2. la paz y la guerra en la literatura de época trajano

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2.
2.1.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE
ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
LA GUERRA EN LOS ESCRITORES DEL PERÍODO
Los temas de la guerra y la paz reciben un tratamiento diferenciado
en ocasiones según se aborden en fuentes griegas o latinas. Conceptos,
tradición histórica, sentimientos nacionales, etc., llevan a divergencias,
más o menos sutiles, que permirirían incluso enfocar el esrudio de la ttadición literaria teniendo en cuenta el origen de sus aurores.
En este capítulo se pretende tratar la cuestión desde una perspectiva
puramente temática, por lo que las fuentes literarias se combinan sin
considerar otro crirerio que no sea su inrerés para definir las posturas ante la paz y la guerra del período.
El estudio de las fuentes literarias proporciona, en lo que respecta al
tema de la guerra, un contenido riquísimo para los reinados de Trajano
y Adriano. Para ello contamos con las obras de escritores senatoriales,
representantes de la línea más o menos cercana, según los casos, a posturas oficiales; por otra parte, autores que aportan diferentes matices de la
tradición griega, en mayor o menor grado al servicio romano (Plurarco y
Dión de Prusa), y por fin, fuenres pertenecientes a otros sectores sociales
no privilegiados que, utilizando géneros lirerarios más populares, abordan también el tema de la guerra. Todos ellos tienen en común la pretensión de proporcionar, desde sus particulares premisas, una justificación del papel histórico desempeñado por el Imperio.
La finalidad de este estudio es el análisis de las fuentes senatoriales
en sus posibles vertientes de postura oficial o de oposición al poder
político, aunque para comprender la realidad del momenro hay que
contrastar con el resto de los autores contemporáneos.
2.1.1.
Bellum iustum: la justificación
de la guerra
Entre los autores occidentales, Plinio es el más cercano a los círculos
oficiales. Senador y amigo personal de Trajano, su lealtad queda proba-
72
M. > PILAR GONZÁLEZ-CONDE
da en la redacción del Panegyricus y en la confianza que el Emperador
le demuestra al entregarle el gobierno de Bitinia. Por su propio carácrer,
el Panegyricus no puede considerarse una obra histórica como tal. Escrito
para ser leído ante Trajano, representa una especie de encuentro entre el
Senado y el Príncipe y recoge, bajo la forma de halago a éste, inquietudes políticas de un sector senatorial. La obra contiene una definición de
la imagen del Príncipe, así como el planteamiento de los temas que en
esos momentos y circunstancias es conveniente recordar.
Más que una teoría de la guerra, en el Panegyricus se encuentra una
descripción de la paz basada en la supremacía militar, en la fortaleza del
Principado y en la libertas publica. Ésta requiere la utilización de la guerra
y la victoria contra el enemigo exrerior; en ocasiones rambién contra la
sublevación interior. Las victorias trajaneas se acogen siempre a los principios éticos de la guerra justa, producidas por una necesidad de defender la
soberanía del Imperio; se rrata de triunfos reales conseguidos personalmente por el Emperador. Trajano ha engrandecido el nombre de Roma en el
Rin, en el Danubio y en Oriente antes de ser Emperador, como premonición de futuras victorias; éstos son los principios que recoge el Panegyricus.
En la tradición histórica, la guerra es justa cuando eleva la condición
del pueblo conquistado y cuando responde a un efectivo pehgro exterior; es moralmente justificable contra pueblos «inferiores». Este planteamiento y el soporre ideológico del esroicismo permitieron la expansión
romana en los últimos años de la República; la aceptación que tuvieron
en Roma las escuelas de estoicos se relaciona con el apoyo que sus doctrinas dieron a la política exterior romana durante un cierro período de
tiempo. El sustrato estoico polibiano tiene sus ecos a comienzos del Principado, y se desarrolla ampliamente en las fuentes de época trajanoadrianea. Plinio justifica la guerra debida a un provocación exrerior, que
menosprecia la soberanía romana, y a un peligro efectivo {Paneg. 16, 1).
Las circunstancias determinan su carácter ofensivo o defensivo, pero es
válida cuando se realiza por el bien de Roma, siempre que la moderatio
del Príncipe no pueda evitarla {Paneg. 17, 4). El reinado de Domiciano
se presenta en estos momentos como ejemplo de una política negligente
y degradante para Roma en las relaciones inrernacionales y de esta forma
se sanciona la nueva política exterior de Trajano.
En segundo término hay que referirse a la postura de Táciro. Senador y amigo de Plinio, sus obras reflejan una evolución ideológica en la
que la última etapa se ha querido ver tradicionalmente como fruto de
reticencias hacia la política trajanea. En lo que atañe a la concepción de
la guerra, Tácito es un claro exponente de su época y del grupo social al
que pertenece ^. Por su posición social está muy próximo a los aconteci-
1 Tal como ya ha sido planteado por algunos autores, Tácito no desarrolla una teoría de la
guerra y la paz, sino que se limita a la praxis de los ejemplos. Enrre la abundante bibhografía so-
LA P A Z Y LA G U E R R A E N L A L I T E R A T U R A D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
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mientos políticos que desencadenan la rápida expansión imperial hasta
unos límites antes nunca vistos; esto le hace reflexionar sobre la historia
imperial pasada con perspectiva de parte interesada.
Su concepción de la guerra se debate entre, por una parte, la necesidad de permanecer fiel a los ideales estoicos de la búsqueda de la paz y
concordia y, por otra, su particular visión del destino de la universalidad
y grandeza del Imperio (desde luego, no en su senrido absoluro de identificación con la o i x o u n é v T ) ^, que le lleva a justificar el dominio romano
sobre otros pueblos cuando éstos interfieren su proyecto histórico.
De todo ello se derivan dos hechos: 1) el papel de la obra tacitea, especialmente de las Historiae, como servicio al poder político; 2) la justificación de un tipo de guerra que contribuya al engrandecimienro del
Imperio.
Por lo que se refiere al primer aspecto, las Historiae se publican,
según se acepta de forma general, a partir de los años 1 0 5 / 1 0 6 ' . El
momento no puede ser más favorable para la acogida de cualquier manifestación intelectual que se pueda interpretar como apoyo a la empresa
dácica de Trajano y a posibles futuras acciones bélicas, pasando así a integrarse en el plan de conjunto desplegado en Roma para aprovechar
propagandísticamente los beneficios de la reciente victoria. La obra se ha
concebido como narración de un corto período de tiempo marcado por
el horror de la guerra civil y por el feliz colofón del advenimiento de
Vespasiano, con el que vuelve la prosperidad y la paz perdidas"*. Así se
crea una clara conrraposición entre esa terrible situación de conflicto en
el seno de la sociedad romana y la euforia del momento presente ptovocada por la sensación de seguridad recuperada y de u n supuesto desahogo para los problemas económicos que preocupan a la población. La
conclusión es fácil de deducir: las guerras civiles son un rerrible azore
que sacude a todos y provoca la decadencia del Imperio; las guerras exteriores, si son justas, engrandecen y enriquecen a Roma. Ésta es la idea
general', independientemente de que en cada acción particular Tácito
tome parrido en un sentido u otro.
El concepto de guerra es para Táciro, por influencia del estoicismo,
inseparable de la uirtus; la ausencia o presencia de ella es lo que deterbre Tácito, y concretamente para las cuestiones de guerra y paz, se pueden citar; R . SYME, 1962a,
241-263; id.,
1970; S. BORZSAK, 1966, 47-61; J . H . PARKS, 1969, 17-20; R . G . TANNER, 1969, 95-
99; I. KAJANTO, 1970, 84; P . DELPUECH, 1974, 91-107; S. D . U R U C C I A , 1975; id.,
1980, 407-411;
E. OLSHAUSEN, 1987, 299-312, piensa que Tácito condena la guerra en general. También A .
MICHEL, 1966; id.,
1970, 105-115; J . L. RIESTRA, 1978, 213-227; N . METHYM, 1985, 23-30.
2 Tal como lo concibe Séneca: imperialismo no es igual a cosmópolis; uid. Séneca, Ad Lucilium. Epistulae morales; sobre esto, J . - M . ANDRÉ, 1974, 19-31; K . BÜCHNER, 1974, 134-145.
5
R . SYME, 1979, 118-119; H . CÍOELZER, 1978, V .
R. SYME, 1979, 213-214, con el supuesto contenido de la obra completa, que abarcarla
hasta el 96.
">
E. OLSHAUSEN, 1987, 302-303.
74
M.» PILAR
GONZÁLEZ-CONDE
mina el que una guerra sea justificable o no. Si la guerra es justa, la uirtus dominará en la conducta de todos los romanos que participan en el
conflicto; iniciada por el emperador para el bien de la República, los jefes militares y los soldados acruarán por la gloria y el honor del pueblo
romano. Buen ejemplo de esta actitud es la descripción que Tácito hace
de la figura de su suegro en la obra postuma que le dedica (Agricola),
presentándole como hombre honesto y virtuoso, justo y moderado'', que
procura mantener la paz, pero que no evita la guerra si ésta se considera
necesaria para el honor y grandeza de Roma.
En las Historiae estos supuestos suelen asimilarse a los actos de
guerra extranjera, que debe cumplir, sin embargo, algunos requisitos.
En primer lugar, esta guerra requiere que exista un peligro exterior real
para la seguridad de los límites del Imperio', ral como Tácito ve la situación de los Dacios y los Partos al comienzo de la obra {Hist. 1, 2); si
ambos pueblos llevaban rantos años poniendo en peligro a Roma, resulta evidente que las posteriores acciones de Trajano se conciben como
fruto de necesidades estratégicas ^. Así pues, el Emperador puede iniciar
una guerra cuando ésta es necesaria, con una finalidad clara: salvaguardar los intereses de la República. En la guerra civil que narra Tácito,
Vespasiano toma la decisión de entrar en la guerra por el interés del Esrado9, si bien se acepta que éste es un argumento utilizado en ocasiones
con intereses éticamente reprobables'o.
Con estos dos presupuestos (peligro exterior e interés de la República), se entiende que se consigue una victoria honrosa para el pueblo romano (otra cosa ocurrirá si hay un fracaso, en cuyo caso se pedirán responsabilidades y crecerá la hostilidad entre los participantes), especialmente si se lleva a término sin derramamiento de sangre romana. Tácito
insiste en este punto como principal motivo de condena de las guerras
civiles. Estas victorias son honrosas también porque sus responsables
han sabido actuar conforme al derecho de guerra, que se respeta en las
guerras extranjeras, pero no necesariamente en las civiles; el honor romano hace que se respete la vida de las delegaciones de paz {Hist. 3, 80) y
que, pese a la inevitable crueldad del vencedor para con el venciclo,
exista siempre una apariencia de clemencia en la versión oficial de la
guerra.
* J . - M . ENGEL, 1 9 7 4 , 3 2 : en la generación de Tácito se produce una sustitución del imperialismo de explotación por un imperium moderatum.
Sobre el paradigma de príncipe, A. D .
CASTRO, 1 9 7 2 .
' R. SYME, 1 9 7 9 , 2 0 4 , sobre el peligro exteiior como elemento que impulsa a los romanos a
practicar la virtud, disciplina y concordia, tal como está presente en las Historiae.
8 S. MONTERO DÍAZ, 1 9 5 5 , 1 0 - 2 4 . Aunque con un sentido muy alejado de la defensa de Trajano, Pronto {Principia Historiae 8 ) se hace eco del peligro histórico de los Partos.
9 Tácito, Hist. 2 , 7 6 , aunque aquí sea una guerra civil.
Tácito, Hist. 2 , 1 0 , sobre esta interpretación en algunos autoies pata Vitello.
LA P A Z Y LA G U E R R A E N LA LITERATURA D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
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La justificación de estas acciones es posible porque existe una concepción del mundo romano como ente separado física y espiritualmente
del resto de los pueblos. Cuando el autor de la Vita Hadriani {II, 2) se
refiere al muro adrianeo en Britania diciendo: «.,.qui barbaros Romanosque diuideret», está respondiendo a esra precisa idea. De ahí que la
valoración erica de la guerra, y consecuenremenre de la victoria, sea diferente en los conflictos entre romanos y entre éstos y otro pueblo
extranjero. Tácito cree en el derecho moral del pueblo romano para someter a sus vecinos'1, aunque esto se intente camuflar bajo el aspecro
de una relación de protección; Cerialis explica a los Galos, entre
quienes acaba de sofocar una sublevación {Hist. 1, 73-74), que Roma
está en el Rin para protegerles de los Germanos; la opción se plantea
enrre libertas o securitas.
Tácito reivindica una guerra justa en el sentido en que la practicaron
los antiguos romanos de los tiempos de la República, cuyos valores morales y sentido patriótico son, para el autor, un modelo a seguir: defensa
de los inrereses de la República y la gloria romana; una actuación valiente y disciplinada; la condena de acciones frarricidas aún en riempo de
guerra 12; todo ello proporciona una alta valoración ética de las guerras
tardorrepublicanas e incluso de los conflicros civiles i^.
Finalmente, también aflora un sentido de la guerra asociada a la
prosperidad y abundancia, tan acorde con los momenros que Tácito está
viviendo y tan útil a la causa trajanea, aunque la idea se pierde en ocasiones debido a la preocupación por las cargas económicas de las guerras
y por algunos escasos resultados de la victoria.
En los Annales se reflejan principalmenre dos aspectos de la guerra
justa en lo que se refiere a conflictos exteriores. Por una parte, el reconocimienro de lo inevirable del enfrentamiento que salve el honor romano y el bien público; así se entiende la confrontación con los Germanos
a finales del reinado de Augusto, necesaria para vengar la afrenta infligida al ejército romano {Ann. 1, 3), un móvil que ya se había utilizado
pocos años antes como versión oficial para jusrificar las campañas dácicas
de Trajano (en este caso se argumenra la venganza por la derrota de Domiciano). También en aras del bien público se desea la guerra contra los
Galos, que Tiberio evita, provocando con ello una paz miserable {Ann.
3, 44). Igualmenre, Nerón tiene que elegir la guerra en Oriente para
evitar una paz deshonrosa provocada por la situación romana en Armenia {Ann. 15, 25). Esta versión sobre los aconrecimienros orientales coincide con un momento político probablemente cercano a la conquista de
la Gran Armenia por Trajano (pero con ello se entra en el oscuro proble-
'1
I. KAJANTO, 1970,
'2
Como ejemplo más significativo. Tácito, Hist. 3, 2 5 .
84.
"
S. MAZZARINO, 1983,
voi.
3, 73
ss.
M." PILAR GONZÁLEZ-CONDE
76
ma de la datación de los Annales, y especialmente de sus últimos
libros), con lo que se vuelve a la cuestión de la utilidad de las obras taciteas para la polírica de Trajano l'i.
El otro aspecto presente en los Annales es la preocupación por el derramamiento de sangre romana en las batallas y su diferenre valoración
ética frente a la pérdida de sangre extranjera. En un conflicto con pueblos orientales Corbulo tiene el «acierto» de sacrificar sangre hibera y no
romana {Ann. 14, 23); el propio Tácito explica la contrariedad que le
producen las bajas romanas en guerras exteriores {Ann. 16, 16); precisamente alude a ello en unos momentos en que las pérdidas humanas de
los últimos años en Orienre estarían latentes en la opinión pública.
Entrando en el mundo de los autores griegos y resperando las parricularidades de la visión oriental, alejadas en ocasiones de la mentalidad
latina, hay que referirse en primer lugar a Plutarco. Nacido a mediados
del siglo I en Queronea, en el seno de una familia perteneciente a la
aristocracia local, su educación y sus continuos viajes le proporcionaron
una formación que le permitiría acceder a cargos de responsabilidad pública. Sus buenas relaciones en los círculos senatoriales romanos durante
el período flavio, culminarían con la obtención del consulado bajo
Trajano . En Plutarco aparece de nuevo la contraposición entre la guerra justa, noble, y la injusta. La primera sólo puede ser la exterior, siempre y cuando ésra vaya acompañada por la uirtus y siempre que respete
los principios morales, propios de una siruación de guerra i<^. La búsqueda de la virtud es un elemento constante en su obra, pues sólo a través
de ella se legiriman los actos humanos .
Continuando en el ámbito helénico se encuentra la obra de Dión de
Prusa. Nacido, como Plutarco, en el seno de una familia de la aristocracia local, corrió peor suerte que aquél, siendo desterrado por Domiciano
y rehabilitado por Nerva. Consciente de lo irreversible del dominio romano, y siempre desde la perspecriva del griego, rras una primera etapa
cínica, evoluciona hasta aproximarse al esroicismo, alineándose así con las
posturas oficiales del período. En sus obras no transmite una verdadera
docrrina personal de la guerra, sino más bien del héroe de guerra, como
tema cenrral. Sin embargo, se adivina el reconocimiento de una determinada conducta inherente a la guerra, de una ética de la guerra, expresada de forma simbólica a través de la caza, que es una actividad en la
Aunque esto entra en contradicción con las tesis de las supuestas reservas de Tácito con respecto a la aventura oriental de Trajano; P. DELPUECH, 1974, 98 ss.
'5 A. PÉREZ JIMÉNEZ (ed.), 1985, con toda la bibliografía anterior.
'<> A pesar de las críticas de la guerra, que destaca G. ZAMPAGUONE, 1967, 240-242.
i'' Pot ejemplo. Plutarco, Alex. 4, 41-42. Alejandro aparece como el hombre más justo en
unas ocasiones y el más cruel en otras; a pesar de sus múltiples defectos, la virtud le acompaña desde la infancia y durante todas sus expediciones; M. SoRDi (ed.), 1984; P. CEAUSESCU, 1974, 153168; A. HEUSS, 1954, 99-100; en último término, con el relato apoyado en los acontecimientos, P.
GOUKOWSKY,
1978.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
77
que el hombre probaría six valor en tiempos de paz ' 8 . El rey ideal debe
practicar la caza para ejercitarse, pero no la caza enrendida al modo
asiático, es decir, la de animales enclaustrados en un recinto a los que
se da muerte, sino de animales en libertad; Dión compara esta costumbre oriental con el hombre que, denominándose belicoso, no busca
luchar con el enemigo, sino que da muerte a los prisioneros que tiene
encerrados (Dión 3, 135-138). En la caza, la fiera es el enemigo, al que
hay que apresar lealmente; esto supone el reconocimienro de una erica
que dirige la conducta de la guerra y que el auror asume de forma general. En este mismo sentido de guerra vista como competición pueden
citarse las palabras de MarciaU', aunque en este caso lo asocia a actividades lúdicas.
De nuevo en el ámbito latino y para los comienzos del gobierno de
Adriano, hay que mencionar una obra que, por la fecha de su composición ^o, debe considerarse de transición entre ambos reinados; se rrata de
la biografía de los Césares de Suetonio. Desde el punto de vista que
estricramente interesa aquí, conviene citar su carácrer de biografía imperial, al que responde la estructura de la obra; cada biografía narra, por
este orden, el origen, nacimiento y formación del emperador, sus hazañas militares y relaciones con el ejército en la paz y en la guerra, su gestión como administrador civil, y su muerte, así como los presagios que
acompañan toda su vida^i.
En Suetonio hay una diferenciación clara entre guerra civil y exterior,
aunque con cierta ambigüedad en lo que se refiere a su respectiva identificación con la guerra injusra y justa. Los conflictos civiles se presentan,
en ocasiones, asociados a los más nobles propósitos: Augusto los inicia para vengar la muerte de su antecesor y llevar a una más aira consideración
su obra {Aug. 10, 1); Galba, por un sentido patriótico cuya validez confirman los presagios {Galba 10, 4). Sueronio no deja, sin embargo, de
participar del horror que producen las muertes entre romanos 22.
Durante el reinado de Adriano la producción literaria también cuenta con una representación de los diferentes sectores sociales, entre los
que indiscutiblemente tiene que haber posturas cercanas a la oficial,
muy útiles en determinados momentos para el poder imperial.
'8 M. P. CHARLESWORTH, 1943, 4, sobre la idea de la evolución del emperador guerrero a cazador e interesado en los juegos circenses, a través de lo que se canaliza la pietas, como vínculo con
lo divino.
" Marcial, Lib. Spect., 32: Cedere maiori uirtutis fama secunda est. Illa grauis palma est,
quam minor hostis habet.
2" Entre 119-122 para la publicación, según M. BASSOLS DE CLIMENT (ed.), 1964, vol. I, X X X I ;
con más reservas, B . BALDWIN, 1983, simplemente lo sitúa entre finales del reinado de Trajano y
principios del de Adriano.
2· Así se explica en Suetonio, Aug. 61, 1.
22 Suetonio, Otho 10, 1; éste entró en la guerra pensando que podría evitar el derramamienro
de sangre.
78
M. > PILAR GONZÁLEZ-CONDE
A grandes rasgos puede decirse que toda la propaganda oficial de
época adrianea se basa, en lo que atañe a la concepción de la guerra, en
dos puntos: 1) la megalomanía es la causa de muchas hazañas militares;
2) todo proyecro-imperialisra de conquista necesita establecer sus propios
límites. Los escritores más compromeridos con el régimen contribuyen
con sus obras a mantener este esquema, que converría en inútiles las
empresas como la de Trajano y presentaba el nuevo reinado como la
vuelta a la sensatez y a la concordia.
Entre éstos puede citarse a Arriano, senador originario de Bitinia y
amigo de Adriano, bajo cuyo reinado desarrolló su carrera política. Escribió, enrre orras obras, una historia de Alejandro Magno en siete libros,
diferenre en sus planreamienros a la anrerior de Plutarco, y que es en
gran parte producro del momento político que se vive. La obra incluye
una gran profusión de datos militares y ofrece una conclusión clara: Alejandro fue un gran militar y estratega, que realizó una hazaña brillante
con la colaboración divina, pero todo este proyecto se vio ensombrecido
D o r q u e los deseos de gloria cegaron al rey de Macedonia y le empujaron
iacia un irrealizable e inconcluso proyecto de expansión y c o n q u i s t a .
Este planteamiento se encuentra reflejado en el discurso de Alejandro
a sus hombres y la consiguiente réplica de Coenus, el hijo de Polemocrates^^, así como en un posrerior discurso de Alejandro que igualmente
responde al descontento de sus hombres {Anab. 7, 10, 5 ss.). Frente a la
ilimitada aventura iniciada por Alejandro (5, 25, 2), el ejérciro y los propios consejeros del monarca intentan poner fin a la guerra y volver a su
patria: «hay que poner límite a las conquistas» . Esta versión se contrapone a otras fuentes en las que se exponen los límites previamente
impuesros por el propio Alejandro a su empresa orientales. Arriano reivindica la figura de Alejandro y sólo objera a su obra la ausencia de unos
límires prefijados para la expansión. Redactada en época adrianea, esta
evaluación puede considerarse una condena parcial de las actitudes trajaneas, aunque no una invalidación de su obra de gobierno, planteamiento
del que se hacen eco otras voces .
Éste es el aspecto reprochable de la guerra exterior, que no se considera negativa intrínsecamente, sino por los peligros que producen la vanidad y la imprudencia; los aspectos positivos son el valor y la concordia
deorum {Anab. 7, 30, 1-3) que acompaña al héroe.
En este mismo sentido hay que considerar la obra de un contemporáneo suyo, Floro, cuyo «Epítome de Livio» interesa también desde el
punto de vista de su traramiento en la guerra. Evidentemente, Floro
23 Arriano, Anab. 5, 26, 1 ss. y 5, 27, 1 ss.; Polemocrates dice hablar en nombre de la mayoría del ejército; uid. nota 17 sobre Alejandro.
^'^ Arriano, Anab. 5, 27, 4, en boca de Coenus.
» Diodoro Síc. 17, 95.
26 Vita Hadr. 9, 1, sobre la versión de Adriano de que en política exterior seguía consejos secretos del propio Trajano.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
79
tampoco reniega del dominio romano del orbe^', porque éste es el
pueblo-rey, digno de admiración como señor del m u n d o y cuya historia
es la hisroria de toda la humanidad . El elemento indispensable en la
estructura de la historia de Floro es la guerra en cualquiera de sus modalidades; la guerra exrerior y la inrerna, ral como explica Jal ^ 9 , reciben en
su obra diferente tratamiento: las primeras son justas en cuanto que responden a la necesidad de defenderse de un peligro exterior, o bien por
el evidente móvil económico de integrar regiones ricas y productivas en
el Imperio, mientras el lado negativo de la guerra exterior sobresale
cuando se produce por un deseo de gloriado.
Desde orro plano social, la visión de Juvenal es compleramenre diferente. Sus sátiras traslucen una idea de concordia superior a la de sus
contemporáneos, porque es la concordia del género humano: «¿Cuándo
a un león le arrancó la vida un león?» {Sat. 15, 160); es la idea de la soüdaridad entre los hombres, que parece estar por encima de cualquier
debare sobre la legirimidad del dominio romano.
La guerra, como fenómeno general, no es legítima para el auror,
aunque distingue matices que dan a los actos de guerra diversas categorías morales. Hay un criterio de diferenciación histórica, por el que las
antiguas guerras republicanas parecen más válidas''. En las fuenres aflora con frecuencia la idea de que los antiguos romanos emprendieron
guerras plenamente justas, en contraste con la decadencia moral del Imperio; así también lo expresaba Floro, lo que le llevó a cuestionar la validez de la expansión romana fuera de Italia'2.
La misma tradición literaria se observa en Pronto, cuya obra también
recoge estos dos puntos mencionados para la hisroriografía adrianea, especialmente en una parte de ella'3. Su contemporáneo y amigo Apiano
explica así el criterio seguido en su obra:
« . . . d e este m o d o , cada u n a d e las guerras extranjeras sostenidas c o n p u e b l o s
diferentes se hallan divididas e n libros e n razón d e l p u e b l o c o n el q u e fueron
sostenidas, y las guerras civiles, en razón d e sus caudillos»
.
Las guerras civiles son, para él, fruto de la decadencia de los tiempos, en contraste con los antiguos romanos, que sabían conservar la concordia interior 5 5 .
27
J . M . ALONSO-NÚÑEZ, 1 9 8 6 , 2 9 1 - 2 9 8 .
28 Floro, Epit. Liu., prefacio; pero es cierto que refleja un cambio en el imperialismo romano
después de Trajano: P. JAL, en J . - P . BRISSON (ed.), 1 9 6 9 , 8 4 .
