Revista Canadiense de Estudios Hispánicos Notas sobre el realismo de La casa de Bernarda Alba, de García Lorca Author(s): ISAAC RUBIO Reviewed work(s): Source: Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, Vol. 4, No. 2 (Invierno 1980), pp. 169-182 Published by: Revista Canadiense de Estudios Hispánicos Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27762050 . Accessed: 17/10/2012 13:19 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Revista Canadiense de Estudios Hispánicos is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista Canadiense de Estudios Hispánicos. http://www.jstor.org ISAACRUBIO Notas sobre el realismo de La casa de Bernarda Alba, de Garcia Lorca La casa de Bernarda Alba constituye el intento m s evidente de Lorca por lograr un teatro radicalmente realista. Y no solo porque prescinda del preciosismo de obras anteriores y adopte una forma aparentemente m s acorde con las exigencias de la verosimilitud, sino porque, mediante una manipulaci n cr tica en la estructura y la significaci n del melodrama social, econ mico, burgu s, consigue representar el dinamismo objetivo ideol gico que condiciona los comportamientos, da contenido a las con ciencias y fundamenta los conflictos individuales. la Desde este punto de vista, el drama de La casa de Bernarda Alba no debe sexualidad reprimida y el enfrentamiento entre Bernarda y Adela ser entendido en sus propios t rminos, ni tampoco en funci n de un vago simbolismo aplicado a ellos, sino en cuanto reflejo en los individuos de la estructura en que social viven. Al historizar los problemas individuales, y al comprender la concreta dial ctica entre realidad objetiva y existencia personal, caracter sticas ambas de todo aut ntico realismo, Lorca ha conseguido una obra quiz sin paralelo en el teatro espa ol contempor neo. En 1935 dec a Garc a Lorca en una entrevista: Cada teatro emociones, seguir los dolores, drama total de teatro. Es preciso En el teatro espa la vida siendo teatro las luchas, actual. Un andando los dramas al teatro pasado, como que apasione, ol actual no observo ritmo de esa de nutrido el cl sico-receptor caracter ninguna la poca, recogiendo las teatro ha de recoger el s lo con la fantas a, no es ...El poca del latido de toda une poca-, stica.1 Acorde con estas ideas, anuncia ese mismo a o: "Estoy trabajando en otra : tragedia. Una tragedia pol tica" (p. 1785) ;y un a o despu s "La verdad de la es un econ mico social" (p. 1812). Estas comedia problema religioso y una contener autocr tica de su obra anterior, declaraciones, que pueden expresan la voluntad del autor de evitar tanto el dramatismo abstracto, "universal", como el esteticista o REVISTA CANADIENSE DE ESTUDIOS HISPANICOS el meramente Vol. IV, No ilustrativo 2 Invierno 1980 de un caso 170 particular; propugna, en su lugar, un teatro realista, entendiendo por tal el que describe (cr ticamente) las relaciones humanas dentro de una estructura social hist ricamente concreta y dramatiza el mecanismo objetivo de los conflictos individuales. Es evidente que Lorca ha llegado a un punto de su labor creadora en que la verdad del arte no contradice la verdad de la realidad ; todo lo contrario: como Meyerhold, Maiakovski, Brecht y otros hombres de teatro de su misma generaci n, Lorca ha comprendido que una realidad nueva necesita de formas nuevas, que la verdad profunda de la vida cotidiana solo se puede alcanzar po ticamente, destruyendo, como quer a Shelley en su Defensa de la poes a, las formas establecidas de apropiaci n de la realidad.2 Sin duda, La casa de Bernarda Alba responde a esta nueva orientaci n del teatro lorquiano. No obstante, su car cter realista, en el sentido expresado antes, no ha sido exhaustivamente tratado por la cr tica,3 aunque algunos autores apuntan en esa direcci n: "ne La casa de Bernarda Alba ... il dramma storico-sociale, inmodo coeren te ed esclusivo," dice Alberto del Monte;4 Lorca analiza la situaci n humana "in terms of money and class," escribe Eric Bentley,5 que agrega despu s: motivato dalla situazione "Lorca seems to be saying that economics is [fate]" (p. 208). La interpretaci n de Bentley nos conduce a un episodio de gran importan cia, aunque quiz s no muy conocido, en la peripecia cr tica del drama lorquiano. Hacia 1949 Bertolt Brecht ten a la intenci n de incluiruna obra de Lorca en el repertorio del Berliner Ensemble.6 Conociendo la teor a y la pr ctica teatrales de Brecht cabe dudar de que la elecci n pudiera recaer sobre cualquiera de las piezas anteriores a La casa de Bernarda Alba; pero incluso aunque fuera esta la elegida es poco probable que Brecht viera en ella la simple ilustraci n de una tem tica abstracta e idealista, o que se sintiera atra do, despu s de haber escrito ya Madre Coraje y Galileo, por un caso de represi n sexual enmarcado en un ambiente colorista (v ase lo que hizo en su adapta ci n de El tutor, de Lenz, en donde el motivo anecd tico principal es la autocastraci n del protagonista), ni por la apolog a de un indefinido feminismo, ni por la expresi n de lo que alguien ha llamado ltimamente "fen meno andaluz."7 Como buen materialista, al que gustaba repetir que "la verdad es concreta," pero tambi n como original renovador de formas teatrales,8 Brecht se acercar a a la obra de Lorca, poniendo en el empe o la deslumbrante po tica esc nica que ha hecho c lebre al Berliner Ensemble, para descubrir en su estructura art stica la representaci