universidad del valle – instituto de psicologia

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UNIVERSIDAD DEL VALLE – INSTITUTO DE PSICOLOGIA
MAESTRÍA EN PSICOLOGIA – ÉNFASIS EN PSICOLOGÍA CULTURAL
“Un acertijo y una hipótesis”
Michael Tomasello
Tomado de THE CULTURAL ORIGINS OF HUMAN COGNITION. Harvard
University Press, Cambridge, 1999. Traducción parcial 1 del Capítulo 1º del
libro.
En algún lugar en África, hace aproximadamente 6 millones de años, se inició
un proceso de evolución de grandes simios que dió origen a diversas especies
bípedas del género Australopitecus. Sólo una de estas especies logró sobrevivir y
hace dos millones de años alcanzó un nivel tan marcado de cambios, que hizo
necesaria una nueva designación como especie y como género, la designación
homo. Comparado con sus antecesores, el homo era físicamente de mayor tamaño,
con un cerebro más grande y producía herramientas de piedra (sus antecesores
australopitecinos eran más pequeños – 120 cms – tenían cerebros del tamaño de
los simios y no produjeron herramientas de piedra).
Hace aproximadamente 200.000 años, una población del homo inició una
nueva y diferente trayectoria evolutiva. Empezó a vivir en África de nuevas maneras
y luego se esparció por el resto del mundo, sacando de competencia a todas las
otras poblaciones homo y dejando descendientes hoy en día conocidos como homo
sapiens. Los individuos de esta nueva especie tenían características físicas
especiales – incluido un cerebro más grande -, pero lo más sobresaliente eran sus
nuevas habilidades cognitivas y los productos que con ellas creaban:
•
•
•
1
Empezaron a crear una plétora de nuevas herramientas de piedra adaptadas
a fines específicos, donde cada población de la especie creaba su propia
“industria” de herramientas. Eventualmente esto llevaría a que alguna
población
creara
tales
cosas
como
procesos
de
manufactura
computadorizados.
Empezaron a usar símbolos para comunicar y estructurar su vida social,
incluyendo no sólo símbolos lingüísticos sino también artísticos, tales como
grabados y pinturas en las cuevas. Eventualmente algunas poblaciones
crearon tales cosas como el lenguaje escrito, el dinero, la notación
matemática y el arte.
Empezaron a desarrollar nuevos tipos de prácticas y organizaciones sociales
– que incluían cosas tales como enterrar ceremonialmente a los muertos, y
domesticar plantas y animales – las cuales sirvieron de base para el
surgimiento eventual de instituciones religiosas formalizadas, instituciones de
gobierno, de comercio y de educación.
Traducción de fragmentos, M C Tenorio, julio del 2003. Con base en anotaciones resumidas de
Colombia Hernández, sept. del 2000.
Tomasello cap. 1º 2
El interrogante que surge frente a este marcado avance de la especie homo
sapiens, tiene que ver con el tiempo tan corto de evolución. Los chimpancés
modernos comparten el 99% de su material genético con los humanos – es decir, el
mismo tipo de relación genética que tienen entre sí otros géneros de mamíferos:
leones, tigres, caballos, cebras, ratas y ratones (King y Wilson, 1975). Nuestro
problema es el tiempo, pues de cualquier forma en que se considere, un periodo de
200.000 años, de dos millones e incluso de 6 millones de años, resulta totalmente
insuficiente para explicar la evolución que separa a los seres humanos de los
grandes simios. Este lapso es muy corto para generar un proceso normal de
evolución biológica, que incluye variación genética y selección natural, las cuales
habrían producido, una por una, las habilidades cognitivas necesarias para que los
humanos modernos inventaran y mantuvieran el complejo uso de industrias y
tecnología, complejas formas de comunicación y representación, y organizaciones e
instituciones sociales complejas. El interrogante sobre qué produjo estos grandes
avances se hace aún mayor si tomamos en serio las implicaciones de las recientes
investigaciones en paleontología, las cuales sugieren que (a) en los últimos dos
millones de años, el linaje humano no evidenció signos de habilidades cognitivas
diferentes a las que caracterizaron a los grandes simios; y (b) los primeros signos
dramáticos de estas habilidades
cognitivas exclusivas a nuestra especie,
emergieron solamente a partir del último cuarto de millón de años con el Homo
sapiens moderno (Foley y Lahr, 1997; Klein, 1989; Stringer y McKie, 1996).
