2. El Obispo Diocesano - Repositorio Institucional

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO
EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO:
DOS FUNCIONES PARA UN MISMO FIN
DISERTACIÓN PARA EL DOCTORADO DE
Juan Bautista Solís Espino, Pbro.
RELATOR: P. Luis Bernardo Mur Malagón, S.D.B.
Bogotá 2012
SUMARIO
SIGLAS Y ABREVIATURAS………………………………………………….……...5
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………..……...7
CAPÍTULO I
LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA…………………………….…….20
CAPÍTULO II
EL PATRIMONIO DIOCESANO Y LOS ADMINISTRADORES…………..…….59
PARTE 1: LOS BIENES TEMPORALES EN
LA IGLESIA DIOCESANA........................................................................60
PARTE 2: GESTORES DE LA ADMINISTRACIÓN DE BIENES
ECLESIÁSTICOS……………….……………………………………..……..………75
CAPÍTULO III
EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS……………….……………..…….90
CAPÍTULO IV
EL ECÓNOMO DIOCESANO………………………………….……….….……...118
CAPÍTULO V
RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS
Y EL ECÓNOMO DIOCESANO,
LA INSTAURACIÓN DE AMBOS…………………………………...…..…….144
PARTE 1: RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS
ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO………….……145
PARTE 2: PROPUESTA PARA LA INSTAURACIÓN DE LOS
CONSEJOS DIOCESANOS DE ASUNTOS
ECONÓMICOS Y DEL ECÓNOMO……………………..……….160
CONCLUSIONES……………………………………………………….…….……185
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….…193
INDICE………………………………………………………………………….…...203
SIGLAS Y ABREVIATURAS
AA
Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, sobre el
apostolado de los laicos, publicado en AAS 58(1966) 837 – 864.
AG
Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera
de la Iglesia, publicado en AAS 58(1966) 947 – 990.
AS
Congregación para los obispos, Apostolorum successores, Directorio
para el ministerio pastoral de los obispos, publicado en AAS 96
(2004) 825-924.
Can.
Canon.
Cann.
Cánones.
CD
Concilio Vaticano II, Decreto Christus dominus, sobre la función
pastoral de los obispos en la Iglesia, publicada en AAS 58(1966) 673
– 696.
CIC/17
Código de Derecho Canónico, promulgado por Benedicto XV
mediante la Bula Providentissima mater, el 27 de mayo de 1917.
CIC/83
Código de Derecho Canónico promulgado por el Beato Juan Pablo II,
mediante la Constitución Apostólica Sacrae Disciplinae Leges, el 25
de enero de 1983.
EI
Congregación para los obispos, Ecclesiae imago, Directorio para el
ministerio pastoral de los obispos, publicado el 22 de febrero de
1973.
GS
Concilio Vaticano II, Constitución Apostólica Gaudiun et spes,
publicada en AAS 58(1966) 1025 - 1115.
LG
Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la
Iglesia, publicada en AAS 57(1965) 5 – 75.
PC
Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, sobre la adecuada
renovación de la vida religiosa, publicado en AAS 58(1966) 702 –
712.
PG
Patrología griega.
PGr
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores gregis,
publicada en AAS 96(2004) 825 – 924.
PL
Patrología latina.
PO
Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el
ministerio y vida de los presbíteros, publicado en AAS 58(1966) 991
– 1024.
RM
Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio, publicada en AAS
83(1991) 249 – 340.
SDL
Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges, con la que se
promulgó el Código de Derecho Canónico, 25 de enero de 1983.
SRS
Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis, publicada en
AAS 80(1987) 513 - 586.
INTRODUCCIÓN
La Iglesia Católica siempre ha buscado reunir los sagrados cánones para
facilitar su conocimiento y observancia de todos, pero sobre todo de los ministros
sagrados. El 21 de julio del 429, el Papa Celestino, en una epístola dirigida a los
obispos de Apulia y Calabria, escribía: “No es lícito que sacerdote alguno ignore
sus cánones”.1 En la misma línea, el Concilio IV de Toledo prescribió “que los
sacerdotes conozcan las Sagradas Escrituras y los cánones”, porque “debe
evitarse la ignorancia, madre de todos los errores, sobre todo en los sacerdotes de
Dios”.2 Desde los primeros tiempos de la Iglesia fueron apareciendo colecciones
de cánones que recogían las normas dadas por los concilios y los Romanos
Pontífices.
Sin embargo, a lo largo de la historia eclesiástica, el Derecho
Canónico ha tenido que abrirse paso en medio de innumerables dificultades y
grandes opositores.
Rudolf Sohm, jurista protestante alemán, escribió: “la Iglesia y el Derecho
son irreconciliables”.3
Martín Lutero, al hablar del Derecho en la Iglesia entraba
en grandes contradicciones. Por ejemplo, en una de sus cartas de 1518, escribió:
⸗“La Iglesia no puede ser reformada si no nos deshacemos antes del Derecho
Canónico, de las Decretales (las actas de los papas con carácter canónico) y de la
teología escolástica”.
Después dijo a su hijo: “Si quisieras ser jurista, te
ahorcaría”. Sin embargo, hablando del derecho en general, afirmó que “quien se
opone al derecho, también se opone a Dios, que fija, ordena y mantiene todo
derecho”. Para colmo él mismo aseguró: “allí donde los juristas desaparecen,
1
Cfr. Jaffé n. 371 y Mansi IV, col. 469, tomado de Benlloch Poveda, Antonio (Dir.), Prefacio al Código de
Derecho Canónico, Edición bilingüe, fuentes y comentarios de todos los cánones, EDICEP C B, Valencia 1993,
p. XIX, (=Benlloch Poveda, Antonio (Dir.), Prefacio al Código de Derecho Canónico, p. XIX).
2
Can. 25: Mansi X, col. 627, tomado de Benlloch Poveda, Antonio (Dir.), Prefacio al Código de Derecho
Canónico, p. XIX.
3
Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, Mensajero, Burgos
1996, p. 10, (=Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, p. 10).
desaparecen al mismo tiempo la paz y el derecho, y no queda más que el
bandidaje, el asesinato y la violencia; no quedan más que bestias salvajes”⸗.4
Quien entiende correctamente el Derecho Canónico, descubre en él una
verdadera herramienta de ayuda para la acción pastoral y la vida espiritual, que
contribuye enormemente a la dinámica de la vida cristiana; estará de acuerdo en
que éste es del todo necesario a la Iglesia y que es necesario que sus leyes sean
conocidas y observadas. Por otro lado, el Derecho de la Iglesia se fundamenta en
la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia, el Magisterio y los Concilios. En
este sentido, el beato Juan Pablo II en la promulgación del actual Código dijo:
“El instrumento que es el Código corresponde plenamente a la naturaleza de la
Iglesia, especialmente como la describe el Concilio Vaticano II en general y, en
particular, en su enseñanza eclesiológica. En cierto sentido, se echa de ver en
este Código un gran esfuerzo por verter en lenguaje canónico esa doctrina de la
eclesiología conciliar.
Sin embargo, aunque no siempre es posible traducir
perfectamente al lenguaje canónico la imagen conciliar de la Iglesia, el Código
debe referirse, con todo a esa misma imagen como a su modelo primordial, del
que, por su propia naturaleza, trata de expresar sus rasgos en la medida de lo
posible”.5
La eclesiología conciliar presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios y como
comunión; y a la jerarquía, como servicio.
Su doctrina presenta a todos los
miembros del Pueblo de Dios como partícipes, cada uno a su propio modo, de la
triple función de Cristo; a lo que se agregan los deberes y derechos de los fieles
cristianos y especialmente de los laicos.6 Así, es claro que resulta necesaria una
sólida base teológica y doctrinal para comprender el verdadero sentido de las
leyes católicas.
4
Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, p. 10.
Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges, con la que se promulgó el Código de Derecho Canónico, 25
de enero de 1983 (=SDL).
6
Cfr. SDL.
5
8
Después de lo dicho, se puede afirmar que el desconocimiento del Derecho
Canónico es fuente de muchos y graves errores en la Iglesia. Uno de los temas
fundamentales de la Curia diocesana es la administración de los bienes y por eso,
aquí se ha de brindar, especialmente a los obispos, el instrumento adecuado para
la administración de los bienes patrimoniales de la Diócesis que, por gracia de
Dios, les ha tocado pastorear. Esto, como se desarrollará ampliamente, se realiza
a través de dos organismos que se establecen con esa misión específica, como lo
son el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo. Es importante señalar que
la administración extraordinaria no es tema de este trabajo, aun cuando se llega a
mencionar. Los cánones fundamentales para el trabajo son el 492, 493 y 494. Sin
embargo el análisis sistemático de éstos, obliga a un recorrido por diversos libros
de Código, especialmente por el Libro V, que trata específicamente sobre los
bienes patrimoniales de la Iglesia.
El tema escogido para esta investigación no ha tenido un gran desarrollo
en la ciencia canónica.
La relación entre el Consejo diocesano de asuntos
económicos y el Ecónomo no es muy clara en la codificación actual. Existen
someras indicaciones donde se señala que, mientras el primero tiene funciones de
dirección, las funciones del segundo son de ejecución.7
Por tal motivo, este
trabajo pretende –y de hecho lo hace- mostrar, de modo claro, las ventajas y el por
qué de la obligatoriedad de los Consejos de Asuntos económicos y del Ecónomo
diocesano.
Además, ofrece a las diócesis
un instrumento eficaz para la
constitución de ambas figuras canónicas y para la comprensión de la relación
existente entre ellas. Por último, no será difícil captar la facilidad con la que la
estructura diocesana del Consejo de asuntos económicos sirve de modelo para la
constitución del mismo Consejo a nivel parroquial.
A lo largo del trabajo serán empleados el método exegético y el práctico. El
método exegético sirve para dar a conocer la ley vigente, mientras que el práctico
aplica la ley conocida a la realidad concreta. El uso prevalente de estos dos
7
Cfr. can. 494 §3.
9
métodos no excluye el recurso a otros como el sistemático, para organizar los
elementos fundamentales, y el histórico, para entender los institutos canónicos a la
luz de su evolución histórica. En el capítulo I se empleará preferentemente el
método histórico; en el II, el exegético; en el III y IV se combinan el exegético y el
sistemático; y en el V, el práctico. Pero es preciso señalar que estos métodos
serán utilizados combinadamente.
El Libro II del actual Código, Del Pueblo de Dios, comienza presentando a
los fieles en general, para luego distinguir entre clérigos y laicos. El can. 208
anuncia algo sumamente importante y que debe ser tomado en cuenta en todo
momento: “Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una
verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y la acción, en virtud de la cual todos,
según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo”.
Después, el Código enlista los deberes y derechos de los fieles en general. De allí
pasa a los deberes y derechos de los laicos en particular. Por ejemplo, el can. 211
señala que “todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el
mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y
del orbe entero”. Mientras que el can. 222 §1 agrega que “tienen el deber de
ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario
para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento
de sus ministros”.
Por su parte, el can. 228 §1, hablando de los laicos en
particular, dice que los “que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser
llamados por los sagrados Pastores para aquellos oficios eclesiásticos y encargos
que puedan cumplir según las prescripciones del derecho”. El §2, de este mismo
canon, agrega que aquellos “laicos que se distinguen por su ciencia, prudencia e
integridad tienen capacidad para ayudar como peritos y consejeros a los Pastores
de la Iglesia, también formando parte de consejos, conforme a la norma de
derecho”, recordando siempre que el papel de los consejos es meramente
consultivo pues, en una Diócesis, sólo el Obispo legisla.
En la segunda parte del Libro II, se trata de la constitución jerárquica de la
Iglesia.
El Título III de la Sección II de esta
parte del Código, presenta la
10
ordenación interna de las iglesias particulares, y allí se encuentra el tema central
de este trabajo de investigación. Los cánn. 492 y 493 presentan la figura del
Consejo de asuntos económicos; mientras que el 494, la del Ecónomo diocesano.
Esta investigación busca presentar, de modo sistemático, estos dos organismos
diocesanos, cada uno con su función, y cómo ambos tienden a un mismo fin. Sin
embargo, tanto el Consejo como el Ecónomo, tienen una larga historia en la
Iglesia, historia que es presentada en sus rasgos más significativos.
Conviene señalar que no ha sido fácil localizar la bibliografía necesaria para
esta investigación, puesto que el tema ha sido tratado, casi siempre, como un
apartado dentro de una temática más amplia. En la amplia búsqueda desarrollada
en bibliotecas y librerías no se ha logrado encontrar ningún libro o tesis sobre el
tema específico.
Eso sí, se encuentran distintos autores que tratan el tema en
algún capítulo de sus libros, pero no más. Claro está que tanto el Consejo de
asuntos económicos como el Ecónomo son apenas dos órganos de la Curia
diocesana, que tienen como función específica la administración de los bienes de
la Diócesis, por lo que lo normal es que su tratamiento aparezca siempre unido al
estudio de la Diócesis, o de la Curia, o de la administración de los bienes
patrimoniales de la Iglesia en general. El hecho mismo de la relación existente
entre el Consejo y el Ecónomo se menciona pero no se desarrolla.
Podría
pensarse que el tema es muy claro y por eso se le ha dedicado poco tiempo, pero
no es así, ya que el Código deja muchos detalles, de estas dos figuras, sin
resolver. Además, podría pensarse que esta es una de las causas por las que no
se han implementado como pide el Código, lo que a su vez se convirtió en una
fuente de motivación para el trabajo, pues éste no es más de lo mismo, sino una
ayuda para aquellas Diócesis que no los han implementado, para que lo hagan; y
aquellas que ya lo tienen, seguramente encontrarán aquí algunos elementos que
les beneficiarán en su funcionamiento.
No es conveniente, de ninguna manera,
que el lector se dirija directamente a los capítulos III y IV donde se desarrollan
estos dos organismos, sino que el trabajo se lea desde el principio, pues así
alcanzará una comprensión más clara, no sólo del cómo funcionan, sino del por
11
qué de su obligatoriedad y necesidad en el organigrama diocesano. Descubrirá
que no corresponden a una creación caprichosa del legislador, sino a una
verdadera necesidad para el buen funcionamiento de la Diócesis.
Es importante tomar en cuenta que si “la Diócesis es una porción del
Pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo”,8 el Obispo,
palabra que procede del griego y que significa vigilante, por la consagración
episcopal, recibe el triple encargo de santificar, enseñar y gobernar. Sin embargo,
estas funciones sólo pueden ser desempeñadas en comunión jerárquica con el
papa y los demás obispos.9
desempeñe, es un servicio.
En la Iglesia todo poder, sin importar quien lo
Los poderes del Obispo están fundamentalmente
encaminados a servir a la porción del Pueblo de Dios que se le ha
encomendado.10 El Obispo no sólo tiene poderes y derechos, sino que además
tiene obligaciones, especialmente la de dar ejemplo de santidad, con la caridad, la
humildad y sencillez de vida. Además debe promover la santidad de vida de la
feligresía. Son muchas y muy graves las obligaciones del Obispo que aparecen
consignadas en el Código.11
Ante la amplitud de la misión del Obispo diocesano, la codificación universal
establece una serie de consejos para que le ayuden en la conducción,
administración y pastoreo de la Diócesis. Por ejemplo, el Sínodo diocesano, el
cual es “una asamblea de sacerdotes y de otros fieles escogidos de una Iglesia
particular, que prestan su ayuda al Obispo de la Diócesis para bien de toda la
comunidad diocesana”;12 el Consejo episcopal, formado por los vicarios generales
y los episcopales;13 el Consejo de pastoral;14 el Consejo presbiteral;15 el Colegio
8
Can. 369.
Cfr. Can. 375 §2; LG 21.
10
Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, pp. 120 – 121.
11
Cfr. Cann. 375 – 402.
12
Can. 460.
13
Cfr. Can. 473 §4.
14
Cfr. Can. 511.
15
Cfr. Can. 495.
9
12
de consultores;16 el Consejo de asuntos económicos.17 Además, tiene carácter de
obligatoriedad la figura del Ecónomo diocesano.18 Como ya se ha señalado, estos
dos últimos organismos ayudan al Obispo en la administración de los bienes
temporales de la Iglesia diocesana, y su estudio se convierte en el esfuerzo de
esta investigación.
La mayor parte de los organismos mencionados forman parte de la Curia
diocesana.
Ésta se puede definir como “el conjunto organizado de oficios
individuales y colegios que colaboran habitualmente con el Obispo en el gobierno,
la administración, el ejercicio de la potestad judicial y el impulso de las tareas
pastorales de la Diócesis”.19 El Concilio Vaticano II insiste en el carácter pastoral
de la Curia diocesana, y la presenta como medio adecuado no sólo para la
administración de la Diócesis, sino también para el ejercicio de la pastoral.20 Esta
Curia diocesana forma una unidad con el Obispo, prestándole ayuda en su tarea
pastoral, y cuidando de la disciplina y la praxis en la Diócesis. 21 Y ésta es una
manifestación más de la comunión que debe existir en todos los ámbitos de la
Iglesia, realidad que parte de la comunión con el Padre y el Hijo.22 El Nuevo
Testamento nos muestra cómo la comunión con el Padre se realiza por medio de
la comunión con el Hijo, establecida en la participación en su cuerpo y sangre, así
como en sus sufrimientos.23 “Sobre la base de esta comunión con el Padre y con
el Hijo, el Espíritu realiza la comunión espiritual entre los creyentes en virtud de la
adhesión a la enseñanza original, a la tradición apostólica”.24
Con el término
comunión, la Iglesia ha señalado siempre “el vínculo de unión entre los obispos y
16
Cfr. Can. 502.
Cfr. Can. 492.
18
Cfr. Can. 494
19
Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, EUNSA, Segunda edición, Pamplona 1997, pp. 237
– 238; cfr. Can. 469, (=Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, p. 469).
20
CD 27.
21
Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, compendio de derecho eclesial,
Ediciones paulinas, Madrid 1992, p. 663. (=Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de
comunión, p. 663)
22
Cfr. 1 Jn. 1, 3 – 7.
23
Cfr. 1 Cor. 1, 9; Flp. 3, 10; 1 Pe. 4, 13.
24
Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión,, p. 36. Incluye 2 Cor. 13, 13; Flp. 2, 1;
1 Jn. 1, 3ss; Hch. 2, 42.
17
13
los fieles, entre los diversos obispos, entre los fieles entre sí, que se realiza y se
manifiesta en la comunión eucarística, por lo que llega a significar a la Iglesia
misma, llamada communio sanctorum.”25
La Iglesia es una verdadera comunidad humana.
Sin embargo, en su
origen, no es producto de la voluntad humana, sino divina. Así, ella se convierte
en instrumento del Espíritu Santo.26 Como comunidad humana que es, la Iglesia
está siempre necesitada de los bienes materiales que le posibiliten alcanzar sus
fines.
En el Código de Derecho Canónico se recogen, en los cánones
preliminares del Libro V, los principios constitutivos del Derecho patrimonial
canónico. Éstos pueden ser sintetizados señalando que la Iglesia Católica puede
servirse de los bienes temporales en cuanto medios para alcanzar sus propios
fines;27 que ella tiene el derecho nativo e independiente a adquirir, retener,
administrar y enajenar bienes temporales para alcanzar sus fines;28 que todas las
personas jurídicas en la Iglesia tienen capacidad patrimonial;29 que los bienes de
propiedad de las personas jurídicas públicas son bienes eclesiásticos, y se rigen
por los cánones del Libro V;30 y que los bienes pertenecen a la persona jurídica
que los haya adquirido legítimamente, pero deben ser administrados bajo la
autoridad del Romano Pontífice.31
Esta investigación está estructurada en cinco capítulos, cada uno con el
contenido que a continuación se detalla.
El Capítulo I trata de los bienes temporales de la Iglesia en general. Se
parte recordando que “la ley suprema de la Iglesia es la salvación de las almas”. 32
Sin embargo, para la consecución del fin último, la Iglesia va a necesitar los bienes
25
Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 43.
Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 58.
27
Cfr. Can. 1254.
28
Cfr. Can. 1254 §1.
29
Cfr. Can. 1255.
30
Cfr. Can. 1257 §1.
31
Cfr. Can. 1256.
32
Can. 1752.
26
14
materiales, los cuales deben ser usados como medios y no como un fin. La Iglesia
se apartaría de su propia exigencia, si no primara en ella el sentido espiritual de su
misión, aun cuando haya sido constituida por el Señor como sociedad terrena.
Desde el mismo Evangelio comienzan a vislumbrarse las grandes dimensiones de
la misión que Jesús confirió a su Iglesia. Sin embargo la Iglesia primitiva se va a
caracterizar por la sencillez y la ausencia de normas en cuanto la administración
de los bienes. En general, la Sagrada Escritura considera los bienes económicos
como necesarios para la vida, pero se insiste en el cuidado con el que se deben
administrar, pues su mal uso es fuente de muchos males. El mismo Jesús habló
con frecuencia del peligro del mal uso de las riquezas y pide a sus seguidores la
totalidad del corazón.
Los santos padres poco a poco fueron ofreciendo sencillas normas para el
correcto uso de los bienes eclesiásticos.
Al mismo tiempo denunciaban con
dureza los abusos que se iban presentando en la administración de los mismos.
Estaba claro que los bienes de la Iglesia tenían como destino a los pobres, el culto
y el sustento del clero. Para los santos padres es muy claro que la abundancia de
bienes y, sobre todo, la procedencia de esos bienes se convierte en un enemigo
silencioso que va disminuyendo la fuerza espiritual de la Iglesia.
Diversos concilios trataron el tema de la administración de los bienes
eclesiásticos. El Concilio de Elvira, intentando abolir los abusos, permitió a los
clérigos ganarse su propio sustento a través de la negociación. Sin embargo esto
provocó mayores desórdenes.
Los bienes eran robados y había muchas
acusaciones contra obispos y clérigos. En medio de estas situaciones, el Concilio
de Calcedonia, estableció que cada Obispo nombrara, de su clero, a un Ecónomo
para encomendarle la administración de los bienes.
El Código de 1917 establece las bases para la codificación actual cuando
afirma que la Iglesia Católica, la Sede Apostólica, las iglesias particulares y las
demás personas morales, tienen derecho de adquirir, retener y administrar bienes
temporales, y este derecho les compete por voluntad expresa de Jesús. Este
15
Código presentó una triple finalidad de los bienes de la Iglesia: la realización
adecuada del culto divino, la sustentación honesta de los clérigos y demás
ministros, y otros fines que le son propios.33 Además aparece en él la distinción
entre el Romano Pontífice como Administrador Supremo; el administrador
mediato, cuya función es vigilar; y los administradores inmediatos. Se estableció
la figura del Consejo diocesano de administración, con la misión de ayudar al
Ordinario en lo referente a los bienes. Sin embargo se estableció la figura de un
administrador particular para las distintas personas morales eclesiásticas
existentes en al Diócesis. Además se posibilitó la participación de los laicos en la
administración de los bienes.
El Concilio Vaticano II no tuvo entre sus preocupaciones principales el tema
de la administración de los bienes eclesiásticos. A pesar de eso, se encuentran,
en distintos documentos, señalamientos muy claros que deben ser tomados en
cuenta al investigar este tema.
Por un lado, los Obispos deben instar a la
feligresía a sostener las obras de apostolado de la Iglesia. Se establecen los tres
fines de los bienes de la Iglesia: ordenación del culto divino, la honesta
sustentación del clero y las obras de apostolado y caridad. Además, se insiste en
el deber/derecho de los fieles a sostener la Iglesia con sus aportes.
El Código de 1983 presenta su codificación sobre los bienes patrimoniales
en su Libro V. Se inicia con el derecho de la Iglesia a la adquisición de bienes,
enfatizando que es un derecho independiente de la potestad civil.
Ella es
plenamente libre y autónoma en materia económica. Pero este derecho nativo
tiene que ejercerse sujetándose a la normatividad canónica. De este modo, no
todos los medios son lícitos para adquirir bienes.
La Iglesia puede usar los
mismos medios normales y justos que tienen las instituciones para adquirir sus
bienes. Se han de presentar, en este primer capítulo, distintas formas que le son
lícitas a la Iglesia para adquirir sus bienes, señalando el deber/derecho de los
33
Cfr. CIC/17, can. 1496.
16
fieles a sustentar a la Iglesia con sus bienes. Luego se exponen, de modo breve
y sencillo, los fines de los bienes de la Iglesia.
En el Capítulo II se presentará, en dos partes bien diferenciadas, el
patrimonio diocesano y los administradores. La primera parte inicia definiendo el
concepto de Diócesis, diferenciando a la Diócesis de la Iglesia particular.
La
Diócesis no se define como territorio sino como “una porción del Pueblo de Dios” y
el Obispo recibe la autoridad, que pertenece a la Iglesia, del mismo Cristo,
mediante el sacramento del Orden. La autoridad que ostenta el Obispo es un
servicio que presta a la Diócesis. Así, el Obispo se convierte en el gran servidor
del Pueblo de Dios que se le ha encomendado. Pero la misión diocesana es tan
amplia que el Obispo deberá dejarse ayudar por personas y organismos, la
mayoría de los cuales están integrados en la Curia diocesana.
Un tema
importante dentro de la Diócesis es el de los bienes temporales. La administración
de estos bienes tiene que estar guiada por la transparencia. Sobre esos bienes, el
Obispo va a ejercer una función de vigilancia.
Aquí se ofrecen, también, los
principales criterios que deben guiar la administración de los bienes diocesanos.
La segunda parte de este Capítulo presenta los gestores de la
administración de los bienes eclesiásticos.
El can. 1279 establece que “la
administración de los bienes eclesiásticos corresponde a quien de manera
inmediata rige la persona a quien pertenecen esos bienes”.
En virtud de su
primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador supremo de los
bienes de la Iglesia. El Obispo diocesano es presentado como el administrador
mediato ya que él representa a la Diócesis en todos los negocios jurídicos. Esta
administración mediata que ejerce el Obispo sobre los bienes de la Diócesis, está
definida como vigilancia.
Él es el verdadero administrador de los bienes
diocesanos, sin embargo todo lo referente a la administración de los bienes lo
deberá realizar a través del Consejo de asuntos económicos y del Ecónomo, con
la participación, en algunos casos prescritos, del Colegio de consultores.
El
administrador directo de los bienes de la Diócesis es el Ecónomo, el cual es
presentado como administrador inmediato.
17
En el
Capítulo III se presenta al Consejo diocesano de asuntos
económicos. Ya se ha mencionado que éste es uno de los organismos centrales
de esta investigación.
Por este motivo, se desarrollarán minuciosamente los
distintos aspectos y elementos que constituyen esta figura canónica.
Se
presentan los antecedentes del can. 492, especialmente en el Código de 1917 y el
Concilio Vaticano II.
Después de esto, se desarrollarán los elementos que
constituyen este Consejo: obligatoriedad, presidencia, constitución, naturaleza,
finalidad, duración en el cargo de los miembros, funciones y competencias.
El Capítulo IV presenta al Ecónomo y los distintos elementos que lo
constituyen. También aquí se han de presentar los antecedentes del can. 494, el
cual recoge la normatividad actual sobre esta figura canónica. A pesar de que el
Ecónomo no aparece en el Código del 17, sí tiene una larga historia antigua en los
distintos concilios. Pero, aun cuando no aparece directamente en el Código del
17, el Ecónomo existía de forma generalizada en las diócesis. Se presentará
también el proceso de redacción del can. 494, la obligatoriedad, la persona y sus
características, el nombramiento y la duración en el cargo, su relación con el
Obispo diocesano, sus competencias como administrador, entre otros.
El Capítulo V se desarrollará en dos partes: en la primera se presentará la
relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo. Éste
será el capítulo de cierre en el cual se presentarán los aspectos de la
administración diocesana de bienes donde cada organismo ejerce su función
específica y ambos colaboran con el Obispo, lo cual es presentado como
manifestación de la comunión eclesiástica.
Allí se hace necesaria una
presentación breve de la Curia diocesana y los organismos que la integran.
Además, se define con sencillez, la función consultiva en la Iglesia. Luego se
presentan los aspectos generales de la relación entre el Consejo diocesano de
asuntos económicos y el Ecónomo. Esto da paso a una breve reflexión sobre la
relación existente entre la función consultiva y la ejecutiva en la administración de
los bienes de la Iglesia diocesana, haciendo énfasis en el presupuesto, la
rendición de cuentas y la función de cada uno respecto a las personas jurídicas
18
sujetas a la potestad del Obispo diocesano. En la segunda parte de este Capítulo
se ofrecerá una propuesta para la instauración, en las diócesis, de ambas figuras.
Cada propuesta está precedida por una síntesis de la doctrina canónica
correspondiente y seguida por una propuesta de decreto de instauración del
Consejo y de nombramiento del Ecónomo.
Este tema, tan puntual, muestra una vez más la gran profundidad de las
palabras del beato Juan Pablo II, cuando afirmó:
“La finalidad del Código no es en modo alguno sustituir en la vida de la Iglesia y de
los fieles la fe, la gracia, los carismas y sobre todo la caridad. Por el contrario, el
Código mira más bien a crear en la sociedad eclesial un orden tal que, asignando
la parte principal al amor, a la gracia y a los carismas, haga a la vez más fácil el
crecimiento ordenado de los mismos en la vida tanto de la sociedad eclesial como
también de cada una de las personas que pertenecen a ella”.34
El contenido de esta investigación y la misma presentación, harán más
comprensible, fácil y operativa la grave misión de administrar los bienes de la
Diócesis.
Con las ayudas que se le ofrecen al Obispo diocesano en la
administración patrimonial, éste gozará de mayor libertad y tiempo para dedicarse
a la misión de pastoreo de su Diócesis.
34
SDL.
19
CAPÍTULO I
LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA
Introducción
La salvación de las almas, como fin supremo de la Iglesia,35 caracteriza en
su totalidad al ordenamiento canónico.
Pero la Iglesia avanza hacia su fin último
a través de los caminos de este mundo, por lo que necesita en todo tiempo de los
bienes materiales.
En este primer capítulo se presentan principios generales e introductorios,
sobre los bienes temporales de la Iglesia, los cuales comienzan con un recorrido
histórico que parte de la Sagrada Escritura hasta acercarnos a la legislación
actual, pasando por la patrística, algunos concilios y el Código de Derecho
Canónico de 1917. Después de este recorrido histórico se iniciará la presentación
de algunos aspectos generales del derecho patrimonial de la Iglesia, hasta llegar a
los bienes temporales de la Iglesia diocesana.
La Iglesia es una comunidad espiritual, que siempre necesita de bienes
materiales para poder cumplir con la misión que se le ha conferido.
Con el
Evangelio, la Iglesia sigue afirmando que el Reinado de Dios no es de este
mundo.36
Sin
embargo,
“las
realidades
terrenas
y
espirituales
están
estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia usa los medios temporales en
cuanto su propia misión lo exige”.37 Según el sentido del actual Código (CIC/83),
“son bienes temporales los que pertenecen a la Iglesia universal o particular o a
otras personas públicas y se rigen en su propiedad, giro y tráfico por los cánones
correspondientes, así como por los propios estatutos (cfr. can. 1257 §1)”.38
El más breve de todos los libros del CIC/83 es el Libro V (cann. 1254 –
1310). Este libro está completamente dedicado a los bienes temporales de la
Iglesia. Para poder entender en su justa medida este Libro V, hay que recordar
35
Cfr. can. 1752.
Cfr. Jn. 18, 36.
37
Concilio Vaticano II, Constitución apostólica Gaudium et Spes 76, en AAS 58 (1966) 1113-1114, (=GS 76).
38
Corral Salvador, Carlos; Urteaga Embil, José María, voz: Bienes eclesiásticos, en Diccionario de Derecho
Canónico, Tecnos, Madrid, 1989, p.77, (=Corral Salvador, Carlos; Urteaga Embil, José María, voz: Bienes
eclesiásticos, en Diccionario de Derecho Canónico, p. 77).
36
21
permanentemente que la Iglesia se apartaría de su propia exigencia, si no
dominara en ella el sentido espiritual de su misión sobrenatural salvífica; pero el
Señor ha constituido a su Iglesia como sociedad terrena, y aquí necesita de los
bienes materiales para poder cumplir sus fines.
Cuando la Iglesia propone su
derecho patrimonial, lo que hace es establecer normas claras para que los bienes
económicos sean siempre medios y nunca un fin en sí mismos. Se pretende
alcanzar un equilibrio verdadero entre pobreza evangélica y eficacia apostólica; al
mismo tiempo que se pretende un equilibrio entre autonomía y sana libertad de las
instituciones eclesiásticas.39 El padre Julio Roberto Montañez, en sus apuntes de
clases señala que el derecho patrimonial eclesiástico “tiene como base la imagen
de la Iglesia dada por el Concilio Vaticano II”.40
Se suele denominar “bienes temporales de la Iglesia” al conjunto de
“derechos de valor monetario de cualquier tipo que pertenezcan jurídicamente a la
Iglesia Universal, a la Sede Apostólica o a otra persona jurídica pública de la
Iglesia”.41 Esto teniendo en cuenta que “son personas jurídicas públicas –en la
Iglesia- las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad eclesiástica
competente para que, dentro de los límites que se le señalan, cumplan en nombre
de la Iglesia, a tenor de las prescripciones del Derecho, la misión que se les confía
mirando al bien público; las demás personas jurídicas son privadas”.42
Es
oportuno acotar que las personas jurídicas privadas actúan en nombre propio;
mientras que las personas jurídicas públicas son las que cumplen su misión en
nombre de la Iglesia.
39
Cfr. Piñero, José M., Comentario introductorio al Libro V del Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª
edición, Valencia 1993, p. 559, (=Piñero, José M., Comentario introductorio al Libro V del Código de Derecho
Canónico, p. 559).
40
Montañez, Julio Roberto, Bienes temporales de la Iglesia, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de
Derecho Canónico, para uso de los alumnos, Bogotá 2011, p.2.
41
Pree, Helmuth, voz Bienes temporales de la Iglesia, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico,
Herder, Barcelona 2008, p. 89, (=Pree, Helmuth, voz Bienes temporales de la Iglesia, en Diccionario
Enciclopédico de Derecho Canónico, p. 89).
42
Can. 116 §1.
22
En este Capítulo I se presenta la administración de los bienes a través de la
historia, haciendo un recorrido por la Sagrada Escritura, la Patrística, distintos
concilios y el Código de 1917, hasta llegar al actual Código. De este Código se
tomarán algunos principios generales, el derecho de la Iglesia a adquirir bienes,
los modos lícitos de adquisición de esos bienes, el deber y el derecho de los fieles
a contribuir económicamente con la misión de la Iglesia y la finalidad de esos
bienes.
1.
La Administración de bienes a través de la historia
La Iglesia tiene sobre la tierra una especial misión, que sólo ella puede
realizar.
Ella, en cuanto marcada y sellada “con Espíritu Santo y fuego”,43
continúa haciendo presente la obra salvadora de Cristo. El encargo que le hizo el
mismo Jesús es de dimensiones extraordinarias: “Vayan por todo el mundo y
prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el
que se resista a creer, será condenado…”.44 La misión encomendada no es sólo
amplia en el sentido territorial, sino en cuanto a su importancia trascendental.
Para realizar esta labor es innegable que necesite de bienes materiales con los
cuales sostener a sus ministros, construir, equipar, mantener los edificios
necesarios para la misión y realizar las obras de apostolado y caridad.
La sencillez y la ausencia de normas de organización patrimonial son notas
dominantes en la Iglesia Primitiva.
Se vivía con intensidad el espíritu nuevo
evangélico. Aun así, se fue descubriendo la necesidad de normar el uso de los
bienes económicos. Fueron surgiendo costumbres que se convirtieron en leyes y,
en especial tres aspectos comenzaron a reglamentarse: el origen de los bienes
eclesiásticos, la finalidad y el modo de su administración.45
43
Mt 3, 11.
Mc 16, 15 – 20.
45
Cfr. Piñero, José M., Comentario introductorio al Libro V del Código de Derecho Canónico, p. 559.
44
23
1.1. En la Sagrada Escritura
El Antiguo Testamento presenta una doble postura frente a los bienes
económicos y la riqueza. Por un lado, de aprecio pues son considerados
necesarios para la vida; por otro, los bienes económicos y la riqueza no son
condenados en sí mismos, sino por su mal uso. “Las cosas creadas por Dios son
buenas en sí mismas, ellas tienen un valor propio y cuando entran en relación con
el hombre, su bondad recibe una dignidad especial”.46
La tradición profética
estigmatiza las estafas, la usura, la explotación, las injusticias evidentes,
especialmente con respecto a los más pobres.47
Los profetas insisten en la
parcialidad de Dios a favor del pobre, pero señalan también que la pobreza es un
símbolo de la situación del hombre delante de Dios. “La pobreza, cuando es
aceptada o buscada con espíritu religioso, predispone al reconocimiento y
aceptación del orden creatural. Así, el “rico es aquél que pone su confianza en las
cosas que posee y en su fuerza, más que en Dios…”.48 La Sagrada Escritura
habla continuamente del peligro que representa el uso desordenado o el apego
desmedido a las riquezas. En este sentido señala:
"Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios…no suceda que comas y te sacies, y
edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la
plata y el oro se te multipliquen… y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de
Yahvé tu Dios… No digas, pues, en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano
me han traído esta riqueza".49
El Señor Jesús habló con frecuencia del peligro de las riquezas. Invitó a no
amontonar tesoros en la tierra, sino en el cielo, “porque donde está tu tesoro
46
Garceranth Ramos, Ismael Arturo, S.J., Administración y enajenación de bienes temporales eclesiásticos a la
luz del Concilio Vaticano II, Universitas canonicas, vol. 28, n° 44, Bogotá, enero – diciembre 2011, p.110.
47
Cfr. Is 58, 3 – 11.
48
Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia 324, CELAM, USCofCB
(United States Conference of Catholic Bishops), San Pablo, Bogotá 2006, p.230, (=Consejo Pontificio Justicia y
Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, p. 230).
49
Dt 8, 11 – 17.
24
estará también tu corazón”.50 Necesariamente el discípulo de Jesús asume esta
invitación del Señor como norma de vida. Va descubriendo en la fe cómo el Señor
es un Dios providente que, así como viste las flores del campo y alimenta las aves
del cielo, nos provee de todo lo necesario para una vida dichosa.51 Cuando envía
a sus discípulos insiste en que la confianza no puede ponerse en las cosas de
este mundo, sino en Dios. Por eso les dice: “No os procuréis oro, ni plata, ni
calderilla en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni
bastón, porque el obrero merece su sustento”.52
Estas indicaciones las da
después de señalar la amplia misión que les encomienda: “Curad enfermos,
resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis;
dadlo gratis”.53 Humanamente hablando parece imposible cumplir una misión de
tan amplias dimensiones y sin bienes materiales. Sin embargo, Él mismo les dijo:
“Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”.54
También les dijo “den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”;55 y
al joven rico, “si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los
pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.56 En todo momento,
Jesús pide la totalidad del corazón a sus seguidores. No admite competencias.
Por su parte, San Pablo agrega el por qué del peligro de las riquezas:
"porque raíz de todos los males es el amor al dinero".57 Él se esforzaba por ganar
su propio sustento, y en una de sus cartas escribió:
“Ustedes saben cómo deben vivir para seguir nuestro ejemplo: nosotros no hemos
vivido entre ustedes sin trabajar, ni hemos comido el pan de nadie sin pagarlo. Al
50
Cfr. Mt 6, 19 – 21.
Cfr. Mt 6, 26.
52
Mt 9, 10.
53
Mt 10, 8.
54
Mt 6, 33.
55
Mt 22, 22.
56
Mt 19, 21.
57
1Tim 6, 10.
51
25
contrario, trabajamos y luchamos día y noche para no serle una carga a ninguno
de ustedes”.58
San Pablo asegura, además, “que la religión es fuente de gran riqueza,
pero sólo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este
mundo y nada podremos llevarnos”.59 Hablando de Jesús dice que Él “existiendo
en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo”60 y por
nosotros se hizo pobre siendo rico;61 “así también la Iglesia, aunque necesite de
medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar glorias
terrenas, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también por su propio
ejemplo”.62
El libro de los Hechos de los Apóstoles muestra a la Iglesia naciente
viviendo de las aportaciones de sus fieles: “Todos los que habían creído estaban
juntos, y tenían en común todas las cosas”;63 “así que no había entre ellos ningún
necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y
traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los Apóstoles; y se repartía
a cada uno según su necesidad”.64 Por su parte, Pablo en su carta a los Gálatas
señaló: los Apóstoles “solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los
pobres, lo que siempre he tratado de hacer”.65 La humildad al dar es una nota
característica del cristiano. Jesús lo estableció de esta manera cuando dijo:
“Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre Celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen
58
2Tes 3, 7 – 8.
1Tim 6, 6 – 7.
60
Fil 2,7.
61
Cfr. 2Cor 8,9.
62
Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, Publicaciones
Universidad Pontificia de Salamanca, Caja Salamanca y Soria, 2ª edición, Salamanca 1993, p.77, (=Aznar Gil,
Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 177).
63
Hch 2, 44.
64
Hch 4, 34 – 35.
65
Gál 2, 10.
59
26
los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los
hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando
hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;…”.66
1.2 En la Patrística
A lo largo de la historia se ha observado el peligro que el mal manejo de las
riquezas representa para la Iglesia. “A partir del s.II, la Iglesia comenzó a reunir
los bienes ofrecidos para el cumplimiento de sus diversas finalidades eclesiales,
fundamentalmente para las necesidades del culto, del clero y de los pobres”.67
Estos bienes eran tolerados y aceptados sólo porque resultaban necesarios para
la consecución de los fines de la Iglesia. Pero a partir del Edicto de Milán (313 d.
C.), aumentaron, pues la Iglesia adquirió capacidad patrimonial.68
Los bienes que la Iglesia fue adquiriendo después del Edicto de Milán, y
que iban en progresivo aumento, se concentraron en las iglesias episcopales
donde los obispos eran los únicos administradores diocesanos. Ellos atendían a
las diversas necesidades de las comunidades cristianas. Primero lo hacían de
forma libre, pero después debieron plegarse a las normas que promulgaban los
concilios. Sin embargo los obispos mantenían una completa libertad de actuación
en esta materia. Estos bienes eran llamados patrimonium pauperum, egentium
substantia, hereditas pauperum, etc.69 No caben dudas de que, en general, los
bienes de la Iglesia se aplicaban a los pobres, al culto y al sustento del clero.
Cuando el patrimonio eclesiástico empezó a crecer, en gran medida por las
donaciones de los poderes públicos, San Hilario de Poitiers dio la voz de alerta
afirmando:
66
Mt 6, 1 – 4.
Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 75.
68
Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 75.
69
Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 75.
67
27
“Ahora tenemos que luchar contra un perseguidor insidioso, contra un enemigo
engañoso, contra el anticristo Constancio. Este nos acaricia el vientre, pero nos
apuñala por la espalda. No confisca nuestros bienes, conservándonos así la vida,
pero nos enriquece para la muerte. No nos quita la libertad metiéndonos en la
cárcel, pero nos honra en su palacio para esclavizarnos. No desgarra nuestras
carnes, pero destroza nuestra alma con su oro”.70
Durante la patrística y alta Edad Media se mantuvo el principio de que los
bienes eclesiásticos no pertenecen a los hombres de Iglesia. Pomerius aseguraba
que estos bienes son el patrimonio de los pobres. Ante esto sólo apareció una voz
discrepante y este fue el pseudo-Isidoro a mediados del s. IX. Esto no significó
que los obispos y sacerdotes no pudieran participar de los bienes de la Iglesia. Lo
que les daba derecho a ellos era ser y permanecer pobres. Las Constituciones
Apostólicas, a inicios del s.IV, disponían: “Que el Obispo no se eleve por encima
de los pobres. Que use de un alimento y bebida viles y moderados (…) y no sea
amigo de buena carne”.71
San Jerónimo (374 – 420 d. C.), por su parte, expresó que “la Iglesia creció
en las persecuciones y fue glorificada en los mártires. Con el advenimiento de los
soberanos cristianos ha incrementado su poder y riqueza, pero se ha visto
mermada en su fuerza interior”.72
Esta preocupación de Jerónimo ha estado
presente a lo largo de toda la historia de la Iglesia y siempre se ha visto cómo las
riquezas han sido una tentación constante.