29 Ibidem, 7 6 .
M Floro, Epit. Liu. 1 , 4 6 ( 3 , 1 1 ) y 1, 4 7 ( 3 , 1 2 ) respectivamente.
5' Juvenal, Sat. 1 1 , 1 9 5 - 2 0 0 ; ...maestam attonitamque uideres hanc urbem ueluti Cannarum
in puluere uictis consulibus.
52 Si bien es verdad que parece una afirmación poco sincera; Floro, Epit. Liu. I , 4 7 ( 3 , 1 2 ) .
55 Pronto, Princ. Hist. 1 0 , 1.
5'' Apiano, Hist., Prólogo, 1 5 (traducción de A. SANCHO, ed., 1 9 8 0 ) .
55 Apiano, Hist., Beli. ciu. 1 , 2 .
80
M.> PILAR GONZÁLEZ-CONDE
2.1.2.
La condena moral de la guerra y el problema
civil
de la guerra
Tal como se plantea en las fuentes de los años finales del siglo I y comienzos del II d . C , la guerra injusta se asimila siempre a la guerra civil
y en escasas ocasiones a los conflicros e x t e r i o r e s .
La guerra exterior se considera injusta cuando no tiene móviles moralmente válidos, cuando no se hace por el bien de la República. ¿Cuáles
son enronces esos móviles no jusros? Tácito intenta dar en sus primeras
obras una visión de la guerra romana desde dos puntos de vista, el romano y el bárbaro, aunque evidentemente expresa la versión propia de su
mentalidad senatorial". En Agricola y Germania se plantea el análisis de
unos objetivos: la guerra romana visra por un romano, la guerra romana
vista por los bárbaros y, finalmente, lo que él entiende como noción bárbara de la guerra y su conducta ante ella; en realidad un senador no podía llegar a esre análisis'^, enrre otros motivos, porque su forma de ver el
mundo no romano y el sistema de relaciones con él no le permiren llegar
a una comprensión más profunda de otras culturas.
En el Agricola, tanto los Galos como los habitantes de Britania aparecen como guerreros valienres a los que una larga paz convierre en
indolentes 39 ; su barbarie hace que se conduzcan en la batalla con una
enorme crueldad que les es connarural (Agr. 16, 1); la imagen de ellos
llega a Tácito a través de la experiencia de su suegro (Agr. 12, 1-2).
Por otra parte, el autor quiere presentar la visión bárbara sobre la
mentalidad romana ante la guerra; ellos luchan por su patria y sus familias, pero ven la codicia y el vicio como únicos móviles romanos (Agr.
15, 3-4); la paz romana es igual a desolación y sumisión y conrraria a la
nbertad-ío.
En la Germania, de nuevo se debate la visión tacitea de los bárbaros
ante la guerra; la afirmación de su naturaleza guerrera^' se matiza ahora
con el reconocimiento de un mayor intetés por la paz y la justicia"^e.
Un aspecto negativo de la guerra exterior puede detectarse en algunos pasajes de Plutarco. El autor refiere la crueldad de Alejandro Magno
en los momentos de ira, en contraste con el hombre justo y clemente de
A. MOMIGLIANO, 1 9 5 8 , 2 0 8 , dice que los autores latinos son más eficaces narrando una guerra civil que una exterior, y en esto incluye a Tácito. Una obra básica para el análisis de la guerra
civil es P. JAL, 1 9 6 3 .
"
G . E. F. CHILVER, 1 9 7 9 ,
24-27.
58 S. MAZZARINO, 1 9 8 3 , vo). 3 , 7 4 alude a esta visión idealizada y romántica.
59 Tácito, Agr. 1 1 , 4 : longapax emoliens que también perjudica a los romanos; S. BORZSÁK,
1 9 6 6 , 5 4 , sobre el tema de los valores negativos de una paz prolongada, con las citas correspondientes; vid. también G . CASTELLI, 1 9 7 1 , 1 0 - 1 7 .
Tácito, Agr. 3 0 , 1 - 4 ; 3 1 , 1 - 4 ; 3 2 , 1 - 4 : discurso del jefe britano Calgacus.
Tácito, Germ. 1 4 , 1-4 y 3 1 , 1 5 .
Tácito, Germ. 3 5 , 3 - 4 sobre los Caucos.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
81
Otras ocasiones; en algunos momentos es ese hombre injusto y cruel el
que maneja la guerra. Así, tras la muerre de Hefestión, es capaz de calmar su dolor acosando y someriendo a los coseos y pasando a cuchillo a
sus jóvenes'^3. De rodas formas, la imagen plutarquiana de Alejandro
evolucionó con el tiempo, eliminando de ella ciertos rasgos negativos.
Refiriéndonos ya al pensamiento romano senatorial, hay que acudir
al resto de las obras raciteas que, posteriores en el riempo, recogen toda
una filosofía de la guerra. Las guerras civiles en el seno de la sociedad
romana reúnen en la obra de Tácito todos los componentes negativos;
no hay nada peor que una guerra civil , excepto una paz indigna como
la de Vitello {Hist. 2, 56). En muy contadas ocasiones se puede aceptar
la guerra entre romanos, y esto sólo porque sirve para sofocar los males
traídos por la perfidia. Tácito acepta la iniciativa de Vespasiano {Hist. 2,
76), como más tarde aceptará en los Annales la actuación de Augusto
por el bien de la paz . Pero esa ocasional jusrificación de algunos participantes en contiendas civiles no cambia el carácter sustancialmente malo
de las mismas. Considera el propio crecimiento del Imperio como la causa desencadenante '^^, y la chispa que alienta todo ello es la existencia de
intereses individuales y comunitarios que son el producto de todos los
vicios de la época.
Considera terribles los efectos que la guerra civil produce sobre todos los implicados, y especialmente en el ejército, por su actuación directa en la campaña. Los jefes militares no se sienten obligados a mantener una conducta intachable, ya que la empresa en la que parricipan
no tiene justificación moral y sus móviles son la avaricia y la promoción
personal; los soldados pierden su discipHna porque no les mueve la búsqueda de la gloria romana, sino una causa partidista que les convierte
en enemigos de una parre del pueblo. Pero ante todo, el ejército se ve
implicado en una lucha fratricida, que Tácito ilustra con dramáticos
ejemplos; telara la anécdota de un individuo que en la batalla de Cremona mata a su propio padre, con el consiguiente efecto de la noticia
sobre la moral de ambos bandos; Tácito se pregunta sobre el papel que
el ejército tiene en las guerras c i v i l e s y concluye que, en cualquier ca-
«Para consolarse en su dolor se entretenía en la guerra» (Plutarco, Alex. 7 2 , 4 ) .
Como precedentes sobre la guerra sangrante e impía, D . JOLY, 1974, 4 2 - 6 5 , cita a Virgilio,
Aen. 1 , 2 8 4 y 8 , 7 0 3 , con un paralelo en época neroniana en Calp. Saeculus 1 , 5 4 . E. OLSHAUSEN,
1 9 8 7 , 3 0 0 - 3 0 1 , sobre el horror taciteo a la guerra civil como consecuencia del terror por el régimen
autocràtico de Domiciano. P. JAL, 1 9 6 9 , 7 5 - 8 4 , acerca de la diferenciación entre guerras exteriores e
interiores en la historiografía latina; y 3 6 0 ss. sobre la valoración moral de la guerra civil.
Esto tiene en común con Suetonio: Aug. 1 0 , 1 y Galb. 1 0 , 4 ; G. E. F. CHILVER, 1 9 7 9 , 2 7 2 8 relaciona su posible origen en la Galia Narbonense con el conocimiento de esta guetta, cuyo
centro de gravedad estuvo en las regiones limítrofes entre Galia e Italia,
""í Tácito, Hist. 2 , 3 8 ; tal como luego apatece en Floto.
^'^ ...et unum militem, quotam ciuilium armorum partem?: Tácito, Hist. 3 , 2 5 .
82
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
SO, se trata de un crimen. El episodio simboliza todas las muertes cometidas entre romanos
En otros pasajes de las Historiae se repite la idea de la maldad de intenciones que mueve a los hombres a las guerras civiles, como ocurre con
la avaricia de la legio XXI con Caecina al mando {Hist. 1, 67), los excesos y vicios de los jefes militares {Hist. 2, 7), la conducra licenciosa de la
tropa (Hist. 2, 29), la búsqueda de una promoción personal que de otra
forma no se conseguiría ^ 9 , la violación de las más elementales normas de
la guerra 50, o las ansias de poder de algunos individuos 5 i . Táciro enumera todos éstos como elementos negativos, reprobables desde un punto de vista ético, que invalidan los objetivos positivos que deben orienrar la acción bélica; en una palabra, la moral rradicional romana impone
sus cánones a la conducra de guerra, como condición indispensable para
legitimar sus fines.
En definitiva, se considera que el mal uso de los poderes públicos,
tanto civil como militar, lleva a los hombres hacia la guerra civil; el resto
de la población aparece como espectador perjudicado por los acontecimientos. En la concepción senatorial de crisis, la decadencia de los tiem
pos es causa de todos los males y también su inevitable consecuencia,
porque la guerra civil sólo provoca la ruina económica y moral, y especialmente el hundimiento de Italia.
En los Annales, Tácito alude al sentimiento general provocado por la
guerra civil en época de A u g u s t o " , describiéndola como fruro del cansancio por los conflictos continuos que se han vivido durante los últimos
años de la República (Ann. 1, 1); el mismo Augusto había tenido qu(
recurrir a ella para solucionar definitivamente la situación del Estado
(Ann. 1, 9) y es precisamenre una de las raras ocasiones en las que el senador justifica un enfrentamiento civil.
La más terrible y exrraña conrienda civil que Tácito rememora es la
ocurrida durante el reinado de Tiberio a raíz del levantamiento de las legiones de Germania {Ann. 1, 49), una guerra sin campo de baralla, y en
la que los soldados se aracan mutuamente, con el consentimiento de sus
jefes, y que hace horrorizarse al propio Germánico. Por su parte. Nerón
al subir al trono esrablece una diferencia clara enrre él mismo, como
hombre que en la paz sabe mantener el equilibrio de las relaciones
emperador-senado, y orros príncipes que, como Caligula, se han forma-
La misma idea en Tácito, Hist. 2, 45; sobre el fratricidio en las guerras civiles, P. JAL,
1963, 401-416.
Tácito, Hist. 2, 86, para el caso de Primus Antonius, que, condenado bajo Nerón, llegó a
senador por el apoyo de Vespasiano.
5" Tácito, Hist. 3, 80: el respeto a la vida de los embajadores de paz como notma inviolable
en la guerra.
" Tácito, Hist. 4, 75, sobre intenciones de Cerialis.
52
R. HoSEK, 1968,
107
ss.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
83
do «en la escuela de las guerras civiles y domésricas» {Ann. 13, 4); son
ejemplos del tratamiento taciteo del problema.
La atención a la guerra civil es un fenómeno general en las fuentes:
Plutarco la valora por boca de Brutus'>"> con un crirerio que responde a la
corriente general y que se mantiene igual a lo largo de los siguientes decenios. En palabras de Floro (1, 34 [2, 19]):
Quae
etsi iuncta
reant,
simul
que,
inter
ut coepimus,
ut magnitudo
turpesque
se sunt
et ne scelera
iusta
crescentis
et impías
omnia
uirtutihus
illa et pia
in dies
pugnas
atque
confusa,
obstrepant,
cum
imperii
tamen
separatim
exteris
gentibus
appareat;
tum
quo melius
perferentur,
bella
appaprius-
memorabimus,
ad ilia ciuium
scelera
reuertemur.
Y de nuevo más abajo ( 1 , 47 [3, 12]):
Hos igítur omnis domésticos
dine
persequemur.
motus
sepáralos
ab externís
iustisque
bellis
ex or-
Las guerras impías y vergonzosas, afirma, se equiparan a crímenes
contra los ciudadanos, deben ser estudiadas a p a r t e y se deben al propio crecimiento del Imperio, que genera la riqueza suficiente como para
que afloren los peores vicios humanos.
El autor equipara la guerra entre romanos, en cuanro a su bajeza moral, a lo que fue el enfrentamiento entre los griegos que luchan con Alejandro y los que se pasaron al bando persa'5. Esta situación provoca una
mezcla de guerra civil y extranjera, parecida a la descrita por Tácito para el
Imperio, pero que parece incluso más condenable que las propias guerras civiles entre griegos; se trata de ayudar al enemigo de la propia patria, con lo
cual se infringe una norma moral propia de la conducta de guerra.
Junto a esre concepto de guerra interna, que poco o nada tiene de
nuevo, surge con relativa fuerza una noción negariva de guerra exterior,
impulsada por la propia necesidad de demostrar la sensatez de la nueva
política exterior y de rechazar su supuesta debilidad. En este sentido, la
figura de Arriano es imprescindible para entender el pensamiento de
época adrianea. El autor reprueba parcialmente la guerra exterior impulsada por la megalomanía y concebida como proyecto ilimitado e interminable, pero la asocia a un personaje como Alejandro sin destrozar por
ello su imagen a la manera de los antiguos héroes homéricos. El dibujo
de Alejandro debe aplicarse también a las evaluaciones del gobierno de
Trajano a partir del 117. Arriano paraleüza a Alejandro y Trajano; ambos desarrollaron una sólida obra de gobierno y reciben una sanción fa-
5' Plutarco, Brutus 12: «La guerra civil es el peor de los males». También en Sobre la desaparición de los oráculos, 413 f. y 414 a, sobre los problemas demográficos que las guerras internas ttajeron a Grecia.
54 A pesar de lo que opina P. JAL, 1969, 75-84.
" Arriano, Anab. 2, 14, 6 y 3, 23, 8.
84
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
vorable a nivel global, pero también ambos debieron detener sus conquisras en el límire de lo necesario; con este planteamiento se respalda
la nueva polírica exterior adrianea.
También Suetonio, en algunos pasajes de su obra descalifica las
guerras extranjeras, especialmente las campañas bélicas de Domiciano,
que divide así:
Expeditiones
partim
cessario unam
mam
Oppio
cohortium
que post
sponte
in Sarmatas
Sabino
consulari
praetorianarum,
uaria proelia
suscepit,
legione
partim
necessario:
cum legato
simul
oppresso,
cui belli
(Suet. Dom.
secundam
summam
sponte
in Chatios,
caesa; in Dacos
Cornelio
commiserat.
Fusco
De
ne-
duas,
Chattis
pri-
praefecto
Dacis-
6, 1).
Antes también alude a la total inutilidad de la expedición contra
Galia y Germania, que atribuye al deseo de Domiciano de emular a su
hermano .
En Suetonio la relación guerra exterior = jusra / interior = injusra
mantiene cierra ambigüedad, que está muy alejada de otras fuentes de
su época, especialmente de la posición visceral de Tácito o de la moralizadora de Plutarco.
2.1.3.
Las causas de las guerras en la valoración de las fuentes
Polibio expresó en un pasaje de su o b r a " su preocupación por el
análisis diferenciado de rodos los elemenros de las guerras. Desde su
formación de historiador, ataca a quienes realizando lecturas superficiales de los aconrecimienros, o bien por intereses partidistas, desvirrúan
la verdadera naturaleza del fenómeno, confundiendo las verdaderas
causas de los conflictos. En este sentido actúa como auténtico teórico del
concepto de guerra.
En las Historiae de Tácito el asunto principal es la guerra civil que
precede al ascenso de Vespasiano, por lo que el peligro exrerior queda
relegado a segundo plano, al menos en la parre conservada de la obra.
En la contienda civil está claro que el morivo fundamental es político, y
su finalidad, la toma del poder, aunque la valoración moral que hace el
autor aluda a los peores vicios humanos como desencadenante.
Por lo que respecta a lo que en las Historiae hay de conflicto exterior, se apela al sentido romano de la gloria y del honor, y se apunta
como causa un pehgro fronterizo provocado por pueblos vecinos que
prefieren la libertas a la securitas ofrecida por Roma. El propio auror reconoce, desde los planreamienros romanos, lo excluyente de ambas opciones.
57
Suetonio, Dom. 2, 1; sobre esto, M. L. PALADINI, 1985, 228.
Polibio, Historiae 3, 6, 6.
LA P A Z Y LA GUERRA E N LA LITERATURA D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
85
Evidentemente, junto a esta amenaza externa, subyacen en la mayoría de los casos causas económicas que no se reconocen como tales de
forma directa, aunque en ocasiones afloran con claridad, como en un
pasaje de Floro (1, 47 [3, 12]):
Quippe
sicut
masque
prouincias,
perii
speciem
Galliam,
magna
Thraciam,
Armenios
nomina
eriam
Ciliciam,
Capadociam,
et Brittannos,
adquisisse
ubérrimas
ut non in usum,
pulchrum
ac
ualidissiita ad
im-
decorum....
Sí son, sin embargo, numerosas las menciones raciteas de los intereses económicos de determinados secrores sociales supuesramente beneficiados con la guerra, a los que se añadirán graves problemas financieros
de las arcas esratales, que se intentarían paliar con los beneficios de las
victorias; Tácito conoce el problema por experiencia directa de su generación.
Sus frecuenres referencias al interés de los soldados por el botín de
guerra 's recogen una preocupación por el pago y abastecimiento al ejército. La guerra aseguraba los recursos económicos para hacer frente a esos
gastos y reducía considerablemente el número de soldados que llegarían
vivos al momento de cobrar la recompensa de vererano'?; el ejército se
presenra como motor de guerra difícilmente manejable en la paz.
Los peligros exteriores del Imperio como causa, unas veces real y
otras ficticia, de las guerras emprendidas por Roma rambién están presentes en los Annales, con diferentes matices según criterios étnicos. Los
diferentes pueblos germanos, morivo de conrinua atención para el autor,
luchan con el claro objetivo de conseguir su libertad, desligándose de la
dominación; intentando evitar la expansión romana más allá del Rin
{Ann. 1, 59), se agrupan en torno a un jefe que define sus ideales
{Ann. 1, 57) y que se presenta como libertador''O. Esta capacidad de formar coaliciones bajo un mando único, obliga a Tácito a plantearse como
solución el total e x t e r m i n i o . En alguna ocasión, como en el caso de los
Frisones, las reivindicaciones bárbaras no se explican en función de la
opción libertas - securitas, sino por motivos económicos derivados de los
abusos fiscales romanos {Ann. 4, 72).
En época de Tiberio el peligro tracio disminuye por u n problema dinásrico que facilira la acción romana; la división interna les vuelve vulnerables, evirando así lo que Tácito imaginaba como «una guerra sangranre»,
haciendo referencia sin duda a las bajas romanas {Ann. 3, 38).
En los últimos libros de los Annales, el tema central, en lo que respecta a peligros externos, es la relación con los Partos. Aunque el ya
mencionado problema de datación de la obra no permite una mayor
58
Tácito, Hist. 1, 6 4 ; 2 , 4 y 77; 3, 6 0 y 8 1 ; 5 , 11 y 1 6 . Sobre esto, C . A . PERKINS, 1 9 8 4 .
"
L. WIERSCHOWSKI, 1 9 8 4 , 2 1 4 ss.
'^0
''i
Tácito, Ann. 2 , 1 0 , 4 4 , 8 8 , y los anteriores, para el caso de
Tácito, Ann. 2 , 2 1 , para el caso de Germánico.
Arminius.
86
M.» PILAR GONZÁLEZ-CONDE
precisión, es de suponer que en el momento en que el autor escribiera
estos últimos libros, el conflicto parto estaría candente y radicalizado en
Roma, teniendo en cuenta que el Imperio se había embarcado en una
terrible y pesada guerra contra su reino. La idea de los Annales parece
ser la preocupación por salvar el Imperio del peligro permanente desde
hacía mucho tiempo . Con él se encontró Nerón nada más subir al poder (Ann. 13, 6) y por ello se organizaron las campañas de Corbulo y
Pethus en Armenia
que en versión de Tácito resultaron inevitables
tras el fracaso de la acción diplomática; la idea del carácter inevitable de
la guerra permanece'''*.
2.1.4.
2.1.4.1.
Consecuencias de la guerra
Balance económico, social y político en la visión de la época
Los acontecimientos inmediatos a una guerra dependen, en versión
racirea, del resultado de la misma. Si se ha conseguido la victoria, ésta
no es necesariamente buena por sí misma; depende del carácter moral
de la conrienda. Una honrosa vicroria exrerior proporciona gloria a Roma
y grandeza moral y valenría al ejército que la consigue
En cambio, las
vicrorias en las guerras civiles no son rales, porque no puede haber vencedores cuando los vencidos son también romanos; el sometimiento de
un bando por el otro sólo trae una paz viciada y con peores horrores que
la propia guerra'''^.
Pero una guerra puede acabar en fracaso, y en este caso, como admite Tácito, la situación cambia y se exigen responsabilidades a sus participantes, ya sean éstas políticas o militares. En la victoria nadie busca
culpables, pero ante una derrota se acusará de cobardía a quien no haya
sabido conseguir mejores resulrados {Hist. 4, 70).
De las Historiae se deduce que la guerra genera conductas diferentes
según las situaciones. Esa doble moral, de la que se ha hablado para la
guerra y la paz, puede en cierro modo aplicarse también a los resultados
de la guerra: solidaridad en la victoria y hostihdad en la derrota.
En Tácito es una constante la reflexión sobre los efectos morales de la
guerra en los diferenres grupos sociales, pero más aún sobre el desastre
económico que se produce. Se aprecia en su obra una doble diferenciación, social y geográfica, en los afectados por la contienda.
''2 Aunque en tiempos pasados se logra neutralizar con la diplomacia: Tácito, Ann. 2, 4.
" Tácito, Ann. 13, 39; 15, 3, 6 y 12.
'''' La idea viene de la historiografía griega a través de la obra de Polibio; A. MOMIGLIANO,
1958, 306-308; E. CICCOTTI, 1901, 112.
^5 Tácito, Hist. 2, 76: la participación en una victoria extranjera como garantía de valor de
una unidad.
^ Tácito, Hist. 2, 56: sobre la esporádica victoria de Vitello en Roma.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
87
Por lo que se refiere a la primera, es evidente que, frente a los inte­
reses de algunos sectores en los potenciales beneficios de la guerra, hay
una inmensa mayoría de población que sufre los efecros devastadores de
la misma: presión fiscal, desabastecimiento de las ciudades en favor del
ejército, peso de las continuas levas. Tácito reconoce sufrimientos de la
plebe y sus deseos de paz ''^, lo que contrasta claramente no sólo con la
propaganda oficial del momento, intentando asimilar la guerra a abun­
dancia y prosperidad, sino también con el propio reconocimiento taciteo
de la conveniencia ocasional del enfrentamiento armado para salvaguar­
dar la seguridad del I mperio.
En segundo lugar, y atendiendo a criterios geográficos, el autor es­
tablece la diferenciación de los efectos de las guerras en Roma e I talia, por
un lado, y las provincias por orro. Mientras las opeíaciones mihtares
constituyen un fenómeno alejado de la capital del I mperio, la preocupa­
ción por las consecuencias económicas de las mismas se mantienen mo­
deradas, excepto si el aprovisionamiento del ejército deja desabastecida a
la Urbe. Pero Tácito refleja la preocupación por la ruina económica de
Italia, por la subida de los precios, y por la carencia de productos en Ro­
ma, enorme centro de consumo que se encuenrra desasisrido cuando las
prioridades militares lo requieren (Hist. 1, 89). El mayor peso que de­
bían soportar los provinciales eran las requisas en metálico (Hist. 2,
84); precisamenre en estos años del reinado de Trajano, este peso debió
hacerse insoportable para los provinciales, probablemente no compensa­
dos por un desahogo económico tras las victorias.
También los Annales diferencian las buenas y malas victorias, según
los intereses que las hayan movido y la conducta de quienes las hicieron
posibles. El paradigma de victoria honrosa y gloriosa para Roma es el de
los antiguos triunfos, conseguidos para la grandeza de la República y
mediante el respeto a unos valores éticos (Ann, I 4, 37).
Las victorias exteriores traen al ejército bienes como el vigor, la salud
y la abundancia (Ann. 1, 68); de nuevo aquí se vincula victoria exterior
y abundancia''^, principio plenamente identificado por la ideología ofi­
cial de la época. El ejército fronrerizo utiliza el poder que tiene en sus
manos para llevar a cabo sus reivindicaciones, y recuerda que es absolu­
tamente necesario al I mperio como artífice de guerras exteriores «que
engrandecen al Estado» y proporcionan una titulación gloriosa al propio
emperador (Ann. 1, 31), especialmente cuando la sangre romana no se
derrama abundantemente ^9 ; igualmente reaparece el emperador '" como
recepror de la gloria conseguida por sus generales y su ejército, en con­
''^
Tácito, Hist. 1, 89, por ejemplo. Para la repercusión en el Imperio: Ch. M. BULS T, 1959.
G. G. BELLONI, 1985, 133-134, al contrario que en Grecia, donde ειρήνη = πλούτος; S.
BORZSAK, 1966, 58, sobre esta idea en Livio 7, 2 0 , 5.
Tácito, Ann. 2 , 18 y 14, 2 3 .
Tácito, Ann. 15, 29: Nerón.
»»
M. > PILAR GONZÁLEZ-CONDE
traste con otras actitudes de personalización de las hazañas militares en
la figura del príncipe.
Tácito conrrapone la prosperidad conseguida por las guerras externas
y la ruina de las internas; sólo las primeras son dignas de celebrarse''.
Existe otro ripo de victoria que se considera ficticia, bien porque se celebra antes de terminar la guerra, o bien porque no proporciona a Roma
las ventajas esperadas. La interpreración depende en gran parte de las relaciones entre el príncipe y el Senado, porque la historiografía senatorial
sólo transmite como éxitos militares reales los conseguidos por aquellos
emperadores que conservan el respero de la asamblea, desechando los de
aquellos príncipes con los que se mantiene un abierto enfrentamiento.
Plinio cririca en el Panegyricus (12, 2) las actuaciones de Domiciano en el
Rin y Danubio; Tácito considera precipitada la celebración del rriunfo de
Germánico contra los Germanos [Ann. 2, 4 l ) ; también las medidas de
Tiberio como si hubiese acabado la guerra en África [Ann. 4, 23); o las de
Nerón en el mismo sentido durante el enfrentamiento con los Partos
[Ann. 15, 18). Esta misma preocupación aparece en la Germania de Tácito, aplicado a las relaciones de Roma con los Cimbrios {Germ. 37, 6).
