Unidad 10. Novecentismo o Generación del 14

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Novecentismo o Generación del 14
INTRODUCCIÓN
Cambio de siglo: Colapso y Regeneracionismo
La crisis general de fin de siglo coincidió en España con la derrota y pérdida de las últimas colonias. Este hecho
fue la gota que colmó el vaso de la crisis española, desatando un auténtico colapso social y económico. Se utilizó la
metáfora de la enfermedad infecciosa para definir la situación española: se decía que “España estaba enferma”.
Esta “enfermedad crónica” tenía tres síntomas principales: atraso económico, pues la industrialización española
había sido tardía, escasa y muy localizada, con lo que España seguía siendo un país eminentemente agrario; atraso
educativo, pues la tasa de analfabetismo era muy superior a la de otros países europeos, y contra lo que se intentó
luchar con la fundación de la Institución Libre de Enseñanza; y por último agotamiento político, pues el sistema de
la Restauración basado en los caciques y la manipulación electoral era incapaz de resolver los problemas.
En 1902 accede al trono Alfonso XII, en pleno auge del regeneracionismo, que pretendía modernizar al país
mediante el desarrollo económico y educativo. Pero esta tendencia renovadora se encontrará con la resistencia
conservadora: Iglesia, élites económicas y Ejército se opusieron a cualquier cambio que cuestionara su
superioridad social y política. Pronto aumentará la conflictividad obrera, pues las organizaciones obreras
presionaban con huelgas y disturbios; y la represión ejercida por los gobiernos, sobre todo en Cataluña, provocará
el auge de los nacionalismos, que con la crisis aumentaron sus apoyos sociales.
La idea de acercar España a Europa, que viene del regeneracionismo y que será también defendida por los
autores de la generación del 98, será también defendida por los autores de la generación del 14: la orientación
europeísta de los novecentistas se basa en el impulso de la ciencia, en la implicación del intelectual en la política y
en la difusión de la cultura.
NOVECENTISMO, O GENERACIÓN DEL 14
Definición y nómina de autores
Se conoce con el nombre de Generación del 14 (por su coincidencia con la Primera Guerra Mundial) o
Novecentismo (término acuñado por uno de sus componentes, Eugenio d’Ors) a un grupo de escritores españoles,
cronológicamente situados entre el Modernismo, la Generación del 98 y la del 27, que ponderan la inteligencia, la
disciplina en el trabajo y la perfección artística como los valores más apreciados en el arte. Desde el punto de vista
estético, proclaman la deshumanización de la obra de arte y el intelectualismo, lo que favorecerá la penetración y
consolidación de las vanguardias europeas en España. Su objetivo principal es renovar estéticamente la literatura y
el arte de la época, acercándolo a la modernidad propia del siglo XX.
Los escritores pertenecientes a este grupo generacional abordaron diferentes aspectos del saber, sin ceñirse
exclusivamente al ámbito literario. Tuvieron una función esencial los ensayistas, entre los que sobresalen Ortega y
Gasset, Eugenio d’Ors, Manuel Azaña o Américo Castro; aunque también hubo importantes novelistas, como
Ramón Pérez de Ayala o Gabriel Miró, y poetas, como el gran Juan Ramón Jiménez.
Características
Estos escritores comparten ciertos rasgos, por lo que se estudian dentro de la misma generación, pero estas
características comunes no pertenecen solo a su forma de concebir la literatura, sino que también influyen otros
factores, como las circunstancias sociales y políticas del momento.
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Frente a la generación anterior, autodidacta y anarquizante, los novecentistas se caracterizan por su sólida
formación intelectual y por la sistematización de sus propuestas. De ahí la pulcritud frente a la bohemia
modernista; y el examen racionalista y objetivo de los problemas, en contraste con el irracionalismo y la angustia
existencial del 98.
Los novecentistas se sienten atraídos por la cultura europea y analizan los problemas de España desde esa
nueva perspectiva. Su propuesta consiste en modernizar intelectualmente al país, frente al casticismo del 98. Pero
este movimiento no será solamente teorizador. Se produce una incorporación a la vida activa y oficial para
aprovechar los resortes del poder en la transformación del país. Quieren llevar a cabo sus propuestas, y para ello
participan activamente en la vida política y social de España.