Es más, muchas veces se ha
justificado la acumulación de riquezas con el cumplimiento de los fines de
apostolado y caridad, además de la digna sustentación del clero. Sin embargo, el
problema es siempre el mismo: confianza puesta en las riquezas para el
70
San Hilario de Poitiers, Contra constantium imperatorem, 4-5 – PG 10, 580-581.
Libro II, cp. 5, n° 1-1 – FUNK, p.36, tomado de Luis González-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la
Iglesia
ante
el
evangelio, publicado
en
la
revista
Id
y
Evangelizad,
en
http://www.solidaridad.net/noticias.php?not=1175, consultado el 15 de diciembre de 2011, (=Luis
González-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la iglesia ante el evangelio, consultado el 15 de diciembre de
2011).
72
Vita Malchi, i – pl 23, 53, tomado de González, Luis-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el
evangelio, consultado el 15 de diciembre de 2011.
71
28
cumplimiento de sus fines, trae consigo debilitamiento espiritual y testimonial. Él
mismo escribió que “es rapiña a los pobres cuando los obispos y sacerdotes llenan
sus almacenes y se sirven de las obras de la Iglesia para sus lujos”.73 En esta
línea, podemos afirmar que las riquezas realizan su función de servicio al hombre
cuando son destinadas a producir beneficios para los demás y la sociedad:
“¿Cómo podríamos hacer el bien al prójimo –se pregunta Clemente de Alejandría–
si nadie poseyese nada?”.74
Para san Juan Crisóstomo, “las riquezas pertenecen a algunos para que
estos puedan ganar méritos compartiéndolas con los demás”75… San Basilio el
Grande invita a los ricos a abrir las puertas de sus almacenes y exclama: “Un gran
río se vierte, en mil canales, sobre el terreno fértil: así, por mil caminos, tú haces
llegar la riqueza a las casas de los pobres”.76 San Agustín, por su parte, propuso
en diversas ocasiones entregar los fondos de su Iglesia, pero el pueblo nunca
quiso recibirlos.77 Retomando a San Juan Crisóstomo, éste echaba en cara a los
feligreses “que por su avaricia y negligencia en socorrer a los pobres, habían
obligado a los obispos a procurar a las iglesias rentas seguras, y a dejar la
oración, la instrucción y demás santas ocupaciones, para ocuparse de cuidados
que no convenían más que a recaudadores o arrendatarios”.78
Roma inicia a partir del s. V una reforma en la distribución de las rentas de
la Iglesia, ya que se fueron presentando abusos. Se estableció que las rentas
eclesiásticas se distribuyeran así: una parte para el Obispo, otra para el clero, otra
para los pobres y otra para la propia Iglesia. Sin embargo en la Península Ibérica
73
Comentario a Isaías, libro III, cap. 14 –PL 24, 68, tomado de Luis González - Carvajal Santabárbara, Los
dineros de la Iglesia ante el evangelio, consultado el 15 de diciembre de 2011.
74
Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur, 13: PG 9, 618, en Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio
de la doctrina social de la Iglesia 329, p. 232.
75
Cfr. Homilía XXI, de Statuis ad populum Antiochenum habitae, 2, 6-8: PG 49, 41-46, en Consejo Pontificio
Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia 324, pp.232 - 233.
76
Homilía in illud lucae, Destruam horrea mea, 5: PG 31, 271, en Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio
de la Doctrina social de la Iglesia 324, pp.232 - 233.
77
Voz Ecónomo, Bergier en Diccionario de Teología 2, en www.books.google.com.pa, consultado el 14 de
junio de 2011, (=Voz Ecónomo, Bergier en Diccionario de Teología 2).
78
Voz Ecónomo, Bergier en Diccionario de Teología 2, consultado el 14 de junio de 2011.
29
la distribución fue distinta: una parte para el Obispo, otra para el clero y otra para
la misma Iglesia.
Ya en el s. XIII, Santo Tomás de Aquino se pregunta “si pecan mortalmente
los obispos que no distribuyen a los pobres los bienes eclesiásticos que
administran”. Concluye afirmando:
“los bienes eclesiásticos deben servir para uso de los pobres (…). Si la necesidad
es urgente, sería una preocupación inútil y desordenada guardar los bienes para
más tarde. La respuesta del Señor es: no os preocupéis del mañana”.79
1.3 En el Magisterio Conciliar previo al Concilio Vaticano II
El Concilio de Elvira80 dejó cinco cánones que aluden a cuestiones
patrimoniales de la Iglesia. El canon 19 permite a los clérigos ganarse su propio
sustento mediante la negotiatio, siempre que no acudan personalmente a las
ferias y mercados extra provinciales. Esta actividad debió reportar sustanciosos
beneficios a muchos clérigos, sobre todo a partir de Constancio II, que los exoneró
del impuesto exigido a los comerciantes. Con esta disposición se liberaba del
impuesto también a las mujeres de los clérigos, a sus hijos y a sus servidores (C.
Th. XVI, 2, 14 y 16). Sin duda fue una grave capitulación del emperador ante las
exigencias de un clero ávido de enriquecerse. A partir de entonces se
desencadenó una oleada de vocaciones religiosas entre los comerciantes. El
propio Constancio se vio obligado a reducir las exenciones (C. Th. XVI, 2, 15).
Los clérigos tenían prohibido prestar con intereses.
Sin embargo, esto continuó
siendo una actividad de muchos clérigos a juzgar por la frecuencia con que tal
prohibición aparece en los concilios de esta época.
79
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica2-2, q. 185, a. 7 – BAC t. X, pp.746-747.
El Concilio de Elvira “tuvo lugar cerca de la actual ciudad de Granada. Su fecha es incierta. Se le ubica poco
después del año 300y supone una prosperidad en la Iglesia española. Tomado de Llorca, Bernardino, S.J.,
Manual de Historia Eclesiástica, Editorial labor S. A., Barcelona, 1942, p. 58, (=Llorca, Bernardino, S.J.,
Manual de Historia Eclesiástica, p.58).
80
30
El Concilio de Antioquía, del año 341, decía:
“El Obispo tendrá poder sobre los bienes de la Iglesia, a fin de hacer la distribución
a los indigentes con bastante prudencia y en el temor de Dios. Él tomará su parte
según sus necesidades y también los hermanos que gozan de su hospitalidad, de
modo que no les falte, según lo que dice el Apóstol: Teniendo con qué
alimentarnos y vestirnos, nos contentamos.81 Si no se contenta con eso y se sirve
de los bienes para sus asuntos personales (…) rendirá cuenta ante el Concilio de
la provincia”.82
En muchas ocasiones los bienes eclesiásticos eran robados y “algunos
obispos fueron acusados de haber dejado menoscabarse los bienes de su Iglesia
por negligencia, o por falta de inteligencia. Esta fue una nueva razón que impulsó
a los Padres del Concilio de Calcedonia83 a disponer que cada Obispo escogiese
de entre sus clérigos un Ecónomo para encomendarle la administración de los
bienes de la Iglesia”.84 De este modo, la administración de los bienes de la Iglesia
se encomendó a un Ecónomo, el cual era elegido por mayoría de votos del clero.
Los concilios galos, celebrados entre los siglos V y VI, fueron sumamente
claros y fuertes en sus planteamientos respecto al uso de los bienes patrimoniales
de la Iglesia: “el que retenga los dones hechos a la Iglesia debe ser excomulgado
y considerado como un verdadero asesino de los pobres: necator pauperum.85
El Concilio de Trento,86 reviste una capital importancia en la historia de la
Iglesia.
Sin embargo su preocupación se centró en la formación del clero, la
81
Cfr. 1Tim 6, 8.
Canon 25 – Mansi II, 1320 – 1321, tomado de Luis González -Carvajal Santabárbara, Los dineros de la
Iglesia ante el evangelio, consultado el 16 de diciembre de 2011.
83
El Concilio de Calcedonia fue un Concilio ecuménico que tuvo lugar en octubre del año 451. Tomado de
Llorca, Bernardino, S.J., Manual de Historia Eclesiástica, p.199.
84
Voz Ecónomo, Bergier, en Diccionario de Teología 2, consultado el 14 de junio de 2011.
85
Mansi 6, 8 y 9, tomado de González, Luis-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el evangelio,
consultado el 16 de diciembre de 2011.
86
Decimonoveno Concilio ecuménico de la Iglesia católica, apostólica, romana, que tuvo lugar, a lo largo de
tres etapas, entre 1545 y 1563. Convocado con la intención de responder a la Reforma protestante, supuso
una reorientación general de la Iglesia y definió con precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del
82
31
clarificación de la doctrina sobre los sacramentos, los principales dogmas y hacer
frente a la reforma protestante encabezada por Lutero. Este concilio estableció
normas para asegurar a la Iglesia un clero con una moral más elevada y más
instruido, prohibiendo el matrimonio de los sacerdotes, el acumular beneficios,
imponiendo la obligación de residencia para obispos y curas, creando seminarios
para la formación de sacerdotes, entre otras medidas.87 Sin embargo, no se
pronunció sobre la administración de los bienes patrimoniales de la Iglesia.88
1.4 En el Código de 1917
La sexta parte del CIC/17 se inicia con “un principio de derecho público,
compendiando múltiples documentos de la Sede Apostólica, la cual en diversas
ocasiones hubo de intervenir para condenar falsas doctrinas y defender la
verdadera”.89 Este principio aparece claramente establecido en el can. 1495 el
cual formula dos afirmaciones fundamentales. Por un lado, la Iglesia Católica, la
Sede Apostólica, las Iglesias Particulares y las demás personas morales,90 tienen
derecho de adquirir, retener y administrar bienes temporales; y por otro, este
derecho les compete no por un título adventicio, sino por voluntad expresa de
Jesucristo, siendo por lo mismo independiente de cualquier potestad civil,91 “pues
Concilio, confirmados por el Papa Pío IV el 26 de enero de 1564, fijaron los modelos de fe y las prácticas de
la Iglesia hasta mediados del siglo XX. Uno de los temas más candentes del momento, y que era cuestionado
fuertemente por los protestantes era la autoridad del papa, pero no fue tocado en este concilio, tomado de
http://html.rincondelvago.com/concilio-de-trento_1.html, consultado el 5 de septiembre de 2011.
87
Cfr. Concilio de Trento, tomado de http://es.wikipedia.org/wiki/Concilio_de_Trento, consultado el 16 de
junio de 2011.
88
A esta conclusión se llega después haber repasado el Concilio de Trento, título a título, y no haber
encontrado ninguno que se refiera a la administración de los bienes eclesiásticos.
89
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, BAC, Madrid 1964, p. 143, (=Comentarios al Código de
Derecho Canónico III, p. 143).
90
Cfr. CIC/17, can. 100 §1 La Iglesia católica y la Sede Apostólica tienen la condición de persona moral por la
misma ordenación divina; las demás personas morales inferiores la adquieren en la Iglesia, ya por
prescripción del derecho, ya por concesión especial del Superior eclesiástico competente, dada por decreto
formal para un fin religioso o caritativo.
91
CIC/17, can. 1495 §1 La Iglesia católica y la Sede Apostólica, libre e independientemente de la potestad
civil, tienen derecho innato de adquirir, retener y administrar bienes temporales para el logro de sus propios
32
toda sociedad humana perfecta tiene derecho a los medios necesarios para la
consecución de su fin”.92
El can. 1495 §1, afirma que ese derecho libre e
independiente a los bienes lo ejerce la Iglesia ab fines sibi proprios prosequendos.
Por tanto, si la Iglesia tiene la finalidad mayor de buscar la “santificación de los
hombres en esta vida y la salvación eterna de los mismos en la otra”,93 entonces
los bienes patrimoniales deben ser usados como medios que le permiten a la
Iglesia avanzar desde los fines próximos hasta el fin mayor de la salvación de las
almas.94 Este derecho lo tiene “no por reconocimiento externo, sino como un
derecho perfecto, verdadero, evidente e indiscutible”.95 Por su parte, el can. 1496
estableció una triple finalidad para los bienes de la Iglesia, sin la cual sus
miembros no podrían alcanzar su fin sobrenatural. Establecía como finalidad la
realización adecuada del culto divino, sustentación honesta de los clérigos y
demás ministros, y otros fines que le son propios.96
Como dato aclaratorio, el CIC/17 presenta una conceptualización de los
bienes y los clasifica en: eclesiásticos, sagrados y preciosos.
Los bienes
eclesiásticos son los pertenecientes a la Iglesia Universal o a cualquiera de las
otras personas morales en la Iglesia; los bienes sagrados son los que han sido
consagrados al culto divino mediante la consagración o la bendición; y los bienes
fines. § 2 También las iglesias particulares y demás personas morales tienen derecho, a tenor de los
sagrados cánones, de adquirir, retener y administrar bienes temporales.
92
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 144.
93
J. Ferreres, Intituciones canónicas, I, n. 32; cfr. G. Vromant, De bonis ecclesiae, n. 1, 2, en Garceranth
Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el
punto de vista canónico y del magisterio, p. 13, (=Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y
enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio,
p. 13).
94
Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos
religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p.13.
95
Cfr. J. Campos, Legislación y jurisprudencia canónica, III, 412; J. Ferreres, Instituciones canónicas, I, 16 – 18;
A. Cance – M. Arquer, El Código de Derecho Canónico, I, 927; G. Vromant, De bonis ecclesiae, nn. 1 – 13, 1 –
20; J. Abbo – J. Hannan, The sacred canons, II, 704 – 707; Ch. Augustine, A commentary, VI, 549 – 554; en
Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos
religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p.12.
96
CIC/17, can. 1496 Tiene así mismo la Iglesia derecho, independiente de la potestad civil, a exigir de los
fieles lo que sea necesario, para el culto divino, para la honesta sustentación de los clérigos y demás
ministros y para los otros fines propios de ella.
33
preciosos, aquellos con un valor notable por el arte, la historia o la materia.97 De
aquí se desprende que los bienes patrimoniales de los clérigos, como personas
físicas, no caen bajo la denominación de bienes eclesiásticos.
El Código Pío
benedictino precisó los modos que tiene la Iglesia para adquirir bienes,98 el sujeto
de dominio de dichos bienes y la autoridad bajo la cual los sujetos de dominio
deben ejercer tal derecho.99
Sobre la administración de los bienes eclesiásticos, el Código del 17
comienza señalando que el Romano Pontífice es el Supremo administrador y
dispensador,100 “pero estos no le pertenecen como a dueño y señor”. 101 A él le
compete
“exigir a todas las personas morales eclesiásticas que en la adquisición, posesión
y administración de sus bienes observen las normas establecidas en el derecho
común o en el particular, si alguna disposición dictare la Santa Sede para alguna
región o determinadas entidades”.102
Ya hablando del Ordinario, el can. 1519103 emplea el vocablo “vigilar” y no el
de “administrar”, lo que lleva a algunos autores a afirmar que al Ordinario local no
le corresponde la administración de los bienes, sino sólo la supervisión sobre los
97
CIC/17, can. 1497 §1 Los bines temporales, ya sean corporales, tanto inmuebles como muebles, ya
incorporales, que pertenecen bien sea a la Iglesia universal y a la Sede Apostólica, bien a otra persona moral
en la Iglesia, son bienes eclesiásticos. §2 Se llaman sagrados los que han sido destinados al culto divino
mediante la consagración o la bendición; preciosos, aquellos que tienen un valor notable por razón del arte
o de la historia o de la materia.
98
CIC/17, can. 1499 §1 Puede la Iglesia adquirir bienes temporales por todos los modos justos de derecho
natural o positivo que a otros les están permitidos.
99
CIC/17, can. 1499 §2 El dominio de los bienes pertenece, bajo la suprema autoridad de la Sede Apostólica,
a la persona moral que legítimamente los haya adquirido.
100
Cfr. CIC/17, can. 1518 El Romano Pontífice es el supremo administrador y dispensador de todos los bienes
eclesiásticos.
101
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164.
102
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164.
103
§1 Al Ordinario local pertenece vigilar diligentemente sobre la administración de todos los bienes
eclesiásticos que se hallan en su territorio y no estuvieren sustraídos de su jurisdicción, salvas las
prescripciones legítimas que le concedan más amplios derechos. §2 Teniendo en cuenta los derechos, y las
legítimas costumbres y circunstancias, procurarán los Ordinarios regular todo lo concerniente a la
administración de los bienes eclesiásticos, dando las oportunas instrucciones particulares dentro del marco
del derecho común.
34
administradores inmediatos.
Sin embargo, si se toman en cuenta los amplios
poderes que le confiere al Obispo el can. 335 §1104 y la forma como se expresa el
can. 1520 §§1 y 3105, no queda más que reconocer que al Ordinario local le
compete verdadera administración de los bienes eclesiásticos.106
El CIC/17 estableció el Consejo diocesano de administración con la misión
de “ayudar al Ordinario en la administración de los bienes”.107 Se establece la
conveniencia de que los miembros de este Consejo sean peritos en materia
civil.108
Además se prohíbe que los parientes próximos del Ordinario sean
miembros del Consejo para evitar sospechas de que administren los bienes
eclesiásticos en beneficio propio y para que puedan dar su voto con entera
libertad. Los consejeros tienen voto decisivo en los asuntos a que se refieren los
cann. 1532 §3 y 1539 §2.109
No es suficiente con el Consejo diocesano de administración para atender
los bienes de cada una de las personas morales eclesiásticas existentes en la
Diócesis.
Por este motivo es conveniente que cada una de ellas tenga su
administrador particular.110
104
Compete a los Obispos el derecho y el deber de gobernar la Diócesis, así en las casas espirituales como en
las temporales, con potestad legislativa, judicial y coactiva, que han de ejercer en conformidad con los
sagrados cánones.
105
§1 Para el exacto cumplimiento de este deber, todo Ordinario establecerá en su ciudad episcopal un
Consejo, compuesto del presidente, que es el propio Ordinario, y de dos o más varones idóneos, en cuanto
sea posible peritos también en Derecho civil, los cuales han de ser elegidos por el mismo Ordinario, oído el
Cabildo, a menos que por derecho o por costumbre peculiar estuviera legítimamente provisto de otra forma
equivalente. §3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de oír al
Consejo de administración; pero los vocales de éste sólo tienen voto consultivo, a no ser que por derecho
común, en casos especialmente expresados, o por ley fundacional se exija el consentimiento de los mismos.
106
Cfr. Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164.
107
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 165.
108
Cfr. can. 1508 La Iglesia acepta para los bienes eclesiásticos la prescripción como un modo de adquirir
algún derecho o de librarse de alguna carga, según está en la legislación civil de la respectiva nación, salvo lo
que ordenen los cánones siguientes. Can. 1529 Lo que el derecho civil establece en el territorio acerca de
los contratos en general o en especial, tanto nominados como innominados, y sobre la extinción de las
obligaciones, se debe observar, por mandato del derecho canónico, en materia eclesiástica con idénticos
efectos, siempre que no vaya contra el derecho divino ni disponga otra cosa el derecho canónico.
109
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 165.
110
Cfr. CIC/17, can. 1521§1 Además de este consejo diocesano de administración, debe el Ordinario local,
para administrar los bienes pertenecientes a alguna Iglesia o lugar piadoso que por el derecho o por las
35
Es de notar que los cann. 1183 §1111 y 1525 §1,112 posibilitan la
participación de los laicos en la administración de los bienes eclesiásticos.
Además se establecen las obligaciones de los administradores:113 previas al
cargo,114 durante el cargo;115 en lo referente al justo salario de los obreros;116 en la
rendición de cuentas,117 las licencias necesarias para pleitear,118 los actos de
administración extraordinaria119 y la reparación de daños.120
tablas de fundación no tienen administrador propio, designar varones prudentes, idóneos y de buena fama,
que a los tres años remplazará por otros, de no aconsejar lo contrario las circunstancias locales. Sobre este
tema el can. 415 § 3 3º, señala: Al Cabildo pertenece: Tener cuidado de la Iglesia y administrar sus bienes y
los legados piadosos.
111
Si además hay agregados otros, sean clérigos o seglares, para administrar los bienes de alguna iglesia,
todos ellos forman el Consejo de fábrica de la iglesia juntamente con el administrador eclesiástico de que
habla el can. 1182, o su lugarteniente, que lo presidirán.
112
Reprobada la costumbre contraria, los administradores, tanto eclesiásticos como seglares de cualquier
iglesia, incluso de la catedral, o de lugares piadosos canónicamente erigidos, o de cofradías, están obligados
a rendir todos los años cuentas de su administración al Ordinario del lugar.
113
Comentarios al código de derecho canónico III, pp. 166 – 169.
114
CIC/17, can. 1522 Los administradores de bienes eclesiásticos a que se refiere el can. 1521, antes que
empiecen a desempeñar el cargo: 1º Deben obligarse con juramento ante el Ordinario local o el arcipreste
local o el arcipreste rural a administrar bien y con fidelidad; 2º Se hará un inventario exacto y detallado, que
han de firmar todos, de los bienes inmuebles, de los muebles preciosos y todo lo demás, con la descripción y
precio de los mismos, o se aceptará el inventario anteriormente hecho, anotando las cosas que en el
intermedio hubieran desaparecido o se hubieran adquirido; 3º Una copia de este inventario se guardará en
el archivo de la administración, y la otra, en el archivo de la Curia; y en ambas se ha de consignar cualquier
cambio que el patrimonio experimente.
115
CIC/17, can. 1523 Los administradores de bienes eclesiásticos tienen la obligación de cumplir su oficio con
la diligencia de un buen padre de familia; y, por consiguiente, deben: 1º Velar para que de ningún modo
perezcan o sufran algún daño los bienes eclesiásticos que le han sido confiados; 2º observar las
prescripciones del derecho, tanto canónico como civil, o las que hayan impuesto el fundador o el donante o
la legítima autoridad; 3º cobrar a sus debido tiempo y con diligencia las rentas y productos, y una vez
cobrados, guardarlos en lugar seguro y emplearlos según la mente del fundador o según las leyes o normas
establecidas; 4º el dinero de la Iglesia que sobre de los gastos y puede colocarse útilmente, emplearlo en
beneficio de la misma iglesia con el consentimiento del Ordinario; 5º tener bien ordenados los libros de
ingresos y de gastos; 6º disponer en debida forma los documentos e instrumentos que acreditan los
derechos de la iglesia sobre los bienes, guardándolos en el archivo o en un armario conveniente y adecuado
de la misma; y dónde pueda cómodamente hacerse, se depositarán copias auténticas de ellos en el archivo o
armario de la Curia.
116
CIC/17, can. 1524 Todos, y en especial los clérigos, los religiosos y los administradores de bienes
eclesiásticos, en los contratos de trabajo deben asignar a los obreros un salario decoroso y justo; han de
procurar que los mismos dediquen a la piedad el conveniente espacio de tiempo; no deben distraerlos en
modo alguno atender el cuidado de su casa y familia y del amor al ahorro, ni imponerles trabajos superiores
a sus fuerzas o de tal naturaleza que desdigan de su edad y sexo.
117
CIC/17, can. 1525 §1 Reprobada la costumbre contraria, los administradores, tanto eclesiásticos como
seglares de cualquier iglesia, incluso de la catedral, o de lugares piadosos canónicamente, o de cofradías,
están obligados a rendir todos los años cuentas de su administración al Ordinario del lugar. §2 Si por
derecho particular tienen que rendir cuentas a otros designados al efecto, en ese caso se admitirá también,
36
1.5 En el Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II no promulgó ningún documento sobre esta materia,
pero la misma aparece en casi todos ellos. Francesco Grazian lo señala
apuntando que “il tema dei beni temporali della Chiesa e della loro
amministrazione non é certamente una delle preocupazioni piu importante del
Concilio”.121
Esto se descubre fácilmente cuando se repasan las actas del
Concilio y aparecen muy pocos señalamientos sobre la materia. Más adelante, el
mismo autor recuerda que “tra i contributi piú rilevanti in –questa- materia va
ricordata l’affermazione dell’importanza della corretta destinazione dei beni
posseduti dalla Chiesa, e dalla necessitá della comunione e comunicazione dei
beni”.122
Siempre será necesario recordar que “las realidades terrenas y espirituales
están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia usa los medios
temporales en cuanto su propia misión lo exige”.123 Pero aún los usa sin poner en
ellos, ni en la autoridad civil, su esperanza. Más bien renunciará al ejercicio de
ciertos derechos legítimamente adquiridos, si llegase a constatar que su uso
juntamente con ellos, al Ordinario del lugar o a su delegado, de tal forma que la aprobación de las mismas,
hecha de otro modo, de nada les sirve a los administradores.
118
CIC/17, can. 1526 No entablarán los administradores ni contestarán ningún pleito en nombre de la Iglesia
sin haber obtenido la licencia del Ordinario local dada por escrito, o por lo menos, si el caso urge, del
arcipreste rural, que inmediatamente debe dar cuenta al Ordinario de la licencia concedida.
119
CIC/17, can. 1527 §1 Son inválidos los actos de los administradores que excedan los límites y el modo de
la administración ordinaria, si no hubieran obtenido de antemano facultad, por escrito, del Ordinario local.
§2 La Iglesia no está obligada a responder de los contratos celebrados por sus administradores sin licencia
del Superior competente, a no ser cuando y en la medida que haya reportado beneficio de tales contratos.
120
CIC/17, can. 1528 Aunque por título de beneficio u oficio eclesiástico no tengan obligación de
administrar, deben restituir los administradores que, habiendo expresa o tácitamente aceptado el cargo, lo
abandonan luego por su voluntad en circunstancias tales que de ello se origine perjuicio a la iglesia.
121
Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, Editrice
Pontificia Universitá Gregoriana, Tesi Gregoriana, 2002, p. 167, (=Grazian, Francesco, La nozione di
amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p.167).
122
Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p.167.
123
GS 76.
37
puede hacer dudar de la sinceridad de su testimonio, o nuevas circunstancias
exigen otras disposiciones.124
Los Obispos, como legítimos sucesores de los Apóstoles, y llenos del celo
por la salvación de las almas,
“han de cuidar con todas sus fuerzas que los fieles sostengan e impulsen con
entusiasmo las obras de evangelización y apostolado… Además, en el uso de los
bienes eclesiásticos, no deben olvidar que hay que tener en cuenta también las
necesidades no sólo de sus diócesis, sino también de las otras iglesias
particulares”.125
Como se ve claramente, CD 6 insta a los Obispos a que animen a la
feligresía a sostener con sus bienes las obras de apostolado.
Pero resulta
llamativa la invitación que les hace a satisfacer no sólo las necesidades de sus
propias diócesis, sino a ser solidarios con las otras iglesias particulares.
En todo tiempo se ha reconocido la necesidad que la Iglesia tiene de dinero
para poder cumplir con sus fines. Esto lo apunta claramente PO17,126 decreto
conciliar que además señala que los fines de los bienes de la Iglesia son la
ordenación del culto divino, la honesta sustentación del clero y las obras de
124
Cfr. GS 76.
Concilio Ecuménico Vaticano II, decreto Christus dominus, sobre la función pastoral de los obispos en la
Iglesia 6, (=CD 6). La introducción que nos presenta la edición de la BAC de 1993, señala que este decreto
fue promulgado el 28 de octubre de 1965, en AAS 4.5, 564 – 584, y entró en vigor el 29 de junio de 1966.
Fue avalado por el voto prácticamente unánime de los Padres conciliares: 2319 votos a favor, 2 en contra y 1
nulo. Agrega, además, que se elaboraron siete proyectos de decreto, partiendo de las sugerencias recibidas
de todo el Episcopado y de los demás órganos de consulta (Acta et Documenta Concilio Oecumenico
Vaticano II apparando, Series II [Preparatoria], vol.3, pars 1 [Typis pol. vaticanis 1969], 277 – 351.
126
El tema sobre el sacerdocio apareció desde que se dieron los primeros pasos del Concilio. Los primeros
tanteos sobre lo que llegaría a ser el Decreto sobre la vida y ministerio de los presbíteros se dieron en el
otoño de 1961, cuando la comisión “De disciplina cleri et populi christiani” elaboró tres proyectos que fueron
propuestos a estudio. El 3 de diciembre de 1962, la misma comisión determinó que fueran reducidos a sólo
dos proyectos. Se llegó a un nuevo texto, De clericis, el cual recibió 464 enmiendas. Con todas las
enmiendas recibidas se llegó a un nuevo texto llamado De sacerdotibus. Fueron largas sesiones que llevó a
los Padres conciliares la elaboración del documento Presbyterorum Ordinis (Acta Synodalia, volumen IV, pars
VI, p. 345 – 388). El 28 de mayo de 1965 recibió el beneplácito de Pablo VI.
125
38
apostolado y caridad.127 Este mismo numeral recuerda a los presbíteros que los
bienes temporales deben ser usados según la voluntad de Dios, que es necesario
dejar de lado todo cuanto obstaculiza el cumplimiento de la misión, que el mismo
Señor es “su porción y su herencia”, y que hay que apreciar los bienes creados
como dones de Dios, pero que, aunque ellos –los presbíteros- viven en el mundo,
no son del mundo, según la sentencia del mismo Jesús.128 Además agrega un
párrafo que debe tomarse en cuenta por su elocuencia y su profundidad:
“Disfrutando, pues, del mundo como si no disfrutasen,129 llegarán a la libertad de
los que, libres de toda preocupación desordenada, se hacen dóciles para oír la voz
divina en la vida ordinaria. De esta libertad y docilidad emana la discreción
espiritual con que se halla la recta postura frente al mundo y a los bienes terrenos.
Postura de gran importancia para los presbíteros, porque la misión de la Iglesia se
desarrolla en medio del mundo, y porque los bienes creados son enteramente
necesarios para el provecho personal del hombre”.130
De este modo, PO 17 señala que los bienes temporales sólo deben
utilizarse para los fines a los que pueden ser destinados, según la doctrina de la
Iglesia y del modo prescrito por la misma.
Se señala claramente el vínculo
permanente entre el derecho que tiene la Iglesia a poseer bienes y los fines para
los cuales se poseen. Además, éstos deben ser administrados por los sacerdotes
con
la
ayuda,
en la
medida
de
lo posible,
de
seglares.
Así
los
sacerdotes, “teniendo el corazón despegado de las riquezas, han de evitar
siempre toda clase de ambición y abstenerse cuidadosamente de toda especie de
comercio”.
Este numeral culmina con la invitación a los presbíteros y a los
Obispos a abrazar voluntariamente la pobreza para asemejarse más claramente a
127
Cfr. Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros 17,
en AAS 58 (1966), pp. 991 – 1024, (=PO 17).
128
Cfr. Jn 17, 14 – 16.
129
Cfr. 1Cor 7, 31.
130
PO 17.
39
Cristo, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.131
Además de evitar en sus cosas y en sus casas todo tipo de ostentación que
pudiera alejar de alguna manera a los pobres.
El Concilio señaló algunos fines de forma muy especial, como es el socorrer
a los pobres.132 Esta es una de las misiones de la Iglesia más resaltadas y, al
mismo tiempo, más específicas de la Iglesia en general133 y, en particular de los
Institutos de Vida Consagrada. A éstos les señala que no basta con someterse a
los Superiores en el uso de los bienes temporales, sino que deben ser “pobres en
la realidad y en el espíritu, teniendo sus tesoros en el cielo”.134 El párrafo 5º de PC
13 indica que:
“Teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar, los mismos Institutos
esfuércense en dar testimonio colectivo de pobreza y contribuyan gustosamente
con sus bienes a las demás necesidades de la Iglesia y al sustento de los pobres,
a quienes todos los religiosos deben amar en las entrañas de Cristo. Las
Provincias y las Casas de los Institutos compartan entre sí los bienes materiales,
de forma que las que más tengan presten ayuda a las que padecen necesidad”.
131
Concilio Vaticano II, decreto Perfectae caritatis, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, en AAS
58(1966) 702 – 712, 13 (=PC 13).
132
Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, en AAS 58
(1966), pp. 837 – 864: “Así como la Santa Iglesia, en sus comienzos, uniendo el ágape a la cena eucarística,
se manifestaba toda ella unida a Cristo por el vínculo del amor, así, en todo tiempo, se hace reconocer por
este signo del amor y, sin dejar de alegrarse por las iniciativas de los demás, reivindica las obras de caridad
como un deber y un derecho suyos, de los que no puede prescindir”, 8, (=AA 8). La Introducción a este
decreto que presenta la edición de la BAC de 1993 nos recuerda que el Concilio “aspiraba a promover una
expansión del conjunto de la vida y de la acción de la Iglesia y, muy particularmente, a impulsar la incidencia
del Evangelio sobre el mundo y sobre la cultura… La evolución de la vida de la Iglesia fue poniendo en
evidencia el valor cristiano de la condición y misión laicales. -Se buscaba entonces- subrayar la importancia
de la vocación laical y situarla en el contexto de una eclesiología y una teología espiritual renovadas (cfr.
Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II apparando, Series I, Appendix voluminis II, pars I, pp.
753 – 794; Series I, vol. IV)”. La comisión encargada de tratar el apostolado de los laicos fue creada por Juan
XXIII el 4 de junio de 1960. El decreto estuvo terminado en abril de 1963 (Acta Synodalia Sacrosancti Concilii
Oecumenici Vaticano II, vol. III, pars IV, pp. 669 – 710). Aun así las revisiones continuaron hasta que se llegó
al texto definitivo (Acta Synodalia, vol. IV, pars VI, pp. 12 – 130). La aprobación solemne por parte del papa
Pablo VI se dio el 18 de noviembre de 1965 y se procedió a su promulgación (Acta Synodalia, vol. IV, pars VI,
pp. 596, 609 – 688).
133
GS 90.
134
PC 13.
40
Como vemos, a los religiosos se les urge lo mismo que a los Obispos a ser
solidarios con las demás casas o provincias que pasan necesidad. Además se les
recuerda la necesidad de vivir en la pobreza dando testimonio del Cristo pobre,
que amó preferencialmente a los pobres, a los cuales deben amar “en las entrañas
de Cristo”.135
Cuando se presentó la sugerencia de que se especificaran detalladamente
los fines de los bienes de la Iglesia, el coetus redactor respondió que “todos los
otros fines que pueden añadirse no son sino una explicitación de los fines que
vienen comprendidos bajo la fórmula más general de opera sacri, apostolatus et
caritas”.136
Sobre la administración de los bienes eclesiásticos, el Concilio se expresa
especialmente en PO 17, lo cual viene recogido en el can. 1254 §2.
Las
puntualizaciones que allí se presentan no sólo ofrecen
“un orientamento alle singole persone giuridiche nella valutazione precisa e
coerente dei fini che perseguono, ma ricordano che i beni non possono mai
diventare il fine dell’amministrazione, ma, viceversa, vanno custoditi, migliorati, ma
soprattutto necesariamente usati per tali fini”.137
Lo que se presenta es una valoración precisa y coherente de los fines que
persigue la persona jurídica, además le recuerda a la misma que los bienes no
pueden convertirse nunca en el fin de la administración; por el contrario, éstos han
de ser usados para alcanzar los fines de la persona jurídica.
Es importante señalar que el Decreto sobre el apostolado de los laicos,
señala que éstos “ejercen su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el
mundo”.138 Éstos deben cultivar la
135
PC 13.
Schema 1977, c. 2; Comm. 12 (1980) 396-97.
137
Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p. 171.
138
AA 9.
136
41
“«conciencia de pertenecer a la Diócesis», colaborando en todo lo que se les
solicite y esté dentro de sus posibilidades. Están llamados a «sentir la solicitud por
las necesidades del pueblo de Dios disperso por toda la tierra», recordando que
«es un deber y un honor para los cristianos devolver a Dios parte de los bienes
que de él reciben»”.139
En definitiva, según la doctrina del Concilio, los bienes eclesiásticos
contribuyen a que la Iglesia realice sobre la tierra la obra salvadora encomendada
por Jesús.
1.6 En el Código de 1983
1.6.1. Principios generales
El Libro V del actual Código de Derecho Canónico está dedicado
exclusivamente a los bienes temporales de la Iglesia.140
El Código de 1917
presentaba los cánones relativos al derecho patrimonial en el Libro III,
especialmente en la parte V (sobre los beneficios) y la parte VI (sobre los bienes
temporales). Pero este libro incluía, en la primera parte, los sacramentos; en la
segunda, los lugares y tiempos sagrados; en la tercera, el culto divino; y el
magisterio eclesiástico, en la IV parte. Esta mezcla de temas provocó grandes
críticas. En el proceso de elaboración del nuevo Código se estableció que éste
tenía que ser estructurado sobre la base de las tres funciones de la Iglesia.
El Código actual ha querido subrayar la función pastoral y salvífica, así
como la necesidad de bienes temporales para poder cumplir su misión. De este
modo, en cuanto al derecho patrimonial, se ha tomado en cuenta, tanto las
exigencias de justicia, como la necesidad de la eficacia económica, pero sin
olvidar la finalidad de la Iglesia.
En esta nueva codificación se hace énfasis en
139
Cfr. AA 10.
CIC/83, Libro V, De los bienes temporales de la Iglesia, cann. 1254 – 1310.
140
42
principios como el de la intercomunicación de bienes creando masas comunes, la
subsidiariedad, el carácter público de los patrimonios eclesiásticos, el respeto a la
voluntad del donante, entre otros.
1.6.2. Derecho a la adquisición de bienes
Adquisición significa la asunción en titularidad de bienes temporales. Todas
las personas jurídicas eclesiásticas pueden adquirir el derecho de dominio sobre
los bienes temporales como cualquier otro sujeto de derecho. El can. 1254 §1
establece: “Por derecho nativo, e independientemente de la potestad civil, la
Iglesia Católica puede adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales
para alcanzar sus propios fines”.141
Este parágrafo reafirma la necesidad y el
derecho de la Iglesia a poseer bienes temporales.
El texto es muy enfático al
señalar que este derecho es independiente de la potestad civil. Es un derecho
originario y un instrumento necesario para que la Iglesia pueda alcanzar sus fines.
Ella es plenamente libre y autónoma en materia económica.
El derecho natural
establece la legitimidad de la propiedad privada por parte de la Iglesia; el derecho
divino positivo asegura que Jesús instituyó a su Iglesia como una sociedad
perfecta; es decir, independiente y suficiente; y el derecho positivo muestra cómo
el ordenamiento canónico y el jurídico internacional reconocen a la Iglesia como
una persona jurídica.142 A este punto es necesario precisar que:
“El sujeto de este derecho nativo es la Iglesia Católica, que lo ejerce por sí misma
y mediante la Santa Sede y las demás personas jurídicas canónicas, como lo
establece el can. 1255. Su contenido jurídico es el que corresponde a los bienes
141
Esta afirmación es tomada del can. 1495 §1 del Código de 1917 La Iglesia católica y la Sede Apostólica,
libre e independientemente de la potestad civil, tiene derecho innato de adquirir, retener y administrar
bienes temporales para el logro de sus propios fines.
142
Derecho natural es aquella ordenación esencial a la naturaleza que se pone como principio constitutivo y
natural en el obrar humano. El derecho divino positivo "pertenece a la esencia de la Iglesia, que nos ha dado
la Revelación, y expresa la voluntad de su Fundador"; el derecho positivo es el conjunto de leyes escritas en
ámbito territorial, que abarca toda la creación jurídica del Legislador, tanto del pasado como la vigente,
recogida en forma de Ley.
43
temporales propiamente dichos que tengan legítimo titular canónico, así como los
actos y negocios jurídicos establecidos por el Derecho, entre los cuales menciona
el canon comentado los de adquirir, retener, administrar y enajenar”.143
Una de las características de este derecho es su concepción unitaria, y esto
es compatible con la variedad de personas jurídicas eclesiásticas que son titulares
de derechos reales. Esto es claramente establecido en el ya mencionado can.
1255, el cual señala como titulares de este derecho a la Iglesia universal, la Sede
Apostólica, las Iglesias particulares y cualquier otra persona jurídica, pública o
privada. Los bienes eclesiásticos tienen, en su mayoría, una persona jurídica
como titular. De este modo se asegura que el bien sea realmente destinado al fin
concreto para el que lo donó (el fiel). No sería lógico, y sí una injusticia, que un
bien donado a una persona jurídica de la Iglesia, tuviera como titular a otra
persona distinta.
Sin embargo, la diversidad de titulares del patrimonio
eclesiástico no quita que se le dé un tratamiento unitario. En esta línea, el can.
1256 subraya: “El dominio144 de los bienes corresponde bajo la autoridad suprema
del Romano Pontífice, a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente”.
Aquí se habla de un dominio directo de la persona jurídica concreta, y de un
dominio indirecto del Romano Pontífice.
El can. 282 §1 señala que “los clérigos han de vivir con sencillez, y
abstenerse de todo aquello que parezca vanidad”. El oficio pastoral nunca deberá
ser ocasión de enriquecimiento personal o familiar. Los clérigos deben usar los
bienes sólo para los fines a los que pueden ser destinados, de acuerdo con las
enseñanzas del Señor y del ordenamiento de la Iglesia en esta materia. Hay que
recordar siempre la invitación que hace el Concilio a los clérigos a abrazar la
pobreza voluntaria, para conformarse de manera más evidente a Cristo y poder
143
López Alarcón, Mariano, Comentario al Canon 1254, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, Vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 42, (=López Alarcón, Mariano, Comentario al
Canon 1254, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p.42).
144
Con el término dominio se puede entender la propiedad del bien, pero también cualquier otro derecho
sobre el mismo. En cambio, el término propiedad tiene un sentido más restringido, que excluye esos otros
derechos parciales. Tomado del comentario al can. 1256, en Código de Derecho Canónico, p. 560.
44
desempeñar mejor su ministerio, ya que ésta les proporciona una mayor
libertad.145
El fundamento del derecho patrimonial canónico hay que buscarlo en la
eclesiología.
La Iglesia es comunidad de fe, de esperanza y de amor, pero
también es un organismo visible; está constituida por un elemento humano y otro
divino;146 se sirve de bienes temporales en cuanto su misión lo exige.147 En este
sentido podemos afirmar que “la disponibilidad de bienes temporales se justifica,
por tanto, en la medida en que son necesarios para el cumplimiento de los fines
eclesiales; y esa medida constituye a la vez,…, un límite de este derecho”.148 Es
muy claro entonces que la Iglesia no debe pretender bienes más allá de sus
necesidades. Es decir, no se buscan los bienes por sí mismos, sino como un
medio para el cumplimiento de la misión, por lo que el acumular bienes se
convierte en injusticia.
1.6.3. Modos de adquisición de los bienes
La forma de la Iglesia de gestionar sus propios recursos debe servir de
testimonio en un mundo en el que la economía se convierte con frecuencia en un
absoluto que pervierte las relaciones humanas. Desde el principio hay que señalar
que no todos los modos de obtención de bienes son lícitos.
La Iglesia y las personas jurídicas en ella, tienen que ser muy finas a la
hora de adquirir su patrimonio.
La Iglesia puede adquirir bienes temporales
utilizando todos los medios justos, sean de derecho natural o positivo, que estén
145
Cfr. PO 17.
Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática "Lumen Gentium" sobre la Iglesia, 58; AAS 57
(1965), 5 – 75, (=LG 8).
147
Cfr. GS 76.
148
Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, Eunsa, Pamplona 2007, p. 30, (=Schouppe, Jean
Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 30).
146
45
permitidos a otras personas.149 Ella no vive de privilegios, sino que utiliza los
mismos modos normales y justos que tienen las instituciones para adquirir sus
bienes. Aquí es clara la remisión a la legislación civil, de tal modo que los modos
justos de adquisición de bienes, utilizados por la Iglesia, estén contemplados allá.
