filosofía en la etapa de la conquista. j g

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FILOSOFÍA EN LA ETAPA DE LA CONQUISTA
Luís José González Álvarez
1. Importancia del momento filosófico
Para el historiador de la filosofía universal la producción filosófica en América
durante el siglo XVI, y de manera especial en la primera mitad del siglo, es
inexistente. Por eso no aparece reseñada en los manuales de historia de la
filosofía.
Esto nos obliga a plantearnos de entrada la pregunta por el sentido de dedicar un
capítulo de nuestra historia de la filosofía en América Latina a la etapa de la
conquista. La conquista del "nuevo mundo" descubierto por Colón produjo graves
conflictos sociales e ideológicos, en los cuales desempeño un papel clave la
filosofía escolástica de la época, confundida todavía con la teología.
Independientemente de la originalidad de las tesis en discusión y de la altura o del
rigor académico del discurso filosofía, la filosofía fue puesta a prueba en su
función iluminado-de la realidad humana; y fue obligada a revelar, al mismo
tiempo, su fuerza profética creadora de un nuevo orden social su potencialidad
encubridora de los intereses económicos y políticos de los poderosos bajo la
ideología del sistema imperante.
Es precisamente en este carácter paradigmático donde reside la importancia del
período de la conquista para la historia de la filosofía. Pero, además de esa
importancia, que tiene alcances universales, la polémica ideológica que se da en
el siglo XVI posee para nosotros evidente actualidad: hoy como entonces la
problemática social hace que sean los temas ético-políticos los que reclamen la
mayor atención del filósofo. La justicia en las relaciones interpersonales e
internacionales constituye el tema central en torno al cual giran los temas de la
dignidad del ser personal, el pluralismo cultural, la conciencia, la
autodeterminación de los pueblos, la libertad de los individuos, la violencia y la
paz, entre otros.
Frente a la "cuestión del indio" surgen tres corrientes principales de pensamiento.
Una es la corriente esclavista, al servicio de los intereses de la clase colonialista
que comenzaba a formarse; otra, la corriente centrista, que velaba por los
intereses del Estado; y otra, la corriente indigenista, que luchaba por la liberación y
el respeto a los derechos del aborigen. La primera, que tiene su mayor ideólogo en
Juan Ginés de Sepúlveda, elabora una teología de la esclavitud; la segunda, cuyo
máximo exponente es Francisco de Vitoria, construye una teología del Estado o
del orden establecido; la tercera, liderada por Bartolomé de Las Casas, elabora
una verdadera teología de la liberación'. Recordemos, de paso que en aquellos
momentos el pensamiento de la cristiandad integra armónicamente la filosofía y la
teología en un mismo discurso.
Estas corrientes representan tres posturas políticas, que suponen a su vez tres
opciones de valor: la esclavista busca el enriquecimiento y el poder, y justifica la
explotación e incluso la muerte del oprimido; la indigenista, por el contrario,
defiende la vida del ser humano como derecho inviolable y lucha contra toda forma
de opresión o de injusticia; y la centrista, asumiendo una posición intermedia,
asegura el triunfo de los intereses del Estado o del sistema por encima de los
intereses de los grupos enfrentados. De ahí que esta polémica filosófica,
enmarcada dentro de la revolución mercantil de los siglos XV y XVI, cobre hoy su
máxima actualidad cuando los derechos del pobre, comenzando por el derecho a
la vida misma, son subordinados en los países del Tercer Mundo a los intereses
capitalistas de las superpotencias neocoloniales, mediados por los intereses de
clase de los sectores privilegiados de los mismos países tercermundistas.
La actualidad de la temática que vamos a presentar reside en que revela la
permanente confrontación entre principios éticos fundamentales centrados en el
ser de la persona humana y las leyes económicas del enriquecimiento individual y
de la acumulación del capital, que exigen la negación de los valores éticos y el
sacrificio de la vida del ser humano.
2. Los problemas
Para poder comprender los verdaderos alcances de las tesis filosóficas y
posiciones enfrentadas, es necesario mencionar los principales problemas que
plantea la conquista.
1o. El dominio o señorío sobre las nuevas tierras descubiertas, sus pobladores y
sus bienes. En un primer momento se consideran tierras libres de dominio, que
pueden ser apropiadas por la nación que las descubre. Entre los reyes cristianos
el derecho a esta apropiación lo otorga el papa. Los indios y sus defensores
cuestionarán posteriormente este supuesto derecho.
2o. El señorío de los conquistadores sobre determinados territorios que les
entregaba la Corona, Los grandes costos y sacrificios que demandaba la empresa
descubridora y conquistadora exigía esta recompensa. Esto explica la
implantación del sistema de "capitulaciones" y más tarde la creación de la
"encomienda".
3o. La esclavitud de los aborígenes y de los negros. Una vez saqueados los
tesoros de los indios y creada la necesidad de explotar las minas y trabajar el
campo para enriquecer a los encomenderos, se extendió la práctica de capturar a
los indios, herrarlos, venderlos y utilizarlos como esclavos. Cuando se prohíbe
terminantemente la esclavitud de los indios, ésta se sustituye por la importación
masiva de esclavos negros.
4o. La encomienda y los "servicios personales". Para poder seguir
aprovechándose de los indios sin tenerlos formalmente como esclavos, fue creada
la encomienda, mediante la cual el encomendero, a quien eran entregados todos
los indios de una región para que los "protegiera" y procurara su adoctrinamiento,
lo que hacía era explotarlos hasta la muerte.
5o. ¿Conquista o pacificación? Aunque las intenciones plasmadas en los
documentos oficiales de la Corona y de los papas pretenden el sometimiento y el
adoctrinamiento pacífico de los indios, en realidad esto no se podía lograr sino por
la superioridad de las armas. La conquista es una guerra, con todas sus
consecuencias destructivas, que obstaculizan también la acción evangelizadora de
la Iglesia. Esto genera la discusión sobre el derecho de hacer la guerra a unos
pueblos soberanos que vivían en paz.
6o. El adoctrinamiento y la conversión apoyados violencia. En la mentalidad de la
cristiandad medieval la acción de España sobre el nuevo mundo debía incluir dos
objetivos indisolubles: el sometimiento de los nuevos pueblos cubiertos al poder
temporal de la Corona y la incorporación de sus habitantes al reino espiritual de la
Iglesia mediante la conversión. La contraposición entre los métodos utiliza para el
logro de cada objetivo (uno violento y otro pacífico hizo surgir pronto el conflicto,
debido al rechazo de la violencia por parte de destacados sectores de la Iglesia
misionera.