Siguiendo ese doble crirerio según los resulrados de la guerra. Tácito
reconoce que, ante la derrota, se buscan responsabilidades, de forma
que los jefes militares hacen pagar con severidad los fallos de sus hombres {Ann. 3, 21) o de sí mismos {Ann. 14, 37); Suetonio se refiere a esto en los reinados de Caligula y Nerón .
Aunque en los Annales Tácito insiste menos que en las Historiae en
las cargas económicas de las guerras, lo cierro es que también en aquéllos el problema está presente, de nuevo con ese crirerio de diferenciación geográfica: por una parte, la mención del peso que supone para las
provincias {Ann. 1, 2), y por otro, el terrible problema del desabastecimiento de Roma, con el consiguiente malestar entre la población
Para Plinio las victorias trajaneas son positivas, porque no son ficticias como algunas del pasado {Paneg. 12), sino que producen ventajas
reales; la «modestia» del P r í n c i p e c o n d u c e a la búsqueda, no de los
honores del triunfo, sino de la definitiva derrota del adversario {Paneg.
17, 4); por su actuación ante la guerra tiene la admiración de sus hombres e, incluso, la de los enemigos {Paneg. 13, 1).
Sin embargo, el autor no ha evitado la alusión a las pesadas cargas de
las guerras y, sobre todo, a las verdaderas víctimas de las mismas, que son
las provincias y los ahados, especialmente las primeras {Paneg. 17, 1). El
peso de las guerras debe caer sobre los enemigos vencidos, lo que requie-
7' Tácito, Ann. 3, 54: Extemis uictoriis aliena, ciuilibus etiam nostra consumere
Ann., 3, 18, acerca de las victorias exteriores.
72 Suetonio, Gaius, 43-47; Ner. 13, 2.
73 Tácito, Ann. 15, 18: sobte las medidas de Nerón para disimular el problema.
74
A.
GARCÍA Y BELLIDO, 1959,
3-9.
didicimus;
LA P A Z Y L A G U E R R A E N L A U T E R A T U R A D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
89
re, en primer lugar, una victoria sobre el adversario; en segundo lugar,
que esta victoria conlleve unos resultados económicamente renrables; y finalmente, la medida es impracricable hasra el momento de la consecución del triunfo, por lo que, durante el curso de la guerra la población
tiene que sufrir el cosre económico y humano. El pasaje no deja de ser un
reconocimiento, desde un sector cercano al oficial, de la ruina económica
que provoca la guerra, aunque esta realidad contradice las consignas políticas trajaneas que justifican la victoria exterior con prosperidad interior.
En el fondo, la postura de Plutarco ante la victoria no difiere tanto
de la de sus contemporáneos occidentales a causa de la concepción estoica. Su visión de las victorias de Alejandro es aplicable rambién, en
cierto modo, al mundo romano, por los valores que aplica al fenómeno
general de la guerra. Por una parte, la vicroria debe conseguirse de forma honesta, porque sino pierde su valor; siguiendo ese criterio, Alejandro respondió a quienes le aconsejaban aracar al enemigo de noche y
a traición: «yo no hurto la victoria» {Alex., 31, 11-12).
Pero junto a su honestidad, la victoria sobre el enemigo puede ser
más o menos brillante dependiendo de los beneficios de la misma: bajas
enemigas, botín, etc. {Alex. 20, 13). La victoria de Alejandro sobre
Darío {Alex. 20, 10-13) se describe como brillante porque consiguió acabar con 110.000 enemigos; la cifra es sin duda exagerada, aunque no difiere demasiado de las proporcionadas por otros biógrafos de Alejandro;
Plutarco depende de la tradición literaria en este punto concreto por
más que ésta resulre inverosímil. La cuestión está en relación con el
mencionado aspecto de un doble criterio moral del valor de la vida humana en época de guerra, mediante el cual hay que evitar derramar
sangre romana anres que la de orros pueblos aliados enemigos. Esta
idea, tan reirerada en las fuenres, responde tanto a razones de protección de la integridad del Imperio, como a la necesidad de justificar
públicamenre el incesante desgaste humano que se exige a la población.
Una gran victoria se consigue con muchas bajas enemigas y pocas o casi
ninguna del bando propio, aunque en el caso de Plutarco no es tan evidente esa obsesión por ahorrar vidas como entre sus contemporáneos larinos, para los que una muerte romana parece valer mucho más.
Tras la victoria, y en lo que se refiere a las relaciones con el vencido,
hay que rratar un triple aspecto: la clemencia, el respero por el vencido
y su influencia en el vencedor.
Bajo la influencia del estoicismo. Plutarco participa de la tendencia a
identificar la uirtus con la imagen del guerrero ideal, que cuenta con
una cualidad tan presente en los estoicos como es la c l e m e n c i a L a fi-
75 A . MICHEL, 1969, 1 7 4 - 1 7 5 , a propósito del papel de la clemencia en Cicerón, como precedente del imperialismo justo y moderado que necesita de la clemencia vinculada al derecho de
guerra; sobre la importancia política de la clemencia, R . PERA, 1 9 8 0 , 2 3 7 - 2 4 6 .
90
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
gura de Alejandro, a pesar de sus toques de crueldad, rebosa clemencia
en muchas ocasiones, pero especialmente cuando el vencido parece digno de ella. Darío representa la figura «merecedora» de clemencia y respeto por parte de su vencedor. El profundo respeto por el conrrincante
está permanentemente presente en las relaciones entre Darío y Alejandro; se reconoce la dificulrad de conquistar Persia, entre orras razones
porque la defienden los más nobles persas, entre los que se encuentra
Darío {Alex. 37, 1). Alejandro deviene protector del persa más que su
carcelero; por ello los persas reconocen su g r a n d e z a E s r a versión refleja bajo aspectos humanitarios las relaciones de dominio y protección de
los griegos frente a los persas. Roma desempeña esa misma función con
otros pueblos, de manera que legitima su poder mediante un intercambio de beneficios, en el que ella aporta seguridad. La relación se funda
en una constante: la clementia hacia el vencido y la indulgentia hacia el
subdito.
Otra vertiente de la victoria consisre en la posible influencia del vencido sobre el vencedor; en la biografía de Plutarco se refleja en la adopción de la vestimenta y el boato persa por parte de Alejandro {Alex. 45,
1), aunque a sus hombres les lleva a adoptar hábitos menos dignos
{Alex. 40, 1-5). Es significativa la comparación entre dos versiones de la
vida de Alejandro; Plutarco justifica estas acciones como un modo de
contacto con el conquistado, aunque con reconocimiento expreso del peligro que entraña: «¿No sabéis que el fin auténtico del conquistador es
no hacer lo mismo que los vencidos?» {Alex. 40, 3-4); Diodoro Siculo"
considera moralmenre reprobables estas actitudes.
La visión de que las grandes gestas están condenadas al fracaso, ya
sea por la muerte del protagonista o por la derrota final, responde a una
versión de época adrianea acerca del problema de la guerra. En la sátira
décima de Juvenal se manriene esre principio, que por venir de un autor
de extracción popular, no deja de ser una contribución de gran utilidad
para la intención política de Adriano, en especial en lo que se refiere a
la visión pública de las hazañas de Trajano. Esra idea puede desprenderse rambién de la obra de Arriano, que presenta las grandes empresas
militares con un futuro ensombrecido y avocadas a un mal final por la
ambición desmedida
En Juvenal hay rambién una cuestión bastante peculiar: la Roma dominadora que lleva la corrupción a los vencidos, porque rodos aquellos
que vienen a la Urbe se abandonan a sus v i c i o s E s t o se opone a la
teoría del papel civilizador de la conquisra, y responde al escepticismo
'"' Plutarco, Alex. 21, 1-4; 30, 6: «¡Tan noble es Alejandro cuando ha vencido, como temible
en el combate!», en boca de los persas.
'|^ Diodoro S i c , 17, 72, 4.
78 Arriano, Anab. 5, 25, 2 y 5, 27, 1 ss.; sobre el autor, A. B . BOSWORTH, 1980.
Juvenal, Sat. 12, 160-170.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
91
propio de una fuente tan alejada de las grandilocuentes consignas senatoriales.
La visión del vencido y de los extranjeros en general recibe en esre
auror tratamiento diferenciado según criterios étnicos. Patece mostrarse
comprensivo con los pueblos más atrasados culturalmente, como Vascones y Germanos^O; en cambio, frente a griegos y judíos es más corrosivo;
contra los primeros por su influencia cultural sobre Roma y porque Juvenal participa de cierto espíritu anti-griego común a otras fuentes latinas^'; sus opiniones contra los judíos son fruto de la hostilidad piopia
del momento, a pocos años de comenzar la guerra judaica
2.1.4.2.
La rentabilidad
ríodo
económica y política de las guerras del pe-
Algunos autores clásicos han transmirido la leyenda acerca del oro
dacio, aunque rodos ellos son basrante posteriores a los acontecimientos
y no harían sino recoger una tradición deliberadamente difundida bajo
el reinado de Trajano para justificar la empresa. La referencia más cercana en el tiempo quizá sea la de Aulo Gelio a mediados del siglo II d.C.
{Noct. At. 13, 24) sobre estatuas confeccionadas con el botín conseguido
en la guerra, y de las que él recuerda haber visto una de bronce. Pero es
Dión Cassio (68, 14, 4) quien transmite la leyenda del tesoto de Decébalo, según la cual, este rey tenía una inmensa fortuna escondida bajo
el cauce del río Sargetia junto a su palacio; Trajano habría hecho desviar
el curso de las aguas para recuperarla.
Tanto si la leyenda se interprera de forma litetal como si se considera
una alusión a las minas dacias, lo cierto es que su difusión tiene que
remontarse necesariamente a las maniobras políricas de Trajano. Juan
Lydo^' remite como fuente originaria al médico del Emperador, Statilius
Crito, a quien se atribuye una crónica de la guerra (Getica); la versión de
J. Lydo proporciona unas cifras astionómicas de las riquezas llevadas a Roma: cinco millones de libras de oro, tres millones de plata, quinientos mil
prisioneros, armas y valiosos objetos. Tanto si su fuente es realmente Crito
como si no, lo importante es que hay que buscar en escritores contemporáneos de la guerra esta versión sobre la abundancia del botín, que tanto
beneficiaría a los intereses políticos de los responsables de las campañas.
También Eutiopio^'' se atreve a dar cifras sobre el botín de Dacia.
Es evidente que, frenre a los sectores de oposición que pudiera encontrar el expansionismo trajaneo, habría también grupos sociales que espejo Juvenal, Sat. 15, 95 y 13, 160 ss., respectivamente.
«' Juvenal, Sat. 6, 190 y 1 0 , 175: «la mentiiosa Giecia»; R. SYME, 1979, 504 ss., sobre Tácito
los griegos.
82 Juvenal, Sat. 14, 100: «acostumbrados a despreciar las leyes romanas».
8' Juan Lido, De mag. 2 , 2 8 . Vid. J. CARCOPINO, 1934.
S"* Eutropio, 8 , 2 .
92
M. > PILAR GONZÁLEZ-CONDE
rarían beneficios de las victorias. Además de los beneficios que la victoria ocasionara a posteriori a los diferentes sectores poblacionales, que se
traducirían en ayudas a la plebe más desfavorecida, en mejoras urbanísricas o condonaciones de deudas, hay que suponer que cada una de estas
empresas tuviera, entte otros, unos objetivos económicos claros, que serían los causanres de que el Emperador se encontrara respaldado por
fuerres apoyos.
La leyenda sobre el oro de los dacios quizá fuese anterior, pero es
probable que se impulsara su difusión en época de Trajano, o quizá ya
incluso desde Domiciano, que también emprendió la avenrura danubiana (aunque seguramente sin intención de crear una nueva provincia);
con su divulgación se justificaban los proyectos mihtares anres y después
de su realización.
Es lógico pensar que Dacia tuviera recursos atractivos para Roma,
porque a comienzos del siglo II d . C , no puede alegarse un desconocimiento total de sus regiones, tal y como si se habría producido en algunas antiguas guerras de conquista, en las que el porcentaje de aventura e
improvisación sería mayor. La leyenda puede tener su base en recursos
mineros reales . Pero también es probable que las expectativas romanas
no se vieran satisfechas por los resultados, con lo que las noticias de las
fuentes serían una deformación del verdadero volumen de beneficios, o
el Emperador se vería obligado a orquesrar, no sin esfuerzo, una campaña propagandística para justificar a posteriori los gastos de la guerra; a
todo ello hay que añadir la necesidad de preparar a la población para la
empresa oriental.
La creación de la nueva provincia de Dacia debió suscitar una importante polémica en Roma. No en vano se había formado ya una tradición
sobre la teoría augustea de fronteras estáticas, que había asegurado una
relativa paz exterior (aunque empañada con conflictos internos) y sobre
la que habían sobrevivido dos dinastías. Es fácil suponer que amphos
sectores sociales, y esto incluye los círculos políticos, se aferraran a la tradición y no aceptaran fácilmente un cambio radical. Por otra parre, la
idea de una nueva provincia en territorios que se imaginarían llenos de
recursos, parecería atractiva a muchos de los que, descontentos con el
panorama presente, fuesen partidarios de buscar en algún lugar nuevas
fuentes de riqueza; y lo que es más importanre, muchos individuos
comprenderían la oportunidad de ocupar posiciones privilegiadas en estos primeros momentos de creación de la provincia, de cara a obtener
beneficios de la misma. Es probable que los círculos afines al Emperador
y a sus más importantes generales en Dacia supieran sacar provecho de
ello.
8' CIL III 1312, es el testimonio de un liberto imperial al que Trajano encarga el control de las
minas de Dacia tras la conquista.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
93
Cuando Trajano volvió el año 107 a Roma, lo hizo para permanecer en ella el mayor período de tiempo que estuvo en la Urbe a lo largo del reinado. Fue recibido con toda la ceremonia y boato que el
triunfo llevaba consigo y que la ocasión requería, y el acontecimiento
tuvo enorme eco. Marcial {Ep. 10, 7) se refiere a la llegada del Emperador, y algunos años después Floro recordaría el entusiasmo despettado por este t r i u n f o T a m b i é n Plinio, en una de sus cartas, califica el
tema de las guerras dácicas como de muchísima actualidad y de gran
interés {Ep. 8, 4).
Atrás quedaban dos períodos de guerra en el bajo Danubio que
habrían supuesto un considerable sacrificio, a juzgar por las proporciones
de la empresa. Es posible que el balance económico no fuese muy positivo; sin embargo, no guarda proporción directa con la rentabilidad política
que se obtuvo. Desde el 107 hasta la salida de Trajano hacia Oriente el
113, se desarrolla lo que intenta aparecer como el gran programa de recuperación de Iraha, que comprende varios frentes:
1. Febril actividad construcriva en Roma y sus alrededores, que
incluye el gran proyecto del foro, en el que la expresión «ex manubüs»
recuerda cuál es la fuente de financiación de la obra. Además se hace
partícipe de la victoria a roda la población mediante la celebración de
unos juegos que pasaron a la posteridad por su espectacularidad .
2. Medidas de reducción de impuestos y condonación de las confiscaciones de los exiliados ; en los grandes relieves se representa el
perdón de las deudas públicas ^9.
3. Medidas de asistencia social: los alimenta ya habían sido iniciados
con Nerva, y el mismo Trajano los había extendido desde el principio de
su reinado, pero ahora siguen siendo necesarios para hacer partícipe a todos los grupos sociales de esa euforia de una supuesta prosperidad.
4. Una enorme canridad y variedad de acuñaciones con los temas
de la victoria en Dacia y de los beneficios que la pax Romana lleva a la
provincia.
En Oriente hay que considerar con crirerios diferentes las acciones en
Arabia y en el resto de la fronteta orienral. El año 106 d . C , el gobernador de Siria, A. Cornelius Palma Prontonianus, procedió a anexionar
Arabia Petraea al Imperio, tal como sabemos por Dión Cassio (68, 14, 5).
86 Floro, Verg. 1, 5 .
8' A. DEGRASSI, Inscriptiones Italiae XIII.1, p. 1 5 9 {Fasti Ostienses XXI-XXII). El artífice de
la mayoría de esas obras fue Apollodoro. Sobre éste, entre otras obras, R. BIANCHI BANDINELLI,
1973.
88
89
Plinio, Paneg. 37-41; Dig. 4 8 , 2 2 , 1.
Los Anaglypha Traiani: G . M . KOEPPEL, 1 9 8 6 , 1 ss. Sobre la política social de Trajano,
entre otros: E. BULLÓN, 1 9 3 5 ; D . VAN BERCHEM, 1939; S. DESIDERI, 1 9 5 8 ; R. P. DUNCAN-JONES,
1964,
1 2 3 - 1 4 6 ; P. VEYNE, 1 9 6 5 , 1 6 3 ss.; P. GARNSEY, 1 9 6 8 , 3 6 7 - 3 8 1 ; P. VEYNE, 1 9 7 6 .
94
M.» PILAR GONZÁLEZ-CONDE
Las causas por las que esta región interesaba al Imperio resultan evidentes ya que, al parecer sin esfuerzo, se conseguiría asegurar el límite sur
en oriente y controlar una ruta sur-norte en una zona de activo comercio. Se acepta generalmente que la anexión de Arabia Fetraea se llevó a
cabo sin violencia
Los móviles económicos de la política oriental de Trajano son claros,
porque los intereses romanos en Oriente iban encaminados, evidentemente, hacia el comercio. Se acepta de forma general que la integración
de Arabia fue un acto más administrativo que militar; así se desprende
de las fuentes literarias ^ i , de las leyendas monetales (Arabia acquisita),
de la epigrafía {redacta in formam prouinciae, en miliarios trajaneos), y
tal como expone Bowersock^^, del hecho mismo de que Trajano no
adoptara entre sus títulos el de Arabicus.
Las circunstancias de la anexión debieron favorecer la estabilidad política, el florecimiento económico y, especialmente, la no destrucción de
las ciudades establecidas en las rutas caraveneras. La región era recorrida
por vías de comunicación que comunicaban ciudades como Petra,
Bostra, Aqaba, Gaza, y que enlazaban hacia el norte con la ruta de Damasco y Palmira, donde se unen con las que llegan de Extremo Oriente
por Mesopotamia.
Para explicar la guerra pártica de Trajano también se han aducido
motivos económicos y estratégicos: control de las rutas de comercio con
extremo Oriente y de las ciudades clave en esas rutas, y necesidad de
lograr una frontera estable. Pero este tipo de argumentos no han sido
aceptados de forma unánime como causa principal de la empresa
oriental.
En la empresa pártica, dejando a un lado ahora los importantes argumentos político-militares, lo cierto es que juegan un papel fundamental esos intereses comerciales, que moverían a los sectores dedicados a ese
gran comercio oriental a apoyar a Trajano. La conquista de Armenia
Maior aprovechando un conflicto dinástico había sido cuidadosamente
preparada desde hacía tiempo 9 3 , pero debía concebirse como primer paso para un posterior proceso expansionista hacia el sur. Es impensable
que Trajano fuera improvisando sus metas a medida que avanzaba, de
modo que la conquista del Imperio parto estaría desde el principio en el
proyecto expansionista. En Roma existía una impresión de la frontera
con Partia como peligro potencial y constante; la animadversión puede
estar motivada en gran parte por rivalidad comercial en el control de las
90
A. PiGANIOL, 19Ó3, 119-122; G. W. BOWERSOCK, 1970, 37 ss.; id,
CiZEK, 1983,
403
1971, 219-242; E .
ss.
Dión Cassio 68, 14, 5; Amiano Marcelino, 14, 8, 13.
92
G.
9í
Sobre la premeditación de la aventura oriental, F. A. LEPPER, 1979, 164 ss.
W.
BOWERSOCK, 1970,
42.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE EPOCA TRAJANO-ADRIANEA
95
rutas caravaneras de esas regiones 9^. De heclio, la frontera orienral del
Imperio se articula en función de la vida económica, lo que explica, por
ejemplo, que Palmira sea punro de referenda en los sucesivos cambios
de fronteras que se producen en la primera mitad del siglo II d . C : desde el 114 al 117, así como en el posterior repliegue bajo Adriano, la
ciudad de Palmira queda cuidadosamente arropada de forma permanente bajo dominio romano'5. El problema residía en que, más al Oriente,
el control era parro, excepto durante el corto período de tiempo en que
quedó bajo la órbita romana.
No sería raro que Trajano hubiera calculado, entre otras razones, el
beneficio que la aventura oriental podía traer al Imperio, en un momenro
en que la siruación era precaria; el proyecro sería alentado por aquellos
grupos que se beneficiarían de él. Hay que buscar los apoyos al Emperador entre los sectores dedicados a un tipo de comercio a gran escala entre
Oliente y Occidente; se trataría de individuos económicamente muy poderosos, quizá en gran parte miembros del orden ecuesrre, con una situación tan privilegiada como para ser oídos por el Emperador. En definitiva, los intereses por el control de las ciudades clave en las rutas orientales
serían coincidentes para estos comerciantes y para el estado romano, porque ello generaría la canahzación de riqueza en ambas direciones ^6.
A no muy largo plazo, el proyecto resultó irrealizable, porque los
levantamientos que se generalizan en los últimos tiempos de Trajano demostraron que el dominio de Roma era insostenible con esas nuevas
frontetas.
Trajano no tuvo que hacer frente a las consecuencias económicas de
la guerra oriental porque murió durante el regreso a Roma; esa tarea
quedó para su sucesor. La fetirada romana en Oriente debía haber empezado ya con Trajano, y sabemos que respondía a un agravamienro de
la debilidad estrarégica 9 ? , ya que a la precaria situación romana en la región se uniría el conflicto generalizado del levanramiento judío 9**.
Sin embargo, la guerra de Oriente habría tenido negativas consecuencias económicas. En primer lugar, se trataba de una empresa ambiciosa en la que se había utilizado gran parte del e j é r c i t o S e traza una
'** Tácito, Ann., libro 1 3 en general, y sobre todo en lo que
bulo y el peligro parto; sobre esto, también: P. DELPUECH, 1 9 7 4 ,
95 Para la evolución de la frontera oriental del Impetio bajo
107 ss.; por lo que respecta a los asuntos económicos de la ciudad
F. MAITHEWS, 1 9 8 4 ,
A.
1978,
604
se refiere a la actuación de Cor91-107.
Trajano, E. N . LUTTWAK, 1 9 7 9 ,
de Palmira en época adrianea: J.
157-180.
HERRMANN, 1 9 2 2 ; M . P. CHARLESWORTH, 1926;
id.,
1951, 131-153. N .
G.
RASCHKE,
ss.
"
E . N . LUTTWAK, 1979,
98
A . FuKS, 1953,
131
110.
ss.; id.,
1 9 6 1 , 9 8 - 1 0 4 ; J. NEUSNER, 1 9 7 6 , 4 6 y 6 9 .
99 N . CÍOSTAR, 1 9 7 9 , 1-8, con los cálculos de otros autores; id., 1 9 7 9 , 3 7 3 s. También sobre
los efectivos militares, entre otros, L. R o s s i , 1 9 7 1 , 9 3 - 9 7 ; E . QZEK, 1 9 8 3 , 292 ss.
96
M . " PILAR GONZÁLEZ-CONDE
red viaria, comenzada ya desde la anexión de Arabia en 106, que si bien
podría influir positivamente en el desarrollo comercial, lo cierto es que
suponía a muy corto plazo un elevado coste. Finalmente, las acciones de
los ejércitos romanos circulando por las principales rutas de comercio
orientales no beneficiaría precisamente esa actividad '"t".
Adriano completó la retirada de Oriente, probablemente más de lo
que su predecesor lo hubiera hecho; respondía a una necesidad coyuntural, pero también es la visión general de la política exterior del nuevo
Emperador. Este llevó a cabo una elaborada política fronteriza, que tiende a tratar cada zona según sus necesidades locales, siempre dentro del
mantenimiento del limes estático a la manera augustea i " ' .
El 132 estalló la guerra en Judea. Ya Trajano había visto entorpecidos sus planes por unos levantamientos en los que tenían su papel los
comerciantes judíos de las ciudades enclavadas en las principales rutas
caravaneras.
La política de paz de Adriano les mantuvo al parecer controlados,
hasta que el 132 no se pudo evitar la rebelión. La guerra cambió radicalmente la dinámica de «una economía de paz»; trajo consecuencias económicas importantísimas, porque la represión llevada a cabo por lulius
Seuerus fue tan contundente que, si creemos a Dión Cassio (69, 13,
1-2), significó el arrasamiento de la mayoría de los núcleos de población;
es fácil imaginar lo que costaría restablecer la vida económica y comercial
de la provincia.
2.1.5.
«Conducta de guerra» y «derecho de guerra»
En las fuentes, las situaciones de paz o de gueria provocan diferentes
apreciaciones de los valores individuales. Tácito considera que hay hombres que saben estar a la altura de su nacimiento, tanto en la paz como en
el campo de batalla {Hist. 4, 55); y también individuos cuyos vicios les
hacen detestables en la paz, pero que son de gran utilidad en la guerra
{Hist. 2, 86). Todo esto muestra la aceptación de criterios morales de conducta distintos para la paz y para la guerra. Ésta no permite cualquier acción; la ausencia de uirtus siempre es detestable, pero frente a actitudes
que en condiciones normales no tendrían justificación, en la guerra se antepone el valor militar al valor moral. De ahí la existencia del doble código
moral en las fuentes y, por consiguiente, en la conciencia social.
Por ese mismo razonamiento, existe en el mundo clásico un «derecho
de guerra» que, aunque no formulado jurídicamente, obliga a los
hombres a respetarlo para justificar sus objetivos
. Estas normas tienen
J . NEUSNER, 1976,
'01
'"^
46-69.
