El miedo Fernando Sarráis EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A. PAMPLONA COLECCIÓN: PERSONA n.º 27 Y CULTURA DIRECTORES: Tomás Trigo Enrique Molina Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal). Primera edición: Octubre 2014 © © © © © 2014. Fernando Sarráis Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA) Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) – España Teléfono: +34 948 25 68 50 – Fax: +34 948 25 68 54 e-mail: [email protected] ISBN: 978-84-313-3012-5 Depósito legal: NA 1.455-2014 Diseño cubierta: Fernando Cuevas Imprime: Gráficas Alzate, S.L. Pol. Comarca 2. Esparza de Galar (Navarra) Printed in Spain – Impreso en España Índice 1.Introducción ............................................................ 2.Definición, finalidad y tipos de miedo .................. 3.Miedo y sufrimiento ................................................ 4.Miedo y razón .......................................................... 5.Miedo, voluntad y libertad ................................... 6.Miedo, voluntad y amor . ....................................... 7.Miedo y afectividad ................................................ 8.Miedo y otras funciones psíquicas: percepción, imaginación y memoria . .......................................... 9.Miedo y conducta . .................................................. 10.Gestos y expresiones corporales del miedo ........ 11.Biología del miedo .................................................. 12.Miedos patológicos: pánico y fobias ..................... 13.Temeridad ................................................................. 14.Estrategias para controlar y superar los miedos ............................................................................. 15.Valentía ................................................................... 16.Epílogo . .................................................................... 17.Bibliografía ............................................................. 7 15 27 39 45 51 57 123 141 149 153 Lista de tablas y figuras . ............................................ 155 61 69 83 89 99 113 l Introducción El ser humano nace con la necesidad y la tarea de ser feliz. Para orientarnos en la dirección correcta y lograr esa meta en cada momento de la vida, hemos sido dotados de la afectividad, que enciende luces –emociones y sentimientos– positivas cuando vamos por buen camino, pero negativas cuando nos extraviamos. Cuando suponemos que estamos yendo por un camino que no nos conduce a la felicidad, nos sentimos mal. En esa circunstancia, se pone en marcha la razón para reflexionar sobre el significado de esos afectos negativos y determinar si son indicadores de no ser feliz, o si son la consecuencia de la dificultad y el sufrimiento que conlleva el tratar de alcanzar objetivos valiosos, que, a plazo más o menos largo, nos producirán felicidad y sentimientos positivos. Así pues, para lograr el éxito en la vida –para ser feliz–, se precisa la coordinación armónica de la afectividad y la razón, que informan del camino correcto de cada persona hacia la felicidad. Lograr esa armonía no es fácil y requiere el esfuerzo continuado de la voluntad, que ha de 8 EL MIEDO resolver los frecuentes conflictos y confusiones entre las informaciones que nos aportan la afectividad y la razón. En el logro de tal armonía consiste el éxito de la maduración psicológica. Para saber cuál es el camino que conduce a la felicidad, primero hay que saber qué es ser feliz. Una receta sencilla para ser feliz es: «hacer lo que debo porque me da la gana». Con otras palabras, se puede decir que para ser feliz se debe hacer el bien, que es lo que debo hacer, porque lo quiero, porque lo amo con mi voluntad libre. El famoso psicólogo de la personalidad Hans Jürgen Eysenck, de tendencia biologicista, tiene una afirmación que apoya de algún modo la afirmación precedente: «… el deber es un reflejo condicionado que fuerza a hacer automáticamente lo que la inteligencia dice que es lo mejor». Este autor deja en la sombra la libertad de la voluntad