Descargar - Fondo de Cultura Económica

Anuncio
D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A A G O S T O 2 0 1 4
Si 1914 fue un annus mirabilis
para la literatura en lengua española,
la cosecha 1934 no se queda atrás:
es, como confirmará el lector,
sabrosa y embriagante
Además GONZÁLEZ GORTÁZAR
PIENSA Y CREA
524
Ilustración: ©A L B E R TO B E LT R Á N , 1 9 5 0 ; fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
524
3
E DI TOR I A
AL
L
Cosecha 1934
El ahuehuete
—————————
6
Hugo Gutiérrez Vega
LU I S T OVA R
8
José de la Colina
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.
10
Fredric Jameson
JOSÉ FERNÁNDEZ VEGA
12
Martí Soler
SANDRA LICONA
14
Gerardo Deniz
FERNANDO FERNÁNDEZ
16
Isabel Fraire
DIONICIO MORALES
18
El Trimestre Económico
G U S TAV O A . D E L Á N G E L
Y GRACIELA MÁRQUEZ
20
20
22
E
l año que corre nos ha permitido recordar un annus
mirabilis para la literatura en lengua española, pues
entre el pasado enero y el próximo diciembre
habremos conmemorado un siglo del nacimiento de
autores como Octavio Paz, Efraín Huerta, José
Revueltas, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares: una
camada tan literariamente rica hace de 1914 un hito
calendárico irrepetible. Pero 1934, año en que se
constituyó el Fondo de Cultura Económica, no se
queda tan atrás. Este número de La Gaceta es una
galería de autores de la casa —y de la revista que antecedió a la editorial—
que en 2014 también cumplieron o cumplirán 80 años. La cosecha 1934 es,
como confirmarán nuestros lectores, sabrosa y embriagante.
Presentados en orden cronológico por su fecha de nacimiento,
arrancamos con Hugo Gutiérrez Vega (20 de febrero), hoy director de La
Jornada Semanal, cuya poesía completa ha encontrado cobijo en el Fondo;
seguimos con José de la Colina (29 de marzo), que con De libertades
fantasmas o de la literatura como juego mereció el premio Villaurrutia hace
apenas unos meses; Fredric Jameson (14 de abril), por su parte, ha sido
publicado en años recientes por nuestra filial argentina; el editor Martí
Soler (31 de julio) es ahora parte de los autores de la colección Poesía, donde
acaba de aparecer Variaciones de voz y cuerpo; el siempre difícil de asir
Gerardo Deniz (14 de agosto) conversa en seguida con quien está
preparando la suma de su prosa; finalmente, un asiduo lector de Isabel
Fraire (8 de diciembre) recorre sus temas e intenciones literarias. Y hemos
tomado un fragmento del texto introductorio de Respuestas propias, el
volumen que presenta los ocho artículos más influyentes, uno por década,
publicados en El Trimestre Económico, revista que se echó a andar en la
primavera de 1934, incluso el Capitel participa de esta celebración, pues el
de este mes está dedicado a Gabriel Zaid (24 de enero).
Remata nuestra entrega el texto que Federico Álvarez preparó en torno a
Arquitectura: pensamiento y creación, libro que reúne las conferencias que
dictó Fernando González Gortázar en el marco de la Cátedra
Extraordinaria Federico Mariscal.W
CAPITEL
NOVEDADES
González Gortázar,
arquitecto:
teoría y práctica
F E D E R I C O Á LVA R E Z
José Carreño Carlón
León Muñoz Santini
D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E
ARTE Y DISEÑO
Tomás Granados Salinas
Andrea García Flores
D I R E C TO R D E L A G AC E TA
F O R M AC I Ó N
Javier Ledesma
Ernesto Ramírez Morales
J E F E D E R E DAC C I Ó N
V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T
Ricardo Nudelman, Martha Cantú,
Adriana Konzevik, Susana López,
Alejandra Vázquez
Alma Meza
C O N S E J O E D I TO R I A L
Impresora y Encuadernadora
Progreso, sa de cv
A S I S T E N T E E D I TO R I A L
IMPRESIÓN
Suscríbase en
www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/
[email protected]
www.facebook.com/LaGacetadelFCE
La Gaceta del Fondo de Cultura Económica
es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,
Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado
de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas
Ilustradas el 15 de julio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional
del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación
Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716
AGOSTO DE 2014
2
I L U S T R AC I Ó N D E P O R TA DA : © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
AGOSTO DE 2014
P O ES Í A
Así como los naturalistas de otros siglos se lanzaban por el mundo
y hacían dibujos de las maravillas que hallaban en su travesías, Alberto Blanco
—poeta viajero— esboza sus asombros por medio de su palabra; muy pronto podrá leerse
ya su Libro de las plantas; para este número, dedicado a nuestros autores octogenarios,
quisimos abrir con uno de los poemas de ese libro: uno que retrata a un ser
que comparte con muchos atributos con aquéllos
El ahuehuete
ALBERTO BLANCO
Este viejo
espíritu del agua
tiene los pensamientos
más poderosos de su especie.
Sabe de los otros
espíritus elementales
y de sus antiguas leyendas
en las corrientes subterráneas.
Ojo por ojo
el ahuehuete lleva
del descuido de los hombres
las cuentas perfectamente claras;
Hoja por hoja
con cada rama juega
con la lluvia y los vientos
como si fuera suya la eternidad.W
AGOSTO DE 2014
3
4
AGOSTO DE 2014
Fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
DOSSIER
Pase el lector a catar estos caldos: un poeta de formación humanista y apetitos
universales, un hilarante narrador autodidacta que ha practicado el periodismo,
un crítico literario que desde el marxismo descree de lo posmoderno, un editor
que ha ido acumulando metáforas, un modesto corrector que sabe reinventar
la poética de todo un país, una hacedora de versos que viaja y vive
AGOSTO DE 2014
5
Fotografía: ©A R T U R O LÓ P E Z
SEMBLANZA
Ocho décadas:
permanencia y transformación
LU I S T OVA R
Diplomático, periodista, académico, político,
revolucionario sin prisas, hombre universal y generoso,
pero sobre todo poeta, Hugo Gutiérrez Vega tiene una dilatada relación
con el Fondo: ha traducido obras y publicado aquí un original estudio
sobre la comunicación; en nuestro catálogo ocupa un lugar destacado
el volumen que condensa los versos que escribió
a lo largo de casi medio siglo
6
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
OCHO DÉCADAS: PERMANENCIA Y TRANSFORMACIÓN
I
maginar el país como debió ser en 1934:
sin pretender una exhaustividad imposible y circunscribiendo la enumeración al ámbito del soporte físico para
la palabra escrita, apúntese algo de lo
mucho que no había entonces: computadoras y teléfonos móviles; internet,
Twitter, Facebook y “redes sociales” en
general; e-books, “nubes” cibernéticas para
almacenamiento de toda suerte de obras;
librerías en línea; fotocopiadoras e impresoras automáticas; procesos editoriales automatizados… En
una palabra, no existía nada de todo aquello que hoy,
con mayor o menor pertinencia, suele agruparse
bajo el concepto de lo “virtual”.
Lo que sí había, en cambio, y no necesariamente
en cantidad mucho mayor a la actual, eran librerías
de cemento y de madera, con libros de papel y tinta
—que es como decir de carne y hueso y que, a contrapelo de lo que puedan pronosticar los respectivos
agoreros, siguen y seguirán existiendo—, pero sobre
todo había un intangible de muchas caras: quizá la
primera y más notable de las facetas de dicho intangible era, o tal vez valga más decir fue, el ritmo al que
sucedían las cosas. Con toda seguridad, el significado de palabras como “rapidez”, “prisa”, “lentitud” y
“calma”, no es exactamente el mismo para dos épocas separadas ochenta años una de la otra.
Es obvio pero conviene recordarlo: cualquier tiempo pasado sólo puede ser visto en perspectiva —la del
presente, como mínimo—, y es dicha posibilidad la
que permite asociar acontecimientos de distinto orden o naturaleza, precisamente debido a su condición de coetáneos. Desde luego, y más allá de la coincidencia cronológica, los motivos que pueden inducir
al ejercicio de tal asociación son infinitos.
En este caso el parangón es múltiple, lo mismo que
sus causas: en 1934 nacieron, en Guadalajara y en la
Ciudad de México, respectivamente, Hugo Gutiérrez
Vega y el Fondo de Cultura Económica, de modo que
en este 2014 ambos están cumpliendo sus primeras
ocho décadas de vida. Desde el punto de vista del presente, esa correspondencia en la edad es sólo la primera de muchas otras, entre las cuales cabe —y baste
con— apuntar que ambos iniciaron sus pasos en el
mundo precisamente en un contexto como el bosquejado en las primeras líneas: no “virtual” sino por
completo real y tangible, compuesto de objetos concretos —libros y librerías, por ejemplo—, mundo por
cierto infinitamente menos rápido, o mejor dicho menos apresurado que el del tiempo actual, y de ninguna
manera reñido, como lo está el nuestro, con las nociones hoy irreflexivamente denostadas de calma y pausa, mismas que, para el caso de la escritura y la edición de libros, desde luego no pueden ser consideradas defectos sino todo lo contrario.
Posiblemente imbuido de ese espíritu, propicio a
la concepción y la escritura minuciosa de la propia
obra más que al ansia de verla publicada, Gutiérrez
Vega dio a la imprenta su primer libro —el poemario
Buscado amor— a los treinta y un años, es decir, a
una edad que muchos consideran, como por necesidad pero equívocamente, avanzada o “tardía”. Más
allá de la impertinencia de ese prejuicio, derrumbado por el derecho absoluto de arrancar un opus cuando su autor lo decida soberanamente —como caso
extremo baste citar al incontestable José Saramago—, cualquier idea de tardanza debería quedar abolida si se toma en cuenta todo lo otro que por esa época, es decir en 1965, constituía el quehacer cotidiano
de Gutiérrez Vega, además de la escritura: el servicio
diplomático —en funciones de consejero cultural, a
la sazón en la ciudad de Roma—, y tanto de manera
previa como posterior a la carrera en el servicio exterior, la impartición de cátedra en las universidades
de Querétaro y Nacional Autónoma de México. Añádase que antes del citado año Hugo dirigió la sección
juvenil de un partido político nacional cuyo accionar
alguna vez mereció sin ambages el calificativo de
“opositor” —nunca tanto como en el tiempo cercano
al de sus fundadores, quienes por cierto fueron los
que invitaron a Gutiérrez Vega a abandonar las filas
partidistas, por considerar las posturas del susodicho bastante más a la izquierda de lo que resultaba
aceptable para ellos—.
Desde entonces y hasta la fecha, ésa ha sido la
principal constante en la vida y la obra de Hugo: la
puesta en práctica de una peculiar habilidad para
ejercer más de un oficio de manera constante, ya sea
sucesiva o simultáneamente, si bien para cualquiera
es claro que la piedra de toque de esa multiplicidad
AGOSTO DE 2014
ha sido la escritura en general y la poesía en específi- ron en la Antología personal (1998), que un año desco. Así pues, puede sonar a lugar común para el ám- pués se reeditó en colaboración con la Universidad
bito literario, pero eso no le quita verdad al aserto: de Guadalajara. En el ínter, Hugo continuaba hacienantes que cualquier otra cosa, y también después de do justicia a la palabra clave de su obra poética; en
todas ellas, Gutiérrez Vega es poeta. En consecuen- otras palabras, seguía peregrinando y extrayendo de
cia, poemarios son sus dos siguientes títulos, Desde sus itinerarios y estadías el material literario, temáInglaterra, aparecido seis años después de su ópera tico y espiritual de sus poemarios, como queda claro
prima, en 1971, y Resistencia de particulares, publica- con la simple lectura de sus títulos: ahí están, evido tres años después del “poemario inglés” huguia- dentísimos, Inglaterra, España y Brasil, entre otros.
Con posterioridad a la publicación de la Antología
no, en 1974.
Fue precisamente hace cuatro décadas, que es personal, Hugo escribió, a lo largo de los siguientes
como decir al exacto mediodía del trayecto hasta hoy ocho años, una trilogía que, en opinión de diversos
recorrido en el reloj tanto por Gutiérrez Vega como críticos literarios, así como colegas de letras de nuespor el fce, que el Fondo se hizo cargo del primero de tro autor, constituye la porción más luminosa, o la
los cuatro volúmenes que hasta el momento le ha pu- cumbre si se quiere, de un corpus poético no poco
blicado: curiosamente, no se trata de un poemario abundante en luminosidad y altura, precisamente:
sino de Información y sociedad, un ensayo sobre teo- se habla de Los soles griegos, de 1989; Cantos del desría de la comunicación preparado por su autor con el potado de Morea, de 1993, y de Una estación en Amorconocimiento y la autoridad conferidos, además de gós, de 1996. Citada por muchos nombrando solapor su labor docente, por los títulos académicos con mente al primero de los tres títulos pero refiriéndose
los que ya contaba entonces, entre los cuales deben en realidad a los tres poemarios, la trilogía helénica
mencionarse aquí, por su pertinencia relativa, sus de Gutiérrez Vega es parte del volumen Peregrinacioestudios sobre sociología de la comunicación efec- nes: poesía, 1965-2001, aparecido en 2002, en el cual
tuados en Londres. Aclaración: me refiero a libros se incluyen los poemas no recopilados o últimos poeescritos por Gutiérrez Vega, pues éste no es el primer mas, desde luego escritos con posterioridad al año de
contacto entre el autor y el Fondo que derivó en una edición del último de los soles griegos. Previamente a
publicación: un año antes, 1973, bajo el sello del fce la publicación de su poesía reunida, el fce editó Canapareció La poesía de W.B. Yeats, de Louis McNeice, tar de las cosas leves, del poeta Joaquín Antonio Petraducido por Hugo en colaboración con Juan José ñalosa, en 2000, una antología seleccionada por Gutiérrez Vega.
Utrilla y Sergio René Madero.
De permanencia y transformación habla este muy
De Información y sociedad destacan dos aspectos
en particular: primero, que las tesis del ensayo, plan- apretado recuento bibliográfico, circunscrito a la reteadas hace cuatro décadas, ofrecieron una perspec- lación entre el Hugo autor y el Fondo editor: permativa entonces vanguardista respecto del papel, en nencia en el más lato de los sentidos, patente en las
efecto preponderante y potencialmente riesgoso o ocho décadas de vigencia que, con ellos, celebramos
nocivo de los medios masivos de comunicación, debi- los lectores. Permanencia también por cuanto hace a
do entre otras cosas a la naturaleza expansionista y la continuidad de uno y otro en sus indispensables y
la vocación hegemónica de éstos, asociada a la bús- respectivas funciones, el primero como generador de
queda, por parte de los medios, de consolidaciones ideas, sensaciones y emociones —que eso, entre cien
económicas y de poder antes que la intención de fun- mil cosas más, es la poesía—, y el segundo como
gir como entidades sociales, útiles no sólo ni princi- transmisor de las mismas a través de la edición librepalmente para sí mismas sino para la sociedad en la ra. Permanencia, a fin de cuentas, referida a una feliz
cual se insertan y a la que deben su existencia, aun- porfía: la que consiste en orientar las labores de toque rara vez empaten su práctica con el interés pú- dos los días hacia la luz emanada de la cultura, un
blico. Por eso mismo, el segundo aspecto destacable poco —un mucho, un todo— a la manera de los giradel ensayo es evidente: las ideas contenidas en Infor- soles. Transformación, en el otro flanco, que atienmación y sociedad no han perdido vigencia sino, por de a los cambios que es dable atestiguar a lo largo de
el contrario, en estos últimos tiempos han cobrado casi un siglo: del Fondo de Cultura Económica, que
no ha dejado de modificar sus procesos en función
una actualidad que apabulla.
Los ires y venires de Gutiérrez Vega entre México de las necesidades que cada nueva época le ha plany el mundo continuaron, de la mano del oficio diplo- teado, y de la voz poética de Hugo, que ha venido
mático, a lo largo de los años siguientes, lo que moti- abrevando de infinidad de fuentes y, a partir de las
vó la multiplicidad aludida: las décadas de los años diferencias entre unas y otras, ha variado las formas
setenta, ochenta e incluso los noventa del siglo pasa- en función de los contenidos, igualmente distintos
do vieron a Hugo, en diferentes momentos, como unos de otros.
El espacio disponible aquí es insuficiente para enconsejero cultural, embajador o cónsul general en
países como Inglaterra, España, Estados Unidos, trar en pormenores analíticos, así fuesen mínimos
Grecia, Irán, la extinta Unión Soviética, Brasil y en profundidad y breves en exposición, respecto de
Puerto Rico; pero también como maestro de tiempo la poesía de Gutiérrez Vega. Por fortuna —lo cual
completo en las facultades de Filosofía y Letras y de de todos modos no significa que ya se haya concluiCiencias Políticas de la unam; pero también como do— es una tarea ya emprendida por autores como
director de Difusión Cultural de esa universidad, de Carlos Monsiváis, Marco Antonio Campos y Juan
La Casa del Lago y de la Revista de la Universidad de Domingo Argüelles, por mencionar sólo a tres.
A manera de conclusión, el que suscribe estas líMéxico.