E. B . BiRLEY, 1956, 25-33.
Cicerón reconoce un derecho de guerra, vinculado a la dementia;
A. MICHEL, 1969, 174-175.
LA
P A Z Y LA G U E R R A E N LA LITERATURA D E É P O C A T R A J A N O ­ A D R I A N E A
97
el aval de la historia de Roma, y otorgan una más alta calificación moral
a los individuos que las resperen (Hisí. 3, 51). En este sentido, es signi­
ficativo un pasaje de las Historiae de Tácito {Hist. 3, 51), donde se dis­
tingue entre derecho natural y político (el segundo justificaría cualquier
acción en la guerra):
Celebérrimos
rentiam
auctores
fuisse
babeo
ut gregarius
praemium
a ducibus
aut ulcisci
ratio
belli
petierit.
tantam
eques
uictoribus
occisum
aduersus
a se próxima
Nec illis aut honorare
fas nefasque
acie fratrem
eam caedem
ius
inreue­
professus
hominum
permittebat.
Sin embargo, aquí aparece el doble planreamiento moral dentro de
una guerra civil, reprobable en sí misma, por lo que no se trara tanto de
un acto justificado en la guerra, sino permirido por el «derecho de los
hombres». La clave para disringuir estos elementos está en la concepción
tacitea de las relaciones de los romanos con el resto de la humanidad; es
un producto de su tiempo, pero no exclusivo de la elite senatorial. Mar­
cial habla de los «bárbaros» con esa misma mentalidad a la que aludimos;
los bárbaros, es decir, los habirantes de las regiones del Rin y Danubio
(para distinguirlos de los pueblos de Oriente, cuyo grado de civilización
les hace diferentes a los ojos romanos) han de ser esclavizados por Roma,
de forma que se asegure su hegemonía y dominio. La inregración de un
pueblo en el I mperio le rrae el beneficio de la civilización romana; cual­
quier acción desestabilizadora será un acto de perfidia y traición '<».
Tácito mantiene la misma concepción, aunque con matizaciones im­
portantes. Parte de las mismas premisas del imperio universal (no en tér­
minos absoluros de identificación con la οικουμένη); reconoce que la
conquista anula la hbertad del conquistado, mientras que el único bene­
ficio claro que éste consigue es la seguridad que le proporciona Roma
frente a posibles invasores; ni aún a esto parece que haya intentado Tá­
cito darle la suficiente credibilidad {Hist. 1, 73­74).
El doble código ético aparece también en los Annales (15, 67), aun­
que con menos profundidad. Subrius Flauus se defiende de su implica­
ción en una conjuración contra Nerón alegando que él es «un hombre
de guerra», diferenciándose así de los «débiles y afeminados». El para­
digma de personaje virtuoso en la paz y en la guerra es Alejandro, con
quien Tácito forzadamente pretende identificar a Germánico, refiriéndo­
se a los dos como de nacimiento ilustre, muerte parecida, guerreros pero
no temerarios, fieles a su familia, virtuosos y c l e m e n t e s .
i<» Marcial, Ep. 1 1 , 9 6 : «bárbaro germano» como cautivo que no es digno de beber un agua
victoriosa; Ep. 9 , 1: el «Rin esclavizado»; Ep. 1 0 , 7: el «Tíber dominador» requiere la presencia de
Trajano; Ep. 7 , 5 : los Germanos ante el «Señor del mundo», Domiciano; Ep. 7, 7: el Rin y el Ister
retienen a Domiciano, que somete a una «pérfida nación».
Tácito, Ann. 2 , 7 3 , para Alejandro; R. SYME, 1 9 7 9 , 7 7 1 , sobre Germánico; C . RAMBAUX,
1 9 7 2 , 1 7 4 ­ 1 9 9 . Esta idea también en Suetonio, Gaius i.
98
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
La antítesis puede ser el Darío visto por Arriano: el hombre noble
pero incapaz en la batalla, que contrasta con la tradición anterior sobre
la figura del rey persa i " ' . Similar retrato de Domiciano tenemos en
Suetonio {Dom. 19), aunque a éste se le descalifica como civil y como
militar.
Un verdadero rey tiene que luchar de acuerdo con el código moral
generalmente aceptado de la guerra; se reconoce en la obra de Plutarco
la existencia de unas leyes de guerra que el autor menciona expresamente como condición indispensable en la conducta de un rey, y que los
hombres, incluido Alejandro, violan reiteradamente. Por ejemplo, en el
pacto con las poblaciones de la India «no actuó como un verdadero rey»
{Alex. 59, 6-7), ya que violó la tregua pactada con ellos; sin embargo,
en otras ocasiones las respetó, por encima incluso de los consejos de sus
amigos {Alex. 31, 11-12), que le recomendaban una victoria poco
honrosa. Son estas mismas leyes de la guerra las que justifican la acción
romana en la formación y mantenimiento de su Imperio; la obra augustea se considera justa y moderada i*"^.
Según el derecho de guerra hay que respetar la vida de los embajadores enviados para negociar {Hist. 3, 80), derecho que Tácito vincula a
las guerras exteriores en exclusiva, porque la ruina moral de las civiles
impide respetarlo. Esto no es atiibuible sólo al mundo latino; en época
imperial pervive esta conciencia de códigos de conquista en Grecia, donde la confrontación civil también se considera una acción contra natura^^'^. Sin embargo, existe aquí una diferencia cuando unos griegos se
asocian con el enemigo persa contra otros griegos; las antiguas guerras civiles entre ciudades griegas se condenan eminentemente por sus consecuencias prácticas, más que morales.
Como en las Historiae, en los Annales aparece de nuevo la preocupación por el respeto a «las leyes de la guerra»; Germánico reprocha a las
legiones rebeldes de Germania su violación por la muerte de los embajadores que se envían para negociar {Ann. 1, 42); lo mismo ocurre con
un levantamiento en la Galia {Ann. 3, 42).
Hay una conducta en la paz, no siempre viable en la guerra, tal como también se desprende de Juvenal. Situaciones extremas pueden, si
no disculpar, al menos hacer más comprensibles actos que en condiciones normales se califican de monstruosos. Así los sacrificios humanos
entre los egipcios {Sat. 15, 120): «¿qué gran hambre, cuáles armas asediando sus murallas les obligaron a cometer tan repugnante monstruosidad.'». Sólo las situaciones extremas que la guerra provoca explicarían un
Atriano, Anab. 3, 22, 1-5.
Suetonio, Aug, 48; J.-M. ENGEL, 1974, 32: la generación de Tácito sustituye el imperialismo de explotación por el imperium
moderatum.
'»7 Arriano, Anab. 3, 23, 8.
LA P A Z Y LA G U E R R A E N LA L I T E R A T U R A D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
99
acto éticamente reprobable. Lo mismo ocutre con la antropofagia de los
Calagurritanos durante la guerra sertoriana: era consecuencia de la «malevolencia de la fortuna y de las situaciones extremas de guerra, casos
desesperados, la necesidad cruel de un largo asedio»'"**.
2.1.6.
La ciudad de Roma y la guerra; elementos
y de separación
de
identificación
La guerra es una actividad exterior a la Urbe por su propio carácter
impuro; por lo tanto, también es ajeno a ella el ritual que acompaña a
la batalla. El Campo de Marte es el lugar de los ritos militares, donde se
realizan las ceremonias de purificación antes de entrar en el pomerium.
Las puertas del templo de Jano se abren o cierran según Roma está en
guerra o en paz; esto se ha interpretado como un vínculo (el único)
entre la Urbe y la guerra que se lleva a cabo desde los campamentos .
Esta antigua tradición, restaurada por Augusto, debió parecer especialmente importante cuando la conquista era una actividad permanente como medio de proteger a la Urbe de la realidad del combate, de forma
que la vida ciudadana no se viese continuamente alterada'^o. Con el
cierre de fronteías que se produce desde Augusto, la definición de la
guerra como algo externo a la ciudad consagra su carácter impuro, y con
ello, el valor restaurador de la paz. Esto ampara una gran contradicción:
la impureza de la guerra no impide los fines honestos por la gloria del
Imperio.
Así pues, Roma es capital que domina el m u n d o , aunque físicamente
ajena a las guerras de las que es responsable. El lugar de la victoria es el
Campo de Marte, donde llega el emperador, como Marcial recuerda que
llegó Domiciano con «el polvo de la guerra del norte» {Ep. 8, 65); en el
interior del pomerium sólo se celebrará el triunfo cuando todo haya
quedado limpio de impurezas y, sólo entonces, la población participará
del acontecimiento (Ep. 8, 50). Suetonio recuerda la entrada de Vitello
(11, 1) en Roma vestido con ropa militar de viaje, y los soldados con espadas desenvainadas, como una anécdota sacrilega y difícil de aceptat.
Los mismos valores subyacen en la obra tacitea; los males de la
guerra son menos graves cuando ésta no afecta a la ciudad, sino a las
provincias, y la población de Roma queda a salvo de todos sus desastres
(Hist. 1, 89). De hecho, los habitantes de la Urbe verían las guerras
fronterizas como acontecimientos lejanos (Hist. 1, 89), aunque de algu108 Juvenal, Sat. 1 5 , 9 3 - 9 6 ; se refiere a la situación de Calagurris el año 7 2 a . C , durante la
guerra sertoriana; cfr. A. GONZÁLEZ BLANCO, 1 9 8 4 , 2 1 1 , sobre esta noticia de Juvenal; U . ESPINOSA,
1984,
109
55.
H . LE BONNIEC, 1 9 6 9 ,
103.
11" Aunque en ocasiones se cierran las puertas con una paz ficticia, tal como transmiten las
fuentes: Suetonio, 'Ñero 1 3 , 2 : cerró el templo de Jano como si se hubieran terminado las guerras.
100
M > PILAR GONZÁLEZ-CONDE
na manera se sintiera el peso de las mismas; pese a que las provincias
afrontan sus cargas, evidentemente el malestar por la guerra no era
exclusivo de los provinciales.
Hay una conrradicción en Tácito: por una parte relata los horrores de
la guerra, de los que la ciudad de Roma quedaba limpia, pero por otra
la Urbe es centro de decadencia y licencia y se considera bueno abandonarla para ir al ejército (Ann. 2, 44). Evidentemente, los valores castrenses no pueden ser eludidos por Táciro, teniendo en cuenra la necesaria
provisión de reciuras.
El autor cuenra cómo el enfrentamiento entre Otón y Vitello afectó a
la capital del Imperio porque se levanraron los prerorianos (Hùt. 1, 86).
Como consecuencia, llegó a la Urbe el hambre y las demás calamidades,
junto con diversos prodigios que atemorizaron a la población. Ahora el
conflicto ha de resolverse dentro de los límites territoriales del estado, de
manera que ningún lugar es seguro para la paz; mientras los conflictos
exteriores se abordaban con el sacrificio de las provincias, ahora rambién
Roma está implicada en forma de desabasrecimienro y de amenaza a su
propia integridad física. Para Tácito (Hist. 3, 83), el mayor horror no es
sólo que la ciudad se vea afectada por la violencia, sino que la población
parezca aceptarlo, de forma que «la vida cotidiana y sus placeres» no se
inrerrumpen.
También la guerra se considera una horrorosa plaga si afecta a Italia.
Terracina, ocupada por Vitello, padeció los sufrimienros del asedio y del
asalto. Su restitución al Senado y al pueblo romano, así como los templos a los dioses, es un ritual de conservación del carácter sacro del
perímetro urbano, diferente a los recintos también consagiados de los
campamentos militares.
Tácito hace aparecer a los habitantes de Roma como desprotegidos
ante los Galos (Ann. 3, 40), quienes se animan a la sublevación al ver la
dependencia económica de Italia con respecto a las provincias; el autor
destaca la carencia de ardor para el combate en la población de Roma.
La lejanía psicológica de la guerra suele mostiarse en la mala información de la población romana respecto a la situación real en el teatro de
operaciones'".
La guerra es, por lo tanto, una actividad totalmente ajena a la Urbe,
pero a su vez es causa y consecuencia de una acción política que se genera en la ciudad, y en la que obviamente las instituciones tienen el protagonismo. Las relaciones enrre príncipe y Senado se ven inmersas en un
necesario protocolo inherente a la guerra, que se concreta en los actos
políticos de información, declaración, terminación. Las relaciones entre
el emperador y el Senado condicionan el traramiento dado al rema. Ti-
'"
Galos.
Tácito, Ann. 3, 44, sobte los rumores que exageraban la importancia del conflicto con los
LA PAZ Y LA GUERRA ΕΝ LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO­ADRIANEA
101
berio comunica al Senado al mismo tiempo el principio y el final de la
guerra {Ann. 3, 47). Algunos senadores se quejan porque al Senado se
le ocupa en asuntos intrascendentes cuando debería entender en las im­
portantes cuestiones de la paz y la guerra {Ann. 13, 49). El papel del
Senado en las iniciativas militares y los deberes del príncipe en este as­
pecto son asuntos reflejados en las fuentes con cierta frecuencia; por
ejemplo Dión Cassio para los reinados de Trajano y Adriano'
Por otra parte. Tácito también se hace eco de la conmoción que pro­
vocan en Roma los presagios sobre la suerte del ejército en la batalla; es
evidente, no obstante, la arbitrariedad del autor al elegir los presagios a
narrar; por ejemplo, la estatua de Victoria que se derrumbó en Camulo­
dunum {Ann. 14, 32); el destino juega un importante papel entre los
diferentes factores que condicionan el resultado de una guerra " 3 .
Instituciones y población civil se ven implicados en la actividad
política definitoria de la paz y la guerra; pero la batalla como elemento
material y cruento de la misma, no puede manchar el sagrado recinto
donde se desarrolla la vida urbana.
2.1.7.
Elementos sagrados de la guerra
Bayer ""^ definió un «ritmo sacrai de la guerra», expresión que sirve
para definir el talante con que se afronta el fenómeno en Roma. La
guerra tiene cierto carácter sagrado, que se plasma en una liturgia, en
un complicado ceremonial sometido a ritmos fijos, y que se lleva a cabo
casi en su totalidad en el Campo de Marte " 5 .
La mística guerrera parece tener una justificación muy importante: la
guerra es inevitable para la propia existencia del I mperio"*', pero éste no
se concibe sólo como una potencia militar, sino como algo más valioso, un
proyecto civilizador frente al mundo «no romano»
Así valoraron los
autores clásicos la obra de Augusto, que Trajano amenazaba unos años
después, rompiendo unas fronteras que ya poseían carácter sacro.
Las fuentes clásicas están llenas de referencias a la seguridad del I m­
perio como salvaguarda de los valores romanos"* y viceversa. En este
Entre otras citas, Dión Cassio 6 9 , 1 4 , 3 , a propósito de la forma en que Adriano se dirigió
al senado hacia el 1 3 2 d.C.
115 Tácito, Ann. 1 , 6 1 y 1 3 , 6 .
11"
J . BAYET,
1957.
11' J . ­ P . BRISSON (ed.), 12: sirve para separar las funciones guerreras del resto del cuerpo social.
11^ A. MOMIGLIANO, 1 9 5 8 , 2 0 7 , sobre la evolución de la idea de guerra evitable o inevitable,
el papel de Polibio como transmisor al mundo romano, y en la histotiografía contemporánea, la
obra de Ciccotti como pionero de la idea controlable.
117 J . ­ P . BRISSON (ed.), 1 9 6 9 , 8 ­ 9 .
11^ Sobre diferencias entre imperialismo cultural y militar, sólo a modo de ejemplo: J . HELLE.
GOUARC'H, 1 9 7 4 , 6 9 ­ 9 0 ; J . B . WARD­PERKINS, 1 9 6 6 ,
395­408.
Μ.'
102
PILAR G O N Z Á L E Z ­ C O N D E
mismo sentido, el cierre adrianeo de fronteras parece una reconciliación
con la línea estratégica a u g u s t e a " ' y, por añadidura, una vuelta a una
forma particular de concebir el I mperio. Esta idea se refleja en Pronto
(Princ. Hist. 10); también Suetonio la aborda en diversas biografías:
Augusto {Aug. 48) devolvió casi todos los reinos que había conquistado;
Nerón nunca quiso ampliar el Imperio, e incluso pensó abandonar Brita­
nia'^o. Sin embargo, de facto la vuelta a la ideología augustea no se
produjo nunca, sino que la concepción universalista de Adriano y de su
anrecesor dotan de un nuevo significado político al I mperio.
En cualquier caso, con el Imperio se mantuvo el carácter sacro de la
guerra como insrrumento de la pax deorum, pero se perdieron muchas
de sus ceremonias'21. El Campo de Marte permaneció como lugar de
purificación previa a la entrada en el pomerium. A través de la pietas
deorum los hombres canalizan su confianza en los dioses, esperando que
éstos intercedan (prouidentia) y permiran la victoria sobre el enemigo. A
ellos se invoca antes de la batalla y no se les puede olvidar cuando ha
concluido bien; por eso en Moesia inferior se erigió un monumento con­
memorarivo del triunfo sobre los dacios dedicado a Mars Vltor^ ^ ^ .
Fortuna toma parte en el desenlace de los conflictos bélicos; es tan
variable'23, que ni siquiera parece estar siempre del lado romano; en las
conriendas civiles, las inclinaciones de Fortuna pierden imporrancia, ya
que Roma siempre pierde cuando se trata de una lucha fratricida.
La visión del héroe militar descendiente de los dioses y representante
suyo en la tierra evoca orienralismo. Plutarco insiste en el origen divino
de Alejandro, hijo de Ηρακλής, para dotar a su leyenda de autentici­
dad; el rey de Macedonia es u n griego entre los griegos, pero un des­
cendiente divino entre los bárbaros {Alex. 28, 1­3). En este punto
contrasta Plutarco con la etapa cínica de Dión de Prusa, cuyo paradig­
ma, Diógenes, es el sabio que se atreve a frivohzar sobre la figura de
Alejandro y su origen divino; el desplazamienro posterior del autor ha­
cia posiciones estoicas le llevará a un reconocimiento del rey macedonio
como modelo.
" 9 A. CHASTAGNOL, 1982, 151­152, sobre acciones bélicas supuestamente ofensivas bajo
Adriano, que en realidad son defensivas.
'^o Suetonio, Nero 18; esto lo está diciendo el autor quizá cuando Adriano acaba de abando­
nar los territorios conquistados por Trajano.
121
H . LE BONNIEC, 1969, 101­115.
'22 M a[rti] Vltori imp. [Caejsar diui Nerua[e f.] Nerua [Trjaianus [Aug. Germ. Dac]i[c]us
]su....e
,­ CIL III
p[ont.] ma[x. trib. potesp. Xlll [imp. VI eos.] Vp.p. [per exerc?]itu[m
12467.
125 H . LE BoNNiEC, 1969, 314­315, sobre ésta y otras abstracciones divinizadas en relación con
la guerra; J. M. ALONSO NiJÑEZ, 1986, 291­298: torrente fortuna; F loro recoge la tradición anterior
en este sentido. También sobre esto, Suetonio, Tib. 2, 2.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
2.1.8.
2.1.8.1.
La guerra: los factores sociales como preocupación
critores clásicos
La opinión
103
de los es-
pública
Como para otros períodos, en las fuentes de época trajano-adrianea
se trasluce la incidencia de la guerra en la opinión pública; parece haber
un interés común en demostrar que la opinión pública acoge el triunfo
con interés y mediante una activa participación en el mismo; esta lectura
puede hacerse, por ejemplo, en fuentes tan diferentes como Floro y
Marcial'24.
La celebración de un triunfo suponía la vuelta del Emperador a Roma, si éste se había alejado para dirigir la guerra; con él también
regresa la normalidad. Parece que ésta era una preocupación constante
en la capital, por encima de los propios asuntos militares. Así se refleja
con cierta frecuencia en Marcial a propósito del regreso de Domiciano
{Ep. 7, 6 y 7) y de Trajano {Ep. 10, 7); también en Plinio, en una
frase del Panegyricus que parece incluso poco en consonancia con el
resto de la obra.
Marcial opone la alegría del triunfo a los problemas sociales de la
plebe, que conviven sin resolver con la expectación por la batalla {Ep.
5, 19).
Las fuentes senatoriales inciden en los aspectos sagrados de la guerra y
su acogida en la opinión pública. Se silencian en cambio los grandes
problemas de levas, abastecimiento y numerario que convertirían la vida
diaria de la plebe en una carga muy pesada en tiempos de guerra, no del
todo compensada con una política impeiial de asistencia social. Estas
fuentes recogen algunas anécdotas cuya arbitraria selección conviene al
propósito de la obra o de la visión del propio autor, y no al impacto social
real. A modo de ejemplo se pueden citar dos pasajes de Tácito: durante
la guerra entre Otón y Vitelio, en Roma se suceden los prodigios que atemorizan a la plebe {Hist. 1, 86); en los Annales, el autor se hace eco del
derrumbamiento de una estatua de Victoria en
Camulodunum^^^.
En cambio, el propio autor se lamenta de la lejanía física {Hist. 1, 89)
y espiritual de l^a plebe de la Urbe, que reacciona con indiferencia ante la
violencia {Hist. 3, 83). La primera produce desidia, que se agrava en la
medida en que el centro del Imperio se ve libre de las cargas de la
guerra'26, y sobre todo una desinformación que da lugar a rumores'2^,
i^"* Floro, Verg. 1, 5: sobre la expectación del triunfo dácico de Trajano en Roma; Marcial,
Ep. 8, 50: sobre la grandeza de los banquetes del triunfo de Domiciano, que celebran todos los
grupos sociales. También uid. M. AMIT, 1965, 52-75; id., 1965, 207-222.
Táciro, Ann. 14, 32; también sobre el tema, Ann. 1, 61 y 13, 6.
12'' En contraste, el autor de la Vita Hadr. 9, 1, dice que el abandono de las conquistas fue
una medida impopular; sobre esto, G . KERLER, 1971, 282.
127
I. SCHATZMAN, 1974,
549-578.
M . » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
104
agravando la importancia de los conflicros. Para Táciro es un problema
de decadencia moral producido por los tiempos que se viven '28
2.1.8.2.
Intereses individuales y colectivos en la guerra
En las relaciones con sus vecinos, Roma se sirve en ocasiones de la
guerra exterior para conseguir su dominio'^9; la sumisión debe proporcionar a éstos clemencia y seguridad, renunciando para ello a su autonomía; el Imperio les proporciona una única opción: libertas o securitas. La
entfevista entre el jefe germano Arminius y su hermano, que milita en
el bando romano, pretende recoger ambas visiones, romana y bárbara,
del problema {Ann. 2, 10). El terror frente al poder militar romano está
latente, pero también la conciencia de las debihdades del Imperio por
parte de sus potenciales enemigos'^o.
Del lado romano. Tácito percibe inrereses, no siempre legítimos, por
la guerra. Entre ellos se encuenrran los del elemento militar, cuyas exigencias de promoción, que provocan rivahdades enrre los generales,
constituyen un elemento de debilidad en el ejército r o m a n o ' " . Para el
autor, el personaje paradigmárico cercano a Alejandro es Germánico
{Ann. 2, 4 y 64), mienrras Druso tiene que acudir al frente de batalla
para demostrar su valía como soldado {Ann. 2, 44).
Junto a estos intereses individuales, hay otros colectivos. Siguiendo a
Tácito, las ciudades del Imperio manrienen diferente conducta en tiempos de guerra que repercure en su siruación en la paz. El autor aporta
ejemplos de un fenómeno que considera generalizado: la clemencia de
Germánico hacia Segesta por su fidelidad a Roma, alegando que prefiere
la paz a la guerra {Ann. 1, 58); la rivalidad de ciudades de Asia por la
construcción de un remplo, alegando como mériro su parricipación del
lado romano en antiguas guerras republicanas {Ann. 4, 55), siendo Esmima la favorecida {Ann. 4, 56); la conducta en la guerra condiciona los
beneficios en la paz.
Dión de Prusa insinúa estos intereses individuales por mantener un
estado de guerra, precisamenre en un discurso de cuya atribución se duda entre la época de Nerva o de Trajano, y que tan cercano parece a las
preocupaciones del reinado del segundo " 2 .
'28 Esta intetpretación de la guetra debida a la decadencia moral ya tenía su tradición en la
historiografía romana; para el caso de Veleio Patérculo, J . HELI.EGOUARCH, 1974, 69-90; E.
OLSHAUSEN, 1987, 312: esto es lo que de verdad conmueve a Tácito.
'29 Entre otros. D . B. SADDINGTON, 1961, 90-102; F. MILLAR et alü. 1967.
" 9 Ambos aspectos en Tácito, Ann. 4, 24 y 6, 37; y Ann. 4, 24 y 3, 40, respectivamente.
15' Tácito, Ann. 3, 43; sobre esta predisposición de la elite militar romana a utihzat la guerra
como medio de promoción política, J . - P . BRISSON (ed.), 1969, 9; E. OLSHAUSEN, 1987, 302 s. sobre
los intereses de deteiminados grupos sociales en la guerra, especialmente senadores y militares.
" 2 Dión de Prusa 3, 132: «la lisonja impele... al ejercicio de acciones bélicas a los guerreros...»; uid. también nota 133.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
2.1.9.
105
El héroe militar y la figura del emperador
«El Emperador... es más valiente, como general, que sus soldados» . Estas palabras de Dión de Prusa resumen su idea del héroe que
dirige los destinos de Roma. Se inspira en la tradición helenística, que recoge el estereotipo homérico; los héroes homéricos son, junto con Alejandro Magno, paradigmas del triunfador. El príncipe ideal debe tener
esas cualidades g u e r r e r a s ^
perjuicio de su apego por la paz; en estos
años la idealización se identifica con Trajano. Al Emperador se deben dirigir palabras incitadoras de lucha, pero también portadoras de paz ( 1 , 4 6); el rey ideal es quien «de tal manera es belicoso, que en su poder está
el hacer la guerra, y de tal manera pacífico, que no deja nada digno de
intento para lograr la paz»; los que están preparados para hacer la guerra
tienen en su poder vivir en paz (1, 27); el Emperador debe ser el más valiente de los generales y, más importante aún, necesita jefes fieles para
mandar su ejército, sin los cuales éste no le sirve de nada (3, 94).
Sin embargo, Dión reconoce que los héroes homéricos son guerreros
en cualquier momento de su vida (2, 31), lo cual parece estar en contradicción hasta cierto punto con el hombre de valía demostrada tanto en
la guerra como en la paz; a pesar de ello, comparten las cualidades humanas que un estoico puede admirar. Aquiles sirve de ejemplo al hombre «que aspira a mandar en el Universo y a ser el señor de todos», el
guerrero conquistador y vencedor por naturaleza, aunque para Dión el
modelo llegará a ser también Alejandro Magno a partir del inicio de su
período estoico ' ' 5 .
