Los años del colegio Los primeros años de su educación escolar los realizó en el Colegio San José de Cluny de Barranco; fueron los años de preparatoria, preescolares propiamente. En 1916 ingresó al Colegio Alemán donde estudió hasta 1926. El Colegio Alemán fue fundado en 1910. Funcionó al principio en la calle Mascarón; después de 1917 se trasladó a la calle Botica de San Pedro -la cuarta cuadra de Miró Quesada- donde funcionaba en una gran mansión de la Lima antigua; desde 1925 se instaló en la avenida Bolívar de Miraflores. Según estos datos, de Basadre en La vida y la historia, Martín Adán estudió en los tres locales. Luis Alberto Sánchez, que fue ahí profesor de Rafael de la Fuente y enseñó en el colegio durante toda la década de 1920, ha pintado un interesante cuadro del plantel: "Su director, Richard Westermann, era un filólogo prusiano, a quien la guerra le había otorgado el grado de capitán. Todos los profesores eran ex-combatientes. Todos lucían las huellas de la contienda. Westermann tenía un tremendo costurón (duelo de estudiantes) en la cara y una sicosis que no se aliviaba con el alcohol. Herr Maltham, profesor de idiomas, mostraba una espantosa cicatriz en cruz, sobre la nuca. Herr Scholich, profesor de Ciencias, miraba a todo el mundo con ojos biliosos y solía sufrir crisis de ira de la que los chicos resultaban víctimas. Herr Franke tenía la laringe de metal. Herr Kindell, pequeño, rechoncho, musculoso y rojizo, debió pertenecer a la retaguardia. Enseñaba gimnasia y era un poco cínico. Herr Wiesenecker, el más joven, no tenía huellas visibles de la guerra; era el don Juan de la partida, buenmozo, sonreidor, galantuomo. [...] "Entre 1921 y 1931 tuve oportunidad de contar como alumnos a Martín Adán, Estuardo Núñez; Adolfo Westphalen; Eugenio, Gerardo, Antonio y Luis Felipe Alarco; Manuel, Fernán, Enrique y Paco Moncloa; Carlos y Julio Cueto Fernandini; Guillermo Lohmann Villena y Alberto Wagner Reyna (no usaba el 'de' entonces); Alejandro Deustua; Carlos y Walter Ledgard; José Alvarado Sánchez; Guillermo Geberding; Carlos Lisson; toda una generación de escritores, poetas, diplomáticos, intelectuales. "Mas tarde, entre 1925 y 1927, reemplacé a Emilio Huidobro como profesor de Castellano. Dicté clases de Historia Universal, Economía Política, Castellano, Preceptiva literaria. Durante un tiempo trabajé con los chicos de la primaria. Como el colegio era mixto, tuve alumnas memorables como Consuelo y Yolanda Gambirazio, Pepa y Luisa Dreyfus, Graciela Ganoza, Haydée Martínez, Rosita Bueno Tizón, Eva Mack. "El Colegio Alemán fue para mí una excelente escuela. Mi formación francesa sufrió no un revés, sino una confirmación. Todo debía ser planeado cuidadosamente. La disciplina se mantenía con férreo rigor. El doctor Westermann con su erguida figura de spaghetti de pie, fumando pág. 20 siempre con aire displicente un cigarrillo, recorría patios y salones. Al acercarse él se hacía un silencio impenetrable. Miraba todo con sus fríos ojos de acero, sin un gesto. Me hacía recordar la figura de otro alemán, o alsaciano, el P. Cosme Lohr, también frío, imponente, de ojos acerados. Teníamos entre nosotros a un gran sabio, el doctor Adolfo Weberbahuer [Augusto Weberbauer], el más alto representante de los botanistas que se han ocupado del Perú. Con su barbiche cana, chamuscada por el sempiterno cigarrillo que le quemaba las guías de los bigotes, desenrrollaba mapas, exponía muestras de plantas, explicaba incansablemente. El sistema del Deustche Schule era distinto al de La Recoleta. Teníamos jornada única. El trabajo empezaba a la 8 y 10 en punto; cada clase, excepto la última que terminaba a la 1 y 15, duraba 45 minutos; la última sólo 40. Había recreo o descanso después de cada dos clases. El movimiento de cambio de profesores y salida de los alumnos a los 'reservados' se hacía en cinco minutos, entre clase y clase. El recreo antes de la última duraba 15 minutos. En total el alumno permanecía en el colegio durante cinco horas y cinco minutos, de lo cual veinticinco minutos se dedicaban a descanso o recreo. Siempre debíamos dar a los alumnos tareas caseras, calculando que no les ocuparan más de dos horas. De esta suerte, al menos