En un momento determinado de ese intenso y di- neas quiere cerrarlas de este modo: es un tristísimo
verso itinerario, concretamente en 1987, la colección lugar común pero conviene recordar que más fácil y
Letras Mexicanas del Fondo incluyó el volumen re- más rápido gana fama y respeto cualquier analfabeta
copilatorio Las peregrinaciones del deseo: poesía funcional que aparezca por televisión el número suficiente de veces, que alguien con treinta y
1965-1986, pertinente desde varios punseis libros publicados —sin contar antolotos de vista, comenzando desde luego por
gías—, poeta traducido al inglés, francés,
la relevancia de la labor poética de Gutiéitaliano, portugués, griego, turco, neerlanrrez Vega, que entre otras distinciones
dés, árabe, serbo-croata y húngaro; que
contaba, trece años antes de la publicacuenta con dos doctorados honoris causa y
ción de este título, con el Premio Nacional
ha obtenido, además del ya citado Premio
de Poesía Aguascalientes, así como por el
Aguascalientes en 1975, el Iberoamericahecho de que los veintiún años transcurrino de Poesía Ramón López Velarde en
dos desde Buscado amor vieron salir de la
2001, el nacional Xavier Villaurrutia en
pluma de Hugo, además de los ya mencio2002, el de Poetas del Mundo Latino en
nados Desde Inglaterra y Resistencia de
2009; tres de periodismo cultural: el naPEREGRINACIONES
particulares, sus siguientes siete poemaPoesía 1965-2001
cional de Periodismo en Difusión Cultural
rios: Cuando el placer termine y Cantos de
de 1999, el Fernando Benítez de la fil en
Plasencia, ambos en 1977; Poemas para el
perro de la carnicería, en 1979; Meridiano
HUGO
2010 y el Carlos Septién García en 2012; así
8-0, en 1982; Cantos de Tomelloso y otros
GUTIÉRREZ
como el muy tardíamente entregado Napoemas, en 1984, así como Georgetown
cional de Ciencias y Artes en el área de liVEGA
blues y Andar en Brasil, ambos en 1986.
teratura en el pasado 2013.W
Debió transcurrir poco más de una déletr as
cada —siendo exactos, doce años—, para
mexicanas
que los nombres del Fondo de Cultura
Luis Tovar es jefe de redacción de La
1ª ed. 2002; 564 pp.
Económica y de Hugo Gutiérrez Vega vol968 166 798 0
Jornada Semanal, donde escribe la
vieran a reunirse en una portada: lo hiciecolumna Cinexcusas.
$ 215
7
Fotografía: A R C H I VO F C E
SEMBLANZA
José de la Colina
o con la literatura hasta el cuello
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.
Seguimos de plácemes por el premio
Villaurrutia concedido a Pepe de la Colina
por un libro de ensayos que predica lo que estudia:
la literatura como juego. Los ensayos ahí reunidos
sintetizan el ánimo con que este precoz narrador ha
ejercido su oficio desde hace más de seis décadas:
con humor y la falsa sencillez del escritor experto,
con pinceladas culteranas y giros populares,
con alegría y curiosidad nunca saciada
8
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
JOSÉ DE LA COLINA O CON LA LITERATURA HASTA EL CUELLO
E
l Premio Xavier Villaurrutia
2013 hizo justicia a la obra de
José de la Colina, uno de los
más destacados integrantes
de la Generación de Medio Siglo. Nació en Santander, España, el 29 de marzo de 1934,
pero desde los siete años vive
en México. Aquí ha desarrollado toda su obra literaria y
por eso se considera un escritor mexicano, aunque
algunos sigan llamándolo español.
De libertades fantasmas o de la literatura como juego, publicado por el Fondo de Cultura Económica, es
el libro por el que De la Colina obtuvo el galardón
con el que también han sido distinguidos, entre
otros, Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes y José
Emilio Pacheco. En el acta correspondiente, el jurado formado por Myriam Moscona, Bárbara Jacobs y
Vicente Leñero subrayó el ingenio y la brillantez de
los breves ensayos reunidos en este volumen, así
como la extraordinaria prosa del autor: “densa y
transparente al mismo tiempo, su escritura tiene la
exquisitez de fluir en el goce de malicia entre sus textos personalísimos de onda melancólica festiva. De
la Colina no conversa en tono pedante y, pese a su
erudición, jamás se jacta de ella”.
De libertades fantasmas convoca las obsesiones y
devociones de José de la Colina: el arte de Sherezada,
las paradojas, las adivinanzas, las anécdotas; los
nombres de Buñuel, Gómez de la Serna, Cervantes, y
tantas cosas más que no son sino celebración de la
vida y la literatura. En una nota que lleva por título
“Al lector (si lo hay)”, De la Colina advierte que siempre deseó leer un libro que “fuese como una charla
entre amigos y hablara de aquellos asuntos y aspectos literarios marginales o poco serios o generalmente considerados menores o de juego”. Como ese
libro no existía, decidió hacerlo.
padre en los Talleres Gráficos de la Nación, en donde
éste era responsable de ediciones de la sep y gozaba de
la confianza de Martín Luis Guzmán, director de la
empresa. Antonio Robles (firmaba Antoniorrobles)
era un escritor humorista, autor de cuentos para niños
y articulista de Diógenes, revista dirigida por Carlos
León, periodista, cronista taurino y dialoguista de algunas películas de Cantinflas. Ese día, su padre le dijo:
—Muéstrale a Antonio las cosas que escribes.
Eran crónicas sobre vida nocturna en la ciudad,
relatos sentimentales inventados por un adolescente
sin ninguna experiencia sobre la noche y sus secretos, pero lleno de lecturas y fantasías.
—Son muy buenos —le dijo Robles—. ¿Por qué no
los llevas a Diógenes, yo te recomiendo, y así te ganas
un dinerito?
Los llevó, le gustaron a Carlos León y comenzó a
publicarlos. Tenía quince años cuando comenzó a ganarse su dinerito con la actividad con la que continúa haciéndolo a los ochenta.
Andariego, inquieto, De la Colina encontró en la actuación otra manera de ganar dinero. Estuvo a punto
de participar con Luis Buñuel en Los olvidados, pero
se impuso lo que él llama racismo al revés: era demasiado blanco para interpretar a un niño mexicano.
Trabajó en la xeq, donde se inició como guionista,
luego pasó a la xex y finalmente a Cine Verdad, el legendario noticiario de Manuel Barbachano Ponce en
el que también colaboraron Raúl Renán y José Emilio Pacheco.
El cine, la literatura, la escritura, las tertulias, los
largos recorridos por las calles de la ciudad formaban parte del mundo de José de la Colina. En los cincuenta comenzó a publicar en el suplemento cultural
del periódico El Nacional, dirigido por el poeta español Juan Rejano, quien al leer sus textos le decía:
—Esto lo escribe tu padre, ¿verdad?
Escribía comentarios de libros, de películas, cuentos en los que era evidente la influencia de William
Saroyan, algo que no pasó inadvertido para sus primeros críticos.
vencer a la muerte, dice: “Ven, caballo gris posee unidad, coherencia, aliento vivo. De la Colina sabe ver el
mundo, sabe escribir como muy pocos jóvenes. Su libro es importante, necesario para el cuadro sinóptico de la nueva ficción que se hace en México”.
También Carlos Valdés, autor de Ausencias (Los
Presentes, 1955), declaró su entusiasmo por el nuevo
libro de José de la Colina y en la Revista de la Universidad de México (octubre de 1959) escribió: “Un magnífico libro de cuentos. Colina ha alcanzado la madurez. Nos demuestra su dominio en los varios elementos de la creación, sobre todo en el lenguaje. Emplea
gran variedad de giros: clásicos españoles, populares
mexicanos, y de otros países hispanoamericanos,
con perfecta naturalidad”. Y concluye: “La belleza
—la armonía— parece ser su ética y su estética”.
José de la Colina tenía 25 años cuando publicó Ven,
caballo gris. Desde entonces, en cada nuevo libro ha
reiterado los prodigios de su escritura, el dominio del
oficio literario que lo ha llevado a incursionar en los
más variados géneros, excepto en la novela.
Cuando en 1962 apareció La lucha con la pantera
(Universidad Veracruzana), las críticas coincidieron
en destacar el virtuosismo y la notable capacidad narrativa de su autor, también su voluntad —o necesidad— de crear neologismos. A los 28 años, De la Colina era un veterano empeñado en construir y describir un mundo propio.
Sobre este libro, Gustavo Sáinz escribió en México
en la Cultura (25 de noviembre de 1962): "La lucha
con la pantera incluye ocho cuentos de extraordinaria calidad, cuyo tema central es siempre un problema amoroso. No dudamos en afirmar que éste es el
mejor libro de un autor mexicano publicado durante
1962. Aunque Colina narra siempre un instante, desarrolla una escena y evita casi siempre las anécdotas largas y complicadas, sus narraciones poseen la
fuerza del escritor auténtico, y reflejan un mundo y
unas emociones, complicadísimas situaciones creadas con pasión, lucidez y un lenguaje excelente. Un
libro espléndido".
Un libro de un escritor mexicano, como bien dijo
el autor de Obsesivos días circulares.
Una conversación entre amigos: eso es lo que logra
este libro con los lectores, inevitables cómplices de
la imaginación, la nostalgia, la sabiduría y, sin duda,
el buen humor de un autor que tiene la virtud de en- En 1955, en el número 19 de la colección Los Presencontrar tesoros en las cosas pequeñas de la vida y tes, fundada y dirigida por Juan José Arreola, De la
que desde niño decidió su vocación.
Colina publicó Cuentos para vencer a la muerte, que En 2004, para celebrar los 70 años de José de la ColiJosé de la Colina llegó a México en 1941. Su familia siempre ha deseado borrar de su bibliografía. En el na, apareció Traer a cuento. Narrativa (1959-2003).
vivía exiliada en Santo Domingo, República Domini- prólogo, audaz y arrogante, expresa la voluntad de En la contraportada se lee: “Al editar esta casi comcana, cuando el dictador Leónidas Trujillo, informa- “escribir como se respira. Que no se sientan la pluma pleta recolección, el Fondo de Cultura Económica le
do de los conocimientos que tenía su padre en la ma- y el papel. Que no se sientan las palabras. Escribir hace justicia a una de las imaginaciones literarias
teria, pretendió nombrarlo director de la imprenta sin interrupción. Que el corazón quede descansado, más rigurosas de México”. El volumen incluye Ven,
oficial para llevarle “cultura” al pueblo, es decir, los li- vacío de afán. Que el corazón quede abierto para el caballo gris, La lucha con la pantera, El espíritu santo,
Tren de historias, El álbum de Lilith, Entonces y Muerbros que el propio Trujillo escribía sobre espiritismo.
afán del día siguiente”.
Impresor anarcosindicalista, capitán del ejército
En el suplemento México en la Cultura del periódi- tes ejemplares. En el prólogo, Adolfo Castañón corepublicano durante la Guerra Civil española, Jena- co Novedades (11 de septiembre de 1955), en la crítica menta: “La idea de la prosa en De la Colina es comro de la Colina se negó a formar parte de la corte del del libro, Emmanuel Carballo expresa: “Es éste el pleja: es lírica y es prosaica, es cómica y es juguetona,
autócrata dominicano, quien le ofrecía notables pri- primer libro de José de la Colina. En él lo encontra- elegante y sencilla como un juego infantil en el que
vilegios, entre ellos un sueldo espléndido y el dere- mos de cuerpo entero: descontando los influjos, el li- siempre se dice la verdad del arte”.
Los relatos y los cuentos de José de la Colina están
cho de picaporte a su oficina. Ante los deseos de Tru- bro posee como cualidad primera, la espontaneidad,
jillo, le dijo a su esposa:
el tono personal. Del primero al último, los cuentos entre los mejores de la lengua española; los años lo
—Concha, haz las maletas, nos vamos a la Argen- respiran la misma atmósfera, están inscritos en el han vuelto más lúdico y jovial, más dispuesto al
tina o a México. Yo no he salido de un hijo de puta mismo mundo. Los une la actitud del autor frente a asombro y, por supuesto, más sabio —sabiduría que
sin asomo de petulancia comparte con sus lectores—.
[Francisco Franco] para caer con otro.
la vida y a los hombres”.
La familia abandonó de prisa Dominicana ante
Carballo habla de las limitaciones y los alcances
las inminentes represalias de Trujillo, a quien nadie del joven escritor y hace notar su filiación con Wi- José de la Colina es un hombre insobornable que, lele negaba nada impunemente.
lliam Saroyan. “Como Saroyan —expresa— De la Co- jos de la torre de marfil, ha vivido de y para la escrituLa familia llegó al barrio de La Merced en 1941. lina contempla el mundo con ingenuidad, de allí su ra. En una autoentrevista incluida en De libertades
José de la Colina ya sabía leer: le había enseñado su irreductible posición optimista. Encuentra el placer, fantasmas o de la literatura como juego, al responder a
su otro yo hace el inventario de su vida
padre con los tipos de madera que utilizacomo el norteamericano, en las
como escritor:
ba en su taller. En Santo Domingo leyó su
cosas aparentemente nimias, aun
Desde los quince años y en publicacioprimer libro —Platero y yo— y comenzó a
en las situaciones más difíciles
nes periódicas de todo tipo he escrito cuenescribir para prolongar la historia del buque vivan sus personajes. Como
tos, ensayos, crónicas, reseñas de libros,
rrito blanco imaginada por Juan Ramón
las de Saroyan, sus criaturas se
solapas de libros, artículos sobre cine, guioJiménez. La muerte de Platero lo había
evaden de la realidad física a una
nes radiofónicos, algunos argumentos cihecho llorar y la pregunta insistente del
especie de realidad ensoñada.”
nematográficos, algunas páginas autobionarrador: “Platero, tú nos ves, ¿verdad?”,
Carballo destaca las posibilidagráficas, algunos esporádicos diarios, una
creyendo que el burrito estaba en el cielo,
des de De la Colina como cuentisbiografía de mi gata Polvorilla, etc. Soy uno
lo conmovía profundamente. En esos
ta y asegura: “le falta, únicamende los escritores más cuantiosos de mi gecuentos, él formaba parte de la trama, de
te, acabar de dominar el oficio”.
Cuatro años más tarde, De la
neración, sólo que me vampirizó el perioDE LIBERTADES
TRAER A CUENTO
las nuevas aventuras de Platero. Ésa fue
FANTASMAS O DE
Colina era un escritor maduro y
Narrativa
dismo. Hemingway decía que ejercer el pesu primera experiencia con la escritura,
LA LITERATURA
su siguiente libro, Ven, caballo
(1959-2003)
riodismo es bueno para un escritor, siemuna manera de vencer a la muerte.
COMO JUEGO
gris, publicado en la colección
pre que acierte a dejarlo a tiempo. Y yo
Ficción de la Universidad VeraJOSÉ DE LA
todavía estoy metido en él hasta el cuello.
José de la Colina estudió la primaria en el
JOSÉ DE LA
cruzana, fue recibido con entuY seguirá, porque esa vocación cuanColegio Madrid, con maestros que recuerCOLINA
COLINA
siasmo por los principales crítitiosa no sólo ilumina al periodismo meda con admiración y cariño; ésos fueron
cos. En la revista La Palabra y el
xicano sino que nutre y alienta su obra
sus únicos años de escuela. Le gustaba
juntarse con los niños de La Merced, vagar Letras mexicanas Hombre (1959, núm. 12), José Letras mexicanas literaria.W
Emilio Pacheco, luego de un
1ªed., 2013; 304 pp.
1ª ed., 2012; 348 pp.
por ese rumbo, ir al cine, leer y escribir.
978 607 16 1643 2
968 16 7306 9
breve comentario sobre las inJosé Luis Martínez es director de Laberinto,
Un día fue a comer a su casa Antonio Roconsistencias de Cuentos para
suplemento cultural de Milenio.
$185
$193
bles, también exiliado y compañero de su
AGOSTO DE 2014
9
Fotografía: ©TO R E R I K H . M AT H I E S E N
SEMBLANZA
Un realista utópico:
Jameson y la crítica histórica
del presente
JOSÉ FERNÁNDEZ VEGA
En Fredric Jameson confluyen un marxismo
vivaz, una útil suspicacia ante los postulados
del posmodernismo y la pasión profunda por las
artes, en particular por la literatura. El crítico
estadunidense, del que hemos publicado Marxismo
tardío. Adorno y la persistencia de la dialéctica
y Representar El capital. Una lectura del tomo I,
es una voz atípica en su país y un original
explorador de lo literario
10
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
U N R EA L I STA U TÓ P I CO : JA MES O N Y L A C R Í TI C A H I STÓ R I C A D EL P R ES ENTE
D
iez años después de su libro sobre Jean-Paul Sartre, de 1961, originado en
una tesis doctoral dirigida
en Yale por Eric Auerbach,
gran filólogo alemán exiliado del nazismo, Fredric
Jameson publicó El marxismo y la forma, nunca
traducido, donde anticipó
en passant que las transformaciones del capitalismo
de posguerra ya estaban impactando de lleno en las
subjetividades y generando grandes efectos en la
producción cultural. Esas intuiciones se volvieron
más tarde argumentos en su obra más célebre, Posmodernismo. La lógica cultural del capitalismo tardío,
que apareció en 1991, cuando unas profundas transformaciones sociales e históricas, artísticas y tecnológicas, ya estaban a la vista de todos. Ese libro consolidó al autor como el crítico cultural más radical
del presente. Casi veinticinco años después, las visionarias conceptualizaciones y reveladoras descripciones que aportó Jameson mantienen su vigencia; su obra continúa siendo una referencia central.
Se suele repetir que nuestro mundo se mueve a velocidades vertiginosas; en él nada consigue durar.
Bajo semejante dinámica, seguir hablando de posmodernismo, caso que haya sido correcto adoptar la
noción alguna vez, puede sonar incongruente. El término se viene utilizando desde hace varias décadas.
