabía que aquellonoibaaquedarseahí.TresdíastardóPetrogradoenvengarsede laacciónpolicial.Mientrasestosucedía,Serguéiparticipabaenunavelada músicoliterariaconsuamigoelescritorMáximoGorki.Sintiólomismo cuandosupoqueenMoscúelsonidodelosdisparossemezclabaconlos gritosconstantesde«quevienen,quevienen»querecorríanlascallesen forma de susurro sordo, las mismas calles que no tardarían en verse alfombradas de cadáveres que las ambulancias francesas ni siquiera recogíananteeltemordeverseenelpuntodemiradelfusilpuestoenla mano de cualquier infeliz a quien los bolcheviques habían obligado a dispararcontracualquieraquesemoviera.ElfracasodeRusiaenlaGran Guerra, la sensación del ejército ruso de estar yendo hacia una muerte segura,eldesánimomoraldelastropas,laenfermedadyelhambreque azotaba al pueblo ruso representaban un eficaz caldo de cultivo. El estallido de la Revolución rusa y su posterior guerra civil sorprendió a Serguéi y a su madre en las afueras de Moscú, aunque rápidamente se desplazaron a Petrogrado. Había un millón de personas ocultas en casa por miedo a los disparos que inspiraban más temor que el hambre o el tifusquecomenzabaaconvertirMoscúenunenormecementerio.María noqueríaquesuhijotuvieraqueenfrentarsenuevamentealavisiónque un día contempló en la calle y que le robó el habla durante horas: el reguerodesangrequesalíadelaheridadeunhombrealqueacababande disparar,congeladoencuestióndesegundossobrelanieve,rompiendoel efectocromáticodelblanco.Esadantescaimagensequedótatuadaenlos ojosdeSerguéi.Maríaqueríaahorrarasuhijoloshorroresdelaguerray no quería para él un mundo de racionamiento de alimentos, salvoconductos,autorizaciones,requisamientosyprohibiciones,yMoscú seestabaconvirtiendoeneselugar.Ellapodíaenfrentarseatodo,perosu hijohabíanacidoparahacerqueelmundoescucharaunsonidodistinto, otrotipoderevoluciónquenadateníaqueverconelmiedo,losdisparos, niconlabanderarojaondeandoenlascasas.Algoparecidoleconfióel nuevocomisariodelpuebloparalaCultura,AnatoliLunacharski,cuando se reunió con Serguéi, contrariado porque el estreno de su ópera El jugador, basada en la novela de Fiódor Dostoievski y programado para 1917,tuvieraquesuspenderseporelestallidodelarevolucióndefebrero. «Eres un revolucionario en el terreno musical. Nosotros lo somos en la vida.Deberíamostrabajarjuntos,perositudeseoesemigraraAmérica, no seré yo quien te lo impida», le dijo Lunacharski. Meses antes, ese políticoenalza,queanteriormentehabíasidocríticodearteyperiodista, habíaimpulsadounjuiciocontraDiosporcrímenescontralahumanidad colocando una Biblia en el banquillo de los acusados. La sentencia se ejecutó a las seis y media de la mañana del 17 de enero de 1918: cinco ráfagasdeametralladorasedispararoncontraelcielodeMoscú. NoesqueaSerguéinolegustaralapolítica.Esquenoqueríahablarde ella quizá porque nunca la entendió por el absurdo que muchas veces representaba. Y ni siquiera lograba razonarla con la perspectiva que otorgaeltiempo.NilohizoensuRusianatalniestabadispuestoahacerlo enNuevaYork,ymuchomenosenaquelfindesemanaenStatenIsland. —Es terrible lo que pasó en Petrogrado. Mejor no pensarlo. Solo esperoquemigenteymisamigosseencuentrenbien.—Serguéivolvióa concentrar la mirada en los árboles desnudos exhibiendo sus raquíticos troncos pelados Se topó con la mirada de Lina, que parecía haberle acompañado en silencio en su breve pero desgarrador paseo por sus recuerdos—.Creoquenoshemosperdido.YconociendoalosStahl,no debendeestarbuscándonos,asíquemásnosvaleespabilarnos.Además, estoyhambriento. FuelaprimeravezquelasensacióndeestarperdidanoasustóaLina, queaceptógustosaelbrazodeSerguéiparacontinuarsumarcha. Elfindesemanatranscurrióenunambienteagradable.Serguéiparecía habersemarcadocomoretosorprenderaLina,yquizáesemismoafánle llevó a provocar un desafortunado incidente aquel domingo por la mañana,cuandolosinvitadosdelosStahldecidierondarunpaseoenlas barcas que esperaban en el embarcadero de una pequeña bahía fluvial cercanaalacasa.Comosideunniñosetratara,elcompositorcomenzóa golpear su embarcación contra aquella en la que viajaba Lina, que se volvióairadahaciaélparaafearleelgestoinfantil. —Vaaconseguirquevolquemos.¿Esesoloquequiere? —¿Aquévienetantojaleo?¿Acasonosabenadar,señoritaLinette?— dijo,retador. —Perfectamente,señorProkófiev. —Eso me lo va a tener que demostrar —contestó con una nueva embestidaasubarcaquehizoquelajovencayerasentadasobreladelgada tabla de madera que dividía la embarcación, lo que provocó una sonora carcajadadeSerguéianteelenfado,algosobreactuado,deella. —Vous êtes méchant[1] —le espetó en francés, aunque su tono no se correspondíaconelbrillotraviesoquedesprendíasumirada. —¿Quéesperasdeunrusoquellevacaminodeconvertirseengenioy que no ha hecho otra cosa que dedicarse a la música? Es su manera de coquetear,queridaniña—leadvirtiósabiamentemissJanacopoulos,como la llamaba Prokófiev—. Son así. Créeme, tengo experiencia en lo concerniente a la fauna existente en la estepa rusa —comentó, lanzando unamiradaasumaridoAleksey. Las dos mujeres rieron la ocurrencia. Lina continuó observándole. Comprendió que le iba a llevar un tiempo desprenderse de la inmadurez que suelen arrastrar los niños prodigio. Tuvo la impresión de que a Serguéi, como le habían dicho a ella muchas veces, también la vida le habíamimadodemasiadoenlainfancia.Quizáporesosesintiómáscerca deél,aunqueestuvieranenbarcasdiferentes. Despuésdeunacomidaopípara,Serguéisupoqueteníaqueacercarsea Linaparacompensarsuactitudenelembarcadero.Aprovechandoquela mayoría de los invitados había optado por dar un paseo por los alrededores, retirarse a la biblioteca de la casa para abandonarse a la lecturadeunlibroodescansarenunadelashamacassituadasenelporche al abrigo de una gruesa manta y una humeante taza de té caliente en las manos,decidióinvitarlaalsalóndelamansiónpresididoporunhermoso yenormepiano. —¿Tiene usted unos minutos? —le preguntó, recuperando toda la cortesía perdida hacía unas horas en el embarcadero—. Quiero que escuchealgo.—Sucuerpodesgarbadosecolocóanteelpianoyantesde posar sus manos sobre el teclado se volvió hacia ella para advertirle—: Especialmenteparausted.Estonolohagotodoslosdías.¿Estápreparada? —Sonrió ante la aquiescencia de Lina—. Me temo que no, así que será mejorqueseacomode. LasmanosdeSerguéiempezaronatocarlasteclasdelpianocomoel escultor comienza a dar forma a un trozo de piedra. Comenzó a interpretar su Concierto para piano nº 2. Su mente se transportó al momentodesucreación:lamuertedesupadre,losauguriosdelallegada de la Gran Guerra que asolaría el mundo y especialmente el suicidio de Maximiliano Schmidthof, uno de los grandes amigos personales de Serguéiaquienhizodestinatariodesunotadesuicidio.Cuandoterminóla interpretación, parecía regresar de librar una ardua lucha en un lejano campodebatalla. Lina se quedó en un estado cercano al éxtasis. Se sentía incapaz de procesarloqueacababadeescuchar.Aquellonoeramúsica,ibamásallá. Supechosubíaybajabaaatodavelocidad,comosilacadenciadelprimer tiempoyelvirtuosismodelscherzohubieranactuadodediapasónparasu respiración.Pormásquelointentaba,laspalabrassenegaronabrotarde sugarganta,enmudecidaantelasucesióndenotas,elritmo,lacadencia… —Unabofetadaalgustodelpúblico.Esodijeroncuandoloescucharon porprimeravez.Algunoshuyerondelasalaenplenoconciertogritando: «Alinfiernoconesamúsicafuturista,losgatoseneltejadohacenmejor música».Todavíaserecuerdaelescándaloqueprovoqué—fueloprimero quedijoSerguéidespuésdequesupulsosenormalizaratraselesfuerzo. Sonrió al ver la reacción de embeleso que había provocado en su única espectadora—.Debeustedrespirar,querida,siquiereseguirviviendo— dijoalcontemplarelarrobamientoenelqueparecíahaberentradosumás rendida admiradora, a quien el carácter vanguardista de la composición, lejosdeescandalizarla,lefascinaba. Cuando Serguéi se acomodaba en la banqueta, adoptando su característica postura en la que cruzaba sus piernas, apoyaba uno de sus brazos sobre el teclado al tiempo que el otro lo dejaba suelto sobre su costado,ladeabaligeramentelacabezaysepreparabapararecogerloque sindudaibaaserunabuenatandadeelogiosporpartedeLina,unafuerte punzadaacribillósussienescontantavirulenciaqueleobligóasujetarsu cabeza con las manos, como si temiera que fuera a explotar. Un quejido broncoemergiódesuboca.Lashojasdelapartituradispuestasenelatril frontaldelpianoquedaronesparcidasporelsuelo,altiempoqueunfuerte estruendo salió del teclado al golpear sobre él parte del cuerpo de Serguéi,comosilasteclaslanzaranelmismogritodeterrorqueseahogó enlagargantadeLina. —Serguéi,¿estásbien?—Elmiedosedejótraslucirensuvozmientras corríahaciaélcomosisusupervivenciasolodependieradesuauxilio.Se asustócomorecordóhaberlohechopocasvecesensuvida—.¿Quépuedo hacer?¡Dime,quépuedohacer! Despuésdeunossegundosdedesesperación,enlosquenosabíacómo reaccionar,porfinleoyóhablar: —No te asustes —le pidió mientras se atenuaba el intenso dolor en la partederechadelacara—.Sufrounasterriblesmigrañasalasqueparece no gustarles mi música tanto como a ti. —Por un momento olvidó su miedorecurrenteaquelaafecciónquelemartirizabadesdehacíaañosle impidieraundíacomponerotocarelpianocomoleestabasucediendoa su compatriota y amigo Serguéi Rachmáninov, a quien una severa neuralgia producida por la inflamación del nervio trigémino le estaba mermando su capacidad creativa. Aquel temor alimentaba su cuadro de obsesiones. Al levantar la mirada, observó el gesto de preocupación alojadoenelrostrodeLina.Aquellavisiónleprovocóunsentimientode ternura al que no estaba demasiado habituado. —Siento haberte preocupado, de verdad —le confesó, intentando recuperar sus gafas que milagrosamentenohabíancaídoalsuelo. —Déjame a mí —le pidió ella, utilizando su pañuelo para limpiar las lentes. Sintió que estaba a punto de echarse a llorar y le avergonzó ese sentimiento, que finalmente pudo controlar—. Me has dado un susto de muerte.Novuelvasahacerlo—ledijo,sinatreverseamirarlealosojos, porloquenopudocontemplarelgestocomplacientedeSerguéi. —¿Sabes cómo se me quitan estas odiosas neuralgias? Con un buen chocolatecaliente. Cuando Lina se dirigía a la cocina para preparar el remedio que le habíasolicitado,suvozladetuvoylaobligóavolverse. —Megustamuchoestadecisiónnuestradehaberpasadoaltuteo.Tenía la impresión de estar encerrado en la suite Goyescas de Granados, de la quenomepermitíansalir. ALinalesorprendióparabienlareferenciaalpianista.Prefiriópensar que aquella mención respondía más a un deseo de agradarla que a una lógicapasióncompartidaporlamúsica. Cuando Lina regresó de aquel primer fin de semana en casa de los Stahl, sabía que algo definitivo había pasado en su vida. Se había enamoradoperdidamentedeSerguéiProkófievyleasustabanosabercon seguridad si aquel sentimiento se debía a él o a su música. Pero no era algo que le importara, al contrario que a su madre, que no tardó en interpretarelbrilloquetraíasuhijaenlamirada. —Nomegustaesaexpresión—ledijo,sabiendoquesuhijanosiempre escuchabasusconsejos—.Quieroquetengascuidado. —¿Conlagripeoconlapolítica?¿Conquéquieresquetengacuidado estavez?—preguntóinsolente. —Coneltono,jovencita.Conesostonosquemuchasvecestepierden. Madreehijaseadoraban,perosucaráctereramuysimilaryesodaba lugaramuchosencontronazosenlosquetansoloelpadrepodíaterciar, en el caso de que se encontrara en casa. Las dos eran cabezotas, con temperamento, tenían un pronto fuerte y severo, y les gustaba mostrarse libreseindependientes.Cuandoselesmetíaalgoenlacabeza,ambasiban aporellocostaraloquecostase.Elproblemaaparecíacuandolodeseado por Olga estaba en el extremo opuesto de lo que deseaba Lina. En el momentoenqueSerguéiProkófievaparecióensusvidas,seconvirtióen unafuentedeconflictopermanenteentreellas. —Quiero conocerle —le espetó, dejando sin palabras a su hija—. Quiero que venga a esta casa y quiero hablar con él. Y quiero que me expliquecuálessonsusintenciones. —¿Aquiénquieresconocer?—dijoLina,sorprendidaporlainesperada solicituddesumadre,que,ajuzgarporsuactitud,nobromeaba. —Vasatenerquedejardeutilizaresepronombreparareferirteaél.Ya noselocreenadie. Linasonrióparasusadentros.Prokófievconvertidoenunpronombre. Le gustaba aquella metamorfosis semántica de la que ella era la única responsable. 4 LosencuentrosenlacasadelosStahldurantelosfinesdesemanade aquelfrío1919enNuevaYorkseconvirtieronenunacostumbrealaque ninguno de los dos quería renunciar. Serguéi encontraba en esos días de descansoyesparcimientoelrefugioperfectoquenecesitabayademásle divertía y buscaba la compañía de su nueva admiradora, como solía referirseaellacuandoestabaconamigos.«Creoquehacemuchotiempo que nadie me ha querido tanto como esta encantadora niña. Es lo que siempre he buscado y que no lograba encontrar. Pero es muy reservada. Esa niña mala no quiere venir a mi casa». Aleksey le miraba con su semblante de viejo zorro que su barba pelirroja acentuaba. «Estoy convencido de que lo es solo por fuera. Dale tiempo. Tu deberías saber manejar la cadencia, amigo mío, al fin y al cabo eres el experto», dijo apurandoelvasodevodkaquedifícilmenteseseparabadesumano. Linasabíaquesehabíaenamoradoperdidamentedeaquelhombreseis años mayor que ella, aunque su físico, en el que la pérdida de pelo comenzabaahacerseevidente,hacíaqueladiferenciaentreellospareciera mayor. Quería estar con él, lo deseaba. Contaba los días, las horas, los minutos que los separaban para volver a estar juntos y anhelaba oír el timbredelteléfonoanunciandounnuevoencuentro.Acudíaasusclasesde cantoconmásganas,imprimíamásbríoasusinterpretacioneseincluso suprofesora,pocodadaahalagosinnecesarios,lafelicitóporlosnuevos maticesqueestabanapareciendoensuvoz. Los dos buscaban el momento para estar juntos. Staten Island se convirtióensuguaridasecretadurantelosprimerosmeses.Quelacasade los Stahl estuviera siempre llena de amigos se convertía en la coartada perfecta para el encuentro de la pareja que, sin embargo, no tardaba en hallar el momento y la oportunidad de escaparse durante unas horas a pasear por el jardín helado, recoger hojas cuando el otoño tendía a sus pies una alfombra de espesa broza anaranjada, contemplar las estrellas hilándolas con historias que solían salir de la boca de Lina, de la que la mirada de Serguéi difícilmente podía apartarse, y compartir gustos literariosenlaacogedorabibliotecadelosanfitriones. —Prueba con Kant o con Freud. Son interesantes. Siempre descubres algo nuevo en tu cabeza que ni siquiera pensabas que tenías —le recomendabauneruditoProkófievquesiemprehabíasidounávidolector. Cada día sus mundos estaban más compenetrados y eso hacía que se relajasenantelosojosdelosdemás.Nolesgustabaexhibirse,perocada vez les importaba menos que los vieran juntos. Una tarde, los Stahl decidieron hacer una enorme hoguera en el jardín de su casa. Lina y Serguéi se habían hecho con un gran acopio de hojas, una afición compartida en la que podían invertir horas, y comenzaron a quemarlas. Hacía algo de frío, por lo que se acercaron bastante a la improvisada hoguera que Aleksey se encargaba de controlar para mantener el fuego encendidoyqueelhumonoahogaraalosinvitados.Elresplandordela luz que desprendían las llamas, hambrientas por devorar la hojarasca en suinterior,sereflejóensusrostros.Linalucíarealmentebellamientrasse envolvía en una especie de chal de cachemira que Serguéi había ido a buscar al interior de la casa. No pudo evitar observarla durante unos instantes.Queríamanteneresaimagenparasiempreensucabeza.Poreso lepareciótanbuenaidealaproposicióndeVeradehacerseunafoto. —Ahí estáis bien. Sonreíd, no seáis tímidos —les demandó con su peculiar acento brasileño del que no podía desprenderse, especialmente cuando se sentía relajada—. Serguéi, ¿por qué siempre tienes que tener algoenlasmanos?—leincrepó—.¿Quieressoltarelrastrilloyabrazara Lina? La densa humareda expulsada de la hoguera motivó que parte de la imagen apareciera nublada, aunque se podía ver cómo Serguéi había seguido las indicaciones de Vera y su mano aparecía acariciando gentilmente la cabeza de su compañera de retrato. Durante años Lina contempló esa foto en muy distintas etapas de su vida. Y siempre con el mismocomentarioquelevinoalamentelaprimeravezquelatuvoensus manos:«Enesanubeestabaél,yoasuladoyélcomouncaballerodelas Valquiriasquemesalvabadelapirafuneraria». Serguéi conocía los sueños de Lina de convertirse en una famosa cantantedeóperaycomenzóainteresarseporsusavancesvocales,aunque no siempre con la misma fortuna. Durante una sobremesa, cuando todos aguardabanlacaídadelatardealrededordelachimeneadelosStahl,le preguntaron a Lina qué composición musical estaba estudiando en esos momentos.Eraunaobramuydramática,Lanoche,unaromanzadeAnton Rubinstein. Visto el interés despertado entre el reducido auditorio y tras vencersutimidezinicialporlosánimosdelospresentes,Linacomenzóa cantarlahastaquelavozrotundadeSerguéilaobligóadetenerse. —Noesasí—dijo,sentadoenunadelasbutacasmásalejadasdelsalón, comounasentenciaenmitaddeuntribunalmilitar—.Noescorrecto.Lo estáshaciendomal. —Noesverdad—respondióairadaLina,quenosabíasiledolíamásel tono utilizado por Serguéi o la vergüenza que estaba sintiendo—. Así es como la estoy estudiando con mi madre y creo que ella conoce bastante bienestapieza,yaquelahainterpretadomásdeunavezenlosteatrosde Europa. —Nilosversossonasínilamúsicaeslacorrecta.—Serguéiselevantó airadamentedesuasientoparadirigirsealpiano,dondeempezóacantar laromanzadeladiscordia. —Soyyolaquenoreconoceniunasolanotadelasquetocas.Ymucho menos de lo que cantas —comentó ella irónicamente para remarcar la pésimavozdeProkófiev. —Almenossigoloestablecidoenlacomposiciónoriginaldelautor. —Sería la primera vez que te dignaras seguir la tradición… —le recriminóLina,sabiendoqueelcomentariopodíaserdevastadorenaquel momento. Esa misma mañana el Tribune había publicado una crítica calificándoledeultramodernistaeirrespetuosoconlatradiciónmusical. El duelo dialéctico duró unos segundos, acompañado de un desafío visual que fue creciendo en intensidad. Las miradas de Serguéi y Lina dibujaron una cruz imaginaria que atravesó la estancia. Durante unos segundossehizounincómodosilencioenelqueserepartieronojeadasy amagosdesonrisascómplicesenelrostrodealgunosdelosinvitados. —Vamos,vamos.Nopasanada.Riñadeenamorados.—tercióAleksey, lo que le valió una mirada reprobatoria de su mujer—. Pero no nos metamos,soncosasdepareja—insistió,apesardetodo. Lina no fue capaz de entender la reacción de Prokófiev. Salió de la habitación intentando reprimir las lágrimas provocadas por la congoja que invadía su garganta. El comentario de Aleksey alimentaría sin duda losrumoresqueyaempezabanacircularporlaciudadyquelacolocaban enunasituacióncomplicadaparaunaseñoritadeprincipiosdesiglo.Pero le dolía más la injusta y grosera actitud de Serguéi. Le hubiera gustado correr hacia él para abofetearle, pero se contuvo porque sabía que, una vez ante él, tendría que dominarse para controlar su verdadera reacción que no era precisamente la de asestarle un manotazo. Llevaba semanas aventurando cómo sería el primer beso, imaginándolo en las noches de duermevela, reprimiendo algunos pensamientos que conseguían ruborizarla, pero tenía claro que no sería ella la encargada de dar el primer paso. Además, estaba furiosa por la abrupta reacción del compositorymásconociendoloquelecostabacantarenpúblico.Aúnle quedabanporconocermuchosepisodiosdelapersonalidadydelavidade aquelhombrequeestabaponiendosumundopatasarriba,perodelqueno queríanipodíasepararse.PocoonadasabíadelodioqueSerguéisentía por quien había sido fundador del conservatorio de San Petersburgo y piezaclaveenlaeducaciónmusicalenRusia,AntonRubinstein.También ignorabaque,siendounniño,obligóasumadreadejardetocarlapieza de este músico que estaba interpretando con la misma rotundidad que acababadehacerloconLina. «Tocaotracosa,mamá.PrefieroaBeethoven»,fuetodalaexplicación querecibió. No era habitual, pero al menos un par de veces Serguéi y Lina consiguieronquedarsesolosenlacasaporalgúncompromisoartísticode los Stahl fuera de Nueva York. Fueron apenas unas horas de intimidad regalada, pero suficientes para estrechar unos sentimientos que cada día parecían más profundos. Pero el escenario idílico de Staten Island comenzó a quedarse pequeño, el decorado llegaba a asfixiarles y, a su entender, empezaba a presentar exceso de aforo. Fue Serguéi quien la convencióparacompartirtardesdecine,ampliarsuspaseosporCentral ParkyempezaracompartirveladaenalgúnrestaurantediscretodeNueva York.Enloquenocosechabaelmismoéxitoeraensupropuestadeque LinaaccedieraavisitarleensuapartamentodelHotelCalumet.Noeraun edificio residencial de lujo, pero por los quince dólares que pagaba a la semanasepodíapermitirelalquilerdeunpianoylacomodidaddepoder practicareltiempoquequisiera,yaquehabíanelegidoparaélunadelas habitacionesmejoracondicionadasacústicamenteymásalejadasdelresto deloshuéspedes. Serguéi lo intentó por todos los medios. Un día le decía que estaba enfermo y que fuera a verle, otro no dudaba en recurrir a la conmiseraciónparamendigarsucompasión,comoeldíaquesehizodaño enelpulgardesumanoizquierdaenvísperasdeunconcierto,loquele obligaría a tocar «un veinticinco por ciento peor». En otra ocasión la intentóponercelosadiciendoquesiellanoaccedíaapasarlatardeensu casa lo haría otra mujer, seguramente la aspirante a actriz Dagmar Godowsky,hijadeunpianistapolacoconfamademujerfatalyconocida mástardeporsonadosromancesconRodolfoValentino,CharlesChaplin ounodeloscompetidoresdirectosdeProkófiev,ÍgorStravinski.Ninguna de las tácticas de presión surtieron su efecto. Lina tenía muy clara su estrategia y no pasaba por ceder a los caprichos ni mucho menos a las descaradas orquestaciones de aficionado que evidenciaban la poca experienciadesuamadoenelterrenodelaconquista.Serguéiprocuraba tenerpacienciacomolehabíaaconsejadosuamigoAleksey,peroaveces seolvidabadetodoyponíalascosasaúnmásdifíciles,comosucedióuna tardealasalidadelcine.Alversenuevamenterechazado,mirófijamentea Lina y le dijo que no todo podía ser ver películas y pasear por Central Park. —Resulta aburrido —afirmó, sin medir sus palabras ni su tono, algo quesolíaocurrirlebastanteamenudo. ElcomentariodisgustótantoaLinaquedecidióvolveracasaantesde tiempo. Con la excusa de que le dolía la cabeza, le pidió que la acompañara como marcaban las normas de educación más elementales. Cuando se dio cuenta de que la estaba acercando a la estación de metro máscercana,mirósurelojyvolviósumiradaenojadahaciaél. —Pero ¿qué haces? —le preguntó indignada sin que él entendiera el problema—.¿Tehasdadocuentadelahoraquees?—Estabatanofendida y decepcionada que hubiera abofeteado allí mismo a la rareza bolchevique,comoinsistíaenllamarleOlgaNemiskaia—.¿Conquéclase demujeressalesquenoteexigenunmínimodecaballerosidad? Serguéisequedótanaturdidoporlaspalabrasdesuacompañanteque duranteunossegundosfueincapazdereaccionarmientrasLinadescendía a gran velocidad por las escaleras de la estación de metro sin poder disimular su enfado. Tuvo que bajar de dos en dos los escalones para poderalcanzarla,cogerladelbrazoydetenerla. —Soyunauténticoimbécil.—Observóqueestabaalbordedelllantoy eso le desarmó aún más porque, a pesar de sus evidentes muestras de torpeza y descortesía, ver en ese estado a la mujer por la que estaba desarrollandounsentimientohastaahoradesconocidoenéleraalgoque nopodíasoportar—.Porfavor,perdóname. Eralaprimeravezqueleoíapedirperdónynopudoevitarqueaquella expresión sonara realmente extraña en sus labios. No tuvo más remedio quevalorarsuinauditogestoycederasuarrepentimiento,algoque,por otraparte,estabadeseando.Regresaronalacalleyambossubieronaun taxi, donde Serguéi la abrazó repitiendo las mismas palabras una y otra vez:«Soyunimbécil.Novolveráapasar.Soyunverdaderoimbécil». A Lina le atormentaba la montaña rusa de sentimientos que estaba experimentandodesdequeProkófievhabíaentradoensumundoyque,a decir verdad, suponía una novedad en su vida. Intentaba dilucidar si aquellas emociones que amenazaban con arrebatarle la conciencia y abandonarlaenunaespeciedetrancesensorialcadavezqueestabacerca de él se debían a lo que sentía por el hombre o lo que le hacía sentir el músico. Luchó durante días por aclarar la naturaleza de aquel estremecimientoinéditoparaella.Intentóimaginárselolejosdeunpiano, deunasaladeconciertos,sinquesusmanosescribieranlasnotasdeuna partitura o sus dedos se deslizaran por el teclado con la delicadeza y el ardorquesospechabaloharíansobreelcuerpodeunamujer.Peroaquel ejercicio le resultó ridículo. No quería conformarse con una parte de él. Lo quería todo, necesitaba al hombre y al músico, porque uno no se entendíasinelotro. Deseabalospaseosporelparquerecogiendohojas,eltédemediatarde enelrestauranteSherry’s,susdisquisicionessobreFreudosusintentosde enseñarleajugaralajedrezyponerenprácticasumovimientopreferido, ladefensasiciliana,lamásarriesgada,laquebuscabadejarsindefensaal contrincante.«Moveralpeóndelareinadosespacioshaciadelante,esees elmovimientodefinitivodeladefensasiciliana,Lina.Esunmovimiento agresivo,fuerte,porquesisucedeunintercambioconelpeónblancodela reina,lospeonesnegroscentralescontinuaráneneljuegoaltiempoque los blancos quedarán débiles». Lina asentía en silencio, adoraba observarlecontantoapasionamientoantealgoquenofueraunpiano.Pero se negaba a verse privada de aquellos momentos en los que el genio parecíadespertaralalocuraydeseabahacerlapartícipecomoespectadora única.Unatarde,despuésdeayudarlaabajardeltaxiquelehabíallevado hastaunadirecciónfacilitadaeldíaanteriorporSerguéi,estelepreguntó sin más: «¿Me regalas catorce minutos de tu vida?». La pregunta la desconcertó,peronotantocomoloquevivióalaccederalinteriordeun edificiodeladrillorojoqueescondíaensusentrañasunantiguoteatroen desuso.Nosupoadivinardecuálsetrataba,nohabíaestadonuncaenély tampoco conocía bien el barrio en el que estaba ubicado. La invitó a ocuparunlugarenelpatiodebutacas,queestabacompletamentevacío.El telón rojo ocultaba el escenario, del que provenía algún sonido que torpementeintentabaseracallado.Serguéi,acomodadotrasellaenunafila anterior,lepreguntósilepermitíaquelevendaralosojos,aloqueella, visiblementeturbada,senegó. —Entoncesmeobligarásaconfiarenti.Cierralosojosynolosabras hastaqueyotelopida. —Peronoverénada—sequejó. —No hay nada que ver. Tú solo escucha —dijo, sonriendo, al comprobarladocilidadconlaquelajovenobedeció. Comenzaron a sonar los primeros acordes de su Sinfonía nº 1 en Re Mayor,queélmismohabíarebautizadocomoSinfoníaClásica.Mientras elmundosedesangrabadurantelaGranGuerra,élhabíapasadoelverano de1917enunacasadecampocercadePetrogradoconlaúnicacompañía de Immanuel Kant y una única y obsesiva idea sonando en su cabeza. Estabaenelumbraldecrearalgodiferente,tantoquenisiquierasellevó elpianoparacomponer.Llevabadíasconlaideadeescribirunasinfonía alestilodeHaydn,decorteclásicoymuchomássencilladeloquesolían sersusobras.Lohizodememoria,sinescucharunasolanotadelasque escribió en el pentagrama. Todo estaba en su cabeza, los instrumentos también: cuerda, madera, viento… Esa sencillez le pareció provocadora viniendodeélyledivirtiópensareneldesconciertoquesembraría. Linaescuchóloscuatromovimientoscreadosconelclasicismodelque solíahuirProkófiev.ElAllegro,elLarghetto,laGavottayelFinalemolto vivace ejercieron de eficaz y contundente diapasón de los latidos de su corazón, logrando emocionarla como pocas veces. No era capaz de acompasarsurespiración.Pensóqueprobablementeestabaescuchandolo máshermosoquehabíatenidooportunidaddepercibirensuvida.Cuando laorquestacesó,elsilencioresultóestruendoso,vacío,hueco,expectante, dolorosamente intrigante. La voz de Serguéi se encargó de quebrar el denso desierto de sonidos en el que se había convertido el interior del teatro. —Si Haydn viviera, así habría sido su sinfonía. —Miró a Lina y observó que todavía seguía impactada por lo que acababa de escuchar. Teníalosojosabiertosporqueeraincapazdecontrolarlaslágrimas.No sabíacómodigerirlabellezadeaquellamúsica.Aquellasinfoníalahabía emocionado tanto que en su garganta se secaron las palabras. Serguéi comprobó que aquella mujer de rostro angelical no solo se había convertido en su musa, sino en su más rendida admiradora, y eso le produjounasatisfaccióndifícildecontrolar—.Debíhabertevendadolos ojos —dijo irónicamente al comprobar que no había cumplido su promesademantenerloscerrados—.Mevaaresultardifícilconfiarenti. Cuandosedisponíanaaccederalapartetraseradelescenario,yquizá animada por la oscuridad reinante en esa zona, Lina venció su propia resistencia, labrada durante meses a golpe de consejo maternal, y se inclinó lentamente hacia él, que admitió el envite sin ofrecer oposición, más bien todo lo contrario. Necesitaba reaccionar después de lo que él acababa de hacerla sentir. Le besó cerrando sus ojos, tal y como le prometió que haría durante la Sinfonía Clásica. Era su primer beso después de seis meses de encuentros. Serguéi aún notó en los labios de Linaelsaborsaladodelaslágrimas. Ambos habían imaginado ese momento de muchas maneras, pero no así, de una forma casi clandestina, entre las bambalinas de un antiguo teatroyconvirtiendolaoscuridadenlaaliadaperfectaparaquesusbocas se contaran lo que habían silenciado durante meses. Las expectativas fabricadasenlamentedeambossevieroncolmadaseinclusosuperadas. Ningunodelosdosparecíatenerprisaporsepararsedelotro,comosiel tiemposehubiesedetenidoasualrededorysoloexistieranellos.Ambos experimentaronenaquelcontactolaemocióndelprimerbeso,algoqueen el caso de Lina, más que una sensación, era una realidad. Serguéi era el primer hombre al que besaba de esa manera, sin prisas, sin miedos, con verdaderasganasysinimportarleelmomentodedespués.Aélledivirtió la escena, y se dejó llevar como pocas veces lo había hecho con sus anteriores conquistas, cediéndole el protagonismo, al menos el inicial, a ella.Noseesperabaaquellareaccióntanefusivaporpartedealguienque sehabíamostradotantímidayreservada,comoellatampocoesperabalos catorce minutos de vida que acababa de regalarle. Lina no tuvo dudas: necesitabaalosdos,aSerguéiyaProkófiev.Porigual. Alospocosdías,sevistióconelabrigodepetigrísquetantolegustaba a Serguéi, se calzó unos zapatos negros de tacón recién estrenados y se envolviólacabezaenunelegantepañuelodesedadeuncolorbermellón. Esperaba que esta última prenda le ayudara a pasar inadvertida ante los ojos del conserje cuando cruzara la puerta del Hotel Calumet. Sabía que era una empresa complicada porque aquella joven tenía la cualidad de atraertodaslasmiradasporsubellezaysuelegancia.Cuandoentróenla habitación de Serguéi todavía temblaba, no sabía muy bien si por la vergüenza, el miedo o el temor a que alguien pudiera haberla visto entrandoenelhotel.EseestremecimientonopasóinadvertidoaSerguéi, queentodomomentofueconscientedelimportantepasoqueLinaestaba dandoalcederasusinsistentesproposiciones.Estavezsíseríaélelque tomara la iniciativa, el que dirigiera con delicadeza y destreza todos los movimientosdelinesperadoestrenoqueseanunciabaparaaquellatarde. Laobservóduranteunosinstantescomositodavíanocreyeraqueaquella hermosamujerqueahoraparecíaunaniñaasustadaapuntodeentraren un terreno desconocido, estuviera ante él. Lina dejó el bolso y las gafas sobreunodelosmueblesysedispusoaquitarseelpañuelodesedaque todavíacubríasucabeza. —Déjameamí—lepidióSerguéi. Lentamente sus dedos deshicieron el nudo que ataba el pañuelo y lo dejaron caer sobre el suelo. Comenzó a besarla suavemente, despacio, haciendo que sus labios recorrieran sus mejillas, su cuello y se entretuvieranenellóbulodesuoreja,dondedejóunsusurroquehizoque larespiracióndeLinaseagitara.Nohabíaprisa,noqueríaqueunexceso deceleridadlaasustaraylaobligaraasalircorriendo.Ellanoibaairsea ningúnsitioajuzgarporelestremecimientoqueempezabaamostrarsu cuerpo cuando las manos de Serguéi avanzaban por rincones de su anatomíaqueLinanisabíaqueexistíanycomenzabanadibujarelmapa sensorial de futuros recuerdos. Él marcaba el ritmo, era el experto. De momento, ella actuaba como espectadora, dejándose llevar y aceptando dócilmenteloquepudierapasar. —¿Estás segura? —preguntó más por obligación que por verdadera convicción. —Noheestadomásseguradenadaentodamivida—dijosindejarde mirarle. Por un segundo, pareció que iba a decir algo más, pero finalmentequedócongeladoensuslabios. —Tranquila —intentó calmarla Serguéi, que intuía los miedos que a buenseguroestaríanapareciendoensucabeza—.Confíaenmí. Lo hizo. Confió en él, le siguió, obedeció sus ruegos, sus gestos, sus palabras, y llegado el momento, improvisó lo que las emociones que le estabahaciendosentirlesugerían.Teníamiedodeabrirlosojosporsien aquel momento comprobaba que todo era un sueño, que el instante más feliz de su vida era fruto de su imaginación, que todo era una de sus muchasensoñacionesnocturnascuandolaluzseapagabaylaimaginación cobraba vida en su mente. La voz de Serguéi también rompió aquella barreradelmiedo. —Abre los ojos, Lina —le pidió cuando su cuerpo moldeaba el de la mujer. —¿Porqué?—preguntó,comosiaquellaobservaciónleturbara. —Porquequieroquememiresyveasalhombrequemástevaaamar entodatuvida. —Para eso no hace falta que te mire. Te veo hasta cuando cierro los ojos. LasmanosdeSerguéiparecíantenerlapotestaddellegarasitiosdonde nadie había estado antes, tocar terrenos vedados a otras manos que no fueran las suyas, expertas en obtener sonidos nunca antes escuchados y queparecíanescondidosenlagargantadeLina,esperandoaquealguien los liberara y obtuviera de ellos la inflexión perfecta. No pudo evitar pensarsielSteinwaysentíaalgoparecidocuandolosdedosdeProkófiev recorríansuteclado.Ahoraentendíamejorelestremecimiento,lalocura, lapasiónylavidaquetransmitíansusnotas.Nopodíaserdeotraforma. Las horas transcurrieron tan rápidamente que convirtieron la tarde en nocheobviandolalógicatemporal. Cuando salió del hotel, Lina percibió que sonreía constantemente, sin apenas darse cuenta de ello. Sintió que su unión con Serguéi se había fortalecido,ynosoloporlaintimidadylacomplicidadqueconsiguieron alcanzarsuscuerpos.Noeraalgofísico,ibamásallá.Tuvolasensación de que ya no eran dos seres distintos e independientes, que algo había nacidoentreellosquelesmantendríaunidosyqueharíamuydifícilque algúndíapudieransepararse. Era la primera vez que hacía algo parecido y, por el resultado de la velada,algoledecíaquenoseríalaúltima. Su romance seguía teniendo tintes de cierta clandestinidad, aunque ellospreferíanladiscreciónparaacallarlasmalaslenguas.Hastaqueun día Serguéi la sorprendió con una proposición que no era la habitual: ir juntos al concierto de Serguéi Rachmáninov. Significaría aparecer en público,aunquesolofueraunespectáculomusical. A Olga no le pareció acertada aquella salida que consideraba precipitadaapesardequelaparejallevabavariosmesesdeencuentrosen casadelosStahl,apartedeotrosmuchosqueLinadecidióocultarleasu madre para evitar tensiones, aunque siempre sospechó que por instinto maternosabíamásdeloquedecía. —Recuerda que todavía no estáis comprometidos, ni siquiera habéis formalizadovuestrarelación.Élnotehapedidomatrimonio.¿Acasono leeslasrevistas?¿NohasvistolasfotosenlasqueaparececonesaStella Adler,pornohablardeotrasmuchas? LasolamencióndeaquelnombreirritabaaLina.Laveíacomosumás directacompetidorayunaamenazarealasuincipienteperoprometedora relaciónconSerguéi.NolegustabalaseñoritaAdler,lamujerconlaque el compositor solía dejarse ver antes de que ella apareciera en su vida. Aunque en su caso sus motivaciones profesionales pesaban más que una posible relación amorosa con él, a Stella le gustaba aparecer y desaparecerdelavidadeProkófiev,loqueirritabayalimentabaloscelos deLinayteníabastanteperdidoaSerguéi,quealprincipiodisfrutabade aquella dualidad amorosa. «Yo giro entre Lina y Stella como la tierra entrelalunayelsol»,llegóaconfiarleasuamigoAleksey.Eseuniverso astralfemeninolecegóeldíaqueenvióuncentroderosasacadaunade ellas pero cometiendo el tremendo error de cambiar las tarjetas. Ese día comprendió que no quería perder a Lina y que Stella sería siempre un enigmaincontrolableparaelquenoteníatiemponipacienciadedescifrar. Pero esa ecuación seguía sin convencer a Olga, que insistía en la necesidad de formalizar una relación que estaba empezando a dar que hablarenloscírculosartísticosdelasociedadneoyorkina. —Sé que quieres ir a ese concierto con él. Pero si lo haces, todos os veránjuntosenpúblicoytureputaciónquedarámanchada.Yesasmanchas sondifícilesdelimpiar. —Mamá,porfavor,esunconciertodeRachmáninov—leimplorócasi conlágrimasenlosojosalverquelarectituddesumadreamenazabauna velada que ya tenía idealizada en su inconsciente—. Hemos ido a verle juntas muchas veces. ¿No te acuerdas de lo que me dijo el día que nos presentaron? Que yo era una jovencita muy educada, esas fueron sus palabras. —Precisamenteporeso,noquieroquesuopiniónrespectoaticambie porunainoportunasalida. Aunquemuchasvecessumadreleirritara,comprendíasupreocupación y sus continuas advertencias sobre la importancia de la imagen pública, del prestigio y de la fama que cada uno se construye a raíz de su comportamiento. Tenía que tener cuidado, evitar las habladurías malintencionadas de la gente. No quería convertirse en un simple capricho, en un mero entretenimiento del músico de moda, en una compañíadecompromiso.Prokófievestabaempezandoaserunpersonaje famoso, aclamado, reconocido, y eso siempre llamaba la atención de ciertas personas hambrientas de fama o de compañía masculina, aunque, comoélmismocomentabaconsarcasmo,«elfamosocompositorapenas tiene tres dólares en el bolsillo». Era fácil verle con mujeres intentando cortejarle pero nunca al revés. Como le había confiado Vera Janacopoulos,«Estararezarusanotieneniganasnitiempoparacortejos. Aunqueúltimamenteparecequeestáhaciendoalgunaexcepción»,ledecía enclaraalusiónaella,provocandolaaparicióndeuntímidoruborquea Linaleresultabaimposiblecontrolar. Hastasupadre,JuanCodina,queraravezsemetíaenlaeducacióndesu hija,sevioobligadoaintervenir. —Tumadretienerazón.ElseñorProkófievdebeentenderqueeresde buena familia. Y estas cosas hay que tenerlas en cuenta y dejarlas muy claras desde el principio para que nadie se llame a equívoco y puedan convertirseenmotivodediscusionesfuturas. —Juan, por favor, no me vas a salir otra vez con el dichoso linaje de reyespolacosdelafamiliademipadre,¿verdad?—preguntóOlgaconun marcado tono fatigado temiéndose una nueva referencia al abuelo Vladislav, un aspecto sobre lo que solía ironizar Juan siempre que tenía ocasión—.Creoqueenestemomentonopodríasoportarlo. —No,mujer,simereferíaamí.Siempreseteolvidaquemitierrafue imperio. —Juan le guiñó un ojo a su hija, que ya conocía las viejas discusionesdesuspadres—.Olga,noteenfades,mujer.Mejorcontareso que recordar que un tío de la niña, ingeniero de profesión, contrajo la malariacuandocolocabacablesbajoelaguadeunpantano,¿noteparece? Lina adoraba a su padre. Se sentía muy cerca de él, a pesar de la distancia física existente entre ellos motivada por sus compromisos artísticos. Peroapesardetodoelrespetoqueletenía,enesemomentoloúnico que ocupaba completamente su mente era acudir al concierto de Rachmáninov del brazo de Serguéi en lo que significaría su primera apariciónpúblicacomopareja.Sinembargo,leresultóimposibleacallar elecodelaspalabrasdesumadre,especialmentecuandolahijapequeña delcompositordeLaisladelosmuertosseacercóaellaparasaludarlay preguntarle con un desparpajo adolescente: «¿Van a casarse?». En ese momentoagradecióalcieloquesumadrenoestuvierapresente. PocoapocoLinafuehaciéndoseindispensableenlavidadeSerguéi. Ambos se alimentaban mutuamente del otro y el resultado siempre solía serprovechoso.Élintentabaayudarlaensucarreraartística.Legustabasu voz, tenía un bonito timbre de soprano ligera y unos matices que con la enseñanza adecuada podrían hacerla brillar. Ella ponía a su disposición sus conocimientos y no solo musicales. Gracias a su destreza con los idiomasyasuexperienciacomotraductora,leresultabasencillotraducir algunosdeloslibretosescritosporSerguéiquesolíanaparecerenrusoo enfrancés. Pero la aportación de Lina iba mucho más lejos. Sin saber en qué momento exacto sucedió, su presencia se fue convirtiendo en una fuente deenergíaindispensableparalacreaciónmusicaldeProkófiev,queveía en ella su auténtica fuente de inspiración, a pesar del revoloteo continuo de otras mujeres que anhelaban acceder a ese rol. Su Avecilla, como comenzó a llamarla —una traducción de la expresión ptitsa, que en el folclore ruso se refiere a un pájaro de fuego mágico con un plumaje brillanteyhermoso,venidodetierraslejanasyquesuponeunabendición yalavezunamaldiciónparaquienconsigueatraparlo—yquemástarde convertiría en el afectivo encabezamiento de todas sus cartas, le daba la fuerzamoralquenecesitabacuandolascosasnosalíancomoélesperabaa causa de una sequía creativa puntual o de la cancelación del estreno de algunadesusobras.«¿DiáguilevharechazadotuAlayLolly?Noimporta, siéntatealpianoycomponleunanueva»,ledijocontantavehemenciaque Serguéi comenzó a escribir la obra Chout.«¿Se retrasa el estreno de El amordelastresnaranjas?Eselmomentodequeescribasalgoinspirado enlanoveladeesejovenpoeta,ValeriBriúsov,quetantotegustó»,dijo refiriéndoseallibroElángeldefuego,unahistoriacomplicadasobreuna posesión diabólica, la magia negra y las torturas de la Inquisición española. «¿Qué importa que el misticismo o la religión no sean tu especialidad? La pasión sí lo es, como los sentimientos humanos más enconados. Eres Prokófiev. Déjalo sonar y lo demás vendrá solo». Lina siempre tenía la palabra necesaria, el argumento preciso y la fuerza de decisiónadecuadaqueelcompositornecesitabaparasalirdelagujeroen elquepretendíaencerrarlecadarevésquelepropinabalavida.Legustaba sentirseimprescindibleparaél.Aquellasensaciónleagradaba. Sehabíaconvertidoenunaexpertaenlagestióndelcarácterdelgenio en el que estaba destinado a convertirse Prokófiev. Interpretaba brillantementesusobsesionesylasrecogíaconlacomprensiónnecesaria, como cuando se afanaba en contar las llamadas recibidas después de un concierto para medir el éxito cosechado o analizaba el volumen de los aplausos del público estudiando las circunstancias externas que podían influirenelresultado:silasmujeresllevabanguantes,loquecontribuiría a amortiguar el sonido del palmoteo; el día de la semana en que se celebraba el concierto; la edad, el sexo y la condición social de los espectadores; el clima exterior en las calles… Para él no eran excentricidades ni manías ni extravagancias propias de un artista, eran variablesquepodíanafectaralresultadodesuobra,y,porconsiguiente,a él.Linasabíaleerelruborqueleencendíaelrostrocuandolascosasno salíancomoélquería,ocuandosesentíarechazadoporunempresarioo por una mujer y mantenía su mandíbula apretada, tensionando todo el rostro. Sus reacciones físicas, que ni siquiera él mismo controlaba, eran unlibroabiertoparaella.Descifrabasusmiradascuandoseasomabanal precipiciotemporaldelosrecuerdosocuandohervíananteelnacimiento deunanuevacomposición.Eracapazdedistinguirellenguajedesusojos cuando destilaban ira, miedo, alegría, dolor o cuando brillaban con un tonogrisluminosoanunciandounaférreadefensadeloqueconsideraba suyo. Este era el matiz favorito de Lina porque mostraba sin tapujos al hombrequeseocultababajolaaparienciaarmadadeunniño.Entendíasus largossilencios,susoasisdesoledadenlosquesusojosseclavabanen las partituras que presidían el Steinway sobre el que volcaba de manera casi enfermiza toda la música que su mente le iba dictando y a veces no era capaz de procesar a la velocidad marcada. La paciencia que ella no teníaensusclasesdecantolaempleabaparacalmarlasansiedadesylas inseguridades del genio, manejándolas de una manera dulce aunque con firmeza,tejiendounateladearañaresistentequeamortiguaraelgolpeen casodecaída.YSerguéisabíaagradecérselo,asumanera.Undíadecidió tocarparaellalaobralíricaElamordelastresnaranjas.Estafueunaidea que surgió de su amistad con el director de orquesta, Cleofonte Campanini. En un primer momento, Prokófiev pensó que sería el momento perfecto para poner en pie la ópera de El jugador, que había escrito años antes basándose en la novela de Fiódor Dostoievski y de la que se sentía especialmente orgulloso. Sin embargo, no pudo hacer realidadeseviejosueñoaldejarolvidadalapartituraorquestalenRusia sinposibilidadderecuperarla.Lejosdedejarsevencerporlacontrariedad y siempre con el apoyo de Lina, se centró en una historia en la que ya habíapensadohacíaaños:Elamordelastresnaranjas,unaóperasatírica basada en una fábula escrita por el italiano Carlo Gozzi. El argumento parecía algo absurdo: un joven príncipe, hijo del rey de Tréboles, es embrujadoporlamalvadabrujaFataMorgana,quelecondenaarecorrer el mundo en busca de tres naranjas que en realidad encierran a tres princesas.Enlaterceradeellasencontraráelamor. —Megustaríaquemeayudarasatraducirloalinglés—lepidióaLina —.VeraJanacopoulossecomprometióaayudarme,peroestádemasiado ocupada con sus actuaciones. Además, tu conocimiento del idioma es mayor. Habría una posibilidad de estrenarla en el Covent Garden de Londres y sería perfecto tener traducido el libreto. Te pagaría por ello, porsupuesto.—Linasonriósinsabersilohacíaporelsalarioprometido oporlaconfianzaqueestabadepositandoenellaalhacerleeseencargo—. Y eso no es todo. Quiero que te olvides de una de las naranjas, de la princesa Violetta, porque va a desaparecer de la obra. —Lina mostró su sorpresalevantandosuscejasyabriendosusojos.Noentendíanada.Era laprimeranaranjaqueaparecía—.Apartirdeahorasellamaráprincesa Linette. —El anuncio le iluminó su rostro al escuchar su nombre rebautizando a uno de los personajes—. Querida, acabas de entrar en escena. Cuando llegó a su casa, no pudo esperar a contárselo a su madre. El famosoProkófievhabíapuestosunombreaunodelospersonajesdesu nuevaobra.Comodecostumbre,OlgaNemiskaianopudoevitarecharle unjarrodeaguafría. —Noseasinocente.Lohahechoparaquedarbien. —¡Mamá! —protestó de manera infantil. Ni siquiera se enfadó. Estaba demasiadoexcitadapararendirsealenojo. —Esperaaqueestépublicadayestrenada,yluegoyaveremos.Además, la princesa Linette muere de sed. ¿No hubiese sido mejor que fueras la princesaNinette? —Puesnolosé,teniendoencuentaqueseconvierteenunaenormey peludarata. —Sí,perosecasaconelpríncipe. —Esunafábula,mamá… —Losé.Perorecuerdaquealgunassehacenrealidad.¿Yahasolvidado lasfábulasquetecontabatuabuelacuandoerasniña? En el fondo, Lina sabía que su madre adoraba a Serguéi, aunque solo fuera porque era imposible no hacerlo después de escuchar su música. Ambosseadmirabanyrespetabansuscarreras.Además,suamadohabía pasado la prueba de fuego del primer encuentro con Olga, que se saldó con un rotundo éxito, aunque su madre se esmerase día tras día en ocultarloaojosdesuhija.NoqueríarelajarlaguardiayqueLinapudiera entenderlo como una disminución de la preocupación que le provocaba aquella relación. En su primer encuentro, Serguéi y Olga, unidos por su pasión por la música y por una encubierta nostalgia por su tierra, estuvieronhablandodelfuturodelosnuevosinquilinosdelKremlinyde ladevastadoraguerracivilrusadesatadaentrerojosyblancos.Enaquel primer encuentro, ambos entendieron que el dolor en la distancia podía unirmásquelaalegríacompartidaenlaproximidad. 5 Hacía frío y llegaba tarde. Las grisáceas calles de Nueva York mostraban sus márgenes acicalados con abundantes montículos de nieve que aportaban al asfalto un punto de luz que iba apagándose cuando la densa mezcla de barro, aceite y humo vomitada por el tráfico los devoraba. «Qué poco duran los cristales del cielo cuando llegan a la tierra», solía pensar Lina al ver cómo desaparecía la delicada loma de coposblancosenlosquehabíamudadoelaguaheladaexpulsadaporlas nubes. Sumenudocuerponolograbaencontrarelanheladoresguardocálido enelinteriordesunuevoabrigodepielgrisperla,regalodesumadre, quehabíadecididoestrenaresedía.HabíaquedadoconSerguéienunode sus lugares favoritos, el edificio Woolworth, el rascacielos más alto del mundoenaquelaño1919. Lina llegó tiritando, envuelta en un ligero temblor que apenas podía controlar, con las manos frías a pesar de la supuesta protección de unos guantesdepielmásdecorativosqueefectivos,elpaladarcongeladoquele impedía hablar con claridad, y sin apenas sensibilidad en la punta de su narizquelucíaencarnada,loqueacentuabalaexpresióninfantilquesolía lucirsurostro. —Avecesseteolvidaquesoyespañola,unatierradondesiemprehace solylatemperaturanocastiga,soloacariciacálidamente.Comprendoque notengasniideadeloquesuponeesaagradablesensación,peroestaría muy bien que la tuvieras en cuenta si no quieres que muera de congelación. Necesito un café con leche muy caliente, a ver si logra reanimarme. —Se dio cuenta de que ni siquiera había dejado hablar a Serguéi, que la observaba de manera divertida, esperando el mejor momento para intervenir. Le conocía. Algo le pasaba. Tenía algo que decirle, pero no encontraba la manera de hacerlo. Nunca fue bueno a la horadebuscarelmejormomento,eldondelaoportunidadnoeraunade suscualidades,peroenesatorpezatambiénresidíapartedesuencanto.Su mediasonrisaladeadayunbrillopícaroensumiradalaanimóapensar queeranbuenasnoticias. —Quiero que vengas conmigo a la cena del Club Bohemians que se celebrará en honor al pianista Harold Bauer. Es una cena de gala. —La expresiva mirada de Lina se iluminó más de lo normal, mientras que su sonrisa se abría como una flor ante él. A Serguéi le encantaba aquella sonrisa, siempre fresca y jovial, dispuesta a ser estrenada, como si se reservara incólume y virgen hasta que él aparecía y la contemplaba—. Estaremosenlamesadehonor,asíquemástevaleirguapa,porquetevan a mirar todos. Me refiero más guapa que de costumbre, si es que eso es posible—dijoadulador. La alegría inicial que por unos instantes le había robado la capacidad del habla se transformó en una sombra que eclipsó su rostro. ¿Qué ponerse? Esa era la preocupación que lograba turbarla. No tenía ningún vestidodenoche,almenosnolosuficientementeespecialparaacudiraun acontecimiento tan exclusivo. Se enfrentaba a su primera cena de gala y Lina lo entendió como una prueba de fuego. Era la primera vez que Serguéilehabíapedidoirdesubrazo,comosucompañeraoficial,enun evento de esas características. Lo del concierto de Rachmáninov había sido algo diferente. El Club Bohemians era otro nivel y requería otra actitud. No sabía si le hacía más ilusión acallar las malas lenguas que asistiraunactoalquemuchospagaríanporpoderacudir.Teníaqueestar perfecta,porellaperoespecialmenteporSerguéi,oasílosentía. Olga vio en la falta del vestido apropiado la excusa perfecta para quitarle de la cabeza a su hija la idea de asistir a aquella cena. Se equivocaba. Lina no pensaba amilanarse ante uno de los retos más importantes de su vida —aparte de interpretar algún día a Gilda de Rigoletto,deVerdi,oaLiúdeTurandot, de Puccini— por un detalle tan banal.Sieranecesario,seloconfeccionaríaellamisma. LasalvaciónvinodelamanodeVeraJanacopoulos,quesepresentóen casa con el vestido que convertiría a Lina en la Cenicienta de la noche. Habíaelegidoparaellaunvestidodelaméencolorrosayplata,untejido cuya apariencia de metal líquido logró acentuar aún más su seductora figura. Estaba realmente espléndida, irradiaba luz, juventud y belleza. Parecíaunaactrizrebosandoglamursinnadaqueenvidiaralasestrellas delcinedelmomento,ClaraBowoGloriaSwanson. Cuandosumadrelavioaparecerenmitaddelsalón,nopudoevitarla pregunta. —¿Deverdadvasairdelbrazodeesehombre?—Tuvoqueesforzarse paranoreconocerloverdaderamentehermosaqueestabasuhija. —Mamá,porfavor,habrámuchosmásmúsicos.Esunaveladaartística. Novaapasarnada.Confíaenmí. —En quien no confío es en la lengua de la gente. ¿Qué pensarán? Creeránqueeresunasimplecompañíadelasmuchasquetiene.¡Noeres sunovia,nisuesposa,nisiquierasuprometida!Piénsalo,diránqueeres una nueva jovencita ligera de cascos. —Olga fue consciente de que el comentario,aunquecargadoderazón,erainjustoconsuhija. —Sabes que si no me das tu permiso, no iré —admitió, sabiendo a lo que se arriesgaba con semejante declaración—. Y también sabes lo que estosuponeparamí.Dependedeti. Enesemomento,eltimbredelapuertarompióelsilencioquesehabía apoderado del apartamento familiar. Era Serguéi, que no pudo evitar sentirse impresionado ante semejante beldad. Cuando pudo reaccionar, descubrióqueelsemblantedeOlgaNemiskaianoeranadaprometedor. —Quiero que la traigas de vuelta a casa a las doce. —La orden sonó másaamenazaqueaotracosa,sobretodocuandodecidióquetodavíano habíadicholaúltimapalabra—.¡No!Alasonceymedia. —Estaráencasaalasonce.Ledoymipalabra—leprometióSerguéi. —Mástevale.Oiréyomismaabuscarla…aellayati. Lina estaba tan nerviosa que ni siquiera se dio cuenta de que su presenciaeraelcentrodeatencióndetodaslasmiradas,repartidascasia partesigualesentrelasderendidaadmiraciónporpartedeloscaballeros ylasnopocasrecelosasdealgunadama.Elatractivodelajovenespañola comenzaba a ser el tema más comentado en los círculos artísticos neoyorkinos.Todosqueríanconocerla,observardecercasubellezalatina y racial de la que daba buena muestra su cabello negro elegantemente ensortijado,susojosnegrosrasgados,susfaccionesdelicadas,angulosas ysuaves,quelehacíanmostrarseigualdebellaconysinmaquillaje,sus medidas perfectas estrechándose en una delicada cintura y un cuerpo armónicamente proporcionado aunque de estatura menuda, que siempre elevabaconlacorrectaeleccióndeunoszapatosdetacónquerealzabany afinabanaúnmássufigura.Tenerlaocasióndeentablarunaconversación con la misteriosa española, e incluso escuchar algunas de sus interpretacionesvocalesparalasquetantosepreparaba,eraelobjetode deseo de muchas personalidades. Su capacidad para hablar hasta cinco idiomas, sus maneras educadas, su carácter divertido aunque salpicado deliciosamente de una inicial timidez que algunos podían confundir con ciertaingenuidad,ysutalentoparalamúsicayelartelaconvertíanenla compañíaperfectayenelfocodeatraccióndetodafiestaquesepreciara yquenadiequeríaperderse. Disfrutó conversando sobre la música de grandes contemporáneos, comolaeternaQuintasinfoníaendosostenidomenordeGustavMahler. También se alabó la maestría del catalán Pablo Casals, afamado violonchelista y compositor al que el padre de Lina se refería continuamente sobre todo por su negativa a actuar en Rusia tras la revolución y la llegada de los bolcheviques al poder. Se mencionó igualmente el perfeccionismo casi enfermizo de Arturo Toscanini, un brillantedirectordeorquestaaquienOlgaNemiskaiahabíaconocidoen Milán, cuando fue nombrado director de La Scala, donde había permanecido hasta 1908. Lina se encontraba en un paraíso del que no queríasalir. —Quiero presentarte a Arthur Rubinstein. —Serguéi se encargó de hacerlaspresentacionesnadamásllegaralClubBohemians—.TheNew YorkTimesletratamuchomejorqueamíensuscríticas,perosindudaes porsuorigenjudío.NadatienequeverqueengrandezcaaúnmásaChopin ensusinterpretaciones.MequedaelconsuelodequeelCarnegieHallme brindó un recibimiento más cálido que a él. —Sonrió al ver la mirada embelesadaquesucolegaledirigíaasuacompañanteyviolanecesidad de advertirle a Lina sobre el personaje que tenía enfrente—. Intentará embaucarte contando la pasión que siente por la música de compatriotas tuyoscomoManueldeFalla,IsaacAlbénizoEnriqueGranados.Peroten cuidado, querida, ostenta por méritos propios una indiscutible fama de seductory…¿cómotedefiniómiqueridoThomasMann?¿Vividor? —Joiedevivre.Vasatenerquerevisartufrancés,Prokófiev.Hablóde mialegríadevivir.—RubinsteintomólamanodeLinayseinclinóhacia ella haciendo que depositaba un sentido beso, pero sin rozarle la piel, como dictaba el protocolo—. No le haga caso. Como ya sabrá, su encantador acompañante pierde todo su encanto cuando sus manos abandonanelpiano. Linaestabadisfrutandodelmomento,loquenoleimpidióruborizarse cuando, al girarse para recibir la copa de champán que le ofrecía un camarero,escuchóelcomentariodelportentosopianistapolaco. —¿Dóndehaencontradoustedesabelleza,Prokófiev?—lepreguntó—. Creoqueconalguienasíamiladoymirándomedelamaneraqueellale mira, mi inspiración sería eterna. Supongo que sabrá que está completamenteenamoradadeusted. —Nosoloeso.Sehaconvertidoenalguienindispensableenmivida.La necesitoamilado.Llámemeegoísta. —Se me ocurren cosas peores que llamarle, amigo mío. Mi enhorabuena, eso sí, desde mi más profunda envidia que, si pudiera, convertiría en rivalidad. Pero creo que tendría la batalla perdida y sabiéndolodeantemano,escompletamenteinútiliralaguerra. La velada transcurrió con mayor facilidad de lo que Lina había imaginadoynolecostónadaconvertirseenlaprotagonista.Todofueron sonrisas, conversaciones artísticas, palabras de halago y gestos de aceptación. Fue allí cuando escuchó por primera vez la posibilidad de viajaraParísylasugerenciavinodelabocadeRubinstein,comomuchas delascosasdelasquesehablaronaquellanoche. —Querida Linette, le comentaba a Prokófiev la conveniencia de ir a París. Allí se está gestando una verdadera revolución artística. Están llegando creadores de todo el mundo para convertirla en la capital del universocultural.Tendríaqueoírcómohablaallílagente,cómoescriben los escritores, cómo pintan los pintores, cómo tocan los músicos, cómo bailan los cómicos… ¡y cómo visten, hablan, fuman y ríen las mujeres! Estánaciendounanuevasociedad,libre,independiente,abierta,sinmiedo alavanguardia,sinatadurasmoralesnitradicionales.Eselúnicoparaíso enlatierradondepodremosrecuperarnosconclasedelosestragosdela guerra. La ciudad destila glamur por cada traicionero adoquín de sus calles.¿Sabeusted,querida,queelejércitofrancésfuealaguerraentaxi? —¿Entaxi?—sesorprendióLina. —Fueunasolucióndeunaúltimahora—explicóRubinstein—.Francia había convocado a más de diez mil reservistas para ir al frente, pero el ejército solo tenía transporte para cuatro mil soldados. El resto fueron acomodados en los más de seiscientos vehículos Renault AG de color rojo, el modelo elegido para la flota de los taxis de la ciudad. La improvisada comitiva bélica, enfundada en su característico uniforme, colorazul,saliódelHotelLesInvalidesdeParísydesfilóporlaciudad bordeando el Arco de Triunfo y luego enfiló los Campos Elíseos. Un espectáculodignodeservisto.Elpatriotismonuncadesfilóporlascalles deningunaciudaddelmundoconladignidadconlaquelohizoaquel7de septiembrede1914—sentencióRubinstein—.Paraesohayqueteneruna visiónmuyauténticadelavidaquealgunosidiotaspuedenconfundircon excentricidad. Hágame caso, Linette, es allí donde hay que estar en estos momentos.Paríssevaaconvertirenunagranfiestaalaqueconvieneno faltar. Además, todo el mundo está invitado. Y si me lo permite, usted puedeserunadiosaenlaciudaddelaluz.Bueno,enrealidad,ustedpuede serloenellugardelmundoqueelija. Fue la primera de muchas apariciones públicas que desde ese día protagonizólapareja.Linaeralamujerdelaquetodoelmundohablaba enelmundilloartísticodeNuevaYorkytodosqueríanverla,saludarlay conversarconella.Sesentíacómodaconlaexpectaciónqueprovocabasu presencia. Solo deseaba que algún día ese interés estuviera causado no solo por su físico y por su condición de acompañante de la sensación musicaldelmomento,SerguéiProkófiev,sinoporsuinterpretacióndela protagonista de la ópera La doncella de nieve de Nikolái RimskiKorsakov. Únicamente tendría que desearlo con fuerzas y seguir trabajandoparaconseguirlo,comoleanimabaSerguéi. Era algo habitual verla recibiendo las lisonjas por parte de los más variados hombres que la veían aparecer junto a Prokófiev en las fiestas, recepciones, conciertos, restaurantes o sencillas reuniones de amigos. Triunfóenelespectacularbailededisfracesqueorganizóelcoreógrafoy bailarín Adolf Bolm, una de las estrellas del ballet de Diáguilev, que insistió en que la pareja asistiera al siguiente estreno de su propia compañía,elBalletIntime.Todoslacortejaban,peroellasoloteníaojosy corazón para una única persona. Sabía controlar de manera magistral todas las situaciones y de todas lograba salir airosa. A Serguéi, lejos de molestarle, le henchía de orgullo. La observaba atentamente y le parecía estarcontemplandoaunadeesasbailarinasdelosfamososBalletsRusos de su amigo Serguéi Diáguilev que se desplazaban por el escenario con una delicadeza exquisita, aparentemente frágiles pero seguras del lugar queocupanenlaescenaydellugaralquedebendirigirse.Asísorteólos galanteos del director austriaco Artur Bodanzky, antiguo asistente de Mahler, así como los del pianista polaco Josef Hofmann. Y aunque le divirtieron,tampocoprestómayoratenciónalfamosoescultorrusoGleb Deriuzhinskiyesoquehabíaamenazadoconvengarsedesuindiferencia enlaesculturaqueestabarealizandodelacabezadeSerguéi. —LacabezadebarrodeProkófievestáquedandofrancamentebien—le dijo Deriuzhinski durante una maratoniana velada de bridge al que tan aficionadoeraSerguéiyquealcanzólasochohorasdeduración—.Pero nomepuedoimaginarcómoquedaríalasuyasimepermitierarealizarla. Aunque sus facciones no son para trabajarlas con barro, requieren un delicadomármolblanco.¿Meharáesehonoralgúndía? La sonrisa de la pretendida modelo se convertía en la antesala de una respuestaquesiempreprometíaesperanzaperoningunaconfirmación. —Quizá cuando logre ganar a Prokófiev al bridge o al ajedrez, podamos empezar a hablar del tema —respondió divertida al conocer la merecida fama de excelente jugador de ajedrez que acompañaba desde pequeño a Serguéi, quien presumía de haber ganado al mismísimo Capablancaenunaexhibicióncelebradaen1914.SiProkófievnohubiera encontrado su lugar en el mundo colmando las partituras de bemoles y sostenidos, lo habría hecho sobre un tablero de sesenta y cuatro casillas disponiendo de dieciséis piezas blancas y otras tantas negras. Esos dos coloresmarcadamenteantagonistas,tantoenuntablerocomoenelteclado deunpiano,estabandestinadosaperfilarlastonalidadesdesuvida. UnamañananotóaSerguéimásabstraídoensuspensamientosquede costumbre.Linapensóquepodríadebersealapróximacelebracióndesu treintacumpleaños.Estabapreparandounacomidaespecialenlacasade unos amigos a la que irían después de pasar la mañana paseando por la orilla del río Hudson. Le había comprado una bonita pitillera en la que teníapensadograbarleunpequeñoversodeunodelospoemasdeAnna Ajmátova a los que él mismo había puesto música. Estaba ultimando los preparativos con delicadeza, con especial cuidado en no exagerar el evento, ya que sabía que llegar a la treintena no era algo que le hiciera demasiadagraciaaSerguéi. Pero el ensimismamiento mostrado no tenía nada que ver con su cumpleaños. Aquella conversación con su amigo Rubinstein sobre la convenienciadeviajaraParíshabíamovidociertosresortesensucabeza que, cual efectivas piezas de ingeniería, habían comenzado a engrasar algunasideasensucerebro.Llevabatiempopensandoenlaposibilidadde regresaraEuropaparapodercontinuarconsuprocesocreativo.Teníala impresióndequesucarrerahabíacomenzadoaestancarseenlosEstados UnidosynosoloporlacancelacióndelestrenodesuóperaElamordelas tresnaranjas, motivada más por el fallecimiento inesperado del director delaorquestadelaópera,elitalianoCleofonteCampanini,sinoporquele daba la sensación de que su composición musical podía volverse monótona,algoqueleaterraba.Necesitabaunnuevoairequeleayudaraa respirarmásenérgicamenteylepermitieravolcartodoloquesonabaen sucabezasobreunpentagramademaneraoriginal,rompedorayseñera. EseeraelsonidoProkófievyperderlosupondríalamuerteenvida.Yasí selohizoveraLinaduranteundesayunoenelHotelPennsylvania,enla Séptima Avenida, entre las calles 32 y 33, donde habían quedado para verse antes de que Serguéi viajara hasta Chicago para intentar solventar losproblemassurgidosaraízdelacancelacióndesuesperadaópera. Esamañanaaparecióligeramentepálido,conunairedemacradoensu rostro a pesar del perfecto rasurado que siempre mostraba. Un velo de fragilidadcubríasusemblante.Noeranhabitualeslossurcososcurosque nacían bajo sus párpados inferiores y por eso llamaban más la atención. Parecíacansado. —¿Qué te parecería viajar a París? —La pregunta sembró la sorpresa en el rostro de Lina—. Allí podrías seguir con tus clases de canto. ConozcoaunaprofesoradeSanPetersburgo,FéliaLitvinne,quepodría sacarmuchomáspartidoatuvoz.Nomecostaríanadaconvencerlapara queteadmitieracomoalumna.Yestoyconvencidodequeprontopodrías actuarenalgúnteatro.¿Quéteparece? —¿Esto es por Rubinstein? —preguntó Lina con un cierto tono de desconfianza. —No.Estoespormí,porti,pornosotros.—Serguéinomentía,pero tampoco decía toda la verdad. Había una razón más poderosa que le empujabaacruzarelAtlánticoyregresaralviejocontinente. —¿Esporella?—preguntóLinaconunejércitodesombrascruzándole lamirada. —¿Porquién?—Porunmomentopensóquehabíasidocapazdeleersu pensamiento. —PorStellaAdler—dijomientrasdejabalatazadecafésobreelplato con delicadeza, a pesar de los pensamientos que estaban enfangando su imaginación—.Vilanotaquetedejóenelhotelenlaquedecíaquequería verte.—ElcomentarioparecióextrañaraSerguéi,loqueenciertaforma la alivió—. No quiero que pienses que me inmiscuyo en tus cosas sin permiso o que me estoy convirtiendo en una histérica llevada por los celos.Elmensajemelodioelconserje,seguramentecreyendoquetelo entregaríasinmás.Penséquepodíaseralgoimportanteyporesololeí. Dimetúsiloes. —Esporotramujer.—Alverlaturbaciónquesuafirmaciónacababa deprovocarenlajoven,Serguéinopudoevitaresbozarunasonrisaque, sinembargo,encerrabademasiadamelancolíaytristeza.Enciertamanera, le despertaba cierta ternura el episodio de suspicacias sentimentales que sindudahabíaalimentadoydelquenosesentíaespecialmenteorgulloso, almenosenaquellaocasión—.Noseastonta,sabesqueesosonsandeces, yadeberíastenerloclaro.Esamujersoloqueríaqueledieraunasclases depiano—dijo,ateniéndosealaverdad,cuandomenosenloconcerniente aél. —Sí, claro, clases de piano… —replicó ella, recuperando entre sus manoslatazadecafécaliente. —Esmimadrequienmepreocupa. LaconfesiónhizoqueLinasesintieraridículaporlaabsurdaescenade celosqueacababadeprotagonizar.Noeralaprimeravezquelaexpresión deSerguéidesaparecíatrasunanubedeinquietudantelaimpotenciadeno poderconseguirquesumadresalieradeRusia.Ladescarnadaguerracivil entre los bolcheviques y el denominado Ejército Blanco, partidario del antiguo régimen zarista, estaba devastando el país y sumiendo a la poblaciónenuncalvariodehambre,fríoymuerte.Hacíamuchotiempo quelosalimentosescaseaban,quelosestantesdelastiendassemostraban vacíos,queenlospocoscafésquemanteníansuspuertasabiertasseveían obligados a sustituir el azúcar por pequeños caramelos de anís y que el tifusseextendíacomounmantonegrodeseosodeenterraralapoblación. Serguéisufríaalimaginarasumadreenmitaddeaqueldesiertoaunque nofuesecapazdeconocersuverdaderoalcance. —¿Tumadre?—atinóapreguntar. —Noestoysegurodequerecibaeldineroqueleenvíoperiódicamente. Apenasmellegansuscartasylaspocasquelohacenmepartenelalma. No me lo cuenta todo para no preocuparme, pero sé que está enferma, tiene problemas en los ojos y allí no puede obtener el tratamiento que requiere.Cualquierdíapuedequedarseciega.Ytodopareceirapeor.La incertidumbre unida a la imposibilidad de sacarla del país, me consume. Tengo miedo de no volver a verla. Quizá desde Francia tenga más posibilidadesdeconseguirlo.Peronopodréhacernadasitúnoestásami lado. Linacogiósusmanosylasapretócontrasupechonosinantesbesarlas. Le enterneció su aire de niño herido, abandonado, al que le habían arrebatadolaesperanzadeencontrarconsuelo.Serguéihabíanacidopara ser feliz y para triunfar, pero los acontecimientos parecían negarle esa posibilidad. Esa misma mañana, cuando Lina le despidió en la estación de tren, comenzó a hacer planes para su viaje a Europa. Si algo tenía claro, ademásdesussueñosdeconvertirseenunafamosacantantedeópera,era su deseo de estar junto a ese hombre el resto de su vida, sin importarle dondeestuvierasuhogarporquesuhogarseríaél.Elproblemaloibaa tener en su casa. Casi podía escuchar los decibelios que alcanzaría la contestacióndeOlgaNemiskaiaencuantolecontarasusplanesdefuturo. Confió más que nunca en la reacción de su padre, aunque su apoyo no solía ser demasiado vinculante. Era el precio de las continuas ausencias. Peronoestabadispuestaaquenadie,nisiquieralosdosseresquemásla queríanenelmundo,learrebataransussueñosantessiquieradeempezara vivirlos. 6 No quiso acompañarle al muelle el día de su partida. Se veía muy capaz de arrojarse a las aguas grises del puerto de Nueva York ante la impotenciadeverlealejarsesinqueellapudierahacernadaparaevitarlo excepto lanzarse al agua. Incluso tuvo un sueño los días previos a su partida en el que su cuerpo se perdía entre el oleaje provocado por el barcoenelmomentodezarpar,antelosojosinquietosdeSerguéi,quela buscabanentrelamareadebrazosdespidiendoasusfamiliaresyamigos. Mientras su cuerpo se hundía y desaparecía entre los reflejos del agua podíaverle,ajenoalatragedia,consucaracterísticamiradaperdida,sin imaginar la suerte que estaba corriendo Lina. Se despertó empapada en sudor y presa de una respiración jadeante, casi asmática, que tuvo que ahogarenlaalmohadaparanodespertarasumadre. Semanasantes,habíaidoconélacomprarelpasajedelbarcoqueharía eltrayectoNuevaYork-LondresconunaescalapreviaenParís.Elbillete teníafechadelmartes27deabrilyunahoradesalida:lasseisdelatarde. EnlosúltimosdíashabíanllegadobuenasnoticiasdesdeLondresdonde el interés por el espectáculo era cada vez mayor. Y no habían sido las únicas. La salida de Rusia de María Grigórievna estaba más cerca de producirse gracias a las incansables gestiones realizadas por su hijo. Si todosedesarrollabacomoestabaprevisto,muyprontoMaríaembarcaría enelpuertodeNovorosíiskcondestinoaConstantinopla.Laintenciónde SerguéieramovertodosloshilosposiblesdesdeFranciaparaobtenerlos papelesdesumadreyhacerquellegaraaParís.Noeraunaempresafácil, peronocesaríaensuempeñohastaconseguirla. Eldomingoanteriorasupartidadecidieronpasarlolosdossolos,ya que no sabían el tiempo que iban a estar separados debido a que la decisión de Lina de seguirle hasta Europa se iba aplazando como el estrenodesuobraElamordelastresnaranjasenChicago.Precisamente esedíaquisosorprenderleconunaexcursiónalcondadodeOrange,enel nortedelestadodeNuevaYork. —Voy a echar de menos tus detalles —dijo refiriéndose a la elección delcondadoenelcorazóndelvalledelríoHudson,cuyonombreeraun claroguiñoasuópera.Elbuentiemposehabíaconvertidoensualiadoy brindó a la pareja un día perfecto para el picnic que Lina llevaba preparando toda la semana, en el que no faltaban los dos alimentos preferidos de Serguéi: el queso y el vino—. ¿No tienes hambre? — preguntó al ver que la joven no comía nada y parecía estar más preocupadaporlospatosquesurcabanlasaguasdellagodelparqueyel vaivéndelascopasdelosárbolescentenariosdebidoaltímidovientoque sehabíalevantado. —Tengomiedoaquenomeechesdemenoslosuficiente. —Esquenovoyahacerlo…—dijosonriendoanteelgestodesorpresa deLina—…porquevasareunirteconmigoantesdequemedestiempoa extrañarte. —Eso si logro convencer a mi madre de que acceda a que me vaya. Cadavezquesacoeltema,esunadiscusiónquesiempreacabaenun«ya veremos».Cuandocreoquelatengoconvencida,surgealgoquelehace dudar.Avecespiensoquelohaceapropósito,quejuegaconmigocomosi todavíafueraunaniña.Nosécuántomásvoyasoportarlo. —Pues no lo hagas. Vente conmigo, no tendré problemas en conseguirteunbillete.Noesperesalarespuestadetumadre,dalelatuyay punto. —¿Estás loco? —preguntó ofendida—. ¿Quieres que me vaya sin decirlenada,sintenersupermiso?Lascosasnofuncionanasí. —Lascosasnofuncionancuandoaparecetumadre,Lina.Daiguallas muestrasqueledemos,locomplacientesqueseamosconella.Nuncatiene suficientes garantías. Lleva intentando frenar nuestra relación desde el principio.Ynoloniegues,porquelosabestanbiencomoyo. —Tú no lo entiendes —dijo incorporándose del suelo sobre el que habíantendidounamantaparaprotegersedelcésped—.¡Esmimadre!No puedocomportarmeasí. —Erestúlaquenoloentiendes.Yonopuedovivirpendientedeloque tu madre decida o no para nosotros. No es justo ni para mí ni para ti. Tienes que vivir tu vida, nadie puede hacerlo por ti, y mucho menos tu madre.—Serguéitambiénseincorporóybuscólaproximidaddelcuerpo deLina.Susmejillasencendidasevidenciabanelenfadoporloqueestaba escuchando, aunque él sabía que el rubor y el brillo de sus ojos respondían a la impotencia que sentía ante la indecisión de su madre. La rodeóconsusbrazosylabesósinesperarningúnpermiso,nielsuyoni mucho menos el de su madre. Y como de costumbre, ella no opuso ningunaresistencia—.Sabesquetengorazón. —Noquierodiscutir,Serguéi.Tevasenunashoras.Nomeperdonaría pasarnuestrosúltimosmomentoshablandodemimadreybatallandopor verquiéntienerazón. —Dime,¿quéquiereshacer?—preguntódispuestoacomplacerla. —Llévame a casa. —Su respuesta provocó que el gesto de Serguéi se contrajera. —Está bien —dijo dispuesto a obedecer sin más—. Recojo esto y te llevoacasa.AsíOlgasealegrarádeverloprontoquellegasuhija. —Nohedichoquequierairacasademimadre—matizóLinahaciendo quelamiradadeSerguéiseinundaradeimágenesquedemomentosolo cobrabanvidaensumente—.QuizánopuedadecidirirmecontigoaParís pasadomañana,perohoysípuedodecidirloquequierohacer.Yquiero estarcontigo. Apenastardaronmediahoraencambiarelcéspedylamantadepicnic por las sábanas de la cama del apartamento de Serguéi. No lo había planeadoasí,peroeraloqueLinadeseabaporencimadecualquierotra cosa.Necesitabaestarconél,pegarseaélynosepararsenunca.Cuando las manos de Serguéi recorrían su cuerpo era cuando más segura se sentía,másalejadadelmundo,delmolestoruidoexterior,detodoloque no fuera su universo en común. Había encontrado su lugar en el mundo entre sus brazos y no iba a permitir que ningún barco, viaje o decisión materna la convirtiera en apátrida. Todavía no sabía cómo iba a conseguirlo,peronotardaríamuchoenreunirseconélenParísodonde lavidalossituara.Peroasulado. Pasaron toda la tarde haciendo planes mientras sus cuerpos se descubríancariciasdesconocidas,bebiendovinoycompartiendomiradas y sonrisas que encubrían el juego prohibido que ambos disfrutaban sin quenadiemástuvieraderechoainmiscuirse. —¿Sigues sin querer acompañarme al puerto para despedirme? —le preguntóSerguéimientrasvolvíaaacomodarsucuerposobreeldeella. —Nopodríaaunquequisiera.Creoquemevolveríamáslocadeloque estarésimequedoencasaimaginandocómozarpaelbarcoytealejade mí.—Linasonrióbuscandounacomplicidadquenolecostóencontrar—. Meconozco.Podríahacerunalocuraynotegustaría. —Teequivocas.Meencantaquecometaslocuras.Deberíashacermás. Tras entregar el baúl a los operarios del puerto y cuando ya había subidoabordo,lecomunicaronqueelbarcoretrasabasusalidadebidoa unos problemas de última hora que no revestían gravedad, pero que impedían cumplir el horario previsto. Serguéi aprovechó para bajar a tierra,buscarunteléfonoyhacerunallamada.Cuandoelsonidometálico del timbre eclipsó la tranquilidad en el apartamento del 145 del WashingtonHeights,Linayahabíarecibidounespléndidoramoderosas rojas,estavezsinerrorenladestinatariadelatarjeta,yunsobreconlos ciento cincuenta dólares prometidos para apremiarle en la traducción al inglésdellibretodeElamordelastresnaranjas. —Dime que vendrás, que no me dejarás solo —le rogó Serguéi mientraseratestigodelossollozosdesuinterlocutora,queseaferrabaal teléfonocomosiconesodetuvieralasalidadelbarco—.Noquierovivir estaaventurasinti,noseríalomismo.Debemosestarjuntos.Esabsurdo quenoseaasí. LaindecisióndeLinaveníamotivadaporlaresistenciadesumadrea darlepermiso,perolasituaciónexasperabaaSerguéi,quenoentendíalos recelosdeOlgaNemiskaiaparaquesuhijaemprendieraaquelviajeque sindudaseríabeneficiosoparasufuturoartístico.Tampococomprendía sus dudas sobre la naturaleza de la relación que mantenían cuando considerabaquelehabíadadopruebasmásqueevidentesdelrespetoyel compromisorealquelebrindabaasuhija. EnelmomentoenelqueelbarcoenelqueviajabaSerguéiseperdió en las aguas del océano Atlántico, Lina comenzó a idear la manera de seguiraquelrastrodeespumaqueleseparabadesusueñoydelhombre queloforjaba.«Noséquéharésimequedosola,siélnoestáconmigo. Mevolveréloca». Sabíaquesumadreseríaunobstáculoensusnuevosplanes.Pormucho que insistiera en el carácter profesional de aquel viaje, Olga continuaba con el ceño fruncido. Aquellos surcos en su frente los sembraban en su pielotrosfantasmasquenadateníanqueverconlasclasesdecanto.Siya le parecía mal que apareciera del brazo de Serguéi en cualquier fiesta o conciertoquesecelebraseenNuevaYorksinestarcomprometidos,podía imaginarloquesumadrepensaríasobresalircorriendotrasélrumboa Europa.Noesquenolegustaraaquellararezabolchevique,comoinsistía en llamarle cada vez que su nombre motivaba una discusión maternofilial. Muy al contrario, le agradaba y mucho. Pero a pesar del acercamiento entre ambos, tanto a nivel personal como musical, a la madre seguía asustándole la opinión de la gente y el daño que las malas lenguaspodíanhacerleasupequeña.Sabíaqueamabaasuhijayqueno había llegado tan lejos en ninguna relación mantenida con otra mujer. Peronopodíaremediarlevantarundiquedeprotecciónyprudenciaque exasperabaaLinayalpropioProkófiev. NotardaronenllegarlascartasdeSerguéiconelfranqueofrancésque Linaabríaávidamentecomosiensuinteriorseencerraraelsecretodesu felicidad. En ellas le contaba con detalle su emotiva llegada a París, cuando su amigo Diáguilev abandonó sus coreografías con los Ballets Rusos y fue a recibirle al grito de «Ha llegado Seriozha Prokófiev». Le detallabasudíaadía,susperipeciasparaencontrarunacasa,paraavanzar enlastrampasburocráticasdelpapeleoyconseguirquesumadrellegara a París, en los nuevos contratos que le ofrecían los teatros parisinos y europeos,losavancesensusnuevascomposiciones,elclimaartísticotan distintoalvividoenNuevaYorkylacomidaexquisitaqueencontrabaen cada restaurante de la ciudad. Pero lo que alimentaba la imaginación de Lina eran todos aquellos encuentros con grandes artistas que le narraba pormenorizadamente: HeconocidoaRavelymeharogadoquenolellamemaestro.Stravinskisehamostrado muyamableconmigo,inclusomehafacilitadounpianoparaquenopierdaunsolominutosin componer.Picassoesunserespectaculary,alhablarledeti,mehadichoqueestádeseando conocer a su bella compatriota. A Jean Cocteau le conocí en una fiesta en la casa de una mujer fascinante, madame Edwards, Misia. Te encantaría esta mujer, es refinada, elegante y hastalosmásgrandesserindenasuspies.CreoqueenParíselarteylaculturanoexistirían si ella no estuviera moviendo sus hilos. Todos dicen que tiene un olfato portentoso para los nuevos talentos y que no suele fallar. Y lo mejor es que me ha prometido que hará todo lo posible para agilizar el visado de mi madre. Pienso cada noche en el día en el que pueda presentarte a todos ellos. ¿Me vas a obligar a ir a buscarte? Necesito que estés aquí, a mi lado.Nopodréconseguirlosinti.Nomecastiguescontuausencia. Esas misivas alimentaban el fuego interior de Lina, que estaba considerandoseriamentematerializarsuspesadillasdelanzarsealmary alcanzarelpuertodeLeHavreaunquefueraanado. Durante semanas estuvo buscando la mejor manera de afrontar la conversacióndefinitivaconsumadre,ideandoargumentosquevalidaran su decisión de embarcar su vida rumbo a Europa, aunque realmente el vientoquelatransportaríasoplaraendirecciónaSerguéi.Podíaescuchar en su cabeza la retahíla de preguntas que saldrían de la boca materna: «¿Viajar a un país extranjero con alguien que no es tu marido? ¿Dónde dormirías?¿Enquécasavivirías?¿Quéharíasenlanuevaciudad?¿Quién estaría vigilándote? ¿Qué pensaría la gente?». Esa pregunta se había convertido en la inevitable apostilla con la que Olga Nemiskaia solía acabar todas sus frases: «¿Qué pensará la gente?». Lina siempre se quedaba con la respuesta en la boca, a la espera del momento adecuado parapoderpronunciarla:«Lagentedejarádepensarenticuandotúdejes depensarenella.Esasídesimple».Peronoeraelmomentodeairearsu rebeldía.Debíacontenerse,actuarconinteligenciaeintentarquesumadre contemplara la situación como una oportunidad para su futura carrera. Desde luego, las clases de canto con una de las mejores profesoras de Parístendríansupeso,peronoseríansuficienteexcusaparapersuadirasu madredelaconvenienciadeaquelviaje.HabíasidoideadeSerguéi,yeso suponía un problema. Intentó hacerse con el favor de su padre, algo que no le costó conseguir aunque con la contrariedad de que se encontraba fuerayporteléfonoelpermisopaternosonóconmenosfuerza. —Además—añadió,recitandodememoriaunguiondiseñadodurante las últimas semanas—, no estaré sola. En París están tus amigos Zelda y HenryLiebman.Ellospodráncuidardemíytecontaránquéhagoencada momento. Y están Vera y Aleksey Stahl. ¡Va a ser como estar en casa! Mamá, por favor, ¿es que alguna vez te he dado motivos para que no confíes en mí? Sé que es una decisión difícil, aventurada, pero mírame: meconocesmejorquenadieynuncatehedecepcionado.¿Esqueesono vale nada? —Se le acababan los argumentos al mismo ritmo que la paciencia y el gesto impertérrito de Olga no permitía albergar grandes esperanzas—.Ysinadadeestotesirve,piensaqueenalgúnsitiotendré quepasarlasvacacionesdeverano.¡QuémejorlugarqueParís! Cuandoporfinconsiguióalgoparecidoaunveladoconsentimientopor parte de su madre, no se lo pudo creer. Corrió hacia ella para agradecérselo con tanto ímpetu que Olga no sabía cómo quitársela de encima. Escribió a Serguéi comunicándole que la esperase, que por fin salía rumbo a París y que podrían estar juntos, aunque no sin salvar ciertos inconvenientes puntuales que a punto estuvieron de retrasar e incluso anular el anhelado viaje. Primero, Olga cayó enferma y, ante la ausenciadesupadre,Linanoseplanteódejarlasola.Cuandoseconfirmó quetodohabíasidounsusto,uninoportunoproblemaconelpasajeylas plazasdelbarcoenelquedebíaembarcaramenazarondenuevosusueño. PeroLinaconfiabaenqueeldestinosealiaraconella,comofinalmente sucedió. LaúltimanochequepasóensucasadeNuevaYorkfueespecialpero tambiénalgoincómoda.Olganopodíaesconderlatristezaquellenabade tinieblas su rostro y su hija no sabía cómo disimular la alegría por la inmediatez del viaje. Esa dualidad contradictoria la estaba matando por dentro.Sesentíamalporsumadre,peroalmismotiempoestabaaescasas horasdehacerrealidadunodesusgrandesdeseos.Sedisponíaatomarse elúltimovasodelechequedurantemuchotiempoleserviríalamanode su madre para luchar contra la anemia. El nerviosismo era tan evidente queelvasoseresbalódesumanoysucontenidosederramóporencima de la tapa del piano. El contraste del líquido blanco sobre la superficie negradelinstrumentocreóunaextrañavisiónquecongelósurespiración. Esperóduranteunossegundoselcomprensibleenfadoquepreveíaensu madre, pero no se produjo. Se limitó a servirle otro vaso de leche, sin más.Niunapalabrasaliódesuboca,niungestodedesaprobación,como si no lo hubiera visto. Lina respiró profundamente como solía hacer cuando necesitaba controlar una situación. Recordó la moraleja que encerrabaunadelasfábulasnarradasporsuabuelaCarolina,aquellaque advertía de la estupidez de llorar sobre la leche derramada. Mirar hacia delanteynopensarmásenloqueyanotienesolución.Yasílohizo. SEGUNDAPARTE PARÍS Oigan,siencienden lasestrellas esporquealguienlasnecesita,¿verdad? Esquealguiendeseaqueestén, esquealguienllamaperlasaesasescupitinas. Oigan; siencienden lasestrellas esporquealguienlasnecesita,¿verdad? Esindispensable quetodaslasnoches sobrelostejados ardaaunqueseaunasolaestrella. VLADIMIRMAIAKOVSKI Quéseríadelossueñossilagentefuerafeliz. PIERREREVERDY 7 El manto azulado de las aguas del Sena que rodeaban en forma de cálido abrazo las inmediaciones del puerto de Le Havre reconfortó a la jovenpasajera.Eraunazulintenso,brillanteycristalinoquelerecordóa lamiradadeSerguéi.ProntocomprobaríaquelosazulesenFranciaeran más azules, como el azul horizonte del uniforme del ejército francés confeccionadoconlailusióndequesussoldadosseconfundieranconel cielo; el azul luminoso en las paletas de los pintores que mostraban sus cuadrosenlaplaceduTertreenlacolinadeMontmartre;elazulmarino delascreacionesdeCocoChanelllenandoelescaparatedesumaisonde coutureenelnúmero31delarueCambon;elazulcristalinodelapiscina delsalóndelLidoenelcorazóndelosCamposElíseos;elazulprietodel exterior del café Procope, con sus espejos y sus cuadros de marcos dorados; el refrescante azul de los licores que llenaban las copas de Le Dôme Café… Meses más tarde, Picasso le confirmaría aquella primera impresión:elazulparisinoeraunapaletadecoloresensímismo. Sinduda,elazuleraunbuencolorparainiciarunanuevavida. Despuésdealgomásdediezdíasembarcada,leresultóextrañopisar tierra firme. Le hubiese gustado que el primer rostro familiar que distinguieranadamásbajardeltransatlánticofueraeldeSerguéi,perono fue así. Hubiera dado parte de su pesado baúl, lleno en buena medida de ropaypartituras,porhaberlepodidoabrazarybesaralpiedelaescalinata delbarcocomohabíavistohacerenlaspelículasycomohabíaimaginado unaymilvecesenlasnochesdeinsomnio.Peronosucedióasí.Quizáel retrasodedosdíasconelquehabíallegadoaParísteníaalgoqueveren aquella inesperada y decepcionante ausencia. Lina se consoló pensando que tendría un buen motivo. Sin embargo, sintió una desconcertante sensaciónnadamásbajardelbarcoquelaobligóagirarsucuerpoenmás de una ocasión, lanzando su mirada sobre la muchedumbre apostada en aquel muelle, como si sintiera la proximidad de un encuentro que se negabaaproducirse.Fuealgoextraño,nosabíacómodefinirloymucho menos interpretarlo. Estaba cansada, eso sería todo. Los amigos de su madrehabíanidoabuscarlaalpuertodeLeHavreyteníanelencargode cuidar de ella. La recibieron con una cálida bienvenida adornada de sonrisas,abrazosytodaunacoleccióndehalagosquellegaronaturbarla a pesar de lo acostumbrada que estaba a ellos. «No me extraña que tu madre nos haya pedido que no te perdamos de vista. Eres una jovencita muy hermosa», comentó una de las amistades más íntimas de Olga Nemiskaia,ClaraSpencer,unaamericanadecididayrisueña,quesehabía convertido en una de las primeras mujeres aviadoras durante la Gran Guerra.EnellaLinaencontróunaamigalealygenerosa,unainesperada cómpliceyunpuntodereferenciaensubrújulavital.«Estoyconvencida dequeseremosbuenasamigas»,levaticinóClara.Ynoseequivocaba. LehabíanacondicionadounahabitacióndelpisoqueteníanenParísen la rue Bassano, que a Lina le pareció perfecto, aunque sabía que no se quedaríaallímuchotiempo.LoprimeroquehizofuellamaralHotelQuai Voltaire, donde se alojaba Serguéi, y dejarle una nota después de que el amable telefonista le comunicara que el señor Prokófiev no había regresadodesuviajeaLondres,dondeseencontrabaultimandoelestreno delaóperaElamordelastresnaranjasenelCoventGarden,asícomolos preparativosdelapuestaenescenadelballetElbufón,enelquetrabajaba junto a Diáguilev. Se quedó pensativa, intentando sin éxito esquivar una creciente zozobra que comenzaba a presionarle el pecho. «Ya tenía que estar de vuelta. Sabía que llegaba hoy», se dijo, intentando dominar al monstruo de la preocupación que comenzaba a crecer en su cabeza. Aquellaprimeranochenopudoconciliarelsueño.Leextrañabanohaber recibidonoticiasdeél.Noentendíalainsistenciamostradaensuscartas, las prisas transmitidas en sus telegramas y sus desvelos por conseguirle unbilletedosmesesantesdeloprevistoparaquepudieraarribaraParísa finales de junio y no en agosto, si cuando por fin llegaba al destino ni siquiera aparecía para recibirla. No podía imaginar lo sucedido en los últimosdosdíasenlavidadeSerguéi.Nimuchomenospodíasospechar que ambos se habían cruzado en el puerto de Le Havre con apenas unos minutosdediferencia.CuandoelbarcoenelqueviajabaLinaprocedente de Nueva York atracaba en uno de los muelles del puerto, en otro embarcaderosituadoaescasosmetroshabíallegadoelbarcoquetraíaa Serguéi desde Londres como primera escala de su precipitado viaje a Marsella, donde tenía prevista su llegada un vapor francés de nombre Souirah en el que viajaba alguien muy especial. De manera imprevista, aunquefueraalgoesperadodurantelosúltimosdosaños,lecomunicaron quesumadreestabaapuntodellegaralpuertodeMarsella.Lasgestiones prometidaspormadameEdwards,Misia,alpropioProkófiev,asícomola inestimable ayuda de los Stahl y del propio Stravinski —que no sería la primera vez que iba a olvidar su eterna rivalidad con Prokófiev— hicieronposiblelaobtencióndelvisadoylacompradelbilleteparaque MaríaGrigórievnaembarcaraabordodelSouirahocupandouncamarote de tercera clase. Hacía meses que había abandonado Rusia desde Novorosíisk, tras pasar por un campo de refugiados cerca de Constantinopla,quehabíaminadomássuyadeterioradasalud. La entendible y casi enfermiza precipitación de Serguéi por llegar cuantoantesaMarsellahizoquetuvieraqueesperarvariashoraselarribo delvaporfrancésenelqueviajabasumadre,quenotocópuertohastalas diez de la noche, lo que le obligó a emplear el tiempo de espera en deambularporlaciudadsinsaberqueLinalebuscabaconlamiradaamás denovecientossesentakilómetrosdedistancia.Creyóqueeltransatlántico que la traía desde Nueva York se retrasaría aún más, pero no fue así. Cuando por fin atracó el Souirah, Serguéi estuvo buscando a su madre durantecercadedoshorassinpoderencontrarla.Subióybajódelvapor, preguntóalatripulación,escudriñóeltránsitodepasajeros,sedesesperó desplazándoseallugardestinadoparalosequipajes.Nirastrodesumadre. Cuando a punto estaba de abandonar, convencido de que María habría perdidoelbarcooespeculandoconcualquierotrorazonamientoenelque prefería no pensar, oyó unas palabras pronunciadas en ruso. «Yo me quedaré con la señora Prokófiev. Ha debido haber algún error. No creo quetarde».Serguéisegiróenbuscadelpropietariodeaquellavozyno tardó en dar con él. Era Schletzer, sobrino de su amigo el pianista y compositorAleksanderScriabin,quecasualmentesehabíaencontradocon su madre y se había comprometido a quedarse junto a ella hasta que abandonaraelbarco.Guiadoporél,subiódenuevoalnavíoenbuscade su progenitora. Le costó reconocerla. Habían pasado dos años desde la última vez que se vieron, pero parecían dos décadas. María Grigórievna mostrabaunaspectocansado.Parecíahaberencogidovarioscentímetrosy habíaperdidomuchopeso.Supielestabacastigadaporelsolymostraba una extraña tonalidad morena frente a la lividez que siempre la había caracterizado. Con la mirada perdida tras unas gafas ahumadas que escondían el grave deterioro de sus ojos, ni siquiera se percató de la presencia de su hijo. Serguéi sintió una punzada en el corazón que rápidamente apartó para dirigirse a ella y sacarla de aquel camarote abarrotado de personas. En cuanto tuvo delante a su hijo, desapareció la tristeza y el cansancio que marcaba su rostro demacrado. Se abrazaron comoloharíandosnáufragosperdidosduranteañosenunaisladesierta. Les llevó unos minutos poder separarse. Demasiado tiempo, demasiada vida,demasiadosilencio. Serguéileofreciósubrazoparaguiarlaensuaturdidocaminarporsu falta de visión y así poder abandonar el barco. Era tarde, por lo que decidieron pasar la noche en Marsella así como parte del día siguiente. Maríahabíahechounlargocamino,perosehabíanegadoadesprenderse delaspertenenciasconlasquesaliódeRusia:dosabrigosqueleayudaron a combatir las inclemencias del tiempo, una pequeña bolsa que llevaba colgada al cuello y que contenía sus documentos de identidad, y lo más importante para ella por el valor que sabía que tenía para su hijo: una carpeta repleta de varias partituras, cartas, libretos —el largamente anheladodeEljugador— y una serie de manuscritos, como el preciado diarioqueSerguéihabíaescritodurantetodasuvidayquehabíadejado olvidadoenelescritoriodesucasaalabandonarRusiael17demayode 1918. Imaginar las vicisitudes que aquella anciana mujer tenía que haber pasadoparanosoltaraquellacarpeta,alserlomáspróximoqueguardaba desuhijo,leemocionó. HastadosdíasmástardenoregresaronaParísyentoncesSerguéisupo queLinaestabayaenlaciudad.«¿Sepuedesermásfeliz?»,pensóalsaber que las dos mujeres que deseaba tener en su vida habían llegado prácticamente al mismo tiempo. Dejó acomodada a su madre en el tranquilohotelaorillasdelSenaycorrióabuscaraLinaaladirección queellamismalehabíafacilitadoalrecepcionistadelhotelcuandollamó preguntando por él. Pero cuando llegó, no la encontró allí. De nuevo se vioasaltadoporlamismasensacióndepérdidaqueleembargódosdías atrás en el puerto de Marsella cuando no encontraba a su madre. Estuvo varios minutos caminando de un lado a otro de la calle hasta que una mujer, elegantemente vestida y con una sonrisa complaciente que se disponíaaentrareneledificiosituadoalfinaldelarueBassano,cercano alaavenidadelosCamposElíseos,seacercóaélcomosileconociera desde hacía tiempo. En cierto sentido, así era, aunque solo fuera por las indicacionesqueOlgaNemiskaialehabíadadosobreél. —Ellaestábien,nosepreocupetanto—dijomientrasSerguéilamiraba sin entender quién era esa mujer que se presentó como Clarita y que le sonreíaconlaseguridadqueotorgabaelpoderdominarunasituaciónal disponer de más información que el contrario—. Para ser sinceros, está realmente guapa —recalcó de una manera divertida—. Solo espero que ustedtengaunabuenaexcusaparasusdosdíasderetraso. —Latengo—reconociósonriente—.Yséqueaellaleharáfeliz. —Mealegroporusted.Perollegaunpocotarde.Ellayanoestáaquí.— Serguéi volvió a torcer el gesto—. No se lo vaya a decir a su madre, porque Olga es muy capaz de presentarse aquí mismo, pero solo ha tardadodosdíasenempaquetarsuscosaseirseaunhotel.Creoquesería unagranidea…—dijopausadamente,comosiacompasarasuhablaconla dirección que estaba escribiendo en el papel que había extraído de su bolso—queustedfuerahastaallíycomenzaraaenseñarleParís.Amíni siquieramehadejado… Tuvoqueesperaralgunashorasparaverlaaparecerenladirecciónque Claritalehabíafacilitado.Suvisiónlereconfortó.Estabarealmentebella. Solo llevaba dos días en París y parecía que sus tacones habían pisado toda su vida el empedrado parisino. Iba impecablemente vestida con un vestidodecinturabajaquelecubríalarodilla,unligeroabrigomuyfino sobrepuestoamododevaporosachaquetaysuhermosamelenaescondida en un sombrero cloche por el que se escapaba rebelde parte de su cabellerarizada.Másqueandar,siempreparecíaqueflotaba,quesuspies declinaban la idea de rozar el suelo. Dedicó unos instantes a mirarla, comosifueralaprimeravezquelohacía.Alverle,Linaleobsequiócon una de sus sonrisas recién estrenadas para él, lo que logró romper el hechizoqueparecíahaberledejadoclavadoenmitaddelvestíbuloysolo el prolongado abrazo y el sentido concierto de besos entre la pareja fue capazdequebrar. —¿Perodónde…?—preguntóamedias. —Unalargahistoria.Mimadre,Marsella,elvisado…loimportantees queyaestásaquí—dijo,instándoleasubiralahabitación—.Tengotantas cosasquecontarte. —No. Mejor demos un paseo por el Bois de Boulogne. No he visto unos castaños más hermosos en mi vida y, si voy contigo, aún me pareceránmásmaravillosos. —Esto es París, Lina —le confió cómplice con la única intención de quitarle los posibles prejuicios traídos de Nueva York. Estaba deseando estar con ella, aprovechar la intimidad, colmarla de los besos y caricias retenidasdurantetantotiempo.Noqueríaperderunsolominutodesuvida enalargarunencuentroqueambosdeseaban,aunquecadaunotuvieraun itinerariopropio. —Losé.Ytambiénséquenosoytumujer…todavía—ledijoconuna sonrisaantesdebesarledenuevo—.Quieroquemeenseñestodoloque mecontabasentuscartas.Tenemostodoeltiempodelmundo. París se abrió a la pareja en los mejores momentos de la tardía primaverade1920.SuzonapreferidaeraMontmartre.Paraaccederaese lugar que invitaba a perderse era necesario coger el funicular que ascendía por encima de la empinada colina de ciento treinta metros que separabalapartebajadelbarriodeMontmartredesupartealta,dondese alzaba la impresionante basílica del Sacré Coeur. Una vez arriba, contemplabanelmantoblancoqueparecíahabersombreadoelpincelde unodelosartistasquellenabanlascallesdeMontmartre,yquecubríalas cúpulasdelabasílicadelSacréCoeur,custodiadadecercaporlaiglesia deSaintPierre.Linabuscabaelmejorrincónparaobservarelespectáculo queestabaapuntodesuceder.EnesepuntodelaciudaddeParís,elmundo se detenía por unos instantes, próximo a enmudecer, para observar el atardecerenvueltoenundelicadoytransparentevelodoradoquetapizaba lostejadosdelaciudadcomosiquisieratejerunadelicadaalfombrasobre la que pudiera caminar todo aquel que se mostrara dispuesto a abandonarse. Podría estar horas contemplando aquella imagen si el resplandor anaranjado del sol no tuviera tanta urgencia por desaparecer devorado por la tierra. Pero el tiempo era algo que se escapaba con demasiadaceleridad.Eneselugaraprendióquelosmomentosmásbellos de la vida no duran eternamente, que tienen su ritmo, su tempo, su cadencia,yquefueradeesamedida,elartedesapareceaniquiladoporuna efímera fecha de caducidad. Allí, en lo más alto de la colina, respiró profundamentecomolohizoenelinteriordelCarnegieHalllaprimera vezquefueaveraProkófiev. A Serguéi le parecía que la Torre Eiffel ofrecía mejores vistas, pero Lina no estaba de acuerdo. No eran solo las vistas, era la luz y la magníficacomuniónentrecieloytierra.Después,ambossedirigíanala placeduTertre.PorelcaminodecidiríansisentarseenLaMaisonRose, dondeseguramenteencontraríanaPicassooaGertrudeStein.Silanoche había caído lo suficiente, optarían por dirigirse al número 22 de la rue SaulesyadentrarseenelAuLapinAgile,elcabarémásantiguodeParís. Fueracualfueraellugarelegido,LinajamásabandonabaMontmartresin pasarantesporÀlaMèredeFamille,unadelasmásantiguasconfiterías del mundo, donde, golosa, su mirada se perdía en el interior de los cajonesdemaderadondetarrosdemermelada,cestasdefrutasconfitadas, cajasrellenasdepastelesdealmendras,montañasdebombones,sacasde caramelos, bandejas rebosantes de figuras hechas de azúcar y chocolate esperabanacolmardeplacerlasbocasmásgolosas. Rubinsteinteníarazón.Paríseraelparaísodelossentidosynopensaba abandonarlomientraslavidaselopermitiera. Lina no perdió el tiempo y se apuntó a las clases de canto que Prokófievlehabíaprometido.Asistiríatresdíasalasemanayelrestodel tiempo lo emplearía en buscar un hotel más económico, ya que bajo ningún concepto aceptaría vivir con Serguéi, y menos a partir de la llegadadesumadre.Nopensabacomportarsesinelcriterioyelsentido comúnquesiemprehabíaregidosucomportamiento.Noerasoloporlo prometidoaOlga,erasobretodoporella.Noperdióelcontactoconlos amigosdesumadre,conlosquecompartíaanimadassobremesasyalos quemuchasvecesinvitabaaconciertosyespectáculosalosquenopodía ir con Serguéi. Tampoco se olvidaba de escribir a su madre, a la que siemprepreguntabaporsupadre,contándolesusprogresosartísticosylo felizqueestabaenEuropa,aunquenoleconfiabatodoslosdetallesdesu nueva vida en París. «Pero todo sin faltar a mi promesa de no dar que hablaralagente,mamá»,lerecordabaencadaunadesusmisivas. Todo parecía ir sobre ruedas, a pesar de las noticias recibidas en la consultadeunprestigiosooftalmólogocuyodiagnósticonodejólugara dudas: María Grigórievna padecía un glaucoma severo que avanzaba deprisa.Debíasometerseaunaoperaciónqueacordaronprogramarpara despuésdelverano.Loimportanteesquesehabíacogidoatiempo,antes dequelaceguerafuerapermanente. A Serguéi parecía sobrarle la energía: trabajaba en su obra El bufón, cerraba conciertos sinfónicos en Londres y futuros recitales en París, seguía componiendo al piano y tenía tiempo para conocer a escritores comoAlekseyTolstói,IvánBuninoAleksanderKuprínycompartircon ellosveladasartísticasquesealargabanhastabienentradalanoche. Y, sin embargo, se mostraba inquieto. Su principal obsesión era encontrarunacasaenlaquepasarelveranojuntoasumadre.Laencontró enMantesLaJolie,aorillasdelSenayamenosdeunahoradelacapital. Allí iba a producirse un encuentro largamente esperado. Serguéi se encargódehacerlaspresentaciones. —Madre, quiero presentarte a Linette Codina. Es una amiga, una colaboradora americana. —Sin saber cómo sucedió exactamente, se fue enredandoensuspropiasexplicacionesantelaatónitaexpresióndeLina quenoentendíanielcambiodenacionalidadalqueacababadesometerle niquelacalificaradecolaboradora—.Enrealidad,estátrabajandoenla traduccióndeLasnaranjasdelamor.—Cuandosediocuentadelerroren eltítulodesuópera,locorrigiósinmás,aunquesuvozhabíaadquirido un tembleque que resultaba bastante cómico—. El amor de las tres naranjas, quiero decir. Eso es. Está traduciendo al inglés mi libreto. Y además es cantante. A decir verdad, se está preparando para serlo. — Despuésdeunsilencionoprevistocreyónecesarioañadiralgomás,pero procuró cambiar de tema, ya que él mismo se dio cuenta de que los nervios le estaban traicionando—. Voy a encargar que vayan trayendo el té,oelcafé,oloqueseaquetenganquetraer. María Grigórievna miró a su hijo y rápidamente dirigió su mirada a Lina,quenosabíadóndemetersedespuésdelalamentablepresentación. —Que esté a punto de quedarme ciega no quiere decir que tenga problemasparaverciertascosas,Serguéi—dijofinalmente. —¿Qué quieres decir, madre? —preguntó, afanándose en limpiar sus lentescomosideverdadhicierafalta. —Aestehijomíosoloselepuedehablarcuandoestásentadoalpiano siquieresqueentiendaalgodeloqueledices—bromeó,dirigiéndosea Lina—.Ydime,Linette—Maríadecidióquelallamaríaasí,almenosde momento—, ¿de qué parte de Europa eres? Porque claramente esa elegancia natural tuya, una americana no lo ha visto ni en pintura… suponiendoquehayavistoalgunapinturaensuvida. Lina tuvo serias dificultades para controlar la risa. Le gustaba María. Era auténtica, directa e inteligente. Y, además, sabía manejar ese humor perspicaz que acompaña a las personas que han tenido que lidiar con la vida.Lealegrópercibirqueellatambiéneradesuagrado. Sufelicidadsolosevioenturbiadamomentáneamenteporunodelos característicosenfadospuntualessinapenasrecorridodeSerguéiqueella conocíatanbien.Sudecisióndepasarconélsololosfinesdesemanaen lacasadeMantesLaJolielecontrarióbastante. —¿Qué quieres? —le preguntó sin entender por qué no era capaz de comprenderlo—.¿Queasusteatumadrepresentándomeavivirentucasa, así, sin más? ¿Qué va a pensar de mí? Te recuerdo que me presentaste comounacolaboradoraamericanaencargadadetraduciralinglésunode tuslibretos. —Yyoterecuerdoquenocreyóniunasolademispalabras. —Simintieraslamitaddebienquecompones… Durante semanas, Lina acudía los viernes por la tarde a la casa de Mantes, pasaba el fin de semana y el domingo por la tarde Serguéi la acompañaba a la estación, donde cogía un tren con dirección a París. Tenía sus clases de canto tres días a la semana, las cuales no pensaba abandonarbajoningunacircunstancia.Apesardelosbesosrobadosenel andén y en el compartimento del convoy, Serguéi solía llegar a casa contrariadoporelpocotiempoquepasabaconella.Unadeesasnoches, sumadreleofrecióunasolución.«Hazquecanteencasa—fuelaserena recomendación de María durante la cena—. Que ella cante mientras tú tocaselpiano.Seguramentemedejaréissorda,perocomoyaestoymedio ciega, no creo que importe demasiado». Serguéi miró a su madre. Adorabaaesamujerquehacíaañoshabíapreferidoprestarsusojosala barbarie para que él pudiera mirar las teclas de un piano y ahora estaba dispuestaadejarsesusoídosparaposibilitarunarelaciónquesuhijose empeñabaendisfrazaranteella. Así fue como, a finales de julio de 1920, consiguió convencer a Lina conelúnicoargumentoquenopodíafallar:laaparicióndeunprofesorde cantoqueimpartiríaensucasasusclases.Linapasóelmesdeagostoenla hermosacasaaorillasdelSena,acompañandoaSerguéiyobservandoen silencio cómo componía, dando clases de canto, aprendiendo a jugar al ajedrez, perdiéndose en largos paseos por los bosques adyacentes a la residencia, entablando una relación cada vez más cercana y estrecha con MaríaGrigórievnaydisfrutandodelascenasorganizadasencasajuntoa los amigos y compañeros con los que Serguéi estaba trabajando para el ballet El bufón: Serguéi Diáguilev y dos de sus más estrechos colaboradores,elpintorrusoMijaílLariónovysucompañeraytambién pintora Natalia Goncharova, dos vanguardistas rusos del cubismo y del rayonismoqueseencargabandelosdecoradosdelespectáculo. Aquellasveladasresultabanaltamentefructíferasenelterrenoartístico, loquenoimpedíaquedespuésdelosensayos,cuandotodosserelajaban durante una agradable cena y la posterior tertulia vivificada por algunas copas, surgieran las bromas, las risas y las anécdotas relatadas habitualmente por Diáguilev, que tenían como protagonistas a otros compañerosyquesolíanprovocarlahilaridaddetodosy,nopocasveces, el escándalo. Lina tenía el don de gustar a todos y eso era algo que enorgullecía a Serguéi porque, entre otras cosas, le hacía sentirse triunfador.EnelcasodeDiáguilev,esafascinaciónveníaavaladaporuna doblevertientequenotardóencompartirconlospresentes,especialmente conLina,porlaquesemostróseducidodesdeelprimermomento. —Me enamoré de su país como Prokófiev de usted: en cuanto lo tuve delante. —El comentario consiguió sonrojarla mientras que en Serguéi solohizocrecerunavanidosahilaridad—.Recuerdolamañanaquellegué aSevillaporprimeravez.Fueen1917ynosésifueelcalordesugenteo el que marcaba el termómetro, pero a este viejo cosaco se le derritió el corazónenlasprimerashoras—recordó—.Todoloqueveíamegustaba ytodomeloqueríallevaracasa. —Eso les pasa a casi todos los que pisan España por primera vez — aseveróorgullosaLina—.Seloquierenllevartodo,enespecialelbailey lamúsica. —Este humilde servidor no pretendía robarles su flamenco, pero yo tenía muy claro lo que quería. Estaba preparando mi espectáculo El sombrerodetrespicoscondecoradosdemilocoencantadorPabloPicasso yconmúsicademiamigoManueldeFalla. —Y yo añadiría que a tu querido Ravel le sucede lo mismo —se aventuróLina—.¿YencontrasteenSevillaloquequerías? —Yalocreo.LoencontréenelcaféNovedades.Unbailaorracial,viril, muy temperamental, español. Se llamaba Félix. Tenía una fuerza descomunalensucuerpo,ensumirada,ensuspiernas,ensusbrazos.En pocotiempologróquemicompañíabailaralafarruca.Meodiócuandole comunicaronqueélnoibaaactuarenelestrenoenelTeatroAlhambrade Londres. Pero es que yo tenía mi ballet, solo necesitaba un maestro de baile.Noloentendiónunca.