Oficiales de trincheras - Asociación de militares españoles AME

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HISTORIA MILITAR
E
ste año se han cumplido setenta
del final de la Guerra Civil,
acontecimiento que ha pasado
en el más absoluto silencio, como está
ocurriendo con el centenario del co­­
mienzo de la Guerra en África. Hoy no
interesa mencionar siquiera la palabra
«guerra» puesto que nos hallamos en el
mejor de los mundos, donde los ejérci­
tos se dedican «oficialmente» a llevar
«chuches» a los niños de países remo­
tos, a enseñar nuestro idioma en escue­
las construidas por soldados y, en defi­
nitiva, a «misiones de paz y estabiliza­
ción democrática». Pero no siempre ha
sido así, cuando los malos vestían de
uniforme y pegaban tiros surgían unas
necesidades que, se quiera o no, dieron
lugar a capítulos imborrables de la his­
toria militar de España, uno de ellos fue
la formación acelerada de oficiales.
A los pocos días de comenzar la
guerra se hizo preciso en los dos bandos
aumentar el número de oficiales subal­
ternos, alféreces en el nacional y tenien­
tes en el gubernamental. Los primeros
fueron creados a petición del general
Mola, quien a finales de agosto de 1936
remitió a Franco un escrito en el que
sugería la formación acelerada de alfé­
reces «con efectividad provisional».
Franco aceptó la propuesta y el 4 de
septiembre se convocaba en el Boletín
Oficial el primer curso, dando comien­
zo las clases el 15 del mismo mes en
Burgos (Ejército del Norte) y Sevilla
(Ejército del Sur). En los tres años de
guerra obtuvieron el empleo de alférez
un total de 28.732 aspirantes, en 198
promociones; el mayor número de ellos
correspondió a Infantería, con 22.180.
Por parte del bando gubernamental,
Largo Caballero anunciaba el 15 de
septiembre cursos para promover ofi­
ciales, once días después de la convo­
catoria de los alféreces y el mismo día
en que la primera promoción comenza­
ba las clases. Pero como quiera que las
milicias representaban en ese momento
una carga ideológica importante, amén
de su número, la decisión del líder
TENIENTES EN CAMPAÑA
Oficiales de trincheras
socialista no agradó al comandante
Díaz Tendero, quien denunció la deci­
sión como una maniobra para incorpo­
rar al Ejército a «una numerosa masa
del señoritismo español, eterno enemi­
go de la democracia». Quedó paraliza­
da momentáneamente la formación de
oficiales hasta que las aristas políticas
se limaron ante la evidencia y el senti­
do común. Así, el 25 de noviembre el
Ministerio de la Guerra publicaba la
orden de creación de las Escuelas
Populares de Guerra. El número de
tenientes salidos de estas escuelas fue
de 13.339, si bien no es tan preciso
como en el caso de los alféreces.
Escuelas Populares de Guerra
En el mes de agosto se habían creado
varias escuelas de formación de man­
dos por partidos y grupos políticos,
entre otras la Escuela Popular de Ins­
tructores de Guerra de Cataluña, a car­
go de la Generalidad, o la Escuela
Militar Antifascista de Valencia, orga­
nizada por el Comité Ejecutivo Popu­
lar, pero serían absorbidas por las
Populares.
La orden de creación de las Escue­
las Populares llevaba un preámbulo
similar a la de los alféreces: «La nece­
sidad de cubrir en la forma rápida y
eficiente que las circunstancias deman­
dan los cuadros de la oficialidad de las
diferentes armas y cuerpos de nuestro
Ejército, aconsejan al Gobierno dictar
disposiciones creando centros de ins­
trucción de orientación popular y
moderna. Se crean las escuelas de...».
Las seis escuelas se establecieron ini­
cialmente en:
– Nº 1. Intendencia, en Porta Celi
(Valencia).
– Nº 2. Artillería, en Lorca (Murcia)
y Almansa (Albacete) sucesivamente.
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– Nº 3. Infantería y Caballería, en
Paterna (Valencia).
– Nº 4. Ingenieros, en Godella (Va­­
lencia).
– Nº 5. Artillería, en Gijón.
– Nº 6. Infantería, en Bilbao.
Las condiciones de ingreso en estos
centros incluían la presentación de un
aval político que acreditase su conti­
nuada lealtad a la causa antifascista,
expedido por el responsable de un par­
tido o sindicato. Los aspirantes debían
ser españoles, mayores de 19 años y
menores de 36. En el aspecto cultural
se exigía título facultativo o docente de
las escuelas de ingenieros, peritos,
comerciales, maestros, bachilleres o de
cualquier centro de instrucción donde
se impartieran conocimientos no infe­
riores a los de bachiller.