¿Cuántos cambios ocurrieron en el plano cultural o
político desde 1979, cuando Jean-François Lyotard
logró imponer esa palabra en la agenda mundial a
través de un breve e influyente ensayo? Su intervención fue irritante para muchos, entre ellos para Jürgen Habermas, quien se oponía a descartar el legado
de la modernidad y abandonar sus promesas de
emancipación, aún incumplidas, en manos de una
propuesta que consideraba sólo neoconservadora.
nidades y las ciencias sociales, Jameson, ya en 1981,
lanzó una contraofensiva bajo el lema “hay que historizar siempre”. Para sus reflexiones sobre la época
posmoderna —alrededor del tipo de personalidades
que generaba y, ante todo, sobre su estética— se respaldó en el pionero trabajo del dirigente y teórico
belga Ernst Mandel titulado El capitalismo tardío, en el
que se analizaban las alteraciones sufridas por la formación social que se había consolidado durante la
Segunda Posguerra. Ese periodo se conoció como
“la época de oro del capitalismo”. Se caracterizó por
un crecimiento sostenido y la mejora general de las
condiciones de vida, el pleno empleo y la seguridad social brindada por el Estado, pero encontró un brusco
freno a su prosperidad hacia 1973 con el estallido de
la llamada crisis del petróleo, apenas después de que
apareciera la visionaria obra de Mandel en 1972.
CARTOGRAFÍAS
Al comienzo de su carrera, Jameson se hizo un lugar
entre los más prominentes críticos literarios de su
generación. Pronto, sin embargo, desbordó esa categoría para integrar en sus trabajos a la teoría política, la filosofía y al panorama entero de las artes contemporáneas, desde la plástica hasta el cine, sin olvidar la arquitectura, la más pública de todas ellas, la
más ligada (junto con la industria cinematográfica)
a la economía, y a partir de la cual el viejo término
posmodernismo había vuelto a adquirir relieve para
proyectarse luego como el término decisivo en la
conceptualización de toda una época. La reflexión de
Jameson sobre esa noción, pues se trata de historizar, comenzó con una conferencia en el museo Whitney de Nueva York (1982) y siguió, como anuncio de
su gran libro, con un artículo aparecido en 1984 en la
New Left Review, donde ofreció una primera cartografía de lo posmoderno.
En ese artículo Jameson se refirió a la predominancia del pastiche como un rasgo dominante de la
visualidad posmoderna. Se trataba de otra conseRELATOS DEL CAPITALISMO TARDÍO
cuencia de la crisis del discurso histórico, pues el
La historia de la palabra posmoderno reconoce ante- pastiche, con su leve ironía, apelaba al pasado, pero
cedentes incluso más remotos. Perry Anderson ex- consistía en una parodia inexpresiva antes que subplicó que el español Federico de Onís la acuñó en los versiva. ¿Cuáles eran otros rasgos fundamentales de
años treinta para referirse a un declive del moder- lo posmoderno en la posterior visión de Jameson? La
nismo, la corriente poética impulsada por Rubén hegemonía de la economía sobre la cultura se volvió
Darío. Desde entonces ha sufrido una variada evolu- fundamental. Para Adorno, la gravitación del dinero
ción que involucró a historiadores, poetas y pensa- sobre la estética amenazaba la autonomía del arte,
dores de tres continentes hasta que, a comienzos de un principio esencial de la estética heredada de los
los setenta, logró asentarse con sorprendente éxito modernos. Junto con Sartre, Adorno constituye otra
de las grandes influencias recibidas por Jameson,
en la crítica arquitectónica.
Surgido de los debates estéticos, el término fue pero en este punto las concepciones de cada uno toamplificado por Lyotard hasta convertirse en la des- man caminos separados. Según Jameson, ya no recripción de una mutación integral. Posmodernismo sulta posible pensar las formas artísticas por fuera
designaba una sociedad postindustrial y fragmenta- de la economía. Ningún dogmatismo teórico obliga a
ria que había perdido toda confianza en las narrati- esta conclusión, sino la propia realidad de un capitavas abarcadoras provenientes de la ciencia o de la lismo desbocado. La omnipresencia del capital tamhistoria y, específicamente, en el relato marxista de bién producía enormes efectos sobre la psicología
la revolución. De modo paradójico, fue un reconoci- individual; de hecho, serían devastadores para el sudo marxista como Jameson quien acabaría escri- jeto que imaginó la modernidad. Ésta era otra caracbiendo el libro más ambicioso sobre el tema. En él se terística crucial de lo posmoderno: la aparente
explica que la explosión tecnológica y la hegemonía muerte —no sólo filosófica— del sujeto, acaparado
de las finanzas, los servicios y los medios de comuni- por su implantado deseo de consumo total y creciencación habían fundado un paisaje social cuyos efec- temente desprovisto de capacidad afectiva, sin metos alteraban no sólo el entero espectro de las artes, moria y sin vínculos con la historia.
El término posmodernismo logró una
sino también las identidades personales y
expansión tal que podía aplicarse a cuallas perspectivas políticas heredadas de los
quier aspecto de la producción artística.
modernos. Jameson declaró que nos haEn otras palabras, no existía una resistenbíamos acostumbrado a considerar más
cia estética mencionable contra él; todo se
factible el fin del mundo que el fin del capisometía a lo que Adorno había denominatalismo. Los terrores ecológicos habían
do “industria cultural”. Por lo demás, lo
desplazado a los anhelos revolucionarios.
visual posmoderno había destronado al
En cuanto a la cultura, ella se había vuelto
modernismo centrado en lo verbal. Y un
otra rama de la economía. Sin embargo, y
desplazamiento paralelo se había verificaal mismo tiempo, la cultura se volvía una
do en la academia. Ningún estudioso de lo
segunda naturaleza para los seres humacontemporáneo se concentraba ahora en
MARXISMO
nos a nivel global. Una cultura colonizada,
un estilo o una rama del arte, porque casi
sin duda, pero de la que el capitalismo ya
TARDÍO
ningún escritor o artista lo hacía en su
Adorno
no podía prescindir porque constituía el
trabajo. Las prácticas culturales no sólo
alma de sus productos de consumo. En
y la persistencia
de la dialéctica
habían perdido su antigua, orgullosa (y
una caústica carga en profundidad, Jamemuy a menudo ilusoria) autonomía resson concluyó que el posmodernismo era
pecto de la economía, habían quebrado
FREDRIC
en realidad un gran relato que postulaba el
JAMES ON
asimismo las tradicionales barreras que
fin de todos los grandes relatos anteriores.
separaban a sus distintas disciplinas.
La actualidad de su estudio sobre el
Filosofía
Por otro lado, el posmodernismo se volposmodernismo quizá encuentra una exTraducción de María
vió una construcción cultural apta para
plicación en el método modernista que
todos. La distinción entre alta y baja cultuaplica. Éste es otro paradójico logro de JaJulia de Ruschi
ra nunca había sido muy clara, pero en
meson. Precisamente cuando el histori1ª ed., 2010; 380 pp.
978 950 55 7848 1
nuestro tiempo se disipó. Tras el imperio
cismo empezaba a ofrecer tímidos signos
del realismo, el modernismo estético, cuyo
de declive en todas las ramas de las huma$300
AGOSTO DE 2014
gran abogado teórico fue Adorno (Jameson le dedicó
un libro memorable cuyo título jugaba, amargo o irónico, con el de Mandel: El marxismo tardío o la persistencia de la dialéctica), no veía otra línea de defensa frente a la colonización creciente de la industria
cultural que el refugio en cierto elitismo. En cambio,
el posmodernismo, según se lo prefiera calificar, era
popular, populista o vulgar. Lo que sin duda no pretendía era plantear un desafío al orden dado; más
bien lo expresaba y lo reproducía. Ello lo volvió fácilmente asimilable entre el público; de hecho, afirma
Jameson, se convirtió en el rostro simbólico de la
globalización: a veces moralista, siempre deudor del
mercado y complaciente con los cada vez más poderosos medios de masas.
ESTILOS
La posición que ocupa Jameson en el contexto estadunidense resulta muy peculiar. Su reflexión no sólo
fue influida por corrientes de pensamiento europeas, sino que su atención crítica se dirige a producciones provenientes de todo el mundo y su ambición
teórica escapa a las usuales limitaciones que imponen los medios universitarios. No sólo su radicalidad
política, sino también su complejo estilo literario
han despertado rechazos en su país. En contraste, el
teórico inglés Terry Eagleton escribió que Jameson
era “uno de los más soberbios estilistas críticos en
una era que en gran medida carece de estilo”. Sus
textos, prosigue Eagleton, reúnen “la inmediatez
sensorial y la reflexión conceptual” en una “montaña rusa sintáctica”.
Ese estilo tan personal constituye también un
modo de resistencia modernista contra la nueva superficialidad posmoderna. Puede considerarse una
modesta utopía política en medio de un ambiente cultural hundido en el puro presente y sometido a la estandarización. Cierta manera de entender la modernidad puede erigirse en una plataforma para enfrentar lo posmoderno, pero a condición de no guardar
ninguna nostálgica pretensión de un regreso al pasado. Esta actitud se pone de manifiesto también en las
consideraciones que a lo largo de varias décadas el autor le consagró al realismo, una de las corrientes literarias más expuestas al repudio (Adorno fue un modernista muy hostil a ella). Jameson hizo una original
revisión de la tradición realista en su libro más reciente, The Antinomies of Realism [Las antinomias del
realismo] (de 2013 y aún no traducido), donde estudia
a algunos grandes novelistas del siglo xix e intenta
captar la esencia de sus distintas narrativas. Por lo general, el realismo ha sido definido a partir de fáciles
contraposiciones con el naturalismo en el que decayó,
el modernismo que lo enfrentó o la épica que lo precedió. Pero Jameson quiere evitar ese habitual recurso
y aspira a caracterizarlo a partir de sus cualidades intrínsecas. El realismo hereda algo del viejo relato y
activa la temporalidad perdida en el posmodernismo,
totalmente volcado hacia la espacialidad (algo comprobable en la invasión de todos los espacios de la vida
cotidiana por la música, que pone en cuestión la temporalidad que la determinaba en cuanto que arte).
No menos relevante, el realismo abre el espacio de
la afectividad congelada por lo posmoderno. Para Jameson, las obras literarias son formas sociales en
cuyo interior se esconde una voz política que es preciso liberar mediante el trabajo de la crítica. A dicha voz
la llamó “inconsciente político” y constituye la fuente
de la ideología del texto, nunca explícita en la letra. El
realismo ha sido despreciado como la expresión del
mundo burgués, del capitalismo industrial y de la
mera denuncia social costumbrista; o bien rechazado
por su complaciente adaptación al gusto estandarizado de las audiencias masivas (las viejas y nuevas películas de Hollywood o la perenne vigencia de la novela
histórica, incluso en una cultura como la nuestra, indiferente a la historia). En su libro sobre el tema, Jameson busca desbordar, antes que negar, esos enfoques habituales. El realismo, afirma, también puede
conectarse con las antiguas tradiciones de la narración colectiva y abrir el espacio novelesco a las sensibilidades individuales. ¿Llegará a proyectarse, mediante una total reconfiguración respecto de sus antecedentes históricos, como un rival del mundo
artístico posmoderno?W
José Fernández Vega es investigador del argentino
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas. Su último libro se titula Formas
dominantes (Buenos Aires, 2013).
11
Fotografía: © C I T L A L L I H . M O R A
SEMBLANZA
Martí Soler,
más de 60 años trabajando
para el lector
SANDRA LICONA
Martí Soler ha sido más que testigo de la historia del Fondo.
Colaborador de la casa desde su juventud —ya corrigiendo textos,
ya cuidando ediciones, ya planeando colecciones—, contribuyó
a la consolidación del mítico Departamento Técnico.
Salió después de Orfila, con quien trabajó varias décadas
en Siglo XXI, y hoy está revisando los detalles
de nuestro catálogo histórico
12
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
MARTÍ SOLER, MÁS DE 60 AÑOS TRABAJANDO PA RA EL LECTOR
M
artí Soler Viñas (Gavà, de pruebas e impresor y que en una época trabajó en
Barcelona, 1934) es un los Talleres Gráficos de la Nación: “Muy pronto cohombre de pocas pa- mencé a ayudarlo corrigiendo pruebas —ésa fue mi
labras, tímido, intro- primera experiencia—, sobre todo para la Editorial
vertido, de silencios Grijalbo, donde había un viejo socialista, refugiado
largos y hasta tacitur- español, Ramón Lamoneda, que fue quien me ensenos, pero capaz al ñó el oficio de la edición, más que mi padre. A partir
mismo tiempo de ex- de entonces trabajé para distintas editoriales como
presar sus más ínti- freelance y para algún taller de imprenta, sobre todo
mos recuerdos casi con los hermanos Gali, que tenían la Impresora Galcomo en un desahogo. Mediano de estatura y de ve, y más tarde en la Editorial Pax México. Empezacomplexión recia, como fundido en acero, no puede ban mis pininos como editor”.
negar su origen catalán, que ya no conserva en el
El maestro Martí, como se le conoce cariñosaacento, pero sí en sus pobladas cejas y su barbuda mente, se sumó a las filas del Fondo de Cultura Ecoapariencia. Hace 67 años llegó a México, como miles nómica —la editorial fundada por Daniel Cosío Villede exiliados españoles, huyendo de los horrores de la gas en 1934—, hacia finales de los años cincuenta,
Guerra Civil, y el pasado 30 de julio cumplió 80 años, cuando apenas contaba con 25 años. Ahí se encontró
los mismos que celebrará en septiembre próximo el con quienes serían sus dos grandes maestros, JoaFondo de Cultura Económica, donde se formó como quín Díez-Canedo y Alí Chumacero, pero también
editor de libros al cobijo de personajes como Arnaldo con compañeros entrañables como Juan Almela
Orfila, Joaquín Díez-Canedo, Alí Chumacero y el li- (Gerardo Deniz), que tenía a su cargo los libros de
notipista holandés Alexandre Alphonse Marius Stols, lingüística, literatura, estudios literarios y también
un tipógrafo a la vieja usanza y de mente clásica.
de carácter científico; el filósofo Jasmin Reuter, LauSoler Viñas salió de España a los 13 años porque ro José Zavala, que era antropólogo, y Elsa Cecilia
su padre, Josep Soler Vidal, era comunista “psuque- Frost, que tenía a su cargo la gerencia editorial y con
ro” (afiliado al psuc, antiguo partido político catalán quien más tarde iniciaría una relación personal que
de ideología comunista) y había sido activista cultu- se tradujo en 42 años de matrimonio y tres hijos: Paral en el Ateneo Enciclopédico de Gràcia y pionero de blo, Jaime y Ana, hasta la muerte de la académica y
la Universidad Popular. En 1939 la familia huyó ha- traductora mexicana en 2005.
cia Francia, pero en la frontera los separaron. Su paEn aquellos años el Fondo de Cultura Económica
dre vino a México y Martí, su madre y su hermana era un fideicomiso del Banco de México, cuya junta
volvieron a una Barcelona devastada, en ruinas. “In- de gobierno era presidida por el secretario de Hatentamos refugiarnos en Francia, pero no fue posi- cienda. “Prácticamente era una editorial sin más liga
ble, así que regresamos a Barcelona y por un milagro con el gobierno que esa área administrativa que dela Falange no pudo entrar a la biblioteca de mi padre; pendía de Hacienda y el Banco de México. Por lo tanquién sabe qué pasó, pero la biblioteca se salvó de la to, como se vio después, el Fondo podía publicar lo
requisa. Se llevaron todo, pero los libros estaban ahí, que quisiera y pagó las consecuencias de esa libertad
mi tío los conservó; la casa era de mis abuelos, así en 1965, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, cuanque nadie más intervino. Yo era un niño muy intro- do se dio a conocer Escucha yanqui de C. Wright
vertido y por lo tanto me refugié en la lectura, aun- Mills, en ese momento un libro muy controvertido, y
que no tengo ni idea de cuándo aprendí a leer, quizá a más tarde Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis. Lo
los cuatro o cinco años. Me leí todos los libros, prin- que aprendí es que los políticos van y vienen, pero si
cipalmente había historia y literatura; luego seguí la obra es buena, permanece. Y la prueba es que hoy
con la biblioteca del pueblo, así que cuando llegué a reeditamos a Lewis.”
México venía atiborrado de lecturas.”