teóricamente, el estudiante almorzaba entre una y media y dos de la tarde y trabajaba sus tareas entre tres y cinco. A esta hora quedaba absolutamente libre, salvo que sus padres le impusieran otro ritmo al trabajo doméstico. "Había dos clases de docentes: los alemanes y los peruanos. Los primeros constituían el consejo de profesores. Generalmente venían contratados por dos o más años, a cargo del Comite del Colegio formado por los más prósperos comerciantes de origen alemán. Muchos años presidió ese Comité don Bruno Geberding, casado con la señora Melgar, padres de Guillermo. Los profesores peruanos o de habla castellana éramos don Emilio Huidobro, español, Federico Gardini, Alberto J. Ureta, Guillermo Vera Tudela, Carlos Landerer y yo. Más tarde, se agregaron Jorge Guillermo Leguía y Raúl Porras. Era un equipo compacto. Salvo las ociosidades de mi primo Federico Gardini, que prefería conversar de cualquier cosa antes que hacer clase durante todo el tiempo prescrito, y de Ureta que solía quedarse dormido con los ojos abiertos, en plena soñación, los demás trabajábamos a conciencia, tratando de sobrepujar a los 'boches'. Lo curioso es que ninguno de nosotros era germanófilo, excepto Gardini. Pero nadie nos preguntó sobre nuestras ideas políticas". (Sánchez: Testimonio Personal T.I) El colegio asumió el plan de estudios nacional, aunque su carácter mixto fue novedoso por entonces en Lima. La calidad de sus profesores debió de ser magnífica: se favorecía con una magnífica plana de profesores emigrados de Alemania, aún bajo las consecuencias de la guerra. Los años del colegio depararon a Adán una instrucción estupenda sobre la cual construyó el resto de su formación ya de un modo independiente pág. 21 como veremos. El influjo de cuatro eminentes maestros en su educación en lengua y literatura por entonces, los cuatro de nivel universitario, debió de ser decisivo en su formación; Emilio Huidobro, Luis Alberto Sánchez, Alberto Ureta y Richard Westermann. Esto explica el que su promoción tuviera otros importantes hombres de letras. El papel de Emilio Huidobro (1879-1957) fue muy importante en la formación de los jóvenes del Colegio Alemán. Fue Huidobro hombre de letras, dinámico y creativo que dejó la impronta de su celo intelectual en numerosos jóvenes; y abrió los caminos de la lingüística moderna en nuestro país. Huidobro no sólo fue un pionero importante de la lingüística teórica moderna sino que dedicó un gran esfuerzo a la divulgación pedagógica en torno a temas de lenguaje. Huidobro era de origen español. Había sido seminarista agustino y probablemente había llegado en esa condición al Perú en 1903. Su producción intelectual en la enseñanza y el periodismo los realizó en el Perú durante los años de 1903 a 1933. Gran parte de su esfuerzo pedagógico estuvo dedicado a un auditorio escolar. Creó métodos y textos para cursos de lenguaje; en ese empeño procuró -se obsesionó más bienen ser claro, útil y excedido informador. Es muy probable que tuviera trascendental importancia en la formación de Martín Adán, que sentara las bases de su interés por la lengua -notable en su poesía-, y que en ese sentido prefigurara características claves de su poesía de décadas posteriores. Es sugestivo que sean centrales en las preocupaciones pedagógicas de Huidobro el interés por la métrica, el léxico y la historia de la lengua: aspectos esenciales en la poesía de Adán. Al respecto, es ilustrativo lo que dice Núñez, en un importante testimonio sobre Huidobro, en la revista Lexis del primer semestre de 1981, artículo que venimos siguiendo: "Fueron sus discípulos en el Colegio Alemán, Martín Adán, Xavier Abril, Emilio Adolfo Westphalen y quien esto escribe. Contribuyó a conformar así una generación que inaugura una nueva etapa en la literatura peruana. Vislumbró en ellos, siendo todavía niños en edad escolar, que más tarde habrían de jugar un papel en las letras. 