D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A A G O S T O 2 0 1 4 Si 1914 fue un annus mirabilis para la literatura en lengua española, la cosecha 1934 no se queda atrás: es, como confirmará el lector, sabrosa y embriagante Además GONZÁLEZ GORTÁZAR PIENSA Y CREA 524 Ilustración: ©A L B E R TO B E LT R Á N , 1 9 5 0 ; fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I 524 3 E DI TOR I A AL L Cosecha 1934 El ahuehuete ————————— 6 Hugo Gutiérrez Vega LU I S T OVA R 8 José de la Colina JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. 10 Fredric Jameson JOSÉ FERNÁNDEZ VEGA 12 Martí Soler SANDRA LICONA 14 Gerardo Deniz FERNANDO FERNÁNDEZ 16 Isabel Fraire DIONICIO MORALES 18 El Trimestre Económico G U S TAV O A . D E L Á N G E L Y GRACIELA MÁRQUEZ 20 20 22 E l año que corre nos ha permitido recordar un annus mirabilis para la literatura en lengua española, pues entre el pasado enero y el próximo diciembre habremos conmemorado un siglo del nacimiento de autores como Octavio Paz, Efraín Huerta, José Revueltas, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares: una camada tan literariamente rica hace de 1914 un hito calendárico irrepetible. Pero 1934, año en que se constituyó el Fondo de Cultura Económica, no se queda tan atrás. Este número de La Gaceta es una galería de autores de la casa —y de la revista que antecedió a la editorial— que en 2014 también cumplieron o cumplirán 80 años. La cosecha 1934 es, como confirmarán nuestros lectores, sabrosa y embriagante. Presentados en orden cronológico por su fecha de nacimiento, arrancamos con Hugo Gutiérrez Vega (20 de febrero), hoy director de La Jornada Semanal, cuya poesía completa ha encontrado cobijo en el Fondo; seguimos con José de la Colina (29 de marzo), que con De libertades fantasmas o de la literatura como juego mereció el premio Villaurrutia hace apenas unos meses; Fredric Jameson (14 de abril), por su parte, ha sido publicado en años recientes por nuestra filial argentina; el editor Martí Soler (31 de julio) es ahora parte de los autores de la colección Poesía, donde acaba de aparecer Variaciones de voz y cuerpo; el siempre difícil de asir Gerardo Deniz (14 de agosto) conversa en seguida con quien está preparando la suma de su prosa; finalmente, un asiduo lector de Isabel Fraire (8 de diciembre) recorre sus temas e intenciones literarias. Y hemos tomado un fragmento del texto introductorio de Respuestas propias, el volumen que presenta los ocho artículos más influyentes, uno por década, publicados en El Trimestre Económico, revista que se echó a andar en la primavera de 1934, incluso el Capitel participa de esta celebración, pues el de este mes está dedicado a Gabriel Zaid (24 de enero). Remata nuestra entrega el texto que Federico Álvarez preparó en torno a Arquitectura: pensamiento y creación, libro que reúne las conferencias que dictó Fernando González Gortázar en el marco de la Cátedra Extraordinaria Federico Mariscal.W CAPITEL NOVEDADES González Gortázar, arquitecto: teoría y práctica F E D E R I C O Á LVA R E Z José Carreño Carlón León Muñoz Santini D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E ARTE Y DISEÑO Tomás Granados Salinas Andrea García Flores D I R E C TO R D E L A G AC E TA F O R M AC I Ó N Javier Ledesma Ernesto Ramírez Morales J E F E D E R E DAC C I Ó N V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T Ricardo Nudelman, Martha Cantú, Adriana Konzevik, Susana López, Alejandra Vázquez Alma Meza C O N S E J O E D I TO R I A L Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv A S I S T E N T E E D I TO R I A L IMPRESIÓN Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/ [email protected] www.facebook.com/LaGacetadelFCE La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de julio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 AGOSTO DE 2014 2 I L U S T R AC I Ó N D E P O R TA DA : © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I AGOSTO DE 2014 P O ES Í A Así como los naturalistas de otros siglos se lanzaban por el mundo y hacían dibujos de las maravillas que hallaban en su travesías, Alberto Blanco —poeta viajero— esboza sus asombros por medio de su palabra; muy pronto podrá leerse ya su Libro de las plantas; para este número, dedicado a nuestros autores octogenarios, quisimos abrir con uno de los poemas de ese libro: uno que retrata a un ser que comparte con muchos atributos con aquéllos El ahuehuete ALBERTO BLANCO Este viejo espíritu del agua tiene los pensamientos más poderosos de su especie. Sabe de los otros espíritus elementales y de sus antiguas leyendas en las corrientes subterráneas. Ojo por ojo el ahuehuete lleva del descuido de los hombres las cuentas perfectamente claras; Hoja por hoja con cada rama juega con la lluvia y los vientos como si fuera suya la eternidad.W AGOSTO DE 2014 3 4 AGOSTO DE 2014 Fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I DOSSIER Pase el lector a catar estos caldos: un poeta de formación humanista y apetitos universales, un hilarante narrador autodidacta que ha practicado el periodismo, un crítico literario que desde el marxismo descree de lo posmoderno, un editor que ha ido acumulando metáforas, un modesto corrector que sabe reinventar la poética de todo un país, una hacedora de versos que viaja y vive AGOSTO DE 2014 5 Fotografía: ©A R T U R O LÓ P E Z SEMBLANZA Ocho décadas: permanencia y transformación LU I S T OVA R Diplomático, periodista, académico, político, revolucionario sin prisas, hombre universal y generoso, pero sobre todo poeta, Hugo Gutiérrez Vega tiene una dilatada relación con el Fondo: ha traducido obras y publicado aquí un original estudio sobre la comunicación; en nuestro catálogo ocupa un lugar destacado el volumen que condensa los versos que escribió a lo largo de casi medio siglo 6 AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 OCHO DÉCADAS: PERMANENCIA Y TRANSFORMACIÓN I maginar el país como debió ser en 1934: sin pretender una exhaustividad imposible y circunscribiendo la enumeración al ámbito del soporte físico para la palabra escrita, apúntese algo de lo mucho que no había entonces: computadoras y teléfonos móviles; internet, Twitter, Facebook y “redes sociales” en general; e-books, “nubes” cibernéticas para almacenamiento de toda suerte de obras; librerías en línea; fotocopiadoras e impresoras automáticas; procesos editoriales automatizados… En una palabra, no existía nada de todo aquello que hoy, con mayor o menor pertinencia, suele agruparse bajo el concepto de lo “virtual”. Lo que sí había, en cambio, y no necesariamente en cantidad mucho mayor a la actual, eran librerías de cemento y de madera, con libros de papel y tinta —que es como decir de carne y hueso y que, a contrapelo de lo que puedan pronosticar los respectivos agoreros, siguen y seguirán existiendo—, pero sobre todo había un intangible de muchas caras: quizá la primera y más notable de las facetas de dicho intangible era, o tal vez valga más decir fue, el ritmo al que sucedían las cosas. Con toda seguridad, el significado de palabras como “rapidez”, “prisa”, “lentitud” y “calma”, no es exactamente el mismo para dos épocas separadas ochenta años una de la otra. Es obvio pero conviene recordarlo: cualquier tiempo pasado sólo puede ser visto en perspectiva —la del presente, como mínimo—, y es dicha posibilidad la que permite asociar acontecimientos de distinto orden o naturaleza, precisamente debido a su condición de coetáneos. Desde luego, y más allá de la coincidencia cronológica, los motivos que pueden inducir al ejercicio de tal asociación son infinitos. En este caso el parangón es múltiple, lo mismo que sus causas: en 1934 nacieron, en Guadalajara y en la Ciudad de México, respectivamente, Hugo Gutiérrez Vega y el Fondo de Cultura Económica, de modo que en este 2014 ambos están cumpliendo sus primeras ocho décadas de vida. Desde el punto de vista del presente, esa correspondencia en la edad es sólo la primera de muchas otras, entre las cuales cabe —y baste con— apuntar que ambos iniciaron sus pasos en el mundo precisamente en un contexto como el bosquejado en las primeras líneas: no “virtual” sino por completo real y tangible, compuesto de objetos concretos —libros y librerías, por ejemplo—, mundo por cierto infinitamente menos rápido, o mejor dicho menos apresurado que el del tiempo actual, y de ninguna manera reñido, como lo está el nuestro, con las nociones hoy irreflexivamente denostadas de calma y pausa, mismas que, para el caso de la escritura y la edición de libros, desde luego no pueden ser consideradas defectos sino todo lo contrario. Posiblemente imbuido de ese espíritu, propicio a la concepción y la escritura minuciosa de la propia obra más que al ansia de verla publicada, Gutiérrez Vega dio a la imprenta su primer libro —el poemario Buscado amor— a los treinta y un años, es decir, a una edad que muchos consideran, como por necesidad pero equívocamente, avanzada o “tardía”. Más allá de la impertinencia de ese prejuicio, derrumbado por el derecho absoluto de arrancar un opus cuando su autor lo decida soberanamente —como caso extremo baste citar al incontestable José Saramago—, cualquier idea de tardanza debería quedar abolida si se toma en cuenta todo lo otro que por esa época, es decir en 1965, constituía el quehacer cotidiano de Gutiérrez Vega, además de la escritura: el servicio diplomático —en funciones de consejero cultural, a la sazón en la ciudad de Roma—, y tanto de manera previa como posterior a la carrera en el servicio exterior, la impartición de cátedra en las universidades de Querétaro y Nacional Autónoma de México. Añádase que antes del citado año Hugo dirigió la sección juvenil de un partido político nacional cuyo accionar alguna vez mereció sin ambages el calificativo de “opositor” —nunca tanto como en el tiempo cercano al de sus fundadores, quienes por cierto fueron los que invitaron a Gutiérrez Vega a abandonar las filas partidistas, por considerar las posturas del susodicho bastante más a la izquierda de lo que resultaba aceptable para ellos—. Desde entonces y hasta la fecha, ésa ha sido la principal constante en la vida y la obra de Hugo: la puesta en práctica de una peculiar habilidad para ejercer más de un oficio de manera constante, ya sea sucesiva o simultáneamente, si bien para cualquiera es claro que la piedra de toque de esa multiplicidad AGOSTO DE 2014 ha sido la escritura en general y la poesía en específi- ron en la Antología personal (1998), que un año desco. Así pues, puede sonar a lugar común para el ám- pués se reeditó en colaboración con la Universidad bito literario, pero eso no le quita verdad al aserto: de Guadalajara. En el ínter, Hugo continuaba hacienantes que cualquier otra cosa, y también después de do justicia a la palabra clave de su obra poética; en todas ellas, Gutiérrez Vega es poeta. En consecuen- otras palabras, seguía peregrinando y extrayendo de cia, poemarios son sus dos siguientes títulos, Desde sus itinerarios y estadías el material literario, temáInglaterra, aparecido seis años después de su ópera tico y espiritual de sus poemarios, como queda claro prima, en 1971, y Resistencia de particulares, publica- con la simple lectura de sus títulos: ahí están, evido tres años después del “poemario inglés” huguia- dentísimos, Inglaterra, España y Brasil, entre otros. Con posterioridad a la publicación de la Antología no, en 1974. Fue precisamente hace cuatro décadas, que es personal, Hugo escribió, a lo largo de los siguientes como decir al exacto mediodía del trayecto hasta hoy ocho años, una trilogía que, en opinión de diversos recorrido en el reloj tanto por Gutiérrez Vega como críticos literarios, así como colegas de letras de nuespor el fce, que el Fondo se hizo cargo del primero de tro autor, constituye la porción más luminosa, o la los cuatro volúmenes que hasta el momento le ha pu- cumbre si se quiere, de un corpus poético no poco blicado: curiosamente, no se trata de un poemario abundante en luminosidad y altura, precisamente: sino de Información y sociedad, un ensayo sobre teo- se habla de Los soles griegos, de 1989; Cantos del desría de la comunicación preparado por su autor con el potado de Morea, de 1993, y de Una estación en Amorconocimiento y la autoridad conferidos, además de gós, de 1996. Citada por muchos nombrando solapor su labor docente, por los títulos académicos con mente al primero de los tres títulos pero refiriéndose los que ya contaba entonces, entre los cuales deben en realidad a los tres poemarios, la trilogía helénica mencionarse aquí, por su pertinencia relativa, sus de Gutiérrez Vega es parte del volumen Peregrinacioestudios sobre sociología de la comunicación efec- nes: poesía, 1965-2001, aparecido en 2002, en el cual tuados en Londres. Aclaración: me refiero a libros se incluyen los poemas no recopilados o últimos poeescritos por Gutiérrez Vega, pues éste no es el primer mas, desde luego escritos con posterioridad al año de contacto entre el autor y el Fondo que derivó en una edición del último de los soles griegos. Previamente a publicación: un año antes, 1973, bajo el sello del fce la publicación de su poesía reunida, el fce editó Canapareció La poesía de W.B. Yeats, de Louis McNeice, tar de las cosas leves, del poeta Joaquín Antonio Petraducido por Hugo en colaboración con Juan José ñalosa, en 2000, una antología seleccionada por Gutiérrez Vega. Utrilla y Sergio René Madero. De permanencia y transformación habla este muy De Información y sociedad destacan dos aspectos en particular: primero, que las tesis del ensayo, plan- apretado recuento bibliográfico, circunscrito a la reteadas hace cuatro décadas, ofrecieron una perspec- lación entre el Hugo autor y el Fondo editor: permativa entonces vanguardista respecto del papel, en nencia en el más lato de los sentidos, patente en las efecto preponderante y potencialmente riesgoso o ocho décadas de vigencia que, con ellos, celebramos nocivo de los medios masivos de comunicación, debi- los lectores. Permanencia también por cuanto hace a do entre otras cosas a la naturaleza expansionista y la continuidad de uno y otro en sus indispensables y la vocación hegemónica de éstos, asociada a la bús- respectivas funciones, el primero como generador de queda, por parte de los medios, de consolidaciones ideas, sensaciones y emociones —que eso, entre cien económicas y de poder antes que la intención de fun- mil cosas más, es la poesía—, y el segundo como gir como entidades sociales, útiles no sólo ni princi- transmisor de las mismas a través de la edición librepalmente para sí mismas sino para la sociedad en la ra. Permanencia, a fin de cuentas, referida a una feliz cual se insertan y a la que deben su existencia, aun- porfía: la que consiste en orientar las labores de toque rara vez empaten su práctica con el interés pú- dos los días hacia la luz emanada de la cultura, un blico. Por eso mismo, el segundo aspecto destacable poco —un mucho, un todo— a la manera de los giradel ensayo es evidente: las ideas contenidas en Infor- soles. Transformación, en el otro flanco, que atienmación y sociedad no han perdido vigencia sino, por de a los cambios que es dable atestiguar a lo largo de el contrario, en estos últimos tiempos han cobrado casi un siglo: del Fondo de Cultura Económica, que no ha dejado de modificar sus procesos en función una actualidad que apabulla. Los ires y venires de Gutiérrez Vega entre México de las necesidades que cada nueva época le ha plany el mundo continuaron, de la mano del oficio diplo- teado, y de la voz poética de Hugo, que ha venido mático, a lo largo de los años siguientes, lo que moti- abrevando de infinidad de fuentes y, a partir de las vó la multiplicidad aludida: las décadas de los años diferencias entre unas y otras, ha variado las formas setenta, ochenta e incluso los noventa del siglo pasa- en función de los contenidos, igualmente distintos do vieron a Hugo, en diferentes momentos, como unos de otros. El espacio disponible aquí es insuficiente para enconsejero cultural, embajador o cónsul general en países como Inglaterra, España, Estados Unidos, trar en pormenores analíticos, así fuesen mínimos Grecia, Irán, la extinta Unión Soviética, Brasil y en profundidad y breves en exposición, respecto de Puerto Rico; pero también como maestro de tiempo la poesía de Gutiérrez Vega. Por fortuna —lo cual completo en las facultades de Filosofía y Letras y de de todos modos no significa que ya se haya concluiCiencias Políticas de la unam; pero también como do— es una tarea ya emprendida por autores como director de Difusión Cultural de esa universidad, de Carlos Monsiváis, Marco Antonio Campos y Juan La Casa del Lago y de la Revista de la Universidad de Domingo Argüelles, por mencionar sólo a tres. A manera de conclusión, el que suscribe estas líMéxico. En un momento determinado de ese intenso y di- neas quiere cerrarlas de este modo: es un tristísimo verso itinerario, concretamente en 1987, la colección lugar común pero conviene recordar que más fácil y Letras Mexicanas del Fondo incluyó el volumen re- más rápido gana fama y respeto cualquier analfabeta copilatorio Las peregrinaciones del deseo: poesía funcional que aparezca por televisión el número suficiente