PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO: DOS FUNCIONES PARA UN MISMO FIN DISERTACIÓN PARA EL DOCTORADO DE Juan Bautista Solís Espino, Pbro. RELATOR: P. Luis Bernardo Mur Malagón, S.D.B. Bogotá 2012 SUMARIO SIGLAS Y ABREVIATURAS………………………………………………….……...5 INTRODUCCIÓN………………………………………………………………..……...7 CAPÍTULO I LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA…………………………….…….20 CAPÍTULO II EL PATRIMONIO DIOCESANO Y LOS ADMINISTRADORES…………..…….59 PARTE 1: LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA DIOCESANA........................................................................60 PARTE 2: GESTORES DE LA ADMINISTRACIÓN DE BIENES ECLESIÁSTICOS……………….……………………………………..……..………75 CAPÍTULO III EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS……………….……………..…….90 CAPÍTULO IV EL ECÓNOMO DIOCESANO………………………………….……….….……...118 CAPÍTULO V RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO, LA INSTAURACIÓN DE AMBOS…………………………………...…..…….144 PARTE 1: RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO………….……145 PARTE 2: PROPUESTA PARA LA INSTAURACIÓN DE LOS CONSEJOS DIOCESANOS DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y DEL ECÓNOMO……………………..……….160 CONCLUSIONES……………………………………………………….…….……185 BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….…193 INDICE………………………………………………………………………….…...203 SIGLAS Y ABREVIATURAS AA Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, publicado en AAS 58(1966) 837 – 864. AG Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, publicado en AAS 58(1966) 947 – 990. AS Congregación para los obispos, Apostolorum successores, Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, publicado en AAS 96 (2004) 825-924. Can. Canon. Cann. Cánones. CD Concilio Vaticano II, Decreto Christus dominus, sobre la función pastoral de los obispos en la Iglesia, publicada en AAS 58(1966) 673 – 696. CIC/17 Código de Derecho Canónico, promulgado por Benedicto XV mediante la Bula Providentissima mater, el 27 de mayo de 1917. CIC/83 Código de Derecho Canónico promulgado por el Beato Juan Pablo II, mediante la Constitución Apostólica Sacrae Disciplinae Leges, el 25 de enero de 1983. EI Congregación para los obispos, Ecclesiae imago, Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, publicado el 22 de febrero de 1973. GS Concilio Vaticano II, Constitución Apostólica Gaudiun et spes, publicada en AAS 58(1966) 1025 - 1115. LG Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, publicada en AAS 57(1965) 5 – 75. PC Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, publicado en AAS 58(1966) 702 – 712. PG Patrología griega. PGr Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores gregis, publicada en AAS 96(2004) 825 – 924. PL Patrología latina. PO Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, publicado en AAS 58(1966) 991 – 1024. RM Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio, publicada en AAS 83(1991) 249 – 340. SDL Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges, con la que se promulgó el Código de Derecho Canónico, 25 de enero de 1983. SRS Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis, publicada en AAS 80(1987) 513 - 586. INTRODUCCIÓN La Iglesia Católica siempre ha buscado reunir los sagrados cánones para facilitar su conocimiento y observancia de todos, pero sobre todo de los ministros sagrados. El 21 de julio del 429, el Papa Celestino, en una epístola dirigida a los obispos de Apulia y Calabria, escribía: “No es lícito que sacerdote alguno ignore sus cánones”.1 En la misma línea, el Concilio IV de Toledo prescribió “que los sacerdotes conozcan las Sagradas Escrituras y los cánones”, porque “debe evitarse la ignorancia, madre de todos los errores, sobre todo en los sacerdotes de Dios”.2 Desde los primeros tiempos de la Iglesia fueron apareciendo colecciones de cánones que recogían las normas dadas por los concilios y los Romanos Pontífices. Sin embargo, a lo largo de la historia eclesiástica, el Derecho Canónico ha tenido que abrirse paso en medio de innumerables dificultades y grandes opositores. Rudolf Sohm, jurista protestante alemán, escribió: “la Iglesia y el Derecho son irreconciliables”.3 Martín Lutero, al hablar del Derecho en la Iglesia entraba en grandes contradicciones. Por ejemplo, en una de sus cartas de 1518, escribió: ⸗“La Iglesia no puede ser reformada si no nos deshacemos antes del Derecho Canónico, de las Decretales (las actas de los papas con carácter canónico) y de la teología escolástica”. Después dijo a su hijo: “Si quisieras ser jurista, te ahorcaría”. Sin embargo, hablando del derecho en general, afirmó que “quien se opone al derecho, también se opone a Dios, que fija, ordena y mantiene todo derecho”. Para colmo él mismo aseguró: “allí donde los juristas desaparecen, 1 Cfr. Jaffé n. 371 y Mansi IV, col. 469, tomado de Benlloch Poveda, Antonio (Dir.), Prefacio al Código de Derecho Canónico, Edición bilingüe, fuentes y comentarios de todos los cánones, EDICEP C B, Valencia 1993, p. XIX, (=Benlloch Poveda, Antonio (Dir.), Prefacio al Código de Derecho Canónico, p. XIX). 2 Can. 25: Mansi X, col. 627, tomado de Benlloch Poveda, Antonio (Dir.), Prefacio al Código de Derecho Canónico, p. XIX. 3 Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, Mensajero, Burgos 1996, p. 10, (=Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, p. 10). desaparecen al mismo tiempo la paz y el derecho, y no queda más que el bandidaje, el asesinato y la violencia; no quedan más que bestias salvajes”⸗.4 Quien entiende correctamente el Derecho Canónico, descubre en él una verdadera herramienta de ayuda para la acción pastoral y la vida espiritual, que contribuye enormemente a la dinámica de la vida cristiana; estará de acuerdo en que éste es del todo necesario a la Iglesia y que es necesario que sus leyes sean conocidas y observadas. Por otro lado, el Derecho de la Iglesia se fundamenta en la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia, el Magisterio y los Concilios. En este sentido, el beato Juan Pablo II en la promulgación del actual Código dijo: “El instrumento que es el Código corresponde plenamente a la naturaleza de la Iglesia, especialmente como la describe el Concilio Vaticano II en general y, en particular, en su enseñanza eclesiológica. En cierto sentido, se echa de ver en este Código un gran esfuerzo por verter en lenguaje canónico esa doctrina de la eclesiología conciliar. Sin embargo, aunque no siempre es posible traducir perfectamente al lenguaje canónico la imagen conciliar de la Iglesia, el Código debe referirse, con todo a esa misma imagen como a su modelo primordial, del que, por su propia naturaleza, trata de expresar sus rasgos en la medida de lo posible”.5 La eclesiología conciliar presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios y como comunión; y a la jerarquía, como servicio. Su doctrina presenta a todos los miembros del Pueblo de Dios como partícipes, cada uno a su propio modo, de la triple función de Cristo; a lo que se agregan los deberes y derechos de los fieles cristianos y especialmente de los laicos.6 Así, es claro que resulta necesaria una sólida base teológica y doctrinal para comprender el verdadero sentido de las leyes católicas. 4 Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, p. 10. Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges, con la que se promulgó el Código de Derecho Canónico, 25 de enero de 1983 (=SDL). 6 Cfr. SDL. 5 8 Después de lo dicho, se puede afirmar que el desconocimiento del Derecho Canónico es fuente de muchos y graves errores en la Iglesia. Uno de los temas fundamentales de la Curia diocesana es la administración de los bienes y por eso, aquí se ha de brindar, especialmente a los obispos, el instrumento adecuado para la administración de los bienes patrimoniales de la Diócesis que, por gracia de Dios, les ha tocado pastorear. Esto, como se desarrollará ampliamente, se realiza a través de dos organismos que se establecen con esa misión específica, como lo son el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo. Es importante señalar que la administración extraordinaria no es tema de este trabajo, aun cuando se llega a mencionar. Los cánones fundamentales para el trabajo son el 492, 493 y 494. Sin embargo el análisis sistemático de éstos, obliga a un recorrido por diversos libros de Código, especialmente por el Libro V, que trata específicamente sobre los bienes patrimoniales de la Iglesia. El tema escogido para esta investigación no ha tenido un gran desarrollo en la ciencia canónica. La relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo no es muy clara en la codificación actual. Existen someras indicaciones donde se señala que, mientras el primero tiene funciones de dirección, las funciones del segundo son de ejecución.7 Por tal motivo, este trabajo pretende –y de hecho lo hace- mostrar, de modo claro, las ventajas y el por qué de la obligatoriedad de los Consejos de Asuntos económicos y del Ecónomo diocesano. Además, ofrece a las diócesis un instrumento eficaz para la constitución de ambas figuras canónicas y para la comprensión de la relación existente entre ellas. Por último, no será difícil captar la facilidad con la que la estructura diocesana del Consejo de asuntos económicos sirve de modelo para la constitución del mismo Consejo a nivel parroquial. A lo largo del trabajo serán empleados el método exegético y el práctico. El método exegético sirve para dar a conocer la ley vigente, mientras que el práctico aplica la ley conocida a la realidad concreta. El uso prevalente de estos dos 7 Cfr. can. 494 §3. 9 métodos no excluye el recurso a otros como el sistemático, para organizar los elementos fundamentales, y el histórico, para entender los institutos canónicos a la luz de su evolución histórica. En el capítulo I se empleará preferentemente el método histórico; en el II, el exegético; en el III y IV se combinan el exegético y el sistemático; y en el V, el práctico. Pero es preciso señalar que estos métodos serán utilizados combinadamente. El Libro II del actual Código, Del Pueblo de Dios, comienza presentando a los fieles en general, para luego distinguir entre clérigos y laicos. El can. 208 anuncia algo sumamente importante y que debe ser tomado en cuenta en todo momento: “Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y la acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo”. Después, el Código enlista los deberes y derechos de los fieles en general. De allí pasa a los deberes y derechos de los laicos en particular. Por ejemplo, el can. 211 señala que “todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero”. Mientras que el can. 222 §1 agrega que “tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento de sus ministros”. Por su parte, el can. 228 §1, hablando de los laicos en particular, dice que los “que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser llamados por los sagrados Pastores para aquellos oficios eclesiásticos y encargos que puedan cumplir según las prescripciones del derecho”. El §2, de este mismo canon, agrega que aquellos “laicos que se distinguen por su ciencia, prudencia e integridad tienen capacidad para ayudar como peritos y consejeros a los Pastores de la Iglesia, también formando parte de consejos, conforme a la norma de derecho”, recordando siempre que el papel de los consejos es meramente consultivo pues, en una Diócesis, sólo el Obispo legisla. En la segunda parte del Libro II, se trata de la constitución jerárquica de la Iglesia. El Título III de la Sección II de esta parte del Código, presenta la 10 ordenación interna de las iglesias particulares, y allí se encuentra el tema central de este trabajo de investigación. Los cánn. 492 y 493 presentan la figura del Consejo de asuntos económicos; mientras que el 494, la del Ecónomo diocesano. Esta investigación busca presentar, de modo sistemático, estos dos organismos diocesanos, cada uno con su función, y cómo ambos tienden a un mismo fin. Sin embargo, tanto el Consejo como el Ecónomo, tienen una larga historia en la Iglesia, historia que es presentada en sus rasgos más significativos. Conviene señalar que no ha sido fácil localizar la bibliografía necesaria para esta investigación, puesto que el tema ha sido tratado, casi siempre, como un apartado dentro de una temática más amplia. En la amplia búsqueda desarrollada en bibliotecas y librerías no se ha logrado encontrar ningún libro o tesis sobre el tema específico. Eso sí, se encuentran distintos autores que tratan el tema en algún capítulo de sus libros, pero no más. Claro está que tanto el Consejo de asuntos económicos como el Ecónomo son apenas dos órganos de la Curia diocesana, que tienen como función específica la administración de los bienes de la Diócesis, por lo que lo normal es que su tratamiento aparezca siempre unido al estudio de la Diócesis, o de la Curia, o de la administración de los bienes patrimoniales de la Iglesia en general. El hecho mismo de la relación existente entre el Consejo y el Ecónomo se menciona pero no se desarrolla. Podría pensarse que el tema es muy claro y por eso se le ha dedicado poco tiempo, pero no es así, ya que el Código deja muchos detalles, de estas dos figuras, sin resolver. Además, podría pensarse que esta es una de las causas por las que no se han implementado como pide el Código, lo que a su vez se convirtió en una fuente de motivación para el trabajo, pues éste no es más de lo mismo, sino una ayuda para aquellas Diócesis que no los han implementado, para que lo hagan; y aquellas que ya lo tienen, seguramente encontrarán aquí algunos elementos que les beneficiarán en su funcionamiento. No es conveniente, de ninguna manera, que el lector se dirija directamente a los capítulos III y IV donde se desarrollan estos dos organismos, sino que el trabajo se lea desde el principio, pues así alcanzará una comprensión más clara, no sólo del cómo funcionan, sino del por 11 qué de su obligatoriedad y necesidad en el organigrama diocesano. Descubrirá que no corresponden a una creación caprichosa del legislador, sino a una verdadera necesidad para el buen funcionamiento de la Diócesis. Es importante tomar en cuenta que si “la Diócesis es una porción del Pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo”,8 el Obispo, palabra que procede del griego y que significa vigilante, por la consagración episcopal, recibe el triple encargo de santificar, enseñar y gobernar. Sin embargo, estas funciones sólo pueden ser desempeñadas en comunión jerárquica con el papa y los demás obispos.9 desempeñe, es un servicio. En la Iglesia todo poder, sin importar quien lo Los poderes del Obispo están fundamentalmente encaminados a servir a la porción del Pueblo de Dios que se le ha encomendado.10 El Obispo no sólo tiene poderes y derechos, sino que además tiene obligaciones, especialmente la de dar ejemplo de santidad, con la caridad, la humildad y sencillez de vida. Además debe promover la santidad de vida de la feligresía. Son muchas y muy graves las obligaciones del Obispo que aparecen consignadas en el Código.11 Ante la amplitud de la misión del Obispo diocesano, la codificación universal establece una serie de consejos para que le ayuden en la conducción, administración y pastoreo de la Diócesis. Por ejemplo, el Sínodo diocesano, el cual es “una asamblea de sacerdotes y de otros fieles escogidos de una Iglesia particular, que prestan su ayuda al Obispo de la Diócesis para bien de toda la comunidad diocesana”;12 el Consejo episcopal, formado por los vicarios generales y los episcopales;13 el Consejo de pastoral;14 el Consejo presbiteral;15 el Colegio 8 Can. 369. Cfr. Can. 375 §2; LG 21. 10 Vernay, Jacques, El Derecho en la Iglesia Católica, introducción al Derecho Canónico, pp. 120 – 121. 11 Cfr. Cann. 375 – 402. 12 Can. 460. 13 Cfr. Can. 473 §4. 14 Cfr. Can. 511. 15 Cfr. Can. 495. 9 12 de consultores;16 el Consejo de asuntos económicos.17 Además, tiene carácter de obligatoriedad la figura del Ecónomo diocesano.18 Como ya se ha señalado, estos dos últimos organismos ayudan al Obispo en la administración de los bienes temporales de la Iglesia diocesana, y su estudio se convierte en el esfuerzo de esta investigación. La mayor parte de los organismos mencionados forman parte de la Curia diocesana. Ésta se puede definir como “el conjunto organizado de oficios individuales y colegios que colaboran habitualmente con el Obispo en el gobierno, la administración, el ejercicio de la potestad judicial y el impulso de las tareas pastorales de la Diócesis”.19 El Concilio Vaticano II insiste en el carácter pastoral de la Curia diocesana, y la presenta como medio adecuado no sólo para la administración de la Diócesis, sino también para el ejercicio de la pastoral.20 Esta Curia diocesana forma una unidad con el Obispo, prestándole ayuda en su tarea pastoral, y cuidando de la disciplina y la praxis en la Diócesis. 21 Y ésta es una manifestación más de la comunión que debe existir en todos los ámbitos de la Iglesia, realidad que parte de la comunión con el Padre y el Hijo.22 El Nuevo Testamento nos muestra cómo la comunión con el Padre se realiza por medio de la comunión con el Hijo, establecida en la participación en su cuerpo y sangre, así como en sus sufrimientos.23 “Sobre la base de esta comunión con el Padre y con el Hijo, el Espíritu realiza la comunión espiritual entre los creyentes en virtud de la adhesión a la enseñanza original, a la tradición apostólica”.24 Con el término comunión, la Iglesia ha señalado siempre “el vínculo de unión entre los obispos y 16 Cfr. Can. 502. Cfr. Can. 492. 18 Cfr. Can. 494 19 Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, EUNSA, Segunda edición, Pamplona 1997, pp. 237 – 238; cfr. Can. 469, (=Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, p. 469). 20 CD 27. 21 Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, compendio de derecho eclesial, Ediciones paulinas, Madrid 1992, p. 663. (=Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 663) 22 Cfr. 1 Jn. 1, 3 – 7. 23 Cfr. 1 Cor. 1, 9; Flp. 3, 10; 1 Pe. 4, 13. 24 Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión,, p. 36. Incluye 2 Cor. 13, 13; Flp. 2, 1; 1 Jn. 1, 3ss; Hch. 2, 42. 17 13 los fieles, entre los diversos obispos, entre los fieles entre sí, que se realiza y se manifiesta en la comunión eucarística, por lo que llega a significar a la Iglesia misma, llamada communio sanctorum.”25 La Iglesia es una verdadera comunidad humana. Sin embargo, en su origen, no es producto de la voluntad humana, sino divina. Así, ella se convierte en instrumento del Espíritu Santo.26 Como comunidad humana que es, la Iglesia está siempre necesitada de los bienes materiales que le posibiliten alcanzar sus fines. En el Código de Derecho Canónico se recogen, en los cánones preliminares del Libro V, los principios constitutivos del Derecho patrimonial canónico. Éstos pueden ser sintetizados señalando que la Iglesia Católica puede servirse de los bienes temporales en cuanto medios para alcanzar sus propios fines;27 que ella tiene el derecho nativo e independiente a adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales para alcanzar sus fines;28 que todas las personas jurídicas en la Iglesia tienen capacidad patrimonial;29 que los bienes de propiedad de las personas jurídicas públicas son bienes eclesiásticos, y se rigen por los cánones del Libro V;30 y que los bienes pertenecen a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente, pero deben ser administrados bajo la autoridad del Romano Pontífice.31 Esta investigación está estructurada en cinco capítulos, cada uno con el contenido que a continuación se detalla. El Capítulo I trata de los bienes temporales de la Iglesia en general. Se parte recordando que “la ley suprema de la Iglesia es la salvación de las almas”. 32 Sin embargo, para la consecución del fin último, la Iglesia va a necesitar los bienes 25 Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 43. Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 58. 27 Cfr. Can. 1254. 28 Cfr. Can. 1254 §1. 29 Cfr. Can. 1255. 30 Cfr. Can. 1257 §1. 31 Cfr. Can. 1256. 32 Can. 1752. 26 14 materiales, los cuales deben ser usados como medios y no como un fin. La Iglesia se apartaría de su propia exigencia, si no primara en ella el sentido espiritual de su misión, aun cuando haya sido constituida por el Señor como sociedad terrena. Desde el mismo Evangelio comienzan a vislumbrarse las grandes dimensiones de la misión que Jesús confirió a su Iglesia. Sin embargo la Iglesia primitiva se va a caracterizar por la sencillez y la ausencia de normas en cuanto la administración de los bienes. En general, la Sagrada Escritura considera los bienes económicos como necesarios para la vida, pero se insiste en el cuidado con el que se deben administrar, pues su mal uso es fuente de muchos males. El mismo Jesús habló con frecuencia del peligro del mal uso de las riquezas y pide a sus seguidores la totalidad del corazón. Los santos padres poco a poco fueron ofreciendo sencillas normas para el correcto uso de los bienes eclesiásticos. Al mismo tiempo denunciaban con dureza los abusos que se iban presentando en la administración de los mismos. Estaba claro que los bienes de la Iglesia tenían como destino a los pobres, el culto y el sustento del clero. Para los santos padres es muy claro que la abundancia de bienes y, sobre todo, la procedencia de esos bienes se convierte en un enemigo silencioso que va disminuyendo la fuerza espiritual de la Iglesia. Diversos concilios trataron el tema de la administración de los bienes eclesiásticos. El Concilio de Elvira, intentando abolir los abusos, permitió a los clérigos ganarse su propio sustento a través de la negociación. Sin embargo esto provocó mayores desórdenes. Los bienes eran robados y había muchas acusaciones contra obispos y clérigos. En medio de estas situaciones, el Concilio de Calcedonia, estableció que cada Obispo nombrara, de su clero, a un Ecónomo para encomendarle la administración de los bienes. El Código de 1917 establece las bases para la codificación actual cuando afirma que la Iglesia Católica, la Sede Apostólica, las iglesias particulares y las demás personas morales, tienen derecho de adquirir, retener y administrar bienes temporales, y este derecho les compete por voluntad expresa de Jesús. Este 15 Código presentó una triple finalidad de los bienes de la Iglesia: la realización adecuada del culto divino, la sustentación honesta de los clérigos y demás ministros, y otros fines que le son propios.33 Además aparece en él la distinción entre el Romano Pontífice como Administrador Supremo; el administrador mediato, cuya función es vigilar; y los administradores inmediatos. Se estableció la figura del Consejo diocesano de administración, con la misión de ayudar al Ordinario en lo referente a los bienes. Sin embargo se estableció la figura de un administrador particular para las distintas personas morales eclesiásticas existentes en al Diócesis. Además se posibilitó la participación de los laicos en la administración de los bienes. El Concilio Vaticano II no tuvo entre sus preocupaciones principales el tema de la administración de los bienes eclesiásticos. A pesar de eso, se encuentran, en distintos documentos, señalamientos muy claros que deben ser tomados en cuenta al investigar este tema. Por un lado, los Obispos deben instar a la feligresía a sostener las obras de apostolado de la Iglesia. Se establecen los tres fines de los bienes de la Iglesia: ordenación del culto divino, la honesta sustentación del clero y las obras de apostolado y caridad. Además, se insiste en el deber/derecho de los fieles a sostener la Iglesia con sus aportes. El Código de 1983 presenta su codificación sobre los bienes patrimoniales en su Libro V. Se inicia con el derecho de la Iglesia a la adquisición de bienes, enfatizando que es un derecho independiente de la potestad civil. Ella es plenamente libre y autónoma en materia económica. Pero este derecho nativo tiene que ejercerse sujetándose a la normatividad canónica. De este modo, no todos los medios son lícitos para adquirir bienes. La Iglesia puede usar los mismos medios normales y justos que tienen las instituciones para adquirir sus bienes. Se han de presentar, en este primer capítulo, distintas formas que le son lícitas a la Iglesia para adquirir sus bienes, señalando el deber/derecho de los 33 Cfr. CIC/17, can. 1496. 16 fieles a sustentar a la Iglesia con sus bienes. Luego se exponen, de modo breve y sencillo, los fines de los bienes de la Iglesia. En el Capítulo II se presentará, en dos partes bien diferenciadas, el patrimonio diocesano y los administradores. La primera parte inicia definiendo el concepto de Diócesis, diferenciando a la Diócesis de la Iglesia particular. La Diócesis no se define como territorio sino como “una porción del Pueblo de Dios” y el Obispo recibe la autoridad, que pertenece a la Iglesia, del mismo Cristo, mediante el sacramento del Orden. La autoridad que ostenta el Obispo es un servicio que presta a la Diócesis. Así, el Obispo se convierte en el gran servidor del Pueblo de Dios que se le ha encomendado. Pero la misión diocesana es tan amplia que el Obispo deberá dejarse ayudar por personas y organismos, la mayoría de los cuales están integrados en la Curia diocesana. Un tema importante dentro de la Diócesis es el de los bienes temporales. La administración de estos bienes tiene que estar guiada por la transparencia. Sobre esos bienes, el Obispo va a ejercer una función de vigilancia. Aquí se ofrecen, también, los principales criterios que deben guiar la administración de los bienes diocesanos. La segunda parte de este Capítulo presenta los gestores de la administración de los bienes eclesiásticos. El can. 1279 establece que “la administración de los bienes eclesiásticos corresponde a quien de manera inmediata rige la persona a quien pertenecen esos bienes”. En virtud de su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador supremo de los bienes de la Iglesia. El Obispo diocesano es presentado como el administrador mediato ya que él representa a la Diócesis en todos los negocios jurídicos. Esta administración mediata que ejerce el Obispo sobre los bienes de la Diócesis, está definida como vigilancia. Él es el verdadero administrador de los bienes diocesanos, sin embargo todo lo referente a la administración de los bienes lo deberá realizar a través del Consejo de asuntos económicos y del Ecónomo, con la participación, en algunos casos prescritos, del Colegio de consultores. El administrador directo de los bienes de la Diócesis es el Ecónomo, el cual es presentado como administrador inmediato. 17 En el Capítulo III se presenta al Consejo diocesano de asuntos económicos. Ya se ha mencionado que éste es uno de los organismos centrales de esta investigación. Por este motivo, se desarrollarán minuciosamente los distintos aspectos y elementos que constituyen esta figura canónica. Se presentan los antecedentes del can. 492, especialmente en el Código de 1917 y el Concilio Vaticano II. Después de esto, se desarrollarán los elementos que constituyen este Consejo: obligatoriedad, presidencia, constitución, naturaleza, finalidad, duración en el cargo de los miembros, funciones y competencias. El Capítulo IV presenta al Ecónomo y los distintos elementos que lo constituyen. También aquí se han de presentar los antecedentes del can. 494, el cual recoge la normatividad actual sobre esta figura canónica. A pesar de que el Ecónomo no aparece en el Código del 17, sí tiene una larga historia antigua en los distintos concilios. Pero, aun cuando no aparece directamente en el Código del 17, el Ecónomo existía de forma generalizada en las diócesis. Se presentará también el proceso de redacción del can. 494, la obligatoriedad, la persona y sus características, el nombramiento y la duración en el cargo, su relación con el Obispo diocesano, sus competencias como administrador, entre otros. El Capítulo V se desarrollará en dos partes: en la primera se presentará la relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo. Éste será el capítulo de cierre en el cual se presentarán los aspectos de la administración diocesana de bienes donde cada organismo ejerce su función específica y ambos colaboran con el Obispo, lo cual es presentado como manifestación de la comunión eclesiástica. Allí se hace necesaria una presentación breve de la Curia diocesana y los organismos que la integran. Además, se define con sencillez, la función consultiva en la Iglesia. Luego se presentan los aspectos generales de la relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo. Esto da paso a una breve reflexión sobre la relación existente entre la función consultiva y la ejecutiva en la administración de los bienes de la Iglesia diocesana, haciendo énfasis en el presupuesto, la rendición de cuentas y la función de cada uno respecto a las personas jurídicas 18 sujetas a la potestad del Obispo diocesano. En la segunda parte de este Capítulo se ofrecerá una propuesta para la instauración, en las diócesis, de ambas figuras. Cada propuesta está precedida por una síntesis de la doctrina canónica correspondiente y seguida por una propuesta de decreto de instauración del Consejo y de nombramiento del Ecónomo. Este tema, tan puntual, muestra una vez más la gran profundidad de las palabras del beato Juan Pablo II, cuando afirmó: “La finalidad del Código no es en modo alguno sustituir en la vida de la Iglesia y de los fieles la fe, la gracia, los carismas y sobre todo la caridad. Por el contrario, el Código mira más bien a crear en la sociedad eclesial un orden tal que, asignando la parte principal al amor, a la gracia y a los carismas, haga a la vez más fácil el crecimiento ordenado de los mismos en la vida tanto de la sociedad eclesial como también de cada una de las personas que pertenecen a ella”.34 El contenido de esta investigación y la misma presentación, harán más comprensible, fácil y operativa la grave misión de administrar los bienes de la Diócesis. Con las ayudas que se le ofrecen al Obispo diocesano en la administración patrimonial, éste gozará de mayor libertad y tiempo para dedicarse a la misión de pastoreo de su Diócesis. 34 SDL. 19 CAPÍTULO I LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA Introducción La salvación de las almas, como fin supremo de la Iglesia,35 caracteriza en su totalidad al ordenamiento canónico. Pero la Iglesia avanza hacia su fin último a través de los caminos de este mundo, por lo que necesita en todo tiempo de los bienes materiales. En este primer capítulo se presentan principios generales e introductorios, sobre los bienes temporales de la Iglesia, los cuales comienzan con un recorrido histórico que parte de la Sagrada Escritura hasta acercarnos a la legislación actual, pasando por la patrística, algunos concilios y el Código de Derecho Canónico de 1917. Después de este recorrido histórico se iniciará la presentación de algunos aspectos generales del derecho patrimonial de la Iglesia, hasta llegar a los bienes temporales de la Iglesia diocesana. La Iglesia es una comunidad espiritual, que siempre necesita de bienes materiales para poder cumplir con la misión que se le ha conferido. Con el Evangelio, la Iglesia sigue afirmando que el Reinado de Dios no es de este mundo.36 Sin embargo, “las realidades terrenas y espirituales están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia usa los medios temporales en cuanto su propia misión lo exige”.37 Según el sentido del actual Código (CIC/83), “son bienes temporales los que pertenecen a la Iglesia universal o particular o a otras personas públicas y se rigen en su propiedad, giro y tráfico por los cánones correspondientes, así como por los propios estatutos (cfr. can. 1257 §1)”.38 El más breve de todos los libros del CIC/83 es el Libro V (cann. 1254 – 1310). Este libro está completamente dedicado a los bienes temporales de la Iglesia. Para poder entender en su justa medida este Libro V, hay que recordar 35 Cfr. can. 1752. Cfr. Jn. 18, 36. 37 Concilio Vaticano II, Constitución apostólica Gaudium et Spes 76, en AAS 58 (1966) 1113-1114, (=GS 76). 38 Corral Salvador, Carlos; Urteaga Embil, José María, voz: Bienes eclesiásticos, en Diccionario de Derecho Canónico, Tecnos, Madrid, 1989, p.77, (=Corral Salvador, Carlos; Urteaga Embil, José María, voz: Bienes eclesiásticos, en Diccionario de Derecho Canónico, p. 77). 36 21 permanentemente que la Iglesia se apartaría de su propia exigencia, si no dominara en ella el sentido espiritual de su misión sobrenatural salvífica; pero el Señor ha constituido a su Iglesia como sociedad terrena, y aquí necesita de los bienes materiales para poder cumplir sus fines. Cuando la Iglesia propone su derecho patrimonial, lo que hace es establecer normas claras para que los bienes económicos sean siempre medios y nunca un fin en sí mismos. Se pretende alcanzar un equilibrio verdadero entre pobreza evangélica y eficacia apostólica; al mismo tiempo que se pretende un equilibrio entre autonomía y sana libertad de las instituciones eclesiásticas.39 El padre Julio Roberto Montañez, en sus apuntes de clases señala que el derecho patrimonial eclesiástico “tiene como base la imagen de la Iglesia dada por el Concilio Vaticano II”.40 Se suele denominar “bienes temporales de la Iglesia” al conjunto de “derechos de valor monetario de cualquier tipo que pertenezcan jurídicamente a la Iglesia Universal, a la Sede Apostólica o a otra persona jurídica pública de la Iglesia”.41 Esto teniendo en cuenta que “son personas jurídicas públicas –en la Iglesia- las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad eclesiástica competente para que, dentro de los límites que se le señalan, cumplan en nombre de la Iglesia, a tenor de las prescripciones del Derecho, la misión que se les confía mirando al bien público; las demás personas jurídicas son privadas”.42 Es oportuno acotar que las personas jurídicas privadas actúan en nombre propio; mientras que las personas jurídicas públicas son las que cumplen su misión en nombre de la Iglesia. 39 Cfr. Piñero, José M., Comentario introductorio al Libro V del Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición, Valencia 1993, p. 559, (=Piñero, José M., Comentario introductorio al Libro V del Código de Derecho Canónico, p. 559). 40 Montañez, Julio Roberto, Bienes temporales de la Iglesia, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Derecho Canónico, para uso de los alumnos, Bogotá 2011, p.2. 41 Pree, Helmuth, voz Bienes temporales de la Iglesia, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, Herder, Barcelona 2008, p. 89, (=Pree, Helmuth, voz Bienes temporales de la Iglesia, en Diccionario Enciclopédico de Derecho Canónico, p. 89). 42 Can. 116 §1. 22 En este Capítulo I se presenta la administración de los bienes a través de la historia, haciendo un recorrido por la Sagrada Escritura, la Patrística, distintos concilios y el Código de 1917, hasta llegar al actual Código. De este Código se tomarán algunos principios generales, el derecho de la Iglesia a adquirir bienes, los modos lícitos de adquisición de esos bienes, el deber y el derecho de los fieles a contribuir económicamente con la misión de la Iglesia y la finalidad de esos bienes. 1. La Administración de bienes a través de la historia La Iglesia tiene sobre la tierra una especial misión, que sólo ella puede realizar. Ella, en cuanto marcada y sellada “con Espíritu Santo y fuego”,43 continúa haciendo presente la obra salvadora de Cristo. El encargo que le hizo el mismo Jesús es de dimensiones extraordinarias: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado…”.44 La misión encomendada no es sólo amplia en el sentido territorial, sino en cuanto a su importancia trascendental. Para realizar esta labor es innegable que necesite de bienes materiales con los cuales sostener a sus ministros, construir, equipar, mantener los edificios necesarios para la misión y realizar las obras de apostolado y caridad. La sencillez y la ausencia de normas de organización patrimonial son notas dominantes en la Iglesia Primitiva. Se vivía con intensidad el espíritu nuevo evangélico. Aun así, se fue descubriendo la necesidad de normar el uso de los bienes económicos. Fueron surgiendo costumbres que se convirtieron en leyes y, en especial tres aspectos comenzaron a reglamentarse: el origen de los bienes eclesiásticos, la finalidad y el modo de su administración.45 43 Mt 3, 11. Mc 16, 15 – 20. 45 Cfr. Piñero, José M., Comentario introductorio al Libro V del Código de Derecho Canónico, p. 559. 44 23 1.1. En la Sagrada Escritura El Antiguo Testamento presenta una doble postura frente a los bienes económicos y la riqueza. Por un lado, de aprecio pues son considerados necesarios para la vida; por otro, los bienes económicos y la riqueza no son condenados en sí mismos, sino por su mal uso. “Las cosas creadas por Dios son buenas en sí mismas, ellas tienen un valor propio y cuando entran en relación con el hombre, su bondad recibe una dignidad especial”.46 La tradición profética estigmatiza las estafas, la usura, la explotación, las injusticias evidentes, especialmente con respecto a los más pobres.47 Los profetas insisten en la parcialidad de Dios a favor del pobre, pero señalan también que la pobreza es un símbolo de la situación del hombre delante de Dios. “La pobreza, cuando es aceptada o buscada con espíritu religioso, predispone al reconocimiento y aceptación del orden creatural. Así, el “rico es aquél que pone su confianza en las cosas que posee y en su fuerza, más que en Dios…”.48 La Sagrada Escritura habla continuamente del peligro que representa el uso desordenado o el apego desmedido a las riquezas. En este sentido señala: "Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios…no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen… y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Yahvé tu Dios… No digas, pues, en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza".49 El Señor Jesús habló con frecuencia del peligro de las riquezas. Invitó a no amontonar tesoros en la tierra, sino en el cielo, “porque donde está tu tesoro 46 Garceranth Ramos, Ismael Arturo, S.J., Administración y enajenación de bienes temporales eclesiásticos a la luz del Concilio Vaticano II, Universitas canonicas, vol. 28, n° 44, Bogotá, enero – diciembre 2011, p.110. 47 Cfr. Is 58, 3 – 11. 48 Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia 324, CELAM, USCofCB (United States Conference of Catholic Bishops), San Pablo, Bogotá 2006, p.230, (=Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, p. 230). 49 Dt 8, 11 – 17. 24 estará también tu corazón”.50 Necesariamente el discípulo de Jesús asume esta invitación del Señor como norma de vida. Va descubriendo en la fe cómo el Señor es un Dios providente que, así como viste las flores del campo y alimenta las aves del cielo, nos provee de todo lo necesario para una vida dichosa.51 Cuando envía a sus discípulos insiste en que la confianza no puede ponerse en las cosas de este mundo, sino en Dios. Por eso les dice: “No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el obrero merece su sustento”.52 Estas indicaciones las da después de señalar la amplia misión que les encomienda: “Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”.53 Humanamente hablando parece imposible cumplir una misión de tan amplias dimensiones y sin bienes materiales. Sin embargo, Él mismo les dijo: “Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”.54 También les dijo “den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”;55 y al joven rico, “si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.56 En todo momento, Jesús pide la totalidad del corazón a sus seguidores. No admite competencias. Por su parte, San Pablo agrega el por qué del peligro de las riquezas: "porque raíz de todos los males es el amor al dinero".57 Él se esforzaba por ganar su propio sustento, y en una de sus cartas escribió: “Ustedes saben cómo deben vivir para seguir nuestro ejemplo: nosotros no hemos vivido entre ustedes sin trabajar, ni hemos comido el pan de nadie sin pagarlo. Al 50 Cfr. Mt 6, 19 – 21. Cfr. Mt 6, 26. 52 Mt 9, 10. 53 Mt 10, 8. 54 Mt 6, 33. 55 Mt 22, 22. 56 Mt 19, 21. 57 1Tim 6, 10. 51 25 contrario, trabajamos y luchamos día y noche para no serle una carga a ninguno de ustedes”.58 San Pablo asegura, además, “que la religión es fuente de gran riqueza, pero sólo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo y nada podremos llevarnos”.59 Hablando de Jesús dice que Él “existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo”60 y por nosotros se hizo pobre siendo rico;61 “así también la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar glorias terrenas, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también por su propio ejemplo”.62 El libro de los Hechos de los Apóstoles muestra a la Iglesia naciente viviendo de las aportaciones de sus fieles: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas”;63 “así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los Apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad”.64 Por su parte, Pablo en su carta a los Gálatas señaló: los Apóstoles “solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer”.65 La humildad al dar es una nota característica del cristiano. Jesús lo estableció de esta manera cuando dijo: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre Celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen 58 2Tes 3, 7 – 8. 1Tim 6, 6 – 7. 60 Fil 2,7. 61 Cfr. 2Cor 8,9. 62 Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Caja Salamanca y Soria, 2ª edición, Salamanca 1993, p.77, (=Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 177). 63 Hch 2, 44. 64 Hch 4, 34 – 35. 65 Gál 2, 10. 59 26 los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;…”.66 1.2 En la Patrística A lo largo de la historia se ha observado el peligro que el mal manejo de las riquezas representa para la Iglesia. “A partir del s.II, la Iglesia comenzó a reunir los bienes ofrecidos para el cumplimiento de sus diversas finalidades eclesiales, fundamentalmente para las necesidades del culto, del clero y de los pobres”.67 Estos bienes eran tolerados y aceptados sólo porque resultaban necesarios para la consecución de los fines de la Iglesia. Pero a partir del Edicto de Milán (313 d. C.), aumentaron, pues la Iglesia adquirió capacidad patrimonial.68 Los bienes que la Iglesia fue adquiriendo después del Edicto de Milán, y que iban en progresivo aumento, se concentraron en las iglesias episcopales donde los obispos eran los únicos administradores diocesanos. Ellos atendían a las diversas necesidades de las comunidades cristianas. Primero lo hacían de forma libre, pero después debieron plegarse a las normas que promulgaban los concilios. Sin embargo los obispos mantenían una completa libertad de actuación en esta materia. Estos bienes eran llamados patrimonium pauperum, egentium substantia, hereditas pauperum, etc.69 No caben dudas de que, en general, los bienes de la Iglesia se aplicaban a los pobres, al culto y al sustento del clero. Cuando el patrimonio eclesiástico empezó a crecer, en gran medida por las donaciones de los poderes públicos, San Hilario de Poitiers dio la voz de alerta afirmando: 66 Mt 6, 1 – 4. Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 75. 68 Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 75. 69 Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 75. 67 27 “Ahora tenemos que luchar contra un perseguidor insidioso, contra un enemigo engañoso, contra el anticristo Constancio. Este nos acaricia el vientre, pero nos apuñala por la espalda. No confisca nuestros bienes, conservándonos así la vida, pero nos enriquece para la muerte. No nos quita la libertad metiéndonos en la cárcel, pero nos honra en su palacio para esclavizarnos. No desgarra nuestras carnes, pero destroza nuestra alma con su oro”.70 Durante la patrística y alta Edad Media se mantuvo el principio de que los bienes eclesiásticos no pertenecen a los hombres de Iglesia. Pomerius aseguraba que estos bienes son el patrimonio de los pobres. Ante esto sólo apareció una voz discrepante y este fue el pseudo-Isidoro a mediados del s. IX. Esto no significó que los obispos y sacerdotes no pudieran participar de los bienes de la Iglesia. Lo que les daba derecho a ellos era ser y permanecer pobres. Las Constituciones Apostólicas, a inicios del s.IV, disponían: “Que el Obispo no se eleve por encima de los pobres. Que use de un alimento y bebida viles y moderados (…) y no sea amigo de buena carne”.71 San Jerónimo (374 – 420 d. C.), por su parte, expresó que “la Iglesia creció en las persecuciones y fue glorificada en los mártires. Con el advenimiento de los soberanos cristianos ha incrementado su poder y riqueza, pero se ha visto mermada en su fuerza interior”.72 Esta preocupación de Jerónimo ha estado presente a lo largo de toda la historia de la Iglesia y siempre se ha visto cómo las riquezas han sido una tentación constante. Es más, muchas veces se ha justificado la acumulación de riquezas con el cumplimiento de los fines de apostolado y caridad, además de la digna sustentación del clero. Sin embargo, el problema es siempre el mismo: confianza puesta en las riquezas para el 70 San Hilario de Poitiers, Contra constantium imperatorem, 4-5 – PG 10, 580-581. Libro II, cp. 5, n° 1-1 – FUNK, p.36, tomado de Luis González-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el evangelio, publicado en la revista Id y Evangelizad, en http://www.solidaridad.net/noticias.php?not=1175, consultado el 15 de diciembre de 2011, (=Luis González-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la iglesia ante el evangelio, consultado el 15 de diciembre de 2011). 