7o. Civilización y barbarie. La acción expoliadora de riquezas de los aborígenes
requería, para su justificación clararlos previamente bárbaros, carentes de cultura
e ir de alma racional. Así la conquista se presenta como en civilizadora. Sin
embargo, los más sensatos, defensores de la justicia, pronto se fueron
percatando de que mal se denominar obra civilizadora a la explotación inhumana
indígenas, el saqueo de sus bienes, la destrucción de los pueblos y ciudades y las
masacres que diezmaron la población en menos de un siglo. Surge así la
pregunta: ¿De qué lado estaba la civilización y de cuál la barbarie?
Todos estos problemas surgen de una misma fuente: enfrentamiento radical entre
los intereses del conquistador y los del aborigen. Cada una de las causas va a
necesitar justificación, y para ello acuden al terreno filosófico-teológico en busca
de argumentos que permitan ganar la batalla ante la Corte. De ahí que la filosofía
elaborada en esta situación sea una filosofía polémica de carácter ético-político.
3. Los temas filosóficos en discusión
La discusión sobre el derecho de la conquista y la servidumbre de los indígenas
pone sobre el tapete varios temas filosóficos que, en lo sustancial, ya habían
sido planteados anteriormente en otros contextos.
El tema novedoso versa sobre la capacidad y el derecho de los habitantes del
nuevo mundo para autogobernarse: ¿Son los indios verdaderos señores de sus
territorios y de sus bienes? Este tema se apoya sobre otros dos más
fundamentales. Uno es de carácter antropológico: ¿Todos los hombres son
iguales por naturaleza o unos son inferiores y otros superiores y aquéllos están
ordenados a servir a éstos? El otro es de carácter político: ¿Qué título de derecho
puede legitimar el hecho de que una nación invada y domine a otra por la fuerza y
se adueñe de los bienes de sus habitantes? Estrechamente ligado a éste se
plantea otro tema en relación con la potestad civil de la Iglesia. ¿Tiene la Iglesia
potestad civil sobre los pueblos y sus gobernantes, sean éstos cristianos o
paganos? Y, en consecuencia, ¿puede el papa conceder a un gobernante el
dominio sobre otro territorio diferente al propio?.
Estos temas, suficientemente clarificados en la discusión, permiten estructurar los
principios del derecho de gentes y de guerra justa, que más tarde darán lugar al
derecho internacional.
Quedan esbozados también otros temas que la mentalidad de la época no
permitirá todavía desarrollar. Así encontramos el tema del valor de las religiones
de los aborígenes frente a la cristiana y el valor de la religiosidad natural, y el tema
cultural de la civilización y la barbarie, que surge del choque entre dos culturas y la
destrucción de una de ellas por la otra.
Veamos cómo son tratados estos temas por los pensadores más representativos
de cada posición: Bartolomé de Las Casas, Francisco de Vitoria y Juan Ginés de
Sepúlveda.
4. Bartolomé de Las Casas
4.1 Reseña biográfica
La figura central que domina todo el movimiento producido por los conflictos de la
conquista es sin lugar a duda: Bartolomé de Las Casas. El es quien anima y lidera
el movimiento indigenista durante el medio siglo más violento de la empresa
conquistadora y a él fundamentalmente se deben le logros en el campo del
derecho indiano, que sirvió de freno aunque no muy eficaz, a la acción destructora
de conquistadores y encomenderos.
Aunque Las Casas no es un creador de pensamiento original, su importancia para
la historia de la filosofía latinoamericana radica en haber consagrado su larga vida
a la estructuración de un pensamiento combativo tomando lo más valioso de los
pensadores de la antigüedad y de su tiempo para ponerlo, sistemáticamente
ordenado, al servicio de un nuevo orden social internacional, que no pudo ver
realizado, pero que sirvió y servirá de faro utópico para todas las generaciones
posteriores. Pocos hombres a lo largo de la historia de la humanidad han sabido
encarnar como él la causa de la justicia social y de la libertad de los pueblos
oprimidos.
Las Casas nace en Sevilla en 1474 y viaja a América en 1502, para establecerse
como colono y doctrinero en La Española. En un segundo viaje, ya ordenado
sacerdote, recibe una buena encomienda de indios en Cuba, la cual disfrutará
durante muy poco tiempo. Las denuncias de los dominicos de la isla Española
(Santo Domingo) desde el famoso sermón de Montesinos le hacen tomar
conciencia de la injusticia c entraña la acción conquistadora y, a mediados de
1514, comienza una nueva vida de lucha al servicio de la causa de los indígenas.
Se hace dominico y emprende todo tipo de acciones, viajando varias veces a
España, para conseguir que Corte ponga freno a los desmanes de conquistadores
y encomenderos. Fruto de este esfuerzo son sus numerosos escritos que poseen
una misma, finalidad: defender la causa de los naturales de las Indias ante las
autoridades civiles y eclesiásticas. Después de varias experiencias misioneras, es
nombrado obispo de Chiapas, donde permanece sólo dos años. Sus esfuerzos por
hacer cumplir estrictamente las Leyes Nuevas a los encomenderos fracasan ante
la violenta oposición de éstos. Convencido de que el problema es político y que
sólo la Corte puede ponerle solución, regresa definitivamente a España, renuncia
a su obispado y se dedica a escribir, durante los últimos veinte años de su vida, en
defensa de los derechos de los indios contra Ginés de Sepúlveda y sus secuaces.
Como luchador incansable, muere en Madrid a los 92 años el Procurador de los
indios, el 17 de julio de 1566.
4.2 Escritos de Las Casas
En sus escritos Las Casas utiliza diversos géneros litera-. JS e incursiona en
distintas áreas del conocimiento. La amplia temática de su obra abarca la
geografía y la antropología cultural, la historia, la moral, el derecho, la filosofíateología política, la teología pastoral y la filosofía de la religión.
Siguiendo un cierto orden cronológico y temático a la vez, podríamos presentar así
sus obras:
- Varios memoriales, escritos en diferentes momentos de su vida para informar
sobre la situación de los indios y proponer acciones correctivas.
- Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión (15241530), tratado sistemático sobre el modo de evangelizar en forma pacífica y por
convencimiento a partir del ejemplo, y denuncia al mismo tiempo de la praxis
antievangélica de conquistadores y encomenderos.
- Brevísima relación de la destrucción de Indias (1541), pequeño tratado en que
describe con toda crudeza y, sin duda, con alguna exageración las crueldades de
los españoles en acción conquistadora.