de veces, que alguien con treinta y 1965-1986, pertinente desde varios punseis libros publicados —sin contar antolotos de vista, comenzando desde luego por gías—, poeta traducido al inglés, francés, la relevancia de la labor poética de Gutiéitaliano, portugués, griego, turco, neerlanrrez Vega, que entre otras distinciones dés, árabe, serbo-croata y húngaro; que contaba, trece años antes de la publicacuenta con dos doctorados honoris causa y ción de este título, con el Premio Nacional ha obtenido, además del ya citado Premio de Poesía Aguascalientes, así como por el Aguascalientes en 1975, el Iberoamericahecho de que los veintiún años transcurrino de Poesía Ramón López Velarde en dos desde Buscado amor vieron salir de la 2001, el nacional Xavier Villaurrutia en pluma de Hugo, además de los ya mencio2002, el de Poetas del Mundo Latino en nados Desde Inglaterra y Resistencia de 2009; tres de periodismo cultural: el naPEREGRINACIONES particulares, sus siguientes siete poemaPoesía 1965-2001 cional de Periodismo en Difusión Cultural rios: Cuando el placer termine y Cantos de de 1999, el Fernando Benítez de la fil en Plasencia, ambos en 1977; Poemas para el perro de la carnicería, en 1979; Meridiano HUGO 2010 y el Carlos Septién García en 2012; así 8-0, en 1982; Cantos de Tomelloso y otros GUTIÉRREZ como el muy tardíamente entregado Napoemas, en 1984, así como Georgetown cional de Ciencias y Artes en el área de liVEGA blues y Andar en Brasil, ambos en 1986. teratura en el pasado 2013.W Debió transcurrir poco más de una déletr as cada —siendo exactos, doce años—, para mexicanas que los nombres del Fondo de Cultura Luis Tovar es jefe de redacción de La 1ª ed. 2002; 564 pp. Económica y de Hugo Gutiérrez Vega vol968 166 798 0 Jornada Semanal, donde escribe la vieran a reunirse en una portada: lo hiciecolumna Cinexcusas. $ 215 7 Fotografía: A R C H I VO F C E SEMBLANZA José de la Colina o con la literatura hasta el cuello JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. Seguimos de plácemes por el premio Villaurrutia concedido a Pepe de la Colina por un libro de ensayos que predica lo que estudia: la literatura como juego. Los ensayos ahí reunidos sintetizan el ánimo con que este precoz narrador ha ejercido su oficio desde hace más de seis décadas: con humor y la falsa sencillez del escritor experto, con pinceladas culteranas y giros populares, con alegría y curiosidad nunca saciada 8 AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 JOSÉ DE LA COLINA O CON LA LITERATURA HASTA EL CUELLO E l Premio Xavier Villaurrutia 2013 hizo justicia a la obra de José de la Colina, uno de los más destacados integrantes de la Generación de Medio Siglo. Nació en Santander, España, el 29 de marzo de 1934, pero desde los siete años vive en México. Aquí ha desarrollado toda su obra literaria y por eso se considera un escritor mexicano, aunque algunos sigan llamándolo español. De libertades fantasmas o de la literatura como juego, publicado por el Fondo de Cultura Económica, es el libro por el que De la Colina obtuvo el galardón con el que también han sido distinguidos, entre otros, Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco. En el acta correspondiente, el jurado formado por Myriam Moscona, Bárbara Jacobs y Vicente Leñero subrayó el ingenio y la brillantez de los breves ensayos reunidos en este volumen, así como la extraordinaria prosa del autor: “densa y transparente al mismo tiempo, su escritura tiene la exquisitez de fluir en el goce de malicia entre sus textos personalísimos de onda melancólica festiva. De la Colina no conversa en tono pedante y, pese a su erudición, jamás se jacta de ella”. De libertades fantasmas convoca las obsesiones y devociones de José de la Colina: el arte de Sherezada, las paradojas, las adivinanzas, las anécdotas; los nombres de Buñuel, Gómez de la Serna, Cervantes, y tantas cosas más que no son sino celebración de la vida y la literatura. En una nota que lleva por título “Al lector (si lo hay)”, De la Colina advierte que siempre deseó leer un libro que “fuese como una charla entre amigos y hablara de aquellos asuntos y aspectos literarios marginales o poco serios o generalmente considerados menores o de juego”. Como ese libro no existía, decidió hacerlo. padre en los Talleres Gráficos de la Nación, en donde éste era responsable de ediciones de la sep y gozaba de la confianza de Martín Luis Guzmán, director de la empresa. Antonio Robles (firmaba Antoniorrobles) era un escritor humorista, autor de cuentos para niños y articulista de Diógenes, revista dirigida por Carlos León, periodista, cronista taurino y dialoguista de algunas películas de Cantinflas. Ese día, su padre le dijo: —Muéstrale a Antonio las cosas que escribes. Eran crónicas sobre vida nocturna en la ciudad, relatos sentimentales inventados por un adolescente sin ninguna experiencia sobre la noche y sus secretos, pero lleno de lecturas y fantasías. —Son muy buenos —le dijo Robles—. ¿Por qué no los llevas a Diógenes, yo te recomiendo, y así te ganas un dinerito? Los llevó, le gustaron a Carlos León y comenzó a publicarlos. Tenía quince años cuando comenzó a ganarse su dinerito con la actividad con la que continúa haciéndolo a los ochenta. Andariego, inquieto, De la Colina encontró en la actuación otra manera de ganar dinero. Estuvo a punto de participar con Luis Buñuel en Los olvidados, pero se impuso lo que él llama racismo al revés: era demasiado blanco para interpretar a un niño mexicano. Trabajó en la xeq, donde se inició como guionista, luego pasó a la xex y finalmente a Cine Verdad, el legendario noticiario de Manuel Barbachano Ponce en el que también colaboraron Raúl Renán y José Emilio Pacheco. El cine, la literatura, la escritura, las tertulias, los largos recorridos por las calles de la ciudad formaban parte del mundo de José de la Colina. En los cincuenta comenzó a publicar en el suplemento cultural del periódico El Nacional, dirigido por el poeta español Juan Rejano, quien al leer sus textos le decía: —Esto lo escribe tu padre, ¿verdad? Escribía comentarios de libros, de películas, cuentos en los que era evidente la influencia de William Saroyan, algo que no pasó inadvertido para sus primeros críticos. vencer a la muerte, dice: “Ven, caballo gris posee unidad, coherencia, aliento vivo. De la Colina sabe ver el mundo, sabe escribir como muy pocos jóvenes. Su libro es importante, necesario para el cuadro sinóptico de la nueva ficción que se hace en México”. También Carlos Valdés, autor de Ausencias (Los Presentes, 1955), declaró su entusiasmo por el nuevo libro de José de la Colina y en la Revista de la Universidad de México (octubre de 1959) escribió: “Un magnífico libro de cuentos. Colina ha alcanzado la madurez. Nos demuestra su dominio en los varios elementos de la creación, sobre todo en el lenguaje. Emplea gran variedad de giros: clásicos españoles, populares mexicanos, y de otros países hispanoamericanos, con perfecta naturalidad”. Y concluye: “La belleza —la armonía— parece ser su ética y su estética”. José de la Colina tenía 25 años cuando publicó Ven, caballo gris. Desde entonces, en cada nuevo libro ha reiterado los prodigios de su escritura, el dominio del oficio literario que lo ha llevado a incursionar en los más variados géneros, excepto en la novela. Cuando en 1962 apareció La lucha con la pantera (Universidad Veracruzana), las críticas coincidieron en destacar el virtuosismo y la notable capacidad narrativa de su autor, también su voluntad —o necesidad— de crear neologismos. A los 28 años, De la Colina era un veterano empeñado en construir y describir un mundo propio. Sobre este libro, Gustavo Sáinz escribió en México en la Cultura (25 de noviembre de 1962): "La lucha con la pantera incluye ocho cuentos de extraordinaria calidad, cuyo tema central es siempre un problema amoroso. No dudamos en afirmar que éste es el mejor libro de un autor mexicano publicado durante 1962. Aunque Colina narra siempre un instante, desarrolla una escena y evita casi siempre las anécdotas largas y complicadas, sus narraciones poseen la fuerza del escritor auténtico, y reflejan un mundo y unas emociones, complicadísimas situaciones creadas con pasión, lucidez y un lenguaje excelente. Un libro espléndido". Un libro de un escritor mexicano, como bien dijo el autor de Obsesivos días circulares. Una conversación entre amigos: eso es lo que logra este libro con los lectores, inevitables cómplices de la imaginación, la nostalgia, la sabiduría y, sin duda, el buen humor de un autor que tiene la virtud de en- En 1955, en el número 19 de la colección Los Presencontrar tesoros en las cosas pequeñas de la vida y tes, fundada y dirigida por Juan José Arreola, De la que desde niño decidió su vocación. Colina publicó Cuentos para vencer a la muerte, que En 2004, para celebrar los 70 años de José de la ColiJosé de la Colina llegó a México en 1941. Su familia siempre ha deseado borrar de su bibliografía. En el na, apareció Traer a cuento. Narrativa (1959-2003). vivía exiliada en Santo Domingo, República Domini- prólogo, audaz y arrogante, expresa la voluntad de En la contraportada se lee: “Al editar esta casi comcana, cuando el dictador Leónidas Trujillo, informa- “escribir como se respira. Que no se sientan la pluma pleta recolección, el Fondo de Cultura Económica le do de los conocimientos que tenía su padre en la ma- y el papel. Que no se sientan las palabras. Escribir hace justicia a una de las imaginaciones literarias teria, pretendió nombrarlo director de la imprenta sin interrupción. Que el corazón quede descansado, más rigurosas de México”. El volumen incluye Ven, oficial para llevarle “cultura” al pueblo, es decir, los li- vacío de afán. Que el corazón quede abierto para el caballo gris, La lucha con la pantera, El espíritu santo, Tren de historias, El álbum de Lilith, Entonces y Muerbros que el propio Trujillo escribía sobre espiritismo. afán del día siguiente”. Impresor anarcosindicalista, capitán del ejército En el suplemento México en la Cultura del periódi- tes ejemplares. En el prólogo, Adolfo Castañón corepublicano durante la Guerra Civil española, Jena- co Novedades (11 de septiembre de 1955), en la crítica menta: “La idea de la prosa en De la Colina es comro de la Colina se negó a formar parte de la corte del del libro, Emmanuel Carballo expresa: “Es éste el pleja: es lírica y es prosaica, es cómica y es juguetona, autócrata dominicano, quien le ofrecía notables pri- primer libro de José de la Colina. En él lo encontra- elegante y sencilla como un juego infantil en el que vilegios, entre ellos un sueldo espléndido y el dere- mos de cuerpo entero: descontando los influjos, el li- siempre se dice la verdad del arte”. Los relatos y los cuentos de José de la Colina están cho de picaporte a su oficina. Ante los deseos de Tru- bro posee como cualidad primera, la espontaneidad, jillo, le dijo a su esposa: el tono personal. Del primero al último, los cuentos entre los mejores de la lengua española; los años lo —Concha, haz las maletas, nos vamos a la Argen- respiran la misma atmósfera, están inscritos en el han vuelto más lúdico y jovial, más dispuesto al tina o a México. Yo no he salido de un hijo de puta mismo mundo. Los une la actitud del autor frente a asombro y, por supuesto, más sabio —sabiduría que sin asomo de petulancia comparte con sus lectores—. [Francisco Franco] para caer con otro. la vida y a los hombres”. La familia abandonó de prisa Dominicana ante Carballo habla de las limitaciones y los alcances las inminentes represalias de Trujillo, a quien nadie del joven escritor y hace notar su filiación con Wi- José de la Colina es un hombre insobornable que, lele negaba nada impunemente. lliam Saroyan. “Como Saroyan —expresa— De la Co- jos de la torre de marfil, ha vivido de y para la escrituLa familia llegó al barrio de La Merced en 1941. lina contempla el mundo con ingenuidad, de allí su ra. En una autoentrevista incluida en De libertades José de la Colina ya sabía leer: le había enseñado su irreductible posición optimista. Encuentra el placer, fantasmas o de la literatura como juego, al responder a su otro yo hace el inventario de su vida padre con los tipos de madera que utilizacomo el norteamericano, en las como escritor: ba en su taller. En Santo Domingo leyó su cosas aparentemente nimias, aun Desde los quince años y en publicacioprimer libro —Platero y yo— y comenzó a en las situaciones más difíciles nes periódicas de todo tipo he escrito cuenescribir para prolongar la historia del buque vivan sus personajes. Como tos, ensayos, crónicas, reseñas de libros, rrito blanco imaginada por Juan Ramón las de Saroyan, sus criaturas se solapas de libros, artículos sobre cine, guioJiménez. La muerte de Platero lo había evaden de la realidad física a una nes radiofónicos, algunos argumentos cihecho llorar y la pregunta insistente del especie de realidad ensoñada.” nematográficos, algunas páginas autobionarrador: “Platero, tú nos ves, ¿verdad?”, Carballo destaca las posibilidagráficas, algunos esporádicos diarios, una creyendo que el burrito estaba en el cielo, des de De la Colina como cuentisbiografía de mi gata Polvorilla, etc. Soy uno lo conmovía profundamente. En esos ta y asegura: “le falta, únicamende los escritores más cuantiosos de mi gecuentos, él formaba parte de la trama, de te, acabar de dominar el oficio”. Cuatro años más tarde, De la neración, sólo que me vampirizó el perioDE LIBERTADES TRAER A CUENTO las nuevas aventuras de Platero. Ésa fue FANTASMAS O DE Colina era un escritor maduro y Narrativa dismo. Hemingway decía que ejercer el pesu primera experiencia con la escritura, LA LITERATURA su siguiente libro, Ven, caballo (1959-2003) riodismo es bueno para un escritor, siemuna manera de vencer a la muerte. COMO JUEGO gris, publicado en la colección pre que acierte a dejarlo a tiempo. Y yo Ficción de la Universidad VeraJOSÉ DE LA todavía estoy metido en él hasta el cuello. José de la Colina estudió la primaria en el JOSÉ DE LA cruzana, fue recibido con entuY seguirá, porque esa vocación cuanColegio Madrid, con maestros que recuerCOLINA COLINA siasmo por los principales crítitiosa no sólo ilumina al periodismo meda con admiración y cariño; ésos fueron cos. En la revista La Palabra y el xicano sino que nutre y alienta su obra sus únicos años de escuela. Le gustaba juntarse con los niños de La Merced, vagar Letras mexicanas Hombre (1959, núm. 12), José Letras mexicanas literaria.W Emilio Pacheco, luego de un 1ªed., 2013; 304 pp. 1ª ed., 2012; 348 pp. por ese rumbo, ir al cine, leer y escribir. 978 607 16 1643 2 968 16 7306 9 breve comentario sobre las inJosé Luis Martínez es director de Laberinto, Un día fue a comer a su casa Antonio Roconsistencias de Cuentos para suplemento cultural de Milenio. $185 $193 bles, también exiliado y compañero de su AGOSTO DE 2014 9 Fotografía: ©TO R E R I K H . M AT H I E S E N SEMBLANZA Un realista utópico: Jameson y la crítica histórica del presente JOSÉ FERNÁNDEZ VEGA En Fredric Jameson confluyen un marxismo vivaz, una útil suspicacia ante los postulados del posmodernismo y la pasión profunda por las artes, en particular por la literatura. El crítico estadunidense, del que hemos publicado Marxismo tardío. Adorno y la persistencia de la dialéctica y Representar El capital. Una lectura del tomo I, es una voz atípica en su país y un original explorador de lo literario 10 AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 U N R EA L I STA U TÓ P I CO : JA MES O N Y L A C R Í TI C A H I STÓ R I C A D EL P R ES ENTE D iez años después de su libro sobre Jean-Paul Sartre, de 1961, originado en una tesis doctoral dirigida en Yale por Eric Auerbach, gran filólogo alemán exiliado del nazismo, Fredric Jameson publicó El marxismo y la forma, nunca traducido, donde anticipó en passant que las transformaciones del capitalismo de posguerra ya estaban impactando de lleno en las subjetividades y generando grandes efectos en la producción cultural. Esas intuiciones se volvieron más tarde argumentos en su obra más célebre, Posmodernismo. La lógica cultural del capitalismo tardío, que apareció en 1991, cuando unas profundas transformaciones sociales e históricas, artísticas y tecnológicas, ya estaban a la vista de todos. Ese libro consolidó al autor como el crítico cultural más radical del presente. Casi veinticinco años después, las visionarias conceptualizaciones y reveladoras descripciones que aportó Jameson mantienen su vigencia; su obra continúa siendo una referencia central. Se suele repetir que nuestro mundo se mueve a velocidades vertiginosas; en él nada consigue durar. Bajo semejante dinámica, seguir hablando de posmodernismo, caso que haya sido correcto adoptar la noción alguna vez, puede sonar incongruente. El término se viene utilizando desde hace varias décadas. ¿Cuántos cambios ocurrieron en el plano cultural o político desde 1979, cuando Jean-François Lyotard logró imponer esa palabra en la agenda mundial a través de un breve e influyente ensayo? Su intervención fue irritante para muchos, entre ellos para Jürgen Habermas, quien se oponía a descartar el legado de la modernidad y abandonar sus promesas de emancipación, aún incumplidas, en manos de