Los brigadas y alféreces, empleos
que fueron suprimidos, ascendieron a
tenientes en los primeros días de gue­
rra, también los sargentos con una
antigüedad determinada. Los sargentos
con menos de dos años quedaban exen­
tos de exigencias académicas para optar
al ingreso en las Escuelas Populares. Si
superaban el curso, ocupaban la cabeza
de cada promoción. El aval político, en
el caso de los militares, era sustituido
por un certificado de control del comité
o jefe del cuerpo o unidad garantizando
su lealtad y adhesión al régimen.
Aunque hubo diversidad de progra­
mas, tanto por parte de las distintas
escuelas como a lo largo de la guerra,
básicamente las enseñanzas consistían
en un curso preparatorio de veinte días
de duración en el que se exigían cono­
cimientos de matemáticas elementales
y gramática. Los aprobados podían
elegir arma o cuerpo en función de la
puntuación obtenida. Iniciadas las cla­
ses, teóricas y prácticas, permanecían
en la Escuela en régimen de internado,
HISTORIA MILITAR
Escuela de Capacitación de laVI División en el frente de Levante.
realizando el curso de aplicación. Este
curso tenía una duración variable según
el grado de conocimientos del alumno;
así los que, a juicio de sus profesores,
se hallaban en un nivel cultural alto,
realizaban el denominado curso corto,
de veinte días de duración; el resto realizarían la modalidad normal, de cuarenta días.
Los suspendidos en el curso de aplicación podían repetirlo por una sola
vez, limitándose la duración del corto a
diez o veinte días como máximo. Los
suspendidos que no deseasen repetir
curso se incorporaban a su unidad con
el empleo de sargento. En ningún caso
un alumno podía permanecer en la
escuela más de seis meses, esta condición se impuso al final de la guerra
para evitar que los alumnos se evadiesen del frente alegando su condición de
aspirantes a teniente
La presencia de las milicias en las
unidades mixtas creó numerosos problemas; generalmente los miembros de
estos grupos, altamente politizados,
carecían de la formación cultural precisa para optar al ingreso en las escuelas
de formación de oficiales. Para solventar en lo posible las carencias de este
personal, en 1937 se creó la Escuela
General de Enseñanza Militar, donde
los milicianos que lo precisaban efectuaban un curso de cuarenta días, preparatorio para el ingreso en las Escuelas Populares de Guerra. Pero no siempre se respetó esta disposición, por lo
que frecuentemente asistieron a los
cursos de teniente personas de una cultura muy limitada, especialmente en
los meses finales de la guerra.
Últimos alumnos
En noviembre de 1938 las Escuelas
Populares de Guerra pasaban a denominarse Escuelas de Mando y Enseñanza, con la novedad de que los alumnos debían ser sargentos, pero la suerte
de la guerra ya estaba echada y esta
disposición quedó sin efecto. Las últimas promociones de tenientes en campaña fueron las siguientes:
Infantería: 10 de enero de 1939,
Caballería: 22 de julio de 1938, Artillería: 28 de diciembre de 1938, Ingenieros: 13 de enero de 1939, e Intendencia: 17 de enero de 1939.
Curiosamente en el bando nacional
los alféreces se concibieron como oficiales provisionales, sin posibilidades
de permanecer en el Ejército al acabar
la contienda; sin embargo, fueron ellos
los que constituyeron la oficialidad
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profesional de posguerra tras la transformación en oficiales de la Escala
Activa. Los nuevos oficiales gozaron
de la confianza plena del régimen hasta
alcanzar la mayoría los empleos de jefe
y varios el generalato. Los que optaron
por la vida civil, una gran mayoría,
ocuparon cargos destacados en las distintas ramas de la Administración o el
ejercicio de actividades autónomas;
eran los vencedores.
En el bando gubernamental, los
tenientes en campaña estaban formados para constituir la oficialidad del
Ejército de posguerra y, lógicamente, al
perder, quedaron automáticamente
disueltos y sujetos a consejos de guerra
que depuraron su participación en el
conflicto. En la vida civil fueron
muchos los que tuvieron dificultades
para ejercer sus profesiones en la Administración, aunque los hubo que tras un
proceso de depuración positivo volvieron a sus puestos de antes de la guerra;
tales entre otros los miembros del Cuerpo de Magisterio. En general, el tiempo
fue suavizando situaciones y hoy, unos
y otros, alféreces y tenientes, son historia, pero una historia que conviene
conocer.
La estadística total de tenientes en
campaña, según el historiador José
María Gárate Córdoba, al que he
seguido en este artículo, fue la que
sigue:
Infantería: 8.286, Caballería: 251,
Artillería: 1.357, Ingenieros: 1.330,
Intendencia: 512, Marina: 115 y Aviación: 2.000; en total 13.339 tenientes.
El número de alféreces provisionales, según el citado historiador, responde a la siguiente estadística:
Infantería: 22.180, Caballería: 307,
Artillería: 1.414, Ingenieros: 1.005,
Intendencia: 678, Milicias: 1.004, Trabajadores: 509, Orden Público: 967,
Aux de E. M.: 42, Aux. de Intervención: 417 y Defensa Química: 209; en
total 28.732 alféreces provisionales.
Miguel Parrilla
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