n de una praxis social, de una vision del mundo y de una acci n sobre l. Desde esta perspectiva, el conflictom s aparente de La casa de Bernarda - la Alba penuria sexual de las hijas de Bernarda, elmonstruoso car cter de - ser a el s ntoma de un conflictom s esta, la rebeld a y el suicidio de Adela radical: el generado por fuerzas sociales y econ micas que crean sus propias 171 formas de existencia, determinan sus espec ficos tipos de alienaci n e impo nen limitaciones a las conciencias. Es decir: lo importante para Brecht ser a esa "estructura descentrada" que, seg n Althusser, el constituye fun damento de "toute tentative th trale de caract re mat rialiste,"9 y que subyace en las obras brechtianas m s importantes: Madre Coraje, Galileo, Coriolano. El proyecto brechtiano no fue llevado a cabo por el Berliner Ensemble, pero s , aunque de un modo m smodesto, por Eric Bentley, en 1950 y en Dublin. Todos los elementos t picos del teatro pico, escenograf a colgada a media altura, letreros, proyecciones, estuvieron etc, en presentes este montaje, pero aparte de estos veh culos expresivos, lom s importante es la respuesta que Bentley da al problema de las relaciones entre estilizaci n po tica y significaci n realista: "Is it [el estilo de la representaci n] to be realistic or poetic?" (Op. cit. p. 213); y responde: el lenguaje y el ritmo pueden ser - el estilizados, pero los gestos de los personajes "gestus" del que habla - han de concretas relaciones sociales. Brecht revelar siempre repetidamente As , rompiendo con la verosimilitud naturalista, pero tambi n con un for malismo po tico desrealizado, se logra una representaci n m s profunda de los conflictos. Se ha insistido con frecuencia, y el argumento ha servido para demostrar la superioridad de La casa de Bernarda Alba respecto del resto de la producci n dram tica lorquiana, en que en esta obra el autor abandona casi totalmente el verso, lam sica y la estructura en cuadros de diferente textura literaria e imaginativa, para adoptar una prosa, aunque estilizada, directa y concisa, y una forma que muchos considerar an como "cl sica." Hay aqu un cierto equ voco, que tiene al pues, se Lorca parecer, supera a s mismo volviendo simplemente a los modelos tradicionales del drama burgu s. Es decir: de spu s de los escarceos vanguardistas que dieron lugar a piezas tan sugestivas y frescas como son As que pasen cinco a os, Don Perlimpl n, Los t teres de cachiporra y otras, el autor llegar a a la esencia del teatro con una creaci n Si es tonos incluso ibsenianos, realmente as se trata benaventinos.10 de un retroceso, no de una superaci n. Retroceso que evidencia una lectura superficial de La casa de Bernarda Alba, la cual responde a las exigencias de un melodrama convencional: conflicto entre dos voluntades, lucha amuerte entre dos actitudes irreconciliables que creen jugarse elMundo, La Verdad, la Raz n, la Libertad, la Justicia ... Y el mecanismo es de sobra conocido: un drama personal que se desarrolla en medio de una serie de simetr as y contrastes configurada por el resto de los personajes, por algunas situaciones contrapunt sticas y por ciertos elementos simb licos, que sirven como indicios para manifestar el sentido y la evoluci n de la acci n principal. Por ltimo, si se observa la econom a de la pieza, con su divisi n en planteamiento, nudo y desenlace, su ritmo a base de tiempos 172 aceleraciones muertos, n final, y sus actos y explosi en terminados se punta, comprender que se est ante un ejemplo de un teatro ya superado en 1936. Est claro que si Lorca rechaza un teatro "nutrido s lo de fantas a," y busca otro m s realista y cr tico, enraizado en la convivencia social concreta, la alternativa no es caer de nuevo en formas dram ticas que ya han dado de s todo lo posible, sino llevar hasta el extremo la capacidad de ruptura y de nuevos descubrimientos impl citos en sus obras anteriores, mucho m s renovadoras, una vez que se ha extirpado lo que hay en ellas de abstracto lirismo. O puede recoger losmateriales de desecho del teatro burgu s para, someti a nuevas ndolos relaciones y nuevos la cos destruir tratamientos, movisi n "universal" que comportan y desvelar la realidad concreta que enmascaran: la relaci n dial ctica entre los conflictos personales, dominados - reducci n de la por la conciencia individual y el relativismo sicol gico realidad inherente a todo melodrama y la estructura social que los deter mina. Este es el camino elegido en La casa de Bernarda Alba, como una lectura un atenta poco comprueba. Al penetrar en el movimiento de la obra se pueden distinguir, en los dos primeros actos y parte del tercero (es decir: hasta la explosi n del drama) dos niveles de acci n ntimamente relacionados: el de la vida cotidiana, carac terizado por la repetici n y el ritual social, por el gesto y el lenguaje que llenan el paso del tiempo con lasmismas significaciones, y el nivel dram tico, que posee su propio ritmo y amenaza con la transgresi n de las leyes y formas cotidianas. Hay, pues, un tiempo largo, tiempo de la cr nica social, y otro corto, el de la peripecia personal, incrustada en aquel. De la relaci n concreta entre ambos surge el sentido radical de La casa de Bernarda Alba. En el primer nivel nos con una encontramos serie de escenas que son como la armaz n que encierra todo acontecimiento espont neo que surja de la experiencia vivida de los personajes: la limpieza de la casa, la