“Me tocó vivir toda esa polémica. No les gustó
Fue hasta 1947 cuando la familia Soler Viñas pudo aquel apoyo a Cuba y menos aún que publicáramos
reunirse en México, donde más tarde nació el her- también esa ‘antropología de la pobreza’ de Lewis
mano pequeño del clan. Antes, Martí vivía escon- sobre una familia mexicana muy pobre. Una obra sediéndose de la Falange porque éstos trataban de cap- minal. En ese momento fueron varios los compañetar a todos los muchachos para engrosar sus filas ros separados de la editorial, entre ellos mi esposa
—prácticamente era obligatorio formar parte de este Elsa Cecilia, Jasmin Reuter y Alí Chumacero, desde
partido político—. También huía de la iglesia católica luego. Díez-Canedo ya había fundado Joaquín Morporque no estaba bautizado, sus padres no eran cre- tiz. Yo me quedé un tiempo porque como la gerencia
yentes y desde luego en el régimen de Franco el no editorial había quedado descabezada, buscaron de
contar con el “sagrado sacramento” no sólo era peca- alguna manera mi apoyo; Salvador Azuela nombró
do, sino también era políticamente mal visto, repre- un gerente y yo quedé como segundo. Ante esta sisentaba un delito, que por fortuna no tuvo conse- tuación pedí un aumento de sueldo, desde luego, y
cuencias graves.
como no me lo dieron me fui también. Arnaldo Orfila
Sobre el primer recuerdo de su llegada a México, ya había fundado Siglo XXI y me ofreció la gerencia
dice que “es espantoso” porque no los dejaban entrar editorial, así que me fui con ellos. Era 1966 y me queal país, los detuvieron en el aeropuerto internacio- dé hasta 1993.”
nal. Venía en avión desde La Habana, a donde habían
En 2003, Martí se reincorporó al Fondo de Cultullegado en barco procedentes de Bilbao: “Nos metie- ra Económica. Tres años después, en 2006, el gobierron en una sala y resultó que había un señor en mi- no mexicano le otorgó la más alta distinción que se le
gración que quería una propina. Era un funcionario puede ofrecer a un extranjero, la Condecoración del
que ni siquiera era mexicano, era catalán como noso- Águila Azteca, “por su contribución al desarrollo
tros y amigo de mi padre; creo que llegó en nuestra cultural del país”. Recientemente ha fungido en la
misma circunstancia, pero supongo que ya era un re- editorial como coordinador de las actividades confugiado naturalizado mexicano para poder trabajar memorativas del centenario de los nacimientos de
en migración del aeropuerto. Al final nos dejaron en- Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas.
trar, yo tenía como 13 años y pasamos nuestra priDe sus años en el mundo editorial, Martí Soler no
mera noche en el hotel Emporio porque
sólo guarda buenos recuerdos en torno a
mi padre vivía en Puebla, así que partimos
escritores y amigos, sino que también tiede la Ciudad de México al día siguiente”.
ne en el armario de la memoria un cajón
En Puebla continuó sus estudios en una
especial para los libros que le tocó editar,
institución de nombre peculiar: Escuela
como aquel Tratado de economía agrícola
Secundaria Socialista Venustiano Carrande Edmundo Flores, uno de los primeros
za, donde sólo pasó algunas materias, así
que pasaron por sus manos en el Fondo y
que cuando llegó a la Ciudad de México, al
al que le tiene un especial cariño porque el
año siguiente, volvió a empezar en primeoriginal estuvo al cuidado directo de Auro de secundaria en la Academia Hispagusto Monterroso y del propio autor, “a
nomexicana. El tercero ya no lo estudió
quien Tito ayudó a redactar el texto: así se
VARIACIONES
ahí porque su padre estaba muy mal ecoconvirtió en un libro de economía con
DE VOZ Y CUERPO
nómicamente y tuvo que ponerse a trabapinceladas de literatura”.
jar, así que ingresó a una escuela pública
Este editor no olvida tampoco los bueMARTÍ SOLER
nocturna, la Secundaria por Cooperación
nos ratos que pasó con Luis Cernuda,
núm. 2. Su inclinación por el diseño gráfimano a mano en la imprenta, editando el
Poesía
co lo llevó a estudiar arquitectura en la
original de La realidad y el deseo; o con Pa1ª ed., 2014; 124 pp.
unam, pero pronto desistió de la carrera.
blo Neruda, poniendo en página su Canto
978 607 16 1955 6
El oficio de editor lo iniciaría también
general, con las pinturas e ilustraciones de
$135
de la mano de su padre, que era corrector
Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros
AGOSTO DE 2014
para la edición, en los Talleres Gráficos de la Nación.
Y cómo disfrutó discutiendo la tipografía con el diseñador andaluz Miguel Prieto y con otro grande,
alumno suyo, Vicente Rojo. “Tuve acceso a muchos
manuscritos. La región más transparente se acababa
de publicar justo cuando yo entré a trabajar al Fondo, así que no tuve acceso a ella, pero sí a La muerte
de Artemio Cruz; ese libro lo revisé yo, la edición estuvo a mi cargo. Octavio Paz ya era un personaje cercano a la editorial: Libertad bajo palabra hacía tiempo que se había publicado, pero no tuve mayor relación con él. Paz era más genial que generoso; por
ejemplo, para fundar Siglo XXI Homero Aridjis, José
Emilio Pacheco, Alí Chumacero y él nos regalaron
una antología magnífica. Al pedirle permiso para reeditarla, y tal vez hacer alguna corrección, me soltó:
‘Creo, Martí, que se ha vendido mucho y no me la han
pagado’. Repuse enseguida: ‘Octavio, por favor, dime
qué quieres y te pago’. Contestó que ya se había peleado con todos y que dejara el texto como estaba.
A mí Paz me convencía más como poeta. En cambio,
Alejo Carpentier también era buena gente.”
Aunque los padres y el hermano menor de Martí
Soler decidieron volver a España, él se quedó en
nuestro país por motivos familiares, porque tanto él
como su hermana estaban casados con mexicanos:
“Tenía muchos amigos del exilio pero también mexicanos dentro del medio del libro, por ejemplo Antonio Tirado o Carlos de Gortari, entre otros, con los
que conviví y fuimos muy cercanos. O españoles
como José de la Colina, gente universitaria que habían sido compañeros míos en la secundaria, mis
maestros de la Normal, como la gran Cinosura Constantino, una mujer a la que adoraba, a cuya casa íbamos con mucha frecuencia y con quien teníamos un
vínculo muy estrecho”.
Aunque tiene publicados dos libros de poesía, de
juventud, y recientemente el Fondo dio a conocer su
poemario Variaciones de voz y cuerpo, la relación de
Martí con los libros ha sido principalmente a través
de la edición y la lectura. Recuerda con especial cariño su pasión por la obra de Julio Verne y las discusiones que tenía con sus amigos adolescentes, quienes
preferían los libros de Emilio Salgari. Su gusto por la
poesía ha sido también uno de sus soportes esenciales para vencer la timidez. De hecho, Soler Viñas empezó a escribir versos porque le cuesta mucho trabajo hacer más de una cuartilla. Desde siempre tuvo
problemas con la expresión oral, así que se ha obligado a practicar diversas tareas para hablar en público
sin dificultad.
Una de ellas ha sido recitar poesía en voz alta frente a muchas personas; otra, convertirse en profesor y
dar clases sobre el oficio de la edición. “Felipe Garrido me invitó por primera vez a una institución privada, para que les hablara [a los alumnos] de corrección de pruebas. A partir de ahí he dado clases en algunas áreas del Instituto Nacional de Bellas Artes,
he impartido la materia de tipografía en la carrera de
diseño gráfico de la Universidad Iberoamericana y
también en la Universidad Autónoma Metropolitana, así que de una forma u otra he combatido mi
aversión a hablar en público.”
A los 80 años, Martí Soler llega todos los días al
Fondo muy temprano, manejando su propio auto,
dispuesto a realizar la labor que lo ha acompañado
por más de seis décadas: la edición, y lo hace pensando en los lectores. “Uno de los aspectos en que se
puede reconocer a un buen editor es en su anonimato. Una manera de que un editor salga a la luz de forma evidente es que sus libros no estén bien cuidados
—no hay que darle muchas vueltas—: en todos los libros siempre habrá un error que señalar; Joaquín
Díez-Canedo era experto en encontrarlos a golpe de
primera vista. Sin embargo, tanto el editor como el
escritor y el diseñador siempre tienen que trabajar
con el mismo empeño y compromiso, para un solo
cliente: el lector.” W
Sandra Licona, periodista, tiene a su cargo el área
de prensa del FCE.
13
Fotografía: J UA N A L M E L A E N C H A P U LT E P E C , 2 3 D E E N E R O D E 2 0 1 1 . © F E R N A N D O F E R N Á N D E Z
SEMBLANZA
Almela / Deniz:
mi vida con el Fondo
FERNANDO FERNÁNDEZ
Hay pocos ejemplos de una personalidad
tan resuelta y voluntariamente escindida como
el de Juan Almela —el atinado traductor y corrector—
y Gerardo Deniz —el escritor desmadroso, insolente,
erudito sin ostentación—. En esta charla con uno de sus
lectores más fieles, recuerda su relación con el Fondo,
salpicada por anécdotas graciosas y patéticas,
y deja entrever las dificultades propias del oficio
durante la segunda mitad del siglo XX
14
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
ALMELA / D ENI Z : MI V I DA CO N EL FO ND O
A
la mayoría de los antiguos
compañeros del corrector
de pruebas y traductor
Juan Almela en el Fondo
de Cultura Económica les
habría costado creer que
en agosto de 2014, cuando
la institución y él celebraran 80 años, sería entrevistado para La Gaceta no
precisamente por las dos épocas en que trabajó para
el Departamento Técnico de la editorial o por los libros que cuidó y tradujo, sino por la enorme relevancia que alcanzó su obra poética, de la que muchos de
ellos ni siquiera oyeron hablar. El talante heterodoxo de quien firmó todos sus libros con el seudónimo de Gerardo Deniz, que por un lado ha levantado
un notable edificio poético —reunido en Erdera, editado por el propio Fondo en 2005— y por el otro ha
hecho una crítica acerba de las más diversas ideas e
instituciones (la literatura y la academia, la universidad, el psicoanálisis, el marxismo, el culto desmedido por ciertos autores, el exilio republicano), se refleja también en esta entrevista en la que el viejo empleado y autor del Fondo habla libremente sobre los
recuerdos que lo ligan a esa casa editorial.
¿Cuáles fueron las circunstancias que se dieron para
que entraras a trabajar al Fondo la primera vez?
No tiene fin contar esa historia. Tiene todo su porqué,
pero no tiene objeto el remontarse a años enteros, personas y gentes… Pienso que hay un par de datos que
hay que dar por sentados desde el principio. El primero es que yo estaba ante todo al cabo de la calle de los
mundillos de las editoriales y las imprentas. Todo eso
me era familiar de toda la vida. Y segundo, mi historia
previa con el Fondo, que también es larga y complicada. Por eso quisiera partir del día de enero de 1958 en
que por primera vez estuvo puesto en el reloj marcador de la puerta una tarjeta con mi nombre. Yo estaba
buscando trabajo porque no daba una. El mundo no
quería mi química y todo eso; entonces, pues necesitaba urgentemente algo fijo y en el Fondo lo encontré.
¿Cómo era la atmósfera del Fondo a fines de los años
cincuenta?
Pues era simpática en general, sobre todo si prescindía uno de unos cuantos detalles. Cosa fácil, pues estaba uno a gusto. Y había suficiente gente interesante y simpática. Aceptable, en fin.
¿Por qué fue tan breve tu primer paso por el Fondo?
No fue tan breve tampoco; debí estar un par de años
la primera tanda.
¿Y a qué te dedicabas, cuál era tu trabajo específico?
Pues mi trabajo era sacar un libro adelante, comenzando por revisar la traducción, salvo contadísimos
casos que no lo ameritaban, y de ahí ya luego leer y
controlar las pruebas de imprenta hasta el final, cuando llegaba el desagradable episodio de escribir la solapa para anunciar la obra en el forro. Fueron tantas veces las que tuvimos que hacerlo todos con Breviarios y
Breviarios y Breviarios, que ya recitábamos a coro la
muletilla de la propaganda general de la colección.
Y en esa primera etapa, ¿cuidaste algún libro
memorable?
Cómo no. El primer libro, inesperadamente porque
no le daba yo un centavo y me resultó interesante, se
llamaba La psicología social en la industria y luego,
ipso facto, llegaron otros… Llegó otro breviario llamado La trama de la vida, de ecología, que entonces
no era un tema tan palpitante como ahora desgraciadamente, y luego otros y otros que eran interesantes
como Las grandes realizaciones en psicología experimental. Luego ya cayeron las grandes obras de filosofía de Santayana, Los reinos del ser por ejemplo, que
era muy interesante… Escribía muy bien el hispanogringo aquel. Así, todo iba muy bien. Lo que metió la
cizaña en el orden intelectual más o menos de todo
esto fue la maldita economía, que a todos nos jorobaba, que ninguno de nosotros entendía, y cuyos representantes eran una turba de malhechores que no sabían inglés, aun cuando se hubiesen doctorado en
Oxford o en Harvard.
¿No hubo un solo libro de ese tema que resultara
interesante?
De libros de economía, hubo uno que me sirvió de
transición porque era la biografía de un gran econo-
AGOSTO DE 2014
mista, que fue Keynes, uno de los economistas clave
del siglo xx, pero pues era un hombre muy culto, que
escribió también un tratado sobre probabilidad y cosas por el estilo y pertenecía a un círculo intelectual
londinense muy interesante al que pertenecía, qué sé
yo, Virginia Woolf por ejemplo, y otros, y ese ambiente
universitario de altos vuelos, y todo eso era muy interesante a pesar de las caídas en economía del señor
Keynes, que en realidad fue lo que lo hizo inmortal.
¿Quién era tu jefe en el Departamento Técnico?
Joaquín Díez-Canedo, que ya es difícil ponerle sufijos porque ya era el (ahora decimos) padre, porque
anda por ahí un hijo, pero en realidad era el hijo porque el padre era el viejo amigo de Alfonso Reyes en
España. No trabajó en el Fondo ese Díez-Canedo inicial pero bautizó la Capilla Alfonsina y otras hierbas,
y es el introductor de Alfonso Reyes en el Fondo. El
Fondo fue creado por Cosío Villegas, personaje sumamente difícil de definir; yo ni siquiera lo vi, y al
cual parece que Orfila [director del Fondo entre 1948
y 1965] le jugó una mala pasada y lo despachó de la
dirección para quedarse él.
¿Cuáles fueron los primeros libros que tradujiste para
el Fondo?
Para el Fondo traduje dos que eran del físico Gamow, a quien le dio por ser chistoso: inventó un personaje, siempre escribiendo en inglés, ya emigrado a
Estados Unidos (él era ruso de nacimiento; le costó
mucho escapar del paraíso soviético, pero lo logró).
Fue un físico destacado, que además tuvo la puntada de inventar al señor Tompkins, un personaje
gringo medio que le sirve para tirar al blanco contra
la ignorancia. El primer libro que se tradujo en el
Fondo de la serie del señor Tompkins lo hizo alguien
más con el pomposísimo título de La investigación
del átomo, pero de los que ya me encargué yo uno se
llamaba El señor Tompkins aprende los hechos de la
vida, y el otro El país de las maravillas, que hablaba
de la relatividad.
¿Se mantuvieron mucho tiempo en el catálogo?
No lo sé. Yo, desde luego, no los quise volver a ver y
tuve que volverlos a ver para una reedición conjunta
de libros de Gamow que hizo el Fondo hace ya, no sabría, veinte años o veintidós o veintinueve… Eran
una cosa de divulgación totalmente prescindible
para cualquiera que tuviera una formación científica
escolar.
¿Por qué te fuiste del Fondo la primera vez?
Salí a mediados del año sesenta porque ya no soportaba un libro muy complicado de psicología, pero que
yo quería hacer bien. Estaba traducido con los pies,
cosa muy normal en los libros del Fondo en su primera versión, y le dije a Díez-Canedo que si me daba
presupuesto para comprar una docena de libros y me
dejaba un mes que dedicase yo el tiempo de trabajo a
estudiar esos libros, que podría revisarlo con decoro.
Pero como ése no es el plan de un negocio, pues entonces [ahí] se quedó la cosa. No aguantaba yo aquel
libro ininteligible —aunque no era de economía, ya
era pedagogía— y complicadísimo, un libraco muy
grande.
¿Cómo se llamaba?
Teorías del aprendizaje.
toria, que fue la que cubrió el sexenio de Díaz Ordaz
y en la cual tuvimos como director a don Salvador
Azuela, que convirtió a la editorial en una cosa verdaderamente de risa, que daría para un libro entero,
pero un libro cómico.
¿Por qué fue tan negativa esa etapa?
No, no fue negativa, fue ridícula. Porque nadie, empezando por el director Azuela, hasta el último…
bueno, el último no porque seguían ahí los mismos:
los que sobrevivieron a las expulsiones en busca de
comunistas, porque la idea que le metieron en la cabeza a Azuela es que en el Fondo de Cultura no podías abrir un cajón sin encontrar un lingote de oro de
Moscú, lo cual era mentira porque muchos defectos
tenía Orfila, y soy el primero y aun el único a veces en
reconocerlos, pero en las cuentas el funcionamiento
del Fondo era perfectamente limpio. Azuela metió una
cantidad ilimitada de achichincles, gente absurda,
exburócratas, en fin, hasta que todo fue irse Díaz Ordaz del poder y rápidamente se fue Azuela con todo
su circo y nos pusieron a Carrillo Flores, Antonio,
que había sido ministro de Hacienda y era una persona muy agradable de trato pero tenía tantos compromisos, tantas obligaciones, desde la onu hasta no sé
qué, que el Fondo entró en una etapa de semidesintegración, con directores múltiples… Aquí fue especialmente pernicioso un señor que metió creo que Carrillo Flores —si no, pues que la historia me corrija—
que era un señor Hegewisch que dividía los libros en
“de administración de empresa” y libros “para exquisitos”. Los “libros para exquisitos” eran todo lo que
fuese historia, ciencia, lo que fuera, y no merecían
mayor atención.
Y en esa segunda etapa ¿te encontraste con libros que
te interesaran?
En la segunda etapa, que es la de Azuela, no se publicaron más que refritos de cosas de tiempos de Orfila… Y pues, qué sé yo, siempre salía alguna cosa, el libro sobre Maximiliano y Carlota, de Conte Corti,
por ejemplo. Además, yo personalmente tenía también mis altibajos y mis problemas, y todo se traba y
es dificilísimo de resolver en cuándo, qué fecha y cosas así.
¿Cuál es el director del Fondo con el que mejor te
llevaste?
No, yo no tenía mayor cosa que ver con directores,
eran demasiado para mí. Además me di cuenta de
que no se iba a ninguna parte con ellos. A los pocos
días de ingresar yo por vez primera en el Fondo, siguiendo sus admoniciones, le sugerí a Orfila que se
publicara un libro. Sonrió amablemente, pero nunca
se publicó. Y hete aquí que, no sé, veinte años, veinticinco después, fue publicado por el Fondo.
¿Qué libro era ése?
El budismo, de Edward Conze.