¡Cómogritabaaquelhombre!Nocomprendí nadadeloquesoltóporsuboca,peronuncahabíaescuchadotantafuerza enlavozdeunapersona. —Metemoquenoguardaráunbuenrecuerdodeloquellamanelalma rusa—bromeóSerguéi. —Sielenfadodelosespañolesessiempretanracial—dijoDiáguilev —, debes tener cuidado de no enojarla. —Todos rieron, aunque Lina seguía intentando desembarazarse del rubor que todavía permanecía en susmejillasantelasinsistentesalusionespersonalesdeDiáguilev. —Créeme,tampocoatiteconviene—leadvirtióirónicamenteSerguéi. A Lina le gustó Diáguilev desde el principio, pero el entendimiento mutuocristalizóduranteaquellacena.Lamenciónquehizoeldirectorde los Ballets Rusos a Manuel de Falla y a Sevilla le llenó de ternura. Se prometió que aquella misma noche, cuando se retirase a su habitación, escribiríaasupadreparadecirlequelequería,queleextrañabayquele teníamáspresentedeloqueambospodíanimaginarse. —¿Nolahabréentristecido,Linette?—preguntóDiáguilevalatisbarun reflejodemelancolíaenelrostrodelajoven. —No, al contrario. Me ha alegrado la noche. No sabía de su pasado español —comentó risueña y remontando el ánimo. Estaban en París, en unacenaconamigos.Aquello,comotodoloqueestabaporvenir,debía serunafiesta—.Aunqueleadviertoqueyotambiéntengounpasadoruso. —Yunfuturo,queridamía—apuntillóDiáguilev,refiriéndoseunavez más a su relación con Serguéi, aunque en esta ocasión no provocó el sonrojodeLina,sinolacomplicidaddelapareja—.Yseráunhermosoy próspero futuro ruso. —En ese instante, se incorporó y levantando su copa,lanzóungritoquetodossecundaron—:¡Gorko! Segúnlatradiciónrusa,sienunabodalosinvitadosgritan¡Gorko!,los noviosdebenbesarse.Porunavez,Prokófievcumplióconlatradición. Las comidas se alargaban hasta la noche y las cenas devoraban a dentelladas las madrugadas en aquella casa donde los amigos eran una presencia tan deseada como habitual. Una noche, Serguéi y Lariónov comenzaron a comportarse como niños, el primero haciendo poses divertidas,levantandolaspiernasylosbrazos,imitandolosmovimientos de los bailarines, y el segundo retratándolos en unas cuartillas. Cuando MaríaGrigórievnalovio,notardóenrecriminarlessucomportamiento. «Losgrandeshombresnopuedensercómicos.Pertenecenalaeternidad. ¿Nolesdavergüenza?¿Quépensarálagente?».Aquellaúltimapregunta hizoqueLinarecordaraasumadreynopudieraevitarenternecersehasta elpuntodesentircómolaslágrimascristalizabanensusojos.Quizápor esocorrióalladodeMaría,quienantesdeabandonarelsalónsevolvió de nuevo para recriminar una última vez a su hijo. «Y deja quietas las manos,quevivesdeellas». EraLinalaquesiempreseocupabadelamadredeSerguéi.Nosolono lesuponíaningúnesfuerzo,sinoquedisfrutabaconello.Elentendimiento entre las dos mujeres era cada día mayor. A la española le conmovía contemplaraaquellamujerqueyahabíapasadoelumbraldelossesenta añosyobservarladignidadquemostrabaapesardelaszancadillasquele había puesto el destino. Solo con ella hablaba de lo mal que lo había pasado en el campo de refugiados, algo que no había compartido ni siquieraconsuhijo.«Lavidapuedesermaravillosasinodejasnuncade luchar». Jamás olvidaría Lina aquella frase que la acompañaría siempre. «Esperoquenuncatengasqueverloqueyohevisto.Perotúnotienesde qué preocuparte. Mi hijo nunca lo permitiría. El amor es la mejor protección». Aquellas palabras le llenaron de felicidad. Algunas veces llegóapreguntarsesielentendimientoconlamadreeramayorqueelque teníaconelhijo. Mientras Serguéi se encerraba en su despacho, María Grigórievna compartíaconLinalosrecuerdosquemanteníavivosensucabezadela infanciadesuhijo. —¿Recuerdaslaotranocheenqueledijeamihijoquedejaraquietas lasmanos,quevivíadeellas?Depequeñosiempreselodecía.Estabatan convencida de que llegaría a ser un gran pianista que vivía obsesionada con que no se cayera y se lastimara sus pequeñas manos. Cada vez que salía a jugar a la calle con los otros niños del pueblo, yo iba corriendo detrásdeélparaasegurarmedequenadalepasara. —No puedo imaginarme a Serguéi corriendo como alma que lleva el diablo y haciendo trastadas, ni siquiera de pequeño. Siempre pensé que habíasidounniñoserio,quesepasabaeldíatocandoelpianoyalejadode lacalle. —Puesteequivocas.Hastatuvequecontrataraunasegundatutora.Ya teníamos una alemana, pero yo quería que Serguéi tuviera una tutora francesa.Nuncaolvidarésunombre,LuisaRoblain.Nitampocolanoche quemelatrajedesdeVarsoviaenuncochedecaballos.Llegóhambrienta, lapobreniña.Yocreoquenohabíacomidodesdehacíadías.Cuandole pusesobrelamesaalgodecomida,suvoracidadnolepermitiódistinguir queloqueuntabaenelpanconverdaderavehemencianoeramermelada comoellapensaba,perosucuidadaeducaciónleimpidióprotestarporlo saladaqueestabalaconfiturayporelraroolorapescadoquedesprendía aquellaextrañajalea. —¿Yquéera?—preguntóLina,incapazdeimaginarlarespuesta. —Esperéaldíasiguienteparaexplicarlequelamermeladaencuestión eracaviar.Noconseguíquelegustaranunca.Yellanuncaconsiguióque Serguéidejaradecomportarsecomounniñoysebajaradeloszancosque secalzabaparairajugar.¡Cuántasveceslaregañéporquenocuidababien deél,apesardequelohacía,yalocreoquelohacía!Perosutrabajoera no alejarse del niño ni un segundo, no dejarle solo y, sobre todo, evitar que se cayera al suelo y se hiciera daño, especialmente en las manos. Y Serguéi estaba todo el día en el suelo. ¡Menos mal que nunca ponía las manoscuandocaíacomohacemostodos!—Maríasequedópensativa,de lamismamaneraquelohacíasuhijo,conlamiradaperdida,ensilencio, como si su cuerpo continuara en la misma estancia pero su cabeza se hubieratrasladadoaotrolugaramilesdekilómetrosdedistancia. —¿Yquéfuedeella?¿Volvióaverla? —Perdí el contacto cuando empezó la Gran Guerra. Ella quiso irse. EstabapreocupadaporsufamiliaenPolonia. Enesosmomentos,Linaseacercabaaellaparaabrazarlayayudarlaa contenerenpartelaemocióninoportunaparasutensiónocularyparasu débil corazón. No le costó dilucidar de dónde le venían a Serguéi los ataques de melancolía en los que solía encerrarse con la mirada deshabitada,elánimoabatidoyunasensacióndevacíoqueleimpulsabaa aislarsedelmundo. Después del verano, la vida se trasladó de nuevo a París. María Grigórievna fue intervenida de una delicada operación en los ojos que resultó un éxito, gracias en parte al periodo de recuperación en el que Lina,comodecostumbre,tuvomuchoquever.Ellamismaseencargóde dispensarle los primeros cuidados durante los días posteriores a la intervención.AmbaspasabanmuchotiempoenlahabitacióndelHotelDu QuaiVoltaire,donderesidíatemporalmentejuntoasuhijo,mientrasque LinahabíaalquiladounahabitaciónenunacasacercanaalaÓperaenla rue des Italiens. Ni por un momento se le pasó por la cabeza aceptar el ofrecimientodeSerguéidevivirconellosenelhotel,aunquelapropuesta llevaraimplícitalaideadeocuparunahabitacióndistintaeinclusohacerlo enunaplantadiferente.Además,LinaestabaenParísyqueríaparticiparde eseambientedelibertad,independencia,locuraydiversiónquebullíaen laciudad.Vivirsolaydesenvolverseporellamismaeraunaideaquele apetecía bastante y colmaba muchas de sus expectativas. Por eso decidió buscartrabajo,apesardelaayudaeconómicaqueleofrecíaSerguéiyque muchas veces disfrazaba como pago a sus traducciones. Lina sabía perfectamente que los honorarios que le pediría una traductora no representaríannilamitaddelaasignaciónquepercibíaella.Entendíaque era demasiado pronto para que le dieran un papel en alguna obra de las muchasqueserepresentabanenlosteatrosdeParís,apesardelosbuenos contactos que pudiera tener Serguéi y que, sin duda, podían hacer que fuese más fácil. Pero todavía no había llegado ese momento, no estaba preparadaparadaresegranpaso. Como casi todas las cosas decisivas que suceden en la vida, la oportunidad surgió de manera inesperada en el transcurso de una de las muchasveladasenloslocalesnocturnosdeMontparnasseadondeacudían losprincipalesnombresdelavanguardiaartísticallegadosaParísdesde los lugares más insospechados del mundo. Aquella noche los acompañabanSerguéiDiáguilev,JeanCocteauysuinseparableRaymond Radiguet, un jovencísimo escritor que se encontraba inmerso en la escritura de su primer libro, El diablo en el cuerpo, donde relataba la historia de amor entre un adolescente y la mujer de un militar francés mientrasesteestabaenelfrente.PodíanhaberoptadoporiraLeDôme,a La Rotonde, a Le Closerie des Lilas o La Coupole, pero Jean Cocteau insistió en entrar a Le Jockey. Allí actuaba una joven que cantaba letras provocativasquesolíaacompañardecomentariosmordacesygestosmás picantes que sugerentes y que hacían que los presentes estallaran en vítores.SunombreeraAlicePrin,perotodoslaconocíancomoKikide Montparnasse. Lina fue la primera sorprendida cuando, terminado su espectáculo, aquella diosa de la provocación y el exceso se acercó a su mesa y la eligió como la mejor compañía con la que invertir el tiempo que le restaba de noche, para disgusto del resto de los comensales. No pudoevitarsentirsehipnotizadaporsupresencia. Lasdoscomenzaronahablaryprontosevieronarrastradasahacerse confidenciasconlamismafacilidadqueelchampáncorríaporlascopas. —Tú acabas de llegar a París, ¿verdad? Se nota. Y que no has pasado hambretambiénsenota.—KikiobservabalabellezadeLina,suelegancia ylasofisticaciónquepresidíatodossusgestos.Leagradódesdeelprimer momento.Teníalamismaauradelicadaypulcradeunaactrizdecine—. Nocreasqueesnadamalo,paraesosiemprehaytiempo.Yonirecuerdo eldíaenquelleguéaestaciudad.Cuandomimadreseenteródequehabía posadodesnudaparaunartista,medijoqueeraunaputaasquerosayque noqueríavolveraverme.Condiecisieteañosmevisolaenlacalle.Pero escúchame bien —dijo, vaciando de nuevo la copa de champán que acababadeservirleuncamareroalqueinsistíaenllamarporsunombre, Pierre—. Fue lo mejor que me pudo pasar. Ahora mi mundo es Montparnasseymifamilia,todosestosgrandesartistasquevesaquí.Pero notedejesengañarporellos.Todoshablandeamor,peroningunosabe hacerlo. Linanoparódesonreírentodalanocheporlasocurrenciasdeaquella mujerque,sentadaasulado,parecíahablarlecomosilaconocieradesde pequeña. No olvidaría nunca aquella primera charla a la que siguieron otras muchas,tandolosamentesuperficialescomoirreverentementeprofundas. A los pocos días, se convenció de que seguiría su consejo. Quizá alentadaporunciertotemoranteloquepodíaencontrarseenLaChauve Souris,prefiriócomentárseloantesaSerguéi,quelovioconbuenosojos. Conocía la trayectoria de aquel proyecto musical que había nacido en Rusia en 1908 bajo la dirección de Nikita Baliev, a quien la situación política soviética había obligado a convertir su teatro en itinerante, recalandoconéxitoenciudadescomoNuevaYork,LondresyParís.Ensu repertorioaparecíandesdeartistasconsagradosenlosteatrosdelaRusia imperial hasta espectáculos más experimentales que merecieron el favor deunpúblicoquesedebatíaentrelaóperayelcabaré.«Meparecebuena idea. Es una excelente manera de entrar en contacto con este mundo y te serviráparaquetevayasquitandoesaansiedadtanpocooportunaquete invadecadavezquesalesalescenario»,ledijoSerguéi.Linaconocíaesa indisposición que sentían muchos artistas al tener que enfrentarse a la escena porque lo había visto muchas veces en su padre. Le aterraba que pudiera heredar esa sensación de miedo, de vértigo escénico que podía arruinarcarrerasysueños,yseconciencióparalucharcontraello. NoteníamuyclarosifueporunaconversaciónpreviaentreSerguéiy Nikita Baliev o por la calidad de su voz, pero no le costó que la contratasenenLaChauveSouris. Su voz gustó desde el principio, sin duda era una de las mejores que podían escucharse en La Chauve Souris y la interpretación de sus cancionesfuedelagradodetodos.PeroaLinanielespectáculoniellugar le acababan de convencer. No se sentía cómoda, empezaba a sentir inseguridades,vergüenza,yesohacíaquelosmomentospreviosasaliral escenario todo su cuerpo se convulsionara. Sentía que el estómago escalaba hacia su garganta ahogando cualquier sonido. Sus manos comenzaban a sudar, su boca se secaba, sentía un latido doloroso en las sienesysuvoznoalcanzabaeltonoquedebía.Nolegustabaelambiente quesevivíaentrebambalinasy,adecirverdad,sesentíabastanteridícula enelescenario.Pensabaqueaquellocalnoseajustabaasusposibilidades nirespondíaaloquesiemprehabíasoñado,ytemióquepermanecerallí durantemástiempopodríasercontraproducentesiloquequeríaerahacer unacarreraenelmundodelaópera. Lo había intentado y no había salido bien. No se sentía decepcionada, másbienaliviada.Conocíalavidademuchosartistasysecongratulabaal comprobar que sus principios no habían sido fáciles, que todos habían fracasado alguna vez, recibido críticas destructivas y palabras de desaliento e incluso habían pensado en tirar la toalla. Pero en vez de desfallecerycederaldesánimo,habíanseguidoelcaminosinmiraratrás. Aquelrevéslehizosentirmásartista.Poralgoseempezaba. 8 —Necesitoaire. Lina entró en la habitación como un vendaval de viento fresco pero imprevisto, dispuesto a hacer volar las partituras sobre las que Serguéi intentaba trasladar el enjambre de notas que revoloteaba en su cabeza luchando para dar el salto a un pentagrama en el que poder iniciar una nueva vida. Era la primera vez que accedía de esa manera tan abrupta al templosagradodondeélcomponía.Perolaspalabrasdesuprofesorade canto habían conseguido desconcertarla y no había sido un buen día. Necesitabacompartirconalguienloquesentía,loquenopudodecirlea miss Litvinne, y esa persona tenía que ser la que más la amaba y se interesabaporella.ElenfadodeLina,lejosdealiviarse,ibaincrescendo, comolaSuiteEscitadeProkófiev,unadesusfavoritasporconsiderarla una muestra de la genialidad orquestal del compositor que, en esos momentos,laobservabasincomprenderloquepasaba. —¡Dicequenosérespirar!¿Ycómosecreequehelogradosobrevivir todo este tiempo? ¿Metida en una burbuja? Estas viejas glorias cumplen años y se vuelven locas. Y lo peor es que quieren volverme loca a mí. Quierocambiardeprofesora.QuieroprobarconEmmaCalvé.Ellapodrá entendermemejor.—Linahabíacomenzadoilusionadalasclasesdecanto conunaprestigiosasopranodeSanPetersburgo,FéliaLitvinne,alaque Serguéi había convencido hablándole de las capacidades vocales de su futura alumna. «Tiene una bella voz, pero hay que pulirla», fue la sentenciadelamaestra.Sinembargo,aLinaalgunasdesusobservaciones nolegustaban—.¡Ydicequenotengopaciencia!¡Yo!Quesoylaimagen vivadelapaciencia.¿Telopuedescreer? —¿Quesimepuedocreerquelapaciencianoestupuntofuerte?Melo estásponiendofácilparaquenomecuestemuchotrabajo—dijoSerguéi, mirándola por encima de sus lentes y sin haber tenido capacidad de reacción para retirar las manos del teclado desde la entrada de Lina. Se quedó contemplándola durante unos segundos. La encontró realmente hermosa.Elacaloramientoquemostrabaleconferíaunhalofebrilquele hacía mostrarse apasionada y arrebatadora, y como solía decir María Grigórievna, «con fiebre todo parece más hermoso». Pero su actividad creativa acababa de resentirse por aquella interrupción inesperada y las notas que aguardaban coléricas en su cabeza comenzaban a taladrarla pidiendo poder salir—. ¿No podías haber esperado a que terminara para contármelo? Linalomirócomosiacabaradeasestarleunabofetadaenplenacrisis nerviosa y el golpe hubiese logrado acallar su rabia pero no apagarla, másbientodolocontrario.Sabíaqueteníarazón,quenopodíaentrarde lamaneraquelohizocuandoestabaenplenoprocesodecreación,ano serquefueracomoespectadorasilente,comosolíahacer.Peroaqueldía no se encontraba bien. Estaba nerviosa, inquieta, los acontecimientos habían logrado contrariarla y la sangre española —el argumento fetiche que solía utilizar su madre para justificar su encendido carácter— le hervíapordentro.Ellatambiénnecesitabasusdosisdecomprensiónajena y simplemente se dejó llevar. Pero el resultado no fue el esperado. La decepciónsemanifestóensurostroynotardóenllegarasulengua. —Estoy empezando a hartarme de esta situación. Siento que siempre soylasegundaopciónentuvida,quenomevaloras,querealmentenote importo, que solo soy un pasatiempo para ti. Mi madre tenía razón. — Aquella frase era quizá la que más odiaba Serguéi porque se había convertidoenunarmaarrojadizaenlascadavezmáshabitualesriñasde lapareja—.Avecescreoquesoloquieresestarconmigoparaenseñarme a tus amigos, para poder presumir ante ellos y que te puedas henchir de orgullo como un pavo real. —El acaloramiento febril de Lina se estaba convirtiendo en una cólera incontrolable que ya no le resultaba tan sugerente—.¿Quésoyparati?¿Quépapelocupoentuvida? —Novoyamantenerestaconversaciónenestemomento.Otravezno. Mesupera.—Serguéisequitólasgafasyempezóalimpiarsuscristales con un pañuelo blanco. Era su gesto recurrente cuando tenía algo que decirqueleestabareconcomiendopordentroynoencontrabalamanera deexpulsarlo—.TengoqueadelantarmiviajealosEstadosUnidos. —¿Mevasadejaraquí?—lepreguntóLina,quedudabaentreecharsea llorarocomenzaragritar. —No te voy a dejar en ninguna parte. Me voy a trabajar. Conoces perfectamentelavidadelosartistas.Tuspadresseibandegiracuandotú eraspequeñayaellosnolesdecíasqueteabandonaban. —Mequedabaconmisabuelos.Eranmifamilia. —Mi madre está aquí. ¡También es tu familia y lo sabes! —Serguéi lograba exasperarse. No era bueno en situaciones de tensión. Siempre le hacíansentirsevulnerableyamenazado—.TequedasenParís,estásdando clasesdecanto.¿Quémásquieres,Lina? —A ti. No me preguntes por qué, pero te quiero a ti. Y quiero estar contigo, pero no de cualquier manera, no de esta manera. —Había comenzado una nueva batalla de la misma antigua guerra que solía enfrentarles:oficializarsusituación,materializarsucompromiso. —Muybien.Venteconmigo. —Nopuedoperdermisclases.Nopuedosalirdetrásdeticadavezque tengas un concierto en algún lugar del mundo. Yo también tengo mis sueños, aunque a ti parezcan no importarte. —Sabía que estaba siendo injusta,peroéltambiénlohabíasidoconella.Serguéiseinteresabapor los avances de Lina, pero muchas veces no lo expresaba con todo el entusiasmo que ella hubiera deseado y agradecido. Él era así, cuando la músicabramabaporsalirdesucabeza,seencerrabaensumundoynada ni nadie lograban sacarle de allí. Su música era lo primero, era su vida. «Los rusos amamos la música porque es un fenómeno más real que la vida»,lesolíadecir,noparaalimentarsuegolatría,sinoporquedeverdad losentía. —Lina,notecomportescomounacríacaprichosa.¿Acasonohasvisto cómotengolamesadetrabajo?Acabandeconfirmarmeelestrenodemi óperaElamordelastresnaranjas,estoyultimandoelballetElbufónyhe empezadoacomponermiConciertoparapianonº3.¿Tandifícilteresulta entenderlo? —preguntó Serguéi. Parecía cansado, derrotado, como si regresaradeunescenariobélico.Nolegustabadiscutiryselenotaba. —¿Y por qué te vas de una manera tan precipitada? Prácticamente acabasdellegardetuúltimagiradeconciertos… —HedevermeconNinaKoshetz.Puedequesealavozperfectaparami ópera. Está en Nueva York y me ha pedido que vaya para hacer una audición. Fue lo último que Lina necesitaba escuchar. Aquel nombre conseguía mudarleelcarácterconlamismafacilidadconquelohabíahechoensu díaeldeStellaAdler. Serguéi comenzó a entender mejor el motivo del enojo de Lina. Seguramente el nombre de la soprano ucraniana habría aparecido en la bocadelaseñoraLitvinne,yaqueNinahabíasidounadesusalumnasmás destacadas.Nolegustabaesamujer.DespuésdelasombradeStellaAdler cerniéndose durante tanto tiempo sobre ellos, ese nombre aparecía demasiado a menudo y siempre aleteando alrededor de Serguéi. Estaba buscando un papel en la ópera El amor de las tres naranjas y estaba dispuestaatodoparaconseguirlo.Pormuchoqueleinsistióenqueeran unosencuentrosprofesionalesydeloabsurdoqueparecíansustemores, noconsiguiódarconlosargumentosnecesariosparaconvencerla. —Lina,nomepuedesorganizarestasescenasdecelos.Sonabsurdase infantiles,ademásdetremendamenteinjustas.Nonosllevananingúnsitio. Sabes que solo me interesa su voz y lo siento, pero es portentosa. ¡Me convencemásqueladeVeraJanacopoulos!Necesitovoces,buenasvoces. Miroporeléxitodelaobra,nadamás.Ytúdeberíasentenderlomejorque nadie. —¿Necesitas voces? ¿Y qué hay de la mía? Dime, ¿cuándo crees que podrécantarenunescenario?Sitúcontunombreytuscontactosnoeres capaz de ayudarme, ¿quién lo hará? Ninguna cantante ha podido conseguirlosinayuda.NisiquieratuadmiradaNinaKoshetz,comobien sabrás… —Sabesquetodavíaespronto.Yahemoshabladodeestomilveces—le contestó,haciendounesfuerzoparamedirsuspalabraseimpedirqueun juicio de valor en un momento acalorado consiguiera herirla. Serguéi sabía que Lina tenía una buena voz, incluso brillante, pero no estaba seguro de que fuese lo suficientemente extraordinaria para llegar a triunfar sobre la escena. Y, desde luego, no pensaba que estuviera preparada para salir al escenario, más teniendo en cuenta la inseguridad que eso le provocaba. Recomendarla en aquellos momentos sería demasiado precipitado y no entraba en sus planes. Aunque ella no le creyera,leestabahaciendounfavor.Locontrarioseríaarrojarlaaunfoso llenodefierasquepodríandestrozarla—.Creíqueloentendías. —Yoloqueentiendoesqueellanodejadeescribirte.¡Cartasdediezy quincefoliosenlasquetecuentaquesumédiumlehadichoquetendráun romance contigo! ¿Cómo puede ser tan descarada? ¿Es que no tiene suficienteconinmiscuirseenelmatrimoniodeRachmáninov?¿Ytúcómo puedes permitírselo? —El corazón de Lina brincaba en su pecho excitándole la respiración. En esos momentos podía salir de su boca cualquiercosa—.Pornohablardequeesjudía. —¡Basta ya! Sabes que no me gusta que hables así. —El grito de Serguéifuecomounbramidoqueseescuchóentodalacasa. LasmanosdeMaríaGrigórievnatemblaronenlahabitacióncontigua, donde se encontraba recopilando los recortes de prensa en los que aparecíasuhijoyqueibaguardandoenuncuadernocomosideunritual setratase.Aquellosgritosdelaparejaledolíanylaasustaban. Porunmomento,sehizounsilenciopreñadodelamismatensiónque dejasobreelterrenoasoladoundevastadorhuracán.Linasequedóquieta mientrasobservabacómolacaradeSerguéiadquiríauncolorencendido debidoalaexcitacióndelmomento.Sesujetabalacabezaconlasmanos, por lo que pensó que una nueva migraña amenazaba con taladrarle el interior. El cuerpo de Lina también se resintió ante la tensión desatada. Desdequehacíamesessehabíasometidoaunaoperacióndeapendicitis, lacicatrizdevarioscentímetrosresultantedelaintervenciónlatorturaba con pinchazos inoportunos, especialmente si el tiempo cambiaba o vivía una situación de estrés. Y últimamente las tormentas nunca venían del cielo,sinodelatierraquecompartíalapareja. —Ya que vas a Nueva York sería un detalle que te pasaras a ver a mi madre—hablóLinaalfin,asumiendoloinevitable—.Oalmenosquela llamaras. A no ser que la señorita Nina destroza parejas Koshetz te mantengademasiadoocupado—fuelomáscalmadoquesaliódesuboca —.Tedejotrabajar.Noquieroserlaculpabledeladistraccióndelgenio. Serguéi no era de los que salían corriendo detrás de la mujer para calmarsuenojo.Noerasucarácternisutemperamento.Alomáximoque llegabaeraavolcarsesobreelpianoparadibujarenélalgunapiezaque sabíaaliviaríaelenfadodesuamada.TheWishdeChopinnosolíafallar. EraescucharaquellamúsicainterpretadaporProkófievyLinarecuperaba su equilibrio emocional. María Grigórievna trató de mediar en el desencuentro,comootrasveces,procurandoquesuspalabraslaabrazaran convozmaternal.«Nolepresiones,Linette.Escomounniño.Sisesiente hostigado, cercado, saldrá corriendo hasta que sus pulmones se lo permitan. Y a veces los niños no saben regresar a casa». Lina se detuvo unos instantes a observarla. Se acercó a ella y la besó como lo habría hechoconsumadre.Aquellamujeryahabíavistoyoídodemasiado.No seríaellaquiencontribuyeraaseguiralimentandolacarga. Quizá ese viaje resultara redentor para ambos. Puede que la distancia actuaracomouneficazbálsamoaplicadosobreunaheridaquecadavezse abríaconmásfrecuenciayresultabamásdifícildecicatrizarparasanarse. Las cartas que cruzaban el Atlántico buscaban acortar la distancia físicaymentalentreellos.Lacorrespondenciasiemprehabíasidofluida. Solían escribirse misivas llenas de sinceridad, cargadas de planes y promesas y siempre presididas por un sentido del humor que solían compartir.Utilizabanelinglésparahablardetemaspersonales,mientras queelrusoyelfrancéslesservíaparapormenorizarasuntosdetrabajo. Peroaquellavezlarelaciónpostaltampocodiolosfrutosesperados.Las cosasnomejorabancuandorecibíalascartasdeSerguéidesdelosEstados Unidos en las que, en su afán de contarle con detalle su día a día, le explicabaquizáconexcesivocelosuasistenciaalestrenodeunapelícula de John Ford, Hitchin’Posts, protagonizada por Frank Mayo y por la actrizDagmarGodowsky.Cadavezqueveíaelnombredeunamujeren una de sus cartas lo consideraba una provocación, sobre todo si él le dedicaba elogios, algo que Lina se encargaba de dejárselo bien claro en sus respuestas. «Me alegro de tus salidas con esa vampiresa de primera clase, pero es preferible que me ahorres los detalles o te empezaré yo a contarlosmíosconlamismaprecisióndecirujano». Lina se arrepentía de los brotes coléricos que le provocaban sus enfermizos celos y que le resultaban muy difíciles de controlar. Sin embargo,sabíaqueteníaquehacerloydebíaesforzarseparaconseguirlo. NoqueríaprovocarelhartazgodeSerguéiyqueunareaccióndesmedida pudierahacersaltarporlosairessuhistoriadeamor.Lequeríaydeseaba estar con él, aunque su indecisión en cuanto a avanzar en su relación le irritara. Decidió que lo más inteligente y lo que minaría menos su salud sería hacerse fuerte ante ellos, tragarse el orgullo y disfrutar de su estanciaenParís,independientementededóndeseencontraraSerguéi.Se leantojabacomplicado,peronopensabadarseporvencidasindarbuena muestra de su capacidad de lucha. Pondría en práctica la máxima militar francesa pronunciada por el político Georges Danton durante la Revolución francesa: «Necesitamos audacia, más audacia, siempre audacia». Y a ese respecto, Lina estaba dispuesta a sentirse más francesa que La Marsellesa. Tenía las amistades adecuadas y la energía suficiente para dejarsellevarporelespíritufestivodeParís,dondesoloseexigíaganas depasarlobienyteneralgoqueofrecer.Yelladisponíadelasdoscosas. Losclubsdejazzseconvirtieronenunaparadahabitualensussalidas nocturnas. Disfrutaba del ambiente de esos locales bañados de aquella música que hacía olvidarse de todo lo que no existiera en el interior del recinto. Se había desatado una auténtica locura por escuchar aquel estilo musicalquelosamericanoshabíanintroducidoenEuropaatravésdelos soldadosdecolorqueintegrabanelejércitoamericanoquehabíavenidoa París durante la Gran Guerra. Oír sus compases avivaba la ambición de loscuerposdeabandonarseasuendiabladoritmosinimportarquépasara cuandolamúsicacesara. PeroeljazznoeralaúnicamúsicaqueanimabalasnochesdeParís.Le acompañabanotrasmuchasque,ensuafánporintegrarse,muchasveces se confundían entre sí: el swing o el charlestón, que las mujeres se lanzaban a bailar con movimientos libres, espontáneos, guiados por la improvisación y un exceso de energía que reflejaba a la perfección el ambiente que se respiraba en la ciudad. Todos los días le regalaban la capacidad de descubrir algo nuevo. Por fin se sentía satisfecha con su rendimientoenlasclasesdecantoconsunuevaprofesora,EmmaCalvé, que consiguió decirle las palabras mágicas: «Su voz suena muy bien. Dentro de poco estará preparada para salir a escena y demostrarle al mundo quién es». Y le confirmó algunas sospechas que la alumna venía abrigando desde hacía tiempo. «Tiene usted un auténtico timbre de soprano ligera y sin embargo han intentado hacer de usted una soprano líricaodramática.Yesoesircontralanaturadesuvoz.Noleconvieneen absoluto». Quizá era eso lo que necesitaba escuchar para aumentar el sentimiento de seguridad en sí misma, unas simples palabras de aliento, una frase de reconocimiento que alimentara su confianza en su futuro comocantanteprofesional.Surepertorioibacreciendocadadíaysuvoz sonabacadavezmejor,loquelepermitióparticiparenalgunosconciertos pequeños y en veladas musicales donde ella misma elegía las canciones. Le resultó extraña la sensación legada por los primeros aplausos que recibió.Sedebatíaentreelnerviosismoylaexcitacióncadavezquedesu garganta salían las arias de El gallo de oro de Rimski-Korsakov o de la óperaLakmédeLéoDelibes.Noteníadudadequeaqueleraelmundoen elquequeríaestar,aunquenopodíaevitarlasensacióndequelefaltaba algo para que estuviera completo. Le faltaba Serguéi, su aprobación, su presencia,sumiradaazulobservándola.Faltabaqueestuvieraescuchando lamaneradeinterpretarunadesuscanciones,Recuerdodelsol,conletra delapoetisaAnnaAjmátova,queparticiparadeloqueaellalehacíafeliz. Necesitabaqueélestuvieracercayquefueratestigodesusmomentosde alegría,desuséxitos,quecompartieraconellaloselogiosylosavances. ¡Cuántodeseóquehubieseescuchadosuperfectainterpretacióndeunaria deManon!Esamismapercepcióndefelicidadincompletalaimbuíacada vez que asistía a un concierto, cuando se sentaba en la terraza de algún café o el día que estrenaba un vestido sin que él participara de ello. Entoncesunhalodetristezacubríasumenteantelaausenciadealgotan profundamentequerido,másbienamado.Todoseríamejorsiélestuviera asulado.Pormuchoqueintentaranegarlohabíacreadounadependencia haciaélqueamortajabasussentidos.Leasustóaquellaincapacidaddeser completamentefelizsinlapresenciadeProkófiev,quelaplenitudnofuera absolutasinél,eseagriosaborquesealojabaensualmaconfirmándole quenadapodíaterminarbienporqueélnolamiraba,nolaescuchaba,no depositabaensuoídouncomentarioqueinmortalizaraaquelmomentoy lomantuvieravivoensumemoria. Perodebíaseguir,aunquefueradejándosellevar. Se dio cuenta del bienestar que le provocaba descubrir la ciudad. Contabaconbuenoseimprovisadosguías.UndíafueeljovenRaymond Radiguet,queporunencuentrocasualseofrecióaacompañarla,segúnle dijo,paraponerParísasuspies.Encontrabaciertoplacerensucompañía, a pesar de su juventud. Le divirtió aquel juego de las diferencias que confeccionó en su cabeza, algo habitual en ella: Raymond escondía un viejoadultoensuaparienciadeniñoyProkófievescondíaunniñoensu aparienciadehombre. El escritor insistió en dibujarle un mapa imaginario de la ciudad de París. «Para enamorarte de algo, hay que admirarlo primero. Si no conocesbienelterrenoenelqueteadentras,puedeslastimarte».Linano sabíasiladobleintenciónqueleparecíaapreciarentodaslaspalabrasque pronunciabaRaymondseformabaensucabezaosalíadirectamentedela bocadelnovelprosista. —Si tuviera que elegir un distrito de París que te definiera —le dijo Raymond—,escogeríaelocho.Amientender,elmáseleganteyseñorial, conlosCamposElíseos,laMadeleine,elArcodeTriunfoylaÓpera.Sin despreciar el dieciocho, con la magia de Montmartre y Clichy. Y ya que hablamosdelaplazadeClichy,dime,¿tegustaelcine? La imagen de Dagmar Godowsky copó de repente su mente, lo que dibujó un gesto de contrariedad en su rostro. ¿Cuándo dejaría de hacer eso?¿CuándoconseguiríaqueeluniversoProkófievsalieradesucabeza ydejaradeejercerdediapasóndesuvida? —Sí…Sí…—respondióella,dubitativa. —Da igual si no te entusiasma —continuó Raymond—. Solo por ver ocupadas las seis mil butacas del cine Gaumont Palace, la sala de proyección más grande del mundo, merece la pena tragarse alguna película. Es impresionante observar la platea completamente llena, independientementedequiénaparezcaenpantalla. Extenuados, olvidando Lina que Raymond no era Serguéi, por lo que distababastantedeserunapasionadodelospaseos,sesentaronenlaúnica mesalibredelaterrazadelcaféDôme,dondeélsaludóaunosescritores amigosyLinahizolopropioconotrosconocidos. —MehandichoqueLeónTolstóieraunhabitualdeestecafé.Aunque medalaimpresióndequeParísestállenodefantasmas,porquenosési hay lugar para todos los que dicen que están o han estado —dijo el escritor, rechazando el azúcar que le ofrecía Lina para su café—. Pero siempre reconforta compartir lugar con un compatriota cuando se está lejosdecasa. —Terecuerdoquesoyespañola,norusa. —Ya me extrañaba tanto exotismo en una bolchevique —respondió, remarcandolaúltimapalabraentonoirónico. Lina agradeció la lisonja con una amplia sonrisa mientras perdía su miradaeneldeambulardelosdesconocidosquepaseabananteellos. —¿Estástriste?—lepreguntóRaymondanteelsúbitosilenciodeLina, despuésdeunatardepródigaencomentariosychascarrillos. —No—mintióella,confiandoensuvenadeactrizenlaquetantohabía insistidolaseñoraLitvinne—.Soloestoypensando.Discúlpame,soyuna maleducada. —¿Piensasenél?—preguntósinimportarlelanaturalezaindiscretade sucuriosidad.LahabíavistoacompañadaporProkófiev,igualqueaélle habíanvistoconJeanCocteau.Surelacióneraunsecretoavocesenuna ciudaddondenohabíaespacioparalossecretosporquetodosedecía,se mostrabayseimaginaba. —Nopiensoennadie,Raymond. —Todospensamosenalguien.Todoshacemosalgoporalguien.Igual quetodosescribimos,pintamos,componemosocantamosporalguien.— Alcontemplarla,supoquehabíaacertadodeplenoysevanagloriódesu puntería—.¿Ytúparaquiéncantas,Linette? —Paramí—mintiódenuevo. —Eres una mentirosa. Una bella, encantadora y brillante mentirosa. Y esopuedeserloquetesalvealgúndía. Lina recuperó su taza de café, que mantuvo entre sus manos como si fuerauntesoroqueproteger. De regreso a casa, decidió no dar descanso a sus piernas y seguir caminando sobre el empedrado parisino a pesar de sus altos tacones, de losquenosedesprendíanunca.Abandonólaideadecogerelmetro. Atravesóunacalleocupadaporunodelosmercadillosmásvariopintos. Noibabuscandonada,tansolodejabaquesusojosatraparanlosdetalles delmundoqueseleibaabriendoasupaso.Nosefijóenlaspersonasque paseaban a su alrededor hasta que se cruzó con una mujer vestida de negro, con el pelo largo ligeramente encanecido y con una expresión sabiaensurostro,apesardesuaspectodescuidado.Lainsistenciadesu mirada,limpiaybrillante,laobligóaposarsusojoseneltrozodecartón que la mujer sujetaba entre unas manos temblorosas y en el que podía leerse un pequeño mensaje escrito con letras desiguales: «Votre avenir pourdixfrancs».Lamujernoledijonada,nisiquieraunaspalabrasque buscaran convencerla para dar el paso. Se limitó a mirarla fijamente sin gestos,sinapremios,sinargumentos,sinpedirnada. Laideadeaccederasufuturoconciertaventajalaatrajoduranteunos segundosdeinfinitaindecisión.Finalmentevenciólatentacióndeespiaral destino. Prefirió dejarse sorprender por la vida, como había hecho siempre. Yesanoche,lavidalesorprendió. 9 No exageró. No había una sola mentira disfrazada de advertencia y escondida en las líneas de aquella carta de su madre. María Grigórievna noalterólarealidadcuandoescribióasuhijoparacontarleeléxitoquesu SuiteEscitaestabacosechandoenelPalaisGarnierdeParís,comoyalo habíahechomesesantesenlaSalaGaveau.«Teníasrazón,aquellasalaera demasiado pequeña para una orquesta tan grande. Lo que no varía en absolutoesloqueesacomposicióntuyalogratransmitir.Esenternecedor cómoLinaseemocionaconesaobra,especialmenteconlacuartaparte, conLasalidadelsol». Sin embargo, puede que María salpicara el relato con comentarios aparentemente inocentes que en realidad celaban otra intencionalidad. Comosisetrataradeunsimpledatomásqueaportaralrelato,describía lo bella que estaba Lina en el palco que compartió con Ravel, «que se mostróentodomomentoencantadorconnuestraLinette,comotodoslos caballeros que se le acercan sonrientes y con las alforjas llenas de lisonjas.Noesdeextrañar.Estácadadíamáshermosayselavefeliz». Cada vez que los ojos de Serguéi leían el nombre de Lina, una sensación de aflicción le angustiaba, privándole de disfrutar de los ecos del éxito que su obra estaba cosechando en París y desbaratando su artificial tranquilidad durante su estancia en los Estados Unidos. Cuando pensabaquesusentimientohaciaellaseestabaenfriando,quesurelación estabaentrandoenunpuntomuertoyquequizádeberíaaceptarlo,llegaba unacartadesumadreoaparecíasunombreenalgúnlugardespertandolo quecreíadormido. Lina tampoco le olvidaba y mucho menos estaba dispuesta a permitir que él se olvidase de ella. Quizá por eso decidió enviarle un telegrama felicitándole por el estreno de El amor de las tres naranjas en Chicago. Cuando Serguéi tuvo aquel trozo de papel en sus manos, sintió la imperiosanecesidaddevolveraParís. Noquisoadvertirladesuregreso.Nosupoexplicarporqué.Erapoco probablejustificarsudecisiónconelrománticoargumentodesorprender al ser amado, sobre todo porque Serguéi odiaba las sorpresas y era un auténtico analfabeto en el terreno sentimental. Prefería controlarlo todo, ya habría tiempo para las improvisaciones. Además, le avergonzaba la posibilidad de hacerlo por descubrir algo que le hiciera tomar una drásticasolución,parabienoparamal,conrespectoasurelación. CuandovioaLinaaparecer,supoquenoqueríaperderaaquellamujer que caminaba sobre unos tacones altos, envuelta en un vestido vaporoso de amplio escote, sobre el que caía un collar de perlas de varias vueltas que bailaban sobre su cuerpo con la gravedad de la sofisticación más estudiada, aunque a ella le resultaba tan natural como el respirar. Un elegantesombrerodeestiloclochecaladoyconpequeñasincrustaciones de cristal escondía una melena que había sido recortada de manera pronunciadasiguiendoloscánonesdelamodaydejandoatrássuslargas trenzas. Su cuerpo menudo, sobre el que caía un chal de impresión déco que invitaba a abrazarla durante toda la noche, rebosaba sensualidad en cada paso pero sin abandonar en ningún momento la elegancia que siempre la había caracterizado. Era la primera vez que, a indicación de algunas de sus amistades femeninas, destacadas flappers, siempre con la aprobacióndeKikideMontparnasse,sehabíamaquilladoligeramentelas rodillas para que lucieran mejor en cada movimiento de su falda, cuyo corte, por debajo de la articulación, provocaba un vuelo sugerente que acompasaba cada paso que daba. Iba distraída, anclada en sus pensamientos,imprimiendociertaceleridadasuspasos,loquelepermitía acudirantesdeloprevistoalallamadadeMaríaque,encomplicidadcon su hijo, le había pedido que fuera a verla argumentando que no se encontrababien. Elvaporosobalanceodesuvestidocesóensecocuandolevio.Necesitó unos segundos para reaccionar. Fue como una aparición, le asustó que aquellaimagenresultaraserunsueñoounatrampadesuimaginación.No supo si le sorprendió más su inesperada presencia, lo atractivo que le encontródespuésdetantassemanasdeausenciaosifueronlasprimeras palabrasquesalierondesuboca. —Creíquemehabíasdichoquenopodíasvivirsinmí—ledijo. —Algunasvecesyotambiénmeequivoco. Podían pensar que fue la oscuridad de la noche la que les ayudó a echarse uno en brazos del otro, pero lo hubieran hecho igualmente si el soldelmediodíahubierailuminadoladoradacúpuladelacatedraldeSan Luis de los Inválidos. Todo el mundo había dejado de existir alrededor. Tan solo estaban ellos dos y lo estuvieron durante un espacio de tiempo imposible de controlar. Lina estaba feliz. Por fin volvía a estar entre sus brazos. De su cabeza desaparecieron los enfados, las dudas, la desconfianza que habían sido alimentados en la distancia. Serguéi había vueltoasuladoyeracomositambiénlohubierahecholasangreasus venas,loslatidosasucorazón,lavisiónasusojosylapasiónasuvida. Denuevo,todopodíaterminarbien. —Te he echado de menos —reconoció finalmente Lina, que volvía a percibirlaagradablesensacióndeencontrarseencasa. —Eso tiene remedio —le dijo, cogiendo su mano e invitándola a perderseporlascallesdelParísmásnocturnoymisterioso. —Tu madre… —La sonrisa de Serguéi le confirmó que la salud de MaríaGrigórievnaestabamejordeloquepensaba—.Yaveo.Menudopar deembusteros—reconociódivertidaaldescubrirlafarsa. Aquella y otras muchas noches fueron terreno abonado para la diversión y la pasión. Fue Arthur Rubinstein quien les convenció para acudiraLeBoeufsurleToit,paradaobligadaenlanocheparisinaycuyas mesas solían estar ocupadas por ilustres clientes como Pablo Picasso, CocoChanel,ErnestHemingway,CharlieChaplin,FrancisPoulenc,Ígor Stravinski, Maurice Ravel, André Breton, Albert Camus y el propio SerguéiDiáguilev. No muy lejos de aquel local se encontraba la casa de Coco Chanel, dondeunselectogrupodeartistassolíanacabarlanoche.FueDiáguilev, gran amigo de Coco y de su amiga Misia, la esposa del pintor español José María Sert, quien convenció a Serguéi y a Lina para terminar la veladaenlaespectacularviviendadelamodistaenelnúmero29delarue FaubourgSaintHonoré.ALinaleadmirólaexquisitadecoracióndelpiso en tonos blancos, beis, y un atractivo y original color bombón que conseguía darle un aire de distinción a la vivienda decorada con una lujosaeleganciadifícildeimitar.Sinembargo,loqueverdaderamentele hizo enmudecer fue la aparición de Coco Chanel envuelta en un impresionanteabrigoblancolabradoydelicadamenteribeteadoenpielde martarusa.Eraaúnmásasombrosaqueenlasfotosquehabíavistodeella enlarevistaVoguehacíaunpardeaños,en1920.Coconofueajenaasu mirada y se acercó a la joven de la que Diáguilev le había hablado maravillas. —Enmividahabíavistoalgotanhermosamenteelegante,tanperfecto, madeimoselle Chanel… —Lina se aseguró de usar el tratamiento que le gustabaescucharalareinadeParís. —Lomismotedigo,querida.YllámameCoco—dijo,recorriendocon sumiradaelcuerpodeLina—.Teniéndotedelantenoentiendoporquéa algunasmujereslescuestatantoentenderelconceptodeelegancianatural. —Sindejardefumar,Cocosequitóelabrigoy,alargandosubrazo,selo dioaLina—.Cógelo.Meencantaríaqueteloquedases. —Nopuedo…—balbuceóLinasinpoderterminarlafrase. —Nosolopuedes,debes.—Lacogiódelamanoylainvitóasentarse juntoaellaenunodelosmullidossofásdelsalón,dejandoqueelrestode los invitados se divirtieran por sí solos—. No puedo evitar sentir una debilidad especial por todo lo ruso. Bueno… —matizó—, por la belleza de la esencia rusa. Y veo que a ti te sucede lo mismo. —Le sonrió con picardía dándole a entender que no se refería al abrigo que acababa de regalarle,sinoaProkófiev,queenesemomentodepartíaconStravinski, DiáguilevyMisia,ajenoaquesehabíaconvertidoenelcentrodeatención —.Tienenalgoespeciallosrusos.Esacontrariedadeternaquemantienen conlavida,esapasiónqueseempeñanenesconder,esadualidadentreel placeryelsufrimientoquelestieneenunatensiónconstante…Sumanera de entender la vida les hace tan irremediablemente atractivos. —Coco ChanelsonrióaLinayencontróenellalapersonaantelaqueabrirseen confidencias—.Yaséqueestoyenloquealgunoshandadoendenominar elperiodo eslavo de Chanel. Se creen que me ofenden, cuando lo único quesientenesunaenormeenvidiademí. —¿Yporquéibanaofenderte?—preguntóLinademanerainocente. —Por mi amante, querida, el gran duque Dimitri Pavlovich, primo carnaldelzarNicolásIIyque,ensucondicióndemiembrodelafamilia Romanov, fue desterrado al frente persa. Tendrías que escucharle contar cómo esquivó al destino cuando decidió huir a Francia. Me encanta la parteenlaquemedetallaqueensuprecipitadasalidadeRusiaaúntuvo tiempo de llevarse consigo algunas joyas de la familia, entre ellas, unos collaresdeperlasqueadivinaaquiénregalóydóndeterminaron—dijo Cocó mientras cogía con sus manos las perlas que rodeaban su cuello y quelogrópopularizarcomosucomplementofetiche. —¿Deverdad?—preguntóLinacomosilehubierancontadoelmayor delossecretos,algoque,enbuenaparte,asíera—.Cuandoselocuentea Serguéinoselovaacreer. —Talycomotemira,esehombresecreerátodoloquelecuentes.Así sonlosrusos.Sontodounhallazgo.Enestemomentocreoquenopodría vivirsinDimitri.Nohaynadacomoelamorparaencontrarlainspiración perfecta. Contraté a su hermana y a muchas de sus amistades rusas exiliadasenParís.Tengoavariasdesusdamasdehonorcosiendoenmi taller y hemos creado una colección única. Tienes que venir a verla, querida.Nosolosumanodeobraesmásbarataquelafrancesa,sinoque la maestría con la que combinan bordados, pieles y pedrería es asombrosa.Nuncapenséqueencontraríalainspiraciónenloscampesinos rusos y que sería todo un éxito. Claro que algunos rusos tampoco pensaríannuncaquelasperlasdelimperiozaristaacabaríanalrededorde mi cuello. —Coco volvió a sonreír—. ¿Viste las fotos en la revista Harper’sBazaar?—preguntóconlaexpresióndeunaniñapresumida.El gestoafirmativodeLinamantuvosuvanidadenlomásalto. —Me encantó en la que aparecías con un pijama de seda negro mordiendolasperlas.Loquenuncaimaginéesquefueranregalodelgran duque. —Ahorayalosabes.Esperoquesepasguardarmeelsecreto…ono.A quiénleimporta. La fiesta continuaba en su casa, pero ellas dos parecían ajenas al jolgorioreinanteenelsalóndelaresidencia.Cocoteníademasiadascosas que decir y preguntar a aquella nueva adquisición femenina que engrosaría sin duda su cartera de amistades, y Lina tenía mucho que escuchar para seguir sorprendiéndose y, a veces, ruborizándose ante la sinceridadylafranquezadelamodista. —¿Cuántos amantes has tenido? —La pregunta pilló por sorpresa a Lina,cuyasmejillasseencendieronbajoelmaquillaje—.Oh,vamos,note escandalices,noeresdeesas.—Cocolamiróconcuriosidad.Lepareció desconcertanteyadictiva.Encantadoraeirresistible.Linaseescudótrassu sonrisa bermellón para esquivar la pregunta que, lejos de escandalizarla como pensaba la gran dama de la moda, tan solo le avergonzaba por lo escasodesuexperiencia—.Yaveo.Asínovasairmuylejos.Siquieres triunfar,vasatenerquehaceralgopararemediareso. —No pienso hacerlo. Ni siquiera sé si podría —aseveró mientras su miradaseperdía—.YoamoaSerguéi.Leadmiroyleamo.¿Vasareírte? —Meconformoconenvidiarte.Yotambiénheamadodeesamaneratan arrebatadora y excluyente —dijo, acordándose de su gran amor, Arthur Capel—. Pero hablemos de ti. ¿Estás segura de haber elegido bien, querida?—Linanoentendiólanaturalezadeaquellapregunta.Másbien, noquisohacerlo—.Misamantesmehanhechorica.Mírame,unahuérfana alaqueselenegóunhogar,sinamor,sinpadrenimadre.Misoledadme diounacomplejasuperioridad.Lamezquindaddelavidamediofuerzay orgullo,elimpulsodeganarylapasiónporlagrandeza.Ycuandolavida metrajolalujosaeleganciaylaamistaddeStravinskiodePicasso,nunca me sentí ni estúpida ni inferior. ¿Por qué? Porque sabía que era con esa genteconlaquesetriunfa. Porunossegundos,ambasmujeresenmudecieron.Linaestabadándole oxígenoasuimaginaciónyCocoChanel,asusrecuerdos. —Habla,Lina.¿Estásseguradequehaselegidobien?—Lamodistafue laprimeraenvolveralarealidad. —Creoquenomepuedoquejar. —Siempre te puedes quejar. De hecho, debes hacerlo si quieres que te escuchen y que eso te lleve al lugar que quieres o, al menos, te ayude a salir del que estás. ¿Quieres un consejo? —le preguntó, aspirando de nuevo de la boquilla de su cigarro—. Búscate un amante rico y vuélvete despiadada. Es una buena manera de protegerse de la vida. Tienes cara, cuerpoytalentoparahacerlo.Sabescaminar,dehecholohacescomosi hubieras nacido para desfilar. Destilas una elegante sensualidad en cada gesto, seduces con la mirada y tu sola presencia irradia tanta luz que consigues cegar a quien no puede dejar de mirarte. Y por si eso fuera poco,parecesalirteconnaturalidad,sinquetengasqueimpostarnada,sin que te suponga esfuerzo alguno. Ninguna de mis modelos te llega a la suela de los zapatos. Y sabiendo todo eso, resulta que no has tenido amantes. —¿Yquiéntehadichoquenoloshetenido?—lerespondió,intentando entrarensujuego. —Tus ojos me lo dicen. Son muy indiscretos. Y, por supuesto, la manera en que le miras. En la mirada es donde guardamos los mayores secretos.¿Porquésinocreesquehaygentequenoescapazdesostenerla ante determinadas personas? —Coco se ajustó sus pendientes sobre el lóbulodelasorejasyaspiróunanuevabocanadadesucigarro—.Nome malinterpretes.Megustalotransgresor,yProkófievloes.—Lareinade laeleganciadeParísnomentía.Nohabíadudadoenfinanciarelestreno deLa consagración de la primavera después del escándalo que provocó sieteañosantesensuprimerarepresentación—.Adorolaprovocación,la rebeldía, la ferocidad de las ideas que alimentan revoluciones. Pero revolucionesdeverdad,noladelosbolcheviques.Losmuyimbécilesse creenquehaninventadoalgocuandotodossabemosquiénestádetrásde eseparipéacartonado.Tengoamigosrusosyalemanesquemeaseguran que fueron los judíos los que inventaron el comunismo. Lo que está pasando en Rusia es una conspiración judeobolchevique. Te voy a decir algo,solotemoalosjudíosyaloschinos.Yalosprimerosbastantemás. Esperoquenoteescandalicespormispalabras. A Lina le fascinaba aquella mujer. No podía evitarlo. No se parecía a ninguna de las mujeres que había conocido hasta ahora. Era elegante, sofisticada, femenina, culta, independiente, genialmente provocadora, descaradaydivertida,ysinembargoavecesparecíaquehubieradeseado nacerhombre.Todoloquesalíadesuslabioslehacíapensar. —Ven, quiero enseñarte algo —le dijo cogiéndola de la mano y arrastrándola a una habitación interior. Serguéi observaba la escena mientras charlaba con Misia Sert y Diáguilev. Tuvo que esperar unos minutos para ver salir a las dos mujeres compartiendo risas y confidencias, con un brillo especial en la mirada e inmersas en una animada conversación mientras sus manos acariciaban una y otra vez su nariz. —Tranquilo—leconfióMisiaaloído—.Notelavanarobar. —Lo sé —acertó a decir Serguéi, venciendo el rubor y apurando el champán que quedaba en su copa. Al parecer su gesto de preocupación habíasidopercibido. —¿Tan seguro estás? —preguntó Misia, haciéndose la sorprendida, como si la seguridad de Prokófiev la hubiera provocado—. Nunca subestimes la genialidad de un artista, y Coco lo es. Te lo dice una talentosapianistaquedeniñatocabapiezasdeBeethovenenlasrodillasde Liszt. Yaencasa,Serguéiquisosaberquéhabíapasadoenaquellahabitación privada. Estaba preocupado o tal vez celoso. Había visto y oído demasiadas cosas sobre Coco Chanel, sobre la noche y su afición al consumo de ciertas sustancias. Quizá no eran más que rumores, pero ahora era él quien aparecía consumido por los celos. Cuando Lina escuchósusinsinuaciones,estallóenunacarcajada. —Me ha enseñado un gran secreto —reconoció divertida aunque desistiódeljuegoviendolapreocupaciónensusemblanteruso—.Esuna fragancia con la que piensa revolucionar el mundo. ¿No me crees? Tú mismopuedesolerla—ledijo,acercandosumuñecaalanarizdeSerguéi —.¿Hueleseljazmín,elnaranjoamargo,larosa,lavainilla,elsándalo,el nerolí,elvetiver…?—Serguéinoentendíanada,perolegustóaquelolor —. Es sencillamente genial. Es el primer perfume creado por una diseñadora de moda de alta costura: Chanel número 5. Me ha dado un pequeñofrasco.Mira,soloelenvaseyaesunajoya.Nosémuybienpor qué.Silomiras,essencilloperotieneencanto.Alparecerseinspiraronen una botella de vodka ruso que le regalaron a Coco. ¿Te gusta? —le preguntó,comosirealmentesuaprobaciónfueraaafectaralresultado—. ¿SabesquelohacreadoelquefueraperfumistadelzarNicolásII,Ernest Beaux? Además, me ha contado que mantiene una relación con Dimitri Pavlovich,elprimocarnaldelzar… —AlgomecontóStravinski…—lainterrumpióél,yaconelsemblante másrelajado. —Quiénmejorqueél…—apostillóLinaalrecordarlaconfesióndela propiamodistasobrelaestrecharelaciónmantenidaconelcompositor,a quieninclusollegóadejarlesucasadeBelRespiroenlasafuerasdeParís para que se instalara con su familia durante un periodo de dificultades económicas. —Lina…—Eltonosonóaregañinapaterna. —¿Qué?Esélquienestácasado.Deberíaescandalizarseél,notú. No sería la última vez que visitara la residencia de Coco Chanel. La admiraciónhabíasidomutua.Estabadeseandoverladenuevo.Notardaría muchoenaceptarsuinvitaciónypasarseporsutiendaenlarueCambon. NosabríadecirsilegustabamásacudiralLeBoeufsurleToitporel ambiente o porque casi siempre solían terminar en el apartamento de Coco. El champán no era algo que le entusiasmara a Lina, a pesar de la aficiónquemostrabalamayoríadesusamigosporlabebidaburbujeante. Siempre pensó que algunos bebían por desquitarse de la Ley Seca que imperaba en Estados Unidos. Ese vino espumoso no le sentaba bien y lo habíapodidocomprobarmásdeunavez.Todavíarecordabaconpesarla nochedelestrenodelballetElbufón,cuandofueronacelebrareléxitoa un conocido restaurante de Montmartre. El champán fue el centro de la celebración,aunquesucuerpo,alnoestaracostumbradoasuingesta,se rebelóylaobligóasalircorriendohaciaelaseodellocaldondeestuvo vomitandodurantecasiveinteminutos.Elrelojdepulseraquellevabaen lamuñeca,regalodesumadre,desapareció.Linanofuecapazderecordar nada. No podía pensar con claridad y a pesar de que su visión no estaba clara,empezóaverladronesportodoelestablecimiento.Aldíasiguiente Serguéi le regaló un nuevo reloj. Era precioso y le agradeció el detalle, peronoeraeldesumadre.Desdeesedía,almenosparaella,lacopade champánseconvirtióenunaccesoriomásquepoderlucirencadasalida nocturna,comolaestoladepiel,elvestidonegroolaboquilladefumar. Habíaquehabituarsealascircunstanciasyactuarencadaescenariocomo seesperaba.Nopodíaprivarsedelmundonocturnoporunaintoleranciaal alcohol.Habíademasiadosrostrosquever,muchosamigosqueencontrar, nuevas teorías conspirativas que escuchar y largas conversaciones que entablar con desconocidos, que solían ser los que traían las mejores historias. Undía,sinsabercómo,unodesuslargospaseosterminócercadela place Saint-Michel. Tenía sed y algo de hambre. Entró en uno de los primeroscafésquevioyqueleparecióagradable:ElPanteón.Ocupóuna desusmesasynoesperóaqueletrajeranlaconsumiciónparaextraerde subolsounapartituraenlaqueseconcentróunbuenrato.Hastaqueledio la sensación de ser observada. Frente a ella había un hombre de aspecto algodesaliñado,conunpuntoderudezaquecontrastabaconsusemblante amable, bebiendo ron Saint James. Escribía en una libreta de lomo azul forrada de tela que abría y cerraba constantemente, mientras afilaba concienzudamente su lápiz, cuya mina se consumía con demasiada presteza,ansiosapordescargarsobreelpapelhistorias,palabras,ideasy personajes.Oescribíamuchoolohacíamuyrápido,porque,eninstantes, el lápiz quedó mermado a la mitad. Cada vez que utilizaba el sacapuntas aquel hombre aprovechaba para echarle una ojeada, momento en el que ella miraba por la ventana, como si esperara a alguien que no llegaba. Pasados unos minutos, el enigmático hombre cerró su libreta con vehemencia,comosihubieseolvidadoalgoderepente,yseaproximóasu mesa.Linaloviollegar,desconcertada. —¿Vendrá?—lepreguntó. —¿Quién? —Elimbécilalqueestáesperando. Linaleobservóduranteunosinstantes.Lellamólaatenciónlafuerzay el descaro de su mirada, limpia y brillante. Era un hombre apuesto, robusto y con un bigote que se movía al compás de una medio sonrisa seductora. No supo discernir con claridad si su físico le parecía o no atractivo, pero su actitud desde luego lo era. Le sorprendió su sugestiva seguridadydecidióquebailaríaalmismoson. —Noesperoanadie—contestósinborrarlasonrisadesubocaapesar delexabruptopronunciado—.Dehechosolohaaparecidousted. —¿Mepermite?—dijoeldesconocido,señalandolasillavacíaquese disponía a ocupar a su lado—. Me llamo Ernest Hemingway, soy periodista, aunque pretendo ganarme la vida como escritor. Y gracias a usted creo que acabo de escribir un buen relato. Me siento en deuda. Dígame, ¿le gustan las ostras? Si me dice que no es porque no las ha probadocomodebería. NoesperóaqueLinarespondieraalapregunta,queresultóserretórica. Girósucuerpo,alzósumanoypidióalcamarerounadocenadeostrasy unajarradevinoblancoseco.«¿Ve?Eraimposiblequenolegustaran»,le confió al ver el apetito con el que Lina consumió las ostras. Ambos se perdieronenunaconversaciónincontrolada,divertida,improvisada,pero fácil de llevar porque hablaron de las cosas más importantes con las palabras más sencillas, como le gustaba escribir a él. Las confidencias entreelloscomenzaronallenarlasconversacionescomoelvinocomenzó acolmarlascopasdecristal.Lohacíanconidénticafacilidad,dejándose llevar, sin silencios que detuvieran diálogos, sin trabas levantadas por la prudencia. Dos desconocidos frente a frente, unidos por el azar y que parecían haber esperado toda una vida para encontrarse y compartir vivencias. —Mi primera mujer, Hadley, me regaló una máquina de escribir portátilCorona—dijoenunmomentodelaconversación—.¿Quéleha regaladoausted? —¿Quién? —volvió a preguntar Lina. Se dio cuenta de que había utilizadomuchasvecesaquelpronombreenfáticoparareferirseaSerguéi. LohizolaprimeravezqueVeraDanchakoffleinsinuóquelegustabatras su concierto en el Carnegie Hall de Nueva York y también cuando su madrelepidióquesemantuvieraalejadadeél.Yahoravolvíaahacerlo con aquel interesante escritor americano. Se preguntó si eso significaría algo. —Elquepareceretrasarse.Debedeserqueestáperdido. Linalemiró.Lecaíabienaquelestadounidensedescaradoydivertido. María Grigórievna seguramente habría hecho alguna broma sobre la hambruna de cultura con la que llegan a Europa los americanos porque «suhistoriatienelamismaantigüedadquelatapiceríadelúltimococheen elquesehansubido».Eracampechanoydirectoysupresencia,lejosde incomodarle,leplacía. —¿Quéleharegaladoél? —Lamúsicademivida. LacontestaciónlegustóaHemingway.Almenos,enparte. —¡Vaya! Eso me obliga a arrojar la Corona que me regaló mi mujer porlaventana… Allí, en una de las mesas de El Panteón, degustando las ostras por primeravez,Linahizolapreguntamástontadetodasuvida.Sindudaera efectodelblancoseco. —¿Y usted qué escribe? —Se sintió estúpida antes de acabar la frase. «¿Cómo se le puede preguntar a un escritor qué escribe? —pensó—. Lo leesyteenteras».Rezóparaquelarespuestallegaraprontoyborrarala estelaneciadelapregunta. —Escribo cuentos. Cuentos sobre cada cosa que me resulta familiar. Esomeayudaanopensarenloquetengoamedioescribir.—Apurósu vaso y pidió un nuevo ron Saint James. Hacía varios minutos que había dejado el vino, quizá porque en su paladar empezaba a tener la consistencia del agua. Se sentía a gusto junto aquella mujer de mirada seductoraqueleimpedíaretirarsusojosdeella—.Sinembargo,noestan importante lo que escribo, sino cómo y para qué lo hago. Yo quiero escribir de manera que tenga efecto, sin que la persona que lo lee se dé cuenta de ello, y así cuanto más lea, más efecto le hará. —La miró y le preguntó—:Yusted,¿dequémaneraquierecantar?¿Paraquéquiereser unafamosasoprano?¿Lohapensado? Aquellas palabras la hicieron replantearse si había reflexionado de manera correcta sobre lo que realmente quería en la vida. Lina comprendióquequizáseestabaentreteniendoenlasuperficiedeunsueño sinsaberquéformateníaenrealidadycómollegarhastaél.Quizáhabía llegado la hora de despertar y la voz del americano había actuado de eficazyestimulantedespertador. El encuentro con Hemingway la mantuvo pensativa durante varios días. Ella también quería cantar del modo en que él escribía: cantar de manera que tuviera efecto sin que la persona que lo escuchase se diese cuentadeello,yasí,cuantomásescuchase,másefectoleharía.Esoeralo quequería.Ypensóquehabíallegadoelmomentodeempezarahacerlo, aunque para eso tuviera que alzar la voz ante la persona que más amaba peroquemásleestabahaciendosufrir. —¿Milán? —Serguéi repitió el nombre de la ciudad italiana como si fueralaprimeravezqueloescuchaba,comosiLaScalaolaGalleriano hubieranexistidojamás—.¿YquévasahacerenMilán? —Prepararme. Estudiar e intentar cantar en un teatro. Me han pedido que me prepare un papel de Rigoletto y un amigo me ha conseguido un papelenlaóperaLaWally,deAlfredoCatalani.Esunpapelpequeño,pero nomeimporta,esmenosquenadaysobretodoesunaoportunidad.Sino lohagoahora,mearrepentirétodamivida.—Observólasorpresapintada enlosojosazulesdeSerguéi.Noseesperabaesanoticiaynolegustabalo que oía—. Además, tú siempre me dices que lo más importante es el trabajo.Solovoyaseguirtuconsejo. —Esolopuedeshaceraquí. —No, no puedo. Y tú lo sabes. Aquí lo puedes hacer tú, pero yo no. Necesito aire, Serguéi, ya te lo dije hace tiempo. Y quizá los dos necesitemosespacio.Túdebescomprenderlomejorquenadie. Lejos de hacerlo, la noticia de su futura marcha a Italia contrarió a Prokófievmásdeloqueesperaba. —EstonotienenadaqueverconRigolettoniconningunaópera.—Su oídodegrancompositoryextraordinariopianistaestabapreparadopara escuchar más allá de los sonidos audibles. No tardó en comprender el mensajequeocultabanlaspalabraspronunciadasporLinayloquehabía detrás de aquella decisión. No era la primera vez que el fantasma del matrimoniosecolabaensusvidas. —Sabesquenomeencuentrocómodaconestarelación.Yaséqueesto es París, que nadie se preocupa del qué dirán, pero mi situación es complicada. Actúo como tu mujer, pero en realidad soy solo tu amante. Tienesqueentenderme. —Noestaríamalquetútambiénmeentendierasamí.Todamividahe creído que el matrimonio es algo creado para destruir las grandes historias de amor. ¿Cómo quieres que cambie de opinión sin más? ¿Por quénotevaleconloquetenemos?PorDiossanto,estamosbien.¿Esque acasonosvamosaamarmássinoscasamos?—EnsuinteriorSerguéise formulaba otra pregunta que no se atrevió a decir en voz alta para no ofender a Lina. «¿Cómo puedo casarme si sé que eso no me va a hacer feliz? Una boda sería como atarme una piedra al pie y arrojarme al río»—. No es que no quiera casarme contigo. Simplemente no quiero casarme.Measustaloquepuedapasar.Hevistocómograndesamoresse destruíanporlafirmadeunpapel,porunamalditarutinaquecarcomela pasión. —Tuvo miedo. La nueva situación le asustaba. Estaba a punto de perdermásqueunacompañíaqueanhelaba,másqueunabellamujerque besabapordondeélpisaba,másqueunarendidaadmiradoradecadanota quesalíadesusmanosysucabeza.Parópararespiraryponerenorden susideas—.¿YsinoestoydeacuerdocontuviajeaMilán?—preguntó, dejandoentreverlairritaciónqueempezabaamodularsuvozenuntono hosco—.¿Ysinoquieroquetevayas? —¿Encalidaddequé,Serguéi?—LamiradadeLinaledecíamáscosas de las que sus labios pronunciaban. Y él lo sabía—. Un marido tiene potestadsobresumujer,igualquelaesposalatienesobreelhombre.Pero ¿quésomosnosotros? —Dímelotú.Parecequelotienesbastantemásclaro. —Noquieroserlaamanteoculta.Noquierovivirdisimulandoloque másfelizmehaceenestavidaylarelaciónquetenemosmeobligaaello. —Algunosprefierenmostrarantetodoslovaliosoyotrosloguardan delasmiradasajenas.Esonohacequeteamemenos.¿Notevaleconeso? LarespuestalaencontróenelfondodelacautivadoramiradadeLina, donde tantas veces se había perdido. Pero esta vez le resultó difícil encontrarse. CocoChanelteníarazón,enlamiradaseguardanlosmayoressecretos. 10 «Haydíasqueodioalahumanidadymegustaríaestarsola». Lina acababa de sobrevivir a la marabunta humana que poblaba las callesdeMilán,inmersasenloscarnavalesqueconvertíanlaciudadenun coloridolienzodeexcesosmerecedordelaspinceladasdePaoloVeronés ensusBodasdeCaná.Elincesanteruidoquehabíaenlocalidaditalianale hacíaañorarunoasisdesilencioquetansoloencontrabaenlamúsica.En su habitación de la pensión de la piazza del Duomo número 8, las composicionesdeAtDawning,de Charles Wakefield Cadman, Rigoletto, de Giuseppe Verdi, y The Wish, de Frédéric Chopin, se disputaban la soberaníadelambiente. Peroelbullicioensordecedornoerapatrimoniodelenclavemilanés. Elmundosobrevivíaenunincesanteaullidoqueseantojabapreferible algritoahogadoqueguardabanensusgargantaslasprincipalesnaciones europeas.Laguerracivilrusallegabaasufindejandomásinterrogantes que soluciones sobre un enorme cementerio de entre diez y veinte millonesdemuertos—segúnlasfuentes—porlamunicióndelaguerra, elhambreylaenfermedadde1917a1922.MientraslastropasdelEjército RojoocupabanVladivostokterminandoconlasesperanzasdelacadavez más endeble resistencia del Ejército Blanco, los camisas negras auspiciadasporBenitoMussolinimarchabansobreRomaenarbolandola banderadelfascismo. Fue por casualidad, como suelen suceder los momentos más importantesytrascendentesdelavida.LinapudoveraMussoliniantesde que se subiera a un tren en Milán que le llevaría a Roma, donde, convertido en primer ministro, formaría su primer gobierno y daría su primerdiscursocomopresidentedelConsejodeMinistros.Suvozsonaba metálicaatravésdelosaparatosderadio: Herechazadolaposibilidaddevencertotalmenteypodíahacerlo.Meautoimpuselímites. Me dije que la mejor sabiduría es la que no se abandona después de la victoria. Con trescientos mil jóvenes armados totalmente, decididos a todo y casi místicamente listos a ejecutar cualquier orden que yo les diera, podía haber castigado a todos los que han difamado e intentado enlodar el fascismo. Podía, pero no lo he querido, al menos en este primermomento. Apagó la radio. No era aquel el sonido que ansiaban sus oídos ni su mente. Prefirió concentrarse en la cautivadora voz de Mary Garden interpretandoAtDawningconvertidoenelperfectobálsamoquealiviaba sualma. Allthesoundsofmorningmeet, breakinyearningatyourfeet. Comeandanswer,come,mysweet, Iloveyou,Iloveyou… Hacía dos años que vivía de manera independiente en Italia y todo seguíarecordándoleaél;sesentíaincapazdediscernirsiaquelloerauna maldiciónounabendición.Habíallenadosuvidadeunruidoprofesional que anhelaba la mantuviera ocupada, distraída y alejada de su única debilidad, de su fuente de frustración, de la que, al mismo tiempo, emanabasuprincipalrazóndevivir:SerguéiProkófiev.Esacontradicción lamanteníaviva,lehacíamostrarsefuerteantelasdificultadesquelavida leibaponiendoenelcamino.SabíaquesurelaciónconSerguéierauna carreradeobstáculosqueafrontaríaysuperaríamanteniéndosefuerte.No habíaotramaneradehacerlo,almenos,noeracapazdeencontrarla. ItalianofueunaexcepciónenlaprodigiosafacilidaddeLinaparahacer amigos y convertirse en la compañía más deseada en todo encuentro o celebraciónartística.AsistióaLaScalaparaverlaóperaBorisGodunov, trabó amistad con importantes representantes de la comunidad artística italiana, como el poeta y editor Marinetti, el director de la principal editorial musical de Milán, Ricordi y Compañía. Teniendo presente siempre los consejos del más exigente Prokófiev, se concienció de que debía trabajar mucho para conseguir mucho menos. Se centró en sus clasesdecanto,aprendióelidiomaitaliano,mejorólosagudosensuvoz, venció inoportunas afonías y catarros que conseguían dejarla muda durantedías,frustrandoenmásdeunaocasiónsudebutenelteatro.Hasta queporfinundíaconsiguióversunombreescritoengrandesletrasenel cartel de una ópera: LINA LLUBERA. Ese era el nombre artístico que Serguéi y ella habían acordado. Estuvo más de diez minutos observando desdeelotroladodelacallelapublicidadquecolgabadelafachadadel TeatroCarcanodeMilán,comosiaquelnombrenofueraelsuyo.Había cogido la cámara de fotos que le había enviado Serguéi al saber que se habíadejadolasuyaolvidadaenParís.Lavergüenzaleimpidióhacerla codiciada foto el primer día. Pero la hizo días más tarde. Tenía que guardaresemomentoynoseconformabaconhacerlosoloensumente. Realmente se trataba de una sustitución, pero no sería una suplencia cualquiera.Porunaindisposición,lasopranoMarinaCampanari,hijadel famoso barítono, Giuseppe Campanari, no pudo estrenar la obra y Lina cantóensulugar.PorfinseconvertiríaenGilda,enlaóperaRigoletto.Y lo haría cantando el Caronome, una de las arias más bellas. El canto de unajovenenamoradaqueleanunciaasuamadoque«miúltimosuspiro seráparati». Enelcamerino,antesdesaliraescenaparainterpretarelqueseríasu granmomento,Linaestabatranquila.Eraunasensacióntramposaporque sabía que el ejército de nervios vendría más tarde, sobre el escenario, dondeeldañoseríamayor.Contemplósuimagenenelespejo.Elreflejo le devolvía el perfil de una joven vestida de blanco a punto de sufrir un gran desengaño al saber que el amor de su vida era un fantasma. Lina convertida en la joven y dulce Gilda, enamorada de un hombre que aseguraserunjovenypobreestudiante,denombreGualtierMaldè,pero queenrealidadeselduquedeMantua,quenodudaenengañarlayocultar su verdadera identidad y su condición de mujeriego y donjuán. Entre bambalinas,antesdesaliralescenario,surecuerdofueparaSerguéi.Solo sepermitiópensarenélunossegundos.AhoraeraGilda,erasumomento ynopensabadesaprovecharlo.Suvozcomenzómodulada,dulce,limpiay rápidamenteseapoderódelaatencióndelpúblico. GualtierMaldénomediluisìamato, tiscolpiscinelcoreinnamorato caronomecheilmiocor festiprimopalpitar, ledeliziedell’amor midêisemprerammentar! Seestabagustando.Caminabaporelescenarioconlaseguridaddeuna experimentada actriz. Su voz acariciaba su garganta, como si fuera un bálsamosuaveydulcedelagradodetodos.Estabatranquila.Laluzenel escenarioeraperfecta,elsilenciodelpúblicoresultabacómpliceynose movíaunalma,comosieltiemposehubieradetenidoparaescucharla. Colpensieroilmiodesir ateognoravolerà, epurl’ultimosospir, caronome,tuosarà. Sabíaquesuprotagonismoseríaabsolutodurantelossieteminutosque durabaelaria.Peroalgocomenzóairmalamitaddesuinterpretación. Cuandoapenasquedabantresminutosparafinalizar,Linaperdiósusitio en el escenario. Algo se movió entre bambalinas que la distrajo o al menosesofueloquecreyó.Lociertoesqueavanzadaelaria,suvozfue secuestrada por un enemigo que la perseguiría toda su vida y que había decididonosaltarseunageneración:elpánicoquelaatenazabaalpisarun escenario, el mismo que sentía su padre, Juan Codina, y que intentaba mantener en secreto. Los nervios le secaron la garganta y el final de su interpretación,aunquecorrecto,nobrillótodoloquehabríaesperado. —Tranquilízate,noteobsesiones.Todohaidomejordeloquepiensas —leintentabaconvencereldirectordeescenaenunodelosrecesosdela obra—.Nadiesehadadocuenta.Deesosmaticessoloosdaiscuentalos artistasysoléisconvertirloenunmundo. —Podíahaberlohechomejor—sequejabaLina,casiconlágrimasen los ojos, mientras bebía su segunda taza de café, su remedio más eficaz paratodo,especialmenteparalubricarsuscuerdasvocalesydevolverlela brillantezyeltonoasuvoz—.Podíahaberestadoperfectacomoenlos ensayos. —Lina, es el estreno, son los nervios. Mañana te saldrá una interpretación perfecta. No pienses más en ello y deja de beber café. Es diurético y solo falta que tengas que salir corriendo en mitad de una escena. —Ha sido Arturo, ese estúpido y engreído barítono. No sabe estarse quietonidentronifueradelescenario—dijorefiriéndoseasucompañero ArturoRomboli,alqueculpabadeserelresponsabledesudistracción—. El crítico de Il Corriere de la Sera que vino a los ensayos tenía razón cuandohablódelatendenciaaexcedersedeRomboli. —Serámejorqueloolvides—ledijoeldirector,máscomounaorden quecomounconsejopaternal—.Tienesquesalirdenuevoaescenapara permitir que tu padre te abra los ojos y te diga que tu amado es un impostor, convencerle de que no le mate y sacrificarte para salvarle la vidaalhombrequeamasaunquetehayaengañado—dijorefiriéndosea supersonaje—.Eresunaprofesional.AhoraLinanoimporta.EresGilda. YahabrátiempoparalamentarseenelSavini. Linaobedecióylaóperacontinuósinsobresaltos,nipérdidasdevozni sombrasentrebastidores.Mástarde,mientrascelebrabaelestrenojuntoal resto de la compañía en el conocido restaurante Savini, situado en las entrañas de la impresionante Galleria Vittorio Emanuele II, un lugar de encuentrodeartistas,músicos,actoresyrepresentantesdelaculturadesde 1881, la sombra de lo sucedido en el teatro volvió a cernirse sobre ella. SobretodocuandoArturoRombolisesentóasuladoyempezóarelatarle queenesamismamesahabíanestadoGiuseppeVerdi,GiacomoPuccinio EleonoraDusesinplantearsesiquieradisculparse. —No te lo voy a perdonar nunca, Arturo —le dijo disfrazando su enfado con un tono jocoso—. No me puedes hacer esto el día de mi estreno. —Claroquepuedo—lecontestórisueñoeldivoitaliano—.Dehecho, era casi una obligación. Tómalo como tu bautismo de fuego. Ya me lo agradeceráscuandoseasunagranestrellayentoncesyahayasaprendido que nada de lo que suceda fuera del escenario durante tu actuación tiene importancia. —Arturo bebió de un trago la cerveza fría que acababa de traerle un camarero—. Cuando estás cantando, no existe el mundo. Solo existestú.Sinolosientestúdeesamanera,noesperesqueelpúblicolo haga.Méteteesoentuhermosacabecita.Ybebealgoquenoseaagua,que estamoscelebrandounéxito. Se dio cuenta de que Romboli tenía razón en todo lo que decía. Una jarradecervezaleayudaríaaolvidaryaespantarelfantasmadelpánico escénicoquesenegabaaadmitir.Linanoquisoaceptarqueelmiedoque nuncalehabíaacobardadoensuvidaledestrozaraunsueñocuandoestaba apuntodehacerlorealidad. «Hay días en los que odio a la humanidad y me gustaría estar sola. Perononacíparaestarsola». LinapodíahuirdeParís,esquivarelamor,burlaraldestino,perosabía queeraimposibleescapardelaverdad.YlaverdadlehablabadeSerguéi. Poresonohabíaqueridocortartodacomunicaciónconél,aunquehabía días que lo contemplaba e incluso llegó a desearlo. Pero esa decisión le hubiera resultado suicida. Mantenían una relación epistolar abierta y sincera,aunquepresididaporlosmismosmiedosqueasolabanalmundo. Prokófiev no quería revoluciones que alteraran su orden establecido, su equilibrioemocional.Linaluchabaporuncambioqueseresistíaallegar. Encontró en las palabras escritas el mejor armamento intimidador ante Serguéi.«Nosoyunadetuspiezasdeajedrezhechasdemadera.Soyde carne y hueso y tengo sentimientos. No puedes jugar conmigo». Pero el símilquelesdiomásjuegoalosdosvinoatravésdelafrutaprohibida. Ante la insistencia de Serguéi de un inminente reencuentro, Lina le dejó claro que no quería manzanas verdes en su cesta porque necesitaba madurezensuvida.Lejosdeamilanarse,elcompositorlerespondió:«Ay, Avecilla mía. ¿Y cómo pretendes que maduren si las abandonas? Si te dedicas a golpear las manzanas o quemarlas con una cerilla para que madurenantes,loúnicoqueconseguirásesquesepudran». Pero a pesar de la consabida retahíla de acusaciones mutuas, la añoranza y el deseo de verse y recuperar una relación que los dos extrañaban venció a la fruta madura. Serguéi se había trasladado a vivir una temporada cerca de Múnich, en un pequeño y encantador pueblo llamadoEttal,dondeseacomodójuntoasumadreenunaimpresionante casadenombreChristophorus.PensóquenadaleatabaaParíssiLinaya noestabaallíyquepodíaresultarinspiradorcomponerlaóperaenlaque trabajaba,Elángeldefuego,enellugardondesucedíalahistoriaescrita porelpoetarusoValeriBriúsov,cercadelosAlpesbávaros.«Teescribo desde esta casa señorial, con habitaciones elegantemente amuebladas, electricidad, baño, calefacción a vapor, balcones, alfombras, camas anchas,sofásmullidos,unabibliotecaentresidiomasycuadrosfuturistas colgados en la pared. Un lugar que ni había soñado. Al lado hay un monasterio,elaireescomolamielyelsilencioesmaravilloso.¿Cuándo vienes?». Serguéipodíaresultarmuyconvincentecuandoseloproponía.Perono fuesucarta,sino,unavezmás,laprovidencialintervencióndelosStahl, que se encontraban de viaje por Europa y la convencieron para que se reuniera con ellos en la casa de Prokófiev. Se hizo de rogar durante un tiempo prudencial en el que disfrutó con la impaciencia del compositor, queseguíamostrándosecomounniñocuandoveíaquelavidanoledaba loquetantoansiaba.Lecongratulósentirdenuevocómosucuerpovolvía a revolucionarse ante la cercanía de un encuentro con él. Todo parecía estarasufavor.Comosideunaextrañaleynoescritasetratara,cadavez quelavidapersonaldeLinaparecíaencauzarse,sucarreraprofesionalse resentía. Esta vez fue la cancelación de una ópera en Verona en la que interpretaríaunodelospapelesprincipales,anteshabíasidosucaídadel carteldeRigolettoenMilán,mástardeuncatarroquedioaltrasteconun nuevoestreno.Teníaclaroquehabíallegadoelmomentodelreencuentro. No se esperaba encontrar a Serguéi aguardándola en el andén de la estación de tren de Múnich, sosteniendo una manzana verde en la mano. Nopudoevitarsonreíralcontemplarlaimagen.Mientrasrecorríaporel apeaderolospocosmetrosqueleseparabandeél,notócómolosdosaños de resistencia pasiva en Italia se derrumbaban como un débil castillo de naipes.Laspiernasempezabanafallarleyelcorazónalatirledemasiado deprisaparapermitirlecaminarconnormalidad. —Las manzanas van madurando, Avecilla —dijo Serguéi antes de abrazaralapersonaquemásleimportabaenelmundo. La besó allí mismo, sin importarle las miradas ajenas. Se tomó su tiempo, como si quisiera vengarse de la ausencia impuesta durante los últimosmeses.Labesóconlaintensidadquepocasveceslohabíahecho, recreándoseensuslabios,haciendoquesusmanosrecorrieranelcamino desdeelcuellohastalacinturadeLina,satisfechodequeelcuerpodesu amada se entregara con la docilidad que siempre lo había hecho. Le gustaba que Lina siempre cerrara los ojos cuando le besaba, como si abandonarasuvoluntadycedieraaladeél,que,porelcontrario,prefería mantener la mirada abierta para comprobar que la entrega de Lina era ciega,sincondiciones.Aquellolehacíasentirsevictorioso.Duranteunos segundosnosedijeronnada,tansolohablaronsusmiradasylavoracidad desusbocas. —¿Por qué me haces esto? —le preguntó Serguéi, entretenido en mordisquear los labios de Lina, como si no necesitara escuchar la respuestaasupregunta. —¿Elqué?¿Besarte?—pudocontestarellaaduraspenas. —Obligarme a extrañarte de una manera que me mortifica. Hacer que mevuelvalocopensandoenti,imaginandoquéhacesyconquiénestás. —Estoycontigo.Ahoraestoycontigo. —Ahoraesuntiempodemasiadocorto.Noessuficiente.Nomebasta. Yséqueatitampoco—dijovolviéndolaabesar. Habíaesperadodemasiadotiempocomoparatenerquecontrolarseen una fría estación de tren. Y tampoco lo haría al llegar a casa. Estaban juntos de nuevo y aquella noche comprobaron que sus cuerpos no se habíanconvertidoenlosextrañosquealgunasvecestemieronser. La visita se repitió de nuevo durante la festividad del año nuevo de 1923,aunqueparaentonceslaaparicióndeLinafuealgomásaccidentada. Eltrenllegóconretraso,peromuchoantesdequelohicieraeltelegrama enviadodesdeMilánenelqueinformabaaSerguéideldíaylahoradesu llegada. No hubo ni compositores ni manzanas verdes esperándola en el andén.Tuvoqueconformarseconlaúnicapresenciadelamablehijodel jefe de estación que, cogiéndole la maleta, se ofreció a acompañarla durantelahoraymediaquedurósucaminatahastalacasaChristophorus. Cuando Prokófiev la vio llegar en mitad de la noche, con la nieve cubriéndole hasta las rodillas pero con una gran sonrisa en su rostro, cualquier duda quedó enterrada como quedaron los pies de Lina en la intensanevadaquecaíasobreEttal.Loteníaclaro.Seríaeseaño.Después delagiradeProkófievporEspaña.Acababadedecidirlo. —Teamosoloatiynoquieroanadiemás—leconfesóaloído—.Y creoquevasiendohoradequeregresemosaFrancia. —Lo sé. Pero no pienso regresar a París contigo sin un anillo en el dedo. Noeraunaamenaza.AlmenosaSerguéinolesonóaunaclarayfirme coacción como podía haber sucedido hace años en París. Pero supo que debíahaceralgo. DespuésdeunlargoysecretoencuentroconeltenienteEwald,quese comprometió a vencer las complicaciones burocráticas que entorpecían unmatrimonioentreunrusoyunaespañolaentierrasalemanas,el8de octubre de 1923 Lina se convirtió en la señora de Prokófiev. María GrigórievnayelpoetarusoBorisBashkírovejercierondetestigosjunto altenienteEwaldysumujer.LadolorosaausenciadeOlgaNemiskaiay Juan Codina no logró enturbiar su felicidad, aunque consiguió emocionarlaenlosmomentospreviosalaceremonia.Peronadaninadie podíaoscurecerelmomentoconelquehabíasoñadodurantetantotiempo. ElestrenodesunuevoestadocivilsuperabaelansiadodeLadoncellade nieve,deNikoláiRimski-Korsakov,conelquesoñabadesdequedecidió quequeríasersoprano. Quisoserellalaqueguardaraelcertificadodematrimoniodelapareja. Detantomirarlo,seloaprendiódememoria: RegistroCivilEttal,Nº5/1923 CompositorSerguevichProkófiev Domicilio:residenteenEttal Fechadenacimiento:23deabrilde1891 Lugar:Sontsovka,Ekasterinoslav,Rusia YlaartistaCarolinaCodina Domicilio:residenteenEttal Fechadenacimiento:20deoctubrede1897 Lugar:Madrid,España Ylaspalabrasmágicassituadasencimadelafirmadeambosyelsello oficial: Contrajeronmatrimonio Diez días después, el matrimonio formado por Serguéi Prokófiev y LinaCodinahacíasuapariciónenlaÓperadeParísparaasistiralestreno delConciertoparaviolínnº1deProkófiev,bajoladireccióndesuamigo yadmiradorSerguéiKusevitski.Todossusamigosestuvieronallícomosi supieranquehabíamásdeunmotivodecelebración:PabloPicasso,Ígor Stravinski,ArthurRubinstein,SerguéiDiáguilev,AlexandreBenois,Karol Szymanovsky, Anna Pávlova, siempre encantadora con ella y aquella nochenoibaasermenos.«Québuenovertesiempre,seadondesea»,le confiólabailarinadeballet,quesiempreteníapalabrasamablesparaella. Eléxitoquenologróelconciertoaquellanoche,locosechólaflamante esposa del compositor. Stravinski se acercó a Lina. «Estás realmente hermosa. ¿Es el maquillaje?». Lina negó con la cabeza y mientras le obsequiabaconunadesusampliassonrisas,leenseñóeldedoanulardesu mano izquierda, circundado por un fino metal dorado que se esmeraba porbrillarcomounaestrella. No era el único secreto que guardaba Lina. La luz que desprendía su cuerpoaquellanochedeestrenonosedebíaaningúnanillo. Habíavueltoacasa.Ylohacíadelbrazodelamordesuvida,aquien habíaconvertidoensumaridoyconunnuevomiembroapuntodellegar alafamilia.Soloellalosabía.Habíasecretosqueconveníaocultarhasta encontrarelmejormomentoparaserdescubiertos.Todoasutiempo. 11 —Esunpocofeoyestámorado. Serguéicontemplabaalpequeñoserquesemovíacomoungatopanza arribaenelmoiséscolocadojuntoalacamadelamadreprimeriza,que, cubierta con una sábana, yacía medio inconsciente después de un parto complicado.Elbebéhabíasidomadrugadoryllegóalmundoalasocho cuarenta y cinco del 27 de febrero de 1924. A pesar de los esfuerzos durante el alumbramiento y de las complicaciones de última hora, Lina estaba realmente bella. Quizá por eso al padre primerizo le extrañó el contrasteentrelabellezadelamadreyelfísicodelbebé. —¿Estodoloqueseteocurredecir?—OlgaNemiskaiahabíallegado tresdíasantes,despuésdemandardesdeNuevaYorkunescuetotelegrama de dos palabras y una cifra: «Llego el 24». Y cumplió con el horario anunciado.Aningunodelosdoslespermitieronasistiralnacimientodel pequeño,loqueirritóalafuturaabuela.«Soysumadre.Esnormalqueel marido se vaya con sus amigos a un cabaré de Montmartre a emborracharse», le espetó al ginecólogo de su hija, el amable doctor GabrielVouffé,aunquesudardoverbalibadirigidocontraSerguéi,quela noche anterior estuvo de jarana junto a su amigo Aleksey Stahl para celebrar la inminente llegada de su primogénito. «Pero una madre tiene queestaralladodesuhija,almenosenlosmomentosmásimportantesde su vida». Estaba claro que no había perdonado a su yerno, a quien responsabilizabadesuausenciaenlabodadesuhija.«Esincreíble.Llevo años pidiéndote que te comprometieras, que dieras el paso, y, cuando lo haces, decides no avisarme con tiempo suficiente para estar en la ceremonia.Cualquieradiríaquelohashechoapropósitoparavengartede mí»,leespetóenmásdeunaocasión.Serguéidecidióqueseríabuenaidea llevarse a su suegra a dar un paseo por las proximidades del Hospital Saint Antoine, aunque una conversación con ella no era lo que más le apetecíaenaquellosmomentos. —Esperoquenolloremucho—añadióelpadreprimerizo,venciendo elmiedodecogerasuhijoenbrazosportemoraqueseleresbalara—. Pero me gusta. Lo que no entiendo es por qué Lina no quiere que le llamemosAskold. —PorquenocreoqueelnombredeungobernantedeKievanteriorala eracristiananosvayaatraermuchasalegrías,especialmenteatuhijo.— La voz de la recién estrenada mamá sonaba dulce, suave, casi infantil intentandovencerlapesadasomnolenciaquelagobernaba.Serguéiacudió junto a la cama para besarla, un gesto que ella aceptó con una sonrisa tímidaperoplenadeternura—.Tienetusojos,papá. —Todos los niños tienen los ojos azules cuando nacen. —Olga Nemiskaia sintió la necesidad de decirlo ante la posibilidad de sufrir un colapso mental si guardaba para sí lo que le cruzaba el pensamiento en aquellosmomentos.Aúntardaríamuchoendigerirsuausenciaenlaboda desuhijaylaprecipitadallegadadesunieto. La recuperación de Lina fue más larga y pesada de lo esperado. Se encontrabadébil,habíaperdidomuchasangreduranteelpartoysuanemia se disparó. Su ánimo sufría los vaivenes de una montaña rusa, tendencia que agravaban dos hechos fundamentales: el permanente llanto del pequeño Sviatoslav —finalmente se decidieron por un nombre ruso que uníalaspalabras«hoy»y«gloria»—yelencierrocasiclaustrofóbicoque por prescripción médica la mantenía aislada en casa. La contrariedad de queelascensordeledificioseestropearaunidaalaimposibilidaddebajar y subir las escaleras durante su periodo de recuperación del parto tampoco ayudó a calmar su ansiedad. Aunque no exenta de roces, la presencia de Olga Nemiskaia resultó casi providencial, ya que fue ella quien se encargó de buscar una nueva casa en el número 5 de la rue CharlesDickensydeocuparsedelbebédurantelosprimerosdías. Lina tuvo mucho tiempo para pensar sobre la vida en aquella temporada. Le parecía un enorme libreto en el que aparecían y desaparecían personajes por designios caprichosos del compositor. Su hijo había llegado al mundo apenas un par de meses después del fallecimiento de su amigo Raymond Radiguet a causa de unas fiebres tifoideas. Le conmovió la noticia y le impactó saber que en las horas previas a su muerte el joven pudo presentir su final, según contaba su amigo Jean Cocteau, a quien confió que en un plazo de tres días sería fusilado por los soldados de Dios. La confidencia resultó profética. CuandoSerguéileregalósulibro,Eldiabloenelcuerpo,sesumergióen su lectura de manera hipnótica. Mientras el resto del mundo se escandalizaba por el adulterio de la mujer de un militar en plena guerra mundialnarradoenlaobra,aLinalecalómáshondolafacilidaddehacer daño a la persona amada y hacerlo en nombre del amor que destilaba la historia escrita por Raymond. Esa idea le obsesionó durante mucho tiempo.Casitantocomolamacabrarelacióndedependenciaentrelavida ylamuertequeparecíavislumbrarasualrededordesdequehabíadadoa luzasuprimerhijo. Sin embargo, la muerte que conmovía al mundo por sus posibles consecuenciasanivelmundialhabíasucedidounassemanasantes,avarios miles de kilómetros de París. Vladimir Lenin, artífice de la Revolución rusa y de todas sus terribles consecuencias, había fallecido de un infarto cerebral.Lostreintagradosbajoceroquecongelabanlaciudadmoscovita en la gélida mañana de enero de 1924 no impidieron que millones de personas recorrieran las calles de Moscú acompañando a la comitiva fúnebre del primer jefe de Estado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que él mismo había fundado. Unos despedían al líder que lo había dado todo por conseguir el paraíso del proletariado, otros al dictadorqueconvirtiólosderechoshumanosenpapelmojado.Elreguero deconspiracionesquedejósumuertesobrelatundranevadadelaUnión Soviéticatardaríamuchoenacallarse.Serguéipudocomprobarloensus cadavezmáshabitualesencuentrosconrepresentantesdelmundoartístico ruso,quedesdesuregresoaParíssehabíanmultiplicado.Seencontraba cómodoentrelosnuestros,comosolíareferirseaellos.Disfrutabadelos coloquios, las tertulias, los encuentros literarios y musicales en los que participaban grandes escritores rusos en el exilio. Solía organizar cenas en casa donde acudían compatriotas, como los escritores Dimitri Merezhkovski,IvánBunin,AleksanderKuprin,AlekseyRemizovoMijaíl Lariónov. Unanocheasistióaunadeesascenaselredactordeldiarioenlengua rusaPoslednie Novosti, que se publicaba en París. A Serguéi siempre le gustabacontarconsupresenciaporquesolíatraerlasúltimasnovedades desupaísymuchasdeellasnisiquierahabíansidopublicadasenlamadre patrianiprobablementeveríanlaluz. Aun estando en París, a refugio de la casa de los Prokófiev en la rue CharlesDickens,laconversaciónsedesarrollabaenvozbaja.Ningunode ellos tenía una buena opinión de los bolcheviques, a los que responsabilizaban de la atroz situación que vivía su país. El tono de la conversación se encendía cuando algunos no dudaban en despotricar contra los personajes siniestros convertidos en líderes políticos que prometíanalpuebloloquenuncalesdarían.Lascircunstanciasquehabían rodeadolamuertedeLeninocuparonpartedelaconversación. —Leextrajeronelcerebroparaexaminarlo—comentóelredactordel diario. —Oparaquenadie,exceptoellos,pudierahacerlo.—Lasvocesdelos comensalescomenzaronadarpábuloatodotipodeteoríasconspirativas. Algunos optaban por el tono de broma mientras que otros insistían en dotardeunacerteraseriedadasusopiniones. —Es curioso que, justo cuando planeaba sacar a Iósif Stalin de la secretaría del partido, su salud se agrave, entre en coma y muera — comentóeleditordelperiódicoruso. —Murió de un infarto cerebral. Le hicieron la autopsia y le mató la arteriosclerosis.. —Unaautopsiaquesolofirmaronochodelosveintisietemédicosque leatendieron—señalóRemizov. —¿VasadefenderlomismoqueTrotski,elmismoqueenjuniode1917 todavía calificaba a los bolcheviques de insignificante puñado de demagogos? ¿Vas a pensar como él, que Lenin fue envenenado y que seguramentefueStalinquienlohizo?—preguntóBunin. —Yo solo digo que no me creo estos juegos del destino. Y que el cianuroseutilizaparatratarlasífilis,lomismoqueelyodurodepotasio. Y que por mucho que algunos se empeñen en negarlo, yo conozco médicos que me aseguran que Lenin no sufría de esa dolencia. ¿Qué hacían tratándole con cianuro? Lenin tenía el cerebro convertido en una piedrayesoloprovocalosgrandesvasossanguíneosynolaspequeñas arteriasmeníngeasalasqueatacalasífilis.Yesoescienciapuraydura, noconspiracionesdesalón—sentencióelredactordePoslednieNovosti. —Llevaba una bala alojada en el cuello desde que intentaron matarle hacetiempo.Loraroesquenomurieraantes. —Loquellevabaalojadodesdehacetiempoenlapartebajadesunuca eralasombradeunsoberbioStalincerniéndosesobreélparaempezara ocupar su lugar. Ya tiene lo que quería: a Lenin presente pero callado, porque ha decidido embalsamarlo obviando su deseo de ser enterrado junto a su madre en Petrogrado. Perdón, Petrogrado ha muerto, como Lenin. Ahora es Leningrado. Creo que es el primer caso de nacionalización de un cuerpo humano. Y no deja de ser curioso cuando fue él quien inició esa práctica de confiscación con las tierras y propiedadesdeloscampesinos.Selellenólabocadeproletariado,pero seleolvidóllenarlabocadeesemismoproletariado. —Creo que dejó un testamento en el que barruntaba el peligro de las luchasinternas,especialmenteladeStalinyTrotski. —Ese puede ser un buen argumento para una novela rusa. Habrá que hablarconDimitriMerezhkovski—comentóRemizovconironía. —Prokófiev, ¿tú qué piensas? —dijo Lariónov ante el silencio del compositor,que,alparecer,preferíaescuchar. —No me interesa la política —respondió sonriente Serguéi—. Me sientoajenoatodoesto.Lomíoeslamúsica. —Es imposible, no puedes pensar así. Y además es peligroso. Nadie puedesentirseajenoalapolíticaporquevivimosinmersosenella.Aunque noqueramos,determinanuestravida. —Losiento,amigo,peroinsisto:mesientoajenoatodoesto.Yo,como Arquímedes,meconformocondibujarmiscírculossobrelaarenayque nadiemelospise. No era la primera vez que contaba aquella historia sobre el asesinato del matemático griego durante la Segunda Guerra Púnica, cuando las fuerzasromanasdelgeneralMarcoClaudioMarceloentraronenSiracusa trasdosañosdeasedio.Arquímedesseencontrabaeneljardíndesucasa estudiando un teorema matemático cuando entró un soldado a quien tan solopidióquenopisarasuscírculos.Nisiquieralerogóporsuvida.Lo único que le importaban eran sus círculos, su trabajo. Allí mismo el soldadoleasesinócontraviniendolasórdenesdesusuperior. La primera vez que Lina salió de su particular encierro posparto, lo hizoparaasistiraunacenaconamigosenPrunier,unodesusrestaurantes favoritos de París. Llevaba demasiado tiempo sin comer sus ostras dispuestassobreunamontañadehielopicadoysucrabeàlamexicaine, aunqueSerguéisedecantaríaporunosexquisitosmejillonesyunasopade bogavante en su toque de sal, excesivamente sazonada para el delicado paladardeLina. Había echado de menos el boato del local, su ambiente selecto y su exquisita carta, aunque demasiado cara, a base de mariscos, pescados frescos y un lujo al alcance de pocos, las enormes latas de caviar que prácticamente formaban parte de la decoración art déco que presidía el establecimiento.Estabafelizyselenotaba.Susojosdesprendíanunaluz especial y no solo por el maquillaje perfecto que los agrandaba y los definía en un ejercicio de arquitectura lineal en color negro, sino por la satisfaccióndevolveradisfrutardelanochedeParís.Habíaelegidopara aquella primera salida un vestido de seda azul Lanvin, con delicados bordadosypequeñasincrustacionesdecristal,decinturabajaysuelta,y largas mangas extremadamente anchas, un modelo que en apenas unos meses inspiraría el vestido de noche Maharanee de 1925. Acompañó el atuendo con un sombrero cloche ajustado a la cabeza bordeado de lentejuelas,queaúnaportabanmásluminosidadasurostro.Aqueltocado sehabíaconvertidoenuncomplementoindispensabledelquedifícilmente podíadesprenderse.Tampocoquería.Sabíaquelefavorecíagraciasasus perfectasfacciones,algodeloquenotodaslasmujerespodíanpresumir. Subellezaeraaúnmayordesdequehabíadadoaluzysucuerpohabía logradorecuperarseenuntiemporécord,comosinohubiesealumbrado unanuevavida.Aquellanoche,ensuprimerasalida,lecostósepararsedel pequeño Sviatoslav y solo lo hizo porque Olga Nemiskaia se quedó cuidándole.Serguéi,queestabaencantadoconlaideadetenerunpequeño Prokófiev en casa, se quejaba de que el niño estaba demasiado mimado, especialmenteporlasdosabuelas,aunquelasaluddeMaríaGrigórievna lesestabadandomásdeunquebraderodecabeza.Seencontrabadébil,su vistavolvíaaresentirseysuestadoanímiconoeraeldelamujerfuertey concorajequesiemprehabíasido.Todosestabanpreocupadosporella,su hijo el que más, aunque como de costumbre, lo hacía en silencio, tragándose el dolor, ocultándolo bajo una coraza de frialdad y seriedad queparecíaesculpirleelgestoenmármol,sinpermitirseexteriorizarlo. Desde el nacimiento del pequeño habían decidido reducir sus salidas nocturnas, que se limitaban a conciertos, estrenos, cenas con amigos, preferiblemente en casa, y encuentros literarios. Ya no era tan habitual verlosenlosclubesnocturnosqueantesrecorríanhastaaltashorasdela madrugada, pateando los irregulares adoquines que alfombraban Montparnasse y Montmartre. Su nueva vida les pedía veladas de más palabrasymenosjazz. Cada día Serguéi recibía más encargos para realizar conciertos, óperas o ballets desde cualquier lugar del mundo. Y ante su inicial desconcierto, muchos de ellos llegaron de la mano de varios e importantes emisarios de la Unión Soviética y lo hicieron de manera insistente.Porsusactualescircunstancias,quelehacíanvivirenParísen un ambiente abiertamente antibolchevique, y la manera en la que había salidodesupaís—quemuchospodíaninterpretarcomounahuidahacia delantequedabalaespaldaalespíriturevolucionarioqueestabanaciendo en Rusia—, volver a su tierra no estaba en sus planes más inmediatos. Siempre había procurado mantenerse al margen para no alimentar suspicaciasdeunoyotrolado,aunquenuncahabíahechounadeclaración públicacontraelbolchevismo,inclusopodríaentendersequehizotodolo contrariocuandoenunconciertoabeneficiodelaSociedaddeAmigosde laUniónSoviética,dossemanasdespuésdelestrenodesuóperaElamor delastresnaranjasenChicagoel30dediciembrede1921,reconocióque «Losbolcheviquesapoyanelarteyhacencuantopuedenparafavorecersu desarrollo. Estoy convencido de que la cultura musical posee un gran porvenirenlaUniónSoviética».Pensóquesuspalabrassequedaríanen aquelrecinto,aunqueañosmástardecomprobaríaquenofueasí.Perolas ofertasllegabantambiéndeEstadosUnidos,Italia,Francia,GranBretaña, Suiza,Alemania.Demasiadosfrentesabiertoshambrientosdeescucharsu música.Demomento,laUniónSoviéticatendríaqueesperaradegustarsu partedelpastel. Su ritmo de trabajo se volvió frenético y su cuerpo le hizo saber su descontentoalrespecto.Losdoloresdecabezasehicieroncadavezmás intensos y solían acabar en dolorosas migrañas, que eran las únicas capacesdehacerpararalgenio.Lehacíansentirsedébil,vulnerable,como silearrebataranelcontroldesuvidayleimpidieranaccederalamúsica queestabanaciendoensucabeza. Linasufríaalvercómosumaridointentabalucharcontraelmonstruo del dolor en cada uno de sus ataques y rara vez lo conseguía. Se sentía incapaz de evitarle aquel padecimiento, que terminó perturbando su carácter y su estado de ánimo. Los brotes coléricos en los que durante unos minutos parecía perder el control de su voluntad se multiplicaron. Aparecían por cualquier detalle sin importancia aparente, especialmente en lo relativo a la puntualidad. Y su mujer solía estar siempre cerca. Es ciertoqueladuracióndeaquellosarranquesdeiraeralimitada,perosu intensidadlocompensaba. Undía,enunodelosmuchosviajesquelesgustabahacerconamigos, Lina decidió que mientras Serguéi se afeitaba en la habitación del hotel, ellaseacercaríaaverlacasadondenacióJuanadeArcojuntoasuamigo yenaquellaocasióncompañerodeviaje,elcompositorNikoláiNabókov. HabíanquedadoalasnueveymediaparasalirdeOrleansyseguirconsu ruta por Francia, pero ellos querían visitar el museo, ya que el interés arquitectónico de Prokófiev se limitaba a preguntarse cómo habían sido capaces de subir las estatuas a lo más alto de la catedral de Chartres sin que se cayeran. Tan solo se retrasaron unos minutos. La colección de monedasantiguasenelmuseodeJuanadeArco,entreellasalgunasrusas correspondientes a la época de Pedro I el Grande, les entretuvo unos minutos más de lo esperado. Los gritos de Serguéi hicieron que Lina comenzara a llorar y no fuera capaz de parar en horas. «¿Qué informalidad es esta? ¿Quién os creéis que soy? ¿Acaso soy vuestro criado para serviros y cumplir con vuestros deseos? ¿Sabéis lo que os digo? Coged vuestra maleta y continuad el viaje en tren». Tras unos angustiosos minutos, los ánimos se calmaron y los tres subieron finalmentealcocheparacontinuarviaje.Duranteunahoranadieabrióla boca.SoloseoíaelllantodeLina,queesperabaunadisculpadesumarido que no llegó. Al final Nikolái le miró seriamente y le dijo que si no cambiabasuactitud,sumujeryélledejaríansoloyseiríanentren.Para sorpresa de todos, Serguéi se limitó a sonreír, como si nada de lo sucedidohubierasidoenserioyadmitióquelasituaciónselehabíaido unpocodelasmanos.Esaerasumaneradedisculparse. Los médicos le recomendaron que bajara la intensidad de su proceso musical, que ampliara sus periodos de reposo y le sugirieron que el contactoconlanaturalezapodíaayudarle.PeroelgeniodeProkófievno conocía descanso. No podría aunque quisiese. La música seguía produciéndose en su cabeza y tenía la necesidad y la obligación de expulsarla si no quería que su cerebro explotara en mil pedazos. Había nochesenlasquesedespertabaalteradoentrejadeos,empapadoensudor, con el rostro encendido y los ojos inyectados en una incierta locura y, como si estuviera atrapado en las garras del monstruo de la ansiedad, corría a su despacho para volcar en un papel todo lo que el duende encerrado en su cabeza le dictaba. Podía pasarse horas en ese estado. Había días en que la amanecida le sorprendía al piano, escribiendo compulsivamente sobre la partitura, como si no hubiera pentagrama lo suficientemente extenso para admitir todo lo que le dictaba su mente. Cuando terminaba, parecía un guerrero recién llegado de una cruenta y brutal lucha. Exhausto, con las defensas bajas, dispuesto a aceptar la voluntad del destino y dejarse llevar dócilmente por él. En esos momentos,supechosubíaybajabacontantavirulenciaqueparecíaquesu corazón estaba encerrado en una bomba de relojería a punto de detonar. Entonces Serguéi ocupaba en los brazos de Lina el lugar destinado al pequeño Sviatoslav, que cedía a su padre su particular oasis de mimos, atenciones y cuidados maternos, como si el pequeño entendiera que su progenitorlonecesitabamásqueél. Laapariciónensusvidasdedospalabrasquealcanzaronlacategoríade milagrosas contribuyó a que las cosas se calmaran: Ciencia Cristiana. Todosurgiódeunencuentrocasualconunviejoamigoquelescontóque había estado a punto de morir por un problema de corazón y cómo la mediación de un predicador de la Iglesia de la Ciencia Cristiana había logradosalvarlelavida.Lejosdeparecerlesdescabellado,losProkófiev aceptaronlainvitacióndeesteamigoparatomareltéensucasayconocer más al respecto. No tenían nada que perder. La Ciencia Cristiana se presentabacomounsistemadecuraciónespiritualbasadoenlaoración.A travésdeella,laspersonasasegurabansentirunamejorafísicaalmismo tiempo que emocional, al encontrar en sus dogmas muchas de las respuestas a las cuestiones de la vida que hasta ahora solían permanecer inconclusas.LociertoesquenoeralaprimeravezqueSerguéioíahablar deMaryBakerEddy,lacreadoradeestacorrientereligiosa,delaqueya habíatenidonoticiaenNuevaYork. Alosdoslesllamólaatenciónunaprácticaqueinsistíaenlacreencia de que la voluntad del hombre prevalece sobre todo lo demás y que el poder de la mente supera a los dictados del cuerpo. Poco a poco, comprobaron que sus enseñanzas calmaban su espíritu, sus brotes de cólera,suansiedad,susdudasysuscaracterísticoscuadrosdemelancolía. Serguéi incluso notó mejoría en su salud: los dolores de cabeza disminuyeron, las migrañas eran menos intensas y sus problemas de corazón mejoraron. Al ver los avances de su marido, Lina no tardó en convertirseenunafielseguidoradeestasenseñanzas. Se hicieron asiduos de la Segunda Iglesia de Ciencia Cristiana situada enelnúmero58delbulevarFlandrindeParís.Allíentablaronamistadcon unadelaspredicadoras,laseñoraGetty,queseconvirtióenlapersonaa la que acudían cuando sentían que la vida les superaba y amenazaba con desbordarles. Sus frases actuaban como la mejor medicina: «No penséis en el dolor y él no pensará en vosotros». «Ten un deseo apasionado de crear, puesto que la creatividad es una manifestación de la vida». «La depresión es un engaño producido por el cerebro mortal, por lo que no tienepodersobremí.Yosoyunamanifestacióndelavida,esdecir,dela fuerzaespiritual».«Eltrabajocreativoesunrasgoinseparabledemí,mi deseodetrabajaresnatural».«Diosessoloamorybondad,soloadmitela dimensiónespiritual». Aquella mujer también resultó fundamental para Lina y su endémico miedo escénico: «Canta como si estuvieras ante Dios, ante nadie más». Inclusologróloqueningunamedicaciónparecíaconseguiralahorade curar sus afonías y frenar sus resfriados. «La enfermedad no ha sido creadaporDiosyporlotantoesirreal.Lacuraalosmalesdelcuerpose lograatravésdeunamejorcomprensióndeDios,elEspíritu».Unatarde acudióasuconsultaparasometerseaunadesussesiones.Letapólosojos con una mano. Durante algo más de diez minutos se concentró en un silencioherméticoquesolorompióparadecirle:«Ahorayaestarásana». Serguéi también acudió a una de esas consultas. No era tanto por sus doloresdecabezacomoporsusproblemasdecorazón,quecomenzabana preocuparle. Cuando finalizó la reunión, la señora Getty le aseguró que nuncamástendríaaquelladolencia. Aunque no creían tener nada de lo que avergonzarse, Serguéi y Lina decidieron no contar sus avances gracias al consuelo de la Ciencia Cristiana. La mente de otras personas quizá no era tan abierta como la suya con respecto a determinados temas. Además, lo importante es que ellos se sintieran bien, completos, en un estado de satisfacción que les hacíasermásfructíferosyqueinclusomejorósurelaciónpersonalysu vidafamiliar.Sentíanquesumaneradeenfrentarsealavidaseoptimizaba yquesusaludhabíamejorado.Loquepudierapensarlagentesobreese asunto, no conseguiría entretenerles ni un segundo de su vida. Ya tenían suficienteconlapresióndelaopiniónmusicaldelpúblico. 12 Suvidaparecióserenarsedurantealgunosmeses.LafamiliaProkófiev vivía una calma que hacía mucho que no aparecía en su día a día. En ningún momento a Serguéi le pesó contraer matrimonio con Lina, más bienalcontrario.Desdequehabíanunidosusvidasdeunamaneraoficial todoparecíairinclusomejorqueantes.Lastensionesdesaparecieron,al menoslohizolasombradeladudapersonificadaenOlgaNemiskaiaque solíacernirsesobresuhija.Esciertoquesurelaciónnoestabaexentade discusiones, siempre motivadas por detalles sin importancia que el incendiariocarácterdeProkófievengrandecíaduranteunosinstantespara luego perder fuelle y quedarse sin aire. Entonces se arrepentía, se acurrucaba ante su mujer y, aunque no era muy dado a verbalizar el perdón,sísedisculpabaconellenguajecorporal. Sinduda,lasenseñanzasdelaCienciaCristianaayudaronytambiénque el éxito y la fama de Prokófiev eran cada vez mayores y llegaban más lejos. Cada vez eran más los conciertos contratados, los recitales, las óperas,ballets,composicionesdecámarayvocales,conciertosparapiano yviolín…TodosqueríantenerelnombredeProkófievenelcarteldesu teatro,todosqueríanescucharsumúsica,saludaralcompositor,alpianista y al director de orquesta del que todo el mundo hablaba, contar con su presenciaenEuropa,Asia,EstadosUnidos…,yporsupuesto,conladesu mujer, «la glamurosa, sofisticada y encantadora Lina Llubera», como la denominabanenalgunosartículosdeprensa,queseguíasiendolamejor carta de presentación de su marido. Era consciente de que su carrera musical había sufrido un frenazo importante desde el nacimiento de Sviatoslav, pero también sabía que su calidad vocal no era la de Mary Gardenyquesumiedoescénico,unidoasucrecientetendenciaalaafonía y a los catarros, no ayudaban. Pero eso no quería decir que hubiera abandonado su sueño. Simplemente lo había relajado. A veces hay que destensarlossueñosparadarlestiempoyespacioaquesematerialicen. Habían recargado fuerzas y energías durante un largo periodo estival de descanso en Villa Béthanie, una preciosa casa en Saint-Gilles-sur-Vie dondedisfrutarondelainmensaplayadearenablancaydelmar.Serguéi trabajaba intensamente, aunque se permitía algunos minutos del día para disfrutardesusbañosenelocéano.Legustabahacerloaprimerahorade la mañana porque las aguas del Atlántico estaban aún más frías que de costumbre, algo de lo que Lina huía por su propensión a cogerse resfriados. A Sviatoslav tampoco le gustaba el agua gélida y por eso prefería esperar junto a su madre a que el sol comenzara a calentar la arena de la playa y la superficie del mar. Como madre le enternecía observarensilenciolamaneraenlaqueSerguéimirabaasuhijo.Pocas veces aparecía esa placidez serena en su rostro, como si de repente la músicahubieracesadoensucabezayaquelinauditosilencioconvirtiera al pequeño en la única melodía digna de ser escuchada, controlando los compases y verificando las pausas. Ni siquiera era consciente de cómo sonreíacuandoelniñolemirabaocuandosevolvíahaciaélriéndosecon losbrazosextendidos. Una tarde, mientras madre e hijo jugaban a orillas del mar, Serguéi apareció con una chaqueta a rayas rojas y blancas y se sentó a su lado. Hacíacaloryelcompositornotardómuchoenempezarasudar.Linale conminóaquitarselachaqueta,peroélsenegó.