'Cuando seáis adultos -decía- tendréis autoridad para imponer el uso correcto del idioma, aun a costa de enfrentaros a la Academia'". También ilustran la importancia de Huidobro en la formación de Adán algunos títulos que el maestro publicó por los años en que debió ser profesor del poeta y que revelan sus intereses de entonces: Fonética (1924), Etimología (1924), Semántica (1924), Versificación (1924), Morfología especial o Analogía (1925), Revisión y complementos de gramática y composición españolas (1928) y Ortografía morfológica (1932). Recordemos finalmente que con frecuencia Adán se autodefinió como un gramático y que en entrevistas que se le hicieron, aludió casi siempre a su antiguo maestro. En una de éstas en marzo de 1984 afirma: "Mi profesor de gramática fue un español, Emilio Huidobro, el más grande pág. 22 gramático que ha venido jamás al Perú"; y más adelante "Creo que todo empezó con los estudios de gramática castellana que seguí en el Colegio Alemán con Emilio Huidobro...". Los libros de Huidobro son claros y atractivos; y sus métodos, novedosos. Un ejemplo sugestivo de éstos últimos es el método de los diformismos para el estudio de la etimología. El método "consiste en utilizar el gran número de palabras latinas que ha pasado al español por una doble vía: la popular y la erudita". Por la vía culta las palabras han sufrido pocas alteraciones, por lo que puede llegarse por ellas fácilmente a la forma original, y desde ahí observarse las leyes etimológicas que han regido su transformación hasta las formas más sencillas. El método se propone para suplir la carencia de conocimientos del latín y tiene utilidad también en el estudio de la ortografía. El método es interesante y sobre todo renovador; ilustra lo que veníamos diciendo de este pedagogo creativo y tenaz en su enseñanza. Huidobro fue renovador en diversos aspectos: sus reflexiones sobre las normas de la Academia, su posición favorable para con los americanismos y sus ejemplificaciones con poesía moderna; aunque no aceptó el versolibrismo. No podemos imaginárnoslo personalmente con certeza, pero es manifiesto que sus clases debieron de ser tan diligentes como lo fueron sus esfuerzos por comunicar sus conocimientos a los jóvenes. Alberto Ureta (1885-1966) fue también un profesor importante en la formación de Martín Adán, era catedrático de San Marcos desde 1919 y había publicado libros de poemas y ensayos desde 1911. No obstante ser un poeta próximo a la estética del siglo pasado, supo atender las preocupaciones renovadoras e impulsar a los jóvenes. Martín Adán compondrá tres sonetos dedicados a él, los tres primeros sonetos endecasílabos que publica, en 1931 . En éstos el tema es el poeta, Alberto Ureta mismo, en actitud de contemplación estática ante la poesía. No es el único homenaje de este tipo que recibe; dos años después, Luis Valle Goicochea publica una semblanza de Ureta, próxima a la visión de Adán: "Alberto Ureta, lento el paso, la frente en la altura nimbada de soledad, solitario en el ruido de la ciudad y de las gentes; poeta noble, poeta augusto ha dicho de la estrella que nos dará su noche, pero su lumbre no...". Emilio Adolfo Westphalen, condiscípulo de De la Fuente, como ya se dijo, recuerda en una crónica sobre la época: "Don Alberto Ureta no ponía mayor empeño en su labor pedagógica, pero tuvo la brillante ocurrencia de utilizar con nosotros los apuntes de un curso universitario sobre literatura". Por Westphalen también podemos recuperar el ambiente juvenil de lecturas del colegio. Recuerda a Adán y Núñez y sus constantes lecturas particularmente exigentes para su edad; y, posteriormente, los ejercicios de escritura poética, que Adán le leía. pág. 23 La década de 1920 Ese decenio de nuestro siglo fue un marco importante de la formación del joven Rafael de la Fuente. Si bien empieza a publicar ya avanzada la década (en 1927) y tiene poco más de veinte años al fin de ésta, es incuestionable que esos trascendentes años son un ámbito substancial al Adán de los primeros tiempos y luego a su evolución posterior. Varios aspectos biográficos nos persuaden de la importancia de los años juveniles: la precocidad del joven escritor que frecuentaba reuniones de intelectuales de generaciones mayores a la suya desde mediados del decenio de 1920, los primeros bocetos de La casa de cartón desde 1924, el clima de vanguardia que anima sus primeros escritos y, en especial, la singular vitalidad cultural de ese decenio. La década de la que nos ocupamos