Y esa vez, ¿por qué te fuiste de la editorial?
Qué decirte... Porque, por eso: porque ya no era el
Fondo.
Y te fuiste a otro centro de investigación…
Sí. Era de una cosa que al principio parecía muy brillante y que se estancó y amoló en un dos por tres,
como todo.
¿De quién era?
No me acuerdo ya.
Al final, ¿se publicó?
Sí, claro, con todas las barbaridades.
¿En qué año regresaste a trabajar al
Fondo?
Regresé en 65 o algo así.
¿Por qué regresaste?
Porque desapareció mi trabajo previo del
Centro de Documentación. Logró su director que lo aniquilaran y desapareció
aquéllo, lo cual fue para mí un golpe terrible del lado intelectual porque dejé de tener la revista científica a mi alcance, que
era mi alimento principal desde hacía ya
años, y me quedé flotando un tanto hasta
que me llamó Alí Chumacero diciendo que
cuándo volvía y tal. Volví cuando el Fondo
entraba a la etapa más grotesca de su his-
ERDERA
GERARDO
DENIZ
Letr as
mexicanas
1ª ed., 2005; 727 pp.
968 16 7631 9
$285
¿Ya había aparecido tu primer libro, Adrede?
Sí. Apareció en el setenta. Lo único que recuerdo con precisión es que el único que
sabía que existía era [Jaime] García Terrés
[ligado al Fondo desde los años setenta, y
su director entre 1983 y 1988], y lo sabía
por su cuenta, pero nada más. El resto de
la gente, mis compañeros de entonces, algunos sobrevivientes de viejas épocas
hasta más viejos que yo, no tenían ni idea
de ese vicio secreto mío.
¿Hiciste buena amistad con Alí Chumacero?
Sí, pero muy poca porque tenía demasiados amigos y demás. Eso sí, siempre fue
sumamente cordial. Recuerdo una vez
muy agradable, un fin de año, cuando lo
corrió Azuela por comunista, que estuvimos mos en su casa unos cuantos y nos
pasamos la tarde bebiendo y platicando.
CO N T I N ÚA EN L A PÁG I N A 17
E
15
Fotografía: ©A R T U R O LÓ P E Z
COSECHA 1934
Escueta y sólida, la obra poética de Isabel Fraire responde a su deseo de explorar emociones y
lugares, de descubrir misterios aunque queden sin resolver. Su afición por las letras, en nuestro
idioma o en inglés, la han llevado a traducir y a comentar lo hecho por sus colegas. Por derecho
propio, Fraire pertenece a una generación inusualmente bien dotada de voces líricas
SEMBLANZA
Isabel Fraire
en sus ochenta años
DIONICIO MORALES
I
En alguna ocasión Gabriel Zaid escribió —palabras
más, palabras menos— que una generación literaria
que contara con más de diez poetas resultaba bastante
sospechosa; así es que, con cierto rubor frente a la propuesta de Zaid, mencionaré a trece poetas para referirme a los que, en un periodo de diez años, pertenecen a
la generación de Isabel Fraire —Juan Bañuelos, Gabriel Zaid, Marco Antonio Montes de Oca, José Carlos
Becerra, Jaime Labastida, Óscar Oliva, Abigael Bohórquez, Carmen Alardín, José Emilio Pacheco, Jaime
Augusto Shelley, Guillermo Fernández, Homero Aridjis—, nacida en la Ciudad de México en 1934, pero que
se inició en la poesía de manera, digamos más consciente de la vocación que no la abandonará nunca, en la
ciudad de Monterrey, Nuevo León, a donde se fue a vivir de niña o de adolescente. ¿Por qué referirse con cierta arbitrariedad a un periodo de diez años? Porque sabemos que los historiadores de la literatura, los investigadores, los críticos, al referirse a la clasificación de
generación, se inclinan por delimitarla entre diez, veinte y hasta treinta años.
Es en la “Sultana del Norte” donde Isabel Fraire inicia su brillante carrera como poeta, crítica y traductora. Empezó publicando sus primeros cuentos y poemas
en periódicos escolares de la localidad, cursando después sus estudios profesionales en la Facultad de Filosofía y Letras, de la unam, en la que también impartió
clases de literatura, además de completar su preparación artística estudiando danza, música y pintura. En
Monterrey conoció y trató a varios escritores cuya obra
literaria es conocida y reconocida, como Zaid, Alardín,
Jorge Cantú de la Garza, Andrés Huerta y Rita Murúa;
es aquí donde la revista Katharsis edita sus primeros
poemas en el año de 1958. A partir de los años sesenta
Fraire ya está instalada en la Ciudad de México y se incorpora a la Revista Mexicana de Literatura, entonces
dirigida por Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo,
como poeta, crítica, y en el consejo de redacción.
Es de hacer notar que, a partir de las colaboraciones
en la revista dirigida por Fuentes y Carballo, Isabel
Fraire es ya leída y admirada en esos años tanto por
sus poemas, que aparecían también en suplementos
culturales y otras publicaciones, como por su crítica literaria, en lecturas novedosas, audaces y sin concesiones —como lo hiciera magistralmente Gabriel Zaid—.
También en esta década se dan a la publicidad sus traducciones de poetas importantes de la lengua inglesa
—recordemos que los padres de Isabel eran mexicano y
estadunidense— que en ese tiempo, como ahora, eran
leídos con voracidad y traducidos en Hispanoamérica
esencialmente por poetas: Ezra Pound, T. S. Eliot, Wa-
16
llace Stevens, E. E. Cummings, W. H. Auden, William
Carlos Williams, reunidos en Seis poetas de lengua inglesa (1976). Acerca de sus traducciones, ella afirma
que debido a su origen, a estar en medio de las dos culturas, se le facilitó la traducción, por la comprensión
profunda de los modismos lingüísticos.
En 1975, con la selección y traducción de Thomas
Hoeksema, se publicaron sus poemas de manera bilingüe en una edición de Mundus Artium Press en
Athens, Ohio. En 1977 obtuvo la beca de la Fundación
Guggenheim con la que escribió su libro Poemas en el
regazo de la muerte, por el que se hizo acreedora en
1978 al premio Xavier Villaurrutia. Fraire colaboró en
la Revista de la Universidad, Proceso, Revista de Bellas
Artes, Pájaro Cascabel y el suplemento Sábado, de Unomasuno, en el que tuvo una columna semanal de 1977 a
1981. Poeta errante, podríamos llamarle, vivió en los
Estados Unidos, Inglaterra, España, Holanda, El Salvador, Francia, Nicaragua y hace unos años se reintegró al panorama de la literatura de su país, fijando su
residencia en la Ciudad de México.
II
La mayoría de los lectores de Isabel Fraire no tuvieron
la oportunidad de conocer sus primeros poemas, publicados en Katharsis, en Monterrey. Por ello, a la edición de su primer libro en la Ciudad de México, Sólo
esta luz (1969), casi a la edad de Cristo, despertó una serie de críticas y comentarios extraordinarios que hablaban con unanimidad del talento de una nueva poeta mexicana —más adelante veremos por qué—. En su
poesía reunida, Kaleidoscopio insomne (fce, 2004),
nuestra poeta incluye los Primeros poemas a los que me
refiero, como punto de partida para entrar a un espléndido universo personal que la coloca entre las mejores
y más originales poetas del siglo xx.
Antes de entrar en “materia” con su obra poética, no
estaría de más citar unas frases que con respecto a su
creación ha declarado Isabel Fraire en algunos medios
de comunicación: “La poesía es una expresión vinculada a cada aspecto de la vida”; “No hay temas pequeños”;
“Soy poeta porque desde joven he necesitado un medio
sencillo, directo y expresivo que me permita plasmar
mis ideas, pasiones, desazones, lo mismo en un autobús, que en la servilleta de la mesa de un café”; “Cuando miro hacia atrás me sorprendo por las imágenes,
como si contemplara muchos cuadros colmados de recovecos y tramas”; “La política me apasiona, cada día
leo el periódico de principio a fin”; “La poesía da voz al
alma humana”; “A lo largo de los años no han cambiado mucho los temas que me interesan; ahí están el
amor, las anécdotas de viaje, el arte, la política, la fa-
milia, tengo incluso poemas sobre mi abuelo gambusino que viajó a Alaska durante la fiebre del oro”.
Estas frases nos ayudarán, o quizá puedan distraernos, en la necesaria intromisión de un lector atento
para la mejor comprensión de su poesía —comunión—,
o para protestar por las preguntas sin respuestas que
con espíritu crítico nos servirán para cuestionar nuestra propia existencia.
AHÍ ESTÁ EL AMOR
“Ahí está el amor”, dice Fraire. Y sus Primeros poemas,
claro, como los de casi todo poeta, son amorosos. En
su expresión primeriza del amor se conjugan las inquietudes pasionales propias de una edad temprana
con un lenguaje claro, simple —en el mejor sentido de
la palabra— entregado, plasmado en versos largos en
su mayoría, y en el que a veces aparece la musicalidad
de ciertas formas clásicas, como el endecasílabo. Justo es reconocer que se nota la diferencia entre unos y
otros poemas en los que Isabel pugna por dejar atrás
un ritmo “antiguo” para llegar —y lo logra— a la modernidad. Poesía de aquí y ahora, de aspiraciones sutiles en la posesión del alma y del cuerpo de la persona
amada, de deseos ocultos que al nombrarlos, a través
de su palabra poética —que no es la misma en otras
circunstancias— alcanzan un deslumbramiento entrañable hacia un encuentro compartido. Hay que dejar muy claro que su lenguaje se va haciendo más propositivo conforme se avanza en la lectura de los poemas, en los que ya se vislumbra algo de la magia, de la
entonación, del desencadenamiento de rumores antiguos para llegar, experiencia de vida, a un preciso dominio técnico y una abierta confabulación poética
que nos hace pensar en la belleza de la forma y en la
verdad del alma a través de la poesía y soñar con ellas,
como en su libro Sólo esta luz.
LA POESÍA DA VOZ AL ALMA HUMANA
“La poesía da voz al alma humana”, asegura Isabel
Fraire. Y el alma humana se transparenta en los poemas de Sólo esta luz (1969). Con un epígrafe revelador
de José Gorostiza, de Muerte sin fin, la poeta, después
de diez años de escribir, trabajar y publicar el que se
convertiría en su primer libro en forma —entre todos
los recovecos y caminos que nos atrapan y zarandean
con un aliento poético extraordinario que nos enfrenta a la conciencia de uno mismo— nos deja un verso estruendoso que nos hace detener la mirada y el pensamiento para interrogar a nuestra existencia, después
de sucumbir ante la seducción y la sed de amor consumada por la libertad y el encantamiento: “El mundo/
ha quedado vacío/hay solamente luz”. ¿Nos hemos
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
ISABEL FRAIRE EN SUS OCHENTA AÑOS
puesto a pensar cómo quedaría el mundo si se vaciara? Me aventuro a decir que si eso sucediera, lo más
“lógico” sería pensar lo contrario, es decir, que todo se
vería oscuro. Pero en la concepción —filosófica, religiosa, poética— Fraire recurre a su optimismo en la
búsqueda y el encuentro de la luz, sin dejar de lado la
memoria de una conciencia lúcida —o extraviada, a según—. En este libro se recurre a la celebración del
amor, a la alegría mágica que sólo quien lo ha vivido ha
derramado. Es una voz. Es el canto sinfónico de un
universo personal tan acendrado del que se desprenden unas notas multiplicadas en el viento y que van
tomando la forma humana de quien las escucha con
todos los sentidos para hacerlas suyas. La vigilia y el
sueño entrelazados, sin olvidar soledosos enigmas
que se acentúan a la más leve mirada.
LA POESÍA: EXPRESIÓN VINCULADA
DE LA VIDA
Isabel Fraire despliega parte de esos aspectos de la
vida a los que está vinculada su poesía en su libro
Encuentros casuales —originalmente publicado en inglés—, rendiciones largamente meditadas empezando,
claro, por el amor: “Anda el amor suelto por las calles/
disperso en las miradas/sin encontrar un sitio”. La luz
aquí ya es otra. La mirada es más severa en más de un
sentido, comparándola con la visión de antaño, pues la
vida transfigura vivencias y los significados de las palabras —de su palabra— cambian el espacio interior y el
entorno en que fructifican o desaparecen sus apasionamientos y desazones. La realidad asoma sus manifestaciones en la otra manera de existir en los ojos de
Fraire, que han preparado el terreno para mirarla fijamente y no olvidar su existencia. En imágenes convocadas sin miramientos o restricciones por invadir un
mundo entrañablemente personal, aparecen la música
—de la que ella es fanática—, la casa, los amigos, la
muerte, los momentos que por instantes la llevan a reflejarse en las preguntas, en las respuestas, en la duda,
en el desasimiento que revolotea en medio de una dicha vencida o lejana. Las palabras —es decir la poesía—
son el único testimonio de aquellas y de estas horas
porque ellas “astillarían la verdadera piel del día”.
MUCHOS CUADROS COLMADOS
DE RECOVECOS Y TRAMAS
sarcasmo, el dolor, cierta amargura, y aunque se esté
próximo, según Isabel, al regazo de la muerte, no
niega el salvador optimismo por la vida.
NO HAY TEMAS PEQUEÑOS:
LAS ANÉCDOTAS DE VIAJE
En su libro Irse para volver, Fraire invita al lector a
participar en un reencuentro, o a un recuento, con algunos temas manejados por ella con anterioridad. Es
la visión de su mundo que puede ser la nuestra, aun
sin haberla vivido, o vivido de otra manera: Chicago,
Londres, Washington, Nueva York, Nicaragua, la Ciudad de México… no se crea que nuestra poeta diserta
interminable sobre estas ciudades y su historia; al
contrario, en la mayoría de los casos, ella las llama viñetas: es breve, parca, pero profundamente intensa a
la hora de describir —escribir— situaciones que, de alguna manera, hablan de la personalidad, del origen
del sitio escogido y de su mirada, que viene a ser un receptáculo de la memoria. No faltan la crítica, el asombro, el placer, el descontento, la evasión, la entrega. Así nos enteramos de que en Londres vivieron Engels, Freud, Katherine Mansfield y también George
Orwell, que vendía libros, que tiene un parque sonámbulo y neblinoso; en Nueva York a veces la soledad es
insoportable en un cuarto de hotel; en la estación del
metro se escenifica una historia negra de drogas y
rompimiento familiar; en Chicago socarronamente
nos cuenta el manejo de una caseta de cobro. Mención
aparte —para mí— merecen las viñetas de Nicaragua
y la Ciudad de México. En Nicaragua, donde ella estuvo cubriendo los días de la revolución y la caída de Somoza, es la mirada pasional de una simpatizante que
describe con certeza y humildad los acontecimientos,
los que vertidos a la poesía, a su poesía, nos dan una
idea de la magnificencia de la llegada de la libertad.
En la Ciudad de México Isabel Fraire realiza un recorrido, un poco a la manera de Efraín Huerta, por
San Jerónimo, la Roma Sur, el Centro Histórico, Chapultepec, la Diana Cazadora, pero con su estilo muy
particular de nombrar y con sus visiones caleidoscópicas que la hacen ser distinta de otros poetas
que también han abordado estos temas.
LA POLÍTICA ME APASIONA
Si en el título de su libro En el regazo de la muerte poJuan García Ponce, en el prólogo a la edición de los demos entender, en una lectura y en una interpretapoemas de Fraire en el número 82 de la serie Material ción conservadora, una especie de protección hacia
de Lectura, de la unam, escribe: “La poesía de Isabel determinados acontecimientos —y no nos importa
Fraire tiene un indispensable y sorprendente carác- que sea la muerte quien lo haga— para no llegar todater espacial… En estos poemas esparcidos en el espa- vía a sus terrenos tan temidos, en Atando cabos, como
cio, alados, evanescentes, huidizos, en los que todo se se puede deducir de su nombre, se piensa en un recoreúne y todo parece dirigirse a una inevitable disper- rrido cinematográfico de principio a fin de toda una
sión para encontrar en esta inesperada contradicción, vida, o de toda la vida, acumulada en la memoria. Es
su verdadera y más cerrada forma, las palabras no la hora del balance. La hora de ajustar los clavos para
sólo se oyen… nos obligan a verlas en el espacio del la cruz. La hora de confrontarse en un espejo cóncavo
poema”. Esta descripción de García Ponce, original y y que ningún resplandor permita la huida. Puede ser
audaz, sigue siendo también válida para los poemas la última entrega entre las sombras, o una salida vicde su libro Poemas en el regazo de la muerte (1977) y toriosa hacia la luz, porque “la misma muerte no intepara otros más; la poeta, en su afán “desestabilizador” rrumpe la vida/ ni la victoria trae la paz”. Éste es el
—para llamarle de alguna manera— en el nacimiento libro, me atrevería a decir, más desgarrador que escridel poema, como en un juego para niños, acomoda bió Isabel Fraire. El solo inicio de un poema: “Hay
las palabras alternándolas con los silencios entre una tristeza terrible en mis adentros./ Una tristeza
uno y otro verso y, sobre todo, con los vacíos que le de paja, de mierda y de culebras…” nos corta la respiconceden al lector un respiro momentáneo, para al fi- ración y nos prepara —en mala hora— para el dolor de
nal sorprenderlo, ahorcándolo o perdonándole la este mismo poema y de los que vendrán, que literavida. Dicen los eruditos que fondo es forma pero en riamente hablando, en fondo y forma, en forma y fonestos poemas la forma participa para la definición del do, alcanzan cumbres poéticas muy altas. Aunque
fondo. En los materiales de este libro, Isaéste es un dolor muy personal, es tanta su
bel Fraire abre su abanico de “intertextuafuerza devastadora por cantar a lo griego
lidades” al iniciar algunos poemas como
las sinrazones de la vida que se lleva hacia
epígrafes de los poetas en lengua inglesa
regiones oscuras —o mejores, quién lo sabe
traducidos por ella. No sería tan cierto haa ciencia cierta— a David —su hijo mayor—,
blar de influencias aquí, casi a la mitad de
que también carga con la cruz del movisu vida, cuando ella ha perpetrado ya su
miento del 68, en el que participó de una
“manera”, su “estilo” de poetizar, pero sí
manera directa, y deja constancia, históridecir que ciertos murmullos conceptuales
ca y poética, con altura, de uno de los aconhan dejado su eco, que Fraire asimila y
tecimientos más lamentables en la histotrasciende. Su mirada, siempre atenta a los
ria de nuestro país.
acontecimientos cotidianos y a los excepPara terminar, enlazaré dos poemas breKALEIDOSCOPIO
INSOMNE
cionales desentrañamientos que no todos
ves de Isabel Fraire y parodiaré una frase
los mortales alcanzan a vislumbrar, se abre
Poesía reunida
muy conocida y mencionada entre los fotócomo nunca al mundo y sus poemas son un
grafos: estas palabras dicen más que mil
festín de visiones que desencadenan el coISABEL
imágenes: “Escribir/cientos de veces/el
nocimiento y la pasión por lugares, objetos,
mismo poema/con palabras diferentes/
FRAIRE
nombres, ciudades, pintores, que el lector
ése es el destino del poeta. Eso explica/la
disfruta a través de la modulación de las
Letr as
unidad de la obra / su constancia temática /
ideas y de las palabras, a través de un canto
el eterno retorno”.W
mexicanas
personal que en su propuesta poética ama1ª ed., 2004; 341 pp.
ciza diferentes instancias vivenciales de
968 16 7193 7
Dionicio Morales, además de poeta, es
distintos estados de ánimos: la alegría, el
ensayista y crítico literario y de arte.