en el cumplimiento de los deberes que la razón nos propone, pero remarca la estrecha relación entre razón y voluntad, que se da de ordinario en toda persona sana y que se altera cuando se entremeten emociones negativas como el miedo. El miedo a sufrir, cuando es intenso, puede nublar la razón y dificultar el juicio sobre cuál es el bien que debo hacer, y puede también inmovilizar a la voluntad e impedir que quiera hacer el bien. En estos casos, es el propio miedo el que mueve a hacer algo que no está bien, cosa que de momento hace que nos sintamos bien o que no nos sintamos mal, pero que no puede hacernos felices pasado un tiempo. Así pues, se puede concluir que el miedo es un poderoso enemigo de la felicidad. Introducción 9 Nacemos tanto con un rechazo natural al sufrimiento, que es interpretado por muchos como incompatible con la felicidad, como con una atracción por su opuesto, el placer, al que tenemos como sinónimo de ella. Hay muchas personas que, para sentirse afectivamente bien, viven toda su vida persiguiendo el placer y huyendo del sufrimiento, para no sentirse mal. Esta conducta produce un miedo habitual e intenso a sufrir y, a la vez, una fuerte atracción por el placer, y termina por arraigar en la personalidad. Una tarea importante de los educadores es ayudar a los niños y jóvenes a desarrollar el hábito de pensar sobre el significado verdadero de las vivencias afectivas, para que sepan encontrar el sentido del sufrimiento que acompaña tantas veces al esfuerzo de lograr objetivos valiosos que les harán felices en el futuro, y sepan así aceptarlo y soportarlo. De lo contrario, es probable que desarrollen una personalidad temerosa, apocada, fóbica, adicta a conductas que producen placer inmediato y evaden del sufrimiento, que supondrá una gran dificultad para llegar a ser felices. En este sentido, el famoso etólogo Konrad Lorenz, premio Nobel en Fisiología y Medicina, ya fallecido, criticó «el creciente infantilismo que impulsa sin cesar hacia una inmediata satisfacción, que incapacita para soportar situaciones en las que no se da esa satisfacción inmediata. Esta tendencia social, motivada por un intento de evitar el sufrimiento, tiene como consecuencia un efecto paradójico, pues da origen al verdadero sufrimiento: el miedo 10 EL MIEDO a sufrir, que conduce al miedo al miedo que se producirá cuando se sufre». Así pues, una parte importante de la educación de los niños es que aprendan a sufrir con buen humor, para no temer sufrir y poder ser racionales y libres, que es la manera más segura de vivir una vida feliz. En el decir popular se ha condensado esta idea en el refrán que dice: «Hay que aprender a poner al mal tiempo buena cara». El filósofo alemán Robert Spaemann, en su artículo «El sentido del sufrimiento», afirma que «una civilización fundamentada en el lamento, en la que cada uno tiende a compadecerse de sí mismo y a quejarse de su nefasta situación, apenas tiene impulso para hacer a los hombres felices. Cuando se utilizan mucho los psicofármacos para suprimir molestias normales, para evitar sensaciones de malestar, para disminuir todo temor o nerviosismo, disminuye también lógicamente, la intensidad de la felicidad». Y añade: «No puede haber montes si no hay valles». Es lógico que si se toman sustancias buscando su efecto anestésico de lo desagradable también se produce una anestesia de lo agradable. Esta obsesión por encontrar modos de evitar el sufrimiento deja a un lado el empeño de encontrarle sentido al sufrimiento, de saber por qué sufrimos. El sufrimiento aparece en toda situación de necesidad, y el estado de necesidad es permanente en el ser humano. La sensación de necesidad o privación es de importancia vital, pues nos advierte que, para vivir y para ser feliz, el hombre necesita cosas concretas, fisiológicas, psicológi- Introducción 11 cas y espirituales; es importante aprender desde pequeño a encontrarle sentido a cada sufrimiento concreto, pues nos quiere informar de una necesidad. Si no sintiésemos hambre, no comeríamos y moriríamos de inanición. Solo el ser