«Simelaquito,mequedo conlacamisablancayesolerecuerdaaSviatoslavalseñordelafarmacia que le pesa todas las semanas. Cada vez que le ve se pone a gritar y a llorar. Le odia. Y yo no quiero que el pequeñín me odie». Lina estaba convencida de que la incapacidad de Serguéi para expresar sus sentimientoshabíacedidoconlallegadadeSviatoslav.Ynopudomenos quecongratularseporello.Sesentíaplena,feliz,abiertaalavida,alaque le pareció que no podía pedir más. Por un momento le asustó ese sentimiento de felicidad absoluta e incluso se sintió débil, desprotegida anteél,comosileamenazaraelánimo,comositantobienestarlehiciera sentirseculpable.Temiólosbrotesdeenvidiadeldestinoylavenganzade lavidaantetantabuenaestrella.Eraabsurdosentirseasí,absurdoeinjusto. Asíqueprefiriónodarmáspábuloasustemores.Debíaacostumbrarsea sentirse bien, a ser feliz. No había nada malo en ello. La naturaleza humana tendía a castigarse cuando debería centrarse en disfrutar sin pensar en planes venideros. Se concienció de ello. Pero no siempre la concienciaalbergabagarantíadeunavictoriaabsoluta. Cuandotodoslosinstrumentosdelaorquestadesuvidaparecíansonar alaperfeccióngraciasaunacompenetraciónfastuosa,lamúsicadejóde sonar.Separóenseco.Algoserompióensusvidas.Exactamenteenlos brazosdeSerguéi.MaríaGrigórievnafallecióel12dediciembrede1924. Lamujerqueledescubrióporprimeravezunpiano,queescribiósobre un pentagrama la música que salía de su pequeña cabeza cuando apenas contaba cinco años, la que sacrificó su vida y su futuro por él, se había apagadoparasiempre.Ahoraeraconscientedeloquehabíaqueridoaesa mujerque,sinduda,habíasidosuprimeramorplatónico.Comosiempre, Linaestuvojuntoaél,apoyándole,recogiendosullanto,escuchandosus dudas,respetandosussilenciosycomportándosecomoloquehabíasido siempre desde que le conoció: su gran apoyo, su mejor aliada, su leal compañeradeviaje,sumásrendidaadmiradora.Sugranamor.Lamuerte de María Grigórievna también supuso un gran golpe para ella. Desaparecíaunagranconfidente,cómplicedesusmiedosydesusdudas, ylamejorconsejeraquehabíatenidoyquetendríasobresurelacióncon Serguéi.Sintiócomosiaellatambiénselehubieramuertounamadre. La melancolía no solo era un estado de ánimo. Se convirtió en un lugarenelmundoparaSerguéi.Lamuertedesumadreledejóunvacío quenecesitaballenar.Parísselequedabapequeñooquizáeralafaltade un aire nuevo del que se resentían sus pulmones. Las garras de la vida comenzabanaasfixiarle.Necesitabasalir,respirary,sinoolvidaraquello porque resultaría imposible, al menos relativizar la existencia, contemplarlaconperspectiva.Alosdoslesgustabaviajarypensaronque eraelmomentoperfectoparahacerlo.Sviatoslavseadaptaríaalritmode vida de sus padres, aunque algunas veces se quedaba en brazos de su cuidadora. Los viajes se convirtieron en una buena terapia y no solo cuando estos venían marcados por compromisos profesionales. A veces tenían la impresión de que su casi enfermiza afición por viajar escondía unaverdaderaintencióndehuirdelarealidad,cuantomásrápidoymás lejos mejor, como si así consiguieran burlar al destino o, al menos, adelantarse a él. Su obsesión era viajar, avanzar, recorrer el mundo, peregrinardeciudadenciudad,sinmiraratrás. —NoexisteunaciudadtanbellacomoNuevaYorkcuandoteaproximas aella—dijoSerguéiabordodeltransatlánticoDeGrassequelesllevóa los Estados Unidos cuando apareció ante sí la Estatua de la Libertad. Cuantomáslejosseencontrabadecasa,mássensiblesemostrabaantela llegadaaunnuevopaísapesardelnerviosismoquelesuscitabaelpaso porelcontroldepasaportes.Élsolíaexplicaraquellasensacióndentrode lalógica:«comobuenruso,unosiempresecreeemigrantevejado». NuevaYorkfueunadelasprimerasparadasdesunuevagiraporelpaís norteamericano, lo que alegró a Lina porque se reencontraría con su padre después de muchos años y Serguéi tendría la oportunidad de conocerle personalmente, algo que no había ocurrido hasta entonces. Desde el principio, los dos hombres se entendieron a la perfección, y aunque Serguéi bromeaba sobre lo mal que Juan Codina hablaba en francésyenruso(«Sviatoslavhablamejorqueusted,suegro»),noexistió entre ellos la desconfianza inicial mantenida por Olga. En ese encuentro tan esperado entre padre e hija, Juan le confió a Lina algo que jamás olvidaríayprocuraríarecordarenlosmomentosmásduros.«Túaúnno losabes,perotehascasadoconungenio».Noeraesalaúnicanoticiaque resultó ser música para sus oídos y la colmó de alegría. Después de muchosañosdesdequellegaronporprimeravezaEllisIsland,suspadres podían cumplir la promesa que se hicieron al abandonar el viejo continente: regresar a Europa. Olga y Juan lo habían pensado durante muchotiempoydecidieronquehabíallegadoelmomentodeinstalarseen una pequeña localidad al sur de Francia. Su hija no podía ser más feliz. Serguéi, con su sentido práctico, pensó que acababa de solucionarse el dilemadeconquiéndejaralpequeñoSviatoslavcuandoellostuvieranque emprenderalgúnviajeynoquisieranqueelniñoquedaseexclusivamente bajo la única responsabilidad de la cuidadora. Al principio se sintió mal por su egoísmo, pero consiguió eludir aquel sentimiento de culpa. Ellos habían hecho lo mismo con su hija y eso no restó un ápice el amor que sentíanporella. De regreso a París, pusieron rumbo a Niza, Cannes, Montecarlo, Suiza,Alemania,Roma…Habíadíasenlosqueelmundoselesquedaba pequeño. Volver a Italia les sembró el alma de recuerdos. Venecia, Nápoles, Siena,Florencia,visitardenuevoMilán,laciudadquesirviódeantesala paraafianzarsurelación.ALinaleimpactóvolveraGénova,dondepasó unatemporadacuandoerapequeñaysusvecinossereferíanaellacomo LaPetiteRusse.Leentristeciócomprobarqueeltiempohabíaborradolas huellasdesuinfancia.Prácticamenteyanoquedabanadadeloqueundía fueron sus calles, su colegio, sus tiendas, aquella pequeña tahona de maderaconunmostradordemármoladondeOlgalemandabaacomprar unosbollitosreciénhechosquedejabanelcalorensusmanos,eloloren suropayeltemorinfantildequesumadredescubrieraquefaltabaunode losdulces,cuyosaboramantequillatodavíapermanecíaenlabocadela pequeña.Ellugardondeundíasedeslizabaconsuspatinessoñandocon ser una bailarina famosa había desaparecido. Contemplaba la nueva fisonomíadeGénovaconciertoabatimiento.Aveceseltiemponoesjusto conlosrecuerdos.Quizáporesonopudocantarenesaciudad,porquesu vozseahogóenlanostalgia.SoloseescuchólaSonatanº2deProkófiev. PerofueenRomadondelesesperabanlasexperienciasmásimportantes yqueambosrecordaríantodasuvida.TeníanqueactuarenlaAcademia deSantaCecilia.SerguéirepasabaunayotravezelConciertoparapiano nº3 mientras Lina rezaba para que su voz no se resintiera por el miedo escénico que continuaba sin controlar. Cuando estaban en la sala de ensayos, les sorprendió la aparición de un joven desconocido. Normalmente los ensayos estaban vedados a los extraños. El joven se acercóaSerguéiyleentregóunacartalacradaconungransellorojo.Se tratabadeunainvitaciónaunaaudienciaconelpapa.Ambossemiraron asombrados.Aquellonoseloesperaban. El día previsto los nervios en la habitación del hotel donde se hospedabanlosProkófieveranevidentes. —¿Blancoonegro?—LapreguntacogióporsorpresaaLina,quepor fin había encontrado un vestido negro largo, sin escote y con mangas, adecuadoalasnormasdelprotocoloexigidasenelVaticano.Graciasala generosidaddelamadredelcompositorypianistaAlfredoCasellapodría asistirconunatuendoeleganteycomedido,haciendogaladelsaberestar que la caracterizaba. Le quedaba un poco grande, pero seguía teniendo buena mano con la aguja y de momento no existía prenda que se le resistiera—. El chaleco, Lina, ¿blanco o negro? —insistió nuevamente Serguéi. —Blanco, por supuesto —dijo, terminando de prender los alfileres en la mantilla negra que lucía con la misma naturalidad que si la vistiera todos los días—. ¿Y si quiere saber de qué religión somos? —preguntó, vencidaporunagobiodeúltimahora—.¿Quéledecimos?Nosésilevaa gustar mucho lo de la Ciencia Cristiana. ¿Y si nos pregunta si tenemos hijos? —Esaesfácil—respondióélconlaironíaquesolíautilizarcuandosu mujercomenzabaaponersenerviosa—.Tenemosunhijo.Notenemosque pensarmucho. —¿Ysiquieresabersiestábautizado?¿Osipensamostenermásniños? —Suboca,barnizadaligeramenteconundiscretotoquedecolorrosado, ya que le habían advertido que las mujeres no debían excederse con el maquillaje, se había convertido en una fábrica de preguntas—. ¿Y si nos preguntasicreemosensuinfalibilidad?¿Quédiremosentonces? —Lomejorseráqueledigamosquerespetamoseseconcepto.Perotú eres la experta en manejar este tipo de situaciones. No sé a qué vienen tantosnervios. Lina le miró. Había algo que le preocupaba aunque sabía que para Serguéinosupondríaningúnproblema. —Ya sabes que el pontífice mantiene una postura de intolerancia absolutahaciaelcomunismo. —¿Yanosotrosesoquémásnosda?Yosoyuncompositornacidoen Rusia. Eso no me convierte ni en comunista ni en anticomunista. La músicaesmiúnicaideología.Noséporquélecuestaalagenteentender algotansencillo.Inclusoati,porloqueveo.—Serguéinoreprochabael comentario a su mujer. Era muy consciente de que la nacionalidad que aparecíaensupasaportelepodíamarcarendeterminadoslugares. NingunadelashipotéticascuestionesquedesasosegabanaLinaresultó un problema cuando se encontraron ante Pío XI. De hecho, fue él quien respondiósinnecesidaddehacerpreguntas. —Enhorabuena, señora Prokófiev. Los niños son una bendición —le dijo mientras la ayudaba a recuperar su verticalidad después de una ensayadagenuflexión. Linaseruborizó.LaamplituddesuvestidohabíallevadoalSantoPadre a pensar que estaba embarazada. Por supuesto decidió que no sería adecuado sacarle de su error y se limitó a sonreír, asentir y mirar a Serguéi, que no entendía nada y que se encontraba dilucidando si la esmeraldadelanilloquelucíaelpapaensumanoderechayqueacababa debesarestabarodeadadeperlasodediamantes. —Son perlas, Serguéi. ¿Crees que deberíamos haberle invitado a tu próximoconcierto? —Es el papa —contestó, sugiriendo que quizá tuviera cosas más importantesquehacer. —YtúeresProkófiev. LacontestacióndeLina,comosiempre,colmósuego. DevueltaaParís,Serguéicomprendióquedesdehacíaañoslasombra delaUniónSoviéticaleperseguía.Fueraalrincóndelmundoquefuera, siemprehabíaalguienquelehablabadeMoscú,deLeningrado,deOdesa, deKiev,deJárkov,delariquezadelaculturasoviética,delagenialidadde su música, de la grandeza de sus teatros, de la calidad de sus ballets. Le resultabacasiimposiblequesupaísnoaparecieraensusconversaciones. Y desde hacía un tiempo todos parecían haberse puesto de acuerdo para convencerledeloacertadoqueseríaquevolvieraasupatriaparaquelos rusospudierandisfrutartambiéndesumúsica.Habíarecibidopropuestas, invitaciones y ofertas para poner en escena sus óperas o sus ballets, y estrenar sus conciertos en distintos teatros de la Unión Soviética, pero siempre había declinado los ofrecimientos con cortesía, justificando su ausenciaporproblemasdeagenda. Las propuestas eran cada vez más insistentes y venían de la mano de grandes amigos suyos. El compositor y crítico musical Boris Asafiev, a quien admiraba y al que dedicó su Sinfonía nº 1, la Clásica, le escribió para informarle de que el Teatro Mariínski de Petrogrado, ya flamante Leningrado,queríaestrenarElamordelastresnaranjas.Conanterioridad habíarecibidounacartadeAleksanderGauk,uncompositorydirectorde orquesta, antiguo compañero de estudios, que le proponía desde aquel mismo teatro el estreno de la ópera Eljugador. Y no era el único teatro ruso que suspiraba por acoger alguna composición de Prokófiev: el Teatro Bolshói de Moscú, el Teatro de Kiev, los teatros de Odesa, Zagreb… EldesfilecontinuóconunrepresentantedeladireccióndelaOrquesta FilarmónicadeRusia,BorisKrasin,quelepropusolacelebracióndediez conciertos sinfónicos en Moscú y Leningrado, que podría extenderse a JárkovyRostov.«EstrenóenColoniaElamordelastresnaranjas.Tuvo que salir a saludar hasta veinte veces. ¿Por qué no ofrecerle esa oportunidad al público ruso? ¿Acaso ellos son menos que los franceses, losamericanos,losalemanes,lositalianosolosespañoles?». La tentación venía de todos los sitios. No tardó mucho en llegar otra seductora oferta de la mano de los responsables de la Persimfans, la primera orquesta sinfónica sin director de Moscú, para organizar cinco conciertos con obras suyas. El muro de contención que retenía su resistenciaacaerenlasredessoviéticasibacediendo.Lapropuestadedar una serie de conciertos con sus principales obras hizo mella en su capacidaddecisoria.«EsotansolosehaceenhonoraBeethovencienaños despuésdesumuerte»,leconfióasumujerqueveíacómoelrostrodesu maridoparecíarejuvenecerdiezoveinteaños.«¿Cómopuedonegarmea esto?¿Acasopodríasermásfeliz?».Linahabíaoídoesamismafraseen el libreto de El patito feo. Pero en boca de Serguéi sonó diferente. Preocupanteyexcitanteapartesiguales. SurespuestasobreunposibleregresoalaUniónSoviéticasedemoraba tantoquealgunasdelaspersonasqueleadulabancesabanensuscargosy llegaban sus sucesores con la misma encomienda. Ese fue el caso del profesor Yavorski, un musicólogo de gran influencia en la música soviética, que ocupó el puesto de Krasin al frente de la Orquesta Filarmónica:«UstedesmuypopularentreelgranpúblicodeMoscú.Nole exagerosiledigoquesufamaalcanzalaquetuvoTchaikovskiensudía. DeberíairaRusia,Prokófiev.¿Quépuedeperder?».Apesardecreerque estabanalimentandosuego,aquelemisarioteníauntantoasufavor:era amigoyconfidentedeDimitriShostakóvich,unprometedormúsicoruso que había expresado su admiración por Prokófiev y que años más tarde escribiríaunadelaspáginasmáscontrovertidasdelahistoriadelamúsica delaUniónSoviética.Peroesonadiepodíaimaginarloentonces. También el director de teatro Vsevolod Meierhold se trasladó a París acompañadodesuesposa,laprimeraactrizdesuteatro,paratentarlecon unanuevaofertasobrelaadaptacióndelanoveladeDostoievski,yaquela propuesta de Gauk no había prosperado. «Le prometo que no va a tener ningúnproblema,quegozaráusteddetodalibertadyquenoselepondrá ningún impedimento para salir del país. Le estoy dando mi palabra de hombredeteatro».AlverlaexpresióndeSerguéi,supoquehabíadadoen elclavoyqueeseeraelprincipalobstáculoparaél.Asíqueconcluyó:«Y mecomprometopersonalmenteaquelosdosguardiasqueleasignepara acompañarleseandoscomunistasmáslealesalteatroquealpartido.Con esoleestoydiciendotodo». Apesardelaspromesas,lasbuenaspalabrasylasatractivasofertas,a Prokófievleasustabaelregresoasupatria.Noeraajenoalosrumores quehablabandeunpaísempobrecido,conunapoblaciónsometidaporel miedo,hambrienta,enferma,sinlibertad,recelosadelvecinoporsipodía convertirseenundelatordealgoinexistente,ysinesperanzaenelfuturo. Pero también le preocupaba, y mucho, la reacción que su visita podría desencadenarenOccidente.Élinsistíaenqueeraunespíritulibreyqueno le interesaba la política. Como solía decir, «mi música está más allá del tiempoydelespacio». Hasta hacía unos meses, no había barajado con detenimiento la posibilidad de regresar. Pero algo estaba sucediendo en su interior, algo seestabadespertandoensucabeza.Resultabaimposiblepermanecerajeno aloselogiosquerecibíaporpartedelosenviadossoviéticos.Noquería cederalaatraccióndelafamaocaerenunpecadodevanidad.Prefería versuvueltacomounreencuentroconsupasado,consuesenciarusa,una forma de acallar el sentimiento de nostalgia por su país, más acusado desdelamuertedesumadre,quelehabíadejadohuérfanoigualmentede susraíces.Todoslosemisariosparecíanempeñadosenhacerlevolverala UniónSoviéticaalprecioquefuera.Comositejieranasualrededoruna tela de araña. Aunque no tenía muy claro que él no fuese una presa que acabaraatrapadoenella.Deahísuconstantenegativa. AcababandecerrarlacasaquehabíanalquiladoenSamoro,apocos kilómetrosdeFontainebleau.Lascasasdeveranoeranunauténticooasis parasussentidos.Lospaseos,SerguéicomponiendoalpianoytocandoLa doncella de la nieve para que Lina pudiera cantarla, cuando no estaba cuidandodelpequeñoSviatoslavorealizabaeltrabajoiniciadoporMaría Grigórievnaderecortaryguardarlasreseñasaparecidasenprensasobre Prokófiev. La vida perfecta. Familia, amor y música. Pero llegado el otoño,denuevovivíanlapesadilladebuscarpisoenParís.Hastaencinco ocasiones podían cambiar de domicilio al año, sin contar con el tiempo que pasaban en los hoteles entre mudanza y mudanza. La nueva adquisiciónfueunacasadeseishabitacionesenlarueTroyon.Demasiado ruidosaparasugusto,enparteporculpadelmotoreléctricodelapuerta deungarajepróximoalaviviendaquelesimpedíaconciliarelsueñocon lafacilidaddesiempre.Todavíanohabíaterminadodeamueblarlanide abrirlascajasdelnuevotrasladocuandoLinasintióqueaquellacasano ibaaserdesuagrado. —Cada mudanza nos lleva a la tumba —apuntó con voz cansada, suspirando lastimosamente—. Dios mío, ¿cuándo llegaremos a tener un rincónpropio? Serguéilamiróconelagradecimientodeunactoralquesucompañero le ha dado el pie previsto para continuar con la réplica perfecta. No fue algopensado,perotampocopodíadecirsequeresultaraimprovisado.Tan soloencontróunaocasiónperfectaquenoquisodesaprovechar. —¿QuétepareceríairalaUniónSoviética? Linanosuposiaquellainesperadapreguntarespondíaasuexigenciade tener un rincón propio o al cumplimiento de algún contrato que escondieraalgomás.Sinpoderevitarlo,unrecuerdorecienteirrumpióen sumente.Habíasucedidounosdíasantes,enelestudiodesuamigaAnna Ostroumova Lebedeva, la famosa pintora rusa que le estaba haciendo un retrato.LlevabacasidoshorasposandocuandoAnnalecontóalgoquele impidió conciliar el sueño aquella noche y otras muchas más. Crítica comoloerasiempredelrégimenbolcheviqueensupaís,lenarrócómo traslamuertedelpoetaBriúsov,autordelaobraqueestabasirviendode inspiraciónaProkófievparasulibretoElángeldefuego,alguiendecidió, después de una trepanación post mórtem, rellenar su calavera con papel deldiarioPravda. La imagen de aquel relato la espantó tanto en el estudio de la pintora comoenaquelmomento.Odiabacuandosucabezasetransformabaenuna pantallaproyectorasobrelaqueibanapareciendofragmentosdesuvida anterior, como si fuera un déjà vu continuo e inoportuno. Casi siempre actuaban como perspicaces alertas advirtiendo de la aparición de un peligro.Apesardesuprofundaintuición,Linanosiemprehabíapodidoo queridointerpretarlasseñales. «¿QuétepareceríairalaUniónSoviética?». LavozdeSerguéisonabaserena,sugerenteeinclusopudoapreciaren ella cierta nota de ilusión contenida. Durante unos segundos que se le antojaroneternos,sucorazóndejódelatir.Susojosquedaronpresosenla miradadeProkófiev. LaUniónSoviética.Demasiadaimaginaciónrondandoenaquellasdos palabras. 13 «¿Vasadarlamanoaesosasesinos?». LadirectainsinuacióndesucolegaBorisVerninnolesorprendió,pero nopudoevitarqueleentristeciera. Lina dio un paso adelante para alcanzar con su mano el hombro de Serguéi, que permanecía sentado ante el piano, digiriendo el exabrupto que le acababa de lanzar su amigo. Quería tranquilizarle. Sabía que el comentariodeVerninhabíaimpactadoensulíneadeflotaciónylehabía hecho daño. Sentir la presión de aquella caricia le alivió y consiguió contenerle. —No te culpo de que pienses así. Puedo entenderte, pero intenta entendermetúamí. —¿Entenderelqué?¿Quehascedidoalatentación?¿Quetuvanidadte vaallevarallugardelquesalistehacediezañosporquepresentíasqueno teibaagustarloqueallíseestabagestando?¿Acasocreesquenolohan intentado con Stravinski o con tu adorado Znosko-Borovski? —dijo, refiriéndosealescritoryajedrecistarusoexiliadoenFrancia—.Stalinno quiere que regresen al país los grandes músicos rusos porque sea un melómano. Lo que quiere es utilizarlos ante el pueblo. Os quiere nacionalizarcomohizoconlatierra,losderechosylibertadesdesugente. ¿Esquenoloves? —Ahora permiten la propiedad privada y el libre comercio interior, estáncontratandotécnicosextranjeros,lascosasestáncambiando… Serguéi se refería al tímido aperturismo que había supuesto la Nueva PolíticaEconómica.LaGranGuerra,lasrevolucionesinternasdefebrero yoctubrede1917yladevastadoraguerracivilhabíandejadoalpaísenla más absoluta de las ruinas y el gobierno bolchevique había considerado un mal menor dar un paso atrás en sus ideales comunistas para intentar reestructurarlanaciónysacarladelamiseriaquenolespermitiríanunca modernizar la economía. Para ello habían adoptado ciertas medidas impensableshastaentoncesenunpaísdondelasleyeseconómicasquelo regíanveníandictadasporelcomunismodeguerra.Elgobiernorelajósu ritmo de nacionalizaciones, diversificó los salarios y buscó nuevas políticasqueincentivaranlaproducción,paraloquenodudóenabrirla manoenlaincautacióndegranosalosagricultores,alosquepermitieron cultivar y vender según su libre criterio, exigiendo únicamente la cuota obligatoriadeldiezporcientodelacosecha. Pero para Boris Vernin, al igual que para el capital extranjero que no escuchó los cantos de sirena del gobierno bolchevique porque sencillamentenosefiabandeél—nicuandoestabapresididoporLeninni entonces con Stalin—, aquel amago de aperturismo no era más que un espejismo,unaentelequiaquevenderalmundoexteriorparaservistocon mejoresojosantesdevolveralverdaderoespíritubolchevique. —YahablascomoellosynisiquierahastenidoquepisarMoscú.—El semblante de Boris reflejaba más tristeza que enfado—. Saliste de Rusia porqueestallóunarevoluciónenlascallesysabíasqueaquellosoloerael principio. No lo hiciste por enfermedad ni porque te llovieran los contratos en Japón o en Estados Unidos. Soy tu amigo. A mí no puedes engañarme.Nomeofendasintentándolo. —¿Quiéntienelalegitimidadmoraldenegarmeelderechodevolvera mitierra,depasearporlascallesdemiciudad,deabrazaramisamigos, de tocar mi música en el Teatro Bolshói de Moscú como lo hago en el CarnegieHalldeNuevaYork,enelPalaisGarnierdeParísoenelTeatro delaÓperadeViena?Nomeofendastúamí,Boris.Nohablamosdeun sentimientodeinmodestia,desoberbia,delplacerdequemeregalenlos oídos. ¡Aquí también me los regalan y a nadie parece importarle! —La calma inicial se estaba convirtiendo en irritación difícil de controlar—. PerosivoyalaUniónSoviéticasoypocomenosqueuntraidor.¿Porqué lotenéisquepolitizartodo? —¡Son ellos los que lo hacen! ¡Son ellos los que van a politizar tu música,tuvisita,tupersona!Noseasinocente,Serguéi.Nosepuedevivir almargendelapolítica,enningúnlugardelmundo.Ymuchomenosenla UniónSoviéticaenestesigloXX. —Novuelvoparaquedarmeallí.Voyparamostrarlealpúblicorusomi música, y cuando termine de hacerlo, regresaré a París. ¿Dónde está el problema? —En que no te dejen regresar. En que aparezca una complicación de últimahoraconelvisado,unincidenteconeltrenquetetraedevueltaa casa,conelselloenelpasaporte,uninoportunoretrasoenuncertificado detránsito,oenalgomássutil,comounarepentinagiradeconciertosde unañoportodalaUniónSoviética.Elproblemaestáenquecuandodigas quequieresregresaracasa,ellostediránqueyaestásencasa. Serguéi sabía que el temor de Boris estaba más motivado por la preocupación de amigo que por su marcado antibolchevismo. Lina no podíaocultarquealbergabaelmismotemor.Comohabíaleídounayotra vezenlasobrasdesuadoradoStendhal,sabíaquelaspersonas,comola vida,estabanhechasdedetalles.Nolehabíangustadolosgolpecitosque unodelosresponsablesdelaOrquestaFilarmónicadeRusialehabíadado conlamanoaSerguéienlarodillacuandoesteconfirmóqueiríaalfina la Unión Soviética. Tampoco le había convencido la capciosa pregunta: «¿Podemos decirle a la prensa que irá usted a Rusia?», aunque el compositornohabíavistoenellamásinterésqueelpuramentemusical. A Lina le había parecido un adulador excesivo, un cínico dispuesto a prometercualquiercosacontaldeconseguirsusobjetivos.PeroSerguéi sabía que aquel enviado ruso trabajaba para Anatoly Lunacharski, el hombre que, siendo comisario cultural con Lenin, le había permitido abandonarRusiaen1918cuandonoerafácilhacerlo.Ahora,conStalin, buscaba recuperar a los artistas emigrados y que estos aceptaran como fueralainvitacióndelComitéEjecutivodelPartido. La desconfianza que le inspiraba aquel individuo implicó que, cuando fuesustituido,Linarecibierademuybuengradoasusucesor,elprofesor Yavorski,queveníaconunanuevapropuesta.Elentendimientofuemutuo. Yavorski era mucho más perspicaz que su antecesor y no tardó en darse cuenta de la influencia que la bella mujer de Prokófiev ejercía sobre el genio y, en consecuencia, en sus decisiones. El nuevo director de la Filarmónica de Rusia sabía que Lina era una mina de oro para sus intereses. Su belleza y su seductora presencia podrían ser un inesperado aliadoquenodudóenutilizar.«Elpueblorusoestáencantadoconusted, señora.Estádeseandoconoceralamujerespañolaquehalogradoseducir anuestrograngenioruso»,ledecíasabiendoqueesaspalabrasadularían a cualquiera, y ella no iba a ser una excepción, sobre todo sabiendo el deseo de su marido, llevado casi a la obcecación, de viajar a su tierra. Puede que fuera esa ceguera la que le impidió entender el verdadero sentidodelcomentariopronunciadoporYavorski.«Lafotodesuesposa goza de tanto éxito en la Unión Soviética que le aconsejaría dejarla en París».Eloídodeuncompositorsuelemostrarsemásdesarrolladoqueel de cualquier otra persona, pero aquella vez Prokófiev no percibió el desafinado. Lejos de interpretar el comentario como una advertencia, prefirió verlo como «una broma elegante». Estaba convencido de su decisión y ningún comentario fuera de lugar ni ningún gesto mal interpretadoemborronaríansusplanesdeviajaralaUniónSoviética.Pero nopodíahacerlosolo.Nuncapodríahaberlohecho.Buscóelapoyotácito ymoralquenecesitabaysabíaqueencontraríaenlosojosdeLina.«Sieso esloquequieres,siesloquetehacefeliz,nosvamosaMoscú».Eranlas únicaspalabrasquenecesitabaoír. Desdequeeraniño,Serguéisentíaunaobsesivapredilecciónporlos trenes.AMaríaGrigórievnalecostóquitarleelpequeñoconvoyhechode madera que arrastraba tras de sí como si fuera una prolongación de su cuerpo.Nuncasuposieraunaexageraciónmaterna,perolamaníanosele quitó hasta poco antes de entrar en el conservatorio. El tren definía fielmente la esencia de lo que era su vida: viajes continuos, trayectos únicos,paradasdeseadasyestacionesdetránsito.HastaSviatoslavensus dibujossiempregarabateabauntrenencuyosvagonesviajabanSerguéiy Lina.«Trenenelquemamáypapállegaránacasa».Lallegadaolasalida deunconvoysiempreindicabaneliniciodeunanuevaaventura. El 13 de enero de 1927 Serguéi Prokófiev subió al primero de los trenesenelqueiniciaríasuregresoalpaísdelquehabíasalidoenmayo de1918conelconvencimientodequenuncaregresaría.Ylohizojuntoa su mujer y con la maleta llena de ilusiones, proyectos y compromisos. Sabía que había dado un paso importante sin entrar a valorar su convenienciaosupeligrosidad.Leasaltabanmásdudasdelasesperadas, peronopensababajoningúnconceptocompartirlasconnadie.Tampoco consumujer,aquiennoqueríapreocupardespuésdelainsistentecruzada desplegadaparaconseguirsubeneplácitoyrealizaraquelviaje.ALinase laveíaemocionadaconlaideadevolveratierrasrusas.Sumaridonoera el único que regresaba a un lugar donde un día había sido feliz y donde nacieronmuchosdelosrecuerdosinfantilesqueaúnleasaltaban,comola imagendeaquelpreciosoabrigoplisadocompradoenungranalmacénde Moscúconlosbotonesenformadehoja«importadosdeParís».Palpóen elinteriordeunodelosbolsillosdelabrigodepieldeleopardoquehabía elegidopararesguardarsedelfríoinviernoruso.Allíestaba.Elbotóncon forma de hoja que desde entonces la acompañaba como un talismán. Sonrió como si de aquel pequeño objeto emanara una energía desconocida. Una de las primeras paradas fue Riga, la capital de Letonia, república independiente desde noviembre de 1918. El temor ante la imagen de una inadecuadaostentaciónhabíaobligadoaSerguéiadejarsuabrigodepiel enParís.«Vasatenerquedejardepensarcomounrusosiquieresquete escuchencomoauncompositoruniversal»,ledijoLina,quenoentendía aquel complejo absurdo por ocultar lo que no era más que un detalle lógico en detrimento de una absurda creencia preconcebida. La primera imagen de los Prokófiev en su esperado regreso apareció en los principalesperiódicosrusosconmotivodesuactuaciónenelTeatrodela ÓperadeRiga.LabellezayelexotismodeLina,vestidaconunexquisito vestido de color azul que resaltaba bajo su abrigo de piel, no pasaron inadvertidos a los fotógrafos que decidieron dedicarle más de una instantánea alabando su elegancia. La primera actuación de la pareja fue bien recibida, aunque en esa ocasión las manos de Serguéi eran las que temblabanligeramentecuandosonólaSonatanº5,másdeloquetembló lavozdeLinacuandoentonólasdosseriesderomanzasincluidasenel repertorio.SabíaqueRigaeracomounensayogeneralantesdesullegada a Moscú, pero Prokófiev se mostraba intranquilo y nervioso a pesar del agradable encuentro con algunos de sus viejos amigos y compañeros. Empezóanotarquelastaquicardiasvolvíanagolpearleelpechocuando presenciabalaóperaLanochedemayo,deRimski-Korsakov.Loatribuyó al peso de los recuerdos. Pero la contemplación de una fotografía de su buen amigo el compositor Nikolái Miaskovski en casa de uno de sus antiguos compañeros hizo que las dudas le sembraran el rostro de sombras. Le vio cansado, visiblemente desmejorado, con la tristeza reflejada en su rostro y con la mirada perdida. Parecía otra persona. No habíarastrodelporteelegantequesiemprelehabíacaracterizadoyensu lugaraparecíaunhombretempranamenteenvejecidoenvueltoenunavieja y raída chaqueta de lana, cuyo último botón abrochado a la altura del cuelloparecíatenerlaintencióndeasfixiarle.Unasensacióndedesazónle inundóelcuerpo.FuelaúnicaseñalqueSerguéisepermitiómostrarasu mujer, el primer signo de debilidad. El fantasma de Boris Vernin se le apareció, legándole un miedo que no logró apaciguar hasta que lo compartióconLina. —¿YsicuandolleguemosaMoscúnosponenproblemaspararegresar aParís?—Linaleobservóconlaternuradeunamadrecuandoarropaasu pequeñoparaprotegerledelossonidosdelanocheytemplarsusmiedos —.¿Noseríamejordarselavueltaahora?DesdeLetonianotendríamos problemas. —¿Desde cuándo Prokófiev decide abandonar y huir? ¿Cuándo le ha faltado el valor para enfrentarse a lo establecido? —Le besó, quitándole con delicadeza las gafas para limpiárselas—. Iremos a Moscú, conseguirás el mayor de los éxitos vividos hasta ahora y volveremos a casa con tiempo de arropar a Sviatoslav antes de que mis padres le malcríenporcompleto.¿Mehasentendido? —No sé lo que haría sin ti, Avecilla —reconoció, rindiéndose ante su clarividentefortalezacomoelmundolohacíaantesubelleza. —Nada.Ymástevalequecontinúesiendoasí. Conformeavanzabanensuviaje,lostrenesseconvertíanenelreflejo más fiel del lugar en el que se adentraban. Si los primeros convoyes gozaron de ciertas comodidades, a medida que el camino devoraba a dentelladasloskilómetros,lostrenessevolvíanmásrudimentarios.Enel interiordelosvagoneslacosanomejoraba:elaguaestabahelada,laluz eraescasa,elfríoentrabaporlastraicionerasrendijasdelasventanasmal selladas, las sábanas habían perdido su blancura original haciendo sospechardesulimpiezaylacomidaeradeinfamecalidad.Sinembargo, nadadeaquellohacíaflaquearelánimodelmatrimonio. Enlaspesadasaduanasrusaserafrecuentequellegarauntelegramade Moscúconordende«facilitarelpasodeProkófievyseñora»;enunade ellas a punto estuvieron de sufrir un contratiempo. Uno de los funcionarios miró de forma sospechosa el libreto en francés e inglés de una de las obras que Prokófiev llevaba a su amigo Boris Asafiev. De pronto, y ante la mirada atónita de Serguéi y del aduanero, Lina prorrumpióensollozos. —Estoy bien, no es nada —repetía ella entre hipidos ante la cara de estupordelfuncionario,queporunmomentotemióhabersidoelcausante de semejante desconsuelo y sobre todo de contravenir las órdenes de franquearleselpaso—.Hevistounoszapatosdeniñoenelequipajedeesa señoraynohepodidoevitaracordarmedeSviatoslav. Serguéi,igualmenteperplejo,nollegóasabermuybiensilareacción deLinahabíasidoparaaligerarlostrámites,paraintentarquenoabrieran la maleta de la señora que estaba a su lado y cuya expresión era de auténtico terror o simplemente había sido causada por su sentimiento maternal.Porprimeravez,elcompositorenvidiólacondiciónfemenina. Lehabríagustadoderramaralgunaslágrimasparaliberartensiones. No tardaron mucho en comprender que su visita iba a tratarse poco menos que como una cuestión de Estado. No solo se agilizaron los trámitesenloscontrolesfronterizos,sinoquepreviamenteselesentregó un certificado de tránsito que podrían canjear por un pasaporte de la SociedaddeNacionesenelmomentodesusalidadelaUniónSoviética, puesnoselesexigiríalaobtencióndelpasaportesoviéticocomohubiera sido lo normal. Nada más llegar a Moscú, y a instancias de uno de los hombres fuertes del partido y reconocido diplomático de origen judío, Maksim Litvínov, se dio orden de expedirles el pasaporte soviético sin requerirles la entrega de los suyos. «Nuestro deseo es que se sientan ustedes lo más cómodos posible y trabajamos para que así sea». Era la frase más repetida por los miembros del comité de bienvenida. Cuando Serguéi supo que le habían preparado un encuentro con la prensa y con varios representantes de la política y la cultura soviética, tuvo que controlarlasganasdemeterseenuncocheysalircorriendo.Peroalver entre los asistentes la cara amiga de Boris Asafiev, se tranquilizó. Nada malo podía pasar si estaba él. Después de unas fotos, la entrega de un espectacular ramo de flores a la señora Prokófiev, varios apretones de manos y el regalo de numerosos presentes, en su mayoría inútiles, el matrimoniofuealojadoenelHotelMetropol. Alllegaralhotel,situadomuycercadelaplazaRoja,delKremlinya pocadistanciadeunedificiocuyahistoriaLinaignoraba,conocidocomo laLubianka,comprobóqueleseguíandoscochesmásamododeescolta. En uno viajaba Tsukker, un importante dirigente del partido que les acompañaría durante todo su viaje, según sus propias palabras «para facilitarlessuestancia».Serguéiprefiriónopensarenquéconsistíanesas facilidadesmientrasleestrechabanuevamentelamano,aligualquehizo conLevTseitlin,miembroycreadordelaorquestasinfónicaPersimfans, otro de los ocupantes del primer coche negro que los acompañó como partedelacomitiva. Accedieron al Hotel Metropol. A Lina le llamó la atención que el vestíbulonopresentaraelritmocaracterísticodecualquierhotel.Tuvola impresióndequeestabacerrado. —Se equivoca. Está en funcionamiento, pero solo para huéspedes especiales. Desde hace unos años —aunque Tsukker no se encargó de especificarlo,todossabíanquesereferíaalallegadadelosbolcheviques al poder—, el edificio acoge la sede de diversos organismos estatales e incluso algunos miembros del Comité Ejecutivo Central tienen aquí su residencia. —La expresión organismos estatales se había quedado prendidadeloídodelosProkófievmientrassusmiradasysussonrisasse detenían sobre Tsukker, que lucía idéntica mueca optimista en su rostro queelrestodelcomitédebienvenida—.Perohayunaplantareservadaa losdignatariosextranjerosquenosvisitanytambiénparapersonalidades artísticas,comoessucaso. —¿Cuántas plantas están dedicadas al hotel? —preguntó Lina, que no pudoevitarlacuriosidad. —Solo una. Esta en la que están ustedes. ¿Eso le supone algún problema? —Muyalcontrario—tercióSerguéi—.Ningúnproblema.Ahorasinos disculpa,nosgustaríadescansarantesde… —Precisamente de eso quería hablarles. Habrá un coche esperándoles enlapuertaparallevarlesacenar.Daréordenenrecepciónparaqueles avisencuandoestépreparado.—Cuandoapuntoestabadecerrarlapuerta dejandoalamableperoalgocarganteTsukkerenelpasillo,estehizoun gesto en señal de que todavía le quedaba algo más por contar—. Debo decirle que antes de la cena hemos programado un encuentro con la prensa. Queremos que nuestro pueblo sepa que una personalidad como ustednosvisita. —¿Ahora? —preguntó Serguéi un poco desconcertado ante las prisas por charlar con los periodistas. Le hubiese gustado tener tiempo de descansar,darseunaduchay,entodocaso,poderpasearjuntoasumujer porunascallesdeMoscúquehacíacasiunadécadaquenopisaba. —No,ahorano—respondió,comosielmargenquefueraaconcederle superaselasemana—.¿Enmediahoraestábien? —En media hora está mal. —Serguéi contestó con una sonrisa que suavizó la respuesta. Estaba demasiado cansado para enfrentarse a las preguntasdelaprensa,habíasidounviajelargo,peroestabaenlaUnión Soviética, y eso había que vivirlo intensamente. Ya tendría tiempo de descansar—.Perosiesasícomolohanplanificado,pormipartenohay ningúnproblema. Cuando por fin lograron cerrar la puerta y quedarse a solas, Lina no pudomorderselalenguapormástiempo. —¿Vaasertodoelviajeasí?—preguntódesplomándosesobrelacama. Comprobó la limpieza de la habitación, el gusto con el que estaba amuebladaylellamóalaatenciónquelassábanasfuerandelino. —Metemoquepeor—bromeóSerguéi,sirviéndoseunvasodeaguade unajarraquehabíasobrelamesa.Leextrañóquenohubierabotellas. —Ten cuidado, Prokófiev —le advirtió divertida Lina aproximándose porsuespaldayrodeándoleconunabrazo—,novayanaenvenenarte— dijopararelajartensionesantetodotipodeobservaciones,advertenciasy consejosquehabíantenidoquesoportarantesdeabandonarParís. El comentario hizo que ambos se rieran. En ese momento, en el que intentaban ahogar sus risas, se dieron cuenta de que ambos estaban hablandoenuntonomásbajodesdequehabíanentradoenlahabitación. —¿Por qué hablamos en voz baja? —le preguntó Lina entre risas y susurros—. ¿Crees que será verdad que hay micrófonos debajo de la cama, como nos advirtieron Diáguilev y Stravinski? —Divertida, comenzóabuscarlosenlosjarronesquehabíaenlaestanciaamodode decoración, en los cajones, detrás de los cuadros que colgaban de las paredes,enlasalmohadas,enlalámparadelamesilladenoche.Levantó el teléfono y se lo puso en la oreja. Como si hubiese oído una voz de ultratumba,surostrocobrólaaparienciadelmarfilcomolasfigurasque habíavistoadornandolafachadadelHotelMetropol.Colgórápidamente —.Heoídounclick.Noesbroma. Serguéilamiróynopudomenosquesonreír. —Porsiacaso,tencuidadoconloquedices.Ycontrolaesaboca,Lina —ledijoconbuenhumor.Conosinmicrófonos,másomenoscansado, el famoso compositor, como le anunciaban una y otra vez en los periódicos,estabafeliz.Yesohizoquesumujerseolvidara,almenosde momento,delosclicks. Después del encuentro con la prensa, los trasladaron a uno de los mejores restaurantes, situado en la calle Prechístenka. La memoria de Serguéi recuperó aquel lugar. Antes de que estallara la revolución había acudidoalrestaurantePragaenmásdeunaocasión.Siemprehabíasidode buencomerypresumíadetenerbuenpaladar,comodemostrabaencada viajeenelqueseembarcaba.«Hayqueverelartista.Prefiereunabuena cartaaunabuenacatedral»,solíabromearsuamigoAlekseyStahl.Como muchas otras cosas en la Rusia postrevolucionaria, el Praga se había transformado y acogía en su interior un conocido comedor público, el Mosselprom, que a pesar de su denominación en cuanto a su carácter público, era uno de los lugares donde se podía encontrar mayor calidad gastronómica pero al que solo unos pocos podían acceder debido a sus altos precios. «Este restaurante lo gestionan los de antes, ya me entiende —leexplicaronaSerguéirefiriéndoseaquesusdueñoseraempresarios del antiguo imperio zarista—. Son los que mejor se mueven entre fogones,esonolopodemosnegar». Nadie parecía querer perderse la primera cena de los Prokófiev en Moscú. Como si alguien se hubiera encargado de realizar estratégicamente la lista de invitados a la mesa, Serguéi encontró en aquella velada a grandes amigos como Boris Asafiev, el compositor Nikolái Miaskovski, el poeta y dramaturgo Vladimir Maiakovski, convertidoenunodelosprimerospublicistasdelpaís,yaotroshabituales desdesullegadaalacapital,TseitlinyTsukker,alosque,consuhabitual humor, acabó por denominarlos los TseTse, porque con su revoloteo constantealrededordelaparejalerecordabanalzumbidodelasmoscas, lo cual, unido a la incesante verborrea de ambos personajes, tenía la capacidad de sumirles en un sueño profundo. También pudo ver otros rostros que no le resultaron tan familiares pero que pronto descubriría quepertenecíanalosprincipalescírculosmusicalesdelpaís,asícomoala esferapolíticadelpartido. No les resultó sencillo disimular su sorpresa al ver la cena que les teníanpreparada:caza,cremas,pescados,panesdetodotipo,losmejores vinos,elmejorlicor.Nopensabanencontrarseaquellosmanjaresenuna ciudad en la que se palpaban el hambre, las necesidades y la escasez. Aquella fue una de las primeras contradicciones en tierra rusa que conseguiríanperturbarles.Linatuvoquecontrolarsusdelicadasmaneras paraquenoselenotaraladevociónquedesdeaquelmomentocomenzóa sentir por aquellos exquisitos blinis con caviar. No había probado nada másdeliciosoensuvida.Lastortitasfinascalientes,suaves,sedeshacían enlabocaenperfectacombinaciónconlashuevasensupuntoexactode sal.Unacompañamientoderonheladoeraloindicado.«Elmásexquisito es el de beluga», le comentó Tsukker que, a pesar de intentarlo desde el principio, no logró sentarse a su lado y tuvo que conformarse con admirarla de frente. «Y el más caro. Es fácil de entender. Se obtiene de esturiones hembra, hembras que siempre están nerviosas, en continuo movimiento,deunladoaotro.Cuestamuchoatraparlas,peromerecela pena el esfuerzo. Ofrecen un producto fino y tierno, sabroso, difícil de olvidar».Yaúndebíareservarseparaloshalva,unosdeliciososdulcesde azúcar y semillas de sésamo, y para los enormes vasos de merengue, según le explicaba su compañero en la mesa, Maksim Litvínov, el diplomático y hombre fuerte del partido, futuro vicecomisario de Exteriores, que les había facilitado los pasaportes soviéticos y agilizado otrosmuchostrámitesburocráticos. Las conversaciones entre los comensales se centraron primero en una formalidad lógica en la que prevalecía un insistente reconocimiento a la calidad artística de Prokófiev y a la belleza de su mujer, «también destacadaartista»,comoseencargabandereseñar,ymástardesefueron abriendoaunacamaraderíamásrelajada.Quizádemasiado. —¿Ha tenido tiempo de pasear por Moscú, Prokófiev? —preguntó Tseitlin—.Habráncomprobadoqueloquesedicefuerasobrelamiseria que asola a nuestro país no es cierto, que es una burda mentira. Los escaparates de nuestras tiendas están llenos de caviar, de dulces, de bebidas…¿Dóndeestálahambrunadelaquetantohablanalgunosdesde Occidente? —Su discurso fue tan vehemente que a Serguéi le sonó a soflama. —He estado demasiado ocupado con su cálido recibimiento e intentando cumplir con todos los compromisos que me tenían programados. Pero espero tener tiempo durante los próximos días, si es que el ritmo de ensayos y conciertos me lo permite. Estoy deseando enseñarlelaciudadaLina. —Y díganos, ¿cómo está París? Nos cuentan que escasean los ataúdes paratodoslosquemuerenporlagripe—preguntóTsukker. ElestuporsevioreflejadotantoenelrostrodeSerguéicomoenelde Lina.Nosabíandequéleshablaba. —Eslamentablequeunpueblosufradeesamaneraynosepuedahacer nadaporcontrolarlamuertequeleasola.Ennuestramadrepatriaapenas hemostenidouncasoodosdeesagranpandemiayporquesecontagiaron enunviajealextranjero.—Nadiedeslegitimóelúltimodatoaportadopor Tsukker,quienparecíadisponerdetodalainformación,inclusolaqueno existíaoresultabaparadójicamentellamativa.Nadielohizosinsaberbien si por prudencia, por vergüenza o por simple sentido común a tenor de quién lo había proporcionado—. Tienen ustedes suerte de haber dejado París. Ha sido una decisión inteligente y en el mejor momento —apuntó con socarronería Tsukker desde su atalaya de hombre fuerte del partido que le aseguraba pocas voces contrarias a cualquier comentario que realizara. Pero no contó con las circunstancias ni con la mujer sentada justoenfrentedeél. —NohemosabandonadoParís.—LavozdeLinasonótajante,aunque fueelsonidodesurusoloqueparecióextrañaratodos.Nohabíahablado demasiadodurantelacena—.Ylafaltadeataúdesnoesningúnproblema enFrancia,comotampocoloeslagripe. Todaslasmiradassedirigieronaella.Peroaquellaveznolesguiabala admiración, como solía ser habitual, sino la extrañeza y una cierta sorpresa. —Vaya.Veoquenoshaestadoustedengañando,señoraProkófiev—se decidió Tsukker a romper el incómodo silencio aparecido tras el comentariodelaespañola—.Hablaustedelrusoperfectamenteynosotros creyendoquenonosentendíadeltodo. —Es usted muy amable, pero no lo hablo de una manera tan correcta. Tengomuchoqueaprender. —Será un placer ayudarla en ese empeño, si nos lo permite —terció Litvínov. Su respuesta se limitó a una esplendorosa sonrisa que devolvió la normalidad a la velada. Tenía la impresión de que todas las conversaciones que oía desde que había llegado a la Unión Soviética ocultabanunadobleintencionalidad,loquelesuponíaciertatensión. Pero la aparente tranquilidad, como muchas otras cosas en aquel país, resultó ser solo un espejismo cuando Miaskovski hizo una nueva observaciónparaacompañarelbrindisqueproponíaporlosinvitadosde lanoche. —MealegraquemiamigoSerguéihayatenidotiempodeenseñarlea su mujer algo de su idioma materno —dijo, pues ignoraba que el aprendizajedeLinadeaquelidiomaleveníaporinfluenciamaterna.Ella misma pensaba comentarlo, pero algo se lo impidió—. Me alegra saber quealcamaradaProkófievnoselehaolvidadoelruso. —¿Yporquéibaaolvidarlo?—Eltonodelaludidosonógrave,como si acabara de escuchar de boca de un amigo la mayor de las ofensas. Todos quedaron con sus vasos de ron helado suspendidos en el aire sin poderdisimularunaciertaincomodidadqueseextendióporlamesa—.Es la lengua con la que crecí personal y profesionalmente. Yo, como tú, compongoenruso.¿Cómosepuedeolvidaralgoasí? Pronto se arrepintió del tono de su respuesta a su amigo Miaskovski. Sabía que había estado fuera de lugar, pero no había podido evitarlo. Pensó que aquella primera salida para cenar en el restaurante de la calle Prechístenka había sido demasiado precipitada: estaba cansado del viaje, agotadoporelencuentroconlaprensa,abrumadoporelrecibimiento,los discursosdebienvenida,lasfotos,lasentrevistas,lasrecepcionespúblicas yexhaustoporlaexcesivaatencióndispensadaquepormomentoslograba agobiarle. Como era habitual en él, no encontraba la manera de disculparseanteMiaskovskiydejóhablaralacabezamásquealcorazón. —MeemocionótuSinfoníanº6—ledijofinalmente—.Túpodíasserel nuevo Tchaikovski si hubieses viajado conmigo a París. Aún podrías hacerlo. Serguéi había tenido ocasión de escucharla en 1923, la fecha de su composición. Estaba inspirada en la tragedia del pueblo ruso, dividido dolorosamenteporlarevoluciónylaguerracivil. —Nohacefaltaquemehablesenvozbaja.Aquínohaymicrófonos.— El comentario de Miaskovski no encerraba rencor. Estaba incluso teñido de cierto sentido del humor. Una sonrisa algo forzada se dibujó en el rostro de Serguéi, que la utilizó para hacerle depositario de una confidencia. —Lina está obsesionada con ellos —dijo a modo de disculpa. Temió haberle ofendido. Desde que había llegado a Moscú su sentimiento de culpasemostrabaaflordepiel—.Creequeloshaydebajodelacama. —Esqueloshay… Serguéi le miró sin poder disimular cierto desconcierto. La expresión desuamigocontinuabaimpávida,comosinoleextrañaralagravedadde suspalabras.Leparecióquenobromeaba. Terminadalavelada,volvióeltrasiegodecochesyacompañamientos forzados a modo de escolta. Lina contempló el edificio que se levantaba en el callejón Kalashini, próximo al restaurante que acababan de abandonar, y que presumía de ser el primer rascacielos soviético. No le impresionóporsualtura,yaquedespuésdehabervividoenNuevaYork resultaría complicado, pero sí los coloridos bocetos que alimentaban el originalmuraldeledificio,realizadosporartistasrusos. —En ninguna parte más que en Mosselprom. —La voz de Vladimir Maiakovski consiguió sacarla de la observación casi hipnótica de aquel colorido mural. Su entonación le sonó a eslogan publicitario, algo que mástardedescubrióqueasíera.Esasencillafraseseconvirtióenellema de todos los productos agrícolas de primera necesidad de la Unión Soviética, ya fuera la cerveza, el papel, el aceite o el tabaco—. Aquí también sabemos hacer murales, carteles y arte. No se crea que solo lo hizoToulouseLautreccuandodiseñóelcartelMoulinRougeen1891. Maiakovski le pareció un hombre lúcido, inteligente y tremendamente creativo.Teníafamadeguerrero,deenfantterrible,peroesemanifiesto descaro lo convertía en creatividad en su agencia de publicidad, ConstructorPublicitario,quecomotodoenaquellugarestabaalservicio del Estado. De su cabeza habían salido los principales carteles, rótulos, póstersyletrerosluminososdelosmásimportantesproductosnacionales. RegresaronalhotelcansadosdesuprimeranocheenMoscú.Suestado estaba muy próximo a la extenuación. Lina aprovechó la soledad del ascensorquelellevabahastalaplantadesuhabitaciónparaabrazarcon fuerza a su marido. Los dos lo necesitaban y aquella muestra de cariño resultóredentora. —Quizáestemosmásnerviososdeloquecabríaesperar—dijoconla misma debilidad en la voz que mostraba después de una sus fuertes migrañas—.Convendríaquenostranquilizáramos. —QuizálaUniónSoviéticanosestésuperandounpoco.—Linarecogió dulcemente la complicidad de su marido sellándola con un beso en sus labios.Agradecióelsabordelcaviarregadoconronqueaúnpermanecía en su boca. Sonrió al recordar la anécdota que le había contado María Grigórievna sobre la tutora francesa de su hijo, Luisa Roblain, y su divertidaconfusióndelcaviarylamermelada.Noseloconfiaroneluno alotro,peroambostuvieronmuypresenteasumadreenaquelviajeque prometíaconvertirseenunamontañarusaemocional. Cuando abrieron la puerta de su habitación, lo vieron. Estaba allí, ocupandolapartecentraldelaestanciaprincipal.Duranteunossegundos aquella presencia inesperada llegó a asustarles. No se encontraba allí cuando se fueron. No esperaban encontrarlo a su regreso. Un enorme piano de color negro parecía haber nacido en mitad de la habitación. Completamente nuevo, sin que nadie hubiera puesto sus manos sobre su teclado,comoindicabaladurezadelmecanismo. —Solocomentéqueechabaenfaltaunpianoparapodertocar. —Hábiles son, desde luego. Menos mal que no echaste en falta un caballodelosquemontabatumadreenSontsovka. De nuevo comprobaron que sus deseos parecían convertirse en preceptosdeley. Todavíadepieantelainesperadavisióndeaquelimpresionantepiano, searrepintieron,unavezmás,dealgunasdesusreacciones.Todavíanolo sabían,peroenaquellahabitacióndelHotelMetropolsuvidacomenzabaa serunaluchaconstantecontraelarrepentimiento. 14 Estabanervioso. No le sudaban las manos, como a muchos de sus colegas, pero los latidosdesucorazónparecíanpequeñosseísmosempeñadosendestrozar su pecho. Solo imploraba al cielo para que ninguna inoportuna migraña arruinara su primer concierto en Moscú después de casi diez años de ausencia.IntentórecordarlasenseñanzasdelaCienciaCristiana.Hubiese agradecidotenerunacharlaconlaseñoraGetty.«Tocaelpianocomosi lo hicieras ante Dios», se repetía una y otra vez. Pero no siempre funcionaba. Sus ojos captaron varias veces el calendario de mesa que parecía haberse erigido en testigo directo de su desazón. 24 de enero de 1927. En ese momento supo que solo podría recordar esa fecha para rememorarla con alegría o con la intención de sepultarla en el olvido. Desde su camerino podía escuchar los murmullos del público asistente. No valía con hacerlo bien. El auditorio estaba lleno de personas que conocían casi mejor que él su Concierto nº 3. No le bastaba con estar correcto. Debía alcanzar la excelencia. Escuchó con alma de ermitaño la interpretacióndelasuitedeElbufónporpartedelaorquestaPersimfans. Hastasusoídosllegaronlosaplausos,peroyahabíadejadoclaroqueno saldría a recibir ovaciones por grandes que estas fueran. Tenía que concentrarse en su próxima interpretación. Tenía que controlar sus emociones,calmarsuspensamientos.Observóelcamerinoquelehabían acondicionado especialmente para él. Se encontró desamparadamente solo.DeseócontodassusfuerzasqueLinaestuvieraconél. «Maestro. Cuando usted quiera». La voz que le llegó a través de la puertadesucamerinopertenecíaalprimertrompetadelaorquesta,quien tenía la encomienda de avisarle cuando llegara el esperado momento de saliraescena.Yesemomentohabíallegado. Nisiquierapudorecordarsiarticulóalgunarespuesta,aunquefuerapor pura cortesía. Mientras avanzaba por los pasillos que le conducían al escenario, su mente empezó a llenarse de imágenes: el encuentro con MaríaGrigórievnaenelpuertodeMarsella,laaversiónalasteclasnegras cuandoerauncrío,losbañosenelmardesupequeñoSviatoslav,lostres dólares en el bolsillo a su llegada a los Estados Unidos mientras los titulares de los principales diarios del país hablaban de la rareza bolcheviquereciénllegadaaNuevaYork;elsuicidiodesuamigoMax,las palabras del comisario del pueblo para la Cultura: «Eres un revolucionario de la música, nosotros lo somos de la vida. Deberíamos trabajarjuntos,perosideseasemigraraEstadosUnidos,noseréyoquien teloimpida»;lapreguntadesuamigoBorisVernin:«¿Vasadarlamano aesosasesinos?»;laironíadeMiaskovski:«Nohasolvidadoelruso»… Necesitaba serenarse y qué mejor manera de hacerlo que pensando en Lina.Lina,siempreLina.Leasaltóelrecuerdodesuprimerbeso,vivido entre las bambalinas de un teatro, justo el lugar por el que deambulaban sus pasos en aquellos momentos previos a la actuación. La imaginó ocupandoelpalcoquelosresponsablesdelteatrohabíanreservadopara ella,presadeunestadodeansiedadsolocomparableconelquemostraba éloinclusomayor. Oyócómosuspisadascrujíansobreelescenarioynolediotiempoa reaccionar.Unagranovaciónnacidadelosintestinosdelteatroreventóla acústica del coliseo. La orquesta en pie, las luces cegándole, algo que inclusoagradeció,porquepreferíanoverlo.Unmardeconfusiónyduda amenazaba con ahogarle. Decidió saludar, una, dos, tres veces, pero los aplausosnocesaban.Optóporocuparsulugaranteelpianopensandoque quizáasíobligaríaalpúblicoyalosmiembrosdelaorquestaasilenciar suentusiasmo,peroseequivocó.Nadieparecíaquererdejardebatirsus palmas para expresarle su reconocimiento y su alegría por tener al hijo pródigo de vuelta en casa. Empezó a temer que aquel exceso emocional consiguieraahogarleydestrozarasuconcentración.EraelConciertopara pianoyorquestanº3,segúnaugurabaLina,elmásgrandeconciertodel siglo XX. Debía concentrarse y la emotividad era mala aliada. Decidió obviar la aclamación que retumbaba en el teatro y se acomodó en la banqueta. «En algún momento se cansarán», pensó como única fuerza internaalaqueaferrarse.Lasyemasdesusdedossintieronlasteclasdel piano.Estabanfrías.Osusmanosdemasiadocalientes.Estabaconvencido dequesutemperaturacorporalhabíasubidounosgrados.Cerrólosojos yelsilenciocomenzóareinarenlasalahastaquesoloescuchóunlatido machacónensussienes.Nadieseatrevióatoser.Niunlevemurmullose escapó de la boca de ninguno de los presentes. Nadie suspiró. Le dio la impresióndequeestabanaguantandolarespiración. Inhalóelairehaciadentro,comolehabíaenseñadoLinacomotécnica derelajación.Estabaencasa.Moscúlerecibíaconsonorosaplausos.Sus amigosleacompañaban.Suscompatriotasleaguardabandesdehacíauna década.Sintiólapresenciadesumujer,inclusocreyónotarcómosumano presionabasuhombro.Habíallegadoelmomento.Sintióvértigo,perosus manosserebelaronynoesperaronlaordendelcerebroparacomenzara recorrer el teclado. Las primeras notas del Concierto nº 3 llenaron el teatro, aunque él solo las escuchaba en su cabeza. Hubiera jurado que estabasolo,queelaforosehabíavaciadoporcompletocomoporartede magia,quetocabaenmitaddelanada,sinoídosqueleprestaranatención ni ojos que contemplaran su figura encorvada sobre el piano lacado en negroyglamurosamentebrillante.Seolvidódetodoloquecolapsabasu cabeza segundos antes y se dejó llevar. Cuando terminó, fue como despertardeunsueñoprofundo.Unosinstantesdesilencioydeesamisma nada en la que creyó navegar surgió el mayor estruendo de vítores que había escuchado en un teatro. Pensó que alguien estaba amplificando aquella aclamación porque le parecía distorsionada, extremada, que rozaba la exageración. ¿Sería todo un sueño? ¿Estaría todavía en el camerino a punto de despertar? ¿Podía ser aquello real? Ni siquiera se atrevíaalevantarlavista,incorporarse,dirigirsealcentrodelescenarioe inclinarse ante el público en forma de saludo, por si aquella explosión triunfalsolofuerarealensucabeza.Porfinabriólosojos.Yentonceslos vio. Estaban todos en pie, dispuestos a dejarse las manos en el aplauso, comosiacabaranderecibirungranregaloquelescambiaríalavidaoel sentidoquedeellatenían.Empezaronagritarsunombre,algoquejamás le había sucedido. Sus rostros reflejaban una mezcla de admiración, satisfacciónyagradecimientoinfinito.Prokófievrecorrióelteatroconla mirada, desde la primera fila hasta la última, subiendo por los distintos pisos, escalando por los palcos. Debía guardar aquello en su cabeza porqueseríadifícilqueunéxitoasívolvieraarepetirse.Elmayordesu carrera, sin duda. Cuando su mirada encontró el palco de Lina, sucedió algo que nunca había hecho sobre un escenario al recibir el reconocimiento del público: sonrió como si verdaderamente lo sintiera. Lohizoabiertamente,contodalasinceridaddelmundo,sinquemediara obligación. Su mueca fue aún mayor cuando vio a Lina ahogada en lágrimas. Estaba tan exhausta como él ante la respuesta de los asistentes. Tenía sus dudas, pero al ver la emoción de su mujer, supo que su percepción no era subjetiva. Su deseo por triunfar en su tierra no disfrazaba la realidad. Estaba ante el mayor éxito de su vida y lo había conseguido en su país. El tiempo se paró y, por primera vez, no le importó.Pudoconfirmardemanerapalpablelorecogidoenuntitularde periódicoennoviembrede1918,alospocosdíasdellegaraNuevaYork: «Mi música está más allá del tiempo y del espacio». Lo que acababa de sucederenelTeatrodeMoscúcertificabaesaevidencia. Sumemoriaapenasrecogiólosbisesrealizados.Elsonidodeléxitoera tanfuertequeacallóporunmomentolagavotadelconciertoclásicoyla tocata. Cuando se encaminaba hacia el camerino, escuchó la suite de El amordelastresnaranjasinterpretadaporlaorquesta.Necesitabasentarse, vaciarsedeemociones,gritar,saltar,respirarparaalejarelfantasmadela hiperventilación.Estabatanexcitadoquepodríahabersegolpeadocontra laparedporquenoencontrabaotramaneradeexpulsarlacantidadingente deenergíaacumuladaysobranteensucuerpo.Denuevobisesydenuevo un público enfervorecido pidiendo que el maestro saliera a saludar. «¡Prokófiev, Prokófiev, Prokófiev!», bramaban las gargantas. Por un momento deseó poder evitarlo, desaparecer y aislarse de aquel maremágnum de sensaciones que estaban a punto de colapsarle. Pero debíasalir.Norecordócuántasvecesdoblósuespinazoanteelauditorio enfervorecido. No pudo contabilizar las ocasiones que sus labios articularonlapalabragracias.Perdiólacuentadelosminutosqueestuvo allídepie,enmitaddelescenario,buscandolamiradacómplicedeLinay elsaludodesusamigosycompañeros,queocupabanlaprimerafila.Se sentíaorgullosodehabertomadoladecisiónderegresarasupaís.Solole pesaba no haberlo hecho antes. Aquel triunfo no alimentaba solo su vanidad como músico. Le estaba dando la vida como persona y como ruso. Cuando llegó a su habitación del Hotel Metropol, solo fue capaz de escribir una frase en un improvisado diario, ya que el suyo lo había dejado en París. «El éxito vivido esta noche no puede compararse con ningúnotro».Estabaconvencidodequelosucedidohacíaunashorasenel teatroledejaríaunaprofundahuella.Noseequivocaba.YLinatampoco. Todavíanosabíacómo,peroaquellocambiaríasusvidas. Eléxitoserepitióenelrestodelosconciertosrealizadosportodoel país, tanto en Moscú como en Kiev, en cuyo tren de regreso a la capital Lina vivió un momento muy especial al encontrarse con el guitarrista español Andrés Segovia, con el que pudo hablar en su idioma paterno, evitando así que el miembro de la policía secreta asignado al guitarrista pudiera entender algo de lo decían, aunque la política no centrara precisamentesuconversación. EltriunfoserepitióenOdesa,enJárkovydemaneramuyespecialen Leningrado. En esta última ciudad, Petrogrado antes de la muerte de Lenin,Serguéihabíavividopartedesuinfanciayjuventud.Linadisfrutó visitando los lugares donde su marido había estado antes de abandonar Rusia, conociendo a sus amigos y a antiguos compañeros del conservatorio. «Mira, en esa casa viví durante muchos años junto a mi madre.Enesaplaza,justoenaquelbanco,comencéaescribirmidiario.Y en ese embarcadero del río Neva solía quedar con amigos para jugar al ajedrez y para hablar de música. En ese río se ahogó Rasputín… o le ahogaron,nosésialgúndíasabremosloquepasó…».Leimpresionóde maneramuyespeciallahermosaysorprendenteiglesiadelSalvadortanto dedíacomodenoche,cuandosuespectacularimagensereflejabasobre lasaguasdelcanalGriboyédova.Lesucediólomismoconelpalaciode Catalina, antigua residencia de verano de los zares, cuyo estilo rococó logrócautivarla.Lecostóencontrarensumemoriajoyasarquitectónicas similaresalasquedescubrióallí. Unmomentoespecialfuecuandoporfinconocióasufamiliapolítica. Pero lo que guardaría como uno de los instantes más singulares vividos en Leningrado fue la visita como invitados de honor al Museo del Hermitage.Ensumemoriaquedarongrabadoslosenormespasillosysus laberínticas escaleras que conducían a las galerías colmadas de las más antiguas y diversas obras de arte. Jamás olvidaría los colores azules, verdes y malvas que barnizaban la ciudad ni el dorado que envolvía el interiordesusprincipalesmonumentos.Leningradoleparecióunaciudad de oro. Leningrado parecía ser la ciudad en la que cualquier cosa podía pasar. Y precisamente allí sucedió lo que no creyeron que fuera posible: superareléxitovividodíasantesenMoscú.Elprimerconatodeltriunfo quelesesperabafueenelTeatroMariínski,dondeasistieroncomomeros espectadoresalarepresentacióndelaóperaElamordelastresnaranjas, puesta en escena por dos amigos del autor, el director de orquesta Vladímir Draníshnikov y el director de escena Serguéi Rádlov. El espectáculofuetodounéxito,aunquesevioeclipsadoporotromayorque acontecióenelpalcodondeestabaelmatrimonioProkófiev.Supresencia fuerecibidaconunagranovacióndelpúblico,peroSerguéinotardóen darse cuenta de que los mayores aplausos eran para su mujer, que empezabaadespertarentrelosrusoslamismaadmiraciónqueconseguía provocarenelrestodeloslugaresdondeacudía.Enlosúltimosdíassu foto había aparecido en los principales periódicos del país, acaparando titulares y reportajes en los que aparecía como la joven, exótica y bella esposaespañoladelcompositor.Todosobreellainteresaba:sumanerade vestir,supeinado,sumododecaminar,desonreír,dehablar,sumirada, su exquisita educación, su estilo sofisticado, su vida junto al genio Prokófiev y, por supuesto, su proyección como cantante, aunque a decir verdadestainteresabamenos.Ellatambiéneraconscientedeesafaltade interésyporesoadmitióquesucarreraartísticaibaaestarligadaalade su marido, a quien en ocasiones acompañaba al piano cantando algunas canciones. No le supuso ningún problema, una actitud que consiguió graciasalasenseñanzasdelaCienciaCristiana.Lavidahabíavenidode aquella manera y no sería justo quejarse. Quizá en un futuro no muy lejanolascosaspodíancambiaryconseguiríasugranoportunidad. El éxito cosechado por Prokófiev en la Sala de las Columnas interpretandolaSuiteEscitaconsiguióloinesperado:quelaovaciónfuera mayorqueladeMoscú. Enelreversodelpapeldondeapuntósuúnicafraseescritaamodode diario tras el éxito de Moscú, escribió una segunda frase: «Leningrado superóeléxitodeMoscú.Nosécómovoyapoderasimilarloqueestoy viviendo aquí». Dobló la cuartilla con sumo cuidado y la volvió a dejar entrelashojasdelaBibliaqueleacompañabaeneseviajeyque,graciasa lasfacilidadesimpuestasporLitvínov,nisiquierafueinspeccionadaenel control de aduanas. No quiso pensar lo que hubiera pasado si alguien la hubiera visto. Quizá nada. Quizá todo. Pero aquello no le iba a suponer ningúnproblema. LavisitaalaUniónSoviéticaduraríadosmesesySerguéisabíaque no podía seguir el ritmo de agasajo constante diseñado por los responsables del partido. Necesitaba ensayar, concentrarse para sus conciertos, acostarse temprano, descansar, alimentarse correctamente y relajarse. Quería pasear con Lina por la ciudad; recorrer sus calles, sus plazas; cruzar el río Moscova en trineo viendo el Kremlin acharolado, barnizadodeuncolorazafranadoporelreflejodelsol;podervisitarala hermanadesuamigoMaxSchmidthof,aquiendedicósuConciertopara pianonº2despuésdeconocersusuicidio,oacudiralaconferenciaque Trotski iba a impartir en unos días, una decisión que dejó a Tsukker al bordedelinfarto.Deseabavisitarlosrinconesdesupaísqueéldecidiesey no los que aparecían en una agenda oficial, poder pasar el tiempo que consideraseoportunoconsufamiliasinlasombradeTsukker,delpropio Litvínovydelapermanenteescoltadeuncochedelapolicíasecretaque los acompañaba como una sombra, aunque alguien lo hubiera intentado enmascarar como una especie de servicio de protección y atención las veinticuatro horas del día. No quería que sus deseos fueran malinterpretados por nadie. Estaba agradecido por la gentileza y la amabilidadmostradaportodoelmundo.Nopodíanegarquedisfrutabade aquellosmomentos.Ysabíaquesinelacompañamientooficialnoserían posibles experiencias como la vivida en su visita privada al Kremlin, a propuesta de Tsukker y en la que Litvínov, cuya mujer Ivy se mostró encantadaconLinaporqueconellapodíahablaringlés,tuvoqueusarsus influencias para que les dejaran salir del recinto cuando se había hecho demasiadotardeparaquesuspasestuvieranalgunavalidez. Uno de los momentos que más disfrutaba la pareja, quizá porque sucedíaensoledad,eraeldivertidorepasodeldíaqueambosrealizaban cuandollegabanalahabitacióndelHotelMetropol,intentandoenterrarlas anécdotasrecordadasentrerisasymurmullos.Serguéisereíacomopocas veces solía hacer al recordar la facilidad que mostraba su mujer para esquivarciertasconversaciones,que,porignoranciaopurainocencia,no terminabadeentender. —¿PerocómoibayoasaberquesereferíaalossoldadosdelEjército Blanco cuando me preguntó si todos los taxistas de París eran blancos? Puesyoledigoquesí,comolosdeNuevaYork—dijoLinaparajustificar demaneradivertidasucontestaciónalrequerimientodelaseñoraLitvínov —.Tambiénpodíashabermeayudado,lanzándomeunadetusmiradas. —¿Cómo esperabas que lo hiciera? Estaba intentando que no nos quedáramos encerrados en el Kremlin por no disponer de pases permanentes. —MegustaLitvínov—reconocióLina—.Medaconfianza.Ytieneese aspectobonachón,comodemaestrodeescuela. —A mí recuerda más a un farmacéutico al que acudes para que te resuelva un dolor de muelas. Pero el maestro o elgranfarmacéutico en cuestiónacabadeexpropiarelbancodeTiflis.—Lainformaciónhizoque sumujerabrierasubocaysusojosalunísono—.Tambiénquieremandar asushijosaestudiaraInglaterraparaqueperfeccionenelinglésyyaoyes cómo habla de ese país, que si pudiera lo invadiría. Menos mal que ni quierenipuede.—Ledivirtióverelrostroescandalizadodesumujer—. No pongas esa cara. A estas alturas ya debes estar acostumbrada a las contradiccionesrusas. —¿Y qué vas a hacer con lo que te ha pedido tu colega Nikolái Golovánov?Aélnolevasapoderdecirquesumujer,lamejorsoprano delpaís,novaatenerunpapelenElamordelastresnaranjas.Recuerda que su nombre suena como posible director del Teatro Bolshói, es un hombredemuchopeso. —¿Cómoquenopuedo?Encuantoencuentrelamaneradedecirleque su hermosa mujer no cabe en una naranja —comentó él irónicamente, refiriéndosealsobrepesodelacantante. A pesar del cálido y atento recibimiento, Serguéi quería tener el control de su estancia en la Unión Soviética, disfrutar de la libertad de acudiratiendas,restaurantes,casasdeamigosyconciertossinquenadie tuviera que llevarle de la mano. Se dio cuenta de que le resultaría imposibleacudiratodoslosestrenosalosqueeraninvitadosycorríael riesgodedormirseenunodelosinnumerablesactosoficialesenlosque, disfrazados de homenajes a su persona, empezó a sentirse como un muñecoenmanosdeunaniñacaprichosa. AcordóconLinaquefueraellalaquerepresentaraalosdosenalgunos actossociales.«Además—ledecíaorgulloso—,prefierenverteati.¡Qué le voy a hacer! No me queda más remedio que asumirlo. Mi mujer ha enamoradoamisconciudadanosyamísolomequedatocarelpiano».No seequivocaba.Todossedisputabanunlugarasulado.ElpropioTsukker, a pesar de haberse convertido casi en su acompañante oficial cuando su maridonoestaba,nodudabaenabrirsepasoacodazosypisotonespara aparecer junto a ella en las fotografías que luego publicarían los periódicos. Sabía cómo tener ocupada y agradecida a la española. Se las ingenió para llevarla casi en visita privada a los grandes almacenes Gostorg de Moscú, donde se le presentó una colección de abrigos de pielesdestinadosexclusivamentealaexportaciónaotrospaíseseuropeos pero que, por ser ella, estaban a su disposición. Lina se enamoró de un abrigodezorrodecolorazulydeunpreciosocapotedecolorblancoque Tsukker se encargó de que fuera un regalo oficial como muestra de su agradecimientoporlavisita.Todoerapocoparaagasajaralamujerdel maestro.Antesdeabandonareledificio,Linapasóporunadelasplantas de los grandes almacenes. No estaba previsto hacerlo, pero cuando reconoció el enorme ventanal y el gran espejo con marco dorado, un recuerdo le sacudió con tanta virulencia que estuvo a punto de perder el equilibrio.Fueallídonde,hacíaunosaños,sumadrelecompróelabrigo plisado con botones en forma de hoja y la boina de terciopelo que le resguardaríadelfríoduranteunodesusprimerosviajesaRusia. —¿Está usted bien, señora Prokófiev? —preguntó Tsukker, temiendo unaindisposiciónrepentinadesuinvitada. —Muybien. Estuvo a punto de compartir con él aquel bonito recuerdo que amenazaba con desbordarla emocionalmente. Pero al mirarle y ver aquella sonrisa perenne en su rostro, que más bien parecía tatuada y a veces impostada, comprendió que no era necesario. Seguramente no le interesaraloqueteníaquecontarleaunquefingierahacerlo. DelbrazodeTsukkeracudióavariasrepresentacionesmientrasSerguéi sequedabaensayandoenelpianoqueseguíaocupandolapartecentralde su habitación en el Hotel Metropol. Una tarde, Tsukker la llamó para ofrecerlealgoquesabíaqueseríadesuagrado.Unainvitaciónparaira ver La novia del zar. Pero antes se pasarían por el estudio del director escénicoymaestroteatralKonstantinStanislavskienelTeatrodelArtede Moscú, que a punto estaba de celebrar su trigésimo aniversario. Había hechobiensusdeberesysabíaqueLinaseguíasoñandoconlascandilejas más allá de un papel de acompañamiento vocal en algunos conciertos y recitales de su marido. Nada más verla y conocer sus aspiraciones de actriz,Stanislavskilainvitóatrabajarconélenelteatro.«Mehanhablado mucho y muy bien de sus aptitudes de actriz. Sería un placer que usted aceptara». No fue la única proposición que recibió durante la velada. Al término delarepresentacióndeLanoviadelzar,Linaalabólapuestaenescenade laobraycomentóqueleencantaríatrabajarenunteatrocomoaquel.«Eso tiene fácil solución, ¿cuándo firmamos el contrato?». Por fin Tsukker habíaencontradolaocasiónperfectaparaofrecérselo. EstabadeseandollegaralHotelMetropolparacontárseloaSerguéi.¿Y sieraverdad?¿YsilaUniónSoviéticalebrindabalaoportunidaddehacer realidad su sueño que ningún otro lugar del mundo le había ofrecido? Sabía que su imaginación estaba yendo demasiado deprisa a bordo del vehículoquelellevabaalhotel,perofantaseóconlaideadetrasladarsea Moscú para convertirse en una de las actrices principales de su teatro. SeguroqueaSerguéilegustaríalaideadevivirduranteuntiempoenla UniónSoviética.¿Porquénoibaahacerlo?Desdequehabíallegadoasu paíssemostrabamásrelajado,feliz,demejorhumorysintantosachaques desalud.Habíarecuperadopartedesuhistoria,asusamigos,asufamilia. Estaba teniendo los mayores éxitos de su carrera, veía reconocido su talento,elpúblicosevolcabaconélencadaactuación,lacríticaalababasu música,salvoalgunaexcepciónpublicadaenlarevistaVidaArtística,en laqueserecriminabaaProkófievquenohablarasobrelaUniónSoviética y dijera abiertamente cuál era su posicionamiento frente al gobierno bolchevique. Elestadodeexcitaciónenelqueseencontrabahizoquesedespidiera efusivamente de Tsukker con dos besos en las mejillas que el hombre aceptócontantoagradocomodesconcierto.Atravesócasienvolandasel siempre desolado hall del Metropol, intentó inútilmente acompasar su respiraciónenelinteriordelascensoryapenasacertóaintroducirlallave enlacerraduradelapuerta.Nopodíaesperarmásparacontárselo. La alegría le duró poco. Nada más abrir la puerta de la habitación se encontró con algo completamente inesperado. Serguéi se mostraba enfadadoyestabamuynervioso.Lecostóentendersureacción.Escierto que llegaba más tarde de lo que había previsto, pero la representación había comenzado con retraso y la salida del coliseo se había demorado porlagranafluenciadepúblicoyporqueperdieronunosminutostratando deencontrarsuabrigoenelguardarropadelteatro. —Nopuedoestarpendientedetullegada.¡Nopuedoestaresperandoa que decidas volver ni pensando dónde estarás! ¡Te recuerdo que eres mi mujeryquedebesestaramilado!—ASerguéiyanoparecíaimportarle la posible existencia de micrófonos. Su tono de voz se había elevado estrepitosamente e incluso se antojaba ridículo y fuera de lugar. Lina temió que sus gritos se escucharan en el pasillo o que llegaran a otras habitaciones. —Fuiste tú quien me pediste que acudiera en tu nombre a estas invitaciones.Estabaenelteatro,comobiensabes.¿Aquévieneesto?¿Qué esloquetantotemolesta? —Nopuedodormirsitúnoestásamilado.Ysillegasaestashorasde lamadrugadameobligasaesperartedespierto.¡Nopuedopasarmelavida pendiente de ti! ¿Es tan difícil de entender? —gritó mientras su tez comenzabaateñirsedeuncolorbermellónquesolíaanunciarlapróxima aparicióndeunfuertedolordecabezaqueterminaríadedevastarle. —Sí,loes.—SiporalgosecaracterizabaLinaerapornoamilanarse enlasriñasconsumarido.LapropiaMaríaGrigórievnaleaconsejóque no le respondiera, que le dejara respirar, que no era más que un niño enrabietado porque le habían roto un juguete y solo necesitaba tiempo paracalmarse.Perosucarácterlatinonocontemplabatreguasnisilencios nireaccionescobardes.AmabaaSerguéiysiteníaquedecirlealgo,selo diría. No era su madre, ni su amiga, ni su amante. Era su mujer y, a su entender, la sinceridad era tan necesaria como la comprensión—. Me resulta difícil entender lo que pasa si no me lo cuentas. No me creo que treintaminutosderetrasotehaganestarenesteestado.Noerestanfrívolo ni estás tan loco. —Le miró como solo ella sabía hacerlo, fijamente, examinándole,buscandoenelfondodesumiradaloquesuslabiosnole contaban—.¿Quéesloquepasa? —Hoy cumple tres años Sviatoslav y no hemos estado con él — reconocióSerguéibajandolavoz. —Mentira. Tú no estás así por Sviatoslav. Esta mañana no parecía importarte tanto —dijo tajantemente, recordando el pequeño ataque de llanto que se apoderó de ella y que el propio Serguéi calmó mientras le decíaqueestabaexagerando,queelniñoestababienconsusabuelosyque pronto estarían todos juntos de nuevo—. Te lo vuelvo a preguntar, ¿qué sucede?¿Quéhapasadoparaqueestésasí?Sinomelocuentas,nopodré ayudarte. No tardó ni medio segundo en derrumbarse. La imagen de su marido destruido, vencido por las circunstancias adversas, inmune a toda brizna de esperanza, con las manos sujetándose la cabeza y al borde del llanto, siempreconseguíaafectarle. —EsShurik. Lina intentó asociar rápidamente ese nombre a una imagen. En los últimos días su mente había grabado un aluvión de apodos, nombres propios y apellidos que intentaba clasificar con la eficacia de una secretaria para procurar quedar bien en todo momento. Lo encontró. Shurik. Era el primo de Serguéi. Le había conocido junto al resto de su familia hacía unos días. Ahora se acordaba perfectamente, como si le tuvieradelante.Fueeljovenquelesayudóasalirporelpatiotraserodel edificio para esquivar a la escolta que los acompañaba y poder disfrutar libremente de las calles de Moscú. El mutismo en el que había caído Serguéi no le permitía conocer la gravedad de lo que había sucedido. A juzgar por su semblante, cabía la posibilidad de que hubiera muerto o sufrido un fatal accidente. Aquel silencio iba a matarla. Pero no podía meterleprisa.Necesitabasutiempoparadevolveraquelloquelerevolvía pordentro. —¿Quélehasucedido?—preguntófinalmente. —Lehanarrestadoestatarde.LehanllevadoalaLubianka.Ynopuedo hacernada. EralaprimeravezqueLinaoíaelnombredeaquelsiniestroedificio, que estaba destinado a ocupar un lugar destacado en la historia de las mayoresinfamiascometidascontraelpuebloruso.Sinembargo,noerala primera vez que escuchaba de boca de algún familiar de su marido un comentario desafortunado dadas las circunstancias, o que la incomodara por las posibles consecuencias que pudiera tener, especialmente para Prokófiev.RecordólanochequeacudióalteatrojuntoaNadia,lamujer deShurik,yaKatia,otraprimadeSerguéi,parapresenciarlaobraElzar FiódorIoánnovich,deAlekseyTolstói.Cuandoempezaronacomentaren vozalta,enmitaddeunmutismoabsolutodelteatro,lobienquesevivía en la época zarista, Lina hubiera querido que se la tragara la tierra. Ni siquiera se lo había contado a Serguéi para no preocuparle. Ahora le pesabanohaberlohecho. —¿Cómoquenopodemoshacernada?Erespocomenosqueunhéroe nacionalqueacabaderegresarasupatria.¡ComoSerguéiProkófievno puedahacernadaenestascircunstancias,dudomuchoquelopuedahacer elmismísimoStalin! —Después de que salieras hacia el estudio de Stanislavski hablé con Tsukker por teléfono. Le conté lo que pasaba. Le dije que Shurik era un joven que no daba problemas, que no había hecho nada. —Calló un instantepararecordarlarespuestadeTsukker:«Unjovenqueseintegró enlasfilasdelEjércitoBlanco,sinotengomalentendido»—.Ymedijo que no solía entorpecer el trabajo de sus camaradas de la Seguridad del Estado y menos cuando se trataba de asuntos contrarrevolucionarios. Mientras tú estabas con él en el teatro, yo no podía hacer nada para informarte.Tenecesitabaamiladoytúestabasalladodelhombrequese niegaaayudarme. —Yo siempre estoy a tu lado aunque no esté contigo, ¿me oyes? Llamaremos a otras puertas —pensó rápidamente Lina, que intentaba entender por qué Tsukker no le había dicho nada de la llamada de su marido.Dehaberlohecho,hubiesecanceladosuasistenciaalteatro.Pero eso ya no tenía importancia. Debía pensar en el próximo paso—. Hablaremos con Litvínov. Él tiene el poder de hacerlo. Yo puedo hablar con su mujer, Ivy. Me adora, aunque solo sea porque le hablo en inglés. Encontraremos una solución a todo esto. Mañana haremos todo lo que tengamosquehacer. —Mañana —repitió como un autómata—. Tú no sabes lo que es una cárcelrusa.Nisiquierasésisobreviviráaestanoche. Linalemirósinatreverseaponervozalapreguntaquelequemabapor dentro:«¿Acasotúlosabes?». AldíasiguienteteníaprevistoencontrarseconMeierhold,quequería convencerle para estrenar El jugador en el Teatro Bolshói. El director teatral lo notó distraído, ajeno a la conversación que mantenían. Cuando supo la razón y su intención de acudir al Consejo de Comisarios del Puebloparapedirayuda,ledetuvo. —No te conviene hacer tanto ruido. Déjame a mí. Conozco a alguien quepuedeayudarnos.Perotúestatequieto,Prokófiev. A las pocas horas estaban tomando un té con la exmujer de Máximo Gorki, Yekaterina Peshkova, directora de la Cruz Roja Política, que le prometió hacer todo lo que estuviera en su mano y le repitió la misma recomendación que ya le hiciera Meierhold. «Usted no haga nada», dijo mientrasescribíaenunpapelelnombredeAleksanderRaievski,comose llamaba realmente Shurik. «Es un invitado de la Unión Soviética. Es el granProkófiev.Nadiequerráquesemarcheusteddescontentodeestepaís. Puede que consiguiera algo, pero siempre estaría en deuda con ellos. Y unonuncasabecuándovendránacobrarseunadeuda.Esoquedaríaensu expediente y podrían utilizarlo contra usted en cualquier momento. Hoy puede que no le importe, pero estas cosas empiezan a importar cuando unomenosseloespera». ¿Expediente? ¿Qué expediente? ¿Utilizarlo contra él? ¿Qué iban a utilizar contra él y por qué? Serguéi no entendía nada, como si aquella mujerleestuvierahablandoenclave.Peroloúnicoquequeríaesverasu primofueradelaLubianka,asíquedecidióqueseguiríasusconsejossin hacer muchas más preguntas, que seguramente no le reportarían las respuestas esperadas. Sin duda ella conocía mejor cómo funcionaban las cosas en la Unión Soviética. Una vez más, él solo entendía de música y comotaldebíacomportarse. Alospocosdías,MeierholdledijoquealguiendelPartidoydebidoala presión de Prokófiev había conseguido que a Shurik se le redujera la condenaenuntercio. —Esonoessuficiente.Necesitoquesalgadelacárcel.Noesjusto.No hahechonadaparaqueledetengan. —No es necesario que haya sido ahora… —apuntó en voz baja Meierhold, como si necesitara decirlo para sí más que para su amigo—. Nisiquieraesnecesarioquelohayahecho.Valeconlaintención. —¿Quéquieresdecir?—Serguéiseguíasinentenderosencillamenteno queríahacerlo. —Lo que te dijo Yekaterina. La memoria de los bolcheviques es portentosa y pervive en el tiempo. Cualquier cosa que hagas hoy puede tener sus consecuencias dentro de diez años. Lo recordarán, lo multiplicaránpordiezypodránactuarcontrati.—Alverlaexpresiónde su colega, Meierhold se arrepintió de haber sido tan claro e intentó arreglarlo. Estaba allí para convencer a Prokófiev de que estrenara El jugadorynosolonoloestabaconsiguiendo,sinoqueleestabaasustando —. Lo que te quiero decir es que tengas paciencia. Al final, conseguirán sacar a tu primo de la cárcel. Pero aquí las cosas van a otro ritmo. No resultafácilayudaraunqueestésmetidoenelpartido.Siemprehayalguien que considera que no eres demasiado comunista si tercias a favor de un enemigo del pueblo —le recomendó, intentando esconder su mirada. No podía evitar hablar así. Serguéi no lo sabía, pero Meierhold había comenzadoatenerproblemasconalgunossuperioreseneldepartamento deculturadelpartido. Siguieron los ensayos, las representaciones y los éxitos de Prokófiev, que decidió hacer caso a Meierhold y a todo el que le decía que muy pronto se produciría la liberación de su primo. No quiso que el rechazo que comenzaba a sentir por Tsukker por su negativa a implicarse en el caso de Shurik fuera demasiado notorio. No le convenía ni a él ni a su carrera.YademásrecordabalaspalabrasdeMeierhold:«Noresultafácil ayudar aunque estés metido en el partido». No era nada personal. Aquel hombre había hecho todo lo posible para que su estancia fuera lo más perfecta y cómoda posible, dedicando una atención especial a Lina. Es cierto que cumplía órdenes de arriba, pero siempre había maneras y maneras de servir. Lo entendió mejor cuando acudió junto a su mujer a verlaobraLiubovYarovaia,deKonstantinTrenev,enlaquesecontabala historiadeunamorimposibleenplenaguerracivilrusaentreunaviuda confuertesidealesrevolucionariosyunjovenblanco.Alfinal,lamujer rechaza vivir ese gran amor con un enemigo del pueblo porque su conciencia revolucionaria imperaba sobre cualquier otro sentimiento íntimooprivado.Saliódelteatropensativoyconpocasganasdehablar. PoresolohizoLina,utilizandountonodevozmásbajodelonormal,a pesardeestarenlacalle. —¿No te parece que ha sido un poco propagandístico? Si yo fuera Liubovymevieraenesasituación,creoquenopodríarenunciaralamor. —Eslacrudarealidad.Peronotepreocupes.Túnuncavasatenerque elegir—dijo,abrazándolamientrascaminabanhaciaelrestaurantedonde habíanquedadoacenarconsusamigos,MiaskovskiyAsafiev.Elprimero le devolvería los diarios que le había entregado unos días antes de su salidadeRusiaparaquelosguardaraabuenrecaudoyelsegundoledaría algunas de sus obras de teatro escritas en su juventud y que María Grigórievna no había podido llevarle en su precipitada salida del país. Todovolveríaasulugar.SerguéibesóaLina.Loúltimoquequeríaesque sumujer,sucompañeraysumejorapoyo,sepreocupase. En aquella visita a Rusia, los Prokófiev habían perfeccionado lo que ellosdenominaronsuparticularlenguajecontemplativo.Enlosdosmeses que duró su estancia se convirtieron en expertos en la interpretación de miradas ante el desierto de palabras por el que a veces transitaban, bien por prudencia, bien por incapacidad para definir lo que veían. Cuando visitaron el apartamento donde residía Miaskovski, vivieron otra de las características contradicciones de la esencia rusa: dudaron entre guardar silencioorecurriraunsinfíndepalabrasparadefinirlatristezaqueles causó ver la precariedad en la que vivía el compositor, obligado a compartirsucasaconmáspersonas.Prokófievsepreguntabacómopodía vivir en aquel lugar tan reducido, atestado de gente y sin la tranquilidad necesariaparahacerlo.Lollamabanplandealojamiento.ASerguéisele ocurrieron otros muchos nombres más ajustados a la realidad. Ahora entendíamuchasdelasbromasdisfrazadasdereprochesquelehacíanaél, aStravinski,aRachmáninov,oacualquieraqueasegurasesentirseruso, peroamilesdekilómetrosdesutierra.Noencontróelvalordeculparles por esos reproches. Él no sabía cómo reaccionaría si la situación sucedieraalainversa.Yleasustabapensarenello. Pero las miradas a veces no eran suficientes para calmar lo que les ardía en la garganta. Había momentos en los que necesitaban opinar, comentarloqueveíanycallarlolesquemabaenlaboca.Tampocoquerían hablar en el coche que siempre estaba a su disposición por gentileza del partido. Quizá su obsesión por la existencia de micrófonos, que había empezado como una broma, se estaba convirtiendo en paranoia, pero preferían ser cautos. Nada más. Por eso, muchas veces aprovechaban la visitaalacasadealgúnfamiliar,fueradelaagendaoficial,parasalirde los sitios por la parte trasera de los edificios, perdiéndose por caminos, callejuelasypatiosexterioresamododeimprovisadoplandefuga,como ellosmismoslodenominaban.Silosacompañantesoficialesadvertíansu treta, siempre les quedaba la excusa de que deseaban caminar por las callesmoscovitasdespuésdetantosañosodirectamentereconocerquese habíanperdido. —¿Te has fijado? —le preguntó Lina que, incluso en un escenario abiertoylibrecomoaparentabaserlacalle,preferíahablarenvozbaja—. LasobrinadeMiaskovski,¿quétendrá?,¿catorce,quinceaños?¿Hasvisto cómo le habla a su madre, con qué desprecio la llama burguesa? De su boca salen los eslóganes comunistas de manera mecánica, como si no pasaran antes por su cerebro. ¿«Todo el poder para los sóviets», «Pan, paz,tierra»?ParecíaJulesRomainshablandodelagranluzenelEsteo FrancoisFuretinsistiendoenelencantouniversaldeoctubre.¡Sinohabía echado los dientes cuando empezó la revolución! Y Miaskovski, ¿no puedehacernada?Alfinyalcabo,essucasa… —Es su casa y, por lo que hemos visto, la de veinte familias más. — Aunque no insistiera en ello, a Serguéi le había impresionado la aglomeración de personas en un mismo apartamento destinado como muchoatresocuatro—.Bastantetieneconsalirfavorecidoenlasfotos —dijo, recordando el aspecto desaliñado que presentaba en la foto que habíavistodeélenRiga—.Vistolovisto,nodebeserfácil. Lina entendió lo que su marido quería decirle. Se aferró a su brazo y siguió caminando. Hacía frío, pero en su interior había comenzado a helar. Tres días antes de finalizar la gira e iniciar el regreso a casa, ProkófievseenfrentóasuúltimarepresentaciónenlaUniónSoviética.Su SinfoníaClásica,suConciertoparapianonº2ysuSuiteEscitasonaron diferentesporquetañeronadespedida.Losaplausosseeternizarondurante minutosySerguéiyanosabíacómosalirasaludarycómoausentarsedel escenariosinquelosgritosprocedentesdelasalaparecieransuccionarle denuevoydevolverleaescena,dondevolvíaarepresentarseunéxitomás. Aquellanochenadiequeríairse.Elpúblicopermanecíaensusasientos, los músicos requerían la presencia de Prokófiev, los invitados le esperabanenelhall,enlospasillosyenlaentradadelteatroparadarlela enhorabuena,susamigospermanecíanpacientementeenelcamerinoylos periodistas aguardaban la última declaración del compositor antes de marcharse.ElpresidentedelConsejodeComisariosdelPueblo,Aleksey Ioánnovich Rýkov, tampoco quiso perder la oportunidad de saludar a Prokófievyasuencantadoraybellamujer.Ysupoaprovecharlasúltimas fotosquelaprensaharíaalapareja. —¿HadisfrutadodesuvisitaalaUniónSoviética?—lepreguntóante los hambrientos periodistas, sonriendo a la par a Prokófiev y a los fotógrafos. —Laestanciamehacausadounagranimpresión. —¿Volverá,entonces? —Unosiemprevuelveallugardondehasidofeliz. La respuesta pareció agradar a todos y Serguéi respiró tranquilo. Se habíaconvertidoenunexpertoestrategasemántico,unadalideneljuego depalabras,enelqueteníaqueemplearmásingenioqueenelajedrezo enelbridge.Linalemiróyleregalóunadesusampliassonrisasrecién estrenadas para él. No supo si por lo airoso que había salido de la situación, con toda la prensa pendiente de sus últimas palabras ante el comisariodelpueblo,oporescucharledecirquehabíasidofeliz. Sielprimerdíaleshubiesendichoqueeltiemposelesibaapasartan deprisa, no lo habrían creído. Los dos sintieron cierta tristeza al abandonarunpaísquesindudaleshabíaacogidoconlosbrazosabiertos. Lesibaaresultarimposibleolvidareléxitocosechadoyseibaaconvertir enunavarademedirconelquecompararíanelrestodesusactuaciones. Como si de un juego del destino se tratara, el 23 de marzo de 1927 estuvieron a punto de perder el tren. Demasiadas despedidas inacabadas, besos alargados pero truncados por las prisas, abrazos con intención de nomorirnunca,promesasqueseconvertíanenunanubeblancanadamás salir de la boca por el intenso frío que en Rusia no parecía entender de primaveras. Se marchaban dejando muchas cosas, quizá con la intención de volver un día a recogerlas, y llevándose muchas más, tal vez para almacenarlas en la memoria con vocación de ser imborrables para alimentar recuerdos futuros. Prokófiev odiaba las despedidas porque no erabuenoenellas.Sipudiera,sehabríaencerradoatocarelpiano.Linase desenvolvíamejor,comoencasitodoslosámbitos. Unavezacomodadoseneldepartamento,ydespuésdequeunmozose encargara de colocar todo su pesado y abundante equipaje — especialmente por las compras realizadas por Lina en los almacenes Gostorg,perotambiénporlospaquetesdediarios,cartas,libros,fotosy composicionesqueregresabanconsuantiguodueño—,Serguéiapoyósu cabeza en la parte superior del asiento y cerró los ojos. Necesitaba ordenar y clasificar todos y cada uno de los momentos vividos en aquel viaje. Eltraqueteodeltrenleanuncióqueregresabanacasa.Allílesesperaba Sviatoslav,losabuelosmaternos,OlgayJuan,suhogar,suscompromisos laborales, sus amigos Serguéi Diáguilev, Pablo Picasso, Coco Chanel, Ígor Stravinski, Ernest Hemingway, sus rincones en Montmartre, sus paseosporelJardíndeLuxemburgo,elbulevarSaintGermainyelBarrio Latino,susadorablescafésalairelibre,sentarseundíaenLeDômeCafé yaldíasiguienteocuparunadelasmesasdeLaCloseriedesLilas,donde unosabíaquejamáscoincidiríaconlaclienteladeldíaanteriorocomole habíadichoHemingway,«aquínuncaencontrarásaningúnpoeta». Volvíanalavida,asuvidareal.QuizáporesoSerguéinoquisomirar atrás.Noabriólosojoshastaquesuintuiciónlepermitiócalcularquela estaciónhabíaquedadoavarioskilómetrosdedistanciayelúnicopaisaje que observaría a través de la ventana sería un inmenso manto de nieve blanca e inmaculada, sin que nadie hubiera dejado sus huellas en él. Todavía. 15 —Nopiensosubirmeaesecacharro. La concisa claridad de Lina con respecto al Fiat que estaba valorando comprarsumaridofuemeridiana.Noalbergabadudasniambigüedades. Nolegustaba. —Laúnicarazónporlaquenoquieresestecocheesporqueeresuna cabezota. Quieres comprar el Panhard porque tiene las letras SYP en el radiador. —Yodiríaquesoyromántica.SerguéiY.Prokófiev—quisoinsistirde nuevoenelsignificadodelassiglas. —Pero si ni siquiera has aprobado el examen de conducir, no seas caprichosa. —¡Ytúconducescomounloco!—leespetó,recriminándolesupasión porlavelocidad,quelehacíacorrermásdelacuenta. —Puescomocompongo.Yhastaahoranotehabíaoídoquejarte. Tras varias deliberaciones se decidieron por un Ballot, después de rechazarlaideadeimitarelgustodeFallayMompouporelEhrhardt. Eraunadecisiónimportante.Elcochecambiaríasuvida,dotándolade una libertad que antes no tenían por la imposibilidad de moverse por sí mismos.Yanorequeriríandelosserviciosdeningúnchófer.Ahoraserían ellos lo que conducirían sus propias vidas y no tardaron en ponerlo en práctica. Sinembargo,talycomoocurríaconsusobras,lascríticasnotardaron en llegar. Especialmente de boca de algunos amigos rusos exiliados en París, que no dudaban en bromear sobre el alto nivel de vida de los ProkófievgraciasasugiraporlaUniónSoviética.ASerguéilemolestaba esasinsinuacionesyseveíaobligadoaexplicarquesuviajeatierrasrusas nolehabíareportadomuchasganancias.Alfinaldecidióseguirelconsejo de Lina y dejó de dar explicaciones que no le interesaban a nadie. Diáguilevcompartiólainteligenterecomendación,comocasitodoloque salía de la boca de la señora Prokófiev, por la que sentía verdadera devociónynosecansabaendemostrarlocadavezqueteníaocasión. —No les hagas caso. Están celosos de tu éxito en la Unión Soviética. Esonoloconsiguecualquieraylofácileshacerreproches.Todosdicen quenovanporconviccionesmorales,peroquizánolohaganpormiedoa fracasar.Elorgullodealgunosnolopermitiría.Mírameamí,tampocohe ido.Nisiquieramehanllamado. —Eso es porque tienen miedo de que les robes a todos los bailarines para tus Ballets Rusos. —Serguéi se sorprendió de la carcajada de su amigo.Estabahablandoenserio—.Tedigolaverdad.Ellosmismosmelo dijeron. Lavidavolvióacogerelpulsodelarutinaqueteníanantesdesuviaje alaUniónSoviética.Lomásimportanteeraencontrarunacasa,apoder serdefinitiva.Ylaencontraronenelnúmero5delarueValentinHaüy.No tardaron en llenarla de amigos y compañeros que convirtieron aquella direcciónenelnuevolugardeencuentrodelosprincipalesartistasrusos de París. Lina se esmeraba en cada fiesta, en cada cena, y disfrutaba haciéndolo,sobretodocuandoorganizabatorneosdebridgeydeajedrez enlosqueSerguéisiempreresultabaganador. —Convendríaqueejercierasdebuenanfitriónytedejarasganaralguna vez.¡Vanadejardevenir!—lecomentabaentrebromas. —Eso nunca. Uno tiene su dignidad. ¿Cuándo has visto tú a un ruso dejándoseganar? TodoslepreguntabanporsuexperienciaenlaUniónSoviética.Ydesde la Unión Soviética seguían preguntando por él. El deseo que mostraban algunosporconseguirqueProkófievregresaradenuevoasupatriafuea másdesdequesuamigoDiáguilevlepropusocomponerelballetLepas d’acier (El paso de acero), centrado en el ensalzamiento de la industrializaciónqueestabaproduciéndoseenlaUniónSoviética,enplena épocadeaperturismopolíticoimpulsadoporelgobiernobolchevique,la llamadaNuevaPolíticaEconómica.Muchosloentendieroncomounclaro apoyoalasituaciónquesevivíaenlaUnión.«Loestamoshaciendobieny nuestrosgrandeshombresnosloreconocen.Mostrémoseloalmundoya la propia sociedad soviética». Esa fue la interpretación de destacados cargospolíticosdelpartido. Apesardeléxitodelballet,estrenadoel7dejuniode1927,hubouna críticadeunamigodelosProkófiev,JeanCocteau,quealcompositorle doliódesingularmanera.«ReprochoalcoreógrafoLeonidMassinehaber convertido algo tan importante como la Revolución rusa en un espectáculo de cotillón adaptado al alcance intelectual de señoras que pagan seis mil francos por un palco. No tengo nada en contra ni del compositornidelescenógrafo».Aunquesupusoqueeldardoibadirigido aDiáguilevporsuamistadconLeonidMassine,laexplicacióndeSerguéi sonó cruel en los oídos de Lina: «No ha logrado superar la muerte de RaymondRadiguet.Leestácostandotantocomoadmitirsurelacióncon Marthe e incluso la que tuvo contigo, en diferente manera, obviamente». ElrecuerdodeRaymondconsiguióentristecerla.Yelmensajedesulibro Eldiabloenelcuerpo,lafacilidaddedañaralapersonaamadayhacerlo ennombredelamor,volvióaestremecerla. PeroProkófievprefirióquedarseconlasbuenascríticasdesuadorada madameSert,dePabloPicasso,deSerguéiDiáguilev,deMauriceRavely de Raymond Roussel. Y también con los éxitos que la obra estaba cosechandoenLondres,enParís,enMontecarlo.LealegrósaberqueEl pasodeaceroprontoseestrenaríaenlaUniónSoviética,dondetodavíase hablabadelabuenaacogidadesuóperaElamordelastresnaranjas.La ideainicialeraqueProkófievsedesplazarahastaMoscúparatrabajaren lapuestaenescenaduranteseismeses,perolapropuestadeDerzhanovski como responsable del Teatro Bolshói no terminaba de convencerle. No podría pasar medio año en Moscú. Tenía mucho trabajo, giras por confirmar, ensayos, conciertos pendientes y, sobre todo, si accedía a la oferta rusa, tendría que abandonar el proceso de composición en el que estaba inmerso y era algo que no podía permitirse. Tampoco quería. Cuanto más trabajo tenía, más pleno y feliz se sentía. Debía acabar El jugador, en cuya creación empleaba muchas horas del día, Diáguilev ya estaballamandoasupuertaconunanuevaobra,Elhijopródigo.Nopodía parar. Era como si el viaje a su país de origen le hubiera dotado de una dosis extra de energía que necesitaba volcar sobre las partituras. Estaba viviendoelmejormomentodesucarrera.Ysoloteníatreintayseisaños. Era la pregunta que más a menudo le hacían:«¿Cómo alguien tan joven puedegozardetantafama?». Definitivamente,Moscútendríaqueesperar. Sinembargo,nopodíaevitarlo:cadainvitación,cartaotelegramaque recibía desde la Unión Soviética hacía que sus ojos brillaran de una manera especial. Lina bromeaba con él. «¿Hago ya las maletas?». Pero Serguéi lo tenía claro. La vida en París y en la Europa Occidental era mucho mejor. La nostalgia no era un argumento de peso suficiente para darunpasotanimportanteensuvida.Prokófieverauncompositorlibrey necesitabalibertadparacrear. Y además, una nueva noticia todavía sin anunciar estaba a punto de anclarleaúnmásaParís,almenosduranteuntiempo. —¿Para cuándo, querida? —le preguntó Diáguilev reprimiendo sin éxitounasonrisaquepecódeindiscreta. —¿Cómohaspodidosaberlo?—Linaestabasorprendida.Suembarazo eraunsecretoinclusoparaSerguéi,yaquesoloestabadeunassemanasy prefería esperar un tiempo prudencial para estar segura de que todo marchababien—.Nisiquierasemenota. —Convivo con mujeres a diario. Míralas —dijo, señalando a las bailarinas de sus Ballets Rusos—. Me he convertido en un experto. Hay vecesqueinclusoloséantesqueellas. Serguéi Diáguilev fue uno de los primeros que acudieron al hospital parafelicitaralaparejacuandoOlegvinoalmundo.El13dediciembre de 1928 el frío de la calle contrastaba con el calor que existía en la habitacióndelhospitaldondeLinaacababadedarluzaunsegundohijo, unhermosobebédetreskilosseiscientosveintegramos,antecuyacunase plantósuhermanoSviatoslav. —Yoqueríaunaniña.—Laprotestasonóadecepción—.Mamámedijo queibaaserunachica.Esolocambiatodo. —Esquelasniñassonmáscaras—ledijosupadre,esperandoquesu razonamiento fuera aceptado por su hijo, que solía soltar expresiones propiasdeadultocontansolocuatroañosdeedad,apuntodecumplirlos cinco—. No nos va a quedar más remedio que quedarnos con él, si te parecebien. —Vale, está bien. Me gusta —dijo, acercándose al moisés donde el recién llegado dormía desde su llegada al mundo—. Querido chiquitín, hermanitomío.Notepreocupes,queyocuidarédeti.Además—ledijoa supadre—,lasniñassonmuypesadas. Diáguilevaplaudióelcomentariodelpequeñoyquisopuntualizarlo. —Y peligrosas. Y muy mandonas. —También quiso hacerle una advertencia al padre de la criatura—. Prokófiev, ve con cuidado. Una mujerconunhijoesungeneral.Perocondos,esunmariscal. —SellamaráSerguéi—dijoLina,quesehabíarecuperadomejordesu segundopartoquedelprimero. —¿OtroSerguéienlafamilia?—protestóProkófiev—.¿Yporquéno Askold? —Porqueesunnombrehorroroso.Nomegusta.Telodijecuandolo intentaste con el primero y te lo vuelvo a decir con el segundo. Y no discutas conmigo. ¿Acaso no has oído a Diáguilev? Tengo rango de mariscal. AlfinalganólaopcióndeOleg.ALinanolegustabademasiado,pero cedióalescucharlaopiniónunánimedequeelnombresonabamuybieny queteníareminiscenciasartísticas.«Seráungranartista,comosupadre». Seríacierto,peroenlosprimerosañosdesuvidanohuboformadeque nadielellamaraporsunombre.Lamadrehizosuyalaopciónpropuesta porSviatoslavdellamarleBratik,undiminutivocariñosodehermano,y SerguéisolíallamarleBebín.Laúnicaquelellamabaporsunombreera Elsa,laextraordinarianiñeradanesaconlaqueLinaestabaencantadayel reciénllegado,aúnmás. Apenas tenían tiempo para salidas, sobre todo Serguéi, que ya estaba volcadoenlacomposicióndesuSinfoníanº3yapuertasdelestrenodesu obra El hijo pródigo en mayo de 1929. Pero una noche hicieron una excepción. Lina, ya recuperada del parto de Oleg, quería ver a Carlos Gardel. ASerguéinoleemocionótantocomoasumujer,quizáporqueteníaen la cabeza su próximo estreno y sus fuertes desavenencias con el coreógrafo de El hijo pródigo, George Balanchine. Le preocupaba el resultado de aquel trabajo y no estaba tan convencido del éxito que vaticinabaDiáguilev.Esoocupabasumenteaquellanochejuntoalasnotas desuSinfoníanº3,pendientedeestrenoenapenasunosdías.Sabíaqueera buena, pero ¿tendría éxito? ¿Rozaba la excelencia? ¿Superaría a la Clásica? Y sin embargo, sus composiciones no eran lo único que le turbaba,nisiquieraeraelmotivoprincipalqueleemborronabaelánimo. Le seguían inquietando las consecuencias de un encuentro que se había producidoenunrestauranterusodelacapitalfrancesahacíaunassemanas conunodelosconsejerosdelaembajadarusaenParís.Desdeelprimer momentoleincomodóelbrevesaludoporquesabíaqueaquelhombrele ibaapedirlomismoqueenotrasocasiones:quedieraunconciertoenla embajada soviética. Serguéi siempre había declinado la invitación de maneraamable,excusándoseporelexcesodetrabajooporlosmúltiples viajes al extranjero que debía realizar. No quería que nadie pudiera malinterpretar aquel recital. Pensaba en la comunidad rusa en el exilio y estaba convencido de que sería el blanco de sus críticas si aceptaba esa invitación.Sinembargo,aquellavezfuedistinto. —Meconstaquemiscamaradasestánintentandoconvencerleparaque les visite de nuevo en Moscú. No puedo creer que lo vayan a conseguir antes de que usted nos honre con uno de sus conciertos en la embajada rusa,estandomuchomáscerca. —Eso es decir mucho. Lo de Moscú todavía no está claro. ¡Si ni siquiera he conseguido los pasaportes soviéticos! —No supo si arrepentirsedeloqueacababadedecirofelicitarseporladiligenciadesu insinuación.Aqueltrámiteburocráticoerahartocomplicado,ysiregresar a la Unión Soviética entraba dentro de sus planes, ese sería un paso importante. —Poresonosepreocupe.Semeestáocurriendoalgo.Ustedmeayuda conlomíoyyoleprometointeresarmeporsuspasaportes.Yasabeloque dicen:«EnRusiatodotieneunprecio». Ylotuvo.Prokófievconsiguiósuspasaportes,perotuvoqueofrecerun conciertoenunarecepcióndelaembajada.Comosetemía,lasreacciones nosehicieronesperarytodasseempeñaronendejarleenmallugar.Sus amigos rusos en París le reprocharon el gesto tanto o más que cuando adquirióelcocheconeldinerodesusconciertossoviéticos.Loquemás lemolestófueunartículodivulgadoenMoscú.Apareciópublicadoenel diarioantibolcheviqueVozrozhdenie(Regeneración),creadoporlaUnión porlaRegeneracióndeRusia:«Prokófievsehaconvertidoenunamuñeca degoma».Nolepareciójustoyledisgustóprofundamente. Llegó el día del estreno de El hijo pródigo en el Teatro Sarah Bernhardt de París. Aquella fecha del 21 de mayo de 1929 se había ido dilatandoeneltiempoyparecíaquenoibaallegarnunca.Perolohizo. Serguéiestabanervioso.Diáguilevlerecomendóqueserelajara,quetenía todoasufavor.«SobreeseescenariotenemosaProkófiev,aDiáguilevy al bailarín que quiere todo el mundo, Serge Lifar, sin olvidar a la encantadora Félia Doubrovska. París, un público entregado y tu bella mujeratuladoque,nomepreguntesporqué,peroteapoyarápaseloque pase. ¿Qué más quieres?». Serguéi quería una coreografía estéticamente másacordealaparábolabíblicadelEvangeliodeLucas15,11enlaque estababasadalaobra. PesealostemoresyalosmalosauguriosdeSerguéi,laobrafuetodo un éxito y logró revolucionar de nuevo la escena parisina. Aunque esta veznosolosedebíaalcaracterísticoespíriturevolucionariodelamúsica deProkófiev,quetodavíanopodíacreerseloqueacababadepresenciar. —¿Porquélosamigosdelhijopródigovanconlasrodillasplegadas? ¿Porquédanzabantantoscamente,comosiaporrearanelsuelo,comosi fueran a desencajarse? ¿Y podría alguien explicarme por qué son todos calvos? ¿Por qué las bailarinas hacían esos movimientos con la cadera, sacándola bruscamente hacia fuera? Y sobre todo, ¿por qué se ha tenido queverenunaadaptaciónbíblicaunculo? —Apenas se ha visto —intentó calmarle Lina—. Estoy convencida de que el público no se ha dado cuenta. Además, el problema no es que se viera,sinoenelmomentodelaobraenelquesehavisto… —¿Nodecíasquenosehabíandadocuenta?—refunfuñóSerguéicomo sisumujertuvieralaculpadelaaparicióndeunanalgadesnudaenplena escena. —Adecirverdad,nolorecuerdo.¿Quieresdecirlealgo,Diáguilev?— Lina pidió auxilio a su amigo, mientras una fila enorme de amigos y personalidadesesperabanalapuertadelcamerinoparafelicitarle,ajenos alenfadoquesecocinabadepuertasparadentro. —Claroquevoyadeciralgo.Hasidounodetusmejoresestrenos…— Al adivinar la intención de Serguéi, que ya había despegado sus labios paraseguirsoltandoquejas,algúnqueotroimproperiooalgunamención inoportuna que exasperaría a Diáguilev, le frenó en seco—. Y ni se te ocurrasalirahoraconMoscúoLeningrado,porque,queridoamigo,este es el mundo real, no me vengas con historias de nostalgias y añoranzas. Yaséqueahoramismoloquedesearíasesmatarle,perolacoreografíade Balanchinevaadarquehablareinspiraráfuturascomposicionessobrela escena. Y tú deberías entenderlo mejor que nadie. —Serguéi movió la cabezaenseñaldenegación.Sabíaqueaquellacoreografíaibaaenvejecer malyquesupondríaungranescándaloynoprecisamentemotivadopor cuestionesmusicales. —Estovaaserunescándalo.Loestoyviendo.—ASerguéilecostaba atenderalasrazonesdesuamigo. —¿Escándalo?—preguntóDiáguilevalbordedelacarcajada—.¿Sabes loqueosódeciruncríticomusicaldeLeFigarocuandovioelestrenode La consagración de la primavera de Stravinski con los Ballets Rusos en mayo de 1913 en el Teatro de los Campos Elíseos?: «No tiene ninguna relación con lo que nosotros llamamos música». Y seguramente ese cretinoignorantesigayendoalteatro,yaquenadiehatenidoelvalornila decenciadeprohibirlelaentrada.Amigomío,notefíesdeloquepublica laprensa,muchomenossiesuncríticoteatralquienlohace.