Más de 600 celíacos de Gipuzkoa exigen equiparar el IVA de

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Gipuzkoa
Euskadi
España/Mundo
Más de 600 celíacos de Gipuzkoa exigen equiparar el IVA de los
productos sin gluten
EL PAN ESTÁ CARGADO CON UN IMPUESTO DEL 7% MIENTRAS QUE EL DE LA BARRA NORMAL ES EL 4%
Un estudio revela que en una familia con un celíaco el gasto de la compra se incrementa hasta en 31,41 euros
a la semana
JORGE NAPAL
Una mujer selecciona productos en
una tienda de alimentación antes de
llevarlos a la cesta de la
compra. FOTO: ALEX LARRETXI
DONOSTIA. Están obligados a seguir un régimen estricto,
totalmente exento de gluten, y es para siempre. Si la vida se ha
encarecido a un ritmo vertiginoso en los últimos años, los 600
celíacos asociados en Gipuzkoa, simplemente, se ven inmersos en
una locura cuando se ven obligados a rascarse el bolsillo una y otra
vez para llenar la cesta de la compra. Sólo ellos saben que pagan a
precio de oro los productos más básicos y piden que, al menos, se
rebaje un IVA "disparado".
La dieta es el único tratamiento para esta dolencia. No existe ningún otro preparado farmacológico que
garantice un estado de salud óptimo y que palie los siempre molestos síntomas que presenta esta patología,
como vómitos o diarreas. "La dieta, más que prohibitiva es sustitutiva, pero el problema es que nos enfrentamos
a productos entre ocho y diez veces más caros que los normales, y lo que es peor: no existe ningún tipo de
ayuda", revela Mireia Apraiz, directora de la Asociación de Celíacos de Euskadi.
La enfermedad no entiende de status sociales y cada vez son más las familias de economías renqueantes que
no entienden por qué deben pagar más de tres euros por un bollito de pan sin gluten que apenas resiste tres
bocados.
Este mismo producto, sin ir más lejos, está gravado con un 7% de IVA mientras que una barra corriente, de las
de trigo de toda la vida, tiene un impuesto del 4%. "Para un celíaco es su medicina. Productos como la harina, el
pan, la pasta... ¿por qué no cuestan lo mismo que los de consumo normal? ¿Por qué el celíaco tiene que pagar
siempre un extra?", se preguntan desde la asociación.
Lo curioso es que en las redes de esta dolencia puede caer cualquiera, y una importantísima parte de la
población ni siquiera lo sabe. Tanto es así que, según datos médicos, la prevalencia de esta enfermedad se
sitúa en torno a uno de cada cien habitantes, por lo que no sería exagerado afirmar que más de 6.000
guipuzcoanos ignoran que presentan intolerancia permanente al gluten contenido en cereales como el trigo, la
cebada, el centeno y la avena.
Simplemente, creen ellos, tienen molestias estomacales. En Euskadi también hay 1.700 pacientes censados
pero se estima que son más de 20.000 los afectados potenciales.
CADA VEZ MÁS INMIGRANTES El crecimiento de esta patología va en aumento y la directora de la asociación
vasca revela que cada vez son más las personas inmigrantes que la están descubriendo en primera persona,
muchos de los cuales son sin papeles que "ni siquiera pueden pagar la cuota de la asociación". Por descontado,
la dieta ni se la plantean. "Son situaciones complicadas. Antes, con menos casos, podíamos dar respuesta a
todos estos problemas, pero ahora nos encontramos un tanto desbordados", reconoce Apraiz.
Desde comienzos de año, hasta este mes, la asociación ha detectado 30 nuevos casos de menores extranjeros
que se encuentran en "total desamparo" y no escuchan a su estómago, que se queja de continuas molestias.
Ellos, bastante tienen con lo que tienen. "Tratamos de ponernos en contacto con los asistentes de los
ayuntamientos pero muchos están en situación irregular, y la verdad es que nosotros no podemos hacer frente a
este tipo de casos", aduce. La alimentación de estas personas debe basarse en productos naturales, y no es
ningún capricho. La ingesta de pequeñas cantidades de gluten puede causar trastornos importantes, y el
problema es que ocho de cada diez productos - embutidos, chocolates, postres lácteos- pueden contener esta
proteína, lo que exige apostar por las calidades "extra", con el consiguiente trastornoeconómico.
"No sólo estamos hablando de la necesidad de comprar un pan especial sin gluten sino que cuando van a
comprar un embutido, por ejemplo, hay que apostar por las marcas más caras, las únicas que garantizan que no
llevan gluten", explica Apraiz. Calidades inferiores pueden llevar féculas o almidones.
ESTUDIO COMPARATIVO Los productos considerados como básicos en la dieta de cualquier persona -pan,
harina, bollos, pastas... - deben ser sustituidos por productos especiales sin gluten, de venta en herbolarios o
tiendas especializadas, cuyo precio es mucho más elevado que los considerados normales. Así lo refleja un
estudio comparativo de precios que acaba de realizar la Federación estatal de Asociaciones de Celíacos, como
se acredita en la tabla adjunta.
El estudio se basa en una dieta de 2.000 a 2.300 calorías, la ingesta aproximada que recomiendan los expertos
en nutrición para adultos y niños. La diferencia de precios entre productos con y sin gluten es estratosférica, y
puede alcanzar una diferencia de hasta 118,35 euros a la hora de llenar una cesta de la compra tipo .