En la obra de Dión el propio Alejandro se hace eco de la concepción
homérica del rey ideal, que le sirve de ejemplo, con los casos concretos
de Aquiles y Héctor'^fi. Pero la grandeza de Alejandro se contrarresta
con la sabiduría de Diógenes, cuya actitud vital choca con la megalomanía de aquél; junto a la grandeza y el valor debe existir una virtud personal, porque si no, de nada sirve dominar el mundo (4, 53); la antítesis
es aquel rey sirio que se encierra en su harén pero no vale nada ni en la
guerra ni entre los oradores (1, 113).
Plutarco y Dión de Prusa representan dos visiones griegas y casi contemporáneas (el segundo es una generación más joven), pero diferentes,
de la figura del macedonio. Alejandro se presenta en las fuentes griegas de
'»
Dión de Prusa 3 , 2 5 ; traducción de G. MOROCHO (ed.), 1 9 8 8 . Sobre los valores del
príncipe; A. WAU.ACE-HADRILL, 1 9 8 1 , 2 9 8 - 3 2 3 .
Dión de Prusa 1 , 2 2 : sólo el rey ideal puede llamar a los soldados «compañeros de guerra»;
contrasta con la actitud que Suetonio atribuye a Augusto, en el sentido de que desde el final de las
guerras dejó de denominar así a los soldados; Suetonio, Aug. 2 5 , 1; A. BRAVO, 1 9 7 3 , 5 5 1 - 5 5 8 .
" 5 Dión de Prusa 2 , 2 ; 2 , 5 ; 2 , 29 y 2 , 3 1 . Vid. al respeto: D . KIENAST y H. CASTRISTIUS, 1 9 7 1 ,
6 2 - 8 3 ; P. TZANETAS, Diss. 1 9 7 2 ; A. M . MILAZZO, 1 9 7 8 , 7 3 - 1 0 7 ; G. ZECCHINI, 1 9 8 4 , 1 9 1 - 2 1 2 .
Dión de Prusa 2 , 3 4 , 5 2 y 5 4 - 7 8 .
.
106
Μ. ^ PILAR GONZÁLEZ­CONDE
época romana como paradigma de héroe: general valiente y victorioso, artífi­
ce personal de las victorias, honesto en la paz y en la guerra, cercano a sus
h o m b r e s ' " ; hijo de Ηρακλής, es digno represenrante suyo en la tierra.
Sus modelos están en los héroes homéricos, de quienes Plutarco le
convierte en ferviente admirador. La litada es para él el resoro más va­
lioso, y sus palabras parecen esrar siempre presentes para Alejandro y sus
consejeros '^^.
Para Plinio el paradigma de emperador es Trajano, y su anrítesis Do­
miciano; el arquetipo positivo demuestra su valía tanto en la guerra como
en la paz (Paneg. 4, 4). En un rápido recorrido por la historia imperial,
Plinio distingue a aquellos emperadores que desracaron en la batalla pero
se ensombrecieron en la paz, así como a aquéllos que «se distinguen bajo
la toga, pero no bajo las armas...»'39; un príncipe no debe surgir de la
guerra civil ni de la opresión de las armas, sino de la paz, de la adopción y
de la elección divina (Paneg. 5, 1).
El auror presenta el feliz advenimienro de Trajano al trono acompa­
ñado de los símbolos de la victoria en Panonia'"^o y, como un aconteci­
miento inevitable al que el Emperador no ha podido negarse, su acla­
mación por el ejército de Germania, que ranta devoción le profesaría, y
con el que ha ganado el título de Germanicus (Paneg. 9, 2).
Para Plinio, Trajano manriene esa simbiosis Emperador­administrador
y Emperador­soldado (Paneg. 10, 3), porque siendo hombre educado en
las glorias de la guerra, ama la paz; no huye de la guerra pero tampoco la
provoca''". Su afición excesiva a los campamentos, fruto de su formación
militar, le retiene fuera de Roma^'^^; en el ejérciro ha querido seguir una
carrera milirar desde el tribunado hasta ser general para conocer aquello
que debe enseñar (Paneg. 15, 2). Goza de todas las virtudes que deben
adornar a un general, y en esto actúa al modo de los antiguos romanos; es
vencedor en gandes guerras, todas ellas inevitables'•*'.
En cambio, Domiciano es para Suetonio despreciable en la paz y en la
guerra en comparación con otros emperadores '''^. El interés por denigrar
Por ejemplo, Plutarco, Alex. 32, 4.
Ibidem, 26, 1, 3; 28, 2; 54, 1.
Plinio, Paneg. 4, 5; ésta última patece una referencia a Nerva para defender a Trajano de
que no hubieran visto con buenos ojos la adopción de un militar.
Plinio, Paneg. 8, 2, aunque ésta es ajena a él. F . TRISOGLIO, 1972, 3­43.
Plinio, Paneg. 16, 1: non times bella, nec prouocas; B. RADICE, 1968, 166­172.
Plinio, Paneg. 20, 1; 15, 2.
'"is Plinio, Paneg. 20, 1; 20, 12­13 y 20, 19; Paneg. 6, 2 y 18 ss.; Paneg. 17 ss.; Tácito, Ann.
4, 32, sobre deseo popular de un emperador así, como propagator imperii; M. P. CHARLESWORTH,
1943, 1-10.
1'''' Suetonio, Aug. 20; Gaius 9; Claud. 1, 2-4: para el valor de Druso; Claud. 17, 1 y Nero:
hombres de paz; Galb. 6, 3 y 11: «no volvió a ponerse la toga hasta que se hubo desembarazado de
todos los que disputaban el podet»; Otho 12, 2: los soldados lloran ante su cadáver y le aclaman co­
mo «el más valiente de los hombres y el único digno de ser emperador»; Vit. 11, 1; Vesp. 4, 1 y 6.
'37
"8
'39
aquellos
'''O
I'"
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
107
la imagen de Domiciano es fruto de una corriente de opinión senatorial
que traduce los graves problemas de la relación Príncipe-Senado en
crítica sistemática a la actuación domicianea; Suetonio es buen exponente de esa corriente opositora .
El contraste lo proporciona Marcial, en cuanto que parece un panegirista de Domiciano. Exalta sus valores como emperador victorioso y dominador del mundo, valores que no duda en trasladar a Trajano cuando las
condiciones políticas cambian. Ni la crítica suetoniana ni la adulación de
Marcial pueden proporcionar una visión objetiva del último de los Flavios.
Visión radicalmente opuesta a ésta es la de Juvenal; el héioe militat
personificado en Aníbal y Alejandro
, se empeña en grandes empresas
condenadas al fracaso por su megalomanía y ambición ilimitada («un
mundo no le basta el joven de Pela»). Pasando al ámbito de sus personajes latinos, Juvenal acusa a Ponticus, y en él a todos aquellos romanos
que alegan una estirpe guerrera, pero carecen de méritos personales y se
dedican a una vida urbana fácil y cómoda {Sat. 8, 1 ss.).
Como hemos visto en el caso de Arriano {Anab. 5, 27), también Ftonto recoge la oposición a las conquistas ilimitadas, como debió ser habitual
en la propaganda oficial desde la muerte de Trajano. El autor compara a
Lucio Vero y a Trajano en su actuación en Oriente; Trajano es el militar
ambicioso que antepone su megalomanía a la vida de sus hombres, que
prefiere la violencia (aunque le reconoce valores como hombre de paz), y
que dejó su ejército desmoralizado y deshecho . Adriano tuvo que solucionar sus desmesuras con la vuelta a las fronteras tradicionales en los
grandes ríos {Princ. Hist. 10). Resulta obvio que Pronto es un panegirista
de Lucio Vero, cuya virtud quiso resaltai por oposición a Trajano.
2.2.
LA PAZ Y SU TRATAMIENTO EN LAS FUENTES
Este apartado pretende recoger la visión del concepto de paz en su
doble sentido, interior y exterior; la primera, en cuanto que concordia y
estabilidad socio-política, identificada con la prosperidad; la segunda, en
el marco de los particulares contactos de Roma con ottos pueblos y en
relación con una forma de entender el Imperio que justifica dos concepciones diferentes de la política exterior, y con ello, dos modos de entender la paz exterior que tienen un componente ideológico y unos elementos coyunturales; estas diferencias políticas responden, por una parte, a
un esquema ético enmarcado en el debate ideológico propio de los comienzos del siglo II d.C. (en el que entran en juego dos proyectos impe'''5 B. W. JONES, 1979, con amplia bibliografía anterior.
'•"^ Juvenal, Sat. 10, 145 ss. y 170 ss.; rambién sobre este auror, K . H . WATERS, 1970, 62-67.
I"? Pronto, Princ. Hist. 10-11, 14-18.
108
M . · PILAR G O N Z Á L E Z - C O N D E
ríales excluyentes que pretenden perpetuarse) y, por otra, a una realidad
socio-económica y política que reclama medidas concretas .
Una reflexión sobre la paz en las fuentes clásicas del período i-*', justifica la estructura de este apartado. En primer lugar hay que hacer referencia a la valoración moral (positiva o negativa) del problema, y que sin
una estricta declaración de principios puede observarse en la obra de Tácito'^o, su máximo exponente. Además hay que referirse a las relaciones
de los hombres con la divinidad, y a todos los elementos míticos del tema. Asimismo, un aspecto ampliamente comentado por las fuentes son
las relaciones entre paz y príncipe, en su doble aspecto institucional y
personal. Abordaremos esto a partir de autores tan dispares como Plinio,
Dión de Prusa, Suetonio o Marcial. Si la visión trajanea pudo reflejarse
con mayor o menor precisión en Plinio y Tácito, Pronto representaría
una visión anclada en la tradición derivada de la línea oficial adrianea.
2.2.1.
Tácíío y la ética de la paz
Tácito conoció a los pobladores de Britania a través de la experiencia
directa de su suegro. Agricola, quien, como gobernador del territotio,
había completado su conquista. En la obra que le dedicó de forma postuma, describió el estereotipo romano del bárbaro; según esto, los
pueblos de Britania tienen en común con otros bárbaros su afición a la
guerra, cierta capacidad para agruparse bajo el mando de un jefe y una
naturaleza a la que una larga paz perjudica {Agr. 11, 4). El discurso del
jefe Calgacus a sus hombres {Agr. 30-32) que recogía en esencia aquel
modelo, identificaba la Pax romana con esclavitud, desolación y gtaves
cargas en levas e impuestos. Esta referencia tacitea a posibles injusticias
romanas es fruto de una nueva manera de entender el dominio, pretendidamente más justa para los sometidos'". La idea latente es que la
oposición al dominio de Roma se produce casi exclusivamente cuando
ésta abusa de su poder y olvida su misión civilizadora; no obstante, en
ocasiones se alegan, por encima de todo, deseos patriótico's de independencia por parte de los bárbaros ' " .
i""* E. OLSHAUSEN, 1 9 8 7 , 2 0 9 , no reconoce tanto para el caso de Tácito esa contribución de la
tradición filosófica, sino sobre todo la expresión de la realidad social.
En general, para la paz, no se puede prescindir de la obra de E. ClCCOTTi, 1 9 0 1 . También
A. ALFONSI, 1 9 4 5 , 6 1 - 6 8 ; S. CELATO, 1 9 7 0 , 4 1 0 - 4 1 9 ; M . A . LEVI, 1 9 8 5 , 2 0 3 - 2 1 0 .
Entre la extensa bibliografía que el problema de la paz tacitea ha generado, se pueden citar algunos trabajos que se ciñen más estrictamenre al rema: S. BORZSÁK, 1 9 6 6 , 4 7 - 7 1 ; J . H . PARKS,
1969,
1 7 - 2 0 ; S. D . U R U C C I A , 1 9 7 5 ; id.,
1 9 8 0 , 4 0 7 - 4 1 1 ; E. OLSHAUSEN, 1 9 8 7 , 2 9 9 - 3 1 2 .
" 1 Sobre este nuevo imperialismo que se basa en un imperium moderatum, para la época de
Tácito, uid. S. MAZZARINO, 1 9 8 3 , vol. 3 , 4 5 ss.
Esta consideración se aprecia en varias ocasiones en su obra, por ejemplo: Agr. 3 0 - 3 2 , con
el discurso de Calgacus. Al respecto, K . H . SCHWARTE, 1979, 1 3 9 - 1 7 6 .
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
109
En contraste con la imagen del bárbaro guerrero, la «paz jusra» de
los Caucos {Germ. 33, 3-4) proporciona una versión de la paz poco civilizada pero más pura. Las primeras obras raciteas ensayan un resperuoso
acercamiento al mundo bárbaro y a la comprensión de los valores que le
son propios; dependen en este punto de una tradición histórica latina
que es deudota del mundo griego " 5 .
La paz está ampliamente trarada en las Historiae, como necesaria
vinculación con la virrud''^. Un sentido más amplio transmite Juvenal
refiriéndose a la «concordia universal» para la cual han sido creados los
hombres, aunque ésros la rompen continuamente, contraviniendo el
proyecro de la naturaleza'".
En los Annales la paz es positiva y digna cuando no ha costado
sangre, si no hace indolentes a aquellos que la disfruran y si no les
arrastra a la servidumbre; evidentemente la noción de servidumbre no es
igual en la relación entre romanos que entre éstos y los demás pueblos.
Así se define la paz conseguida por Maroboduus: sin sangre y en pie de
igualdad {Ann. 2, 86); la relación de equilibrio entre Roma y otros
pueblos es, obviamente, u n tópico taciteo que él mismo no mantiene en
el resto de su obra.
Los horrores de la discordia civil del 68 hacen que los cortos intermedios de tranquihdad no sean tales, sino más bien simple cese de hostiHdades, como ocurre a la muerte de Vitelio; sobre esto también se reflexiona al morir Galba, porque lo que califica como saeua pax es producto
de los vicios de quienes habían provocado la guerra'56.
Siguiendo estos criterios, Tácito reconoce valores negativos de la paz
debido a factores coyunturales. Tal como él mismo explica {Ann. 4, 32),
su obra se ocupa de temas sin gloria, de la narración de una paz «inmutable o moderadamente turbada», que considera desastrosa por el
gobierno de un mal príncipe. Tiberio. El mismo sentido negativo vuelve
a aparecer en la obra durante otros períodos. Por ejemplo, la actuación
de Turpilianus en Britania bajo Nerón, que «da el nombre honorable de
paz a una cobarde inacción» {Ann. 14, 39); asimismo, la decisión de
Nerón de hacer la guerra a Armenia para evirar la deshonra romana
{Ann. 13, 25); lo mismo se evidencia en la acrirud de Tiberio frenre al
peligro galo, porque «cuando la paz es miserable, es un bien cambiarla
por la guerra» {Ann. 3, 44), aunque Tiberio se decide por la primera.
'53 G. E. F. CHILVER, 1979, 27, sobre este tratamiento de los báibaros; J. M. ALONSO-NÚÑEZ,
1974, 473-478.
'5'' Tácito, Hist. 4, 1: «la paz reclama la honestidad».
155 Juvenal, Sat. 15, 155 ss.; sobre todos los matices de la concordia y sus antecedentes historiográficos, uid. R . HOSEK, en J . BURIAN y L. VIDMAN (ed.), 1968, 107-113.
'56 Tácito, Hist. 4, 1 para Vitelio y 1, 50 para Galba; G. G. BELLONI, 1985, 134-135, describe
la nueva figura de pax que se da bajo el reinado de Galba, consistente en una paz activa que opera
contra'la guerra, en un contexto ideológico que es la lucha entre el bien y el mal.
110
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
En este estado de cosas, recuperar la verdadera paz puede costar sangre,
porque en su nombre se producirán muertes {Ann. 1, 10); tanto si el
conflicto es interno o externo {Hist. 1, 2).
Por tanto, en Tácito hay valores positivos y negativos de paz. Negativa puede ser una larga duración, que no afecta por igual a todos los sectores sociales. Una prolongada estabilidad trae prosperidad a las ciudades, como el autor reconoce para el caso de los Helvecios atacados por
Caecina {Hist. 1, 87); pero también hace indolentes a los civiles y a los
soldados; la población de Roma teme acompañar a Otón al combate;
por la larga paz «los senadores se habían hecho indolentes y habían olvidado sus conocimientos militares, y los caballeros nunca la habían aprendido» {Hist. 1, 88). Todas estas actitudes son deplorables para el autor,
aunque dice despreciar aún más a quienes desean la guerra; defiende el
mismo principio pliniano según el cual el hombre ideal es aquel que no
teme la guerra, pero no la provoca {Paneg. 16, 1).
Preocupa especialmente a Tácito la longa pax emoliens ' " . El gobernador de la Citerior L. Piso se había vuelto indolente por la paz {Ann.
4, 45); cobardes devienen las tropas de Corbulón {Ann. 13, 35), a quienes ya «incomodaban los trabajos de la guerra»; el mismo problema afecta a los Germanos, que «habían convertido la paz en neghgencia y en
relajamiento por la embriaguez» {Ann. 1, 50). El tema está presente en
todas las obras de Tácito, como si reconocimiento de que la paz, aunque
deseable, es un principio contrario a la seguridad del Imperio.
Otros autores tampoco se sustraen a esta concepción. Para Juvenal,
las riquezas y la influencia de ciudades extranjeras (especialmente de las
colonias griegas) han traído a Roma la lujuria y los crímenes, que no se
conocían en la ciudad cuando se vivía en la pobreza {Sat. 6, 295). Pero
aquí vemos un sentido restringido limitado a la paz victoriosa sobre la
idea, presente en otras fuentes, de que el crecimiento del Imperio ha
traído su propia decadencia moral'5*.
Para Tácito la larga paz empuja a los hombres a la servidumbre; así
explica el apoyo de algunas poblaciones a Vitelio {Hist. 2, 17, pues «se
entregan al primero que llega»).
Todavía existe otra vinculación entre servidumbre y paz en la versión
tacitea de las relaciones con los bárbaros. La sublevación de Ciuilis utiliza la consigna de independencia o sumisión {Hist. 4, 67), porque Roma
'57 s. BORZSAK, 1966, 54: sobre esta idea de longa pax en De Orat. 38, 2, aunque sin nombrarla, en el sentido de conformidad con el Imperio tal como es; y también sobre tradición anterior
de esta idea en la historiografía.
'5* La idea de que la conquista ha producido, por la consiguiente prosperidad, la decadencia
moral del Imperio, es una idea presente en las fuentes, y a la que ha contribuido en gran medida la
figura de Floro (1, 47 [3, 12] entre otros pasajes): Ac nescio an satius fueritpopulo
Romano Sicilia et
Africa contento fuisse, aut his etiam ipsis carere dominanti in Italia sua, quam eo magnitudinis crescere, ut uiribus suis conficeretur. Quae enim res alia duties furores peperit quam nimiae felicitatesi
LA P A Z Y LA G U E R R A E N LA LITERATURA D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
111
les obliga a «una miserable servidumbre que falsamenre llamaban paz»
[Hist. 4, 17). Bajo ideales de independencia se esconden descontentos
por las cargas de la dependencia romana, aunque el autor cree que en
ocasiones el incentivo es la recuperación de la liberrad, lo que explica sublevaciones también entre los pueblos no sujetos al pago de impuestos
{Hist. 4, 17). Por el contrario, cuando la sublevación de los galos parece
abocada al fracaso, lulius Auspex y otros jefes proponen la rendición, argumentando las ventajas de la integración y la fuerza de Roma {Hist. 4,
69 y 71); lo que en realidad no es más que una medida de prudencia
política, es aprovechado por Tácito para presentar posturas filo-romanas.
La narración tacitea sobre la sublevación de los galos bajo Vespasiano
es una manifestación del debate en torno a la concepción del fenómeno
de la paz; los galos tienen que elegir entre paz e independencia, siendo
ambas excluyenres; esta versión se debe a que el autor no contempla
más que una lectura del tema asimilándolo a los presupuestos de la pax
Romana.
2.2.2.
El interés sobre la paz: implicaciones
sociales
Un aspecto del tema paz-guerra en la obra de Tácito es el conflicto
que genera en la población civil y militar. Los intereses de particulates o
de comunidades están orientados en un sentido o en o t r o ' 5 9 , tal como lo
ve Tácito, según intereses económicos más que morales de los diferentes
grupos sociales; sólo en el caso de los intelectuales se reconoce el rechazo
general de la guerra.
Los inrereses en torno a la guerra son claros para el autor en lo que
se refiere al elemento mihtar; no obstante, a veces éste anhela tranquilidad; como ejemplo, los deseos de paz del ejérciro de Germania {Hist. 5,
16) y el reconocimiento, en un pasaje de las Historiae, de que «nadie,
en iguales condiciones, prefiere el peligro a la paz» {Hist. 4, 76).
Pisón se dirige a sus tropas en nombre de la paz {Hist. 1, 29), y
de hecho se reconoce en el ejérciro un desconcierto por las guerras civiles {Hist. 2, 37) y sus horrores {Hist. 2, 45), así como por el agotamiento de los hombres {Hist. 5, 16). Lo cierto es que Tácito no ve estos ejemplos como tendencia general entre la tropa, muchos de cuyos
inregranres se barran de una paz prolongada y desean la guerra {Hist.
5, 16), porque «prefieren la victoria a la paz» {Hist. 3, 60). De este
modo, las palabras de Musonius Rufus son mal acogidas por los soldados, que no tienen los mismos intereses que un hombre «del orden
ecuestre pero que se interesaba por la filosofía y ponía en práctica el estoicismo» {Hist. 3, 81).
15'' E. OLSHAUSEN, 1987, 304: Tácito transmite la itiea de que la paz no siempre es deseable,
como un sentimiento que se ptoduce en todos los giupos sociales: militares, senadores, la plebe.
112
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
Evidentemente, los motivos económicos pesan en el interés de los
soldados por evitar una paz prolongada, que no proporciona recompensas ni botín"'''. En Tácito es preocupación constante la actitud del ejército en la paz y en la guerra. De ahí que se tomen medidas para controlar
al ejército en la paz; la dispersión de tropas peligrosas por las provincias
y su utilización en las guerras exteriores son «medidas de paz»"'); en
ocasiones el peligro se intenta paliar mediante el envío de efectivos a
«lugares inofensivos»"'^ para que la inactividad los amanse, o bien mediante la reclusión en los cuarteles de invierno, o su utilización en trabajos de construcción.
En los Annales, Germánico es modelo de «pacificador», porque tranquiliza al ejército; recompensa a Segesta con la clemencia por haber evitado la guerra {Ann. 1, 58) y condena a aquellos que violan la paz
{Ann. 2, 13); en rara ocasión son los propios soldados quienes no desean
romper la paz, como cuando eligen a Blaesus para elevar sus reivindicaciones sin violencia {Ann. 1, 19); pero en otras ocasiones constituyen
una fuente de conflicto difícilmente controlable'^5 ; en algunos casos, los
propios soldados castigan a los provocadores "^4. Por fin, la mayor garantía para mantener la estabilidad provincial es la prudencia de un buen
general, como ocurre en Germania, donde Paulinus Pompeius y L. Vêtus «esperan una gloria mayor del mantenimiento de la paz» {Ann. 13,
53) y emplean a las tropas en labores de infraestructura.
El intetés de la población del Imperio por conseguir y conservar la
paz es un asunto pobremente tratado en Tácito. Más que una verdadera
y sistemática conciencia popular contra la guerra. Tácito patentiza el
horror por sus devastadoras consecuencias. En escasas ocasiones se invocan deseos populares de paz, como cuando las masacres del ejército viteliano empujan a la población a poner a sus mujeres y niños en los caminos para invocar el cese de hostilidades {Hist. 1, 63). El rechazo de la
guerra por la plebe se explica con argumentos que sirven de apoyo a la
visión senatorial de los acontecimientos; la condena de la guerra es una
desde cualquier perspectiva social, pero se llega a ella por diferentes caminos. En contraste con la comunidad de intereses senatoriales, el carácter fundamentalmente heterogéneo de la plebe diversifica su noción
acerca de la guerra y la paz.
K'" Tácito, Hht. I, 5 y 1 8 , sobre las exigencias del donatiuum. Sobre el donatiuum y en general para las exigencias económicas del ejército, L. WlERSCHOWSKI, 1 9 8 4 , 2 1 7 - 2 1 8 .
Tácito, Hist. 3 , 4 6 : tropas de Vespasiano se ven implicadas en las acciones contta Dacia.
"•^ Tácito, Hist. 2 , 6 7 : como Hispania, donde Vitelio envía tropas proflavias.
"'^ Tácito, Ann. 1, 4 6 : Tiberio no acude al escenario de la guerra, pero intenta calmar a los
soldados y transmitirles deseos de paz.
"5'' Tácito, Ann. 1, 4 8 : «porque en la paz .se tienen en cuenra los motivos y los méritos, pero
en la guerra caen inocentes y culpables».
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
2.2.3.
El papel de la paz en el marco
113
institucional
La búsqueda de la paz implica a todos los sectores de la sociedad,
empezando por el príncipe, primer garante de la misma "'S. Recuerda
Tácito que después de Actium «el poder fue dado a una sola persona
por el deseo de paz» {Hist. 1, 1), pero su obra conriene muchos orros
ejemplos de esra vinculación entre el príncipe y la consecución de la paz;
la continuidad dinástica garantiza la estabilidad interna, como hizo Galba adoptando a Pisón {Hist. 1, 15), o Vespasiano compartiendo tareas
con sus hijos 1'^'^; resulta imprescindible el Principado para la paz; por
ello Viteho insta al ejérciro de Germania, que acaba de abandonar a
Galba, a que nombre otro emperador {Hist. 1, 56); Otón intenta aplazar las hosrilidades debido al descontento en el seno del ejército por el
hecho de rener dos príncipes {Hist. 2, 37); y también Vitelio dice retirarse en bien de esta paz {Hist. 3, 68). Es la misma idea que refleja
Marcial en el sentido de que la vuelta a Roma del emperador garantiza
la estabilidad y prosperidad interior .
La paz bajo la figura benéfica del emperador se canaliza a través del
Senado, que elige al soberano y, por tanto, responde de la estabilidad y
concordia . Como senador, recuerda la necesidad de esta asamblea para la propia existencia de Imperio .
Como en las Historiae, la paz aparece en los Annales garantizada por
el Principado, y legitimada por el Senado'™. Desde Augusto, los Príncipes la han manrenido mediante una doble actuación: el gobierno de
uno solo y la continuidad dinástica'''.