costura, la comida en familia. Estas situaciones no constituir an m s que simples ejemplos de verosimilitud naturalista o de "color local" si no fuera porque conforman un marco de relaciones sociales espec ficas y porque aparecen como condensaciones cotidianas de elementos estructuradores impersonales. En ellas los personajes se apropian de un mundo que sus conciencias limitan, pero con sus acciones y su lenguaje se proyectan referencialmente una sobre realidad social m s all de esas conciencias, estructuradora y no estructurada por ellas: una realidad clasista ordenada por el dinero; m s concretamente, pues se trata de una sociedad semifeudal, por la posesi n de la tierra. La escena textura del casi responso oper con stica, que una pr especie cticamente de obertura comienza que la acci orquesta n es, en su la estructura jer rquica de una sociedad dominada por el Dinero. Efectivamente, se podr comprobar a lo largo de la obra que no hay ni un pensamiento ni una acci n de los personajes que no est sancionada, pro 173 hibida o limitada por la posesi n o no posesi n de riqueza. Esta es el origen y el lmite de toda acci n individual; y con un agravante: que act a no solo desde fuera, sino desde las mismas conciencias. La posesi n de la riqueza determina la divisi n neta entre las clases: la Poncia y sus hijos trabajan para Bernarda Alba; y tambi n fija las normas morales: las que el amo sustenta para sus salvaguardar deben instaura respetar. La la violencia intereses riqueza para crea son un las orden que todos social - so pena necesariamente de anatema coercitivo - e su mantenimiento. Dentro de la clase dominante el sistema se conserva mediante complicadas leyes internas, fundamento de las contradicciones que se desarrollar n m s tarde. El mecanismo feudal de concentraci n de la tierra, de particiones y primogenituras, que es el trasfondo del drama, implica la necesidad de matrimonios por inter s, anula el impulso libre del amor y define la funci n social de lamujer y de las relaciones sexuales. La mujer es ante todo heredera ymadre de posibles acumuladores de riqueza. La que no cumple esta funci n es condenada a la solter a y a la virginidad forzosa. En un mundo dominado absolutamente por elmacho lamujer no esm s que un valor econ mico. Y las normas ticas son simplemente formas de control social: pertenecer a la clase, reprimir los instintos, cegar el deseo son sin nimos de ser humano; lo contrario es propio de los pobres, de los animales (lo dice Bernarda). Por eso el histerismo seudob blico con que Bernarda reacciona ante la ca da de una muchacha del pueblo (finaldel segundo acto) y el rapto de Paca laRoseta no es solamente el anuncio, en t rminos de t cnica dram tica, de la inminente ca da de Adela, sino una llamada al orden para conservar el papel que eada uno desempe a en la jerarqu a; el anatema sirve para dominar el instinto y someterlo a la racionalidad establecida. Por tanto, el drama expl cito de La casa de Bernarda Alba - la penuria sexual de lasmuchachas y la rebeld a de Adela - ocurre en un punto de esa cerrada estructura social, y hay que entenderlo como manifestaci n de sus contradicciones internas. El aspecto que aclara este hecho no ha sido puesto de manifiesto suficien temente por la cr tica, a pesar de su fundamental importancia estructural y n significativa: la funci que las criadas, especialmente la Poncia, tienen en la acci n.11 Si se observa el desarrollo de esta se comprobar que continuamente existe un doble punto de vista respecto de los acontecimientos: el de las due as de la casa - sobre todo, claro est , Bernarda y el de las sirvientas. Este juego de perspectivas, en el que eada clase contempla los hechos desde su situaci n social, manifiesta el sentido esencial de La casa de Bernarda Alba: por una parte los sucesos adquieren un car cter dial ctico que relativiza los conflictos personales de la clase dominante y descentra la pretensi n de esta de erigirse en el centro del mundo, en medida de todas las cosas; por otra, expresa claramente el predominio que tiene sobre los de abajo, un pre dominio que afecta tanto a los esp ritus, en un estadio previo a la aut ntica 174 conciencia de clase, como a su vida material, y que siempre se hace valer la violencia. Bernarda, intuyendo que su sinraz n no puede pre una discusi n con la Poncia con un terminante "Me sirves y cortar valecer, te pago. Nada m s!" (Acto i, p. 1458); y Adela, la v ctima del drama, responder a las reconvenciones de la sirvienta: "No por encima de ti, que eres una criada ; por encima de mi madre saltar a ..." (11,p. 1482). La primera escena encierra ya todo este complejo significativo. Las criadas aparecen limpiando la casa, el escenario en que ha de representarse, con indudable tono melodram tico, el responso, con Bernarda en el papel de oficiante y prima-donna; y la seriedad teatral de esta ser desmitificada, n parodiada, por la actitud de aquellas, que al tiempo que aprovechan la ocasi a su contra se el vierten due burlan del robar y comida, para "gori-gori" y mediante amo muerto todo su odio de clase explotada y humillada. Pero al mismo tiempo esa escena es un reflejo del omn modo poder de Bernarda: la Criada con un bernardiano expulsa a la mendiga que viene a buscar las sobras "Tambi n est n solos los perros y viven" (1,p. 1444) ; por su parte, la Poncia dir m s tarde a lasmuchachas: "Yo tengo la escuela de tumadre" (11,p. 1477)' La funci n dial