- Octavo remedio, el principal y único que se conserva los Dieciséis remedios
escritos en 1541 para justificar su propuesta de que se acabe con la encomienda y
se considera a los indios como súbditos libres de la Corona.
- Historia de Indias, la obra más extensa, consta de tres libros escritos entre 1527
y 1561. Quedó inconclusa; sólo alcanza a narrar los acontecimientos anteriores a
1523.
- Avisos y reglas para los confesores (1545), conjunto de orientaciones dadas a
los confesores para exigir a los encomenderos la liberación de los indios y la
restitución de todos sus bienes. La circulación de esta obra fue prohibida en las
Indias. También se denomina Confesionario.
- Numerosos tratados, breves unos y extensos otro», sobre la injusticia de la
encomienda y los derechos de los indios, varios de los cuales publica sin
autorización en 1552. Destaca el que lleva por título Treinta proposiciones muy
jurídicas (1547), en las cuales sienta su pensamiento jurídico sobre el justo
señorío de la Corona española al servicio de la evangelización y la total injusticia
de las guerras de conquista y de la encomienda. También hay que resaltar Los
tesoros del Perú (1562) y Tratado de las doce dudas (1563) ambos de carácter
filosófico-jurídico.
- Argumentum apologiae (1549), que consta de 560 folios aún inéditos, escritos
para el debate con Ginés de Sepúlveda en la Junta de Valladolid. Una síntesis se
encuentra en Ia Controversia con Juan Ginés de Sepúlveda, que forma parte de
los tratados publicados en Sevilla en 1552.
- Apologética historia sumaria, concluida hacia 1561 extenso tratado de
antropología cultural, en el que se describe con abundancia de detalles el carácter
de los distintos grupos étnicos del Nuevo Mundo, su organización social y política,
sus prácticas religiosas, sus sistemas de producción, etc., con el objeto de
demostrar la inteligencia, la bondad y el orden social de unos pueblos que nada
tenían que envidiar a respecto a los europeos.
- De regia potestate, obra póstuma publicada en Alemania en 1571, presenta el
pensamiento filosófico-jurídico -elaborado de Las Casas. Las partes que integran
este tratado provienen de otros textos escritos en distintas épocas (1542-1566).
4.3 Pensamiento antropológico
Evidentemente, no encontramos en Las Casas un tratado filosófico sistemático;
pero toda su obra es recorrida por una filosofía ético-política que anima su
concepción del ser humano, de la vida, de la historia, de las culturas, del derecho,
de la política, de la religión.
Con el fin de apreciar las verdaderas dimensiones del pensamiento antropológico
de Las Casas, conviene recordar que la negación de la racionalidad, y por tanto de
la humanidad, de los habitantes del Nuevo Mundo, fue una posición generalizada
en Europa durante todo el siglo XVL Las Casas es consciente de esta ideología y
de los intereses económicos y políticos que la sustentan: si los indios son
irracionales, no son sujetos de derecho y por tanto sus tierras y sus bienes pueden
ser legítimamente apropiadas por los descubridores.
Contra esta ideología de la opresión, Las Casas es enfático en sostener como
principio indiscutible: . . . "todas las naciones del mundo son hombres, y de todos
los hombres y de cada uno de ellos es una no más la definición, y ésta es que son
racionales" (Apologética historia, Cáp. 48). Hay que resaltar aquí el sentido social
que caracteriza el universalismo y el Igualitarismo de Las Casas: el objeto de su
discurso son las naciones, los pueblos. De este modo, el derecho de gentes no va
a ser clasista como en Sepúlveda, cuyo pensamiento presentaremos más
adelante.
En qué son semejantes y en qué diferentes unos pueblos de otros, lo tiene bien
claro Las Casas: todos poseen la misma naturaleza, las diferencias son de cultura.
Por eso conságrala la larga obra Apologética historia a mostrar las cualidades
humanas de los pueblos amerindios, con el fin de invalidar definitivamente todo
intento de demostrar que no son hombres o que son inferiores. De este modo
elabora un completo tratado de antropología cultural, en el que podemos destacar
tres ideas. En primer lugar, concede gran importancia al influjo ce los factores
geográficos y climáticos sobre la constitución y el modo de ser de los pueblos;
condicionamiento que, al contrario de lo que pensarán más adelante otros, entre
ellos Hegel, es favorable para los pueblos descubiertos. En segundo lugar, Las
Casas demuestra la racionalidad de estos pueblos a partir de las relaciones
sociales. Para ello utiliza el concepto de prudencia, que significa la sabiduría
práctica o aplicada, la “razón práctica", y distingue en ellas tres clases: la
monástica de carácter individual, la económica, de carácter familiar, y la política,
que mira al bien común de la ciudad o del reino. En tercer lugar, asume la defensa
de la religiosidad natural de estos pueblos, expresión de racionalidad y de cultura,
elaborando indo todo un tratado de historia comparada de las religiones con el
único objetivo de mostrar los valores que encerraban las religiones del Nuevo
Mundo, comparadas con las del Viejo Mundo, y la racionalidad que esto suponía
en los indios.
Los cuatro últimos capítulos de su extensa obra antropológica los consagra Las
Casas a refutar el apelativo de bárbaros que se da a los indios. Distingue cuatro
significados del ormino, para concluir diciendo que los indios son bárbaros -n
sentido amplio por dos razones: porque son infieles, que conocen el evangelio, en
lo cual no tienen pecado, y por que muchos de ellos carecen de letras y ninguno
conoce nuestra lengua; pero en esto último, aclara Las Casas, "tan bárbaros como
ellos nos son, somos nosotros a ellos" (Apol. hist., Epílogo). Vuelve a apuntar aquí
la conciencia del pluralismo cultural. Según otro de los significados del término
bárbaro, referido a los hombres crueles, que se comportan como bestias feroces,
fray Bartolomé dirá que mejor se aplica el concepto a los conquistadores que a los
indígenas.
4.4 Filosofía política
Apreciada de este modo con toda justicia la humanidad de los nuevos pueblos
descubiertos por Europa, reconocidas su humanidad y sus culturas, lo semejante y
lo diferente, se impone por sí misma como conclusión la ilegitimidad de su
esclavitud. Por eso Las Casas dirige toda la fuerza de sus ataques contra la
encomienda, que encubre sutilmente una verdadera esclavitud y se sostiene
legalmente a pesar de que la esclavitud de los indios había sido ya condenada
tanto por el papa como por el emperador.