humano, dotado de inteligencia, puede encontrar ese sentido que le motivará a buscar metas que satisfagan sus necesidades y a saber soportar dicho sufrimiento como un permanente recordatorio de su situación y de la dirección correcta en la vida. En esta misma línea, José Antonio Marina, en su libro Anatomía del miedo, señala que una de las principales tareas de los padres durante la primera infancia es ayudar a que el niño pueda soportar tensiones cada vez más intensas, para aprender a regular sus propias emociones. Sigue diciendo que, en los tratados modernos de psicología infantil y evolutiva, la autorregulación de las emociones es el tema estrella del desarrollo psicológico, pues permite al niño tranquilizarse a sí mismo y evitar las emociones negativas. Añade Marina que toda persona necesita aprender cierta disciplina y que lo ideal es que sea una autodisciplina, absolutamente necesaria para la libertad. En el número de enero de 2000 de la revista American Psychologist, de la Sociedad Americana de Psicología, se recogen los resultados de varios estudios que intentaban conocer las variables que más se relacionan con la felicidad, con el propósito de ayudar a los psicólogos del tercer milenio en su tarea. Los autores estudiaron la relación de la felicidad con múltiples variables personales: 12 EL MIEDO edad, sexo, estado civil, tipo de trabajo, raza, salud física, riqueza, etc. La conclusión unánime fue que la variable más relacionada con la felicidad es la personalidad. Esta conclusión viene a refrendar la importancia del proceso de maduración psicológica que he señalado en el párrafo anterior. Las personas con una personalidad dominada por emociones negativas, especialmente por el miedo, tienen difícil ser felices, pues su razón y su voluntad están condicionadas por esas emociones, lo que las lleva a cometer frecuentes errores en las decisiones que podrían hacerles felices, o son incapaces de ponerlas en práctica. En línea con lo anterior, la mayoría de los modelos teóricos de personalidad desarrollados por los investigadores durante la segunda mitad del siglo XX, han considerado el neuroticismo como un rasgo o factor universal de personalidad. Los sujetos con puntuaciones negativas en este rasgo son personas de emociones negativas, fuertes y habituales, entre las que destacan el miedo y la angustia. Miedo y angustia dominan su vida psicológica y su conducta, y les hacen más propensos a la patología mental neurótica, cuyo síntoma común es la ansiedad. Las personas con puntuaciones positivas en este rasgo son individuos con un elevado control voluntario de la afectividad y, por lo tanto, con emociones positivas de modo habitual. Por esta razón, conviene estar atentos a estos signos neuróticos ya durante la infancia para tratarlos precozmente y evitar el desarrollo de personalidades con neuroticismo elevado. Introducción 13 Los sujetos en los que domina el neuroticismo tienen muchas características parecidas a las de los sujetos de temperamento melancólico, descrito ya por Hipócrates y que se ha mantenido vigente en psicología y en literatura hasta mediados del siglo XX como una de las modalidades básicas del ser humano. Entonces pasó a denominarse neuroticismo. Se puede afirmar que es una manera de ser bien concreta y frecuente. Según Marina, las personas con neuroticismo intenso poseen un temperamento de vulnerabilidad alta, por su propensión a los miedos y a la afectividad negativa en general. Afirma también que la vulnerabilidad se debe a tres factores: la creencia en la imprevisibilidad del mundo, la convicción de no poder controlar los sucesos, y la inseguridad básica. Con frecuencia estas creencias se adquieren cuando los padres pintan el mundo como peligroso y exageran los esfuerzos de protección del niño. Un exceso de protección impedirá al niño sentir que controla los sucesos del mundo, y le producirá además inseguridad y angustia. Así pues, el que una persona pueda confiar en el mundo o el percibir el mundo como una selva llena de trampas y amenazas depende en gran parte de las primeras