La generación del 14 se caracteriza también por su intelectualismo: el rechazo al sentimentalismo y a la
exaltación personal les lleva al análisis racional del arte, incluso en poesía. Esto se relaciona con otro de sus
principales planteamientos: el “arte puro”: el arte ha de perseguir como finalidad única el placer estético, debe
alejarse del sentimentalismo noventayochista buscando una mayor objetividad.
De esa concepción del arte surge la preocupación por la forma: la estética novecentista tiene como principal
objetivo la obra bien hecha, estructural y métricamente perfecta. Este anhelo de perfección conduce a la
depuración máxima del lenguaje, a la pulcritud de las formas y, con ello, a una complejidad que convierte el arte
en algo minoritario.
El movimiento novecentista se inspira en el Modernismo y en el 98, de los que hereda la preocupación por el
ritmo y la musicalidad o el tratamiento profundo de determinados temas; y también se inspira en los modelos
clásicos griegos y latinos, cuya serenidad y elegancia son apreciadas e imitadas.
EL ENSAYO NOVECENTISTA
En el Novecentismo se inscriben intelectuales, pensadores y filósofos que convierten el ensayo en instrumento
principal de divulgación ideológica en su intento de europeizar España y buscar un arte puro y centrado en la
forma. Sus máximos representantes son Ortega y Gasset y Eugenio d’Ors, pero junto a ellos destacan figuras tan
relevantes como Manuel Azaña, Américo Castro, Gregorio Marañón o Claudio Sánchez Albornoz.
José Ortega y Gasset
Nació en Madrid (1883-1955) y vivió unido al periodismo y a la política, ocupando un lugar destacado en la vida
intelectual española durante la primera mitad del siglo XX. Es uno de los filósofos más importantes de la historia de
España, cuya obra aborda temas sociológicos, filosóficos, históricos y, por supuesto, literarios. Defendió en sus
obras la preponderancia de la actividad intelectual por encima de la sentimental. Según este pensador, la emoción
estética debe prevalecer sobre la emoción humana, es decir, se debía deshumanizar el arte. Explicaba el arte como
algo moderno y adaptado al siglo XX, un arte nuevo al que solo unos pocos podían acceder.
En La España invertebrada reflexiona sobre la decadencia de España desde un punto de partida diferente de la
generación del 98, puesto que considera que nunca existió un estado previo de plenitud. En La rebelión de las
masas, aboga por una minoría selecta en vez de la masa, que tiende a no diferenciarse del resto y, por tanto, en la
política, el arte o la ciencia tiene pocas aspiraciones por lo que la civilización puede peligrar. En La
deshumanización del arte, engloba todas las características de todas las nuevas tendencias artísticas concluyendo
que el nuevo arte va dirigido a una minoría que lo aprecia por su belleza estética y no por su sentimentalidad.
Otros ensayos famosos son las Meditaciones sobre el Quijote o El espectador.
Eugenio d’Ors
Nació en Barcelona (1881-1954), colaboró en diarios y revistas a nivel mundial y destacó como ensayista.
Escritor e intelectual tanto en castellano como en catalán, fue el principal ideólogo del noucentisme, movimiento
cultural a través del cual la burguesía catalana fomentó su proyecto nacional a comienzos del siglo XX. Ese término
se aplicará después a los escritores de la generación del 14 como movimiento que los engloba, aunque en origen
se refería solo a escritores catalanes. Creó un género propio dentro del ensayo, conocido como glosas. Las glosas
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eran pequeños comentarios, de tipo periodístico, en los que el autor comprobaba el ambiente cultural y político de
la época para detectar las “palpitaciones de los tiempos” y el afán de renovación sociocultural que advertía en la
Cataluña de su tiempo.
Entre sus obras destacan La bien plantada, colección de sus glosas más importantes, La muerte de Isidro Nonell
o La filosofía del hombre que trabaja y que juega, que refleja su pensamiento filosófico; y Amiel en Vic, en la que se
defiende la vuelta al clasicismo y la creación meticulosa y refinada de la obra de arte.
LA NOVELA NOVECENTISTA
El género novelesco se impregnará de la intelectualidad del movimiento. La prosa precisa, pulcra y llena de
recursos expresivos se combinará con la actitud crítica. Los mejores exponentes de la prosa novecentista son
Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala y Wenceslao Fernández Flórez.