Todos los hombres por naturaleza son libres, es el primer principio de la última
gran obra de Las Casas, el trabajo jurídico De regia potestate. La esclavitud de
hecho, es algo accidental, acaecido por obra de la casualidad y de la fortuna. El
consiguiente respeto a la libertad de cada ser humano, que se deriva de esta
libertad por naturaleza, se extiende a los bienes de las personas y de los pueblos,
que ninguna autoridad puede tomar en propiedad o donar. El rey tiene jurisdicción
sobre sus súbditos y los bienes de éstos, pero no propiedad o posesión.
La encomienda carece de piso jurídico. El rey no es dueño de los indios ni de sus
tierras, y por tanto no puede entregarlos ni venderlos a nadie. Pero, como lo que
en la encomienda está en juego es la jurisdicción. Las Casas se apresura a decir
que enajenar o vender la jurisdicción atenta contra el derecho natural y divino, por
lo tanto el gobernante no puede hacerlo.
Otro principio clave para Las Casas consiste en la soberanía del pueblo. El poder
del rey surge del contrato: . . . "los reyes, príncipes, señores y altos funcionarios. . .
tuvieron su origen en el libre consentimiento del pueblo, y toda su autoridad,
potestad y jurisdicción les vino a través de la voluntad popular" (De regia
potestate, I, IV, I). "Así que ninguna limitación a la libertad es legítima sin el
consentimiento popular" (I, IV, 6). Las Casas echa mano de lo más democrático de
las doctrinas de su tiempo, para defender la soberanía de los pueblos del Nuevo
Mundo por derecho natural.
La soberanía que otorgó el papa a los reyes sobre los territorios descubiertos es
en orden exclusivamente a la difusión de la fe. Esta soberanía no puede
desconocer que pueblos de las Indias tienen sus propios reyes y señores y que
este señorío les compete por derecho natural y por derecho de gentes. La forma
de llevarles la fe debe ser siempre pacífica, buscando el convencimiento, y si no la
quieren recibir no pueden ser castigados por ello. Por ningún motivo se justifica
hacerles la guerra o tratar de someterlos por medios violentos; quitarles sus
bienes, etc. Las Casas califica insistentemente la encomienda de tiranía, debido a
que entraña una usurpe de poder, el cual se ejerce además en forma opresora.
Por contraposición al gobierno tiránico de la encomienda, las cualidades de un
buen gobierno son: estar dirigido hacia el bien común, conceder la mayor libertad
a los súbditos y respetar los derechos de éstos.
4.5 Pensamiento ético
La práctica de la conquista revela una moral utilitarista justificadora de la opresión
y de la muerte, cuyo valor supremo consiste en el enriquecimiento del
conquistador. Bartolomé de Las Casas describe los horrores de esta moral en
innumerables páginas de sus obras: guerras, asesinatos, robos, secuestros,
violaciones, amputación de miembros, esclavitud, destrucción de viviendas y
templos, etc. Esta moral entraña una doble maldad: primeramente porque produce
la opresión y la muerte (no sólo de la vida natural, sino de la vida eterna, ^a más
grave según la creencia religiosa de la época); además, por el engaño de la
ideología religiosa que la sustenta, la cual nace aparecer los crímenes como un
servicio a Dios. De esta ideología era notable exponente Sepúlveda, como
veremos, pero no era el único. Dentro de esta ideología es Dios mismo quien guía
a los conquistadores y hace exitosas sus matanzas.
Frente a esta moral de la muerte, a lo largo de la obra de Las Casas se encuentra
esbozada una ética de la vida. La razón de todas sus luchas radica en que los
españoles están quitándoles, sin ningún derecho, la vida a los indios, directa o
indirectamente, y, al quitarles la vida natural, les privan de la posibilidad de la vida
eterna, fin último para que el que han sido creados. Esta es la ética del evangelio,
basada en el amor al prójimo y en la condenación de cualquier acto de violencia
contra los demás. Quienes se empeñan en someter a los infieles mediante la
guerra no son precursores de Cristo, sino del Anticristo, que Las Casas ve
encarnado en Mahoma por su violencia y crueldad en contra de los cristianos. Las
Casas enfatiza esta contradicción: los cristianos están obrando en América con
los indios del mismo modo que los mahometanos habían obrado en España con
los cristianos.
Toda la doctrina de Las Casas sobre el modo de evangelizar se apoya en dos
pilares: la libertad y la justicia. La libertad, que es esencial por naturaleza al infiel
lo mismo que al cristiano, exige que sólo se pueda buscar su conversión por la vía
del convencimiento. La justicia, por su parte, exige a quien predica el evangelio
que dé testimonio de caridad y de respeto a los derechos del prójimo. Si no
podemos afirmar que Las Casas sea un pacifista, en el sentido moderno del
término, porque nos saldríamos del contexto histórico, sí podemos decir que su
rechazo de la violencia alcanza las máxima-expresiones que podía alcanzar en la
época en un hombre comprometido en la política. La filosofía y la teología de la
liberación tienen en Bartolomé de Las Casas uno de sus más representativos
precursores. Su vida y su obra se consagran a la lucha por la liberación de los
pueblos indígenas oprimidos por los colonizadores.
4.6 Los fundamentos axiológicos de una praxis
Si nos preguntamos por la axiología que puede caracterizar los fundamentos del
método y de la praxis lascasianos, vemos que ella posee dos vertientes: la
epistemológica y la ética.
En primer lugar hay que destacar en él su sentido histórico. Las Casas tiene visión
de futuro. No puede aceptar que la actitud de un pueblo fuerte frente a otro débil
sea, como en la antigüedad, la de saquear sus riquezas, destruir su cultura y
aniquilarlo. Los encomenderos y todo el movimiento esclavista iban en contra del
sentido de la historia. La me ría de los europeos contemporáneos de Las Casas
no en: dieron que el Nuevo Mundo era "nuevo para ellos, pero viejo para sus
pobladores naturales. No entendieron que era “otro” mundo, con reinos y culturas
y religiones y civilizaciones tintos a los europeos, pero tan válidos como éstos. Las
Casas tienen el gran mérito de haber comprendido las verdaderas dimensiones
del momento histórico en que el mundo medie, se distorsiona, porque ya no existe
un mundo sino dos mundos, entre los que tiene que iniciarse un nuevo diálogo de
n peto y servicio mutuo. Es ésta una nueva actitud política» brota del viejo sentido
de justicia, basada en el derecho natural, en el derecho divino y en el derecho
humano (los derechos humanos y el derecho internacional del hombre acta El
sentido histórico de Las Casas le lleva a optar por la afirmación de América (las
"Indias") frente a Europa, tarea profética que todavía hoy nos preocupa. En esto
radica la modernidad y actualidad de Las Casas.