experiencias vitales. John Bowlby considera que una de las primeras experiencias, de importancia capital, para infundir seguridad básica en los niños es el «apego» a los padres, que es un fuerte vínculo afectivo positivo. Marina afirma que un elemento esencial de la formación del carácter es el aprendizaje de los miedos, que tiene 14 EL MIEDO que ver con el modo como se aprende a ver el mundo: este se percibe como previsible o imprevisible, controlable o incontrolable, seguro o inseguro. Estas creencias básicas se aprenden en la primera infancia y en el trato con sus primeros cuidadores, y van a determinar la fuerza y cantidad de miedos que el niño asimila. Un mundo percibido como incontrolable, imprevisible e inseguro resulta aterrador. El niño aprende también en la familia cómo enfrentarse con el miedo, asimila una serie de estrategias de afrontamiento del miedo, algunas positivas, porque disminuirán el miedo, y otras negativas, pues lo aumentarán y podrán dar lugar a fobias. Este libro tiene como protagonista principal al miedo y su propósito es mostrar el importante papel que desempeña en la vida de toda persona: para bien, porque avisa de los peligros que hacen sufrir y da la oportunidad de evitarlos; y para mal, cuando es patológico, porque impide el funcionamiento racional y libre, y por ello dificulta ser feliz. El texto se centra principalmente en la influencia negativa del miedo, que es la que interesa prevenir y combatir para ayudar a las personas a ser maduras y felices. Con este objetivo y con un lenguaje sencillo y accesible, expondré el papel de esa influencia negativa en el funcionamiento corporal y psicológico del ser humano, y describiré tanto las enfermedades físicas y psicológicas producidas por el miedo, como las estrategias para controlarlo y superarlo. 2 Definición, finalidad y tipos de miedo La afectividad es una facultad psíquica que Platón, en La República, sitúa en una zona intermedia entre la sensibilidad (sensaciones de los sentidos) y la razón, y no siempre en sintonía con ellas. Es una zona intermedia donde se une lo sentible y lo intelectual, y en la cual se comprueba la inescindible unidad de cuerpo y alma que es el hombre. Es el aspecto del alma peor conocido, por su complejidad y variabilidad; es, por eso, frecuentemente, mal entendida, y da lugar a la acostumbrada queja de muchas personas: «No me entiendes». Es también la más difícil de armonizar consigo misma y con las demás facultades psíquicas. Como hemos adelantado en la introducción, el miedo tiene la función de generar afectos positivos y negativos, que informan sobre la valoración, positiva o negativa, que para el sujeto merecen los estímulos que lo desencadenan. Así pues, es una manera básica de conocer la realidad, que, sin embargo, deberá ser entendida o interpretada por 16 EL MIEDO la razón. También los miedos nos informan de algunos aspectos del sujeto que los siente, en concreto, nos dicen cómo le están afectando los objetos, el mundo que le rodea. No olvidemos que algo nos afecta, esto es, genera afectos en nosotros, en la medida en que es bueno o malo para nuestros objetivos biológicos, psicológicos o sociales. La afectividad es un mundo complejo que influye en todo el psiquismo humano: en la inteligencia, la voluntad, las tendencias, la imaginación, la memoria, la percepción. Ocupa un lugar central en la vida de todo ser humano, pues configura su situación anímica interior, le impulsa a la acción o le retrae de ella, le acerca o separa de los demás. El antropólogo Ricardo Yepes, para resaltar la importancia de la afectividad, afirma que «la posesión de los bienes más preciados y la presencia de los males más temidos promueven aquellos sentimientos que dan o quitan la felicidad». También señala que «la variedad de la afectividad produce la variedad de caracteres»; es decir, que el modo de funcionar la afectividad es un elemento importante en la configuración de la personalidad de cada individuo: de ahí que se pueda describir la manera de ser de una persona haciendo referencia a un solo rasgo, y