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LA
.BOÍT j
DIARIO LIBERAL
NÜMEPO 5 CÉNTIMOS
MADRID
PRECIOS DE SUSCRICIÓN
AÑO n,—NÚM. 199
TELÉFONO
887
MAJDEID. —Un mes 1 peseta.
PEOVUÍOIAS.—Trimestre 5 pesetas.
ANUNCIOS.—10 céntimos línea.
CARTAS DE UN ESTUDIANTE
j?'.
¿XJií.
Srta. Doña Inés de
Figueroa.
L u n e s 30 de A b r i l d e 1888
NUMERO 5 CÉNTIMOS
PRECIOS DE SüSCRIClON
DIRECTCaí
EXTRANJERO.—12 ptas. trimestre.
DON FRANCISCO JAVIER B E T E G Ó N
HABANATPÜKRTO RICO.—lOid. id.
FILIPINAS.—22 id. id.
OKIOIIVAS
Hlleras,%úm. 8, bajo izquierda.
PAGO ADELANTADO
', D7R. F.
mónicas. Su voz en tales momentos se enronquece
ra manifestación que pregonaba el talento del esPasó el minué de casaca bordada y tontillo com
y tiene algo de rugido. En Fedora, por ejemplo, critor y las virtudes del buen ciudadano. Coello pasaron las églogas pastoriles de las Galateas. E
cuando espira Uladimiro, su amante, Sarah no pasa pertenecía á una familia ilustre que ha dado al
de ser la mujer caprichosa á quien el destino des- país verdaderos sabios como el padre del poeta, nobarató los planes para lo porvenir; ni una lágrima
tables periodistas y bravos soldados que regaron
en su voz ni en sus ojos, no; las que flnje verter pacon su sangre los campos de África.
recen esas cuentecillas de vidrio que salpican las
En él he perdido, Inés querida, un buen amigo,
coronas de trapo el día de difuntos. Sí usa pañuelo un inapreciable consejero y un modelo que imitar
es para entretenerse en deshacer,la batista entre en el buen decir. Descanse en paz el laureado traios dientes menudos. El dolor de la princesa ductor de Hamlet.Y tú también descansa, Inés mía,
Romazoffno es la desolación de un alma enamo- de la soporífica lectura de esta carta y no olvides
rada, no; es la contrariedad del pptro desbocado que te adora.
que se encabrita coq furia ante la valla ó el obstáculo imprevisto.
t.'í' ni-l!'!* . :
Las facciones de la actriz casi nunca caminan
en su expresión de acuerdo con lo que finge sentir
EL ÚLTIMO COTILLÓN (1)
ó con lo que dice: tienen ordinariamente aquel
sello de eterno abandono, que ya te hice notar, en
í .tlÓiSBli Í-.;.')•) ,• i)
el cuerpo; retratan, si, admirablemente el dolor físico, la extenuación, el hastio invencible, la impa(Apuntes de baile)
KÍÍJ3Í5
ciencia, hija del capricho, el odio, los celos... jamás
Se
celebra
todos
los años el día tercero de Carel deliquio amoroso, nunca la franca y envidiable
O'ISy;
naval después del alba, á la hora en que las campave.'itura de las almas buenas.
nas de las iglesias tocan apresuradas á la primera
Aquella cara, en ninguna situación de la vida
misa de ceniza.
se alumbra con la luz de la aurora; casi siempre
El último cotillón es como la última vela del Terefleja las disfumadas tintas del ocaso.
nebrario, un símbolo y un aviso; es una cosa pareCon vestirse como una reina; con gastar una cida á la voz que marca el tránsito de la orgía á la amor, que hizo de bastonero en esas fiestas, vestido
fortuna en piedras preciosas, para adorno de su penitencia; la última carcajada del placer que ago- de flores y lazos, huyó con su Tirso de azucenas á
blonda cabellera ó del escote de sus trajes; con po- ta las fuerzas de la vida; el último suspiro anhelan- otros pensiles xaks francos, y en ellos labró su nido
seer por naturaleza un porte, á mil leguas de lo te; el último lamento de la disipación que ha go- y se lo ofreció á la humanidad para que pudieran
'bail4r polkas y habaneras hombres y mujeres,
vulgar, no consigue nunca Sara,h tener majestad en
bernado el mundo durante tres días en las calles,
sus movimientos y apostura. En ningún caso pro- en los teatros, en los salones, en las casas de vecin- abrazados á la vista del público, con soltura y saHS
facón.
duce la ilusión de una gran dama; es y será siem- dad y hasta en las cabanas.