La Iglesia tiene también el derecho originario de pedir a los fieles todo lo
que necesita para la prosecución de sus fines.150 A este derecho corresponde el
derecho/deber de los fieles de contribuir a las necesidades de la Iglesia 151 con las
subvenciones requeridas y según las normas de la Conferencia Episcopal.152
La
Iglesia siempre va a preferir las ayudas voluntarias, aunque sean pedidas, sobre
las obligadas por tributo. De allí que las colectas sean el medio ordinario de ayuda
de los fieles. Pero como consecuencia del deber de los fieles de aportar bienes a
la Iglesia,153 “el Obispo diocesano tiene el derecho de imponer un tributo
moderado a las personas jurídicas públicas sujetas a su jurisdicción”.154
Este es
un tributo ordinario, o sea permanente. Debe ser, como señala el mismo canon,
proporcional a sus ingresos, y sólo se impondrá habiendo escuchado al Consejo
diocesano de asuntos económicos y al Consejo presbiteral. “Es importante que el
Obispo dicte el decreto que impone el tributo, para ajustar su actuación a la
legalidad”,155 recordando siempre que este decreto puede ser objeto de recurso y
que será inválido si los dos consejos señalados, en el can. 1263, no son oídos.
Los modos de la Iglesia para adquirir los bienes han sido clasificados de
muchas maneras.
Aquí se seguirá a Federico Aznar Gil156 en una serie de
elencos que él presenta. La primera es la clasificación de Coccopalmerio:
149
can. 1259 La Iglesia puede adquirir bienes temporales por todos los modos justos, de derecho natural o
positivo, que estén permitidos a otros.
150
Can. 1260.
151
Cfr. cann. 222 §1; 1261.
152
Cfr. can. 1262.
153
Cfr. can. 222, §1.
154
can. 1263.
155
Medina Perdomo, Álvaro; Córdoba Ruiz, Ana María, El reglamento jurídico de los bienes en la Iglesia,
Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Derecho Canónico, Bogotá, p. 69, (=Medina Perdomo, Álvaro;
Córdoba Ruiz, Ana María, El reglamento jurídico de los bienes en la Iglesia, p. 69).
156
Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, pp. 133 - 137.
46

A título de liberalidad: Aquí se ubican las donaciones, disposiciones
testamentarias (heredad o legado), fundaciones.

A título de adquisición onerosa: Se tienen la compraventa y la permuta.

A título de tributo: Los impuestos y tasas.

A título de oblación: Las colectas y limosnas.

A título de prescripción adquisitiva o usucapión.

Otros títulos: Rentas de los bienes patrimoniales, división o extinción de
una persona jurídica, intervención del Estado o de otros entes públicos o
privados.
Por su parte, de A. Mostaza,157 Aznar Gil, recoge la siguiente clasificación
de los modos que tiene la Iglesia para adquirir los bienes patrimoniales que
necesita:

Tributos: Impuestos, tasas y aranceles.

Libre oblación: Oblaciones espontáneas, colectas o cuestaciones.

Otros: Prescripción, modificación de una persona jurídica eclesiástica.
Si se toma en cuenta los cann. 1259 y 1260, se distinguen tres modos que
son presentados por Federico Aznar Gil de la siguiente manera:

Modos de derecho natural: Estos proceden del mismo derecho natural y
para apropiarse de ellos hay que atender a su regulación en el
ordenamiento civil.158 Aquí cabe mencionar la ocupación o aprehensión
de una cosa corporal que no tiene dueño con el ánimo de hacerla suya;
la accesión, la cual es la adquisición del dominio por la anexión de una
cosa a los bienes propios; el contrato realizado a través del
consentimiento de dos o más personas, naturalmente apto para
157
Mostaza, Antonio, Derecho Patrimonial, en Nuevo Derecho Canónico, Manual universitario, BAC, Madrid
1983, pp. 434 – 442.
158
Cfr. can. 1290.
47
transferir el ius in rem; y el testamento o la legítima voluntad de la
persona física de dejar sus bienes a disposición de la Iglesia, después
de su muerte. En este caso han de observarse las normas establecidas
en el can. 1299.

Modos de derecho civil: Estos modos proceden del derecho civil y son
canonizados por la Iglesia en el can. 1290.
Aquí se incluye la
ocupación, la ley, la donación, la sucesión testada e intestada, los
contratos, la prescripción, entre otros.

Modos de derecho canónico: La Iglesia tiene algunos modos que le son
muy propios. Además de los establecidos por el Obispo diocesano 159 y
la Conferencia Episcopal,160 se señalan los siguientes: Las oblaciones
de los fieles,161 bien sean espontáneas,162 bien sean entregadas a
petición
de
especiales164
la
y
competente
autoridad
cuestaciones165);
los
(colectas
tributos
comunes,163
o
ordinarios
o
extraordinarios,166 pudiendo ser los ordinarios innominados o generales
y específicos, tales como el tributo para el seminario;167 las tasas
percibidas por los diferentes actos de la potestad ejecutiva graciosa y
por la ejecución de los rescriptos de la Sede Apostólica;168 las
oblaciones entregadas con ocasión de la administración de los
sacramentos y sacramentales;169 y las modificaciones realizadas en una
159
Cfr. can. 1261 §2.
Cfr. can. 1262.
161
Cfr. can. 1261.
162
Cfr. can. 1267.
163
Cfr. can. 1262.
164
Cfr. can. 1266.
165
Cfr. can. 1265.
166
Cfr. can. 1263.
167
Cfr. can. 264.
168
Cfr. can. 1264 1º.
169
Cfr. can. 1264 2º.
160
48
persona jurídica eclesiástica, tales como la unión,170 la división171 y la
extinción.172
1.6.4. Deber y derecho de los fieles
En distintos momentos se han mencionado ya los cann. 222, 1260, 1261 y
1262, en los cuales se señala el deber/derecho de los fieles de sustentar a la
Iglesia con sus bienes. El can. 222 §1 dice taxativamente que “Los fieles tienen el
deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo
necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el
conveniente sustento de los ministros”. Este canon, en su §2, agrega que los
fieles deben contribuir al establecimiento y promoción de la justicia social, así
como ayudar a los pobres y necesitados.
Mientras tanto, el 1260 agrega que “la
Iglesia tiene el derecho nativo de exigir de los fieles los bienes que necesita para
sus propios fines”. Por su parte, el can. 1261 nos recuerda que así como ayudar
a la Iglesia es un deber de los fieles, también es un derecho que ellos tienen y que
este derecho tiene que ser ejercido en libertad.173 La Iglesia siempre va a preferir,
como ya se ha mencionado, las ayudas voluntarias. Algunas de estas ayudas
serán espontáneas y otras rogadas. En estas últimas, la iniciativa parte de la
Iglesia.
La solicitud puede dirigirse a fieles determinados o de modo
indeterminado a grupos más o menos amplios, siempre teniendo presente las
normas que sobre la materia establezca la Conferencia Episcopal.174
El Concilio Vaticano II ha recordado en distintos documentos la exigencia
de los fieles de ayudar a la Iglesia con sus bienes. Por ejemplo, PO 20 recuerda
170
Cfr. can. 121.
Cfr. can. 122.
172
Cfr. can. 123.
173
Can. 1261 §1 Los fieles tienen libertad para aportar bienes temporales a favor de la Iglesia. §2 El Obispo
diocesano debe advertir a los fieles y urgirles de manera oportuna sobre la obligación de que trata el can.
222 §1.
174
Cfr. can. 1262.
171
49
a los fieles la obligación de procurar que no falten a los presbíteros los medios
para vivir honesta y dignamente;175 además del deber general de todo fiel de
ayudar con sus bienes materiales a las misiones,176 entre otros. Esta obligación
de los fieles de subvenir a la Iglesia con sus bienes surge de la común
responsabilidad de los bautizados en la común misión de la Iglesia.177 Todos los
fieles tienen igual dignidad y participan de la acción común en la edificación del
Cuerpo de Cristo, por lo que nadie debe desentenderse de las necesidades
materiales que lleva consigo el cumplimiento de la misión de la Iglesia.
Es
conveniente aclarar que aun siendo una obligación grave, la falta a ésta no se
presenta como pecado mortal.
La negación de un fiel a cumplir con esta
obligación nunca se constituirá en razón suficiente para que se le nieguen los
sacramentos.
Lo esperado es que los fieles, según su piedad y en libertad,
concedan oblaciones voluntarias en la medida de sus posibilidades.
Son múltiples las formas como los fieles pueden cumplir con su
deber/derecho de subvenir a la Iglesia con sus bienes. Estos modos pueden ir
“desde los donativos (limosnas, aportaciones, disposiciones testamentarias, etc.)
que hagan espontáneamente,178 hasta las prestaciones económicas requeridas
por la autoridad eclesiástica en ciertos casos,179 o los tributos que el Obispo
diocesano tiene derecho a imponer a las personas jurídicas públicas sujetas a su
jurisdicción, e incluso, en caso de grave necesidad, a las demás personas físicas y
jurídicas (can. 1263)”.180
Este deber/derecho puede ser cumplido de modo
175
PO 20 “Por eso, en la medida en que no se hubiera previsto por otra parte a la justa retribución de los
presbíteros, los fieles mismos, como quiera que por su bien trabajan los presbíteros, tienen verdadera
obligación de procurar que se les proporcionen los medios necesarios para llevar una vida honesta y digna.
Los Obispos, por su parte, están obligados a amonestar a los fieles acerca de esta obligación”.
176
Cfr. Concilio Vaticano II, Decretos Ad Gentes, AAS, 58 (1966), pp. 947- 990, (= AG 36 y 38); AA 10c.
177
can. 204 §1 Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo
de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo,
cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la
Iglesia en el mundo.
178
Cfr. can. 1261 §1.
179
Cfr. cann. 1262, 1264.
180
Cenalmor, Daniel, Comentario al Canon 222, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico,
Vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 153.
50
particular, o a través de asociaciones, fundaciones, legados, y otros que los fieles,
siempre guiados por la autoridad de la Iglesia, elijan. Conviene recordar en este
momento que esto no es exclusivo de los laicos, que los párrocos deben dedicarse
con particular diligencia a los pobres181 y que esto incluye la obligación de todos
los clérigos de destinar a las obras de apostolado y caridad todo lo que sobrepase
sus necesidades.182
1.6.5. Finalidad
Es importante comenzar este apartado distinguiendo entre el fin de la
Iglesia –salus animarum-, el cual aparece en el can. 1752 y los fines del
patrimonio eclesiástico que se indican en el can. 1254 §1. Estos últimos deben
estar en acuerdo con el fin de la Iglesia.183
De este modo, los bienes
patrimoniales sólo han de utilizarse como medios para lograr los fines que
corresponden a la misión encomendada por Jesús. La Iglesia no adquiere y
administra sus bienes para obtener la satisfacción y el aprovechamiento de las
necesidades, incluso suntuarias de sus miembros. La Iglesia está sujeta a su
específico fin espiritual el cual es, como ya se ha dicho, la salvación de las almas.
Piero Pellegrino escribe en la revista Ius Canonicum que
“II Diritto della Chiesa, come ha le sue profonde radici in un ordinamento supremo
che non conosce limiti di spazio e di tempo… cosí ha il suo fine supremo in un
bene oltremondano che non ha l´eguale, assoluto, inmutabile, insostituibile: la
salvezza eterna delle anime”.184
La doctrina del Concilio Vaticano II, hablando sobre los fines de los bienes
de la Iglesia, se expresa en dos niveles: “sia in generale, a riguardo delle cose
181
Cfr. can. 529 §1.
Cfr. can. 282 §2.
183
Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los fines del patrimonio eclesiástico, en es.catholic.net, 4 de junio de 2011.
184
Pellegrino, Piero, La salus animarum, en Revista Ius Canonicum, enero – junio 2004, vol. XLIV, N° 87,
tomado de: P. Fedele, Discurso generale su l´ordinamento canonico, Roma 1974, p. 30.
182
51
temporali in quanto create da Dio, sia nel contesto piu specifico dei beni propri
della Chiesa”.185 La doctrina conciliar ha sido recogida claramente en el can. 1254
§2 del actual código cuando señala que “fines propios –de los bienes de la Iglesiason principalmente los siguientes: sostener el culto divino, sustentar honestamente
al clero y demás ministros, y hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad,
sobre todo con los necesitados”. Este canon encuentra su fuente en el Decreto
PO cuando señala que los sacerdotes
“destinarán siempre –los bienes eclesiásticos propiamente dichos- a aquellos fines
para cuya consecución le es lícito a la Iglesia poseer bienes temporales, a saber:
para la ordenación del culto divino, para procurar la honesta sustentación del clero
y para ejercer las obras del sagrado apostolado o de la caridad, señaladamente
con los menesterosos”.186
El uso de bienes materiales en la Iglesia encuentra su justificación en los
fines propios de la misma. Esto se convierte en una llamada a la responsabilidad
de los pastores y de los administradores: los bienes que de una forma u otra
administran, les han sido confiados por los fieles para el cumplimiento de los fines
establecidos.
Ante la triple finalidad de los bienes patrimoniales de la Iglesia, surge el
problema de la posible gradación. Para algunos el fin principal de los bienes
eclesiales es la sustentación del clero y la atención del culto divino. Otros señalan
como fin principal el cuidado de los pobres y la ayuda a los necesitados. Por su
parte, otro gran número de autores señala que el problema es histórico y que está
sujeto a las necesidades de cada época. De este modo, el patrimonio eclesiástico
se convierte en una realidad elástica, que permite ser utilizado donde más se le
necesite. Esto no implica cambio de fines, sino uso de acuerdo a las necesidades
del momento. A continuación se detallan los fines de los bienes de la Iglesia.
185
Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel códice di diritto canonico, p. 167.
PO 17, 3.
186
52
1.6.5.1.
Ordenación del Culto Divino
La Iglesia, en cuanto a su economía, ha oscilado siempre entre dos
extremos tan alejados como San Francisco de Asís, que se casó con la dama
pobreza, y la compraventa de bienes eclesiásticos. En lo referente al culto divino,
también se han enfrentado dos corrientes lideradas por el monasterio cluniacense
y los monasterios cistercienses.
Los primeros son partidarios de templos
suntuosos para resaltar la majestad divina; mientras que los segundos son
partidarios de un culto austero, acorde con la pobreza que el Hijo de Dios quiso
para sí mismo.187 Juan Pablo II escribió que:
“ante los casos no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos
y a los objetos preciosos del culto divino; al contrario, podía ser obligatorio
enajenar los adornos superfluos de los templos y los objetos preciosos del culto
divino para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello”.188
En los primeros tiempos de la Iglesia, ésta utilizaba casas prestadas para
ofrecer el culto divino. A medida que avanzó la evangelización y fue creciendo el
número de fieles, aumentaron las necesidades y una de ellas fue la de templos
con la capacidad suficiente para acoger a la creciente feligresía.
No puede
tampoco la Iglesia esperar que el Estado ponga a su disposición edificios para
ofrecer el culto divino, por lo que se ve obligada a gestionar sus propios lugares de
culto.
El ordenamiento del culto divino “incluye la construcción y conservación de
los templos, la suficiente dotación de accesorios de los edificios sagrados y de sus
pertenencias, así como los cementerios, en los que se pueda ofrecer también el
culto en sufragio por los difuntos”.189 Además hay que mencionar la organización
187
González, Luis-Carvajal Santabárbara, en Revista Id y Evangelizar, tomado de solidaridad.net, 24 de
febrero de 2011.
188
Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei Socialis 31, Roma, 30 de diciembre de 1987, en AAS 80 (1987),
513 – 586, (=SRS, 31).
189
Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 32.
53
y financiación de las ceremonias y demás actos de culto, los ornamentos y vasos
sagrados.
1.6.5.2.
Sustentación del Clero
Son dos corrientes de pensamiento las que han coexistido a lo largo de la
historia referente a este tema. Por un lado están los partidarios del trabajo civil por
parte del clero para que gane su propio sustento; y por otro, los que insisten en
que los clérigos se dediquen de modo exclusivo al trabajo ministerial. Bernabé
trabajaba para sustentarse en los viajes apostólicos;190 Pablo sabía que el que
anuncia el Evangelio tiene derecho a vivir de él,191 pero renuncia a este derecho
para poner de manifiesto su total desinterés económico en el ministerio de la
predicación.
San Juan Crisóstomo, que apostaba por la pobreza del
evangelizador, se lamentó por la falta de testimonio de los evangelizadores, en
cuanto a la capacidad para sufrir por el anuncio del Evangelio diciendo:
“los apóstoles recorrieron el mundo, pasaron hambre y sed, trabajaron con sus
manos; pero hoy, -pregunta el boca de oro- ¿quién de nosotros pasa hambre
alguna vez por causa de la Palabra de Dios?; ¿quiénes de nuestros maestros
viven del trabajo de sus manos y predican gratuitamente para no poner obstáculos
al Evangelio?”.192
Sustentar al clero no es un fin autónomo. Es más un medio que un fin.
Éste tiene sentido si se pone en relación con los otros dos fines. El clero está para
que se puedan realizar el culto a Dios y las obras de apostolado y caridad. En
este punto es importante recordar que el fin último de la Iglesia es la salus
190
Cfr. 1Cor 9, 4 – 18.
Cfr. 1Cor 9, 9 – 14.
192
San Juan Crisóstomo, en 1Cor., homilía 7, 4 – PG 61,52, en Pérez Aguirre, Luis, La Iglesia increíble, Trilce,
Montevideo 1993, p. 57.
191
54
animarum.193 Esta finalidad única se puede desdoblar en otras, y entre ellas cabe
el culto a Dios y el ejercicio de la obras de apostolado y caridad.
Este fin del patrimonio eclesiástico “comprenderá alimentos, medios de
formación espiritual, cultural, científica, etc.; y esa necesidad de sustentación
podrá también extenderse, si es el caso, a los laicos que se dedican de modo
estable al servicio de la comunidad eclesial”.194 Este fin no sólo comprende lo
necesario para sobrevivir,
“sino lo suficiente para vivir dignamente. Abarca todo aquello que se requiera para
la formación espiritual, humana y científica del clérigo, teniendo siempre en cuenta
las circunstancias en las cuales viva y la comunidad concreta de fieles en la que
desarrollará su misión pastoral”.195
En esta línea, Mariano López Alarcón, refiriéndose al can. 281, señala que
queda comprendida
en este fin “una retribución conveniente a su condición,
teniendo en cuenta tanto la naturaleza del oficio que desempeña como las
circunstancias de lugar y tiempo, así como la asistencia social en caso de
enfermedad, invalidez o vejez”.196
El Código se fundamenta no sólo en la historia de la Iglesia sino, y sobre
todo, en las afirmaciones del Concilio. Este afirma contundentemente que:
“Los presbíteros, entregados al servicio de Dios en el cumplimiento de la misión
que se les ha confiado, son dignos de recibir la justa remuneración, porque «el
obrero es digno de su salario» (Lc 10, 7), y «el Señor ha ordenado a los que
anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio» (1 Cor 9, 14). Por lo cual, cuando
no se haya provisto de otra forma la justa remuneración de los presbíteros, los
mismos fieles tienen la obligación de cuidar que puedan procurarse los medios
193
can. 1752.
Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 32.
195
Medina Perdomo, Álvaro; Córdoba Ruiz, Ana María, El reglamento jurídico de los bienes en la Iglesia, pp.
21 – 22.
196
López Alarcón, Mariano, Comentario al Canon 1254, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 45.
194
55
necesarios para vivir honesta y dignamente, ya que los presbíteros consagran su
trabajo al bien de los fieles”.197
Pero el decreto PO no se limita a lo antes expuesto sino que insta a los
obispos para que avisen a los fieles sobre la necesidad de sustentar a los
presbíteros que les atienden. También deben –los obispos- establecer los medios
adecuados para que se asegure la honesta y digna sustentación del clero. La
remuneración del presbítero debe corresponder al ministerio que desempeña, a
las circunstancias del lugar, su estado de salud, entre otras cosas. Además se le
debe proveer de tal manera que pueda retribuir a las personas que le asisten y, al
mismo tiempo, tenga la posibilidad del debido esparcimiento y sus vacaciones
merecidas.
1.6.5.3.
Obras de Apostolado y Caridad
Éste, como fin de los bienes patrimoniales de la Iglesia, nos recuerda que la
Iglesia existe para hacer presente a Jesús en medio de la comunidad. Jesús
anunció el Reino con palabras y con gestos. Los bienes patrimoniales se han de
utilizar para que Cristo sea conocido y amado, lo cual se logra a través del anuncio
del Evangelio y de las obras de caridad. Los demás fines –ordenamiento del culto
divino y sustento del clero- van en la misma línea.
El can. 211 señala que
mediante el sagrado apostolado “todos los fieles tienen el deber y el derecho de
trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los
hombres de todo tiempo y del orbe entero” y se llama apostolado a toda la
actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el reino de Cristo en toda la
tierra.198
Cristo dejó el mandamiento del amor: “Os doy un mandamiento nuevo: que
os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también
197
PO 20.
Cfr. AA 2.
198
56
vosotros”.199
La novedad de este mandamiento consiste en que Cristo pone
parámetros a este amor. El cristiano ama con el mismo amor con el que es
amado. Entonces, la caridad es amar como Cristo. Por esto, los miembros de la
Iglesia han dado vida a innumerables obras de caridad. La misión de la Iglesia,
aunque de naturaleza espiritual, abraza también los aspectos temporales de la
vida humana, ya que los planes de Dios para el hombre unen fuertemente el
anuncio del Evangelio con la promoción humana.200 Esto se manifiesta en las
múltiples formas de beneficencia y ayuda a los pobres, a los oprimidos, a los
marginados y a cuantos se encuentran en situación de indigencia y de debilidad, a
quienes la Iglesia mira con amor preferencial.201
Los Apóstoles, además de vigilar sobre la justa distribución de los bienes en
cada una de las Iglesias, organizaban también colectas en favor de las
comunidades más pobres.202 El Obispo debe destinar a otras diócesis más
necesitadas, como también a las obras católicas nacionales o internacionales de
piedad y de asistencia, toda la ayuda que su Diócesis pueda permitirse.203 Por lo
demás, “es conveniente que el clero, desde los años del seminario, sea
oportunamente preparado para vivir la pobreza y la caridad mutua”.204
A manera de síntesis
La Iglesia está en el mundo sin ser del mundo y en el mundo es en donde
debe desarrollar la amplia misión que el Señor Jesús le ha confiado. Esta misión
no podría cumplirse si no se cuenta con bienes materiales. La Iglesia tiene el
199
Jn 13, 34.
Cfr. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Missio 59, en AAS 83 (1991) 249-340, (=RM59).
200
Cfr. SRS 42.
cfr. Hch 11, 29-30; 1 Cor 16, 1-14; 2Cor 9, 2; Rm 15, 26; Ga 2, 10.
203
Cfr. CD 6; PO, 21; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores gregis 45, en AAS 96 (2004)
825-924, (=PGr 45).
204
Congregación para los obispos, Apostolorum Successores, Directorio para el ministerio pastoral de los
obispos200, publicado en AAS 96 (2004) 825-924. (=AS 200).
201
202
57
derecho originario e independiente de la autoridad civil a buscar y administrar los
medios necesarios para alcanzar sus fines. Los modos que la Iglesia puede usar
para obtener los bienes son sólo aquellos que le son lícitos a la sociedad civil; y,
estos bienes materiales tienen que ser utilizados para alcanzar los fines de la
Iglesia: la ordenación del culto divino, el sustento del clero y demás ministros, y las
obras de apostolado y caridad. La amplitud de estos tres fines es tal, que en ellos
cabe cualquier otro fin posible. Los fieles, siendo los destinatarios de la obra de la
Iglesia, están en la obligación de aportar de sus bienes para que ésta pueda
cumplir su misión.
58
CAPÍTULO II
EL PATRIMONIO DIOCESANO Y LOS ADMINISTRADORES
PARTE 1
LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA DIOCESANA
Introducción
Luis Gutiérrez Martín señala que “no es lo mismo hablar de bienes
eclesiásticos en la Diócesis que de patrimonio de la Diócesis”. 205
Los bienes
eclesiásticos son todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia
universal, a la Sede Apostólica o a otras personas jurídicas públicas en la Iglesia,
según nos recuerda el can. 1257 §1. Además este canon señala que estos bienes
se rigen por los cánones y por los propios estatutos. Como los bienes están
afectos a cada persona jurídica pública, y “existiendo en la Iglesia particular
muchas personas jurídicas públicas (Diócesis, parroquias, cabildos, asociaciones,
institutos de vida consagrada, seminario, etc.), cada una de ellas puede ser sujeto
y titular de bienes y todos son eclesiásticos”.206 No importa cuál sea la persona
jurídica, lo importante es recordar que los bienes eclesiásticos poseen los mismos
tres fines que ya se han mencionado en el primer capítulo. Sin embargo, es claro
que aquí se estudiará el tratamiento de los bienes de la persona jurídica llamada
Diócesis y su administración, pues allí se centra la investigación.
En esta primera parte del segundo capítulo se inicia el tratamiento al tema
de los bienes diocesanos, con un breve acercamiento al concepto de Diócesis, lo
cual permite que se entre en el estudio de distintas clasificaciones para esos
bienes, que en definitiva se pueden aplicar a los bienes de cualquier persona.
Importante, en esta parte, es la presentación de la misión de vigilancia que ejerce
el Obispo y los principales criterios que deben guiar la administración de los
bienes diocesanos.
205
Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca,
Salamanca 2004, p.71, (=Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p.71).
206
Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, 71.
60
1.
La Diócesis
La Sección II de la Parte II del segundo Libro del CIC/83, está totalmente
dedicada a “las Iglesias particulares y sus agrupaciones”. El can. 368 señala:
“Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia Católica
una y única, son principalmente las diócesis, a las que, si no se establece otra
cosa, se asimilan la prelatura territorial y la abadía territorial, el vicariato apostólico
y la prefectura apostólica, así como la administración apostólica erigida de manera
estable”.
El Concilio utiliza preferencialmente “la expresión Iglesia Particular sobre el
término Diócesis para resaltar el carácter mistérico y sacramental de la Iglesia
particular frente a una concreta forma jurídica de Iglesia particular como sería la
Diócesis”.207
La Iglesia particular
no nace de la fragmentación de la Iglesia
universal, ni ésta es mero resultado de la suma de las iglesias particulares. La
relación entre ambas es constante porque la Iglesia universal existe y se
manifiesta en las iglesias particulares. Las iglesias particulares “están formadas a
imagen de la Iglesia universal”. Es desde el interior de las diócesis desde donde
el fiel está llamado a vivir plenamente su pertenencia a la Iglesia única y
universal.208 La Diócesis forma parte de la estructura fundamental e irrenunciable
de la constitución de la Iglesia. Ella se forma a partir de una porción del Pueblo de
Dios que tiene su cabeza espiritual en el Obispo diocesano y en él se congrega en
la unidad de Jesucristo con la cooperación del presbiterio.209
El Concilio Vaticano II define a la Diócesis como:
207
Tirapu, Daniel, Iglesia particular y Código de Derecho Canónico, tomado de
http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/4315/3/DANIEL%20TIRAPU.pdf, consultado el 5 de
septiembre de 2011.
208
Cfr. Código de Derecho Canónico, Profesores de Salamanca, comentario al can. 368, BAC, Madrid 1999, p.
216.
209
Cfr. Aymans, Winfriwd, voz Diócesis, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, Herder,
Barcelona 2008, p. 319.
61
“una parte del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente
con la colaboración de su presbiterio. Así, unida a un pastor, que la reúne en el
Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía constituye una Iglesia
particular. En ella está verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo una,
santa, católica y apostólica”.210
Esta definición que presenta el decreto CD es recogida en su totalidad por
el Código. Éste, en su can. 369 presenta a la Diócesis asumiendo estrictamente la
doctrina del Concilio Vaticano II,211 y la define así:
“una porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo
con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada
por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una
Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de
Cristo una, santa, católica y apostólica”.
Cabe señalar que, aun cuando la mayor parte de las diócesis están
circunscritas a un territorio,212 éstas no se definen en función del territorio, sino
como “porción del Pueblo de Dios”. Sin embargo, “toda Diócesis o cualquier otra
Iglesia particular debe dividirse en partes distintas o parroquias”.213 El Obispo
recibirá la colaboración del presbiterio en la conducción de la Diócesis y deberá
dedicarse al pastoreo de la feligresía a él encomendada, esforzándose porque
ningún fiel quede fuera de su celo pastoral.214 El Obispo recibe la autoridad, que
pertenece a la Iglesia, para gobernar a la Iglesia particular que se le encomienda,
del mismo Cristo, mediante el sacramento del Orden.215 Pero esta porción del
210
CD 11.
CD 11.
212
can. 372 § 1 Como regla general, la porción del pueblo de Dios que constituye una diócesis u otra Iglesia
particular debe quedar circunscrita dentro de un territorio determinado, de manera que comprenda a todos
los fieles que habitan en él. § 2. Sin embargo, cuando resulte útil a juicio de la autoridad suprema de la
Iglesia, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, pueden erigirse dentro de un mismo territorio
Iglesias particulares distintas por razón del rito de los fieles o por otra razón semejante.
213
Can. 374.
214
Cfr. CD 11.
215
Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 19.
211
62
Pueblo de Dios, llamada Diócesis, “necesita de una autoridad que le preste el
servicio de dirigirla, de evitar su disgregación, de unirla, de consolidarla, de
capacitarla para la realización de sus fines”.216 El Concilio, en esta línea afirma:
“Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que
les han sido encomendadas, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus
ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad, de la que usan
únicamente para edificar a su grey en la verdad y en la santidad, teniendo en
cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor, y el que ocupa el
primer puesto, como el servidor (cfr. Lc 22, 26-27)”.217
Esto es lo que San Pablo considera como el fin de la autoridad que ha
recibido del Señor: edificar y no destruir.218 El Obispo se convierte en el gran
servidor del pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis que se le ha
encomendado y deberá regirla al estilo de Jesús, Buen Pastor. Una tarea tan
delicada como ésta no es posible imaginar siquiera que pueda ser realizada por
una sola persona, por lo que el Concilio y el Código insisten en que el Obispo ha
de regir su Diócesis con la cooperación del presbiterio y, en la medida de lo
posible, de los laicos. Las personas e instituciones de ayuda al Obispo diocesano
están comprendidas, generalmente, en la Curia diocesana, la cual
“es el conjunto de instituciones y personas que, colaborando más de cerca con el
Obispo, le ayudan en el ejercicio de su potestad de régimen, así como también en
la dirección de la acción pastoral, en la administración y en el ejercicio de la
potestad judicial”.219
Todos los oficios de la Curia prestan sus servicios al Obispo en el régimen
de la Diócesis, y haciéndolo, prestan su servicio también a los fieles. El Obispo
tiene libertad para organizar la Curia de acuerdo con sus propios criterios, pero
216
Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 19.
LG 27.
218
Cfr. 2 Cor 13, 10.
219
Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29.
217
63
siempre respetando aquellos oficios y servicios establecidos por la normativa
canónica.220
En el capítulo V se presenta de modo más detallado el concepto de Curia
diocesana, los oficios que la integran y la misión que se le encomienda. Por lo
pronto se señala que el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo
son oficios de la Curia dedicados exclusivamente a la administración de los bienes
diocesanos y que el Obispo tiene la obligación, no sólo de constituirlos, sino de
escucharlos, buscar su consentimiento, dejarse asesorar por ellos.
También
tienen funciones en la administración de los bienes diocesanos, sin ser parte de la
Curia, el Consejo presbiteral y el Colegio de consultores.
2.
Los bienes temporales de la Iglesia diocesana
Todas las tareas de la Iglesia se encuentran orientadas hacia la misión de
evangelizar. Los bienes diocesanos son expresión de la comunión de todos los
creyentes de la Diócesis al servicio de la fraternidad. El compartir dentro de la
comunidad cristiana constituye una concreción básica y esencial del mandato
evangélico. Lo mismo que los bienes de la Iglesia universal, los bienes de la
Iglesia diocesana constituyen medios al servicio de la misión que realiza la Iglesia,
la cual requiere de esos bienes para el cumplimiento de sus fines.
Por esto la
comunidad cristiana debe permanecer vigilante para que los bienes de que
dispone estén al servicio de su misión, no permitiendo que éstos medios se
conviertan en fines.
La administración financiera de la Diócesis está sujeta a las obligaciones de
transparencia económica, lo cual debe expresarse de muchas maneras, pero
especialmente a través de la presentación de información clara y precisa a los
220
Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29.
64
fieles. Sólo así podrá propiciarse una mayor conciencia de participación y
corresponsabilidad económica.
2.1. Distintas clasificaciones
La diversidad de elementos que integran el patrimonio de la Diócesis
permite clasificarlo en dos grandes bloques. Aquí se seguirá la manera ofrecida
por Luis Martín Gutiérrez:221
 Bienes inmuebles: son todos los bienes que, por su propia naturaleza,
radican en un lugar: fincas urbanas o rústicas y edificios.
Éstos le
pertenecen a la Diócesis si vienen de herencias, legados, donaciones,
etc., dados a la Diócesis o a la Iglesia, en general, sin un destinatario
concreto. Pero también pertenecen a la Diócesis aquellos que se hayan
inscritos a su nombre, los terrenos que se hayan adquirido con fondos de
la misma e inscritos a su nombre, pero con destino a una Parroquia,
mientras se haga el traspaso formal a nombre de la Parroquia.
 Bienes muebles: se consideran de propiedad de la Diócesis, las obras de
arte, los objetos preciosos, culturales, históricos, exvotos, etc, cuyo titular
es la Diócesis, o se custodian dentro de sus inmuebles sin que haya
constancia de pertenencia a otros; el capital de las fundaciones pías no
autónomas que se ha entregado al Obispo para que cumpla las cargas
correspondientes;222 el capital de las fundaciones pías entregado al
Obispo para que cumpla con los fines de la fundación; el resultado de las
tasas o aranceles por los actos de la potestad administrativa o judicial
ejercidos en la Curia diocesana; las herencias, legados, donaciones, en
metálico o en títulos, destinados a la Diócesis y entregados a la
administración diocesana; el dinero procedente de las aportaciones,
contribuciones o tributos de parroquias, personas jurídicas, o fieles
221
Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 72.
Cfr. can. 1307.
222
65
cuando se les ha asignado la administración diocesana, las colectas que
se establezcan con destino a los fondos diocesanos; las cantidades
provenientes del fondo común diocesano, si éste existe dentro de la
Conferencia Episcopal; las rentas del patrimonio diocesano.
Al observar esta clasificación que presenta Gutiérrez Martín, queda aún
más clara la obligatoriedad de la instauración de los organismos de ayuda al
Obispo diocesano en la administración de los bienes. También es claro que cada
uno de los elementos mencionados por este autor, se desmenuza en múltiples
posibilidades. Por eso, en las diócesis o en las circunscripciones eclesiásticas
equiparadas, para el tratamiento de los bienes patrimoniales, está prevista la
existencia de dos organismos para que ayuden al Obispo en esta tarea, los
cuales, como ya hemos señalado reiteradamente, son el Consejo de asuntos
económicos y el Ecónomo.
El mismo autor presenta otra clasificación en la que deben caber todos los
bienes, tanto muebles como inmuebles.223 En esta ocasión son tres apartados
donde intenta incluir la totalidad de los bienes de la Diócesis. Estos son:
 Bienes del patrimonio estable: estos pueden definirse como el patrimonio
constituido para que se conserve y una vez conservado, su uso o sus
rentas sean dirigidos a sus fines propios. Este patrimonio se forma por
designación legítima, bien porque así se establece por ley canónica, bien
por disposición del Obispo. El patrimonio estable de la Diócesis está
constituido por aquellos bienes inmuebles que cumplen alguna de las
siguientes condiciones:
o Su naturaleza exige que sean conservados,
o fueron legados o donados con el expreso fin de ser conservados en
manos de la Iglesia,
223
Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, pp. 73 - 75.
66
o se han adquirido con capital perteneciente al patrimonio estable y
o es capital en metálico o en valores resultante de la enajenación de
un bien mueble o inmueble que pertenecía al patrimonio estable.
También forman parte del patrimonio estable de la Diócesis aquellos bienes
muebles que tienen un carácter histórico, cultural, artístico, precioso o de devoción
de los fieles; y los títulos y valores fijos, depósitos de capital, con cuyos réditos se
ha de atender una finalidad concreta.
 Patrimonio de obligada disposición: este patrimonio está constituido por
bienes temporales dados a la administración diocesana o al Obispo, para
que se empleen en una determinada finalidad señalada por el donante.
Aquí entran las causas pías por actos inter vivos o mortis causa. Estos
bienes no pertenecen al patrimonio estable de la Diócesis pues no son
sus réditos, sino el mismo capital el que ha de utilizarse en determinados
fines.
 Patrimonio de libre disposición: no siempre es fácil discernir si un bien
pertenece al patrimonio estable o es de libre disposición. Para discernir
esta situación, ayudan los siguientes criterios:
o Se presume, si no consta lo contrario, que los bienes inmuebles
pertenecen al patrimonio estable.
o Si los bienes inmuebles proceden de legados o donaciones en los
que no se indica nada al respecto, se presume que pertenecen al
patrimonio de libre disposición.
o Se presume que pertenecen al patrimonio estable los bienes
artísticos, culturales, preciosos, exvotos.
o Los títulos, valores, cuentas a plazo fijo, pueden pertenecer al
patrimonio
estable
si
corresponden
al
capital
estable
de
fundaciones, becas y otros entes cuyas rentas han de emplearse en
sus fines.
Pero si son formas de colocación del capital libre,
pertenecen al patrimonio de libre disposición.
67
El patrimonio de libre disposición se forma de las aportaciones de los fieles;
de las herencias, legados y donaciones hechas al obispado; de los tributos
impuestos a las personas jurídicas sometidas a la jurisdicción del Obispo; de las
colectas especiales que el Obispo imponga; del tributo moderado de carácter
ordinario o extraordinario que el Obispo puede imponer a todas las personas
físicas o jurídicas; de los ingresos de actividades de carácter diocesano; de los
réditos del capital de libre disposición.
2.2. Función de vigilancia de parte del Obispo
Como representante de todos los negocios jurídicos de la Iglesia
diocesana,224 corresponde al Obispo la organización de todo lo relacionado con la
administración de los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e
indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y sirviéndose de
las eventuales orientaciones y subsidios de la Conferencia Episcopal.225 Además
le corresponde estar atento para que no se introduzcan abusos en la
administración de los bienes y “vigilar diligentemente la administración de todos
los bienes pertenecientes a las personas jurídicas públicas que le están
sujetas”.226 Escuchado el Consejo diocesano de asuntos económicos tiene que
establecer, mediante decreto, cuáles actos exceden los límites y las modalidades
de la administración ordinaria.227 También le corresponde enajenar, con el
consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos y del Colegio de
consultores, los bienes que por su valor están entre la cantidad mínima y la
máxima establecida por la Conferencia Episcopal. Para la enajenación de los
224
Cfr. can. 393.
Cfr. can. 1276 §2.
226
can. 1276 §1.
227
Administración ordinaria: actos que no modifican sustancialmente el patrimonio ni por disminución ni por
aumento excepcional; administración extraordinaria: actos con que se dispone del patrimonio excediendo
los límites y las modalidades de la simple administración y por tanto se tiene un aumento o una disminución
del patrimonio. En Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 564.
225
68
bienes cuyo valor excede la cantidad máxima, de un exvoto o de objetos preciosos
de valor artístico o histórico, se requiere igualmente el permiso de la Santa
Sede.228 Al Obispo también le corresponde “intervenir en caso de negligencia del
administrador”.229 Los cann. 1300 y 1301 señalan como parte de la vigilancia del
Obispo sobre la administración de los bienes el dar ejecución a las donaciones y
disposiciones de las causas pías por actos inter vivos o mortis causa. Tiene la
misión de cumplir y hacer cumplir la voluntad del donante. Es importante recordar
que
“en la administración de los bienes, supuesta siempre la observancia de la justicia,
el Obispo debe ocuparse en primer lugar de las necesidades del culto, de la caridad,
del apostolado y del sostenimiento del clero, subordinando a ellas cualquier otra
finalidad”.230
A tenor de los cann. 391, 393 y 1279, el Obispo diocesano es
simultáneamente, el administrador de los bienes diocesanos y el representante
oficial de la Diócesis. Él debe ocuparse personalmente de los medios económicos
necesarios para el servicio pastoral, contando siempre con la ayuda de los
órganos administrativos establecidos por el Derecho. Esta administración de los
bienes es una exigencia de su oficio. El Obispo es el representante legal de la
Diócesis y todos los demás órganos de administración sujetos a él participan de su
autoridad y le ayudan.
Sin embargo, su potestad administrativa en materia
económica, no es ilimitada. Hay licencias, consentimientos o pareceres de otros
órganos que deben ser atendidos por él. Por ejemplo, a la hora de enajenar
válidamente bienes que por asignación legítima constituyen el patrimonio estable
de una persona jurídica pública231 o para realizar alguna transacción de la que
pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de esa persona.232 En este
caso, aun sabiendo que las Conferencias Episcopales no tienen competencias de
228
Cfr. cann. 392 § 2; 1281 §§ 1 y 2; 1292 §§ 1 y 2.
can. 1279 §1.
230
AS 188.
231
Cfr. can. 1291.
232
Cfr. can. 1295.
229
69
control en la gestión económica de la Diócesis, es necesario tener presente los
criterios cuantitativos establecidos por la Conferencia Episcopal competente. Por
no ser este tema fundamental en esta exposición, sólo enunciamos los parámetros
a tomar en cuenta:
 Si el valor de los bienes que se pretende enajenar es inferior a la suma
mínima, no hay ningún control canónico.
 Cuando son bienes diocesanos, si el valor se haya entre la suma mínima
y la máxima, la autoridad competente para otorgar las respectivas
licencias es el Obispo diocesano, con el consentimiento del Consejo de
asuntos económicos y del Colegio de consultores. Si se trata de una
persona jurídica pública sujeta al Obispo diocesano, se exige, además, el
consentimiento de los posibles interesados.233 Para personas jurídicas
no sujetas al Obispo diocesano, la autoridad competente la determinan
los propios estatutos.
 Si el valor excede la suma máxima, o se trata de la enajenación de
exvotos donados a la Iglesia o de objetos preciosos por razones artística
o históricas, se prevé un control reforzado: es necesaria, para la validez,
además de lo anterior, la licencia de la Santa Sede.234
En todos estos casos se hace necesario, para la licitud, que se demuestre
la causa justa, se presente la tasación escrita hecha por peritos y se observen las
eventuales cautelas prescritas por la legítima autoridad para evitar daños a la
Iglesia.235
Los actos de administración de bienes que sean de mayor importancia,236
exigen que el Obispo diocesano escuche, para su validez, al Consejo de asuntos
económicos y al Colegio de consultores. El can. 1278 concede facultad al Obispo
233
Cfr. can. 1300.
Cfr. Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, pp. 191-193.
235
Cfr. can. 1293.
236
Cfr. can. 1277.
234
70
diocesano para delegar al Ecónomo las funciones que él tiene a tenor de los cann.
1276 § 1 y 1279 § 2. Se trata de la potestad de vigilancia que posee el Obispo
diocesano sobre las personas jurídicas sujetas a él. Esta vigilancia debe darse
con diligencia. Esta dirección superior incluye la obligación de rendir cuentas.237
El Obispo tiene el derecho/deber de intervenir, como ya se señaló, en caso de
negligencia del administrador238 y tomar medidas para ordenar la administración
de los bienes en su conjunto, dando incluso instrucciones especiales dentro de los
límites del derecho universal y particular.239
Los obispos tienen el deber de
enseñar a sus fieles sobre la finalidad de los bienes: “Muéstrenles además que,
según el designio de Dios Creador, las mismas cosas terrenas y las instituciones
humanas, se ordenan también a la salvación de los hombres, y, por ende, pueden
contribuir no poco a la edificación del Cuerpo de Cristo”.240
2.3. Principales criterios que deben guiar la administración de los
bienes diocesanos
Este aspecto es presentado con suma claridad por el Directorio AS 189.