que ese rasgo sea afectivo. Y, así, por ejemplo, decimos: «Es una persona miedosa». La afectividad tiene que ver con la sensibilidad porque las sensaciones producen afectos; pero se trata de dos facultades distintas. Sensaciones y afectos son cosas di- Definición, finalidad y tipos de miedo 17 ferentes. Las primeras solo nos hacen tomar conciencia de nuestro propio cuerpo, mientras que los segundos se refieren a un estado interior o íntimo, además de a algo exterior que los desencadena. El afecto por ser algo íntimo, hace referencia a cómo me siento por dentro ante el mundo que percibo. Por este carácter íntimo de los afectos, las personas suelen tener gran resistencia a comunicar sus sentimientos a los desconocidos. En cambio, es más fácil decir a cualquiera lo que se capta por los sentidos –las sensaciones–, como que una comida está salada, un ruido es muy fuerte, o un perfume agradable. El sentimiento tiende a generar una conducta, que puede ser impedida por la voluntad; la sensación, en cambio, termina al desaparecer el estímulo que la produce. El sentimiento se prolonga en el tiempo, mientras que la sensación es fugaz. La afectividad produce una gran variedad de afectos, difíciles de calificar y diferenciar. En la tabla 1 se recogen algunos de los afectos más frecuentes. Platón distinguió entre emociones, sentimientos, afectos y pasiones. En la psicología actual, «afecto» y «pasión», que es un tipo de afecto muy intenso, se consideran sinónimos de «sentimiento». La mayoría de los psicólogos, en un intento de poner un poco de claridad en el mundo afectivo, han distinguido los afectos por su cualidad (positiva o negativa), su intensidad y duración (emociones, sentimientos y estados de ánimo o humor), y su origen (biológicos, psicológicos 18 EL MIEDO y sociales). También están de acuerdo en que los afectos ayudan al ser humano tanto a actuar de cierta manera en un momento concreto al promover respuestas a los estímulos con carga afectiva, como a actuar de cierta manera en el futuro, pues constituyen un rasgo de la propia personalidad, y, finalmente, determinan el modo de interacción social: en efecto, la facilitan, mediante la empatía, cuando surgen afectos positivos entre las personas, o la dificultan, si aparecen afectos negativos y falta la empatía. Ricardo Yepes afirma que los sentimientos son como los sonidos del alma, de modo que cada persona suena de modo distinto: por eso los sentimientos y la música están tan cerca. La grandeza y la pequeñez humana dependen de la intensidad de su vida afectiva, la ausencia de afectos convierte la vida en un desierto árido y monótono. Las emociones son afectos muy intensos, breves, superficiales, aparentes y fáciles de detectar por los demás a través de su expresión corporal, desencadenados, en general, por estímulos ambientales (físicos o sociales; presentes o imaginados). Se considera que las emociones tienen cuatro elementos: estímulo ambiental, reacción emocional, manifestaciones físicas y conducta asociada. En este libro examinaremos esos cuatro elementos de la emoción llamada miedo. En comparación con las emociones, los sentimientos y estados de ánimo suelen ser menos intensos, pero, por ser más profundos, son más duraderos y menos aparentes o visibles para los demás. Pueden ser secuela de Definición, finalidad y tipos de miedo 19 Tabla 1 Afectos Afectos positivos Afectos negativos 1. Alegría, contento, entusiasmo, euforia 2. Tranquilidad, calma, paz, sosiego, serenidad 3. Esperanza, optimismo, ilusión 4. Amor, cariño, gusto, atracción, admiración 5. Seguridad, comodidad, confortabilidad 6. Útil, importante, valioso, orgulloso 7. Satisfacción, aceptación, agrado 8. Confianza, acompañado, plenitud 9. Sorpresa positiva 1. Tristeza, descontento, desilusión 2. Ansiedad, intranquilidad, agobio, inquietud 3. Agitación, sufrimiento, dolor 4. Temor, preocupación, pánico, angustia, miedo 5. Desesperanza, pesimismo, desilusión 6. Odio, rechazo, desprecio, disgusto 7. Repulsa, asco, despecho 8. Inseguridad, incomodidad 9. Prisa, impaciencia 10. Aburrimiento, hartura 