Hospital de Toledo

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Aprender a
vivir de nuevo
Los ingresados por
accidentes de tráfico
en el hospital nacional
de tetrapléjicos bajan
más de la mitad en la
última década
Ana González Capellán,
de 19 años, junto a
su madre, Ana, en el
comedor de la planta
infantil. A la izquierda,
trabaja en las barras
paralelas del gimnasio.
“Cuando mis padres me
explicaron que tenía una
lesión y no volvería a
andar, no me lo creía”.
Cantera de luchadores
U
• Texto: Nieves Salinas • Fotos: Alberto Paredes
Ana y Gema tienen 19 años; Juan,
27. Conviven en el Hospital Nacional
de Parapléjicos de Toledo –todo
un referente cuando se habla de
lesión medular en España– donde
han llegado tras sobrevivir a un
accidente de tráfico. La buena noticia
es que los ingresos por siniestros
en la carretera se han reducido
a la mitad en la última década.
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interviu.es 5/12/2011
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n año después de la embestida, Juan y Marga se tatuaron
el ave Fénix. Juan, en el brazo. Bien grande, bien visible.
Marga, en la pierna. Más discreto. Los
dos a la vez y con un solo objetivo: recordar que salieron vivos de aquel maldito
siniestro del 25 de julio de 2010 tras el
que nadie daba un duro por ellos. Sucedió entre Fines, donde vivían, y Albox (Almería). Juan y Marga viajaban en
moto. Eran las siete y media de la mañana. Como un fantasma, apareció un
coche que invadió el carril contrario.
El impacto fue frontal. Brutal. Marga
saltó por los aires y se estampó contra
el techo del coche. Acabó semioculta
en un terraplén. La moto, hecha añicos.
Los ocupantes del vehículo quedaron
en el interior. Aturdidos. Venían de una
boda. Quizá dieron una cabezada. Juan
no quiere saber nada de eso. Dice que
no siente rabia, ni odio. Si acaso lamenta
que los del coche no intentaran auxiliarlos. “Me quedé consciente y por eso
se salvó ella. Atiné a decir dónde estaba”,
explica señalando a Marga, que todavía
arrastra una depresión de la que Juan
parece tirar desde su silla de ruedas. Por
algo, dice, es un tío cabezón. De los que
no se achantan. Su determinación solo
le deja mirar hacia delante.
Los pacientes de tráfico como Juan Resina ya no son el ingreso tipo del Hospital Nacional de Parapléjicos (HNP) de
Toledo, centro público de referencia en
España para el tratamiento de la lesión
medular. Hasta hace una década, las lesiones por causa traumática –tráfico, caídas, accidentes deportivos…– suponían
el 75 por ciento de los ingresos. Solo los
siniestros en carretera representaban el
46 por ciento de las entradas.
Diez años después, las estadísticas 3
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■ Gema, de 19 años,
se subió en el coche
de unos conocidos.
Iban a 180 por hora.
De cinco ocupantes,
murieron tres
3 han dado un vuelco. Las campañas de
prevención lanzadas desde la Dirección
General de Tráfico o el carné por puntos han surtido efecto: los ingresos por
tráfico han bajado a más de la mitad.
También, claro está, existe “una mayor
concienciación. Hablamos de un problema de salud pública de primer orden”,
explica Miguel Ángel Carrasco, director del centro.
En el HNP los traumatismos por accidente de tráfico ya no copan los ingresos. También han bajado los ingresos
por caídas en la construcción. El motivo, que hay menos trabajo en las obras.