Tan solo hay una solución posible para este interrogante. Existe un único
mecanismo biológico que podría producir estos tipos de cambios en las conductas y
en la cognición en tan corto tiempo – sea éste de 6 millones, de 2 o de 1/4 de
millón de años. Este mecanismo biológico es la transmisión social o cultural, la cual
opera en escalas de tiempo con órdenes de magnitud mucho más veloces que las
empleadas en el proceso de evolución orgánica. Grosso modo, la transmisión
cultural es un proceso evolucionista moderadamente común que habilita a los
organismos individuales para ganar mucho tiempo y esfuerzo, para no mencionar
riesgos, mediante la explotación de los ya existentes conocimientos y habilidades de
sus co-específicos. La transmisión cultural incluye cosas tales como los pajaritos que
en el nido miman de sus padres el canto típico de la especie; las raticas pequeñas
que comen sólo la misma comida que sus madres comen; los hormigas que
localizan la comida siguiendo la huella de feromonas dejadas por sus co-específicos;
los chimpancés jóvenes que aprenden de los adultos a su alrededor las prácticas del
uso de herramientas; los niños humanos que adquieren las convenciones
lingüísticas de los demás en sus grupos sociales (Mundinger, 1980; Heyes y Galef,
1996). Sin embargo, a pesar del hecho de que todos estos procesos pueden ser
agrupados bajo la rúbrica general de transmisión cultural, los mecanismos
cognitivos y comportamentales precisos comprometidos en los diversos casos son
numerosos y diversos, e incluyen de todo, desde los padres que provocan en sus
crías los patrones fijos para la acción, hasta la transmisión de habilidades mediante
el aprendizaje imitativo y la instrucción - lo que sugiere la posibilidad de subtipos
significantes de los procesos de transmisión cultural (Tomasello 1990; 1994). Una
hipótesis razonable es entonces que la sorprendente serie de habilidades y
productos cognitivos desplegada por los humanos modernos es el resultado de
algún tipo de modo o modos de transmisión cultural únicos a la especie.
2
Tomasello cap. 1º 3
La evidencia de que los seres humanos tienen de hecho modos de
transmisión cultural específicos a la especie es abrumadora. Más importante aún,
las tradiciones culturales y los artefactos de los seres humanos acumulan
modificaciones a lo largo del tiempo de un manera que los de las otras especies
animales no lo hacen – la llamada evolución cultural acumulativa. Básicamente
ninguno de los más complejos artefactos o prácticas sociales – incluyendo la
producción de herramientas, la comunicación simbólica y las instituciones sociales –
fueron inventados de una vez para siempre en un solo momento y por un solo
individuo o grupo de individuos. Más bien, lo que ocurrió fue que algún individuo o
grupo de individuos primero inventaron una versión primitiva del artefacto o
práctica, y luego, algún o algunos usuarios hicieron una modificación o “mejora”,
que quizá otros adoptaron sin cambio por varias generaciones, hasta un momento
en que algún otro u otros hicieron otras modificaciones, que fueron retomadas y
aprendidas por otros, y así se siguió en el tiempo histórico produciendo lo que se ha
llamado “el efecto obligado de avance” [the ratchet effect]2 (Tomasello, Kruger y
Ratner, 1993). Los procesos de la evolución cultural acumulativa requieren no sólo
de la invención creativa sino también, y tan importante como aquella, la exacta
transmisión social la cual funciona como un mecanismo que sólo avanza, para
prevenir la vuelta atrás - de tal manera que el nuevo artefacto o práctica inventados
preserve su forma nueva y mejorada de modo exacto, hasta que surja una nueva
modificación o mejora. Así, muchos individuos primates no humanos regularmente
producen innovaciones y novedades de comportamiento inteligente, pero luego sus
compañeros de grupo no se dedican a los tipos de aprendizaje social que los
capacitarían, con el tiempo, para producir mejoras que hagan avanzar lo
inicialmente producido (Kummer y Goodall, 1985).