$179
AGOSTO DE 2014
ALMELA / DE N I Z : M I V I DA CON E L FON DO
EV I EN E D E L A PÁG I N A 1 5
¿Cómo empezó tu relación con el Fondo como autor?
Porque García Terrés siempre me decía que si tenía
algo que darles para el Fondo. Después, a fuerza de
repetirlo, ya parecía que no había peligro cuando,
¡zas!, hete aquí que me lo encuentro por la escalera,
cuando ya no estaba yo fijo en el Fondo, y me pregunta: “¿Y cuándo nos va usted a dar algo?” Le contesté:
“Aquí lo traigo”. [Era Gatuperio; se publicó en 1978.]
¿Cómo te ha tratado el Fondo como autor?
Bien. Es decir, para pasarme un papel más o menos
frecuentemente diciendo que no se vendía nada…
Y ya. En realidad cuando me sirvió algo económicamente fue cuando salió Erdera, y entonces ya de
plano no tenía yo nada que ver con el Fondo. Apareció de repente por aquí este muchacho, [Álvaro]
Enrigue, y me dijo que tenía preparada mi edición
y tal. Ah, bueno, pues venga.
¿Y están bien editados tus libros en el Fondo?
Sí, cómo no.
No tienen erratas…
No, en particular no. Además yo los leía siempre,
cuidadosamente.
¿Cómo fue que te convertiste en editor de Octavio Paz?
Porque yo le escribí por mi parte, y entonces Octavio Paz que —dicho sea de paso, y no es ninguna
ofensa, pero no perdía ocasión ni daba brinco sin
huarache— escribió al Fondo diciendo que dejaba
pendiente una segunda edición de un libro suyo
que yo resolvería fácilmente, y les daría las referencias exactas, y que por lo demás le gustaría que
me dieran a cuidar su libro, y pues así fue. Fue la
nueva edición de El laberinto de la soledad. Esto era
en plena administración azueliana. Para ellos el
nombre de Paz no decía nada. Como no era Cuauhtémoc ni era Juárez, no tenía objeto. Era como un
libro para exquisitos, exquisitos nacionales.
¿Cómo es eso que contabas alguna vez, que tenías un
pequeño ratón en tu oficina del Fondo?
En el Fondo de Cultura de Avenida Universidad había enfrente, casi hasta el último momento, una insondable extensión de basureros que llegaban casi
hasta la Calzada de Tlalpan, y ahí se criaban infinitas moscas. Entonces el deporte del Fondo era matar moscas; todos teníamos matamoscas y era un
placer, claro, el estar leyendo unas aburridas pruebas de economía y decirse: “Cuando acabe esta galera voy a matar moscas”. Hacíamos pilas luego, así
como las hacía Tamerlán con calaveras. Cuando se
te calentaba la mano matando tus moscas te asomabas al cubículo anexo y les decías: “¿No quieren
que les mate…?”, y decían: “¡No!, ¡fuera!, ¡son nuestras moscas!”, y así. Y pues, bueno, entre los beneficiarios de los cadáveres de moscas resultó estar un
ratoncito que salía de una grieta inverosímil, en el
marco de la ventana que daba a Avenida Universidad, a un piso de altura. Lo descubrí de repente. Vi
que algo se movía y miré, sin espantar a nadie, total
era yo solo, era mi cuartito, y vi que salía un ratoncito, se agarraba una mosca muerta, corría y se metía en la rendija. Pero ya cultivándolo, poniéndole
moscas apetitosas y todo, pues ya llegó el momento
en que podía yo invitar a algunos amigos estrechos
a que vieran conmigo, sin moverse, bien quietecitos
y callados, cómo salía el ratoncito. Luego ya él también extendió su interés al mundo exterior, y se
apoyaba en el cristal, y allá abaj o, a cinco metros de
las orejas del ratoncito, pasaban camiones, trolebuses, gente, coches, de todo, y el ratoncito miraba,
miraba, o si no agarraba su mosca y se escondía.
¿Y cómo es la anécdota de Alí Chumacero, cuando
gritó la frase aquella a otros empleados del Fondo?
Ah, no, ésa era una de sus muletillas. Cuando cualquier mañana resultaba especialmente fastidiosa,
de trabajo pesado y aburrido, se iba asomando de
puerta en puerta diciendo: “Maestro, ¡mejor hubiéramos sido putas!” W
Fernando Fernández, poeta y editor, escribe el blog
“Siglo en la brisa”.
17
Fotografía: © C I T L A L L I H . M O R A
ADELANTO
El Trimestre Económico
La búsqueda de respuestas propias
a los problemas económicos
de la América Latina
G U S TAV O A . D E L Á N G E L
Y GRACIELA MÁRQUEZ
El octavo octogenario homenajeado no es un persona
sino una auténtica pléyade de economistas y editores que con su labor
han dado vida a El Trimestre Económico: la publicación periódica
de la que surgió nuestra casa editorial y que conserva su razón de
ser primigenia. Presentamos aquí un fragmento del prólogo
de Respuestas propias, en el que sus autores
hacen un recuento de las primeras décadas
de la “biografía” de nuestra revista
18
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
EL TRIMESTRE ECONÓMICO. LA BÚSQUEDA DE RESPUESTAS PROPIAS A LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS DE LA AMÉRICA LATINA
C
on una trayectoria ininterrumpida de 80 años, El Trimestre
Económico tiene un lugar propio entre las revistas científicas especializadas en el mundo
de la lengua española. Pocas
revistas científicas en el mundo han logrado semejante permanencia en el tiempo. A lo
largo de esas décadas, la revista ha cumplido sus propósitos iniciales con creces al
erigirse como un referente indispensable para estudiantes, investigadores y gestores de la economía pública y privada. Para mantener su destacado papel,
ha sido indispensable estar al tanto de la evolución
de las ideas y perspectivas económicas.
El Trimestre se ha caracterizado por presentar en
nuestra lengua discusiones universales de la economía y las ciencias sociales, y al mismo tiempo buscar
respuestas a los problemas económicos de la América Latina. Por ello, además de poner en nuestro contexto el conocimiento económico que se genera en
diversas latitudes, se ha constituido como un referente del pensamiento económico latinoamericano,
en la lengua propia [...]
tos eran muestras del creciente interés por intercambiar ideas y profundizar sus conocimientos en
una disciplina enseñada en las aulas universitarias
como accesoria a otras carreras.
Fue a principios de los años treinta del siglo pasado cuando la enseñanza de la economía en las aulas
de la Universidad Nacional se separó de otras disciplinas para convertirse en una licenciatura independiente. Este paso fue apoyado por un grupo de entusiastas profesores, quienes apostaron a la formación
de profesionales especializados en teoría y análisis
económico. La nueva carrera fue un factor de impulso para proyectos editoriales destinados a la discusión y difusión de ideas económicas de un gremio
cada vez más amplio. En este contexto, Cosío Villegas y Villaseñor se propusieron impulsar una nueva
publicación capaz de convertirse en una revista especializada que integrara artículos de corte empírico donde primara el análisis de la coyuntura económica nacional e internacional, así como ensayos o
contribuciones de carácter analítico o empírico. A pesar de que tanto Cosío Villegas como Villaseñor contaban con experiencia previa, los retos de esta nueva
empresa eran mayúsculos. En primer lugar, el pro-
UNA MIRADA A “EL TRIMESTRE
ECONÓMICO”, 1934-1970
Aun sin existir los estudios formales de economía en
México, en los años veinte del siglo pasado se conformó un grupo de profesionales interesados en entender mejor los asuntos económicos. Su estímulo provino principalmente del nuevo papel asignado al Estado en la promoción del desarrollo, porque con la
reestructuración financiera, fiscal y monetaria de
los gobiernos posrevolucionarios creció la burocracia
y la demanda de personal especializado. Abogados y
contadores fueron adquiriendo en la práctica conocimientos sobre el funcionamiento de los mercados y
la interacción de la economía pública con la privada.
Para este grupo, su bagaje conceptual se limitaba a
cursos introductorios enseñados en las carreras de
leyes, contabilidad e ingeniería. No debe olvidarse a
los autodidactas, quienes sin cursar estudios universitarios diseñaron y aplicaron medidas de política
económica tan sólo con lo aprendido en sus lecturas
y la experiencia laboral.
A los poquísimos economistas formados en el exterior se sumaron otros profesionales que estudiaron posgrados o cursos en esa disciplina. Pero sin
duda lo que prevaleció mayoritariamente entre los
funcionarios de la época fue la carencia de estudios
formales en materia económica. Como se multiplicaba la demanda de estudios técnicos en materia de yecto no contaba con un respaldo institucional y por
impuestos, tipo de cambio, deuda externa, finanzas y lo tanto había que asegurar mecanismos de autofibanca, se hizo cada vez más evidente la exigencia de nanciamiento además de un sello editorial. En seformar expertos en esas temáticas. Surgieron así gundo lugar, para cumplir los objetivos y dar condistintas iniciativas encaminadas a promover el es- tinuidad a la revista era indispensable contar con
tudio y la discusión de temas económicos con la fina- artículos de calidad en forma continua. El editor
lidad de enriquecer y fortalecer a todos aquellos mexicano Alberto Misrachi aceptó publicar la revispracticantes de la disciplina. Una de las primeras re- ta y financiar los costos de arranque. En septiembre
de 1934 salió de la imprenta el primer núvistas especializadas fue Examen de la Simero de El Trimestre Económico bajo el
tuación Económica de México, auspiciada
sello editorial de Central de Publicaciopor el Banco Nacional de México. Tres
nes, figurando como codirectores Cosío
años después siguió la formación del InsVillegas y Villaseñor. El nombre elegido
tituto Mexicano de Investigaciones Ecoemulaba el de la revista en inglés Quarnómicas a raíz de la convocatoria lanzada
terly Journal of Economics, publicada por
por Jesús Silva Herzog, aunque con la acel departamento de economía de la Unitiva participación de Antonio Espinosa de
versidad de Harvard y con la cual se familos Monteros y Alfons Goldschmidt. Adeliarizó Cosío Villegas durante su estancia
más de organizar algunas conferencias, el
en esa casa de estudios.
instituto promovió la publicación de la ReEl contenido del primer número merevista Mexicana de Economía, cuyo primer
RESPUESTAS
ce una mención especial por tratarse del
número apareció en septiembre de 1928,
PROPIAS
primer eslabón de una larga cadena cuya
publicándose un total de cuatro. En ese
80 años
octava década aquí celebramos. El númemismo año la Asociación de Banqueros
de El Trimestre
ro abrió con la sección “Notas Editorialanzó la publicación Economía con Daniel
les”, donde se trató la importancia de las
Cosío Villegas como su primer director y
G U S TAV O A .
DEL ÁNGEL
negociaciones económicas internacionaEduardo Villaseñor su sucesor. Cuando
les para países como México. Siguieron
Villaseñor se incorporó a la Secretaría de
MOBARAK
Y GRACIELA
los artículos, componente central del núHacienda y Crédito Público como jefe del
MÁRQUEZ
mero inaugural, con un texto de Manuel
Departamento de Prensa y Propaganda se
(EDS.)
Gómez Morin titulado “La organización
encargó de la publicación de El Economiseconómica de las naciones”; sin embargo,
ta, cuya vida apenas se extendió algunos
como lo reveló el propio Cosío Villegas en
meses. Otras instancias de la administralectur as
de el trimestre
ción pública federal también alentaron la
sus memorias, se trataba de un texto de su
económico, 106
autoría. A pesar de haberse comprometicreación de órganos desde donde difundir
do a entregar una colaboración, Gómez
temas económicos, tal fue el caso de la Re1ª ed. 2014; 452 pp.
Morin no entregó nada pero figuró como
vista de Economía y Estadística, auspiciada
978 607 16 2037 8
autor del artículo inaugural de El Trimespor la Secretaría de la Economía Nacional.
tre Económico por obra de Cosío Villegas,
En conjunto, todos estos emprendimien-
AGOSTO DE 2014
quien aseguró el anonimato de la siguiente manera:
“Le llevé un ejemplar de la revista y le dije que una de
dos, o se aguantaba, o yo hacía en el próximo número
una historia de su incumplimiento”. Otros dos artículos completaban el contenido del primer número
de la revista: “Un órgano eficaz para intervenir la
economía”, de Roberto López, y “Teoría de la deflación de la deuda de las grandes depresiones”, de Irving Fisher, con la autorización expresa del autor
para su publicación en El Trimestre. Este primer número no alcanzó el centenar de páginas, e incluyó
publicidad de Cementos Tolteca y de las publicaciones de la Liga de las Naciones. La suscripción anual
se fijó en cinco pesos y el número suelto en 1.50 pesos. Se encuadernó en cartón, con el nombre entre
franjas color verde, el número en el margen superior
derecho con el mismo color y “México 1934” en el
margen inferior derecho.
Cosío Villegas y Villaseñor debieron sentir un
gran orgullo de ver materializado un proyecto dirigido a promover el intercambio de ideas entre la creciente comunidad de economistas. Sabían que no estaban solos en esa empresa, pues en el primer número se listaron 60 colaboradores, entre quienes se
contaban funcionarios públicos (Emilio Alanís Patiño, Ramón Beteta), profesores universitarios (Francisco Zamora, Gilberto Loyo, Enrique González
Aparicio), académicos extranjeros (Abbot P. Usher,
Clarence H. Hearing, Frank Tannenbaum), entre
otros. No obstante, el entusiasmo y convicción de
sus fundadores fue crucial para la aparición de esta
publicación, así como las colaboraciones de los autores en los primeros números. Inició así una trayectoria ininterrumpida de una revista que dio cabida a
análisis de los avances recientes de la teoría y los
problemas empíricos de las economías en desarrollo.
Con una declarada vocación por encontrar soluciones a los problemas económicos de la realidad mexicana y latinoamericana, generación tras generación
de economistas han encontrado en El Trimestre
—como pronto se le conoció— un foro para promover
el estudio riguroso de las múltiples dimensiones de
la economía.
Inicialmente la dirección de El Trimestre quedó a
cargo de los dos fundadores, quienes para 1937 incorporaron a Manuel Mesa Andraca, que sólo se
mantuvo durante un año en esa posición. Al año siguiente la dirección siguió compartida por Cosío Villegas y Villaseñor, equipo al que se sumó Emigdio
Martínez Adame. En 1943 los directores aumentaron a cuatro con la llegada de Víctor L. Urquidi. Luego de haber permanecido casi tres lustros al frente,
en 1948 la dirección de El Trimestre se renovó completamente, quedando a cargo de Jesús Silva Herzog
y como secretario Jorge Espinosa de los Reyes. Tras
un breve periodo del nuevo director, en 1949 Víctor
L. Urquidi regresó a la dirección, y el puesto de secretario lo ocupó Julián Calvo en 1950. En 1953,
cuando El Trimestre cumplía su vigésimo aniversario, Javier Márquez se incorporó como director de la
revista al lado de Urquidi y se nombró como secretario a Enrique González Pedrero. Entre 1958 y 1959
volvió a la dirección Emigdio Martínez Adame y
como secretario Óscar Soberón. Este último ocupó
la dirección a partir de 1959 y hasta 1985. Como puede notarse en este recuento, la cabeza fue siempre un
trabajo compartido, ya sea bajo la codirección o con
un secretario. Ningún cambio implicó desandar el
camino sino más bien un enriquecimiento con las
ideas e iniciativas de profesionales que entendieron
el importante papel desempeñado por el director de
El Trimestre Económico. Tal vez la mejor descripción
de esa labor la dejó escrita Víctor L. Urquidi:
Desempeñando en forma callada esa tarea que requiere
imaginación, buen instinto, capacidad analítica, espíritu crítico, responsabilidad y perseverancia (para obtener como recompensa) la satisfacción íntima de crear,
luchando por la permanencia de la publicación de una
revista de este género –a labour of love–.W
Este fragmento forma parte del prólogo
de los editores a Respuestas propias. 80 años
de El Trimestre, un volumen en el que se recogen
diez artículos representativos de la historia de la
longeva revista; se pondrá en circulación este mes,
como parte de la conmemoración de sus primeros
320 trimestres de vida.