72 Vita Malchi, i – pl 23, 53, tomado de González, Luis-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el evangelio, consultado el 15 de diciembre de 2011. 71 28 cumplimiento de sus fines, trae consigo debilitamiento espiritual y testimonial. Él mismo escribió que “es rapiña a los pobres cuando los obispos y sacerdotes llenan sus almacenes y se sirven de las obras de la Iglesia para sus lujos”.73 En esta línea, podemos afirmar que las riquezas realizan su función de servicio al hombre cuando son destinadas a producir beneficios para los demás y la sociedad: “¿Cómo podríamos hacer el bien al prójimo –se pregunta Clemente de Alejandría– si nadie poseyese nada?”.74 Para san Juan Crisóstomo, “las riquezas pertenecen a algunos para que estos puedan ganar méritos compartiéndolas con los demás”75… San Basilio el Grande invita a los ricos a abrir las puertas de sus almacenes y exclama: “Un gran río se vierte, en mil canales, sobre el terreno fértil: así, por mil caminos, tú haces llegar la riqueza a las casas de los pobres”.76 San Agustín, por su parte, propuso en diversas ocasiones entregar los fondos de su Iglesia, pero el pueblo nunca quiso recibirlos.77 Retomando a San Juan Crisóstomo, éste echaba en cara a los feligreses “que por su avaricia y negligencia en socorrer a los pobres, habían obligado a los obispos a procurar a las iglesias rentas seguras, y a dejar la oración, la instrucción y demás santas ocupaciones, para ocuparse de cuidados que no convenían más que a recaudadores o arrendatarios”.78 Roma inicia a partir del s. V una reforma en la distribución de las rentas de la Iglesia, ya que se fueron presentando abusos. Se estableció que las rentas eclesiásticas se distribuyeran así: una parte para el Obispo, otra para el clero, otra para los pobres y otra para la propia Iglesia. Sin embargo en la Península Ibérica 73 Comentario a Isaías, libro III, cap. 14 –PL 24, 68, tomado de Luis González - Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el evangelio, consultado el 15 de diciembre de 2011. 74 Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur, 13: PG 9, 618, en Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia 329, p. 232. 75 Cfr. Homilía XXI, de Statuis ad populum Antiochenum habitae, 2, 6-8: PG 49, 41-46, en Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia 324, pp.232 - 233. 76 Homilía in illud lucae, Destruam horrea mea, 5: PG 31, 271, en Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia 324, pp.232 - 233. 77 Voz Ecónomo, Bergier en Diccionario de Teología 2, en www.books.google.com.pa, consultado el 14 de junio de 2011, (=Voz Ecónomo, Bergier en Diccionario de Teología 2). 78 Voz Ecónomo, Bergier en Diccionario de Teología 2, consultado el 14 de junio de 2011. 29 la distribución fue distinta: una parte para el Obispo, otra para el clero y otra para la misma Iglesia. Ya en el s. XIII, Santo Tomás de Aquino se pregunta “si pecan mortalmente los obispos que no distribuyen a los pobres los bienes eclesiásticos que administran”. Concluye afirmando: “los bienes eclesiásticos deben servir para uso de los pobres (…). Si la necesidad es urgente, sería una preocupación inútil y desordenada guardar los bienes para más tarde. La respuesta del Señor es: no os preocupéis del mañana”.79 1.3 En el Magisterio Conciliar previo al Concilio Vaticano II El Concilio de Elvira80 dejó cinco cánones que aluden a cuestiones patrimoniales de la Iglesia. El canon 19 permite a los clérigos ganarse su propio sustento mediante la negotiatio, siempre que no acudan personalmente a las ferias y mercados extra provinciales. Esta actividad debió reportar sustanciosos beneficios a muchos clérigos, sobre todo a partir de Constancio II, que los exoneró del impuesto exigido a los comerciantes. Con esta disposición se liberaba del impuesto también a las mujeres de los clérigos, a sus hijos y a sus servidores (C. Th. XVI, 2, 14 y 16). Sin duda fue una grave capitulación del emperador ante las exigencias de un clero ávido de enriquecerse. A partir de entonces se desencadenó una oleada de vocaciones religiosas entre los comerciantes. El propio Constancio se vio obligado a reducir las exenciones (C. Th. XVI, 2, 15). Los clérigos tenían prohibido prestar con intereses. Sin embargo, esto continuó siendo una actividad de muchos clérigos a juzgar por la frecuencia con que tal prohibición aparece en los concilios de esta época. 79 Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica2-2, q. 185, a. 7 – BAC t. X, pp.746-747. El Concilio de Elvira “tuvo lugar cerca de la actual ciudad de Granada. Su fecha es incierta. Se le ubica poco después del año 300y supone una prosperidad en la Iglesia española. Tomado de Llorca, Bernardino, S.J., Manual de Historia Eclesiástica, Editorial labor S. A., Barcelona, 1942, p. 58, (=Llorca, Bernardino, S.J., Manual de Historia Eclesiástica, p.58). 80 30 El Concilio de Antioquía, del año 341, decía: “El Obispo tendrá poder sobre los bienes de la Iglesia, a fin de hacer la distribución a los indigentes con bastante prudencia y en el temor de Dios. Él tomará su parte según sus necesidades y también los hermanos que gozan de su hospitalidad, de modo que no les falte, según lo que dice el Apóstol: Teniendo con qué alimentarnos y vestirnos, nos contentamos.81 Si no se contenta con eso y se sirve de los bienes para sus asuntos personales (…) rendirá cuenta ante el Concilio de la provincia”.82 En muchas ocasiones los bienes eclesiásticos eran robados y “algunos obispos fueron acusados de haber dejado menoscabarse los bienes de su Iglesia por negligencia, o por falta de inteligencia. Esta fue una nueva razón que impulsó a los Padres del Concilio de Calcedonia83 a disponer que cada Obispo escogiese de entre sus clérigos un Ecónomo para encomendarle la administración de los bienes de la Iglesia”.84 De este modo, la administración de los bienes de la Iglesia se encomendó a un Ecónomo, el cual era elegido por mayoría de votos del clero. Los concilios galos, celebrados entre los siglos V y VI, fueron sumamente claros y fuertes en sus planteamientos respecto al uso de los bienes patrimoniales de la Iglesia: “el que retenga los dones hechos a la Iglesia debe ser excomulgado y considerado como un verdadero asesino de los pobres: necator pauperum.85 El Concilio de Trento,86 reviste una capital importancia en la historia de la Iglesia. Sin embargo su preocupación se centró en la formación del clero, la 81 Cfr. 1Tim 6, 8. Canon 25 – Mansi II, 1320 – 1321, tomado de Luis González -Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el evangelio, consultado el 16 de diciembre de 2011. 83 El Concilio de Calcedonia fue un Concilio ecuménico que tuvo lugar en octubre del año 451. Tomado de Llorca, Bernardino, S.J., Manual de Historia Eclesiástica, p.199. 84 Voz Ecónomo, Bergier, en Diccionario de Teología 2, consultado el 14 de junio de 2011. 85 Mansi 6, 8 y 9, tomado de González, Luis-Carvajal Santabárbara, Los dineros de la Iglesia ante el evangelio, consultado el 16 de diciembre de 2011. 86 Decimonoveno Concilio ecuménico de la Iglesia católica, apostólica, romana, que tuvo lugar, a lo largo de tres etapas, entre 1545 y 1563. Convocado con la intención de responder a la Reforma protestante, supuso una reorientación general de la Iglesia y definió con precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del 82 31 clarificación de la doctrina sobre los sacramentos, los principales dogmas y hacer frente a la reforma protestante encabezada por Lutero. Este concilio estableció normas para asegurar a la Iglesia un clero con una moral más elevada y más instruido, prohibiendo el matrimonio de los sacerdotes, el acumular beneficios, imponiendo la obligación de residencia para obispos y curas, creando seminarios para la formación de sacerdotes, entre otras medidas.87 Sin embargo, no se pronunció sobre la administración de los bienes patrimoniales de la Iglesia.88 1.4 En el Código de 1917 La sexta parte del CIC/17 se inicia con “un principio de derecho público, compendiando múltiples documentos de la Sede Apostólica, la cual en diversas ocasiones hubo de intervenir para condenar falsas doctrinas y defender la verdadera”.89 Este principio aparece claramente establecido en el can. 1495 el cual formula dos afirmaciones fundamentales. Por un lado, la Iglesia Católica, la Sede Apostólica, las Iglesias Particulares y las demás personas morales,90 tienen derecho de adquirir, retener y administrar bienes temporales; y por otro, este derecho les compete no por un título adventicio, sino por voluntad expresa de Jesucristo, siendo por lo mismo independiente de cualquier potestad civil,91 “pues Concilio, confirmados por el Papa Pío IV el 26 de enero de 1564, fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX. Uno de los temas más candentes del momento, y que era cuestionado fuertemente por los protestantes era la autoridad del papa, pero no fue tocado en este concilio, tomado de http://html.rincondelvago.com/concilio-de-trento_1.html, consultado el 5 de septiembre de 2011. 87 Cfr. Concilio de Trento, tomado de http://es.wikipedia.org/wiki/Concilio_de_Trento, consultado el 16 de junio de 2011. 88 A esta conclusión se llega después haber repasado el Concilio de Trento, título a título, y no haber encontrado ninguno que se refiera a la administración de los bienes eclesiásticos. 89 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, BAC, Madrid 1964, p. 143, (=Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 143). 90 Cfr. CIC/17, can. 100 §1 La Iglesia católica y la Sede Apostólica tienen la condición de persona moral por la misma ordenación divina; las demás personas morales inferiores la adquieren en la Iglesia, ya por prescripción del derecho, ya por concesión especial del Superior eclesiástico competente, dada por decreto formal para un fin religioso o caritativo. 91 CIC/17, can. 1495 §1 La Iglesia católica y la Sede Apostólica, libre e independientemente de la potestad civil, tienen derecho innato de adquirir, retener y administrar bienes temporales para el logro de sus propios 32 toda sociedad humana perfecta tiene derecho a los medios necesarios para la consecución de su fin”.92 El can. 1495 §1, afirma que ese derecho libre e independiente a los bienes lo ejerce la Iglesia ab fines sibi proprios prosequendos. Por tanto, si la Iglesia tiene la finalidad mayor de buscar la “santificación de los hombres en esta vida y la salvación eterna de los mismos en la otra”,93 entonces los bienes patrimoniales deben ser usados como medios que le permiten a la Iglesia avanzar desde los fines próximos hasta el fin mayor de la salvación de las almas.94 Este derecho lo tiene “no por reconocimiento externo, sino como un derecho perfecto, verdadero, evidente e indiscutible”.95 Por su parte, el can. 1496 estableció una triple finalidad para los bienes de la Iglesia, sin la cual sus miembros no podrían alcanzar su fin sobrenatural. Establecía como finalidad la realización adecuada del culto divino, sustentación honesta de los clérigos y demás ministros, y otros fines que le son propios.96 Como dato aclaratorio, el CIC/17 presenta una conceptualización de los bienes y los clasifica en: eclesiásticos, sagrados y preciosos. Los bienes eclesiásticos son los pertenecientes a la Iglesia Universal o a cualquiera de las otras personas morales en la Iglesia; los bienes sagrados son los que han sido consagrados al culto divino mediante la consagración o la bendición; y los bienes fines. § 2 También las iglesias particulares y demás personas morales tienen derecho, a tenor de los sagrados cánones, de adquirir, retener y administrar bienes temporales. 92 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 144. 93 J. Ferreres, Intituciones canónicas, I, n. 32; cfr. G. Vromant, De bonis ecclesiae, n. 1, 2, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p. 13, (=Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p. 13). 94 Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p.13. 95 Cfr. J. Campos, Legislación y jurisprudencia canónica, III, 412; J. Ferreres, Instituciones canónicas, I, 16 – 18; A. Cance – M. Arquer, El Código de Derecho Canónico, I, 927; G. Vromant, De bonis ecclesiae, nn. 1 – 13, 1 – 20; J. Abbo – J. Hannan, The sacred canons, II, 704 – 707; Ch. Augustine, A commentary, VI, 549 – 554; en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p.12. 96 CIC/17, can. 1496 Tiene así mismo la Iglesia derecho, independiente de la potestad civil, a exigir de los fieles lo que sea necesario, para el culto divino, para la honesta sustentación de los clérigos y demás ministros y para los otros fines propios de ella. 33 preciosos, aquellos con un valor notable por el arte, la historia o la materia.97 De aquí se desprende que los bienes patrimoniales de los clérigos, como personas físicas, no caen bajo la denominación de bienes eclesiásticos. El Código Pío benedictino precisó los modos que tiene la Iglesia para adquirir bienes,98 el sujeto de dominio de dichos bienes y la autoridad bajo la cual los sujetos de dominio deben ejercer tal derecho.99 Sobre la administración de los bienes eclesiásticos, el Código del 17 comienza señalando que el Romano Pontífice es el Supremo administrador y dispensador,100 “pero estos no le pertenecen como a dueño y señor”. 101 A él le compete “exigir a todas las personas morales eclesiásticas que en la adquisición, posesión y administración de sus bienes observen las normas establecidas en el derecho común o en el particular, si alguna disposición dictare la Santa Sede para alguna región o determinadas entidades”.102 Ya hablando del Ordinario, el can. 1519103 emplea el vocablo “vigilar” y no el de “administrar”, lo que lleva a algunos autores a afirmar que al Ordinario local no le corresponde la administración de los bienes, sino sólo la supervisión sobre los 97 CIC/17, can. 1497 §1 Los bines temporales, ya sean corporales, tanto inmuebles como muebles, ya incorporales, que pertenecen bien sea a la Iglesia universal y a la Sede Apostólica, bien a otra persona moral en la Iglesia, son bienes eclesiásticos. §2 Se llaman sagrados los que han sido destinados al culto divino mediante la consagración o la bendición; preciosos, aquellos que tienen un valor notable por razón del arte o de la historia o de la materia. 98 CIC/17, can. 1499 §1 Puede la Iglesia adquirir bienes temporales por todos los modos justos de derecho natural o positivo que a otros les están permitidos. 99 CIC/17, can. 1499 §2 El dominio de los bienes pertenece, bajo la suprema autoridad de la Sede Apostólica, a la persona moral que legítimamente los haya adquirido. 100 Cfr. CIC/17, can. 1518 El Romano Pontífice es el supremo administrador y dispensador de todos los bienes eclesiásticos. 101 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164. 102 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164. 103 §1 Al Ordinario local pertenece vigilar diligentemente sobre la administración de todos los bienes eclesiásticos que se hallan en su territorio y no estuvieren sustraídos de su jurisdicción, salvas las prescripciones legítimas que le concedan más amplios derechos. §2 Teniendo en cuenta los derechos, y las legítimas costumbres y circunstancias, procurarán los Ordinarios regular todo lo concerniente a la administración de los bienes eclesiásticos, dando las oportunas instrucciones particulares dentro del marco del derecho común. 34 administradores inmediatos. Sin embargo, si se toman en cuenta los amplios poderes que le confiere al Obispo el can. 335 §1104 y la forma como se expresa el can. 1520 §§1 y 3105, no queda más que reconocer que al Ordinario local le compete verdadera administración de los bienes eclesiásticos.106 El CIC/17 estableció el Consejo diocesano de administración con la misión de “ayudar al Ordinario en la administración de los bienes”.107 Se establece la conveniencia de que los miembros de este Consejo sean peritos en materia civil.108 Además se prohíbe que los parientes próximos del Ordinario sean miembros del Consejo para evitar sospechas de que administren los bienes eclesiásticos en beneficio propio y para que puedan dar su voto con entera libertad. Los consejeros tienen voto decisivo en los asuntos a que se refieren los cann. 1532 §3 y 1539 §2.109 No es suficiente con el Consejo diocesano de administración para atender los bienes de cada una de las personas morales eclesiásticas existentes en la Diócesis. Por este motivo es conveniente que cada una de ellas tenga su administrador particular.110 104 Compete a los Obispos el derecho y el deber de gobernar la Diócesis, así en las casas espirituales como en las temporales, con potestad legislativa, judicial y coactiva, que han de ejercer en conformidad con los sagrados cánones. 105 §1 Para el exacto cumplimiento de este deber, todo Ordinario establecerá en su ciudad episcopal un Consejo, compuesto del presidente, que es el propio Ordinario, y de dos o más varones idóneos, en cuanto sea posible peritos también en Derecho civil, los cuales han de ser elegidos por el mismo Ordinario, oído el Cabildo, a menos que por derecho o por costumbre peculiar estuviera legítimamente provisto de otra forma equivalente. §3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de oír al Consejo de administración; pero los vocales de éste sólo tienen voto consultivo, a no ser que por derecho común, en casos especialmente expresados, o por ley fundacional se exija el consentimiento de los mismos. 106 Cfr. Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164. 107 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 165. 108 Cfr. can. 1508 La Iglesia acepta para los bienes eclesiásticos la prescripción como un modo de adquirir algún derecho o de librarse de alguna carga, según está en la legislación civil de la respectiva nación, salvo lo que ordenen los cánones siguientes. Can. 1529 Lo que el derecho civil establece en el territorio acerca de los contratos en general o en especial, tanto nominados como innominados, y sobre la extinción de las obligaciones, se debe observar, por mandato del derecho canónico, en materia eclesiástica con idénticos efectos, siempre que no vaya contra el derecho divino ni disponga otra cosa el derecho canónico. 109 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 165. 110 Cfr. CIC/17, can. 1521§1 Además de este consejo diocesano de administración, debe el Ordinario local, para administrar los bienes pertenecientes a alguna Iglesia o lugar piadoso que por el derecho o por las 35 Es de notar que los cann. 1183 §1111 y 1525 §1,112 posibilitan la participación de los laicos en la administración de los bienes eclesiásticos. Además se establecen las obligaciones de los administradores:113 previas al cargo,114 durante el cargo;115 en lo referente al justo salario de los obreros;116 en la rendición de cuentas,117 las licencias necesarias para pleitear,118 los actos de administración extraordinaria119 y la reparación de daños.120 tablas de fundación no tienen administrador propio, designar varones prudentes, idóneos y de buena fama, que a los tres años remplazará por otros, de no aconsejar lo contrario las circunstancias locales. Sobre este tema el can. 415 § 3 3º, señala: Al Cabildo pertenece: Tener cuidado de la Iglesia y administrar sus bienes y los legados piadosos. 111 Si además hay agregados otros, sean clérigos o seglares, para administrar los bienes de alguna iglesia, todos ellos forman el Consejo de fábrica de la iglesia juntamente con el administrador eclesiástico de que habla el can. 1182, o su lugarteniente, que lo presidirán. 112 Reprobada la costumbre contraria, los administradores, tanto eclesiásticos como seglares de cualquier iglesia, incluso de la catedral, o de lugares piadosos canónicamente erigidos, o de cofradías, están obligados a rendir todos los años cuentas de su administración al Ordinario del lugar. 113 Comentarios al código de derecho canónico III, pp. 166 – 169. 114 CIC/17, can. 1522 Los administradores de bienes eclesiásticos a que se refiere el can. 1521, antes que empiecen a desempeñar el cargo: 1º Deben obligarse con juramento ante el Ordinario local o el arcipreste local o el arcipreste rural a administrar bien y con fidelidad; 2º Se hará un inventario exacto y detallado, que han de firmar todos, de los bienes inmuebles, de los muebles preciosos y todo lo demás, con la descripción y precio de los mismos, o se aceptará el inventario anteriormente hecho, anotando las cosas que en el intermedio hubieran desaparecido o se hubieran adquirido; 3º Una copia de este inventario se guardará en el archivo de la administración, y la otra, en el archivo de la Curia; y en ambas se ha de consignar cualquier cambio que el patrimonio experimente. 115 CIC/17, can. 1523 Los administradores de bienes eclesiásticos tienen la obligación de cumplir su oficio con la diligencia de un buen padre de familia; y, por consiguiente, deben: 1º Velar para que de ningún modo perezcan o sufran algún daño los bienes eclesiásticos que le han sido confiados; 2º observar las prescripciones del derecho, tanto canónico como civil, o las que hayan impuesto el fundador o el donante o la legítima autoridad; 3º cobrar a sus debido tiempo y con diligencia las rentas y productos, y una vez cobrados, guardarlos en lugar seguro y emplearlos según la mente del fundador o según las leyes o normas establecidas; 4º el dinero de la Iglesia que sobre de los gastos y puede colocarse útilmente, emplearlo en beneficio de la misma iglesia con el consentimiento del Ordinario; 5º tener bien ordenados los libros de ingresos y de gastos; 6º disponer en debida forma los documentos e instrumentos que acreditan los derechos de la iglesia sobre los bienes, guardándolos en el archivo o en un armario conveniente y adecuado de la misma; y dónde pueda cómodamente hacerse, se depositarán copias auténticas de ellos en el archivo o armario de la Curia. 116 CIC/17, can. 1524 Todos, y en especial los clérigos, los religiosos y los administradores de bienes eclesiásticos, en los contratos de trabajo deben asignar a los obreros un salario decoroso y justo; han de procurar que los mismos dediquen a la piedad el conveniente espacio de tiempo; no deben distraerlos en modo alguno atender el cuidado de su casa y familia y del amor al ahorro, ni imponerles trabajos superiores a sus fuerzas o de tal naturaleza que desdigan de su edad y sexo. 117 CIC/17, can. 1525 §1 Reprobada la costumbre contraria, los administradores, tanto eclesiásticos como seglares de cualquier iglesia, incluso de la catedral, o de lugares piadosos canónicamente, o de cofradías, están obligados a rendir todos los años cuentas de su administración al Ordinario del lugar. §2 Si por derecho particular tienen que rendir cuentas a otros designados al efecto, en ese caso se admitirá también, 36 1.5 En el Concilio Vaticano II El Concilio Vaticano II no promulgó ningún documento sobre esta materia, pero la misma aparece en casi todos ellos. Francesco Grazian lo señala apuntando que “il tema dei beni temporali della Chiesa e della loro amministrazione non é certamente una delle preocupazioni piu importante del Concilio”.121 Esto se descubre fácilmente cuando se repasan las actas del Concilio y aparecen muy pocos señalamientos sobre la materia. Más adelante, el mismo autor recuerda que “tra i contributi piú rilevanti in –questa- materia va ricordata l’affermazione dell’importanza della corretta destinazione dei beni posseduti dalla Chiesa, e dalla necessitá della comunione e comunicazione dei beni”.122 Siempre será necesario recordar que “las realidades terrenas y espirituales están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia usa los medios temporales en cuanto su propia misión lo exige”.123 Pero aún los usa sin poner en ellos, ni en la autoridad civil, su esperanza. Más bien renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos, si llegase a constatar que su uso juntamente con ellos, al Ordinario del lugar o a su delegado, de tal forma que la aprobación de las mismas, hecha de otro modo, de nada les sirve a los administradores. 118 CIC/17, can. 1526 No entablarán los administradores ni contestarán ningún pleito en nombre de la Iglesia sin haber obtenido la licencia del Ordinario local dada por escrito, o por lo menos, si el caso urge, del arcipreste rural, que inmediatamente debe dar cuenta al Ordinario de la licencia concedida. 119 CIC/17, can. 1527 §1 Son inválidos los actos de los administradores que excedan los límites y el modo de la administración ordinaria, si no hubieran obtenido de antemano facultad, por escrito, del Ordinario local. §2 La Iglesia no está obligada a responder de los contratos celebrados por sus administradores sin licencia del Superior competente, a no ser cuando y en la medida que haya reportado beneficio de tales contratos. 120 CIC/17, can. 1528 Aunque por título de beneficio u oficio eclesiástico no tengan obligación de administrar, deben restituir los administradores que, habiendo expresa o tácitamente aceptado el cargo, lo abandonan luego por su voluntad en circunstancias tales que de ello se origine perjuicio a la iglesia. 121 Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, Editrice Pontificia Universitá Gregoriana, Tesi Gregoriana, 2002, p. 167, (=Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p.167). 122 Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p.167. 123 GS 76. 37 puede hacer dudar de la sinceridad de su testimonio, o nuevas circunstancias exigen otras disposiciones.124 Los Obispos, como legítimos sucesores de los Apóstoles, y llenos del celo por la salvación de las almas, “han de cuidar con todas sus fuerzas que los fieles sostengan e impulsen con entusiasmo las obras de evangelización y apostolado… Además, en el uso de los bienes eclesiásticos, no deben olvidar que hay que tener en cuenta también las necesidades no sólo de sus diócesis, sino también de las otras iglesias particulares”.125 Como se ve claramente, CD 6 insta a los Obispos a que animen a la feligresía a sostener con sus bienes las obras de apostolado. Pero resulta llamativa la invitación que les hace a satisfacer no sólo las necesidades de sus propias diócesis, sino a ser solidarios con las otras iglesias particulares. En todo tiempo se ha reconocido la necesidad que la Iglesia tiene de dinero para poder cumplir con sus fines. Esto lo apunta claramente PO17,126 decreto conciliar que además señala que los fines de los bienes de la Iglesia son la ordenación del culto divino, la honesta sustentación del clero y las obras de 124 Cfr. GS 76. Concilio Ecuménico Vaticano II, decreto Christus dominus, sobre la función pastoral de los obispos en la Iglesia 6, (=CD 6). La introducción que nos presenta la edición de la BAC de 1993, señala que este decreto fue promulgado el 28 de octubre de 1965, en AAS 4.5, 564 – 584, y entró en vigor el 29 de junio de 1966. Fue avalado por el voto prácticamente unánime de los Padres conciliares: 2319 votos a favor, 2 en contra y 1 nulo. Agrega, además, que se elaboraron siete proyectos de decreto, partiendo de las sugerencias recibidas de todo el Episcopado y de los demás órganos de consulta (Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II apparando, Series II [Preparatoria], vol.3, pars 1 [Typis pol. vaticanis 1969], 277 – 351. 126 El tema sobre el sacerdocio apareció desde que se dieron los primeros pasos del Concilio. Los primeros tanteos sobre lo que llegaría a ser el Decreto sobre la vida y ministerio de los presbíteros se dieron en el otoño de 1961, cuando la comisión “De disciplina cleri et populi christiani” elaboró tres proyectos que fueron propuestos a estudio. El 3 de diciembre de 1962, la misma comisión determinó que fueran reducidos a sólo dos proyectos. Se llegó a un nuevo texto, De clericis, el cual recibió 464 enmiendas. Con todas las enmiendas recibidas se llegó a un nuevo texto llamado De sacerdotibus. Fueron largas sesiones que llevó a los Padres conciliares la elaboración del documento Presbyterorum Ordinis (Acta Synodalia, volumen IV, pars VI, p. 345 – 388). El 28 de mayo de 1965 recibió el beneplácito de Pablo VI. 125 38 apostolado y caridad.127 Este mismo numeral recuerda a los presbíteros que los bienes temporales deben ser usados según la voluntad de Dios, que es necesario dejar de lado todo cuanto obstaculiza el cumplimiento de la misión, que el mismo Señor es “su porción y su herencia”, y que hay que apreciar los bienes creados como dones de Dios, pero que, aunque ellos –los presbíteros- viven en el mundo, no son del mundo, según la sentencia del mismo Jesús.128 Además agrega un párrafo que debe tomarse en cuenta por su elocuencia y su profundidad: “Disfrutando, pues, del mundo como si no disfrutasen,129 llegarán a la libertad de los que, libres de toda preocupación desordenada, se hacen dóciles para oír la voz divina en la vida ordinaria. De esta libertad y docilidad emana la discreción espiritual con que se halla la recta postura frente al mundo y a los bienes terrenos. Postura de gran importancia para los presbíteros, porque la misión de la Iglesia se desarrolla en medio del mundo, y porque los bienes creados son enteramente necesarios para el provecho personal del hombre”.130 De este modo, PO 17 señala que los bienes temporales sólo deben utilizarse para los fines a los que pueden ser destinados, según la doctrina de la Iglesia y del modo prescrito por la misma. Se señala claramente el vínculo permanente entre el derecho que tiene la Iglesia a poseer bienes y los fines para los cuales se poseen. Además, éstos deben ser administrados por los sacerdotes con la ayuda, en la medida de lo posible, de seglares. Así los sacerdotes, “teniendo el corazón despegado de las riquezas, han de evitar siempre toda clase de ambición y abstenerse cuidadosamente de toda especie de comercio”. Este numeral culmina con la invitación a los presbíteros y a los Obispos a abrazar voluntariamente la pobreza para asemejarse más claramente a 127 Cfr. Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros 17, en AAS 58 (1966), pp. 991 – 1024, (=PO 17). 128 Cfr. Jn 17, 14 – 16. 129 Cfr. 1Cor 7, 31. 130 PO 17. 39 Cristo, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.131 Además de evitar en sus cosas y en sus casas todo tipo de ostentación que pudiera alejar de alguna manera a los pobres. El Concilio señaló algunos fines de forma muy especial, como es el socorrer a los pobres.132 Esta es una de las misiones de la Iglesia más resaltadas y, al mismo tiempo, más específicas de la Iglesia en general133 y, en particular de los Institutos de Vida Consagrada. A éstos les señala que no basta con someterse a los Superiores en el uso de los bienes temporales, sino que deben ser “pobres en la realidad y en el espíritu, teniendo sus tesoros en el cielo”.134 El párrafo 5º de PC 13 indica que: “Teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar, los mismos Institutos esfuércense en dar testimonio colectivo de pobreza y contribuyan gustosamente con sus bienes a las demás necesidades de la Iglesia y al sustento de los pobres, a quienes todos los religiosos deben amar en las entrañas de Cristo. Las Provincias y las Casas de los Institutos compartan entre sí los bienes materiales, de forma que las que más tengan presten ayuda a las que padecen necesidad”. 131 Concilio Vaticano II, decreto Perfectae caritatis, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, en AAS 58(1966) 702 – 712, 13 (=PC 13). 132 Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, en AAS 58 (1966), pp. 837 – 864: “Así como la Santa Iglesia, en sus comienzos, uniendo el ágape a la cena eucarística, se manifestaba toda ella unida a Cristo por el vínculo del amor, así, en todo tiempo, se hace reconocer por este signo del amor y, sin dejar de alegrarse por las iniciativas de los demás, reivindica las obras de caridad como un deber y un derecho suyos, de los que no puede prescindir”, 8, (=AA 8). La Introducción a este decreto que presenta la edición de la BAC de 1993 nos recuerda que el Concilio “aspiraba a promover una expansión del conjunto de la vida y de la acción de la Iglesia y, muy particularmente, a impulsar la incidencia del Evangelio sobre el mundo y sobre la cultura… La evolución de la vida de la Iglesia fue poniendo en evidencia el valor cristiano de la condición y misión laicales. -Se buscaba entonces- subrayar la importancia de la vocación laical y situarla en el contexto de una eclesiología y una teología espiritual renovadas (cfr. Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II apparando, Series I, Appendix voluminis II, pars I, pp. 753 – 794; Series I, vol. IV)”. La comisión encargada de tratar el apostolado de los laicos fue creada por Juan XXIII el 4 de junio de 1960. El decreto estuvo terminado en abril de 1963 (Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticano II, vol. III, pars IV, pp. 669 – 710). Aun así las revisiones continuaron hasta que se llegó al texto definitivo (Acta Synodalia, vol. IV, pars VI, pp. 12 – 130). La aprobación solemne por parte del papa Pablo VI se dio el 18 de noviembre de 1965 y se procedió a su promulgación (Acta Synodalia, vol. IV, pars VI, pp. 596, 609 – 688). 133 GS 90. 134 PC 13. 40 Como vemos, a los religiosos se les urge lo mismo que a los Obispos a ser solidarios con las demás casas o provincias que pasan necesidad. Además se les recuerda la necesidad de vivir en la pobreza dando testimonio del Cristo pobre, que amó preferencialmente a los pobres, a los cuales deben amar “en las entrañas de Cristo”.135 Cuando se presentó la sugerencia de que se especificaran detalladamente los fines de los bienes de la Iglesia, el coetus redactor respondió que “todos los otros fines que pueden añadirse no son sino una explicitación de los fines que vienen comprendidos bajo la fórmula más general de opera sacri, apostolatus et caritas”.136 Sobre la administración de los bienes eclesiásticos, el Concilio se expresa especialmente en PO 17, lo cual viene recogido en el can. 1254 §2. Las puntualizaciones que allí se presentan no sólo ofrecen “un orientamento alle singole persone giuridiche nella valutazione precisa e coerente dei fini che perseguono, ma ricordano che i beni non possono mai diventare il fine dell’amministrazione, ma, viceversa, vanno custoditi, migliorati, ma soprattutto necesariamente usati per tali fini”.137 Lo que se presenta es una valoración precisa y coherente de los fines que persigue la persona jurídica, además le recuerda a la misma que los bienes no pueden convertirse nunca en el fin de la administración; por el contrario, éstos han de ser usados para alcanzar los fines de la persona jurídica. Es importante señalar que el Decreto sobre el apostolado de los laicos, señala que éstos “ejercen su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo”.138 Éstos deben cultivar la 135 PC 13. Schema 1977, c. 2; Comm. 12 (1980) 396-97. 137 Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p. 171. 138 AA 9. 136 41 “«conciencia de pertenecer a la Diócesis», colaborando en todo lo que se les solicite y esté dentro de sus posibilidades. Están llamados a «sentir la solicitud por las necesidades del pueblo de Dios disperso por toda la tierra», recordando que «es un deber y un honor para los cristianos devolver a Dios parte de los bienes que de él reciben»”.139 En definitiva, según la doctrina del Concilio, los bienes eclesiásticos contribuyen a que la Iglesia realice sobre la tierra la obra salvadora encomendada por Jesús. 1.6 En el Código de 1983 1.6.1. Principios generales El Libro V del actual Código de Derecho Canónico está dedicado exclusivamente a los bienes temporales de la Iglesia.140 El Código de 1917 presentaba los cánones relativos al derecho patrimonial en el Libro III, especialmente en la parte V (sobre los beneficios) y la parte VI (sobre los bienes temporales). Pero este libro incluía, en la primera parte, los sacramentos; en la segunda, los lugares y tiempos sagrados; en la tercera, el culto divino; y el magisterio eclesiástico, en la IV parte. Esta mezcla de temas provocó grandes críticas. En el proceso de elaboración del nuevo Código se estableció que éste tenía que ser estructurado sobre la base de las tres funciones de la Iglesia. El Código actual ha querido subrayar la función pastoral y salvífica, así como la necesidad de bienes temporales para poder cumplir su misión. De este modo, en cuanto al derecho patrimonial, se ha tomado en cuenta, tanto las exigencias de justicia, como la necesidad de la eficacia económica, pero sin olvidar la finalidad de la Iglesia. En esta nueva codificación se hace énfasis en 139 Cfr. AA 10. CIC/83, Libro V, De los bienes temporales de la Iglesia, cann. 1254 – 1310. 140 42 principios como el de la intercomunicación de bienes creando masas comunes, la subsidiariedad, el carácter público de los patrimonios eclesiásticos, el respeto a la voluntad del donante, entre otros. 1.6.2. Derecho a la adquisición de bienes Adquisición significa la asunción en titularidad de bienes temporales. Todas las personas jurídicas eclesiásticas pueden adquirir el derecho de dominio sobre los bienes temporales como cualquier otro sujeto de derecho. El can. 1254 §1 establece: “Por derecho nativo, e independientemente de la potestad civil, la Iglesia Católica puede adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales para alcanzar sus propios fines”.141 Este parágrafo reafirma la necesidad y el derecho de la Iglesia a poseer bienes temporales. El texto es muy enfático al señalar que este derecho es independiente de la potestad civil. Es un derecho originario y un instrumento necesario para que la Iglesia pueda alcanzar sus fines. Ella es plenamente libre y autónoma en materia económica. El derecho natural establece la legitimidad de la propiedad privada por parte de la Iglesia; el derecho divino positivo asegura que Jesús instituyó a su Iglesia como una sociedad perfecta; es decir, independiente y suficiente; y el derecho positivo muestra cómo el ordenamiento canónico y el jurídico internacional reconocen a la Iglesia como una persona jurídica.142 A este punto es necesario precisar que: “El sujeto de este derecho nativo es la Iglesia Católica, que lo ejerce por sí misma y mediante la Santa Sede y las demás personas jurídicas canónicas, como lo establece el can. 1255. Su contenido jurídico es el que corresponde a los bienes 141 Esta afirmación es tomada del can. 1495 §1 del Código de 1917 La Iglesia católica y la Sede Apostólica, libre e independientemente de la potestad civil, tiene derecho innato de adquirir, retener y administrar bienes temporales para el logro de sus propios fines. 142 Derecho natural es aquella ordenación esencial a la naturaleza que se pone como principio constitutivo y natural en el obrar humano. El derecho divino positivo "pertenece a la esencia de la Iglesia, que nos ha dado la Revelación, y expresa la voluntad de su Fundador"; el derecho positivo es el conjunto de leyes escritas en ámbito territorial, que abarca toda la creación jurídica del Legislador, tanto del pasado como la vigente, recogida en forma de Ley. 43 temporales propiamente dichos que tengan legítimo titular canónico, así como los actos y negocios jurídicos establecidos por el Derecho, entre los cuales menciona el canon comentado los de adquirir, retener, administrar y enajenar”.143 Una de las características de este derecho es su concepción unitaria, y esto es compatible con la variedad de personas jurídicas eclesiásticas que son titulares de derechos reales. Esto es claramente establecido en el ya mencionado can. 1255, el cual señala como titulares de este derecho a la Iglesia universal, la Sede Apostólica, las Iglesias particulares y cualquier otra persona jurídica, pública o privada. Los bienes eclesiásticos tienen, en su mayoría, una persona jurídica como titular. De este modo se asegura que el bien sea realmente destinado al fin concreto para el que lo donó (el fiel). No sería lógico, y sí una injusticia, que un bien donado a una persona jurídica de la Iglesia, tuviera como titular a otra persona distinta. Sin embargo, la diversidad de titulares del patrimonio eclesiástico no quita que se le dé un tratamiento unitario. En esta línea, el can. 1256 subraya: “El dominio144 de los bienes corresponde bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente”. Aquí se habla de un dominio directo de la persona jurídica concreta, y de un dominio indirecto del Romano Pontífice. El can. 282 §1 señala que “los clérigos han de vivir con sencillez, y abstenerse de todo aquello que parezca vanidad”. El oficio pastoral nunca deberá ser ocasión de enriquecimiento personal o familiar. Los clérigos deben usar los bienes sólo para los fines a los que pueden ser destinados, de acuerdo con las enseñanzas del Señor y del ordenamiento de la Iglesia en esta materia. Hay que recordar siempre la invitación que hace el Concilio a los clérigos a abrazar la pobreza voluntaria, para conformarse de manera más evidente a Cristo y poder 143 López Alarcón, Mariano, Comentario al Canon 1254, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 42, (=López Alarcón, Mariano, Comentario al Canon 1254, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p.42). 144 Con el término dominio se puede entender la propiedad del bien, pero también cualquier otro derecho sobre el mismo. En cambio, el término propiedad tiene un sentido más restringido, que excluye esos otros derechos parciales. Tomado del comentario al can. 1256, en Código de Derecho Canónico, p. 560. 44 desempeñar mejor su ministerio, ya que ésta les proporciona una mayor libertad.145 El fundamento del derecho patrimonial canónico hay que buscarlo en la eclesiología. La Iglesia es comunidad de fe, de esperanza y de amor, pero también es un organismo visible; está constituida por un elemento humano y otro divino;146 se sirve de bienes temporales en cuanto su misión lo exige.147 En este sentido podemos afirmar que “la disponibilidad de bienes temporales se justifica, por tanto, en la medida en que son necesarios para el cumplimiento de los fines eclesiales; y esa medida constituye a la vez,…, un límite de este derecho”.148 Es muy claro entonces que la Iglesia no debe pretender bienes más allá de sus necesidades. Es decir, no se buscan los bienes por sí mismos, sino como un medio para el cumplimiento de la misión, por lo que el acumular bienes se convierte en injusticia. 1.6.3. Modos de adquisición de los bienes La forma de la Iglesia de gestionar sus propios recursos debe servir de testimonio en un mundo en el que la economía se convierte con frecuencia en un absoluto que pervierte las relaciones humanas. Desde el principio hay que señalar que no todos los modos de obtención de bienes son lícitos. La Iglesia y las personas jurídicas en ella, tienen que ser muy finas a la hora de adquirir su patrimonio. La Iglesia puede adquirir bienes temporales utilizando todos los medios justos, sean de derecho natural o positivo, que estén 145 Cfr. PO 17. Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática "Lumen Gentium" sobre la Iglesia, 58; AAS 57 (1965), 5 – 75, (=LG 8). 147 Cfr. GS 76. 148 Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, Eunsa, Pamplona 2007, p. 30, (=Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 30). 146 45 permitidos a otras personas.149 Ella no vive de privilegios, sino que utiliza los mismos modos normales y justos que tienen las instituciones para adquirir sus bienes. Aquí es clara la remisión a la legislación civil, de tal modo que los modos justos de adquisición de bienes, utilizados por la Iglesia, estén contemplados allá. La Iglesia tiene también el derecho originario de pedir a los fieles todo lo que necesita para la prosecución de sus fines.150 A este derecho corresponde el derecho/deber de los fieles de contribuir a las necesidades de la Iglesia 151 con las subvenciones requeridas y según las normas de la Conferencia Episcopal.152 La Iglesia siempre va a preferir las ayudas voluntarias, aunque sean pedidas, sobre las obligadas por tributo. De allí que las colectas sean el medio ordinario de ayuda de los fieles. Pero como consecuencia del deber de los fieles de aportar bienes a la Iglesia,153 “el Obispo diocesano tiene el derecho de imponer un tributo moderado a las personas jurídicas públicas sujetas a su jurisdicción”.154 Este es un tributo ordinario, o sea permanente. Debe ser, como señala el mismo canon, proporcional a sus ingresos, y sólo se impondrá habiendo escuchado al Consejo diocesano de asuntos económicos y al Consejo presbiteral. “Es importante que el Obispo dicte el decreto que impone el tributo, para ajustar su actuación a la legalidad”,155 recordando siempre que este decreto puede ser objeto de recurso y que será inválido si los dos consejos señalados, en el can. 1263, no son oídos. Los modos de la Iglesia para adquirir los bienes han sido clasificados de muchas maneras. Aquí se seguirá a Federico Aznar Gil156 en una serie de elencos que él presenta. La primera es la clasificación de Coccopalmerio: 149 can. 1259 La Iglesia puede adquirir bienes temporales por todos los modos justos, de derecho natural o positivo, que estén permitidos a otros. 150 Can. 1260. 151 Cfr. cann. 222 §1; 1261. 152 Cfr. can. 1262. 153 Cfr. can. 222, §1. 154 can. 1263. 155 Medina Perdomo, Álvaro; Córdoba Ruiz, Ana María, El reglamento jurídico de los bienes en la Iglesia, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Derecho Canónico, Bogotá, p. 69, (=Medina Perdomo, Álvaro; Córdoba Ruiz, Ana María, El reglamento jurídico de los bienes en la Iglesia, p. 69). 156 Cfr. Aznar Gil, Federico R. La administración de los bienes temporales de la Iglesia, pp. 133 - 137. 