una propuesta que consideraba sólo neoconservadora. nidades y las ciencias sociales, Jameson, ya en 1981, lanzó una contraofensiva bajo el lema “hay que historizar siempre”. Para sus reflexiones sobre la época posmoderna —alrededor del tipo de personalidades que generaba y, ante todo, sobre su estética— se respaldó en el pionero trabajo del dirigente y teórico belga Ernst Mandel titulado El capitalismo tardío, en el que se analizaban las alteraciones sufridas por la formación social que se había consolidado durante la Segunda Posguerra. Ese periodo se conoció como “la época de oro del capitalismo”. Se caracterizó por un crecimiento sostenido y la mejora general de las condiciones de vida, el pleno empleo y la seguridad social brindada por el Estado, pero encontró un brusco freno a su prosperidad hacia 1973 con el estallido de la llamada crisis del petróleo, apenas después de que apareciera la visionaria obra de Mandel en 1972. CARTOGRAFÍAS Al comienzo de su carrera, Jameson se hizo un lugar entre los más prominentes críticos literarios de su generación. Pronto, sin embargo, desbordó esa categoría para integrar en sus trabajos a la teoría política, la filosofía y al panorama entero de las artes contemporáneas, desde la plástica hasta el cine, sin olvidar la arquitectura, la más pública de todas ellas, la más ligada (junto con la industria cinematográfica) a la economía, y a partir de la cual el viejo término posmodernismo había vuelto a adquirir relieve para proyectarse luego como el término decisivo en la conceptualización de toda una época. La reflexión de Jameson sobre esa noción, pues se trata de historizar, comenzó con una conferencia en el museo Whitney de Nueva York (1982) y siguió, como anuncio de su gran libro, con un artículo aparecido en 1984 en la New Left Review, donde ofreció una primera cartografía de lo posmoderno. En ese artículo Jameson se refirió a la predominancia del pastiche como un rasgo dominante de la visualidad posmoderna. Se trataba de otra conseRELATOS DEL CAPITALISMO TARDÍO cuencia de la crisis del discurso histórico, pues el La historia de la palabra posmoderno reconoce ante- pastiche, con su leve ironía, apelaba al pasado, pero cedentes incluso más remotos. Perry Anderson ex- consistía en una parodia inexpresiva antes que subplicó que el español Federico de Onís la acuñó en los versiva. ¿Cuáles eran otros rasgos fundamentales de años treinta para referirse a un declive del moder- lo posmoderno en la posterior visión de Jameson? La nismo, la corriente poética impulsada por Rubén hegemonía de la economía sobre la cultura se volvió Darío. Desde entonces ha sufrido una variada evolu- fundamental. Para Adorno, la gravitación del dinero ción que involucró a historiadores, poetas y pensa- sobre la estética amenazaba la autonomía del arte, dores de tres continentes hasta que, a comienzos de un principio esencial de la estética heredada de los los setenta, logró asentarse con sorprendente éxito modernos. Junto con Sartre, Adorno constituye otra de las grandes influencias recibidas por Jameson, en la crítica arquitectónica. Surgido de los debates estéticos, el término fue pero en este punto las concepciones de cada uno toamplificado por Lyotard hasta convertirse en la des- man caminos separados. Según Jameson, ya no recripción de una mutación integral. Posmodernismo sulta posible pensar las formas artísticas por fuera designaba una sociedad postindustrial y fragmenta- de la economía. Ningún dogmatismo teórico obliga a ria que había perdido toda confianza en las narrati- esta conclusión, sino la propia realidad de un capitavas abarcadoras provenientes de la ciencia o de la lismo desbocado. La omnipresencia del capital tamhistoria y, específicamente, en el relato marxista de bién producía enormes efectos sobre la psicología la revolución. De modo paradójico, fue un reconoci- individual; de hecho, serían devastadores para el sudo marxista como Jameson quien acabaría escri- jeto que imaginó la modernidad. Ésta era otra caracbiendo el libro más ambicioso sobre el tema. En él se terística crucial de lo posmoderno: la aparente explica que la explosión tecnológica y la hegemonía muerte —no sólo filosófica— del sujeto, acaparado de las finanzas, los servicios y los medios de comuni- por su implantado deseo de consumo total y creciencación habían fundado un paisaje social cuyos efec- temente desprovisto de capacidad afectiva, sin metos alteraban no sólo el entero espectro de las artes, moria y sin vínculos con la historia. El término posmodernismo logró una sino también las identidades personales y expansión tal que podía aplicarse a cuallas perspectivas políticas heredadas de los quier aspecto de la producción artística. modernos. Jameson declaró que nos haEn otras palabras, no existía una resistenbíamos acostumbrado a considerar más cia estética mencionable contra él; todo se factible el fin del mundo que el fin del capisometía a lo que Adorno había denominatalismo. Los terrores ecológicos habían do “industria cultural”. Por lo demás, lo desplazado a los anhelos revolucionarios. visual posmoderno había destronado al En cuanto a la cultura, ella se había vuelto modernismo centrado en lo verbal. Y un otra rama de la economía. Sin embargo, y desplazamiento paralelo se había verificaal mismo tiempo, la cultura se volvía una do en la academia. Ningún estudioso de lo segunda naturaleza para los seres humacontemporáneo se concentraba ahora en MARXISMO nos a nivel global. Una cultura colonizada, un estilo o una rama del arte, porque casi sin duda, pero de la que el capitalismo ya TARDÍO ningún escritor o artista lo hacía en su Adorno no podía prescindir porque constituía el trabajo. Las prácticas culturales no sólo alma de sus productos de consumo. En y la persistencia de la dialéctica habían perdido su antigua, orgullosa (y una caústica carga en profundidad, Jamemuy a menudo ilusoria) autonomía resson concluyó que el posmodernismo era pecto de la economía, habían quebrado FREDRIC en realidad un gran relato que postulaba el JAMES ON asimismo las tradicionales barreras que fin de todos los grandes relatos anteriores. separaban a sus distintas disciplinas. La actualidad de su estudio sobre el Filosofía Por otro lado, el posmodernismo se volposmodernismo quizá encuentra una exTraducción de María vió una construcción cultural apta para plicación en el método modernista que todos. La distinción entre alta y baja cultuaplica. Éste es otro paradójico logro de JaJulia de Ruschi ra nunca había sido muy clara, pero en meson. Precisamente cuando el histori1ª ed., 2010; 380 pp. 978 950 55 7848 1 nuestro tiempo se disipó. Tras el imperio cismo empezaba a ofrecer tímidos signos del realismo, el modernismo estético, cuyo de declive en todas las ramas de las huma$300 AGOSTO DE 2014 gran abogado teórico fue Adorno (Jameson le dedicó un libro memorable cuyo título jugaba, amargo o irónico, con el de Mandel: El marxismo tardío o la persistencia de la dialéctica), no veía otra línea de defensa frente a la colonización creciente de la industria cultural que el refugio en cierto elitismo. En cambio, el posmodernismo, según se lo prefiera calificar, era popular, populista o vulgar. Lo que sin duda no pretendía era plantear un desafío al orden dado; más bien lo expresaba y lo reproducía. Ello lo volvió fácilmente asimilable entre el público; de hecho, afirma Jameson, se convirtió en el rostro simbólico de la globalización: a veces moralista, siempre deudor del mercado y complaciente con los cada vez más poderosos medios de masas. ESTILOS La posición que ocupa Jameson en el contexto estadunidense resulta muy peculiar. Su reflexión no sólo fue influida por corrientes de pensamiento europeas, sino que su atención crítica se dirige a producciones provenientes de todo el mundo y su ambición teórica escapa a las usuales limitaciones que imponen los medios universitarios. No sólo su radicalidad política, sino también su complejo estilo literario han despertado rechazos en su país. En contraste, el teórico inglés Terry Eagleton escribió que Jameson era “uno de los más soberbios estilistas críticos en una era que en gran medida carece de estilo”. Sus textos, prosigue Eagleton, reúnen “la inmediatez sensorial y la reflexión conceptual” en una “montaña rusa sintáctica”. Ese estilo tan personal constituye también un modo de resistencia modernista contra la nueva superficialidad posmoderna. Puede considerarse una modesta utopía política en medio de un ambiente cultural hundido en el puro presente y sometido a la estandarización. Cierta manera de entender la modernidad puede erigirse en una plataforma para enfrentar lo posmoderno, pero a condición de no guardar ninguna nostálgica pretensión de un regreso al pasado. Esta actitud se pone de manifiesto también en las consideraciones que a lo largo de varias décadas el autor le consagró al realismo, una de las corrientes literarias más expuestas al repudio (Adorno fue un modernista muy hostil a ella). Jameson hizo una original revisión de la tradición realista en su libro más reciente, The Antinomies of Realism [Las antinomias del realismo] (de 2013 y aún no traducido), donde estudia a algunos grandes novelistas del siglo xix e intenta captar la esencia de sus distintas narrativas. Por lo general, el realismo ha sido definido a partir de fáciles contraposiciones con el naturalismo en el que decayó, el modernismo que lo enfrentó o la épica que lo precedió. Pero Jameson quiere evitar ese habitual recurso y aspira a caracterizarlo a partir de sus cualidades intrínsecas. El realismo hereda algo del viejo relato y activa la temporalidad perdida en el posmodernismo, totalmente volcado hacia la espacialidad (algo comprobable en la invasión de todos los espacios de la vida cotidiana por la música, que pone en cuestión la temporalidad que la determinaba en cuanto que arte). No menos relevante, el realismo abre el espacio de la afectividad congelada por lo posmoderno. Para Jameson, las obras literarias son formas sociales en cuyo interior se esconde una voz política que es preciso liberar mediante el trabajo de la crítica. A dicha voz la llamó “inconsciente político” y constituye la fuente de la ideología del texto, nunca explícita en la letra. El realismo ha sido despreciado como la expresión del mundo burgués, del capitalismo industrial y de la mera denuncia social costumbrista; o bien rechazado por su complaciente adaptación al gusto estandarizado de las audiencias masivas (las viejas y nuevas películas de Hollywood o la perenne vigencia de la novela histórica, incluso en una cultura como la nuestra, indiferente a la historia). En su libro sobre el tema, Jameson busca desbordar, antes que negar, esos enfoques habituales. El realismo, afirma, también puede conectarse con las antiguas tradiciones de la narración colectiva y abrir el espacio novelesco a las sensibilidades individuales. ¿Llegará a proyectarse, mediante una total reconfiguración respecto de sus antecedentes históricos, como un rival del mundo artístico posmoderno?W José Fernández Vega es investigador del argentino Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Su último libro se titula Formas dominantes (Buenos Aires, 2013). 11 Fotografía: © C I T L A L L I H . M O R A SEMBLANZA Martí Soler, más de 60 años trabajando para el lector SANDRA LICONA Martí Soler ha sido más que testigo de la historia del Fondo. Colaborador de la casa desde su juventud —ya corrigiendo textos, ya cuidando ediciones, ya planeando colecciones—, contribuyó a la consolidación del mítico Departamento Técnico. Salió después de Orfila, con quien trabajó varias décadas en Siglo XXI, y hoy está revisando los detalles de nuestro catálogo histórico 12 AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 MARTÍ SOLER, MÁS DE 60 AÑOS TRABAJANDO PA RA EL LECTOR M artí Soler Viñas (Gavà, de pruebas e impresor y que en una época trabajó en Barcelona, 1934) es un los Talleres Gráficos de la Nación: “Muy pronto cohombre de pocas pa- mencé a ayudarlo corrigiendo pruebas —ésa fue mi labras, tímido, intro- primera experiencia—, sobre todo para la Editorial vertido, de silencios Grijalbo, donde había un viejo socialista, refugiado largos y hasta tacitur- español, Ramón Lamoneda, que fue quien me ensenos, pero capaz al ñó el oficio de la edición, más que mi padre. A partir mismo tiempo de ex- de entonces trabajé para distintas editoriales como presar sus más ínti- freelance y para algún taller de imprenta, sobre todo mos recuerdos casi con los hermanos Gali, que tenían la Impresora Galcomo en un desahogo. Mediano de estatura y de ve, y más tarde en la Editorial Pax México. Empezacomplexión recia, como fundido en acero, no puede ban mis pininos como editor”. negar su origen catalán, que ya no conserva en el El maestro Martí, como se le conoce cariñosaacento, pero sí en sus pobladas cejas y su barbuda mente, se sumó a las filas del Fondo de Cultura Ecoapariencia. Hace 67 años llegó a México, como miles nómica —la editorial fundada por Daniel Cosío Villede exiliados españoles, huyendo de los horrores de la gas en 1934—, hacia finales de los años cincuenta, Guerra Civil, y el pasado 30 de julio cumplió 80 años, cuando apenas contaba con 25 años. Ahí se encontró los mismos que celebrará en septiembre próximo el con quienes serían sus dos grandes maestros, JoaFondo de Cultura Económica, donde se formó como quín Díez-Canedo y Alí Chumacero, pero también editor de libros al cobijo de personajes como Arnaldo con compañeros entrañables como Juan Almela Orfila, Joaquín Díez-Canedo, Alí Chumacero y el li- (Gerardo Deniz), que tenía a su cargo los libros de notipista holandés Alexandre Alphonse Marius Stols, lingüística, literatura, estudios literarios y también un tipógrafo a la vieja usanza y de mente clásica. de carácter científico; el filósofo Jasmin Reuter, LauSoler Viñas salió de España a los 13 años porque ro José Zavala, que era antropólogo, y Elsa Cecilia su padre, Josep Soler Vidal, era comunista “psuque- Frost, que tenía a su cargo la gerencia editorial y con ro” (afiliado al psuc, antiguo partido político catalán quien más tarde iniciaría una relación personal que de ideología comunista) y había sido activista cultu- se tradujo en 42 años de matrimonio y tres hijos: Paral en el Ateneo Enciclopédico de Gràcia y pionero de blo, Jaime y Ana, hasta la muerte de la académica y la Universidad Popular. En 1939 la familia huyó ha- traductora mexicana en 2005. cia Francia, pero en la frontera los separaron. Su paEn aquellos años el Fondo de Cultura Económica dre vino a México y Martí, su madre y su hermana era un fideicomiso del Banco de México, cuya junta volvieron a una Barcelona devastada, en ruinas. “In- de gobierno era presidida por el secretario de Hatentamos refugiarnos en Francia, pero no fue posi- cienda. “Prácticamente era una editorial sin más liga ble, así que regresamos a Barcelona y por un milagro con el gobierno que esa área administrativa que dela Falange no pudo entrar a la biblioteca de mi padre; pendía de Hacienda y el Banco de México. Por lo tanquién sabe qué pasó, pero la biblioteca se salvó de la to, como se vio después, el Fondo podía publicar lo requisa. Se llevaron todo, pero los libros estaban ahí, que quisiera y pagó las consecuencias de esa libertad mi tío los conservó; la casa era de mis abuelos, así en 1965, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, cuanque nadie más intervino. Yo era un niño muy intro- do se dio a conocer Escucha yanqui de C. Wright vertido y por lo tanto me refugié en la lectura, aun- Mills, en ese momento un libro muy controvertido, y que no tengo ni idea de cuándo aprendí a leer, quizá a más tarde Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis. Lo los cuatro o cinco años. Me leí todos los libros, prin- que aprendí es que los políticos van y vienen, pero si cipalmente había historia y literatura; luego seguí la obra es buena, permanece. Y la prueba es que hoy con la biblioteca del pueblo, así que cuando llegué a reeditamos a Lewis.” México venía atiborrado de lecturas.” “Me tocó vivir toda esa polémica. No les gustó Fue hasta 1947 cuando la familia Soler Viñas pudo aquel apoyo a Cuba y menos aún que publicáramos reunirse en México, donde más tarde nació el her- también esa ‘antropología de la pobreza’ de Lewis mano pequeño del clan. Antes, Martí vivía escon- sobre una familia mexicana muy pobre. Una obra sediéndose de la Falange porque éstos trataban de cap- minal. En ese momento fueron varios los compañetar a todos los muchachos para engrosar sus filas ros separados de la editorial, entre ellos mi esposa —prácticamente era obligatorio formar parte de este Elsa Cecilia, Jasmin Reuter y Alí Chumacero, desde partido político—. También huía de la iglesia católica luego. Díez-Canedo ya había fundado Joaquín Morporque no estaba bautizado, sus padres no eran cre- tiz. Yo me quedé un tiempo porque como la gerencia yentes y desde luego en el régimen de Franco el no editorial había quedado descabezada, buscaron de contar con el “sagrado sacramento” no sólo era peca- alguna manera mi apoyo; Salvador Azuela nombró do, sino también era políticamente mal visto, repre- un gerente y yo quedé como