ctica de la Poncia es a n m s evidente en el acto segundo, durante la escena de la costura. Se habla de novios, de hombres, y los con que las hijas de Bernarda encubren su represi n remilgos y falsos pudores sexual contrasta con la crudeza del lenguaje de la criada, que despu s de dejar sentado primer aquellas "esa cosas encuentro con que a su penuria pasan entre su novio personas con ese "ven un poco que instruidas," te tiente" que resumir abandona su a sexual. La importancia medular de este momento de la acci n estriba en que la Poncia, al no ser acumuladora de riqueza, no tiene necesidad de tab es sexuales, como les sucede a lasmujeres "que nacen con posibles," y con ello desvela el car cter estrictamente clasista del conflicto dram tico. El drama de - tiene sus ra ces en las contradic Adela - su derecho a la satisfacci n sexual ciones de la clase a la que pertenece, en cuyo interior se desarrollar y se resolver . Por tanto, el eje estructural de la obra, el que da origen a las no es el que forman Bernarda y Adela, sino significaciones m s profundas, Bernarda y la Poncia. Aquel solo ilumina las contradicciones en el seno de la clase social dominante; este, en cambio, con su juego de opuestas perspec tivas sociales, apunta a la conformaci n concreta de la sociedad considerada en su totalidad. El primero, al ser vivido por dos conciencias id nticas que hacen de su contenido un punto de vista absoluto, es terreno abonado para n m s o menos trascendente o universal; pero es la cualquier simbolizaci Poncia la que lo reduce a los t rminos de la sociedad y de la historia. El uso que Lorca hace de la estructura habitual del melodrama, convir 175 tiendo su inherente ambig edad significativa en un complejo de referencias hist rico-sociales concretas, permite comprender el sentido del conflicto dram tico que se desarrolla en su interior a unas luces algo distintas de las com nmente aceptadas. Este sentido no es revelado por la naturaleza del conflicto mismo, pues es una consecuencia de una necesaria n supra situaci individual que lo genera, sino por elmodo como lo viven los personajes. Coherentemente, el proceso creador que ha seguido Lorca en la realizaci n de estos supone otra ruptura con el melodrama. El personaje ya no es simplemente una conciencia cuyas actividades y lenguaje ejemplifican siempre un orden moral e ideol gico del que previamente la obra como totalidad es un reflejo, sino una entidad contradictoria: por una parte es una relaci n dentro de la jerarqu a social, la cual le permite una conciencia limitada de las cosas ; por otra, hace de esa conciencia lamedida del mundo y piensa que est en su centro. Es decir: el personaje supone una pertenencia objetiva a una realidad social que lo determina, pero vive su situaci n de una manera melodram tica, que es lo que hace toda conciencia reductora de lo real. Cuando distintas apropiaciones del mundo oponen sus fuerzas, a pro p sito de un conflicto que emana del sistema de relaciones sociales que mantienen, surge el drama ;un drama que ilustra lamaterialidad del conflicto - en este caso el derecho a la satisfacci n sexual pero cuya dimensi n m s reveladora hay que encontrarla en las contradicciones existenciales que en gendra. Este punto de vista creador queda demanifiesto en la diferente aprehensi n que los personajes de La casa de Bernarda Alba hacen del conflicto que estalla en y entre ellos: la Poncia asegura con tono de augur que "Aqu va a pasar una cosa muy grande," mientras Bernarda, ciega a todo acontecimiento que rompa la armon a que ella misma ha instituido por la fuerza, repite machaconamente, hasta el final :"Aqu no pasa nada ;" yAdela, que ha osado introducir en el ridomundo de su madre la fuerza ciega del deseo, decidir su destino con sus propias palabras: "Nadie podr evitar que suceda lo que tiene que suceder." Son tresperspectivas, tres reducciones de la complejidad de lo real, tres conciencias, dotadas de fuerzas materiales dispares, que tratar n de definir el sentido cabal de las cosas ; tres expresiones espec ficas de la irracionalidad. La Poncia, en su papel de observadora de los problemas de la clase superior, se proyecta sobre la situaci n de Adela desde una perspectiva subjetiva, como mujer que sabe de las urgencias del sexo y de la necesidad de satisfacerlas, pero m en ning n momento incorpora este conocimiento visceral a una noci n s amplia, social, de la realidad. La prueba est en que cuando tiene que tomar una decisi n respecto de la pasi n de Adela por Pepe el Romano, se repliega hacia la clase que la oprime y repite sus preceptos con un "No vayas 176 contra la ley de Dios" (II, p. 1481) que revela su alienaci n y su ausencia de conciencia de clase. Fatalismo biol gico y esp ritu coercitivo son testimonios contradictorios de la penuria ideol gica de la sirvienta. La perspectiva de esta contrasta con la de Bernarda, que es pura conciencia de s clasista. De ah esas fundamentales escenas entre ama y criada, en que nunca pueden comunicarse porque sus distintos lenguajes se apropian de dos realidades irreconciliables: una, la de la Poncia, que en nombre de la vida elemental excluye toda racionalidad ideol gica propia, y otra que subsume en las normas ideol gicas de la clase dominante cualquier expresi n espont nea de la vitalidad. Esta es la dimensi n m s importante de Bernarda Alba, un personaje al que una comprensi n excesivamente naturalista ha arrebatado gran