04_la flauta magica.indd - Amigos de la Ópera de Madrid

Anuncio
67
La Flauta Mágica. (Die Zauberflöte)
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
SINGSPIEL EN DOS ACTOS. LIBRETO DE ENMANUEL SCHIKANEDER. ESTRENADA EN EL THEATER AUF DER
WIEDEN DE VIENA EL 30 DE SEPTIEMBRE DE 1791. ESTRENADA EN EL TEATRO REAL DE MADRID, EL 11 DE
ENERO DE 2001. PRODUCCIÓN DE LA KOMISCHE OPER DE BERLIN.
Director musical: Ivor Bolton
Director de escena: Barrie Kosky
Concepto: Suzanne Andrade, Paul Barritt y Barrie Kosky
Animador: Paul Barritt
Escenógrafa y figurinista: Esther Bialas
Iluminador: Diego Leetz
Dramaturgo: Ulrich Lenz
Director del coro: Andrés Máspero
Sarastro / Orador: Christof Fischesser (16, 19, 22, 24, 26, 28, 30 de enero)
Rafal Swiwek (17, 20, 23, 25, 29 de enero)
Tamino: Joel Prieto (16, 19, 22, 24, 26, 28, 30 de enero)
Norman Reinhardt (17, 20, 23, 25, 29 de enero)
Dos Sacerdotes / Dos hombres con armadura: Airam Hernández, David Sánchez
La Reina de la Noche: Ana Durlovski (16, 19, 22, 24, 26, 28, 30 de enero)
Kathryn Lewek (17, 20, 23, 25, 29 de enero)
Pamina: Sophie Bevan (16, 19, 22, 24, 26, 28, 30 de enero)
Sylvia Schwartz (17, 20, 23, 25, 29 de enero)
Tres damas: Elena Copons, Gemma Coma-Alabert, Nadine Weissmann
Papageno: Joan Martín-Royo (16, 19, 22, 24, 26, 28, 30 de enero)
Gabriel Bermúdez (17, 20, 23, 25, 29 de enero)
Papagena: Ruth Rosique
Monostatos: Milkeldi Atxalandabaso
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
16, 17, 19, 20, 22, 23, 24, 25, 26, 28, 29, 30 de enero de 2016
20:00 horas; domingos, 18:00 horas
Salida a la venta al público 22 de septiembre de 2015
68
Argumento
Die Zauberflöte (La flauta mágica)
Fernando Fraga
La acción: en una época indeterminada. El
lugar: Egipto.
relatan las Damas, se halla prisionera en el castillo del malvado Sarastro.
Hace una estruendosa aparición la Reina de la Noche y promete a Tamino la mano
de su hija si el muchacho rescata a Pamina de
las garras de Sarastro. Luego desaparece de la
misma tempestuosa manera con la que hizo su
aparición.
Acto I.
En un paisaje agreste un joven y hermoso
príncipe, Tamino, corre perseguido por una espantosa serpiente. En la huida, pierde pie y cae
a tierra sin sentido. Tres Damas, al servicio de
la Reina de la Noche o Astrifiammante, matan
a la serpiente antes de que ataque al joven desmayado. Seguidamente, contemplando la belleza
de Tamino, discuten entre ellas sin ponerse de
acuerdo. A continuación, se van para informar de
lo sucedido a la Reina de la Noche, con la intención de regresar a su debido tiempo.
Las Damas le retiran el candado de la
boca de Papageno previa su promesa de no
volver a mentir. Luego entregan a Tamino una
flauta. Es mágica y ayudará al muchacho en los
momentos de peligro. Para que Papageno ayude a Tamino en la misión de liberar a Pamina,
el pajarero recibe un carillón con campanillas
también mágico. En esa misma tarea contarán
también con el apoyo de tres Genios, tres adolescentes.