11. Inútil, humillado, despreciado, inferior 12. Insatisfacción, disconforme, desacuerdo 13. Soledad, vacío 14. Sorpresa negativa, desengaño, defraudado 15. Enfado, cólera, irritabilidad, frustración 16. Duda, incertidumbre, perplejidad, zozobra, desazón 17. Culpa, arrepentimiento, vergüenza 18. Celos, envidia 19. Añoranza, nostalgia 20. Pena, compasión 21. Sospecha, suspicacia, desconfianza 20 EL MIEDO ciertas emociones o estados biológicos, y originarse en juicios de valor de la razón sobre uno mismo y sobre el mundo. José Antonio Marina, en su libro Anatomía del miedo, hace una interesante explicación de la vivencia afectiva. Afirma que los afectos humanos son un territorio psicológico delimitado por tres dimensiones afectivas básicas que llama «primitivos afectivos», que vienen a ser sus elementos más primarios y generales, que mezclados de modo diverso y con diferente intensidad, se dan en todos los afectos. Esos primitivos afectivos son bipolares y forman la triada agradable/desagradable, inquietante/ tranquilizante, atractivo/repulsivo. Los afectos negativos, entre ellos el miedo, son desagradables, inquietantes y repulsivos, mientras que los positivos son agradables, tranquilizantes y atractivos. En lo sucesivo, el foco de atención se pondrá en el miedo por ser el protagonista del libro. El miedo es una emoción negativa, que, sin embargo, desempeña un papel positivo en la supervivencia del individuo, como persona física y social, pues avisa de la existencia de un peligro y permite preparar, con la ayuda de la razón, una estrategia de defensa o de huida. Para los expertos de la afectividad, entre ellos el famoso Paul Ekman, el miedo es –junto con la alegría, la tristeza, la ira, el asco y la sorpresa– una de la emociones primarias y universales, con un fuerte determinante biológico y, por tanto, con un fuerte carácter instintivo. Hay otras emociones consideradas secundarias Definición, finalidad y tipos de miedo 21 por ser mezcla de las primarias, como ocurre con los colores primarios y los colores secundarios. El ser humano nace con un conjunto de miedos, llamados básicos o naturales, que comparte con los animales, como son el miedo a los ruidos intensos, a fogonazos, a estímulos táctiles inesperados, al dolor físico, a la sensación de caída en el vacío y a la oscuridad. Hay otros miedos, adquiridos en experiencias tempranas ligadas a vivencias de sufrimiento físico o psicológico, y que son los más abundantes. Algunos de ellos, como ocurre con el miedo a equivocarse o el miedo al juicio negativo de los demás, han de ser des-adquiridos, enfrentándose a los sufrimientos que los han causado, pues pueden suponer un grave obstáculo en la consecución de objetivos importantes para la felicidad. Sin embargo, se han de conservar los miedos naturales y algunos de los adquiridos pues nos recuerdan donde están los peligros y nos ayudan a evitan las conductas imprudentes, aun cuando su intensidad deba ser controlada por la voluntad para evitar las fobias que reducirían la libertad de acción. Así pues, el miedo es una emoción normal y beneficiosa siempre que se mantenga dentro de una proporción cualitativa y cuantitativa adecuada a los estímulos que lo producen. La intensidad del miedo depende de la interacción de varios factores: de la inminencia del riesgo de que ocurra algo, de la gravedad del daño que produce ese suceso y de la actitud del sujeto hacia el sufrimiento. Esta última, a su vez, deriva de que tal sufrimiento sea evitable 22 EL MIEDO o no, útil o no, merecido o no; y, finalmente, depende de la habituación desarrollada en experiencias pasadas. Se podría simplificar la fórmula de la intensidad del miedo diciendo que es el cociente que resulta de dividir la gravedad y la probabilidad de un peligro por la fortaleza personal para soportar el sufrimiento. En general, todo lo que vuelva imprevisible el mundo, todo lo que hace que una persona se sienta acorralada, o todo lo que le convenza de su incapacidad de controlar una situación, produce miedo. Cuando una persona que siente miedo