parte de su riqueza significativa: se le ha definido primero como un "car cter" moral - soberbia, ego sta, s dica - para luego extraer sim b licamente de l significaciones abstractas: opresi n, esp ritu carcelario, Espa a negra, etc. Es una apreciaci n que devuelve la obra a los esquemas melodram ticos, y que contrasta con el dibujo y la funci n con que Lorca ha concebido a su tremendo personaje. Bernarda Alba no es la representaci n de un cierto comportamiento indi vidual, sino una s ntesis po tica que en su delineaci n art stica aglutina toda una concepci n de la existencia individual y social. Lorca la ha imaginado o "larger than life," dotada de omnipresencia y de estricta realidad objetiva: est f sicamente en escena o es el horizonte referencial del resto de los personajes; y por eso mismo carece de subjetividad, de "vida interior," ya que su funci n es la de estar permanentemente frente a los dem s. Bernarda Alba es, en primer lugar, y en ello radica su impacto dram tico, una especie de cari tide histri nica que repite siempre losmismos gestos y habla con el mismo tono. No hay en ella ninguna evoluci n, y es su impasibilidad la que sirve de contrapunto reductor del movimiento de los otros personajes, con cebidos como una subjetividad que se proyecta sobre el exterior. Esta primera imagen del personaje se completa con aquello que esencial mente le define: el ser un lenguaje enmovimiento ;un lenguaje que ha de ser entendido no como expresi n individual, sino como un sentido impuesto a la realidad, m s all de la intencionalidad de quien lo enuncia. La genialidad de Lorca, y su profunda sensibilidad social, est en haber concebido un signo teatral - Bernarda Alba - que es la materializaci n art stica de un tal lenguaje. Bernarda es ante todo control de la palabra: ella determina lo que se puede decir, ordena los silencios y pontifica sobre la significaci n de lo dicho. Dentro de esta econom a ling stica, paralela a las relaciones econ micas esta blecidas, el lenguaje de Bernarda no esm s que un reflejo de la apropiaci n y nunca mejor dicho que su clase hace de la realidad. Porque se podr no se expresa para comunicarse con los dem s, sino Bernarda comprobar que 177 para ordenar y definir ; que siempre habla "sub specie aeternitatis", mediante axiomas cuya l gica compulsiva trata de abarcar todo el sentido de la realidad ; que lo que enuncia es simplemente el c digo de su clase social, en el que el constante verbo ser eleva a la categor a de paradigma lo que es una cosmovi si n clasista. La exclusiva que Bernarda tiene sobre el lenguaje consecuencia le permite dar un orden a la realidad, conver de su predominio econ mico tirla en su propio espejo y traducir a sus t rminos el lenguaje de los otros. Y su tono seudob blico, melodram tico siempre, sirve a un prop sito evidente: calificar de esc ndalo todo lo que se oponga a la letra de su ley. Bernarda es, pues, un personaje teatral desmesurado que expresa la vio lencia inherente a toda conciencia clasista.12 Y esta misma desmesura hace que la irracionalidad del personaje sea desmitificada por sumisma apariencia: el dar figurade mujer-madre a un mundo configurado por y para el hombre; y por el juego de reflejos que Lorca intercala en la obra: el reflejo social, representado, como se ha dicho, por las criadas, y el reflejo espiritual, subyacente en la imagen grotesca deMar a Josefa, sumadre, que trasvasa su pat tica dimensi n de "adefesio" a Bernarda cuando esta, en el paroxismo rid culo de su autoconciencia, y en su predominio mixtificador del lenguaje, asegura que "Aunque mi madre est loca, yo ... s perfectamente lo que hago" (i, p. 1469). Es este juego de reflejos en el interior de la obra, esta capacidad para sugerirmediante el dinamismo de las im genes teatrales, sin apelar a formulaciones expl citas, lo que demuestra la habilidad de Lorca para la s ntesis dram tica. La configuraci n de Bernarda Alba hace que como factor dram tico con stituya a un tiempo la circunstancia para los proyectos individuales de los dem s, el origen de los conflictos y el antagonista en el desarrollo de estos. Y en su contexto ha de ser comprendido el personaje de Adela, que es el que introduce en el orden establecido la fuerza instintiva del deseo, el que al exigir su derecho a satisfacerlo transgrede las normas de ese orden, y que al transgredirlo declara su rebeli n contra l.Ahora bien, este proceso, a pesar de su car cter arquet pico, no connota ninguna significaci n abstracta, sino que se enmarca en el complejo de relaciones socio-hist ricas descrito m s arriba. El conflicto surge como una consecuencia de la conformaci n social ; el drama adquiere su significaci n humana m s profunda cuando ese conflicto es vivido sin una conciencia justa de las causas objetivas que lo determinan. El sentido tr gico de La casa de Bernarda Alba no se patentiza nicamente en las confrontaciones externas y en su desenlace; la tragedia est en el de sequilibrio entre la conciencia que se tiene de la propia existencia individual y las condiciones sociales en que se desenvuelve. La acci n de la obra desvela con nitidez estos niveles de significaci n. Adela centraliza su instinto insatisfecho y lo convierte en medida de la realidad toda, de la acci n y del conocimiento; todo lo contempla desde su 178 subjetividad, que deviene el origen de valores y el impulso de su destino. Carece de conciencia de las relaciones entre el hecho