transcurre en un mundo de espectaculares sorpresas y desarrollo vertiginoso. Son los años posteriores a la primera guerra mundial en que Estados Unidos afianza su poderío y se afirma el capitalismo. En esos años, el automovilismo, los deportes, los rascacielos, la cultura norteamericana, la velocidad dan una nota vigorosa y colorida al ambiente. Factor importante de esta época es el florecimiento de las comunicaciones y los transportes, que ponen al alcance de zonas antes periféricas las modas y en general las formas de vida de las urbes desarrolladas. La burguesía se amplía y se manifiesta ávida de las satisfacciones que este tiempo de estabilidad y desarrollo puede ofrecerle. Son los "locos años veinte" que hacen de la diversión un asunto inexcusable, contraponiéndose -o desquitándose- de privaciones y tiempos formales. El ritmo de la época condiciona la literatura. El impulso de los adelantos del siglo XX y el abandono del espíritu decimonónico marcaron el advenimiento de formas literarias contrapuestas a la tradición en un amplio horizonte que la historia llama vanguardia. La primera guerra contuvo este espíritu de los tiempos que se manifestó más beligerante al término de la conflagración. El Perú vivió en esos años un proceso de modernización decisivo. Es la época en que crece el estado peruano, con lo que se fortalece y estabiliza; los censos de 1920 y 1931 muestran un crecimiento singularmente alto de empleados de la administración pública. Si hasta 1919 se habían sucedido principalmente gobiernos civilistas de inclinaciones oligárquicas que atajaron la modernización capitalista, el gobierno de Leguía significó el fin de la ideología pasadista oligárquica y un intento de modernidad económica. Manuel Burga y Alberto Flores sintetizan: "El oncenio de Leguía, de 1919 a 1930, fue el intento sistemático, a veces vandálico, de construir la 'Patria Nueva' quitando el poder político a la antigua oligarquía civilista y entregándolo a un nuevo grupo que iba surgiendo y ampliándose a medida que avanzaba el proceso leguiísta". pág. 24 La capital se desarrolló vertiginosamente. Hasta 1920 y en los años inmediatamente posteriores Lima acababa en el Paseo Colón, no existían San Isidro, Jesús María, Breña, Lince ni Balconcillo. "Se vivía con lentitud, formalismo y mesura. En sus modas, en su educación y en su trato, las mujeres no vivían lejos del ambiente y de la psicología de sus madres y de sus abuelas", escribe Basadre (a quien principalmente seguimos en el desarrollo de esta sección). Durante la administración de Leguía se pavimentaron las calles, se abrió la avenida Leguía (Arequipa al fin del gobierno) a su alrededor se construyeron residencias y se urbanizó. Se trazaron avenidas y parques: el Callao y Lima fueron conectados por dos nuevas vías, se construyó el Parque de la Reserva, se abrió la avenida Alfonso Ugarte. Se desarrolló Miraflores que quedó unida a Lima y comunicada por una nueva vía con Chorrillos y Barranco. Varias plazas se construyeron o terminaron: la plaza San Martín, la plaza Washington, la plaza Sucre, el Parque Universitario. Se construyeron edificios importantes y colosales para su época: el Palacio de Gobierno, el Hotel Bolívar, el actual Teatro Municipal, diversos bancos y los primeros "rascacielos" limeños. Las conmemoraciones del centenario de 1921 y de 1924 dieron lugar a diversos monumentos. Se construyó la Atarjea (agua potable) en Lima y servicios semejantes en Arequipa, Cuzco, Paita, Trujillo, etc. La población de Lima pasó entre 1920 y 1931 de 223,807 habitantes a 376,500. La Ley de Conscripción Vial, que obligaba a los ciudadanos a trabajar en caminos, posibilitó la construcción de muchas carreteras. Los automóviles se hicieron un símbolo de la época, se llegó a una especie de adoración por el auto; durante el Oncenio su número ascendió aceleradamente con lo que Lima y otras ciudades se comunicaron con las regiones aledañas. Uno de los símbolos del progreso, por entonces, fue la primera estación de radio, inaugurada en 1925. Carlos Dunkelberg en una relación sobre la época explica cómo un aparato de radio rudimentario podía estar al alcance de cualquiera por un mínimo costo. Ya antes, por los años