Gabriel Miró
Nació en Alicante (1879-1930) y estudió con los jesuitas, hecho que marcará su producción literaria. Estuvo
alejado de la política y los círculos literarios por dedicarse a sus obras de perfecta factura y de gran sensibilidad.
Sus novelas líricas y formalistas se caracterizan por el predominio de las sensaciones, ya que el argumento o las
acciones de los personajes pierden importancia en la obra a favor de un lirismo íntimo. Abundan las descripciones
exhaustivas de los personajes, para conocer sus diferentes estados de ánimo y sus sentimientos. Asimismo, se
observa un gran cuidado del lenguaje, con una profusa adjetivación y una cuidada estructuración de las oraciones
que son parte de un estilo elaborado y minucioso, muy trabajado.
Sus mejores novelas son Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso, en las que se aprecia un lirismo intenso
que contrasta con el ambiente opresivo cargado de intolerancia religiosa y de represión social que se retrata en
ellas. Entre sus relatos breves, merece la pena subrayar Años y leguas, basado en elementos biográficos, así como
Figuras de la pasión del Señor, sobre los últimos días de la vida de Jesucristo.
Ramón Pérez de Ayala
Este novelista ovetense (1880-1962) buscó la experimentación tanto en su forma de escribir, como en los temas
seleccionados, de marcado tinte intelectual. Asimismo, innova en cuanto a las técnicas narrativas utilizadas. Se
pueden diferenciar varias etapas en su producción, que se corresponden con diferentes enfoques literarios.
Las novelas autobiográficas (1907-1913) tienen un personaje común: Alberto Díaz de Guzmán, pseudónimo bajo
el que el autor cuenta sus años escolares con los jesuitas o la vida bohemia de la época. Las más famosas son Ad
Maiorem Dei Gloriam, Troteras y danzaderas y La pata de la raposa. La etapa de novela lírica, crítica social y
renovación narrativa (1914-1920) está representada por las novelas Prometeo, Luz de domingo y La caída de los
limones. Por último, las novelas intelectuales, a partir de los años 20, tratan temas como el honor o el amor desde
una perspectiva intelectualizada. Destacan Belarmino y Apolonio y Luna de miel, luna de hiel.
LA POESÍA NOVECENTISTA
Juan Ramón Jiménez es, de lejos, la figura más importante del movimiento novecentista. Él abre el camino hacia
una nueva forma de entender la poesía, pura o desnuda de cualquier sentimentalismo e imperfección. Tiene el
mérito no sólo de renovar el panorama poético de principios de siglo, sino también de convertirse en el maestro
indiscutible de otra generación, la del 27.
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer, Huelva, en 1881. Pronto se traslada a Madrid, donde entró en contacto
con la nueva sensibilidad modernista, al tiempo que se acentuaba su carácter enfermizo y neurótico. La muerte de
su padre le obligó a recluirse en un sanatorio mental, al que regresará largas temporadas. Durante un tiempo vivirá
recluido en su casa, entregado obsesivamente a la creación poética, en una labor muy prolífica. En 1917 se casa en
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Nueva York con Zenobia Camprubí, compañera fiel el resto de su vida. Regresan a Madrid, donde viven hasta 1936.
Al comienzo de la guerra civil se exilió a América, primero a Cuba y luego a EE. UU., donde continuó su labor
creadora y didáctica. En 1956 recibe el Premio Nobel, pero ese mismo año muere su mujer, lo que lo llena de
angustia y desvalimiento hasta su muerte, en 1958.
Para él, la poesía era lo único que podía dar sentido a su vida. Combatía su temor a la muerte, a la nada, con la
idea de crear belleza, pues solo ella es imperecedera. Juan Ramón creía en la unidad de lo que él llamaba su
“Obra”, es decir, concebía sus escritos como un todo orientado hacia la perfección. De ahí que para conseguir
llegar a esa belleza poética retocara constantemente sus composiciones, que estaban siempre en un permanente
estado de corrección debido a su ansia de perfección. No obstante, y a raíz de una sugerencia suya, la crítica ha
divido su trayectoria en etapas.