El hecho básico es entonces que los seres humanos son capaces de poner en
común sus recursos cognitivos de unas maneras que las otras especies animales no
logran. De acuerdo con esto, Tomasello, Kruger y Ratner (1993) distinguen el
aprendizaje cultural humano de otras formas muy extendidas de aprendizaje social,
identificando tres tipos básicos de aprendizaje cultural: aprendizaje por imitación,
aprendizaje por instrucción y aprendizaje colaborativo. Estos tres tipos de
aprendizaje cultural se volvieron posibles debido a una única y especial forma de
cognición social, esta es, la habilidad de los organismos individuales para
comprender a sus co-específicos como seres semejantes a ellos, como seres con
vidas mentales e intencionales como las suyas. Esta comprensión vuelve a los
individuos capaces de imaginarse a sí mismos “en el lugar” de la otra persona, de
manera que no sólo pueden aprender de otra persona sino a través de ella. Por
cuanto depende de la identificación, el aprendizaje cultural sólo se produce en los
seres humanos. Esta comprensión de los otros como seres intencionales como sí
2
Tomasello, Kruger y Ratner (1993) comparan este proceso acumulativo de evolución cultural con el
efecto logrado por una llave con engranaje o bordes dentados que sólo gira en una dirección (efecto
“ratchet”), la cual permite en cada giro apretar cada vez más una tuerca, haciendo menos fuerza que
la que se requeriría con una llave convencional. De esta forma, cada nueva invención que mejora el
mecanismo de la llave, retoma el avance previo y lo mejora, sin permitir ir hacia atrás en lo que ya se
ha avanzado.
3
Tomasello cap. 1º 4
mismo, es crucial en el aprendizaje cultural humano pues los artefactos culturales y
las prácticas sociales – ejemplificados de manera prototípica por el uso de las
herramientas y de los símbolos lingüísticos – invariablemente apuntan más allá de
sí mismos, a otras entidades allá afuera: las herramientas apuntan a los problemas
para cuya solución fueron diseñadas, y los signos lingüísticos apuntan a las
situaciones comunicativas para cuya representación fueron diseñados. Por tanto,
para aprender socialmente el uso convencional de una herramienta o un símbolo,
los niños deben llegar a comprender por qué, hacia cuál fin externo, la otra persona
está usando la herramienta o el símbolo; es decir, deben llegar a comprender la
significación intencional del uso de la herramienta o de la práctica simbólica – “para
qué” es, que “nosotros”, los utilizadores de esta herramienta o símbolo, lo usamos.
Los procesos de aprendizaje cultural son formas especialmente poderosas de
aprendizaje social debido a que constituyen al mismo tiempo (a) formas de
transmisión cultural especialmente fieles (por cuanto crean un efecto obligado de
avance culturalmente poderoso), y (b) formas de creatividad e inventiva sociocolaborativas especialmente poderosas, esto es, procesos de socio-génesis en los
cuales múltiples individuos crean juntos algo que ningún individuo solo podría haber
creado por sí mismo. Estos poderes especiales provienen directamente del hecho de
que cuando un ser humano está aprendiendo “a través” de otro, él o ella se
identifica con esa otra persona y con sus estados intencionales y algunas veces
mentales. A pesar de algunas observaciones que sugieren que algunos primates no
humanos en algunas situaciones son capaces de comprender a sus co-específicos
como agentes intencionales y aprender de ellos de maneras que se parecen a
algunas de las formas del aprendizaje cultural, el peso más grande de la evidencia
empírica sugiere que sólo los seres humanos comprenden a los co-específicos como
agentes intencionales como sí mismo, y por tanto sólo los seres humanos se
involucran en el aprendizaje cultural (Tomasello, 1996b, 1998; Tomasello y Call,
1997; ver capítulo 2).
Vale la pena anotar con respecto a este punto que existe
un síndrome en la ontogenia humana muy específico y de base biológica, el
autismo, en el cual los individuos severamente afectados son incapaces tanto de
comprender a las otras personas como agentes mentales intencionales como sí
mismo. y también de involucrarse en habilidades de aprendizaje cultural típicas de
la especie (Hobson, 1993; Baron-Cohen, 1993; Sigman y Capps, 1997; Carpenter y
Tomasello, en prensa).