19
Ilustración: © R I C A R D O M A R T Í N E Z , 1 9 5 2
CAPITEL
Una mirada siemp
siempre
excéntrica
A
los veintipocos años, Gabriel Zaid ya
estaba interesado por lo que él denominaba el “problema del libro”,
membrete útil para referirse a diversos cuellos de botella: “El lector no encuentra,
o si encuentra no puede comprar, todos los libros que necesita. El autor difícilmente puede
publicar y de ninguna manera vivir de los libros que escribe. Las editoriales y librerías no
pueden sostenerse en un plan de servicio estrictamente cultural y en el mejor de los casos
nunca son un buen negocio”. Este “problema
de mercados, de finanzas, de distribución y de
producción” caía “por completo en el campo
de la nueva ‘ingeniería industrial’” y por ello el
aspirante a “ingeniero mecánico y administrador” dedicó su tesis a estudiar la Organización de la manufactura en talleres de impresión
para la industria del libro en México. En ese
trabajo con fines escolares —del que existe
una bonita edición no venal, de 1958, publicada por “la presión de algunos amigos y la consideración al tiempo y atención con que tántas
[sic] personas me ayudaron”— Zaid concluye
que “las técnicas que un tiempo se asociaron
con el nombre de control de la producción, tienen una posibilidad de aplicación decididamente provechosa” en el orbe editorial.
E
se trasvase de métodos de análisis explica en cierta medida los ensayos de
La poesía en la práctica, escritos originalmente en los años sesenta, y aun
podría decirse que las espléndidas intuiciones
reunidas en Leer poesía proceden de un modo
de pensar esencialmente ingenieril, pues buscan entender no tanto la experiencia estética
como el mecanismo poético. Celebremos aquí,
en sus 80 años, al lector que se divierte aplicando a la lírica la ingeniería inversa, al analista de procesos que no duda en usar encuestas para conocer al público que asiste a un recital de poesía, al administrador que busca los
vasos comunicantes entre la inspiración del
artista y el salario que podría recibir, al financiero que evalúa la capacidad de una persona
para obtener réditos, intelectuales o estéticos,
de su lectura. Celebremos a Gabriel Zaid releyendo esos dos breves volúmenes, aparecidos
bajo el sello del Fondo en 1985 y 1987.
Z
aid conoce los riesgos de ser demasiado fiel a un modo probado de leer:
“una vez que el método se convierte
en receta, reduce la lectura […], en
vez de enriquecerla”. No hay en sus textos un
procedimiento recurrente, a menos de que
consideremos como sistema la renovación
constante del modo de ver. Así, cada descubrimiento metodológico, cada corazonada para
mirar un poema, cada molde para expresar
una opinión parece agotar el terreno recién
sembrado. Los ensayos, las reseñas, las brevísimas notas con que Zaid da cuenta de sus hallazgos parecen responder a una exigencia tan
arbitraria y fructífera como la que lo ha llevado a ser un fantasma omnipresente en el
mundo literario. Al impedirse ser un personaje más de la plaza pública, Zaid ha adquirido
una presencia mayor, acaso porque ha sabido
eliminar al actor de sí mismo que tanto agrada
al público pero que inevitablemente distrae de
lo que uno pretende decir; esa restricción autoimpuesta es desde luego fruto de una ética,
20
DE AGOSTODE 2014
de las letras hispanoamericanas,
nació en la tradicional ciudad de
Nara —heredera de las más
exquisitas tradiciones japonesas—
y cultivó ella misma en su juventud
la escritura de esta forma sintética
a ultranza: la suya es, pues, una
mirada oriental orientada hacia
una mirada occidental orientada
al oriente: ¿qué le puede decir a
ella Tablada?, ¿qué nos puede ella
decir de él a los hispanohablantes?
JOSÉ JUAN TABLADA:
SU HAIKÚ Y SU JAPONISMO
SEIKO OTA
“Arte, con tu áureo alfiler/las
mariposas del instante/quise
clavar en el papel.” Si la mirada
de José Juan Tablada se dirigió
hace un siglo hacia la cultura y la
estética orientales —particularmente
las de Japón— y supo abrevar de
ellas, hoy, en un curioso juego
de espejos, la mirada de la japonesa
Seiko Ota se dirige hacia la poesía
de Tablada y la centra en la
aportación esencial de quien ha
sido reconocido de manera
unánime como el introductor
del haikú en la lírica de habla
española. En el tremendamente
rico caldo de cultivo que fueron
las décadas iniciales del siglo xx
—cuando en Europa vibraban en
consonancia, por ejemplo, las
poéticas vanguardistas de
Mallarmé y Apollinaire, cuando
de este lado del mar muchas obras
dejaban traslucir una creciente
adicción a formas y fondos
orientales— la publicación
de Un día. Poemas sintéticos le
valió a Tablada su consagración
definitiva como japonista y su
lugar como el primer poeta
moderno latinoamericano. Son
muchos los estudios que se han
escrito en torno a su obra, en
general; el que ahora presentamos,
sin embargo, es el primero que se
enfoca exclusivamente en el haikú
y en la manera de Tablada de
transferirlo —y, más que eso,
transfigurarlo— a nuestra lengua
y nuestras letras. El objeto de
estudio es desde luego lo
primordial en esta investigación;
el sujeto, sin embargo, no debería
soslayarse: la autora, estudiosa
lengua y estudios liter arios
1ª ed. 2014; 228 pp.
9786071618764
$250
Entre esas novedades aparece
estos días un estudio panorámico
acerca de la forma de expresión
por excelencia de la Antigüedad
clásica. De forma ligera
y sucinta, pero alejada de todo
reduccionismo, Ruth Scodel
presenta en su obra una visión
de conjunto que analiza tanto
algunas de las tragedias griegas
más conocidas —Antígona, Medea,
Edipo rey— como otras que no lo
son tanto —Los persas, Helena y
Orestes—, para así identificar los
rasgos esenciales del género y
mostrar la amplísima diversidad
de textos que en él se inscriben.
Apoyada en investigaciones
recientes, pero sin por ello obviar
los estudios clásicos de la academia,
Scodel desmiente algunas
ideas erróneas ampliamente
difundidas en torno a la tragedia
griega y hace hincapié en la
apertura de los textos y la enorme
variedad de interpretaciones que
posibilitan.
lengua y estudios liter arios
Traducción de Emma Julieta Barreiro
1ª ed. 2014; 332 pp.
9786071620156
INTRODUCCIÓN
A LA TR AGEDIA GRIEGA
$140
RUTH SCODEL
No obstante la gran variedad de
series y secciones en que se
agrupan las diez mil obras del
catálogo del Fondo, probablemente
sigan siendo los Breviarios la
colección emblemática de la casa,
pues en su conformación se
expresa con claridad plena una de
las vertientes de su vocación doble:
traer al mundo de habla hispana el
conocimiento producido por las
más diversas culturas y en los más
variados contextos; la otra es eso
mismo, pero en sentido inverso.
Parte esencial de los festejos de
nuestro aniversario será, de
manera natural, revitalizar esta
colección que ha acompañado al
Fondo por más de seis de las ocho
décadas que cumple este año;
publicaremos para ello ochenta
volúmenes: setenta reediciones,
largamente esperadas en su
mayoría, a las que se añaden diez
nuevos títulos.
LA BANDER A MEXICANA
Breve historia de su formación
y simbolismo
ENRIQUE FLORESCANO
Los países del mundo depositan en
sus banderas significados diversos
relacionados con su historia y sus
mitos fundacionales, con los
valores colectivos y los rasgos que
los distinguen de otros pueblos;
se trata, por excelencia, de los
símbolos que confieren identidad
AGOSTO DE 2014
NOV EDA D ES
a una nación. La bandera de un
país tan complejo y variopinto
como el nuestro tiene desde luego
una historia no menos compleja,
pues en su conformación
concurren por lo menos tres
influencias distintas: la indígena
prehispánica, la herencia religiosa
colonial y la tradición liberal que
tras la independencia se propuso
fundar una república unitaria pero
integrada por estados soberanos.
Como reflejo de la peculiar
alquimia histórica de la que somos
producto, la bandera nacional ha
evolucionado en su búsqueda de
ser un emblema con el que puedan
identificarse los numerosos
pueblos que coexisten en el
territorio, uno capaz de conferir
unidad a la formidable diversidad
cultural de nuestro país y de
expresar tanto su pasado como sus
ideales y anhelos. El ensayo de
Enrique Florescano, una de las
voces más reconocidas de la
historiografía mexicana, lanza una
exploración profunda que indaga
en el desarrollo de la bandera
hasta llegar a su configuración
simbólica y su apariencia actuales.
Se trata de un texto aparecido
originalmente en 1998 en nuestra
Colección Popular y que se ha
vuelto ya indispensable en la
bibliografía; la nueva edición que
ahora presentamos ha sido
minuciosamente revisada por el
autor y ofrece una nueva selección
del centenar de imágenes que
acompañan el texto.
relación de mentor y alumno,
Gómez Morin y Álvarez
reflexionaron sobre la realidad
nacional y, particularmente, en
torno al reto y la oportunidad que
representaban poder ofrecer una
mirada crítica del pensamiento
hegemónico y plantar oposición a
un gobierno que monopolizaba la
política en México. Se percibe en
su diálogo la convergencia de
ambos en convicciones esenciales
y en la voluntad de producir un
cambio en una realidad nacional
marcada, entre otros muchos
problemas y lastres, por una
profunda desigualdad.
Se trata de dos personajes
indisociablemente ligados a su
partido, sí, pero, más allá de
filiaciones o ideologías, de dos
actores fundamentales de la vida
política nacional y con enorme
relevancia en la construcción
de nuestra vida democrática.
AGOSTO DE 2014
9786071618450
$290
$280
YO NO SOY
UN CONEJO
PEPE MÁRQUEZ
DEPORTE Y OCIO
EN EL PROCESO
DE LA CIVILIZACIÓN
NORBERT ELIAS
Y ERIC DUNNING
“Consideraba don Manuel —según
refiere Luis H. Álvarez— que la
alegría profunda del quehacer
político estriba en asumir las
causas comunes que se han
adoptado libremente porque son
nítida y ordenada expresión de
convicciones o anhelos propios”;
tal sería el júbilo, mientras que la
esperanza de los políticos íntegros
encarna en el deseo de ver al
pueblo “iluminado por valores
eternos, conservados y defendidos
con firmeza; en pie, contra todo
tipo de tiranía”. En 1956, el
fundador del Partido Acción
Nacional apoyó la candidatura del
también chihuahuense Luis H.
Álvarez, sin conocerlo aún, para el
gobierno de su estado; se inició
entonces un diálogo epistolar
asiduo en el que, en una clara
3ª ed. 2014; 374 pp.
9786071619549
9786071618344
LU I S H . Á LVA R E Z
Traducción de Purificación Jiménez
1ª ed. 2014; 344 pp.
3ª ed. 2014; 180 pp.
LA POLÍTICA:
JÚBILO Y ESPER ANZA
Correspondencia entre Manuel
Gómez Morin y Luis H. Álvarez
(1956-1970)
sociología
vida y pensamiento de méxico
colección popular, 551
$125
Abrieron así nuevos derroteros a la
sociología, que tradicionalmente
se había contentado con ver en el
deporte una actividad recreativa,
meramente orientada al placer, y
demostraron que, antes bien, el
conocimiento sobre el deporte
posibilita un análisis profundo de
las estructuras sociales. La tercera
edición de la obra, vuelta ya un
clásico contemporáneo, viene
precedida por un prólogo de
Raymundo Mier que ofrece una
visión panorámica de los ensayos
y explica su relevancia en el campo
de los estudios sociológicos.
¿Qué clase de sociedad es esta en
la que cada vez más gente utiliza
su tiempo libre para observar
competencias de fuerza y
habilidad corporal?, ¿qué
representan la búsqueda de la
emoción a toda costa, el culto a
experimentar “un descontrol
controlado de las emociones”,
o bien la sed de triunfo y
dominación?, ¿cómo se relaciona el
deporte con la construcción de la
identidad masculina?, ¿qué es lo
que deja entrever la violencia que
frecuentemente estalla entre los
espectadores de las contiendas?
Interrogantes como las
anteriores son las que motivan la
serie de ensayos con los que el
llamado padre de la sociología
figurativa y su discípulo Eric
Dunning dieron un giro crucial
a la manera en que las ciencias
sociales se aproximan al deporte.
Mediante la publicación de estos
textos en los años sesenta y setenta
los investigadores indagaron en la
historia y en implicaciones
distintas de las prácticas
deportivas —desde la antigua
Grecia y hasta fenómenos como el
de los Hooligans— y, apoyados en
la teoría sociológica del proceso
de la civilización lo mismo que en
perspectivas antropológicas,
psicológicas y biológicas,
desarrollaron una auténtica teoría
del ocio a partir de una de sus
expresiones más omnipresentes.
Dirigido a los primerísimos
lectores, Yo no soy un conejo se
desarrolla en torno al fenómeno
del descubrimiento de la identidad,
un proceso que caracteriza la
primera infancia y que suele
expresarse en algunos juegos
infantiles. A través de la imagen
y de un texto breve que
constantemente se contrapone
a ella, con guiños y chispazos
humorísticos los autores narran
el juego que propone el personaje:
un conejo que niega su identidad al
asegurar ser un “zombi alienígena
mutante”. Así, conforme avanzan
las páginas, va creciendo en el
lector la curiosidad por descifrar
lo que las ilustraciones sugieren:
¿son ésas las orejas de un
conejo o los tentáculos de un
extraterrestre? A través de sus
descripciones, en la ficción que
construye en torno a sí mismo,
el conejo lucha por proyectar en
su entorno un mundo imaginario
en el que, al final, la realidad
irrumpe de pronto, cuando él
descubre que su vecina es una
linda conejita. Quizá, después de
todo, ser un conejo tal vez también
tenga su chiste…
Esta obra estimula la
imaginación de los niños y los
incita a concebir otras realidades
posibles al llevar el juego de la
identidad más allá de las páginas:
¿qué otra cosa podríamos ser si
nos dejáramos llevar por la
ficción?
severa e incluso un tanto arrogante, pero también podría entenderse como una mera estratagema para amplificar las reverberaciones
de lo escrito. De manera semejante, al plantear, desarrollar y agotar una manera de leer
un verso —su experimento en torno a “Un
gato cruza el puente de la luna”, de Paz—,
un poema —su elogio técnico de “El brindis
del bohemio”—, un libro —la crítica milimétrica con que hace trizas Siete de espadas, de
Bonifaz Nuño—, un autor —el Ibargüengoitia
elogiadísimo en “La mirada irónica” o el
triunfal Gorostiza de “La pica en Flandes”— o
un género histórico —su entusiasmo por una
antología preparada por José Emilio Pacheco
que permite una “Reconciliación con el modernismo”—, Zaid parece seguir un mandamiento que pocos escritores querrían, o podrían, obedecer: no te repetirás. Originales en
forma y fondo, sus ensayos resultan por ello
siempre frescos.
T
ambién ha atendido ese precepto al
preparar la reedición de sus obras:
al dar la bienvenida al lector de La
poesía en la práctica, el autor avisa
que “escribí estos ensayos por primera vez entre 1963 y 1967. Los he vuelto a escribir varias
veces” (las cursivas son mías). Cada nueva publicación de sus textos es, pues, ocasión para
hacer pequeños retoques o introducir matices, aunque hay ocasiones en que incluso emprende amputaciones severas o inventa un libro reorganizando las partes de otro, como
ocurrió con Tres poetas católicos, que perteneció a Leer poesía cuando se publicó en Joaquín Mortiz y que fue “descubierto” como tal
después de haber sido escrito; en veta zaidiana, podríamos imaginar un estudio filológico, odiosamente universitario, que permitiera identificar las preocupaciones, los
intereses y aun las influencias del ensayista
en los diversos momentos de su vida a partir
del rastreo de esas incesantes, maniáticas
transformaciones.
T
ras concluir la lectura de estos trabajos queda la placentera sensación
de que el propósito último de Zaid es
demostrar que poesía y práctica son
de alguna manera sinónimos. “Un hombre
creador que no es práctico en un mal artista.
Un hombre práctico que no es un creador, no
es un hombre práctico, es un burro de noria.”
¿Para qué queremos una foto de este autor espectral si en frases como éstas, en los libros
que venimos comentando, está su verdadero
rostro? Zaid se planteó a sí mismo, desde la
redacción de su tesis de licenciatura y de los
muchos ensayos publicados en su momento
por el Fondo, un programa de vida intelectual
que se ha ido cumpliendo con precisión. Ha
sabido mover su centro para definir cada vez
una nueva periferia: desde la estadística practica la exégesis literaria, desde la etimología
describe la política contemporánea, desde la
eficacia empresarial sugiere cómo entregarse
al hedonismo del intelecto. Lo supieron el estudiante veinteañero y el ensayista cuarentón, lo sabe el escritor octogenario: “ser persona es precisamente hacerse cargo de sí mismo como un ser abierto, desbalanceado, gravitante hacia la comunión personal, hacia la
vida inspirada”.
los primerísimos
Ilustraciones de Natalia Colombo
1ª ed. 2014; 36 pp.