segundo. Ante esta sisentaba un delito, que por fortuna no tuvo conse- tuación pedí un aumento de sueldo, desde luego, y cuencias graves. como no me lo dieron me fui también. Arnaldo Orfila Sobre el primer recuerdo de su llegada a México, ya había fundado Siglo XXI y me ofreció la gerencia dice que “es espantoso” porque no los dejaban entrar editorial, así que me fui con ellos. Era 1966 y me queal país, los detuvieron en el aeropuerto internacio- dé hasta 1993.” nal. Venía en avión desde La Habana, a donde habían En 2003, Martí se reincorporó al Fondo de Cultullegado en barco procedentes de Bilbao: “Nos metie- ra Económica. Tres años después, en 2006, el gobierron en una sala y resultó que había un señor en mi- no mexicano le otorgó la más alta distinción que se le gración que quería una propina. Era un funcionario puede ofrecer a un extranjero, la Condecoración del que ni siquiera era mexicano, era catalán como noso- Águila Azteca, “por su contribución al desarrollo tros y amigo de mi padre; creo que llegó en nuestra cultural del país”. Recientemente ha fungido en la misma circunstancia, pero supongo que ya era un re- editorial como coordinador de las actividades confugiado naturalizado mexicano para poder trabajar memorativas del centenario de los nacimientos de en migración del aeropuerto. Al final nos dejaron en- Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. trar, yo tenía como 13 años y pasamos nuestra priDe sus años en el mundo editorial, Martí Soler no mera noche en el hotel Emporio porque sólo guarda buenos recuerdos en torno a mi padre vivía en Puebla, así que partimos escritores y amigos, sino que también tiede la Ciudad de México al día siguiente”. ne en el armario de la memoria un cajón En Puebla continuó sus estudios en una especial para los libros que le tocó editar, institución de nombre peculiar: Escuela como aquel Tratado de economía agrícola Secundaria Socialista Venustiano Carrande Edmundo Flores, uno de los primeros za, donde sólo pasó algunas materias, así que pasaron por sus manos en el Fondo y que cuando llegó a la Ciudad de México, al al que le tiene un especial cariño porque el año siguiente, volvió a empezar en primeoriginal estuvo al cuidado directo de Auro de secundaria en la Academia Hispagusto Monterroso y del propio autor, “a nomexicana. El tercero ya no lo estudió quien Tito ayudó a redactar el texto: así se VARIACIONES ahí porque su padre estaba muy mal ecoconvirtió en un libro de economía con DE VOZ Y CUERPO nómicamente y tuvo que ponerse a trabapinceladas de literatura”. jar, así que ingresó a una escuela pública Este editor no olvida tampoco los bueMARTÍ SOLER nocturna, la Secundaria por Cooperación nos ratos que pasó con Luis Cernuda, núm. 2. Su inclinación por el diseño gráfimano a mano en la imprenta, editando el Poesía co lo llevó a estudiar arquitectura en la original de La realidad y el deseo; o con Pa1ª ed., 2014; 124 pp. unam, pero pronto desistió de la carrera. blo Neruda, poniendo en página su Canto 978 607 16 1955 6 El oficio de editor lo iniciaría también general, con las pinturas e ilustraciones de $135 de la mano de su padre, que era corrector Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros AGOSTO DE 2014 para la edición, en los Talleres Gráficos de la Nación. Y cómo disfrutó discutiendo la tipografía con el diseñador andaluz Miguel Prieto y con otro grande, alumno suyo, Vicente Rojo. “Tuve acceso a muchos manuscritos. La región más transparente se acababa de publicar justo cuando yo entré a trabajar al Fondo, así que no tuve acceso a ella, pero sí a La muerte de Artemio Cruz; ese libro lo revisé yo, la edición estuvo a mi cargo. Octavio Paz ya era un personaje cercano a la editorial: Libertad bajo palabra hacía tiempo que se había publicado, pero no tuve mayor relación con él. Paz era más genial que generoso; por ejemplo, para fundar Siglo XXI Homero Aridjis, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero y él nos regalaron una antología magnífica. Al pedirle permiso para reeditarla, y tal vez hacer alguna corrección, me soltó: ‘Creo, Martí, que se ha vendido mucho y no me la han pagado’. Repuse enseguida: ‘Octavio, por favor, dime qué quieres y te pago’. Contestó que ya se había peleado con todos y que dejara el texto como estaba. A mí Paz me convencía más como poeta. En cambio, Alejo Carpentier también era buena gente.” Aunque los padres y el hermano menor de Martí Soler decidieron volver a España, él se quedó en nuestro país por motivos familiares, porque tanto él como su hermana estaban casados con mexicanos: “Tenía muchos amigos del exilio pero también mexicanos dentro del medio del libro, por ejemplo Antonio Tirado o Carlos de Gortari, entre otros, con los que conviví y fuimos muy cercanos. O españoles como José de la Colina, gente universitaria que habían sido compañeros míos en la secundaria, mis maestros de la Normal, como la gran Cinosura Constantino, una mujer a la que adoraba, a cuya casa íbamos con mucha frecuencia y con quien teníamos un vínculo muy estrecho”. Aunque tiene publicados dos libros de poesía, de juventud, y recientemente el Fondo dio a conocer su poemario Variaciones de voz y cuerpo, la relación de Martí con los libros ha sido principalmente a través de la edición y la lectura. Recuerda con especial cariño su pasión por la obra de Julio Verne y las discusiones que tenía con sus amigos adolescentes, quienes preferían los libros de Emilio Salgari. Su gusto por la poesía ha sido también uno de sus soportes esenciales para vencer la timidez. De hecho, Soler Viñas empezó a escribir versos porque le cuesta mucho trabajo hacer más de una cuartilla. Desde siempre tuvo problemas con la expresión oral, así que se ha obligado a practicar diversas tareas para hablar en público sin dificultad. Una de ellas ha sido recitar poesía en voz alta frente a muchas personas; otra, convertirse en profesor y dar clases sobre el oficio de la edición. “Felipe Garrido me invitó por primera vez a una institución privada, para que les hablara [a los alumnos] de corrección de pruebas. A partir de ahí he dado clases en algunas áreas del Instituto Nacional de Bellas Artes, he impartido la materia de tipografía en la carrera de diseño gráfico de la Universidad Iberoamericana y también en la Universidad Autónoma Metropolitana, así que de una forma u otra he combatido mi aversión a hablar en público.” A los 80 años, Martí Soler llega todos los días al Fondo muy temprano, manejando su propio auto, dispuesto a realizar la labor que lo ha acompañado por más de seis décadas: la edición, y lo hace pensando en los lectores. “Uno de los aspectos en que se puede reconocer a un buen editor es en su anonimato. Una manera de que un editor salga a la luz de forma evidente es que sus libros no estén bien cuidados —no hay que darle muchas vueltas—: en todos los libros siempre habrá un error que señalar; Joaquín Díez-Canedo era experto en encontrarlos a golpe de primera vista. Sin embargo, tanto el editor como el escritor y el diseñador siempre tienen que trabajar con el mismo empeño y compromiso, para un solo cliente: el lector.” W Sandra Licona, periodista, tiene a su cargo el área de prensa del FCE. 13 Fotografía: J UA N A L M E L A E N C H A P U LT E P E C , 2 3 D E E N E R O D E 2 0 1 1 . © F E R N A N D O F E R N Á N D E Z SEMBLANZA Almela / Deniz: mi vida con el Fondo FERNANDO FERNÁNDEZ Hay pocos ejemplos de una personalidad tan resuelta y voluntariamente escindida como el de Juan Almela —el atinado traductor y corrector— y Gerardo Deniz —el escritor desmadroso, insolente, erudito sin ostentación—. En esta charla con uno de sus lectores más fieles, recuerda su relación con el Fondo, salpicada por anécdotas graciosas y patéticas, y deja entrever las dificultades propias del oficio durante la segunda mitad del siglo XX 14 AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 ALMELA / D ENI Z : MI V I DA CO N EL FO ND O A la mayoría de los antiguos compañeros del corrector de pruebas y traductor Juan Almela en el Fondo de Cultura Económica les habría costado creer que en agosto de 2014, cuando la institución y él celebraran 80 años, sería entrevistado para La Gaceta no precisamente por las dos épocas en que trabajó para el Departamento Técnico de la editorial o por los libros que cuidó y tradujo, sino por la enorme relevancia que alcanzó su obra poética, de la que muchos de ellos ni siquiera oyeron hablar. El talante heterodoxo de quien firmó todos sus libros con el seudónimo de Gerardo Deniz, que por un lado ha levantado un notable edificio poético —reunido en Erdera, editado por el propio Fondo en 2005— y por el otro ha hecho una crítica acerba de las más diversas ideas e instituciones (la literatura y la academia, la universidad, el psicoanálisis, el marxismo, el culto desmedido por ciertos autores, el exilio republicano), se refleja también en esta entrevista en la que el viejo empleado y autor del Fondo habla libremente sobre los recuerdos que lo ligan a esa casa editorial. ¿Cuáles fueron las circunstancias que se dieron para que entraras a trabajar al Fondo la primera vez? No tiene fin contar esa historia. Tiene todo su porqué, pero no tiene objeto el remontarse a años enteros, personas y gentes… Pienso que hay un par de datos que hay que dar por sentados desde el principio. El primero es que yo estaba ante todo al cabo de la calle de los mundillos de las editoriales y las imprentas. Todo eso me era familiar de toda la vida. Y segundo, mi historia previa con el Fondo, que también es larga y complicada. Por eso quisiera partir del día de enero de 1958 en que por primera vez estuvo puesto en el reloj marcador de la puerta una tarjeta con mi nombre. Yo estaba buscando trabajo porque no daba una. El mundo no quería mi química y todo eso; entonces, pues necesitaba urgentemente algo fijo y en el Fondo lo encontré. ¿Cómo era la atmósfera del Fondo a fines de los años cincuenta? Pues era simpática en general, sobre todo si prescindía uno de unos cuantos detalles. Cosa fácil, pues estaba uno a gusto. Y había suficiente gente interesante y simpática. Aceptable, en fin. ¿Por qué fue tan breve tu primer paso por el Fondo? No fue tan breve tampoco; debí estar un par de años la primera tanda. ¿Y a qué te dedicabas, cuál era tu trabajo específico? Pues mi trabajo era sacar un libro adelante, comenzando por revisar la traducción, salvo contadísimos casos que no lo ameritaban, y de ahí ya luego leer y controlar las pruebas de imprenta hasta el final, cuando llegaba el desagradable episodio de escribir la solapa para anunciar la obra en el forro. Fueron tantas veces las que tuvimos que hacerlo todos con Breviarios y Breviarios y Breviarios, que ya recitábamos a coro la muletilla de la propaganda general de la colección. Y en esa primera etapa, ¿cuidaste algún libro memorable? Cómo no. El primer libro, inesperadamente porque no le daba yo un centavo y me resultó interesante, se llamaba La psicología social en la industria y luego, ipso facto, llegaron otros… Llegó otro breviario llamado La trama de la vida, de ecología, que entonces no era un tema tan palpitante como ahora desgraciadamente, y luego otros y otros que eran interesantes como Las grandes realizaciones en psicología experimental. Luego ya cayeron las grandes obras de filosofía de Santayana, Los reinos del ser por ejemplo, que era muy interesante… Escribía muy bien el hispanogringo aquel. Así, todo iba muy bien. Lo que metió la cizaña en el orden intelectual más o menos de todo esto fue la maldita economía, que a todos nos jorobaba, que ninguno de nosotros entendía, y cuyos representantes eran una turba de malhechores que no sabían inglés, aun cuando se hubiesen doctorado en Oxford o en Harvard. ¿No hubo un solo libro de ese tema que resultara interesante? De libros de economía, hubo uno que me sirvió de transición porque era la biografía de un gran econo- AGOSTO DE 2014 mista, que fue Keynes, uno de los economistas clave del siglo xx, pero pues era un hombre muy culto, que escribió también un tratado sobre probabilidad y cosas por el estilo y pertenecía a un círculo intelectual londinense muy interesante al que pertenecía, qué sé yo, Virginia Woolf por ejemplo, y otros, y ese ambiente universitario de altos vuelos, y todo eso era muy interesante a pesar de las caídas en economía del señor Keynes, que en realidad fue lo que lo hizo inmortal. ¿Quién era tu jefe en el Departamento Técnico? Joaquín Díez-Canedo, que ya es difícil ponerle sufijos porque ya era el (ahora decimos) padre, porque anda por ahí un hijo, pero en realidad era el hijo porque el padre era el viejo amigo de Alfonso Reyes en España. No trabajó en el Fondo ese Díez-Canedo inicial pero bautizó la Capilla Alfonsina y otras hierbas, y es el introductor de Alfonso Reyes en el Fondo. El Fondo fue creado por Cosío Villegas, personaje sumamente difícil de definir; yo ni siquiera lo vi, y al cual parece que Orfila [director del Fondo entre 1948 y 1965] le jugó una mala pasada y lo despachó de la dirección para quedarse él. ¿Cuáles fueron los primeros libros que tradujiste para el Fondo? Para el Fondo traduje dos que eran del físico Gamow, a quien le dio por ser chistoso: inventó un personaje, siempre escribiendo en inglés, ya emigrado a Estados Unidos (él era ruso de nacimiento; le costó mucho escapar del paraíso soviético, pero lo logró). Fue un físico destacado, que además tuvo la puntada de inventar al señor Tompkins, un personaje gringo medio que le sirve para tirar al blanco contra la ignorancia. El primer libro que se tradujo en el Fondo de la serie del señor Tompkins lo hizo alguien más con el pomposísimo título de La investigación del átomo, pero de los que ya me encargué yo uno se llamaba El señor Tompkins aprende los hechos de la vida, y el otro El país de las maravillas, que hablaba de la relatividad. ¿Se mantuvieron mucho tiempo en el catálogo? No lo sé. Yo, desde luego, no los quise volver a ver y tuve que volverlos a ver para una reedición conjunta de libros de Gamow que hizo el Fondo hace ya, no sabría, veinte años o veintidós o veintinueve… Eran una cosa de divulgación totalmente prescindible para cualquiera que tuviera una formación científica escolar. ¿Por qué te fuiste del Fondo la primera vez? Salí a mediados del año sesenta porque ya no soportaba un libro muy complicado de psicología, pero que yo quería hacer bien. Estaba traducido con los pies, cosa muy normal en los libros del Fondo en su primera versión, y le dije a Díez-Canedo que si me daba presupuesto para comprar una docena de libros y me dejaba un mes que dedicase yo el tiempo de trabajo a estudiar esos libros, que podría revisarlo con decoro. Pero como ése no es el plan de un negocio, pues entonces [ahí] se quedó la cosa. No aguantaba yo aquel libro ininteligible —aunque no era de economía, ya era pedagogía— y complicadísimo, un libraco muy grande. ¿Cómo se llamaba? Teorías del aprendizaje. toria, que fue la que cubrió el sexenio de Díaz Ordaz y en la cual tuvimos como director a don Salvador Azuela, que convirtió a la editorial en una cosa verdaderamente de risa, que daría para un libro entero, pero un libro cómico. ¿Por qué fue tan negativa esa etapa? No, no fue negativa, fue ridícula. Porque nadie, empezando por el director Azuela, hasta el último… bueno, el último no porque seguían ahí los mismos: los que sobrevivieron a las expulsiones en busca de comunistas, porque la idea que le metieron en la cabeza a Azuela es que en el Fondo de Cultura no podías abrir un cajón sin encontrar un lingote de oro de Moscú, lo cual era mentira porque muchos defectos tenía Orfila, y soy el primero y aun el único a veces en reconocerlos, pero en las cuentas el funcionamiento del Fondo era perfectamente limpio. Azuela metió una cantidad ilimitada de achichincles, gente absurda, exburócratas, en fin, hasta que todo fue irse Díaz Ordaz del poder y rápidamente se fue Azuela con todo su circo y nos pusieron a Carrillo Flores, Antonio, que había sido ministro de Hacienda y era una persona muy agradable de trato pero tenía tantos compromisos, tantas obligaciones, desde la onu hasta no sé qué, que el Fondo entró en una etapa de semidesintegración, con directores múltiples… Aquí fue especialmente pernicioso un señor que metió creo que Carrillo Flores —si no, pues que la historia me corrija— que era un señor Hegewisch que dividía los libros en “de administración de empresa” y libros “para exquisitos”. Los “libros para exquisitos” eran todo lo que fuese historia, ciencia, lo que fuera, y no merecían mayor atención. Y en esa segunda etapa ¿te encontraste con libros que te interesaran? En la segunda etapa, que es la de Azuela, no se publicaron más que refritos de cosas de tiempos de Orfila… Y pues, qué sé yo, siempre salía alguna cosa, el libro sobre Maximiliano y Carlota, de Conte Corti, por ejemplo. Además, yo personalmente tenía también mis altibajos y mis problemas, y todo se traba y es dificilísimo de resolver en cuándo, qué fecha y cosas así. ¿Cuál es el director del Fondo con el que mejor te llevaste? No, yo no tenía mayor cosa que ver con directores, eran demasiado para mí. Además me di cuenta de que no se iba a ninguna parte con ellos. A los pocos días de