3. los fueros vascos ante la constitución

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LIBEßALlSMO Y F U E M O
EN EL PAÍS VASCO (ia »i 876)
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IBED/VUÍMO Y FUEDISMO
EL PAÍá) VAéCO (1808-1876)
CUADERNOS
“SANCHO EL SABIO”
T exto: C oro R ubio Pobes.
D iseño: A ntonio C iprés
Ilustración de cubierta: El general R iego. G rabado del siglo X IX . M useo M unicipal de
M adrid
Ilustraciones y Fotografía: Fundación S ancho el Sabio
C aja Vital K utxa
Colección del Senado
M useo Zum alakarregi
D iccionario biográfico d e parlam entarios de V asconia
Colección P ública del M useo de Bellas A rtes de Á lava
© Fundación C aja V ilal K u tx a. 2(X)2
E d ita; Fundació n S a n c h o el S a b io
P a s e o de la S enda, 2
P atro c in a : M in isterio d e E d u c a c ió n , C u ltu ra y D e p o rte
0 1 0 0 7 V IT O R IA -G A S T E IZ
T e l.9 4 .‘)-147800
F ax945-14(X )9 l
I.S .B .N . 84-9 3 1 9 0 0 -2 -0
D .L . V l-523-0 2
Im p reso e n E V A G R A F S. C o o p . Ltda.
I N D I C E
1. ILUSTRACION Y L IB E R A L IS M O ...............................................
2. LOS PRIMEROS PASOS DEL LIBERALISMO VASCO . . . .
3. LOS FUEROS VASCOS ANTE LA CONSTITUCIÓN ...........
4. EL FUERISMO DURANTE EL REINADO ISABELINO . . ..
5. LA CRÍTICA LIBERAL A LOS FUEROS
Y EL GIRO CONSERVADOR DEL LIBERALISMO VASCO
6. LIBERALISMO Y FUERISMO ENTRE 1868 Y 1876 .............
1. ILUSTRACION Y LIBERALISMO
El lib era lism o , la id eología más
cara cterística del siglo XIX, luchó
con tra
el
A n tigu o
R égim en
enarbolando los principios de libertad,
iguald ad an te la ley y sob eran ía
nacional y transformó Europa en las
primeras décadas del siglo XIX. Los
ejército s n apoleón icos ayudaron a
propagarla. Grabado de las guerras
napoleónicas. Fondo Caja Vital Kutxa.
El liberalism o, la nueva propuesta ideológica del siglo XIX regida enteram ente
por la idea de libertad, fue uno de los grandes hechos de aquella centuria, a la
que dio un m archam o característico. Se presen tó ante sus contem poráneos
com o una doctrina subversiva que predicaba la superación del orden existente,
el A ntiguo R égim en, y la co n stru cció n d e otro nuevo e d ific ad o sobre los
principios de libertad, igualdad ante la ley y soberanía nacional. C on este
carácter transform ó Europa en las prim eras décadas de la centuria, pero una vez
en el poder se hizo conservador y pasó a ser el blanco de las críticas de una
nueva fuerza revolucionaria, la dem ocracia, que com batió contra él en nombre
de la ig u ald ad de hecho - n o sólo de d e r e c h o - y la so b eran ía popular. La
dem ocracia fue heredera del liberalism o, receptora de su legado intelectual e
institucional, del m ismo m odo que éste lo fue de la Ilustración, la filosofía del
progreso fundada sobre los principios de racionalism o y naturalism o que se
desarrolló en el siglo X V llI. En aquel “ Siglo de las luces” la fe en la razón
hum ana y el ideal de lo natural -fre n te a lo so b ren atu ral- lo invadió todo y
marcó nuevos rum bos para la econom ía, la estructura social, el gobierno, las
ciencias y la religión. Pero la Ilustración fue ante todo un m ovim iento de
divulgación y aplicación práctica de los grandes principios establecidos por la
filo so fía y la in v estig ació n c ie n tífic a del sig lo X V II. E ntre ello s los del
em pirism o inglés y su actitud escéptica ante la m onarquía, la religión y las
instituciones tradicionales; las ideas de Newton y Locke sirvieron de base para
un p ro lo n g a d o m o v im ie n to c rític o q u e d e s d e los sa lo n e s p a ris in o s - l a
Ilustración se m antuvo alejada de las universidades y academ ias oficiales donde
chocaba con la resistencia del Estado y las autoridades- se popularizó gracias a
la labor de divulgación que realizaron un g rupo de escritores franceses, les
philosophess entre los que destacaban Voltaire y Diderot, y gracias tam bién al
d esa rro llo de la prensa. D esde F rancia, los p rin cip io s de la Ilu stració n se
ex tendieron por toda E uropa, por España, Italia, Prusia, A u stria, S uecia y
Rusia.
La Ilustración española se caracterizó
por su p ragm atism o, lejan o de las
abstracciones filosóficas francesas o
alemanas, y su compatibilidad con un
cristianismo renovador que hizo de la
reform a de la Ig lesia uno de sus
ob jetiv o s p rin cip a les. El conde de
Aranda y Jovellanos, dos de los más
im p o rta n tes rep resen ta n tes de la
Ilu stra ció n esp a ñ o la . Fundación
Sancho el Sabio.
Francisco Xabìer Munibe, conde de
Penaflorida (1729-1785), fue uno de los
más destacados ilustrados vascos, socio
fu n d a d o r de la R SBA P y d irector
permanente del Seminario de Vergara.
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En E spaña las nuevas orientaciones cien tíficas y filo só fica s com enzaron a
e x p a n d irse en el ú ltim o c u a rto del sig lo X V II, no a tra v é s d e las au las
universitarias - l a universidad valenciana fue en esto una ex c ep ció n - sino a
través de las tertulias que se celebraban en M adrid y algunas ciudades de
Andalucía, Valencia, C ataluña y la costa cantábrica y en las que se com entaban
las obras extranjeras de física, filosofía y m edicina. La Ilustración no se limitó
en España a una m era labor de divulgación de las aportaciones de los grandes
pensadores franceses o ingleses, sino que adquirió características propias al
punto que puede afirm arse la existencia de un verdadero m ovim iento ilustrado
español. Su pragm atism o lejano de las abstracciones filo só ficas francesas o
alem anas y su com patibilidad con un cristianism o renovador que hizo de la
re fo rm a d e la Ig le s ia uno d e su s o b je tiv o s p rin c ip a le s , le o to rg a ro n un
m a rc h a m o c a r a c te r ís tic o . S u b a s e s o c ia l se a lim e n tó d e a r is tó c r a ta s ,
fu n c io n a rio s, e c le siá stic o s, p ro fe sio n e s lib e ra le s, m ilita re s...e in clu so de
algunas m ujeres de la aristocracia, com o la hija del conde de O ñate que llegó
extraordinariam ente a ser doctora en filosofía por la Universidad de Alcalá. El
gallego padre Feijoo o el valenciano Gregorio M ayans fueron dos de sus figuras
más señeras. Junto a Asturias, Salam anca, Valencia o Sevilla, el País Vasco fue
una plaza fuerte de la Ilustración.
La Ilustración vasca tuvo en la Real Sociedad Bascongada de Am igos del País
su plasm ación m ás im portante. Un grupo de nobles guipuzcoanos, Francisco
Xavier de M unibe (conde de Peñaflorida), M anuel Ignacio de A ltuna y Joaquín
de E guía (m arqués de N arros), conocido com o “el triunvirato de A zcoitia” ,
idearon en las tertulias que celebraban en el palacio de Insausti, en A zcoitia, la
form ación de una sociedad dedicada a im pulsar el progreso en las Provincias
Vascongadas. La idea se concretó en un proyecto titulado Plan de una Sociedad
E conóm ica o Academ ia d e Agricultura, C iencias y A ries útiles y Comercio,
adaptado a la econom ía y circunstancias particulares de la M uy Noble y M uy
Leal provincia de G uipúzcoa, presentado a la Junta General de G uipúzcoa del
año 1763. Al año sig u ien te, en el m es de d iciem b re, quedó co n stitu id a la
S o cied ad , a im ita c ió n d e la cual se c re a ro n m ás d e o c h e n ta so c ie d a d e s
económ icas repartidas por toda la M onarquía. Para poder llevar a efecto sus
objetivos, la Real Sociedad Bascongada creó diversos centros docentes en las
tres Provincias Vascongadas, com enzando por las escuelas de letras m enores de
Vergara, Loyola, San S eb astián , V itoria y B ilbao en las que se enseñaban
rudim entos de lengua castellan a, calig rafía, m atem áticas y dibujo con una
v isió n m uy p rá c tic a que p e rm itie se su d ire c ta a p lic a c ió n a d eterm in a d o s
oficios. Pero su m ás im portante realización docente fue la creación del Real
Sem inario Patriótico Vascongado, fundado en noviem bre de 1776 en Vergara a
partir de una escuela provisional que venia funcionando de form a experim ental
desde 1767. El Sem inario, que gozó de protección real, se fundó con el objetivo
de “fo rm ar sujetos para las carreras y profesiones d e inm ediata utilidad al
E s ta d o ” , d e s a rro lló u n a a m p lia la b o r d o c e n te im p a rtie n d o en su s a u la s
m atem áticas, hum anidades, física experim ental, dibujo, quím ica, m etalurgia,
m in era lo g ía, id io m a s (c a ste lla n o , latín , fran cé s y m ás tard e eu sk a ra) p o r
prestigiosos profesores, algunos extranjeros, y realizó im portantes aportaciones
en el cam po de la investigación, tales com o el descubrim iento y estudio del
m etal w olfram io y de las técn icas de obtención de p latin o puro m aleable,
estudios sobre el m ineral de hierro y sobre perfeccionam iento de las ferrerías
vascas, ensayos de vacunaciones, etc. G anó en prestigio y se convirtió en el
cen tro donde se fo rm aban los hijos de las fam ilias m ás im portantes de las
Provincias Vascongadas.
M ás allá de sus realizaciones docentes y científicas, la Ilustración vasca tuvo un
carácter m arcadam ente conservador; no buscó subvertir el sistem a, el Antiguo
Régim en, sino reform arlo bajo criterios de eficacia. Su actitud hacia los fueros
vascos, claram ente favorable hacia su m antenim iento, estuvo acorde con ello.
Pero no faltaron socios de la B ascongada, com o Foronda, Arriquibar, Ibáñez de
la R entería o A guirre, que realizaron críticas dem oledoras del orden heredado
anticipando las que m ás tarde haría el liberalism o progresista, aunque esto no
sig n ific a b a au to m áticam e n te que abogaran p o r la su p resió n de los fueros
vascos. El econom ista vitoriano Valentín de Foronda (1751-1821), m uy influido
por el racionalism o cartesiano, defendió un m odelo de sociedad basado en los
principios de propiedad, libertad y seguridad que habría de conseguirse a través
de la educación, “ la agricultura del espíritu” decía él. Y en esa sociedad los
fueros vascos no term inaban de encajar. Su opinión sobre los m ism os, expuesta
en las C artas escritas p o r Mr. de Fer, un librito publicado en Burdeos hacia
1873, veía en ellos “privilegios” llenos de aspectos negativos, relativos por
ejem plo a la falta de eficacia en la gestión de los asuntos públicos en razón al
dom inio absoluto de una facción en las Juntas y a la falta de preparación de la
m ayoría de los ju n te ro s. C onsideraba en consecuencia n ecesario introducir
serias reform as en ellos, adaptarlos a los nuevos tiem pos, aunque para esto
fu e ra n e c e sa rio v e n c e r la re s iste n c ia d e los n o ta b le s q u e d o m in ab an las
instituciones forales. C on el tiem po, Foronda fue radicalizando sus críticas
hacia los fueros hasta el punto de llegar a sugerir en tiem pos de las C ortes de
C ád iz que la nueva C onstitución en ellas preparada llevara un artículo que
aboliera ex p lícitam en te “ todos los privilegios de provincias, ciudades, pues
todas son españolas, y así no debe ninguna tener ventajas que no logre la otra” .
F oronda sería así el m áxim o exp o n en te de un “ (p re)lib era lism o a n tifo ra l”
V alen tín de Foronda (1751-1821),
ilu stra d o a lavés, m iem bro de la
RSBAP y profesor en el Seminario de
Vergara, autor de numerosos escritos
sobre econom ía y política y cónsul
general de España en Estados Unidos,
fue uno de los más destacados críticos
de los fueros vascos.
Destacados ilustrados como Mariano
Luís de Urquijo (1769-1817) sirvieron
a la monarquía bonapartista instalada
en el trono español entre 1808 y 1813
porque vieron en ella la posibilidad de
hacer realidad las reformas ilustradas.
Urquijo fue secretario de la Asamblea
de Bayona y Secretario de Estado de
José Bonaparte.
v a s c o , m ie n tr a s q u e M a n u e l d e A g u ir r e (1 7 4 8 - 1 8 0 0 ) lo s e r ía d el
“(pre)liberalism o proforal”. A guirre, un m ilitar natural de M unguía influido por
el e m p irism o in g lé s, d e fe n d ió u n m o d e lo de s o c ie d a d m u y p a re c id o al
defendido por Foronda, pero en lugar de poner el énfasis en la educación com o
in s tru m e n to p a ra lo g ra rla , c o n s id e ra b a q u e las so c ie d a d e s e c o n ó m ic a s,
im buidas de espíritu republicano y fraternal, eran el m edio m ás idóneo;“deben
ser - d e c ía - unas antorchas que ilum inen a todas las clases del Estado y un
tribunal que haga conocer y publique los errores y preocupaciones que oprim en
al pueblo y desvían de él la risueña faz o aspecto de la felicidad” . Su opinión
sobre los fueros, expresada en el escrito Respuesta de un viajante a un amigo
q u e le p id ió n o tic ia s d e l S e m in a r io P a trió tic o y d e l P aís B a sco n g a d o ,
p re s e n ta d o en las ju n ta s g e n e ra le s d e la R eal S o cied ad B a sc o n g a d a en
septiem bre de 1780, era m uy distinta de la de Foronda. Para A guirre los fueros
vascos representaban una especie de dem ocracia asam blearia de propietarios,
un c o n tr a to s o c ia l e n tr e h o m b re s l ib r e s a s o c ia d o s lib r e m e n te p a ra
autogobernarse, una expresión del poder soberano del pueblo que los había
alum brado. Su visión estaba influida por el idealism o rusoniano que veía en las
pequeñas com unidades rurales sociedades ideales frente a la corrupción y el
a rtific io urbano, y se alejaba del fo ralism o de su tiem po, que afirm ab a la
existencia de pactos históricos voluntarios entre cada provincia y la Corona de
C astilla, para a firm a r la existencia de un contrato de raíz filo só fic a com o
o rig e n d e los fu e ro s. Los h a b ita n te s d el p aís - a f i r m a b a - se re u n ía n en
asam bleas dem ocráticas en las que se form ó “el código que con el nom bre de
F uero es el ídolo de los v izca ín o s, am an tes de su co n stitu ció n , hija de la
libertad y sencillez con que vivieron en su áspero suelo” .
En las fila s ilustradas m ilitaron por co n sig u ien te hom bres de pensam iento
diverso y la etiqueta de ilustrados escondió una gran riqueza de m atices y
opiniones, tam bién políticas. De ahí que alg u n o s de ellos radicalizaran su
p ensam iento y se aproxim aran paulatinam ente al liberalism o, m ientras que
otros nunca rebasaron el horizonte del reform ism o. De igual m odo, algunos de
entre esto s últim os se h iciero n afrancesados', d estacad o s ilu strad o s com o
U rquijo, M eléndez Valdés o Llórente sirvieron a la m onarquía bonapartista
in stalad a en el tro n o esp añ o l en tre 1808 y 1813 p orque vieron en e lla la
p o s ib ilid a d d e h a c e r re a lid a d las re fo rm a s ilu s tra d a s . S us c o n v ic c io n e s
ilustradas les llevaron a defender un régim en m onárquico con una autoridad
fuerte que veían sólo posible en m anos de José Bonaparte, <ina autoridad que
im p id ie ra e x c eso s re v o lu c io n a rio s a im ita c ió n de F ran c ia p e ro a la vez
prom oviera las reform as que el país necesitaba; es decir, dentro de los límites
del despotism o ilustrado que defendió com o form a idónea de gobierno político
la Ilustración. Pero aunque la mayoría de los ilustrados, afrancesados o no, se
m antuvo dentro de los lim ites del reform ism o, tam bién hubo un grupo m ás
progresista que d esarrolló desde finales de los años 80 del siglo X V III una
conciencia prerrevolucionaria; León de Arroyal fue uno de sus m ás destacados
representantes. Subyugados por el m odelo de sociedad inglesa, entendida de
m anera id ealizad a com o m odelo de lib ertad frente a todo residuo feudal e
incluso frente al m ism o despotism o político que defendía la Ilustración, se
lanzaron a una dura crítica de la sociedad estam ental, de la nobleza, del clero y
de la m onarquía absoluta desafiando el orden establecido. Ferm entó así en el
seno de la Ilu strac ió n un lib era lism o tem p ran o q u e re c la m a b a u n a nueva
sociedad basada en un código constitucional inviolable y un m odelo político
basado en la división d e poderes y la so b eran ía nacional y que h izo a sus
defensores receptivos ante las ideas de la Revolución francesa que penetraron
en la Península Ibérica burlando los cordones sanitarios establecidos desde
1791 en la frontera por Floridablanca, m inistro de C arlos IV.