Tamino se pregunta por lo sucedido al ver
muerta la serpiente cuando recobra el conocimiento. Llega cantando un extraño personaje,
Papageno, de oficio cazador de pájaros con cuyas
presas intercambia comida y bebida con la Reina
de la Noche. Le asegura a Tamino, fanfarrón, que
él mismo es el que ha dado muerte al monstruo
que le perseguía. A tiempo de ser oído por las tres
Damas a su regreso por lo que, como castigo a la
falsedad, le sellan la boca con un candado.
En el castillo de Sarastro, su sirviente moro
Monostatos se encuentra de improviso con Papageno. Los dos se asustan: uno por el color de
la piel del otro; éste por el ropaje de plumas de
aquél. Huyen despavoridos, pero Papageno regresa enseguida: si hay pájaros negros ¿por qué
no habrá también hombres negros? Se encuentra
con Pamina y le da cuenta de pronta llegada de
Tamino con ánimo de rescatarla. Los dos cantan
sobre los poderes que ejerce el amor en los corazones humanos
Las Damas enseñan a Tamino un retrato
de Pamina, la hija de la Reina de la Noche. El
muchacho queda embelesado ante tanta hermosura y jura librarla de su cautiverio pues, según le
69
Ante la fachada de tres templos, el de
la Razón, la Naturaleza y la Sabiduría, los tres
Genios aconsejan a Tamino que tenga discreción y paciencia. El joven intenta traspasar,
una tras otra, la puerta de los templos, pero
voces misteriosas que no sabe de donde proceden, se lo impiden. De la tercera entrada, la
del templo de la Sabiduría, aparece un viejo
sacerdote y le aclara que Sarastro no es el malvado que le han descrito, pues nunca debe de
fiarse de las palabras de las mujeres. Cuando
el sacerdote le deja a solas, las mismas voces
misteriosas le dicen que Pamina está viva y
que pronto verá la luz.
trata a la pareja con cariño y amabilidad. Pero
han de superar varias pruebas para que su felicidad se consolide. Monostatos es condenado a
recibir 77 latigazos.
El coro da por terminado el acto cantando: “Cuando la virtud y la justicia siembran el
camino de gloria, es entonces cuando la tierra se
convierte en un reino celestial y los hombres adquieren la apariencia de los dioses”.
Acto II.
En un jardín los sacerdotes entran en procesión y Sarastro les comenta que Tamino ha decidido formar parte de su orden. A continuación
da cuenta de las virtudes que adornan al príncipe
y les señala el destino que junto a Pamina les reserva la existencia a tan venturosa pareja. Entre
ellos son nombrados dos Sacerdotes que serán los
que instruyan en lo sucesivo a la pareja.
Alegre, Tamino comienza a tocar la flauta.
A su mágico sonido acude una multitud de animales salvajes domados por la fuerza y la gracia
de la música. Cuando Tamino escucha que se
acerca Papageno sale en su búsqueda. Por el lado
opuesto, sin encontrase, aparece Pamina. La muchacha es detenida por Monostatos y un grupo de
esclavos. Pero Papageno hace sonar sus campanillas y los captores, en el semblante dibujada una
tontorrona sonrisa, salen disparados bailando al
son del instrumento de Papageno.
Tamino y Papageno son conducidos a un
patio interior del castillo de Sarastro. Los dos Sacerdotes les preguntan si se hallan dispuestos a
enfrentarse con las pruebas relacionadas con su
iniciación, a lo que Tamino contesta afirmativamente y Papageno con evasivas. Han de mantenerse en silencio, a oscuras, desconfiando de los
ardides femeninos. Si sucumben a estos requisitos, serán castigados.
Una solemne fanfarria y un coro laudatorio
sucesivo anuncian la llegada de Sarastro y su séquito. Pamina, arrepentida, le pide perdón por su
intento de fuga, explicando la razón principal de
esa decisión: quería librarse de los avances libidinosos de Monostatos.