ingresar yo por vez primera en el Fondo, siguiendo sus admoniciones, le sugerí a Orfila que se publicara un libro. Sonrió amablemente, pero nunca se publicó. Y hete aquí que, no sé, veinte años, veinticinco después, fue publicado por el Fondo. ¿Qué libro era ése? El budismo, de Edward Conze. Y esa vez, ¿por qué te fuiste de la editorial? Qué decirte... Porque, por eso: porque ya no era el Fondo. Y te fuiste a otro centro de investigación… Sí. Era de una cosa que al principio parecía muy brillante y que se estancó y amoló en un dos por tres, como todo. ¿De quién era? No me acuerdo ya. Al final, ¿se publicó? Sí, claro, con todas las barbaridades. ¿En qué año regresaste a trabajar al Fondo? Regresé en 65 o algo así. ¿Por qué regresaste? Porque desapareció mi trabajo previo del Centro de Documentación. Logró su director que lo aniquilaran y desapareció aquéllo, lo cual fue para mí un golpe terrible del lado intelectual porque dejé de tener la revista científica a mi alcance, que era mi alimento principal desde hacía ya años, y me quedé flotando un tanto hasta que me llamó Alí Chumacero diciendo que cuándo volvía y tal. Volví cuando el Fondo entraba a la etapa más grotesca de su his- ERDERA GERARDO DENIZ Letr as mexicanas 1ª ed., 2005; 727 pp. 968 16 7631 9 $285 ¿Ya había aparecido tu primer libro, Adrede? Sí. Apareció en el setenta. Lo único que recuerdo con precisión es que el único que sabía que existía era [Jaime] García Terrés [ligado al Fondo desde los años setenta, y su director entre 1983 y 1988], y lo sabía por su cuenta, pero nada más. El resto de la gente, mis compañeros de entonces, algunos sobrevivientes de viejas épocas hasta más viejos que yo, no tenían ni idea de ese vicio secreto mío. ¿Hiciste buena amistad con Alí Chumacero? Sí, pero muy poca porque tenía demasiados amigos y demás. Eso sí, siempre fue sumamente cordial. Recuerdo una vez muy agradable, un fin de año, cuando lo corrió Azuela por comunista, que estuvimos mos en su casa unos cuantos y nos pasamos la tarde bebiendo y platicando. CO N T I N ÚA EN L A PÁG I N A 17 E 15 Fotografía: ©A R T U R O LÓ P E Z COSECHA 1934 Escueta y sólida, la obra poética de Isabel Fraire responde a su deseo de explorar emociones y lugares, de descubrir misterios aunque queden sin resolver. Su afición por las letras, en nuestro idioma o en inglés, la han llevado a traducir y a comentar lo hecho por sus colegas. Por derecho propio, Fraire pertenece a una generación inusualmente bien dotada de voces líricas SEMBLANZA Isabel Fraire en sus ochenta años DIONICIO MORALES I En alguna ocasión Gabriel Zaid escribió —palabras más, palabras menos— que una generación literaria que contara con más de diez poetas resultaba bastante sospechosa; así es que, con cierto rubor frente a la propuesta de Zaid, mencionaré a trece poetas para referirme a los que, en un periodo de diez años, pertenecen a la generación de Isabel Fraire —Juan Bañuelos, Gabriel Zaid, Marco Antonio Montes de Oca, José Carlos Becerra, Jaime Labastida, Óscar Oliva, Abigael Bohórquez, Carmen Alardín, José Emilio Pacheco, Jaime Augusto Shelley, Guillermo Fernández, Homero Aridjis—, nacida en la Ciudad de México en 1934, pero que se inició en la poesía de manera, digamos más consciente de la vocación que no la abandonará nunca, en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, a donde se fue a vivir de niña o de adolescente. ¿Por qué referirse con cierta arbitrariedad a un periodo de diez años? Porque sabemos que los historiadores de la literatura, los investigadores, los críticos, al referirse a la clasificación de generación, se inclinan por delimitarla entre diez, veinte y hasta treinta años. Es en la “Sultana del Norte” donde Isabel Fraire inicia su brillante carrera como poeta, crítica y traductora. Empezó publicando sus primeros cuentos y poemas en periódicos escolares de la localidad, cursando después sus estudios profesionales en la Facultad de Filosofía y Letras, de la unam, en la que también impartió clases de literatura, además de completar su preparación artística estudiando danza, música y pintura. En Monterrey conoció y trató a varios escritores cuya obra literaria es conocida y reconocida, como Zaid, Alardín, Jorge Cantú de la Garza, Andrés Huerta y Rita Murúa; es aquí donde la revista Katharsis edita sus primeros poemas en el año de 1958. A partir de los años sesenta Fraire ya está instalada en la Ciudad de México y se incorpora a la Revista Mexicana de Literatura, entonces dirigida por Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo, como poeta, crítica, y en el consejo de redacción. Es de hacer notar que, a partir de las colaboraciones en la revista dirigida por Fuentes y Carballo, Isabel Fraire es ya leída y admirada en esos años tanto por sus poemas, que aparecían también en suplementos culturales y otras publicaciones, como por su crítica literaria, en lecturas novedosas, audaces y sin concesiones —como lo hiciera magistralmente Gabriel Zaid—. También en esta década se dan a la publicidad sus traducciones de poetas importantes de la lengua inglesa —recordemos que los padres de Isabel eran mexicano y estadunidense— que en ese tiempo, como ahora, eran leídos con voracidad y traducidos en Hispanoamérica esencialmente por poetas: Ezra Pound, T. S. Eliot, Wa- 16 llace Stevens, E. E. Cummings, W. H. Auden, William Carlos Williams, reunidos en Seis poetas de lengua inglesa (1976). Acerca de sus traducciones, ella afirma que debido a su origen, a estar en medio de las dos culturas, se le facilitó la traducción, por la comprensión profunda de los modismos lingüísticos. En 1975, con la selección y traducción de Thomas Hoeksema, se publicaron sus poemas de manera bilingüe en una edición de Mundus Artium Press en Athens, Ohio. En 1977 obtuvo la beca de la Fundación Guggenheim con la que escribió su libro Poemas en el regazo de la muerte, por el que se hizo acreedora en 1978 al premio Xavier Villaurrutia. Fraire colaboró en la Revista de la Universidad, Proceso, Revista de Bellas Artes, Pájaro Cascabel y el suplemento Sábado, de Unomasuno, en el que tuvo una columna semanal de 1977 a 1981. Poeta errante, podríamos llamarle, vivió en los Estados Unidos, Inglaterra, España, Holanda, El Salvador, Francia, Nicaragua y hace unos años se reintegró al panorama de la literatura de su país, fijando su residencia en la Ciudad de México. II La mayoría de los lectores de Isabel Fraire no tuvieron la oportunidad de conocer sus primeros poemas, publicados en Katharsis, en Monterrey. Por ello, a la edición de su primer libro en la Ciudad de México, Sólo esta luz (1969), casi a la edad de Cristo, despertó una serie de críticas y comentarios extraordinarios que hablaban con unanimidad del talento de una nueva poeta mexicana —más adelante veremos por qué—. En su poesía reunida, Kaleidoscopio insomne (fce, 2004), nuestra poeta incluye los Primeros poemas a los que me refiero, como punto de partida para entrar a un espléndido universo personal que la coloca entre las mejores y más originales poetas del siglo xx. Antes de entrar en “materia” con su obra poética, no estaría de más citar unas frases que con respecto a su creación ha declarado Isabel Fraire en algunos medios de comunicación: “La poesía es una expresión vinculada a cada aspecto de la vida”; “No hay temas pequeños”; “Soy poeta porque desde joven he necesitado un medio sencillo, directo y expresivo que me permita plasmar mis ideas, pasiones, desazones, lo mismo en un autobús, que en la servilleta de la mesa de un café”; “Cuando miro hacia atrás me sorprendo por las imágenes, como si contemplara muchos cuadros colmados de recovecos y tramas”; “La política me apasiona, cada día leo el periódico de principio a fin”; “La poesía da voz al alma humana”; “A lo largo de los años no han cambiado mucho los temas que me interesan; ahí están el amor, las anécdotas de viaje, el arte, la política, la fa- milia, tengo incluso poemas sobre mi abuelo gambusino que viajó a Alaska durante la fiebre del oro”. Estas frases nos ayudarán, o quizá puedan distraernos, en la necesaria intromisión de un lector atento para la mejor comprensión de su poesía —comunión—, o para protestar por las preguntas sin respuestas que con espíritu crítico nos servirán para cuestionar nuestra propia existencia. AHÍ ESTÁ EL AMOR “Ahí está el amor”, dice Fraire. Y sus Primeros poemas, claro, como los de casi todo poeta, son amorosos. En su expresión primeriza del amor se conjugan las inquietudes pasionales propias de una edad temprana con un lenguaje claro, simple —en el mejor sentido de la palabra— entregado, plasmado en versos largos en su mayoría, y en el que a veces aparece la musicalidad de ciertas formas clásicas, como el endecasílabo. Justo es reconocer que se nota la diferencia entre unos y otros poemas en los que Isabel pugna por dejar atrás un ritmo “antiguo” para llegar —y lo logra— a la modernidad. Poesía de aquí y ahora, de aspiraciones sutiles en la posesión del alma y del cuerpo de la persona amada, de deseos ocultos que al nombrarlos, a través de su palabra poética —que no es la misma en otras circunstancias— alcanzan un deslumbramiento entrañable hacia un encuentro compartido. Hay que dejar muy claro que su lenguaje se va haciendo más propositivo conforme se avanza en la lectura de los poemas, en los que ya se vislumbra algo de la magia, de la entonación, del desencadenamiento de rumores antiguos para llegar, experiencia de vida, a un preciso dominio técnico y una abierta confabulación poética que nos hace pensar en la belleza de la forma y en la verdad del alma a través de la poesía y soñar con ellas, como en su libro Sólo esta luz. LA POESÍA DA VOZ AL ALMA HUMANA “La poesía da voz al alma humana”, asegura Isabel Fraire. Y el alma humana se transparenta en los poemas de Sólo esta luz (1969). Con un epígrafe revelador de José Gorostiza, de Muerte sin fin, la poeta, después de diez años de escribir, trabajar y publicar el que se convertiría en su primer libro en forma —entre todos los recovecos y caminos que nos atrapan y zarandean con un aliento poético extraordinario que nos enfrenta a la conciencia de uno mismo— nos deja un verso estruendoso que nos hace detener la mirada y el pensamiento para interrogar a nuestra existencia, después de sucumbir ante la seducción y la sed de amor consumada por la libertad y el encantamiento: “El mundo/ ha quedado vacío/hay solamente luz”. ¿Nos hemos AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 ISABEL FRAIRE EN SUS OCHENTA AÑOS puesto a pensar cómo quedaría el mundo si se vaciara? Me aventuro a decir que si eso sucediera, lo más “lógico” sería pensar lo contrario, es decir, que todo se vería oscuro. Pero en la concepción —filosófica, religiosa, poética— Fraire recurre a su optimismo en la búsqueda y el encuentro de la luz, sin dejar de lado la memoria de una conciencia lúcida —o extraviada, a según—. En este libro se recurre a la celebración del amor, a la alegría mágica que sólo quien lo ha vivido ha derramado. Es una voz. Es el canto sinfónico de un universo personal tan acendrado del que se desprenden unas notas multiplicadas en el viento y que van tomando la forma humana de quien las escucha con todos los sentidos para hacerlas suyas. La vigilia y el sueño entrelazados, sin olvidar soledosos enigmas que se acentúan a la más leve mirada. LA POESÍA: EXPRESIÓN VINCULADA DE LA VIDA Isabel Fraire despliega parte de esos aspectos de la vida a los que está vinculada su poesía en su libro Encuentros casuales —originalmente publicado en inglés—, rendiciones largamente meditadas empezando, claro, por el amor: “Anda el amor suelto por las calles/ disperso en las miradas/sin encontrar un sitio”. La luz aquí ya es otra. La mirada es más severa en más de un sentido, comparándola con la visión de antaño, pues la vida transfigura vivencias y los significados de las palabras —de su palabra— cambian el espacio interior y el entorno en que fructifican o desaparecen sus apasionamientos y desazones. La realidad asoma sus manifestaciones en la otra manera de existir en los ojos de Fraire, que han preparado el terreno para mirarla fijamente y no olvidar su existencia. En imágenes convocadas sin miramientos o restricciones por invadir un mundo entrañablemente personal, aparecen la música —de la que ella es fanática—, la casa, los amigos, la muerte, los momentos que por instantes la llevan a reflejarse en las preguntas, en las respuestas, en la duda, en el desasimiento que revolotea en medio de una dicha vencida o lejana. Las palabras —es decir la poesía— son el único testimonio de aquellas y de estas horas porque ellas “astillarían la verdadera piel del día”. MUCHOS CUADROS COLMADOS DE RECOVECOS Y TRAMAS sarcasmo, el dolor, cierta amargura, y aunque se esté próximo, según Isabel, al regazo de la muerte, no niega el salvador optimismo por la vida. NO HAY TEMAS PEQUEÑOS: LAS ANÉCDOTAS DE VIAJE En su libro Irse para volver, Fraire invita al lector a participar en un reencuentro, o a un recuento, con algunos temas manejados por ella con anterioridad. Es la visión de su mundo que puede ser la nuestra, aun sin haberla vivido, o vivido de otra manera: Chicago, Londres, Washington, Nueva York, Nicaragua, la Ciudad de México… no se crea que nuestra poeta diserta interminable sobre estas ciudades y su historia; al contrario, en la mayoría de los casos, ella las llama viñetas: es breve, parca, pero profundamente intensa a la hora de describir —escribir— situaciones que, de alguna manera, hablan de la personalidad, del origen del sitio escogido y de su mirada, que viene a ser un receptáculo de la memoria. No faltan la crítica, el asombro, el placer, el descontento, la evasión, la entrega. Así nos enteramos de que en Londres vivieron Engels, Freud, Katherine Mansfield y también George Orwell, que vendía libros, que tiene un parque sonámbulo y neblinoso; en Nueva York a veces la soledad es insoportable en un cuarto de hotel; en la estación del metro se escenifica una historia negra de drogas y rompimiento familiar; en Chicago socarronamente nos cuenta el manejo de una caseta de cobro. Mención aparte —para mí— merecen las viñetas de Nicaragua y la Ciudad de México. En Nicaragua, donde ella estuvo cubriendo los días de la revolución y la caída de Somoza, es la mirada pasional de una simpatizante que describe con certeza y humildad los acontecimientos, los que vertidos a la poesía, a su poesía, nos dan una idea de la magnificencia de la llegada de la libertad. En la Ciudad de México Isabel Fraire realiza un recorrido, un poco a la manera de Efraín Huerta, por San Jerónimo, la Roma Sur, el Centro Histórico, Chapultepec, la Diana Cazadora, pero con su estilo muy particular de nombrar y con sus visiones caleidoscópicas que la hacen ser distinta de otros poetas que también han abordado estos temas. LA POLÍTICA ME APASIONA Si en el título de su libro En el regazo de la muerte poJuan García Ponce, en el prólogo a la edición de los demos entender, en una lectura y en una interpretapoemas de Fraire en el número 82 de la serie Material ción conservadora, una especie de protección hacia de Lectura, de la unam, escribe: “La poesía de Isabel determinados acontecimientos —y no nos importa Fraire tiene un indispensable y sorprendente carác- que sea la muerte quien lo haga— para no llegar todater espacial… En estos poemas esparcidos en el espa- vía a sus terrenos tan temidos, en Atando cabos, como cio, alados, evanescentes, huidizos, en los que todo se se puede deducir de su nombre, se piensa en un recoreúne y todo parece dirigirse a una inevitable disper- rrido cinematográfico de principio a fin de toda una sión para encontrar en esta inesperada contradicción, vida, o de toda la vida, acumulada en la memoria. Es su verdadera y más cerrada forma, las palabras no la hora del balance. La hora de ajustar los clavos para sólo se oyen… nos obligan a verlas en el espacio del la cruz. La hora de confrontarse en un espejo cóncavo poema”. Esta descripción de García Ponce, original y y que ningún resplandor permita la huida. Puede ser audaz, sigue siendo también válida para los poemas la última entrega entre las sombras, o una salida vicde su libro Poemas en el regazo de la muerte (1977) y toriosa hacia la luz, porque “la misma muerte no intepara otros más; la poeta, en su afán “desestabilizador” rrumpe la vida/ ni la victoria trae la paz”. Éste es el —para llamarle de alguna manera— en el nacimiento libro, me atrevería a decir, más desgarrador que escridel poema, como en un juego para niños, acomoda bió Isabel Fraire. El solo inicio de un poema: “Hay las palabras alternándolas con los silencios entre una tristeza terrible en mis adentros./ Una tristeza uno y otro verso y, sobre todo, con los vacíos que le de paja, de mierda y de culebras…” nos corta la respiconceden al lector un respiro momentáneo, para al fi- ración y nos prepara —en mala hora— para el dolor de nal sorprenderlo, ahorcándolo o perdonándole la este mismo poema y de los que vendrán, que literavida. Dicen los eruditos que fondo es forma pero en riamente hablando, en fondo y forma, en forma y fonestos poemas la forma participa para la definición del do, alcanzan cumbres poéticas muy altas. Aunque