de 1921 a 1924, los radioaficionados habían sido motivo de sensación con sus contactos radiales con transmisores de otras partes del mundo. Si bien la aparición del cine en el Perú data de 1913; durante la década de 1920 tuvo gran desarrollo por la variedad de películas extranjeras y producción de cintas nacionales. Las costumbres se modificaron al paso del progreso y el auge de la ciudad. "La mujer comenzó a vivir con una libertad y una independencia que a sus mayores hubiera escandalizado o angustiado". Los cosméticos se generalizaron, aparecieron las mallas de playa, los vestidos femeninos sin mangas y de faldas altas. El modelo ideal de figura femenina paso de un tipo aseñorado y robusto a uno delgado, juvenil y de aire varonil. "Una mayor franqueza, lindante a veces con la rudeza, se hizo notoria en la conversación. Las mujeres comenzaron a buscar trabajo en las casas de comercio y en las oficinas públicas y en algunos casos a tener tiendas pág. 25 propias y su número creció en las Universidades; no faltaron tampoco las que manejaron sus propios automóviles" (Basadre). Las celebraciones de carnaval caracterizan el advenimiento de nuevas costumbres agradables y populares. La década rememora inevitablemente carreras hípicas, carnavales con reinas y corsos, banquetes y celebraciones. Estos magníficos y estentóreos tiempos significan penetración capitalista en forma de empréstitos colosales y creciente dependencia. "En once años la deuda externa se había multiplicado por diez" (Burga y Flores). El tiempo de la modernización enmarca el crecimiento de la clase media y también el de los sectores obreros. Así, junto al progreso de la ciudad se dan profundos movimientos sociales. El anarco-sindicalismo influye en éstos, la Revolución Rusa es reciente, la reforma universitaria de Córdoba (1918) precede nuestra propia reforma de principios del decenio de 1920. La implantación de la jornada de ocho horas es de 1919. Algunas manifestaciones del fervor social durante la década son las Universidades Populares, la preocupación por el problema indígena desde una perspectiva de justicia social, la oposición a la politizada consagración del Perú al Corazón de Jesús en 1923, la fundación del APRA en 1924. La aparición de revistas y movimientos literarios a la par de los tiempos tiene uno de sus hitos más importantes en Amauta. Vallejo en 1919 con Los heraldos negros y, en especial con Trilce en 1922, abre el camino de la gran poesía peruana de nuestro tiempo. Son los años de un gran movimiento cultural que repudia las formas tradicionales de hacer arte y presenta una perspectiva renovadora por encima de la racionalidad del siglo anterior, en combate con la concepción del mundo burguesa y confiada: la Vanguardia. Pluralidad de manifestaciones artísticas de distintas características, pero todas ellas con un denominador común de rompimiento y renovación. Ricardo González Vigil sintetizando los trabajos sobre nuestra vanguardia de Estuardo Núñez y Luis Monguió anota: "Estuardo Núñez sitúa en 1918 la fundación de la nueva poesía (gracias a Hidalgo y Los heraldos negros de Vallejo), y en 1922 su consolidación (con Trilce); mientras que Monguió prefiere extender la primera etapa, a la que califica de despertar de la vanguardia, hasta 1926, cuando comenzaría la cristalización (Núñez prefiere ver en 1926-1928 el clímax de la vanguardia peruana)". Nuestro vanguardismo no se ciñó a una pauta rígida, fusionó distintos aportes de los "ismos" europeos. En su heterodoxia se singularizó por incorporar lo andino y no deshumanizarse. Por ello logró trabajos de excelente calidad: Trilce (1922) de Vallejo, Cinco metros de poemas (1927) de Carlos Oquendo de Amat, La casa de cartón (1928) y poemarios de César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Alberto Hidalgo, Alejandro Peralta, Xavier Abril, los hermanos Peña Barrenechea. Tras hacer la lista anterior González Vigil llega a afirmar: "[constatamos] que el Perú posee el cetro en la poesía vanguardista en español". pág. 26 Además de Trilce, singular entre nosotros y trascendente en la poesía de nuestro siglo, los dos mayores libros de esta década son Cinco metro de poemas y La casa de cartón. pág. 27