No hay más que detenerse por un momento en productos (por kilogramo) como el plan blanco de barra -10,20
euros para celíacos y 2,50 euros para consumidores normales - o, por ejemplo, las conocidas Galletas María,
con un coste de 10,37 euros para afectados de esta enfermedad frente a los 1,68 euros de venta habitual.
En suma, una familia con un celíaco entre sus miembros puede incrementar su gasto de la cesta de la compra
en casi 31,41 euros a la semana, lo que significa un incremento de unos 139,06 euros al mes y de 1.666,96
euros al año sobre otra familia que no cuente con ningún afectado entre sus miembros.
LA BIOPSIA, DETERMINANTE Esta dolencia entró por la puerta del domicilio de Edurne Otaegi, vecina de
Astigarraga cuando sus dos hijas, Irati y Lide, de cuatro y dos años, comenzaron a vomitar bajando de peso a
límites muy por debajo de lo normal, presentando prácticamente un cuadro de desnutrición.
El análisis de sangre y la biopsia posterior pusieron nombre a una situación hasta entonces desconocida para
esta familia. Desde entonces, de puertas adentro lo llevan bien, pero el mayor problema se presenta cuando hay
que salir fuera del domicilio. "En casa comen de todo: pescados, huevos, verdura... pero el problemaes cuando
vas a comer a cualquier restaurante, que igual te sacan unas vainas a las que nunca sabes si les han echado
harina para engordar. ¡Nunca te fías!", confiesa.
Agradece, al menos, que en grandes superficies como Eroski cada vez sea más habitual disponer de una larga
lista de productos sin gluten, como jamón york o salchichas, a un precio "normal".
Sus hijas aún son pequeñas, pero sabe que pronto, cuando cumplan cinco años, se planteará el problemón de
llevarlas de colonias, y que, probablemente, jamás puedan viajar a países como Marruecos, un territorio "muy
poco recomendable" por la inexistente oferta gastronómica para este tipo de clientes.
Curiosamente, todos los acontecimientos sociales vistos por los ojos de un celíaco cobran un cariz bien
diferente. "Con la misma hostia que te dan en la comunión hay que tener cuidado y hay que pedirla siempre sin
gluten, lo mismo que ocurre con los caramelos de la cabalgata de reyes, la mayoría de marcas conocidas que
no tienen en cuenta nuestras necesidades", revela Otaegi.
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Aprender a comer con 29 años
COMO si de una chiquilla se tratara, Feli Carretero Pérez, de 41
años y vecina de Orio, ha tenido que aprender a comer de nuevo.
Encajan por fin todas las piezas de aquel rompecabezas de difícil
solución. Ella era de las de "estomago tristón", presa de malas
digestiones que siempre achacaba "a cualquier otro motivo", hasta
que llegó el diagnóstico.
Por fin, la razón de aquella molestia estomacal tan pertinaz,
compañera de viaje durante media vida, llegó de la mano de su hijo
Igor Bailín, de 14 años, a quien le fue diagnosticada la enfermedad
con dos años. "Era una época en la que los vómitos y las diarreas
del pequeño no cesaban", rememora Carretero, que recuerda a su
hijo tan deteriorado que incluso lo asemeja a un niño de Biafra, "de esos pobres que ves en la tele con la tripa
tan hinchada".
Feli Carretero, fotografiada en Orio
junto a su hijo Igor, los dos afectados
por la celiaquía.
En esos casos, claro está, una madre sólo piensa en la pronta recuperación de su criatura. Pero fue entonces
cuando, inopinadamente, llegó un diagnóstico paralelo. "Para él la enfermedad no fue nada traumática porque
era muy pequeño y no conocía otra cosa. Fue más bien una salvación ya que no tuvo que cambiar ninguna
dieta. A raíz de aquel diagnóstico me hice yo también la prueba, y salió positiva. Desde entonces, he tenido que
aprender de cero, lo que puedo comer y lo que no", explica la oriotarra.
PREOCUPACIONES MÁS PROSAICAS
Nivel de vida inasumible
Desde que cuida su dieta asegura que rinde mucho más en el trabajo, alejada por fin de aquellas digestiones
más pesadas que un verano bochornoso. Ella estaba convencida, al menos así se lo dijeron los médicos cuando
tenía doce años, que lo suyo se debía a una "gastritis neurógena crónica". Pero todo desembocó finalmente en
una celiaquía que, con el poso que deja el tiempo transcurrido, ha dado lugar a preocupaciones un tanto más
prosaicas, como lo es la carestía de vida que conlleva la enfermedad. "Es cierto, una vez que asumes la
enfermedad comienzas a ver la otra parte, la de lo caro que resulta todo. Un bollito de pan que apenas ves
cuesta 1,20 euros; medio kilo de macarrones, por ejemplo, tres euros, al igual que los cereales", detalla
Carretero.
Frente a esta situación, en la que los precios no es que se conviertan en una cuesta arriba sino que acaban por
ser un muro infranqueable, esta mujer asegura no entender "por qué los políticos no han dado ningún paso"
para que dejen de pagar más que cualquiera por productos de lo más básico. "Cuando voy a pedir trabajo no
pido mayor sueldo por ser celíaca, pero a mí sí me cobran más por serlo", denuncia.
Esta familia no tendría ningún inconveniente en guardar los tickets de compra de estos productos si supiera que
con ellos iba a poder desgravar en la declaración de la renta. "Estamos hablando de una enfermedad de ricos.
Seguro que los hijos de la princesa Letizia no tendrán ningún problema, pero las rentas medias nos resentimos.
Y que conste que dar una galleta a un niño, por ejemplo, no es ninguna frivolidad".
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