Reaparecen las tres Damas intentando
convencerles de que se alejen de Sarastro y vuelvan a servir los intereses de la Reina de la Noche.
Tamino permanece inquebrantable, mientras Papageno se deja llevar por el miedo.
Monostatos ha capturado a Tamino y lo
presenta a Sarastro. Pamina y Tamino se reconocen y se abrazan con entusiasmo. Sarastro
70
Monostatos en un jardín iluminado por
la luna encuentra dormida a Pamina y se la
declara. Cuando está a punto de abrazarla, le
interrumpe la Reina de la Noche. La madre,
al enterarse de las intenciones de Tamino de
unirse a los iniciados del templo, entrega a
Pamina un puñal. Con él ha de dar muerte a
Sarastro.
71
Sarastro, una vez que la reina ha desaparecido, aleja a Monostatos y tranquiliza con sus
suaves y esperanzadoras palabras a Pamina, toda
inquietud y reservas.
que le haga la feliz y le dé unos cuantos “pajareritos”. Se presenta de nuevo la vieja espantosa que
se quita la máscara tras la cual se ocultaba una
hermosísima jovencita. Papageno está que arde,
pero el Sacerdote los separa: aún no es tiempo,
les confirma.
En cierta parte del templo se ve a los dos
Sacerdotes que conducen a Tamino y Papageno.
De nuevo a solas, el pajarero sólo piensa en la sed
y hambre que tiene. Una mujer vieja de aspecto
horroroso, un auténtico espantajo, le ofrece un
vaso de agua, mientras le asegura que es su novia.
Papageno casi se muere del impacto.
Los tres Genios anuncian, cantando, la victoria de la luz sobre la noche, o sea, la de Sarastro
sobre la Reina de la Noche, mientras observan
como Pamina está a punto de herirse con el puñal que su madre le entregó. A tiempo le impiden
su efectuar esta acción, tranquilizándola: Tamino
sigue enamorado de ella.
Los tres Genios reintegran a Tamino y Papageno sus instrumentos mágicos, la flauta y el
carillón, invitándoles a que sean fuertes y perseverantes. Tamino toca la flauta y a su dulce sonido
se hace presente Pamina. Siguiendo su promesa
de mantener silencio, el muchacho no responde a
los requerimientos de Pamina. Esta se va decepcionada, pensado que Tamino ya no la ama. Sólo
en la muerte encontrará alivio a tan lamentable
decepción.
Dos hombres armados hacen guardia ante
una puerta abierta en medio de una superficie rocosa. A través de esa puerta Tamino se enfrentará
a las pruebas físicas del agua y del fuego, las de
su purificación. Pamina se une a Tamino para los
dos juntos enfrentarse al desafío. La pareja supera
el reto y las aclamaciones de los sacerdotes confirman tal triunfo.
Un sonoro acorde repetido en tres ocasiones sucesivas pone en guardia a Tamino y Papageno, señal de que han de enfrentarse a nuevas
pruebas.
Papageno busca desesperado a su Papagena. Como no ve señales vivientes de la muchacha, sólo le queda una salida: ahorcarse. El
rito de llevar a la práctica tan tajante decisión
es largo, esperando que alguien o algo le impidan realizarlo. Cuando ya parece que nada le
detendrá en la decisión, reaparecen los Genios
que le piden toque su carillón. Al sonido argentino de sus campanas vuelve Papagena. La
pareja se une, conjugan su amor y se prometen
una feliz compañía alegrada por una multitud
de niños pajareros.
En el interior de una pirámide, la oración de
los sacerdotes se dirige a los dioses pidiendo fortaleza y decisión para Tamino. Tamino y Pamina
se reúnen y Sarastro les anima con sus palabras de
aliento y confianza. Luego vuelven a separarse.