46 A título de liberalidad: Aquí se ubican las donaciones, disposiciones testamentarias (heredad o legado), fundaciones. A título de adquisición onerosa: Se tienen la compraventa y la permuta. A título de tributo: Los impuestos y tasas. A título de oblación: Las colectas y limosnas. A título de prescripción adquisitiva o usucapión. Otros títulos: Rentas de los bienes patrimoniales, división o extinción de una persona jurídica, intervención del Estado o de otros entes públicos o privados. Por su parte, de A. Mostaza,157 Aznar Gil, recoge la siguiente clasificación de los modos que tiene la Iglesia para adquirir los bienes patrimoniales que necesita: Tributos: Impuestos, tasas y aranceles. Libre oblación: Oblaciones espontáneas, colectas o cuestaciones. Otros: Prescripción, modificación de una persona jurídica eclesiástica. Si se toma en cuenta los cann. 1259 y 1260, se distinguen tres modos que son presentados por Federico Aznar Gil de la siguiente manera: Modos de derecho natural: Estos proceden del mismo derecho natural y para apropiarse de ellos hay que atender a su regulación en el ordenamiento civil.158 Aquí cabe mencionar la ocupación o aprehensión de una cosa corporal que no tiene dueño con el ánimo de hacerla suya; la accesión, la cual es la adquisición del dominio por la anexión de una cosa a los bienes propios; el contrato realizado a través del consentimiento de dos o más personas, naturalmente apto para 157 Mostaza, Antonio, Derecho Patrimonial, en Nuevo Derecho Canónico, Manual universitario, BAC, Madrid 1983, pp. 434 – 442. 158 Cfr. can. 1290. 47 transferir el ius in rem; y el testamento o la legítima voluntad de la persona física de dejar sus bienes a disposición de la Iglesia, después de su muerte. En este caso han de observarse las normas establecidas en el can. 1299. Modos de derecho civil: Estos modos proceden del derecho civil y son canonizados por la Iglesia en el can. 1290. Aquí se incluye la ocupación, la ley, la donación, la sucesión testada e intestada, los contratos, la prescripción, entre otros. Modos de derecho canónico: La Iglesia tiene algunos modos que le son muy propios. Además de los establecidos por el Obispo diocesano 159 y la Conferencia Episcopal,160 se señalan los siguientes: Las oblaciones de los fieles,161 bien sean espontáneas,162 bien sean entregadas a petición de especiales164 la y competente autoridad cuestaciones165); los (colectas tributos comunes,163 o ordinarios o extraordinarios,166 pudiendo ser los ordinarios innominados o generales y específicos, tales como el tributo para el seminario;167 las tasas percibidas por los diferentes actos de la potestad ejecutiva graciosa y por la ejecución de los rescriptos de la Sede Apostólica;168 las oblaciones entregadas con ocasión de la administración de los sacramentos y sacramentales;169 y las modificaciones realizadas en una 159 Cfr. can. 1261 §2. Cfr. can. 1262. 161 Cfr. can. 1261. 162 Cfr. can. 1267. 163 Cfr. can. 1262. 164 Cfr. can. 1266. 165 Cfr. can. 1265. 166 Cfr. can. 1263. 167 Cfr. can. 264. 168 Cfr. can. 1264 1º. 169 Cfr. can. 1264 2º. 160 48 persona jurídica eclesiástica, tales como la unión,170 la división171 y la extinción.172 1.6.4. Deber y derecho de los fieles En distintos momentos se han mencionado ya los cann. 222, 1260, 1261 y 1262, en los cuales se señala el deber/derecho de los fieles de sustentar a la Iglesia con sus bienes. El can. 222 §1 dice taxativamente que “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento de los ministros”. Este canon, en su §2, agrega que los fieles deben contribuir al establecimiento y promoción de la justicia social, así como ayudar a los pobres y necesitados. Mientras tanto, el 1260 agrega que “la Iglesia tiene el derecho nativo de exigir de los fieles los bienes que necesita para sus propios fines”. Por su parte, el can. 1261 nos recuerda que así como ayudar a la Iglesia es un deber de los fieles, también es un derecho que ellos tienen y que este derecho tiene que ser ejercido en libertad.173 La Iglesia siempre va a preferir, como ya se ha mencionado, las ayudas voluntarias. Algunas de estas ayudas serán espontáneas y otras rogadas. En estas últimas, la iniciativa parte de la Iglesia. La solicitud puede dirigirse a fieles determinados o de modo indeterminado a grupos más o menos amplios, siempre teniendo presente las normas que sobre la materia establezca la Conferencia Episcopal.174 El Concilio Vaticano II ha recordado en distintos documentos la exigencia de los fieles de ayudar a la Iglesia con sus bienes. Por ejemplo, PO 20 recuerda 170 Cfr. can. 121. Cfr. can. 122. 172 Cfr. can. 123. 173 Can. 1261 §1 Los fieles tienen libertad para aportar bienes temporales a favor de la Iglesia. §2 El Obispo diocesano debe advertir a los fieles y urgirles de manera oportuna sobre la obligación de que trata el can. 222 §1. 174 Cfr. can. 1262. 171 49 a los fieles la obligación de procurar que no falten a los presbíteros los medios para vivir honesta y dignamente;175 además del deber general de todo fiel de ayudar con sus bienes materiales a las misiones,176 entre otros. Esta obligación de los fieles de subvenir a la Iglesia con sus bienes surge de la común responsabilidad de los bautizados en la común misión de la Iglesia.177 Todos los fieles tienen igual dignidad y participan de la acción común en la edificación del Cuerpo de Cristo, por lo que nadie debe desentenderse de las necesidades materiales que lleva consigo el cumplimiento de la misión de la Iglesia. Es conveniente aclarar que aun siendo una obligación grave, la falta a ésta no se presenta como pecado mortal. La negación de un fiel a cumplir con esta obligación nunca se constituirá en razón suficiente para que se le nieguen los sacramentos. Lo esperado es que los fieles, según su piedad y en libertad, concedan oblaciones voluntarias en la medida de sus posibilidades. Son múltiples las formas como los fieles pueden cumplir con su deber/derecho de subvenir a la Iglesia con sus bienes. Estos modos pueden ir “desde los donativos (limosnas, aportaciones, disposiciones testamentarias, etc.) que hagan espontáneamente,178 hasta las prestaciones económicas requeridas por la autoridad eclesiástica en ciertos casos,179 o los tributos que el Obispo diocesano tiene derecho a imponer a las personas jurídicas públicas sujetas a su jurisdicción, e incluso, en caso de grave necesidad, a las demás personas físicas y jurídicas (can. 1263)”.180 Este deber/derecho puede ser cumplido de modo 175 PO 20 “Por eso, en la medida en que no se hubiera previsto por otra parte a la justa retribución de los presbíteros, los fieles mismos, como quiera que por su bien trabajan los presbíteros, tienen verdadera obligación de procurar que se les proporcionen los medios necesarios para llevar una vida honesta y digna. Los Obispos, por su parte, están obligados a amonestar a los fieles acerca de esta obligación”. 176 Cfr. Concilio Vaticano II, Decretos Ad Gentes, AAS, 58 (1966), pp. 947- 990, (= AG 36 y 38); AA 10c. 177 can. 204 §1 Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo. 178 Cfr. can. 1261 §1. 179 Cfr. cann. 1262, 1264. 180 Cenalmor, Daniel, Comentario al Canon 222, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 153. 50 particular, o a través de asociaciones, fundaciones, legados, y otros que los fieles, siempre guiados por la autoridad de la Iglesia, elijan. Conviene recordar en este momento que esto no es exclusivo de los laicos, que los párrocos deben dedicarse con particular diligencia a los pobres181 y que esto incluye la obligación de todos los clérigos de destinar a las obras de apostolado y caridad todo lo que sobrepase sus necesidades.182 1.6.5. Finalidad Es importante comenzar este apartado distinguiendo entre el fin de la Iglesia –salus animarum-, el cual aparece en el can. 1752 y los fines del patrimonio eclesiástico que se indican en el can. 1254 §1. Estos últimos deben estar en acuerdo con el fin de la Iglesia.183 De este modo, los bienes patrimoniales sólo han de utilizarse como medios para lograr los fines que corresponden a la misión encomendada por Jesús. La Iglesia no adquiere y administra sus bienes para obtener la satisfacción y el aprovechamiento de las necesidades, incluso suntuarias de sus miembros. La Iglesia está sujeta a su específico fin espiritual el cual es, como ya se ha dicho, la salvación de las almas. Piero Pellegrino escribe en la revista Ius Canonicum que “II Diritto della Chiesa, come ha le sue profonde radici in un ordinamento supremo che non conosce limiti di spazio e di tempo… cosí ha il suo fine supremo in un bene oltremondano che non ha l´eguale, assoluto, inmutabile, insostituibile: la salvezza eterna delle anime”.184 La doctrina del Concilio Vaticano II, hablando sobre los fines de los bienes de la Iglesia, se expresa en dos niveles: “sia in generale, a riguardo delle cose 181 Cfr. can. 529 §1. Cfr. can. 282 §2. 183 Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los fines del patrimonio eclesiástico, en es.catholic.net, 4 de junio de 2011. 184 Pellegrino, Piero, La salus animarum, en Revista Ius Canonicum, enero – junio 2004, vol. XLIV, N° 87, tomado de: P. Fedele, Discurso generale su l´ordinamento canonico, Roma 1974, p. 30. 182 51 temporali in quanto create da Dio, sia nel contesto piu specifico dei beni propri della Chiesa”.185 La doctrina conciliar ha sido recogida claramente en el can. 1254 §2 del actual código cuando señala que “fines propios –de los bienes de la Iglesiason principalmente los siguientes: sostener el culto divino, sustentar honestamente al clero y demás ministros, y hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados”. Este canon encuentra su fuente en el Decreto PO cuando señala que los sacerdotes “destinarán siempre –los bienes eclesiásticos propiamente dichos- a aquellos fines para cuya consecución le es lícito a la Iglesia poseer bienes temporales, a saber: para la ordenación del culto divino, para procurar la honesta sustentación del clero y para ejercer las obras del sagrado apostolado o de la caridad, señaladamente con los menesterosos”.186 El uso de bienes materiales en la Iglesia encuentra su justificación en los fines propios de la misma. Esto se convierte en una llamada a la responsabilidad de los pastores y de los administradores: los bienes que de una forma u otra administran, les han sido confiados por los fieles para el cumplimiento de los fines establecidos. Ante la triple finalidad de los bienes patrimoniales de la Iglesia, surge el problema de la posible gradación. Para algunos el fin principal de los bienes eclesiales es la sustentación del clero y la atención del culto divino. Otros señalan como fin principal el cuidado de los pobres y la ayuda a los necesitados. Por su parte, otro gran número de autores señala que el problema es histórico y que está sujeto a las necesidades de cada época. De este modo, el patrimonio eclesiástico se convierte en una realidad elástica, que permite ser utilizado donde más se le necesite. Esto no implica cambio de fines, sino uso de acuerdo a las necesidades del momento. A continuación se detallan los fines de los bienes de la Iglesia. 185 Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel códice di diritto canonico, p. 167. PO 17, 3. 186 52 1.6.5.1. Ordenación del Culto Divino La Iglesia, en cuanto a su economía, ha oscilado siempre entre dos extremos tan alejados como San Francisco de Asís, que se casó con la dama pobreza, y la compraventa de bienes eclesiásticos. En lo referente al culto divino, también se han enfrentado dos corrientes lideradas por el monasterio cluniacense y los monasterios cistercienses. Los primeros son partidarios de templos suntuosos para resaltar la majestad divina; mientras que los segundos son partidarios de un culto austero, acorde con la pobreza que el Hijo de Dios quiso para sí mismo.187 Juan Pablo II escribió que: “ante los casos no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos del culto divino; al contrario, podía ser obligatorio enajenar los adornos superfluos de los templos y los objetos preciosos del culto divino para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello”.188 En los primeros tiempos de la Iglesia, ésta utilizaba casas prestadas para ofrecer el culto divino. A medida que avanzó la evangelización y fue creciendo el número de fieles, aumentaron las necesidades y una de ellas fue la de templos con la capacidad suficiente para acoger a la creciente feligresía. No puede tampoco la Iglesia esperar que el Estado ponga a su disposición edificios para ofrecer el culto divino, por lo que se ve obligada a gestionar sus propios lugares de culto. El ordenamiento del culto divino “incluye la construcción y conservación de los templos, la suficiente dotación de accesorios de los edificios sagrados y de sus pertenencias, así como los cementerios, en los que se pueda ofrecer también el culto en sufragio por los difuntos”.189 Además hay que mencionar la organización 187 González, Luis-Carvajal Santabárbara, en Revista Id y Evangelizar, tomado de solidaridad.net, 24 de febrero de 2011. 188 Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei Socialis 31, Roma, 30 de diciembre de 1987, en AAS 80 (1987), 513 – 586, (=SRS, 31). 189 Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 32. 53 y financiación de las ceremonias y demás actos de culto, los ornamentos y vasos sagrados. 1.6.5.2. Sustentación del Clero Son dos corrientes de pensamiento las que han coexistido a lo largo de la historia referente a este tema. Por un lado están los partidarios del trabajo civil por parte del clero para que gane su propio sustento; y por otro, los que insisten en que los clérigos se dediquen de modo exclusivo al trabajo ministerial. Bernabé trabajaba para sustentarse en los viajes apostólicos;190 Pablo sabía que el que anuncia el Evangelio tiene derecho a vivir de él,191 pero renuncia a este derecho para poner de manifiesto su total desinterés económico en el ministerio de la predicación. San Juan Crisóstomo, que apostaba por la pobreza del evangelizador, se lamentó por la falta de testimonio de los evangelizadores, en cuanto a la capacidad para sufrir por el anuncio del Evangelio diciendo: “los apóstoles recorrieron el mundo, pasaron hambre y sed, trabajaron con sus manos; pero hoy, -pregunta el boca de oro- ¿quién de nosotros pasa hambre alguna vez por causa de la Palabra de Dios?; ¿quiénes de nuestros maestros viven del trabajo de sus manos y predican gratuitamente para no poner obstáculos al Evangelio?”.192 Sustentar al clero no es un fin autónomo. Es más un medio que un fin. Éste tiene sentido si se pone en relación con los otros dos fines. El clero está para que se puedan realizar el culto a Dios y las obras de apostolado y caridad. En este punto es importante recordar que el fin último de la Iglesia es la salus 190 Cfr. 1Cor 9, 4 – 18. Cfr. 1Cor 9, 9 – 14. 192 San Juan Crisóstomo, en 1Cor., homilía 7, 4 – PG 61,52, en Pérez Aguirre, Luis, La Iglesia increíble, Trilce, Montevideo 1993, p. 57. 191 54 animarum.193 Esta finalidad única se puede desdoblar en otras, y entre ellas cabe el culto a Dios y el ejercicio de la obras de apostolado y caridad. Este fin del patrimonio eclesiástico “comprenderá alimentos, medios de formación espiritual, cultural, científica, etc.; y esa necesidad de sustentación podrá también extenderse, si es el caso, a los laicos que se dedican de modo estable al servicio de la comunidad eclesial”.194 Este fin no sólo comprende lo necesario para sobrevivir, “sino lo suficiente para vivir dignamente. Abarca todo aquello que se requiera para la formación espiritual, humana y científica del clérigo, teniendo siempre en cuenta las circunstancias en las cuales viva y la comunidad concreta de fieles en la que desarrollará su misión pastoral”.195 En esta línea, Mariano López Alarcón, refiriéndose al can. 281, señala que queda comprendida en este fin “una retribución conveniente a su condición, teniendo en cuenta tanto la naturaleza del oficio que desempeña como las circunstancias de lugar y tiempo, así como la asistencia social en caso de enfermedad, invalidez o vejez”.196 El Código se fundamenta no sólo en la historia de la Iglesia sino, y sobre todo, en las afirmaciones del Concilio. Este afirma contundentemente que: “Los presbíteros, entregados al servicio de Dios en el cumplimiento de la misión que se les ha confiado, son dignos de recibir la justa remuneración, porque «el obrero es digno de su salario» (Lc 10, 7), y «el Señor ha ordenado a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio» (1 Cor 9, 14). Por lo cual, cuando no se haya provisto de otra forma la justa remuneración de los presbíteros, los mismos fieles tienen la obligación de cuidar que puedan procurarse los medios 193 can. 1752. Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 32. 195 Medina Perdomo, Álvaro; Córdoba Ruiz, Ana María, El reglamento jurídico de los bienes en la Iglesia, pp. 21 – 22. 196 López Alarcón, Mariano, Comentario al Canon 1254, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 45. 194 55 necesarios para vivir honesta y dignamente, ya que los presbíteros consagran su trabajo al bien de los fieles”.197 Pero el decreto PO no se limita a lo antes expuesto sino que insta a los obispos para que avisen a los fieles sobre la necesidad de sustentar a los presbíteros que les atienden. También deben –los obispos- establecer los medios adecuados para que se asegure la honesta y digna sustentación del clero. La remuneración del presbítero debe corresponder al ministerio que desempeña, a las circunstancias del lugar, su estado de salud, entre otras cosas. Además se le debe proveer de tal manera que pueda retribuir a las personas que le asisten y, al mismo tiempo, tenga la posibilidad del debido esparcimiento y sus vacaciones merecidas. 1.6.5.3. Obras de Apostolado y Caridad Éste, como fin de los bienes patrimoniales de la Iglesia, nos recuerda que la Iglesia existe para hacer presente a Jesús en medio de la comunidad. Jesús anunció el Reino con palabras y con gestos. Los bienes patrimoniales se han de utilizar para que Cristo sea conocido y amado, lo cual se logra a través del anuncio del Evangelio y de las obras de caridad. Los demás fines –ordenamiento del culto divino y sustento del clero- van en la misma línea. El can. 211 señala que mediante el sagrado apostolado “todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero” y se llama apostolado a toda la actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el reino de Cristo en toda la tierra.198 Cristo dejó el mandamiento del amor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también 197 PO 20. Cfr. AA 2. 198 56 vosotros”.199 La novedad de este mandamiento consiste en que Cristo pone parámetros a este amor. El cristiano ama con el mismo amor con el que es amado. Entonces, la caridad es amar como Cristo. Por esto, los miembros de la Iglesia han dado vida a innumerables obras de caridad. La misión de la Iglesia, aunque de naturaleza espiritual, abraza también los aspectos temporales de la vida humana, ya que los planes de Dios para el hombre unen fuertemente el anuncio del Evangelio con la promoción humana.200 Esto se manifiesta en las múltiples formas de beneficencia y ayuda a los pobres, a los oprimidos, a los marginados y a cuantos se encuentran en situación de indigencia y de debilidad, a quienes la Iglesia mira con amor preferencial.201 Los Apóstoles, además de vigilar sobre la justa distribución de los bienes en cada una de las Iglesias, organizaban también colectas en favor de las comunidades más pobres.202 El Obispo debe destinar a otras diócesis más necesitadas, como también a las obras católicas nacionales o internacionales de piedad y de asistencia, toda la ayuda que su Diócesis pueda permitirse.203 Por lo demás, “es conveniente que el clero, desde los años del seminario, sea oportunamente preparado para vivir la pobreza y la caridad mutua”.204 A manera de síntesis La Iglesia está en el mundo sin ser del mundo y en el mundo es en donde debe desarrollar la amplia misión que el Señor Jesús le ha confiado. Esta misión no podría cumplirse si no se cuenta con bienes materiales. La Iglesia tiene el 199 Jn 13, 34. Cfr. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Missio 59, en AAS 83 (1991) 249-340, (=RM59). 200 Cfr. SRS 42. cfr. Hch 11, 29-30; 1 Cor 16, 1-14; 2Cor 9, 2; Rm 15, 26; Ga 2, 10. 203 Cfr. CD 6; PO, 21; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores gregis 45, en AAS 96 (2004) 825-924, (=PGr 45). 204 Congregación para los obispos, Apostolorum Successores, Directorio para el ministerio pastoral de los obispos200, publicado en AAS 96 (2004) 825-924. (=AS 200). 201 202 57 derecho originario e independiente de la autoridad civil a buscar y administrar los medios necesarios para alcanzar sus fines. Los modos que la Iglesia puede usar para obtener los bienes son sólo aquellos que le son lícitos a la sociedad civil; y, estos bienes materiales tienen que ser utilizados para alcanzar los fines de la Iglesia: la ordenación del culto divino, el sustento del clero y demás ministros, y las obras de apostolado y caridad. La amplitud de estos tres fines es tal, que en ellos cabe cualquier otro fin posible. Los fieles, siendo los destinatarios de la obra de la Iglesia, están en la obligación de aportar de sus bienes para que ésta pueda cumplir su misión. 58 CAPÍTULO II EL PATRIMONIO DIOCESANO Y LOS ADMINISTRADORES PARTE 1 LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA DIOCESANA Introducción Luis Gutiérrez Martín señala que “no es lo mismo hablar de bienes eclesiásticos en la Diócesis que de patrimonio de la Diócesis”. 205 Los bienes eclesiásticos son todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia universal, a la Sede Apostólica o a otras personas jurídicas públicas en la Iglesia, según nos recuerda el can. 1257 §1. Además este canon señala que estos bienes se rigen por los cánones y por los propios estatutos. Como los bienes están afectos a cada persona jurídica pública, y “existiendo en la Iglesia particular muchas personas jurídicas públicas (Diócesis, parroquias, cabildos, asociaciones, institutos de vida consagrada, seminario, etc.), cada una de ellas puede ser sujeto y titular de bienes y todos son eclesiásticos”.206 No importa cuál sea la persona jurídica, lo importante es recordar que los bienes eclesiásticos poseen los mismos tres fines que ya se han mencionado en el primer capítulo. Sin embargo, es claro que aquí se estudiará el tratamiento de los bienes de la persona jurídica llamada Diócesis y su administración, pues allí se centra la investigación. En esta primera parte del segundo capítulo se inicia el tratamiento al tema de los bienes diocesanos, con un breve acercamiento al concepto de Diócesis, lo cual permite que se entre en el estudio de distintas clasificaciones para esos bienes, que en definitiva se pueden aplicar a los bienes de cualquier persona. Importante, en esta parte, es la presentación de la misión de vigilancia que ejerce el Obispo y los principales criterios que deben guiar la administración de los bienes diocesanos. 205 Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2004, p.71, (=Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p.71). 206 Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, 71. 60 1. La Diócesis La Sección II de la Parte II del segundo Libro del CIC/83, está totalmente dedicada a “las Iglesias particulares y sus agrupaciones”. El can. 368 señala: “Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia Católica una y única, son principalmente las diócesis, a las que, si no se establece otra cosa, se asimilan la prelatura territorial y la abadía territorial, el vicariato apostólico y la prefectura apostólica, así como la administración apostólica erigida de manera estable”. El Concilio utiliza preferencialmente “la expresión Iglesia Particular sobre el término Diócesis para resaltar el carácter mistérico y sacramental de la Iglesia particular frente a una concreta forma jurídica de Iglesia particular como sería la Diócesis”.207 La Iglesia particular no nace de la fragmentación de la Iglesia universal, ni ésta es mero resultado de la suma de las iglesias particulares. La relación entre ambas es constante porque la Iglesia universal existe y se manifiesta en las iglesias particulares. Las iglesias particulares “están formadas a imagen de la Iglesia universal”. Es desde el interior de las diócesis desde donde el fiel está llamado a vivir plenamente su pertenencia a la Iglesia única y universal.208 La Diócesis forma parte de la estructura fundamental e irrenunciable de la constitución de la Iglesia. Ella se forma a partir de una porción del Pueblo de Dios que tiene su cabeza espiritual en el Obispo diocesano y en él se congrega en la unidad de Jesucristo con la cooperación del presbiterio.209 El Concilio Vaticano II define a la Diócesis como: 207 Tirapu, Daniel, Iglesia particular y Código de Derecho Canónico, tomado de http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/4315/3/DANIEL%20TIRAPU.pdf, consultado el 5 de septiembre de 2011. 208 Cfr. Código de Derecho Canónico, Profesores de Salamanca, comentario al can. 368, BAC, Madrid 1999, p. 216. 209 Cfr. Aymans, Winfriwd, voz Diócesis, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, Herder, Barcelona 2008, p. 319. 61 “una parte del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio. Así, unida a un pastor, que la reúne en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía constituye una Iglesia particular. En ella está verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica”.210 Esta definición que presenta el decreto CD es recogida en su totalidad por el Código. Éste, en su can. 369 presenta a la Diócesis asumiendo estrictamente la doctrina del Concilio Vaticano II,211 y la define así: “una porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica”. Cabe señalar que, aun cuando la mayor parte de las diócesis están circunscritas a un territorio,212 éstas no se definen en función del territorio, sino como “porción del Pueblo de Dios”. Sin embargo, “toda Diócesis o cualquier otra Iglesia particular debe dividirse en partes distintas o parroquias”.213 El Obispo recibirá la colaboración del presbiterio en la conducción de la Diócesis y deberá dedicarse al pastoreo de la feligresía a él encomendada, esforzándose porque ningún fiel quede fuera de su celo pastoral.214 El Obispo recibe la autoridad, que pertenece a la Iglesia, para gobernar a la Iglesia particular que se le encomienda, del mismo Cristo, mediante el sacramento del Orden.215 Pero esta porción del 210 CD 11. CD 11. 212 can. 372 § 1 Como regla general, la porción del pueblo de Dios que constituye una diócesis u otra Iglesia particular debe quedar circunscrita dentro de un territorio determinado, de manera que comprenda a todos los fieles que habitan en él. § 2. Sin embargo, cuando resulte útil a juicio de la autoridad suprema de la Iglesia, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, pueden erigirse dentro de un mismo territorio Iglesias particulares distintas por razón del rito de los fieles o por otra razón semejante. 213 Can. 374. 214 Cfr. CD 11. 215 Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 19. 211 62 Pueblo de Dios, llamada Diócesis, “necesita de una autoridad que le preste el servicio de dirigirla, de evitar su disgregación, de unirla, de consolidarla, de capacitarla para la realización de sus fines”.216 El Concilio, en esta línea afirma: “Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad, de la que usan únicamente para edificar a su grey en la verdad y en la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor, y el que ocupa el primer puesto, como el servidor (cfr. Lc 22, 26-27)”.217 Esto es lo que San Pablo considera como el fin de la autoridad que ha recibido del Señor: edificar y no destruir.218 El Obispo se convierte en el gran servidor del pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis que se le ha encomendado y deberá regirla al estilo de Jesús, Buen Pastor. Una tarea tan delicada como ésta no es posible imaginar siquiera que pueda ser realizada por una sola persona, por lo que el Concilio y el Código insisten en que el Obispo ha de regir su Diócesis con la cooperación del presbiterio y, en la medida de lo posible, de los laicos. Las personas e instituciones de ayuda al Obispo diocesano están comprendidas, generalmente, en la Curia diocesana, la cual “es el conjunto de instituciones y personas que, colaborando más de cerca con el Obispo, le ayudan en el ejercicio de su potestad de régimen, así como también en la dirección de la acción pastoral, en la administración y en el ejercicio de la potestad judicial”.219 Todos los oficios de la Curia prestan sus servicios al Obispo en el régimen de la Diócesis, y haciéndolo, prestan su servicio también a los fieles. El Obispo tiene libertad para organizar la Curia de acuerdo con sus propios criterios, pero 216 Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 19. LG 27. 218 Cfr. 2 Cor 13, 10. 219 Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29. 217 63 siempre respetando aquellos oficios y servicios establecidos por la normativa canónica.220 En el capítulo V se presenta de modo más detallado el concepto de Curia diocesana, los oficios que la integran y la misión que se le encomienda. Por lo pronto se señala que el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo son oficios de la Curia dedicados exclusivamente a la administración de los bienes diocesanos y que el Obispo tiene la obligación, no sólo de constituirlos, sino de escucharlos, buscar su consentimiento, dejarse asesorar por ellos. También tienen funciones en la administración de los bienes diocesanos, sin ser parte de la Curia, el Consejo presbiteral y el Colegio de consultores. 2. Los bienes temporales de la Iglesia diocesana Todas las tareas de la Iglesia se encuentran orientadas hacia la misión de evangelizar. Los bienes diocesanos son expresión de la comunión de todos los creyentes de la Diócesis al servicio de la fraternidad. El compartir dentro de la comunidad cristiana constituye una concreción básica y esencial del mandato evangélico. Lo mismo que los bienes de la Iglesia universal, los bienes de la Iglesia diocesana constituyen medios al servicio de la misión que realiza la Iglesia, la cual requiere de esos bienes para el cumplimiento de sus fines. Por esto la comunidad cristiana debe permanecer vigilante para que los bienes de que dispone estén al servicio de su misión, no permitiendo que éstos medios se conviertan en fines. La administración financiera de la Diócesis está sujeta a las obligaciones de transparencia económica, lo cual debe expresarse de muchas maneras, pero especialmente a través de la presentación de información clara y precisa a los 220 Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29. 64 fieles. Sólo así podrá propiciarse una mayor conciencia de participación y corresponsabilidad económica. 2.1. Distintas clasificaciones La diversidad de elementos que integran el patrimonio de la Diócesis permite clasificarlo en dos grandes bloques. Aquí se seguirá la manera ofrecida por Luis Martín Gutiérrez:221 Bienes inmuebles: son todos los bienes que, por su propia naturaleza, radican en un lugar: fincas urbanas o rústicas y edificios. Éstos le pertenecen a la Diócesis si vienen de herencias, legados, donaciones, etc., dados a la Diócesis o a la Iglesia, en general, sin un destinatario concreto. Pero también pertenecen a la Diócesis aquellos que se hayan inscritos a su nombre, los terrenos que se hayan adquirido con fondos de la misma e inscritos a su nombre, pero con destino a una Parroquia, mientras se haga el traspaso formal a nombre de la Parroquia. Bienes muebles: se consideran de propiedad de la Diócesis, las obras de arte, los objetos preciosos, culturales, históricos, exvotos, etc, cuyo titular es la Diócesis, o se custodian dentro de sus inmuebles sin que haya constancia de pertenencia a otros; el capital de las fundaciones pías no autónomas que se ha entregado al Obispo para que cumpla las cargas correspondientes;222 el capital de las fundaciones pías entregado al Obispo para que cumpla con los fines de la fundación; el resultado de las tasas o aranceles por los actos de la potestad administrativa o judicial ejercidos en la Curia diocesana; las herencias, legados, donaciones, en metálico o en títulos, destinados a la Diócesis y entregados a la administración diocesana; el dinero procedente de las aportaciones, contribuciones o tributos de parroquias, personas jurídicas, o fieles 221 Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 72. Cfr. can. 1307. 222 65 cuando se les ha asignado la administración diocesana, las colectas que se establezcan con destino a los fondos diocesanos; las cantidades provenientes del fondo común diocesano, si éste existe dentro de la Conferencia Episcopal; las rentas del patrimonio diocesano. Al observar esta clasificación que presenta Gutiérrez Martín, queda aún más clara la obligatoriedad de la instauración de los organismos de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes. También es claro que cada uno de los elementos mencionados por este autor, se desmenuza en múltiples posibilidades. Por eso, en las diócesis o en las circunscripciones eclesiásticas equiparadas, para el tratamiento de los bienes patrimoniales, está prevista la existencia de dos organismos para que ayuden al Obispo en esta tarea, los cuales, como ya hemos señalado reiteradamente, son el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo. El mismo autor presenta otra clasificación en la que deben caber todos los bienes, tanto muebles como inmuebles.223 En esta ocasión son tres apartados donde intenta incluir la totalidad de los bienes de la Diócesis. Estos son: Bienes del patrimonio estable: estos pueden definirse como el patrimonio constituido para que se conserve y una vez conservado, su uso o sus rentas sean dirigidos a sus fines propios. Este patrimonio se forma por designación legítima, bien porque así se establece por ley canónica, bien por disposición del Obispo. El patrimonio estable de la Diócesis está constituido por aquellos bienes inmuebles que cumplen alguna de las siguientes condiciones: o Su naturaleza exige que sean conservados, o fueron legados o donados con el expreso fin de ser conservados en manos de la Iglesia, 223 Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, pp. 73 - 75. 66 o se han adquirido con capital perteneciente al patrimonio estable y o es capital en metálico o en valores resultante de la enajenación de un bien mueble o inmueble que pertenecía al patrimonio estable. También forman parte del patrimonio estable de la Diócesis aquellos bienes muebles que tienen un carácter histórico, cultural, artístico, precioso o de devoción de los fieles; y los títulos y valores fijos, depósitos de capital, con cuyos réditos se ha de atender una finalidad concreta. Patrimonio de obligada disposición: este patrimonio está constituido por bienes temporales dados a la administración diocesana o al Obispo, para que se empleen en una determinada finalidad señalada por el donante. Aquí entran las causas pías por actos inter vivos o mortis causa. Estos bienes no pertenecen al patrimonio estable de la Diócesis pues no son sus réditos, sino el mismo capital el que ha de utilizarse en determinados fines. Patrimonio de libre disposición: no siempre es fácil discernir si un bien pertenece al patrimonio estable o es de libre disposición. Para discernir esta situación, ayudan los siguientes criterios: o Se presume, si no consta lo contrario, que los bienes inmuebles pertenecen al patrimonio estable. o Si los bienes inmuebles proceden de legados o donaciones en los que no se indica nada al respecto, se presume que pertenecen al patrimonio de libre disposición. o Se presume que pertenecen al patrimonio estable los bienes artísticos, culturales, preciosos, exvotos. o Los títulos, valores, cuentas a plazo fijo, pueden pertenecer al patrimonio estable si corresponden al capital estable de fundaciones, becas y otros entes cuyas rentas han de emplearse en sus fines. Pero si son formas de colocación del capital libre, pertenecen al patrimonio de libre disposición. 67 El patrimonio de libre disposición se forma de las aportaciones de los fieles; de las herencias, legados y donaciones hechas al obispado; de los tributos impuestos a las personas jurídicas sometidas a la jurisdicción del Obispo; de las colectas especiales que el Obispo imponga; del tributo moderado de carácter ordinario o extraordinario que el Obispo puede imponer a todas las personas físicas o jurídicas; de los ingresos de actividades de carácter diocesano; de los réditos del capital de libre disposición. 2.2. Función de vigilancia de parte del Obispo Como representante de todos los negocios jurídicos de la Iglesia diocesana,224 corresponde al Obispo la organización de todo lo relacionado con la administración de los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y sirviéndose de las eventuales orientaciones y subsidios de la Conferencia Episcopal.225 Además le corresponde estar atento para que no se introduzcan abusos en la administración de los bienes y “vigilar diligentemente la administración de todos los bienes pertenecientes a las personas jurídicas públicas que le están sujetas”.226 Escuchado el Consejo diocesano de asuntos económicos tiene que establecer, mediante decreto, cuáles actos exceden los límites y las modalidades de la administración ordinaria.227 También le corresponde enajenar, con el consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos y del Colegio de consultores, los bienes que por su valor están entre la cantidad mínima y la máxima establecida por la Conferencia Episcopal. Para la enajenación de los 224 Cfr. can. 393. Cfr. can. 1276 §2. 226 can. 1276 §1. 227 Administración ordinaria: actos que no modifican sustancialmente el patrimonio ni por disminución ni por aumento excepcional; administración extraordinaria: actos con que se dispone del patrimonio excediendo los límites y las modalidades de la simple administración y por tanto se tiene un aumento o una disminución del patrimonio. En Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 564. 225 68 bienes cuyo valor excede la cantidad máxima, de un exvoto o de objetos preciosos de valor artístico o histórico, se requiere igualmente el permiso de la Santa Sede.228 Al Obispo también le corresponde “intervenir en caso de negligencia del administrador”.229 Los cann. 1300 y 1301 señalan como parte de la vigilancia del Obispo sobre la administración de los bienes el dar ejecución a las donaciones y disposiciones de las causas pías por actos inter vivos o mortis causa. Tiene la misión de cumplir y hacer cumplir la voluntad del donante. Es importante recordar que “en la administración de los bienes, supuesta siempre la observancia de la justicia, el Obispo debe ocuparse en primer lugar de las necesidades del culto, de la caridad, del apostolado y del sostenimiento del clero, subordinando a ellas cualquier otra finalidad”.230 A tenor de los cann. 391, 393 y 1279, el Obispo diocesano es simultáneamente, el administrador de los bienes diocesanos y el representante oficial de la Diócesis. Él debe ocuparse personalmente de los medios económicos necesarios para el servicio pastoral, contando siempre con la ayuda de los órganos administrativos establecidos por el Derecho. Esta administración de los bienes es una exigencia de su oficio. El Obispo es el representante legal de la Diócesis y todos los demás órganos de administración sujetos a él participan de su autoridad y le ayudan. Sin embargo, su potestad administrativa en materia económica, no es ilimitada. Hay licencias, consentimientos o pareceres de otros órganos que deben ser atendidos por él. Por ejemplo, a la hora de enajenar válidamente bienes que por asignación legítima constituyen el patrimonio estable de una persona jurídica pública231 o para realizar alguna transacción de la que pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de esa persona.232 En este caso, aun sabiendo que las Conferencias Episcopales no tienen competencias de 228 Cfr. cann. 392 § 2; 1281 §§ 1 y 2; 1292 §§ 1 y 2. can. 1279 §1. 230 AS 188. 231 Cfr. can. 1291. 232 Cfr. can. 1295. 229 69 control en la gestión económica de la Diócesis, es necesario tener presente los criterios cuantitativos establecidos por la Conferencia Episcopal competente. Por no ser este tema fundamental en esta exposición, sólo enunciamos los parámetros a tomar en cuenta: Si el valor de los bienes que se pretende enajenar es inferior a la suma mínima, no hay ningún control canónico. Cuando son bienes diocesanos, si el valor se haya entre la suma mínima y la máxima, la autoridad competente para otorgar las respectivas licencias es el Obispo diocesano, con el consentimiento del Consejo de asuntos económicos y del Colegio de consultores. Si se trata de una persona jurídica pública sujeta al Obispo diocesano, se exige, además, el consentimiento de los posibles interesados.233 Para personas jurídicas no sujetas al Obispo diocesano, la autoridad competente la determinan los propios estatutos. Si el valor excede la suma máxima, o se trata de la enajenación de exvotos donados a la Iglesia o de objetos preciosos por razones artística o históricas, se prevé un control reforzado: es necesaria, para la validez, además de lo anterior, la licencia de la Santa Sede.234 En todos estos casos se hace necesario, para la licitud, que se demuestre la causa justa, se presente la tasación escrita hecha por peritos y se observen las eventuales cautelas prescritas por la legítima autoridad para evitar daños a la Iglesia.235 Los actos de administración de bienes que sean de mayor importancia,236 exigen que el Obispo diocesano escuche, para su validez, al Consejo de asuntos económicos y al Colegio de consultores. El can. 1278 concede facultad al Obispo 233 Cfr. can. 1300. Cfr. Schouppe, Jean Pierre, Derecho patrimonial canónico, pp. 191-193. 235 Cfr. can. 1293. 236 Cfr. can. 1277. 234 70 diocesano para delegar al Ecónomo las funciones que él tiene a tenor de los cann. 1276 § 1 y 1279 § 2. Se trata de la potestad de vigilancia que posee el Obispo diocesano sobre las personas jurídicas sujetas a él. Esta vigilancia debe darse con diligencia. Esta dirección superior incluye la obligación de rendir cuentas.237 El Obispo tiene el derecho/deber de intervenir, como ya se señaló, en caso de negligencia del administrador238 y tomar medidas para ordenar la administración de los bienes en su conjunto, dando incluso instrucciones especiales dentro de los límites del derecho universal y particular.239 Los obispos tienen el deber de enseñar a sus fieles sobre la finalidad de los bienes: “Muéstrenles además que, según el designio de Dios Creador, las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas, se ordenan también a la salvación de los hombres, y, por ende, pueden contribuir no poco a la edificación del Cuerpo de Cristo”.240 2.3. Principales criterios que deben guiar la administración de los bienes diocesanos Este aspecto es presentado con suma claridad por el Directorio AS 189. Éste muestra los criterios que deben guiar al Obispo diocesano en la administración de los bienes patrimoniales. Estos son los siguientes: La administración de los bienes diocesanos se confiará a personas honestas y competentes, de manera que sea ejemplo de trasparencia para las demás instituciones eclesiásticas.241 A través del Consejo presbiteral, el Obispo debe hacer partícipe al clero diocesano de las decisiones importantes que se tomen en materia 237 Cfr. cann.1776 §1 y 319 §1. Cfr. can. 1279. 239 Cfr.can. 1276 §2. 240 CD 12. 241 Cfr. PGr 45; AS 189. 238 71 económica, y pedir su parecer.242 Del mismo modo, es oportuno que la comunidad diocesana esté al corriente de la situación económica de la Diócesis. Por lo tanto, a menos que la prudencia exija otra cosa, el Obispo mandará publicar los informes económicos al final de cada año y cuando se concluya cada obra diocesana. De este mismo modo deben proceder las parroquias y otras instituciones, bajo la vigilancia del Obispo.243 “El criterio ascético, que, según el espíritu evangélico, exige que los discípulos de Cristo usen del mundo como si no lo usaran244 debiendo por lo tanto ser moderados y desinteresados, confiar en la divina providencia y ser generosos con los necesitados, conservando siempre el vínculo del amor”.245 Los bienes han de ser usados como instrumento al servicio de la evangelización y la catequesis.246 El criterio del buen padre de familia247 el cual es el modo diligente y responsable de conducir la administración. Como expresiones específicas de este criterio, el Obispo: o Asegurará la propiedad de los bienes eclesiásticos en modo civilmente válido y hará cumplir las disposiciones canónicas y civiles, o aquellas impuestas por el fundador, el donante o la legítima autoridad. Además, vigilará para que no se produzca daño a la Iglesia por el incumplimiento de la ley civil;248 242 Cfr. CIC/83, can. 500 §2. Cfr. AS 189. 244 Cfr. 1Cor 7, 31. 245 AS 189. 246 AS 189. 247 Cfr. Can.1284 §1. 248 Cfr. can. 1284 §2, 2º y 3º. 243 72 o al confiar los trabajos observará y hará cumplir con cuidado las leyes civiles sobre el trabajo y la vida social, teniendo en cuenta los principios de la Iglesia;249 o hará observar lo establecido por el derecho civil en lo relativo a los contratos250 y a las disposiciones mortis causa en favor de la Iglesia;251 o deberá conocer y hacer observar las decisiones de la Conferencia Episcopal sobre los actos de administración extraordinaria252 y las condiciones para la cesión y arrendamiento de los bienes eclesiásticos;253 o inculcará en los pastores y en los custodios de los bienes un fuerte sentido de responsabilidad para su conservación, de tal modo que empleen todas las medidas de seguridad para evitar los robos;254 o promoverá la realización y actualización de los inventarios, también fotográficos, en los cuales estén claramente enumerados y descritos los bienes inmuebles o muebles preciosos o de valor cultural.255 A manera de síntesis Los bienes de la Iglesia son medios puestos al servicio de la misión evangelizadora. El Obispo, responsable de todos los negocios jurídicos de la Diócesis, tiene una función de vigilancia sobre los bienes diocesanos y sobre los bienes de las demás personas jurídicas sujetas a su jurisdicción. La Iglesia tiene claramente establecidos los criterios que deben guiar la administración de los 249 Cfr. can. 1286 1º. Cfr. can. 1290. 