Las ideas liberales penetraron en el
País Vasco tempranamente gracias a
su actividad mercantil; manuscritos,
folletos, libros y prensa llegaron a los
puertos vascos cam ufladas por los
métodos más ingeniosos para burlar la
vigilancia del gobierno. Vista de San
Sebastián. Fondo Caja Vital Kutxa.
2. LOS PRIMEROS PASOS DEL
LIBERALISMO EN EL PAÍS VASCO
Durante la ocupación napoleónica tuvo
lu g a r uno de los a co n tecim ien tos
d ecisiv o s para el d esarrollo y
articulación del liberalismo vasco: la
emergencia de la opinión pública. En
1813 fueron editados dos pioneros de la
p ren sa vasca; E l b a scongado y el
Correo de Vitoria, en cuyas páginas se
trataba de fom entar *‘el am or a la
Constitución”. Grabado representando
la redacción de un periódico. Museo
Zumalakarregi.
Las ideas liberales penetraron en el País Vasco tem pranam ente y con cierta
facilidad debido a su actividad m ercantil; m anuscritos, folletos, libros y prensa
burlaron sin gran d es problem as los co rd o n es san itario s estab lecid o s en la
frontera, com o lo evidencian las denuncias de los com isarios inquisitoriales y
las diversas requisas de publicaciones francesas que llegaban a los puertos
vascos cam ufladas por los m étodos m ás ingeniosos -co sid as en el interior de
los forros de los chalecos por ejem p lo -. El com isario G am ón destinado al
puerto de San Sebastián escribía en 1789: “ los im presos y m anuscritos que
corren aquí desde el mes de julio son correspondientes a los sucesos presentes
en Francia y su Asamblea General. Se ve inundada la ciudad de esta especie de
papeles, que fa cilita su com ercio, situación en la frontera y su población,
com puesta en gran parte por los de aquella nación, que los aplaude y celebra en
su conversación” . A dem ás, las fam ilias m ás sobresalientes de la burguesía
mercantil vasca enviaban a sus hijos a form arse al extranjero, especialm ente a
Francia, y allí entraban en contacto con las nuevas ideas que luego discutían en
cafés y tertulias de sus ciudades de origen. Los em igrados españoles en Bayona
por causas políticas tam bién contribuyeron a propagar las ideas revolucionarias,
e igualm ente ayudaron a ello las experiencias de la guerra de la Convención
(1793-1795) y de la ocupación napoleónica de 1808-1813.
P r e c is a m e n te d u r a n te la o c u p a c ió n n a p o le ó n ic a tu v ie r o n lu g a r d o s
acontecim ientos que resultaron decisivos para el desarrollo y articulación del
liberalism o vasco: la em ergencia de la opinión pública y la politización de la
burguesía, al perm itirle el régim en napoleónico acceder al poder provincial sin
la exigencia del tradicional requisito de hidalguía. En 1813 salió a luz pública
una corriente de opinión de carácter liberal, todavía tím ida y m inoritaria, que
tu v o co m o ó rg a n o s de e x p re s ió n a dos p io n e ro s de l a ‘p re n sa v asc a; E l
Bascongado^ un periódico vizcaíno publicado entre diciem bre de 1813 y julio
de 1814, y el Correo de Vitoria, un periódico alavés publicado entre diciem bre
de 1813 y abril de 1814, en cuyas páginas se trataba de fom entar “el am or a la
C onstitución” explicando su articulado o aclarando conceptos com o soberanía
nacional, libertad de imprenta, etc.
El núcleo liberal m ás im portante de las tres provincias, el m ás num eroso y el
m ás b e lig e ra n te lo fo rm a ro n los c o m e rc ia n te s d o n o stia rra s - l o s B ru n et,
C o lla d o , E ch a g ü e, C a lb e tó n , L a s a la ...- ju n t o a un p u ñ ad o d e ab o g a d o s,
escribanos y tam bién algunos propietarios. Estaban directam ente interesados en
transform ar el orden heredado y en acabar con las trabas que el régim en forai
interponía a su desarrollo económ ico y a su prom oción social y representación
política. Agotado el com ercio colonial, necesitaban abrirse al m ercado español
en condiciones com petitivas, para lo que era preciso trasladar la línea aduanera
desde el interior -d isposición ordenada por el fu e ro - a la de costa y frontera,
m ientras que el requisito de hidalguía probada exigido para acceder a los cargos
públicos forales m ás im portantes lim itaba su acceso a ellos, com o tam bién lo
hacían los sistem as de elección de tales cargos y la prohibición específica de
que los abogados pudieran ser procuradores en juntas generales. El liberalism o
guipuzcoano, donostiarra más propiam ente, presentó adem ás la particularidad
de q u e se ex p resó fu n d a m e n talm e n te co m o g ru p o , sien d o su p o rtav o z el
ayuntam iento de San Sebastián. La M em oria Justificativa de San Sebastián
para e l fom ento de la industria y com ercio de Guipúzcoa publicada en 1832
constituyó su expresión ideológica m ás acabada. Escrita por el abogado liberal
progresista C laudio A ntón de Luzuriaga por encargo del Ayuntam iento y Junta
de Com ercio de San Sebastián, revisaba críticam ente los fueros defendiendo su
m u tab ilid ad y d en u n cian d o que tras el cerrad o fo ralism o inm ovilista de la
Provincia no se escondía otra cosa que la defensa de los intereses particulares
de su e lite d irig e n te . Pero el hech o de q u e el lib e ra lism o d o n o s tia rra se
e x p re sa ra co m o g ru p o , no o b sta p a ra q u e se s in g u la riz a ra n d e n tro d e él
p e r s o n a lid a d e s m u y m a rc a d a s c o m o e l a b o g a d o M ig u e l A n to n io d e
Z u m a la c á r r e g u i ( 1 7 7 3 - 1 8 6 4 ) , h e r m a n o d e l g e n e r a l c a r li s t a T o m á s
Z u m a ia c á rre g u i, m ag istrad o del T rib u n al S u p rem o en 1820, m in istro del
Tribunal Suprem o de España e Indias en 1834 y alcalde de San Sebastián en
1840, diputado a C ortes por G uipúzcoa en 1811, 1836-37 y 1839, senador por
Segovia en 1841 y p o r N avarra en 1843 y m inistro de G racia y Justicia en
1842-43; o el tam bién abogado Eustasio de Am ilibia (1801-1864), prim o del
influyente fuerista alavés Pedro Egaña, alcalde de San Sebastián entre 1837 y
1847, diputado forai y provincial en varias ocasiones y diputado a C ortes por
G uipúzcoa en 1853 y je fe político de la provincia en 1837, 1841, 1842, 1853 y
1855. Incluso personajes con un im portante protagonism o en la vida política
e s ta ta l co m o J o a q u ín M “ d e F e rre r (1 7 7 7 -1 8 6 1 ), h a c e n d a d o e in v e rso r
industrial, alcalde de su villa natal. P asajes, en 1817, diputado a C ortes en
El ab ogado M iguel A n ton io de
Zumalacárregui (1773-1864), hermano
del
general
ca r lista
Tom ás
Z u m alacárregu i, m agistrado del
T ribunal Suprem o, alcald e de San
S eb a stiá n , d ip u tad o a C ortes por
Guipúzcoa, senador por Segovia y por
N avarra y m in istro de G racia y
Ju sticia. Formó parte del reducido
grupo de progresistas vascos. Museo
Zumalakarregi.
El liberal p rogresista guipuzcoano
Joaquín M“ de Ferrer (1777-1861),
h acen d ado e in v ersor In d u strial,
alcalde de Pasajes, diputado a Cortes,
senador por Guipúzcoa y por Navarra,
m in istro de H acien d a, alcald e de
M adrid y sec reta rio de E stad o.
D iccio n a rio b io g rá fico de los
parlamentarios de Vasconia.
f
t
1822, 1834 y 1836, senador por G uipúzcoa en 1837 y por N avarra en 1841,
senador vitalicio desde 1847, m inistro de H acienda en 1836, alcalde de Madrid
en 1840 y secretario de Estado en 1840 y 1841; o el m encionado C laudio Antón
de Luzuriaga (1792-1874), ju rista de origen riojano residente en San Sebastián
desde 1821, a donde se trasladó com o ju ez de prim era instancia, diputado por
G uipúzcoa en 1839, presidente del Tribunal Suprem o en 1856, m inistro de
Gracia y Justicia en 1843 y m inistro de Estado en 1854.
En el caso de Vizcaya y Á lava, el liberalism o se expresó de m anera m enos
corporativa, a través de individualidades concretas, aunque unidas en torno a
alguna em presa periodística. En el caso de Álava destacaron Pablo de Xérica
(1781-1841), com erciante, literato, periodista y político, alcalde de Vitoria en
1823 y colaborador del periódico Correo de Vitoria-, M iguel R icardo de Álava
(1 7 7 2 -1 8 4 3 ), m ilita r y d ip lo m á tic o , d ip u ta d o g en e ral de Á lava en 1812,
presidente del C ongreso durante el Trienio, em bajador de España en Francia,
Inglaterra y Países Bajos, senador del reino, m inistro de Estado y de M arina en
1835 y presidente del Consejo de M inistros; Casim iro Javier de Egaña, abogado
y c o n s u lto r d e Á lava; Jo sé A ld a m a (7 -1 8 3 7 ) ab o g a d o y e m p le a d o d e la
diputación; el ad m in istrad o r de correos M anuel G onzález del C am po... El
núcleo liberal alavés se debilitó enorm em ente y prácticam ente desapareció tras
la represión absolutista que siguió al Trienio liberal, conducida en Álava con
mano de hierro por Valentín de Verástegui.
En Vizcaya el grupo liberal, m ás im portante que el alavés, estuvo nutrido por
destacados personajes com o Juan Antonio de Yandiola (1786-1830), diputado a
C ortes por Vizcaya en 1813 y en 1820-23, m iem bro de la Sociedad Lorencini y
presid en te de la S ociedad Fontana de O ro durante el T rienio, teso rero del
M inisterio de Hacienda y m inistro de H acienda; M artín de los Heros (17841859), militar, procurador por Vizcaya en las C ortes del Estatuto Real, ministro
de la G obernación en 1835, diputado a C ortes en 1836, presidente de las Cortes
en 1837 y senador por M adrid en 1838 y de form a vitalicia desde 1849; Pedro
de L e m o n a u ría (1 8 0 1 - 1 8 7 4 ), a b o g a d o , c o m e r c ia n te y u n o d e lo s m ás
im portantes ideólogos del liberalism o vasco, diputado provincial en 1841 y
1843, vocal de la C om isión Económ ica de Vizcaya en 1841 y diputado suplente
a C ortes en 1836; Víctor Luis G am inde (1814-1870), com erciante bilbaíno que
evolucionó desde su inicial p rogresism o a po stu ras m ás tib ias próxim as al
fuerism o, secretario de la diputación vizcaína durante el trienio esparterista,
director y redactor del periódico E l Vizcaíno Originario', Pedro Pascual Uhagón
(1786-1839), com erciante; S otero de G oicoechea (1789-?), com erciante; el
p re s b íte ro A n a c le to D íaz d e M e n d ív il... L os c o m e rc ia n te s b ilb a ín o s se
m o s tra ro n , a d ife r e n c ia d e su s h o m ó n im o s d o n o s tia rra s , a fa v o r d e la
conservación del statu quo existente: “los com erciantes de esta villa, así com o
todos los dem ás vizcaínos vuestros fieles vasallos, aprecian sus leyes forales
con preferencia a todos los beneficios m ercantiles” declaraba el C onsulado de
B ilb ao en o ctu b re de 1828. Los c o m e rc ia n te s b ilb a ín o s - c u y a a c tiv id ad
m e rc a n til no s u fría la m ism a situ a c ió n c rític a q u e la d o n o s tia r r a - eran
librecam bistas, com o reflejan los artículos de fondo publicados en E l Bilbaíno,
periódico político, literario y m ercantil cuyas divisas eran “Isabel II, Orden,
Libertad”, y el librecam bio era para ellos com patible con el m antenim iento del
rég im en foral de V izcaya, en cuyas institu cio n es ten ían adem ás invertidos
im portantes capitales (red viaria, em préstitos a la diputación, etc).
Los p rim e ro s c irc u io s lib e ra le s v asc o s co m e n z a ro n a a rtic u la rs e en San
Sebastián, B ilbao y V itoria en torno a tertu lias, com o la de la casa de los
C o lla d o en el San S e b a stiá n d e p rin c ip io s d e sig lo o la d e La B alandra
don o stiarra del T rienio, y a im prentas y editoras de prensa, com o las de El
Bascongado de Bilbao, el Correo de Vitoria en la capital alavesa, o la im prenta
de Ignacio Ram ón Baroja en San Sebastián, y m ás tarde, en el Trienio, la de El
Liberal G uipuzcoano o E l Vizcaíno originario. Tertulias y editoras de prensa
estuvieron íntim am ente unidas; de hecho, la idea de la publicación del Correo
de Vitoria nació en una tertulia liberal vitoriana que se reunía en diferentes
cafés para leer y com entar los papeles públicos y a la que solía asistir el que fue
su redactor principal M anuel G onzález Cam po. El Liberal Guipuzcoano nació
ig u a lm e n te en u n a so c ie d a d p a trió tic a . L a B a la n d ra , c o n s titu id a en San
Sebastián en mayo de 1820 bajo la presidencia de José M aría Labayen y siendo
su sec retario Jo sé E lias de L egarda, uno de los p rin cip ales red acto res del
periódico. La Balandra, que fue la m ás im portante de las sociedades de este
tipo creadas en el País Vasco, había sido fundada con el objeto de que sus
so cio s se ilu straran con la lectu ra de los p erió d ic o s y la d iscu sió n de las
cuestiones candentes, pero tam bién con el de “velar sobre la observancia de la
C onstitución, dando parte a las autoridades de las infracciones que observe”
adem ás de “contribuir a difundir el mérito, ventajas y utilidad de nuestra sabia
C o n stitu c ió n , a rem o v er los o b stá c u lo s q u e im p id an su rá p id a m arc h a y
prevenir en lo posible su trasgresión”.
El liberalism o vasco saltó a la arena política con ocasión de los dos prim eros
ensayos constitucionales, expresándose a través de la prensa y publicística, de la
M ilic ia N a c io n a l V o lu n ta ria y, en el c a s o d o n o s t i a r r a , ta m b ié n d el
ayuntam iento, pues en San S ebastián, el m ism o grupo de liberales form aba
parte del ayuntam iento, de la M ilicia Nacional y de las tertulias liberales. Ahora
bien, durante las dos prim eras experiencias constitucionales confluyeron en las
fila s del lib eralism o vasco hom bres de heterogén ea ex tracció n social y de
Miguel Ricardo de Álava (1772-1843),
militar y diplomático, fue uno de los
más destacados liberales alaveses y
tuvo una brillante carrera política: fue
diputado general de Álava, embajador
de España en Francia, Inglaterra y
P aíses B ajos, sen ad or del reino,
m in istro de E stado y de M arina y
presidente del Consejo de Ministros.
Fondo Caja Vital Kutxa.
Uno de los más importantes ideólogos
del liberalism o vasco fue Pedro de
Lemonauría (1801-1874), abogado y
comerciante vizcaíno, presidente de la
empresa minera “La Bilbaína”, autor
d el E n sayo c rític o so bre las leyes
constitucionales de Vizcaya (1837) y del
Bosquejo sobre el origen y naturaleza de
los usos, costum bres y fu e r o s de las
P ro v in c ia s V a scongadas (1869) y
colaborador del periódico liberal E l
V izca ín o O rig in a rio , p ub licad o en
Bilbao entre 1841 y 1843.
cosm ovisiones bien distintas que tras el Trienio liberal -q u e fue un periodo
decisivo en la clarificación de posturas ideológicas no sólo en el País Vasco
sino el conjunto del E stado- siguieron cam inos separados.