Papageno declara ya sin tapujos que eso de
la iniciación a él ni le va ni le viene. La única meta
de su vida es encontrar una esposa, una Papagena,
72
En un paisaje inhóspito, de noche, la Reina
de la Noche, sus tres Damas y Monostatos que
se ha pasado a su servicio, se disponen a entrar
en el templo de Sarastro para destruirlo. Pero una
tormenta de rayos y truenos hunde a todos en un
insondable abismo.
Dentro del Templo de la Sabiduría, Sarastro anuncia la victoria de Tamino, la victoria
de la luz sobre la oscuridad. Todos la celebran
en un himno de agradeciendo a Isis y Osiris.
73
Un hito de la ópera alemana
La flauta mágica entre la innovación musical y el esoterismo
Enrique Martínez Miuraz
An der Wieden, era de por sí una declaración de
principios, porque el músico que había dado a
conocer sus obras líricas en el palacio arzobispal
de Salzburgo, el teatro ducal de Milán y el teatro de la corte vienés lo hacía ahora en un teatrucho de arrabal, propiedad de Schikaneder, y
en un contexto social que respondía a cualquier
cosa menos al lujo cortesano. Se han vertido ríos
de tinta para explicar este empeño mozartiano,
pero una razón nunca puede ser dejada de lado:
el proyecto le importaba. En la época, fueron
numerosos los singspielen de tema fantástico,
mas es imposible encontrar otro que aparezca
tan ennoblecido por la música como La flauta
mágica. Los personajes habituales eran genios,
brujas, magos o hadas. El libreto de Schikaneder,
aun partiendo de ese nivel de cuento infantil,
aspira a algo más. La acción se sitúa en un Egipto que nada tiene de histórico; los personajes
son monolíticos, en absoluto psicológicamente
complejos, el maniqueísmo imperante, que los
sitúa a uno u otro lado de la luz o las tinieblas,
no puede ser más extremo.
Pocas óperas gozan de la popularidad de
La flauta mágica. En cualquier momento que se
considere, hay varias producciones dispersas por
los teatros del mundo, a veces hasta dos en la
misma ciudad. Es un título seguro -posiblemente junto a La traviata y Carmen- para colgar en
taquilla el letrero de “todo vendido”. Las maneras de acometer su puesta en escena parecen
rozar el límite de la imaginación, pues hemos
visto situada su acción en la carpa de un circo,
en los salones de la ilustración dieciochesca, las
oficinas de una inmobiliaria, repleta de los inevitables zombies, en los corredores sin retorno de
un hospital psiquiátrico y aun en un ambiente
sepulcral. El singspiel original puede que resista
estas lecturas y otras más atrevidas o disparatadas todavía. Y desde luego semejante capacidad
de aguante, la propia por otro lado de las obras
maestras inmarcesibles, es más que obvio que
hay que achacársela a la música de Mozart. Porque el libreto, ay el libreto, es universalmente
denigrado como una bobada sin sentido, una
verdadera estupidez a la que es mejor no hacer
ni caso.
¿Por qué, entonces, se vio Mozart atraído
por semejante trama? Porque, en definitiva, el
viaje a que se somete a Tamino, Pamina y aun
a Papageno -aunque éste lo realice en clave cómica- es claramente identificable como una
iniciación masónica. Por supuesto que cabe
Y, sin embargo, el compositor no dudó en
unir su arte al del actor y empresario Emanuel
Schikaneder. El estreno, el 30 de septiembre de
1791 —Mozart había trabajado en la ópera desde el mes de marzo anterior-, en el vienés Teatro
74
75
hacer otras lecturas de la obra, pero si nos atenemos a lo plasmado por sus autores literario y
musical ésta es de todo punto inomitible. Por
lo que respecta a su dimensión más elemental
de cuento de hadas, no debe sorprender que La
flauta mágica haya sido pasto de todo tipo de
interpretaciones psicoanalíticas, algunas ciertamente burdas -piénsese en la inevitable que se
aplica a la serpiente que va tras Tamino al empezar la ópera-, otras algo más elaboradas, si bien
en todo caso tan anacrónicas como inadecuadas
para entender lo que pretendían, además de divertir a los espectadores, Schikaneder y Mozart.