—Diáguilev lediounbesoaLinaantesdeabandonarelcamerino—.Disfrutadeléxito. YomevoyaVeneciaadescansarunosdías.Aunqueatumaridoleparezca una ordinariez —le confió a Lina, pero en un tono lo suficientemente audibleparaqueleescucharaSerguéi—.Esteforúnculomevaamatar.A miregresoosllamoyhablamosdenuevosproyectos.Tengoalgoquete vaaencantar.¡Yquitaesacaradepreocupación!Hascosechadounnuevo éxito,¡aquiéndemoniosleimportaquesehayavistounculooquehayan salido bailarines calvos! Disfruta de la vida, Prokófiev. No seas tan condenadamente ruso —dijo, guiñándole un ojo a Lina y besándola de nuevo. Diáguilev no era el único que necesitaba descansar. Los Prokófiev también ansiaban una temporada de tranquilidad y la encontraron, como era habitual en ellos, en un acogedor lugar situado a suficientes kilómetros de París para alejarse de un ruido continuo que les impedía concentrarseenelsonidodelamúsica.Elproductivoritmodetrabajode Serguéi les había permitido alquilar una hermosa y espaciosa casa solariega perteneciente a una familia noble, cerca del lago Bourget. La casa tenía el nombre de La Fléchère, y nada más verla, Sviatoslav la concibió como un enorme parque de atracciones en el que jugar y perderseenredadoensusfantasíasinfantiles.Lasescalerasdecaracol,las diferentes habitaciones que invitaban a perderse en ellas, el jardín frondosoenelquealguienhabíacolgadounenormecolumpioqueharía que Oleg no extrañara el que su padre le había colocado en su casa de París,lasenredaderasqueencumbrabanlosmurosdelacasaporlasque elmayordeloshermanosfantaseabacontreparporellas… Lina estaba convencida de haber encontrado el paraíso en la tierra y poco le importaron las contrariedades de haber perdido a la cocinera contratada,lanecesidaddeunalimpiezarápidaquepedíaagritoslacasa, la imperiosa obligación de acercarse al pueblo para comprar la ropa de cama olvidada en París y realizar la compra de víveres que la informalidaddelacocinerahabíatruncado.Estabadeseandosentarseenel señorialjardíndelamansión,ocuparunadesussillaspintadasenblanco ytomarseuntéconvainilla,oaúnmejor,unagrantazadecaféconleche. Todo estaba perfectamente planificado. Mientras los niños jugaban, Serguéi componía y ella continuaría clasificando los recortes de prensa, corrigiendotraducciones,ejerciendodefielconsejeradesumarido,todo ello sin olvidar sus clases de canto que, aunque más espaciadas por el ajetreo de su vida en los últimos tiempos, no había dejado en ningún momento.Allílograríanolvidarsedetodoydisfrutardelavidafamiliar de la que tan orgullosos estaban sin que nada ni nadie pudiera turbarles, algoquesupusieronalestaravarioscientosdekilómetrosdedistanciade la capital. A pesar de ese detalle, no fueron los únicos que pensaron en aquel lugar como refugio de verano. Muy cerca de ellos se habían instaladoalgunospersonajesilustresyamigoscomunescomoStravinski consufamilia,algoquenoimportóenabsolutoalosProkófiev,apesar delaveladarivalidadentreambos,aunqueenrealidadlesuníaelrespetoy laadmiraciónmutua;lacantanteNinaKoshetz,delaqueLinaguardabaun infaustorecuerdomotivadoporloscelos,queyaeranhistoria,porloque su presencia no le supuso ninguna contrariedad; o el actor de moda, Charles Chaplin, que a veces, en el transcurso de alguna comida o cena, lesobsequiabaconalgúnespectáculodemimoquecolmabadehilaridada los improvisados espectadores. Las veladas que surgían de aquellos encuentros estivales resultaban muy agradables. Incluso tuvo la oportunidad de conocer a una de las grandes artistas españolas del momento, Imperio Argentina, con la que compartió muchos momentos memorablesydelaqueaprendiómucho.Aquelveranoresultóinolvidable pormuchosmotivos. Lina no se olvidó de invitar a Imperio Argentina a la gran fiesta de despedidaqueestabapreparandoparacerrarsuperiodovacacional.Estaba contentaporquevolveríaacantarenesarecepciónconamigosySerguéi leacompañaríaalpiano.Lociertoesquesuvozestabamejorquenunca. Pensó que quizá tenía que ver con el sosiego que presidía su vida tal y comolerecomendabanlasenseñanzasdelaCienciaCristiana.Sefelicitó por haber accedido a entrar en esa creencia de la mano de su marido. Había sido una gran decisión que no solo les había ayudado en su vida artística, sino también en la familiar y en el terreno más íntimo. «No penséis en el dolor y él no pensará en vosotros. Es todo cuestión de voluntad». Pero no siempre sucedía así, sobre todo cuando la vida tenía otrosplanes. Unamañanadefinalesdeagosto,Linaregresabadesubañomatutinoal quesolíanacompañarlasushijos.Serguéitambiénacostumbrabaaunirse alaexpediciónfamiliarcuandosutrabajoselopermitía,peroaqueldíase encontraba demasiado concentrado en el inicio de la composición de su Concierto nº 5. Se había despertado varias veces durante la madrugada paraescribirsobreunpapelalgunasdelasnotasqueleasaltabanyqueno parecían poder esperar a la mañana siguiente. Cuando eso sucedía, Prokófiev no se levantaba del piano, sus manos no conocían más horizontequelasteclasblancasynegrasyeraincapazderetirarsusojos delapartitura.Soloelgritoahogadodesumujereneljardínlogróquelo hiciera. Bajó las escaleras de la casa a tal velocidad que temió por su integridad,perolediolomismo.AlgomuygravedebíasucederleaLina paraquesugargantasehubierarasgadodelamaneraquelohizo.Cuando llegó junto a ella, la encontró con un periódico entre las manos. Ante el estadoenqueseencontraba,Serguéibuscóenlashojasdeldiariolarazón del desgarro de su mujer. No tardó en encontrarlo en un gran titular. DiáguilevhabíamuertohacíadosdíasenelGrandHoteldesBainsdeMer del Lido de Venecia, dos días antes de que se cumplieran tres meses del estreno de su último ballet, El hijo pródigo. Necesitó leer dos veces semejantenoticia.Noeraposible.Debíatratarsedeunerror.Notodolo que publicaban los periódicos era verdad. Se lo había dicho el propio Diáguilev la última vez que le vio en su camerino del Teatro Sarah Bernhardt de París. «No te fíes de todo lo que publica la prensa». Acababandeestarconél,sehabíanemplazadoaencontrarseenunosdías, después del verano, tenía algo en mente en lo que volverían a trabajar juntos y, de repente, se había ido. Serguéi no fue capaz de reaccionar durante varios minutos. Tampoco encontró el desahogo del llanto. No teníaesacapacidaddereacción.Nolehabíapasadonunca,perosucabeza sevaciódesonidosysellenódeimágenesenlasquesobresalíalasonrisa de Diáguilev en el camerino del teatro dándole a Lina el último de sus besos,esosconlosquesolíabromearProkófievconociendosunaturaleza inocente: «Algunas veces te olvidas de que es mi mujer y que estoy delante.Dejadeembelesarlacontantobeso,quemelaacostumbrasmal». No podía ser. La vida no podía asestarle esos golpes desplegando la mayordelasinjusticias.Nadaninadieteníaderechoaarrebatarleaunoa las personas que más quería sin dejarle al menos la posibilidad de despedirse, de decirle qué había significado en su vida y qué gran vacío dejarásuausencia.Envidióunavezmáslacapacidadqueposeíasumujer dedesahogarseatravésdelllanto.Ahoratampocoeracapazdellorar,aun sabiendo que aliviaría la sensación de vacío que le oprimía. El mundo artístico lloraba la pérdida de uno de los mayores catalizadores de la escena teatral y a él la emoción se le resistía. Los que habían cedido al embrujo del creador y verdadera alma de los Ballets Rusos —Picasso, Matisse, Benois, Falla, Ravel, Debussy, Fokine, Nijinski, Strauss, Stravinski, Derain, Braque— se descomponían en llantos y él, su compañerodelalma,nopodía.Habíadesaparecidolamentemásbrillante del mundo del ballet y Prokófiev, uno de sus grandes amigos y colaboradores,noeracapazdederramarunasolalágrima. La muerte de su amigo le afectó más de lo que creyó. Se sintió huérfano.Queeldestinolehubierapuestoaaquellapersonaensucamino había cambiado su vida. No solo había sido su amigo. Había sido su confidente,suprotector,elperfectocompañerodetrabajo.Sinohubiera sido por él, Serguéi no habría compuesto ni estrenado muchos de sus grandes éxitos. Y, desde luego, era uno de sus principales vínculos de uniónensuprocesocreativoconEuropayEstadosUnidos.Habíasidosu cordónumbilicalconParís,Londres,Bruselas,Viena…yahorasehabía quedadosolo,sinlafigurapaternaquerealmenterepresentabaparaél. Serguéi no podía evitar pensar en la muerte de Diáguilev, en que su últimoproyectojuntosfueraElhijopródigoyenlasinsistentesllamadas que seguían produciéndose instándole a regresar a Moscú. El destino parecíaempeñadoenhilaresostressucesos.Lacabezaestabaapuntode estallarle.Nuncahabíasidoamigodeinterpretarlasseñalesqueleenviaba lavida.Preferíacerrarlosojosymartillearlasteclasdelpianoparaque la música acallara y amordazara las elucubraciones que encerraban sus pensamientos. EntodoesopensabacuandoregresabaconsufamiliaasucasadeParís dejando atrás la idílica mansión de La Fléchère. Había sido un verano demasiado agitado y todo hacía pensar que el otoño y el invierno veniderosseguiríanesamismalínea.Serguéiconducíaconlavistapuesta enlacarretera.Esedíaibaespecialmentecalladoyesemutismonotenía queverconqueOlegySviatoslavfuerandormidos,elprimeroenbrazos delaniñeraElsayelsegundorecostadoenelasientotrasero.Sentadaen ellugardelcopiloto,Linatambiénparecíasumidaensuspensamientos,en lofelizquehabíansidolosúltimosmesesestivalessinofueraporlatriste noticia del fallecimiento de Diáguilev, que no lograba quitarse de la cabeza.¿Cómoeraposiblequelavidadieraesosbandazosimprevistos? ¿Cómo podía cambiar todo en apenas un segundo? ¿Cómo desaparecía una persona de tu vida cuando apenas te habías despedido de ella? ¿Por qué era todo tan injusto? Ni siquiera tuvo tiempo de pensar en una apropiada respuesta a sus reflexiones retóricas cuando una violenta sacudidahizoquesumundosetambaleara.Sinentendermuybienloque estaba pasando, observó cómo la carretera desaparecía ante sus ojos, su perspectivacambiababruscamenteacadasegundo,loscristalesdelcoche se rompían, convirtiéndose en una lluvia punzante despeñándose sobre ellos, y el automóvil daba vueltas sin cesar. Sintió un fuerte golpe en la cabeza,loqueleimpidióapreciarsilaimagendesuhijomayorsaliendo disparadodelvehículoatravésdelparabrisasdelcocheyprecipitándose sobreelasfaltodehormigónavariosmetrosdedistanciaerareal.Todo sucedió a cámara lenta, como en una película, pero con la agonía ácida que deja una pesadilla en un cuerpo indefenso y anestesiado por la realidad. El coche en el que viajaba la familia Prokófiev había sufrido un aparatoso accidente debido al mal estado de una rueda. El mismo neumáticoquehabíaestadoobservandoSerguéiunosdíasantesdeiniciar el viaje de regreso y que le obligó a llevarlo al taller para que se asegurasendequetodoestababien.Noloestaba,peronadiepareciódarse cuenta hasta que el vehículo perdió la rueda y se vio metido en un torbellino de vueltas de campana que parecía no tener fin. Aunque, en realidad,lotuvo. 16 «Prokófievhamuerto». Así recogieron algunos de los principales diarios rusos la noticia del accidente automovilístico sufrido por Serguéi y su familia a pocos kilómetrosdeParís. Lo que realmente sucedió podía calificarse de milagro. Al perder una de sus ruedas, el coche volcó y quedó boca abajo en la carretera, en dirección contraria a la marcha, lo que pudo haber provocado que la catástrofe fuera mayor ante la inminente circulación de otros vehículos. Pero el llanto desconsolado de Sviatoslav, que había quedado tendido a varios metros de distancia sobre el pavimento con varias magulladuras, aunque ninguna de ellas grave, alertó a los conductores que se apresuraronaauxiliaralafamilia.Serguéiyacíainconscientedentrodel coche,conlasmanosdañadas.Linahabíarecibidounfuerteimpactoenla cabeza que le había cubierto de sangre el rostro e hizo sospechar a los médicos que le atendieron que las heridas de la cara le harían perder el ojo derecho y su visión. El pequeño Oleg fue el que salió mejor parado gracias a su niñera Elsa, que tuvo el reflejo de abrazarle formando una especie de coraza que le protegió de los golpes. Ella resultó herida de gravedadenbrazosypiernas. Necesitaronunlargoperiododeconvalecenciapararecuperarsedesus heridas. A Serguéi, más que la severa conmoción cerebral que había sufrido,lepreocupabansusmanosylafaltadesensibilidadquemostraban durante los primeros días. Para su tranquilidad y la de todos, sus extremidades recuperaron la movilidad en apenas dos semanas, en parte gracias a la cabezonería del propio compositor por ejercitarlas y no abandonarlas al reposo que le recomendaban los médicos. Finalmente Linanoperdióelojonisuvisión,yensuhermosorostronoquedómás huella de la tragedia que unas magulladuras que desaparecieron con el pasodelosdías.Fueellaquienseencargódehablarconlosamigosdesu marido en Moscú y tranquilizarles sobre el estado de salud del compositor.Leimpresionóconocerquehabíanconfirmadolamuertede Serguéi.Aunquesedebieraalaprecipitaciónperiodísticaporlafaltade informaciones, el titular publicado le dejó una extraña sensación en el cuerpo. Durante el proceso de recuperación, Serguéi tuvo mucho tiempo para pensar en los últimos acontecimientos e incluso en los que estaban por venir. Especialmente en estos. Las invitaciones desde la Unión Soviética cada vez eran más insistentes, aunque algunas hablaran de falta de presupuestoodeunretrasoinoportunoenlafechadeunposibleestreno. Eran casi tan perseverantes como los mensajes que le hacían llegar amigos como Meierhold advirtiéndole de los cambios que estaba sufriendo su país y no precisamente para bien. Los Prokófiev habían notadodesdehacíauntiempoquelascomunicacionesconsusamigosde Moscú no eran tan continuas ni mucho menos abiertas como antes. La llegada de cartas se había espaciado, y cuando por fin las recibía, eran frías, breves y sin el apasionamiento propio de sus colegas. Las misivas dejaron paso a los telegramas y estos fueron sustituidos por mensajes verbalesqueveníandebocadeterceros.Perotodosinsistíanenlomismo. LascosasenlaUniónSoviéticahabíancambiadoylasituacióndealgunos de sus colegas y conocidos también. Derzhanovski estaba a punto de ser despedido por la misma razón que le había dicho Meierhold durante el incidente del encarcelamiento de Shurik, el primo de Serguéi. «Siempre hay alguien que considera que no eres demasiado comunista si tercias a favor de un enemigo del pueblo». Miaskovski era de los pocos que se resistía a privar a sus mensajes de la suficiente claridad. Siempre había sido directo y franco, aunque algunas veces aquella sinceridad resultara dolorosa.«¿Porquévasavenir?Ysobretodo,¿paraqué?Aquílascosas han cambiado y los que mueven los hilos de la cultura también. Siguen pensando que eres un genio, pero descalifican tu música. Dicen que tus nuevas obras han caído en la frivolidad, en los personalismos, que no aportannadaalpuebloruso,másbienalcontrario,quelointoxicanylo empobrecen.Piénsalobienantesdetomarunadecisión».Lasadvertencias de Meierhold compartían el mismo espíritu de cautela. «Si vienes, te obligaránahacermúsicapolítica.Ytúnoestáshechoparaeso,amigo.Lo tuyoesotromundo». Apesardelaobviedaddelosmensajesdesuscolegas,alosquepronto se unieron, en el mismo sentido, los consejos de otros muchos amigos como Boris Asafiev, Pavel Lamm o Aleksander Mosolov, Serguéi se resistía a creerlo. Su manera de componer y su música no habían cambiadopormuchoquelohubieranhecholasautoridadessoviéticas. TeníasobrelamesaelcompromisodeviajaralosEstadosUnidosya Cuba para representar una serie de sus conciertos y acudir a varios estrenosdesusóperasyenalgunosdeesoscompromisosleacompañaría Linaconsuvoz.Peroantesdecumplirconsuagendaamericanatomóuna decisiónqueveníamadurandodesdehacíatiempo.RegresaríaalaUnión Soviética.Seríaunviajecorto,deapenasveintedías.Preferíairsolo.«Va aserpocotiempo.Nomerecelapena.Resultaríademasiadocansadopara ti.Además,todavíadebesrecuperartedelassecuelasdelaccidente». Nolesorprendióencontrarsoloasusamigosmásíntimosesperándole enlaestacióndetrendeMoscú.Habíapedidoquenoseorganizaranactos oficiales a su llegada y encontró la excusa perfecta argumentando que estaba cansado y dolorido porque todavía se hallaba en periodo de convalecencia. No era del todo cierto, pero no podría soportar pesadas ceremonias gubernativas. Y mucho menos sin Lina a su lado, que solía hacer toda esa parafernalia mucho más llevadera, aunque solo fuera por los momentos posteriores a los actos en los que hacían un repaso de lo vividoentrebromasyrisas.Estabantodosalosquenecesitabaverydar un abrazo. Miaskovski, Meierhold, Derzhanovski, Maiakovski, Asafiev y Lamm. Todos se mostraron felices de comprobar que el accidente no había dejado en él las secuelas con las que la prensa soviética había empezado a intrigar. Le acompañaron al hotel donde se alojaría, en esa ocasiónbastantemásmodesto,yaquenohabíainvitaciónoficialy,como lerecordaron,lascosasestabancambiando. Pero los rostros de preocupación vinieron días después, cuando le comentaronqueelpartidohabíacomenzadoaponerenprácticaunaserie depurgasqueestabansembrandoelmiedoentrelapoblacióny,loquele resultómásextrañoaSerguéi,entrealgunosmiembrosdelpropiopartido. «No sé, tampoco te queremos asustar, no sabemos muy bien qué pasa. Pero la gente desaparece y no se vuelve a saber nada de ellos. Cuando hablasconalgunoscamaradas,tedicenquehanhechounviajealnorteo quehancometidoalgúntipodefaltayleshanmandadoalosUrales.Es algo que nos confirman sus propios familiares, pero lo hacen sin poder desprenderse el miedo de la mirada». Serguéi pudo comprobar que era verdadloquelecontabancuandosepusoencontactoconsufamiliayle dijeron que su primo Shurik, que había salido de la cárcel gracias a su mediación,habíasidotrasladadoaSiberia,segúnellos,«porprecaución, para tenerle controlado y que no se metiera en más problemas». Pero la noticiaquemáslesorprendiófuecuandoledijeronqueelhermanastrode SerguéiDiáguilevhabíasidoejecutadoenelcampodetrabajosforzados de Solovki, al que fue enviado tres semanas después de la muerte del creadordelosBalletsRusos. —¿Ejecutado?—preguntó,sinpoderasimilarloquelecontabanentre susurrosyutilizandomáslasmiradasquelaspalabras—.Pero¿porqué? —Nolosabemos.Nadielosabe. —Ni que hiciese falta una razón… —respondió Miaskovski. Era su habitual manera de hablar, de forma descarnada y directa, dejando comentariosamediavozenmitaddeunaconversación—.Alparecerles llevanparatrabajartalandoárbolesyextrayendomaterialesdelasminas paraayudaralaeconomíadelpaís.Oesodicen.Ellosprefierenllamarlo estancia en una granja o campamento correccional para contribuir a la gloriosa construcción del socialismo en nuestra madre patria. Creo que sonesaslaspalabrasexactasqueutilizan. Podía haberle dicho lo que se empezaba a comentar en la calle, que aquel lugar era uno de los primeros campos de trabajos forzados de un gransistemadeexplotaciónpuestoenmarchaporlaDirecciónGeneralde Campos,quemástardeestaríaenbocadetodoscomogulag. Durante su visita, Serguéi quiso pasear por las calles de Moscú y Leningrado para ver si el ambiente que se respiraba reflejaba la historia demiedos,intrigasylacadavezmáscrecientedesconfianzaquelehabían relatadosusamigos.Laverdadesquenoteníaunareferenciarealconla que compararlo, ya que en su primera visita prácticamente no se había apeado del coche oficial. También hubo todo eso en ese segundo viaje, peromuchomásrelajado.Insistíanenquererleenelpaís,ensudeseode estrenar sus obras, en la imposibilidad de pagarle todo lo que su arte requeriría, pero le aseguraban que no le faltaría de nada. «Por supuesto, libertaddemovimientos»,eralafraseconlaquesiemprecontestabanal requerimiento que más preocupaba a Prokófiev. De nuevo las palabras mágicas que le hacían reaccionar y borrar toda duda y controversia que podían haber sembrado las conversaciones con sus amigos. Sabía que queríanprotegerle.Leconocíanytemíanquesurebeldía,suespíritulibre y su carácter independiente no encajarían en la nueva Unión Soviética. Pero él mejor que nadie sabía lo que debía hacer y en qué escenario llevarloacabo.Lohabíahechotodasuviday,hastaentonces,nolehabía idomal. Sentado en su butaca, resguardado del mundo en el interior del departamentodeltrenquelellevabadevueltaalosbrazosdeLinaydesus hijos, no pudo evitar un sentimiento de tristeza por abandonar su país natal. Aquel viaje no había dejado en él la huella del realizado en 1927, pero pensó que se debía a que su mujer no le había acompañado. La echaba de menos. Sin ella, nada era igual. Evitó dejarse llevar por un romanticismo del que no solía hacer gala demasiado a menudo. Era consciente de que la situación en Moscú había cambiado. Y lo sabía no soloporloquelehabíancontadosusamigos,sinoporloqueescuchabay leíaenlaprensaoccidental.LaNuevaPolíticaEconómicahabíaresultado un fracaso y Stalin tenía diseñada una nueva estrategia que consistía en iniciar la nacionalización de las principales empresas que le aseguraría una rápida y controlada industrialización del país, y la colectivización forzosadelatierra.ParaellohabíacreadolaComisióndePlanificación General del Estado, el Gosplan, que puso en marcha el primer plan quinquenal.Rusianoteníaunpasadohalagüeñoalquemirarparaseguir adelante:susalidadelaGranGuerrahabíasidointerpretadaportodoel mundo como una derrota, su revolución, la guerra civil rusa, la guerra vivida contra Polonia que dio al traste con los sueños revolucionarios rusosdeextenderlarevoluciónatodaEuropa,comomástardepasaríaen Hungría y Alemania, y más recientemente la ruptura de relaciones con Gran Bretaña en 1927. Por eso, Stalin pensaba que la Unión Soviética debíamirarhaciaelfuturoparaencontrarsoluciones. Permanecióconlosojoscerradossinprestaratenciónalpaisajenevado que se extendía en el exterior. Ya lo conocía y prefería centrarse en sus pensamientos.Enunintentodejustificarlainsatisfaccióndeaquellabreve visita, Serguéi pensó que la inestabilidad estaba afectando a todo el mundo, comenzando por Estados Unidos, donde la Gran Depresión empezabaaderrumbarlotodo. Eltraqueteodeltrenlehizoentrarenunaespeciedemodorraonírica. Siguiendo el cadencioso balanceo y sin saber muy bien por qué, recreó mentalmente uno de sus encuentros con Maiakovski en el que estuvo especialmente creativo. El poeta y publicista se empeñó en explicar la longitud de un tonto. Meierhold ya había oído aquella teoría en alguna ocasión, pero participó del juego porque le parecía ingenioso. «Es sencillo.Bastaconintroducirenelbolsillodelachaquetadelamigouna bobinadehilo,asegurándosedequeelextremodeesteasomeporelojal de la americana —explicaba mientras mostraba él mismo lo que decían sus palabras—. Luego vendrá alguien que, al ver que tiene un hilo en la chaqueta,intentequitárselo.Tiraráytirarádelhilohastaquesedécuenta deloquerealmenteocurre.Solotendremosquemedirlalongituddelhilo parasabercuántontoeselamigo.Probadlo,nuncafalla». Serguéi cayó en un sueño profundo mientras daba vida a la parábola sobrelalongituddeltontoideadaporMaiakovski. LedabapenaabandonarMoscúsinsabersiesoleconvertíaenuntonto. Aunquenolegustaraviajardurantedíasabordodeunbarcocruzando elAtlántico,sealegródeembarcarenelBerengariajuntoaLinayaotros compañeros y amigos como Rachmáninov que se dirigían a los Estados Unidosparacumplirconsuscompromisosartísticos.Elinsistentevaivén del barco hizo que el estómago de Serguéi no le permitiese disfrutar de agradablespaseosporlacubiertadelBerengaria,porloqueLinatuvoque conformarse,almenoshastallegaralecuadordelviaje,conelbrazode Rachmáninovcomoúnicoapoyo. LagiraamericanadiomuchassatisfaccionesaSerguéi,aunqueLinano pudodecirlomismo,yaquesuvozvolvióaquebrarse,sufriendoafonías, limitaciones y ronqueras que le imposibilitaron dar todo lo mejor de sí. Pero al menos tuvo la oportunidad de conocer a personas muy interesantes,comofueelcasodelaactrizGloriaSwansonenLosÁngeles odelpoetaFedericoGarcíaLorcaenLaHabana.Disfrutóespecialmente conesteúltimoencuentro.Admirabaalgranpoetagranadino,peroloque nopodíaimaginar,aunquepodíahaberlohechoperfectamenteporqueera bastantehabitual,fuequeestesedeclaraserendidoadmiradornosolode la música de Prokófiev, sino especialmente de su peculiar manera de interpretarla. García Lorca asistió a varios de sus conciertos en la isla caribeñayademásseacercóalhoteldondeseencontrabanalojadospara expresar su admiración. «Esas manos son de oro», comentó, una apreciaciónqueSerguéiagradecióentrebromas,porquealasalidadesu multitudinario concierto había podido escuchar cómo algunos de los asistentes decían que «el ruso toca como un loco». Lina conocía la obra delgenioandaluzylaencontrabapasional,racial,temperamental.«¿Estás segura de que no naciste en Córdoba o en Granada? Esa belleza tuya es demasiado andaluza para haber nacido en Madrid», le confiaba el poeta mientrasdegustabanunrefrescodecañadeazúcarenlaterrazadelhotel. No pudo evitar que su estancia en la isla le resultara especialmente emotiva por los recuerdos que guardaba de aquel lugar donde vivió de pequeña junto a sus padres durante una corta temporada. Todavía atesoraba entre sus efectos personales la fotografía que se había hecho JuanCodina,vestidoconuntrajeblancoyconunsombrerodepaja,para regalárselaasuhijaantesdequeregresarajuntoasumadrealosEstados Unidos, ya que durante un tiempo estarían separados hasta que Juan terminara sus compromisos laborales. El recuerdo le resultó doloroso. Sabía que su padre no se encontraba bien. Desde hacía tiempo tenía problemasdecorazónyapesardelomuchoquelehabíaninsistidotanto ellacomoSerguéi,sehabíanegadoarecurriralaCienciaCristiana. El viaje fue intenso, altamente productivo, aunque en su último tramo resultóalgocansado.Noquisieronregresaracasaconlasmanosvacías parasushijos.Linaencontróelregaloperfectoenunodelostenderetes quehabíaenlaestacióndetrenpróximaaNuevaOrleans.Encuantoviola alfombra que imitaba un divertido boceto de vacas, supo que sería del gustodeSviatoslavyOleg.Noseequivocó.Esaalfombraocupóunlugar muyespecialentrelascamasdelosdoshermanos. Elregalolesencantó,perohabíaotroqueaSviatoslavleibaagustar muchomás.Porprimeravezveríaasupadreactuarenunescenario.Lina lellevóapresenciarelConciertonº3deProkófiev.Eraimposiblesaber quiénestabamásnervioso.Sielpequeñoqueocupabaunabutacaenlafila cuatrodelteatro,oelcompositorypianistaquedirigíaytocabaelpianoy quenopodíadejardemirarhacialabutacadondeestabasentadosuhijo mayor. Lina no recordaba haberle visto tan distraído nunca, pero aquel ajetreodemiradasnoafectóenabsolutoaléxitodelconcierto. Sinembargo,alllegaracasa,elsemblantedefelicidadenelrostrode Serguéisemarchitó.Habíauntelegramasobrelamesadelaentrada.Era deMiaskovski,elúnicoquenuncahabíatenidomiedonimostradocautela ante la palabra escrita y enviada a una dirección extranjera, aunque el destinatario tuviera un nombre tan ruso como Prokófiev. La lectura de aquelbrevemensajelemudóelcolor.ElpoetaMaiakovskihabíamuerto. «Suicidado», decía exactamente el mensaje. Mantuvo su mirada en aquellas nueve letras que parecían nueve notas mal encajadas en un pentagrama ajeno a ellas. Apenas había terminado de leerlo, sonó el timbre de la puerta de su casa. Era su amigo el ajedrecista y escritor Znosko-Borovski, con una expresión de abatimiento esculpida en el rostro, al que había enviado Boris Asafiev para comunicarle la noticia peroalgomásampliada.Elpoetahabíadejadounacartaantesdequitarse la vida con una pistola Browning de fabricación española en su apartamento del pasaje Lubiansky: «Lo difícil no es morir, sino seguir viviendo». Todo era un misterio. Había tenido problemas con las autoridades, que decidieron censurarle algunas de sus obras. En los últimos tiempos venía recibiendo duros ataques, como la crítica teatral «Sobreloscaprichosdelizquierdismo»asuobraLosbañoseneldiario Pravda, donde decía que «la intelectualidad pequeño-burguesa revolucionaria,queseunióalproletariadocuandoyasehabíadefinidoy establecidofirmementesuvictoria,comienzaasentirselasaldelatierra. Desconectada del pasado proletario, de su tradición de lucha, la intelectualidad tiende a considerarse como más a la izquierda, más revolucionariaqueelproletariadomismo.Nocabedudadequeoímosuna falsanotaizquierdistaenMaiakovski».Vivió también algunos incidentes callejeros,comoundesagradableencuentroconvariosuniversitariosque le increparon porque no entendían sus obras. «Cuando haya muerto, me leeréis con lágrimas en los ojos», les contestó. Pero la versión oficial apuntaba a un desengaño amoroso que sus amigos no creían. ZnoskoBorovskitendiósumanoparaentregarleunacopiamanuscritadelacarta quehabíadejadoantesdesuicidarsedeundisparoenelcorazón. ¡Atodos!Noseculpeanadiedemimuertey,porfavor,nadadechismes. Lili, ámame. Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y VerónicaPolonskaya.Siseocupandeasegurarlesunaexistenciadecente,gracias.Porfavor, denlospoemasinconclusosalosBrik,elloslosentenderán.Comoquiendice,lahistoriaha terminado.Elbarcodelamorsehaestrelladocontralavidacotidiana.Yestamosamanotúy yo. Entonces ¿para qué reprocharnos mutuamente por dolores y daños y golpes recibidos? Suertealosquequedan. —Nohasidoporundesengañoamorosocomoquierenhacernoscreer. Maiakovskinosehasuicidado.Todossabemosquenohasidoeso. La mirada de Znosko-Borovski contenía la información precisa que parecía negarse a verbalizar, pero Serguéi estaba demasiado impactado porlainesperadanoticiacomoparapensarsiunapersonapodíaquitarse la vida por reveses artísticos, por críticas infundadas, por maniobras políticas o porque alguien le había roto el corazón. Lina intentó calmar losánimosyeldesasosiegopreparandocafé,aunquenotardóenentender loabsurdodesuofrecimientocuandoloquenecesitabalaturbacióndelos doshombreseraunpocodevodka,quenotardóenservirlesyalqueella se uniría también. La muerte de un amigo siempre sacude el alma, especialmentecuandoaconteceenladistancia,sinposibilidaddeabrazar, mirar y consolar a quien queda. Y en los últimos tiempos sucedía con demasiadaasiduidad. Aquel mensaje no contenía únicamente la noticia del suicidio de Maiakovski.Denuevolasmismasadvertenciasdesusamigos.«Novengas a Rusia. No vengas», que, sin embargo, parecían voces remotas ante aquellasqueleinstabanaabandonarParíseinstalarseensupaísnatal.El últimoenhacerlofueeldramaturgoAleksanderAfinoguénov,quellegóa París casi un año después del suicidio de Maiakovski, el 14 de abril de 1930, al encuentro de Prokófiev y acompañado de su esposa estadounidense, que había sucumbido a los ideales revolucionarios soviéticoscontalfervorquepodríadarleclasesalpropioStalin. El entendimiento entre los dos matrimonios fue inmediato hasta el punto de compartir varios viajes por Francia. El mensaje que traía Afinoguénovhablabadeunanuevaoferta. —Quiero que componga conmigo una nueva ópera de la que todo el mundohable.Algogrande,Prokófiev.Unagranobrasoviéticaantelaque elpúblicovibre,seemocioneynopuedareprimirsusganasdelevantarse desusasientosparaaplaudirantesinclusodequefinalice.¿Quémedice? LasonrisadeSerguéifuelarespuestaesperada. —Algo grande, sí, pero constructivo, tremendamente positivo. Música desprendiendo vida en cada nota. No quiero más dramas. Me gusta esa idea.Trabajemosenella. EldramaturgoleregalóunejemplardesuobradeteatroMiedocomo originalformadesellarunacuerdo. Serguéi continuaba demasiado centrado en su música, llevando los Conciertosparapianonº3ynº5,Elpatitofeo,ElbufónoElhijopródigo porlosteatrosdeBerlín,Viena,Praga,Bruselas,Londres,Varsovia,Niza, Budapest,Ámsterdam,Barcelona,Madrid,Valladolid,Casablanca,Boston, Chicago,París…Demasiadoocupado,quizá,paraadvertirlasseñales.El mundo se rendía a sus pies y él solo podía pensar en rendirse a las promesasprocedentesdelatierradelhielo. «Cuando llegas a la Unión Soviética, la primera impresión es gris, pero bajo esa capa gris, poco a poco van distinguiéndose caras interesantes e inspiradoras». Las palabras de Prokófiev siempre sonaban mástiernasyauténticascuandoleganabalabatallaalanostalgiaypisaba tierrarusa.ALinalegustabaelmelodiosotonoqueadquiríalavozdesu maridoensusvisitasalaUniónSoviética,comoaquellade1933. Serguéi había llegado con tiempo para observar la multitudinaria marchadelPrimerodeMayoporlaplazaRoja.Observandoelfervorque mostrabaelpueblo,sucabezasellenódenotasqueapuntabanalposible proyecto de una nueva sinfonía. En ese momento era ajeno al verdadero drama,alaauténticarealidadquesevivíaenlascallesdeMoscú,dondese había realizado una limpieza de ciudadanos dañinos, en palabras del propio Stalin, que iban contra el espíritu y la imagen de la revolución y delordensoviético.Llevabandíasdeteniendoydeportandoatodapersona que estuviera en la calle sin el pasaporte o la documentación que demostrara su identidad. No solo detuvieron a vagabundos, personas sin hogar,campesinosquehabíanabandonadoelcampohuyendodelhambre, especialmentedeUcrania,sinoalosqueelpartidodenominabaejemplares ciudadanos soviéticos que habían salido a comprar pan, cigarrillos o a recoger a unos amigos y se habían dejado la documentación en casa, mujeresembarazadasqueregresabandelmédicooquehabíanidoapor algún artículo a la farmacia, o viajeros que se encontraban de paso por Moscú, incluso niñas de diez y doce años que esperaban sentadas en el bancodelaestacióndetrenaquesumadreregresaradelatiendadonde había ido a comprar un poco de pan para el viaje. Estaban en la calle, solosysindocumentación,yesaerarazónsuficienteparaconsiderarlos criminales curtidos y deportarlos. Al menos ese era el criterio de los funcionarios del estado policial en el que se había convertido la Unión Soviética, a quienes solo les preocupaba cumplir con la cuotas de detención y destierro ordenadas desde el gobierno de Stalin. Nada sabía Serguéidequeenesosmismosmomentos,enmayode1933,mientrasél observabaelmantorojodeldesfiledelPrimerodeMayoenlaplazaRoja, seestabaproduciendounflagranteejemplodelapolíticadedeportaciones masivasconladetencióndemásdeseismilpersonas,hombresymujeres, acusados de ser «elementos desclasados y socialmente dañinos» para la madrepatriayquefuerondeportadosalterritoriodeTomsk,enSiberia,y posteriormente a la isla Nazino, a ochocientos kilómetros al norte de Tomsk, donde fueron abandonados a su suerte, a merced del hambre, y que protagonizaron uno de los sucesos más aterradores y difíciles de creer incluso para la comisión de investigación que se puso en funcionamiento en septiembre de 1933, gracias a una denuncia del instructor del PCUS, Vasily Velichko. Llevados por el hambre, que no saciaban con las raquíticas raciones de harina y agua que les facilitaban los guardias, algunas personas decidieron matar a otras, especialmente mujeresjóvenes,yconvertiralgunaspartesdesucuerpoenalimento.En algunos casos ni siquiera esperaban a que fallecieran. Les cortaban los músculos,lospechos,laspartesmástiernasdelcuerpo,órganoscomoel hígado o los pulmones, que asaban e incluso ingerían crudos. Se podían vertrozosdecarnehumanaenvueltosentrapos,colgadosdelosárboleso enterradoscercadelaorilladelrío.LaisladeNazinocambiósunombre porelmásgráficoyaterradorde«isladelosCaníbales». Serguéiescuchóalgunosrumores,comolohicieronmuchosmiembros importantes del Politburó y del partido, gracias a la carta de Velichko dirigida personalmente a Stalin para denunciar los hechos. Pero decidió centrarse en su mundo, en el que insistentemente se confinaba para mantenersealejadodelexterior,delapolítica,delosrumores,detodolo quenofueramúsica. LinallegósemanasmástardeaMoscú,despuésdeunalargaesperapor partedesumarido,impacienteporqueseunieraprontoaél.Mientrasse dirigía al hotel donde hacía unas horas acababa de dejarla para que terminara de arreglarse para una noche de estreno en el Teatro Bolshói, dudósicontarlelashistoriasquedurantelasúltimassemanasmuchosle habían relatado sobre las desapariciones, las detenciones y la política de deportaciones. Decidió no hacerlo. No quería preocuparla. Ya habría tiempoparamanteneraquellaconversacióncuandotodosecalmara. Linahabíaelegidouneleganteaunquesencillovestidonegro,obrade suamigaCocoChanel,queconseguíadespertarlaadmiracióndetodoel que lo contemplaba. Sobre él caían elegantemente sus inseparables collares de perlas, de las que difícilmente se podía desprender. Era su accesoriopreferido,comotambiénloeraeldesucreadora.Linacumplía el prototipo perfecto de la mujer en los patrones de Coco: delgada, femeninayelegante.Sabíaqueelvaticiniodelamodistasobresucreación ennegro,lapetiterobenoire,noteníavisosdecaerenelfracaso.«Este vestidonegroestarámásalládelespacioydeltiempo»,lehabíadichola granmodistaparafraseandoloquesolíadecirProkófievsobresumúsica. Estaba convencida de la verosimilitud de ambos pronósticos. Le costó dejar en el hotel la nueva adquisición de Chanel, una práctica y elegante carteraenbandoleradecueromatelasséquelamodistahabíacreadotres añosantes.Perolanocherequeríaotroestilodebolso,unomáspequeño, que ocupase sus manos aunque dejara una de ellas libre para recibir los saludosyelbesamanos.Nosabíamuybienquétipodeespectáculoestaban a punto de ver, pero Serguéi parecía emocionado ante la oportunidad de poderescucharanuevosyjóvenestalentosdelamúsicasoviética.Sequitó sueleganteabrigodepañoceñidoparcialmentealcuerpoalaalturadela cintura y cediendo protagonismo a los hombros después de marcar la espalda. Se encontraba cómoda con aquel vestido negro. Pudo haber elegido una creación de Nina Ricci, que acababa de abrir su tienda en París. Pero Coco era Coco. Apuesta segura. Para qué arriesgar. Lina se sentíaobservadaylegustaba.Lucíahermosaconsumaquillajeperfecto, sobreunatezligeramentebronceada,enparteporsutonodepiel,enparte porelsol.Resaltabaelcarmínrojodesuslabiosylasondasensupelo, que definían su perfecto óvalo facial. Sintió un ligero estremecimiento. HacíaalgodefríoenelinteriordelTeatroBolshói,peroesonolehizo perder la sonrisa. Paseó sus ojos color azabache por todos los rincones del recinto hasta que se topó con una mirada que le atravesó como un afiladocuchilloenmitaddelcorazónehizoquelamuecaensuslabiosse contrajera. Minutos antes, en el hall del teatro, había escuchado comentarios sobre la posible asistencia de Stalin. No les había dado ningunacredibilidadporqueeraalgoquesiempresedecíaperoraravez ocurría.Sinembargo,aquellanochelaamenazasecumplió.Fuedurante elintermediodelaobra.LafiguradeStalinaparecióinesperadamenteen el palco principal del teatro, ubicado frente al escenario. Durante unos segundos,Linamantuvolamiradaallídersoviético,quedecidióhacerlo mismo con ella. El duelo visual se saldó a favor del Hombre de Acero. Ningún nombre hacía tanta justicia a una persona. Sobresaltada por el imprevisto y penetrante encuentro visual, no pudo evitar apartar su mirada, como si acabara de recibir una sonora bofetada. Durante unos instantesnofuecapazdereaccionar.Fuecomosilearrojaranácidoalos ojos. No supo explicar lo que pasó. Notó que el sudor empapaba su espalda.Sefrotólasmanos.Estabanheladascomolamiradaqueacababa de esquivar. Ella no tenía la facilidad de Serguéi de obviar las señales. Pudonotarcómosucorazónseestremecía.Miróasuizquierdaesperando encontrar,estavez,lamiradacómplicedesumarido.Perolosojosazules deProkófievmirabanenotradirección,alescenario,comosiempre. AquellanocheIósifStalinyaconocíalosresultadosdelacomisiónde investigación creada en septiembre de 1933 para esclarecer los hechos acaecidosenlaislaNazino:delosseismildeportados,cuatromilhabían muerto.QuizáporesolamiradadeIósifStalineratanfría,porqueyano quedabavestigiodevidaenella. No fue la única vez que el matrimonio Prokófiev accedía a las invitaciones de la Unión Soviética para ofrecer conciertos, participar de veladas musicales o en concursos de nuevos talentos de la música rusa organizadosporeldiarioPravda.Eranviajescortos,denomásdedoso tres semanas de duración, lo que solía ajustarse más a su ritmo de vida. Hastaqueundíarecibieronunofrecimientoespecial:pasarelveranode 1935 invitados en una casa de reposo que tenía el Teatro Bolshói en Polénovoadisposicióndelosartistasrusosmásimportantes.Lespareció buena idea y además llegaba en un buen momento. En ese lugar Serguéi tuvo ocasión de descansar, dar largos paseos, nadar en las aguas del rio Oká,jugaralajedrez,altenis,alvoleibol,yocuparlasprincipaleshoras del día en componer su nuevo ballet, Romeo y Julieta. También aprovechabaparacompartiruntéyunabuenaconversaciónconalgunos de sus colegas allí reunidos, especialmente con Shostakóvich, que le parecía uno de los compositores con mayor talento y mejor trayectoria. Lina retrasó su llegada. Su padre acababa de fallecer después de unos mesesdesufrimientodebidoasusproblemascardiacosyasuinminente ceguera. La propuesta de pasar el periodo estival de 1935 había surgido de las autoridades musicales de Moscú a través de Afinoguénov. Querían que Prokófievpudieracomprobarelescenariodetranquilidadydelibertaden el que transcurriría su creación artística en caso de trasladarse definitivamente a la Unión Soviética. Para ello habilitaron especialmente para él una cabaña lo suficientemente alejada del edificio principal de la casa de reposo, con el fin de que el compositor gozara de la independencia y el silencio deseado. La pintaron de blanco, la acondicionaron por dentro con muebles nuevos y procuraron que no faltara de nada en la despensa, especialmente las fresas y la leche fresca porlasqueSerguéisentíaverdaderadevoción.«Aquítodoparecetenerun sabormásintenso,másauténtico»,decíamientrascontemplabalasaguas del río Oká, situado a pocos metros de la casita. Todo detalle, todo esfuerzo era poco para obtener la conformidad del genio de Sontsovka durantetantotiempobuscada. —¿Peroquétienequepensar?¿Acasonovecómoestáelmundo?Yose lo diré: a punto de estallar. —Uno de los miembros de la dirección del partido se había trasladado expresamente para compartir una tarde con Prokófiev,encompañíadeLinaydeAfinoguénov—.Comprendoqueen 1927 pensara que en París se vivía mejor. Pero mire la podredumbre de Occidente, Prokófiev. Desde que Estados Unidos contagió al mundo su GranDepresiónde1929,Europanolevantacabeza.EnsuqueridaFrancia hahabidocincogobiernosendosaños.Ypocosmeparecenteniendoen cuentalainflaciónqueasfixiaalosfranceses. »¿Acasonohavistolasmasasdetrabajadoresenlascalles,ejerciendo suderechoalahuelga?Fueroncientosdemiles,yodiríaquemillonesde obreroslosquesalieronaprotestaryaparalizarFrancia.Esaeslafuerza delproletariado.Prokófiev:noquedamuchoparaqueescuchemoslavoz delostrabajadoresfrancesespidiendoagritosungobiernosocialista.Ysi no, al tiempo. Me consta que los comunistas franceses apoyarán a los socialistas, aunque para no irritar demasiado a los burgueses se han comprometido a no nacionalizar los bancos y respetar la propiedad privada.¡Notodaslasrevolucionespuedenseguirlamismatáctica!Eslo únicoquemechirríaunpocodeFrancia,aunquesupongoquerespondea una estrategia. Pero quédese con este nombre: Léon Blum, ese socialista llegaráapresidirlaRepúblicadeFrancia. —Parece que lo tiene claro —comentó Serguéi, que empezaba a sentirse un poco incómodo con el análisis del enviado político, aunque, para ser sincero, escuchándole parecía que estaba cargado de lógica—. Pero algo parecido le escuché a un amigo vaticinar sobre Gran Bretaña cuando la huelga general de 1926 paralizó el país. Algunos creían que prenderíalarevolucióny,sinembargo,nofueasí. —Porque los ingleses, con su té de las cinco, sus pastas y su caza del zorro, son demasiado burgueses para sobrevivir a una revolución. El Imperio británico es demasiado pesado y brillante por el oro de sus tesoroscomoparaquepuedansoportarlolasmanosdelostrabajadores. ¿Acaso no conoce a los ingleses? Usted ha triunfado en Londres, debe saber de lo que hablo. Demasiado acomodaticios, aunque ellos a esa cualidadprefierenllamarlaflemabritánica,comobuenoscapitalistasque son. ¿Por qué se cree que rompimos relaciones diplomáticas con ellos? ¿Nosecreeríaustedlodeltemadelespionaje?¿Quépaíscuerdoniegala existenciadeespíasennacionesamigasoenemigas?¿Estamoslocos? —Nosé.Yonoentiendodepolítica.Siquierequeledigalaverdad,no meinteresamucho.Amísolomeimportalamúsica. —¡PerosilapolíticadelsigloXXespuramúsica,amigoProkófiev!No tiene más que detenerse a escuchar cómo brama Europa. Y si afina un pocoeloído,sedarácuentadequetambiénespuramatemáticaydelas dos cosas entendemos mucho en la Unión Soviética. Es sencillo: ante la amenaza nazi del loco de Hitler solo cabe la cordura comunista del camaradaStalin,quesindudaesconscientedeloqueelpuebloprecisasin necesidaddepreguntarle.Escuestióndetomarposiciones.Yesolosaben todosenEuropayenelrestodelmundo.Loúnicoqueesperoesqueenla toma de partido no se prenda la llama de una nueva guerra mundial. No creoquenadieestépreparadoparaello.YFrancia,muchomenos. —Le repito que no entiendo de política, estoy fuera de ese circuito, como bien sabrá —insistió Serguéi. La conversación empezaba a resultarlefatigosa.Puedequeadmitieraunanálisisdelasituaciónpolítica peroconsusamigos,ensucírculomásíntimo,ynoconunrepresentante delpartidoalquenoleuníamásqueunpardeencuentros. —Y su país, señora Prokófiev, tampoco anda demasiado tranquilo. Desde hace tres años hay una región en el norte de España que nos maravillaalossoviéticos:Asturias.Ladignidadconlaquelaclaseobrera acude masivamente a la huelga, esa cuenca minera desafiando al poder con mítines, asambleas, manifestaciones y huelgas frente al gobierno. Discúlpeme… —comentó, dirigiéndose a Lina, que le escuchaba con la mismaexpresióndeasombrodesdequehabíacomenzadoahablar—,¿la estoyaburriendooturbando? —Simplemente sorprendiendo. Parece usted un hombre muy informado. —Unhombreinformadoesunhombreconpoder.Ysiempretriunfará sobreelqueprefierenoenterarsedeloquepasa.Noloolvidenunca. Si necesitaban algo más para encontrar repulsiva aquella presencia, acababan de escucharlo. Empezaban a hartarse de que aquel hombre les dijeraunayotravezlascosasquenodebíanolvidar.NiLinaniSerguéi entendieroncómohabíanmandadoaunhombretansoberbioparaintentar convencerlosdequeregresarandefinitivamentealaUniónSoviética.Ano serquequisieranconseguirtodolocontrario. Además, al hombre fuerte del partido, gran conocedor de que la informaciónerapoder,seleolvidóhablardelasesinatodelmiembrode Politburó,SerguéiKírov,justocuandosunombresonabaconfuerzapara secretario general del partido y empezaba a oponerse a algunas de las decisiones de Iósif Stalin, quien aprovechó ese crimen para aprobar un decreto que eliminaba las garantías de defensa en un proceso judicial, abriendo la puerta a la proliferación de las famosas purgas durante el periododelGranTerror.Seleolvidótambiénhablardelaexpulsiónde León Trotski del partido, de la Unión Soviética y su exilio en Turquía y Francia, del extraño suicidio de Maiakovski o de la detención y deportación a los Urales del poeta ruso Ósip Mandelstam por recitar a unosamigosunpoemasobreStalindondelomásgravequedecíaeraque «aletealarisabajosusbigotesdecucaracha».ÓsipMandelstam,lejosde acobardarse,recurrióalaácidaironíareconociendoqueenningúnotro lugardelmundosevalorabatantolapoesíacomoenRusia,dondeincluso fusilanalagenteporella. Denadadeesoparecíaestarinformadoelenviadodelpartidoalacasa dereposodelTeatroBolshóiconlamisióndeconvenceralosProkófiev paraquefijaransuresidenciadefinitivaenMoscú. A pesar de las señales, la idea del regreso iba tomando fuerza en Prokófiev.Todoseprecipitabaensuinteriorconlamismaceleridadcon queeljuevesnegrodel24deoctubrede1929enWallStreetarrojóala ruina a las principales naciones mundiales, especialmente aquellas que dependían de los préstamos estadounidenses. Y Francia no era ajena al anunciado derrumbe. Las luces de París se iban apagando en una clara señaldequelafiestaquehabíacomenzadoaprincipiodelosañosveinte estabaapuntodeterminar.Todoindicabaqueelespectáculohabíallegado a su fin. El ambiente se había enrarecido hasta el punto de que los franceses, ahogados por la crisis de la que responsabilizaban a los extranjeros por el tren de vida llevado en su país mientras ellos iban directosalaruina,comenzaronamirarlesconotrosojos. Todosparecíanobservarelmundoconotramirada.YProkófievnoera una excepción. Quizá había llegado el momento de volver a casa. Por supuesto, no era una decisión fácil ni mucho menos exenta de miedos y temores. Pero no era la primera vez que se enfrentaba a una decisión similar. Sintió lo mismo cuando decidió abandonar Estados Unidos para instalarseenParís,ynosoloporlasconvincentespalabrasdeRubinstein, queinsistíaenquelacapitalfrancesaeraellugardondehabíaqueestaren aquelmomento,sinoporquelediolaimpresióndequeelpaísdelasmil oportunidadesselehabíaquedadopequeño,lehabíaofrecidotodoloque teníaparaélydebíadarunpasomásensucarreraartísticasinoquería quedarse estancado, uno de sus grandes miedos como músico. Había pensado mucho sobre ello, noches enteras de insomnio intentando dar formaalamejordelassalidas.NosiemprelocompartíaconLina,porque queríaestarseguroantesdehacercualquierpropuesta.Además,lasdudas le martirizaban. Hasta entonces, cualquier cambio en su vida se había saldado con éxito. ¿Por qué ahora iba a ser diferente? ¿Qué podría salir mal?Lapreguntasonabarepetidamenteensucabeza.¿Porquénovolvera casa?Todoelmundolohacíacuandolosgolpesarreciaban,almenos,los queteníanlaoportunidaddehacerloyaélselaestabanbrindandodesde hacía años. Le extrañó, por inesperada, escuchar la advertencia de Stravinski,quenoentendíasusansiasporregresar:«Pero¿quévaahacer alguien como tú en la Rusia de 1936 que no pueda hacer en París o en cualquier lugar del mundo?». Pero él seguía con el mismo convencimiento que le había llevado a declarar a The Music Courier de NuevaYorkel18demarzode1920loqueseríalaesenciadeProkófiev: «Creo en mis propias teorías operísticas. Aspiro siempre a la originalidad,noquieroserotrobajoundisfraz.Quierosersiempreyo». Nadadecíadelaesenciarusa. Ya en París, hubo dos momentos que a Lina no le pasaron inadvertidos. Los dos tuvieron como protagonista a Serguéi. Le extrañó que después de una fiesta organizada en su casa del número 5 de la rue Valentin Haüy, a la que acudieron los amigos de siempre, entre ellos Rubinstein,Ravel,PoulencoStravinski,plantearaabiertamentesusdudas sobreloburguésqueempezabanaresultarleesoseventos.Jamáslehabía escuchadounadeclaraciónsimilar.Igualquenuncahabíasentidorechazo por las cenas organizadas en casa, ya que siempre había disfrutado con aquellas reuniones. Es cierto que desde que no estaba Diáguilev no resultaban tan divertidas, pero no encontró que fuera suficiente motivo paradespreciarlas. No sabía si su marido estaba cambiando de idea o sencillamente se encontraba más sensible ante la realidad soviética que sin duda alguna contemplabaconotrosojos,ojosenlosqueseveíareflejadalaemoción cuandosemencionabalamadrepatria.Unatardefueronaverlapelícula LascampesinasdeRiazán.Enlasala,amparadoenlaoscuridadreinante, Serguéi se conmovió al contemplar los típicos paisajes rusos, especialmente durante una escena en la que aparecían los campos de centeno.Linalesorprendióluchandocontralaslágrimasqueamenazaban condesbordarsusojos.Lecostóentenderporquénohabíalloradoantela muerte de Diáguilev o de Maiakovski y ahora lo hacía con la simple contemplacióndeloscamposdecenteno.Perolasreaccionesemocionales sonincontrolablesynosuelenresponderalalógica.Supoqueelregreso alaUniónSoviéticaseríaantesdeloquepensaba.Dehecho,lapropuesta fueesamismanoche. —Pero a mí me gusta París —le dijo Lina al escuchar finalmente de boca de Serguéi la propuesta de trasladarse definitivamente a la Unión Soviética. —Pero te gusto más yo… —Observó a su mujer. Estaba pensativa, impresionadaporlanoticia,aunquenotantocomocreía,porquellevaba tiempointuyendoloquepasabaenlacabezadesumarido.Nopodíanegar que la propuesta le preocupaba. Una cosa era viajar a Moscú dentro de unoscompromisosprofesionalespuntualesyotramuydistintafijarallísu residenciadefinitiva.Serguéientendióquenecesitabadeciralgomáspara borrar la turbación del rostro de su mujer—. Lo que quiero que tengas claroesquesintubeneplácitonopiensodarunpasoparainstalarmeen Moscú.Serácontigoonoserá.Túeresmimundo.Túylosniños.Esees mi verdadero hogar, del que sé que no quiero salir, esté en el lugar del planetaqueesté.Túdecides,Lina.Yseharáloquetúdesees. Se enfrentaba a una responsabilidad demasiado grande. No es que le asustaratomarunadecisión,perodebíatenermuchocuidadoporqueera unpasodifícil.Laopinióndesumadrenopodíainfluirle.Lógicamente, Olgapreferíatenerasuhijacerca,ademásdequehabíajuradounaymil veces no volver nunca a Rusia. «Mamá, vendremos a verte. No vamos a tener ningún problema para viajar. Es lo primero que les ha exigido Serguéi a las autoridades soviéticas, la libertad de movimiento, y le han asegurado que la tendremos». Pensó más en sus hijos, en cómo aquella decisiónlescambiaríalavida.Loviocomoalgopositivo.Deesamanera aprenderían el ruso definitivamente, lo que sin duda les serviría para su futuro. Por momentos, Lina tuvo la impresión de que en vez de sopesar los pros y los contras, intentaba encontrar justificaciones que la reafirmaran en la conveniencia de ese viaje. Recordó la dureza en la miradadeStalinenelteatroensuvisitadosañosatrásycómotuvoque retirarlasuyadeaquellavisióndeacero.Perorecordóconmásfuerzala emoción en la mirada azulada de Serguéi cuando contempló en la gran pantalla los campos de centeno. Se fio más de su corazón que de la intuiciónqueraravezlefallaba. «NosvamosaRusia». Recordaríatodalavidaaquelbesoprolongadoysinprisasqueledio Serguéialescucharsuveredictofinal.Hacíamuchoquenolabesabacon esaintensidad.Aquelloleconfirmóloimportantequeaquelviajeerapara su marido y que su decisión había sido la acertada. Rezó para que fuera así. T ERCERAPARTE MOSCÚ Siemprepensabaunoquelaprimaveravolvería,igualquesabíaquefluiríaotravezel río aunque se helara. En cambio, cuando las lluvias frías persistían y mataban la primavera,eracomosiunapersonajovenmurierasinrazón. Alfinvolvíasiemprelaprimavera,peroeraaterradorqueporpoconosfallara. ERNESTHEMINGWAY 17 Moscúsehabíaconvertidoenunaciudaddesilencios. UnsilenciodiferentealqueanhelabaSerguéicuandorechazóviviren el apartamento que el partido le ofrecía en un edificio de la Unión de Compositoresocupadoensutotalidadpormúsicosrusos.Élnecesitabael silencioparaquelasnotasdelapartituradeRomeoyJulietasalieranala luz, no podía componer escuchando la música de los demás, requería independencia, soledad, un autismo profundo, tanto físico como mental. Noqueríacomunasatestadas,reclamabaunterritoriopropio,ajenoatodo ruido ambiental. En definitiva, exigía lo que le habían prometido una y otravez:todaslasfacilidadesparacomponer.Laordenen1936eratener contento al recién recuperado compositor Serguéi Prokófiev y se cumplió.Almenos,aquellavez. Se mudaron a una casa espaciosa y moderna en la calle Chkalov, una adjudicaciónquesuscitómásdeunaenvidiayalimentónopocosrecelos. Lo primero que hizo Lina fue ordenar insonorizar el estudio donde su marido se encerraría durante horas para componer. El silencio se convirtió en una obsesión para él, hasta el punto de que sus hijos tenían queandardepuntillasporlacasacuandopapácomponía.Cualquierruido podíadistraerleyhacerqueperdieralaconcentración. A Natalia Sats le pareció divertida la forma en la que los pequeños se movían por el apartamento como si fueran bailarines de un ballet ruso. «Serían dignos del mejor montaje de los Ballets Rusos de Diáguilev». Escucharelnombredesugranamigo,emocionóaLina. —¿Estábien?¿Lahemolestado? —No. Tan solo son recuerdos. Pero volvamos a su proyecto —dijo, recuperando la compostura con la maestría y la rapidez con que solía hacerloparaasombrodesumarido—.¿Unconciertopensadoparaniños? Suenabonito,perocomplicado. Natalia le parecía una mujer fascinante. Era una inquieta profesora de músicaalaquesuamorporlaescena,inculcadoenparteporsupadre,el compositor Iliá Sats, quien había creado la música del cuento El pájaro azul, de Maurice Maeterlinck, y había trabajado con Meierhold y Stanislavski, le había llevado a fundar el Teatro Musical Infantil. Natalia era feliz trabajando para los niños y se le notaba. A Lina le impresionó saber que estaba casada con Mijaíl Tukhachevsky, al que apodaban «el Mariscal Rojo», uno de los mejores generales con los que contaba el ejército de Stalin, y que en 1925, con tan solo veintidós años, se había convertido en jefe del Estado Mayor del Ejército Rojo. Observándola sentada en el salón de su casa, bebiendo una taza de té de vainilla y departiendo con ella sobre su proyecto, en el que quería implicar a Prokófiev, pensó que aquella enérgica mujer podía conseguir lo que se propusiera, aunque solo fuera por la dulzura con la que lo planteaba. A Linaleentusiasmólaideadequelosniñoscomenzaranaamarelteatroy la música desde pequeños. Todavía recordaba la cara de entusiasmo que mostró Sviatoslav cuando escuchó por primera vez a su padre en un escenario.Queríaqueesaexpresiónserepitieraenelrostrodetodoslos niñosy,sihabíaalguienquepodíaconseguirlo,eseeraSerguéiProkófiev. —Convenzaasumarido.Séquesoloustedpuedehacerlo. —Me otorga un poder sobre él que no tengo —comentó con falsa modestia. —Sílotiene,yustedlosabe.Poresohevenidoparahablarconustedy noconél. Leconvenció,nosinalgúnreparoinicialporpartedelcompositorpor la acumulación de trabajo que tenía sobre la mesa. A Prokófiev solo le llevócuatromesescomponerlamúsicadePedroyellobo.Queríaquelos niños comenzaran a distinguir y diferenciar los instrumentos de una orquesta sinfónica. Cada personaje llevaba aparejado el sonido de un instrumento:Pedro,lacuerda;ellobo,latrompa;elabuelo,elfagot;los cazadores,lapercusión;elgato,elclarinete;elpájaroseríalaflautayel pato,eloboe.ALinaleconmoviólaobra.Nopudoevitarelrecuerdode suabuelaCarolinacontándolefábulascuandoerapequeñaylofelizque aquellosrelatoslehacíansentir.Leemocionóenespecialelpersonajede Pedro, el niño que, recriminado por su abuelo por salir de casa y exponerseaserdevoradoporunferozloboqueatemorizabaatodoslos habitantes de la aldea, respondía que él era muy valiente, que no tenía miedo y que podía vencer al lobo, aunque algunos de sus amigos no lo hubieranpodidohacer,comoelpatoqueacabóenelestómagodelafiera. Respiró profundamente intentando desterrar fantasmas que ofrecían algunassimilitudesconelescenariogeográficoenelquevivían.«Essolo uncuento.Soloeseso,uncuento»,pensó,sinpoderolvidarquealgunas fábulassehacenrealidad. Despuésdeescucharelsonidodeléxitoqueevidenciaronlosaplausos, lasbuenascríticasylaproliferacióndecontratospararepresentarPedroy elloboenotrosmuchoslugaresdelmundo,Prokófievvolvióaencerrarse en su despacho, con la única compañía de su piano. A Lina le gustaba sentarse ante la puerta de aquella habitación mágica y escuchar las primerasnotasdelanuevacomposicióndeSerguéi.Entreaquellascuatro paredeserafeliz,sesentíaseguro,fuerte,confiado,asalvodetodo.Tan solo salía de allí para recibir amigos en casa o para acudir a algún estreno.Disfrutabamuchodelencuentroconotrosartistasrusos,pintores, músicos,actores,bailarines,directoresdecine,escritores,conlosqueen algunasocasionescoincidíaenlascasasdereposoqueelpartidoponíaa disposicióndealgunosartistasparaquepudierandescansarycomponer.A laparejalegustabaconversarconelcompositorDimitriShostakóvich,la famosa bailarina Galina Ulanova, el dramaturgo Aleksander Afinoguénov,eldirectordeteatroAleksanderTaírovoeldirectordecine SerguéiEisenstein,quienlepropondríacomponerlamúsicadelapelícula Aleksander Nevski. Todos tenían el arte como bandera, aunque algunos enarbolaban más otro tipo de gallardetes, por convicción propia o impuesta,algoqueenlaUniónSoviéticademediadosde1930noadmitía muchadistinción.UnodeelloseraelescritorypoetaBorisPasternak,por elqueLinallegóasentirdebilidad,unaemociónyadmiraciónmutuaque se traducía en eternas conversaciones colmadas de risas y confidencias. Aquella relación se forjó auténtica y cercana y ni siquiera el paso del tiempoconsiguióerosionarla.Ningunodeesosacercamientosprovocaba loscelosdeSerguéi,queyaestabaacostumbradoaléxitodesumujerylo entendíaconunmotivodeorgulloquelehacíasonreír. AvecesLinateníalaimpresióndequesuvidasonabadiferenteacomo lohacíaladelosdemás.LlegóapensarqueelcorazóndeSerguéilatíaen ReMayor,comosuConciertoparaviolínnº1yeraasícomosonabasu mundo,sussueños,sussecretos.TodasuvidasusurradaenReMayor.No seequivocabademasiado. Prokófiev era un experto en ignorar el ruido exterior. Esa sordera discrecionalquizáevitóqueescucharaelecodelasprimerasnotasdeuna melodíadeterrorquehabíaempezadoasonarenlaUniónSoviéticaese mismo año y que hablaba de purgas, detenciones injustificadas, deportacionesforzadasyacusacionesfalsas. Stalin consideraba que los artistas, en especial los escritores y los músicos,eranlosingenierosdelalmadelpueblo,ysilograbamanejarlos, conseguiría también regenerar a la población. Emprendió una guerra contraloquedenominóelestamento,losintelectualesytodoaquelartista que no comulgara, no con los ideales revolucionarios, sino con su proyectodedictadurapersonal. Laprimerabatalladelagranguerracontraelestamentoselibróenla tercerapáginadeldiarioPravda el 28 de enero de 1936, un día después del estreno de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk, de Dimitri Shostakóvich.IósifStalinacudióalestrenoysaliómuydisgustadoconlo quehabíavisto,oconloquehabíacreídover.Quizáfuelaparteenlaque semostrabasatíricamenteelpoderdealgunospolicíascorruptos,ocómo Katerinaaparecíacomounavíctimadelsistemaqueencuentralasalvación en el amor. Quizá fue la conmovedora escena del suicidio de Lady Macbethcaminodelgulagoelactofinalenelqueuncorodeconvictos representaba la sabiduría popular en plena época de purgas. Pero la miradadeacerodeStalincondenólaobrayordenósuspenderla.Denada sirvió que la ópera hubiera cosechado éxitos desde 1934 en Londres, Estocolmo, Nueva York, Praga, Cleveland y Zúrich y que llevara ya ochentaytresfuncionesenLeningradoynoventaysieteenMoscú. Enenerode1936Serguéitodavíanosehabíaasentadodefinitivamente enlacapitalmoscovita,perolosecosdeaquellainfamiaaúnresonaban, aunque fuera en susurros. Ocupando una de las sillas del salón de los Prokófiev,Shostakóvichaúnrecordabatemblorosocómoaquellamañana de enero compró el periódico en la estación de tren que le llevaría a ArjanguelskparadarunconciertojuntoalviolonchelistaViktorKubatsky, y se topó con las seiscientas palabras del editorial del Pravda que le cambiaron la vida. Y no solo de Shostakóvich, sino la de toda una generacióndeartistasasícomoeldestinodetodounpaís.Habíacontado laspalabras,unaauna,comosiconfiaraenqueencadarecuentoalguna desaparecería. —Desde ese día me acuesto vestido y con una maleta bajo mi cama. Estoy seguro de que vendrán a buscarme una noche, cuando todos duerman,comohacensiempre. —Nohablesasí—leintentóconsolarLina,poniendosumanosobreel brazo del músico, conquistado por un temblor que ni siquiera la comprensión callada de sus amigos estaba logrando frenar. Pero resultó inútil. Se alegró de que Sviatoslav y Oleg estuvieran en el colegio y no oyeranlaspalabrasdelcompositor. —Sientesmiedocuandoabresunperiódicoyleesqueeresunenemigo delpueblo.Ynohayformadequepuedasaclararelentuerto,lamentira, la difamación. Nadie quiere escucharte y no hay nadie que salga a decir una frase en tu defensa, aunque sepan que la verdad está de tu parte. Desde aquel maldito día no dejo de tener la misma pesadilla: miro a mi alrededorytodoelmundotieneelmismoperiódico.Meestánmirandoen silencio, y cuando trato de decirles algo, me dan la espalda. No me escuchan. Eso sí que es realmente aterrador, que siendo músico no te escuchen. Ese artículo ha cambiado mi vida —dijo, aceptando la taza calientequeleponíaLinaenlasmanos.Viendoelestadoenelqueestaba, se sintió ridícula al servirle una taza de café. Seguramente hubiera agradecidoalgomásfuerte—.Nopuedoquitarmedelacabezalafrasedel Pravda: «Se trata de un juego abstruso que puede terminar mal». Es una sentencia de muerte. Me han condenado a la pena capital en vida. Estoy muertoenvida,compañero.Perotediréalgo,Prokófiev,simecortanlas manos,sostendrélaplumaentrelosdientesyseguiréescribiendomúsica. ¡Mimúsicaynolaqueellosquierenqueescriba! —Nadie va a cortarte las manos. Es solo algo puntual —insistió Prokófiev, que nunca había sido bueno en el arte del consuelo ni mucho menosanalizandolarealidad—.Tienequeserlo.Todoestopasará.Espera yresiste. —¿Esquenoloves?—Estabanervioso,fueradesí,superadoporlos acontecimientos, pero en especial por la ceguera del que había considerado durante muchos años su maestro—. Hay personas, compañerosnuestros,queestándesapareciendoynadiesabedóndeestán. Aprovechanlanocheparadetenerlosynadievuelveasabernadadeellos. Ytodoporquehanescritounpoemacuyosversosnosondelagradodel PadrecitodeTodoslosPueblos,oporquelahistoriadesunuevapelícula no le convence, o porque las notas de su nueva ópera le parecen irrespetuosas hacia su persona. ¿Y tú me dices que resista, que todo esto pasará?¿Cuándo?¿Cuandoestemostodosmuertos? —Pero algo han debido hacer si los detienen. —La negación de la realidad de Serguéi parecía más infantil que sospechosa de encubrir una mínimadefensadelasaccionesdelrégimen. —¡Porsupuesto!Siempreencuentranalgúncargoabsurdo,algúndelito inexistentedelqueacusarlos.Lesdicenquesonenemigosdelpueblo,es suexpresiónfavorita,esayquesonespías.Segúnellos,todaRusiaesuna fábrica de espías. Les dicen que les han estado observando y han comprobado que tienen tendencias capitalistas o demasiadas amistades extranjeras, o que son contrarrevolucionarios porque han contado un chistesobreStalinenlacocinadesucasa,hanhabladodeltestamentode Lenin en una reunión de amigos o han escrito una carta a un familiar criticandolanuevaconstituciónde1936dejandoclaroqueladictaduradel proletariadonoibaaposibilitarladisolucióndelEstadopreconizadapor LeninyporMarx.¿Ysabeslomejor?Quenonecesitanpruebas,porque no las hay. Así que basta con su palabra, con su criterio, tergiversan la realidad y la convierten en un delito del que acusarte. —Serguéi le observabasinpoderpestañear.Empezabaasentirundolorpunzanteenel pecho y la cabeza estaba a punto de estallarle, pero no era capaz de interrumpir a su amigo—. ¿Sigues sin verlo? Dime, ¿qué es lo que he hechoyoparaquemeconviertanenunrehéndeunsistemaquesiempre he apoyado? ¿Cómo he pasado de ser un artista del pueblo a ser un enemigodelpueblo?¡Mimúsicaeslamisma!¿Quéesesotangraveque hecompuestoquepuedaentendersecomounaofensaaStalin?Porquede esosetratatodo,decontentaralabestia.Hoyhanvenidoapormí,pero mañanapuedenveniraporti.—Ledolíalaceguerayelsilencio,aunque fuera pasivo, de Serguéi. Shostakóvich se dirigió a Lina—: Díselo tú, quizáatitehagacaso.—Antesdeabandonarelapartamento,segiróhacia suamigo—:¿Porquévolviste?¿Porquéjustoahora? Se negó a que le acompañara hasta el portal. No quería que le vieran conél.Alguienpodríacalificaresegestoprudentedemeraparanoia,pero Shostakóvich había comenzado a presentir un ejército de sombras cercandosuvidaysabíaporexperienciapropiaqueelpresentimientoera la antesala de una realidad temida. Como les pasaba a muchos rusos, la desconfianzacomenzabaapresidirsuvida. LaUniónSoviéticaerauncontinuosusurrotenebrosocimentadoenel miedo,laintrigaylasdelaciones,peroSerguéicontinuabasinescucharlo. Solo le interesaba lo que salía de su piano y de su cabeza, y no siempre aceptabadebuengradoloqueaflorabadelabocadesumujerintentando advertirledeloquepasabaenlacalle. —Lina,espolítica.Simplementeeso.Noesnadaquetengaquevercon nosotros.Miconcienciaestátranquila. —No,noespolítica.Esmiedo.Seestánllevandoapersonasdelasque nosevuelveasabernada.Tienesqueabrirlosoídos,Serguéi,ytambién los ojos. Tienes que empezar a observar lo que está sucediendo, aunque soloseaportufamilia. —Nosotrosnohemoshechonada. —Ellostampoco.HacedosdíassellevaronaBoris,elvecinodeabajo, conquienjugabasalajedrezcuandoDavidOistrachnoestá.Leacusaron detraidor.¿Quépasarácuandollamenanuestrapuertaenvezdealade Boris? —Nosotrosestamosbien.Miracómoestámidespacho,¡hastaarribade compromisos laborales! Me han encargado la Cantata para el vigésimo aniversariodelaRevolución,voyagrabarparalaradiounosconciertos delasromanzasqueacabodecomponerparalosversosdePushkin;estoy ultimandolaóperaRomeoyJulieta;desdeelTeatroNacionaldeCámara de Moscú Aleksander Taírov me ha propuesto participar en Eugenio Oneguin, una de las obras que más admiro desde mi infancia; y Serguéi Eisenstein tiene el proyecto de que yo haga la música para la película AleksanderNevski…—ElrostrodeSerguéicomenzóaencendersedebido a la irritación que le provocaba tener que convencer a su mujer de algo sobreloquenisiquieraélestabaseguro,peroentendíaquedebíaestarlo. Oalmenos,parecerlo—.TúestáscantandoenlaradiodeMoscú,tenemos conciertosentodoelpaís.VasainterpretarElpatitofeoenlaSalaGrande del conservatorio de Moscú. Reestrenamos en mayo Pedro y el lobo y todavía se habla de su éxito. Tú misma me convenciste para aceptar la propuesta de Natalia Sats para componerla, llevamos a nuestros hijos al estreno.Yaséquedicenquefaltanvíveresenlastiendas… —¡Esquefaltan,Serguéi!—levantólavozaprovechandoquelosniños noestabanencasayolvidandolacostumbredehablarenvozbajaqueno abandonarondesdesuprimeravisitaalHotelMetropolen1927. —Tuneveraestállena.Todoslosdíasvieneunchicoconunaenorme cestaparatraerteacasatodoloquenecesitas.Estánapuntodetraernosun automóvilForddelosEstadosUnidos.Somoslaúnicafamiliaqueocupa esta casa. Los niños van al colegio normalmente, Sviatoslav acude a un colegioinglés.Dime,¿quédemoniostefalta?—preguntósinpoderevitar laexaltaciónfinal. —¡Falta lo más elemental de la vida y tú no paras de hablarme de trabajo! —Lina corrió hacia él y abarcó su cabeza con sus manos—. ¿Escuchasalgodeloqueteestoydiciendo?Levantalavistadetupiano, ¡porDios!,yempiezaaescucharalgoquenosalgadetusmanos.¿Acaso tecreesajenoaloquelehapasadoaShostakóvich?Pero¿dequéhablas con David Oistrach cuando jugáis al ajedrez? Él se da cuenta perfectamente de lo que pasa y, sin embargo, tú… Es imposible que no hable contigo como lo hace conmigo. —Oistrach era un joven pero reconocido violinista vecino de los Prokófiev en el edificio de la calle Chkalov con quien le gustaba jugar al ajedrez—. Él también siente el mismo temor. Fue él quien me contó aterrado lo de Boris. Tiene miedo porsuesposaTamara.SabequelaspurgasdeStalinnoafectanúnicamente al detenido, sino a toda su familia. Despierta, aunque solo sea porque te admirayteconsiderasumaestro. ElsilenciodeSerguéilainquietótantoquenopudocontrolarlarabia. Le hubiese pegado, zarandeado, pero se conformó con dar un fuerte manotazo en la mesa de su estudio que hizo volcar el recipiente de tinta rojaqueOlegsolíautilizarparasusdibujosdelcolegiosobrelapartitura enlaqueSerguéiestabatrabajando.Noprotestócomolohubiesehechoen cualquier otro momento. Se quedó observando cómo la mancha roja avanzabalentamentesobreelblancodesupartitura,ocultandoyhaciendo desaparecer las notas escritas sobre los pentagramas. Eran los primeros borradoresdelaCantataparaelvigésimoaniversariodelaRevoluciónde Octubre.Nofuecapazdedecirnada.Selimitóaobservarcómosutrabajo de los últimos días desaparecía bajo una fina pero envolvente nube de colorrojo. —¿Ves, Serguéi? Eso es la política de la que dices sentirte ajeno. Se esparcesobretuvidaylacubre,laescondehastahacerladesaparecer.Y cuando eso ocurre, no puedes hacer nada para detenerla. —Lina apenas era capaz de controlar la agitación que sentía en el pecho—. Quiero volveracasa. —Estásencasa. —Quiero volver a París, con mi madre. Está sola, enferma y no tiene demasiadodinero.Laechodemenos. —Antes solías echarla de más. —Guardó silencio durante unos segundos. Sabía que no había estado bien en su observación, aunque lo hubieradichoenuntononeutro,desconocidoenélcuandoseproducían esetipodediscusionesentrelapareja—.Tambiénpuedevenirella.—Ni siquiera se atrevió a mirarla cuando hizo la propuesta. Sus ojos permanecían cautivos en la mancha roja que seguía extendiéndose irremediablemente sobre la partitura, cubriéndola por completo hasta borrartodosucontenido. —Quiero salir de aquí mientras todavía estemos a tiempo. Y quiero salirconmishijosyconmimarido. NoerauncaprichodeLina.Sudecisiónnorespondíaaunarabietaoa un ataque de inseguridad o turbación ante lo desconocido. No se dejaba llevar por lo que contaban unos y otros, aunque eso ayudara a tejer su precaución. Su miedo procedía de los sonidos de la noche que amenazaban con romper el silencio en el que Serguéi parecía estar cómodo para componer. Su insomnio lo provocaba la ansiedad de escucharelruidodeunasbotasnegrassubiendoporlasescaleras,eldel ascensordeledificiotrepandoporlospisoshastadetenerseenalgunode ellos.Ydespuésesperar,paralizadaporelterror,aoírquétimbresonaría, sobrequépuertaaporrearíanunosguantesnegrosconlaimpunidadmás absoluta,ydequiénseríalavozquesuplicaríaypediríaexplicacionesen vanosobreaquellairrupciónconnocturnidadygrandesdosisdealevosía aleatoria. Había noches que, amparada en la oscuridad y venciendo el temor, se asomabaalaventanacuandooíaelmotordeuncochedetenersefrentea lapuertadeledificio.Solíasersiempreunautomóvilnegro.Cadanoche era peor. Porque si el día anterior se habían llevado al vecino de abajo, habíamásposibilidadesdequelapróximavezletocaraalosquehabían respiradotranquilosalsaberqueeltimbrequesonabanoeraelsuyo.Pero para entenderlo había que asomarse a la ventana o escuchar detrás de la puerta conteniendo la respiración. Había que abrir los ojos y prestar atención.YSerguéisimplementedormíaasulado.Ycuandonolohacía, trabajabaensuestudioinsonorizado,aisladodelmundo,delarealidady delmiedo,convencidodequesinoloescuchaba,noexistiría. A Prokófiev le seguían pesando las discusiones. Le desconcertaban, le distanciaban de su música, dejaban en él una sensación de derrota, de abatimiento.Estabacansadoy,cuandoesosucedía,sucuerposeconvertía enunterrenominadopropensoaladepresión. —Estábien.Solotepidounacosa:esperaunpoco.Todoestopasará.Si enunosdíassiguespensandolomismo,nosiremos.Teloprometo. Eltimbredelapuertasonó.Losdosquedaronensilencio.Linamiróel relojquelehabíatraídoSerguéideCasablanca,adondehabíaidoadarun concierto,yquedesdeentoncesvestíasumuñeca.Eraprontoparaquelos niños volvieran del colegio. Insistieron e incluso dieron unos golpes contundentes en la puerta. «¡Prokófiev!», alguien gritó al otro lado. SerguéidistinguiólavozdeAleksanderTaírov.Apenaspudoreconocerle. Surostroestabalívidoyparecíatenerurgenciaporsentarseenunasilla pararecuperarelalientoybeberalgo.Linaleacercóunvasodeagua,al tiempoqueeldirectordelTeatrodeCámaradeMoscúletendíaaSerguéi un sobre con membrete del propio teatro. «Léela. No creo que yo sea capazdehacerlounavezmás»,dijo,dandopequeñossorbosalvaso. EraunacartadeltemidoComitéEstatalparaAsuntosdelArteenlaque prohibíanlarepresentacióndelaobraEugenioOneguin. —¿Sabes lo que eso significa? —preguntó aún entre jadeos por la velocidadconlaquehabíasubidolasescalerasdeledificio,yaqueacausa de la rabia y la ansiedad que el anuncio había dejado en él no había utilizadoelascensor. —Que no habrá representación —contestó Prokófiev, que todavía no era capaz de entender el escrito que tenía entre sus manos y del que no podíaapartarlamirada. —Ojaláfuerasoloeso.—Taírovlemiró,yaconlarespiraciónmenos agitada—.Acabodeconvertirmeenenemigodelpueblo.Tienesantetia unodelosartistasformalistasquetantocondenaelpartido.¿Aquiénsele ocurre hacer una nueva versión de la ópera que ya hizo Tchaikovski? ¿Quénecesidadhaydehacerversionesdealgoqueensudíayasediopor bueno? —dijo, sin saber muy bien de dónde había sacado el sarcasmo utilizadoenlaúltimafrase. —Pero¿porqué?Nisiquierahanoídonada—preguntóSerguéi,sinser conscientedequesuinocenciaavecespodíallegarairritar. —He osado pensar en mi mujer, Alisa Koonen, para interpretar a Tatianayenundirectordeescenapolaco.¿Cómosemeocurre,habiendo directores soviéticos, contratar a un extranjero para representar el alma rusa? —Taírov miró a Prokófiev. Había algo más. Para comunicarle la suspensión del proyecto podía haberlo hecho por teléfono—. Van a confiscartupartitura.Segúnelcontratoquefirmastehaceunosmeseses propiedaddelteatro,porlotantolespertenece. —¿Hablas en serio? —preguntó Lina, ya que su marido parecía no poder asimilar lo que estaba escuchando y permanecía callado, impertérrito,observandoaTaírov—.¿Puedenhacereso? —Ysinopueden,loharándetodasformas—respondióeldirectorcon unasonrisaamargaalescucharlaingenuidadconlaqueLinaleinterpeló. Serguéientróensudespachoysalióconunospapelesenlamano. —Toma.Noquieroquetengasproblemasporesto. Taírov recogió la partitura, la guardó y miró a Prokófiev. Metió la manoenelbolsillodesuabrigoylediounashojasquenoparecíantener muchoorden. —Son las notas de los actores del teatro. Es lo que han podido recuperar de los ensayos. Pavel Lamm me ha dicho que podrá ayudarte paravolveraescribirla,aunqueseguramentellevetiempo. CuandoTaírovsefue,LinacorrióhaciaSerguéi.Necesitabaabrazarle, hacerle entender que estaba con él y que aquello era tan solo un revés. Pareció haber olvidado la razón de la discusión que mantenían instantes antesdequesonaraeltimbreanunciandolamalanoticia.Eralaprimera vezqueSerguéisesintióheridoporelfuegoqueconsiderabaamigo.Pero lejos de aparentar flaqueza, siguió mostrándose fuerte. Aquel primer contratiemponopodríaconél.NollevabasuficientetiempoenlaUnión Soviética para mostrar derrotismo y aceptar como credo las voluntades ajenas. Encontró en el trabajo el mejor bálsamo para curar sus heridas y, como de costumbre, tuvo en Lina a su mejor apoyo. Siempre a su lado, inspirando su optimismo, dándole ánimos, avivando sus composiciones, alimentandosussueñosdeunnuevoéxito.Ysiparaesoteníaquerelajar su empeño en que Serguéi abriera los ojos y se enfrentara a la realidad queselevantabaanteél,loharía. Pero requería de una válvula de escape si no quería morir intoxicada porlosgasescontaminantesdelaasfixianteatmósferarusa.Linaanhelaba a alguien con quien poder hablar de lo que estaba pasando sin que eso significara colocar una losa en la dolorida espalda de Prokófiev. Había vecesquelonecesitaba.Noerafácilhacerloconélportemoradistraerle e incluso preocuparle, lo que afectaría a su trabajo y a su salud. Los ataquesseverosdemigrañashabíanvueltoysutensiónarterialsolíaestar bastanteelevada,loquenoleveníabienasusaludcardiaca.Sinembargo, Lina necesitaba verbalizar su miedo, no podía hacer como Serguéi, que prefería despreciarlo, taparlo, esconderlo, relegarlo al olvido y a la indiferencia.Sinoloreconocía,noexistía,siloignoraba,dejaríadeser unproblema. —Empiezoatenermiedo—leconfióasuamigoVsevolodMeierhold, queseconvirtiódurantemuchotiempoensufielconfidente—.Miroami alrededor y no veo el país que nos recibió en 1927. Es como si sospecharan de todos, como si todos fuéramos culpables de algo y ni siquierasepamosdequé.Oigotantashistorias… —Estodomuycomplicadodeexplicar.Yomismoestoysufriendosus ataques. Me acusan de formalista, descalifican mi trabajo, me dicen que peco de individualista. Antes el enemigo era el trotskismo, ahora es el formalismoyelnaturalismo.Todoestácambiandodemasiadodeprisa.Y nada tiene sentido, nada tiene lógica. ¡Desde cuándo ha tenido lógica el terror! —¿Yporquénotevas?YoselodigoconstantementeaSerguéi,pero medicequeespere,queestopasará,queessolopolítica. —Mimujer,Zinaida,medicelomismo.Peroyonoquieroirme.Esmi país,esmitierra,eramirevolución.Heluchadoporella,hedefendidolos idealesrevolucionariosquesesuponedefiendenellos.¿Porquétengoque irmesisoyunodelossuyos? —¿De los suyos? ¿Y no eran de los suyos Grigori Zinoviev y Lev Kámenevyotroscatorcedirigentesbolcheviquesalosquenodudaronen arrestar,abrirlesunprocesojudicialpúblicoycondenarlosamuertepor haberorganizado,segúnellos,unaconspiraciónterroristaparaasesinara los miembros del Politburó? Todos eran revolucionarios, miembros del Politburó:KámenevfueelprimerjefedeEstadodelestadosoviéticoruso, Zinoviev era amigo de Lenin, aunque fuera uno de los mayores competidores de Stalin para hacerse con el control del partido… ¡Cómo vasaencontrarlalógicaquebuscas!—Linasereferíaalprimerodelos procesos públicos celebrados en agosto de 1936 contra altos representantes bolcheviques. Y aún habría más dirigentes del partido ejecutados como Georgi Piatakov, Nikolái Krestinski, Karl Radek o el propio Nikolái Bujarin, el que fuera principal ideólogo de la Nueva Política Económica, que pagó cara su oposición a la colectivización agrícolaforzadaordenadaporStalin,alseracusadodeintentarungolpe de Estado contra el gobierno. La mínima disidencia u oposición ante cualquier medida del líder soviético se pagaba con la muerte, aunque viniera de sus propias filas, de su propia familia o de su entorno más íntimo—.Ylopeoresquetodosconfesaronserautoresdelosdelitosde los que les inculparon: organizar centros terroristas para derribar al gobierno soviético, asesinar a sus dirigentes, restaurar el capitalismo, colaborarconnacionesenemigascomoAlemania…Esunalocura. —Es todo una farsa, pura propaganda. ¿No escuchaste a Stalin en su discurso de hace unos meses, diciendo que quería estrechar la alianza entreelpueblollano,elsimplemilitante,elportadordelasoluciónjustay que quería hacerlo denunciando a dirigentes del partido, «señores satisfechos de sí mismos que por su actitud inhumana producen artificialmente cantidad de descontentos y de irritados que crean un ejércitodereservaparalostrotskistas»?—LinaobservóqueMeierholdlo estabarecitandodememoria.Sepreguntócuántasveceshabríatenidoque leer aquel discurso de Stalin de marzo de 1937 para memorizarlo de aquella manera—. Es exactamente igual a lo que hizo en 1930, cuando publicó su artículo «El vértigo del éxito» en el Pravda criticando y regañandoalosfuncionariosdelpartidoporsuexcesodeceloalahora de llevar a cabo la colectivización de las tierras, de las granjas y del trabajo de los campesinos que él mismo había ordenado y seguía ordenando.¡Cabemayordescaro! —¿Sabes lo que he pensado muchas veces? —le confió bajando aún máseltonodesuvoz—.QueStalinseinspiróenHitleryensuNochede losCuchillosLargosparacomenzarlaspurgasensupropiopartido.No memiresasí,serántodoloenemigosquequieras,seodiarán,sedesearán lamuertetodoslosdíasdesuvida,peroenelfondosoniguales,cadauno en un extremo de la baraja, pero actúan de la misma manera dictatorial, autoritaria,personalista.Dosiluminados,dossalvadoresdelapatriaque nosecansandepisotear.—Selevantóparairapormáscaféalacocina. Cuandoestabatannerviosa,elténolesentababien.Ypreferíaquelacasa olieraacafé—.Hitlerseproclamójuezsupremodelpuebloalemán.¿Te recuerdaaalguiendesimilarpersonalidadinstaladoenelKremlin? Linainterpretabaesasconversacionescomopequeñoslujosdelosque no solía disfrutar desde su llegada a Moscú. Se entristeció por no haber valoradomáslalibertadparahablardecualquiercosadelaquedisfrutó durante toda su vida. No pudo evitar recordar sus conversaciones con Hemingway, Chanel, Picasso, Rubinstein, Rachmáninov, Ravel, Radiguet…LoquedaríaahoraporacudirunsábadoacasademissStein o por sentarse en la terraza de un café parisino para charlar con Jean Cocteausintenerquebajarlavoznimirarsobresuespaldaporsialguien la observaba. Qué fácil era apreciar las cosas una vez perdidas mientras resultaba tan difícil hacerlo cuando se entendían como un derecho asumido. Los ojos se le humedecieron. Gracias a Meierhold había recuperadounapartedelaesenciadeesalibertad. Aquellatardeeldirectordeteatrosehabíaacercadoacasadelacalle Chkalovporalgomuydistinto.QueríahablarconProkófievdeunanueva ópera,SemiónKotkó. —¿DóndeestáSerguéi?—preguntóaLinacuandoregresódelacocina conunanuevateteradetédevainillaparaélyuntazóndecaféconleche paraella. —No tardará. Tenía una reunión con las autoridades musicales. Creo que querían verle. Y que estaría Viacheslav Molotov en la reunión — comentócontotalnormalidad. —¿ElpresidentedelConsejodelosComisariosdelPueblodelaUnión Soviética, el primer órgano ejecutivo del país, está reunido con tu marido? —preguntó incrédulo Meierhold. No debería extrañarle. Él también guardaba una buena relación con él, aunque desde hacía un tiempolascosashabíanempezadoacambiar—.Todavíarecuerdocuando en1923meentregóeldiplomaalArtistadelPuebloenelTeatroBolshói. ¿Yporquéquierenverle? —Esporlacantataqueestácomponiendoparaelvigésimoaniversario de la Revolución de Octubre. Supongo que quieren verla y escucharla. Tienenprevistosmuchosactos,ycomoyaseacercalafecha,leshabrán entradolasprisas. Nohabíaacabadolafrasecuandoescucharonelruidodelacerradura de la puerta. Era Serguéi. Estaba visiblemente enfadado, fuera de sí. Ni siquiera fue capaz de quitarse el abrigo. Algo había pasado y no tenía fuerzasparaverbalizarlo.Hastaquefinalmenteloconsiguió. —No van a incluir mi cantata en la celebración del aniversario de la revolución.—Elgestodeasombrofuegeneralizado—.Consideranpoco menosqueunablasfemiaquehayaincluidofrasesdeLeninenlaobra.¡A versiahoraresultaquenotuvonadaqueverconlarevolución!Peroamí no me engañan. Yo sé perfectamente lo que les ha molestado. Lo sé tan bienqueleshepropuestoincluiralgunafrasedeStalinaversiconesose calmaban. —¿Peroquiéntelohadicho?¿Quéhapasado?—quisosaberLina. —Prácticamente el gobierno en pleno. Teníais que haberles visto. Inclusohahabidounimbécilquehallegadoadecirquemicantataesla músicaclásicamenosclásicaquehaoídoensuvida.¡Asaberquémierda de música ha escuchado ese! —El tono de su voz iba subiendo en decibelios,ytantoLinacomoMeierholdleconminaronabajarlavoz—. Los únicos que me han apoyado o al menos han pedido que me dejaran componer con libertad han sido Viacheslav Molotov y Mijaíl Tukhachevsky,elMariscalRojo.Increíble.Verparacreer. —¿ElmaridodeNataliaSats?—preguntóLina. —Siquieresquetedigalaverdad,yocreoquemehaapoyadoporeso, porque acepté el encargo de su mujer de componer Pedro y el lobo. Pensándolobien,esloqueteníaquehabercompuestoparaelaniversario delarevolución,aversiesolessonabaamúsicaclásicamenosruidosay quizáalgomásexplícita.Aunquedudoquesuinteligencialespermitiera entender nada. Lo pueden tener delante, prácticamente comiéndoles, que noseenterarándenada. —Bajaeltono,porfavor.Alguientepuedeoír.—Laaseveracióndesu amigohizoqueamboslemiraran.Nonecesitabanmáspresiónyaquella insinuacióndequehubieraenlacasaoídosajenosgraciasalatecnología delespionajecontribuíaaello.CuandoMeierholdcomprendióloquesus palabrashabíanprovocadoenlossuspicacesoídosdesusamigos,intentó remediar el impacto—. Me refiero a los vecinos, por Dios, vamos a tranquilizarnosunpocoyamirartodoestoconperspectiva. El sonido del timbre les sobresaltó como si un avión acabara de estrellarse en la puerta de su casa. Los tres clavaron su mirada en ella, como si con eso fueran a saber quién se encontraba al otro lado. Se estremecieron más por la naturaleza de la conversación que estaban manteniendoqueporlaidentidaddequienpudieraestaralotroladodela puerta. O quizá por todo a la vez. ¿Quién podía ser? Por fin escucharon unavozenelexterior. —Mamá, soy yo. Ábreme. —Era Sviatoslav, lo que hizo que todos recuperaran el hálito robado durante unos eternos instantes. Lina le observó en silencio. No hizo falta que expresara con palabras el desconciertoqueleprovocabaverasuhijoencasaenhorariolectivo.Su expresiónlodecíatodo—.Hancerradoelcolegio.—Tresparesdeojosse lanzaron sobre él en una clara muestra de requerir más información—. Handetenidoalospadresdetodoslosalumnos.Comosonextranjeros… —dijoconunapasmosanaturalidadamododeexplicación,seguramente lamismaquelehabríaescuchadoaalgúnresponsabledelcentro—.Yme han dicho que me fuera a mi casa. —De su espalda salió, sin que nadie hubiera advertido su presencia hasta entonces, el pequeño Oleg—. He pasadoaporelenano.Noséporqué,creíqueeralomejor. Oleg parecía encantado con la decisión de su hermano mayor. No le gustabansucolegionisuscompañeros.Lellamabanhijodecompository esolehacíasentirsediferentealresto.Apesardesucortaedad,notardó muchoencomprobarquelodiferentesolíaacarrearproblemas.Losotros niños se burlaban de él porque su ruso no era demasiado bueno y no se cansabandeimitarsuconfusiónalahoradepronunciarciertaspalabrasy elbailedeletrasquealgunasvecesresbalabanensuboca.Noteníamuy clara la diferencia sonora entre la letra l y la r. Claro que tampoco le parecíatanimportante.Élpreferíadibujar,laúnicadiferenciaqueparecía importarle era la cromática y no entendía por qué los demás no lo considerabandelamismamanera. Al tiempo que Lina instaba a sus hijos a entrar en casa y cerraba la puerta de la vivienda, escuchó cómo Serguéi hacía lo propio con la del despacho.DespuésdeunossegundoscomenzóasonarsuConciertopara piano nº 2, una de las composiciones más difíciles de ejecutar, incluso para los pianistas más experimentados. Sentada en el suelo, junto a la puerta del despacho, pudo escucharla entera. Incluso el más perfecto aislamientoacústicodejaescaparalgúnsonido.Aveces,resultaimposible amortiguarlavida. 18 —¿Quésucederádetrásdeaquellasventanas? Linanopudoevitarunescalofríoalpasarpordelantedeaquelenorme edificio de granito de color gris oscuro. La Lubianka se alzaba amenazanteenlaplazaDzerzhinski.Nadienecesitabasaberqueocupabael número 2 de la calle Lubianka Bolshaia porque todos conocían su emplazamientoexactomejordeloquehubiesendeseadonunca.Igualque había personas familiarizadas con el número 22 de la calle Kuznetski y con el execrable patio que ensamblaba Kuznetski Most, allí donde ella habíaidotantasvecesaveralgunaexposicióndelaUnióndePintores,y la calle Pushechnaya, donde las bocas acalladas por el miedo iban a preguntar por un padre, un marido, una madre, una hija o un hermano desaparecido. Antes de acceder a la galería para disfrutar de la última exhibiciónpictórica,Linanoacertabaaentenderdedóndeveníaelintenso olor a cebolla y ajo que desprendía aquel lugar. Todavía tardaría en averiguarlo. Contemplaba el portón negro de la entrada de la Lubianka desde la ventanilla del coche que les conducía a casa después de una cena en el domicilio de Aleksander Afinoguénov. Le pareció macabro que aquel edificio hubiera sido sede de varias compañías de seguros, una de ellas llamada El Ancla, durante la época zarista, antes de la revolución bolchevique. Las contradicciones en aquel país seguían resultándole insidiosas. Aquella mole de piedra ejercía sobre ella una especie de hipnosisespeluznantequeletransformabalaexpresión.Noentendíacómo apocosmetrosseerigíaeleleganteTeatroBolshóiolascúpulasdoradas delKremlin,mientrasaqueledificio,sededelcuartelgeneraldelapolicía secreta soviética, el entonces Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos y antigua Checa, ofrecía una imagen lúgubre que lograba estremeceralmásvaliente.Lehabíancontadoquelaprincipalcárceldela ciudad ocupaba la planta sexta, que el despacho del director del NKVD estabaenlatercerayquelasceldasseagolpabanalolargodelaplanta baja. Su imaginación tejía un laberinto de pasillos, calabozos, oficinas, pasadizos secretos por los que caminaban los detenidos como sombras. Peroeranlasventanasloquenopodíadejardeobservar.Esaspequeñas puertas a lo desconocido, los ojos de un enorme monstruo que contemplabainsidiosamentelaciudadparaasegurarsedequenadiemirase dondenodebía.Leintrigabaloquesucedíatrasellas,aunqueenrealidad noquisierasaberlo.«¿Quésucederádetrásdeaquellasventanas?».Lavoz deSerguéiintentódisiparsuinterésinútilmente. —Nadaquedebapreocuparte—respondióSergéi. —¿Porquésiempreestánlaslucesencendidas?—Lellamólaatención el tono amarillento de aquella luz. No era blanca, no era clara, parecía huirdetodaintencióndeiluminarcuantopasaraensuinterior.Eraunaluz enferma,temblorosa,raídayartificial,comolavidaquesucedíadentro.Y aveces,eraquebradaporsombras,siluetasanodinasdeformadasporun reflejosucio,oscuro,amarronado—.Dicenqueesahídondellevanalos quedetienenydondeacabanlosquedesaparecen. —Sinohashechonada,notienesporquéacabarallí. Linalemiró.Nosabíasisumaridopecabadeinocenteodesuperficial, pero no le gustó aquella respuesta y mucho menos el tono empleado, dirigidoúnicamenteaquesumujerabandonaraeltemadeconversación. ASerguéinolegustabahablarenloscochesconchófer,losconocierao no,aunquefueraentremurmullos.Elsusurroeraelnuevoidiomaquese hablabaenMoscúyelaprendizajedelanuevalenguafuerápidoentrela sociedad.Unacosaesquenoquisieratenermiedoyotramuydistintaque nolotuviera.Además,esanocheparecíatenersumenteocupadaconotros asuntos. Hizo amago de compartirlos con ella cuando la voz del conductor,hoscayprofunda,lessorprendióaambos. —DicenqueeseledificiomásaltodeMoscúporqueyadesdeelsótano sedivisaperfectamenteSiberia. Losdosavistaronlosojosdelchóferreflejadosenelespejoretrovisor. Parecían no tener movimiento ni expresión, sin vida. Ni un ligero pestañeoperturbósuvisióndespuésdelcomentarioqueacababadehacer, como si ni siquiera notara la presencia de los viajeros que ocupaban la parte trasera. En ningún momento se desviaron de los adoquines del pavimentohastaelpuntodehacerlespensarsirealmentehabríasidoélel autor de la macabra acotación. Si era una broma, no tenía gracia. Al menosnoleshizoninguna. Lina prefirió escuchar esas otras cosas que ocupaban la cabeza de Serguéi,quetampocolesonaronnadahalagüeñas. —No vamos a poder pasar juntos las vacaciones de verano. No hay plazas suficientes en la casa de reposo de Kislovodsk. Estoy intentando reservarteunahabitaciónenalgúnhotelcercanoenlaciudad.Hehablado conlosresponsablesdelHotelInturist.Noestámuylejos,adiezminutos andando.—Linaleescuchabasinpoderasimilarloquesumaridoledecía. SabíaqueKislovodskeraeldestinopreferidoporlosartistasalosqueel partido facilitaba pasar el periodo estival para que pudieran trabajar sin ser molestados. Por eso muchas veces no se preocupaban de reservar plazasparalosfamiliaresquesiemprepodíanrepresentarunadistracción —.Peronopasanada.Yaveremoscómoloarreglamos.Siempreestála posibilidad de que pases unos días en Sochi. A ti te gusta el mar y los niñosselopasaránmejorallí. Linadejódeoírelrestodelaexplicación.Sehabíaquedadoenlafrase nopasanada.Estabaenelpaísenelquepasabatodoperonuncapasaba nada. No es que tuviera algún interés especial en disfrutar de la ciudad balneariosituadaenelCáucasoNorte,dondelavidaleparecíamonótona alnoencontrarmásactividadesquelosbañosensusmanantialestermales, los paseos por el campo, los torneos de tenis, las partidas de ajedrez y alimentarseconunacomidamáspropiadeunadietahospitalariaquedeun lugar de descanso. Pero nunca había pasado las vacaciones lejos de su marido, a no ser que el trabajo le hubiera obligado a ello. Estarían separados por seiscientos kilómetros de distancia por carretera que les llevaríaunasdiezhorasdeviajesicualquieradelosdosdecidiesevisitar alotro.Noparecíamuyalentador. Alllegaracasa,losniñosyaestabanacostados.Linaseguíasinhablar para evitar una nueva discusión. Serguéi pensaba encerrarse durante un par de horas para trabajar en algunas partituras aunque sin intención de que sus manos acariciaran el piano. Los niños dormían y los vecinos al menoslointentarían.Noeranhorasparahacersonarlamúsica. El semblante cincelado por el miedo de Frosia, la mujer que solía cuidar de Oleg y Sviatoslav y que también cuidaba de la casa, no pasó inadvertidoaningunodelosdos. —¿Qué sucede? —preguntó Serguéi mientras sus ojos recorrían la estanciacomosibuscaranelmotivodeaquellafisonomíaalterada. —Frosia,habladeunavez.—Linaadorabaaesamujer.Noerasolouna empleada más. Desde el primer día encontraron la una en la otra una aliada en la que poder confiar, algo inaudito en una tierra sembrada de traicionesydelacionesinfundadas.Seentendíaninclusoenelsilencioylo hacíanconlamirada.Poresoleinquietótantolaexpresióndesurostro. —¿No se han enterado? —Serguéi y Lina tuvieron que acercarse aún másalamujerporquesuvozapenaspendíadeunhiloqueapuntoestaba de quebrarse—. Han matado a Mijaíl Tukhachevsky. Me lo ha dicho mi hijo, Vasili, ya saben que trabaja en las oficinas —dijo a modo de justificación. Siempre que lo hacía, remarcaba lo de las oficinas de la Lubianka, como si se sintiera culpable o portadora de algún tipo de deshonra,comosituvieraquedisculparseporellugardondetrabajabasu hijo—.FuedetenidohaceunosdíasporagentesdelNKVDytrasladadoa laLubianka.Hoylejuzgaronyhasidoejecutadodeinmediatoalasonce delanochejuntoaotrossietealtosmilitaresdelejército. —Pero Natalia no me dijo nada de que estuviera detenido. —Lina repitió el nombre un par de veces más. «Natalia. Natalia». No podía ni imaginarloqueesamujerestaríapasandoenesosmomentos. —No es algo que suela decirse. Dudo que ni siquiera a estas horas conozcalasuertedesumarido—apuntillóFrosia,quenoqueríainsistir enquelainformaciónleveníadesuhijo. —Tengo que ir a verla. Debo contárselo —dijo Lina sin pensar, dirigiéndosealapuerta. —Túnovasaningúnsitio—leordenóSerguéienuntonoseveroque logrófrenarlaenseco—.¿Estásloca?¿Hasvistolahoraquees?Porno hablarde… —¿Dequé,Serguéi?¿Pornohablardequé?—Ledoliólamiradadesu marido,seguramentetantocomoleestabadoliendoaél. Frosiaintentómediar,comosolíahacerycasisiempreconéxito. —Sumaridotienerazón.Ahoranodebeiraningúnsitio.Noesseguro, niparaustedniparaNataliaSats.Pornohablardeloquepodríasucederle amihijosiseenterandequehasidoélquienhadadolainformación. —Y usted tampoco debería irse. Es demasiado tarde —le recomendó Serguéi.Frosiacontabaconello,yaquehabíadeclinadovolveracasacon su hijo cuando había acudido a buscarla como hacía cada noche, para podercontárselopersonalmentealosProkófiev.SabíaqueLinaeramuy amiga de la mujer de Mijaíl Tukhachevsky y consideraba un deber decírselo, teniendo en cuenta lo bien que siempre se había portado con ellos—. Será mejor que pase la noche en casa —le ofreció Serguéi, que habíaempezadoaquitarselachaqueta.Linanopodíahacerlomismocon su abrigo. Estaba helada, podía sentir cómo en su cuerpo empezaba a instalarseunaescarchacortantequelaenvolvióenuntemblor.Sumarido le sirvió un taza de té caliente que aceptó de buen grado, aunque algo menos de lo que apreció el abrazo con el que intentaba detener su convulsión corporal. La besó en la frente y sostuvo su mirada durante unosinstantes. —Yasabesloquepasadetrásdeesasventanas. Sabía muchas cosas que hubiese preferido no saber. Las órdenes del Politburó y del propio NKVD a las autoridades locales y regionales, muchas de ellas realizadas a través de telegramas o simples llamadas de teléfono,fijabancuposdedetenciones,deprocesosjudicialesrápidos,sin garantías,celebradosentribunalessinexperiencia,restaurandoinclusolas troikasutilizadasdurantelaguerracivilrusaparajuzgaralosenemigosy condenarlos a muerte, donde la venganza solía sustituir al imperio de la ley. Se estipuló un número mínimo de ejecuciones, deportaciones y trabajosforzadosque,segúnlaferocidadrepresoradelosquemandaban, podíainclusoversesuperado.Habíaquecumpliresecupoynoimportaba siparaesotendríanquementir,falsearloshechos,cobrarsevenganzaso recurriralaspropiasfilas.«Noacabanenlacárcelnienloscamposde trabajo los enemigos, los adversarios, los contrarrevolucionarios, sino losverdaderosbolcheviques,losmiembrosdelpartido.Leninhoyestaría en la Lubianka y Marx estaría muriendo en un campo de Siberia», comentabaFrosiaenvozbajacuandoLinayellaestabansolasenlacasa. Enparteporloquelecontabasuhijo,enparteporloqueveíaella.Enlos archivos secretos guardados en las oficinas del NKVD, un grupo de oficiales trabajaban mañana, tarde y noche para contabilizar el terror y convertirlo en simples números. Y no se registraba todo. No habría tiempo ni disposición humana para hacerlo. «En definitiva, ¿a quién le importa?Además,tampococonvienequeestainformaciónllegueamanos denadie,ysialgúndíallegara,larevoluciónagradeceráquelosdatosno sean los correctos», solían decir algunos dirigentes del partido con la anuencia de los jueces. Esos archivos hablaban de más de un millón y mediodepersonasdetenidasenapenasunaño,delasquecasisetecientas mil fueron condenadas a muerte. «No redondeemos las cifras. Cada número es un nombre y un apellido, y toda una legión de familiares y amigosquevendrándespués.Entre1937y1938,elNKVDhadetenidoa 1.575.259personas,delasque681.692fueronejecutadas».Asísonabala vozdeVasili,quesolosequebrabacuandosuperabaelumbraldesucasa. El hijo de Frosia era uno de esos oficiales, siempre serio, rígido, disciplinadoytratando,enunconatodemantenerlaintegridad,dequelas cifras que desfilaban por su retina como un ejército de hormigas no llegaranasucerebroconvertidasenhistoriasreales,protagonizadaspor personas de carne y hueso, con familia, con sueños, con ideales. Su condición humana le impediría soportarlo. Debía industrializar sus sentimientos, maquinizar sus emociones, convertirse en un simple contabledelarealidadynoenunnotariodeimpresiones.Susojosysu cabeza debían ser impermeables, pero cuando llegaba a casa y se encontraba con su madre, se desprendía del barniz impenetrable y el hombredegestoadustoseconvertíaenunniñodeexpresióntaciturna.El pesodelainfamiaquetranscribíamecánicamentecadadíaensumesade lasoficinasdelaLubiankasedesmoronabasobreél.«Noséquéesloque quieren. No entiendo hacia dónde van. Todos podemos ser culpables en cualquiermomento,encuantoalguiendecidaemitirunaordendearresto contranosotros,inclusocontralosqueredactanesaordendearresto.Es unaauténticalocura». A los pocos días, desobedeciendo los consejos de Serguéi, Lina fue a ver a Natalia Sats. La directora del Teatro Musical Infantil se mostró sorprendida por su visita. Sinceramente, no la esperaba. Fue ella misma quien le puso al día de lo que había sucedido. Su marido ya sabía que desconfiaban de él. Poco importaba que fuese uno de los mejores generalesconlosquecontabaRusiayelpropioStalin,yquesujuventudy suvalorhubieranservidoparamodernizarelejércitosoviético. —Desdeprincipiosdeañosabíaqueexistíauninformeconsunombre enelqueseleacusabadeplanearelderrocamientodeStalin.Selohabía entregado un general del Ejército Blanco que residía en París a los serviciossecretosnazis,aReinhardHeydrich,elsegundoenelmandode lasSSdeHeinrichHimmler.Recuerdoperfectamentesunombre,Nikolái Skoblin.Estodotanabsurdo,¿cómopudierondarporbuenouninforme elaborado por su enemigo en la guerra civil rusa? Pero Mijaíl era el blanco perfecto para elaborar una mentira que hiciera sospechar a los agentes del NKVD: viajaba mucho a Alemania, a Londres y a otros muchos países extranjeros. ¡Pero era porque Stalin le mandaba allí para elaborar informes! —Natalia intentó que la emoción no le venciera y, aunqueleresultabacomplicado,logrócontenerla—.Heydrichselopasóa Hitler, que vio la oportunidad perfecta para debilitar al Estado Mayor soviético a través de una información falsa. Pero ellos no podían entregárseloalosrusosporqueeranenemigosysabíanquenosefiarían. Así que provocaron que la información llegara a los servicios secretos checos, que no tardaron en ponerla en conocimiento del presidente de Checoslovaquia. Sabían que era amigo de Stalin y que no tardaría en enviársela.EsosdocumentosllegaronenmayoalasmanosdeStalin.Yya nadie pudo pararlo. Alguien se lo contó a Mijaíl. Le advirtió de que tuviera cuidado, que iban a por él, que las sospechas de que lideraba un complotcontraelrégimenestalinistaerancadavezmásfuertes.Peroélno quisocreerlo.—Nataliayanopudoreprimirelllanto. —Notienesporquécontarmenadamás.Tranquilízate,porfavor.Esto no te hace bien. No necesito que me des explicaciones. Sé perfectamente quiéneratumaridoyquiénerestú. —Yo sí necesito contarlo. Quiero hacerlo. No voy a permitir que me callen,quenopuedanicontarcómohanasesinadoamimaridodespués de servirles toda la vida. —Bebió un poco de agua y continuó—: Le detuvieronyletorturarondurantevariosdías.Imagínatecómoseríanlas torturasparaqueconfesaraquehabíasidoreclutadoporunagentealemán en 1928 y que estaba conspirando junto al secretario general del comité ejecutivo del partido y casualmente enemigo de Stalin, Nikolái Bujarin. ¿Te lo puedes creer? ¡Después de lo que ha hecho por su país, por la revolución,porelpartido,porStalin…!Yleejecutancomoaunperro,de noche, de un tiro en la nuca, y tiran su cuerpo a una tumba anónima. Ni siquieramehandichodóndeestá. —Intentaremos hacer algo para averiguarlo —mintió Lina. Sabía que lossecretosdelaLubiankaseenterrabanavariosmetrosbajoelsueloy secubríanconunagruesacapadecal,aunqueelmantomásgruesoerael delsilencio.Ahíresidíasuprincipalpoder,enelsilencioqueconvirtieron ensumayorarmaderepresiónyenlamejorcoartada—.Lointentaremos. Tengounaconocidacuyohijotrabajaallí,quizásihabloconella… —¿Y meter a más gente en problemas? —le preguntó Natalia con una mirada de dolor y tristeza que la conmovió—. Qué pena que no nos hayamos conocido en otro lugar y en otro tiempo. Hubiésemos hecho grandescosasjuntas. Aldespedirse,sintióqueNatalialaabrazabacomosifueralaúltimavez queseverían. —Te agradeceré toda mi vida que hayas venido a verme. Pero no vuelvas más. Nos vigilan, nos están persiguiendo y sé que irán a por nosotros porque somos sus familiares: su madre, sus hermanas, yo… y quienmásmepreocupa,nuestrahija. —¿Qué vais a hacer? ¿Cómo puedo ayudaros? —preguntó sin poder controlarlaansiedad.Nataliasonrió. —Comosenotaquenotienessangrerusa—dijoconciertaternuraen su tono—. La única manera que tienes de ayudarme es yéndote, desapareciendodemivida.Nopuedenverteconmigo.Esmuypeligroso. Tieneshijos,tienesmarido.Notearriesguesaveniravermemás. Siguió las instrucciones de Natalia y salió del edificio por la parte trasera. Agradeció la bofetada de aire helado que sintió nada más abandonar el edificio. Caminó unos metros intentando controlar la turbaciónquebullíaensuinterior.Siemprequeseenterabadeladetención yejecucióndeunamigooconocidonopodíaevitartrasladaresarealidad a su casa. ¿Qué pasaría si eso le sucediera alguna vez a Serguéi? ¿Qué podría hacer ella? ¿Cómo reaccionaría? ¿Con quién podría contar? ¿Acudiríaalguienaayudarlacomointentabahacerella?Elcomentariode Nataliaresonabaensucabeza.