Resulta ilustrativo a este respecto el caso de M anuel José de Zavala, conde de
V illafuertes (1772-1842), influyente patricio guipuzcoano y uno de los m ás
rico s te rra te n ie n te s vascos, q u e tuvo a su cargo la in stalació n del p rim er
ré g im e n c o n s titu c io n a l en G u ip ú z c o a - e n c a b e z ó la p rim e ra d ip u ta c ió n
constitucional de la provincia y fue su prim er jefe po lítico - y que nuevamente
ju g ó un papel determ inante en el régim en del T rienio, volviendo a ocupar
am bos cargos. La trayectoria ideológica del conde de Villafliertes ejem plifica la
de m uchos otros notables vascos de form ación y pensam iento ilustrado que
habían aceptado con positiva expectación la llegada del orden liberal y que en
el Trienio se habían desengañado de aquel prim er liberalism o progresista cuya
aplicación práctica se traducía en el desm antelam iento del régim en foral -la s
aduanas fueron trasladadas a la costa, se incluyó a las V ascongadas en los
repartos fiscales y levas m ilitares y se extendió a ellas la nueva organización
ju d icial-. Com o explicaba en 1831 el com isionado regio en G uipúzcoa Antonio
M aría de Ubach -regente del Consejo Real de Navarra que fue enviado en 1831
a G u ip ú zc o a para in v estig ar c ie rta s d en u n c ia s so b re la o cu p ació n con el
consentim iento de la Diputación de cargos concejiles por liberales que habían
pertenecido a la M ilicia N acio n al- había que distinguir entre “constitucionales
de opinión” y “constitucionales de partido” ; los prim eros eran los verdaderos
lib era le s m ien tras que los seg u n d o s hab ía fo rm ad o p a rte de las p rim eras
instituciones constitucionales y de la M ilicia Nacional por interés propio, para
conservar un poder que creyeron les iba a ser arrebatado, de ahí la paradoja de
que aquí “existiera un partido constitucional más num eroso que en ninguna otra
parte de España, pero en ninguna sin duda había dejado m enos adictos a la
C onstitución” . C iertam ente para cuando llegó la tercera y definitiva experiencia
constitucional las filas del liberalism o vasco se habían adelgazado depuradas de
estos elem entos. Los notables “constitucionales de partido” habían abjurado ya
a estas alturas de veleidades liberales, habían com prendido que bajo el régimen
liberal corrían peligro los fueros y por ende su estatus en la sociedad, y pasaron
a engrosar las fila s fueristas. A su izquierda quedó un círculo reducido de
liberales progresistas y a su derecha, el carlism o. Esos “constitucionales de
p artido” com o V illafuertes, o los alaveses íñigo O rtés de Velasco y Ram ón
O rtiz de Z árate, o los v izcaínos G regorio de Lezam a Leguizam ón y Pedro
Novia de Salcedo, se convencieron tras las dos prim eras experiencias liberales
de q u e en los n u evos tie m p o s q u e les h a b ía to c a d o v iv ir e ra in v iab le la
conservación intacta de ios fueros y que al m enos podían salvarse algunas
tablas del previsible naufragio forai. Así que convirtieron en su bandera política
la in s e rc ió n del ré g im e n fo rai en el n u ev o E sta d o lib e ra l, a c e p ta n d o la
introducción en él de las m odificaciones que resultaran indispensables para
hacer posible la convivencia entre tradición y m odernidad. A lum braron en los
años treinta una nueva ideología, el fu erism o , y la erigieron en alternativa al
liberalism o y al carlism o haciendo más com plejo el panoram a político vasco.
Su nuevo pensam iento fuerista les alejó de antiguas am istades políticas, de
progresistas com o Joaquín M aría de Ferrer en el caso de V illafuertes, y les
abrió a otras nuevas. F errer era un destacado liberal guipuzcoano que, com o
hem os dicho, llegaría a ser m inistro del prim er gobierno esparterista y que en
1836 acu só a V illa fu e rte s d e h ab e r tra ic io n a d o sus p rin c ip io s lib e ra le s a
d iferen cia de él, “a la v ez que gu ip u zco an o buen español y liberal a toda
prueba, y no un ente equivoco entre fuerista y carlista, ni de aquéllos que a
trueque de que existan en su provecho personal sus desm em brados fueros a
m erced de la tiranía no se curan de que ésta cunda y ruede a su placer por la haz
del resto de la península” . A un progresista com o Ferrer le parecía una traición
al liberalism o la posición política de V illafuertes y de otros notables vascos que
abrazaron en los años 30 la causa del flierísmo.
El militar vizcaíno Martín de los Heros
(1 7 8 4 -1 8 5 9 ), lib era l p ro g resista ,
colaborador del periódico E l Vizcaíno
Originario, diputado a Cortes, ministro
de la Gobernación y senador vitalicio.
D iccion ario b io g rá fico de los
parlamentarios de Vasconia.
3. LOS FUEROS VASCOS ANTE LA
CONSTITUCIÓN
El conde de Villafuertes (1772-1842),
rico p ro p ieta rio te rrito r ia l de
Guipúzcoa, diputado foral, jefe político
y procer en las Cortes del Estatuto
Real, fue uno de esos miembros de la
e lite p o lítica v a scon gad a que se
acercaron en un primer momento ai
lib era lism o y p a rticip aron en la
instalación del régimen constitucional
en 1813 y 1820, pero que en los años
treinta se alejaron de él para militar en
las filas del fuerismo.
La m ejor form a de com enzar a hablar de Fueros y Constitución en el siglo XIX
es quizás com enzar por precisar los térm inos, singularm ente explicar qué son
los fueros. Los fueros son un corpus ju ríd ico , gestado en la Edad M edia y
reform ulado posteriorm ente en repetidas ocasiones, resultado de la recopilación
h echa en d istin ta s é p o c as a p a rtir del sig lo X V del c o n ju n to de n o rm as,
ordenanzas, leyes, usos y costum bres (procedentes unas de la jurisdicción real y
otras de la jurisdicción de las herm andades y el Señorío) que regulaban la vida
in trac o m u n itaria y ex tra co m u n ita ria de cada una de las provincias. En su
dim ensión intracom unitaría el fuero regulaba el ejercicio del poder político,
reservándolo a una oligarquía. La base del poder estaba en el ayuntam iento, de
donde salían designados los procuradores a juntas, que a su vez nom braban a
los m iem bros de la diputación y al resto de los cargos forales -ex cep to el de
corregidor en Vizcaya y G uipúzcoa-. Para acceder al cargo de procurador en
juntas había que ser, adem ás de oriundo y vecino de la provincia, m ayor de 25
años, saber leer y escribir e^n castellano y poseer “el arraigo” suficiente, una
fortuna en bienes raíces que, aunque no se concretaba en el caso de Guipúzcoa
y Vizcaya, en Álava se fijaba en 40.000 m aravedíes. Eran los ayuntam ientos
quienes designaban a los procuradores. Para ser diputado los requisitos eran
sim ilares, aunque en Vizcaya estaba expresam ente prohibido que accedieran a
este cargo - y tam bién al de p ro cu rad o r- quienes hubieran desem pañado oficios
m ecá n ico s o fu eran c o m e rc ia n te s al p o r m enor. Y para se r m iem b ro del
ayuntam iento había que ser vecino concejante, es decir, hidalgo probado (en
Á lava so lam en te en los pu eb lo s donde to d o s los v ecinos eran hid alg o s) y
m illarista, variando la cantidad de m illares exigidos en cada m unicipio -e n las
villas pequeñas de V izcaya bastaba con ser p ro p ieta rio -. El fuero regulaba
tam bién las relaciones socioeconóm icas de la com unidad. Establecía un sistema
proteccionista que buscaba garantizar el abastecim iento de productos agrícolas
y de prim era necesidad en unos territorios de agricultura endém icam ente débil
(im pedía la exportación de trigo y perm itía la libre im portación de consum os.
Los primeros círculos liberales vascos
comenzaron a articularse en torno a
tertu lias, com o la de la casa de los
C o llad o en el San S eb astián de
principios de siglo o la de Im Balandra
donostiarra del Trienio, una de las más
Importantes de la monarquía y de las
más puram ente burguesas. De ella
partió la decisión de editar el periódico
E l Liberal Guipuzcoano. Grabados de
la F u nd ación S an ch o el Sabio
representando la lectura y debate en
una tertulia.
La vida de la com unidad vasca
tradicional estaba regulada por los
fu eros, que definían las relaciones
socioeconómicas, el poder político, la
a d m in istra ció n te rrito r ia l y las
re la c io n e s en tre la C orona y la
P rovin cia. Tipos populares vascos.
Fondo Caja Vital Kutxa.
cuya reexportación quedaba a su vez prohibida); protegía la actividad ferrera
prohibiendo la exportación de hierro y carbón o facilitando la explotación del
bosque para obtener carbón y aprovechar la fuerza hidráulica; y aseguraba
plena libertad de com ercio con el exterior, de m anera que siendo el com ercio
m arítim o el m ás im portante situaba los resguardos aduaneros no en la costa
sino en el interior de las aduanas. En su vertiente extracom unitaria el fuero
constituía un m ecanism o de adm inistración territorial relativam ente autónom o
que actuaba a través de juntas y diputaciones y regulaba las relaciones entre la
C orona y la Provincia; el gobierno de la m onarquía quedaba representado en el
régim en foral a través de la figura del corregidor, su m ás directo delegado, y de
otra serie de cargos com o los jueces de contrabando. El fuero lo impregnaba
todo; el tejido social -p u e d e decirse- estaba im pregnado de foralidad.
Pero para term inar de entender su significado hay que tener presente tam bién
que los fueros de las Provincias Vascongadas no constituían un hecho singular
en el m arco de la m o n arq u ía h isp án ica p u es ex istían fu e ro s en C atalu ñ a,
A ragón, Valencia, M allorca y Navarra. Com o ha señalado R ichard Herr: “por
regla general se puede decir que el régim en foral ha sido en su día una de las
características esenciales de todos los Estados europeos [pues] lo cierto es que
los m o n arcas m edievales o freciero n g aran tías y p rivilegios a sus v asallo s
porque les facilitaba la tarea de gobernar” . Lo que sí fue singular fue su larga y
azarosa vida. Los fueros vascos sobrevivieron a los decretos de N ueva Planta de
Felipe V -V ascongadas y N avarra, en prem io a su fidelidad en la guerra de
Sucesión, fueron ios únicos territorios que los conservaron- y se desarrollaron
durante el XVIII: es hoy un,m ito ya destruido el progresivo debilitam iento de
los fueros com o consecuencia de los em bates del absolutism o borbónico, pues
éste no llegó a desplegar todas sus potencialidades y en lugar de debilitarse, lo
que hicieron aquéllos fue reforzarse. De m anera que entraron en el siglo XIX
en plenitud de fortaleza. A hora bien, la pervivencia del régim en foral vasco al
c o m e n z a r e s ta c e n tu ria , a u n q u e s in g u la r y a n ó m a la , e ra u n a situ a c ió n
perfectam ente natural y entendible en el seno de una m onarquía tradicional
caracterizada por la m ultiplicidad de jurisdicciones y códigos legales.
Pero durante la prim era m itad del siglo X IX este A ntiguo R égim en se vio
alterado por la irrupción de un proceso revolucionario sobre cuya naturaleza
liberal y bu rg u esa se sig u e deb atien d o . En 1812, y tras el preced en te del
Estatuto de Bayona de 1808, se intentó im plantar en España por vez prim era
una constitución liberal, un código legal único para todos los territorios de la
m onarquía que ponía en cuestión la pervivencia de esa m ultiplicidad de códigos
legales que había caracterizado al Antiguo Régim en, intento repetido en 1820 y
nuev am en te - y y a con éx ito d e fin itiv o - en 1836 cu an d o se em p re n d ió la
definitiva consolidación del orden liberal.
C uando en 1808 N apoleón B onaparte invadió E spaña dentro de sus planes
exp an sio n istas y de fo rtalecim ien to de p o sicio n es frente al rival inglés, se
desató una guerra de liberación que posicionó a la m ayor parte de la sociedad
española frente al nuevo m onarca que el Em perador había colocado en el trono
de España. Para solem nizar la entronización de su herm ano y la aprobación de
un texto constitucional que perm itiera crear un partido afín a José entre los
grupos partidarios de la reform a de la m onarquía española, B onaparte reunió
u nas C o rte s en B ay o n a el 15 de ju n io d e 1808. La c o n v o c a to ria o fic ia l,
publicada en la G aceta de M adrid el 24 de mayo, hablaba de la reunión de una
D ip u ta c ió n g e n e ra l q u e p o co te n ía q u e v e r co n las C o rte s e s ta m e n ta le s
tradicionales, a pesar de que reuniría a representantes de los tres estam entos
-no b leza, clero y estado llano—. Reconocía el derecho de las ciudades con voto
en C ortes a enviar procuradores, les añadía 50 eclesiásticos y 38 representantes
de la n o b le z a , a d e m á s d e u n a se rie d e d ip u ta d o s d el re in o d e N a v arra ,
provincias de Vizcaya, G uipúzcoa, Álava, M allorca, Canarias, el Principado de
A sturias y Am érica. La finalidad expresa de la convocatoria era “tratar allí de la
felicidad de toda España, reconocer todos los m ales que el anterior sistem a la
ha ocasionado, y las reform as y rem edios m ás convenientes para destruirlos en
toda la nación y en cada provincia en particular” . N apoleón se com prom etió
personalm ente a entregar a los españoles “una constitución que concilie la santa
autoridad del soberano con las libertades y privilegios del pueblo” .
R ecibida la convocatoria, las juntas generales de las Provincias Vascongadas se
r e u n ie ro n p a ra d e s ig n a r re p r e s e n ta n te s q u e e n v ia r a B ay o n a y fu e ro n
nom brados a tal efecto el conde de M onteherm oso por Álava, José M aría de
Lardizábal y O riar por G uipúzcoa y José M aría de Yandiola por Vizcaya. La
Junta general vizcaína debatió la conveniencia o no de enviar un representante a
la reunión de Bayona y aunque finalm ente decidió en sentido afirm ativo, lo
h iz o a u to riz á n d o le a tr a ta r “ so b re to d o s lo s p u n to s q u e se o f r e z c a n y
especialm ente de los que m erecen el aum ento de las felicidades de este país y
conservación de sus fueros, franquezas y libertades” . La A sam blea de Bayona,
que fue presidida p o r el navarro y consejero de Estado M iguel José de Azanza,
ofician d o com o secretario suyo el vizcaíno M ariano Luis de U rquijo, abrió
efectivam ente sus sesiones el 15 de ju n io aunque hasta la tercera de ellas no
ab o rd ó el ex am en del te x to c o n s titu c io n a l d is p u e sto p o r N a p o le ó n para
g o b e r n a r E sp añ a . H a sta tre s p ro y e c to s d is tin to s se d e b a tie ro n en e s ta s
reuniones, aunque los dos últim os excluían lo m ás innovador del prim ero; la
re fo rm a re lig io s a , la u n id a d c o n trib u tiv a y de fu e ro , la s u p re sió n de los
Los fu eros de las P rovin cias
Vascongadas no eran algo singular en
el marco de la monarquía hispánica
pues tam bién había fu eros en
Cataluña, Aragón, Valencia, Mallorca
y Navarra, pero sí fue singular su larga
vida: sobrevivieron a los decretos de
N ueva P lanta de F elip e V , se
desarrollaron durante el siglo XVIU,
en traron en XIX en p lenitud de
fortaleza y sobrevivieron a los embates
del constitucionalismo español hasta
1876. “Jura por Isabel la Católica de
los Fueros de Vitoria y su Hermandad
de Álava” , de Gregorio Hombrados.
Colección Pública del Museo de Bellas
Artes de Álava.
La invasion de España por Napoleón
B on ap arte en 1808, d en tro de sus
p la n es
ex p a n sio n ista s
y
de
fortalecimiento de posiciones frente al
rival inglés, tuvo en el País Vasco uno
de sus escenarios más importantes al
ser una vía natural de penetración en
la península. Fue espacio de ocupación
francesa permanente y escenario de las
ú ltim a s b a ta lla s de la G uerra de
Independencia que se desató entre
1808 y 1813. La batalla de V itoria
según un grabado del Fondo Caja Vital
Kutxa.
privilegios de la nobleza, la im plantación del Código civil napoleónico, etc. El
m ism o día de la apertura de la A sam blea, Yandiola escribió a su diputación
d icien d o : “ D ebo c o m u n ic a r a V.S.S. que ex iste u n a C o n stitu c ió n que se
presentará en la asamblea bien pronto. jCuál ha sido mí sorpresa y la aflicción
de mi corazón cuando he sabido que es general para toda la España y que las
Provincias Vascongadas no se distinguirán de las demás! (...) Tengo poca, o
para hablar lo que siento, ninguna esperanza de la conservación de nuestra
c o n s titu c ió n ” . V izcaya d isp o n ía , según las p a la b ra s de Y andiola, de una
“constitución” propia; térm in o llam ado a hacer fortuna con que se designó
repetidam ente desde entonces al código foral para asim ilarlo, en naturaleza e
im p o rtan cia, a los sucesivos có d ig o s c o n stitu cio n ales que am en azaro n su
existencia. “El país bascongado se alegrará de que su constitución se extienda a
todo el R eino, pero le será m uy sensible que p o r la general del R eino sea
derogada la suya”, respondió a Yandiola la diputación del Señorío, expresando
ya o tra d e las id eas d e s a rro lla d a s a p a rtir de e n to n c e s y p o ste rio rm e n te
asim iladas por el fuerismo; la de que la proclam ada excelencia y progresía de
los fueros los hacían susceptibles de ser generalizados a toda España. El texto
finalm ente aprobado, una carta otorgada que adoptó apariencia constitucional,
disponía la creación de un régim en político fuerte y unificado que, bajo la
envoltura de cierta m oderación y garantías, instituía en esencia una monarquía
autoritaria. La novedad m ás im portante que aportaba consistía en que estaba
co n ceb id o com o un código ú n ico para todo el E stado, su p eran d o p o r vez
prim era la m ultiplicidad de textos legales heredados de la Edad M edia que
caracterizaban a la m onarquía tradicional.
El texto d efin itiv o e x c lu ía ,n o obstante un artículo incluido en el proyecto
orig in al q u e d ero g ab a e x p re sa m e n te los fu e ro s v asco s; la m ed iac ió n del
m inistro Urquijo fue clave en la elim inación de esta disposición. N o obstante,
Y andiola hab ía com unicado al S eñorío su d eterm in a ció n de no a c e p ta r la
d ecisió n de la A sam b lea si el tex to en e lla ap ro b ad o llevaba im p lícita la
derogación del régimen foral: “ La Junta [de Bayona] no tiene deliberación ni
aún voto consultivo, pero si así fuera, jam ás m e sujetaría a su decisión, porque
n o re c o n o z c o en e lla ni en la N a c ió n a u to r id a d p a ra d e r o g a r n u e s tra
constitución. Vizcaya nada tiene que hacer sino con su Señor, que es el Rey de
E s p a ñ a . P o r su p a r te L a r d iz á b a l h a b ía s o lic ita d o q u e se d e c la r a r a
expresam ente “ que dicho proyecto de C onstitución general de España, y sus
efectos, no se entiendan para con la p ecu liar de G uipúzcoa”, m ientras que
M onteherm oso declaraba que la voluntad de los alaveses era la “de que no sean
com prendidos en la C onstitución general que VM .I. y R. va a dar a España”.