La etapa sensitiva (1889-1915) está marcada por la influencia de Bécquer, cuya poesía descubrió en Sevilla; el
simbolismo francés que había conocido en el sanatorio mental; y el Modernismo colorista y exuberante de Rubén
Darío, al que había conocido en Madrid. Predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta,
los parques otoñales y los jardines al atardecer, los sentimientos vagos, diluidos e inconcretos, la tristeza, la
melancolía, la música y el color, los recuerdos y ensueños amorosos. Se trata de una poesía emotiva y sentimental,
en la que se trasluce la sensibilidad del poeta a través de una estructura formal perfecta. En Rimas (cuyo título
homenajea a Bécquer) recoge poemas de sus dos primeros libros (Almas de violeta y Ninfeas), marcados por el
modernismo externo en boga; y añade nuevas composiciones influidas por el simbolismo que conoció durante su
estancia en Francia. En Arias tristes, escrito casi enteramente en romance octosílabo, predomina la melancolía, la
tristeza, la nostalgia evocadora. El tema fundamental es el paisaje y el alma del poeta. Ambos se funden y llevan a
la personificación de los árboles, los jardines, los días… Todos los objetos cobran vida y sienten pena, sufren,
disfrutan, ríen y lloran en función del estado de ánimo del poeta. Además, también se tratan los temas de la mujer,
identificada con el amor recordado e idealizado de ”la novia del pueblo”; y la muerte, que produce malos presagios
y terribles alucinaciones. Con Jardines lejanos se acentúa la atmósfera doliente y sensual. Antonio Machado
admiró esta obra por la fina sensibilidad que demuestra y por la dulzura de ritmo y de sentimientos que posee. La
soledad sonora toma su nombre de un verso de San Juan de la Cruz. De nuevo los paisajes sugeridos, la belleza, la
sensualidad, la soledad y la mujer constituyen los ejes temáticos de este libro, en el que se perciben ya las ansias
de intemporalidad. Por último, Estío constituye ya un tránsito hacia su segunda etapa. El poeta se aleja del
modernismo en busca de una mayor depuración de la palabra. Desaparecen los ambientes nostálgicos y soñados, a
favor de una realidad más concreta.
La etapa intelectual (1916-1936) estará marcada por el “descubrimiento” del mar durante su viaje a América. El
mar simboliza la vida, la soledad, el eterno tiempo presente. Es la belleza que lo pone en contacto con lo eterno.
Asimismo, se inicia en esta época una evolución espiritual que llevará al poeta en busca de la trascendencia. En su
deseo de salvarse ante la muerte, se esfuerza por alcanzar la eternidad, y eso sólo puede conseguirlo a través de la
belleza a la que le conducirá la depuración poética. Suprime pues, toda la musicalidad, los argumentos poéticos, la
aparatosidad externa y ornamental anterior para adentrase en lo profundo, lo bello, lo puro, lo esencial. Esta epata
se inaugura con Diario de un poeta recién casado (1916), en la que encontramos una poesía sin anécdota, sin los
“ropajes del modernismo”, una poesía estilizada y depurada, en la que el poeta admira todo lo que contempla,
especialmente el mar. Juan Ramón experimenta con los temas y las formas (verso libre) abriendo el camino a una
nueva corriente poética que será explotada por la Generación del 27. Con Piedra y Cielo se abre una nueva línea
temática que ya no se abandonará: la búsqueda de la sublimación poética y la intensificación creativa de una
poesía pura, esquemática, en la que se concibe al poeta como una especia de dios-creador. La estación total
recoge los últimos poemas escritos en España y abunda en el tema del poeta como dios-creador.
La etapa última, verdadera o suficiente, recoge todo lo escrito durante su exilio americano. Juan Ramón
continúa replegado en sí mismo en busca de la belleza y la perfección. Su ansia por la trascendencia lo llevará a
identificarse con Dios. Animal de fondo, Dios deseado y deseante, En el otro costado… en todas Juan Ramón llega a
la posesión de un dios que se identifica con la naturaleza y con la belleza. Un dios que está dentro de cada cual,
que habita el interior del hombre. Juan Ramón se considera el “dios” de su obra, al haberla creado. Un dios que es
externo e interno a la vez, un dios que existe dentro y fuera de él.
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