Éste muestra los criterios que deben guiar al Obispo diocesano en la
administración de los bienes patrimoniales. Estos son los siguientes:
 La administración de los bienes diocesanos se confiará a personas
honestas y competentes, de manera que sea ejemplo de trasparencia
para las demás instituciones eclesiásticas.241
 A través del Consejo presbiteral, el Obispo debe hacer partícipe al clero
diocesano de las decisiones importantes que se tomen en materia
237
Cfr. cann.1776 §1 y 319 §1.
Cfr. can. 1279.
239
Cfr.can. 1276 §2.
240
CD 12.
241
Cfr. PGr 45; AS 189.
238
71
económica, y pedir su parecer.242 Del mismo modo, es oportuno que la
comunidad diocesana esté al corriente de la situación económica de la
Diócesis. Por lo tanto, a menos que la prudencia exija otra cosa, el
Obispo mandará publicar los informes económicos al final de cada año y
cuando se concluya cada obra diocesana. De este mismo modo deben
proceder las parroquias y otras instituciones, bajo la vigilancia del
Obispo.243
 “El criterio ascético, que, según el espíritu evangélico, exige que los
discípulos de Cristo usen del mundo como si no lo usaran244 debiendo
por lo tanto ser moderados y desinteresados, confiar en la divina
providencia y ser generosos con los necesitados, conservando siempre
el vínculo del amor”.245
 Los bienes han de ser usados como instrumento al servicio de la
evangelización y la catequesis.246
 El criterio del buen padre de familia247 el cual es el modo diligente y
responsable de conducir la administración.
Como expresiones
específicas de este criterio, el Obispo:
o Asegurará la propiedad de los bienes eclesiásticos en modo
civilmente válido y hará cumplir las disposiciones canónicas y
civiles, o aquellas impuestas por el fundador, el donante o la
legítima autoridad. Además, vigilará para que no se produzca daño
a la Iglesia por el incumplimiento de la ley civil;248
242
Cfr. CIC/83, can. 500 §2.
Cfr. AS 189.
244
Cfr. 1Cor 7, 31.
245
AS 189.
246
AS 189.
247
Cfr. Can.1284 §1.
248
Cfr. can. 1284 §2, 2º y 3º.
243
72
o al confiar los trabajos observará y hará cumplir con cuidado las
leyes civiles sobre el trabajo y la vida social, teniendo en cuenta los
principios de la Iglesia;249
o hará observar lo establecido por el derecho civil en lo relativo a los
contratos250 y a las disposiciones mortis causa en favor de la
Iglesia;251
o deberá conocer y hacer observar las decisiones de la Conferencia
Episcopal sobre los actos de administración extraordinaria252 y las
condiciones para la cesión y arrendamiento de los bienes
eclesiásticos;253
o inculcará en los pastores y en los custodios de los bienes un fuerte
sentido de responsabilidad para su conservación, de tal modo que
empleen todas las medidas de seguridad para evitar los robos;254
o promoverá la realización y actualización de los inventarios, también
fotográficos, en los cuales estén claramente enumerados y
descritos los bienes inmuebles o muebles preciosos o de valor
cultural.255
A manera de síntesis
Los bienes de la Iglesia son medios puestos al servicio de la misión
evangelizadora.
El Obispo, responsable de todos los negocios jurídicos de la
Diócesis, tiene una función de vigilancia sobre los bienes diocesanos y sobre los
bienes de las demás personas jurídicas sujetas a su jurisdicción. La Iglesia tiene
claramente establecidos los criterios que deben guiar la administración de los
249
Cfr. can. 1286 1º.
Cfr. can. 1290.
251
Cfr. can. 1299 §2.
252
Cfr. can. 1277.
253
Cfr. cann.1292 §1 y 1297.
254
Cfr. can. 1220 §2.
255
Cfr. can. 1283 2º.
250
73
bienes diocesanos y éstos deben ser respetados en todo momento para asegurar
la eficacia de la administración. Precisamente la segunda parte de este capítulo
nos ha de mostrar a los encargados de la administración y la función de cada uno.
Lo que sigue ayudará mucho a evitar choques entre los distintos administradores,
ya que aun cuando el Romano Pontífice es el Administrador supremo, los bienes
pertenecen a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente.
74
PARTE 2
GESTORES DE LA ADMINISTRACIÓN DE BIENES ECLESIÁSTICOS
Introducción
Esta segunda parte del Capítulo II es sumamente concreta. En ella se
centra el interés en la figura de los administradores de los bienes eclesiásticos.
Se analizará la potestad del Romano Pontífice, como administrador supremo; la
del Obispo diocesano, en sus funciones de vigilancia y administrador intermedio; y
al Ecónomo, como administrador inmediato. Para llegar a esta presentación se
necesitará de una amplia introducción que prepara al lector para la comprensión
del tema. Ésta introducción se inicia con el concepto de bienes eclesiásticos y el
de administración.
El concepto de bienes eclesiásticos es utilizado por el Código para delimitar
el estatuto de los bienes de las personas públicas.256 El can. 1257 señala:
§ 1 Todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia universal, a la Sede
Apostólica o a otras personas jurídicas públicas en la Iglesia, son bienes
eclesiásticos, y se rigen por los cánones que siguen, así como por los propios
estatutos.
§ 2 Los bienes temporales de una persona jurídica privada se rigen por sus
estatutos propios, y no por estos cánones, si no se indica expresamente otra cosa.
Aznar Gil, comentando este canon recuerda que las personas jurídicas
eclesiásticas pueden ser públicas o privadas: la diferencia radica en que las
256
Cfr. Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los bienes eclesiásticos en el Derecho de la Iglesia, tomado de
http://www.iuscanonicum.org, , consultado el 6 de septiembre de 2011, (=Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los
bienes eclesiásticos en el Derecho de la Iglesia, consultado el 6 de septiembre de 2011).
75
primeras actúan en nombre de la Iglesia, no así las segundas.257
Resalta,
además, que este canon determina el régimen que regula los bienes temporales
de ambas clases de personas jurídicas.258 Siendo así,
“para los bienes eclesiásticos rigen en primer lugar los cánones del Código de
Derecho Canónico, y de modo supletorio el estatuto de la propia persona jurídica.
Mientras que en el caso de los bienes que no son eclesiásticos -a veces llamados
bienes laicales- rige en primer lugar el estatuto de la persona jurídica, mientras que
las prescripciones del Código rigen si se indica expresamente en el propio
Código”.259
Esta es una de las grandes confusiones que se encuentran a diario. Es
muy frecuente encontrarse con conflictos de intereses por este tema, pues son
muchas las personas jurídicas que quieren actuar en nombre de la Iglesia –lo que
es propio de las personas jurídicas públicas-, pero administrando sus bienes sin
sujetarse a lo establecido en los cánones. También resulta sumamente importante
recordar que cuando en Derecho patrimonial, el Código utiliza el nombre de
Iglesia, está designando “no sólo a la Iglesia Universal, o la Sede Apostólica, sino
también cualquier persona pública en la Iglesia, a no ser que conste otra cosa por
el contexto o por la naturaleza misma del asunto”.260
Una de las tareas más delicadas de la Iglesia que peregrina en este mundo
es la administración de los bienes, lo cual debe realizarse recordando en todo
momento su finalidad última. “Se entiende por administración de bienes
eclesiásticos cualquier acto que lleva consigo una modificación del patrimonio:
257
Can. 116 §1Son personas jurídicas públicas las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad
eclesiástica competente para que, dentro de los límites que se les señalan, cumplan en nombre de la Iglesia,
a tenor de las prescripciones del derecho, la misión que se les confía mirando al bien público; las demás
personas jurídicas son privadas.
258
Aznar Gil, Federico, comentario al can. 1257, en Código de Derecho Canónico, BAC, décimo quinta edición,
Madrid 1999, p. 651.
259
Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los bienes eclesiásticos en el derecho de la Iglesia, consultado el 6 de
septiembre de 2011.
260
Can. 1258.
76
pérdida, aumento, disminución aunque sea transitoria”.261 “El verbo administrar
tiene en la Iglesia un sentido más amplio que en el ordenamiento jurídico del
Estado”.262 A. Mostaza dice que
“por administrar, en Derecho Canónico, se entiende no sólo el conjunto de actos
encaminados a la conservación y mejora del patrimonio eclesiástico, a la
producción y empleo de sus frutos y rentas, sino también de aquellos otros
mediante los cuales se modifica dicho patrimonio estable, con la pérdida o
disminución de los mismos”.263
En esa misma línea, Cristian Begus señala:
Tradizionalmente si afferma che per amministrazione si debbano intendere tutti
quegli atti relativi al patrimonio di una persona giuridica attraverso cui: 1) i beni
acquistati si conservano; 2) si fanno fruttificare i benni stessi e si migliorano,
aumentando i loro frutti e producendo reddito in misura maggiore; 3) si impiegano i
beni e le rendite in modo da utilizzarli a servicio di cose o persone per la
realizzazione del fine che ci si pone.264
El mismo Cristian Begus afirma que la administración en sentido estricto, se
distingue de la adquisición y de la enajenación de los bienes, y que estos dos
actos administrativos entran en la administración en sentido amplio.265 Podemos
afirmar que una buena administración consiste en la conservación de los bienes
adquiridos y en procurar que produzcan sus frutos.266 Los administradores, antes
de comenzar a ejercer su función, deben prometer solemnemente, mediante
juramento, que administrarán bien y fielmente. Este juramento es signo de la
261
Díaz Moreno, J. M., en voz Administración de los bienes eclesiásticos, en Corral Salvador, Carlos y Urteaga
Embil, José M., Diccionario de Derecho Canónico, Tecnos, Pontificia Universidad de Comillas, Madrid 1989, p.
37, (=Díaz Moreno, J. M., en voz Administración de los bienes eclesiásticos, 37).
262
Díaz Moreno, J.M., en voz Administración de los bienes eclesiásticos, p. 37.
263
A. Mostaza, en voz Administración de los bienes eclesiásticos, en Corral Salvador, Carlos y Urteaga Embil,
José M., Diccionario de Derecho Canónico, Tecnos, Pontificia Universidad de Comillas, Madrid 1989, p. 37.
264
Diritto patrimoniale canonico, Lateran University Press, Cittá del Vaticano, 2007, pp. 151 – 152.
265
Cfr. Diritto patrimoniale canonico, Lateran University Press, p. 152.
266
Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 564.
77
seriedad con que debe realizarse cuanto se refiera a la administración de
bienes.267
El CIC/83 indica que toda persona jurídica pública de la Iglesia Católica ha
de tener un administrador de sus bienes. El can. 1279 así lo presenta:
§1 La administración de los bienes eclesiásticos corresponde a quien de manera
inmediata rige la persona a quien pertenecen esos bienes, si no determinan otra
cosa el derecho particular, los estatutos o una costumbre legítima, y quedando a
salvo el derecho del Ordinario a intervenir en caso de negligencia del
administrador.
§2 Para la administración de los bienes de una persona jurídica pública que no
tenga administradores propios por disposición del derecho, por escritura de
fundación, o por sus estatutos, el Ordinario a quien está sujeta designará por un
trienio a personas idóneas; este nombramiento es renovable.
Este canon determina a quién corresponde la administración inmediata de
los bienes eclesiásticos. Queda resuelto el tema de la posible colisión de normas:
la administración de los bienes corresponde a quien de manera inmediata rige la
persona a quien pertenecen esos bienes. Esto, si no determinan otra cosa el
derecho particular, los estatutos o una costumbre legítima. A pesar de la variedad
de fuentes de designación del administrador, lo más frecuente es que sea el
mismo Código el que determine el administrador de las personas jurídicas
públicas.268
Para
evitar que una persona jurídica pública carezca de
administrador, el §2 señala que faltando el administrador propio, el Ordinario, a
quien está sujeta, designará a personas idóneas para un trienio renovable. “Este
es el administrador dativo, que se nombra a falta de tutor legal, fundacional o
estatutario”.269 José Piñero, comentando el can. 1279, señala que con frecuencia
267
Cfr. can. 1283.
Dos ejemplos muy claros de esto son los cann. 393 y 532 para las parroquias y las Diócesis
respectivamente.
269
Comentario al can. 1279, en Código de Derecho Canónico, Legislación complementaria de los países
hispanoamericanos, CELAM, 2ª edición, Colombia 2006, p. 821.
268
78
se confunden las ideas.
Dice que “cuando una institución tiene nombrado un
Ecónomo, en rigor no es él el que dirige la administración de los bienes, sino la
autoridad que rige esa institución”.270
El mismo Ordinario tiene, además, el
derecho de intervenir, como se ha señalado anteriormente, en caso de negligencia
del administrador.271
El padre Ismael Arturo Garceranth presenta ampliamente, en su tesis
doctoral,272 el tema que ahora nos ocupa. Nos dice que los administradores son
personas físicas investidas de facultad para ello; pero que, como representantes,
actúan, no en lugar de, sino en nombre de la persona moral que representan. La
administración no necesariamente se realiza de modo directo. Esta es una forma,
pero también se puede y, en ocasiones se debe, hacer a través de otros. Es por
esto que hablamos del administrador supremo, del intermedio y del inferior.
1.
El Sumo Pontífice: Administrador Supremo
Al hablar de la administración de los bienes eclesiásticos, se pensaría que
hay dos principios contradictorios entre sí: por un lado el supremo administrador
de todos los bienes eclesiásticos es el Romano Pontífice; pero, por el otro, se
afirma que la administración de los bienes corresponde a quien rige la persona
jurídica a quien pertenecen esos bienes.273 El can. 1273 señala que “en virtud de
su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador y distribuidor
supremo de todos los bienes eclesiásticos”. Los bienes son de la persona jurídica
que los ha adquirido legítimamente, pero permanecen bajo la autoridad del
Romano Pontífice, que en virtud de la primacía de gobierno, es el supremo
270
Piñero, José, comentario al can. 1279, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición, Valencia
1993.
271
Can. 1279.
272
Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos
religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, pp. 41 – 51.
273
Cfr. Cann. 1273 y 1279 §1.
79
administrador y distribuidor de todos los bienes eclesiásticos.274
Durante los
trabajos preparatorios del CIC/83 “algunos revisores consideraron que la cláusula
sub suprema auctoritate Romani Pontificis debía ser abolida, pero la propuesta no
fue aceptada.275 Igual situación se dio con el can. 1273 cuando se intentó abolir la
expresión vi primatus iurisdictionis, lo que tampoco fue acogido.276
cambió fue la palabra iurisdictionis por regiminis.
Lo que sí
En todo caso, en la
administración de los bienes eclesiásticos, se ratifica el primatus iurisdictionis y la
plenitudo potestatis del Romano Pontífice.277 Según el can. 1256,278 el dominio
que ejerce el Romano Pontífice sobre los bienes eclesiásticos es de modo
indirecto. Esto es así, “no porque no pueda ejercerlo directamente, sino porque
normalmente deja su ejercicio a la persona jurídica que tiene el dominio directo”.279
Como administrador supremo, el Romano Pontífice, da normas; supervisa
los actos extraordinarios; es informado cada cinco años por los Obispos en la
visita ad limina280 y por los superiores generales en sus relaciones quinquenales,
de la marcha de sus respectivas administraciones.
Como distribuidor tiene la
misión de unificar la gran diversidad de patrimonios que supone la abundancia de
titularidades: dispone transferencias entre algunas de ellas y, en casos
274
Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El Derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 565.
Comm. 12 (1980) 397-398. El motivo para la abolición de esta cláusula era: “quia hic canon tribuit
dominium bonorum personis iuridicis et non apparet ratio mentionis supremae auctoritatis pontificis in hoc
contextu”, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de
institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p.216.
276
Comm. 5 (1973) 97. La razón presentada para suprimir dicha expresión era: “eiusdem igitur est legibus
generalibus administrationem bonorum ecclesiasticorum moderari et graviores causas suo iudicio reservare”,
en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos
religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p. 216.
277
Cfr. P. Fedele, Lezioni di diritto patrimoniale, 9; F. Salerno, I beni temporali della Chiesa, 122 – 128; C.
Begus, Diritto patrimoniale canonico, 160 – 162, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y
enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 216.
278
can. 1256 El dominio de los bienes corresponde bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la
persona jurídica que los haya adquirido legítimamente.
279
Piñero, José M., comentario al can. 1273, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición,
Valencia 1993.
280
La visita Ad Limina Apostolorum: expresión latina que significa "los umbrales (de las basílicas) de los
apóstoles" Pedro y Pablo, es decir, la visita a Roma. Esta visita a la Santa Sede la realiza cada obispo del
mundo cada cinco años para dar cuenta del estado de su diócesis. El Código de Derecho Canónico habla de
esta visita en los cann. 399 y 400.
275
80
extraordinarios, puede condonar apropiaciones indebidamente hechas, de manera
pública o en el fuero de la conciencia.281 El Sumo Pontífice ejerce habitualmente
su competencia patrimonial “con actos de naturaleza normativa, estableciendo el
régimen legal
a que debe ajustarse la administración de los bienes
eclesiásticos”.282
Ante toda esta autoridad del papa respecto a la administración
de los bienes eclesiásticos, es necesario señalar que no es propietario ni señor de
dichos bienes. “La administración ejercida por el Pontífice tiene a la base una
suprema auctoritas, es decir, un poder público, que nada tiene que ver con la
propiedad iure privato.283 El control general que ejerce el Papa sobre los bienes
eclesiásticos tiene sentido por el hecho de que las diversas personas jurídicas
eclesiásticas deben someterse a los fines propios de los bienes. Esto mismo es lo
que da unidad al patrimonio de la Iglesia y la vigilancia que ejerce el Romano
Pontífice tiene sentido en cuanto que los diversos sujetos de dominio están
vinculados por los fines.284
Francesco Grazian señala que el control supremo que ejerce el Papa sobre
los bienes eclesiásticos es amplio, pues tiene plena disposición sobre ellos, pero
no lo ejerce arbitrariamente, sino respetando plenamente la autonomía y el
ejercicio del dominio de la persona jurídica concreta a la que pertenece el bien.285
Podríamos preguntarnos concretamente de dónde le viene al Romano
Pontífice esta autoridad o este pleno dominio sobre los bienes patrimoniales. El
can. 331286 indica que el Sumo Pontífice posee la potestad en fuerza de su oficio.
281
Cfr. L. De Echeverría, en comentario al can. 1273, en CIC/83, Salamanca, BAC 1993, p.604.
Combalía, Zoila, Comentario exegético al Código de Derecho Canónico, vol. IV/1, comentario al can. 1273,
EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997.
283
Cfr. M. Petroncelli, L’Ordinamento patrimoniale della Chiesa. Tomado de Garceranth Ramos, Ismael
Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 41.
284
Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 565.
285
Cfr. Francesco, Grazian, La nozione di amministrazione, 157 – 158: “Ampio, in quanto si tratta di un potere
di piena disposizione dei beni. Speciale, in quanto il papa non lo esecita arbitrariamente, ma nel pieno
rispetto dell’autonomia e dell’esercizio delle facoltá dominative da parte delle singole persone giuridiche”,
en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos
religiosos, p. 41.
286
can. 331 El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó
singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza
282
81
El oficio Petrino es el origen, la causa eficiente, formal y final de la potestad. El
mismo canon presenta las seis connotaciones esenciales de esa potestad del
Papa: ordinaria, suprema, plena, inmediata, universal y de ejercicio siempre
libre.287
Esta potestad plena y suprema en la Iglesia la obtiene el Romano
Pontífice, mediante la elección legítima por él aceptada juntamente con la
consagración episcopal.288
En ese mismo momento obtiene esa potestad y
puede ejercerla sobre toda la Iglesia. Por ese mismo poder de jurisdicción que el
Papa “ejerce sobre la Iglesia universal, establece reglas y medidas sobre los
bienes y ejerce una protección, custodia y vigilancia constante para que estos
alcancen los fines para los cuales han sido instituidos”.289 Eso sí, “en cuanto
supremo dispensador de los bienes eclesiásticos, puede el Romano Pontífice,
cuando la necesidad o utilidad lo exija limitar el dominio de los mismos a sus
legítimos poseedores e incluso trasladarlo a otros”.290 Francesco Grazian señala
que “solo in casi eccezionali e per motivi gravi il Santo Padre eserciterá tale
autoritá, lasciando tuttavía l’essercizio normale e quotidiano agli amministratori
delle persone giuridiche”.291
Podemos cerrar este apartado señalando que la función del Romano
Pontífice es sobre todo, de coordinación normativa y de alto control administrativo
con actos de naturaleza normativa y judicial. Pero también puede actuar de modo
directo a través de actos concretos relativos a la administración de los bienes de
cualquier persona jurídica.
Su potestad puede llegar incluso hasta actos de
del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto,
tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia,
y que puede siempre ejercer libremente.
287
Cfr. Gutiérrez, Domingo Andrés, comentario al can. 331, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª
edición, Valencia 1993.
288
Cfr. can. 332 §1 El Romano Pontífice obtiene la potestad plena y suprema en la Iglesia mediante la
elección legítima por él aceptada juntamente con la consagración episcopal. Por tanto, el elegido para el
Pontificado supremo que ya ostenta el carácter episcopal, obtiene esa potestad desde el momento mismo
de su aceptación. Pero si el elegido carece del carácter episcopal, ha de ser ordenado Obispo
inmediatamente.
289
R. Bidagor, Los sujetos del patrimonio eclesiástico, REDC 5 (1950), pp. 39 – 40, en Garceranth Ramos,
Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 42.
290
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164.
291
Grazian, Francesco, La nozioni di amministrazione e di alienazione nel Codice di Diritto canonico, p. 24.
82
disposición de bienes que no le pertenecen, lo cual no se permite en ningún caso
al Obispo diocesano.292
2.
El Obispo Diocesano: Administrador Mediato
El Obispo diocesano rige la Iglesia particular con potestad legislativa,
ejecutiva y judicial. La potestad legislativa la ejerce personalmente; la ejecutiva,
por sí mismo o por medio de los vicarios; y la judicial, personalmente o por medio
del Vicario Judicial y los jueces.293 Además, hay que recordar que él representa a
la Diócesis en todos los negocios jurídicos.294
Al hablar del Obispo como administrador mediato o intermedio, algunos
autores se refieren propiamente a su potestad de vigilancia. Esta vigilancia de
parte del Obispo
“va operata sulla amministrazione ed é in riferimento alle persone giuridiche
pubbliche a lui soggette. Essa consiste in un’opera di controllo esecitata sulla
amministrazione, ma non si tratta propriamente di attivitá di amministrazione dei
beni. Essa piutosto inerisce con l’attivitá di governo, ma non esprime una attivitá
diretta sui beni temporali.295
El Obispo es el verdadero administrador de los bienes diocesanos, pero lo
que ejerce es una función de vigilancia, mientras la administración directa cumple
correctamente su cometido. Pero es necesario que se entienda que “la vigilanza
non include la disposizione dei beni o la loro amministrazione e presupone un
certo potere sulla persona giuridica proprietaria”.296 Este señalamiento que hace
Cristian Begus es sumamente importante, pues queda claramente definida la
292
Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, pp. 177 – 178.
Cfr. can. 391.
294
Cfr. can. 393.
295
J.P. Schouppe, Elementi diritto, 149, en Grazian, Francesco, La nozioni di amministrazione e di alienazione
nel Códice di Diritto Canonico, 55, p.24.
296
Begus, Cristian, Diritto patrimoniale canonico, Lateran University Press, pp. 152.
293
83
función del Obispo en cuanto la administración de los bienes patrimoniales; pero al
mismo tiempo, muestra su autoridad sobre el Ecónomo el cual es el administrador
inmediato. El Obispo debe actuar para corregir negligencias297 y abusos, para
sustituir al administrador y para disponer lo necesario en caso de que se exijan
decisiones que rebasen las ordinarias de la administración. Como ordinario dicta
normas e instrucciones que deben seguir los administradores, como señala el can.
1276.298
Este canon presenta un principio general, que es aplicable a todos los
ordinarios y a cada uno en su propia competencia. En cuanto al derecho particular
se debe tomar en cuenta las disposiciones dadas por la Conferencia Episcopal, o
las ofrecidas por la región o provincia eclesiástica, o el de los órganos legislativos
de otras instituciones, cada uno dentro de su propia competencia.299 Según el
can. 1277, el Obispo diocesano para realizar actos de administración de mayor
importancia, debe oír al Consejo para los asuntos económicos y al Colegio de
consultores. En caso de administración extraordinaria necesita el consentimiento
de estos dos organismos.
Estos actos de administración extraordinaria son
establecidos por la Conferencia Episcopal.300
Es importante recordar que las
conferencias episcopales no tienen competencia administrativa general, sino sólo
una competencia normativa y de suplencia.
Entre las competencias de las
conferencias episcopales se mencionan la competencia normativa la cual es de
carácter supra diocesano y la administración mediata de las personas jurídicas
que crean. Además tienen competencias de gestión inmediata de bienes, que
297
Cfr. can. 1279 §1.
Cfr.can. 1276 §1 Corresponde al ordinario vigilar diligentemente la administración de todos los bienes
pertenecientes a las personas jurídicas públicas que le están sujetas, quedando a salvo otros títulos
legítimos que le confieran más amplios derechos. §2 Teniendo en cuenta los derechos, y las costumbres y
circunstancias legítimas, cuiden los ordinarios de organizar todo lo referente a la administración de los
bienes eclesiásticos dando las oportunas instrucciones dentro de los límites del derecho universal y
particular.
299
Cfr. Piñero, José M., comentario al can. 1276 en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición,
Valencia 1993.
300
Cfr. can. 1277 Por lo que se refiere a la administración de actos de administración que, atendida la
situación económica de la diócesis, sean de mayor importancia, el Obispo diocesano debe oír al consejo de
asuntos económicos y al consejo de consultores; pero, aparte de los casos especialmente determinados en
el derecho universal o en la escritura de fundación, necesita el consentimiento del mismo consejo así como
del colegio de consultores para realizar los actos de administración extraordinaria. Compete a la
Conferencia Episcopal determinar qué actos han de ser considerados de administración extraordinaria.
298
84
habitualmente son de considerable importancia, y algunas otras competencias que
surgen del Derecho concordatario.301
El can. 1277 regula la participación de dos de los órganos auxiliares del
Obispo: el Consejo de asuntos económicos302 y el Colegio de consultores,303 cuya
participación se establece atendiendo al carácter ordinario del acto patrimonial y a
la
condición
de
actos
jurídicos
de
extraordinaria
administración.304
El
incumplimiento de estos requisitos tiene consecuencias jurídicas. El can. 127 §2
señala que serán inválidos los actos de administración de gran importancia si el
ordinario no ha escuchado el parecer del Consejo de asuntos económicos y del
Colegio de consultores. El Obispo no está obligado a seguir ese parecer, pero no
debe apartarse de él, si éste es concorde, sin una razón que sea realmente
poderosa.305
En cuanto a la administración extraordinaria,
estos actos serán
inválidos si el Ordinario no pide el consentimiento o si actúa contrario al parecer de
los órganos prescritos.306 El concepto de consejo y de consentimiento, desde el
punto de vista canónico, se expresará claramente en el Capítulo III, precisamente
en el momento en el que se necesitará tener mayor comprensión de los mismos.
No es necesario que el Obispo intervenga en caso de mera administración,
pero es importante reconocer que lo que es de ordinaria administración para una
Diócesis, puede ser de gran relieve para otra, dependiendo de su situación
económica. El mismo can. 1277 lo señala cuando agrega: “atendiendo la situación
económica de la Diócesis”. Por esto, “la valoración de los actos de administración
301
Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 181.
Cfr. can. 492 En cada Diócesis ha de constituirse un consejo de asuntos económicos, presidido por el
Obispo diocesano o su delegado,…
303
Cfr. can. 502 §1 Entre los miembros del consejo presbiteral, el Obispo nombra libremente algunos
sacerdotes, en número no inferior a seis ni superior a doce, que constituyan durante cinco años al colegio de
consultores, …
304
Cfr. López Alarcón, M., comentario al can. 1277, en Código de Derecho Canónico, Legislación
complementaria de los países hispanoamericanos, CELAM, 2ª edición, Colombia 2006, p. 819.
305
Cfr. can. 127 §2 2º.
306
Cfr. can. 127 §2 1º.
302
85
de mayor importancia no es absoluta sino que debe hacerse atendiendo a la
situación económica de cada Diócesis”.307
En este momento es importante introducir lo que después será desarrollado
ampliamente como tema central de esta investigación.
El Obispo es el
administrador de los bienes de la Diócesis, pero no administra directamente. Él
está obligado a escuchar el parecer del Consejo de asuntos económicos y del
Colegio de consultores; en ocasiones no es sólo oír su parecer, sino que está
obligado a obtener su consentimiento. Además, la administración directa de los
bienes eclesiásticos la debe encomendar al Ecónomo, el cual actúa “bajo la
autoridad del Obispo”.
De este modo, el Obispo recibe el parecer o el
consentimiento –de acuerdo con el caso- de parte del Consejo de asuntos
económicos y del Colegio de consultores, y luego encomienda la ejecución al
Ecónomo.
La función del Obispo diocesano, como administrador mediato de los bienes
de la Iglesia particular, puede ser sintetizada en tres puntos: el Obispo diocesano
tiene una función legislativa con la que complementa al derecho universal, a las
normas complementarias de la Conferencia Episcopal, a las de la Provincia
eclesiástica competente y, en casos concretos, a las del derecho concordatario.
También da instrucciones especiales dirigidas a organizar todo lo referente a la
administración de los bienes patrimoniales de la Diócesis.
Por último, le
corresponde a él la función de vigilancia y control sobre la administración de los
bienes eclesiásticos.308 En la práctica, el Obispo confía la función de administrar
los bienes de la Iglesia diocesana al Ecónomo.309 También corresponde al Obispo
diocesano establecer si la función del Ecónomo se limita a la administración de la
307
Combalía, Zoila, comentario al can. 1277, Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. IV/1,
EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 119.
308
Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 191.
309
Cfr. can. 1278.
86
persona “Diócesis” o debe extenderse a la vigilancia sobre todas las personas
jurídicas públicas sujetas a la jurisdicción del mismo Obispo.310
3.
El Ecónomo: Administrador Inmediato
El Ecónomo es un órgano administrativo individual, cuya constitución es
obligatoria.311 Esta es una figura nueva en la legislación codicial, pues no existía
en el CIC/17.312
Francesco Grazian, hablando del Ecónomo como administrador inmediato
señala:
“circa le persone giuridiche pubbliche in genere, siano esse soggette alla Sede
Apostólica o al Vescovo diocesano, vige il principio del can. 1279, che cioé
l’amministrazione spetta a chi regge inmediatamente la persona giuridica.
In
questo caso il termine immediate va chiarito e va quindi compresso sia in relazione
alla tipología e alle caratteristiche che degli atti che si vogliono indicare come
anche alle persone que devono esercitare compiti amministrativi”. 313
En este párrafo, Francesco Grazian nos recuerda algo ya señalado
reiteradamente, y es que la administración de los bienes de las personas jurídicas
sujetas a la Sede Apostólica o al Obispo diocesano, corresponde a quien rige de
manera inmediata esa persona jurídica. El mismo canon presenta la posibilidad
de diferenciar entre el cargo de director (regir la persona jurídica) y el
administrador (administrar los bienes).
En este apartado se señalarán sólo algunos elementos constitutivos de la
figura
del
Ecónomo
diocesano,
pues
el
Capítulo
IV
estará
dedicado
310
Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 175.
Cfr. can. 494 §1 En cada Diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el consejo de asuntos
económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de
conocida honradez.
312
Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El Derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 670.
313
Grazian, Francesco, La nozioni di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p. 25.
311
87
completamente a él, y el V, a la relación entre él y le Consejo diocesano de
asuntos económicos.
Según el can. 494, el Ecónomo es nombrado por el Obispo diocesano, oído
el Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos. Su
nombramiento es por cinco años renovables. Puede ser removido por el Obispo
diocesano, oídos los mismos consejos que fueron oídos para su nombramiento.
Puede ser un laico, hombre o mujer, pero debe poseer verdadera experiencia en
asuntos económicos y destacar por su honradez. Su función es ejecutiva y la
realiza bajo la autoridad del Obispo diocesano.
Tratándose de un oficio
eclesiástico, el nombramiento deberá hacerse por escrito, a través de un decreto
que firma el Obispo y el Canciller.
El Ecónomo deberá prometer el fiel
cumplimiento de sus funciones y guardar el secreto según lo establezca el
Derecho o el Obispo.314
A manera de síntesis
La buena administración de los bienes patrimoniales de la Iglesia consiste
en la conservación de los bienes legítimamente adquiridos y en procurar que
produzcan sus frutos.
Como bien señala el Código, la administración de los
bienes eclesiásticos corresponde a la persona a la que pertenecen esos bienes.
Sin embargo, por su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador
y distribuidor supremo de todos los bienes eclesiásticos. Por su parte, el Obispo
es el verdadero administrador de los bienes de la Diócesis que rige. Pero esta
función la realiza a través del Ecónomo y él lo que hace es vigilar que la
administración sea realizada según los parámetros establecidos por la Iglesia. En
definitiva los gestores de la administración de bienes en la Iglesia son el Romano
Pontífice (administrador supremo), el Obispo diocesano (administrador mediato o
314
Cfr. can. 471.
88
intermedio), y el Ecónomo (administrador inmediato).
Llegados a este punto
estamos en capacidad de estudiar al Consejo Diocesano de Asuntos Económicos,
el cual nos abre las puertas para estudiar al Ecónomo y la relación entre ellos.
89
CAPÍTULO III
EL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS
Introducción
En lo que se refiere a la potestad económica, el Obispo diocesano tiene
competencia en la administración del patrimonio de la Diócesis y en la
administración intermedia de las personas jurídicas que le están sometidas.315 A
él le corresponde la organización del patrimonio diocesano y en virtud de su
función capital en la Diócesis tiene poderes sobre los demás órganos de
administración diocesana. Es el responsable de la buena administración de la
Diócesis, de la atención de los fines, del funcionamiento de los servicios, de la
contribución a la Santa Sede,316 entre otros. En definitiva, es el responsable de
determinar el destino de los fondos y los modos de su administración y
dispensación.317
La administración del patrimonio diocesano es un aspecto fundamental de
la actividad ordinaria de la Curia diocesana y los entes318 establecidos por el
Código para este fin son el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo.319 En
lo referente a la administración de los bienes eclesiásticos, el CIC/83, promueve el
auxilio de personas expertas para garantizar una eficaz gestión patrimonial.
De
esta manera, el can. 1280, que es una novedad en el actual Código, determina
que “toda persona jurídica ha de tener un Consejo de asuntos económicos, o al
menos dos consejeros, que, conforme a los estatutos, ayuden al administrador en
el cumplimiento de su función”.
Aun cuando este canon es una novedad en el
CIC/83, en realidad ya existía en los estatutos de distintas instituciones
eclesiásticas. El canon lo que hace es establecerlo como obligatorio para toda
315
Cfr. Instituto Martín de Azpilcueta, Manual de Derecho Canónico, EUNSA, Pamplona 1998, p. 667.
CIC/83, can. 1271 Por razón del vínculo de unidad y de caridad, y conforme a las posibilidades de su
Diócesis, los obispos contribuyan a que la Sede Apostólica disponga de los medios que, según las distintas
circunstancias, necesita para el debido servicio a la Iglesia universal.
317
Cfr. Instituto Martín de Azpilcueta, Manual de Derecho Canónico, EUNSA, Pamplona 1998, p. 667 – 668.
318
Ente: Aquello que es o existe, en El pequeño Larousse ilustrado, Larousse, 10ª edición, Méjico 2006, p.
393. En filosofía se habla de ente de razón que es “aquellos que sólo puede existir como contenido de
pensamiento, careciendo, por tanto, de existencia en sí, es decir como ente independiente del pensar”, en
Brugger, Walter, Diccionario de filosofía, Herder, Barcelona 1969, p. 167.
319
Cfr. Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, p. 248.
316
91
persona jurídica. El mismo Código lo concreta al establecerlo como obligatorio en
la Diócesis,320 la Parroquia321 y en los Institutos de vida consagrada.322 No se
establece si es sólo para las personas jurídicas públicas o si incluye también a las
privadas. Pero donde el canon no distingue, no debemos nosotros distinguir.323
Sobre los dos consejeros que aparecen como posibilidad en este canon, son los
estatutos de la persona jurídica los que han de regular el modo de llevar a cabo la
tarea de asesoramiento y, seguramente, también ellos establecerán la elección u
opción entre un consejo o dos consejeros.324 Aquí no se tratarán pues el ámbito
de investigación de este trabajo se centra en la administración patrimonial
diocesana y en la Diócesis está establecida la figura del Consejo.
Este Capítulo está dedicado exclusivamente a la descripción del Consejo
diocesano de asuntos económicos: a su constitución obligatoria, su presidencia,
composición, naturaleza, finalidad, misión y su duración, entre otros elementos
que le son esenciales, comenzando, claro está, por los antecedentes del canon
que lo presenta, el Código del 17, la Carta de Sagrada Congregación del Concilio
de 1929 y el Concilio Vaticano II. Después se ha de presentar brevemente el
proceso de redacción del canon. Los cann. 492 y 493 establecen los elementos
fundamentales de esta figura canónica. Aquí se estudiará separando sus distintos
elementos, prestando atención a su articulación dentro del sistema canónico.
1.
Antecedentes del can. 492
El Consejo diocesano de asuntos económicos no es un organismo
completamente novedoso en el ordenamiento canónico de la Iglesia.
320
can. 492.
can. 537.
322
can. 638, §3.
323
Cfr. Piñero, José, comentario al can. 1280, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993.
324
Combalía, Zoila, comentario al can. 1280, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol.
II/2, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997.
321
92
La exigencia de que el Obispo necesita el consilium de algunas personas
para algunos actos de administración de bienes, no es totalmente nueva. Esta
exigencia surge a propósito de lo que actualmente llamamos “enajenación de
bienes eclesiásticos”.
Algunos “concilios del s.IV establecerán que el Obispo
necesitaba la aprobación del clero para la venta, donación o permuta de las res
eclesiasticae; o del primado de la provincia, o de los obispos vecinos…”.325
Cuando aumentó el número de clérigos, “su acuerdo se manifestará por su
representante, es decir por un Consejo de sacerdotes, especialmente cuando se
trataba de la enajenación de sus bienes”.326
Se trataba de evitar que el Obispo
pudiera vender estos bienes “inconsulto concilio vel cuncto presbyterio”.
Esta
función de consulta de parte del Obispo fue adquiriendo gran importancia hasta el
punto que no podía tomar él solo la decisión de enajenar bienes de la Iglesia sin
haber consultado previamente a sus pares en el episcopado o a su presbiterio.327
1.1. CIC/17
El Código de 1917 es una de las fuentes principales del can. 492 a través
de su Consejo diocesano de administración.
El can. 1519 establecía que el
Ordinario local tenía una función de vigilancia sobre la administración de todos los
bienes eclesiásticos que se hallaran en su territorio.
Además, éste tenía que
regular todo lo concerniente a la administración de los bienes eclesiásticos.
§1 Al Ordinario local pertenece vigilar diligentemente sobre la administración de
todos los bienes eclesiásticos que se hallan en su territorio y no estuvieran
sustraídos de su jurisdicción, salvas las prescripciones legítimas que le conceden
más amplios derechos.
325
Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2002, p. 185.
326
Aznar Gil, Federico R., La administración de los bienes temporales de la iglesia, pp. 401 – 403.
327
Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 186.
93
§2 Teniendo en cuenta los derechos, y las legítimas costumbres y circunstancias,
procurarán los Ordinarios regular todo lo concerniente a la administración de los
bienes eclesiásticos, dando las oportunas instrucciones particulares dentro del
marco del derecho común.
Este canon en su §1 establecía una serie de elementos importantes en lo
referente a la responsabilidad del Ordinario local sobre los bienes patrimoniales. A
éste le correspondía vigilar cuidadosamente para que se administraran en la forma
debida los bienes eclesiásticos que existieran en su territorio y no se hallaran
sustraídos de su jurisdicción, como sucedía con los bienes de las religiones
exentas, salvadas las excepciones. También incumbía al Ordinario local adoptar
las medidas oportunas y dictar instrucciones a las cuales han de atenerse los
administradores inferiores328 que de él dependen.
Entre los cánones del CIC/17, que sirven de fundamento al can. 492, se
señala:
1.1.1. Can. 1520
El can. 1520 §1 del CIC/17 presenta un verdadero antecedente del actual
Consejo diocesano de asuntos económicos.
En ese canon se hablaba de un
Consejo, de instauración obligatoria, que tenía como misión ayudar al Ordinario
local en lo referente a la administración de los bienes a que aludía el can. 1519. El
can. 1520 establecía la conveniencia de que los miembros de ese consejo fueran
expertos en derecho civil; la prohibición de que los miembros fueran parientes
próximos del Ordinario local; cuándo el Ordinario local debía oír al Consejo y
cuándo era necesario el consentimiento del mismo.
Los miembros del Consejo
328
El CIC/17 presenta una clara distinción entre Administrador Supremo (can. 1518), el cual es el Romano
Pontífice; el administrador intermedio (cann. 1519 – 1520), el cual puede ser el Ordinario local o el Consejo
diocesano; y el administrador inmediato (cann. 1521 y ss.), que son los administradores particulares.
94
debían prestar juramento ante el Ordinario local. Todo esto está expresado en el
canon así:
§1 Para el exacto cumplimiento de este deber, todo Ordinario establecerá en su
ciudad episcopal un Consejo, compuesto del presidente, que es el propio
Ordinario, y de dos o más varones idóneos, en cuanto sea posible peritos también
en Derecho Civil, los cuales han de ser elegidos por el mismo Ordinario, oído el
Cabildo, a menos que por derecho, o por costumbre peculiar estuviera
legítimamente provisto de otra forma equivalente.
§2 Sin indulto apostólico, están excluidos del cargo de administrador los parientes
del Ordinario local en primero o segundo grado de consanguinidad o afinidad.
§3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de
oír al Consejo de administración; pero los vocales de éste sólo tienen voto
consultivo, a no ser que por derecho común, en casos especialmente expresados,
o por ley fundacional se exija el consentimiento de los mismos.
§4 Los miembros de este consejo presentarán ante el Ordinario juramento de
cumplir su cargo con fidelidad y perfección.
La prohibición de que parientes cercanos del Ordinario pertenecieran al
Consejo se daba “para evitar el peligro de que se pueda sospechar que
administren los bienes eclesiásticos en beneficio propio y para que puedan dar su
voto con completa libertad”.329 Este consejo “tiene por misión ayudar al Ordinario
en lo referente a la administración de los bienes”.330 Además se establecía la
conveniencia de que los miembros del Consejo fueran peritos en derecho civil
(cann. 1508 y 1529). El canon no establece ningún plazo para los miembros del
Consejo diocesano, pudiendo, por tanto, ser nombrados a perpetuidad, lo cual no
impide que sean removidos por causa grave.331 También cabe señalar un detalle
que podría no tener ninguna importancia, pero que aparece en los cánones y es
que son distintos los nombres que recibe este Consejo en el CIC/17. Es calificado
329
Código de Derecho Canónico y legislación complementaria, BAC, Madrid 1969, comentario al can. 1520.
Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 165.
331
Cfr. Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p.165.
330
95
“Consejo
como
administración”,332
de
o
como
“Consejo
diocesano
de
administración”.333
1.1.2. Can. 1521 §1
El CIC/17 establecía quien era el administrador para las distintas personas
jurídicas existentes en la Diócesis.