C uando en la sesió n de 27 d e ju n io el p re sid e n te A zanza d isp u so q u e se
procediera a la votación del texto del Estatuto de Bayona, Yandiola declaró ante
la A sam blea que había enviado al em perador una representación pidiendo “la
conservación de los ftieros y constituciones particulares del Señorío” añadiendo
que su a sis te n c ia a la reu n ió n no s ig n ific a b a una ad h e sió n fo rm al a sus
resoluciones. Los representantes de Á lava, G uipúzcoa, N avarra e incluso de
Cataluña, se adhirieron a esta declaración. La representación que m encionaba
Yandiola, redactada en Bayona el 25 de junio, recogía varios de los argum entos
que las Provincias Vascongadas utilizarían a partir de entonces una y otra vez
para defender la pervivencia de su régim en foral en el seno del Estado liberal:
en prim er lugar, la existencia de unas leyes propias que hacían innecesaria la
aplicación de otras distintas; en segundo lugar, la necesidad de m antener los
fuero s que aseg u raro n d u ran te siglos el b ien esta r de un país estéril y que
ofrecieron señalados servicios a la C orona; y por últim o, la conveniencia de
respetar un código legal venerado por sus adm inistrados y cuya supresión haría
p e l i g r a r la t r a n q u i l i d a d d el p a ís . E in c lu s o o tro s d o s s in g u la r m e n te
sig n ificativ o s im p lícito s en la so licitu d fin al: “ [que] V.M.I. y R. se digne
declarar que la constitución de Vizcaya no queda derogada por la general que se
da a España y que en caso de hacerse alguna m odificación se la oiga para la
más acertada com binación de sus intereses con los del resto de la nación” ; es
decir, la afirm ación de la posible com patibilidad entre los fueros y un código
c o m ú n p a r a to d a la m o n a rq u ía , y la d e la p o s ib le a c e p ta c ió n d e u n a
m odificación en el orden foral.
El E s ta tu to de B ay o n a fue fin a lm e n te a p ro b a d o y lo s d e le g a d o s v asc o s
estam paron su firm a en él com o el resto de los congregados. Su artículo 144
disponía que “ los Fueros particulares de las Provincias de N avarra, Vizcaya,
G uipúzcoa y Alava se exam inarán en las prim eras C ortes para determ inar lo
que se ju zgue m ás conveniente al interés de las m ism as Provincias y al de la
N ación” . A unque esas C ortes nunca se reunieron, los fueros quedaron en la
práctica anulados bajo ia m onarquía bonapartista. El propio Estatuto recogía
una serie de disposiciones que convertían en letra m uerta los fueros vascos: se
derogaba la exigencia de calidad de nobleza para acceder a los cargos públicos
civiles y eclesiásticos y para obtener grados m ilitares; las aduanas interiores se
trasladaban a la línea de costa y frontera; se separaba radicalm ente el orden
adm inistrativo del ju d icial y se establecían ju zgados de prim era instancia y,
finalm ente, se unificaba el sistem a de contribuciones en todo el reino. A pesar
de que la aplicación del Estatuto se concibió de form a gradual, por m edio de
decretos hasta que el conjunto de las disposiciones entrara en vigor el 1 de
en ero de 1813, y a p esa r de que la g u erra de la Independencia im pidió la
ap licació n de la m ayor p arte de su artic u la d o , lo c ierto es que la p ráctica
Para solemnizar la aprobación de un
texto constitucional que perm itiera
crear un partido afín a José entre los
grupos partidarios de la reforma de la
m on arq u ía esp añ ola, N apoleón
Bonaparte reunió una Asamblea en
Bayona en junio de 1808. Recreación
de una de las reuniones preparatorias
de la Asamblea de Bayona según un
libro de historia de España de fínes del
siglo XIX. Fundación Sancho el Sabio.
El afrancesad o vizcaín o Juan José
María de Yandiola (1774-1834) fue el
diputado de Vizcaya en la Asamblea de
B ayona, desde dond e exp resó su s
temores de que el fuero vizcaíno fuera
anulado por el texto constitucional que
allí se preparaba, en cuyo caso dejó
bien claro que no acataría la decisión
de la Asamblea 'Aporque no reconozco
en ella ni en la Nación autoridad para
d ero g a r n u estra constitución*’.
D iccio n a rio b io g rá fico de los
parlamentarios de Vasconia.
política del régim en bonapartista español anuló de facto el régim en foral. En
febrero de 1809 fueron enviados a las V ascongadas co m isario s regios con
plenos poderes encargados de im plantar la adm inistración Josefina en estos
territorios, y cuando en febrero de 1810 N apoleón segregó por decreto a estas
provincias del Estado español para crear, junto con el resto de las provincias
hispanas de la izquierda del Ebro, un protectorado bajo adm inistración directa
d e g o b e r n a d o r e s m ilita r e s f r a n c e s e s , el ré g im e n fo ra l v a s c o q u e d ó
definitivam ente desm antelado. Las Provincias Vascongadas perdieron aquí por
prim era vez sus fueros.
La experiencia de Bayona y del régim en bonapartista perm itió com probar lo
difícil que podía ser la convivencia entre fueros y C onstitución. La segunda
experiencia constitucional, la fraguada en C ádiz entre 1810 y 1812, reafirm ó
esta constatación, si bien abrió algunas posibilidades distintas, com o ponen de
m anifiesto los últim os estudios referidos a la m ateria. El texto gaditano no
contenía ningún artículo derogando expresam ente los fueros, aunque el discurso
prelim inar de Agustín A rgüelles m anifestaba la voluntad de acabar “de una vez
con la m onstruosa institución de diversos estados dentro de un m ism o estado
que tanto se opone a la unidad de sistem a en la Adm inistración, a la energía del
Gobierno, al buen orden y tranquilidad de la M onarquía” . A dem ás su propia
naturaleza de código superior y general para toda la m onarquía parecía poner en
cuestión la supervivencia de los fueros. El alavés T rifón O rtiz de Pinedo,
representante de las juntas generales alavesas ante la M onarquía, así lo entendió
pues se dirigió a las C ortes advirtiéndoles “con dolor que la C onstitución que
VM . está trabajando para toda la M onarquía Española com prende tam bién a las
Provincias exentas [Vascongadas] y por consiguiente a la de Álava, tan celosa
de sus derechos y los de su Soberano. Ésta destruye de raíz toda la Constitución
Alavesa” . Pero esta no fue la postura oficialm ente adoptada en las Provincias
V a sc o n g ad as co m o e n s e g u id a v erem o s. En re a lid a d , co m o h a se ñ a la d o
B artolom é C lavero, la C onstitución de C ádiz, que no era centralizad o ra ni
uniform ista com o se ha venido sosteniendo, abría un horizonte federalizante
que hubiese hecho posible el encaje de los fueros en el orden constitucional; de
hecho, al optar por un sistem a de adm inistración provincial basado en juntas y
d ip u ta c io n e s a d a p ta b a y e x te n d ía a to d a la m o n a rq u ía un o rg a n ig ra m a
tradicional vasco.
Cuando la Constitución de C ádiz fue rem itida a las Provincias Vascongadas con
una orden de la Regencia para proceder a su juram ento, volvieron a dejar bien
claro que ya poseían C o n stitu ció n propia y som etieron a exam en el texto
gaditano para dilucidar su grado de com patibilidad con ésta. La Junta General
de G uipúzcoa de ju lio de 1813 declaró: “ Leída la Constitución, se enteraron de
su contenido los Procuradores, quienes, conociendo desde luego que según las
bases fundam entales de este Código nacional y la C onstitución nativa y original
de G uipúzcoa tienen una intim a analogía y se conform an esencialm ente (...) la
Junta General adm ite y ju ra la C onstitución de la m onarquía española, dejando
e n c a rg a d a a la D ip u ta c ió n q u e se e n tie n d a co n el G o b ie rn o s o b re las
v a ria c io n e s q u e la situ a c ió n y e s te r ilid a d de este p aís fro n te riz o h a c e n
necesarias para su existencia y bien de la M onarquía y al m ism o tiem po se
persuada de que, aun para la parte reglam entaria de esta portentosa obra de la
Nación, presenta el Código particular de la Provincia un m odelo digno de que
ta m b ié n s e a s e g u id o d el m ism o m o d o q u e en Ío re s p e c tiv o a las leyes
fundam entales” . Por su parte, las Juntas G enerales de Vizcaya de octubre de
1812 subrayaron “ la m aravillosa u n ifo rm id ad que hay entre los p rincipios
esencialm ente co n stitucionales de la C onstitución política de la M onarquía
española y los de la C onstitución que desde la m ás rem ota antigüedad ha regido
y rige en toda esta provincia, notándose en la de ésta alguna m ás am pliación
que por la localidad y naturaleza de este suelo y por la población, costum bres y
carácter de sus habitantes les ha convenido peculiarm ente” . Aunque añadió que
“ no sa b ie n d o la J u n ta si re c ib id a la C o n stitu c ió n e sp a ñ o la es n e c e sa rio
renunciar absolutam ente a la vizcaína o si son conciliables en todo o en parte
las ventajas de las dos, resolvió [obtener] de su S.M. o de S.A. las explicaciones
ac larato rias de su R eal agrado y ju s tific a c ió n sobre este asu n to ” . El texto
gaditano fue asi jurado, aunque condicionadam ente: las juntas generales habían
sido a b iertas p ro c ed ien d o al trad icio n al ju ra m e n to fo ral, es decir, ju ra ro n
prim ero los fueros y luego la C onstitución, y el reconocim iento de ésta se hizo
tan sólo en virtud de su analogía con el texto foral. N o obstante, Álava m ostró
u n a a c titu d d ife r e n te , p u e s su J u n ta G e n e ra l re u n id a en A rc e n ie g a en
septiem bre de 1812 se lim itó a publicar y ju ra r “la sabia C onstitución de la
m onarquía española en los térm inos y circunstancias acordados y con la m ás
p lau sib le aclam ació n , regocijo y vivas p o r la co n se rv ac ió n d e la R eligión
Católica, libertad de nuestro am ado Señor y Rey Don Fernando VII y de ésta su
afligida Provincia por las arm as del tirano N apoleón” .
Tanto las ju n ta s g en erales vizcaínas com o las g u ipuzcoanas presentaron al
régim en foral com o un sistem a análogo al régim en liberal que trataba de ser
im plantado, presentaron así a los fueros com o códigos liberales avant la ¡eítre
sustrayéndolos de la lógica de la m onarquía absoluta y del Antiguo Régimen
que los h ab ía alu m b ra d o para h acerlo s p erfec ta m e n te co m p atib les co n el
régim en liberal y de esta form a asegurar su pervivencia. El nuevo contexto
político, incom patible teóricam ente con el m antenim iento de particularism os
ju ríd ico s de A ntiguo R égim en, hacía necesario lavar la im agen del régim en
A unque el E statu to de B ayona no
suprimió fínalmente los fueros vascos,
quedaron en la práctica anulados bajo
la m onarquía b on ap artista y en
especial desde que en febrero de 1810
N apoleón segregara las Provincias
Vascongadas del Estado español para
crea r, ju n to con el resto de las
provincias híspanas de la izquierda del
E bro,
un
p rotectorad o
bajo
ad m in istración
d irecta
de
g ob ern ad ores m ilitares franceses.
Escena de la Guerra de Independencia
según grabado de época. Fondo Caja
Vital Kutxa.
Cuando la Constitución de Cádiz fue
remitida a las juntas generales de las
P ro v in cia s V a scon gad as para ser
ju rad a, las de Vizcaya y Guipúzcoa
afirm aron que existía una analogía
esencial entre ella y los fueros vascos.
La Junta de Cádiz en 1812. Fundación
Sancho el Sabio.
foral, desligarlo radicalm ente de la m onarquía tradicional y presentarlo com o el
id ílic o p a ra íso de las lib e rta d e s m o d e rn a s, com o c o n stitu c ió n p ro p ia de
p rin cip io s an á lo g o s a la C o n stitu c ió n g ad itan a - q u e h ac ía in n ece saria la
aplicación de esta últim a en las P rovincias V ascongadas-, e incluso com o
modelo de código liberal susceptible de ser extendido a otras partes del Estado.
Se prefiguraba ya aquí uno de los futuros contenidos del fuerismo, la idea de la
perfecta integración del régim en foral en el orden constitucional en razón a la
existencia de una esencia liberal común. En 1812 se inicia por consiguiente una
línea de interpretación del fuero -c o n precedentes en el siglo XVIII, en Manuel
de A guirre por e je m p lo - que id en tificab a fueros vascos con un cúm ulo de
libertades ancestrales m ilagrosam ente conservadas en el pequeño territo rio
v asco n g ad o en m edio de la g en eral d e g rad ac ió n de la o rig in a ria lib ertad
hum ana. D escu b ría co n ten id o s lib era le s m o d ern o s, in clu so d em o crático s,
donde solo había contenidos m edievales. Pero tam bién el incipiente liberalism o
vasco hizo suya esta interpretación con la intención de ju stificar sobradam ente
la im plantación del régim en constitucional en las Provincias Vascongadas; el
periódico liberal bilbaíno E l Bascongado afirm aba en un artículo publicado en
enero de 1814: “La opinión pública en el país bascongado es m ás favorable que
ningún otro a las nuevas instituciones. N ingún bascongado se asusta con el
n o m b re d u lc e d e lib e r ta d . L a h a g o z a d o d e s d e q u e e x is te . [E s tá n ]
acostum brados los bascongados a m irarse com o iguales ante la ley (...). La
s o b e ra n ía n a c io n a l no es u n a n o v e d a d p a ra lo s b a s c o n g a d o s ” . N o era
so rp re n d e n te e ste a rg u m e n to ; ta m b ié n los p rim e ro s lib e ra le s e sp a ñ o le s
re c u rrie ro n a la h isto ria , a u n a s in e x iste n te s lib e rta d e s m ed iev ales, p ara
ju stific a r y legitim ar el tránsito al régim en liberal a p artir de una supuesta
tradición preexistente.
Con el restablecim iento del régim en constitucional gaditano en 1820 volvió a
p r e s e n ta r s e el p ro b le m a d e l ju r a m e n to d e la C o n s titu c ió n y el d e su
c o m p a tib ilid a d co n los fu e ro s, y en esta o ca sió n se e x p re sa ro n m ayores
reticencias, especialm ente por parte guipuzcoana, aunque Álava volvió a ju rar
sin reservas. Las Juntas G enerales de G uipúzcoa de m arzo de 1820 declararon
que el reconocim iento de las “disposiciones que se dirijan al establecim iento
del régimen constitucional, opuesto enteram ente al sistem a foral de Guipúzcoa,
es y debe entenderse bajo la reserva de recurrir a la superioridad, elevando las
correspondientes súplicas fundadas en el derecho que tiene la provincia de que
se le guarden sus fueros” . Las Juntas G enerales de Vizcaya declararon, tam bién
en marzo de 1820, que “en la gran carta, que va a ser el nuevo iris de paz y de
regeneración de las Españas, se halla trasladado el espíritu de la constitución
vizcaína” pero que “no se observa em pero una perfecta conform idad sin que se
Aunque la Constitución de Cádiz no
contenía ningún artículo derogando
expresamente los fueros, el discurso
p relim in ar de A gu stín A rgüelles
manifestaba la voluntad de acabar
“ de una vez con la m onstru osa
institución de diversos estados dentro
de un mismo estado que tanto se
opone a la unidad de sistema en la
A d m in istración , a la en ergía del
G o b iern o , al buen orden y
tra n q u ilid a d de la M onarquía*'.
Argüelles y Alcalá Galiano llevados a
hombros por el pueblo. Fundación
Sancbo el Sabio.
Durante el Trienio liberal (1820-1823)
las Provincias Vascongadas pudieron
com p rob ar que su s esp eran zas de
co m p a tib ilid a d en tre fu eros y
Constitución no eran compartidas por
el gobierno liberal. El líder progresista
S a lu stia n o O lózaga en el Café
L o ren cin i. G rab ado del M useo
Zumalakarregi.
hayan adaptado por la de la M onarquía las sabias instituciones vizcaínas que
organizan el régim en interior provincial” . Volvieron a repetirse los argumentos
de 1812 sobre la esencia liberal del fuero, pero las reticencias se increm entaron.
Y se increm entarían aún m ás cuando en agosto de 1836, tras una rebelión
m ilita r en S egovia que ex p re sa b a el d e sc o n te n to de los lib e ra le s p o r las
limitaciones del Estatuto Real, fue restablecida la Constitución gaditana.