251 Cfr. can. 1299 §2. 252 Cfr. can. 1277. 253 Cfr. cann.1292 §1 y 1297. 254 Cfr. can. 1220 §2. 255 Cfr. can. 1283 2º. 250 73 bienes diocesanos y éstos deben ser respetados en todo momento para asegurar la eficacia de la administración. Precisamente la segunda parte de este capítulo nos ha de mostrar a los encargados de la administración y la función de cada uno. Lo que sigue ayudará mucho a evitar choques entre los distintos administradores, ya que aun cuando el Romano Pontífice es el Administrador supremo, los bienes pertenecen a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente. 74 PARTE 2 GESTORES DE LA ADMINISTRACIÓN DE BIENES ECLESIÁSTICOS Introducción Esta segunda parte del Capítulo II es sumamente concreta. En ella se centra el interés en la figura de los administradores de los bienes eclesiásticos. Se analizará la potestad del Romano Pontífice, como administrador supremo; la del Obispo diocesano, en sus funciones de vigilancia y administrador intermedio; y al Ecónomo, como administrador inmediato. Para llegar a esta presentación se necesitará de una amplia introducción que prepara al lector para la comprensión del tema. Ésta introducción se inicia con el concepto de bienes eclesiásticos y el de administración. El concepto de bienes eclesiásticos es utilizado por el Código para delimitar el estatuto de los bienes de las personas públicas.256 El can. 1257 señala: § 1 Todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia universal, a la Sede Apostólica o a otras personas jurídicas públicas en la Iglesia, son bienes eclesiásticos, y se rigen por los cánones que siguen, así como por los propios estatutos. § 2 Los bienes temporales de una persona jurídica privada se rigen por sus estatutos propios, y no por estos cánones, si no se indica expresamente otra cosa. Aznar Gil, comentando este canon recuerda que las personas jurídicas eclesiásticas pueden ser públicas o privadas: la diferencia radica en que las 256 Cfr. Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los bienes eclesiásticos en el Derecho de la Iglesia, tomado de http://www.iuscanonicum.org, , consultado el 6 de septiembre de 2011, (=Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los bienes eclesiásticos en el Derecho de la Iglesia, consultado el 6 de septiembre de 2011). 75 primeras actúan en nombre de la Iglesia, no así las segundas.257 Resalta, además, que este canon determina el régimen que regula los bienes temporales de ambas clases de personas jurídicas.258 Siendo así, “para los bienes eclesiásticos rigen en primer lugar los cánones del Código de Derecho Canónico, y de modo supletorio el estatuto de la propia persona jurídica. Mientras que en el caso de los bienes que no son eclesiásticos -a veces llamados bienes laicales- rige en primer lugar el estatuto de la persona jurídica, mientras que las prescripciones del Código rigen si se indica expresamente en el propio Código”.259 Esta es una de las grandes confusiones que se encuentran a diario. Es muy frecuente encontrarse con conflictos de intereses por este tema, pues son muchas las personas jurídicas que quieren actuar en nombre de la Iglesia –lo que es propio de las personas jurídicas públicas-, pero administrando sus bienes sin sujetarse a lo establecido en los cánones. También resulta sumamente importante recordar que cuando en Derecho patrimonial, el Código utiliza el nombre de Iglesia, está designando “no sólo a la Iglesia Universal, o la Sede Apostólica, sino también cualquier persona pública en la Iglesia, a no ser que conste otra cosa por el contexto o por la naturaleza misma del asunto”.260 Una de las tareas más delicadas de la Iglesia que peregrina en este mundo es la administración de los bienes, lo cual debe realizarse recordando en todo momento su finalidad última. “Se entiende por administración de bienes eclesiásticos cualquier acto que lleva consigo una modificación del patrimonio: 257 Can. 116 §1Son personas jurídicas públicas las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad eclesiástica competente para que, dentro de los límites que se les señalan, cumplan en nombre de la Iglesia, a tenor de las prescripciones del derecho, la misión que se les confía mirando al bien público; las demás personas jurídicas son privadas. 258 Aznar Gil, Federico, comentario al can. 1257, en Código de Derecho Canónico, BAC, décimo quinta edición, Madrid 1999, p. 651. 259 Reyes Vizcaíno, Pedro María, Los bienes eclesiásticos en el derecho de la Iglesia, consultado el 6 de septiembre de 2011. 260 Can. 1258. 76 pérdida, aumento, disminución aunque sea transitoria”.261 “El verbo administrar tiene en la Iglesia un sentido más amplio que en el ordenamiento jurídico del Estado”.262 A. Mostaza dice que “por administrar, en Derecho Canónico, se entiende no sólo el conjunto de actos encaminados a la conservación y mejora del patrimonio eclesiástico, a la producción y empleo de sus frutos y rentas, sino también de aquellos otros mediante los cuales se modifica dicho patrimonio estable, con la pérdida o disminución de los mismos”.263 En esa misma línea, Cristian Begus señala: Tradizionalmente si afferma che per amministrazione si debbano intendere tutti quegli atti relativi al patrimonio di una persona giuridica attraverso cui: 1) i beni acquistati si conservano; 2) si fanno fruttificare i benni stessi e si migliorano, aumentando i loro frutti e producendo reddito in misura maggiore; 3) si impiegano i beni e le rendite in modo da utilizzarli a servicio di cose o persone per la realizzazione del fine che ci si pone.264 El mismo Cristian Begus afirma que la administración en sentido estricto, se distingue de la adquisición y de la enajenación de los bienes, y que estos dos actos administrativos entran en la administración en sentido amplio.265 Podemos afirmar que una buena administración consiste en la conservación de los bienes adquiridos y en procurar que produzcan sus frutos.266 Los administradores, antes de comenzar a ejercer su función, deben prometer solemnemente, mediante juramento, que administrarán bien y fielmente. Este juramento es signo de la 261 Díaz Moreno, J. M., en voz Administración de los bienes eclesiásticos, en Corral Salvador, Carlos y Urteaga Embil, José M., Diccionario de Derecho Canónico, Tecnos, Pontificia Universidad de Comillas, Madrid 1989, p. 37, (=Díaz Moreno, J. M., en voz Administración de los bienes eclesiásticos, 37). 262 Díaz Moreno, J.M., en voz Administración de los bienes eclesiásticos, p. 37. 263 A. Mostaza, en voz Administración de los bienes eclesiásticos, en Corral Salvador, Carlos y Urteaga Embil, José M., Diccionario de Derecho Canónico, Tecnos, Pontificia Universidad de Comillas, Madrid 1989, p. 37. 264 Diritto patrimoniale canonico, Lateran University Press, Cittá del Vaticano, 2007, pp. 151 – 152. 265 Cfr. Diritto patrimoniale canonico, Lateran University Press, p. 152. 266 Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 564. 77 seriedad con que debe realizarse cuanto se refiera a la administración de bienes.267 El CIC/83 indica que toda persona jurídica pública de la Iglesia Católica ha de tener un administrador de sus bienes. El can. 1279 así lo presenta: §1 La administración de los bienes eclesiásticos corresponde a quien de manera inmediata rige la persona a quien pertenecen esos bienes, si no determinan otra cosa el derecho particular, los estatutos o una costumbre legítima, y quedando a salvo el derecho del Ordinario a intervenir en caso de negligencia del administrador. §2 Para la administración de los bienes de una persona jurídica pública que no tenga administradores propios por disposición del derecho, por escritura de fundación, o por sus estatutos, el Ordinario a quien está sujeta designará por un trienio a personas idóneas; este nombramiento es renovable. Este canon determina a quién corresponde la administración inmediata de los bienes eclesiásticos. Queda resuelto el tema de la posible colisión de normas: la administración de los bienes corresponde a quien de manera inmediata rige la persona a quien pertenecen esos bienes. Esto, si no determinan otra cosa el derecho particular, los estatutos o una costumbre legítima. A pesar de la variedad de fuentes de designación del administrador, lo más frecuente es que sea el mismo Código el que determine el administrador de las personas jurídicas públicas.268 Para evitar que una persona jurídica pública carezca de administrador, el §2 señala que faltando el administrador propio, el Ordinario, a quien está sujeta, designará a personas idóneas para un trienio renovable. “Este es el administrador dativo, que se nombra a falta de tutor legal, fundacional o estatutario”.269 José Piñero, comentando el can. 1279, señala que con frecuencia 267 Cfr. can. 1283. Dos ejemplos muy claros de esto son los cann. 393 y 532 para las parroquias y las Diócesis respectivamente. 269 Comentario al can. 1279, en Código de Derecho Canónico, Legislación complementaria de los países hispanoamericanos, CELAM, 2ª edición, Colombia 2006, p. 821. 268 78 se confunden las ideas. Dice que “cuando una institución tiene nombrado un Ecónomo, en rigor no es él el que dirige la administración de los bienes, sino la autoridad que rige esa institución”.270 El mismo Ordinario tiene, además, el derecho de intervenir, como se ha señalado anteriormente, en caso de negligencia del administrador.271 El padre Ismael Arturo Garceranth presenta ampliamente, en su tesis doctoral,272 el tema que ahora nos ocupa. Nos dice que los administradores son personas físicas investidas de facultad para ello; pero que, como representantes, actúan, no en lugar de, sino en nombre de la persona moral que representan. La administración no necesariamente se realiza de modo directo. Esta es una forma, pero también se puede y, en ocasiones se debe, hacer a través de otros. Es por esto que hablamos del administrador supremo, del intermedio y del inferior. 1. El Sumo Pontífice: Administrador Supremo Al hablar de la administración de los bienes eclesiásticos, se pensaría que hay dos principios contradictorios entre sí: por un lado el supremo administrador de todos los bienes eclesiásticos es el Romano Pontífice; pero, por el otro, se afirma que la administración de los bienes corresponde a quien rige la persona jurídica a quien pertenecen esos bienes.273 El can. 1273 señala que “en virtud de su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador y distribuidor supremo de todos los bienes eclesiásticos”. Los bienes son de la persona jurídica que los ha adquirido legítimamente, pero permanecen bajo la autoridad del Romano Pontífice, que en virtud de la primacía de gobierno, es el supremo 270 Piñero, José, comentario al can. 1279, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición, Valencia 1993. 271 Can. 1279. 272 Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, pp. 41 – 51. 273 Cfr. Cann. 1273 y 1279 §1. 79 administrador y distribuidor de todos los bienes eclesiásticos.274 Durante los trabajos preparatorios del CIC/83 “algunos revisores consideraron que la cláusula sub suprema auctoritate Romani Pontificis debía ser abolida, pero la propuesta no fue aceptada.275 Igual situación se dio con el can. 1273 cuando se intentó abolir la expresión vi primatus iurisdictionis, lo que tampoco fue acogido.276 cambió fue la palabra iurisdictionis por regiminis. Lo que sí En todo caso, en la administración de los bienes eclesiásticos, se ratifica el primatus iurisdictionis y la plenitudo potestatis del Romano Pontífice.277 Según el can. 1256,278 el dominio que ejerce el Romano Pontífice sobre los bienes eclesiásticos es de modo indirecto. Esto es así, “no porque no pueda ejercerlo directamente, sino porque normalmente deja su ejercicio a la persona jurídica que tiene el dominio directo”.279 Como administrador supremo, el Romano Pontífice, da normas; supervisa los actos extraordinarios; es informado cada cinco años por los Obispos en la visita ad limina280 y por los superiores generales en sus relaciones quinquenales, de la marcha de sus respectivas administraciones. Como distribuidor tiene la misión de unificar la gran diversidad de patrimonios que supone la abundancia de titularidades: dispone transferencias entre algunas de ellas y, en casos 274 Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El Derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 565. Comm. 12 (1980) 397-398. El motivo para la abolición de esta cláusula era: “quia hic canon tribuit dominium bonorum personis iuridicis et non apparet ratio mentionis supremae auctoritatis pontificis in hoc contextu”, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p.216. 276 Comm. 5 (1973) 97. La razón presentada para suprimir dicha expresión era: “eiusdem igitur est legibus generalibus administrationem bonorum ecclesiasticorum moderari et graviores causas suo iudicio reservare”, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, desde el punto de vista canónico y del magisterio, p. 216. 277 Cfr. P. Fedele, Lezioni di diritto patrimoniale, 9; F. Salerno, I beni temporali della Chiesa, 122 – 128; C. Begus, Diritto patrimoniale canonico, 160 – 162, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 216. 278 can. 1256 El dominio de los bienes corresponde bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente. 279 Piñero, José M., comentario al can. 1273, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición, Valencia 1993. 280 La visita Ad Limina Apostolorum: expresión latina que significa "los umbrales (de las basílicas) de los apóstoles" Pedro y Pablo, es decir, la visita a Roma. Esta visita a la Santa Sede la realiza cada obispo del mundo cada cinco años para dar cuenta del estado de su diócesis. El Código de Derecho Canónico habla de esta visita en los cann. 399 y 400. 275 80 extraordinarios, puede condonar apropiaciones indebidamente hechas, de manera pública o en el fuero de la conciencia.281 El Sumo Pontífice ejerce habitualmente su competencia patrimonial “con actos de naturaleza normativa, estableciendo el régimen legal a que debe ajustarse la administración de los bienes eclesiásticos”.282 Ante toda esta autoridad del papa respecto a la administración de los bienes eclesiásticos, es necesario señalar que no es propietario ni señor de dichos bienes. “La administración ejercida por el Pontífice tiene a la base una suprema auctoritas, es decir, un poder público, que nada tiene que ver con la propiedad iure privato.283 El control general que ejerce el Papa sobre los bienes eclesiásticos tiene sentido por el hecho de que las diversas personas jurídicas eclesiásticas deben someterse a los fines propios de los bienes. Esto mismo es lo que da unidad al patrimonio de la Iglesia y la vigilancia que ejerce el Romano Pontífice tiene sentido en cuanto que los diversos sujetos de dominio están vinculados por los fines.284 Francesco Grazian señala que el control supremo que ejerce el Papa sobre los bienes eclesiásticos es amplio, pues tiene plena disposición sobre ellos, pero no lo ejerce arbitrariamente, sino respetando plenamente la autonomía y el ejercicio del dominio de la persona jurídica concreta a la que pertenece el bien.285 Podríamos preguntarnos concretamente de dónde le viene al Romano Pontífice esta autoridad o este pleno dominio sobre los bienes patrimoniales. El can. 331286 indica que el Sumo Pontífice posee la potestad en fuerza de su oficio. 281 Cfr. L. De Echeverría, en comentario al can. 1273, en CIC/83, Salamanca, BAC 1993, p.604. Combalía, Zoila, Comentario exegético al Código de Derecho Canónico, vol. IV/1, comentario al can. 1273, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997. 283 Cfr. M. Petroncelli, L’Ordinamento patrimoniale della Chiesa. Tomado de Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 41. 284 Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 565. 285 Cfr. Francesco, Grazian, La nozione di amministrazione, 157 – 158: “Ampio, in quanto si tratta di un potere di piena disposizione dei beni. Speciale, in quanto il papa non lo esecita arbitrariamente, ma nel pieno rispetto dell’autonomia e dell’esercizio delle facoltá dominative da parte delle singole persone giuridiche”, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 41. 286 can. 331 El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza 282 81 El oficio Petrino es el origen, la causa eficiente, formal y final de la potestad. El mismo canon presenta las seis connotaciones esenciales de esa potestad del Papa: ordinaria, suprema, plena, inmediata, universal y de ejercicio siempre libre.287 Esta potestad plena y suprema en la Iglesia la obtiene el Romano Pontífice, mediante la elección legítima por él aceptada juntamente con la consagración episcopal.288 En ese mismo momento obtiene esa potestad y puede ejercerla sobre toda la Iglesia. Por ese mismo poder de jurisdicción que el Papa “ejerce sobre la Iglesia universal, establece reglas y medidas sobre los bienes y ejerce una protección, custodia y vigilancia constante para que estos alcancen los fines para los cuales han sido instituidos”.289 Eso sí, “en cuanto supremo dispensador de los bienes eclesiásticos, puede el Romano Pontífice, cuando la necesidad o utilidad lo exija limitar el dominio de los mismos a sus legítimos poseedores e incluso trasladarlo a otros”.290 Francesco Grazian señala que “solo in casi eccezionali e per motivi gravi il Santo Padre eserciterá tale autoritá, lasciando tuttavía l’essercizio normale e quotidiano agli amministratori delle persone giuridiche”.291 Podemos cerrar este apartado señalando que la función del Romano Pontífice es sobre todo, de coordinación normativa y de alto control administrativo con actos de naturaleza normativa y judicial. Pero también puede actuar de modo directo a través de actos concretos relativos a la administración de los bienes de cualquier persona jurídica. Su potestad puede llegar incluso hasta actos de del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente. 287 Cfr. Gutiérrez, Domingo Andrés, comentario al can. 331, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición, Valencia 1993. 288 Cfr. can. 332 §1 El Romano Pontífice obtiene la potestad plena y suprema en la Iglesia mediante la elección legítima por él aceptada juntamente con la consagración episcopal. Por tanto, el elegido para el Pontificado supremo que ya ostenta el carácter episcopal, obtiene esa potestad desde el momento mismo de su aceptación. Pero si el elegido carece del carácter episcopal, ha de ser ordenado Obispo inmediatamente. 289 R. Bidagor, Los sujetos del patrimonio eclesiástico, REDC 5 (1950), pp. 39 – 40, en Garceranth Ramos, Ismael Arturo, Administración y enajenación de bienes temporales de institutos religiosos, p. 42. 290 Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 164. 291 Grazian, Francesco, La nozioni di amministrazione e di alienazione nel Codice di Diritto canonico, p. 24. 82 disposición de bienes que no le pertenecen, lo cual no se permite en ningún caso al Obispo diocesano.292 2. El Obispo Diocesano: Administrador Mediato El Obispo diocesano rige la Iglesia particular con potestad legislativa, ejecutiva y judicial. La potestad legislativa la ejerce personalmente; la ejecutiva, por sí mismo o por medio de los vicarios; y la judicial, personalmente o por medio del Vicario Judicial y los jueces.293 Además, hay que recordar que él representa a la Diócesis en todos los negocios jurídicos.294 Al hablar del Obispo como administrador mediato o intermedio, algunos autores se refieren propiamente a su potestad de vigilancia. Esta vigilancia de parte del Obispo “va operata sulla amministrazione ed é in riferimento alle persone giuridiche pubbliche a lui soggette. Essa consiste in un’opera di controllo esecitata sulla amministrazione, ma non si tratta propriamente di attivitá di amministrazione dei beni. Essa piutosto inerisce con l’attivitá di governo, ma non esprime una attivitá diretta sui beni temporali.295 El Obispo es el verdadero administrador de los bienes diocesanos, pero lo que ejerce es una función de vigilancia, mientras la administración directa cumple correctamente su cometido. Pero es necesario que se entienda que “la vigilanza non include la disposizione dei beni o la loro amministrazione e presupone un certo potere sulla persona giuridica proprietaria”.296 Este señalamiento que hace Cristian Begus es sumamente importante, pues queda claramente definida la 292 Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, pp. 177 – 178. Cfr. can. 391. 294 Cfr. can. 393. 295 J.P. Schouppe, Elementi diritto, 149, en Grazian, Francesco, La nozioni di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, 55, p.24. 296 Begus, Cristian, Diritto patrimoniale canonico, Lateran University Press, pp. 152. 293 83 función del Obispo en cuanto la administración de los bienes patrimoniales; pero al mismo tiempo, muestra su autoridad sobre el Ecónomo el cual es el administrador inmediato. El Obispo debe actuar para corregir negligencias297 y abusos, para sustituir al administrador y para disponer lo necesario en caso de que se exijan decisiones que rebasen las ordinarias de la administración. Como ordinario dicta normas e instrucciones que deben seguir los administradores, como señala el can. 1276.298 Este canon presenta un principio general, que es aplicable a todos los ordinarios y a cada uno en su propia competencia. En cuanto al derecho particular se debe tomar en cuenta las disposiciones dadas por la Conferencia Episcopal, o las ofrecidas por la región o provincia eclesiástica, o el de los órganos legislativos de otras instituciones, cada uno dentro de su propia competencia.299 Según el can. 1277, el Obispo diocesano para realizar actos de administración de mayor importancia, debe oír al Consejo para los asuntos económicos y al Colegio de consultores. En caso de administración extraordinaria necesita el consentimiento de estos dos organismos. Estos actos de administración extraordinaria son establecidos por la Conferencia Episcopal.300 Es importante recordar que las conferencias episcopales no tienen competencia administrativa general, sino sólo una competencia normativa y de suplencia. Entre las competencias de las conferencias episcopales se mencionan la competencia normativa la cual es de carácter supra diocesano y la administración mediata de las personas jurídicas que crean. Además tienen competencias de gestión inmediata de bienes, que 297 Cfr. can. 1279 §1. Cfr.can. 1276 §1 Corresponde al ordinario vigilar diligentemente la administración de todos los bienes pertenecientes a las personas jurídicas públicas que le están sujetas, quedando a salvo otros títulos legítimos que le confieran más amplios derechos. §2 Teniendo en cuenta los derechos, y las costumbres y circunstancias legítimas, cuiden los ordinarios de organizar todo lo referente a la administración de los bienes eclesiásticos dando las oportunas instrucciones dentro de los límites del derecho universal y particular. 299 Cfr. Piñero, José M., comentario al can. 1276 en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., 4ª edición, Valencia 1993. 300 Cfr. can. 1277 Por lo que se refiere a la administración de actos de administración que, atendida la situación económica de la diócesis, sean de mayor importancia, el Obispo diocesano debe oír al consejo de asuntos económicos y al consejo de consultores; pero, aparte de los casos especialmente determinados en el derecho universal o en la escritura de fundación, necesita el consentimiento del mismo consejo así como del colegio de consultores para realizar los actos de administración extraordinaria. Compete a la Conferencia Episcopal determinar qué actos han de ser considerados de administración extraordinaria. 298 84 habitualmente son de considerable importancia, y algunas otras competencias que surgen del Derecho concordatario.301 El can. 1277 regula la participación de dos de los órganos auxiliares del Obispo: el Consejo de asuntos económicos302 y el Colegio de consultores,303 cuya participación se establece atendiendo al carácter ordinario del acto patrimonial y a la condición de actos jurídicos de extraordinaria administración.304 El incumplimiento de estos requisitos tiene consecuencias jurídicas. El can. 127 §2 señala que serán inválidos los actos de administración de gran importancia si el ordinario no ha escuchado el parecer del Consejo de asuntos económicos y del Colegio de consultores. El Obispo no está obligado a seguir ese parecer, pero no debe apartarse de él, si éste es concorde, sin una razón que sea realmente poderosa.305 En cuanto a la administración extraordinaria, estos actos serán inválidos si el Ordinario no pide el consentimiento o si actúa contrario al parecer de los órganos prescritos.306 El concepto de consejo y de consentimiento, desde el punto de vista canónico, se expresará claramente en el Capítulo III, precisamente en el momento en el que se necesitará tener mayor comprensión de los mismos. No es necesario que el Obispo intervenga en caso de mera administración, pero es importante reconocer que lo que es de ordinaria administración para una Diócesis, puede ser de gran relieve para otra, dependiendo de su situación económica. El mismo can. 1277 lo señala cuando agrega: “atendiendo la situación económica de la Diócesis”. Por esto, “la valoración de los actos de administración 301 Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 181. Cfr. can. 492 En cada Diócesis ha de constituirse un consejo de asuntos económicos, presidido por el Obispo diocesano o su delegado,… 303 Cfr. can. 502 §1 Entre los miembros del consejo presbiteral, el Obispo nombra libremente algunos sacerdotes, en número no inferior a seis ni superior a doce, que constituyan durante cinco años al colegio de consultores, … 304 Cfr. López Alarcón, M., comentario al can. 1277, en Código de Derecho Canónico, Legislación complementaria de los países hispanoamericanos, CELAM, 2ª edición, Colombia 2006, p. 819. 305 Cfr. can. 127 §2 2º. 306 Cfr. can. 127 §2 1º. 302 85 de mayor importancia no es absoluta sino que debe hacerse atendiendo a la situación económica de cada Diócesis”.307 En este momento es importante introducir lo que después será desarrollado ampliamente como tema central de esta investigación. El Obispo es el administrador de los bienes de la Diócesis, pero no administra directamente. Él está obligado a escuchar el parecer del Consejo de asuntos económicos y del Colegio de consultores; en ocasiones no es sólo oír su parecer, sino que está obligado a obtener su consentimiento. Además, la administración directa de los bienes eclesiásticos la debe encomendar al Ecónomo, el cual actúa “bajo la autoridad del Obispo”. De este modo, el Obispo recibe el parecer o el consentimiento –de acuerdo con el caso- de parte del Consejo de asuntos económicos y del Colegio de consultores, y luego encomienda la ejecución al Ecónomo. La función del Obispo diocesano, como administrador mediato de los bienes de la Iglesia particular, puede ser sintetizada en tres puntos: el Obispo diocesano tiene una función legislativa con la que complementa al derecho universal, a las normas complementarias de la Conferencia Episcopal, a las de la Provincia eclesiástica competente y, en casos concretos, a las del derecho concordatario. También da instrucciones especiales dirigidas a organizar todo lo referente a la administración de los bienes patrimoniales de la Diócesis. Por último, le corresponde a él la función de vigilancia y control sobre la administración de los bienes eclesiásticos.308 En la práctica, el Obispo confía la función de administrar los bienes de la Iglesia diocesana al Ecónomo.309 También corresponde al Obispo diocesano establecer si la función del Ecónomo se limita a la administración de la 307 Combalía, Zoila, comentario al can. 1277, Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 119. 308 Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 191. 309 Cfr. can. 1278. 86 persona “Diócesis” o debe extenderse a la vigilancia sobre todas las personas jurídicas públicas sujetas a la jurisdicción del mismo Obispo.310 3. El Ecónomo: Administrador Inmediato El Ecónomo es un órgano administrativo individual, cuya constitución es obligatoria.311 Esta es una figura nueva en la legislación codicial, pues no existía en el CIC/17.312 Francesco Grazian, hablando del Ecónomo como administrador inmediato señala: “circa le persone giuridiche pubbliche in genere, siano esse soggette alla Sede Apostólica o al Vescovo diocesano, vige il principio del can. 1279, che cioé l’amministrazione spetta a chi regge inmediatamente la persona giuridica. In questo caso il termine immediate va chiarito e va quindi compresso sia in relazione alla tipología e alle caratteristiche che degli atti che si vogliono indicare come anche alle persone que devono esercitare compiti amministrativi”. 313 En este párrafo, Francesco Grazian nos recuerda algo ya señalado reiteradamente, y es que la administración de los bienes de las personas jurídicas sujetas a la Sede Apostólica o al Obispo diocesano, corresponde a quien rige de manera inmediata esa persona jurídica. El mismo canon presenta la posibilidad de diferenciar entre el cargo de director (regir la persona jurídica) y el administrador (administrar los bienes). En este apartado se señalarán sólo algunos elementos constitutivos de la figura del Ecónomo diocesano, pues el Capítulo IV estará dedicado 310 Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 175. Cfr. can. 494 §1 En cada Diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el consejo de asuntos económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de conocida honradez. 312 Cfr. Ghirlanda, Gianfranco, El Derecho en la Iglesia misterio de comunión, p. 670. 313 Grazian, Francesco, La nozioni di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p. 25. 311 87 completamente a él, y el V, a la relación entre él y le Consejo diocesano de asuntos económicos. Según el can. 494, el Ecónomo es nombrado por el Obispo diocesano, oído el Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos. Su nombramiento es por cinco años renovables. Puede ser removido por el Obispo diocesano, oídos los mismos consejos que fueron oídos para su nombramiento. Puede ser un laico, hombre o mujer, pero debe poseer verdadera experiencia en asuntos económicos y destacar por su honradez. Su función es ejecutiva y la realiza bajo la autoridad del Obispo diocesano. Tratándose de un oficio eclesiástico, el nombramiento deberá hacerse por escrito, a través de un decreto que firma el Obispo y el Canciller. El Ecónomo deberá prometer el fiel cumplimiento de sus funciones y guardar el secreto según lo establezca el Derecho o el Obispo.314 A manera de síntesis La buena administración de los bienes patrimoniales de la Iglesia consiste en la conservación de los bienes legítimamente adquiridos y en procurar que produzcan sus frutos. Como bien señala el Código, la administración de los bienes eclesiásticos corresponde a la persona a la que pertenecen esos bienes. Sin embargo, por su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador y distribuidor supremo de todos los bienes eclesiásticos. Por su parte, el Obispo es el verdadero administrador de los bienes de la Diócesis que rige. Pero esta función la realiza a través del Ecónomo y él lo que hace es vigilar que la administración sea realizada según los parámetros establecidos por la Iglesia. En definitiva los gestores de la administración de bienes en la Iglesia son el Romano Pontífice (administrador supremo), el Obispo diocesano (administrador mediato o 314 Cfr. can. 471. 88 intermedio), y el Ecónomo (administrador inmediato). Llegados a este punto estamos en capacidad de estudiar al Consejo Diocesano de Asuntos Económicos, el cual nos abre las puertas para estudiar al Ecónomo y la relación entre ellos. 89 CAPÍTULO III EL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Introducción En lo que se refiere a la potestad económica, el Obispo diocesano tiene competencia en la administración del patrimonio de la Diócesis y en la administración intermedia de las personas jurídicas que le están sometidas.315 A él le corresponde la organización del patrimonio diocesano y en virtud de su función capital en la Diócesis tiene poderes sobre los demás órganos de administración diocesana. Es el responsable de la buena administración de la Diócesis, de la atención de los fines, del funcionamiento de los servicios, de la contribución a la Santa Sede,316 entre otros. En definitiva, es el responsable de determinar el destino de los fondos y los modos de su administración y dispensación.317 La administración del patrimonio diocesano es un aspecto fundamental de la actividad ordinaria de la Curia diocesana y los entes318 establecidos por el Código para este fin son el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo.319 En lo referente a la administración de los bienes eclesiásticos, el CIC/83, promueve el auxilio de personas expertas para garantizar una eficaz gestión patrimonial. De esta manera, el can. 1280, que es una novedad en el actual Código, determina que “toda persona jurídica ha de tener un Consejo de asuntos económicos, o al menos dos consejeros, que, conforme a los estatutos, ayuden al administrador en el cumplimiento de su función”. Aun cuando este canon es una novedad en el CIC/83, en realidad ya existía en los estatutos de distintas instituciones eclesiásticas. El canon lo que hace es establecerlo como obligatorio para toda 315 Cfr. Instituto Martín de Azpilcueta, Manual de Derecho Canónico, EUNSA, Pamplona 1998, p. 667. CIC/83, can. 1271 Por razón del vínculo de unidad y de caridad, y conforme a las posibilidades de su Diócesis, los obispos contribuyan a que la Sede Apostólica disponga de los medios que, según las distintas circunstancias, necesita para el debido servicio a la Iglesia universal. 317 Cfr. Instituto Martín de Azpilcueta, Manual de Derecho Canónico, EUNSA, Pamplona 1998, p. 667 – 668. 318 Ente: Aquello que es o existe, en El pequeño Larousse ilustrado, Larousse, 10ª edición, Méjico 2006, p. 393. En filosofía se habla de ente de razón que es “aquellos que sólo puede existir como contenido de pensamiento, careciendo, por tanto, de existencia en sí, es decir como ente independiente del pensar”, en Brugger, Walter, Diccionario de filosofía, Herder, Barcelona 1969, p. 167. 319 Cfr. Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, p. 248. 316 91 persona jurídica. El mismo Código lo concreta al establecerlo como obligatorio en la Diócesis,320 la Parroquia321 y en los Institutos de vida consagrada.322 No se establece si es sólo para las personas jurídicas públicas o si incluye también a las privadas. Pero donde el canon no distingue, no debemos nosotros distinguir.323 Sobre los dos consejeros que aparecen como posibilidad en este canon, son los estatutos de la persona jurídica los que han de regular el modo de llevar a cabo la tarea de asesoramiento y, seguramente, también ellos establecerán la elección u opción entre un consejo o dos consejeros.324 Aquí no se tratarán pues el ámbito de investigación de este trabajo se centra en la administración patrimonial diocesana y en la Diócesis está establecida la figura del Consejo. Este Capítulo está dedicado exclusivamente a la descripción del Consejo diocesano de asuntos económicos: a su constitución obligatoria, su presidencia, composición, naturaleza, finalidad, misión y su duración, entre otros elementos que le son esenciales, comenzando, claro está, por los antecedentes del canon que lo presenta, el Código del 17, la Carta de Sagrada Congregación del Concilio de 1929 y el Concilio Vaticano II. Después se ha de presentar brevemente el proceso de redacción del canon. Los cann. 492 y 493 establecen los elementos fundamentales de esta figura canónica. Aquí se estudiará separando sus distintos elementos, prestando atención a su articulación dentro del sistema canónico. 1. Antecedentes del can. 492 El Consejo diocesano de asuntos económicos no es un organismo completamente novedoso en el ordenamiento canónico de la Iglesia. 320 can. 492. can. 537. 322 can. 638, §3. 323 Cfr. Piñero, José, comentario al can. 1280, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993. 324 Combalía, Zoila, comentario al can. 1280, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997. 321 92 La exigencia de que el Obispo necesita el consilium de algunas personas para algunos actos de administración de bienes, no es totalmente nueva. Esta exigencia surge a propósito de lo que actualmente llamamos “enajenación de bienes eclesiásticos”. Algunos “concilios del s.IV establecerán que el Obispo necesitaba la aprobación del clero para la venta, donación o permuta de las res eclesiasticae; o del primado de la provincia, o de los obispos vecinos…”.325 Cuando aumentó el número de clérigos, “su acuerdo se manifestará por su representante, es decir por un Consejo de sacerdotes, especialmente cuando se trataba de la enajenación de sus bienes”.326 Se trataba de evitar que el Obispo pudiera vender estos bienes “inconsulto concilio vel cuncto presbyterio”. Esta función de consulta de parte del Obispo fue adquiriendo gran importancia hasta el punto que no podía tomar él solo la decisión de enajenar bienes de la Iglesia sin haber consultado previamente a sus pares en el episcopado o a su presbiterio.327 1.1. CIC/17 El Código de 1917 es una de las fuentes principales del can. 492 a través de su Consejo diocesano de administración. El can. 1519 establecía que el Ordinario local tenía una función de vigilancia sobre la administración de todos los bienes eclesiásticos que se hallaran en su territorio. Además, éste tenía que regular todo lo concerniente a la administración de los bienes eclesiásticos. §1 Al Ordinario local pertenece vigilar diligentemente sobre la administración de todos los bienes eclesiásticos que se hallan en su territorio y no estuvieran sustraídos de su jurisdicción, salvas las prescripciones legítimas que le conceden más amplios derechos. 325 Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2002, p. 185. 326 Aznar Gil, Federico R., La administración de los bienes temporales de la iglesia, pp. 401 – 403. 327 Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 186. 93 §2 Teniendo en cuenta los derechos, y las legítimas costumbres y circunstancias, procurarán los Ordinarios regular todo lo concerniente a la administración de los bienes eclesiásticos, dando las oportunas instrucciones particulares dentro del marco del derecho común. Este canon en su §1 establecía una serie de elementos importantes en lo referente a la responsabilidad del Ordinario local sobre los bienes patrimoniales. A éste le correspondía vigilar cuidadosamente para que se administraran en la forma debida los bienes eclesiásticos que existieran en su territorio y no se hallaran sustraídos de su jurisdicción, como sucedía con los bienes de las religiones exentas, salvadas las excepciones. También incumbía al Ordinario local adoptar las medidas oportunas y dictar instrucciones a las cuales han de atenerse los administradores inferiores328 que de él dependen. Entre los cánones del CIC/17, que sirven de fundamento al can. 492, se señala: 1.1.1. Can. 1520 El can. 1520 §1 del CIC/17 presenta un verdadero antecedente del actual Consejo diocesano de asuntos económicos. En ese canon se hablaba de un Consejo, de instauración obligatoria, que tenía como misión ayudar al Ordinario local en lo referente a la administración de los bienes a que aludía el can. 1519. El can. 1520 establecía la conveniencia de que los miembros de ese consejo fueran expertos en derecho civil; la prohibición de que los miembros fueran parientes próximos del Ordinario local; cuándo el Ordinario local debía oír al Consejo y cuándo era necesario el consentimiento del mismo. Los miembros del Consejo 328 El CIC/17 presenta una clara distinción entre Administrador Supremo (can. 1518), el cual es el Romano Pontífice; el administrador intermedio (cann. 1519 – 1520), el cual puede ser el Ordinario local o el Consejo diocesano; y el administrador inmediato (cann. 1521 y ss.), que son los administradores particulares. 94 debían prestar juramento ante el Ordinario local. Todo esto está expresado en el canon así: §1 Para el exacto cumplimiento de este deber, todo Ordinario establecerá en su ciudad episcopal un Consejo, compuesto del presidente, que es el propio Ordinario, y de dos o más varones idóneos, en cuanto sea posible peritos también en Derecho Civil, los cuales han de ser elegidos por el mismo Ordinario, oído el Cabildo, a menos que por derecho, o por costumbre peculiar estuviera legítimamente provisto de otra forma equivalente. §2 Sin indulto apostólico, están excluidos del cargo de administrador los parientes del Ordinario local en primero o segundo grado de consanguinidad o afinidad. §3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de oír al Consejo de administración; pero los vocales de éste sólo tienen voto consultivo, a no ser que por derecho común, en casos especialmente expresados, o por ley fundacional se exija el consentimiento de los mismos. §4 Los miembros de este consejo presentarán ante el Ordinario juramento de cumplir su cargo con fidelidad y perfección. La prohibición de que parientes cercanos del Ordinario pertenecieran al Consejo se daba “para evitar el peligro de que se pueda sospechar que administren los bienes eclesiásticos en beneficio propio y para que puedan dar su voto con completa libertad”.329 Este consejo “tiene por misión ayudar al Ordinario en lo referente a la administración de los bienes”.330 Además se establecía la conveniencia de que los miembros del Consejo fueran peritos en derecho civil (cann. 1508 y 1529). El canon no establece ningún plazo para los miembros del Consejo diocesano, pudiendo, por tanto, ser nombrados a perpetuidad, lo cual no impide que sean removidos por causa grave.331 También cabe señalar un detalle que podría no tener ninguna importancia, pero que aparece en los cánones y es que son distintos los nombres que recibe este Consejo en el CIC/17. Es calificado 329 Código de Derecho Canónico y legislación complementaria, BAC, Madrid 1969, comentario al can. 1520. Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p. 165. 331 Cfr. Comentarios al Código de Derecho Canónico III, p.165. 330 95 “Consejo como administración”,332 de o como “Consejo diocesano de administración”.333 1.1.2. Can. 1521 §1 El CIC/17 establecía quien era el administrador para las distintas personas jurídicas existentes en la Diócesis. Por ejemplo, los beneficiados eran los administradores de los bienes que pertenecían al beneficio;334 la administración de los bienes de la Iglesia catedral o Colegiata correspondía al Cabildo catedral o colegial, respectivamente;335 a los rectores de iglesias competía la administración de los bienes de las mismas;336 los socios legítimamente elegidos para tal efecto, administraban los bienes de las asociaciones piadosas;337 los bienes pertenecientes a los institutos eclesiásticos no colegiados, los administraban sus rectores;338 entre otros. El can. 1521 §1 estableció que para las demás iglesias y lugares piadosos, el Ordinario local debía nombrar sus respectivos administradores.339 El canon lo expresa de la siguiente manera: §1 Además de este Consejo diocesano de administración, debe el Ordinario local, para administrar los bienes pertenecientes a alguna Iglesia o lugar piadoso que por el Derecho o por las tablas de fundación no tienen administrador propio, designar 332 Cfr. CIC/17, can. 1520 §3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de oír al Consejo de administración; 333 Cfr. CIC/17, can. 1521 §1 Además de este Consejo diocesano de administración, debe el Ordinario local, para la administración de los bienes pertenecientes a alguna Iglesia o lugar piadoso que por el derecho o las tablas de fundación no tienen administrador propio, designar varones prudentes, idóneos y de buena fama, que a los tres años remplazará por otros, de no aconsejar lo contrario las circunstancias locales. 334 Cfr. CIC/17, can. 1476. 335 Cfr. CIC/17, can. 415 §3 n°3. 336 Cfr. CIC/17, can. 485. 337 Cfr. CIC/17, can. 697. 338 Cfr. CIC/17, can. 1489 §3. 339 Comentario al can. 1521 del CIC/17, tomado del Código de Derecho Canónico y legislación complementaria, texto latino versión castellana, 8ª ed. Madrid: BAC, 1969. 