Por ejemplo, los beneficiados eran los
administradores de los bienes que pertenecían al beneficio;334 la administración de
los bienes de la Iglesia catedral o Colegiata correspondía al Cabildo catedral o
colegial, respectivamente;335 a los rectores de iglesias competía la administración
de los bienes de las mismas;336 los socios legítimamente elegidos para tal efecto,
administraban
los
bienes
de
las
asociaciones
piadosas;337
los
bienes
pertenecientes a los institutos eclesiásticos no colegiados, los administraban sus
rectores;338 entre otros. El can. 1521 §1 estableció que para las demás iglesias y
lugares
piadosos,
el
Ordinario
local
debía
nombrar
sus
respectivos
administradores.339 El canon lo expresa de la siguiente manera:
§1 Además de este Consejo diocesano de administración, debe el Ordinario local,
para administrar los bienes pertenecientes a alguna Iglesia o lugar piadoso que por
el Derecho o por las tablas de fundación no tienen administrador propio, designar
332
Cfr. CIC/17, can. 1520 §3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de
oír al Consejo de administración;
333
Cfr. CIC/17, can. 1521 §1 Además de este Consejo diocesano de administración, debe el Ordinario local,
para la administración de los bienes pertenecientes a alguna Iglesia o lugar piadoso que por el derecho o las
tablas de fundación no tienen administrador propio, designar varones prudentes, idóneos y de buena fama,
que a los tres años remplazará por otros, de no aconsejar lo contrario las circunstancias locales.
334
Cfr. CIC/17, can. 1476.
335
Cfr. CIC/17, can. 415 §3 n°3.
336
Cfr. CIC/17, can. 485.
337
Cfr. CIC/17, can. 697.
338
Cfr. CIC/17, can. 1489 §3.
339
Comentario al can. 1521 del CIC/17, tomado del Código de Derecho Canónico y legislación
complementaria, texto latino versión castellana, 8ª ed. Madrid: BAC, 1969.
96
varones prudentes, idóneos y de buena fama, que a los tres años remplazará por
otros, de no aconsejar lo contrario las circunstancias locales.
Siendo así, el CIC/17 establecía el Consejo diocesano de administración,
administradores propios para otras iglesias o lugares piadosos, y otra especie de
consejos para esos mismos lugares cuando ni por el Derecho ni por las tablas de
fundación tuvieran su propio administrador. Además establecía que debían ser
varones prudentes, idóneos y de buena fama. Éstos se remplazarían cada tres
años si las circunstancias locales no aconsejaban otra cosa.
1.2. Carta circular de la Sagrada Congregación del Concilio de 1929
Aznar Gil asegura que mayor interés e influencia que lo presentado en el
CIC/17 sobre la administración de bienes eclesiásticos, generó la Carta circular de
la Sagrada Congregación del Concilio de 1929, dirigida a los Ordinarios de Italia y
que trataba sobre la administración de los bienes beneficiales y eclesiásticos con
motivo del Concordato firmado entre la Santa Sede y el Reino de Italia.340
Prescribía que en cada Diócesis se estableciera un Ufficio amministrativo
diocesano encargado de administrar y vigilar el uso de los bienes pertenecientes
a los capítulos catedralicios, parroquias y otros beneficios, entre otras funciones
que se le encomendaban.
Este organismo no estaba llamado a sustituir al
Consejo diocesano de administración del CIC/17.
Las funciones que se le
asignaban a este nuevo organismo eran de tipo ejecutivo, pero produjo gran
confusión sobre las competencias concretas de cada uno.341 La nueva figura, en
el fondo, parece tener mayor similitud con el Ecónomo que con el Consejo.
340
Sacra Congregratio Cocilii, Litterae circulares In conformitá, ad omnes Ordinarios Italiae de
administratione bonorum beneficialium et ecclesiasticorum ad normam iuris canonici et pacti inter
Apostolicam Sedem et Regnum Italiae Concordati, 20 iunii 1929, in: AAS 21, 1929, 384 – 99. Tomado de
Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 186.
341
Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana, la función
consultiva, p. 186 - 187.
97
1.3. Concilio Vaticano II
La Sagrada Congregación del Concilio propuso que las normas dadas para
la Iglesia italiana en 1929 “se extendieran a la Iglesia universal. Pidió que se
constituyera en cada Curia diocesana un oficio que ayudase al Obispo diocesano
en su tarea de vigilar la administración de los bienes eclesiásticos”.342 El Concilio
Vaticano II no trató directamente este tema, a pesar de que algunos obispos
presentaron su deseo de que fuera tratado y alguna Universidad Católica recordó
que era necesario urgir el cumplimiento de lo establecido en el can. 1520 del
código Pío benedictino.343
El Exc.mi P.D. Pauli Marella, Nuncio Apostólico en las Galias, en los
trabajos antrepreparatorios del Concilio, el 1 de septiembre de 1959, expresó:
“Senza togliere nulla all’autoritá e responsabilitá della Gerarchia e del clero,
sarebbe opportuno di esaminare la possibilitá di dare al laicato, nella Comunitá
Cristiana, un compito sempre piú elevato: si debe evitare il pericolo di considerare i
laici come degli eterni catecumeni”.344
A pesar de que el papel del laico no se lograba clarificar fácilmente, poco a
poco fueron surgiendo más voces a favor de abrir las puertas a la participación de
los laicos en la misión de la Iglesia. El 18 de octubre de 1963, durante la segunda
sesión del Concilio, varios obispos opinaron que dialogar con los laicos y pedir su
consejo en determinados asuntos es deber de la jerarquía. Monseñor Hengsbach,
Obispo de Essen, manifestó: “En nuestros días, la jerarquía no pide bastante la
opinión de los laicos. También los laicos son conducidos por el Espíritu Santo”.345
342
Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p.187.
343
Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 186 - 187.
344
Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II Apparando, Series I (ante preparatoria), Typis
polyglottis vaticanis, MCMLX, vol.2, tomo 1, p. 463.
345
Fesquet, Henri, Diario del Concilio, editorial nova terra, Barcelona 1967, p. 285.
98
Hay algunos decretos del Concilio Vaticano II que nos dan ligeras pistas
sobre el tema. El decreto PO, desde el inicio de su elaboración vio la necesidad
de tratar el tema del buen uso de los bienes por parte de los clérigos. Por ejemplo
PO 17 pide a los sacerdotes que administren los bienes eclesiásticos con la
ayuda, en la medida de lo posible, de laicos peritos. Mientras que AA 10 enumera
diversas formas en las que puede concretarse el papel activo que corresponde a
los laicos en la vida y en la acción de la Iglesia, señalando que con su pericia
puede hacerse más eficaz la administración de los bienes.346
1.4. Proceso de redacción del can. 492
Federico Aznar Gil sintetiza el proceso de redacción del can. 492. En este
apartado vamos a aprovechar lo que él nos presenta en el capítulo “El Consejo
diocesano de asuntos económicos” del libro La Curia Diocesana: la función
consultiva. El 22 de febrero de 1973, surge el Directorio Ecclesiae Imago,347 el
cual, al referirse a la administración de los bienes en sentido estricto, señala que
el Obispo diocesano deberá cuidar que exista en la Diócesis un instituto especial
que recoja los bienes y oblaciones necesarias para la sustentación del clero que
presta servicios en la Diócesis, salvo que se haya establecido otro modo de
cumplir esta exigencia, y una masa común con la finalidad de cumplir las
obligaciones que se tengan con otras personas que sirven a la Iglesia, subvenir a
las necesidades de la Diócesis y ayudar a diócesis más pobres. Se dirá que,
cuando se trate de realizar actos de administración de mayor importancia,
teniendo en cuenta la situación económica de la Diócesis, el Obispo diocesano
tiene que escuchar al Consejo de asuntos económicos y al Colegio de consultores.
346
Bunge,
Alejandro
W.,
Los
consejos
de
asuntos
económicos,
tomado
dehttp://www.mercaba.org/Codigo/Organiza/los_consejos_de_asuntos_economic.htm.consultado el 22 de
julio de 2011
347
Congregación para los Obispos,Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, "Ecclesiae Imago" 22
de febrero de 1973, (=EI 22).
99
Entre muchos otros aspectos de la administración económica, el Directorio señala
que todos los administradores sujetos a la potestad de régimen del Obispo
diocesano, deberán presentarle a él, o a sus vicarios generales o episcopales con
jurisdicción en el asunto, la rendición de cuentas anual, la cual será revisada por
su Consejo de asuntos económicos. Este Directorio en el n° 135 presenta una
serie de elementos que después serán recogidos por el can. 492 del CIC/83.
Señala que al Obispo corresponde erigir y regular los consejos de asuntos
económicos de las distintas instituciones diocesanas; presenta indicaciones
precisas sobre sus miembros, los cuales deben ser expertos en materia
económica, y caracterizados por su probidad, por el amor a la Iglesia y al
apostolado.348 Este documento sienta las bases de la actual legislación sobre la
administración de los bienes eclesiásticos.
Los cann. 492 – 494 inician su caminar hacia la formulación actual con la
revisión de los cann. 1520 y 1521 del CIC/17. En su primer momento este estudio
correspondió al grupo de trabajo De bonis Ecclesiae temporalibus pues lo que se
pretendía era reelaborar el CIC/17. Posteriormente se decidió que “normae de
constitutione ac de competentia Consilii diocesani a rebus oeconomicis necnon
Oeconomi diocesani habentur in alia parte Codicis…quia potius ad structuram
Curiae diocesanae pertinent”.349
De esta manera, se llegó a la siguiente
formulación:
a.- “In singulis dioecesibus constituatur Consilium a rebus oeconomicis, cui
praesidet ipse Episcopus diocesanus eiusve delegatus, et quod constat tribus
saltem personis, in re oeconomica necnon in iure civili, vere peritis et integritate
praestantibus, sive laicis, sive clericis, quorum saltem membrum sit Consilii
348
Cfr. EI 135: Episcopus consilia bonis administrandis in dioecesi, in unaquaque paroecia aliisque dioecesanis
Institutis et Operibus constituenda curat, iisdemque etiam laicos, quatenus fieri possit, cum clericis
adnumerat, selectos inter viros rei administrandae peritos atque probitate et Ecclesiae apostolatusque studio
praeditos. Tomado de Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia
diocesana: la función cunsultiva, p.187.
349
Schema canonum Libri V de iuri patrimoniali Ecclesiae, Typis Polyglottis Vaticanis 1977, praenotanda. En
Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p.188.
100
presbyteralis,
ab
Episcopo,
attentis
quidem
normis
ab
Episcoporum
Conferentia statutis, nominatis”.
b.- Nisi Episcoporum Conferentia aliter statuerit, membra Consilii a rebus
oeconomicis ad quinquennium nominentur, sed expleto hoc tempore ad alia
quinquennia assumi possunt.
c.- A Consilio administrationis excuduntur personae quae cum Episcopo primo vel
secundo gradu consanguinitatis vel afinitatis coniunctae sunt.350
Entre otras cosas se señaló que en cada Diócesis se estableciera un
Consejo de asuntos económicos, el cual sería presidido por el Obispo diocesano o
su delegado, que constara al menos de tres personas, laicos o clérigos (al menos
uno de los miembros debía pertenecer al Consejo presbiteral), expertos en materia
económica y en derecho civil, de reconocida integridad y obedientes a las normas
e instrucciones dadas por el Obispo y la Conferencia Episcopal.
También se
establecía que a menos que la Conferencia Episcopal decidiera otra cosa, los
miembros serían elegidos para un período de cinco años y que se excluían a los
parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad. Como
vemos, el can. 492 ya tenía allí los elementos fundamentales de su configuración
actual.
Después
de
esta
primera
formulación,
las
revisiones
posteriores
consistieron básicamente en dejar claramente establecida la libertad del Obispo
diocesano a la hora de seleccionar a los miembros del Consejo. Se ratificó su
constitución obligatoria en cada Diócesis; se eliminó el requisito de que al menos
un miembro perteneciera al Consejo presbiteral, así como el de que las
conferencias episcopales pudieran dar normas sobre su configuración.
Además
se cambió el término personis por el de christifidelibus a la hora de referirse a los
miembros del Consejo y se eliminó la expresión “sive laicis sive clericis” pues se
estableció que fueran christifidelibus.
También hay que recordar que en los
esquemas iniciales se decía: “in re oeconomica vere peritis”; pero en el esquema
350
Schema canonum libri II de populo Dei, Typis polyglottis Vaticanis 1977, c. 306, 123. En Aznar Gil, Federico
R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, pp. 188 - 189.
101
de 1977 se añadió: “necnon in iure civili”. Por otro lado, la duración del
nombramiento y su renovación, fue añadida por el Coetus De Sacra Hierarchia en
la sesión VII. La incompatibilidad por parentesco con el Obispo diocesano para
evitar conflictos de intereses entre los consejeros y él, que es señalada en el §3
del actual can. 492, aparece por primera vez en le Schema 1977.351
2.
Obligatoriedad y presidencia
La constitución del Consejo diocesano de asuntos económicos es
taxativamente obligatoria para todas las iglesias particulares y es presidido por el
Obispo diocesano o un delegado suyo, pudiendo ser el Vicario General o un
Vicario Episcopal u otra persona, incluso un laico.
Este Consejo, que actúa
siempre bajo la dependencia del Obispo, es el máximo responsable de la
administración económica de la Diócesis y es de naturaleza consultiva, salvo que
expresamente conste otra cosa.352 El Obispo diocesano habrá de consultarlo en
las gestiones económicas de especial monta.353 Este consejo colabora con la
gestión económica de la Diócesis.
El Obispo no forma parte del Consejo, pero lo preside personalmente o
mediante un delegado suyo.
En las previsiones iniciales354 el propio Ecónomo
presidía el consejo: “Concilium de rebus oeconomicis, cui praeest oeconomus,
vere peritus…”. Enseguida se hizo sentir la exigencia de mantener diferenciadas
las dos figuras: el Consejo y el Ecónomo. La razón que se dio fue que era preciso
351
Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico II/2, p.1121, (=Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492)
352
Sapientia Fidei, serie Manuales de Teología, Derecho canónico, I: El derecho del Pueblo de Dios, BAC,
Madrid 2006, p. 463, (=Sapientia Fidei, serie Manuales de Teología, Derecho canónico, I: El derecho del
Pueblo de Dios).
353
Cfr. can. 1277 Por lo que se refiere a la realización de actos de administración que, atendida la situación
económica de la Diócesis, sean de mayor importancia, el Obispo diocesano debe oír al Consejo de asuntos
económicos y al Colegio de consultores; ...
354
Coetus “De sacra Hierarchia, sess.VI, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, p.
1119.
102
distinguir “directionem inter et exsecutionem”.355
El Obispo diocesano puede
delegar la presidencia del Consejo a otro sujeto, el cual puede ser un laico.356
Esta posible delegación de la presidencia del Consejo de asuntos económicos
contrasta con la presidencia del Colegio de consultores, ya que en este caso no
puede delegarse, o al menos no se menciona esta posibilidad.
También es
importante señalar que las reuniones del Consejo diocesano de asuntos
económicos son siempre convocadas por el Obispo.
3.
Principio de corresponsabilidad
Corresponsabilidad es el compartir la responsabilidad de una situación
determinada. Es importante señalar que corresponsabilidad no hace referencia a
igualdad de responsabilidad sino a una participación diferenciada en una
responsabilidad común.357 A nivel eclesial, el principio de corresponsabilidad está
expresado en el Concilio Vaticano II. Según él, todos los miembros del Pueblo de
Dios participan de la única misión de la Iglesia, conforme a su modo y según la
propia condición.358
La Iglesia es una comunión, por lo tanto debe darse la
participación y la corresponsabilidad en todos los niveles de la misión.
Existen
órganos de corresponsabilidad en la administración de los bienes patrimoniales de
la Diócesis. Entre ellos figuran el Consejo presbiteral, el Colegio de consultores y,
como ya tenemos claro, el Consejo diocesano de asuntos económicos y el
Ecónomo.
355
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, vol. II/2, p. 1119.
356
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, vol. II/2, p. 1119.
357
Cfr. Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, en http://www.mercaba.org/Codigo/Organiza/organosyoficiosdeayudaalob.htm, consultado el
24 de julio de 2011.
358
Cfr. LG 23 (referente a los obispos), 33 (referente a los laicos) y 41 (referente a la búsqueda de la
santidad); decreto CD 11 (referente al presbiterio), 30 (referente a los sacerdotes entre sí y los laicos en la
misión evangelizadora), 35 (referente a los religiosos), 43 (referente a la atención espiritual de los soldados);
decreto PO 7 (referente a la colaboración entre el Obispo y los presbíteros), 8 (referente a la colaboración
mutua entre los presbíteros); entre otros.
103
Al aplicar este principio a la administración de los bienes, el Concilio pidió a
los sacerdotes que los administraran según la norma del Derecho y, en la medida
de lo posible, con la ayuda de laicos peritos.359
Además, AA 10 señala que los
laicos “aportando su pericia personal, dan mayor eficacia a la cura de almas, así
como a la administración de los bienes de la Iglesia”.
El Concilio Vaticano II
insistirá que la misión de la Iglesia, en general, y la administración de los bienes,
en particular, exigen de la colaboración y la corresponsabilidad entre el Obispo, el
clero y todos los fieles laicos. El Obispo,
“al constituir los consejos de administración en la Diócesis, en cada una de las
parroquias y en las demás instituciones y obras diocesanas, debe admitir en ellos,
en la medida de lo posible, además de clérigos, a laicos escogidos entre expertos
en administración, dotados de reconocida honestidad y de amor a la Iglesia y al
apostolado”.360
“Este Consejo es un instituto particularmente adecuado para confiar tareas
a los laicos”,361 lo cual se ha convertido en una necesidad urgente por la creciente
necesidad de liberar a los miembros del clero de algunas tareas para que pueda
dedicarse con mayor eficacia a la evangelización.
4.
Constitución
El CIC/83 presenta normas muy breves sobre la constitución del Consejo de
asuntos económicos. El Consejo está concebido como un grupo y debe tener
como mínimo tres miembros. Esta breve indicación deja abierta la posibilidad de
que el Obispo diocesano, de acuerdo a la situación concreta de la Diócesis,
establezca el número de miembros de tres o más, pero nunca inferior a ese
359
Cfr. PO 17.
EI135, en Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los
bienes temporales, en http://www.mercaba.org/Codigo/Organiza/organosyoficiosdeayudaalob.htm,
consultado el 24 de julio de 2011, (=.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la
administración de los bienes temporales, consultado el 24 de julio de 2011).
361
Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 194.
360
104
número. Así, en las diócesis españolas se encuentra que el mínimo varía desde
tres hasta doce, mientras que el máximo de los miembros del Consejo está entre
seis y quince, con la salvedad de que algunas diócesis dejan sin determinar el
número máximo de los miembros de este Consejo.362
En España, algunas
diócesis recuerdan que estos miembros deben ser fieles diocesanos y que el
Obispo diocesano puede aumentar o disminuir a voluntad el número de miembros.
Estos miembros son elegidos libremente por el Obispo diocesano, sin que esté
obligado a oír el parecer de otros consejos como sí ocurre en el caso del
Ecónomo,363 ni sujetarse a normas de la Conferencia Episcopal. Ambas cosas sí
estaban previstas en los esquemas iniciales, pero fueron eliminadas en el Schema
1977.364
Las mismas normas universales sólo presentan tres condiciones para
los miembros del Consejo:
 Expertos en materia económica y en Derecho civil:
en materia económica
porque de eso se ocuparán; y en derecho civil, porque el Código da valor de
norma canónica a las leyes civiles de cada estado sobre los contratos, tanto en
general como en particular, y sobre los pagos, salvo que sean contrarios al
derecho divino o canónico.365
 Probada integridad: esta condición se justifica por sí misma.
 Que no sean consanguíneos ni afines al Obispo diocesano hasta el cuarto
grado de parentesco. Esto para evitar “la posibilidad, o al menos el temor, de
un conflicto de intereses entre los consejeros y el Obispo diocesano”.366
Hay una cuarta nota característica que deben cumplir los miembros del
Consejo diocesano de asuntos económicos y es la de ser Christifideles. El can.
492 no hace referencia al estatuto canónico de esos fieles, pero podemos pensar
en que se está optando preferencialmente por los laicos. Esto por
362
Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 196.
363
can. 494, §1.
364
Cfr. Comm. 13 (1981), pp. 126 – 127, Schema 1977, can. 306 §1.
365
Cfr. can. 1290.
366
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, vol. II/2, p. 1121.
105
“el deseo tanto de liberar a los clérigos de tareas administrativas, como el de que
los laicos tengan un papel más importante en la responsabilidad de las
propiedades de la Iglesia y en la gestión de sus bienes temporales, o el hecho de
que los laicos, por su inserción en el orden temporal, son ordinariamente mejores
consejeros en estas materias que los clérigos”.367
Cuando se habla de fiel nos remitimos al can. 204.368 Según este canon,
han de considerarse Christifideles los que han recibido el sacramento del
bautismo, con el que han sido configurados con Cristo. Este canon destaca un
principio fundamental:
“la igualdad de todos los fieles en la dignidad y acción común para la edificación
del cuerpo de Cristo, complementada con la diversidad de servicios y funciones
que diferencia el sacerdocio común, propio de todos los fieles, del sacerdocio
ministerial o jerárquico”.369
Gianfranco Ghirlanda señala que el bautismo da la misma dignidad a todos
los fieles:
“La consagración bautismal es evidentemente igual para todos los fieles, que
reciben en ella el don de la fe y la gracia de la profesión de la fe.
Esta
consagración es el presupuesto para toda consagración ulterior en la Iglesia y don
del Espíritu Santo: la vocación bautismal está en la base de toda otra vocación
especial”.370
El fiel se incorpora a Cristo por el bautismo; participa de la función real
sacerdotal y profética del Señor; es incorporado al Pueblo de Dios; y ejerce en la
367
M. Marchesi, Il laico e l’amministrazione dei beni nella Chiesa, in Quaderni di Diritto Ecclesiale 2, 1989,
337; S. Sanou, Le Conseil Economique, o.c., 101, en Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos
económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p.195.
368
Can. 204 §1 Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo
de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo,
cada según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la
Iglesia en el mundo.
369
Comentario al can. 204, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993.
370
Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la iglesia misterio de comunión, p. 101.
106
Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano, en la parte que le
corresponde.371
Por este motivo, bien afirma Ghirlanda que la consagración
bautismal “es el presupuesto para toda consagración ulterior en la Iglesia”.
5.
Naturaleza
El ordenamiento civil da a los consejos que intervienen en la administración
de los bienes funciones deliberativas e incluso ejecutivas. Esto se convierte en
una de las dificultades a la hora de comprender la naturaleza de los consejos de
asuntos económicos en la Iglesia. En ella, estos consejos tienen una función
consultiva, aun cuando en este caso particular, sea de carácter preceptivo.
“Para entender esta particularidad del ordenamiento canónico conviene tener
presente la naturaleza propia de la Iglesia, realidad a la vez humana y divina,
terrestre y dotada de bienes celestiales, que no ha de considerarse como
compuesta de dos cosas separadas. Es una realidad compleja compuesta de un
elemento humano y otro divino. Esta Iglesia está animada por el Espíritu Santo,
que garantiza su integridad a través de los dones jerárquicos y carismáticos”372.
Cuando la Iglesia prescribe, al Obispo, la necesidad de obtener el
consentimiento o el consejo del Consejo diocesano de asuntos económicos en
algunas circunstancias, no es con el fin de constituir un contrapoder o un control
que vendría de la base, sino porque su función es garantizar la justicia y la
oportunidad del acto del superior y cuyo consentimiento es sólo una opinión
favorable.
El principio de participación en la Iglesia es un instrumento para la
escucha atenta de la voluntad divina.
371
Cfr. Código de Derecho Canónico, BAC, Madrid 1999, comentario al can. 204, p. 121.
Bunge, Alejandro, Los consejos de asuntos económicos, consultado el 28 de julio de 2011.
372
107
Aznar Gil anota que el Código, en algunos casos, señala la naturaleza
consultiva de los consejos. Como ejemplos se menciona el Consejo presbiteral373
y el Consejo pastoral parroquial.374
De estos ejemplos se puede inducir que el
Consejo de asuntos económicos es un órgano consultivo, aun cuando algunas de
sus actuaciones tengan un carácter vinculante. La corresponsabilidad en la Iglesia
está ordenada
a la consulta y ayuda de la respectiva autoridad eclesiástica
competente. Esta autoridad es la única responsable del acto realizado desde su
inicio hasta su conclusión.
Existe, en la Iglesia, distinción clara entre el Consejo y la autoridad que lo
preside sin ser miembro del mismo. Esto lo expresa claramente Aznar Gil cuando
habla de los actos del Consejo y los del Superior:
“Por consiguiente, no se puede hablar de un sujeto unitario actuante, autoridad +
consejo, y de un acto atribuido tanto al consejo como al superior: el sistema
canónico considera que son dos actos distintos y complementarios, esto es el acto
del consentimiento y por otra parte el acto del Superior. Y por eso mismo, porque
el legislador quiere asegurar la distinción entre el Superior y su Consejo, el
superior no vota en el Consejo del que debe obtener su consentimiento”.375
La naturaleza del Consejo de asuntos económicos es consultiva.
Si
anteriormente podía caber alguna duda, la Congregación para el Clero lo aclara
precisando:
“El Consejo pastoral, diocesano o parroquial y el consejo parroquial para los
asuntos económicos, de los cuales forman parte los fieles no ordenados, gozan
únicamente de voto consultivo y no pueden, de ningún modo, convertirse en
organismos deliberativos”. –Además-, “todos los consejos diocesanos pueden
373
Cfr. can. 500 §2.
Cfr. can. 536 §2.
375
Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p.191.
374
108
manifestar válidamente el propio consenso a un acto del Obispo sólo cuando tal
consenso ha sido solicitado expresamente por el Derecho”.376
Aznar Gil, concretándolo todo, agrega: es de consulta no de gobierno;
consultivo no deliberativo; no decide sino que da su punto de vista al superior.
El Código de Derecho Canónico establece, como ya hemos anotado, que el
administrador de los bienes de una persona canónica es su responsable
inmediato,377 pero en algunos casos establece que los administre otra persona
bajo su dirección y en otros se contempla la posibilidad de
una intervención
sustitutoria o comisaria.378
6.
Finalidad
El Consejo diocesano de asuntos económicos tiene una finalidad muy
concreta, la cual será desarrollada en la diversidad de funciones que se le asignan
y de la que se hablará posteriormente. Su finalidad es ayudar en la administración
de los bienes temporales,379 asesorar al Obispo diocesano en todo lo concerniente
a esta materia, procurando cumplir esta misión con la diligencia de “un buen padre
de familia”.380
Es necesario tener claro que la finalidad del Consejo diocesano de asuntos
económicos no es gestionar la economía diocesana, tarea que corresponde al
Ecónomo, sino orientar en la administración de los bienes diocesanos. Así viene
376
Congregatio pro Clericis et aliae, Instructio de quibusdam quaestionibus circa fidelium laicorum
cooperationem sacerdotum ministerio spectantes, 15 augusti 1997, articulus 5 §2, in AAS 89, 1997, 852 – 77,
en Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
cunsultiva, p.1191.
377
Cfr. can. 1279 §1.
378
Cfr. can. 1279 §2.
379
Cfr. can. 1280.
380
Cfr. can. 1284.
109
establecido cuando se afirma: “Al Consejo se le ha confiado la orientación de los
asuntos económicos; al Ecónomo, la ejecución”.381
7.
Duración en el cargo de los miembros
Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos son
nombrados para un período de cinco años, con la posibilidad de la renovación
ilimitada. El can. 492 §2 lo expresa de la siguiente manera: “Los miembros del
Consejo de asuntos económicos se nombran para un período de cinco años, pero,
transcurrido
ese
tiempo,
puede
renovarse
el
nombramiento
para
otros
quinquenios”.
Un miembro del Consejo cesa en su cargo al transcurrir el tiempo para el
que fue nombrado. Cesará antes de cumplirse los cinco años por propia renuncia
aceptada por el Obispo o por la imposibilidad de cumplir su misión. También por
causa grave, a juicio del Obispo, quien en este caso deberá oír a la Comisión
Permanente del Consejo, antes de tomar la decisión.
Esto está recogido
claramente en el can. 184 §1 del CIC/83: “El oficio eclesiástico se pierde por
transcurso del tiempo prefijado, por cumplimiento de la edad determinada en el
derecho, y por renuncia, traslado, remoción o privación”. Si se vence el tiempo
para el que han sido nombrados, los miembros del Consejo siguen siendo titulares
de su oficio hasta que el Obispo se los notifique por escrito. En “sede vacante”382
o en “sede impedida”,383 los miembros del Consejo no pierden su oficio y tienen,
en esas circunstancias, algunas funciones especiales.384 Esto permite mantener
381
Comm. 5 (1973) 228 – 29, en Aznar Gil, Federico, Aznar Gil, Federico R., La administración de los bienes
temporales de al Iglesia, p. 326.
382
Can. 416 Queda vacante una sede episcopal por fallecimiento del Obispo, renuncia aceptada por el
Romano Pontífice, traslado y privación intimada al Obispo.
383
Can. 412 Se considera impedida la sede episcopal cuando por cautiverio, relegación, destierro o
incapacidad, el Obispo diocesano se encuentra totalmente imposibilitado para ejercer su función pastoral en
la diócesis, de suerte que ni aún por carta pueda comunicarse con sus diocesanos.
384
Cfr. cann. 186, 184 §2, 423 §2.
110
la continuidad y la estabilidad, dada la importancia que el Consejo tiene para la
administración económica de la Diócesis.
En caso de muerte, dimisión, remoción o invalidez permanente de uno o
más miembros del Consejo, el Obispo procede dentro de los quince días a
nombrar
a los sustitutos.
Entre otras posibles causas de cesación en sus
funciones de los miembros del Consejo, están: los miembros natos cuando cesan
en el oficio por cuya razón pertenecen al Consejo; los restantes pueden cesar por
ausencias
repetidas,
sin
justificación,
a
las
cesiones
del
mismo;
por
quebrantamiento grave, a juicio del Obispo, del secreto sobre asuntos tratados en
el Consejo; por el cambio de domicilio de la zona o arciprestazgo que representa;
por abandonar la Diócesis; entre otros.385 No está prevista su disolución “durante
munere”, tal como lo está en el caso del Consejo presbiteral.386
8.
Funciones y Competencias
El can. 493 establece un doble bloque de funciones para el Consejo
diocesano de asuntos económicos. Por un lado remite a aquellas que le asigna el
Libro V, De bonis Ecclesiae temporalibus, y por otro señala que al Consejo
corresponde hacer cada año el presupuesto de ingresos y gastos para el año
entrante, y aprobar las cuentas de ingresos y gastos a fin de año.387
En ambos
casos actúa bajo los criterios recibidos del Obispo y con su encomienda, pues es a
él a quien verdaderamente debe rendir cuentas, como prescribe de forma
universal el can. 1287 §1.388
El canon deja algunos temas inconclusos. Por
ejemplo al señalar que el Consejo, “de acuerdo con las indicaciones
del
385
Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p.199.
386
Cfr. can. 501 §1.
387
Cfr. can. 493 Además de las funciones que se le encomiendan en el Libro V, De los bienes temporales de la
Iglesia, compete al Consejo de asuntos económicos, de acuerdo con la indicaciones recibidas del Obispo,
hacer cada año el presupuesto de ingresos y gastos para todo el régimen de la diócesis en el año entrante,
así como aprobar las cuentas de ingresos y gastos a fin de año.
388
Comentario al can. 493, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993.
111
Obispo…”, ya que es el Consejo el que ilumina al Obispo en la administración
económica de la Diócesis. También, cuando expresa “…para todo el régimen de
la Diócesis…”. La pregunta que muchos autores se hacen es si se refiere a la
persona jurídica llamada Diócesis o a todas las personas jurídicas presentes en el
ámbito de la Diócesis.
El primer caso es el más lógico, pues en el segundo se
estaría hablando de un presupuesto y cuentas de resultados unificados para toda
persona jurídica establecida en la Diócesis.389
El can. 1280 es claro al afirmar que el Consejo de asuntos económicos
tiene la misión de ayudar al Administrador en el cumplimiento de su función. El
término “ayuda” es muy amplio e impreciso.
Sin embargo, el ordenamiento
canónico señala al Consejo una serie de competencias y funciones, consultivas y
técnicas. En este apartado Federico Aznar Gil, Jean-Pierre Schouppe, Alejandro
Bunge, Francesco D’Ostilo y
Álvaro Mora Gaitán,390 presentan clasificaciones
muy claras y similares. A continuación se presentan algunas de ellas, con algunos
añadidos. Las de orden técnico son:
 Preparar el presupuesto de ingresos y gastos de la Diócesis, de acuerdo
con las indicaciones del Obispo, y establecer el modo según el cual, el
Ecónomo, debe ejecutarlo.391
 Aprobar el balance anual de ingresos y gastos de la Diócesis.392
 Recibir la rendición de cuentas anual que debe presentar el Ecónomo
diocesano.393
389
Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 493, Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, vol. II/2, EUNSA, 3ª edición actualizada, Pamplona 2002, p. 1123.
390
Aznar Gil, Federico, La administración de los bienes temporales de la Iglesia, pp. 326 – 328; El Consejo
diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, pp. 200 – 202. Schouppe,
Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, pp. 194 196; Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al
Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 24 de julio de 2011; D’Ostilo,
Francesco, Prontuario del códice di diritto canonico, Editrice vaticana, terza edizione, Cittá del Vaticano,
1998, p. 232, (=D’Ostilo, Francesco, Prontuario del códice di diritto canonico, p. 232); Mora Gaitán, Álvaro,
Derecho patrimonial de la iglesia, en Universitas Canonica, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de
Derecho Canónico, vol. 9, año VIII, N° 17, Bogotá, junio de 1988.
391
Cfr. can. 493.
392
Cfr. cann. 493; 494 §4.
393
Cfr. can. 494 §4.
112
 Revisar, por encargo del Ordinario del lugar, las cuentas que deben
rendir anualmente los administradores de bienes eclesiásticos.394 Esta
función se transforma en un control, de carácter preceptivo, respecto al
Obispo, en los casos concretos en que el derecho impone al Obispo
mismo el deber de escucharlo o de pedir su consentimiento. Esto es lo
que se describe a continuación:
Las funciones de tipo consultivo del Consejo diocesano de asuntos
económicos son las que el ordenamiento canónico impone al Obispo, recurrir al
Consejo para obtener su consejo o su consentimiento. En este sentido se define
el consejo como:
“una simple expresión de opinión que, formalmente, deja al Superior libre de actuar
o no, pero también de actuar válidamente en contra del consejo recibido (es
evidente que el Superior deberá sopesar seriamente las razones que le llevarían a
actuar en contra del Consejo)”.395
Por su parte, el mismo autor hablando del consentimiento señala que éste:
“quiere decir que el Superior no puede actuar válidamente sin que los órganos o
personas consultadas estén de acuerdo con él (sin embargo, aunque reciba el
consentimiento necesario en el caso, el Superior no está obligado a actuar; puede
cambiar de idea y dejar decaer el proyecto para el que había pedido el
consentimiento)”.396
Aquellas donde el Consejo diocesano de asuntos económicos debe ser
oído para obtener su consejo, sin requerirse su consentimiento,
son las
siguientes:
394
Cfr. can. 1287 §1.
Thériault, Michel, comentario al can. 127, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I,
EUNSA, 3ª edición actualizada, Pamplona 2002, p. 831 (=Thériault, Michel, comentario al can. 127, en
Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I, p.831).
396
Thériault, Michel, comentario al can. 127, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I,
p.831.
395
113
 El nombramiento del Ecónomo diocesano397 y su remoción durante el
tiempo de su mandato.398
 Establecer impuestos moderados a las personas jurídicas públicas
sujetas a la jurisdicción del Obispo diocesano, así como la imposición de
una contribución extraordinaria a las demás personas físicas y
jurídicas.399
 Realizar actos de administración de mayor importancia, teniendo
presente la situación económica de la Diócesis.400
 Determinar los actos
administración
que sobrepasan los límites y el modo de la
ordinaria,
los
así
llamados
de
administración
extraordinaria, de las personas jurídicas sometidas al Obispo diocesano,
si los estatutos correspondientes nada dicen sobre la materia.401
 Decidir sobre la mejor forma de colocación, segura y útil, de las dotes de
las fundaciones de las que sea responsable.402
 Reducir las cargas de esas mismas causas pías, salvo si se trata de
misas.403
Los actos donde el Obispo está obligado a obtener el consentimiento del
Consejo diocesano de asuntos económicos, están referidas a los bienes de la
Diócesis y de las demás personas jurídicas administradas por el Obispo
diocesano. Es preciso aclarar que el Consejo no puede dar su parecer ni su
consentimiento, si antes no se le ha informado exactamente tanto de la situación
económica de la persona jurídica cuyos bienes se desea enajenar, como de las
enajenaciones realizadas anteriormente.404 Estos actos donde es imperativo que
397
Cfr. can. 494 §1.
Cfr. can. 494 §2.
399
Cfr. can. 1263.
400
Cfr. can. 1277.
401
Cfr. can. 1281 §2.
402
Cfr. can. 1305.
403
Cfr. can. 1310 §2.
404
Cfr. can. 1292 §4.
398
114
el Obispo obtenga el consentimiento de parte del Consejo para poder realizarlos
son los siguientes:
 Autorizar actos de disposición sobre bienes del patrimonio estable 405 y
los mencionados en el can. 1295.406
 Los actos de administración extraordinaria, los cuales deben ser
establecidos por la Conferencia Episcopal.407
 Realizar cualquier transacción económica de la que pueda resultar
perjudicada la situación patrimonial de la persona jurídica.408
 La enajenación de bienes de las personas jurídicas públicas sometidas al
Obispo diocesano. Esto cuando el valor de dichos bienes se encuentra
dentro de los límites mínimo y máximo fijados por la Conferencia
Episcopal; cuando se trata de bienes cuyo valor es superior al límite
máximo fijado; y cuando se trata de exvotos donados a la Iglesia o de
bienes preciosos por razones artísticas o históricas.409
El Consejo de asuntos económicos tiene, además, la delicada misión de
elegir provisionalmente a un Ecónomo diocesano si el que desempeñaba este
cargo ha sido designado Administrador Diocesano, sede vacante.410
Tanto el Colegio de consultores
como el Consejo presbiteral tienen
algunas funciones en materia patrimonial.411 Durante la revisión del esquema de
1977 (el cual no incluía nada sobre la materia) surgió la necesidad de que el
405
Cfr. can. 1292 §2.
Cfr.can. 1295 Dispone este canon que todos los requisitos establecidos en los cánones 1291 – 1294 deben
aplicarse a aquellos negocios jurídicos u operaciones que puedan provocar un empeoramiento de la persona
jurídica, como podría ser su arrendamiento, la concesión del usufructo, el establecimiento de hipotecas, la
aceptación de servidumbres, la enfiteusis, la cesión de su administración in perpetuum, la transacción, entre
otros. En definitiva, cualquier transmisión por la que se cede a favor de terceras personas un derecho real
sobre un bien eclesiástico. Tomado de Mantecón, Joaquín, comentario al canon 1295, en Comentario
Exegético al Código de Derecho Canónico, Vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 166.
407
Cfr. can. 1277.
408
Cfr. can. 1295.
409
Cfr. cann. 1292 §§1 – 2; 1190.
410
Cfr. can. 423 §2.
411
Cfr. Aznar Gil, Federico, La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 328.
406
115
Obispo a la hora de realizar actos de administración de mayor importancia,
debiera oír, no sólo al Consejo de asuntos económicos, sino también a otro
organismo de la Diócesis, de manera que hubiera un doble voto sobre esta
actuación. De este modo se estableció que el Colegio de consultores debe ser
consultado en materia de administración de bienes, para el nombramiento
y
412
remoción dentro del plazo para el que fue nombrado el Ecónomo diocesano;
para la administración de los actos de mayor importancia, teniendo en cuenta la
situación económica de la Diócesis;413 debe prestar su consentimiento para la
realización de los actos de administración extraordinaria,414 para la enajenación;415
y para la realización de actos que puedan perjudicar la situación patrimonial de
una persona jurídica.416 Por su parte el Consejo presbiteral debe ser oído por el
Obispo diocesano para establecer normas mediante las cuales se prevea el
destino de las ofrendas parroquiales y a la retribución de los clérigos que cumplen
funciones parroquiales417 y para la imposición de tributos ordinarios y
extraordinarios.418
A manera de síntesis
Es al Obispo a quien corresponde la organización del patrimonio diocesano.
La administración de los bienes es un aspecto fundamental en la actividad
ordinaria de la Curia.
El actual Código establece como obligatorio la
implementación del Consejo de asuntos económicos que asesore al Obispo en la
administración de los bienes de la Diócesis.
Este Consejo tiene una función
consultiva y debe pedírsele su parecer en algunos actos de administración; y su
consentimiento, en otros.
Está constituido por laicos y clérigos, expertos en
412
Cfr. can. 494 §§1 y 2.
Cfr. can. 1277.
414
Cfr. can. 1277.
415
Cfr. can. 1292 §§1 y 2.
416
Cfr. can. 1295
417
Cfr. can. 531.
418
Cfr. can. 1263.
413
116
materia económica y en derecho civil, de probada integridad y que no sean
consanguíneos ni afines al Obispo hasta el cuarto grado de parentesco.
Su
finalidad es ayudar al Obispo en la administración de los bienes, asesorarlo en
todo lo concerniente a esta materia, quedando claro que al Consejo no le
corresponde gestionar la economía diocesana o ejecutarla, sino sólo orientarla.
La función ejecutiva en esta materia corresponde al Ecónomo, figura nueva en el
Código, y que es el tema del siguiente capítulo.
117
CAPÍTULO IV
EL ECÓNOMO DIOCESANO
Introducción
La Economía es “administración recta y prudente de los bienes”.419
Economista
es
“el
profesional
de
la Economía”,420 bien en
su
El
faceta
teórica, bien en su faceta aplicada. Según la Real Academia de la Lengua,
Ecónomo es “el que administra los bienes de la Diócesis bajo la autoridad del
Obispo”.421 Pero el concepto de Ecónomo no sólo hace referencia a la persona,
sino también al “Oficio eclesiástico cuya naturaleza consiste en la facultad de
atender, bajo la autoridad del correspondiente Superior eclesiástico, la
administración inmediata del patrimonio de una persona jurídica eclesiástica”.422
Antonio Viana señala que el Ecónomo es un oficio
preceptivo en la
Diócesis, al que se atribuye básicamente la administración directa de los bienes
diocesanos bajo la autoridad del Obispo.423 Este capítulo se dedica a presentar la
normativa general de la Iglesia. Es necesario señalar desde el principio que el
Código se limita a puntualizar algunos aspectos básicos de este oficio, lo que
parece una invitación a que cada Diócesis elabore su propia normativa, la cual
siempre debe partir de la legislación universal. Es importante reconocer que “en
abundantes ocasiones ni están clarificadas las tareas que debe desarrollar, ni cuál
es su puesto y relación en el conjunto de los organismos diocesanos, ni su trabajo
es adecuadamente valorado en el conjunto de la pastoral diocesana”.424 Esto
419
Voz Economía, en Diccionario enciclopédico Quillet, Editorial Cumbre S. A., Tomo tercero, Méjico 1979, p.
363; Diccionario hispánico universal, Tomo primero, W. M. Jackson, Inc., Editores, Méjico D. F., 1976, p. 524;
y Diccionario de la lengua española, Vigésima primera edición, tomo 1, Editorial Espasa Calpe, S. A., Madrid
1992, p. 787, (=Diccionario de la lengua española, p. 787).
420
Diccionario de la lengua española, p. 787.
421
Diccionario de la lengua española, p. 787.
422
Pree, Helmuth, voz Ecónomo en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, pp. 340-341.
423
Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, p. 249.
424
Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa,
Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2001, p. 300, (=Aznar Gil, Federico, El
Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 300).
119
posiblemente explica la escasez de estudios dedicados a analizar este oficio
eclesiástico.425
Este capítulo IV permite el conocimiento y la profundización de la figura del
Ecónomo. Se inicia con los antecedentes del can. 494, el cual es fundamental ya
que es el canon que establece canónicamente esta figura. Se recorrerán algunos
momentos importantes de la historia de este órgano ejecutivo, presentando lo
ocurrido en el Código del 17, hasta llegar al proceso de redacción del canon. De
allí se siguen los elementos fundamentales que lo constituyen: obligatoriedad, las
características personales, el nombramiento y la duración en el cargo, la potestad
que tiene el Obispo sobre él, sus competencias, la manera que tiene de
administrar, su tarea específica, para cerrar con una breve presentación de los
bienes de entidades diocesanas.