D urante el T rien io lib eral (1 8 2 0 -1 8 2 3 ) en q u e la a p lic a c ió n del régim en
constitucional fue realm ente efectiva -e n 1812 no hubo tiem po m aterial para
ello -, las Provincias Vascongadas pudieron com probar qué grado de am enaza
re p re s e n ta b a p a ra el o rd e n fo ra l su im p la n ta c ió n . L as a d u a n a s fu e ro n
trasladadas a la costa; las Vascongadas fueron incluidas en los repartos fiscales
y en las levas m ilitares -c o n la llegada del Trienio el servicio m ilitar fiie general
y obligatorio, aunque se perm itió que los cupos provinciales fueran cubiertos
por sorteo o sustitutos voluntarios-, y se extendió a ellas la nueva organización
ju d ic ia l. L a e x p e rie n c ia les p e rm itió c o m p ro b a r q u e su s e s p e ra n z a s de
com patibilidad entre fueros y C onstitución no eran com partidas por el gobierno
lib e r a l. Y e s ta c o n s ta ta c ió n les lle v ó a c a m b ia r su in ic ia l a c titu d
proconstitucional por un progresivo rechazo que se haría m anifiesto por vez
prim era en el periodo 1834-1837 cuando se volvió a conm inar a las Provincias
Vascongadas a aceptar un código legal único para todo el Estado. Así, cuando
en 1836 se restableció la C onstitución de C ádiz la diputación vizcaína se negó a
tom ar parte en el acto de juram ento alegando que “sería una inconsecuencia”
acceder a ju rar una constitución que derogaba la propia “fiada por Vizcaya a su
vigilancia com o un depósito precioso e inviolable” , aunque calificaba de código
“digno de veneración y gratitud para los españoles” al texto gaditano añadiendo
que si sus m iem bros fueran sim ples ciudadanos y no em pleados del Señorío lo
jurarían y defenderían con la m ism a decisión con que defendían sus fueros.
Realizó adem ás una nueva propuesta de com patibilidad fueros-Constitución; ya
no fueros y C onstitución en Vizcaya, sino fueros en Vizcaya y C onstitución en
el resto de la m onarquía: “N inguna incom patibilidad hay en que se observe
com o hasta aquí en este Señorío su régim en foral y se gobierne el resto de la
M onarquía p o r la C onstitución del año 12” . Y no había “ incom patibilidad”
porque según la d ip u tació n v izca ín a los fu ero s eran un c ó d ig o lib eral de
análoga naturaleza a la de la C onstitución gaditana. Análogo y tam bién útil,
porque “estos naturales, acostum brados a elegir a sus autoridades y obedecerlas
con la m ayor sum isión (...) son tan fáciles de ser gobernadbs según sus usos
com o poco flexibles a otra especie de dom inación. Lejos de ser m olestos a la
M onarquía Constitucional, podrán ser m uy útiles y ventajosos a ella bajo sus
instituciones peculiares” afirm ab a la diputación foral guipuzcoana en 1837
La compatibilidad fuero.s-Constitucíón
p a reció m ucho más d ifícil con la
promulgación de la nueva Constitución
de 1837, en la que se olvidaba de forma
d efin itiva la cultura constitucional
gaditana y se abandonaba su horizonte
federalizante. pues incluía un artículo
que d isp on ía exp resam en te la
u n ifica ció n de có d ig o s en todo el
Estado. Las C ortes españolas en el
siglo XIX. Fundación Sancho el Sabio.
En d efen sa del argu m ento de
co m p a tib ilid a d en tre fu eros y
Constitución y con el objeto último de
asegurar la pervivencia de aquéllos en
el seno del Estado liberal se defínió en
los años treinta una nueva ideología
política, el fuerismo, que se convirtió en
h egem ón ica en la s P rovin cias
Vascongadas hasta finales de la década
de los 60 del siglo XIX. En sus filas
destacaron hombres como el alavés
Iñigo Ortés de Velasco (1787-1858).
{Representaciones elevadas p o r la diputación fo ra l de la M.N. y M.L. Provincia
de Guipúzcoa a S.M. la Reina Gobernadora, San Sebastián, Im prenta de I. R.
B aroja, 1837.). En realidad no eran, ni m ucho m enos, análogos al sistem a
constitucional, pero si dem ostrarían ser útiles al nuevo orden liberal.
Ahora bien, la com patibilidad fueros-C onstitución pareció m ucho m ás difícil
con la prom ulgación de la nueva C onstitución de 1837, en la que se olvidaba de
form a definitiva la cultura constitucional gaditana y se abandonaba su horizonte
federalizante, se m arginaba de plano el radicalism o progresista de 1812 para
optar por un térm ino m edio entre el texto gaditano y el Estatuto Real de 1834
que satisficiera tanto a m oderados com o a progresistas. Cuando com probó que
en el proyecto de la C onstitución de 1837 ex istía un artículo que disponía
ex p resam en te la u n ific a c ió n de có d ig o s en to d o el E stad o , la d ip u tació n
vizcaína reclam ó que se incluyera en ella otro disponiendo que “ las repúblicas
de Vizcaya, Álava y G uipúzcoa se regirán en lo sucesivo con las m ism as Leyes
y Fueros que siem pre se han regido”, es decir, reclam ó dotar de nueva legalidad
c o n s titu c io n a l al ré g im e n fo ra l. La p e tic ió n se a c o m p a ñ ó d e re ite ra d a s
afirm aciones sobre la esencia liberal del fuero: “El bello ideal de las utopías
m odernas en m aterias de buen gobierno se halla realizado en estas Provincias
(...). Aquí el Pueblo ha sido siem pre el único Soberano; aquí las leyes y los
fueros han em anado del P ueblo y han sido dadas p o r el P ueblo” (carta de
Pascual de C hurruca rem itida al G obierno a instancias de la D iputación de
Vizcaya el 6-IV-1837). Pero la Constitución fue aprobada con el tem ido artículo
4 “ sobre unificación de códigos - “U nos m ism os códigos regirán en toda la
m onarquia y en ellos no se establecerá m ás que un solo fuero para todos los
españoles en los juicios com unes, civiles y crim inales”- y sin ningún artículo
adicional sobre los territorios vascongados -a u n q u e sí uno específico para las
provincias de ultram ar según el cual serían gobernadas por leyes especiales-.
Guipúzcoa por su parte escribió una exposición a la reina diciendo “no puede
ser el ánim o del G obierno hacerla incurrir en la m anifiesta contradicción de
g u a rd a r y h ac er g u ard ar y c u m p lir un c ó d ig o que en gran p a rte a lteraría
esencialm ente la Constitución foral” . Las diputaciones vizcaína y guipuzcoana
se negaron a prom ulgar y ju rar la nueva Constitución, m ientras que la alavesa
accedió a ello aunque con la cláusula condicionante de “sin perjuicio de los
fueros” . La negativa les valdría finalm ente su supresión por parte del gobierno
-incluyendo a la alavesa- y su sustitución por sendas diputaciones provinciales.
Pero aunque entonces no pareciera posible, los fueros lograrían sobrevivir en el
seno del Estado liberal contra todo pronóstico y el particularism o vasco pudo
ser no sólo m antenido sino reforzado durante el reinado isabelino.
4. EL FUERISMO DURANTE EL
REINADO ISABELINO
C onform e el proceso de construcción del Estado liberal fue avanzando, la elite
política vasca que dom inaba las instituciones forales se convenció cada vez m ás
de la d ifíc il c o m p a tib ilid a d e n tre fu e ro s y C o n stitu c ió n y v io n e c e sa rio
introducir ciertos reajustes en aquéllos para asegurar su supervivencia. En torno
a este propósito, y a la defensa de la Idea de com patibilidad entre régim en foral
y E s ta d o lib e r a l, se fu e a r tic u la n d o u n a n u e v a id e o lo g ía p o l í ti c a ,
específicam ente vasca, el fuerism o, que siendo abrazada por buena parte de la
elite política del país -fo rm a d a por notables rurales que controlaban las m ás
im p o rtan tes in stitu cio n es forales, ju n ta s y d ip u ta c io n e s- se convirtió en la
ideología hegem ónica en las Provincias V ascongadas entre m ediados de los
años 30 y finales de la década de ios 60 de! siglo XIX. En sus filas destacaron
h o m b res com o el y a m e n c io n a d o c o n d e d e V illa fu e rte s; el g u ip u zco a n o
Valentín O lano (1808-1851), jurista de fam ilia hacendada, alcalde de Azcoitia
en 1841, diputado general adjunto de G uipúzcoa en 1844 y 1850 y diputado a
C ortes en 1840, 1841 y 1844; el alavés íñigo O rtés de Velasco (1787-1858),
m arqués viudo de La A lam eda y rico hacendado, alcalde de Vitoria en 1827 y
diputado general de Á lava entre 1829 y 1841 y senador del reino en 1845;
P ed ro E g añ a (1 8 0 3 -1 8 8 5 ), el m ás in flu y e n te p o lític o v asc o d el re in a d o
isabeiino, amigo personal de la reina m adre, diputado general de Álava entre
1864 y 1868, diputado a C ortes por Á lava casi constantem ente desde 1839,
m inistro de G racia y Justicia en 1846 y de G obernación en 1853 y senador
vitalicio desde 1864; el vizcaíno Francisco de Horm aeche (1803-1862), uno de
los m ás Im p o rtan te s p o lític o s v asc o s d el seg u n d o c u a rto d el sig lo X IX ,
diputado a C ortes p o r V izcaya durante trece legislaturas entre 1837 y 1854,
secretario de la D iputación de V izcaya entre 1833 y 1852, y posteriorm ente
g o b ern ad o r civil de S antander y A licante y cónsul en B ayona y Paris; o el
ta m b ié n v iz c a ín o P e d ro N o v ia d e S a lc e d o ( 1 7 9 0 - 1 8 6 1 ) , r e g id o r d e l
ayuntam iento bilbaíno durante m uchos años, alcalde en 1831, diputado general
prim ero en 1846, diputado provincial en 1843 y 1845 y com isionado en corte
Pedro de Egaña (1803-1885) fue el más
Influyente político vasco del reinado
isabeiino y principal defensor de los
intereses fueristas. Amigo personal de
la reina madre, fue diputado general
de Alava, diputado a Cortes por Álava
casi con stan tem en te d esde 1839,
m in istro de G racia y Ju sticia y de
G obern ación y sen ad or v ita licio .
D iccion ario
b io g rá fico
de
Parlamentarios de Vasconia.
El conde de M o n terrón , fu erista
guipuzcoano, procer del reino en las
Cortes del Estatuto Real y uno de los
p rin c ip a les
resp o n sab les
del
lev a n ta m ien to a n tiesp a rte rista de
o ctu b re de 1841 en G uip ú zcoa.
D iccio n a rio
b io g rá fico
de
Parlamentarios de Vasconia.
para el arreglo foral en num erosas ocasiones; y Gregorio Lezama Leguizamón,
im portante com erciante, capitalista y hacendado bilbaíno que evolucionó de
iniciales posiciones liberales hacia el ftierismo, diputado provincial entre 1837
y 1839 y corregidor político entre 1839 y 1841.
Desde que expuso por prim era vez sus principios en un fam oso folleto editado
en 1834 titulado O bservaciones sobre la necesidad de reform ar el régim en
adm inistrativo d e las provincias vascongadas, el fuerism o se presentó a sí
m ism o com o el ju sto medio entre tradición y revolución, ofreciendo al régim en
foral com o un sistem a de adm inistración “popular” que a lo largo de los siglos
había dado sobradas pruebas de su eficacia en el m antenim iento del orden y en
la obediencia del pueblo a las autoridades y que había proporcionado a las
Provincias Vascongadas un grado de prosperidad im pensable dadas sus estériles
c o n d ic io n e s d e p a rtid a . B u sc a n d o a tra e rs e co m o a m ig o s p o lític o s a los
m oderados hegem ónicos en el gobierno del Estado, con quienes com partían un
m ism o ideal de sociedad fundado sobre principios jerárquicos y de orden y
unos m ism os intereses de clase, los fueristas presentaron su propuesta política
com o una opción liberal m oderada; insistieron una y otra vez en que el régimen
foral constituía la m ayor garantía de la conservación del orden social y del
respeto y sum isión de la población a las autoridades: “ En ninguna otra parte del
globo se conocen instituciones m ás populares, m ás económ icas, m ás garantías a
favor del orden, de la libertad y dem ás objetos sociales, con m ás arm onioso y
enérgico enlace entre las autoridades que m andan y el pueblo que obedece”, se
decía en el folleto antes m encionado.
El fuerismo proporcionó la cobertura ideológica precisa para encajar el régim en
foral en el nuevo E stad o lib e ra l, en c a je p o sib le g ra c ia s a un p ro c eso de
re d efin ició n orquestado p o r la m en cio n ad a elite dirig en te que, adem ás de
re co n v ertir el sig n ific a d o d el fuero a firm a n d o su ese n cia lib eral, h izo lo
siguiente:
- presentó al régim en foral com o un sim ple m ecanism o de adm inistración
interior, de form a que pudiera ser defendible frente al previsible desarrollo de
un sistem a adm inistrativo general para todo el Estado.
- R eestru c tu ró el sistem a in stitu cio n a l foral, co n v irtien d o a la d ip u tació n
general en eje del sistem a, en su institución m ás poderosa, por encim a incluso
de la ju n ta general de la que em anaba y a la que en teoría estaba supeditada.
- Le dotó de una nueva fuente de legitim idad que com pletara a las ya existentes
(la tradición inm em orial, la historia, el uso consuetudinario*): la ley de 25 de
octubre de 1839. Si bien los fueros no fueron cau sa de la p rim era g u erra
carlista, una vez estallada la contienda adquirieron cada vez m ayor relevancia
pues form aban parte del antiguo orden de cosas, del m undo tradicional, que los
carlistas querían salvar del proceso de destrucción que se cernía sobre ellos. Y
acabaron condicionando el final de la guerra. El gobierno se convenció de que
los ftieros tenían un influyente poder de persuasión en la m asa carlista -tam bién
los dirigentes carlistas se dieron cuenta y les otorgaron una presencia creciente
en sus arengas; al p rim er lem a D ios, Patria, R ey su ced ió el D ios, Patria,
Fueros, R e y -, de m anera que, aprovechando la desorganización del carlism o
vasco tras la m uerte del general Zum alacárregui, decidió apoyar el program a
Paz y F ueros de José A ntonio M uñagorri con el que los ja u n txo s del bando
c r is tin o tra ta b a n de p o n e r fin a la g u e rra , o fre c ie n d o la g a r a n tía d e la
conservación de los fueros á cam bio de olvidar la reclam ación dinástica y dejar
las arm as. El general carlista M aroto aceptó la propuesta y el 31 de agosto de
1839 fue firm ado el Convenio de Vergara con una am bigua y vaga fórm ula que
no h a b la b a d e c o n firm a r los fu e ro s sin o d e re c o m e n d a r a las C o rte s su
concesión o m odificación. Las C ortes de 1839, convencidas de la conveniencia
de co n se rv ar los fu ero s porque ju g a b a n un papel p o lítico evid en te para la
pacificación del país, confirm aron los fueros de las Provincias Vascongadas y
N avarra aunque “sin perjuicio de la unidad constitucional de la M onarquía” y
rem itiéndolos a m odificación (ley de 25 de octubre de 1839). La interpretación
que de esa unidad hizo el m inistro de G racia y Justicia A rrázola - “Yo salvo la
unidad de las cosas en los grandes vínculos, en los grandes principios, en las
grandes form as y creo que se salva la unidad constitucional habiendo un solo
Rey constitucional para todas las provincias, un m ism o Poder legislativo, una
representación nacional com ún”- fue adoptada por los fueristas com o propia y
apelaron a ella a p artir de entonces en cuantas ocasiones creyeron necesario.
Siem pre que el gobierno trató de llevar a cum plida aplicación la ley de 25 de
o ctu b re de 1839 y p ro ced er a la m o d ificac ió n del régim en p o lítico de las
Provincias Vascongadas denunciaron a los cuatro vientos que trataba de dar una
am p litu d m ayor a la “ u n id ad c o n s titu c io n a l” d e la m o n a rq u ía q u e la que
encerraba aquella interpretación y sostuvieron que la ley de 25 de octubre “ no
era una ley com ún com o otra cualquiera, sino un acta adicional o una especie
de com plem ento de la C onstitución del Estado”, convirtiéndola en un excelente
refugio legal para el régim en foral. “C ualquiera que fuese la situación de las
Provincias Vascongadas en los tiem pos pasados ¿cuál es hoy su situación legal?
That is the q u e stio ri\ se preguntaba retóricam ente el alavés Pedro de Egaña
an te el S en ad o en ju n io de 1864 y re sp o n d ía ; “ La situ a c ió n legal d e las
Provincias Vascongadas (...) arranca del convenio de Vergara y de la ley de 25
de octubre de 1839. (...) La ley, el derecho de los vascongados está en que esos
fuero s se respeten religiosam ente m ien tras no se lleve a cabo en la fo rm a
debida el arreglo foral” .
Durante la primera guerra carlista los
fueros jugaron un papel signifícativo,
pues si bien no fueron causa de la
contienda el carlismo los utilizó en ella
como movilizador popular y factor de
ad hesión a sus fila s. Escena de la
gu erra ca r lista . Fondo Caja V ital
Kutxa.
El 25 de octubre de 1839 unas Cortes
de mayoría progresista hicieron .suya la
tesis fuerista de que los Fueros no eran
causa de la guerra carlista ni bandera
ex c lu siv a del bando de D. C arlos.
A b ra zo
de
V erg a ra.
M useo
Zumalakarregi.