La secuencia completa de los eventos evolutivos hipotéticos sería así: los seres
humanos evolucionaron hacia una nueva forma social de cognición, la cual los volvió
capaces de algunas formas nuevas de aprendizaje cultural, las que a su vez
volvieron posibles nuevos procesos de sociogénesis y evolución cultural
acumulativa. Este escenario resuelve nuestro problema del tiempo, ya que exige
una y sólo una adaptación biológica – la cual pudo haber ocurrido en cualquier
momento de la evolución biológica, incluso muy recientemente. Los procesos
culturales desencadenados por esta única adaptación no crearon de la nada nuevas
habilidades cognitivas, sino que por el contrario, utilizaron habilidades cognitivas de
base individual ya existentes– tales como las que poseen muchos primates para
habérselas con el espacio, los objetos, las herramientas, las cantidades, las
categorías, las relaciones sociales, la comunicación, y el aprendizaje social – y las
transformaron en nuevas habilidades cognitivas de base cultural con una dimensión
4
Tomasello cap. 1º 5
social-colectiva. Estas transformaciones tomaron lugar no en tiempo evolutivo sino
en tiempo histórico, donde mucho puede ocurrir en algunos miles de años.
La evolución cultural acumulativa es por tanto la explicación de muchos de los más
impresionantes logros cognitivos de los seres humanos. Sin embargo, para apreciar
el papel de los procesos histórico-culturales en la constitución de la moderna
cognición humana debemos observar lo que ocurre durante la ontogenia humana.
Lo más importante de resaltar es que la evolución cultural acumulativa asegura que
la ontogenia cognitiva humana ocurra en un contexto de artefactos y prácticas
sociales siempre nuevos, las cuales, en un cada momento, representan algo que se
parece a la entera colección de sabiduría del grupo social completo a través de toda
su historia cultural. Los niños son capaces de participar
de lleno en esta
colectividad cognitiva a partir de más o menos los 9 meses, cuando, por primera
vez, empiezan a intentar compartir la atención con sus co-específicos y a aprender
imitativamente de ellos (ver capítulo 3). Estas nuevas actividades emergentes de
atención compartida representan precisamente el surgimiento ontogenético de la
adaptación socio-cognitiva exclusivamente humana para identificarse con otras
personas y por tanto para también comprenderlas como agentes intencionales como
sí mismo. Esta nueva comprensión y estas nuevas actividades forman así la base
para la entrada inicial en el mundo de la cultura. El resultado es que cada niño que
comprende a sus co-específicos como seres intencionales/mentales como sí mismo
– es decir, cada niño que posee la clave socio-cognitiva para los productos
cognitivos producidos históricamente de su grupo social – puede ahora participar en
la colectividad conocida como cognición humana, y así decir (siguiendo a Isaac
Newton) que “ve tan lejos como lo hace porque está parado en los hombros de
gigantes”. Podríamos contrastar esta situación típica de la especie con la de los
niños autistas o la de un niño normal que imaginemos criándose en una isla
desierta. […]
Crecer en un mundo cultural tiene implicaciones cognitivas, puesto que permite
crear algunas formas únicas de representación cognitiva. Lo más importante de este
proceso es que los niños usan sus habilidades de aprendizaje cultural para adquirir
símbolos lingüísticos y otros símbolos comunicativos. Los símbolos lingüísticos son
artefactos culturales particularmente importantes para los niños en desarrollo,
porque incorporan las maneras como las generaciones previas de seres humanos en
un grupo social han encontrado útil categorizar y construir el mundo para sus
propósitos de comunicación interpersonal. Por ejemplo, en situaciones
comunicativas diferentes uno y el mismo objeto puede ser construido como un
perro, un animal, una mascota, o una plaga; uno y el mismo evento puede ser
construido como correr, moverse, volar, o sobrevivir; uno y el mismo lugar puede
ser construido como la costa, la playa, o la arena – todo depende de las metas
comunicativas del hablante. A medida que el niño domina los símbolos lingüísticos
de su cultura él o ella adquiere la habilidad para adoptar simultáneamente múltiples
perspectivas sobre una y la misma situación. Al igual que las representaciones
cognitivas basadas en diversas perspectivas, los símbolos lingüísticos no están
basados en el registro de las experiencias sensoriales o motrices directas, como lo
están las representaciones cognitivas de otras especies animales y de los bebés
humanos, sino más bien en las maneras en las cuales los individuos eligen construir
las cosas a partir de las diversas maneras en que otros podrían haberlas construido,
5
Tomasello cap. 1º 6
como incorporadas en los otros símbolos lingüísticos que ellos podrían haber elegido
pero no lo hicieron. Así, los símbolos lingüísticos liberan la cognición humana de la
situación perceptiva inmediata, no simplemente por hacer posible la referencia a las
cosas que están por fuera de esa situación, sino más bien por hacer posible
simultáneamente múltiples representaciones de todas y cada una de las situaciones
perceptivas, de hecho de todas las representaciones posibles.