La definición de las instituciones como garantes de la paz está en relación con un sentido del término que alude a la concordia y la estabilidad. Con este significado Tácito define a algunos hombres como «ornamentos de la paz»; presenta como modelos a Asinius Saloninus y Ateius
Capito, dos individuos de diferente extracción social; la idea es que en
la paz rodos los hombres honestos son útiles al Imperio, independiente-
"'5 Tácito hace continuas icferencias a esto como principio básico del Impetio. E. OLSHAUSEN,
1987, 305-306, ha dado con la clave de la cuestión en lo que tespecta a las telaciones de Tácito con
el principado, matizando todo lo dicho anteriormente con el siguiente tazonamiento: Tácito no se
enftenta al principado, sino a determinados príncipes; y no es exacta la dicotomía dibertas o pax-»,
sino que la idea es tlibertas en la paxt.
166 Xácito, Hist. 4, 52: envía a Tito a ocupaise de las armas, mientras él cuida la paz interior.
Marcial, Ep. 9, 6, para el caso de Domiciano.
1''* Tácito, Hist. 1, 84: se ocupa de las cosas de la paz y de la guerra; también Ann. 13, 49.
"5'' Tácito, Hist. 1, 84, en boca de Otón.
™ Tácito, Ann. 13, 49: debate senatorial a propósito de que esta asamblea no debe ocuparse
de cosas fútiles, sino de asuntos importantes como opinat sobte la guerra y la paz.
'71 Sobre el gobierno de uno solo: Tácito, Ann. 1, 3: calma interior porque quedan pocos
que hayan vivido la República; Ann. 1, 4; 1, 9; 3, 28. Sobre la continuidad dinástica, puesta en
peligro pot el mal gobierno de Tiberio: Tácito, Ann. 1, 16 y 2, 65.
114
M . · PILAR GONZÁLEZ-CONDE
mente de su origen (Ann. 3, 75). En el caso de los militares la virtud
completa, tal como el autor pone en boca de Corbulón consiste en procurar evitar tanto la paz como el combate {Ann. 13, 39), lo cual contradice la ambivalencia, defendida por todas las fuentes de la época, del
hombre que busca la paz pero no teme la guerra, y que el propio Tácito
suscribe en repetidas ocasiones.
En las Historiae está siempre presente la distinción entre hombres valiosos en una de esas dos situaciones o en ambas. Puede citarse a Primus
Antonius, colaborador de Vespasiano durante la contienda civil, de quien
Tácito da una imagen deplorable {Hist. 2, 86): detestable en la paz, porque trae la envidia y la discordia, es sin embargo muy útil en la guerra; la
imagen opuesta es la de Musonius Rufus (Hist. 3, 81), participante en las
negociaciones como hombre que aborrece los conflictos, porque «se interesaba en la filosofía y practicaba el estoicismo»; en cambio, se presenta a
algunos vitelianos como hombres «sospechosos» en la paz e interesados en
la guerra; el ideal, el hombre con un alto valor moral y utilidad en todas
las circunstancias, evidentemente lo encuentra el autor en muchos antiguos romanos, pero también se reconoce en hombres cuya causa no es la
de Tácito, como es el caso de Classicus, un hombre que lucha en el bando
de Ciuilis y cuyos valores le vienen «de su noble familia» {Hist. 4, 55).
Por último, la paz tacitea en las Historiae es diferente para vencedores y vencidos: «la paz y la concordia son una necesidad para los vencidos; para los vencedores, éstas son gloriosas» (Hist. 3, 70).
2.2.4.
La paz del Príncipe
El Panegyricus dedicado por Plinio a Trajano
cumple un objetivo
fundamental: demostrar que el Emperador tiene todas las virtudes de
un buen gobernante militar y civil. Trajano sabe actuat siempre como
debe, tanto en la paz como en la guerra. Más que las propias palabras
del Panegyricus, es significativa su estructura interna, que dedica una
primera parte a elogiar la imagen de Trajano como general: su formación, valor y prudencia, y actuaciones personales en la guerra (que más
parece una premonición de lo que ha de venir que una simple recapitulación del pasado); una segunda parte de la obra se ocupa de su actuación como administrador civil, con especial consideración de lo que se
refiere a la concesión y aceptación de títulos imperiales y a las relaciones
del príncipe con el Senado; hasta cierto punto la obra parece estar dirigida más a la Asamblea que al monarca.
La explicación debe estar en el ascenso de Trajano al trono sucediendo a un hombre como Nerva. Para una gran parte de los senadores im" 2 S. BORZSAK, 1 9 6 6 , 5 0 : Plinio defiende la quietis gloria, que sería la paz del Senado y
del Príncipe (Paneg. 8 6 , 2 ) . Allí ya es Trajano el Optimus extraoficialmente; sobre esto: Th.
FRANKFORT, 1 9 5 7 , 3 3 3 ss.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
115
portaría más la titulación del Emperador como cónsul, por ejemplo, que
sus campañas en el limes, y la adopción por Nerva del legado de Germania Superior probablemente intranquilizó a sectores senatoriales más
partidarios de una línea polírica con la mirada puesta en el interior del
I m p e r i o P o c o después de la muerte de Nerva la posición de Trajano
no debía peligrar en absoluto, de forma que las palabras del Panegyricus, si bien podían estar orientadas a ensalzar al Emperador, también se
debían tomar como una maniobra de cara al fururo, que ya se planearía
cargado de empresas militares. Es poco probable que la insistencia de
Plinio en la imagen de paz de Trajano sirviera realmente para limar asperezas con la oposición senatorial, a pesar de que el autor mantenga la
apariencia de actuar exclusivamente como defensor de la causa del Senado, dirigiendo supuestos reproches al Emperador'^^. Sin embargo, resulta evidente que lo que en realidad defiende Plinio no es la causa del
príncipe, ni la del Senado, sino la persona de T r a j a n o " '
Desde esta premisa anahza la figura ideal del emperador en situaciones de paz; fruro de ella, el príncipe debe responder a las necesidades propias de esta situación, así como mantener un profundo respeto
en sus relaciones con el Senado y hacia la tradición política romana.
Esta paz del príncipe riene un aspecto religioso, en el marco de las relaciones de los hombres con los dioses. En su origen, el término arcaico parcere del que se derivaría pax, riene un sentido sagrado, que se manifiesta
en fórmulas antiguas como pax deum o pax diuom " 6 . La vinculación con
lo sagrado no se pierde durante el Imperio, sino que se canaliza a rravés del
príncipe, en el sentido de que éste es el representante que los dioses ponen
al frente del Imperio y, como tal, la cuida a través de sus acruaciones
concretas; así, por ejemplo, el cierre de las puerras del tempo de Jano o la
presidencia de los tiros que terminan con la guerra, representados hasta la
saciedad en la iconografía"?. La idea del representante divino que recibe
su poder de Júpiter, se refuerza en época de Trajano y Adriano, en un proceso que los posteriores emperadores intentaron mantener "^.
La paz con la divinidad, canalizada a través del príncipe, está presente en la noción de príncipe ideal elogiada por Dión de P r u s a " ' en sus
'73 Entre la variada literatuia sobre la adopción de Trajano y sus relaciones con el Senado,
puede mencionarse, para las intrigas de esos momentos: G. ALFOLDY y H . HALFMANN, 1973.
'7'' Plinio, Paneg. 20, 1 ss.: Jam te ciuium deúderia reuocabant, amoremque castrorum superabat caritas patriae.
'75 Plinio, Paneg. 4 , 5 : Enituit aliquis in bello, sed obsoleuit in pace: alium toga, sed non et
arma honestarunt, en contraposición a Ttajano que reúne ambas cualidades.
'76 M. SORDI, 1985a, 3-16; id., en ibid., 1985b, 146-154, en concreto p. 147, lemontándose
a los orígenes de la expresión.
177 H . LE BONNlEC, 1969, 101-115.
'78 j . R. FEARS, 1981a, 34-43. Plinio, Paneg. 63, 3 y 94, 1.
'79 Dión de Prusa 1, 75: los propios dioses ven a la Paz entre las virtudes que debe respetar el
gobernante.
116
M . » PILAR G O N Z Á L E Z - C O N D E
primeros discursos. Sólo una idea fija se mantiene en la obra de Dión
con respecto a la paz; en realidad no teoriza sobre el concepto, sino que
realiza una descripción continua del héroe ideal, identificado con el emperador. La idea, ya vista en otros autores contemporáneos, es la del
hombre valiente y prudente, que no provoca ni evita la v i o l e n c i a .
La paz a la que hace referencia Suetonio también se vincula a los
emperadores, que consiguen salvaguardarla mejor o peor según las virtudes que los adornan. Augusto es el ejemplo de buen gobernante en
cualquier circunstancia (Aug. 61, 1); y a esta imagen también cortesponde Germánico (Gaius 3). Lo más importante y significativo es la estructura de las biografías que, como ya dijimos, esrán concebidas con un
mismo esquema, que pasa primero por el hombre de acción para seguir
luego con el administrador en la paz. La antítesis del príncipe ideal
suetoniano es Domiciano'^'.
2.2.5.
Redefinición
adrianea de paz
Una interpretación cercana a la línea oficial del reinado adrianeo
puede encontrarse en Pronto. Su obra proporciona una imagen de Trajano que resulta, en cierto modo, peculiar. En lo militar Trajano es
imprudente y amante de la gloria, antepone sus intereses a la vida de
sus hombres y, en las relaciones exteriores, rechaza siempre la vía diplomática. La comparación de su actuación en Oriente con la de Lucio Vero
(Princ. Hist. 14-18) termina por ofrecernos el más duro retrato del Optimus Princeps conservado en la literatura antigua.
Pronto reconoce, en cambio, la enorme valía del Emperador como administrador, aludiendo especialmente a su popularidad y a las medidas
de asistencia social que llevó a cabo. Adriano es el artífice de la tranquilidad fronteriza, conseguida mediante el abandono de las recientes conquistas; la vuelta a la política exterior pre-trajanea se realiza con una fuerte propaganda oficial acerca de la preparación del ejército como garante
de la seguridad del Imperio. Para Pronto todo esto fue posible porque «su
amor a la paz le hizo reprimirse en acciones justificadas, de modo que en
su falta de ambición era sólo comparable a Numa» (Princ. Hist. 10-11).
Algunos aspectos de la tradición hteraria que la época estudiada genera se pueden apreciar en Dión Cassio (68, 7, 1). «Trajano gastó granito
Dión de Pnisa 1, 4 : «palabras incitadoras de lucha y también portadoras de paz»; 1, 2 7 : el rey
ideal, «de tal manera es belicoso que en su poder esrá el hacer la guerra, y de tal manera pacífico que
no deja nada digno de intento para lograr la paz. Porque sabe muy bien esto: que los que están fácilmente preparados para hacer la guerra, éstos también tienen en su poder vivir en paz»; y más abajo,
en boca de Alejandro, 2, 54 ss.: el rey ideal debe tener fortaleza y justicia, sólo admitirá cantos al dios
de la guerra y no la frivolidad, pero también debe ser prudente para evirar la violencia a su pueblo
cuando no es necesaria, y apoyándose en las armas cuando haga falta; trad, de G . MOROCHO, 1 9 8 8 .
'81 Por lo que respecta a Trajano, uid. G . W . BOWERSOK, 1 9 6 9 , 1 1 8 ss.; B . W . J O N E S , 1 9 7 9 ,
con opiniones contrarias a la versión de Sueronio.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
117
des sumas en guerras y también en trabajos de paz»; es la versión que
agradaría a los sectores oficiales del reinado de Trajano. Símbolo de esa
línea política es el arco de Benevento, en el que se han representado las
actividades de paz y de guerra de Trajano, eligiendo el lugar adecuado
para cada escena, de forma que la vida civil y la vida milirar se separan
una de otra 1^2.
En cuanto a Adriano, Dión Cassio pone en su boca palabras que intentan demostrar que él no es sólo un civil que haya abandonado las
conquisras por ignorancia o desprecio de rodo lo militar, sino por coherencia polírica. Mantiene su pteocupación por la disciplina militar y por
las artes de la guerra; Dión (69, 9, 5) explica su política exterior como
práctica e inteligente, y que proporciona al Imperio unas relaciones más
cordiales con sus vecinos.
Los valores y conocimientos de Adriano como militar quedan patentes en la Vita Hadriani'^^^ \ Aurelio Vícror, en cambio, describe claramente a Trajano como hombre de paz y de guerra y a Adriano como
hombre exclusivamente de paz
2.3.
LA PAZ
li...quae
ercendi
1,
EXTERIOR
cuneta
intra
sua man.u perscripserat
términos
imperii,
incertum
Augustus
metu
addideratque
an per
inuidiam»
consilium
(Tac,
coAnn.
11).
Estas palabras acerca de Augusto recogidas por Táciro, constituyen el
punto de arranque de uno de los más importantes debates políticos, que
discurren paralelamente al desarrollo histórico del Principado, y que en
la época en que escribe su autor no sólo no se ha solucionado, sino que
se transforma en una brecha más abierta que nunca.
Desde sus orígenes, la ciudad de Roma creció hasta convertirse en un
Imperio, y su actitud expansionista está perfectamente justificada en las
fuentes ante la sociedad del momento. Pero las conquistas de Augusto
pusieron fin al proceso, y el testamento de éste se oponía a la expansión
territorial. Los círculos oficiales se cuestionan el problema expansionismo
- no expansionismo; la decisión de mantener los límites de sus conquistas hace surgir un nuevo concepto de limes a partir de Tiberio: un limes
esrático y no dinámico.
La consideración de guerras defensivas dada a las conquistas y operaciones militares de los Julio-Claudios y Flavios está justificada, en cuanto
que sirven para afrontar pehgros concretos en un momento determina182
18'
184
S. MAZZARINO, 1983, voi. 3, 112 para comparación con biografías suetonianas.
Vita Hadr 10, 2; G. KERLER, 1971, 280 ss.
Aurelio Víctor 13, 1 y 14, 1.
118
M. ' PILAR G O N Z Á L E Z - C O N D E
do, de forma que no rompen con la política augustea, aunque sí se produce un punto de inflexión en el reinado de Claudio.
Toda la historiografía del siglo I d.C. se ve inmersa en el conflicto
entre imperialismo estático y dinámico. Séneca es el representante en la
primera mitad del siglo de una concepción del Imperio universal, que
no se identifica con el mundo habitado, sino con las fronteras ya establecidas en su época en los tres grandes ríos; toda acción fuera de estos
límites es expansionista.
2.3.1.
£/ concepto de limes: los ríos frontera
«El divino J u l i o , la m á x i m a autoridad, n o s transmite q u e los Galos fueron más
fuertes e n otra época, y por ello se p u e d e creer q u e penetraron incluso e n Germania, p u e s c u a n p o c o era u n río para i m p e d i r q u e cualquir n a c i ó n , si se e n contraba c o n fuerzas, ocupase y cambiase d e u n o s a s e n t a m i e n t o s hasta e n t o n ces c o m u n e s y sin separar por n i n g ú n poder soberano» ( T a c , Agr.
4 1 , 2).
Estas palabras de Tácito reflejan lo que en Roma llegó a suponer la
idea de los grandes ríos como sus fronteras naturales. Por una parte, reconoce la realidad de la frontera como límite más sicológico que estratégico y, por otra, plantea la diferencia que significaba para la mentalidad
romana una frontera entre bárbaros o una división entre Roma y los
otros pueblos.
El limes es la línea que separa al mundo romano del no romano i^s.
Su inviolabilidad es incuestionable como límite del recinto que guarda
la cultura y los valores romanos. No puede negarse, además, una cierta
importancia disuasoria de sus fortificaciones frente al enemigo; la línea
fronteriza es el punto de referencia para la disposición de las fuerzas militares del imperio, cuya movilidad permitía redistribuirlas según la fragilidad o dificultades de cada sector .
Desde Augusto, las fronteras tienen un carácter prácticamente estable
y se identifican con unos elementos orográficos concretos que adquieren
con el tiempo cierto carácter mítico. Por ejemplo, la representación del
Danubio como un personaje masculino que sobresale por encima de las
aguas del río .
En Roma está presente la idea del río como frontera exterior, tanto
por su carácter de límite natural, como porque, durante casi todo el Imperio, los confines del mundo romano estuvieron delimitados por grandes ríos: Rin, Danubio y Eufrates. Una línea de fortificaciones recorre
Se refleja en las palabras de la Vita Hadr. 1 1 , 2 , sobre el muro adrianeo: qui barbaros Romanosque
diuideret.
186 Tácito, Agr. 4 1 , 2 : «Ya no estaban en peligro los limites del impetio ni las orillas de un
río, sino los cuarteles de invierno de las legiones y la posesión del rerritorio conquistado». Trad. de
J . M . REQUEJO, 1981;
18'
L. R o s s i ,
S. L. D Y S O N ,
1985.
1 9 7 2 , 1 1 1 - 1 4 3 ; A . ALFOLDY, 1 9 4 8 - 4 9 , 5 - 2 1 .
LA P A Z Y LA G U E R R A E N LA L I T E R A T U R A D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
119
SUS márgenes. Los sucesores de Augusto no osaron nunca, hasta Trajano,
transgredir esos límites para anexionar territorios, si exceptuamos las
conquistas de Claudio en Britania o Maurirania. El limes adquiere un
doble matiz: línea desde la que organizar la defensa contra el enemigo
invasor, y tope frente a tentaciones expansionistas. De ahí que el río sea
símbolo protector de los valores romanos '^^.
Los ríos-fronrera del Imperio son concepros vivos, que se personifican
en forma de alegoría. Cuando el centro de gravedad esrrarégico del Imperio se traslada desde el Rin al Danubio, a finales del siglo I d . C , éste
se tepresenta como un individuo barbado que aparece sobre las aguas del
río en las monedas de época rrajanea'^?, cuando la inestabihdad en la
zona hacía que fuese el centro de atención en Roma. A comienzos del
reinado de Trajano, Marcial invoca al Rin (Ep. 10, 7) para que devuelva
al Príncipe, que se encuenrra solucionando los problemas fronterizos de
la región. La petición de vuelta del Emperador a Roma encierra un cierto sentimiento de descontento por las prioridades atendidas por Trajano.
Marcial puede estar recogiendo la expecrativa popular de que el Emperador responda a las necesidades de la población civil, centrándose en objetivos apremiantes de política interna.
2.3.2.
La paz de Augusto y sus sucesores
La expansión augusrea había ido encaminada a crear unas fronteras
naturales que, ranto si respondían a un plan premeditado como si no,
supusieron el avance de Roma hasta el Rin, Danubio y Éuftares, con
notables diferencias cualitativas entre ellas: la guerra contra las poblaciones bárbaras del Rin y Danubio; y la acción diplomática con los estados orientales.
Durante los últimos tiempos de la República se intentó justificar la
expansión terrirorial sustituyendo el imperialismo de conquista y explotación por un elaborado sisrema de paz romana'9°. Durante las guerras republicanas, la anexión se había legirimado como un tipo de guerra de carácter justo, cuya finalidad fundamental debía ser extender el beneficio
de la civilización romana. Pero, con la paralización de aquéllas, empieza
a tomarse en consideración otro objetivo, que consiste en defender lo que
ya está integrado en los límites del Imperio; así surge el concepto de pax
Romana en el sentido de mantenimiento del orden esrablecido, mediante
el cual los diferenres pueblos disfrutarían del beneficio de una paz que se
asimila a securitas, consistente en un intercambio de intereses.
'88 A . PlGANiOL, 1963, 119-122, sobre la base de la obra de Th. MOMMSEN, 1 8 9 4 ; t a m b i é n
sobre este tema: A . ALFOLDY, 1952, 1-16; id., 1950, 37-50; R . E . M . WHEELER, 1954; J . B . W A R D PERKINS, 1966,
'89
'90
395-408; M . LEMOSE,
1967.
RICW 100-101.
Sobre el proceso evolutivo del concepto «paz»; M . SORDI, 1985a, 3-16; E . CICCOTTI, 1901.
120
M.» PILAR GONZÁLEZ-CONDE
La principal característica de esa ideología de la paz es la necesidad
de buscar una justificación moral. En este sentido hay que destacat la
contribución de Cicerón. A. Michel 1*^^ habla de esta aceptación ciceroniana del expansionismo romano, aunque siempre desde la fórmula cedant armae togatae y, desde luego, en permanente armonía con los
dioses: pax deorum^'^^. La potencia territorial romana se entiende, en un
plano ideal, como tarea civilizadora, consistente no sólo en el dominio,
sino en una integración de los pueblos sometidos en el ámbito cultural
romano, lo que no es más que una aplicación práctica de las doctrinas
estoicas. Pero también Cicerón identifica pax y libertas; ambos conceptos
han tratado de armonizarse siempre en la historiografía romana, no en
todos los casos con el mismo sentido, ya que la idea aparecerá después
en Tácito como conjunción ideal y exclusiva de la paz interior.
Una versión de la paz del período augusteo se encuentra en la
Eneida de Virgilio:
Tu regere
cique
Imperio
imponere
populas,
morem
Romanae
parcere
memento,
subiectis
—haec
et debellare
tibi erunt
superóos
artes—
pa-
(Aen. 6 , 8 5 1 -
853).
El pasaje transmite la idea de una Roma rectora del orbe, que utiliza
la conquista como vehículo para la expansión de su civilización, de modo que extiende al sometido el beneficio de su tradición cultural (paci
imponere morem) y de la propia paz (parcere subiectis) ''^. El destino de
Roma es regir el mundo, y por ello se justifica la guerra contra los rebeldes (debellare superbos); el Imperio se rige por la consecución de la paz,
pero también por su propia seguridad e integridad.
Los autores latinos, desde comienzos del Principado, se encuentran
en la necesidad de coordinar su condena moral del fenómeno general de
la guerra con posturas de defensa del Imperio; el cese del expansionismo
y el mantenimiento del statu quo desde Augusto facilita la armonización de unas tesis no belicistas con la realidad de la política territorial romana
La tradición estoica no se sustrae a este debate político en torno a la
paz; por una parte, el objetivo tiene que ser siempre la actuación dentro
de los límites de la virtud, lo cual hace que la paz sea lo más deseable, y
por otra, no se apartan conscientemente del proyecto imperial. El estoi-
'9'
A. MICHEL, 1969,
W2
Cicerón, Pro Rab.; M . SORDI, 1985b, 146-154.
171-183.
193
F . EGGERLING, 1952, 31 ss.
i'** El Ara Pacis se considera el símbolo de una naciente ideología de la pax Romana en su
más amplio sentido de paz interior y exrerior. Entre la amplia bibliografía sobre el tema: G . MORETTI, 1948; St. WEINSTOCK, I960, 44-58; E. SIMON, 1967; E. LA ROCCA, 1983; G . M . KOEPPEL,
1987, 101-157, con toda la bibliografia anterior. Para el tema de la paz de Augusto: E. S. GRUEN,
1985; P. ZANKER, 1987.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
121
cismo es el soporte ideológico de la nobilitas romana, pero a finales del
siglo I d.C. ésta ya no se cuestiona la existencia del Imperio como unidad territorial y política; ahora se intenta más bien definir una forma de
administración que fije definitivamente, dentro de los límites de un particular ideal de justicia, el marco de relaciones internacionales en que se
mueve Roma, como medio de legitimar sus acciones.
Por encima de rodo hay un sentimiento de concordia universal, extendida a todo el género humano, que busca la paz y rechaza la guerra,
tal como preconiza Epicteto''^; discurre paralelo en el tiempo y en el
pensamiento filosófico a la interpretación senequista de la paz y su relación con el Principado. H o s e k h a b l a de la superación en época imperial del concepto de concordia omnium, debido a la desigual relación
entre príncipe y subditos, y que aparece ya como tal en Séneca.
Pero ciñéndonos al aspecto estricto de la paz exterior, hay que mencionar la pervivencia de la visión virgiliana en autores posteriores. Por
ejemplo, el paralelismo establecido entre la obra de Virgiho y la de Calpurnius Saeculus, un poeta de época neroniana, en lo que se refiere a la
contribución de ambos al I m p e r i o " ' ; se trata de la utilización de la
Eneida para, mediante la trasposición a su época, justificar la figura de
Nerón como bienhechor y pacificador.
2.3.3.
La paz
flavia
Fuentes fundamentales para este tema son las Historiae taciteas y las
biografías imperiales de Suetonio. Resulta innecesario decir que Tácito
escribe como senador de época de Trajano y como tal interprera la hisroria de la dinastía precedente; la pérdida de una parte de su obra dificulta la tarea cririca, porque faltan precisamente fragmentos fundamentales. Es fácil imaginar que Tácito comparriría con Suetonio su visión
sobre el último de los Flavios, y que está presente también en el Panegírico de Phnio. Teniendo en cuenta los problemas que la parcialidad de
Suetonio ha ocasionado a los estudiosos del período domicianeo, es fácil
suponer lo que su versión de la política de paz flavia, así como la tacitea, podrían aportar. Sin negar la validez de ciertos datos, es evidente
que la interpretación de los mismos debe ser en cierta medida subjetiva
y anacrónica.
Para analizar la política de paz de la dinastía flavia, y sobre todo el
concepto de paz que se tiene en el último tercio del siglo I d . C , podría
empezarse por acudir a las fuentes literarias del momento, con la prudencia que requiere la observación de su mayor o menor acercamiento al
G . ZAMPAGUONE, 1 9 6 7 , 2 3 3 ; A . STEFAN, 1966,
196;
P . A . BRUNT, 1 9 7 5 ,
7-35.
1*'
R. HOSEK, 1 9 6 8 , 1 0 9 . Vid. también apartado siguiente, telativo a la paz interior.
•'-»7
D . JOLY, 1 9 7 4 , 4 2 - 6 5 .
122
M . > PILAR GONZÁLEZ-CONDE
poder. Para ello, no se puede prescindir de la obra de Marcial, al menos
en lo que se refiere a los epigramas dedicados a Domiciano, donde
reproduce aspectos de la paz exterior e interior. Por lo que respecta a la
primera, que es la que nos ocupa, se produce una sublimación de las
victorias exteriores de Domiciano, y en general una concepción de la paz
en el triunfo que se identifica con la prosperidad del Imperio i 9 8 .