«Cómosenotaquenotienessangrerusa». Claroqueteníasangrerusa,sumadreerarusacomoloeransusabuelos, pero no era momento para circunloquios sanguíneos ni genéticos. Era inevitablequelaobservaciónlerecordarasucondicióndeextranjera. Pensóencogerelmetro,peroprefirióircaminandoporlascallesde Moscú.Eldía,ajenoalosacontecimientos,erapreciosoyluminoso,yeso le ayudaría a tranquilizarse. Necesitaba tomar aire. Al malestar que le habíadejadolavisitaseañadióunadesagradablesensacióndelaqueno podíadeshacerse,comodeloloracomidaimpregnadoenlaropacuando salíadeunrestaurante,unolorquetodospercibenexceptoelquelolleva encima.Fuelaprimeravezquenotólaextrañaimpresióndequealguien le seguía. Quizá era una percepción falsa, fruto de lo que acababa de confesarle Natalia y su advertencia de que podía ser arriesgado que la vieran con ella. Pero se sorprendió a sí misma mirando en varias ocasiones hacia atrás. Ese incómodo presentimiento no le abandonaría duranteunosdías,inclusosemanas. CuandoSerguéiseenteródeaquellavisitafueincapazdecontrolarsu violenta reacción. Fue una de las discusiones más desagradables que protagonizaron, aunque al menos sirvió para que, en el transcurso de la misma,secayeranvariasvendasdelosojos. —Eres una inconsciente. ¿Cómo se te ocurre? Estás poniendo en peligroatushijos,amí,pornohablardeti.¿Acasonosabesdóndeestás? —Erestúelqueparecenosaberlo. —Loséperfectamente.Ymeduelemásqueati.¿Quéquieresquehaga? ¿Quémeenfrenteaellos,quemuestrealmundolovalientequesoycomo hahechoMijaílTukhachevsky?¡Dimeparaquélehaservido!Paradejara su mujer viuda y a su hija huérfana. ¿Crees que nos iría mejor si pronunciaraencadaconcierto,cenaorecepciónlosnombresdeTaírovo Shostakóvichcomohacestúparamostrarleatodoelmundoquelagran LinaProkófievnotemeanadieyestáporencimadelbienydelmal,yno como el resto, que somos unos completos imbéciles? ¿Crees que si presumieradeconocerelúltimodecretoaprobadoporelNKVDenelque legitiman que la persecución y el arresto policial deben extenderse a las esposas y a los hijos de los condenados, nuestra situación mejoraría? ¿Crees que no me duele tener que dejar de ver a mis amigos, a mis compañerosonopoderrecordarenvozaltaalosqueyanoestánporque se han convertido en enemigos del pueblo por el capricho de algunos? ¿Que no me parece repugnante pasar a diario por un plaza que lleva el nombredelpadredelaCheca,deunadelasmayoresfuentesdeterrorque vivemipaís,delagujeronegroalquehanidoapararpersonasalasque queríayquiero?¿PiensasquenotengomiedocuandoelComitéCentral prohíbeaEisensteinsupelículaBezhinLugporconsiderarlainapropiada ydepravada,yleamenazanconjuzgarleyejecutarlesinoseretracta?— preguntó visiblemente exaltado—. ¿Crees que no temo que yo sea el siguiente porque estoy trabajando con él en la música de su nuevo proyecto,AleksanderNevski?¿Deverdadpiensasquenomegustaríasalir corriendoyabrazarasusviudas,asushijosyasushermanos?¿Tecrees mejorpersonaqueyo,máslistaqueyo?Losientosipiensasquesoyun egoísta porque callo y sigo adelante, porque mientras otros tienen dificultades,yonoparoderecibirencargos,dedarconciertos,derecibir losaplausos,lasbuenascríticas,ysí,tambiénmuchasdecepciones,mucha censura,muchasadvertenciasquedecidoescucharyadmitirporquenome quedaotra.Peroesonomehaceinsensiblealoquesucedeamialrededor. Mehaceentenderlomejoryencontrarlamejormaneradeenfrentarmea ello,lamejormaneraparamíysobretodoparalosmíos. Lina fue incapaz de reaccionar ante la avalancha de sinceridad que inundólaviviendadelacalleChkalov.LosgritosdeSerguéinuncahabían resonadocontantafuerzaensusoídos,susojosnohabíanirradiadotanto odioyrencorcomolohacíanentonces.Seasustó.Nosabíacómopodía terminaraquelepisodiodemáximatensiónqueestabanviviendo. —Serguéi,yo… —¿Porquénodejasdedecirmequeabralosojosylosabrestú?¡Estoy intentandosalvaramifamilia,quemimujerymishijosnoseveanenuna situaciónquenotengasolución!—Serguéilaagarróporlosbrazoscomo siquisierazarandearlaparaqueentraraenrazón,paraquedeunavezpor todas entendiera su actitud y dejara de condenar su inmovilismo—. Eres extranjera,Lina,nuestroshijossonextranjeros.Yosoyuncompositorque luchaporsobreviviry,paraevitarquemifamiliaseveaundíadetrásde esasventanasamarillasdelaplazaDzerzhinskiquetantotepreocupan,me tragaré mi orgullo, mi vanidad, mi dignidad, mi bilis, mi sangre, mi propiaesenciasiesnecesario.Ysolotepidoquetúhagaslomismo.No creoqueseamuchopedir. Linaleobservócomosifueralaprimeravezqueleteníadelante.Ante sí apareció la imagen de un hombre con un rostro nuevo, esculpido en barro y fuego, con la mirada ardiendo en miedo y la voz hilvanada en susurrosyreventadaporungritodedesesperación.Sehabíadesprendido delhalodeinconscienciaqueparecíahaberregidosucomportamientoy se mostraba descarnado ante la mujer a la que juró amar, respetar y proteger.ClaroqueProkófieveramuyconscientedeloquepasabaensu país.Lovivíaadiarioensilencio,laúnicamúsicarealqueseescuchaba enaquellaciudad.Perolanegacióndelarealidad,elapartarlamiraday desviarla sobre las teclas negras y blancas de un piano eran su tabla de salvaciónyladesufamilia.Sinembargo,apesardelaevidencia,Serguéi estabaconvencidodequeaquellasituaciónseríatemporal,nopodíadurar mucho, todo pasaría y las cosas volverían a la normalidad. Solo debían esperar sin hacer ruido, componiendo simplemente música y obviando todolodemáscontodalanaturalidaddelaquefuerancapaces.Asistiendo alareaccióndesumarido,sintióqueeraellalaquehabíaestadociega. Después del estallido de realidad que tanto había anhelado y que tanto aborrecióenaquelmomento,Serguéiparecíaagotado,vencido,alborde delcolapsofísicoymental. —Losiento,yo…—acertóabalbucear. —Quizá nos venga bien estar separados estos meses de verano — afirmó Serguéi—. Ambos nos tranquilizaremos. Las cosas serán diferentesalavuelta. Aquellas palabras le hicieron temer por vez primera la posibilidad de perderle.Lasimplesospechaladevastó.Aquelloeraalgoquenopodría soportar jamás. Preferiría la muerte, el encierro, la condena injusta, cualquiermartirioytorturaantesqueperderaProkófiev.Esaposibilidad noentrabaensusplanes.Sintiócómoalguienencerrabasucorazónenun puñodehierroyloapretabaconfuerza.Tuvoquesentarseparaevitarque la falta de flujo sanguíneo terminara venciéndola y haciéndola caer al suelo. Una nube nubló su pensamiento. Sabía lo que pasaba en aquellas dachasdereposo.Loconocíaporvariostestimonios,entreellos,eldela mujerdeAfinoguénov,quienlecontóentrerisasybromasqueaquellos retiros estivales propiciaban aventuras, pequeños escarceos que solían tener un interés puntual, una duración no superior al periodo veraniego, unsimplepasatiempo,unaactividadmás.Lafaltadeplazasoficialesenlas casas de descanso no parecía ser algo tan aleatorio e inocente como pudiera parecer. A Lina le costaba imaginar a Serguéi en esas circunstancias, incluso le parecía ridículo, pero el temor comenzó a quemarleelánimo. —¿Me vas a dejar? —preguntó angustiada ante una posible respuesta afirmativa—.¿Esesoloquequieres?¿Esdeloquevatodoesto? —Jamáspodríahacerloaunquequisiera—ledijoabatido.Hablabacon sinceridad. Seguía amándola, no quería perderla, se sentía incapaz de prescindir de su compañera de viaje, pero la tensión comenzaba a erosionar una relación hasta entonces perfecta—. Eres imposible de abandonar,aunqueestemosamilesdekilómetrosdedistancia. Llegóelveranoycadaunocumplióconlosplanesprevistos.Linase fue a Sochi con los niños, a disfrutar del mar, de la arena y del sol que tantoextrañabamientrasintentabasuperaraquellapruebadefuegoquele había puesto la vida, y Serguéi se dirigió a la dacha de Kislovodsk. A pesar de su ajetreado ritmo de trabajo, escribía casi a diario a su mujer. Necesitaba contarle, como siempre había hecho, sus avances en las composiciones,susnuevasideas,ladificultadqueleestabadandoalguna delaspiezasmusicales,perotambiénledetallabacómoerasurutina,su díaadía,susbañosenelrío,suspaseos,suexcursióndecasicincohoras de marcha al monte Sedlo y la decepción que sufrió al no poder contemplar en todo su esplendor el volcán Elbrús, ya que el día estaba demasiado nublado. Le relató su reencuentro con Taírov, que le había habladodeunnuevoproyectoteatral,estavezderivadoalacomedia,La dueña,deSheridan,enelhipotéticocasodequelascosassecalmaranun poco después de que las autoridades le hubieran dejado sin teatro para convertirlo en el Teatro Stanislavski. Le relataba las bromas mantenidas conEisensteinhaciendodivertidosjuegosdepalabrasysusdudassobresi laóperaRomeoyJulietadebíatenerunfinalfeliz,aunqueesodesbaratara la idea original. «Necesito saber tu opinión, no me fío de nadie más, mucho menos de Rádlov, que este año está desatado, algo meloso y me preguntamuchoporti.Todosmepreguntanporti».Aquellasfraseseran oxígeno para la claustrofobia emocional de Lina. Le gustaba cómo encabezabasuscartas,«QueridaAvecilla»,unapodocariñosoquedurante unaetapadesuvidaenParísllegóaaborrecer,peroqueahoraeramúsica para sus oídos. Sonreía al leer cómo le habían convertido en un simple númeroenelcomedordelbalneario,alescucharqueunadelascamareras delrestaurantesereferíaaélcomolaservilletanúmero173.Cadavezque releía la correspondencia de Serguéi escudriñaba cada uno de los folios manuscritos y respiraba tranquila cuando ningún nombre de mujer aparecía en ellos. Entendía que era un consuelo absurdo, que si hubiera pasadoalgoconalgunamujernoseloibaacontarensusmisivas,perole conocíaperfectamente,sabíaleerleentrelíneasysilencios,interpretarsus palabras,susgirossintácticos,suspuntos,inclusolasminúsculasmanchas que aparecían en los folios de sus escritos. Les unía un lazo tan fuerte y auténtico que resultaría difícil que alguno de los dos se atreviera a cortarlojamás.Respiróaliviadaaltenerlacertezadequeelfantasmade unengaño,undesliz,unacortaaventuranohabíaaparecido.Enunadesus últimas cartas le mencionaba una idea, todavía un esbozo, de componer algo sobre La Cenicienta. Aprovechó para hablar de ello al final de la cuartilla y a Lina le reanimó leer su frase final. «Tú siempre serás mi Cenicienta».Encualquierotromomentopodríahaberleparecidoinfantil, cursi, incluso ñoño, pero cuando sus ojos lo leyeron fue un reconstituyenteparaelalma. Habíatrabajadointensamentedurantetodoelveranoenlamúsicadela película Aleksander Nevski de Eisenstein, que, tras retractarse públicamente por su labor como director en su anterior película Bezhin Lug,pudocontarconunasegundaoportunidadparaseguirtrabajando,y compartióconéldescansoestivalenKislovodsk.Stalinseguíasinfiarse de él, pero, como gran amante que era del séptimo arte, entendía que el director era un maestro, especialmente del montaje. Además en Kislovodsk Serguéi había tenido tiempo de empezar a dar los primeros pasos en la ópera Semión Kotkó que le había propuesto Meierhold. Se sentía enérgico, preparado para afrontar nuevos proyectos y dispuesto a lograrloséxitosprometidos. El reencuentro resultó uno de los mejores momentos que la pareja recordabahabervividoenlosúltimostiempos.Nosepusierondeacuerdo en saber quién había echado más de menos al otro. Serguéi volvió a contemplarlassonrisasdeLinareciénestrenadasparaélyellavolvióa sentirse el centro del universo Prokófiev. Las dudas, los miedos y los reproches desaparecieron como por ensalmo. Al final iba a resultar que Serguéiteníarazón,queaveceshabíaquepararyrespirarparaaclararlas cosas, para ajustar la perspectiva, para inyectar un poco de calma a las situaciones de tensión. Cuando le ayudó a deshacer el equipaje de Kislovodsk, descubrió que no solo venían partituras, pentagramas, cuadernosyunsinfíndenotasmanuscritas.Entrelaropayelmaterialde trabajo Serguéi había metido algo más. Y como buen regalo, resultaba inesperado. —NosvamosdegiraalosEstadosUnidos.Losdos.Enunosmeses.— Sabíaquehabíasorprendidoasumujerylegustaba.Hacíamuchotiempo quenoloconseguíaconlaspalabras,tansololohacíaconsumúsica—. Hayqueempezaraprepararlotodo.Unañopasaantesdeloquepiensas. Linanopodíacreerlo.¿SalirdelaUniónSoviética?¿Leshabíandado permiso? —Júramelo.Dimequeescierto,quenoestásbromeando. —Nosuelobromear.Yameconoces.Nosoybuenoeneso. —¿Y podremos ir también a París, a ver a mi madre? ¿Y a Londres? Dime,¿podremos?—preguntósuperadaporlanoticia.Serguéileaseguró queasísería.Sucabezacomenzóallenarsedeencuentrosqueabrazarían futurosrecuerdos,depersonasalasqueveryestrechar,delugaresalos que ir y donde hablar en un tono normal, de restaurantes sobre cuyas mesas aparecerían los más exquisitos manjares, de tiendas en cuyo interior perderse para encontrar algo que colmara tanto la necesidad comoelcapricho.Suinteriorestabaapuntodeexplotar.Estabatanfeliz que ni siquiera podía reír a carcajadas como le pedía el cuerpo. No le importaba cómo lo había conseguido, a quién había tenido que pedir permiso, ni por qué extraña razón habían accedido a que los Prokófiev realizaran ese viaje. Tampoco le interesó saber por qué Serguéi no le habíacomentadoconanterioridadnadasobrelaposibilidaddeaquelviaje. Pensóquenoquerríailusionarlasiluegolascosasnosalíancomohabía planeado. No le importaba nada. La vida volvía a sonreírle, de nuevo se abría ante ella y no le incumbía conocer los detalles. ¿Acaso iba eso a cambiarelresultado? —No puedo esperar a contárselo a los niños. Verás la cara que ponen cuandosepanquenosvamos.NuncahanestadoenlosEstadosUnidos. —Ellos no vienen. —La contestación de Serguéi hizo que la fiesta dibujadaenelrostrodeLinacesaraabruptamente. —¿Cómoquenovienen? —Ellos se quedan aquí. No es un viaje para los niños. Estaremos viajandoconstantementeytrabajando.Estaránmejoraquíquedehotelen hotel. —PeroSerguéi…—Nisiquieraencontrólaspalabrasparaexpresarsu desilusión. —Es mejor así —dijo, consciente de que a ella no podía engañarla—. Además, no puede ser de otra manera. Es la única condición que han puesto. Lina lo entendió todo. Les permitían salir porque sabían que regresarían.Sushijosseconvertíanenlosrehenesdeunsecuestro.Serían el rescate en caso de que sus padres decidieran no regresar a la Unión Soviética.Eralaestrategiaperfecta.Todoestabapensado. —Habráotrasocasiones.Teloprometo. 19 Cualquierapodríahaberlocalificadodemagia.Encuantolosabrigos de nutria desaparecieron de los andenes de las estaciones de tren, Lina rejuveneció veinte años. Alejarse de la Unión Soviética era tanto como sumergirse en un oasis de vitalidad. No había sido consciente de la hibernacióninvoluntariadesucuerpohastaquevolvióapisarunteatrode Londres, donde acudieron a una representación de Pedro y el lobo, o caminódelbrazodeSerguéiporlascallesdeVarsovia.Poloniasiempre lehabíagustadoaProkófiev,leparecíatremendamentemusical,bohemia ypasional.LaestanciaenPragaseprolongómásdelacuenta,porloque supermanenciaenParísfuecasitanfugazcomounrelámpago.Unavisita rápida a Olga Nemiskaia, reproches maternos por los silencios y las prolongadas ausencias, y unos breves paseos por el mapa de los recuerdos. Lina no quiso abandonar la ciudad sin pasar por la rue Cambon.NoseiríadeParíssindarleunabrazoaCoco. —Lo de la delgadez no hay que llevarlo al extremo, querida —la reprendióChaneldespuésdepercibirenelabrazoquesuamigasehabía convertido en un atractivo saco de huesos—. ¿Cuánto pesas? ¿Cincuenta kilos? —Cincuentayuno—lacorrigió,aceptandodebuengradoelcaféquele ofrecíaunadelasoficialasdelaMaison—.Notepuedesimaginarcómo triunfé en Moscú con el abrigo que me regalaste. Están convencidos de quelohicistepensandoenellos. —¿En los bolcheviques? ¡Pobres ignorantes! Si ellos supieran —dijo, recordandoasuamadoelgranduqueDimitriPavlovichylasperlasdela dinastíaRomanov. —Loguardocomounajoyaenmiarmario. —Mi ropa es para lucirla en la calle, no para que sea pasto de las polillas—lerecriminóenuntonomilitar. —TúnosabescómoestánlascallesdeMoscú. —¿Cuándovasasalirdeallí?—lepreguntó,repentinamenteseria. —Acabo de hacerlo —respondió con una amplia sonrisa que no traspasólosnivelesdedeteccióndementirasdesuamiga,experimentada enmilbatallas. —Sabesperfectamentealoquemerefiero.Notehagaslatonta.Detesto alastontas.Ytúnoloeres. —Pronto—mintió. CocoChanelsedirigióasumesayabrióunapequeñaagendadetapas blancasquehabíasobreella.ExtrajounpapelquetendióaLinaparaque loleyera. —«Quéseríadelossueñossilagentefuerafeliz».Nosésieslomás hermoso que he oído en mi vida o si es lo más triste —comentó Lina abriendolosojosinterrogantesenbuscadeunaexplicación. —Es lo que queda de un hermoso amante que un día quemó unos cuantosescritosanteungrupodeamigos,seretiróaunacasajuntoala abadíadeSolesmes,dondedecidióbuscaraDiosyterminóviviendocon su mujer Henriette —dijo refiriéndose al poeta Pierre Reverdy—. La pasiónmaduróenamistad.Hayqueaceptareldestino.Comprosusobrasy subvencionosuspublicacionessinqueélsepanada.Yacambio,leinspiro unas cuantas letras. «Tú no sabes, querida Chanel, cómo las sombras reflejan la luz; y de las sombras se nutre mi ternura por ti» —repitió paladeandocadapalabra—.Leadoro.Yasabesquemisamantessequedan conmigocomolohacenmisvestidosenelarmariodelasmujeres,para siempre. —Coco seguía fumando sin parar y el humo continuaba envolviendo en una enigmática nube su presencia—. Te encantaría. Un pocomísticoperosoportable.Aunquesupongoquetugustoesquizáalgo ruso para un poeta francés nacido en Narbona. Porque entiendo que conservamos la misma acertada elección, ¿me equivoco? —preguntó en referenciaaProkófiev.Linaasintiósonriendo—.Losospechaba. —Creoquenadiehaescritoalgotanbonitopensandoenmí. —No seas injusta. Pensando en ti han creado las melodías más hermosasyvalientes.Ynoesloúnicoquetengoparati.—Cocomandó traer a su asistente una funda de traje y se lo entregó. Era el vestido de satén blanco con una capa con bordados y pedrería que Lina había admiradohacíaunosaños—.Quieroquelesdejessinalientocomoyoles dejé sin las perlas de los Romanov —dijo con su habitual sarcasmo. Al verelademánderechazodesuamiga,acallósusexcusas—.Nocreoque en París vaya a tener mucha oportunidad de lucirlo, la verdad. —Chanel seguía siendo una de las mujeres mejor informadas de Francia y eso le hacía ser garante de muchos secretos y cómplice de grandes silencios. Sabíaquelascosasibanacambiarmuyprontoyqueelescenarioquese avecinabanoadmitiríaunvestidocomoaquel.CogiólamuñecadeLinay la olisqueó—. Veo que sigues fiel a las cosas importantes —dijo al percibirsuperfume,elnúmerocinco,tatuadoensupiel. —Merecuerdaatodaestavida,ati,aParís,alteatro,losconciertos,las flores,loslargospaseos,laluz.Lamemoriahechaperfume… —La memoria es femenina, ¿recuerdas? Siempre ha sido así, aunque ellos no se hayan dado cuenta todavía. Ni creo que se la den, no les conviene. De nuevo promesas de encuentros, de comunicaciones periódicas, de cartas de ida y vuelta, de telegramas inesperados. Todo era fácil en el mundo mágico del interior de la Maison Chanel. Lina inhaló el olor impregnado en su ambiente. Lo reconoció y la reminiscencia le hizo sonreír. Pensó en la suerte que tenía de poderse llevar aquel recuerdo aromáticoenunpequeño,sencilloyelegantefrasco.Ojalápudierahacer lomismoconelrestodelaciudad. —Nodesaparezcassinmás—lepidióCoco—.Estoycansadadequela gentevueledemividacomosifueranfugacesráfagasdeaire. —Noloharé.Teloprometo. Lina aceleró el paso con la intención de poder llegar a la rue de L’OdeonycomprarunlibrodepoemasdePierreReverdyenlalibrería ShakespeareandCompany.LeapenóprofundamentenoencontraraSylvia Beach.Lehubieseencantadoverlaydecirlequeseguíaleyendosinprisas. Peronosefuesinelejemplarquehabíaidoabuscar. EmbarcaronenLeHavre,abordodelmodernotransatlánticofrancés Normandie procedente de Bishop Rock, en el sudoeste de Gran Bretaña, condestinoaNuevaYork.Linaagradeciólacalmadelmardurantetodoel viaje, como si la naturaleza se hubiera aliado con ellos para hacer más fácil el trayecto. Mientras su marido escudriñaba pentagramas y jugadas de ajedrez, Lina se dejaba mecer por las palabras del amante de Coco quedandoatrapadaenlosversosdeunodelospoemas,Laenvidia,cuya últimafraselehacíasentirvértigo Situascru,destin,quejepouvaispartir,ilfallaitmedonnerdesailes.[2] Quizá fuese una impresión tremendamente subjetiva, pero a ojos de Linalavidavolvíaarecuperarlatonalidadcromáticaqueelgrissoviético mantenía oculto bajo una densa niebla. Nada más llegar a los Estados Unidos,volvióaacapararmiradas,elogiosasuelegancia,subellezaysu magnetismo. Su sonrisa regresó impresa a los diarios y su gusto en el vestir acaparó titulares y comentarios. Aunque esta vez fue Lina quien quedó atrapada por las calles de Nueva York, de Washington y especialmente de Los Ángeles, convertidas en una algarada de colores brillantesyvivosquesaltabandelapaletadelospintoresalaropadelas mujeres. Muchas de sus compras quedaron monopolizadas por la adquisicióndetelas,vestidosytrajesqueamenazabanconhacercederlas costurasdelasmaletas.Perosihuboalgoquelogróembelesarlaenaquel viajefueelambienteglamurosodeBeverlyHills,lapotenteluminosidad queirradiabaHollywoodylaalegríavitaldesugente.Nohubounlugar de moda en el que los Prokófiev no hicieran acto de presencia. Lina disfrutó de las emblemáticas piscinas del Beverly Hills Hotel y del RooseveltHotel,convertidasenlugardereferenciaparatodaslasestrellas queteníancomocitaobligadaocuparlastumbonasbicoloresenblancoy azuldispuestasalrededordelapiscina,escoltadasporgrandespalmerasy unaindispensablebarradecócteles.Enunacenaorganizadaenhonorde Prokófiev en el restaurante Victor Hugo de Beverly Hills tuvieron la oportunidaddecomprobarcómolamúsicadelcompositorentusiasmaba porigualaladivadelcinemudoenlosañosveinte,GloriaSwanson;ala conocidaactrizycantantefamosaporsusmusicales,JeanetteMacDonald; alasactricesGretaGarbo,JoanCrawford,MaeWest,MarleneDietrichy a una de las principales figuras de la producción del espectáculo, Walt Disney.Todosqueríanestrecharsusmanos,escucharsusvoces,compartir conversacionesconlaparejareciénllegada,convertidaporunashorasen la sensación del momento, y observar los diseños parisinos que lucía Lina, envuelta con un gusto exquisito en lamé, seda y piel. Serguéi agradeció la presencia de su mujer que, como era habitual en ella, sabía repartir el juego de la conversación, las sonrisas justas, los agradecimientosprecisosyhacerpropioelartedelasrelacionespúblicas. Estaba en el lugar del mundo donde quería estar, el que añoraba en silencioporamorasumarido,enelmundodelasluces,lasestrellas,los brillos, las fiestas y las conversaciones cruzadas. En aquel rincón del mundoerafeliz.Sufiguracrecía,susonrisaseampliabayelbrillodesu miradaseintensificaba.PerosuhaloestelarpendíasiempredeSerguéi.Él seguíasiendoelcentrodelmundo,larazóndetodo,elfocodetodaslas conversaciones. Cuando Walt Disney estrechó su mano, venía con una propuestabajoelbrazoyestabadispuestoatodoparaconseguirla.Quería convertirPedroyelloboenunapelículadedibujosanimados,aunquelos milquinientosdólaresqueleofrecióporlosderechoseranlodemenos. —Siconvenceasumarido,lecontaréunsecreto—ledijoWaltDisney enuntonoconfidencial. —Sileconvenceusted,soycapazdeconfiarleyomásdeunsecreto— lecontestójugandoconlaspalabras. Linaabriólosojostantocomolohacíansusdibujosanimadoscuando DisneylehablódeunpuebloalmeriensellamadoMojácar.Nosuposiel reconocimiento de su supuesto origen español sería una artimaña estratégicaparaconseguiraquelcontrato,peroledabaigual.Nodependía dellugardondehubieranacidoniellaniWaltDisney,sinodellugaralque debíavolverProkófiev. —Esunagranoportunidad.¡Elsueñodetodocompositor!Triunfaren Hollywood, en la meca del cine. ¡Es la Paramount, Serguéi! —le dijo, refiriéndoseaunasegundaofertadetrabajarenlamecadelcinequehabía recibido Prokófiev en los últimos días—. ¡Es Walt Disney! —Lina ni siquierapodíacreerqueesosnombresestuvieransaliendodesuboca.Por un momento volvió a rozar con las puntas de los dedos la vida de luz y colorquehabíanvividoenParís.Eravolveranacer.Regresaralavida.Y hacerloportodoloalto. —¿No será más tu sueño que el mío? —le preguntó él, recordando el anhelo de su mujer de convertirse en una conocida artista, ocupar las principales portadas de las revistas y, por qué no, transformarse en una gran actriz como le vaticinó su profesora de canto, en una importante modelo como le sugirió Coco Chanel, o en una estrella «de lo que buenamentequiera»,comoleauguróPicasso.Nocreyóqueelcomentario lemolestara.Nolohizoconesaintención.Peroerró. —Misueñoesverteconvertidoenelmayorcompositordelahistoria, vertunombreenlosprincipalesluminososdelosteatrosyloscinesdel mundo entero ya que yo no pude conseguirlo —apostilló con evidente hastío. Había veces que le reprochaba a Serguéi haber tenido que renunciar a su sueño de luces y estrellas por mantener su matrimonio, paracriarasushijosyparaacompañarlealládondenecesitarair.Noera algodeloquesolieraquejarseporquehabíasidounadecisióntomadapor voluntad propia, pero no le gustaba que el reproche se volviera contra ella. Decidió centrarse en el tema que en ese momento le importaba. La propuesta que encerraba nuevamente el sueño americano—. Esta oferta puedellevartealacima,¿esquenoloves? —Pero, ¿de qué hablas, Lina? Sabes que no podemos quedarnos aquí. ¿Crees que no me gustaría darles un sí como respuesta? Me encantaría. PerohemosdevolveraMoscú.Allíestánnuestroshijos.Creíqueestabas deseandoverlos. —¿Terefieresaltoquedequeda? —Creoqueyahemoshabladodeeso.Nocreoenlanecesidaddevolver sobreeltema. —Pero sí crees en la necesidad de volver. —Respiró profundamente mientras cerraba sus ojos como si no quisiera ver el horizonte que le quedabapordelante—.Almenosinténtalo.Llámales.¡Quémáslesda! —¡Amímeimporta!TengoelestrenodelapelículaAleksanderNevski endiciembre,yeldelballetRomeoyJulieta.Meesperanconciertosque ofrecer,óperasqueterminar…¿enquémundovives? —Enunoqueterminarámatándonos. Serguéilamirósinrencorantesuscontinuosreproches,apoyadoenla convicción de que el carácter latino de su mujer la empujaba a un dramatismo sobreactuado. No quería discutir. Optó por callar y guardar silencio. La música no era la única habilidad de la que se erigió en maestro. De regreso a la Unión Soviética, el único tono pastel que coloreó la realidad de los Prokófiev fue el azul del automóvil Ford que Serguéi encargóparaquelefueraenviadoaMoscúdesdelosEstadosUnidos.Con esosetuvoqueconformarLinamientrasobservabaporlaventanadeltren cómo los abrigos de piel de nutria volvían a aparecer en los andenes de lasestaciones. Todos parecían nerviosos en la vivienda de la calle Chkalov. Oleg mirabaeldeambulardesuspadresrecorriendoelsalóndeunladoaotro, entrandoeneldormitorio,saliendoenbuscadealgoqueparecíanhaber olvidado a mitad de camino, eligiendo el vestido apropiado, rechazando una camisa, buscando los zapatos. Era el día del estreno de la película Aleksander Nevski y la expectación era máxima. Las últimas informaciones hablaban de la posible asistencia de Iósif Stalin. Por un momentoLinanosabíasisevestíaparaellídersoviético,parasumarido o para ella misma. Pero la elección era clara. El vestido de satén blanco conunacapaconbordadosypedrería.Nopodíaserotra.Pensóquequizá sumaridoleinstaríaaelegirunvestidomásoscuro,peroseequivocó.A juzgar por el embeleso con el que la miró, la elección había sido la correcta.«Laideaesquemirenalapantallaynoamiseñora»,bromeó.A pesardelosnervios,estabadebuenhumorysucaracterísticogestoserio nohabíasombreadosusemblante. —¿Yporquénopodemosir?—preguntóalgodecepcionadoOleg—.A Sviatoslavlellevasteisaverapapáenunteatro. —Yosvamosallevar.Peromejorotrodíaquehayamenosgente.Hoy novamosapoderestarpendientesdevosotros.Perocuandoregresemos os contaremos todo sin olvidarnos de un solo detalle —Lina intentó convencer a su hijo menor, que sujetaba en su mano el juguete que encontró en el interior de una caja traída desde Los Ángeles. Estaba a punto de cumplir los once años, pero aquel muñeco le gustó mucho. Encontró un poco absurdo que un ratón se llamara Mickey, vistiera pantalones rojos con dos enormes botones, calzara unos llamativos zapatos amarillos y luciera guantes blancos, pero era el regalo que sus padres le habían traído de los Estados Unidos y debía de ser bueno—. Además,papánosaleenlapelícula.Essumúsicalaqueseescucha. —Ustedeslaquedeberíasalirenelcine—ledijoFrosia,admirandoel resultado final del vestuario y del maquillaje de la señora Prokófiev—. Estábellísima. Ajuzgarporlosaplausosquesurgieronabruptamentecomolalavade unvolcánenplenaerupción,muchoantesdequeseencendieranlasluces de la sala, la nueva película de Serguéi M. Eisenstein con música de Serguéi Prokófiev fue todo un éxito y cumplía los requisitos para convertirseenunclásicodelcinemarcadamentesoviético.Porelímpetu con el que se levantaron los asistentes para aplaudirla, también había cumplido con el encargo de Stalin de elevar los ánimos de la población ante una posible invasión de la Alemania nazi. La historia épica del príncipe ruso que defendió su patria atacada por los teutones había gustadoatodos.Ysumúsica,muchomás. Alasalida,todosqueríanfelicitaralautordelacantatadelapelícula. Sinduda,lacintanohubieraemocionadoigualsisubandasonoranose escucharaenlosmomentosmásdecisivosdelahistoria.Sorteandocomo pudieron las nubes de saludos, apretones de manos y felicitaciones, los Prokófievintentabanavanzarhastalasalidadelteatroparadirigirseala cena con amigos que habían planeado para después del estreno. Una inesperada visión interceptó sus apresurados planes de salida. Nada más verle,Linasintióqueelcorazónleempezóalatirconvulsamente.Apenas pudomoversecuandoavistóaStalindirigiéndosehaciaellosmientrasel resto de los asistentes al estreno se apartaban a los lados, haciéndole un pasillo.Leparecióestarasistiendoalarepresentacióndelaescenabíblica en la que las aguas del mar Rojo se abrieron para que Moisés y sus seguidorespudieranpasar.Contemplándole,tuvolaimpresióndequeuno delosgrandesretratosqueaparecíanpresidiendolascalles,ocupandolas fachadas de los edificios o colgando de las paredes de cualquier casa se habíaapeadodelaperenneverticalidadycaminabahaciaellos.Lehubiese gustadorefugiarsetrasSerguéi,perosucapacidadmotrizsevioanulada. Aunquelointentóylodeseaba,nopudomoverse.Nisiquierafuecapazde rozar la mano de su marido para sentirse más segura. Era demasiado tarde.Yaestabaamenosdeunmetrodedondeseencontrabanellos. —Camarada Prokófiev. —Su voz sonó firme pero no tan severa ni metálica como en la radio—. Le quiero felicitar por haber conseguido aunarlaexaltacióndelpatriotismo,lafuerzafísicaylacombatividadala evocación de un pasado glorioso. Me ha gustado mucho la melodía marcial Levántate, pueblo ruso, ese lamento del campo de la muerte. «¡Levántate, pueblo ruso, hacia la gloriosa batalla, hacia la batalla a muerte! ¡Alzaos, gentes libres, en defensa de la santa tierra! En nuestra madreRusia,enlagranRusia,nohabráenemigos.JamásmancilleRusia el enemigo, jamás la ocupe. Jamás transite nuestros caminos, jamás pise nuestroscampos». CuandolavozdeIósifStalincomenzóatararearlaletradelacanción, todos contuvieron la respiración. Lina se preguntó si estaría soñando, si todo aquello sería una broma o si su imaginación le estaba jugando una malapasada.JamáscreyóquellegaríaaoíraStalincantar,ymenosaún que lo hiciera con una composición de Prokófiev y delante de ellos. Esperóaquelasurrealistaescenaterminaraylohizosinpermitirqueel aire llegara a sus pulmones. El improvisado cantante parecía satisfecho consuinterpretación.Nadieseatrevióadecirlequenohabíasidoasí. —Quierosaludarpersonalmentealamezzosoprano.Haestadobrillante —dijoStalinamododeacotación,girandolevementesucabezahaciael hombre que estaba a su derecha, su secretario personal. No había autoridad en su voz, sonaba relajada, libre de la supremacía que le acompañaba en sus discursos. Enseguida volvió a Prokófiev—. Ha logrado emocionarme la música durante la escena de la batalla sobre el hielo. »“Peregrinus, expectavi, pedesmeos, in cymbalis. Expectavi, expectavi, est.Vincantarmacrucifera!Hostispereat!”.Mehatrasladadoalabatalla de Kerjenets de la ópera Kitege de Rimski-Korsakov y ha habido momentosenlosquemeharemontadoalaBatalladeloshunosdeLiszt. —Mientrashablabadelamúsica,elhielodesumiradaparecíaderretirse enunahogueradenotasardiendoenunpentagrama—.Hevibradoconesa melodíatrágicadelcantosobreAleksanderNevski.Yesaapoteosisfinal, digna de las grandes óperas rusas, digna de nuestra madre patria. Si alguien me preguntara qué es la esencia rusa, le diría que escuchara su cantata.Esustedunverdaderoejemplodenuestraesencia. »Enhorabuena.SabíaquenuestroProkófievnonosfallaría.—Stalinle tendió la mano y, ante el asombro de todos, decidió añadir al saludo formal un abrazo que incluso pareció afectuoso. El líder soviético tenía fama de ser un gran melómano y un amante del buen cine, y todos entendieronesegestocomounaaprobacióndeloqueacababadever.Una muestraafectivadellíderrusoteníalapotestadapocalípticadecambiarel destinodeunapersona,asícomounapalabradedesaprobaciónlehundía enelinfierno.Sileabrazabaolesonreíasuvidadaríaungiro.Moríano vivían personas por la entonación de su voz, por el rigor de su mirada, por un gesto de beneplácito o de reproche. Y a Prokófiev le había abrazado afectuosamente, había charlado con él, se había permitido bromearyhabíaelogiadosutrabajo.Inclusosehabíaatrevidoaentonar sumúsica.Elcompositorhabíasidoelegidoaquellanocheparalagloria. ALinalecostócreerloqueestabacontemplandoaquellanoche.Porun momentoleparecióqueaquelhombreseparecíamuchoaStalin,perono podíaserél.Teníaqueserunimpostor,undoble,unadeesaspersonasde recambioque,segúnhabíaoído,utilizabanloslíderesmásimportantes.Le extrañó ver la piel de su rostro enérgicamente picada por la viruela que padeciódepequeñodelaquenohabíanirastroenlosretratos,ysucorta estaturaqueleobligabaautilizaralzasenloszapatos,loqueleconfería unos andares extraños. Le observó casi sin respirar. Tenía cara de jornalero,aunquemuchosdecíanquesurictuseraeldeunvigilantedeun campo de trabajo, un gran bigote y unos ojos que parecían de muñeca, inertes,decristaloscurocasisiniris,fríoscomoelhielo,yermosdevida. Sinembargo,allíestaba,hablandocomounapersonanormal,alabandola música,felicitandoasumarido,apreciandosucomposición,canturreando y hablando de la historia de una película como lo haría cualquier otra persona.Peronoloera.EraelsecretariogeneraldelComitéCentraldel Partido Comunista de la Unión Soviética. Y estaba a escasos centímetros deella. Aquel momento se le hizo eterno. Y lo más sorprendente es que no parecía tener prisa por despedirse. Súbitamente, Prokófiev se giró hacia Lina. —Mimujer,camaradaStalin—lepresentóconceleridadSerguéi,que lejosdeparecernervioso,estabaextrañamenterelajado. —Un verdadero placer, señora Prokófiev —le dijo, tendiéndole la mano. Durante un instante, la examinó con minuciosidad—. Usted es española, ¿verdad? —preguntó sin esperar contestación. Le valió con el gestoafirmativodelacabezadelaaludida—.Heseguidomuydecercala guerra civil de su país, la sublevación del general Franco contra el gobierno republicano de España —comentó, sabiendo que en esa fecha, diciembre de 1938, su sueño de convertir al país más estratégico del mediterráneo para la causa soviética había fracasado—. Confío en que finalmenteganelacordurayseimpongalarazónenEspaña. —Estoyunpocodesconectadademipaís—reconocióella,sinperder la sonrisa—. Hace mucho tiempo que salí de Madrid y no he tenido la oportunidaddevolver. —Las oportunidades hay que buscarlas, camarada. Siempre hay que volveralamadrepatria,hágamecaso.Selodebemos. Linaasintióconlacabeza,esforzándoseaúnmásesesbozarunaamplia sonrisa.Abriósubocaparadeciralgo,peronofuecapazderecordarsi realmentelogróhacerlo,ydehaberlohecho,nopudoevocarquéfuelo que dijo. La realidad se había convertido en una nebulosa de la que desconocíasisetraduciríaenpesadillaoensueñoreparador.Cuandoya sedisponíaairse,ellídersoviéticoretrocediósobresuinicioderetirada y se volvió parar mirar nuevamente a Lina. La contempló durante unos segundos en los que logró paralizar cada músculo de su cuerpo. Intentó buscar en su mirada la frialdad cortante que advirtió en el primer encuentro,casualmentetambiénenunteatro,peronolaencontró. —¿Por qué no ha cantado usted Levántate, pueblo ruso? Tengo entendido que es usted soprano y que no lo hace mal. Creo haberla escuchadoalgunavezenlaradiodeMoscú. Enesemomentosintióquelosojosdeaquelhombrelaestrangulaban, pero no de una manera tan fuerte como lo hicieron sus palabras. Fue un milagroquepudieraescucharlasteniendoencuentaelruidoensordecedor desuslatidos. —Quizá en otra ocasión. Al menos, así lo espero —dijo finalmente mientras contemplaba una especie de mueca en los labios de Stalin que hizoelevarsesupobladobigote. Jamás había oído hablar tanto a Stalin. Cuando finalmente se alejó, SerguéiyLinasemiraron.Lohicierondurantesegundos,quizáminutos, pero ninguno de los dos fue capaz de articular palabra alguna. Se contemplaroncomoloharíandoscómplicesdeungransecretoaquienes lesestabanvedadaslaspalabras.Seaferróalbrazodesumaridoycaminó juntoaél,nosuposipororgullooporqueestabaapuntodedesmayarse. Ninguno de los dos fue capaz de romper el silencio. No sabían cómo. Tampocosabíanparaqué. Yaenelcoche,fueSerguéiquiensedecidióahablar.Agradeciópoder ir en su propio vehículo sin más compañía que la de su mujer. Aquella noche todavía conducía él, ya que el chófer que decidió contratar para olvidarse del tráfico suicida de Moscú aún no se había incorporado al trabajo. —¿Leimaginabasasí? —No,laverdad—respondióLinasiendocompletamentesincera—.Su vozeratandistintaacomosuenaenlaradio.Estoyconfusa.¿Deberíamos estarcontentosoasustados? —Yo votaría por lo primero. Siempre resulta más alentador —dijo mientras retiraba durante un momento la vista del firme para mirar a su mujer—.¿Estásbien? —Nolosé. Serguéisonrió,cogiólamanodesumujerylabesó.Eralaprimeravez quelahabíacontempladoalgoturbadaanteunapersonalidadpública.Lo interpretócomounabuenaseñal,pensandomásenloquesolíaimponerla persona de Stalin que en el terror que destilaba su presencia y que realmenteeraloqueparalizabaalaspersonas.Perodemomento,aquella noche se había mostrado como un fiel seguidor de Prokófiev, le había hecho suyo incluyéndole en su particular nomenclatura. «Nuestro Prokófiev», había dicho. Sin entrar en más detalles, siempre resultaba mejor y más práctico estar a bien con las autoridades, fueran las que fueran. —¿Noqueríasverelnombredetumaridoengrandesluminosos?Esta nochelohasvisto.Ydespuésdel«nuestroProkófiev»deStalin,creoque loveremosmuchasmásveces.—Volvióabesarsumano.Lanotóhelada, pero lo atribuyó al frío de una gélida noche de diciembre en Moscú—. ¿Estásorgullosadetumarido? —Siempreloheestado.Ysiempreloestaré.PorqueeresmiProkófiev, denadiemás. Serguéi entendió aquella frase como un juego de palabras destilando orgullo y vanidad. Pero de la boca de Lina había salido en forma de advertencia. 20 «Si ese hombre se enamora, su amor debe ser de los verdaderos, de losquedurantodalavida». Lellamólaatenciónlamusicalidadencerradaenaquellafrasemásque elcontenidoensí.Sintiócuriosidadporobservaralapersonaquelahabía pronunciado. Volteó su cuerpo mientras terminaba de firmar la solicitud del coche que le acercaría a la estación de tren para regresar a Moscú, después de pasar los primeros días del verano en Kislovodsk junto a Serguéi. Se sintió decepcionada al ver a una joven veinteañera no demasiado agraciada físicamente, con el pelo desaliñado y con un tic nervioso que no le ayudaba a resaltar su femineidad. Después de contemplarladuranteunosinstantes,enlosquellegóadesarrollarporella un amago de compasión, quiso buscar al destinatario de la sentida observación.Siguiendolatrayectoriadelamiradadelachica,encontróal receptor. La visión le sorprendió e incluso le dibujó una sonrisa en los labios.EraSerguéi.Linasevolvióhacialajoven,queesperabajuntoasu padreaqueleasignaranunamesaparaentrarenelcomedordelacasade reposo. —Noseequivoca,querida.Elamordemimaridoesdelosverdaderos, de los que duran toda una vida —dijo, regalándole una sonrisa ante el asombro de la muchacha, mientras se dirigía hacia la mesa donde la esperabaSerguéi,concentradoenlalecturadeldiario,congestoserioy ajenoalinterésquehabíadespertadoenlajoven. Porunmomentosesintiómalporlareacciónqueacababadetenerante aquellamujer.Peroestabaseguradehaberutilizadountonodulceaunque contundente.Adecirverdad,elcomentariotampocoleparecíaapropiado paraunaveinteañera. —Creoqueesajovencitadelaterceramesaalaizquierdadelapuerta principalacabadedarsecuentadequesehaenamoradodeProkófiev.— Serguéi levantó levemente su cabeza, lo suficiente para que sus ojos observaranasumujerporencimadelaslentesydespuésbuscaraconsu miradaazuladalapresamencionada—.Peroyatienelainformaciónque precisa. —El comentario le valió una leve sonrisa de su marido que volvióaperdersumiradaenelperiódico. —MepreocupalaguerraconPolonia. —¿Ahoratepreocupanlasguerras? —Siemprelohanhecho.EstuvimoshaceunañoenVarsovia,nopuedo dejardepensarenello.Megustaesepaís.Ytambiénestoypreocupadopor tumadre.EsperoquetodavíanohayavueltoaParísysigadevacaciones. Estáelambientedemasiadosucio. —¿Laconoces? —¿A quién? —La pregunta, lejos de tranquilizarla, la inquietó. Era la mismaquehabíautilizadoellaveintiúnañosatrás,el10dediciembrede 1918,enelCarnegieHallcuandoVeraDanchakofflainvitóapresenciar elprimerconciertodeProkófievylepreguntósileparecíaguapo.Claro queleparecióguapo,poresocontestóunembustero«¿Quién?». —Atunuevaadmiradora.¿Lahabíasvistoantes? Serguéi volvió a mirarla, achinó los ojos y después de una contenida búsquedaensumemoria,encontróalgo. —Creo que hace unos días me preguntó algo sobre un concierto. La verdad,nolorecuerdomuybien—dijo,pasandolahojadelperiódico—. Sinomeequivoco,eslamismamuchachaqueelañopasadoseempeñó enleermeunpoemaquehabíaescrito.Pretendeserpoetisa. —¿Ytodavíalarecuerdas?—preguntóentredivertidaysorprendida. —Nopodríaolvidarloaunquequisiera.Enlavidahabíaoídoalgotan horrendo.Deberíandetenerla. Linariolagraciadesumarido,aunqueesecomentarioenreferenciaa cualquierotrapersonanolehubieraparecidocorrectoteniendoencuenta la realidad del país. Serguéi dejó el periódico sobre la mesa cuando la camareravinoconlacomida. —¿Por qué te quieres ir a Moscú? Todavía nos quedan días de vacaciones. Los niños no te necesitan en casa. Seguramente se lo estén pasandomejorsinnosotros.Sinmí,desdeluego.Además,mevasadejar solo. —No te dejo solo. Estás rodeado de nuestros amigos. Son nuestros hijoslosquemepreocupan.Sonelloslosquenoquieroqueesténsolos.Y deboarreglarlascosasquedejamospendientesencasa.Deboadquirirla propiska —se refería al permiso de residencia y de desplazamiento en Moscú—,averquépuedohacerconlaputiovka—elpermisodeestancia en una de las casas de reposo y balnearios que el gobierno ponía a disposición de los artistas— y conseguir la domoupravlenie —unos trámites burocráticos referentes a la administración municipal de la casa —. Y por si fuera poco, tengo pendiente comprar los receptores de los gramófonos que se rompieron y localizar a alguien que arregle el calefactor para cuando llegue el invierno. Si no estoy yo, estas cosas se dejanparaúltimahorayluegosonunproblema.Frosiaesadorableymuy competente,peronosabeimponersecomolohagoyo.—Hizounapausa ybajólavozacercándoseasumarido—.YluegoestálodeMeierhold.Y lapobreZinaida.—Unescalofríolerecorrióelcuerpo.Seestremecióal recordar el trágico final de la mujer de Vsevolod Meierhold, Zinaida Reich. Apenas hacía una semana, la noche del 15 de julio de 1939, que habíasidoasesinadaensucasaamanosdeunosasaltantesque,despuésde torturarla, le asestaron hasta diecisiete puñaladas por todo el cuerpo, inclusoenlosojos—.Todavíanopuedocreerlo.Dehecho,noterminode entenderlo.Nocreoquefueranunossimplesladronesenbuscadejoyasni dinero. No se llevaron nada. Ella misma se temía que algo iba a pasarle desde que se negó a aceptar el encargo de hacerle un retrato a Stalin. Primero la detención de su marido y, cuando no hacía ni un mes de su entradaenprisión,sucedeesto.Esatardehabíaenviadoasushijosacasa desuhermana.Tedigoquesospechabaalgo.Estoysegura.Noeratonta. Serguéiempezabaamostrarevidenciasdeintranquilidad.Noeralugar paraesetipodeconversaciones,aunqueeltonoresultaracasiinaudible. —Lina…—leadvirtió. —DebimosiralentierroenelcementeriodeVagankovo.Sutumbaestá cercadeladesuprimermarido,elpoetaSerguéiEsenin.—Linasequedó pensativa durante unos instantes, sin que ninguna palabra saliera de su boca—.Nofuenadie,salvotrespersonasysuhermana.Mehandichoque laenterróconelvestidodeLaDamadelasCamelias,laúltimaobraque dirigióenunteatroVsevolod.Ladejamossola.Nuncameloperdonaréy Meierholdtampocolohará.¿Creesquelosabrá,queselohabrándichoa pesar de estar en…? —preguntó sin atreverse a pronunciar la palabra Lubianka. —Bastantetieneconloquetiene—comentóélcontrariadosinretirarsu vista del plato—. Nunca debió decir lo que dijo. Se lo advertí una y mil veces.Llevabatiempobajosospecha,habíasidoacusadodeformalista,le cerraronelteatroygraciasaqueStanislavskilediotrabajocomodirector deensayosensuteatroylepusobajosuprotecciónpudosobrevivir.Pero cuandoÍgormurió…—AhorafueSerguéielqueguardósilencioanteel recuerdo.HacíasolounassemanasqueMeierholdhabíaacudidoalPrimer CongresodeDirectoresdeEscena,enelquesenegóaaceptarlascríticas desuspropioscompañerosyamigos,queleacusabandeformalistayde haberabandonadolosidealesrevolucionariosensustrabajosteatrales,y afirmó que el teatro ruso había retrocedido veinte años. Su voz sonó demasiadoclaraparaunaciudadtomadaporlanieblasombría.«Ustedes dicenquesoyformalista,simbolista.Esverdad,yagregoalgomás:loque ustedesafirmanqueesrealismosocialistanoesrealismonisocialista,es una mediocridad espantosa. El teatro ruso ha retrocedido veinte años en imaginación.Paramílarevolucióntienequeserimaginativa.Leninfueun creador de la imaginación, un utópico. Ustedes han asesinado al teatro ruso,hancastradolarevoluciónimaginativadenuestroarteysonporlo tanto los responsables de su decadencia». Serguéi todavía recordaba las palabrasquesuamigoledijocuandoabandonabanelrecinto.«Aunqueun díaacabenconmigo,miteatrovaaseguirvivo.Alguienloretomará».El 20dejuniode1939eradetenidoynadievolvióapronunciarsunombre envozalta. —Tansolodijoloquepensaba.Yencimateníarazón.Siemprehasido un hombre imaginativo, creativo, original, pero eso no le ha impedido sentirse más soviético que cualquier otro. Nadie debería ser detenido ni torturado por eso ni por negarse a hacer un retrato de Stalin. Y mucho menosasesinadacondiecisietepuñaladas. —Lina… —Su nombre en la voz de Serguéi sonaba a reproche, a advertencia,aprudencia. —MelodijoZinaidacuandofuiaverladíasdespuésdequedetuvieran a Meierhold. Ella sabía que le estaban torturando, que estaban buscando queconfesara,quereconocieraserunespíaalemán,oquetrabajabapara los servicios británicos o japoneses. ¡Si es que les da igual, como si le importaralanacionalidaddelamentira! —¡Lina,porfavor…!—repitió,reprendiéndolaestavezconlamirada. —Yalosé—dijo,encerrándoseenelsilencio.Conocíaaqueltonodesu marido.Enelfondosabíaqueteníarazón,peroseresistíaaaceptarlo. —No sé si es bueno que te vayas a Moscú. Tal vez deberías quedarte aquí. —La preocupación de Serguéi residía en que Lina se fuera de la lengua. Al menos cuando estaba él, conseguía sujetar sus desenfrenos verbales. La conversación les tenía lo suficientemente inmersos en temas delicadosparaqueelmatrimoniosepercataradequelajovenaspirantea poetisanodejabadeobservarlos. Alaspocashoras,LinaregresabaaMoscú.Leesperabamuchotrabajo porhacer. LascartasdeSerguéillegabancasiadiario.Undíarecibióunaescrita conunlápizrojo.Aunquelesorprendió,nolediomayorimportancia.«Se habráquedadosintintanegra»,pensó.Noveníaencabezadaporelhabitual «QueridaAvecilla»,yesosíqueleextrañó.Leparecióraronoencontrar ningúnrecordatoriosobrelosarreglospendientesdelacasa,losavances enlacantataZdravitsa(Salud),unacomposicióndecatorceminutosenla que estaba trabajando para el sexagésimo cumpleaños de Stalin sobre textosdecancionespopularesdediversasrepúblicasdelaUniónSoviética y que le habían invitado a realizar sin opción alguna de declinar la invitación.Enlacartatansoloinsistíaenquefueraapasarunosdíascon élyquenohabíabailado.«¡Cómovaabailar!¡Sinosabe!».Linasonrió, moviendo la cabeza en señal de negación ante su hijo Sviatoslav. «Tu padreseestáhaciendomayor.Medicequevayaapasarunosdíascuando acabo de regresar y cuando sabe que tengo mil cosas que hacer. Espero queanteelpianoestémáscentrado».Doblólacuartilladepapelsobresus pliegues,laintrodujoenelsobreylaguardóenelcajóndelmuebledela entrada.Novolvióapensarenella. Durante un descanso de las reuniones con Katáiev y Birman, que estaban resultando demasiado pesadas y, en ocasiones, tensas, Serguéi ocupó una de las mesas del jardín junto a Nikolái Miaskovski; Pavel Lamm;sumásfielparejadetenisydeajedrez,DavidOistrach;elpianista yprofesordelconservatoriodeMoscú,HeinrichNeuhaus;ylacantantey estrella del Teatro Bolshói, Vera Davídova, entre otros. Le alegró ver a Afinoguénovenelcírculodeamigos.Eranmásdelasseisdelatardey acababa de rechazar su baño de agujas de pino semanal. Hacía frío, el cielo amenazaba lluvia, como casi todos los días de aquel inestable verano,yleapeteciótomaralgoquelecalentaraelcuerpo.Prefiriópedir un café, aunque la decisión le acarreara problemas de insomnio por la horaqueera.DehaberestadoLinanoselohubierapermitido.Peronole gustaba el sabor que dejaba la miel en el té y la falta de azúcar en Kislovodsk hizo que esta solo se sirviera con el café y no con las infusiones herbales que tenían que conformarse con la melaza para ser endulzadas. —Linaseríafeliz.Leencantalamiel.Yonomeacostumbro.Demasiado dulzor—comentócomosirealmentetuvieraimportancia.Lateníaparaél. AlmenosdejabadediscutirconKatáievsobreeltrabajoSemiónKotkó.Ni siquiera se había dado cuenta de que un par de hombres, entre ellos Tseitlin, que estuvo acompañándole infatigablemente durante su primer viaje oficial en 1927 junto a Tsukker y a Vladimir Derzhanovski, se habíanincorporadoalatertuliadelamesa. —Y dígame, ¿cómo es que se enamoró de una mujer española? —A Serguéilesorprendiólapregunta,sobretodoviniendodeTseitlin,aquien diez años antes Lina le parecía una de las mejores elecciones del compositor —. No me malinterprete, su mujer es preciosa, encantadora. Siempreparecetanfeliz,siemprerodeadadetantagente,sonriendoatodo elmundo… —Esoesporqueyolahagofeliz.—Serguéisonriódemaneraforzada y empezó a revolverse levemente en su silla, intentando acomodar su cuerpo en ella, como hacía siempre que estaba incómodo. Empezaba a sentirse molesto. Nadie había invitado a Tseitlin a sentarse a la mesa. Cierto que a nadie solía importarle la llegada de un nuevo miembro dispuesto a participar de la tertulia, pero aquella era una charla entre amigosyTseitlinnoparecíaserlo,ajuzgarporeltemadeconversación quehabíaelegido. —Esoesmuypropiodelasmujeresextranjeras.Sontan…occidentales. Caminanenvueltasenairesdelibertadquealguienpodríamalinterpretar. Hasta me he fijado que lleva su alianza en el dedo anular de la mano izquierda,comolosamericanos.Siempremehepreguntadoporquénose enamoróusteddeunamuchacharusa. —Esonoparecíaimportarledemasiadocuandoustederaunodelosque corríanparahacerseunafotojuntoamimujer.Lleguéapensarqueusted yTsukkersetraíanunaespeciedeguerrillainternaporverquiénaparecía más veces al lado de mi esposa. —A Serguéi no le había gustado el comentarioynosemolestóenocultarlo—.Detodasmaneras,nocreoque eso deba preocuparle precisamente a usted, de la misma forma que a mí nointeresaenabsolutoconquiénestáustedcasado,siesqueloestá,ysi sonríe mucho o poco su mujer. Claro que siempre dependerá de quién tengaallado. —Perdónemesilehemolestado.Noeraesamiintención.Yosolodigo quedesde1937,comodebesaberyaqueleconsiderounbuenciudadano ruso,laleysoviéticaprohíbealosrusoscasarseconextranjerosysegún tengo entendido el decreto tiene carácter retroactivo. —Sus palabras provocaron la ira de Serguéi, que sintió por primera vez unas ganas irrefrenablesdepegaraalguien.LamanodeMiaskovskisobresubrazo impidióquerealizarasudeseo. —Noséconquiénsecreequeestáustedhablando. —Lotengomuyclaro:connuestroProkófiev—dijo,imitandoeltono utilizadoporStalineldíadelestrenodeAleksanderNevski—.Esustedel quepareceolvidarlo. —Exactamente, yo soy Prokófiev —comentó a punto de perder los nervios—.Leconvienenoolvidarlo. —Yellossonlaley.Ytambiénleconvienenoolvidarlo.Yahora,sime disculpan —dijo mientras se levantaba y abandonaba la mesa. Estaba de acuerdoconSerguéi.Noeraélquiendebíapreocuparse. —Tranquilízate —le aconsejó Miaskovski, impidiendo que su amigo saliera tras él—. Es solo un cretino, siempre lo ha sido…, aunque tiene razón en lo que dice. —Serguéi le atravesó con la mirada. No era ese comentario el que necesitaba escuchar—. Me refiero a lo del decreto sobreelmatrimonioconextranjeros,anadamás.Sabeslaadoraciónque profesoaLina.Nisiquieratengoquerecordártelo. —Ellos también lo hacían. Se comportaban como auténticos babosos. Túfuistetestigo.Noséaquévieneesto.Linapuedesermássoviéticaque todosellosjuntos. —Olvídalo. Solo quería provocarte. Nada más. —Se pensó unos segundos en decir lo que tenía en la cabeza desde hacía meses y decidió que era un buen momento para hacerlo—. Además, te habrá visto… — hizounapausa—,yesolehabrádadopie.Debessermáscuidadoso. —¿Quéquieresdecir?—lepreguntóconunmarcadotonodeofensa. —No seas crío, Prokófiev. Y sé más discreto. Si no por ti, hazlo por Lina. Laconversaciónseinterrumpiócuandounpequeñotumultocomenzóa formarse en una de las entradas de la casa de reposo. Un hombre hacía aspavientosconlosbrazos,lasenfermerasseechabanlasmanosalaboca y alguna camarera incluso lloraba. Entre los ilustres huéspedes había semblantes para todos los gustos: preocupación, desdén, algunos se encogíandehombros,otrosselimitabananegarconlacabezayloshubo quetambiénrieronyasintieronafirmativamente. —¿Quépasará?—preguntóMiaskovski. —Seguramente nada que deba preocuparnos —vaticinó Prokófiev mientrasveíaacercarsealautordellibretoenelquetrabajaba.Surostro reflejabaunaligeraturbación—.AhívieneKatáiev.Ahoraescuandodebo preocuparme. Como vuelva a decirme que él es más partidario de una óperadecortemásclásicoparaSemiónKotkó,tejuroqueletiroalríoy meniegoasacarledeélaunquenosepanadar. Perosucoleganoveníaconánimosdehablardesuobra.Dehecho,ni siquieraseacordabadeella. —HitleracabadeinvadirPolonia.Lohanescuchadoenlaradiopolaca. Polonia no ha aceptado las reclamaciones del Führer. Han declarado la guerra. Todos compartieron como única respuesta un silencio prolongado durante unos eternos instantes. Fue Boris Asafiev, a quien la noticia no parecióextrañarle,elprimeroenromperelmutismo. —Las cosas que no se resuelven bien, siempre traen problemas. Y la GranGuerranosecerrócomosedebía.Alenemigotienesqueaplastarle paraquenoserevuelvanisiquieracuandoestáagonizandoenelsuelo,ya Alemania,comoaItaliayaJapón,seladejósinalientoperorespirando. AhoraHitlernosolovaaquererrecuperarelterritorioperdidoaraízdel Tratado de Versalles, sino que ese loco nacionalista se lanzará a la conquistadeotrosnuevos. —Ynoseráporquenollevatiempoavisándolo—comentóPavelLamm —. El primer aviso fue en marzo de 1936, cuando Hitler ocupó militarmenteRenania,saltándoseelTratadodeVersallessinimportarlelo másmínimo.Peroelmundopermaneciócallado,nadiereaccionó.Francia lointentó,peroalnocontarconelapoyodeGranBretaña,decidiódejarlo pasarymirarhaciaotroladoporqueelFührer,aunquefascista,almenos esanticomunista,ytodospensaronqueseríaunamaneradepararalterror rojo. En el fondo esta guerra es por el miedo a que se extienda el comunismoporelmundo,aquelaRevoluciónrusacontagiealresto.Ese eselgranmiedo.YlaúnicaquesehaplantadohasidoPolonia.Yacabade ser invadida. Señores, la historia es digna de una novela rusa. ¿Quién se anima? —Irá a peor —vaticinó Miaskovski—. Yo no creo que Francia e Inglaterra tarden mucho en declararle la guerra a Alemania. Tienen un pactoconPoloniaynovanadejarlasola.Aunquesoloseaporquenoles conviene.Yterminaránarrastrandoalrestodelaspotenciaseuropeas. —Peroesoesunalocura—comentóSerguéi. —Laguerrasiempreloes,camarada.—Miaskovskiparecíatranquilo. —¿Yquéharemosnosotros?—insistióProkófiev. —¿Se refiere a Stalin? —preguntó Vera Davídova—. Es listo. Y frío. Sabequenuestroejércitonoestápreparado.¿Esquenovieronelabrazo deMolotovaJoachimvonRibbentrop?—Verasereferíaalpactodeno agresiónfirmadoentreAlemaniaylaUniónSoviéticael23deagostode 1939—.NuevedíasantesdequeHitlerinvadieraPolonia.Nueve.Menuda precisión. Creo que podemos estar tranquilos. —Todos escucharon con atención su razonamiento, quizá porque sabían que la estrella de Teatro BolshóiguardabaunaestrecharelaciónconStalinysuinformaciónpodía sermásprecisaqueladelresto. —Perosomosenemigos.LaUniónSoviéticayAlemanianopuedenir juntas —comentó Prokófiev—. El fascismo no podrá entenderse nunca conelcomunismo.Nacióparadestruirle. —Sí, pero eso era antes, en los veinte años que ha durado este simulacrodepaz.—VeraDavídovaobservólosrostrosvacilantesdesus compañeros—. ¿Acaso puede extrañarle a alguien? Todo esto se veía venir. Ahora los enemigos se convierten en amigos para hacer nuevos enemigos.Además,yasabenloquedicen,convieneestarmáscercadelos enemigosquedelosamigos.Suelendarmásymejorinformación. Sería egoísta, pero Serguéi pensaba en cómo aquellos nuevos acontecimientos podían afectar a sus proyectos. Como si un resorte se hubieraactivadoensuinterior,seacordódeLina.Teníaquellamarla. Al levantarse se encontró con la imagen de Tseitlin observándole mientras departía con un grupo de personas a unos cien metros de distancia. Ambos se observaron en un duelo de desconfianza, que en el casodeSerguéisetraducíaenodio.Deseóecharacorreryabofetearle.Se habíaatrevidoainvadirsuterritoriomásíntimo,elquesololepertenecía aélpormuchasleyesescritasqueexistieran.Delamaneramásbásicay observando a Tseitlin, sintió crecer en su interior un sentimiento de solidaridadconPolonia. LinaseguíaenMoscú.SehabíaenteradodelcomienzodelaSegunda GuerraMundialporlaradio,unpocoantesdequeSerguéilatelefoneara parainformarle.«Notepreocupes.Porloqueheoído,laUniónSoviética no participará en la contienda. Puedes estar tranquila». Aprovechó la llamada para informarla de que retrasaría en unos días su regreso a Moscú porque habían surgido unos problemas con los ensayos, le dijo algodelaineptituddeuncolaborador,delatabladesalvaciónquepodría suponer contar con Serafima Birman para la puesta en escena, de la cabezoneríadealguienquenosupoquiéneraydelascoquelehabíadado encontrarse con el presidente del Comité para los Asuntos del Arte, Kérzhentsev, principal responsable de todos los ataques, censuras y prohibiciones que sufrían los artistas. Lina sonrió. Esa confidencia era algo que nunca se habría atrevido a hacer por carta. Antes de colgar, le dijolomuchoquelaextrañaba. —Ya me he dado cuenta. Leí tu carta en la que me pedías que fuera a verteaKislovodskalosdosdíasderegresaraMoscú.Medetallabashasta elitinerariodelviaje.Notienesremedio.¿Nocreesqueaestasalturassé perfectamentecómoiralacasadereposo?¿Ydesdecuándoesnoticiaque nobailas?—Serguéisequedócalladoduranteunosinstantes.Linatemió que se hubiera cortado la comunicación. Le hubiese gustado seguir bromeandoconélsobresuincapacidadparaelbaile,algoquesiemprele echabaencaraespecialmentecuandoenlasrecepcionesdelasembajadas oenlasfiestasquesecelebraban,seveíaobligadaabuscarlosbrazosy los pies de otros bailarines más diestros que su marido, en vista de su incapacidad manifiesta para el baile. Pero no pudo. Al parecer en Kislovodskleurgíanparadejarlibreelteléfono.Lanoticiadelestallido deunnuevoconflictobélicodebíatenerlaslíneastelefónicasconunnivel desaturaciónimportante.Nolehizograciaqueretrasarasuvueltaacasa, peronolequedómásremedioquecomprenderla. Unos días más tarde, al salir de una reunión en la Unión de Compositores donde hizo gestiones para cerrar su participación en un concierto de la radio, ya que Serguéi la convenció de que sería mejor evitarsumediaciónparaquenadiepensaraqueelcompositorutilizabasus influencias para colocar a su mujer, Lina se encontró a Valentina, la hermanadeMiaskovski.Sealegródeverla.Hacíaalgunosmesesqueno coincidían. —ASerguéilevielotrodía.Leencontréalasalidadeunconciertode violonchelo. Estaba con esa joven poetisa, ¿cómo se llama?, Mira Mendelson. —A Lina le sorprendió el comentario, pero le extrañó más que Valentina conociera su nombre cuando ella ni siquiera se había molestado en interesarse por él. En su cabeza apareció la imagen de la jovenveinteañeradespeinada,conunaspectodescuidadoyquecaminaba separando las rodillas con un aire hombruno ni mucho menos seductor, comocabríaesperardealguiendesuedad.Unaligeraturbaciónobligóa Valentina a explicarse mejor, aunque su tono sonó más a excusa—. Conozco a su familia. Su padre es un importante profesor de economía, muylaureadoenelpartido,ysumadretambiénestámuybienrelacionada. Es miembro de las Juventudes Comunistas, una alumna del Instituto de Literatura…Esnormalqueestémuyencontactoconlosartistas… Duranteunossegundos,lasdosmujeresseobservaron.Linaintentóver enlosojosdeValentinaalgunaverdadnoreveladaentretantainformación vacía,superficialycarentedesentido,almenosparaella. —¿Debopreocuparme?—preguntó,intentandonoimprimirdemasiada solemnidad a su duda y guardando una dignidad que cualquiera podría haberperdidoanteunainsinuaciónsemejante. —Mujer, qué cosas tienes…, yo… —dijo, sin poder disimular la incomodidadqueleprovocabalamiradadesuamiga. Aquel gesto la inquietó en parte. No pudo evitarlo, aunque enseguida rechazólanubededesconfianzaquecomenzabaaformarseensucerebro. ConocíaperfectamenteaSerguéi.Nopodíaimaginarletonteandoconuna mujer que no fuera ella. Ni siquiera sabría cómo hacerlo. Todavía se acordabadelatorpezaquemostróduranteelincidentedelasbarcasenla casa de los Stahl, cuando quería llamar su atención y casi provocó que todoslosinvitadoscayeranalagua.¿Aquiénqueríaengañar?Serguéino tenía ninguna experiencia con las mujeres, no sabía cómo tratarlas, y mucho menos tontear con ellas. Le daba vergüenza incluso entablar una conversación con una mujer guapa. Se ruborizaba como un niño, se le trababalalengua,leempezabanasudarlasmanosynopodíapararquieto. Era impensable que aquel hombre tímido con los desconocidos, especialmente si eran mujeres, pudiera pensar siquiera en una aventura amorosa.SuvidaeralamúsicayhabíavecesquelapropiaLinasentíaque teníaquelucharcontraellaparaarrebatarleelprimerpuestoensuescala de valores. Era un incapacitado para las relaciones públicas, para los sentimientosyparaentablarconversacionesconextraños.Supropiohijo Oleg,quenosolíasacarlanarizdesusdibujos,teníamáscapacidadqueél para el arte de la conversación. Encontró absurda la insinuación de la hermana de Miaskovski. Eso podría pasar con cualquier otro hombre, peronoconSerguéi.Sinduda,Valentinanoleconocíalosuficiente.Lina semontóelargumentodelahistoria.Sehabríaencontradoalajovendel balneario que habría insistido en ir a ver el concierto, a él no le habría quedado más remedio que invitarla y al salir no pudo evitar recibir los parabienes de la joven. ¿Dónde estaba el problema? ¿Por qué iba a preocuparse? Ysinembargo,lohizo.Volvióapreguntarle. —Valentina,¿debopreocuparme? —Debistehacerlohacetiempo. Larespuestadesuamigahizoqueelmundocomenzaraaderrumbarse sobreella.Experimentólamismasensacióndeunpúgilqueabandonael cuadrilátero después de recibir un fuerte golpe que anula sus sentidos, pero inexplicablemente sigue manteniéndose en pie. Qué absurda podía ser la mente humana cuando algo la turbaba y amenazaba con saturarla. Sacudió figuradamente su cabeza como si quisiera desalojar de ella los pensamientosinoportunosydejarlesclaroquenoeranbienrecibidos.Se negó a que las dudas y las sospechas continuaran fustigándola mientras imprimíamásvelocidadasuspasos.Queríallegaracasacuantoantes,a territorioamigo,aunlugarsegurodondenadielaamenazara.Nopensaba dar pábulo a rumores infundados. Demasiados infundios existían ya tejiendolavidadelaciudadparadarcredibilidadatodoloquesedecía. Sabía que su relación siempre había despertado muchas envidias, estaba permanentemente bajo el foco público, y en esos momentos había personasqueporhacerdañonosedetendríanantenada.Sihabíapadres capaces de delatar a sus hijos, hijos capaces de denunciar a sus padres, hermanos inventando traiciones, cuñados o esposas sosteniendo acusaciones falsas, ¿por qué no iban a inventar bulos que persiguieran debilitarunarelacióndeparejaquellevabamásdeveinteañosdevidaen común?Sabíaquehabíapersonasquelaobservabanbajounaenormelupa por su condición de extranjera. Pero ella era la mujer de Prokófiev, lo llevaba siendo dieciséis años, desde 1923, y no estaba dispuesta a que nadielopusieraenduda. Llegó a casa jadeando, haciendo un esfuerzo extraordinario para respirarconunaciertanormalidadyevitarasíqueaparecierauncuadro de ansiedad que resultaría francamente inoportuno. Su cabeza se había convertidoenunafábricadeexcusas,consuelosyargumentosqueintuía baldíos, y que trabajaba a toda velocidad sin temor a que el engranaje saltara por los aires debido a un exceso de actividad. Ni siquiera oyó a Frosiapreguntándolesitodoibabien.Tampocohubiesevistoanadieen casodequealguienhubieraestadoenlavivienda.Comosilehubiesesido reveladaalgúntipodeseñaldivina,sedirigióaldespachodondeSerguéi solíatrabajar.Rebuscóunpocoentresuspapeles.Nolecostóencontrarlo. El diario de pastas negras en el que Prokófiev vertía su día a día descansaba sobre el escritorio entre un enjambre desordenado de partituras, carpetas, libros y cuadernos. Ni siquiera lo había abierto cuando de su interior se escapó una cuartilla suelta que no pertenecía al gruesodeldiario.Alguienlahabíadepositadoallí,quizáolvidada,quizá anhelando que una persona la encontrara. Era otro tipo de papel, estaba escrito con una caligrafía diferente y con una tinta distinta a la habitual. Entoncessediocuenta. SaliódelahabitaciónconeldiariodeSerguéienlamano.Nisiquiera fue consciente de la profanación que acababa de cometer al abrir aquel cuadernoíntimoquecontantavehemenciaescribíayguardabasumarido. Seapresuróabuscaralgoenelcajóndelmueblequehabíaalladodela puertadeentrada.Lohabíadejadoallíhacíaunassemanas.Teníaqueestar ahí.Alfinalloencontró.Confrontólosdosescritosypudocomprobarlo que su cabeza aún se negaba a admitir y su corazón anhelaba que fuera falso.Elmismolápizrojohabíadelineadolasdoscuartillas.Lacartaque habíarecibidodesumaridohacíaunassemanasdondelepedíaquefuera unosdíasaKislovodskyleconfiabaquenohabíabailadoestabaescrita conelmismolápizrojoquelapoesíaabandonadaentrelaspáginasdesu diario. No le costó entender la nueva realidad que se abría ante ella. Aquella carta tenía como destinataria a la autora del poema abandonado entrelashojasdeldiario,MiraMendelson.Poresolepareciótanextraña, poresoynoporunolvido,lamisivanoestabaencabezadacon«Querida Avecilla»… Linacerrólosojosduranteunossegundos.Nopodíacreerlo.Noerala primeravezqueSerguéiseconfundíaycruzabalosmensajesdirigidosa distintasdestinatarias.RecordóeldíaqueProkófievenvióelmismoramo de rosas a ella y a la actriz Stella Adler pero con la tarjeta cambiada. Aquella vez ganó Lina. Había conseguido conquistar al genio y unir su vidaaladeélylaactrizhabíapasadoalolvido.Yahora,estabadecididaa repetirlavictoria.Volvióadejarlacartaenelcajónehizolopropiocon eldiario,nosinantesextraerlacuartilladondeestabaescritalapoesíade Mira, que aparecía encabezada por dos palabras: EL AMOR. Se sentó en una de las sillas del comedor y volvió a leerla sin importarle la tortura queellolesuponía. Todollegaderepente,así,tantolaalegríacomolapena. Mellevéaldelosojosazulesymedije«Parasiempre». Elcorazónleremovíconlapalabra,continuédirecta. «Noesunconvidadoniuntranseúnte,tómalocomolavidamisma». Sinreconocerlolovistepasarmuchasveces peroyaestáunidoaticonlazosinvisibles. Miraatrás,entussueñospasadosencontrarássuhuella. Alaesperadealgobelloyenel«no»reiterativo. Sihayvoluntaddecruzarelcampodelavidaconél, elcorazónaceptarátodoslosbachesdelcaminoporvenir. Ysubílosescalonesempujadaporeldestino, mesescomopeldañosquedejéenelcamino. M. Sintiócómosuestómagoserebelabayrugíaporexpulsarunaingente cantidad de bilis a modo de desahogo que su orgullo y cierta templanza lograron detener. Recordó las palabras de Serguéi la primera vez que le preguntó por ella en el comedor de la casa de reposo de Kislovodsk. «Pretende ser poetisa. Tendrían que detenerla». Lina pensó que deberían hacerlealgopeorporosarinterponerseensumatrimonio. Sintiócómosuvidasehacíaañicos,agrietándosepeligrosamentecomo lo hacía el hielo que cubría la superficie de los ríos cuando alguien lo golpeaba violentamente. Sus vivencias convertidas en piezas de un puzle enorme,empeñadasenmezclarseparadesdibujarlaimageninicial.Ysin embargo, esa catarsis le permitió observar con claridad algunos momentos del pasado que hasta entonces permanecían cubiertos por un velodeignoranciaeinocencia.EnsumenteapareciólacenaenlaCasade los Escritores celebrada unos meses atrás. No había sido una velada especial, tan solo uno más de los muchos encuentros con amigos, compañeros y personas a las que convenía ver aunque no apeteciera. Compartieron mesa con el historiador teatral Aleksey Dzhivilégov, empeñadoenconvencerlesunavezmásdequeelartenohubierasidolo mismosinMaquiavelo,LeonardodaVinci,CastiglioneyMiguelÁngel,y engeneraltodoelRenacimientoitaliano.Forzandosumemoria,recordó cómo un joven se había acercado a su mesa para pedirle a Prokófiev si tenía inconveniente en saludar a una joven admiradora, estudiante de literatura y que amaba su música. Lina observó una vez más cómo la timidez de Serguéi estuvo a punto de alimentar su leyenda de hombre serio, seco y adusto, y fue ella misma la que le instó a levantarse y saludarla. Le resultó imposible acordarse de cómo terminó su marido bailandoconaquellamuchacha,tansoloquesutorpezaenlapistadebaile provocólahilaridaddetodalamesa.Nisiquierarecordaríaelrostrode aquellamujer,carentedeningúnrasgoqueevocaraligualquenolohizo cuandolaencontróenelcomedordelacasadereposodeKislovodsk,si los acontecimientos no se hubieran precipitado de la manera en que lo hicieron. Pero escenificando de nuevo en su cabeza aquel momento, sí encontróalgúngesto,algúndetalle,algunaminúsculaseñalquelallevóa pensarquequizánoeralaprimeravezqueaquellasdospersonasbailaban juntas. Le sorprendió cómo podían cambiar las cosas vistas con la perspectiva del tiempo y con la información precisa. Se sintió una estúpida, condenó su torpeza al tiempo que se arrepintió de haber abandonado antes de tiempo la casa de reposo de Kislovodsk para regresar a Moscú con sus hijos. Quizá si se hubiera quedado, si hubiera permanecido junto a su marido, si no le hubiera dejado el terreno libre paraqueMira… En plena tormenta de sentimientos encontrados, frases cruzadas, recuerdosqueinsistíanenmontarseunossobreotroseimágenesborrosas de la joven que escribía sus pensamientos en rojo, Lina recuperó su capacidadauditivaconlasuficienteprontitudparaescucharlaspisadasde alguienquesubíalasescalerasdeledificiohaciendocrujirlacastigaday ajadamaderadelosescalones.Lopodríareconoceramilesdekilómetros dedistancia.EraelcaminardeSerguéi. Frosiacorrióhacialahabitacióndelosniños.Noqueríaverlo,aunque suponíaqueibaaoírlotodo.Habíaasistidocomotestigomudoatodala escena y decidió dejar de preguntar a Lina cuando se dio cuenta de lo inútilqueresultaba,quenisiquieralaescuchabayquenosacaríadeella ninguna explicación, al menos en aquel momento. Nada de aquello le extrañaba.Sabíaqueteníaquepasaralgúndía.Searrepintiódenohaber hablado con ella antes, de no haber vencido un falso sentimiento de prudenciaquelaobligóacallarseciertosdetalles,comolasllamadasde teléfonoconvozdemujerquepreguntabaporSerguéiyquesiemprese negabaadejarunnombre.Olascartassinremitente,dejadasdirectamente en el buzón de casa, sin sello ni franqueo, en cuyo sobre solo se leía el nombredeSerguéi.NisiquieraProkófiev.SencillamenteSerguéi,escrito en una letra redonda y ligeramente ladeada hacia la derecha. Frosia agradeció que Sviatoslav y Oleg no estuvieran en casa. Bendito colegio. Sesentó,cerrólosojosysepreparóparalatormenta.Conocíamuybien elcarácterdeLinacuandoalguienloprovocaba.Ylaprovocaciónhabía llegadoescritaenunainusualtintaroja. TansoloesperóaqueSerguéicerraralapuertatrasdesíparaempezar ahablar.Nisiquieralediotiempoadeshacersedelabrigoyaduraspenas pudo quitarse el sombrero. No se lo esperaba. En realidad, nadie lo esperaba. 21 —Mírame. La petición en la voz de Lina sonó a orden, aunque a los oídos del recién llegado llegó en forma de reprimenda quebrada y doliente. No tardó en ver la hoja que sostenía su mujer en la mano. En una actitud infantil,senegóaobedecer. —SerguéiSerguéievichProkófiev,mírameahoramismo.—Finalmente transigióalmandatodesuesposa—.¿Tienesunarelaciónconestamujer? Elazulcálidodesumiradasemudóenunazulíndigo,oscuro,propio delfondodelmar,delasprofundidadesdelocéanoheladoadondelellevó lamudezdeSerguéi.Aquelsilenciodesucompañerodevidaleatóuna cuerdaalrededordelcuelloconunapiedraensuextremo,ylaarrojóalas profundidadesdeunmardedudasymiedos.Esesilencioledoliómásque el impuesto forzosamente en las bocas soviéticas. Aquel era demasiado íntimo, personal, desgarraba más que el susurro en el que vivía el país. Ese silencio le perforaba el corazón y no podía hacer nada más que contraatacar,defenderseygritar.Sobretodogritar.Responderalamudez culpabledeSerguéiconlosgritosdedolorparidosporsugarganta.Era su única arma, su única venganza imaginable y pensaba oponer resistencia. —¿Ni siquiera vas a negarlo? —preguntó al borde de la locura por aquel tortuoso mutismo. En el fondo, deseaba que lo hiciera, que rechazaralasacusaciones,quenegaralaobviedaddeaquellacartaescrita en rojo, que luchara contra la verdad aunque fuera con mentiras, con falsas esperanzas, como había hecho ella cuando escuchó la primera sospechasaliendodelabocadeValentina. —¿Serviría de algo? —preguntó, rehusando levantar la voz—. Has sacado tus propias conclusiones. Y por lo que veo, no te ha importado traicionar nuestra confianza —dijo, refiriéndose al diario en donde Lina habíaencontradoaquellahojaqueenseñabacomopruebadeldelito. —¿Teatrevesahablarmedetraicionarconfianzas?—Suirritacióniba creciendo por momentos. Su rostro estaba encendido, sus facciones parecían estar ardiendo, lo que le aportaba una mayor luminosidad al rostro. A Serguéi le pareció deshonroso pensar en lo bella que estaba, perolohizo.Comootrasmuchascosas,nopudoevitarlo. —No es nada de lo que piensas. Pero estás demasiado nerviosa para entenderlo. —Dimequéesloquedeboentender.Dímelo,porfavor,porqueestoya puntodearrojarmecontrati. —Quenopasónada.Yloquepasónotienemásimportanciaquelaque túmismaestásalimentandoentucabeza. —Te han visto con ella —dijo, como prueba evidente de sus acusaciones.Estabaapuntodeecharseallorar,peronopensabahacerlo. SeaguantaríahastaqueSerguéidesaparecieradesuhorizonte. —A ti también te han visto bailar con embajadores, secretarios de prensa, directores de diarios extranjeros, y no se me ha ocurrido organizarteunaescenadecelos. —Yonoguardopoesíasdeningúnextrañoentremispertenencias. —Yotampoco.¿Quéquieresquehagasialguienmedaunescritopara quelolea?¿Quelorompaylotiredelantedesusnarices? —No hubiese estado mal si quien lo hace es una jovencita que podría sertuhijayqueescribequesehallevadoaldelosojosazules. Noleextrañóquehubieraleídolacarta.Lehubiesedecepcionadoque no lo hubiera hecho. Conocía a Lina y sabía que esa mujer menuda, hermosa,defuertecarácteryespírituinquietosolíaencararlosproblemas de frente por muy profunda que fuera la herida que le dejara. Pero no pudo evitar la irritación que sentía por cómo se había precipitado todo. ImaginarseaLinaentrandoaescondidasensudespachoeinvadiendola intimidaddesudiarioleencolerizó.Nosabíacómocontrolarlasituación yoptóporhacerloconfuria. —Nohasbuscadotanbiencomopiensas.¿Quieresvermás?—Serguéi lacogiódelbrazobruscamenteylallevóasudespacho.Linanisiquiera sintiólafuertepresióndelosdedosdesumaridosobresuantebrazohasta que más tarde comprobó las pequeñas y redondeadas sombras amarronadas tatuadas en su piel—. También me mandó esto. —En su mano apareció un sobre que contenía la traducción del poema Highland Mary,delpoetaescocésRobertBurns.RezóparaqueLinadesconocierala historiadeesepoema,escritoporBurnsasuamante,MaryCampbell,con la que tenía pensado fugarse sin importarle abandonar a su mujer Jean Armour y a sus hijos gemelos. Lo único que impidió la traición fueron unas fiebres que acabaron con la vida de Mary días antes de la huida. SerguéiagradecióqueelinterésliterariodeLinanolehubierallevadoa conocerlospormenoresdelaobradelpoetaescocés,nacidoen1759,ni suaficiónacoleccionaramantes—.Ynohasidoloúnico.Tambiénmeha entregado el libreto de una obra que puede interesarme, La dueña, de Richard Brinsley Sheridan. Es estudiante del Instituto de Literatura, miembrodelasJuventudesComunistas,estámuybienrelacionada… —Conozco su biografía laboral, muchas gracias. Ya se ha encargado alguien de ponerme al corriente, para mi vergüenza. Aunque no deja de sorprendermequealguienpuedaestudiarliteraturacuandosupaísnodeja de censurar y prohibir a grandes autores —le interrumpió Lina, que no estabadispuestaapasarporeltrancedetenerqueescuchardenuevolos méritosdeaquellapersonaporlaqueyaprofesabaunodiodesconocido hastaentonces.Porunmomento,eltítulodelaobrabuscóunanclajeenel pasado.Ladueña.Noeralaprimeravezqueloescuchaba.Lohabíahecho conanterioridad.Hastaqueporfinloencontróyelhallazgohizoquese irritaraaúnmás—.Ynoseasridículo,yaquelacobardíateimpidetener dignidad.EsaobratelapropusoTaírov.Élfueelprimeroquetehablóde ella. Yo estaba delante. Y, además, me lo escribiste en una de tus cartas mientrasyoestabaenSochi.Perocomprendoquecontantaspersonasatu alrededortambiénatitefallelamemoria,sobretodocuandoteempeñas enensuciarlaconmentiras. —Miraestáescribiendoalgunaspartesdellibreto.Yestátrabajandoen sutraducción.Tieneunamigo,eldirectorartísticodelTeatroKomsomol Lenin,queestaríainteresadoencontratarlayponerlaenescena.—Serguéi intentó reconducir la conversación al plano profesional para abandonar cuantoanteselpersonal,peronoleresultófácil. —¿Mira? ¿Ya la llamas por su nombre? —preguntó indignada pero dispuesta a seguir con la batalla, que no pretendía abandonar ni mucho menos perder—. No sabía que tuvieras nueva secretaria. Creí que ese puesto lo ocupaba yo, junto al de traductora, por el mismo precio, es decir,ninguno.Esperoquetraduzcamejordeloqueescribe.Yesunapena que,comobiendijiste,noladetuvieranporescribirsemejantebazofia— dijo,desprendiéndoseporfindelamalditapoesíaescritaconlápizrojoy arrojándola al suelo—. Merece ocupar una de las celdas de la Lubianka más que nuestro amigo Meierhold, ese del que ni siquiera te acuerdas quizá porque no está tan bien relacionado como tu nueva amiguita. Y, desde luego, merece ir en uno de esos trenes que viajan a Siberia con destino a los campos de trabajo, esos que no existen, como las personas que entran en ellos, como tampoco existen las aventuras extramatrimonialesbajoelrégimendeStalin,nieltifus,nielhambre,ni lasdelaciones,nilasconfesionesforzadas,nilastorturas.Comotampoco existen en este país los nombres de Aleksander Taírov, de Dimitri Shostakóvich, de Ósip Mandelstam, de Vsevolod Meierhold, de Zinaida Reich…Supongoque,paraciertascosas,esmejornotenermemoria,no vayaaserqueelarrepentimientoylavergüenzaarruinenlaesenciarusa. —No sabes lo que dices. Te ciegan los celos. Creí que ya habíamos superado esa etapa. Pero no voy a renunciar a un proyecto solo porque venga de manos de una mujer que no seas tú y que consideres una amenaza. Frosia continuaba con los ojos cerrados, en silencio, conteniendo el resuelloylanzandosusplegariasparaqueLinanocediera,nosedejara convencer. El silencio la hizo creer que quizá así había sido. Pero se equivocaba. —Quierocreerte,Serguéi.Esloquemásdesearíaenestosmomentos. Pero no puedo. —Lina recuperó el tono pausado de su voz. Respiró profundamente y comunicó su veredicto—. Quiero que dejes de verla. Quieroquelagentedejedecomentar.Quieroquequemesestacartayque borressunombredetumente.Quieroquevuelvasacasayteolvidesde todo,ymedaigualloqueesetodocontenga.Vuelveacasa.Nopareció resultartedifícilcuandoregresamosaMoscúhacetresañosrenunciandoa todo lo que Estados Unidos nos ofrecía. Ya sabes lo que dice tu amado Stalin, ese para el que estás tan ocupado en escribirle una cantata que inclusosetehaolvidadoelcumpleañosdetuhijopequeño:laoportunidad devolveracasahayquebuscarla—dijo,recordandolaspalabrasdellíder soviético en el estreno de Aleksander Nevski. Le parecía mentira estar parafraseando a Stalin, pero aún más increíble le parecía estar viviendo semejanteescenamotivadaporunainfidelidaddesumarido—.Puesbien, yoteestoydandoesaoportunidadyesperoqueseaslosuficientevaliente einteligenteparaaprovecharla.—Antesdeabandonareldespacho,detuvo supasosinqueencontraranecesariovolverlacabezaparamirarle—.No quierovolverahablardeesto.Tedejoqueterminestucomposiciónpara el sexagésimo aniversario de Stalin. Y dile a tu secretaria dos cosas: primero, que junte las rodillas al andar para que deje de parecer un camionero.Pensándolobien,quelasjunteparatodo.Ydos,elTeatrode Cámara va a estrenar El burlador burlado, una nueva traducción de La dueña, esa que aseguras haber descubierto gracias a tu amiga la poetisa. Pormuybienrelacionadaqueestéymuyimportantequeseasupadre,no creoqueelTeatroKomsomolLeninvayaaprogramarlamismaobrados vecesenunintervalodetiempotancorto. Serguéi se quedó a solas en el despacho, encerrado con sus propias mentiras, aunque aliviado porque sabía que la naturaleza de aquella incipienterelaciónconlajovenMiraMendelsonestabaabocadaaunfinal seguro.EldescubrimientodeLinaloprecipitaríatodo.Enlasoledaddesu despachoenlaquepagabalapenitenciadesupecado,sepreguntócómo podía haber sucedido aquello, cómo había permitido que ocurriera. Se arrepintiódelprimerbesoduranteaquelinocentepaseoenelquepensaba estaracompañadodeunasimpleadmiradora.Nocreyóquelalecturade un poema por parte de la joven escondiera alguna intención oculta. Tan solo pretendía ser amable, aunque no podía negar que su presencia le hacíasentirbien,noporsufísico,sinoporlaslisonjasdeadmiraciónque salíandesuboca.Aquellolehizosentirseridículo.Abatidoporlatensión vivida, se dejó caer en la butaca, sujetándose la cabeza en un intento de detener el ataque de una nueva migraña que no tardó en presentir. En el fondo, se sentía una víctima. Mira había sido la culpable de sus breves encuentros. Es cierto que él había respondido a su llamada después de recibir la traducción del poema de Robert Burns, acudido a verla para hablardeLadueña,dejadoinvitacionesparaunodesusconciertos,yno se había negado a dar largos paseos por parques y se había animado a visitarla en casa de sus padres. Nunca le prometió nada, no existían condicionesenaquellarelación,nohabíadesigniosocultos,almenospor suparte.Nopretendíadescargarsedetodaresponsabilidad,perosesintió abocadoaello.Sesentíabienenlacompañíadeaquellajovenmujerque nolepedíaexplicaciones,nilehablabaderesponsabilidades,nidehijos, nidelosproblemascotidianosdelacasa,nidelanecesidaddeabandonar laUniónSoviéticaparaserfeliz.Noleinstabaaabrirlosojos,adespertar de su letargo, ni se enfurecía por los silencios, los arrestos, las prohibicionesylasdecisionesdelpartido.Solosemostrabaenamoradade sumúsica,delgenialcompositor,exhortándoleacomponer«enungran país y para un gran pueblo como el ruso, porque la Unión Soviética necesitaba talentos como el de Prokófiev para mostrarle al mundo la grandeza de la esencia rusa».Serguéi no se había planteado que aquella relaciónamenazarasunúcleofamiliar,quealteraralavidaencomúncon Linayconsushijos.Nuncapensóenabandonarelhogar,jamásbarajóla idea de romper su familia por aquella joven. Quizá por eso el descubrimiento de su aventura por parte de su mujer le enfureció tanto como para no comprender quién era el verdadero culpable de aquella situación que había sacudido su vida. Que Lina hubiera descubierto su secreto le había trastocado sus planes de dejar fluir aquel lance extramatrimonialalquenoaugurabamayorfuturo.Perolarevelaciónde Linalotrastocótodo. Decidióquelamejorestrategiaeraesperar,soportarelcastigoyseguir caminando sin volver la vista atrás. No podía cambiar el pasado. Qué mejorquemiraralfuturo. Por fin alguien se había dado cuenta de que el Romeo y Julieta de ProkófievdebíaestrenarseenlaUniónSoviéticadeshaciendoasíelveto que sobre la obra aparecía impuesto desde hacía años y que había provocado que se estrenara en un teatro de Brno. En ningún momento a SerguéiseleocurrióquesurelaciónconMira,queempezabaaestaren boca de muchos, hubiera influido en algo. Nadie lo pensó, aunque oyó cómolapropiajovenpresumíadeello.NofueProkófiev,desdeluego. No resultaron fáciles los ensayos de Romeo y Julieta en el Teatro de Leningrado. Las discusiones fueron continuas entre el compositor y el resto de la compañía, especialmente con el director de escena y los bailarines. Serguéi estaba nervioso, más alterado de lo normal, y la susceptibilidad ante cada palabra, gesto o comentario hacía saltar su paciencia por los aires. —¿Dónde está el problema de un final feliz? —preguntaba furioso Prokófiev,queparecíahaberaprendidoaproyectarlavozengritoenun teatro—.Además,noesfeliz.¿Quéentendéisvosotrosporfelicidad?No me atrevería a enmendar a Shakespeare, ¡ni siquiera yo estoy tan loco como para hacerlo! ¿Es que nadie estudia el texto y la partitura antes de hacerobjecionesamimúsica?Enelúltimoacto,Romeollegaunminuto antesyencuentraaJulietaviva.Noesuncaprichomío,estoyhaciendoun favor al coreógrafo y a los bailarines. Me tomo esta libertad, ¡bárbara libertad!,conlaobradeShakespeareylohagoporunmotivopuramente coreográfico:lagentevivapuedebailar,nadieesperaquelosmoribundos dancenenlacama.LoquenoentiendoesporquéenLondresentiendenmi licencia en el montaje y aquí parece que Shakespeare hubiera nacido en Odesa. LeonidLavrovsky,elnuevocoreógrafodelTeatroKírov,escuchabaen silencio y aguantaba la explosión del carácter del compositor. Solo cuando este parecía haber terminado de desahogarse por completo, se atrevíaaproponerquequizáeranecesarioqueescribieraalgunaspiezas musicalesmásparaquealosbailarinesledieratiempoadesplazarseentre actoyacto.TampocoaquellapropuestaleparecióacertadaaProkófiev. —Heescritolacantidadexactademúsicanecesariaparaelmontaje.No voyahacernadamás.Estáhecha.Lapiezaestálista.Sideseaproducirla, ahí está. Si no es así, no perdamos más el tiempo. Me voy y seguiré estrenandoenLondres,enParísoBrno,dondeparecenentenderunpoco másdemúsicaqueenotroslugares. —¿Pero desde cuándo es usted un experto en amor? —le dijo en un momentodedesesperaciónLavrovsky,quesevioerigidoenportavozdel teatroporserelúnicoqueseatrevíaabregarconProkófiev. —Aquí trabajamos en un ballet, señor mío, déjese de tonterías sensibleras. Ni el teatro es el lugar apropiado ni yo soy su madre, ni siquiera su mejor amigo, para tener que aguantar lecciones psicológicas sobreelcomportamientodedosamantes. A pesar de las continuas negaciones que recibía y los altercados con Serguéi, Lavrovsky, el nuevo coreógrafo del Teatro Kírov, pronto aprendió cómo lidiar con la obcecación del compositor. Y lo hizo encontrandoalmejorcómpliceposible.Linaacudíaalosensayosynoera la única que veía a Serguéi fuera de sí. No estaba bien y sabía que su actitudférreaycontrariaaadmitir,oalmenos,aconsideraralgúncambio ensucomposiciónmusicalsedebíaaotrosmotivosquenadateníanque verconlamúsica.Sentadaenelpatiodebutacas,semanteníaensilencio. En cualquier otro momento de su vida en común, se hubiera levantado para sentarse al lado de su marido, le hubiera dicho algo al oído o le hubierapuestolamanoenlarodillaparaconseguircalmarle.Peronose daban ni el escenario ni las circunstancias adecuadas para aquellas estrategias.Sinembargo,seresistíaaqueeldelicadomomentopersonal que estaban atravesando como matrimonio condicionara el éxito del espectáculo, sobre todo cuando entendía que las anotaciones del coreógrafo eran correctas y la negación de Serguéi respondía a una simpleeinfantilcabezonería.Asíqueoptóporconvertirseenapuntadora confidente de Lavrovsky, a quien instruyó en cómo debía bregar con el carácter de su marido para conseguir que cediera y que pareciera que habíasidodecisiónsuya. —Se hará como usted diga. Usted es el maestro —admitió sumiso Lavrovsky siguiendo las instrucciones de Lina—. Pero ellos esperan la músicaapasionadaycoloridaquetantoadmirandeProkófiev.Perousted manda. Aunque tengamos que llenar el fondo del escenario de sillas, puestoqueenalgúnlugartendremosqueponeralosbailarinesmientras suena la música, ya que en escena no van a poder estar. —Prokófiev le miródesafiante—.Lodigoporquenohaescritoningunamúsicadedanza en la primera parte. Y si no hay danza, los bailarines no bailan. Pero lo importanteessumúsica.Deesonohayningunaduda.Losbailarinesque bailenencasa. —Mealegrodequelotengatanclaroporquenovoyacomponermás. —Muybien,nohayningúnproblema.Utilizaremosunmovimientode unadesussonatasparapiano.Solotengoquecontrataraunpianistapara quelatoque—respondiócontranquilidaddesdeelconvencimientodeque aquelloleirritaría. —¿Está usted loco o quiere que le estrangule? —gritó Prokófiev—. Nunca aceptaré eso. ¡Nunca! —dijo, abandonando, visiblemente enojado, elensayo. LavrovskymiróaLina,sentadaalamitaddelpatiodebutacas.Sonrió al ver cómo le regalaba un gesto afirmativo con su cabeza. «Tranquilo, volverá».Alamediahora,Serguéientrabadenuevoconelmismogesto decontrariedad,peroconunmensajediferente. —Estábien.Loharé. Cada ensayo se convirtió en un suplicio. Raro era el día en el que no surgiera un problema. Y siempre tenía a Serguéi en el epicentro de la tormenta.Cuandoentrabaenelteatro,elegantementevestidoconsutraje de tres piezas, siempre pensaba que quizá sería más conveniente acudir ataviado con una armadura. Se preguntaba cuál iba a ser la nueva observación de Lavrovsky que conseguiría sacarle de sus casillas. Y siempreterminabasorprendiéndole. —Letemen—leespetóLavrovsky. —¿Metemenamí? —Temen a su música. No la entienden. Es algo nuevo para ellos. Se sientenperdidosenmitaddelaorquestaciónyenlascontinuasvariaciones delritmo. —Perdidos —repitió Prokófiev—. Pues regáleles una brújula y quizá nuestros problemas desaparezcan. —Caminaba arriba y abajo por el pasillo central del patio de butacas y volvía al emplazamiento de Lavrovsky—.¿EstosjóvenesilustradossabenquiéneraDiáguilev?Selo digo porque los bailarines de los Ballets Rusos de mi gran amigo entendían perfectamente mi música. Claro que para eso quizá hay que estudiarytrabajarmásdurodeloquelohacenahora. —Hay otro detalle. Los bailarines no escuchan la música en ciertos momentos de la obra, concretamente en la escena más dramática. Creen queesmuytenue,nisiquieralesllegaelsonidodealgunosinstrumentos. Necesitarían una mayor orquestación. Si no oyen la música, no pueden bailar. —¡Ah!,quetambiénsonsordos.¿Ydóndedicequehaencontradousted aestacompañíadeprodigios? Siguiendolarecomendacióndesualiadasecreta,Lavrovskylecondujo alfondodelescenarioymandóalaorquestainterpretarelmovimientoen cuestión. Tras unos minutos, Serguéi recuperó su lugar en el patio de butacasdespuésdeadmitirquerealizaríaunosarreglos. El10deenerode1940,LinaySerguéientrabanenelTeatroKírovde Leningrado. Los nervios por el inminente estreno alfombraban más la entradaqueladensanievecuajadasobrelascallesdelaciudad.Linalucía hermosa,conunvestidodeencajeycrepédedelicadatexturayexcelente caída en un tono bermellón, elegante, del brazo del hombre con el semblantemásseriodetodoelteatro.Porfinunteatrosoviéticoestrenaba suRomeoyJulieta.Teníaqueestarpletórico,peroselenotabaretraído, inquieto, distraído. Lina lo atribuyó a la expectación por la acogida del público.Cuandoseapagaronlasluces,sumanoseaferrófuertementeala suya, en un gesto cómplice, una especie de ritual secreto que ambos compartíanencadaestreno.Serguéilerespondióalademándelamisma manera.Comosiempre.Conunpocodesuerte,todovolveríaasucauce. Sentadaensubutacadelasextafila,Linavivíasuparticularversióndela ópera, especialmente en el momento en el que Romeo se pregunta: «¿Es frágil el amor? Es áspero, brutal, turbulento; y punzante como una espina». Todoparecíaperfecto,todoencajabacomoenunmecano.Lamelodía, los movimientos, el ambiente. Los personajes interpretaban la música transmitiendolajovialidaddeJulieta,laalegríadevivirdeMercucio,el orgulloyelodiodeloscaballerosenelbailedelpalaciodelosCapuletos, una sensualidad que contrastaba con la fuerza de otras escenas más desgarradas,comolapeleaentreRomeoyTeobaldoenelsegundocuadro del primer acto o la conmovedora marcha fúnebre al final del segundo acto. Por momentos, todos olvidaron que se hallaban en un teatro y se mimetizaronconlahistoriaquesedesarrollabaenelescenario.Elpúblico agradeció la utilización de una orquesta de mandolinas rusas como un guiñoasuidentidadySerguéiporprimeravezsonrióensubutaca.Lina nopudoevitarquesusojosseinundarandelágrimasalfinaldelprimer acto,enlaescenaenlaqueRomeoyJulietaseencuentran.Laternurayla sensualidad mostrada logró superarla. Lina tuvo que disimular sus lágrimascuandoseencendieronlaslucesyelpúblicosepusoenpiepara aplaudir la obra. No solo les había gustado, les había arrebatado los sentidos, aunque fuera por diferentes motivos. Serguéi sonreía nervioso, admitía los plácemes, le turbaban los aplausos. Temió que el exceso de éxitoleprovocaraunaansiedadquelehicierasalircorriendo.Peropara eso estaba su mujer con él, para guiarle, conducirle y administrar su triunfo.Serguéilabesócuandoaúnnohabíanabandonadosusbutacasen la sexta fila. Aquel beso le insufló una dosis extra de fuerzas renovadas. Así fue hasta que sus ojos captaron una imagen que no se esperaba, y menos situada dos filas por delante. No podía creerlo. No entendía qué hacía esa mujer allí, acompañada por su padre. Lina buscó la mirada de Serguéi y al encontrarla se dio cuenta de que ni siquiera se había percatado de la indeseable presencia hasta que siguió la senda visual dibujadaporsumujeryencontrólacausadesuturbación.Lerogóconla miradaquesetranquilizara,quenomontaraunescándalo,ycreyóhaber recibido una respuesta afirmativa a su petición. Podría haberlo hecho si Mira Mendelson no hubiera roto todas las barreras de la prudencia acercándoseaSerguéiparafelicitarle.LohizocuandoLinaseencontraba saludando a unos amigos, creyendo que ese sería suficiente motivo de distracción.Pensóquetansolotardaríaunossegundosensaludarleyque sumujernisiquierasepercataríadesupresencia.Peronocontabaconel prodigioso control de la situación tan característico de la señora Prokófiev.Enelterrenodelaprovocaciónylaimprovisación,ellaerala maestraysiempreestabadispuestaaimpartiralgunaclaseextra. —¿Novasapresentarnos,Serguéi,querido?—dijo,observandocómo supreguntahabíasembradoelruborenelrostrodeMira—.¿Ytúeres? —insistióensupregunta. LacomplicidadenelsilenciosellólaunióndeSerguéiyMira.Ninguno parecíacapazdecontestarymuchomenosdereaccionarantelapregunta de Lina, que seguía observándolos fijamente sin borrar su sonrisa de la boca. —Permítame que la felicite por el éxito de su marido —terció finalmenteelpadredeMira—.Hasidoimpresionante,inconmensurable. —Qué amable —recogió galantemente el cumplido. No tenía nada contraesehombre,nosabíanisiquierasiestaríaaltantodelescarceode su hija con su marido. «Qué culpa tendrá él», pensó—. Y dígame, a su mujer,¿lehagustado?—dijo,refiriéndoseaMira,sabiendoelvenenoque portabaelcomentario.Laimagendelajovendistabamuchodelglamur,la belleza y la elegancia que siempre mostraba Lina y eso le hizo sentirse ganadora. —Es mi hija. Y sí, es una gran admiradora de su marido. Le gusta mucholamúsica. —Ya lo creo. Cualquiera no se deja llevar por la belleza de estas composiciones. Por fin Serguéi reaccionó, cuando logró desterrar la lividez de su rostro. —Lina,ellaesMiraMendelson,unaestudiantedeliteratura.Recuerdas quetecomentéquemeestabaayudandoenlatraducciónyadaptaciónde Ladueña…YélesAbram,supadre.—Nosupoquémásdecir. —Encantada—fingió,sinquenadiepudierareprocharleelmásmínimo cinismo en sus palabras ni en su tono de voz, como la buena actriz que realmente tenía que haber sido—. ¿Vendrán a la pequeña fiesta que celebramosdespuésdelestreno? Aunque su pregunta iba dirigida directamente a Mira, la turbación le impidiópoderofrecerunarespuesta.Linapudopercibirqueaquellamujer que había osado inmiscuirse en su relación le tenía miedo. Y estaba dispuestaahacerleentenderqueledeberíatenerpavor. —Debemosvolveracasa—explicóelpadre,queparecíaelportavozde su hija. No supo si era un buen hombre, tranquilo y sosegado, o si la vergüenzaquesentíaanteelencuentrolehacíamostrarsebonachón—.Su madrenosesperaencasa. —Lo entiendo perfectamente. Y hacen ustedes muy bien. Nada como estar en casa con la familia. —Cualquiera que observara la situación, y eranvarios,entreellosMiaskovski,podíapensarqueobienLinanosabía nadaoestabadisfrutandoaltenerelcontroldelaescena—.Perohaceuna nochehorrible.Estálloviendo.¿Porquénolesinvitasaquevengan?—le preguntó directamente a Serguéi, que escuchó el anuncio como si le acabarandecancelarunestreno—.Vengan,aunqueseaatomarunté.Sino eshoy,mañana.Venganacasaundía.¿Quierequelefaciliteladirección, Mira,osabrácómoconseguirla? O no terció contestación o al menos Lina no la escuchó, demasiado concentrada en oír sus vítores internos por cómo había manejado la escenaydefendidosuposición. MientrasMirayAbramabandonabanelTeatroKírov,Serguéisealejó de su mujer con la excusa de saludar a unos compañeros. Pero antes se encargó de mirarla como pocas veces lo había hecho. Lina no sabía si empezaralloraroabandonarseaunrecitaldecarcajadas.Nosabíaquése le podía estar pasando por la mente a su marido para dedicarle aquella mirada. No supo dilucidar si quería pedirle perdón, si se arrepentía de todo, si le reconocía el valor por afrontar la realidad como él no había sabido hacer, o si directamente estaba proyectando todo su odio contra ellaylamirabaamododedespedida.Hubieseagradecidoalgunapalabra, perosabíaqueSerguéinotendríavalorsuficienteparapronunciarlas. Aldespedirsedelgrupodeamigosyconocidosquehabíanasistidoal estreno, Lina agradeció de manera especial las palabras que Miaskovski depositóensuoídocuandoleabríalapuertadelcochequellevaríaala pareja de vuelta al hotel de Leningrado. Las entendió como un laurel y deseó que Serguéi las hubiera escuchado. Aunque su carácter de confidencianolerestóbrillonipesoalaconfesión. —Querida,nacisteparaserreina. Ningunodelosdospronuncióunasolapalabraenelcocheoficialque lostrasladabaalhoteldespuésdeunapequeñarecepcióntraselestreno,a laquefinalmentenoacudieronniMiranisupadre.Denuevoelsilencio tejía su unión, aunque los dos sabían que estaban haciendo acopio de reproches. No estaban locos. Sabían que si algo salía de sus bocas, se podíadesatarunincendiodifícildeapagarynoqueríanquesucedieraen presencia de un extraño como el chófer. Cuando accedieron a la habitaciónycerraronlapuerta,elmantodesilenciosetransformóenun campodebatalla. —Creí que lo que querías era que me olvidara de ella y que no se volviera a pronunciar su nombre. No entiendo por qué has tenido que hacer el numerito pidiendo que te la presentara.—Serguéi se deshizo del fracairadamentearrojándolocontraelsuelo—.¿Aquéhavenidoeso? —¿Porquélahasinvitado?¿Esqueestásloco? —Estátrabajandoconmigo.Tambiénheinvitadoaotraspersonasyno tehamolestadotanto. —¿De verdad crees que soy tan estúpida como para creer que no la siguesviendo?Túmismotehasdelatado.Nadiesepondríatannervioso como te has puesto tú cuando te he dicho que me la presentaras si no tuvierasalgoqueocultar.Notepuedesimaginarloridículoquepareces. ¡Tedoblalaedad!¡Podríasertuhija! —Peronoloes. Linaprefirióobviaraquelcomentariotanpocoprudenteycruelmente esclarecedor. —No he pasado mayor vergüenza en mi vida. Al menos podías haber elegido a alguien que supiera peinarse, vestirse y que no pareciera una monja recién salida de un convento. Claro que, para fiarse de las mojigatas. —¿Vergüenza? Pensé que estabas disfrutando. Se te veía feliz poniéndonosenuncompromiso. —¿Poniéndonos? ¿El plural es por nosotros o por tu querida colaboradora?—Serguéilamiróconteniéndosedepalabrayacto.Estaba demasiadofuriosoparacontrolarseytemióquesucedieraalgodeloque más tarde se arrepintiera—. Eso se llama clase, saber estar y dignidad. Tres nociones que ni tú ni ella conocéis. —Lina sentía que estaba perdiendo aquel combate—. Si hasta el padre estaba avergonzado. Pobre hombre,nosabíadóndemeterse.Yespecialmentedóndemeterasuhija. —Elpadreestáencantado—dijosinpensarloquedecía. —¿Dequéestáencantado?¿Desaberquesuhijatieneunarelacióncon elgranProkófiev?Asíqueesunhecho.Yanisiquieraloniegas. Serguéisesentóenelbordedelacamasujetándoselacabeza.Nopodía más.Noqueríaencararunanuevadiscusiónenlaquesabíaqueteníatodo perdido.Erasugrannoche.SuRomeoyJulietahabíasidounéxito.Porfin habíaconseguidoponerlaenescenaenunteatrodelaUniónSoviética,y lejos de estar feliz y poder celebrarlo con la gente que quería, estaba encerradoenunahabitacióndehotelescuchandoreprimendas,insultosy gritos.Aquellonoesloquequería.Noeraasícomolohabíaimaginado. La voz de Lina volvió a alimentar el fuerte dolor que empezaba a martillearsucabeza.Peroestavezsonabacalmada. —Meextrañaquehayassabidoplasmardeunamaneramagistralloque es una historia de amor inquebrantable que va más allá de la muerte. Te felicito. Has sabido captar brillantemente la esencia de la tragedia de Shakespeare.Elchoqueentreelamoryelodio,launióndelaternurayla violencia. Supongo que no hay nada como inspirarse en la realidad. — Antes de entrar en el cuarto de baño, quiso arrancarse del pecho lo que teníaprendidodesdequehabíaterminadolafunción—.Enhorabuena.Lo has conseguido de nuevo. Has hecho una obra maestra. Esta noche has rozadolaexcelencia.NohabíaletrerosluminososcomoenBeverlyHills, pero tu nombre ha quedado grabado en la historia de la música de este país. Una vez más. —Al escuchar estas palabras, Serguéi hundió más la cabeza entre sus manos. Se sentía aún más culpable. No sabía cómo gobernar aquel dolor y aquella sensación de culpa que le atravesaba el pecho—. Estoy segura de que se hablará durante mucho tiempo de tu RomeoyJulieta.Excelente.Simplementemaravillosa.Nocreoquenadie recuerde la obertura de Tchaikovski o la sinfonía dramática de Berlioz cuandosehabledeRomeoyJulieta.Recordaránlatuya.Sitepudieraver nuestro Diáguilev, estaría orgulloso de lo que has hecho. Me refiero al ballet,porsupuesto—matizóconciertosarcasmo,sinpoderevitarlo. Serguéiseincorporóviolentamente.Porunmomento,temióperderel equilibrio.Debíadetenerlatensiónarterialporlasnubes,podíanotarlo. El exceso del alcohol consumido durante la velada para mitigar los nerviosdelestrenoydelinesperadoencuentronoleayudabaamantener la verticalidad. Recogió la chaqueta del suelo y volvió a ponérsela, haciendo lo propio con el abrigo. Se dirigió a la puerta con clara intencióndeabandonarlahabitación. —¿Adóndevas?—preguntóLina. —MevuelvoaMoscú. —¿Aestashoras? Elportazofuelaúnicarespuesta.Linasequedópetrificadaenmitadde lahabitación.Nopudonegarqueaquellareaccióndesumaridolehabía sorprendido.Habíadecididoirseenmitaddelanochealaestacióndetren. MástardedescubrióqueenelmismovagónqueélocupóviajabaMira.Al parecer no fue algo improvisado ni motivado por la discusión. Conocía perfectamenteelvagónyelnúmerodeasientoenelqueibasuamante.Esa noche Lina fue consciente de que debía llamarla así. Al fin y al cabo, habíansidopresentadasdemaneraformal. 22 LarelaciónentreSerguéiyLinasetornótensaycomplicada,aunque amboscreíanquepasadountiempotodovolveríaalanormalidadsinque esosignificasequefueracomoantes.Tampocolopretendíandespuésde veinte años de relación, aunque los dos reconocían que aquella crisis superaba a todas las anteriores. Ella se volvió desconfiada, más fría, estabatristelamayorpartedeltiempoylavitalidadqueladefiníaseiba apagando poco a poco, al menos cuando estaba con Serguéi. Dejó de estrenarsonrisasparaélyesofueloquemásechódemenos.Éltambién mudósucarácter,volviéndosemásarisco,máshuraño,inclusoefusivoen lasdiscusionesqueantesevitabayahoraparecíabuscarconelúnicofin de expulsar la furia que le carcomía por dentro. Las creencias de la CienciaCristiana,útilesenotrosmomentosdesuvida,ahoranoparecían funcionarenlarelacióndepareja.Ylopeoresquesushijosempezabana darsecuenta,especialmenteSviatoslav,queoptóporposicionarsedellado de su madre. El ambiente en casa se volvió irrespirable a pesar de que ambos procuraban mantener las formas. Los únicos momentos de verdadera paz eran cuando Serguéi se sentaba al piano y comenzaba a componer. Lina no perdió la costumbre de sentarse en el suelo, apoyada enlapuertadeldespacho,yescucharlosprimeroscompasesdelasnuevas creaciones.Trabajabaentresnuevassonatasyenunasinfonía.LaSonata nº6yelConciertoparapianonº5ocupabansushoras.Lamelodíaquese colaba tímidamente por la precaria insonorización del despacho era lo únicoquelahacíasonreír,olvidarsedelatragediashakesperianaenlaque sehabíaconvertidosugranhistoriadeamor.Unoasisdetranquilidad,una tregua en mitad de la batalla. Eso seguía siendo la música de Prokófiev para ella. Pero cuando dejaba de sonar, el mundo volvía a recuperar sus verdaderasdimensiones.Nisiquieralasdesgraciaslesunían.Másbienal contrario,encontrabanunnuevomotivoparahacerdelosreprochesylas ofensas el único vínculo de unión entre ellos. Así sucedió cuando Afinoguénov se acercó a la vivienda de la calle Chkalov para comunicarleslatristenoticia.Requiriódetresvueltasalamanzanapara reunir las fuerzas necesarias y subir las escaleras del edificio. No le gustabanlosascensores.Nosefiabadeellos.Quedabanpocascosasdelas quefiarseenMoscú. —Le habían llevado a Siberia desde la Lubianka, después de confesar que era un espía alemán. Murió allí, en un campo de trabajo. Pero nadie sabemás.Nohanfacilitadomásdetalles.Yyolosé…bueno…porloque losé,esonoimporta.—Temiópronunciarelnombredelapersonaquele habíainformadodelfataldesenlacedeVsevolodMeierhold. —¿Unespíaalemán?