1.
Antecedentes del can. 494
1.1.
En la historia
La figura del Ecónomo, del Tesorero o del Administrador ha estado
presente en la Iglesia desde sus orígenes. Así, Judas, por ejemplo, era el tesorero
del grupo apostólico;426 y los Apóstoles designaron a los siete diáconos para que
se encargaran de la administración de las cosas temporales. Posteriormente, los
obispos que tenían encomendada la administración de las cosas eclesiásticas,
hicieron lo mismo, delegando a sus diáconos la administración de los bienes. De
este modo, los obispos podían concentrar su atención en la importante misión de
predicar y atender a las necesidades espirituales de su Iglesia.
425
Este señalamiento lo hace Aznar Gil en la cita 5 de la página 300 de La Curia diocesana. La función
administrativa.
426
Cfr. Lc. 12, 6.
120
A partir del s. III se nombran ecónomos especiales. Ya había ecónomos en
muchas iglesias occidentales cuando el Concilio de Calcedonia mandó que todos
los obispos eligiesen uno que se hallase en estado de gobernar los bienes
eclesiásticos de las diócesis.427 Dicho de otro modo, el Concilio de Calcedonia
prescribió que cada Obispo debía nombrar un Ecónomo de su propio clero para
que administrase los bienes eclesiásticos bajo su mandato. El Ecónomo debía
administrar los bienes de la Diócesis según las indicaciones del propio Obispo. Se
pretendía que constara de la administración de los bienes, se impidiera su
dilapidación, se velara por la dignidad episcopal y se evitaran siniestras
sospechas.428
En la Iglesia latina, los arcedianos429 ejecutaban las funciones que en la
Iglesia de oriente realizaba el Ecónomo. El padre Tomasino, comentando algunas
epístolas de San Gregorio, agrega que los ecónomos tenían en la Iglesia latina el
cuidado de las rentas y los arcedianos, el de los predios; pero ambos estaban
obligados a dar cuenta de su administración al Obispo, al que siempre pertenecía
la disposición de las oblaciones y de los diezmos, aun de ciertas fincas en
usufructo, lo que hizo surgir la institución de los beneficios. A los ecónomos se les
fue reduciendo tanto en sus funciones hasta que quedaron sólo encargados de
cuidar las rentas del Obispo en sede vacante.430
El segundo Concilio de Nicea (787 d. C.) consideró a los ecónomos tan
necesarios que hizo de su elección o nominación un derecho de devolución a los
arzobispos y patriarcas. Sin embargo, comienza a surgir una dificultad y es que
surge una nueva figura que a la larga va a producir una división en la clasificación
de los bienes eclesiásticos. Esta nueva figura es la del vidame, el cual era el
427
Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, traducido y arreglado a la
Jurisprudencia Eclesiástica Española antigua y moderna, tomo 1, Imprenta de D. José C. de la Peña, Madrid
1847, p. 246,(=André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 246).
428
Cfr. F.X. Wernz - P. Vidal, Ius Canonicum ad normam exactum IV/2, Romae 1935, p. 187, en Aznar Gil,
Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 299. Cfr. Schouppe,
Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, cita 19, p. 197.
429
Arcediano: Canónigo que ejercía jurisdicción bajo las órdenes de un obispo en una parte de la Diócesis.
Tomado de http://es.thefreedictionary.com/arcediano, consultado el 28 de febrero de 2012.
430
Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 247.
121
administrador particular del Obispo.
El Ecónomo administraba entonces los
bienes de la Iglesia, sin entrar en la administración de los bienes del Obispo. Por
su parte el Concilio de Ravena (1317 d. C.) estableció que al morir el Obispo se
nombrara un Ecónomo que gobernara las rentas de la Iglesia en provecho de la
misma y del futuro pastor.431
El Concilio de Trento estableció que, en sede vacante, el Capítulo Catedral
debía designar un Ecónomo para que gestionara los bienes eclesiásticos y diera
cuenta del ejercicio de su tarea al nuevo Obispo,432 doctrina que fue recogida por
el CIC/17 en su can. 432.433 San Carlos renovó en su Diócesis el antiguo uso de
los ecónomos y pretendía que esto se observara en las demás provincias
eclesiásticas.
Insistía en que cada Obispo nombrase un Ecónomo para que
vigilase al clero e informara de la gestión administrativa. Sin embargo esto no se
siguió.434
Por su parte, en un antiquísimo diccionario de Derecho Canónico,
traducido al español en el siglo XIX, se lee:
“Quoniam in quibusdam ecclesiis, ut rumore comperimus, propter aeconomos
Episcopi facultates ecclesiasticas tractant, placuit omnem ecclesiam habentem
episcopum habere aeconomum de clero proprio, qui dispenset res ecclesiasticas
secundum sententiam proprii episcopi: ita ut ecclesiae dispensatio praeter
testimonium non sit: et ex hoc dispergantur eclesiasticae facultates; et sacerdotio
maledictionis derogatio procuretur.
constitutionibus subjacebit”.
Quod si hoc minime facerit, divini
435
El texto es confuso pues carece de la puntuación necesaria, pero se
descubre en él la preocupación por evitar que todos los bienes de la Iglesia estén
en manos absolutas del propio clero, exceptuando las facultades que el propio
Obispo ha concedido a los ecónomos, al cual se le han de quitar las facultades en
431
Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 247.
Concilum Tridentinum, sessio XXIV, 11 novembris 1563: Decretum de reformatione, c. XVI.
433
El Cabildo catedralicio, dentro de los ocho días, a contar desde la fecha en que se recibió la noticia de
hallarse vacante la sede, debe constituir un Vicario capitular que gobierne la Diócesis en lugar del Cabildo, y
si hay frutos que percibir, debe asimismo nombrar uno o varios ecónomos fieles y diligentes.
434
Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 247.
435
André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 246.
432
122
determinadas circunstancias, procurando evitar que se hable mal del sacerdocio.
Esto se aplica indistintamente a toda clase de iglesias, aún a las conventuales o
parroquiales. Era el Obispo el responsable de nombrar el Ecónomo, pero si el
Obispo descuidaba este deber, el clero lo nombraba.436
1.2.
En el CIC/17
El Código de 1917 no establecía explícitamente la figura del Ecónomo
diocesano, sin embargo, éste existía de forma generalizada en las diócesis.437 En
todo caso, el can. 1521 indica que no basta el Consejo diocesano de
administración para atender debidamente a la conservación, mejora, etc., de los
bienes pertenecientes a cada una de las personas morales eclesiásticas
existentes en la Diócesis; por eso conviene que cada una de ellas tenga su
administrador particular.
Por derecho común, cada beneficiado administra los
bienes de su beneficio;438 al Cabildo catedral o colegial toca administrar los bienes
y los legados piadosos de la Iglesia catedral o colegiata, respectivamente;439 a los
rectores de iglesias compete la administración de los bienes a ellas
pertenecientes;440 los bienes de las asociaciones piadosas son administrados por
los socios legítimamente elegidos al efecto;441 los bienes propios de los institutos
eclesiásticos no colegiados los administran sus rectores.442 Para las demás
436
Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 246.
Para las diócesis italianas estaba explícitamente previsto el Oficio Administrativo Diocesano de carácter
ejecutivo: SC Cocilii, Circolare In conformitá, 20 giugno 1929, AAS 21 (1929) 387-89, en Aznar Gil, Federico,
La Administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 329.
438
CIC/17, can. 1476 §1 El beneficiado, como curador del beneficio, debe administrar conforme a derecho los
bienes que pertenecen a su beneficio.
439
CIC/17, can. 415 §3 3° Al Cabildo pertenece: Tener cuidado de la Iglesia y administrar sus bienes y los
legados piadosos.
440
CIC/17, can. 485 El Rector de la Iglesia, bajo la autoridad del Ordinario local y respetando los estatutos
legítimos y los derechos adquiridos, debe cuidar o velar para que…; se cumplan fielmente las cargas, se
administren debidamente los bienes,…
441
CIC/17, can. 697 Las asociaciones legítimamente erigidas tienen derecho, conforme a los sagrados
cánones y a los estatutos, -a- elegir administradores de los bienes,…
442
CIC/17, can. 1489 §3 Pertenece al respectivo rector administrar los bienes de tales institutos (institutos
eclesiásticos no colegiados) según las normas consignadas en el documento de fundación;…
437
123
iglesias u oratorios y lugares piadosos, que ni por el derecho común ni por las
tablas de fundación tienen señalado administrador propio, deberá nombrar el
Ordinario local sus respectivos administradores en conformidad con lo dispuesto
por el can. 1521 §1. Los cann. 1183 §1443 y 1525 §1444 establecen que los laicos
pueden intervenir en la administración de los bienes eclesiásticos. Cuando de
hecho intervengan, debe llevarse toda la administración a nombre de la Iglesia, es
decir, de la persona moral a la que pertenecen los bienes administrados,445
procurando que no se le siga ningún perjuicio. Sobre la rendición de cuentas
habla el can. 1525;446 sobre la licencia necesaria para pleitear, el can. 1526;447
sobre los actos de administración extraordinaria, el can. 1527;448 y sobre la
reparación de daños, el can. 1528.449
2.
Proceso de redacción del actual can. 494
Mientras se redactaba el nuevo Código, fue surgiendo y madurando la idea
de crear un nuevo oficio eclesiástico que no encuentra similar en el CIC/17. Las
competencias que se le atribuyen eran realizadas, en algunas diócesis, por el
mismo Obispo, por el Capítulo Catedral o por los consultores diocesanos.
Pero,
443
Si además hay agregados otros, sean clérigos o seglares, para administrar los bienes de alguna Iglesia,
todos ellos forman el Consejo de fábrica…
444
Reprobada la costumbre contraria, los administradores, tanto eclesiásticos como seglares, de cualquier
Iglesia, incluso de la catedral, o de lugares piadosos canónicamente erigidos, o de cofradías, están obligados
a rendir todos los años cuentas de su administración al Ordinario del lugar.
445
CIC/17, can. 1498 En los cánones siguientes, con el nombre de Iglesia se significa, no sólo la Iglesia
universal o la Sede Apostólica, sino también cualquier persona moral en la Iglesia, de no constar lo contrario
por el contexto de la frase o por la naturaleza del asunto.
446
No entablarán los administradores, no contestarán ningún pleito en nombre de la Iglesia sin haber
obtenido licencia del Ordinario local dada por escrito, o por lo menos, si el caso urge, del arcipreste rural,
que inmediatamente debe dar cuenta al Ordinario de la licencia concedida.
447
§1 Son inválidos los actos de los administradores que excedan los límites y el modo de la administración
ordinaria, si no hubieran obtenido de antemano facultad, por escrito, del Ordinario local.
447
Cfr. Comm. 24 (1992), pp. 62, 88, 121.
448
§1 Son inválidos los actos de los administradores que excedan los límites y el modo de la administración
ordinaria, si no hubieran obtenido de antemano facultad, por escrito, del Ordinario local.
449
Aunque por título de beneficio u oficio eclesiástico no tengan obligación de administrar, deben restituir
los administradores que, habiendo expresa o tácitamente aceptado el cargo, lo abandonan luego por su
voluntad en circunstancias tales que de ello se origine perjuicio a la Iglesia.
124
aun cuando el oficio de Ecónomo no aparece delineado en el CIC/17, sí es
necesario recordar que desde el principio, la historia de la Iglesia ha mostrado la
existencia de ecónomos. A pesar de esto hay que resaltar que el actual concepto
canónico de Ecónomo diocesano es completamente nuevo y sin antecedentes en
la legislación anterior.
Este oficio apareció desde los primeros esquemas
preparatorios del actual libro II del Código.
En los esquemas iniciales se decía solamente: audito Consilio a rebus
oeconomicis;450 mientras que después aparece el añadido: auditis Collegio
consultorum… atque Consilio a rebús oeconomicis.451 Tanto en los esquemas
iniciales como el Schema 1977, se decía: oeconomus, qui sit, sive clericus sive
laicus, lo que fue suprimido luego por el Coetus De Populo Dei.452
La posibilidad de que el Ecónomo diocesano fuese un laico fue admitida
desde el principio del proceso de elaboración del canon: “Rev.mus Secretarius Ad.
Statuendam esse censet ut in unaquaque diocesi habeatur oeconomus, vir vere
peritus, qui laicus esse potest”.453 Mientras que en los Schemata iniciales y en el
Schema 1977 se afirmaba: “…oeconomus, qui sit, sive clericus sive laicus”, lo que
fue eliminado después por el Coetus “De Populo Dei”, por considerarlo
pleonasmo.454
3.
Obligatoriedad
El actual Código establece que “en cada Diócesis, el Obispo, oído el
Colegio de consultores y el Consejo de asuntos económicos, debe nombrar un
450
Cfr. Comm. 24(1992), pp. 62, 88, 121.
Cfr. Comm. 13 (1981), p. 128.
452
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1126, (=Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código
de Derecho Canónico, p. 1126).
453
Cfr. Comm. 24 (1992), p. 53, en Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario
Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126.
454
Cfr. Comm. 13 (1981), p. 128, en Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario
Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126.
451
125
Ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de
reconocida honradez”.455 De inmediato podemos afirmar que el oficio de Ecónomo
es de carácter obligatorio en cada Diócesis y es propiamente un oficio de la Curia
diocesana.
La obligatoriedad no está supeditada como en otros casos a las
condiciones de la Diócesis, como ocurre con el oficio de Vicario Judicial.456
figura es taxativamente obligatoria.
La
El Ecónomo es nombrado por el Obispo
diocesano después de oír al Colegio de consultores y al Consejo de asuntos
económicos. Éste debe ser experto en economía y de reconocida honradez. El
Ecónomo es un órgano técnico administrativo individual que ayuda al Obispo en la
administración de los bienes, para que éste pueda centrar su atención en la
actividad pastoral, así como para asegurar una gestión de calidad.
4.
La persona
La persona elegida para el oficio de Ecónomo tiene que cumplir con unas
características técnicas y morales. Lo primero que hay que mencionar es que el
canon no señala ningún detalle sobre el estatuto canónico o el género del
Ecónomo: “En cada Diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el
consejo de asuntos económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea
verdaderamente experto en materia económica y de reconocida honradez”.457
Como se ve, las condiciones parecen mínimas, pero la elemental enumeración de
estas características personales del Ecónomo exigen el establecimiento de
algunas otras en la legislación particular, las cuales seguramente aparecerán
consignadas en los estatutos o en el decreto de nombramiento.
455
can. 494 §1.
Cfr. can. 1420 el cual establece el nombramiento del Vicario Judicial, a no ser que lo reducido de la
Diócesis o la escasez de causas aconsejen otra cosa.
457
can 494 §1.
456
126
4.1 Características personales
El Ecónomo debe poseer una gran experiencia en campo económicoadministrativo y conocer la legislación canónica y civil sobre los bienes
temporales, así como los eventuales acuerdos o leyes civiles referentes a los
bienes eclesiásticos.458 Es necesario señalar que el canon no especifica ningún
estatuto canónico de la persona del Ecónomo, por lo que puede pensarse en un
clérigo, en una religiosa, en un religioso, en un laico, hombre o mujer, en un
creyente o hasta en una persona no creyente.
Parece que sobre el Ecónomo se ha dejado un gran vacío. Como ya fue
mencionado, nada se dice sobre la religión del Ecónomo, siendo este un
verdadero oficio eclesiástico y al ser de esta manera, se tiene que regular, además
de por sus cánones específicos, por los cánones que configuran la provisión de un
oficio.459 Y, como bien recuerda G. Ingels,460 el can. 149 §1 determina: “Para que
alguien sea promovido a un oficio eclesiástico, debe estar en comunión con la
Iglesia y ser idóneo…”
Este autor reconoce que el nombramiento de un no
católico no tiene por qué no ser válido, pues el Código actual no dice nada al
respecto. Pero si se nombrara un no católico, entonces la pregunta sería ¿cómo
podría un no católico estar en plena comunión con la Iglesia? Pero el can. 494 no
dice nada sobre si debe ser o no un fiel cristiano, sobre si debe estar o no en
comunión con la Iglesia, entre otros detalles. El padre Urso sugiere “que, entre los
requisitos no escritos, se debe añadir también que debe poseer un auténtico
sentido eclesial para que aparezca con claridad que administra los bienes
eclesiásticos en nombre de la Iglesia”.461
458
AS 192, consultado el 3 de agosto de 2011.
Cann. 146 – 156.
460
G. Ingels, Religion of finance officer, in Roman Replies and CLSA Advisory Opinions 1994, Washington
1994, pp. 101 – 102, citado por Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función
administrativa, p. 303.
461
En Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 302.
459
127
Al no haber más exigencias que las de ser experto en materia económica y
de reconocida honradez, podría decirse que el titular de este oficio sólo necesita
capacidad técnica462 y solvencia moral.463 Mientras la solvencia moral se refiere al
conjunto de cualidades humanas que hace que una persona sea digna de
confianza, y ello es sumamente importante en la persona del Ecónomo, pues este
es un oficio de confianza, ya que el Obispo diocesano pone en él su confianza
para la administración de los bienes eclesiásticos; la capacidad técnica significa el
conjunto de conocimientos necesarios para el correcto desempeño de una misión
específica, y el Ecónomo tiene como misión la administración de los bienes
eclesiásticos, lo cual debe realizar guiado, no sólo por las normas canónicas, sino
también por lo que el derecho civil establezca en esa materia en cada territorio.
4.2 Nombramiento y duración en el cargo
El Ecónomo diocesano es nombrado en su cargo por el Obispo diocesano
por un período de cinco años, pero al terminar su período, puede ser nombrado
para otros quinquenios. Este nombramiento debe hacerse por escrito a través de
un decreto.464 El Ecónomo deberá prometer fiel cumplimiento de sus funciones y
guardar en secreto lo que establezca el Derecho o el mismo Obispo.465
El can.
494 §2 lo expresa afirmando: “Se ha de nombrar al Ecónomo para cinco años,
pero el nombramiento puede renovarse por otros quinquenios, incluso más de una
vez, al vencer el plazo;…”.
Como se ve, el Ecónomo tiene en su cargo una
462
Capacidad técnica es el conjunto de conocimientos y habilidades que poseen los miembros de la empresa
para realizar o ejecutar algo.
463
La "solvencia moral", es el conjunto de cualidades que hace que una persona sea digna de confianza, que
se pueda "confiar" en ella, "tener fe en ella", "creer en ella", ser "digna de crédito", ser "de fiar", en
http://blogdetomasmorales.blogspot.com/2010/03/solvencia-moral.html, consultado el 2 de agosto de
2011.
464
Cfr. can. 156.
465
Cfr. can. 471.
128
duración igual que la del Consejo diocesano de asuntos económicos.466 De este
modo, la legislación actual dota al oficio de Ecónomo de estabilidad.
En los trabajos preparativos del actual Código se llegó a sugerir que el
Ecónomo fuera nombrado sin limitación de tiempo, pero se rechazó esta
sugerencia, pues se optó por la prudencia que aconsejaba que el nombramiento
fuese “ad tempus”, aun cuando pudiese renovarse cuántas veces fuese
necesario.467
Este nombramiento “ad tempus” resulta importante, como dice
Coccopalmerio, pues puede darse que el designado no resulte la persona
adecuada para esta difícil tarea y luego su remoción se convierta en una
verdadera complicación para el Obispo diocesano. La estabilidad se asegura por
la posibilidad de renovar su nombramiento las veces que se considere oportuno,
pero siempre escuchando al Consejo de consultores y al Consejo diocesano de
asuntos económicos y que cada nombramiento sea por cinco años.468 Esto es así
pues si la persona cumple eficientemente con la misión encomendada, no sería
prudente ni sabio perder sus servicios.
En los Schemata iniciales, can. 28 §1, se decía solamente: audito Consilio a
rebús oeconomicis;469 en el Schema 1977, can. 308 §1, aparece el añadido:
auditis Collegio consultorum… atque Consilio a rebús oeconomicis.470
Desde el
principio de los trabajos preparativos del actual Código se estableció la necesidad
de que el Obispo diocesano, a la hora de nombrar al Ecónomo diocesano, lo
hiciera después de oír al Consejo de asuntos económicos.
Sólo después se
agregó la necesidad de oír al Colegio de consultores. Surge la pregunta del por
qué de la necesidad de oír a uno y otro a la hora de realizar este nombramiento.
Habría que comenzar señalando que ambos entes canónicos existen para ser
466
Cfr. can. 492 §2.
Cfr. Comm. 14 (1982), p. 214.
468
Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1127.
469
Cfr. Comm. 24 (1992), pp. 62, 88, 121, en Coccopalmerio, Francesco, en comentario al can. 494, en
Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico II/2, p. 1126.
470
Cfr. Comm. 13 (1981), p. 128, en Coccopalmerio, Francesco, en comentario al can. 494, en Comentario
Exegético al Código de Derecho Canónico II/2, p. 1126.
467
129
consultados y cooperar de este modo con el Obispo diocesano en el gobierno de
la Diócesis.
El Colegio de consultores y el Consejo de asuntos económicos,
constituido uno por clérigos y el otro por fieles en general, con la posibilidad y,
sobre todo, con la preferencia de laicos, constituyen organismos representativos
de las distintas áreas geográficas y pastorales de la Diócesis. Aquí es preciso
recordar que el Colegio de consultores es un órgano prescrito obligatoriamente por
el Derecho general, que el Obispo diocesano nombra libremente para un período
de cinco años escogiendo sus integrantes de entre los miembros del Consejo
presbiteral.471
El número de sus integrantes será entre seis y doce.472
Y el
Consejo presbiteral,473 de donde son tomados los miembros del Colegio de
consultores, y que es como el senado del Obispo, está formado por una
representación del presbiterio, teniendo en cuenta los distintos ministerios y las
diversas regiones de la Diócesis. Por su parte, el Consejo diocesano de asuntos
económicos, como bien expresa el can. 492, está formado por expertos en materia
económica y derecho civil. Luego, el Obispo, al recibir el consejo de estos dos
entes canónicos, estará en mejor condición para elegir un Ecónomo diocesano
que cumpla con los requerimientos canónicos necesarios para realizar su labor.
Mientras unos conocen ampliamente a la feligresía de la Diócesis; otros, conocen
a los profesionales en economía y derecho, pues se mueven en el mismo ámbito.
Además de lo anteriormente expuesto, hay que recordar que cuando el
Ecónomo diocesano haya sido nombrado Administrador diocesano, el Consejo
diocesano de asuntos económicos debe elegir provisionalmente a una persona
para el cargo de Ecónomo.474
El cese del oficio de Ecónomo diocesano, como el de todo oficio
eclesiástico, se realiza “por transcurso del tiempo prefijado, por cumplimiento de la
edad determinada en el derecho
y por renuncia, traslado, remoción o
471
Hartelt, Konrad, Voz Colegio de consultores, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, p. 177.
Cfr. can. 502.
473
Cfr. cann. 495 – 501.
474
Cfr. can. 423 §2.
472
130
privación”.475 Ya se ha indicado que el nombramiento del Ecónomo es por cinco
años renovables. De este modo al cumplirse los cinco años, el Obispo, oído el
Colegio de consultores y el Consejo diocesano de asuntos económicos, procederá
a nombrar a otro Ecónomo o a nombrar por un nuevo período al Ecónomo antiguo.
Es importante tomar en cuenta que al cumplirse los cinco años, no queda
automáticamente vacante el oficio. El Obispo diocesano tiene que notificar por
escrito al titular del oficio el cumplimiento del plazo estipulado y hasta que no se
haga esto, el titular sigue a cargo del oficio.476 El oficio de Ecónomo no tiene tope
de edad, por lo que aquí no se aplica este apartado del can. 184.
Si el Ecónomo renuncia, debe hacerlo por escrito o de modo verbal ante
dos testigos, a la autoridad a la que corresponde conferir ese Oficio. El Obispo no
debe aceptar la renuncia del Ecónomo si ésta no está fundada en causas justas y
proporcionadas.
Esta renuncia produce efecto mediante la notificación del
renunciante, hecha según norma del derecho, y mientras ésta no haya producido
efecto, el renunciante puede revocarla.477 También se puede perder el oficio de
Ecónomo por traslado, el cual le impida ejercer el oficio por razones de distancia o
no resulte conveniente que desde su nueva ubicación continúe con el oficio de
Ecónomo de una Diócesis en la que ya no vive.
La dificultad mayor se presenta cuando se pierde el oficio por remoción o
privación. Hay que recordar que el Ecónomo no puede ser removido de su oficio
por el Obispo diocesano durante el transcurso del tiempo para el que ha sido
nombrado si no es por una causa grave478 y después de consultar al Colegio de
consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos. Se busca que el
Obispo no actúe arbitrariamente en la remoción del Ecónomo.479 Si el Obispo
475
can. 184 §1.
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 2 de agosto de 2011.
477
Cfr. can. 189.
478
Cfr. can. 193 §§1 y 2.
479
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 2 de agosto de 2011.
476
131
pudiera removerlo fácilmente sería tener la actividad del Ecónomo bajo su
estrecho control y el Ecónomo perdería total libertad a la hora de actuar.
La
gravedad de la causa de la remoción y las condiciones limitantes que se le
imponen al Obispo para poder remover al Ecónomo, pretenden evitar el riesgo de
una intempestiva sustitución, muy probable en este campo.480
Francesco
Coccopalmerio señala esta situación así:
“Si el Obispo pudiese remover fácilmente al Ecónomo, sería como si tuviese la
actividad de éste bajo su estrecho control, ya que la decisión de removerlo se
convertiría, en definitiva, para el Obispo en un medio de expresar su
desaprobación a cerca de las decisiones administrativas del Ecónomo, quien, en
consecuencia, se sentiría inclinado a buscar el modo de agradar al Obispo”.481
Es el Obispo el que valora la gravedad de la causa de remoción, pero
procederá sólo después de haber cumplido con lo establecido, que es escuchar el
consejo del Colegio de consultores y del Consejo diocesano de asuntos
económicos.
El Obispo no sólo valora la gravedad, sino que, en definitiva es el
que toma la decisión.
Además de lo expresado, es necesario apuntar que aunque el Código nada
habla del parentesco del Ecónomo con el Obispo diocesano, parece oportuno
mantener la misma restricción que se presenta respecto a los miembros del
Consejo diocesano de asuntos económicos, según la cual, no son elegibles
parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad.482
Como ya se ha anotado, la legislación general sobre el Ecónomo diocesano
permite que éste sea un laico y en este caso “será necesario establecer un
contrato de trabajo civilmente válido para el tiempo determinado de un quinquenio,
480
Comentario al can. 494, en Código de derecho canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993, p. 246.
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico II/2, p. 1126.
482
Cfr. can. 492 §3.
481
132
y eventualmente para las –posibles- renovaciones”.483 En este caso “habrá que
incorporar al contrato las cautelas o garantías canónicas y, lógicamente, habrá
que atenerse a lo allí estipulado”.484 En lo referente a los contratos y obligaciones
se conserva la canonización de la ley civil.485 Esto significa que las normas civiles
aplicables pasan a operar en el ámbito canónico.
4.3 Sub auctoritate Episcopi
Como ya se ha mencionado en distintas ocasiones, el Obispo diocesano es
el representante legal de la persona jurídica llamada Diócesis.486 Él también es el
administrador de la Diócesis.487 Por lo mismo, es él el que pone los actos de
administración de los bienes de la Diócesis. Entonces, si el Obispo diocesano es
el administrador de la persona jurídica llamada Diócesis488 y, al mismo tiempo, el
Ecónomo administra los bienes de esa persona jurídica489 ¿cuál es la relación
entre ambos? La respuesta la da el mismo can. 494 §3 cuando afirma que el
Ecónomo administra “sub auctoritate Episcopi”. Esto significa que el Ecónomo
está sujeto al Obispo en cuanto a la normativa,490 a la vigilancia,491 a las
autorizaciones precisas para ciertos actos,492 entre otras cosas.
Se prevé la
483
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1126
484
En Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, pp. 305 306.
485
CIC/83, can. 1290 Lo que en cada territorio establece el derecho civil sobre los contratos, tanto en general
como en particular, y sobre los pagos, debe observarse con los mismos efectos en virtud del derecho
canónico en materias sometidas a la potestad de régimen de la Iglesia, salvo que sea contrario al derecho
divino o que el derecho canónico prescriba otra cosa quedando a salvo el can. 1547.
486
Cfr. can. 393.
487
Cfr. can. 1280.
488
Cfr. can. 1277.
489
Cfr. can. 494 §3.
490
Cfr. can. 1276 §2.
491
Cfr. cann. 1276 §; 1283 1º y 3º; 1284 §2 9º; 1287; 1301 – 1302.
492
Cfr. cann. 1288; 1291 – 1297; 1304 – 1306; 1308 – 1310.
133
intervención directa por parte del Ordinario diocesano en casos particulares como
la negligencia493 o la ausencia de administradores.494
Algunos autores señalan que la expresión “sub auctoritate Episcopi”, no
significa nada especial respecto al Ecónomo, pues todo lo que a él se aplica, se
aplica a todo Ecónomo de las distintas personas jurídicas.495 Lo que sí hay que
tomar en cuenta es que el Ecónomo administra en lugar del Obispo, haciendo sus
veces.
Cualquier persona podría seguir preguntándose el porqué de esta
duplicidad de administradores y habría que responder que el motivo es el mismo
por el que el Obispo diocesano crea los oficios de la Curia, ya que no puede hacer
personalmente todo y no es experto en todo, pero también porque tiene la
obligación de promover la colaboración de clérigos y laicos.496
Además en cada
Diócesis se encuentran personas expertas en las distintas ciencias y, muchos de
ellos, con mucho deseo de colaborar en misión de la Iglesia.
5.
Competencias
Francesco Coccopalmerio afirma:
“Parece que el motivo tenido en cuenta para crear un sujeto de la actividad de
administración de los bienes diocesanos fue –extraño, pero cierto- sustraer al
Obispo esa tarea, para evitar el riesgo de que el Obispo pudiera administrar como
suyo lo que es de la Iglesia”.497
493
Cfr. can. 1279 §1.
Cfr. cann. 1279 §2; 1278.
495
Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1132.
496
Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1133.
497
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1129.
494
134
Claro que este no es el único motivo, ya que se busca liberar al Obispo de
la carga de la administración para que pueda dedicarse con mayor amplitud a las
actividades pastorales que le son propias. También es verdad que, aun existiendo
un Ecónomo, el Obispo sigue siendo el responsable de la administración y el
Ecónomo actúa bajo la dirección del Obispo. Pero ni el Obispo ni el Ecónomo son
propietarios de los bienes eclesiásticos que administran.
Ambos deben
desempeñar su misión con respeto y cuidado, con la misma entereza y diligencia
de un buen padre de familia.498
El Ecónomo diocesano tiene unas competencias específicas que están
recogidas en los cann. 494 §§3 – 4 y 1278.
Algunas de sus funciones están
ligadas al oficio y por tanto pertenecen al Ecónomo en virtud del mismo.499 Por su
parte, el Obispo diocesano delega al Ecónomo
las funciones que él tiene en
cuanto a la administración de bienes.500 El Obispo no puede delegar la potestad
de emanar instrucciones sobre la administración de los bienes diocesanos.501
Velasio de Paolis señala que “el oficio del Ecónomo diocesano parece excluir de
hecho la compatibilidad con el encargo de administrador para otras personas
jurídicas. De otra forma tendríamos que la misma persona es, al mismo tiempo
controlada y controladora”.502 Esto resultaría peligroso para la buena marcha de la
administración, por las dudas que pueda generar en los fieles, pero sobre todo por
la gran confusión que se produce, no sólo en la feligresía, sino en el mismo
Ecónomo.
498
Cfr. can. 1284 §1.
Cfr. can. 494 §§3 – 4.
500
Cfr. cann. 1276 §1 y 1279 §2.
501
Cfr. can. 1276 §2.
502
Velasio de Paolis, I beni temporali della Chiesa, Bologna 1995, pp. 161 – 162, en Aznar Gil, Federico, El
Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, pp. 305 - 307.
499
135
5.1 Administrador
Administrar es “dirigir la economía de una persona o de una entidad
cualquiera”.503
Por su parte Francesco Grazian señala que “gli atti di
amministrazione propriamente detti, che si riferiscono all’impiego proficuo dei
prodotti, delle rendite e dei frutti, cosi come della loro collocazione e inversione”.504
Coccopalmerio define administrar como el llevar a cabo todas las actividades
encaminadas a que los bienes eclesiásticos cumplan las finalidades de la persona
jurídica a la que pertenecen.505 Él mismo sintetiza las actividades fundamentales
del administrador diciendo que tiene que conocer cuáles son los bienes y su
estado; adquirir y enajenar bienes; destinar los bienes a una u otra finalidad;
conservar, restaurar o transformar los bienes; redactar y conservar los
documentos relativos a la administración, rindiendo cuentas al Ordinario del lugar.
El objetivo de la administración de los bienes temporales de la Iglesia es
conservar, y, en lo posible, mejorar la masa patrimonial de la persona jurídica en
cuestión, utilizando los bienes de acuerdo con el destino que tienen y según los
objetivos propios de la Iglesia.506
El Ecónomo diocesano administra, según ya se ha explicado, bajo la
autoridad del Obispo.
Y esto no sólo ocurre con el Ecónomo, sino con todo
administrador de personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano.
La
presencia de dos administradores de la persona jurídica llamada “Diócesis” se
entiende sólo si se considera que uno de los dos administra en lugar del otro. En
este caso, el Ecónomo administra en lugar del Obispo. Esto “puede significar
esencialmente dos cosas:
503
Voz Administrar en Moliner, María, Diccionario de uso del español, edición abreviada para la editorial
Gredos, Madrid 2000, 31.
504
Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p. 183.
505
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1130.
506
Pree, Helmuth, Administración en voz Bienes temporales de la Iglesia, en Diccionario enciclopédico de
Derecho Canónico, p. 90.
136
 el Ecónomo realiza la actividad previa a los actos formales de
administración y después el Obispo lleva a cabo los actos formales,
poniendo su firma;
 el Ecónomo lleva a cabo también los actos formales, poniendo su propia
firma.
En este segundo caso, el Ecónomo debe recibir del Obispo
diocesano apoderamiento para actuar”.507
Los criterios generales sobre la administración de la Diócesis debe
establecerlos el Consejo diocesano de asuntos económicos. Esto significa que es
el Consejo el que da las indicaciones que han de tenerse presente antes de las
decisiones concretas, pero éste no está obligado a expresar su juicio sobre cada
una de estas decisiones. Pero siempre es el Obispo diocesano el que ordena los
gastos, o bien otro sujeto delegado por él.
En este caso específico, el Ecónomo
aparece como un ejecutor-pagador.
En los primeros momentos del proceso de codificación del actual Código, el
Ecónomo aparecía, como se ha mencionado anteriormente, como miembro del
Consejo diocesano de asuntos económicos, el cual era presidido por el mismo
Ecónomo. Posteriormente se separaron ambas figuras. El Ecónomo diocesano
lleva a cabo las decisiones adoptadas por la autoridad competente. L. Centurioni
señala que el Ecónomo “no se implica en el gobierno del ente Diócesis, sino en la
ejecución de las órdenes del Obispo diocesano y de aquellos por él
encargados”.508 Y es que el oficio de Ecónomo no conlleva de por sí la potestad
de régimen o de jurisdicción,509 sino que con su misión coopera con el Obispo
diocesano “a tenor del derecho”.510
“La naturaleza del oficio de Ecónomo
diocesano es ser un colaborador del Obispo diocesano, cuya función es
507
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1133.
508
L. Centurioni, L’amministrazione dei beni ecclesiastici: le competenze del Vescovo Diocesano, Roma 1996,
pp. 140 – 150, en Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función
administrativa, p.308.
509
Cfr. can. 135 §1.
510
Cfr. can. 129 §2.
137
administrar los bienes de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo diocesano. Es,
por tanto, el ejecutor, el gestor, el que realiza la política económica de la
Diócesis”.511
Pero ni la gestiona ni autoriza gastos, sino que es autorizado a
hacerlos y aplica una política económica ya establecida por otros.
5.2 Tarea específica
El Ecónomo diocesano es el administrador512 de los bienes patrimoniales de
la Diócesis bajo la autoridad del Obispo y del modo establecido por el Consejo
diocesano
de
asuntos
económicos.
Esto
quiere
decir
que
“el
Obispo
ordinariamente lleva a cabo su función de administrador de los bienes de la
Diócesis a través del Ecónomo”.513 Es más, Velasio De Paolis llega a afirmar que
el Obispo no puede ocupar por sí mismo el oficio de administrador de los bienes
diocesanos, pues esto le compete canónicamente al Ecónomo diocesano. Con De
511
Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 307.
El can. 1284 presenta el estatuto del administrador de bienes eclesiásticos: Las funciones del
administrador de bienes eclesiásticas se pueden sintetizar en actuar como un diligente padre de familia. El
canon 1284 establece una lista indicativa de sus funciones: Can. 1284 §1: Todos los administradores están
obligados a cumplir su función con la diligencia de un buen padre de familia. §2: Deben por tanto: 1º. vigilar
para que los bienes encomendados a su cuidado no perezcan en modo alguno ni sufran daño, suscribiendo a
tal fin, si fuese necesario, contratos de seguro; 2º. cuidar de que la propiedad de los bienes eclesiásticos se
asegure por los modos civilmente válidos; 3º. observar las normas canónicas y civiles, las impuestas por el
fundador o donante o por la legítima autoridad, y cuidar sobre todo de que no sobrevenga daño para la
Iglesia por inobservancia de las leyes civiles, 4º. cobrar diligente y oportunamente las rentas y producto de
los bienes, conservar de modo seguro los ya cobrados y emplearlos según el deseo del fundador o las
normas legítimas; 5º. pagar puntualmente el interés debido por préstamo o hipoteca, y cuidar de que el
capital prestado se devuelva a su tiempo; 6º. con el consentimiento del Ordinario, aplicar a los fines de la
persona jurídica del dinero que sobre del pago de los gastos y que pueda ser invertido productivamente;
7º. llevar con diligencia los libros de entradas y salidas; 8º. hacer cuentas de la administración al final de
cada año; 9º. ordenar debidamente y guardar en un archivo conveniente y apto los documentos e
instrumentos en los que se fundan los derechos de la Iglesia o del instituto sobre los bienes; y, donde pueda
hacerse fácilmente, depositar copias auténticas de los mismos en el archivo de la curia. Llama la atención
que no se establezca la obligación del administrador de elaborar un presupuesto anual: el §3 del canon 1284
aconseja encarecidamente que los administradores hagan cada año presupuesto de las entradas y salidas,
pero deja al derecho particular preceptuarlo y determinar con detalle el modo de presentarlo.
513
Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 197.
512
138
Paolis se puede afirmar que hay incompatibilidad entre el oficio Episcopal y el del
Ecónomo diocesano.514 Se puede decir que la función del Ecónomo
“consiste en llevar a cabo las decisiones administrativas del Obispo y hacer lo
gastos que éste, o quienes hayan sido encargados por él, ordenen legítimamente,
con los ingresos propios de la Diócesis y de acuerdo con el plan determinado por
el Consejo de asuntos económicos”.515
Los actos de administración que puede realizar el Ecónomo se encuentran
siempre dentro de los límites de la administración ordinaria, pues los de mayor
importancia o los de administración extraordinaria están confiados nominalmente
al Obispo diocesano.516
Al hablar de las competencias del Ecónomo es necesario distinguir entre las
que le confía el mismo Derecho y otras que le confía el Obispo diocesano. JeanPierre
Schouppe
517
diocesano.
presenta
claramente
las
competencias
del
Ecónomo
Entre las primeras, recogidas en el can. 494 §§3 y 4, señala las
siguientes:
 Administrar los bienes de la Diócesis de modo no autónomo, sino
dependiente. Debe actuar bajo la autoridad del Obispo y de acuerdo con
el modo establecido por el Consejo diocesano de asuntos económicos.518
 Realizar los gastos legítimamente ordenados por el Obispo o quienes
hayan sido encargados por él.519
514
Cfr. cann. 494 §3 y 426 §2.
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 3 de agosto de 2011.
516
Cfr. can. 134 §3 Cuanto se atribuye nominalmente en los cánones al Obispo diocesano en el ámbito de la
potestad ejecutiva, se entiende que compete solamente al Obispo diocesano y a aquellos que se le
equiparan según el can. 381 §2, excluidos el Vicario general y episcopal, a no ser que tengan mandato
especial.
517
Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 198. El mismo elenco, con pequeñas variaciones
es presentado por Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función
administrativa, p. 311 – 313; y por D’Ostilo, Francesco, Prontuario del Códice di Diritto Canonico, p. 233.
518
Cfr. can. 494 §3.
519
Cfr. can. 494 §3.
515
139
 Presentar anualmente al Consejo diocesano de asuntos económicos la
rendición de cuentas de ingresos y gastos.520
Como ya se ha señalado, las competencias del Ecónomo diocesano no
aparecen muy claras, ni delimitadas en el Código actual, por lo que resulta
necesario que la legislación particular asuma la tarea de reglamentar
adecuadamente este oficio.
Alejandro Bunge apuesta por la creación de una
oficina administrativa:
“Puede llegar a ser inabarcable la tarea de un Ecónomo diocesano. Por esta razón,
en los casos en los que se justifique, ya sea –por- la dimensión de la Diócesis o
por las funciones que el Obispo le asigne más allá de las que estrictamente le
corresponden por derecho universal, puede resultar conveniente que el Ecónomo
sea acompañado por una oficina administrativa diocesana, que, bajo su autoridad
y coordinación, se ocupe de las múltiples tareas de la administración diocesana”.521
La creación de esta oficina administrativa diocesana surge de las
dificultades que pueden presentarse por la amplitud de la misión del Ecónomo. A
través de esta oficina se garantiza que el Ecónomo sea ayudado por otros. Claro
que esto va a depender de la cuantía de los bienes que deban ser administrados
en la Diócesis. En este caso, el Ecónomo se mantiene como titular del oficio,
mientras que las otras personas cumplen una función auxiliar.522 También puede
darse el caso de que en vez de una oficina administrativa, el Obispo diocesano
opte por el nombramiento de un vice-ecónomo y así se evita la complejidad de una
oficina y todo lo que ésta implica. Otra posibilidad estudiada es la de establecer la
520
Cfr. can. 494 §4.
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 4 de agosto de 2011.
522
Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1135.
521
140
oficina administrativa, pero el Ecónomo no puede formar parte de ella, sino que se
concreta a cumplir con lo previsto en el can. 494.523
5.3
Bienes de entidades diocesanas
En distintos momentos se ha hecho referencia a la administración de los
bienes de las entidades diocesanas y la posibilidad de que el Obispo diocesano le
pueda encomendar al Ecónomo diocesano tareas en relación con ellas. Es claro
que además de las competencias del Ecónomo que aparecen consignadas en el
can. 494 §3, el Obispo puede encomendarle tareas en relación a la administración
de los bienes temporales
jurisdicción.
de las personas jurídicas públicas sujetas a su
Entre las competencias que el Obispo diocesano le confía al
Ecónomo, figuran:
 La misión de vigilancia sobre la administración de todos los bienes
pertenecientes a las personas jurídicas públicas a él sujetas.524 Esta
función de vigilancia le corresponde directamente al Obispo diocesano,525
pero la puede delegar al Ecónomo diocesano. En este caso el Ecónomo
“gozará de la facultad de visitar a las personas jurídicas públicas sujetas
al Obispo diocesano, de inspeccionarlas y de exigirles la rendición de
cuentas que, periódicamente deben presentar a su Ordinario.526
De
hecho, la vigilancia implica una potestad sobre la persona vigilada y el
oficio de Ecónomo no lleva aneja ninguna potestad de régimen, por lo
que hay que recordar continuamente que el Ecónomo actúa en nombre o
en lugar del Obispo y siempre bajo su autoridad.
523
Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, p. 1136.
524
Cfr. can. 1278.
525
Cfr. can. 1276 §1.
526
Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 314.