Hoy, el 61 por ciento de los que entran
lo hacen por enfermedades de la médula espinal. Pero no hay que bajar la
guardia, precisa Manuel Salinero, el supervisor de los fisioterapeutas. “Siguen
ingresando más ‘tráficos’ de los que debe-
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rían, y con lesiones algunos de ellos muy
altas, que afectan a las cervicales, lo que
puede ser una tetraplejia”.
recogida del accidentado
Explica el doctor Carrasco que en los últimos años también se ha detectado un
aumento de ingresos con lesión incompleta –no está afectada toda la médula–,
lo que favorece mayores objetivos de
rehabilitación. “Ahí podemos elucubrar
de todo, desde la mejora en los sistemas
de seguridad de los vehículos hasta que
los golpes se producen a menor velocidad”. También, que la recogida de los
accidentados se produce en mejores
condiciones que hace años.
Gema y Ana llegaron a Toledo el mismo día del pasado agosto. Un 23. Comparten habitación, en la planta infantil,
donde están los menores de 20 años.
Una tarde
de fiesta
Gema despertó
en un hospital de
Madrid tras mes
y medio en coma.
Así acabó su tarde
de marcha. Arriba,
trabaja con la
fisioterapeuta en
el gimnasio del
hospital. “Quiero
salir adelante y, si se
puede, andar”.
Gema, toledana de Óbito, llegó desde
un hospital de Madrid. Ana, sevillana
de Guadalcanal, desde Badajoz. Las dos
tienen 19 años y las dos sufrieron una
experiencia terrible. Estar juntas les da
fuerza.
El de Gema García Borja fue de esos
accidentes que copan los arranques de
los informativos. Jóvenes de entre 16 y
21 años, excesiva velocidad y algo de
alcohol. Cóctel letal. Gema cuenta su
accidente como si ella no fuera la protagonista de una película cuyo final se
cobró la vida del piloto, del copiloto y de
su amiga del pueblo. Recuerda que se
fue con las dos muchachas de marcha
a Aranjuez. Era tarde-noche. Allí vieron
a dos conocidos que las invitaron a dar
una vuelta en el coche. Apenas arrancó
el vehículo, el vacío. “Iban a 180. Todo fue
por dar una vueltecita…”. Gema estuvo
mes y pico en coma en el Clínico. “Me
desperté el 5 de agosto y aluciné. Pensaba
que era un sueño. Ha sido un gran palo,
la verdad”.
Ana mantiene el ánimo intacto. Aunque, admite, hay días en que se levanta
y piensa: “¡Vaya mierda es esto!, ¿por
qué me ha tenido que pasar a mí?”. De lo
sucedido en el accidente le quedan ráfagas. La vida es tan puñetera que se le
fue el coche en una pista, a unos metros
de la casa de campo que la familia tiene
en la sierra norte de Sevilla. Iba con su
prima y una amiga al pueblo para buscar un traje de flamenca. No recuerda
lo que pasó. El coche se le fue, dio una
vuelta de campana y ella quedó atrapada dentro con la amiga. Su prima, de
15 años, echó a correr para avisar. Antes, las sacó.
Su vida, en un instante, dio un vuelco. “Todo se te pone patas arriba”, sentencia su madre, también Ana, plantada en Toledo, al lado de la niña. “No
he vuelto al pueblo desde entonces”. La
lesión medular de su hija es completa. “Cuando mis padres me explicaron
que tenía una lesión y no podría volver
a andar, no me lo creía”, cuenta la chica. La médico le ha dicho que tiene
un 7 por ciento de probabilidades de
recuperarse. Y al siete se agarra Ana
cuando se machaca en el gimnasio, el
buque insignia del hospital. “Antes no 3
Un golpe del
destino
Juan y Marga
tienen 27 años.
Sobrevivieron a la
embestida de un
coche que se llevó
por delante la moto
en la que viajaban.
Es la segunda vez
que Juan pasa por
Toledo. Pronto
volverá a su pueblo
de Almería.
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INVESTIGAR
PARA CONOCER
■ EL HNP recibe una
media de 1.300 ingresos
al año: 300 son nuevos,
y el resto, revisiones de
casos anteriores. En 2011,
el 41 por ciento de los
ingresos fueron mujeres, y
el 59 por ciento, hombres.