La estrategia del fuerism o resultó fructífera y el régimen foral, recreado eso sí,
so b re v iv ió en el seno del E stad o liberal - h a s ta 1876 en q u e C ánovas se
decidiera a acabar con él, aunque no así con el particularism o político vasco,
prolongado en el régim en de C onciertos-. Ayudó a ello la debilidad endémica
del E sta d o lib e ra l esp a ñ o l p a ra h a c e r re a lid a d su p ro y ecto c e n tra lis ta y
uniform izado^ su pobreza e ineficencia y el localism o que dom inó la vida
social y p o lítica española h asta bien en trad o el siglo XX, e igualm ente la
debilidad del nacionalism o español com o fuerza de cohesión social.
Pero que el régim en foral sobreviviera no significaba que el estado de cosas
p e rm a n e c ie ra in a lte ra b le . C ie rta m e n te se in tro d u je ro n en las P ro v in cias
V ascongadas novedades liberales, tales com o el régim en general de ju sticia
(1 8 4 1 ), la lín ea a d u a n e ra d e c o sta y fro n te ra (1 8 4 1 ), ios a y u n ta m ie n to s
constitucionales (1847), la guardia civil (1844), las representaciones a Cortes y
otras instituciones liberales com o las diputaciones provinciales (1813 /1820-23
/1836-39/ 1841-..., reducidas desde la ley de 8-1-1845 a funciones consultivas
del je fe político) o los consejos provinciales (1845-1868), hecho que determ inó
q u e e n tr e 1837 y 1868 - s a lv a n d o a lg u n a s c o y u n tu ra s e x c e p c io n a le s convivieran en el país instituciones forales y constitucionales en un tenso y
difícil reparto jurisdiccional. Ayudó a esta convivencia el hecho de que una
m ism a elite política, la tradicional elite dirigente de notables rurales, lograra
hacerse en las tres provincias con eí control de las instituciones constitucionales
- d ip u ta c io n e s p ro v in c ia le s , re p re s e n ta c io n e s p a r la m e n ta ria s , c o n s e jo s
provinciales e incluso, hasta 1841, jefaturas políticas-, adem ás de mantenerse
en los cargos forales. Solam ente durante la especial coyuntura que representó la
ocupación francesa de principios de siglo se dio un relevo en el poder al ser
nom brados para ocupar los principales cargos de la adm inistración provincial
jo sefin a representantes de las clases m edias urbanas. N o hubo por consiguiente
recam bio en el poder político y todas las instancias de la adm inistración vasca
siguieron siendo dom inadas por la m ism a elite dirigente.
La introducción de instituciones liberales no significó por consiguiente el fin
del régim en foral, la sustitución de un sistem a por otro. Tras infructuosos
intentos tanto del m oderantism o com o del progresism o español de aplicar en las
Vascongadas sus respectivos m odelos de adm inistración territorial del Estado,
en torno a los años cincuenta del siglo el G obierno se decidió finalm ente a
confiar en los fueros para adm inistrar estos territorios: en 1848 dejaron de ser
incluidas por vez prim era en una contribución extraordinaria decretada -e l 21
de ju n io - para todo el Estado y en 1852 el gabinete Bravo M urillo intentó llevar
a cabo por últim a vez, sin éxito, el arreglo foral dispuesto en la ley de 25 de
octubre de 1839; a partir de entonces no volvió a intentarse, ni por gobiernos
m oderados ni progresistas. Los m oderados vieron reproducido en el régim en
foral el ideal conservador de una sociedad organizada bajo patrones jerárquicos
y d e o rd e n . A d e m á s lo s f u e r is ta s le s p r o p o r c io n a r o n u n ú til a p o y o
p a r la m e n ta rio y c o n v irtie ro n a la s P ro v in c ia s en el m ás firm e b a stió n
conservador frente a los avances del progresismo. En cuanto a éste, ni siquiera
Espartero se atrevió a suprim ir los fueros vascos, aunque tuvo la ocasión para
e llo t r a s la O c tu b r a d a d e 1841. E n o c tu b r e d e 1841 u n m o v im ie n to
insurreccional contra Espartero estallado en distintos puntos del Estado, entre
ellos en las Vascongadas {Octubrada), abortó el proyecto de arreglo foral que
ultim aba la com isión nom brada por el gobierno al efecto -p re sid id a p o r el
alavés Agustín Fernández de Gamboa y de la que form aba parte el progresista
d o n o s tia rra C lau d io A n tó n de L u z u ria g a -. T ras so fo c a r la in su rre c c ió n .
E sp a rte ro ac o m e tió la c u e stió n foral y p ro c e d ió a un a rre g lo u n ila te ra l,
incum pliendo así el requisito de consultar a las Provincias dispuesto en la ley de
25 de octubre de 1839; m ediante el decreto de 29 de octubre de 1841, Decreto
d e Vitoria, m o d ificó su stan cialm en te el régim en foral, au n q u e no llegó a
suprim irlo pues m antuvo vigentes la exención de quintas y el régim en fiscal.
Fue una m edida de em ergencia y de castigo tom ada en un contexto determ inado
- e l tr iu n f o m ilita r s o b re u n a in s u r r e c c ió n a r m a d a s e c u n d a d a p o r las
diputaciones fo rales-, pero el arreglo foral siguió pendiente. Por ello, se intentó
retom ar en 1842: las C om isiones Económ icas, creadas por Espartero en las tres
provincias para ejercer de órgano adm inistrativo hasta la instalación definitiva
de las diputaciones provinciales, elaboraron sendos proyectos de m odificación
foral y el gobierno hizo lo propio -e n realidad m ás que un proyecto nuevo, el de
febrero de 1842 era una rem odelación del anterior de octubre de 1841-. A pesar
de que se abrieron conversaciones, el arreglo foral no llegó a discutirse en las
Cortes; la caída del gobierno esparterista en ju lio de 1843 paralizó el tem a y
volvió a quedar pendiente. La prom ulgación el 4 de julio de 1844 del Decreto
P id a l m o d ificó la situ ación creada por el D ecreto d e Vitoria -m a n tu v o el
traslado de las aduanas, el régimen general de justicia y la abolición del pase
foral, p ero repuso las ju n ta s, diputaciones y ayuntam ientos forales, aunque
m anteniendo vigentes las diputaciones provinciales- y dispuso la form ación de
un p ro y e cto d e ley p a ra p ro c e d e r al a rre g lo fo ral d e fin itiv o . In te n tó se r
retom ado en 1845-46 por los m inistros Pidal y Mon nuevam ente sin éxito. En
1852, el gabinete conservador de Bravo M urillo intentó otra vez llevar a cabo el
arreglo foral y presentó ante los com isionados vascos un proyecto al efecto que,
ante el rechazo de éstos, tuvo que ser m odificado; pero la caída del gobierno
por una nueva crisis m inisterial im pidió que el proyecto llegara a las Cortes.
Fue, com o hem os dicho, la últim a vez que se intentó el arreglo.
La in trod u cción de in stitu cio n es
liberales, tales como las diputaciones
provinciales, las representaciones a
C ortes o las jefatu ras p olíticas, no
significó el fin de las instituciones del
régim en foral, pues ju n ta s y
d ip u tacion es forales sobrevivieron
hasta 1877. El progresista guipuzcoano
Eustasio de Amilibia (1801-1864), fue
jefe político de la Guipúzcoa en 1837,
1841, 1842, 1853 y 1855. Diccionario
b io g rá fico de P arlam en tarios de
Vasconia.
El liberalismo, que fue en el País Vasco
un fenómeno minoritario reducido a
un pequeño círculo de comerciantes,
abogados y otros representantes de
c la ses m edías u rb anas de San
Sebastián, Bilbao y Vitoria, sin peso
p o lític o
im p o rta n te
en
la
administración de sus provincias, tuvo
en la burguesía donostiarra a su grupo
más beligerante y crítico con el orden
foral. Vista de San Sebastián en el siglo
XIX. Fondo Caja Mtal Kutxa.
F re n te a m o d e ra d o s y p ro g re s is ta s , las a u to rid a d e s fo ra le s e sg rim ie ro n
estratégicam ente, en m om entos m uy oportunos, el espantajo de la sublevación
carlista y presentaron a los fueros com o la m ejor garantía para la conservación
del orden público y la paz en las Provincias. N i unos ni otros quisieron, porque
no se atrevieron o porque no les interesó, poner fin al régim en foral, que no
sólo logró sobrevivir en el seno del Estado liberal sino que incluso se fortaleció,
al llenarse de nuevas e im portantes atribuciones la diputación foral. Obtuvo la
subdelegación de la Intendencia de Policía (1832); el control de las elecciones
m u n ic ip a le s (1 8 2 5 - 3 3 ); la s u p e r v is ió n d e lo s p re s u p u e s to s y c u e n ta s
m unicipales (1849 en Álava y 1853 en V izcaya y Guipúzcoa); el control de las
juntas de bienes desam ortizados (1862); la recopilación y coordinación de los
datos estadísticos solicitados por la C om isión de Estadística del Reino (1859) y
el control de las juntas de instrucción pública (1859). Este reforzam iento de la
diputación foral hasta su conversión en la institución central de la foralidad
puso fin a la autonom ía m unicipal del A ntiguo Régim en,
Los esfuerzos del liberalism o vasco por alterar este orden de cosas resultaron
infructuosos. Ni pudo ni quiso. No pudo porque fue, durante todo el reinado de
Is a b e l II, u n fe n ó m e n o m in o r ita r io re d u c id o a u n p e q u e ñ o c írc u lo de
com erciantes, abogados, im presores y otros representantes de clases m edias
urbanas de San Sebastián, Bilbao y Vitoria, sin peso político im portante en la
adm inistración de sus provincias. Y no quiso en la m edida en que descubrió,
m ás tarde en el caso guipuzcoano que en el vizcaíno, ciertas ventajas en el
régim en foral -e s o sí, una vez depurado de aquellos elem entos que consideraba
perjudiciales- que lo transform aron ante sus ojos de censurable en laudable y
que hicieron del liberalism o vasco un defensor m ás de los fueros.
El g en era l E sp a rtero, regen te de
España entre 1841 y 1843, promulgó el
29 de octubre de 1841 ei Decreto de
Vitoria que modifícó sustancialmente el
régim en forai aunque no llegó a
suprim irlo pues mantuvo vigente la
exención de quintas y el régimen físcal.
Retrato de Espartero. Colección del
Senado.
5. LA CRITICA LIBERAL A LOS
FUEROS Y EL GIRO CONSERVADOR
DEL LIBERALISMO VASCO
La M em o ria J u s tific a tiv a de San
S eb a stiá n p a ra el fo m e n to de la
in d u stria y co m ercio de G uipúzcoa
pub licad a en 1832 y escrita por el
abogado liberal donostiarra Claudio
Antón de Luzuriaga (en la imagen) por
encargo del Ayuntamiento y Junta de
Comercio de San Sebastián, revisaba
críticamente los fueros defendiendo su
mutabilidad y denunciando que tras el
cerrado foralism o inm ovilista de la
Provincia no se escondía otra cosa que
la defensa de los intereses particulares
de su e lite d ir ig en te. D iccion ario
biográfico de los parlam entarios de
Vasconia.
El liberalism o donostiarra fue el m ás beligerantem ente crítico con el orden
fo r a l, re c la m a n d o d e s d e un p rin c ip io la p le n a a p lic a c ió n d e l s is te m a
constitucional en su provincia aunque ello se tradujera en el desm antelam iento
de los fueros. H abía intereses concretos tras esta actitud, pues com o ya hemos
d ic h o la b u rg u e s ía d o n o s tia rra c ifra b a su p ro s p e rid a d e c o n ó m ic a en la
m odificación del sistema aduanero tradicional y anhelaba poner fin a las trabas
que interponían a su representación política. Su actitud se acabó traduciendo en
una ruptura con las instituciones forales en 1834.
Aquel año, a raíz de la ju ra del Estatuto Real en las Juntas G enerales y en
protesta por la cláusula “sin perjuicio de los fueros” con que se había efectuado
ésta, la ciudad decidió salir de la herm andad provincial y le negó obediencia.
Entre 1834 y 1847, durante trece largos años de rebeldía, el ayuntam iento de
San Sebastián se convirtió en una quinta colum na del liberalism o progresista en
el País Vasco: aplaudió la C onstitución de 1837 y aplicó con celeridad toda
n o v e d a d c o n s titu c io n a l. D u ra n te e s o s a ñ o s lu c h ó p o r tr e s c u e s tio n e s
fundam entales: el traslado aduanero, la supresión del requisito de hidalguía
p ro b a d a p a r a a c c e d e r a c a r g o s p ú b lic o s , y el re c o n o c im ie n to d e su
ayuntam iento constitucional. Para ello reclam ó una y otra vez la integración de
la provincia en la unidad constitucional de la m onarquía: “ decim os unidad
constitucional porque estam o s convencidos de que la cuestión política está
estrecham ente ligada a la cuestión m ercantil. Los intereses de San Sebastián
están en perfecta arm onía con los de la Península; en vez de aislarse de ella
debe uniform arse a su gobierno” , según declaraba la ju n ta de vecinos de la
ciudad en diciem bre de 1839. Un m es antes, treinta y nueve de las cuarenta y
nueve personas con hidalguía probada existentes en la ciudad enviaron una
representación a la Reina renunciando a sus derechos de vecinos concejantes y
pidiendo que éstos se hicieran extensivos a todos los que debieran ejercerlos
según la C onstitución vigente. Los gobiernos progresistas de M adrid prem iaron
la resu elta actitud liberal d e San S ebastián: el decreto para la elección de
diputados a C ortes de mayo de 1836 entregó a la ciudad el control de la junta
electoral provincial para la elección de diputados a C ortes, lo que equivalía a
g aran tizar u n re su ltad o electo ral favorable a sus in tereses. G racias a ello,
m ientras en Alava y Vizcaya las candidaturas fueristas triunfaron a partir de las
e le c c io n e s d e a g o sto del 3 7 , en G u ip ú z c o a la h e g e m o n ía lib e ra l en las
diputaciones a C ortes, sostenida desde 1810, se m antuvo hasta 1840.
La re s u e lta a c titu d c rític a h a c ia los fu e ro s q u e m a n ife sta b a la b u rg u e sía
donostiarra contrastaba con la que en sim ilares fechas sostenía su hom ónim a
bilb aín a. En sep tiem b re de 1839 los co m ercian tes d e B ilbao rem itían una
exposición a las C ortes en la que aseguraban que “el am or a los fueros es en
V izcaya un sentim iento casi tan natural com o lo es al hom bre el instinto de
conservación” y declaraba que los bilbaínos no se m erecían “el castigo que se
nos im pondría con la privación de nuestros fueros” solicitando en consecuencia
a las C o rte s q u e “ v o ten la c o n se rv a c ió n de los fu e ro s de las P ro v in cias
V ascongadas y en cad en ados sus h ab itan tes p o r tan ta m agnanim idad ja m á s
tendrá la E spaña ni ciudadanos m ás leales ni defensores m ás firm es” . A la
burguesía bilbaína, com o a la vitoriana, no le interesaba ningún cam bio en el
siste m a a d u a n e ro q u e d isp o n ía el fu e ro p o rq u e se g u ía o b te n ie n d o d e él
tangibles beneficios; no había experim entado la m ism a crisis de San Sebastián
con el descenso del com ercio colonial y adem ás le resultaba m uy rentable el
volum inoso y organizado contrabando que prosperaba al abrigo de la franquicia
costera. V itoria p or su parte debía al resguardo interior que custodiaba gran
p a rte d e su m o v im ien to m o n e ta rio y c o m e rc ia l y te n ía en él u n a d e sus
prin cip ales fu entes de em pleo. A dem ás, la im b ricació n existente entre las
b u rg u e sía s v iz c a ín a y alavesa y las elite s d irig en tes de am bas pro v in cias
-quien es estaban al frente de las instituciones forales tenían sus residencias y
parte de sus negocios en Vitoria y B ilb ao - hacía que no se diera en ellas la
fuerte dicotom ía existente entre San Sebastián y su Provincia. “En Álava y
V izcaya los g o b e rn a n te s, los g ra n d es p ro p ie ta rio s, los que h ab itu alm en te
influyen en las gestiones y deliberaciones de la adm inistración pública residen
en V ito ria y B ilbao: a nom bre de las provincias, y creyendo d e fen d er sus
intereses generales, abogan, acaso sin advertirlo, por los particulares de estos
dos pueblos. (...) Los gobernantes de G uipúzcoa viven generalm ente en Tolosa,
A zpeitia y otros pueblos. San S ebastián está excluida de la com unidad; no
solam ente no tiene intervención real en el mando, sino que su com ercio, sus
intereses han sido y son constantem ente hostilizados”, explicaba un inform e del
ayuntam iento donostiarra en diciem bre de 1839. N o obstante, tam bién hubo
una parte de la burguesía bilbaína que fue crítica con el orden heredado y que
dejó o ír su voz en determ inados m om entos. Así, el cabildo municipal que salió
La actitud crítica hacía los fueros de la
burguesía donostiarra en los años 30 y
40 contrastaba con la que en similares
fechas sostenían los comerciantes de
Bilbao, quienes en septiembre de 1839
aseguraban que ^^el amor a los fueros
es en Vizcaya un sentimiento casi tan
n atural com o lo es al hom bre el
instinto de conservación” y solicitaban
a las Cortes que “voten la conservación
de los fueros'*. Vista de Bilbao en el
siglo XIX. Fundación Sancho el Sabio.