fondo. En los materiales de este libro, Isaéste es un dolor muy personal, es tanta su bel Fraire abre su abanico de “intertextuafuerza devastadora por cantar a lo griego lidades” al iniciar algunos poemas como las sinrazones de la vida que se lleva hacia epígrafes de los poetas en lengua inglesa regiones oscuras —o mejores, quién lo sabe traducidos por ella. No sería tan cierto haa ciencia cierta— a David —su hijo mayor—, blar de influencias aquí, casi a la mitad de que también carga con la cruz del movisu vida, cuando ella ha perpetrado ya su miento del 68, en el que participó de una “manera”, su “estilo” de poetizar, pero sí manera directa, y deja constancia, históridecir que ciertos murmullos conceptuales ca y poética, con altura, de uno de los aconhan dejado su eco, que Fraire asimila y tecimientos más lamentables en la histotrasciende. Su mirada, siempre atenta a los ria de nuestro país. acontecimientos cotidianos y a los excepPara terminar, enlazaré dos poemas breKALEIDOSCOPIO INSOMNE cionales desentrañamientos que no todos ves de Isabel Fraire y parodiaré una frase los mortales alcanzan a vislumbrar, se abre Poesía reunida muy conocida y mencionada entre los fotócomo nunca al mundo y sus poemas son un grafos: estas palabras dicen más que mil festín de visiones que desencadenan el coISABEL imágenes: “Escribir/cientos de veces/el nocimiento y la pasión por lugares, objetos, mismo poema/con palabras diferentes/ FRAIRE nombres, ciudades, pintores, que el lector ése es el destino del poeta. Eso explica/la disfruta a través de la modulación de las Letr as unidad de la obra / su constancia temática / ideas y de las palabras, a través de un canto el eterno retorno”.W mexicanas personal que en su propuesta poética ama1ª ed., 2004; 341 pp. ciza diferentes instancias vivenciales de 968 16 7193 7 Dionicio Morales, además de poeta, es distintos estados de ánimos: la alegría, el ensayista y crítico literario y de arte. $179 AGOSTO DE 2014 ALMELA / DE N I Z : M I V I DA CON E L FON DO EV I EN E D E L A PÁG I N A 1 5 ¿Cómo empezó tu relación con el Fondo como autor? Porque García Terrés siempre me decía que si tenía algo que darles para el Fondo. Después, a fuerza de repetirlo, ya parecía que no había peligro cuando, ¡zas!, hete aquí que me lo encuentro por la escalera, cuando ya no estaba yo fijo en el Fondo, y me pregunta: “¿Y cuándo nos va usted a dar algo?” Le contesté: “Aquí lo traigo”. [Era Gatuperio; se publicó en 1978.] ¿Cómo te ha tratado el Fondo como autor? Bien. Es decir, para pasarme un papel más o menos frecuentemente diciendo que no se vendía nada… Y ya. En realidad cuando me sirvió algo económicamente fue cuando salió Erdera, y entonces ya de plano no tenía yo nada que ver con el Fondo. Apareció de repente por aquí este muchacho, [Álvaro] Enrigue, y me dijo que tenía preparada mi edición y tal. Ah, bueno, pues venga. ¿Y están bien editados tus libros en el Fondo? Sí, cómo no. No tienen erratas… No, en particular no. Además yo los leía siempre, cuidadosamente. ¿Cómo fue que te convertiste en editor de Octavio Paz? Porque yo le escribí por mi parte, y entonces Octavio Paz que —dicho sea de paso, y no es ninguna ofensa, pero no perdía ocasión ni daba brinco sin huarache— escribió al Fondo diciendo que dejaba pendiente una segunda edición de un libro suyo que yo resolvería fácilmente, y les daría las referencias exactas, y que por lo demás le gustaría que me dieran a cuidar su libro, y pues así fue. Fue la nueva edición de El laberinto de la soledad. Esto era en plena administración azueliana. Para ellos el nombre de Paz no decía nada. Como no era Cuauhtémoc ni era Juárez, no tenía objeto. Era como un libro para exquisitos, exquisitos nacionales. ¿Cómo es eso que contabas alguna vez, que tenías un pequeño ratón en tu oficina del Fondo? En el Fondo de Cultura de Avenida Universidad había enfrente, casi hasta el último momento, una insondable extensión de basureros que llegaban casi hasta la Calzada de Tlalpan, y ahí se criaban infinitas moscas. Entonces el deporte del Fondo era matar moscas; todos teníamos matamoscas y era un placer, claro, el estar leyendo unas aburridas pruebas de economía y decirse: “Cuando acabe esta galera voy a matar moscas”. Hacíamos pilas luego, así como las hacía Tamerlán con calaveras. Cuando se te calentaba la mano matando tus moscas te asomabas al cubículo anexo y les decías: “¿No quieren que les mate…?”, y decían: “¡No!, ¡fuera!, ¡son nuestras moscas!”, y así. Y pues, bueno, entre los beneficiarios de los cadáveres de moscas resultó estar un ratoncito que salía de una grieta inverosímil, en el marco de la ventana que daba a Avenida Universidad, a un piso de altura. Lo descubrí de repente. Vi que algo se movía y miré, sin espantar a nadie, total era yo solo, era mi cuartito, y vi que salía un ratoncito, se agarraba una mosca muerta, corría y se metía en la rendija. Pero ya cultivándolo, poniéndole moscas apetitosas y todo, pues ya llegó el momento en que podía yo invitar a algunos amigos estrechos a que vieran conmigo, sin moverse, bien quietecitos y callados, cómo salía el ratoncito. Luego ya él también extendió su interés al mundo exterior, y se apoyaba en el cristal, y allá abaj o, a cinco metros de las orejas del ratoncito, pasaban camiones, trolebuses, gente, coches, de todo, y el ratoncito miraba, miraba, o si no agarraba su mosca y se escondía. ¿Y cómo es la anécdota de Alí Chumacero, cuando gritó la frase aquella a otros empleados del Fondo? Ah, no, ésa era una de sus muletillas. Cuando cualquier mañana resultaba especialmente fastidiosa, de trabajo pesado y aburrido, se iba asomando de puerta en puerta diciendo: “Maestro, ¡mejor hubiéramos sido putas!” W Fernando Fernández, poeta y editor, escribe el blog “Siglo en la brisa”. 17 Fotografía: © C I T L A L L I H . M O R A ADELANTO El Trimestre Económico La búsqueda de respuestas propias a los problemas económicos de la América Latina G U S TAV O A . D E L Á N G E L Y GRACIELA MÁRQUEZ El octavo octogenario homenajeado no es un persona sino una auténtica pléyade de economistas y editores que con su labor han dado vida a El Trimestre Económico: la publicación periódica de la que surgió nuestra casa editorial y que conserva su razón de ser primigenia. Presentamos aquí un fragmento del prólogo de Respuestas propias, en el que sus autores hacen un recuento de las primeras décadas de la “biografía” de nuestra revista 18 AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 EL TRIMESTRE ECONÓMICO. LA BÚSQUEDA DE RESPUESTAS PROPIAS A LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS DE LA AMÉRICA LATINA C on una trayectoria ininterrumpida de 80 años, El Trimestre Económico tiene un lugar propio entre las revistas científicas especializadas en el mundo de la lengua española. Pocas revistas científicas en el mundo han logrado semejante permanencia en el tiempo. A lo largo de esas décadas, la revista ha cumplido sus propósitos iniciales con creces al erigirse como un referente indispensable para estudiantes, investigadores y gestores de la economía pública y privada. Para mantener su destacado papel, ha sido indispensable estar al tanto de la evolución de las ideas y perspectivas económicas. El Trimestre se ha caracterizado por presentar en nuestra lengua discusiones universales de la economía y las ciencias sociales, y al mismo tiempo buscar respuestas a los problemas económicos de la América Latina. Por ello, además de poner en nuestro contexto el conocimiento económico que se genera en diversas latitudes, se ha constituido como un referente del pensamiento económico latinoamericano, en la lengua propia [...] tos eran muestras del creciente interés por intercambiar ideas y profundizar sus conocimientos en una disciplina enseñada en las aulas universitarias como accesoria a otras carreras. Fue a principios de los años treinta del siglo pasado cuando la enseñanza de la economía en las aulas de la Universidad Nacional se separó de otras disciplinas para convertirse en una licenciatura independiente. Este paso fue apoyado por un grupo de entusiastas profesores, quienes apostaron a la formación de profesionales especializados en teoría y análisis económico. La nueva carrera fue un factor de impulso para proyectos editoriales destinados a la discusión y difusión de ideas económicas de un gremio cada vez más amplio. En este contexto, Cosío Villegas y Villaseñor se propusieron impulsar una nueva publicación capaz de convertirse en una revista especializada que integrara artículos de corte empírico donde primara el análisis de la coyuntura económica nacional e internacional, así como ensayos o contribuciones de carácter analítico o empírico. A pesar de que tanto Cosío Villegas como Villaseñor contaban con experiencia previa, los retos de esta nueva empresa eran mayúsculos. En primer lugar, el pro- UNA MIRADA A “EL TRIMESTRE ECONÓMICO”, 1934-1970 Aun sin existir los estudios formales de economía en México, en los años veinte del siglo pasado se conformó un grupo de profesionales interesados en entender mejor los asuntos económicos. Su estímulo provino principalmente del nuevo papel asignado al Estado en la promoción del desarrollo, porque con la reestructuración financiera, fiscal y monetaria de los gobiernos posrevolucionarios creció la burocracia y la demanda de personal especializado. Abogados y contadores fueron adquiriendo en la práctica conocimientos sobre el funcionamiento de los mercados y la interacción de la economía pública con la privada. Para este grupo, su bagaje conceptual se limitaba a cursos introductorios enseñados en las carreras de leyes, contabilidad e ingeniería. No debe olvidarse a los autodidactas, quienes sin cursar estudios universitarios diseñaron y aplicaron medidas de política económica tan sólo con lo aprendido en sus lecturas y la experiencia laboral. A los poquísimos economistas formados en el exterior se sumaron otros profesionales que estudiaron posgrados o cursos en esa disciplina. Pero sin duda lo que prevaleció mayoritariamente entre los funcionarios de la época fue la carencia de estudios formales en materia económica. Como se multiplicaba la demanda de estudios técnicos en materia de yecto no contaba con un respaldo institucional y por impuestos, tipo de cambio, deuda externa, finanzas y lo tanto había que asegurar mecanismos de autofibanca, se hizo cada vez más evidente la exigencia de nanciamiento además de un sello editorial. En seformar expertos en esas temáticas. Surgieron así gundo lugar, para cumplir los objetivos y dar condistintas iniciativas encaminadas a promover el es- tinuidad a la revista era indispensable contar con tudio y la discusión de temas económicos con la fina- artículos de calidad en forma continua. El editor lidad de enriquecer y fortalecer a todos aquellos mexicano Alberto Misrachi aceptó publicar la revispracticantes de la disciplina. Una de las primeras re- ta y financiar los costos de arranque. En septiembre de 1934 salió de la imprenta el primer núvistas especializadas fue Examen de la Simero de El Trimestre Económico bajo el tuación Económica de México, auspiciada sello editorial de Central de Publicaciopor el Banco Nacional de México. Tres nes, figurando como codirectores Cosío años después siguió la formación del InsVillegas y Villaseñor. El nombre elegido tituto Mexicano de Investigaciones Ecoemulaba el de la revista en inglés Quarnómicas a raíz de la convocatoria lanzada terly Journal of Economics, publicada por por Jesús Silva Herzog, aunque con la acel departamento de economía de la Unitiva participación de Antonio Espinosa de versidad de Harvard y con la cual se familos Monteros y Alfons Goldschmidt. Adeliarizó Cosío Villegas durante su estancia más de organizar algunas conferencias, el en esa casa de estudios. instituto promovió la publicación de la ReEl contenido del primer número merevista Mexicana de Economía, cuyo primer RESPUESTAS ce una mención especial por tratarse del número apareció en septiembre de 1928, PROPIAS primer eslabón de una larga cadena cuya publicándose un total de cuatro. En ese 80 años octava década aquí celebramos. El númemismo año la Asociación de Banqueros de El Trimestre ro abrió con la sección “Notas Editorialanzó la publicación Economía con Daniel les”, donde se trató la importancia de las Cosío Villegas como su primer director y G U S TAV O A . DEL ÁNGEL negociaciones económicas internacionaEduardo Villaseñor su sucesor. Cuando les para países como México. Siguieron Villaseñor se incorporó a la Secretaría de MOBARAK Y GRACIELA los artículos, componente central del núHacienda y Crédito Público como jefe del MÁRQUEZ mero inaugural, con un texto de Manuel Departamento de Prensa y Propaganda se (EDS.) Gómez Morin titulado “La organización encargó de la publicación de El Economiseconómica de las naciones”; sin embargo, ta, cuya vida apenas se extendió algunos como lo reveló el propio Cosío Villegas en meses. Otras instancias de la administralectur as de el trimestre ción pública federal también alentaron la sus memorias, se trataba de un texto de su económico, 106 autoría. A pesar de haberse comprometicreación de órganos desde donde difundir do a entregar una colaboración, Gómez temas económicos, tal fue el caso de la Re1ª ed. 2014; 452 pp. Morin no entregó nada pero figuró como vista de Economía y Estadística, auspiciada 978 607 16 2037 8 autor del artículo inaugural de El Trimespor la Secretaría de la Economía Nacional. tre Económico por obra de Cosío Villegas, En conjunto, todos estos emprendimien- AGOSTO DE 2014 quien aseguró el anonimato de la siguiente manera: “Le llevé un ejemplar de la revista y le dije que una de dos, o se aguantaba, o yo hacía en el próximo número una historia de su incumplimiento”. Otros dos artículos completaban el contenido del primer número de la revista: “Un órgano eficaz para intervenir la economía”, de Roberto López, y “Teoría de la deflación de la deuda de las grandes depresiones”, de Irving Fisher, con la autorización expresa del autor para su publicación en El Trimestre. Este primer número no alcanzó el centenar de páginas, e incluyó publicidad de Cementos Tolteca y de las publicaciones de la Liga de las Naciones. La suscripción anual se fijó en cinco pesos y el número suelto en 1.50 pesos. Se encuadernó en cartón, con el nombre entre franjas color verde, el número en el margen superior derecho con el mismo color y “México 1934” en el margen inferior derecho. Cosío Villegas y Villaseñor debieron sentir un gran orgullo de ver materializado un proyecto dirigido a promover el intercambio de ideas entre la creciente comunidad de economistas. Sabían que no estaban solos en esa empresa, pues en el primer número se listaron 60 colaboradores, entre quienes se contaban funcionarios públicos (Emilio Alanís Patiño, Ramón Beteta), profesores universitarios (Francisco Zamora, Gilberto Loyo, Enrique González Aparicio), académicos extranjeros (Abbot P. Usher, Clarence H. Hearing, Frank Tannenbaum), entre otros. No obstante, el entusiasmo y convicción de sus fundadores fue crucial para la aparición de esta publicación, así como las colaboraciones de los autores en los primeros números. Inició así una trayectoria ininterrumpida de una revista que dio cabida a análisis de los avances recientes de la teoría y los problemas empíricos de las economías en desarrollo. Con una declarada vocación por encontrar soluciones a los problemas económicos de la realidad mexicana y latinoamericana, generación tras generación de economistas han encontrado en El Trimestre —como pronto se le conoció— un foro para promover el estudio riguroso de las múltiples dimensiones de la economía. Inicialmente la dirección de El Trimestre quedó a cargo de los dos fundadores, quienes para 1937 incorporaron a Manuel Mesa Andraca, que sólo se mantuvo durante un año en esa posición. Al año siguiente la dirección siguió compartida por Cosío Villegas y Villaseñor, equipo al que se sumó Emigdio Martínez Adame. En 1943 los directores aumentaron a cuatro con la llegada de Víctor L. Urquidi. Luego de haber permanecido casi tres lustros al frente, en 1948 la dirección de El Trimestre se renovó completamente, quedando a cargo de Jesús Silva Herzog y como secretario Jorge Espinosa de los Reyes. Tras un breve periodo del nuevo director, en 1949 Víctor L. Urquidi regresó a la dirección, y el puesto de secretario lo ocupó Julián Calvo en 1950. En 1953, cuando El Trimestre cumplía su vigésimo aniversario, Javier Márquez se incorporó como director de la revista al lado de Urquidi y se nombró como secretario a Enrique González Pedrero. Entre 1958 y 1959 volvió a la dirección Emigdio Martínez Adame y como secretario Óscar Soberón. Este último ocupó la dirección a partir de 1959 y hasta 1985. Como puede notarse en este recuento, la cabeza fue siempre un trabajo compartido, ya sea bajo la codirección o con un secretario. Ningún cambio implicó desandar el camino sino más bien un enriquecimiento con las ideas e iniciativas de profesionales que entendieron el importante papel desempeñado por el director de El Trimestre Económico. Tal vez la mejor descripción de esa labor la dejó escrita Víctor L. Urquidi: Desempeñando en forma callada esa tarea que requiere imaginación, buen instinto, capacidad analítica, espíritu crítico, responsabilidad y perseverancia (para obtener como recompensa) la satisfacción íntima de crear, luchando por la permanencia de la publicación de una revista de este género –a labour of love–.W Este fragmento forma parte del prólogo de los editores a Respuestas propias. 