—preguntóretóricamenteLina,queaduraspenas podíacontenerlaslágrimasalconocerlamuertedesuamigoyconfidente —. No sé ni cómo quedan rusos en la Unión Soviética si insisten en convertirlosatodosenespíasextranjeros. —Hablan de que ha sido el propio Stalin quien le sentenció —siguió Afinoguénov—. El mismo ministro de Exteriores, Viacheslav Molotov, intentóintercederporélporlaamistadqueexistíaentreellos.Sabíaque Meierhold había sido torturado, él mismo se lo dijo. Había perdido la audición a causa de los golpes, apenas veía. ¡Cómo iba a saber lo que firmaba!AsíseloexplicóMolotovaStalin.Peroestesololepreguntóqué eraloquehabíafirmadoexactamenteenlaconfesión.Aldecirlequehabía reconocidoserunespíaalemánanticomunista,antiestalinistaytrotskista, Stalinmandóqueleejecutaranenmenosdeveinticuatrohoras.Yantesu orden,yanadiepudohacernada. —Primero Zinaida y ahora él —balbuceó Lina—. Al menos su mujer novivióparasufrirestapérdida.Nolohubieraresistido.Simepasaraa mí,noséqué… El relato de Afinoguénov la vació de fuerzas. Ni siquiera tenía ánimo parahablar.Nosoloselehabíaidounamigo,sinouncómpliceconelque podíahablardemiedos,sospechasytemoressinquelamandaracallaro reprendiera su opinión como hacía continuamente su marido, aunque fuera por su propia seguridad. La noticia de la muerte de Meierhold se sumóalapesadalosaquecargabaasusespaldasdesdehacíatiempo.Eran demasiadas cosas. Se derrumbó sobre una de las sillas del comedor. No erahabitualverlavencida,abandonadaporlasfuerzas.Serguéiseacercóa ella y la abrazó. Sintió que quería hacerlo, que él también lo necesitaba. Porunmomento,ningunodelosdostuvieronmemoria. La realidad de la pareja parecía acercarse azarosamente a la vida artificial.Cadavezeramenosfrecuenteverlosjuntosenlasfiestas,enlos conciertos,enlosteatrosyenlasrecepciones.Pasabanpormomentosen los que parecía que podía haber una salida, que podía producirse una aproximación entre ellos, recuperar el tiempo pasado, pero un nuevo rumor, una nueva sospecha, una salida a deshoras o un regreso a casa demasiado tardío convertía la esperanza en un mero espejismo. Hasta cuando Serguéi traía regalos a casa era motivo de desconfianza. Lina nunca pensó que una caja de pomelos podría representar una clara señal desospecha.«Sisepresentaencasaconestoesporquesesienteculpable», pensaba.Frosiaintentabaayudarle. —Nolopiense,Lina.Aguante.Todoestopasará.Peroestéatenta. —Pero¿cómohapodidosucederalgoasí?¿Quéveenella?Esqueno puedoentenderlo—dijoimpotente. —Supongoquetodoloquenoveenusted:debilidad,sumisión,tristeza, inexperiencia, desde luego belleza no ha visto ninguna —comentó con mediasonrisaFrosiaparaintentarsuavizarlatensión—.Aciertaedad,hay hombres que pueden encontrar atractivas ciertas carencias. Y él está a puntodecumplircincuentaaños. —He llegado a pensar que todo es un montaje organizado por el partido. No les gusto, eso lo sé desde hace tiempo. Me ven como una amenaza, un incordio para la reeducación ideológica de Prokófiev. Cualquiera se puede dar cuenta de eso, cualquiera menos él. Soy una extranjerayesorepresentapocomenosquetenerlapeste.Undíamevana acusar de espía alemana —lo dijo medio en broma, pero el tono no acompañósuintención—.Yloquemedamiedoesquemishijostambién son extranjeros. Prefieren que esté con una mujer rusa que pueda encaminarleporelcaminocorrecto.Esaessumisión:separarledemíy hacerdeélunhombredelpartido.Sabenquesiyoestoyasulado,nolo tendránfácil.Quierenconvertirleenunciudadanosoviéticocuandoyome he pasado la vida haciendo de él un ciudadano del mundo. Es un compositor de éxito y van a convertirlo en un rehén político. Ahora escribeartículossobredecisionesdelpartidoqueellacorrige,seatrevea firmar los libretos junto a él, ¡pero si no tiene oído, ni sabe escribir, es una negada para todo lo que tenga que ver con la música! —A cada palabra,surostroseencendíamás—.Lehaconvencidoinclusoparaque seunaalaUnióndeCompositores,algoqueélsiemprehabíarechazado paranosentirsevinculadoaningunaorganización.Peroélnolove.¡No love!Esdemasiadoinfantil.Vanahacerdeéluninfelizyyotengoque impedirlo. Ella solo está con él porque es famoso. He visto muchas mujerescomoelladetrásdeunospantalonespordinero,porfama…Pero esa mujer es una arpía, es un lobo con piel de cordero que busca arrebatárseloasufamiliasoloparapoderpresumirantelosdemásdeser laamantedeungenio.Esunadepravada.—Lasangrelehervíacadavez quehablabadeMiraMendelson.Probablemente,nohabíaodiadoanadie conlaintensidadquelaodiabaaella. —Sedicenmuchascosas.Nopuedehacercasodetodoloqueseoye. —¿Ya está en boca de todos? —Su miedo a que la aventura de Prokófiev fuera pública se vio confirmado en las palabras de su fiel Frosia—.Lagentelosabe,¿verdad?Nisiquierahatenidolaprudenciade guardarlasformas,aunquesoloseaporrespetoasushijos. —¡Cómo no lo van a saber! La lleva a los conciertos, les han visto comiendo en restaurantes, aparecen juntos en algunas reuniones de las Juventudes Comunistas, han asistido juntos durante meses a clase de baile…Noseestácomportandobien,noloestáhaciendo. —A mí me llevaba a campeonatos de ajedrez y de bridge, y a ella la poneabailar. —Y además… —Calló durante unos segundos. Lina la observó preguntándosesitodavíapodíahabermás.Notardóenreanudarsuamago deadvertencia—.Ustednopuedefiarsedenadie.Selohedichosiempre, pero ahora se lo digo con más motivo. —Frunció el ceño porque no entendía lo que Frosia quería decirle—. No se fíe de quien usted piensa que es su amigo. Tenga cuidado. Hay personas que presumen de ser amigossuyos,peroluegosemuestranigualdeamablesconella.Hevisto aValentina,lahermanadeMiaskovski,acompañándolacomosifueranlas mejoresamigasdelmundo.Tampocoesquelaculpe,pero…—Elgesto de decepción de Lina la obligó a seguir hablando—: Pero la mayoría la defiende a usted. Me refiero a la gente de la calle. Todos piensan que Prokófievsehavueltolocoalabandonarla… —Nomehaabandonado—dijomuyseria—.Sigueviviendoennuestra casa.Noseatreveráaabandonarnuncaasufamilia.Nolovoyapermitir. Decidió poner en práctica con más ahínco la enseñanza de la Ciencia Cristianadequelosproblemaseranunengañoproducidoporelcerebro mortal,porloquenoteníanpodersobrelapersona,quedebíaresolverlos conlamenteylaactitud. Yenactitudnadieibaaganarle. Unanochesecelebróunarecepciónenlaembajadaalemanaenhonor alministroJoachimvonRibbentropconelobjetivodeestrecharvínculos después del pacto de no agresión firmado entre Alemania y la Unión Soviética.Unadelasconsecuenciasdeestanuevaamistadentredosviejos enemigos que más directamente afectó a Prokófiev fue la retirada de la película Aleksander Nevski, que pasó de ser laureada a convertirse en maldita, algo que sucedía con bastante frecuencia en la Unión Soviética bajo el criterio caprichoso de Stalin. No era el momento histórico para hablarmaldelosalemanes. Lina no tenía muchas ganas de salir y menos de asistir a una fiesta. Temíalasmiradasindiscretas,loscomentariosenvozbaja.Nosoportaba laideadequepudieransentircompasiónporella.«Esmejorquetetengan envidiaaqueteprofesenlástima.Delocontrarioteconviertenenalguien débilysecreenconderechoamachacarte»,pensaba. Decidióponersesusmejoresgalas.Eraunafiestaenlaembajadaeiría comolaocasiónsemerecía.Abriósuarmarioylovio.Sonrióalsentirel aliento de Coco Chanel en su oído. «Para ser irreemplazable uno debe buscar siempre ser diferente». Y Lina siempre había sido diferente sin tenerquehacergrandesesfuerzosparaconseguirlo.Eligióunvestidode lamé con encajes bordados que acentuaba las líneas de su cuerpo, que seguían marcadas por la delgadez y mostrando una anatomía tonificada. La guerra hacía que la escasez de tejidos redujera la posibilidad de hacerse con diseños nuevos, pero ella siempre había tenido buena mano paralacostura.Además,habíatraídovariastelasdediferentesgénerosde suúltimoviajealosEstadosUnidosyconlaayudadeunamodistarusa había logrado llenar su armario de diseños espectaculares que cuando vestíansucuerposeconvertíanenverdaderasjoyasdeldiseño.Siquerían murmurar sobre ella, les daría razones para hacerlo. Pero no estaba dispuestaainspirarpena,sinoaquetodaslasbocassusurraranlamisma pregunta: «¿En qué está pensando Prokófiev?». Una mujer hermosa y fuerteenunvestidoelegantedeformasexquisitassiempresalíavictoriosa. Llegó sola a la embajada. No había ido del brazo de Serguéi, que también había acudido a la recepción. No faltaba nadie. Aunque estaba convencidadequeMiranoestaríaallí,quisohacerunainspecciónvisual rápida por toda la sala para confirmar sus sospechas. Se alegró de no encontrarla. Sabía que no era sitio ni ambiente para ella. Le animó encontrarseconamigosqueenseguidalainvitaronacompartirsucírculo ysuconversación,aunquemásbienelefectofueelcontrario,yfueella quien se convirtió en el centro de los corrillos. Le gustaba sentirse admirada, querida, piropeada, cortejada. Aquello le infundió seguridad, aunque no le hacía falta. Le alegró saludar a Boris Pasternak, a Nikolái Miaskovski, a Aleksander Afinoguénov, a Vladimir Derzhanovski, tan atento como siempre desde la primera visita que hizo en 1927, acompañadocomoerahabitualporTsukkeryTseitlin,yVeraDavídova, entre otros. Recordó la recomendación de Frosia de no fiarse de nadie, pero todos se mostraron tan atentos y educados con ella que resultaba difícilnohacerlo.NolecostóencontraraProkófiev,conquiencruzóla mirada.Apesardequefueellaquienapartólavista,pudonotarcómoél seguía observándola desde la distancia. Detectó la presencia de Kérzhentsev, el temido presidente del Comité para los Asuntos del Arte, por quien Prokófiev reconoció sentir verdadero asco cuando le veía en Kislovodsk. Por un momento deseó que la invitara a bailar para así provocarlairadeSerguéi.Estabadispuestaatodoparahacerleabrirlos ojos y que despertara de una maldita vez. Sin embargo, alguien se le adelantó. Cuando recibió la invitación y vio cómo le ofrecía la mano, dudó que aquel hombre fuera en realidad quien ella pensaba. El mismísimo ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Joachim von Ribbentrop,leestabapidiendoqueleconcedieraelhonordebailarconél. «Anoserquetengasucarnetdebailecompleto»,leconfióelmandatario germano, a lo que ella le respondió en un perfecto alemán: «No se me ocurrenadiemejorconquienbailar». Siyahabíalogradoatraerlaatencióndelosasistentes,incluidaladel propio Prokófiev, que no pudo dejar de admirar lo bella que estaba su mujer,elvalsquebailójuntoaJoachimvonRibbentroplesconvirtióenel centrodetodaslasmiradas.Alterminar,elministroteutónlepidióqueno abandonaralaembajadasinconcederleelplacerdebailarjuntosunavez más,algoqueellaaceptóamablementeantesderecuperarsulugarentre susamigos.Seincorporóaunadelastertuliasquehabíaabandonadoyse proponía integrarse en la conversación cuando su semblante empezó a mudar la expresión. Apenas pudo controlar la irritación que le provocó oíralescritorKonstantinSimonovrefiriéndosealarecientedesaparición deVsevolodMeierholdylevantandosospechasdequefueraculpablede algo. Algo se rompió en su interior. No pudo controlar su ira. Había compartido muchos momentos con su amigo como para poder escuchar un comentario tan injusto, que además venía de alguien que se había consideradoamigoycompañerodeldirectorteatral.Leasqueótantoque necesitabagritar,deciralgoendefensadeMeierhold,envistadequenadie tenía intención de hacerlo. Serguéi estaba demasiado lejos para cogerla del brazo, como solía hacer en esas situaciones en las que su mujer se encendíayserevolvíapordentro.Eracomolalavadeunvolcánapunto de estallar. Si no se la detenía, seguiría avanzando. Fue Boris Pasternak quienimpidióqueprotagonizaraunincidentequelehubiesetraídoserias consecuencias. —Déjaloestar—ledijoenvozbajaelescritor,mientrasselallevaba del brazo a otra estancia cercana—. Tranquilízate. No serviría de nada. PiensaenProkófiev.Estoledestrozaría. Esaeralaúnicaargumentaciónquesolíapersuadirla,peroesanocheno estaba segura de que fuera la más convincente. Aunque recapacitó rápidamente. No podría soportar que Serguéi sufriera algún tipo de represalias por algo que dijera ella. No podía evitar sentirlo así por muchoqueFrosialadearasucabezaenseñaldeincomprensión.«Esusted uncasoperdido»,ledecíaalversuincondicionalamoryrespetoporel hombrequelaestabatraicionando. —¿Esquenadievaadefenderanadieenestepaíspormuygrandeque sealainjusticiaquesecometacontraél?Noentiendocómopuedesseguir mirándolealosojos—dijo,refiriéndoseasuconocidaamistadconStalin —.Dehecho,nosécómonadiepuedehacerlo.Unamiradasuyacongela másqueelhielodeSiberia.¿Cómopudisteescribirunpoemallamándole geniodelaacción?—Borislamirósintenerencuentasusreproches.Le gustabaLina.Legustabamucho.Erainteligente,directa,valiente,atractiva yterriblementepasional,loquenocasabademasiadobienconloquese espera de una ciudadana rusa. La observó convencido de que había equivocadosulugarenelmundo. —Esoyadaigual.Laspersonascambian. Boris Pasternak sabía muy bien de lo que hablaba porque desde hacía unos años había perdido la confianza y la protección de las autoridades soviéticas, que desde su primer poemario, El gemelo de las nubes, le considerabanunodelospoetasrusosmásimportantes.Ahoraleacusaban desubjetivo,deserdemasiadopersonalista,dedarlaespaldaalinterésdel puebloparahablardesupropiointerés. —Ya lo creo que las personas cambian. Pero unas lo hacen más que otras—replicóLina.PorunmomentonosuposihablabadePasternak,de Stalin o de Prokófiev. O quizá de los tres. Se sintió abrumada—. Perdóname. Estoy demasiado nerviosa. No le cuentes nada a Serguéi. Se enfadaríaconmigoyúltimamentenohacemosmásquediscutir.—Bajóla mirada.NoqueríaconfirmarenelrostrodeBorissiéltambiénconocía losrumoresdeinfidelidad. —Noloharé.Conunacondición.—Borislamirócontantainsistencia queobligóaLinaaanclarseenaquellamirada.Nisiquierahubieranhecho faltalaspalabrasparaconfirmarlequeloqueibaadecirleeragraveyle resultaba incómodo—. Tienes que dejar de venir a las embajadas. No es bueno que te vean en sus fiestas y en las recepciones. Alguien puede interpretarlomal. —¿Quéquieresdecir?—Losabíaperfectamente,peropreferíaqueélse lo dijera. Desde hacía tiempo, oír hablar a las personas se había convertidoenunlujoalalcancedemuypocos. —Eresunamujerinteligente,notehagaslatonta,notevaenabsoluto. Losabesmuybien—dijo,refiriéndosealadesconfianzaqueempezabana provocar los extranjeros, sobre los que en cualquier momento podría recaerlaacusacióndeespías,asícomosobrecualquieraqueseacercaraa ellos y mantuviera una relación continuada, aunque fuera por temas de trabajo o familiares. Y Lina estaba en las dos categorías—. Hazme caso. Teloestoydiciendocomounamigoquetequiereyquenosoportaríaque teocurrieranada. —Nosabíaquetodavíaquedaranamigosenestepaís. Boriscogiósumanoylabesósindejardesonreírle,loquehizoque Linasesintieramalporlainjusticiaqueencerrabasuúltimaincontinencia verbal.Estabaequivocandoeldestinatariodesuira,comosolíaocurrirle cuandodiscutíaconSerguéi. —Venundíaacasa.Quierocompartircontigounaideaalaqueestoy dando vueltas para una nueva novela. Una gran historia de amor de un hombreenamoradodedosmujeres.—Linalemiróregalándoleunatriste sonrisa—.¿Quéquieres?Soyruso,nolopuedoevitar.Necesitotupunto de vista. De momento es solo un proyecto, pero seguro que podrás ayudarmeconYuriZhivago. —¿Yuri? ¿Ya tiene nombre tu protagonista? —preguntó, sabiendo que elproyectoyacomenzabaateneralmasielautorllamabaasupersonaje porsunombre—.Entoncesyaestásatrapadoporél. —No tanto como él lo está entre dos mujeres, Larisa y Tonia. Me resisto a decidir quién de las dos ganará. O si Yuri será el único que pierda. Aquella frase sembró en ella cierto desasosiego. La ficción, cuando estaba basada en la realidad, resultaba demasiado cruel, desgarrada, pasional.Porfinentendióenquéconsistíalafamosaesenciarusa. No hacía ni un minuto que Boris se había alejado en busca de alguna bebida que le calmara la agitación, cuando notó la mano de Serguéi sujetandosubrazo. —¿Estás loca? —dijo en voz baja, mirando a su alrededor antes de posarsumiradaenella—.¿QuéhacesbailandoconVonRibbentrop?Te estabamirandotodoelmundo. —Estoysiendocortés.Esélquienmelohapedido.Yyateadviertoque tu querido Molotov ha hecho lo propio. Como ves, siguen quedando hombresconbuengusto. —Deja de decir tonterías. Estás jugando con fuego. No sé ni siquiera quéhacesaquí. —Lomismoquetú,peroconmáséxitoyconmásclase. —¡Peroyonosoyextranjero,malditasea!—dijoenvozbaja,perocon lasuficienterabiaparaasustarla.Serguéiintentótranquilizarse—.Lina,te lodigoporquetequiero.—Elcomentariopropicióunasonorayartificial carcajadadesumujer,queéloptóporignorar—.Nopuedesdejarteveren estoslugaresymuchomenosbailando,riendoydepartiendoconellos.Es peligroso. —¿Por qué? ¿Tienes miedo de que me detengan? Y si lo hacen, ¿reaccionarías,intercederíaspormíotampocoentoncesquerríasofender al Padrecito de Todos los Pueblos? Eres muy amigo de Stalin, le has compuestounacantataporsusexagésimocumpleañosapesardequefue él quien ordenó asesinar a Meierhold y a otros muchos de nuestros amigos.Peroclaro,esascosastuamantenotelascuenta… —Tudescaronosvaameterenproblemas.Estoycansadodedecírtelo. —Elúnicoquemeestámetiendoenproblemaserestú. Semiraronduranteunosinstantesenlosquesostuvieronenelairelos reproches. Había veces en las que a Serguéi le dolía mirarla. En esos momentosdeseabaabrazarla,decirlequenosealejaradesulado,quele diera tiempo, que la amaba, que no podía vivir sin ella, que se estaba comportando como un maldito traidor, injusto, cruel y caprichoso, pero quenopodíaevitarlo.Linapodíaleerelmensajeensusapagadosiris. —Vuelve conmigo —le rogó cediendo a la ternura—. Vuelve a tu verdaderacasa. Serguéimascullóunsilencio.Nisiquierasabíadóndeestabasuhogar. Laindecisiónquegobernabasuvidasentimentalempezabaaafectara sutrabajo.Habíadíasqueteníaclaroquedebíaponerfinasuaventuracon Mirayotrosenlosquedeseabahacerlamaletaycorrerhaciaella.Pero Linaeraunanclademasiadopesada.Cadavezqueintentabaalejarse,había algomuyfuertequeseloimpedía.Serguéitambiénsediocuentadeque sushijosempezabanasufrirporsuaventuraamorosa.Duranteelverano, los dos decidieron mandarle a Nikólina Gorá, a una dacha que les alquilabalaviudadelpintorNikoláiKravchenko.Iríanbajolasupervisión deunestudiantedemedicina,MijaílKirsánov.Asíestaríanlejosdeaquel ambiente, lejos de sus padres, como si la distancia fuera a despejar sus miedos ante una posible ruptura familiar. Sviatoslav estaba preocupado porquetendríaquecumplirconelserviciomilitarantesdetiempo,debido aunnuevodecretogubernamentalqueasíloestipulaba.Linaintentóque Serguéi moviera sus contactos para impedirlo, o al menos, para que lo retrasara,peroélparecíatenerlacabezaenotrositio.Seenteródequesu marido había rechazado un nuevo proyecto con el director Eisenstein y unaofertadelaFilarmónicadeUzbekistán.Esoleconfirmóquesuvozya no era escuchada, que su opinión ya no contaba a la hora de tomar decisionesartísticas,quehabíaperdidoeltimóndelbarcoprofesionalde Prokófievquesiemprehabíagobernadoconbuenrumbo.AhoraeraMira quien le elegía las obras, confeccionaba los libretos e incluso osaba firmaralgunosdeellos,yquiendecidíaquéproyectosdebíaaceptaryqué temáticadebíantener.ALinaseleescapabalavidaentrelosdedoscomo sifueraunmanantialdeaguahelada,dejándolesobrelapielunasensación de frío cortante que la inmovilizaba y apenas le permitía reaccionar. Serguéi trabajaba cada vez menos en casa. Salía a primera hora de la mañanayvolvíatarde.LaexcusaeranlosensayosdeSemiónKotkó,cuyo estreno estaba previsto para septiembre de 1940. Por primera vez en mucho tiempo, apenas se vio a Lina ocupando un lugar en el patio de butacas. Prokófiev echaba de menos a Meierhold y no solo como amigo, sino como compañero de escena. Sin él, el montaje de Semión Kotkó estaba resultandounverdaderoquebraderodecabeza.ValentínKatáiev,elautor delrelatoSoyhijodelpueblotrabajador,enelqueestababasadalaópera, estaba empeñado en hacer valer su criterio sobre las partituras del compositor,quenoentendíaquéteníaélquedecirenelterrenomusical. Salió del ensayo hambriento de una bocanada de aire fresco. Comenzaba a ahogarse en el interior del Teatro Stanislavski donde el únicoaliadoqueparecíatenereraeldirectordeescena,SerafimaBirman. YtambiénsuamigoVladimirMiaskovski,quenodudabaenaparecerpor el coliseo para infundirle ánimo e intentar difuminar sus dudas sobre el montajeosobreloquefueraqueocupabasumenteyleestabaimpidiendo observarlotodoconlaclaridadquesolíacaracterizarle.Sabíaqueerael único con el que Serguéi se permitía abrir su pensamiento. Y, al menos aquella tarde, también su corazón. Miaskovski encontró a su amigo confuso,abatido,completamenteperdido. —Enestassituacionessiemprehayalguienquesufre.Noesfácil.Noes algoagradable. —YonoquieroqueLinasufra.Nosoportoverlainfeliz.Semeparteel corazón cuando la oigo llorar o la veo sin la alegría que siempre ha tenido.Daríaloquefueraparaquevolvieraaserladeantes. —Y entonces, ¿qué estás haciendo, Serguéi? Si continúas así, los dos vaisaserinfelices.Sideverdadlaamas… —Laamo,laamocomonuncaheamadoanadie.Comonuncallegaréa amaranadie.Losé.Estoyconvencido.Paseloquepase,laamarésiempre. —Serguéidecíalaverdad.Linaeraelamordesuvida.Desdeelmomento enquesusojoslavieron,desdeaquelprimerinstanteenelqueapareció anteélenmitaddelhalldelAeolianHalldeNuevaYorkdiciéndolequea «Rachmáninov lo ha interpretado de manera magistral, aunque con AleksanderScriabin,desdeelpuntodevistadelaexactitud,lehafaltado unpocodefidelidadaltexto»,supoqueellaeralamujeralaqueestaba destinadoaamar.Esonohabíacambiado.Y,sinembargo,nopodíaestar conella.Onosoloconella.Intentabaentenderlo,perohabíaalgoquele frenaba, que le impedía continuar sintiendo lo mismo por mucho que la razónleempujaraaello—.Noséquémepasa.Meestoyvolviendoloco. No puedo dejar de ver a Mira. No puedo evitarlo. Y te juro que lo he intentado, ¡te lo juro! He luchado por no verla, me he propuesto no llamarla,nocontestaraningunadesuscartas,borrarlademivida,hasta huiraotraciudad.Peronopuedo.Escomosiunafuerzatirarademíhacia ellasinpodercontrolarmeymearrastrasinquepuedaresistirme.Esuna malditatentacióndelaquenopuedozafarme.—Serguéisedesesperaba. Sabíaquefueracualfuerasuelección,noconseguiríasercompletamente felizcomolohabíasidohastaahora.SiseibaconMira,elsentimientode culpaleabrasaríapensandoeneldañoqueleestabainfligiendoaLina.Si sequedabaconsumujer,estaríarenunciandoaloquerealmentequeríaen esemomento,aMira,aunqueintuyeraquefueraalgopasajero,quedesde que comenzó tenía fecha de caducidad. Sin embargo, aquel sentimiento superabasuvoluntad,noestabaensumano,nolosentíaasí. —Sabesquesiempreestaréatulado,eresmiamigo.Peroesquenolo entiendo… —Sé lo que piensas. Es lo que piensan todos. Cómo teniendo a Lina puedohabermeenamoradodeMira. Serguéieraconscientedeloquecomentabalagente.Linaeraunamujer bella,elegante,conglamur,inteligente,capazdehablarencasicualquier idiomaysobrecualquiertemadeconversación,conundondegentesque la convertía en la mejor compañera que un hombre pudiera imaginar. Y Miraeralacaraopuestadeaquellamonedadeoro:cuandoellaentrabaen unlugarnadiesegirabaamirarlanisedisputabaunlugarasulado,su aspecto era pobre, descuidado, no le gustaba arreglarse, ni cubrir su cuerpoconelegantesvestidos,nimaquillarse,suvozeraaflautadaydébil, su inexperiencia manifiesta… No es que Miaskovski tuviera incapacidad paraentenderlo.Esqueresultabacomplicadohacerlo. —Supongo que es joven… —dijo el amigo, casi obligado, sabiendo queMirateníaveinticuatroañosmenosqueél,dieciochomenosqueLina. Esapodíaserlaclavequeexplicaralatragedia. —Siempre has sido generoso conmigo —admitió Serguéi con una timorata sonrisa—. Otros creen que estoy con ella porque está bien relacionadaconelpartidoyqueasímeresultarámásfácilaccederalos favoresdelasautoridadesparaestrenarmisobras.—Noestabafueradela realidad, aunque muchas veces diera esa impresión. Sabía perfectamente loquesecomentabay,lopeor,apartedequesuvidaprivadaestuvieraen bocadetodos,esquenopodíaculparlesporpensarasí. —No digas tonterías. Prokófiev no necesita eso. Además, lo que debe importarteesloquepiensestúynolosdemás. —Nohemosnacidoenelmejorpaísparacreereso.—Serguéisonrió alescucharse.PensóqueeraLinalaquehablabaporsuboca. —Perotú¿aquiénamas? —ALina…—respondiósinnecesitartiempoparapensar.Laexpresión de Miaskovski se dulcificó, como si por fin hubiesen resuelto el gran dilema, como si hubiera encontrado la solución, como si al final todo pudierarecuperarelrumbo—.PeroesconMiraconquienquieroestar.Al menosahora,enestemomento.Noséquépasarámañana. Miaskovski sacudió la cabeza mientras sonreía sin ganas, forzando la muecaantelaavalanchadesinceridadqueacabadeescuchar.Observóasu amigo, lánguido y abatido, que por primera vez se mostraba abierto a expresar sus sentimientos a pesar del infierno emocional que estaba viviendo. —Ytodavíahaygentequedudadequeseasruso. 23 Durante diez días soñaron que podría ocurrir, que se obraría el milagro, que habían logrado superar el periodo más traumático de la enfermedad y que volverían a ser una familia feliz. Los cuatro juntos. Nadiemás. Diez días. La pesadilla desgarró la realidad con tanta fuerza que condenó a Lina a permanecer en cama, presa de su destino, enferma de traición,dedesamor,ysobretodo,deunodiovisceralquenoteníavisos depodercontrolar. CuandoSerguéilecomunicósudecisióndeabandonardefinitivamente lacasadelacalleChkalovyasufamilia,nopudosoportarlo.Sucuerpola abandonóynosolomentalmente.Sufrióunataquedeansiedadunidoaun cuadro de neuralgia severa que la mantuvo enclaustrada en la cama. Su temperatura corporal se elevó hasta alcanzar los cuarenta grados. No queríacomer,nibeber,norespondíaalassúplicasdelmédiconialasde sus propios hijos. Solo lloraba y repetía una y otra vez el nombre de Serguéicomosifueraunmantraenformaderuego,deoraciónredentora. Noescuchabaanadie,nohablabaconnadie.NoeraLina.Tampocoquería continuarsiéndoloporquesinProkófievsuvidayanoteníasentido.Yano erasuya. Losdoshijosdelaparejaasistíancomotestigosmudosdeldrama,sin opción a hablar ni a protestar. Oleg prefería no verlo y mantenía su mirada clavada en las tablas de madera del suelo, las mismas que se lamentabancadanochecuandosumadrecaminabasobreellasintentando calmarsuansiedadycanalizarlaimpotenciaquelaestabaenterrandoen vida. Sviatoslav optó por mantenerse de pie. Había sido él quien había avisadoasupadredequesumadreestabaverdaderamenteenferma,que tenía miedo de lo que pudiera pasarle y que no sabía qué hacer. Cuando pusoalteléfonoalmédicoparaquehablaraconSerguéi,estequisosaber laverdaderagravedaddelestadodesumujer.Temíaquefueraunamanera desesperada de evitar su marcha, aunque se arrepintió de aquel rastrero pensamientonadamáspronunciarlo.Elfacultativodebiópercibirlodela mismamaneraysemostróclaroycontundente:«Mire,Prokófiev,yoya lehedichocuáleslasituación.Elrestodependedeusted.Mitrabajonoes inmiscuirme en la conciencia de los hombres». Aquellas palabras le hirieron, pero las entendió como una penitencia merecida. Tardó apenas mediahoraenllegaracasa.Sviatoslavleabriólapuerta.Noledijonada. Tan solo le observó durante unos segundos. Siguió con la mirada a su padre,queentródirectamentealahabitacióndondeestabaLina.Lecostó reconocerla. Parecía un animal herido de muerte, ocultándose bajo las sábanas,revolviéndoseentreconvulsionesdedoloreimpotencia.Intentó tranquilizarla. Apenas podía respirar por un continuo ahogo que ni siquieraloscalmantesprescritosporeldoctorhabíanlogradoaplacar.Se arrodillóantelacamadondeyacíasumujer.Eralaúnicamaneradeverla, de poder hablarle al oído para que nadie pudiera escuchar lo que iba a decirle. Cualquiera que contemplara la escena la creería extraída de un fragmentodeRomeoyJulieta.Perolarealidaderaaúnmáscruelquela historia escrita en una novela de William Shakespeare o bailada en un ballet.Enlavidarealdolíaynohabíamúsicaquesuavizaraoviolentarala escena. —Quieroquesepasqueteamo.Yquieroquemeperdonesporloque voy a hacerte —le pidió Serguéi, cuyo semblante aparecía desfigurado, incapazdesoportarlacontradiccióndesuspalabras. —Ysimeamas,¿porquétevas?—dijoellaconsurostroinundadopor elsudordelafiebreylaslágrimasquelobañaban. —Nisiquierapuedoexplicártelo.Peronecesitoestarconella. —Noloentiendo.Nopuedohacerlo.¿Cómohaspodidoolvidartodolo que hemos vivido juntos? No podré vivir sin ti y tú tampoco podrás hacerlosinmí.Sitevas,lodescubrirás.Peroentoncesyaserádemasiado tarde. —Losé.Teprometoquelosé. —Tambiénmeprometistequemeamaríassiempreyquemesacaríasde aquí. —Lapromesaquetehiceentoncesnopuedocumplirlaahora. FueronmásdeveinteminutoslosqueestuvoenlahabitacióndeLina. Alsalirdeldormitorioleesperabainquisitivalamiradadesuhijomayor. —¿Deverdadvasairte?—lepreguntóconrabiaenlosojos.Esafuria no venía solo por el abandono, sino por su manifiesta incapacidad de odiarasupadre.Lehubiesegustadogritarle,insultarle,echarleencarasu desvergüenza, abalanzarse contra él y pegarle, pero no podía hacerlo. Soloqueríaabrazarle,sujetarle,mantenerleencasa,convencerledequesu lugarenelmundoestabajuntoaellos.Peronopudohacernadadeloque ledictabansusdeseos. —No me queda más remedio. No tengo salida. —Miró a su hijo en busca de una ráfaga de comprensión que le aliviara el dolor—. Mira ha amenazado con suicidarse. Lo ha intentado. Si no vuelvo a su lado, su muerterecaerásobremiconcienciatodalavida. —¿Y mamá? ¿Qué pasa si muere mamá? ¿También caerá sobre tu conciencia? —Ellajamásrecurriríaaesosjuegossucios.—Rodeóconsusmanosel rostrodesuhijo—.Tumadreesunaprimeraactriz,jamássaldríaaescena comounaactrizsecundaria. Serguéiechómanoalbolsillointeriordesuabrigo,quetodavíaestaba cubiertodenieve,yextrajounacartaqueletendióasuhijo. —Daleestoatumadre. —¿Por qué no se lo das tú? —le contestó airadamente—. ¿Tampoco tienesvalorparaeso? —Noserviríadenada.Nopodríaleerlaahoraeneseestado. Besó a Oleg, que le abrazó quizá con la esperanza de que sus brazos tuvieraneléxitoquenohabíanconseguidolosdesumadre.Resultóigual de inútil. Después se acercó a Sviatoslav y repitió el abrazo, pero el cuerpodesuhijomayornoreaccionó. —Algúndíaloentenderás. —Nolocreo. Serguéi recibió la respuesta mientras se dirigía a la puerta y sintió cómoseintroducíabrutalmenteensuespaldacomolahojadeunaafilada espada. Se detuvo durante unos instantes. La respiración de los tres hombres quedó en suspenso, manteniendo deseos, acariciando sueños, amasando esperanzas. Serguéi cerró la puerta. Sus acelerados pasos resonaron como campanas tocando a muerte en la escalera del edificio hastaquefinalmentedesaparecieron. 1941 había empezado para la familia Prokófiev con una traición que amenazabacondevastarsuexistencia.Peronofuelaúnicaqueaquelaño marcaría sus vidas. El 22 de junio, Adolf Hitler traicionaba a Stalin rompiendo el pacto de no agresión firmado por Molotov y Ribbentrop, autorizandolainvasióndelaUniónSoviética.ElFührerhabíaolvidadosu promesadenoatacarmilitarmenteasualiadoyresolversusdiferencias mediante la negociación. Aquel pacto le había permitido invadir Polonia el1deseptiembrede1939mientraslaUniónSoviéticaentrabaenelpaís, atacabaFinlandiadosmesesmástardeyanexionabalasrepúblicasbálticas en 1940. Pero Hitler quería más y la Unión Soviética dejó de interesarle como amiga. Ambicionaba el territorio soviético y no dudó en lanzar la Operación Barbarroja para saciar su ansia conquistadora. Stalin podría haber interpretado sus señales si se hubiera molestado en leer el libro escrito por el dirigente nazi, Mein Kampf —Mi lucha—, en el que detallaba abiertamente sus planes invasores y su publicitado Drang nach Osten,suempujehaciaelEste.TodohubierasidodistintosiStalinhubiera sabido interpretar el gesto de desaprobación de Joachim von Ribbentrop cuando escuchó a su homólogo ruso Viacheslav Molotov mostrar su preocupaciónporlapresenciaalemanaenFinlandiayRumanía,yporel crecientedominioalemánsobreEuropa. El siglo XX no parecía ser una época apropiada para cumplir las promesas realizadas. Europa tampoco fue un escenario ideal para los compromisos cumplidos. De nuevo la vida de Serguéi Prokófiev y Lina Codina parecía seguir la misma hoja de ruta de las principales naciones europeasenaquelconvulsosigloXX.Noeralaprimeravezquesentíansu suerteunidaaldevenirpolíticoysocialdelviejocontinente. Aleksander Afinoguénov se había acercado a la vivienda de la calle Chkalov para comunicárselo en persona a Lina. Podía haberla llamado por teléfono para informarle de la invasión alemana contra la Unión Soviéticaysusposiblesconsecuencias,perosabíaqueestabasolaconsus hijosysesentíaenlaobligaciónmoraldedarleelcalorhumanodelque sehabíavistoprivadadurantelosúltimosmeses.SerguéiestabaconMira en una dacha alquilada en Krátovo y, aunque se habría enterado de la noticia,nosabíasihabíatenidooportunidaddellamarasutodavíamujer. No lo había hecho. Afinoguénov apreciaba a Lina, un sentimiento que compartía su esposa Jenny Marling, una bailarina estadounidense cuya vida había cambiado desde que empezó a leer a Lenin y se declaró una comunista convencida, fiel a los ideales del partido, que no dudaba en situarporencimadetodo. Unos meses más tarde, cuando el otoño comenzaba a anunciar que el inviernoseríaunodelosmásdurosenMoscú,Linaseencontrabaencasa con sus hijos. Desde que Serguéi les abandonara había empezado a trabajarcomotraductoraparaunaagenciadenoticias,Informburó.Podía hacerlo desde casa, gracias a que disponía de máquina de escribir y su laboreratranscribirdiferentestextos,loquenoleobligabaasalirdesu domicilioparaacudiralcentrodetrabajoanoserquetuvieraquehacer algunaentrega.Ganabaunsueldoquelepermitía,juntoalascartillasde racionamiento concertadas en plena invasión alemana, mantener a la familia.Sviatoslavhabíaterminadoelcolegioesemismoañoyesperaba encasalaresolucióndelasautoridadessobresiseríaaptoparacumplirel servicio militar, ya que tenía problemas en la vista. Oleg se pasaba las horaspintando,muchasveceseneldespachodesupadre. Unos golpes en la puerta les sobresaltaron. Se miraron en un tenso silencioduranteunossegundos.Pasadosunossegundosfueeltimbreque el que informaba de la urgencia. Lina se dirigió a la puerta y se inclinó sobreellaparaotearporlapequeñamirilla.Segiróhaciasushijosque, con el susto tatuado en el rostro, esperaban algún tipo de información sobrelaidentidaddelapersonaqueesperabaalotroladodelapuerta.Una súbitaalegríaleinvadió.Sinperdermástiempo,abrió.EraSerguéi. —Venconmigo—dijo,intentandorecuperarelalientoperdidodespués de subir corriendo varios pisos—. El tren hacia el Cáucaso sale en unas horas.Podemosirnostodos. Lina miró los pequeños papeles de color sepia que traía en la mano. Eran billetes de tren, todos los asientos en un mismo vagón. Destino Nálchick. El gobierno había decidido evacuar a una gran parte de los artistas ante la posible entrada de las tropas alemanas en Moscú. Quería mantenerlos alejados de un escenario bélico, aunque fuera por el interés de asegurarse un trabajo que se utilizaría como mera munición de propaganda. —¿Todos? —dijo al contabilizar un total de cinco—. ¿De verdad esperasquemishijosyyoviajemosenelmismovagónconlamujerque hatraídoladesgraciaaestafamilia? —Deja el orgullo a un lado, Lina. Te hablo de salvar la vida. Ven conmigo. Ya lo arreglaremos luego. —Serguéi se acercó a ella. No le importó su mirada gélida—. Acepta una relación abierta. El tiempo que dure. Quizá no sea mucho. No puedo ofrecerte más. Al menos de momento.Teloruego,venconmigo. —Debesdeestarlocoparaproponermealgoasí. —Nomenosdeloquedebesestarlotúsirechazassalvarlavidadetus hijos por una cuestión de celos y de orgullo mal entendido. —Pronto entendió que el chantaje emocional utilizando a sus hijos no daría los frutos esperados. Pero tenía que intentarlo. Estaba dispuesto a cualquier cosa para conseguir llevársela con él—. Te estoy pidiendo que salves tu vida. —¿A qué precio, Serguéi? ¿A cambio de qué? Es como si no me conocieras. —Le acarició la cara con las manos. La notó caliente, sudorosa,seguramentetendríaunasdécimasdefiebre,yesolepreocupó. No tenía buen aspecto. Estaba sufriendo. Podía parecer absurdo, pero no podíaevitarseguirdesvelándoseporél.Sinembargoesonolehizoceder en su voluntad. No podía acceder a su propuesta—. Tu deberías saberlo mejor que nadie. Rechacé ser primera actriz, y lo hice por ti. No voy a conformarmeconserunasimpleactrizdereparto. Serguéi dirigió su mirada a su hijo Sviatoslav. Sin duda le había confiadoasumadrelaúltimaconversaciónquetuvieron.Noleextrañó. Tampoco le decepcionó. Al contrario, agradeció que sus hijos se posicionaranalladodesumadreynoladejaransolacomohabíahecho él. No podía ser de otra manera. Su comportamiento no permitía que lo fuera. —¿Qué quieres que haga con ella? —preguntó, esperando algo de comprensión o, mejor aún, alguna salida alternativa que le aliviara la incertidumbrequelegobernaba.Ahoraeraélquienlesujetabalasmanos. —Lomismoquehashechoconmigo.Abandonarla. Serguéinegóconlacabeza.Aquellonoestabasaliendocomoélhabía pensado.Noerasícomolohabíaplaneado. —Estáscometiendounerror. —Tú también lo has cometido. Ambos tendremos que asumir las consecuencias de nuestras equivocaciones y vivir con ellas el resto de nuestrasvidas. —Si cambias de opinión, ya sabes dónde voy a estar —dijo, claudicando. —Es curioso que pensemos de la misma manera cuando estamos a puntodesepararnuestrasvidasparasiempre. HastaqueeltreniniciósumarcharumboalCáucaso,Serguéimantuvo laesperanzadeverapareceraLinaacompañadadesushijosenelandén delaestacióndeMoscú.Lamismafequemanteníaenquealfinal,cuando el silbato sonara anunciando la inminente salida del convoy, una fuerza interior le impulsaría a apearse de ese tren y emprender la huida hacia ella. Linagolpeabalasteclasdesumáquinadeescribirconrabia,intentando acallar el sonido tintineante de las agujas del reloj, que la observaban comoúnicotestigodesdelacómodadelsalón,lamismaencuyoscajones había guardado tiempo atrás la carta escrita con lápiz rojo que había desatadoelinfiernoencasadelosProkófiev.Nolevantólacabezaniuna sola vez. No quería verlo. Solo levantaría la vista si el hombre al que esperabaentrabaporlapuerta. Eltraqueteodeltrenempezóamoversuscuerpos.Miraestabasentadaa su lado. No se había quitado el abrigo de paño gris ni el sombrero de astracán con el que intentaba combatir el frío. Su gesto continuaba impertérrito, como si alguien acabara de esculpirlo y todavía no le hubiera dotado de vida. Nada sabía de las maquinaciones mentales de SerguéinidesudesesperadavisitaalacalleChkalovbuscandoampliarel númerodeviajerosdeaquelvagón. Linanisiquieraquisovercómolasmanecillasmarcabanlahoradela salidadeltrenqueaparecíaenelbillete.Nohubiesepodidoverlascomo tampocopodíaverlasletrasdelteclado.Susojossellenarondelágrimas, inundando su horizonte y haciéndolo desaparecer. Su futuro quedaba yermodepalabrasqueescribieransudestino. Miraobservabaporlaventana,sinqueningunapreocupaciónleturbara laexpresión.CuandovolviósumiradahaciaSerguéi,descubrióalgoque le sorprendió. Por primera vez le vio llorar, dejando dócilmente que las lágrimassedeslizaranporsurostrosinhacernadaparadetenerlas,como sinisiquieralassintieracaer.Pensóquellorabaporabandonarsupatria. Enciertomodo,eraasí. CUARTAPARTE LAGUERRA Esdifícilimaginarsehastaquéextremosepuedecorromperalanaturalezahumana. FIÓDORDOSTOIEVSKI Siseteapareceunloboenelbosque,¿quévasahacer? SERGUÉIPROKÓFIEV,Pedroyellobo 24 Decidióignoraralmundo.Teníalaimpresióndequesereíadeella, quedisfrutabaahogándolaenunmardecontradiccionesdolorosas,enun torbellino de casualidades funestas que lograban martirizarla más que la propiaguerra.Alguienparecíaestardivirtiéndoseacostadesudoloryde susrecuerdosynoencontrabamejorresistenciaqueladesobediencia. Poresoaqueldía,cuandolosaltavocescolocadosenlasfachadasdelos edificios, los mismos por los que se escuchó durante días Zdravitsa, la cantata compuesta por Prokófiev para el sexagésimo cumpleaños de Stalin, anunciaron un inminente ataque aéreo, uno más, Lina decidió rebelarse.Nocorreríacomosiemprebuscandorefugioenlaestaciónde metrodeKurskaya.Sequedaríaencasa,eneldespachodondecomponía Serguéi,aferradaasusrecuerdos,asusobjetosmásvaliosos:lasfotosdel matrimonio con los niños, los libros de Mary Baker Eddy que ambos leían, las grabaciones de los conciertos de Prokófiev, la partitura de su SinfoníaClásica,lafotodeJuanCodinaenLaHabana,eljerseydelana gris que Serguéi no había metido en la maleta el día que decidió abandonarasufamilia…Susmanosseaferrabanatodoelloguardando unlugarespecialparaunpequeñoobjetodelquejamássehabíaseparado: el botón con forma de hoja de su primer abrigo comprado en unas galerías de moda de Moscú. Después de tantos años había adquirido categoría de amuleto y siempre había cumplido la misión encomendada, aunque últimamente le resultase más complicado. Se quedaría en casa, plantándolecaraalmiedo,observandoporlaventanacómolosquehabían decidido quedarse en la capital moscovita durante el asedio alemán corríancomoratasaesconderseencualquierrefugioquelelibraradeuna muertesegura. Solo la voz de Sviatoslav le hizo cambiar de opinión. «No iremos a ningún sitio sin ti, mamá. Moriremos juntos. A nosotros tampoco nos importa».Laspalabrasdesuhijoactuaroncomounabofetadaderealismo que la hizo deshacerse de su absurdo brote de rebeldía torpemente entendida. Jamás imaginó que pudiera ser tan egoísta. Se levantó rápidamente, cogió a sus hijos de la mano y a los pocos minutos ya estabanbuscandounhuecoqueocuparenlasentrañasdelatierra,donde miles de personas se guarecían de los bombardeos de los aviones alemanes. Miró a su alrededor. En tan solo unos meses, un universo alternativohabíacrecidobajolatierra.Encadaobjetoquelagentellevaba consigo para poder reconocer un hogar en aquel agujero, Lina veía una burla cruel del destino. Se apilaban colchones sobre los que poder descansarsielasediodurabamásdeloesperado,espejosquesehacíanun huecoenlosequipajesimprovisadosenlosqueencontraralgunaimagen familiarquereconfortaraelcuerpoyelespíritu,gramófonoscuyamúsica intentaríataparelsonidodelaguerrayqueavecesloconseguían.Eseera elobjetomáspreciadoporsucondiciónredentoraquedistinguióenaquel mundonacidoenlasprofundidades.Tantoqueinclusoseanimóallevar alguno de sus discos. Escuchar el Preludio a la siesta del fauno, de Debussy, en un refugio antiaéreo era una experiencia difícil de explicar conpalabras.Laacústicadeaquellugarsuperabaladelmejorteatrodela ópera.Oquizáesquelosoídosqueloescuchabanconverdaderapleitesía, como si de él saliera el bálsamo para sus heridas, estaban más hambrientoscuandolatierracubríasuscabezas.Lomássorprendenteera cuando algunas personas elegían una composición de Prokófiev, no siempre siendo conscientes de que la familia del compositor compartía refugiojuntoaellos.YsonabaLevántate,puebloruso,yelánimodelos refugiados se elevaba hasta desear incorporarse y salir al exterior para encararlaviday,sihicierafalta,tambiénlamuerte.YLinalloraba,node alegría ni porque su orgullo sangrara como el de los que le rodeaban, sinoporelrecuerdodeunavida,deunamorquelofuetodoyqueseguía siéndoloaunquehubierahuidosecuestrado. Lagenteacudíaconsusobjetosmáspreciadoscomosituvieramiedo de que alguien se los robara y con ellos les sustrajera también sus recuerdos.Elprimerdía,Linaestuvotentadadellevarseelimpresionante abrigo que le regaló Coco Chanel el día que la conoció. No era un capricho absurdo y sin sentido. Aquella prenda la había acompañado en sus mejores momentos y vestía sus mejores recuerdos. ¿Por qué no convertirloenunabrazoprotectorenlosmalosmomentos?Perodeclinó la idea. Llevárselo hubiera significado renunciar a la esperanza del regreso, ya que estaría dando por hecho que no volvería más. Decidió dejarlo en el armario al que debería acudir si de verdad quería recuperarlo.«Nohayquellamaralasdesgracias.Yavienensolas»,solía decirlesupadre.Ydecidióhacerlecaso. Le parecía imposible que aquel fuera su nuevo lugar en el mundo. Mirabalashilerasdepersonashacinadasenlostúnelesdelsuburbano,en sus andenes, en las escaleras, algunos en los propios convoyes si es que habíanllegadocontiempodecogerlosmejoreslugares.Estabasegurade que aquel lugar se convertiría muy pronto en un foco de enfermedades. Lascondicioneshigiénicaseranprecariasonulasyeraimposibleconocer lasafeccionesqueencerrabanensecretoaquelloscuerpos.Eltifuserala mayoramenazafantasmadelaciudad,igualoinclusomásqueelhambre, peroadiferenciadeestaúltimasusprimerossíntomasdeincubaciónno eran tan evidentes. Había personas que preferían vivir bajo tierra a enfrentarse a los peligros que les asediaban en el exterior, incluso se negaban a salir cuando la amenaza ya había pasado. Habían colocado en lasparedesfotografíasdepersonasqueridas,delimitandosuterritoriocon objetospersonales.Unpeine,unataza,unacucharaounacafeterapodían deslindar los márgenes de un nuevo hogar. Se organizaban lecturas, partidas de cartas, de ajedrez, incluso algunos bajaban con sus instrumentos musicales para protagonizar un improvisado concierto. Siempre había alguien que se encargaba de que la radio estuviera encendidaeinstaladaenunaubicaciónperfectaparaunabuenarecepción. Desde el ataque alemán sobre la Unión Soviética, todos se pegaban al receptor esperando escuchar a su gran líder, Iósif Stalin, dando un discurso esperanzador que alguno necesitaba más que el comer. Pero el únicoquehablóporlaradiofueViacheslavMolotov.Porlostúnelesdel subsuelo,dondelapoblaciónseamontonabaparasobrevivir,seextendió elrumordequeStalintambiénserefugiabaenelmetroeinclusollegaron susurros de un posible golpe de Estado en el Kremlin. Pero no había ningunaconfirmaciónyelpuebloteníacosasmásimportantesdelasque preocuparse, la principal de ellas, seguir viviendo, aunque fuera escondidoenelsubsuelodesuciudad. Lina intentaba no familiarizarse demasiado con esa realidad, que percibía artificial. Procuraba no desarrollar lazos afectivos con nadie, aunque a veces era complicado no ceder a la tentación de sentirse protegida y acompañada. Alguna vez se animó, instada por sus hijos, a leeralgúnfragmentodeunlibrooacantaralgunacanción.Lediofuerzas contemplar los rostros de embeleso cuando una noche interpretó un fragmentodelaobraquesiempresoñórepresentar,Ladoncelladenieve, de Rimski-Korsakov. Mientras lo hacía, cerró sus ojos para recordar el díadesutrigésimocumpleaños,cuandoSerguéilallevóaverlaobrayle prometióqueundíalainterpretaríanjuntossobreunescenario.Nocantó como si estuviera ante Dios, como le recomendó su instructora de la CienciaCristiana,laseñoraGetty.LohizocomosiestuvieraanteSerguéi. Cuando terminó, unos segundos de silencio parecieron respetar el duelo queescondíaensuinterior.Ydepronto,elrefugiorompióenuncerrado yensordecedoraplausoquepretendíadevolverleelregaloqueacababade entregarlesalrestituirleslacapacidaddesoñar.Esanochesíquelograron acallar el sonido de los bombardeos. Sin embargo, no era algo que le gustarahacer,comotampocoleagradabahablardesuvidaconextraños, sobre todo desde que creció la desconfianza hacia ella cuando la oían hablar en otro idioma que no fuera el ruso, especialmente el alemán. SurgióelrumordequelosquehabíandecididoquedarseenMoscúyno huircomolamayoríaeraporquesimpatizabanconlosalemanes.Otravez losrumores,lassospechas,losrecelos. Linatuvoclaroquenopasaríamásqueeltiemponecesarioescondida bajo la tierra. Prefería morir en libertad que convertir en cotidiana una vidadeencierroavariosmetrosdeprofundidad.Fueronmuchaslasveces quehabíaescenificadoensuimaginacióncómoseríasumuerte,perolo hacíasindramatismos,sinningúnsentimientomacabro,conlafrialdady la tranquilidad que otorgaba la irrealidad de un sueño. Se veía tendida sobre el suelo, boca arriba, mirando al cielo, que lucía completamente azul,sinnubes,sinhumo,sinlaesteladelosavionesgermanos,sinsentir dolor, ni odio, ni pena, aislada de toda realidad sensorial. Poco a poco, con la precisión de una escena cinematográfica, su sangre teñía los adoquinesdelacalle,losmismosqueenuntiempoanteriornotanlejano Linamaldecíaporlatrampaquerepresentabanparasusaltostacones.«La vida», pensó, dibujándose una sonrisa en su rostro. Le alegró saber que sus hijos compartían su visión de esa vida, aunque en aquel escenario denominar vida a la mera supervivencia era una licencia artística y optimistaqueellasiempreseempeñabaenacentuar. Sevioforzadaaadecuarsealanuevarealidadyseprometiónodejarse vencer. Le hubiese gustado ver la cara de su madre al contemplarla en aquellasituación.Seguroqueselopensaríadosvecesantesdeacusarlade estardemasiadomimada,devivirunainfanciarepletadecomodidadesy demantenerlasdurantelamadurez.Peropreferíanocontarlenadaenlas pocas cartas que podía escribirle y enviarle a su residencia de París. Se convenciódequetodoeracuestióndeacostumbrarse,perosinolvidarque aquellotambiénpasaría. Lina pasaba horas traduciendo montañas de papeles, pero debía controlarqueelsonidodelamáquinadeescribirnoalertaralacuriosidad dealgúnvecinoyladenunciara.Suusoestabaprohibidoyellateníados, una de la marca Corona, que solía ser la elegida, quizá porque le recordaba a su primer encuentro con Ernest Hemingway, y otra Underwood, más moderna, con un teclado de cuatro filas y no de tres comoteníanlasmásantiguas,yunmarcadocerradoporunasláminasde metal. Cuando el trabajo le urgía, solía utilizar esta última. Era más cómoda,másrápidaysolíaevitarquesusdedosterminarantatuadospor la tinta como le sucedía cuando escribía en la Corona. Solía mecanografiarlostextosporlamañanayporlatarde.Hubiesepreferido lanoche,peroentoncesnopodríautilizarlaradioparataparelruidodela máquinacuandosusdedosapretabanconceleridadyapremiolasteclas. Jamáspensóquecolgaríaungranmapaenlapareddesusalónsobreel queibamarcandocontachuelasyclavoselavancedelastropasalemanas antesuinminenteentradaenMoscú,talycomotodoelmundoesperaba. Incluso se molestó en confeccionar pequeñas banderas sobre los marcadoresquedelimitabanlasposicionesrusasygermanas,yendefinir conhilosdedistintoscoloreslosavancesdecadaejércitoparaayudarlea entendermejorlasituación.Cadadía,mientrasescuchabalaradioconlos partesdeguerra,pasabauntiempoobservandoycolocandolaschinchetas sobreelmapa,comosifueranlasnotasdeunapartituradondeseescribía lamúsicadelnuevomundo. A Afinoguénov le maravillaba la precisión y la delicadeza con la que LinahabíatrazadoelavancealemánsobrelaUniónSoviéticayladefensa de esta última. Podía pasarse horas ante el panel contemplándolo con la misma curiosidad y detenimiento que si estuviera ante la pared de cualquiermuseopictórico. —PorDios,Aleksander,quenoeselGuernica. —En estos momentos y en este el lugar, dice más que el Guernica — dijo,dirigiendosusojoshaciaelotroextremodelmapasinimportarlela blasfemia que acababa de pronunciar. Estaba ante Lina, todo estaba permitido—.EstoysegurodequetehaayudadoSviatoslav. Ellasonrió,negandoconlacabeza. —Yo soy la que quiero que le ayudes. Como sabes, ha terminado el colegio,porfinsehapodidolibrardelserviciomilitarporsusproblemas enlavista,unmilagro,teniendoencuentaquelomásprobableesquele llamaranafilasapesardeserextranjero.—Sabíaquenohabíaexistidotal milagro, sino la intervención de un amigo suyo ante la negativa de Serguéi de mover sus contactos por la inconveniencia que eso le supondría—. Quiero que entre en la escuela de música, pero solo le ofrecenunaplazaenelauladeflauta.Haaccedido,peronoestoysegura dequesealoquequiereniloquemásleconviene.Nocreoquedure.Está pensandoenponerseatrabajarenunaindustriademanufacturamaderera para construir maquinaria. Creo que está un poco perdido. Me da la impresióndequeloquequiereesconseguirunaplazaencualquierlugar parahacerseconunacartilladealimentos.Unamigolehahabladodela posibilidad de estudiar arquitectura. Pero no lo tiene claro. Lo que no quieroesquedejedeestudiar.YOlegtampoco,aunqueélnotienedudas: losuyoeseldibujo,sepuedepasareldíadibujandosinenterarsedenada más.Sifueraporél,noharíaotracosa.Cuandopaselaguerra…—Lina calló.Demasiadosplanesparacuandoacabaralaguerra. —Cuenta con ello. Hablaré con quien deba para conseguirlo. Intentaré conseguir alguna plaza para Sviatoslav en algún instituto de música. En cuanto a Oleg, conozco a alguien en la Facultad de Dibujo Técnico. Aunque quizá no haga falta… —Afinoguénov seguía con la mirada prendida entre chinchetas, hilos y banderolas de colores—. Puede que quizáprefieranbuscarunaacademiaenParísoenLondres. Trasunossegundosdeabsolutomutismo,decidióqueeraelmomento deapartarlavistadelaparedymiraraLina,queadivinó,sinmargende error,debatiéndoseentrelasorpresaylaperplejidadporloqueacababa de escuchar. Ambos callaron durante unos segundos en los que solo hablaronlasmiradas. —¿De qué estás hablando? —preguntó, negándose a dar libertad a su imaginación.Noqueríadecepcionesporabrazarfalsasesperanzas. —CreoquetengolamaneradeayudarteasalirdelaUniónSoviética. A Lina aquellas palabras le iluminaron el rostro. Por un instante, se borrarondesumentelosrefugiosaéreos,lascartillasderacionamiento, las traducciones en papel reciclado, las noches subiendo arena y agua al tejadodelosedificiosparaapagarlosfuegosqueprovocabanlasbombas incendiarias y el vértigo de Oleg que le dificultaba subir a las azoteas a cumplir con aquella obligación. Incluso, sin saber cómo, desaparecieron los rostros de Serguéi y de Mira, desahuciados milagrosamente de su pensamiento. —Teruegoquenobromeesconeso,Aleksander. —Nolohago.TengoqueiraLondresyaEstadosUnidospormotivos detrabajo.Voyanecesitarunatraductora.MeibaaacompañarJenny,pero está embarazada de nuestro segundo hijo y su estado está demasiado avanzadoparaemprenderunviajedeesascaracterísticas.—Afinoguénov sealegródecontemplardenuevolaimagendelafelicidadenelrostrode suamiga.Unaspocaspalabrasdeesperanzayvolvíaaserladesiempre —.Yhepensadoquetúseríaslacandidataperfecta.Sinotienesmejores planesqueatender. Linanopudoevitarcorrerhaciaélparaabrazarle.Unataquedellanto leimpidióhablar.Tansolopodíarepetirunayotravezunasolapalabra. Pormuchasvecesquelogrópronunciarla,nuncasonóigual.Cadagracias teníaunmatizdistinto,unsentidodiferente,abrigabamundosdiversos.Un repentinopánicoborrólaexpresividaddejúbilodesurostro. —¿Estás seguro? ¿No me pondrán problemas para salir, para poder viajar? —El miedo empezó a cincelar sus facciones. Hacía tiempo que habíadejadodeacostumbrarsealafelicidad. —Estoy seguro. ¿Crees que sería tan loco de proponerte algo así si antesnohubierahechomisaveriguaciones?Tepermitiránsalir,siemprey cuandovengasconmigo.Yatushijostambién,peroesoserámástarde,ya me he encargado de ello. No conviene asustarles desde el primer momento. Tú déjamelo a mí. Arreglaremos tu salida. Nadie pondrá problemas. —Afinoguénov no podía ocultar la satisfacción que le provocabaserelportadordeaquellanoticialargamenteesperada—.El29 de octubre tengo una cita para recoger la documentación en las oficinas del Comité Central. —Lina asentía a todo lo que le decía. Conocía las oficinas, estaban cerca del Kremlin. No podía creerlo. Le daba miedo incluso soñar con ello—. Allí nos darán los permisos para viajar. Será mejorquepreparestumaleta.Perohazloconprudencia,sololoelemental. No queremos que crean que no vas a volver. —Antes de irse volvió a echar una ojeada al mapa prendido en la pared y colocó una chincheta fuera de aquel atlas, en una imaginaria Cambridge, en el estado de Massachusetts—.Conunpocodesuertepuedequelleguemosparaverel Guernica en el Fogg Museum de Harvard. Estará allí durante todo este otoño. Le prometió llamarla en cuanto tuviera los permisos. Lina había insistido en acompañarle, pero Afinoguénov le explicó que no era necesario.Teníaunacitaconunoficialalqueconocíayleaseguróquele tendría preparado todos los salvoconductos necesarios para su viaje. Ni siquiera tendría que permanecer mucho tiempo en las oficinas ya que su contactolehabíaevitadolademoraquesueleacompañaraesostrámites burocráticos. Le había hecho caso. Una maleta pequeña, nada voluminosa, algo de ropa,algunosdiscosyunaspocaspartiturasquenopudoevitaracomodar entre los pliegues de algunos vestidos. No muchas. Comprendió que Serguéipodíanecesitarlasyvolveraporellasalgúndía.Eseeraelúnico dolorqueleapremiabaenaquelviaje.AbandonarparasiempreaSerguéi, novolverleaverynisiquierapoderllamarleparadecirlequeporfinse iba, que alguien iba a cumplir la promesa que él no pudo. Le resultaba ridículo abrigar ese sentimiento de culpa. Al fin y al cabo, había sido él quien les había abandonado, pero no podía evitarlo. No volver a ver a Prokófievlepartíaelalma.Peroahoraloimportanteerasalirdeallí.Ya tendríatiempoparareconstruirloqueserompiera. Esavezsímiróelrelojenvariasocasionesylediolaimpresióndeque estabaparado,dequealgofallabaensumecanismo.Lopeoreralaespera. Decidió calmar la tensión leyendo el ejemplar de Guerra y paz que le habíacompradoaSerguéienlalibreríaparisinadeSylviaBeach.Sonrió ante la idea de volver a verla. Nunca le había hecho tanta ilusión reencontrarse con el pasado. Aquello no decía nada bueno ni de su presente. Leyó las primeras páginas, pero no pudo prestarles mucha atención. Le había llegado la noticia de que Serguéi preparaba el libreto para la adaptación operística de esa obra de Tolstói. Sabía que la idea habíasurgidodeaquelregaloqueellalehizo,peroestabaconvencidade queMiraseencargaríadeadjudicarseelmérito,comohabíahechoconla adaptacióndeLadueña. Seconcentróunratoenlalectura.Afinoguénovtardabademasiadoen llamarla. Dejó el ejemplar de Guerra y paz sobre la mesa y comenzó a pasearporlahabitación.Quisopensarqueerasudeseoloqueleurgíay noqueeltiemposeralentizaraporalgúnmotivoqueconseguiríatrastocar susplanes.Eraimposibleimaginarlo. Afinoguénovhabíallegadounosminutosantesdelahoraconvenidaa lasoficinasdelComitéCentral.Enelúltimoinstante,habíadecididocoger sucocheparticularyrechazarlaopcióndeltransportepúblico.Encontró unaplazaenelaparcamientooficialysecongratulódesusuerte.Caminó hacia la garita de entrada. Dio el nombre del oficial con el que tenía la reunión.Todoestabaenorden.Leestabaesperando.«Haidounmomento al servicio. No tardará mucho. Serán unos segundos». Ni siquiera tuvo tiempodealzarsumiradaalcieloparaidentificarvisualmenteelsilbido metálicoquesusoídoshabíancaptado.Murióenelacto.Unabombasobre elgarajedeledificioqueacogíalasoficinashizosaltarporlosairesgran parte del recinto. Una gran explosión lo cubrió todo. El oficial salvó su vida por esa urgencia de última hora. Afinoguénov murió precisamente por esa espera inoportuna y por adelantarse unos minutos a la hora prevista.Denuevo,laburladeldestino. Alenterarsedeloquehabíasucedido,Linasesintiómorir.Nisiquiera pudogritar.Susaullidosseahogaronenlagarganta,sordoscomolosdel Guernica.Sumundosedesvanecía,susueñodesalirdelaUniónSoviética seleresbalanuevamentedeentrelasmanos.Suvidavolvíaadeformarse. Todo había sido una ilusión fugaz, un sueño efímero que únicamente habíacobradovidaensuimaginación. Le costó recuperarse de la muerte de Afinoguénov, aunque se estaba convirtiendo en toda una experta en sobreponerse a la muerte de las personas que amaba. Aquella bomba había segado no solo la vida de un amigo,deunconfidente,sinosusueñodesalirdelaUniónSoviética.Se tragó sus miserias personales para consolar a Jenny. Ella acababa de perderasumarido,estabaapuntodedaraluzasusegundohijoydebía estarasuladocomounapoyoynocomounlastre. La vida durante la guerra tampoco le permitió pararse a llorar penas, pérdidas ni duelos. Debía seguir por mucho que doliera. Cada día era distinto porque cada día traía una realidad diferente y solía ser mala. La búsqueda de alimentos se convirtió en algo inminente. Contaba con dos aliados en los que apoyarse. Uno era Frosia, incansable al desaliento, la persona que seguía acudiendo a casa incluso cuando los bombardeos arreciaban, negándose a abandonar a la familia de Lina por muchas obligacionesexternasquetuviera.Setomómuyenserioloqueledijoun día Serguéi Prokófiev sobre su condición de ángel de la guarda de su familia.InclusollegóaofrecerseacuidardeSviatoslavydeOlegsialgo sucedía.«Notieneporquésucedernadamalo,noloveaasí.Quizásurja otra oportunidad de salir del país y entonces yo me haré cargo de ellos hasta que puedan salir. Confíe, es lo que nos queda. Confiar». Fue ella quienlaconvencióparaalmacenarvíveresencasapreviendolallegadade tiempospeores.Yllegaron. Los estantes de las tiendas comenzaron a vaciarse, incluso los de aquellasqueofrecíanproductosdeestraperlo,máscarosyselectos,solo destinados a bolsillos pudientes. Ni siquiera estos resistieron el aldabonazodelhambreydelaescasez.Yentonceseracuandoaparecíael segundoaliado,suhijomayor.Losdossalíanalacalleenbuscadeloque las tiendas les negaban. Tenían que recorrer largos paseos, amplias travesías, cruzar avenidas, adentrarse en oscuros callejones para conseguircualquieralimentoquellevarsealaboca.Cualquiercosavalía. Celebrabanlaadquisicióndeunpequeñotarrodemermeladadepétalosde rosa con la que poder endulzar el té o el café a falta de azúcar, de una pequeñabolsadecereales,deunsacodeunsucedáneodelcaféodeuna lata de champiñones secos. Conseguían pan seco que habían tostado en forma de anillas, que engarzaban en una cuerda y que, a falta de una hogazadepantierno,lograbaengañaralestómago. —Tú no lo sabes, pero en la tierra de tu madre hacen unos dulces exquisitos llamados churros, que tienen forma de lazo, al menos en Madrid,ysecolocanenunaristraparecidaaesta.Estánhechosconuna masadeharinadetrigoyagua,sefríenenaceiteysuelentomarseconun buentazóndechocolateespeso.Estándeliciosos.Ledijeatupadrequelos probaracuandofueaMadridadarunconcierto.Ymehizocaso.Eraun tiempo en el que aún me hacía caso. —Sviatoslav sonreía y la mueca contagiabaasumadre—.Teprometoquealgúndíatellevaréaprobarlos. —Nomeprometasnadaquenopuedascumplir. —Yonosoytupadre.Yocumplomispromesas. Había productos que se habían borrado de la faz de la tierra y cuyo saborhabíasidodesterradodelospaladaresyolvidadosenlamemoria. El chocolate se convirtió en leyenda y un trozo de tocino era una exquisitezimposibledeconseguir.Lalecheadquiriócategoríademanjar, puescostabadiezvecesmásdelonormal,lacarneeraunespejismoque algunossoloveíancuandolesubíalafiebreylamantequilladesapareció del vocabulario diario. El valor de las cosas cambiaba a cada segundo. Había personas tan azotadas por el hambre que eran capaces de cambiar unanillodeoroporunkilodepatatas,unapulseradediamantesporun sacodeharina,unoszapatosnuevosporveintegramosdeazúcar.Enuna ocasiónunadelaspersonasrelacionadasconelmercadonegroleofreció unsacodeazúcar,otrodeharinayuncuadradodetocinosalo.Linamiró condevocióneltrozodemantecacortadoenformarectangular,conuna anchacapadecortezamarrónyespolvoreadoconpimientanegra,loque aseguraba su conservación durante más tiempo. Dudó si procedía de la espaldaodelapanzadelcerdo,comosiaquellorealmenteimportaraen aquelmomentodeltrueque.Empezóaimaginartodoloquepodríahacer con ese tocino que mantenía el vendedor en sus manos: cortaría finas lonchas para que sus hijos pudieran untarlas en el pan que también le ofrecía el comerciante ucraniano que la tentaba, trocearía una parte para freírlo,sacaríadeéllagrasaconlaquepodercocinareinclusodaríaun usoespecialalacorteza,queleserviríaparaecharlaalpucheroydotarlo desaborydealgodeconsistencia,yunavezdesechadaparaelconsumo, todavíaleserviríaparaimpermeabilizarloszapatosparalaslluviasylas nievesdelinvierno,einclusoFrosiapodríafabricaralgodejabónapartir desusrestos.Notóqueseactivabansusglándulassalivares,lassuyasylas de Sviatoslav, siempre a su lado. El vendedor hizo la inesperada oferta. «Séquiénesusted.Yosoyungranadmiradordesumarido.Sololepidoa cambioalgunadesuspartituras».Linalemiróduranteunosinstantespara enseguidaofrecerleunadeesassonrisasqueparecíandormidashastaesa noche. «Vámonos, hijo. Este señor tan amable no ha debido entender todavíaquehaycosasquenotienenprecio».Elucranianoseencogióde hombros. «Cuando su familia se esté muriendo de hambre, será usted la quenoloentiendayentonceslepesaráhaberrechazadomioferta».Lina sediolavueltayabandonóelimprovisadodispensariocallejero.Noselo tomó a mal ni mucho menos le guardó rencor al estraperlista. En otro momentoyenotrolugaraquelhombresehubieraacercadoaellosenla puerta de un teatro para expresar su admiración por su marido y ellos hubieran accedido al cumplido con un ligero cabeceo. No era nada personal.Tansololavidaleshabíacolocadoenelescenarioequivocado. Jamás le pesó su decisión. Si había rechazado una vida en libertad en Occidenteporestarconsumarido,sinohabíaaccedidoapagarunprecio demasiadoaltoparasudignidadalrechazarviajarenelmismovagónque Mira,osisehabíanegadoaabandonarMoscúcomohicieronmuchosel 16dediciembrepormiedoalaentradadelosalemanes,unmíserotrozo detocinosalo no iba a desmontar su escala de valores. Las medidas del mundo habían saltado por los aires, como todo en aquel rincón de la tierra. Ese episodio vivido a medianoche no evitó que pensara en vender algunascosas,perosiemprearrinconabamentalmentelaspertenenciasde Serguéi.Seresistíaadesprendersedeellascomosiconelloalbergarael sueñodeunposibleregreso.«Novaavolver,mamá—ledecíaSviatoslav, rompiéndole toda esperanza—. Tenemos que venderlo». Aquel era el único momento en el que su subconsciente le permitía odiar a Serguéi, cuando veía el fantasma de la desnutrición cerniéndose sobre sus hijos. Esofueprecisamenteloquelehizorompersuorgulloyescribirle.Sabía que el gobierno le había enviado a Alma Ata, en Kazajistán. Le hacía responsable del futuro de sus hijos, de los problemas de salud que presentaríanduranteelrestodesuvida,siesqueconseguíanesquivarla muerte en el lugar donde les había abandonado por seguir a otra mujer. No escatimó palabras fuertes ni reproches que estaba convencida que le dolerían, pero más le dolía a ella ver a sus hijos pasando hambre. A los pocosdíasrecibióunacantidaddedinerodeSerguéi,unosbotesdemiel envezdelosfrutossecosquelehabíapedidoyunacartaderespuestaen laqueledecíaqueéltampocoteníaaccesoamuchacomida,quetambién habíaescasezallídondeestaba,quesepasabaeldíacomiendomacarrones semicocidos y que, a pesar de todo, intentaría ayudarles más. Lina no quisopensarenquécircunstanciashabríaescritosumaridolacarta,pero estaba convencida de que la sombra de Mira le estaría aplacando tanto comoelhambreasushijos.Mástardeconsiguiódospasesdecomidade la Unión de Compositores para sus hijos que les permitieron hacer dos comidas diarias en el restaurante de la sede. De esta manera, Lina pudo utilizarloscuponesylascartillasderacionamientoparaconseguirotros productos.Lamantequillavolvióaentrarencasa.Y,conella,unpocomás deazúcar. Noestabasola,aunqueavecessesintieralapersonamásabandonada del mundo por no estar en brazos de la persona a la que amaba. Ni las bombas,nielhambre,nielfrío,nilosamigosperdidos,nielmiedo,ni siquieraelfusilamientodesussueños,habíanhechoolvidarle.Dehecho, estaba convencida de que ese amor inmortal era lo que la mantenía con vida. Había personas y situaciones que le daban fuerza y detalles que alimentaban su ánimo, a veces vencido. Como la luna azul que la observabaalgunasnochesyqueparecíasalirsoloparaella. Unanocheletocósubiralaazoteaparabregarconlossacosdearenay los cubos de agua. No había sido un buen día. Unos emisarios del gobiernosepresentaronaprimerahoradelamañanaenlacasadelacalle Chkalov para confiscar el Ford azul que Serguéi había mandado traer desdelosEstadosUnidos.NosirviódenadaquedíasantesLinalepidiera a Fiódor, el chófer que aún seguía haciéndole favores y recados, que le quitara las ruedas, el radiador, el carburador y otras piezas importantes conelobjetivodeinutilizarloyasíevitarunposiblerobodisfrazadode confiscación,comoerahabitualenlaUniónSoviética.Eraalgoquetemía desdehacíatiempo.Laverdadesqueleextrañóquenolohubieranhecho antes.Sellevaronelcocheconlaridículaexcusadequelorequeríanenel frente. «¿Van a trasladar en automóvil a un general del Ejército Rojo de una trinchera a otra?», se atrevió a ironizar Frosia mientras Lina, al ver quetambiénsellevabanunabicicletadesushijosyelpiano,lesgritaba: «¿Porquénomeloquitantodoymedejandesnudaenlacalle?». Sviatoslav sujetó a su madre y la metió en casa, mientras Fiódor intentabahacerlopropioconFrosia,quelesincrepabapreguntándolessi tambiénibanatocarelpianoenelfrente.Asusdieciochoaños,Sviatoslav era muy consciente de que todo lo que se decía en Rusia podía tener consecuencias. Nohabíasidoundíafácilyporesonodejóquesumadresepusieraa hacer una trinchera en la azotea por mucho que hubiera que proteger la partealtadeledificio.Loharíaél.SabíaqueLinaestabamalaunquenose quejara.Habíaperdidocasidiezkilosysumoralerauncampodeminas. Ella quiso permanecer en la azotea. Le gustaba aquel lugar cuando el silencioreinabasobrelaciudadyaquellanoche,milagrosamente,asíera. Noselohabíadichonuncaasushijos,perodemadrugadasolíasubiralo más alto del edificio para contemplar el cielo todo abierto y entero ante susojos.Lucíarealmentehermoso.Noentendíacómodeaquellugartan bellocaíanlasbombasquedestrozabanvidasysueños.Sequedabahoras contemplado el cielo. «Todo el cielo entero», pensó recordando los versos de su amigo Ósip Mandelstam: «Las flores inmortales. El cielo todo entero. Y lo que habrá de ser, solo promesa vana». Se preguntó si aquelmismocieloloveríaelpoetadesdeelcampodeconcentraciónde Siberia donde había sido encerrado por utilizar las palabras de una manera suprema. Pensó que el cielo le parecía tan bello porque la tierra estaba demasiado sucia de toda la injusticia que se derramaba en ella. Aquellanocheunaespesanubedehumocubríalalunallenatiñéndolade azul. Le habían hablado de ese fenómeno astronómico que se produce cuando aparecen dos lunas llenas dentro de un mismo mes. Pero aquella luna azul que contemplaba era traidora y algo embustera. Era un mero efectovisualdebidoalahumaredasuspendidaenelairequelacubría.El humo acompañaba a un intenso olor a quemado. No era fruto de las bombas,nidelasexplosiones,sinodelosdocumentosquesequemaban portodalaciudadanteeltemordelaentradainminentedelosalemanes. Lina se negó a quemar nada. Tampoco tenía mucho que lanzar al feroz apetito de las llamas. No pensaba que una partitura, unas fotos o unos librospudieransuponerunhallazgoquedesataraunconflicto.Ellamisma se rio de su ingenuidad. Qué pensarían Mandelstam, Shostakóvich, Meierhold, Maiakovski, Taírov o el propio Prokófiev si escucharan su pensamiento.«EnRusiasevaloratantolapoesíaqueinclusofusilanala genteporella».DenuevoÓsipMandelstam. Linanosecansabadellamaratodaslaspuertasparaquelavidafuera unpocomásfácilparaellaysushijos.Nohabíadesterradolosplanesde abandonarlaUniónSoviéticaencuantotuvieraocasiónyparaesoestaba dispuesta a encontrarse con quien fuera necesario y hablar con quien pudiera ofrecer algo de oxígeno a sus sueños. Ese era el empeño que perseguía,juntoaldetaparelagujeroenelestómagodesushijos,cuando conocióaunestadounidensedelaCruzRojaquehabíallegadoaMoscú en misión humanitaria. Gracias a un acuerdo entre las delegaciones americanasysoviéticas,laayudaenmedicamentosyenropapasódeestar valorada en quinientos mil dólares a superar los cuatro millones y para eso necesitaban a una persona con la experiencia suficiente para administrarunproyectodeesaenvergadura.Petereraunhombreamable, muchomayorqueella,decomplexiónfuerteyconunavocacióndeayuda casisacerdotal.SelopresentóJennyMarling,que,despuésdedaraluza susegundahija,empezóapensarenlaposibilidadderegresarasupaís natal,losEstadosUnidosdeAmérica.Noentendíaquépodíahacerellaen laUniónSoviéticacondosniñaspequeñasysinAfinoguénov. Desde el principio percibió la bondad de la mirada de aquel hombre generoso,deexquisitaeducaciónyespíritulibre.Peroloqueélvioenella fuealgobiendistinto.Apesardelasituaciónprecariaenlaquevivíayde lasnecesidadesqueatravesaba,Linaseguíasiendounamujeratractiva,y aunque no lo hiciera de forma premeditada, seguía proyectando una imagenseductoraparaloshombres.Peternotardóenenamorarsedeella, aunque no verbalizó sus sentimientos abiertamente. Sabía que estaba casada,ynoconcualquierhombre,perotambiénconocíaquesumarido se había ido con otra mujer y estaba lo suficientemente lejos para no suponer ningún problema. Contempló otras estrategias. La colmaba de atencionesyderegalos.AlacasadeChkalovllegabancajasderopayde medicamentoscasitodaslassemanasyenellasintroducíatambiénalgode comida.«Sialgonotesirve,repárteloentretusvecinos.Loagradecerán», escribía en las cartas que metía en el interior de las cajas. Incluso le ofrecióqueSviatoslavyOlegfueranacomerasucasayaducharsecon aguacaliente,yaqueenlaviviendafamiliardelosProkófievsolohabía agua fría. Lina tenía experiencia suficiente para entender lo que estaba pasando y la verdadera naturaleza de las atenciones de Peter. Ella le respondía con cartas en las que le expresaba su gratitud e incluso le enviabaalgunafotoenlaqueincluíaunpequeñotextoquesolíaterminar «Concariño,Lina».Nuncafueasucasaexceptopararecogerasushijos, a los que prefería esperar en la calle. Jamás subió a la vivienda del delegadodelaCruzRoja.SabíaqueenlascallesdeMoscúsiemprehabía mil ojos que observaban y eran expertos en tergiversar cualquier gesto, cualquiermirada,cualquiermovimiento.Nodejabadeserunaextranjera yPetertambién,yaquellopodíadarlugaramalasinterpretaciones.Pero lanecesidadapremiabamásqueelmiedo. Undíatuvounaurgenciamédica,algonofuncionababienensuboca. Desde hacía días llevaba notando un fuerte dolor de muelas. Resultó ser unaseverainfecciónaraízdeunamalapraxisdeundentistaalquehabía acudido unos meses antes. Peter le ofreció que la viera un odontólogo americano,queendosvisitassolventóelproblema.Seloagradeciócon nuevas misivas de cortesía y con un café cerca del edificio de la calle Vesin,queacogíaalasdistintasdelegacionesdelasmisionesextranjeras. No quería engañar a nadie, ni jugar con los sentimientos de un hombre buenoygenerosoquesemostrabaentodomomentodispuestoaayudarla. Sin embargo, ella no podía sentir la reciprocidad requerida en aquel sentimiento.Nuncaledioesperanzasdenada.Sucorazónseguíaocupado porlamismapersonadesdehacíamásdeveinteañosyestabaconvencida dequecontinuaríasiendoasíelrestodesuvida.Perotampocopodíaherir alhombrequetangentilsemostrabaconella,aunquesoloevitarahacerlo porpurointerés,mirandoelbienestardesushijos.Noestabadispuestaa hacer nada que no sintiera, pero pensó que no iba a hacer daño a nadie manteniendo con él una prudente relación de amistad. Lo que cada uno pudierainterpretarensuimaginaciónyanoeraproblemasuyo.Almenos nolofuehastaquePetertuvoqueregresarasupaís.Nuncaselodijoa Lina,perointentóarreglaralgunostrámitesburocráticosparasacarlade allí. Le resultó imposible, siempre se encontraba con demasiados problemas. En cuanto decía su nombre se topaba con un muro infranqueable incapaz de superar, aunque hubiera traído más de cuatro millones de dólares en ayuda humanitaria. Lina no supo valorar lo que tenía con aquel hombre hasta que el americano desapareció de su vida. Duranteunosmeseslogróhacérselamuchomásfácil. 25 ElcontactoentreLinaySerguéiselimitabaadosotrescartasanuales y solo cuando tenían que pedirse o reprocharse algo. Los escritos de ProkófieverantanfríosyfaltosdealmaqueLinallegóapensarqueera Mira quien los escribía. Además, su caligrafía se había vuelto extraña, diferente,comosisupulsoestuvieraenfermo.Pedíacosasabsurdas,como queleenviaraungorrodepielquesehabíaolvidadoencasa,unparde zapatos viejos o un traje oscuro. A veces las peticiones irritaban tanto a Lina que terminaba rompiendo en mil pedazos la carta, aunque luego tuviera que arrodillarse sobre el suelo e intentar unir de nuevo los fragmentos. Algunas de las prendas de vestir le hacían más falta a sus hijos y en varias ocasiones se negó a enviárselas. «Comprendo que desatiendasatushijos,quelosabandones,peroquelesquierasdejarsin ropadeabrigoesvergonzoso.¿Quéserálopróximo?¿Dejarlosdesnudos enlacalle?».Difícilmenterecibíarespuestaaesosescritostanencendidos. Tampoco lo esperaba. Y no obstante, a los pocos meses llegaba alguna carta dirigida a sus hijos, sin hacer referencia a la última reprimenda manuscritadesumadre,diciéndolesquelosechabademenos,queestaba deseando ver las pinturas de Oleg y jugar una partida de ajedrez con Sviatoslav. En las cartas que enviaba a sus hijos siempre terminaba mandando un abrazo para Lina y les instaba a cuidarla. Esa mención le suponíaunabrazocálidoporqueintuíaenellamuchascosasquenoveía escritas pero que sin embargo sentía. Por eso estaba convencida de que habíamisivasqueescribíalapropiaMira,esasenlasquetansolopedía cosasynisiquierapreguntabaporelestadodesufamilia. ElteléfonosonabapocoenlaviviendadelacalleChkalovy,cuandolo hacía, era para comunicar alguna mala noticia. Aquella tarde no fue una excepción. Fue Sviatoslav el encargado de contestar. «Nikolái Rádlov ha muerto»,lecomunicóasumadre,quientansolopudorepetirsunombre mientrasperdíasumiradaenunpuntoindeterminadodelaestancia,como sienélseabrieraunaventanaalpasado.«Nikolái».Convencióasuhijo de que debía ir al velatorio en la sala de exposiciones de la Unión de Pintores de Moscú. «Ve. Seguramente tu padre estará allí. Yo, mejor, me quedoencasa». Alllegarallugar,eljovennoencontróasuprogenitoryleextrañósu ausencia, porque alguien le aseguró que estaba en la ciudad y que se alojabaenelHotelNacional.ASviatoslavledecepcionóescucharaquello. Estaba en Moscú y ni siquiera les había llamado. Eran sus hijos. Si no quería tener contacto con su madre, podría entenderlo o al menos intentarlo.Peroellos¿quéculpateníandequelascosasentresuspadres no hubieran funcionado? Llamó furioso a su madre, que prefirió tranquilizarle. «No le culpes. Ya sabes cómo es tu padre. Tampoco debe resultar fácil para él. Llámale al hotel y dile que vaya a despedir a su amigo». De nada sirvieron las protestas del hijo mayor, que terminó haciendoloquesumadrelehabíaencomendado.Alospocosminutosle vio entrar en la sala de exposiciones de la Unión de Pintores. Le costó reconocerle.Parecíamayor,cansado,visiblementedesmejorado.Vestíaun trajeraídoqueleveníagrande,lejosdelaeleganciadelostrajesdetres piezasquesolíallevarcuandoestabaconsumadre.Lecostabacaminary suexpresióneraladeunenfermoqueintuíasufuturo.Sesituódepieante el féretro de su amigo muerto y así permaneció durante más de veinte minutos, inmóvil, con la mirada fija en el cuerpo de su antiguo colaborador y colega durante tantos años. Estaba como ausente, con la mirada perdida, con una actitud confusa e indolente. Por un momento le entristecióqueaquellaafligidafigurafueranosolosupadre,sinoelgran Prokófiev.Prefiriópensarquelamuertedesuamigolehabíaconsternado ysesintiómejorconaquellamentiraelaborada.Noseatrevióaacercarse aél.Lehubiesegustadoabrazarle,hablarconéldespuésdecasidosaños sinverse.Peronosintióquefueraunabuenaideaparaningunodelosdos. Algoparecidoestabaexperimentandosumadreenelexteriordelasala de exposiciones, disimulando su presencia entre árboles, coches y edificios. Lina se había atrevido a acercarse al lugar que acogía el velatorio,peroteníaclaroquenoaccederíaalasinstalaciones.Noquería ser vista. Solo necesitaba ver a Serguéi, observarle aunque fuera en la distancia.Queríasabercómoestaba,quéaspectoteníaysilassospechas dequealgolesucedíaviendosuescrituraestremecidateníanalgoquever consuestadofísico.Pensóensucorazón,ensutensióndemasiadodadaa peligrososaltibajos,ensusdoloresdecabezaysusproblemasdeespalda. Se preguntaba si Mira le daría las friegas de alcohol de romero que le daba ella con verdadera devoción por todo el cuerpo, o si le prepararía unagenerosatazadechocolatecalienteparacalmarsusmigrañas.Seguía preocupándoseporél,resultaríaabsurdo,peroasíera.Yaquellainquietud porsuestadodesaludlereconfortabaporquelehacíasentirsemáscerca deél.Aguantóelfríodevariosgradosbajoceroreinanteenlacallehasta que le vio entrar. Apenas pudo contener un quejido cuando le vio. Cabizbajo, subyugado, triste. Una sombra encogida y apocada que caminaba despacio sin observar el mundo que se abría alrededor. Desde quesehabíatrasladadoalCáucasosucreaciónartísticarenqueaba. Linanoquisobuscarexcusasenlapocoprolíficayaúnmenoslaureada composición musical de Prokófiev durante sus años en el Cáucaso. Aquellaimagendepauperadadebíadeberseaalgomásquealfracasode sus obras. Sabía que le estaban presionando, que le estaban obligando a componer obras que él no quería pero debía hacer. En el fondo quería convencersedequeeraasíyqueelhechodenoestarasuladoteníaalgo que ver en su bajón, tanto artístico como personal. «No puede ser. Es imposiblequeseaél.¿Peroquéteestánhaciendo,miamor?». Nofueconscientedesiaquelpensamientohabíasidopronunciadoenel interiordesucabezaosilohabíaproferidoenvozalta.Loquesíescuchó contotalnitidezfueunavozasuespalda. —¿Lina?¿EresLinaProkófiev? Al girarse distinguió a una mujer cuyo rostro se escondía entre sus recuerdos y, sin embargo, no lograba encontrar su nombre. La conocía, estabasegura. —¿Noteacuerdasdemí?SoyVarvara,VarvaraMassalitinova. EnseguidaelrostrodeLinaseiluminó.Sumentelaubicórápidamente enunaépocaanteriordesuvida.Eraunadelasactricesmásconocidasde la escena rusa de hacía unos años. La había conocido en el rodaje de la películaAleksanderNevskiycoincidióconellaenelestreno.Siemprele había caído bien aquella mujer. Y no solo porque alabara continuamente subellezaysuglamur,sinoporqueerahonesta,directaynosolíacallarse lo que pensaba. Siempre pensó que debía de tener unos contactos muy importantesparaqueloquedecíanuncatuvieraconsecuencias,comoles sucedíaaotraspersonas. —Varvara, pero ¡qué alegría! ¿Qué haces aquí? —Las dos mujeres se abrazaron en mitad de la calle. Realmente se alegraban de verse—. ¿Cuánto tiempo hace? ¿Tres, cuatro años? No sabía ni que estuvieras en Moscú. —Claro que estoy en Moscú, como tú. Solo las ratas abandonan el barco cuando… Pero mírate, estás preciosa —le dijo mientras se esmerabaenelabrazo—.MeenterédelodeSerguéi.—Lasolamención del comentario ensombreció tenuemente el semblante de Lina—. Perdóname,noqueríaentristecerte.Estansoloque…¡Hombres!Quémás se puede decir. Pero es que en este caso se puede decir tan poco… —El comentariohizoreíraLinaalentenderquesereferíaalnuloencantode Mira, especialmente si se comparaba con ella. Era una observación muy extendidaqueellaagradecía,peroquerealmenteleservíadepocoviendo eldevenirdelosacontecimientos.SerguéiestabaconMiraynoconella. Miró a Varvara sin poder dejar de sonreír. Ahora la recordaba con mayorclaridad.Siemprelahacíareírconsusocurrenciasynohabíadía que no alabara su elegancia. «Se supone que la actriz soy yo. Y sin embargo, mírate —le decía—, eclipsas a cualquiera. Voy a pedirle seriamente a Prokófiev que deje a su mujer en casa, al menos en los estrenos.Noterías,piensoimponerloporcontrato». —¿Qué hacemos en la calle? Ven a mi casa. Tenemos mucho de qué hablar. —¿Ahora? —preguntó, como si en su agenda apareciera un recital de citas ineludibles—. No sé si puedo. Tengo que estar pronto en casa. Mis hijosymistraducciones…—Linacomenzabaapensarqueeraunabuena ocasiónparaaceptarelamableofrecimientodeVarvara.Habíaidohasta allísoloconlaintencióndeveraSerguéi,nisiquieraSviatoslavlosabíay no le gustaría que su presencia fuera descubierta. Entendió que irse con Varvaraeraunabuenaopciónparaqueesonoocurriera. —Que esperen —le dijo el torbellino Massalitinova, agarrándola del brazoyhaciéndolasubirasucoche—.Tenemostantodeloquehablar. No fue la primera vez que se vieron. Incluso organizaron comidas y cenasencasadelaactriz,alasqueinvitótambiénaSviatoslavyaOleg. En casa de Varvara nunca faltaba buena y abundante comida ni vino ni mucho menos conversación. Y Lina era una experta en conversaciones tantoomásquelagenerosaanfitrionaenllenardemanjareslamesa.Su paladarrecobróelsentidodelgustocuandoelsabordelcaviarfríosobre losbliniscalientesvolvióarozarsuboca. Notardómuchoencomprobarnuevamenteunaregladeorograbadaa fuego en el inconsciente soviético según la cual cuando todo parece ir bien es cuando las cosas empiezan a complicarse. A Lina le despertó el ataquedetosdeOlegamedianoche.Conformeseacercabaalahabitación de su hijo menor escuchaba cómo su respiración presentaba un ritmo discontinuo,herido,jadeante,comosilefaltaraelaire.Teníadificultades paratragar,tiritabadefríoapesardequealtomarlelatemperaturapudo comprobar que presentaba un cuadro de fiebre muy alta. Llamó a Sviatoslav, que compartió el diagnóstico de su madre sobre la gravedad delestadodesuhermano.Notardaronenaparecerlosvómitosyeldolor abdominal. Aquellos síntomas ya los había visto antes, aunque en menor medida,ensuhijomayorcuandocayóenfermopordisenteríahacíaalgo másdeunaño.Intentófrenarloconremedioscaserosabasedezumode limón mezclado con huevo, miel y sal, ante la dificultad de encontrar medicinas o acudir a un hospital. Finalmente consiguió una plaza en un sanatoriodeGagra,cercanoalmarNegro,dondelograronqueeljoven se restableciera, según contaba Sviatoslav, con una buena alimentación y laestimulacióndelapetitoabasedevodka. MientrasLinamaquinabaensupensamientocómoactuarysobretodoa quién acudir, intentaba bajarle la fiebre colocando compresas frías en la frente, en las muñecas y en los tobillos de Oleg. Pero nada parecía funcionar. Sviatoslav propuso meterle en una bañera de agua fría. Algo parecido habían hecho con él cuando fue ingresado en el hospital de Gagra. Lina sabía a lo que se enfrentaba. Oleg estaba infectado de disentería, una dolorosa y grave afección que se traducía en una severa inflamacióndelintestinoprovocadaseguramenteporlaingestadealgún alimentoenmalestado.Yconocíaperfectamentequesinoeratratadade manera urgente y correctamente, podía provocar la muerte. Su hijo necesitabaserrehidratadoynosoloporvíaoral,sinoespecialmentepor víaintravenosaytambiénrequeríauntratamientoconpenicilina.Nohabía queserunexpertoparaentenderlo,habíavistodemasiadoscasos,incluso en su propio edificio. Solo rogaba para que no fuera tifus. Había que hospitalizarle, pero ¿cómo? No era algo que pudiera hacerse con facilidad, requería mucho dinero, muchos contactos y muchos favores. MaldijoquePeteryanoestuvieraenMoscúparapoderayudarla.Hubiera hecho lo que hubiese sido necesario para conseguir que ingresaran a Oleg. Pero aquello era imposible y debía pensar rápidamente en otras posibilidades. No dudó en coger el teléfono y llamar a Serguéi. No le importaron las horas intempestivas, ni que su llamada le molestara en plena madrugada ni siquiera le preocupó la posible respuesta de Mira. Cuando al fin le tuvo al teléfono, no escatimó en el empleo de un vocabulario duro. «Tu hijo se muere. Necesito que reacciones ahora y dejesdeesconderteenelcaparazónenelqueestás.Sinolohaces,notelo perdonaréenlavida.Ytútampocoloharás».Porelsilencioqueencontró petrificado al otro lado del hilo telefónico, temió no haber sido lo suficientementeclara.Asíquedecidióserlo.«Escúchamebien,soycapaz deirandandohastaAlmaAtaparamatarteconmispropiasmanossino haces lo que se supone que un padre debe hacer, aunque eso le haga terminar con sus huesos en Siberia. ¿Entiendes ahora lo que quiero decirte?». A las pocas horas Oleg ingresaba en el Hospital del Kremlin con un ritmo cardiaco comprometidamente deficiente y una inflamación severa de sus tejidos internos. El resultado de los análisis evidenciaba que se habíainfectadoporelconsumodelechecontaminada,loquehizosentirse a Lina aún peor por entender que era culpa suya al haber comprado la lechedondesupresupuestolepermitía.«Sihubieravendidoesasmalditas partituras, si las hubiera vendido», se castigaba sin piedad ante la reprensióndeSviatoslav,queinsistíaenloabsurdodeaquelsentimiento deculpa. Elsangradoeracontinuoylasdiarreascomplicabanalcanzarunestado estacionariodelpaciente.Losmédicosnoeranoptimistas,perohabíaque esperaraverlareaccióndelcuerpodeOlegaltratamiento. NuncasuposifuelamediacióndeSerguéioladelrestodelosamigos a los que llamó con la urgencia desgarrada en la voz. Ni siquiera recordabaatodosalosquellamóaquellaaciaganoche.Estabadispuestaa presentarseeneldomiciliodelministrodeAsuntosExteriores,Viacheslav Molotov,aquiennodudaríaenrogarquehicieraloquefueranecesario para salvar a su hijo, cuando de repente sonó el teléfono. Una voz desconocidaleindicabaqueacudierainmediatamentealHospitalKremlin. Asílohizo.Sviatoslavlepreguntósisupadrepensabapresentarseenel centrohospitalario.«Mebastaconquepaguelasfacturas»,lerespondiósu madre.Lohizo.Mandótresmilrublosparalosgastoshospitalarios.Lina siempre esperó que en cualquier momento Serguéi entrara por la puerta del hospital. Pero eso nunca sucedió. Tampoco lo hizo cuando, ya recuperadoOleg,ellatuvoqueseringresadadespuésdeundesmayoque ocultaba una dolencia aún más grave que la de su hijo. Apenas pudo afrontar el dictamen que salía de los labios del mismo doctor que había tratado a Oleg. «Tiene usted tifus, seguramente transmitido por piojos, comomediaciudad».Laligerezaconlaqueelfacultativolecomunicóel diagnóstico no casaba con su particular interpretación de aquellas palabras, que apuntaba a una condena a muerte. Cuando se le estaba cayendoelmundoencima,unavezmás,recibióotrodiagnóstico,alque decidióagarrarseaunquesolofueraporpurointerés.«Loqueustedtiene esunainfecciónrespiratoriasevera,unaneumoníaensupulmónderecho. Nadaqueunbuentratamientodeantibióticosyunabuenaalimentaciónno pueda curar. Tranquilícese, señora Prokófiev. Está en buenas manos». Aquellaspalabrasyaqueltratamientoyaconsiguierontranquilizarlatanto comouncócteldevitaminas.Sabíanquiénerayajuzgarporeltonodela doctora, eso le despertaba cierta admiración. Luego supo que Varvara había contactado con aquella amable doctora y que incluso se había preocupadodesushijoseltiempoqueellaestuvoingresada.Nofueuna experienciafácil.Apesardelosexcelentescuidadosqueleprofesaron,ya que la alimentaban como solo lo hacían con las mujeres embarazadas, incluyendo en su dieta huevos cocidos y una generosa ración de gachas por la mañana, la fiebre complicó su recuperación y la envolvió en episodiosdedelirio,fuertesconvulsionesyalucinaciones.Linaseagitaba violentamente porque aseguraba ver cómo las enfermeras les quitaban comidaaunosniñosqueaguardabanlallegadadesumadreycómoestos lloraban de hambre y de abandono. La doctora tranquilizó a Sviatoslav. «Esalgonormal.Lafiebrehacequeseproduzcaunaalteracióndellóbulo temporaldelcerebrodondeguardamoslosrecuerdos,lasimágenes,parte denuestramemoria,yempecemosaescucharyversonidosyobjetosque noexisten,quesoloestánennuestrocerebro».Tardóalgomásdeunmes en recuperarse. Lo primero que le preguntó a Sviatoslav el día que le dieron el alta fue si su padre estaba al corriente. «Le llamé yo para contárselo.Mandóuntelegrama»,dijomientrasleentregabauntrozode papeldobladohastaelextremo.Eraeltelegrama.«Cuidademamá».Tres palabras. Lina le observó durante unos instantes. No hizo falta preguntar más.Consiguióentenderseconsuhijoatravésdelamiradaconlamisma precisiónquelohizoconSerguéi. Tras el éxito del Ejército Rojo sobre las tropas alemanas de Hitler y sus aliados del Eje en la batalla de Stalingrado entre agosto de 1942 y febrerode1943yenlabatalladeKurskenelveranode1943,lamoralde lossoviéticossevioreforzada.Ynosoloenelfrente,sinoentodoelpaís, especialmente en las grandes ciudades como Leningrado, Moscú y por supuestoStalingrado,quesehabíaganadoapulsoelapelativodeCiudad Heroica,alrepelerelataquealemán,cuyastropassevieronsuperadaspor laférrearesistenciadelaciudad,queencontróunosaliadosperfectosen elintensofríoyenelhambre,queterminaronpordefenestrarlafortaleza militar germana. El miedo y la incertidumbre se fueron relajando a medida que el fantasma de la entrada de los alemanes en Moscú fue desapareciendo del imaginario moscovita. Algunos se mostraron decepcionadoscomoelpropioDerzhanovski,eleditordelapublicación MusikayunodelosprimerosguíasdeLinaenMoscú,conquiensiguió manteniendouncontactocontinuado,yque,sinabandonarelbuenhumor quecaracterizabasusconversaciones,vaticinabaquecuandoentraranlos alemanesenlacapital,«losnobleslevantaremoscabeza».Linasiemprele contestabaconunasonrisamientrasinsistíaenquelosalemanessiempre habían sido personas educadas y civilizadas. Tampoco mentía. Siempre habíatenidoalpuebloalemánenmuyaltaconsideración. Poco a poco, la ciudad fue recuperando algunos aspectos de su vida normal, sin olvidar que el mundo estaba en guerra. Pero los teatros reanudaron su actividad cultural, los conciertos volvieron a engrosar la cartelera con parecida intensidad a la mostrada dos años atrás y los estrenosreanudaronsuespírituagitadordelalmasoviética.Linatambién participó de aquella revitalización en la que no dejaba de ver una nueva oportunidad para sus ansias de huida. Desempolvó sus mejores galas, volvió a arreglarse para acudir a los estrenos a los que seguían invitándola en su condición de mujer de Prokófiev. Las medias de seda volvieron a vestir sus piernas, los tacones reaparecieron en su pies para elevar y estilizar su cuerpo, la seda y el encaje retornaron a su piel y el maquillaje regresó a su rostro de una manera perfectamente esculpida, aunque para ello y debido a la escasez de productos tuviera que echar manodesucapacidaddeimprovisaciónyrecurriralbetúndeloszapatos comoespontáneorímel,atriturarlospétalosderosasparadarcolorasus labiosoaintroducirjironesdetelaenlospososdelvinotintoparalograr unapastaqueiluminarasusmejillasamododecolorete.Linahabíavuelto y no fue la única. Pronto le llegaron noticias de que Serguéi había regresado de su retiro en Alma Ata y se había asentado en Moscú. Se hospedabajuntoaMiraenvarioshotelesdelaciudad,comoelMetropol, elMoskva,elNacionaloelSavoy,aunquenoconseguíasentirsecómodo parapodercomponer.Nolegustabalavidaenloshoteles,noencontraba elcalornilacomodidaddelhogar,latranquilidad,lasensacióndeanclaje emocionalquenecesitabayquesiemprehabíatenido. Desde que había vuelto a la capital soviética se negó a verla, a tener ningún contacto con ella o con sus hijos. Se cerró en banda. Le hacían sentir incómodo e intentaba suplir esa falta de contacto con el envío de chocolate.Cadavezquerecibíanunadeesascajas,Linaponíalosojosen blancoynegabaconlacabeza.«Estehombrenoestábiendelacabeza». Sinembargo,prefirióinterpretaraquellanegacióncomounamuestrade debilidaddeSerguéi,entendiendoquequizásenegabaaverlaporsiaquel encuentro le hacía recapacitar, replantearse la situación y volver a casa. Seguíaconservandolacertezadequealgúndíavolveríaasuladoyella estaría dispuesta a perdonarle todo. Lo había pensado mil veces. Había imaginado la escena en su cabeza. Estaba dispuesta a tragarse los reproches, los llantos y el dolor que le había causado su abandono si le veíaentrarnuevamenteporlapuertaconlamaletaensusmanos.Poreso también hacía todo lo posible para acudir a las diversas recepciones, fiestasyalosestrenosqueseorganizabanenMoscú,paraasegurarsede que él la viera y fuera consciente de su gran error. Así lo hizo cuando recibiólainvitaciónparaunarecepciónmuyespecialquesecelebraríaen laembajadafrancesayquecontaríaconlapresenciadelgeneralCharles de Gaulle, el líder de la Francia libre, cuatro meses después de la liberacióndeParís,conlaentradadelosaliadosenlacapitalenagostode 1944. Europa todavía hablaba de la gesta francesa, consecuencia del desembarcodeNormandía,quehabíasupuestounnuevovarapaloparalos tropasalemanas.Otromás,unidoalahumillaciónvividaenStalingrado. Mientrasesperabasuturnoparasaludaralinvitadodehonor,aLinale impresionóelfísicodelgeneralDeGaulle.Noesperabaquefueratanalto. Le dio la sensación de que su espalda no se doblaba nunca. Siempre tan recto, tan serio, pero cuando le tuvo delante se mostró galantemente cercanoyamable.DudósienlasconversacionesquemantuvoconStalin durantesuvisitaalaUniónSoviéticapresumiríadelmismotalante. —Acabodeverasumaridohaceunosminutos—dijoamablementeel general francés—. Ya le he dicho que no tarden mucho en hacernos una visita.Estamosdeseandovolveraescucharsumúsica. —No menos de lo que yo deseo volver a su país, general. Nada me gustaríamás. —Laesperamosansiosos,señoraProkófiev. —No veo el día de poder caminar de nuevo por Montparnasse o de contemplarelSena. —No tema. Ni tampoco desespere. La vida cambia en un segundo. Mírenosalosfranceses,hemospasadodequeelmundonosvieracomo colaboradoresdelosnazisaseramigosysociosdelosaliados. Linaagradeciólaspalabrasysonriódemaneracómplice. —Nosabeloquecelebrélaliberacióndesupaís.Allípasélosmejores añosdemivida. —Ledebemosmuchoaunpuñadodeespañoles.—DeGaulleseacercó aellaparahablarledemaneracómplicealoído—:¿Sabequelosprimeros enliberarParísfueronungrupoderepublicanosespañolesqueformaban la Segunda División Blindada de la Francia Libre al mando del general Leclerc?Peronolocuentemucho,novayaaserquenosquitenelmérito alosfranceses.¡Conloquenoshacostadoconseguirlo! Lina disfrutó de la velada departiendo con amigos y conocidos, casi todos extranjeros. Tenía grandes amigos en las embajadas británica, francesa y estadounidense y solía verse con ciudadanos europeos que vivían en Moscú, como algunos periodistas de la publicación semanal British Ally. Esas compañías le hacían sentirse viva y mantener la esperanzadedarconlaspersonasadecuadasquepudieranarreglarlelos papeles necesarios para abandonar la Unión Soviética. En esa misma recepciónseencontróaunadelasmujeresconlasquequedabaamenudo. Era Anna Holdcroft, una funcionaria del Ministerio de Información británico. Se habían conocido gracias a unas traducciones que Lina le ayudó a hacer. Ella también era intérprete, pero su conocimiento no abarcabaladiversidaddeidiomasqueteníalaespañola,quiensemostró encantadadepoderecharleunamano.Desdeentoncessolíanquedarpara charlar y conversar de muchos temas, especialmente de música y literatura.NoerafácilparaAnnaencontrarenMoscúaalguienconquien pudiera mantener una conversación fluida en inglés sobre William Shakespeare,GioachinoRossinioFranciscodeGoya. EnunmomentodelaveladasecruzóconlamiradaazuladadeSerguéi, quien rápidamente decidió esquivarla. No entendía esa cerrazón por evitarla, así que decidió ser ella la que pusiera fin a aquel sinsentido. Tenían dos hijos en común, habían sido pareja durante dos décadas, no habíaningúnmotivoparacomportarsecomoniños.Seacercóaélconla misma firmeza con la que solía enfrentarse a la vida, de frente, sin tribulacionesyconelvalorqueaéllefaltaba. —¿Porquémeesquivas?¿Tanavergonzadoestásdeloquehashecho quenopuedesnimirarmealacara? —Supongoqueporlamismarazónquetúteempeñasennosacardesu erroratodoelqueseteacercallamándoteseñoraProkófiev. —Queyosepa,seguimossiendounmatrimonio,aunqueatisetehaya olvidado.Esoyquetienesdoshijos. —Ya no eres la señora Prokófiev —le dijo, retándola con la mirada, quesostuvosobreelladurantevariossegundos.Porunmomentonosupo si quería besarla o abofetearla, arrastrarla por el suelo o cogerla en brazosyllevárselalejosdeallí—.Estoyconotramujer.Estoyenamorado de ella. Ya no te quiero, Lina. Cuanto antes lo entiendas será mejor para todos. —Nunca has sabido mentir. Te aletea la nariz y te tiembla el ojo izquierdo. —¿Porquéhasvenidoaestafiesta? —Porque me han invitado y soy una mujer educada, no como lo que tienesencasa.DeberíasexplicarlequehastaelpropioStalinsehareunido con De Gaulle. A ella no le va a salir urticaria por darle la mano a un francés,aunqueloúnicoquetengarojosealasangre. —Lainvitacióneraparamíyparamiseñora. —Poresoestoyaquí.Porquealmenoslosquemandanlasinvitaciones lotienenclaro.—EralaprimeravezqueescuchabaaSerguéireferirsea Miracomosumujerynopudoevitarqueledoliera.Sintióunapunzadaen elcorazónydecidióalejarsedeélporquenosabíasipodríacontenerlas lágrimas. Pero al intentar hacerlo, la retuvo del brazo, tiró de ella y la llevó a un rincón más discreto, entre unas columnas que convertían el lugar en un ángulo muerto para la visión del resto de invitados a la recepción. —Tienesquedejardeveniralasembajadas.Teexponesdemasiado— ledijomientrascontemplabaelgestodehartazgodeLina,queempezabaa cansarsedeescucharsiemprelomismo. —¿Yquiéntecreestúparahablarmeasí? —¡Soytumarido!—dijo,levantandolavozmientrasintentabacontener las palabras entre sus dientes, olvidando todo lo que acababa de decirle conlamiradainyectadaensangre. —¿Ahoraeresmimarido?Tenotomuyvolubledesdequetedieronla ordendelabanderarojadeltrabajo.—Serguéiparecióextrañarsedeque Lina siguiera de cerca su carrera. Y no pudo evitar sentir un amago de orgullo. —No seas estúpida. Eres demasiado confiada. Ese ha sido siempre tu principalproblema. —Ytantoquelohasido.Confiéenticuandomepedistequeesperaraun pocomás,quetúmesacaríasdeaquíymellevaríasdevueltaaParís.Por nomencionarelhechodequemejurastequejamáspodríasvivirsinmí.Y míranos,Serguéi.Miracómoestamos. Prokófievsoltóasumujerdelbrazo,peropermanecióanteella.Estaba hermosa y tan brava como siempre. Le resultaba difícil sostenerle la mirada,peroloconsiguióalmenosduranteunosinstantes,hastaquebajó la vista para contemplar el vestido. Se dio cuenta de que era uno de sus favoritos.SelohabíacompradoélmismoenParís,enunatiendadelarue Madeleine.Siemprelegustócómolesentabaelazulcobaltoasumujery cuando la seda conseguía tener esa caída sobre el cuerpo, aún más. Sus ojosrecorrieroneltupidoencajenegroquedelineabasuescote,dibujaba la cintura y marcaba los puños de la manga a la altura de las muñecas. Aunquelecostóentenderlo,sabíaquesehabíavestidoespecialmentepara élynoparalarecepciónconelgeneralDeGaulle.Laodióylaamósin saberporquéextremodecidirse. —Solotedigoqueseasprudente. —Dimequeeresfelizydesaparecerédetuvida.Telojuro—dijocon undolorenelpechoalserconscientedealoquesearriesgabaconese órdago—.Perodímelomirándomealosojos. —Cállate —contestó, sin mirarla, en un tono brusco—. Siempre estás conlomismo.Resultatremendamenteridículo. —Dímelo,Serguéi,ymeiré.Notelopuedoponermásfácil—insistió. Por un momento pensó que se lo diría, o que quizá terminaría reconociendolocontrario.Laesperalaestabamatando. —Dejadeiralasembajadas.Dejadeverteconextranjeros.Quédateen casaynodesquehablar. —No,Serguéi.Yanotienesningúnpodersobremí.Nopuedespararme, nitúnitusamigos.Soylibre.¿Recuerdasloquesignificaesapalabra? —Tearrepentirásdeelloynopodréhacernada. —Nuncahaspodidohacernada. Alintentarmarcharse,Serguéiladetuvonuevamentedelamuñecayla atrajo hacia él. Se quedaron cara a cara, apenas unos centímetros los separaban. —Eslaúltimavezquehablamos.Noquierovertenuncamás.Yteestoy mirando a los ojos. —Por primera vez, la vehemencia de Serguéi la asustó,parecíafueradesí—.Quieroquesepasquecadabesoquetedime hace sentir como un adúltero por traicionar a mi verdadero amor, Mira Mendelson.Ahoralosé.Mividahaestadovacíadesentidohastaquellegó ellaylallenó.Soloahoraentiendoloestérilquehasidomiexistenciamás alládemitrabajo.¿Tevaleconesoparadesaparecerdemivida? Linaleviomarcharnosolodesuladosinodelaembajada,delaque salió precipitadamente y sin despedirse de nadie. Necesitó unos cuantos minutos para recuperarse de lo que acababa de escuchar. En ese breve espacio temporal en el que se meció como una sonámbula solo pudo recordar las palabras que un crítico musical, Leonid Sabaneiev, escribió en el diario ruso Las Noticias de la Temporada en diciembre de 1916 sobre Serguéi Prokófiev y que lograron enfurecerle: «Prokófiev solo demuestra tener alma sobre las teclas. El resto del tiempo su alma es de piedra». Cuandollegóalhotel,Serguéiestabafurioso,fueradesí.Elencuentro con Lina había conseguido descomponer su fabricado y cómodo equilibrio,suconcienciatranquila,suvidasinsobresaltos.Habíavueltoa verla y eso le había alterado más de lo que pensaba. Su cabeza volvía a martillearle con salvajes contradicciones que le empujaban a un agujero negro al que no quería regresar. Necesitaba recuperar el control, la armonía perdida al tenerla de nuevo ante sí. Al día siguiente comenzó a pedir a su familia que le devolvieran algunos de sus objetos personales comolibros,ropa,grabaciones,cuadernos.Inclusollegóasolicitarropa decamayelescritoriosobreelquesolíacomponercuandoestabaencasa. FueFrosialaencargadadeacercarlealhotellaspertenenciasquehabía pedido.Ynolohizodebuenagana. —Olvídese del escritorio. Sus hijos tendrán que estudiar y trabajar sobre algún mueble. ¿O quiere que lo hagan en el suelo? —La voz de Frosiasonabaseria—.YsientonopoderletraerelFordazul,aunqueno melohayapedido.SeleadelantaronsusamigosdelNKVD.Linaintentó portodoslosmediosquenolohicieran,perocomoyoledije,«Sinose lo llevan ellos, vendrá Prokófiev, así que mejor que se entiendan entre ellos,quesoniguales»—dijo,siendomuyconscientedeltonoutilizadoy delagravedadqueencerrabasuinsinuación. —Notieneningúnderechoahablarmeasí. —¿Pero no me dijo que era el ángel de la guarda de su familia? ¿O también sobre esto ha cambiado de opinión? Además, tengo el mismo derecho que le asiste a usted al abandonar a su familia y pretender requisarlelopocoquelequeda,loquehandefendidoconuñasydientes mientras usted y… —no se calló por decoro sino para inclinar ligeramente su cabeza y observar la presencia de Mira al final de la habitación—…comoquieraquesellame. —Yabasta.Nolevoyapermitir… —Usted ya no tiene ninguna autoridad para permitirme o dejarme de permitir nada. Tome —dijo, dejando sobre el suelo dos bolsas con sus pertenencias—.Unacosalevoyadecir:sipretenderecuperarelpianoy quierequeyoselotraiga,mejorvayapensandoenotracosa. —No pensaba pedirle el piano a Lina. Prefiero que se lo quede ella, paraquepuedaensayar…—replicó,comosisesintieraculpabledepedir loqueerasuyo. —Cuánta generosidad por su parte. —Frosia continuó con su ironía y no pensaba abandonarla. Había esperado ese momento más de tres años paradecirleloquepensaba—.Mealegro,porquetambiénselollevaron, aunqueLinalorecuperóhaceunpardesemanas.Yavecómoeslavida, ellarecuperandocosasyustedperdiéndolas. —¿Siguecantando?—preguntóSerguéi,entretímidoypreocupadopor sialguienenelinteriordelahabitaciónpudieraoírle. —Y digo yo, ¿no será mejor que se lo pregunte a ella? —respondió, convencida de no tener edad para soportar esos juegos de adolescentes. Sin embargo, lo hizo—: Sí. Sigue cantando. Y muy bien, por cierto. ¿Es todo?—AlrecibirunatímidainclinacióndecabezaporpartedeSerguéi, sediomediavueltay,despuésdedarunoslacónicosbuenosdías,inicióel caminoderegreso. —¡Frosia!