96 varones prudentes, idóneos y de buena fama, que a los tres años remplazará por otros, de no aconsejar lo contrario las circunstancias locales. Siendo así, el CIC/17 establecía el Consejo diocesano de administración, administradores propios para otras iglesias o lugares piadosos, y otra especie de consejos para esos mismos lugares cuando ni por el Derecho ni por las tablas de fundación tuvieran su propio administrador. Además establecía que debían ser varones prudentes, idóneos y de buena fama. Éstos se remplazarían cada tres años si las circunstancias locales no aconsejaban otra cosa. 1.2. Carta circular de la Sagrada Congregación del Concilio de 1929 Aznar Gil asegura que mayor interés e influencia que lo presentado en el CIC/17 sobre la administración de bienes eclesiásticos, generó la Carta circular de la Sagrada Congregación del Concilio de 1929, dirigida a los Ordinarios de Italia y que trataba sobre la administración de los bienes beneficiales y eclesiásticos con motivo del Concordato firmado entre la Santa Sede y el Reino de Italia.340 Prescribía que en cada Diócesis se estableciera un Ufficio amministrativo diocesano encargado de administrar y vigilar el uso de los bienes pertenecientes a los capítulos catedralicios, parroquias y otros beneficios, entre otras funciones que se le encomendaban. Este organismo no estaba llamado a sustituir al Consejo diocesano de administración del CIC/17. Las funciones que se le asignaban a este nuevo organismo eran de tipo ejecutivo, pero produjo gran confusión sobre las competencias concretas de cada uno.341 La nueva figura, en el fondo, parece tener mayor similitud con el Ecónomo que con el Consejo. 340 Sacra Congregratio Cocilii, Litterae circulares In conformitá, ad omnes Ordinarios Italiae de administratione bonorum beneficialium et ecclesiasticorum ad normam iuris canonici et pacti inter Apostolicam Sedem et Regnum Italiae Concordati, 20 iunii 1929, in: AAS 21, 1929, 384 – 99. Tomado de Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 186. 341 Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana, la función consultiva, p. 186 - 187. 97 1.3. Concilio Vaticano II La Sagrada Congregación del Concilio propuso que las normas dadas para la Iglesia italiana en 1929 “se extendieran a la Iglesia universal. Pidió que se constituyera en cada Curia diocesana un oficio que ayudase al Obispo diocesano en su tarea de vigilar la administración de los bienes eclesiásticos”.342 El Concilio Vaticano II no trató directamente este tema, a pesar de que algunos obispos presentaron su deseo de que fuera tratado y alguna Universidad Católica recordó que era necesario urgir el cumplimiento de lo establecido en el can. 1520 del código Pío benedictino.343 El Exc.mi P.D. Pauli Marella, Nuncio Apostólico en las Galias, en los trabajos antrepreparatorios del Concilio, el 1 de septiembre de 1959, expresó: “Senza togliere nulla all’autoritá e responsabilitá della Gerarchia e del clero, sarebbe opportuno di esaminare la possibilitá di dare al laicato, nella Comunitá Cristiana, un compito sempre piú elevato: si debe evitare il pericolo di considerare i laici come degli eterni catecumeni”.344 A pesar de que el papel del laico no se lograba clarificar fácilmente, poco a poco fueron surgiendo más voces a favor de abrir las puertas a la participación de los laicos en la misión de la Iglesia. El 18 de octubre de 1963, durante la segunda sesión del Concilio, varios obispos opinaron que dialogar con los laicos y pedir su consejo en determinados asuntos es deber de la jerarquía. Monseñor Hengsbach, Obispo de Essen, manifestó: “En nuestros días, la jerarquía no pide bastante la opinión de los laicos. También los laicos son conducidos por el Espíritu Santo”.345 342 Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p.187. 343 Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 186 - 187. 344 Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II Apparando, Series I (ante preparatoria), Typis polyglottis vaticanis, MCMLX, vol.2, tomo 1, p. 463. 345 Fesquet, Henri, Diario del Concilio, editorial nova terra, Barcelona 1967, p. 285. 98 Hay algunos decretos del Concilio Vaticano II que nos dan ligeras pistas sobre el tema. El decreto PO, desde el inicio de su elaboración vio la necesidad de tratar el tema del buen uso de los bienes por parte de los clérigos. Por ejemplo PO 17 pide a los sacerdotes que administren los bienes eclesiásticos con la ayuda, en la medida de lo posible, de laicos peritos. Mientras que AA 10 enumera diversas formas en las que puede concretarse el papel activo que corresponde a los laicos en la vida y en la acción de la Iglesia, señalando que con su pericia puede hacerse más eficaz la administración de los bienes.346 1.4. Proceso de redacción del can. 492 Federico Aznar Gil sintetiza el proceso de redacción del can. 492. En este apartado vamos a aprovechar lo que él nos presenta en el capítulo “El Consejo diocesano de asuntos económicos” del libro La Curia Diocesana: la función consultiva. El 22 de febrero de 1973, surge el Directorio Ecclesiae Imago,347 el cual, al referirse a la administración de los bienes en sentido estricto, señala que el Obispo diocesano deberá cuidar que exista en la Diócesis un instituto especial que recoja los bienes y oblaciones necesarias para la sustentación del clero que presta servicios en la Diócesis, salvo que se haya establecido otro modo de cumplir esta exigencia, y una masa común con la finalidad de cumplir las obligaciones que se tengan con otras personas que sirven a la Iglesia, subvenir a las necesidades de la Diócesis y ayudar a diócesis más pobres. Se dirá que, cuando se trate de realizar actos de administración de mayor importancia, teniendo en cuenta la situación económica de la Diócesis, el Obispo diocesano tiene que escuchar al Consejo de asuntos económicos y al Colegio de consultores. 346 Bunge, Alejandro W., Los consejos de asuntos económicos, tomado dehttp://www.mercaba.org/Codigo/Organiza/los_consejos_de_asuntos_economic.htm.consultado el 22 de julio de 2011 347 Congregación para los Obispos,Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, "Ecclesiae Imago" 22 de febrero de 1973, (=EI 22). 99 Entre muchos otros aspectos de la administración económica, el Directorio señala que todos los administradores sujetos a la potestad de régimen del Obispo diocesano, deberán presentarle a él, o a sus vicarios generales o episcopales con jurisdicción en el asunto, la rendición de cuentas anual, la cual será revisada por su Consejo de asuntos económicos. Este Directorio en el n° 135 presenta una serie de elementos que después serán recogidos por el can. 492 del CIC/83. Señala que al Obispo corresponde erigir y regular los consejos de asuntos económicos de las distintas instituciones diocesanas; presenta indicaciones precisas sobre sus miembros, los cuales deben ser expertos en materia económica, y caracterizados por su probidad, por el amor a la Iglesia y al apostolado.348 Este documento sienta las bases de la actual legislación sobre la administración de los bienes eclesiásticos. Los cann. 492 – 494 inician su caminar hacia la formulación actual con la revisión de los cann. 1520 y 1521 del CIC/17. En su primer momento este estudio correspondió al grupo de trabajo De bonis Ecclesiae temporalibus pues lo que se pretendía era reelaborar el CIC/17. Posteriormente se decidió que “normae de constitutione ac de competentia Consilii diocesani a rebus oeconomicis necnon Oeconomi diocesani habentur in alia parte Codicis…quia potius ad structuram Curiae diocesanae pertinent”.349 De esta manera, se llegó a la siguiente formulación: a.- “In singulis dioecesibus constituatur Consilium a rebus oeconomicis, cui praesidet ipse Episcopus diocesanus eiusve delegatus, et quod constat tribus saltem personis, in re oeconomica necnon in iure civili, vere peritis et integritate praestantibus, sive laicis, sive clericis, quorum saltem membrum sit Consilii 348 Cfr. EI 135: Episcopus consilia bonis administrandis in dioecesi, in unaquaque paroecia aliisque dioecesanis Institutis et Operibus constituenda curat, iisdemque etiam laicos, quatenus fieri possit, cum clericis adnumerat, selectos inter viros rei administrandae peritos atque probitate et Ecclesiae apostolatusque studio praeditos. Tomado de Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función cunsultiva, p.187. 349 Schema canonum Libri V de iuri patrimoniali Ecclesiae, Typis Polyglottis Vaticanis 1977, praenotanda. En Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p.188. 100 presbyteralis, ab Episcopo, attentis quidem normis ab Episcoporum Conferentia statutis, nominatis”. b.- Nisi Episcoporum Conferentia aliter statuerit, membra Consilii a rebus oeconomicis ad quinquennium nominentur, sed expleto hoc tempore ad alia quinquennia assumi possunt. c.- A Consilio administrationis excuduntur personae quae cum Episcopo primo vel secundo gradu consanguinitatis vel afinitatis coniunctae sunt.350 Entre otras cosas se señaló que en cada Diócesis se estableciera un Consejo de asuntos económicos, el cual sería presidido por el Obispo diocesano o su delegado, que constara al menos de tres personas, laicos o clérigos (al menos uno de los miembros debía pertenecer al Consejo presbiteral), expertos en materia económica y en derecho civil, de reconocida integridad y obedientes a las normas e instrucciones dadas por el Obispo y la Conferencia Episcopal. También se establecía que a menos que la Conferencia Episcopal decidiera otra cosa, los miembros serían elegidos para un período de cinco años y que se excluían a los parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad. Como vemos, el can. 492 ya tenía allí los elementos fundamentales de su configuración actual. Después de esta primera formulación, las revisiones posteriores consistieron básicamente en dejar claramente establecida la libertad del Obispo diocesano a la hora de seleccionar a los miembros del Consejo. Se ratificó su constitución obligatoria en cada Diócesis; se eliminó el requisito de que al menos un miembro perteneciera al Consejo presbiteral, así como el de que las conferencias episcopales pudieran dar normas sobre su configuración. Además se cambió el término personis por el de christifidelibus a la hora de referirse a los miembros del Consejo y se eliminó la expresión “sive laicis sive clericis” pues se estableció que fueran christifidelibus. También hay que recordar que en los esquemas iniciales se decía: “in re oeconomica vere peritis”; pero en el esquema 350 Schema canonum libri II de populo Dei, Typis polyglottis Vaticanis 1977, c. 306, 123. En Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, pp. 188 - 189. 101 de 1977 se añadió: “necnon in iure civili”. Por otro lado, la duración del nombramiento y su renovación, fue añadida por el Coetus De Sacra Hierarchia en la sesión VII. La incompatibilidad por parentesco con el Obispo diocesano para evitar conflictos de intereses entre los consejeros y él, que es señalada en el §3 del actual can. 492, aparece por primera vez en le Schema 1977.351 2. Obligatoriedad y presidencia La constitución del Consejo diocesano de asuntos económicos es taxativamente obligatoria para todas las iglesias particulares y es presidido por el Obispo diocesano o un delegado suyo, pudiendo ser el Vicario General o un Vicario Episcopal u otra persona, incluso un laico. Este Consejo, que actúa siempre bajo la dependencia del Obispo, es el máximo responsable de la administración económica de la Diócesis y es de naturaleza consultiva, salvo que expresamente conste otra cosa.352 El Obispo diocesano habrá de consultarlo en las gestiones económicas de especial monta.353 Este consejo colabora con la gestión económica de la Diócesis. El Obispo no forma parte del Consejo, pero lo preside personalmente o mediante un delegado suyo. En las previsiones iniciales354 el propio Ecónomo presidía el consejo: “Concilium de rebus oeconomicis, cui praeest oeconomus, vere peritus…”. Enseguida se hizo sentir la exigencia de mantener diferenciadas las dos figuras: el Consejo y el Ecónomo. La razón que se dio fue que era preciso 351 Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico II/2, p.1121, (=Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492) 352 Sapientia Fidei, serie Manuales de Teología, Derecho canónico, I: El derecho del Pueblo de Dios, BAC, Madrid 2006, p. 463, (=Sapientia Fidei, serie Manuales de Teología, Derecho canónico, I: El derecho del Pueblo de Dios). 353 Cfr. can. 1277 Por lo que se refiere a la realización de actos de administración que, atendida la situación económica de la Diócesis, sean de mayor importancia, el Obispo diocesano debe oír al Consejo de asuntos económicos y al Colegio de consultores; ... 354 Coetus “De sacra Hierarchia, sess.VI, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, p. 1119. 102 distinguir “directionem inter et exsecutionem”.355 El Obispo diocesano puede delegar la presidencia del Consejo a otro sujeto, el cual puede ser un laico.356 Esta posible delegación de la presidencia del Consejo de asuntos económicos contrasta con la presidencia del Colegio de consultores, ya que en este caso no puede delegarse, o al menos no se menciona esta posibilidad. También es importante señalar que las reuniones del Consejo diocesano de asuntos económicos son siempre convocadas por el Obispo. 3. Principio de corresponsabilidad Corresponsabilidad es el compartir la responsabilidad de una situación determinada. Es importante señalar que corresponsabilidad no hace referencia a igualdad de responsabilidad sino a una participación diferenciada en una responsabilidad común.357 A nivel eclesial, el principio de corresponsabilidad está expresado en el Concilio Vaticano II. Según él, todos los miembros del Pueblo de Dios participan de la única misión de la Iglesia, conforme a su modo y según la propia condición.358 La Iglesia es una comunión, por lo tanto debe darse la participación y la corresponsabilidad en todos los niveles de la misión. Existen órganos de corresponsabilidad en la administración de los bienes patrimoniales de la Diócesis. Entre ellos figuran el Consejo presbiteral, el Colegio de consultores y, como ya tenemos claro, el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo. 355 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, p. 1119. 356 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, p. 1119. 357 Cfr. Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, en http://www.mercaba.org/Codigo/Organiza/organosyoficiosdeayudaalob.htm, consultado el 24 de julio de 2011. 358 Cfr. LG 23 (referente a los obispos), 33 (referente a los laicos) y 41 (referente a la búsqueda de la santidad); decreto CD 11 (referente al presbiterio), 30 (referente a los sacerdotes entre sí y los laicos en la misión evangelizadora), 35 (referente a los religiosos), 43 (referente a la atención espiritual de los soldados); decreto PO 7 (referente a la colaboración entre el Obispo y los presbíteros), 8 (referente a la colaboración mutua entre los presbíteros); entre otros. 103 Al aplicar este principio a la administración de los bienes, el Concilio pidió a los sacerdotes que los administraran según la norma del Derecho y, en la medida de lo posible, con la ayuda de laicos peritos.359 Además, AA 10 señala que los laicos “aportando su pericia personal, dan mayor eficacia a la cura de almas, así como a la administración de los bienes de la Iglesia”. El Concilio Vaticano II insistirá que la misión de la Iglesia, en general, y la administración de los bienes, en particular, exigen de la colaboración y la corresponsabilidad entre el Obispo, el clero y todos los fieles laicos. El Obispo, “al constituir los consejos de administración en la Diócesis, en cada una de las parroquias y en las demás instituciones y obras diocesanas, debe admitir en ellos, en la medida de lo posible, además de clérigos, a laicos escogidos entre expertos en administración, dotados de reconocida honestidad y de amor a la Iglesia y al apostolado”.360 “Este Consejo es un instituto particularmente adecuado para confiar tareas a los laicos”,361 lo cual se ha convertido en una necesidad urgente por la creciente necesidad de liberar a los miembros del clero de algunas tareas para que pueda dedicarse con mayor eficacia a la evangelización. 4. Constitución El CIC/83 presenta normas muy breves sobre la constitución del Consejo de asuntos económicos. El Consejo está concebido como un grupo y debe tener como mínimo tres miembros. Esta breve indicación deja abierta la posibilidad de que el Obispo diocesano, de acuerdo a la situación concreta de la Diócesis, establezca el número de miembros de tres o más, pero nunca inferior a ese 359 Cfr. PO 17. EI135, en Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, en http://www.mercaba.org/Codigo/Organiza/organosyoficiosdeayudaalob.htm, consultado el 24 de julio de 2011, (=.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 24 de julio de 2011). 361 Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 194. 360 104 número. Así, en las diócesis españolas se encuentra que el mínimo varía desde tres hasta doce, mientras que el máximo de los miembros del Consejo está entre seis y quince, con la salvedad de que algunas diócesis dejan sin determinar el número máximo de los miembros de este Consejo.362 En España, algunas diócesis recuerdan que estos miembros deben ser fieles diocesanos y que el Obispo diocesano puede aumentar o disminuir a voluntad el número de miembros. Estos miembros son elegidos libremente por el Obispo diocesano, sin que esté obligado a oír el parecer de otros consejos como sí ocurre en el caso del Ecónomo,363 ni sujetarse a normas de la Conferencia Episcopal. Ambas cosas sí estaban previstas en los esquemas iniciales, pero fueron eliminadas en el Schema 1977.364 Las mismas normas universales sólo presentan tres condiciones para los miembros del Consejo: Expertos en materia económica y en Derecho civil: en materia económica porque de eso se ocuparán; y en derecho civil, porque el Código da valor de norma canónica a las leyes civiles de cada estado sobre los contratos, tanto en general como en particular, y sobre los pagos, salvo que sean contrarios al derecho divino o canónico.365 Probada integridad: esta condición se justifica por sí misma. Que no sean consanguíneos ni afines al Obispo diocesano hasta el cuarto grado de parentesco. Esto para evitar “la posibilidad, o al menos el temor, de un conflicto de intereses entre los consejeros y el Obispo diocesano”.366 Hay una cuarta nota característica que deben cumplir los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos y es la de ser Christifideles. El can. 492 no hace referencia al estatuto canónico de esos fieles, pero podemos pensar en que se está optando preferencialmente por los laicos. Esto por 362 Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 196. 363 can. 494, §1. 364 Cfr. Comm. 13 (1981), pp. 126 – 127, Schema 1977, can. 306 §1. 365 Cfr. can. 1290. 366 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 492 en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, p. 1121. 105 “el deseo tanto de liberar a los clérigos de tareas administrativas, como el de que los laicos tengan un papel más importante en la responsabilidad de las propiedades de la Iglesia y en la gestión de sus bienes temporales, o el hecho de que los laicos, por su inserción en el orden temporal, son ordinariamente mejores consejeros en estas materias que los clérigos”.367 Cuando se habla de fiel nos remitimos al can. 204.368 Según este canon, han de considerarse Christifideles los que han recibido el sacramento del bautismo, con el que han sido configurados con Cristo. Este canon destaca un principio fundamental: “la igualdad de todos los fieles en la dignidad y acción común para la edificación del cuerpo de Cristo, complementada con la diversidad de servicios y funciones que diferencia el sacerdocio común, propio de todos los fieles, del sacerdocio ministerial o jerárquico”.369 Gianfranco Ghirlanda señala que el bautismo da la misma dignidad a todos los fieles: “La consagración bautismal es evidentemente igual para todos los fieles, que reciben en ella el don de la fe y la gracia de la profesión de la fe. Esta consagración es el presupuesto para toda consagración ulterior en la Iglesia y don del Espíritu Santo: la vocación bautismal está en la base de toda otra vocación especial”.370 El fiel se incorpora a Cristo por el bautismo; participa de la función real sacerdotal y profética del Señor; es incorporado al Pueblo de Dios; y ejerce en la 367 M. Marchesi, Il laico e l’amministrazione dei beni nella Chiesa, in Quaderni di Diritto Ecclesiale 2, 1989, 337; S. Sanou, Le Conseil Economique, o.c., 101, en Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p.195. 368 Can. 204 §1 Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo. 369 Comentario al can. 204, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993. 370 Ghirlanda, Gianfranco, El derecho en la iglesia misterio de comunión, p. 101. 106 Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano, en la parte que le corresponde.371 Por este motivo, bien afirma Ghirlanda que la consagración bautismal “es el presupuesto para toda consagración ulterior en la Iglesia”. 5. Naturaleza El ordenamiento civil da a los consejos que intervienen en la administración de los bienes funciones deliberativas e incluso ejecutivas. Esto se convierte en una de las dificultades a la hora de comprender la naturaleza de los consejos de asuntos económicos en la Iglesia. En ella, estos consejos tienen una función consultiva, aun cuando en este caso particular, sea de carácter preceptivo. “Para entender esta particularidad del ordenamiento canónico conviene tener presente la naturaleza propia de la Iglesia, realidad a la vez humana y divina, terrestre y dotada de bienes celestiales, que no ha de considerarse como compuesta de dos cosas separadas. Es una realidad compleja compuesta de un elemento humano y otro divino. Esta Iglesia está animada por el Espíritu Santo, que garantiza su integridad a través de los dones jerárquicos y carismáticos”372. Cuando la Iglesia prescribe, al Obispo, la necesidad de obtener el consentimiento o el consejo del Consejo diocesano de asuntos económicos en algunas circunstancias, no es con el fin de constituir un contrapoder o un control que vendría de la base, sino porque su función es garantizar la justicia y la oportunidad del acto del superior y cuyo consentimiento es sólo una opinión favorable. El principio de participación en la Iglesia es un instrumento para la escucha atenta de la voluntad divina. 371 Cfr. Código de Derecho Canónico, BAC, Madrid 1999, comentario al can. 204, p. 121. Bunge, Alejandro, Los consejos de asuntos económicos, consultado el 28 de julio de 2011. 372 107 Aznar Gil anota que el Código, en algunos casos, señala la naturaleza consultiva de los consejos. Como ejemplos se menciona el Consejo presbiteral373 y el Consejo pastoral parroquial.374 De estos ejemplos se puede inducir que el Consejo de asuntos económicos es un órgano consultivo, aun cuando algunas de sus actuaciones tengan un carácter vinculante. La corresponsabilidad en la Iglesia está ordenada a la consulta y ayuda de la respectiva autoridad eclesiástica competente. Esta autoridad es la única responsable del acto realizado desde su inicio hasta su conclusión. Existe, en la Iglesia, distinción clara entre el Consejo y la autoridad que lo preside sin ser miembro del mismo. Esto lo expresa claramente Aznar Gil cuando habla de los actos del Consejo y los del Superior: “Por consiguiente, no se puede hablar de un sujeto unitario actuante, autoridad + consejo, y de un acto atribuido tanto al consejo como al superior: el sistema canónico considera que son dos actos distintos y complementarios, esto es el acto del consentimiento y por otra parte el acto del Superior. Y por eso mismo, porque el legislador quiere asegurar la distinción entre el Superior y su Consejo, el superior no vota en el Consejo del que debe obtener su consentimiento”.375 La naturaleza del Consejo de asuntos económicos es consultiva. Si anteriormente podía caber alguna duda, la Congregación para el Clero lo aclara precisando: “El Consejo pastoral, diocesano o parroquial y el consejo parroquial para los asuntos económicos, de los cuales forman parte los fieles no ordenados, gozan únicamente de voto consultivo y no pueden, de ningún modo, convertirse en organismos deliberativos”. –Además-, “todos los consejos diocesanos pueden 373 Cfr. can. 500 §2. Cfr. can. 536 §2. 375 Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p.191. 374 108 manifestar válidamente el propio consenso a un acto del Obispo sólo cuando tal consenso ha sido solicitado expresamente por el Derecho”.376 Aznar Gil, concretándolo todo, agrega: es de consulta no de gobierno; consultivo no deliberativo; no decide sino que da su punto de vista al superior. El Código de Derecho Canónico establece, como ya hemos anotado, que el administrador de los bienes de una persona canónica es su responsable inmediato,377 pero en algunos casos establece que los administre otra persona bajo su dirección y en otros se contempla la posibilidad de una intervención sustitutoria o comisaria.378 6. Finalidad El Consejo diocesano de asuntos económicos tiene una finalidad muy concreta, la cual será desarrollada en la diversidad de funciones que se le asignan y de la que se hablará posteriormente. Su finalidad es ayudar en la administración de los bienes temporales,379 asesorar al Obispo diocesano en todo lo concerniente a esta materia, procurando cumplir esta misión con la diligencia de “un buen padre de familia”.380 Es necesario tener claro que la finalidad del Consejo diocesano de asuntos económicos no es gestionar la economía diocesana, tarea que corresponde al Ecónomo, sino orientar en la administración de los bienes diocesanos. Así viene 376 Congregatio pro Clericis et aliae, Instructio de quibusdam quaestionibus circa fidelium laicorum cooperationem sacerdotum ministerio spectantes, 15 augusti 1997, articulus 5 §2, in AAS 89, 1997, 852 – 77, en Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función cunsultiva, p.1191. 377 Cfr. can. 1279 §1. 378 Cfr. can. 1279 §2. 379 Cfr. can. 1280. 380 Cfr. can. 1284. 109 establecido cuando se afirma: “Al Consejo se le ha confiado la orientación de los asuntos económicos; al Ecónomo, la ejecución”.381 7. Duración en el cargo de los miembros Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos son nombrados para un período de cinco años, con la posibilidad de la renovación ilimitada. El can. 492 §2 lo expresa de la siguiente manera: “Los miembros del Consejo de asuntos económicos se nombran para un período de cinco años, pero, transcurrido ese tiempo, puede renovarse el nombramiento para otros quinquenios”. Un miembro del Consejo cesa en su cargo al transcurrir el tiempo para el que fue nombrado. Cesará antes de cumplirse los cinco años por propia renuncia aceptada por el Obispo o por la imposibilidad de cumplir su misión. También por causa grave, a juicio del Obispo, quien en este caso deberá oír a la Comisión Permanente del Consejo, antes de tomar la decisión. Esto está recogido claramente en el can. 184 §1 del CIC/83: “El oficio eclesiástico se pierde por transcurso del tiempo prefijado, por cumplimiento de la edad determinada en el derecho, y por renuncia, traslado, remoción o privación”. Si se vence el tiempo para el que han sido nombrados, los miembros del Consejo siguen siendo titulares de su oficio hasta que el Obispo se los notifique por escrito. En “sede vacante”382 o en “sede impedida”,383 los miembros del Consejo no pierden su oficio y tienen, en esas circunstancias, algunas funciones especiales.384 Esto permite mantener 381 Comm. 5 (1973) 228 – 29, en Aznar Gil, Federico, Aznar Gil, Federico R., La administración de los bienes temporales de al Iglesia, p. 326. 382 Can. 416 Queda vacante una sede episcopal por fallecimiento del Obispo, renuncia aceptada por el Romano Pontífice, traslado y privación intimada al Obispo. 383 Can. 412 Se considera impedida la sede episcopal cuando por cautiverio, relegación, destierro o incapacidad, el Obispo diocesano se encuentra totalmente imposibilitado para ejercer su función pastoral en la diócesis, de suerte que ni aún por carta pueda comunicarse con sus diocesanos. 384 Cfr. cann. 186, 184 §2, 423 §2. 110 la continuidad y la estabilidad, dada la importancia que el Consejo tiene para la administración económica de la Diócesis. En caso de muerte, dimisión, remoción o invalidez permanente de uno o más miembros del Consejo, el Obispo procede dentro de los quince días a nombrar a los sustitutos. Entre otras posibles causas de cesación en sus funciones de los miembros del Consejo, están: los miembros natos cuando cesan en el oficio por cuya razón pertenecen al Consejo; los restantes pueden cesar por ausencias repetidas, sin justificación, a las cesiones del mismo; por quebrantamiento grave, a juicio del Obispo, del secreto sobre asuntos tratados en el Consejo; por el cambio de domicilio de la zona o arciprestazgo que representa; por abandonar la Diócesis; entre otros.385 No está prevista su disolución “durante munere”, tal como lo está en el caso del Consejo presbiteral.386 8. Funciones y Competencias El can. 493 establece un doble bloque de funciones para el Consejo diocesano de asuntos económicos. Por un lado remite a aquellas que le asigna el Libro V, De bonis Ecclesiae temporalibus, y por otro señala que al Consejo corresponde hacer cada año el presupuesto de ingresos y gastos para el año entrante, y aprobar las cuentas de ingresos y gastos a fin de año.387 En ambos casos actúa bajo los criterios recibidos del Obispo y con su encomienda, pues es a él a quien verdaderamente debe rendir cuentas, como prescribe de forma universal el can. 1287 §1.388 El canon deja algunos temas inconclusos. Por ejemplo al señalar que el Consejo, “de acuerdo con las indicaciones del 385 Cfr. Aznar Gil, Federico R., El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p.199. 386 Cfr. can. 501 §1. 387 Cfr. can. 493 Además de las funciones que se le encomiendan en el Libro V, De los bienes temporales de la Iglesia, compete al Consejo de asuntos económicos, de acuerdo con la indicaciones recibidas del Obispo, hacer cada año el presupuesto de ingresos y gastos para todo el régimen de la diócesis en el año entrante, así como aprobar las cuentas de ingresos y gastos a fin de año. 388 Comentario al can. 493, en Código de Derecho Canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993. 111 Obispo…”, ya que es el Consejo el que ilumina al Obispo en la administración económica de la Diócesis. También, cuando expresa “…para todo el régimen de la Diócesis…”. La pregunta que muchos autores se hacen es si se refiere a la persona jurídica llamada Diócesis o a todas las personas jurídicas presentes en el ámbito de la Diócesis. El primer caso es el más lógico, pues en el segundo se estaría hablando de un presupuesto y cuentas de resultados unificados para toda persona jurídica establecida en la Diócesis.389 El can. 1280 es claro al afirmar que el Consejo de asuntos económicos tiene la misión de ayudar al Administrador en el cumplimiento de su función. El término “ayuda” es muy amplio e impreciso. Sin embargo, el ordenamiento canónico señala al Consejo una serie de competencias y funciones, consultivas y técnicas. En este apartado Federico Aznar Gil, Jean-Pierre Schouppe, Alejandro Bunge, Francesco D’Ostilo y Álvaro Mora Gaitán,390 presentan clasificaciones muy claras y similares. A continuación se presentan algunas de ellas, con algunos añadidos. Las de orden técnico son: Preparar el presupuesto de ingresos y gastos de la Diócesis, de acuerdo con las indicaciones del Obispo, y establecer el modo según el cual, el Ecónomo, debe ejecutarlo.391 Aprobar el balance anual de ingresos y gastos de la Diócesis.392 Recibir la rendición de cuentas anual que debe presentar el Ecónomo diocesano.393 389 Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 493, Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. II/2, EUNSA, 3ª edición actualizada, Pamplona 2002, p. 1123. 390 Aznar Gil, Federico, La administración de los bienes temporales de la Iglesia, pp. 326 – 328; El Consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, pp. 200 – 202. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, pp. 194 196; Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 24 de julio de 2011; D’Ostilo, Francesco, Prontuario del códice di diritto canonico, Editrice vaticana, terza edizione, Cittá del Vaticano, 1998, p. 232, (=D’Ostilo, Francesco, Prontuario del códice di diritto canonico, p. 232); Mora Gaitán, Álvaro, Derecho patrimonial de la iglesia, en Universitas Canonica, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Derecho Canónico, vol. 9, año VIII, N° 17, Bogotá, junio de 1988. 391 Cfr. can. 493. 392 Cfr. cann. 493; 494 §4. 393 Cfr. can. 494 §4. 112 Revisar, por encargo del Ordinario del lugar, las cuentas que deben rendir anualmente los administradores de bienes eclesiásticos.394 Esta función se transforma en un control, de carácter preceptivo, respecto al Obispo, en los casos concretos en que el derecho impone al Obispo mismo el deber de escucharlo o de pedir su consentimiento. Esto es lo que se describe a continuación: Las funciones de tipo consultivo del Consejo diocesano de asuntos económicos son las que el ordenamiento canónico impone al Obispo, recurrir al Consejo para obtener su consejo o su consentimiento. En este sentido se define el consejo como: “una simple expresión de opinión que, formalmente, deja al Superior libre de actuar o no, pero también de actuar válidamente en contra del consejo recibido (es evidente que el Superior deberá sopesar seriamente las razones que le llevarían a actuar en contra del Consejo)”.395 Por su parte, el mismo autor hablando del consentimiento señala que éste: “quiere decir que el Superior no puede actuar válidamente sin que los órganos o personas consultadas estén de acuerdo con él (sin embargo, aunque reciba el consentimiento necesario en el caso, el Superior no está obligado a actuar; puede cambiar de idea y dejar decaer el proyecto para el que había pedido el consentimiento)”.396 Aquellas donde el Consejo diocesano de asuntos económicos debe ser oído para obtener su consejo, sin requerirse su consentimiento, son las siguientes: 394 Cfr. can. 1287 §1. Thériault, Michel, comentario al can. 127, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I, EUNSA, 3ª edición actualizada, Pamplona 2002, p. 831 (=Thériault, Michel, comentario al can. 127, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I, p.831). 396 Thériault, Michel, comentario al can. 127, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I, p.831. 395 113 El nombramiento del Ecónomo diocesano397 y su remoción durante el tiempo de su mandato.398 Establecer impuestos moderados a las personas jurídicas públicas sujetas a la jurisdicción del Obispo diocesano, así como la imposición de una contribución extraordinaria a las demás personas físicas y jurídicas.399 Realizar actos de administración de mayor importancia, teniendo presente la situación económica de la Diócesis.400 Determinar los actos administración que sobrepasan los límites y el modo de la ordinaria, los así llamados de administración extraordinaria, de las personas jurídicas sometidas al Obispo diocesano, si los estatutos correspondientes nada dicen sobre la materia.401 Decidir sobre la mejor forma de colocación, segura y útil, de las dotes de las fundaciones de las que sea responsable.402 Reducir las cargas de esas mismas causas pías, salvo si se trata de misas.403 Los actos donde el Obispo está obligado a obtener el consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos, están referidas a los bienes de la Diócesis y de las demás personas jurídicas administradas por el Obispo diocesano. Es preciso aclarar que el Consejo no puede dar su parecer ni su consentimiento, si antes no se le ha informado exactamente tanto de la situación económica de la persona jurídica cuyos bienes se desea enajenar, como de las enajenaciones realizadas anteriormente.404 Estos actos donde es imperativo que 397 Cfr. can. 494 §1. Cfr. can. 494 §2. 399 Cfr. can. 1263. 400 Cfr. can. 1277. 401 Cfr. can. 1281 §2. 402 Cfr. can. 1305. 403 Cfr. can. 1310 §2. 404 Cfr. can. 1292 §4. 398 114 el Obispo obtenga el consentimiento de parte del Consejo para poder realizarlos son los siguientes: Autorizar actos de disposición sobre bienes del patrimonio estable 405 y los mencionados en el can. 1295.406 Los actos de administración extraordinaria, los cuales deben ser establecidos por la Conferencia Episcopal.407 Realizar cualquier transacción económica de la que pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de la persona jurídica.408 La enajenación de bienes de las personas jurídicas públicas sometidas al Obispo diocesano. Esto cuando el valor de dichos bienes se encuentra dentro de los límites mínimo y máximo fijados por la Conferencia Episcopal; cuando se trata de bienes cuyo valor es superior al límite máximo fijado; y cuando se trata de exvotos donados a la Iglesia o de bienes preciosos por razones artísticas o históricas.409 El Consejo de asuntos económicos tiene, además, la delicada misión de elegir provisionalmente a un Ecónomo diocesano si el que desempeñaba este cargo ha sido designado Administrador Diocesano, sede vacante.410 Tanto el Colegio de consultores como el Consejo presbiteral tienen algunas funciones en materia patrimonial.411 Durante la revisión del esquema de 1977 (el cual no incluía nada sobre la materia) surgió la necesidad de que el 405 Cfr. can. 1292 §2. Cfr.can. 1295 Dispone este canon que todos los requisitos establecidos en los cánones 1291 – 1294 deben aplicarse a aquellos negocios jurídicos u operaciones que puedan provocar un empeoramiento de la persona jurídica, como podría ser su arrendamiento, la concesión del usufructo, el establecimiento de hipotecas, la aceptación de servidumbres, la enfiteusis, la cesión de su administración in perpetuum, la transacción, entre otros. En definitiva, cualquier transmisión por la que se cede a favor de terceras personas un derecho real sobre un bien eclesiástico. Tomado de Mantecón, Joaquín, comentario al canon 1295, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Vol. IV/1, EUNSA, 2ª edición, Pamplona 1997, p. 166. 407 Cfr. can. 1277. 408 Cfr. can. 1295. 409 Cfr. cann. 1292 §§1 – 2; 1190. 410 Cfr. can. 423 §2. 411 Cfr. Aznar Gil, Federico, La administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 328. 406 115 Obispo a la hora de realizar actos de administración de mayor importancia, debiera oír, no sólo al Consejo de asuntos económicos, sino también a otro organismo de la Diócesis, de manera que hubiera un doble voto sobre esta actuación. De este modo se estableció que el Colegio de consultores debe ser consultado en materia de administración de bienes, para el nombramiento y 412 remoción dentro del plazo para el que fue nombrado el Ecónomo diocesano; para la administración de los actos de mayor importancia, teniendo en cuenta la situación económica de la Diócesis;413 debe prestar su consentimiento para la realización de los actos de administración extraordinaria,414 para la enajenación;415 y para la realización de actos que puedan perjudicar la situación patrimonial de una persona jurídica.416 Por su parte el Consejo presbiteral debe ser oído por el Obispo diocesano para establecer normas mediante las cuales se prevea el destino de las ofrendas parroquiales y a la retribución de los clérigos que cumplen funciones parroquiales417 y para la imposición de tributos ordinarios y extraordinarios.418 A manera de síntesis Es al Obispo a quien corresponde la organización del patrimonio diocesano. La administración de los bienes es un aspecto fundamental en la actividad ordinaria de la Curia. El actual Código establece como obligatorio la implementación del Consejo de asuntos económicos que asesore al Obispo en la administración de los bienes de la Diócesis. Este Consejo tiene una función consultiva y debe pedírsele su parecer en algunos actos de administración; y su consentimiento, en otros. Está constituido por laicos y clérigos, expertos en 412 Cfr. can. 494 §§1 y 2. Cfr. can. 1277. 414 Cfr. can. 1277. 415 Cfr. can. 1292 §§1 y 2. 416 Cfr. can. 1295 417 Cfr. can. 531. 418 Cfr. can. 1263. 413 116 materia económica y en derecho civil, de probada integridad y que no sean consanguíneos ni afines al Obispo hasta el cuarto grado de parentesco. Su finalidad es ayudar al Obispo en la administración de los bienes, asesorarlo en todo lo concerniente a esta materia, quedando claro que al Consejo no le corresponde gestionar la economía diocesana o ejecutarla, sino sólo orientarla. La función ejecutiva en esta materia corresponde al Ecónomo, figura nueva en el Código, y que es el tema del siguiente capítulo. 117 CAPÍTULO IV EL ECÓNOMO DIOCESANO Introducción La Economía es “administración recta y prudente de los bienes”.419 Economista es “el profesional de la Economía”,420 bien en su El faceta teórica, bien en su faceta aplicada. Según la Real Academia de la Lengua, Ecónomo es “el que administra los bienes de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo”.421 Pero el concepto de Ecónomo no sólo hace referencia a la persona, sino también al “Oficio eclesiástico cuya naturaleza consiste en la facultad de atender, bajo la autoridad del correspondiente Superior eclesiástico, la administración inmediata del patrimonio de una persona jurídica eclesiástica”.422 Antonio Viana señala que el Ecónomo es un oficio preceptivo en la Diócesis, al que se atribuye básicamente la administración directa de los bienes diocesanos bajo la autoridad del Obispo.423 Este capítulo se dedica a presentar la normativa general de la Iglesia. Es necesario señalar desde el principio que el Código se limita a puntualizar algunos aspectos básicos de este oficio, lo que parece una invitación a que cada Diócesis elabore su propia normativa, la cual siempre debe partir de la legislación universal. Es importante reconocer que “en abundantes ocasiones ni están clarificadas las tareas que debe desarrollar, ni cuál es su puesto y relación en el conjunto de los organismos diocesanos, ni su trabajo es adecuadamente valorado en el conjunto de la pastoral diocesana”.424 Esto 419 Voz Economía, en Diccionario enciclopédico Quillet, Editorial Cumbre S. A., Tomo tercero, Méjico 1979, p. 363; Diccionario hispánico universal, Tomo primero, W. M. Jackson, Inc., Editores, Méjico D. F., 1976, p. 524; y Diccionario de la lengua española, Vigésima primera edición, tomo 1, Editorial Espasa Calpe, S. A., Madrid 1992, p. 787, (=Diccionario de la lengua española, p. 787). 420 Diccionario de la lengua española, p. 787. 421 Diccionario de la lengua española, p. 787. 422 Pree, Helmuth, voz Ecónomo en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, pp. 340-341. 423 Viana, Antonio, Organización del gobierno en la Iglesia, p. 249. 424 Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2001, p. 300, (=Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 300). 119 posiblemente explica la escasez de estudios dedicados a analizar este oficio eclesiástico.425 Este capítulo IV permite el conocimiento y la profundización de la figura del Ecónomo. Se inicia con los antecedentes del can. 494, el cual es fundamental ya que es el canon que establece canónicamente esta figura. Se recorrerán algunos momentos importantes de la historia de este órgano ejecutivo, presentando lo ocurrido en el Código del 17, hasta llegar al proceso de redacción del canon. De allí se siguen los elementos fundamentales que lo constituyen: obligatoriedad, las características personales, el nombramiento y la duración en el cargo, la potestad que tiene el Obispo sobre él, sus competencias, la manera que tiene de administrar, su tarea específica, para cerrar con una breve presentación de los bienes de entidades diocesanas. 1. Antecedentes del can. 494 1.1. En la historia La figura del Ecónomo, del Tesorero o del Administrador ha estado presente en la Iglesia desde sus orígenes. Así, Judas, por ejemplo, era el tesorero del grupo apostólico;426 y los Apóstoles designaron a los siete diáconos para que se encargaran de la administración de las cosas temporales. Posteriormente, los obispos que tenían encomendada la administración de las cosas eclesiásticas, hicieron lo mismo, delegando a sus diáconos la administración de los bienes. De este modo, los obispos podían concentrar su atención en la importante misión de predicar y atender a las necesidades espirituales de su Iglesia. 425 Este señalamiento lo hace Aznar Gil en la cita 5 de la página 300 de La Curia diocesana. La función administrativa. 426 Cfr. Lc. 12, 6. 120 A partir del s. III se nombran ecónomos especiales. Ya había ecónomos en muchas iglesias occidentales cuando el Concilio de Calcedonia mandó que todos los obispos eligiesen uno que se hallase en estado de gobernar los bienes eclesiásticos de las diócesis.427 Dicho de otro modo, el Concilio de Calcedonia prescribió que cada Obispo debía nombrar un Ecónomo de su propio clero para que administrase los bienes eclesiásticos bajo su mandato. El Ecónomo debía administrar los bienes de la Diócesis según las indicaciones del propio Obispo. Se pretendía que constara de la administración de los bienes, se impidiera su dilapidación, se velara por la dignidad episcopal y se evitaran siniestras sospechas.428 En la Iglesia latina, los arcedianos429 ejecutaban las funciones que en la Iglesia de oriente realizaba el Ecónomo. El padre Tomasino, comentando algunas epístolas de San Gregorio, agrega que los ecónomos tenían en la Iglesia latina el cuidado de las rentas y los arcedianos, el de los predios; pero ambos estaban obligados a dar cuenta de su administración al Obispo, al que siempre pertenecía la disposición de las oblaciones y de los diezmos, aun de ciertas fincas en usufructo, lo que hizo surgir la institución de los beneficios. A los ecónomos se les fue reduciendo tanto en sus funciones hasta que quedaron sólo encargados de cuidar las rentas del Obispo en sede vacante.430 El segundo Concilio de Nicea (787 d. C.) consideró a los ecónomos tan necesarios que hizo de su elección o nominación un derecho de devolución a los arzobispos y patriarcas. Sin embargo, comienza a surgir una dificultad y es que surge una nueva figura que a la larga va a producir una división en la clasificación de los bienes eclesiásticos. Esta nueva figura es la del vidame, el cual era el 427 Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, traducido y arreglado a la Jurisprudencia Eclesiástica Española antigua y moderna, tomo 1, Imprenta de D. José C. de la Peña, Madrid 1847, p. 246,(=André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 246). 