Desde entonces, puede decirse que bailamos de
pre la primera entre las cocotles.
Se ha bailado este año, como se baila siempre,
En Fedora y pa otros papeles de gran señora, con frenesí toda la noche; se han hecho alardes de Veras y respiramos, pues ya no hay cortesías de
medio punto, ni avances tímidos con los ojos bajos.
más definidos que este, no resulta, aunque por con
locura; el juicio humano se ha puesto careta y ha
seguirlo se afane, la mujer criad» en pañales de empleado disfraces dé trapos para que no le conoz- En cambio hay zapateados dé pies y faldas, cacfenflnisimo encaje, no; es la aventurera enriquecida, can. Aún estaría girando en el torbellino delirante cia rítmica de caderas verdaderas... ó falsas, consin majestac^ ni sobria elegancia. No consiste esta, del último cotillón, si el sol cuaresmal no hubiera torsiones atrevidas de tiro forzado, y el mirar desá mi v^r, en vestirse como nadie se viste, sinp más levantado los portieres para poner de manifiesto envuelto diente por diente, que elevó el can-can á
la categoría de culto pagano, sin cornucopias
bien en lucir lo que todo el mando se pone de.un
los harapos de la crápula dorada, el aspecto fatídivez los salones conmemoran el centenamodo peculiar y propio del individuo.
co de los bailarines que se asombran de verse unos rio Alguna
arcaico de las chorreras y tabaqueras, improEn estas materias el monje hace al hábito. Qui- á otros pálidos, ajados, cadavéricos, con los cuerpos
visando minués de ultra tumba (\ie las jóvenes no
ta á Sarah sus encajes, sus perlas, el raso y el ter- destrozados por el cansancio y los vestidos rotos.'
saben andar y han olvidado las viejas. En esos saciopelo; vístela de percal, descalza su pie y pierna,
Se ha cenado fuerte y se ha bailado sin tregua raos, dichos de buen tono, el ridículo frac alterna
expon su cutis una semana al sol de nuestra tierra, en el
gran mundo, en ese mundo que tiene su ca- con los escotes más ó menos comedidos, el chapín
prohíbela que se tina el pelo, y tendrás á Mignon ó lendario
de festines distribuido por días y semanas, de raso con la botina de charol, y como escasean 6
Mliss, la heroína de un cuento de Bret Harte.
para que no se pierda el tiempo y se empleen las
El actor, para poder llevar con justicia el título noches en exhibir los excesos del lujo, el ingenio de faltan por completo las pantorrillas automáticas
de eminente que hoy se prodiga tanto, á más de su la frivolidad y el apetito de los placeres admitidos. " reHenas de algodón, no pueden apreciarse bien las
•4ttft«xiones del lenguaje aforístico de aquellos ca
figura, dotes físicas, instrucción histórica y artístiNadie se ha opuesto y la corriente sensual ha isiballeros simpáticos que se criaron para soñar á la
ca, etc., necesita un gran talento natural, conocimiento profundo del corazón humana, de la socie- arrastrado á todos, jóvenes y viejos, en espeso r e - luz de la luna, debajo de los balcones de sus tiernas
dad, de los vicios y virtudes que la tiranizan ó molino, desde el rigodón al can-can, pasando por Julietas.
En los teatros suele haber de cuando en cuando
enaltecen, y de la vida en todas y cada una de sus todos los bailes del repertorio de moda, asi en las
innumerables fases. A Sarah, con haber corrido salas espléndidas de las grandes fortunas, como en intermitencias de gusto anticuado. Unas veces se
los
tugurios
de
la
gente
pobre,
no
menos
alborozacantan y se bailan estvdianlinas por las señoras de
bastante, le sucede lo que á muchos mayorales de
diligencia, no conocen otro camino que el que re- da y loca que la gente rica con los atractivos del la troupe, y otras surge el minué de los escotillones
Carnaval.
de los coliseos de moda llevado, verbi-gratia, con
corren diariamente.