141
 Puede también confiarle, por tres años, la administración de los bienes
de las personas jurídicas públicas a él sujetas y que carezcan de
administradores propios. En estos casos se confiará a otros la función
de vigilancia sobre la administración, encargo que es renovable.527
También el Obispo diocesano puede encargarle la tarea de intervenir en la
administración de cualquier ente eclesiástico a él sujeto en caso de negligencia de
los administradores, y confiarle el encargo de buscar personas idóneas para la
administración de los bienes de las personas jurídicas en cuestión.528 Francesco
D’Ostilo agrega que “come amministratore dei beni ecclesiastici, -el Ecónomo
debe- osservare le prescrizioni dei canoni 1281 – 1289.529
A manera de síntesis
El Ecónomo es el administrador inmediato de los bienes diocesanos. Es un
órgano ejecutivo individual, de carácter obligatorio. Puede ser un laico o un clérigo
quien desempeñe esta función de ejecutar la administración de los bienes
diocesanos.
El Código es claro al señalar que debe ser experto en materia
económica y de reconocida honradez. Éste es nombrado por el Obispo después
de oír al Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos.
Su nombramiento será por cinco años renovables, y sólo puede ser removido por
el Obispo, por causa grave y después de oír al Colegio y al Consejo. El Ecónomo
actúa en todo momento bajo la autoridad del Obispo, ya que es éste el verdadero
administrador de los bienes diocesanos. La creación de esta nueva figura codicial
tiene como finalidad liberar al Obispo de la carga de la administración para que
pueda dedicarse con mayor amplitud a las actividades pastorales.
La
527
Cfr. can. 1279 §2.
Estatuto
de
la
Curia
diocesana,
Diócesis
de
Córdoba,
http://www.diocesisdecordoba.com/nueva/stc/pdf/noticias/estatutocuriadiocesana.pdf,,
de agosto de 2011.
529
D’Ostilo, Francesco, Prontuario del códice di Diritto Canonico, p. 233.
528
tomado
de
consultado el 3
142
administración la va a realizar del modo establecido por el Consejo de asuntos
económicos y a éste debe rendir cuentas de su administración.
No ha sido fácil la elaboración de este Capítulo por la falta de bibliografía
sobre el tema.
Si hay poco material sobre el Consejo diocesano de asuntos
económicos, es mucho menos lo que se encuentra sobre el Ecónomo.
143
CAPÍTULO V
RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS YEL
ECÓNOMO DIOCESANO Y LA INSTAURACIÓN DE AMBOS
PARTE 1
RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL
ECÓNOMO DIOCESANO
Introducción
Ya se ha señalado que tanto el Colegio de consultores como el Consejo
presbiteral, participan de la función consultiva de la Iglesia diocesana.
Estos
organismos tienen funciones muy amplias en la Diócesis, las cuales rebasan los
límites de la administración de bienes. En el caso del Colegio de consultores, se
puede decir que acompaña en casi todo al Consejo diocesano de asuntos
económicos530 en el cumplimiento de su misión, pero con su participación, el
legislador lo que asegura es la participación del presbiterio en la tarea de
aconsejar al Obispo diocesano en la administración patrimonial, además de ser
una forma del Colegio de colaborar con el Obispo en el gobierno de la Diócesis, ya
que puede darse que el Consejo de asuntos económicos esté constituido
enteramente por laicos, y que el Ecónomo sea también un laico. Sí, el Obispo
aparece como el verdadero administrador de los bienes diocesanos, pero en la
tarea de la administración debe consultar al Consejo presbiteral, al Colegio de
consultores, al Consejo de asuntos económicos y encomendar la función ejecutiva
de la administración al Ecónomo. Ésta resulta una tarea muy compleja.
Esta
investigación, como ya está claramente establecido, se centra en los dos
organismos que tienen como misión específica ayudar al Obispo diocesano en la
administración patrimonial. De este modo, el capítulo que ahora se presenta, se
530
Alejandro Bunge, Los consejos de asuntos económicos, se pregunta: ¿por qué hacer depender al Obispo
diocesano del consentimiento o del parecer de dos organismos. La respuesta la presenta él mismo al
señalar que cada quien tiene su especialidad, y que, mientras el Colegio de consultores, integrado por un
grupo de sacerdotes elegidos por el Obispo dentro del Consejo presbiteral, asegura la competencia propia
de los colaboradores del Obispo en el gobierno de la Diócesis, y el Consejo de asuntos económicos,
integrado por expertos en materia económica, aporta su ciencia y su experiencia en estos temas específicos.
consultado el 8 de agosto de 2011.
145
propone mostrar la relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y
el Ecónomo diocesano, lo cual no es una tarea fácil, pues el Código no es muy
amplio a la hora de presentarla y no hay mucho material escrito.
Antes de entrar en el estudio de la relación entre este Consejo y el
Ecónomo, conviene dar un vistazo al significado de la “communio” eclesiástica, de
la Curia diocesana, y de la función consultiva en la Iglesia. Es preciso mirar,
aunque sea de modo rápido estos temas, porque la Iglesia es comunión y cada
organismo que la compone participa de esta comunión eclesial.
Además, la
misma Curia, con sus funciones consultivas y administrativas, se convierte en
lugar privilegiado para la expresión externa de la vida de comunión que vive la
Iglesia.
1.
Comunión eclesiástica
Antonio Viana ofrece una amplia reflexión sobre el significado de la
comunión eclesiástica y sus consecuencias canónicas. Al estudiar canónicamente
las diversas entidades eclesiásticas, de modo explícito o implícito, se parte del
designio divino sobre la Iglesia.
La doctrina de la comunión tiene diversas aplicaciones.
En la doctrina
eclesiológica y canónica se hace referencia continua a la comunión de los fieles, a
la comunión jerárquica y la comunión de las iglesias particulares. La comunión de
los fieles manifiesta los vínculos que unen a los fieles entre sí, como consecuencia
de su incorporación a Cristo y a la Iglesia a través del bautismo. El bautismo
provoca en el bautizado una participación en la función sacerdotal de Cristo, de
manera que los fieles tienen el sacerdocio común y en virtud de este sacerdocio
común, los fieles “concurren a la ofrenda de la Eucaristía y lo ejercen en la
recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el
146
testimonio de una vida santa en la abnegación y caridad operante”.531
El
sacerdocio ministerial y el común de los fieles se ordenan el uno al otro.532 El
sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común y éste coopera con el
sacerdocio ministerial en el servicio conjunto de la misión de la Iglesia, de acuerdo
con las diversas condiciones personales.
La comunión católica, dentro de la
estructura visible de la Iglesia, se expresa por la profesión de la misma fe, los
mismos sacramentos y el mismo régimen eclesiástico.533 La igualdad fundamental
entre los fieles, con sus derechos y deberes, lleva a la reflexión sobre su relación y
participación en los diversos entes eclesiásticos y al mismo tiempo constituye la
base del sentido ministerial de la autoridad en la Iglesia.534
2.
La Curia Diocesana
El CIC/17, como introducción al capítulo IV del Libro II, De la Curia
diocesana, presenta tres cánones.
José María Díaz Moreno535 los sintetiza
diciendo que el primero es una definición descriptiva de la Curia diocesana;536 el
segundo recuerda la prescripción referente al nombramiento de los miembros de
la Curia, al mismo tiempo que hace algunos señalamientos fundamentales a los
curiales;537 mientras que el tercero se reduce a una remisión al derecho procesal
531
Cfr.LG 10.
Cfr. LG 10.
533
Cfr. LG 14.
534
Cfr. Viana, Antonio, Organización del gobierno de la Iglesia, pp. 19 – 22.
535
Principios teológico-canónicos reguladores de la organización de la Curia diocesana, en La Curia
diocesana. La función administrativa, p. 22.
536
Can. 363 §1 La Curia diocesana consta de aquellas personas que ayudan, en el gobierno de toda la
Diócesis, al Obispo, o al que rija la Diócesis en lugar de él. §2 Por tanto, a ella pertenecen: el Vicario General,
el provisor, canciller, fiscal, defensor del vínculo, jueces y examinadores sinodales, párrocos consultores,
auditores, notarios, cursores y alguaciles.
537
CIC/17, can. 364 §1 En conformidad con el can. 159, el nombramiento de quienes han de ejercer dichos
oficios o cargos debe hacerse por escrito. §2 Los nombrados deben: 1º Prestar en manos del Obispo
juramento de cumplir fielmente su cargo, sin la menor acepción de personas; 2º Tratar bajo la autoridad del
Obispo los negocios de su incumbencia, ajustándose a las normas del derecho; 3º Guardar secreto, dentro
de los límites y según el modo determinado por el derecho o por el Obispo.
532
147
sobre la Curia de Justicia y a los cánones que siguen sobre los miembros de la
Curia Administrativa o de Gobierno.
La Curia diocesana538 es el conjunto de personas y organismos que
colaboran con el Obispo en el gobierno de toda la Diócesis.539 Un concepto más
amplio de la Curia diocesana señala que ésta es “el conjunto de instituciones y
personas que, colaborando más de cerca con el Obispo, le ayudan en el ejercicio
de su potestad de régimen así como también en la dirección de la acción pastoral,
en la administración y en el ejercicio de la potestad judicial”.540 Entre los diversos
conceptos de Curia diocesana que se encuentran, Antonio Viana presenta uno
muy abarcador.
Señala que “el término Curia diocesana expresa el conjunto
organizado de oficios individuales y colegios que colaboran habitualmente con el
Obispo en el gobierno, la administración, el ejercicio de la potestad judicial y el
impulso de las tareas pastorales de la Diócesis”.541 Es necesario observar que la
organización de la Curia admite diversas formas y estilos, pues se deben tomar en
cuenta las costumbres, las culturas, la voluntad de cada Obispo, etc. Ella se
convierte en el órgano principal de la Iglesia diocesana, claro está, después del
Obispo.542 Con sus personas y organismos, está dentro de las instituciones de
derecho positivo que la Iglesia juzga conveniente y necesarias
para el mejor
cumplimiento de su misión pastoral, que no excluye, por supuesto, lo
administrativo, lo judicial y lo caritativo en el ejercicio de las obras de
apostolado.543 La articulación jurídica de las distintas funciones públicas produce
un orden externo necesario para la satisfacción de las necesidades espirituales de
los fieles y para anunciar y extender también a todas las gentes el mensaje
538
cann. 469 – 494 De la Curia diocesana, Capítulo II, Título III, Sección II, Parte II, Libro II, Del pueblo de Dios.
Cfr. can. 469 La Curia diocesana consta de aquellos organismos y personas que colaboran con el Obispo en
el gobierno de toda la Diócesis, principalmente en la dirección de la actividad pastoral, en la administración
de la Diócesis, así como en el ejercicio de la potestad judicial.
540
Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29.
541
Viana, Antonio, Organización del gobierno de la Iglesia, pp. 237 – 238.
542
Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29.
543
Curia diocesana, en Documentos diocesanos, Diócesis de Guadalajara, tomado de
http://arquidiocesisgdl.org/documentossinododiocesanocuriadiocesana.htm, consultado el 5 de agosto de
2011.
539
148
cristiano.544 La Curia es una organización al servicio de la comunión eclesial y al
servicio de cada uno de los fieles que son los sujetos de esta comunión. Es un
organismo formado por diferentes instituciones y personas para asistir al Obispo
en la dirección de la Diócesis en su conjunto. La estructura fundamental de la
Curia diocesana se establece de forma obligatoria en el Código.545
Si se acepta que, en sentido estricto, la Curia diocesana está configurada
solamente por aquellas personas y organismos que se encuentran reseñados en
los cann. 469 – 494, hay que aceptar que ni el Consejo presbiteral ni el Colegio de
consultores546 forman parte de la misma. Éstos de hecho están conexionados
con ella, pero no forman parte de la Curia.547 En este sentido es necesario señalar
que “el Consejo diocesano de asuntos económicos es parte integrante de la curia
diocesana, pero su configuración codicial sobrepasa ampliamente lo meramente
consultivo y periférico en la estructura de la misma”.548
Dentro del engranaje de la misma, se sitúan, al final de la codificación, las
figuras del Consejo diocesano de asuntos económicos y del Ecónomo. Pero aún
ubicadas al final de la codificación, hay que reconocer su gran importancia, por lo
que la organización económica de la Diócesis, a través de estas dos figuras, no es
opcional sino preceptiva. Cabe aquí señalar que:
“la Curia diocesana está constituida por los Vicarios generales y episcopales, por
el Canciller, Vicecanciller y otros Notarios, así como también por el Ecónomo con
el Consejo de asuntos económicos… Aunque el legislador, dentro del capítulo que
dedica a la Curia, no contempla la administración de justicia eclesiástica, no hay
544
Cfr. Viana, Antonio, Organización del gobierno de la Iglesia, pp. 19 – 33.
Voz Curia diocesana, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, p. 259.
546
cann. 495 – 502.
547
Cfr. Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva, en
la curia romana, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 54.
548
Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva en la
Curia romana, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 57.
545
149
duda de que el Vicario judicial y los oficios del Tribunal forman también parte de
aquella”.549
La nueva codificación presenta importantes novedades respecto de la
anterior.550 Por ejemplo, presenta “una nueva sistemática más acorde con una
completa organización de la Curia diocesana, la creación de la figura del Ecónomo
diocesano y la posibilidad de que los fieles miembros del Consejo diocesano de
asuntos económicos sean mujeres”.551 En este sentido, el Consejo de asuntos
económicos ha servido, incluso para acortar las distancias existentes en los
clérigos y los laicos, ya que como señala Pilar Ramos:
“A menudo, las relaciones entre los laicos y los clérigos, suelen ser distantes, en
ocasiones no se acepta por parte de los clérigos a los laicos en funciones de cierta
relevancia dentro de la Iglesia, existe una especie de temor a que profundicemos
en un terreno que hasta hace poco tiempo era exclusivo de ellos, pero lo cierto es
que la mayoría nos empieza a mirar como colaboradores, como complemento para
el buen funcionamiento de la Iglesia, como profesionales que les liberarán de
tareas para las que nunca han sido preparados y que además no las aceptan
libremente”.552
En los últimos tiempos se ha avanzado enormemente en este acercamiento
y a los laicos les gusta ser y sentirse Iglesia, compartir protagonismo,
549
Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29.
CIC/17, can. 1520 §1 Para el exacto cumplimiento de este deber, todo Ordinario establecerá en su ciudad
episcopal, un Consejo, compuesto del presidente, que es el propio Ordinario, y de dos o más varones
idóneos, en cuanto sea posible, peritos también en Derecho civil, los cuales han de ser elegidos por el mismo
Ordinario, oído el Cabildo, a menos que por derecho o por costumbre peculiar estuviera legítimamente
provisto de otra forma equivalente. §2 Sin indulto apostólico, están excluidos del cargo de administrador los
parientes del Ordinario local en primero o segundo grado de consanguinidad o afinidad. §3 En los actos
administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de oír al Consejo de administración; pero
los vocales de éste sólo tienen voto consultivo, a no ser que por derecho común, en casos especialmente
expresados, o por ley fundacional se exija el consentimiento de los mismos. §4 Los miembros de este
Consejo presentarán ante el Ordinario juramento de cumplir su cargo con fidelidad y perfección.
551
Benito de Tapia, Yolanda, La participación de los laicos en la función consultiva de la Iglesia, en La Curia
diocesana: la función consultiva, p. 60.
552
Ramos Guerreira, Pilar, en Una mirada desde el consejo de asuntos económicos, en La participación de los
laicos en la función consultiva de la Iglesia, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 67,
550
150
corresponsabilidad y solidaridad.553 Ya hemos visto que el Consejo diocesano de
asuntos económicos es una puerta abierta para la participación de los laicos –
hombres o mujeres- en la realización de una importante misión, en estrecha
colaboración con los clérigos.
La Curia diocesana tiene que ser organizada “de tal manera que el Obispo
tenga un instrumento adecuado no sólo para administrar la Diócesis, sino también
para realizar las obras de apostolado”.554 Además, el Concilio señala que la Curia
diocesana es un órgano colaborador del Obispo, que quienes la integran deben
ser conscientes de que prestan su ayuda al ministerio episcopal de éste,555 que la
Curia colabora con el Obispo en toda la amplitud del gobierno de la Diócesis y que
es el instrumento adecuado para la coordinación de la misión evangelizadora que
el Obispo debe realizar.556 Siendo así, todo el engranaje de la Curia tiene que
estar disponible para cooperar con el Obispo en la misión de pastorear a la
porción del Pueblo de Dios que a él se ha encomendado.
3.
La función consultiva en la Iglesia
En sentido técnico, consultar es pedir el parecer o dictamen, por escrito o
de palabra, a cerca de una cosa, y recibirlo.557 Al hablar de la función consultiva
de la Iglesia nos movemos dentro del marco de la Iglesia comunión. La comunión
es la forma de existencia, de vida y de misión de la Iglesia. La humanidad está
modelada por la fraternidad y la comunión, y las instituciones de la Iglesia actúan
553
Cfr. Ramos Guerreira, Pilar, en Una mirada desde el consejo de asuntos económicos, en La participación de
los laicos en la función consultiva de la Iglesia, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 67.
554
CD 27.
555
CD 27.
556
Cfr. Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva en
la Curia romana, en La curia diocesana: la función consultiva, p. 37.
557
Cfr. Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva, en
La Curia diocesana: la función consultiva, p. 43.
151
impregnadas por la comunión.558 La Iglesia es misterio de comunión y su
existencia está marcada por la “communio”. Esta realidad debe manifestarse en la
vida de toda la comunidad eclesial, ya que es su ley profunda. La Iglesia es
comunión en el misterio de Dios revelado en Cristo; y está abierta a la unidad de
los discípulos del Señor. Los distintos organismos diocesanos no deben perder de
vista estas orientaciones.559
La actividad de los consejos diocesanos es una manera privilegiada de
participar en la vida y misión de la Iglesia.
Participar es vivir consciente y
fraternalmente la pertenencia eclesial. Esta participación puede darse de manera
callada a través de la escucha atenta y la colaboración silenciosa.560
Ricardo
Blázquez dice que la participación en los consejos diocesanos exige una
enseñanza previa. Además señala que:
“Los miembros de los consejos diocesanos participan en las orientaciones
vinculantes sobre la misión de la Iglesia local discerniendo juntos, elaborando en
reflexión abierta el consejo que transmitirán al Obispo; asesorando al que debe
tomar la decisión final; es decir, ejercen una función consultiva que es una forma
real e importante de colaborar. Antes de decidir hay que escuchar, consultar,
deliberar, debatir, purificar el corazón de intereses torcidos, pedir a Dios el acierto
en la decisión…Y después se adopta la determinación con libertad y confianza.
Un consejo no es sin más la suma de sus miembros; es una corporación
consultiva, un cuerpo organizado y estable; por eso, el parecer decantado tiene un
peso particular en la decisión que adoptará el Obispo”.561
La consulta es una necesidad directa y obvia en la Iglesia, en cuanto que es
comunidad humana por voluntad de Cristo.
En relación con los laicos, el Código
558
Cfr. Blázquez, Ricardo, en La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 19.
559
Cfr. Blázquez, Ricardo, La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función
consultiva, pp. 19 - 20.
560
Cfr. Blázquez, Ricardo, La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 20.
561
Blázquez, Ricardo, La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 28.
152
actual les enlista diversos derechos.
Por ejemplo, el derecho que tienen
de
manifestar a los pastores sus necesidades y deseos;562 el derecho a expresar su
opinión sobre todo aquello que pertenece al bien de la Iglesia;563 y, especialmente
el derecho de los laicos debidamente preparados para aconsejar a los pastores a
través de su participación en los colegios instituidos.564
La segunda parte del Capítulo II trató de los administradores de los bienes
eclesiásticos, por lo que allí se ha podido ver la función administrativa de estos
bienes.
Además, se observó cómo El Sumo Pontífice es el Administrador
supremo, el Obispo diocesano es el Administrador mediato y el Ecónomo, el
Administrador inmediato.
Importante es recordar que la función administrativa
puede ser ejercida de modo directo o a través de otros.
4.
Aspectos generales de la relación entre el Consejo diocesano de
asuntos económicos y el Ecónomo diocesano
A lo largo de este trabajo de investigación se ha mencionado en diversas
partes que mientras el Consejo diocesano de asuntos económicos tiene una
función directiva, el Ecónomo tiene una misión ejecutiva. Las distintas definiciones
que se presentan de este Consejo recalcan su carácter de organismo/órgano
colegiado, consultivo y colaborador del Obispo en la administración de los bienes
patrimoniales de la Diócesis. De este modo, se señala que es un organismo de la
Curia diocesana que colabora con el Obispo en la administración de los bienes
temporales; … es un organismo consultivo que, además de asesorar y ayudar al
Obispo en la tarea de administrar los bienes, también le colabora en la vigilancia
sobre el patrimonio sometido a su jurisdicción; es un organismo de la Diócesis
colegial, estable y necesario, de carácter eminentemente técnico y asesor, que
562
Cfr. can. 212 §2.
Cfr. can. 212 §3.
564
Cfr. can. 228 §2.
563
153
ayuda al Obispo en la correcta administración, mediata e inmediata, de los bienes
eclesiásticos a él sujetos en el ámbito de la legislación canónica vigente y que
estas normas le conceden, expresando y realizando de este modo la
corresponsabilidad
de
los
fieles
diocesanos
en
la
tarea
económica
administrativa.565
El Ecónomo diocesano administra los bienes de la Diócesis, ejecuta los
gastos aprobados y rinde cuentas de los ingresos y egresos al Consejo diocesano
de asuntos económicos.
“La organización del departamento que dirige el
Ecónomo diocesano dependerá, lógicamente, de la complejidad y necesidad de
cada Diócesis”.566 En muchas diócesis españolas, el Ecónomo diocesano, siendo
clérigo, suele pertenecer al Consejo presbiteral, al Consejo Pastoral, al Colegio de
consultores, entre otros. Pero la relación más significativa que tiene que mantener
el Ecónomo diocesano es con el Obispo y con el Consejo diocesano de asuntos
económicos.
Entre los aspectos generales de la relación entre en Ecónomo y el Consejo
diocesano de asuntos económicos hay que recordar -lo ya expresado- que el
nombramiento del Ecónomo diocesano es realizado por el Obispo diocesano, pero
para efectuarlo, debe oír al Colegio de consultores y al Consejo de asuntos
económicos. Además se debe tomar en cuenta que la decisión de renovar el
mandato al Ecónomo exige que el Obispo diocesano escuche al Colegio y al
Consejo. Lo mismo ocurre en el caso de remoción del Ecónomo: es el Obispo el
que evalúa la gravedad de la causa de remoción y remueve, pero no sin antes
escuchar el parecer de estos dos entes diocesanos.
565
Cfr. Aznar Gil, Federico, El consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 193.
566
Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La Curia diocesana. La función administrativa, p. 319
154
5.
Función consultiva vs. Función ejecutiva
En este punto de la investigación, queda claro que aun cuando el Obispo
diocesano lleva sobre sus hombros la responsabilidad del gobierno de la Diócesis,
no es posible que pueda realizar personalmente todos los actos de administración
y al mismo tiempo atender exitosamente el resto de su ministerio.
Tanto el Colegio de consultores como el Consejo de asuntos económicos
son órganos de naturaleza colegial.
Alejandro Bunge señala “que cuando deben
expresar un parecer o dar un consentimiento sobre un acto de administración, más
allá de las opiniones o posiciones de cada uno de sus miembros, es necesario que
converjan en un voto que es propio del órgano en cuanto tal, y distinto al de los
miembros en cuanto individuos”.567 Es claro entonces que no se consulta a una
persona individual, sino al órgano como tal. Tanto el Colegio como el Consejo
deben alcanzar un consenso, de tal manera que el consejo o el consentimiento
que se exprese sea el consensuado. En todo caso hay que estar claro en que el
presidente de ambos grupos es el Obispo, el cual ejerce, en la Iglesia, la triple
función de regir, enseñar y santificar. Pero aun siendo el presidente, no tiene
derecho a votar. También resulta necesario señalar que aun cuando el Obispo es
el verdadero administrador, en todos los sentidos, de la Diócesis, la actuación de
estos órganos colegiados alcanza gran relevancia hasta el punto en que son
diversos los actos del Obispo que resultan inválidos si no busca el consejo o el
consentimiento de ellos. Esto resulta una verdadera limitante para el Obispo en
determinados actos.
Se ha señalado reiteradamente que mientras el Consejo diocesano de
asuntos económicos tiene una función consultiva, el Ecónomo la tiene ejecutiva. Si
se habla de la función directiva, “parece claro que en cualquier organización existe
un conjunto de tareas, como la motivación, coordinación, conducción de grupos,
que necesariamente deben ser asumidas por personas específicas, en este caso
567
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 31 de diciembre de 2011.
155
directivos”.568
La función ejecutiva es unipersonal. El Obispo diocesano es el
único responsable de la gestión administrativa de los bienes de la Diócesis, pero
nombra un Ecónomo que ha de realizar esta función ejecutiva bajo su autoridad.
La función del Ecónomo es ejecutar las decisiones administrativas del Obispo y
hacer los gastos que éste
o quienes hayan sido encargados por él, ordenen
legítimamente, con los ingresos propios de la Diócesis y de acuerdo con el plan
determinado por el Consejo de asuntos económicos.
A su vez es el jefe de la
oficina administrativa, aplica las normas dictadas por el Obispo diocesano y el
Consejo de asuntos económicos. El límite a sus atribuciones está marcado por el
Código y la legislación particular. Alejandro Bunge, con mucho tino, señala que:
“Tanto el Ecónomo como el Consejo diocesano de asuntos económicos y el
Colegio de consultores ayudan al Obispo a llevar adelante su responsabilidad
como administrador de los bienes de la Diócesis, y desarrollan en esta
administración tareas que no pueden ser absorbidas por el Obispo diocesano, que
debe contar necesariamente con ellos. Pero, al mismo tiempo, no puede delegar
en ellos la responsabilidad que le es propia como administrador de los bienes de la
Diócesis. Se trata de una responsabilidad indelegable”.569
Desde el inicio de los trabajos de la Comisión para la renovación del Código
“se propuso la creación de un Consejo de asuntos económicos y de un Ecónomo
en la Diócesis.
El primero tendría, bajo la presidencia del Obispo, la función
directiva de la administración de los bienes de la Diócesis, y el segundo, la función
ejecutiva, según los modos definidos por el Consejo”.570
Podría pensarse en una administración en cadena: el Consejo de asuntos
económicos da su parecer o su consentimiento al Obispo diocesano y éste
encomienda al Ecónomo la ejecución de lo dispuesto.
568
Reto de función directiva, tomado de http://www.mitecnologico.com/Main/RetoDeFuncionDirectiva,
consultado el 6 de agosto de 2011.
569
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 6 de agosto de 2011.
570
Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 6 de agosto de 2011.
156
5.1 Presupuesto
El presupuesto es “el cómputo anticipado del coste de una obra o de los
gastos y rentas de una corporación”.571 En la Diócesis, el Consejo de asuntos
económicos debe hacer el presupuesto de ingresos y gastos, de acuerdo con las
indicaciones del Obispo, y establecer el modo de ejecutarlo.572 Además, el Obispo
puede atribuirle todas las competencias concretas que estime oportunas para
asegurar una gestión eficaz y ordenada del presupuesto. Por su parte el Ecónomo
administra los bienes de la Diócesis de modo no autónomo, sino dependiente. En
efecto, debe actuar bajo la autoridad del Obispo y de acuerdo con el modo
determinado por el Consejo de asuntos económicos.573
5.2 Rendición de cuentas
Rendición de Cuenta es la acción, como deber legal y ético, que tiene todo
funcionario o persona de responder e informar por la administración, el manejo y
los rendimientos de fondos, bienes o recursos públicos asignados y los resultados
en el cumplimiento del mandato que le ha sido conferido.574 En la Diócesis, el
Ecónomo presenta anualmente al Consejo de asuntos económicos la rendición de
cuentas de ingresos y gastos;575 mientras que el Consejo recibe esta rendición de
cuentas de ingresos y gastos,576 y debe examinarlas y aprobarlas.
571
Diccionario de la lengua española, p. 1663.
Cfr. can. 493.
573
Cfr. CIC/83, can. 494 §3.
574
Definición de rendición de cuentas, en http://www.contraloriagen.gov.co/web/guest/rendiciondecuenta,
consultado el 8 de agosto de 2011.
575
Cfr. can. 494 §4.
576
Cfr. cann. 493 – 494.
572
157
5.3 Respecto a las personas jurídicas sujetas a la potestad del Obispo
diocesano
El Obispo diocesano puede asignar al Consejo de asuntos económicos
funciones distintas a las que aparecen consignadas en el derecho universal.
Éstas, de legislación particular, deben tener presente que el campo propio del
Consejo es el asesoramiento y el control. Puede, entonces, el Obispo, solicitar la
ayuda del Consejo para el control de las personas jurídicas de régimen diocesano,
revisando las cuentas presentadas.577
También, el Obispo puede confiar al
Ecónomo tareas de vigilancia sobre la administración de todos los bienes
pertenecientes a las personas jurídicas públicas a él sujetas.578
Para estas
mismas personas, el Obispo puede confiar la administración de sus bienes, al
Ecónomo por un período de tres años renovables, siempre que carezcan de
administradores propios.
Si esto se da, la función de vigilancia sobre la
administración se debe confiar a otros.579
A manera de síntesis
Aun cuando el Colegio de consultores
y el Consejo presbiteral tienen
señaladas intervenciones en la administración de los bienes diocesanos, sólo el
Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo tienen ésta como su tarea
específica. Ambos ayudan al Obispo en la administración patrimonial, pero cada
uno desde una función distinta. Mientras el Consejo ejerce una función consultiva;
el Ecónomo tiene una función ejecutiva. Mientras el Consejo asesora al Obispo;
éste delega al Ecónomo la tarea de administrar los bienes del modo establecido
por el Consejo. El Obispo aparece claramente en una posición intermedia: recibe
del Consejo el asesoramiento, que debe pedir, y encomienda al Ecónomo la
577
Cfr. can. 1278 §1.
Cfr. can. 1278.
579
Cfr. can. 1279 §2.
578
158
ejecución de la acción administrativa. No podría concluir esta investigación sin
que, de modo práctico, se ofreciera una ayuda sencilla para la elaboración de los
estatutos de ambas figuras y para el nombramiento de las personas que ejercerán
dichos oficios.
159
PARTE 2
PROPUESTA PARA LA INSTAURACIÓN DE LOS CONSEJOS DIOCESANOS
DE ASUNTOS ECONÓMICOS y DEL ECÓNOMO
Introducción
Es oportuno que después de este recorrido por el Código de Derecho
Canónico, entresacando la doctrina general sobre los Consejos de asuntos
económicos y el Ecónomo, sea presentada una propuesta que facilite la
instauración en cada Diócesis de estos dos órganos de la Curia diocesana, cuya
misión específica es ayudar al Obispo diocesano en la administración de los
bienes. Es importante recordar en este momento que la administración de los
bienes de una persona jurídica corresponde a la persona que la gobierna.580 Esto,
al referirse a la Diócesis, muestra, sin otra posibilidad, que el verdadero
administrador de los bienes de la Diócesis es el Obispo diocesano. El can. 1280
habla de la posibilidad de que la persona jurídica, en vez de tener un Consejo de
asuntos económicos, tenga, al menos, dos consejeros.581 El can. 492, refiriéndose
expresamente a la Diócesis señala que el Obispo debe nombrar un Consejo de
asuntos económicos, por lo que esta investigación no ha desarrollado ni
desarrollará la opción de los dos consejeros.
Siendo así, esta parte 2 presenta
una síntesis de la doctrina sobre el Consejo y el Ecónomo, acompañada de una
propuesta para su instauración, que incluye los estatutos y un modelo de decreto
de nombramiento.
580
Cfr. can. 1279 §1.
can. 1280 Toda persona jurídica ha de tener su consejo de asuntos económicos, o al menos dos
consejeros, que, a tenor de los estatutos, ayuden al administrador en el cumplimiento de su función.
Lo que se pretende ciertamente es que se reciba el auxilio de personas expertas para garantizar una eficaz
gestión patrimonial. La persona jurídica Diócesis opta canónicamente por el Consejo de asuntos
económicos, según aparece consignado en el can. 492.
581
160
1.
CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS
El Consejo de asuntos económicos está concebido como un grupo el cual
debe contar con un mínimo de tres fieles, que pueden ser clérigos o laicos,
expertos en materia económica y en materia civil, y de probada integridad. Será
presidido por el Obispo diocesano o su delegado.
Los miembros serán
nombrados libremente por el Obispo para un período de cinco años renovables
por otros quinquenios sin límites. Al tratarse de un oficio de la Curia diocesana, el
nombramiento ha de hacerse por escrito,582 a través de un decreto firmado por el
Obispo y el Canciller,583 y antes de tomar posesión del cargo deben prometer fiel
cumplimiento de sus funciones y guardar el secreto según lo establezca el
derecho o el Obispo.584
Los parientes del Obispo, hasta el cuarto grado de
consanguinidad o afinidad, están excluidos de este Consejo.585 En sede vacante
los miembros del Consejo no pierden su oficio y asumen algunas funciones
especiales en esa situación.586
Por ejemplo, si el Ecónomo es nombrado
Administrador diocesano, el Consejo debe nombrar de modo provisional a un
nuevo Ecónomo, ya que el Administrador diocesano no debe ser a la vez
Ecónomo.587 Si se vence el tiempo para el que han sido nombrados los miembros
del Consejo, seguirán siendo titulares de su oficio hasta que el Obispo se los
notifique por escrito.588
La legislación particular que promulga el Obispo debe ocuparse de
determinar más detalladamente algunos aspectos de la constitución, miembros y
funciones del Consejo.
Estas normas particulares estarán contenidas,
principalmente, en los estatutos. Allí aparecerá tanto la legislación universal como
la particular. Se deberá especificar si el Consejo será presidido habitualmente por
582
Cfr. can. 156.
Cfr. can. 474.
584
Cfr. can. 471.
585
Cfr. can. 492.
586
Cfr. can. 184 §2.
587
Cfr. can. 423 §2.
588
Cfr. can. 186.
583
161
el Obispo o por un delegado suyo, y si es así, quién será ese delegado. Será
oportuno también establecer el número, las cualidades y el modo de designación
de sus miembros. Es claro que el Obispo es el encargado de nombrar a los
miembros del Consejo, pero la legislación particular podría establecer algún tipo
de consulta en esta materia, por ejemplo al Consejo presbiteral, al Colegio de
consultores o al Consejo de pastoral.589
Podría fijarse la periodicidad de las
reuniones, el modo de las mismas, el desarrollo, la confección de las actas, junto
con otros detalles de interés. Además, “los plazos dentro de los cuales éste debe
preparar el presupuesto y presentar el balance de cada año y el modo en que se
realizará la revisión de la rendición de cuentas de los administradores de bienes
eclesiásticos sujetos a la potestad del Obispo diocesano”.590
Las
diócesis
españolas591
señalan,
además
de
las
competencias
universales, las siguientes funciones a los consejos diocesanos de asuntos
económicos:
la organización, potenciación, administración y gestión del fondo
común diocesano, el fondo para la sustentación del clero, entre otros;592 lo
relacionado con la retribución de los sacerdotes y la seguridad social de los
mismos;593 proponer normas concretas para la elaboración de proyectos o
presupuestos de obras, para la concesión de subvenciones en estos casos y en
cualquier otro en que se solicite la ayuda de la Diócesis;594 asesorar al Obispo en
todo lo que se refiere a la adquisición de bienes y recursos materiales,
inversiones, administración del patrimonio, transformación de bienes;595 estudiar y
buscar fuentes de recursos, aportaciones voluntarias de los fieles tendientes a
589
Bunge, Alejandro, Los consejos de asuntos económicos, consultado el 9 de agosto de 2011.
Bunge, Alejandro, Los consejos de asuntos económicos, consultado el 9 de agosto de 2011.
591
Cfr. Aznar Gil, Federico, El consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 202 – 203.
592
Cfr. can. 1274, Diócesis de Almería, art. 12, n; Canarias, art. 3º j; Calahorra y La Calzada-Logrono, art.
5.2.2.3; Astorga, art. 11.2; Oviedo, art. 13.3; Segovia, art. 7º, i; Toledo, art. 4.3. c); Tui-Vigo, art. 11.a).
593
Huelva, art.5.g; Lérida, art. 6.6; Segovia, art. 7º, n);Solsona, art. 4, k); Tui-Vigo, art. 11.b); Valladolid, art.
10.5.
594
Almería, art.12 j); Huelva, art.5.h); Jaca, art. 8.7; Lugo, art.11 d); Santander, art. 20.d); Valladolid, art. 10.4;
Zamora, art. 8,7; Astorga, art. 11.5); Oviedo, art. 13.6.
595
Coria-Cáceres, art.5; Lugo, art. 11.b); Menorca, art. 5.g); Solsona, art. 4.f); Astorga, art. 13.3-4; Oviedo, art.
13, 4-5.
590
162
alcanzar la autofinanciación económica en la Diócesis;596 asesorar sobre la
inversión de los fondos diocesanos, sobre la productividad de los bienes
inmuebles, sobre inversiones y depósitos en entidades bancarias;597 mantener
actualizado el inventario de los bienes de la Diócesis;598 organizar la economía
diocesana e implantar el sistema de contabilidad unificada en todas las
instituciones diocesanas, así como coordinarlo;599 ser consultado cuando se trate
de contratar personal estable;600 asesorar sobre las instrucciones o normas de
economía diocesana que haya de dar el Obispo diocesano y demás tareas que él
le encomiende.601
Como vemos, el Obispo diocesano, ponderadas las
necesidades de su Diócesis, puede agregar otras funciones a las ya establecidas
por la legislación general.
Es claro que el Consejo diocesano de asuntos económicos no tiene, de por
sí, funciones ejecutivas o de gestión de los bienes temporales de la Iglesia, sino
que se encarga de evaluar y aconsejar; se encarga de organizar y ejercer un
control en la actividad económica llevada a cabo por el Ecónomo diocesano.602
A continuación se presenta un modelo de estatutos de los Consejos
diocesanos de asuntos económicos. Téngase presente que serán unos estatutos
muy generales y que cada Diócesis, a la hora de elaborar los suyos, deberá
estudiar muy bien su situación patrimonial, geográfica, cultural, entre otros
aspectos. Esto es así pues puede darse el caso que no se cuente con el personal
preparado en Derecho Canónico, en Derecho Civil, en materia económica; o
existen en el territorio de la Diócesis, pero no están disponibles, por el motivo que
596
Almería, art. 12,m); Jaca, art. 12,10); Lérida, art. 6.9; Lugo, art.11.c); Toledo, art. 4.3.a); Tui-Vigo, art.
12.d); Valladolid, art. 10.7; Zamora, art.8.10); Pamplona y Tudela, art. 16.4.3.
597
Astorga, art.11.6); Oviedo, art.13.7; Tui-Vigo, art.12.c).
598
Coria-Cáceres, art.5; Lugo, art. 11.a); Solsona, art. 4.a); Tui-Vigo, art. 12.a).
599
Coria-Cáceres, art.5; Oviedo, art.13.1; Tui-Vigo, art. 12.b).
600
Orense, art. 10.5.6.
601
Almería, art.12, ñ); Bilbao, art.13º; Jaca, art.8.11); Jerez de la Frontera, art. 9.2.3; Santander, art. 21.c);
Huesca, art. 3; Segovia, art.7º, e); Tenerife, art.8º, d); Toledo, art. 4.2.a); Urgell, art. 7, d), Vitoria, art.8º, c.3);
Zamora, art.8.4) y 8.11).
602
Cfr. Aznar Gil, Federico, El consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función
consultiva, p. 201.
163
sea, para este oficio diocesano; o no son de la confianza del Obispo. Esto indica
que a la hora de establecer el Consejo diocesano de asuntos económicos, el
Obispo deberá tener un inventario del personal disponible y, aunque el Código no
lo exige, podría el Obispo ayudarse con la asesoría de los otros consejos
diocesanos. La propuesta de estatuto que se ofrece es una combinación de los
estatutos de la Diócesis de San Justo,603 y Asidonia.604
603
Provincia de Buenos Aires – Argentina, tomado de www.obispadodesanjusto.org.ar, el 15 de agosto de
2011.
604
Jerez, tomado de http://www.diocesisdejerez.org, el 15 de agosto de 2011.
164
1.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL CONSEJO DIOCESANO DE
ASUNTOS ECONÓMICOS
Diócesis de ________________________
Capítulo 1: Naturaleza y fines
Artículo 1. El Consejo diocesano de asuntos económicos es un órgano
colegial de la Curia diocesana que colabora directamente
con el Obispo
diocesano en la administración de los bienes temporales de la Diócesis.605
Artículo 2. El Consejo diocesano de asuntos económicos estará compuesto
por fieles, los cuales pueden ser sacerdotes, religiosos o laicos, que, designados
por el Obispo y bajo su presidencia (el Obispo puede designar un delegado para
que presida el Consejo), tiene las funciones que le atribuye el CIC/83, así como
las que aparecen en estos Estatutos.
Artículo 3. La función primordial del Consejo diocesano de asuntos
económicos es gestionar los asuntos económicos de la Diócesis y asesorar al
Obispo en todo lo concerniente a la materia económica, procurando cumplir esta
misión con la diligencia de “un buen padre de familia”.606
Artículo 4. Es función del Consejo procurar la generación o activación de
los elementos necesarios en orden al sostenimiento integral y permanente de la
obra evangelizadora en coherencia con las necesidades pastorales de la Diócesis.
Artículo 5. El Consejo diocesano de asuntos económicos es un organismo
consultivo, pero sus decisiones tienen un carácter vinculante siempre que lo
determine el CIC/83, como se especificará en estos Estatutos.
605
Cfr. cann.469, 492 y 493.
Cfr. can. 1284.
606
165
Capítulo 2: Miembros que integran el Consejo diocesano de asuntos
económicos: Nombramiento y cese de los mismos
Artículo 6. En esta Diócesis, el Consejo diocesano de asuntos económicos
estará formado, además del Señor Obispo, que lo preside, por ___ fieles.
Artículo 7. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos
serán nombrados libremente por el Obispo para un período de cinco años
renovables.607
El Obispo puede ayudarse por el asesoramiento del Consejo
presbiteral y del Colegio de consultores a la hora de escoger los miembros de este
Consejo.
Artículo 8. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos
sólo cesarán en su cargo, por transcurrir el tiempo para el que fueron nombrados,
por renuncia aceptada por el Obispo, por imposibilidad de cumplir su misión, o por
remoción608 que, a juicio del Obispo y oído el Colegio de consultores, debe ser
motivada por una causa grave.
Al vencerse el quinquenio, los miembros del
Consejo diocesano de asuntos económicos seguirán siendo titulares de su oficio
mientras el Obispo no se lo notifique por escrito.
Artículo 9. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos
deben ser expertos en materia económica y en derecho canónico, y de probada
integridad.609 Además deben tener conciencia eclesial.
Artículo 10. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos
no podrán ser parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o
afinidad.610
Artículo 11. Antes de comenzar a ejercer su función, los miembros del
Consejo diocesano de asuntos económicos deberán prometer ante el Obispo
607
Cfr. can. 492 §2.
Cfr. can. 184.
609
Cfr. can. 492 §1.
610
Cfr. can. 492 §3.
608
166
cumplir fielmente el cargo y guardar el secreto, dentro de los límites de la
prudencia y la naturaleza de los asuntos que lo requieran y según el modo
establecido por el Derecho o por el Obispo.611
Capítulo 3: Funcionamiento del Consejo diocesano de asuntos económicos
Artículo 12. El Consejo diocesano de asuntos económicos ayudará al
Obispo
en
la
administración
de
los
bienes
ordinariamente cada mes, y en forma extraordinaria
diocesanos,
reuniéndose
cuando sea considerado
necesario, bien por el Obispo, bien a propuesta de los miembros con aprobación
del Obispo.
Artículo 13. Para la validez de las reuniones del Consejo diocesano de
asuntos económicos se requieren las siguientes condiciones:
13.1. Presencia de la mayoría absoluta de los miembros, los cuales
deben ser citados a norma del can. 166.