428 Cfr. F.X. Wernz - P. Vidal, Ius Canonicum ad normam exactum IV/2, Romae 1935, p. 187, en Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 299. Cfr. Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, cita 19, p. 197. 429 Arcediano: Canónigo que ejercía jurisdicción bajo las órdenes de un obispo en una parte de la Diócesis. Tomado de http://es.thefreedictionary.com/arcediano, consultado el 28 de febrero de 2012. 430 Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 247. 121 administrador particular del Obispo. El Ecónomo administraba entonces los bienes de la Iglesia, sin entrar en la administración de los bienes del Obispo. Por su parte el Concilio de Ravena (1317 d. C.) estableció que al morir el Obispo se nombrara un Ecónomo que gobernara las rentas de la Iglesia en provecho de la misma y del futuro pastor.431 El Concilio de Trento estableció que, en sede vacante, el Capítulo Catedral debía designar un Ecónomo para que gestionara los bienes eclesiásticos y diera cuenta del ejercicio de su tarea al nuevo Obispo,432 doctrina que fue recogida por el CIC/17 en su can. 432.433 San Carlos renovó en su Diócesis el antiguo uso de los ecónomos y pretendía que esto se observara en las demás provincias eclesiásticas. Insistía en que cada Obispo nombrase un Ecónomo para que vigilase al clero e informara de la gestión administrativa. Sin embargo esto no se siguió.434 Por su parte, en un antiquísimo diccionario de Derecho Canónico, traducido al español en el siglo XIX, se lee: “Quoniam in quibusdam ecclesiis, ut rumore comperimus, propter aeconomos Episcopi facultates ecclesiasticas tractant, placuit omnem ecclesiam habentem episcopum habere aeconomum de clero proprio, qui dispenset res ecclesiasticas secundum sententiam proprii episcopi: ita ut ecclesiae dispensatio praeter testimonium non sit: et ex hoc dispergantur eclesiasticae facultates; et sacerdotio maledictionis derogatio procuretur. constitutionibus subjacebit”. Quod si hoc minime facerit, divini 435 El texto es confuso pues carece de la puntuación necesaria, pero se descubre en él la preocupación por evitar que todos los bienes de la Iglesia estén en manos absolutas del propio clero, exceptuando las facultades que el propio Obispo ha concedido a los ecónomos, al cual se le han de quitar las facultades en 431 Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 247. Concilum Tridentinum, sessio XXIV, 11 novembris 1563: Decretum de reformatione, c. XVI. 433 El Cabildo catedralicio, dentro de los ocho días, a contar desde la fecha en que se recibió la noticia de hallarse vacante la sede, debe constituir un Vicario capitular que gobierne la Diócesis en lugar del Cabildo, y si hay frutos que percibir, debe asimismo nombrar uno o varios ecónomos fieles y diligentes. 434 Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 247. 435 André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 246. 432 122 determinadas circunstancias, procurando evitar que se hable mal del sacerdocio. Esto se aplica indistintamente a toda clase de iglesias, aún a las conventuales o parroquiales. Era el Obispo el responsable de nombrar el Ecónomo, pero si el Obispo descuidaba este deber, el clero lo nombraba.436 1.2. En el CIC/17 El Código de 1917 no establecía explícitamente la figura del Ecónomo diocesano, sin embargo, éste existía de forma generalizada en las diócesis.437 En todo caso, el can. 1521 indica que no basta el Consejo diocesano de administración para atender debidamente a la conservación, mejora, etc., de los bienes pertenecientes a cada una de las personas morales eclesiásticas existentes en la Diócesis; por eso conviene que cada una de ellas tenga su administrador particular. Por derecho común, cada beneficiado administra los bienes de su beneficio;438 al Cabildo catedral o colegial toca administrar los bienes y los legados piadosos de la Iglesia catedral o colegiata, respectivamente;439 a los rectores de iglesias compete la administración de los bienes a ellas pertenecientes;440 los bienes de las asociaciones piadosas son administrados por los socios legítimamente elegidos al efecto;441 los bienes propios de los institutos eclesiásticos no colegiados los administran sus rectores.442 Para las demás 436 Cfr. André, Michel, Voz Ecónomo en Diccionario de Derecho Canónico, p. 246. Para las diócesis italianas estaba explícitamente previsto el Oficio Administrativo Diocesano de carácter ejecutivo: SC Cocilii, Circolare In conformitá, 20 giugno 1929, AAS 21 (1929) 387-89, en Aznar Gil, Federico, La Administración de los bienes temporales de la Iglesia, p. 329. 438 CIC/17, can. 1476 §1 El beneficiado, como curador del beneficio, debe administrar conforme a derecho los bienes que pertenecen a su beneficio. 439 CIC/17, can. 415 §3 3° Al Cabildo pertenece: Tener cuidado de la Iglesia y administrar sus bienes y los legados piadosos. 440 CIC/17, can. 485 El Rector de la Iglesia, bajo la autoridad del Ordinario local y respetando los estatutos legítimos y los derechos adquiridos, debe cuidar o velar para que…; se cumplan fielmente las cargas, se administren debidamente los bienes,… 441 CIC/17, can. 697 Las asociaciones legítimamente erigidas tienen derecho, conforme a los sagrados cánones y a los estatutos, -a- elegir administradores de los bienes,… 442 CIC/17, can. 1489 §3 Pertenece al respectivo rector administrar los bienes de tales institutos (institutos eclesiásticos no colegiados) según las normas consignadas en el documento de fundación;… 437 123 iglesias u oratorios y lugares piadosos, que ni por el derecho común ni por las tablas de fundación tienen señalado administrador propio, deberá nombrar el Ordinario local sus respectivos administradores en conformidad con lo dispuesto por el can. 1521 §1. Los cann. 1183 §1443 y 1525 §1444 establecen que los laicos pueden intervenir en la administración de los bienes eclesiásticos. Cuando de hecho intervengan, debe llevarse toda la administración a nombre de la Iglesia, es decir, de la persona moral a la que pertenecen los bienes administrados,445 procurando que no se le siga ningún perjuicio. Sobre la rendición de cuentas habla el can. 1525;446 sobre la licencia necesaria para pleitear, el can. 1526;447 sobre los actos de administración extraordinaria, el can. 1527;448 y sobre la reparación de daños, el can. 1528.449 2. Proceso de redacción del actual can. 494 Mientras se redactaba el nuevo Código, fue surgiendo y madurando la idea de crear un nuevo oficio eclesiástico que no encuentra similar en el CIC/17. Las competencias que se le atribuyen eran realizadas, en algunas diócesis, por el mismo Obispo, por el Capítulo Catedral o por los consultores diocesanos. Pero, 443 Si además hay agregados otros, sean clérigos o seglares, para administrar los bienes de alguna Iglesia, todos ellos forman el Consejo de fábrica… 444 Reprobada la costumbre contraria, los administradores, tanto eclesiásticos como seglares, de cualquier Iglesia, incluso de la catedral, o de lugares piadosos canónicamente erigidos, o de cofradías, están obligados a rendir todos los años cuentas de su administración al Ordinario del lugar. 445 CIC/17, can. 1498 En los cánones siguientes, con el nombre de Iglesia se significa, no sólo la Iglesia universal o la Sede Apostólica, sino también cualquier persona moral en la Iglesia, de no constar lo contrario por el contexto de la frase o por la naturaleza del asunto. 446 No entablarán los administradores, no contestarán ningún pleito en nombre de la Iglesia sin haber obtenido licencia del Ordinario local dada por escrito, o por lo menos, si el caso urge, del arcipreste rural, que inmediatamente debe dar cuenta al Ordinario de la licencia concedida. 447 §1 Son inválidos los actos de los administradores que excedan los límites y el modo de la administración ordinaria, si no hubieran obtenido de antemano facultad, por escrito, del Ordinario local. 447 Cfr. Comm. 24 (1992), pp. 62, 88, 121. 448 §1 Son inválidos los actos de los administradores que excedan los límites y el modo de la administración ordinaria, si no hubieran obtenido de antemano facultad, por escrito, del Ordinario local. 449 Aunque por título de beneficio u oficio eclesiástico no tengan obligación de administrar, deben restituir los administradores que, habiendo expresa o tácitamente aceptado el cargo, lo abandonan luego por su voluntad en circunstancias tales que de ello se origine perjuicio a la Iglesia. 124 aun cuando el oficio de Ecónomo no aparece delineado en el CIC/17, sí es necesario recordar que desde el principio, la historia de la Iglesia ha mostrado la existencia de ecónomos. A pesar de esto hay que resaltar que el actual concepto canónico de Ecónomo diocesano es completamente nuevo y sin antecedentes en la legislación anterior. Este oficio apareció desde los primeros esquemas preparatorios del actual libro II del Código. En los esquemas iniciales se decía solamente: audito Consilio a rebus oeconomicis;450 mientras que después aparece el añadido: auditis Collegio consultorum… atque Consilio a rebús oeconomicis.451 Tanto en los esquemas iniciales como el Schema 1977, se decía: oeconomus, qui sit, sive clericus sive laicus, lo que fue suprimido luego por el Coetus De Populo Dei.452 La posibilidad de que el Ecónomo diocesano fuese un laico fue admitida desde el principio del proceso de elaboración del canon: “Rev.mus Secretarius Ad. Statuendam esse censet ut in unaquaque diocesi habeatur oeconomus, vir vere peritus, qui laicus esse potest”.453 Mientras que en los Schemata iniciales y en el Schema 1977 se afirmaba: “…oeconomus, qui sit, sive clericus sive laicus”, lo que fue eliminado después por el Coetus “De Populo Dei”, por considerarlo pleonasmo.454 3. Obligatoriedad El actual Código establece que “en cada Diócesis, el Obispo, oído el Colegio de consultores y el Consejo de asuntos económicos, debe nombrar un 450 Cfr. Comm. 24(1992), pp. 62, 88, 121. Cfr. Comm. 13 (1981), p. 128. 452 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126, (=Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126). 453 Cfr. Comm. 24 (1992), p. 53, en Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126. 454 Cfr. Comm. 13 (1981), p. 128, en Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126. 451 125 Ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de reconocida honradez”.455 De inmediato podemos afirmar que el oficio de Ecónomo es de carácter obligatorio en cada Diócesis y es propiamente un oficio de la Curia diocesana. La obligatoriedad no está supeditada como en otros casos a las condiciones de la Diócesis, como ocurre con el oficio de Vicario Judicial.456 figura es taxativamente obligatoria. La El Ecónomo es nombrado por el Obispo diocesano después de oír al Colegio de consultores y al Consejo de asuntos económicos. Éste debe ser experto en economía y de reconocida honradez. El Ecónomo es un órgano técnico administrativo individual que ayuda al Obispo en la administración de los bienes, para que éste pueda centrar su atención en la actividad pastoral, así como para asegurar una gestión de calidad. 4. La persona La persona elegida para el oficio de Ecónomo tiene que cumplir con unas características técnicas y morales. Lo primero que hay que mencionar es que el canon no señala ningún detalle sobre el estatuto canónico o el género del Ecónomo: “En cada Diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el consejo de asuntos económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de reconocida honradez”.457 Como se ve, las condiciones parecen mínimas, pero la elemental enumeración de estas características personales del Ecónomo exigen el establecimiento de algunas otras en la legislación particular, las cuales seguramente aparecerán consignadas en los estatutos o en el decreto de nombramiento. 455 can. 494 §1. Cfr. can. 1420 el cual establece el nombramiento del Vicario Judicial, a no ser que lo reducido de la Diócesis o la escasez de causas aconsejen otra cosa. 457 can 494 §1. 456 126 4.1 Características personales El Ecónomo debe poseer una gran experiencia en campo económicoadministrativo y conocer la legislación canónica y civil sobre los bienes temporales, así como los eventuales acuerdos o leyes civiles referentes a los bienes eclesiásticos.458 Es necesario señalar que el canon no especifica ningún estatuto canónico de la persona del Ecónomo, por lo que puede pensarse en un clérigo, en una religiosa, en un religioso, en un laico, hombre o mujer, en un creyente o hasta en una persona no creyente. Parece que sobre el Ecónomo se ha dejado un gran vacío. Como ya fue mencionado, nada se dice sobre la religión del Ecónomo, siendo este un verdadero oficio eclesiástico y al ser de esta manera, se tiene que regular, además de por sus cánones específicos, por los cánones que configuran la provisión de un oficio.459 Y, como bien recuerda G. Ingels,460 el can. 149 §1 determina: “Para que alguien sea promovido a un oficio eclesiástico, debe estar en comunión con la Iglesia y ser idóneo…” Este autor reconoce que el nombramiento de un no católico no tiene por qué no ser válido, pues el Código actual no dice nada al respecto. Pero si se nombrara un no católico, entonces la pregunta sería ¿cómo podría un no católico estar en plena comunión con la Iglesia? Pero el can. 494 no dice nada sobre si debe ser o no un fiel cristiano, sobre si debe estar o no en comunión con la Iglesia, entre otros detalles. El padre Urso sugiere “que, entre los requisitos no escritos, se debe añadir también que debe poseer un auténtico sentido eclesial para que aparezca con claridad que administra los bienes eclesiásticos en nombre de la Iglesia”.461 458 AS 192, consultado el 3 de agosto de 2011. Cann. 146 – 156. 460 G. Ingels, Religion of finance officer, in Roman Replies and CLSA Advisory Opinions 1994, Washington 1994, pp. 101 – 102, citado por Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 303. 461 En Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 302. 459 127 Al no haber más exigencias que las de ser experto en materia económica y de reconocida honradez, podría decirse que el titular de este oficio sólo necesita capacidad técnica462 y solvencia moral.463 Mientras la solvencia moral se refiere al conjunto de cualidades humanas que hace que una persona sea digna de confianza, y ello es sumamente importante en la persona del Ecónomo, pues este es un oficio de confianza, ya que el Obispo diocesano pone en él su confianza para la administración de los bienes eclesiásticos; la capacidad técnica significa el conjunto de conocimientos necesarios para el correcto desempeño de una misión específica, y el Ecónomo tiene como misión la administración de los bienes eclesiásticos, lo cual debe realizar guiado, no sólo por las normas canónicas, sino también por lo que el derecho civil establezca en esa materia en cada territorio. 4.2 Nombramiento y duración en el cargo El Ecónomo diocesano es nombrado en su cargo por el Obispo diocesano por un período de cinco años, pero al terminar su período, puede ser nombrado para otros quinquenios. Este nombramiento debe hacerse por escrito a través de un decreto.464 El Ecónomo deberá prometer fiel cumplimiento de sus funciones y guardar en secreto lo que establezca el Derecho o el mismo Obispo.465 El can. 494 §2 lo expresa afirmando: “Se ha de nombrar al Ecónomo para cinco años, pero el nombramiento puede renovarse por otros quinquenios, incluso más de una vez, al vencer el plazo;…”. Como se ve, el Ecónomo tiene en su cargo una 462 Capacidad técnica es el conjunto de conocimientos y habilidades que poseen los miembros de la empresa para realizar o ejecutar algo. 463 La "solvencia moral", es el conjunto de cualidades que hace que una persona sea digna de confianza, que se pueda "confiar" en ella, "tener fe en ella", "creer en ella", ser "digna de crédito", ser "de fiar", en http://blogdetomasmorales.blogspot.com/2010/03/solvencia-moral.html, consultado el 2 de agosto de 2011. 464 Cfr. can. 156. 465 Cfr. can. 471. 128 duración igual que la del Consejo diocesano de asuntos económicos.466 De este modo, la legislación actual dota al oficio de Ecónomo de estabilidad. En los trabajos preparativos del actual Código se llegó a sugerir que el Ecónomo fuera nombrado sin limitación de tiempo, pero se rechazó esta sugerencia, pues se optó por la prudencia que aconsejaba que el nombramiento fuese “ad tempus”, aun cuando pudiese renovarse cuántas veces fuese necesario.467 Este nombramiento “ad tempus” resulta importante, como dice Coccopalmerio, pues puede darse que el designado no resulte la persona adecuada para esta difícil tarea y luego su remoción se convierta en una verdadera complicación para el Obispo diocesano. La estabilidad se asegura por la posibilidad de renovar su nombramiento las veces que se considere oportuno, pero siempre escuchando al Consejo de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos y que cada nombramiento sea por cinco años.468 Esto es así pues si la persona cumple eficientemente con la misión encomendada, no sería prudente ni sabio perder sus servicios. En los Schemata iniciales, can. 28 §1, se decía solamente: audito Consilio a rebús oeconomicis;469 en el Schema 1977, can. 308 §1, aparece el añadido: auditis Collegio consultorum… atque Consilio a rebús oeconomicis.470 Desde el principio de los trabajos preparativos del actual Código se estableció la necesidad de que el Obispo diocesano, a la hora de nombrar al Ecónomo diocesano, lo hiciera después de oír al Consejo de asuntos económicos. Sólo después se agregó la necesidad de oír al Colegio de consultores. Surge la pregunta del por qué de la necesidad de oír a uno y otro a la hora de realizar este nombramiento. Habría que comenzar señalando que ambos entes canónicos existen para ser 466 Cfr. can. 492 §2. Cfr. Comm. 14 (1982), p. 214. 468 Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1127. 469 Cfr. Comm. 24 (1992), pp. 62, 88, 121, en Coccopalmerio, Francesco, en comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico II/2, p. 1126. 470 Cfr. Comm. 13 (1981), p. 128, en Coccopalmerio, Francesco, en comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico II/2, p. 1126. 467 129 consultados y cooperar de este modo con el Obispo diocesano en el gobierno de la Diócesis. El Colegio de consultores y el Consejo de asuntos económicos, constituido uno por clérigos y el otro por fieles en general, con la posibilidad y, sobre todo, con la preferencia de laicos, constituyen organismos representativos de las distintas áreas geográficas y pastorales de la Diócesis. Aquí es preciso recordar que el Colegio de consultores es un órgano prescrito obligatoriamente por el Derecho general, que el Obispo diocesano nombra libremente para un período de cinco años escogiendo sus integrantes de entre los miembros del Consejo presbiteral.471 El número de sus integrantes será entre seis y doce.472 Y el Consejo presbiteral,473 de donde son tomados los miembros del Colegio de consultores, y que es como el senado del Obispo, está formado por una representación del presbiterio, teniendo en cuenta los distintos ministerios y las diversas regiones de la Diócesis. Por su parte, el Consejo diocesano de asuntos económicos, como bien expresa el can. 492, está formado por expertos en materia económica y derecho civil. Luego, el Obispo, al recibir el consejo de estos dos entes canónicos, estará en mejor condición para elegir un Ecónomo diocesano que cumpla con los requerimientos canónicos necesarios para realizar su labor. Mientras unos conocen ampliamente a la feligresía de la Diócesis; otros, conocen a los profesionales en economía y derecho, pues se mueven en el mismo ámbito. Además de lo anteriormente expuesto, hay que recordar que cuando el Ecónomo diocesano haya sido nombrado Administrador diocesano, el Consejo diocesano de asuntos económicos debe elegir provisionalmente a una persona para el cargo de Ecónomo.474 El cese del oficio de Ecónomo diocesano, como el de todo oficio eclesiástico, se realiza “por transcurso del tiempo prefijado, por cumplimiento de la edad determinada en el derecho y por renuncia, traslado, remoción o 471 Hartelt, Konrad, Voz Colegio de consultores, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, p. 177. Cfr. can. 502. 473 Cfr. cann. 495 – 501. 474 Cfr. can. 423 §2. 472 130 privación”.475 Ya se ha indicado que el nombramiento del Ecónomo es por cinco años renovables. De este modo al cumplirse los cinco años, el Obispo, oído el Colegio de consultores y el Consejo diocesano de asuntos económicos, procederá a nombrar a otro Ecónomo o a nombrar por un nuevo período al Ecónomo antiguo. Es importante tomar en cuenta que al cumplirse los cinco años, no queda automáticamente vacante el oficio. El Obispo diocesano tiene que notificar por escrito al titular del oficio el cumplimiento del plazo estipulado y hasta que no se haga esto, el titular sigue a cargo del oficio.476 El oficio de Ecónomo no tiene tope de edad, por lo que aquí no se aplica este apartado del can. 184. Si el Ecónomo renuncia, debe hacerlo por escrito o de modo verbal ante dos testigos, a la autoridad a la que corresponde conferir ese Oficio. El Obispo no debe aceptar la renuncia del Ecónomo si ésta no está fundada en causas justas y proporcionadas. Esta renuncia produce efecto mediante la notificación del renunciante, hecha según norma del derecho, y mientras ésta no haya producido efecto, el renunciante puede revocarla.477 También se puede perder el oficio de Ecónomo por traslado, el cual le impida ejercer el oficio por razones de distancia o no resulte conveniente que desde su nueva ubicación continúe con el oficio de Ecónomo de una Diócesis en la que ya no vive. La dificultad mayor se presenta cuando se pierde el oficio por remoción o privación. Hay que recordar que el Ecónomo no puede ser removido de su oficio por el Obispo diocesano durante el transcurso del tiempo para el que ha sido nombrado si no es por una causa grave478 y después de consultar al Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos. Se busca que el Obispo no actúe arbitrariamente en la remoción del Ecónomo.479 Si el Obispo 475 can. 184 §1. Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 2 de agosto de 2011. 477 Cfr. can. 189. 478 Cfr. can. 193 §§1 y 2. 479 Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 2 de agosto de 2011. 476 131 pudiera removerlo fácilmente sería tener la actividad del Ecónomo bajo su estrecho control y el Ecónomo perdería total libertad a la hora de actuar. La gravedad de la causa de la remoción y las condiciones limitantes que se le imponen al Obispo para poder remover al Ecónomo, pretenden evitar el riesgo de una intempestiva sustitución, muy probable en este campo.480 Francesco Coccopalmerio señala esta situación así: “Si el Obispo pudiese remover fácilmente al Ecónomo, sería como si tuviese la actividad de éste bajo su estrecho control, ya que la decisión de removerlo se convertiría, en definitiva, para el Obispo en un medio de expresar su desaprobación a cerca de las decisiones administrativas del Ecónomo, quien, en consecuencia, se sentiría inclinado a buscar el modo de agradar al Obispo”.481 Es el Obispo el que valora la gravedad de la causa de remoción, pero procederá sólo después de haber cumplido con lo establecido, que es escuchar el consejo del Colegio de consultores y del Consejo diocesano de asuntos económicos. El Obispo no sólo valora la gravedad, sino que, en definitiva es el que toma la decisión. Además de lo expresado, es necesario apuntar que aunque el Código nada habla del parentesco del Ecónomo con el Obispo diocesano, parece oportuno mantener la misma restricción que se presenta respecto a los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos, según la cual, no son elegibles parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad.482 Como ya se ha anotado, la legislación general sobre el Ecónomo diocesano permite que éste sea un laico y en este caso “será necesario establecer un contrato de trabajo civilmente válido para el tiempo determinado de un quinquenio, 480 Comentario al can. 494, en Código de derecho canónico, EDICEP C.B., Valencia 1993, p. 246. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico II/2, p. 1126. 482 Cfr. can. 492 §3. 481 132 y eventualmente para las –posibles- renovaciones”.483 En este caso “habrá que incorporar al contrato las cautelas o garantías canónicas y, lógicamente, habrá que atenerse a lo allí estipulado”.484 En lo referente a los contratos y obligaciones se conserva la canonización de la ley civil.485 Esto significa que las normas civiles aplicables pasan a operar en el ámbito canónico. 4.3 Sub auctoritate Episcopi Como ya se ha mencionado en distintas ocasiones, el Obispo diocesano es el representante legal de la persona jurídica llamada Diócesis.486 Él también es el administrador de la Diócesis.487 Por lo mismo, es él el que pone los actos de administración de los bienes de la Diócesis. Entonces, si el Obispo diocesano es el administrador de la persona jurídica llamada Diócesis488 y, al mismo tiempo, el Ecónomo administra los bienes de esa persona jurídica489 ¿cuál es la relación entre ambos? La respuesta la da el mismo can. 494 §3 cuando afirma que el Ecónomo administra “sub auctoritate Episcopi”. Esto significa que el Ecónomo está sujeto al Obispo en cuanto a la normativa,490 a la vigilancia,491 a las autorizaciones precisas para ciertos actos,492 entre otras cosas. Se prevé la 483 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1126 484 En Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, pp. 305 306. 485 CIC/83, can. 1290 Lo que en cada territorio establece el derecho civil sobre los contratos, tanto en general como en particular, y sobre los pagos, debe observarse con los mismos efectos en virtud del derecho canónico en materias sometidas a la potestad de régimen de la Iglesia, salvo que sea contrario al derecho divino o que el derecho canónico prescriba otra cosa quedando a salvo el can. 1547. 486 Cfr. can. 393. 487 Cfr. can. 1280. 488 Cfr. can. 1277. 489 Cfr. can. 494 §3. 490 Cfr. can. 1276 §2. 491 Cfr. cann. 1276 §; 1283 1º y 3º; 1284 §2 9º; 1287; 1301 – 1302. 492 Cfr. cann. 1288; 1291 – 1297; 1304 – 1306; 1308 – 1310. 133 intervención directa por parte del Ordinario diocesano en casos particulares como la negligencia493 o la ausencia de administradores.494 Algunos autores señalan que la expresión “sub auctoritate Episcopi”, no significa nada especial respecto al Ecónomo, pues todo lo que a él se aplica, se aplica a todo Ecónomo de las distintas personas jurídicas.495 Lo que sí hay que tomar en cuenta es que el Ecónomo administra en lugar del Obispo, haciendo sus veces. Cualquier persona podría seguir preguntándose el porqué de esta duplicidad de administradores y habría que responder que el motivo es el mismo por el que el Obispo diocesano crea los oficios de la Curia, ya que no puede hacer personalmente todo y no es experto en todo, pero también porque tiene la obligación de promover la colaboración de clérigos y laicos.496 Además en cada Diócesis se encuentran personas expertas en las distintas ciencias y, muchos de ellos, con mucho deseo de colaborar en misión de la Iglesia. 5. Competencias Francesco Coccopalmerio afirma: “Parece que el motivo tenido en cuenta para crear un sujeto de la actividad de administración de los bienes diocesanos fue –extraño, pero cierto- sustraer al Obispo esa tarea, para evitar el riesgo de que el Obispo pudiera administrar como suyo lo que es de la Iglesia”.497 493 Cfr. can. 1279 §1. Cfr. cann. 1279 §2; 1278. 495 Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1132. 496 Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1133. 497 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1129. 494 134 Claro que este no es el único motivo, ya que se busca liberar al Obispo de la carga de la administración para que pueda dedicarse con mayor amplitud a las actividades pastorales que le son propias. También es verdad que, aun existiendo un Ecónomo, el Obispo sigue siendo el responsable de la administración y el Ecónomo actúa bajo la dirección del Obispo. Pero ni el Obispo ni el Ecónomo son propietarios de los bienes eclesiásticos que administran. Ambos deben desempeñar su misión con respeto y cuidado, con la misma entereza y diligencia de un buen padre de familia.498 El Ecónomo diocesano tiene unas competencias específicas que están recogidas en los cann. 494 §§3 – 4 y 1278. Algunas de sus funciones están ligadas al oficio y por tanto pertenecen al Ecónomo en virtud del mismo.499 Por su parte, el Obispo diocesano delega al Ecónomo las funciones que él tiene en cuanto a la administración de bienes.500 El Obispo no puede delegar la potestad de emanar instrucciones sobre la administración de los bienes diocesanos.501 Velasio de Paolis señala que “el oficio del Ecónomo diocesano parece excluir de hecho la compatibilidad con el encargo de administrador para otras personas jurídicas. De otra forma tendríamos que la misma persona es, al mismo tiempo controlada y controladora”.502 Esto resultaría peligroso para la buena marcha de la administración, por las dudas que pueda generar en los fieles, pero sobre todo por la gran confusión que se produce, no sólo en la feligresía, sino en el mismo Ecónomo. 498 Cfr. can. 1284 §1. Cfr. can. 494 §§3 – 4. 500 Cfr. cann. 1276 §1 y 1279 §2. 501 Cfr. can. 1276 §2. 502 Velasio de Paolis, I beni temporali della Chiesa, Bologna 1995, pp. 161 – 162, en Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, pp. 305 - 307. 499 135 5.1 Administrador Administrar es “dirigir la economía de una persona o de una entidad cualquiera”.503 Por su parte Francesco Grazian señala que “gli atti di amministrazione propriamente detti, che si riferiscono all’impiego proficuo dei prodotti, delle rendite e dei frutti, cosi come della loro collocazione e inversione”.504 Coccopalmerio define administrar como el llevar a cabo todas las actividades encaminadas a que los bienes eclesiásticos cumplan las finalidades de la persona jurídica a la que pertenecen.505 Él mismo sintetiza las actividades fundamentales del administrador diciendo que tiene que conocer cuáles son los bienes y su estado; adquirir y enajenar bienes; destinar los bienes a una u otra finalidad; conservar, restaurar o transformar los bienes; redactar y conservar los documentos relativos a la administración, rindiendo cuentas al Ordinario del lugar. El objetivo de la administración de los bienes temporales de la Iglesia es conservar, y, en lo posible, mejorar la masa patrimonial de la persona jurídica en cuestión, utilizando los bienes de acuerdo con el destino que tienen y según los objetivos propios de la Iglesia.506 El Ecónomo diocesano administra, según ya se ha explicado, bajo la autoridad del Obispo. Y esto no sólo ocurre con el Ecónomo, sino con todo administrador de personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano. La presencia de dos administradores de la persona jurídica llamada “Diócesis” se entiende sólo si se considera que uno de los dos administra en lugar del otro. En este caso, el Ecónomo administra en lugar del Obispo. Esto “puede significar esencialmente dos cosas: 503 Voz Administrar en Moliner, María, Diccionario de uso del español, edición abreviada para la editorial Gredos, Madrid 2000, 31. 504 Grazian, Francesco, La nozione di amministrazione e di alienazione nel Códice di Diritto Canonico, p. 183. 505 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1130. 506 Pree, Helmuth, Administración en voz Bienes temporales de la Iglesia, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, p. 90. 136 el Ecónomo realiza la actividad previa a los actos formales de administración y después el Obispo lleva a cabo los actos formales, poniendo su firma; el Ecónomo lleva a cabo también los actos formales, poniendo su propia firma. En este segundo caso, el Ecónomo debe recibir del Obispo diocesano apoderamiento para actuar”.507 Los criterios generales sobre la administración de la Diócesis debe establecerlos el Consejo diocesano de asuntos económicos. Esto significa que es el Consejo el que da las indicaciones que han de tenerse presente antes de las decisiones concretas, pero éste no está obligado a expresar su juicio sobre cada una de estas decisiones. Pero siempre es el Obispo diocesano el que ordena los gastos, o bien otro sujeto delegado por él. En este caso específico, el Ecónomo aparece como un ejecutor-pagador. En los primeros momentos del proceso de codificación del actual Código, el Ecónomo aparecía, como se ha mencionado anteriormente, como miembro del Consejo diocesano de asuntos económicos, el cual era presidido por el mismo Ecónomo. Posteriormente se separaron ambas figuras. El Ecónomo diocesano lleva a cabo las decisiones adoptadas por la autoridad competente. L. Centurioni señala que el Ecónomo “no se implica en el gobierno del ente Diócesis, sino en la ejecución de las órdenes del Obispo diocesano y de aquellos por él encargados”.508 Y es que el oficio de Ecónomo no conlleva de por sí la potestad de régimen o de jurisdicción,509 sino que con su misión coopera con el Obispo diocesano “a tenor del derecho”.510 “La naturaleza del oficio de Ecónomo diocesano es ser un colaborador del Obispo diocesano, cuya función es 507 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1133. 508 L. Centurioni, L’amministrazione dei beni ecclesiastici: le competenze del Vescovo Diocesano, Roma 1996, pp. 140 – 150, en Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p.308. 509 Cfr. can. 135 §1. 510 Cfr. can. 129 §2. 137 administrar los bienes de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo diocesano. Es, por tanto, el ejecutor, el gestor, el que realiza la política económica de la Diócesis”.511 Pero ni la gestiona ni autoriza gastos, sino que es autorizado a hacerlos y aplica una política económica ya establecida por otros. 5.2 Tarea específica El Ecónomo diocesano es el administrador512 de los bienes patrimoniales de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo y del modo establecido por el Consejo diocesano de asuntos económicos. Esto quiere decir que “el Obispo ordinariamente lleva a cabo su función de administrador de los bienes de la Diócesis a través del Ecónomo”.513 Es más, Velasio De Paolis llega a afirmar que el Obispo no puede ocupar por sí mismo el oficio de administrador de los bienes diocesanos, pues esto le compete canónicamente al Ecónomo diocesano. Con De 511 Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 307. El can. 1284 presenta el estatuto del administrador de bienes eclesiásticos: Las funciones del administrador de bienes eclesiásticas se pueden sintetizar en actuar como un diligente padre de familia. El canon 1284 establece una lista indicativa de sus funciones: Can. 1284 §1: Todos los administradores están obligados a cumplir su función con la diligencia de un buen padre de familia. §2: Deben por tanto: 1º. vigilar para que los bienes encomendados a su cuidado no perezcan en modo alguno ni sufran daño, suscribiendo a tal fin, si fuese necesario, contratos de seguro; 2º. cuidar de que la propiedad de los bienes eclesiásticos se asegure por los modos civilmente válidos; 3º. observar las normas canónicas y civiles, las impuestas por el fundador o donante o por la legítima autoridad, y cuidar sobre todo de que no sobrevenga daño para la Iglesia por inobservancia de las leyes civiles, 4º. cobrar diligente y oportunamente las rentas y producto de los bienes, conservar de modo seguro los ya cobrados y emplearlos según el deseo del fundador o las normas legítimas; 5º. pagar puntualmente el interés debido por préstamo o hipoteca, y cuidar de que el capital prestado se devuelva a su tiempo; 6º. con el consentimiento del Ordinario, aplicar a los fines de la persona jurídica del dinero que sobre del pago de los gastos y que pueda ser invertido productivamente; 7º. llevar con diligencia los libros de entradas y salidas; 8º. hacer cuentas de la administración al final de cada año; 9º. ordenar debidamente y guardar en un archivo conveniente y apto los documentos e instrumentos en los que se fundan los derechos de la Iglesia o del instituto sobre los bienes; y, donde pueda hacerse fácilmente, depositar copias auténticas de los mismos en el archivo de la curia. Llama la atención que no se establezca la obligación del administrador de elaborar un presupuesto anual: el §3 del canon 1284 aconseja encarecidamente que los administradores hagan cada año presupuesto de las entradas y salidas, pero deja al derecho particular preceptuarlo y determinar con detalle el modo de presentarlo. 513 Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 197. 512 138 Paolis se puede afirmar que hay incompatibilidad entre el oficio Episcopal y el del Ecónomo diocesano.514 Se puede decir que la función del Ecónomo “consiste en llevar a cabo las decisiones administrativas del Obispo y hacer lo gastos que éste, o quienes hayan sido encargados por él, ordenen legítimamente, con los ingresos propios de la Diócesis y de acuerdo con el plan determinado por el Consejo de asuntos económicos”.515 Los actos de administración que puede realizar el Ecónomo se encuentran siempre dentro de los límites de la administración ordinaria, pues los de mayor importancia o los de administración extraordinaria están confiados nominalmente al Obispo diocesano.516 Al hablar de las competencias del Ecónomo es necesario distinguir entre las que le confía el mismo Derecho y otras que le confía el Obispo diocesano. JeanPierre Schouppe 517 diocesano. presenta claramente las competencias del Ecónomo Entre las primeras, recogidas en el can. 494 §§3 y 4, señala las siguientes: Administrar los bienes de la Diócesis de modo no autónomo, sino dependiente. Debe actuar bajo la autoridad del Obispo y de acuerdo con el modo establecido por el Consejo diocesano de asuntos económicos.518 Realizar los gastos legítimamente ordenados por el Obispo o quienes hayan sido encargados por él.519 514 Cfr. cann. 494 §3 y 426 §2. Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 3 de agosto de 2011. 516 Cfr. can. 134 §3 Cuanto se atribuye nominalmente en los cánones al Obispo diocesano en el ámbito de la potestad ejecutiva, se entiende que compete solamente al Obispo diocesano y a aquellos que se le equiparan según el can. 381 §2, excluidos el Vicario general y episcopal, a no ser que tengan mandato especial. 517 Schouppe, Jean-Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 198. El mismo elenco, con pequeñas variaciones es presentado por Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 311 – 313; y por D’Ostilo, Francesco, Prontuario del Códice di Diritto Canonico, p. 233. 518 Cfr. can. 494 §3. 519 Cfr. can. 494 §3. 515 139 Presentar anualmente al Consejo diocesano de asuntos económicos la rendición de cuentas de ingresos y gastos.520 Como ya se ha señalado, las competencias del Ecónomo diocesano no aparecen muy claras, ni delimitadas en el Código actual, por lo que resulta necesario que la legislación particular asuma la tarea de reglamentar adecuadamente este oficio. Alejandro Bunge apuesta por la creación de una oficina administrativa: “Puede llegar a ser inabarcable la tarea de un Ecónomo diocesano. Por esta razón, en los casos en los que se justifique, ya sea –por- la dimensión de la Diócesis o por las funciones que el Obispo le asigne más allá de las que estrictamente le corresponden por derecho universal, puede resultar conveniente que el Ecónomo sea acompañado por una oficina administrativa diocesana, que, bajo su autoridad y coordinación, se ocupe de las múltiples tareas de la administración diocesana”.521 La creación de esta oficina administrativa diocesana surge de las dificultades que pueden presentarse por la amplitud de la misión del Ecónomo. A través de esta oficina se garantiza que el Ecónomo sea ayudado por otros. Claro que esto va a depender de la cuantía de los bienes que deban ser administrados en la Diócesis. En este caso, el Ecónomo se mantiene como titular del oficio, mientras que las otras personas cumplen una función auxiliar.522 También puede darse el caso de que en vez de una oficina administrativa, el Obispo diocesano opte por el nombramiento de un vice-ecónomo y así se evita la complejidad de una oficina y todo lo que ésta implica. Otra posibilidad estudiada es la de establecer la 520 Cfr. can. 494 §4. Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 4 de agosto de 2011. 522 Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1135. 521 140 oficina administrativa, pero el Ecónomo no puede formar parte de ella, sino que se concreta a cumplir con lo previsto en el can. 494.523 5.3 Bienes de entidades diocesanas En distintos momentos se ha hecho referencia a la administración de los bienes de las entidades diocesanas y la posibilidad de que el Obispo diocesano le pueda encomendar al Ecónomo diocesano tareas en relación con ellas. Es claro que además de las competencias del Ecónomo que aparecen consignadas en el can. 494 §3, el Obispo puede encomendarle tareas en relación a la administración de los bienes temporales jurisdicción. de las personas jurídicas públicas sujetas a su Entre las competencias que el Obispo diocesano le confía al Ecónomo, figuran: La misión de vigilancia sobre la administración de todos los bienes pertenecientes a las personas jurídicas públicas a él sujetas.524 Esta función de vigilancia le corresponde directamente al Obispo diocesano,525 pero la puede delegar al Ecónomo diocesano. En este caso el Ecónomo “gozará de la facultad de visitar a las personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano, de inspeccionarlas y de exigirles la rendición de cuentas que, periódicamente deben presentar a su Ordinario.526 De hecho, la vigilancia implica una potestad sobre la persona vigilada y el oficio de Ecónomo no lleva aneja ninguna potestad de régimen, por lo que hay que recordar continuamente que el Ecónomo actúa en nombre o en lugar del Obispo y siempre bajo su autoridad. 523 Cfr. Coccopalmerio, Francesco, comentario al can. 494, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, p. 1136. 524 Cfr. can. 1278. 525 Cfr. can. 1276 §1. 526 Aznar Gil, Federico, El Ecónomo diocesano, en La Curia Diocesana. La función administrativa, p. 314. 141 Puede también confiarle, por tres años, la administración de los bienes de las personas jurídicas públicas a él sujetas y que carezcan de administradores propios. En estos casos se confiará a otros la función de vigilancia sobre la administración, encargo que es renovable.527 También el Obispo diocesano puede encargarle la tarea de intervenir en la administración de cualquier ente eclesiástico a él sujeto en caso de negligencia de los administradores, y confiarle el encargo de buscar personas idóneas para la administración de los bienes de las personas jurídicas en cuestión.528 Francesco D’Ostilo agrega que “come amministratore dei beni ecclesiastici, -el Ecónomo debe- osservare le prescrizioni dei canoni 1281 – 1289.529 A manera de síntesis El Ecónomo es el administrador inmediato de los bienes diocesanos. Es un órgano ejecutivo individual, de carácter obligatorio. Puede ser un laico o un clérigo quien desempeñe esta función de ejecutar la administración de los bienes diocesanos. El Código es claro al señalar que debe ser experto en materia económica y de reconocida honradez. Éste es nombrado por el Obispo después de oír al Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos. Su nombramiento será por cinco años renovables, y sólo puede ser removido por el Obispo, por causa grave y después de oír al Colegio y al Consejo. El Ecónomo actúa en todo momento bajo la autoridad del Obispo, ya que es éste el verdadero administrador de los bienes diocesanos. La creación de esta nueva figura codicial tiene como finalidad liberar al Obispo de la carga de la administración para que pueda dedicarse con mayor amplitud a las actividades pastorales. La 527 Cfr. can. 1279 §2. Estatuto de la Curia diocesana, Diócesis de Córdoba, http://www.diocesisdecordoba.com/nueva/stc/pdf/noticias/estatutocuriadiocesana.pdf,, de agosto de 2011. 529 D’Ostilo, Francesco, Prontuario del códice di Diritto Canonico, p. 233. 528 tomado de consultado el 3 142 administración la va a realizar del modo establecido por el Consejo de asuntos económicos y a éste debe rendir cuentas de su administración. No ha sido fácil la elaboración de este Capítulo por la falta de bibliografía sobre el tema. Si hay poco material sobre el Consejo diocesano de asuntos económicos, es mucho menos lo que se encuentra sobre el Ecónomo. 