Y á todo e t j no se ha bailado en ninguna parte los dedos del sublime Mario y por la eminente acDícenme que en el teatro francés todos declaman del modo convencional y amanerado, que el Minué, la Pavana ni \z.Chacom, y eso que son bai- triz, siempre niña y bella, Elisa Mendoza Tenorio.
sobre todo, al comienzo de las escenas, adopta la les indígenas ae buena cepa, con historia propia lle- Y hay que reconocer que la Mendoza ha bailado el
gran actriz. Si esto es cierto, en Par^s resultará ve- na de timbres gloriosos. Se ha bailado, es verdad, minué con mucha prosopopeya, girando y avanzanrosímil y hasta agradable... aquí no convencen ni la tarantela italiana por parejas de ilustre prosapia, do á pasos altos y largos, medidos á compás para
impresionan tales canturías. Uno de los individuos de elegancia y hermosura (ellas), que no hay más que los faldellines no se arruguen ni cojan aire.
de la troupe de Sarah, al saludar, me pareció que que admirar. Esto viene á ser corno una garantía y
Lo que no se ha vuelto á ver en salones ni teaentonaba una tirolesa. Como á muchas otras seño- una prueba de que en el Invierno próximo se baila- tros es la ^acajta, se entiende la pavana legitima,
ras que yo conozco, la autora de L^Aveu, celosa de rá en losgrandt-.s salones todo lo bailable, empezan- auténtica y legendaria. ¿Será porque no la saben
su fama, ó quizá poco segura en la posesión de ésta, do por el minué, que v 'y á recordar para hacer bailar ni tararear las saltUrices aristocráticas y
no permite que astro alguno brille á su lado, y gus- boca.
mesocráticas de nuestr.t época? Si así fuera, yo inta siempre de rodearse de medianías, con lo que no
El Minué fué un baile de «Cámara, una especie vitaría al excelente y popular escritor de música
llega á conseguir cuadros completos en las obras de flexión pulcra de la suprema elegancia: oaile D. Francisco Asenjo Barbieri,—erudito rebuscador
que interpreta.
platónico, casi virginal en los adolescentes de vein- de antiguallas,—para que marq le el ritmo y ponen solfa ese ba.le apicarado que fué embeleso y
Resumiendo: Sarah Bernhardt, es una excelente te abriles, que hacían por primera vez la reveren- ga
delectación
de las cortes española y francesa, en
actriz cuando representa á Sarah Bernhardt, como
él siglo de oro de nuestra literatura.
Lujan fué incomparable cuando se fotografiaba á si
Cuentan papeles viejos que la pavana tenia mapropio en Los pavos reales. En La Dama de las Oamelicias y desparpajos un si es no es atrevidos; que se
lias, Frou Frou, L'JEtrangere, etc., etc., no tiene ribailaba deletreando deshbnes^lidades, condenadas
val, es admiraUle, subyuga á lodos los públicos con su
por la buena crianza; que Luis XIV la desterró de
talento, que es grande, siquiera esté mal guiado y caPalacio por descarada, y que Felipe IV hizo lo p r o rezca de bases sólidas. Sarah produce grandes efecpio por indecente. Pero los grandes infantes, encutos porque representa siempre un género que
bridores de altos chapines, no se Conformaron con
es el suyo, y no pue ¡e llamarse actriz eminente
la sentencia, y proponiendo sagazmente ensayos
porque para merecer semejante calificativo es preáepavanas k [o divino, que bailaron las monjas e n
ciso ser notable en todos los géneros. Doctores aselos conventos con sumo recato, volvieron á imperar
guran que tiene facultades más generales que la
en los salones de la nobleza con aplauso de los linRaquel y la Ristori; pero contra ésto» se alza la opidos porque era tentadora la picardía sutil de ese
nión de autoridades no meiioi respetables. Dicen
bailoteo ilustrado por los bailarines con figuras y
que es notabilísima en la tragedia clásica, y no lo
atreví aientos de la más ática corrección, de la facdado porque este genero es el más convencional y
tura más diplomática, del aroma nacional más p a acomodaticio del teatro. Para mí, entre Sarah y la
ro, enervador y capitoso.
Marini hay la misma diferencia que entre el oro
fino y el doublé, entre un diamante americano y
La pavana no ha vuelto á contornear posturas
otro de roca antigua, ó entre el Drama nuevo y la
sospechosas en las fiestas del gran mundo, pero
Pesie de Olranto que alguno llamó me apesta otro
vendrá con túnica de inocencia á poco que se deputanto.
re el gusto arqueológico de que estamos dando
ejemplo, primero en el mobiliario y compostura de
Quisiera hablarte ahora, Inés mía, de los actores
las habitaciones, después en los trajes de ceremoque representan en el teatro de la Comedia, donde
Novelli deleita al público haciéndole reir una no- cía; bailo malicioso, tierno y apasionado en las da- nia y en los cachivaches de adorno.