80 años de El Trimestre, un volumen en el que se recogen diez artículos representativos de la historia de la longeva revista; se pondrá en circulación este mes, como parte de la conmemoración de sus primeros 320 trimestres de vida. 19 Ilustración: © R I C A R D O M A R T Í N E Z , 1 9 5 2 CAPITEL Una mirada siemp siempre excéntrica A los veintipocos años, Gabriel Zaid ya estaba interesado por lo que él denominaba el “problema del libro”, membrete útil para referirse a diversos cuellos de botella: “El lector no encuentra, o si encuentra no puede comprar, todos los libros que necesita. El autor difícilmente puede publicar y de ninguna manera vivir de los libros que escribe. Las editoriales y librerías no pueden sostenerse en un plan de servicio estrictamente cultural y en el mejor de los casos nunca son un buen negocio”. Este “problema de mercados, de finanzas, de distribución y de producción” caía “por completo en el campo de la nueva ‘ingeniería industrial’” y por ello el aspirante a “ingeniero mecánico y administrador” dedicó su tesis a estudiar la Organización de la manufactura en talleres de impresión para la industria del libro en México. En ese trabajo con fines escolares —del que existe una bonita edición no venal, de 1958, publicada por “la presión de algunos amigos y la consideración al tiempo y atención con que tántas [sic] personas me ayudaron”— Zaid concluye que “las técnicas que un tiempo se asociaron con el nombre de control de la producción, tienen una posibilidad de aplicación decididamente provechosa” en el orbe editorial. E se trasvase de métodos de análisis explica en cierta medida los ensayos de La poesía en la práctica, escritos originalmente en los años sesenta, y aun podría decirse que las espléndidas intuiciones reunidas en Leer poesía proceden de un modo de pensar esencialmente ingenieril, pues buscan entender no tanto la experiencia estética como el mecanismo poético. Celebremos aquí, en sus 80 años, al lector que se divierte aplicando a la lírica la ingeniería inversa, al analista de procesos que no duda en usar encuestas para conocer al público que asiste a un recital de poesía, al administrador que busca los vasos comunicantes entre la inspiración del artista y el salario que podría recibir, al financiero que evalúa la capacidad de una persona para obtener réditos, intelectuales o estéticos, de su lectura. Celebremos a Gabriel Zaid releyendo esos dos breves volúmenes, aparecidos bajo el sello del Fondo en 1985 y 1987. Z aid conoce los riesgos de ser demasiado fiel a un modo probado de leer: “una vez que el método se convierte en receta, reduce la lectura […], en vez de enriquecerla”. No hay en sus textos un procedimiento recurrente, a menos de que consideremos como sistema la renovación constante del modo de ver. Así, cada descubrimiento metodológico, cada corazonada para mirar un poema, cada molde para expresar una opinión parece agotar el terreno recién sembrado. Los ensayos, las reseñas, las brevísimas notas con que Zaid da cuenta de sus hallazgos parecen responder a una exigencia tan arbitraria y fructífera como la que lo ha llevado a ser un fantasma omnipresente en el mundo literario. Al impedirse ser un personaje más de la plaza pública, Zaid ha adquirido una presencia mayor, acaso porque ha sabido eliminar al actor de sí mismo que tanto agrada al público pero que inevitablemente distrae de lo que uno pretende decir; esa restricción autoimpuesta es desde luego fruto de una ética, 20 DE AGOSTODE 2014 de las letras hispanoamericanas, nació en la tradicional ciudad de Nara —heredera de las más exquisitas tradiciones japonesas— y cultivó ella misma en su juventud la escritura de esta forma sintética a ultranza: la suya es, pues, una mirada oriental orientada hacia una mirada occidental orientada al oriente: ¿qué le puede decir a ella Tablada?, ¿qué nos puede ella decir de él a los hispanohablantes? JOSÉ JUAN TABLADA: SU HAIKÚ Y SU JAPONISMO SEIKO OTA “Arte, con tu áureo alfiler/las mariposas del instante/quise clavar en el papel.” Si la mirada de José Juan Tablada se dirigió hace un siglo hacia la cultura y la estética orientales —particularmente las de Japón— y supo abrevar de ellas, hoy, en un curioso juego de espejos, la mirada de la japonesa Seiko Ota se dirige hacia la poesía de Tablada y la centra en la aportación esencial de quien ha sido reconocido de manera unánime como el introductor del haikú en la lírica de habla española. En el tremendamente rico caldo de cultivo que fueron las décadas iniciales del siglo xx —cuando en Europa vibraban en consonancia, por ejemplo, las poéticas vanguardistas de Mallarmé y Apollinaire, cuando de este lado del mar muchas obras dejaban traslucir una creciente adicción a formas y fondos orientales— la publicación de Un día. Poemas sintéticos le valió a Tablada su consagración definitiva como japonista y su lugar como el primer poeta moderno latinoamericano. Son muchos los estudios que se han escrito en torno a su obra, en general; el que ahora presentamos, sin embargo, es el primero que se enfoca exclusivamente en el haikú y en la manera de Tablada de transferirlo —y, más que eso, transfigurarlo— a nuestra lengua y nuestras letras. El objeto de estudio es desde luego lo primordial en esta investigación; el sujeto, sin embargo, no debería soslayarse: la autora, estudiosa lengua y estudios liter arios 1ª ed. 2014; 228 pp. 9786071618764 $250 Entre esas novedades aparece estos días un estudio panorámico acerca de la forma de expresión por excelencia de la Antigüedad clásica. De forma ligera y sucinta, pero alejada de todo reduccionismo, Ruth Scodel presenta en su obra una visión de conjunto que analiza tanto algunas de las tragedias griegas más conocidas —Antígona, Medea, Edipo rey— como otras que no lo son tanto —Los persas, Helena y Orestes—, para así identificar los rasgos esenciales del género y mostrar la amplísima diversidad de textos que en él se inscriben. Apoyada en investigaciones recientes, pero sin por ello obviar los estudios clásicos de la academia, Scodel desmiente algunas ideas erróneas ampliamente difundidas en torno a la tragedia griega y hace hincapié en la apertura de los textos y la enorme variedad de interpretaciones que posibilitan. lengua y estudios liter arios Traducción de Emma Julieta Barreiro 1ª ed. 2014; 332 pp. 9786071620156 INTRODUCCIÓN A LA TR AGEDIA GRIEGA $140 RUTH SCODEL No obstante la gran variedad de series y secciones en que se agrupan las diez mil obras del catálogo del Fondo, probablemente sigan siendo los Breviarios la colección emblemática de la casa, pues en su conformación se expresa con claridad plena una de las vertientes de su vocación doble: traer al mundo de habla hispana el conocimiento producido por las más diversas culturas y en los más variados contextos; la otra es eso mismo, pero en sentido inverso. Parte esencial de los festejos de nuestro aniversario será, de manera natural, revitalizar esta colección que ha acompañado al Fondo por más de seis de las ocho décadas que cumple este año; publicaremos para ello ochenta volúmenes: setenta reediciones, largamente esperadas en su mayoría, a las que se añaden diez nuevos títulos. LA BANDER A MEXICANA Breve historia de su formación y simbolismo ENRIQUE FLORESCANO Los países del mundo depositan en sus banderas significados diversos relacionados con su historia y sus mitos fundacionales, con los valores colectivos y los rasgos que los distinguen de otros pueblos; se trata, por excelencia, de los símbolos que confieren identidad AGOSTO DE 2014 NOV EDA D ES a una nación. La bandera de un país tan complejo y variopinto como el nuestro tiene desde luego una historia no menos compleja, pues en su conformación concurren por lo menos tres influencias distintas: la indígena prehispánica, la herencia religiosa colonial y la tradición liberal que tras la independencia se propuso fundar una república unitaria pero integrada por estados soberanos. Como reflejo de la peculiar alquimia histórica de la que somos producto, la bandera nacional ha evolucionado en su búsqueda de ser un emblema con el que puedan identificarse los numerosos pueblos que coexisten en el territorio, uno capaz de conferir unidad a la formidable diversidad cultural de nuestro país y de expresar tanto su pasado como sus ideales y anhelos. El ensayo de Enrique Florescano, una de las voces más reconocidas de la historiografía mexicana, lanza una exploración profunda que indaga en el desarrollo de la bandera hasta llegar a su configuración simbólica y su apariencia actuales. Se trata de un texto aparecido originalmente en 1998 en nuestra Colección Popular y que se ha vuelto ya indispensable en la bibliografía; la nueva edición que ahora presentamos ha sido minuciosamente revisada por el autor y ofrece una nueva selección del centenar de imágenes que acompañan el texto. relación de mentor y alumno, Gómez Morin y Álvarez reflexionaron sobre la realidad nacional y, particularmente, en torno al reto y la oportunidad que representaban poder ofrecer una mirada crítica del pensamiento hegemónico y plantar oposición a un gobierno que monopolizaba la política en México. Se percibe en su diálogo la convergencia de ambos en convicciones esenciales y en la voluntad de producir un cambio en una realidad nacional marcada, entre otros muchos problemas y lastres, por una profunda desigualdad. Se trata de dos personajes indisociablemente ligados a su partido, sí, pero, más allá de filiaciones o ideologías, de dos actores fundamentales de la vida política nacional y con enorme relevancia en la construcción de nuestra vida democrática. AGOSTO DE 2014 9786071618450 $290 $280 YO NO SOY UN CONEJO PEPE MÁRQUEZ DEPORTE Y OCIO EN EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN NORBERT ELIAS Y ERIC DUNNING “Consideraba don Manuel —según refiere Luis H. Álvarez— que la alegría profunda del quehacer político estriba en asumir las causas comunes que se han adoptado libremente porque son nítida y ordenada expresión de convicciones o anhelos propios”; tal sería el júbilo, mientras que la esperanza de los políticos íntegros encarna en el deseo de ver al pueblo “iluminado por valores eternos, conservados y defendidos con firmeza; en pie, contra todo tipo de tiranía”. En 1956, el fundador del Partido Acción Nacional apoyó la candidatura del también chihuahuense Luis H. Álvarez, sin conocerlo aún, para el gobierno de su estado; se inició entonces un diálogo epistolar asiduo en el que, en una clara 3ª ed. 2014; 374 pp. 9786071619549 9786071618344 LU I S H . Á LVA R E Z Traducción de Purificación Jiménez 1ª ed. 2014; 344 pp. 3ª ed. 2014; 180 pp. LA POLÍTICA: JÚBILO Y ESPER ANZA Correspondencia entre Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez (1956-1970) sociología vida y pensamiento de méxico colección popular, 551 $125 Abrieron así nuevos derroteros a la sociología, que tradicionalmente se había contentado con ver en el deporte una actividad recreativa, meramente orientada al placer, y demostraron que, antes bien, el conocimiento sobre el deporte posibilita un análisis profundo de las estructuras sociales. La tercera edición de la obra, vuelta ya un clásico contemporáneo, viene precedida por un prólogo de Raymundo Mier que ofrece una visión panorámica de los ensayos y explica su relevancia en el campo de los estudios sociológicos. ¿Qué clase de sociedad es esta en la que cada vez más gente utiliza su tiempo libre para observar competencias de fuerza y habilidad corporal?, ¿qué representan la búsqueda de la emoción a toda costa, el culto a experimentar “un descontrol controlado de las emociones”, o bien la sed de triunfo y dominación?, ¿cómo se relaciona el deporte con la construcción de la identidad masculina?, ¿qué es lo que deja entrever la violencia que frecuentemente estalla entre los espectadores de las contiendas? Interrogantes como las anteriores son las que motivan la serie de ensayos con los que el llamado padre de la sociología figurativa y su discípulo Eric Dunning dieron un giro crucial a la manera en que las ciencias sociales se aproximan al deporte. Mediante la publicación de estos textos en los años sesenta y setenta los investigadores indagaron en la historia y en implicaciones distintas de las prácticas deportivas —desde la antigua Grecia y hasta fenómenos como el de los Hooligans— y, apoyados en la teoría sociológica del proceso de la civilización lo mismo que en perspectivas antropológicas, psicológicas y biológicas, desarrollaron una auténtica teoría del ocio a partir de una de sus expresiones más omnipresentes. Dirigido a los primerísimos lectores, Yo no soy un conejo se desarrolla en torno al fenómeno del descubrimiento de la identidad, un proceso que caracteriza la primera infancia y que suele expresarse en algunos juegos infantiles. A través de la imagen y de un texto breve que constantemente se contrapone a ella, con guiños y chispazos humorísticos los autores narran el juego que propone el personaje: un conejo que niega su identidad al asegurar ser un “zombi alienígena mutante”. Así, conforme avanzan las páginas, va creciendo en el lector la curiosidad por descifrar lo que las ilustraciones sugieren: ¿son ésas las orejas de un conejo o los tentáculos de un extraterrestre? A través de sus descripciones, en la ficción que construye en torno a sí mismo, el conejo lucha por proyectar en su entorno un mundo imaginario en el que, al final, la realidad irrumpe de pronto, cuando él descubre que su vecina es una linda conejita. Quizá, después de todo, ser un conejo tal vez también tenga su chiste… Esta obra estimula la imaginación de los niños y los incita a concebir otras realidades posibles al llevar el juego de la identidad más allá de las páginas: ¿qué otra cosa podríamos ser si nos dejáramos llevar por la ficción? severa e incluso un tanto arrogante, pero también podría entenderse como una mera estratagema para amplificar las reverberaciones de lo escrito. De manera semejante, al plantear, desarrollar y agotar una manera de leer un verso —su experimento en torno a “Un gato cruza el puente de la luna”, de Paz—, un poema —su elogio técnico de “El brindis del bohemio”—, un libro —la crítica milimétrica con que hace trizas Siete de espadas, de Bonifaz Nuño—, un autor —el Ibargüengoitia elogiadísimo en “La mirada irónica” o el triunfal Gorostiza de “La pica en Flandes”— o un género histórico —su entusiasmo por una antología preparada por José Emilio Pacheco que permite una “Reconciliación con el modernismo”—, Zaid parece seguir un mandamiento que pocos escritores querrían, o podrían, obedecer: no te repetirás. Originales en forma y fondo, sus ensayos resultan por ello siempre frescos. T ambién ha atendido ese precepto al preparar la reedición de sus obras: al dar la bienvenida al lector de La poesía en la práctica, el autor avisa que “escribí estos ensayos por primera vez entre 1963 y 1967. Los he vuelto a escribir varias veces” (las cursivas son mías). Cada nueva publicación de sus textos es, pues, ocasión para hacer pequeños retoques o introducir matices, aunque hay ocasiones en que incluso emprende amputaciones severas o inventa un libro reorganizando las partes de otro, como ocurrió con Tres poetas católicos, que perteneció a Leer poesía cuando se publicó en Joaquín Mortiz y que fue “descubierto” como tal después de haber sido escrito; en veta zaidiana, podríamos imaginar un estudio filológico, odiosamente universitario, que permitiera identificar las preocupaciones, los intereses y aun las influencias del ensayista en los diversos momentos de su vida a partir del rastreo de esas incesantes, maniáticas transformaciones. T ras concluir la lectura de estos trabajos queda la placentera sensación de que el propósito último de Zaid es demostrar que poesía y práctica son de alguna manera sinónimos. “Un hombre creador que no es práctico en un mal artista. Un hombre práctico que no es un creador, no es un hombre práctico, es un burro de noria.” ¿Para qué queremos una foto de este autor espectral si en frases como éstas, en los libros que venimos comentando, está su verdadero rostro? Zaid se planteó a sí mismo, desde la redacción de su tesis de licenciatura y de los muchos ensayos publicados en su momento por el Fondo, un programa de vida intelectual que se ha ido cumpliendo con precisión. Ha sabido mover su centro para definir cada vez una nueva periferia: desde la estadística practica la exégesis literaria, desde la etimología describe la política contemporánea, desde la eficacia empresarial sugiere cómo entregarse al hedonismo del intelecto. Lo supieron el estudiante veinteañero y el ensayista cuarentón, lo sabe el escritor octogenario: “ser persona es precisamente hacerse cargo de sí mismo como un ser abierto, desbalanceado, gravitante hacia la comunión personal, hacia la vida inspirada”. los primerísimos