143 CAPÍTULO V RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS YEL ECÓNOMO DIOCESANO Y LA INSTAURACIÓN DE AMBOS PARTE 1 RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO Introducción Ya se ha señalado que tanto el Colegio de consultores como el Consejo presbiteral, participan de la función consultiva de la Iglesia diocesana. Estos organismos tienen funciones muy amplias en la Diócesis, las cuales rebasan los límites de la administración de bienes. En el caso del Colegio de consultores, se puede decir que acompaña en casi todo al Consejo diocesano de asuntos económicos530 en el cumplimiento de su misión, pero con su participación, el legislador lo que asegura es la participación del presbiterio en la tarea de aconsejar al Obispo diocesano en la administración patrimonial, además de ser una forma del Colegio de colaborar con el Obispo en el gobierno de la Diócesis, ya que puede darse que el Consejo de asuntos económicos esté constituido enteramente por laicos, y que el Ecónomo sea también un laico. Sí, el Obispo aparece como el verdadero administrador de los bienes diocesanos, pero en la tarea de la administración debe consultar al Consejo presbiteral, al Colegio de consultores, al Consejo de asuntos económicos y encomendar la función ejecutiva de la administración al Ecónomo. Ésta resulta una tarea muy compleja. Esta investigación, como ya está claramente establecido, se centra en los dos organismos que tienen como misión específica ayudar al Obispo diocesano en la administración patrimonial. De este modo, el capítulo que ahora se presenta, se 530 Alejandro Bunge, Los consejos de asuntos económicos, se pregunta: ¿por qué hacer depender al Obispo diocesano del consentimiento o del parecer de dos organismos. La respuesta la presenta él mismo al señalar que cada quien tiene su especialidad, y que, mientras el Colegio de consultores, integrado por un grupo de sacerdotes elegidos por el Obispo dentro del Consejo presbiteral, asegura la competencia propia de los colaboradores del Obispo en el gobierno de la Diócesis, y el Consejo de asuntos económicos, integrado por expertos en materia económica, aporta su ciencia y su experiencia en estos temas específicos. consultado el 8 de agosto de 2011. 145 propone mostrar la relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo diocesano, lo cual no es una tarea fácil, pues el Código no es muy amplio a la hora de presentarla y no hay mucho material escrito. Antes de entrar en el estudio de la relación entre este Consejo y el Ecónomo, conviene dar un vistazo al significado de la “communio” eclesiástica, de la Curia diocesana, y de la función consultiva en la Iglesia. Es preciso mirar, aunque sea de modo rápido estos temas, porque la Iglesia es comunión y cada organismo que la compone participa de esta comunión eclesial. Además, la misma Curia, con sus funciones consultivas y administrativas, se convierte en lugar privilegiado para la expresión externa de la vida de comunión que vive la Iglesia. 1. Comunión eclesiástica Antonio Viana ofrece una amplia reflexión sobre el significado de la comunión eclesiástica y sus consecuencias canónicas. Al estudiar canónicamente las diversas entidades eclesiásticas, de modo explícito o implícito, se parte del designio divino sobre la Iglesia. La doctrina de la comunión tiene diversas aplicaciones. En la doctrina eclesiológica y canónica se hace referencia continua a la comunión de los fieles, a la comunión jerárquica y la comunión de las iglesias particulares. La comunión de los fieles manifiesta los vínculos que unen a los fieles entre sí, como consecuencia de su incorporación a Cristo y a la Iglesia a través del bautismo. El bautismo provoca en el bautizado una participación en la función sacerdotal de Cristo, de manera que los fieles tienen el sacerdocio común y en virtud de este sacerdocio común, los fieles “concurren a la ofrenda de la Eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el 146 testimonio de una vida santa en la abnegación y caridad operante”.531 El sacerdocio ministerial y el común de los fieles se ordenan el uno al otro.532 El sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común y éste coopera con el sacerdocio ministerial en el servicio conjunto de la misión de la Iglesia, de acuerdo con las diversas condiciones personales. La comunión católica, dentro de la estructura visible de la Iglesia, se expresa por la profesión de la misma fe, los mismos sacramentos y el mismo régimen eclesiástico.533 La igualdad fundamental entre los fieles, con sus derechos y deberes, lleva a la reflexión sobre su relación y participación en los diversos entes eclesiásticos y al mismo tiempo constituye la base del sentido ministerial de la autoridad en la Iglesia.534 2. La Curia Diocesana El CIC/17, como introducción al capítulo IV del Libro II, De la Curia diocesana, presenta tres cánones. José María Díaz Moreno535 los sintetiza diciendo que el primero es una definición descriptiva de la Curia diocesana;536 el segundo recuerda la prescripción referente al nombramiento de los miembros de la Curia, al mismo tiempo que hace algunos señalamientos fundamentales a los curiales;537 mientras que el tercero se reduce a una remisión al derecho procesal 531 Cfr.LG 10. Cfr. LG 10. 533 Cfr. LG 14. 534 Cfr. Viana, Antonio, Organización del gobierno de la Iglesia, pp. 19 – 22. 535 Principios teológico-canónicos reguladores de la organización de la Curia diocesana, en La Curia diocesana. La función administrativa, p. 22. 536 Can. 363 §1 La Curia diocesana consta de aquellas personas que ayudan, en el gobierno de toda la Diócesis, al Obispo, o al que rija la Diócesis en lugar de él. §2 Por tanto, a ella pertenecen: el Vicario General, el provisor, canciller, fiscal, defensor del vínculo, jueces y examinadores sinodales, párrocos consultores, auditores, notarios, cursores y alguaciles. 537 CIC/17, can. 364 §1 En conformidad con el can. 159, el nombramiento de quienes han de ejercer dichos oficios o cargos debe hacerse por escrito. §2 Los nombrados deben: 1º Prestar en manos del Obispo juramento de cumplir fielmente su cargo, sin la menor acepción de personas; 2º Tratar bajo la autoridad del Obispo los negocios de su incumbencia, ajustándose a las normas del derecho; 3º Guardar secreto, dentro de los límites y según el modo determinado por el derecho o por el Obispo. 532 147 sobre la Curia de Justicia y a los cánones que siguen sobre los miembros de la Curia Administrativa o de Gobierno. La Curia diocesana538 es el conjunto de personas y organismos que colaboran con el Obispo en el gobierno de toda la Diócesis.539 Un concepto más amplio de la Curia diocesana señala que ésta es “el conjunto de instituciones y personas que, colaborando más de cerca con el Obispo, le ayudan en el ejercicio de su potestad de régimen así como también en la dirección de la acción pastoral, en la administración y en el ejercicio de la potestad judicial”.540 Entre los diversos conceptos de Curia diocesana que se encuentran, Antonio Viana presenta uno muy abarcador. Señala que “el término Curia diocesana expresa el conjunto organizado de oficios individuales y colegios que colaboran habitualmente con el Obispo en el gobierno, la administración, el ejercicio de la potestad judicial y el impulso de las tareas pastorales de la Diócesis”.541 Es necesario observar que la organización de la Curia admite diversas formas y estilos, pues se deben tomar en cuenta las costumbres, las culturas, la voluntad de cada Obispo, etc. Ella se convierte en el órgano principal de la Iglesia diocesana, claro está, después del Obispo.542 Con sus personas y organismos, está dentro de las instituciones de derecho positivo que la Iglesia juzga conveniente y necesarias para el mejor cumplimiento de su misión pastoral, que no excluye, por supuesto, lo administrativo, lo judicial y lo caritativo en el ejercicio de las obras de apostolado.543 La articulación jurídica de las distintas funciones públicas produce un orden externo necesario para la satisfacción de las necesidades espirituales de los fieles y para anunciar y extender también a todas las gentes el mensaje 538 cann. 469 – 494 De la Curia diocesana, Capítulo II, Título III, Sección II, Parte II, Libro II, Del pueblo de Dios. Cfr. can. 469 La Curia diocesana consta de aquellos organismos y personas que colaboran con el Obispo en el gobierno de toda la Diócesis, principalmente en la dirección de la actividad pastoral, en la administración de la Diócesis, así como en el ejercicio de la potestad judicial. 540 Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29. 541 Viana, Antonio, Organización del gobierno de la Iglesia, pp. 237 – 238. 542 Cfr. Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29. 543 Curia diocesana, en Documentos diocesanos, Diócesis de Guadalajara, tomado de http://arquidiocesisgdl.org/documentossinododiocesanocuriadiocesana.htm, consultado el 5 de agosto de 2011. 539 148 cristiano.544 La Curia es una organización al servicio de la comunión eclesial y al servicio de cada uno de los fieles que son los sujetos de esta comunión. Es un organismo formado por diferentes instituciones y personas para asistir al Obispo en la dirección de la Diócesis en su conjunto. La estructura fundamental de la Curia diocesana se establece de forma obligatoria en el Código.545 Si se acepta que, en sentido estricto, la Curia diocesana está configurada solamente por aquellas personas y organismos que se encuentran reseñados en los cann. 469 – 494, hay que aceptar que ni el Consejo presbiteral ni el Colegio de consultores546 forman parte de la misma. Éstos de hecho están conexionados con ella, pero no forman parte de la Curia.547 En este sentido es necesario señalar que “el Consejo diocesano de asuntos económicos es parte integrante de la curia diocesana, pero su configuración codicial sobrepasa ampliamente lo meramente consultivo y periférico en la estructura de la misma”.548 Dentro del engranaje de la misma, se sitúan, al final de la codificación, las figuras del Consejo diocesano de asuntos económicos y del Ecónomo. Pero aún ubicadas al final de la codificación, hay que reconocer su gran importancia, por lo que la organización económica de la Diócesis, a través de estas dos figuras, no es opcional sino preceptiva. Cabe aquí señalar que: “la Curia diocesana está constituida por los Vicarios generales y episcopales, por el Canciller, Vicecanciller y otros Notarios, así como también por el Ecónomo con el Consejo de asuntos económicos… Aunque el legislador, dentro del capítulo que dedica a la Curia, no contempla la administración de justicia eclesiástica, no hay 544 Cfr. Viana, Antonio, Organización del gobierno de la Iglesia, pp. 19 – 33. Voz Curia diocesana, en Diccionario enciclopédico de Derecho Canónico, p. 259. 546 cann. 495 – 502. 547 Cfr. Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva, en la curia romana, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 54. 548 Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva en la Curia romana, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 57. 545 149 duda de que el Vicario judicial y los oficios del Tribunal forman también parte de aquella”.549 La nueva codificación presenta importantes novedades respecto de la anterior.550 Por ejemplo, presenta “una nueva sistemática más acorde con una completa organización de la Curia diocesana, la creación de la figura del Ecónomo diocesano y la posibilidad de que los fieles miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos sean mujeres”.551 En este sentido, el Consejo de asuntos económicos ha servido, incluso para acortar las distancias existentes en los clérigos y los laicos, ya que como señala Pilar Ramos: “A menudo, las relaciones entre los laicos y los clérigos, suelen ser distantes, en ocasiones no se acepta por parte de los clérigos a los laicos en funciones de cierta relevancia dentro de la Iglesia, existe una especie de temor a que profundicemos en un terreno que hasta hace poco tiempo era exclusivo de ellos, pero lo cierto es que la mayoría nos empieza a mirar como colaboradores, como complemento para el buen funcionamiento de la Iglesia, como profesionales que les liberarán de tareas para las que nunca han sido preparados y que además no las aceptan libremente”.552 En los últimos tiempos se ha avanzado enormemente en este acercamiento y a los laicos les gusta ser y sentirse Iglesia, compartir protagonismo, 549 Gutiérrez Martín, Luis, El régimen de la Diócesis, p. 29. CIC/17, can. 1520 §1 Para el exacto cumplimiento de este deber, todo Ordinario establecerá en su ciudad episcopal, un Consejo, compuesto del presidente, que es el propio Ordinario, y de dos o más varones idóneos, en cuanto sea posible, peritos también en Derecho civil, los cuales han de ser elegidos por el mismo Ordinario, oído el Cabildo, a menos que por derecho o por costumbre peculiar estuviera legítimamente provisto de otra forma equivalente. §2 Sin indulto apostólico, están excluidos del cargo de administrador los parientes del Ordinario local en primero o segundo grado de consanguinidad o afinidad. §3 En los actos administrativos de mayor importancia, el Ordinario local cuidará de oír al Consejo de administración; pero los vocales de éste sólo tienen voto consultivo, a no ser que por derecho común, en casos especialmente expresados, o por ley fundacional se exija el consentimiento de los mismos. §4 Los miembros de este Consejo presentarán ante el Ordinario juramento de cumplir su cargo con fidelidad y perfección. 551 Benito de Tapia, Yolanda, La participación de los laicos en la función consultiva de la Iglesia, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 60. 552 Ramos Guerreira, Pilar, en Una mirada desde el consejo de asuntos económicos, en La participación de los laicos en la función consultiva de la Iglesia, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 67, 550 150 corresponsabilidad y solidaridad.553 Ya hemos visto que el Consejo diocesano de asuntos económicos es una puerta abierta para la participación de los laicos – hombres o mujeres- en la realización de una importante misión, en estrecha colaboración con los clérigos. La Curia diocesana tiene que ser organizada “de tal manera que el Obispo tenga un instrumento adecuado no sólo para administrar la Diócesis, sino también para realizar las obras de apostolado”.554 Además, el Concilio señala que la Curia diocesana es un órgano colaborador del Obispo, que quienes la integran deben ser conscientes de que prestan su ayuda al ministerio episcopal de éste,555 que la Curia colabora con el Obispo en toda la amplitud del gobierno de la Diócesis y que es el instrumento adecuado para la coordinación de la misión evangelizadora que el Obispo debe realizar.556 Siendo así, todo el engranaje de la Curia tiene que estar disponible para cooperar con el Obispo en la misión de pastorear a la porción del Pueblo de Dios que a él se ha encomendado. 3. La función consultiva en la Iglesia En sentido técnico, consultar es pedir el parecer o dictamen, por escrito o de palabra, a cerca de una cosa, y recibirlo.557 Al hablar de la función consultiva de la Iglesia nos movemos dentro del marco de la Iglesia comunión. La comunión es la forma de existencia, de vida y de misión de la Iglesia. La humanidad está modelada por la fraternidad y la comunión, y las instituciones de la Iglesia actúan 553 Cfr. Ramos Guerreira, Pilar, en Una mirada desde el consejo de asuntos económicos, en La participación de los laicos en la función consultiva de la Iglesia, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 67. 554 CD 27. 555 CD 27. 556 Cfr. Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva en la Curia romana, en La curia diocesana: la función consultiva, p. 37. 557 Cfr. Díaz Moreno, José María, Fundamentos teológicos y requisitos canónicos de la función consultiva, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 43. 151 impregnadas por la comunión.558 La Iglesia es misterio de comunión y su existencia está marcada por la “communio”. Esta realidad debe manifestarse en la vida de toda la comunidad eclesial, ya que es su ley profunda. La Iglesia es comunión en el misterio de Dios revelado en Cristo; y está abierta a la unidad de los discípulos del Señor. Los distintos organismos diocesanos no deben perder de vista estas orientaciones.559 La actividad de los consejos diocesanos es una manera privilegiada de participar en la vida y misión de la Iglesia. Participar es vivir consciente y fraternalmente la pertenencia eclesial. Esta participación puede darse de manera callada a través de la escucha atenta y la colaboración silenciosa.560 Ricardo Blázquez dice que la participación en los consejos diocesanos exige una enseñanza previa. Además señala que: “Los miembros de los consejos diocesanos participan en las orientaciones vinculantes sobre la misión de la Iglesia local discerniendo juntos, elaborando en reflexión abierta el consejo que transmitirán al Obispo; asesorando al que debe tomar la decisión final; es decir, ejercen una función consultiva que es una forma real e importante de colaborar. Antes de decidir hay que escuchar, consultar, deliberar, debatir, purificar el corazón de intereses torcidos, pedir a Dios el acierto en la decisión…Y después se adopta la determinación con libertad y confianza. Un consejo no es sin más la suma de sus miembros; es una corporación consultiva, un cuerpo organizado y estable; por eso, el parecer decantado tiene un peso particular en la decisión que adoptará el Obispo”.561 La consulta es una necesidad directa y obvia en la Iglesia, en cuanto que es comunidad humana por voluntad de Cristo. En relación con los laicos, el Código 558 Cfr. Blázquez, Ricardo, en La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 19. 559 Cfr. Blázquez, Ricardo, La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función consultiva, pp. 19 - 20. 560 Cfr. Blázquez, Ricardo, La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 20. 561 Blázquez, Ricardo, La función consultiva en la Iglesia comunión, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 28. 152 actual les enlista diversos derechos. Por ejemplo, el derecho que tienen de manifestar a los pastores sus necesidades y deseos;562 el derecho a expresar su opinión sobre todo aquello que pertenece al bien de la Iglesia;563 y, especialmente el derecho de los laicos debidamente preparados para aconsejar a los pastores a través de su participación en los colegios instituidos.564 La segunda parte del Capítulo II trató de los administradores de los bienes eclesiásticos, por lo que allí se ha podido ver la función administrativa de estos bienes. Además, se observó cómo El Sumo Pontífice es el Administrador supremo, el Obispo diocesano es el Administrador mediato y el Ecónomo, el Administrador inmediato. Importante es recordar que la función administrativa puede ser ejercida de modo directo o a través de otros. 4. Aspectos generales de la relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo diocesano A lo largo de este trabajo de investigación se ha mencionado en diversas partes que mientras el Consejo diocesano de asuntos económicos tiene una función directiva, el Ecónomo tiene una misión ejecutiva. Las distintas definiciones que se presentan de este Consejo recalcan su carácter de organismo/órgano colegiado, consultivo y colaborador del Obispo en la administración de los bienes patrimoniales de la Diócesis. De este modo, se señala que es un organismo de la Curia diocesana que colabora con el Obispo en la administración de los bienes temporales; … es un organismo consultivo que, además de asesorar y ayudar al Obispo en la tarea de administrar los bienes, también le colabora en la vigilancia sobre el patrimonio sometido a su jurisdicción; es un organismo de la Diócesis colegial, estable y necesario, de carácter eminentemente técnico y asesor, que 562 Cfr. can. 212 §2. Cfr. can. 212 §3. 564 Cfr. can. 228 §2. 563 153 ayuda al Obispo en la correcta administración, mediata e inmediata, de los bienes eclesiásticos a él sujetos en el ámbito de la legislación canónica vigente y que estas normas le conceden, expresando y realizando de este modo la corresponsabilidad de los fieles diocesanos en la tarea económica administrativa.565 El Ecónomo diocesano administra los bienes de la Diócesis, ejecuta los gastos aprobados y rinde cuentas de los ingresos y egresos al Consejo diocesano de asuntos económicos. “La organización del departamento que dirige el Ecónomo diocesano dependerá, lógicamente, de la complejidad y necesidad de cada Diócesis”.566 En muchas diócesis españolas, el Ecónomo diocesano, siendo clérigo, suele pertenecer al Consejo presbiteral, al Consejo Pastoral, al Colegio de consultores, entre otros. Pero la relación más significativa que tiene que mantener el Ecónomo diocesano es con el Obispo y con el Consejo diocesano de asuntos económicos. Entre los aspectos generales de la relación entre en Ecónomo y el Consejo diocesano de asuntos económicos hay que recordar -lo ya expresado- que el nombramiento del Ecónomo diocesano es realizado por el Obispo diocesano, pero para efectuarlo, debe oír al Colegio de consultores y al Consejo de asuntos económicos. Además se debe tomar en cuenta que la decisión de renovar el mandato al Ecónomo exige que el Obispo diocesano escuche al Colegio y al Consejo. Lo mismo ocurre en el caso de remoción del Ecónomo: es el Obispo el que evalúa la gravedad de la causa de remoción y remueve, pero no sin antes escuchar el parecer de estos dos entes diocesanos. 565 Cfr. Aznar Gil, Federico, El consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 193. 566 Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La Curia diocesana. La función administrativa, p. 319 154 5. Función consultiva vs. Función ejecutiva En este punto de la investigación, queda claro que aun cuando el Obispo diocesano lleva sobre sus hombros la responsabilidad del gobierno de la Diócesis, no es posible que pueda realizar personalmente todos los actos de administración y al mismo tiempo atender exitosamente el resto de su ministerio. Tanto el Colegio de consultores como el Consejo de asuntos económicos son órganos de naturaleza colegial. Alejandro Bunge señala “que cuando deben expresar un parecer o dar un consentimiento sobre un acto de administración, más allá de las opiniones o posiciones de cada uno de sus miembros, es necesario que converjan en un voto que es propio del órgano en cuanto tal, y distinto al de los miembros en cuanto individuos”.567 Es claro entonces que no se consulta a una persona individual, sino al órgano como tal. Tanto el Colegio como el Consejo deben alcanzar un consenso, de tal manera que el consejo o el consentimiento que se exprese sea el consensuado. En todo caso hay que estar claro en que el presidente de ambos grupos es el Obispo, el cual ejerce, en la Iglesia, la triple función de regir, enseñar y santificar. Pero aun siendo el presidente, no tiene derecho a votar. También resulta necesario señalar que aun cuando el Obispo es el verdadero administrador, en todos los sentidos, de la Diócesis, la actuación de estos órganos colegiados alcanza gran relevancia hasta el punto en que son diversos los actos del Obispo que resultan inválidos si no busca el consejo o el consentimiento de ellos. Esto resulta una verdadera limitante para el Obispo en determinados actos. Se ha señalado reiteradamente que mientras el Consejo diocesano de asuntos económicos tiene una función consultiva, el Ecónomo la tiene ejecutiva. Si se habla de la función directiva, “parece claro que en cualquier organización existe un conjunto de tareas, como la motivación, coordinación, conducción de grupos, que necesariamente deben ser asumidas por personas específicas, en este caso 567 Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 31 de diciembre de 2011. 155 directivos”.568 La función ejecutiva es unipersonal. El Obispo diocesano es el único responsable de la gestión administrativa de los bienes de la Diócesis, pero nombra un Ecónomo que ha de realizar esta función ejecutiva bajo su autoridad. La función del Ecónomo es ejecutar las decisiones administrativas del Obispo y hacer los gastos que éste o quienes hayan sido encargados por él, ordenen legítimamente, con los ingresos propios de la Diócesis y de acuerdo con el plan determinado por el Consejo de asuntos económicos. A su vez es el jefe de la oficina administrativa, aplica las normas dictadas por el Obispo diocesano y el Consejo de asuntos económicos. El límite a sus atribuciones está marcado por el Código y la legislación particular. Alejandro Bunge, con mucho tino, señala que: “Tanto el Ecónomo como el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Colegio de consultores ayudan al Obispo a llevar adelante su responsabilidad como administrador de los bienes de la Diócesis, y desarrollan en esta administración tareas que no pueden ser absorbidas por el Obispo diocesano, que debe contar necesariamente con ellos. Pero, al mismo tiempo, no puede delegar en ellos la responsabilidad que le es propia como administrador de los bienes de la Diócesis. Se trata de una responsabilidad indelegable”.569 Desde el inicio de los trabajos de la Comisión para la renovación del Código “se propuso la creación de un Consejo de asuntos económicos y de un Ecónomo en la Diócesis. El primero tendría, bajo la presidencia del Obispo, la función directiva de la administración de los bienes de la Diócesis, y el segundo, la función ejecutiva, según los modos definidos por el Consejo”.570 Podría pensarse en una administración en cadena: el Consejo de asuntos económicos da su parecer o su consentimiento al Obispo diocesano y éste encomienda al Ecónomo la ejecución de lo dispuesto. 568 Reto de función directiva, tomado de http://www.mitecnologico.com/Main/RetoDeFuncionDirectiva, consultado el 6 de agosto de 2011. 569 Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 6 de agosto de 2011. 570 Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 6 de agosto de 2011. 156 5.1 Presupuesto El presupuesto es “el cómputo anticipado del coste de una obra o de los gastos y rentas de una corporación”.571 En la Diócesis, el Consejo de asuntos económicos debe hacer el presupuesto de ingresos y gastos, de acuerdo con las indicaciones del Obispo, y establecer el modo de ejecutarlo.572 Además, el Obispo puede atribuirle todas las competencias concretas que estime oportunas para asegurar una gestión eficaz y ordenada del presupuesto. Por su parte el Ecónomo administra los bienes de la Diócesis de modo no autónomo, sino dependiente. En efecto, debe actuar bajo la autoridad del Obispo y de acuerdo con el modo determinado por el Consejo de asuntos económicos.573 5.2 Rendición de cuentas Rendición de Cuenta es la acción, como deber legal y ético, que tiene todo funcionario o persona de responder e informar por la administración, el manejo y los rendimientos de fondos, bienes o recursos públicos asignados y los resultados en el cumplimiento del mandato que le ha sido conferido.574 En la Diócesis, el Ecónomo presenta anualmente al Consejo de asuntos económicos la rendición de cuentas de ingresos y gastos;575 mientras que el Consejo recibe esta rendición de cuentas de ingresos y gastos,576 y debe examinarlas y aprobarlas. 571 Diccionario de la lengua española, p. 1663. Cfr. can. 493. 573 Cfr. CIC/83, can. 494 §3. 574 Definición de rendición de cuentas, en http://www.contraloriagen.gov.co/web/guest/rendiciondecuenta, consultado el 8 de agosto de 2011. 575 Cfr. can. 494 §4. 576 Cfr. cann. 493 – 494. 572 157 5.3 Respecto a las personas jurídicas sujetas a la potestad del Obispo diocesano El Obispo diocesano puede asignar al Consejo de asuntos económicos funciones distintas a las que aparecen consignadas en el derecho universal. Éstas, de legislación particular, deben tener presente que el campo propio del Consejo es el asesoramiento y el control. Puede, entonces, el Obispo, solicitar la ayuda del Consejo para el control de las personas jurídicas de régimen diocesano, revisando las cuentas presentadas.577 También, el Obispo puede confiar al Ecónomo tareas de vigilancia sobre la administración de todos los bienes pertenecientes a las personas jurídicas públicas a él sujetas.578 Para estas mismas personas, el Obispo puede confiar la administración de sus bienes, al Ecónomo por un período de tres años renovables, siempre que carezcan de administradores propios. Si esto se da, la función de vigilancia sobre la administración se debe confiar a otros.579 A manera de síntesis Aun cuando el Colegio de consultores y el Consejo presbiteral tienen señaladas intervenciones en la administración de los bienes diocesanos, sólo el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo tienen ésta como su tarea específica. Ambos ayudan al Obispo en la administración patrimonial, pero cada uno desde una función distinta. Mientras el Consejo ejerce una función consultiva; el Ecónomo tiene una función ejecutiva. Mientras el Consejo asesora al Obispo; éste delega al Ecónomo la tarea de administrar los bienes del modo establecido por el Consejo. El Obispo aparece claramente en una posición intermedia: recibe del Consejo el asesoramiento, que debe pedir, y encomienda al Ecónomo la 577 Cfr. can. 1278 §1. Cfr. can. 1278. 579 Cfr. can. 1279 §2. 578 158 ejecución de la acción administrativa. No podría concluir esta investigación sin que, de modo práctico, se ofreciera una ayuda sencilla para la elaboración de los estatutos de ambas figuras y para el nombramiento de las personas que ejercerán dichos oficios. 159 PARTE 2 PROPUESTA PARA LA INSTAURACIÓN DE LOS CONSEJOS DIOCESANOS DE ASUNTOS ECONÓMICOS y DEL ECÓNOMO Introducción Es oportuno que después de este recorrido por el Código de Derecho Canónico, entresacando la doctrina general sobre los Consejos de asuntos económicos y el Ecónomo, sea presentada una propuesta que facilite la instauración en cada Diócesis de estos dos órganos de la Curia diocesana, cuya misión específica es ayudar al Obispo diocesano en la administración de los bienes. Es importante recordar en este momento que la administración de los bienes de una persona jurídica corresponde a la persona que la gobierna.580 Esto, al referirse a la Diócesis, muestra, sin otra posibilidad, que el verdadero administrador de los bienes de la Diócesis es el Obispo diocesano. El can. 1280 habla de la posibilidad de que la persona jurídica, en vez de tener un Consejo de asuntos económicos, tenga, al menos, dos consejeros.581 El can. 492, refiriéndose expresamente a la Diócesis señala que el Obispo debe nombrar un Consejo de asuntos económicos, por lo que esta investigación no ha desarrollado ni desarrollará la opción de los dos consejeros. Siendo así, esta parte 2 presenta una síntesis de la doctrina sobre el Consejo y el Ecónomo, acompañada de una propuesta para su instauración, que incluye los estatutos y un modelo de decreto de nombramiento. 580 Cfr. can. 1279 §1. can. 1280 Toda persona jurídica ha de tener su consejo de asuntos económicos, o al menos dos consejeros, que, a tenor de los estatutos, ayuden al administrador en el cumplimiento de su función. Lo que se pretende ciertamente es que se reciba el auxilio de personas expertas para garantizar una eficaz gestión patrimonial. La persona jurídica Diócesis opta canónicamente por el Consejo de asuntos económicos, según aparece consignado en el can. 492. 581 160 1. CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS El Consejo de asuntos económicos está concebido como un grupo el cual debe contar con un mínimo de tres fieles, que pueden ser clérigos o laicos, expertos en materia económica y en materia civil, y de probada integridad. Será presidido por el Obispo diocesano o su delegado. Los miembros serán nombrados libremente por el Obispo para un período de cinco años renovables por otros quinquenios sin límites. Al tratarse de un oficio de la Curia diocesana, el nombramiento ha de hacerse por escrito,582 a través de un decreto firmado por el Obispo y el Canciller,583 y antes de tomar posesión del cargo deben prometer fiel cumplimiento de sus funciones y guardar el secreto según lo establezca el derecho o el Obispo.584 Los parientes del Obispo, hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad, están excluidos de este Consejo.585 En sede vacante los miembros del Consejo no pierden su oficio y asumen algunas funciones especiales en esa situación.586 Por ejemplo, si el Ecónomo es nombrado Administrador diocesano, el Consejo debe nombrar de modo provisional a un nuevo Ecónomo, ya que el Administrador diocesano no debe ser a la vez Ecónomo.587 Si se vence el tiempo para el que han sido nombrados los miembros del Consejo, seguirán siendo titulares de su oficio hasta que el Obispo se los notifique por escrito.588 La legislación particular que promulga el Obispo debe ocuparse de determinar más detalladamente algunos aspectos de la constitución, miembros y funciones del Consejo. Estas normas particulares estarán contenidas, principalmente, en los estatutos. Allí aparecerá tanto la legislación universal como la particular. Se deberá especificar si el Consejo será presidido habitualmente por 582 Cfr. can. 156. Cfr. can. 474. 584 Cfr. can. 471. 585 Cfr. can. 492. 586 Cfr. can. 184 §2. 587 Cfr. can. 423 §2. 588 Cfr. can. 186. 583 161 el Obispo o por un delegado suyo, y si es así, quién será ese delegado. Será oportuno también establecer el número, las cualidades y el modo de designación de sus miembros. Es claro que el Obispo es el encargado de nombrar a los miembros del Consejo, pero la legislación particular podría establecer algún tipo de consulta en esta materia, por ejemplo al Consejo presbiteral, al Colegio de consultores o al Consejo de pastoral.589 Podría fijarse la periodicidad de las reuniones, el modo de las mismas, el desarrollo, la confección de las actas, junto con otros detalles de interés. Además, “los plazos dentro de los cuales éste debe preparar el presupuesto y presentar el balance de cada año y el modo en que se realizará la revisión de la rendición de cuentas de los administradores de bienes eclesiásticos sujetos a la potestad del Obispo diocesano”.590 Las diócesis españolas591 señalan, además de las competencias universales, las siguientes funciones a los consejos diocesanos de asuntos económicos: la organización, potenciación, administración y gestión del fondo común diocesano, el fondo para la sustentación del clero, entre otros;592 lo relacionado con la retribución de los sacerdotes y la seguridad social de los mismos;593 proponer normas concretas para la elaboración de proyectos o presupuestos de obras, para la concesión de subvenciones en estos casos y en cualquier otro en que se solicite la ayuda de la Diócesis;594 asesorar al Obispo en todo lo que se refiere a la adquisición de bienes y recursos materiales, inversiones, administración del patrimonio, transformación de bienes;595 estudiar y buscar fuentes de recursos, aportaciones voluntarias de los fieles tendientes a 589 Bunge, Alejandro, Los consejos de asuntos económicos, consultado el 9 de agosto de 2011. Bunge, Alejandro, Los consejos de asuntos económicos, consultado el 9 de agosto de 2011. 591 Cfr. Aznar Gil, Federico, El consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 202 – 203. 592 Cfr. can. 1274, Diócesis de Almería, art. 12, n; Canarias, art. 3º j; Calahorra y La Calzada-Logrono, art. 5.2.2.3; Astorga, art. 11.2; Oviedo, art. 13.3; Segovia, art. 7º, i; Toledo, art. 4.3. c); Tui-Vigo, art. 11.a). 593 Huelva, art.5.g; Lérida, art. 6.6; Segovia, art. 7º, n);Solsona, art. 4, k); Tui-Vigo, art. 11.b); Valladolid, art. 10.5. 594 Almería, art.12 j); Huelva, art.5.h); Jaca, art. 8.7; Lugo, art.11 d); Santander, art. 20.d); Valladolid, art. 10.4; Zamora, art. 8,7; Astorga, art. 11.5); Oviedo, art. 13.6. 595 Coria-Cáceres, art.5; Lugo, art. 11.b); Menorca, art. 5.g); Solsona, art. 4.f); Astorga, art. 13.3-4; Oviedo, art. 13, 4-5. 590 162 alcanzar la autofinanciación económica en la Diócesis;596 asesorar sobre la inversión de los fondos diocesanos, sobre la productividad de los bienes inmuebles, sobre inversiones y depósitos en entidades bancarias;597 mantener actualizado el inventario de los bienes de la Diócesis;598 organizar la economía diocesana e implantar el sistema de contabilidad unificada en todas las instituciones diocesanas, así como coordinarlo;599 ser consultado cuando se trate de contratar personal estable;600 asesorar sobre las instrucciones o normas de economía diocesana que haya de dar el Obispo diocesano y demás tareas que él le encomiende.601 Como vemos, el Obispo diocesano, ponderadas las necesidades de su Diócesis, puede agregar otras funciones a las ya establecidas por la legislación general. Es claro que el Consejo diocesano de asuntos económicos no tiene, de por sí, funciones ejecutivas o de gestión de los bienes temporales de la Iglesia, sino que se encarga de evaluar y aconsejar; se encarga de organizar y ejercer un control en la actividad económica llevada a cabo por el Ecónomo diocesano.602 A continuación se presenta un modelo de estatutos de los Consejos diocesanos de asuntos económicos. Téngase presente que serán unos estatutos muy generales y que cada Diócesis, a la hora de elaborar los suyos, deberá estudiar muy bien su situación patrimonial, geográfica, cultural, entre otros aspectos. Esto es así pues puede darse el caso que no se cuente con el personal preparado en Derecho Canónico, en Derecho Civil, en materia económica; o existen en el territorio de la Diócesis, pero no están disponibles, por el motivo que 596 Almería, art. 12,m); Jaca, art. 12,10); Lérida, art. 6.9; Lugo, art.11.c); Toledo, art. 4.3.a); Tui-Vigo, art. 12.d); Valladolid, art. 10.7; Zamora, art.8.10); Pamplona y Tudela, art. 16.4.3. 597 Astorga, art.11.6); Oviedo, art.13.7; Tui-Vigo, art.12.c). 598 Coria-Cáceres, art.5; Lugo, art. 11.a); Solsona, art. 4.a); Tui-Vigo, art. 12.a). 599 Coria-Cáceres, art.5; Oviedo, art.13.1; Tui-Vigo, art. 12.b). 600 Orense, art. 10.5.6. 601 Almería, art.12, ñ); Bilbao, art.13º; Jaca, art.8.11); Jerez de la Frontera, art. 9.2.3; Santander, art. 21.c); Huesca, art. 3; Segovia, art.7º, e); Tenerife, art.8º, d); Toledo, art. 4.2.a); Urgell, art. 7, d), Vitoria, art.8º, c.3); Zamora, art.8.4) y 8.11). 602 Cfr. Aznar Gil, Federico, El consejo diocesano de asuntos económicos, en La Curia diocesana: la función consultiva, p. 201. 163 sea, para este oficio diocesano; o no son de la confianza del Obispo. Esto indica que a la hora de establecer el Consejo diocesano de asuntos económicos, el Obispo deberá tener un inventario del personal disponible y, aunque el Código no lo exige, podría el Obispo ayudarse con la asesoría de los otros consejos diocesanos. La propuesta de estatuto que se ofrece es una combinación de los estatutos de la Diócesis de San Justo,603 y Asidonia.604 603 Provincia de Buenos Aires – Argentina, tomado de www.obispadodesanjusto.org.ar, el 15 de agosto de 2011. 604 Jerez, tomado de http://www.diocesisdejerez.org, el 15 de agosto de 2011. 164 1.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Diócesis de ________________________ Capítulo 1: Naturaleza y fines Artículo 1. El Consejo diocesano de asuntos económicos es un órgano colegial de la Curia diocesana que colabora directamente con el Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales de la Diócesis.605 Artículo 2. El Consejo diocesano de asuntos económicos estará compuesto por fieles, los cuales pueden ser sacerdotes, religiosos o laicos, que, designados por el Obispo y bajo su presidencia (el Obispo puede designar un delegado para que presida el Consejo), tiene las funciones que le atribuye el CIC/83, así como las que aparecen en estos Estatutos. Artículo 3. La función primordial del Consejo diocesano de asuntos económicos es gestionar los asuntos económicos de la Diócesis y asesorar al Obispo en todo lo concerniente a la materia económica, procurando cumplir esta misión con la diligencia de “un buen padre de familia”.606 Artículo 4. Es función del Consejo procurar la generación o activación de los elementos necesarios en orden al sostenimiento integral y permanente de la obra evangelizadora en coherencia con las necesidades pastorales de la Diócesis. Artículo 5. El Consejo diocesano de asuntos económicos es un organismo consultivo, pero sus decisiones tienen un carácter vinculante siempre que lo determine el CIC/83, como se especificará en estos Estatutos. 605 Cfr. cann.469, 492 y 493. Cfr. can. 1284. 606 165 Capítulo 2: Miembros que integran el Consejo diocesano de asuntos económicos: Nombramiento y cese de los mismos Artículo 6. En esta Diócesis, el Consejo diocesano de asuntos económicos estará formado, además del Señor Obispo, que lo preside, por ___ fieles. Artículo 7. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos serán nombrados libremente por el Obispo para un período de cinco años renovables.607 El Obispo puede ayudarse por el asesoramiento del Consejo presbiteral y del Colegio de consultores a la hora de escoger los miembros de este Consejo. Artículo 8. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos sólo cesarán en su cargo, por transcurrir el tiempo para el que fueron nombrados, por renuncia aceptada por el Obispo, por imposibilidad de cumplir su misión, o por remoción608 que, a juicio del Obispo y oído el Colegio de consultores, debe ser motivada por una causa grave. Al vencerse el quinquenio, los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos seguirán siendo titulares de su oficio mientras el Obispo no se lo notifique por escrito. Artículo 9. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos deben ser expertos en materia económica y en derecho canónico, y de probada integridad.609 Además deben tener conciencia eclesial. Artículo 10. Los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos no podrán ser parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad.610 Artículo 11. Antes de comenzar a ejercer su función, los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos deberán prometer ante el Obispo 607 Cfr. can. 492 §2. Cfr. can. 184. 609 Cfr. can. 492 §1. 610 Cfr. can. 492 §3. 608 166 cumplir fielmente el cargo y guardar el secreto, dentro de los límites de la prudencia y la naturaleza de los asuntos que lo requieran y según el modo establecido por el Derecho o por el Obispo.611 Capítulo 3: Funcionamiento del Consejo diocesano de asuntos económicos Artículo 12. El Consejo diocesano de asuntos económicos ayudará al Obispo en la administración de los bienes ordinariamente cada mes, y en forma extraordinaria diocesanos, reuniéndose cuando sea considerado necesario, bien por el Obispo, bien a propuesta de los miembros con aprobación del Obispo. Artículo 13. Para la validez de las reuniones del Consejo diocesano de asuntos económicos se requieren las siguientes condiciones: 13.1. Presencia de la mayoría absoluta de los miembros, los cuales deben ser citados a norma del can. 166. 13.2. Las decisiones se tomarán manifestando, de palabra, cada uno su parecer. El Obispo decidirá si en alguna ocasión, el asunto deba someterse a votación secreta, sobre todo si así lo pidiere alguno de los miembros presente. 13.3. Los acuerdos serán válidos si obtienen la mayoría de los votos de los presentes y si son aprobados posteriormente por el Obispo. En la votación se seguirá la norma de los cann. 119 y 127. 13.4. Cuando se trate de emitir simple consejo, basta con oír a los presentes, con tal de que sean mayoría absoluta. 611 Cfr. can. 471. 167 Capítulo 4: Competencias del Consejo diocesano de asuntos económicos Artículo 14. La misión general del Consejo diocesano de asuntos económicos es asesorar, tanto a la Diócesis como a las parroquias, en cuanto a la administración de los bienes. 14.1. Elaborar el plan para la administración de los bienes de la Diócesis, bajo la autoridad del Obispo, al que se sujetará el ejercicio del Ecónomo.612 14.2. Asesorar al Obispo a cerca de los criterios generales de la administración, teniendo en cuenta el patrimonio con que se cuenta. 14.3. Potenciar la autofinanciación diocesana, promoviendo una mejor aportación de los fieles, así como un mejor aprovechamiento de los recursos propios. 14.4. Colaborar con los párrocos en la puesta en práctica de los Estatutos de los consejos parroquiales de asuntos económicos y asesorarlos en cualquier asunto relacionado con la economía parroquial. 14.5. Orientar respecto a las aportaciones que deben efectuar las personas jurídicas sujetas al Obispo para contribuir al sostenimiento de la Diócesis.613 14.6. Asesorar al Obispo en la determinación de los actos de administración extraordinaria de las personas jurídicas sometidas a su jurisdicción.614 14.7. Hacer confeccionar y mantener al día el inventario de los bienes de la Diócesis en todos sus niveles y en todas las entidades. 612 Cfr. can. 494 §3. Cfr. can. 1263. 614 Cfr. can. 1281. 613 168 14.8. Proponer normas concretas para la presentación de proyectos o presupuestos de obras; para la concesión de subvenciones; y en cualquier otro caso en que se solicite la ayuda de la Diócesis, por parte de personas físicas o jurídicas, pertenecientes a esta jurisdicción diocesana. 14.9. Informar sobre normas que se establezcan sobre los aranceles diocesanos. Artículo 15. El Obispo debe oír al Consejo diocesano de asuntos económicos en los siguientes casos: 15.1. Para nombrar nuevos miembros del Consejo, cuando alguno haya cesado antes de cumplir su mandato, por alguna de las causas expuestas en el artículo 8 de estos Estatutos. 15.2. Para actos de administración que, atendidas las circunstancias económicas de la Diócesis sean consideradas de mayor importancia.615 15.3. Cuando tenga que imponer un tributo a las personas jurídicas sujetas a su jurisdicción en beneficio de la Diócesis, con carácter extraordinario.616 15.4. Cuando tenga que determinar, para personas sujetas a su jurisdicción, los actos que sobrepasan el fin y el modo de la administración ordinaria.617 15.5. En los casos comprendidos en los cann. 1287 §1, 1294, 1305 y 1310 §2, del Código. 15.6. Para el nombramiento del Ecónomo diocesano y para su remoción dentro del tiempo de su mandato.618 615 Cfr. can. 1277. Cfr. can. 1263. 617 Cfr. can. 1281 §2. 618 Cfr. can. 494 §§1 y 2. 