Otra cualidad del método lascasiano es su realismo, que supo formar en el espíritu
tomista. Espontáneamente se tiende a calificar de soñadores utópicos o idealistas
a los hombres que con visión de futuro se empeñan en remar contra la corriente. Y
se confunde realismo con oportunismo, pragmatismo o utilitarismo. Desde esta
perspectiva Menéndez Pidal tilda a Las Casas de "ciego para la realidad",
"delirante en planes quiméricos", "mentalidad anormal". Las Casas no era un
ciego. Al contrario, su experiencia como encomendero y todo lo que pudo observar
en sus numerosos viajes lo convirtieron en el mejor clarividente de una realidad
que conquistadores y encomenderos trataban de ocultar para conseguir sus
propósitos. Para refutar la falsa imagen que éstos difundían en Europa, se
consagró a describir la realidad de este otro mundo. Geografía, clima, flora, fauna,
costumbres, constructores, organización familiar y política, carácter, modos de
vida, productos, creencias y ritos, etc. son objeto de estudio Las Casas y tema de
sus copiosos escritos. Al mismo tiempo demuestra en otras muchas páginas cómo
esa extraordinaria realidad estaba siendo destruida y deformada por la barbarie
aventureros rapaces y criminales que ocultaban un genocidio bajo la máscara de
la evangelización y la civilización.
Se caracteriza también Las Casas por su espíritu científico. El saber común se
contenta con visiones parciales de la realidad; generaliza y concluye a partir de
ellas; acepta la opinión como fuente de verdad. Los ejemplos que se dan en la
época de este tipo de visiones de América son innumerables. El método científico,
por el contrario, no acomoda la realidad a los intereses de la razón, sino ésta a
aquélla. Las Casas es consciente de que en la lucha desigual no puede enfrentar
al triple poder de los encomenderos, el Estado y la Iglesia otras armas que las de
la verdad. Por eso se esfuerza por utilizar el método científico, con las limitaciones
propias de su tiempo, y lo logra en la medida en que la gravedad del creciente
genocidio le permite resistirse a la tentación de generalizar y exagerar para dar
mayor fuerza a la denuncia pública. Su trilogía más representativa es buena
prueba del espíritu científico que fray Bartolomé trae a América para, desde ella
cambiar la imagen fantástica y de costurero que se estaba formando en Europa.
La Historia de las Indias es la fuente mas completa que poseemos para conocer
los acontecimientos de las primeras décadas de la conquista. La Apologética
historia sumaria la complementa en aspectos biológicos antropológicos y
culturales. Y Del único modo... es un profundo tratado sobre el sentido teológicofilosófico de la única posible justificación que cabía a la acción española en
América Si a esto añadimos el rigor y claridad de su tratado jurídico De regia
potestate, habremos comprendido lo que en aquellos momentos podía significar
tratar científicamente un problema de enormes proporciones y de insospechada
trascendencia, y cómo Las Casas lo logró.
A estas tres actitudes de carácter epistemológico se unen otras tres de carácter
ético. La primera es su opción oprimido, por el pobre. Se trata de una opción por la
^^a del indio. Y como la vida, para él, se expresa en tres niveles, el de la vida
sobrenatural, el de la vida natural y el de los bienes necesarios para ambas, su
opción se traduce en un compromiso con la evangelización de estos pueblos y con
la defensa de derecho que tienen a la vida, a la libertad y a sus bienes. Las Casas
se convierte en la voz del indio oprimido en el clamo: de la sangre derramada en
las Indias. No escatima esfuerzo alguno para golpear las puertas de la Corte, las
de la Santa Sede las del Consejo de Indias, la conciencia de obispos, religioso y
fieles, pidiendo compasión y freno a tan gran tiranía Nadie mejor que él pudo
recibir el titulo de "Procurador d. los indios".
Esta opción por el indio cobra en Las Casas la modalidad de un compromiso
político original, que también posee hoy plena actualidad. Es profeta y político a la
vez. Empuña el estandarte de la causa indigenista y crea un movimiento que llega
a tener fuerza política. Adelanta dos tipos de acción: uno dirigido a los centros de
poder que pueden respaldar su causa, el Estado y la Iglesia, para convencerlos de
que deben revisar la política de conquista y colonización y la política»
evangelización; otro dirigido al campo de batalla, donde conquistadores y
encomenderos tenían un poder casi absoluto para minar dicho poder denunciando
sus abusos, desenmascarando su ideología y creando modelos de colonización y
evangelización pacífica. La filosofía y la teología manifiestan Las Casas la fuerza
política intrínseca que poseen. De algún modo hay una coincidencia en el sesgo
que han tomado la teología y la filosofía latinoamericana actuales, debida sin duda
a que hoy como entonces ha despuntado la conciencia de los derechos de un
pueblo oprimido.
Finalmente, destaquemos el espíritu de rebeldía que caracteriza la personalidad
de Las Casas. El conoce el valor de instituciones y de la tradición: el Estado, la
nacionalidad, las leyes, la Iglesia, la Santa Sede, la civilización occidental, etc.
Pero sabe que estas realidades no son valores absolutos, sino que reciben su
valor del servicio que prestan a la vida del hombre, natural y sobrenatural. Por eso
no acepta que se las sacralice, m mucho menos que se las utilice para ocultar o
justificar acciones de opresión. Sabe distinguir qué instituciones y doctrinas van
dirigidas al bien común y cuáles colocan su intencionalidad en los intereses
particulares de los poderosos. Se rebela contra el orden establecido y el sistema
que lo sostiene. Se rebela contra el conformismo de muchos clérigos y obispos
que terminan por acomodarse al sistema y hacer el juego a los encomenderos. Se
rebela contra cualquier autoridad que se aparte del derecho, natural, divino o
humano, y del bien común. Respeta la autoridad tanto del papa como del
emperador, porque ambas son legítimas; pero delimita con toda claridad hasta
dónde llega cada una frente a los legítimos derechos de los indios y cuál es el
deber que tienen para con éstos.