está sola, siente más miedo; si está acompañada, se siente de alguna manera protegida y su miedo disminuye. Esto explica que sea mayor el temor que se siente andando por una calle peligrosa cuando está vacía, como ocurre por las noches; o cuando se espera al dentista en una sala de espera sin nadie. Explica también que las personas que quieren amedrentar a otra traten de aislarla de los demás, obligándola a romper los vínculos familiares y de amistad, para que sienta más miedo y se someta. Pero ocurre también que, como el miedo es contagioso, se pueda sentir miedo en situaciones no peligrosas por influencia del que sufren los demás, como ocurre en las situaciones de avalanchas humanas o en los momentos de crisis económica en los que unas personas inducen su miedo a las demás. El fenómeno del influjo positivo del grupo en el alivio del miedo de los individuos, llevó a la investigadora Judith Jordan a proponer una teoría sobre la valentía, según la cual, esta se debería más a la influencia del valor de los Definición, finalidad y tipos de miedo 23 demás que a una característica interna de las personas. Un ejemplo de eso se ve en los grupos de chicos en los que, bajo el influjo de la conducta de los valientes, todos se hacen los valientes para que los demás vean que lo son: unos se contagian de otros por emulación, de modo que, en estas situaciones, llegan a cometerse actos de gran riesgo, en algunos casos de gran altruismo, cual es el caso de catástrofes naturales o de accidentes; o, por el contrario, acciones viles como ocurre en la violencia callejera o las violaciones en grupo. Cuando el miedo es normal o proporcionado al estímulo, el sujeto puede pensar si debe tomar en serio el aviso de peligro que el miedo transmite y cuál debe ser la conducta adecuada, tanto para evitar el peligro como para enfrentarse a él con el objetivo de suprimirlo, como ocurre con muchos de los temores propios de la infancia: miedo a animales, oscuridad, soledad, equivocaciones, ridículo, hablar en público, fracasar. En los casos de miedo proporcionado, la voluntad es la que dirige la conducta que la razón propone como la más adecuada para enfrentarse al peligro. Cuando el miedo es excesivo, la persona puede darse cuenta de que ha de enfrentarse a los riesgos que teme; pero, en la práctica, no tiene fuerza de voluntad suficiente para hacerlo, con lo que, durante el tiempo que le dura el miedo, su libertad está disminuida o incluso anulada. Si esos miedos son habituales, se podría decir que es una 24 EL MIEDO persona con escasa libertad: eso es lo que ocurre en las personas con una personalidad miedosa o ansiosa. Hay un miedo de intensidad extrema, llamado pánico, que produce un bloqueo o paralización física y psicológica tal que impide huir o enfrentarse al peligro. Ante la posibilidad de que esa situación vuelva a producirse, el sujeto huirá de ella y la evitará en el futuro. Cuando se da esta evitación de algo por miedo a sufrir pánico, se dice que el sujeto padece una fobia. El pánico puede producir conductas de huida irracionales y peligrosas para el propio sujeto, como arrojarse por la ventana de un rascacielos en llamas o las avalanchas de gente en las que mueren personas por aplastamiento. Hay personas que tienen miedos pequeños o moderados (tolerables) pero muy frecuentes, ante estímulos que a la mayoría no les produce miedo. Se dice de estas personas que son miedosas, y esta manera de ser las hace más propensas a desarrollar fobias en las situaciones que producen gran miedo a todo el mundo. Además, les hace sentir miedo de modo casi permanente, les dificulta estar alegres y disfrutar de la vida; con el tiempo, ese miedo actuará como la carcoma, destruyendo, poco a poco, su salud mental, como se verá en el capítulo de los miedos patológicos. Si realizamos un análisis psicológico más fino, podemos considerar que el miedo, además de ser una emoción, puede ser un sentimiento: suele decirse que «se siente miedo». El sentimiento de miedo viene a ser ese miedo permanente, o muy habitual, que es un rasgo de personalidad