Fermín Lasala y Collado (1832-1917),
duque de M andas, ejem plifica muy
bien el giro co n serv ad or de la
burguesía donostiarra a finales de los
años cuarenta y su alejam iento del
p ro g resism o . L asala llegaría a
pronunciarse tajantemente en julio de
1876 contra el p royecto de ley de
abolición de fueros de Cánovas del
C astillo. D iccion ario b iográfico de
parlamentarios de Vasconia.
elegido de las elecciones d e octubre d e 1836 realizadas según las norm as
fijadas en la C onstitución de C ádiz, un cabildo cuyos m iem bros no habian
e je rc id o co n a n te rio rid a d c a rg o s m u n ic ip a le s y eran to d o s co n v e n cid o s
liberales, apoyó con firm eza la labor de las instituciones constitucionales del
S eñorío y cuando en enero de 1837 fue suprim ida la diputación provincial
reclam ó contra la m edida dudando de la legalidad de tener que recurrir como
superior a una diputación foral. Incluso la Junta de Com ercio de Bilbao llegaría
en ju n io d e 1841 a in star a la d ip u ta c ió n v iz c a ín a a p ro c e d e r al arre g lo
definitivo de los fueros dispuesto en la ley de 25 de octubre de 1839 porque la
situ ació n d e in te rin id a d e x iste n te c o m en z ab a a p e rju d ic a r a la activ id ad
m ercantil de la villa dado que el gobierno se m ostraba cada vez m ás dispuesto a
gravar con abultados derechos de ex tran jería los productos vascos si no se
aceptaba un traslado aduanero.
Las re c la m a c io n e s d o n o s tia rra s de su s a ñ o s de re b e ld ía e n c o n tra ro n un
e x c e le n te m ed io d e e x p re sió n en el p e rió d ic o E l L ib e ra l G u ip u zco a n o .
reaparecido en los años 40 retom ando e) título de su antecesor en el Trienio,
cuyo lem a de cabecera - “Abolición del privilegio de hidalguía. A duanas en la
frontera. Establecim iento de juzgados de P instancia. U nidad constitucional”reflejaba con claridad m eridiana los intereses del liberalism o donostiarra. El
establecim iento del gobierno progresista del general Espartero, del que entró a
fo rm a r p a rte el liberal g u ip u zco a n o F errer, abrió fu n d ad as esp eran zas de
ca m b io p a ra las re c la m a c io n e s d o n o s tia rra s , q u e se v iero n b á sic a m e n te
satisfec h as con el traslad o ad u an ero , la a p lica ció n del sistem a general de
ju sticia al País Vasco y el reconocim iento de su ayuntam iento constitucional
que sancion ó el D ecreto de V itoria de 29 de octubre de 1841. A p artir de
entonces, el liberalism o donostiarra m oderó su rebeldía y com enzó a m anifestar
p u n to s d e v is ta q u e le a le ja b a n d el ra d ic a lis m o m o s tra d o en lo s a ñ o s
precedentes.
Pasó entonces a defender abiertam ente la idea de que las instituciones forales
“exigen reform a radical, si bien no su com pleta abolición, porque hay en ellas
una parte no pequeña esencialm ente favorable en todos los tiem pos al interés
popular" [Proyecto de arreglo de la adm inistración provincial de Guipúzcoa,
San Sebastián, 1841]. Este cam bio de actitud com enzó a ser visible en 1840,
antes incluso de logrado el traslado aduanero: la Junta de C om ercio de San
Sebastián declaró aquel año que nunca se había opuesto “a ja conservación de
la parte útil y conveniente del sistem a foral” y que estaba dispuesta a apoyar a
la Provincia para obtener del G obierno el m antenim iento de esa parte útil a
cam bio de que ella accediera a sus reivindicaciones. Pero fue durante el trienio
esparterista cuando se produjo el verdadero cam bio, al descubrir que interesaba
conservar ciertos elem entos del régim en foral (ventajas económ icas y fiscales
co m o la ex e n c ió n de pap el s e lla d o , el a rre n d a m ie n to d e lo s im p u e sto s
provinciales, la libre introducción de tabaco y sal para el consum o local, etc)
que el liberalism o progresista había puesto en peligro. En septiem bre de 1846
un inform e de la Diputación de G uipúzcoa aseguraba que para restablecer la
arm onía perdida con el Ayuntamiento de San Sebastián “no falta m ás que un
paso por el que se dé a esta corporación la seguridad de no pretender alterar el
ord en que actu alm en te está ya establecido, es decir, aduanas, ju zg a d o s de
prim era instancia y el ayuntam iento constitucional de esta población. Con todo
lo dem ás, no sólo están bien hallados sino que harán cuanto puedan para que se
conserve íntegro [el fu ero ]” . El inform e acertab a de pleno, de m anera que
cuando en 1847 fue enviada la invitación para la junta general de aquél año, la
ciu d a d d e c id ió a c e p ta rla , re in te g rá n d o s e d e e sta fo rm a a la H e rm an d ad
provincial. Su actitud reconciliadora fue recom pensada; en 1852 las Juntas
G en erales de T olosa su prim ieron la prohibición foral de que los abogados
fueran procuradores en juntas y en 1854 fue reform ado el reglam ento para la
e le c c ió n d e la d ip u ta c ió n fo ra l, o fre c ié n d o le m ay o re s p o s ib ilid a d e s de
p a rtic ip a ció n en el p o d er -s im ila re s refo rm as se in tro d u cirían tam bién en
V izcaya y Á lav a-. A p artir de entonces, el lib era lism o d o nostiarra dejó de
criticar el régim en foral y se reafirm ó cada vez m ás en la conveniencia de
conservar un régim en foral que, ahora sí, sólo le proporcionaba beneficios.
Un ejem plo paradigm ático de este “giro conservador” , que se produjo en el
lapso de una g en eración, lo ofrece la fam ilia de com erciantes donostiarras
L a sa la . El p a d re , F e rm ín L a s a la y U rb ie ta (1 7 9 8 -1 8 5 3 ), c o m e rc ia n te y
e n tu s ia s ta lib e ra l, d e fe n d ió en los a ñ o s tre in ta la p le n a in te g ra c ió n de
G uipúzcoa en la unidad constitucional del E stado y luchó por m o d ificar el
sistem a heredado. Su hijo, Fermín Lasala y Collado (1832-1917), un abogado
ennoblecido -fu e duque de M andas-, se pronunciaría tajantem ente en julio de
1876 contra el proyecto de ley de abolición de fueros de Cánovas del Castillo.
El m ism o reconocía el cam bio generacional; “Al entrar yo en la vida pública en
1857, m e había reco m en d ad o mi padre q u e en los nuevos tiem p o s no me
c r e y e s e o b lig a d o a s e r p r o g r e s i s ta c o m o lo e r a él ( p o r c ie r to m u y
circunspectam ente), ni a no ser fuerista porque é! tuvo en su mano la bandera
de la m o dificación de los fueros (...). R epresentando a mi pueblo natal me
p re s e n té en la ju n ta d e D eva y m i a c titu d en e lla fu e re s u e lta a u n q u e
lim itad am en te fuerista. (...) A ctitud tan nueva en un d o n o stiarra m e atrajo
calurosísim o y unánim e aplauso” .
El giro conservador de la burguesía donostiarra tuvo tam bién su correlato en su
v ec in a v izca ín a, p u es el p ro g resism o ab a n d o n ó ig u alm en te aquí an tig u o s
C on stan tino A rdanaz (1820-1873),
fuerista vizcaíno, ingeniero y político,
llegó a ser ministro de Hacienda en el
gob iern o del gen eral Prim que se
instaló tras la Revolución Gloriosa que
puso fín a la monarquía de Isabel II y
dio paso al Sexenio Democrático (18681874). Diccionario biográfico de los
parlamentarios de Vasconia.
Si
%
D eb id o a la gran d eb ilid ad del
rep u b lica n ism o vasco, durante el
S ex en io el d eb ate p o lític o q uedó
p o la riza d o
en
las P rovin cias
Vascongadas entre carlistas y liberales,
en lugar de en tre m on árq u icos y
republicanos como sucedió en el resto
del E stado. La I R e p ú b lic a en el
con cierto de las n a cio n es. G rabado
sa tír ic o de la F la ca . M useo
Zumalakarregi.
radicalism os para llenarse de contenido foralista. En 1837 el com erciante y
conspicuo progresista bilbaíno V íctor Luis G am inde, corresponsal de E l Eco
del Comercio y director y principal redactor del periódico liberal editado en
Bilbao entre 1841 y 1843 E l Vizcaíno Originario, había publicado un folleto
titu la d o I n te r e s e s d e B ilb a o . E c s a m e n d e lo p e r ju d ic ia l q u e s e r ia la
perm anencia del sistem a fo r a l en el siglo X I X en el que arrem etía contra los
fueros ac u sán d o les de m an ten e r a V izcaya an clad a en el p asad o , e sta r al
serv icio de los in tereses de u n a o lig arq u ía c o rru p ta y ser p erju d ic ia le s al
com ercio e industria. Añadía: “ E stá pues visto que el sostener un distintivo
p ro v in c ia l q u e n o s d e s h o n ra en el d ía a lo s o jo s d e la c u lta E u ro p a , el
denom inam os vizcaínos y no españoles, el em peño en conservar leyes rancias,
usos y costum bres de necesaria interpretación, y ciertos privilegios sum irá a
B ilb a o en la o s c u rid a d y a los h a b ita n te s in d u strio so s de las p ro v in cias
vascongadas en un caos de m ales no m uy d ifíciles de prever” . A unque ya
entonces la crítica de G am inde hacia los fueros tenía sus límites, pues en este
m ism o escrito dejaba bien claro que él arrem etía contra “el Fuero según está,
(...) aunque sí puede asegurarse desde ahora que lo m ás m alo puede convertirse
en perfecto si logra una reform a estudiada y beneficiosa; pero entonces deja de
ser lo que fue y yo im pugno lo presente”, en los años 40 com enzó a m anifestar
puntos de vista bien distintos. Junto a otros dos im portantes liberales vizcaínos,
Pedro L em onauría y A nacleto D íaz de M endívil, firm ó en las páginas del
p eriódico E l Vizcaíno O rig in a rio un escrito en el que se decía: “N u estros
principios fueron y son siem pre unos inm utables y m uy explícitos. Ni querem os
fu ero s que e te rn ic e n los a b u so s, o b sc u re c ie n d o el b ello p o rv e n ir de una
constitución libre escudo de garantías sociales, ni una nacionalidad tan absoluta
com o para nivelar, usando el rasero de la destrucción, intereses ligados con el
sistem a rentístico especial de la provincia”. Una declaración bien explícita de
los intereses económ icos que encontraban en la conservación del régim en foral;
el remate de los arbitrios provinciales y de los derechos sobre el tabaco y la sal
qu e re g u la b a el fu e ro p e r m itía o b te n e r im p o rta n te s b e n e fic io s a q u ien
dispusiera del capital necesario para hacerse con su alquiler, m ientras que a la
vez garan tizab a el pago de los b en eficio s de la gran cantidad de capitales
prestados por la burguesía com ercial a las arcas provinciales. N o interesaba
poner en peligro la fuente de tan jugosos beneficios, sobre todo ahora que había
sido depurada de sus elem entos m ás cuestionados. Así qqe G am inde, com o
otros liberales otrora críticos con los fueros, se convirtió en uno m ás de sus
defensores. En el folleto titulado Im pugnación a l proyecto llam ado arreglo de
los fu e r o s d e las P ro v in c ia s B a sco n g a d a s p u b licad o en 1852 su b ray ó la
diferencia de los territorios vascongados respecto al resto de la m onarquía y
añadió que esa d iferen cia les hacía m erecedores de un tratam iento poh'tico
sin g u la r c o n c re ta d o en la c o n se rv a c ió n d e su s fu e ro s: “ El su e lo de las
P ro v in cias B asco n g ad as, divid id o a d ar un b ien esta r a m u ch o s y ninguna
riqueza a pocas m anos, exige una legislación particular”. Por su parte Pedro
Lem onauría escribió en 1869 en un folleto titulado B osquejo sobre e l origen y
naturaleza d e los usos, costumbres y fu ero s de las Provincias Vascongadas que
los fueros eran “la expresión genuina y auténtica de todo un pueblo”, un pueblo
el de los vascongados que había “conservado los usos, costum bre y lenguaje
q u e h e re d a ro n d e su s g lo rio s o s a n te p a s a d o s ” los ib e ro s y q u e se h ab ía
distinguido desde la noche de los tiem pos por unas costum bres “dem ocráticas”
dignas de ser im itadas: “G obierno ju sto y fuerte: pueblo con costum bres y
virtudes dem ocráticas: esto es lo que se necesita; esto es lo que por fortuna
caracteriza a las Provincias Vascongadas. ¡Ojalá que las dem ás de España, todas
tan sublim em ente heroicas, y todas tan llenas de prendas resplandecientes que
han asom brado y aún asom bran al m undo, pudieran contar con esas silenciosas
y m odestas costum bres dem ocráticas. N o negam os que las tengan, y m ucho
deseam o s que así sea, p o rq u e so m o s españoles sobre todo, pero com o las
costum bres no se improvisan, ni se ordenan, quisiéram os que los hom bres de
corazón y de talento estudiaran las Vascongadas, a fin de generalizarlas para
bien y felicidad de la patria com ún de los españoles”.
Y es que desde finales de los años 40, una vez superada la disidencia crítica
donostiarra y conseguido introducir las reform as necesarias en el régim en foral,
el conjunto del liberalism o vasco m anifestó un abierto y decidido proforalism o.
Se p erfiló así com o un liberalism o próxim o al m odelo inglés, respetuoso, a
d iferen cia del fran cés, con 1a heren cia del pasado. En 1853 el pro g resista
vizcaíno José A llende Salazar se com prom etía en un m anifiesto electoral a que
de resultar elegido diputado a C ortes “defendería con toda la energía propia de
mi carác te r, con to d a la fu erza de la co n v icció n , las an tig u as y lib era le s
instituciones de mi país natal” . Esta actitud de defensa foral se fue haciendo
cada vez m ás fuerte hasta llegar a convertirse durante el Sexenio dem ocrático
en punto cardinal del program a liberal.
Cosme Echevarrieta (1842-1903) fue
uno
de los
más d estacados
represen tan tes del republicanism o
federal vizcaíno e intervino en 1869 en
la firm a del Pacto de E ibar en
representación de Vizcaya. Diccionario
biográfico de los parlam entarios de
Vasconia.
6. EL LIBERALISMO VASCO
ENTRE 1868 Y 1876
La defensa de los fueros se convirtió
durante el Sexenio en sustrato común
de las d istin ta s id e o lo g ía s en
con cu rren cia . R icardo B ecerro de
B en goa (1 8 4 5 -1 9 0 2 ), d em ócrata y
republicano alavés, profesor, escritor y
cr o n ista h on orario de V itoria,
diputado a Cortes y senador, afirmó
que
**fuerista, rep u b lican o
y
vascongado son para mí una misma
cosa”. Fundación Sancho ei Sabio.
Durante el Sexenio dem ocrático (1868-1874) el liberalismo vasco conoció dos
cam bios im portantes. En prim er lugar se organizó en partidos políticos -h asta
entonces no había pasado de ser una corriente ideológica sostenida por grupos
de notables organizados puntualm ente con fines electorales-, siendo el partido
lib era l g u ip u z c o a n o el p rim e ro en c o n s titu irs e . Y es q u e el lib era lism o
g u ip u zco an o tuvo d u ran te el Sexenio m ayor fuerza e im plantación que el
v izcaín o y alavés. De h ec h o en G u ip ú zc o a, a d ife re n c ia de las o tras dos
provincias, fueron los liberales (Ram ón Fernández Garayalde, Fermín Lasala,
Gregorio M anterola, Joaquín Gregorio Echagüe, etc.) quienes crearon la ju n ta
revolucionaria que el 30-1X-1868 asum ió el gobierno de la provincia tras el
derrocam iento de Isabel II. Su fuerza se reflejó en los resultados electorales,
pues la m ayoría carlista re su ltan te en cada uno de los co m icio s generales
celebrados en el periodo se vio atenuada en G uipúzcoa por unos resultados
r e la tiv a m e n te b u e n o s d e l p a r ti d o l i b e r a l, q u e a d e m á s tr iu n fó
ininterrum pidam ente en San Sebastián bajo el liderazgo de Ferm ín Lasala y
Collado, haciendo de la ciudad un bastión inexpugnable para los carlistas. En
Vizcaya la organización del partido liberal fue m ás tardía que en Guipúzcoa y
su actividad menor; el diario Irurac B at decía en noviem bre de 1868: “Al dar
publicidad a este docum ento, en el que se reflejan la actividad y los levantados
p r o p ó s ito s d e l p a r tid o lib e r a l g u ip u z c o a n o , e c h a m o s d e m e n o s u n a
organización igual en esta provincia y contem plam os con pena la apatía y la
indiferencia que a nuestro alrededor reina” . En lo que respecta a Álava, no
disponem os de datos sobre la organización del partido liberal, pero conocem os
la existencia de una A sociación Liberal Vitoriana presidida en 1869 por Manuel
C iorraga y en la que se contaban destacados liberales alavesas.