Son numerosos los representantes de este movimiento tenista liderado por
Bartolomé de Las Casas. Bástenos mencionar a algunos de los muchos obispos
lascasianos, que se enfrentaron sin temor a conquistadores y encomenderos para
hacer cumplir las Nuevas Leyes, arriesgando hasta la propia. Antonio de
Valdivieso, por defender a los indios en - agua, muño asesinado a manos de un
soldado venido del Perú. Cristóbal de Pedraza, de Honduras, es otro de los
grandes luchadores en defensa de los indios. En Nueva Granada -. Juan del Valle,
obispo de Popayán, quien para protege del peligro que corría por defender a los
indios hacía -tas pastorales armado con una lanza. Murió en Francia, lejos de su
diócesis, cuando se dirigía al Concilio de Trento para presentar las denuncias
sobre las atrocidades cometidas contra los indios. Sus bienes fueron
secuestrados. Su sucesor Agustín de La Coruña fue desterrado primeramente por
el Rey y, cuando regresó a su obispado, fue llevado preso por algunos
conquistadores a Quito. Por mantener esa misma actitud, Pablo de Torres, en
Panamá, fue juzgado, condenado y remitido a España.
Lamentablemente para muchos, la rebeldía y la criticidad radical de Las Casas y
sus seguidores dieron a pie a que se denigrase la gesta civilizadora de España en
América. Algunos hispanófilos a ultranza han querido cobrarle a Las Casas su
pecado: la denuncia de las crueldades de la conquista. Menéndez Pidal hizo lo
imposible en este sentido para presentarlo como “paranoico”. Otros fueron más
lejos. En realidad, quienes cuestionan por esa vía la personalidad de Las Casas
demuestran no haber comprendido el sentido de la historia. Las Casas no denigra
a España no a sus reyes, como tampoco a la Iglesia ni a sus papas, para
denunciar el vandalismo de una nueva clase social nacida de la expansión
colonialista producto de la época. Al contrario, junto con los demás defensores del
derecho de gentes, deja muy en alto el nombre de España, que en esos confusos
momentos sabe plasmar en el derecho de Indias los más avanzados principios del
derecho natural.
5. Francisco de Vitoria
Aunque Francisco de Vitoria nunca estuvo en América, buena parte de su obra
está tan ligada a la problemática americana de la conquista que necesariamente
hemos de estudiarla en este capítulo de la filosofía latinoamericana.
5.1. Vida y Obra
Vitoria nace en Burgos en 1492. Ingresa en la orden dominicana y realiza sus
estudios en Paris. Su obra como profesor de teología la realiza en Salamanca,
donde muere en 1546. La obra de Vitoria está conformada por las lecturas de
clase, copiadas con bastante fidelidad por algunos de sus alumnos, y las
relecciones que eran disertaciones realizadas por los profesores en fechas
especiales. De éstas las más importantes para nuestro tema son los dos De indis
o los indios, leídas en 1539. Los fundamentos teológicos – jurídicos de estas
relecciones se encuentran en otras anteriores: La potestad civil, la potestad de la
iglesia (dos relecciones), La potestad del papa y del concilio.
Corresponde a Vitoria un doble mérito en el campo del pensamiento filosófico y
jurídico. El es el padre de la renovación de la escolástica española, que constituye
un verdadero ^nacimiento teológico en España. Además, es considerado el
fundador del derecho internacional. La filosofía latinoamericana encuentra en
Vitoria el primer pensamiento sistemáticamente elaborado sobre el derecho de
autodeterminación de sus pueblos aborígenes frente a la conquista
Lamentablemente se trata de un derecho que no apunta a la liberación de estos
pueblos sino a la legitimación de su sometimiento al imperio El derecho
internacional que funda Vitoria es e derecho colonialista que van a practicar
durante vanos siglos las potencias colonizadoras.
Veamos cuáles son los planteamientos más destacados de Vitoria en relación con
la problemática del Nuevo Mundo.
5.2 El derecho de gentes
Uno de los pilares de la doctrina jurídica y teológica de Vitoria es el denominado
"ius gentium" o derecho de gentes Que regula las relaciones tanto entre los
ciudadanos al interior de un Estado como entre los distintos estados. Tiene su
origen en el "derecho de extranjeros", vigente en el imperio romano Pero Vitoria le
da un nuevo alcance sacándolo del estrecho marco de un imperio que lo otorga
graciosamente a los extranjeros para colocarlo en el amplio marco de todo el orbe
integrado por una pluralidad de Estados.
5.3 Delimitación de la potestad eclesiástica
El conocido aserto de Vitoria: "El papa no es señor de orbe" rechaza los
planteamientos teocráticos imperantes e la época y cuestiona los derechos del
papado para repartir el mundo. Los asuntos temporales del gobierno no están
sometidos al papa como señor temporal. Sin embargo e papa tiene autoridad
sobre el rey en el plano espiritual, lo cual i confiere un doble poder; poder directo
en todo lo que pertenece al dominio de lo espiritual (lo religioso) y poder indirecto
en los asuntos temporales que afectan a lo espiritual.
5.4 Autonomía política de los indios
Cuando Vitoria expone sus relecciones sobre Los indios tanto la Corona como el
Papado ya habían “decretado” que los indios eran seres humanos y, como tales,
no podían ser privados de su libertad ni de sus bienes. Pero en la práctica esto no
se cumplía. El partido de los encomenderos tenía sus defensores en España,
como los tenía el partido indigenista. Vitoria, como dominico, pertenece a este
último y defiende la causa del indio; pero como teólogo equilibrado, respetuoso de
la política imperial, va a dejar la puerta abierta para que la empresa colonizadora
siga su curso. Lo que Vitoria se propone humanizar la empresa colonizadora, no
condenarla.
La primera parte de la primera relección la consagra a defender el derecho de
propiedad entendido como derecho natural: los indios son verdaderos señores y
dueños legítimos de sus propiedades, dominio que no pierden ni por el pecado ni
por la infidelidad. En las otras dos partes de esta relección Vitoria se dedica a
distinguir los títulos ilegítimos de los legítimos que fundamentan el dominio de los
españoles. Vitoria no está en contra de la conquista; solamente cuestiona la forma
como se está llevando acabo. Va a destruir los argumentos de los esclavistas
conquistadores (títulos ilegítimos); pero va también a proveer de argumentos muy
valiosos a los colonizadores mercantilistas (títulos legítimos).
Los títulos ilegítimos son siete: dominio universal del emperador dominio universal
del papa; derecho del descubrimiento; resistencia a recibir la fe cristiana que se
les predica; jurados de los bárbaros; elección voluntaria; donación especial de
Dios.
5.5 El derecho de colonización
Seguidamente presenta los títulos legítimos por los cuales españoles pueden
dominar a los indios; títulos que van de fundamento jurídico al colonialismo
europeo. Estamos ya muy lejos de la filosofía liberadora de Las Casas. Vitoria es
el teólogo de la colonización, al servicio de los intereses del imperio. Son ocho,
según él, los títulos legítimos del dominio español.