institución. Es muy probable, por otro lado, que
fuera el músico quien le indicara a Schikaneder
la fuente idónea para su libreto: la novela Sethos
de Jean Terrasson, editada en París en 1731 y que
gozó en su momento de cierta fama europea. En
esta narración se viaja de nuevo a un Egipto que
nunca existió pero que le permitía al escritor exponer en clave simbólica el ideario de la masonería. Pero si de lo que se trataba era de relanzar
alguna ideas de Thamos, Mozart fue mucho más
lejos en el aspecto musical, redondeando su obra
de mayor alcance estético de las numerosas con
ideas masónicas que pueblan su catálogo.
No es éste el lugar para entrar en la historia que se conoce de la masonería, al fin y al
cabo una sociedad secreta. Por lo que sabemos,
muchas de sus actividades podían reducirse a
rituales sin mucho contenido, pero en época
de Mozart sí que preconizaban sus miembros
ideales de extensión del conocimiento, fraternidad y justicia que hubieran firmado los
ilustrados. Mozart era masón desde hacía ya
tiempo, pues fue iniciado, el 14 de diciembre
de 1784, en la logia Zur Wohltätigkeit (Beneficencia) de Viena.
Por su lado, la dependencia de Schikaneder con Terrasson llega al puro y simple plagio,
dado que hay escenas enteras de la ópera que se
han tomado en su integridad y sin pudor alguno de la novela. Un par de ejemplos serán suficientes: la invocación a Isis y Osiris de Sarastro,
que reproduce casi al pie de la letra un pasaje de
la novela, o la solemne admonición de los dos
hombres enfundados en armaduras, un punto
en el que merece la pena detenerse, ya que en
él se comprueba cómo la música eleva a un grado artístico superior un texto peligrosamente
aquejado de trivialidad. Aquí emplea Mozart el
conocido coral luterano Ach, Gott, vom Himmel sieh’ darein, que el reformador parafraseó
en 1524 a partir del Salmo 12. Su inclusión en
La flauta mágica tenía precedentes señeros,
Bach lo había utilizado en la cantata del mismo
título BWV 2, en la cantata Schau, lieber Gott,
wie meine Feind BWV 153 y en el coral para órgano BWV 741. Naturalmente, la importancia
musical del singspiel mozartiano no se limita
En muchas composiciones, incluso instrumentales, del creador salzburgués aparecen
capas variables de ideología masónica, pero la
más cercana a La flauta mágica, su antecedente
temático inmediato, se encuentra en la música
incidental para la obra teatral Thamos, rey de
Egipto de Tobias Philipp von Gebler, que pudo
verse en Salzburgo hacia 1774. Esta cronología
hace válida la hipótesis de que fue entonces
cuando Mozart se interesó por las ideas de la
76
modificaciones en algún aria. Ello no es imposible, porque pese a todas sus debilidades o cuestiones problemáticas, el armazón literario sigue
una estructura simétrica que se revela muy cuidadosamente pensada. Un juego de equilibrios
que puede desarrollarse de varias maneras; por
ejemplo, en su primera aparición Tamino es
perseguido por la célebre serpiente; en la suya,
Pamina se ve acosada por Monostatos. Otro
caso distinto: a la segunda aria de La Reina de
la Noche, Der Hölle Rache, en un registro muy
agudo, le sigue casi inmediatamente la de Sarastro In diesen heil’gen Hallen, que se mueve por
una zona muy grave. Es éste un caso claro de
a estos detalles, pero en todo caso en este pasaje -cuyo texto alude a la purificación por los
elementos- no carece de hondo sentido y no es
disparatado pensar que es uno de los intentos
del compositor de armonizar la religión con la
masonería, como tal vez pretendió asimismo en
el inacabado Réquiem, en este caso por medio
de la misma atmósfera instrumental que emplea
en otras piezas masónicas, entre ellas la ópera
que nos ocupa.