Las aventuras militares de Domiciano no siempte fueron brillantes,
pero lo que trasciende es la imagen del Emperador como defensor del
Imperio a través de la guerra, aunque esta guerra es válida porque es limitada en el tiempo y porque el Príncipe trae la paz a Roma. A la obra
flavia se suma Flavio Josefo, que desde su condición de judío se integra
en el bando romano. Se debate por tanto entre la doble conciencia de la
potencia romana, que convierte en inevitable la sumisión, y los deseos
de paz suyos y de los judíos, «que fueron a la guerra obligados por la situación» . El propio autor lo justifica, definiéndose como un espectador forzado a estar entre los romanos, limitando su historia de la guerra
judía a una crónica fiel de la realidad ^oo.
Las posturas imperialistas del período flavio conviven con la realidad
de las fronteras estáticas, la favorecen, y defienden un orden basado en
la unidad política y territorial del Imperio como único medio de supervivencia.
2.3.4.
La elección de Nerva y la adopción de Trajano
El corto período de reinado de Nerva es muy importante porque
refleja la lucha de los clanes políticos por alzar a un candidato al trono;
en el fondo se confrontaban diferentes formas de entender el destino del
Imperio. En el juego político no entran sólo las diversas facciones senatoriales, aunque son los verdaderos protagonistas, sino que también intervienen los ejércitos provinciales y las unidades urbanas, cuyo poder
había resultado digno de tenerse en consideración.
Evidentemente, cuando en el año 96 se eligió a Nerva para ocupar el
trono 201, no se estaba dando una solución definitiva a la cuestión sucesoria. Esta especie de prórroga tuvo que producirse por una de estas
causas: porque en ese momento no se encontró al candidato adecuado,
porque entte los posibles no llegó a imponerse uno con fuerza, o porque
el que podía ser candidato no estaba preparado para ello. Lo primero
hay que descartalo, ya que en el breve intervalo que media entre la ascensión de Nerva al trono y la adopción de Trajano no se improvisa un
" 8 Aunque en un fragmento muy significativo dedicado a j a n o , expresa sus deseos de paz:
Marcial, Ep. 10, 28.
'99 Josefo, Autobiografía 6, 7.
2<") Josefo, Contra Apión 9, 47-52.
211 R. F. ROSSI, 1966-67, 43-68.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
123
candidato. De manera que, o bien Trajano tenía algunos rivales serios
que los fueron hasra el último momento, o bien la elección estaba hecha
y se dejó un corro período de transición para limpiar posibles implicaciones con el régimen domicianeo .
Lo que estaba en juego era un proyecto político para los próximos
años que solucionara la delicada situación estratégica y sobre todo económica del Imperio. Probablemente los protagonistas directos de la historia
tuvieron conciencia de que les tocaba iniciar una nueva etapa del Principado; la situación creó una polémica ideológica acompañada de un conflicro de inrereses personales. A esto hay que unir también los problemas internos del período post-domicianeo, con diferentes maneras de
afrontar la represión. Ya Etienneexplicó que Nerva pensó en Trajano
huyendo de las posturas extremistas sobre el castigo al colaboracionismo
con Domiciano, adoptadas por un sector representado en el prefecto del
prerorio Casperius Aelianus
.
En este punto tiene mucho que decir el grupo senarorial integrado
pot individuos de origen hispano y narbonense, que, con cierta cohesión
interna, esperaban poder instalar en el trono a un candidato suyo. El
papel de los ejércitos provinciales en esros momentos, y fundamentalmente el de Germania, es evidente si se tiene en cuenta quiénes son los
mandos de la región; con una diferencia de pocos meses, L. Licinius Sura ocupa el gobierno de Germania Inferior, y M. Vlpius Traianus (fururo
emperador) el de Germania Superior, con Vrsus Seruianus al mando de
las tropas. La frontera del Rin está ocupada por un sector pro-rrajaneo,
que conraba con el apoyo militar suficiente para reforzar su candidatura.
2.3.5.
El expansionismo
trajaneo
La llegada de Trajano al poder marcó el inicio de un nuevo período,
porque cambió completamente la estrategia romana. Es difícil mantener
el supuesto carácter meramente defensivo que se ha querido ver en la
conquista de Dacia, con el argumento de que dominar esa región transdanubiana era la única manera de controlar a otros pueblos vecinos, como
lazigas o Roxolanos 2 0 5 . Hay que añadir el hecho de que Trajano no paró
aquí sus conquisras, y se atrevió, al final del reinado, a avanzar en Oriente hasta puntos que sus predecesores no hubieran soñado nunca 2 0 6 .
™2 Sobre estos acontecimientos, entre otros: D . KIENAST, 1 9 6 8 , 5 1 - 7 1 .
2 ° ' R. ETIENNE, 1965, 7 8 . Para el resto de la bibliografía, uid. el capítulo sobre las elites
políticas.
2W Dión Cassio 6 8 , 3 , 3 - 4 .
E. N . LUTTWAK, 1979, se refiere a las causas y consecuencias estratégicas de estas conquistas; uid. R. P. LONGDEN, 1 9 3 6 , 2 2 3 ss. y K . H . WATERS, 1 9 7 5 , 3 8 1 - 4 3 1 , con la bibliografía ante-
rior comentada.
V . CHAPOT, 1 9 6 7 , 3 8 2 , afirma que de la conquista del Eufrates no quedó más que una relación muy fuerte entre Roma y Armenia.
124
M." PILAR
GONZÁLEZ-CONDE
A finales del siglo I d.C. y comienzos del II, el limes identificado
con los dos grandes ríos septentrionales sigue vigente, por lo que hay
que suponer el impacto que tendría en la opinión pública la trasgresión
de esa frontera: ruptura con el continuismo de la política augustea, pero
también transformación de todo aquello que simboliza la conservación y
seguridad de los valores tradicionales del Imperio.
Trajano pasó los límites del Danubio y, más aún, transformó en provincia romana lo que había más allá de ese límite, con lo que transgredía la norma habitual, con virtiendo en parte jurídicamente integrante
del Imperio un territorio que había sido bárbaro hasta entonces. Esto
destruía la identificación del limes con una barrera protectora del mundo romano, y es muy probable que causara un cierto impacto en la
población romana y en sus círculos de poder, a cuyos ojos había desaparecido cualquier límite por los deseos expansionistas de un emperador.
¿Qué garantías podía haber de que Trajano terminara su expansión y,
en qué punto se detendría? Una vez pasado el Danubio, podían encontrarse argumentos para futuras conquistas. Más aún, si Trajano había
traspasado el Danubio, ¿por qué no también otros ríos-frontera, como el
Eufrates? 207
La terminación de las guerras dácicas debió suponer, también por esto, un impacto en Roma, que desde sectores oficiales se intentaría canalizar hacia los aspectos positivos de la victoria.
Parece claro que Trajano debió haber contado con bastantes apoyos
cuando quiso iniciar la guerra contra Decébalo, para la que se alegaron
motivos de honor (vengar las derrotas de Domiciano) y de estrategia
(inestabilidad en el Danubio), pero con un argumento definitivamente
convincente que era la esperanza de una cierta recuperación económica 208 ]s|o sabemos si esos apoyos se mantuvieron cuando, tras ganar la
segunda guerra, convirtió Dacia en provincia romana; una cosa era apoyar acciones bélicas destinadas a frenar las ambiciones de Decébalo y sus
aliados, que podía solucionarse con unas duras condiciones de sumisión,
y otra bien distinta provocar su integración administrativa en el Imperio.
La creación de una provincia transdanubiana suponía una innovación
que a muchos debió parecer peligrosa; no sólo por planteamientos políticos conservadores, sino por el hecho real y concreto de que se establecía
2"^ Este argumento de las conquistas sin límites prefijados es el que se maneja en el reinado
de Adriano para luchar contra el prestigio milirar de su predecesor; uid. apartado de la guerra.
Sobre los motivos de las guerras dácicas hay una amplia bibliografía, entre la que se puede
citar: P. PETIT, 1 9 7 5 , 3 5 4 - 3 8 0 , defiende los motivos económicos, como ya había hecho J . CARCOPI.
NO, 1 9 3 4 ; en contra, R. SYME, 1 9 3 0 , 5 5 - 6 7 , que no ve una situación económica tan grave como para que haya esos motivos; E. N . L U T T W A K 1 9 7 9 , 1 0 0 ss. defiende motivos estratégicos. Una postura
de reconciliación, en cuanto que ve un conjunto de causas, en E. CIZEK, 1 9 8 5 , 3 6 0 ss. Entre los trabajos clásicos, vid. G . A. T . DAVIES, 1 9 1 7 , 7 4 - 7 9 . Planteamientos más recientes en H . J . WOLF,
1 9 7 8 , y H . WOLFRAM,
1985.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
12 5
un saliente fronterizo que aumentaba la superficie del limes y quedaba
desprotegido por ambos flancos.
Es difícil imaginar la diferencia de reacción que pudiera suponer el
paso del Danubio y luego el del Eufrates en el resro del Imperio y especialmenre en Roma; es de suponer que el paso del primero no garantízala la posterior aceptación por la opinión pública, ya que en la Urbe se
ha producido en esos años un giro evidente en la dirección de la política
exterior y, por otra parte, una cosa era dominar a una coalición de
pueblos bárbaros y otta bien diferente inmiscuirse en los problemas dinásricos de los reinos clientes orienrales. El Éufrares no era el Danubio, y
para muchos estaría claro que Roma no podía mantener su potencial mihtar en ambos frentes.
La polémica en torno a supuestas reticencias taciteas frente al expansionismo de Trajano está en relación con esre cambio o no de la opinión
pública en el período que media entre las guerras dácicas y la campaña
oriental; rodo ello, a su vez, en estrecho contacto con el asunto de la datación de la parte más polémica de la obra de Tácito, el final de los
Annales'^^. Sin entrar de lleno en el debate sobre si la obra se rermina
después de la muerte de Trajano o no, ni en un supuesto anti-expansionismo taciteo de los últimos años, lo cierro es que se pueden destacar,
por lo que al libro 15 se refiere, planteamientos que están muy en consonancia con toda su obra anterior. En las relaciones con Oriente, y en
momentos en que están tan presentes o cercanas las campañas de Trajano, Tácito presenta a los Partos contemporáneos de Nerón como potencia fuerte y belicosa; así lo explica el propio Vologesus a sus hombres:
«...incluso los Samnitas, pueblos de Itaha, son menos fuertes que'los
parros, rivales del Imperio romano» (Ann. 15, 13).
Tal como lo ve el autor, el imperio parto es un factor de inestabilidad fronteriza; por eso Fetus ofrece a los Partos la paz en nombre romano 210, recordándoles que Vologesus tenía a todo su ejército luchando
contra dos legiones, mientras que Roma tenía detrás todo el orbis terrarum {Ann. 1 5 , 1 3 ) ; en nombre del honor romano, el autor acepra rambién la declaración de guerra de Nerón a Vologesus como un hecho inevirable {Ann. 15, 25).
Es difícil aceptar la idea de que en los últimos tiempos Tácito hubiese adoptado posiciones anti-trajaneas; al menos, resulta extraño que
Sobre la datación de los Annales,
1974,
XI-XIII; R. SYME, 1979,
entre otros: J. BEAJEAU, I 9 6 0 . 2 0 0 - 2 3 5 ; P. WUILLEUMIER,
465-480.
210 p. DELPUECH, 1 9 7 4 , 9 1 - 1 0 7 , trata, a tiavés del episodio de Pethus y Corbulo, la actitud tacitea para Oriente, concluyendo que el autor preconiza la negociación con las armas en la mano,
aunque en realidad siente nostalgia de una actitud ofensiva; W . SHUR, 1 9 2 5 . También sobre lo
inevitable de la guerra con los Partos, Tácito, Ann. 1 2 , 1 4 ; R. E. M . WHEELER, 1 9 5 2 , 112-129; Th.
FRANKFORT, 1 9 5 3 - 5 4 e id.,
1979; J. WAGNER, 1 9 8 5 .
1 9 5 4 - 5 5 ; K . H . ZIEGLER, 1 9 6 4 ; V . CHAPOT, 1 9 6 7 ; M . A . BERTINELLI,
126
M. " PILAR GONZÁLEZ-CONDE
el autor utilizara argumentos que fueran útiles a la aventura oriental de
Trajano, como es la presentación de los Partos como peligro real y permanente, y con los que el enfrentamiento parecía inevitable.
Pensar que la aventura oriental de Trajano fue motivada por un senil
impulso de su megalomanía, tal como aparece en la tradición adrianea,
significa simplificar el problema exageradamente; hay que entenderla en
relación con el cambio político que se produce en torno al año 112
d.C^u.
2.3.6.
La paz exterior y la sucesión de Trajano
Adeptus
bem
imperium
terrarum
paci
ad priscum
operam
se statim
intendit.
Traianus subegerat,
Mauri lacessebant,
teneri
dicione
bya
sub Romana
denique
Eufratem
ac Tigrim
reliquit
beras pronuntiauit,
Parthis
proximis
regem
quia
fecerat,
gentibus
rebelles
dedit
exemplo,
tueri
quod
Aegyptus
ánimos
non
magni
bellum
et tenendae
inferebant,
seditionibus
Catonis,
apud
orquas
Brittanni
urgebatur,
Quare
Part{h)amasirin,
ponderis
per
his nationibus,
efferebant.
ut diceba[n]t
non poterant.
eum
instituit
deficientibus
Sarmat{die
non poterant,
ac Pal{d)estina
morem
Nam
omnia
Litrans
qui Macedonas
li-
quem
Traianus
Parthos
uideret,
regem.
El autor de la Vita Liadriani (3, 1-4) pone todo su empeño en demostrar que Adriano se encontró, al subir al trono, con una situación de
conflicto generalizado: peligros fronterizos, rebeliones internas, etc. Ante la imposibilidad de atender varios frentes (internos y externos), toma
unas primeras medidas de abandono de territorios conquistados; la aceptación o rechazo de las conquistas no es la misma en el Danubio que en
Oriente.
La noticia de que Adriano quería abandonar Dacia y no lo hizo por
los consejos de sus amigos 2 1 2 , parece indicar que la situación no se
puede simplificar entre expansionistas y anti-expansionistas; evidentemente, con estas dos posturas puede identificarse respectivamente a Trajano y Adriano, pero en los círculos que rodean a ambos (y esto sólo
sería un reflejo del conflicto que el debate generaría en otros niveles sociales) es evidente que existiría una gama mucho más rica de opiniones
acerca de potenciales medidas concretas de conquista.
Ya hemos dicho que las actuaciones del ejérciro romano en el Danubio y en el Eufrates debieron tener diferentes niveles de acogida en la
opinión pública, de forma que la elite política y los altos mandos militares de comienzos de Adriano contarían necesariamente con individuos
que hubieran visto con buenos ojos la campaña de Dacia; de entre ellos.
211 E. CiZEK, 1983, 385 ss.; A. CARANDINI, 1966, 125-141.
^'^ Eutropio 8, 6, 2; para la reorganización de Dacia, se pueden citar, entre otros trabajos: M.
MAGREA, 1967, 121-141; y sobre todo, por su claridad y puesta al día; C. C. PETOLESCU, 1985.1-2,
45-55.
LA P A Z Y LA G U E R R A E N LA L I T E R A T U R A D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
127
algunos apoyarían su conversión en provincia (quizá la mayoría, dadas
las supuestas reticencias para su abandono); pero a su vez, no todos ellos
apoyarían la guerra en Oriente. Más aún, incluso entre estos fíeles, también debieron producirse disidencias a medida que el ejército oriental
avanzaba hacia el sur sin que aparenremenre se quisiera poner fín a la
empresa.
La imprevista muerre de Trajano el 117 deja sin efecto las represalias
contra estas posibles posturas disconformes, y el ascenso de Adriano provoca una operación de «limpieza» de alcance considerable, pero con un
senrido completamente distinto. Entre los años 117 y 118 mueren o caen
en desgracia varios senadores que habían tenido un papel fundamental
en los círculos de Trajano. El autor de la Vita Hadriani (5, 1 ss.) se refiere a las sospechas de Adriano, en los primeros momentos de su reinado, contra algunos porenciales conspiradores para quienes Attianus habría sugerido que se les diera muerre si se consideraba necesario. El año
118 se ejecuró a cuatro senadores acusados de traición e implicados en el
expansionismo del reinado anrerior 2 1 3 .
No se rrata sólo de un cambio en el poder, sino de un «relevo
sangriento» llevado a cabo por Adriano por medio de la mano ejecutora
de P. Acilius Attianus. El asunto recibe un tratamiento diferente en
Dión Cassio y en la Vita Hadriani. Ésta recoge la versión adrianea y
narra las sucesivas tentativas de traición contra Adriano, quien se vio
obhgado a castigarlos con la muerte. Dión transmire la versión prosenatorial y opina que algunos de esros hombres tenían demasiado poder como para no levantar los recelos de un ambicioso Adriano.
El resultado fue una verdadera «decapitación» de los sectores más
implicados en la pohtica de Trajano, incapacitándoles para reorganizarse
y formar una verdadera oposición. El equihbrio de fuerzas se rompió a
favor del repliegue fronterizo que, a su vez, responde a necesidades
concretas: solucionar la siruación de creciente pehgro en Oriente.
La cuestión no debe plantearse exclusivamente en términos de
prioridades coyunturales. La situación militar favoreció una revisión de
la acruación romana y un cambio radical en su política fronreriza, que
respondía a los deseos de un sector senatorial y ecuesrre, cuyos planteamientos habrían impulsado la candidatura de Adriano al trono.
2.3.7.
Una versión de época adrianea: Floro
Una visión de época adrianea sobre la historia de la conquista romana puede encontrarse en Floro, cuyo «Epítome de Livio» abarca un largo
213 Vita Hadr. 7, 1; Dión Cassio 69, 2, 5, y sobre la posterior medida conciliadora, el juramento de no dar muerte a más consulares, que, sin embargo, no cumplió. Sobre esto: A . vON PREMERSTEIN, 1908; A . R. BiRLEY, 1962, 197-199. Sobre su participación política, J . A . CROOK, 1955,
53 ss.
128
M. * PILAR G O N Z Á L E Z - C O N D E
período desde Rómulo hasta los primeros tiempos del Principado. La
obra, dividida en dos hbros, se concibe como la narración de una sucesión de guerras civiles y exteriores, con pocos capítulos sobre política interior.
P. J a l e s t a b l e c e una diferenciación clara entre ambos libros, de
manera que el primero correspondería a una defensa del imperialismo
de conquista y el segundo estaría en cambio identificado con posturas
más cercanas a Adriano. A pesar de esta acertada definición, no se
pueden ignorar algunas afirmaciones que el autor ha vertido en el libro
primero:
Hactenus
populus
cus: reliqua
tibus
omnm
Romanus
saeculi,
cum ipsa
atque
hus obstrepant,
magnitudine
confusa,
appareat;
bella
egregius,
aeque,
imperii
tamen
separatim
cum exteris gentibus
perii
pulcher,
ut grandia
uitiis...
quo melius
perferentur,
priusque
scelera
sanctus
túrbida
Quae
appareant,
memorabimus,
turn ad ilia ciuium
pius,
ita uel magis
etsi
simul
atque
iuncta
turpesque
inter
et ne scelera
ut coepimus,
ut magnitudo
magnifi-
et foeda,
sunt
uirtuti-
iusta ilia et pia
crescentis
et implas
crescense
in dies im-
pugnas
reuer-
temur^^''.
A partir de esta «declaración de principios», el autor no ataca indiscriminadamente cualquier tipo de expansionismo, sino aquel que
corresponde a una determinada época de la formación del Imperio. Los
contemporáneos de Trajano y Adriano no cuestionan la unidad territorial del Imperio, que se concibe como una tarea justa y civihzadora; lo
que se plantean son los límites que debe tener la expansión, a lo que
Augusto había proporcionado una respuesta satisfactoria.
Las guerras republicanas de conquista son, grosso modo, dignas de
admiración de las fuentes altoimperiales, a pesar del reconocimiento tácito y bastante generahzado de que la prosperidad de la victoria ha
traído la decadencia moral 21«. El hecho de que Floro establezca u n a diferenciación ética entre unas y otras guerras antiguas, no significa que
cuestione la tarea conquistadora llevada a cabo por Roma y, lo que es
más importante, resultaría muy peligroso extrapolar esta opinión a los
acontecimientos más cercanos a su época; u n a cosa es la formación del
Imperio, y otra muy diferente romper el equilibrio defensivo del mismo
intentanto extenderlo, como había hecho Trajano. La justificación selectiva de las conquistas resultaba muy útil como respaldo a la política exterior adrianea.
214
2'5
11);
uid.
P . JAL, 1967, id., 1965, 358-383.
Floro 1, 34 (2, 19) y la misma idea se repite en la recapitulación final del libro: 1, 46 (3,
G . COSTA, 1906, 252-255; W . DEN BOERW, 1965, 366-387.
21"^ P . JAL, 1963, 390. Sobre la acción política adrianea, uid. también P . ALEXANDER, 1938,
141 ss.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
129
LA PAZ INTERIOR
2.4.
La paz interior en Roma es entendida como concordia social y polírica. Garantiza la estabilidad, la prosperidad económica y el florecimiento de la vida local.
La uniformidad de criterios ante las ventajas de la paz en el plano
interior implican la ausencia en las fuentes de un debate; pero la cuestión presenta gran número de matices dignos de consideración. En primer lugar, se trata de analizar los presupuestos que se asimilan a esta
paz intetna, y el sentido de cada uno de ellos en la realidad política. Pero rambién conviene aislar los vehículos de esta paz, y en este punto es
precisamente donde se produce u n proceso continuo de transformación
del pensamiento, que discurre paralelo al devenir del Imperio.
2.4.1.
El sentido de la paz interna
La paz civil se logra mediane la consecución de la concordia omnium, concepto tomado del estoicismo que se va matizando con el tiempo, y que sufre rransformaciones a medida que se adecúa a la realidad
sociopolitica 217.
Los estoicos han jugado u n importante papel en la definición de la
concordia en el seno de la sociedad romana. Séneca
define el concepto en el marco de sus relaciones con el Principado. En la obra de Tácito
se acepta que la concordia omnium es el vehículo de la paz interioráis;
así lo plantea al comienzo de las Historiae'^^^, donde reconoce la aceptación de Augusto como pacificador. Se trata de la concordia imperii, que
además de u n componente de paz exterior, tiene otro de paz interna,
reflejado en la concordia Aug. de la numismática. El tema aparece con
frecuencia en acuñaciones de Adriano221 : concordia Aug., concordia Senatus, concordia exercituum, así como en las series relarivas a su adopción por Trajano y en las de la familia imperial, donde se asocia a Spes;
es la idea de paz y entendimiento aplicada por la propaganda oficial a
rodos los órdenes de la vida del Imperio.
El término quies, enrendido como ausencia de conflicto social y político, se identifica en general con la tranquillitas que aparece en las mo217
R. HOSEK, 1968, 107-113; H . U. INSTINSKY, 1983, 209-228.
218
R. HOSEK, 1968, l i o .
21''
H . W . BENARIO, 1964, 97-106; J . ' H . PARKS, 1969, 17-20; K . VON FRJTZ, 1969 ( =
Class.
Phil. 52, 1957, 73-97), 421-463; W . J E N S , 1969, 391-420; S. D . LARUCCIA, 1975; id., en C. D E .
Roux (ed.), 1980, 407-411; E. OLSHAUSEN, 1987, 299-312.
220
Tácito, Hist.
1,
1; F . ARNALDI, 1921; R. SYME, 1979; G.
E. F . CHILVER, 1979; sobre
Augusto en la obra de Tácito, Fr. KLINGER, 1954.
221 E. SKARD, 1983; J . A . GARZON, 1988b, 165-174; id., 1988a. Agtadecemos al Dr. Garzón
las facilidades dadas para manejar su manuscrito.
130
M . » PILAR
GONZÁLEZ-CONDE
n e d a s 2 2 2 ; en muy raras ocasiones tiene un sentido negativo asociado a la
paz indigna o cruel que se deriva del gobierno de un tirano, tal como
Tácito lo utiliza en el Diálogo sobre los Oradores (38, 2).
Una definición de concordia omnium se encuentra también en Juvenal (Sat. 15, 160-165), donde el hombre aparece como el culpable de
romper reiteradamente un orden de armonía natural.
2.4.2.
La paz interna y la evocación del pasado
La paz interior respeta el pasado, las mores maiorum, ideal de vida y
factor de estabilidad. En el pasado se encuentran los ejemplos de los valores romanos y a ellos se acude constantemente buscando modelos de
comportamiento individuales y colectivos. Pero esta mirada al pasado se
puede plantear desde diferentes puntos de vista.
2.4.2.1. Los antiguos como modelo de conducta individual
La continua evocación de ejemplos individuales, como búsqueda de
modelos a seguir, se encarna en determinados individuos de la historia
de Roma desde sus orígenes. Se busca en ellos una respuesta a los problemas del momento, una norma de conducta que, extrapolada en el tiempo, pueda solucionar conflictos de orden interno o externo. Tanto la
guerra como la paz externas se justifican con argumentos de la conducta
de antiguos romanos; los grandes generales proporcionan una visión del
héroe romano digno de ser imitado cuando las circunstancias lo requieren. Pero también en aspectos de paz interior se acude a estos modelos
antiguos de la Roma monárquica o republicana, que se convierten en tópicos; por ejemplo, Numa era el administrador prudente.
Algunos individuos de época imperial pasan a la historia a través de
su identificación en las fuentes literarias con antiguos modelos de conducta; tal es el caso de Germánico en la obra tacitea. Ésta es también la
visión pliniana de la figura de Trajano en lo que se refiere a su actitud
personal, que sigue modelos de conducta próximos al estoicismo. Los estoicos buscan en los tiempos pasados las cualidades que Roma debería
conservar y que va perdiendo: la prudencia, la austeridad, el valot, la
clemencia. Son valores que Plinio reconoce en algunos contemporáneos;
así ocurre con su tío, Plinio el Viejo, a quien considera modélico en la
aplicación de disciplina y virtud a su vida diaria ^23.
Lo mismo puede decirse de la valoración tacitea de la figura de su
suegro, Cn. lulius Agricola^^'^, cuyas cualidades hace púbhcas en una
Sobre quies, S. BORZSÁK, 1 9 6 6 , 5 0 ; F . G. MAIER, 1 9 8 7 .