13.2. Las decisiones se tomarán manifestando, de palabra, cada uno
su parecer. El Obispo decidirá si en alguna ocasión, el asunto deba someterse a
votación secreta, sobre todo si así lo pidiere alguno de los miembros presente.
13.3. Los acuerdos serán válidos si obtienen la mayoría de los votos
de los presentes y si son aprobados posteriormente por el Obispo. En la votación
se seguirá la norma de los cann. 119 y 127.
13.4. Cuando se trate de emitir simple consejo, basta con oír a los
presentes, con tal de que sean mayoría absoluta.
611
Cfr. can. 471.
167
Capítulo 4: Competencias del Consejo diocesano de asuntos económicos
Artículo 14. La misión general del Consejo diocesano de asuntos
económicos es asesorar, tanto a la Diócesis como a las parroquias, en cuanto a la
administración de los bienes.
14.1. Elaborar el plan para la administración de los bienes de la
Diócesis, bajo la autoridad del Obispo, al que se sujetará el ejercicio del
Ecónomo.612
14.2. Asesorar al Obispo a cerca de los criterios generales de la
administración, teniendo en cuenta el patrimonio con que se cuenta.
14.3. Potenciar la autofinanciación diocesana, promoviendo una
mejor aportación de los fieles, así como un mejor aprovechamiento de los recursos
propios.
14.4. Colaborar con los párrocos en la puesta en práctica de los
Estatutos de los consejos parroquiales de asuntos económicos y asesorarlos en
cualquier asunto relacionado con la economía parroquial.
14.5. Orientar respecto a las aportaciones que deben efectuar las
personas jurídicas sujetas al Obispo para contribuir al sostenimiento
de la
Diócesis.613
14.6. Asesorar al Obispo en la determinación de los actos de
administración extraordinaria de las personas jurídicas sometidas a su
jurisdicción.614
14.7. Hacer confeccionar y mantener al día el inventario de los
bienes de la Diócesis en todos sus niveles y en todas las entidades.
612
Cfr. can. 494 §3.
Cfr. can. 1263.
614
Cfr. can. 1281.
613
168
14.8. Proponer normas concretas para la presentación de proyectos
o presupuestos de obras; para la concesión de subvenciones; y en cualquier otro
caso en que se solicite la ayuda de la Diócesis, por parte de personas físicas o
jurídicas, pertenecientes a esta jurisdicción diocesana.
14.9. Informar sobre normas que se establezcan sobre los aranceles
diocesanos.
Artículo 15. El Obispo debe oír al Consejo diocesano de asuntos
económicos en los siguientes casos:
15.1. Para nombrar nuevos miembros del Consejo, cuando alguno
haya cesado antes de cumplir su mandato, por alguna de las causas expuestas en
el artículo 8 de estos Estatutos.
15.2. Para actos de administración que, atendidas las circunstancias
económicas de la Diócesis sean consideradas de mayor importancia.615
15.3. Cuando tenga que imponer un tributo a las personas jurídicas
sujetas a su jurisdicción en beneficio de la Diócesis, con carácter extraordinario.616
15.4. Cuando tenga que determinar, para personas sujetas a su
jurisdicción, los actos que sobrepasan el fin y el modo de la administración
ordinaria.617
15.5. En los casos comprendidos en los cann. 1287 §1, 1294, 1305 y
1310 §2, del Código.
15.6. Para el nombramiento del Ecónomo diocesano y para su
remoción dentro del tiempo de su mandato.618
615
Cfr. can. 1277.
Cfr. can. 1263.
617
Cfr. can. 1281 §2.
618
Cfr. can. 494 §§1 y 2.
616
169
Artículo 16. El Obispo necesita el consentimiento del Consejo diocesano
de asuntos económicos en los casos siguientes:
16.1. Para los actos administrativos que la Conferencia Episcopal
haya establecido como de administración extraordinaria619 y en cualquier
operación de la que pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de la
persona jurídica.620
16.2. Para enajenar los bienes de la Diócesis en conformidad con el
can. 1292 §1.
Artículo 17. El Consejo diocesano de asuntos económicos tendrá bajo su
especial cuidado y vigilancia lo siguiente:
17.1. Observar que se dé debido cumplimiento a las normas de
Derecho Laboral y Seguridad Social respecto del personal.
17.2. Dictaminar acerca de la restauración de templos, casas
parroquiales, demás edificios diocesanos o parroquiales; así como la adquisición o
venta de locales de propiedad eclesiástica diocesana teniendo en cuenta las
normas litúrgicas y pastorales.
17.3. Dictaminar acerca de los contratos de compraventa, alquileres,
permutas y colocación de dinero.621
17.4. Examinar y aprobar, si procede, los presupuestos de las
parroquias y de las diversas entidades de la Diócesis, así como las cuentas
presentadas por las mismas.622
17.5. Preparar el orden del día de las sesiones del Consejo
diocesano de asuntos económicos, de acuerdo con el Obispo.
619
Cfr. can. 1292 §1.
Cfr. can. 1295.
621
Cfr. cann.1292 y 1295.
622
Cfr. can. 1287.
620
170
17.6. Cualquier otra función, dentro de su misión, que le encomiende
el Obispo.
Capítulo 6: De la misión de la Secretaría
Artículo 18. La Secretaría estará a cargo de uno de los miembros del
Consejo diocesano de asuntos económicos, elegido por los demás miembros, y
tendrá como misiones específicas:
18.1. Custodiar el Libro de Actas y cualquier otro documento
directamente relacionado con el Consejo diocesano de asuntos económicos, así
como el sello del mismo, si lo hubiere, en el Obispado.
18.2. Levantar un acta de cada una de las sesiones del Consejo,
distinguiendo las que son del pleno y las que sean de alguna comisión especial.
18.3. Enviar copia del acta en el plazo de diez días a los miembros
del Consejo, o de la comisión especial, para que la examinen o corrijan o
aprueben, en un plazo de quince días. Si transcurridos los quince días, no se ha
manifestado nada, las actas se consideran aprobadas.
18.4. Enviar, al menos con una semana de antelación, las citaciones
con el orden del día, de cada sesión del Consejo, a cada uno de los miembros, o
cualquier otro comunicado que le encomiende el Obispo.
Capítulo 7: Disposiciones finales
Artículo 19.
Las presentes normas tienen fuerza de ley y entran en
vigencia a partir de…
Artículo 20.
Comuníquese a quienes corresponda, publíquese en el
Boletín Oficial y pásese al Archivo.
171
Dado en la ciudad de _____________, Sede Episcopal de esta Iglesia Particular,
el ____ de ________________ de _________.
_____________________________________
Obispo de _______________
_______________________________________
Pbro. __________________________
Canciller
172
1.2. PROPUESTA DEDECRETO DE INSTAURACIÓN DEL CONSEJO
DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS
Monseñor _______________________
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTÓLICA
Obispo de _________________
CONSIDERANDO
1.
Que el Concilio Vaticano II puso muy de manifiesto la responsabilidad de
todos los cristianos en la vida y misión de la Iglesia y manifestó que: “Los
bienes eclesiásticos propiamente dichos, como lo pide la naturaleza de la
cosa, los administrarán los sacerdotes, observando lo que dispongan las
leyes eclesiásticas, con la ayuda, en cuanto fuere posible, de laicos peritos,
y los destinarán siempre a aquellos fines para cuya consecución le es lícito
a la Iglesia poseer bienes temporales” (PO 17).
2.
Que el can. 492 §1 del Código de Derecho Canónico establece: “En cada
Diócesis ha de constituirse un Consejo de asuntos económicos presidido
por el Obispo diocesano o su delegado, que consta al menos de tres fieles,
designados por el Obispo, que sean verdaderamente expertos en materia
económica y en derecho civil, y de probada integridad”.
DECRETA
1.
Constituir al Consejo diocesano de asuntos económicos, el cual será
presidido por este servidor.
2.
Las funciones del Consejo y el modo de realizar las mismas están
determinadas por los estatutos.
173
3.
Los miembros del Consejo, nombrados por un período de cinco años, son:
___________________, Experto en materia económica;
___________________, Experto en materia civil;
___________________, Párroco de _______________;
___________________, Catequista y
___________________, Religiosa.
4.
Comuníquese a las personas interesadas, publíquese en el boletín oficial y
archívese.
Dado en la ciudad de _______________, sede de esta Diócesis, el ___ de ___ de
20__.
________________________________
Obispo de _________________
________________________________
Canciller
174
2.
ECÓNOMO DIOCESANO
Desde el inicio de la redacción del actual Código de Derecho Canónico, se
vio la necesidad de crear un nuevo oficio eclesiástico, con funciones ejecutivas en
la administración de los bienes de la Diócesis. Así se fue configurando el oficio del
Ecónomo diocesano.623
El Ecónomo es un órgano administrativo individual de constitución
obligatoria en cada Diócesis.624 Desde el s. III comenzó a configurarse la función
del Ecónomo, pero es a partir del Concilio de Calcedonia, como se indica en el
primer capítulo de esta investigación, que el oficio de Ecónomo pasó a ser
preceptivo. Este oficio que no existía en el CIC/17, adquiere gran relevancia,
puesto que el Obispo ordinariamente va a dejar la administración de los bienes de
la Diócesis al Ecónomo, el cual ha de actuar siempre bajo la autoridad del
mismo.625 De este modo, “todo Obispo debe nombrar obligatoriamente un
Ecónomo en su Diócesis, después de oír al Consejo de asuntos económicos y al
Colegio de consultores”.626
El Ecónomo diocesano debe ser verdaderamente experto en economía, de
reconocida honradez627 y debe poseer un auténtico sentido eclesial, que le haga
idóneo para actuar coherentemente en nombre de la Iglesia.628 Puede ser un
laico, hombre o mujer, un clérigo, un religioso o una religiosa, siempre que cumpla
con las condiciones de capacidad técnica y solvencia moral. Es nombrado por
cinco años, pero su nombramiento puede ser renovado para otros quinquenios sin
limitación alguna.629
El Ecónomo no puede ser removido de su oficio por el
623
Cfr.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 12 de agosto de 2011.
624
Cfr. CIC/83, can. 494 §1.
625
Cfr. Schouppe, Jean- Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 197.
626
Cfr.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 12 de agosto de 2011.
627
Cfr. can. 494 §1.
628
Cfr. Schouppe, Jean- Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 197.
629
Cfr. can. 494 §2.
175
Obispo diocesano durante el transcurso del tiempo para el que fue nombrado, si
no es por una causa grave y después de consultar al Consejo diocesano de
asuntos económicos y al Colegio de consultores. Se busca que este oficio nunca
quede vacante por inadvertencia.630
Al Ecónomo no se le pone la limitación que se pone a los miembros del
Consejo diocesano de asuntos económicos, sobre la prohibición de ser parientes
del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad. Esta prohibición
podría establecerse en la legislación particular y evitaría muchos comentarios y
dificultades. Por otro lado hay que recordar que la función del Ecónomo es de
mera ejecución. A él le compete realizar los gastos que le ordene legítimamente
el Obispo y los demás comisionados por éste, teniendo en cuenta los ingresos de
la Diócesis.
Al finalizar el año debe rendir cuentas de ingresos y egresos al
Consejo diocesano de asuntos económicos.631
La tarea del Ecónomo es incompatible con la de Administrador diocesano.
Cuando el
Ecónomo sea nombrado Administrador diocesano, el Consejo
diocesano de asuntos económicos debe proceder a nombrar, de modo transitorio,
un nuevo Ecónomo.632
Además de las tareas generales y específicas que el Código le asigna al
Ecónomo diocesano, el Obispo diocesano le puede encomendar otras
relacionadas con esta materia y que sobrepasan la mera administración de los
bienes temporales de la Diócesis.
En este sentido, la Conferencia Episcopal
Italiana, en su Instrucción del 1 de abril de 1992, recuerda que “il Vescovo
diocesano potrá precisare meglio le attribuzioni concrete, fino a concederé
all’Economo la stessa rappresentanza negoziale dell’ente Diocesi, mediante
630
Cfr.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes
temporales, consultado el 12 de agosto de 2011.
631
Cfr. can. 494.
632
Cfr. can. 423 §2.
176
procura conferita per gli effetti civili con atto notarile”.633 Sobre esto, L. Centurioni
afirma que con esto lo único que se confiere de más al Ecónomo es la
representación legal de la Diócesis.634 En todo caso sigue siendo el Obispo
diocesano el verdadero administrador. En definitiva se hace necesario que los
deberes y derechos del Ecónomo diocesano sean más determinados y precisados
en cada Diócesis. Aquí se ofrece un modelo inacabado de Estatutos del Ecónomo
diocesano, y de decreto de nombramiento, tarea que debe ser completada por el
Obispo.
633
Conferenza Episcopale Italiana, Istruzione in materia amministrativa, 1 aprile 1992, n. 23, en Aznar Gil,
Federico, El ecónomo diocesano, en La curia diocesana la función administrativa, p. 313.
634
“Qualora il Vescovo diocesano intendesse fare ció, non per questo si libera dellámministrazione dell’ente
diocesi, ma solamente concede al’Economo una cosa in piú, la rappresentanza legale, che ai fini pratici é
solamente il modo de semplificare la prassi burocratica, senza incidere nella sostanza dell’amministrazione
diocesana cosí come viene strutturata nel Codice”, en Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La curia
diocesana: La función administrativa, p. 313.
177
2.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL ECÓNOMO DIOCESANO
Diócesis de ___________________
Capítulo 1: Naturaleza y fines
Artículo 1. El Ecónomo es un oficio de naturaleza ejecutiva dentro de la
Curia diocesana.
Artículo 2. La finalidad del Ecónomo diocesano es la administración de los
bienes de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo.635
Capítulo 2: Características personales del Ecónomo
Artículo 3. El Ecónomo diocesano será un fiel, clérigo, religioso o laico,
con un amplio sentido eclesial.
Artículo 4.
El Ecónomo diocesano deberá destacar por su conocida
honestidad.636
Artículo 5. El Ecónomo diocesano deberá destacar por su competencia en
materia económica.637
Capítulo 3: Nombramiento y cese de funciones
Artículo 6. El nombramiento del Ecónomo diocesano lo hará el Obispo,
habiendo oído previamente al Consejo diocesano de asuntos económicos y al
Colegio de consultores.638
635
Cfr. can. 494 §3.
Cfr. can. 494 §1.
637
Cfr. can. 494 §1.
636
178
Artículo 7. El Ecónomo será nombrado para un período de cinco años,
pero el nombramiento puede renovarse por otros quinquenios, incluso más de una
vez, al vencer el plazo.639
Artículo 8. El oficio de Ecónomo se pierde por el transcurso del tiempo
prefijado, por renuncia aceptada por el Obispo diocesano, traslado, remoción o
privación.640
Artículo 9. El Ecónomo no podrá ser removido durante el tiempo de su
cargo, si no es por causa grave, que el Obispo ha de ponderar habiendo oído al
Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos.641
Artículo 10.
Cuando termine el tiempo del mandato del Ecónomo
diocesano, éste mantiene la titularidad de su oficio hasta que el Obispo diocesano
se lo notifique por escrito.642
Artículo 11.
El Ecónomo diocesano no pierde su oficio al cesar en
cualquier modo el derecho del Obispo diocesano que lo confirió.643
Artículo 12. Al cesar en su oficio el Ecónomo diocesano, el Obispo deberá
notificarlo cuanto antes a las personas o entes interesados.644
Capítulo 4: Modo de actuar y competencias del Ecónomo
Artículo 13. El modo de actuar del Ecónomo diocesano será establecido
por el Consejo diocesano de asuntos económicos y siempre actuará bajo la
autoridad del Obispo.645
638
Cfr. can. 494 §1.
Cfr. can. 494 §2.
640
Cfr. can. 184 §1.
641
Cfr. can. 494 §2.
642
Cfr. can. 186.
643
Cfr. can. 184 §2.
644
Cfr. can. 184 §3.
639
179
Artículo 14. Las competencias y obligaciones generales del Ecónomo
diocesano son:
14.1. Administrar los bienes de la Diócesis,
14.2. hacer los gastos que ordenen legítimamente el Obispo o
quienes hayan sido encargados por él y
14.3. rendir cuentas de ingresos y gastos al Consejo diocesano de
asuntos económicos.646
Artículo 15. Además de las tareas generales y específicas, se le asignan al
Ecónomo las siguientes relacionadas con la materia económica y que sobrepasan
la mera administración de los bienes temporales de la Diócesis:
15.1. Vigilar la administración de todos los bienes pertenecientes a
las personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano.647
15.2. Administrar, por un período de tres años, los bienes de las
personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano, pero que carezcan de
administradores propios. En este caso, la función de vigilancia la realizará otro
administrador.648
(Aquí se anotarán otras funciones, si las hay, que se le asignan al Ecónomo)
Capítulo 5: Relación con el Consejo diocesano de asuntos económicos
Artículo 16.
El Consejo diocesano de asuntos económicos elabora el
presupuesto de ingresos y egresos, con las indicaciones recibidas del Obispo
diocesano, y el Ecónomo lo administrará bajo la autoridad del mismo Obispo, y del
modo establecido por el Consejo diocesano de asuntos económicos.
645
Cfr. can. 494 §3.
Cfr. can. 494 §§3 y 4.
647
Cfr. can. 1278.
648
Cfr. can. 1279 §2
646
180
Artículo 17.
El Ecónomo diocesano rendirá cuentas, de ingresos y
egresos, anualmente al Consejo diocesano de asuntos económicos.
Éste las
recibe, examina y aprueba.
Capítulo 6: Condiciones para la validez de las actuaciones del Ecónomo
Artículo 18. Para la validez de las actuaciones del Ecónomo, éste ha de
administrar los bienes de la Diócesis, bajo la autoridad del Obispo y dentro del
límite de la administración ordinaria.
Capítulo 7: Disposiciones finales
Artículo 19. Las presentes disposiciones tienen fuerza de ley y entrarán en
vigor a partir de ___________________________
Artículo 20. Comuníquese a quienes corresponda, publíquese en el Boletín
Oficial y pásese al Archivo.
Dado en la ciudad de _____________, Sede Episcopal de esta Iglesia Particular,
el ____ de ________________ de _________.
_____________________________________
Obispo de _______________
_______________________________________
Pbro. __________________________
Canciller
181
2.2. PROPUESTA DE DECRETO DE NOMBRAMIENTO DEL ECÓNOMO
DIOCESANO
Monseñor _______________________
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTÓLICA
Obispo de _________________
CONSIDERANDO
1.
Que a lo largo de la historia se ha visto la necesidad de la existencia del
oficio de Ecónomo en las diócesis para la función ejecutiva en la
administración de los bienes.
Que según el can. 393, “el Obispo representa a la Diócesis en todos los
2.
negocios jurídicos de la misma”.
3.
Que el can. 392 §2 señala que el Obispo debe vigilar para que no se
introduzcan abusos en la administración de los bienes.
Que el can. 494 §1 establece: “En cada Diócesis, el Obispo, oído el Colegio
4.
de consultores y al Consejo de asuntos económicos, debe nombrar un
Ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de
reconocida honradez”.
DECRETA
1.
Nombrar a ___________________________________ como Ecónomo
diocesano el cual actuará siempre bajo mi autoridad y de acuerdo a las
normas establecidas en los estatutos.
182
2.
Que el Ecónomo ejercerá su oficio por un período de cinco años
renovables, de acuerdo al derecho y a los estatutos.
3.
Comuníquese a las personas interesadas, publíquese en el Boletín
oficial y archívese.
Dado en la ciudad de _____________________, sede de esta Diócesis, el ____
de _________________ de 20___.
________________________________________
Obispo de _________________________
_________________________________________
Pbro. ______________________________
Canciller
183
A manera de síntesis
Tanto el Consejo de asuntos económicos, como el Ecónomo, ofrecen una
ayuda invaluable al Obispo en la administración de los bienes. La Iglesia que es
Madre, preocupada por la evangelización de los fieles, y, reconociendo la gran
misión que tienen que desarrollar los obispos, crea estas dos figuras canónicas y
las presenta como obligatorias para que le ayuden al Obispo en tan delicada
materia. El Código no agota la materia, sino que deja muchos elementos para
que, dependiendo de la situación concreta de la Diócesis, se cree una legislación
particular, que será recogida en los estatutos junto a la legislación universal.
Antes de cada propuesta se ha presentado una apretada síntesis de la doctrina
correspondiente a cada figura.
Las propuestas y estatutos, que aquí se han
presentado, son muy generales pues cada Diócesis debe tener en cuenta su
situación concreta a la hora de elaborar los propios.
184
CONCLUSIONES
Entre los distintos organismos diocesanos hay dos que están dedicados
específicamente a la administración de los bines: el Consejo de asuntos
económicos y el Ecónomo. Mientras el primero es de naturaleza consultiva, el otro
es ejecutivo. A estas alturas de la historia no cabe preguntarse para qué necesita
la Iglesia de los bienes patrimoniales, ya que es obvio que ésta ha sido constituida
por el Señor como comunidad espiritual, pero encarnada en la realidad humana, y
que aun siendo una comunidad espiritual, siempre necesita de bienes materiales
para poder cumplir con la misión que se le ha conferido.
Cuando la Iglesia
propone su derecho patrimonial, lo que hace es establecer normas claras para que
los bienes económicos sean siempre medios y nunca un fin en sí mismos.
La Iglesia tiene el derecho de adquirir, retener y administrar bienes
temporales (can. 1254) y este derecho le compete no por un título adventicio, sino
por voluntad expresa de Jesucristo, siendo por lo mismo independiente de
cualquier potestad civil. Es claro que este derecho de la Iglesia tiene sus límites,
pues los modos de adquirirlos, la administración y su destinación no son, de
ninguna manera arbitrarios, ni dependen del criterio de la persona a la que
pertenecen.
Cada uno de estos elementos está claramente normado por el
Derecho Canónico.
Desde el principio, la Iglesia comenzó a establecer normas tendientes a
reglamentar todo lo referente a los bienes. Se partió de la sencillez y la ausencia
de normas de organización patrimonial, pues se vivía con intensidad el espíritu
nuevo del Evangelio. Aun así, se fue descubriendo la necesidad de normar el uso
de los bienes económicos. Sin embargo se descubrió que no era suficiente dictar
normas sobre el uso de los mismos y fueron tres aspectos los que comenzaron a
reglamentarse: el origen de los bienes eclesiásticos, la finalidad y el modo de su
administración, tema central de esta investigación.
185
Desde su profundidad espiritual, los padres de la Iglesia mostraron la
necesidad de los bienes para el cumplimiento de la misión, pero señalaron con
claridad el destino de los mismos y el peligro del mal uso de las riquezas.
Distintos padres enfatizaron el hecho de la fuerza espiritual que la Iglesia había
alcanzado con su testimonio de fidelidad en medio de las persecuciones,
especialmente a través de los mártires, pero cómo se debilitaba en la medida en
que aumentaban su poder y riquezas terrenos.
Esta preocupación de los padres
ha estado presente a lo largo de toda la historia de la Iglesia y siempre se ha visto
cómo las riquezas han sido una tentación. Por lo tanto el derecho patrimonial de
la Iglesia tiene como fin fijar la doctrina sobre los modos de adquisición, la
administración, la finalidad del patrimonio eclesiástico.
Los concilios establecieron normas para asegurar a la Iglesia un clero con
una moral elevada. En todas las épocas surgían conflictos y acusaciones sobre el
mal manejo de los bienes eclesiásticos.
Por esto los concilios nunca
desatendieron esta problemática y fueron configurando poco a poco la doctrina
católica sobre el tema. Esto es así y se muestra con claridad en el hecho de que,
aunque el Ecónomo no aparece en el Código del 17, ya estaba presente en casi
todas las circunscripciones eclesiásticas. Esta figura había sido establecida desde
el principio.
Judas aparece como el tesorero del grupo apostólico y los siete
diáconos se establecieron para administrar los bienes. A partir del Concilio de
Calcedonia se estableció que todo Obispo eligiera su Ecónomo. De este modo, la
legislación canónica actual no ha creado una figura nueva. Lo que ha hecho es
reactivar, con fuerza de obligatoriedad, este órgano ejecutivo individual, dedicado
exclusivamente a la administración de los bienes diocesanos. Sin embargo, el
Consejo diocesano de asuntos económicos no aparece claro a lo largo de la
historia.
Lo más aproximado se encuentra en el Consejo diocesano de
administración del Código del 17.
El Concilio Vaticano II no promulgó ningún documento sobre la
administración de los bienes eclesiásticos, pero casi todos ellos, especialmente los
decretos Christus Dominus y Presbyterorum Ordinis, presentan algún elemento
186
que, reunidos, constituyen una base importante para la doctrina canónica sobre el
tema.
Éste recuerda a los presbíteros que los bienes temporales deben ser
usados según la voluntad de Dios, que es necesario dejar de lado todo cuanto
obstaculiza el cumplimiento de la misión, que el mismo Señor es “su porción y su
herencia”, y que hay que apreciar los bienes creados como dones de Dios, pues
aunque los presbíteros viven en el mundo, no son del mundo, según la sentencia
del mismo Jesús. Esto es recogido por el can. 282 §1 al señalar que “los clérigos
han de vivir con sencillez, y abstenerse de todo aquello que parezca vanidad”. El
oficio pastoral nunca deberá ser ocasión de enriquecimiento personal o familiar,
como se dio en otro tiempo.
Los clérigos deben usar los bienes sólo para los
fines a los que pueden ser destinados, de acuerdo con las enseñanzas del Señor
y del ordenamiento de la Iglesia en esta materia. Hay que recordar la invitación
que hace el Concilio a los clérigos a abrazar la pobreza voluntaria (PO 17), para
conformarse de manera más evidente a Cristo y poder desempeñar mejor su
ministerio, ya que ésta les proporciona una mayor libertad. La historia de la Iglesia
no debe ser olvidada nunca, pues ella tiene las más grandes enseñanzas para
todo cristiano y, especialmente, para los clérigos.
En todo momento se ha
comprobado que la abundancia y el mal uso de los bienes materiales, termina por
desfigurar a los ministros y a la misma Iglesia.
La Iglesia y las personas jurídicas en ella constituidas, tienen que ser muy
finas a la hora de adquirir su patrimonio.
La Iglesia puede adquirir bienes
temporales utilizando todos los medios justos, sean de derecho natural o positivo,
que estén permitidos a otras personas (can.1259).
En ella no se vive de
privilegios, sino que utiliza los mismos modos normales y justos que tienen las
instituciones para adquirir sus bienes. Aquí es clara la remisión a la legislación
civil, de tal manera que los modos justos de adquisición de bienes, utilizados por la
Iglesia, estén contemplados allá. Esto implica una clara conciencia de parte del
clero, de los miembros del Consejo de asuntos económicos, del Ecónomo y de la
feligresía en general, sobre los modos lícitos de adquisición de bienes, pues hay
bienes que, por su procedencia no pueden entrar a formar parte del patrimonio de
187
la Iglesia.
Hay donaciones que tienen que ser rechazadas y actividades
económicas que no pueden ser realizadas, sin importar los apuros económicos
que pueda haber en el momento. La Iglesia tiene también el derecho originario de
pedir a los fieles todo lo que necesita para la prosecución de sus fines (can. 1260)
y los fieles, a su vez, tienen el deber/derecho de contribuir con sus bienes para
que la Iglesia pueda cumplir con su misión (cfr. Can. 222 §1).
Toda actividad humana exige la utilización de bienes materiales, pero los
bienes patrimoniales de la Iglesia sólo han de utilizarse como medios para lograr
los fines que corresponden a la misión encomendada por Jesús. La Iglesia no
adquiere y administra sus bienes para otra cosa que no sea para alcanzar sus
fines. Los fines propios –de los bienes de la Iglesia- son principalmente sostener
el culto divino, sustentar honestamente al clero y demás ministros, y hacer las
obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados (cfr.
Can 1254 §2). A nada que no pueda ser enmarcado dentro de estos tres fines
pueden ser destinados los fondos. Esto se convierte en una protección para la
vida espiritual del clero. Al mismo tiempo, es claro que el recto uso de los bienes
económicos, da a la feligresía la confianza necesaria para seguir aportando sus
bienes a la Iglesia. El Obispo se convierte en el gran servidor del Pueblo de Dios
que peregrina en la Diócesis que se le ha encomendado y deberá regirla al estilo
de Jesús, Buen Pastor. Una tarea tan delicada como ésta no es posible imaginar
siquiera que pueda ser realizada por una sola persona, por lo que el Concilio y el
Código insisten en que el Obispo ha de regir su Diócesis con la cooperación del
presbiterio y, en la medida de lo posible, de los laicos.
Los administradores de los bienes patrimoniales de la Iglesia están
claramente establecidos y tienen su propio estatuto. El Administrador Supremo de
los bienes es el Romano Pontífice (can.1273).
Mientras que el Obispo es el
Administrador Mediato, el cual se deja ayudar por el Consejo de asuntos
económicos, el Colegio de consultores y el Ecónomo, el cual es el Administrador
Inmediato.
En virtud de su primado de régimen, el Romano Pontífice es el
administrador y distribuidor supremo de todos los bienes eclesiásticos. Los bienes
188
pertenecen a la persona jurídica que los ha adquirido legítimamente (cfr. Can.
1279 §1), pero permanecen bajo la autoridad del Romano Pontífice por su
primacía de gobierno.
La potestad que ejerce el Obispo diocesano sobre los
bienes económicos es la vigilancia (cfr. Can.1276 §1). Hay que reconocer que él
es el verdadero administrador de los bienes diocesanos, pero que la
administración se ejecuta a través del Ecónomo, el cual actúa bajo la autoridad del
mismo.
Como representante de todos los negocios jurídicos de la Iglesia diocesana,
corresponde al Obispo la organización de todo lo relacionado con la
administración de los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e
indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y sirviéndose de
las eventuales orientaciones y subsidios de la Conferencia Episcopal. La
administración del patrimonio es un aspecto fundamental de la actividad ordinaria
de la Curia diocesana y los entes establecidos por el Código para este fin son el
Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo (cann. 492 – 494). Al revisar la
legislación universal sobre los Consejos diocesanos de asuntos económicos, salta
a la vista la necesidad de normas particulares. Son muchos los aspectos que
quedan sin establecer y que necesitan determinarse, de acuerdo a la situación
concreta de cada Diócesis. Estas normas estarán contenidas principalmente en
sus estatutos. En ellos se ha de recoger el derecho universal y lo que el Obispo
decida para su propia Diócesis. Las normas particulares deberán indicar, por
ejemplo, si el Consejo será presidido habitualmente por el
delegado.
Obispo o por su
Además debe determinar el número de miembros, las cualidades
personales de cada uno de ellos, el modo de designar a los miembros y sus
funciones. Fijará consultas, plazos, frecuencia y modo de reuniones.
Es preciso
establecer si los laicos que realizan estos oficios serán remunerados o no. La
respuesta a esta interrogante dependerá, por ejemplo, del tiempo que deban
dedicar, a las condiciones generales de la Diócesis, de sus posibilidades
económicas, entre otras, salvando siempre las razones de justicia.
Esto es
189
señalado en los cann. 231 §2 y 1286 §2, cuando se habla de “los laicos que de
modo permanente o temporal se dedican a un servicio especial en la Iglesia”.
El Consejo de asuntos económicos es un órgano consultivo, aun cuando
algunas de sus actuaciones tengan un carácter vinculante. La corresponsabilidad
en la Iglesia está ordenada
eclesiástica competente.
a la consulta y ayuda de la respectiva autoridad
Esta autoridad es la única responsable del acto
realizado desde su inicio hasta su conclusión. Las funciones de tipo consultivo del
Consejo diocesano de asuntos económicos son aquellas en las que el
ordenamiento canónico impone al Obispo, recurrir al él para obtener su consejo o
su consentimiento.
Los actos donde el Obispo está obligado a obtener el
consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos, están referidas a
los bienes de la Diócesis y de las demás personas jurídicas administradas por el
Obispo diocesano. Es preciso aclarar que el Consejo no puede dar su parecer ni
su consentimiento, si antes no se le ha informado exactamente tanto de la
situación económica de la persona jurídica y de la necesidad y oportunidad de la
negociación que se pretende realizar. Cuando el Código exige que el Obispo
reciba el consentimiento del Consejo de asuntos económicos y del Colegio de
consultores, si éste no es pedido, se cae en invalidez del acto, según lo establece
el can. 127. Es un organismo consultivo que, además de asesorar y ayudar al
Obispo en la tarea de administrar los bienes, también le colabora en la vigilancia
sobre el patrimonio sometido a su jurisdicción; es un organismo de la Diócesis,
colegial, estable y necesario, de carácter eminentemente técnico y asesor, que
ayuda al Obispo en la correcta administración, mediata e inmediata, de los bienes
eclesiásticos a él sujetos en el ámbito de la legislación canónica vigente y que
estas normas le conceden, expresando y realizando de este modo la
corresponsabilidad de los fieles diocesanos en la tarea económica administrativa.
Hay que recordar que toda persona jurídica está obligada a constituir su Consejo
de asuntos económicos, salvo en casos particulares cuando sus funciones puedan
ser asumidas por sólo dos consejeros (can. 1280). Sin embargo, para las diócesis
190
y las parroquias, no es posible esta opción, ya que, para ambas entidades, está
prescrito el Consejo de asuntos económicos (cann. 492 y 537 respectivamente).
Por su parte, también aparece como obligatoria la figura del Ecónomo (can.
494), cuya función es ejecutiva. En varias ocasiones no están clarificadas las
tareas que debe desarrollar, ni cuál es su puesto y relación en el conjunto de los
organismos diocesanos, ni su trabajo es adecuadamente valorado en el conjunto
de la pastoral diocesana.
Esto posiblemente explica la escasez de estudios
dedicados a analizar este oficio eclesiástico. Sin embargo, la figura del Ecónomo
aparece desde los comienzos de la Iglesia.
Éste órgano diocesano está
suficientemente documentado desde el principio.
Aun así, el Código Pío
benedictino no lo presentó, siendo que en la mayoría de las circunscripciones
eclesiales se tenía al Ecónomo para la administración inmediata de los bienes. El
Código actual lo presenta como obligatorio. El Ecónomo está sujeto al Obispo en
cuanto a la normativa, a la vigilancia, a las autorizaciones prescritas para ciertos
actos, entre otras cosas. Se prevé la intervención directa por parte del Ordinario
diocesano en casos particulares como la negligencia
o la ausencia de
administradores. El Ecónomo diocesano administra los bienes de la Diócesis,
ejecuta los gastos aprobados y rinde cuentas de los ingresos y egresos al Consejo
diocesano de asuntos económicos. El nombramiento del Ecónomo diocesano es
realizado por el Obispo diocesano, pero para efectuarlo, debe oír al Colegio de
consultores y al Consejo de asuntos económicos. Además se debe tomar en
cuenta que la decisión de renovar el mandato al Ecónomo exige que el Obispo
diocesano escuche al Colegio y al Consejo.
Lo mismo ocurre en el caso de
remoción del Ecónomo: es el Obispo el que evalúa la gravedad de la causa de
remoción y remueve, pero no sin antes escuchar el parecer de estos dos entes
diocesanos (cfr. Can. 494).
El problema de
los bienes temporales no es el más importante que la
Iglesia debe afrontar. Sin embargo es sumamente delicado y a menudo causa de
innumerables dificultades y escándalos que hieren la comunión, la integridad y la
buena fama de la Iglesia universal o diocesana.
Una manera inapropiada de
191
obtener los bienes o de administrarlos comprometería seriamente la imagen y la
credibilidad de la Iglesia.
Por este motivo, la administración de los bienes
eclesiásticos debe estar en manos de personas expertas, con las cualidades
humanas, morales y cristianas necesarias para una administración transparente.
Además, estas personas deben conocer claramente sus funciones, por lo que al
final de este trabajo investigativo se presentan unas propuestas de estatutos, tanto
para el Consejo de asuntos económicos, como para el Ecónomo. Lo aquí se
presenta deberá ser completado por el Obispo diocesano de acuerdo a la realidad
de la Diócesis que pastorea.
Además, se ofrecen dos sencillos modelos de
decretos de instauración del Consejo y de nombramiento del Ecónomo.
192
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ISMAEL ARTURO Garceranth Ramos, S.J. Administración y enajenación
de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista
canónico y del Magisterio. Pontificia Universitá Gregoriana, Facoltá di
Diritto Canonico. Dissertazione per il Dottorato. Tesi Gregoriana, Roma:
2009.
9. Diccionarios
CARLOS Corral Salvador, (Dir.) y JOSÉ M. Urteaga Embil. Diccionario de
Derecho Canónico. Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, Tecnos,
1989.
Diccionario de la lengua española, Vigésima primera edición, tomo 1.
Madrid: Editorial Espasa Calpe, S. A., 1992.
Diccionario enciclopédico Quillet. Tomo tercero. Méjico: Editorial Cumbre S.
A, 1979.
Diccionario hispánico universal, Tomo primero. Méjico: W. M. Jackson, Inc.,
Editores, 1976.
STEPHAN
Haering
enciclopédico
de
y
HERIBERT
Derecho
Schmitz,
Canónico.
(editores).Diccionario
Barcelona:
Herder, 2008.
Traducido por Roberto H. Bernet. Edición española preparada por
Mons. Ignacio Pérez de Heredia y Valle y José Luis Llaquet.
200
10. Apuntes de clases
ÁLVARO Medina Perdomo y ANA MARÍA Córdoba Ruiz. El régimen
jurídico de los bienes en la Iglesia. Principios y contenido.
Bogotá:
Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Derecho Canónico,
Centro de investigaciones canónicas.
JULIO ROBERTO Montañez. Bienes temporales de la Iglesia. Pontificia
Universidad Javeriana, Facultad de Derecho Canónico, para uso de los
alumnos, Bogotá: 2011.
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http://www.wikipedia.org. Página consultada el 16 de junio de 2011.
202
INDICE
SUMARIO ................................................................................................................................. 3
SIGLAS Y ABREVIATURAS .......................................................................................................... 5
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 7
CAPÍTULO I
LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA ................................................................................. 20
Introducción .................................................................................................................... 21
1.
La Administración de bienes a través de la historia ........................................... 23
1.1.
En la Sagrada Escritura ................................................................................... 24
1.2
En la Patrística.................................................................................................. 27
1.3
En el Magisterio Conciliar previo al Concilio Vaticano II ............................ 30
1.4
En el Código de 1917 ....................................................................................... 32
1.5
En el Concilio Vaticano II ................................................................................ 37
1.6
En el Código de 1983 ....................................................................................... 42
1.6.1.
Principios generales .................................................................................... 42
1.6.2.
Derecho a la adquisición de bienes ........................................................... 43
1.6.3.
Modos de adquisición de los bienes ......................................................... 45
1.6.4.
Deber y derecho de los fieles ..................................................................... 49
1.6.5.
Finalidad ........................................................................................................ 51
1.6.5.1.
Ordenación del Culto Divino ................................................................... 53
1.6.5.2.
Sustentación del Clero ............................................................................. 54
1.6.5.3.
Obras de Apostolado y Caridad .............................................................. 56
A manera de síntesis ...................................................................................................... 57
CAPÍTULO II
EL PATRIMONIO DIOCESANO Y LOS ADMINISTRADORES ......................................... 59
PARTE 1 ............................................................................................................................... 60
LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA DIOCESANA ........................................... 60
203
Introducción .................................................................................................................... 60
1.
La Diócesis ............................................................................................................... 61
2.
Los bienes temporales de la Iglesia diocesana ................................................... 64
2.1.
Distintas clasificaciones ................................................................................. 65
2.2.
Función de vigilancia de parte del Obispo ................................................... 68
2.3. Principales criterios que deben guiar la administración de los bienes
diocesanos ................................................................................................................... 71
A manera de síntesis ...................................................................................................... 73
PARTE 2 ............................................................................................................................... 75
GESTORES DE LA ADMINISTRACIÓN DE BIENES ECLESIÁSTICOS ......................... 75
Introducción .................................................................................................................... 75
1.
El Sumo Pontífice: Administrador Supremo ........................................................ 79
2.
El Obispo Diocesano: Administrador Mediato .................................................... 83
3.
El Ecónomo: Administrador Inmediato ................................................................ 87
A manera de síntesis ...................................................................................................... 88
CAPÍTULO III
EL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS .............................................................. 90
Introducción .................................................................................................................... 91
1.
Antecedentes del can. 492 ..................................................................................... 92
1.1.
CIC/17 ................................................................................................................ 93
1.1.1.
Can. 1520 ....................................................................................................... 94
1.1.2.
Can. 1521 §1 .................................................................................................. 96
1.2.
Carta circular de la Sagrada Congregación del Concilio de 1929 ............. 97
1.3.
Concilio Vaticano II .......................................................................................... 98
1.4.
Proceso de redacción del can. 492 ................................................................ 99
2.
Obligatoriedad y presidencia ............................................................................... 102
3.
Principio de corresponsabilidad ......................................................................... 103
4.
Constitución ........................................................................................................... 104
5.
Naturaleza............................................................................................................... 107
6.
Finalidad ................................................................................................................. 109
204
7.
Duración en el cargo de los miembros ............................................................... 110
8.
Funciones y Competencias .................................................................................. 111
A manera de síntesis .................................................................................................... 116
CAPÍTULO IV
EL ECÓNOMO DIOCESANO ............................................................................................ 118
Introducción .................................................................................................................. 119
1.
Antecedentes del can. 494 ................................................................................... 120
1.1.
En la historia ................................................................................................... 120
1.2.
En el CIC/17 ..................................................................................................... 123
2.
Proceso de redacción del actual can. 494 .......................................................... 124
3.
Obligatoriedad ....................................................................................................... 125
4.
La persona.............................................................................................................. 126
5.
4.1
Características personales ........................................................................... 127
4.2
Nombramiento y duración en el cargo ........................................................ 128
4.3
Sub auctoritate Episcopi ............................................................................... 133
Competencias ........................................................................................................ 134
5.1
Administrador ................................................................................................. 136
5.2
Tarea específica ............................................................................................. 138
5.3
Bienes de entidades diocesanas ................................................................. 141
A manera de síntesis .................................................................................................... 142
CAPÍTULO V
RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO Y LA
INSTAURACIÓN DE AMBOS ................................................................................................... 144
PARTE 1 ............................................................................................................................. 145
RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO
DIOCESANO ...................................................................................................................... 145
Introducción .................................................................................................................. 145
1.
Comunión eclesiástica ......................................................................................... 146
2.
La Curia Diocesana ............................................................................................... 147
205
3.
La función consultiva en la Iglesia ...................................................................... 151
4. Aspectos generales de la relación entre el Consejo diocesano de asuntos
económicos y el Ecónomo diocesano ....................................................................... 153
5.
Función consultiva vs. Función ejecutiva .......................................................... 155
5.1
Presupuesto .................................................................................................... 157
5.2
Rendición de cuentas .................................................................................... 157
5.3
Respecto a las personas jurídicas sujetas a la potestad del Obispo
Diocesano………………………………………………………………………….………………………………………..158
A manera de síntesis .................................................................................................... 158
PARTE 2 ................................................................................................................................ 160
PROPUESTA PARA LA INSTAURACIÓN DE LOS CONSEJOS DIOCESANOS DE ASUNTOS
ECONÓMICOS y DEL ECÓNOMO ........................................................................................... 160
Introducción .................................................................................................................. 160
1.
CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS .................................... 161
1.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS
ECONÓMICOS ........................................................................................................... 165
1.2. PROPUESTA DE DECRETO DE INSTAURACIÓN DEL CONSEJO
DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS ........................................................... 173
2.
ECÓNOMO DIOCESANO ....................................................................................... 175
2.1.
PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL ECÓNOMO DIOCESANO .................. 178
2.2. PROPUESTA DE DECRETO DE NOMBRAMIENTO DEL ECÓNOMO
DIOCESANO ............................................................................................................... 182
A manera de síntesis .................................................................................................... 184
CONCLUSIONES .................................................................................................................... 185
BIBLIOGRAFÍA....................................................................................................................... 193
INDICE ................................................................................................................................ 203
206
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