Actualmente, los mayores
de 60 ya suponen un 35
por ciento de todos los
que llegan. El HNP no es el
único hospital español en
el que ingresan lesionados
medulares, pero sí donde
van los más graves. Por
eso la investigación es
otro de sus grandes
pilares. En Toledo,
trabaja un centenar
de investigadores. Las
líneas de investigación,
tanto básica como
clínica, están centradas
en el conocimiento de
la biología de la lesión
medular y en el desarrollo
de nuevas terapias para
curar los déficits causados
por la lesión y mejorar las
condiciones de vida de los
pacientes.
Filosofía
integral
La rehabilitación
es uno de los
pilares del Hospital
Nacional de
Parapléjicos. Arriba,
Manuel Salinero,
fisioterapeuta.
A la izquierda, el
director del hospital,
el doctor Miguel
Ángel Carrasco.
La investigación,
apunta el médico, es
otro de los grandes
soportes del centro.
Abajo, José Antonio
Toribio se ejercita
en la transferencia
de asiento en
un vehículo del
hospital.
3 podía ni estirar los brazos, he cogido
bastante fuerza”.
“La rehabilitación –cuenta Salinero– es
uno de los pilares desde que el paciente
ingresa hasta que se da de alta”. Desde
primera hora, la faena es constante en
el inmenso pabellón que acoge el gimnasio. Los lesionados hacen pesas, van a
la piscina o trabajan con el fisio que les
enseña las movilizaciones de los miembros, a voltearse, a adquirir equilibrio en
posición de sentado o, una vez que tienen equilibrio, a ponerse de pie en las
barras paralelas y a iniciar la marcha
con los bitutores en las piernas. Cada
pequeño movimiento de un paciente se
vive como un gran triunfo.
Porque, por paradójico que resulte, la
primera impresión que traslada el hospital es la de movimiento. Curioso si uno
tiene en cuenta que gran parte de sus
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■ “Quien llega aquí, viene llorado.
Vienen a sacar lo mejor de sí
mismos”, afirman en el hospital
moradores van en silla de ruedas y otros
apenas si pueden moverse.
Salinero asegura que hay casos de recuperación que sorprenden, de esos de
película. Con cada paciente, los fisioterapeutas se marcan un objetivo. Quien
llega a Toledo, aseguran en el hospital,
“ya viene llorado. Ya ha superado el impacto inicial. Aquí vienen a sacar lo mejor de sí mismos”. Carrasco señala que
su filosofía es la atención integral: “Se
refiere al aspecto clínico, pero también a
la intervención social, porque la mayoría
de las personas acaban con un alto grado
de discapacidad”.
A Toledo se va a trabajar duro. El cuerpo hasta donde se deje. Pero también la
mente. “Esto es un palo para cualquiera.
Una persona que tiene 20 años, que se
va de fiesta, que amanece en una UVI y
deja de mover los brazos o las piernas…
Es dramático”, asegura el director del
centro. Por eso tiene tanta importancia
la atención psicológica.
La estancia media en el hospital es de
seis meses. Tan importante como la rehabilitación es enseñar al lesionado a
ser autónomo, a tener calidad de vida.
A ducharse, a vestirse, a transferirse de
la cama a la silla, a pasar a la camilla, a
conducir en coches adaptados. A prepararse para vivir desde su silla de ruedas
e integrarse en la sociedad.
Cuando Juan regrese a Fines, vivirá en
la casa de sus padres, una planta baja
que están adaptando para su llegada.
“Todo cambia en un instante. Estaba feliz y de repente…”. Juan se ha hecho a lo
que considera su destino. Planea irse a
esquiar y apuntarse a baloncesto. Si hay
algo que tiene claro, es que nunca dejará
las motos. Su gran pasión. Lo que pasa
es que ahora, en vez de dos, cuenta, irá
en cuatro ruedas.
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