223 Plinio, Ep. 3, 5; también Ep. 4, 23, donde elogia a Pomponius Bassus por llevar una vida
digna de un hombre que, como él, entra en la vejez, con orden y trabajo intelectual.
22·« Tácito, Agr. 1 8 , 6 ; 22, 4; 1 9 , 1.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
131
obra de homenaje postumo, donde reivindica su valor, prudencia, justicia, lealtad y patriotismo.
2.4.2.2. El pasado como modelo de conducta colectiva
Pero la nostalgia de tiempos pasados no se limita a los comportamientos individuales, sino que se refiere también a la conducta colectiva. Las fuentes consideran para la época que nos ocupa que la sociedad
romana vive una decadencia moral que afecta a todos los órdenes de la
existencia. Se cree vivir la crisis de los valores de la civilización romana,
lo cual pone en peligro todo lo que ha hecho posible su supervivencia.
En algunos casos la culpa se achaca al propio crecimiento del Imperio,
que produce la riqueza y el lujo necesarios para esa «relajación de las
c o s t u m b r e s » . A finales del siglo I y principios del II d . C , los escritores del momento reivindican la vuelta a los ideales antiguos 226.
La Urbe se convierte en símbolo del anunciado proceso degenerativo, porque es donde más incidencia tiene el aumento del lujo y la ostentación. Tácito se lamenta de que Roma es un lugar de perdición,
donde todo está corrompido 227. La vida pública y social es tan absorbente que hace quejarse a Plinio, porque tantos compromisos (sociales,
profesionales, etc.) le parecen contrarios al ideal de vida útil y laboriosa 22«.
Sin embargo, junro al reconocimiento de esa decadencia, hay una
conciencia de que todos estos males no son consustanciales a la civilización romana, sino que han entrado en ella por el contacto con otros
pueblos. La idea se expresa claramente en Juvenal:
Nunc
patimur
ulciscitur
Romana
longae
orhem.
peril
pacis
Nullum
(Sat.
mala;
crimen
saeuior
armis
abest facinusque
luxuria
libidinis,
incubuit
ex quo
uictumque
paupertas
6, 2 9 5 ) .
Común a las fuentes del momento es la queja por la influencia extranjera y la pérdida de la austeridad antigua; la población de Roma se
ha vuelto indiferenre a todo lo que no sea «ocio y placer»; Tácito se horroriza de la desidia ante el fenómeno cercano de la guerra. La cara
opuesta parece encontrarse en las provincias, en el sentido de que no
pueden mostrarse ajenas a la guerra, ya que la sufren directamente. Sobre ellas recaen los gastos de guerra y también el abastecimiento en la
p. JAL, 1963, 390, acerca del lujo como causa de la decadencia y de la guerra,
S. MAZZARINO, 1983, voi. 3, 8 0 ss. sobre esta economía de lujo.
Tácito, Ann. 14, 15 y 20, entre otros; en conttaposición, Ann. 16, 5; sobre los habitantes
de otras ciudades, donde se conservaban la austeridad y los principios antiguos, J . M. ENGEL, 1972.
Aunque todas las cartas de Plinio están llenas de referencias a las ocupaciones obligadas
en Roma, a los excesivos compromisos sociales y profesionales de la vida en la Urbe, tan alejado todo de su ideal de vida, se pueden citar a modo de ejemplos: Plinio, Ep. 2, 14; 3, 7; 5, 8 ; 7, 15; 7,
29; 9, 6; también Marcial, Ep. 1, 55; sobre el boato de la vida urbana en contraposición a la sencillez rural.
^^íi
M . ' PILAR GONZÁLEZ-CONDE
132
paz. La pérdida de los valores tradicionales se considera irreversible, porque eran consustanciales a la pobreza de Roma, ahora ya olvidada 229.
2.4.2.3.
Libertas, Principado y República
La pretendida nostalgia republicana es una cuestión mucho más debatida y delicada. Se evocan constantemente los tiempos de la República
en las fuentes literarias del Principado y también en las de estos momentos de fines del siglo I y principios del II d.C. Se recuerda la felicidad de los tiempos republicanos, cuando los cónsules garantizaban la
paz social y la estabilidad política, paralelamenre a un proceso de expansión y conquisra. Van unidos evocación del pasado y exigencia de libertas, ésta como valor indispensable de la paz interior entendida según
modelo senatorial.
Muchas evocaciones republicanas adquirieron con el tiempo nuevo
cariz. Después de la dinastía flavia (si no antes), ya no quedaban verdaderos repubhcanos ni en la sociedad romana ni en las esferas de poder 230. Sin embargo, persiste la obsesión por redefinir la libertas en todo su contenido social y político y especialmente su relación con el
Principado.
Los escrirores de la época justifican en general los reinados de Nerva
y Trajano como una vuelta a la libertas tepublicana, en un intento de
magnificar al Senado como continuidad del orden tradicional. Plinio
presenta a Trajano como restaurador de la vieja libertas {Paneg. 66), y se
empeña en demostrar la independencia de los cónsules para ejercer sus
funciones {Paneg. 9 3 ) 2 ' ' ; se rrara de una supuesta resritución de las liberrades políticas tras la tiranía de Domiciano {Ep. 8, 14).
Es difícil definir la «nostalgia republicana» en la ideología tacitea, sobre todo si se tiene en cuenta la evolución del pensamiento de Tácito a
través de su obra, que se inicia con aparentes posturas de oposición al
Principado {De Orat. 38, 2). La referencia al «prolongado sosiego de los
tiempos» tiene aquí u n cariz negativo por la falta de libertas que ha provocado la actitud del Príncipe. Sin embargo, obras posteriores de Tácito
recogen suficientes referencias positivas hacia la institución del Principado como para suponer que aquéllas no fuesen sólo un producto obligado por las circunsrancias, sino más bien la defensa o aceptación de una
situación en aspectos como el gobierno de uno solo y la estabilidad por
la continuidad dinástica. El Príncipe, si es bueno, proporciona seguridad
frente al exrerior, esrabilidad inrerior, prosperidad general y, en última
instancia, garantiza la supervivencia del Imperio; todo ello con la ayuda
™
Sin embargo, Tácito, De Orai. 2 0 , 7 , como una esperanza en los
De hecho. Tácito decía que, tras la muerte de Augusto, ya habían
los supervivientes republicanos, lo que facilitaba la paz social: Ann. 1, 3 ;
2 " Plinio, Paneg. 7 , sobre la consideración dada a los pretotes; sobre
canas, A.
GARCÍA Y BELLIDO, 1 9 5 9 , 3 - 9 ; Th.
FRANKFORT, 1 9 6 2 ,
134-144.
valores actuales.
desaparecido casi todos
Ch. WIRSZUBSKI, 1 9 5 0 .
las apariencias republi-
LA P A Z Y LA G U E R R A E N L A L I T E R A T U R A D E É P O C A T R A J A N O - A D R I A N E A
13
3
activa del Senado, que precisamente intenta mantener su imagen intacta
a ttavés de la propaganda literaria de los miembros del ordo senatorial.
Las fuentes senatoriales son extraordinariamente sensibles a la defensa de la institución senatorial y de sus competencias como garantía de
que no se ha perdido la libertas republicana. Para Tácito, como para
muchos otros autores de la época, la libertas es un ingrediente indispensable de la paz interior entendida como quies y otium''-^^. Pero esa
reivindicación de la antigua libertas no tiene por qué significar necesariamente un deseo de retroceso del sistema político hacia fótmulas republicanas, sino que armoniza con el gobierno unipersonal de un Príncipe ideal, que Plinio se empeñaría en identificar con Trajano.
En cualquier caso, es evidente que también para Tácito existen buenos y malos príncipes. Tiberio es el caso extremo de gobernante innoble,
que perturba con su negligencia y cobardía la tranquilidad interior, consiguiendo una paz indigna y cruel. Pero frente a las acusaciones de opositor al Principado, parece mucho más acertada la idea de una oposición
a determinados Príncipes, tal como lo han visto algunos autores^33.
La tónica general del reinado de Trajano se podría resumir así: paz interior y victoria exterior; la primera acompañada de una continua apafiencia de respeto por el Senado, de libertades públicas y de prosperidad; la segunda, entendida en términos de expansión territorial y como
vehículo ide esa prosperidad interior. Frente a esto, la concordia guardada por Adriano tanto en el seno de la sociedad romana como en las relaciones con otros pueblos, tiene su expresión oficial en multitud de acuñaciones con diferentes matices de la misma; concordia en la sucesión,
en la dinastía imperial (asociada a spes), en el ejérciro, en el Senado y la
propia corcordia Aug.
2.4.3.
Felicitas
temporum
La «Edad de Oro» representada en monedas del año 121 es el eje de
la propaganda que se impulsa desde el poder durante la época de Trajano y Adriano. Puede encontrarse un precedente cercano en Marcial a
propósito de Domiciano, cuyo reinado es una época feliz para Roma por
estar gobernada por un príncipe victorioso y grande 234.
Para la aristocracia senatorial, la felicitas temporum empieza con Trajano. En realidad existe gran contradición entre dos supuestos: por una
parte, la frecuencia con que las fuentes de la época hacen referencia al
crecimiento del Imperio y la consiguiente llegada de riqueza y de cos232
W . JENS 1 9 6 9 , 4 2 0 ; R. SYME, 1 9 7 9 , 5 4 7
233
H . W . BENARIO, 1 9 6 4 , 1 0 0 ; A . GARZETTI, 1 9 7 6 ; E. OLSHAUSEN, 1 9 8 7 , 3 0 5 : con Tácito, re-
ss.
conciliación ¿'¿erto-Principado.
234 Marcial, Ep. 5 , 1 9 ; 9 , 6 y 8 ; muy diferente del último libro, donde le repudia para poder
subsistir en una época en la que la figura de Domiciano ha quedado maldita.
M. » PILAR GONZÁLEZ-CONDE
134
tumbres extranjeras como causa de la decadencia de los tiempos; por
otro lado, la línea oficial del reinado de Trajano, que inrerpreta las
vicrorias exteriores y la expansión imperial como un vehículo que proporciona la prosperidad y el bienestar social, y con ello la llegada de
tiempos felices.
La idea de la felicitas temporum tiene que ir necesariamente acompañada de una sensación de prosperidad y con ello, de un necesario culto a la abundantia, que se plasma en realizaciones concretas a través
fundamentalmente de dos campos: la asistencia social por medio de los
alimenta, y las construcciones públicas ^35. Trajano cuidó los dos campos,
especialmenre en determinados momentos de su reinado en que era
necesario demostrar que los sacrificios de las guerras habían dado fruto.
Las emisiones numismáricas recogen estas actividades del Emperador cuya importancia, de otro modo, no trascendería los límites de la propia
Italia 236. Por lo que se refiere a las liberalidades imperiales 237, además
de sus correspondientes testimonios epigráficos, se emiten monedas que
recuerdan no sólo la generosidad del cesar, sino también, y lo que es
más importante, la posibilidad de ejercer esa generosidad porque hay recursos para ello.
Los dispendios en construcciones públicas tienen un impacto directo
en Roma, pero además el Emperador se ocupó de que se acuñara un gran
número de emisiones con todas las construcciones del momento, incluso
en ocasiones antes de su inauguración oficial, como medio de dar a conocer esta actividad también en las provincias; las monedas recuerdan repetidas veces el foro trajaneo, la columna, el arco de triunfo, el puerto de
Ostia, el aqua Traiana, la uia Traiana, el puente sobre el Danubio, ere.
La mayor parte de estas construcciones se reahzan en Roma duranre los
años de permanencia del Emperador en la Urbe, enrre la victoria dácica y
la aventura oriental. Debieron originar una actividad febril, porque enrre
111-113 d.C. se inauguran casi todas, de forma que la empresa quedaba
completa cuando Trajano sale para Oriente. Precisamente en ese contexto
se incluye el arco de Benevento 238, uno de cuyos lados está dedicado a la
pohtica interior, donde el Emperador aparece como evergeta.
En contrasre con esta línea, las monedas orienrales del 118 con Felicitas y Victoria'^"'') apuntan un sentido de esta victoria diferente al reinado
Dión Cassio 68, 7, 1, a propósito de que Trajano gastó grandes sumas en trabajos de paz y
también de guerra.
J. A. GARZÓN, 1988a e id., 1988b, 169, dice que parece responsable de la incorporación
de abundantia al culto oficial, tal como aparece en el arco siguiendo los tipos monetales, en los
que se asocia a leyendas de REST.ITALIA, ALIM.ITALIA, etc.
H . KXOFT, 1970, A. U. STYLOW, 1972.
238
E . PETERSEN, 1892, 239-264; S. SNIJDER, 1926, 94-128; P . VEYNE, I960; F. J . HASSEL,
1966; A. LEPPER, 1969, 250-261; K. FITTSCHEN, 1972, 742-788; T. LORENZ, 1973; M. RoTiu, 1973;
W. GAUER, 1974, 308-335.
239 J. A. GARZÓN, 1988a, afiíma que Adriano tiene prisa por dar a conocer sus actos en el limes.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA UTERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
135
anterior. Se impone ahora una nueva forma de entender el Imperio; la
paz externa se proyectará en una tranquilidad interna. La utilización del
tema se intensifica en acuñaciones de los últimos años de Adriano, en
muchas ocasiones con la expresión Felicitas Aug., a lo que se añade una
innovación propia de la numismática adrianea, cual es la presencia de la
Hilaritas. También en este sentido, hay que destacat Jas acuñaciones
adrianeas con el tema de Roma portando armas (Roma Victrix), pero
con el epíteto Felix; se trata en cierto modo de un reempleo en el que la
Roma Victrix no desaparece, pero es en gran medida sustituida por Roma Felix o Roma Aeterna. Junto a ello, la Liberalitas es especialmente
abundante, como medio de demostrar que la prosperidad no tiene que
ir unida necesariamente a la victoria exterior.
2.4.4.
lustitia y paz
interior
Éste es un elemento que, desde la virtud estoica, tiene que presidir
siempre los actos de guerra y de paz del Emperador y de todos aquellos
que, de una forma u otra, detentan el poder. La justicia es necesatia en
las relaciones con los ciudadanos. El Príncipe ideal de Plinio y de Dión
de Prusa, aunque diferente en ambos retratos, coincide en la condición
de soberano justo, cualidad que también transmite Marcial evocando a
Numa 240.
En monedas de Ttajano la justicia aparece vinculada a la concordia
(en cuanto paz interior) y en las de Adriano a pax^'^'^; constituye esto
otro elemento de diferenciación del concepto de paz, porque la paz exteiior trajanea discurre especialmente unida a la clementia''-^^.
2.4.5.
La paz provincial y las cartas de Plinio
Las cartas del senador Plinio son una fuente bastante completa sobre
las relaciones entre gobierno central y gobernador provincial, relaciones
que contemplan la justicia como elemento indispensable de unión. Si la
justicia falla por alguna de las dos partes, se genera un conflicto de intereses al que conviene imponer una solución jurídica.
La paz y los conflictos provinciales están tratados en Plinio desde dos
puntos de vista: como abogado implicado en juicios entre un gobernado
Marcial, Ep. 11, 5; E. CIZEK,_1983, 221 ss., cuya interpretación de la base ideológica de la
política interior de Trajano se puede resumir así; la política interior trajanea se basa en la ciuilitas;
Trajano es un ciuis, y la ciuilitas será el centro de su programa. Es el prototipo de homo Romanus
(Eutropio 8, 2, sobre correlación entre ciuilitas y fortitudo),
con los deberes de un ciudadano normal, y además un papel de padre (Plinio, Paneg. 2, 4-7), con las virtudes del ideal tornano: fides
hacia las tradiciones, moderatio, humanitas, iustitia y
dementia.
2« B. LiCHOCKA, 1974.
H . COTTON, 1984, 245-266; sobre Adriano, R . PERA, 1980, 237-246.
136
M. " P I L A R
GONZÁLEZ-CONDE
dor y su provincia, y corno gobernador provincial que fue en Bitinia durante algunos años.
Plinio habla de sus intervenciones en calidad de abogado de una de
las partes, no siempre la misma, por motivos que él mismo justifica^^J;
defiende a la Bética en dos ocasiones, y a los acusados en tres^"'''. Compartió con Tácito la tarea de defender a la provincia de África contra
Marius Priscus, a quien defendían C. Saluius Liberalis y Ti. Catius Pronto. Asimismo, participó en dos juicios defendiendo a acusados por la
provincia de Bitinia, respectivamente a C. lulius Bassus y Varenus Rufus; y también como defensor de la Bética en las acusaciones de la provincia conrra Baebius Massa y contra Caecilius Classicus^'^''. Aunque sigue esa línea de actuación que él mismo ha definido, y que le lleva a
ayudar a los amigos, esto no le impide reconocer que en algunas ocasiones los gobernadores han violado la legalidad, aunque riende a ser
condescendienre con los de su rango siempre que no se trate de evidentes abusos e injusticias. El ejemplo de un cargo desempeñado con honradez se encuentra, según Plinio, en Egnatius Marcellinus (Ep. 4, 12),
quien siendo cuestor de una provincia, evirò quedarse con un sueldo
que no le correspondía.
Para un hispano como Marcial, son ejemplos de buen gobierno provincial A. Cornelius Palma Prontonianus en la Citerior y Q. Baebius (?)
Macer en la Bética ^-^^^ porque ambos consiguen que las provincias bajo
su mando conozcan riempos de paz y felicidad.
Como gobernador de Bitinia, intercambió correspondencia con el
Emperador
en un período que corresponde aproximadamente a los
años 111-113· Es de suponer que no todos los mandos provinciales
tendrían un conracro tan directo con el Emperador en asuntos de no demasiada trascendencia. Plinio consulta al Emperador acerca de los asuntos más variados: temas municipales, obras públicas, aspectos económicos
y sociales, recomendaciones, y en general problemas de interpretación de
la ley. Esta estrecha relación se explica por la cercanía personal y política
entre ambos ^^s.
La paz provincial tomará un nuevo senrido bajo Adriano; la cercanía
física del Emperador a los provinciales, posible gracias a los continuos
Plinio, Ep. 6 , 2 9 , donde dice actuar al modo de Thrasea, es decir, defendiendo a los amigos y a quienes no tienen defensoi.
j.
2«
246
332-335
247
F. RODRÍGUEZ NEILA, 1978,
231-238.
Plinio, Ep. 2 , 1 1 y 1 2 (África); Ep. 4 , 9 y 5 , 2 0 (Bitinia); Ep. 7 , 3 3 y 3 , 4 y 9 (Bética).
Marcial, Ep. 1 2 , 9 ; 1 2 , 9 8 ; 1 2 , 1 0 0 s. respectivamente. Para el primero, W . EcK, 1 9 8 2 ,
= 99/100-101/102.
Plinio, Ep. libro 1 0 , aunque hay algunas cartas anteriores a la estancia en Bitinia. J.
GAUDEMET, 1 9 6 5 , 3 3 5 - 3 5 3 ; A . N . SHERWIN-WHITE,
1966.
248 B. LEVICK, 1 9 7 9 , 1 2 1 ss., sobre el conttol imperial directo en las provincias, a propósito de
Plinio, y de Dión Cassio.
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
137
viajes de éste^^^, que dotan al gobietno imperial de un carácter más universalista, y que no dejó de utilizarse en la ptopaganda oficial a ttavés
de la numismática.
2.4.6.
El ejército como vehículo de la paz
adrianea
La política de paz de Adriano tiene una faceta nueva con respecto a
su predecesor, que consiste en la utilización del ejército como vehículo
pata la paz, no sólo de guerra. Se trata de la búsqueda de estabilidad
intetioi mediante una imagen de fortaleza del Emperador como detentador del control militar y su consiguiente reforzamiento político ^'o.
La propaganda oficial transmite una imagen de Adriano como experto conocedor de las artes de guerra y del elemento militar 2 5 1 , así como
de hombre capaz él mismo en esas cuestiones, de manera que su búsqueda de la paz se presenta como cohetencia política y no como debilidad de un individuo ajeno al ámbito militar. La idea aparece en las
fuentes y también en las acuñaciones monetales; asimismo, pasa a la tradición literaria posterior, de forma que Dión Cassio transmite declaraciones de Adriano a propósito de que no hay nada de la guerra y la paz
que él no conozca (69, 3 , 2 ) ; sobre todo, ayuda a reforzar la imagen de
fortitudo del monarca frente a los bárbaros (69, 9, 5). En la Historia
Augusta no faltan estos argumentos sobre los conocimientos militares de
Adriano y su interés por mantener en pie la potencia militar romana 252.
2.5.
RECAPITULACIÓN
El binomio guerra-paz es omnipresente en las obras de los escritores
de finales del siglo I y comienzos del II d.C. No es una circunstancia
propia de ese período, sino fruto de una tradición, a ttavés de la cual se
han llegado a clasificar casi todos los hechos históricos en claves de
guerra y paz. El estoicismo contribuye a ello, canalizando todo hacia la
búsqueda de la uirtus en un sentido total, como medio de justificar el
proceder histórico de Roma. Las fuentes literarias del momento están
inmersas en esa corriente de influencia y a su vez reflejan la preocupa2*.»
La versión más actualizada sobre estos viajes en R. SYME, 1 9 8 8 , 1 5 9 - 1 7 0 .
H. V. INSTINSKY, 1952. Para la relación con el ejército, una obra fundamental es J. B.
CAMPBELL,
1984.
" 1 Pronto, Pñnc. Hist. 10-11; sobre esto, R. W. DAVIES, I968, 75-95. También a propósito
del poder que tiene quien controla el ejérciro se pueden citar las palabras de Adriano recogidas en
Vita Hadr. 1 5 , 3; non recte suadetis, familiares, cui non patimini me illum doctiorem
omnibus
credere, qui habet triginta legiones.
2"
Vita Hadr. 3, 6 y 9 ; 4, 7-8; 10, 6 ; 11, 1-2; 21, 8-9; 26, 2.
138
M. " PILAR GONZÁLEZ-CONDE
ción social de la que son portavoces, agravada por una situación política
poco tranquilizadora; se añade la tetrible experiencia de una guerra civil
(la del 68) de la que aún quedan muchos supervivientes.
Existe cierta complicidad entre los escritores del momento pertenecientes al rango senatorial, y por lo tanto más cercanos al poder, en el
sentido de que forman parre del proyecto político que se está llevando a
cabo, proporcionándole un apoyo ideológico. Resulta evidente la posición de Plinio a favor de Trajano, aunque con algunas prevenciones. La
postura de Tácito frente a la realidad pohtica que le toca vivir no está
tan clara, y se agrava especialmente por las matizaciones que se han
querido introducir en la evolución del auror desde sus primeras obras
menores hasta los últimos libros de los Annales. En la visión tacitea
sobre relaciones intetnacionales se aprecian muchos elemenros que no
enrran en conrradicción con un posible apoyo a Trajano; algunas afirmaciones son de una oportunidad política tal que hace difícil pensar en un
alejamiento de las posruras del poder imperial. La obra tacitea proporciona una visión bastante completa del sentido que las relaciones inrernacionales tienen para un senador romano de su época, desde la Germania hasta sus obras posteriores.
El tema de la guerra presenta un tratamiento detallado en los autores del momenro. Una valoración erica de la misma lleva a la diferenciación entre guerra justa e injusta; la primera sería la que se lleva a cabo por necesidades de defensa del territorio y por el interés público; la
segunda, por indignas ambiciones personales o colectivas; una y otra se
asocian, respectivamente, a la guerra exrerior y a la guerra civil.
Exisre una latente contradicción en las fuentes sobre el tema de la
guetra; por una parte se ve como algo inevitable para la seguridad del
Imperio, aunque los diferentes autores coinciden en señalar sus desgraciadas consecuencias; por otro lado, se produce un fenómeno de subhmación de la victoria que, si bien no es nuevo en el mundo romano, sí
adquiere caracreres originales en paralelo con lo que se ha denominado
«teología de la victoria imperial», favorecida por Trajano. Junro a esto, la
visión del héroe militar identificado con el Emperador encuenrra su
doble expresión en el Panegírico de Plinio y en un oriental como Dión
de Prusa, para sufrir una evolución en la propaganda oficial adrianea hacia «el hombre de paz, pero poseedor de valores militares», que responde a intereses coyunturales.
La paz se valora en las fuenres desde un punro de vista ético según el
siguiente esquema: es siempre deseable y necesaria desde un punro de
visra teórico; tiene un sentido particular en la visión romana del mundo
asimilada a la paz de la civilización romana (pax Romana); en la práctica, existe también un aspecto negativo de la paz, cuando no concuerda
con libertas y uirtus, que ha sido especialmente tratado por Tácito (longa
pax emoliens y saeua pax).
LA PAZ Y LA GUERRA EN LA LITERATURA DE ÉPOCA TRAJANO-ADRIANEA
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La figura del emperador como garantía de paz está siempre presente,
aunque sufre una transformación: desde «la paz en la victoria» de Trajano, hasta la «prosperidad en la paz» de Adriano.
La paz exterior ocupa el centro de un debate político que se plasma
en la elección de nuevo emperador tras la muerte de Domiciano y que
culmina con el triunfo temporal del sector pro-expansionista que apoya
a Trajano y la consiguiente ruptura traumática del equilibrio fronterizo.
Desde este punto de vista hay dos momentos significativos, en los que
una serie de sustituciones personales reflejan el conflicto interno: el año
112, con el giro de la política trajanea y la preparación de la empresa
oriental; y el 117-118, con la «decapitación» del sector más radical favorable al expansionismo territorial. Floro expresa la nueva concepción: defensa del expansionismo republicano, pero sin aceptar su adecuación al
momento presente.
La paz interior, entendida como concordia en todos los órdenes, se
asimila a conceptos como quies y tranquillitas, proporciona estabihdad
interna, y sólo se consigue en unión de libertas y iustitia. El pasado se
evoca como modelo moral (individual y social) a imitar.
La propaganda oficial crea la ficción de una felicitas temporum, que
contrasta con las referencias en algunas fuentes literarias (Marcial, Juvenal) sobre las dificultades de supervivencia de una gran parre de la plebe
de Roma y de las provincias.
La paz interior se regula a través de las instituciones, el Príncipe y el
Senado. Con Adriano aparece un nuevo y original sentido del ejército
como vehículo de paz: su preparación garantiza la seguiidad del Imperio, pero mediante una continuada inactividad bélica exterior; su sola
presencia garantiza la paz.
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