Se ha sugerido, aunque se carece de la documentación necesaria, que Mozart intervino
en algunas partes del libreto, acaso mediante
77
parte hipertrofiada para su papel de Papageno,
lo que degeneró la obrita hacia la broma más
chabacana.
contraste no únicamente musical, de distancia de las tesituras, sino también
de caracteres, dado que a la exasperación demoníaca de la primera -que tiene mucho de típica
aria furiosa de la ópera seria, con sus iracundos
saltos interválicos y las notas agudas como gritos de rabia- se le opone la rectitud y serenidad
del dirigente de los iniciados. No es extraño, por
lo tanto, que en este tramo del acto segundo
pueda situarse la inversión del mundo moral
inicialmente planteado.
En la inimitable ópera de Mozart, la parte de comedia -muy potenciada por las puestas
en escena que no se toman en serio el mensaje
masónico- aparece contrapesada por los factores dramáticos, que a fin de cuentas se diría que
son los de más peso. De hecho, la pareja protagonista se juega la vida y no olvidemos que el
motor de la acción es la descripción que le hacen a Tamino del supuesto rapto de Pamina por
el fiero tirano Sarastro. El príncipe ve entonces
un retrato de la joven y entona el aria Dies Bildnis ist bezaubernd schön -que le supone una
revelación ya lo indica la iniciática tonalidad de
mi bemol mayor-, pero a la persona ahí efigiada
tardará tiempo en verla. Una metáfora de lo que
cuesta alcanzar la verdad, al igual que el darle la
vuelta al falso mundo de valores morales que le
han descrito las damas. Este proceso, este movimiento de la ignorancia al conocimiento, es
uno de los ejes de la trama, basado en uno de
Es completamente revelador, por lo que a
la autoría del libreto concierne, el que una de
las innumerables secuelas de La flauta mágica
-que casi parece una franquicia dieciochesca-, la
comedieta El laberinto o la lucha de los elementos, estrenada en 1798, con música de Peter von
Winter y libreto otra vez del inefable Schikaneder, y prosigue la acción donde finalizaba en
la obra de Mozart, sea de una calidad más que
dudosa. Por desgracia, el cómico se reservó una
78
tiene una tradición propia en la música europea,
desde el sorprendente comienzo de Les elemens
de Jean-Féry Rebel hasta llegar a la pictórica
descripción -de connotaciones masónicas innegables- en La Creación de Haydn. En la producción de Mozart, se encuentra otra imagen del
caos en el Cuarteto de las disonancias.
los grandes valores de la masonería dieciochesca. Tamino tiene que poner orden en su pequeña porción del universo, aplicación práctica del
gran lema masónico Ordo ab chao (orden desde
el caos). La importancia de esta idea puede medirse si reconocemos que está presente desde la
obertura misma: la solemne parte lenta muestra lo primigenio, lo anterior al conocimiento, lo
caótico, por medio de una escritura que se diría
abocetada, con síncopas, silencios bruscos y una
tonalidad inestable. Al entrar el allegro, se instala el orden masónico, la fuga es una inmejorable
metáfora arquitectónica, he aquí el templo de
los iniciados. Hay detalles tímbricos asombrosos
como la parte de flauta y fagot en unísono a la
octava, después del segundo adagio, que tardarán más de un siglo en volver a oírse en la música occidental. La representación sonora del caos
Perteneciente al género del singspiel,
que como se sabe abarca amplias partes teatrales habladas -en vez de los recitativos secos
a la italiana-, la penúltima entrega mozartiana
a la escena lírica se considera la piedra fundacional de la ópera alemana. En ella, logra fundir
Mozart elementos de procedencia diversa, caso
de las músicas populares, que canta sobre todo
Papageno -pues había que agradar a los muchos
seguidores de Schikaneder-, las partes de em-
79
lo inefable, mi bemol mayor, por su parte, una
tonalidad relacionada con el acto iniciático,
que captaría asimismo la tríada fundamental
de la gravedad, la serenidad y la perfección,
que son las virtudes del masón ideal. En el lado
opuesto, sol mayor se asociaría con lo profano, lo trivial incluso, mientras que do menor
aludiría a ideas torturadoras y hasta siniestras.