1. Sociedad y comunicación natural. Se trata del derecho de gentes aplicado a las
relaciones internacionales. Derecho, en primer lugar, de libre comunicación ("ius
peregrinandi": derecho de recorrer otras tierras y de permanecer en ellas); derecho
de libre comercio internacional; derecho a participar en los bienes comunes y
derecho a la libre empresa. Tomados en abstracto estos derechos, no se puede
negar en general su validez; constituyen los derechos civiles de todo extranjero.
Tienen sus correspondientes deberes: que no se cause daño a la patria o a sus
naturales. Pero, tomados en concreto y referidos a las relaciones españoles-indios
(puesto que ese es el objeto de la relección), es necesario hacer dos
observaciones para valorar en su justa medida la doctrina de Vitoria.
En primer lugar, hay que notar que las raíces de este derecho que es el derecho
de los peregrinos o transeúntes, no son las más apropiadas a este caso, ya que
los españoles no viajan a América como pacíficos peregrinos, visitantes o
comerciantes, sino como belicosos conquistadores bien armados. En
consecuencia, este primer título de dominio legítimo carece de valor real, y
carecen también de valor todos los demás títulos, que están basados en éste.
En segundo lugar, Vitoria va a justificar el derecho de conquista, de guerra y de
expropiación de los españoles sobre los indios, en que éstos no respetan los
derechos de aquellos como extranjeros. Pero deja en el olvido la violación que
cometen los españoles de los derechos de los naturales, lo cual, según ha
sostenido, sería razón suficiente para anular todo derecho de los españoles no
sólo a dominar sino incluso a establecerse en el Nuevo Mundo.
Por esta "pequeña" omisión, Vitoria va a establecer la garantía del respeto a este
derecho internacional en el derecho de intervención, que en la práctica es el
derecho del más fuerte y el derecho a la libre expansión del naciente capitalismo
europeo. Se puede plantear este derecho en las siguiente proposiciones: los
españoles tienen derecho a viajar a tierra de los indios, establecerse en ellas,
comerciar con ellos y explotar sus recursos; como esto, según Vitoria, es un
derecho natural ("derecho de gentes"), si los naturales no lo respeta España
puede castigarlos hasta con la guerra total para defender el derecho de sus
súbditos. Pero, podríamos preguntarle a Vitoria: ¿Y si los españoles emigrantes
están causando daños a los aborígenes en sus bienes o en sus personas, cosa
que venían denunciando en las últimas tres décadas sus hermanos dominicos?
¿Cómo pueden los aborígenes defender su derecho natural a vivir en paz y a
disfrutar de sus tierras y de sus bienes? Esto a Vitoria no le interesa. La
resistencia que los indios oponen a la invasión de sus tierras por los españoles, es
tomada por Vitoria como violencia injustificada y malévola, contra la cual pueden
responder los españoles injustamente agredidos o injuriados (¡) con la guerra total
hasta someterlos.
2. Propagación de la religión cristiana. Los cristianos tienen derecho a predicar el
evangelio entre los bárbaros y si estos se oponen los cristianos pueden
someterlos por la fuerza incluso haciéndoles la guerra.
3. Mantenimiento de la religión. Si algunos de los bárbaros se convierten al
cristianismo y sus príncipes quieren hacerlos volver a la idolatría por la fuerza, los
españoles pueden nacerles la guerra.
4. Poder temporal indirecto del papa. Si un buen número de los bárbaros se
hubiese convertido al cristianismo el papa puede ponerles un gobernante cristiano
y quitarles los gobernantes infieles.
5. Gobierno tiránico. La tiranía de los señores de los bárbaros es causa justa,
según Vitoria, para la intervención de los españoles con la guerra hasta destituir a
los señores y constituir un nuevo gobierno.
6. Cambio de soberano por elección de la mayoría. Este, que era uno de los títulos
ilegítimos, se vuelve ahora legítimo para Vitoria si los aborígenes piden el cambio
libremente.
7. Alianza para la guerra. Del mismo modo que los romanos expandieron su
imperio valiéndose de alianzas con pueblos amigos, lo que les permitía hacer la
guerra a los enemigos de estos, así juzga Vitoria que pueden hacer los españoles
para ir dominando legítimamente a los nuevos pueblos descubiertos.
8. Civilización mediante la colonización. Aunque este título Vitoria lo propone como
dudoso, en realidad es el único que podría justificar la acción conquistadora y
colonizadora, ya que los demás se basan en supuestos irreales. Este título se
basa en el salvajismo o la barbarie de los pueblos descubiertos. Los
descubridores, representantes de la civilización, tienen derecho a someterlos y
ponerlos a su servicio, incluso por el bien de los mismos indígenas. Vitoria está
fundando así el primer "Derecho de colonización" y la primera "ética colonial".
Estos bárbaros parecen ser "siervos por naturaleza, dice Vitoria, razón por la cual
pueden ser gobernados como siervos.
5.6 El derecho de guerra
En la segunda relección sobre Los indios Vitoria trata el tema del "derecho de
guerra de los españoles sobre los bárbaros". Sólo al comienzo se refiere al
problema de América, para reafirmar que la dominación española se sostiene
fundamentalmente sobre el derecho de guerra. A partir de esa motivación elabora
un breve tratado general sobre la guerra. Comienza por rechazar el pacifismo y
declarar la licitud de la guerra para los cristianos. Seguidamente expone qué
autoridad puede declararla y hacerla, cuáles son las causas de una guerra justa y
qué acciones son lícitas en ella contra el enemigo. Únicamente vamos a comentar
algunos puntos que aclaran más la posición de Vitoria frente a la conquista de
América.