o Definición, finalidad y tipos de miedo 25 de la manera de ser. Suele decirse de esas personas que son temerosas. Aquí, el lenguaje nos ayuda a entender y explicar el conocimiento afectivo: aunque sentimiento de miedo puede considerarse sinónimo de sentimiento de temor, conviene señalar que el término «temor» implica menor intensidad que el término «miedo», pues en el concepto de miedo hay una connotación de emoción, que se ha definido como un afecto más intenso que el sentimiento. Normalmente, cuando un sujeto siente miedo suele conocer la causa que lo produce. A la sensación de miedo que una persona siente sin conocer su causa se la denomina angustia, que es una vivencia afectiva negativa y desagradable semejante a la de miedo. Cuando el miedo y la angustia son de una gran intensidad se denominan pánico. Como acabamos de explicar, el pánico tiene tal fuerza que impide el funcionamiento psíquico normal, produce conductas irracionales durante el tiempo que dura, y puede dejar secuelas patológicas posteriores tales como trastornos de estrés postraumático, depresiones reactivas, fobias a las situaciones causantes de pánico, o una ansiedad de expectación, que es un temor permanente a que esa situación se repita. En este capítulo se ha intentando hacer una primera clarificación de la vivencia afectiva del miedo, y de sus variaciones en intensidad, que reciben nombres propios, lo mismo que de algunas de sus consecuencias. Estos temas se especificarán con más detalle en los siguientes capítulos. 3 Miedo y sufrimiento Ya hemos apuntado que la causa común de todos los miedos es el sufrimiento. No tenemos miedo a disfrutar, al éxito, a lo positivo de la vida. Tenemos miedo a la multitud de situaciones personales y ambientales que nos van a producir sufrimiento, desde el dolor físico y las necesidades fisiológicas insatisfechas (hambre, sed, sueño, cansancio) hasta el dolor moral por la insatisfacción de las funciones psíquicas (dudas, ignorancia, olvidos) y los recuerdos, ideas, imágenes, percepciones y sentimientos negativos. La palabra «sufrimiento» se usa en un sentido concreto para referirse al dolor físico, pero se emplea con más frecuencia en un sentido abstracto para aludir al dolor emocional (psicológico); y, en un sentido todavía más amplio, para hacer referencia a sentimientos, emociones y sensaciones desagradables. Con cierta frecuencia, dolor y sufrimiento se usan como sinónimos. Otras veces, se usan como opuestos entre sí para distinguir ciertos aspectos: el 28 EL MIEDO dolor es físico, el sufrimiento es mental; el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Finalmente, otras veces se usan ambos términos para definirse entre sí: el dolor es sufrimiento físico y el sufrimiento es dolor moral. El dolor y el sufrimiento son compañeros habituales en la vida del ser humano, por eso el miedo y la tristeza, que se asocian a ellos, son también compañeros inevitables de la vida humana. Así lo dice Job, arquetipo del hombre sufridor, en el capítulo 14, versículo 1 de su libro: «El hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de tormentos». De cómo asimile cada uno el sufrimiento, y, en concreto, de cómo maneje el miedo que le acompaña, dependerá su felicidad. Todo ser humano, cuando necesita algo, mientras no consigue satisfacer esa necesidad, siente frustración, que es un sentimiento desagradable y hace sufrir. Cuando uno ama algo, tiene sentimientos positivos que acompañan la vivencia del amor, que es un acto de la voluntad; pero tiene también sentimientos negativos: preocupación por el bienestar del ser querido, temor a perder su amor o a no ser correspondido cuando y como uno quiere, anhelo de estar siempre disfrutando de su presencia. El amor es como con una moneda con dos caras: una positiva, que hace feliz; otra negativa, que hace sufrir. Ya veremos más delante de qué forma el miedo a sufrir por amor puede matar el amor o impedir amar. Cuando alguien desea algo que le va a hacer sentirse bien o feliz, tiene sentimientos positivos de ilusión, esperanza, de disfrute por ade-