9786071619709
$65
TOMÁS GR ANADOS SALINAS
21
Ilustración: B O C E TO S Y A U TO R R E T R ATO D E F E R N A N D O G O N Z Á L E Z G O R TÁ Z A R
COSECHA 1934
R ES EÑA
GONZÁLEZ GORTÁZAR,
ARQUITECTO:
TEORÍA Y PRÁCTICA
Reproducimos aquí el texto que Federico Álvarez, el gran maestro y editor,
leyó en la presentación de Arquitectura: pensamiento y creación, el libro más
reciente de Fernando González Górtazar. Como comprobará el lector,
estos párrafos son una feliz cátedra sobre el espacio, el deterioro,
el arte y las ideas detrás de cualquier construcción humana
F E D E R I C O Á LVA R E Z
R
uego que me disculpen por los breves minutos que he
tardado en incorporarme a esta mesa de presentación
del libro de nuestro ahora más admirado amigo Fernando González Gortázar, Arquitectura. Pensamiento y
creación. Estaba abajo en la exposición de las esculturas y dibujos de Fernando que justifican, en cierto
modo, este precioso libro, y se me estaba ocurriendo la
idea de escapar, de huir de este compromiso contraído
con ustedes, pues los papeles que aquí traigo apenas
nada pueden decir de tanta maravilla. Pero, en fin, se
trata ahora de un libro, de la reflexión que ha surgido en torno a la creación que tan
cortos de tiempo hemos admirado en la exposición, y el lenguaje ahora verbal, la
palabra, pide siempre diálogo, y, en nuestro caso, diálogo difícil.
Porque, aun tratándose de un libro, no podré decirles, en los minutos que me
toca hablar, cuánto me ha sugerido este libro excepcional, cautivante desde las primeras líneas, lleno de talento, de originalidad y de expresividad. Subrayo lo de la
expresividad porque en cada párrafo aparece seductoramente el estilo personal,
22
arrollador, inimitable, de Fernando González Gortázar. Quienes conocemos a Fernando (lo conocí hace algunos años en esa casa de la amistad que es la de Vicente
Rojo), sabemos de su carácter singular, inquieto, seguro de sí mismo, impetuoso a
veces, llevando siempre su verdad por delante, dispuesto al afecto y al diálogo
abierto en el que brilla siempre su rápida inteligencia y esa cultura acumulada en
sus continuos viajes por todo el mundo puesta de manifiesto en sus sorprendentes
y agudas intuiciones. En este libro se ve hasta qué punto Fernando goza de una
sensibilidad alerta ante la finura más escondida en una obra maestra; se descubre
que lo mismo puede rabiar ante una banqueta agrietada que conmoverse ante los
asombrosos hallazgos de la artesanía africana en algún mercado mozambiqueño.
Y esa conmoción o ira ante la belleza o ante el destrozo del entorno urbano se expresa especialmente, a lo largo de todo el libro, de manera teórica o sensible, hacia
la naturaleza, a la que concede el privilegio del lenguaje, y hacia la belleza. Fernando siente con hondura y visible solidaridad humana, pero también piensa con consistencia que, a pesar de sus querencias irracionalistas, el arte é cosa mentale.
Todo esto nace de múltiples factores afortunados que se exponen en la penúltima conferencia del libro, donde, a grandes rasgos, el autor expone las circunstan-
AGOSTO DE 2014
COSECHA 1934
GONZÁLEZ GORTÁZAR, ARQUITECTO: TEORÍA Y PRÁCTICA
cias de su vida desde la infancia en su Guadalajara adoptiva, en el seno de una fami- nando. Aquí hay, creo, una actitud temperamental, más que una apuesta de trabajo:
lia acomodada y culta, sus estudios de arquitectura en nuestra Universidad, sus una actitud inescapable del arte que paralelamente le lleva a pensar en una gran sínmaestros a los que más debe, su obsesión por los viajes (a Nueva York, sí, pero tam- tesis de la intención artística, a defender la existencia de lo cursi, lo kitsch, lo camp, la
bién, con mayor frecuencia, a África del Sur y al sudeste asiático, buscando pueblos cursilería que en palabras citadas del doctor Gómez Robledo, es “lo exquisito falliy arte distintos, y acumulando intuiciones estéticas apropiables); sus continuas do”. Podrían añadirse muchas opiniones parecidas: las de Gómez de la Serna. El aulecturas desde la adolescencia, y, muy especialmente, su amor primordial a la tor concluye: hay que ver si es una cursilería buena o mala.
música.
Esto refleja (no quiero pronunciar la palabra “eclecticismo” temeroso de llevar
Sabemos que la arquitectura y el urbanismo consisten en construir casas, y ha- el debate por camino equivocado) la apertura de González Gortázar a todos los hocer parques y ciudades, hacernos feliz la vida cotidiana. Pero, en realidad, no sé si lo rizontes. ¿Acaso no nos gusta un bolero de Agustín Lara o de María Greever o de
sabemos. Andamos buena parte del día en las calles de una gran ciudad, de una ver- Gonzalo Roig? Como nos sucede a tantos, en la música encontramos la clave que
dadera capital de entre las mayores del mundo, pero, muchas veces, apenas si nos abre casi todas las puertas. También en Fernando. Y ahí está para demostrarlo la
fijamos en otra cosa que no sean sus incomodidades.
antología que de la música popular (popular urbana, no la siempre reconocida
En tal sentido, creo que el libro que presentamos se podría dividir en tres partes. campesina tradicional) que ha confeccionado, con un buen gusto sin tacha, el proUna primera parte donde prevalece lo teórico, una segunda parte de carácter más pio Fernando González Gortázar.
pragmático y una última conferencia, de no menor interés, de preguntas y respuesEntramos en los problemas que relacionan intrincadamente la cultura y natutas intercambiadas con el muy numeroso público.
raleza y a ambas con la belleza. Tuve un profesor que, no sin cierta sorna, nos decía
Si habláramos del espíritu general del libro, y para definirlo de manera viva y en el bachillerato que la naturaleza era todo lo que no era cultura, y la cultura todo
concreta, diría que el libro de Fernando me recuerda una anécdota de hace acaso lo que no era naturaleza. Parecía la desnuda sabiduría. Luego añadía: la naturaleza
medio siglo, caminando con José Emilio Pacheco, cerca ya de la revista Siempre!, es todo lo que ha hecho dios (montañas, ríos, volcanes, precipicios, inundaciones,
donde participábamos en la redacción del inolvidable suplemento dirigido por Fer- universos, células y átomos) y la cultura (muy antropológicamente) lo que había
nando Benítez y diseñado por Vicente Rojo: La Cultura en México. Tropezó José hecho el hombre (la cuchara, la casa, el arco y la flecha, la lira, el piano y las sonatas
Emilio en una fractura de la banqueta y siempre listo para la reflexión, frunció el para piano, y pinturas, y poesías, etc.). Partiendo de dicotomía semejante decía
ceño y dijo en prosa lo que todos sabemos de uno de sus más bellos poemas: “Vivi- Heidegger que los científicos no piensan, solamente descubren cosas que ya exismos en una ciudad agresiva, inhabitable, ruidosa, injusta, llena de papeles y basura, ten, y los artistas, por el contrario, piensan, sienten, hacen lo que no existe hasta
yerbajos, charcos, con casas feas de puertas de lata pintadas de negro con cuatro entonces: la Acrópolis, Las Meninas, Ana Karenina o los murales de Orozco en el
cristales rotos...” (hizo una pausa, desfrunció el ceño, alzó las cejas y concluyó: “Y, Palacio de Gobierno de Guadalajara, que, al igual que a Fernando, siempre nos
sin embargo, es el único lugar donde podemos vivir, y en el que pensamos constan- deslumbran.
temente cuando estamos lejos de él. ¿Qué tiene esta ciudad tan desagradable, para
Sin embargo, Fernando, persiguiendo con fruición esa identidad entre sensibilique la amemos tanto?” Me quedé callado pero a mí, con una sensibilidad todavía de dad y reflexión, esa universalidad abierta al gozo de la belleza, esa gran síntesis geexiliado, me empezaba a pasar ya lo mismo, como a tantos de nosotros. Y, precisa- neral imposible, concede a la naturaleza la cualidad de la buena fe y una reconocimente, a González Gortázar: ama con pasión esta ciudad, pero lamenta en cada pá- ble intención estética, e identifica naturaleza y cultura porque exhiben la belleza
gina sus horrores (como él mismo dice).
que una y otra nos brindan haciéndonos a la vez sus creadores (los creadores de esa
En la segunda parte, que he distinguido, tal vez arbitrariamente, llamándola belleza que provoca nuestro reflejo).
pragmática, es donde estudia el autor esos problemas urbanos que son fundamenFernando entra en un terreno polémico: el de la subjetividad en el arte. Él sabe
tales pareciendo nimios: banquetas estrechas, rotas, tendajones que las invaden, que lo primero que hay que enseñar en un curso de estética es —desde el primer
ambulantaje, talacherías sucias, letreros pintados de cualquier modo, tamaño, y día— la inconmovible objetividad de la obra de arte. Toda obra de arte es, antes
color, a diferentes alturas, paredes que llevan años sin ser lavadas, postes torcidos que nada, un objeto. Pero ya sabemos que todo objeto de belleza tiene que haber
que sostienen una red caótica de cables eléctricos, papeles medio rotos a medio pe- sido creado por un artista, por un sujeto, y que ese sujeto es único y consciente de
gar, entradas desconchadas de estacionamientos sucios, enormes “espectaculares sí mismo. En el campo de la ciencia hay cientos de científicos persiguiendo la solu“ (así les llaman cínicamente) que nos tapan el cielo, etcétera.
ción al terrible (y objetivo) problema del sida y a otros semejantes. Acabarán desEsta segunda parte es de una enorme riqueza, llena de ejemplos que de repente cubriéndolo varios a la vez. Pero en el campo del arte es absurdo pensar que varecordamos, comentarios inteligentes apuntando soluciones bien pensadas, lúci- rios escritores están, en distintos países, dando fin a una misma novela. Y es aquí
das, practicables, que leemos diciendo con la cabeza que sí, que en efecto, es así, que donde vienen arrolladoramente, en ese su estilo vehemente y, al mismo tiempo,
ojalá se pudieran discutir en algún lugar. Pero, ¿hay algún foro ciudadano para de- firme y seguro de Fernando González Gortázar, la intuición, el instinto, el gusto,
batirlas y corregirlas?
la pasión, la vivencia, la experiencia, lo sensible y lo inteligible, para dar otra vuelGonzález Gortázar no olvida nunca la faceta social de todos estos aspectos de la ta de tuerca a esa universalidad infinita del arte y de la belleza que se puede ejemarquitectura urbanística. En el D.F. se fija dolorosamente en la pobreza reinante, plificar en la Acrópolis (pero también, al mismo tiempo, su absoluta coseidad, oben las casas precarias amontonadas, y en la prepotencia del dinero, las mansiones jetiva, material, terrena y grávida como las banquetas rotas de la calle o el enjamlujosas en colonias cercadas. Cuando leí su denuncia de la privatización de la ciu- bre de cables sostenidos por hileras de postes sobre nuestras cabezas). Hay un
dad, los “feudos” los llamo yo, en los que un grupo de vecinos poderosos consiguen momento en el que él mismo se define: “... la arquitectura es como una hélice o un
del gobierno del Distrito Federal que el conjunto de sus casas sea, con todo y par- helicoide en el espacio que, vista desde cierto punto, regresa al mismo sitio, pero
que público incluido, convertido en espacio propio, cerrando con casetas de policía desde otro se ve que siempre se está prolongando y moviendo hacia delante”. (Es
y con flechas y hasta con muros, las calles de acceso, aplaudí con fuerza en mi fuero curioso: se trata de la misma definición que Engels da de la historia: da vueltas reinterior. ¿Cómo puede suceder eso?, me he preguntado muchas veces. Fernando pitiendo semejantes sucesos —como una espiral— pero cada vez en un nivel más
pide la creación de una Procuraduría Urbana, que debata y castigue estas insolen- alto). Parece —concluye Fernando— que regresa al mismo sitio. Parece. Y ello me
tes arbitrariedades, y que es seguro que nunca veremos funcionar. Todo tiene en acerca —en una vuelta del autor a la realidad— a la idea imposible de eternidad.
esta parte del libro su señalamiento crítico y técnico (y, sobre todo, irritado), que “Lo mismo es siempre nuevo y lo nuevo es siempre lo mismo.” Es la tradición,
abre nuestra reflexión a no pocos aspectos de nuestra ciudad que acaban siendo ig- pero no la tradición del tradicionalismo, sino la tradición que inexorablemente se
norados a fuerza de vivirlos.
hereda. El arte se hereda. No siempre avanzando. Y viene la gran pregunta que
Caminarla, experimentar en sus calles el satisfactorio, a veces, ejercicio peato- tantas veces se ha hecho: el arte que se hereda, ¿mejora en el tiempo? ¿El arte pronal, me recuerda otra anécdota que tal vez Sergio Pitol recuerde. Íbamos los dos gresa? Fernando dice —tal vez melancólicamente—, que no. Es improbable que alpor Tacuba, de Bellas Artes a algún estacionamiento, y yo me quejaba de aquel des- guien alcance la imponente majestuosidad de la Acrópolis o la asombrosa imagiorden comercial callejero. Y Sergio me dijo sentenciosamente: “En esta ciudad hay nación de una tragedia de Shakespeare. El arte no progresa, concluye realistaque caminar levantando la cabeza, mirando hacia arriba los primeros pisos de las mente Fernando. Pero yo me pregunto: ¿cómo es que somos capaces de gozar las
casas, donde se descubre, con frecuencia, la belleza olvidada de los viejos edificios obras de Turner, de Cezanne, de Picasso, de Orozco, cuando, ante sus cuadros,
de antes”. Sí, es cierto, en el centro de México, en las colonias que lo rodean, es fácil Rafael y Velázquez se hubieran sentido, por lo menos, desconcertados (si no es
encontrar muy bellos edificios si se mira por encima de los comercios instalados a que horrorizados)? El arte avanza en la espiritualidad, en la humanidad de los sujetos, en la tal vez permanente elevación de lo moderno, es decir, de lo actual. Es
pie de calle.
su virtud esencial. El arte —dice González Gortázar—, nos hace mejo¿Son edificios antiguos o son edificios contemporáneos? ¿Deben deres: heredamos y dejamos en herencia. Es la espiral de Engels y el helirruirse unos u otros para alcanzar una armonía urbanística? Fernancoide de González Gortázar. Pero hay un pasaje en que Fernando grita:
do González Gortázar defiende el derecho de la belleza a la vida y, sea
“¡pero cuidado con el subjetivismo excesivo!” Conoce como arquitecto
moderno o antiguo, no está en contra de que vivan juntos. Es una cay escultor la exigencia del equilibrio. Como Anteo, toca la tierra.
racterística notable de este libro: su autor es un claro defensor de la
Ojeando el libro después de leído, y viendo los preciosos dibujos que lo
tradición viva, y le parece muy bien la relación inteligente de lo viejo y
adornan, he repensado una vieja idea que defiendo en mis cursos: los nalo nuevo. Pone el ejemplo de la pirámide de Castillo de Teayo, en Verarradores y ensayistas piensan con el lenguaje, con imágenes verbales; los
cruz, y yo añadiría el de la pirámide de Tenayuca (tan bella como poco
pintores, escultores y arquitectos piensan al dibujar, no con imágenes
conocida), incrustada (oculta casi) en una pequeña plaza, bulliciosa los
verbales, sino con imágenes visuales o plásticas. Una curva pensada por
domingos, rodeada de modestas construcciones clasemedieras (lo desun artista deja de ser una palabra. Por eso, hay sentido en la arquitectura,
cribió Elenita Poniatowska, hace ya muchos años, en un libro muy bepero no significado. No hay un código que rija esas líneas. Lo hay cuando,
ARQUITECTURA:
llo —uno de sus primeros libros acaso— ilustrado, con aquella su natuPENSAMIENTO
como Fernando González Gortázar, el artista toma la pluma y escribe los
ral seducción, por Alberto Beltrán). Eso explica tal vez su defensa, la
Y CREACIÓN
conceptos que llevan a la arquitectura del encuentro al entendimiento, a
de Fernando, del surrealismo, que me resultó al principio, extraña.
un terreno de debate verbal en el que, como esta vez González Gortázar,
¿Un arquitecto surrealista?
FERNANDO
nos hace pensar hondamente con palabras lo no verbal. No creo que
¿Qué fue el surrealismo? (y entraríamos así en lo que he llamado parte
GONZÁLEZ
haya, como suele decirse —y esto provocará sin duda debates— un lenteórica): una convulsión, dijo Breton y repite Fernando: “la belleza será
GÓRTAZAR
guaje de la pintura, de la música o de la arquitectura. Pero este libro “traconvulsiva o no será”. Siempre he creído, en efecto, en la oportunidad del
duce” esa profunda densidad del saber estético no verbal, al lenguaje, a la
surrealismo en la poesía, en la pintura y en el cine. No en la novela ni en la
palabra. Por eso resulta tan exultante y gozoso.W
Tezontle
arquitectura (aunque hay muestras). Pero el surrealismo fue, sí, una con1ª ed., 2014; 275 pp.
vulsión, pasajera, pero una convulsión decisiva. Eso sintieron entonces
978 607 16 2030 9
Federico Álvarez, académico y editor, es autor
muchos artistas: una continua rebelión, invención, sorpresa que renueva
$190
de Una vida. Infancia y juventud (CNCA, 2013).
y derrumba y conmociona. “Yo creo muchísimo en ella”, concluye Fer-
AGOSTO DE 2014
23
¡La
Gaceta
en tu
iPad!
Además de los
contenidos de la
versión impresa, en la
app podrás encontrar
imágenes adicionales,
documentos sonoros
y enlaces a notas
complementarias
que enriquecerán tu
experiencia de lectura
Descargar