de ser mujer "con posibles" y el tab sexual: "mi cuerpo es m o," dir , y en esta verdad elemental basar la acci n que la destruir .Nunca el personaje relaciona su problema personal con las necesidades autogeneradoras de su clase, a pesar de que la Poncia est ah para ratificarlo; muy al contrario, la cosmovisi n de Adela es ntegramente la de la clase a que pertenece: diferencias entre ricos y pobres, amos y criados, etc.13 De aqu proceder n las contradicciones que la conducir n, de un modo absurdo, a su destrucci n. La ausencia de cono cimiento induce a Adela a afrontar su pasi n de una manera voluntarista e irracional: entabla un combate con sumadre creyendo que lo hace de volun tad a voluntad, y no de voluntad a sistema social instituido ;y oponi ndose a una norma de ese sistema cree desmontar el universo entero. Por fin, habiendo hecho de su deseo la extensi n de s misma, aquello en lo que se la reconoce, pone en su satisfacci n el lmite de su libertad total. Ser reducci n melodram tica entre libertad y muerte, la conversi n subjetiva de lo relativo en ineluctable, la que en gran parte causar su tragedia personal. Adela trata, pues, de superar su alienaci n dentro de las condiciones mismas de la alienaci n, dentro de su clase social, la cual no solo le reprime el deseo, sino que operando desde su subjetividad le da su contenido y, lo que es decisivo, tambi n su forma.Aqu aparece la figura ausente y omnipresente a la vez - como lo es desde el principio la del padre muerto - de Pepe el Romano. La sabidur a dram tica de Lorca no consiste solamente en el "tour de force" estil stico de presentar exclusivamente el punto de vista de las mujeres, sino en aludir a la realidad exterior desde la interiorizaci n que de ella hacen las hijas de Bernarda Alba. La t cnica es as un medio que desvela la alienaci n de aquellas, las cuales viven del contenido de sus fantas as. Cuando esa realidad exterior semanifiesta como tal, las contradicciones que desate llevar n a la tragedia. En este sentido Pepe el Romano, a pesar de su ausencia f sica, es uno de los personajes principales de la obra, como lo es, otra vez, el amo muerto. Pepe el Romano aparece en la acci n como un contenido de la imaginaci n y del lenguaje de los personajes; y este contenido es doble: en primer lugar apunta a su pertenencia social, como acumulador de riqueza y, por tanto, dentro del sistema, como negador del amor, jerarquizador de los instintos y alienador - como el muerto - de las mujeres de su propia clase; pero esta realidad objetiva es subjetivada por las muchachas, sobre todo por Adela, personalizada y convertida en posibilidad nica de libertad y plenitud. Y esta apropiaci n, como sucede con toda conciencia alienada, se realiza mediante la transformaci n simb lica de los t rminos en que la realidad material se manifiesta: Pepe el Romano es reducido a reflejo de las ansias insatisfechas de Adela y sus hermanas; y lomismo sucede con las cosas, que aparecen como 179 indicios simb licos de esas mismas ansias (noche, calor, caballo en celo, etc). De estemodo, el se orito andaluz ( qu lejos de la forma po tica del Leonardo de Bodas de sangre !) que es Pepe enajena de una manera exasperada a las habitantes de la casa, hasta el punto de ser causa de sus represiones y remedio para su satisfacci n. En la expresi n de estos niveles de la existencia es donde se nota la superioridad del lenguaje dram tico de Lorca respecto de sus obras an teriores. No es un lenguaje po tico dotado de transparencia y peso propios, sino que revela siempre las relaciones concretas que los individuos mantienen con la realidad. Ya se ha dicho algo de Bernarda y la Poncia; ahora se podr observar en Adela que su lirismo expresivo aumenta a medida que va interiorizando la realidad que la rodea, y convirtiendo sus actos en forma de esa interiorizaci n. Precisamente en este nivel "po tico" del lenguaje, y en su conflicto con el de los otros personajes, semanifiesta el realismo de la obra. a su Llegamos al desenlace: minutos antes de su muerte Adela asegura - coherente hermana Martirio que se ir a vivir con Pepe el Romano, y que con la irracionalidad con que aprehende y nombra la realidad - "a un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas con la fuerza de mi dedo me ique" " (III, p. 1528) ;un momento m s tarde se enfrentar con sumadre: Aqu se acabaron las voces de presidio!," rompe el bast n de aquella y con tono triunfanteda expresi n a lo que ella cree su liberaci n :"En m no manda m s ste huye, que Pepe" (p. 1529). El resto: Bernarda dispara contra Pepe, Martirio y Bernarda dan a entender conmedias palabras que Pepe ha muerto, Adela se suicida y sumadre impone a todos silencio, "reordena" la realidad a sus mar "mi hija ha muerto virgen" de luto". y promete hijas "un Ser a una limitaci n entender este final desde los personajes y su enfren tamiento, seg n un mecanismo infinitamente repetido: la raz n caer a v c tima de la fuerza ; lamuerte hace de la raz n una m rtir, y la victoria del es verdugo es testimonio de lo rechazable. Este abstracto efecto cat rtico m va s es desvelar las propio del melodrama. Lorca lejos, y lo que hace contradicciones en todos los planos de la realidad que ha representado a lo largo de la acci n de La casa de Bernarda Alba. Y para ello, como hab a hecho con los personajes, se vale del melodrama, pero no como de un marco formal para liberar una visi n metaf sica de las