—Lallamadaladetuvoylaobligóavolversobresuspasos. Duranteunossegundossequedaronmirándosehastaquelamujerledijo que si quería algo lo pidiera, porque, de lo contrario, tenía mucho que hacer.Serguéientróensuhabitaciónsincerrarlapuerta,abrióuncajón delacómodayextrajounsobrequetendióasuantiguaamadellaves—. ¿Leimportaríadarlesestoamishijos?Sonunasentradasparaelestreno delaSinfoníanº5enelgranconservatoriodeMoscú. —¿Asushijos?—preguntóFrosia,convencidadequeladestinatariade aquellas invitaciones era otra. Pero optó por seguir el cauce de la conversación—.Nosepreocupe.Asíloharé. CuandosupoqueyanoestabaenelpuntodemiradeSerguéi,abrióel sobre.Contabilizótresentradas.Enelfondo,sonrió.«Oselehaolvidado quetienedoshijosynotres,quetodopuedeser,oloquequiereesque vaya usted», le dijo a Lina nada más llegar a casa. Después de mucho tiempo,volvióaveresaluzespecialenlosojosdelaseñoraProkófiev, talycomoellaseguíallamándola,aligualqueelrestodelmundo,apesar delosesfuerzosdeSerguéipordarsusitioaMira. Lina rezó para que los milagros existieran, aunque no se prodigaran muchoenlosúltimostiempos. El destino quiso que el estreno de la nueva obra de Prokófiev coincidiera con una gran victoria del Ejército Rojo el 13 de enero de 1945. De hecho, se vio obligado a retrasar el comienzo de su concierto unos minutos hasta que el tañer de las campanas celebrando la victoria cesó. Esperó pacientemente en mitad del escenario hasta que se hizo el silencio.Linacogiólamanodesushijos,comohicieraconSerguéiantes de cada estreno, ejerciendo una ligera presión sobre ellas. Y los dos le devolvieron el apretón. Sviatoslav se sintió por primera vez en mucho tiempoorgullosodesupadre.Verleallí,vestidoelegantementeconaquel frac, recuperando la imagen que siempre tuvo de él, de sus noches de estreno saliendo de casa y regresando horas más tarde entre susurros y risas con su madre para no despertarlos, viendo cómo sus brazos se movíanpautandolamúsicaquesalíadelosinstrumentosygobernandoel sentimiento que afloraba en todos los presentes, le hizo sentirse plenamentefeliz,henchidodelasatisfacciónquetodohijodeberíasentir por su padre. Hacía mucho que no escuchaba una música tan alegre, tan llenadeoptimismo,tanauténtica,queexpresaradeunamaneratanabierta y directa la alegría de vivir. En palabras del propio Prokófiev, pronunciadas aquella misma mañana en la radio, era «un himno para un hombrelibreyfeliz». No hubo encuentro entre padre e hijo después del concierto, como tampocolohuboentresuspadres.Peronohizofalta.Linahabíavueltoa vivir la emoción de compartir la música del genio. Sin embargo, extrañabasucontacto,quesuspalabrasfueranlasúltimasylasprimeras queescucharaalentraryalsalirdelescenario,quesuvaloracióncontara, quefueransusojoslosqueSerguéibuscaraenmitaddelosaplausospara laconfirmacióndeléxitoodelfracaso,quecompartieranlacelebración posterior y que finalmente volvieran a casa juntos. Echaba de menos su vidaencomúnynosabíacómorecuperarla. —¿Porquétodotienequesertandifícil?—lepreguntóentrehipidosa Frosia,quesesentíaincapazdedetenersullanto. —Porque siempre nos empeñamos en complicarlo todo cuando en realidadesmuchomássencillo.Yporquequizáfuedemasiadofácil. LaSinfoníanº5 había sido todo un éxito al que seguirían las buenas críticas de la película Iván el Terrible, de la que Prokófiev había compuesto la música por encargo de su director, Serguéi Eisenstein, cuando ambos se encontraban evacuados en Alma Ata. Le había llevado másdetresañosterminarlaporlacomplejidaddelahistoria.Lellegóel rumor de que había sido el propio Stalin quien había ordenado que Prokófievseencargaradelamúsicadespuésdeléxitoconseguidoconla partitura de la película Aleksander Nevski. Todos sabían que el largometrajehabíasidounempeñopersonaldellídersoviético,alquele agradaba la idea de verse reflejado y comparado con quien fuera el primer zar de Rusia, Iván IV Vasílievich. Tan contento quedó el líder soviético con el resultado que no dudó en otorgar a la cinta el Premio Stalin. 1945fueunbuenañoparaProkófiev,comosieldesahogoconLinaen laembajadafrancesaenMoscúdurantelarecepciónenhonordelgeneral DeGaullelehubieradadosuerte.Muchasdesusobrascompuestasdurante suretiroempezabanaestrenarseyarecibirbuenascríticas. LinaseentusiasmóconlaSonatanº7yDerzhanovskifuetestigodeese raptosensorialqueparecíasufrirlaqueexigíaostentartodavíaeltítulode esposadeProkófiev. —¿Hasescuchadoesosacordesalfinal?Nodejanrespiraralpianista. Debe tener una muñeca de hierro para poder interpretarla sin descanso. ¡Quéfuerza!Ycómocierralasonata,conesefortissimo.¿Lohasoído?— Lina estaba emocionada con la música que acababa de escuchar—. Siemprehasabidoescribirgrandesfinales. —Nosiempre—lecomentóDerzhanovski. Nohizofaltaexplicarmás. Aunque no ocupara las primeras filas en los estrenos, Lina no abandonabasuagendaculturalyasistíaatodoslosconciertosquepodía, tambiénalosdeProkófiev.Normalmenteibaacompañadadesushijos,de Derzhanovski, de cuya compañía disfrutaba especialmente, ya que sus conocimientos de música le permitían mantener una interesante conversacióntraselconcierto,odealgunaamiga,quepodríaserlaactriz Varvara Massalitinova o la funcionaria británica Anna Holdcroft. Sin embargo,paraelestrenodeLaCenicienta,el21denoviembrede1945en elTeatroBolshói,fueacompañadaporunhombredesconocido. LaCenicientasehabíasuspendidoporlainvasiónalemana,loquehabía contrariadobastantealcompositor.Ycuarentaynuevedíasmástardede declararseelfinaldelaSegundaGuerraMundial,sepudoporfinestrenar el ballet en el Teatro Bolshói. Había expectación por ver si Prokófiev sería capaz de superar el éxito conseguido con Romeo y Julieta. Nadie quisofaltaralestreno.Todoaquelqueeraalguienenelmundocultural, político y social de Moscú ocupaba un asiento en el Bolshói, que estaba abarrotado.Nodecepcionóenabsoluto.Linaconocíaasumaridoyestaba segura de que de aquel ballet saldrían suites sinfónicas y composiciones parapiano.Ynoseequivocó.Tampocoaquellavezseacercóasaludarle. SelohabíadejadobienclaroenlarecepcióndelgeneralDeGaulleyesa nocheeralamenospropicia,yaqueestabaacompañada.Nisiquierapudo distinguirsupresenciaentreelgruesodelosinvitadosqueseagolpaban en el hall, algo que sí hizo Serguéi. La vio a lo lejos, pero no fue ella quienllamósuatenciónsinoelhombrealto,eleganteybienparecidoque aparecía a su lado. Su rostro no le era familiar. No era uno de sus invitados. Se preguntó quién sería aquel misterioso acompañante y qué hacía con Lina. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba invirtiendo más tiempodelconsideradoadecuadoenobservarlecuandoescuchólavozde suamigoMiaskovski. —¿No es lo que querías? —le preguntó, adivinando sus pensamientos —. Está haciendo lo que le pediste. Olvidarte. —A Miaskovski no le importó no recibir contestación. Conocía perfectamente lo que la cabeza de su amigo estaba rumiando y decidió darle una respuesta—: Se llama GeorgeVanden,estercerbarónDerwent,lesobraeldineroylaposición y,lomásimportante,estálibreyenbuscadeunnuevoamor.Yporsile faltara algo, además escribe poesías. Espero haber respondido a algunas detuspreguntas,esasquenisiquieratehasatrevidoahacer. Esa noche, al volver a casa, Serguéi, sufrió una aparatosa caída. No supieron nunca si fue accidental o como consecuencia de una fuerte migrañaquelehizoperderelequilibrio,yaqueelenfermonofuecapaz de recordar nada. El golpe fue fuerte, aparatoso y le provocó una conmocióncerebralqueletuvovariosmesessinpodertrabajar.Loúnico que recordaba eran las elucubraciones que turbaban su pensamiento momentosantesdelafatalcaída,enlasquerecordabalaspalabrasqueun díapronunciósobresuobraLaCenicienta.«TodaCenicientanecesitaun príncipe». La memoria también le devolvió el recuerdo de algo que le había confesado a Lina el verano que estuvieron separados, él en KislovodskyellaenSochi:«TúsiempreserásmiCenicienta». ElmisteriosoacompañantedeLina,aunquenoostentaraesetítulode manera oficial, había aparecido en su vida hacía pocos meses. Fue Anna Holdcroftlaresponsabledeaquelencuentroeneltranscursodeunafiesta enlaembajadabritánica. —Quiero presentarte a un compañero. Se llama George Vanden, es tercer barón Derwent y te va a encantar. Es un respetado diplomático, le gustaleerpoesíayencimatienetiempoytalentoparaescribirla.Nosolo esmuyatractivo,sinoquetieneunosmodalesquenosevenhoyendía,y menosaquí. —Anna,porfavor,yasabesquenoquiero… —No te pido que te cases con él, solo que le conozcas. Hay vida más alládeProkófiev,Lina.Cuantoantesloentiendas,mejorparatodos. —Noestoypreparada. —Pues más te vale estarlo. Ya no eres una niña. —Anna se rio por lo que acababa de decir casi sin pensar y se alegró de que su amiga se lo tomara con el mismo talante—. Perdóname, pero es que me da mucha rabia verte enamorada de un fantasma que además ha perdido todo el encantoqueundíapudotener.Ytevuelvoapedirquemeperdones,pero esquemeponefuriosaqueunamujertanbellaytaninteligentecomotú seniegueaseguirviviendosoloporquealguienhayaperdidolacabeza. —Estábien,deacuerdo.Peroaccedoaconocerlepornooírtemás.No digasquenoteloadvertí. A Anna se le olvidó contarle que aquel hombre con la incontestable compostura que muestran los que han estudiado en la Universidad de Oxforderaunviudoquehabíaperdidoasumujerhacíaseisañosyque desdeentoncesestababuscandoelamorenotramujer.YLinapresentaba elperfilperfecto.Enloquenomentíasuamigaeraenqueeraunhombre tremendamente seductor, de los que cedían el paso, abría la puerta a las mujeresynodudabaenretirarleslasillaparaquepudieransentarsecon máscomodidad.Peroloquemáslegratificófuelafacilidadquemostraba paramantenerunaconversaciónsobrecualquierasunto.Erauncaballero abierto,feliz,dispuestoadisfrutardelavida,peronoconlainconsciencia de un adolescente, sino con la madurez de alguien que ha vivido y pretendía seguir haciéndolo. Disfrutaba de una buena posición y de un nivel de vida bastante acomodado, incluso en Moscú. No sabría cuánto tiemposequedaríaenlacapitalsoviética,perotampocolepreocupabani le obsesionaba hacer planes que le obligaran a cumplirlos a rajatabla. Conocía a Lina, sabía de su situación personal y profesional, y era evidente que sentía una atracción por ella que le mostró con la exquisita educación que le caracterizaba. La diplomacia le había llevado a desarrollar su trabajo en Bruselas, Varsovia y Madrid, por lo que rápidamenteencontraronunnexodeuniónparasusprimeraspláticas. Salieron en varias ocasiones. El cine se convirtió en un buen lugar dondequedar,muchomejorquecualquiermesadiscretaenunrestaurante, aunque también las ocuparon. Solían acudir por separado. George le dejabaunaentradaasunombreenlataquillaycuandolaslucesdelasala seapagaban,solíaaccederalrecintoysentarsejuntoaella.Alosdosles hubiera gustado que sus manos se encontraran aprovechando la complicidad de la penumbra, pero la presión ambiental que recaía sobre elloserademasiadograndeypreferíanevitarposiblespolémicas.Losdos se sentían cómodos en la compañía del otro, a pesar de todas las estrategiasqueGeorgeteníaqueidearparaevitarquelesvieranjuntosen unasituaciónincómodaofácilmentetergiversable.Noleimportabatener que dar varias vueltas en su coche para recoger a Lina, o incluso verse obligadoadejarlaenlabocadelmetroyasegurarsedequesubíaaunode losvagonessinquenadielasiguiera.Nopodíandeshacersedeesaextraña sensacióndeestarcontinuamentevigiladosnizafarsedelapercepciónde tener unos ojos agazapados en su nuca con vocación de convertirse en notarios de sus acciones y sus movimientos. Sin embargo, no estaban dispuestos a que el miedo les negara la posibilidad de vivir momentos agradables y solían responder con humor a las dificultades a las que se enfrentaban. Algunasvecespensaronqueestabanpecandodeparanoicos,quequizá estaban viendo fantasmas donde no existían. Pero estaban en la Unión Soviética, pisaban suelo moscovita y los hombres que intentaban escondersetraslashojasdelPravda,quesubíanybajabandelostranvías, que cambiaban de acera, que viraban bruscamente la dirección de sus pasos o que se postraban ante los escaparates en busca del reflejo de la personaacechadaenlasvidrieras,noeraninvencionessuyas.Linaestaba segura de que la seguían. Se convenció de ello cuando reconoció al mismohombreaescasosmetrosdeellahastaendosocasiones,unavezen el interior de un vagón de metro y la otra a la salida de un cine al que acudió con George. Había dejado de creer en las casualidades. En la ciudaddondelaluzamarillentaseguíaluciendocadanocheenlasventanas de la Lubianka, donde la gente seguía hablando en susurros, donde los padresdesaparecíanconlamismafacilidadconlaquelohacíanloshijos y donde nuevos nombres desconocidos hasta entonces como Vorkutá, Karagandá, Kolymá o Kotlas pasaron a engrosar el vocabulario en algunas conversaciones, en una ciudad así, las eventualidades eran pura ficción. La estaban vigilando, de eso no cabía la menor duda. Faltaba saber el porqué. Georgeeraelhombreperfecto.Hablabadelabandonodelainfluencia deCaravaggioenlaformadecaptarlaluzdelpinceldeVelázquezensu cuadroLarendicióndeBredaodelimpresionismodeManetconlamisma naturalidad que lo hacía de la última película de Hollywood exhibida en unasalamoscovitaparalaqueacababadeobtenerpasesporsucondición dediplomáticobritánico.Leíalapoesíadelosgrandesmientrasescribía lasuya.Linarecibiócongranilusiónunejemplardesulibrodepoemas BeforeZeroHour,quepublicóen1946yquelededicóconelamorquele profesaba.Escribíaconlamismabellezayfranquezaconquesusojosla observaban. Era divertido, amable, educado, atractivo y se había enamorado de ella y estaba dispuesto a convertirla en su mujer. Ansiaba formarunanuevafamiliayqueríahacerloconlaespañola.Teníatodolo que una mujer podía soñar en un compañero de viaje. Y no solo eso, también podría representar una oportunidad única para cogerse de su brazo y poner tierra de por medio. Ni siquiera la salida de la Unión Soviética con dirección a Los Ángeles de Jenny Marling, viuda de Afinoguénov, a la que escribió una carta de recomendación que firmó comoLinaProkófievparaquesepresentaraenlosestudiosWaltDisney, lehizoreplantearsesudecisión.Podíahabersidosugranoportunidad.Lo sabía.Peroelconocerunarealidadnogarantizaqueseaposible.Algose loimpedía.Enrealidad,eraalguien,unhombreconvocacióndeespectro que se había ido de su vida, pero se negaba a abandonarla del todo. La sombradeProkófieverademasiadograndeydemasiadopesada. «Séquemequieres,yaunquetodavíanosientaspormíloquesentiste por él, te prometo que haré que ese sentimiento crezca cada día. Ven conmigo,nomeimportalodemás.Solovenconmigoyempecemosuna nuevavida»,lerogabaGeorgecuandosuregresoaLondresyateníafecha cerrada. Abandonaría la Unión Soviética en la primavera de 1947 y no queríairsesolo.PerodespuésdeSerguéi,elamorenelcorazónyenel cuerpodeLinasolopodíaaspiraravestirsedeidealesplatónicos.Muchas veces se maldijo por ello. Se odió por amar lo imposible, por no poder deshacersedelancladeaquellararezabolcheviquequeaparecióensuvida en1918,pornoamarselosuficienteparadarunanuevaoportunidadala vida y hacerlo junto a George, el hombre más perfecto que se había encontrado nunca. Y lo peor es que su decisión le invalidaba para reprocharlenadaalafortuna. Lepesaríadurantetodasuexistencianohaberaccedidoasupeticiónde matrimonio,comolepesóhaberseidodelacasadereposodeKislovodsk aquel maldito verano de 1939 en el que Mira apareció en su vida para destrozarla. Llegó a arrepentirse de no aceptar aquella proposición de George Vanden de la misma manera que se arrepintió de haber dado su beneplácitoaProkófievpararegresaraRusiaen1936.Llegóapensarque suserroresdefiníanmássuvidaquesusgrandesaciertos. La ausencia de George le pesó como una losa de mármol. Pensó que asistir al estreno de Guerra y paz de Prokófiev en el Teatro Maly de Leningradoenjuniodeesemismoañoleayudaríaabatallarafavordel olvido,peroseequivocó.PorprimeravezlamúsicadeSerguéinocuró suinteriorplagadodeheridas.Continuósangrando.Yesoacentuómássu arrepentimientoyaumentósupenitenciaporhabersenegadoalavida. 26 «¿Quehahechoqué?». El grito de Lina se escuchó en todo el edificio de la calle Chkalov. Acababa de enterarse de que Serguéi Prokófiev había escrito una carta pidiendoperdónporsumúsica. Enlasúltimasdécadaselarteoccidentalhaempobrecidoextraordinariamenteellenguaje musicalylehadesprovistodelasencillez,delacomprensibilidadydearmonía.Lapresencia del formalismo en mis obras se explica por una deficiente comprensión de lo que nuestro pueblo espera. Trataré de buscar un lenguaje claro, comprensible y cercano al pueblo. Y agradezco al Comité Central del partido por separar en la obra de los compositores los tejidoscontaminadosdelapartesana. Serguéi Prokófiev, junto a Shostakóvich, Khachaturian, Popov, MiaskovskiyShebalin,habíasidoacusadodeformalistaydemanifestar en su obra «tendencias antidemocráticas que atentaban contra la sensibilidad soviética. Su música recuerda al espíritu de la música modernista burguesa de Europa y América, reflejo del marasmo de la cultura burguesa, de la negación total del arte musical, un callejón sin salida»,rezaba la resolución del Comité Central del Partido Comunista. Las palabras malditas cayeron sobre él: enemigo del pueblo. Y esa acusaciónveníaunosmesesdespuésdehaberrecibidoeltítulodeArtista delPueblo.Trabajarbajoelyugodelgobiernoestalinista,glorificandoa sulíderindiscutible,remarcandosuheroísmo,enarbolandosusidealesen cadacomposición,encadanota,encadaballet,encadaópera,noparecía ser suficiente. Había que respirarlo segundo a segundo, dar la vida por ello, no cansarse jamás de repetirlo, de manera mecánica y constante como una máquina sin raciocinio propio, carente de vida y de criterio. Prokófiev entraba en un terreno pantanoso y muy peligroso. No era la primeravezquelasombradelasospechaylaacusaciónsecerníasobre él.Yaen1939habíaestadoapuntodeserdetenido,juzgadoyquiénsabe sicondenadoamuerteportraidordebidoasuobra.Ahora,lahistoriase repetía y nadie podía asegurarle que corriera la misma suerte que en su primeraacusacióndetraidoralosidealesdelarevolución. —Ya no es problema tuyo, Lina —la intentó calmar Derzhanovski—. Créeme si te digo que ya no es problema tuyo —repitió de manera puntillosaeinquisitiva. —Sí,síloes.Pedirperdónporsumúsicayprometerqueloharámejor. ¡Quésoviéticotodo!Esunadecisiónabsurda,cobardeyestúpida.¡Claro que es asunto mío! —gritó mientras deambulaba de un lado a otro del salón, sin rumbo definido, incapaz de quedarse quieta. Estaba furiosa, triste,decepcionada—.Hasidoella,esavíborainfectadeMiraMendelson. Ella le ha convencido para que escriba esta basura humillándose y devastando su trabajo. Si yo hubiera estado con él, jamás habría tomado esadecisión. —No creo que sea usted la persona más adecuada para criticar decisiones absurdas y escandalizarse por sus consecuencias —la increpó Frosia, que todavía no le había perdonado que hubiera rechazado la propuestadeGeorgeVanden.Estabadispuestaacastigarladurantemucho tiempo por haber dejado pasar esa oportunidad y prueba de ello fue la noticia que le había traído hacía unos días sobre el reciente matrimonio del barón Derwent con la hija de un empleado de la embajada chilena, Carmen Gandarillas. «Me alegro por él. Ha elegido a la persona adecuada». Fue todo lo que dijo. Frosia se desesperaba cuando la oía hablarasíynisiquierahacíaunesfuerzoparadisimularlo. Pero el pensamiento de Lina había dejado de estar en George Vanden paracentrarseenProkófiev,siesquealgunavezhabíadejadodeestarlo. —Nolehaquedadomásremedio—tratódeexplicarleDerzhanovski—. Eraestooversecondenadoalostracismo,alasequíamusicalyquiénsabe siaalgopeor—dijo,refiriéndosealosintelectualesyartistasquehabían terminadoenuncampodeconcentración,enlacárceloconuntiroenla nucapornoacatarlaideologíaoficialensusobras—.Recuerdacómoy dónde acabaron Vsevolod Meierhold, Ósip Mandelstam y muchos otros. Serguéiacabadesalvarsuvida,yconella,latuyayladetushijos.Sile detienen y le confinan al gulag, vosotros seríais los siguientes, seríais perseguidosdeporvida,hastaelfinal. ElarrepentimientopúblicodeSerguéilesalvólavida,peronoevitó queelpesodelagraveacusacióndeformalistaylahumillaciónsufrida cayera como una losa sobre él y su nueva ópera, Historia de todo un hombre, que fue calificada de antinacional y antimelódica. El partido le acusó de parodiar la realidad soviética. Demasiado peso para un Prokófievqueveíamermadasuestrellaaltiempoquesusaludflaqueaba. Sumúsicadejódeemitirseenlaradio,exceptosuobraLevántate,pueblo ruso.Sunombredesapareciódelrepertoriodeconciertosdelasgrandes salas. Sus óperas, sus ballets, sus sinfonías y su música de cámara no se programaban en los teatros, y muchos de sus amigos cruzaban la calle para no tener que saludarle. Ser declarado formalista y enemigo del pueblo era un estigma equivalente a tener la peste. Así regía el miedo el comportamiento de las personas, alimentando traiciones como la que sufrióamanosdesuamigoyantiguocolaboradorBorisAsafiev,queno dudóenformarpartedelaacusacióncontraProkófievytambiéncontra Miaskovski. Este último no se lo perdonó nunca, ni siquiera aceptó sus disculpascuandoAsafievestabaensulechodemuerte. Lina asistía al nuevo calvario de Serguéi desde la distancia, sin saber quépodíahacer.Lehubieragustadoverle,hablarconél,darlelosánimos queestabaseguraqueMiranoleofreceríaporqueparaellaloimportante no era Prokófiev, sino el partido. Sabía perfectamente cómo pensaba. Habíasidotestigodeelloenmásdeunaocasión.Laaborrecíacontodas susfuerzas.Creyóquenuncapodríaodiarlamásdeloquelaodiabaenese momento.Peroseequivocaba. Había algo mucho más grave que todavía no conocía. Esa era la verdaderarazóndelapresenciadeDerzhanovskiensucasaynolacarta de perdón que había escrito Prokófiev. Creyó que era él quien debería decírselo,entreotrascosas,porquenadieseatreveríaahacerlo. —Siéntate,Lina.Hayalgoquedebessaber. —¿Todavíahaymás? —Aún no has escuchado nada. —Quiso decirlo en voz baja, pero sus palabrasseescucharonnítidamente—.Hayalgoquemetemoteresultará muchopeorquelacartadearrepentimientodeSerguéi. No sabía cómo empezar ni si debía mirarla o clavar sus ojos en el suelo, no por vergüenza, sino por el respeto que la tenía. Sabía que el anuncio iba a resultarle devastador y temía cuál fuera a ser su reacción. DirigióunamiradaaFrosia,queleobservabacasiconlamismapremura queLina,instándoleadecirlodeunavez. —¿Sonmishijos?—preguntóalarmada. —No,nosontushijos. —¿Mimadre? —Tampoco.Nosénadadetumadre,exceptoloquetúmecuentas. —¡Maldita sea, Vladimir! ¿Vamos a tener que adivinarlo? —saltó Frosiasinpoderevitarelexabrupto. Derzhanovski no sabía cómo dilatar el anuncio durante más tiempo. Sabíaqueeraabsurdo,perosutardanzaleestaríaotorgandountiempode felicidad extra a Lina. Finalmente, no tuvo más remedio. Respiró hondo paranoquedarsesinvozamitaddelafrase. —SerguéiProkófievsehacasadoconMiraMendelson. Esperó unos segundos a que se produjera la explosión de cólera a su alrededor.Alnollegar,levantólavistaparacomprobarqueladestinataria de la impactante noticia seguía allí y que seguía respirando. Nadie dijo nada.Selimitaronaobservarseensilencio.Linabuscabaenlamiradade Derzhanovskialgúnatisbodeconfirmacióndequetodoeraunabroma,o puede que un absurdo rumor de los que parecían formarse en las alcantarillasdelaciudad.Peronooyónadadeeso.Comopudoseacercó renqueante hasta el centro de la estancia donde su mano alcanzó el respaldo de una silla en la que lentamente acomodó su cuerpo, con cuidado,comosisupieraquepodríaromperseconlafacilidaddelcristal. —Pero…esonoesposible…—Linaintentababuscaralgodelógicaen sucabezasinsabermuybiendóndeposarsumirada.Lahabitaciónhabía comenzadoadarvueltas,suestómagoempezabaavirarysobresupielse iniciabaunlánguidoprocesodeescarcha—.Nopuedeser.Élsiguecasado conmigo.Nonoshemosdivorciado.Esematrimonionopuedeserválido. —Negaba una y otra vez con la cabeza, como si de un tic nervioso se tratara—.Esoquedicesnopuedesercierto. —Se casaron hace casi un mes, el 15 de enero de 1948. Fueron al registrodelacallePetrovkaainscribirelmatrimonioyallíobtuvieronel certificado.Esunhecho,estáncasados. —Pero ¿cómo lo han podido hacer? Han cometido una ilegalidad. ¿Acasoestáadmitidalabigamiaenestepaís?—Selevantódeunbrincoy fuecorriendoalacómodadelsalón,dedondeextrajounpapelguardado en una carpeta azul con gomas transversales—. Mira, aquí lo pone bien claro. Este es el documento que acredita nuestro matrimonio —dijo, mostrandoelcertificadoexpedidoenelregistrocivildeEttal,Alemania, confechade8deoctubrede1923—.Siesciertoquesehancasado,esa uniónnoesválida.Espapelmojado,novalenada.Soloquierenhacerme daño. —Notemartirices.Elmatrimonioeslegal,comoloeseltuyo.Loque no entiendo es cómo han podido inscribirlo sin mediar un divorcio previo.Alguienhadebidodehaceralgo.Alguienubicadomuyarriba.Eso solo pueden hacerlo en las altas instancias, donde reside el poder real. Algoasínopuedehacerlounfuncionario.Esunairregularidad. —¡Dios mío! —dijo de repente Frosia como si acabara de ver un fantasma entrando por la puerta. Lina y Derzhanovski la miraron intentandoaveriguarelmotivodesusobresalto—.Creoquepuedotener unaidea.—Lamujerempezóaataralgunoscabosensucabeza.Nosabía sitendríansentido,peroempezóaelucubrarinterpretacionesvariasdelo quehabíasucedidohacíaunosdíasyqueentoncesdecidiónocomentarlea Linaparanopreocuparla.DespuésderechazarlapropuestadeGeorge,su salidadelpaíslahabíadejadomuybajadeánimoypasóunatemporada bastante deprimida. No se lo pensaba ocultar, tan solo esperaría un momento más adecuado para contárselo—. Hace unos días mi hijo me contóquehabíavistoaProkófievenlasdependenciasdelaLubianka.—El rostro de Lina se transformó y le dirigió una mirada exigiendo una explicación—.Noesmomentodereproches,noselocontéypunto.¿Qué iba a hacer usted? Conociéndola, se hubiese plantado en la puerta exigiendo saber qué había pasado con él. Y conociéndoles a ellos, la hubieranmetidodentroytodavíaestaríamospreguntandoporsuparadero. —Frosiaprosiguiósurelato—:LlegóalasoficinasdelaLubiankaenel cochedelpadredeMira,conducidoporsuchóferparticular.Mihijome contóqueestuvounpardehorasallídentro.Porunmomentosetemiólo peor,peroeraimposibleporquelosquesequedandentronovanencoche oficial conducido por un chófer. Vasili no pudo enterarse de las razones de su visita. Lo único que me contó es que vio a Prokófiev muy desmejorado, abatido, como si algo le preocupara. Pensó acercarse a él parasaludarle,peroselopensómejorydeclinólaidea.Entendióqueno eraunbuenmomentoajuzgarporsuactitud.¿Iríaparaintentararreglar lo del divorcio o para conseguir que alguien permitiera inscribir su matrimonioconMira?Perosieraasí,¿porquésalíatanabatido?Estodo demasiadoextraño… Lina no contestó. Se levantó con rapidez, como si un rayo hubiera atravesado su cuerpo. Cogió el abrigo, las llaves y salió de casa corriendo.AFrosiayaDerzhanovskilesresultóimposibleseguirla.Solo pudieron clamar al cielo para que no cometiera ninguna estupidez que complicaraaúnmáslascosas. Durante más de treinta minutos Lina caminó con paso presto por las calles de Moscú. Podía haber cogido un taxi u optar por el metro, pero preferíaqueelvientogélidolecortaraelrostro.Esoalmenosevitaríaque sedesmayaracomotemióquesucedieraenvariasocasiones.Debíapensar y hacerlo rápido. Necesitaba estar despejada para preguntar todo lo que necesitaba saber en cuanto llegara a su destino. Se sabía el camino perfectamente.Habíaidomuchasvecesperonuncatancargadadedudas, rencores e impotencia. Entró en el portal del edificio sin responder al saludo de la persona encargada de controlar las entradas y salidas. Ni siquiera supo cómo le permitieron acceder, ya que no pertenecía al vecindario.Descartólaopcióndelascensor.Subiólasescalerasdedosen dos hasta llegar al cuarto piso, casi sin respiración. Buscó el número de apartamento donde recordaba que vivía el mejor amigo de su marido, Nikolái Miaskovski, y empezó a golpear la puerta con sus manos. No tardó en abrir un sorprendido Nikolái que, al verla, no pudo menos que cerrar los ojos y soltar un suspiro que encerraba más comprensión que contrariedadporlainesperadavisitaqueenrealidadesperabadesdehacía un mes. Comprendió que Lina ya conocía la noticia. Aquello tenía que pasar.Noteníaintegridadmoralparaculparla.Lepidióqueentraraenla vivienda.Denadasirvieronlosprolegómenosnielofrecimientodeunté o un café para serenar los ánimos. Su visita necesitaba detalles, explicacionesynobrebajesmágicos.Exigíasaberlaverdad. —Sí, es verdad, se han casado. Pero yo no puedo explicarte qué ha pasado porque no lo sé. Tampoco creo que te resulte muy difícil suponerlo, ya sabes cómo funcionan las cosas en este país. Nuestro sistema jurídico no se caracteriza precisamente por la transparencia ni mucho menos por respetar la legalidad. Alguien de arriba quería que estuvieran casados y supongo que lo arregló para que así fuera, sin escatimarenarguciaslegales.Peronomepidasquetedigacómoporque lo desconozco. A mí también me ha extrañado. —La miró mientras se acercabaparacogerlelasmanos.Apreciabaaaquellamujer,laadmirabay la quería, pero en esos momentos no sabía cómo ayudarla. Su amigo le había colocado en una posición incómoda—. Incluso a Serguéi le confundió, no lo entendió, ¡sigue sin entenderlo! Él sabía que vuestro matrimonioeslegal.Dehechoconfiabaenque,alnohaberseconseguido el divorcio, la boda no pudiera celebrarse. Le conozco muy bien, lo hablamos muchas veces. Él no quería casarse con Mira, pero se vio abocadoaello.Peroaunasí,queríahacerlascosasbien. —¿Hacer las cosas bien? —repitió Lina con lágrimas en los ojos y tragándose toda la rabia y la impotencia almacenadas desde su casa a la residenciadeMiaskovski. —Merefieroaquequisopedirteeldivorcio,noqueríadejarteenesta situación de vacío legal. Se acercó al juzgado, pero allí le dijeron que vuestro matrimonio no era válido, que al haberse producido en un país extranjero no figuraba registrado en el consulado soviético. —Al ver su expresión, Miaskovski quiso detener su incipiente brote de cólera—. Lo sé,losé.Séqueseregistró,melodijoSerguéi.Inclusollamóalcoronel Ewald para confirmarlo. Es todo tan absurdo… A él también le pareció unalocura.Pensóenllamarte,pero… —Estonopuedeestarpasando.—Linaparecíaquefueraaenloquecer pormomentos—.¿Enquémomentosesuponequedejédeserlamujerde Prokófiev? Me recibieron como tal, me hicieron fotos, entrevistas, me contrataron en la radio, en teatros, me situaban a su lado en todos los estrenosyrecepciones,sigorecibiendoinvitacionesanombredeseñora deProkófiev…¿Enquémalditomomentodejédesersuesposa? Miaskovski la miraba impotente, sin saber qué decirle porque en realidadnohabíanadaquepudieraexpresarquelahicierasentirsemejor. —Si te sirve de consuelo, él nunca contempló la idea de casarse con ella. —No,nomesirve. —Serguéi no está bien. Su salud es delicada. El mismo día de la… — Pensó que sería mejor evitar la palabra boda o matrimonio. Probó de nuevo—:Cuandoregresarondelregistro,seencerróenelbañoysufrió undesvanecimiento.Segolpeólacabeza.Llevauntiempodébil,cansado, tieneproblemasdecorazónylatensiónlehadadomásdeunsusto,noes elmismo… —Claroquenoeselmismo.Ynoloesporquedesdehaceunosdíases el marido de otra mujer. Y ahora, ¿en qué situación me deja todo esto a mí, a mis hijos? No puedo creer que ni siquiera haya tenido el valor de llamarme. —Noquierodisculparle,pero… —Pues para no querer, lo haces con bastante asiduidad —le dijo con todo el rencor que fue capaz de atesorar en la mirada—. ¿Y en qué momento decidiste unirte a su traición y dejarme a un lado? ¿Cómo puedes mirarla a ella como me miras a mí? ¿Cómo puede hacerlo tu hermana?¿Porquénointentastedetenerle,sacarleesaabsurdaideadela cabeza?Contodoloquehemoscompartido,Nikolái,cómohassidocapaz dehabermehechoesto. —Escomplicado…—intentójustificarse,aunquesutonosonabamása disculpa. —No,noescomplicado.Esinjusto.Essucio.Escruel.Es…estodouna gran mentira. —Sin intención de despedirse, se dirigió a la puerta. Pero antes de salir de la vivienda volvió sobre sus pasos para encararse nuevamente con él. Aún tenía algo que preguntarle—: ¿Qué fue a hacer SerguéialaLubiankaunosdíasantesdecasarseconMira?—Lapregunta desconcertóaMiaskovski. —Noteníaniideadequehubieraidoallí.Nomehacomentadonada. ¿Porqué? Sin responder, Lina abrió la puerta y la cerró de un portazo. De nada sirvieron las llamadas de Miaskovski. Ya había escuchado todo lo que tenía que escuchar. Ahora solo le quedaba llorar, pensar y encontrar la mejormanera,siesqueexistíaalguna,decomunicárseloasushijosyde empezaradigerirlo.Sabíaqueseríaundurogolpeparaellos,sobretodo paraSviatoslav,dequientemíaunareacciónvisceralalhaberheredadoel carácter materno. Ninguno de los dos hijos sentía aprecio por Mira, su relación había sido complicada y su nuevo estatus junto a su padre no mejoraríalascosas. Detuvoensecosucarrera.Sesentóenunbancodelacalle.Nisiquiera le importó que estuviera cubierto por una gruesa capa de nieve. Intentó recuperar el aliento y la cordura, pero no pudo evitar abandonarse a un llantodesconsolado.«¿Porquémehashechoesto,Serguéi?¿Porquéme odiastanto?¿Quéesloquetehehecho?»,sepreguntabasinencontraruna respuesta que le calmara. Oscureció de repente, al menos eso creyó. Estabahelada,sucuerpoempezóatiritarperoeraincapazdemoversede su ubicación en aquel banco. Cuando levantó la vista, lo vio. Estaba ante ella,contemplándolaconaquellosojosamarillos,encendidosenmisterio, ensecretos,enmiedosqueacechabanenmitaddelanochesirviéndosede la oscuridad. El edificio de la Lubianka la vigilaba con la misma superioridad con la que fiscalizaba a toda la ciudad. Pero por una vez aquellavisiónnolesembróelcuerpodeescalofríosnileprodujomiedo. Solounadudaqueempezabaaobsesionarla.«¿QuéhacíasenlaLubianka, Serguéi?¿Quéfuisteahacerallí?». No recordaba haber vivido un mes de febrero peor que el de aquel 1948.Pasadosdiezdíasdelafatalnoticia,niLinanisushijoserancapaces de acostumbrarse a la nueva situación. Todo les parecía extremadamente irreal, como si su vida se hubiera vuelto artificial, como si estuvieran protagonizando una pesadilla de la que anhelaban despertar en cualquier momento. Su universo pareció encerrarse en una nebulosa que les mantenía anestesiados ante lo que pasaba en el mundo real. Por si fuera poco,Linaestabaresfriadayteníaunosgradosdefiebre,seguramentepor lashorasqueestuvosentadaenunbanco,amásdeveinticincogradosbajo cero, después de salir de la casa de Miaskovski. Apenas salía a la calle, más que por su estado de salud, por la vergüenza que le suponía ser el blanco de todas las miradas y el centro de todos los rumores. A esas alturas,pensóquetodoelmundodeberíaconocerquehabíadejadodeser lamujerdeProkófiev.Sinembargo,eldíaanteriordecidióquedarconsu amigaAnnaHoldcroft,lafuncionariadelaembajadabritánica.Necesitaba desahogarse con alguien y hacerlo abiertamente, un lujo que no podía permitirseconsushijosporquedemasiadomalloestabanpasandocomo paracargarlesconelpesoextradelllantodesumadre.Sevieronenuna cafetería,evitandolaembajadabritánicacomopuntodeencuentro.Noera el mejor momento. Lo cierto es que nunca lo fue a ojos del régimen bolchevique.Annalacolmódeunregimientodeánimos,delconsueloque susoídosprecisabanescucharyresultóserunencuentroreparador.Pero nofueelúnicomotivoporelquedecidieronverse.Quedabaunasemana para el cumpleaños de Sviatoslav y Lina quería hacer algo especial para celebrar el vigésimo cuarto aniversario de su primogénito. Sabía que Anna, a través de sus contactos en la embajada, podía conseguirle una partitura especial que quería regalarle y que por sus propios medios no lograría encontrar en Moscú. Se emplazaron para verse de nuevo al día siguiente,el20defebrero,porlatarde.Annalepropusoquedarenlacasa delacalleChkalov,envistadelfuerteresfriadoquetenía,yasíleevitaría tenerquesalirdecasayqueempeoraraaúnmássuestado. Lina se estaba preparado un café para intentar reconfortar su cuerpo cuandosonóeltimbredelteléfono.Mirólahora.Annaseretrasabaunos minutos. Quizá fuera ella para disculparse por la tardanza. Le gustó escuchar que la voz al otro lado del hilo telefónico, que se identificó como un funcionario de correos, se dirigió a ella como Lina Prokófiev. Le comunicó que tenía un paquete a su nombre y que debía bajar a recogerlo.Nolehizoningunagracialapropuestaeintentóconvencerlede que subiera él, ya que no se encontraba bien. Sviatoslav asistía a la conversación.«¿Quieresquebajeyo,mamá?Aversivasaenfriartemás». Perolavozdelteléfonoinsistíaenquedebíaserellapersonalmentequien sehicieracargodelaentrega.Linapensóquequizáaquelpaquetefueraun regaloparasuhijo,inclusobarajólaposibilidaddequeSerguéi,apesar detodo,sehubieraacordadodelcumpleañosdesuprimogénito.Vencióla pereza y decidió bajar. Como no iba a ir muy lejos, se puso sobre el vestido la chaqueta de lana gris de Serguéi que siempre llevaba cuando estabaencasa.Cogióelbolso,lasllavesycuandoestabaapuntodesalir seacordódequelefaltabaalgo.Corrióasutocadorysediountoquede colorenloslabios.Sviatoslavsonrióalverla. —Notienesremedio,mamá. —Algúndíacomprenderásquelasaparienciaslosontodo,hijo—dijo, introduciendolabarradelabiosensupequeñobolso. Al salir del portal de su edificio, sintió un escalofrío que la obligó a encogerseaúnmásenelinteriordesuchaqueta.Hacíafrío.Miróaambos ladosdelacalle.Lecostóacostumbrarsealaoscuridadquelacaídadela tarde había dejado en la ciudad. Vio a dos hombres acercándose a ella. Mientrassuspasosacortabanladistanciaquelosseparabadeella,divisó uncochenegrodoblandolaesquinadelacalle.Pudoescucharelsonido del contacto de arranque al tiempo que observaba que en las manos de aquellos hombres no había ningún paquete. Todo sucedió demasiado deprisa. —¿Esella?—preguntóunodeloshombresasucompañero,recibiendo ungestoafirmativodeeste. Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar cuando los dos individuos la introdujeronviolentamenteenelinteriordelcochenegro.Linacayósobre el asiento trasero y debido al empujón, su cuerpo casi acabó en el suelo del vehículo. Desde allí pudo ver que las botas de aquellos hombres estabanlimpiasybrillantes,loquelehizosuponerquenoerandelosque se pateaban la calle, el metro y los autobuses siguiendo a sus supuestas víctimas. —¿Qué sucede? ¿Quiénes son ustedes? —preguntó sin obtener respuestamientraselhombrequeocupabaelasientodelcopilotolecogía elbolsoybuscabaensuinteriorparaextraerladocumentación. —¿Esperabalavisitadealguien,señoraProkófiev? Linaestabaconfusa,noentendíaquépasaba.Elhombrevolvióarepetir lapregunta,peroestavezgritándole,loquelaconfundióaúnmás. —Sí, supongo que sí —admitió, pensando en Anna. Aún no era conscientedequeaquellarespuestacasiimprovisadaseríasucondena—. Díganmequiénessonustedesyadóndemellevan. —Nosepreocupe.Prontoseenterará. Apenassepodíamoverentrelosdoshombresquelacustodiabanenel asiento trasero del coche. Desde su ubicación pudo ver a través de la ventanilla cómo dejaban atrás la estación de tren Kursk, cómo el coche enfilaba la calle Prokovka y accedía con diligencia al centro de Moscú, comosiseconocieraeltrayectodememoriaporlasmuchasvecesquelo habría recorrido. Cuando Lina se dio cuenta de que entraban en la plaza Dzerzhinski,vioabrirseanteellaelenormeedificiogrisdelaLubianka, sucorazónempezóalatirurgiendosalirdelpechocomoleurgíaaella salirdeesecoche.Estabaapuntodedescubrirloquepasabadetrásdelas ventanasconlucesamarillastenuesyenfermas. Al traspasar el portalón de hierro de la entrada pudo sentir cómo empezaba a formar parte de la leyenda negra que aquel lugar tejía con devocióndesdequefuesededelaCheca,elcuartelgeneraldelapolicía secretadurantelaRevoluciónrusa,mástarderenombradacomoGPU,una sección del NKVD, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, después como OGPU, hasta convertirse finalmente en el Directorado PrincipaldelaSeguridaddelEstado.Lanomenclaturadelorganismoque acogíacambióduranteaños.Eledificioysuleyendanegrasemantenían. La condujeron entre empujones por unos largos, estrechos y oscuros pasillos hasta una habitación donde un hombre le cogió bruscamente la mano y le tomó las huellas dactilares. De nada sirvieron sus ruegos, su explicaciones, sus exigencias de que alguien le explicara la razón de su detención. Hablar de derechos y necesidades resultaba inútil en aquel lugar.Aúnconsuvestidodetelaylachaquetadelanagris,leordenaron colocarse contra una pared, donde le hicieron las fotos de frente y de perfilparalaseccióndelregistropenal.Conscientedelmomentoalquese enfrentaba, su rostro se mostraba serio, pero decidió desterrar cualquier vestigiodemiedodesusemblanteysustituirloporunamiradadesafiante que pareció enfurecer a la mujer que la esperaba para llevarla a la siguiente parada. Era un oscuro y frío habitáculo, no demasiado grande, conunintensoolorahumedadyalgúnproductodefuertehedorqueno fue capaz de distinguir hasta que su piel fue la destinataria de una buena cantidaddeél.Cuandoaúnseencontrabainspeccionandoaquellasiniestra estancia, en cuyas paredes distinguió algo parecido a unos azulejos, la mujerseabalanzósobreellaparaquitarlelaropayelcalzado.Nisiquiera tuvo tiempo de sentir pudor por mostrar su desnudez ante una extraña, cuando la mujer embadurnó su cuerpo con un polvo blanquecino, deteniéndose sobre todo en las zonas más íntimas. Cuando terminó de manejarsucuerpocomosifueraunmuñeco,dejándoleclaroeltratoque desdeahoraibaatener,lagritóparaquesedirigieraalfinaldelpasillo. Linacomenzóaandarysuspiesnotaronlahumedadquerápidamentese convirtió en pequeños charcos. Se paró cuando la voz de la funcionaria volvióataladrarsusoídosyfueentoncescuandonotóunatrombadeagua fríacaersinpiedadsobreella.Unavezfinalizadoloqueellosentendían por limpieza y desinfección, apenas tuvo oportunidad de quitarse el exceso de humedad de su cuerpo cuando la desafiante mujer empezó a arrancar los broches, los botones y los bolsillos de su vestido y de la chaqueta,antesdeexigirlequesevolvieraavestiryquelohicierarápido. Cuando la mujer intentó hacer algo con su pelo, Lina abortó su ademán con un manotazo. «No me toque», le gritó. Fue la primera bofetada que recibióenlaLubiankadeunlargonúmero,delqueterminóporperderla cuenta. La llevaron ante un mostrador igual de lúgubre que el resto de las estanciasquehabíaconocidohastaentoncesyallílequitaronelrestode suspertenencias.Unpolicíavaciósubolsoenunabolsadeplástico.Ensu interior vio caer el pequeño botón con forma de hoja. Aquella vez no habíacumplidosufuncióndeeficazamuleto.Inmediatamentedespués,el mismopolicíalequitóelrelojdelamuñecayunafinapulseradeoroque lehabíaregaladoSerguéi.Todofueapararalamismabolsa,juntoasu pasaporte y al poco dinero que había en el interior de su monedero, veintinueverublosynoventaycincokopeks.Loquemásledoliófueque ladespojarandesualianza. Se alegró de perder de vista a la desagradable mujer que parecía disfrutarconsuviloficio.Perolaalegríaledurópocoalserintroducida enunaceldaenlaqueapenascabíaunapersonadepie.Lasdimensiones de aquel agujero no le permitían sentarse, ni doblar sus rodillas, ni siquieraagacharse.Debíapermanecerdepie,aunqueeltechoeratanbajo quelaobligabaamantenersuespaldaligeramentecurvada. —Estoesunerror.Yonohehechonada.Tengoquellamaramishijos. Debodecirlesloqueestápasando. —Yanoshemosencargadonosotros. —Peronecesitohablarconellos. —Créame,noesesoloquevaanecesitar. Alospocosminutos,elfuncionariovolvióparahacerleentregadeun trozodepapelsuciosobreelqueleinstóaescribirloquenecesitara,con lapromesadeentregárseloasushijos. —¿Qué van a hacer conmigo? ¿Qué va a pasarme? —le preguntó al hombre, que recogió su papel y lo dobló en tres para introducirlo posteriormenteenunpequeñosobredecolormarrón. —Señora, está usted en la Lubianka. No creo que le cueste mucho imaginarporquéestáaquí. —Pero yo no he hecho nada. —Solo la mención de su defensa le parecióridícula. —Esodicentodos.Sifueraverdad,noestaríaaquí. Lina se quedó sola en aquel zulo que le impedía moverse más de un metro a izquierda y derecha. Estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad. Intentó gritar todo lo fuerte que pudo, pero nadie la oyó, o al menos, no obtuvo respuesta. Le hubiera gustado dejarse caer al suelo y abandonarse al llanto, pero las dimensiones de la celda ni siquiera se lo permitían.Intentóserenarseacompasandosurespiración.«Todovaasalir bien.Nomepuedenteneraquí.Nohehechonada»,serepetía.Sucuerpo se resentía del frío y de la humedad reinantes en la celda. Solo podía pensar en sus hijos. En Oleg, en Sviatoslav. Se preguntaba qué habría pasadoconellos. Alverquesumadretardabaenregresar,Sviatoslavcogiósuabrigoy decidióirabuscarla.Quisopensarqueseguramentesehabíaentretenido conalgunavecinaquehabíaencontradoenlaescalera,perosumadreno solía distraerse con nadie y empezó a auspiciar un mal augurio. Cuando apenashabíabajadountramodeescaleras,seencontróconunvecinoque subíaatodaprisahaciaél. —Sehanllevadoatumadre.Hevistocómounoshombreslametíanen uncochenegro. Nohacíanfaltamuchosmásdetallesparasaberquiéneseranlosquese lahabíanllevadoyadóndesehabíandirigido.Intentóreaccionarsinsaber muybienhaciadóndeencaminarsuspasos.Necesitabahaceralgo,peroel estado de confusión en el que se encontraba le limitaba la capacidad de reacción.«Hasidotodomuyrápido.Lacalleestabaprácticamentevacía», continuabaelvecino.Nohabíaterminadolafrasecuandovieronaparecer porlaescaleraaungrupodecincopersonasquesedirigíanasucasa. —¿Es usted Sviatoslav Prokófiev, el hijo de Lina Prokófiev? — preguntóunodeloshombres.Alrecibirsuafirmación,lehizoungestode autoridad—.Entreencasa. Oleg intentó buscar una explicación en la mirada de su hermano, que llevabavariosminutosconunalividezenfermizamientraspresenciabael destrozo que aquel grupo de hombres comenzaba a acometer en su domicilio. Fueron horas de registro exhaustivo. Por la manera que tenían de arrojar al suelo cualquier cosa que encontraban a su paso no parecían policías,sinounabandadeladronesenbuscadealgúnobjetodevalorque le arreglara el día. Vaciaron de un golpe los cajones, abrieron los armarios desmantelando su interior, levantaron los colchones, descolgaronloscuadrossinimportarlessieranonodevalor,rajaronlas maletas,levantaronalgunastablasdemaderadelsueloyalgunosazulejos delacocina,inclusoalgúnmarcodelaspuertas,desvalijaronlosmuebles contalímpetuquerompieronalgunosdeellos.Todoquedóesparcidopor el suelo: libros, fotografías, discos, cuadernos de notas, ropa, lápices, alimentosquesemezclabanconproductosdelimpieza.Enunashorasla vivienda quedó convertida en un estercolero. Al final, los hombres se llevaron las dos máquinas de escribir de su madre, la Corona y la Underwood, la montaña de papeles que había a su lado, la máquina de coserSinger,loslibrosdelaCienciaCristianadeMaryBakerEddy,unas cuantascarpetasconpartiturasoriginalesdeProkófieveinclusoelpiano que Serguéi le había dejado a Lina para que siguiera ensayando. Oleg intentóimpedirloyunodeloshombreslepropinóunfuerteempujónque le hizo caer al suelo. «¿Quizá quiera acompañarnos?», le preguntó con una velada amenaza en su tono. Sviatoslav se interpuso entre los dos, pidiendo disculpas al policía y ayudando a su hermano a incorporarse, instándoleaquesecalmarayquelesdejarallevarseloquequisieran.Lo ibanahacerdecualquiermodo.Nopodíanhacernada,exceptoempeorar lascosas.Lesordenaronmantenerseaciertadistanciaeinsistieronenque nohablarananoserqueelloslespreguntaran,algoquetansolosucedió en un par de ocasiones para interesarse por el contenido de algunas grabaciones y por si había dinero en la casa. Los objetos que no se llevaron, como cuadernos, libros, varios tomos de una enciclopedia, grabaciones de los conciertos de sus padres, discos que representaban auténticasjoyasmusicalesoqueteníanunaltovalorsentimental,comola grabación de una canción de Juan Codina que Lina guardaba como si fuera un lingote de oro, los metieron en bolsas de basura que amontonaronenunadelashabitaciones,queposteriormentesellaroncon variosprecintosparaquenadieaccedieraalaestancia.Cuandocreyeron que el registro ya había terminado, llegó una mujer de unos cincuenta años, malencarada, que se limitó a mirarles durante unos segundos para después dedicarse a inspeccionar de nuevo la vivienda. Caminaba por la casalentamente,mirandoelestropicioquesuscompañeroshabíanhecho. Separóanteunodeloscuadrosquehabíandescolgadoycolocadocontra la pared. Era una pintura de Natalia Goncharova que la artista había regaladoasuspadresduranteunadelasveladasconamigoscelebradasen la casa de verano de París, donde solía acudir con su marido Mijaíl Lariónov, que colaboró con Prokófiev en varios montajes de Diáguilev. Sin dudarlo, cogió el cuadro y salió con él de la casa. Fue ella la que entregóaSviatoslavunpapelamarillo.Eraunacopiadelactadelregistro detallandolosobjetosincautados.Sinembargo,noaparecíanielcuadro queseacababadellevarnialgunasdelasjoyasqueunodeloshombres había extraído del joyero de su madre y había depositado en uno de los bolsillosdesuabrigo. Cinco horas más tarde abandonaron la vivienda. Antes de que lo hicieran,Sviatoslavsedirigióaunodeellos. —¿Dóndeestámimadre?—preguntó—.¿Adóndelahanllevado? —Eso no nos corresponde a nosotros —dijo secamente uno de los hombres,elprimeroenabandonarlacasa. Elúltimoensalirparecióapiadarsedeloshijos. —EstáenlaLubianka.Puedeniralaoficinadeinformacióndelacalle Kuznetski, aunque no creo que les digan mucho. Les notificarán algo cuandoloconsiderenoportuno. Animadoporelgestolocuazdelpolicía,volvióapreguntarle. —¿Porquélahandetenido?Ellanohahechonada. Elhombreleobservófijamenteduranteunosinstantes.Nohabíaensu mirada la severidad que existía en la mayoría de sus compañeros. Sin embargo, no dijo nada. Se limitó a salir por la puerta y abandonar la vivienda. Desde ese mismo instante y mientras Oleg intentaba poner algo de orden en el desaguisado que le tenía al borde del llanto, Sviatoslav rebuscó entre los papeles dispersos por el suelo hasta encontrar el cuaderno donde su madre guardaba la mayoría de sus contactos. Los llamóatodos,sinimportarlelahora.Necesitabaqueayudaranasumadre. Noescatimóniennombres,niencargosniennacionalidades.Todoaquel que era amigo de Lina recibió una llamada: actores, directores, compositores,políticos,poetas,actrices,pintores,escritores,personalde embajadas.Todosprometieronhaceralgo,aunquesabíanqueseríapocoo prácticamente nada, excepto poner en riesgo sus propias vidas por interesarse o intentar mediar por un detenido y un más que posible enemigodelpueblo. La detención de Lina Prokófiev olía a voluntad ideada por los estamentos superiores, como olía la acusación de formalismo contra SerguéiysuprecipitadomatrimonioconMiraMendelson.YenlaUnión Soviéticalasvoluntadesdeciertaspersonaspesabancomoelacerodela miradadeStalin,comoelplomodelasbalasqueacababanenlanuncade loscondenados,comoelhierrodelosvagonesdelostrenesquecruzaban Siberiaparaacabaralaspuertasdelosgulags.LavoluntaddeStalinsolía equipararse a la voluntad de Dios, aunque la primera era más palpable. Frosiafuelaúnicaquesepresentóenlavivienda,haciendooídossordosa la petición de Sviatoslav de que esperara a la mañana siguiente, que la madrugada no era el mejor momento para transitar por las calles de Moscú. Derzhanovski se ofreció a hacer lo mismo, pero él sí aceptó la sugerencia del hijo mayor de Lina de esperar al día siguiente para presentarseallí,aunquesecomprometióamoverlospocoshilosqueaún conservaba.Él,comomuchosotros,llevabaañosconelestigmadeartista maldito,aunquetodavíanoconocieralosmotivosexactos. Alúnicoquenopudolocalizar,porquenoteníateléfonoencasa,fuea supadre.Hacíatiempoquehabíaabandonadolaviviendadelospadresde MiraenMoscú,dondevivióunosmesesdurantesuestanciaenlaciudad, parainstalarseenunadachaalasafueras,dondeyahabíanidolosmeses deverano.Aunquealprincipiolecontrarió,mástardeentendióquesería mejor decírselo en persona. Apenas quedaban unas horas para que amaneciera.EntoncesiríajuntoasuhermanoOlegparaexplicarletodolo quehabíapasado. Fueron más de dos horas de viaje en tren. Al llegar a la estación de Perjúshkovo no encontraron ningún coche que pudiera acercarles a la dacha donde vivía su padre y tuvieron que caminar los casi quince kilómetros que los separaban del destino. Tardaron más de lo normal. Nevaba intensamente y el frío apenas los dejaba avanzar con cierta presteza.Nisiquierahabíantenidotiemponiganasdedesayunarantesde salirdecasa,exceptouncafécuyoolorlerecordódemasiadoasumadre paraqueaquelbrebajeasentaracorrectamenteensusestómagos. PorfinllegaronalaviviendadonderesidíaSerguéijuntoconMira.No había nadie en la calle. Llamaron a la puerta. Sviatoslav rezó para que fuerasupadrequienaparecieraenelumbralyleahorraraeltrancedever alamujerquehabíadestrozadosufamilia.Alospocossegundosapareció Mira. La observó con la misma desconfianza con la que ella les contemplabaalosdos.Parecíamayorapesardetenersolodiezañosmás queSviatoslav.Quizáeraporquesiemprevestíaconropadecolornegro oporquesucabellosiempreestabadespeinado.Surostrolucíasinluz,sin contrastes, ajeno a todo cuidado femenino, como si alguien hubiera olvidado cincelar sus facciones con un fino escalpelo y dotarlas de expresión.Elgestodecontrariedadquemostróalverlostampocoayudaba adulcificarsusemblante. —Necesitamos hablar con nuestro padre —dijo lacónicamente Sviatoslav. —No habéis llamado antes. Sabéis que si queréis ver a vuestro padre, debéisdellamarantesyavisarnos—dijoconunavozvidriosaperofirme. Sviatoslavodiabaelsonidonasaldesudicción.Llegóaaborrecerlotanto como esa imagen de fragilidad y debilidad que estaba convencido que respondía a una estrategia predeterminada, «como casi todo en esa mujer».Aligualquesumadre,estabasegurodequeMiraMendelsonera fruto de una estrategia elaborada por el partido para hacerse con las riendasdelavidadeProkófievyreeducarleenlosidealesbolcheviques, obligándoleacaminarporesasenda. —Notenéisteléfono,Mira.Esundetalleatenerencuenta. —Sabéis donde debéis llamar para localizarnos… —dijo, dispuesta a repetirlesunavezmásquellamaranalnúmerofacilitadoporsupadre,que correspondía a un compositor amigo que vivía en una dacha cercana, y que él sería el encargado de pasarle el mensaje. Pero el grito del primogénitoleimpidióhacerlo. —¡Teimportallamaranuestropadreydejaraunladotuabsurdapose deesposade…! Mira le miró con toda la ira que fue capaz de atesorar en sus pupilas, que se encendieron peligrosamente. Su intención era fulminarle con la mirada, pero su víctima supo repeler la agresión. Tenía problemas mayores que la cólera de aquella mujer, que no le provocaba más que repulsa desde el primer día que supo de su existencia. Sin que nadie lo esperara, Mira cerró la puerta violentamente. Sviatoslav y Oleg se miraron sin decirse nada. No entendieron muy bien si el portazo significabaquedebíanirsepornohaberllamadoantesdepresentarseallí osi,porelcontrario,debíanaguardaraquesalierasupadre.Despuésde cincominutos,Olegfruncióelceño.Noestabadispuestoaesperarmásy levantósubrazoconlaintencióndegolpearlapuerta.Suhermanoselo impidió. —Esperemos.Novamosamovernosdeaquíhastahablarconpadre— dijo, observando el rostro de su hermano menor, que no parecía muy convencido—.Mamáloestápasandopeorynovaaporreandolaspuertas. —Eso no lo sabes —dijo, aceptando la observación de su hermano mientrasbajabaelbrazo—.Además,yahasvistocómoaporrealasteclas delamáquinadeescribir.Compadezcoalpolicíaquesehayaatrevidoa encararseconella. Amboscompartieronunasonrisacómplice. Llevabanmásdequinceminutosesperandoaquelapuertaseabrieray empezabanasentirelcuerpoentumecidoporelfrío.Olegdabapequeños saltosparasacudirselaescarchadelaropa,queparecíaserlamismaque tenía alojada en sus huesos. Si no odiaban lo suficiente a Mira, aquella espera a la intemperie le hizo sumar puntos para aborrecerla aún más. Pasados veinte minutos, decidieron que quizá su padre no tenía a bien recibirlos e iniciaron una tímida retirada. En ese momento, la puerta se abrióyaparecióSerguéi.Sequedaronmirándolecomosihicieraunavida quenoseveían.Enciertamanera,asíera.Supadretambiénlosmiróde una manera extraña aunque con un punto imperturbable, como si realmente no los conociera. No era una expresión de miedo, de inseguridad, de pena o de disculpa. Respondía más bien al asombro. Encontraron a su padre envejecido, con aspecto descuidado, como si acabara de levantarse a pesar de ser pasado el mediodía. Es como si la vida le hubiese caído encima con más ímpetu que los bombardeos alemanescayeronsobreellos. —Tenemosquehablar. —¿Sobrequé? —Han detenido a mamá. Se la llevaron ayer a la Lubianka —dijo telegráficamente Sviatoslav mientras observaba el gesto de turbación de supadre.Alverquenoreaccionaba,lepropusoalgo—.¿Podemosentrar? —Mejordemosunpaseo—dijoSerguéi,cerrandolapuertatrasdesí. Olegnoentendióporquésuprogenitorpreferíacaminarsobreelhieloy bajolaintensanevadapudiendoestarcalientesyguarecidosdelfríoenel interiordeladacha,quizáconunatazadetéenlamano,sinoeramucho pedir a su nueva esposa. Pero Sviatoslav comprendió que su padre preferíahablarconlibertadsinqueMiralosescuchara.Niellaninadie. —¿Quéhapasado?¿Cómohasido? Después de narrarle cómo había sucedido la detención, cómo desmantelaron el piso y cómo nadie quería darles información sobre el estadodesumadre,elturnodepreguntaslecorrespondíaaél. —¿Porquéhandetenidoamamá? —No lo sé. Pero no puede sorprendernos. Se lo dije mil veces. Que dejara de ir a las embajadas, que no se dejara ver, que no quedara con amigos extranjeros, muchos de ellos declarados enemigos del pueblo, porquesuamistadpodríaentendersecomoundelitocontraelEstadoyesa seríasucondena.Peronomehizocaso. —Según ellos, tú también eres un enemigo del pueblo. ¿Eso quiere decirquetambiénmepuedendeteneramíporestarhablandocontigo?— preguntó Sviatoslav con la intención de hacerle daño al entender que su padreintentabajustificarelarresto. —Nomeextrañaríanada—susurróSerguéiparaluegomantenerseen silencioduranteunossegundos—.Cadavezquellamanalapuertapienso quevienenadetenerme. —Notehandetenidoati.Lahandetenidoaella—matizóSviatoslav—. Porunavezestaríabienquedejáramosdehablardetiparacentrarnosen ella.—Elsilencioacompañósuspasosduranteunosminutos—.¿Porqué te casaste con esa? —preguntó Sviatoslav sin mirarle—. Desde que lo hiciste, las cosas solo han ido a peor. Te declaran enemigo del pueblo, prohíbentumúsica,prácticamentetedestierran,ylomásimportante—fue consciente del hincapié que quiso hacer en este adjetivo—, detienen a mamá, supongo que por extranjera o por ser tu mujer. —A Serguéi le dolió el comentario, pero tampoco reaccionó ante eso—. ¿Has pensado quelahandetenidoaellapornoencarcelarteati? Comprendía la dureza de su pregunta, pero habían permanecido cerca de dos horas metidos en un vagón, habían caminado casi quince kilómetros desde la estación de tren, y por si no hubieran invertido suficientetiempo,Miraleshabíahechoesperarveinteminutosenlapuerta de su casa, a la intemperie, soportando temperaturas bajo cero en pleno mesdefebrero.Sviatoslavpensóqueteníaderechoapreguntarcontodala durezaquecreyeraoportuna. —Puedequeahoranoloentiendas…—comenzóadecirSerguéihasta quefueinterrumpido. —Esoyamelodijistecuandodecidisteabandonarnoshacesieteaños.Y sigosinentenderlo.Asíqueteagradeceríaquecambiarasdeargumento. —Mecambiaríaportumadresipudiera—dijoconundejedeemoción ensuvoz. —¿Yporquénolohaces?—preguntóOleg,quehastaentonceshabía preferidoasistircomooyenteaesepeculiarencuentroatresbandas. —Porque no serviría de nada, hijo. Al final acabaríamos todos donde estáella,vosotrostambién. —¿Eso quiere decir que no vas a ayudarla? —preguntó Sviatoslav, levantándosey,estavezsí,observándoledemanerainquisitoria. —Harétodoloqueestéenmimano. —Hazunpocomás,aunqueseaporunavez—lerespondióconrabia. Permaneciócalladounossegundos—.Silahubiesesayudadoaconseguir el permiso de salida, esto no hubiera pasado. ¿Qué más te daba que regresaraaParís?Túyateníasotravida,otramujer. —Nopudehacerlo.Notengoesafacilidadparaconseguirlascosas. —Pues bien que has podido casarte de nuevo sin necesidad de divorciarte—leespetóairadamente,haciendoelademándealejarsedeél. —¿Por qué me odias, hijo? —le preguntó Serguéi, reteniéndole del brazocomopudo. —¿Porquéodiastúamamá?¿Porquénosodiasanosotros?¿Quéte hemoshecho? —Estásmuyequivocado.Yonoosodio.Essoloquelavidahavenido deestamanera. —¿La vida ha venido…? —repitió mientras reía sin ganas—. Tú te encargastedellamarla.Esincreíbletucapacidaddeencontrarsiempreun culpableaquienresponsabilizardetuserrores.Debedeserunavidamuy agradable,padre. Sviatoslav se levantó e inició el camino de vuelta. Habían estado casi dos horas fuera, aunque la mayor parte del tiempo habían permanecido sentados en un banco de un parque cercano. La resistencia física de su padrenoestabaparaexcesos.Serguéiysuhijomenorlesiguieron. —Parecescansado—ledijoOleg. —No he dormido bien —respondió sin pensarlo ni mucho menos sentirlo. —¿Sabes lo que te diría mamá? —Serguéi le miró esperando la respuestacomosisupieraqueibaaresultarconsoladoraparasuespíritu —. Que lo que te pasa es que has dejado de soñar. —Oleg vio cómo su padreladeabasucabezacomosiquisieraobservarloquepasabaallado contrario de donde estaba él. Pero sabía perfectamente que lo que estaba haciendo era ocultar su rostro. Nunca había visto a su padre llorar, y tampocoloibaaverentonces. Cuando apenas quedaban unos quinientos metros para llegar a la casa dondesupadrevivíaconMira,Sviatoslavvolvióaencararseconél. —¿QuéfuisteahaceralaLubiankahacemásdeunmes?—Lapregunta mudólaexpresióndesupadre—.¿Puedescontármelo? —Esoyanotieneningunaimportancia. —Dejaqueseayoquiendecidaeso.¿Quéhacíasallí?¿Acasosabíasque iban a detener a mamá o solo intentabas buscar un arreglo para anular vuestromatrimonioypodercasarteconesa? —SellamaMira. —Y mi madre se llama Lina y está en la cárcel por tu culpa. Si no te hubiese acompañado a Rusia, si jamás te hubiese hecho caso, si no hubierassidotanegoístadepensarsoloentussueños…—Pensabaseguir escupiendo todo lo que llevaba dentro, pero Oleg se interpuso entre los dos. Por un momento temió que fuera a golpearle. Además, Mira los observabadesdeladistancia.Noqueríaestropearaúnmáslascosas. —Déjalo, Sviatoslav, eso ya no tiene solución —le confió Oleg, intentando tranquilizarle—. Vámonos, se está haciendo tarde y todavía tenemosqueregresar. Acompañaronasupadrealadacha,aunquetampocoestavezentraron. VieronaMirasaliralaentradadelacasa. —La próxima vez llamad antes de venir. Vuestro padre está enfermo. Noquieroquelecanséisconvuestrosproblemas.—SviatoslavyOlegla miraron. Ni siquiera se molestaron en odiarla, aunque Oleg tuvo nuevamente que sujetar a su hermano del brazo para que no fuera hacia ella. Hacía demasiado frío. El primogénito miró a su padre, esperando inútilmente alguna respuesta por su parte que reprendiera el comentario pocoafortunadodesunuevaesposa,peronollegó.Enesemomentotuvo lacertezadequesupadrenopodríahacernadaporsumadre.Unatristeza agónica le invadió. Se acercó a Serguéi y le dio un abrazo que no tenía previsto,peroqueentendióquedoleríaaMira,ysoloporesomerecíala pena.Alapartarsedeélledijoaloído. —Espero que no vuelvas a fallar a mamá. Espero que esta vez hagas algo. Llegaron a la casa familiar de la calle Chkalov ya entrada la noche. Estaban agotados, física y sobre todo moralmente. El encuentro con su padrehabíasidotodomenoselmanantialdecomprensiónydeeficiencia que anhelaban, aunque Sviatoslav tampoco había acudido a verle con demasiadasesperanzas.Queríaasupadre,nopodíaevitaradmirarlepero sabía de sus carencias personales. Amaba a Prokófiev pero había veces queodiabaaSerguéi.Deseócontodassusfuerzasqueestavezsíestuviera alaaltura,quepudierahaceralgo,quefueracapazdeenfrentarseaquien fueraparasalvarlavidadelamujerqueamó,quepusieraenprácticaen su vida real lo que tan magistralmente mostraba en sus obras. Pero era realista. Su padre había perdido toda influencia, le habían defenestrado, humillado, arrinconado. Bastaba que levantara la voz con el fin de interceder por una persona para que alguien la acallara para siempre. Entendíasumiedo,yanoporél,sinoporlasposiblesconsecuenciasque susupuestamediaciónpodríaocasionarleaellosdos.Estabaaltantodelo quepasaba.Conocíaperfectamentecómofuncionabaelrégimendeterror en el que vivían. Quien caía en desgracia a ojos de Stalin tenía todas las puertas cerradas y la vida seriamente amenazada. No importaba quién hubierasido,quécargoshubieseostentado,quégrandesfavoresoconqué diligencia y sumisión hubiera servido al líder soviético. Stalin ejecutaba comogobernaba,acapricho.ConocíaloscasosdeViacheslavMolotov,el que había sido hombre fuerte del partido, presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo y actual ministro de Asuntos Exteriores, que empezabaaperderelfavordeStalinyesolehabíaimpedidoayudarasu mujer Polina Zhemchúzhina, que acababa de ser detenida y encarcelada bajo las acusaciones falsas de ser espía y colaboradora de agentes extranjeros,enemigadelpueblo,endefinitiva.Sudelitohabíasidohacerse amiga de la embajadora de Israel en la Unión Soviética, Golda Meir, y actuar como intérprete entre su marido y la embajadora, gracias a su conocimientodelidioma.Saberdemasiadosidiomastampocoestababien visto. A Molotov le obligaron a divorciarse de ella y días más tarde fue detenida. Lo mismo le había sucedido al presidente del Presidium del Soviet Supremo, Mijaíl Kalinin, que falleció sin poder resolver la situacióndesumujer,YekaterinaIvánovnaLorberg,detenidaytorturada en la cárcel de Lefortovo bajo la acusación de ser trotskista y de haber criticadoaStalinsiendomiembrodelaCorteSuprema.Fuecondenadaa quince años de trabajos forzados en un gulag de Siberia. Nadie estaba a salvo del puño de acero de Stalin. Incluso la mayoría de los jefes de la policíasecretadelaUniónSoviética,responsablesdelasmayorespurgas ordenadas por el propio Stalin, como Yákov Peters, Nikolái Yezhov o GuenrijYagoda,habíancaídoendesgraciayfuerondeclaradosenemigos delpueblo,acusadosdetraidores,encarceladosyejecutadosencamposde concentración o en los propios sótanos de la Lubianka donde ellos mismoshabíanordenadolamuertedemilesdedetenidosdeuntiroenla nuca. Ante esa macabra realidad, Sviatoslav se preguntó qué podía hacer su padre. Porunmomento,searrepintiódeltonoseveroquehabíautilizadocon él.Peronohabíapodidoevitarlo.Noestabadolidoporquenisiquierales hubierapreguntadosinecesitabanalgo.Ledolíaquenoselopreguntara portemoralarespuesta. Cuando Oleg estaba poniendo la tetera en el fuego de la cocina para calentar algo de agua con la que prepararse un té, llamaron a la puerta. Losdoshermanossemiraronensilencio.Podíanesperarcualquiercosay ningunaerabuena.Eraunvecinoqueveníaaentregarlesuntelegramaque había llegado en su ausencia. Venía de París. Era de la abuela Memé, de OlgaNemiskaia:«Mepreocupavuestrosilencio». Sviatoslav se dejó caer en el sofá de casa mientras sus dedos jugaban coneltelegrama.Desdeluego,laabuelateníarazonesparapreocuparse. Pero no creyó que necesitara conocerlas. Hasta saber qué iba a suceder consumadre,nomerecíalapenapreocuparla.Optóporelsilenciocomo respuesta,laúnicaymáscomúnenaquellaUniónSoviética. 27 Perdiólanocióndeltiempo.Nosuposihabíanpasadominutos,horas, días o semanas. Nadie apareció para decirle nada. Nadie había ido a buscarla.Nohabíavistoaotraspersonasensumismasituación.Tansolo había tenido contacto con el guardia que le había entregado un trozo de panácidoyunbrebajemaloliente,aguadoydecoloramarillentoalque llamabansopa.Leaconsejóquecomieraporquenosabíacuándotendría laoportunidaddevolverahacerlo.PeroLinateníaelestómagocerrado. Lo último en lo que pensaba era en comer. Solo quería que alguien le hablara,queleexplicaraporquéestabaallí,queledijeracuándopodría salir y si hablaría con sus hijos en algún momento. Necesitaba ver a alguien ante quien poder defenderse de lo que le acusaban. Pero en su lugarnooíamásqueextrañosruidos,timbres,campanas,elsonidodelas puertasdelasceldascerrándoseyabriéndose,eltintineodelasllavesque losguardiasllevabancolgadasenelcinturón.Leangustiabaescucharlos llantossofocadosqueproveníandealgúnlugarcercano.Estabacansada, tenía frío y notaba que la fiebre le había subido. Sentía las piernas agarrotadas,hinchadasantelaimposibilidaddemoverseenunespaciotan reducidocomolaceldaenlaquelehabíanintroducidoyencuyointerior le resultaba imposible extender sus brazos o mantener una postura erguida. Necesitaba ir al servicio. Había evitado el vómito hasta en tres ocasiones, aunque no estaba segura de que pudiera hacerlo una cuarta. Hubiera agradecido poder arrodillarse, sentarse en el suelo de la celda. Aunqueconsiderasepocoprobablelaposibilidaddedormirdurantecinco minutos,lapequeñaperopotentebombillaqueiluminabaelreducidobox lohacíaimposible.Además,cadavezqueintentabacerrarlosojos,aunque solo fuera como mecanismo para controlar su estado anímico, el carcelero le gritaba: «Abre los ojos. No te duermas. No está permitido dormir».Mástardeentendióquelafaltadesueñoydedescansoeraunade lastorturasmáseficacesempleadasporlosórganosdelaSeguridaddel Estado. Cuando estaba a punto de desfallecer, vinieron a buscarla. Sin explicarle nada, la condujeron por los mismos pasillos que había recorridonadamásllegaralaLubiankaylasacaronalexterior.Tuvoque cruzarunampliopatiointeriorqueconducíaaunazonadeaparcamiento. Susoídossellenarondegritoshumanosqueprocedíandelinteriordelas ventanas que daban al cenador del edificio y que lograron estremecerla, aunque no más que la frase que uno de sus custodios pronunció a su espalda. «No te preocupes por ellos. Tú gritarás más cuando llegue tu turno». Hacía un frío intenso y el viento convertía la helada nocturna en cuchillosafiladoscapacesdedevastaruncuerpo.Linatansoloibavestida conunligerovestidodeunatelademasiadofina.Alguienseencargóde arrebatarle la chaqueta gris de Serguéi que llevaba cuando llegó a la prisión. «Esto no te va a hacer falta», le dijo el hombre que la conducía porlospasillos.Laintrodujeronenuncamióncubiertotansoloporuna lona en su parte posterior. Durante la más de media hora que duró el trayecto, pudo observar cómo pasaba cerca de algunos edificios de la ciudadqueconocíaperfectamente,comoelTeatroBolshói,elKremlin,el Hotel Metropol, la plaza Roja, incluso distinguió el edificio en el que vivía,yaqueelvehículoatravesólacalleChkalov.Porunmomentopensó que su pesadilla había terminado, que la devolvían a casa, que podría abrazar de nuevo a sus hijos y que aquel tiempo de detención quedaría guardado en la memoria como un mal sueño. Ni siquiera pensaba protestar ante el error cometido y aceptaría sin más las disculpas de sus captores. Solo quería besar a sus hijos y empezar a preparar la fiesta de cumpleaños de Sviatoslav. La quimera duró lo que tardó el camión en giraraladerechayabandonarlacallefamiliar.Entoncescomprendiólo pueril de su pensamiento. Fue inocente y absurdo pensar que la iban a soltaryqueencimalallevaríanhastalapuertadesucasa. Cuando el camión detuvo su marcha, Lina ya notaba cómo su cuerpo convulsionaba continuamente. No solo eran el frío y la fiebre los que la asolaban, el miedo también quería participar del aquelarre anímico que empezabaaagitarsuorganismo.Oyólosladridosdeunosperrosque,a juzgar por la proximidad, parecían formar regimiento alrededor del camión y la intimidaron tanto como los aullidos de los lobos durante la noche que de niña llegaban a sus oídos cuando pasaba temporadas en el Cáucaso con sus abuelos. Aquella evocación le trajo la imagen de su abuela Carolina y sus esfuerzos para que la pequeña no temiera a los sonidos de la noche. Intentó recordar sus enseñanzas, pero no le iba a resultarnadafácil.Laapearondelvehículoconlabrusquedadprecisapara informarledequeladelicadezanoibaaformarpartedelaestrategiayla sentaron en una silla frente al vehículo, que permaneció con los faros encendidos. Apenas podía ver a quién tenía enfrente. La potente luz la obligóagirarlacabezamientrasunavozfuerteyrecialeordenabaque mirasealfrente.Obedeció.Alguiensituóunamesayunasillaanteella.No pudodistinguirelrostrodelapersonaquecomenzóahablarle. —¿PorquévinoalaUniónSoviética?—preguntóunavozquelellegó pausada y nada crispada. El tono utilizado la descolocó tanto que apenas pudo contestar. Su silencio motivó que el interrogador repitiera la pregunta,peroestavezescupidaagritos. —Vine con mi marido, el compositor Serguéi Prokófiev —dijo, esperando que aquel nombre le sirviera como tabla de salvación o al menoslalibraradeunacondenaprematura. —Sabemos quién es su marido, un maldito traidor a la patria, un emigrante blanco que abandonó Rusia para convertirse en un burgués europeoyconspirarcontrasupaís.—ALinaseleolvidaronlosladridos delosperros,acalladosporloqueacababadeladrarelinterrogador.Se encendióalescucharaquellosinsultosinjustosycalumniadoresolvidando queteníamayoresproblemasqueaquellasinfamiasdelhombresinrostro contrasumarido—.Peroesoyaestáarreglado.—LarespiracióndeLina se alteró. ¿Qué quería decir con «ya está arreglado»? ¿Se refería a que Serguéi había sido detenido, encarcelado o quizá algo peor? Deseó con todas sus fuerzas que el arreglo se refiriese a su matrimonio con Mira. Pero si lo sabían, ¿por qué la seguían tratando como la señora de Prokófiev?Estabaconfusa,albordedelcolapso,suimaginaciónlaestaba torturandomásquelacegadoraluzdelosfarosdelcamiónylaspalabras delhombresinrostroquecontinuabahablando—.Sabemosquehaestado usted colaborando con fuerzas extranjeras contrarrevolucionarias para desestabilizarnuestrosistemayparticipandoenaccionesterroristascontra el camarada Stalin. Se le acusa de un delito de traición contra la patria. ¿Tienealgoquedecir? —Esmentira. Los primeros golpes fueron los que más le dolieron porque, aunque esperados, nunca se veían venir. Al menos sirvieron de eficaz anestesia para los posteriores, que la dejaron en un estado de semiinconsciencia. Duranteunmomentosolooyólosgolpessecossobresucuerpo,peroni siquiera los sintió. Su visión quedó borrosa y únicamente distinguió sombrasmoviéndoseenunhazdeluzconvertidoenunaniebladensacuyo sonidosefueapagandopocoapoco. Despertóenunaceldaconelcuerpodoloridoyconlasensacióndeque lacabezaleibaaexplotar. —¿Estás bien? —le preguntó una voz a su lado, que no quiso esperar una respuesta para formular una nueva pregunta, que resultó ser la interpelación más formulada en las cárceles de la Unión Soviética—. ¿Quiéneres? Lina intentó incorporarse y aceptó la ayuda de la mujer que había aparecido ante ella nada más despertar. Sintió una fuerte punzada en el vientre,peronorecordóaquésedebíaaqueldolor.Miróasualrededor. Estaba en una celda algo más amplia que el box en el que había sido introducida nada más llegar a la Lubianka. Tenía capacidad para dos personas aunque más tarde comprobaría que las dimensiones en aquel lugar siempre engañaban y el espacio era un simple efecto óptico con vocación de trampa. Olía al mismo desinfectante que había arrojado contrasucuerpoladesagradablemujerqueladesnudónadamásllegar,la obligó a ducharse y le propinó la primera bofetada física que había recibidoensuvida.VolvíaaestarenlaLubianka,peroalmenosaquella celda tenía una ventana en la parte posterior de una de sus paredes. No supo por qué aquella visión la reconfortó ya que ni la contempló como unaopcióndeescapenisiquieraestabaabiertaparapermitirlaventilación delcerradohabitáculo.Tansoloseabríadurantecuarentaminutosaldía con la intención de que la urgente ventilación arrastrara el olor a humanidad,dolorymuerteincrustadoenlasparedesdelacelda,algoque resultabaprácticamenteimposible.Eneltechopersistíaelafánluminoso delaLubiankaporacribillareldescansodelospresos.Contemplólaluz amarillentaqueirradiabaelglobodevidrioquecolgabadeltecho.«Las luces amarillas de la Lubianka», evocó el día en el que le preguntó a Serguéiquéhabríadetrásdeaquellasventanas.Lamemorialedevolvióel recuerdodelanocheanterior,eltrayectoenelcamión,elfríointenso,los ladridos de los perros, los potentes y cegadores faros del furgón y los primerosgolpes. —¿Dóndeestoy?—preguntó,obviandolapreguntaanteriordesunueva compañeradecelda. Lamujersonrió.Linalaobservómásdetenidamente.Eraunajovende no más de treinta años, de aspecto débil, aunque los golpes en su cara invitaranapensarlocontrario.Teníaunosenormesyvivacesojosverdes enmarcados en un rostro angelical, casi infantil, sobre el que caían algunosmechonesnegrosquelahubieranconvertidoenportadaderevista encualquierotrorincóndelmundo.Ysinembargo,enaquelagujero,era una pieza de carnicería. Natacha era una abogada que había servido durante años al partido y a sus dirigentes, y que desde que tuvo uso de razón había defendido los ideales revolucionarios inculcados por sus padres.Perounamigosuyohabíatenidolaosadíadecomentarydivulgar las críticas a Stalin incluidas en el testamento de Lenin en una discreta reunióndeamigoscelebradaensucasa,apuertacerrada,sinpublicidadni más oídos que los de sus propios amigos. Ese había sido su delito y el motivo de su más que segura próxima sentencia de muerte. Pero su semblanteparecíaaceptarsudestinoytambiéneldeLina. —Yodiríaqueestásenellugardelmundoquenotecorresponde,como casitodos. —Soy Lina Prokófiev —reconoció finalmente, dibujando la sorpresa en el rostro de la mujer, que repitió con cierta admiración. «Prokófiev, nuestro Prokófiev», pensó—. Y no sé lo que habrás oído, pero soy inocente. —Notepreocupes.Digasloquedigas,resistasloqueresistas,yaestás condenada. —Lina la miró con estupor. No necesitaba escuchar esas palabras.Sucasoseríadiferente.Encuantopudierahablarconeljuez,lo entendería—.Sientosertanclara,peroesloquevaapasarycuantoantes lo asumas, mejor. —La miró con más miedo que tristeza—. Te condenaránporelartículo58.EsunartículoincluidoenlaParteEspecial delCódigoPenalde1926,quetipificalosdelitos.Constadediezpuntos, pero en el primero ya queda resumido tu destino: cualquier acción orientada a debilitar el poder bolchevique puede ser considerada contrarrevolucionaria.Yporsinoquedasuficientementeclaro,elCódigo Penalruso,ensuartículo6,añadequecualquieromisióntambiénpuede serlo. Así que, sea lo que sea que hayas hecho o dejado de hacer, estás jodida, como todos. Recuerda, artículo 58. Aunque yo apostaría a que te condenaránporelpuntosexto,porespionaje.Siempreoptanporlomás cómodo, por lo más recurrente, sobre todo si el juez que te toca lleva muchas horas de guardia y tiene ganas de irse a casa con su mujer. Hay algunosqueduermenaquídurantedíasynovenalafamiliaensemanas, sino meses. Al parecer, disfrutan con su trabajo. Lo que no tengo muy claro es si tu delito entrará en el apartado de sospecha de espionaje, espionaje no demostrado o relaciones conducentes a sospecha de espionaje.—Natachasequedóobservándolacomosihubiesedescubierto algonuevo—.Túeresextranjera,¿verdad? —Sí, soy española. Pero obtuve la nacionalidad soviética cuando vine con mi marido a la Unión Soviética en 1936 —reconoció Lina, y adelantándose a la siguiente pregunta, continuó—: Y sí, tengo amigos extranjeros,heasistidoarecepcionesenembajadas,einclusobailéunvals conJoachimvonRibbentrop.Yademás,hetrabajadodetraductoraenuna agenciadenoticias.¿Cuántomepuedecaerporeso? —Lo que quieran. Olvida el punto seis. Van a ir directos al punto décimo.«Lapropagandaoagitaciónincitaaderribar,socavarodebilitar al régimen soviético, así como la difusión, impresión o tenencia de publicaciones con ese contenido». Y eso va desde una conversación privadacontumarido,unacartaconfidencialatumadreounpensamiento quealguiencreaescucharentucabeza.¿Quieresunconsejo?Firmaloque tepongandelante,almenosevitarásquetetorturendurantedías,semanas omesesyconunpocodesuerteinclusoevitesquetematen.Hazmecaso. Terminaráshaciéndolodetodasmaneras.Firmaloquetepongandebajo de tu nariz. Ni siquiera te molestes en leerlo. Encontrarán la forma de presentarpruebasytestigosqueloacrediten. —¿Y tú? —le preguntó, observando las señales de violencia en su rostro—. ¿Por qué no lo has hecho? ¿Por qué no has firmado y has evitadoqueteponganasí? —Porque conmigo están disfrutando. Ni siquiera me han dado esa opción. Soy uno de los suyos y ese es un crimen mayor que merece un castigomásexhaustivoypormenorizado. Linahubiesedeseadoquesuimprovisadacompañeradeceldafuerauna pintora, una estudiante o una campesina, y no una abogada que parecía conocerdemasiadobienlaaplicacióndelasleyesqueregiríansufuturo. Oiríanombrareseartículo58durantemuchosañosalolargodesuvida. Ycadavezqueeseartículomarcabasuvidaysudestino,seacordaríade Natacha, de sus ojos verdes, enmarcados en grandes círculos negros, amoratados por los golpes, pero desprendiendo más luz que todas las bombillasamarillasdelaLubianka. Eltintineodelasllavescolgadasdelcinturóndelcelador.Esesonidoy eldelatapacolorverdeolivadelamirillaalserlevantadaporlasmanos deloscarcelerosparaobservarelinteriordelaceldaeranlosdosruidos quelograbandescomponerelcuerpodelpresoconmayorfacilidad.Solo cabíaesperarparasabersilaaperturadelapuertasignificabalaentrada deunnuevoinquilino,algoquesolíaseranunciadoporelsonidodelas pisadasporelpasillooelarrastredelospiesdelreoacarreadopordos guardias en el caso de que viniera de un interrogatorio, o si por el contrario venían a recoger carne fresca, como solían decir algunos vigilantes.Aquellavezfuelaprimeraopción.Cuandolapuertaseabrió, despuésdequelallaverugieravariossegundosenlacerradura,elcuerpo deunamujercayódesplomadosobreelsuelodelacelda,provocandoque LinayNatachatuvieranquepegarsuscuerposcontralaparedparadejar algodesitioydeairealareciénllegada.Porunmomentodudaronque aquel guiñapo de carne y huesos todavía guardara algo de vida en su interior.Estabaenmuymalestado,sangrabasinparar,especialmenteentre laspiernas,yapenaspodíareconocersesufisonomía.Veníaprácticamente desnuda y desprendía un olor nauseabundo, pero no a desinfectante, ni a suciedad, ni a una mezcla de orines y vómitos, sino a quemado. Lina todavíanohabíaoídohablardelosinfiernillosydelacarnequemada,de las barras de metal calentadas al fuego buscando recovecos corporales íntimosenlosquealojarse,nideltristementefamosoherradosecretoque sufriólamayoríadelospresos,asíquesudesconocimientoenlamateria mitigósucongoja. —¿Quién es? —quiso saber Lina. Era la primera vez que hacía la pregunta más popular en la Lubianka y en cualquiera de las cárceles y gulagsquepoblabanlaUniónSoviética. —Ahora no sé. Cuando entró era una famosa bailarina del Teatro Bolshói.CreoquesumadrebailóenlosBalletsRusosdeDiáguilev.—La mencióndelnombredesuamigoenmitaddelinfectoagujeronegrodela celdaatravesósupechocomounestileteenfurecidocontraunbloquede hielo—.Gritódurantehorasquequeríaveraljuezinstructorparadecirle que era inocente. Vinieron dos hombres que la sacaron de la celda y la dejaronsentadasobreuntabureteenelpasilloduranteseisdíashastaque hacedosnochesselallevaron.Yhoylahantraídodevuelta. ElsilencioenlaLubiankasonabaaúnmásaterradorquetodoelcorode gritosquepudieraescucharse.Loquemásleextrañóesquenisiquierase oyeralarespiracióndelaantiguabailarinadelBolshóiquecontinuabasin moverse.Enesemomentopensóqueaquellajovenpodríahaberbailado enRomeoyJulietaoenLaCenicienta. —¿Yestavaasernuestracondena,morirtorturadasenunacelda?— preguntó. —¿Condena?Aquínocumplimoscondena.—Natachaabriósusmanos —.Estoesunaceldadeprisiónpreventiva.Estamosalcomienzodelafase deinstrucciónjudicial.Todavíanohasvistonada. Aprendió rápidamente la rutina de la cárcel: no se hablaba con los guardias a menos que ellos preguntasen, lo que no solía ocurrir, porque suscomunicacionesselimitabanalasórdenes,losinsultos,lasamenazas y las burlas. No se miraba al frente, siempre con los ojos pegados al suelo, borrando cualquier horizonte que pudiera contemplarse, bueno o malo.Estabaprohibidogesticular,hacerruido,murmurareinclusopensar ysentir.Paraesosehabíandiseñadolamayoríadelosinterrogatoriosy las técnicas de tortura, para anular toda capacidad de raciocinio, de control mental, cualquier muestra de reacción y de dignidad humana. En realidad, estaba prohibido vivir, pero evitaban expresarlo con tanta contundencia. Cada vez que un preso salía de la celda debía caminar mirando al suelo y con las manos a la espalda, y cuando al final le permitíanacostarseydormirduranteunosminutosuhoras,debíahacerlo siempre manteniendo las manos encima de la manta. Daba igual si hacía frío,lasmanossiemprealavistadelcelador,queacualquierhoradeldía y de la noche podía abrir la mirilla para vigilar lo que pasaba en el interior de la celda. «No preguntes, solo obedece —le aconsejaban otras presas—. ¿Qué quieres, debatir con ellos?». Había vertujais que disfrutaban haciendo el mayor ruido posible, sobre todo en plena madrugada, cuando por fin se les había concedido a los presos la posibilidaddedormirduranteunaspocashoras.Levantabanunayotravez latapadelamirillaygolpeabanconsusbotasmilitareslapuertametálica delaceldaparaquelosinternossedespertaranconlaansiedadsupurando por cada poro de su piel. Sus organismos ya estaban programados para saltar ante cualquier sonido por pequeño que fuera, ya que podía significar que venían a por ellos para un nuevo interrogatorio, para encerrarlos en una celda de castigo, llevarlos a las afueras de la ciudad dondecontinuarconprocesosintimidatoriosconelfindearrancarlesla confesión deseada, trasladarlos a una nueva prisión, acompañarlos a los sótanos de la Lubianka donde ponían la radio al máximo volumen, o a algúnpatiointeriorodescampadocercanodondemanteníanelmotorde un vehículo encendido, creando un sonido ambiente que se tragaría cualquierruido,estallidoodetonación.Todoselloseranlugaresdedonde nuncaseesperabaregresar. El día comenzaba muy temprano y en realidad nunca acababa, en algunoscasos,ensentidoliteral.Porlamañana,elruidodelapuertadela celda y los gritos de los guardias instando a los detenidos a levantarse despertabanalospocosquehabíantenidolasuertedeconciliarelsueño. Enunossegundos,eranobligadosasituarseenfiladedos,conlasmanos a la espalda, excepto la persona encargada de portar el cubo donde los presos hacían sus necesidades durante el día. En algunas celdas esas cubetas tenían tapa, pero no en todas. El guardia era quien designaba al preso que debía transportar la parasha cada día. Y desde que había llegado, la elegida fue Lina. A los guardias parecía divertirles verla encargándose de aquella desagradable tarea. «De las recepciones en las embajadasylosbailesdesalónallevarlamierdadelapoblaciónreclusa en sus manos. Esto es el reino del proletariado, aquí todos somos iguales»,ledecíanentreburlasyrisas.Deesamanera,Linayelrestode las reclusas eran trasladadas a la única visita al baño que se les permitía durante todo el día y debían aprovecharla lo mejor que pudieran. Todas disponían del mismo tiempo, entre tres y cinco minutos, que debían repartir para usar el retrete, asearse y lavar su ropa, sin importar que algunarequirieseunmayorintervaloparalimpiarafondolashuellasque algún interrogatorio hubiese dejado en su cuerpo. Los guardias no entendíandecuerposdoloridos,decostras,deheridasabiertasnideloque costaba retirar la sangre seca de algunas partes del cuerpo. Había un horarioquecumpliryeltiempoeraloúnicoquenopodíaperderseenla cárcel política más importante de toda la Unión Soviética. Si alguna de ellas tardaba más de la cuenta era sacada a la fuerza, sin importarles en qué momento del aseo se encontrara, lo que daba lugar a espantosas escenas.Elpapeleraunbiendemasiadopreciadoparadesperdiciarlocon losdetenidos,porloqueladireccióndelacárceldecidióqueacadapreso se le daría un trozo de dimensiones ridículas con el que tendrían que apañarse como buenamente pudieran. Durante una temporada, esos papelesfueronarrancadosdeloslibrosalmacenadosenlabibliotecadela prisión, la mayoría procedentes de los registros y los requisamientos en las viviendas de los detenidos. Lina rezaba para que nunca tuviera que encontrarse con un trozo de alguna partitura mutilada firmada por Prokófiev. Al principio le pareció absurdo ese pensamiento, pero se convenciódequeeraloúnicoquelamanteníavivaylosuficientemente cuerda, y lo más importante, esa consideración la diferenciaba de sus captores,elpoderdedistinguirelpapelhigiénicodelahojadeunlibreto, lapáginadeunlibroodeunapartitura. Devueltaalaceldanotardabanenescucharlasruedasdeloscarrosde comidachirriandocontraelsuelo.Untazóndesopadecolpodridadeun colorquesolíavariarentreunverdosomohoyunamarillentofuel,enla quealgunasvecesflotabaalgoparecidoauntrozodevíscera,yunpedazo depan,casisiemprehúmedoyconunatexturapastosa,alqueselehabía negadoelderechoaserfermentadoyqueenelpaladardejabaunsabora patata y cal. Desde que había entrado en la Lubianka Lina había perdido peso.Calculóqueseríanseisosietekilos,sinomás.Nosoloporlafalta de apetito o por la precaria alimentación, sino por el estado de ansiedad que regía su cuerpo a causa del miedo y la violencia. No sabía si le aterrabamásimaginarloquepodríapasarlelapróximavezquevinierana buscarlaoloquerealmentelepasaría. Los primeros días apenas pudo probar bocado. Su cuerpo no admitía alimentos y cuando cedía a la recomendación de alguna presa que le insistía en que debía comer, lo vomitaba todo. En su boca todo tenía un sabormetálico.Selimitabaabeberunpocodeagua,ounaespeciedeté verde que sabía a aguas residuales, pero que al menos estaba caliente. Aprendió a administrar la muleta, su ración diaria de pan. Al principio preferíaconsumirlopocoapocoydejaruntrozoparalasúltimashoras del día, cuando el hambre apretaba, pero por recomendación de Natacha terminó comiéndoselo de una vez para evitar que otras detenidas se lo robaran y provocar mayores altercados. Sabía que algunas de las presas encerradas en otras celdas tenían el privilegio de ser sacadas a dar un paseo, aunque fuera a la azotea del edificio, o incluso acudir al médico, pero Lina no estaba entre las afortunadas. Existía un interés especial en quelaúnicaluzquevierafueralairradiaciónamarillentaquedesprendían lasbombillasdelasceldas.AsícomenzósuestanciaenlaLubianka. No habían pasado ni veinte minutos de la llegada de la bailarina del Bolshói,cuandolapuertadelaceldavolvióaabrirse.Sinmediarpalabra, doshombressacaronaLinadelacelda,queapenaspudosoltaruntímido e inútil no. La llevaron casi en volandas por los pasillos, subieron un tramo de escaleras y llegaron a una puerta cerrada, que uno de los hombres aporreó con tres golpes continuos. Al escuchar el permiso de entrada,accedieronalinteriordeldespacho.Eraunhabitáculoamplio,al menosasíleparecióaLina,aunqueteniendoencuentalosagujerosenlos quehabíaestadodurantelasúltimashorasodías—lanocióndeltiempo había dejado de existir en su cabeza—, su capacidad de cálculo comparativo podría haber mermado. No tuvo mucho tiempo de inspeccionar la estancia porque enseguida la sentaron en una silla que habíafrenteaunamesallenadepapeles,sobrelaqueescribíaunhombre, queresultósereljuezyquenisiquierasemolestóenmirarladurantelos primeros minutos. En ese intervalo de tiempo pudo distinguir que las paredesestabanpintadasdeuncolorverdeyblanco,yquepartedelsuelo era tarima de madera y otra parte de cemento rojo. Al entrar había divisado a dos hombres al fondo de la habitación, recostados sobre dos grandes sillones, que le dirigieron una mirada indagadora con la que parecíaninspeccionarunamercancíareciénllegadaalmercado. —Número3939—dijoeljuez,leyendounpapelqueteníaenlasmanos. La miró durante unos segundos sin preguntarle nada—. Creo que ya conocedeloqueseleacusa—dijo,extendiéndoleundocumentodedos páginas y colocando sobre él una pluma—. Nos facilitaría mucho las cosas que firmara la confesión que realizó ayer a mis camaradas. Nos ahorraríamosmuchotiempo,dineroyesfuerzo. —Yo no realicé ninguna confesión —se atrevió a decir sin que se le quebrara la voz, como supuso que le pasaría—. Solo fui insultada y golpeadapornegarunasacusacionescontramíycontramimarido. El juez la miró como si fuera la primera vez que oía a un detenido denunciarunmaltratosimilar. —¿Está diciendo que alguien la maltrató y que realizó acusaciones falsassobresupersona?—lepreguntóeljuez—.Peroesonopuedeser. ¿Ha presentado ya una queja? —dijo, buscando entre los papeles de su mesa un formulario que finalmente encontró—. En cuanto lo haga, la podréadjuntarasuinformeyquedaráconstanciadeella—ledijoconun deje pausado, sin alzar la voz. Lina comenzó a intranquilizarse cuando presintióunapresenciaenformadesombraaproximándoseasuespalda. Pensó en mirar hacia atrás, pero un súbito temor la paralizó. Vio incorporarsealjuezdesumesa,despuésdedirigirsumiradaalascuatro personas que empezaban a tomar posiciones detrás de la detenida—. Vamosahacerunacosa.Ledejoaquílaconfesiónqueletomaronayery cuandovuelvaustedmedicesiestátodocorrectoosihayalgúnerrorque quieraquecorrijamos. Esa noche aprendió dos nombres que no lograría borrarse de la cabeza en toda su vida. Nikolái y Pyotr. Eran dos de los cuatro policías especialistasenobtenerconfesionesquesiempreestabanpresentesensus frecuentesinterrogatorios.Nosedeteníanantenadaymuchomenosante lasmuestrasdedolorolassúplicasdesusvíctimas.Teníanuntrabajoque hacer y no pararían hasta conseguirlo. Si tenían que retorcer extremidades,quemarconcigarrilloslapieldelcuerpo,clavaragujasen brazos y piernas, sembrar de sombras verdes y moradas el mapa anatómico de los presos o explorar con diversos materiales punzantes y ardienteslaszonasmásíntimasdeaquellosquesenegabanaconfesarlo inconfesable,loharían.Yelnúmero3939noibaaserunaexcepción.Más bienalcontrario,NikoláiyPyotrdisfrutabandemaneraespecialcuando encontrabanunterritoriovirgen,yermodeunpasadodetorturas,sobreel quepodertrabajarymostrarsuespecialización. A menudo solía perder el conocimiento, pero para eso también tenían soluciones en la Lubianka. La despertaban con amoniaco y, si le había tocadoelturnoaalgúnalmaredentora,learrojabanuncubodeaguapor lacabezayledabanunatazadekawa,unsucedáneodecaféconsuficiente cafeína para despertarla. Algunos presos habían sido despertados con inyeccionesabasededrogasquemezclabanconsuerosdelaverdad,pero Linanorecordabanadadeeso.Mástardeentendióquelafaltadememoria eraunaconsecuenciadelosepisodiosdetorturayquenorecordarlono suponíanohaberlovivido. Después del interrogatorio no la devolvieron a la celda de donde la habían sacado y en la que habían quedado Natacha y la bailarina del Bolshói. La introdujeron en otra situada en una planta distinta, si no le engañaba su sentido de la orientación, que hubiera sido lo lógico en aquellas circunstancias. La bajaron un par de plantas más abajo, juraría queenelsótano.Denuevounestrechoyreducidoboxlaesperaba,pero estavezlasedtorturadoradesusguardianeshabíaidounpocomáslejos. Laobligaronameterlospiesenuncubodeaguaheladaconbloquesde hielo, y así permaneció durante veinticuatro horas en las que alguien se encargaba de reponer el hielo derretido. Después fue llevada de nuevo anteeljuezinstructor. «¿Está preparada ya para confesar», le preguntó. Ante la negativa, volvía a la celda o quedaba al arbitrio de sus dos maltratadores, que se habíanganadoapulsoeltítulodeoficiales.Peronosinantesescucharuna de las peores sentencias que se podían oír allí dentro. «Llévensela. Seguiremosotrodía». Eraelpeorveredictoquepodíarecaersobrecualquierdetenido,porque eso significaba que los interrogatorios continuarían y que de nuevo tendríaquepresentarseanteeljuez.Podíanestarsemanas,meses,añosde la celda al despacho del juez instructor, dependiendo de la resistencia físicay,sobretodo,psicológicadelreo. Lina decidió aguantar. Su sentido de la conciencia y la dignidad no le permitía firmar el reconocimiento de un delito que no había cometido. Podíanhacerconellaloquequisieran,peronofirmaríanada.Desestimó seguirelconsejodeNatacha.Estabaconvencidadequeloresistiríatodo. Losgritosdelosguardianes,losinsultosdelapolicía,lasamenazasdel juez. Le impedían dormir e incluso cerrar los ojos durante días, la trasladabanunayotravez,acualquierhora,alasaladeinterrogatorios, donde solían enfocarle a la cara un potente haz de luz durante horas. A veces ni siquiera había preguntas, ni intimidaciones, solo la tortura lumínica,queresultabasermásefectivadeloquepudieraparecerenun primer momento. Notaba los párpados hinchados, le dolían, le pesaban como si hubieran recibido un reguero de golpes. Descubrió que la violenciafísicanosiempreeranecesaria,queallídentrohabíaverdaderos expertosentorturapsicológicaporquesabíanquesolíasermásefectivo enlamentehumanaeltemorporunpeligrodesconocidoeintuidoqueel propio peligro en sí. Por eso a un detenido con la tensión alta podían hacerlereventarsintocarleunsolopelo.Bastabaconnodejarledormir, amenazarledurantehorasconlastorturasquepodríaninfligirleyconlas represaliasquesufriríansusfamiliares.EsoeralopeorparaLina,porque difícilmentepodíacontrolarse.Quepudierantocarasushijos.Inclusolo intentaron con el propio Prokófiev, al comprobar que su sola mención conseguíaafectarle.Lallegaronaamenazarconmatarlesinofirmabala confesión que tenía sobre la mesa, asegurándole que los gritos que se escuchaban en la habitación contigua correspondían a Serguéi. Entonces Lina perdía el control, sacaba fuerzas no sabía muy bien de dónde y se revolvía tanto que hacían falta los cuatro brazos de sus centinelas particulares para sujetarla. Se dio cuenta de que acababa de mostrar su puntomásdébil,elúnicoumbraldeldolorquenoseríacapazdesoportar. Noeraunaexcepción,solíasucederlesatodoslospresos. Losinterrogatoriosserepitieronunayotravez.Habíadíasquevarias veces en menos de veinticuatro horas, mientras que en otras ocasiones podía pasar diez y quince días aislada en celdas de castigo, sin apenas comidaniaguaynadieconquienhablar.Peronadaparecíafuncionarpara vencerlaobstinacióndeLina,queseguíanegándoseaconfesaralgoque nohabíahecho.Hablardeconcienciaydedignidadenaquellugareratan absurdo como intentar hacerles entender uno de los principios de todo sistema jurídico democrático, la presunción de inocencia. Hacía mucho que conocía la arbitrariedad del sistema soviético y la mentira que lo definía.Lohabíavistoconalgunasdesusamistades.Laúnicadiferencia eraqueentoncesloestabaviviendoenprimerapersona.Suresistenciay sucontumaciaparanocedersuvoluntad,inclusobajotortura,desesperó aljuez.YasíselohizosaberlaúltimanochequepasóenlaLubianka. —Sialgoheaprendidoentreestascuatroparedesesquelosinocentes no ofrecen ninguna resistencia. Les podemos amenazar con matar a sus hijos,consacarleslosojos,conquemarleslasentrañasconunabarrade hierroardiendo,queellosnoofrecenningunaoposición.Selesdetieney sedejan.Selesacusayloaceptan.Selesponeunahojaparaquefirmen quesonespíasalemanesyquequeríanatentarcontraelcamaradaStalin,y lo firman. ¿Se acuerda, camarada Pyotr… —le preguntó a uno de los hombres situados a la espalda de Lina— de esa mujer que vino a las oficinas a preguntar qué debía hacer con el hijo de una detenida, le dijimosqueesperaraycomonosfaltabaunapersonaparacubrirelcupo dedetenciones,lametimosparadentroynisiquieraseresistió?—Eljuez miróaLinasabiendoqueapesardesualtaneríaestabamuertademiedo —. Y usted, sin embargo, se resiste. Eso me obliga a pensar que es culpable. —¿Dequé?Dígamedequésoyculpable. —Ustedeslasextranjerassecreenconderechoatodo. —¿Ese es mi delito? ¿Ser extranjera? Soy mucho más rusa de lo que puedapensar. —Me juzga a la ligera. En este país estamos muy agradecidos a los extranjeros.Denoserporellosnosehubieseproducidoelasesinatodel embajadorsoviéticoenVarsovia,delcamaradaPyotrVoykov,en1927,y días más tarde la explosión de una bomba en Leningrado. La población salió a la calle para pedir medidas de defensa social contra los agentes extranjeros y los contrarrevolucionarios, y nosotros se las dimos, curiosamente, coincidiendo con el décimo aniversario del nacimiento de laCheca.Sinofueraporustedes,losextranjeros,nuestrosorganismosde Seguridad del Estado no gozarían de tanto éxito. Usted en esa fecha, en 1927,yahabíaabandonadojuntoasumaridoSerguéiProkófievlaUnión Soviética, ¿verdad? Disfrutaron de un gran recibimiento, conocieron a muchagenteimportante… —Pero¿quéquieredemí?¿Porquémehacenesto?—preguntóLina, queyanosabíadequémaneradeclararsuinocencia. —Yonoquieronadadeusted.Yalotengo.Aquídentro,quientieneun hombre tiene una causa. —El juez volvió a perder su mirada entre los papeles que había sobre su mesa—. Ya que conoce a tanta gente y tan distinguida, entre ellos grandes escritores que se volvieron pequeños en cuantosesentaronenelmismotabureteenelqueestáusted,dígame,¿tuvo oportunidad de leer el artículo del camarada Lenin «Cómo organizar la emulaciónsocialista»?Esdeenerode1918.Porentoncesestabausteden NuevaYork,sinomeequivoco.—ALinanolesorprendióquetuvieraese dato,sinoquefueraelúnicoverdaderodetodoslosquesospechabaibana endosarle—. En él hablaba de «limpiar la tierra rusa de toda clase de insectos nocivos». ¿Responde eso a su pregunta? —El juez volvía a escribirenlospapelesysinlevantarlavista,diolaorden—.Leconviene colaborar conmigo, señora Prokófiev. —Era la primera vez que la llamabanporsunombreyutilizóuntonosinceroyamigableque,lejosde relajarla, la intranquilizó aún más—. Verá, si no firma su confesión, me veré obligado a enviarla a otra prisión mucho peor, que ni siquiera su imaginaciónpuedesospechar.YcréamecuandoledigoquesilaLubianka lepareceelinfiernoenlatierra,encuantocrucelaentradadeLefortovo comprenderáelgranerrorenelqueestaba.Llevamásdedosmesescon nosotrosynopuedoperdermástiempoconusted.Necesitosulugarenla celda.Semeamontonaeltrabajo.Estamismanochefirmarésutraslado. Nolemientocuandoledigoquesearrepentirátodasuvidadenohaber estampado una firma justo aquí —dijo, señalando la parte baja del documento—. Firme, mujer, ya sabemos que no ha colaborado para atentar contra el camarada Stalin, pero eso ya da igual. No está en sus manos,nisiquieraenlasmías.Mitrabajoesconseguirqueustedfirmesin importarme si lo hizo o no. Y debo cumplir con él para que mi vida profesional siga el camino de las condecoraciones, las felicitaciones de mis superiores y la posibilidad de un ascenso. Debo cumplir un cupo de confesionesydecondenasy,silosupero,seráaúnmejor.¿Esquenolo entiende?Suobstinaciónmepuedesalirmuycara,mepuedeprivardemis privilegios,demiscomodidades.Asíqueimagínesedeloquepuedoser capazparamantenermisprivilegiosymivida.Yaheconseguidoelpago dehorasextrasquemehaprovocadosuobstinación.Peroaestasalturas nisiquieramecompensa.Supresenciaaquínosestácostandodinero.—El sermón del juez no convenció a Lina, que continuó negándose a firmar una confesión falsa. Eso le irritó aún más—. Llévensela. Por hoy he terminado.Esperen—mandóalosguardianesqueabortaranlasalidadela presa—.Lolamentará.Perocontraeso,tampocoyapuedehacernada. Aquellamismanochefuetrasladadaaunadelascárcelesmásseveras einhumanasdeMoscú:Lefortovo. 