El segundo cam bio im portante que experim entó el liberalism o vasco en esta
co y u n tu ra es que ad q u irió un p ro tag o n ism o p o lítico d esc o n o cid o hasta ei
m om ento, pues, debido a la gran debilidad del republicanism o vasco, el debate
p o lítico quedó p o lariz ad o en las P ro v in cias V ascongadas entre ca rlista s y
liberales, en lugar de entre m onárquicos y republicanos com o sucedió en el
resto del Estado. Y ju n to a estos dos cam bios cabría apuntar un tercero si
atendem os a la progresiva fragm entación que experim entó el liberalism o vasco
durante el Sexenio; dejando a un lado a los dem ócratas, nacidos de una escisión
del liberalism o, habría que distinguir entre liberales m onárquicos, divididos en
partidaríos de Isabel II o de su hijo Alfonso; liberales republicanos; progresistas
sagastinos que form aban el partido constitucional; y radicales seguidores de
M an u e l R u iz Z o rrilla . En 1875 la u n id a d de p a rte d e e sto s lib e ra le s se
re c o m p u s o en to rn o a la f ig u r a de A lfo n s o X II y la b ú s q u e d a de u n a
m oderación que evitara los excesos de la I República.
Uno de los nexos de unión entre estas distintas tendencias ftie la defensa de los
fueros. Los m anifiestos program áticos de los partidos liberales vizcaíno, alavés
y guipuzcoano -e l m ás dinám ico de los tre s - de 1868 coincidieron en presentar
a los fileros vascos com o la m ás alta expresión de las libertades revolucionarias.
El m anifiesto electoral del partido liberal de San Sebastián de mayo de 1873
declaraba: “El com ité liberal fuerista, al dirigirse a vosotros cuando vais a hacer
uso d e v u estro d erech o elec to ral, os p ro p o n e un p ro g ram a lacónico, pero
expresivo; breve, pero elocuente: el fuero y el respeto a los poderes suprem os
de la nación, siem pre que éstos respeten a su vez la autonom ía vasca”, m ientras
que un m es antes - e l 20 de abril de 1873- el Ayuntam iento de San Sebastián
a firm a b a: “ Sea n u estra co nstante asp ira ció n el en altecim ien to de nuestras
p reciad as in stitu cio n es forales que co n stitu y en la b ase de n u estra unión y
nuestra fuerza. En estos tiem pos en que las mil encontradas pasiones se agitan
en pos de ilusorias aspiraciones, salvem os nuestro bienestar sosteniendo el lema
de Fueros, Orden y Libertad” . A estas alturas del siglo, la defensa de los fueros
se había convertido en la bandera política del liberalism o vasco y los principios
de orden y conservación en su m áxim a ideológica.
El liberalism o tuvo que disputar la bandera foral al cariism o. El carlism o, que
reco b ró con el S ex en io nueva vida d esp e rtan d o del letargo su frid o tras la
derrota de 1839, anim ó a los vascos a la insurrección arm ada contra el gobierno
en nom bre de Dios y de los fueros; Jaungoicoa eta foruac. A unque la prelación
de térm inos fue m uy clara, insistiendo una y otra vez que luchaban antes por
D ios que p or los F ueros, com o ex p licab a el carlista v izca ín o A ristid es de
A rtiñano en su folleto Jaungoicoa eta fo ru a c. La causa vascongada ante la
revolución española (Bilbao, 1869): “Los vascongados han enlazado siem pre la
idea religiosa a su libertad, teniendo por única divisa: Jaungoicoa eta Foruac\
a n te s D io s q u e lo s F u e ro s , s ie m p re u n id o s , ja m á s en d is c o r d a n c ia ni
separados” . Si bien para los carlistas vascos los fueros, por detrás de la religión,
volvieron a ser casus helli, o al m enos los utilizaron com o m ovilizador popular.
Fermín Herrén (1852-1908), liberal y
republicano alavés, prolífíco escritor,
doctor en D erecho, m iem bro de la
Academia de la Historia y presidente
del Ateneo de Vitoria, fue fundador y
d irector del sem anario E l P orvenir
Alavés y de la Revista de las Provincias
Euskaras. En su casa se celebraba la
célebre “Tertulia del 73”. Fundación
Sancho ei Sabio.
La
opin ión
p ú b lica
esp añ ola
responsabilizó a los fueros de la guerra
carlista de 1872-1876 y la contienda
finalizó sin que las diputaciones forales
lograran neutralizar esa idea. Crónica
ilustrada de la guerra carlista. Fondo
Caja Vital Kutxa.
la s d ip u ta c io n e s f o r a le s d e la s tr e s p r o v in c ia s , a la r m a d a s p o r las
m a n ife s ta c io n e s c o n tra los fu e ro s co m o re s p o n s a b le s d e la g u e rra q u e
em p ezaro n a ex ten d erse en la p re n sa esp a ñ o la en 1875, se esfo rzaro n en
dem ostrar al gobierno que los fueros no tenian relación con la guerra y que en
modo alguno eran su causa. Pero la guerra finalizó - e l 28 de febrero de 1876
C a rlo s V II c ru z ó la fr o n te ra fra n c e s a y el 3 d e m a rz o la p ro c la m a de
S o m o rro stro m arcó el fin a l d e la lu c h a - sin que las d ip u tacio n es fo rales
lograran neutralizar la cam paña contra los fueros.
Por m edio de una real orden de 6 de abril de 1876 Cánovas convocó a una
audiencia a representantes de las P rovincias V ascongadas para p ro ced er al
cum plim iento del artículo segundo de la ley de 25 de octubre de 1839 sobre
m o d ific a c ió n del rég im en fo ral. A unque é stas ex p resaro n al g o b iern o la
inoportunidad del m om ento para tratar del arreglo foral, la audiencia se celebró
en los prim eros días de mayo y en ella Cánovas les com unicó que según la
Constitución de 1837, vigente cuando se prom ulgó la ley de 25 de octubre de
1839, todos los españoles estaban obligados a contribuir a la H acienda y al
serv icio de arm as al E stado y que esta obligación tam bién com petía a las
Vascongadas con arreglo al artículo 6° de dicha Constitución. Las Provincias,
re u n id a s en c o n fe re n c ia fo ra l en V ito ria el 5 de m ayo, re c h a z a ro n e sta
interpretación de la unidad constitucional denunciando que “lo que el Gobierno
de S.M. propone es una nivelación más o m enos aparente de estas provincias
co n la s d e m á s d e l r e in o ” y a f ir m a r o n q u e la “ s o le m n e y a u té n tic a
interpretación” era la m anifestada en su día por A rrázola en las C ortes de 1839
- l a unidad c o n stitu c io n a l q u e d a b a g a ra n tiz a d a siem p re q u e fuera uno el
m onarca, una !a representación nacional y uno el poder legislativo-.
Las audiencias entre los com isionados vascongados y Cánovas, que se cerraron
el 14 de mayo, no lograron ningún acuerdo y el rey acabó autorizando a éste a
redactar un proyecto de reform a del régim en foral. El 20 de mayo Cánovas
presentó en el Senado un proyecto de ley que disponía que Vizcaya, G uipúzcoa
y Álava contribuyeran “con arreglo a la Constitución del Estado” a los gastos
del Estado y al ejército de la m ism a m anera que el resto de los españoles. El
proyecto de ley aprobado por el Senado en ju n io decía en su artículo 2“ que “ las
tres provincias referidas quedan obligadas, desde la publicación de esta ley, a
presentar en los casos de quintas o reem plazos ordinarios y extraordinarios del
ejército, el cupo de hom bres que les correspondan con arreglo a las leyes” y en
su articulo 3“ les obligaba “ a pagar en la proporción que les correspondan y con
destino a los gastos públicos, las contribuciones, rentas e im puestos, ordinarios
y extraordinarios, que se consignen en los presupuestos generales del Estado” .
El preám bulo que lo aco m p añ ab a expresaba su deseo del “ establecim ien to
inm ed iato de ia unidad constitucional de la nación, que a toda costa debe
quedar esta vez realizada”, y solicitaba que el gobierno fuera autorizado “para
intro d u cir, o íd as de nuevo las provincias, si es conveniente, en el antiguo
ré g im e n a d m in is tra tiv o co n se rv a d o p o r su s v e n e ra b le s fu e ro s, to d a s las
alteraciones que el transcurso de los siglos pasados y las duras experiencias del
presente hagan necesarias” .
La prensa rápidam ente se hizo eco del evento, aunque a la de las Provincias
Vascongadas se le prohibió tratar la cuestión, pues el 12 de agosto de 1875
C ánovas había ordenado a los gobernadores civiles de las Vascongadas que
prohibieran toda discusión polém ica y m anifestación pública sobre los fueros.
La conferencia de Vitoria de 3 de septiem bre de 1875 consignó el hecho y se
lam entó de que se le privara de la defensa contra “las am enazas y los juicios de
todas clases de que p or parte de la prensa está siendo objeto este venerando
régim en” . C alificó la discusión abierta en torno a los fueros de “ inoportuna” y
“peligrosa” y acordó que si ésta persistía se solicitara al G obierno perm iso para
d e fen d erse y que las d ip u tacio n es fueran p rep aran d o m em orias “ sobre su
situación foral, invasiones en este régim en causadas y servicios que han llevado
a cabo p o r el T rono y p o r la P atria” con el fin de d efen d er “ los derechos
perfectísim os del País vascongado”.
Fue por consiguiente el diario La Paz, órgano del fuerism o en Madrid, el que
expresó el sentir de las Provincias sobre el proyecto de Cánovas calificándolo
abiertam ente “de abolición de los fueros”, una interpretación llam ada a hacer
fortuna. Lo hizo en su núm ero de 22 de m ayo de 1876. respondiendo a los
ataques a los fueros de otros periódicos com o E l Parlamento. La Iberia, La
M añana, E l ¡mparcial. E l Diario Español, y otros, y dando su opinión sobre el
proyecto de Cánovas: “creem os y sostenem os, dentro de nuestras convicciones
cada día m ás arraigadas, que es la abolición com pleta y radical de los fueros
vascongados (...). En cuestiones de principios, no cabe transacción posible,
porque se trata de ser o de no ser. (...) así lo entienden todos los que conocen
qué son los fueros; que no tienen el carácter de privilegios, com o pretenden los
q u e no lo s co n o c en , sin o d e d e re c h o s p e rfe c to s, c o n s ig n a d o s así en las
secu lares tradiciones, reconocidos por la historia, am parados por todos los
R ey es, au n los m ás a b s o lu to s , y d e fe n d id o s sie m p re co n te só n p o r los
vascongados”.
El proyecto de Cánovas, que fue finalm ente aprobado, contenía un artículo 4®
que autorizaba al gobierno “para que, dando cuenta en su día a las C ortes, y
teniendo presente la ley de 19 de septiem bre de 1837 y la de 16 de agosto de
1851, y el decreto de 29 de octubre del m ism o año, proceda a acordar, con
a u d ie n c ia d e las p ro v in c ia s de Á lava, G u ip ú z c o a y V izc ay a, si lo ju z g a
En mayo de 1876 Cánovas presentó en
el Senado un p royecto de ley que
disponía que Vizcaya, G uipúzcoa y
Álava contribuyeran “con arreglo a la
Constitución del Estado” a los gastos
del Estado y al ejército de la misma
manera que el resto de los españoles y
que fue aprobado convirtiéndose en la
fam osa ley de 21 de ju lio de 1876.
R etrato de A n ton io C anovas del
Castillo. Colección del Senado.
El líd er del fuerism o intransigente
F idel de Sagarm ínaga (1830-1894),
fu n cio n a r io de la ad m in istración
pública, escritor, periodista y político
q ue m ilitó en los añ os cin cu en ta y
sesen ta en la Unión L iberal, fue el
fundador de la Sociedad Euskalerria
de Bilbao, de la agrupación electoral
Unión Vasco-navarra y del periódico
del mismo nombre. Fundación Sancho
el Sabio.
I
oportuno, todas las reform as que en su antiguo régim en foral exijan así el
bienestar de los pueblos vascongados com o el buen gobierno y la seguridad de
la N ación” . N o era propiam ente una ley de abolición foral pues los fueros no se
d e ro g a b a n en e lla d e fo rm a e x p líc ita , e s m ás se h a c ía r e fe re n c ia a su
m antenim iento al autorizar al gobierno a reformarlos “si lo ju zg a oportuno”,
pero en el País Vasco se interpretó com o una abolición foral en toda regla. La
propia D iputación foral de Vizcaya hablaba de la “Ley de abolición de Fueros
sancionada en 21 del corriente por S.M. el Rey” en una carta enviada a Fermín
Lasala el 29 de julio de 1876 para felicitarle por su intervención en las Cortes,
m ientras que un inform e leído en las Juntas G enerales de Álava de noviembre
de 1877 redactado por todas sus com isiones decía que por esta ley los fueros
“se han derogado y extinguido prescindiéndose de la voluntariedad y form a con
q u e la P ro v in c ia se e n tre g ó en e sta d o de in d e p e n d e n c ia a la C o ro n a de
C astilla” . Q uedaron por tanto ab o lid as en ju lio de 1876 las exenciones de
im puestos y quintas, desapareciendo así las instituciones em blem áticas de la
foralidad, es decir, se la vació de contenido, pero quedaron en pie las juntas y
diputaciones forales que sobrevivieron un año más, hasta noviem bre de 1877.
Las vizcaínas -dom inadas por la intransigencia fu erista- fueron suprim idas en
mayo de 1877, m ientras que las guipuzcoanas y alavesas sobrevivieron algo
m ás, hasta finales de ese m ism o año, en que fueron suprim idas com o castigo a
su resistencia a la aplicación del decreto de 13 de noviem bre de 1877 que fijaba
el cupo de contribución a la Hacienda estatal que debían pagar las Vascongadas.
Las nuevas diputaciones provinciales que se constituyeron para sustituir a las
s u p r im id a s f o r a le s , r e p le t a s d e tr a n s i g e n t e s , a b r ie r o n r á p id a m e n te
negociaciones con el gobierno; resultado de ellas, y de las posibilidades que
o torgaba la ley de 21 d e ju lio de 1876, fue el n acim ien to del régim en de
conciertos económ icos, el prim ero de los cuales fue regulado por el decreto de
28 de febrero de 1878.
Entre las distintas voces que se alzaron en 1876 en protesta por la ley de 21 de
julio de 1876 y en defensa de los fueros destacó la de Fidel de Sagarmínaga
(1830-1894), funcionario de la adm inistración pública, escritor, periodista y
político que m ilitó en los años cincuenta y sesenta en la Unión Liberal y que
entre 1876 y 1890 se convirtió en uno de los principales líderes del fuerismo
intransigente. Fue diputado a C ortes en 1859-63 por Vinaroz (Castellón) y en
1879 por Durango, alcalde de B ilbao en 1872 y diputado general de Vizcaya en
1876. Fundó la Sociedad Euskalerria de Bilbao, la agrupación electoral Unión
Vasco-navarra y el periódico del m ism o nom bre. Sagarm ínaga reclam ó la unión
de todos los vascos en un frente com ún que olvidara divisiones partidistas para
concentrar sus fuerzas en la exigencia de la restauración foral. Llam ó a realizar
una “p o lítica v asco n g ada” que prescindiera de los problem as del resto del
Estado, que se aislara de la política interior de España: “pedir fueros y partidos
p o lític o s al m ism o tie m p o , es p e d ir lo im p o sib le ” , e sc rib ió , “p o rq u e el
m antenim iento de los antiguos partidos y la conservación de las instituciones
forales son circunstancias que se contradicen y repelen” . Trató de agrupar a
todos los vascos, carlistas o liberales, bajo la bandera de la sola defensa del
fijero y fundó para ello la agrupación electoral Unión Vasco-navarra, que no
obstante fracasó en las elecciones a C ortes de 1879 y en las provinciales de
1880 y que a partir de 1881 se rom pió definitivam ente.
Y es que la aprobación de la ley de 21 de ju lio de 1876 generó un sentim iento
de fru stració n y ab rió un clim a de exaltación fuerista sin p recedentes que
acen tu ó !a u n an im id ad en torno a los fueros de todas las fuerzas p olíticas
vascas. Se produjo una verdadera explosión de protestas contra la citada ley, de
encendidas reclam aciones de reposición de !a foralidad perdida y de laudatorios
c a n to s fo r a le s q u e se m a n tu v o d u ra n te v a rio s añ o s. L o s m o m e n to s de
neg o ciació n de cad a nuevo co n cierto económ ico fueron épocas de intensa
ag itac ió n p o lítica y en ellas se puso de m an ifiesto la ad h esió n em ocional
m ayoritaria de la opinión vasca al recuerdo de sus antiguas instituciones que
había quedado tras ju lio de 1876.
La memoria de la foralidad perdida
fue permanentemente activada por las
diputaciones vascas a partir de 1876.
La inauguración pública de la estatua
a Mateo Benigno Moraza, en la Plaza
de la Provincia de Vitoria« sirvió a tai
efecto. Fondo Caja Vital Kutxa.
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P u b lic a c io n e s de la U n iv ersid ad
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qp!' :. ' 1'
En c o n tra de visiones historiográficas ya su p erad as,
q ue id en tifican al P a ís V asco del siglo XIX e n su
conjunto co n el carlismo, el liberalismo tuvo tam bién
un im p o rta n te p ro ta g o n ism o en un a sociedad vasca
convulsionada por la transición del Antiguo Régimen
al s is te m a c o n stitu c io n a l. En m e d io d e sucesiv as
g u e rra s y c am b io s d e ré g im e n político, el sistem a
foral vasco tuvo dificultades p a ra a d a p ta rs e al nuevo
o rd e n c o n s titu c io n a l. Los lib e ra le s f u e r o n
p ro tag o n istas de u na historia a p asio n a n te, analizada
aquí c o n rigor y claridad.
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