La conexión con Thamos se ve en el conflicto
de los opuestos que vertebra La flauta mágica:
el bien y el mal, el saber y la ignorancia, la luz y
las tinieblas. Y no hay que olvidar la parte más
controvertida de la acción para las personas de
hoy, una última dualidad, la del hombre y la mujer, que, con una inocultable postura misógina
-que luego debe matizarse-, constituye uno de
los ejes temáticos de la ópera bajo una suerte
de guerra de sexos, pues Sarastro y los suyos son
todos hombres y las fuerzas de la oscuridad, la
Reina y las tres Damas, féminas. Ningún personaje, ni literaria ni musicalmente, carece de una
caracterización simbólica.
paque poco menos que religioso, que buscan
obviamente elevar a un plano pseudomístico el
mensaje de los masones, los números sentimentales y las arias de virtuosismo vocal extremo,
singularmente las dos dificilísimas a cargo de La
Reina de la Noche. Ahora bien, todas estas elecciones estilísticas responden perfectamente al
plan ideológico, masónico en suma, de la ópera,
que nunca puede descuidarse.
El programa masónico de la obra fue tomado muy seriamente por Mozart, cuya música
se pone al servicio de ese objetivo, potenciando
incluso la dimensión esotérica de la acción. Por
medio de un meditado plan de tonalidades logra
otorgar solidez dramática a los acontecimientos
narrados por Schikaneder y propone todo un
universo alegórico. Han sido muchos los intentos
de desentrañar este sustrato, pero el más convincente se debe sin duda alguna a Jacques Chailley, que realizó un estudio extraordinario en su
libro monográfico sobre la ópera. Del musicólogo francés procede el
siguiente esquema:
do mayor sería
la
revelación de
Tamino, un tenor lírico mozartiano cercano a Don Octavio o Belmonte, es el hombre
natural perfectible; es ciertamente muy notable
-sobre todo en 1791, dos años después de la toma de la fortaleza de
la Bastilla- que su condición
de príncipe no suscite
80
más atrás, al final también ella es iniciada en los
misterios, aunque ello sea al precio de un cambio
drástico en su manera original de ser y de pensar.
Mas el que una mujer entrara como compañera
en la fraternidad masónica, afirmándose de tal
modo su igualdad con el hombre, no dejaba de
ser una propuesta muy avanzada para la época.
La obra contendría otros rasgos nada correctos y con razón- para la mentalidad de nuestros días,
entre ellos, y no precisamente el menor, el que
el traidor a los sacerdotes-masones, Monostatos
-“el aislado”, en griego-, sea negro; a la postre,
más que las burlas de Papageno y la desconfianza de los sacerdotes de Sarastro. Por cierto que al
comienzo de la obra indica el texto que Tamino
debe portar vestimentas japonesas, un detalle
en absoluto gratuito -pero que al igual que tantos otros del singspiel es mejor no buscar en los
montajes actuales-, porque con él se alude a que
el mensaje de la masonería se dirige a todos los
seres humanos, no sólo a los europeos. El personaje de Pamina, a su vez, conlleva algunas implicaciones interesantes: si bien la obra comienza
con la postura misógina a la que nos referíamos
81
en el seno de la obra su figura no es otra cosa
que un homólogo como bufón dentro del bando
maligno de Papageno.
asesinato incluidos, de la enemiga de Sarastro no
pueden ser más malvados; el personaje mismo
de la Reina es oscuro, hasta carece de nombre
propio. Pero tampoco debería extrañarnos que
se oponga al orden establecido, puesto que sólo
el hombre es el guardián de los misterios y posee
la sabiduría. Quiere hacerse con todo ello pero
también recuperar a Pamina, su hija.