28 EnelinteriordelcuervonegrodelNKVD,lasfurgonetasdetransporte que utilizaba la policía política para trasladar a los presos, supo que estuvieronapuntodeenviarlaaotracárcelsemiclandestina,ladeButirski, ubicadaenelnúmero45delacalleNovoslobodskai,dondesolíarecalar lamayoríadelosdetenidosenotroslugaresdelaUniónSoviéticaantes deserdeportadosaSiberia.PerofinalmentefuelaprisióndeLefortovola elegida. Aquellanoeraunabuenanoticiaajuzgarporlaexpresióndelrestode las presas con las que compartía celda y que estaban mejor informadas queella. Una de las prácticas habituales nada más llegar a la prisión de Lefortovo, en especial si el preso era una mujer, consistía en desvestir completamente al prisionero y encerrarle en una celda por la que desfilaríanlamayoríadeloscarceleros,quenoseahorraríanniunsolo insultoniexabruptorelacionadoconelfísicodeladetenidahastaquela humillación consiguiera que su fortaleza moral se derrumbara. La segundaparadaeraelserviciodepeluqueríaespecial,comosolíanllamar a la operación de rasurar el cuerpo de los prisioneros. Era una práctica habitual, aunque Lina se había librado en la Lubianka. Muchos lo calificaron de milagro, aunque en algunos interrogatorios hubiera preferido que su pelo hubiese estado rapado. Volvieron las largas e inhumanas estancias en el box, combinando las altas temperaturas en las que el cuerpo llegaba a sangrar por la presión, con las bajas, que la paralizabandurantedías. SilosjuecesenlaLubiankaleparecieronatroces,comparadosconlos que se dejaban ver en Lefortovo eran auténticos ángeles redentores. Se enfrentóalosmismosinterrogatoriosperomásfrecuentesybrutales.En elinteriordeaquellamoledecementonohabíapiedad,ycuandoalguien lamostraba,significabaqueelpresosehallabaenlaantesaladelamuerte. Porsusojosibandesfilandonuevosjuecesdeinstrucciónqueteníancomo únicoobjetivollevarseelpremiodelaconfesióndelapresaespañolaque seresistíaalbrazoletaldelsistemapenitenciariosoviético. —Mecuentanquenoquiereconfesar—ledijounnuevojuezalqueno había visto hasta entonces. Era mucho más joven que los anteriores y, aunqueenunprimermomentosujuventudyrostroaniñadopodríainvitar a pensar que quizá sus métodos aún no se habían deshumanizado, a los pocos minutos esa creencia no era más que una quimera absurda. Por entonceselaspectodeLinayahabíacomenzadoamostrarnotoriossignos de deterioro—. Eso no está bien. No nos conviene a nosotros, y a usted tampoco. —¿Porquénoacabanconestoymematandeunavez? —¿Y por qué vamos a matarla? Aquí nos tomamos la justicia muy en serio.Además,elcautivopuedegritar,elmuertono. —Noconseguiránquefirmenada.Yosoyinocente.Nohehechonada. —Bueno, todos hemos hecho algo en algún momento de nuestra vida. Tan solo hay que encontrar la manera de encajarlo en nuestro Código Penal. Pero si es cierto que no ha hecho nada, y todos los informes de nuestroscamaradasestánequivocados,seguroqueconoceaalguienquesí hahechoalgoquenodebía.Esotambiénpuedeservirnosparahacerfuerte a nuestra madre patria y limpiarla de enemigos. ¿Me puede dar algún nombre? —Novoyadeclararcontranadie.Nopiensodelataranadie. —No le estoy pidiendo que delate a nadie. Le estoy ofreciendo que colaboreconnosotros.Perosinoquiereayudarnos,muchometemoque volveremos a vernos y que su periodo de instrucción va a ser largo. De aquípodemosmandarlaaotraprisiónaúnpeor,aSujánovka,ysuvidase puedeconvertirenuntrasladocontinuodondetodoiráapeor.Leaseguro quelomásdolorosonoeslacondenanielgulag,lopeorsonlascárceles ylosperiodosdeinstrucción.Hevistoamuchosdetenidosrogarparaser juzgadosyenviadosacualquiercampodetrabajo.Pormuyduroquesea, nunca es comparable con estar en la Lubianka o en Lefortovo. De mí depende enviarla a un campo o a otro. No todos son iguales. Si sigue negándoseafirmarsuconfesión,lapuedodestinaralasminasdecalcita deIzvestkovaya,dondehayunaenormeleproseríahabitadaporasesinos, delincuentes, lo más siniestro de la sociedad. No creo que sea el mejor lugar para una mujer como usted. No la imagino talando árboles en el kilómetrosietecercadelcampodeMagadan.Pero,claro,laimaginación estáparasorprendernos.Firmelaconfesiónyharéloposibleparaquela envíenauncampoderégimenmenossevero. Eljuezconcaradeniñoerajoven,perohabíatenidolaoportunidadde conocer a muchos colegas veteranos y aprender de sus enseñanzas. Ante Lina recordó las palabras del juez Mironenko a un detenido: «La instrucciónyeljuicionosonmásqueformasjurídicasqueyanopueden cambiarsudestino,trazadodeantemano.Sihayquefusilarle,aunquesea usted absolutamente inocente, la fusilaremos de todos modos. Y si es necesarioabsolverle,pormásculpaquetengausted,quedarálimpioyle absolveremos». Laintimidaciónverbalestaveztampocofuncionó.Eljuezconcarade niño levantó la mirada buscando a los guardias que esperaban hambrientos el momento de comenzar su trabajo. Lina ya conocía las órdenesqueencerrabanesasmiradas.Eraelúnicomomentodesumisión queofrecíasucuerpo.Nopodíahacernadaantedosotresparesdebrazos armados.Tansolodesearquepasarapronto,queperdieraelconocimiento oqueaquellavezfueralaúltima. Eljuezsabíamuybiendeloquehablaba.Elperiododeinstrucciónde Lina duró cerca de cuatro meses en los que no faltaron un solo día los interrogatorios, los golpes, las salidas a medianoche, las celdas de castigo,lasamenazas.Ytodoslosepisodiosintimidatoriosterminabande la misma manera y con las mismas tres palabras: «Firme la confesión». Habíadíasenqueeljuezsedesesperabaantelainsistentenegativadesu detenida. De hecho, por su caso pasaron cuatro jueces de instrucción. Se grabaronensumemorialosnombresdetodos:Súbov,Málikov,Belovy Riumin. Cada uno desplegaba su particular estrategia, aunque todas terminaban igual, con el cuerpo de Lina sobre el suelo de una celda, amoratado,doloridoysangrante,yagradeciendoqueestavezlaporradel policía no hubiera golpeado en su nervio ciático, algo que la habría dejadodemasiadomaltrechadurantedías,sinosemanas.Ellanolosabía, pero los jueces habían hecho una apuesta para ver quién conseguía arrancarlelaconfesiónaLinaProkófiev.Suenterezasehabíaconvertido en un trofeo y los participantes se mostraron ávidos de conseguirlo, aunquetuvieranqueemplearsemásafondo. Enunaocasiónlaencerraronenunaceldadecastigodondesolohabía luz y chinches. No le dieron agua ni comida durante siete días ni le permitieroncerrarlosojos.Siintentabadormir,aparecíaunguardiánque le gritaba, la zarandeaba o la golpeaba. Cuando fueron a buscarla para interrogarla, la obligaron a arrodillarse ante el juez, que se disponía a comer.Porunaveznolainstóabajarlamirada,sinoqueleordenóelevar lavistaparaquepudieraverlodispuestosobrelamesa.Unagranjarrade agua, una botella de vino y un sabroso solomillo ocupando el plato del que estaba dando buena cuenta el juez. La obligaron a permanecer así durante el tiempo que empleó el magistrado en almorzar. Cuando este terminó, se levantó y se fue del despacho. Volvió a las cinco horas para repetir la misma operación durante la cena. Solo cuando finalizó, comenzóelinterrogatoriodeLina,queporentoncesyasentíalagarganta acuchilladaporlasequedad,lalenguahinchadayconvertidaenunobjeto punzantequeconseguíaherirlacadavezquelamovía.Apenaspodíaver loqueteníaantesí,yaquelafaltadehidrataciónyelexcesodeluzhabían secadosusojos.Estabapróximaaldesmayo,peroaúnteníalacapacidad auditiva intacta. La falta de sueño, la sed, la luz, el cansancio físico y el hambrelaestabansituandoalbordedelcolapso.Sabíaquepodíaperderla corduraencualquiermomento.Laobligaronasentarseenlasilla,perole instaronahacerloenelborde.«Más,unpocomás.Ahí».Despuésdeunos minutos Lina entendió que hasta el más mínimo detalle en la prisión de Lefortovoestabapensadoparahacersufriraldetenido,yelintensodolor que empezó a sentir en el coxis era buena prueba de ello. Pero aun así estaba dispuesta a resistir, a permanecer entera y si eso le llevaba a la muerte, lo asumiría. Intentó centrarse en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana:«Losproblemasdelaspersonassonunamerafantasíaquedebe vencerlamente.Elsufrimientonoexiste,esalgofísico,sepuedeluchar contraélconlamente».Esaerasuúnicaarma,lamente.Perolastorturas lateníananestesiadaydescargadademuniciónparasalvaralcuerpo. —¿Pero no comprende que al negarse a declarar y a firmar su confesiónmeestádejandoenunmallugar?¿Quévanapensardemímis superiores?Diránquesoydemasiadoblando,quenoséhacermitrabajo, quequizámehapodidomiadmiraciónporlamúsicadeProkófiev. Lina guardaba silencio. Había comprendido que no servía de nada respondernialaspreguntasconformadeamenazanialasinsinuaciones, que no eran más que el anuncio de la llegada de un nuevo episodio de torturas. —Probemosdenuevo.Micamarada—dijoeljuezRiumin,mirandoa otro de los jueces que en aquella ocasión había decidido no esperar su turno y se hallaba en la misma habitación— le va a leer de nuevo los cargosdelosqueseleacusa,ydespuésharálopropioconsuconfesión, queesperemosqueestavezfirmeenpresenciadetestigos,paraquenadie dudedelalegalidaddelamisma. EljuezempezóaenumerarloscargosqueLinahabíaescuchadounay otravez.Natachalehabíadichoqueenaquellasprisionesnosecumplía condena,peroempezabaadudarlo.Lasvoces,lasmiradas,lostonosyen especiallarutinaseconvertíanenunatorturamayorquelosgolpescon sacosdearenaqueperseguíannodejarhuellaolalluviadepatadassobre sucuerpo. A mitad de la lectura, el juez instructor perdió los nervios ante el silenciodeLinaysuactitudderesistenciapasiva.Corrióhacialasillaque ocupaba la detenida, derribándola de una fuerte patada que acabó con el cuerpodelaprisioneraenelsuelo.Lalevantóbruscamenteylepusoante unhazdeluzmáspotentedelonormal. —Mevaacontestaracadaunodeloscargosqueseleimputan.Mevaa darunaexplicacióny,siseniegaahablar,voyaempezaracortarunopor unolosdedosdesusmanosydesuspies,yseguiréconlaspiernas,los brazos,lasorejas,lesacarélosojos,todosycadaunodesusdientes,yno seríalaprimeramujeralaqueextraigolosintestinosporelmismolugar queestáustedimaginando.Perolepuedoasegurarqueestanocheyovoy asalirdeestelugarconunadeclaraciónsuya,onosaldré.—Losgritos deljuezRiuminlograrontaladrarleeloído.Élmismoarrebatóelinforme delasmanosdelotrojuezyempezóaleerloenvozalta,pegandosuboca al oído de Lina. Cada amago de retirar su oreja de la boca del juez, era respondido con un fuerte golpe en la cabeza. El juez ordenó a su compañero situarse en el otro oído de la detenida y gritar con la misma potencia. Aquel mecanismo de tortura era nuevo para ella y resultó muy efectivo. —Selaacusadeintentodehuidaalextranjero.Laúltimavezen1946. ¿Quétienequedecir? Linaoptóporcontestaraunquesolofueraporquedejaranderomperles lostímpanos. —Nointentéhuir.Soloqueríairavisitaramimadre.Estámuyenferma y es muy mayor, vive sola en París. Por eso inicié los trámites oficiales para obtener el permiso con el que poder viajar a Francia. —Cuando la contestaciónnoeradesuagradoolaconsiderabademasiadobreveyfalta de detalles para ser transcrita en un papel, el juez golpeaba la silla o el cuerpodeLina,loquetuvieramásamano,paraobligarlaacontinuarcon susexplicaciones—.Noheintentadohuir.Nuncalohehecho.Lleguéala UniónSoviéticaconmimarido,SerguéiProkófiev,en1936,pordecisión propia.Enseguidaadoptélanacionalidadsoviética. —En 1937 y 1938 viajaron ustedes al extranjero, entre otros países, a losEstadosUnidos,dondeconspiraroncontranuestrapatria. —¡No! ¡Hicimos todo lo contrario! Hablamos bien de la Unión Soviética en cada entrevista con la prensa, en cada concierto, en cada encuentro,encadafiesta.Siemprehablamosdelobuenoqueocurríaenla Unión,siempre. —Pensaronquedarseallí,desertar. —No, no es verdad. Nuestros hijos estaban aquí, en Moscú. Nunca pensamos en quedarnos a pesar de los contratos que le ofrecieron a mi marido. —Colaboró con su marido en todos sus actos delictivos y criminales, sacando información y varias divisas de nuestro país. Tienen ustedes grandes cantidades de dinero depositadas en el exterior para financiar la campañadetraiciónanuestramadrepatria. —Esonoescierto.Nosotrosnotenemosnada.Mimaridonohahecho nada y yo tampoco. Solo decidimos de mutuo acuerdo venir a vivir con nuestra familia a Moscú como nos venían pidiendo las autoridades soviéticasdesdehacíaaños.Nadamás.Porfavor… —SeleacusaderobardocumentossecretosenelInformburó.¿Conqué propósito? ¿Para qué potencia extranjera trabajaba para desestabilizar a nuestrapatria? —Para ninguna. Yo solo trabajo como traductora. Lo hago en mi domicilio.FueuntrabajoquemerecomendóhacerelescritorAleksander Afinoguénov. Trabajo desde casa y solo acudo a la oficina general del Sovinformburópararecogerlatareaquemeencomiendan.Nisiquierame permitenelaccesoalasoficinas. —¿Conquiénsereuníaenesasinstalaciones?Necesitamosunnombre. —No me reunía con nadie. Me entregaban varias carpetas llenas de folios que estaban escritos en el anverso y me decían que utilizara el reversoparaescribirlastraducciones.Erapapelusado.Meexplicaronque era una manera de ahorrar papel. Y es lo que hice. Jamás robé ningún documento.Lodevolvíatodocuandolastraduccionesestabanacabadas. Eljuezlecolocóunescritoaescasoscentímetrosdesucara.Nisiquiera podíadistinguirloqueponíaenél,peropareciódarlelomismo. —¿Reconoceestedocumento?¿Lohavistoalgunavez?Esunodelos manuscritos que usted robó y pasó a sus amistades extranjeras en las embajadasalemana,británicayestadounidense. —No, no es verdad, yo no robé nada. Yo no pasé nada a nadie — exclamóLinaque,atolondradaporlosgritos,elritmodelinterrogatorio ylaextremacercaníadelosdosjuecessobresusoídos,habíaoptadopor utilizarelmismotonodevozquesusinterrogadores. Unnuevopapeldecolorsepiaescritoamáquinaaparecióantesusojos. Tampocopodíadistinguirnadadeloescritoenél.Estabademasiadocerca de su cara y las manos del juez le impedían echar la cabeza hacia atrás parapodervereldocumentoquelemostraba. —Entregó esta carta del ingeniero Shestopal a su esposa Susanna Rozenberg.¿Porqué?¿Quéperseguíaconella? —Susannaeraamigamía.LoúnicoquehicefueentregárselaaFanny Chipman, esposa del secretario de la embajada de Estados Unidos, para queselahicierallegar.Ellaibaaviajaralextranjeroyasílacartallegaría antes. —¿Leyólacarta? —Sí,noconteníanada.Eransimplescuestionesdomésticaspropiasde unmatrimonio. —Sieraunacartaprivada,¿porquélaleyó?Lohizoparaconocerel contenidoypodercompartirloconagentesextranjeros. —No,noséporquélaleí.Nopuedorecordarlo.Hacemuchotiempode eso. —¿No es cierto que contenía información secreta del gobierno ruso? UstedySusannarecogíandatosdeespionaje.¡Reconózcalo! —Pero¿quédatos?Porfavor,nohabíadatos.Eraunasimplecarta. —¡Nomienta!—volvióagritarle,estavezconmásfuerza—.Elpropio Shestopalloreconocióenuninterrogatorio,confesóquelacartacontenía informaciónsobreunafábricaenlaciudaddeGorkiyquetantosuesposa comoustedactuabancomoespíasparaelgobiernodelosEstadosUnidos. Esinútilqueloniegue.Losabemostodo. —¡No es cierto! Jamás he sido espía. —Lina no podía más. Sabía que nada de lo que dijera iba a convencerles ni representaría ninguna ayuda para su defensa. Tan solo era una tortura más que asumió como pudo, comosupusoquehabríahechoShestopal:sideverdadlehabíaacusadode serunaespía,habríasidobajocoacciónytortura.Eralareglahabitual. —¿QuérelaciónteníaconlossecretariosdelaembajadadelosEstados Unidos, Norris Chipman y Frederick Reinhardt? ¿Por qué mantenía relaciónconlafuncionariadelaembajadabritánicaAnnaHoldcroft? —Eran simples amigos. A Fanny Chipman la conocí en París hace muchos años, incluso antes de que se casara con Norris. Y a Frederick ReinhardtleconocíencasadelosChipmanen1939. —Asíquereconoceloscontactoscriminales. —Yonohedichoeso. —¿Dequéhablaronensuprimerencuentro? Lapreguntalaconfundió.Eraimposibleacordarsedeloquehablaron en una conversación banal mantenida diez años atrás. Pero consideró absurdo explicárselo a su insistente interrogador. Estaba convencida de quenisiquieralaescuchabayquelospapelesquehabíaenlacarpetadesu casoyaconteníanunadeclaraciónysuconfesiónescrita. —Nomeacuerdo.Nopuedorecordarlo. —¿No puede o no quiere? Yo se lo diré: allí empezaron a planear la maneradedesestabilizarnuestrorégimen. Linaselimitóanegarconlacabeza.Estabaalbordedesuresistencia mental. —¿Para qué quedó con Anna Holdcroft el día antes de su detención? ¿Quédocumentosseintercambiaron?¿Noesciertoqueeralapersonacon laqueteníaprevistoencontrarseensucasael20defebrero?¡Conteste! —Esmiamiga.Meibaaayudaraconseguirunregaloparamihijo.Es su cumpleaños… —Se dio cuenta del error que había cometido al mencionarasuhijo,inclusoantesdeterminarlafrase.Hastaahoraniel nombre de Sviatoslav ni el de Oleg habían aparecido en ningún interrogatorio, algo que sí había ocurrido con el de Serguéi. Se maldijo por ello aunque no fuera culpa suya. La presión, los gritos, el afán de tergiversacióndelosinterrogadoreslateníantanaturdidaquenisiquiera podíapensarlascosasantesdedecirlas.Ymuchomenospodíaimaginar la manera en que los jueces iban a malinterpretar y darle la vuelta a sus declaraciones. El juez Riumin no tardó en aprovechar su desliz involuntarioyloanuncióconunasonrisadetriunfoensurostro.Sintió queporfinhabíaconseguidoloquetantotiempohabíaperseguido.Estaba muypróximoaganarleslaapuestaasuscamaradas. —AsíquesuhijoSviatoslavProkófievtambiénestáimplicadoenesta relacióndelictiva. —¡Él no tiene nada que ver! ¿Qué relación delictiva? No hay relación delictiva —gritó mientras intentaba que el nombre de su hijo desaparecieradelabocadelosinterrogadores.Enesemomentohubiera hecho cualquier cosa para que dejaran de nombrar a su hijo. La tranquilidad y la sumisión que regían su comportamiento hasta ese momento se deshicieron y su cuerpo empezó a agitarse de rabia y de impotencia,comosilasdescargaseléctricasqueaplicaronaotrospresos ahorallegaranaella—.Élnotienenadaquever.¡Dejeenpazamihijo! —Es usted quien acaba de involucrarle. Hay testigos —dijo, refiriéndosealsegundojuezyaloscuatroguardianesconaparienciade matonesqueleacompañabanenlasala,yqueyasehabíanacercadopara sujetaraladetenida—.Nisiquieralehemostocadounpeloparasacarle esavaliosainformación. —¡Miente! Yo no he dicho nada. Usted intenta hacerlo por mí. Es mentira,estodomentira.Quierenquereconozcaalgoquenoexiste,que nohice,quesoloestáensuimaginación.Ynopiensohacerlo.¡Jamás! —Eso ya lo veremos —dijo Riumin, recuperando el tono tranquilo y sosegadodeliniciodelinterrogatoriomientrassesentabaensumesapara escribiralgoenunospapeles—.Llévensela. Lina odiaba esa frase, pero aquella vez temió más lo que podría estar escribiendo el juez en el informe. Estaba segura de que acababa de sentenciarasuhijoporprecipitarseensurespuesta,porunafáninútilde esclarecercondetallesuinocencia.Laimpotenciayelremordimientola consumieron en el interior del box al que fue devuelta. El desasosiego apenas le permitía respirar y mucho menos pensar. Solo imaginar que Sviatoslavpodríapasarporelmismoinfiernoenelquesehabíainstalado suvidaladestrozabapordentro. Pasaron más de quince días sin comunicación alguna con nadie, ni siquieraconsusguardianes,quenoparecíanatendersusruegosparaque ledijeranquéestabapasando.Entodoesetiemponohabíaoídoniunavoz humana. El único sonido que llegaba a sus oídos en forma de tortura eficazeraelincesanteydesesperanteruidoprocedentedelostúnelesque comunicaban con el Instituto Central de Aerodinámica. Era un rumor constante que podía enloquecer a cualquiera. También oía la peculiar comunicacióndelrestodelaspresasdistribuidasporlasdistintasceldas, que golpeaban las tuberías, los barrotes o las paredes con algún objeto contundenteparahacerseentenderyobtenerinformación.Unadeellasle había explicado que cada golpe correspondía a una letra del abecedario ruso,perosucabezanoeracapazdedescifraraquelgalimatíasderuidos porqueestabaocupadaporunenjambrededudas,miedosysospechas.Fue laprimeravezquesesintiócomounanimalenjauladoalqueselenegaba toda atención y que parecía no merecer ninguna consideración. Se convirtióenunobjetoinvisible.Linahabíadejadodeexistirinclusopara losjuecesdeinstrucciónyparasustorturadores.Nisiquierahabíanadie quesemolestaraenamenazarla,insultarla,golpearlaointentarasacarde ella algunas palabras por muy falsas que estas fueran. Pensó que si muriese allí nadie iba a enterarse. Quizá lo harían por el olor, pero tampoco estaba segura. Sus manos y sus dedos estaban destrozados de tanto golpear las paredes y la puerta de la celda pidiendo que alguien le dijeraloquepasaba.Sequedósinvoz,sinfuerzas,sinlágrimas,casisin respiración.Suvidaseconvirtióenunalargaydensaesperadealgoque nisiquieraanhelabaqueacaeciera. Porfinfueronabuscarla.Doshombreslacondujeronhastaelmismo habitáculoenelquehabíaestadocasidossemanasantes.EljuezRiuminla esperaba de pie detrás de la mesa. La contempló durante unos instantes, algoquenosolíahacerconlosdetenidosqueentrabanporlapuertadesu despacho. Su gesto mostraba la aquiescencia de sus métodos y su estrategiaconlosdetenidos,alverelaspectolamentablequepresentabala detenida.Mandóquelasentaranfrenteaél. Denuevolavozinquietantementeamable.Eljuezseincorporó,rodeó la mesa y se sentó sobre ella, situándose justo enfrente de Lina, que mantenía su mirada baja, como le habían enseñado a hacer. En un gesto impensable,cogióunajarradeagua,llenóunvasoyselodioabeberala prisionera,queloaceptódócilmente. —¿Sabe lo que pesa una bala? —le preguntó el juez Riumin, mostrándole un proyectil que le obligó a mirar. Ella lo miró. Era de un colorentredoradoyamarillo.Lellamólaatenciónlobrillantequeestaba. Pensó que Riumin habría dedicado un tiempo para lustrarla antes de enseñársela. Después se fijó en su rostro. El del juez Riumin fue uno de los pocos nombres de aquel infierno que retuvo en su memoria durante años. Aquel hombre era especialmente cruel, aunque disfrazaba su sadismoconbuenasformas,untonodevozconciliador,alejadodegritos yórdenesaltisonantes.Solohabíaperdidolosnerviosendosocasiones:la primera noche le escupió a la cara, lo que desconcertó a Lina, y meses mástardeterminódándolepatadasenlaspiernasyenelvientrecuandole irritó la obcecación de la mujer aparentemente frágil y menuda por no firmar la confesión. Pero aquella noche, se comportaba de una manera controlada,serena,demasiadotemplada.Temíaesetonodevoz.Sabíaque nada bueno podría traer el sosiego del juez Riumin, que insistió en preguntarlesisabíacuántopesabalabalaquesosteníaentresusdedos.Era inútilpreguntarle.Eraimposiblequeellalosupiera—.Nuevegramos.¿Y sabeloqueocupaenlanucadeunapersona?Nada.Aunquedependedel cuerpoenlaquesealoje.Porejemplo,ensucaso,¿cuántosañostiene?— EsperóaqueLinalecontestaracincuentaydos—.Quizáensucasolabala puedequesedesplacehacialoslados,porquelosmúsculosyloshuesos ya están en un proceso de madurez avanzado. No es usted una jovencita, precisamente.Pero,sinembargo,enlacabezadeunjovendediecinueveo deotrodeveinticuatroaños,lacosacambia.Lashevistoinclusoexplotar enelinteriordilatandoeldolorylamuertedelejecutado.—Laexpresión deLinamudóenunintervalonosuperioraloscincosegundos.Eljuezno habíapronunciadoesasedadesalazar.Veinticuatroydiecinueveeranlos añosqueteníanSviatoslavyOleg—.Perocomoledigo,cadapersonaes unmundoycadacuerpouncampodeexperimentos.Yestoydispuestoa demostrárselo —dijo levantándose y haciendo un ademán a uno de sus hombres. —¡No!—gritóaterrada. —¿Porqué?Nomecuestanada.Estánaquíallado—afirmó,señalando laparedquehabíatrasél,dándoleaentenderquesushijosestabanenla habitacióncontigua. —Porfavor,nopuede… —Claroquepuedo—matizócontodalasuperioridadqueleconferíasu posición y el momento, mientras se acercaba y se colocaba nuevamente ante ella—. Y usted también puede presenciar una escena que una madre noescapazdeolvidarjamásymuchomenosdeperdonarsepornohaber queridoevitarla.Porqueustedeslaúnicaquepuedeevitarquesucedalo queestáapuntodesucederleasushijos. —Por favor… —Era la primera vez desde que estaba detenida que suplicabaasustorturadores.Ledioigual.Siesoservíaparasalvarlavida desushijos,estabadispuestaahacerlounaymilveces. —Yonohagofavores,Lina.—Tambiénfuelaprimeravezqueeljuez recurrió al tuteo y que la llamaba por su nombre. Estaba muy cerca de conseguirlo, lo sabía. Y era un experto en estrategias. La miró durante unossegundosenlosquepudoverensusojoslaproximidaddeladerrota —. Pero contigo estoy dispuesto a hacer una excepción siempre que tú también colabores. Favor por favor —le dijo, acercándole el papel que descansabasobrelamesa—.Firmalaconfesiónyyoteprometoquemeto a tus hijos en el coche en el que han venido y los devuelvo a la calle Chkalov.—Linatatuóensuretinaelrostrodeljuez.Sepreguntócuántas veceshabríautilizadoesamismatácticaparaconvencerasusvíctimasde firmarloquefuera.Noteníamaneradesabersieraonoverdadloque decía, si sus hijos estaban en la habitación adyacente y si realmente los mandaría de vuelta a su casa, pero conociendo su manera de actuar, no albergabaningunadudasobrelaveracidaddesuburdochantaje.Laduda estabaesculpidaensusemblanteyRiuminloadvirtió.Nuncahabíaestado tan cerca de doblegar la voluntad de la detenida rebelde—. Firma Lina. Sabemos que no eres espía. Pero las cosas están así. No podemos hacer nada. No es nada personal. Firma y salvarás la vida de tus hijos. Es lo únicoquedebespensar.Esloúnicoquetequeda. Lemiróconlamismadosisdeclemenciaquederesignación.Tansolo rogó que, de ser cierto, Riumin cumpliera su palabra. No tenía ninguna garantía,perotampocopodríaexigirla.Duranteunosinstantessepreguntó cómonohabríanutilizadoesabazaenlaLubiankaenvezdelosgolpes, lasquemaduras,losdíassindormir,sinbeber,sincomer.Cogiólapluma entresusdedos.Hastaendosocasionesseleresbaló.Letemblabalamano y en realidad todo el cuerpo. Riumin la ayudó a mojarla en uno de los tinteros.Solíahaberdossobrelamesa,unoaguado,elqueofrecíanalos detenidoscuandoqueríanescribirunaqueja,yotronormal,paralafirma deconfesiones.Noqueríanque,unavezconvencidos,lospresostuvieran que repetir y una y otra vez los trazos de su firma porque estos no quedaranmarcadossobreelpapel. —¿Puedoconfiarenquenoharádañoamishijos?—preguntóantesde estamparsufirmatemblorosaenelpapel. —No, no puede —respondió con franqueza el juez Riumin, que ya había abandonado el tuteo—. Pero no les haré ningún daño. Esta noche dormiránensucasayustedmuchomástranquila.Todohaterminado. Lina no sabía qué era exactamente lo que había terminado. Estaba convencidadequeapartirdeesemomento,consuconfesiónfirmada,su vidayanovolveríaaserladeantes.Podríahabersalvadolavidadesus hijos, pero la suya quedaba condenada. Solo le restaba conocer de qué manera pagaría su pretendido delito y a qué campo de concentración la enviarían. En mitad de las elucubraciones, la voz de Riumin volvió a aparecer.Comosetemía,nadahabíaterminado.Todocomenzaba. —Hayalgomás—anuncióeljuez,colocandounnuevopapelantesus ojos. Tal y como ocurrió con el primero, ni siquiera lo leyó. Hubiese firmado cualquier cosa si aquello lograba salvarle la vida a sus hijos. Aquelformularioeraelconocidocomo206,undocumentorubricadopor el reo por el que se comprometía a no desvelar los métodos empleados durantelainstruccióndesucaso.Denocumplirlo,podríarecaersobreél la imputación de un nuevo delito, una nueva detención y un nuevo procedimiento de instrucción con todos los detalles que aquel papel tratabadeimpedirquesalieranalaluz.Nopodríacontarleanadieloque había pasado en el interior de la Lubianka ni de Lefortovo. No firmarlo sería una manera de que todo volviera a empezar, incluso antes de acabarse. Lina certificó aquel papel con el mismo espíritu de sometimiento con el que rubricó el primero. Ni siquiera sabría si realmentetendríalaoportunidaddecontárseloaalguienalgúndía. Cuando terminó de firmar todo, sintió que su cuerpo acababa de abandonarla, tuvo la sensación de que su alma se desdoblaba, se alejaba horrorizada de ella y la observaba desde lo alto de la sala, sin duda avergonzadaporloquehabíahecho. —Lina,míreme.—Dudóporunmomentoqueaquellavozperteneciera al juez Riumin. Tuvo que observar el movimiento de sus labios para cerciorarse de ello. Había bajado la voz más de lo que acostumbraba a hacer,inclusocuandohablabaenuntonorelajado—.Noseacuerdademí, ¿verdad? —le preguntó, consiguiendo sembrar de confusión el pensamiento de Lina, ya de por sí turbado y anestesiado por lo que acababa de hacer—. Coincidimos en el estreno de la película Aleksander Nevski.—Lamencióndeaquelrecuerdolenublólamirada,quenosabía cómoescapardelpresentequeleapresaba,parahuiralpasadolibertador delquelehablabaRiumin.Noentendíanada—.Yofuiunodelosqueesa nochefelicitéasumaridoytambiénausted,despuésdequelohicierael camarada Stalin, por supuesto. Cuando antes le dije que no era nada personal, lo decía de verdad. Soy un gran admirador de Prokófiev y de usted.Laescuchémuchasvecesenlaradio,enelconciertoquedioconla Filarmónica de Moscú o aquel otro con la orquesta de Arjanguelsk. Me gustaba su voz. Siempre me ha parecido una mujer preciosa, elegante, infinitamentemisteriosacuandolaveíaenlasfotografíasquepublicaban los periódicos prácticamente a diario durante su primera visita oficial a Rusia.—Callóduranteunossegundos—.Aveceslavidanossitúaenun lugarquenonoscorrespondeynopodemoshacernadaparaevitarlo,más que asumir el destino. Quería que lo supiese. No creo que volvamos a vernosnunca. DuranteunossegundosLinaoyócómolasbotasdeljuezresonabanen un eco por toda la habitación. Aquella última confesión de Riumin la sumió en un desconcierto aún mayor y en una decepción todavía más profundadeladevastadoranaturalezadelserhumano.«Yaestá.Seacabó. Acabo de firmar mi sentencia de muerte». Riumin no había mentido. Se quedómástranquila. Seismesesmástarde,el1denoviembrede1949,fuellevadaalasala de juicios para que el tribunal le comunicara su sentencia. Buscó esperanzadaconlamiradaasushijos,SviatoslavyOleg,oaalgúnamigo. Inclusodeseóquesusojosreconocieranenalgúnlugardelasalalafigura de Serguéi. Pero era imposible, nadie sabía que iba a ser juzgada. Ni siquiera sus hijos habían logrado averiguar dónde estaba su madre después de que en la oficina de información de la calle Kuznetski les comunicaran que no acudieran más allí porque la detenida 3939 había abandonado la cárcel de la Lubianka hacía meses. Todas las instancias y lostrámitesporconocersuparadero,aunquefueraparahacerlellegarun paquete de ropa, de víveres o una simple carta, porque las visitas eran imposibles, resultaron inútiles. Ni siquiera Prokófiev pudo saber dónde estaba. Tampoco Vasili, el hijo de Frosia, pudo enterarse de a qué lugar había sido trasladada. Todo alrededor de Lina Prokófiev estaba envuelto en un silencio contumaz, y romperlo podría significar duras represalias. Por eso tuvo que enfrentarse en solitario a la sentencia, como había afrontadotodolodemásdesdequehabíasidodetenidael20defebrerode 1948. Sujuiciodurómenosdequinceminutos,enlosquenopudodecirnada, tan solo escuchar su confesión leída por un funcionario y el posterior veredicto del juez, que se dedicó a detallar la resolución de la comisión extraordinaria del Ministerio de Seguridad Nacional de la Unión Soviética,dictadaunosdíasantes,el16deoctubrede1949. CiudadanaLinaIvánovnaProkófiev,nacidaenMadrid,España,el20deoctubrede1897. De acuerdo con el artículo 58, punto primero, del Código Penal de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, se la condena a veinte años de privación de libertad en un campodereeducacióndetrabajosforzadosconconfiscacióndebienes. Linayanooyóloscargosporespionajeytraiciónalapatriarecogidos en la condena. Su respuesta nada más escuchar el fallo fue una sonora carcajada,quesorprendióyenmudecióalosmiembrosdeltribunal.Erala única contestación que se merecía la corte que acababa de sentenciarla a pasar el resto de su vida encerrada en una inhumana cárcel de hielo, aunque sabía que lo que acababa de oír era la oficialización de su sentenciademuerte.Nadieresistíaveinteañosdetrabajosforzados.Yaún menos en el gulag al que había sido enviada, calificado de régimen severo. AldíasiguienteiniciósuviajealqueibaasersunuevohogarenKomi, eneldistritodeIntinsk,enlaaldeapolardeAbez,muycercadelaciudad de Vorkutá, al norte del paralelo 67, a cincuenta kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, una ciudad construida por los prisioneros de los campos de concentración y donde su nombre quedaría ligado a una pequeñaranuraamododebuzónconelnúmero388/16b. ElmismodíaqueLinafuecondenada,enladachadeNikólinaGorá, Serguéi Prokófiev sufría una severa insuficiencia vascular cerebral acompañada de una fuerte hemorragia nasal que hizo temer por su vida. Losmédicosleprohibierontrabajar,leobligaronapararelritmodesus composiciones.«Debeentenderquesuvidahacambiado,debeserotra.Ya nadapodráserigualqueantes».Durantesuestanciaenelhospital,Serguéi escribía lo que seguía sonando en su cabeza en las cajas de los medicamentos, que se encargaba de esconder en el cajón de la mesilla cuandoelpersonalsanitarioolapropiaMiraaparecían. Pero de eso, como de otras muchas cosas, Lina no se enteraría hasta pasadountiempo. QUINTAPARTE ELGULAG Seequivocanalpensarquelamemorianotieneunvalorcreciente oquelamalezadeltiempocrecerácubriendo cualquierhechoodolorverdaderodelpasado. Queelplanetasiguegirando losdíasylosañospasan. Eldeberordenaahoraquetodoloquenohayasidodichoseadichototalmente. ALEKSANDERTVARDOVSKI En nuestro país la muerte violenta ha arrancado a la Humanidad no un solo hombre, sino millones. La apisonadora del terror estalinista ha acabado con un número incalculabledeseres.Yelcrujidodesushuesosnodejaránuncaderesonarenlosoídos detodosloshombres. LEVE.RAZGON 29 El destino seguía tejiendo horrorosas arbitrariedades dirigidas a la línea de flotación de su dolor. Por las rendijas del vagón de tren que la trasladaba de la prisión de tránsito de Kírov, donde permaneció durante unassemanas,hastaelcampodeconcentraciónenAbez,Linapudoleerun indicadorquelehizodesearcerrarlosojos,aunquenolohizo.Elcartel anunciaba la ciudad de Arjanguelsk, con cuya orquesta cantó sin poder imaginar entonces que el juez de instrucción Riumin le escucharía años antes de condenarla de por vida al infierno del hielo. Arjanguelsk era conocida como la ciudad del arcángel. En esas tierras heladas, donde ahoraseabríaelgranmapadelgulag,Linaocuparíasulugarenelmundo enunodeloscamposdeconcentración,sarcásticamentellamadoscampos detrabajo. El traslado a bordo de los vagones fue una de las experiencias más terriblesquelecostaríavariasvidasolvidar,siesqueaquelloeraposible. Millones de presos eran obligados a viajar en las peores condiciones en estostrenesconocidoscomovagónzack,talycomolosdenominabanlos guardias como diminutivo de vagón de zakliuchónie. Sin embargo, los hombres y mujeres que viajaban en ellos los llamaban stolypin ya que, aunque fabricados en 1902, su uso empezó a generalizarse bajo el mandatodePyotrStolypin,ministrodelinterioryprimerministrodelzar NicolásIIdeRusia.Elviajeeraunaauténticapesadilla.Apenashabíalugar para los presos, lo que les obligaba a viajar durante días y semanas apiladoslosunossobrelosotros,sinapenasaire,comida,aguayconuna temperatura no apta para la supervivencia humana. Los vigilantes se mostraban particularmente crueles con los prisioneros, negándose a darles de comer más que pequeñas porciones de pescado seco y en salazón,arenquesoanchoascubiertasdeunagenerosacapadesalgorday una minúscula ración de pan ácido, alimentos que aumentaban más la sensacióndeseddelospresos.Habíadíasenlosquenisiquieralesdaban debeberlosdosvasosdelaguasuciaquelescorrespondían,siemprecon uncolorverdosodebidoalosrestosdelubricantequesolíanflotarenla superficie.«Creoqueestoespeorquelaslavativasdesalenlagarganta quemehicieronenlaLubianka»,comentabaalgunapresa.Además,sino les daban de beber tampoco tendrían necesidad de llevarles al baño, una operaciónenlaquepodíantardarhorasdebidoalosmilesdeprisioneros quetransportabanlostrenes.Teníanlostiemposperfectamentecalculados: parapermitirelusodelaseoaunoscienpresosnecesitaríanalmenosdos horas,yanoserquealgunosdelosguardianesquisierandivertirseconel espectáculo de humillaciones, era una faena que no les gustaba realizar. Estaban demasiado ocupados amedrentando a los presos con sus gritos abruptoseintimidatorios: «¡Venga. Aprisa. Aprisa!», «¡Todos sentados en el suelo!», «¡Desnudaos!»,«¡Derodillas!»,«¡Cogidosdelostobillos!»,«¡Agarrados delbrazo!»,«¡Fueratodosyquenohayaúltimo!»,«¡Elquehayaperdido elconocimientoquesalga!». Losconvoyesseconvertíanenunfocodeinfecciones,desuciedad,en un gran contenedor de basura en el que hombres, mujeres y niños — nacidos de las madres que habían sido detenidas estando embarazadas— debían sobrevivir antes de llegar a los campos, algo que no siempre sucedía.Cuandofallecíaalgunodelospresos,ylapropuestademantener ocultoelcadáverparaqueelrestopudieraaccederasuracióndecomida no era aceptada por la mayoría de los prisioneros, los vigilantes se limitaban a sacar el cuerpo y dejarlo abandonado sobre la nieve, sin molestarsesiquieraenenterrarlo. Loúnicoquepodíanhacerparaintentarmantenerelvagónalejadode unaepidemia,queresultaríaletalporelestadoinsalubredesuinterior,era cambiarcadatresocuatrodíaslapajaquecubríaelsuelo,algodeloque seocupabanlospropiospresos,queteníanqueabrirlapuertacorredera delvagóncuandoeltrenestabaenmarcha,romperelbloquedenieveque cubría el portón y arrojar los desperdicios de manera rápida, y procurando no caer al vacío porque nadie iría a su encuentro. Algunos aprovecharon esas sesiones de limpieza para optar por el suicidio y arrojarse, sin temor a una muerte segura, más bien al contrario, abrazándoseaellacomoúnicasalida.Cuandoalgunodelospresosquería impedirlo, ya era demasiado tarde e incluso el intento de auxilio podía acabarconunnuevocuerpocayendoinvoluntariamentealexterior. —Porlomenosnonoshantrasladadoenuntrenrojo—dijounadelas presasconrostrodemacradoylosojoshundidos,comosiseescondieran del terror. Lina se había fijado en ella desde el primer momento. Era de apariencia frágil, extremadamente delgada y con el pelo muy rubio. Al parecer le gustaba a uno de sus carceleros y eso le salvó de que la rasuraran. Pero su fortaleza interior superaba a la de muchos de los hombres que viajaban en el mismo tren. Le sorprendió que utilizara su ración de pan para introducir en él un papel a modo de carta que había escrito a su familia para informarla de adónde la llevaban, y luego lo arrojara por una de las aberturas del convoy. «Si alguien lo encuentra, puede que se apiade y envíe la carta. Siempre se agacharán antes para cogeruntrozodepanqueunsimpletriángulodepapel»,dijo. —¿Qué diferencia hay entre un tren rojo y este en el que vamos? — preguntóLina. —De un convoy rojo puede que no tengas oportunidad de bajarte. No suelendirigirseaundestinoreal.Siguenlavíadeltrenhastaqueseacaba y allí mismo llevan a millones de desgraciados para que construyan un nuevocampodeconcentración.Lleganalanadayallídescargan. —¿Quédescargan? —Lo que quede. Y suele quedar poco, porque las condiciones de los vagonesrojossonaúnmásinhumanasquelosdelvagónzack.Confíaen mí:estetrenenelqueviajamosesunapartamentodelujo.—Lamujerla mirócomosihubieraalgoquenoentendiera—.¿Túnoeresdelartículo 58?—preguntó,refiriéndoseasuenjuiciamientolegal—.Esraroqueno tehayanllevadoenuntrenrojo.Desdehaceunosmesesalosdel58los transportanenlosrojos.Alparecer,soismuchosynosabencómohacer limpieza. En realidad, había tenido suerte. Al menos en su vagón solo se había producido el robo por parte de los vigilantes de los pocos objetos personalesquelospresosaúnmanteníanensupoder,peroningunamujer había sido violada por los guardias o incluso por algunos de los presos quelesayudaban,comohabíasucedidoenotrodelosvagonesdelmismo tren.Cuandointentaronprotestarydenunciarlo,larespuestadeloficialal mandofuetanclaracomodeleznable:«ElEstadonopuedeproporcionar un medio de transporte individual a cada uno de vosotros. Nuestros recursos son escasos, ya deberíais saberlo. Estamos intentando construir nuestramadrepatria.Nopodemosgastárnoslotodoenvosotros». Lina decidió no seguir preguntando a la presa, que parecía tener más experiencia que ella a pesar de su juventud. No le ayudaba. Necesitaba estar fuerte para enfrentarse al infierno que le esperaba los próximos veinte años de su vida. Aunque estaba segura de que aquella pesadilla terminaría antes, había veces que su moral flaqueaba y resultaba complicadolucharcontraello. Al llegar al campo de concentración y abandonar el interior de los vagones,sintióunextrañoymacabroalivio,unainexplicablesensaciónde libertad, de descargo físico y mental. Había tardado mes y medio en alcanzarsudestinodefinitivo.Seislargaseintensassemanasconlasque soñaríaenformadepesadillaelrestodesuvida.Habíarecorridolosmil seiscientos cincuenta y cinco kilómetros que separaban Moscú de Inta y otroscientosesentaysietekilómetroshastaelcampodeconcentraciónde Abez. Solo había permanecido unas semanas en la prisión de tránsito de Kírov,desdedondepudoenviaruntelegramaasushijosparainformarles de cuál sería su destino definitivo. Les prometió que les enviaría su número de buzón para que pudieran escribirle y les recomendó que iniciarancuantoanteselprocesoparasolicitarunavisitaalcampo. Apesardelcansancio,elhambreylamoralagrietada,agradeciódejar de hacer kilómetros en el interior del vagón y atravesar el portón del campodeconcentración.Elrecibimientonofueelmejordetodos.Podía haberevitadolavisiónsisumiradahubieseimitadoladelrestoynose hubieraalzado,desobedeciendolasórdenesdelosvigilantes.Peronolo hizoyentoncespudoverlo.Allíestaba,avisandodeloquelesesperabaen ellugardondeestabanapuntodeentrarydelquelamayoríanosaldría, exceptoparatrabajarmásdedocehorasdiarias.SeguramenteLinasintió un escalofrío, pero su cuerpo ya estaba helado y acostumbrado a una permanentesensacióndefríoynisiquieraloalertó.Alfinyalcabo,era unsimplelemaforjadoenunaesculturadehierrodeunacruzardiendo. Lohabíanescritoentresidiomas.«Aaquellosquenoregresaron».Pensó quién sería el autor de las frases que solían presidir la entrada de los campos y de las prisiones. «Con el trabajo justo pagaré mi deuda a la patria»,«Conunpuñodehierrollevamosalahumanidadalafelicidad», «Libertad mediante el trabajo», «El trabajo en la Unión Soviética es una cuestióndehonradez,gloria,valoryheroísmo». No lo entendió como una amenaza ni como un mecanismo de tortura, sino como simple información. En el peor de los casos, moriría. Había díasenlosquelepreocupabamásdespertarsealladodelcadáverdeuna persona con los ojos abiertos, mirándola como si realmente la viera, comosiquisieraadvertirledequelapróximapodíaserella,comoyale habíasucedidoenelinteriordeunodelosvagones.Lepareciócuriosola facilidad con la que el ser humano se acostumbraba a las situaciones adversas.Lapreocupacióndelamayoríadelospresosnoeramorir,sino la manera de hacerlo. El problema no era la muerte sino el camino recorridohastallegaraella. Todavía no había atardecido y eso le permitió observar con cierta nitidezellugarqueenlospróximosveinteañossedibujaríaensumente cuando hablara de hogar. Ni siquiera el color violeta del cielo reflejado sobrelaintensaeinacabablecapadenievesesentíacapazdeembellecer medianamentelavisión.Anteellasealzabauncomplejodeedificaciones simple, en el que destacaba una construcción alineada de barracones de madera, todos iguales en forma, y valiéndose como única señal diferenciadora de carteles colocados en el frontal sobre los que alguien había escrito con tiza blanca y en letras mayúsculas las palabras COMEDOR, CELDA DE CASTIGO, BAÑO, HOSPITAL… El campo estabarodeadoporunacercadepuntalesdemaderadeentrecuatroyseis metrosdealturaseparadosentreellosporunadistanciaquenosuperaba loscincometros,yunidosporunahileradealambredepúascustodiada por grandes torres donde los guardianes vigilaban a los prisioneros del gulaglasveinticuatrohoras.Cercadelaentradasealzabanlasgaritasde vigilancia y las casas de los guardianes del campo, cuyo exterior no se diferenciabademasiadodelosbarraconesdelospresos,aunqueelinterior gozaba de un mejor acondicionamiento. Por orden del comisario del puebloparaAsuntosdeInterior,eldirectordelNKVD,LavrentiBeria,se habíaconstruidounafranjademásdecincometrosalrededordelacerca de madera y alambre que bordeaba el campo para que en caso de que algúnpresodecidierahuir,cayeraenlaratonera.Muchosloconsideraban absurdoporqueeranpocoslosintentosdefuga.Resultabacompletamente inútil. Escapar de allí era abrazarse a una muerte segura, casi como el hechodepermanecerdentro.Sinembargo,eraunabuenaopciónparalos quequeríanacelerarsufinal. Todalaconstrucción,realizadaporlospropiosreos,estabahechapara humillar al preso y centrarle únicamente en el trabajo y en la absoluta privacióndetododerecho.EranpropiedadprivativadeunEstadoqueno admitíalapropiedadprivada.LaUniónSoviéticaseguíasiendoelpaísde lascontradicciones. No supo en qué momento dejó de ver rostros masculinos con su mismo semblante. Los guardias habían realizado uno de los primeros procesosselectivos.Losúnicoshombresqueaparecieronantesíeranlos guardianes,losvigilantesyelpersonaldelcampodeconcentración.Los hombres y las mujeres estaban separados en distintos campos, aunque debido a su cercanía y para la realización de ciertas actividades, podían volveracoincidir. Las recién llegadas fueron trasladadas a un barracón donde les ordenarondesnudarseydepositarenungranbarrildemaderalaspocas pertenenciasqueaúntuvierandespuésdelsaqueoporpartedelosguardias de los trenes. Le conminaron a ducharse con agua fría y someterse a un férreoydesagradableprocesodedesinfección.Enesecamponoparecía haber vigilantes femeninas o no les había tocado en el turno de Lina. A pesar de que los cuerpos de las presas ya estaban acostumbrados a las vejaciones, el hecho de que una mano masculina extendiera de manera abrupta una crema densa y apestosa entre sus piernas supuso una humillacióndifícildeaceptar.Amuchasdeellaslesvolvieronaraparla cabezaylesrasuraronelrestodelcuerpo.Linanosupomuybienlarazón por la que se libró nuevamente de esa degradación. Las que peor lo llevaban eran las mujeres jóvenes, aunque ya habían descubierto en el interiordelosvagonesquelastrasladaronhastaelcampo,asícomoenlas cárcelesdondehabíanpasadoelprocesodeinstrucción,quesujuventudy su lozanía eran terreno abonado para la ignominia a mano de sus interrogadores. Al menos de momento, ella también se había librado de aquella iniquidad. Más tarde las obligaron a salir desnudas al exterior y caminar por la nieve durante interminables minutos, el tiempo que tardaronenrecorrerladistanciaentreelbarracóndelbañoyaqueldonde lesdaríansunuevaropa.Eranlosvigilanteslosquemarcabanelpasoyse encargaban de que este fuera lento cuando las presas estaban despojadas de toda prenda que no fuera su propia piel. Tampoco permitían que sus cuerpossejuntarandemasiadolosunoscontralosotrosparadarsecalor. Silohacían,nodudabanengritarlesyengolpearlasconsusarmas.Lina sintiócómoleapuñalabanunosseresinvisiblesconlamismafierezaque lohacíanlospuñosdePyotryNikoláienlaLubianka.Tuvoquemirarse varias veces su cuerpo para comprobar que no tenía ninguna herida abierta por arma blanca, que todo había sido el efecto del frío ártico azuzado por la tormenta de nieve, que dejaba una temperatura exterior cercana a los cincuenta y cinco grados bajo cero. Allí les entregaron el que sería su uniforme durante su cautiverio, que deberían utilizar en el campoyensussalidasalexteriorpararealizareltrabajoapartirdeese momento,yconservarcomoelbienmáspreciado,porquenoselesdaría ninguna prenda más. La entrega era una auténtica lotería de tallas. A la mayoría de las presas la ropa, usada y en mal estado, les venía grande, peronohabíaopcióndequeja.ElpeculiarpetatedeLinaestabacompuesto por unas botas de fieltro dos o tres números mayores que el suyo, algo parecidoaunabrigodelanayungorroparalacabeza.Buscóentresus nuevaspertenenciasalgunoscalcetinesounosguantes,peroloúnicoque encontrófuelamiradainquisitivadequienleentregabalaropa.Mástarde aprenderíaquedebíaenvolversuspiesysusmanoscontrapossiquería resguardarlos de una congelación segura y su posterior tumefacción. En la parte alta de su equipación alguien acababa de dejar su nueva ropa interior, nueva para su cuerpo porque venía de cubrir otros muchos. Se vistieron allí mismo, a los ojos de todos, bajo la inspección de los guardianes y la vergüenza de muchas de las mujeres. Lina hacía mucho quehabíadejadodepreocuparseporloscomentariosajenos.Habíaoído demasiados como para dejarse intimidar por unos ojos enfermos de pensamientoscerriles. Fue allí donde les explicaron la primera regla de oro que debían memorizarsiqueríanseguirconvida:unpasoaladerechaounpasoala izquierda era considerado un intento de fuga. Salirse de la fila, aunque fueraporunacaídaounempujóndealgúnotropresoodealgúnguardia, podríaresultarmortal.Yenesecasoelvigilantedispararíasinpreguntar, sin que nadie pidiera futuras explicaciones. Con esa nueva enseñanza fueronconducidasalbarracóndelacocina. Después de la separación de los prisioneros por género, tocaba la selección y la clasificación del tipo de preso según su fortaleza y su capacidadparaeltrabajo.Deesodependeríalaraciónalimentariadiaria que recibirían. Había tres tipos de dietas: la básica, reservada para los calificadoshábilesparaeltrabajo,lafuncionalreforzada,destinadaalos cualificadosparatrabajosmáslivianos,yladietadelcastigo,paralosque estaban demasiado enfermos para trabajar o los que solían quedar muy lejos del cupo diario de productividad marcado por el partido para cada campo.Unavezterminadoelprocesodeselección,lesinstaronaesperar haciendocolaparaobtenerlabalanda,elcuencodesopaaguadahechoa base de col podrida, cabezas de arenque, vísceras de pescado y de otros animales, trozos de carne de perro, y si había suerte, algún afortunado podríaencontraralgoparecidoauntrozodetocinodecerdo,aunqueno erademasiadohabitual.Secorrióelrumordequemuchosdelospresos quedesaparecíandelanochealamañanaenloscamposacababandando saboralabalanda.Esaracióndecomidalesestaríaesperandoaltérmino de la jornada laboral, en caso de que hubieran cumplido con la cuota establecida. Si no era así, podrían ser castigadas privándoles de esa comida, o reduciendo su ración diaria a la mitad. Sus vidas entraban en una nueva mecánica donde había dejado de existir lo bueno y lo malo, pararegirseporelúnicoparámetroválido:elcastigooelpremio. Cuandollególahoradeocuparsulugardentrodelosbarracones,Lina siguiólasindicacionesdelguardia,queleseñalóconungestodedesdén elcatrequelecorrespondía.Erauntablóndemaderaendeblesobreelque alguien había colocado una especie de colchón sucio y con evidentes huellasdehabersidousadoyvividoenelmásampliosentidodeltérmino, sobre el que habían dejado una manta deshilachada. Sin desvestirse, y a pesardelarepugnanciaqueleprovocabaelcontactoconaquelcatre,se dejó caer sobre él. Había soñado con aquella horizontalidad durante semanas. Estaba realmente cansada. Pensó que no podría dormir por el rugido del vendaval que bramaba en el exterior del que algunas trazas heladasconseguíanentrarporlasrendijasmalselladasdelbarracón.Tuvo tiempoparaespecularconqueseguramentehabríanobligadoalospresos que las construyeron a dejar esas aberturas para martirizar a sus futuros inquilinos.Intentóconcentrarseparadormir.Selevantaríaenunashoras,a las cinco de la mañana, ya que, como les habían comunicado, a las seis debían estar todas en el trabajo. Sería su primera salida. Tenía miedo, especialmentealfrío,queeraloquemásleaterrabaaldesconocertodavía la brutalidad del trabajo físico que le esperaba. Al final logró dormirse, aunquenofueunsueñoprofundonimuchomenosreparador.Enningún momentodelanochetuvolaimpresióndedescansar.Sedespertabaacada minutoporlosdesconocidosruidosexteriores,porlosllantosdealgunas de las presas o por el sonido de continuas pisadas que su mente era incapaz de distinguir si procedían de fuera o si estaban a escasos centímetrosdeella. Aloírlosgritosdelosguardianes,seincorporódeunsaltoysintióun grandolorenlacabeza.Cuandosumanoquisoinspeccionarlanaturaleza deesapuñaladaalaalturadesuoccipital,sediocuentadequesupelose habíaquedadopegadoenlamaderadelcatre,dedondecolgabaprendido unmechóndesuoscuracabellera.Sehabíacongeladodurantelanochey tenía la consistencia de un carámbano. Pensó que no le pasaría más. A partirdeentonces,envolveríasucabezaconuntrapo.Sololefaltabasaber cómoconseguiríaeltrozodetela. También aprendió a no dormir con toda la ropa de abrigo puesta, ya que al salir al exterior notaría la diferencia abismal de temperatura y su cuerponoreaccionaríaentodoeldíaantelafaltadeabrigoextra.Antes desalirhaciasuprimerdíadetrabajosforzados,hizolacolaparaobtener un cazo de gachas de avena acompañadas de un trozo de pan negro en proceso de congelación, que fueron los causantes de la indigestión que sufrióduranteelrestodeldía.Cuandocruzabaconelrestodelacomitiva depresaslaverjadelcampo,unodelosguardianeslesfueabriendounaa unalaropaalaalturadeltórax.«Estáprohibidoenvolverseelcuerpocon periódicos, papeles o cualquier tipo de trapo. Solo está permitido el uso deluniforme.Soloeluniforme».Silaspresasalmacenabanalgodecalor ensuscuerposloperdíaneneseregistro.Aquellainspecciónimprovisada lesupusoungolpedefríoenelpechodelquenoserecuperaríaendías. Nopodíaempezarpeorsucondena.Lamujerquecaminabaasuladole comentóqueestabaprohibidodesnudaralospresos,queelartículo9del código ruso lo decía. Lina la miró sin entender cómo podía tener esa información. «Mi marido lo redactó», dijo sin atreverse a mirar a su compañera,nosuposiporvergüenzaoparaevitarquelaculatadelfusil delguardiaseestrellaracontrasuespaldaoenlabocadesuestómagopor estar hablando cuando estaba prohibido. Pero eso no la frenó para continuar empleando un tono de voz casi inaudible. «Y lo peor es que cuandomelocomentócreíqueeraunreglamentodemasiadoblandocon losprisionerosporquesiestabanenuncampodetrabajoesporquealgo habríanhecho.Memerezcoestaraquíporestúpida».Linalamiródereojo y pensó en qué situación mental tendría que encontrarse aquella mujer parajustificarycreermerecerelmartirioqueestabasufriendo. Caminarondurantehorassobrelanieveyelhielohastallegaraunzona despejada,sinseñaldevida,deningunaclase.Niunárbol,niunacasa,ni unpájaro,niunasimpleflor.Solohieloyfrío.Sinofueraporlosgritos delosguardias,seoiríalaescarchadelaire.Linanonotabanilasmanos nilospies,queyapresentíacongeladosytodavíanohabíacomenzadocon el trabajo. Un instructor empezó a dar las órdenes y a repartir las herramientas de faena. Para Lina había una pala y un pesado barril. Su laboreralimpiarloscaminosylascarreterasderesiduosdetodotipoy demás basura acumulada en el lugar, echarlos en el barril y empujarlo hasta un terreno cercano, donde se encargaría de cavar un agujero y enterrarlosescombros.Debíallenaralmenoscuatrobarrilescadadíacon la ayuda de otra presa. Por supuesto, era imposible. El barril de madera era demasiado pesado incluso para ser transportado por cuatro brazos y enelcasodequepudieranconseguirlo,cavarunagujeroenunbloquede hielo irrompible era del todo irrealizable para dos mujeres. En aquellas circunstancias, cada esfuerzo se ralentizaba cien veces más. A los pocos minutos su cuerpo comenzó a quejarse. Sus huesos crujieron y notó músculos hasta entonces desconocidos para ella. Tenía los brazos y las piernas entumecidos, lo que apenas le permitía moverse y caminar. Le dolíahastarespirar,elairequeentrabaenlospulmoneslequemaba.No habíadescansoentodoeldía,exceptounapausadediezminutos,queala largaresultabacontraproducenteparalaspresasyaquereanudarlafaena suponía un esfuerzo doble después de un parón. Algunas aprovechaban para fumar o para llenar la boca de nieve con la esperanza de poder hidratarse,yaquenohabíatiemposuficienteparadardebeberatodasy losguardiasnopensabanrompersurutinapararepartiruncazodeaguaa cadauna.Demasiadoesfuerzoinútil,pensaban.Laotrainterrupcióndela jornada laboral era para comer. Sentadas en la nieve, las prisioneras engullíanuntazóndesopadearenqueaguadayprácticamentecongelada, yuntrozodepannegromientraslosvigilanteslasapremiabanaterminar rápidoparavolvercuantoantesaltrabajo. Unamanchanegraenelhorizonterompióelmonótonoblanco.Porun momento pensó que se trataba de una ilusión óptica, como sabía que ocurríaeneldesierto.Enfocólamiradaydistinguiótresvagonesdecolor verde oliva, empujados por una nube de hombres que se agolpaban a ambosladosyquedejabanmediavidaencadacentímetroqueconseguían haceravanzareltren.Habíaoídohablardelasminasencuyascuencaslos prisionerosdelgulagsedejabanelcuerpoyelalma,comolohacíanen excavaciones de carbón, en las talas masivas de árboles, en la construccióndelasvíasdeltren,oenlasfábricasdetodotipodistribuidas portodoelsistemadecamposdestinadasaconvertirseenelmotordela economíarusa,sinimportarlasvidashumanasquesecobraran.Alfinyal cabo, eran vidas sentenciadas, eran enemigos del pueblo, sin más valor quelaexplotacióndeunamanodeobragratuita,invisiblealaconciencia delpoderysilenciosa.Siempresilenciosa. Lina se quedó observando la borrosa mancha que avanzaba por la vía del tren cubierta por una espesa capa de nieve que varios hombres armadosconpalasseencargabandelimpiar. —No los mires —le dijo su compañera de trabajo—. Los vigilantes puedenpensarqueestásdesobedeciéndolosoquequieresirteconellos.Y del lugar adonde van ellos —dijo, refiriéndose a los hombres que empujaban los convoyes— no se vuelve. —Se quedó mirando el rostro cansado de Lina mientras ambas bebían una especie de té que sabía a madera y que ni siquiera estaba lo suficientemente caliente para reconfortarelcuerpo—.MellamoKarina. —YosoyLina. —Séquiéneres.Aestasalturaslosabetodoelcampo.Yofuiamuchos conciertosdetumaridoysiempreteveíaasulado.—Elrecuerdolehizo perder la mirada en el vaso de té con el que intentaba inútilmente calentarse las manos. El pasado le pesaba más que el barril de desperdiciosquedebíallenar. Los gritos de los guardias instándolas a volver al trabajo zanjaron la conversación. Fue el día más largo que recordaba haber vivido en su vida. De regreso al campo, la columna de presas se había convertido en una enorme sombra que se deslizaba por la nieve con dificultad y casi sin aliento. Si habían salido doce horas antes con frío, con hambre y con el miedo a lo desconocido que les esperaba unos kilómetros más allá del horizonte,alregresar,lasituaciónfísicaymoraleraaúnpeor.Alcruzar el portón de entrada del campo, les esperaba una nueva inspección. Esta veznosololesabrieronlaropadeabrigoalaalturadelpecho,sinoque lasobligaronadescalzarseydesnudarseporcompletoparaasegurarsede que no llevaban ningún objeto punzante que hubieran conseguido en el exteriordurantelajornadalaboral.Hacíaunosdíashabíandescubiertoen la bota de una de las presas un trozo de rama con uno de sus extremos tímidamenteafilado.Denadasirvieronlasexplicacionesqueintentódarla reclusaentreunalluviadegolpes,diciendoqueeraparautilizarlocomo cubierto,yaquelehabíanrobadoelsuyo.Lajovenfueintroducidaenuna celdadecastigodeapenasunmetrocavadaenelsuelo,enelexteriorde losbarraconesyprecintadaporunasrejasquedejabanentrartodoelfrío ylanieve.Losprimerosdíasseoyeronsussúplicas,suarrepentimiento, sus gritos, pero a las cuarenta y ocho horas no se volvió a oír su voz. Nadiesupoquéhabíasucedidoconellaynadieseatrevióapreguntarpor miedoaserelpróximoinquilinoenocuparaquelagujero. Temiónotenerfuerzasniparahacerlacolaenelbarracóndelacocina paraobtenersuracióndiaria.Yalehabíanadvertidodequeaquellanoche recibiría la mitad debido a su poca productividad. «Si no se trabaja lo estipulado, no se come lo acordado», decía uno de los vigilantes. Pensó quenolemerecíalapenaesperarsuturnobajoelfríoylaintensaventisca para recibir medio cazo de sopa y media ración de pan. Cuando a punto estaba de darse la vuelta para dirigirse a su barracón, creyó escuchar su nombreentrelasráfagasdevientoqueempezabanaazotarlanoche. —Lina, Lina… —Hacía tanto tiempo que nadie la llamaba por su nombre que le costó reaccionar. Buscó con la mirada a la persona que habíapronunciadoaquellaspalabrasycuandoladescubrió,leparecióun auténticomilagro.EraInna,unajovenrusaquetrabajabaenlaembajada británicayquehabíaconocidoenunafiestaenelHotelMetropol.Hacíaal menoscincoañosquenolaveía,peronolecostóreconocerla,apesardel tatuajequeelgulagmarcabaenelrostro,enlamiradayenelcuerpode todossushijos. —No puedo creerlo, Inna —dijo al tiempo que se abrazaban como si fueranlaúnicatabladesalvaciónenmitaddeunnaufragio.Elrestodelas reclusas intentaban ocultarlas con sus cuerpos para que los vigilantes no pudieranverlasylascastigaranencerrándolasunosdíasenunaceldade aislamiento.Habíamuchascosasprohibidas,ylasmuestrasdeafecto,los gestos de cariño o cualquier cosa que indicara un mínimo conato de felicidadquepudieradefiniraunserhumanoerancotovedadoenaquel lugar.Innalecontóquellevabacasitresañosenelcampo,quetrabajaba eneldepartamentodeabastecimientodeproductosymercancías,yquede elladependíaladistribucióndelacomida,asícomoelrepartodecartasy demáscorrespondenciaenviadaalcampoporlosfamiliaresdelospresos. La suerte, una palabra despojada de todo significado en el gulag, quiso que ambas compartieran el mismo barracón. Eso les posibilitaría poder hablarenlospocosmomentosdedescansoqueteníanyponersealdíade sus vidas. Inna la convenció para colocarse en la cola porque ya se encargaría ella de entregarle la ración completa de comida, burlando la vigilanciadelosguardias.Esamismanochelellevóuntrozodepanextra, unas galletas y un trozo de tocino que alivió el estómago y el alma de Lina.Leparecióunauténticomanjarque,enaquelmomento,noteníanada queenvidiaralosbliniscalientesconunafinacapadecaviarsobreellos quesolíacomerconSerguéi.Empezabaacreerenlosmilagros,incluso enelrincónmásinhóspitodelmundosobreelqueestabaseguraqueDios había olvidado posar su mirada. Era la primera vez que su pensamiento recuperaba la imagen divina. Se dio cuenta de que había abandonado las enseñanzas de la Ciencia Cristiana cuando más falta le hacían. Quizá el encuentro con Inna había sido una señal de que no estaba sola, de que había alguien velando por ella aunque la realidad se empeñara en demostrarlelocontrario. DespuésdeenvolverseelpeloconuntrapoqueInnaleconsiguióenla cocina,cerrólosojosparapermitirquesupensamientoseconvirtieraen un eco prolongado y monótono. «Esto también pasará. Solo tengo que pensarenello.Mimenteesmásfuertequecualquieracciónhumana». Todoindicabaqueeldíasiguienteseríaigualalanterior.Perodenuevo se equivocó. La racionalidad no era algo que tuviera cabida en ese escenario.Alterminarsuprimeracomidadeldía,alguientiródeellayla apartóenunrincón. —Ponte esto —le dijo uno de los guardias entregándole un jersey de algodónyasegurándolequenolecostaríadisimularloentresusropajes. Linaloobservótemiendoqueenunodeloshabitualesregistros,tanto enlosbarraconescomoalahoradesalirporelportónhaciaunanueva jornadadetrabajo,algunodelosvigilanteslodescubriera.Pero,parasu sorpresa, el guardia le indicó la manera de encubrirlo para burlar el incisivorastreodesuscolegas.Dudódenuevo,perofinalmenteaceptóel regalo. Ya había aprendido que vivir allí era hacerlo en un continuo riesgo.Almenoscombatiríaelfríohastaquealguienlointerceptarayse loarrebatara.Miróelrostrodelguardiánamable,sospechandoquepodría tratarse de una prueba o un engaño para encerrarla en una de las inhóspitasceldasdecastigoconstruidasbajotierraenelexterior. —Elvientodelnorteenfríaelairehastadiezgradosydebemosdeestar acincuentagradosbajocero.Todoelmundoseequivoca.Esahora,ala salidadesol,cuandomásfríohace,porqueescuandosealcanzaelpunto másintensodelacongelaciónnocturna.—Linalemiró.Noentendíapor quéestabasiendobenévoloconella.Notardóenaveriguarlo—.Yoamaba lamúsicadesumarido.Creoquefueelmásgrandecompositorrusoque hemostenido,conpermisodeStravinskiyTchaikovski… —¿Fue? —La expresión congelada de Lina se convirtió de repente en arcilla líquida, moldeable para dejar un gesto de terror en su rostro. Aquella conjugación del verbo en pasado le quemó el alma—. ¿Acaso sabesiha…? —No, no me refería a eso. Bueno —titubeó el guardia durante unos segundos—.Laverdadesquenolosé—reconocióconsinceridad—.No creo,noshubiésemosenterado.Lohedichoenpasadoporquecomoahora escomplicadoescucharsumúsica… Lina aceptó el obsequio del hombre y lo agradeció con una tímida sonrisa,comocuandoseaceptaelpésameporlapersonaamada,elánimo dadoporunterceroenmitaddeldueloolapalmaditaenlaespaldapara intentaraminorarelimpactodeunamalanoticia. Noeralohabitual,perotambiénhabíagentebuenaentrelosguardianes ylosverdugos,siesquelanocióndebondadpodíaexistirenaquellugar del mundo. Se les distinguía enseguida porque mientras otros vigilantes delcampodisfrutabanconsutrabajoyseesmerabanenhumillaryvejar más de lo estipulado al preso («No necesito tu trabajo. Necesito que sufras»,gritabanalgunos),ellosretirabanlamirada,torcíanelgestoyno podíandisimularunamuecadedesprecioanteelcomportamientodesus compañeros. Había muchas maneras de hacer más llevadera una condena: una sonrisa, un trozo de pan, una mirada apartada a tiempo para no ver el incumplimientodeunanorma,ounacamisetaentregadaenunrincóndel barracón para intentar que el frío no carcomiera el cuerpo ni el espíritu delpreso.Enelgulagtambiénhabíaángelesconuniformebajoloscuales parecíanocultarunasalas. Laspresaslosllamabanlosángelesnegrosporquesiempreteníandos caras. Todo parabién que procedía de ellos impresionaba más por su vocacióndeverdugos.Nocabíaesperarmuchosfavoresdeellos,yaque algunas veces venían disfrazados de engaño o de burdo chantaje al que muchas presas accedían, en especial las jóvenes, porque no les quedaba otro remedio. Muchas aceptaban convertirse en sus esclavas sexuales a cambiodeunaracióndobledecomida,deunosdíasenlaenfermería,ode papel necesario para escribir una carta a su familia. Pero, a cambio, debíanestaralaenteradisposicióndelguardia,aunquefueraalfinaldela jornada,cuandosuscuerposnoresistíanunesfuerzomás.Linaagradeció tener la edad que tenía y que su cuerpo no ofreciera la lozanía y la frescura que el de las jóvenes del campo. Eso consiguió salvarla de determinadas situaciones que a buen seguro no hubiera sido capaz de resistir. Se conformaba con la ayuda de Inna, que la instó a escribir su primera carta a sus hijos, sin esperar al plazo marcado por el campo segúnelcualdebíadetranscurriralmenosunañoparapoderescribiry recibir correspondencia. Incluso le consiguió unas gafas, que había perdidoelprimerdíacuandountropiezohizoquecayeraalsueloydesde allíviocómolabotadeunguardiaseesmerabaenpisarlasytriturarlasa conciencia.Tiradaenelsuelo,contemplócómolostrozosdeloscristales se confundían con la nieve hasta terminar desapareciendo en ella, engullidas por el monstruo blanco. Desde entonces su vista había dado muestras de cansancio, se resentía cuando intentaba leer algunas de las cartas que recibían las demás presas con derecho a escribir y recibir correspondencia, o cuando el director del campo permitía la lectura de algunos de los libros seleccionados que descansaban en uno de los barracones.Innaleconsiguióunasnuevasgafas,construidasdemaneraun tanto rudimentaria, con alambres y unos vidrios que le permitieron salir delpasohastaqueundía,entrelospaquetesqueenviabanlosfamiliaresde las presas y que los guardias abrían y decidían no entregar a sus destinatarias,Innaencontróunasgafas.Lasviomedioenterradasentrelos desperdicios.Decidiócogerlasyarreglarlaspatillasquehabíanquedado dobladas.FueelmejorregalodecumpleañosconelquepudosoñarLina en su nuevo hogar. No eran exactamente de su graduación, pero se aproximabanlonecesarioparapermitirlaleer.Loprimeroquehizocon ellasfueescribirunacartaasushijosenmitaddelanoche,escondidaen su camastro. Se moría por tener noticias de ellos, de Serguéi y de su madre.SepreguntabasiSviatoslavhabríaescritoaOlgaparacontarlesu situación. Deseó que no lo hubiera hecho. Olga Nemiskaia no hubiera podidosoportarlocuandoestabaenperfectascondicionesyconJuanasu lado,asíquemuchomenosloharíaahora.PensarenSerguéileayudabaa resistir, y no solo rescatando momentos del pasado, sino también imaginando cómo sería su reencuentro, o pensando en cómo estaría reaccionando su marido ante su confinamiento en el gulag. Le gustaba imaginarle preocupado, llamando a unos y a otros, sufriendo por encontrarlamaneradesacarladeallí,intentandoconvenceraquienfuera dequesumujererainocente.Leenternecíanlasvisionesqueseesmeraba porproyectarensumente.Seolvidódeldañoquelehabíahechoconsu decisióndecasarseconMira;sabíaquenohabíasidoculpasuya,Miray el partido estaban detrás de esa decisión. Igual que habían obligado a muchosdirigentesbolcheviquesadivorciarsedesusmujereseinclusoa acusarlas de delitos falsos, la reeducación de Prokófiev había empezado porlairrupcióndeaquellamujerensusvidas.Estabaconvencidadeque cuandotodaaquellalocuraterminase,lavidavolveríaaunirlesyentonces nosesepararíannuncamás. Enlasconversacionesquemanteníaconotraspresasenelcamposolía decirqueellahabíasidocondenadaporextranjera,porqueeraespañola. Aunquealgunasdesuscompañerasdegulagteníanotraopinión. —Tú estás aquí por ser la mujer de Prokófiev —le confió Inna con cierto desparpajo, como era habitual en ella—. Eres el rehén de un gobierno que quiere castigar y torturar a tu marido, y que entiende que hacerlo a través de sus seres queridos duele más y les mantiene bajo el yugobolchevique.Esmuchomáseficazdestrozartucuerpoqueelsuyo. —¿Qué crees que le ha pasado a Nadezhda Mandelstam, a Marina Tsvetáyeva, a Anna Ajmátova o la propia Olga Ivínskaya? —preguntó Anastasia,otradelasprisioneras.Linasintióunaconmociónalescuchar elúltimonombre,elgranamordeBorisPasternak. —¿Yél?—preguntóLina—.¿Sabéisalgodeél? —No.Perosupongoquehabrácorridolamismasuertequesuscolegas apesardehabersidoamigodeStalin.Aquínosesalvanadie.—Innase arrepintiódesusúltimaspalabras.SabíaqueLinapensabaenProkófieve intentó arreglarlo—. Perdóname, no me refería a… no quiero decir que…,enfin,quenotodossonconfinadosenuncampo,odeportados. Lina intentó tranquilizarla con una sonrisa. No estaba dispuesta a que máspersonascargaranconlaculpadelaquetansoloeranresponsables unospocos.Yademásagradecíaqueenaquellugarnadieparecierasaber queyanoeralamujeroficialdeProkófiev.Oeso,otomabantanenserio elmatrimoniodelcompositorconMiracomolohacíaella.Sinembargo, Anastasia,quetambiénhabíavividolatraicióndeunmaridomásobligado a la defensa de unos ideales revolucionarios que a la vida de su mujer, necesitódecirlealgomás. —Nuncahabíavistoaunamujertanenamoradadesumaridocomolo estástú.Heestadoobservándote.CadavezquenombranaProkófievsete ilumina la cara, los ojos se te salen de las órbitas cuando normalmente estánhundidosenellas.Túnisiquieratedasnicuenta,peroinclusodejas de caminar encorvada cuando alguien le menciona. ¿Te acuerdas el otro día,cuandoalregresaralcamponoscruzamosconuncamióndepresos que empezaron a gritar «Tres naranjas, tres naranjas», en alusión a la óperaElamordelastresnaranjasdeProkófiev,paraevitarpronunciartu nombre y que pudiera suponerte algún problema? Tu cuerpo se irguió comoeltroncodeunárbol.Mediolaimpresióndequecrecíasunmetro. —Anastasiahablabaentreelpesarylaadmiración—.Nosésiteenvidioo tecompadezco.¿Lasespañolassoléisenamorarossiempredeesamanera? Menudo desgaste. Y luego hablan de la capacidad de sufrimiento de los rusos. Linasesintióafortunadadepoderreflejaresesentimiento.Notodoel mundo tenía la oportunidad de encontrar el amor verdadero en toda una vida,yellalohabíalogradotenerduranteveinteaños.Decidióaferrarsea ello y no soltarse nunca. Por un momento todas se quedaron calladas comosiestuvieranpensandosiellasrealmentehabíanconocidoalamor de su vida. Fue entonces cuando Lina preguntó algo que provocó la hilaridaddetodas. —¿Creéis que Stalin sabrá que existe todo esto? Me refiero a la crueldadquemuestraelserhumanoenestelugar. —Eresunángel,Lina.Ynotelodigocomopiropo.Esainocenciatuya tevaapasarfactura—ledijoInna—.Enrealidad,creoqueyalohahecho. —¿Estás loca? Todo esto es obra suya —afirmó Anastasia con rotundidad. —¿Cuántospresosseremos?—preguntóconlamismaingenuidadque nielmásseverogulagpodríadestruir. —Dime, ¿cuántos millones eres capaz de contar? —Anastasia desistió de dar una cifra. Podía tener una idea, pero era imposible saberlo con exactitud.Deseóquealgúndía,conlaperspectivaqueotorgaeltiempo,el mundopudieradescubrirlo—.ClaroqueStalinconoceloquesucedealo largo y ancho de la Unión Soviética, desde el mar Blanco hasta el mar Negro,desdeelCírculoPolarÁrticohastamásalládeAsiaCentral,los tentáculosdelgulagloabarcantodo.Loconocemuybien.Élmismofue encerrado hasta en cuatro ocasiones en los campos zaristas. Consiguió escapartresveces,perodesusistemadegulagnadieescapazdehuir.Se aseguró muy bien de diseñarlo de una manera infalible. Lenin fue quien decidió que había elementos inseguros en su revolución y que era conveniente encerrarlos en los campos de concentración y ponerlos a trabajar sin descanso. Así conseguían quitarse de en medio a los que se oponían a su manera de hacer las cosas, aunque fueran más revolucionarios que ellos, y además ponían los medios humanos para aumentarlaproducciónrusa.Manodeobragratis.Ysilospresosmueren extenuados,nopasanadaporquetansolosonpresos,basura,lopeordela sociedad.Nadielesecharádemenos.PeroStalinseencargódeendurecer loscampos,dehacerloscrueles,deconvertirlosenenormestrituradoras decarnehumana,enungrancementeriodehielo. —Un día el mundo tendrá que saber lo que está sucediendo aquí — comentó Lina mientras intentaba tejer una especie de bolsa usando una espinadepescadocomoagujayloshilosdeunamantadeshilachada,taly comolehabíanenseñadoalgunaspresas. —Paraqueesoocurra,alguientendríaquecontarlo.Ynosésivanaser muchoslosquesobrevivanaveinteañosdecondenaenestaratonera. —Poresonotepreocupes—dijoInna,recurriendodenuevoalaironía —.Porcadaunoquemuereenuncampo,entrandiezenotro.Yasabéis: «Alquenohaestadoaquílellegarásuturno,alquehaestadoaquínolo olvidará»—recitó,refiriéndosealdichoque,convertidoenlema,corría debocaenbocaportodoelgulag. —¿Túcreesqueolvidaremostodoesto,Lina?—preguntóAnastasia. —Yo lo haré en el momento que cruce ese portón. Ni siquiera miraré atrásparaasegurarmedequenohasidounsueño—respondiómásseriay segura que nunca, como si hubiera dedicado mucho tiempo a pensar en aquella decisión. Anastasia admiró su firmeza, y por eso prefirió guardarseparasíelpensamientoquelecruzabalamente:«Nadadeloque sucedeseolvidajamás,aunquenoquierasonopuedasrecordarlo»—.No volveréarecordarlonunca,nihablarédeelloconnadie.Loborrarédemi cabeza.Loquenoserecuerda,muere.¿Porquécreéissinoquelamúsica siempreestáviva? La música jamás había salido de su cabeza, en especial la música de Prokófiev.Elrecuerdodesumúsicaydeéleraloquelamanteníaalejada deunamuertesegura.Cadadía,alregresaralcampo,cuandolasfuerzas le habían abandonado y el sol corría a esconderse, reproducía en su cabeza las notas de la Suite Escita de Prokófiev. Mientras su mente estuvieraocupadaenesapartitura,sucuerposeolvidaríadelodemás. 30 LamediahoramásfelizenlavidadeLinaenelgulagteníalugaruna vezalaño.Sucedíacuandollegabanlosmesesdeprimaveraylosdíasse suspendíanalmediodía.Entonceselhorizonteseteñíadeunrojopasión, deunrojovida,deunrojorebelde.Duranteunosminutos,todolodemás desaparecía. Resultaba liberadora aquella ruptura cromática porque por unosminutoselinfiernodejabadeserblanco.Porfinuncolorseatrevíaa plantarle cara al blanco perpetuo, mortal y enloquecedor que tintaba el gulag.Eratristepensarqueesoeralafelicidadparaunapersonaquehabía confraternizadoconlavidaysehabíaatrevidoatutearla,peroasíeranlas cosas.Enelmarblancosobreelquesecimentabasunuevaexistencia,la felicidad solía medirse en parámetros de intensidad, nunca de duración temporal.EnelCírculoPolarloúnicoquealternabaconlaeternidadera la oscuridad permanente que solía durar más de seis meses. Cualquier alegríagozabadeunatempranacaducidad. Elblancoerapartedesucondena.Todoerablancoasualrededor,era imposiblehuirdeélporqueloapresabatodo,inclusocuandosuspiesno estabancaminandoporlanieveosusmanosintentabaninútilmentepartir latundradehieloimpenetrable.Eratalladictaduradelblancoqueenlas nochesenlasquenopodíaconciliarelsueñoyseentreteníamirandopor loshuecosdelastablasdemaderadelbarracón,inclusocuandonohabía luna,elexteriorbrillabailuminadoporlafuerzadelanieve.Ycuandola luna se unía al concierto nocturno, el espectáculo resultaba cegador. A pesardelasleyendasquesolíanacompañaralaluna,Linasiemprehabía sentidopredilecciónporella.Leinspirabatranquilidad,confianzaycierta seguridad. Se sentía protegida cuando presentía que la luna la observaba desdelomásalto.Enalgunasregionesrusasalalunaladenominabanel sol de los lobos. Siempre le gustó aquella definición, aunque pudiera resultaralgocontradictoria.EstabaenRusia,tampocopodríaserdeotra manera.Sindudaleagradabaaqueltérmino. Esegranocéanodehieloperpetuosobreelquecaminabaeraabonode tumbasinvisibles,depersonasquefueronperodejarondeexistirexcepto en el recuerdo de sus seres queridos. Los cementerios mienten y sus lápidas son monumentos al embuste, hay más muertos que tumbas reconocidas. Qué mayor tortura que negar la existencia de una persona, negarsupasado,borrarladelmapacomosinuncahubieraexistido.Sino sehablabadeella,noexistía.Sinoselapodíaenterrar,esporquenunca existió.Aligualquesucedíaconlospueblos,unapersonasinpasadono tenía futuro. Dar visibilidad a los muertos era un privilegio que muy pocospodíanconseguirtantoenlavidacomoenlamuerte.Eralamayor dictadurahumana,negarlavidaylamuerteapartesiguales. —¿Sabes por qué es tan difícil caminar en la nieve? —le preguntó Tatiana,unadelaspresasmásantiguasdelcampo—.Porqueloshuesosde los prisioneros que han sido enterrados debajo de ella se estremecen, se agitan, se revuelven e intentan rebelarse en muerte como no pudieron hacerloenvida. Lina no pudo evitar mirar la nieve bajo sus pies, como si tuviera respeto por pisar la gran fosa humana improvisada que se extendía a modo de alfombra. Sintió cierto temor por si los muertos decidían cogerla de los tobillos y arrastrarla hacia ellos. Tuvo pesadillas con la imagen que las palabras de su compañera Tatiana habían labrado en su imaginación. —¿Losentierranaquí?—preguntóconciertaconsternación. —Los entierran donde pueden y quieren. Sepultan con más mimo y cuidado a los perros que a los prisioneros. Es increíble ver cómo su desprecio hacia el preso sobrevive a su muerte. Pero la venganza de los queundíapisaronestamismatierra,antesdeconvertirseeninquilinosde su subsuelo, siempre llega. En primavera y en verano, con el deshielo, empiezanaaflorarcadáveresalasuperficiequeelhielohaconservadoen perfecto estado y eso les supone un problema. Cuando salen al exterior, algunoscuerpostodavíamantienenlabocaylosojosabiertos,comosila muerteleshubierasorprendidoohubieranqueridoescapardeellaopedir ayuda en el último segundo a pesar de haberlo deseado durante mucho tiempo. Es curioso, algunos guardias sienten verdadero pavor al encontrarlosporqueparecequelesmiranaellos,queregresanalavida paracobrarseunaofensa.Hasidolaúnicavezquehevistoaunodelos vigilantesvomitaryponerseblancodemiedo.Merecelapenasobrevivir yverllegarlaprimavera.Lomaloqueatiyamínostocarácargarlosen un camión y llevarlos a algún lugar lejano donde cavaremos una fosa y amontonaremosloscuerpos.Loquehagandespuésconellosyanosuele serproblemanuestro. —¿Porqué?¿Quéhacenconellos?—preguntó,intentandonodaralasa suimaginación,dondetodosolíaadquirirunmatizmásdantesco. —Unavezfuitestigodecómounodelosvigilantesrociabalamontaña de cadáveres con un líquido inflamable y arrojaba una antorcha. —Se quedó con la mirada perdida en la nieve, algo que no convenía hacer durante mucho tiempo porque podría quedarse ciega. Pero estaba contemplandootravisión,alejadadelaestepablanca—.Jamáshabíavisto salirfuegodelanieve.Fuehorrible,comosilatierraseabrieraparaque el infierno aflorara a la superficie y se instalara en ella. No he podido borrar esa imagen de mi mente, ni el olor tan fuerte que desprendía aquellapirahumana. —Cállate—lepidióInna—.Laestásasustando. —Aquí no llega nadie con la capacidad de asustarse. No creo que se impresione por nada a estas alturas de su vida. Y si es así, te pido disculpas. Lina se vio forzada a negar con la cabeza ante la mirada de Tatiana. Hacíamuchoquenadielepedíadisculpasyesolaemocionó.Esosrelatos leseguíanmartirizandoelestómagoyalimentandosuspesadillas,quela despertabanamedianocheentreconvulsionesytemblores.Peronohabía nada mejor que hacer en el gulag y para algunas presas verbalizar sus recuerdos, sus temores y la realidad les servía como válvula de escape. Tatianaeraunadeellas. —No creo que exista otro lugar en el mundo tan horrible como la carreteradeloshuesos.—Linanoestabaseguradequereroíresenuevo relatoconunenunciadotansiniestro,peroquémáspodíahacer.Rechazar la palabra hablada y el calor de la conversación no estaba entre sus privilegios—.EslacarreteradeKolymá,másdedosmilkilómetrosentre Yakutia, la república de Sajá, la región rusa más fría del mundo, donde estáelpueblodeOymyakon,queen1926registrólatemperaturamásbaja delplaneta,71,2gradoscentígradosbajocero,ylaorilladelPacíficoen Magadan. —Lina y el resto de las presas abrieron los ojos desmesuradamente, como si las palabras fueran capaces de tatuar imágenes en su retina, donde cobraban vida. Incluso las que conocían la historia se estremecían anticipando su final—. La carretera comenzó a construirsehacecasiveinteaños,aprincipiosdelosañostreinta.Fueron losprisionerosdelcampodeSevvostlagymástardelosquellegabande cualquiergulagrusoquienesseencargarondesuconstrucción.Cientosde trabajadores murieron cuando apenas habían logrado pavimentar un metrodecarretera.Elintensofrío,lastormentasdenieve,elhambreylas enfermedadessecobrabanlavidademilesdepresos,queeransustituidos rápidamente por nuevas hornadas de reos que llegaban arrastrados al matadero.Perolosmaterialesescaseabanoeranmuycarosyaalguiense leocurrióquelosmilesdeprisionerosquemoríanenlaconstruccióndel caminopodíanseguirsiendoutilizadosdeotraforma.—Enesemomento del relato, Tatiana guardó un instante de silencio, que sirvió para alimentar escenas próximas al infierno de Dante—. Decidieron mezclar los huesos, las vísceras y los restos de los muertos con la masa de hormigón para la pavimentación del camino. Al parecer, los restos humanosdanmásestabilidadaunterrenopantanoso.Enesazona,elbarro lo desborda todo y arruina el asfalto y los restos humanos sirven para soldarlamezcla.Esimposiblesaberconexactitudelnúmerodepersonas enterradas en las entrañas de la carretera, pero algunos hablan de tres millonesdevidasconvertidasenunmeromaterialdeconstrucción.Nosé sialgúndíaelmundoserácapazdevertodoloquesucedeenestatierra.Y silohace,¿seráncapacesotraspersonasdeseguirutilizandoesacarretera sabiendoquesuasfaltohaengullidoliteralmentemillonesdevidas? —¿Qué se supone que harán con las fosas cuando todo termine? — preguntóLina. —Nada.Noseharánada.Muertoyenterrado.Asíresuelveunapartedel mundo los problemas de la otra parte. —Tatiana la miró. No quería asustarla, aunque lo estaba haciendo—. ¿Sabes por qué te cuento todo esto? Para que luches por sobrevivir, por mantenerte viva. Te llevo observando desde hace días y caminas encorvada, arrastrando los pies comohacemostodas.Tehasconvertidoenunadelassombrasqueestas bestias alimentan, como si cargaras sobre tu espalda el peso de una sentenciademuertequetodavíanotetoca.Nolesdesesegusto.Queno huelanlamuertecadavezquetetengancerca.Esoesloúnicoquetehará más poderosa que ellos. No dispones de más armas. Solo la actitud. Tu eres española, demuéstralo, tira de orgullo, que no te vean vencida. Recuerdaloquetehedicho:merecelapenasobreviviralaprimavera. SiempreagradeceríaaTatianaelrelatoqueempezóhablandodemuerte yterminóllenándosedevida. Después de los primeros meses en el gulag, Lina fue carne de enfermería.Suedadysusaludnolahacíanválidaparasaliradiarioalos camposdenieveyhielo.Tuvosuertededarconunmédicoqueseapiadó de ella y redactó un informe recomendando que realizara su trabajo dentro de las lindes del campo. El trabajo no sería agradable ni menos inhumano que el realizado en el exterior, pero no devastaría su nula fortaleza física ni los efectos de la congelación torturarían su cuerpo de una manera tan intensa. Su nueva labor consistía en la limpieza de los barracones y eso incluía todo, desde las casas de los vigilantes, el cobertizodelasletrinas,lacocinaylasestanciasdelaspresas.Sesintió unaprivilegiadapornotenerquesaliralexteriorcomolamayoríadelas presasyporesoparecíadisfrutarconeltrabajo,aunquesucuerpoacabara tan dolorido como durante los primeros meses de gulag. Incluso tenía humor y ganas de compartir con el resto de las presas algunas de sus vivencias en París, Nueva York, Milán, Londres, Los Ángeles, en los estrenos, las fiestas, las recepciones, incluyendo anécdotas con los grandesartistasquehabíaconocido.Legustabahablarenfrancésporque elecodesuvozletraíarecuerdosdelaépocamásfelizdesuvida,juntoa Serguéi. A pesar de que muchas no entendían el francés que utilizaba a veces para narrar una anécdota, el sonido les hacía dibujar una sonrisa en el rostroyviajarlejosdeallí.Disfrutabahablandoconelrestodelaspresas, era una medicina terapéutica, como todo lo que le hacía olvidarse de la realidad que le había tocado vivir. A veces, en su afán por conversar, recibíacastigosporsaltarselaprohibicióndeguardarsilenciooacudiren mitad de la noche a otros barracones en busca de conversación. Lina se convirtió en la compañía más deseada del campo. Con su verbo fácil, amable y cargado de humor lograba cambiar el semblante de muchos rostros.Lamayoríanoentendíacómoenunescenariotancruel,dondelas bajas temperaturas congelaban la lengua, las ventiscas esculpían las facciones faciales con la precisión de un eficaz bisturí hasta conseguir desfigurarloylaescarchataladrabaloshuesos,Linateníaganasdehablar. —¿Es que a ti no se te congelan las orejas? ¿No te duelen y te quitan todaslasganasdehablar?—lepreguntaban. —Pues claro, pero Charles Chaplin me enseñó un verano a mover las orejas al tiempo que la mandíbula, y así las ejercito. ¿Veis? —decía, mostrando a todos su habilidad para mover la ternilla de sus órganos auditivos. Todas reían sus ocurrencias, sin importarles si eran o no verdad. Eso resultabacompletamenteindiferente.Anadieleimportabalarealidad,tan solosobrellevarla. —Has conseguido confundirme, desbaratar mi pensamiento —le confesaba Inna—. Siempre creí que la única manera de ser feliz en este lugar era vaciar la cabeza de recuerdos y episodios pasados. Olvidarlo todoparanocaerenlatentacióndecompararpresenteypasado.Ytúno solo lo recuperas, sino que lo compartes con todas. Eres el prototipo de presa feliz que estos indeseables preconizan —dijo, refiriéndose a los guardias. —Nosoyfeliz.Tansololoparezco.Nosemeocurremejormanerade vengarmedelosquememetieronaquí. En su campo de concentración la mayoría de las prisioneras estaban relacionadas con el mundo del arte. Había escritoras, pintoras, actrices, profesoras de universidad, cantantes, poetas, y en su defecto, esposas, hijas, hermanas y madres de representantes de la cultura que se habían vistocondenadasporelvínculofamiliar. —Nosabíanquéhacerconlaculturarusaylahanenviadoacavarenel hielo al lugar más inhóspito para un ser humano —bromeó la actriz Tatiana Okunevskaya, encarcelada por negarse a mantener relaciones sexuales con uno de los jefes del NKVD, Víctor Abakumov. Lina la admiraba. No se cansaba de observarla. Le recordaba a ella cuando era más joven. Y tuvo la suerte de que la admiración resultase ser mutua. TatianalaconocíanosoloporsucondicióndemujerdeProkófiev,sino porsusconciertosenlaradiodeMoscúyporsusfotografíasaparecidas enprensa—.Quizáesquenosapreciantantoquenosquierenconservaren hielo.¿Sabesquehaypersonasqueantesdemorirdecidencongelarsepor sialgúndíaalguiendescubrelamaneradedespertarlasyhacerlasvolvera lavida?TalvezesoesloquequierehacerconnosotroselPadrecitode Todos los Pueblos, congelar nuestra mente, nuestras habilidades, nuestra capacidaddepensar,deescribir,decrear.Malditoignorante. Si la música había enriquecido la vida de Lina fuera del gulag, allí dentrohabíalogradosalvársela.Oalmenos,selahizomásllevadera.Y no fue la única presa que fue rescatada in extremis. Cuando Lina ProkófievingresóenelcampodeconcentracióndeAbez,nadiedabaun rublo por ella. «No aguantará ni seis meses», decían carceleros y prisioneros. Su apariencia frágil y delicada, su edad y su vida anterior llenadeprivilegiosnoeranlosmejorescimientosparalasupervivencia enelinfiernodehielo,conunastemperaturasmediasdecincuentagrados bajoceroyunrégimendetrabajoquesecobrabamilesdevidascadadía. Pero quienes aventuraban sobre su suerte en el gulag no conocían su carácter ni su fuerza interior ni su fortaleza mental desplegada ante las adversidades.Olvidabanqueaquellamujermenuda,tiernayamablehabía conseguido levantar la moral y la vida de Serguéi Prokófiev, convivido consugenioysalidoairosadetodoslosavataresdelavida.Muchasde sus compañeras del campo de concentración decían de ella que era un ángel, pero enfatizándolo más como condena que como virtud. Pronto descubriríanquelasalasdeeseángelconseguiríanllevarlalejos,elevarla unos cuantos metros del suelo y salvarle de una muerte anunciada. Su preparaciónysupasadoeranlaúnicaarmadelaquedisponíaenelcampo de Abez, así que sabía que tenía que emplearla. Por eso no tardó en convencerasuscarcelerosyalpropiodirectordelcampoparaorganizar eventos musicales, lecturas organizadas y montajes teatrales en el barracón. Al principio la propuesta fue rechazada, pero los mismos carceleroscomenzaronaverconbuenosojoselteneralgunadistracción con la que poder evadirse de las pésimas condiciones en las que ellos tambiénseencontraban. Lina sabía que había perdido la voz y que sus nuevas circunstancias vitales no contribuirían a mejorar el estado de sus cuerdas vocales. Por eso se centró en la dirección de los montajes, en la puesta en escena de obras y en buscar canciones para poder cantar en el coro del campo. Su principalmisióneraconseguirponerenpieunconciertocompleto.Sabía queensupabellónhabíamujeresquetocabanuninstrumento,perosele ocurrió que la composición musical podría ser más rica si también participaban los hombres de otros pabellones. Las peticiones a sus superiores, así como las visitas al despacho del director del campo, se hicieron más frecuentes. Le contaba sus planes para organizar espectáculos y otras actividades culturales en el recinto, y aunque el director al principio se limitaba a fruncir el ceño, poco a poco fue cediendo.Alfinyalcabo,eranrusosyLinatodavíanohabíaconocidoa ningúnrusoquenoamaralamúsica.Tuvolaideadeformarunaorquesta. Sabía de la presencia de muchos músicos en otros campos cercanos. La ausencia de instrumentos supuso el primer obstáculo, pero pronto encontrólasolución.Algunasveceselpropiodirectorhacíalasgestiones para adquirir a bajo precio o para que le hicieran llegar algunos instrumentos musicales de los requisados en los registros, aunque la mayoría estuvieran rotos y en mal estado de conservación y los presos necesitaran improvisar para conseguir cuerdas o pequeñas piezas sin las cualesseríaimposiblesacaralgúnsonidodeaquellosobjetos.Linaponía remedioaestaescasezrecurriendoalaimaginaciónyconstruyendocon losmaterialesqueteníaasualcance,comolamaderaoellatón,algunos delosinstrumentos.Quizálaformanoestabamuylograda,peroelsonido se parecía bastante al original. Y así fueron apareciendo en mitad del campounaguitarra,unpardeviolines,unoboe,unacordeón,unabatería, una flauta, unos platillos y un piano que parecía un animal herido, pero que a Lina le pareció un Steinway. El espectáculo parecía sacado de una película italiana donde el absurdo que va tejiendo el hilo argumental es asumido como acto cotidiano. Llegar al campo después de una jornada extenuantedetrabajooestarenlacolaparaconseguirsuracióndiariade pan negro y sopa de arenque, y ver aparecer a un grupo de guardias cruzandoelcampoconvariosinstrumentosmusicalesenlasmanos,alos que solían llevar con más cuidado que a los propios presos, no era la visiónhabitualyamásdeunaleparecióestarteniendovisiones.«Esoes cosadeLina,seguro»,decían.Ynoseequivocaban. Desde que estaba inmersa en la preparación de estas actividades culturales, la española presentaba mejor aspecto, amén de una fortaleza mental mayor. No se libraba del trabajo forzado durante horas, pero es ciertoquesuintensidadsevioreducida,yaquelepermitíandisponerde cierto tiempo para la organización y la preparación de los ensayos. También tuvo la oportunidad de escribir más de una carta al año a sus hijos,perosiempreparapedirlesqueleenviaranpartituras,arias,óperas y música vocal e instrumental. Al principio Sviatoslav no entendía nada. No alcanzaba a comprender por qué su madre no se limitaba a pedir, comohacíaelrestodelospresosenelgulag,ajoycebollaparacombatir elescorbuto—porfinentendieronelporquédelolorcaracterísticoaestas hortalizas en las oficinas del número 22 de la calle Kuznetski, adonde acudían los familiares de los presos para realizar sus envíos—, la dolencia más extendida en los campos debido a la escasez, o algún condimento, como la sal y la pimienta para dotar de algo de sabor a la desaborida sopa, o alguna prenda de abrigo. Lina prefería pedirles las partituras de composiciones de Puccini, como las arias de Madame Butterfly o de La Bohème. También solicitaba composiciones de Prokófiev, entre ellas la de Aleksander Nevski, en especial la exaltación coral del Levántate, pueblo ruso. Se encargó de conocer los gustos del director del campo para que la elección le resultara más sugerente e hiciera todo lo posible por conseguir aquello que necesitaban. Puso especialénfasisenquesushijoslemandaranTheWishdeChopin.Quería representarlaenelcampo,legustabaesahistoriadeamorquehablabade libertadydeamorincondicional.Perosobretodo,porquelerecordabaa Serguéi.Eralapiezaquesolíatocarparaanimarla,enespecialdespuésde unadiscusión,convirtiéndolaensuparticularmaneradepedirperdón. Pronto empezaron los ensayos y con ellos, la comunicación entre campos. Lina no era la única que se implicaba. Poco a poco escritores, músicos,poetas,compositores,tantohombrescomomujeres,comenzaron a aportar ideas y a dar consejos. Las actividades culturales ofrecían el único momento de libertad que vivían los presos, ya fuese participando directamenteensupuestaenescenaocomomerosespectadores.Resultaba conmovedora la manera en la que todos se esmeraban en participar, aunquefueserecogiendoramasdealgúnárbolperdidoenmitaddelhielo que poder utilizar en el escenario, o trayendo serrín de las fábricas, o cartones que luego se encargarían de colorear y recortar según las necesidades de los decorados. El teatro, los conciertos, las lecturas organizadasyelcorosalvaronmásvidasenelgulagqueelranchodiario oelcuidadoeneldispensariomédico. Uno de los días, mientras organizaba los ensayos para la Cavallería rusticana, de Mascagni, sucedió algo imprevisto. Lina estaba sobre el escenario, de espaldas a la entrada, revisando los arreglos de una partitura, cuando una voz comenzó a hablarle en un fluido y perfecto español. Aquel sonido le pareció redentor. Giró su cuerpo rápidamente paraasegurarsedequenoestabasoñando.¿Quiénpodríaestarhablándole ensulenguapaternaenaquellugar? —¿TúeresLinaProkófiev,lamujerespañoladelgenioruso?Cuando locuente,nomevanacreer. —Te creerán, confía en mí —respondió, sabiendo que el gulag estaba lleno de personajes conocidos, famosos e ilustres de la cultura rusa y europea con quien los mejores teatros, editoriales y salas de concierto soñabanconescribirsusnombresensuscarteles—.¿Ytúquiéneres? —Mi nombre es Pedro Cepeda, pero me llaman Perico. Y siento decepcionarte,peronosoyniescritornimúsiconipintor.Sencillamente soyunanarquistaespañolquevinohuyendodelfascismoydecidióluchar conelEjércitoRojosoñandoconunaverdaderapatriadelproletariado.Y miradóndeacabé.Almenossoydelospocospresospolíticosverdaderos, un auténtico manosblancas, no como la mayoría de los que estáis aquí, quedepolíticasabéisloqueyoderimapoética. —También fueron detenidos el cirujano Julián Fuster y el político FranciscoRamosMolins.ConelloscoincidíenlaLubiankahastaquenos juzgaron. —Lina se dio cuenta de que Perico pasaba por alto la instruccióndelcasoenelque,comotodos,viviósusepisodiosdetortura —. A nosotros y a Fuster nos condenaron a veinticinco años de trabajos forzados.Ramostuvomássuerte,sololecayerondiez—dijo,comosien las condiciones de vida del gulag la condena de diez o veinte años difirieraenalgo.Nadiepensabaquepodríanresistirtantotiempoenuna zonatanletalcomoelcampodeAbez,dondeapenasunasextapartedelos prisionerosqueingresabanenélsobrevivía—.Yaquímetienes. Lina se quedó pensativa. Había algo que no entendía, aunque eso no fueranadanuevoenlarealidadrusa,peropodríaextrañarlealdesconocer cómoestabanlascosasensupaísnatal,enEspaña. —YteniendorelaciónconelPartidoComunistadeEspaña,¿porquéno hanhechonadaparaayudarte? —¿YquéhaceelPartidoComunistadeStalinconlosrevolucionarios rusos,conloscomunistasconvencidos,conlosquehanentregadosuvida alarevoluciónyalpropiopartido?Yotelodiré:encerrarlosenelmismo sitioenelquetúyyoestamosahoramismo.¿Sabesloquemedijoelotro díaunpresorusodemibarracón?Quedeberíaconsiderarmeafortunado porque los que me golpean y me tienen encerrado en este campo de concentraciónsonrusosynoespañoles.Peroquienletorturaaélyquien le amenaza de muerte son de su misma nacionalidad y, posiblemente, compartan los mismos ideales revolucionarios. «Son los nuestros», me decía casi llorando. Me miró y me dijo que no envidiaba a los que disfrutabandelalibertad. Linaguardósilencio.Nuncapensóquedentrodelcamposucondición deextranjera,queeraendefinitivaunadelascausasquelehabíanllevado allí,pudieraprovocarlaenvidiadealguien.Pericodecidiócontestarasu preguntaparanoalargarmáselmutismo. —Al Partido Comunista en España no le conviene que regresemos y empecemos a contar cómo se las gastan sus camaradas en la Unión Soviética,deteniendo,encarcelando,condenandoyejecutandoalossuyos. Quedaríafeo.Poresoaloscomunistasespañolesqueestamosenelgulag muchosnosacusandefascistas,dehabernospasadoalenemigoydeser espías encubiertos del régimen franquista. ¿De dónde habrá salido esta obsesiónporconvertirnosatodosenespías?Estoyconvencidodequea IbárrurilegustaríavermecolgadodeunmástildelaavenidaGorki. ALinalegustabaaquelhombre.Sumaneradeser,sucaráctersiempre afable, su gracia andaluza y su positivismo le hacía sonreír. Agradeció volver a escuchar el idioma español. Le recordaba a su padre, Juan Codina,ynopodíaevitarsentirciertapredilecciónporaquelmiembrode su improvisado reparto artístico. Y sabía que le hacía un favor al requerirleparaparticiparenlarepresentacióndelaópera,porqueesole libraba de algunos trabajos que le partían el alma, el cuerpo y la moral. Aunque tenía una buena voz, Pedro Cepeda solía despistarse en los ensayos, se distraía con otras cosas. Lo más seguro es que se sentía tan cómodo en aquel barracón que el director del campo les había acondicionadoparaqueensayasenquesoloqueríadisfrutardelmomento yesolehacíaolvidarlaletra.ALinaledivertía,perodebíaevitarquese lenotara. —Pedro, no entras nunca a tiempo y cuando lo haces, tarareas, no cantas la canción. ¿Tanto te cuesta recordar una letra? —le dijo, no en ruso, como solían hablar para que todos lo entendieran, sino en un español preciso y tirando a castizo, que contrastaba con el andaluz de Pedro. —Esqueescomplicado,Lina,dirigesmuyraro—replicóconlaúnica intencióndepicarla. —Túsíquecantasraro.Dejadehacerelboboopongoaotro. —Yamecentro—admitiósinmásreproches—,yamecentro.¿Dónde se supone que está la iglesia y dónde mi amada? —preguntó mientras buscabaunlugarimaginarioqueocupar. —Estáspisándola—lecontestóLinaalverquesehabíasituadomalen elescenario. Cuandonoletocabaestarencimadelasmaderasquehabíancolocadoa modo de escenario, Pedro se acercaba a su compatriota y le confiaba al oído. —¿Cómosellama?—dijo,señalandoconungestoaunadelaspresas queayudabanconeldecorado. —¿Ella?—preguntó,mirandoalamujerquecontemplabaPedro—.Se llama «céntrate en la letra, porque si se te vuelve a olvidar, nos van a meteratodosenunaceldadecastigoporasesinaraPietroMascagni». —Tienes razón, tienes razón. —Pedro tenía por costumbre repetir la mismafrasedosveces—.Pero¿mediráscómosellama?Porqueseguro queesenombretanlargoqueacabasdedecirmetienealgúnapelativomás corto. Lina le miró sin poder evitar dejar a un lado su pose de directora en ciernesycederaunasonrisa. —Irina.SellamaIrina. —PuesIrinaesmuyguapa. —Ypiensaquetienesunavozdetenormuybonita. —Esquelatengo.PoralgoestuvedepequeñoenelcorodelTeatrode Stanislavski—dijosinfaltaralaverdad. —Pero para que Irina pueda ver lo bien que lo haces, tienes que recordarlaletra. —Esoayudaría,sí.Definitivamenteloharía. Aprovechaban cualquier momento para conversar, para recordar costumbres españolas, para hablar de sus familias, para compartir sus miedos y sus sueños. Los dos eran vitalistas, no caían fácilmente en los bajones anímicos, al menos no les gustaba hacerlo a la vista de todos. Aunque sabían que fantaseaban, planearon verse una vez salieran de allí, «porque de aquí se sale», solían decirse como saludo en un correcto español y como un revulsivo para abrazar la esperanza. Quizá era por compartir la misma nacionalidad, pero Pedro y Lina tenían en común muchosrasgosdesucarácter.Nolesgustabalapalabramiedo,nosolían hacer ni decir nada que fuera contra su conciencia y se atrevían a encararse si fuera necesario con el guardia, el vigilante o el juez instructor, como ambos hicieron en la Lubianka, a pesar de las consecuencias que su arrojo les había acarreado. Si querían algo, iban a porello,aunquequizáPedrolohacíadeunamaneramásimpulsiva.Así ocurriólanocheque,rompiendolasreglasdelcampo,decidióabandonar subarracónparatrasladarsealdemujeres.Noeralaprimeravezquelo hacía. Algunas noches, siempre que no hubiera luna llena, los hombres solían arriesgarse y traspasar los márgenes prohibidos en busca de una conversación animada con las presas, que solían esperarles con algo de comida y bebida. Casi siempre era Inna la encargada de conseguir los víveres.Linahabíaparticipadodemuchosdeesosencuentrosclandestinos donde se hablaba de todo, incluso de política. Pero esa noche Perico queríaveraIrina.Esamujerlegustabaypensóquelaoscuridadseríauna buena tapadera y que el contumaz frío que como cada noche helaba el exterior haría que los vigilantes relajaran su guardia. Cuando a punto estabadellegaralbarracón,fuedescubiertoporcuatroceladoresquele propinaronunapalizaquelellevódirectoalhospital.Mientrasrecibíalos golpesylaspatadas,pensabacómoeraposiblequesupresenciahubiera sido advertida por los cuatro vigilantes con tanta precisión, como si realmenteleestuvieranesperando.Enrealidad,asíera.Irinasabíadelos planesdePedro,perotambiénlosconocíaotradelaspresasquesehabía enamorado del español y que, al no ser correspondida, había decidido vengarsecontándolesalosguardiassusintencionesnocturnas.Latraición levalióunaraciónextradebalandaydepan.CuandoLinaseenteró,hizo todo lo posible para que una presa amiga suya que trabajaba en el dispensario se ocupara de él y le pidió a Inna que le facilitara algún cuidado y algo de comida. Así lo hicieron. Sobre la cama del revolucionario español metido a tenor aparecieron unos cuantos cigarrillos,untrozodetocinoyunasgalletas.Duranteunasemana,Pedro nopudoabandonarelhospital. Algunos sentimientos relacionados con el amor resultaban igual de peligrosos tanto fuera como dentro del gulag. Pero, algunas veces, merecíalapenaarriesgarseparavivirlos. 31 Olena recorría con extremado cuidado el interior de la casa del vigilante jefe del campo, como si temiera encontrarse en un campo de minas. Esa semana le tocaba a ella limpiar la vivienda de uno de los guardias más déspotas y crueles del campo y toda prudencia era poca. Cualquier error o desperfecto podría salirle muy caro. La prisionera ucranianahabíanacidoenlamismalocalidadqueProkófiev,enDonetsk, yesohabíaservidoparaconvertirseenunadelaspresasquemáscariño despertaba en Lina, un sentimiento que se terció recíproco. Cuando a puntoestabadeterminarsufaenaysedisponíaaabandonarlacasa,Olena se fijó en el contenido de una de las papeleras situadas bajo la mesa del despacho.Seacercótímidamenteparaexaminarloconmásdetenimiento. Al hacerlo comprobó que era un fardo de cartas atado con una cuerda deshilachada.Mirónerviosahacialapuertadelaestanciayduranteunos segundos agudizó el oído para comprobar que no se oían pisadas que anunciaran la proximidad de algún guardia. La curiosidad la empujó a cogerelpaqueteycomprobarqueerancartasdestinadasalaspresasque ni siquiera habían sido abiertas. Era una práctica habitual que los funcionariosdelcamposequedaranconelcorreodelospresos,bienpor curiosidadmalsanasisetratabadeunpersonajefamoso,bienparaintentar recabar algún tipo de información o para ahorrarle uno de los pocos momentosdefelicidaddelquepodíadisfrutarelpenado.Algunosincluso se negaban a entregar la correspondencia escrita a sus destinatarios, porqueesolessuponíamástrabajoynosolíanrecibirnadaacambio.Al menos con los paquetes que enviaban los familiares, algunos guardias podían exigir una mordida, además del robo previo que solían hacer de los víveres que contenían los envíos. Los cigarrillos, el azúcar y la mantequilla solían desaparecer de los petates y rara vez llegaban a las manosdelosprisioneros.Todossabíancómofuncionabanlascosasenel campoytambiénquetodaquejaoprotestaseríacontraproducente,yaque la insolencia del que no tenía más derecho en la vida que el del trabajo forzadosolíaterminarenunaestanciadevariosdíaseinclusosemanasen unaceldadecastigodelaquenotodossalíanconvida. Después de un rápido y nervioso vistazo, distinguió en uno de los sobresunnúmerodebuzónqueleresultófamiliar.388/16b.EraeldeLina Prokófiev.Extrajolacartayaldarlelavueltavioenelreversoelnombre de su hijo, Sviatoslav. Apenas lo dudó. Armándose de valor, y sabiendo queaquelgestopodíacostarlecaro,Olenaescondiólamisivaensuropa interior.Prefiriócorrerelriesgoydarleunaalegríaalamujerquetanto estaba haciendo por ella y por muchas de sus compañeras, aunque esa valentía podría suponerle el verse privada de su ración diaria de pan o pasarunosdíasencerradaenunzulobajolanieve,aoscuras,confríoy sinapenasalimentos.Tuvoquepasartodoeldíaconlacartaocultaensu cuerpo, porque esa semana a Lina le había tocado salir al exterior para cargar la basura y los desperdicios en barriles de arenques. Sabía que aqueltrabajofísicominabasusaludapasosagigantados,dehechoerauna especiedecastigoparasaldarelcaprichodeunvigilante.Habitualmente se quedaba en el interior del pabellón, encargada de la limpieza de los barracones,oenlacocina,dondepelabakilosdepatatascongeladascon un cuchillo romo, lo que hacía casi imposible realizar el trabajo. No es queesafueraunafaenaagradable,peroalmenosnorequeríaelesfuerzo físico de levantar grandes pesos, empujar carros y camiones o recorrer kilómetros sobre la nieve endurecida y el hielo. Los días que tenía que salirahaceresosmenesteres,llegabaallímitedesusfuerzasynisiquiera tenía ánimo ni voluntad de acercarse a la cocina para recibir la cena, consistenteenuninsípidocazodesopa,untrozodepanyunvasodeagua. Prefería dejarse caer sobre su camastro de madera y descansar con la esperanza de poder afrontar la nueva jornada de trabajo que comenzaría en apenas unas horas. Cuando sus ojos ya habían empezado a cerrarse, Olenaseacercóasucamastro. «Toma.Heencontradoesto.Unacartaparati.Esdetuhijo.Intentaque notelaencuentreny,silohacen,porfavor,recuerdaqueyonotelahe dado». No sería la primera carta o mensaje que Lina se veía obligada a comerse para evitar que los vigilantes la descubrieran. Era lo más próximoalestraperlooaltráficodemercancíasqueexistíaenelcampo. Susojosnoencontraronsuficienteagradecimientoparaelgestodesu compañera.Sieldíadetrabajoenelgulaglehabíarobadounañodevida, aquellamujerleacababadeconcederotroañoensulugar.Losdedosde Lina estaban amoratados, agrietados, sin sensibilidad debido a las quemaduras.Moverloslesuponíaundolorqueterminabainstaladoenla bocadelestómago,peroelsufrimientomerecíalapena.Observólaletra deSviatoslav,queeratantocomodecirqueelmismoDioshabíabajadoa latierraparamantenerconellaunaconversaciónprivada.Lecostórasgar el sobre, por la inmovilidad de sus dedos y por miedo a que la torpe apertura estropeara algo del contenido escrito. Le sorprendió que algún responsable del campo no la hubiera abierto para interesarse por lo que contaba,peroporloqueleconfesóInnahabíavecesqueeldesprecioera tantoquetirabanelfardodecartassinnisiquieraabrirlo. Cuando al fin lo consiguió, sus ojos recorrieron hambrientos las palabras que alimentaban líneas. Intentó buscar significados ocultos en cadasignodepuntuación,encadapalabra,encadaexpresión,inclusoen la inclinación de la caligrafía. Quien escribía sabía que su carta sería inspeccionadaporojoscensores,quealamínimadudaosuspicaciasería rechazada.Poresarazóncasitodaslacartasseparecían.Frasesescuetasy tramposas como «Estoy bien de salud», «La vida aquí no es tan dura», «Estuveunosdíasenelhospitalporunainfecciónestomacal,peroyahe salidoyhepodidovolveraltrabajo»,«Estoyaprendiendomuchascosas», «Pienso en vosotros», solían repetirse como expresiones prefabricadas, aunquequienlasescribíaestabaconvencidodequeeldestinatariosabría interpretarideasquenohacíafaltaescribir.Eramejorpecardeausterosa lahoraderelatarsentimientos,compartiropinionesyfacilitarsegúnqué tipo de informaciones. Lo sabía y por eso la frialdad del escrito no le supusoningunadecepción.Alcontrario.Enlacarta,Svi