cosas, sino como un espejo defor mante e ir nico para esclarecer tanto unas precisas e inhumanas manifes taciones de la convivencia social como las falsas conciencias que los individuos tienen de ellas y de s mismos. El primer elemento de la tr gica iron a lorquiana es evidente: elmotor del desastrado finde Adela es un vulgar equ voco, tan genuinamente folletinesco ymelodram tico, que funciona como "deus exmachina" : la ambig edad con que Bernarda yMartirio aluden a lamuerte de Pepe es la que impulsa aAdela al suicidio. Ahora bien, lo casual y relativo como coartada para manifestar 180 cualquier pretendida universalidad se hace necesidad real y concreta dentro de los elementos puestos en juego por Lorca en su obra: la ambig edad de lo que dicen sumadre y hermana es el texto en que Adela, desde su alienaci n, lee con claridad su destino. Bernarda dice "Atr vete a buscarlo ahora;" Martirio: "Se acab Pepe el Romano." La primera, sabedora de losmecanis mos de su clase, sugiere la verdad: que Pepe, descubierto, no volver a usar a Adela nunca m s Martirio, ; impulsada por su despecho, sugiere lamuerte de Pepe en su hermana, la derrota de esta, de su belleza y, sobre todo, de su placer. Pero no son estas las significaciones que capta Adela, sino las que le permite su situaci n. Y Pepe el Romano es ya su situaci n: neg ndose a las simbiosis que sumadre le exige con sus ideas y sus rdenes, Adela realiza una simbiosis total, a trav s del deseo reprimido, con Pepe, que pertenece al mundo de su madre. No extra a, pues, que su ltima palabra sea pre cisamente "Pepe," y que la supuesta muerte de ste equivalga a la suya propia. La iron a de Lorca se hace patente en la econom a de la acci n: es pre cisamente al final cuando Adela tiene una mayor conciencia de s y cuando act a de acuerdo con sus simbolizaciones :grita a sumadre "Esto hago yo con la vara de la dominadora," al tiempo que la rompe simb licamente (sim b licamente para ella), para en seguida desvanecerse todo en una comedia de las equivocaciones. Adela tendr una muerte rom ntica despu s de implicar que Pepe, un Romeo de pandereta, ha muerto, como ella, por amor. Por esto, la tragedia de Adela no est en su final, sino en el proceso que la ha llevado a l; es la tragedia de la conciencia enajenada, la que surge del no vivir nica manera de ser realmente. Porque lo que nunca supo objetivamente, Adela, y que es lo que da a su acto una mezcla de patetismo y absurdidad, es qui n era verdaderamente Pepe el Romano; y mucho menos que escap , convirtiendo su suicidio en algo carente de sentido. La obra no termina con lamuerte deAdela ; su significaci n total aparece en las palabras finales de Bernarda, en el centro del escenario, como al principio, y reclamando silencio. Estas palabras revelan que nada ha cambiado en la estructura social que Bernarda representa - poder, autoridad - y que la rebeli n de Adela ha sido un acto subjetivo. La muerte de lamuchacha es ni m s nimenos que el cumplimiento de una biograf a. Lo que s ha revelado, y este es el valor objetivo de su rebeld a, es la sinraz n del sistema, pero el horror de la obra est en comprender que su fuerza permanece intacta. Bernarda es en este final una ridicula furia de melodrama empe ndose en dar la vuelta a la evidencia. Su lenguaje ya no define la realidad, pero su poder es a n capaz de darle direcci n. Dijera lo que dijera Adela, la dominadora no se ha terminado, ni es necesario ning n bast n simb lico para dominar a los dem s: ah est haciendo nuevas v ctimas, sus hijas, a las que enterrar en vida. Bernarda impone ahora su dimensi n de "adefesio" a la concepci n teocr tica de la vida que representa. Se dir a que ya solo le queda ponerse las 181 barbas del muerto (lo har unos a os m s tarde la Gorgo de El adefesio, de Alberti). Es la significaci n social de ste la que late a lo largo de toda la obra, y que ahora, con la muerte de Adela, y a trav s de la figura "sacerdotal" de Bernarda, se apodera de la acci n. La obra traza un c rculo, y los paralelismos entre el principio y el final son aparentes ; pero solo aparentes: lamuerte del amo se santifica con el responso, mientras que la de Adela s lo recibe el silencio; aquel pertenece a lo sagrado, y tanto por permanece, acusa su presencia por lo que ha dejado en esta tierra,mientras que Adela es relegada, como se ha dicho, luego de recuperar para el sistema su virginidad perdida, al cap tulo de lo contingente. Y el sacrificio que por ella han de padecer las nuevas v ctimas se dirige a la conservaci n del orden establecido. Lorca ha dramatizado la historia de una pasi n, pero lo que ha dejado al descubierto es el car cter devorador de una determinada estructura social. No ofrece soluciones, ni profetiza nada, pues los problemas no se resuelven, como sabe todo escritor realista, en el teatro, sino fuera, en donde el orden social representado es una realidad. University of British Columbia NOTAS es nuestro). Todas las citas proceden completas (Madrid, 1966), p. 1775 (el subrayado de esta edici n. 2 Fernando L zaro Carreter, en "Apuntes sobre el teatro de Garc a Lorca", en Federico Garc a Lorca, ed. .M. Gil (Madrid, 1973), escribe: "... frente a este realismo decalco, hay otro realismo, en el que lo real son las relaciones, las estructuras ;y este realismo subsiste e 1 Obras sean deformes : contrahechos o impresiona por su verdad, aunque los elementos relacionados Como Allen embellecidos" Josephs y Juan Caballero, en el (pp. 281-282). contrapartida, extenso pr logo que precede a su reciente edici n de La casa de Bernarda Alba (Madrid, es un 1976), todav a hacen distinciones entre validez est tica y sentido realista: "Lorca escritor social; claro que lo es, si el teatro es por definici n una funci n social. Lorca es tambi n un escritor que critica mucho su sociedad; claro que lo hace, de otro modo no ser a un escritor aut ntico. Lo que no es, lo que no puede ser - porque es artista, sublime artista es escritor pol tico" (p. 88). 