En primer lugar, sólo puede declarar y hacer la guerra una república "perfecta",
como es el caso de los reinos de Castilla y Aragón. Los señoríos existentes en las
Indias sor imperfectos. En segundo lugar, la única causa justa para hace la guerra
es la injuria recibida. Vitoria supone que los aborígenes han causado injuria a los
españoles. Bartolomé de Las Casas le diría que la única "injuria" consistía en la
resistencia que los indios oponían a veces a la invasión de sus tierras y la
violación de sus derechos. En tercer lugar, en la doctrina vitoriana de la guerra,
justificada ésta se justifica o se vuelve líe hacer “todo lo necesario para la defensa
del bien público”. Aquí se hallan implícitamente justificados todos los atropellos
realizados por los conquistadores y encomenderos, que el criterio para establecer
qué es lo "necesario" incluye todo: es lícito, afirma Vitoria, resarcirse de todos los
gastos y daños, destruir todo lo que pueda constituir peligro futuro, vengar la
injuria, escarmentar a los enemigos. En cuarto lugar, si en Vitoria hubiese existido
alguna seria intención de defender a los aborígenes, resultaría extraño que no
hubiese sacado conclusiones evidentes de la siguiente proposición en caso de
duda sobre si la guerra es justa o no: “Parece que si uno está en legitima
posesión, mientras dure la duda no puede otro disputársela con las armas”. Entre
la denuncia de Montesinos y la redacción de esta relección habían pasado tres
décadas de dudas y enconadas discusiones lideradas por Las Casas. Vitoria,
como dominico, las debía conocer muy bien. ¿Por qué, entonces, no se apoya en
estas dudas para declarar injustificada, sin más, la guerra contra los indios? La
razón no puede ser otra que el interés de Vitoria en justificar dicha guerra,
haciendo a un lado cualquier argumento en contra.
Un año antes de su muerte Vitoria es designado teólogo imperial por el emperador
Carlos V, para asistir al Concilio de Trento. Era un justo reconocimiento a su
esfuerzo por defender filosófica, teológica y jurídicamente los derechos imperiales
del Estado español de conquistar y colonizar el Nuevo Mundo.
6. Juan Ginés de Sepúlveda
6.1 Personalidad y obra
Sepúlveda es el principal ideólogo de la corriente esclavista al servicio de la
incipiente clase colonialista. Nacido en 1490 en Pozo-blanco (Córdoba), su sólida
formación humanista, teológica y jurídica, así como su dominio del griego, que le
permitió traducir varias obras de Aristóteles, hacen de él uno de los humanistas
españoles más destacados de su época. El carácter de sus obras es netamente
nacionalista y militaristas. Entre sus escritos, orientados todos a exaltar y apoyar
ideológicamente las acciones bélicas del Emperador Carlos V, hay que destacar el
Demócrates o sobre el acuerdo entre la disciplina militar y la religión cristiana
(Democrates primus), publicado en Roma en 1535, y el Democrates alter o sobre
las justas causas de la guerra contra los indios, escrito entre 1544 y 1545, pero
cuya publicación no fue autorizada por la Corte.
6.2 Pensamiento: Justificación de la guerra de conquista
Elegido por el cardenal de Sevilla para defender los derechos de los
conquistadores y encomenderos contra los ataques de Bartolomé de Las Casas,
Sepúlveda se consagra de lleno a la tarea. Consciente de que la teología no le
puede brindar argumentos sólidos para su causa, acude a los filósofos, en
especial a Aristóteles. La fuerza de su argumentación la tomará de la ley natural,
anterior al evangelio y con la cual, según él, éste no puede estar en desacuerdo.
Aristóteles le sirve para justificar la esclavitud de los indios por derecho natural.
Estos son inferiores por naturaleza a los españoles. De ahí que los españoles
tengan derecho (natural) a que los indios se les sometan como siervos. Ahora
origen, como los indios se rebelan en forma violenta contra sus nuevos señores,
éstos tienen derecho a hacerles la guerra en legítima defensa, a someterlos por la
fuerza, a despojarlos de sus bienes y a utilizarlos como siervos.
El derecho de gentes es así entendido por Sepúlveda como el derecho natural que
divide a los hombres en señores y siervos y legitima todas las prácticas de
dominación de los pueblos conquistadores sobre los conquistados. El derecho
natural se reduce para él a un solo principio: lo perfecto debe imperar sobre lo
imperfecto, lo fuerte sobre lo débil. Dado que los aborígenes son imperfectos y
débiles frente a los españoles, éstos deben dominarlos y ponerlos a su servicio,
por que así lo establece la ley natural. Esta es, además, una labor civilizatoria y de
caridad para con los pobres indios, que son bárbaros, incultos, impíos, inhumanos.
La guerra de conquista es, además, presentada y justificada por Sepúlveda como
una guerra santa. La razón consiste en que los indios, siendo siervos por
naturaleza, se resisten a someterse en cumplimiento de la ley natural y quedan sin
posibilidad de alcanzar la salvación. Los españoles tienen derechos a hacerles la
guerra para someterlos, castigarlos por sus horrendos pecados y conducirlos a la
verdadera religión y salvación eterna. Estos constituyen los tres argumentos que
legitiman la guerra de conquista.
Una vez sometidos y pacificados, la mejor forma de educarlos en las costumbres
rectas y de iniciarlos en la religión cristiana es por medio de la encomienda: los
indios son repartidos entre los españoles para que éstos los eduquen y a cambio
se beneficien de sus trabajos y servicios personales. De este modo justifica
Sepúlveda la acción conquistadora y colonizadora que el movimiento liderado por
Las Casas venían condenando.
7. El aporte de los cronistas
La novedad del mundo descubierto despertó en Europa la curiosidad por conocer
no sólo los relatos del descubrimiento y las acciones bélicas, sino sobre todo la
forma de ser y las costumbres de los habitantes de ese mundo misterioso. En las
crónicas de la época hallamos un abundante y riquísimo material ilustrador de las
posiciones ideológicas que hemos comentando. Ya hablamos de la extensa obra
de Bartolomé de Las Casas. Mencionemos ahora algunos otros de los cronistas
más importantes.
Bernardino de Sahagún (1499-1590), es autor de Historia General de las cosas de
Nueva España, una extensa obra de etnografía y arqueología escrita con gran
profundidad. Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), alcaide de la fortaleza
de Santo Domingo, escribe la Historia general y natural;- Indias. Fr. Toribio de
Benavente, Motolinia (+ 1586), misionero franciscano en México, autor de Cartas
al emperador Carlos V e Historia de los indios de Nueva España, difunde una
elevada visión antropológica de los aborígenes. El P. José de Acosta (1539-1600),
jesuita, rector del Colegio de Lima es autor de Historia natural y moral de las
Indias. Algunos cronistas escribieron sin haber estado nunca en estas tierras como
es el caso de Francisco López de Gomara (1511- 1557), autor de Historia general
de las Indias. Para contrarrestar su criticada falta de objetividad, Bernal Díaz del
Castillo 1492-1581), quien participó en la conquista de México, escribió la Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España.
También hallamos cronistas indios, quienes presentan su visión de la conquista y
del comienzo de la colonización, como Guaman Poma de Ayala, autor de Nueva
crónica y buen gobierno (del antiguo y nuevo Perú), entre otros.
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