Las seguidillas picantes—que no picadas—el
che á mandíbula batiente y á la otra llorar á moco mas honestas que .íe quedan, cuando pueden, entre
tendido. Quisiera decirte siquiera dos palabras de dos edades para echar una cana al aire, cubriendo fandango sandunguero, la jota aragonesa y las habas verdes son en nuestros días y fueron en lo antila señorita Fortuzzi, actriz de raro talento y de in- el rostro con el abanico ó con el pañuelo de encaje;
imitable gracia De la sen )ra Nove li que con su ma- baile de rubores fácilmente perdonados en el confe- guo la pa»»»* nacional de los hijos del pueblo; á
veces el grito de combate, como por ejemplo en el
rido, dentro del arte de verdad, realizan lo que, sonario; baile sin reticencias ni cantactos nocivo^,
dentro de la política, consiguieron los Reyes Cató- puesto que la cadena magnética de los sexos se for- célebre Dos de Mayo, en la guerra de la Independencia y en los Sitios de Zaragoza.
licos, matrimonio cronómetro de compensación, seEsos bailes del pueblo tan revoltosos y alborozagún la frase feliz de un tratadista. No olvidaría ma con la punta de los dedos enguantados, (luizá
para
neutralizar
el
vehícul.i
que
sopla
el
diablo.
dos, han salido alguna vez de las praderas y rometampoco á Gentilí, siempre discreto, naturalisimo,
Nuestros
abuelos
pasearon
por
estrados
y
salones
rías para invadir los teatros de verso, donde bailabordando sus papeles. Pero el mío se acaba y Morfeo me cosquillea en los párpad,ós con su cetro de ese baile fino, aristocrático, que de todo tiene me- rinas de oficio, en traje sucinto, no han acertado á
adormideras. Bástete saber que Novelli y compañía nos de danza. y"apuraron en las figuras todo el in- dar el chica, la danza por demasiado descoco, exorson dignos de sus compatriotas Ruzzainte, FinrelU, genio de las ceremonias cortesanas, toda la flexibi- bitantes meneos é incongruencias en el modo de
Biancolecchi, Carlos Gozzi, Oarlín, la Rizzi y la Ris- lidad de las reverencias palatinas, t ida la majestad interpretar el texto, las figuras y los saltos de cada
en el saludo ajustado al formulario de aquella bue- baile. Por eso se han refugiado con guitarras y
tori.
na educación que pusieron de moda las pelucas
con gaitas y tamboriles y castañuelas
Joven, querido de todos, envidiado por muchos, rubias con bucles de tirabuzón, empolvados y enma- bandurrias,
al lado dá los ventorrillos, en el interior de las poposeedor de un puesto distinguido entre los afor- rañados.
sadas, junto á los ríos secos, en los ribazos que tietunados cultivadores de nuistras patrias letras,
nen yerba, en los prados de césped y en los camcon padres amantísimos, dueño del cariño de una
pos, cerca de las ermitas de las fiestas mayores, y
inujer adorable con quien pensaba unirse para
(1) Creyendo qne nuestros lectores nos lo agra- en los salones altos y bajos de las Peñuelas.
siempre, muy pronto; ha muerto el sábado don decerán, transcribimos este articulo del excelente
Carlos ('oello y Pacheco, notable poeta lirico y dra- y bien escrito libro La Vida de Madrid en 1887, de
mático, cuando aún resonaban en sus oídos los D. Enrique Sepülveda, de cuya obra van vendidas
En estos lugares no acaban las soirées con cotiaplausos del público. El entierro fué una verdade- tres ediciones en el espacio de un mes.
llón, ni se bebe Champagne por despedida, pero e a
.^-íítí^^..
CASTAÑARES DEL VISO.
í-''^ Inés del alma mía. Es lo cierto que Abril, el
»; fteraldo de la primavera, el que debe su nombre al
pnyilegio que Dios le otorgó de abnr el seno de la
madre tierra, no desmintió uno solo de los muchos
refranes meteorológicos que, ese gran evangelista,
el pueblo, ha inventado para quien trujo aguas mil
y, con Mayo, las llaves de todo el año. Abriles y condes
¡01 más son traidores, decian antaflo y, por lo
que respecta al mes que agoniza, ogaño podemos
nosotros, cargados de razón, repetir tal adagio. En
Tez de apacibleis brisas propias oara ofear la tierra
encharcada, de cariñosos rayos de sol capaces de
-''reverdecer los prados mustios bajo la nieve, Abril
vino y siguió, con aguaceros,|ventiscas y negros nubarrones.
,
Mayo, el jardinero del año, e l ' mes de nuestra
Patrona, no quiere ser menos y parece que ya á
dárselas de Marzo ó cosa así. No hay que fiar en el
sol de estos días. Un Sr. Herrera, hombre práctjco
en astronomía, predice lluvias y huracanes en Aragón y las Castillas, tormentas en Navarra y la Mancha, desde el 7 al 23.