3 Sin pretender agotar las aproximaciones cr ticas a La casa de Bernarda Alba, y aun a riesgo se de caer en el esquematismo, pueden clasificar algunas: (1) la cr tica que incide en el car cter esencialmente po tico de la obra: Roberto G. S nchez, Garc a Lorca. Estudio sobre su teatro (Madrid, 1950) ;Roberto Lima, The Theatre ofGarc a Lorca (New York, 1963); Francisco Garc a Lorca pr logo a Three Tragedies byF.G. Lorca (New York, 1947) menos simple que los anteriores, indica que La casa de Bernarda Alba es una obra realista realizada po ticamente (sin embargo, su punto de vista es diferente al adoptado en el presente trabajo). (2) La cr tica que estudia la obra como ilustraci n de una teor a filos fica, sicol gica o sociol gica: Delf n Carbonell, Cuadernos Hispanoamericanos, "Tres dramas existenciales 190 (1965), 118-130; de Federico Garc a Lorca," dram tica de C. Bussette, Obra 182 Garc a Lorca. Estudio de su configuraci n (New York, 1971), asegura, con cierta exagera ci n, que "La casa de Bernarda Alba est concebida enteramente en t rminos de libre albedr o y determinismo" (p. 78) ; JuanAlberich, "El erotismo femenino en el teatro de a Lorca," Papeles de Son Armadans, 39, cxv (1965), pp. 9-36. cr tica que extrae del drama un significado de car cter universal. En este apartado La (3) caben las opiniones de dos interesantes estudiosos del teatro espa ol contempor neo: Garc n y Jos Monle n. El primero, Historia del teatro espa ol. Siglo xx (Madrid, 1971), dice que el conflicto de la obra se desarrolla "entre dos fuerzas mayores: el principio de autoridad encarnado en Bernarda y el principio de libertad representado por las a ade: "El principio de autoridad responde, aparentemente, a una visi n clasista del hijas ;" y Francisco Ruiz Ram ..." (p. 225). Sin embargo no desarrolla este punto en t rminos concretos como elemento estructurador de la pieza. En elmismo sentido, Jos Monle n, Garc a Lorca, Vida un casa "Lo La de escribe: de obra de Bernarda Alba y poeta (Barcelona, 1974), apasionante n como elemento represivo - y la es el choque entre 'Orden establecido' - que utiliza la religi vida, cosa que, en definitiva, viene a ser el terna casi constante del teatro de Lorca" (p. 64). mundo (4) La cr tica que aplica una categor a est tico-significativa: J.Rubia Barcia, "El realismo en Federico Garc a Lorca, ed. I.M. Gil, pp. 'm gico' de La casa de Bernarda Alba", ;Antonio Gallego Morell habla de "realismo idealizado" (pr logo a Teatro selecto 301-321 de Federico Garc a Lorca [Madrid 1969], p. 17). 4 "Il realismo de La casa de Bernarda Alba," Belfagor, xx (1965), 130. 5 In Search of Theater (New York, 1959)/ 207. 6 Klaus W lker, Brecht Chronicle (New York, 1975), p. 157. 7 Teor a de Josephs y Caballero, que hablan de "una sensibilidad aut ctona del campo de Andaluc a," y que ha permanecido desde el Tartessos de Argantonio hasta el siglo xx (p. 52) ; en La casa de Bernarda Alba "est alli, (p. 72). As pues, La casa de palpablemente" Bernarda Alba ejemplificaci cosas. es 'un drama andaluz,' lo que no impide que sea tambi n universal, ni una n de la lucha entre hombre y sociedad, ni un monumento al odio, entre otras 8 Las ideas de Brecht sobre el realismo se encuentran recogidas en El compromiso en literatura y arte (Barcelona, 1973); tambi n en The Messingkauf (London, 1965). Dialogues 9 "Le 'Piccolo,' Bertolazzi et Brecht (Notes sur un th tremat rialiste)," en Pour Marx (Paris, 1965), p. 143. 10 Esta es la opinion de Roberto S nchez: "La ltima manera dram tica de Garcia Lorca," Papeles de Son Armadans, 60 (1971), 83-102. 11 "La primera escena de la Poncia y la Criada es una escena casi cl sica entre criadas para darnos es algo que Ibsen la exposici n necesaria" (Josephs y Caballero, p. 79). Ese "clasicismo" estaba orgulloso de haber superado en Casa de Mu ecas, escrita en 1879. Extra a que el penetrante an lisis de Eric Bentley haya sido tenido tan poco en cuenta. 12 Francis Fergusson, The Human Image inDramatic Literature (New York, 1957), escribe unas palabras que, excepto su subyacente idealismo, an a podr aplicarse perfectamente Bernarda Alba: "The masquerades which time resumes;" y observa a continuaci n una de las caracter sticas del mejor teatro lorquiano (se refiere concretamente a Don Perlimpl n): "... his ability tomingle themost contradictory perspectives in one composition, and to shift with sureness from the pathetic to the farcical frightening ..." (p. 96). 13 Ejemplo de la estilizaci n realista lorquiana y su profundidad significativa: Adela. (Sent ndose) Ay, qui n pudiera salir tambi n a los campos ! Cada clase tiene que hacer lo suyo! (Sent ndose) Magdalena. Martirio. - (Sent ndose) As es! Amelia. (Sent ndose) Ay! (11, p. 1485) Con una estructura "musical" de incre ble sencillez Lorca consigue evocar tanto la realidad social en que viven los personajes como la alienaci n y la penuria vital de estos.