616 169 Artículo 16. El Obispo necesita el consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos en los casos siguientes: 16.1. Para los actos administrativos que la Conferencia Episcopal haya establecido como de administración extraordinaria619 y en cualquier operación de la que pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de la persona jurídica.620 16.2. Para enajenar los bienes de la Diócesis en conformidad con el can. 1292 §1. Artículo 17. El Consejo diocesano de asuntos económicos tendrá bajo su especial cuidado y vigilancia lo siguiente: 17.1. Observar que se dé debido cumplimiento a las normas de Derecho Laboral y Seguridad Social respecto del personal. 17.2. Dictaminar acerca de la restauración de templos, casas parroquiales, demás edificios diocesanos o parroquiales; así como la adquisición o venta de locales de propiedad eclesiástica diocesana teniendo en cuenta las normas litúrgicas y pastorales. 17.3. Dictaminar acerca de los contratos de compraventa, alquileres, permutas y colocación de dinero.621 17.4. Examinar y aprobar, si procede, los presupuestos de las parroquias y de las diversas entidades de la Diócesis, así como las cuentas presentadas por las mismas.622 17.5. Preparar el orden del día de las sesiones del Consejo diocesano de asuntos económicos, de acuerdo con el Obispo. 619 Cfr. can. 1292 §1. Cfr. can. 1295. 621 Cfr. cann.1292 y 1295. 622 Cfr. can. 1287. 620 170 17.6. Cualquier otra función, dentro de su misión, que le encomiende el Obispo. Capítulo 6: De la misión de la Secretaría Artículo 18. La Secretaría estará a cargo de uno de los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos, elegido por los demás miembros, y tendrá como misiones específicas: 18.1. Custodiar el Libro de Actas y cualquier otro documento directamente relacionado con el Consejo diocesano de asuntos económicos, así como el sello del mismo, si lo hubiere, en el Obispado. 18.2. Levantar un acta de cada una de las sesiones del Consejo, distinguiendo las que son del pleno y las que sean de alguna comisión especial. 18.3. Enviar copia del acta en el plazo de diez días a los miembros del Consejo, o de la comisión especial, para que la examinen o corrijan o aprueben, en un plazo de quince días. Si transcurridos los quince días, no se ha manifestado nada, las actas se consideran aprobadas. 18.4. Enviar, al menos con una semana de antelación, las citaciones con el orden del día, de cada sesión del Consejo, a cada uno de los miembros, o cualquier otro comunicado que le encomiende el Obispo. Capítulo 7: Disposiciones finales Artículo 19. Las presentes normas tienen fuerza de ley y entran en vigencia a partir de… Artículo 20. Comuníquese a quienes corresponda, publíquese en el Boletín Oficial y pásese al Archivo. 171 Dado en la ciudad de _____________, Sede Episcopal de esta Iglesia Particular, el ____ de ________________ de _________. _____________________________________ Obispo de _______________ _______________________________________ Pbro. __________________________ Canciller 172 1.2. PROPUESTA DEDECRETO DE INSTAURACIÓN DEL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Monseñor _______________________ POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTÓLICA Obispo de _________________ CONSIDERANDO 1. Que el Concilio Vaticano II puso muy de manifiesto la responsabilidad de todos los cristianos en la vida y misión de la Iglesia y manifestó que: “Los bienes eclesiásticos propiamente dichos, como lo pide la naturaleza de la cosa, los administrarán los sacerdotes, observando lo que dispongan las leyes eclesiásticas, con la ayuda, en cuanto fuere posible, de laicos peritos, y los destinarán siempre a aquellos fines para cuya consecución le es lícito a la Iglesia poseer bienes temporales” (PO 17). 2. Que el can. 492 §1 del Código de Derecho Canónico establece: “En cada Diócesis ha de constituirse un Consejo de asuntos económicos presidido por el Obispo diocesano o su delegado, que consta al menos de tres fieles, designados por el Obispo, que sean verdaderamente expertos en materia económica y en derecho civil, y de probada integridad”. DECRETA 1. Constituir al Consejo diocesano de asuntos económicos, el cual será presidido por este servidor. 2. Las funciones del Consejo y el modo de realizar las mismas están determinadas por los estatutos. 173 3. Los miembros del Consejo, nombrados por un período de cinco años, son: ___________________, Experto en materia económica; ___________________, Experto en materia civil; ___________________, Párroco de _______________; ___________________, Catequista y ___________________, Religiosa. 4. Comuníquese a las personas interesadas, publíquese en el boletín oficial y archívese. Dado en la ciudad de _______________, sede de esta Diócesis, el ___ de ___ de 20__. ________________________________ Obispo de _________________ ________________________________ Canciller 174 2. ECÓNOMO DIOCESANO Desde el inicio de la redacción del actual Código de Derecho Canónico, se vio la necesidad de crear un nuevo oficio eclesiástico, con funciones ejecutivas en la administración de los bienes de la Diócesis. Así se fue configurando el oficio del Ecónomo diocesano.623 El Ecónomo es un órgano administrativo individual de constitución obligatoria en cada Diócesis.624 Desde el s. III comenzó a configurarse la función del Ecónomo, pero es a partir del Concilio de Calcedonia, como se indica en el primer capítulo de esta investigación, que el oficio de Ecónomo pasó a ser preceptivo. Este oficio que no existía en el CIC/17, adquiere gran relevancia, puesto que el Obispo ordinariamente va a dejar la administración de los bienes de la Diócesis al Ecónomo, el cual ha de actuar siempre bajo la autoridad del mismo.625 De este modo, “todo Obispo debe nombrar obligatoriamente un Ecónomo en su Diócesis, después de oír al Consejo de asuntos económicos y al Colegio de consultores”.626 El Ecónomo diocesano debe ser verdaderamente experto en economía, de reconocida honradez627 y debe poseer un auténtico sentido eclesial, que le haga idóneo para actuar coherentemente en nombre de la Iglesia.628 Puede ser un laico, hombre o mujer, un clérigo, un religioso o una religiosa, siempre que cumpla con las condiciones de capacidad técnica y solvencia moral. Es nombrado por cinco años, pero su nombramiento puede ser renovado para otros quinquenios sin limitación alguna.629 El Ecónomo no puede ser removido de su oficio por el 623 Cfr.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 12 de agosto de 2011. 624 Cfr. CIC/83, can. 494 §1. 625 Cfr. Schouppe, Jean- Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 197. 626 Cfr.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 12 de agosto de 2011. 627 Cfr. can. 494 §1. 628 Cfr. Schouppe, Jean- Pierre, Derecho patrimonial canónico, p. 197. 629 Cfr. can. 494 §2. 175 Obispo diocesano durante el transcurso del tiempo para el que fue nombrado, si no es por una causa grave y después de consultar al Consejo diocesano de asuntos económicos y al Colegio de consultores. Se busca que este oficio nunca quede vacante por inadvertencia.630 Al Ecónomo no se le pone la limitación que se pone a los miembros del Consejo diocesano de asuntos económicos, sobre la prohibición de ser parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o afinidad. Esta prohibición podría establecerse en la legislación particular y evitaría muchos comentarios y dificultades. Por otro lado hay que recordar que la función del Ecónomo es de mera ejecución. A él le compete realizar los gastos que le ordene legítimamente el Obispo y los demás comisionados por éste, teniendo en cuenta los ingresos de la Diócesis. Al finalizar el año debe rendir cuentas de ingresos y egresos al Consejo diocesano de asuntos económicos.631 La tarea del Ecónomo es incompatible con la de Administrador diocesano. Cuando el Ecónomo sea nombrado Administrador diocesano, el Consejo diocesano de asuntos económicos debe proceder a nombrar, de modo transitorio, un nuevo Ecónomo.632 Además de las tareas generales y específicas que el Código le asigna al Ecónomo diocesano, el Obispo diocesano le puede encomendar otras relacionadas con esta materia y que sobrepasan la mera administración de los bienes temporales de la Diócesis. En este sentido, la Conferencia Episcopal Italiana, en su Instrucción del 1 de abril de 1992, recuerda que “il Vescovo diocesano potrá precisare meglio le attribuzioni concrete, fino a concederé all’Economo la stessa rappresentanza negoziale dell’ente Diocesi, mediante 630 Cfr.Bunge, Alejandro, Órganos y oficios de ayuda al Obispo diocesano en la administración de los bienes temporales, consultado el 12 de agosto de 2011. 631 Cfr. can. 494. 632 Cfr. can. 423 §2. 176 procura conferita per gli effetti civili con atto notarile”.633 Sobre esto, L. Centurioni afirma que con esto lo único que se confiere de más al Ecónomo es la representación legal de la Diócesis.634 En todo caso sigue siendo el Obispo diocesano el verdadero administrador. En definitiva se hace necesario que los deberes y derechos del Ecónomo diocesano sean más determinados y precisados en cada Diócesis. Aquí se ofrece un modelo inacabado de Estatutos del Ecónomo diocesano, y de decreto de nombramiento, tarea que debe ser completada por el Obispo. 633 Conferenza Episcopale Italiana, Istruzione in materia amministrativa, 1 aprile 1992, n. 23, en Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La curia diocesana la función administrativa, p. 313. 634 “Qualora il Vescovo diocesano intendesse fare ció, non per questo si libera dellámministrazione dell’ente diocesi, ma solamente concede al’Economo una cosa in piú, la rappresentanza legale, che ai fini pratici é solamente il modo de semplificare la prassi burocratica, senza incidere nella sostanza dell’amministrazione diocesana cosí come viene strutturata nel Codice”, en Aznar Gil, Federico, El ecónomo diocesano, en La curia diocesana: La función administrativa, p. 313. 177 2.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL ECÓNOMO DIOCESANO Diócesis de ___________________ Capítulo 1: Naturaleza y fines Artículo 1. El Ecónomo es un oficio de naturaleza ejecutiva dentro de la Curia diocesana. Artículo 2. La finalidad del Ecónomo diocesano es la administración de los bienes de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo.635 Capítulo 2: Características personales del Ecónomo Artículo 3. El Ecónomo diocesano será un fiel, clérigo, religioso o laico, con un amplio sentido eclesial. Artículo 4. El Ecónomo diocesano deberá destacar por su conocida honestidad.636 Artículo 5. El Ecónomo diocesano deberá destacar por su competencia en materia económica.637 Capítulo 3: Nombramiento y cese de funciones Artículo 6. El nombramiento del Ecónomo diocesano lo hará el Obispo, habiendo oído previamente al Consejo diocesano de asuntos económicos y al Colegio de consultores.638 635 Cfr. can. 494 §3. Cfr. can. 494 §1. 637 Cfr. can. 494 §1. 636 178 Artículo 7. El Ecónomo será nombrado para un período de cinco años, pero el nombramiento puede renovarse por otros quinquenios, incluso más de una vez, al vencer el plazo.639 Artículo 8. El oficio de Ecónomo se pierde por el transcurso del tiempo prefijado, por renuncia aceptada por el Obispo diocesano, traslado, remoción o privación.640 Artículo 9. El Ecónomo no podrá ser removido durante el tiempo de su cargo, si no es por causa grave, que el Obispo ha de ponderar habiendo oído al Colegio de consultores y al Consejo diocesano de asuntos económicos.641 Artículo 10. Cuando termine el tiempo del mandato del Ecónomo diocesano, éste mantiene la titularidad de su oficio hasta que el Obispo diocesano se lo notifique por escrito.642 Artículo 11. El Ecónomo diocesano no pierde su oficio al cesar en cualquier modo el derecho del Obispo diocesano que lo confirió.643 Artículo 12. Al cesar en su oficio el Ecónomo diocesano, el Obispo deberá notificarlo cuanto antes a las personas o entes interesados.644 Capítulo 4: Modo de actuar y competencias del Ecónomo Artículo 13. El modo de actuar del Ecónomo diocesano será establecido por el Consejo diocesano de asuntos económicos y siempre actuará bajo la autoridad del Obispo.645 638 Cfr. can. 494 §1. Cfr. can. 494 §2. 640 Cfr. can. 184 §1. 641 Cfr. can. 494 §2. 642 Cfr. can. 186. 643 Cfr. can. 184 §2. 644 Cfr. can. 184 §3. 639 179 Artículo 14. Las competencias y obligaciones generales del Ecónomo diocesano son: 14.1. Administrar los bienes de la Diócesis, 14.2. hacer los gastos que ordenen legítimamente el Obispo o quienes hayan sido encargados por él y 14.3. rendir cuentas de ingresos y gastos al Consejo diocesano de asuntos económicos.646 Artículo 15. Además de las tareas generales y específicas, se le asignan al Ecónomo las siguientes relacionadas con la materia económica y que sobrepasan la mera administración de los bienes temporales de la Diócesis: 15.1. Vigilar la administración de todos los bienes pertenecientes a las personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano.647 15.2. Administrar, por un período de tres años, los bienes de las personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano, pero que carezcan de administradores propios. En este caso, la función de vigilancia la realizará otro administrador.648 (Aquí se anotarán otras funciones, si las hay, que se le asignan al Ecónomo) Capítulo 5: Relación con el Consejo diocesano de asuntos económicos Artículo 16. El Consejo diocesano de asuntos económicos elabora el presupuesto de ingresos y egresos, con las indicaciones recibidas del Obispo diocesano, y el Ecónomo lo administrará bajo la autoridad del mismo Obispo, y del modo establecido por el Consejo diocesano de asuntos económicos. 645 Cfr. can. 494 §3. Cfr. can. 494 §§3 y 4. 647 Cfr. can. 1278. 648 Cfr. can. 1279 §2 646 180 Artículo 17. El Ecónomo diocesano rendirá cuentas, de ingresos y egresos, anualmente al Consejo diocesano de asuntos económicos. Éste las recibe, examina y aprueba. Capítulo 6: Condiciones para la validez de las actuaciones del Ecónomo Artículo 18. Para la validez de las actuaciones del Ecónomo, éste ha de administrar los bienes de la Diócesis, bajo la autoridad del Obispo y dentro del límite de la administración ordinaria. Capítulo 7: Disposiciones finales Artículo 19. Las presentes disposiciones tienen fuerza de ley y entrarán en vigor a partir de ___________________________ Artículo 20. Comuníquese a quienes corresponda, publíquese en el Boletín Oficial y pásese al Archivo. Dado en la ciudad de _____________, Sede Episcopal de esta Iglesia Particular, el ____ de ________________ de _________. _____________________________________ Obispo de _______________ _______________________________________ Pbro. __________________________ Canciller 181 2.2. PROPUESTA DE DECRETO DE NOMBRAMIENTO DEL ECÓNOMO DIOCESANO Monseñor _______________________ POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTÓLICA Obispo de _________________ CONSIDERANDO 1. Que a lo largo de la historia se ha visto la necesidad de la existencia del oficio de Ecónomo en las diócesis para la función ejecutiva en la administración de los bienes. Que según el can. 393, “el Obispo representa a la Diócesis en todos los 2. negocios jurídicos de la misma”. 3. Que el can. 392 §2 señala que el Obispo debe vigilar para que no se introduzcan abusos en la administración de los bienes. Que el can. 494 §1 establece: “En cada Diócesis, el Obispo, oído el Colegio 4. de consultores y al Consejo de asuntos económicos, debe nombrar un Ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de reconocida honradez”. DECRETA 1. Nombrar a ___________________________________ como Ecónomo diocesano el cual actuará siempre bajo mi autoridad y de acuerdo a las normas establecidas en los estatutos. 182 2. Que el Ecónomo ejercerá su oficio por un período de cinco años renovables, de acuerdo al derecho y a los estatutos. 3. Comuníquese a las personas interesadas, publíquese en el Boletín oficial y archívese. Dado en la ciudad de _____________________, sede de esta Diócesis, el ____ de _________________ de 20___. ________________________________________ Obispo de _________________________ _________________________________________ Pbro. ______________________________ Canciller 183 A manera de síntesis Tanto el Consejo de asuntos económicos, como el Ecónomo, ofrecen una ayuda invaluable al Obispo en la administración de los bienes. La Iglesia que es Madre, preocupada por la evangelización de los fieles, y, reconociendo la gran misión que tienen que desarrollar los obispos, crea estas dos figuras canónicas y las presenta como obligatorias para que le ayuden al Obispo en tan delicada materia. El Código no agota la materia, sino que deja muchos elementos para que, dependiendo de la situación concreta de la Diócesis, se cree una legislación particular, que será recogida en los estatutos junto a la legislación universal. Antes de cada propuesta se ha presentado una apretada síntesis de la doctrina correspondiente a cada figura. Las propuestas y estatutos, que aquí se han presentado, son muy generales pues cada Diócesis debe tener en cuenta su situación concreta a la hora de elaborar los propios. 184 CONCLUSIONES Entre los distintos organismos diocesanos hay dos que están dedicados específicamente a la administración de los bines: el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo. Mientras el primero es de naturaleza consultiva, el otro es ejecutivo. A estas alturas de la historia no cabe preguntarse para qué necesita la Iglesia de los bienes patrimoniales, ya que es obvio que ésta ha sido constituida por el Señor como comunidad espiritual, pero encarnada en la realidad humana, y que aun siendo una comunidad espiritual, siempre necesita de bienes materiales para poder cumplir con la misión que se le ha conferido. Cuando la Iglesia propone su derecho patrimonial, lo que hace es establecer normas claras para que los bienes económicos sean siempre medios y nunca un fin en sí mismos. La Iglesia tiene el derecho de adquirir, retener y administrar bienes temporales (can. 1254) y este derecho le compete no por un título adventicio, sino por voluntad expresa de Jesucristo, siendo por lo mismo independiente de cualquier potestad civil. Es claro que este derecho de la Iglesia tiene sus límites, pues los modos de adquirirlos, la administración y su destinación no son, de ninguna manera arbitrarios, ni dependen del criterio de la persona a la que pertenecen. Cada uno de estos elementos está claramente normado por el Derecho Canónico. Desde el principio, la Iglesia comenzó a establecer normas tendientes a reglamentar todo lo referente a los bienes. Se partió de la sencillez y la ausencia de normas de organización patrimonial, pues se vivía con intensidad el espíritu nuevo del Evangelio. Aun así, se fue descubriendo la necesidad de normar el uso de los bienes económicos. Sin embargo se descubrió que no era suficiente dictar normas sobre el uso de los mismos y fueron tres aspectos los que comenzaron a reglamentarse: el origen de los bienes eclesiásticos, la finalidad y el modo de su administración, tema central de esta investigación. 185 Desde su profundidad espiritual, los padres de la Iglesia mostraron la necesidad de los bienes para el cumplimiento de la misión, pero señalaron con claridad el destino de los mismos y el peligro del mal uso de las riquezas. Distintos padres enfatizaron el hecho de la fuerza espiritual que la Iglesia había alcanzado con su testimonio de fidelidad en medio de las persecuciones, especialmente a través de los mártires, pero cómo se debilitaba en la medida en que aumentaban su poder y riquezas terrenos. Esta preocupación de los padres ha estado presente a lo largo de toda la historia de la Iglesia y siempre se ha visto cómo las riquezas han sido una tentación. Por lo tanto el derecho patrimonial de la Iglesia tiene como fin fijar la doctrina sobre los modos de adquisición, la administración, la finalidad del patrimonio eclesiástico. Los concilios establecieron normas para asegurar a la Iglesia un clero con una moral elevada. En todas las épocas surgían conflictos y acusaciones sobre el mal manejo de los bienes eclesiásticos. Por esto los concilios nunca desatendieron esta problemática y fueron configurando poco a poco la doctrina católica sobre el tema. Esto es así y se muestra con claridad en el hecho de que, aunque el Ecónomo no aparece en el Código del 17, ya estaba presente en casi todas las circunscripciones eclesiásticas. Esta figura había sido establecida desde el principio. Judas aparece como el tesorero del grupo apostólico y los siete diáconos se establecieron para administrar los bienes. A partir del Concilio de Calcedonia se estableció que todo Obispo eligiera su Ecónomo. De este modo, la legislación canónica actual no ha creado una figura nueva. Lo que ha hecho es reactivar, con fuerza de obligatoriedad, este órgano ejecutivo individual, dedicado exclusivamente a la administración de los bienes diocesanos. Sin embargo, el Consejo diocesano de asuntos económicos no aparece claro a lo largo de la historia. Lo más aproximado se encuentra en el Consejo diocesano de administración del Código del 17. El Concilio Vaticano II no promulgó ningún documento sobre la administración de los bienes eclesiásticos, pero casi todos ellos, especialmente los decretos Christus Dominus y Presbyterorum Ordinis, presentan algún elemento 186 que, reunidos, constituyen una base importante para la doctrina canónica sobre el tema. Éste recuerda a los presbíteros que los bienes temporales deben ser usados según la voluntad de Dios, que es necesario dejar de lado todo cuanto obstaculiza el cumplimiento de la misión, que el mismo Señor es “su porción y su herencia”, y que hay que apreciar los bienes creados como dones de Dios, pues aunque los presbíteros viven en el mundo, no son del mundo, según la sentencia del mismo Jesús. Esto es recogido por el can. 282 §1 al señalar que “los clérigos han de vivir con sencillez, y abstenerse de todo aquello que parezca vanidad”. El oficio pastoral nunca deberá ser ocasión de enriquecimiento personal o familiar, como se dio en otro tiempo. Los clérigos deben usar los bienes sólo para los fines a los que pueden ser destinados, de acuerdo con las enseñanzas del Señor y del ordenamiento de la Iglesia en esta materia. Hay que recordar la invitación que hace el Concilio a los clérigos a abrazar la pobreza voluntaria (PO 17), para conformarse de manera más evidente a Cristo y poder desempeñar mejor su ministerio, ya que ésta les proporciona una mayor libertad. La historia de la Iglesia no debe ser olvidada nunca, pues ella tiene las más grandes enseñanzas para todo cristiano y, especialmente, para los clérigos. En todo momento se ha comprobado que la abundancia y el mal uso de los bienes materiales, termina por desfigurar a los ministros y a la misma Iglesia. La Iglesia y las personas jurídicas en ella constituidas, tienen que ser muy finas a la hora de adquirir su patrimonio. La Iglesia puede adquirir bienes temporales utilizando todos los medios justos, sean de derecho natural o positivo, que estén permitidos a otras personas (can.1259). En ella no se vive de privilegios, sino que utiliza los mismos modos normales y justos que tienen las instituciones para adquirir sus bienes. Aquí es clara la remisión a la legislación civil, de tal manera que los modos justos de adquisición de bienes, utilizados por la Iglesia, estén contemplados allá. Esto implica una clara conciencia de parte del clero, de los miembros del Consejo de asuntos económicos, del Ecónomo y de la feligresía en general, sobre los modos lícitos de adquisición de bienes, pues hay bienes que, por su procedencia no pueden entrar a formar parte del patrimonio de 187 la Iglesia. Hay donaciones que tienen que ser rechazadas y actividades económicas que no pueden ser realizadas, sin importar los apuros económicos que pueda haber en el momento. La Iglesia tiene también el derecho originario de pedir a los fieles todo lo que necesita para la prosecución de sus fines (can. 1260) y los fieles, a su vez, tienen el deber/derecho de contribuir con sus bienes para que la Iglesia pueda cumplir con su misión (cfr. Can. 222 §1). Toda actividad humana exige la utilización de bienes materiales, pero los bienes patrimoniales de la Iglesia sólo han de utilizarse como medios para lograr los fines que corresponden a la misión encomendada por Jesús. La Iglesia no adquiere y administra sus bienes para otra cosa que no sea para alcanzar sus fines. Los fines propios –de los bienes de la Iglesia- son principalmente sostener el culto divino, sustentar honestamente al clero y demás ministros, y hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados (cfr. Can 1254 §2). A nada que no pueda ser enmarcado dentro de estos tres fines pueden ser destinados los fondos. Esto se convierte en una protección para la vida espiritual del clero. Al mismo tiempo, es claro que el recto uso de los bienes económicos, da a la feligresía la confianza necesaria para seguir aportando sus bienes a la Iglesia. El Obispo se convierte en el gran servidor del Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis que se le ha encomendado y deberá regirla al estilo de Jesús, Buen Pastor. Una tarea tan delicada como ésta no es posible imaginar siquiera que pueda ser realizada por una sola persona, por lo que el Concilio y el Código insisten en que el Obispo ha de regir su Diócesis con la cooperación del presbiterio y, en la medida de lo posible, de los laicos. Los administradores de los bienes patrimoniales de la Iglesia están claramente establecidos y tienen su propio estatuto. El Administrador Supremo de los bienes es el Romano Pontífice (can.1273). Mientras que el Obispo es el Administrador Mediato, el cual se deja ayudar por el Consejo de asuntos económicos, el Colegio de consultores y el Ecónomo, el cual es el Administrador Inmediato. En virtud de su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador y distribuidor supremo de todos los bienes eclesiásticos. Los bienes 188 pertenecen a la persona jurídica que los ha adquirido legítimamente (cfr. Can. 1279 §1), pero permanecen bajo la autoridad del Romano Pontífice por su primacía de gobierno. La potestad que ejerce el Obispo diocesano sobre los bienes económicos es la vigilancia (cfr. Can.1276 §1). Hay que reconocer que él es el verdadero administrador de los bienes diocesanos, pero que la administración se ejecuta a través del Ecónomo, el cual actúa bajo la autoridad del mismo. Como representante de todos los negocios jurídicos de la Iglesia diocesana, corresponde al Obispo la organización de todo lo relacionado con la administración de los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y sirviéndose de las eventuales orientaciones y subsidios de la Conferencia Episcopal. La administración del patrimonio es un aspecto fundamental de la actividad ordinaria de la Curia diocesana y los entes establecidos por el Código para este fin son el Consejo de asuntos económicos y el Ecónomo (cann. 492 – 494). Al revisar la legislación universal sobre los Consejos diocesanos de asuntos económicos, salta a la vista la necesidad de normas particulares. Son muchos los aspectos que quedan sin establecer y que necesitan determinarse, de acuerdo a la situación concreta de cada Diócesis. Estas normas estarán contenidas principalmente en sus estatutos. En ellos se ha de recoger el derecho universal y lo que el Obispo decida para su propia Diócesis. Las normas particulares deberán indicar, por ejemplo, si el Consejo será presidido habitualmente por el delegado. Obispo o por su Además debe determinar el número de miembros, las cualidades personales de cada uno de ellos, el modo de designar a los miembros y sus funciones. Fijará consultas, plazos, frecuencia y modo de reuniones. Es preciso establecer si los laicos que realizan estos oficios serán remunerados o no. La respuesta a esta interrogante dependerá, por ejemplo, del tiempo que deban dedicar, a las condiciones generales de la Diócesis, de sus posibilidades económicas, entre otras, salvando siempre las razones de justicia. Esto es 189 señalado en los cann. 231 §2 y 1286 §2, cuando se habla de “los laicos que de modo permanente o temporal se dedican a un servicio especial en la Iglesia”. El Consejo de asuntos económicos es un órgano consultivo, aun cuando algunas de sus actuaciones tengan un carácter vinculante. La corresponsabilidad en la Iglesia está ordenada eclesiástica competente. a la consulta y ayuda de la respectiva autoridad Esta autoridad es la única responsable del acto realizado desde su inicio hasta su conclusión. Las funciones de tipo consultivo del Consejo diocesano de asuntos económicos son aquellas en las que el ordenamiento canónico impone al Obispo, recurrir al él para obtener su consejo o su consentimiento. Los actos donde el Obispo está obligado a obtener el consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos, están referidas a los bienes de la Diócesis y de las demás personas jurídicas administradas por el Obispo diocesano. Es preciso aclarar que el Consejo no puede dar su parecer ni su consentimiento, si antes no se le ha informado exactamente tanto de la situación económica de la persona jurídica y de la necesidad y oportunidad de la negociación que se pretende realizar. Cuando el Código exige que el Obispo reciba el consentimiento del Consejo de asuntos económicos y del Colegio de consultores, si éste no es pedido, se cae en invalidez del acto, según lo establece el can. 127. Es un organismo consultivo que, además de asesorar y ayudar al Obispo en la tarea de administrar los bienes, también le colabora en la vigilancia sobre el patrimonio sometido a su jurisdicción; es un organismo de la Diócesis, colegial, estable y necesario, de carácter eminentemente técnico y asesor, que ayuda al Obispo en la correcta administración, mediata e inmediata, de los bienes eclesiásticos a él sujetos en el ámbito de la legislación canónica vigente y que estas normas le conceden, expresando y realizando de este modo la corresponsabilidad de los fieles diocesanos en la tarea económica administrativa. Hay que recordar que toda persona jurídica está obligada a constituir su Consejo de asuntos económicos, salvo en casos particulares cuando sus funciones puedan ser asumidas por sólo dos consejeros (can. 1280). Sin embargo, para las diócesis 190 y las parroquias, no es posible esta opción, ya que, para ambas entidades, está prescrito el Consejo de asuntos económicos (cann. 492 y 537 respectivamente). Por su parte, también aparece como obligatoria la figura del Ecónomo (can. 494), cuya función es ejecutiva. En varias ocasiones no están clarificadas las tareas que debe desarrollar, ni cuál es su puesto y relación en el conjunto de los organismos diocesanos, ni su trabajo es adecuadamente valorado en el conjunto de la pastoral diocesana. Esto posiblemente explica la escasez de estudios dedicados a analizar este oficio eclesiástico. Sin embargo, la figura del Ecónomo aparece desde los comienzos de la Iglesia. Éste órgano diocesano está suficientemente documentado desde el principio. Aun así, el Código Pío benedictino no lo presentó, siendo que en la mayoría de las circunscripciones eclesiales se tenía al Ecónomo para la administración inmediata de los bienes. El Código actual lo presenta como obligatorio. El Ecónomo está sujeto al Obispo en cuanto a la normativa, a la vigilancia, a las autorizaciones prescritas para ciertos actos, entre otras cosas. Se prevé la intervención directa por parte del Ordinario diocesano en casos particulares como la negligencia o la ausencia de administradores. El Ecónomo diocesano administra los bienes de la Diócesis, ejecuta los gastos aprobados y rinde cuentas de los ingresos y egresos al Consejo diocesano de asuntos económicos. El nombramiento del Ecónomo diocesano es realizado por el Obispo diocesano, pero para efectuarlo, debe oír al Colegio de consultores y al Consejo de asuntos económicos. Además se debe tomar en cuenta que la decisión de renovar el mandato al Ecónomo exige que el Obispo diocesano escuche al Colegio y al Consejo. Lo mismo ocurre en el caso de remoción del Ecónomo: es el Obispo el que evalúa la gravedad de la causa de remoción y remueve, pero no sin antes escuchar el parecer de estos dos entes diocesanos (cfr. Can. 494). El problema de los bienes temporales no es el más importante que la Iglesia debe afrontar. Sin embargo es sumamente delicado y a menudo causa de innumerables dificultades y escándalos que hieren la comunión, la integridad y la buena fama de la Iglesia universal o diocesana. Una manera inapropiada de 191 obtener los bienes o de administrarlos comprometería seriamente la imagen y la credibilidad de la Iglesia. Por este motivo, la administración de los bienes eclesiásticos debe estar en manos de personas expertas, con las cualidades humanas, morales y cristianas necesarias para una administración transparente. Además, estas personas deben conocer claramente sus funciones, por lo que al final de este trabajo investigativo se presentan unas propuestas de estatutos, tanto para el Consejo de asuntos económicos, como para el Ecónomo. Lo aquí se presenta deberá ser completado por el Obispo diocesano de acuerdo a la realidad de la Diócesis que pastorea. Además, se ofrecen dos sencillos modelos de decretos de instauración del Consejo y de nombramiento del Ecónomo. 192 BIBLIOGRAFÍA 1. Fuentes Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II Apparando, Series I (ante preparatoria), Typis polyglottis vaticanis, vol.2, tomo 1MCMLX. Código de Derecho Canónico (1917) y legislación complementaria. Texto latino y versión castellana. 8ª ed. revisada, ampliada y mejorada. Madrid: BAC, 1969. Código de Derecho Canónico (1983). Decimoquinta edición, actualizada y revisada. Madrid: BAC, 1999. Código de Derecho Canónico, ANTONIO Benlloch Poveda, (Dir.). 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Página consultada el 16 de junio de 2011. 202 INDICE SUMARIO ................................................................................................................................. 3 SIGLAS Y ABREVIATURAS .......................................................................................................... 5 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 7 CAPÍTULO I LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA ................................................................................. 20 Introducción .................................................................................................................... 21 1. La Administración de bienes a través de la historia ........................................... 23 1.1. En la Sagrada Escritura ................................................................................... 24 1.2 En la Patrística.................................................................................................. 27 1.3 En el Magisterio Conciliar previo al Concilio Vaticano II ............................ 30 1.4 En el Código de 1917 ....................................................................................... 32 1.5 En el Concilio Vaticano II ................................................................................ 37 1.6 En el Código de 1983 ....................................................................................... 42 1.6.1. Principios generales .................................................................................... 42 1.6.2. Derecho a la adquisición de bienes ........................................................... 43 1.6.3. Modos de adquisición de los bienes ......................................................... 45 1.6.4. Deber y derecho de los fieles ..................................................................... 49 1.6.5. Finalidad ........................................................................................................ 51 1.6.5.1. Ordenación del Culto Divino ................................................................... 53 1.6.5.2. Sustentación del Clero ............................................................................. 54 1.6.5.3. Obras de Apostolado y Caridad .............................................................. 56 A manera de síntesis ...................................................................................................... 57 CAPÍTULO II EL PATRIMONIO DIOCESANO Y LOS ADMINISTRADORES ......................................... 59 PARTE 1 ............................................................................................................................... 60 LOS BIENES TEMPORALES EN LA IGLESIA DIOCESANA ........................................... 60 203 Introducción .................................................................................................................... 60 1. La Diócesis ............................................................................................................... 61 2. Los bienes temporales de la Iglesia diocesana ................................................... 64 2.1. Distintas clasificaciones ................................................................................. 65 2.2. Función de vigilancia de parte del Obispo ................................................... 68 2.3. Principales criterios que deben guiar la administración de los bienes diocesanos ................................................................................................................... 71 A manera de síntesis ...................................................................................................... 73 PARTE 2 ............................................................................................................................... 75 GESTORES DE LA ADMINISTRACIÓN DE BIENES ECLESIÁSTICOS ......................... 75 Introducción .................................................................................................................... 75 1. El Sumo Pontífice: Administrador Supremo ........................................................ 79 2. El Obispo Diocesano: Administrador Mediato .................................................... 83 3. El Ecónomo: Administrador Inmediato ................................................................ 87 A manera de síntesis ...................................................................................................... 88 CAPÍTULO III EL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS .............................................................. 90 Introducción .................................................................................................................... 91 1. Antecedentes del can. 492 ..................................................................................... 92 1.1. CIC/17 ................................................................................................................ 93 1.1.1. Can. 1520 ....................................................................................................... 94 1.1.2. Can. 1521 §1 .................................................................................................. 96 1.2. Carta circular de la Sagrada Congregación del Concilio de 1929 ............. 97 1.3. Concilio Vaticano II .......................................................................................... 98 1.4. Proceso de redacción del can. 492 ................................................................ 99 2. Obligatoriedad y presidencia ............................................................................... 102 3. Principio de corresponsabilidad ......................................................................... 103 4. Constitución ........................................................................................................... 104 5. Naturaleza............................................................................................................... 107 6. Finalidad ................................................................................................................. 109 204 7. Duración en el cargo de los miembros ............................................................... 110 8. Funciones y Competencias .................................................................................. 111 A manera de síntesis .................................................................................................... 116 CAPÍTULO IV EL ECÓNOMO DIOCESANO ............................................................................................ 118 Introducción .................................................................................................................. 119 1. Antecedentes del can. 494 ................................................................................... 120 1.1. En la historia ................................................................................................... 120 1.2. En el CIC/17 ..................................................................................................... 123 2. Proceso de redacción del actual can. 494 .......................................................... 124 3. Obligatoriedad ....................................................................................................... 125 4. La persona.............................................................................................................. 126 5. 4.1 Características personales ........................................................................... 127 4.2 Nombramiento y duración en el cargo ........................................................ 128 4.3 Sub auctoritate Episcopi ............................................................................... 133 Competencias ........................................................................................................ 134 5.1 Administrador ................................................................................................. 136 5.2 Tarea específica ............................................................................................. 138 5.3 Bienes de entidades diocesanas ................................................................. 141 A manera de síntesis .................................................................................................... 142 CAPÍTULO V RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO Y LA INSTAURACIÓN DE AMBOS ................................................................................................... 144 PARTE 1 ............................................................................................................................. 145 RELACIÓN ENTRE EL CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Y EL ECÓNOMO DIOCESANO ...................................................................................................................... 145 Introducción .................................................................................................................. 145 1. Comunión eclesiástica ......................................................................................... 146 2. La Curia Diocesana ............................................................................................... 147 205 3. La función consultiva en la Iglesia ...................................................................... 151 4. Aspectos generales de la relación entre el Consejo diocesano de asuntos económicos y el Ecónomo diocesano ....................................................................... 153 5. Función consultiva vs. Función ejecutiva .......................................................... 155 5.1 Presupuesto .................................................................................................... 157 5.2 Rendición de cuentas .................................................................................... 157 5.3 Respecto a las personas jurídicas sujetas a la potestad del Obispo Diocesano………………………………………………………………………….………………………………………..158 A manera de síntesis .................................................................................................... 158 PARTE 2 ................................................................................................................................ 160 PROPUESTA PARA LA INSTAURACIÓN DE LOS CONSEJOS DIOCESANOS DE ASUNTOS ECONÓMICOS y DEL ECÓNOMO ........................................................................................... 160 Introducción .................................................................................................................. 160 1. CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS .................................... 161 1.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS ........................................................................................................... 165 1.2. PROPUESTA DE DECRETO DE INSTAURACIÓN DEL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS ........................................................... 173 2. ECÓNOMO DIOCESANO ....................................................................................... 175 2.1. PROPUESTA DE ESTATUTOS DEL ECÓNOMO DIOCESANO .................. 178 2.2. PROPUESTA DE DECRETO DE NOMBRAMIENTO DEL ECÓNOMO DIOCESANO ............................................................................................................... 182 A manera de síntesis .................................................................................................... 184 CONCLUSIONES .................................................................................................................... 185 BIBLIOGRAFÍA....................................................................................................................... 193 INDICE ................................................................................................................................ 203 206