No menos problemático es el clasismo indudable del singspiel, puesto que Papageno no
consigue ser iniciado, debido a su incapacidad
para ver más allá de sus necesidades fisiológicas
más perentorias, y el hilarante dúo del reencuentro final con Papagena no oculta su significado
sarcástico, la fértil capacidad de los mediocres
para multiplicarse al infinito. A fin de cuentas, el
pajarero ha proclamado antes bien claro que en
vez de iniciarse en los misterios preferiría cazar
mujeres a docenas, frase en la que es posible ver
una alusión irónica al aria del catálogo cantada
por Leporello en Don Giovanni. Sarastro representa con claridad meridiana al masón perfecto,
pero que por ello mismo acaba por tener mucho
de sobrehumano. Y hasta de insensible, porque
cuando se le dice que Tamino podría morir en
el transcurso de las pruebas que ha de sufrir, se
limita a responder que “en tal caso, disfrutaría
antes que nosotros de las delicias de la compañía de los dioses”. Así y todo, el personaje de Sarastro se basaba en un masón que había existido
realmente, Ignaz von Born, gran maestre de la
logia La verdadera armonía. Born fue una figura
muy destacada dentro del pensamiento iluminado masónico, opuesto a la entonces creciente y
peligrosa proliferación de las corrientes místicas
e irracionalistas. Por fin, a La Reina de la Noche
Mozart la caracteriza en sus dos grandes arias
por medio de una coloratura endiablada, recurso
que retrata al personaje como inestable y traicionero. Desde luego, los métodos, proyectos de
La iniciación masónica descrita se prepara
en el primer acto y se consuma en el segundo,
ya que la pareja de seres humanos perfectos formada por Pamina y Tamino puede reunirse únicamente al superar las pruebas que garantizan
su exigencia interior. Algunos pasos de la iniciación se describen literalmente, como la llamada de Tamino ante las puertas del templo de la
sabiduría, o la imposición del silencio reflexivo,
que Papageno quebranta continuamente con la
mediocridad de sus necesidades ordinarias. La
obediencia de Tamino a la orden de guardar silencio provoca en Pamina, cuando ésta no logra
arrancarle una palabra, uno de los instantes más
conmovedores y sinceros de este personaje, el
aria Ach, ich fühl’s, donde la joven se entrega a
la más negra desesperación.
De las pruebas de los cuatro elementos,
las del agua y el fuego no suceden a la vista del
espectador, una omisión para salvaguardar, como
era preceptivo, algunos secretos de la sociedad
hermética. Oímos, desde luego, la sencilla tonada de la flauta mágica, que le fuera entregada al
príncipe en su momento. El instrumento mismo que da título a la ópera no actúa como un
talismán que resuelva los problemas como por
ensalmo, como ocurre en los cuentos de hadas
82
83
de media hora de duración que abarca cinco episodios distribuidos en cuatro cuadros. Ya en el
reencuentro de los enamorados, cuando la prohibición de hablar ha terminado, Tamino mein!,
Pamina mein!, aparece el germen de momentos
similares de la ópera alemana protagonizados
por Leonore y Florestán y por Tristán e Isolda.
La apoteosis de la pareja triunfante se subraya
con un luminoso do mayor.
tradicionales, sino que debe entenderse también
en clave simbólica: representa el fortalecimiento
interior de Tamino. Como todo en La flauta mágica, tiene su contrapartida, el paralelo cómico
del glockenspiel de Papageno.
En el cierre de la ópera, Mozart despliega
uno de sus finales extensos, como el paradigmático de Las bodas de Fígaro, un número de más
84
Descargar