Mi hipótesis específica es que la cognición humana tiene cualidades únicas a
la especie debido a lo siguiente:
•
Filogenéticamente: Los seres humanos modernos han evolucionado la habilidad
para identificarse con sus co-específicos y así comprenderlos como seres
intencionales, con vidas mentales semejantes a las de ellos mismos.
•
Históricamente: La capacidad de identificarse con el otro, permite formas de
aprendizaje cultural y de sociogénesis, donde múltiples individuos crean algo
juntos que ninguno de ellos hubiese podido crear por sí mismo. De esta forma es
posible la creación de artefactos culturales y tradiciones comportamentales que
acumulan modificaciones a través del tiempo histórico.
•
Ontogenéticamente: Los niños humanos crecen en un mundo cultural (pleno de
artefactos y tradiciones constituidos social e históricamente), lo que los habilita
para: (a) beneficiarse del conocimiento habilidades acumulados por sus grupos
sociales; (b) adquirir y usar –bajo diversas perspectivas- representaciones
cognitivas bajo la forma de símbolos lingüísticos (analogías y metáforas
construidas a partir de esos símbolos); y (c) internalizar ciertos tipos de
interacciones discursivas, que les posibilitan lograr habilidades de metacognición,
redescripción representacional y pensamiento dialógico.
Quiero enfatizar que mi enfoque es solamente sobre los aspectos de la
cognición humana exclusivos a la especie. Por supuesto la cognición humana está
en gran parte constituida por los procesos cognitivos básicos que aparecen en los
títulos de los capítulos de los textos de Psicología Cognitiva: percepción, memoria,
categorización, y demás. Mi exposición en este libro simplemente presupone estos
procesos básicos, para enfocarse, a la manera de Vygotski, en los tipos de procesos
evolutivos, históricos y ontogenéticos [procesos mentales superiores] que pueden
haber transformado estas habilidades fundamentales en esa versión especial de la
cognición primate que es la cognición humana.
Desafortunadamente, en el ambiente intelectual de hoy en día, mi
argumentación puede ser tomada por otros teóricos como esencialmente genética:
la característica adaptación socio-cognitiva de los humanos modernos es una
especie de “bola mágica” que diferencia a los humanos de otras especies primates.
Pero esta es una visión errónea que básicamente ignora todo el trabajo sociocultural que deben hacer los individuos y los grupos de individuos, tanto en tiempo
histórico como en tiempo ontogenético, para crear las habilidades cognitivas y los
productos únicamente humanos. Desde una perspectiva histórica, un cuarto de
millón de años es un tiempo muy largo durante el cual se pueden dar muchos logros
6
Tomasello cap. 1º 7
culturales, y quien haya pasado mucho tiempo con niños sabe cuántas experiencias
de aprendizaje pueden ocurrir en el curso de algunos años – o incluso en algunos
días u horas - de continua y activa relación con el entorno. Por tanto, cualquier
indagación seria sobre la cognición humana debe incluir alguna información sobre
estos procesos históricos y ontogenéticos, los cuales son posibilitados, pero de
ninguna manera determinados, por la adaptación biológica de los seres humanos a
una forma especial de cognición social. De hecho, mi argumento central en este
libro es que son estos procesos históricos y ontogenéticos, y no directamente
algunas adaptaciones biológicas especializadas, los que han realizado el trabajo de
crear muchos, si no todos, los más distintivos e importantes productos y procesos
cognitivos de la especie Homo sapiens. Y vale la pena anotar en este contexto que
tomar estos procesos seriamente nos vuelve capaces de explicar no solamente los
rasgos universales exclusivos a la cognición humana – tales como la creación y el
uso de artefactos materiales, simbólicos e institucionales que acumulan historias –
sino también las particularidades de las culturas particulares, cada una de las cuales
ha desarrollado por sí misma, vía estos mismos procesos históricos y ontogenéticos,
una variedad de habilidades cognitivas y productos culturalmente únicos durante los
pasados doce milenios de historia humana.
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