Ilustraciones de Natalia Colombo 1ª ed. 2014; 36 pp. 9786071619709 $65 TOMÁS GR ANADOS SALINAS 21 Ilustración: B O C E TO S Y A U TO R R E T R ATO D E F E R N A N D O G O N Z Á L E Z G O R TÁ Z A R COSECHA 1934 R ES EÑA GONZÁLEZ GORTÁZAR, ARQUITECTO: TEORÍA Y PRÁCTICA Reproducimos aquí el texto que Federico Álvarez, el gran maestro y editor, leyó en la presentación de Arquitectura: pensamiento y creación, el libro más reciente de Fernando González Górtazar. Como comprobará el lector, estos párrafos son una feliz cátedra sobre el espacio, el deterioro, el arte y las ideas detrás de cualquier construcción humana F E D E R I C O Á LVA R E Z R uego que me disculpen por los breves minutos que he tardado en incorporarme a esta mesa de presentación del libro de nuestro ahora más admirado amigo Fernando González Gortázar, Arquitectura. Pensamiento y creación. Estaba abajo en la exposición de las esculturas y dibujos de Fernando que justifican, en cierto modo, este precioso libro, y se me estaba ocurriendo la idea de escapar, de huir de este compromiso contraído con ustedes, pues los papeles que aquí traigo apenas nada pueden decir de tanta maravilla. Pero, en fin, se trata ahora de un libro, de la reflexión que ha surgido en torno a la creación que tan cortos de tiempo hemos admirado en la exposición, y el lenguaje ahora verbal, la palabra, pide siempre diálogo, y, en nuestro caso, diálogo difícil. Porque, aun tratándose de un libro, no podré decirles, en los minutos que me toca hablar, cuánto me ha sugerido este libro excepcional, cautivante desde las primeras líneas, lleno de talento, de originalidad y de expresividad. Subrayo lo de la expresividad porque en cada párrafo aparece seductoramente el estilo personal, 22 arrollador, inimitable, de Fernando González Gortázar. Quienes conocemos a Fernando (lo conocí hace algunos años en esa casa de la amistad que es la de Vicente Rojo), sabemos de su carácter singular, inquieto, seguro de sí mismo, impetuoso a veces, llevando siempre su verdad por delante, dispuesto al afecto y al diálogo abierto en el que brilla siempre su rápida inteligencia y esa cultura acumulada en sus continuos viajes por todo el mundo puesta de manifiesto en sus sorprendentes y agudas intuiciones. En este libro se ve hasta qué punto Fernando goza de una sensibilidad alerta ante la finura más escondida en una obra maestra; se descubre que lo mismo puede rabiar ante una banqueta agrietada que conmoverse ante los asombrosos hallazgos de la artesanía africana en algún mercado mozambiqueño. Y esa conmoción o ira ante la belleza o ante el destrozo del entorno urbano se expresa especialmente, a lo largo de todo el libro, de manera teórica o sensible, hacia la naturaleza, a la que concede el privilegio del lenguaje, y hacia la belleza. Fernando siente con hondura y visible solidaridad humana, pero también piensa con consistencia que, a pesar de sus querencias irracionalistas, el arte é cosa mentale. Todo esto nace de múltiples factores afortunados que se exponen en la penúltima conferencia del libro, donde, a grandes rasgos, el autor expone las circunstan- AGOSTO DE 2014 COSECHA 1934 GONZÁLEZ GORTÁZAR, ARQUITECTO: TEORÍA Y PRÁCTICA cias de su vida desde la infancia en su Guadalajara adoptiva, en el seno de una fami- nando. Aquí hay, creo, una actitud temperamental, más que una apuesta de trabajo: lia acomodada y culta, sus estudios de arquitectura en nuestra Universidad, sus una actitud inescapable del arte que paralelamente le lleva a pensar en una gran sínmaestros a los que más debe, su obsesión por los viajes (a Nueva York, sí, pero tam- tesis de la intención artística, a defender la existencia de lo cursi, lo kitsch, lo camp, la bién, con mayor frecuencia, a África del Sur y al sudeste asiático, buscando pueblos cursilería que en palabras citadas del doctor Gómez Robledo, es “lo exquisito falliy arte distintos, y acumulando intuiciones estéticas apropiables); sus continuas do”. Podrían añadirse muchas opiniones parecidas: las de Gómez de la Serna. El aulecturas desde la adolescencia, y, muy especialmente, su amor primordial a la tor concluye: hay que ver si es una cursilería buena o mala. música. Esto refleja (no quiero pronunciar la palabra “eclecticismo” temeroso de llevar Sabemos que la arquitectura y el urbanismo consisten en construir casas, y ha- el debate por camino equivocado) la apertura de González Gortázar a todos los hocer parques y ciudades, hacernos feliz la vida cotidiana. Pero, en realidad, no sé si lo rizontes. ¿Acaso no nos gusta un bolero de Agustín Lara o de María Greever o de sabemos. Andamos buena parte del día en las calles de una gran ciudad, de una ver- Gonzalo Roig? Como nos sucede a tantos, en la música encontramos la clave que dadera capital de entre las mayores del mundo, pero, muchas veces, apenas si nos abre casi todas las puertas. También en Fernando. Y ahí está para demostrarlo la fijamos en otra cosa que no sean sus incomodidades. antología que de la música popular (popular urbana, no la siempre reconocida En tal sentido, creo que el libro que presentamos se podría dividir en tres partes. campesina tradicional) que ha confeccionado, con un buen gusto sin tacha, el proUna primera parte donde prevalece lo teórico, una segunda parte de carácter más pio Fernando González Gortázar. pragmático y una última conferencia, de no menor interés, de preguntas y respuesEntramos en los problemas que relacionan intrincadamente la cultura y natutas intercambiadas con el muy numeroso público. raleza y a ambas con la belleza. Tuve un profesor que, no sin cierta sorna, nos decía Si habláramos del espíritu general del libro, y para definirlo de manera viva y en el bachillerato que la naturaleza era todo lo que no era cultura, y la cultura todo concreta, diría que el libro de Fernando me recuerda una anécdota de hace acaso lo que no era naturaleza. Parecía la desnuda sabiduría. Luego añadía: la naturaleza medio siglo, caminando con José Emilio Pacheco, cerca ya de la revista Siempre!, es todo lo que ha hecho dios (montañas, ríos, volcanes, precipicios, inundaciones, donde participábamos en la redacción del inolvidable suplemento dirigido por Fer- universos, células y átomos) y la cultura (muy antropológicamente) lo que había nando Benítez y diseñado por Vicente Rojo: La Cultura en México. Tropezó José hecho el hombre (la cuchara, la casa, el arco y la flecha, la lira, el piano y las sonatas Emilio en una fractura de la banqueta y siempre listo para la reflexión, frunció el para piano, y pinturas, y poesías, etc.). Partiendo de dicotomía semejante decía ceño y dijo en prosa lo que todos sabemos de uno de sus más bellos poemas: “Vivi- Heidegger que los científicos no piensan, solamente descubren cosas que ya exismos en una ciudad agresiva, inhabitable, ruidosa, injusta, llena de papeles y basura, ten, y los artistas, por el contrario, piensan, sienten, hacen lo que no existe hasta yerbajos, charcos, con casas feas de puertas de lata pintadas de negro con cuatro entonces: la Acrópolis, Las Meninas, Ana Karenina o los murales de Orozco en el cristales rotos...” (hizo una pausa, desfrunció el ceño, alzó las cejas y concluyó: “Y, Palacio de Gobierno de Guadalajara, que, al igual que a Fernando, siempre nos sin embargo, es el único lugar donde podemos vivir, y en el que pensamos constan- deslumbran. temente cuando estamos lejos de él. ¿Qué tiene esta ciudad tan desagradable, para Sin embargo, Fernando, persiguiendo con fruición esa identidad entre sensibilique la amemos tanto?” Me quedé callado pero a mí, con una sensibilidad todavía de dad y reflexión, esa universalidad abierta al gozo de la belleza, esa gran síntesis geexiliado, me empezaba a pasar ya lo mismo, como a tantos de nosotros. Y, precisa- neral imposible, concede a la naturaleza la cualidad de la buena fe y una reconocimente, a González Gortázar: ama con pasión esta ciudad, pero lamenta en cada pá- ble intención estética, e identifica naturaleza y cultura porque exhiben la belleza gina sus horrores (como él mismo dice). que una y otra nos brindan haciéndonos a la vez sus creadores (los creadores de esa En la segunda parte, que he distinguido, tal vez arbitrariamente, llamándola belleza que provoca nuestro reflejo). pragmática, es donde estudia el autor esos problemas urbanos que son fundamenFernando entra en un terreno polémico: el de la subjetividad en el arte. Él sabe tales pareciendo nimios: banquetas estrechas, rotas, tendajones que las invaden, que lo primero que hay que enseñar en un curso de estética es —desde el primer ambulantaje, talacherías sucias, letreros pintados de cualquier modo, tamaño, y día— la inconmovible objetividad de la obra de arte. Toda obra de arte es, antes color, a diferentes alturas, paredes que llevan años sin ser lavadas, postes torcidos que nada, un objeto. Pero ya sabemos que todo objeto de belleza tiene que haber que sostienen una red caótica de cables eléctricos, papeles medio rotos a medio pe- sido creado por un artista, por un sujeto, y que ese sujeto es único y consciente de gar, entradas desconchadas de estacionamientos sucios, enormes “espectaculares sí mismo. En el campo de la ciencia hay cientos de científicos persiguiendo la solu“ (así les llaman cínicamente) que nos tapan el cielo, etcétera. ción al terrible (y objetivo) problema del sida y a otros semejantes. Acabarán desEsta segunda parte es de una enorme riqueza, llena de ejemplos que de repente cubriéndolo varios a la vez. Pero en el campo del arte es absurdo pensar que varecordamos, comentarios inteligentes apuntando soluciones bien pensadas, lúci- rios escritores están, en distintos países, dando fin a una misma novela. Y es aquí das, practicables, que leemos diciendo con la cabeza que sí, que en efecto, es así, que donde vienen arrolladoramente, en ese su estilo vehemente y, al mismo tiempo, ojalá se pudieran discutir en algún lugar. Pero, ¿hay algún foro ciudadano para de- firme y seguro de Fernando González Gortázar, la intuición, el instinto, el gusto, batirlas y corregirlas? la pasión, la vivencia, la experiencia, lo sensible y lo inteligible, para dar otra vuelGonzález Gortázar no olvida nunca la faceta social de todos estos aspectos de la ta de tuerca a esa universalidad infinita del arte y de la belleza que se puede ejemarquitectura urbanística. En el D.F. se fija dolorosamente en la pobreza reinante, plificar en la Acrópolis (pero también, al mismo tiempo, su absoluta coseidad, oben las casas precarias amontonadas, y en la prepotencia del dinero, las mansiones jetiva, material, terrena y grávida como las banquetas rotas de la calle o el enjamlujosas en colonias cercadas. Cuando leí su denuncia de la privatización de la ciu- bre de cables sostenidos por hileras de postes sobre nuestras cabezas). Hay un dad, los “feudos” los llamo yo, en los que un grupo de vecinos poderosos consiguen momento en el que él mismo se define: “... la arquitectura es como una hélice o un del gobierno del Distrito Federal que el conjunto de sus casas sea, con todo y par- helicoide en el espacio que, vista desde cierto punto, regresa al mismo sitio, pero que público incluido, convertido en espacio propio, cerrando con casetas de policía desde otro se ve que siempre se está prolongando y moviendo hacia delante”. (Es y con flechas y hasta con muros, las calles de acceso, aplaudí con fuerza en mi fuero curioso: se trata de la misma definición que Engels da de la historia: da vueltas reinterior. ¿Cómo puede suceder eso?, me he preguntado muchas veces. Fernando pitiendo semejantes sucesos —como una espiral— pero cada vez en un nivel más pide la creación de una Procuraduría Urbana, que debata y castigue estas insolen- alto). Parece —concluye Fernando— que regresa al mismo sitio. Parece. Y ello me tes arbitrariedades, y que es seguro que nunca veremos funcionar. Todo tiene en acerca —en una vuelta del autor a la realidad— a la idea imposible de eternidad. esta parte del libro su señalamiento crítico y técnico (y, sobre todo, irritado), que “Lo mismo es siempre nuevo y lo nuevo es siempre lo mismo.” Es la tradición, abre nuestra reflexión a no pocos aspectos de nuestra ciudad que acaban siendo ig- pero no la tradición del tradicionalismo, sino la tradición que inexorablemente se norados a fuerza de vivirlos. hereda. El arte se hereda. No siempre avanzando. Y viene la gran pregunta que Caminarla, experimentar en sus calles el satisfactorio, a veces, ejercicio peato- tantas veces se ha hecho: el arte que se hereda, ¿mejora en el tiempo? ¿El arte pronal, me recuerda otra anécdota que tal vez Sergio Pitol recuerde. Íbamos los dos gresa? Fernando dice —tal vez melancólicamente—, que no. Es improbable que alpor Tacuba, de Bellas Artes a algún estacionamiento, y yo me quejaba de aquel des- guien alcance la imponente majestuosidad de la Acrópolis o la asombrosa imagiorden comercial callejero. Y Sergio me dijo sentenciosamente: “En esta ciudad hay nación de una tragedia de Shakespeare. El arte no progresa, concluye realistaque caminar levantando la cabeza, mirando hacia arriba los primeros pisos de las mente Fernando. Pero yo me pregunto: ¿cómo es que somos capaces de gozar las casas, donde se descubre, con frecuencia, la belleza olvidada de los viejos edificios obras de Turner, de Cezanne, de Picasso, de Orozco, cuando, ante sus cuadros, de antes”. Sí, es cierto, en el centro de México, en las colonias que lo rodean, es fácil Rafael y Velázquez se hubieran sentido, por lo menos, desconcertados (si no es encontrar muy bellos edificios si se mira por encima de los comercios instalados a que horrorizados)? El arte avanza en la espiritualidad, en la humanidad de los sujetos, en la tal vez permanente elevación de lo moderno, es decir, de lo actual. Es pie de calle. su virtud esencial. El arte —dice González Gortázar—, nos hace mejo¿Son edificios antiguos o son edificios contemporáneos? ¿Deben deres: heredamos y dejamos en herencia. Es la espiral de Engels y el helirruirse unos u otros para alcanzar una armonía urbanística? Fernancoide de González Gortázar. Pero hay un pasaje en que Fernando grita: do González Gortázar defiende el derecho de la belleza a la vida y, sea “¡pero cuidado con el subjetivismo excesivo!” Conoce como arquitecto moderno o antiguo, no está en contra de que vivan juntos. Es una cay escultor la exigencia del equilibrio. Como Anteo, toca la tierra. racterística notable de este libro: su autor es un claro defensor de la Ojeando el libro después de leído, y viendo los preciosos dibujos que lo tradición viva, y le parece muy bien la relación inteligente de lo viejo y adornan, he repensado una vieja idea que defiendo en mis cursos: los nalo nuevo. Pone el ejemplo de la pirámide de Castillo de Teayo, en Verarradores y ensayistas piensan con el lenguaje, con imágenes verbales; los cruz, y yo añadiría el de la pirámide de Tenayuca (tan bella como poco pintores, escultores y arquitectos piensan al dibujar, no con imágenes conocida), incrustada (oculta casi) en una pequeña plaza, bulliciosa los verbales, sino con imágenes visuales o plásticas. Una curva pensada por domingos, rodeada de modestas construcciones clasemedieras (lo desun artista deja de ser una palabra. Por eso, hay sentido en la arquitectura, cribió Elenita Poniatowska, hace ya muchos años, en un libro muy bepero no significado. No hay un código que rija esas líneas. Lo hay cuando, ARQUITECTURA: llo —uno de sus primeros libros acaso— ilustrado, con aquella su natuPENSAMIENTO como Fernando González Gortázar, el artista toma la pluma y escribe los ral seducción, por Alberto Beltrán). Eso explica tal vez su defensa, la Y CREACIÓN conceptos que llevan a la arquitectura del encuentro al entendimiento, a de Fernando, del surrealismo, que me resultó al principio, extraña. un terreno de debate verbal en el que, como esta vez González Gortázar, ¿Un arquitecto surrealista? FERNANDO nos hace pensar hondamente con palabras lo no verbal. No creo que ¿Qué fue el surrealismo? (y entraríamos así en lo que he llamado parte GONZÁLEZ haya, como suele decirse —y esto provocará sin duda debates— un lenteórica): una convulsión, dijo Breton y repite Fernando: “la belleza será GÓRTAZAR guaje de la pintura, de la música o de la arquitectura. Pero este libro “traconvulsiva o no será”. Siempre he creído, en efecto, en la oportunidad del duce” esa profunda densidad del saber estético no verbal, al lenguaje, a la surrealismo en la poesía, en la pintura y en el cine. No en la novela ni en la palabra. Por eso resulta tan exultante y gozoso.W Tezontle arquitectura (aunque hay muestras). Pero el surrealismo fue, sí, una con1ª ed., 2014; 275 pp. vulsión, pasajera, pero una convulsión decisiva. Eso sintieron entonces 978 607 16 2030 9 Federico Álvarez, académico y editor, es autor muchos artistas: una continua rebelión, invención, sorpresa que renueva $190 de Una vida. Infancia y juventud (CNCA, 2013). y derrumba y conmociona. “Yo creo muchísimo en ella”, concluye Fer- AGOSTO DE 2014 23 ¡La Gaceta en tu iPad! Además de los contenidos de la versión impresa, en la app podrás encontrar imágenes adicionales, documentos sonoros y enlaces a notas complementarias que enriquecerán tu experiencia de lectura