Decididamente los meses primaverales pidieron este año al invierno que los reemplazara: quiere decir que luego aquéllos haráq el servicio de
éste cuando entre en turno.
La atención del Madrid que se divierte estuvo
circunscrita, en la semana, á los teatros; tú te »»»«•
res de curiosidad por saber si no hay un tantico de
exageración en lo mucho que se dice, con respecto
á Sarah Bernhardt. Vas, pues, delante de mi, como
el hada del cantar, arrancando las zarzas del camino.
Hablemos de la gran actriz, de la que subyuga i todos los públicos con su tálenlo, y á mi que por naturaleza soy llorón, en el teatro, no ha logrado arran
carme una lágrima, ni despertar mi entusiasmo
sino por breves instantes. A nadie más que á ti me
atrevería yo á decir estas cosas y las que siguen,
pues la generalidad las calificaría de blasfemias ar. iisticas y no pocos de supina ignorancia.
Te consta que leo y traduzco el francés regularJbente, que estudié algo el moderno teatro del pueblo vecino: á mayor abundamiento fui á tres representaciones de .Sarah, con la señora marquesa de
Cumbrales que habla aquel idioma como tú el castañareño y que me proporcionó el libro original de
las tres obras Pretendo, pues, no haberme quedado
en ayunas, siquiera no llegase á saborear alguna
•que otra ingeniosidad ó discreteo de lenguaje.
;Í
Sentados estos precedentes, y no olvidando que
-tuve la fortuna de oír á Sarah, años atrás en el mismo escenario que ahora pisó, entremos en materia.
Todo el mundo conviene en que el teatro Real
no reúne condiciones ventajosas para los espectáculos dramáticos del género en que me ocupo: con
gritar como gritan nuestros actores, cuando allí
trabajaron por las fiestas de Calderón, no se les oía
•desde la última fila de butacas. Supongo que, por
razones económicas, en esta ocasión el alumbrado
era pobre y, como siempre, el mobiliario, las decoraciones y todo el servicio de guardarropía miserable é indecoroso para el primero de nuestros teatros. Sabido es que hoy los pintores, antes de comenzar un cuadro, eligen con splicito esmpro el
marco que debe realzar los primores del pincel.
Apunto estas circunstancias en descargo de los luüares que después voy á tratar de hacerte ver en
la Bernhardt y sus compañeros.
Alta, delgada, flexible, no como el junco ni la
palmera de los poetas, sino como el fl^je de acero
que se plega un instante para adquirir en seguida
su primitiva posición; casi siempre rubia, con grandes ojeras, vestida con suntuosa riqueza, más que
• •eleganteman.e, de ordinario con rara originalidad,
Sarah sa presenta en la escena como la encarnación viviente del hastio, como una adorable enferma quu exige con imperio solícitos mimos. Asi,
cuelgan sus brazos á lo largo del cuerpo con estudiado ó natural abandono, su cabecíta se inclina
con gracia hacia un lado y sus pies parecen solo
rozar la tierra Diriase que hace la actriz un gran
esfuerzo para hablar como si caracterizase en todas ocasiones á Marguerik Oautier, en cuyo papel
creo que no tiene rival Sarah. Su voz, bien timbra<ia y extensa, parodia en ocasiones el arrullo de la
mujer enamorada; pero incapaz aquéUa de sentir
m de interpretar las duL-es y santas pasiones del
nogar y la familia, hay de continuo una nota falsa
e müescifrable en las armonías del cariño que
¿No observaste que es difícil comprender, cuanQO acariciamos á un gato doméstico, si hace el carretón simplemente como un efecto nervioso ó como
prueba de su contento y bienestar?
Yo creo que Sarah no amó nunca, «que no puede
üarse aquel nombre á lo que se siente sólo en una
entraña por muy principa^ que esta s^a,» como dijo
X P j'™^''° '^^ nuestros políticos El amortiene muCnO d e SaCrÍfi<>;n- O n t , . a Hr,t, „ „ „ U.-_„ <,r. nniar-an
CONSERVADO p
«~_
_ j
„iempre
„t^ ?"5 "^ la resignación. Ella ha querido dopiiV rn^i í,®' hombre, las artes, la fama, las leyes
y mai pueüe aceptar muchas .de las que son inmu^^^^'^^^^n J a ' i d a y en el arte.
nxijaio o no el carácter que interpreta, las transiciones entre el amor y ^l odio, entre la obediencia y la imposición, entre el llanto y la risa son en
boca de la Bernhardt brusquísimas, rudas y desar-
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